Yerby Frank - Negros Son Los Dioses de Mi Africa

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BIBLIOTECA FRICA

DOCTOR LIVINGSTONE

Negros son los dioses de mi frica


Frank Yerby
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DOCTORLIVINGSTONE

2014
2 frica y la Historia

Negros son
los dioses
de mi frica
Frank Yerby

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DOCTOR LIVINGSTONE

Luis Csar Bou 3

2 Negros son los dioses de mi frica

NOTA PREVIA

En cuanto hace referencia a sus aspectos histricos y sociolgicos,


esta novela se basa en el excelente estudio antropolgico Dahomey: An
Ancient West African Kingdom, del ya fallecido Melville J. Herskovits,
publicado en 1967 por la Northwestern University Press. Desde luego, he
consultado muchos ms libros ingleses y franceses centrados en Dahomey.
Sin embargo, la gran obra de Herskovits tiene la inapreciable virtud de
corregir, con desapasionado y sereno criterio cientfico, la perspectiva
generalmente deformada por los prejuicios de anteriores observadores,
tales como Bosman, Lambe, Snelgrove, Smith, Norris, Dalzel, Duncan,
Wilmot, Burton (a quien debemos destacar por ser el ms justo, ms certero,
y, en trminos generales, el mejor entre todos los nombrados), Skertchly,
Foa y La Herisse.
He dejado constancia de lo anterior con el propsito de dar al lector la
seguridad de que todos los detalles que constan en esta obra, laboriosamente
compilados, son fiel reflejo de la realidad, en la medida de las humanas
posibilidades. Cuanto ms raro, inslito y extico parezca el detalle, mayor
seguridad se puede tener de que no lo he inventado.
El atento lector observar que no he efectuado intento alguno de
alterar ms o menos la realidad del pueblo de Dahomey, tal cual era. La
veracidad es una cualidad incmoda, y tengo plena conciencia de que los
racistas, los liberales y los defensores del poder y el orgullo negro, o de
cualquiera de estas dos tendencias, encontrarn escasas bases en esta obra
para fundar en ella sus tan amados mitos, mitos que quiz sean, para ellos,
psicolgica y emotivamente imprescindibles.
As debe ser. Los mitos nada solucionan, nada arreglan. Sin embargo,
tal como el protagonista de esta novela se ve obligado a concluir, quiz en
nuestra vida no haya soluciones o arreglos viables de los problemas con los
que la humanidad se enfrenta en un mundo excesivamente hostil.

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8 Negros son los dioses de mi frica

PROLOGO

Monroe Parks dijo a su hermano Matthew:


- Te juro, Matt, que todava no s cmo se te ha ocurrido comprar a
ese negrazo. No, Matt, por ms vueltas que le d no comprendo por qu lo
has comprado.
Matthew Parks, sentado al pescante del carro de labriego, con las
riendas en la mano, volvi la cabeza atrs, y mir por encima del hombro
al corpulento negro de dos metros de altura, y quiz algo ms en una talla
bien medida, sentado en la trasera del carro, pensativo, entornados los ojos,
de negras pupilas.
En son de queja, Monroe prosigui:
- Recin llegado de frica! El subastador, ese hijo de mala madre,
es un embustero Un embustero muy fino La bestia esa que llevamos
aqu ni siquiera de Jamaica la han trado Mralo, Matt, mralo. Lleva los
tatuajes de su tribu, ah, en el pecho y en las sienes. A ese negro, Matt,
ni siquiera las argollas podrs ponerle. Seguro que todas las maanas se
zampaba a un misionero y a su hija, para desayunarse. Matthew dijo:
- Pues no me parece mala idea. El misionero quiz no, pero la hija
He visto a ms de una potranca de esas que se pasan la vida cantando en
la iglesia, que estaba para comrsela. Y, ahora, cllate, Mun. Cllate porque
tengo que pensar un poco. Y estate quieto, hombre, que pareces ms
nervioso que la yegua. Este negro es manso. Es grande, eso s, pero no se le
ve rabioso ni con ganas de crear problemas.
- Un negro africano! Un canbal! Yo no s
- Pues dale a tu mujer, a ver si se la come. Se la das descuartizada, a
ver. Con lo seca que est, se la comer en menos que canta un gallo. Sera
una buena manera de que tu costilla dejara de hablar de una vez.
El carro avanzaba bordeando la ensenada. Los hermanos guardaron
silencio durante casi media hora. Luego, Monroe dijo:
- Oye, Matt, quiz lleves razn. No parece fiero. Grandote, eso s, pero
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nada ms. Sin embargo, me pone nervioso que se est tan callado y tan
quieto. Oye, has probado a ver si habla? No ser sordomudo?
- Sabe hablar, s, y con buen seso. Cuando le he preguntado qu saba
hacer, me ha contestado: Trabajar el hierro. Un herrero no nos vendra
mal. Cuando lleguemos a casa, voy a probarle a ver si es verdad. Pero no lo
he comprado para eso, Mun.
- Y se puede saber por qu diablos lo has comprado, Matt?
- Para semental. Fjate, fjate en lo grande que es, Mun! Y sabes muy
bien, Mun, que aqu, en Virginia, el dinero est en la cra. Aqu, la tierra no
puede dar ms. Pero en el Sur, en Alabama y Mssissippi, estn pidiendo
braceros a gritos. Lo primero que har ser echar el cabrito ese a todas las
hembras sin macho. Seguro que lo pasarn bien, adems.
Monroe Parks, inquieto, mir al gigantesco negro, y dijo:
- Bueno, de acuerdo. Y qu nombre le dars, Matt?
- No s. Quiz ya tenga nombre incluso.
Volvi la cabeza atrs, y dijo:
- Eh, t! Negro! Tienes nombre? Cmo te llama la gente?
Al hablar, la voz del negro tuvo sonido de tambor. Era una voz suave
e infinitamente profunda. Despertaba ecos. Dijo:
-Hwesu. Me llamo Hwesu, capitn.
Monroe Parks dijo:
- Suena a pagano, maldita sea Matt, tendrs que cambiarle el
nombre.
- Hwesu Veamos Wes! Eso es. Oye, negro, cuando la gente te
pregunte cmo te llamas, t dices que te llamas Wes. Wesley Parks. Has
comprendido?
El negro repuso:
- S, seor capitn.
El carro rodaba bajo las copas de los robles. Monroe se quej:
- Chico, me pone nervioso que se est tan callado, as, sin rebullir,
sin sonrer ni hablar, ni hacer cosas de negro. Matt, qu sera este hombre
cuando estaba all, en su tierra, en frica? Se te ha ocurrido pensarlo?
- No, y no tengo ganas de comenzar a hacerlo. Adems, por qu no
te callas de una vez? Hablas ms que tu costilla.
Chirriando, el carro avanzaba bajo las copas de los robles, camino de
los mseros acres de tierra pobre a la que los hermanos Parks llamaban su
plantacin.
Para Nyasanu Dosu Agausu Hwesu Gbokau Kesu, hijo del gran jefe
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Gbenu, la vida haba terminado. En su momento, haba sido gobernador


de la provincia de Alladah, en el Dahomey, marido de seis mujeres, una de
ellas hija del rey; haba sido un personaje, un hombre con nombre, como
se dice en su cantarina lengua ffon o fau. Para l, esa vida haba acabado.
Mas para Wesley Parks, bestia de carga, objeto susceptible de
propiedad, esclavo, la vida acababa de empezar.
Todo lo dems -esa crnica de sus das africanos- era recuerdo.

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12 Negros son los dioses de mi frica

Primera parte

UNO

Desde el lugar en que yaca, entre la maleza, a la vera de su campo


del atardecer, Nyasanu poda ver el camino. Se retorca por entre
un bosque de locos sagrados, y pasaba junto a la augaude, la especial
palmera bajo la que haba sido enterrado el cordn umbilical de Nyasanu,
y que, en consecuencia, era custodia de su fa o destino. All yaca, boca
abajo, contemplando la cinta gris-blanquecina, cernida por la vegetacin,
serpenteante, moteada de luz del sol y sombras de las hojas, y la observaba
con gran atencin, ya que por aquel camino le llegaran males. El adivino de
su padre, el bokono, que interpretaba los du, los dados mgicos, se lo haba
dicho con toda seguridad. Y el bokono casi nunca erraba.
Nyasanu, yacente, agarraba con tal fuerza el mango de la azada, que
la tensin haba puesto gris la piel de los nudillos de sus negras manos.
Aquella sensacin le produca placer. El mismo haba construido la azada,
por cuanto perteneca al xenu de Ayatoyi Gaminu y el vudu de este clan
era Gu, el dios del hierro. En consecuencia, cuando slo tena doce aos,
Nyasanu haba sido enviado a presencia del jefe de los herreros, para que
comenzara a trabajar en concepto de aprendiz. As aprendi a conciencia
el arte de trabajar el hierro, sus ritos, su magia, sus encantamientos y sus
tabes. En cierta manera, gracias al amor y a la habilidad que puso en la
construccin de la azada, algo del mismsimo Gu haba penetrado en ella,
convirtindola en una especie de gbo, amuleto de gran fuerza para conjurar
casi todos los peligros de este mundo.
Pero Nyasanu no tena gran fe en los poderes de la azada. No, por
cuanto el bokono haba dicho: Estos peligros llegarn de fuera, por el
camino del rey; son peligros extranjeros, procedentes de otras tierras, y no
veo con claridad qu son.
Por eso Nyasanu pensaba: Cmo puedo estar seguro de que la
azada me proteger contra estos peligros? Cmo puedo estar seguro de
que cualquier otro gbo puede protegerme? Gu, protgeme. Y Mawu-Lisa,
diosa de los cielos. Y Xivioso, dios del trueno. Y Sagbata, dios de la tierra. Y
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Fa, que es el destino, y Legba, el divino embaucador, dadme astucia. Dahn,


la serpiente
Aqu se detuvo. De nada serva recurrir a los vudun. Si no les ofreca
sacrificios, no le escucharan. No le quedaba ms remedio que esperar.
El sentido comn le deca que lo mejor era pedir al bokono que volviera
a estudiar su destino, para averiguar qu dios era el que le enviaba los
peligros, y, entonces, Nyasanu podra ofrecerle sacrificios para aplacarlo.
Pero, ante todo, era preciso dejar que aquellos peligros llegaran, para ver a
qu clase pertenecan.
Y eso era malo. Pero qu otra cosa poda hacer? l, Nyasanu, haba
nacido dos aos despus de que Su Real Majestad Gezu, el dcimo rey
de Dahomey, hubiera iniciado su reinado en la capital, Ahomey, lo cual
significaba que Nyasanu contaba slo diecisiete aos (1). A los trece aos,
haban averiguado su fa parcial, tal como la costumbre de Dahomey
ordenaba se hiciera con todos los muchachos. Pero el fa de Nyasanu no poda
determinarse en su integridad hasta que el muchacho fuera circuncidado,
lo cual ocurrira aquel mismo ao. Al pensar en ello, Nyasanu temblaba. El
ao anterior haba presenciado la circuncisin de un grupo de muchachos
de diecisiete y diecinueve aos, y el espectculo fue horroroso. Algunos
chicos gritaron. Varios se desmayaron. Los afortunados -aquellos cuyas
heridas no se infectaron- tardaron un mes en curar.
Los restantes, tres meses. Y dos no sanaron. La gangrena haba
ascendido desde sus hinchados penes, y, al penetrar en el vientre, mat a
los dos chicos.
Y he aqu que, al no haber sido totalmente determinado su destino,
no poda celebrar las ceremonias y sacrificios, en cuyos mritos el hombre
puede conseguir la revelacin de su porvenir, hasta que fuera circuncidado,
declarado adulto, y se hubiera casado, por lo que los adivinos tropezaban
con grandes dificultades para averiguar con precisin su futuro inmediato.
Eso era algo que los propios bokonoe reconocan. Y esta era, precisamente,
la razn por la que l, Nyasanu, segundo hijo de Gbenu, toxausu, o jefe,
de la Ciudad de Alladah, no poda saber cules eran los peligros que se
avecinaban.
Eso le inquietaba. Eso y la certidumbre con que el bokono le haba
anunciado que seran peligros extranjeros. S, debido a que tanto lo
primero como lo segundo situaban estos peligros fuera de las categoras
de aquellos con los que Nyasanu estaba habituado a enfrentarse. Nyasanu
destacaba grandemente en cuanto haca referencia a afrontar peligros, tal
(1) Segn la mayora de los historiadores, Gezu alcanz la dignidad de rey en 1818.

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como indicaba el nombre por el que era comnmente conocido, el nombre


cotidiano, ya que Nyasanu significaba hombre entre los hombres.
Lo era. Le constaba, sin que de ello derivara un placer, aunque
tambin sin falsa modestia. A los diecisiete aos, le pasaba cinco dedos al
jefe, su padre, y Gbenu era un hombre de aspecto imponente, a quien poco
faltaba para alcanzar los dos metros de altura. Todos decan que Nyasanu,
cuando se desarrollara, sera ms corpulento que su padre. A la sazn era
seco como una rama de loco, aunque con buena musculatura. Nyasanu
tambin saba que era el muchacho ms apuesto de Alladah. Realmente, no
poda ignorarlo. La manera en que las nyaukpovi, las doncellas del poblado,
bajaban silenciosas la mirada o estallaban en histricas risitas cuando l
pasaba, se lo demostraba todos los das, sin que hubiera necesidad alguna
de que se lo confirmaran sus novichi nyonu, o sea sus hermanas uterinas,
repitindole las observaciones de aqullas, siempre hacan con fraternal
orgullo.
Sin embargo, Nyasanu se daba cuenta con tristeza de que, en cuanto a
muchachas haca referencia, tena la inocencia que todo joven de destacada
familia de Dahomey deba tener. Lo cual significaba que slo con una
muchacha, Agbale, se haba entregado al juego de los besos y las caricias.
Y Agbale, precisamente la vspera, volvi a prohibirle que rebasara los
lmites del breve y limitado juego habitual. Como estaban prometidos en
matrimonio, y lo haban estado desde la infancia, Agbale le haba dicho con
gran sencillez y en voz baja, pero con inmensa dignidad:
- No, Dosu, quiero ensear nuestra estera nupcial a tu padre y al mo
la maana siguiente a nuestra noche de bodas.
Y nada ms. La negativa de la muchacha irrit a Nyasanu, dejndole
mohno. Pero se qued inmediatamente quieto, dominado por el respeto a
la pureza y al orgullo de la muchacha.
Mir el camino. Estaba desierto. Quiz el bokono se hubiera
equivocado. Quiz los peligros no llegaran. sas eran las esperanzas de
Nyasanu, aunque poca fe tena en ellas. Zezu, el bokono de su padre, era
el mejor entre todos los adivinos. Nadie poda citar un caso, debidamente
probado, en que el gran adivino hubiese errado en sus previsiones.
Por eso Nyasanu prosigui, tumbado, su vigilancia. Era lamisi, es
decir, jueves, da consagrado a Gu, el vudu de los herreros, por lo que
Nyasanu no tena que ir a la fragua. Y el campo de cultivo que se extenda a
su lado era suyo, era el badagle o campo del atardecer que, en Dahomey,
los padres cedan a sus hijos, por lo que Nyasanu no estaba obligado a
compartir con nadie los frutos de aquella tierra, y, en consecuencia, poda
trabajarla o no, segn estimara conveniente. Por lo general, Nyasanu
trabajaba aquel campo y empleaba sus productos para comprar obsequios
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destinados a sus futuros suegros, e incluso, alguna que otra vez, para la
propia Agbale. Sin embargo, el nmero y clase de obsequios que Nyasanu
poda ofrecer a su futura esposa eran estrictamente limitados por las severas
ideas que en Dahomey imperaban en lo referente a decencia y moralidad.
Lo ms importante era vigilar el camino
Pero, cuando Nyasanu comenzaba a pensar en Agbale o, mejor dicho,
a hacerla objeto de sus ensueos, realmente estaba perdido. Si, porque a
partir del instante en que comenzaba, por el camino hubiera podido pasar
un ejrcito de fantasmas y espritus malignos, legiones de guerreros auyo,
hausa, fulani o ashanti e incluso un vagabundo elefante, sin que Nyasanu
se diera cuenta.
Qu hermosa era Agbale Era, sin la menor duda, la muchacha de
piel ms negra que haba en todo el pueblo. Tan negra era que el mote
carioso que Nyasanu le haba dado, Nyaunu wi, significaba negra.
Nyasanu se pregunt si osara darle este nombre cuando se casaran. S
quera, poda hacerlo. Las costumbres de Dahomey daban al marido el
derecho de atribuir un nuevo nombre a la esposa. Pero como la negrura
de la piel constitua una de las principales condiciones de la belleza, en
realidad era la ms importante condicin, seguida casi inmediatamente por
las formas de los decorativos tatuajes de la mujer, poda muy bien parecer
que atribuir a Agbale tal nombre representaba deseos de alardear. Y, por
ser hijo de un jefe, a Nyasanu le haban enseado que su posicin social
no le permita entregarse al vicio del alarde, el ms comn entre todos los
vicios del pueblo de Dahomey.
Nyasanu pensaba: Es hermosa como la noche, cuando el cielo se ha
tragado la luna y no brillan las estrellas. Y casta. Pura, pura como el agua
del manantial en el bosque Qu insensato fui anoche! Poco me falt para
perderla! Casi pude alejarla de m para siempre!
S, ya que, a pesar de detener inmediatamente sus torpes intentos de
seducir a Agbale, la negativa de sta irrit a Nyasanu, por lo que, cuando
Agbale expres con serenidad su deseo de ensear con orgullo la estera
nupcial a sus respectivos padres, Nyasanu le haba replicado con palabras
burlonas y crueles:
- Gracias a las hormigas guerreras de la noche, quiz?
Apenas hubo pronunciado estas palabras, lo lament. Eran un triste
rasgo de ingenio, una broma sin gracia. Todos saban que las muchachas
que no haban guardado castidad se introducan en el cuerpo Zaxwa, las
nocturnas hormigas guerreras, la vspera de su boda, permitiendo que los
insectos les picaran las entraas, dejando el interior de la vagina tan irritado
que el ms leve contacto sexual bastaba para provocar una hemorragia. De
esa manera, muchas chicas que haban yacido con todos los hombres del
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pueblo salvo su novio, dejaban al pobre tonto convencido de que se haba


casado con la ms pura doncella de frica.
Pero Agbale se haba quedado mirndole en silencio, y el horror que
haba en sus pupilas hubiera fundido las piedras de Naete, la esposa del
hijo del trueno, las piedras que acompaan al rayo. Luego, las pupilas de
Agbale desaparecieron, veladas por las lgrimas, y Nyasanu no pudo verlas
ms. Dijo:
- Agbale
Agbale segua mirndole, y dejaba que las lgrimas resbalaran por sus
mejillas, persiguindose las unas a las otras. Parecan la estela que deja en la
noche la cometa. Su boca ancha, maravillosa, de gruesos labios, temblaba.
Nyasanu no poda seguir mirando aquello, pero, al mismo tiempo, tampoco
poda apartar la vista. En un gemido, dijo:
- Agbale
- Dosu, dame tu cuchillo. Dmelo porque esta noche me reunir con
mis antepasados. Si eso es lo que piensas de m, para qu seguir viviendo?
- Agbale! Nyaunu wi! Nunca permitir que hagas eso! No. Yo
- Y cmo podrs impedrmelo, Dosu? Si no lo hago con tu cuchillo,
lo har con el de mi padre. O ir al azaundato y le comprar veneno. S,
porque me has enviado a la otra orilla del ro. Si crees que soy una kosi, una de esas que venden sus favores, o una de esas mujeres libres que
parecen perras siempre en celo, es tu propia mano la que me golpea, es tu
deseo lo que apaga mi aliento
Entonces, Nyasanu hizo lo nico que poda. Se arrodill ante Agbale,
puso la frente en el suelo, cogi un puado de tierra hmeda y la arroj
sobre su cabeza. En la tierra del Vientre de Da -Dahomey- se es el modo
con que se honra a una reina.
Momentos despus, Nyasanu sinti que las manos pequeas de
Agbale tiraban de l, se enderez, y vio que la muchacha estaba de rodillas
ante l, y Agbale le besaba todas las partes del cuerpo a que poda llegar,
llorando como si Legba le hubiera devorado los sesos, y Nyasanu tambin
lloraba, y la noche reluca esplendorosa, y los dos se abrazaron, como nios
extraviados y con el dominio de s mismos perdido, hasta que se serenaron.
Y, entonces, quedaron en paz, perfectamente en paz. Con ternura,
Nyasanu dijo:
- Nyaunu wi, negrita, mi amor.
- Dosu, t t no confas en m. Me amas, s, creo que me amas, pero
no confas en m. Y siendo as, acaso podemos casarnos? Acaso puedes
hacerme tu primera y principal esposa?
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Entonces, Nyasanu dirigi una sonrisa a Agbale. Era un muchacho


del pueblo de Dahomey, y no hay ni un solo hombre de este pueblo que
carezca de astucia. Dijo:
- Has dicho que no confo en ti? Dime, Nyaunu wi, por qu nombre
acabas de llamarme?
Agbale repuso inmediatamente:
- Dosu.
Y, luego, aadi:
- Tu nombre secreto! El nombre que
- Slo tres personas lo saben: mi madre, mi primer y principal amigo,
y t, negrita. Ni siquiera mi padre y el voduno lo saben. Es el nombre que t
puedes comunicar al azaundato, al mago, y as esclavizarme para siempre,
apagar la luz que hay detrs de mis ojos, devorarme el seso, mandarme al
otro lado del ro de tinieblas, junto a mis antepasados. Dosu, el nombre que
mi madre me dio porque ya antes de nacer era tan grande que ella crea que
dara a luz mellizos. Y, ahora, escucha porque voy a decirte mis restantes
nombres secretos. Tambin me llamo Agausu, por haber nacido sacando
primen) los pies del vientre de mi madre; Hwesu, porque la primera luz
que vi fue la del sol del medioda; nac con el cordn umbilical enroscado
en el cuello, por lo que fue un milagro de fa que no muriera estrangulado, y,
por esa razn, mi madre me llam Gbokau. Adems, tena la cara cubierta
por una membrana, y mi abuela tuvo que quitrmela con una cuchilla para
evitar que muriera sofocado, por lo que tambin me llamo Kesu. Y, ahora
que he puesto mis tres almas en tu poder, puedes decir, Agbale, que no
confo en ti?
Agbale le bes. Entonces alz su menudo rostro, negro y hermoso
hacia el cielo, y dijo:
- Mawa, escchame! Lisa! Fa! Legba! Todos los vudun del cielo,
de la tierra, del mar y del trueno! Si alguna vez traiciono a este mi marido,
mi guerrero y mi prncipe, siquiera sea con el pensamiento, os ruego
que en el mismo instante devoris mi aliento, detengis mi corazn, me
mandis al lado de los antepasados, y que dejis mi cuerpo insepulto para
que mis almas vaguen para siempre, perdidas entre los mundos. Con voz
estremecida de terror, Nyasanu exclam: -Agbale! No debes decir eso! No
debes pronunciar esas palabras!
- No las he dicho, las he jurado. Y, ahora, mi Dosu, quieres jurarme
una cosa? Nyasanu la mir: -Qu cosa, mi Nyaunu wi?
- Que no tomars otra esposa. S, lo s, lo s! Tu padre tiene cuarenta
esposas, y el mo diez. Y los hombres necesitan tener muchos hijos e hijas
para que le den culto cuando est con los antepasados, una vez haya
18 Negros son los dioses de mi frica

cruzado el ro, para reunirse con ellos. Pero, Dosu Dosu, cuando pienso
que otra muchacha te pueda besar, tocarte, compartir contigo la estera, algo
muere en mis entraas. Y no muere en silencio, sino que grita y grita y grita,
antes de morir. Soy rara. S, lo s. Pero quiero darte veinte hijos, yo, yo sola.
Todos ellos sern novichi sunu, hijos varones de una sola madre, y la madre
ser yo. No sern to-vichi, hijos de varias mujeres que intrigan, cada cual
en contra de las dems, hijos que se odian entre s, hijos como el medaxochi
de tu casa, el primognito de tu padre, el dbil y feo Gbochi, que tanto te
odia! Me lo juras, esposo, padre de todos mis hijos, el nico hombre que
conocer mi cuerpo, que yacer conmigo?
Nyasanu, lacio el cuerpo, la miraba pasmado por la enormidad que
Agbale le peda. En Dahomey, el hecho de que un hombre tuviera slo
una esposa significaba que ese hombre era, prcticamente, un mendigo. Y,
adems, que seguira sindolo. Y as era por cuanto los hijos -en especial las
hembras- significaban riqueza. Los regalos que el futuro yerno tena que
hacer al padre de la novia eran una de las fuentes de riqueza de un hombre.
Otra eran los trabajos de construccin de la casa, la reparacin de los muros,
la labor en los campos de cultivo, que el futuro yerno y su dokpwe, como
se llamaba a la organizacin comunal de hombres jvenes, llevaban a efecto
gratuitamente, en beneficio del futuro suegro. Pero tambin los hijos varones
tenan valor. Los varones se casaban, y si bien el matrimonio representaba
gastos para el padre y para el hijo, esos dispendios quedaban ms que
compensados por el hecho de que los hijos llevaban a sus esposas a morar
en el conjunto de viviendas del padre, o bien construan ms viviendas,
amplindolo, y adems, con el dokpwe y el constante nacimiento de hijos,
eran una importante fuente de fuerza de trabajo.
Pero lo ms importante que muchos hijos hacan en beneficio de su
padre era garantizar que ste tendra un gran entierro -el ms ardiente
deseo y el ms alto orgullo de todo hombre del Dahomey-, y garantizar
su deificacin, tras la muerte, y la formacin del culto a l, en concepto de
antepasado-vudu o dios.
Por eso los hombres necesitaban tener muchos hijos, docenas,
veintenas, centenares de hijos. Y eso era algo que una sola esposa no poda
conseguir. Pero la tierna, apasionada, tozuda y amante Agbale olvidaba
los tabes referentes a los hijos, que era preciso observar en Dahomey, el
principal de los cuales ordenaba que la esposa debe mantenerse alejada
de la estera del marido durante el periodo de lactancia. Y, como los nios
de Dahomey eran destetados a los dos o tres aftas, no haba mujer que
pudiera dar gran nmeros de hijos a su marido. Este tab era prudente,
y bien meditado. Los notables de la comunidad sostenan que los partos
excesivamente frecuentes perjudicaban la salud de la madre as como de los
Frank Yerby 19

hijos subsiguientes. Por eso, lo que Agbale pretenda era imposible dadas
las costumbres del pueblo de Dahomey. Teniendo en cuentas los tabes
referentes a la menstruacin, los tabes religiosos, los tabes del culto a los
antepasados, los tabes de los entierros y lutos, y todos los restantes tabes
que reducan draconianamente la frecuencia de las relaciones sexuales entre
un hombre y una de sus esposas, las posibilidades de que Agbale le diera
siquiera diez hijos antes de la menopausia, eran muy escasas, prcticamente
nulas.
Por eso, lo que Agbale peda era, desde un punto de vista religioso,
econmico y social, algo terrible que destrua el honor de Nyasanu,
su posicin social y la paz de su mente. Sin embargo, por otra parte, y
procurando Nyasanu aproximarse en la medida de sus posibilidades al
punto de vista de Agbale, se vea en el caso de tener que reconocer que
los celos eran cosa natural en las mujeres, lo que obligaba al hombre a ser
imparcial en la concesin de sus favores, y a regir su familia con mano de
hierro. Nyasanu, animado por el sencillo deseo de mantener la paz, estaba
dispuesto a llegar a una solucin transaccional con Agbale y reconocer que
ms vala no tener demasiadas esposas, lo cual le pareca lo ms prctico.
Nyasanu siempre haba estimado que cuatro o cinco esposas bastaban.
Era el nmero que un hombre poda tener, sin quedar desbordado. Era
el nmero de esposas que el marido poda mantener razonablemente
satisfechas, desde el punto de vista sexual y desde todos los dems. Pero
cuando un hombre tena, como su padre, cuarenta y tres esposas, o, como el
rey, centenares, acaso constitua motivo de sorpresa el que algunos de sus
hijos no se parecieran en absoluto al padre?
Desde luego, si Nyasanu llegaba a ser toxausu, o jefe del pueblo,
cuando su padre muriera, sucesin en modo alguno improbable habida
cuenta de las muchas veces que Gbochi, el medaxochi o primognito de su
padre, haba provocado el desagrado de ste por su debilidad y constantes
quejas, Nyasana tendra que contraer matrimonio con gran nmero
de mujeres, a fin de que las gentes del pueblo sintieran respeto hacia su
virilidad, su riqueza y su posicin social. En ese caso, qu valor tendra una
promesa hecha en plena juventud a una muchacha imprudente y dominada
por el amor?
Adems, haba otro aspecto que tener en cuenta. Acaso poda
contradecir lo preceptuado por la institucin del chiosi? El chiosi era
sagrado. Cuando un hombre mora, sus esposas se repartan entre sus
hijos, ya en virtud del testamento del muerto, comunicado de palabra a
su primer y principal amigo, ya por decisin del xenuga, el jefe del xetiu
o clan del muerto. Y un hombre jams poda rechazar a una esposa dada
en herencia. Ms todava; estaba obligado a yacer con ella, en turno con
las dems esposas, hasta que se le hubiera secado la fuente de la sangre,
20 Negros son los dioses de mi frica

aunque la mujer heredada fuera veinte aos mayor que el hombre, y


repeliera fsicamente a ste. Si el hombre no cumpla estas obligaciones,
faltaba gravemente al culto a su padre, y los antepasados no tardaran en
devorar su aliento.
A pesar de la rapidez con que los pensamientos se suceden, pensar
lo anterior exigi a Nyasanu bastante tiempo. Agbale ech atrs la cabeza
pequea, de cabello lanudo y corto:
- Ya veo que he pedido demasiado, no es as, Dosu? Muy bien, esta
noche o maana mi padre te devolver los regalos, te pagar
Nyasanu consigui decir:
- Agbale!
- a ti y a tu dokpwega la labor en nuestros campos, compensar al
bokono y el vuduno por los sacrificios y ofrendas que ya hayan hecho, s,
porque yo
En un grito, Nyasanu exclam:
- Agbale!
- yo ni siquiera quiero ser la primera esposa entre muchas. No
quiero compartirte con nadie, Dosu! Como no ests satisfecho conmigo tal
como soy y tai como he de seguir siendo para ti, adis.
- Espera! Estoy satisfecho contigo, Agbale. No quiero otra esposa. Y
jurar lo que me has pedido si me lo dejas alterar un poco
Agbale le mir con suspicacia:
- Y qu alteracin es?
- Por todos los vudun de la tierra, del cielo, del mar y del trueno; por
Danh, la serpiente, Dangbe su hijo; por Aido Hwedo, la serpiente del arco
iris que se muerde la cola y sostiene el mundo para que no caiga en el mar;
por Fa, que es el destino; y por el astuto Legba, portavoz de los dioses, juro
solemnemente que no tomar otra mujer que no sea Agbale como esposa,
voluntariamente.
Agbale, en pie, le miraba. Sin dejar de mirarle, dijo:
- Vaya
- Aceptas mi juramento, Nyaunu wi?
Furiosa, repuso:
- No! Dosu, eres ms tramposo que Legba! Segn este juramento,
siempre podras decirme: Cmo puedo ofender al clan X o Z o Y rechazando
la oferta de una muchacha de su xenu? Es un insulto imperdonable! O
bien O bien puedes decir
- S, cmo puedo rechazar a las viudas de mi padre, faltando as a su
Frank Yerby 21

sagrado culto? Cmo puedo rechazar a la esposa de una noche, la tasino,


mujer tan vieja que la sangre de la luna ha dejado ya de fluirle, y que debe
yacer conmigo una noche, a riesgo de perder su vida, para aplacar al vudu
del cuchillo que corte mi piel? No eres tonta, Agbale. Sabes que el hijo de
un jefe adquiere sus esposas antes por obligacin que por amor o deseo. Mi
juramento significa que, en mi corazn, slo a ti te amar. Y si lo que te he
jurado no es verdad, que Legba devore mi aliento!
Agbale segua en pie, all, temblando, y una vez ms se le haban
humedecido los ojos. A continuacin, en movimiento parecido al de una
corza al saltar o iniciar la carrera, se arroj a sus brazos. En voz que pareca
un gemido, dijo:
- Me morir, el dolor detendr mi corazn cuando ests con las otras
esposas, Dosu. Pero no puedo renunciar a ti. Si lo hiciera, un espritu maligno
me devorara el seso, antes de cruzar el ro e ir gritando al encuentro de mis
antepasados. No puedo, pero sufrir mucho, Dosu.
- No, no sufrirs porque tendrs todo mi amor, y t Agbale se
apart, le mir, negras como la noche sus pupilas en el rostro de bano.
Dijo:
- El paso del tiempo cambia a los hombres y envejece a las mujeres.
Un da, cuando mi cabello sea blanco y nuestros hijos mayores, o quiz
antes, llegar una mujer cuyo cuerpo se mover como la palmera mecida
por la brisa, cuya voz ser dulce como el pjaro Otutu cuando grita pidiendo
lluvia, y cuyo cuerpo habr sido moldeado por los vudun de los artesanos
del bronce y los que tallan la madera, utilizando como materia la noche.
Y t la amars, a pesar de tu juramento. Y sabes qu har yo, entonces,
Dosu Agausu Hwesu Gbokau Kesu Nyasanu, seor de mi vida? -No. Qu
hars? Agbale, Nyaunu wi, repuso: -Morir.
En eso pensaba Nyasanu, eso recordaba, en eso soaba, cuando una
sombra le cubri la cara, tapando el sol. Alz la vista a los severos rostros
de los tres hombres.
Llevaban la mitad de la cabeza afeitada, de modo que una mitad de
su crneo brillaba a la luz como pulido bano. Pero la otra mitad no haba
conocido el contacto de tijeras y navajas en muchos aos, por lo que estaba
cubierta por una formidable mata de rizosa lana.
Por esta caracterstica, lo supo al momento. Eran los Media-Cabeza,
los mensajeros del rey. El peligro haba llegado. Y haba llegado proveniente
del ms alto e implacable origen.
El rey.

22 Negros son los dioses de mi frica

DOS

El principal de los tres Media-Cabeza dijo:


- Levntate.
Nyasanu se levant. Los reales mensajeros representaban al rey.
Desobedecerlos significaba la muerte, y no una muerte agradable,
precisamente. Nyasanu qued en pie mirando sus rostros, las ramas de
bamb que llevaban como emblema de su cargo, y el collar hecho con dientes
del guerrero enemigo muerto por ellos, personalmente, en batalla victoriosa.
Al contemplar los collares, Nyasanu sinti que un estremecimiento le
sacuda el cuerpo. Su vudu, Gu, no slo era el dios del hierro sino tambin
el de los guerreros. Algn da tambin l tendra un collar como ellos.
Pero en su collar habra ms dientes, muchos ms. El principal de los tres
emisarios dijo: -Llvanos a presencia del jefe del pueblo. Nyasanu inclin
la cabeza y dijo: -Oigo y obedezco, respetables ancianos. Condujo a los tres
visitantes al conjunto de casas de su padre, recorriendo sinuosos caminos
entre los muchos habitculos que lo formaban, ya que las costumbres de
Dahomey exigan que cada esposa tuviera su propia casa, en la que viva
con sus hijos, y, por otra parte, todo personaje importante, cual era el caso
de Gbenu, reuna progresivamente alrededor una multitud de seres que
dependan de l, como hermanos menores, hijos ya entrados en aos,
viudas de parientes pobres, de manera que el conjunto de casas de todo
hombre rico constitua un pueblecito, dentro del pueblo. El muchacho y los
regios visitantes avanzaron hacia la casa de Gbenu, acompaados por los
chillidos y el parloteo de las mujeres, y los gritos y las risas de los chiquillos.
Tras ellos iba una multitud que se engrosaba cada vez que pasaban ante un
nuevo habitculo. La casa de Gbenu era la segunda del poblado, en cuanto
a volumen haca referencia. Y la razn de que solamente fuera la segunda
estribaba en que la primera estaba dedicada al culto de los antepasados, y
en ella estaban enterrados los huesos del tauhwiyo, el fundador del clan.
Ningn ciudadano hubiera sido capaz de faltar al debido respeto a los
antepasados por el medio de construir una casa ms importante que la de
stos. Tal idea era inadmisible, incluso para un jefe.
Frank Yerby 23

Cuando por fin llegaron al habitculo de Gbenu, encontraron al


toxuasu fuera, tendido en una hamaca. Cuatro de sus ms jvenes y lindas
esposas le atendan. Una de ellas sostena el parasol con recargados adornos
del jefe, para protegerle del calor; dos le abanicaban con ramas de palmera
para refrescar su cuerpo, y la cuarta, en cuclillas junto a la hamaca, sostena
la escupidera de bronce, tan bruida que brillaba como el oro, para que en
ella escupiera el jefe.
En el instante en que Gbenu advirti la presencia de los visitantes,
despidi con un ademn a las cuatro esposas. Nyasanu vio como tres de
ellas se iban humildemente en direccin a sus casas, mientras la cuarta
entraba en la del padre de Nyasanu, debido a que era su turno de cohabitar
con el jefe, o a que haba sido elegida para ello. Y el muchacho pens que
le sera difcil ser fiel al juramento de no amar a otra mujer, en su corazn,
salvo a Agbale. Haba tantas mujeres hermosas en el mundo
El padre de Nyasanu se puso en pie y salud con una reverencia a los
tres Media-Cabeza, quienes, a su vez, se inclinaron tambin, aunque mucho
ms que el jefe. El orgullo ensanch el corazn de Nyasanu. Su padre era un
importante personaje en Dahomey. El respeto que hacia l haban mostrado
los tres Media-Cabeza lo demostraba claramente. Gbenu dijo:
- Cules son los deseos de Su Majestad, mis seores? El
principal de los tres repuso: -En primer lugar que se vaya esa gente.
Gbenu alz sus manos, grandes y poderosas, y dio tres palmadas. A
la tercera, el espacio ante su casa estaba desierto. Pero Nyasanu no
se fue, por cuanto, en fin de cuentas, era el segundo hijo de su padre,
y, con casi toda seguridad, su favorito. El Media-Cabeza aadi:
-Tambin el chico.
Gbenu repuso:
-Es mi hijo.
El tono con que su padre haba pronunciado estas palabras tuvo la
virtud de producir en Nyasanu una contraccin de la garganta, y picazn
en los ojos. S, l sera el prximo toxausu Lo sera! Cierto era que su
hermano Gbochi tena tres das ms que l, y, en circunstancias normales,
a Gbochi corresponda ocupar el puesto de jefe cuando el padre muriera.
Pero Gbochi no slo era feo, sino tambin tan dbil y cobarde que casi todos
los habitantes del pueblo tenan la seguridad de que Gbenu le postergara,
nombrando heredero a Nyasanu. Adems, a Nyasanu tambin le constaba
que Gbochi era culpable de practicar el gaglo, es decir de entregarse a
prcticas homosexuales con los dos nicos muchachos de Alladah con
semejantes aficiones. Pero Nyasanu no haba comunicado esto ltimo a
su padre. La delacin disminuira en gran manera el severo afecto que su
padre le tena. Adems, Nyasanu, por ser de Dahomey -un pueblo ante
24 Negros son los dioses de mi frica

cuya tradicional astucia se inclinara el mismsimo Maquiavelo-, saba muy


bien cun eficaz sera decir a su padre, cuando ste le formulara preguntas
acerca de tan desagradable asunto: No te lo dije porque no quera darte un
disgusto, oh padre.
Los tres Media-Cabeza le miraban, estudindole con indudable
atencin. El portavoz de los tres dijo: -Es un joven len, toxausu. Gbenu
dijo: -Gracias, mis seores.
Y tras ello, qued a la espera. El Media-Cabeza pregunt:
- Ha visto ya al adagbwoto?
Nyasanu se envar, ya que adagbwoto significa el que corta la piel.
Los recuerdos de los horrores de que habla sido testigo el ao anterior
acudieron a su mente. Sinti que un temblorcillo le recorra las piernas, y se
esforz en reprimirlos. Gbenu dijo:
- No. Esperamos que vengan las lluvias.
- As lo manda la prudencia. Es muy peligroso hacerlo cuando la tierra
est caliente. Pero procura que se haga con este muchacho y con todos tus
hijos y con todos los hijos del clan que tengan la edad precisa. Lo ordena el
rey.
Gbenu inclin levemente su pesada cabeza, a la que el verde bonete
bordado daba regio empaque y dijo:
- Ms rdenes, mis seores?
- S. Debes llevar a la corte los guijarros de los hombres, antes de que
transcurran doce das.
- Se avecina guerra quiz?
- El propio rey te informar.
Gbenu efectu un movimiento afirmativo con la cabeza y dijo:
- Os ruego, mis seores, que pasis la noche aqu. Os asignar una casa
en que descansar, y celebraremos una fiesta en vuestro honor. Huelga decir
que si alguna mujer sin marido os gusta, la pondr a vuestra disposicin.
Los Medio-Cabeza se miraron. Nyasanu vio que en sus pupilas se
libraba una breve y viva escaramuza entre la tentacin y el deber. El deber
triunf. Por fastuosa que fuera la fiesta que el toxausu Gbenu les ofreciera y
por deliciosos que fuesen los encantos de las doncellas de bano de Adallah,
esos efmeros placeres no merecan correr el riesgo de ser estrangulados
ante la corte real, por desobedecer las rdenes recibidas. El portavoz dijo:
- Te lo agradecemos, noble toxausu, pero no podemos aceptar. Antes
de que anochezca debemos visitar tres pueblos ms. Y solamente en el
ltimo de ellos nos est permitido descansar. Quiz en la prxima visita
- Venid cuando queris, que ser siempre un honor para nosotros.
Frank Yerby 25

Pero supongo que vuestra prisa no ser tanta que os impida tomar conmigo
una copa de vino de palma.
El principal repuso:
- Eso s, lo aceptamos.
Cuando se hubieron ido, Nyasanu se qued en casa de su padre, a
quien dijo:
- Da, quisiera
Su padre adelant su gran mano y la pos en el hombro de su hijo.
Bromeando, dijo:
- Piensas que los cuchillos hacen dao, verdad? S, es cierto. Pero no
temas, ordenar a cuatro guerreros que te cojan con fuerza y te mantengan
quieto, y que te metan en la boca cuatro tocas de mujer para que no me
abochornes con tus gritos.
- No gritar.
Nyasanu lo haba dicho con toda sencillez, y saba que no gritara.
Antes prefera morir. Tanto l como su padre lo saban. Gbenu dijo:
- Bien. Quieres algo de m, hijo?
- S, Tau.
Gbenu frunci el entrecejo. En ffon, la lengua de Dahomey, tau es
palabra de tratamiento formal, y significa padre. Contrariamente, da es
trmino afectuoso y carece de preciso significado. Nyasanu daba a sus dos
abuelos, a sus tos abuelos y a sus tos el tratamiento de da cuando hablaba
con ellos. El que Nyasanu tuviera abuelos se deba a que Gbenu no haba
heredado el puesto de jefe, sino que el propio rey se lo haba concedido
por el valor demostrado en batalla, de modo que Nyasanu poda gozar de
la compaa del padre de su padre, el xenuga, o sea, el anciano o jefe del
clan, as como de la del padre de su madre, ambos hombres ya viejos pero
fuertes, despiertos y un tanto maliciosos. Aos ms tarde, cuando Legba
el Tramposo, o cualquier otro vudu a quien cupiera la responsabilidad de
haber intervenido tan desastrosamente en su fa, oblig a Nyasanu a aprender
el ingls, Nyasanu se limit a decir a los blancos que da significaba
daddy, pap. Pero lo dijo debido a su conviccin, propia de los hombres
de Dahomey, de que todos los blancos eran como nios idiotas, por lo que
no vala la pena tomarse la molestia de explicarles el real significado de da,
mxime teniendo en cuenta que seguramente era imposible en la lengua de
los furtoo. La definicin ms aproximada era hombre mayor al que quiero
tanto que no tengo necesidad de tratarle en trminos ceremoniosos, o algo
parecido.
El problema radicaba en que la eleccin de tratamiento, por parte
de Nyasanu, era meditada, y su padre lo saba. El ffon o fau es un sutil
26 Negros son los dioses de mi frica

idioma cual corresponde al sutil pueblo que lo emplea. Por eso, cuando
su querido segundo hijo le dio el tratamiento de tau, Gbenu puso ceo, ya
que significaba que Nyasanu iba a formularle una pregunta que Gbenu no
poda o no deseaba contestar. Nyasanu dijo:
- Puedo acompaarte a Ahomey cuando lleves los guijarros al rey?
El ceo de Gbenu adquiri profundidad:
- No.
Nyasanu inclin la cabeza, y, en un susurro, dijo:
- Pero, Da
Otra vez volvi Gbenu a poner su gran mano en el hombro de
Nyasanu:
- El prximo ao, cuando ests casado, te llevar conmigo.
- Gracias, padre. Eres sabio y por eso s que tus razones para demorar
mi viaje tambin son sabias. Pero podras decrmelas? Sabes que ya no soy
un nio.
Gbenu dud. Al hablar dio a su hijo el tratamiento de Vi, la breve y
tierna palabra que significa hijo, lo cual era signo de que Nyasanu poda
tener la seguridad de que su padre confiaba en l, estaba orgulloso de l, e
incluso de que le amaba, lo cual quit gran parte de los hirientes filos de su
negativa. Gbenu dijo:
- Escucha, Vi, qu les ocurre a los cachorros, incluso si son cachorros
de len, cuando intentan cazar entre leopardos?
Nyasanu medit estas palabras. Era caracterstica propia de las
gentes de Dahomey el uso de las expresiones metafricas, especialmente
cuando se trataban temas prohibidos. Nyasanu no tuvo necesidad alguna
de preguntar a su padre el significado de sus palabras. La familia real
perteneca al clan Gbekpovi Aladaxonu, lo cual significa hijos del leopardo
que, en los antiguos tiempos, vino desde Alladah. Nyasanu dijo:
- Pero gozas del favor del rey. Fue l quien te nombr toxausu.
- Tambin mi antecesor goz de tal favor. Pero un da cay en un
hoyo despus de haber sido exhibido dentro de un cesto y con la cabeza
cubierta con un bonete rojo. Y, despus, en ese hoyo, alguien le decapit.
- Ya
Su padre acababa de describirle el modo en que se llevaban a cabo las
ejecuciones ordenadas por el rey. Y el significado de sus palabras era que no
se deba confiar nicamente en el favor del rey. Nyasanu insisti:
- Quieres decir que si me llevas contigo a Ahomey, yo puedo decir o
hacer algo que
Frank Yerby 27

- No. En presencia del Leopardo no ladran los perros. Quera decir


que eres joven y apuesto. En Ahomey estn las esposas del Leopardo, las
kposi, que a menudo se aburren ya que son demasiadas para que el rey
las atienda debidamente. Muchas de ellas son jvenes y muy hermosas.
Y tambin estn las kpovi nyqnu, las hijas del Leopardo, con las que es
aconsejable no tener trato alguno.
- Por qu? Pueden casarse con hombres que no tienen ttulo nobiliario.
Da. En realidad, es lo que suelen hacer.
Secamente, Gbenu convino:
- Efectivamente, as es casi siempre. Y, despus, sus hijos heredan sus
nombres, son admitidos en el clan del Leopardo, y no tienen obligacin de
obedecer o respetar a su padre. Y si en la noche de boda el marido descubre
que est laborando en un campo que ha sido ya muchas veces trabajado,
no slo no puede devolver la bella hija del Leopardo a su padre, sino que
la ms leve queja, una queja en un susurro, basta para que no tarde en
reunirse con sus antepasados. Y, despus, si un da regresa de sus tierras,
y lo hace de improviso, y encuentra a la princesa, su esposa, atendiendo
en la estera de dormir a un visitante varn, el marido debe apartar la
vista, inclinarse cortsmente, salir de su casa, y no regresar hasta tener la
segundad de que el visitante se ha ido. Y no slo no puede divorciarse de la
esposa infiel, sino que tampoco puede azotarla con una rama descortezada,
ni siquiera hacerlo con la mano. Contrariamente, calla lo que sus ojos han
visto, e incluso halaga a su mujer con cuentas de plata y ropas de seda.
Y despus
Riendo, Nyasanu dijo:
- Basta, Da. Si alguna vez veo a una princesa echar a correr.
Con voz sosegada, el toxausu advirti:
- A pesar de todo lo dicho, el prximo ao ser buen momento para
presentarte a la Corte. El ao prximo, cuando ya ests casado. Por cuanto,
a juzgar por lo que he visto, esa pequea bruja negra
- Padre!
Con una risita, Gbenu dijo:
- No olvides que la eleg yo, de modo que te facilit el trabajo de ser
un hijo obediente. En fin, por lo que he visto, Agbale es una muchacha que,
cuando hayas pasado unas cuantas lunas con ella, te dejar en perfectas
condiciones para mezclarte con las bellezas de la Corte, sin que te hagan
perder la cabeza. Y he dicho esto ltimo en los dos sentidos. Quieres saber
algo ms?
- S, Da. Pero es algo que me cuesta decir porque no s con certeza
cmo expresarlo. Se bate el hierro fro en la fragua? Sigue cantando el
28 Negros son los dioses de mi frica

otutu, cuando ya ha comenzado a llover? Por qu razn sigue hambriento


el Leopardo, cuando ya tiene?
Gbenu lanz un suspiro:
- Cuando ya lo tiene todo, incluso a nosotros. Y as es, hasta el punto
que el Leopardo nos llama cosas, en vez de llamarnos hombres. Gozo del
favor de Dada Gezu por el momento. Sin embargo, en toda relacin con
el clan del Leopardo es difcil saber cunto hay de amor y cunto de miedo.
- Eso! Acabas de decir lo que yo quera expresar, padre.
- S, pero lo he dicho porque estamos solos, porque t eres mi hijo, y
porque has merecido mi confianza. Dime, has trabajado a las rdenes del
jefe de los herreros, en la fragua de Sogbwenu, verdad?
El chico repuso:
- S, Da.
- Y qu objetos se fraguan all, hijo?
- Azadas y ase.
Ase eran los pequeos altares de hierro que se colocaban en el dexoxo,
el templo de culto a los antepasados. Gbenu pregunt:
- Nada ms?
- Nada ms.
- Te equivocas, tal como ahora voy a demostrarte. Dime, adems
del herrero jefe, de sus ayudantes, como t, Nyasanu, y del muchacho que
maneja el fuelle, quin ms hay en la fragua?
- El felikpautau, desde luego.
- El que vigila la fragua. Y qu hace el felikpaulau?
- Eso, lo que he dicho, vigilar.
- A qu fin?
En un susurro, Nyasanu repuso:
- En nombre del rey.
El toxausu dijo:
- Exactamente, Nyasanu. Vigila en nombre del rey. Y en cada azada
pone una marca, la que el rey ha asignado a esa determinada fragua. Luego,
las azadas son enviadas al mercado, verdad? O es que el que quiere una
azada la compra directamente en la fragua?
- No se compran en la fragua.
- Y, entonces, en el mercado, el axino, el jefe del mercado, tiene doce
cajas, cada una de ellas con la marca de cada una de las doce fraguas de
Dahomey. Y cada vez que se vende una azada, el axino se fija en la marca
Frank Yerby 29

y arroja un guijarro en la correspondiente caja. Cuando la caja est llena


de guijarros, se manda al rey y se comienza a hacer lo mismo con otra caja.
A fin de ao, tu jefe, como todos los herreros del pas, tiene que acudir a
palacio, no es cierto?
- As es. Da.
- Entonces, el rey le pregunta cuntas azadas ha hecho, ya que quien
dirige el pas debe saber -eso dice- cuntas hojas hay en disposicin de herir
la tierra. Y, ahora, dime, puede tu jefe engaar al rey?
- No, Da, porque el felikpautau est presente para contradecirle en el
caso de que diga mentira.
- Y, entonces, la naye, la madre de todos los felikpautaui, vieja y
arrinconada esposa del rey, a la que se ha encomendado la tarea de recordar
de memoria estas cosas, est tambin presente, y graba en su memoria las
respuestas. Despus de comparar el nmero de azadas construidas con el
nmero de azadas vendidas, lo cual se hace por el simple medio de contar
los guijarros en las cajas que llevan la marca de la fragua, el rey da una
barra de hierro al jefe de la fragua, y le ordena que con ella haga cartuchos
para el ejrcito -producto que t has olvidado-, en nmero proporcional al
de las azadas que quedan por vender. Qu te sugiere esto, hijo mo?
- Un un impuesto?
- Un impuesto. Todo es objeto de impuestos. Puede alguien ir desde
Alladah a Ahomey, con una pieza de tela sobre la cabeza, sin pasar por
docenas de puestos de contribucin, en los que se ve obligado a pagar una
parte del valor de la pieza de tela? No hay en la corte un agucha al que
los cazadores han de informar de cuanto cazan, incluso si se trata de un
pobre y raqutico antlope? No hay un tauvi al que hay que comunicar
todo lo que se pesca, incluso si es un pececillo como un dedo? Acaso el
galano que amenaza a todos los campesinos con que se alcen los dioses
del ro y produzcan enfermedades en los animales, si los campesinos no
entregan al rey una concha que representa a cada uno de sus animales?
Desde luego, el rey aade, con gran ostentacin, una suma procedente de
su propia fortuna, para ocultar a esos pobres ignorantes que son objeto le
tributacin. Y todava alaban al rey por haber salvado su ganado de unos
males que nunca existieron, pese a que, en realidad, el rey quita el ame de
la boca de sus hijos.
- Padre
- Un zamaiza cuenta las colmenas de los que producen miel. El guno
cuenta los cuchillos de los cazadores. El taukpau cuenta los frutos de la
tierra. El akwedenudje vigila a los que producen la sal, el deno est sentado
en medio de los caminos para cobrar el tributo de todas las mercancas que
30 Negros son los dioses de mi frica

pasan. El dokpwe gbu- nugu hace pagar impuesto a los sepultureros! El


binazo cobra hasta de las sonajas que el sacerdote emplea para honrar a
los muertos! Desde que nacemos hasta que morimos pagamos impuestos
y ms impuestos y ms impuestos, para que las princesas y los prncipes
vivan en licenciosa holganza, y an debemos estar contentos si no se nos
quita la vida por una pequea falta, o porque el rey necesita cierta clase
de artesano, como, por ejemplo, un herrero, a fin de mandarlo junto a sus
antepasados para que all haga ase, o azadas, para los muertos de la real
familia.
En voz baja, Nyasanu pregunt:
- Y no hay modo de evitarlo, padre?
- S, hay un modo. Salir de Dahomey. Pero slo hay un medio de salir
de la tierra del Vientre de Da.
El chico pregunt:
- Cul?
- Ser vendido como esclavo a los furtoo, esos repulsivos seres que
llegan en grandes canoas al travs de los mares, y que no tienen piel
- No tienen piel? Si han sido despellejados, forzosamente han de
morir.
- Supongo que tienen piel, s. Pero el color de su piel es el mismo que el
del cadver de un animal despellejado, encarnado, rojo y de plido prpura.
Ellos dicen que son blancos, pero en realidad su color no es blanco, sino el
que he dicho. Si estn algn tiempo al sol, la piel de la cara, de las manos
y de lo6 brazos se les comienza a oscurecer, y acaban teniendo aspecto casi
humano. Pero una vez, en Whydah, vi algunas de sus mujeres, y como las
hembras hacen cuanto pueden para protegerse del sol, pude comprobar
que s, que eran realmente blancas, del color de la barriga de los peces, del
color del cadver desenterrado para el segundo entierro. Algunas de ellas
tenan el cabello del color que toma la hierba despus de una larga estacin
seca. Y, debajo de sus vestidos, a juzgar por la vista, ninguna de ellas tena
caderas ni pechos. En mi vida he visto seres ms repulsivos.
Nyasanu pregunt:
- Se reproducen igual que las personas?
- Cmo puedo saberlo? Me parece que no. Huelen de un modo muy
raro y desagradable. Las mujeres se mantienen apartadas de los hombres,
muy tiesas, y no dan muestras de amor hacia aquellos furtoo que, segn
dicen, son sus maridos. Creo que tienen un modo de reproducirse evitando
el contacto de los cuerpos. Bueno, basta ya de charla. Maana debo comenzar
los preparativos para el viaje.
Frank Yerby 31

- Padre, para qu necesita el rey los guijarros de los hombres?


- Para saber cuntos hombres hay, Nyasanu, a fin de poderlos llamar
a formar parte del ejrcito, y atacar cualquier indefenso pueblo maxi, en
una guerra cuyo nico propsito es conseguir esclavos para venderlos a los
hombres despellejados.
- Y los guijarros de las mujeres y las muchachas?
- Se nos dice que los quieren para dar una compensacin a las viudas
e hijas de los hombres cados en batalla.
- Pero no es para eso, verdad?
- No. Es para tener siempre una fuente de guapas muchachas para
su harn, y de muchachas feas, altas y fuertes, para dedicarlas a ahosi,
soldados femeninos.
Gbenu suspir, y aadi:
- Y, ahora, vete hijo mo, porque debo descansar.
Nyasanu se fue con la cabeza gacha, presa de aquella depresin que la
interpretacin sombra que su padre daba a la vida en Dahomey suscitaba
casi siempre en l. Fue en busca del remedio que sola emplear en estos
casos. Se dirigi hacia la casa de su madre.
Cuando Nyasanu entr, Gudjo, su madre, alz la cabeza y sonri.
La madre y la hermana mayor de Nyasanu -a la que ste deba dar el
tratamiento de novichi nyqnu, o sea, hija de mi madre, ya que en la
lengua fau la palabra hermana no existe, como tampoco est la palabra
hermano-, estaban tejiendo esteras de paja. Axisi, que as se llamaba la
muchacha debido a haber nacido en el mercado, al que Gudjo haba ido
para vender las vasijas de barro, esteras y cestos que confeccionaba, sonri
a su hermano, y dibuj en su rostro una traviesa mueca, antes de decir:
- Hoy, tu monita negra est con unas posaderas que ni sentarse puede.
Y t tienes la culpa, Novichi sunu.
Gudjo exclam:
- Axisi!
Axisi dijo:
- Kafla, No.
Era una frmula que significaba: No escuches, madre. Y, cuando
una muchacha, en especial una mimada hija favorita, cual era el caso de
Axisi, pronunciaba estas rituales palabras, adquira el derecho de decir
cuanto le viniera a las mientes por indignante que fuera. Nyasanu dijo:
- Y por qu tengo yo la culpa, Axisi?
32 Negros son los dioses de mi frica

sunu.

Burlona, Axisi repuso:


- Pues porque anoche estuviste con ella, entretenindola, Novichi

El hecho de que Axisi insistiera en darle el tratamiento de hijo


varn de mi madre, engorroso circunloquio de la lengua de Dahomey
para designar al hermano, indicaba que Axisi tena la certeza de estar en
posesin de una eficaz arma con la que atacar a Nyasanu. Por lo general, los
hermanos y hermanas se trataban por el primer nombre. Nyasanu pregunt:
- Entretenindola, has dicho?
- S. O quiz estuvisteis jugando a gbigbe. Pero no crees que eres
demasiado mayor para jugar al escondite, hijo varn de mi madre? De
todos modos, no cabe duda de que te vieron no slo besando en los labios
a tu monita negra, sino tambin investigando para ver si la tokono haba
hecho debidamente su trabajo
Gudjo, indignada, verdaderamente indignada, exclam:
- Axisi!
Axisi repiti:
- Kafla, No.
Con calma, Nyasanu dijo:
- Es mentira.
Sin embargo, interiormente temblaba. Axisi se haba comportado de
manera realmente perversa al mencionar algo tan estrictamente prohibido.
La tokono era la joven mujer casada a cuyas atenciones se entregaban las
muchachas que se acercaban a la nubilidad. Su principal menester era el
de efectuar ciertas misteriosas y frecuentemente reiteradas operaciones en
estas muchachas, que se crea producan el efecto de aumentar grandemente
su capacidad de proporcionar placer a sus maridos cuando se casaran.
Nyasanu no saba exactamente en qu consistan esas operaciones. Lo nico
que haba podido sonsacar a Agbale con respecto a ellas era que resultaban
muy dolorosas. Pero Nyasanu intua que tambin tenan la finalidad de
aumentar la capacidad de goce del amor en la mujer. Cuando as lo dijo
a Agbale, sta repuso: Cmo puedo saberlo? Quiz s, quiz no. No
hablemos ms de ello, Nyasanu. Es algo de lo que no se debe hablar. Y,
efectivamente, as era por cuanto en Dahomey la vida estaba limitada por
muchos tabes.
Axisi prosigui con gran regocijo:
- De modo que la madre del padre de Agbale, despus de examinarla
para comprobar hasta qu punto habas daado aquello que no tienes
derecho a daar hasta que te hayas casado, desnud a Agbale y la azot
Frank Yerby 33

con muchas varas. Por lo tanto, gran guerrero, eres culpable de


Nyasanu dijo:
- Madre, chala de aqu!
Gudjo orden:
- Axisi, vete!
Axisi comenz a protestar:
-Pero, madre
Nyasanu dijo:
- Vete! Vete, o dir a nuestro padre que adelante tu matrimonio con
Asogbakitikly, y puedes tener la seguridad de que nuestro padre me har
caso, mujercita.
Asogbakitikly era el futuro marido de Axisi, elegido por su padre, tal
como solan hacer los hombres destacados de Dahomey. La consecuencia
de esta eleccin fue -como tambin sola ocurrir- que Axisi odiaba a su
futuro marido con todas las fuerzas de su rebelde corazn. Axisi se puso en
pie y se enfrent con su hermano. Axisi, como todos los hijos de Gbenu y
Gudjo, era alta. En voz muy baja y serena, dijo:
- Escucha, Nyasanu, nunca me casar con este torpe e idiota
gordinfln, nunca. Y si nuestro padre me obliga, me degollar ante la
puerta del templo de culto a los antepasados el da en que las mujeres de
la familia de Asogbakitikly vengan a buscarme. No quiero casarme con l
ni con nadie! Todos los hombres sois odiosos, incluso t, hijo varn de mi
madre! Pero si algn da cambiara de parecer, ten la seguridad de que mi
matrimonio ser xadudo, porque sa es la nica manera honorable en que
una mujer libre puede casarse.
Y dejando esta horrible palabra vibrante en sus odos, Axisi dio
media vuelta y se fue. Madre e hijo se quedaron all, mirndose, con los
gruesos labios inertes, en preocupada expresin. En Dahomey haba trece
distintas maneras de contraer matrimonio. Y entre ellas, cada una de las
doce primeras tena sus respectivos ritos, ceremonias, tabes, garantas y
normas. Pero la decimotercera careca de ritos, ceremonias, tabes y normas.
Esta ltima modalidad consista simplemente en l hecho de que una joven
pareja se fugara para vivir matrimonialmente. A esta decimotercera manera
se la denominaba xadudo, y se consideraba propia de esclavos, aparceros
y otras gentes sin importancia. Ms, para la hija de un jefe representaba
una vergenza, y para sus familiares un desastre social. Tanto Gudjo como
Nyasanu saban que las fugas del tipo xadudo, por parte de muchachas de
familia destacadas, haban sido causa de ms de una feroz guerra tribal.
Nyasanu dijo:
- Madre, tenemos que hacer algo para arreglar este asunto de Axisi.
34 Negros son los dioses de mi frica

Gimiendo, Gudjo dijo:


- Es cierto, pero qu podemos hacer, alto y apuesto hijo mo?
- Djalo de mi cuenta. Descubrir quin es el hombre al que Axisi ama,
y hablar con mi padre. Pocos han sido los obsequios que Asogbakitikly
ha ofrecido a mi padre, y menos an el trabajo que ha llevado a cabo en
su beneficio, por lo que no creo que devolver lo dado constituya un gran
problema.
Secamente Gudjo observ:
- No, en este aspecto no habr dificultades, pero no debes olvidar la
tozudez de tu padre.
- Mi padre me escuchar porque me quiere.
Gudjo sonri y dijo:
- Es cierto que te quiere. Y no me sorprende porque siempre has sido
un hijo obediente. Incluso en lo referente a tu matrimonio has aceptado la
eleccin de tu padre.
- Porque eligi bien. Agbale es la muchacha ms bella de Alladah.
- Bueno No s No estoy muy segura.
Nyasanu se inclin hacia su madre y le dio un beso en la mejilla,
dicindole:
- No te portes como una mujer celosa, madre.
Gudjo solt una carcajada:
- Tienes razn. Las madres sentimos celos de las esposas de nuestros
hijos, especialmente de la esposa del mayor de ellos. No s a qu se debe,
pero
- Madre, por qu razn un jefe tan importante como mi padre tiene
una visin tan tenebrosa de la vida?
- Esto se debe a su fa, hijo mo. Nada puede hacer contra su destino o
contra su manera de ser
En un susurro, Nyasanu confes:
- Pero mucho me temo que est en lo cierto, Nochi. A veces, este
mundo parece muy cruel
Gudjo le cogi el brazo:
- Sintate, Nyasanu, y escchame. Eres alto y fuerte, pero a pesar de
ello sigues siendo un cro. Me temo que todos los hombres son como nios,
y lo son hasta la muerte
- Nochi, madre, yo
- Escucha! No es cierto que el ao tiene estaciones secas y estaciones
lluviosas? Pues de la misma manera en nuestras vidas hay alegras y
Frank Yerby 35

tristezas. La vida es buena, hijo mo! El otutu llama las lluvias con su canto,
y canta con una dulzura que parte el corazn, no te parece dulce su canto,
hijo mo? Cuando sales con tu dokpwe y hers la tierra con vuestras azadas,
trabajando todos al unsono, golpeando la tierra, removindola con los
talones, hasta que el sudor resbala por vuestro cuerpo, y cantis al ritmo
de los golpes, no te parece eso bueno, hijo? Cuando la lluvia murmura en
su cada, cuando el maz, el mijo, el casabe y el ame brotan del seno de la
tierra para alimentar a los hijos de los hombres, no es ello bueno? Cuando
el muchacho le da al fuelle para que el fuego del carbn resplandezca en la
fragua, y tu martillo suena vibrante al golpear el hierro al rojo, dndole la
forma que t quieres, no te sientes orgulloso de ti mismo?
- S, Nochi, es verdad, pero
- Y no es bueno el amor que te tengo, Dosu? Cuando, por la noche,
yaces con la mujer a la que amas
Dolorido y avergonzado, Nyasanu exclam:
- Madre, nunca lo he hecho! Nunca he conocido mujer.
- Ni siquiera Agbale?
En un susurro Nyasanu dijo:
- No, ni siquiera Agbale. No quiere. Dice que quiere mostrar la estera
en que durmamos que quiere mostrarla, despus, a su padre.
Gudjo ri:
- Bendita Agbale! Y tambin a ti te bendigo, hijo mo. Mi alto y
apuesto hijo tambin es puro. Me gusta que sea as. Puro irs al encuentro
de tu esposa, y eso tambin es bueno.
- Madre, hblame de la tasino con que deba yacer cuando la herida
de la circuncisin se haya curado, para aplacar al espritu del cuchillo. Eso
preocupa a Agbale
- Pues dile que no tiene por qu preocuparse, no, porque esa mujer
es fea y vieja, acude a tu lado en la oscuridad de la noche, y se va antes del
alba. Ni siquiera sabrs quin es, y por eso no gozars. De ah que no sea
pecado. Pero ya que has hablado de la circuncisin, cundo?
Lgubre la expresin, Nyasanu repuso:
- Ahora, cuando lleguen las lluvias. As lo ha ordenado el rey.
Gudjo le mir, y musit:
- No temas, hijo mo, no temas porque eres un joven len Y sabes que
rezar por ti.
Con este consuelo, que, pensndolo bien, no era una baca- tela,
Nyasanu tuvo que conformarse.
36 Negros son los dioses de mi frica

TRES

Cuando Nyasanu sali de casa de su madre, encontr a Kpadunu,


su primero y principal amigo, esperndole. Esto no le sorprendi ya que,
en el pueblo de Dahomey, el mejor amigo de un hombre no slo es un
querido camarada, tal como ocurre en todos los pueblos del mundo, sino
que tambin ocupa una posicin muy claramente definida en los aspectos
ritual, religioso y legal, que le obliga a cumplir ciertos deberes con aquel que
le ha escogido como primer amigo. Y entre los deberes que Kpadunu tena
con Nyasanu se contaba el siempre agradable de visitarle por lo menos tina
vez al da.
Los dos muchachos se abrazaron solemnemente. Luego, a pesar de
que ya era de noche, por lo que Nyasanu no poda percibir con claridad las
negras facciones de Kpadunu, algo en el comportamiento del muchacho
-cierta inslita rigidez, quiz- revel a Nyasanu que su amigo estaba muy
preocupado, por lo que le dijo:
- Habla, hermano!
Kpadunu dijo:
- Se trata de Gbochi. Ha visitado a mi to, el mago. Y le he visto
merodeando por entre las palmeras fedi del campo de tu padre, por lo que
- As Xivioso lo reviente! Vamos!
Los dos echaron a correr por la carretera, a la luz de la luna, hacia el
campo de palmeras sagradas de Gbenu. Cada una de estas palmeras fedi era
el augaudi, o custodia del destino, de los distintos miembros de la familia de
Gbenu. Por ello, el vuduno de Fa, el Sacerdote del Destino, haba enterrado
el cordn umbilical de cada hijo de Gbenu bajo una distinta palmerda fedi,
en el da en que el hijo naci. Desde ese momento, la palmera se converta
en el augaude del nio, en su guardin del destino.
De manera que, si Gbochi llegaba a descubrir cul era el rbol guardin
de Nyasanu El solo hecho de pensar en tal posibilidad fue causa de que
Nyasanu tropezara. Kpadunu le cogi del brazo. Nyasanu dijo:
- No te preocupes, sigamos.
Frank Yerby 37

Ya divisaban el campo de fedi, por lo que dejaron de correr, y avanzaron


encorvados, en la postura del cazador al acecho. Iban desarmados los dos.
Pero eso careca de importancia ya que, quin necesitaba el hierro para
enfrentarse con Gbochi?
Nyasanu se adelant, debido a que saba dnde se encontraba
la palmera custodia de su destino. Pero Kpadunu tambin lo saba. En
realidad, Kpadunu saba todo, absolutamente todo, lo concerniente a
Nyasanu, incluso sus nombres fuertes, aquellos nombres secretos que su
madre le haba dado al nacer. Cuando Nyasunu convirti a Kpadunu en
su xauntau daxo, en su primer y principal amigo, le revel todos sus
secretos, en muestra de la confianza que haba depositado en l. Un hombre
que supiera lo que Kpadunu saba de Nyasanu, poda acudir al azaundato,
el hechicero, y dominar las tres almas del amigo, lo cual demostraba cun
imprudente haba sido Nyasanu al revelar a Agbale sus nombres fuertes.
Nyasanu se detuvo bruscamente y levant una mano, con la palma
orientada hacia atrs, para que Kpadunu tambin se detuviera. Pero ste
haba visto ya el fueguecillo cuyas llamas se estremecan entre las palmeras.
Volvieron a avanzar furtivamente, silenciosos como fantasmas, concentrada
la atencin, hasta llegar muy cerca del lugar en que se encontraba el augaude
de Nyasanu. All se quedaron inmviles, helados a
pesar del calor de la noche. Gbochi haba descubierto el rbol, y
trabajaba afanosamente para darle muerte, para asesinar al guardin
del fa de Nyasanu, con lo que conseguira dejar sin futuro a su odiado
hermanastro menor. S, porque, cuando alguien mataba al guardin del ja
de un hombre, es decir, cuando mataba su destino, ese hombre quedaba
indefenso ante los ms terribles peligros, expuesto a los mayores males. Lo
menos que poda ocurrirle era que su suerte fuese siempre nefasta, a partir
de aquel instante, o que Legba, el Tramposo, devorara sus sesos, dejndole
loco, o, peor todava, que le devorara el aliento, obligndole a cruzar el ro
para reunirse con sus antepasados, en mritos de una enfermedad que no
haba vuduno capaz de determinar, y, menos an, curar.
Gbochi trabajaba con gran cuidado. Ya haba efectuado profundos
cortes que cean formando anillo el tronco del rbol de su hermano. Y
cauterizaba esas incisiones con hierros candentes, que haba calentado al
fuego que arda a su lado, para evitar que la savia ascendiera por el tronco
de la sagrada palmera de Nyasanu, que as, morira. Entonces, el ja de
Nyasanu, su destino, quedara sin hogar ni aposento, y le abandonara.
Para los hombres de Dahomey, lo que Gbochi haca era un asesinato. Algo
mucho ms sutil que hundir el cuchillo en las entraas del enemigo, aunque
igualmente mortal.
Lanzando un aullido, Nyasanu se abalanz sobre su hermanastro
38 Negros son los dioses de mi frica

mayor. Gbochi, que ya haba echado a correr, consigui escabullirse. Pero


apenas hubo dado dos zancadas, Kpadunu le cort el camino. Con acento
de desprecio, Kpadunu le dijo:
- No huyas y pelea, oh t, que haces con los hombres lo que debieras
hacer con las mujeres, y que, para ms vergenza, debajo te pones, que no
encima.
Nyasanu dijo:
- Peor an. Confunde el falo con el seno. Pero esto se ha acabado,
porque esta misma noche se reunir con sus antepasados, los cochinos.
Entre llanto, Gbochi dijo:
- Perdonadme! Era slo una broma! Yo no quera
Y, en aquel instante, Nyasanu le golpe, rpido, y con gran dureza. Y
le golpe en la nariz grande y bulbosa, lo que fue un error.
S, porque la nariz de Gbochi comenz a sangrar de un modo horrible.
A la luz del fuego que Gbochi haba encendido para matar el rbol de
Nyasanu, vieron que de su nariz manaba un caudal de espeso y grumoso
lquido rojo.
Gbochi se llev las manos a la nariz. Sus dedos quedaron tintados en
sangre. En un murmullo dijo:
- Me han matado! Me habis asesinado!
Y se desplom quedando inmvil. Kpadunu dirigi una preocupada
mirada a Nyasanu:
- Pertenece al?
Nyasanu contest:
- Al Ayanavi Mmulanu? No lo s. Su madre, Yu, s pertenece. Pero
el hombre es siempre del xenu de su padre, no es cierto?
- A veces, no siempre. Depende de la clase de matrimonio. Y, adems
Call sbitamente, con la huella de la confusin en sus pupilas.
Nyasanu dijo:
- Depende de que el hombre a quien llama padre realmente lo sea,
no es eso lo que ibas a decir?
- S, exactamente eso, hermano. Mralo: quines sino los Xenu
Ayanavi Mmulanu, el pueblo del Tozudo Cochino, las gentes del clan de
Yu tienen narices as?
En un murmullo Nyasanu repuso:
- Slo ellos. Y slo ellos sangran tanto. Pero lo cierto es, mi primer
amigo, que ahora me encuentro en una situacin difcil, muy difcil. Est
prohibido golpear en la nariz a un individu del clan de los cochinos.
Frank Yerby 39

Los golpes en la nariz son muy graves para ellos. Y, frecuentemente, a


consecuencia de ellos mueren.
- Mira cmo sangra!
- Vamos, aydame a llevarle.
Kpadunu se inclin y cogi a Gbochi por las piernas. Nyasanu ya haba
puesto las manos en los sobacos de su hermanastro. Kpadunu pregunt:
- Y ahora qu?
- Le llevaremos a casa de su madre. La madre pertenece a este clan,
y quiz tenga un especial gbo para contener la hemorragia. En nombre de
todos los vudun, Kpad, vamos.
Llevaron a Gbochi a casa de su madre. Yu levant la vista, hasta aquel
momento lija en la ensangrentada e hinchada cara de su nico hijo varn,
ya que los restantes frutos de sus entraas fueron hembras, y mir a los dos
muchachos. Pero nada dijo. Slo cuando los dos amigos estaban a mitad del
camin que cruzaba el conjunto de casas, comenz Yu a chillar.
Nyasanu musit:
- Da Gbenu dijo:
- Silencio, hijo de Gudjo.
Nyasanu se turb al or estas terribles palabras, por cuanto, al
no llamarle Vi o mentarle por su nombre, Gbenu le haba repudiado
pblicamente. Gbenu dijo:
- Declaro formado el tribunal de justicia. Yo, vuestro jefe, me he
constituido ante l. Este muchacho, llamado Nyasanu, est acusado de
un grave delito. Anoche golpe en la nariz a un miembro del Clan del
Pueblo del Tozudo Cochino. Huelga decir que los miembros de Ayanavi
Mmulanu no pueden ser golpeados en esta parte de su cuerpo, a causa
de las enseanzas de la historia de su clan, ya que, debido a la debilidad
de la estructura de los huesos de su rostro, heredada de su tauhwiyo, su
antecesor en el clan, el Cerdo Ya, tal golpe puede ser mortal.
Gbenu hizo una pausa, y pase la vista por el consejo de ancianos.
Solemnemente prosigui:
- Al juzgar, no permitir que mi sentencia sea influida por d hecho
de que este muchacho es mi segundo hijo, y la victima es mi primognito.
Hasta el momento en que se hayan practicado todas las pruebas, los dos
son solamente miembros de la nacin Dahomey, ciudadanos de Alladah.
Hizo otra pausa. En el silencio total, slo se oa el susurro de los dos
grandes abanicos que mecan dos esclavos, ya que las mujeres no podan
estar presentes en los juicios que no las afectaran directamente, ni prestar
testimonio en ellos. El jefe continu:
40 Negros son los dioses de mi frica

- En primer lugar, y antes de proceder a escuchar a los testigos, tiene


alguno de los respetables ancianos alguna pregunta que formular o alguna
manifestacin que hacer?
Un anciano dijo:
- Una pregunta, gran toxausu.
Nyasanu mir al hombre que acababa de hablar. Se llamaba Hwegbe,
se dedicaba por oficio a tallar madera, y era taugbo- chinovi de Nyasanu, o
sea, to abuelo por la rama paterna. De estas tres circunstancias, solamente la
del oficio contaba entonces. Los hombres dedicados a tallar madera tenan,
como era pblico y notorio en Dahomey, carcter marcadamente variable
y vida inestable. A pesar de ser to del propio Gbenu, el anciano Hwegbe
llevaba poco tiempo viviendo en Alladah. En su juventud haba partido
del pueblo para vagabundear a lo largo y ancho del pas, como solan los
talladores de madera, y regres en la ancianidad para vivir a costa de las
riquezas de su sobrino, ya que nunca haba permanecido tiempo bastante
en un lugar determinado, para fundar en l su propio hogar. Todas las
esposas de Hwegbe haban sido xadudo, o sea extralegales, y l las haba
abandonado una tras otra, a medida que se cansaba de ellas, en muchos
casos al da siguiente de la noche de bodas.
Y sta era la razn por la que hizo aquella pregunta que no hubiera
debido hacer, por ser la respuesta harto sabida. En voz cascada, dijo:
- Y a qu se debe, gran jefe, que tu primognito no pertenece a tu
clan? T perteneces al clan de los herreros y
Gbenu dijo:
- Mi matrimonio con su madre fue avaunusL La mujer Yu me fue dada
por la hija del rey. De ah que mi primognito, y todos los hijos habidos
de este matrimonio, pertenezcan al clan de la madre. Ya conoces la ley,
venerable anciano!
Nyasanu comprendi que la contestacin de su padre haba sido
correcta. A menudo, las princesas daban en matrimonio a alguna de sus
favoritas damas de compaa o camareras, quienes conservaban anejos a
sus delicadas y cortesanas personas los privilegios propios de sus padres.
Los matrimonios avau- nusi, mujer con toca, llamados as debido a que el
marido quedaba exento de la obligacin de ofrecer todo gnero de regalos,
salvo una toca de tela fina para uso de su esposa, tenan carcter matriarcal,
y los hijos, en consecuencia, tomaban el nombre de la madre y quedaban
adscritos a su clan. Sin embargo, la respuesta del padre de Nyasanu no haba
aclarado la maliciosa insinuacin contenida en la pregunta del to abuelo:
No ser este muchacho un bastardo, fruto de una ignorada o perdonada
infidelidad? Y as era por cuanto, incluso en un matrimonio avaunusi, el
Frank Yerby 41

hijo ha de tener por lo menos algunos rasgos del padre, y Gbochi no tena
ni uno. Gbenu dijo:
- Alguna otra pregunta?
Estaba visiblemente irritado. Nyasanu pens: Y acaso no es posible
que tambin t, padre, tengas sospechas de la fidelidad de la mujer del clan
de los cochinos? Y que al contemplar a este feo o degenerado monstruo
-has de darte cuenta de ello, ya que no eres en modo alguno tonto, padre-,
se hayan redoblado tus dudas de haberle engendrado? Y si ste es el caso,
cmo es, y te lo preguntamos en el nombre de Legba, el Tramposo, que no
repudiaste a Yu?
Por s sola le vino a las mientes la respuesta a estas preguntas. La
Princesa Fedime, hija mayor del rey Gezu, haba probablemente dado a la
mujer Cochino en matrimonio a Gbenu, a peticin de sta. Pero este lejano
hecho haba abierto el camino de Gbenu hacia el poder y la grandeza. El rey
haba reparado en l, le haba nombrado jefe, y le haba concedido el grado
de general del ejrcito. Cualquier intento de divorciarse de Yu hubiera
producido efectos de sentido contrario en la carrera de Gbenu, provocando
las iras reales. Dolorosamente, Nyasanu concluy: Por esto, incluso en el
caso de que mi padre lo sepa, no se atreve a
Pero estos pensamientos fueron interrumpidos por las palabras de su
abuelo por lnea materna:
- Una sola pregunta, antes de seguir adelante, Gran Jefe. Cmo sigue
el muchacho herido?
Gbenu frunci el entrecejo. En voz baja dijo:
- Mal. El hechicero dice que vivir, pero que las secuelas afectarn
permanentemente su salud.
El nochitau de Nyasanu, o sea el abuelo materno, dijo:
- Comprendo. Prosigamos.
Gbenu habl:
- En primer lugar, reconoces, Nyasanu, hijo de Gudjo, haber golpeado
en la nariz a tu meda-xochi, al hermano mayor, a quien debes obediencia y
respeto?
Nyasanu repuso:
- S, Da.
En voz de trueno, Gbenu le advirti:
- No me llames Da, ni siquiera Tau! Hoy no soy tu padre, sino tu
juez!
Nyasanu dijo:
- S, Gran Jefe. Le golpe, pero
42 Negros son los dioses de mi frica

Gbenu orden:
- Silencio! No eres t quien puede testificar en tu propio descargo!
Hay entre los presentes alguien que sepa la concurrencia de alguna
circunstancia atenuante, o alguna razn que exima a este muchacho de la
condena de ser azotado con muchas varas?
Inmediatamente, Kpadunu avanz y se detuvo ante el jefe:
- Yo, Gran Jefe.
Gbenu mir al muchacho:
- Quin eres?
- Kpadunu, hijo de Tedo, del xenu Azimavi Xaukaunu Xaukau.
Las palabras del muchacho produjeron audibles sonidos de asombro
en la asamblea de ancianos. Habida cuenta del gran nmero de muchachos
que haba en todos los pueblos africanos, algunos de los ancianos ignoraban
quin era Kpadunu, pero no faltaban los que le conocan. A los odos de
Nyasanu llegaron los encontrados comentarios hechos en murmullos:
- Es el hijo de Tedo, el ms grande de los hechiceros! Miembro del
Clan de la Hoja del Cacahuete, los magos de las tinieblas y el mal! No, no
puede ser! Cmo este muchacho se encuentra entre nosotros?
Y la respuesta airada, entre bufidos:
- Este muchacho miente! Es hijo de Mbutu y Kolo es su madre! Naci
en Alladah, y Dangbe es testigo de que entre nosotros no hay Azimavi
Xaukaunu Xaukau.
Gbenu contempl al muchacho ante s. A Nyasanu le constaba que
su padre conoca a la perfeccin a Kpadunu, por cuanto el jefe difcilmente
haba podido dejar de fijarse en el primer amigo de su hijo, quien entraba
y sala a todas horas del conjunto de casas de Gbenu. Pero, a pesar de
ello, Gbenu examinaba grave y tranquilo a Kpadunu, como si fuera un
desconocido. En el fondo de su corazn, Nyasanu rogaba: Ten cuidado,
Kpadunu! Anda con pies de plomo, amigo mo! Mi padre es ms astuto
que Danh, Dangbe y todas las serpientes juntas. Piensa antes de hablar.
Gbenu dijo: -Extiende la mano, hijo.
Kpadunu adelant la mano. Con las puntas de los dedos, el jefe la
tent levemente. Despacio, dijo:
- La piel es spera, lo cual es el signo del Clan de la Hoja del Cacahuete.
Sin embargo, los Azimavi Xaukaunu Xaukau viven ms al norte, entre los
maxi, por lo que cmo es posible?
En voz baja, Kpadunu repuso: -Mi madre pertenece a los Golonuvi
Tofaunu Al or estas palabras todos los miembros del consejo de ancianos
afirmaron con la cabeza, como si fuera explicacin suficiente. Y, en cierta
Frank Yerby 43

manera, lo era, pens Nyasanu. Nadie ignoraba que los miembros del Clan
de los Hijos de Golo, del Ro Tofa, tenan muy raras costumbres. Una
de ellas ordenaba que la mujer que iba a contraer matrimonio efectuara,
siempre, un viaje sola, y yaciera con un desconocido, mientras se encontraba
lejos de su casa. Y as se haca, por cuanto todo hombre que tuviera relacin
sexual con una virgen del Clanl Golo Tofa, mora irremediablemente poco
despus. Por lo que, a fin de evitar la muerte de sus maridos, las doncellas
Golo procuraban perder su virginidad con un hombre cuya suerte no les
importara. Pero cmo poda Kpadunu tener la seguridad de que su padre
era Tedo, el ms grande de los azaundato, o hechiceros del mundo?
Pese a que esta cuestin careca de relevancia en lo referente al caso
objeto de juicio, Gbenu, impulsado por la simple y comprensible curiosidad
humana, se lo pregunt a Kpadunu, quien repuso lentamente:
- Mi madre es mujer extremadamente bondadosa, y no quera ser
causa de la muerte de un hombre, ni siquiera de un desconocido, ni siquiera
de uno de nuestros enemigos, los maxi, por lo que se le ocurri, all, en
aquellas lejanas tierras, consultar el caso con un hechicero. Este azaundato
fue Tedo, quien accedi a desflorar a mi madre personalmente, debido a
que tena poderosos gbos contra la muerte repentina, y, adems, mi madre
era entonces muy agraciada, y forzosamente tena que ser as, puesto que
an lo es.
En tono amable, Gbenu dijo:
- Muy bien. Aceptamos tu identificacin. Y, ahora, otra pregunta:
qu clase de relacin te une a Nyasanu, el acusado?
En silencio, Nyasanu rog: No se lo digas, no le digas que eres mi
primer amigo, porque si lo dices lo echars todo a perder. Cmo van los
jueces a dar crdito a las palabras de quien ama de tan especial manera al
acusado?
Pero Nyasanu no poda advert a Kpadunu, ni con un gesto. Se
encontraba ante el consejo de ancianos, cincuenta pares de ojos le miraban,
y de entre ellos, los ms escrutadores y agudos eran los de su propio padre.
Kpadunu no dud un instante. Con orgullo dijo:
- Soy su xauntau daxo.
Gbenu dijo:
- Comprendo. Tu nombre es Kpadunu, que significa el hombre que
construye las vallas, y es un excelente nombre para un primer amigo. Pero,
Kpadunu, hijo mo, dime: cmo es posible que este consejo d crdito a
tus palabras, teniendo en cuenta la lealtad que recprocamente se deben
quienes son primeros amigos? No cabe la posibilidad de que mientas para
evitar el castigo de tu amigo?
44 Negros son los dioses de mi frica

Kpadunu repuso:
- S, es cierto, mentira para salvarle, gran jefe, si ello fuera necesario.
Pero no lo es por cuanto puedo demostrar la veracidad de mis palabras.
Anoche, oh toxausu y miembro del consejo de ancianos, Nyasanu golpe
a su hermano mayor. Es cierto, estaba presente y lo vi. Pero tambin vi la
provocacin
Gbenu le interrumpi:
- En qu consisti?
- Gbochi intent, premeditadamente, dar muerte al rbol guardin
del destino de Nyasanu. Todava ignoro cmo se las arregl para averiguar
cul era la palmera fedi augaude de Nyasanu. Probablemente lo supo por
medio de algn hechicero, aunque solo Minona, la diosa de los magos,
puede saber cul de ellos fue.
Gbenu miraba fijamente al muchacho en pie ante l. Cuando Gbenu
habl, su voz de bajo registro temblaba:
- Has dicho que Gbochi?
- S, Gbochi efectu cortes alrededor del tronco de la sagrada palmera
fedi de Nyasanu, y, despus, con hierros candentes, cauteriz esos cortes.
As fue y as lo digo. Y tambin digo que esta maana, cuando pas ante tu
huerto de fedi, Gran Jefe, he visto que las hojas del augaude de Nyasanu
comenzaban ya a amarillear.
Gbenu dirigi la vista al rostro de su hijo. Y en el fondo de sus pupilas
haba sombras de profundos y conmovedores sentimientos: piedad, amor,
tristeza de prdida, angustiado dolor.
Pero los ancianos miraban a Nyasanu con horror. Para ellos, Nyasanu
se haba convertido en un espritu viviente, en un hombre ya muerto.
Temblorosa de dolor la voz, Gbenu dijo:
- Vayamos, oh ancianos, al huerto de mis fedisl Yo, vuestro jefe, lo
mando.
Largo tiempo estuvieron all, con la vista fija en la palmera custodia
del destino. No caba duda alguna de que la palmera se hallaba en trance
de morir. Con el calor propio del tiempo I de sequa en aquel da del mes de
enero, la palmera morira I antes del ocaso. Gbenu murmur:
- Declaro concluso el juicio, y a ste, mi segundo hijo, Ubre de toda
culpa, por cuanto la provocacin compensa la culpa, | incluso en el caso de
que Gbochi muera
Akili, el abuelo materno de Nyasanu, grit en voz aguda, casi de
mujer:
- No hay tal compensacin! No, porque el golpe propinado por mi
Frank Yerby 45

nieto slo puede costarle la vida a ese degenerado y despreciable cerdo, en


tanto que matar el fa de un hombre significa destruir sus tres almas.
Gbenu arguy:
- De todos modos, por el momento debemos considerar que la
gravedad de una y otra ofensa es igual. Maana debo ir a Ahomey para
llevar los guijarros de los hombres ante el rey. All consultar con el adivino
real, el bokono jefe de nuestro reino. Quiz l me indique
La voz de Gbenu se quebr, se le qued atascada en la garganta, sin
poder superar los obstculos del dolor. Las lgrimas brillaban en sus ojos.
En aquel instante, Nyasanu ech a correr hacia su padre, se postr de
rodillas ante l, inclin la cabeza y bes los pies, calzados con sandalias, de
su padre. Nyasanu musit:
- No llores por m, padre! No soy digno de tus lgrimas!
Gbenu se inclin y alz a Nyasanu:
- Eres mi futuro, oh joven len que ruges en mi corazn, y es profundo
el amor que te tengo.
Severa la expresin, se volvi hacia los ancianos y dijo:
- La asamblea puede retirarse.
Y Gbenu se alej, con su gigantesco brazo sobre los hombros de su
hijo
Sobre los hombros de un fantasma, de un hombre ya muerto.

46 Negros son los dioses de mi frica

CUATRO

El sonido de los gemidos lata en la noche. Era un sonido alto, agudo,


ululante. Por encima de los rboles, los locos, en lo alto, la luna oy los
gemidos y se vel el rostro con un jirn de nube. En la sabana, un chacal
alz la cabeza y aull. Y por un instante, cesaron los gemidos ante la casa
de Gudjo, mientras las mujeres escuchaban las vibraciones de la voz de la
bestia canina. Luego, de las mltiples gargantas volvi a surgir y a elevarse
el grito, ms fuerte, ms agudo, ms desesperado. Un pjaro nocturno
lanz su grito en el baobab, un grito como un enmohecido filo, que traspas
los gemidos de las mujeres. Pero no interrumpieron su gemir, sino que
prosiguieron, rasgando con su dolor la densa y ardiente oscuridad.
Nyasanu mir a las mujeres gimientes. Cun extrao era or el
avidochio, el plaido ritual con que, en Dahomey, las mujeres honran a
sus muertos, mientras l estaba todava vivo. All estaban sus tres novichi
nyqnu, las tres hijas de su madre. Y el hecho de que all estuvieran tambin
por lo menos diez de sus tauvichi nyqnu, es decir hijas de Gbenu habidas
con otras esposas, gimiendo con tanto dolor como sus hermanas de padre
y madre, constitua un tributo a la gran apostura y masculino encanto de
Nyasanu. Y lo ms extrao era que Alogba, la hija de Gbenu con Yu, y, en
consecuencia, hermana de Gbochi, se encontrara al frente del grupo, con las
lgrimas resbalando por su cara de gran nariz, y aspecto un tanto porcino.
Nyasanu pens: Pobre Gbochi! Ni siquiera sus novichi nyqnu le
quieren.
Se volvi hacia su madre y sus dos tas nochi-novinyqnu, como se
denominaba a las tas maternas, y hacia su nica tauchi-novinyqnu, o ta
paterna. Era difcil soportar el espectculo del dolor de aquellas mujeres de
media edad, en especial el de Chadasi, la hermana de su padre, a quien Fa
no haba dado hijos. Su dolor igualaba el de Gudjo, si no lo superaba. Con
voz apenada, Nyasanu dijo:
- Madre, ta Chadasi, no lloris. No merezco
Cerca, sorprendentemente cerca, el sonido de una risa siniestra y
aguda ahog las palabras de Nyasanu. A lo lejos, en la ondulada sabana
Frank Yerby 47

cubierta de hierba, se oy otra risa. Luego otra, y otra, hasta que la noche
qued estremecida de obscenas carcajadas.
Nyasanu inclin la cabeza. No poda tener esperanzas. Poco tardara
en morir. Cuando las hienas ren de noche, siempre hay alguien que cruza
el ro para reunirse con sus antepasados. Y teniendo en cuenta que el rbol
guardin de su destino haba muerto, quin sino l poda ser el condenado?
El horrible sonido detuvo el llanto de las mujeres. Se quedaron quietas,
entreabiertos los labios, rebrillndoles las lgrimas sobre sus negros rostros,
a la luz de la luna. Y en el pesado silencio, sbitamente opresivo, a sus odos
lleg un nuevo sonido, el suave y lento sollozar de alguien que no gema a
gritos, que no lanzaba los aullidos terribles del avidochio, lgrimas para
dar a los muertos, sino que lloraba sencillamente y de corazn, en un dolor
puro, sincero, y sin posible consuelo.
Todos se volvieron y la vieron. All, en las sombras entre la casa de
Gudjo y la contigua, una figura de mujer avanzaba arrastrndose por el
suelo, como un perro herido. Nyasanu grit:
- Agbale! Agbale, oh Nyaunu, negrita!
Acudi a su lado y la levant. Y all qued, inmvil, mientras las ramas
de los baobabs, los locos y las palmeras fedi se balanceaban mareantes en
lo alto y la luna trazaba un crculo de fuego blanco alrededor de la noche.
Bruscamente comenzaron a trinar los pjaros, los xetagbles, los otutus, y
otros cuyo nombre Nyasanu ignoraba. Vagamente comprendi que el canto
de los pjaros del bosque no era real sino imaginado, ya que aquellos pjaros
no cantaban de noche. Mantuvo firmemente sus almas dentro de s, para
no desvanecerse, ya que ello sera una debilidad impropia de un hombre.
Entonces, el mareo desapareci, con voz de llanto, dijo:
- Oh, Agbale!
Vesta de prpura oscuro, tal como solan las viudas. Alrededor de su
delgada cintura se haba.puesto la negra faja de las esposas enlutadas. Se
haba afeitado la cabeza, como igualmente hacan las viudas, y se la haba
cubierto de barro y cenizas, en muestra de su dolor. Pero lo que detuvo el
corazn de Nyasanu, lo que le dej sin aliento, era el horrible hecho de que
Agbale derramara lgrimas de sangre.
Levant los dedos, temblorosos, y toc las mejillas de la muchacha,
sin dejar de mirar las densas, ardientes y sanguinolentas lgrimas que las
cubran. La cogi por los hombros, y la puso de manera que la luz de la luna
diera en su cara. Entonces, Nyasanu vio que Agbale se haba inferido dos
profundos cortes en las mejillas, inmediatamente debajo de los ojos, de los
que brotaba la sangre que se mezclaba con las lgrimas.
Nyasanu no poda pronunciar el nombre de la muchacha. Lo intent,
pero le fue absolutamente imposible formar los sonidos.
48 Negros son los dioses de mi frica

En un murmullo, Agbale dijo:


- Las lgrimas de mis ojos no eran suficientes, y por eso te ofrezco, mi
guerrero y mi prncipe, tambin las lgrimas de mi corazn.
Ante todos los presentes, Nyasanu abri los brazos p0t abrazar a
Agbale, pero sta retrocedi, hurtndose al abliftaik. Dijo:
- No, por cuanto an no te he honrado suficientemente.
Entonces, Agbale desapareci de su vista, derrumbndose sobre la
dura tierra. Y all qued, abrazada a los tobillos de Nyasanu y besndole los
pies, sin dejar de llorar.
Por alguna oscura razn profundamente enquistada en el alma
femenina, tan excesivas demostraciones de dolor irritaron a la madre de
Nyasanu, quien secamente orden a Agbale:
- Levntate! No eres su esposa, y ahora nunca lo sers, lo que no
me parece mal en modo alguno. No, porque una muchacha tan atrevida y
desvergonzada
Nyasanu grit:
- Madre! Cmo te atreves a decir eso? Agbale
Pero Agbale se levant lentamente mientras la miraban. Y qued en
pie, frente a Gudjo, a quien dijo:
- Llevas razn, mi seora Gudjo, madre del hombre a quien amo. No
soy su esposa. Y aqu, en el mundo de los vivos, nunca podr serlo. Pero en
la otra orilla del ro, en el otro mundo, quin puede saber lo que los dioses
de los cielos permitirn o prohibirn?
Gudjo mir a la muchacha, y con fatigado acento dijo: -Eres joven y
tomars por marido a otro. Andars cantando por los campos antes de que
lleguen las primeras lluvias. Por lo tanto, abandona ya esa actitud. Ofendes
a los vudun de la tierra, los dioses de la fertilidad, al pretender ser lo que
no eres, o sea, esposa. Y blasfemas contra los vudun de los cielos al ponerte
esas prendas de viudez a las que no tienes derecho. Pero, ante todo, pecas
contra mi dolor, que Dangbe sabe es verdadero Agbale musit:
- Acaso no lo es el mo? No es verdadero mi dolor? Algo hubo en
el tono en que Agbale pronunci estas palabras que produjo en Nyasanu la
sensacin de haber recibido un golpe en la boca del estmago. Fue como el
impacto de una de aquellas tiras de bronce con que se cubran los nudillos
los pgiles de Dahomey, cuando en el pugilato queran matar o mutilar al
adversario. Nyasanu dijo: -Agbale
Y avanz unos pasos hacia ella, pero Agbale, como en un paso de
danza, con fcil gracia, se alej.
Frank Yerby 49

Luego se qued quieta, mirndole, con todo el amor y el deseo del


mundo en sus ojos, y tambin con algo muy grande y terrible. Las puntas
de los dedos de Agbale rozaron sus pezones, ya que, como todas las
mujeres presentes, iba desnuda de cintura para arriba, cual era la sensata
costumbre, en Dahomey, durante los meses de calor. Segua con la vista fija
en Nyasanu. Entreabri la boca para decir
Para decir qu? Nyasanu no lo saba. Quiz jams llegara a saberlo,
ya que en aquel preciso instante lleg Kpadunu, acompaado de su to
Mauchau, el hechicero. Inmediatamente detrs, dominndolos con su
estatura, venia Gbenu, el jefe de Alladah, con las pupilas rebosantes de
esperanza.
Bailando se acercaba Kpadunu al ya silencioso grupo de mujeres, lo
cual revel a Nyasanu cun intensa era la emocin de su amigo, por cuanto la
danza era el ms alto arte para el pueblo de Dahomey. Su absoluto dominio
del arte de fundir bronce, sus esculturas en este metal, en plata, en hierro
y en madera, que maravillan a cuantos pueblos las han visto, las telas con
imgenes aplicadas, arte con el que sustituyen al de la pintura, la belleza de
sus tejidos, su esplndida cermica, las joyas de exquisita factura, todo lo
dicho slo suscita en las gentes de Dahomey un indiferente encogimiento
de hombros, por cuanto ignoran que ven en ello los individuos de las
extraas razas de plida piel, y muy poco les importa llegar a saberlo. Pero
la danza! Moldear con sus flexibles cuerpos el aire obediente, estampar
intrincados ritmos sobre la dura tierra, al son infinito y polifnico -sonido
entretejido con sonido, msica alternada con meditativos silencios- de los
tambores, hasta que el mundo vacila y oscila, hasta que los vudun penetran
en el corazn y la mente del hombre Eso, eso es quedar embriagado de
divinidad, eso es rendir culto, y eso es arte!
Por ello Kpadunu no tena necesidad de hablar. Su flexibilidad de
bano esculpa goce, en la noche transida de Luna, ante todos los que all
estaban. Salt -no, no salt, se elev flotando!- sin esfuerzo hasta ms arriba
de la cabeza de Gbenu, descendi al suelo como una hoja al caer, y sus pies,
desnudos tabalearon maravillosos ritmos sincopados y entretejidos. Se
contone, salido el pecho, destellantes los dientes en la reluciente negrura
de su rostro, y sus brazos trazaron una sinuosa y serpentina trama alrededor
de la esbelta figura de Nyasanu. Se dej caer al suelo, y se levant despacio,
su cuerpo como el tronco de un rbol alzndose hacia el cielo, sus brazos no
slo como penachos de palmera, como ramas, sino tambin con el gorjeo de
los pjaros en ellos. Y las lgrimas que brotaban de sus ojos eran lgrimas
de alegra.
Gbenu dijo:
- Grandes son los vudun. Quieres decirnos que el fa de mi hijo?
50 Negros son los dioses de mi frica

Mauchau, el hechicero, repuso:


- Ha encontrado otro rbol!
Gbenu dio una palmada con sus formidables manos. Inmediatamente
acudieron a su lado los servidores y esclavos. Gbenu orden:
- Traed antorchas! Vamos all!
Kpadunu y su to, el azaundato, abrieron la marcha hacia el huerto
de palmeras fedi. Se detuvieron todos ante la palmera custodia del destino
de Nyasanu. Segua igual, nada haba cambiado, el penacho estaba seco y
de color castao. El rbol haba muerto. Pero Kpadunu, a paso de danza,
contonendose y balancendose alegremente, anduvo hasta un lugar
situado a unos cinco metros de all. Se inclin bruscamente, y seal con
la mano:
- Los de las antorchas!
Los esclavos avanzaron corriendo, mientras sus antorchas hacan
retroceder a la noche y dejaban el cielo sanguinolento. Las mujeres, en vez
de derramar las lgrimas de los muertos y exhalar los fnebres gemidos
funerarios, rasgaron la noche con su grito de alegra.
Pero Agbale no uni su grito al de las dems. Permaneci algo
apartada, fija la vista en Nyasanu. Y en sus pupilas no haba alegra, ni una
sola chispa de alegra.
La gente ya bailaba. Gbenu encabezaba la danza, y su poderoso cuerpo
se haba convertido en una fluida masa de msculos en cambiante tensin,
carente de huesos. Las mujeres giraban sobre s mismas como torbellinos,
y sus senos desnudos se estremecan al comps de los ritmos, ya que los
msicos surgan de los vecinos conjuntos de casas, sacudiendo las hueras
calabazas con secas semillas y golpeando sus altos tambores.
Pero Nyasanu y Agbale no bailaban. Ambos estaban quietos,
fascinados, perdidos, fija la vista en la menuda palmera, de apenas diez
centmetros de altura, surgida, de la noche a la maana, del oscuro seno
de la tierra, madre de todos. Y, de repente, Agbale se ech a temblar. Todo
su cuerpo se estremeca como un esqueje de loco al embate del viento. Los
huesos de las piernas se le fundieron, y Agbale cay al suelo, y all qued,
llorando.
Inmediatamente, Nyasanu se arrodill junto a ella, y, en un susurro,
dijo:
- Por qu lloras, Nyaunu wi? Por qu lloras, Agbale, mi amor?
Debes alegrarte! Mi fa ha encontrado un nuevo hogar
Pero Agbale no poda decirle la causa de su llanto. Yaca en la tierra,
recordando todos los detalles, incluso los ms pequeos, de los horribles
actos que haba realizado, de la accin grande y terrible que, en vez de
Frank Yerby 51

unirlos a los dos eternamente, tal como ella quiso, los separaba total y
definitivamente.
A diferencia de Nyasanu, la muchacha era sacerdotisa, vudunsi,
o espiritual desposada del culto del dios del cielo, por lo que le haban
manifestado su fa a la edad de trece aos, haca de ello solamente dos.
Desde luego, no le haban comunicado su destino ntegro, debido a que
la mujer participaba del destino del marido, de manera que su fa no era
completo hasta que se casaba. Y, cuando a Agbale le dijeron que Gbochi
haba asesinado el rbol custodio del destino de Nyasanu, inmediatamente
supo lo que deba hacer.
Ante todo, a primera hora de la maana, haba salido furtivamente
de casa de su madre, y haba acudido al sagrado lugar en que se guardaba
la imagen de su fa, su destino. Fue all con un saquito de ataki (pimienta),
una jarra de afiti (mostaza) y un gallo vivo. Lenta, deliberadamente y
con gran cuidado, haba frotado con la pimienta, ataki, los ojos de la fea
imagen, dejndola as ciega al destino de la propia Agbale. Despus, haba
embadurnado con mostaza, afiti, la boca de la imagen, dejndola muda, y
sin el poder de la profeca. Por ltimo, haba dado muerte al gallo, dejando
que la sangre del mismo cayera sobre el rostro de su fa. Y, como, segn
proverbio de Dahomey, el fa no come afiti ni ataki, ni bebe sangre de gallo,
con lo que los vudunu vienen a decir que estas cosas son tabes para el fa,
Agbale haba asesinado a su propio fa, dado fin a su propio destino, por lo
que, antes de que transcurrieran muchas lunas, la muerte la llevara al otro
lado del ro, para unirse con sus ancestrales muertos.
Lo haba hecho con el convencimiento de que aquel a quien amaba
ms que su propia vida, estaba condenado. Llevada por el impulso de su
juventud, de su sangre ardiente, de su impaciencia, de su locura, haba
acabado con su futuro, se haba convertido en un fantasma, en tanto que
gema, en lo profundo de su corazn: Y t, mi Dosu, seguirs vivo, para
tomar otras esposas.
Pero no lo dijo en voz alta. Algo, dentro de su corazn, ms que en
su mente, con rapidez todava mayor que la del pensamiento, le aconsej:
Ms vale pasar con l un ao, un mes, una semana, un da, incluso una
hora No debe saber que he de morir y condenarme por su amor. No,
no se debe a tu amor esta condena, mi Dosu, sino a mi insensatez y a mi
premura.
Nyasanu, con triste acento, dijo:
- Agbale! Negrita! Por qu lloras? No hay nada que temer! Puedes
estar segura! Es
En voz baja, Agbale repuso:
- Lloro de alegra, Dosu S, lloro de alegra!
52 Negros son los dioses de mi frica

CINCO

Kpadunu y Nyasanu yacan boca abajo junto al campo del atardecer


del segundo. Por correr los ltimos das de enero, es decir, la estacin de los
das largos, calurosos y secos, la labor en los campos estaba interrumpida.
Cuando el sol despiadado coca la tierra dndole dureza de piedra, nada
poda hacerse, salvo esperar la llegada de marzo, cuando las primeras
lluvias volvieran a iniciar los lentos ritmos de la tierra.
Desde luego, a Nyasanu le sobraba trabajo en la fragua. Desde el da en
que Gbenu haba salido de Alladah para llevar los guijarros de los hombres
al rey Gezu, en su capital, Ahomey, todos los herreros haban trabajado
afanosamente forjando puntas de lanza, los assegai de filo cortante como el
de la navaja, que el pueblo de Dahomey haba copiado de sus ocasionales
aliados los ashanti, y cartuchos, as como fundiendo balas y construyendo
machetes para su uso en el bosque; en resumen, efectuando preparativos
blicos.
Kpadunu pregunt:
- Crees que tu padre volver hoy?
Con voz ronca, como si tuviera la garganta oprimida, Nyasanu
contest:
- No lo s. Debe volver ya. lleva quince das ausente, Kpadunu!
Maana, la luna cambiar. Si el rey se dispone a ordenar que ataquemos a
los maxi, debe dar pronto Ir orden; ya que de lo contrario ser demasiado
tarde para iniciar la campaa. Los pueblos de los maxi estn lejos. Y si nos
vemos obligados a sitiarlos, llegarn las lluvias antes de que
Meditativo, Kpadunu observ:
- No creo que Dada Gezu quiera guerrear este ao.
- Y por qu no?
Kpadunu esboz una sonrisa:
- Porque a pesar de los alardes de grandes victorias que omos el ao
pasado, lo cierto es que cosechamos serias derrotas. Los auyos acudieron
Frank Yerby 53

en ayuda de los maxi, no porque sintieran simpata hacia esos harapientos


cerdos de montaa, sino debido a que nos odian, y nos odian tanto que
hasta seran capaces de aliarse con los dioses del mal que viven bajo la
tierra, si creyeran que con ello podan causarnos dao.
Nyasanu mir a su primer amigo, y, en un murmullo, pregunt:
- Quieres decir con eso que el rey Gezu tiene miedo?
- Con eso quera decir que el rey Gezu es prudente. Sin embargo,
a veces, prudencia y miedo significan lo mismo. En ocasiones resulta
terriblemente difcil determinar en qu se diferencia un hroe de un
insensato. En realidad, el hroe suele ser un insensato.
- Kpadunu!
- S, lo s. He hablado en trminos demasiado fuertes, verdad? Pero,
mi primer amigo, puedes decirme por qu razn luchamos contra los
maxi?
Dubitativo, Nyasanu repuso:
- Bueno, son nuestros enemigos, y
- Y acaso no lo son tambin los auyo?, y los hausu?, y los fanti?, e
incluso los ashanti, de cada tres veces dos?, y los yuruba? Dime, mi primer
amigo, quin no nos odia?, qu pueblo nos ama?
- Eso se debe a la envidia. Somos la nacin ms fuerte, somos los ms
bravos guerreros, somos
Kpadunu le interrumpi:
- Estircol, estircol de cabrito somos. Has estado alguna Tez en
Kumassi, la capital de los ashanti?, y por qu crees que Gezu concluy
aquel tratado por el que la Reina Madre de los ashanti quedaba obligada
a prestarle dos cuerpos de ejrcito cada vez que declarramos una guerra?
Pues lo concluy porque los ashanti son los mejores guerreros del mundo,
no nosotros. En realidad, las unidades del ejrcito formadas por mujeres
son las que ganan nuestras guerras
Las palabras de su amigo despertaron una sonrisa en el rostro de
Nyasanu, quien, burln, dijo:
- Naturalmente, si tienes a unas hembras siempre encerradas, y
vigiladas por eunucos, de manera que no haya hombre que pueda hacerles
lo que siempre estn ansiando les hagas, se convierten en seres ms feroces
que la hembra del leopardo cuando est hambrienta, y, entonces, cmo
pueden los pobres hombres contener su empuje?
Solemnemente, Kpadunu dijo:
- Me parece que si nuestros enemigos mostraran las armas con que
la naturaleza los ha dotado, y las esgrimieran ante nuestras kposi, jams
ganaramos una guerra.
54 Negros son los dioses de mi frica

Los dos muchachos se miraron. Y los dos echaron la cabeza atrs y


estallaron en grandes carcajadas. Kpadunu prosigui:
- Pero hablando con seriedad, Nyasanu, por qu razn preferimos
atacar, entre todos nuestros enemigos, a los maxi?
Algo irritado, Nyasanu repuso:
- No lo s. Cul es la razn?
- Pues se debe a que son los ms dbiles, a que nos consta que podemos
derrotarlos, siempre y cuando los auyo o los hausa no acudan en su auxilio.
Por eso, ao tras ao atacamos a un pacfico pueblo de montaa que ningn
peligro representa para nosotros
- Kpadunu! Hablas como un traidor!
- Hablo como un ser razonable. Pero la sensatez y la traicin vienen a ser
lo mismo, verdad? En Dahomey, la sensatez siempre equivale a la traicin.
Atacamos a los maxi, mi xauntau daxo, para que Gezu haga esclavos a los
cuales vender, a cambio de oro, hierro y plvora, a los furtoo, esa horrible
gente despellejada que viene a travs de los mares. De esta manera, el rey
Gezu aumenta las riquezas que ya ha acumulado por el medio de matarnos
a impuestos, lo que le permite mantener a sus muchas esposas, y a esos
vagos, especie de chacales constantemente en celo, que l imagina hijas e
hijos suyos, seres intiles y lascivos, en permanente holganza
Nyasanu abri la boca para protestar, pero la cerr sin haber
pronunciado palabra. Acaso su padre no le haba dicho lo mismo casi con
idnticas palabras? Kpadunu no era tonto. Y Gbenu, menos. La tirana de
los reyes de Dahomey destrozaba el alma. Cuntas vidas sacrificaba el rey
todos los aos, en cumplimiento de sus monstruosos tributos? Ms de
treinta o cuarenta, sin duda. Si eran ciertos los rumores, como a menudo lo
eran, todas las maanas el rey mandaba a un hombre y una mujer de su corte
a reunirse con los antepasados, a fin de que les dieran las gracias por haberle
permitido vivir un da ms. Teniendo en cuenta que el ao estaba formado por
trescientos sesenta y tantos das, Gezu sacrificaba ms de setecientas vidas
humanas al ao, con la sola finalidad de desear buenos das a los antepasados.
A Nyasanu no le gustaba pensar en esos asuntos. Le entristeca. Ms
an, le daba nuseas. Despertaba en l el deseo de abandonar el Vientre de
Da, en busca de ambientes ms justos, menos opresivos, en los que Pero
entonces, record las palabras de su padre: Cmo salir de Dahomey? El
nico medio es ser vendido a los despellejados, a los furtool En voz alta,
Nyasanu dijo:
- Tengo ganas de que mi padre vuelva. -Mira! Alguien se acerca!
Quiz sea tu padre. Nyasanu sacudi la cabeza negativamente, y dijo con
orgullo:
Frank Yerby 55

- No. Mi padre viaja a caballo, como le corresponde por ser un gran


jefe. Debieras saberlo, Kapadunu. Y quien hacia aqu viene, sea quien
fuere
Kpadunu, que se haba puesto las manos junto a los ojos, a modo de
visera, para protegerlos del resplandor del sol, dijo:
- Sea quien fuere, va a pie. Y es una mujer. No, una muchacha. Agbale,
es Agbale. Hubiera debido figurrmelo. Mi hermana me dijo que todos los
das Agbale viene aqu para
En un murmullo, Nyasanu dijo:
- Para regar el rbol custodio de mi destino, no sea que muera antes
de que lleguen las lluvias
Y nada ms dijo. Se mantuvo quieto, tendido, desorientado, con la
vista fija en Agbale, que avanzaba hacia el huerto de sagradas palmeras
fedi, con una alta jarra en equilibrio sobre la pequea y lanuda cabeza. Ni
siquiera iba con la mano alzada para mantener el equilibrio de la jarra, sino
que caminaba grcilmente, sin el menos esfuerzo, de manera que la jarra,
los bellos senos cnicos de la muchacha, y la falda con adornos que llevaba
liada alrededor de sus anchas caderas, se balanceaban a un mismo ritmo.
Kpadunu dijo:
- Cunto te quiere!
- S, es verdad, pero
- Pero qu?
- Est triste, con una tristeza siniestra. A menudo, cuando cree que
no la observo, llora. Y ha dejado de ir a su templo. La sacerdotisa de Mawu
-como sabes, Agbale pertenece al culto de las diosas de los cielos- se ha
quejado al padre de Agbale, y le ha dicho que olvida la prctica de los
sacrificios y ritos
- Eso es malo. Y por qu se comporta as?
- Dice que ha dejado de tener importancia, que nada tiene importancia.
- Excepto tu nuevo rbol custodio. Todos los das, sin excepcin, viene
aqu y lo riega. Si todo ha dejado de importarle, por qu lo hace?
- Sinceramente, Kpad, no lo s. Cuando dice que nada le importa,
quiere decir que no le importa nada que haga referencia a ella, a su propia
vida.
- Pero t formas parte de su vida.
- Es cierto. Pero como el fa de Agbale ya ha sido establecido, por lo
menos en la medida en que cabe establecer el fa de las mujeres, no puede
ejercer influencia alguna en eflai Me parece que un bokono o un sueo le ha
revelado algo siniestro de su futuro. En realidad, tengo la certeza de que as
ha sido. Pero no quiere decirme de qu se trata
56 Negros son los dioses de mi frica

Kpadunu dijo:
- Deja que le hable. La sonsacar. Soy especialista en descubrir
secretos.
- Kpad, no habrs decidido ser hechicero?
- Efectivamente, eso he decidido.
Tras de una pausa, Kpadunu aadi:
- Es una profesin honrosa, Nyal
En un susurro Nyasanu observ:
- No he dicho que no lo fuera, pero
Sereno, Kpadunu termin la frase:
- Atemoriza a la gente. Incluso a ti. Pero no debes temer. Mi magia y
mis hechizos, por lo menos en cuanto te afecten, sern siempre benficos.
En realidad, ya lo han sido.
- Que ya lo han sido, dices? Cundo?
- Es algo que no debes preguntarme porque no puedo responderte.
No me est permitido. En fin, quieres que hable con Agbale? No creo
que fuera muy prudente por tu parte tomar como primera esposa a una
mujer que, bueno, ha sido objeto de una maldicin, digamos. O que est
condenada por un pecado secreto. O incluso, quiz, que ha sido escogida
como esposa por el espritu de un antepasado.
- S, comprendo lo que quieres decir, pero te advierto que, sea cual
fuere el secreto que hayas descubierto, Knap, no renunciar a Agbale. Me
sera imposible.
- Agbale es hermosa, pero hay otras muchachas que tambin lo son.
Adems
Pero en aquel instante oyeron el sonido de los cascos del caballo
de Gbenu, dbilmente, a lo lejos, pero con claridad, cada vez ms fuerte,
acercndose.
Agbale los vio correr por el camino, hacia el lugar en que sonaban
los pasos del caballo. Y volvi a verlos, cuando regresaron, con las manos
en los adornados estribos del caballo de Gbenu. Cuando llegaron a la
segunda curva del camino, exactamente ante el lugar en que Agbale estaba
arrodillada frente a la menuda palmera fedi recin surgida de la tierra, los
dos muchachos soltaron los estribos y comenzaron a bailar de alegra.
Al verlo, las pupilas de Agbale se contrajeron, luego se dilataron, y
volvieron a ser luminosas. Musit:
- Nyasanu estar a salvo un ao ms! No habr guerra!
Si alguien hubiese preguntado a Agbale como haba llegado a esta
Frank Yerby 57

conclusin sin que nadie la hubiera informado, seguramente habra mirado


al autor de la pregunta, pasmada por la estupidez de que los extranjeros
podan ser capaces. S, por cuanto, en Dahomey, nadie hubiera formulado
una pregunta tan idiota. Los hombres y las mujeres de Dahomey hubieran
llegado a la misma conclusin que Agbale y se hubieran enterado de la
noticia igual que ella. Le haba bastado con ver los primeros movimientos
de los dos muchachos, quiz cinco o seis de sus fciles y altos saltos,
inclinaciones, golpes de los pies contra la tierra y contoneos, para saber que
los dos muchachos trazaban la palabra Paz! con sus cuerpos negros, en
el aire desnudo.
Desde luego, Kpadunu era el mejor bailarn de Alladah, y Nyasanu
le iba a la zaga, a muy poca distancia. Pero no era sa la razn por la que
Agbale se haba enterado del mensaje. No, ya que la danza, en s misma,
era un lenguaje que hablaba a la mente y al corazn de una manera que la
propia Agbale no poda comprender plenamente y que no poda expresar
con palabras. Si la obligaran a ello, tendra que expresarlo por medios
indirectos, precisando lo que la danza no era en vez de indicar lo que era
realmente.
Agbale dira: No ha sido una danza de guerra, no han hecho los
movimientos de blandir armas; no han lanzado la lanza, ni han disparado
el rifle, ni han fingido que cortaban cabezas
Pero Agbale hubiera sido incapaz de decir el resto. No, porque se
trataba de algo demasiado abstracto, demasiado estilizado. El mensaje
-lo que aquella danza haba comunicado a Agbale mediante sugerencias
antes que mediante afirmaciones-, era que la vida proseguira. Que llegara
marzo, y con l el tamboreo de las primeras lluvias. Que los dokpwe de los
muchachos acudiran a los campos, arrancaran de ellos la maleza muerta,
y luego se inclinaran sobre los surcos, con las azadas de corto mango en la
mano, balanceando las anchas hojas en perfecto ritmo, para herir la tierra.
Pasara abril sobre la tierra, con sus nieblas y sus murmullos, y Agbale,
junto con las otras mujeres y chicas, recorrera los surcos, sembrando la
primera cosecha, sembrando maz, las alubias, el cacahuete, el casabe, ya
que, salvo en el caso del ame, plantado en los promontorios de tierra dura
como el hierro, por los hombres, en el mes de febrero, la labor de sembrar
corresponda a las mujeres. Y era agradable sembrar: con el saco en el
cayado del brazo, los cordeles que los sostenan en diagonal, cruzando la
parte superior del tronco, y atados al cuello y hombro izquierdo, mientras la
mano derecha extraa la semilla del saco, y las lanzaba al aire en movimiento
arqueado, creando con el grano una iridiscente curva, y los pies efectuando
un movimiento iniciado en el taln y terminado en los dedos, de manera que
cubran con tierra la semilla, ejecutaban una especie de serena danza ritual
que dada culto a los oscuros dioses de la tierra, a los de la fertilidad, a los
58 Negros son los dioses de mi frica

del cielo que mandan la lluvia, a los benvolos antepasados que protegan
la vida, y todo ello formaba el buen rito de la siembra.
En mayo, se plantaban el mijo, el sorgo y el algodn. A primeros de
junio, las alubias blancas. Ms tarde cuando junio todava reinaba, neblinoso
y dorado, en las llanuras, Agbale y las restantes mujeres cosecharan las
mazorcas de maz destinadas al consumo humano, ya que si la cosecha se
demoraba, el grano adquira gran dureza y slo serva para pienso.
En julio amainaran las lluvias, y Agbale tendra que participar en
la tarea de escardar, a fines de mes, cuando las lluvias cesasen. Y, cuando
comenzara la estacin de los das cortos, trabajara primeramente en la
cosecha del maz y el ame, y luego, cuando agosto volviera a calentar la
tierra en una especie de primavera, trabajara en las restantes cosechas.
Durante ese tiempo, Nyasanu, Kpadunu y los dems muchachos
tampoco estaran inactivos. Adems de trabajar en sus respectivos oficios
-como el de herrero, en el caso de Nyasanu, y la preparacin de gbos, o
sea los encantamientos y frmulas mgicas, bajo la direccin de su to,
en el caso de Kpadunu-, se dedicaran, al igual que todos los varones de
Dahomey, a trabajar en colaboracin con las colectividades socialistas
llamadas dokpwe, en tareas de inters comn. Cuidaran de los animales,
de los corderos y cabras, de los cerdos y los caballos, de las pocas vacas que
all haba, ya que el ganado vacuno no prospera en Dahomey; construiran
casas; repararan techumbres; quemaran la maleza y limpiaran los campos
para la prxima siembra. El pueblo de Dahomey es muy trabajador, uno de
los pueblos ms laboriosos del miffida.
Y, en su momento oportuno, se celebraran los grandes ritos y
ceremonias en honor de los dioses de la tierra, de los dioses del cielo, de los
dioses del trueno y del mar. Y las celebraciones menores: la deificacin de
los antepasados, los ritos del nacimiento, las doce diferentes ceremonias de
las doce clases de matrimonio, los solemnes e imponentes ritos del luto y el
entierro
Agbale pens que la vida era muy complicada. Haba tantas cosas
que aprender y que hacer! De repente record su infancia en la escuela,
en donde la tocona le ense las artes domsticas, y tambin practic
en sus rganos genitales aquellas intensamente dolorosas operaciones
encaminadas a proporcionar, ms tarde, a su marido tan grandes placeres
en el amor, que nunca la abandonara. A Agbale slo le faltaba una cosa,
una cosa que hubiera debido hacer haca ya dos aos, cuando comenz a
ser nbil, pero que no haba hecho por miedo al dolor. Para ser hermosa,
su cuerpo deba estar decorativos tatuajes. A ese fin, deba soportar que,
con un afilado cuchillo, efectuaran ms de cien cortes en diversas partes de
su cuerpo, y luego que le frotaran las heridas con holln y otras materias
Frank Yerby 59

irritantes. Cuando las heridas te cicatrizaran, Agbale quedara con el cuerpo


cubierto de tatuajes de bello diseo, de manera que, desnuda, parecera
cubierta por entrelazadas lneas representando hojas, parras, cordilleras,
zonas de lneas cruzadas, trenzas, que resaltaran, elevadas, en su brillante
piel de bano, para que Nyasanu pudiera tocarlas, para que las yemas de
sus dedos las recorrieran morosamente
Estos pensamientos produjeron una oleada de calor en latidos, que le
invadi la menuda cabeza. Agbale pens: Soy mala. Depravada. Pero le
quiero y le deseo. Mawu Lisa es testigo de que le quiero tanto que
De repente, Agbale record que haba dado muerte a su propio fa y de
que, en consecuencia, careca de futuro. Inclin la linda y redonda cabecita,
y llor tempestuosamente. Llor largo rato. Luego alz su ovalado rostro,
suave, del color de la noche, orientndolo hacia el cielo, y rez: Mawu!
Estoy destinada a l! Slvame! Fui una insensata. No poda permitir que
slo l muriera. Pero ahora que l se ha salvado, slvame tambin! No
permitas que cruce sola el ro!
Se qued all, quieta, en espera de un signo, una respuesta. Pero no
hubo tal. Se qued all, desmadejada, y su esbelto cuerpo esculpa la imagen
de la derrota. Musit:
- Si no me salvas de la muerte, no devores, por lo menos, mi aliento
hasta hasta que haya conocido conocido su amor.
Luego, inclinada la cabeza, sin ver, dio media vuelta sobre s misma,
y ech a correr por el sinuoso sendero que conduca al conjunto de casas de
su padre.
Nyasanu, con la vista fija en Gbenu, dijo en voz baja: -Da, no cabe la
posibilidad de que el bokono del rey se haya equivocado? Gbenu repuso:
- S, es posible. Todos los adivinos pueden equivocarse, hijo. De
todos modos, lo que ley en los du, las cuentas sagradas, es en cierto
modo razonable. Tu augaude muri asesinado y volvi a brotar a cierta
distancia de donde antes se encontraba. Y los du del bokono real dicen
que abandonars Dahomey, y que tu vida volver a comenzar en tierras
lejanas
- Da
- Di, hijo mo.
- No podemos pedir a Zezu que vuelva a leer mis du para estar ms
seguros?
Gbenu pens esta propuesta, y, despacio, repuso:
- S, podemos. Pero yo creo que, visto lo ocurrido, ms nos vale
establecer tu fa de una vez para siempre.
60 Negros son los dioses de mi frica

- Da, no podemos. Todava no podemos. An no he visto al


adagbwolol Y hasta el momento en que le vea, hasta que sea circuncidado
y declarado oficialmente hombre, cmo podemos establecer mi destino?
Sera contrario a lo ordenado por las costumbres y las leyes.
El toxausau convino:
- Ciertamente, as es. Pero apenas falta un mes para que las lluvias
lleguen. Por esto, considero que lo ms oportuno es esperar las lluvias,
llamar entonces al cortador de pieles, para que te circuncide, y luego,
cuando hayas sanado, establecer tu fa
Nyasanu mir a su padre, y murmur:
- Da, sera mucho pedir En fin, quiero decir si crees que puedes
adelantarme el dinero para
- Casarte con Agbale?
- S.
- Crees prudente tomar esposa cuando tan incierto es tu futuro?
- No lo s. Slo s que no puedo vivir sin ella. Y si no puedo hacerla
ma muy pronto, mi destino terminar igualmente. Da, es que no puedes
comprenderlo?
Gbenu sonri a su hijo favorito. No era Gbenu tan viejo; como para
haber olvidado lo que sinti al ver por vez primera a Gudjo, la hermosa
mujer que le haba dado aquel hijo que era como un joven len. Cierto que,
en aquel entonces, Gbenu ya tena esposa, Yu, a la que tuvo que aceptar, a
pesar de su fealdad, por haberle sido ofrecida por la princesa Fedime, hija
mayor de Dada Gezu. Un hombre no poda rechazar la esposa ofrecida por
un miembro de la familia real, por poco prudente que ese hombre fuera.
Adems, en el primer matrimonio de Gbenu haban concurrido varias
halagadoras circunstancias, y de l haba conseguido no pocas ventajas.
Para empezar, era preciso reconocer que si bien no caba calificar, en modo
alguno, de belleza a Yu, tampoco caba negar que, en su juventud, fue una
mujer excitante, desde un punto de vista carnal, sensual. Gbenu nunca la
haba amado, pero la haba deseado por cuanto, prescindiendo del hecho
de que Yu fuera del Clan de los Cochinos, resultaba deseable. Este era uno
de los aspectos que haba de tener en cuenta. Otro aspecto de la cuestin
radicaba en que la propia Yu haba solicitado la celebracin del matrimonio,
tal como ella misma le confes francamente despus de la boda. Yu haba
visto a Gbenu en ocasin de una de las visitas a la Corte que todos los
hombres destacados de Dahomey deban efectuar, y, en palabras de la
propia Yu: Slo verte, me sent envuelta en fuego. Por eso fui en busca de
Mi Seora Fedime y
Gbenu pens: Y de esa manera llam la atencin de la familia real
Frank Yerby 61

sobre mi persona, lo cual tuvo, y sigue teniendo, sus ventajas; he alcanzado


el puesto de toxausu de Alladah; soy general del ejrcito y grande es mi
fortuna. Tengo gran nmero de esposas y de hijos e hijas. En consecuencia,
qu importa que Yu comenzara muy pronto a hacer uso de sus privilegios
de esposa avaunusi, para remediar la insuficiencia de mis atenciones? Saba
que contaba con el apoyo de la princesa, por lo que yo no poda azotarla.
Pero, Gbochi, mi primognito, es realmente hijo mo? Su fealdad, su
feminidad, su debilidad
Nyasanu dijo:
- Da
- Hijo, en estos momentos estoy pensando.
Pero Gbenu no pensaba, sino que recordaba. Gudjo, en su juventud, se
pareca mucho a la futura esposa de su hijo, Agbale. Quiz sa fue la razn
por la que haba elegido a Agbale para Nyasanu. Por ello, Gbenu poda
comprender lo que su hijo senta por aquella menuda y exquisita muchacha,
negra como la noche. No era deseo fsico. Por lo menos, no era nicamente
deseo fsico. El deseo era una realidad mucho ms simple. Una mujer como
Yu poda satisfacer el deseo. Pero cuando se ansiaba tener una mujer al
lado, en la estera de dormir desde luego, pero tambin caminando al lado
de uno, bajo las copas de los rboles, cogidos de la mano; cuando la risa de
la mujer sonaba como la msica; cuando su voz, hablando de bagatelas,
era ms dulce que el canto de todos los pjaros del cielo S, cuando tal
ocurra, todo pareca diferente, era otra cosa ms hermosa y pura que el
deseo. Cuando uno poda contar a la mujer los sueos tenidos, consultarle
los problemas, cuando los hijos que nacan de su hinchado vientre (siendo
la mujer, aun en ese estado, la ms bella de las mujeres) eran hermosos
como los dioses de los cielos, hijos amasados de noche, altos como vudun,
y con ojos como luceros S, eso era algo muy inslito y muy hermoso.
Gbenu record que jams, al yacer con Gudjo, haba enloquecido de rabia,
haba rugido, ni la haba golpeado con ambos puos, tal como haba hecho
con Yu, y con otras esposas. Jams Gudjo le haba mordido la garganta
ni clavado las uas en la espalda ni haba lanzado gritos de aga gbe, el
lenguaje del adulterio, a l dirigidos, como suelen muchas mujeres para
demostrar su pasin. No. Y, a pesar de ello, Gudjo fue la ms apasionada
de todas sus esposas. Pero su amor era profundo, hermoso, verdadero y
tierno. Cuando yacan, se besaban y se sonrean, y se movan como en una
danza, y se adoraban el uno al otro con sus cuerpos, y no haba fealdad
alguna en ello. Lo que Gbenu haca con Yu y sus restantes esposas era lo
que la bestia en celo hace a su pareja. Lo que Gbenu haca con Gudjo era lo
que un hombre hace con su esposa, e incluso, quiz lo que el vudu varn
y el vudu hembra hacen. Y el resultado, la prueba de la bondad de estos
62 Negros son los dioses de mi frica

actos, estaba all, ante l: aquel muchacho hermoso como la noche, con los
rasgos propios de un dios alto, y de mgico talante. Cun lentamente, con
cunto amor, Gudjo y l haban conformado a aquel joven len, dedicando
a ello toda la noche; hasta que la luz del sol de la maana dio en los ojos
de Gudjo no grit sta con la voz del otutu: Ahora, mi esposo, ahora. Y
entonces se hizo.
Casi llorando, Nyasanu dijo:
- Da, por favor!
Gbenu sonri a su hijo:
- Manda a la muchacha la calabaza, hijo, porque accedo a tus deseos.
Cuando Agbale recibi el bello cuenco hecho con una calabaza,
hermosamente grabado con miles de figuras que manifestaban el amor de
Nyasanu, y, ms an, su deseo de que el matrimonio se celebrara aquel
mismo ao, Agbale fue al encuentro de su madre, y le dijo:
- Madre, llama al hombre del cuchillo, porque debo tatuarme.
Adje, la madre, mir a Agbale:
- Pagar el gasto ese hijo del jefe que ha demostrado que Legba le
devor la sesera al elegirte a ti, muchacha idiota, hija ma?
- S, madre.
La madre gru:
- No s En fin, hablar con tu padre, insensata.
Aquella misma tarde, Nwesa, el padre de Agbale, recibi una visita.
El joven, ataviado con la sencilla tnica del Dahomey, de blanco algodn, no
luca adornos, ni joyas, ni smbolo alguno de rango social, e iba acompaado
de su madre, la seora Gudjo; de su ta, la seora Chadusi; de su abuelo
paterno, o sea el xenuga o jefe del clan, el venerable anciano Adjaemi; as
como del igualmente venerable anciano Akili, el abuelo materno. Con este
grupo de distinguidos ciudadanos de Dahomey, acudi otro grupo mucho
ms nutrido, formado por esclavos, algunos de los cuales llevaban bultos
sobre la cabeza.
El principesco joven se postr de rodillas, y bes el suelo, ante los pies
de Nwesa, quien dijo:
- Levntate, oh Nyasanu, hijo de Gbenu.
Nyasanu se levant y dijo:
- Mi seor, te suplico me concedas el privilegio de llamarte padre.
Nwesa frunci el entrecejo:
- El significado de tus palabras no es claro, hijo del jefe.
Nyasanu, empleando la metafrica manera en que en la lengua de
Frank Yerby 63

Dahomey se designa a una nia en mitad de la infancia, y a un muchacho


en la preadolescencia, dijo:
- Hace mucho tiempo, cuando tu hija no era ms que una persona
vendedora de cosas, y yo apenas comenzaba a ser cazador de lagartijas,
mi padre y t, mi seor, tuvisteis una conversacin. La modestia me impide
expresar pblicamente aquello de lo que hablasteis. Por eso, solamente te
pregunto, mi seor, recuerdas lo que hablasteis en aquella ocasin?
Nwesa contest:
- Lo recuerdo.
- En aquella ocasin, Zezu, el bokono de mi padre, y Agasau, el tuyo,
mi seor, declararon conjuntamente que los du del Fa eran favorables a
la materia de que hablasteis. Por eso, mi seor, ahora te pregunto: desde
aquel da ha ocurrido algo que haya cambiado tu parecer?
Adusto, Nwesa repuso:
- Nada.
- Entonces, ante estos miembros de mi familia, ante estos dos
venerables ancianos, antepasados mos a los que Fa ha permitido vivir
hasta el presente, te pido, mi seor Nwesa, a tu hija Agbale, como primera
esposa a la que honrar sobre todas las dems, hasta el fin de mis das.
Nwesa no dio contestacin a estas palabras. Y no contest porque,
en virtud de inmemorial costumbre de Dahomey, no deba contestar.
Nyasanu volvi la cabeza y dio una palmada. Inmediatamente, un esclavo
se adelant, se postr de rodillas ante el hijo del jefe, y le ofreci un paquete.
Nyasanu lo cogi y se volvi hacia Nwesa. Solemnemente, dijo:
- Tabaco para la pipa de mi seor. Que su aroma sea placentero a la
nariz de mi seor.
Nwesa cogi el tabaco. El paquete pesaba casi un kilo. Movi
afirmativamente la cabeza, y se volvi hacia uno de sus esclavos:
- Llama al xenugal
El xenuga, o jefe de los ancianos del clan, que era el de Guduvi
Adjalenu, o sea, los hijos de Gudu, el Pueblo de Adjas, uno de los pocos
clanes sagrados de Dahomey, por cuanto se consagraba nicamente al culto
de Mawu-Lisa y de los vudun de los cielos, era el to abuelo de Nwesa,
llamado Azauvidi. Acudi inmediatamente. Era un hombre alto y de
mayesttico porte, con espesa barba blanca. Nwesa dijo:
- Este joven quiere que le demos nuestra hija, y ha venido con regalos
para ti, oh xenuga. Ha trado tabaco. Azauvidi dijo:
- Te doy las gracias, hijo Nwesa. Dividir el obsequio entre los
miembros del clan. Nwesa le pregunt:
64 Negros son los dioses de mi frica

- Significa esto que eres favorable a la pretensin de este joven?


Azauvidi dijo:
- Bueno, lo cierto es que para fumar tabaco hace falta fuego
Inmediatamente, Nyasanu dio una palmada, y otro esclavo se
arrodill ante l, ofrecindole una calabaza bellamente grabada, llena de
dekwe mecha de bamb, as como una caja que contena el pedernal y el
hierro pasa sacar chispas.
Azauvidi, el jefe del clan, tambin acept este obsequio de manos de
su sobrino, el padre de Agbale, quien le pregunt:
- Contemplas ahora con benevolencia la peticin de este joven?
Lenta y solemnemente el xenuga sacudi la cabeza en expresin
negativa:
- Los antepasados tienen sed.
Una vez ms Nyasanu dio una palmada, y un grupo de esclavos se
adelant presuroso, llevando en las manos gran nmero de botellas de
arcilla con lixa, aguardiente de mijo. Azaudivi dijo:
- Retirmonos todos al templo del culto a los antepasados.
Entonces, todos los presentes -Nyasanu y sus familiares, Nwesa y
su esposa Adje, la madre de Agbale, el xenuga Azauvidi, y los miembros
del clan que haban acudido para presenciar la ceremonia- se dirigieron
al doxoxo, el grande e imponente bungalow cubierto con bardas, en el
que se alojaban los ase, los esbeltos altares de hierro forjado, de delicada
belleza, dedicados a los poderosos muertos, altares que, en gran parte,
especialmente los nuevos, haban sido forjados por el propio Nyasanu, con
destino al clan de Nwesa. All, con gran solemnidad, Azaudivi entreg las
botellas conteniendo la fuerte bebida al tauvoduno, o sacerdote del culto a
los antepasados. A grandes voces, el sacerdote dijo:
- Bebed, oh tauvudunl Un joven ha venido con licor para vosotros,
divinos antepasados.
Entonces, derram todo el lixa ante los altares.
El tauvoduno se arrodill ante el gran ase del fundador del clan, y
rez en silencio. Luego, bajo el altar de hierro forjado, extrajo una copa de
plata ja. En realidad, esa copa tena forma de cuenco que se sostena en la
espalda de un pjaro Xwensuvo, de factura muy realista, y el cuenco se
encontraba entre las alas desplegadas del pjaro. Las patas del Xwensuvo
se posaban sobre una rama, con las garras clavadas en ella, que sala de un
pequeo montculo de plata, formando, respectivamente, el talle y la base
de la copa. Nyasanu pens que era la ms hermosa copa fa que haba visto
en su vida Pedira a Amosu que le hiciera una copa igual a aqulla cuando
llegara el momento de establecer su fa.
Frank Yerby 65

En el interior de la copa haba diecisis cuentas de plata, que


representaban otras tantas pepitas de dtiles o du del Fa. El sacerdote dej
la copa en el suelo, y a su lado puso una tabla cubierta con arcilla blanca.
Luego verti las cuentas a la palma de la mano, y comenz su labor de
augurio, que consista en abrir la mano de forma tal que slo una o dos
cuentas cayeran de ella a la palma de la otra mano. Inmediatamente,
devolva las cuentas que haban escapado, a la mano que sostena las otras,
y con la punta del dedo haca dos marcas o una marca en la arcilla blanca,
segn hubieran cado dos o una cuenta. Ocho veces repiti la operacin,
mientras los asistentes contenan el aliento. Por fin, Azauvidi pregunt:
- Qu dice el fa del tauwiyo? Qu respuesta da el guardin del
destino del gran antepasado, fundador de nuestro clan, a la cuestin de
este matrimonio?
El tauvoduno, el sacerdote del culto a los antepasados, dijo:
- Merece su aprobacin. Que se celebre.
Y todos los presentes lanzaron grandes gritos de alegra.
Una vez fuera del templo, estando an en el conjunto de casas de
su futuro suegro, Nyasanu llam a sus esclavos, y obsequi a Adje, su
futura suegra, con un gran saco de mijo. Esto formaba tambin parte de
la ceremonia, pero no dejaba de ser cierta prudente medida. S, por cuanto
todo lo que Nyasanu haba hecho en beneficio de Nwesa, como ir con su
dokpwe, o grupo de trabajo colectivo, a los campos de su futuro suegro
para escardarlos y remover la tierra con las azadas a fin de prepararlos para
la siembra, para reparar las techumbres de sus casas, para construir nuevas
casas, levantar muros, ahondar pozos, y forjar ase para sus antepasados,
eran obligatorios; pero, en cambio, todo lo que Nyasanu haba hecho
en beneficio de Adje, como cortar grandes cantidades de lea, bosques
enteros, para el fuego de su cocina, prestarle los esclavos de su padre para
que transportaran las mercancas de Adje al mercado, as como sepultarla
bajo un alud de prendas de mujer, cuentas y abalorios, pulseras y joyas, no
era obligatorio. Pero Nyasanu, joven sensato y prudente, estim oportuno
hacer lo antes dicho porque las suegras son tan suegras en frica como en
cualquier otra parte del mundo, y los yernos avisados prefieren tenerlas
contentas. Despus, Nyasanu ofreci el ltimo regalo, una suma en dinero,
que se elevaba a cinco mil conchas de caury, la moneda de Dahomey.
En realidad, bastaban ochocientas cincuenta conchas para satisfacer
el precio de boda ceremonial que elevaba el prximo matrimonio a la ms
alta categora akwenusi, la categora de
dinero y mujer. Pero Nyasanu haba pedido y conseguido de su
padre tan formidable suma a ha de demostrar cun grande era su amor por
Agbale, y tambin para poner de relieve que su padre era un jefe en gran
66 Negros son los dioses de mi frica

manera rico y poderoso, entregndose as al predominante defecto de los


hombres de Dahomey, es decir, el excesivo orgullo.
Y ya que Nwesa haba aceptado el obsequio, Nyasanu se inclin una
vez ms ante l, y le pregunt:
- Cundo puede tu adivino reunirse con el bokono de mi padre a fin
de determinar el da ms propicio para la celebracin de la boda?
Vio que en los ojos de Nwesa apareca una expresin de embarazo.
Nyasanu ignoraba, y en modo alguno poda saber, la razn de la vergenza
de Nwesa, pese a que, en realidad, era muy simple. Agbale, siempre tozuda,
se haba negado rotundamente a someterse a la operacin del tatuaje de
belleza. Por lo general, las muchachas de destacadas familias de Dahomey
eran objeto de los cien cortes que las transformaban en bellezas envueltas
en atractivos tatuajes, en diversas sesiones, poco a poco, durante algunos
aos, empezando una o dos semanas despus de haber tenido su primera
menstruacin. Pero Agbale se neg.
Grit: No permitir que nadie me corte! Y as haba terminado
el asunto, por lo menos hasta aquel da. Por eso, el hecho de que Abgale
hubiera cambiado bruscamente de parecer, como suelen las mujeres, iba
a ser motivo de una seria demora. Y ello era as por cuanto, si Agbale
no poda soportar los cien cortes en una sola sesin, la boda tendra que
retrasarse unos aos, hasta el momento en que la muchacha tuviera todos
los tatuajes. Con pesimismo Nwesa concluy: Y si le graban todos los
tatuajes en un solo da, quiz la boda jams se celebre, ya que ello puede
producir la muerte a una muchacha como Agbale, frgil y delicada. Con
tristes acentos, Nwesa repuso:
- Mi hija, futuro hijo mo, solicita una demora. Parece que, ahora, por
fin, va a ser tatuada.
Nyasanu inclin la cabeza en muestra de asentimiento. De ninguna
manera poda negar a Agbale un derecho reconocido a las mujeres desde
tiempo inmemorial. Pero, en el fondo de su corazn, Nyasanu qued
apesadumbrado al pensar en la larga demora -doblada o triplicada por
el hecho de que tambin l deba esperar a que sanara la herida de la
circuncisin, sin la cual no poda contraer matrimonio-, y atemorizado por
el terrible riesgo que comportaba el llevar a efecto todos los tatuajes en un
solo da. Le constaba que Agbale estaba dispuesta a correr ese riesgo. S,
porque Agbale hubiera hecho cualquier cosa por l, hubiera sido capaz de
correr cualquier riesgo.
Pero, a pesar de ser muy hombre, Nyasanu, al contar sus cuitas,
aquella misma noche, a su madre, no pudo contenerse y llor.
La tarde siguiente, Nwesa fue honrado con la visita del mismsimo
Frank Yerby 67

jefe de Alladah. Los dos hombres se sentaron en bajos taburetes, mientras


los servidores sostenan los parasoles sobre sus cabezas. Tambin eso
constitua un gran honor para Nwesa, ya que slo los jefes teman derecho a
los brillantemente decorados parasoles. Gbenu haba llegado al extremo de
ordenar que sacaran de su casa el parasol inmediatamente inferior al mayor
de cuantos tenia, para demostrar as el respeto que le mereca el padre de
su futura nuera. Acudi a la entrevista acompaado de Zezu, su bokono
o adivino personal. Solemnemente, Zezu examin las diecisis cuentas du
que eran el medio de manifestacin de Fa, y declar que el da siguiente
sera jornada propicia para comenzar la tarea de formar cicatrices.
Nwesa frunci el entrecejo. A su parecer, y era un parecer basado
en buena lgica, haca an demasiado calor para que inferieran a su hija
los cien cortes en otras tantas partes del cuerpo. El riesgo de una mortal
infeccin era grave. Se encontraba en la tpica situacin que era causa de que
los hombres inteligentes de Dahomey miraran con suspicacia a los adivinos
que, demasiado a menudo, interpretaban los du de manera expresamente
calculada para complacer a los ricos y a los poderosos.
Desde luego, el matrimonio de su hija con el hijo del jefe alegraba a
Nwesa. Pero amaba muy de veras a su linda, tozuda y voluntariosa hija.
Quera que Agbale se casara con Nyasanu. Pero, por todos los tenebrosos
y feos vudun de la tierra, no quera ver muerta a su hija. Y, cuando una
muchacha mora a causa de la infeccin de las heridas embellecedoras, su
agona era terrible. Despacio Nwesa dijo:
- Gran jefe, hace mucho calor.
Gbenu repuso:
- Lo s.
- No sera aconsejable que consultramos a otro adivino?
Al or estas palabras, Zezu se levant de un salto, con el rostro
convulso de rabia. Chill:
- Es que no confas en m? Dselo, oh toxausau He errado alguna
vez?
Dulcemente, Gbenu dijo:
- Jams. Pero siempre llega el momento en que se yerra por primera
vez, Zezu. Adems, quiero que mi hijo tenga esposa, y no un cadver sobre
el que llorar. Accedo a tus deseos, Nwesa. Llama a tu adivino.
Inmediatamente se mand mensaje al adivino de Nwesa, llamado
Akausu. Pero en aquel negocio intervena un factor que nadie haba tenido
en cuenta. Akausu qued tan aterrorizado al saber que tena que comparecer
ante el jefe, y ms todava al enterarse de que el bokono principal de
Alladah, Zezu, estara presente, que, cuando le dijeron, mientras iban a
68 Negros son los dioses de mi frica

casa de Nwesa, la interpretacin que Zezu haba dado a los du, decidi
interpretar sus cuentas mgicas de modo que confirmara al pie de la letra la
interpretacin de Zezu, y as lo hizo. Lo cual signific que la pobre Agbale
sera objeto de los cien cortes rituales al trmino de la estacin seca, antes
que llegaran las lluvias, cuando el calor estaba an en la tierra.
Desde luego, la ceremonia tuvo el cariz de una gran fiesta. Nyasanu
ofreci al encargado de llevar a cabo el tatuaje un kisi, o cuchillo ritual,
totalmente nuevo. Nyasanu acudi acompaado de su dokpwe, o grupo
de trabajo, as como de todos los que formaban su sociedad fraternal
Todas las amigas de Agbale acudieron tambin. Y todos estaban contentos
y alegres, salvo Agbale. Pese al vino de palma que le dieron, Agbale estaba
nerviosa y atemorizada.
Pero vio que Nyasanu le sonrea. Los dientes de Nyasanu eran blancos
y estaban perfectamente alineados, por cuanto Gudjo se haba negado a
permitir que el adukato, especialista en alterar la forma de los dientes, se los
limara, dejndolos puntiagudos, o a que le saltara uno o dos, de acuerdo con
la idea de belleza masculina imperante en Dahomey. Agbale se alegraba de
que Nyasanu se hubiera ahorrado esas operaciones, ya que le pareca ms
apuesto con todos sus dientes. Y la sonrisa de Nyasanu infundi valor a
Agbale. Soportara la tortura. Sin la menor duda. Sufrira la larga serie de
cortes sin gritar ni llorar.
Entonces, el hombre encargado de hacer el tatuaje se inclin sobre
ella, y Agbale tuvo un movimiento de retroceso. Pero Nyasanu le cogi la
mano, y dijo: -Estoy aqu, negrita.
Destell el cuchillo al trazar unos cortes en zigzag sobre la nariz. Y en
aquel instante, Agbale supo que podra soportar la prueba. Era doloroso,
pero no tanto como haba imaginado. El cuchillo era nuevo y muy afilado,
por lo que causaba menos dolor. Un cuchillo viejo y mellado hubiera
causado mucho ms dolor. Los nukpante o cortes por los que uno ve,
fueron efectuados en un abrir y cerrar de ojos. Luego, el hombre del cuchillo
infiri los djixuse, los cortes junto al cabello; esos cortes, o cortes de paja
mojada por la lluvia, tenan la finalidad de realzar la belleza del cabello
lanudo, corto y prietamente rizado. Agbale temblaba, y la sangre formaba
riachuelos en su rostro. Nyasanu se inclin y puso una hermosa porcin de
seda sobre el regazo de Agbale.
Agbale le dirigi una sonrisa, sabedora de que Nyasanu le haba
ofrecido aquel obsequio para darle nimos. Kpadunu arroj un puado de
valvas de caury sobre la seda. Por ser el primer amigo de Nyasanu, tena
el deber de animar tambin a la futura esposa de su amigo en aquel duro
trance.
Y el cuchillo traz los sagrados cortes tadu, o de palabra de la
Frank Yerby 69

cabeza. Cuando una mujer habla con el hombre al que ama, las cicatrices
de esos cortes en las sienes se realzan y laten al impulso de la sangre, dando
as al hombre amado visible prueba del amor de que es objeto. Agbale
soport bien esos cortes, y asimismo el crculo gbugbome, o sea, el tatuaje
bsame, en la mejilla izquierda.
Luego, ayudada por sus amigas, Agbale se puso en pie. Iba totalmente
desnuda, con la salvedad de un trapo alrededor de la cintura y entre las
piernas, ya que la operacin del tatuaje no permita concesin alguna al
pudor.
Y el cuchillo comenz a trazar cortes en la espalda, haciendo los
primeros cortes meitau le kpau, o el hombre que se va, volver la vista para
mirar, que deban situarse en el talle. El nmero de estos cortes ascenda
a veinticuatro, pero Nyasanu grit, Basta!, despus del decimoquinto,
por cuanto el espectculo del dolor de Agbale le haba mareado. Kpadunu,
entonces, grit:
- Ah tienes, amigo, toma un trago! No vas a tolerar que ella sea ms
valerosa que t!
Nyasanu bebi largamente, y despus dio a Agbale una pulsera de
plata. Luego, dirigindose a su dokpire y a su gbe, grit:
- Vosotros tambin! Ayudadme!
Y todos los miembros de la sociedad a la que Nyasanu perteneca
ofrecieron una lluvia de obsequios a Agbale. Como Nyasanu era el hijo del
jefe, los regalos fueron caros y de calidad. Ahora, Agbale saba que tendra
que soportar todos los cortes. No poda ceder, y esperar que el tatuaje
terminara en otra ocasin. Por eso dio un respingo, y musit:
- Dame de beber, Nya.
Nyasanu le ofreci la botella de vino de palma, y Agbale bebi un
sorbo, solo un sorbo, y dijo:
- Y, ahora, bsame.
Nyasanu se inclin y bes el ensangrentado crculo en la mejilla de
Agbale. Haba mucha gente alrededor, pues se haban congregado todos
los parientes de Agbale, as como buen nmero de los de Nyasanu, entre
ellos su padre, el jefe, lo que representaba un gran honor.
Y la hbil carnicera prosigui. El hombre del cuchillo infiri el
kodjau o corte del cuello de agradable tacto, en la garganta de Agbale. Y
luego, los gblime o cortes por los que pasan las manos -ya que Nyasanu
la acariciara all, una vez que estuvieran casados-, efectuados en las nalgas.
Despus, el hombre del cuchillo comenz los ochenta y un cortes en la parte
interior de los muslos, denominados zido o empjame, de significacin
puramente sexual, en cuyo momento todos los muchachos y hombres se
70 Negros son los dioses de mi frica

acercaron ms, apretujndose, para ver mejor, sin dejar de gritar picarescas
obscenidades, y describiendo lo que Nyasanu hara cuando aquellos nueve
surcos de salientes cicatrices quedaran prietos contra su piel, en el abrazo
del amor.
Esto ltimo enfureci a Nyasanu, pero tuvo que contener su ira. En
vez de dar rienda suelta a sus sentimientos, Nyasanu pidi al hombre del
cuchillo que le infiriera cortes en las mejillas, para participar as en el calor
del cuchillo, a fin de demostrar su amor. Pero Agbale grit:
- No! No mi amor, tu rostro es hermoso! No lo estropees!
Nyasanu insisti a gritos: - Utiliza el cuchillo! Corta! El kisi dijo: -S,
pero en el pecho.
Era hombre acostumbrado a las reacciones de los enamorados
sometidos a aquella tensin. Nyasanu accedi: -De acuerdo!
Y el hombre del cuchillo efectu cinco cortes en el pecho de Nyasanu,
sobre el corazn, lo que dio a Agbale la excusa que necesitaba para echarse
a sollozar ruidosamente.
La operacin dur largas horas. Sin un gemido, Agbale soport el
sifanu o vaso de agua, corte efectuado en el dorso de la mano izquierda. La
finalidad de este corte era permitir que el marido pudiera besar a su mujer
ante testigos, sin incurrir en una falta grosera. Despus, el cuchillo dibuj
un lagarto en el vientre de Agbale, justamente encima de la pieza de tela
que era su nica prenda en aquellos momentos. A ese corte se le llamaba
el adaumehwe o corte bajo el estmago. A continuacin, el hombre del
cuchillo traz los cortes abothwe, entre los senos y alrededor
En estos instantes, la pobre Agbale estaba casi inconsciente por el
dolor y la prdida de sangre. Nyasanu y todos sus amigos y miembros de
la sociedad fraternal estaban borrachos como reyes, al igual que Gbenu y
Nwesa, padres de los jvenes que pronto contraeran matrimonio. Y Gudjo
y Adje, las esposas, lloraban la una en brazos de la otra, anonadadas por el
valor que Agbale haba demostrado.
Cuando todos los cortes hubieron sido efectuados, el proceso de
tatuaje no termin, ya que las mujeres frotaron las heridas con hojas de
azoma trituradas y mezcladas con aceite de palma y holln. Esta operacin
la hicieron al tercer da, mientras Agbale dorma sobre la estera, en una
estancia a oscuras, y siguieron frotando las heridas con tan irritante mezcla
hasta que comenzaron a formarse las salientes cicatrices sobre la piel de
bano.
Durante ese periodo, Nyasanu visitaba todos los das a Agbale, cual
la costumbre permita. Y as era por cuanto incluso las abuelas estimaban
que una muchacha difcilmente poda pecar, con todo el cuerpo cubierto de
Frank Yerby 71

cortes que le producan dolores y escozor. Las abuelas estaban en lo cierto.


Incluso un beso resultaba doloroso.
Pero Agbale, mientras contemplaba con adoracin a su novio, senta
el ms profundo temor en su corazn. Tema que las heridas se le infectaran,
a causa del terrible calor, que comenzaran a rezumar pus y que la llevaran a
la muerte. S, ya que acaso no haba asesinado a su fa?
Por milagro, la infeccin no se produjo. Cuando comenz el susurro
de las primeras lluvias, Agbale pudo levantarse y reanudar sus habituales
ocupaciones, orgullosa de su nueva y exquisita belleza, del tejido de
salientes cicatrices que le daban el aspecto de ir envuelta en una red de
trenzas grises y rosadas, incluso cuando estaba totalmente desnuda.
Pero haba llegado el momento de que Nyasanu sufriera por culpa
del dulce amor de Agbale, tal como sta haba sufrido por el suyo.

72 Negros son los dioses de mi frica

SEIS

Todos los pertinentes sacrificios haban sido ofrecidos, y los augurios


llevados a cabo, por lo que el grupo formado por los doce muchachos que
aquel da iban a ser convertidos en hombres, se diriga hacia el conjunto de
viviendas del adagbwoto, el hombre que cortaba la piel delantera. El da era
fresco y neblinoso. Nadie se atreva a efectuar una operacin tan peligrosa
como la circuncisin, en el curso de la estacin seca, cuando el calor estaba
an en la tierra.
Nyasanu, por ser hijo del jefe, iba al frente del grupo. En estricta
interpretacin de las costumbres, el medaxochi o primognito de Gbenu,
o sea Gbochi, hubiera debido encabezar el grupo, pero el muchacho iba
rezagado, con su porcino rostro gris de miedo. Y mientras los muchachos
avanzaban detrs de Nyasanu y Kpadunu, Gbochi se rezagaba ms y ms,
hasta el punto que, cuando pasaron ante los altares del fa y el legba del
hombre encargado de la circuncisin, y se hallaban ya bajo el protector gbo
situado en la entrada, Gbochi haba desaparecido.
Se haba congregado una multitud de espectadores de ambos sexos
que esperaban junto al grupo de muchachos, en n inferior del recinto de las
viviendas del Alihonu, ya que en Dahomey no se consideraba vergonzoso
que las mujeres presenciaran aquella operacin. Agbale estaba all, entre
su madre Adje y la de Nyasanu, Gudjo. Bajo un gran parasol decorado se
encontraban, en pie, Gbenu, y el padre de Agbale, Nwesa, algo rezagado
con respecto al primero, gozando de aquel privilegio, honor concedido al
cabeza de la familia que pronto quedara unida a la de Gbenu. Entonces,
tal como caba esperar de l, habida cuenta de su manera de ser, Hwegbe,
el tallador de madera, to abuelo de Nyasanu por la rama paterna, se abri
paso, el brillo de la malicia en sus ojos, hasta Gbenu, y su voz cascada, dijo:
- Dnde est tu hijo mayor, Gbenu? Es que no le circuncidan hoy?
Gbenu se puso ceudo. Su mirada recorri el grupo de muchachos. Y
en voz tonante pregunt:
Frank Yerby 73

- Nyasanu, dnde est tu hermano mayor? Nyasanu inclin la


cabeza. Decir la verdad, o sea, que Gbochi haba huido para evitarse la
dolorosa operacin, era un acto descorts y, adems, poco aconsejable. Por
ello prefiri dar al problema una solucin transaccional, y decir otra verdad:
- No lo s, padre. Gbenu dijo:
- Kpadunu, sabes dnde est Gbochi? -No, Gran jefe, no s dnde
est, pero s la razn por la que no se encuentra aqu.
Hwegbe, el malvolo anciano, pregunt: -Y por qu no est aqu,
hijo de hechicero, con piel rugosa?
Gbenu grit:
- Silencio, Hwegbe! Eres mi tauhinovi, hermano de mi padre y
venerable anciano, por ello te debo respeto. Pero yo soy el jefe, y debo
exigirte que respetes mi cargo, ya que no mis aos. Yo soy quien debe
preguntar. Primer amigo de mi hijo, dnde est Gbochi?
Burln, Kpadunu repuso: -Ha huido, Gran jefe.
- Quieres insinuar con eso que mi primognito tiene miedo?
- Nada quiero insinuar. Slo digo lo que s. Gbochi ha huido. O quiz
haya ido a dar un beso de despedida a Kokame y Hugbadji. Un beso en la
boca, tal como se besa a las mujeres.
La multitud lanz un rugido de carcajadas. Hugbadji y Kokame eran
gaglo, homosexuales, y pese a que hacan cuanto estaba en su mano para
ocultar aquellas prcticas, que en Dahomey son objeto de sumo desprecio,
bastaba con mirarlos para percatarse de su condicin.
Gbenu dio una palmada con sus grandes manos, produciendo un
sonido como un trueno. Las risas se acallaron inmediatamente, como si en
momento alguno hubieran existido. El jefe se volvi hacia sus servidores.
Dos de ellos eran hombres de gran corpulencia y lucan los collares formados
por dientes humanos, propios de los buenos guerreros. Con tristeza en la
voz, Gbenu les orden:
- Encontradle y traedle aqu. Es mi hijo primognito, y no permitir
que me avergence con su conducta.
Y nada se poda hacer, salvo esperar que los dos guerreros regresaran
con Gbochi. Pero poco tardaron. Las burlonas palabras de Kpadunu les
haban dado un excelente indicio. Los dos guerreros se dirigieron sin dudar
al conjunto de viviendas del padre de Hugbadji, y all encontraron a los tres
fugitivos de la virilidad y la responsabilidad.
Dejando a Hugbadji y a Kokame sumidos en llanto, como dos
74 Negros son los dioses de mi frica

histricas mujeres, ya que esencialmente eso eran, los dos guerreros de


Gbenu arrastraron a Gbochi hasta el conjunto de habitculos de Alihonu.
Mucho antes de que llegaran, a los odos de los espectadores all congregados
llegaron los chillidos:
- No! No quiero que me corten la piel! No quiero, no quiero! Duele,
hace dao! Morir desangrado! Morir! Morir!
Pero los guerreros se burlaron de esas quejas. Uno de ellos dijo:
- Por qu lloras, Gbochi? El cuchillo de Alihonu es afilado. Bastar
con que le digas a Alihonu dos palabras al odo para que te lo corte todo,
y, adems, te haga una linda rajita, de manera que tus deseos quedarn
satisfechos y parecers una mujer.
El segundo guerrero dijo: -De todos modos, no tendr senos.
- Bueno, de momento no, pero en seguida le crecern, tan pronto
como haya perdido esos escasos signos de virilidad que su fa, engaado
por Legba, le concedi.
- Eres injusto al decir esto de Gbochi. Yo le veo bastante bien dotado,
en el aspecto que has dicho. Es raro que un hombre nazca con alma de
mujer, verdad? El primer guerrero repuso:
- Seguramente es un castigo por los pecados de su madre, que han
sido muchos, como Dangbe pude testificar. En fin, ya hemos llegado.
Gbenu, en pie bajo el parasol, fij la vista en su primognito. Nadie,
entre los presentes, poda adivinar qu haba en su mirada y en su corazn.
Habl en voz pausada:
- En su calidad de primognito, Gbochi debe ser el primero.
Condujeron a los doce muchachos -Gbochi haba dejado de resistirsea un lugar en el que haba doce hoyos cavados en la tierra. Y all se
sentaron, con las piernas separadas, cada uno encima de un hoyo, para
que la sangre y la porcin de piel cortada cayera en l. Dos hombres se
situaron al lado de cada muchacho, para cogerle, en caso de que diera
muestras de miedo.
Entonces, Alihonu, el adagbwoto, avanz hacia el lugar en que se
sentaba Gbochi. Adelant la mano derecha, cogi la piel del muchacho
y tir de ella, con fuerza. En aquel instante, Gbochi lanz un chillido tan
fuerte que seguramente sac a los antepasados de su eterno sueo, en la
otra orilla del ro. Dos hombres le cogieron por los brazos. Pero, a pesar
de que eran fuertes, apenas podan con las fuerzas que el terror confera a
Gbochi.
Nyasanu estaba sentado, y contemplaba los forcejeos de su feo
Frank Yerby 75

hermanastro con cara de cochino. Una profunda lstima le parta el corazn.


Nyasanu volvi la cabeza hacia el lugar en que se encontraba el toxau.su,
y dijo:
- Deja que se vaya, padre! Qu necesidad tiene de que le corten la
piel delantera quien nunca ser marido?
Pero estas palabras slo sirvieron para exacerbar la ira de Gbenu.
Dando un gran paso, el jefe se alej del portador del parasol, y qued
ante su hijo mayor. Gbochi segua debatindose como un animal salvaje.
Entonces, Gbenu levant su poderoso puo, y lo dej caer sobre la cabeza
de Gbochi. El muchacho se desmadej al instante, quedando inerte. Su
madre, Yu, chill:
- No hagas dao a mi hijo! Ir a ver a la princesa Fedime!
Gbenu no se dign mirarla siquiera y orden:
- Corta!
Y as lo hizo Alihonu.
Haba llegado el turno de Nyasanu. El hombre, con el cuchillo en
la mano, se arrodill ante l, y dej el siniestro cuchillo, con la hoja an
ensangrentada, sobre el muslo desnudo del muchacho. Inmediatamente,
dos guerreros cogieron por los brazos a Nyasanu, quien los mir, con la
cabeza echada hacia atrs, y los ojos llameantes como los del leopardo en la
noche. Con tono de desprecio grit:
- Soltadme! Yo no soy Gbochi, sino hijo verdadero de mi padre, y
hombre de veras! No necesito que me aguantis!
Gbenu sonri, y sus blancos dientes, limados de manera que parecan
brillantes puntos, destellaron en la noche. Orden:
- Soltadle!
El adagbwoto cogi el cuchillo y adelant la mano izquierda para
coger el prepucio de Nyasanu, quien secamente, con dureza, dijo:
- Espera! Te exhorto a que limpies la hoja, oh Alihonu! No quiero
que la sangre de ese ser se mezcle con la ma!
Gbenu gru:
- Limpia la hoja, hombre del cuchillo!
El cortador de pieles limpi la hoja, se arrodill, fija la vista en los ojos
de Nyasanu, y le dijo:
- Te doler. El cuchillo lleva fuego. No es una vergenza que te
sostengan. Y si te mueves, puedo producirte una herida grave.
76 Negros son los dioses de mi frica

Entonces, Nyasanu grit:


- Agbale! Treme un cuenco con agua!
Agbaie ech a correr, y regres con un cuenco con agua. Se arrodill,
y temblorosas sus manos menudas, lo ofreci a Nyasanu, quien, imitando
burlonamente y con gran perfeccin el tono que emplea el marido, tras
largos aos de matrimonio, al dirigirse a la esposa que le ha defraudado,
dijo:
- No est lleno. {Llnalo hasta los bordes, insignificante negra!
Intrigada, as lo hizo Agbaie. Nyasanu cogi el cuenco de las manos
temblorosas de la muchacha, y, con gran cuidado, se lo puso encima de la
cabeza. Con voz tranquila, dijo:
- Ahora, corta, hombre del cuchillo. Y si una sola gota salta del cuenco,
te conceder el derecho a llamarme cobarde.
Gbenu, en aquel momento, se volvi, alarg la gran mano, y la dej
caer con tal fuerza sobre el hombro de Nwesa, el padre de Agbaie, que el
cuerpo de ste se estremeci. En un rugido, Gbenu dijo:
- Mira, Nwesa! Mira qu marido doy a tu hija! El hombre del cuchillo
tir de la piel con fuerza, aunque suavemente. Destell el cuchillo. Salt la
sangre. Pero Nyasanu se mantuvo sentado, inmvil, como una estatua de
pulido bano, alta la cabeza, y en el agua del cuenco sobre sta sostenido no
hubo ni un estremecimiento.
Todos los espectadores aplaudieron y lanzaron vtores. Todos menos
Agbaie, que sollozaba ruidosamente. Entre el llanto, Agbaie dijo:
- Sangra! Cmo sangra! Detened la sangre! Oh, Lisa! Oh, Mawu!
Agbaie inclin la cabeza, su negro rostro tom tintes grises,
mientras de l hua la vida, el pensamiento. El cuerpo de Agbaie se
venci hacia delante, y hubiera cado al suelo si Adje y Gudjo no la
hubiesen cogido, si no hubiesen cogido a la muchacha, que haba
perdido mucha ms sangre, sangre de cien cortes, por Nyasanu de la
que ste haba perdido por ella.
El adagbwoto, dej el cuchillo, abri la bolsa de los medicamentos,
y extrajo de ella un puado de tela de araa, de la que se haba provisto
aquella maana, en previsin de que alguno de los muchachos sangrara de
aquel modo. Rpidamente consigui cortar la hemorragia. Cogi un trapo
para limpiar la hoja. Pero Kpadunu, que era el siguiente, dijo:
- No limpies la hoja! Soy el primer amigo y hermano de Nyasanu!
Que su sangre se mezcle con la ma ser para mi motivo de orgullo!
Frank Yerby 77

Se dirigi a los guerreros que le sostenan, y les dijo: -Soltadme!


No quiero ser menos que l Pero los restantes muchachos accedieron
a que los sostuvieran. Casi todos gritaron. Dos se desvanecieron. Pero
nadie les afe esas debilidades. A partir de aquel momento, todos eran
hermanos en el mismo cuchillo, y se defenderan los unos a los otros
hasta la muerte. Pero todos saban quin era el jefe: Nyasanu, hombre
entre los hombres, y futuro jefe de Alladah. S, por cuanto en el instante
en que la gente vio que Gbenu llamaba a su lado a su mejor amigo,
hombre llamado Zumadunu, aunque se le conoca generalmente por
su nombre habitual, Kausu, y le hablaba confidencialmente, todos
supieron lo que el jefe le ordenaba:
- Nyasanu ser mi sucesor. Cuando me haya reunido con los
antepasados, haz lo preciso para que Nyasanu ocupe mi lugar, oh Xauntao
Daxo.
Pero Agbale miraba a Nyasanu de una manera extraa y preocupada.
A Nyasanu le inquiet la expresin de Agbale. Haba en ella ms pena que
alegra.
Los doce muchachos vivieron un mes de terrible dolor, durante el
cual pasaron la mayor parte del tiempo con sus rganos viriles enterrados
en un montn de arena caliente, nica manera de que pudieran tolerar el
insoportable escozor.
Gbochi, desde luego, y otro muchacho no tuvieron la suficiente
fuerza de voluntad para no tocarse con las manos. Se rascaron las irritadas
heridas, y as las infectaron. A consecuencia de ello, Gbochi pas tres meses
en cama, con el pene hinchado como un salchichn, y goteando pus. El otro
muchacho tuvo peor suerte, en su dolor, comenz a gritar, y grit hasta el
momento de su muerte.
Pero, por fin, los once hermanos en el mismo cuchillo fueron
examinados por el cortador de pieles, y ste dictamin que haban sanado.
Entonces, en el poblado comenz un intenso visiteo secreto entre las
mujeres. Agbale, que saba la finalidad de esas visitas, adelgazaba a ojos
vistas, de da en da, por la sencilla razn de que, prcticamente, haba
dejado de comer. Adje, su madre, le chillaba:
- Muchacha insensata! Cmo es posible que sientas celos de una
tasino? No sabes que as debe hacerse? Si Gudjo no puede convencer a
una mujer vieja, a una viuda o separada, para que yazga con Nyasanu, a
fin de quitarle el ardor del cuchillo, recompensndola despus con muchos
regalos por haber arriesgado su vida, entonces, oh idiota hija ma, que
pareces un saco de huesos y estn tan fea que me maravilla que Nyasanu
78 Negros son los dioses de mi frica

no te deje plantada, el riesgo recaer en ti. Aceptaras morir a cambio del


privilegio de dar paz a Nyasanu?
Agbale repuso:
- S.
Su madre chill:
- Ests loca, loca, loca!
Y, acto seguido, la abofete con fuerza. Entonces, Agbale, baja la
cabeza y sollozando, sali corriendo de casa de su madre.
Lo que Agbale hizo a continuacin fue un acto que demostraba su amor
y su astucia, aunque no su inteligencia. Comenz a seguir disimuladamente
a Gudjo a todos los lugares a que sta iba. Agbale no tard en averiguar
quin era la tasino que haba accedido a hacer perder a Nyasanu su pura y
joven virginidad viril.
Tan pronto como Agbale estuvo segura de lo que haba averiguado,
fue a ver a la mujer, y llorosa le dijo:
- No lo hagas] Doblar los obsequios que su madre te ha dado! Djalo
en paz! Es mo! Oyes? Mo! Oh Mawu-Lisa! No puedo soportar
Sentada, la vieja contemplaba con gran compasin a la enloquecida,
tierna y tozuda Agbale. La vieja alarg los brazos hacia Agbale en un
ademn tan maternal que Agbale comprendi al instante que aquella mujer
no poda ser una enemiga, y se acerc a ella.
La tasino sigui sentada, abrazando a la llorosa muchacha, y
habindole con dulzura.
- Me sustituiras, verdad? Escucha, hija ma, con gusto te lo permitira
si no fuera por ciertas cosas que
- Qu cosas, No?
Deliberadamente, Agbale haba dado a la tasino el tratamiento de No,
palabra que en fau significa madre, para mostrarle as su respeto. La tasino
repuso:
- En primer lugar porque es peligroso. Muy a menudo, la mujer que
enfra el ardor del cuchillo, muere
- No me importa! Por l, yo
- S, por l moriras. Estoy segura de que eres capaz, hija ma. Y le
dejaras llorando tu muerte, la muerte de la mujer por l amada. No crees
que ms vale seguir la vieja costumbre, seleccionar a una mujer, a una tasino
como yo, cuya sangre lunar ha dejado ya de fluir, cuya vida ha terminado?
Frank Yerby 79

A una mujer que no tiene marido ni hijos, de la que se puede prescindir


fcilmente y que no deja a nadie para llorar su muerte?
- Yo, yo llorara tu muerte, Nochi!
- Gracias, hija. S que lloraras si muriera. Pero la muerte no es el
principal peligro, pese a que ocurre ms a menudo de lo que quiero creer
ahora. El principal peligro estriba en que la mujer que enfra el ardor del
cuchillo, siempre, en todo caso, queda estril. S, siempre. Y sa es la razn
por la que se recurre a una mujer de mi edad. Hemos vivido ya los aos de
concebir hijos, y ese peligro nada significa para nosotros, En cambio, t,
hija, renunciaras a la gloria y a la alegra de dar hijos a tu marido? Hijos
altos e hijas grciles que sean la bendicin de su ancianidad?
- No! (Nunca! Quiero darle veinte hijos! La tasino dijo:
- Entonces, pequea Agbale, yo te ayudar. Mrame y presta atencin
a mis palabras. Lo que debo hacer ningn goce me producir. Es un hombre
joven, alto y fuerte, que quiz me haga dao, mucho dao. Para m, han
pasado ya los deseos de la carne, los dulces tormentos del amor. Ahora me
limito a cumplir con mi deber. Y mientras lo cumpla
Se detuvo y solt una sabia y suave risita. Prosigui: -Y este
cumplimiento dura muy poco, es de una brevedad increble, con los hombres
jvenes y de sangre ardiente, pues mientras lo cumpla slo pensar en ti,
hija, y rogar a Mawu, la diosa del cielo a cuyo culto perteneces, para que te
d larga vida y muchos hijos.
Agbale se qued inmvil, reclinada, mirando a la tasino. En otros
tiempos aquella mujer haba sido linda, quiz hermosa, y, en cierta manera,
an lo era. Agbale musit:
- Nochi, madre, me gustara darte un beso, y pedirte que me des tu
bendicin. La tasino dijo: -Ya la tienes.
Despus, si los terribles juramentos prestados no se lo hubieran
impedido, la tasino hubiera contado a Agbale, con mucho gusto, lo
que ocurri aquella noche. Por lo menos le hubiera contado la primera
parte de lo ocurrido, ya que ello habra tranquilizado el celoso y rebelde
corazn de la muchacha. S, porque Nyasanu la rechaz tajantemente,
diciendo: -No deseo a mujer alguna que no sea la que amo. La tasino
tuvo que emplear unos argumentos muy parecidos a los esgrimidos
para tranquilizar a Agbale, a fin de convencer a Nyasanu. Y de entre
todos ellos, el principal fue el del temor de Nyasanu a dejar yerma a su
esposa.
Pero despus, ante el pasmo de la tasino, todas sus previsiones
80 Negros son los dioses de mi frica

resultaron falsas, pues Nyasanu se port con gran consideracin


hacia ella, casi con ternura. Y como Nyasanu no senta deseo alguno
hacia aquella limpia, perfumada y un tanto regordeta presencia en la
oscuridad, una presencia sin rasgos caractersticos y de personalidad
ignorada, presencia que, en realidad, era tan slo una maternal voz
amable, un tanto disociada del cuerpo agradable del que tena tctil
conciencia, actu sin prisa.
La tasino no poda revelar a Agbale lo que haba pasado entre los dos,
y qued obsesa por la conciencia de haber pecado, ya que la tasino haba
alcanzado varias veces, y no una, las cumbres del placer carnal, y, al fin, no
pudo impedir los gritos, igual que una muchacha enamorada, una novia.
No, era algo que jams podra decir a Agbale. Y Nyasanu tampoco
poda decrselo.
Los otros miembros del grupo, los otros hermanos en el mismo
cuchillo se comportaron, como es propio de la humana naturaleza, de
acuerdo con su individual temperamento. Uno de ellos, Kpadunu, caus
a la tasino todava ms placer que aquel que Nyasanu haba obligado a
la suya a experimentar, debido a que Kpadunu haba tenido la astucia de
procurarse una espumosa bebida y varios gbo, gracias a los buenos oficios
de su to, el hechicero, al fin antes dicho. Entre los otros muchachos, los
hubo a quienes el deseo carnal condujo a improcedentes prisas; uno o dos,
a quienes los nervios dejaron temporalmente impotentes, tuvieron que
ser acariciados y mimados hasta que alcanzaron un aceptable grado de
virilidad activa.
Slo uno fracas totalmente: Gbochi. Cuando, en un desesperado
intento de despertar en l una sombra de virilidad, la tasino le bes en la
boca, Gbochi volvi la cabeza y vomit.
As ocurri. Aquellos muchachos se haban convertido en hombres,
ya podan contraer matrimonio. Dos de ellos no tardaron en hacerlo.
Fueron Kpadunu, el aprendiz de brujo, y Nyasanu, hijo de Gbenu, el
toxausu o jefe de Alladah. Y las dos bodas se recordaron durante muchos
aos en las tierras del Vientre de Da, debido, no a que los contrayentes
fueran destacados ciudadanos, que lo eran, desde luego, ya que fueron
recordados durante mucho ms tiempo que los matrimonios celebrados
entre gentes de todava ms alto rango, de ms distincin, matrimonios
que ya estaban olvidados cuando la gente todava hablaba de aquellos
dos.
Y ello fue as por cuanto ambas bodas estuvieron rodeadas,
penetradas, empapadas de magia y esplendor negro, hasta el punto que
Frank Yerby 81

solamente podan haberse celebrado en el vasto y ensimismado continente


en que lo natural y lo sobrenatural coinciden y se mezclan, de manera que
no cabe trazar un lmite entre lo uno y lo otro.
Se dijo que Ku, la Muerte, danz en la boda de Nyasanu con Agble.
Y, en cuanto haca referencia a Dangbevi, la esposa de Kpadunu,
incluso se dudaba de que perteneciera a la raza humana.

82 Negros son los dioses de mi frica

SIETE
Y estando ya muy cerca el da de la boda de Agbale, Nyasanu descubri
que, hijo de jefe o no, por hombre entre los hombres y cachorro de len
de Gbenu que fuera, no por ello era menos susceptible que cualquier otro
futuro marido a ataques de nerviosismo prenupcial, sbitos e imprevisibles,
pero no por ello menos devastadores.
Primeramente tuvo una discusin con su padre, que poco falt
degenerara en pelea abierta. Gbenu le dijo:
- Hijo mo, slo falta una semana para el da de tu boda. Ha llegado el
momento de llamar al bokono. Todo est dispuesto. Aqu tienes tu saco de
dokpo, tu azada y tus botellas de bebida fuerte. Tu madre ya ha apartado
los diecisis pollos para el sacrificio menor. Y yo he dicho a mi pastor que
te d los seis mejores chivos que tenga en el rebao. Mi adivino Zezu te
esperar en su fazume la noche que t digas
En su fazume, pens Nyasanu, en su bosque fa, dispuesto a establecer
mi fa completo, ese destino total que no deseo saber, no, porque si el adivino
del rey est en lo cierto.,. Gbenu interrumpi sus pensamientos: -Qu
dices?
- Padre, no quiero que mi fa sea establecido. Mejor dicho, no quiero
que se establezca todava Luego, cuando me haya casado, habr tiempo
de sobra
- Despus de tu boda ser demasiado tarde! S lo que vas a decir.
Dirs que muchos hombres no establecen sus fas hasta despus de casarse.
Pero esos hombres, Vi, han tenido vidas tranquilas y sin complicaciones
hasta el da de su matrimonio, puedes t decir lo mismo? ltimamente
han ocurrido muchas cosas, demasiadas. Ese feo asunto del asesinato del
rbol custodio de tu destino, llevado a cabo por Gbochi; el hecho de que
sangraras en exceso en tu circuncisin, algunos sueos que he tenido con
referencia a ti, lo que dijo el bokono del rey
- S, dijo que mi vida terminara, aqu, en la tierra del Vientre de Da y
que volvera a comenzar en tierras lejanas. Dime, padre, cuando el adivino
dijo eso, concret si Agbale ira conmigo?
Frank Yerby 83

Gbenu, ceudo, repuso:


- No. El adivino del rey no mencion a tu negrita hechicera. Pero por
qu iba a mencionarla? La mujer comparte el fa de su padre mientras es
soltera, y despus comparte el fa de su marido, por lo que
En voz baja, Nyasanu dijo:
- Padre, y si mi fa es malo?
Severamente, Gbenu concluy:
- En ese caso no tienes derecho alguno a obligar a Agbale a participar
en l. Nwesa es amigo mo. Jams podra volverle a mirar a la cara si
permitiese que su hija viviera das de desdicha, debido a no haberme
tomado la molestia de averiguar el destino de mi hijo, o mejor dicho, de
que ste no se preocupara de averiguarlo.
- De manera que, si el bokono Zezu dice que mi destino es nefasto,
no me permitirs casarme con Agbale?
Gbenu dud:
- Bueno, no llegara a tanto, pero creo que informara a Nwesa de
estos hechos, Nya.
- Con lo que permitiras que Nwesa prohibiera la boda, en vez de
ser t quien la prohibiera, y t conservaras mi amor, Da. No, no debes
preocuparte. Mi amor lo tendrs siempre, hagas lo que hagas. Pero Tauchi,
padre mo, escucha mis palabras, presta atencin a lo que voy a decirte. Si no
pudiera casarme con Agbale, crees que me importara que el matrimonio
lo hubiera prohibido ste a aqul? Para m carecera de importancia,
incluso en el caso de que fuera el propio rey Gezu, por lo que, despus de la
prohibicin, ya estara bailando fuera del conjunto de casas, con la cabeza
en el suelo y los pies en lo alto.
Al ver, no sin malvola satisfaccin, que, ante la dureza de sus
palabras, el ancho y negro rostro de Gbenu se tornaba grisceo, Nyasanu
dio media vuelta sobre s mismo, y sali corriendo de la casa.
Gbenu se qued all, sentado, esforzndose en mantener sus tres
almas bajo su dominio, hasta el momento en que recuperara el resuello, ya
que en Dahomey se cree que el espritu de un hombre baila de esta manera
en ocasin de su entierro. Incluso los espritus de los suicidas bailan as,
incluso los invisibles fantasmas de los hombres que han muerto a propia
mano.
El jefe se levant y sali a la puerta de su bungalow. Habl a gritos,
y, con el consiguiente desagrado, advirti el temblor que estremeca su voz:
- Nyasanu, espera! Nya!
Pero la nica contestacin a su llamada fue el sonido de los pies de
84 Negros son los dioses de mi frica

Nyasanu, al golpear sus plantas la dura tierra, en una ciega carrera a lo


largo del camino, bajo la sombra de los locos.
Desde el conjunto de casas de su padre, Nyasanu fue al de Mauchau,
en donde vivan Kpadunu y su madre, bajo la proteccin del hechicero,
debido a que Mbutu, el hombre que era, por lo menos, padre putativo
del muchacho, y hermano de Mauchau, haba cruzado el ro para reunirse
con los antepasados, haca ya mucho tiempo. Pero Kpadunu no estaba all.
Kolo, su madre, dijo:
- Se ha ido al bosque, con el Azaundato para recoger recoger cosas.
Nyasanu pens: Cosas para hacer gbos, encantamientos en mi
beneficio, probablemente, encantamientos para proteger a Agbale y a m
contra Contra qu? Contra ese futuro dividido que me aguarda? Contra
eso que no s qu es, pero que tiene a mi negrita enferma de temor? Pero
se call estos pensamientos, y dijo:
- Gracias, madre de mi primer amigo.
Se despidi de Kolo con una respetuosa reverencia, y sali. Nyasanu
se qued largo rato parado, fuera del conjunto de casas del azaundato.
Tena la sensacin de que dentro de la barriga llevara una legin de
nocturnas hormigas guerreras. Una plaga de langosta le suba y bajaba
por la garganta. El aire que respiraba saba a verde, como el limo de los
pantanos. Y la cabeza le lata a golpes. Pens: Ir a ver a Amosu, y despus
a casa de Tuagbadji.
Amosu era su segundo amigo. En Dahomey, pas en el que todo est
sometido a los ritos, un hombre debe elegir entre todos sus amigos a tres de
primera importancia. El primero de estos tres amigos era el xauntau daxo, o
primer amigo principal, compaero y protector, muy amado, casi hermano,
depositario de todos los secretos, y custodio -en su mente, cuidadosamente
grabados en la memoria, ya que el ffon o fau no es una lengua escrita- del
testamento y ltima voluntad del amigo.
El segundo amigo era el xauli-si-me, o el que est junto a la pared,
lo que significa que cierta distancia le separa de aquel que le ha elegido
como amigo. Las normas disponen que a este segundo amigo slo se le diga
la mitad de los nombres secretos de quien le ha elegido. Para ocupar este
lugar, en modo alguno deshonroso, Nyasanu haba elegido a Amosu, hijo
de Wusa, el artesano del bronce.
El tercer amigo reciba el nombre de xauntau gbo ka ta, el amigo que
se queda en el umbral, lo cual significaba que su intimidad era todava
inferior a la del segundo amigo, puesto que el tercero tena que quedarse en
el umbral y escuchar lo que buenamente pudiera, ya que nada se le deca
directamente. El tercer amigo de Nyasanu era Tuagbadji, hijo de Gbosu,
jefe del gremio de sastres.
Frank Yerby 85

Nyasanu emprendi el camino hacia la casa de su segundo amigo,


pero apenas hubo dado dos pasos, se detuvo, y en su rostro joven y hermoso
se dibuj un gesto ceudo. Pens: Imaginarn que los visito impulsado por
el deseo de ver los regalos de boda en que estn trabajando, y no es as; voy
porque necesito hablar con alguien. Y Xivioso sabr dnde se encuentra
Kpad
Se qued parado. Por fin tom una decisin. Que piensen lo que
les d la gana. En qu puede perjudicarme que los visite? Si me quedo
solo, pensando en el futuro y preocupndome, Legba me devorar los
sesos. Siempre que pienso que si mi fa es nefasto, y lo uno al de Nyaunu
wi, la arrastrar a todas las desdichas que me esperan, poco me falta para
sentirme enfermo. Zezu dijo que los males me llegaran por el camino del
rey; despus, Gbochi mat el rbol custodio de mi destino; luego, el bokono
del rey dijo que partira muy lejos; Agbale no hace ms que llorar, y
Nyasanu ech a correr hacia el conjunto de casas de Wu-sas, hacia la
casa de Amosu.
Amosu tampoco estaba. Se encontraba en la fragua de su padre,
entregado al trabajo. En un extremo de la fragua, protegidas del calor de los
hornos por medio de unas pantallas de tejido, haba varias figuras de cera,
cubiertas con paos hmedos para evitar que ni siquiera el calor del sol las
afectara. En aquel momento, Amosu estaba colocando grandes puados de
arcilla hmeda y pegajosa sobre una gran figura de cera que representaba a
un hombre, y prosigui su tarea hasta cubrir totalmente con arcilla la figura,
transformndola en algo parecido a las casas de barro que construyen los
nios.
Mir a Nyasanu y esboz una sonrisa. Dijo:
- No has podido contener la impaciencia, verdad, Nya? Pues has
tenido mala suerte. No estn terminadas todava. De todos modos, ya que
has venido, podrs ayudarme en mi trabajo. Incluso un torpe forjador de
hierro sabe verter el bronce.
Las mordaces bromas de su amigo hicieron esbozar una sonrisa a
Nyasanu. Fue una dbil sonrisa, pero, en aquellos momentos, no llegaba
a ms. Todos gastaban bromas a los jvenes que se disponan a tomar
primera esposa. Nyasanu haba previsto que as sera, y lo aceptaba. Por
ello, si Amosu mostraba menos respeto del que deba a un muchacho como
Nyasanu, perteneciente a una destacada familia, ste no poda sentirse
ofendido. Y, realmente, no le molestaban aquellas chanzas. Adems, los
artesanos del bronce y los del hierro siempre se dirigan pullas, motivadas
por una rivalidad profesional que, si bien era enconada, jams rebasaba los
lmites de los trminos amistosos, ya que, en fin de cuentas, los trabajadores
metalrgicos eran miembros de clanes relacionados entre s. Nyasanu dijo:
86 Negros son los dioses de mi frica

- Bueno, te ayudar, pero no temes que rompa algo?


Alegremente, Amosu repuso:
- No. Eres torpe, pero no tanto, Nya. En realidad, creo que en el plazo
de diez aos podra convertirte en un mediano artesano del bronce.
Amosu se volvi y puso varios montones de informe arcilla cerca de
la fragua, a fin de que la cera que formaba las figuras se derritiera y saliera
por el orificio en la parte superior del montn de arcilla cuando Amosu los
pusiera cabeza abajo con las largas tenazas. Cuando la cera hubiera salido,
la arcilla endurecida por el fuego quedara hueca, formando un molde que
reproducira todas las curvas, planos y ngulos de las ya desaparecidas
figuras de cera.
Amosu dijo:
- Ahora!
Y Nyasanu hundi un cucharn de largo mango en el bronce fundido.
Cuidadosamente, verti el bronce fundido en el orificio de la parte superior
de cada montn de arcilla, hasta que el bronce comenz a rebosar. Entonces,
Amosu dijo:
- Ven conmigo, Nya. Quiero ensearte una cosa.
En pos de su segundo amigo, Nyasanu sali al patio. All, a la sombra
de un baobab, Amosu haba colocado varios moldes de arcilla para que se
enfriaran. El joven artesano del bronce se inclin, y los toc con el dedo.
Cuando se irgui, en su rostro haba una sonrisa. Dijo:
- Ya se han enfriado. Nya, coge se y mtelo en el taller.
El taller se encontraba algo alejado de la fragua, debido a que en sta
el calor era casi insoportable. El taller era el lugar en que los artesanos del
bronce terminaban sus figuras. All limaban las superficies speras, y pulan
y repulan las figuras hasta que brillaban como el oro. Por fin, con martillo y
agudos punzones de hierro trazaban dibujos sobre las figuras.
Y una vez ms, mientras se encontraba en el pequeo taller de Amosu,
Nyasanu sinti una oleada de envidia. Las figuras que hacan los artesanos
del bronce eran muy hermosas. Estaban dotadas de una vida pasmosa,
pese a que cierto convencionalismo artstico induca a esos artesanos a dar
a sus figuras una esbeltez y proporcional altura superiores a las que en
realidad tenan los seres humanos y los animales que representaban. Pero
parecan estar dotadas de vida: tal era el realismo y la gracia de sus formas.
Haba un grupo de bailarines dando culto a Mawu-Lisa, al comps de la
msica de los tambores, y los msicos sostenan los bolillos en distintas
posiciones que formaban una progresin de modo que causaban la ilusin
de que realmente se movieran. All, un elefante un tanto flaco alzaba con
la trompa a un infortunado cazador, dispuesto a darle muerte lanzndolo
Frank Yerby 87

contra el suelo, mientras otros cazadores apuntaban al animal con rifles de


tamao superior al normal, y con lanzas. Acull un len despedazaba a un
antlope, un leopardo agazapado se dispona a abalanzarse sobre un mono;
en otro lugar, una mujer con un nio colgado a la espalda machacaba grano
en un mortero. Haba un sinfn de figuras, todas inmensamente hermosas.
De repente, Nyasanu se pregunt a qu se deba que las figuras de los
artesanos de la madera fueran chaparrudas y gruesas -an cuando, dentro
de su estilo, tenan una especial fuerza que transformaba su fealdad en
belleza-, en tanto que las figuras de bronce eran tan esbeltas y hermosas. Lo
pregunt a Amosu, quien contest:
- Prescindiendo del hecho de que Legba ha devorado los sesos a todos
los artesanos de la madera, y de que estn ms locos que un chacal mordido
por una vbora, la verdad es que esa diferencia a que te refieres se debe a la
materia con que trabajamos. Con la cera puedes hacer lo que te d la gana,
Nya. Todo puede hacerse con la cera! Fjate en la cola de este leopardo. Si
t viejo y puntilloso to abuelo Hwegbe intentara tallar la madera dndole
una forma tan delgada como la cola de este leopardo, sabes qu ocurrira?
Pues que, con la misma seguridad con que Xivioso manda el trueno, la cola
se quebrara. Pero la cera nos permite plasmar formas tan delicadas como
sta debido a que la cera es slo materia provisional, ya que luego vertemos
el bronce
Nyasanu le interrumpi:
- O la plata.
- Efectivamente, o la plata, que tambin es muy resistente. Y esto me
recuerda algo. Deja en el banco ese molde que tienes en las manos. Eso,
as. Ahora, rompe el molde con un martillazo. Con que des un golpe ligero
bastar. Recuerda que no es hierro, mi querido adorador de Gu.
Nyasanu, despus de dejar en el banco el informe montn de barro,
cogi el martillo y le propin un golpe dbil, dubitativo. Amosu se ech a
rer.
- Ms fuerte. Incluso la arcilla tiene cierta dureza.
Nyasanu propin un golpe seco. La arcilla se casc y apareci una
figura de mujer. Haba sido fundida en plata, y estaba desnuda, salvo por
una pieza de tela puesta a modo de taparrabo. Y aquella figura era lo ms
hermoso que Nyasanu haba visto en su vida, con una sola excepcin
La de la muchacha cuyo retrato era.
Nyasanu musit:
- Pero pero si es Agbale!
Adusto, Amosu dijo:
88 Negros son los dioses de mi frica

- Efectivamente. Estoy haciendo un grupo nupcial, Nya. La gran


figura que estaba cubriendo con arcilla, cuando t has llegado, eres t, mi
viejo amigo. Y, ahora, vete, que he de seguir trabajando.
Nyasanu se qued all, en silencio, con un agudo dolor mordindole
el estmago, mientras contemplaba cmo Amosu coga el punzn con que
efectuara las incisiones que representaran el rizado cabello de Agbale.
Otras incisiones representaran los tatuajes embellecedores, y otras sus joyas
y cuentas. Pero la razn por la que Nyasanu se haba quedado paralizado
era otra, una razn inquietante. Haba comprendido que una obra maestra
como aqulla slo poda ser fruto del amor. Nyasanu pens: Puede esto
formar parte de mi dividido destino, de las desdichas que me asaltarn?
No! El bokono me dijo que sera un mal extranjero, un mal venido de otras
tierras. Oh Mawu, dios de Agbale, aydame! Yo
Amosu dijo:
- Anda, vete, Nya. Me pones nervioso. Si te quedas aqu, corro el
riesgo de estropear la figura.
Sin decir palabra, Nyasanu se fue.
Encontr a Tuagbadji ocupado en coser una funda de almohada con
apliques que formaba parte del conjunto que su amigo confeccionaba para
la estera nupcial de Nyasanu. En el pueblo de Dahomey, el arte de la aguja
es exclusivamente masculino; las mujeres no cosen.
Nyasanu contempl el dibujo hecho por el medio de recortar, con
tijeras, libremente, diversas figuras en tela de diferentes colores, que
representaban seres humanos, animales, flores, rboles, instrumentos de
trabajo, armas, y coser esos retales en la tela principal, que formaba el fondo
sobre el que destacaban los recortes. Pero Nyasanu no pudo comprender el
significado de aquellos dibujos. Como todos los dibujos hechos mediante
apliques, que los habitantes de Dahomey consideran un arte equivalente
a lo que la pintura es para otros pueblos, aquel dibujo era alegrico. Y se
hallaba en un estado de desarrollo an no suficiente para que Nyasanu
descubriera su significado. Ms adelante podra interpretarlo, de la misma
manera que poda leer los mensajes grficos que otros artistas grababan en
los cuencos de calabaza que los jvenes de Dahomey utilizaban a modo
de cartas de amor. Sin embargo, el verbo leer no era el adecuado, ya
que cuadraba mejor el verbo interpretar. Se trataba de otro idioma, sin
relacin alguna
con el fau hablado. Se trataba de un idioma de signos, smbolos,
alusiones, de misteriosa belleza.
Tuagbadji no intent explicar el dibujo a Nyasanu. En realidad quera
hablarle de otro asunto, diferente y ms molesto. Tuagbadji dijo:
Frank Yerby 89

- Debieras hacer algo, Nya, para evitar que tu taugbochi- novi,


Hwegbe, siga as. Desde luego, todos los artesanos de la madera estn
locos, pero se rebasa todos los lmites
Nyasanu pregunt:
- Y por qu estn locos?
Su tercer amigo repuso:
- No lo s. Ellos dicen que se debe a su temperamento artstico. Pero
t eres un artista del hierro, y forjas los ms bellos aze de todo Dahomey
- No tanto
- S, s, sin duda alguna. Nadie hace irnos altares de hierro, para los
antepasados, tan hermosos y bellos como los tuyos, amigo mo. S, a pesar
de que Amosu parece tener las puntas de los dedos especialmente dotadas
por los vudun. E incluso yo, en mi humildad
- Confeccionas obras gloriosas, por las que, cuando estn terminadas,
mi esposa bendecir tu nombre ante Mawu
Con solemnidad, Tuagbadji dijo:
- Muchas gracias. Pero lo que quera decirte es que los tres somos
artistas, cada cual a su manera, pero no exigimos que el mundo tolere que
nos comportemos de un modo indignante, tal como exigen los artistas de
la madera. Acaso desaparecemos durante semanas enteras en el bosque,
en busca de una especial clase de madera, y dejando que nuestras esposas
e hijos se mueran de hambre, mientras nosotros estamos ausentes? Acaso
tallamos una figura -hermosa, lo reconozco-, y despus nos enamoramos
de ella de tal manera que nos negamos a entregarla a quien nos la encarg,
incluso en el caso de que nuestros hijos se nos agarren a las rodillas y giman
de hambre? Acaso tenemos tan mala fama que cuando un hombre talla
una figurita, para pasar el rato, o para que su hijo juegue con ella, tiene que
hacerlo a escondidas, no sea que la gente imagine que se est convirtiendo
en un granuja sin asiento fijo, cual los artistas de la madera?
No, pero lo cierto es que todos queremos a esos artistas.
Es raro, verdad?
Severo, Tuagbadji dijo:
- No. Casi todos los granujas son simpticos. La granujera y la simpata
van juntas. Y sa es la razn por la cual los granujas son tan peligrosos. Por
ejemplo, fijmonos en tu to abuelo. La gente se amontona alrededor de l
para orle contar los ms indignantes embustes.
- Y verdades todava ms indignantes
- S, es cierto. Pero acaso por el mero hecho de que algo sea verdad
es preciso difundirlo? No tenemos los individuos derecho a la intimidad?
90 Negros son los dioses de mi frica

Nyasanu convino:
- S, desde luego, es cierto. Sigue, Badji
- La gente se amontona alrededor de tu to abuelo para rerse de las
barbaridades que dice de los dems. Pero cuando dice barbaridades de ellos,
de los que le escuchan, se indignan. Creo que la nica razn que explica
que todava no le hayan atizado una buena paliza, o le hayan rebanado su
malvada garganta, arrojando despus el cadver entre la maleza, estriba en
que es to de tu padre
- S? Sigue
- S, y, entonces, va demasiado lejos. Lo que ahora anda diciendo por
todo el pueblo sobre tu padre y tu matrimonio es algo que, si lo oyeras,
no lo creeras, Nya. Lo cual es razn suficiente para que yo no descienda
a su nivel, repitindolas. Adems, no hace falta que las repita. Ve a verle,
Nya. Como pretexto puedes decirle que quieres ver los protectores agbadome que est tallando para tu nuevo hogar, y, al cabo de dos minutos ya
estar dicindote sus sucias mentiras. Si yo estuviera en tu lugar, tomara
las medidas oportunas. Por ejemplo, procurara que tu padre le echara de
Adallah
Nyasanu dijo:
- Mi padre se negara. Le respeta demasiado para eso. Pero algo se me
ocurrir. Gracias, Badji Voy a verle ahora mismo.
Sentado, Nyasanu contemplaba cmo las pequeas figuras de madera
iban tomando forma bajo el escoplo de su to abuelo Hwegbe. La figura
sera un bauchi, una de las que forman la pareja llamada agbadome, pareja
de hembra y varn, que son los lares y penates de los dahomeyanos, los
guardianes del hogar.
Con su voz cascada, Hwegbe dijo:
- Agbadome, para proteger el kwe, el hogar de un soldado y todo
un hombre, esto ser. Pero proteger una goxau, la casa en que juega
un perseguidor de perdices que slo piensa en meter su pequeo cao
dentro de una vendedora de cosas?
Nyasanu sonri. Hwegbe se comportaba como caba esperar de l. Su
sarcasmo haca referencia a la juventud de Nyasanu y Agbale. Un muchacho
se converta en asau nyan tau, perseguidor de perdices, alrededor de los
ocho aos. Y las nias reciban la provisin de jabn, palillos para mascar,
terrones de azcar, sal y pasteles, para que la vendieran en el mercado, a la
misma edad, por cuanto comprar y vender era actividad propia de mujeres,
convirtindose por tanto en nu jala tau, vendedora de cosas.
Nyasanu dijo:
- No te parece que exageras un poco, taugbochinovi? Digamos que
Frank Yerby 91

se trata de un kpo ijdo alautoe que desea compartir su estera de dormir con
una adjanle vu
Hwegbe se ech a rer, y dijo:
- Eres ms listo que ese viejo chivo siempre en celo que es tu padre, mi
querido sobrino! En vez de enfurecerte y resoplar como un sapo, te limitas
a quitar importancia a mi chistecito. Pero no lo tolerar! No, no se trata
de un cazador de lagartijas, que es realmente un chico mayor, lo bastante
mayor para mantener enhiesta su arma, y una mujercita cuya vaina se ha
ensanchado lo suficiente para envainar el arma! No, sino un perseguidor
de perdices y una pequea vendedora de cosas!
Un mocoso y una mocosa! Realmente protegern mis bauchie
semejante casa?
- No lo s. Pero, como no pienso dedicarme al arte de tallar madera,
mi casa no necesitar mucha proteccin.
- Quieres decir con eso que nosotros, los talladores de madera,
descuidamos nuestro hogar? S, es verdad! As debe ser! Nuestro trabajo
es sagrado, sobrino. Nada de lo que vosotros, los metalrgicos, hacis,
salvo los altares aze y las hacha xivioso de los artesanos del bronce, puede
compararse con lo que yo hago. Quin hace las copas ja en que se guardan
las sagradas cuentas de la adivinacin? Quin hace las figuras de Legba,
de Fa, de Danh, de Dangbe, de todos los vudun masculinos y femeninos?
Quin hace los complicados taburetes de los reyes y los jefes?
Nyasanu pens que su to abuelo llevaba razn. Los productos de los
artistas de la madera eran grandemente apreciados. Y los hombres que los
hacan tambin lo seran, aadi amargamente, si se comportaran un poco
mejor.
En aquellos momentos, Hwegbe haba terminado la labor de configurar
la figurita masculina, empleando el escoplo, y la parte redondeada de su
adze a modo de martillo. Dej el escoplo y comenz a trabajar con el adze,
sirvindose del pequeo instrumento en forma de azada, con delicada
seguridad, para dar forma a los ojos, la nariz, la boca, las speras masas
de pelo, y los rganos genitales masculinos. Por lo general, daba gran
volumen, un volumen desproporcionado, a los rganos masculinos, y haca
las piernas excesivamente cortas y arqueadas.
Una vez ms, Nyasanu pens en el extrao contraste que se daba
entre las esbeltas y delicadas, aunque llenas de vida, figuras de los
artistas del bronce, tales como las que haca su segundo amigo Amosu,
y la brutal y poderosa tosquedad de las figuras de madera tallada. No
caba la menor duda de que los seres humanos no estaban construidos ni
tenan las apariencias de las figuras con que los artistas de la madera los
92 Negros son los dioses de mi frica

representaban. El agbadome que su to abuelo estaba tallando en el bloque


de madera no hubiera podido tener trato carnal con una elefanta ni con
una mujer. No hubiera podido cubrir a una elefanta, debido a que tena las
piernas demasiado cortas, y tampoco a una mujer porque sus partes eran
demasiado grandes.
Pero Nyasanu se guard para s tan injurioso juicio. En voz alta dijo:
- Taugbochinovi Hwegbe, por qu le das esta forma, quiero decir,
as, tan bajo y ancho? Los hombres no son
Hwegbe lanz un gruido y dijo:
- Es su du du tallar figuras esbeltas.
Nyasanu replic:
- Tambin es su du du abandonar la esposa el da siguiente de la
noche de bodas. Por qu observas aquel tab y no observas ste?
Hwegbe sonri y grazn:
- Muy bien! Eres listo, sobrino-nieto! Cuando un insensato pregunta
a una persona con autoridad por qu hace esto o lo otro, el gran jefe, el rey
o el vuduno siempre contestan que est prohibido su du du por los dioses.
Pero como t no eres insensato, y probablemente los dioses no existen
- Taugbochinovi!
Imitando burlonamente el escandalizado tono de Nyasanu, Hwegbe
dijo:
- Sobrino-nieto! Quiz s, quiz seas un insensato, a fin de cuentas.
Dime: cuando cinco o seis corderos en perfecto estado de salud aparecen
muertos en el rebao, y la gente se apresura a dar cauris al sacerdote
del dios del ro, a fin de salvar de la muerte a los restantes corderos, es
realmente el dios del ro o los aclitos del sacerdote quien ha dado muerte
a los corderos?
- Probablemente los aclitos. Mi padre dice que todos los medios
indirectos que Dada Gezu emplea para asustarnos y hacernos pagar tributos
son mentira y
Imperturbable, Hwegbe concluy:
- Y tambin los dioses son mentiras, son invenciones de los reyes, los
sacerdotes y los nobles para mantener subyugado al pueblo. Y por eso voy
a decirte la verdad. Las figuras que tallamos son chaparras debido a que
la madera nos obliga a que lo sean. Si las hacemos demasiado delgadas, a
mitad del trabajo se quiebran. Nya, las razones por las que todo lo hacemos
de un modo u otro no son nobles, ni mucho menos Tomemos, por
ejemplo, tu matrimonio
- To-abuelo Hwegbe!
Frank Yerby 93

- No temas, no iba a echar un discurso acerca del hecho de que, en


realidad, te refieres a ese pequeo tesoro rodeado de vello, entre los muslos
de tu amada, con los labios debidamente engrosados por la tokono, para tu
mayor placer, cuando dices que has conquistado el corazn de Agbale
En un susurro, Nyasanu dijo:
- Taugbochinovi, no me obligues a olvidarme del respeto que te
tengo
La voz cascada de Hwegbe le interrumpi:
- El respeto que no me tienes! Deja de fingir, Nyasanu! Lo que deseaba
decir es que corres un gran riesgo al contraer ese matrimonio tochesi
- Tochesi! Mi matrimonio ser akvenusil
Con una cazurra sonrisa, Hwegbe dijo:
- La ceremonia de dinero y mujer La ms alta y solemne forma entre las
doce. O entre las trece, si contamos el xadudo o unin al margen de la ley. Pero
no olvides que los matrimonios tochesi, mi querido sobrino, son realmente
matrimonios akwenusi, ya que la nica diferencia radica en el origen del
dinero. En fin, parece que t, aprendiz de herrero que an no ha cumplido
los dieciocho aos, tienes tantos cauris que puedes comprar una esposa
Despacio, Nyasanu contest:
- No, no tengo dinero, como muy bien sabes, to abuelo. Pero mi padre
me dejar
- Ah! Y cul es, querido hijo Nya, el significado de la palabra
tochesi?
Nyasanu murmur:
- Esposa recibida de mi padre. Pero
El escultor insisti:
- Pero qu? Acaso mi corpulento y en exceso lujurioso sobrino
Gbenu ha fijado las condiciones en que va a prestarte el dinero?
Nyasanu mir a su to abuelo. En momento alguno haba dicho
su padre que el dinero sera un regalo sin condiciones. Por eso, caba, la
posibilidad de que el matrimonio fuera tochesi. Los matrimonios tochesi
eran totalmente legales y respetables, aunque tenan el inconveniente
consistente en que la esposa tena que convivir con las esposas del padre
hasta que el hijo pagara la deuda que tena para con ste, y el recin casado
slo a escondidas poda visitar a la esposa, lo cual resultaba terriblemente
molesto e incmodo.
Pero, con sbito terror, Nyasanu se dio cuenta de que no era sta
la dificultad a que su to abuelo se refera. Entonces, el viejo y malvolo
granuja tartajeo:
94 Negros son los dioses de mi frica

- No te preocupes, sobrino-nieto i Como te pareces a tu padre mucho


ms que la mayora de los hijos suelen, nadie pondr en tela de juicio la
paternidad de tu primognito.
Nyasanu se qued inmvil, sentado, fija la vista en el suelo, entre sus
pies. Se encontraba mal, mareado. El implcito significado de las palabras
de Hwegbe no slo era indignantemente inmoral, sino cruel. Desde luego
corran historias de hombres que haban tenido relaciones carnales con la
esposa de su hijo bajo su tutela, de la misma manera que tambin corran
historias referentes a hombres considerados impotentes, pero que tenan
gran nmero de hijos gracias a cerrar los ojos ante las andanzas de sus
mujeres. La murmuracin no era el vicio ms inslito entre las gentes de
Dahomey. Pero, por lo general, nadie daba demasiado crdito a los chismes
escandalosos. La ingenuidad no era la nota caracterstica de los pueblos
de habla fau. Por eso, la reaccin del dahomeyano ante quien contaba esas
feas historias, hacia quien las repeta o difunda, era la de preguntarse al
instante los motivos por los que lo haca.
Pero, en el presente caso, Hwegbe careca de motivos. Nunca haba
motivos que explicaran sus maldades. Sencillamente, amaba el mal por
s mismo. En consecuencia, el pobre Nyasanu no tuvo ms remedio que
recordar con tristeza la demostrada historia de las carnales aficiones
de su padre, con sus cuarenta y tres esposas y centenares, literalmente
centenares, de hijos, y ponerla en relacin con la gran belleza de Agbale, de
la que Nyasanu tena dolorosa y atormentada conciencia. En el fondo de su
corazn, Nyasanu gimi: No, no con mi Nyaunu wi! No con mi negrita
ms hermosa que la noche! Luego se le ocurri una idea consoladora.
Levant la cabeza hacia su to abuelo, y dijo:
- Si mi padre hubiera deseado a Agbale, le hubiera bastado con decirlo,
y Nwesa se la hubiera dado por esposa. Qu dices a eso, Taugbochinovi?
- Pues digo que los hombres, por lo general, no desean a las muchachitas
que an andan tirando de la teta de su madre, y eso era Agbale cuando tu
padre la eligi para ti. Pero y en el ltimo ao o en los dos ltimos aos,
Tovichivivu mo? Desde que la muchacha ha desarrollado irnos pechos
que se mueven hacia ese lado cuando sus caderas se mueven hacia el otro?
Y esos bellos tatuajes que atraen la vista a los ms salientes puntos de su
cuerpo?
- Eres un viejo lujurioso, to abuelo!
Nyasanu se levant y aadi:
- Y as los vudun de la tierra te castiguen por tus pecados!
Hwegbe comenz a decir:
- No hay tales vudun, hijo
Frank Yerby 95

Pero Nyasanu no senta el menor deseo de seguir escuchando.


Bastantes problemas tena para sentirse agobiado sin necesidad de aadir
otros, lo cual era precisamente lo que estaba haciendo, al escuchar aquellas
palabras indudablemente blasfemas, que suscitaran que la ira de miradas
de dioses cayera sobre su cabeza. Nyasanu se tap los odos con las manos,
y se fue.
Una vez ms acudi al conjunto de casas de Mauchau, pero esta vez
no entr. Se puso en cuclillas, apoyando sus delgadas nalgas en los talones,
y esper silencioso como una estatua de pulido bano, y quieto tambin
como ante los templos de Legba y Fa, bajo el protector gbo en la entrada,
hasta el momento en que Kpadunu regres.
Kpadunu escuch en silencio el relato que su primer amigo hizo de su
renovada oleada de preocupaciones. Nyasanu gimi:
- Qu debo hacer, Kpad? No, no no puedo contarle esto a mi
padre! Se considerara insultado!
- Y con razn.
- S, pero
- Pero Agbale es muy hermosa, y tu padre es hombre a quien le gustan
las mujeres.
se fue el razonamiento de Kpadunu, lentamente emitido. Y prosigui:
- Y por eso temes que el Viejo Chismoso, el Sembrador de Inmundicia,
est en lo cierto. Que si la belleza de Agbale queda demasiado tiempo bajo
la custodia del jefe, resistir la tentacin ser tarea demasiado dura para
l, mxime si tenemos en cuenta la poca prctica que tiene en resistir esta
clase de tentaciones. Lo comprendo. Pero slo voy a pedirte una cosa, mi
primer amigo, que dejes el asunto en mis manos! Vete a casa y duerme. Te
prometo que solucionar este asunto.
Pero Nyasanu no pudo dormir. Pas toda la noche tumbado en su
estera, atormentado por el deseo y el temor. Desde luego, en realidad no
otorgaba a Kpadunu la confianza que se mereca. El joven aprendiz de
brujo saba solucionar muy bien todos los asuntos, y lo haca en dos esferas,
una de ellas la diplomtica, y otra la mgica.
A primera hora de la maana siguiente, Gbenu recibi la visita no
del to de Kpadunu, el azaundato o hechicero, a quien el primer amigo de
Nyasanu haba consultado el asunto, sino del Zezu, el bokono o adivino, a
quien Mauchau, el to de Kpadunu, a su vez, haba pedido ayuda. El to de
Kpadunu no se atrevi. El padre de Nyasanu hubiera sabido en seguida que
se trataba de un asunto de su hijo, dado que Mauchau era to del primero y
principal amigo de Nyasanu. Y el resultado de las metafricas e indirectas
conversaciones fue el siguiente: el jefe convoc la asamblea de ancianos, y,
96 Negros son los dioses de mi frica

despus de tratar durante dos horas asuntos de pasmosa trivialidad -quin


haba robado un pollo a quin; los lmites de ciertos campos heredados, que
eran motivo de disputa entre dos vecinos; el anuncio de los ritos, sacrificios
y ceremonias para liberar a una de sus esposas de la onerosa obligacin de
ser la esposa del espritu del tauwiyo, el fundador del clan, lo cual se deba
a que Zezu as lo haba declarado; y a confirmar que el ltimo hijo habido
por dicha esposa (tristemente, Gbenu, reflexion: debido a lo poco que se
parece a m) tena la alta calidad de haber sido engendrado por el espritu
del poderoso difunto-, el jefe dijo con medida indiferencia:
- Veamos, veamos Haba otro asunto del que tratar Ah, s! En
lo referente al matrimonio de mi segundo hijo, Nyasanu, he decidido que
sea akwenusu En muestra de la estima en que tengo a este muchacho, le
har una donacin incondicionada, en dinero. De manera que aquellos
de vuestros hijos, o, ms probablemente, nietos, venerables ancianos, que
pertenezcan al dokpwe o al gbo de mi segundo hijo, tienen permiso para
comenzar a construir el nuevo hogar de ste.
De esa manera, con sutileza propia de las gentes de Dahomey,
Gbenu, sin siquiera mencionar el nombre de su to, hizo lo preciso para
que las maliciosas murmuraciones de Hwegbe dejaran de merecer todo
crdito. Pero Kpadunu no qued satisfecho. Saba demasiado bien que el
escultor en madera, al ver que una de sus mentiras quedaba al descubierto,
no tardara en inventar otra mejor que la anterior. Por eso, aquella misma
tarde, Kpadunu convoc a los miembros de su sociedad de mutua ayuda.
Como este gbe estaba nicamente formado por los hijos de los hechiceros y
adivinos, Nyasanu no poda pertenecer a l. Ahora bien, tal era el prestigio
de Mauchau entre los azaundato y los bokono, que Kpadunu, por el solo
hecho de ser su sobrino, haba sido elegido gbega, o presidente, del gbe o
sociedad.
Cuando estuvieron todos reunidos en el un tanto ralo bosquecillo de
locos, baobabs y arbustos, que cumpla la funcin de fazume de Mauchau, o
sea bosque de su destino, al que iba para llevar a cabo sus actos de benfica
o malvola magia, as como a predecir el futuro, Kapadunu se dirigi a sus
socios.
- Hermanos en la sangre, os pido a todos que me ayudis en la tarea
de hacer un favor a un amigo
Los miembros de la sociedad le escucharon impasibles. Las frases
iniciales de su presidente en modo alguno los sorprendieron. Para eso,
precisamente, exista el gbe, para ayudar a un miembro en caso de necesidad.
Pocos dahomeyanos tenan las riquezas suficientes para soportar sin ayuda
la aplastante carga de los gastos que les caan encima con motivo de bodas,
entierros, declaracin de que sus antepasados eran tauvudun, o dioses de
Frank Yerby 97

la familia, el tatuaje de una hija que iba a casarse, y muchas ocasiones ms


en las que el ciudadano tena que hacer un esfuerzo si no quera quedar
abochornado. Por eso, todos los dahomeyanos eran miembros de un gbe,
sociedades que cumplan la funcin de club social y compaa de seguros
en una sola pieza. Cada socio entregaba mensualmente una suma a su gbe,
y cuando surga la necesidad, el gbe contaba con el dinero suficiente para
sufragar unos gastos que un hombre solo era incapaz de pagar: los costos
de los ricos regalos y los espectaculares sacrificios que determinaban que
un hombre ocupara una posicin honrosa en su mundo.
Pero cuando Kpadunu prosigui los miembros de la sociedad
quedaron realmente sorprendidos. S, por cuanto les pidi que formaran
una subsociedad dentro del gbe, y esa segunda sociedad sera secreta,
teniendo una funcin de carcter policial, es decir, la detencin y castigo de
intiles, vagabundos y delincuentes.
Ahora bien, entre todos los presentes slo Kpadunu y un muchacho
llamado Kapo, hijo del bokono Akausu, el adivino del padre de Agbale,
Nwesa, y de todo su clan, haban estado en la regin costera de Dahomey.
Kpadunu haba visitado varias veces Whydah en compaa de su to, y
Kapo haba ido a Porto Novo, con su padre, Akausu.
Por lo tanto, slo Kpadunu y Kapo conocan la existencia de las
sociedades secretas de los territorios de la costa, totalmente desconocidas
y sin parangn en el interior del pas. Por eso, los miembros de la sociedad
irguieron la espalda y escucharon con inters, que poco a poco se convirti
en entusiasmo, a medida que Kpadunu describa a los Zangbwetan, los
cazadores nocturnos de Whidah, que, bajo informes prendas hechas con
redes y juncos, cubierto el rostro con horrorosas mscaras, bailan de noche
ante la casa de su vctima, a quien consiguen convencer, mediante ciertos
trucos, de que los danzantes son fantasmas de difuntos antepasados, y
utilizando solamente estos medios, atemorizan de tal manera a la vctima
que sta enmienda su mala conducta.
Kpadunu dijo:
- Pero yo creo que, en el caso de Hwegbe ser conveniente, adems de
asustarle, atizarle una buena paliza. Es un hombre duro y astuto al mismo
tiempo. Sin embargo, para llevar a cabo nuestros planes, ser necesario
pillarle fuera de su casa, y Aido Hwedo sabe muy bien que no ser fcil
Otro muchacho, llamado Mbula, interrumpi a Kpadunu:
- Yo s cmo! Yo s cmo! En casa tengo un buen pedazo de madera
anya. Se la mostrar al viejo sinvergenza, y le dir que s el lugar en que
se encuentra el rbol cado
Kapo solt una carcajada y dijo:
98 Negros son los dioses de mi frica

- Magnfico! Un artesano de la madera te seguira hasta las moradas


de los vudun de la tierra, con tal de echar mano a una buena porcin de
palo hacha.
Kpadunu dijo:
- Y, ahora, hermanos, tracemos cuidadosamente nuestro plan.
Tal como el muchacho haba previsto, la noche siguiente Hwegbe,
el escultor en madera, sigui con ansia y codicia a Mbula hasta penetrar
en el bosque, mientras soltaba risitas al pensar en la posibilidad de tener a
su disposicin un tronco entero de palo hacha o anya. La razn del ansia y
codicia del viejo era muy sencilla. El anya estaba consagrado a Gu, dios del
hierro, y, por lo tanto, no poda talarse, lo cual significaba que los escultores
en madera teman que contentarse con descubrir un anya derribado por una
tormenta o por cualquier otra causa natural. Y, en frica, al igual que en el
resto del mundo, la escasez aumenta el valor.
Pero cuando Hwegbe se encontr en la espesura del bosque, no tuvo
tiempo de mostrar su creciente impaciencia, ya que de repente su gua y l
se encontraron rodeados por altas y fantasmales figuras. En cuyo momento
Mbula lanz un terrible chillido y huy, adentrndose en el bosque.
A pesar de ser un escptico, Hwegbe intent seguir el ejemplo del
muchacho, pero sus aos eran una pesada carga, por lo que los fantasmas
que le perseguan tardaron poco en cortarle el paso.
Entonces, en el denso y ardiente silencio, los fantasmas comenzaron a
danzar alrededor. En el centro de los danzantes, dos figuras se balanceaban
juntas. Y una de ellas fue hundindose en la tierra, hasta que en el suelo
qued solamente un montoncillo de juncos de apenas dos dedos de altura,
bajo el que en manera alguna poda ocultarse un ser humano, ni siquiera
un nio de corta edad.
Al ver aquello, se desorbitaron los enramados ojos de Hwegbe. Tras
aquellas mscaras y aquellos manojos de juncos no haba seres humanos!
Eran espritus! Y por Xivioso que se trataba de espritus reales!
Si no hubiese estado all tan oscuro, o si el to abuelo de Nyasanu
hubiese examinado ms detenidamente la segunda figura, se hubiera dado
cuenta de que, sin dejar de bailar, se alejaba, y que tena cuatro piernas, lo
que explicaba que la primera vestimenta formada con una red y manojos
de juncos estuviera vaca, sin carne humana dentro. Pero las otras figuras
tenan a Hwegbe tan atemorizado que no pudo darse cuenta de lo anterior,
ni tampoco de que Mbula haba salido arrastrndose furtivamente de la
espesura, haca unos instantes, y que se estaba colando bajo la vestimenta
cada en el suelo.
Por esto, cuando todas las figuras se rezagaron dos pasos, y Hwegbe
Frank Yerby 99

vio que el vaco montn de juncos se alzaba lentamente, y comenzaba a


bailar, lanz un chillido que taladr la noche.
La ms alta de las figuras orden:
- Silencio, miserable tallador de madera!
El pobre Hwegbe advirti que esta figura tena la cabeza de brillante
bronce. Era una cabeza con todas las apariencias de estar animada, y
hermosa a ms no poder. Kpadunu se la haba pedido prestada a Amosu,
el segundo amigo de Nyasanu, el artesano del bronce. Y, ahora, ante la
aterrada mirada del tallador de madera, el fantasma se quit la brillante
cabeza de bronce y la dej sobre la base de un rbol truncado.
Y, desde all, la cabeza comenz a hablar a las dems figuras. Si el
terror no hubiese embotado la generalmente aguda percepcin de Hwegbe,
se hubiese dado cuenta de que a la cabeza poco le faltaba para ahogarse de
tanto esforzarse en reprimir la risa. En realidad, Kapo, que estaba tumbado
en el suelo, detrs del rbol, envuelto en la oscuridad, y que era quien
prestaba su voz a la cabeza, se estaba ahogando de risa. Y hasta tal punto
era as que Kpadunu, el cuerpo sin cabeza, tuvo que solucionar el problema
y gru:
- Por qu res, oh cabeza ma?
La cabeza contest:
- La visin de un pobre loco me da risa.
- Y qu ha hecho ese pobre loco?
- Difundir inmundas mentiras acerca del honor de un gran jefe y de
su hijo, que pronto contraer matrimonio.
- Y qu se debe hacer con ese insensato, oh cabeza cortada que tanto
dolor me causas en el cuello, en este lugar del cuello que no sangra?
La cabeza repuso tonante:
- Azotarle con muchas varas!
Por lo que el pobre Hwegbe se vio cogido por muchas manos,
manos que eran fuertes, ardientes, jvenes, y en modo alguno fantasmales.
Despojaron de la tnica su viejo y flaco cuerpo. Luego le obligaron a
inclinarse hacia delante, de modo que sus manos quedaron junto al suelo,
y se las ataron a un palo que le pasaron por entre las rodillas. Ataron los
tobillos de Hwegbe al otro extremo de dicho palo, y el cuerpo del tallador
de madera qued formando un arco, de manera que su vieja piel qued tan
tensa que cada uno de los golpes que le propinaron con ramas descortezadas
le produjo sangre.
Antes de que transcurrieran cinco minutos Hwegbe se encontraba ya
en estado de inconsciencia. Kpadunu grit:
100 Negros son los dioses de mi frica

- Basta! De nada servira matarlo!


Con acentos de preocupacin Kapo dijo:
- Mientras no le hayamos matado ya
Otro se inclin y toc el pecho de Hwegbe:
- No, su corazn late con bastante fuerza todava. Qu vamos a hacer
con l?
Kpadunu repuso:
- Llevarle a su casa antes que recupere el conocimiento. Cuando
despierte, creer que ha tenido una pesadilla, hasta el momento en que
sienta el dolor de los palos que le hemos dado. Entonces, quiz se detenga a
pensar un poco antes de permitir que su mala lengua se meta en los asuntos
de los dems.
Y as lo hicieron. Pero en casa de Hwegbe encontraron gran nmero
de botellas de bebida fuerte, de las que inmediatamente se apoderaron. Se
refugiaron una vez ms en el bosque, y se emborracharon. Al cabo de una
hora, todos se encontraban lejos de las preocupaciones de este mundo y
roncando vitalmente, salvo Kpadunu que haba bebido mucho menos que
sus camaradas.
S, haba bebido menos que ellos, pero lo suficiente para que la luna,
las estrellas y la ms densa noche de las copas de los rboles nadaran en
crculos concntricos sobre su cabeza. Kpadunu se levant y, caminando
sin rumbo, se adentr en la espesura, mientras cantaba la cancin de Legba,
el Mensajero de los dioses, y el vudu ms dado a las artimaas.

Si la comida es buena, y la casa est en orden,


Si el campo es frtil, y da diez por uno, satisfecho vivir.
Legba no sentir el dolor
de la tripa vaca,
y Kaunikauni acudir a su lado
Para yacer con l, y atemperar el dolor
De esa parte que siempre le duele,
Le duele sin cesar
Iba Kpadunu cantando esta mgica cancin cuando vio las tres
serpientes. Eran pitones, consagradas a Dangbe y Danh. Por eso, Kpadunu
se inclin reverente, y bes la tierra ante las tres serpientes.
Luego advirti que las dos serpientes ms grandes luchaban
ferozmente entre s, mientras la tercera, lnguidamente enroscada,
contemplaba la batalla. Y una de las pitones que contenda estaba perdiendo
claramente la batalla. Y mientras Kpadunu, en cuclillas, con el torpor de la
Frank Yerby 101

bebida, contemplaba la lucha, la pitn que llevaba las de perder, le habl a


gritos:
- Aydame, sobrino de Mauchau! Soy el marido de sa! Y ese
granuja quiere quitrmela!
En modo alguno qued Kpadunu sorprendido de que la serpiente
hablara en fau. Las pitones son animales sagrados, por lo que nadie puede
determinar los lmites de sus poderes. Con solemnidad de borracho,
Kpadunu pregunt: -Y quin me dice que no mientes? Casi sin resuello, la
pitn que perda dijo: -Pregntaselo a ella! Kpadunu pregunt a la hembra:
-Es realmente tu marido? La hembra repuso: -S.
Kpadunu, entonces, le pregunt:
- Dime, seora pitonisa, a cul de los dos prefieres? -A mi amante
desde luego. Es ms joven y ms fuerte, y hace mejor el amor.
AI escuchar estas palabras, Kpadunu se puso en pie y atiz una
patada en las costillas a la hembra, dicindole solemnemente:
- Eres una ramera!
Acto seguido, Kpadunu empu el cuchillo, y cort la cabeza a la
pitn macho ms joven. El marido de la serpiente hembra dijo entre jadeos:
- Muchas gracias, Kpadunu. Esta misma noche te recompensar.
Kpadunu bostez y dijo:
- Y cmo vas a recompensarme?
Aquel asunto de estar all, sosteniendo una larga conversacin con
pitones, comenzaba a aburrirle. La serpiente contest:
- Te dar por esposa a mi hija.
Y, deslizndose, se adentr en la espesura. Poco despus, su infiel
esposa le segua.
Kpadunu medit las palabras de la serpiente, y se pregunt: Cmo
se yace con una serpiente? Por lo que se adentr en el bosque para
preguntarlo a la serpiente. Pero no quedaba ni rastro de las dos pitones,
por lo que inici el regreso. Pas cuidadosamente por encima del cuerpo
de la pitn muerta, y emprendi el camino hacia su casa. Pero no lleg al
conjunto de cabaas de su to, por cuanto pocos minutos despus una gran
masa de negrura, con un terrible peso, se desprendi del cielo y le golpe
la cabeza.
Cuando abri los ojos, era todava de noche, pero un leve tinte gris
comenzaba a aclarar la oscuridad, y en las cosas aparecan contornos, las
formas volvan a nacer de la noche y el caos. Le dola la cabeza como si
Xivioso se la hubiera golpeado con la piedra que trae el trueno.
Entonces, se acord de las pitones. Con repugnancia, se dijo, Qu
102 Negros son los dioses de mi frica

sueo tan tonto!, y se puso dificultosamente en pie. Y en el preciso instante


en que qued en pie, se encontr ante la muchacha, cara a cara.
No era de Dhomey. A la luz que se intensificaba rpidamente, se dio
cuenta al instante. La nariz y los labios de la muchacha eran delgados como
los de los furtoo que Kpadunu haba visto en Whydah. Pero su piel era tan
negra como la del propio Kpadunu. Su cabello no era rizado ni lanudo, pero
tampoco tan delgado y filiforme como el de las gentes sin piel que llegaban
al travs de los mares para comprar esclavos. Por esto, Kpadunu concluy
que la muchacha seguramente era fanti, el pueblo que viva ms al norte
y que haba mezclado su sangre con la de los rabes hasta el punto que, a
pesar de tener la piel negra, eran, en todo lo dems, iguales que los furtoos.
Como Kpadunu no saba el fanti, se qued quieto, mirando a la muchacha.
Era hermosa. Tena los ojos grandes, como perlas fundidas en la
concha en que unos vudun hubieran arrojado dos redondeadas porciones,
como joyas, de la noche. No iba con tatuajes embellecedores, y tampoco le
hacan falta. Y, cosa extremadamente rara, iba desnuda, sin falda ni porcin
de tela alguna que la tapara. Su cuerpo pareca un milagro realizado por
todos los vudun del cielo nocturno. Con voz ronca, Kpadunu le pregunt:
- Quin eres?
En un murmullo, y hablando, no en fau, sino en ewe, que es la lengua
de los pueblos Juruba, al este de Dahomey, la muchacha repuso:
- No No lo s.
Kpadunu comprendi perfectamente estas palabras, ya que el ewe no
es ms que un dialecto del fau. Entonces, Kpadunu dijo:
- De dnde vienes?
- Tampoco lo s.
Comenzando a irritarse, Kpadunu inquiri:
- Quines son tus padres?
Con lgrimas en sus ojos gloriosos, la muchacha gimi:
- No me acuerdo. No recuerdo nada de mi vida anterior, mi seor.
Tengo la impresin de haber despertado de un largo sueo, y
Con tambores en la sangre, Kpadunu la mir. Era ella! Era ella!
Forzosamente tena que ser ella! Kpadunu indic un rbol:
- Ve hasta aquel rbol.
La muchacha as lo hizo. Su aire al andar era poesa, msica. No
andaba, sino que se deslizaba en un sinuoso fluir. S, era hija del vudu
Dangbe! Hija de Aido Hwedo, la gran serpiente que sostiene el mundo en
alto! Kpadunu dijo:
- S quin eres.
Frank Yerby 103

- Quin soy, mi seor?


Con voz tan recia que estremeci a los rboles, Kpadunu declar:
- Eres Dangbevi, hija de la Serpiente y mi esposa!
Entonces, Kpadunu la llev al conjunto de casas de su to, y la
introdujo en su cabaa, antes que la gente despertara. Y la hizo suya.
Kpadunu seguramente hizo mucho dao a la muchacha, ya que, cuando la
luz de la maana fue fuerte, con el sol en lo alto, Kpadunu vio que su estera
de dormir estaba empapada en sangre.
Pero la muchacha no haba gritado y le haba amado con gran ternura.
Kpadunu se levant y cogi la estera de dormir. La muchacha se arrodill
y fij la vista en l. En los muslos de la muchacha haba sangre, y sus ojos
eran como dos gemelas lunas llenas. La muchacha dijo:
- Adonde vas, oh esposo?
Con la voz rebosante de risa, alegra y ternura, Kpadunu contest:
- A mostrar la estera a mi to, y, despus, a tu padre, mi Dangbevi.
Despus ir a buscar los chivos y las telas y la sal y el dinero, para llevarlo
al bosque, y darlos a la pitn, tu padre, a fin de que nuestro matrimonio sea
legal, porque no quiero convertirte en xadudo, ya que te quiero ms que a
mi propia vida.
Dulcemente, Dangbevi dijo:
- Espera, primero guisar para ti, porque no es se acaso el deber de
toda esposa?
Y as, de esta manera, en Dahomey, donde los hombres no separan lo
real de lo soado, ni el espritu de la carne, contrariamente a lo que hacen
otros pueblos, Kpadunu, el primer y principal amigo de Nyasanu, tom su
primera esposa.

104 Negros son los dioses de mi frica

OCHO

El Taugbochinovi de Nyasanu, o sea, su to abuelo, el escultor de


madera, despert aquella maana transido de dolor. Era el ms agudo dolor
que haba experimentado en sus setenta y tantos aos de existencia. Con sus
largos y fuertes dedos se tent diversas partes del cuerpo. En cuanto pudo
averiguar, no tena hueso alguno quebrado. Pero, en un temeroso esfuerzo
para tentar la vieja y flaca forma de su cuerpo, sus manos recorrieron las
ms alejadas zonas a que podan llegar y tocaron la parte superior de la
espalda y las nalgas. A pesar de que el contacto fue alado, Hwegbe apenas
pudo contener los gritos. Sus hombros, espalda y posaderas estaban en
carne viva, con rastros de sangre seca, y desde el pescuezo hasta las corvas
la carne estaba tirante, doliente y con escozor, todo a un tiempo.
Con un gemido, Hwegbe volvi a tumbarse en la estera de dormir.
Desde luego, se puso boca abajo, apoyando el mentn, cubierto por la
blanca barba, en los brazos cruzados. Mientras yaca de esta guisa, procur
explicarse lo ocurrido.
Una artimaa, desde luego. Una complicada artimaa
cuidadosamente planeada. Y lo cierto es que me asust, me asust igual
que cualquier memo supersticioso. Igual que si en mi vida hubiera estado
en Whydah, y no hubiese vivido varios aos en Kumassi, entre los ashanti.
Igual que si no supiera que el cuerpo no es ms que un saco de inmundicia
que apesta, y, lo que es peor todava, est muerto. Las almas respiran. Las
tres. Tres almas! Ja! Por qu razn, nosotros, gusanos en la tripa de
Dah, no nos contentamos con una, como todos los dems?
Dirigi la vista a la puerta de su cabaa de zarzas y barro. Sus manos
eran ardientes, duras, y jvenes. Las manos de un fantasma hubieran sido
fras. Hmeda y pegajosamente fras. Esto es lgica. Es la lgica de creer
que los fantasmas en los que no creo tendran manos que yo podra sentir.
Entonces, quines eran? sta es la cuestin! Mi sobrino-nieto, desde
luego! S, lo ha hecho porque me negu a considerar divina a su diosa.
Ofendido por haber yo insinuado que aquello que su negra perla expulsa
de s, cuando se pone en cuclillas para evacuar, no es perfume por delante
Frank Yerby 105

y miel por detrs. Y, entonces, mi sobrino nieto reuni a su gbe. Y ayudado


por ese amigo que pretende ser hijo de un mago y sobrino de otro En fin,
lo siento, pero se lo han ganado. Oh, espritus que moris bajo la tierra, si
pudiera moverme! Debo consultar con un azaundato. Poco importa el
que sea: cualquiera de esos hipcritas farsantes servir. Nyakadju, el de la
spera piel! Un destacado miembro del Clan de la Hoja del Cacahuete! De
lo mejorcito que hay! Y, adems, especialmente indicado, en mi caso, por
cuanto sus dus, manejados por sus propias manos, le dijeron que su vida
est inseparablemente unida a la ma. Insensatez, tambin a veces eres til!
Pero Nyakadju vive en Umpegume, a media jornada de aqu. Si al menos
tuviera un amigo digno de confianza al que mandar a casa de Nyakadju,
con el mensaje de que viniera a verme!
Pero no lo tengo. Soy Hwegbe, un viejo loco, un charlatn tallador
de madera, que ha ofendido al mundo entero debido a su excesivo sentido
del ridculo. S, un loco. Por qu soy incapaz de permitir que la gente siga
con sus pomposidades, sus idioteces, sus supersticiones, su gruesa capa
de bobera, esa capa con la que envuelven sus vidas, para protegerse de
la realidad, cuyo contacto es demasiado spero para ellos, y sus golpes
demasiado rudos?
Nadie. Nadie hay dispuesto a ayudar a ese viejo chivo charlatn en
la tarea de poner en el sitio que les corresponde a este hato de imbciles.
Oh, Legba, el del pene siempre erecto, aydame a efectuar un doloroso
coito en la parte ms sensible de su pomposidad! S, porque me vengar
del turbulento Gbenu y de su apuesto hijo. Mas para vengarme necesito
Necesito a alguien que los odie tanto como yo los odio. No, alguien que los
odie mucho ms que yo, puesto que, pensndolo con detenimiento, resulta
que no los odio. Slo quiero vengar esta afrenta a mi dignidad, dejarles
limpios de su pomposidad y orgullo. Pero a quin puedo recurrir, qu?
All estaba, tumbado, cuando sus pupilas llamearon sbitamente.
Levant el mentn que tena apoyado en los brazos, y solt su aguda y
malvola carcajada de viejo, como un graznido.
Gbochi! El Hijo del Cochino! No, Hijo del cochino no, hijo de
una cerda siempre en celo. Gbochi, el medaxochi de la familia de Gbenu,
a pesar de que Yu, ni siquiera sometida a tormento, podra dar una idea
aproximada de quin es su padre! Gbochi, el primognito desplazado por
su hermano menor. Pese a que es un afeminado con voz de tiple, para esto
servir.
En consecuencia, Hwegbe esper en el lecho del dolor el momento en
que pasara un nio ante la puerta de su cabaa. Tuvo que esperar horas, pero
Hwegbe no perdi el tiempo quejndose de tan larga espera. Cuando un
golfillo, desnudo y con la barriga saliente, pas ante la puerta, Hwegbe grit:
106 Negros son los dioses de mi frica

- Ven ac, hijito!


Diez minutos despus, con sus sucias manos sosteniendo
amorosamente palillos para mascar, pasteles y dulces, el nio se diriga a
casa de Gbochi.
Todos los ritos preliminares se haban celebrado ya. Los du o
cuentas haban sido echadas una vez ms por ambos adivinos, Zezu y
Akausu, quienes declararon que no haba razn alguna que impidiera que
Nyasanu tomara por esposa a Agbale, lo cual, ms tarde, trajo a la memoria
de Nyasanu otra de las burlas casi blasfemas a las que tan dado era su
taugbochinovi Hwegbe: Los dul Ja, ja! Las sagradas semillas que se
echan mediante la tres veces sagrada copa fa para concretar el destino de
un hombre! Dime, sobrino, cundo predicen desdichas para los ricos, los
poderosos, los grandes? Incluso cuando la calavera de un hombre, limpiada
por las hormigas, est destinada a adornar la punta de una estaca, en un
poblado auyo o maxi, acaso los du, segn la interpretacin llevada a cabo
por el bokono de este hombre, en el da anterior a aquel en que emprender
la marcha para llevar a cabo una de esas incursiones para apresar esclavos
a las que Dada Gezu denomina guerras, no predicen siempre que ese
hombre -en el caso de que sea noble, o un gletanu o un jefe, fjate bien en el
detalle, sobrino- volver cubierto de gloria y portando numerosas cabezas
enemigas?
Pero en aquella esplendente maana, cuando Nyasanu sali para
ofrecer los sagrados pagos xaungbo a Azauvidi, el xenuga o jefe del clan
del padre de Agbale, tuvo buen cuidado de apartar de su mente estos
inquietantes pensamientos, olvidando no slo las burlas de Hwegbe,
sino tambin la observacin, hecha por l mismo, de que los bokono
casi siempre interpretaban los du de modo que los clientes importantes
quedaran complacidos, y que, cuando ponan en entredicho la suerte del
hijo de un hombre rico -tal como el adivino de su padre, Zezu, y el bokono
jefe del reino haban hecho con respecto a l-, lo hacan, por lo general, con
la finalidad de recibir una suma en dinero, todava mayor que la primera,
de manos del hombre rico, a cambio de llevar a cabo un espectacular rescate
de aquel a quien haban puesto en entredicho, mediante sus gbo y otros
encantamientos.
Sin embargo, por el momento, Nyasanu, principescamente ataviado,
y seguido por numerosos servidores y esclavos de su padre, los cuatro
primeros de los cuales eran portadores de los sagrados obsequios, se
senta muy aliviado por las predicciones de los dos adivinos, quienes
haban dicho que tanto l como su esposa gozaran de larga vida y gran
felicidad. Y, realmente, en aquella esplendente maana, daba gloria ver
al joven dahomeyano. Iba vestido con sus mejores prendas: verde toga de
Frank Yerby 107

seda con aguas envolva su cuerpo, desde el fino y musculoso hombro en


que se sostena; verde gorro de jefe -que llevaba con permiso de su padre-,
cubra la joven y altiva cabeza, argollas de bronce y de plata le cean los
poderosos brazos, cuentas de hierro y concha en el cuello, sandalias de
antlope teidas de verde para que conjugaran con la tnica y cosidas con
hilo rojo y blanco, as como adornadas con conchas de caury, calzaban
sus pies finos. Y, lo que era todava ms importante, Nyasanu iba bajo el
deslumbrantemente decorado parasol de su padre, que tambin Gbenu
le haba prestado para esa especial ocasin, en muestra de preferencia,
parasol que sostena sobre la cabeza de Nyasanu un esclavo, un cautivo
maxi, al igual que los restantes esclavos que le daban cortejo, todos ellos
apresados por el jefe en cualquiera de sus muchas valerosas hazaas, en el
curso de las guerras del rey Gezu.
Nyasanu no se dispona a visitar a Nwesu, el padre de Agbale, sino al
to abuelo de sta, Azauvidi, el xetiuga o cabeza visible del clan de Nwesu.
Las costumbres exigan -debido a que, desde el punto de vista religioso,
la autoridad que el jefe del clan tena sobre una muchacha era superior a
la de los padres de la propia muchacha- que el joven novio solemnizara el
ya prximo matrimonio por el medio de ofrecer obsequios fuertes al jefe
del clan, tal como Nyasanu haba hecho ya en ocasin de pedir a Agbale
solemnemente por esposa, a su padre.
Nyasanu avanzaba con la cabeza alta, altivo el paso, espantando
alguna que otra vez, con un trazo de cola de gnu en el aire, a las autnticas
dueas de Africa, las moscas, y tras l iba la servidumbre de su padre,
con los regalos para el xenuga del clan de Agbale. Uno de ellos llevaba
una bolsa de cuero que contena setecientas veinte valvas de caury. Otro
portaba cuidadosamente doblada sobre su cabeza una pieza de tela, de
hombre, blanca y tejida con la fibra de algodn-seda que se cultivaba en el
lugar, y otra pieza de la misma tela, para mujer. El tercero llevaba un gran
saco de sal, tan pesado que se haba visto obligado a colocar un almohadn
entre la cabeza y el saco, a fin de que absorbiera parte del peso, lo cual
demostraba la inmensa riqueza de Gbenu, ya que la sal, en el interior
de Dahomey, iba verdaderamente muy cara. Y, tal como la costumbre
tambin exiga, un cuarto esclavo llevaba un chivo castrado, de doce aos
de edad exactamente, y de esa variedad enana que apenas levanta sesenta
centmetros del suelo.
El cortejo penetr en el conjunto de casas de Nwesa. All estaba
Nwesa, pero inmediatamente retrocedi, para ceder su puesto al jefe del
clan, quien recibi a los visitantes.
Nyasanu hizo una profunda inclinacin ante el taugbochi- rtovi de
Agbale, Azauvidi, y dijo:
108 Negros son los dioses de mi frica

- Te traigo los obsequios fuertes, oh gran xenuga.


Nyasanu cruji los dedos, e inmediatamente se adelant el esclavo
que llevaba el menudo chivo. Azauvidi dijo:
- En representacin del espritu del fundador de nuestro clan, acepto
este regalo.
Luego aadi:
- Atadlo!
Los miembros del clan se adelantaron y ataron al pequeo chivo
con cuerdas tan prietamente anudadas que lo inmovilizaron. Luego
transportaron al animalillo, que no dej de balar lastimeramente durante
todo el trayecto, al templo del culto a los antepasados. All, Azauvidi lo
degoll con gran habilidad, mientras irnos de sus seguidores recoga la
sangre caliente en un cuenco. El xenuga cogi el cuenco, se adentr en el
templo, hasta llegar ante un ase, o altar de hierro forjado, consagrado a
Gbosikpan, el taukwiyo o fundador del clan. El xenuga dijo:
- Te ofrezco la comida, padre de todos nosotros, gran Gbosikpan! Y
te comunico que una de tus hijas va a casarse.
Despus, derram la sangre del chivo en el suelo, ante el altar.
Salieron del tenebroso y oscuro interior del templo de culto a la familia
-lugar apto para ser morada de espritus, pens Nyasanu-, y quedaron a la
luz del sol de la maana. Nyasanu grit:
- Trae la sal, oh cautivo apresado en batalla por mi padre!
Inmediatamente, el esclavo avanz y se arrodill ante su joven amo,
acto que llev a cabo con gran cuidado, para evitar que el gran saco no
se le cayera de la cabeza. Al ver el tamao y peso del saco, de entre los
espectadores surgi un gran oh de admiracin. Varios de ellos hicieron
crujir ruidosamente los dedos, en el ms africano de los ademanes de
admiracin y aprobacin. Muchos susurraron:
- Realmente es una boda akwenusi, y de primera clase! S, ya que si
bien los cauri representan dinero, quin es capaz de negar que la sal es
riqueza verdadera?
Con voz serena, procurando contener el orgullo que senta estallar en
sus palabras, Nyasanu dijo:
- Te ofrezco, oh, gran xenuga, este pequeo y humilde obsequio.
El jefe del clan repuso:
- Acepto tu sed, nuevo hijo de nuestra familia, y la acepto en
representacin de nuestro hogar.
Nyasanu se inclin, y, tomando de las manos del cuarto esclavo la
Frank Yerby 109

tela blanca, la dio a Azauvidi. Inmediatamente, el jefe del clan se volvi


hacia Nwesa:
- Toma esta tela, hijo Nwesa, para sustituir aquella sobre la que yaciste
con tu esposa la noche en que engendraste a la hija que maana se casar.
Nwesa tom la tela y se inclin en silencio.
Despus, Nyasanu cogi la pieza de tela de mujer, y la dio a Azaunvidi.
De nuevo el xenuga se volvi, ofreciendo la tela a Adje, mientras deca:
- Toma esta pieza de tela, mujer, para sustituir aquella que usaste
para llevar colgada a la espalda a aquella nia negra que maana se casar.
Entonces, todos los presentes se inclinaron, crujieron sus dedos
ruidosamente, y la ceremonia de los regalos xaungbo termin.
Nyasanu regres a su casa. All, ante su casa, encontr no uno, como
la costumbre exiga, sino docenas de cestos axa, como los que las mujeres
empleaban para transportar tela, que su madre y sus hermanas haban
dejado a modo de obsequio. Todos los cestos estaban repletos de las ms
hermosas prendas femeninas, compradas para Nyasanu, por todas las
mujeres de su familia. Y no slo sus hermanas y hermanastras, su madre
y sus tas haban gastado hasta el ltimo caury ahorrado de sus en modo
alguno pequeos ingresos conseguidos mediante la venta en el mercado
de las cosechas de la tierra por ellas cultivada y de los objetos por ellas
manufacturados, sino tambin las realmente generosas sumas que Gbenu
haba puesto a su disposicin, animado por el deseo de que su hijo favorito
celebrara la ms brillante boda, no ya en la historia de Alladah, sino tambin,
a ser posible, en la historia de Dahomey tambin.
Nyasanu examin cuidadosamente todas las prendas, y aadi unas
cuantas tocas y pauelos de seda, llegados aquella misma maana desde
Whydah, mediante un sistema de relevos de corredores. Eran de fabricacin
europea, sedas italianas, brocados portugueses, y Gbenu haba cursado el
pedido a la gran ciudad costera, que era el nico lugar de Dahomey en
que se poda conseguir aquellas lujosas mercancas. Despus, el joven
novio puso encima de las prendas un hilo de cuentas, del gnero llamado
lisadje, ya que Agbale perteneca al culto de los vudun del cielo, y aquellas
niveas cuentas estaban consagradas a Lisa, el marido-hermano de Mawu,
diosa del cielo. Junto a dicho hilo de cuentas puso un frasco de adimenhwe,
perfume hecho con flores de almendro, que era el que solan usar las novias
en Dahomey.
Tras efectuar los actos dichos -que seguramente seran los ltimos
que hara como soltero- Nyasanu fue en busca de su abuelo Adjaemi, quien
no slo era el taugbochi o abuelo paterno del muchacho, sino tambin el
xenuga del clan de los herreros. Nyasanu iba a verle en este ltimo concepto.
110 Negros son los dioses de mi frica

Cuando encontr al todava vigoroso y decididamente malvolo


viejo, Nyasanu murmur:
- Taugbochi, los regalos nupciales estn dispuestos.
Adjaemi apart de sus labios la larga pipa que fumaba, y dijo calmoso:
- Muy bien, Vivu, hijo de mi hijo, maana por la noche enviar los
mensajeros.
Volvi a llevarse la pipa a los labios y sigui fumando. Nyasanu dijo:
- Abuelo, no podras mandarlos esta noche?
- No. Tanta premura sera indecente, nieto.
Volvi a apartar la pipa de sus labios, y con ella apunt a la pelvis de
Nyasanu. Con voz cascada, dijo:
- Si sientes dolor ah, refrscate con agua fra, ya que todava tendrs
que esperar dos largas noches, Vivu.
Nyasanu se qued inmvil, esforzndose en contener su ira. Por qu
razn todos presuman -en especial aquellos viejos de sucia mente- que el
joven futuro marido arda de deseo? l, por lo menos, no experimentaba
esos sentimientos con respecto a Agbale. En realidad, se senta mareado de
ternura, con los huesos derretidos, y tan nervioso, debilitado por la emocin
y atemorizado, que tena casi la certeza de que su noche nupcial sera un
desastre. Nyasanu dijo:
- Es raro.
El abuelo pregunt:
- Qu es raro, hijo de mi hijo?
- La frecuencia con que olvido que t y el taugbochinovi Hwegbe sois,
en fin de cuentas, hermanos, augbochi.
Y, tras decir estas palabras, Nyasanu dio media vuelta, y se fue.
A la noche siguiente, el xenuga del clan de los herreros mand a
dos hijos suyos, hermanastros de Gbenu, y a dos hijas, ambas casadas con
miembros del clan, a la colectividad formada por muchos conjuntos de
viviendas, alrededor del conjunto de viviendas de Nwesa. Por lo general,
esos emisarios hubieran transportado personalmente los obsequios de
Nyasanu, pero el toxausu se haba excedido de tal manera, para complacer
a su querido hijo, que una vez ms una larga procesin de porteadores tuvo
que acompaar a los mensajeros del jefe del clan, a fin de llevar todos los
cestos axa repletos de prendas fragantemente perfumadas.
Cuando llegaron, la comisin se llev a efecto con las graves ceremonias
que tanto amaban las gentes de Dahomey. Nyawi, el mexdaxochi de
Adjaemi, o sea su hijo mayor, aunque slo tovichi, hermanastro, de Gbenu,
se adelant. Ya en el otoo de su vida, por cuanto era mucho mayor que
Frank Yerby 111

Gbenu, Nyawi era hombre de impresionante corpulencia y apostura. Se


inclin profundamente ante Nwesa, y dijo con voz profunda y solemne:
- El xenuga de nuestro clan nos enva con estos obsequios, para que
te digamos que tiene hambre. En su casa tiene mijo, maz, casabe y ame,
pero nadie hay all que pueda guisar para que l coma. En consecuencia, te
pide que le mandes una mujer.
Nwesa se inclin y dijo:
- Los deseos del venerable jefe del clan de los herreros son rdenes
para m.
Despus grit:
- Que traigan a mi hija Agbale!
Todos los all congregados comenzaron a gritar:
- Agbale, Agbale! Ven, hija, ven! Ven, que la familia de tu marido te
est esperando!
Pero nadie contest a tales requerimientos. Agbale, en casa de su
madre, se ocultaba temblorosa tras las faldas de Adje. Nadie se sorprenda
de esa conducta. En la tierra del Vientre de Da, sa es la manera en que una
futura esposa siempre muestra su pudor.
Nwesa dio una palmada, y un grupo de esclavas sali de la cabaa
destinada a cocina, llevando gran nmero de bandejas. Trajeron una mesa
y taburetes. Las bandejas de humeante carne de antlope, cerdo, gallina y
aves salvajes fueron puestas sobre la mesa, junto a las botellas de vino de
palma. Las esclavas anduvieron yendo y viniendo sin cesar, y sirvieron ms
platos: ames, casabe, maz y frutas de muchas clases.
Nwesa dijo:
- Sentaos y comed, augustos visitantes.
Los cuatro enviados se sentaron y comenzaron a comer. Nadie habl
hasta que hubieron terminado. Entonces, procedente de la casa de Adje,
lleg corriendo una mujer, y dijo con grande y evidentemente fingida
emocin.
- Tu hija, oh Nwesa, ha huido al bosque. Es preciso que mandemos
rastreadores tras ella.
Nwesa dijo:
- S, claro Pero esto cuesta dinero Los rastreadores piden mucho
dinero.
Nyawi dijo:
- Concdeme el honor de pagarlos.
Todos los espectadores crujieron los dedos, en expresin de asombro
112 Negros son los dioses de mi frica

y alegra, igual que si aquella ficcin no hubiera formado parte de todos


los matrimonios akwenusi, en Dahomey, desde los primeros tiempos de la
institucin matrimonial.
Entonces, Nyawi entreg varios centenares de conchas de caury a la
mujer que haba trado las malas noticias, quien regres a casa de Adje, y
volvi casi inmediatamente, con su negro rostro radiante. A gritos anunci:
- Han encontrado a tu hija, Nwesa!
Casi juntamente con el sonido de estas palabras, todos oyeron redoble
de tambores.
Momentos despus apareca una gran multitud de muchachos tocando
el tambor, bailando y cantando. Eran los miembros del gbe de Nyasanu.
Iban vestidos con sus mejores prendas y enarbolaban estandartes de tela
con apliques en los que haba el lema de la sociedad, as como indicaciones
de algunas de sus funciones. Tras ellos llegaron los miembros del dokpwe
de Nyasanu, o sea su grupo de trabajo colectivo, asimismo vestidos con
coloridas tnicas, y portando sus estandartes. Tocaban el tambor, bailaban y
cantaban, con la misma fuerza que los miembros del gbe, y, como la msica
que tocaban al tambor, bailaban y cantaban, era completamente distinta a
la msica de los miembros de la sociedad mutua, el sonido bastaba para
ensordecer incluso a los chacales de la sabana, y otorgaba cierta colorida
confusin a la escena.
Luego llegaron el primero, segundo y tercer amigos de Nyasanu.
En su entusiasmo y recin hallada felicidad, Kpadunu pareca haberse
propuesto negar la existencia de la ley de la gravedad, o contradecirla
descaradamente. Saltaba en el aire, a la altura de las copas de los rboles, o,
por lo menos, as pareca a los espectadores, flotaba al viento, como la pelusa
del cardo llevada por la brisa nocturna, como una clida nube de tormenta
deslizndose por el cielo, deslizndose sobre los campos en primavera
Amosu y Tuagbadji no podan albergar la menor esperanza de igualar
a Kpadunu, pero le dieron el adecuado acompaamiento con sus giros,
contoneos y percusiones de los pies contra el suelo, precediendo la sin par
hamaca, con apliques de tela de los colores del arco iris, suspendida de
un vstago de palo hacha, cuyos extremos descansaban en los hombros de
fornidos esclavos, y en la que yaca, no Gbenu, sino, maravilla de maravillas,
cosa jams vista en la historia de Dahomey, su hijo.
Al ver tal espectculo el crujido de los dedos de los espectadores
pareca los secos estallidos de la maleza del bosque al arder. Nadie
recordaba una boda tan brillante como aqulla! Jams haba habido padre
tan generoso con su segundo hijo, ya que siempre, siempre, el novio iba a
pie al conjunto de viviendas del padre de la novia. Nunca se haba dado el
caso de que fuera en hamaca, como si de un jefe se tratara.
Frank Yerby 113

Detrs de la hamaca de Nyasanu iba otra, todava ms imponente, en


la que yaca Gbenu. Cerraba el cortejo una formidable multitud formada
por centenares de mujeres y hombres. Al frente de esa multitud iban los
dos abuelos de Nyasanu, seguidos de sus esposas. Despus venan los tos
abuelos, entre los que es preciso hacer constar se contaba el tallador de
madera Hwegbe, quien avanzaba renqueando con sorprendente agilidad,
aunque valindose de un grueso bastn. Luego iba Gudjo, la madre del
novio, rodeada de un regio cortejo de mujeres, en funciones de servidoras,
casi todas ellas voluntarias, entre las que se contaba, ante la general
sorpresa, Yu, la madre de Gbochi, para quien aquella clara demostracin
de favoritismo, por parte de Gbenu, hacia su segundo hijo, forzosamente
tena que significar un amargo trago.
Pero, entre la multitud de grciles y bellas muchachas, muchas de ellas
hermanas o hermanastras (novichi o ovichi nyqnu) del principesco joven
que iba a contraer matrimonio aquel da, haba una que iba terriblemente
sola. Y esa muchacha, que se distingua por su sinuoso y grcil andar, y la
perfeccin de cuyo cuerpo era increble, incluso entre las gentes de aquella
raza cuyas mujeres tienen los ms hermosos cuerpos que cabe encontrar en
el mundo, era Dangbevi, Hija de la Serpiente. Iba con la cabeza alta, erguida,
ocultando su gran dolor, debido a que el rumor corra ya por todo Alladah:
No es un ser humano. Es un espritu maligno, hijo de una serpiente.
Nyasanu y su padre, el jefe, bajaron de sus hamacas. Los servidores y
esclavos se apresuraron a amontonar, a la derecha del lugar en que Nyasanu
se encontraba, todos los regalos que ste haba ofrecido a la novia. Slo las
telas formaban un montn ms alto que el propio Nyasanu, a pesar de que
ste meda ms de dos metros. A medida que los regalos eran colocados en
el suelo, los invitados a la boda chascaron, y de un modo muy especial lo
hicieron, cuando vieron el regalo de Amosu, el grupo de figuras de plata
fundida, sobre una base tambin de plata. En Dahomey rara vez se vean
objetos de plata, como no fuera en casa de los nobles o en la del rey.
Entonces, las esposas de Nwesa y sus servidoras se adelantaron y
comenzaron a amontonar las pertenencias de Agbale a la izquierda de
Nyasanu. Primeramente formaron un gran montn con las ropas de la
novia, poniendo en la parte superior aquellas que Agbale haba comprado
con el dinero ganado por s misma, revelando as sutilmente al novio que
se casaba con una muchacha que era un tesoro. Luego, colocaron las joyas
de Agbale, sus anillos, pulseras, cuentas, perfumes, platos de calabaza, y
cacharros de bronce para guisar, tan bruidos que brillaban como el oro.
Ante Nyasanu otro grupo de individuos de la familia de Nwesa, formaron
un montn con los regalos de boda que el padre de la novia haba ofrecido
a sta, entre los que haba ms prendas de vestir y telas, ms calabazas, ms
joyas, y un montn de dinero que era un alarde.
114 Negros son los dioses de mi frica

Agbale sali de casa de su madre y ocup el lugar que le corresponda,


al lado del novio. Iba con una falda de seda roja, con apliques blancos en
forma de flor. Llevaba gran nmero de collares de cuentas al cuello y ms
hileras de cuentas alrededor de la cintura; pesadas pulseras en las muecas
y ajorcas en los tobillos. No luca pendientes porque, en su clan, era tab
horadarse las orejas. Y su madre no slo la haba lavado tres veces, aquella
maana, a fin de que no oliera a sudor, lo que era propio de campesinas,
sino que la haba literalmente baado en perfume de flor de almendro.
Cuando avanz hacia el novio, Agbale estaba tan hermosa que
Nyasanu tuvo la impresin de que se le fundan los huesos. Nyasanu tena
la certeza de que iba a desmayarse de nerviosismo, amor, ansia y deseo.
Desde luego, Agbale iba desnuda desde la cintura hacia arriba, pero no
pareca que as fuera, por cuanto los grises-rosceos salientes de sus cicatrices
embellecedoras formaban un retorcido dibujo que cubra la parte superior
de su cuerpo, como una densa masa de parras. Y, cuando Agbale estaba
cerca de l, Nyasanu se dio cuenta de que la muchacha temblaba y percibi
que los sagrados tadu o palabras de la cabeza, el tatuaje en las sienes,
latan como tiernos y selvticos seres vivos, al impulso del angustiado fluir
de la sangre. Incluso el gbugbomi, el crculo bsame, en la mejilla, estaba
vivo, encendido y tembloroso.
La terrible tensin que los dos experimentaban qued aliviada en
aquel instante, por cuanto Aauvi, la sacerdotisa del culto a los antepasados,
quien slo cede en importancia ante el tauvodunu, alto sacerdote de los
dioses paternos, se adelant para pronunciar la bendicin matrimonial.
Dijo:
- Te bendigo, hija ma, y te bendigo, hijo del jefe que te la llevas de
nuestro lado. Te ruego que la ames, cuides y honres durante toda su vida.
As lo prometes?
Nyasanu efectu un esfuerzo para que el sonido de su voz superase
la montaa de dolorosa ternura en su garganta, y musit:
- As lo prometo, venerable Aauvi.
La vieja se volvi hacia Agbale, y pronunci despacio, con
impresionante solemnidad, las palabras de la frmula matrimonial:
- Hija ma, te vas a casar. Dars a luz hijos que, en lo futuro, protegern
la familia de tu marido y el clan de su padre. Dars a luz hijas que te
dejarn para casarse con hombres de otros clanes y que difundirn entre
aquellos con quienes vivan el nombre del clan Guduvi Adjadenu, al que
t perteneces. Tenemos la esperanza de que des a luz una nia que, algn
da, aumente el clan que ahora dejas. As tu marido te ame siempre, y as el
mal, la mala fortuna y la enfermedad estn siempre ausentes de tu hogar
nupcial. As nada te falte y vivas largos aos para tener en tus brazos a los
Frank Yerby 115

hijos de tus nietos. En nombre del taugwiho, el fundador del clan, y de


todos los grandes antepasados, os doy mi bendicin.
Entonces la Aauvi tom de las manos de una joven sacerdotisa un
gran cuenco con agua, y la derram formando un crculo alrededor de la
joven pareja. Despus, dijo:
- Ve, hija ma, con tu marido a casa de su madre!
Una vez ms, Agbale iba a demostrar cun individualista era, cun
imprudente, cun grande era su corazn, por cuanto, al iniciar el camino
hacia el conjunto de viviendas de Gbenu, del brazo de su reciente marido,
advirti que en la periferia de la multitud de muchachas que formaban su
escolta, haba una extraa muchacha de triste expresin, algo separada de
las dems, que pareca como perdida y terriblemente sola. Agbale pregunt
al odo a Nyasanu:
- Quin es, Dosu?
- Dangbevi, pobrecilla. Es la primera esposa de Kpadunu. No tiene
amigas. Y me parece que nunca las tendr. Las muchachas la temen. Dicen
que no es un ser humano. Luego, cuando estemos solos, te contar cmo se
casaron.
- Ya me han contado las habladuras que corren, y me parecen una
gran tontera. Lo ms probable es que la pobre chica recibiera un golpe en
la cabeza o tuviera cualquier accidente que le hiciera perder la memoria,
y esto es todo. Hija de la Serpiente Dangbe, qu tontera! Las serpientes
tienen serpientes y las mujeres tienen hijas, Dosu. Di a alguien que traiga a
esa chica.
- Que diga a alguien?
- Que traiga a esa chica. Has odo muy bien lo que he dicho, Dosu!
No me irrites porque, si lo haces, te aseguro que vuelvo a casa de mi padre!
Nyasanu mir a su esposa. Luego, esboz una sonrisa. Agbale era
Agbale, y su manera de ser no la podan cambiar ni todos los vudun del
cielo, la tierra, el mar y el trueno. Adems, Nyasanu la amaba tal como
era, pletrica de fuego, espritu, voluntad y ternura. En tono algo burln,
Nyasanu dijo:
- De acuerdo, Hwesidaxo.
Estas palabras significaban primera ama de mi casa, y el marido
nunca daba este tratamiento a la recin casada, salvo en ocasiones muy
solemnes, o cuando estaba algo irritado con ella, como era el caso de
Nyasanu. Agbale dijo:
- Bueno, la verdad es que realmente soy tu esposa nmero uno y
ms te valdr no olvidarlo, Dosu! No, porque, si lo olvidas, te voy a dar tal
vida que suplicars a los antepasados que vengan y se me lleven. Y haz lo
que te he dicho! Di a alguien que vaya en busca de Dangbevi.
116 Negros son los dioses de mi frica

Nyasanu llam con un ademn a un esclavo y le dijo algo al odo.


Cuando los presentes vieron que el esclavo se acercaba a Dangbevi, se
quedaron unos instantes pasmados y con la boca abierta, antes de que
comenzara la marea de murmullos.
Tmidamente, la hermosa y extraa muchacha, acompaada del
esclavo maxi, se acerc al lugar en que la tozuda Agbale, tras detener la
marcha del cortejo, esperaba. La nueva esposa se arrim al brazo de su
joven marido, y mir a Dangbevi. Dijo:
- Oh, Mawu-Lisa, realmente eres muy linda! No, linda no, eres
hermosa.
De repente, Agbale, en un impulso, se inclin hacia delante, y bes a
Dangbevi en la mejilla. Con sencillez dijo:
- Me gustas, Dangbevi, y quiero que te unas al grupo de mis damas
de honor, en este cortejo. ste es el lugar que te corresponde, es decir, entre
amigas.
Dangbevi se qued parada, y las lgrimas le cubrieron los ojos. Agbale
le pregunt:
- Por qu lloras, nueva hermana?
- Lloro de felicidad, mi seora. Me senta tan sola Desde luego,
tengo a mi marido, pero
- Una mujer tambin necesita amigas. Muy bien, ve con las dems.
Y las dems nada pudieron hacer, salvo aceptar a la Hija de la
Serpiente. Y en cuanto la hubieron aceptado, dejaron de tenerle miedo.
Mucho antes de que el cortejo nupcial hubiera llegado a la casa de Gudjo,
todas las muchachas rean y charlaban con Dangbevi, y le hacan preguntas
acerca de su vida anterior, preguntas que Dangbevi no poda contestar por
la sencilla razn de que su amnesia no era fingida, sino real.
Pero Kpadunu, al ver el amistoso trato que las muchachas daban a
Dangbevi, bendijo a Agbale en el fondo de su corazn.
Cuando llegaron a casa de Gudjo, la madre de Nyasanu ya estaba
all, por cuanto se haba apresurado a ir por un atajo, y tena dispuesto el
ceremonial plato de alubias calientes, para la cena nupcial de su reciente
nuera.
Con severidad, Gudjo dijo a Nyasanu:
- Ve a casa de tu padre, insensato hijo! Maana te entregar a tu
esposa!
A Nyasanu no le quedaba ms remedio que obedecer. En Dahomey se
consideraba que era del peor gusto, y fea demostracin de deseos carnales
e indecente prisa, que el marido poseyera a su esposa en la primera noche.
Frank Yerby 117

Incluso la consumacin del matrimonio constitua un alto y sagrado rito,


estrechamente vigilado por la madre de la novia y la madre del novio,
conjuntamente. Pero la verdad, la triste verdad, era que, para el joven
marido, aquella demora representaba un delicioso alivio. En el estado de
nerviosismo en que Nyasanu se encontraba, no tena la menor confianza en
su vigor viril.
Cuando lleg a su casa, Nyasanu encontr a sus tres amigos
esperndole. Dangbevi haba acompaado a su marido, y juntamente con
Axisi, la hermana de Nyasanu, pona platos en la mesa, mientras el apetitoso
aroma de los guisos surga del fuego de la cocina. Hubo muchas bromas
indignantemente obscenas, en las que Kpadunu y Dangbevi no tomaron
parte. Ambos saban que el matrimonio era una realidad demasiado grande,
hermosa y sagrada, para hacerla objeto de chanzas.
En silencio, Kpadunu razon: No es tanto lo que se hace sino cmo se
hace. He yacido con rameras en Whydah. Me port como un chivo lascivo
con aquella inofensiva y desamparada tasino que me quit el ardor del
cuchillo de la circuncisin. Pero, desde un principio, con Dangbevi todo ha
sido diferente, y siempre lo ser. El gbo que transforma el acto que es causa
del nacimiento de todos nosotros en algo misterioso y mgico, es el amor.
Y estos pobres diablos no lo comprenden. Ni siquiera Axisi, a pesar de que
es una muchacha. Ruego a Minona que les d la gran suerte que a m me ha
dado, y lleguen a saber en qu consiste esa diferencia
Burlona, Axisi dijo:
- Come, hermano! Come porque he puesto gran cantidad de pimienta
ataxi y de mostaza afiti, para que por tus venas corra fuego, y para calentar
el hierro de tu arma de manera que no cuelgue inerte como un estandarte
gbe, cuando no hay ni un soplo de brisa. Es, mi gbo, un encantamiento
ms eficaz que todas esas artimaas, con plumas, barro, pinchos y ranas
muertas que emplea este impostor de Kpad y el charlatn de su to. Lo hago
para que maana por la noche no me avergences, y no des a esa zorra
negrita con la que te has casado la oportunidad de andar diciendo por ah
que el hermano de Axisi no es un hombre de veras.
Nyasanu dijo:
- Axisi, quieres hacerme el favor de cerrar tu obscena boca?
- No. Adems, qu puede importarte lo que yo diga? Mientras
Agbale no junte sus negras y enmohecidas rodillas, de manera que no
puedas separarlas, no tienes por qu preocuparte, Nya.
Nyasanu se levant e intent tapar con la mano la boca de su hermana,
pero sta hizo un finta y se hurt alegremente a tal intento. Dangbevi musit:
- Axisi.
118 Negros son los dioses de mi frica

Entre risas, Axisi dijo:


- Dime, oh hija de la serpiente, cuyo cuerpo se mueve con tan
seductora sinuosidad que ya has dejado al pobre Knap en los huesos, qu
quieres decirme?
-Que no deberlas hablar as. Que transformas en algo feo lo que es
hermoso. Que cuando sostengas a tu primer hijo junto a tus pechos, no te
parezca que el medio por el que tu marido y t le habis dado la vida es
algo sucio y feo. Eso era lo que quera decir.
Axisi exclam:
-Oh, Legba, dios del deseo carnal! Legba, scame de aqu! Esto es
demasiado solemne para m!
Con severidad, Nyasanu dijo:
-No te irs hasta que me des de comer, hermana.
Cuando Axisi, un tanto calmada, llen el plato de Nyasanu, ste se
dio cuenta de que no tena apetito. Sin embargo, los buenos modales exigan
que comiera un poco de guisado, por lo menos. Pero en cuanto se llev la
primera cucharada a la boca, se puso en pie de un salto, sali corriendo de
la casa y vomit el guisado.
Todos, Amosu, Tuagbadji, Kpadunu, Dangbevi y Axisi, le miraron
pasmados. Pero Nyasanu miraba fijamente a su hermana, con grande y
terrible ira en sus pupilas. Dijo:
- Queras envenenarme, hermana?
Axisi gimi:
- Nya! No me mires as! Qu he hecho? He preparado el mejor
guisado que he cocinado en mi vida, y t
Despacio, Nyasanu dijo:
- Axisi, cules son los su du du de nuestro clan?
-No debemos trabajar en el da Lamisi Y no debemos comer lechuga
nyatoto, ni carne de chivo, Nya. Y no he puesto nyatoto ni carne de chivo
en el guiso! Lo juro!
Nyasanu hundi la cuchara en el guiso, la ofreci a Axisi, y dijo:
- Prubalo.
Axisi as lo hizo, no sin cierta aprensin. Pero tambin ella corri
hacia la puerta y escupi el guiso. Cuando regres, haba lgrimas en sus
ojos. Dijo:
- Nya, escchame. S, es cierto que he preparado un guiso, pero que
Legba me devore los sesos si ste es el guiso que he preparado. El mo
estaba hecho con cerdo, gallina y ame hervido. Y, tal como te he dicho,
Frank Yerby 119

sazonado con pimienta ataxi y mostaza afiti. As que deja de mirarme tal
como me mira Da cuando se enfurece y se dispone a arrancarme la piel a
azotes de rama de baobab. Este guiso no lo he hecho yo!
Axisi no menta. Todos se daban cuenta de ello. Lentamente, Kpadunu
razon:
- Alguien ha sustituido la cazuela por otra, mientras estaba al fuego.
Ahora bien, quin tena motivos para hacerlo? Tu to abuelo Hwegbe? Si
ha sido l, ha demostrado tener ms valor del que le supona.
En ese momento, Kpadunu se call bruscamente. Acababa de recordar
que Nyasanu nada saba de la tanda de palos que el propio Kpadunu y su
gbe de aprendices de brujo y de adivino haban dado al viejo. Y en el mismo
instante se dio cuenta de que no era prudente contar aquella verdad a su
primer amigo. S, ya que Nyasanu amaba a su to abuelo, a pesar de los
muchos pecados del malicioso anciano. S, eso le constaba a Kpadunu. En
voz baja, Nyasanu dijo:
- No. Acaso un hombre pueda andar por las calles con una cazuela
en la mano?
Lentamente, Tuagbadji dijo:
- No hay hombre que pueda hacerlo. Pero una mujer s. Al instante,
todos, menos Dangbevi, que no conoca a aquella mujer, pensaron lo mismo:
Una mujer! Yu! Quin sino Yu?
Amosu gru:
- Despus de la demostracin que tu padre ha hecho hoy del especial
afecto que te tiene, Yu ha perdido toda esperanza de ver como este
afeminado cerdo, Gbochi, sucede a tu padre en el puesto de jefe. A partir
de ahora, vigila lo que comes, Nya! Y tambin lo que bebes! Creo que Yu
es perfectamente capaz de
Dangbevi musit: -Asesinarle? Kpadunu, su marido, dijo: -Incluso
esto.
se fue el primer aviso que Nyasanu tuvo de los problemas y
dificultades que se avecinaban. Pero el segundo slo sirvi para crear
confusin, ya que provino de una fuente distinta. Y antes de que aquel ao
terminara, los indicios de desdicha eran como buitres trazando crculos
alrededor de la indefensa cabeza de Nyasanu.
Durante todo el da siguiente, el conjunto de viviendas de Gbenu
estuvo estremecido de risas y conversaciones, por cuanto todos los miembros
del clan de Nwesa que estaban en disposicin de hacerlo, visitaron a Agbale
en su nueva casa. Se comi y se bebi en abundancia, y algunos entusiastas
bailaron. Sin embargo, ello no se consideraba la fiesta nupcial de Nyasanu
y Agbale, ni tampoco se estimaba que aquel fuera el da de su matrimonio.
120 Negros son los dioses de mi frica

Aquella noche, temblando como un esqueje de loco agitado por


el viento, Nyasanu esper el momento en que su madre y la de Agbale
trajeran a sta a la recin construida casa. Nyasanu se haba vuelto a baar,
y no una sino varias veces, y haba perfumado su cuerpo. Pero, a pesar de
sus esfuerzos, ola a sudor, al helado sudor del miedo.
Tardaban en llegar. Tanto tardaron que Nyasanu comenzaba a perder
la paciencia, a preguntarse si acaso Agbale, que era perfectamente capaz
de ello, no haba cambiado de parecer y haba huido de casa de su madre.
Entonces oy que llamaba a la puerta, y Nyasanu estuvo largo rato sin
contestar, reuniendo y dominando sus tres almas hasta sentirse capaz de
abrir la puerta.
Pero se trataba tan slo de su amigo Kpadunu, quien llevaba un gran
frasco de arcilla en la mano. Kpadunu dijo:
- Toma, bbete esto, hermano. O de lo contrario, teniendo en cuenta
el estado en que te encuentras, defraudars a tu mujer, y se no es modo de
comenzar la vida matrimonial.
Nyasanu susurr:
- Qu es?
- Un gbo que yo mismo he preparado. Es una fuerte frmula mgica
contra los pequeos espritus del mal que recorren la espina dorsal con pies
fros como la nieve de la cumbre de la montaa de Oriente. Un encantamiento
contra esa laciedad colgante que es una de las manifestaciones de aquellos
espritus, y tambin contra las indecentes prisas y perjudiciales torpezas
que, a pesar de parecer todo lo contrario, tambin son obra de esos
malignos. En resumen, hermano, es un medio para asegurar que esta noche
te portes como un hombre, y que maana por la maana la novia despierte
con estrellas en los ojos, y cantando como si cantaran todos los pjaros del
cielo. Vamos, Nya, bbelo.
Dubitativo, Nyasanu tom un sorbo. La bebida tena sabor agradable,
como el de un vino de palma al que se hubiera agregado otra cosa.
Slo despus de haber bebido hasta la ltima gota del frasco, advirti
Nyasanu que el brebaje tena cierto ardor. Pero pronto le pas esta impresin,
y se sinti invadido por una oleada de calor. De repente, qued inmerso en
una vasta y rosada calma. Mir a su primer amigo, con ojos pasmados y un
tanto adormilados:
- Y ahora qu ms?
- Ahora me voy, porque al pasar ante la casa de tu madre he visto que
el cortejo nupcial se dispona a iniciar la marcha.
Pero poco antes de que su madre y su suegra llegaran, llevando
de la mano a Agbale, Nyasanu recibi otra visita. Era un muchacho que
Frank Yerby 121

llevaba sobre la cabeza un paquete procedente del to abuelo de Nyasanu,


Hwegbe. Antes de abrir el paquete, Nyasanu saba ya su contenido. Eran
los agbadome, los espritus guardianes que se colocan ante la puerta de
la casa para defenderla de todo mal. Y cuando abri el paquete, qued
sorprendido. Aquellas figuras no eran las mismas que haba visto tallar
a su taugbochinovi. Contrariamente, estas figuras eran casi tan esbeltas
como las figuras de bronce fundido, y tenan grcil sinuosidad. En ellas
nada haba que fuera exagerado, salvo su esbeltez. Los cuerpos masculinos
y femenino tenan bellas proporciones, y sus respectivos rganos genitales
estaban tambin debidamente representados, aunque con extrema y
elegante modestia. El varn no luca un formidable y ofensivamente
erecto falo. Y las partes genitales del bcuichi hembra tampoco aparecan
formidablemente hinchadas y con los labios abiertos. En realidad, aquellos
espritus guardianes eran bellos.
Con buen humor, Nyasanu se dijo: Le piqu en su orgullo al
comparar la fealdad de las tallas de madera con la belleza de las figuras de
bronce. Y, como es natural, ha querido demostrarme que me equivocaba. Y,
efectivamente, me lo ha demostrado. Gracias, tougbochinov. Pero tambin
t debes darme las gracias, puesto que te produje la irritacin adecuada
para que hicieras una gran obra de arte.
Cuidadosamente, coloc las dos figuras ante la puerta. Al hacerlo
tuvo la sbita impresin de que algo raro haba en aquellas figuras, algo de
lo que apenas se daba cuenta. Pero por mucho que se esforzara, era incapaz
de saber en qu consista, por lo que entr en su casa, dejando las figuras
fuera. Apenas lo hubo hecho, oy los pasos de las mujeres.
No tard en comprender que Kpadunu haba tenido una excelente idea
al prepararle aquella espumosa bebida, ya que lo que ocurri a continuacin
pareca expresamente calculado para poner a prueba los nervios del
mismsimo Gu, el dios del hierro. Se encontr rodeado de un enjambre de
muchachas que rean, casi todas ellas hermanas y hermanastras suyas, y
las restantes de Agbale. La nica excepcin a este vnculo de parentesco
era Dangbevi, quien se mantena un poco apartada, sonrindole con una
extraa y grave ternura que tena la virtud de reconfortar a Nyasanu. Pero
las restantes muchachas se dedicaron a hacerle cosquillas, a besarle, a dar
tirones a la tnica que Nyasanu llevaba, fingiendo que se disponan a
quitrsela. Nyasanu agarraba fuertemente la tnica, por cuanto, pese a que
le constaba era todo una broma y que las chicas no tenan la menor intencin
de dejarle desnudo, tampoco estaba muy seguro de que Axisi, llevada por
su audaz travesura, fuera capaz de llegar demasiado lejos. Adems, con
helado horror se dio cuenta en aquel instante de que la lujuria asomaba
claramente en los ojos de Alogba, quien tambin poda propasarse. Desde
luego, Alogba era hija de Yu, hermana de Gbochi, y, por lo tanto, slo
122 Negros son los dioses de mi frica

hermanastra de Nyasanu. Pero lo que sus ojuelos de cerdo y su grosera boca,


con rastros de saliva en las comisuras de los labios, revelaban era el ms
terrible de los tabes. En Dahomey, el incesto se castigaba con la muerte,
salvo entre los miembros de la familia real, a quienes estaba permitido,
y, en consecuencia, lo practicaban hasta dejar plenamente satisfechos sus
licenciosos deseos.
Por eso Nyasanu experiment gran alivio cuando Gudjo y Adje
entraron en su casa, y echaron a las rientes muchachas a tortazos y mojicones.
Pero lo que sigui fue todava peor. Gudjo y Adje extendieron una estera
de dormir, nueva, en el suelo, y la cubrieron con un pao blanco. Luego
colocaron las hermosas almohadas con apliques que haba confeccionado
Tuagbadji, el tercer amigo de Nyasanu.
Despus, las dos mujeres salieron y regresaron llevando a Agbale de
la mano. Agbale temblaba tan intensamente que apenas poda andar, las
cicatrices de la palabra de la cabeza en las sienes, y el crculo bsame en
la mejilla sobresalan ms de lo normal y se estremecan como seres vivos.
Pero Adje, la madre de Agbale, no prest la menor atencin al estado en que
se encontraba su hija. De prisa y enrgicamente, como quien lleva a cabo un
trabajo de orden prctico, Adje desnud a Agbale ante la vista de Nyasanu.
Por su parte, Nyasanu, hijo de una tierra tropical, casi siempre haba visto
a su amada desnuda de cintura hacia arriba, y totalmente desnuda, salvo
la prenda de cintura, en varias ocasiones, por lo que muy poco era lo que
todava no haba visto, y esa pequea porcin estaba oscurecida por la
escasa y vacilante luz de las astillas de bamb que flotaban en el aceite de
palma contenido en pequeas copas. No se sinti impulsado por el deseo,
sino que sinti lstima y desazn por la vergenza que senta Agbale.
Vergenza y desazn que, poco despus, Nyasanu comparta con la
muchacha, ya que Gudjo, su madre, procedi inmediatamente a desnudarle
a l. Nyasanu consigui decir:
- Nochi! Madre!
dijo:

Con voz adusta que ocultaba las lgrimas que casi la ahogaban, Gudjo
- No seas tonto, muchacho! Anda, acustate!

Nyasanu se dej caer en la estera, y Adje cogi por los hombros a


su temblorosa hija, que sollozaba, y la oblig a yacer al lado de Nyasanu.
Entonces, las madres de los recin casados salieron de la casa y cerraron la
puerta tras ellas.
Pero Nyasanu saba que las dos estaban sentadas fuera, en
almohadones que haban colocado al efecto, y que all estaran hasta tener la
certeza de que el matrimonio se haba consumado. Mentalmente, Nyasanu
Frank Yerby 123

gimi: En el nombre de Legba, el Seor del Deseo Carnal, me pregunto


cmo es posible que pretendan que un hombre lleve a cabo un acto de
amor, mientras su madre est escuchando junto a la puerta
Agbale gimi:
- Tengo miedo! Oh, Dosu, qu miedo tengo!
Dulcemente, Nyasanu dijo:
- No temas, Nyaunu wi.
Y tom en sus brazos a la temblorosa muchacha. As qued Agbale,
junto a Nyasanu, temblorosa, y mojando con un interminable chorro de
lgrimas aquella parte del cuello de Nyasanu en la que Agbale haba
ocultado el rostro. Nyasanu no se movi ni acarici a Agbale, y ni siquiera
le habl. Se limit a yacer as, abrazndola, hasta que la chica se tranquiliz.
Agbale apoy un codo en la estera, levant la cabeza y mir y
Nyasanu. En tono duro e irritado, la muchacha dijo:
- Muy bien, de acuerdo! Anda, hazlo! Convirteme en tu esposa!
Sintiendo una oleada de calor, una laciedad y una paz que slo en
parte se deban al vino drogado que Kpadunu le haba dado, Nyasanu dijo:
- No, no quiero hacerlo de esta manera, negrita
Agbale musit:
- Entonces, cmo quieres hacerlo?
- As.
Y Nyasanu la bes en la boca tan despacio, tan suavemente, con tanta
dulzura, que el contacto de sus labios con los de la muchacha era calidez,
bendicin y como plegaria al mismo tiempo.
Agbale se ech hacia atrs y mir a Nyasanu, y las estrellas de que
Kpadunu haba hablado estaban en las pupilas de la muchacha. Agbale
dijo:
- Ahora, por favor, Dosu, ahora.
- Todava no.
En un susurro, Agbale pregunt:
- Entonces, cundo?
Serenamente Nyasanu contest:
- En el momento en que ests dispuesta.
- Y cundo ser, Dosu?
- Te dars cuenta, Nyaunu wi, te dars cuenta
Y poco despus, Agbale se dio cuenta, y tras el lento, tierno y
milagrosamente prolongado transcurso de cierto tiempo, las madres
124 Negros son los dioses de mi frica

tambin lo supieron, bruscamente despertadas de la modorra en que haban


cado, por la alta, esplendente y cantarna dulzura del grito de Agbale.
Las dos mujeres esperaron, temblando un poco, hasta que Nyasanu,
con la verde tnica liada alrededor de la delgada cintura, en muestra de
respeto a las dos mujeres, sali a la puerta, llevando en la mano el blanco
pao con que las mujeres haban cubierto la estera de dormir. Con la voz un
poco realzada por el orgullo, Nyasanu dijo a Adje: -Toma. Dalo al padre de
mi esposa, mujer. Las dos mujeres cogieron al mismo tiempo el pao, y lo
extendieron para examinarlo a la luz de la luna. Despus, las dos quebraron
la paz de la noche con sus risas y sollozos, por cuanto el blanco pao era la
prueba de que Agbale haba sido virgen hasta aquel instante.
La maana siguiente, Gbenu dio una fiesta como slo en Dahomey
se puede dar, en honor de una doncella que ha llegado demostradamente
virgen a la estera nupcial. Pero el jefe de Alladah no supo que la magnfica
fiesta con que iba a honrar a su hijo y a su joven esposa estuvo a punto de
no celebrarse, por culpa de la ausencia de la propia Agbale.
A primera hora de la maana, Nyasanu cogi los hermosos agbadome
que su to abuelo haba tallado para proteger la casa, y con ellos volvi a
entrar en su nuevo hogar, para mostrarlos a Agbale. Y en ese momento,
Agbale y Nyasanu, al mismo tiempo, se dieron cuenta de que las figuras no
tenan ojos. Agbale estall:
- No me quedar en esta casa, Dosu! No quiero! Esta casa est
maldita! Ni siquiera Mawu sabe cuntos y cuntos espritus malignos han
penetrado en ella, esta noche! Bauchie sin ojos! Cmo pueden ver lo que
reptando llega hasta la puerta de la casa? Qu tonto es tu taugbochinovil
Mira que olvidar los ojos!
Nyasanu pens: Los ha olvidado, o deliberadamente ha dejado de
tallarlos? Pero por qu? Porque valor ms el arte de los artesanos del
bronce que el suyo? Ha reaccionado as ante tan pequea ofensa? No, no
puede ser Oh, Gu, yo
Entonces vio cun intenso era el horror que expresaban las pupilas
de Agbale. Nyasanu ignoraba las razones de tal horror, o, por lo menos, no
las saba en su integridad, y Agbale no se las dijo hasta mucho despus. La
esposa de Nyasanu haba recordado de repente que haba dado muerte a su
propio ja. Y, para colmo, le ocurra aquello. Nyasanu dijo:
- Vamos, Nyaunu, vamos mi amor, levntate. Debemos acudir a la
fiesta y
Agbale grit:
- No! No ir a la fiesta! Me fugar! Ir al bosque, Dosu! Me ir antes
de que algo horrible ocurra y Legba me devore los sesos.
Frank Yerby 125

Entonces, como sola ocurrirle en momentos difciles, Nyasanu


comprendi qu era lo que deba hacer. Abri el gran cesto en el que
guardaba sus efectos personales y extrajo de l un cuchillo pequeo, afilado
como una navaja de afeitar. Se sent, y cogiendo un agbadome, comenz a
tallar los ojos. Y como Nyasanu, lo mismo que la mayora de los hombres
de Dahomey, era un consumado artista, llev a cabo su tarea con gran
perfeccin.
Luego examin lo hecho. Agbale susurr:
- Djame verlo.
- Todava no.
Nyasanu comenz a trabajar en los labios de las figuras,
distendindolos y dndoles inclinacin hacia arriba, en expresin de feliz
sonrisa. Por ltimo, tall los pliegues de la risa en los alrededores de los
ojos. Agbale suplic:
- Por favor, Dosu, djame verlo!
Nyasanu le ofreci las figuras:
- De acuerdo, mira.
Ahora, Agbale era ya oficialmente una mujer casada, pero en el fondo
de su corazn segua siendo una nia. Mir las radiantes expresiones que
su Dosu haba dado a los bauchie, y la risa estremeci su cuerpo. Dijo:
- Dosu, qu divertido! Me gustan! Ahora son muy simpticos!
- Irs ahora al asicki? Ests dispuesta a levantarte, mujercita?
Agbale fingi enfurruarse, dibujando en su rostro expresin
traviesa. Utilizando el tratamiento que la esposa siempre daba al marido en
los primeros tiempos de la vida matrimonial, Agbale dijo:
- No, medaxochi; no, mi persona mayor.
- Y por qu no?
Agbale solt una risita, y, sin dejar de rer, ocult con la mano su
rostro:
- No, porque, porque Porque todava no soy plenamente tu esposa,
por lo menos no lo soy tan plenamente como quisiera serlo, y
- Y qu?
- Y, por lo tanto debes volver a hacer lo que ya hiciste, y hacerlo ahora,
que no me causar tanto dao. S, porque, antes, a pesar de que me doli,
fue muy hermoso. Y, ahora, sin dolor, o con menos dolor, ser todava ms
hermoso, no crees, mi persona mayor?
- S, es efectivamente as, mujercita.
Y esa fue la razn de que llegaran con un retraso de ms de una hora a
126 Negros son los dioses de mi frica

su fiesta nupcial. Y pese a que todos los presentes los llamaron lujuriosos,
Agbale no se sinti molesta por tales bromas. A un ser tan acorazado y
ceido de felicidad, qu dao podan causarle meras palabras?
Nyasanu, en pie ante los invitados que all se haban congregado, que
se elevaban a centenares, debido a que l era hijo del jefe, pronunci un
discurso. No fue un discurso muy bueno, pero a nadie molest. Nyasanu
comenz diciendo:
- Venerables ancianos y honorables invitados, cul es la diferencia
entre el da y la noche? Esperad! Yo mismo contestar la pregunta que
he formulado. Durante el da, el sol nos cuece los huesos y el trabajo que
debemos hacer nos da dolores en todo el cuerpo. De da, se suda y se padece
sed; y el ms grande de todos los placeres no se puede gozar, por temor a
que ojos curiosos nos espen
Todos los presentes se rieron a grandes carcajadas.
- Pero la noche es la verdadera amiga del hombre. Por la noche,
se duerme y se tienen dulces sueos. La noche es fresca, y de noche se
descansa. La noche es tiempo de amar. Y el color de la noche es negro, el
color de la belleza. En consecuencia he dado a mi esposa el nombre del
color de la noche, el nombre de la belleza. A partir de ahora, mi esposa
se llamar Nyaunu wii Mujer negra! Bella como la noche e ntegramente
ma.
Al or estas palabras los dedos de todos crujieron; todos rieron y
prorrumpieron en vtores. Y, a partir de aquel instante, nadie volvi a
pronunciar el nombre Agbale. Desde entonces y para siempre, Agbale se
haba transformado en Nyaunu wi.
Y los tambores comenzaron a redoblar en toda la plaza. Nyasanu
bail slo una danza de su invencin. Fue una danza muy lenta y solemne,
hermosa y de suave sinuosidad. Y mientras Nyasanu bailaba, la recin
nombrada Nyaunu wi caminaba junto a l, y, con un pauelo de seda, le
secaba el sudor del rostro.
Cuando termin la danza, Nyasanu se dirigi a los miembros de su
gbe, y grit:
- Ayudadme!
Y todos los miembros de la sociedad agobiaron a Agbale con una
lluvia de regalos que eran tributo a su virtud, ya que si la muchacha no
hubiese demostrado ser virgen en la estera nupcial, los miembros del gbe
no hubieran acudido a la fiesta.
El resto de la fiesta fue todo alegra y risas, y muchas bromas rudas,
y todos, hombres y mujeres, compitieron entre s, para demostrar cada
cual que era el mejor bailarn o bailarina, entre los presentes. Desde luego,
Frank Yerby 127

Kpadunu gan la competicin de danza con gran facilidad. O por lo menos


eso creyeron todos hasta que apareci un nuevo y terrible bailarn.
Como es natural, nadie se dio cuenta de que Gbochi anduvo momentos
antes por entre las hogueras de guisar, con su exagerada y molesta manera
de mover sus opulentas nalgas, tal como hacen las mujeres al andar.
Cuando Gbochi se hubo retirado, sentndose calmosamente tras la larga
hilera de ramas de bamb que delimitaban la zona de baile del lugar en
que se acomodaban los espectadores, una densa y ahogante humareda se
levant de las hogueras, e invadi la zona de baile, en la que Kpadunu,
sudando a mares, agradeca los aplausos de los que haban presenciado su
increble actuacin.
Durante largo rato, todos tosieron y abrieron la boca en busca de aire,
y los ojos se les llenaron de lgrimas producidas por el escozor. Despus,
cuando la humareda comenz a perder densidad, en medio de ella, o, mejor
dicho, por encima de ella, apareci la figura. Sin la menor exageracin, la
figura tena tres varas de altura, o sea ms de tres metros, y danzaba cabeza
abajo, tal como danzan los fantasmas. Todos podan ver cmo sus largas
y musculosas piernas, con movimientos increblemente grciles, daban
patadas al aire, efectuaban movimientos de tijera y ondulaciones al cielo
dirigidas. Y pese a que quien tocaba el tambor haba dejado de hacerlo,
petrificado de terror, los sonidos de los zele, los tambores funerarios,
estremecan el aire, procedentes de todas partes, sobre las cabezas de los
espectadores.
Nyaunu wi se haba pegado a Nyasanu, y chillaba como un ser
enloquecido, y todas las mujeres se haban unido a sus gritos, de manera
que los chillidos rasgaban la textura del sonido, cortaban a tiras el cielo con
los mellados filos de la pura angustia, mientras la figura segua danzando,
con la cabeza en el suelo y los pies en lo alto.
Y, en una serie de avances, girando sobre s misma, se acerc a las
mujeres que chillaban. Y, a medida que se acercaba a ellas, los chillidos
fueron muriendo, dando paso a un silencio ms profundo que los ecos del
latido del corazn que se detiene. En aquellos momentos, todos se haban
percatado de que el rostro invertido de aquel ser no era tal rostro sino el
amarillento y pulido marfil de una calavera humana.
Luego, nadie pudo recordar quin fue el primero en decirlo, aunque,
al pensar en aquel acontecimiento, Kpadunu lleg a la conclusin, en modo
alguno absurda, de que fue Gbochi.
De todos modos, lo cierto es que alguien pronunci la palabra,
y entonces la palabra flot, viaj en el aire, impulsada por un caudal de
quejidos, murmullos y gemidos, hasta que, por fin, alguien la grit:
- Ku! Es Ku! Ku, el Seor de la Muerte!
128 Negros son los dioses de mi frica

En aquellos momentos, Nyaunu wi se haba convertido en una carga


inerte en los brazos de Nyasanu, quien la dej suavemente en el suelo, y
se levant. Nyasanu tena miedo, y tan intenso era su temor que senta
mareo. Pero saba que deba dar fin a aquel horror, so pena de que su vida
matrimoniad, y quiz simplemente su vida, terminara para siempre. Por
eso, recogi y reuni firmemente sus tres almas en el vientre, y alz su voz
convertida en un rugido como aquel con el que los leones proclaman su
orgullo, y, con las manos por toda arma, corri hacia la fantasmal figura.
Lo que a continuacin ocurri fue un hervor de confusin entre la
humareda. Brazos y piernas se entrelazaron. Se oy un spero gruido, el
sordo sonido de los golpes lloviendo sobre la carne. Y despus se vio una
figura que avanzaba a grandes saltos, por entre el humo, hacia el bosque,
pero con los pies y no con las manos, mientras Nyasanu corra tras ella
como un leopardo hambriento. Dos segundos despus, el primero, segundo
y tercer amigo de Nyasanu se haban unido a la persecucin, y despus
lo hicieron todos los hombres presentes, todos ellos gritando, como una
manada de chacales persiguiendo a un antlope dik dik, cruzando el
vasto paisaje africano, empequeecidas las figuras medio perdidas bajo el
inmenso cielo que todo lo cubra.
Luego regresaron, con su prisionero. Nyasanu llevaba en las manos
los ingeniosos zancos en los que el acrbata haba apoyado las manos, para
danzar cabeza abajo, aumentando as su normal estatura hasta alcanzar
la propia de un gigante. Kpadunu llevaba la mscara, formada por la
parte frontal de una calavera humana aserrada por la mitad. Y Amosu y
Taugbadji sostenan extendida la vestimenta formada por una red y juncos,
que haba cubierto la parte superior del cuerpo del bailarn.
Condujeron al prisionero ante el jefe, quien, dando una palmada y
asumiendo sus funciones, convoc al instante a la asamblea de ancianos.
Pero cuando Gbenu comenz a interrogar al prisionero para saber
quin le haba ordenado que llevara a cabo aquel repugnante acto de
maldad, y las razones por las que se lo haban ordenado, el hombre no dio
contestacin a las preguntas. Entonces, el jefe, airado, repiti las preguntas
con rugidos todava ms fuertes que los anteriores, y, al no obtener
respuesta, cuando se dispona a ordenar que el prisionero fuera sometido
a tortura, algo, cierto rasgo, de aquel hombre llam la atencin de Gbenu,
deteniendo los latidos de su corazn y su aliento.
En los ojos del prisionero no haba luz.
Gbenu volvi la cabeza y, temblorosa, su gran voz orden:
- Que venga Zezu! Y Mauchau!
Los mensajeros trajeron al bokono y al azaunda tau, es decir al
adivino, mago del bien, y al hechicero, mago del mal.
Frank Yerby 129

Los dos examinaron conjuntamente al prisionero y emitieron su


dictamen:
- Mi seor toxausu i Este hombre pertenece a la clase de seres sin
alma!
Al or estas palabras todos contuvieron el aliento, por cuanto era bien
sabido que el azaunda tau tena poder para dar a quien le hubiera ofendido
todas las apariencias de la muerte, de un modo tan real que un hombre
normal era incapaz de distinguir en qu se diferenciaba aquel hombre de
un muerto. Despus de enterrar el cadver, el hechicero regresaba de
noche a la tumba, desenterraba al hombre tenido por muerto, y lo venda en
secreto a algn lejano clan que dicho hechicero quisiera vigilar o controlar.
Y as era por cuanto, al ser extrado de su prematura tumba, la vctima
se converta en un ser sin alma, en un muerto viviente, y sus tres almas, su
mente y su voluntad quedaban bajo el dominio del hechicero.
Por eso Gbenu slo poda mirar con ojos preocupados y dolientes a su
recin casado hijo. Nunca podran saber quin haba ordenado al hombre
sin alma que bailara como la Muerte, en la fiesta nupcial.
A no ser que fuera la misma Ku.
Lo cual, al cabo de uno o dos aos, todos los hombres comenzaran a
pensarlo, y, despus, a decirlo.

130 Negros son los dioses de mi frica

NUEVE

Sentado ante el conjunto de casas del rey, en Ahomey, juntamente con


sus camaradas, los reclutas de Alladah, Nyasanu temblaba, a pesar del calor
de aquel da de principios de otoo, en la primera semana de noviembre.
Su primer amigo, Kpadunu, que estaba a su lado, le puso, tranquilizador, la
mano en el brazo. Pero ninguno de los dos habl. Los dos, como los restantes
soldados del ejrcito, se encontraban sentados en el suelo, cogiendo con
ambas manos, por el can, los largos fusiles de fabricacin danesa. La boca
de los fusiles apuntaba al cielo, y la culata se asentaba en el suelo. Todos
esperaban en silencio que el rey Gezu les comunicara contra cul de sus
enemigos deban iniciar la marcha, para comenzar la guerra.
A su izquierda, entre las ahosi, las mujeres soldados, se produjo un
movimiento, como un rebullir. Nyasanu mir hacia all, para ver si poda
distinguir la cara o la figura de su hermanastra Alogba entre las mujeres
soldados. La vio, y solt un respingo de sorpresa. Alogba se encontraba
entre las gohento, las arqueras, y al igual que todas las mujeres armadas
con arco y flechas, iba totalmente desnuda, salvo un brevsimo tapasexo. En
voz baja, Nyasanu dijo a Kpadunu:
- En nombre de Legba el Tramposo, cmo se las habr arreglado esa
muchacha para entrar en el cuerpo de las gohento?
Kpadunu pregunt:
- Quin se las ha arreglado para entrar en las gohento?
- Alogba. Se dice que las gohento son seleccionadas por mritos de su
belleza y su habilidad en la danza, ya que, actualmente, no hay quien confe
en la eficacia de una arma tan anticuada como el arco. Las gohento son
tropas de desfile, y nada ms. Y si Alogba es bella, que Legba me devore los
sesos. Con esa cara, todava tiene ms aspecto de cerda que la propia Yu
Secamente, Kpadunu dijo:
- Vuelve a mirarla. Pero, esta vez, no te fijes en la cara.
Nyasanu examin a su hermanastra. Y solt un silbido largo, casi
inaudible, pletrico de expresin. Susurr:
Frank Yerby 131

- Yalode, diosa de las mujeres, dime cmo es posible que haya vivido
toda la vida en el mismo conjunto de casas en que ha vivido esa chica, y no
me haya dado cuenta
Kpadunu dijo:
- De que a pesar de su cara de sucia cerda tiene cuerpo de diosa?
Es muy sencillo. Nunca te fijaste en ella. Mi querido primer amigo, eres
tan disciplinado, cumplidor de tus deberes y tan rgido, que ello llega a
perjudicarte. Tu padre te dio por esposa a Nyaunu wi, y con ello te bast.
Estoy seguro de que la tasino tuvo que violarte o poco menos, la noche en
que enfri el cuchillo de la circuncisin. Y, ahora, a pesar de que tu mujer
ya espera un hijo, ni siquiera has buscado quien la sustituya. Tambin yo
amo a Dangbevi, y la amo tanto como t a Nyaunu wi, y quiz ms. Pero he
tomado otras dos esposas, que es lo que debe hacer todo hombre, en tanto
que t
Con desgana, Nyasanu dijo:
- No hablemos de este asunto. Y, adems, Alogba es hermana ma, o,
mejor dicho, hermanastra, por lo que hubiera sido indecente
Kpadunu le mir de soslayo, y esboz una sonrisa infinitamente
burlona, pero guard silencio.
Amargamente, Nyasanu pens: No necesitas decrmelo, a santo de
qu repetir lo que todos los ciudadanos de Alladah piensan, lo que incluso
yo pienso, y posiblemente lo que mi padre sabe con certeza, o sea, que
entre todos los hijos de Yu, slo el pequeo, Chiwayi, es hijo de mi padre.
Pero como Yu fue una esposa avanusi que le fue dada No! Legba me
valga! No le fue dada, sino que le fue impuesta por la princesa Fedime, mi
padre nada poda hacer, e incluso ahora nada puede hacer para evitar la
comprobada realidad de que Yu se abre de piernas ante cualquier cosa que
tenga un pene unido al vientre, hasta con los monos del bosque, a juzgar por
el aspecto de algunos de mis llamados hermanastros y hermanastras. Y, en
ese aspecto, Alogba se parece a su madre. Siempre que me encuentra solo,
procura frotarse conmigo. En fin, mientras mi padre la reconozca como hija
suya, mis relaciones con ella constituiran incesto, el peor de todos los su du
du, segn la ley, y castigado con pena de muerte. Oh espritus malignos,
atacad a Gbochi! S, porque si Gbochi no hubiera huido, Alogba no estara
aqu para atormentarme durante todo el tiempo que dure la campaa. Y si
atacamos a los maxi, como todos suponemos, la guerra puede durar medio
ao
Kpadunu le sonri y susurr:
- Lo que tu negrita no puede ver, ningn dao puede hacerle. Y
tendrn que pasar tres aos antes de que puedas yacer de nuevo con ella.
132 Negros son los dioses de mi frica

Nyasanu mir a su primer amigo. Kpadunu haba dicho la verdad.


Nyasanu se haba abstenido de toda relacin sexual con su esposa desde
el da en que se descubri que estaba embarazada. Y faltaban varios meses
para que diera a luz. Despus, Nyasanu no podra yacer con ella, en mritos
de ley inmemorial, hasta que el hijo fuera destetado. Y las mujeres de
Dahomey amamantaban a sus hijos hasta los dos aos de edad!
De nuevo volvi la cabeza y contempl a Alogba, larga y
meditativamente, limitndose a mirar las grciles zonas que mediaban entre
su porcino rostro y sus planos y torpes pies. Inmediatamente, Nyasanu se
vio en el caso de poner en alerta a sus tres almas, para que lucharan contra
la tentacin. Record que las ahosi, las mujeres soldados, a pesar de su
obligada abstinencia, eran, por mandato de la ley, esposas del rey.
Tocar a una de ellas representaba la muerte por decapitacin. Y,
adems, tambin caba la posibilidad de que Alogba fuera realmente su
hermanastra, pese a que nada se pareca a su padre. E incluso en el caso de
que no lo fuera, si iniciaba una relacin con ella, le sera extremadamente
difcil suspenderla, debido a la tozudez de la muchacha. Peor an: Nyaunu
wi jams le perdonara haber cometido aquel pecado tan bajo e insultante.
Pero tres aos! Legba le devorara los sesos antes de que transcurrieran!
Pens: Si ahora ya estoy que no puedo, qu ser
En aquel instante, la khetunga, la gao, o comandante en jefe del Cuerpo
Femenino, se levant y comenz un discurso. Lo hizo con voz que era una
burda imitacin de la voz masculina; pero, poco a poco, ascendi la escala,
a medida que se excitaba, hasta alcanzar agudos registros femeninos.
- De la misma manera que el herrero coge una barra de hierro y,
mediante el fuego, cambia su forma, nosotros hemos cambiado nuestra
naturaleza. Ya no somos mujeres; somos hombres!
En ese momento, Nyasanu mir a su hermanastra. Alogba le dirigi
una sonrisa, y esboz un movimiento extremadamente procaz que vena
a decir que bastara con que Nyasanu se le acercara para que ella le
demostrara la falsedad de las palabras pronunciadas por su comandante.
Nyasanu apart bruscamente su mirada de aquel feo y porcino rostro, de
aquel cuerpo pasmosamente perfecto, y dijo:
- Xivioso, dios del trueno, aniquila a Gbochi!
Kpadunu ech la cabeza atrs, y solt una sonora carcajada. Dijo:
- Esta vez, Dada Gezu se ha superado a s mismo Recuerdas la
teora de tu taugbochinovi Hwegbe, acerca de las razones por las que
los delegados del rey reclutan a una mujer que sustituya a un hombre
demasiado cobarde para luchar?
- S, el to abuelo Hwegbe dice que a muchos hombres les importara
Frank Yerby 133

muy poco que el rey reclutara a sus hermanos para sustituirlos, cuando
huyen o se mutilan para no ir a la guerra. Pero que recluten a sus hermanas
es harina de otro costal, por cuanto es algo que los avergenza, y el hecho de
esconderse detrs de las faldas de una mujer los hace parecer afeminados
Kpadunu dijo:
- Ahora bien, Gbochi es realmente afeminado, y qued entusiasmado
al enterarse de que iban a reclutar a Alogba para sustituirle. Y ahora, mi
primer amigo, debes esforzarte en evitar que Dada Gezu te separe la cabeza
del tronco, debido a que cierta ahosi, a la que se cree hermanastra tuya, est
totalmente dispuesta a penetrar arrastrndose en tu tienda la primera noche
de nuestra marcha. Lo cual es precisamente la razn por la que sustituy
a Gbochi, es decir, lo hizo para tener una oportunidad contigo, mi primer
amigo. Como dira tu to abuelo Hwegbe
- Basta! Cllate, Kpad!
Y Nyasanu qued tembloroso, sin prestar la menor atencin al
discurso del general femenino, debido a que la mencin de su to abuelo, el
tallador de madera, trajo otro desagradable recuerdo a su mente.
Pese a que Hwegbe haba abandonado el conjunto de viviendas de
Gbenu el da siguiente al de la boda de Nyasanu, sin que se hubiera vuelto
a saber de l, lo cierto era que dos das despus, al recoger Nyasanu la
figura del bauchie masculino puesto ante su puerta, descubri que los ojos
le haban desaparecido otra vez, borrados por la mano de un tallador de
magistral arte. El bauchie femenino tambin estaba ciego. Entonces, sin
decir nada a su esposa, Nyasanu haba cogido a los dos agbadorne, los
espritus custodios, y los haba arrojado entre la maleza. Ms vala que su
casa dejara de estar protegida contra los malos espritus que guardada por
figuras hechas por una mano que le quera mal.
Pensar en esas cosas de nada serva, y por eso Nysanu abri sus odos a
las palabras del general femenino, que chillaba: -Por el fuego cambiaremos
Abeokuta! Ante esta frase, los hombres se miraron los unos a los otros,
grises de miedo indisimulado sus negros rostros. S, debido a que Abeokuta
era la capital de los Auyo, los cuales hacan la guerra a caballo. Durante casi
doscientos aos, los reyes de Dahomey haban conseguido que su pueblo
siguiera vivo por el medio de pagar tributo a los feroces jinetes negros
del Norte. Nueve aos despus de comenzar su reinado (1), Gezu haba
conseguido por fin contener a los auyo, infligindoles tan graves prdidas
que el rey de los auyo haba pedido la paz, renunciando al tributo. Pero
los auyo, en su propio territorio, seguan siendo invencibles, y el que un
(1)En 1827, segn los historiadores ingleses.

134 Negros son los dioses de mi frica

ejrcito de infantera, casi la mitad de cuyos efectivos eran mujeres, atacara


a los auyo, provocando as sus feroces cargas de caballera, significaba un
suicidio o algo muy parecido.
Otro acto de Gezu fue concluir un tratado de amistad y paz eterna
con los ashanti, lo cual explicaba que el rey de stos prestara un cuerpo de
ejrcito a Gezu cuando ste iniciaba una guerra, y que Gezu prestara sus
tropas a
los ashanti en caso anlogo. Pero Nyasanu pens: Si a Kumassi llegan
noticias de que los auyo nos han derrotado, diezmando nuestros efectivos,
cunto tardarn los ashanti en olvidar los pactos del tratado y en venir
aullando del Oeste, dispuestos a borrarnos de la faz de la tierra eliminando
as al nico rival digno de ser tenido en cuenta?
Kpadunu murmur:
- No hagas caso de lo que dice esta mujer. Son palabras solamente.
Crees que Dada Gezu le ha dicho a ella, precisamente a ella, cules son
los enemigos con que nos enfrentaremos, antes de comunicarlo al primer
ministro o al juez supremo?
- No lo s.
Pero la khetunga, la genrala, gritaba ms que antes:
- El rey nos da tela, pero sin hilo no es posible confeccionar vestidos:
Nosotras somos el hilo! Si el grano se pone a secar al sol y nadie lo vigila,
no vendrn los chivos y se lo comern? Si tardamos demasiado en atacar
Abeokuta, cualquier otra nacin nos la quitar. La caja de ron no se mueve
por s misma. La mesa de una casa es de utilidad cuando se pone algo
encima de ella. El ejrcito del Vientre de Da, sin las ahosi, es como la una
y la otra. Escupir es bueno para el estmago, y la mano tendida es la que
recibe. Por eso os hemos reclutado para hacer la guerra, a fin de que nuestros
estmagos vean sus deseos satisfechos, y nuestras manos quedan llenas.
Hubo un silencio. Entonces, el gao, comandante jefe, se levant y dijo:
- La casa del rey necesita techumbre!
Cuando Nyasanu oy estas palabras, un temblor estremeci su
cuerpo, ya que, al alzar la vista, vio lo que el gao haba querido decir: todas
las techumbres de los habitculos, as como de las garitas de los centinelas y
de los dos torreones que flanqueaban el portaln, estaban cubiertos con las
blanqueadas calaveras de los enemigos muertos en batalla.
Volvieron a esperar. Entonces se abri la gran puerta, y sali Gbenu,
mayestticamente ataviado con su uniforme de kposu, o comandante de la
segunda seccin del ala izquierda, lo cual significaba que su rango militar
slo ceda en importancia al del mismsimo gao, a pesar de los ostentosos
ttulos de cortesa que correspondan al minga y al meu.
Frank Yerby 135

Al ver a su padre en el momento de cruzar la puerta, como una


encarnacin del vudu Gu, a Nyasanu le lati el corazn con tal fuerza que
pareca fuera a reventarle el pecho. Qu soldado era su padre! Qu hroe!
Qu hombre!
Entonces se dio cuenta de que su padre llevaba la pequea caja de
cuero que contena el ron de la guerra, lo cual significaba que ms vala
olvidar todas las esperanzas de paz. Estaban en guerra. Pero contra quin?
Gbenu hizo una reverencia, y entreg el ron al gao.
El gao bebi un sorbo y dio comienzo a un discurso blico, en el
que exhort a todos a entregarse a la furia, exigiendo que cada uno de
los presentes cortara por lo menos diez cabezas, y volviera con veinte
prisioneros, dejando arrasadas las ciudades enemigas. Pero todava no dijo
quin era el enemigo.
Por eso, el ejrcito en masa comenz a gritar:
- Dada, ven! Padre, mustrate a nosotros!
Entonces Nyasanu vio al rey. Gezu era alto y el color de su piel
sorprendentemente claro, del color del caf con leche, en vez de negro.
Nyasanu mir a su primer amigo. Kpadunu musit:
- Su madre era medio furtoo, hija de un tratante de esclavos portugus.
sta es la razn por la que el rey no tiene color propiamente dicho.
Y en el momento en que el rey comenz a hablar, Nyasanu advirti
que tena el ojo derecho desviado. Pero su voz era profunda y hermosa. En
vez de hablar en fau, lo hizo en fanti. El rey dijo:
- Maheeyu makyo!
Y todos los soldados, hombres y mujeres por igual, rugieron de
alegra, ya que estas palabras significaban Maxi, buenos das. Saban ya,
al menos, cul era el enemigo.
A continuacin, el rey comenz a interpretar las danzas de la
decapitacin, lo que hizo con gran donosura y habilidad. Cuando el rey
hubo terminado, el primer ministro, el juez supremo y el comandante
jefe, as como el general que mandaba el ala izquierda, danzaron a su vez.
Nyasanu tena la absoluta certeza de que el comandante del ala izquierda,
Gbenu, jefe de Alladah, era el mejor bailarn de todos ellos.
De todos modos, Nyasanu notaba una sensacin de inquietud en
mitad del cuerpo, parecida al lento y sensual enroscarse y desenroscarse
de una serpiente. Toda su vida haba soado con ese da, o, mejor dicho,
en otro da, subsiguiente a se, el da en que l, Nyasanu, hombre entre
los hombres, adornado el pecho con collares hechos con los dientes de
enemigos a quienes l habra dado muerte, se adelantara para ofrecer al
rey el gran montn de cabezas cortadas por l, personalmente. Pero, ahora
136 Negros son los dioses de mi frica

que el da casi haba llegado, Nyasanu descubri que aquello haba dejado
de gustarle.
En primer lugar, no poda apartar de su mente la imagen de
Nyaunu wi, yacente, con la barriga hinchada, como un animal herido,
abrazndose a las piernas en un abrazo desesperado, que Nyasanu no
haba podido deshacer, el da en que le comunic la noticia que su padre
haba trado de Ahomey: aquel ao habra guerra, con casi toda certeza.
Fue duro, terriblemente duro, ver a su esposa en aquella actitud, con
los ojos hinchados por el interminable escozor de las lgrimas, hasta
el punto que no poda abrirlos. Pero escuchar a Nyaunu wi fue peor
todava, escuchar las cosas que dijo, y vindose obligado a esforzarse
para comprender las palabras lentamente murmuradas por una voz
spera y ronca, reducida, no tanto a la ausencia de sonido por las largas
horas de incesante sollozar, cuanto a la negacin, a la contradiccin del
sonido: Morir; cuando vuelvas, no me encontrars aqu, si es que los
maxi no te hacen prisionero y te venden al furtoo; la espera ser causa
bastante para mandarme junto a los antepasados; s, bastar el estar sin
ti; mucho antes que inicies el camino de regres a casa, Legba me habr
devorado los sesos y el aliento.
Y, sumido en desdicha, Nyasanu pens que ahora, cuando apenas
haca cuatro das que haba dejado a Nyaunu wi, ya contemplaba con deseo
a la fea Alogba, la del rostro porcino.
Pero, adems, ahora, Nyasanu dudaba que llevara en la barriga
aquello que era imprescindible para convertirse en la clase de guerrero que
su padre era. La vspera vio, por primera vez en su vida, cmo unos hombres
eran decapitados. El rey Gezu, siguiendo el mandato de las costumbres,
haba enviado a cinco esclavos a reunirse con los antepasados, para pedirles
que protegieran su real persona, y los objetos del Leopardo que era la
denominacin que, con amarga justeza, se daba a los individuos del pueblo
de Dahomey, en ocasin de ir a la guerra.
Lanzando horribles gritos, los guardias reales, armados con
porras, penetraron corriendo en el interior del corral de los esclavos,
y arrastraron cinco de ellos -en cuanto Nyasanu saba, cogidos
puramente al azar- a la gran plaza rectangular, ante la residencia real.
All amordazaron a los cinco esclavos por el medio de introducirles
en la boca, hasta la garganta, una rama en forma de Y, de manera que
las dos ramas les salan por las comisuras de los labios, dndoles la
expresin de una macabra sonrisa, aunque Nyasanu tena la certeza de
que ello no se haca adrede. A los extremos de esas ramas iban atadas
unas tiras de cuero que se anudaban entre s, en el cogote del esclavo,
con lo que la mordaza quedaba formada de modo eficaz y doloroso.
Frank Yerby 137

Esta operacin se efectuaba para evitar que los esclavos lanzaran


maldiciones contra el rey, ya que, teniendo en consideracin que iban
a morir, sus maldiciones, segn las creencias imperantes en Dahomey,
seran terriblemente eficaces.
Entonces, con gran cuidado, los esclavos eran ataviados con largas
tnicas blancas del ms fino algodn, y los segundos guardias del rey -los
primeros eran las mujeres del cuerpo de ahosi- colocaban altos, curvos y
cnicos gorros rojos, en la forma de uno de los dos cuernos de la media
lima, sobre sus cabezas.
Nyasanu contempl todo lo anterior. Ni uno de los esclavos, todos
ellos cautivos, jacquin o tuffoe o maxi, dio la ms leve muestra de temor.
Pero Nyasanu, hombre entre los hombres, estaba all, tornndosele
gris la negra cara, con el estmago invadido por unos seres reptantes y
odiosos, un nudo de frialdad en la garganta, y un sabor extremadamente
desagradable en la boca, contemplando cmo los esclavos eran puestos
en irnos cestos de caa, en forma de canoa, y luego los cestos eran izados
sobre la cabeza de los guardianes armados con porra, que, con aspecto
de simios, se contoneaban y bufaban. Los cautivos fueron exhibidos tres
veces en sendas vueltas alrededor de la plaza, y el cortejo iba precedido
por el tauvoduno del culto a los reales antepasados, ataviado con sus
ms impresionantes prendas y luciendo la ms horrorosa de todas sus
terribles mscaras, quien avanzaba sin dejar de blandir su bastn, con
una blanquecina calavera en el extremo, y cantando a todo pulmn
incomprensibles palabras.
Cuando llegaron al lugar desde el que el rey Gezu presida la
ceremonia, Nyasanu vio algo muy curioso: en aquel preciso instante una
expresin de profundo desagrado torci la boca del rey. El muchacho
record entonces que Gbenu, su padre, le haba dicho: Ofrece menos
sacrificios que cualquier rey que hayamos tenido; ciertamente, no es, ni
mucho menos, el monstruo que era su hermanastro Adanzan; cuando
ofrece sacrificios mata a cinco o a seis, a lo sumo; todos los reyes anteriores
ofrecan a los antepasados ms de treinta hombres; creo que prescindira de
los sacrificios anuales, si pudiera
Pero, aullando y danzando, el alto sacerdote de los tauvu- dun,
o antepasados convertidos en dioses, estaba ante el rey, y blanda el
bastn con la calavera en su extremo. A Nyasanu le pareci que la
actitud del alto sacerdote era casi amenazadora. Quiz algo de cierto
hubiera en los minores segn los cuales los tauvudonoe, sacerdotes
del culto a los antepasados del rey, estaban irritados con ste por su
moderacin, por su renuencia a ofrecer a los antepasados dioses cuanta
sangre deseaban.
138 Negros son los dioses de mi frica

Con un fatigado movimiento afirmativo de la cabeza, Gezu dio la


venia. Inmediatamente, todos los presentes corrieron hacia delante para
ver mejor el espectculo. Nyasanu y Kpadunu fueron arrastrados como
maderos en el mar por la negra masa de humanidad excitada, que gritaba,
rea y chascaba los dedos. Y tal era la fuerza de esta marea, que si Nyasanu
y Kpadunu no se hubieran cogido del brazo, y no hubieran clavado los
talones en la tierra cubierta de hierba, los hubieran arrojado al pozo de las
ejecuciones.
Abajo, en el pozo, el verdugo esperaba. Tambin iba con tnica
y enmascarado, pero su tnica estaba ennegrecida por la sangre seca
acumulada a lo largo de muchos aos. En la mano no sostena una
espada, sino un cuchillo de carnicero. Y entonces, en el momento en
que el sacerdote del culto a los antepasados rasg el cielo con un alarido
de pura y asesina furia, el primero de los hombres que llevaba en la
cabeza el cesto en forma de canoa lo inclin hacia delante, de manera
que el esclavo con la tnica y el gorro rojo, amordazado y atado, cay
del cesto, yendo a parar de cabeza al fondo del pozo, en donde qued
tumbado, inconsciente.
Inmediatamente, el verdugo le cogi por el cabello que el esclavo
llevaba lo suficientemente largo para que sirviera a este propsito, y
sentndole en el suelo, le infiri alrededor del cuello una serie de profundos
cortes, efectuando con la mano, en feroz complacencia, los movimientos
propios de aserrar, hasta que la sangre del moribundo salt a chorros,
salpicando y fluyendo abundantemente. Entonces, el verdugo cogi al es
clavo por las orejas y dio un giro a la cabeza, hasta arrancarla del tronco.
Con un gran aullido, el verdugo lanz la ensangrentada cabeza al aire, lo
que provoc una horrenda algaraba, y el que los hombres lucharan entre
s, como perros salvajes, para conseguir el honor de llevar aquel trofeo ante
la real presencia.
Kpadunu toc el brazo de Nyasanu, y en un murmullo le dijo:
- Vamos, hermano. Te ayudar. Puedes caminar? Si permites que
una de tus almas abandone el cuerpo y te desplomas, tendrs problemas.
Incluso si devuelves el desayuno a la tierra, alguien lo ver, lo dir al
adanejon, y quedars desprestigiado.
Nyasanu se irgui y sacudi la cabeza para aclararla, en un movimiento
parecido al que hace el len cuando, despus de haber cogido una cebra por
el pescuezo, la sacude para quebrar su columna vertebral. Fue un gesto de
altivez, de feroz orgullo, como el del len. Dijo:
- No. Me quedo aqu. Esto es propio de hombres, y yo lo soy.
Y all qued, esforzndose en mantener unidas sus tres almas en el
Frank Yerby 139

fondo del estmago, sin dejar de contemplar la sangrienta carnicera que


se repiti cuatro veces ms. Pero, cuando por fin Nyasanu se apart, en
compaa de su amigo, vio, con pasmo, que en los ojos de Kpadunu haba
lgrimas. Nyasanu le pregunt:
- Qu te ocurre, hermano?
- Siento asco y grandes deseos de tener una alma tan sencilla como la
tuya. Poco te faltaba para morir, morir de horror, de lstima, de vergenza,
no lo s, pero has sacudido la cabeza, has lanzado un rugido de len, y las
tres almas han vuelto a tu interior. Yo, Nya, no soy as. Mucho me temo
que mis tres almas me hayan abandonado hace ya mucho tiempo, y que
estn muy lejos. Vivo entregado a una profesin en la que no creo, y que
incluso mi to, Mauchau, reconoce, cuando est borracho, que es pura
charlatanera
- Kpad!
- S, hermano. No me gusta pertenecer a una raza de salvajes sedientos
de sangre, que es lo que somos todos los hijos de la Tierra del Vientre de
Da, y me pregunto si habr algn lugar en la tierra donde los hombres no se
maten entre s, en nombre de unos dioses inexistentes, o por cualquier otra
razn. Un lugar en el que los reyes gobiernen mediante el amor. En donde
no emprendan campaas para asediar, matar de hambre y destrozar a sus
hermanos.
- Hermanos? Hermanos los maxi?
- Y los auyo. Y los hausa. Y los fanti. Y quiz incluso los furtoo, con
sus despellejados cueros purpreos y rosados que, sin que sepa cmo,
siguen viviendo en este estado, a pesar de que todava son ms crueles
que los ashanti, porque sus ansias de sangre son ansias fras. Leemos los
du para determinar nuestro destino, y despus ofrecemos sacrificios a los
vudun para alterar esos destinos de manera satisfactoria. No es esto una
locura? Qu clase de dioses son esos vudun con los que cabe negociar?
Qu clase de vida es la nuestra, si aceptamos que un dios que nos protege
siempre puede ser superado por otros dioses invocados por el azaundato, a
requerimiento de cualquier hombre que nos odia?
Con preocupacin en las pupilas, Nyasanu mir a su primer amigo,
y dijo:
- Los vudun en que no crees, te dieron a Dangbevi. Quin fue el que
me dijo que la serpiente Danbe te habl y te ofreci su hija?
Kpadunu inclin la cabeza. La alz y mir a Nyasanu:
- Yo. Pero cuando lo que dices ocurri, estaba embriagado, Nya. Y
quiz todo fue un sueo
140 Negros son los dioses de mi frica

- Y tambin soaste con Dangbevi y el hijo que ahora lleva en el


vientre?
En un susurro Kpadunu repuso:
- No. Dangbevi es real. Y de ello doy las gracias a Fa. Pero, hermano,
Dangbevi tiene, bajo el cabello, una cicatriz tan larga como mi mano. Una
cicatriz muy reciente. Y sta es la razn por la que no se acuerda de su tribu,
de su clan, de su familia, de sus padres. Hablan las serpientes el ewe, Nya?
Dan a luz hijas?
Nyasanu mir a Kpadunu y dijo:
- Hermano, dejas los cielos desiertos, despojas de magia y significado
a la vida, nos conviertes a todos en seres nfimos
- No! Esto nos convierte en hombres, Nya! T has dicho que
debas contemplar esta repulsiva carnicera de prisioneros atados,
amordazados, inmovilizados, porque era cosa propia de hombres.
Realmente lo es? Hermano, lo es? No hay bestia en la selva, ni
siquiera el cruel leopardo, que mate por placer! Todas las vctimas de
los grandes carnvoros tienen defensas, sean la agilidad, la astucia, la
habilidad, el colmillo y las astas. Ni el len, ni el leopardo, ni la hiena,
ni el chacal, mantienen al dik dik, al gnu o a la cebra, encerrado en una
mazmorra, para sacarlo a rastras en determinadas ocasiones, a fin de
darle muerte, en mrito de algo que ni siquiera tiene la virtud de Henar
la tripa.
Nyasanu mir con horror a su amigo, y murmur: -Crees que
debiramos comrnoslos? -Como hacen esas sucias y degeneradas
tribus de las regiones del Congo? No, hermano. Quisiera que vivieran,
que comieran y bebieran, que amaran a sus esposas y engendraran
hijos, y que fueran libres. Te parece mucho pedir? Nyasanu inclin la
cabeza. La alz y dijo: -S, es demasiado porque es ms de lo que los
dioses nos conceden.
Kpadunu mir a su primer amigo de una manera distinta a aquella en
que siempre le haba mirado. Haba en la mirada de Kpadunu una extraa
expresin, quiz de reconocimiento de algo. Por fin, Kpadunu dijo:
- Te haba juzgado mal. No eres un hombre simple, Nya. No, ni
mucho menos!
Por la maana, salieron de Ahomey, encaminndose hacia el Norte,
hacia las montaas en que habitaban los maxi. Y, mientras esperaban a sus
compaeros de la compaa de hastati, que se haban rezagado, Nyasanu y
su amigo Kpadunu vieron pasar la primera parte de la columna.
Frank Yerby 141

El gao, o comandante jefe, iba al frente de las tropas, montado en


un magnfico caballo de capa gris. Nyasanu se pregunt de dnde habra
sacado el gao aquel caballo en un pas en que los pocos caballos y ganado
vacuno que all conseguan sobre vivir padecan la enfermedad contagiada
por la mordedura de la mosca ts-ts, que les dejaba convertidos en un
saco de huesos para el resto de sus das. La nica excepcin que Nyasanu
saba, con respecto a esta regla, era Nyoh, el caballo blanco de su padre. Y
Gbenu saba que ms le vala no cabalgar pblicamente en tan magnfica
montura, ya que el rey se la confiscara tan pronto como viera al esplndido
animal.
El gao iba deslumbrantemente ataviado, con toga azul y blancos
pantalones, tocado con un sombrero espaol, adornado con gran nmero
de collares formados con dientes, y luciendo argollas de plata y bronce.
Unidos a las argollas llevaba numerosos gbo para evitar que el mal y los
peligros se cebaran en su impresionante persona. Un esclavo sostena sobre
su cabeza un parasol de brillante colorido, adornado con apliques de tela
recortada que representaban sus heroicas hazaas. Tras l, iba el minga,
o primer ministro, con su ayudante, el biwanton, o delegado poltico.
Nyasanu saba que, en el ala izquierda, iba el meu, o juez supremo, as como
su delegado poltico ayudante el adanejon, detrs de Gbenu, quien era el
kposu, o comandante del ala izquierda, y que los tres presentaban aspecto
muy semejante al de los que haba visto pasar. Estos dos personajes iban con
uniformes diferentes, tan deslumbrantes como el del gao, y bajo parasoles
slo un poco menos hermosos que el del comandante jefe. Kpadunu dijo a
Nyasanu al odo:
- Pero ya vers con qu rapidez desaparecen, y dejan que el gao y tu
padre tomen el mando en cuanto comience la lucha Mira! Ah viene el
rey!
Nyasanu estir un poco el cuello, y vio al rey Gezu. Pero, despus
de haber contemplado al real personaje durante medio minuto, volvi
el rostro hacia Kpadunu, con pasmo en las pupilas. Dada Gzu iba
montado en un jamelgo que, incluso en un pas en que casi todos los
caballos eran lamentables ejemplares, estableca una nueva marca de
miseria equina. Adems, el atavo del rey era inferior al de cualquier
vulgar soldado. Con plvora haba grabado en su rostro las seales de
guerra, pero eso todos los oficiales lo hacan. Iba con una corta tnica
en forma de tonelete, de color ndigo, y pantalones cortos. En la tnica
no llevaba insignia alguna. El parasol de color de chocolate que un
esclavo sostena sobre su cabeza tampoco ofreca distintivos. Alrededor
del cuello, sujeto a una correa, llevaba un espantamoscas de cola de
caballo, pero sin el acompaamiento de collares de dientes. En la tnica
142 Negros son los dioses de mi frica

se vean manchas de sangre de chivo, y gbos cosidos a ella, pero eso era
algo que tambin se vea en los uniformes de casi todos los soldados
de infantera. Iba con pistola al cinto, y una porra de guerra, erizada
de gran nmero de clavos, al hombro. Anillas de cuentas negras le
rodeaban las piernas, y calzaba sandalias. En conjunto, presentaba el
aspecto de un competente y altivo guerrero, pero ni siquiera pareca
un oficial de alta graduacin, y, mucho menos, el rey. Incluso la pipa
que fumaba era ms pequea que las del biwanton y el adanijon, cuya
importancia, en acciones blicas era, por lo menos, dudosa.
Al ver la expresin de Nyasanu, Kpadunu le dirigi una sonrisa, y,
en voz baja, le dijo:
- Parece un mendigo, verdad? Es una treta, Nya. No podemos
permitirnos el lujo de que nuestro rey sea el blanco de todas las lanzas,
flechas y piedras de los maxi, no crees? El rey ni siquiera tiene el mando
del ejrcito, ya que de eso se encarga el gao y el kposu, tu padre. Por lo tanto,
si perdemos la batalla, el enemigo hace prisioneros a estos dos, convencidos
de que, por su imponente aspecto, uno de ellos ha de ser el rey. Adems,
al no ser el rey responsable de la direccin de la guerra, los espritus de sus
enemigos muertos atacan al gao y al kposu, no a l. Esta noche, cuando
acampemos, vers que el rey se sienta en un taburete mucho ms bajo que
el del gao y tu padre. Y estos dos pueden fumar en presencia del rey. En
tiempo de paz, tal falta de respeto les costara la vida. Pero es necesario
seguir en todo momento con esta farsa, ya que algunos de los comerciantes
que acuden a nuestros campamentos para vendernos comida y bebida, son
espas del enemigo, sin la menor duda. De esta manera, no pueden averiguar
quin es el rey, y as se evita que se preparen las maniobras oportunas para
que los soldados enemigos los apresen en los primeros momentos de la
lucha, lo cual es el mejor mtodo de ganar una guerra sin casi derramar
sangre
Meditativo, Nyasanu dijo:
- Debiera embadurnarse la cara con holln. Apenas tiene color. Es fcil
distinguirle
- S, pero ello no significa que sea el rey. En realidad, los maxi jams
imaginaran que un hombre que tiene el aspecto de estos mulatos hijos de
portugueses y esclavas sea el rey de Dahomey.
- Es verdad.
Y despus de decir estas palabras, Nyasanu se levant para
contemplar el paso de las tropas. Primeramente, pas la compaa azul,
con tnica de color ndigo y trinchas blancas. Iban tocados con una
especie de boina con caimanes bordados al costado. Despus pasaron
Frank Yerby 143

los achi, los hombres armados con bayoneta, cuyo uniforme era
idntico al de los anteriores aunque, en la parte lateral del cubrecabeza,
llevaban un trbol en vez de un caimn. Luego, pasaron los agbaraya,
as llamados por el arma que llevaban, que era un corto trabuco, con
la boca del can en forma acampanada, que no permita la menor
precisin en el tiro, pero que, por lo menos, produca el ruido suficiente
para que los caballos del enemigo huyeran salidos de caa, y, en las
montaas, donde apenas haba moscas ts-ts, caba la posibilidad de
que tuvieran que enfrentarse con la caballera de los auyo, en el caso de
que stos hubieran acudido en auxilio de los maxi. Nyasanu pens: Es
muy propio de la sutileza y del sentido del humor de los dahomeyanos
el que la compaa de trabucos est al mando del kpofensu, el bufn
de la corte; s, porque el bufn del rey es incapaz de inventarse una
broma que provoque tanta risa como la que producen los agbaroya en
el campo de batalla; de cada dos veces una, esos caones de bronce
pegan un culatazo tan fuerte que los agbaroya se caen de culo, con los
pies al aire, y la nica consecuencia del disparo es una lluvia de hojas
cadas de las copas de los rboles.
Pero pasaban los ganu rilan, los cazadores reales, y Nyasanu, al
verlos, guard silencio. Todos ellos eran ashanti, guerreros que la reina
madre de los ashanti haba prestado a Gezu. Y Nyasanu tuvo la sensacin
de quedar reducido, empequeecido ya que a pesar de medir ms de
dos metros de altura, y de haber comenzado a desarrollarse de manera
que ya iba adquiriendo la corpulencia que tendra en su plenitud, el ms
bajo de los ashanti le pasaba a Nyasanu tres dedos por lo menos. Desde
luego, todos ellos eran ms delgados que l. Pero esto poco significaba.
Los ashanti eran guerreros natos. Jams se supo de un ashanti que
huyera en el campo de batalla, ni que se escondiera o mutilara para no ir
a la guerra, tal como hacan muchos dahomeyanos. Adems, los negros
rostros alargados y flacos de los ashanti tenan una expresin altamente
inteligente. Su padre le haba dicho: El ms tonto de los ashanti es un
genio militar, y a veces pienso que son genios en todos los aspectos, y no
slo el militar.
No lucan adornos de bronce, sino de oro, ya que las tierras de los
alrededores de Kumassi son ricas en este precioso metal. Y cada uno de
ellos era ms apuesto que cualquier dahomeyano, salvo, quiz, algunos
jvenes de las clases altas, como Kpadunu y el propio Nyasanu.
Pero despus llegaron los hastatis, o fusileros, de la unidad de
Nyasanu, por lo que se uni a ellos, y no vio el resto de los contingentes.
Sin embargo, Nyasanu saba cules eran las unidades que iban detrs: la
unidad de asalto o mnau y los aro o arqueros.
144 Negros son los dioses de mi frica

Cada una de estas compaas tena su parigual, con el mismo


uniforme, armamento e insignias, en el ala izquierda, al mando del padre
de Nyasanu, y entre los dos conjuntos de unidades iba la divisin del ala
derecha, formada por las ahosi o mujeres soldados, bajo el mando de la
gundeme, o primer ministro femenino, que tema un cargo equivalente al
del minga, y de la khetunga, o gao femenino. Las compaas femeninas eran
exactamente iguales a las masculinas, con la salvedad de que sus gun unin
no eran mujeres ashanti, sino de Dahomey, ya que las ashanti no formaban
parte del ejrcito de su pas. Haba tambin otras diferencias entre las
unidades masculinas y las femeninas. El cuerpo al que Alogba perteneca, el
de las arqueras, se llamaba gohento, en vez de aro, que era el nombre de los
arqueros masculinos, y los arcos de las mujeres eran mucho ms pequeos
y ligeros. El que las flechas de las arqueras estuvieran envenenadas, al igual
que las de los hombres, se consideraba suficiente para compensar la menor
potencia de sus armas. Por otra parte, las ahosi tenan tres compaas de
las que el ejrcito masculino careca: la de cazadoras de elefantes, las ms
valerosas entre las valerosas, que en la ltima cacera haban cobrado nada
menos que siete elefantes en una bien dirigida andanada; luego, estaba la
compaa de nyekplohonto, las mujeres con navajas, que tenan la misin
de reconocimiento; por ltimo, estaban las tropas de infantera, armadas
con catapultas, que defendan el centro contra todos los ataques.
El ala izquierda tambin tena una divisin de ahosi, cuyos oficiales
superiores reciban el nombre de yewe, o meu femenino, y akpadume, o
mujer kposu.
sta era la composicin del ejrcito del rey Gezu en aquella marcha
blica iniciada en 1838, vigsimo ao de su reinado.
Entre los millares de soldados de Gezu, iban dos desconocidos
muchachos de dieciocho aos, recin casados, Nyasanu y Kpadunu, que,
entre los dos, iban a ganar la guerra. Pero lo hicieron a tan alto coste que,
despus, Nyasanu jur que ms hubiera valido perderla.

Frank Yerby 145

146 Negros son los dioses de mi frica

DIEZ

Mientras estaban sentados junto a la hoguera, por la noche, en los


intervalos de descanso durante la larga marcha hacia el norte, hacia el pas
de los maxi, Nyasanu y Kpadunu tenan tiempo para conversar. Alguna
que otra vez, Tuagbadji, el tercer amigo de Nyasanu se les juntaba, pero
ello ocurra muy de vez en cuando, debido a que Tuagbadji no perteneca
al cuerpo de hastati o zohunan, como se denominaba a las unidades de
fusileros a las que Nyasanu y Kpadunu pertenecan, sino que era del cuerpo
de aro, o sea la compaa de arqueros. Y los oficiales de los distintos cuerpos
procuraban que los soldados pertenecientes a ellos no confraternizaran,
debido probablemente, a juicio de Nyasanu, a que no queran que menguara
la rivalidad, que era uno de los factores que daba nacimiento al valor del
soldado. Para complicarle todava ms las cosas a Tuagbadji, los fusileros
tenan en menos a los arqueros. Siempre que cruzaba el campamento para
visitar a Nyasanu y Kpadunu, Tuagbadji tena que soportar las pullas
de los soldados de las otras compaas que le llamaban perseguidor de
perdices que se entretiene con juguetes. A Tuagbadji le constaba que, en
realidad, el cuerpo de arqueros hubiera debido ser extinguido haca ya largo
tiempo, cuando, la venta de prisioneros de guerra, delincuentes e incluso
dahomeyanos de importantes familias aunque polticamente revoltosos, a
los tratantes de esclavos europeos, permiti al clan del Leopardo adquirir
fusiles y plvora. Sin embargo, por razones ignoradas, quiz por puro
instinto conservador, o debido a un casi sentimental recuerdo de las viejas
glorias del Cuerpo de arqueros, los reyes aladaxonu los haban conservado
en el ejrcito. Pero, a pesar de tan clara muestra de real afecto, los arqueros,
anteriormente flor y nata del ejrcito, haban adquirido mala reputacin.
Solamente los peores reclutas, los bajos, los gordos, los que cojeaban un
poco, eran destinados al citado Cuerpo. Y eso era algo de lo que Tuagbadji
tena plena y dolorosa conciencia. Por ser de altura inferior a la media y
tener natural tendencia a engordar, aumentada por el carcter sedentario
de su oficio -coser apliques de tela recortada en forma de figuras-, el
pobre Tuagbadji procur superar sus sentimientos de inferioridad por el
Frank Yerby 147

medio de practicar el tiro con el peculiar arco dahomeyano, hasta dominar


la tcnica a la perfeccin. Lo cual significaba, como Nyasanu advirti en
un intento de consolar a su amigo, que Tuagbadji poda considerarse
un soldado ms eficaz que el noventa por ciento de los fusileros, los
ms grandes malgastadores de municin que haba en el mundo. En su
peculiar tono seco y sarcstico, Kpadunu aadi: -Adems, supongo que
no creers que la verdadera finalidad de la campaa es matar gente, Badji.
Ante estas palabras, Tuagbadji repuso: -Entonces, por qu razn el rey nos
recompensa segn las cabezas que traigamos? Kpadunu contest:
- Esta recompensa es nfima, y por pura frmula. El rey quiere esclavos
para venderlos al furtoo a cambio de ms plvora, telas, ron y oro. Y quiere
esto ltimo para comprarse ms esposas todava. Quiere tantas esposas
que, por su nmero, le resulte imposible acostarse con todas, incluso en el
caso de que lo haga una sola noche al ao con cada una de ellas. Lo quiere
para que sus hijas las princesas tengan muchas prendas de seda, muchos
collares de cuentas, muchos perfumes, a fin de que estn hermosas y huelan
bien cuando yacen con sus hermanos.
A coro, Nyasanu y Tuagbadji exclamaron:
- Kpad!
Serenamente, Kpadunu dijo:
- Es lo que hacen. El incesto no es un su du du, entre las gentes del Clan
del Leopardo. En realidad, nada es tab para ellos, como no sea la castidad.
Si una princesa llega a los trece aos y todava es virgen, le dan una paliza
que la dejan medio muerta. Entonces llaman a sus tos, sus hermanos y
primos, y les hacen formar cola para que todos se la
Nyasanu dijo:
- Vamos, Kpad, vamos, cllate, hombre!
Kpadunu ri y dijo:
- Bueno, pero conste que no he mentido, slo he exagerado un poco.
En serio, Badji, nuestro amigo Amosu fue el que tuvo ms suerte.
Nyasanu dijo:
- Lo echar de menos. De todos modos supuso para l un gran honor
el que le llamaran de la Corte para ocupar el cargo de artfice platero del
rey
Grave, Kpadunu dijo:
- Por poco sensato que sea, procurar hacer mal sus figuras, para que
le den una tanda de palos y le manden a casita. De lo contrario, terminar
casndose con una princesa, y formando parte de la nobleza. Y no hay peor
destino que se, as Legba me valga.
148 Negros son los dioses de mi frica

Pero casi siempre los dos amigos se quedaban solos cuando terminaba
la jornada de marcha. Se tumbaban boca arriba y contemplaban las
estrellas, perdidos en la inmensidad de la noche africana. Los pensamientos
que libremente se les ocurran eran largos, muy largos, y resultaba difcil
analizarlos, e incluso soportarlos. Kpadunu dijo:
- Nya, quiero que me prometas una cosa. -Qu?
- Que que si muero en accin te casars con Oangbevi. Las otras
dos esposas no me importan. Pero Dangbevi es extraa. Es tmida. Arisca
ante los dems. Tierna. Carece de las defensas que las restantes mujeres
tienen. Jams le he odo hablar mal de nadie. Y no creo que sea capaz de
sobrevivir si se queda sola. No, no tiene la dureza ni la malicia suficiente
para sobrevivir. Lo prometes?
Nyasanu pens unos instante. Y por fin dijo:
- S, pero t has de prometerme casarte con Nyaunu wi si soy yo
quien muere. Pero queda un problema, Kpadunu: y nuestros hijos? Tanto
mi esposa como la tuya; en fin, probablemente tus tres esposas, esperan un
hijo. Qu condicin tendran los hijos?
Kpadunu mir a su amigo, y sus ojos llameaban Serenamente dijo:
- Si mueres, tu hijo ser mi hijo, y si nace el primero entre todos mis
hijos, ser el heredero. Lo juro por Fa, que es el dios del destino.
- Lo mismo juro yo, y ah va mi mano para sellar el juramento.
Legba, el mensajero de los dioses, es un gran tramposo y ama la
maldad. Adems, en cierto aspecto es tambin el dios del sexo. Cuando
Legba fue descubierto en flagrante delito con su propia hija, Minona, la
diosa de las mujeres, la madre de Legba, Mawu, le castig con la tortura
de una permanente ereccin, y unos deseos carnales insaciables. Por eso
no cabe la menor duda de que fue Legba quien puso malos pensamientos
en la cabeza de Alogba aquella misma noche. Lo nico que cabe poner en
duda es si Legba eligi bien el momento de poner en prctica sus nefastos
designios, ya que Nyasanu, despus de haber pronunciado tan alto y
sagrado juramento, yaca insomne en su estera, pensando con grande y
reverente ternura en su Nyaunu wi.
En ella pensaba todava cuando el cansancio acumulado en sus
miembros a lo largo de la jornada de marcha le domin. E incluso despus
de que eso ocurriera, Nyasanu so con Nyaunu wi. En modo alguno le
sorprendi que Nyaunu wi se deslizara hacia l, sinuosa, esbelta como
una rama de loco, sin el menor sntoma de la gestacin de cinco meses.
En sueos, los elementos sorpresivos, incluso de pasmo, jams se dan. Por
esto, Nyasanu, suave y lentamente, se dobl por la mitad de su cuerpo de
gran altura -en honor de la verdad debemos decir que meda el doble que
Frank Yerby 149

su mujer-, y se inclin para besarla en los labios.


Entonces, el sueo se torci. Nyaunu wi se comport de una forma
impropia de ella, de una forma que Nyasanu saba, por propia experiencia,
que Nyaunu wi era incapaz de comportarse. Le clav las uas, diez finas
puntas ampliamente separadas, en la espalda, frot la boca, cuyos labios
haban adquirido una increble anchura y carnosidad, contra la suya, y
lo hizo con tanta fuerza que Nyasanu tuvo que abrir la boca en busca de
aire que respirar; mientras su olor, mezcla de sobacos no lavados, sudor
corporal y sexo femenino, suba a la cabeza de Nyasanu, amenazndole con
rematar el proceso de muerte por asfixia, de un momento a otro.
Fue semejante olor, ms que cualquier otra cosa, lo que convenci a
Nyasanu de que estaba viviendo un sueo errneo. Nyaunu wi, al igual que
todas las mujeres de elevadas clases en Dahomey, era en extremo limpia.
Todos los das se pasaba horas bandose y perfumndose, para tener la
seguridad de que, incluso con el intenso calor africano, su olor corporal
era impecable. Por lo cual a Nyasanu le constaba que Nyaunu wi no ola
de aquella manera. Y, como si quisiera confirmar que el sueo se haba
transformado en pesadilla, la mujer apart su boca de la de Nyasanu, y
comenz a canturrear las palabras agu gbe, el lenguaje del adulterio, al
odo de Nyasanu, lanzando gimientes, intensas y suplicantes obscenidades
en sus odos, al impulso de un aliento como una lanza enmohecida, y en la
voz iba lascivia de simio y fuerza de buey. Y en momento alguno dejaba la
mujer de retorcerse sobre su cuerpo, escaldando a Nyasanu con su sudor,
frotando su pelvis contra la de Nyasanu de un modo tan furioso, que el
rgido vello pbico de la mujer lleg a araar a Nyasanu, haciendo que
brotara sangre.
Nyasanu abri los ojos. La minscula cabaa de ramas que los
soldados dahomeyanos construan todas las noches, al acampar, estaba a
oscuras. El olor a hembra en celo era sofocante. Por eso Nyasanu ninguna
necesidad tena de la vista. Sus tres almas regresaron bruscamente a la
barriga, procedentes de los ignotos lugares a los que las tres almas de los
hombres van por la noche. La mente y la vista de Nyasanu se aclararon.
Dijo:
- Sal de aqu, Alogba!
Pero no era tan fcil desprenderse de ella. Alogba gateaba, jadeante y
enloquecida, por el cuerpo de Nyasanu. Con dedos frenticos cogi las ms
delicadas partes del cuerpo de Nyasanu, y le dijo palabras que ste jams
haba odo en labios de mujer, y raras veces en labios de hombre, de modo
que esas palabras tuvieron efectos contraproducentes. Y as fue por cuanto,
si bien es cierto que el deseo sexual es la ms fuerte de todas las emociones,
hasta el punto de superar fcilmente los dictados del buen sentido, de la
150 Negros son los dioses de mi frica

precaucin, de la prudencia y del miedo, tampoco cabe negar que hay un


sentimiento que aniquila fcilmente el deseo sexual. Y el nombre de ese
sentimiento es asco.
Nyasanu hizo lo que deba. La cogi por los hombros, le dio media
vuelta sobre s misma, dejndola de cara a la puerta de la cabaa, y,
entonces, poniendo la planta de su pie derecho en el suave, redondeado
y deliciosamente reducido trasero de Alogba, la impuls hacia el exterior,
hacia la noche.
Mientras tambalendose se alejaba de la cabaa de Nyasanu, Alogba,
ardiendo en doble fuego -el de su insaciado deseo carnal y el de la furia
de la mujer humillada-, se encontr por pura casualidad con un hombre al
que, por lo general, ni siquiera hubiera mirado, y al que despreciaba, esto
es, Tuagbadji, el tercer amigo de Nyasanu.
La razn por la que Tuagbadji estaba all a tan inslita hora era
sencilla. Los hombres como l, los imaginativos, los de carcter dulce,
los soadores, son muy a menudo vctimas de temores que sienten con
excesiva fuerza y precisin. De repente, Tuagbadji se haba dado cuenta de
que al da siguiente o el otro cruzaran el ro Tevi y penetraran en territorio
maxi. Y el terror haba golpeado su opulenta barriga, con la fuerza de una
porra ashanti, cortndole el resuello como una assegai con filo de navaja.
No pudo seguir en su cabaa. Los tabiques recin construidos con barro
y zarzas frescos, se curvaban sobre su cuerpo con furia, desencadenando
en Tuagbadji una insoportable claustrofobia. El olor de su propio cuerpo
se le hizo insoportable, ya que apestaba a terror anticipado. Por eso sali
de la cabaa, eludi fcilmente a los adormilados centinelas aro, y fue al
encuentro de Nyasanu, a pesar de lo tardo de la hora, sabedor de que
su corpulento, fuerte, viril y heroico amigo era, en el fondo, tierno como
una mujer, y poda, como hara realmente, perdonar que interrumpieran
su sueo, cuando supiera lo mucho que el pobre Badji necesitaba que le
tranquilizaran e incluso que le consolasen.
Y despus de cruzar ntegramente el campamento, Tuagbadji lleg
ante la cabaa de Nyasanu, en el momento en que Alogba, gacha la cabeza,
derramando ardientes lgrimas de deseo frustrado, humillacin y rabia, se
alejaba corriendo.
Al ver que una muchacha totalmente desnuda avanzaba hacia l, a
la suave blancura de la noche baada por la lima, el primer impulso de
Tuagbadji fue huir. Pero algo le contuvo: la muchacha que se le vena
encima, tena el cuerpo de Minona, diosa de las mujeres-noche, hecha de
carne cantarina, con la negrura de su belleza rodeada de una aureola de
plata. Tuagbadji se qued all, tembloroso, hasta que pudo vislumbrar el
rostro de la muchacha. Y cuando lo hizo, su porcina fealdad ningn efecto
Frank Yerby 151

le produjo, por cuanto Tuagbadji estaba ya perdido.


Tuagbadji dijo:
- Alogba! En nombre de Xivioso, qu haces en el campamento de los
hombres? Ignoras que
Con voz ahogada, Alogba dijo:
- Que puede crearme problemas? Ya lo s, Badji! Y qu importa?
Cuando una muchacha siente la soledad que yo siento esta noche, es capaz
de cualquier cosa, de arriesgarlo todo, con tal que alguien le diga una
palabra amable. Por eso he venido a visitar a Nya. He pensado que, por ser
mi hermano, me hablara, sera amable conmigo Pero
- Pero qu?
Caracterstica propia de Tuagbadji era que jams se le ocurriese la
pregunta oportuna, y, por lo tanto, no se le ocurri preguntar a santo de
qu la hermana que visita a su hermano, va tal como su madre la ech
al mundo, de noche, y sin siquiera la porcioncilla de tela que llevaban las
muchachas del cuerpo de gohento.
Mintiendo, entre gemidos, sin consciente intencin de sacar cuanto
provecho pudiera de su situacin, sino animada por simple e impremeditado
instinto femenino, Alogba dijo:
- Se ha enfadado conmigo. Ha dicho que mi imprudencia poda
costarle la cabeza. Que el rey no se detendra a pensar que somos hermanos,
y que, en consecuencia, nada malo podamos hacer, y que slo pensara que
l es un hombre y yo una ahosi. Me ha echado y ahora
Call bruscamente, mirando a Tuagbadji. La mente de la muchacha, la
mente del clan del Tozudo Cochino funcionaba intensamente, con malicia,
dentro de la laberntica oscuridad de su cabeza. Alogba pens: Por qu
no? Es amigo de Nya, lo cual es ms que suficiente para que lo utilice para
vengarme de ese larguirucho, casto y puro. Adems, no es feo. Algo gordo,
y nada ms. Por lo general, los muchachos gordos no dan buen resultado
en la estera de dormir, pero, por Legba, esta noche incluso con l estoy
dispuesta a probar. Oh Danh, oh Dangbe, necesito!
Tuagbadji susurr:
- Y ahora?
- Es que eres incapaz de decirme una palabra amable, Badji?
Al hechicero Mauchau le gustaba decir a Kpadunu: -No hay mal que
sea puro. Siempre, las peores realidades llevan algo bueno en s, tanto si lo
queremos como si no. El mal y el bien, querido sobrino, son dos caras de un
mismo dios
En consecuencia, y sin quererlo, Alogba llev a cabo un acto de caridad
152 Negros son los dioses de mi frica

aquella noche. Incluso un acto de iluminacin. Ya que, a los dieciocho aos de


edad, Tuagbadji se conservaba en estado de total inocencia, con referencia a
las mujeres, excepcin hecha de la pobre y vieja tasino que le haba enfriado
el ardor del cuchillo de la circuncisin. Y Tuagbadji, en aquella ocasin,
actu de tal manera que sus dudas acerca de la perfeccin y fuerza de su
virilidad, profundas de por s, quedaron gravemente aumentadas.
Pero al amanecer, Alogba le haba disipado para siempre tales dudas.
Ms an, al ponerse sobre l, y gatear por todo su cuerpo, en un hermoso
exceso de furor uterino, de celo animal, que, para su desgracia, Alogba
haba heredado de la negra furia de su madre, despert en el pobre y
tmido Tuagbadji un tan rabioso deseo que su lter ego, la otra cara de su
personalidad, la parte encadenada, la jams reconocida bestia ancestral que
la lenta e imperfecta obra de la evolucin ha dejado durmiendo en la sangre
y los nervios de todo hombre, despert y desgarr la noche con sus rugidos.
Entre los dos prendieron fuego a la noche, y llamearon hasta el alba.
Y, yacente por fin al lado de Tuagbadji, tan fatigada que ni moverse poda,
Alogba musit, pasmada:
- Es increble, le amo. S, forzosamente he de amarle! De lo contrario
no hubiera sentido lo que he sentido, lo que me ha hecho sentir. Ser
pequeo, tonto y gordo, pero no cabe duda de que es todo un hombre. Y no
estoy dispuesta a que ahora comience a escaprseme porque
Lentamente, Alogba dio media vuelta sobre s misma y bes a
Tuagbadji en los labios.
Kpadunu dijo:
- La magia es el arte de hacer conjeturas sobre causas desconocidas, a
fin de averiguar la razn por la que algo ha ocurrido. Y, como no conocemos
el porqu de nada, nos servimos de los gbo, extraa coleccin de diversas
clases de basura, con la esperanza de que quiz tengan cierta relacin con
aquellas causas o ejerzan cierta influencia en los mecanismos de causa y
efecto, que tambin desconocemos.
Nyasanu observ:
- Con lo que vienes a decir que tu to y t sois un par de impostores
- Lo que yo digo es que la gente se siente sola, desesperada, maltratada
y atemorizada, y que nosotros, los hechiceros, los adivinos, los sacerdotes
de los diversos cultos, le damos esperanzas. Y que, con esa finalidad,
hablamos en voz muy alta, y pletricos de seguridad, acerca de cosas que,
por su misma naturaleza, la humanidad no conoce ni puede conocer. Y
repetimos una y otra vez palabras como magia, encantamientos, su du
du, tab, espritus, fantasmas y dioses, hasta que incluso nosotros mismos
quedamos convencidos que significan algo, lo cual no es cierto
Frank Yerby 153

- Quieres decir que t?


- Engaamos por piedad. Fingimos por amor. Digo las palabras
rituales, y entono las frmulas, hasta que llega el momento en que me veo
obligado a aferrarme a mi razn, para resistir el poder seductivo del hambre
de esperanza, de la necesidad de creer en algo, Nya. Y tambin debido a
que, aunque parezca extrao, este arte es, muy a menudo, eficaz.
Nyasanu razon:
- Si es eficaz no puede ser ntegramente superchera, Kpad.
Kpadunu musit:
- Es que no siempre es superchera, y precisamente esto es lo ms
inquietante, Nya. Tomemos, por ejemplo, a Zezu, el bokono de tu padre. La
gente dice que nunca yerra en sus predicciones del futuro. He investigado
todo lo referente a esta afirmacin y, efectivamente, casi siempre acierta.
Muy raras veces se equivoca
- Entonces qu?
- Pues resulta que quienes consultan con l le dan una ventaja que
a nadie dan. Todos le dicen la verdad, Nya! La verdad pura, desnuda,
ntegra. Y Zezu lleva largo tiempo ejerciendo su oficio, un tiempo ms que
suficiente para haber almacenado en su negra y lanuda cabeza muchos,
muchos hechos, muchos, muchos recuerdos. Por eso, cuando uno le
expone un problema, Zezu pone en funcionamiento la memoria y recuerda
un problema parecido. En fin de cuentas, mi querido primer amigo, los
problemas humanos son siempre parecidos, no hay una gran diversidad
que digamos. Cmo puedo lograr que Tondose se acueste conmigo? O
que se case conmigo, si te parece mejor decirlo as, aunque el problema es
esencialmente igual. Qu puedo hacer para ganarme el cario de mi padre
de manera que me nombre heredero en vez de nombrar a mi hermano?
Qu debo hacer para curar la esterilidad de mi mujer, ya que no tengo
dinero para procurarme otra? Qu puedo hacer para que mis tierras sean
ms frtiles y los negocios de mi mujer en el mercado ms provechosos?
Cmo puedo aplacar las iras de los vudun, que tan mala suerte me han
dado? Estos y irnos cuantos problemas ms, pero muy pocos ms, Nya.
En consecuencia, Zezu recuerda un problema de tiempos pasados, muy
parecido al que se le plantea en el presente, que el paso del tiempo haya
solucionado ya. Entonces recomienda un remedio que le consta ha sido
eficaz, por lo que seguramente volver a serlo. Es decir, aplica la experiencia,
la sabidura acumulada, al problema actual. Cmo va a equivocarse?
- Comprendo. Esto explica la funcin de los bokonos, los adivinos. Mi
padre me educ de modo que tuviera muy poca fe en los sacerdotes, que, a
su parecer, son indirectos agentes del rey, en lo referente a asuntos fiscales
154 Negros son los dioses de mi frica

y de aplicacin de la ley Sin embargo, t decidiste libremente, por propia


voluntad, ser azaundato, Kpad. Y ahora vas y me dices que no crees
- En la magia? No, no es exactamente as, Nya. Creo y no creo en ella,
al mismo tiempo. Mi postura, en este asunto, vara alternativamente, segn
el humor que tenga, me parece. En su mayor parte, casi en su integridad, la
magia es una impostura, hermano. No creo en los gbos, a pesar de que son
tiles
- Otiles? Si no crees en ellos, cmo pueden ser tiles?
- Porque hay gente que cree en ellos. Y, en consecuencia, tienen
eficacia. Si un hombre realmente cree que cierto gbo le matar, ese hombre
morir vctima de su propio miedo. Qu importa que el razonamiento sea
errneo, si el resultado es el deseado, Nya? El arte del hechicero es el arte
de dominar a los dems, y me propongo ensertelo. Eres el futuro jefe de
Alladah y tendrs necesidad de saber el modo de regir a tus gobernados.
- Mi du dijo que mi vida terminara en Dahomey, para volver a
comenzar en otra tierra.
Kpadunu inclin la cabeza. La alz y dijo con serenidad:
- El mo dice que no saldr vivo de esta campaa. He echado las
cuentas del du qu s yo cuntas veces, y siempre han dicho lo mismo.
Nyasanu exclam:
- Kpad! Hermano! Yo
Burln, Kpadunu dijo:
- No temas, Nya. Los du son pura tontera, tal como te demostrar
volviendo sano y salvo a casa, tomando diez esposas ms, y engendrando
doscientos hijos.
Algo irritado, Nyasanu coment:
- Te burlas de todo, y, sin embargo, pretendes ensearme algo en lo
que ni t mismo crees.
- Porque es til, hermano. Tanto si crees que tu azada es un gbo enviado
por Gu, el dios del hierro, como si no lo crees, la azada hiere igualmente la
tierra, no es verdad? Y si los hombres se muestran dispuestos a poner en
tus manos su ignorancia, sus supersticiones y sus temores, por qu no usar
esas herramientas que voluntariamente te dan? Vamos, contesta, por
qu no?
Despacio, Nyasanu contest:
- Porque no es digno, Kpad. No me gustara vivir de la impostura.
Kpadunu ech la cabeza atrs y solt una carcajada:
- Y quin te ha dicho que la vida es digna, Nya? Tu padre es uno de los
Frank Yerby 155

hombres ms dignos que he conocido. Y en eso te pareces a l. Sin embargo,


tu padre se ve obligado a transigir con la vida, a pactar con la realidad,
tal como es. No creo revelarte nada si te digo que la primera esposa de tu
padre, Yu, es la mayor ramera de Alladah, por no decir de todo Dahomey.
Y, sin embargo, tu padre no la ha echado de su lado; por qu, Nya?
Enfurruado, Nyasanu repuso:
- Yu fue avanusi. La princesa Fedime orden a mi padre que se casara
con Yu.
- Pero, como tu padre no la amaba, ni la ama, acaso lo digno no
hubiera sido negarse a obedecer a la princesa?, negarse aceptando todas
las consecuencias?
A gritos, Nyasanu exclam:
- Que la plaga se te lleve, Kpad! Lo destrozas todo! Sabes muy bien
que mi padre no poda
- Me consta. Pero te consta tambin a ti? T eras quien defenda la
dignidad, no yo.
- De acuerdo, t ganas. En fin, la verdad es que siempre ganas. Tienes
una mente ms aguda que la ma. De todos modos, no me gusta la idea de
utilizar la magia para alcanzar mis fines. Si creyeras en ella, la aceptara,
pero como no crees
- No, seor, nunca he dicho eso! Me desagrada gran parte de la magia,
la mayor, por cierto, que es superchera, pero a esa otra parte que es verdad,
Nya, la odio. La odio porque me da miedo y no me gusta sentir miedo.
Nyasanu mir a su primer amigo, estudi sus pupilas, su rostro. Pudo
hacerlo a conciencia debido a que, por estar ya en territorio maxi, durante
el da acampaban en los densos bosques y por la noche reemprendan la
marcha. Los ataques por sorpresa eran una de las tcticas que con ms arte
y brillantez empleaban los dahomeyanos. Nyasanu pregunt:
- Y qu es, exactamente, lo que te da miedo?
Kpadunu contest en voz baja:
- Te acuerdas del ser sin alma que bail cabeza abajo, en tu boda? Es
lo que me da miedo. Me dan miedo los mtodos, los misteriosos mtodos
que ni nosotros mismos comprendemos, por los que podemos dominar las
almas de un hombre. Espera! Te lo demostrar. Te gustara ver a Nyaunu
wi, ahora, en este instante, sin moverte de donde ests?
Nyasanu mir fijamente a Kpadunu, y dijo:
- Ahora s, ahora ests diciendo una tontera!
- De veras? Espera. Voy a mandar a tus tres almas para que visiten a
Nyaunu wi. Tu cuerpo quedar aqu, dormido, hasta que tus almas regresen.
156 Negros son los dioses de mi frica

Desde luego no puedo prometerte que Nyaunu wi te vea, no, porque la


djautcuix, la semedo y la selido, con lo que quiere decir tu alma custodia,
que es la que intercede por ti ante los dioses; tu alma parlante o voz, que es
la que forma tu individualidad; tu identidad, y tu alma pensante o intelecto,
son invisibles por lo general. Cabe la posibilidad de que Nyaunu wi te vea:
depende del grado de afinidad que haya entre vosotros dos. Pero, mediante
los ojos de tus almas, vers a Nyaunu wi. Y as me lo dirs cuando vuelvas,
o sea, cuando despiertes.
Nyasanu comenz a decir:
- Kpad, yo no creo
Pero Kpadunu le hizo callar, alzando la mano:
- Espera.
Y comenz a hurgar en la bolsa, en la cual llevaba sus gbo o amuletos.
Segundos despus extraa un dobln portugus, pulido y resplandeciente.
Cerca del borde, el dobln tena un orificio por el que pasaba un cordel
terminado en un nudo lo bastante grueso para evitar que la moneda de
plata se liberara del bramante.
Kpadunu mir alrededor, hasta encontrar una reducida zona en
la que daba la luz del sol, sin quedar tamizada por las hojas y lianas del
hmedo bosque tropical en el que haban acampado. Kpadunu dijo:
- Vamos, hermano.
Y, seguido de Nyasanu, se traslad a la zona soleada. Kpadunu dijo:
- Sintate. No, no, sintate aqu, de espaldas al sol. Eso. Y, ahora, fija
la vista en este gbo de plata. Es un gbo dotado de gran poder, el gbo ms
poderoso del mundo
- Kpad, yo no creo que
- Silencio. Mira cmo se mueve. Se mueve despacio, despacio La luz
que refleja es luz de estrellas, enviada por Mawu para eliminar el camino de
tus tres almas durante su viaje Se mueve Se mueve Hacia Alladah
Hacia la casa de tu mujer Y tus almas Tus almas lo siguen
Nyasanu murmur:
- Kpad, oscurece Yo
- Ests dormido, hermano! Ests profundamente dormido. Pero tus
tres almas estn despiertas. Ahora se deslizan fuera de ti por los orificios
de la nariz, flotando sobre el aire que espiras Se elevan como el humo
Vuelan! Vuelan! Rpidas como el otutu, al travs del aire. Y ahora, ya,
ahora, llegan a Alladah. Como sombras estn ante la puerta de la casa de tu
mujer Las dejaremos all un rato y luego las llamar, para que vuelvan.
No, espera! Antes de que regresen, deben visitar tambin a Dangbevi, para
Frank Yerby 157

ver cmo sigue e informarme de ello Duerme, hermano Hermano sin


almas, duerme!
Kpadunu, agazapado, contemplaba la figura lacia y relajada de su
primer amigo. Irritado, Kpadunu pens: Por qu he dicho esto? S muy
bien el funcionamiento de esta operacin. Por ser la mente ms fuerte, le
he sumido en el sueo. Creo que seguramente se debe al movimiento de la
moneda destellando al sol el que sus ojos y su mente se hayan fatigado tan
de prisa. Y el tono de la voz que utilizamos, ese canturreo de las palabras,
como el canturreo de la madre que hace dormir en la cima al hijo. Entonces,
cuando est medio dormido, y su slido, su intelecto, se encuentra casi
adormecido, ordeno a su mente que vaya a donde yo quiero. Le ordeno que
suee, y eso es todo. Y as Legba me devore los sesos, si creo que tenemos
almas, y menos an que esas almas pueden echar a volar, y as llegar a
Alladah Pero Pero He pedido a sus almas, o a su mente dormida,
que hagan algo que yo no puedo hacer, o sea, visitarla, visitar a la mujer que
amo. Hasta tal punto el deseo me hace desvariar Hasta tal punto el amor
arrastra. A mi, incluso a m. Arrastra a las cavernas de la insensatez, y nos
obliga a inclinarnos ante los feos y ensangrentados dolos que levantamos
en homenaje a nuestra pequeez y a nuestros temores
Kpadunu se arrodill ante Nyasanu, estudiando con gran atencin el
rostro dormido de su primer amigo, como si en l buscara un indicio, un
signo.
Nyaunu wi yaca en su estera de dormir. Se senta con el cuerpo muy
pesado, cansada, desasosegada y atemorizada. Segua sintiendo mareos
durante casi todo el da, no slo por la maana sino tambin de noche, lo
que la preocupaba, ya que tanto su madre como su suegra le haban dicho,
con seria preocupacin, que el mareo matutino hubiera debido desaparecer
haca tiempo.
Pero no haba desaparecido. En realidad, se haba intensificado.
Nyaunu wi necesitaba constantes cuidados, a pesar de que an faltaban
cuatro meses para que diera a luz al hijo de Nyasanu. Y estaba segura de
que sera varn, un cachorro de len.
En aquellos momentos, la acompaaba Chadasi, ta de Nyasanu,
quien, por no tener hijos, dispona de ms tiempo que las restantes mujeres
de la familia de Nyasanu y de Nyaunu wi. En otras ocasiones, Nyaunu
wi era atendida por su madre, Adje, o por la madre de Nyasanu, Gudjo,
e incluso por Dangbevi, puesto que, desde el da en que sus respectivos
maridos se haban ido a la guerra, la amistad entre las dos jvenes esposas
se haba estrechado hasta el punto que, en su fraternal afecto, se queran
ms que muchas hermanas consanguneas.
Pero, de repente, Nyaunu wi se incorpor, quedando sentada en la
158 Negros son los dioses de mi frica

estera, con la vista dirigida hacia la puerta. Volvi un poco la cabeza a un


lado, y escuch con gran atencin, el largo cuello estirado, animado de
tensa gracia, de manera que le daba apariencias de cisne negro, y con sus
anchos, suaves y carnosos labios algo trmulos. Chadasi, la ta de Nyasanu,
pregunt:
- Te encuentras mal, hija? Algo irritada, Nyaunu wi repuso: -No. Es
el calor, supongo. Y me ha parecido -Qu, hija?
- Or la voz de alguien, alguien que me llamaba, que deca mi nombre.
Y Oh, ta Chadasi!
Con voz dulce, tranquilizadora, Chadasi dijo: -Di, Nyaunu, di
- Me ha parecido la voz de Nyasanu. Crees que? -Que est en
peligro o que le han herido y te llama? No, hija. No puede ser porque an
no han tenido tiempo de llegar a las montaas. Todava estn en nuestro
territorio. Todo se debe al estado en que te encuentras. No he tenido hijos,
pero todas las mujeres que los han tenido dicen que, cuando los esperan,
sienten de repente avasalladoras deseos de comer, de comer las cosas ms
raras, de comer todo lo que es su du du, como carne de mono, serpiente
asada e incluso langostas de los campos. Y siempre estn imaginando cosas.
Anda, tmbate negrita, necesitas descansar
Nyaunu wi sigui sentada irnos instantes ms, con el odo aguzado.
Luego baj la cabeza, dejando de escuchar, y dijo: -S, ta Chadasi.
Apenas haban transcurrido cinco minutos cuando Chadasi vio a
Dangbevi, que llegaba corriendo por el camino, bajo las copas de los locos.
Chadasi pens: Es grcil como un antlope, se mueve como si careciera de
huesos; en fin, ahora puede volver a correr, lo que es una pena Nyaunu
wi dijo:
- Qu pasa, ta Chadasi?
- T amiga Dangbevi. Parece que viene. Y dira que trae noticias
porque viene corriendo como un dik-dik.
Preocupada, Nyaunu wi dijo:
- No debera correr. Volver a sangrar. Cuando llegue, rele, ta
Chadasi. Oh Mawu, protgela porque es una insensata!
- Es rara la pobrecilla. Y cmo fue que?
Temblorosa de ira la voz, Nyaunu wi contest:
- Que perdi el hijo? Por loca! Estuvo dos das y dos noches sin probar
bocado ni beber cuando Kpadunu se fue con el ejrcito. Y, como es natural,
se desmay. Entonces, el vientre era la parte ms pesada de su cuerpo, me
llevaba un mes de delantera, ta Chadasi, y cay de bruces. Cuando Kolo,
la madre de Kpad, la encontr, estaba casi desangrada, medio muerta. Y
Frank Yerby 159

el nio, lo que hubiera sido un muchacho, si le hubiese dado tiempo para


desarrollarse, yaca muerto entre sus piernas. Quiero a Nya, y le quiero ms
de lo que ella pueda amar a Kpad; pero, por lo menos, tengo la prudencia
Y en ese instante lleg Dangbevi. Lentamente, Nyaunu wi se levant
y anduvo hasta la puerta, donde la hija de la serpiente, sinuoso el cuerpo,
luchaba todava para recuperar el aliento. Dangbevi estaba muy delgada y
demacrada. El hermoso color de su piel, de un negro algo castao, con un
levsimo matiz, rosceo, heredado de sus remotos antepasados rabes, bajo
la suave y aterciopelada superficie de medianoche, haba tomado un tinte
azulenco, grisceo, y en sus grandes ojos haba expresin de vergenza.
Preocupada, Nyaunu wi le dijo:
- Qu te pasa, Dangbevi? Te encuentras mal? Has vuelto a sangrar?
A ver, deja que mire! Y por qu no te has puesto paos, tal como te dijo
mi madre? Y has venido corriendo! Oh Dangbevi, Dangbevi! Es que eres
incapaz de pensar?
Formando difcilmente las palabras con el entrecortado aliento,
Dangbevi repuso:
- Llevas razn. Creo que vuestro dios Legba me ha devorado el seso.
O bien, en palabras que me llegan desde muy lejos, de un tiempo que
no puede recordar, creo que el dedo de Al, el Clemente, me ha tocado
dejndome loca. De todos modos Nyaunu wi la interrumpi: -De todos
modos qu?
- He venido para pedirte perdn, hermana, porque he pecado contra
ti.
Nyaunu wi la contempl fijamente, y, luego, volvi la vista a su ta
Chadasi, quien se llev el dedo ndice a la sien, trazando en ella un rpido
crculo, para indicar que, a su parecer, Dangbevi estaba loca. Nyaunu wi
pregunt: -Que has pecado contra m? Cmo? En voz gimiente, Dangbevi
repuso:
- He pecado contra ti y contra mi marido Y he pecado con el tuyo,
con Nyasanu!
Con lstima en los ojos, Nyaunu wi mir a su amiga. Luego, la
expresin vari. La sospecha achic las pupilas. Y en lo ms profundo de
ellas naci un destello hostil. Con voz mesurada, Nyaunu wi dijo:
- Dangbevi, intentas decirme que el hijo que perdiste era de mi
marido?
Entonces, Dangbevi se envar. Sus hermosos llamearon de asombro y
luego se oscurecieron ofendidos. Dijo:
- Oh Nyaunu! No! No creo que seas capaz de imaginar tal cosa!
160 Negros son los dioses de mi frica

- Entonces, qu es lo que queras decirme? -Que he pecado contra ti,


en mi mente. Y quiz incluso en mi corazn. Pero no con el cuerpo! No
Torvamente, Nyaunu wi dijo: -Todava no. La ta Chadasi terci: -Djala
hablar, hija. No ves que sufre? -De acuerdo. Te escucho, Dangbevi. La hija
de la serpiente susurr:
- Hace un momento, estaba sola en casa. Y creo, creo, que me
encontraba despierta. Es posible que me hubiera adormilado un poco,
porque haca mucho calor y
Nyaunu wi dijo:
- Ve al grano, hija de la pitn!
- Y de repente le he visto, all, en pie, mirndome, y su cara su
cara
Nyaunu wi habl:
- Que le pasaba a su cara?
- Estaba muy cansada, completamente exhausta, como si hubiera
venido desde muy lejos. Y era triste, muy triste, y, por eso, yo
Nyaunu wi la apremi:
- Vamos dilo! T?
- Pues me he levantado como una sonmbula y me he acercado a l.
Y, entonces, l se ha inclinado y me ha besado
La ta Chadasi lanz una carcajada algo temblona y dijo:
- Y ste es tu pecado, hija? Haber soado que mi sobrino, que est
lejos, a ocho o diez jornadas de aqu, y seguramente en territorio maxi, te
ha besado?
Con ardor, Dangbevi dijo:
- No lo he soado! Estaba realmente! Slo un instante, pero Nyasanu
ha estado aqu. He sentido sus labios en los mos, y que Al, el Clemente
me perdone, sus labios eran dulces! Y yo
Con voz ahogada, Nyaunu wi habl:
- Y t, t
- Le he devuelto el beso. se ha sido mi pecado. Pecado contra ti,
hermana, y contra mi marido. De repente, su figura se ha oscurecido ante
mi vista, se ha transformado en humo, y el humo se ha alejado flotando en
el aire. Eso es todo. Y ahora
Su voz se apag. Cambi su rostro. En una oleada, el color volvi a l,
una oleada de profundo y rojo calor, bajo el terciopelo nocturno. Su mano se
levant por s sola, y las puntas de los dedos, en vago movimiento, tocaron
levemente, muy levemente, sus labios delgados, como los de los individuos
Frank Yerby 161

de las razas blancas, y los labios, hurtados a su voluntad, tomaron la forma,


la textura y el calor de un beso inolvidable.
Entonces fue cuando Nyaunu wi le dio un bofetn en la boca. Con
fuerza.
Kpadunu chasc los dedos bajo la nariz de Nyasanu, y, en voz alta,
dijo:
- Despierta, hermano! Tus almas han regresado a tu cuerpo!
Nyasanu parpade una o dos veces, y luego abri los ojos. Carecan
de expresin, estaban vidriosos y sin enfoque. Pero casi inmediatamente se
le aclar la mirada. Musit:
Kpad! Oh, Kpad!
Despus inclin la cabeza y llor. Llor ruidosamente, con grandes
sollozos ahogados, como un nio despus de una azotaina. A Kpadunu le
parecieron muy tristes aquellos sollozos.
Casi se haba hecho de noche, y poco faltaba para reemprender la
marcha, cuando Kpadunu consigui sonsacar a Nyasanu, quien gimi:
- No me ha visto! No ha podido verme, Kpad! No se ha enterado de
que yo estaba all! Estaba con una gran barriga, s una barriga muy grande.
Y tena un aspecto horrible. Estaba sola. No haba nadie con ella. La he
llamado y la he llamado, y he dicho mil veces su nombre, pero tampoco me
ha odo. En un instante, poco ha faltado para que me oyera, pero alguien
le ha hablado, alguien a quien yo no poda ver ni or, y ella ha dejado de
escuchar
- Y luego?
- Luego, mis almas, o yo, han ido a casa de tu mujer, tal como t les
has ordenado. Pero, mientras mis almas, o yo, se apartaban de Nyaunu wi,
he mirado atrs y he vuelto a verla.
- A quin has vuelto a ver?
A Ku, la muerte. Danzaba, danzaba cabeza abajo ante la puerta de
Nyaunu wi
- Eso nada significa. Es slo un sueo. Te he obligado a soar! Todo
lo que has soado te lo he metido yo en la cabeza. En consecuencia
Pero Nyasanu sacudi negativamente la cabeza: -No, t no has
puesto a Ku en mi cabeza. Eres incapaz de hacerlo. Y tampoco me hubieras
obligado jams a soar -Qu?
- Que he besado a tu mujer. En la boca. Con fuerza. Con pasin. He
ido a su casa. All estaba. No pareca embarazada. Y me ha visto. Ha gritado
mi nombre y se me ha acercado. Y yo yo -La has besado.
- S. Y no s por qu. Sin embargo, me ha parecido que era lo que
162 Negros son los dioses de mi frica

deba hacer. Me perdonas, hermano? No he tenido intencin de causar


dao.
Kpadunu, en pie, observaba a su primero y mejor amigo Lo mir
largo rato. Cuando por fin Kpadunu habl, hubo en su voz un cansancio
infinito:
- Naturalmente Comprendes, ahora, por qu odio todo lo referente
a la hechicera?
Nyasanu, con la vista fija en su amigo, contest: -S, la odias porque
no dominas realmente sus efectos. Jugar con las almas de los hombres, y
de las mujeres, es un juego peligroso, hermano. Sin embargo Secamente,
Kpadunu dijo: -Sin embargo, qu?
- Sin embargo, me has convencido, y estoy dispuesto a aprender este
arte. Me ensears a jugar con las almas, hermano?
Kpadunu se qued inmvil. Lanz un suspiro y dijo: -S.
Y aadi:
- Y deseo que goces con estos conocimientos. Quiz los du hayan
acertado. Quiz vuelvas a besar a Dangbevi, como su esposo. Quiz
Nyasanu le sonri, y pos su fuerte mano sobre el hombro de su
amigo:
- No, eso no. Porque si los du estn en lo cierto, ser esclavo en los
campos de los furtoo, trabajando bajo su ltigo. As es que no
Call bruscamente, aterrado por sus propias palabras. Por primera
vez las haba pronunciado en voz alta, despus de pensarlas durante
aquellos meses. Lament haberlas dicho, ya que la voz pareca haberles
dado una extraa fuerza.
Pero se ahorr el trabajo de pensar algo ms, algo que pudiera decir
a fin de que fuera consuelo para los dos, debido a que, en aquel instante,
son la gran caracola del comandante, ordenando la reanudacin de la
marcha. Al alba llegaran a las llanuras que los maxi cultivaban, al pie de
las montaas, en lo alto de cuyos riscos estaban sus poblados.
Entonces? Esta era la interrogante que resonaba como un eco de
muerte en el corazn de los dos muchachos.

Frank Yerby 163

164 Negros son los dioses de mi frica

ONCE

Desde donde estaban, entre el monte bajo que cubra las laderas al sur
del valle, podan ver a los maxi. Los hombres de las montaas formaban
largas filas, y sus azadas destellaban al moverse en ritmo perfecto, en los
largos y estrechos campos de cultivo, que eran la nica fuente de subsistencia
que tenan, con la sola salvedad de los pjaros cazados con trampas de lazo,
y algn que otro animalejo atrapado por sus cepos.
Agazapado, Nyasanu agarraba el fusil con tal fuerza que los nudillos
se le haban puesto grises. Volvi la cara hacia su amigo, y Kpadunu pudo
ver cunto asco haba en los ojos de Nyasanu y el temblor de sus labios. El
joven hechicero se acerc a su amigo y le susurr al odo:
- Queras ser un hroe, verdad? Pues ahora tienes la ocasin, Nya!
Al estilo del Dahomey! Contra esos lamentables mendigos armados con
azadas! Es fcil. Basta con matarlos por la espalda, mientras huyen. Luego,
te sientas en sus apestosos cadveres y vas aserrando con el cuchillo sus
correosos cuellos, aserrando, aserrando, hasta que
- Por Legba! Quieres callarte?
Pero, en aquel instante, el ala izquierda, bajo el mando del padre de
Nyasanu, lanz una descarga de sonido singularmente irregular. El humo
descendi sobre Nyasanu, cegndole. Cuando la humareda de la plvora se
disip, Nyasanu vio a tres campesinos maxi grotescamente exnimes entre
los surcos, mientras los restantes corran como antlopes hacia las laderas
de sus montaas.
Riendo, Kpadunu dijo:
- Puntera dahomeyana! Toda el ala izquierda Dos mil hombres,
Nya! Todos disparando a un tiempo, para matar a tres campesinos
desarmados. Cuntas balas por cadver representa eso? Veamos
setecientas? No, no tanto, algo menos.
- Quieres callarte, Kpad?
En aquel momento, el jefe de su unidad orden:
- Fuego!
Frank Yerby 165

Con insolente frialdad, Kpadunu levant el rifle hasta dejarlo


apuntando al cielo, y, entonces, oprimi el gatillo. Nyasanu le imit. El jefe
de la unidad grit:
- A la carga!
Salieron de las breas en una formacin que, como pens amargamente
Nyasanu, hubiera avergonzado a un rebao de ovejas, y se lanzaron a la
carga contra los maxi, que ponan pies en polvorosa. Como los soldados
de Dahomey corran cuesta abajo, mientras los maxi trepaban por las
colinas que se alzaban al otro lado del estrecho valle, que era la nica tierra
suficientemente llana para permitirles cultivarla, pronto quedaron de nuevo
al alcance de las balas. Lo que salv a los maxi de una atroz carnicera fue
que el noventa y siete por ciento de los soldados dahomeyanos olvidaron
volver a cargar los fusiles despus de la primera descarga, o no tuvieron
tiempo para ello.
De todos modos, consiguieron matar a dos campesinos ms y herir a
siete u ocho. Los maxi prosiguieron su huida.
Pero un grupo formado por veinte o ms, cegados por el terror,
ascendieron por una ladera que result ser un callejn sin salida. Nyasanu y
Kpadunu observaban la escena con la triste certidumbre de que terminara
en una carnicera. Entonces, Nyasanu oy que su primer amigo deca, con
voz de sonido agudizado por el pasmo:
- Xivioso me lleve, Nya! Mira!
Nyasanu volvi la cabeza y vio al pequeo gordinfln Tuagbadji
lanzndose solo al asalto de aquel paraje sin salida. Con su curvo arco
caracterstico del Dahomey, arrojaba flechas y ms flechas, en una constante
lluvia, mucho ms de prisa que los fusileros disparaban sus armas, puesto
que, a la sazn, el ejrcito de Dahomey tena fusiles de un solo disparo.
Lo malo era que Tuagbadji se haba adelantado mucho a los soldados de
cualquier otra unidad, y, para empeorar ms las cosas, matar a un enemigo
con las flechas dahomeyanas llevaba mucho tiempo. S, porque, como
Nyasanu saba muy bien, las puntas de las flechas estaban envenenadas y
siempre mataban al enemigo contra el que iban a dar, incluso si el arquero le
hera en el dedo gordo del pie, y tambin era cierto que el arco era tan dbil,
desarrollaba tan poca fuerza, que las heridas de las flechas slo servan
para enfurecer al enemigo, dejndole en perfectas condiciones de matar,
por cuanto el veneno ni siquiera le produca molestias durante varas horas
y tardaba varios das en causar la muerte.
Pero era evidente que su dulce, soador, menudo y un tanto
afeminado amigo iba a encontrarse totalmente solo, frente a veinte
campesinos maxi, armados con azadas, a quienes, adems, la inexplicable
intrepidez, el insensato valor recin surgido en l, haba dado el tiempo
166 Negros son los dioses de mi frica

ms que suficiente para llevar a cabo la sencilla tarea de hacerle picadillo,


antes de que la unidad de Tuagbadji tuviera a los maxi al alcance de sus
flechas, por no hablar ya de llegar a una distancia en que realmente pudiera
prestarle ayuda.
Nyasanu rugi:
- Por Danh y Dangbe juntos, vamos!
Framente, Kpadunu dijo:
- No. Primero debemos volver a cargar los fusiles, hermano. Un fusil
descargado es como una azada. No, ni siquiera eso.
- No tenemos tiempo! Mralo, Kpad! Parece que el mismsimo Gu
haya entrado en su cuerpo!
- Volvamos a cargar, Nya. Si no lo hacemos, no podremos salvarle.
Con manos temblorosas volvieron a cargar sus fusiles. Este tarea les
llev largo rato. Primero, tuvieron que verter plvora negra en el interior
del can, despus meter dentro una porcin de trapo para evitar que la
plvora se saliera, y oprimirla hasta que formara una masa compacta que
estallase en vez de arder lentamente; luego tenan que meter la bala por la
boca del can, levantar la tapa de la cmara del cebo y echar en ella plvora
blanca, y, por fin, levantar el percutor de muelle. Eran las operaciones que
deban efectuar antes de poder disparar un solo tiro, tiro que, por lo general,
habida cuenta de la muy dudosa precisin de los fusiles con can de alma
lisa, pasaba muy lejos del enemigo.
Cuando llegaron all, los campesinos haban rodeado a Tuagbadji.
Pero el pequeo sastre gordinfln luchaba como un ro de leones. Ya no
disparaba flechas, sino que se haba sacado una assegai de factura ashanti,
y, a la vista de Nyasanu y Kpadudu, esquiv, agachndose, la trayectoria en
arco de una azada y hundi el assegai, hasta la empuadura, en el vientre
del maxi. Lo sac de un tirn, gir veloz sobre s mismo, y, al blandir el
cuchillo, abri una segunda boca en la garganta de otro maxi. Pero en aquel
instante una azada cay sobre el brazo que sostena el arma, quebrndolo
limpiamente, y, entonces, la suerte del heroico y menudo Badji estuvo
echada.
Kpadunu se arrodill, y, con frialdad, apunt despacio. Su gran fusil
dans peg un salto y tron, y el maxi cuya azada iba a abrir el crneo
de Badji cay hacia atrs. Entonces, Nyasanu dispar, en pie, y la bala
penetr en el pecho de otro maxi, momento en que la batalla termin. Torva
la expresin, los maxi arrojaron las azadas al suelo. Kpadunu silb entre
dientes:
- Sigue apuntndoles mientras yo vuelvo a cargar. No saben cmo
funcionan los fusiles.
Frank Yerby 167

S, era cierto, pens Nyasanu. Como los maxi no tenan acceso al mar,
el traficante que quisiera intentar venderles armas, plvora y balas, tena
que cruzar el territorio de Dahomey. Incluso en el caso de que las armas
fueran desembarcadas en Lagos, en Benin o en cualquiera de los puertos
de mar del reino, los traficantes tambin se veran obligados a pasar por
Dahomey para vender a los maxi. Y Nyasanu saba muy bien cul sera la
suerte del traficante que acometiese tal empeo.
Su cabeza adornara la techumbre del primer puesto de vigilancia
que intentara cruzar. La nica posibilidad que quedaba consista en
que los fanti, los nupe, o cualquier otra tribu musulmana asentada en el
Norte, trasportara las armas al travs del vasto desierto. Pero los negros
musulmanes eran tambin grandes tratantes de esclavos. Y los maxi,
msero pueblo de montaa, eran ms valiosos como esclavos que como
compradores. S, los maxi tendran que seguir luchando con el arco, con el
machete, con la lanza, tal como haban luchado sus antepasados en el curso
de dos mil aos
Kpad dijo:
- Y, ahora, carga t mientras yo les apunto.
Nyasanu volvi a cargar el fusil. La embriaguez de la lucha, la sed de
sangre que le haba invadido al ver a su menudo amigo en peligro, haba
abandonado el cuerpo de Nyasanu, como un lquido que se le hubiera salido
por los dedos de los pies. Senta mareo. Haba matado a un hombre. Haba
asesinado a un campesino armado con una azada, y lo haba asesinado con
un fusil, desde una distancia de veinte varas.
Hablando en ewe, Kpadunu orden a uno de los maxi:
- Cgelo y levntalo! Con cuidado, cerdo! Con cuidado, o por
Xivioso, dios del trueno, que os vuelo los sesos a todos!
Tuagbadji gimi:
- Kpad, Nya, las cabezas! Cortadles la cabeza!
Nyasanu mir a su tercer amigo. En nombre de Sagbata, dios de
la tierra! Qu clase de locura le haba dado? Entonces, cogi el assegai
de Tuagbadji y comenz a aserrar el cuello de uno de los cuatro hombres
muertos. Los prisioneros maxi le contemplaban impasibles. A pesar de que
hubiera podido afeitarse con aquel assegai, tuvo que aserrar y aserrar, y la
sangre cubri sus manos, y la cabeza del cadver segua unida al tronco,
hasta que Kapadunu, apiadado, dijo:
- Cgelo por el cuello y retuerce la cabeza.
As lo hizo Nyasanu, y la cabeza se desprendi del tronco. Entonces,
Nyasanu se levant y vomit. Tuagbadji, a pesar del terrible dolor que le
produca el brazo quebrado, grazn:
168 Negros son los dioses de mi frica

- Nunca sers un buen soldado, Nya! Eres tierno como una mujer!
A la sazn, haba llegado ya un grupo de soldados de su unidad, de
zohunan, o fusileros. Kpadunu les orden secamente:
- Arrancad las cabezas y guardadlas!
Luego emprendieron la marcha, custodiando a los diecisis prisioneros
maxi capturados por los dos solitarios hroes, y llevando consigo las cuatro
cabezas goteando sangre. Dos maxi llevaban a Tuagbadji, y detrs de ellos
iban tres maxi ms que haban resultado heridos por las flechas del pequeo
y gordinfln arquero, por lo que se les poda considerar cadveres que an
caminaban. Uno de ellos gema en voz alta, y los gemidos llegaron a odos
de Tuagbadji, quien, excitado, por cuanto el dolor ya le haba producido
cierto delirio, exclam:
- Nya! Tambin vienen con nosotros esos a los que he herido?
- S, Badji.
Tuagbadji grit:
- Pues crtales la cabeza!
Nyasanu mir a Kpadunu, quien con acento de cansancio dijo:
- Lleva razn, Nya. Las flechas estaban envenenadas. Maana
morirn, y morirn de un modo horrible. A lo sumo vivirn hasta pasado
maana. Ms vale matarlos ahora.
Nyasanu sinti la verde oleada de la nusea alzndose en su garganta.
Con desesperanza, pens: Badji est en lo cierto, tengo ms de mujer que de
hombre Entonces, como siempre le ocurra cuando tena que enfrentarse
con la natural y humana tendencia a la compasin, con su renuencia a
causar dao, infligir dolor, sinti que reaccionaba con furia, principalmente
dirigida contra s mismo, una furia que sola sacarle de apuros. Nyasanu se
volvi hacia los zohunan, y su rostro de apuestas facciones estaba alterado
por un tenso gesto de ferocidad. Indic a los tres maxi heridos, y grit:
- Esos tres! Saltadles la tapa de los sesos a culatazos, y cortadles la
cabeza!
As se hizo. Nyasanu oy el sordo sonido del choque de la madera
contra los crneos de los maxi, y apart la mirada de la carnicera, pero
entonces su vista tropez con un espectculo todava peor.
Las ahosi, las mujeres soldados, haban invadido el campo. No se
trataba de unidades armadas con fusiles, sino solamente de las gohento,
las arqueras, y de las nyekplohento, las mujeres armadas con navajas.
Y la ms adelantada de las nyekplo hento lleg junto a uno de los maxi
heridos, que yaca gimiendo en el campo al que aquella maana haba ido
para arrancar hierbajos y desbrozarlo. La mujer se inclin sobre el herido,
y, con manos temblorosas de frenes, le arranc el taparrabos. Un momento
Frank Yerby 169

despus, Nyasanu oy los primeros gritos del hombre, unos gritos roncos,
de puro terror animal. Luego, los gritos cambiaron, se hicieron ms
agudos, subiendo desde la nota baja del redoble del tambor hasta la nota
de la flauta, y alcanzaron el registro de soprano, en el que permanecieron,
pero no era musical aquel sonido, sino ms bien el que produce la arena
al frotar un vidrio. Luego, incluso este sonido ces despus de una nota
ahogada. Cuando la mujer de la navaja se enderez, Nyasanu comprendi
lo ocurrido. La mujer haba introducido lo que le haba cortado al hombre
en la boca de ste.
Se volvi hacia Kpadunu dominado por una rabia que era como un
dolor casi mortal, pero antes de decir lo que senta necesidad de decir, sin
saber exactamente qu era, pudo ver a su hermanastra Alogba sentndose
a horcajadas sobre otro herido. Sostena en la mano el pequeo cuchillo
curvo que las gohento llevaban colgado de la mueca mediante una correa.
Y en el breve instante en que la vista de Nyasanu percibi a su hermana,
sta comenz a inferir cuchilladas al moribundo, cuchilladas de escasa
profundidad, casi como en un juego. Una, dos, diez, treinta veces le dio
de cuchilladas, hasta que el pobre diablo gritaba que pareca fuera a rasgar
los cielos, y se retorca de tal manera que su sangre salpicaba el desnudo y
esplndido cuerpo de Alogba, de manera que el cuello y los senos quedaron
tintos en ella, y goteaba de sus pezones erectos y temblorosos, estremecidos
por una emocin que Nyasanu comprendi bruscamente era de carcter
sexual, y al fijarse en la boca de lacios labios cubiertos de espumosa
saliva, en los ojos en blanco de Alogba, comprendi.con horror que, en su
hermanastra, la crueldad era otra forma de sensualidad, una pasin carnal
tan profundamente arraigada y tan perversa que, al travs de ella poda
alcanzar el orgasmo, y realmente lo alcanzaba.
El horror que haba dejado inmvil y helado a Nyasanu qued
bruscamente hecho aicos por una explosin de rabia que fue como el golpe
de un puo cubierto de bronce en las races de su virilidad. Pero este golpe
tuvo la virtud de arrancarle de las garras del horror, y de eliminar aquel
enfermizo mareo. En dos zancadas, Nyasanu se plant en el lugar en que
se encontraba Alogba, sentada sobre el cuerpo del agnico maxi. Nyasanu
se quit el cinturn-cartuchera, ancha y pesada tira de piel de bfalo, a la
que iban unidas las pequeas cajas de cuero que contenan las balas de los
fusiles y los paquetes de plvora, y lo blandi con todas sus fuerzas. El cinto
abri la piel de la espalda de Alogba, como si de una ciruela madura se
tratara. Luego, Nyasanu sigui azotndola, azotndola, hasta que los gritos
de la muchacha flotaron en el aire, alrededor de los odos de Nyasanu, en
un sonido tan musical que hubiera debido revelarle algo ms acerca de su
hermanastra, aunque no fue as. Sigui azotndola, convirtiendo su cuerpo,
desde los hombros a las corvas, en una masa de carne viva, hasta que sinti
170 Negros son los dioses de mi frica

una punzada en la parte baja de su costado izquierdo. Y, al volverse, vio


a Tuagbadji tambalendose ante l, sosteniendo en su temblorosa mano
izquierda el assegai que acababa de utilizar para lanzar una pualada
a Nyasanu, y el rostro redondo, por lo general de expresin dulce, de
Tuagbadji tena las facciones retorcidas por un furor asesino.
Entonces, Nyasanu hizo lo que deba. Con el cinto golpe la mano
izquierda de Tuagbadji, que solt el assegai. Entre sollozos, Tuagbadji dijo
- Te matar! A pesar de que eres amigo mo, te matar! Vuelve a
tocarla y!
Call bruscamente, y en sus ojos se form una expresin que era
como la muerte. Al bajar la vista, Nyasanu supo la causa. Alogba se haba
abrazado a los tobillos de Nyasanu, y le besaba una y otra vez los pies,
prodigndole ardientes, hmedos y babeantes besos, que tuvieron la virtud
de revolver las tripas de su hermanastro. Con verdadera lstima en sus ojos,
Nyasanu alz la vista hasta el rostro de su amigo, y, con dulzura, le dijo:
- No, Badji, no quieras a esa mujer. No te das cuenta de la clase de
hembra que es? Es peor que Gbochi, ya que ste slo es perverso en un
sentido, mientras que ella
Como un eco, Tuagbadji dijo:
- Mientras que ella?
- Es perversa en dos sentidos al mismo tiempo, en dos sentidos
opuestos, y con toda clase de variaciones y matices entre uno y otro.
Entonces Nyasanu atiz una patada en el rostro de Alogba, con la
fuerza suficiente, pero no ms, para que le soltara, y se dirigi al lugar en
que se encontraba Tuagbadji, lacio y tembloroso, rebosantes de lgrimas
los ojos, inertes el brazo derecho, que ya comenzaba a hinchrsele de
repugnante manera, y Nyasanu puso el brazo sobre los hombros de su
tercer amigo, a quien comenz a decir:
- Vamos, Badji
Pero la voz de Alogba, en chillidos, cort la frase de Nyasanu:
- Gagloe! Invertidos!
Nyasanu volvi la cabeza hacia el lugar en que Alogba yaca, de
bruces, como una se apaleada, como una hembra de chacal herida. Muy
despacio, en su rostro Nyasanu form una sonrisa, y dijo:
- Hermana, si las mujeres fueran como t, con gusto me convertira
en gaglo.
Aquella misma noche, Nyasanu fue citado de comparecencia ante el
kposu, el comandante jefe del ala izquierda del ejrcito. Y pese a que los
zohunan, a los que Nyasanu perteneca, formaban parte del ala derecha,
Frank Yerby 171

nadie se sorprendi de aquella orden, por cuanto, a la sazn, todos saban


que el kposu Gbenu era el padre de Nyasanu.
Gbenu mir severamente a su hijo preferido, y dijo:
- He recibido inquietantes noticias a ti referentes. Vi. Pero, ante todo,
quiero hacerte una pregunta. Dnde estn las cabezas que, segn me han
dicho, has cortado hoy?
- La cabeza. Da, no las cabezas. Slo he cortado una, y se la he dado a
Badji, para que la aadiera a las suyas.
- Qu dices que has hecho?
- Que le di la cabeza a Badji, padre. Badji es mi tercer amigo. Hoy
se ha comportado con gran valenta. Consigui dos cabezas. Mejor dicho,
cinco
- Decdete de una vez. O dos, o cinco.
Nyasanu repuso, dando a los maxi la denominacin que ellos se
atribuan en su dialecto ewe:
- En realidad cinco. Ha matado a dos mahee, y ha herido a tres con sus
flechas. Y, como los heridos por flecha mueren siempre, debido a que las
puntas estn envenenadas, orden que mataran a los heridos y entregaran
las cabezas a Badji.
- Comprendo. Tu amigo no slo ha conseguido cinco cabezas en una
sola accin de guerra, hecho sin precedentes en la historia de Dahomey,
sino que t has elevado la suma a seis, al regalarle la que te corresponda.
Te molestara decirme por qu lo has hecho?
- Con las azadas le han roto el brazo, y el curandero de huesos dice
que jams podr valerse de ese brazo. Y como Badji no podr volver a
luchar ni a conseguir cabezas, he pensado
Secamente, Gbenu dijo:
- Muy generoso por tu parte. Y ese vendaje que llevas en el costado
qu significa?
- Un corte sin importancia, un rasguo insignificante, Da
En tono lgubre, Gbenu dijo:
- Herida que te ha inferido tu amigo Tuagbadji, para evitar que
siguieras azotando a tu hermanastra hasta matarla. Me han presentado
una queja oficial contra ti, y quien lo ha hecho ha sido nada menos que la
khetunga de las ahosi. S, ella misma, en persona. Afortunadamente, saba
que eres hijo mo y se ha dirigido a m, en vez de recurrir al gao, tu jefe, en
cuyo caso ahora tendras que enfrentarte con la decapitacin. Nadie puede
tocar a una ahosi, ni siquiera los parientes!
Nyasanu inclin la cabeza. Gbenu rugi:
- Tienes algo que decir en tu descargo, Nyasanu? Si no me hubieran
172 Negros son los dioses de mi frica

dicho cun valerosamente te has portado hoy, ya habra ordenado que


fueras azotado con veinte varas!
Al or estas palabras, Nyasanu no pudo evitar un estremecimiento. En
el ejrcito de Dahomey, la administracin del castigo corporal no se meda
por el nmero de azotes propinados al culpable, sino por el nmero de
varas que se quebraban contra su espalda. Y como una vara poda propinar
veinte, y hasta cien golpes sin romperse, muchos hombres haban muerto a
resultas de un castigo de menos de veinte varas. Nyasanu murmur:
- Alogba estaba torturando a un maxi herido. Y, no s por qu, no
pude soportar la visin de una hija tuya cometiendo semejante acto Es
repugnante, Da! Es odioso! Yo
La expresin del ancho rostro de Gbenu se suaviz:
- Estoy de acuerdo contigo, hijo mo, pero se ha sido el derecho de
las ahosi durante largos aos. Y, adems, t no tenas derecho alguno a
mezclarte
- Ni siquiera al ver que Alogba estaba gozando, al hacerlo, del placer
que una mujer slo debe experimentar en la estera de dormir con su
marido? Eso fue lo que me enfureci, padre!
Gbenu mir fijamente a su hijo, y dijo con dulzura:
- Eres demasiado inteligente para tu propio bien. Vi. A menudo, he
pensado lo mismo que acabas de decirme. No, a decir verdad, hace mucho
tiempo que tengo la certeza de que aquello que convierte a las ahosi en
un grupo ms feroz que una multitud de gorilas heridos, es su obligada
abstinencia sexual. Por eso, en ellas, la crueldad se transforma en perversin.
Oh, Minona, diosa de las mujeres y de las hechiceras! Dime, hijo, qu debo
hacer contigo.
Dubitativo, lentamente, Nyasanu dijo:
- No lo s. Sin embargo, s perfectamente, Tauchi, padre, que no he
hecho una marcha de doce das para asesinar a campesinos armados con
azadas y dedicados a trabajar en sus campos. He venido para luchar con
hombres, con guerreros, y no con pobres campesinos que corren como
ovejas! Por qu?
Con voz vibrante de tristeza, Gbenu dijo:
- Esperabas que la guerra fuera gloriosa, hijo mo? No lo es, no lo es
ms que la vida. Con frecuencia he pensado que nada hay que degrade tanto
a un hombre como ese feo y repulsivo asunto de matar a otros hombres.
Hizo una pausa, y, al proseguir, su voz se hundi, se hizo ms
profunda, convirtindose en ecos de trueno a lo lejos, en la lnea de aquellos
horizontes en los que haba perdido sus ilusiones y su juventud:
- Vi, somos las ms crueles bestias que alientan en la tierra. No
hay criatura alguna creada por los vudun, ni el len, ni el leopardo, ni
Frank Yerby 173

el cocodrilo, ni la serpiente, que mate con una finalidad que no sea la de


alimentarse o alimentar a sus hijos. Pero nosotros matamos por placer.
Matamos impulsados por la sed de sangre, y nos amparamos en el pretexto
de que los dioses nos exigen sacrificios. No creo en eso, no puedo creer en
eso. No, porque si los vudun son inferiores a nosotros, son ms crueles que
los hombres, por qu hemos de idolatrarlos?
- Porque los tememos, padre!
- Ah est! sa es razn ms que suficiente, no es cierto? sa es la
razn con la que todo lo justificamos! Por esta razn lo aceptamos todo,
aceptamos la carga de una esposa a la que odiamos, aceptamos hijos que
tienen las facciones de otros hombres! He vivido muchos aos, Nyasanu, en
la creencia de que las riquezas, el poder, la influencia, la fama, compensan
al hombre de los bajos pensamientos que, arrastrndose, penetran en su
cabeza y en su vientre, y enferman a una y otro. Incluso pensaba que podan
compensar el conocimiento de que hay muchas maneras de ser cobarde, y que
el campo de batalla es el lugar en que ms fcil resulta ser valiente. Y cuantos
ms aos tengo, con ms frecuencia me pregunto qu significado tiene la
vida cuando ha perdido todos sus atractivos. Qu es la riqueza conseguida
por el medio de vender a nuestros hermanos a unos seres que dudo mucho
sean humanos, para que los sometan a una horrorosa esclavitud? Hijo
mo, existe eso que llamamos honor? Dmelo, porque de veras no lo s
En un susurro, Nyasanu dijo:
- Da Padre Yo
- Es igual, no importa. Me estoy convirtiendo en un viejo chocho que
habla demasiado. De todos modos, dar orden de que te destinen a una de
las unidades de mi mando, y podr vigilarte un poco. O donde t podrs
vigilarme un poco. O donde podremos vigilarnos recprocamente! Tienes
algo que decir, Vi?
- S, puede acompaarme Kpad? l cree que morir en esta campaa.
Se lo han dicho sus du. Por eso me gustara estar a su lado para evitar
Gbenu lanz un suspiro:
- Para evitar lo que jams se puede evitar, sino retrasar tan slo.
Desde luego. Vi, as se har. Esta misma noche dar las rdenes oportunas.
Y ahora cenemos juntos, y hablemos de cosas ligeras y agradables que no
aadan ms quebraderos de cabeza a los que me agobian.
En un sbito estallido, Nyasanu dijo:
- No puedo comer, Da! Por mucho que lo intentara, no podra! No,
porque
- Oh, s, s, claro que puedes comer, joven len con el corazn ms
tierno que el de una doncella! No me contradigas. Obedece y ven conmigo!
174 Negros son los dioses de mi frica

DOCE

Nyasanu dijo:
- Por Aido Hwedo, que sostiene el mundo en alto! A eso le llaman
guerra, Kpad?
Kpadunu dirigi la vista al lugar en que las ahosi, las mujeres
soldados, se entregaban a la tarea de recoger las cosechas sembradas por
los maxi, y contest:
- S, y, en cuanto s, es igual que cualquier otra guerra de que tenga
recuerdo el ms anciano jefe de clan que conozco, salvo las libradas contra
los auyo, Nya. Emprendemos la marcha contra un pacfico pueblo de
montaa, como los maxi, conquistamos los nicos campos de cultivo que
tienen, y, al hacerlo, matamos a ocho o diez hombres. Luego, acampamos
aqu, al pie de las montaas, y esperamos a que decidan si es ms sensato
morirse de hambre o rendirse, sabedores en todo momento de cul ser su
decisin, la decisin que siempre han adoptado cuando nosotros hemos
atacado a ellos, de la misma forma que nosotros sabemos que jams se les
ocurrir almacenar alimentos en previsin de que los ataquemos. El fa de
un hombre es ese mismo hombre. Y lo mismo ocurre con las tribus, con las
naciones, con las razas
- Kpad, es muy duro lo que dices.
- Pero es verdad. Los maxi son esclavos natos, Nya
Nyasanu exclam indignado:
- Nadie ha nacido esclavo!
Kpadunu mir con lstima y tristeza a su primer amigo. Sin alzar la
voz, dijo:
- El hombre que puede ser reducido a esclavitud ha nacido esclavo.
No lo olvides. No, desde luego, no insistir en que un hombre antes debe
morir de sed que
- Pues yo s!
- S, porque eres sencillo, noble y puro, lo cual es una bonita manera
Frank Yerby 175

de decir que eres un insensato. Espera, no te exaltes! Los ancianos dicen


que la mitad de nuestras batallas han sido ganadas, y con ello se ha salvado
a Dahomey, gracias a nobles insensatos. Pero los ancianos no les dan ese
nombre, sino que los llaman hroes. Como t. Como Tuagbadji
- Que Legba me devore los sesos si logro adivinar qu clase de ataque
le dio a ese muchacho! T crees que lo hizo para quedar como un hroe
ante Alogba?
- No. Alogba no estaba presente cuando Tuagbadji se lanz al
ataque, y, adems, Alogba nunca sentir el menor inters por un pequeo
gordinfln como Badji. Prefiere los tipos como t.
- Pero yo soy su hermano, de lo cual procura olvidarse cuando
le conviene. De todos modos, ni siquiera en el caso de que no fuera mi
hermanastra, una mujer como Alogba nunca me interesara. Y lamento
haber sacado a relucir este tema. Oye, de qu hablbamos?
- De esclavos. De si el esclavo nace o se hace. -S, es verdad. Y t
decas
- Que se nace esclavo. Que si un tratante de esclavos captura a un
hombre de veras, no le queda otra alternativa que matarlo o soltarlo. S,
porque mantenerlo bajo su poder representa demasiados problemas. Me
di cuenta de esto cuando visit Whydah. Algunos furtoos, los de piel ms
oscura, esos que casi parecen seres humanos, y que hablan idiomas de
sonido agradable, aceptan a un dahomeyano o a un ashanti, cuando se les
ofrece en calidad de esclavo. Pero los furtoo realmente despellejados, esos
que tienen ojos de fantasma y cabello del color de la hierba seca, y cuyos
idiomas suenan como el ladrido del chacal, se niegan a comprar esclavos
de cualquier nacin guerrera. Y as es hasta el punto que, para vender a
nuestros prisioneros de guerra, nuestros agentes en Whydah tienen que
mentir, para no revelar el origen del esclavo. Y, como sea que los furtoo son
extremadamente estpidos, y no saben distinguir a un tuffoe de un tulani,
o a nosotros de los maxi, compran. Pero, en realidad, no quieren comprar
hombres. Sin embargo, si tenemos en cuenta que los hombres de veras,
rara vez caen prisioneros, los furtoo compran lo que en realidad quieren, a
saber, esclavos natos, como los maxi, los ibo, los tuffoe
- S, ya s, ya s Pero de una cosa puedes estar seguro, Kpad; si
alguna vez me cogen, tendrn que matarme porque yo
- Porque t eres un insensato, un noble insensato, pero no por ello
menos insensato. Si me sometieran a esclavitud procurara hacer todo lo
necesario para que me liberaran, a fin de poder vivir, comer, engordar,
amar mujeres y engendrar hijos
- Y cmo te las arreglaras, Kpad?
176 Negros son los dioses de mi frica

Kpad sonri y dijo:


- Bueno Ocurriran cosas, sabes? El caballo de mi amo comenzara
a cojear o se partira una pata. Sus cosechas no prosperaran. Sus cerdos
enfermaran. Sus hombres arrancaran el maz en vez de arrancar la mala
hierba. Su casa se incendiara
- Magia Pero yo todava no estoy lo bastante adelantado, en cuestin
de magia, para lograr todo lo que has dicho, a pesar de lo que me has
enseado. Es natural; en fin de cuentas slo llevo tres meses aprendiendo.
Y t mismo me has dicho que se tarda siete aos en
- S, sabes. Por lo menos sabes el principio bsico, consistente en dar
a hechos sencillos apariencias imponentes, misteriosas, mgicas. Qu
efectos sufre un campo de cultivo si se mezcla sal con el abono destinado a
enriquecer la tierra? Qu pasara si los cerdos comieran algo que no deben
comer? Si el herrero, por ejemplo, clavara un clavo demasiado largo en el
casco de un caballo, al herrarlo, no cojeara el caballo?
Pero lo que yo hara sera ejercer cierto dominio sobre los otros
esclavos, hacer lo preciso para que me temieran, para que creyeran en
mis poderes, hasta que consiguiera tenerlos totalmente a mi disposicin.
Una vez logrado esto, nada saldra a derechas en casa del hombre que me
hubiera comprado, y llegara el momento en que comprendera que lo ms
conveniente a sus intereses sera liberarme.
- Me parece una buena idea. Y, ahora, dime, en nombre de los dioses
de la tierra, cunto crees que tardarn esos tozudos y estpidos maxi en
rendirse? Llevamos aqu ms de tres meses. A estas alturas, a Nyaunu wi
poco le faltar para dar a luz, y t seguramente tienes ya un hijo
Tristemente, Kpad dijo:
- S, ya lo saba.
- Kpad
- No, Nya. Te he dicho veinte veces que no volver a mandar a tus tres
almas all. Y eso no se debe a que tu alma sin cuerpo besara a Dangbevi,
lo cual carece de importancia, sino a que descubr que no puedo dominar
tus almas una vez que han salido de ti. Qu pasara si no regresaran? Te
convertiras en uno de esos seres sin alma y Por Xivioso, mira quien
viene!
- Badji! Qu extrao! No se ha acercado a m desde el da en que
zurr a Alogba. No s
1 menudo ex arquero y ex sastre se acerc al lugar en que se sentaban
los dos amigos. Ya no llevaba el brazo derecho entablillado. Pero no poda
moverlo. No poda moverlo en absoluto. Con voz triste, Tuagbadji dijo: -Te
saludo, hermano. Nyasanu dijo:
Frank Yerby 177

- Badji! Me alegra verte. Pensaba que estabas furioso conmigo, debido


a que
- A que azotaste brutalmente a Alogba? Lo estaba, es cierto. Pero ya
no lo estoy. Alogba me convenci de que no deba
Kpadunu terci:
- Oye, Badji, no deberas hablar con Alogba. A pesar de que la conoces
de toda la vida, no debes olvidar que no por ello deja de ser una ahosi. Y
ya sabes el proverbio: Ms hombres han perdido la vida por entrar en el
campamento de las ahosi que muertos ha tenido Dahomey en todas sus
guerras juntas.
Tuagbadji contest:
- S, ya s. Las ahosi son esposas del rey, a pesar de que no se acuesta
con ellas. Si descubren a un hombre con una ahosi, le cortan la cabeza.
Pero en mi caso, poco peligro hay. Soy un tullido. Y llevo ya tiempo ms
que suficiente siendo tullido para que todos hayan olvidado cmo qued
intil
En son de reproche, Nyasanu dijo:
- Badji
- He dicho la verdad, Nya! Soy dbil, gordo, bajo y tullido. Por eso
nadie se fija en mis idas y venidas. Por eso me adentro en el bosque, y, all,
me reno con Alogba. Hablamos y nada ms. Casi siempre hablamos de ti,
Nya, porque se es el tema que ms interesa a Alogba. Y por esa razn estoy
aqu. Quiere verte.
- Que se olvide del asunto. La cabeza que ves es la nica que tengo,
Badji. Y, como puedes advertir, est asentada sobre un sucio y negro cuello.
Tengo intencin de que mi cabeza y mi cuello no se separen, mi tercer
amigo. Y hablar con una ahosi, tanto si es hermana de uno como si no lo es,
no constituye el mejor mtodo para prolongar la vida
- Dice que es importante, Nya. Que es cuestin de vida o muerte. Te
suplica que la ayudes. Se trata de su vida, Nya. Y tambin yo te suplico la
ayudes. Por favor, habla con ella.
Kpadunu se inclin hacia delante, estudiando el rostro de Tuagbadji.
Cuando por fin habl lo hizo con tal seguridad que su pregunta fue una
afirmacin. En voz baja, dijo:
- Badji, has estado acostndote con Alogba?
Tuagbadji se irgui y revisti de dignidad su figura baja, gordinflona,
negra y casi desnuda. Era una dignidad triste, ineficaz, cmica, pero real.
Engallado, contest:
- Eso es asunto mo. E incluso en el caso de que me hubiera acostado
con ella, crees que te lo dira? El hombre que hace circular chismes
178 Negros son los dioses de mi frica

Tan seguro como lo estaba Kpadunu, mejor dicho, ms seguro


todava, ya que conoca a su hermanastra, Nyasanu pregunt:
- Incluso en el caso de que esos chismes sean verdad?
Como un eco, Tuagbadji contest:
- Incluso en el caso de que estos chismes sean verdad. Y conste que no
digo que lo sean, Nya! Yo slo digo que el hombre que pone en circulacin
historias acerca de una chica soltera, no es tal hombre. Eres hermano de
Alogba, hermano varn, hijo del mismo padre, y me parece que ests
obligado a
- Con Alogba, a nada estoy obligado! Pero, teniendo en cuenta que,
sin la menor duda, t, mi tercer amigo, te has mezclado en un asunto
que, con tanta certidumbre como que Legba es el dios de la lujuria, puede
conducirte a que te pongan un gorro rojo y te den un paseo dentro de un
cesto, alrededor de la plaza del Rey, hasta dejarte en el pozo, ir a ver a
Alogba
Prudente, Kpadunu dijo:
- Nya
Tuagbadji se dirigi a Kpadunu:
- Ven t tambin. T y yo podemos vigilar mientras ellos dos hablan.
Y as tener la seguridad que nadie los espa con el fin de delatarlos
Kpad dijo:
- De acuerdo.
Acto seguido, se inclin y cogi su assegai y el de Nyasanu. Se dirigi
a su primer amigo:
- Toma. Los fusiles hacen demasiado ruido.
Nyasanu se encontraba en un pequeo calvero, algo elevado, en
la otra ladera del valle, la del lado del mayor poblado maxi, y miraba
a su hermanastra. Concretamente, Nyasanu miraba el vientre de su
hermanastra, en la zona alrededor del ombligo. Pero, a pesar de su mirar,
Nyasanu no poda estar seguro. S, ciertamente, Alogba pareca un poco
ms redondeada, pero Entonces, Alogba, con desgana, dijo:
- S, de acuerdo, lo estoy. Por lo tanto deja ya de mirarme el vientre y
mrame a la cara. De todos modos no creo que se pueda adivinar mi estado
todava, verdad?
- No.
- Me alegro. Eso significa que an tenemos tiempo a nuestra
disposicin.
- Quin es el padre?
Frank Yerby 179

- Badji, me parece
Nyasanu la mir intensamente y dijo:
- Te parece? No lo sabes de cierto?
- No. No lo s. He estado con l ms que con cualquier otro. Pero, en
fin, no creo que la cosa tenga importancia, no crees?
- Oh Legba, dios de la lujuria!
- Pues tuya es la culpa. Si me hubieras hecho caso, nadie ms habra
habido en mi vida. Encontr a Badji la misma noche en que t me echaste a
patadas de tu cabaa. Aquella noche comenz todo
- Pero, Alogba Somos hermanos!
- No, no lo somos. Mi madre dice que no eres hermano mo, y supongo
que ella tiene razones para saberlo, no te parece?
- Lo dudo. Lo dudo por las mismas razones que t no sabes si el hijo
que llevas es de Badji o de otro.
- Creo que es de Badji. En realidad, estoy casi segura. Slo lo lo
hice, con tres ms
- Que Chaunu los confunda!
- No, Nya. Sera injusto. Por qu deseas que se conviertan en seres
intiles para las dems mujeres por el solo hecho de haber yacido conmigo?
Eso es lo que Chaunu hace, no?
- S.
Chaunu, el ser que retiene, era uno de los dioses de la tierra. Su
especialidad consista en dejar impotentes a aquellos que infringan los
tabes sexuales. Castigo que, a juicio de Nyasanu, era extremadamente
congruente con el pecado que lo motivaba. Alogba deca:
- Y si me port mal en esas tres ocasiones, ello se debi a que Badji
tena que estarse quieto, por culpa del brazo, y no poda. Por otra parte, yo
necesitaba que alguien
Con fatigado acento, Nyasanu dijo:
- En fin, concretemos. Qu quieres de m?
- Que t y Kpad me ayudis a tomar Agwe. Los tres solos. Y tambin
Badji. Tal como tiene el brazo no sirve para nada, pero dejaremos que
participe de nuestros mritos, para que
- Y cuando tu vientre comience a estar tan hinchado que ya no puedas
ocultar tus pecados, tu esposo, el rey, estar tan impresionado por tu
herosmo que te perdonar. ste es el plan, verdad, hermana?
- Efectivamente, Nya. No te parece un buen plan?
- Excelente. Pero hay un obstculo. Agwe, ah arriba, es la capital de
180 Negros son los dioses de mi frica

los maxi. En nombre de Legba que devora los sesos de los idiotas, cmo
puedes pretender que dos hombres, un tullido y una muchacha preada
tomen una poblacin tan grande como Alladah?
- Es fcil. Todos sus habitantes estn enfermos, muy enfermos. He
entrado en la ciudad varias veces, disfrazada con la falda de una de sus
mujeres a la que di muerte. Esa mujer tena tanta hambre que se aventur
demasiado lejos, en busca de comida. Conozco un poco el idioma ewe. Lo
suficiente para hacerme entender, y arriba estn todos murindose de
hambre, Nya! Se han comido ya a todos sus animales, incluso a los perros.
Creo que incluso comienzan a comerse los unos a los otros
Nyasanu medit lo que Alogba acababa de decirle, y, por fin, dijo:
- Sin embargo, hace dos das, cuando mi padre me mand al frente
de un grupo de reconocimiento, para comprobar el estado de las defensas
de los sitiados, nos lanzaron una lluvia de flechas, lanzas y piedras tan
recia que cualquiera hubiera dicho que en el mundo entero era imposible
encontrar tanta flecha, lanza y piedra.
- Eso se debe, Nya, a que, a pesar de ser alto, fuerte y apuesto, careces
de verdadera astucia. Quiero decir que no tienes la clase de inteligencia que
tiene Kpad. Los atacaste de frente, verdad?
- S. Pero debes tener en cuenta, hermana, que no hay retaguardia.
Agwe se encuentra al borde de un precipicio, y en la parte trasera hay unos
picachos que ni siquiera una cabra podra escalar; adems
- Sabes que no soy una cabra, y, a pesar de ello, he trepado por esa
parte que dices. Adems, conozco un camino que ni siquiera es difcil,
realmente difcil.
Nyasanu la mir fijamente, y, al fin dijo:
- De acuerdo, no voy a discutir esto ltimo, y ni siquiera dir que, a
juzgar por el modo de comportarte, quiz tengas ms de cabra que de mujer.
Slo te voy a decir una cosa: basta con que en la ciudad haya cincuenta
hombres en disposicin de tenerse en pie y arrojar flechas o lanzas, para que
no podamos tomarla. No es cuestin de valenta, Alogba, sino de tctica.
Podemos arreglrnoslas para tener a diez guerreros enemigos tan ocupados
que ninguno de ellos pueda dar un rodeo y atacarnos por la espalda o por
el flanco, pero
Paciente, Alogba dijo:
- Nya, la verdad es que careces de astucia. No pienso seguir esa tctica.
- Entonces, qu tctica piensas seguir, mi seora generala?
- Iremos a la casa del jefe. S dnde est. Entrar sola en ella. Y, pese
a que nunca te has tomado la molestia de advertirlo, debes saber que tengo
un bonito cuerpo. La cara es fea, lo s. Pero quin ha odo decir que los
Frank Yerby 181

hombres, salvo t, prestan principal atencin a la cara de una muchacha,


especialmente cuando sta ondula el cuerpo ante sus narices?
Nya ech la cabeza atrs y solt una gran carcajada. Alogba tambin
emiti una risita en reconocimiento de su propio ingenio. Nyasanu dijo:
- Sigue, tus planes comienzan a presentar mejor aspecto. Crees que
tan pronto como hayamos dado muerte al jefe los dems se rendirn?
- Que Yaloda me d paciencia! Es que tienes la cabeza vaca, Nya? Si
matamos al jefe, nombrarn otro y seguirn luchando. No, lo que haremos
ser cogerle vivo. Cogeremos al jefe y al sumo sacerdote del culto a los
antepasados si podemos. Entonces amenazaremos con matarlos a los dos
poco a poco, hacindolos tiras
- Alogba!
- S, lo s, lo s, soy cruel. A las ahosi nos han educado para que
lo seamos. Pero yo slo he hablado de amenazar. Eso no significa que
forzosamente tengamos que llevar a cabo la matanza, Nya. Ahora bien,
tengo la casi absoluta seguridad de que si cogemos a sus jefes, los maxi se
rendirn. Y la guerra terminar. Y todos nosotros seremos hroes. Y el rey
Nyasanu dijo:
- Te perdonar que te hayas abierto de piernas a medio ejrcito.
- Nya, eres injusto! Slo ha sido con Badji y con
- Tres ms. O cuatro. O cinco. O seis. O
- No! Slo tres. Bueno, quiz cuatro
- Oh Legba, dios de la lujuria!
Alogba se acerc a Nyasanu. Se le acerc tanto que Nyasanu poda
olera. Alogba se haba baado y perfumado, lo cual no dejaba de mejorar
un poco su olor. Pero no lo suficiente. Nyasanu retrocedi un paso. Alogba
dijo:
- No seas as, hombre! No puedo evitar quererte. Y, adems, no
eres mi hermano por la sencilla razn de que Gbenu, ese viejo loco, no es mi
padre. Incluso podramos casamos. Madre dice que si tanto te quiero -y se
es precisamente el caso-, dir la verdad a los vuduno, y entonces
Con voz tranquila, Nyasanu dijo:
- Alogba, olvdate del asunto. Bastantes problemas tienes para crearte
ms todava. Y ahora, vamos.
- Adnde?
- Ah abajo, con Kpadunu y Tuagbadji. Quiero consultar a Kpad todo
lo que me has dicho. Tal como aseguras, es astuto. Si considera que tus
planes tienen posibilidades de xito, lo ms probable es que triunfemos.
As es que deja ya de portarte como una cabra en celo, querida hermana, y
vamos all.
182 Negros son los dioses de mi frica

Llegaron a Agwe poco antes del alba. Nyasanu y Kpadunu llevaban


cuatro fusiles cada uno: los haban robado a sus compaeros de armas.
Alogba llevaba dos y Tuagbadji uno. Todos los fusiles estaban cargados,
aunque solamente Nyasanu y Kpadunu dispararan en el caso de que
tuvieran que luchar. Alogba y Tuagbadji les entregaran un fusil cargado
cada vez que disparasen. Y si la lucha se prolongaba, Tuagbadji cumplira
la funcin de entregarles los fusiles, lo cual poda hacer con el brazo sano,
mientras Alogba se encargara de irlos cargando.
Alogba tambin llevaba consigo el arco y las flechas, as como otras
armas, o mejor dicho, dos: un largo y casi transparente vestido de seda, y
un frasco de perfume de flor de almendro.
Se detuvieron a descansar junto a una pequea cascada, ya que,
a pesar de lo dicho por Alogba, la ascensin haba sido larga y fatigosa.
Nyasanu dijo a Alogba:
- Anda, toma esa pastilla de jabn y lvate. Jabnate de arriba abajo.
Y, luego, te pones bajo la cascada.
- Nya!
- No miraremos, mujer. Lo importante es, hermana, que si quieres
tentar al toxausu de Agwe con tus femeninos encantos, lo hars mucho
mejor si hueles a flor de almendro que si hueles a cabra. Esto, por un lado.
Por otro lado, tambin es importante que te pongas ese vestido que hemos
trado. O sea que te cubras, incluso los senos. Comprendes?
- S, al menos comprendo el primer punto. La subida por esa senda
me ha dejado con el cuerpo sudado. Pero si el jefe no puede ver la belleza
de mi cuerpo, cmo voy a?
- A tentarle? Precisamente lo conseguirs yendo cubierta, hermana!
Las mujeres maxi van desnudas como lagartos casi siempre, salvo en la
estacin lluviosa, en que aqu hace fro. Por eso, ver a otra mujer desnuda
le hara bostezar. Si te cubres, excitars su curiosidad, le inducirs a que se
pregunte
Kpadunu ech la cabeza atrs, solt una carcajada y dijo:
- Ests aprendiendo, mi primer amigo! Alogba, puedes tener la
seguridad de que Nya tiene razn. Otra cosa: cuando hables con el jefe,
procura ser recatada. Baja la vista. No ondules tu anatoma bajo sus narices.
Deja que sea l quien tome la iniciativa, y entonces
En aquel instante, los tres oyeron los ahogados sonidos que emita
Tuagbadji. Por fin el pequeo y gordinfln ex arquero logr decir:
- No! No, por Xivioso que no! Alogba, jams lo permitir!
Alogba se acerc a Tuagbadji y le bes fuertemente en la boca,
mientras maliciosa guiaba a Nyasanu y a Kpadunu. Entre risitas, Alogba
dijo a Tuagbadji:
Frank Yerby 183

- Oye, anda, prtate como un simptico y dulce cerdito, y contribuye


a hacer lo necesario para que salga viva del trance, y que luego podamos
casarnos. Cuando estemos casados, podrs darme rdenes, pero ahora no.
Badji, mi amor, no creo que yo pueda servirte de gran cosa, ni t a m, si nos
cortan la cabeza. Y esto es lo que nos pasar si no damos a Dada una buena
razn para que nos perdone el engendramiento de nios en temporada de
veda.
Alogba dej de hablar bruscamente. Un temblor estremeci su cuerpo,
como si, de repente, hubiera sentido fro. En voz baja, dijo:
- Kpad, si nuestro plan fracasa entonces, me hars el favor de
matarme? Me pegars un tiro por la espalda, sin que yo lo vea, sin que
tenga tiempo de darme cuenta? En un momento en que no lo espere?
Lo hars?
Kpadunu contest:
- Pero, Alogba En el nombre de
- Los hombres sois afortunados. Cuando hacis algo malo, un experto
os da muerte. El verdugo del rey trabaja bien, Kpad. Pero cuando una ahosi
es condenada a muerte, que casi siempre lo es por permitir que un hombre
les separe las rodillas demasiadas veces, entonces son nuestros oficiales
quienes se encargan de ejecutar la sentencia. Es decir, son mujeres quienes
lo hacen, Kpad. Y su trabajo no es limpio. Lo s porque lo he visto. Tengo la
impresin de que utilizan adrede un cuchillo mellado, para que la ejecucin
dure ms. Y sierran y sierran Uf Lo hars, Kpad?
Kpadunu musit:
- Pero por qu yo precisamente?
- Porque Badji no quiere, y Nya no lo hara nunca. Ya sabes cmo es
Nya. A pesar de su corpulencia, tiene corazn de mujer. No sera capaz
de hacerlo. Recordara los buenos momentos que hemos pasado juntos,
cuando ramos nios, y el dedo ante el gatillo quedara petrificado. Y
entonces, mi destino sera el de ser arrojada de cabeza al pozo para que una
gorda y vieja cerda de ofciala, medio loca porque no hay nadie dispuesto
a seducirla, se pasara media hora aserrndome el cuello, dejando en ltimo
lugar el gaznate, para as gozar de mis chillidos. Esa es la razn por la que
te lo pido, Kpad. As es que, si me hieren mientras estamos aqu, o si caigo
en manos de los maxi, mtame. Y tambin, si nuestros planes fracasan,
mtame mientras regresamos al campamento, mientras hablamos de otras
cosas. Prometes que lo hars, Kpad?
Despacio, Kpadunu sacudi negativamente la cabeza:
- Tengo tres esposas, y ahora quiz tenga tambin un hijo esperando
mi regreso. Alogba, el solo hecho de que un hombre le d un pellizco en las
184 Negros son los dioses de mi frica

nalgas a una ahosi, basta para que le ejecuten. Qu pena crees impondran
al hombre que matara a una ahosi?
- No se enteraran. Podras decir que los maxi me han matado, y
Con severidad, Nyasanu grit:
- Alogba, cllate ya, y ve a baarte!
Los tres yacan ocultos detrs de los matorrales de espinos que
cortaban la estrecha senda que descenda sinuosa desde las cumbres de las
montaas, la senda que Alogba les haba mostrado y que permita penetrar
en la ciudad de Agwe, por su entrada trasera, casi sin vigilancia. Pero
Alogba no estaba con ellos. Haba penetrado ya en Agwe, para llevar a
cabo su misin de seducir al toxausu, o jefe, de la capital maxi, e inducirle
a cometer la locura de ir con ella hasta aquellos parajes, so pretexto de
discutir con el padre de Alogba el precio que el jefe deba pagar a cambio
de los encantos de bano de la muchacha.
Y Alogba llevaba ya largo tiempo ausente, tanto que Nyasanu y
Kpadunu no podan soportar la visin de Tuagbadji. Lo peor del caso es que
los dos primeros, por haber dejado a sus dolorosamente amadas esposas en
Alladah, podan imaginar con toda vividez los sentimientos de Tuagbadji.
Nyasanu comenz a decir:
- Oye, Badji
Pero slo tuvo tiempo de pronunciar estas palabras, porque en aquel
instante oyeron los gritos de Alogba.
Levantaron la vista y la vieron. Se diriga hacia ellos, corriendo a saltos
como un antlope, perseguida por un grupo de arqueros maxi. Los maxi
parecan esqueletos vivientes, y avanzaban a resbalones y tambaleos. Al ver
su apariencia, Nyasanu se pregunt si aquellos hombres pretendan violar
a Alogba o comrsela. Pero fueran cuales fueren sus intenciones, lo cierto
era que la perseguan a una velocidad sorprendente en unos individuos
que, evidentemente, estaban medio muertos de hambre. Tanto corran,
que uno de ellos, mientras los tres dahomeyanos miraban el espectculo,
alarg una mano esqueltica y consigui agarrar el vestido de Alogba,
lo cual de nada le sirvi, ya que sta se desprendi del vestido mediante
un sinuoso movimiento del cuerpo, y sigui su carrera a ms velocidad,
debido a que el vestido ya no entorpeca sus movimientos. Otro maxi puso
su mano, como una garra enloquecida por el hambre, sobre el hombro de
Alogba, reluciente de sudor, pero en aquel momento fuego, humo y trueno
estremecieron el mundo, ya que Badji, poniendo el can de su fusil en el
hombro de Nyasanu, y utilizando el cuerpo de su amigo a modo de trpode,
oprimi el gatillo y mat al maxi.
Eso detuvo a los perseguidores, aunque slo el tiempo necesario para
Frank Yerby 185

echar la mano rpidamente hacia atrs, por encima del hombro, agarrar las
flechas que llevaban en los estuches a la espalda y ponerlas en el arco. Un
momento despus, los silbantes vstagos de madera ennegrecieron el aire.
Nyasanu sinti una punzada en el brazo izquierdo, y al volver la vista atrs,
vio que de su carne colgaba una flecha maxi. La punta no haba penetrado
profundamente, sino en lnea tangencial, quedando envainada en la piel,
por lo que Nyasanu se arranc la flecha, y comenz a disparar contra los
maxi, a disparar lentamente, con frialdad y mortal puntera.
Los maxi estaban ya tan cerca que incluso el peor tirador del
ejrcito de Dahomey hubiera dado en el blanco, y, por otra parte, tanto
Nyasanu como Kpadunu se haban convertido en tiradores competentes.
Pero los maxi estaban lo bastante cerca para que los cuatro dahomeyanos
pudieran apreciar los efectos que una bala de un fusil dans, del calibre
sesenta, produce cuando daba en un hombre, efectos que consistan en
abrir un boquete, en las partes ms blandas del cuerpo humano, en el que
se poda meter el puo. O destrua la cara, convirtindola en una masa
ensangrentada. O levantaba una porcin de la bveda craneal del hombre
y lanzaba sus sesos a la cara de sus compaeros.
Eso fue lo que Nyasanu vio. El dedo se le hel en el gatillo del tercer
fusil. Alguien, Sagbata quiz, rey de los dioses de la tierra y seor de las
plagas, inyect en el estmago de Nyasanu una enfermedad, verde como
el limo de los pantanos, y repugnante a ms no poder, que form all una
charca, y ascendi por su garganta. Y alguien ms, probablemente Legba,
el mensajero de los vudun, el infernal tramposo que devora los sesos de sus
vctimas, le lanzaba pullas, se burlaba y rea de l dentro de su crneo. Y
Ku, seguramente Ku, dios de la muerte, le cogi el corazn, los pulmones
y los testculos, con su inmensa y helada mano, y los oprimi lentamente.
Kpadunu dijo:
- Tira, Nya! Tira, hermano! Si no tiras, estamos perdidos.
Entonces, Nyasanu sinti el culatazo de su fusil contra el hombro, oy
las vibraciones y el trueno, vio las llamas anaranjadas atravesando el humo
gris-blanco. Un arquero maxi dej caer el arco, y se sent bruscamente, con
las manos en la parte media del tronco. Su negro rostro, alzndose sobre la
rizosa y rala barba, no daba muestras de espasmo ni de dolor, debido a que
ni el uno ni el otro haban tenido todava tiempo de llegar a l, sino tan slo
de pasmo. Entonces, muy de prisa, sin una palabra, sin un gemido, el maxi
muri.
Pero Tuagbadji entreg a Nyasanu otro fusil, que Alogba haba
vuelto a cargar, y Nya tir y tir, mientras las lgrimas descendan por su
cara, trazando lneas sobre el holln de la plvora en su piel, mientras vea
cmo aquellas balas deformes y grandes de los fusiles del calibre sesenta
186 Negros son los dioses de mi frica

reventaban la barriga de aquellos espantapjaros dolientes, enloquecidos


por el hambre, que aullaban y bailaban ante l, hasta que, por fin, los
dos o tres maxi que quedaban vivos pensaron que sus lamentablemente
primitivos arcos y flechas no eran armas que pudieran competir con los
fusiles, y, volviendo grupas, huyeron.
Entonces Nyasanu se qued lacio, con la vista fija en los desperdigados
montones de carroa negra, en aquella carne humana sin huesos all
esparcida, en lento flujo que la tierra sedienta beba al instante, de manera
que lo que antes fue vida formaba barro rojizo, con la vista fija en las nubes
de metlico tono verde azulenco que las moscas haban ya comenzado a
formar, hasta que Ku le liber las entraas, permitiendo que los sentimientos,
la conciencia, e incluso el pensamiento, regresaran temblorosos, y Nyasanu
abri la boca para devolver a la tierra, en un gran chorro espumeante todo
su horror, toda su nusea y su vergenza.
Cuando por fin Nyasanu se enderez, se dio cuenta de que Alogba
tena la vista fija en l. Y lo que las pupilas de Alogba expresaban era malo.
Compasin quiz Lstima Nyasanu no pudo soportar aquella mirada.
Gru:
- S! Odio matar a seres humanos, hermana! Incluso si son maxi. Y si
por eso no soy hombre
Alogba murmur:
- No No has comprendido Esa, esa esa herida en el brazo, Nya.
Te la ha producido una de sus flechas?
Nyasanu la mir:
- S. Y, por lo tanto, est envenenada. Han aprendido lo suficiente
para envenenar las flechas. Kpad, hermano, qu opinas ahora de las
predicciones de tus du?
En voz quejumbrosa, Kpad dijo:
- Nya
Pero antes de que pudiera proseguir o de que cualquiera de ellos
pudiera moverse, Alogba se abalanz sobre Nyasanu. Peg la boca grande
y carnosa a la herida, y comenz a chupar con terrible fuerza. Podan ver
cmo la garganta de Alogba se estremeca y temblaba, como si cuanta vida
tuviera se hubiera concentrado all. Tuagbadji chill, con voz alta, lastimera,
femeninamente aguda:,
- Alogba! No, Alogba! Oh, Yalode, diosa de las mujeres!
Kpadunu dijo:
- Djala, Badji! Casi todos los venenos que se ponen en la punta de las
flechas no hacen dao si se tragan. Slo dan vmito. Para matar, tienen que
entrar en la sangre, as es que si Alogba
Frank Yerby 187

En ese instante, Kpadunu call bruscamente. Rpido, alarg la mano


y agarr el lanudo cabello de la muchacha. Tir de la cabeza hacia atrs, y
se inclin para examinar la boca. Alogba chill:
- Djame! Deja que por lo menos le salve, Kpad! De todos modos he
de morir, porque nuestros planes han fracasado. Djame
Kpadunu la solt y dijo:
- No tiene cortes ni grietas en los labios. No hay peligro.
Maana, seguramente tendr un dolor de estmago horrible, y quiz
tenga que pasarse tres das en la letrina, pero no habr ms. Alogba, cuando
te sientas cansada, yo te
Alogba se irgui y dirigi una sonrisa a Nyasanu. Tena los labios
cubiertos de sangre, pero su sonrisa era muy tierna. Dijo:
- No, no, Kpad. Creo que ya he sacado todo el veneno. Y, ahora, dame
tu assegai
Kpadunu dijo:
- Que te d mi assegai?
- O sostenlo horizontal, de punta, para que pueda lanzarme sobre l.
Voy a morir ahora. Y a pesar de que no soy hermosa, como lo son Dangbevi y
Nyunu wi, quiero que me entierren con el mejor aspecto posible. No quiero
yacer muerta, con la cara y todo mi cuerpo cubiertos de llagas purulentas,
porque
Kpadunu la interrumpi:
- Un momento, Alogba. En primer lugar, el veneno de las flechas no
te matar por el solo hecho de haberlo tragado. Y, en segundo lugar, incluso
en el caso de que haya ido a parar a la sangre, al travs de una grieta en los
labios, por ejemplo, ya estaras muerta, por cuanto los maxi utilizan veneno
de culebra, y no este lento veneno que cuecen nuestros azaun- datos. Por
ltimo, entre todos los venenos que conozco, ninguno produce llagas en la
piel, ni pus, ni
Pero Alogba segua con la mano extendida en peticin de que Kpadunu
le diera el arma blanca ashant. Y en su rostro an estaba la sonrisa. Alogba
dijo:
- No, Kpad, el veneno no produce esos efectos. Ni siquiera he tenido
ocasin de tentar al jefe de los maxi. Estaba muerto. Sagbata le haba
fulminado. Y los maxi mojaban las puntas de sus flechas en las llagas del
cadver de su jefe.
Todos guardaron silencio. Todos quedaron inmviles, sin siquiera
respirar. Hasta que Tuagbadji solt el aliento contenido, produciendo un
sonido en parte gemido y en parte sollozo. Casi dulcemente, Tuagbadji dijo:
188 Negros son los dioses de mi frica

- Kpad, dale el assegai, y t, Nya, dame el tuyo. No quiero vivir sin


ella. No podra.
Nyasanu no le contest. Se qued quieto, con la vista fija en Alogba,
y, muy despacio, en sus ojos se formaron lgrimas, y las lgrimas rodaron
por sus mejillas. Entonces, ms despacio todava, inclin hacia delante
su inmensa altura, se arrodill ante Alogba, puso la frente en el suelo, y
cogiendo un puado de tierra la derram sobre su cabeza.
Un instante despus, los dos amigos de Nyasanu imitaban el rasgo
de propia humillacin y de dolor. Y Alogba qued en pie ante ellos, altiva,
sonriendo a sus adoradores, como una reina.
Tuagbadji gimi:
- No! La plaga que Da Zodji manda! La viruela! No, no! Sagbata,
slvala! Es muy hermosa, y su piel, su piel
Kpadunu se enderez y dijo:
- Vamos, hermano, debemos hablar de esto inmediatamente. S, porque
si entre los maxi se ha extendido la enfermedad de Sagbata, esa horrible
muerte que su hijo Da Zodji enva, ms valdr que lo comuniquemos al rey.
Los cuatro se miraron entre s. Sus pupilas se dilataron, y luego se
oscurecieron, y el pensamiento, la inquietud, las dejaron meditativas, como
si mirasen hacia dentro. Alogba dijo:
- Yo me encargar de decrselo.
Tuagbadji dijo:
- No, ser yo quien
Alogba le advirti:
- Sabes muy bien lo que Dada Gezu har con la persona que le d
la noticia de que, despus de tantos meses de espera, debemos volver
corriendo a casa, como una jaura de chacales, con el rabo entre las piernas,
debido a que
Kpadunu suspir:
- A que no podemos volver con los esclavos que pretendamos apresar.
No, porque si lo hacemos transmitirn la plaga a nuestros hombres, de
modo que el grano que Sagbata nos d para comer saldr a nuestra piel, y
cada grano supurar pus, hasta que nuestros cuerpos se pudran en vida y,
por fin, mueran. He odo decir que los furtoo, en Whydah, tienen un gbo (1)
contra esta enfermedad, un medio de comunicar un poco de esta
enfermedad -a la que llaman akpotin kpevi, o viruela, slo Legba sabr por
qu- en un lugar del cuerpo, y de esta manera, segn dicen sus hechiceros,
se evita que la enfermedad afecte a todo el cuerpo, y as no slo no se muere
de ella, sino que jams se contrae. Pero no estamos en Whydah. Y el rey
Frank Yerby 189

ordenar que corten la cabeza a quien le d la noticia de que su segunda


campaa consecutiva ha sido un total fracaso, y no por falta de valor por
nuestra parte, sino porque los dioses
Alogba indic:
- He quitado la plaga de la sangre de Nya, por lo que puedo
considerarme muerta. Dejad que sea yo quien diga a Dada Gezu
Nyasanu dijo:
- Y tambin yo puedo considerarme muerto si no me quitaste
totalmente la enfermedad, hermana. Adems, la plaga ha estado en mi sangre
largo rato antes que t intentaras quitrmela, por lo que me parece que
En voz baja, Tuagbadji dijo:
- Ahora soy un tullido, un intil para siempre. Amo a una mujer que
ama a otro, y
Kpadunu intervino:
- Esperad un momento! Alogba, t y yo vamos a cortar las cabezas
de esos maxi
Nyasanu exclam:
- Cortarles la cabeza dices?
Kpadunu prosigui con calma:
- S. Y son muchas cabezas. Luego, t, Nya, ofrece todas las cabezas
al rey. Forma con ellas un montn, a cierta distancia del rey. Y si algn
oficial intenta tocarlas, se lo impides, dicindole la razn. Si el rey te ordena
que te acerques a l, nigate a hacerlo, y dile que temes ser portador de
la enfermedad. Entonces el rey te ordenar que te alejes del campamento,
pero no osar ordenar que te corten la cabeza despus de haber demostrado
tu herosmo ante sus oficiales. Ese es el modo en que debemos hacerlo. Y
ahora, Alogba, la de las piernas siempre abiertas, vayamos a lo nuestro.
Y as se hizo. Iniciaron el largo descenso hacia el campamento,
llevando consigo las cabezas de los maxi. Pero iban en silencio, y ni una
sola palabra intercambiaron.
Formaban parte de un ejrcito derrotado, y lo saban. Los vencedores
no eran enemigos humanos, sino los mismos dioses. Dos de los miembros
del grupo quiz llevaran en sus venas las mortales semillas del flagelo de
Sagbata, que, mediante el ms leve contacto accidental, podan contagiar,
como se extiende el fuego en la maleza seca, a sus camaradas.
Haban ido a Agwe en busca de gloria. Y qu haban encontrado?
La muerte. Con casi toda seguridad, la muerte.
(1) Muchos aos antes, Edward Jennr haba implantado en Europa la vacuna contra la viruela.

190 Negros son los dioses de mi frica

TRECE

Desde el lugar en que se encontraba agazapado, a gatas y con la frente


apoyada en el suelo, ante su Real Majestad Gezu, dcimo dada, o rey, de
Dahomey, Nyasanu no poda ver a la khetunga, comandante femenino de
las ahosi del ala derecha. Pero s orla perfectamente. Nyasanu no era sordo,
y las palabras de la khetunga llegaban a sus odos. A juzgar por sus gritos,
Nyasanu sospechaba que tambin las oan todos los habitantes de la zona
comprendida entre los reinos de los nupe y los fulani, al Norte, y Kumassi,
la capital de los ashanti, que se encontraba a tres semanas de viaje, al Sur.
La genrala aullaba:
- Este hombre miente, Gran Padre! Yo, tu esposa, y comandante de
tus esposas-soldados, las ahosi, te digo que este hombre miente. Mralo!
Dnde estn las llagas? En qu lugar de su cuerpo ves los granos del
azote de Sagbata? Una venda alrededor del brazo, y nada ms! Un vulgar
engao! No te das cuenta, Seor, de que slo intenta conservar la cabeza
sobre los hombros, a pesar de haberte traicionado?
Hasta Nyasanu lleg la voz de Gezu. Era una voz grave, lenta e
infinitamente fatigada. El rey dijo:
- Y qu ha hecho para traicionarme, khetunga?
- Te ha traicionado con una de las ahosi, una alocada muchacha
llamada Alogba. Lo sospech el da en que este hombre azot a Alogba con
el cinto, impulsado por los celos, debido a que
La recia voz de Gbenu interrumpi a la khetunga-.
- Oh padre de todos nosotros, me permites decir algo referente a esas
histricas tonteras femeninas que estamos escuchando?
Gezu sonri:
- Desde luego, kposu.
Con voz serena, Gbenu dijo:
- Este muchacho es hijo mo. Siempre ha sido valiente y honrado, y
muy pocas veces ha cometido faltas. Desde luego es un hombre, y por eso
Frank Yerby 191

no me atrevera a decir que es menos dado que los dems hombres a los
apetitos de la carne. Pero tambin debo decir que no me parece probable
que un hombre joven que acaba de casarse -y felizmente, debo aadir- se
deje llevar por un pasajero deseo hacia la persona de su propia hermana
La khetunga exclam pasmada:
- Hermana! Imposible, Gran Padre! Conozco bien a la arquera
Alogba, y puedes tener la absoluta certeza de que en nada se parecen.
Creme, Seor, no se da el ms leve parecido entre una y otro!
Sin alterarse, Gbenu dijo:
- Su hermana, oh padre de todos nosotros, es hija ma de la misma
manera que el muchacho es hijo mo. Desde luego son hijos de distintas
madres, y debido a eso mi seora khetunga dice la verdad cuando afirma
que el parecido entre los dos es muy leve, si es que parecido hay. La seora
Yu, madre de Alogba, me fue dada por esposa por tu hermana mayor, su
alteza la princesa Fedime. Y, a mi honrado parecer, hasta el punto que
apostara la cabeza, mi hijo Nyasanu, aqu presente, es incapaz de siquiera
pensar en cometer un incesto el ms severo de nuestros su du du.
Nyasanu levant un poco la cabeza, para ver la cara del rey. Y, tal
como haba previsto, Gezu qued un tanto envarado al escuchar la ltima
observacin de Gbenu. Todos saban el escaso respeto que los miembros
del clan del Leopardo sentan hacia dicha prohibicin. Entonces, el rey dijo:
- Nyasanu, hijo de Gbenu, levntate. Te doy permiso para estar en pie
en mi presencia.
Nyasanu dijo:
- Gracias, padre de todos nosotros.
Y acto seguido se puso en pie. La mirada del rey se desliz hacia
arriba, recorriendo, con evidente pasmo, la gran altura del cuerpo del
muchacho, y dijo:
- Un gigante Incluso ms alto que t, kposul Espero que sepa
defenderse por s mismo, ya que necesitamos hombres como l en Dahomey.
Sereno, Gbenu dijo:
- Pregntale cuanto quieras, Padre.
- Bajo pena de muerte, porque puedes tener la certeza de que tu
cabeza ser separada del cuerpo en el mismo instante en que me mientas,
te pregunto, oh hijo de Gbenu: has sido varn con tu hermana?, te has
deslizado en el interior de la cabaa de la arquera? cmo se llama,
khetunga?
La khetunga dijo:
- Alogba.
192 Negros son los dioses de mi frica

- De la arquera Alogba? Has cometido tal estupidez, hijo?


En ese instante, los espectadores se rebulleron, por cuanto el hecho
de que el rey diera al muchacho el tratamiento de hijo, vi, constitua un
sntoma claro, aunque involuntario, de favor real. Nyasanu contest:
- No, gran padre de todos nosotros, no lo he hecho. Y a pesar de que
las partes pecadoras de mi cuerpo me han dolido mucho, he cumplido el
voto que hice ante mi esposa, antes de unirme a tus huestes, oh Gran Padre,
y no he conocido mujer, salvo la ma, desde el da de mi matrimonio.
Al or la calma sinceridad que animaba la voz de su hijo, Gbenu tuvo
la certeza de que su hijo deca la verdad, ya que era imposible que cualquier
hombre racional dudara de lo dicho por Nyasanu.
Pero la khetunga, a pesar de que las ahosi alardeaban de que se haba
desprendido de su sexo y se haban convertido en hombres, no era hombre.
Ms an, era evidente que la khetunga terna unas dotes de raciocinio
todava inferiores a las muy dudosas de sus compaeras de sexo, ya que
grit:
- Somtele al juicio de los dioses!
El rey inclin la cabeza, y volvi a alzar la vista. Lanz un suspiro y
dijo:
- Muy bien. Que calienten el cuchillo.
Al or estas palabras, a Nyasanu se le tens el cuerpo. Se haba dado
cuenta de que se trataba de uno de los ms sencillos y menos dolorosos
juicios divinos. Pero tambin era uno de los ms peligrosos. Se colocaba un
cuchillo al rojo vivo ante la boca del sospechoso. Entonces, ste deba tocar
el cuchillo con la punta de la lengua, siendo el contacto lo ms leve y rpido
que cupiera. La teora de esta prueba deca que Legba secaba la saliva de la
boca del embustero, por lo que ste se quemaba la lengua.
Pero Nyasanu, en su fuero interno, razonaba quejoso: acaso el miedo
no es ms que suficiente para que a uno se le seque la boca, sin intervencin
de Legba el Tramposo, ni de ninguno de los otros dioses? Pensar en el ardor,
imaginar la sensacin de tocar un cuchillo al rojo vivo, basta para que mi
boca quede ms seca que una cisterna al final de la estacin seca, cuando el
barro del fondo se ha transformado en piedra, y se percibe desde muy lejos
el hedor de los cadveres de los animales que han muerto de sed alrededor.
Ocurre exactamente lo que Kpad dice: Un descarado embustero pasar
esta prueba nueve de cada diez veces, mientras que un hombre honrado,
pero nervioso, no la pasar
Entonces, en el momento en que pensaba el nombre de su primer
amigo, Nyasanu vio a Kpadunu. El joven hechicero tena la vista fija en l.
Nyasanu senta la oscura y pensativa mirada de Kpadunu penetrando en
Frank Yerby 193

su cerebro. Y en el interior de la cabeza de Nyasanu se formaron nuevos


pensamientos, tan claros como el sonido, en una cantinela: No sentirs
dolor, hermano! El cuchillo no te quemar! No sentirs dolor!
De repente, Kpadunu se inclin, cogi una piedrecilla, y se la llev a
la boca.
Nyasanu comprendi el significado de este acto. Cualquier objeto de
tacto suave, colocado en la boca, tiene la virtud de estimular la secrecin
de saliva. De todos modos, Nysanu tuvo que esperar largo rato, hasta
que lleg el momento en que la vista de todos los presentes estuvo fija en
el resplandor de la hoja del cuchillo, para, so pretexto de rascarse el pie
izquierdo, coger subrepticiamente un canto y ponrselo en la boca. Casi
inmediatamente sinti que en la cara interna de sus mejillas se formaba la
confortante humedad. Pas la lengua alrededor de la cavidad bucal hasta
tener la certeza de que estaba lo suficientemente hmeda.
El bokono del rey se le acerc sosteniendo el resplandeciente cuchillo,
y le dijo:
- Tcalo con la lengua, hijo del kposul Nyasanu lanz la lengua hacia
delante. El contacto produjo sonido de hervor. Retir la lengua rpidamente,
antes que el calor secara la protectora saliva y el cuchillo le quemara. El
bokono apart el cuchillo y dijo:
- Deja que vea tu lengua, hijo de Gbenu! Nyasanu volvi a sacar la
lengua. El adivino del rey la examin cuidadosamente, y dictamin:
- El muchacho dice la verdad. Su lengua no est quemada. La khetunga
chill:
- Un vulgar truco! Porque este muchacho es el hijo del kposu han
amaado la prueba, a fin de que escape al castigo que su terrible pecado
merece. Y digo a todos los presentes que este muchacho
Nyasanu la mir, y pens: Acaso mi padre se ha negado a yacer
con ella, ganndose as su enemiga? Pero Nyasanu la contempl con ms
atencin, y sus pupilas se contrajeron. No, no era sa la razn. Nyasanu
busc palabras con que expresar su pensamiento, pero tard largo rato en
encontrarlas.
Cuantos, por una razn u otra, atentan contra la naturaleza -sea por
frialdad de corazn, sea por mandato del rey, e incluso por excesivo celo
en el culto a los dioses- son castigados por su negacin de la vida. Para los
vudun de la tierra, hijos de Sagbata, quien nos confiere el don de la fertilidad,
la castidad de por vida es, en s misma, un mortal pecado. Las mujeres y
los hombres han nacido para yacer juntos, para gozar recprocamente de
sus cuerpos y tener hijos. Cuando no lo hacen, o se niegan a hacerlo, tienen
que pagar un precio terrible: se convierten en seres tan retorcidos como
la comandanta de las ahosi. No, esa mujer no ama a mi padre Ama a
194 Negros son los dioses de mi frica

Alogba! Cmo es posible que no se den cuenta? Es que no ven que esa
mujer, y basta con slo mirarla, es ms gaglo que el propio Gbochi?
Pero todos tenan la vista fija en la khetunga, que aullaba y bailaba,
totalmente histrica. Tan atentos estaban a ella, que no advirtieron que
Kpadunu se haba alejado del lugar en que se encontraba. Poco despus, el
hijo del jefe de Alladah sinti que algo le rozaba la mano, y, al bajar la vista,
vio que era un frasco de cuero. Nyasanu alz la vista a los ojos de su primer
amigo. Kpadunu le sonri, y en un susurro le dijo:
- Un gbo.
Y se fue, dejando el frasco en la mano de Nyasanu, quien
inmediatamente comprendi la intencin de su amigo. En el curso de las
lecciones de hechicera que Kpadunu le haba dado, a menudo haban
practicado aquel truco. Por eso, sin dejar de sostener el frasco contra su
costado, de modo que quedara oculto, el joven dahomeyano grit:
- Calienta otra vez tu cuchillo, oh bokono\ Quiero dejar totalmente
convencida a la augusta seora genrala, de manera que no quede la menor
duda en su mente.
Nyasanu vio que su padre le miraba con angustia en las pupilas, y
le dirigi una sonrisa para tranquilizarle. El miedo haba desaparecido
totalmente de Nyasanu. En esa clase de lucha, que no implicaba el que
Nyasanu tuviera que herir o matar a nadie, se senta a sus anchas. De la
misma manera que haba sostenido el cuenco con agua sobre su cabeza, sin
derramar ni una gota, durante la realmente dolorosa circuncisin, tambin
se encontraba plenamente preparado para la nueva y peligrosa prueba
que Kpadunu le haba sugerido en silencio. Y as era por cuanto Nyasanu,
tan pronto como senta alzrsele el orgullo, poda obligar a sus nervios a
obedecer los mandatos de su voluntad hasta un punto casi pasmoso.
El adivino dirigi una mirada interrogativa y preocupada al rey.
Lentamente, Gezu afirm con la cabeza.
Y todos los espectadores, en el reducido calvero en que el rey se haba
personado ante sus huestes, dejaron literalmente de respirar. La propia
khetunga ya no aullaba y danzaba, sino que tena la boca y los ojos muy
abiertos, contemplando cmo el bokono volva a poner la hoja del cuchillo,
todava caliente, rpidamente al rojo.
El adivino se volvi hacia Nyasanu. En silencio, el joven dahomeyano
alarg la mano. De entre todos los presentes, slo Kpadunu saba la razn
por la que Nyasanu no habl. No poda. Cuando uno retiene en la boca
medio frasco de vino de palma, hablar resulta imposible.
El bokono, en delicados ademanes -y con evidentes dificultades
porque le era difcil hacerlo sin quemarse y sin quemar tambin a Nyasanuentreg al alto muchacho la hoja al rojo vivo. Entonces, tan de prisa que
Frank Yerby 195

apenas se advirti el movimiento de la mano, el hijo de Gbenu introdujo


el cuchillo en su boca y garganta. Una nube de humo, de denso vapor,
sali de la boca y orificios de la nariz de Nyasanu. Luego, muy despacio
y con impresionante calma, Nyasanu extrajo el cuchillo de la boca. El rojo
resplandor haba desaparecido de la hoja. El cuchillo volva a ser de mate
color gris azulado. Sonriendo, el joven anduvo hasta el lugar en que se
encontraba la khetunga, y sostuvo el cuchillo ante ella, ofrecindoselo por
la empuadura. Casi con dulzura, Nyasanu dijo:
- Como puedes ver, mi seora khetunga, en esto, lo mismo que en
todo lo dems, no tengo necesidad de mentir.
Cuando se hubo acallado el clamor que estas palabras despertaron, el
rey llam a Nyasanu a su lado, y le dijo:
- Sintate ante m, hijo mo, y explica con claridad y con palabras
sencillas, todo lo referente a esa Adsita que has hecho a Agwe.
Inmediatamente, Nyasanu se postr ante el rey, tal como ordenaba
la costumbre inmemorial, y arroj tierra sobre su cabeza. Ante esta actitud,
el dada emiti un profundo y audible suspiro. El rey sospechaba que se
era el aspecto en que los hombres cometan un grave error al interpretar
la naturaleza de los reyes, y tambin de los dioses, si dioses haba, ya que,
para los seres inteligentes, soportar la adoracin es casi imposible. Gezu
dijo:
- Levntate, hijo, y sintate aqu, ante m. Trae un taburete, Gao.
Ceudo, el gran comandante obedeci la orden, y Nyasanu se sent
ante el rey. Inmediatamente, entre los presentes se alzaron mal contenidas
risitas. Tal como Kpadunu haba explicado a Nyasanu, en tiempo de
guerra, por razones de carcter poltico, por un deseo de liberar al trono
de la responsabilidad moral de tantas muertes, y en mritos de la astuta
estrategia de ocultar la identidad del monarca ante los posibles espas
enemigos, a fin de que el adversario no tuviera la posibilidad de terminar
la guerra mediante la audaz estratagema de apresar al rey vivo, el dada se
sentaba en un taburete ms bajo que el de sus oficiales. Y esa costumbre,
unida a la gran altura de Nyasanu, dio lugar a una situacin un tanto
ridcula, por cuanto la cabeza de Gezu quedaba a la altura del ombligo del
joven.
Al or las risas de los soldados, Nyasanu se levant de un salto, y
apart con el pie el taburete del gao. Luego se sent en cuclillas, apoyado
el trasero en los talones, ante el rey. Incluso en esa postura, los ojos de
Nyasanu quedaban a la altura de los del monarca.
Gezu sonri y dijo:
- Veo que tu padre, mi kposu, te ha dado una educacin severa, ya
que ni siquiera es preciso recordarte que hay que ser corts, verdad, hijo
196 Negros son los dioses de mi frica

mo? Y, ahora, dime: Qu te indujo a cometer un acto tan insensato como


el de penetrar solo en la ciudad de nuestros enemigos?
- Lo hice, oh padre de todos nosotros, porque mi hermana, la arquera
Alogba, me comunic la psima situacin en que se encontraban los
habitantes de la ciudad. Como puedes ver, Seor, nunca se me ocurri
que la gente pudiera pensar tan mal de nosotros dos por el solo hecho
de que hablramos de vez en cuando. Saba que, por su calidad de ahosi,
Alogba era una de tus esposas, Gran Padre. Pero, en Alladah, los hermanos
hablan con sus hermanas casadas, y nadie piensa mal por ello. Pensaba
que la prohibicin de sostener todo tipo de relaciones con las ahosi no era
aplicable a sus consanguneos, sino slo a los hombres que quisieran hacer
algo malo con ellas. Por eso, si he pecado slo pido que recuerdes que lo
hice por ignorancia, y que, haciendo uso de tu clemencia, me impongas un
castigo leve
- Por eso, ya ests perdonado. Prosigue.
Nyasanu continu, expresndose en los ms cortesanos y elocuentes
trminos del idioma fau, de manera que, habida cuenta de que el fau es
realmente una lengua propia de oradores, sus palabras fueron en extremo
elocuentes y cortesanas:
- Pero Alogba ignoraba que la vara de Sagbata los haba golpeado, y
atribua su debilidad y su cansancio solamente al hambre. Por eso, yo y dos
ms, mi primero y mi tercer amigo
Inmediatamente, el rey le interrumpi:
- Y tu segundo amigo? Por qu no l tambin?
- Porque est ya a tu servicio, oh padre de todos nosotros. Algunas de
sus obras de fundicin te fueron mostradas, y al ver su gran habilidad, le
llamaste a Ahomey, para que ocupara el puesto de real artfice platero. Se
llama Amosu
- Muy bien lo s, porque, en verdad, grande es su arte. Sigue, hijo.
Obedeciendo los dictados de un instinto tpicamente dahomeyano,
Nyasanu ocult el hecho de que Alogba haba pasado largas horas en
compaa de dos hombres que no slo no eran hermanos suyos, sino
amigos desde la infancia, e incluso, en el caso de uno de ellos, su amante,
es decir, culpable del crimen que la khetunga le haba atribuido, y sigui su
explicacin con las siguientes palabras:
- Los tres ascendimos hasta Agwe. Pensbamos, oh gran rey, que
podamos ganarnos tus elogios y ahorrar a tus ejrcitos muchas muertes,
por el medio de tomar, solos, la ciudad
- Solos? Los tres solos?
- Slo dos de nosotros, padre de todos, ya que mi tercer amigo, el
Frank Yerby 197

arquero Tuagbadji, es invlido por haber perdido el uso del brazo derecho
a consecuencia de las heridas sufridas en la primera batalla, en la que l solo
consigui nada menos que seis cabezas.
El rey dijo:
- Por lo que ser recompensado a su debido tiempo. Ahora bien, si ese
arquero est tullido, por qu fue con vosotros?
- Para que llevara los fusiles complementarios, de manera que,
gracias a nuestra velocidad de fuego, mi primer amigo, Kpadunu, y yo,
indujramos a los maxi a creer que ramos todo un ejrcito. La estratagema
fue eficaz, como puedes comprobar, padre de la nacin, ya que en cada uno
de estos cestos hay una cabeza de maxi
La khetunga dijo:
- Que se compruebe si es verdad! No confo en las palabras de esta
negra jirafa!
Con acento de cansancio, el rey dijo:
- Luego, mi seora khetunga. Ahora
Tranquilamente, Nyasanu dijo:
- Si mi seor, padre de cuantos viven en el Vientre de Da, lo permite, la
gran genrala puede sacar de los cestos las cabezas, una a una, contarlas
La khetunga grit:
- Es exactamente lo que voy a hacer! Mi deber es protegerte de todo
engao, mi seor marido!
El rey dijo:
- Pues hazlo.
Pero Nyasanu levant la mano, y con suave acento dijo:
- Lo que mi seora olvida es que a pesar de que, al igual que todos
nosotros, no es ms que un objeto del Leopardo, no por ello deja de tener
el cargo de comandante de las huestes femeninas de nuestro padre. En
consecuencia, animado por el respeto a su rango, quiero recordarle que
los maxi son vctimas del azote de Sagbata. Y pese a que, por lealtad a la
real persona de su majestad, la seora khetunga ha renegado de todas las
vanidades femeninas, considero incorrecto que su piel quede expuesta a la
destruccin causada por la viruela.
La khetunga se alej rpidamente del primer cesto cuya tapa haba
comenzado a levantar, y lo hizo con tal velocidad que pareci que Legba le
hubiera golpeado el trasero. Dio media vuelta sobre s misma, y mostrando
los colmillos dijo:
- Entonces, cmo sabremos si es verdad o si se trata de un truco?
Tranquilo, Nyasanu repuso: -Porque yo mismo abrir los cestos.
198 Negros son los dioses de mi frica

Entonces se quit la venda que llevaba en la parte superior del brazo


izquierdo, y mostr el gran corte, de feo aspecto, ya con pus amarillento,
que surcaba la suave carne negra. En el mismo tono bajo, con acentos de
suma calma, prosigui: -Como probablemente mis tres almas se encuentran
ya temblorosas en la orilla del ltimo ro, el riesgo carece de importancia
para m.
El rey se inclin hacia delante, con preocupacin en su rostro, de color
extraamente claro, y comenz a decir: -Con eso quieres indicar que
- Que esta herida est ya infectada por el azote a Sagbata?
Efectivamente, Seor. Cuando mi hermana Alogba entr subrepticiamente
en la ciudad para enterarse de cul era el mejor modo de llevar a cabo
nuestros planes, vio que los maxi mojaban las puntas de sus flechas en las
llagas de su jefe muerto. Y pese a que Alogba intent limpiar mi herida,
producida por una de esas flechas, es evidente, a juzgar por el aspecto que
presenta, que Alogba no consigui su propsito. En consecuencia, como
ya soy un espritu, permteme al menos mostrarte las cabezas de nuestros
enemigos, Gran Padre. Dada habl con voz muy dulce y triste: -Hazlo, pues.
Nyasanu sac las cabezas de los cestos, esforzndose en no temblar
al hacerlo. Haba doce cabezas. Con ellas form un simtrico montn
triangular, parecido al que formaban los jurtoo con sus balas de can. El
rey, sentado en Su taburete, las contempl, conturbado por la emocin su
rostro. De repente, el rey grit:
- Vudun de la tierra! Dioses de la fertilidad! Por qu no me habis
concedido un hijo como ste, en vez de los ociosos y lujuriosos chacales que
he engendrado?
Entonces, Gbenu dijo, con su vozarrn, en el que Nyasanu, que saba
cunto le amaba su padre, pudo advertir que el dolor lo atravesaba como
una mellada hoja de acero:
- Te lo han dado, Gran Padre! Por ser el padre de todos nosotros,
mi hijo tambin lo es tuyo! Acaso no es un objeto del Leopardo, como lo
somos cuantos vivimos en el Vientre de Da?
Con sencillez, Gezu dijo:
- No es un objeto de nadie. Es un hombre, pese a que mucho me temo
pertenece ya a Ku. Que alguien llame a mi azaun- datol
El hechicero del rey acudi, y examin la herida de Nyasanu, tentando
la carne alrededor con una vara largusima. Al terminar su examen, arroj
la vara a la hoguera. Dijo:
- No creo que muera, Seor. La carne alrededor de la herida est sana
y es firme. Propongo que tus soldados construyan una cabaa algo alejada
del campamento, y que dejen en ella alimentos suficientes para cinco das.
Frank Yerby 199

Si en ese tiempo el azote no ha invadido su cuerpo, se curar. Y, entonces,


el azote no volver a tocarle jams. Esta herida puede muy bien ser un gbo
de la misma clase del que usan los furoo en Whydah. Los furtoo se dan a s
mismos un poco del azote, para evitar de esa manera recibir una cantidad
mortal. Pero, para tu mayor seguridad, y la de todos aquellos soldados a
quienes los granos de Sagbata an no han cubierto por entero la piel del
cuerpo, este muchacho, tanto si es un hroe como si no lo es, debe ser
alejado del campamento. Gezu lanz un suspiro: -Muy bien. As lo ordeno.
Seis das despus, Nyasanu estaba de nuevo ante su rey. La herida
del brazo izquierdo casi haba sanado, por cuanto, a pesar de estar roja
y en carne viva, se encontraba totalmente limpia de pus. Y el resto del
cuerpo, sorprendentemente alto, magro y bien formado, reluca de salud
de bano. El rey dijo: -Y, ahora, hijo de Gbenu, qu debo hacer contigo? Te
has portado como un hroe y como un hombre. Has conseguido muchas
cabezas. Por este hecho debiera premiarte. Pero, por otra parte, has sido
portador de malas noticias. S, porque, en vista de la informacin que
me has comunicado, debo regresar a Dahomey sin esclavos cuya venta
hubiera llenado mis arcas, que, y de ello Legba es testigo, se encuentran
harto menguadas despus de dos infructuosas campaas seguidas. Por lo
general, quien trae malas noticias al dada de Dahomey pierde la cabeza.
Dime, hijo, qu debo hacer primero: cortarte la cabeza o premiarte?
Nyasanu pens en el asunto, aunque prestando mayor atencin al
acento con que el rey Gezu haba pronunciado estas palabras que a su
contenido. Fue un acento levemente burln, aunque el joven dahomeyano
crey percibir en l ciertas notas de severo cario. Nyasanu tena clara
conciencia del efecto que produca, por lo general, en los hombres mayores,
efecto que variaba segn el modo de ser de esos hombres. Quienes haban
sido guerreros en su juventud, le miraban con paternal orgullo, como un
recuerdo o un reflejo de lo que ellos fueron, en tanto que los dbiles y los
cobardes le miraban con resentimiento. Y Gezu, como era bien sabido, fue
extremadamente valeroso. En consecuencia, Nyasanu decidi aprovechar
las leves muestras de real favor, y dijo:
- Ni lo uno ni lo otro, oh padre de todos nosotros. No, debido a que
cortar cabezas enemigas no es ms que mi deber, y, por lo tanto, no merece
recompensa. Por otra parte, como tu justicia es cantada y alabada en todas las
encrucijadas del Vientre de Da, me pongo a merced de tu clemencia. Tengo
la certeza, seor, de que no ordenars que esta pobre y alocada cabeza sea
separada de su dolorido cuello por el hecho de haberte yo advertido que el
azote de Sagbata se haba cebado en los maxi, y de haberlo hecho a tiempo
para evitar que la mitad de tus huestes se contagiara.
El rey ech la cabeza atrs, y se ech a rer a grandes carcajadas. Dijo:
200 Negros son los dioses de mi frica

- Gran diplomtico y cortesano este hijo tuyo, Gbenu! Bien le has


enseado tus sutilezas y astucias! Pero ahora, jovenzuelo con sabidura muy
superior a la que corresponde a tus pocos aos, contesta a esta pregunta:
qu propones para solucionar el problema que significa haber llevado a
cabo una larga y ardua campaa que no ha reportado beneficio alguno, y
que ha sido causa de que las arcas quedaran vacas?
Nyasanu pens muy de prisa. Inmediatamente comprendi que la
pregunta del rey no tena contestacin satisfactoria. Pero era igualmente
evidente que ms le vala inventarse a toda velocidad cualquier contestacin
que perder el real favor, fuera poco o mucho, que se haba ganado. Contest:
- Seor, los hechiceros dicen que el hombre que ha padecido la
enfermedad de Sagbata y que ha sobrevivido difcilmente volver a cogerla.
- Es cierto. Prosigue, hijo.
- Pues, en este caso, permteme coger a cuantos hombres encontremos
con la cara picada de viruela entre tus soldados, y entrar con ellos en Agwe.
Seguramente habr algunos maxi que hayan sobrevivido a la plaga, y esos
Tristemente, Gezu dijo:
- Carecern de valor en venta. Los furtoo jams comprarn unos sacos
de huesos, con las cicatrices de la viruela todava rosadas en la piel. De todos
modos, hazlo, hijo de Gbenu. Quiz podamos poner a unos cuantos de ellos
a trabajar en mis plantaciones, y conseguir algn beneficio del sudor de
sus miserables pellejos. Adelante. Forma tu unidad con esa canalla que ni
siquiera Ku quiere para s. Luego, ya veremos, ya veremos
- Oigo y obedezco, padre de todos nosotros. Y despus de pronunciar
estas palabras, Nyasanu se postr de nuevo ante el rey.
Que la aventura iba a ser intil, arriesgada y casi desastrosa fue
evidente incluso antes de que Nyasanu y su reducida tropa entraran en
Agwe. Cuando todava les faltaban dos horas de marcha, o, mejor dicho,
de escalada, para llegar a la ciudad maxi, pudieron advertir que el cielo, en
la vertical de la ciudad, estaba casi negro de buitres y milanos. Cuando les
quedaba media hora para arribar a las puertas de la ciudad, el viento que
soplaba desde los picos de las montaas, les traslad el hedor. Tres minutos
despus, todos los hombres de la unidad mandada por Nyasanu haban
vomitado sus raciones matutinas. Y a los diez minutos, algunos de ellos, los
ms jvenes e inexpertos comenzaron a desvanecerse, e incluso los rostros
de los viejos guerreros curtidos estaban grises como la propia muerte.
Pero Nyasanu supo mantenerlos firmes en el empeo, dirigindose a
ellos con rugidos de len, amenazndolos con separar sus cobardes cabezas
de sus troncos sin espina dorsal, si no le seguan, si no obedecan las rdenes
reales.
Frank Yerby 201

Lo que vieron, olieron y experimentaron tan pronto como entraron


en la capital maxi no poda expresarse, a juicio de Nyasanu, con palabras
humanas, no haba idioma para contarlo. Desde luego, el nativo fau de
Nyasanu careca de las palabras precisas para describirlo.
Un largo y negro pellejo, tan prietamente ceido a un esqueleto que
todos los huesos quedaban claramente marcados, se arrastraba por el suelo,
dejando tras s un rastro de sangre, pus y carne podrida.
Un ser que en otros tiempos fue mujer -y quiz una linda mujer, aunque
era imposible determinarlo- yaca en la tierra dura, con un buitre posado
en su vientre; y dos milanos en la frente le arrancaban los ojos a picotazos.
Entonces, Nyasanu vio que la mujer estaba todava increblemente viva,
y corri hacia ella para ahuyentar a los alados verdugos. Pero las aves
de carroa le miraron con solemne insolencia, y no se movieron. Con la
culata del rifle, Nyasanu redujo a una sangrienta masa de carne a uno
de los milanos, mientras el otro alzaba el vuelo lenta y pesadamente, con
espaciado batir de alas, hacia un cercano rbol. Cuando el zamuro ech a
volar, Nyasanu vio el globo ocular de la mujer mirndole desde el pico del
ave, con un largo nervio colgante, como un hmedo y rojo hilo.
Entonces, con un seco golpe de la culata, Nyasanu dio muerte a la
mujer. El buitre le dirigi una siniestra mirada lateral, hundi el gran pico
en la boca de la difunta y procedi a arrancarle de raz la lengua.
Mareado, Nyasanu se apart de aquel lugar y avanz por el aire
cargado de un hedor que no haba ser humano capaz de resistir, por entre
cadveres cubiertos de buitres, milanos y cuervos, hasta el punto que
parecan montones de mviles plumas tambalendose sobre los esqueletos
esparcidos aqu y all, en los que an quedaban rojinegros jirones de carne
humana requemada por el sol.
Era intil. Total y completamente intil. Los crueles dioses de la tierra,
ms implacables con sus hijos que con cualesquiera otros seres del globo
terrqueo, se haban cebado en la ciudad. Nyasanu tendra que presentarse
ante Dada Gezu, sin poder ofrecerle siquiera un esclavo, y aceptar las
consecuencias de su fracaso. A la sazn, en Agwe slo haba moribundos y
muertos. Nyasanu se dirigi a los hombres de rostro picado por la viruela
que formaban su unidad:
- Regresemos. Este lugar se ha convertido en el reino del mismsimo
Ku. Nada podemos hacer aqu.
Durante el camino de vuelta al campamento del ejrcito de Dahomey,
Nyasanu se esforz en pensar de qu manera podra aplacar la ira de dada,
ira que, despus de ese fracaso, como culminacin de los anteriores, sera
sin duda grande.
Preocupado, Nyasanu pensaba: La culpa no es ma, pero qu le
202 Negros son los dioses de mi frica

importa eso al rey? De nuevo le he defraudado. Oh Legba, seor de los


ms astutos tramposos, aydame! Insprame una treta, una argucia, para
desviar de m la ira de dada, de modo que no sienta tentaciones demasiado
fuertes de separarme la cabeza del tronco. Oh Fa, que eres el destino! Oh
Serpiente del Arco Iris, que sostienes el mundo, dime!
Y en ese preciso instante vieron la caballera auyo. Sin exageracin,
eran ms de mil hombres. Quiz su nmero se elevara a dos mil. Pero
cabalgaban a tal velocidad que era imposible contarlos. Y lo que aquellos
negros centauros con turbante estaban haciendo con las huestes de Gezu
era muy sencillo, total y definitivamente simple. Los negros hombres de las
tribus musulmanas, llegados de la periferia del desierto, estaban efectuando
una matanza, una carnicera.
Mientras Nyasanu miraba, el grueso del ejrcito de Dahomey gir
sobre s mismo, y comenz a huir en las ms diversas direcciones, lo cual
era una locura. Lo nico que conseguan, al huir, era proporcionar a sus
enemigos hereditarios, los auyo, la ocasin de hacer prcticas con sus
armas. Los negros jinetes comenzaron las cargas a lanza, ensartando en sus
largas hojas hasta tres soldados de Dahomey, en una sola embestida. O
bien cabalgaban junto a un soldado que hua, y lo decapitaban con un solo
movimiento de sus curvas cimitarras, riendo a grandes carcajadas al ver
que los cuerpos en huida seguan corriendo y daban tres o cuatro zancadas
ms, antes que la muerte los convenciera de que ya no tenan cabeza.
El humo haba puesto gris el aire. Incluso desde el lugar en que se
encontraban, Nyasanu y su reducida tropa podan or el ronco ladrido
de las largas y delgadas espingardas rabes, recargadamente adornadas,
con que los auyo iban armados. Y por encima de esos sonidos, a sus odos
llegaban los gritos. Nyasanu dijo a sus hombres:
- Vamos! Hemos de salvar al dada!
Uno de los soldados ms jvenes dijo:
- No! Poco me importa que lo maten! Son auyo, mi seor! Y van
montados en esos caballos que respiran fuego! Quien quiera bajar al valle
que baje, pero yo me quedo aqu! Soy joven todava para morir!
Nyasanu dijo:
- Te he dado una orden.
- Y yo me niego a obedecerla! S, porque
Despacio, Nyasanu desenvain su assegai. En lento y suave
movimiento, levant la punta del machete ashanti hasta ponerla en el cuello
del soldado, debajo de la nuez, y en voz tranquila dijo:
- Mis rdenes deben obedecerse, s, por cuanto aunque sean mis
labios los que las pronuncian, son rdenes que proceden del rey. Por eso,
Frank Yerby 203

antes de repetir esta orden, te permitir escoger. Qu prefieres: morir


como un cobarde a mis manos, o morir como un hombre frente a los auyo?
Espera. Antes de hablar, recuerda lo siguiente: es posible que salgas vivo de
la batalla, pero es imposible que te resistas a mi mando y vivas, no, porque
no lo permitir.
El joven soldado se haba quedado lacio, gris de miedo el rostro. Pero
nada dijo. Tanto tiempo estuvo con la boca cerrada, que Nyasanu comenz
a sentir las fras y verdes arcadas subindole por la garganta. En silencio,
Nyasanu rogaba: No me obligues a matarte. Es algo que odio sobre todas
las cosas, pero ahora debo hacerlo. S, porque, si no lo hago, perder el
dominio sobre mis hombres. Por lo tanto en la balanza est tu vida contra la
vida de mi padre. Contra la vida de Kpad. Contra la de Badji. Incluso contra
la de Alogba. Y, por eso soy capaz de hacerlo, amigo. Se me fundirn las
tripas, pero Entonces, un curtido y viejo veterano dijo:
- Mtalo!
Nyasanu habl:
- No. Debo darle esta oportunidad.
Mirando el atemorizado rostro del joven soldado, Nyasanu dijo sin
alzar la voz, con sencillez, casi con dulzura:
- Te ordeno que te unas a tus camaradas. Obedeces?
Perdida el habla, el soldado movi afirmativamente la cabeza.
Nyasanu apart la punta del assegai del cuello del soldado, quien se uni
a sus compaeros, y la tropa descendi por la larga hondonada, siguiendo
a su comandante.
Llegaron a tiempo gracias a los ashanti de las unidades de cazadores
reales de Dhomey, gracias a los ganun Icut, a quienes ni siquiera los hijos
de los hombres que cayeron en lucha contra esta nacin, y por lo tanto
odiaban a sus individuos, jams osaron acusar de haber rehuido la lucha.
Los altos y magnficos guerreros de Kumasi haban formado un cuadro
alrededor del rey y de su guardia de soldados femeninos, y vendan sus
vidas a un terrible precio, dispuestos a resistir hasta el ltimo hombre.
Pero, a pesar de ello, estaban todos muertos, traspasados por las
lanzas, desgarrados por las balas, decapitados, antes que Nyasanu y sus
veinte hroes marcados de viruela llegaran all. Y por una de esas burlonas
ironas que tanto aman Legba y Fa, lo cierto es que el hecho de que la
guardia de Gezu estuviera ntegramente formada por mujeres, fue lo que
dio tiempo al joven len hijo de Gbenu de hacer lo que deba hacerse.
Desde luego, las hosi luchaban como hembras de gorila heridas. Pero
no fue su valor, sino su femineidad, lo que dio lugar a un brevsimo intervalo
entre la muerte, por una parte, y el desastre, por otra, hasta llegar, por fin, a ese
204 Negros son los dioses de mi frica

inapreciable instante que tuvo el decisivo valor de permitir se hiciera lo que


deba hacerse. Y as fue, por tanto, incluso mientras Nyasanu miraba la escena,
un jinete auyo, con los blancos dientes destellando en la cara negra como la
tinta, el niveo turbante dndole aspecto todava ms negro, se acerc al galope
al enemigo, e inclinndose hacia abajo, rode con su largo brazo a una ahosi
de opulentos senos. Alz del suelo su presa, que araaba, escupa y chillaba,
y regres junto a sus camaradas. Inmediatamente, cuatro lanzas silbaron en
el aire, y se clavaron enhiestas y temblorosas en la tierra, formando un casi
perfecto rectngulo. Una bandada de auyos que rean, aullaban y bailaban, y
cuyos turbantes y albornoces les daban apariencias de grandes aves rapaces,
arrancaron a tirones el uniforme de la ahosi, la arrojaron, desnuda, al suelo, y
la inmovilizaron, con los brazos y las piernas ampliamente separados, atndole
las muecas y los tobillos, con correas, a las cuatro lanzas.
Entonces, un jinete auyo se lanz al galope hacia la ahosi, tendida
boca arriba, como si quisiera que el caballo la pisoteara. Pero, en el ltimo
instante, fren su montura, salt como en un vuelo de la silla, con su aspecto
de gigantesco pjaro blanco y negro, y fue a parar, con perfecto tino entre
los muslos abiertos de la ahos. Nyasanu oy los terribles gritos de la mujer.
Hubo un breve rebullir, un batir del blanco albornoz abierto sobre la carne
negra que se retorca. Despus, el auyo se levant, con una ancha sonrisa,
y se abroch los amplios calzones. Entonces, agit el brazo en direccin al
jinete siguiente, quien, en obediencia al ademn, se lanz al galope hacia la
muchacha que gema y se retorca.
Nyasanu pens framente: Pasar bastante tiempo antes de que
todos se hayan divertido con ella, y ese tiempo puedo emplearlo para
tomar posiciones. Posiciones para qu? Para aprovechar las ocasiones que
se presenten, supongo. Y, ahora me pregunto: cmo es posible que este
espectculo no me irrite? Supongo que se deber al adiestramiento que
reciben las ahosi, a esa sucia crueldad que elimina en ellas cuanta dulzura
femenina tenan, de manera que resulta difcil considerarlas mujeres de
veras, en el sentido en que nuestras madres, nuestras esposas y nuestras
hermanas lo son. Pero sta es una mujer, sin la menor duda. Basta con orla
gritar. Oh Legba, seor del deseo carnal, escchala! Pobre muchacha,
pobre vctima despedazada por la lujuria!
La muchacha chillaba y su voz rasgaba la luz del da. Pero esos gritos
no bastaban para detener a los jinetes auyos. No, porque, en aquellos
momentos, nada poda detenerlos.
Nyasanu se dirigi a sus hombres:
- Adelante.
Y reptando por entre la maleza, dieron un rodeo hacia el ms alejado
lado del cuadro defensivo formado por las ahosi. Cuando llegaron, la
Frank Yerby 205

muchacha haba dejado de gritar. Nyasanu dirigi tina interrogativa mirada


al viejo veterano que estaba a su lado, quien dijo:
- Ha muerto. Esos auyos son demasiado brutos. Ahora tendrn que
coger otra
El viejo soldado haba acertado. Una nube de jinetes se abalanz sobre
el flanco izquierdo de las hosi, y pese a que los soldados femeninos lucharon
con tanto encono que los auyo tuvieron que matar a doce para conseguir
sus propsitos, por fin los negros jinetes cogieron a tres muchachas vivas.
Con un ademn, Nyasanu dio a su tropa la orden de proseguir el
avance. Y entonces vio algo que le oblig a levantar la mano, indicando as
a sus hombres que se detuvieran sobre el terreno.
Los auyos no intentaban capturar a dada. Como Nyasanu comprendi
claramente, los auyos pensaban que ya lo haban capturado. Un grupo de
auyos, a pie, rean y bromeaban alrededor de la imponente figura del gao.
Y, ms importante todava, tambin haban capturado vivo al meu. Y
Y al kposu. Gbenu, su propio padre.
Al ver esto ltimo, el aliento de Nyasanu se transform en arena,
dentro de sus pulmones. Gbenu estaba sentado en un bajo taburete,
sostenindose el brazo derecho contra el cuerpo. El brazo estaba
vendado con el blanco pao que los auyos utilizaban para sus turbantes,
y haba grandes manchas rojas, en cuatro distintas y separadas partes
del vendaje. Al reparar en ello, Nyasanu se relaj muy despacio. Sus
esperanzas renacieron. Los auyos no eran precisamente tiernos con sus
prisioneros. Y el hecho de que hubieran vendado las heridas de Gbenu
indicaba que no albergaban intenciones de matarlo, a l o a los restantes
prisioneros de importancia. Vivos, el gao, el meu y el kposu valan
toneladas de cauris, centenares de grciles doncellas dahomeyanas,
centenares de esclavos; en fin, cuanto los triunfadores auyo quisieran.
Tumbado, Nyasanu miraba a los auyos que guardaban a los prisioneros.
Por sus gestos y actitudes era evidente que crean que el suntuosamente
ataviado gao era el rey de Dahomey. Y el hecho consistente en que aquel
ltimo y miserablemente vestido mendigo que an resista tuviera una
unidad femenina para su defensa, lo atribuan a que probablemente era un
jefe especial, quiz incluso con rango sacerdotal, de alguno de los muchos
cultos femeninos que a los auyos les constaba se practicaban en Dahomey. Los
restantes grandes prisioneros -los prisioneros con nombre, dicho sea en la
frase ffo de Dahomey- tambin tena su guardia personal, a la que la caballera
auyo haba aniquilado con vergonzosa facilidad. El curioso hecho de que
este ltimo y valeroso jefe, que an resista, tuviera una guardia femenina,
pareca raro o divertido, o las dos cosas a la vez, a los auyos, pero nada ms.
Entonces, al alzar la vista, Nyasanu comprendi la razn por la que
los auyos crean que el gao, o primer ministro, era el rey. Ello se deba a que
206 Negros son los dioses de mi frica

aquel alto jinete, tocado con niveo turbante y una pluma de avestruz alzada
en l, cadenas de plata y oro y perlas y cuentas al cuello, con joyas llameando
en cada pliegue del albornoz, sus armas con empuadura y guarnicin de
oro, con escarabajos de plata en los que iban incrustadas gemas rojas, azules
y verdes, gran nmero de argollas en los brazos, anillos en los dedos, incluso
el pulgar, calzado con sandalias tambin con joyas, montado en nivea
yegua rabe con guarnicin tan ricamente adornada como las ropas de su
amo, aquel hombre, aquel magnfico jinete auyo, era seguramente el rey.
Una oleada de alegra cant y ri bajo el aliento de Nyasanu. Los
haba atrapado! Por su orgullo, los haba atrapado! Los haba atrapado
por su vanidad, por su amor al alarde, por su carencia de la monumental
astucia dahomeyana!
Con un ademn, indic a sus soldados marcados de viruela que se
acercaran y les susurr las rdenes:
- T, Mbala, vendrs conmigo. Y t tambin, Nyakadja. Y t, Nwesu,
tomars el mando. Primeramente avanzaremos hasta llegar a unas cinco
o seis varas de ese que veis ah, y que es el rey de los auyos. Esperad!
No debis disparar contra l, comprendido? Pero esos cuatro guardias
reales que van con l deben morir inmediatamente, todos a un tiempo, en el
instante en que yo levante la mano, as, comprendido?
Afirmaron en silencio. Pero el joven soldado que se haba comportado
como un cobarde anteriormente, murmur nervioso:
- Pero, mi seor, si matamos al rey, yo creo que perdern los nimos,
y, entonces
Nwesu, el viejo veterano, dijo:
- Cllate! Si matamos al rey, nos matarn como a borregos. En
cambio, si le cogemos vivo, qu no darn por su libertad y su vida? As
es que mantn cerrada esa boca de badulaque, estpido hijo de nueve
generaciones de estpidos. No te has dado cuenta de que nuestro joven
jefe es un verdadero hijo del kposu, tanto por su astucia como por su valor?
Nyasanu y sus dos compaeros, Mbala y Nyakadja, avanzaron
reptando por entre la maleza, silenciosos como serpientes, y como serpientes
decididos. Cuando se encontraron a no ms de cinco varas del magnfico
jinete, Nyasanu estudi atentamente al jefe auyo. Y cuanto ms estudiaba
a aquel caballista vanidoso como un pavo real, ms se afirmaba su triste
conviccin de que difcilmente poda ser el rey de los auyos. Era demasiado
joven. Su cara sin arrugas, relucientemente negra, proclamaba que an no
haba alcanzado la tercera dcada de su vida. Nyasanu calcul que tendra
unos veintids o veintitrs aos
No, no era el rey. Pero sera su hijo? Eso s! Y, de no ser as, no
caba duda de que se trataba de un personaje con nombre. Y, a juzgar por
Frank Yerby 207

su aspecto, un nombre importante. Lo suficientemente importante para


poner las vidas en juego, a fin de averiguar, de una vez para siempre, si ese
nombre tena el peso suficiente para alterar el Fa. Para cambiar el Fa. Para
caer sobre el vientre de Aido Hwedo, con la fuerza suficiente para obligarle
a sacar el rabo de la boca, y poner el mundo en vilo
En un rpido y seco ademn, la negra mano de Nyasanu vol a lo alto.
Tras l, dieciocho fusiles daneses hablaron al unsono. Los cuatro jinetes que
acompaaban al enjoyado caballista, se tambalearon en las sillas, muertos
antes de que sus cuerpos tocaran el suelo.
En el mismo instante, Nyasanu estaba en pie, lanzado al asalto, como
una gran pantera negra que avanzara. Pero, con el rabillo del ojo vio que
un jinete auyo, horizontal y dispuesta la lanza, avanzaba raudo hacia l,
dispuesto a segar su vida. Y a pesar de que el jinete estaba ms lejos del joven
dahomeyano de lo que ste lo estaba de su presunta vctima, el hecho de que
aquel cabalgara compensaba sobradamente dicha diferencia. Con amarga
claridad se adverta que el jinete auyo sera el primero en llegar a su meta.
Y, entonces, cuando Nyasanu, exasperado, se volva para hacer frente
a su nuevo enemigo, personificacin del mal hado, de la mala suerte, de
todas las siniestras maldades de que Legba es capaz, una delgada figura
negra surgi de la densa maleza, como un pjaro al alzar el vuelo, y realiz
el nico disparo que pudo contra el jinete que tonante se abalanzaba sobre
l y el hijo de Gbenu. Nyasanu vio que el jinete se tambaleaba en la silla; vio
que una gran flor roja se abra casi instantneamente en el blanco albornoz,
a la altura del estmago, pero a pesar de la hemorragia de aquella herida
evidentemente mortal, el jinete auyo sigui adelante, y el batir de los cascos
de su montura marcaba el paso del tiempo en una absoluta dicotoma -Ku
en el Zeli, fantasma bailando cabeza abajo- de manera que ya no hubo
ms claridad, y el mundo se fragment en todas las simultneamente
contradictorias imgenes de la confusin.
En el odo de Nyasanu son una voz conocida, familiar, amada, le deca:
- Adelante Nya! Coge al rey! Yo me encargo de!
Y el moribundo jinete se cerna sobre ellos, y el rostro de aquel que
haba dicho las anteriores palabras, de aquel que haba disparado contra el
jinete, quedando bruscamente a la vista, estallando en el fraccionamiento
del tiempo, del aliento, de la vida, desgajndose y detenindose, hasta
llegar a la identificacin, se convirti por fin, y terriblemente, en el rostro de
Kpadunu, en trance de transformacin en aquel vaco muerto, detenido, sin
tiempo, tallado en el ahora y formando una mvil escultura de insoportable
angustia, en el instante en que el joven hechicero levant su intil fusil para
derribar con su golpe al jinete de la silla, y en que tres palmos de lanza
afilada cual navaja atravesaban la parte media de su tronco, matndole.
208 Negros son los dioses de mi frica

No haba tiempo. Ni siquiera tiempo haba para que Nyasanu aullara


su dolor contra el sordo cielo, para maldecir a los invisibles, ausentes e
inexistentes dioses. No. Cuanto en el mundo haba lo senta Nyasanu como
una piedra en las entraas, y era el terrible peso de la necesidad, que asesinaba
al aliento y aplastaba la mente: con una parte grande, hermosa y esplndida de
su vida desaparecida, atravesada por una lanza, muerta, Nyasanu an tena
que hacer lo que deba para salvar a su padre, a Tuagbadji, a Alogba y al rey.
Deba hacerlo, y lo hizo. Corri por entre la lluvia de lanzas de los
auyos, a travs de los relinchos, slidos como un muro, y del tamboreo de
mil balas de fusil, viendo y no viendo al mismo tiempo -la reflexin de su
mente consciente se negaba a ver- cmo Mbala y Nyakadja moran a su
lado; Mbala con las dos manos aferradas a la lanza que llevaba clavada
en la garganta, y Nyakadja, danzando, saltando, estremecindose bajo el
impacto de las cien balas de fusil que le despedazaban, levantando grandes
porciones de hueso de su crneo, lanzando sus sesos, convertidos en
grises, rojo-rosceos y espesos grumos sobre el pecho, el cuello e incluso
la cara de Nyasanu, y convirtiendo el corpulento y negro cuerpo del
moribundo en una fuente que manaba en rojo, en cien chorros, mucho
antes de que Ku desanudara los miembros, y le dejara caer, vaciado, en
una prolongacin nacida del sumo horror del deliberadamente retardado
paso de la materia del tiempo, al travs del cual los pulmones de Nyasanu
sometidos a tensin, y sus piernas movindose como mbolos y apresadas
en las arenas movedizas del horror, le hacan avanzar, con silenciosa
suavidad de seda, hasta llevarle junto al jinete suntuosamente ataviado.
Lleg a l, y Nyasanu se elev, negando por irrelevante la gigantesca
atraccin del mundo, rechazando por pura fuerza de voluntad la existencia
de la ley de la gravedad, alzndose a travs de la gris bocanada de humo,
acuchillada por las llamas, de la pistola del jinete, tambin esto silencioso y
no odo, de manera que el silbido de la bala al pasar junto a su oreja no estuvo
en el ahora ni form parte del tiempo ni del recuerdo, en el momento en
que Nyasanu se aposent detrs, en la grupa de la yegua blanca, y coloc la
punta de su assegai en el cuello del magnfico jinete, con la fuerza suficiente
para que la sangre aflorara, y dijo, suspir, musit:
- Las armas, diles que arrojen las armas. Y as se hizo. Nyasanu, hombre
entre los hombres, el joven len hijo de Gbenu, haba ganado la guerra. Casi
solo la haba ganado. Lo nico que le quedaba por hacer era medir el coste.
Kpadunu yaca sobre la tierra dura, con cortes hasta el hueso en las dos
manos, agarrando todava la hoja de la lanza que haba encontrado el camino
hasta su vida, dando cara al enemigo con quien haba intercambiado el don de
la muerte. Tambin las manos del jinete auyo agarraban con ltima y rgida
furia el asta de la lanza, y sus ojos, como los de Kpadunu, estaban abiertos
Frank Yerby 209

de par en par, aunque el rostro del jinete estaba contorsionado por una furia
asesina, mientras que el de Kpadunu se hallaba en paz, casi sonriente
Y l, Nyasanu, abandon aquel lugar y fue all donde su padre,
Gbenu, se encontraba, sentado, su ancho rostro gris de color, colgante el
brazo derecho quebrado en cuatro lugares por otras tantas balas de fusil,
de modo que era evidente que sera preciso cortar el brazo a la altura
del hombro, a fin de alumbrar una leve esperanza de salvarle la vida, y
Nyasanu se arrodill ante Gbenu, el bravo guerrero, el astuto jefe, el noble
caballero, y llevado por dolorida angustia y la ternura de la prdida, bes
los polvorientos, sudorosos y ensangrentados pies de su padre, hasta que
Gbenu le cogi por el cabello, con la indemne mano izquierda, le levant, y
con sonoro llanto, le bes el rostro dicindole:
- Hijo mo, hijo mo, mi bendicin! Por ti, sean cantadas alabanzas a
todos los dioses!
E incluso despus de eso, cuando se alejaba de aquel lugar y avanzaba
por entre hileras de carroa femenina clavada en aspa, cada una de ellas con
muecas y tobillos atados a cuatro lanzas, y miraba los rostros convulsos y
retorcidos, que haban dejado de ser humanos para convertirse en mscaras
de increble angustia, en bocas abiertas de par en par que parecan aullar
todava, y miraba las hirvientes masas de moscas, de color verde botella,
que formaban una apretujada multitud sobre la herida con que aquellas
mujeres haban nacido y de la que por fin haban muerto, pas por el
lugar en que yaca Alogba, atada como un animal sacrificado en ofrenda
a los dioses, entre otras igualmente asesinadas por la lujuria, en un charco
formado por su propia sangre, las moscas sobre ella, con los ojos sin vista
acusadoramente fijos en el cielo eternamente silencioso.
El pobre Tuagbadji estaba sentado al lado de Alogba, sin llorar
siquiera, inmvil, mirndola fijamente, hasta que alz la vista, y vio la alta
forma de Nyasanu partiendo en dos la luz del sol poniente, y murmur:
- Tu assegai, Nya. Por favor.
Y Nyasanu, en pie, pensando, sin pensar, sin sentirse insensible,
diciendo y sin decir, oyendo palabras no dichas, como un susurro en la
sangre: Tiene derecho
Extrajo el assegai y lo ofreci a Tuagbadji, por la empua] dura, ya
que, por lo menos, an conservaba sentimientos suficientes.
Y entonces fue cuando los media-cabeza, los mensajeros reales, que le
haban estado buscando por aquel mapa de desolacin hecha por el hombre,
por aquel matadero, por aquella fiel imitacin del infierno, le encontraron, e
inclinndose profunda y reverentemente le dijeron:
- Ven, joven seor. Debemos llevarte ante el rey.

210 Negros son los dioses de mi frica

CATORCE

Gezu, dada de Dahomey, dijo a Nyasanu, en un tono de leve y


juguetona burla que revelaba a cuantos le conocan bien cun emocionado
estaba:
- Con tus actos, con esos actos alocados, insensatos e infantiles en
los que has arriesgado tu piel, as como las vidas de nuestras tropas, a fin
de apresar vivo a Subetzy, prncipe heredero de los auyos, heredero del
trono de la silla de montar, has conseguido salvarnos, oh hijo de Gbenu.
Lo cual ha cambiado un poco la situacin, no es cierto? Cuando la suma
idiocia triunfa, le damos el nombre de herosmo, y creo que no erramos
al as hacerlo. Sin embargo, no cabe la menor duda de que Fa protege a
los insensatos. S, porque despus de haberte visto correr, sin sufrir ni un
araazo, por entre un fuego de fusilera tan denso que poda cortar como
una guadaa la hierba de la sabana, no tengo la menor duda de que Fa y
Legba y los dioses de los cielos te aman. O bien que Ku todava no te quiere
para s. Y aun cuando me duele reconocerlo, debo decir que, hoy, cachorro
de mi ms bravo y mejor len, me has enseado algo nuevo, a saber, que
incluso los insensatos tienen su importancia. Y en ocasiones as, su vala es
superior a la de todos los sabios de mi reino y a la de todos los prudentes
consejeros, puestos uno encima de otro, para servir de grasa combustible
en una pira funeraria. S, porque realmente debo maravillarme al examinar
los resultados de tu insensatez. Los guerreros de un ejrcito victorioso se
han visto obligados a deponer las armas y rendirse a mis oficiales, a fin
de salvar la tierna piel de un intil y guapo muchacho que resulta ser un
principe. Centenares de veteranos de valor probado en batalla convertidos
en mercanca, en valiosos esclavos que puedo vender a esos feos seres
despellejados, a cambio de oro, plvora, balas, seda y ron Y el rescate
que conseguir de ese viejo asesino desvergonzado, Ibrahim Twala,
hacindoselo sudar de su propio pellejo, para que al fin me avenga a tener
la condescendencia de devolverle a ese adornado pavo real, su hijo. Esto
compensar todas mis prdidas en esta campaa y en la anterior. Y, ahora,
qu debo hacer contigo, esplndido y joven idiota? Qu recompensa hay,
Frank Yerby 211

proporcionada a tu insensatez, oh loco? O proporcionada a tu valor, oh


hroe? Que Legba me devore los sesos si lo s! En consecuencia, tendr que
ordenarte que vuelvas conmigo a Ahomey, para que vivas en las viviendas
de mis hijos, los prncipes del Leopardo, en el Palacio Real, hasta que me
rena en asamblea de ancianos, para determinar cul es la recompensa que
hay bajo la capa del cielo, suficiente para premiar tus actos. El meu grit:
- Hazle jefe de una provincia! El gao grit a su vez: -Dale el rango de
prncipe! Y la khetunga chill: -Csale con una de tus hijas, seor!
Si hubiera podido, si todava hubiera sido capaz de ello, Nyasanu
habra sonredo. En realidad, sus labios, anchos y carnosos, se torcieron
formando una mueca dolorida, enfermiza, que daba pena ver, y que slo
se asemejaba a una sonrisa, en la medida en que el sumo horror que senta
se lo permita. Y as era por cuanto, por lo general, la naturaleza humana
suele ser humana, es decir, rastrera. Tanto el gao como el meu apenas
haban reparado en la existencia de Nyasanu antes de esta ltima batalla.
Y la khetunga, seguramente animada por los celos con respecto a la pobre
Alogba, vctima de la matanza, le haba odiado ferozmente. Pero los tres
rivalizaban entre s en honrarle, buscando de esa manera tener cierta
influencia, ciertas simpatas, en la persona que se haba transformado en
claro favorito del rey.
Nyasanu pens: Recompensa? Y esta palabra recorri chillando
sus pulmones en un estallido de risa salvaje y amarga. La recompensa ser
que me devuelvas a Kpadunu, y al pobre Badji, y a Alogba, que decretes
un milagro que salve la vida de mi padre, a fin de que su brazo, hecho
aicos, no se pudra y le contagie la podredumbre, transformndole en un
apestoso cadver, que es lo que suelen hacer las heridas de esta clase; que
no muera desangrado si tus cirujanos deciden cortarle el brazo Puedes
hacer todo eso, hombre pequeo, vanidoso, pomposo y dado a adoptar
falsas actitudes, hombre cuya piel tiene el color del excremento de un nio
enfermo, y que te das el ttulo de rey?
Pero Nyasanu no expres sus pensamientos. Mostrar tal falta de
respeto al real personaje significaba morir cruelmente en el pozo, a manos
del verdugo del rey, entonces o en los prximos tributos en honor de
los antepasados del Leopardo. En su pensamiento, Nyasanu aadi con
tristeza: Ya pesar de que mis das han perdido toda dulzura y sabor, debo
seguir viviendo, por Nyaunu wi, por nuestros hijos, y para honrar a mi
padre en los aos de su vejez -si es que Fa y Legba se los conceden-, o darle
culto de antepasado, si muere, que es lo ms probable; algunos hombres
han sanado de una herida de bala, pero cuatro heridas son demasiado.
Nyasanu, arrodillado, alz la vista y mir al rey. En voz mesurada
dijo:
212 Negros son los dioses de mi frica

- No deseo ninguna de esas recompensas, padre de todos nosotros.


Lo que he hecho es una de las muchas cosas que los objetos del Leopardo
deben hacer. Y quin, entre todos los presentes, es ms que eso, que un
objeto del Leopardo? Pero si mis pequeos esfuerzos han merecido tu
aprobacin, nicamente te pedir, oh seor de cuantos viven en el Vientre
de Da, que me des permiso para regresar a Alladah. Mi padre, tu kposu, est
gravemente herido, ha recibido cuatro terribles heridas en acto de servicio
a ti, y debo atenderle hasta que se reponga, si llega a reponerse. sta es una
de las dos cosas que te pido
El dada dijo:
- Y la otra?
Nyasanu percibi un leve filo de irritacin o de desengao en la voz
del rey. Fue algo muy leve, pero indudable. Los reyes de Dahomey en modo
alguno estaba acostumbrados a que se les contrariase.
- Falta muy poco para que llegue el momento, y quiz haya llegado ya,
Gran Padre, de que mi primera y principal esposa d a luz mi primer hijo.
El nacimiento del primognito de un hombre carece de importancia, lo s,
salvo para el padre. Mas, para ste, la importancia es grande. El Leopardo
es grande y todopoderoso, pero conserva los sentimientos humanitarios.
Me es imposible imaginar que nuestro dada -el smbolo de la paternidad!haya olvidado lo que sinti cuando sostuvo en sus brazos el primer
prncipe Leopardo. Por eso, si verdaderamente quieres recompensarme,
seor, permteme que pueda tener esa alegra y que cumpla los elementales
deberes de un hijo con su padre, y eso ser para m recompensa suficiente
Secamente, Gezu le interrumpi:
- No! Eso no basta, hijo del kposul De todos modos, te concedo todo
lo que me has pedido, con la condicin de que te presentes ante m, en
Ahomey, tan pronto como el nacimiento de tu hijo y la salud de mi buen
kposu lo permitan. Y, en esa ocasin, spanlo bien todos los presentes, se
ver cun grande es la gratitud de un rey.
Nyasanu caminaba a paso vivo junto a la gran hamaca en que su padre
yaca. Sin dejar de andar, volvi la cabeza para ver el rostro de Gbenu.
Estaba gris como la ceniza. Y su brazo se haba hinchado terriblemente.
Las blancas vendas se hundan en la carne. Por encima y por debajo de
las vendas, y por entre ellas, la carne hinchada haba dejado de ser negra,
y tena color de prpura, de un prpura oscuro y temible. Era el color de
las venenosas moras teekli que los azaundatos, los hechiceros, usaban
para matar seres humanos. Nyasanu tena la impresin de que las heridas
comenzaban a heder. Cuando esto ltimo ocurra, no quedaba esperanza.
Cuando Ku lanzaba su ftido aliento sobre la carne abierta, sta se pudra
y mora el hombre.
Frank Yerby 213

Nyasanu se acerc ms, sin dejar de avanzar a paso saltarn, vivo,


como deslizndose. Y poco le falt para que la nusea se transformara en
eructo: tan fuerte era el hedor que despeda el brazo de su padre, destrozado
por las balas. El temor cogi a Nyasanu por la garganta y casi le estrangul.
No poda imaginar un mundo en el que no estuvieran Kpadunu y su padre.
Un mundo as sera un erial, un mundo de desolacin, vaco, estril, pobre,
sin sabidura, sin ayuda, sin alegra, sin consuelo.
Hizo un esfuerzo para que el aire pasara por su garganta prietamente
cerrada, y grit a los portadores de la hamaca:
- Ms de prisa, o por Ku que os corto la cabeza!
Gbenu abri los ojos, y con su vozarrn de bajo convertido en un eco,
en una vibracin bajo la superficie del sonido, dijo:
- No, hijo mo. A la marcha que vamos, bastante dolor me produce el
traqueteo Y
Nyasanu se inclin, esforzndose en captar las palabras. En voz muy
baja, Gbenu dijo:
- No quiero que gobiernes mediante la fuerza o las amenazas, ya que
sers mi sucesor, sers el toxausu
Nyasanu gimi:
- No! No, por Gu, que es nuestro vudun, padre! No deseo aquello
que haya de llegarme a causa de tu
Con calma, Gbenu termin la frase:
- A causa de mi muerte No quieres
- No lo quiero! Nada quiero que me llegue por ese odioso camino!
Escchame, padre, yo
- Hijo, di a los porteadores que se detengan.
Nyasanu levant la mano. Los porteadores de la hamaca se detuvieron
agradecidos. Sudaban a chorros. Gbenu era corpulento y pesado. Nyasanu
orden al que llevaba el real parasol:
- Acerca el parasol.
El dada haba enviado nada menos que a su personal servidor para
que proporcionara al kposu herido la comodidad a que solamente tenan
derecho los personajes importantes y de alta cuna, a saber, proteger sus
rostros del asesino sol africano. Y la presencia del real portador del parasol
era tan slo una de las dos maneras en que Gezu haba manifestado
pblicamente que la familia de Gbenu gozaba de su especial favor, ya que,
adems, tanto la hamaca como el parasol lucan los emblemas reales, en
apliques de tela, y eran la hamaca y el parasol del rey.
Gbenu dijo en voz que, pese a su debilidad, era clara:
214 Negros son los dioses de mi frica

- Hijo, voy a morir.


Nyasanu casi grit:
- No!
Sereno, Gbenu le reconvino:
- No te portes como una mujer histrica. Todos hemos de morir.
Algunos mueren tarde y otros pronto. Eso carece de importancia si se sabe
morir bien. En consecuencia, escchame, Nya. Tengo ciertos deberes con
respecto a nuestro clan, nuestra ciudad y nuestro pueblo. Estoy obligado
a procurar que sean debidamente gobernados, que sus asuntos sean
administrados debidamente, y, en la medida en que est en lo humanamente
posible, a procurar su felicidad. Eres hijo mo. Mi nico hijo, a pesar de que
he engendrado muchos, y lo eres porque entre los ladridos de los chacales
es muy fcil distinguir la voz del len
Lloroso, Nyasanu le interrumpi:
- Padre, no te fatigues. No emplees el aliento que tan necesario te es
en decirme
- Lo que necesitas saber. No malgasto mi aliento, hijo. Fa determina
la duracin de nuestro aliento en el momento en que nacemos, y el mo est
acabndose. Por eso
- Padre, por favor!i
- Por eso, deja que emplee cuanto aliento me queda de la manera que
quiera, cachorro de len. Gobernars Alladah no porque seas el hijo a quien
ms amo de todos los que he tenido -desde luego lo eres, pero ahora eso
carece de importancia-, sino porque por temperamento, por inclinacin y
por tu carcter, eres, con mucho, el ms indicado para gobernar. Tu nico
defecto radica en que no eres demasiado astuto. No, no lo eres, en el sentido
en que tu amigo Kpadunu lo es. Pero con los consejos de Kpadunu
Nyasanu grit:
- Padre, Kpadunu no puede aconsejarme Ha muerto! Al salvar mi
vida, una lanza le atraves el vientre
Gbenu grit:
- No lo saba. Es una lstima, una gran lstima. Excelente muchacho! Lo
siento muy de veras. Ahora debes encontrar otro consejero, o bien aprender
por ti mismo a ser sabio y prudente. Y voy a darte irnos consejos, un poco
de sabidura. Todo gobierno debe contar con el asenso de los gobernados.
S, ya s que el Leopardo logra este asenso por medio de la fuerza de la
fuerza y del temor! Lo s muy bien! El porteador del parasol comunicar
estas palabras al dada; pero, cuando lo haga, yo estar fuera del alcance del
Leopardo, y cuando ste las oiga, espero que sea lo bastante prudente para
Frank Yerby 215

sacar provecho del parloteo de un pobre tonto moribundo. Hijo, consigue


el amor de tu pueblo! sa es la nica manera de gobernarlo sabiamente y
bien. Trata a todos los hombres como hermanos, y como hermanos malos
y jzgalos, de manera que puedas caminar solo y sin guardia en la ms
oscura noche, sin temor a que una daga se alce a tu espalda Trtalos con
justicia y
Nyasanu gimi:
- Padre, yo
- Escucha, hijo. El gobernante despiadado es menos libre que el
ms bajo esclavo. Acaso puede el Leopardo pasear solo por el bosque, y
escuchar la voz de plata del otutu alzndose al alba? Puede pasear por las
calles de su propia ciudad de Ahomey y charlar con la gente? Puede entrar
en una tienda y comprar unas baratija para una de sus esposas, o un juguete
para el ms joven de sus hijos? Por Ku, Nya! Qu clase de libertad es la
del hombre que, cuando va a la letrina a evacuar sus necesidades, ha de
hacerlo bajo la proteccin de su guardia de mujeres, que le vigilan incluso
cuando se pone en cuclillas? No, hijo mo, s justo, no gobiernes mediante
la amenaza sino mediante el amor, el amor
Nyasanu musit:
- Tal como t has gobernado, padre.
Gbenu lanz un suspiro:
- En la medida en que me ha sido posible. Muchas veces he visto
mis intentos frustrados, y lo mismo te ocurrir. Pero no debes cejar en ese
empeo. Olvdate de cuantos envidian lo que tienes, tu rango, tu imponente
presencia, tu gran apostura, tu virilidad, tu valenta Trata por igual
a todas tus esposas, y no des muestras de amar a un hijo ms que a sus
hermanos. Pero elige al mejor de ellos para que te suceda, tal como yo te
he elegido para sucederme. Desde luego, elige al primognito si rene las
condiciones precisas, pero fjate ms en esto ltimo que en lo primero, tal
como yo he hecho. Y ahora
Superando la masa de dolor, como una montaa, que le ahogaba, y el
caudal de ardientes lgrimas, Nyasanu consigui decir:
- Y ahora?
- Di a los porteadores que vuelvan a emprender la marcha. Quiero ver
Alladah y el rostro de tu madre, por ltima vez, antes de morir.
Y Gbenu vio cumplidos ambos deseos, gracias a lo que, segn Nyasanu
comprendi ms tarde, fue nica y exclusivamente fuerza de su indmita
voluntad. Cuando avistaron Alladah, Gbenu viva an, y estaba consciente,
aunque al borde de su ltimo ro, con la vista en la otra ribera, contemplando
los meditativos rostros de los antepasados con gran calma y resignacin.
216 Negros son los dioses de mi frica

Calma y resignacin que, debemos decir en honor a la verdad, no


comparta su hijo. Lo que haba en la mente y el corazn de Nyasanu se
pareca ms a la rabia que a cualquier otra emocin. Trotando al lado de
la litera de su padre, Nyasanu penetr en el calvero junto a la poblacin,
sin ver realmente el templo alzado en honor de Legba, la baja techumbre
con bardas bajo la que se sentaba el Tramposo, con su falo formidable y
permanentemente erecto apuntando burln al cielo, un cuenco a sus pies
para recibir las ofrendas de los feles, Kaunikauni, su esposa, a su lado, con
sus partes genitales grandemente hinchadas y monstruosamente abiertos
los labios de las mismas; ms all se encontraban los altares secundarios
consagrados al mismo dios, que eran montculos de escasa altura, sin
techumbre, con recipientes encima, el ms pequeo para los nios de la
poblacin, otro mayor para las mujeres, y otro todava mayor para los
muchachos sin circuncidar, que ya haban recibido su fa parcial. Ms all,
cerca de las puertas del poblado, haba un montculo de tierra, con un
recipiente puesto boca abajo en su cumbre, y rodeado con estacas unidas
con fibra de palmera. Era el aiza de la familia de Gbenu, cuya finalidad
estribaba en defender a sus miembros contra todo mal. Junto a l, bajo la
copa de un baobab, haba dos recipientes cubiertos consagrados a Danh,
macho y hembra. Luego, el templo del culto a los antepasados, con sus
altares de hierro, y junto a l el templo individual del tauhwiyo, el fundador
del clan. Despus, el templo de Dambada Hwedo, el dios serpiente. Y, por
fin, en la misma entrada, la figura de madera con dos rostros, en realidad
una figura doble, la mitad frontal masculina y mirando hacia fuera, y la
mitad trasera femenina y mirando hacia dentro, de manera que las cabezas,
troncos, extremidades, unidas por la espalda, estaban orientados en dos
direcciones, y ese bauchie deba cumplir la funcin de evitar que el mal
penetrara en Alladah.
Bruscamente, Nyasanu se dio cuenta de la existencia de los dos seres
que formaban el bauchie, y sinti un nudo en la garganta, ahogndole.
Saba que en el interior de la poblacin haba muchos ms bauchies, altares,
imgenes, dioses, los multitudinarios, mltiples y polifacticos dioses de la
Madre frica, oscuros y meditativos, que
Con rabia, Nyasanu pens: Son basura! Vosotros, ciegos objetos de
barro y madera, podis ver acaso a Ku bailando cabeza abajo ante m?
T, bauchie que alejas el mal, hay mal mayor que la muerte? Y la muerte
viene conmigo! Sacrificios, ritos, ceremonias, oraciones, una vida honrada y
noble,para qu han servido en el caso de mi padre? Para qu sirven, en el
caso de cualquier otro hombre? Kpadunu era sabio, alegre, bueno, apuesto,
buen hermano y amigo verdadero, acaso cualquiera de aquellas cosas
sagradas impidi que una lanza auyo le atravesara las entraas? Tuagbadji
era la personificacin de la dulzura y la inocencia. Y su dulzura e inocencia
Frank Yerby 217

le llevaron paso a paso a un trance del que slo el assegai que le prest pudo
sacarle, al atravesar su corazn ya tres veces herido Alogba? S, una
golfa, sin la menor duda. Entregada a la lujuria, lo que, por lo poco que ello
ocurre en las mujeres, nos parece ms feo en aquellas en que se da el caso.
Pero valerosa, audaz, alegre, y, en fin de cuentas, no ms entregada a la
pasin de la carne de lo que lo estn casi todas las princesas del Leopardo.
Por eso, decidme, objetos de barro y hueso y paja y madera, construidos
por nuestras manos temblorosas a imagen de nuestra insensatez y nuestro
temor, por qu he de rendiros culto? Acaso no es mejor que pase por
la vida erguido y con la cabeza alta, en vez de ponerme atemorizado de
rodillas y a gatas, murmurando palabras sin sentido que de nada sirven?
Monstruos! Imposturas! Basura! Os digo que!
El portador del parasol del rey dijo:
- Joven seor, ms valdr que llevemos a tu padre hasta su casa, se
est debilitando grandemente y temo que
Despacio, el duro brillo desapareci de las pupilas de Nya- sanu. El
gesto despectivo que tensaba sus labios se relaj, se suaviz, desapareci.
Dijo:
- S, llevmosle a su casa.
Y mientras recorran las estrechas calles del poblado, se fue formando
una multitud que creci por momentos; los murmullos corran de boca en
boca.
- Gbenu, nuestro toxausu, se muere, est casi muerto ya; el brazo,
herido en accin, una hazaa de gran valor seguramente; le han trado en
la hamaca del mismo rey S, y bajo el parasol del dada, mralo ah al
frente del cortejo, y Nyasanu ha tomado el mando!, parece enloquecido de
dolor
Llegaron a la vivienda del jefe. All haba cuatro de sus esposas que,
al instante comenzaron a chillar como locas, rasgndose las vestiduras y
arrojndose tierra en la cabeza. Nyasanu les grit:
- Silencio! Que una de vosotras vaya en busca de mi madre, la seora
Gudjo!
La ms joven de las cuatro mujeres, dando a Nyasanu el tratamiento
de Axo, que es la palabra que en la lengua fau significa prncipe, lo que hizo
impulsada por el respeto, as como por el deseo de halagar a quien, segn
esta esposa esperaba, no tardara en ser su propio marido, en gracia a la
sagrada institucin del chiosi, dijo:
- Mi seor Axo, tu madre no puede venir. Est junto a tu kwesidaxo,
que lleva cuatro das intentando dar a luz a tu hijo.
Nyasanu qued rgido. Luego se inclin sobre la real hamaca y dijo:
218 Negros son los dioses de mi frica

- Padre
Sin abrir los ojos, cansada la voz, Gbenu asinti:
- Lo he odo. Ve, hijo. Nacer es ms importante que morir, mucho ms
importante. Ve. Pero, Nya, Nya
- Dime, Da?
- Di a tu madre que venga. Dile di le
- S, Tcaichi, padre mo
- Dile que tiene todo mi amor, que siempre lo ha tenido, que jams
mujer alguna
- S, Da! Lo s, lo s! Y le dir que venga aqu. Esprala, padre,
esprala! Retn tus almas hasta que mi madre llegue!
Incluso antes de llegar a su casa, Nyasanu oy la voz de su madre.
Chillaba a pleno pulmn, y su rabia vibraba como la hoja de un cuchillo al
clavarse en el tronco de un baobad. A gritos deca:
- Dilo! Confiesa tu pecado, oh mujer infiel! Di el nombre de aquel
con quien has traicionado a mi hijo! Proclama tu pecado, ramera! Si no lo
haces, morirs! Morirs!
Nyasanu se detuvo. Y se detuvo toda su persona ntegramente. Se
detuvieron su aliento y su mente. Se detuvo su corazn. Oy a su madre,
enajenada por el furor, que deca:
- Ramera! Ramera! Ramera!
Y, despus, el seco sonido de un bofetn. Luego, gimiente, la voz de
Nyaunu wi:
- No es verdad Viste el pao sobre la estera nupcial No he
conocido a otro hombre
Gudjo aull:
- Hormigas! Utilizaste las hormigas guerreras de la noche! O bien
ocultaste un frasco con sangre de pollo, o bien!
Call porque Nyasanu acababa de entrar en la casa. Nyasanu, inmvil,
mir a su madre, a Adje, su suegra; a Dangbevi, que estaba en cuclillas
junto al cuerpo de Nyaunu wi, grosera y repulsivamente hinchado, y que
alz la vista al rostro de Nyasanu, con tal expresin que cualquiera hubiera
dicho que contemplaba el semblante de un dios, y Nyasanu mir a la propia
Nyaunu wi, cuyo rostro estaba tan gris como el de Gbenu, con la muerte
aposentada en la frente, veladas las pupilas, mirando al otro lado del ro,
igual que el jefe, ensimismada, perdida, resignada.
Nyasanu dijo:
- Madre!
Frank Yerby 219

Y eso fue todo. Pero la palabra son como un latigazo, y la voz de


Nyasanu fue terrible. Sin embargo, Gudjo estaba tan embargada por la
emocin, extraa mezcla de lstima, rabia y dolor, que ni siquiera not el
tono empleado por su hijo. Sencillamente, Gudjo dijo:
- Se est muriendo. No puede dar a luz a tus hijos hohvi, mellizos.
Mellizos: el ms grande honor que los dioses otorgan a un hombre! Y
son mellizos porque he odo dos corazones latiendo a ritmos diferentes,
separados, independientes. Y cuando una mujer muere en el parto, slo hay
una razn que lo explique, hijo mo: esta mujer ha sido la ramera de otro
hombre!
Y, entonces, los vudun, que todo lo saben, la castigan as. Por eso
ahora, pobre, insensato y engaado hijo mo, sal de aqu, y deja el asunto en
mis manos, s, porque si confiesa su pecado, quiz los dioses se ablanden
y
Nyasanu mir a Adje. Pero su suegra volvi la cara, con las pupilas
turbias de vergenza reconocida. Nyasanu orden:
- Madre, sal de aqu. Y t tambin, madre de mi esposa, y t,
Dangbevi. Quiero estar a solas con Nyaunu wi. Es que no lo habis odo?
Salid! Todas!
Gudjo insisti:
- Pero, Nya. acaso ignoras las enseanzas de nuestros mayores? No
hay otra razn que explique que una mujer joven y saludable no pueda dar
a luz. Y te digo que
- Tonteras, madre! Sucias e indignas tonteras, como todas las
creencias de las mujeres. Ya me has odo, madre! Sal!
- No! No saldr! No saldr hasta que confiese, hasta que me diga
con quin hizo esa porquera! No, porque
Pero call bruscamente. Lo que brillaba en los ojos de Nyasanu lleg
a Gudjo, y ahog su voz cual la mano de un estrangulados Nyasanu dijo:
- Nochi, vete. Mi padre te espera. O, al menos, te esperaba. Y,
madrecita
En un susurro, Gudjo accedi:
- S s, hijo mo
- Y promteme que no abofetears tambin a mi padre. S, porque
acaso la muerte es solamente pecado cuando afecta a las mujeres?
- Nya!
- S, mi padre agoniza. Ku ha soplado en sus heridas, y la podredumbre
le est matando. Huele peor que un cadver en el segundo entierro. Por qu
pecado muere, madre? Por el de amarte? Por el de haberme engendrado
220 Negros son los dioses de mi frica

en ti? O acaso por los dos grandes males de que todos somos culpables, el
pecado de haber nacido y el delito de respirar?
Dangbevi musit:
- Nya, lo siento. Tu padre
- Era un gran hombre. Lo s. Pero tambin era un gran hombre tu
marido, Dangbevi
Dangbevi se extra:
- Era? Era?
- Cuando tres palmos de acero auyo atraviesan las entraas de un
hombre, su salud no mejora precisamente, mujer. Oh Yalode, protectora de
la femenina maldad! Salid todas de aqu!
Nyasanu call, fija la vista en Dangvebi, que se haba inclinado
totalmente hacia delante, oprimiendo la frente contra el suelo. Sus menudos
puos golpeaban la dura tierra, como dos asitan zeli o tambores funerarios.
Dulcemente, Nyasanu levant a Dangvebi, a la que sostuvo entre sus
brazos, mientras la muchacha apoyaba el rostro en su pecho, y lo mojaba
con sus lgrimas ardientes. Con el rabillo del ojo, Nyasanu vio el todava
grcil movimiento con que su madre dio media vuelta y sali corriendo,
baja la cabeza, sollozando. En un gruido, Nyasanu insinu:
- Dangbevi
Pero no pudo terminar la frase que se dispona a decir, ni despus
pudo recordarla, porque en ese instante Nyaunu wi habl con voz cansada,
lenta, ronca:
- Es que no podais? No podais? Los dos esperar hasta que
muriera?
Dangbevi dijo:
- Nyaunu! No creers, no imaginars
Nyaunu wi dio forma a sus palabras de la misma manera que mi
torpe escultor talla la madera, cortndolas en densos chorros de aliento:
- Creer, Dangbevi? Imaginar? La palabra es saber. No temas.
No te har esperar mucho No ser demasiado tiempo el que tendrs que
esperar Hoy, maana, podrs yacer con l, desnuda, sobre mi tumba
Nyasanu dijo:
- Nyaunu, te juro
- No jures No hagas juramentos que no puedes cumplir. Y no os
preocupis por m Mis odos estarn taponados con tierra Y no podrn
or vuestros besos Ni el sonido de vuestros vientres al juntarse Ni todas
las palabras aga glee que diris Los gusanos Nyasanu dijo: -Nyaunu!
Frank Yerby 221

- Se habrn comido estos labios que t has besado E incluso eso,


eso que utilizaste para embarazarme con dos gigantes, dos dioses-diablo
demasiado grandes demasiado grandes para darlos a luz y darlos a la
vida
Llorando abierta y terriblemente, como un nio, Nyasanu dijo:
- Nyaunu!
Nyaunu yaca con la vista alzada, fija en l, y en sus pupilas se haba
concentrado cuanta vida le quedaba. Relucan como ascuas en la agrisada
negrura de su rostro. Luego, muy despacio, Nyaunu wi esboz una sonrisa
y murmur: -Nya, mi persona mayor
Afligido al darse cuenta del estado en que se hallaba Nyaunu wi,
viendo claramente que su espritu se alejaba hacia la puerta, danzando
invertido, con la cabeza abajo y los pies en lo alto, Nyasanu dijo:
- S, negrita S, mi amor -Dame un beso.
Nyasanu la bes. Los labios de Nyaunu wi ardan y estaban secos.
Su aliento apestaba a fiebre. A fiebre y a muerte. Nyasanu se apart,
arrodillndose junto a Nyaunu wi, fija la vista en ella. Nyaunu wi dijo:
-Gracias, esposo.
Y con voz sbitamente alzada, desesperadamente fuerte, aadi:
- Dangbevi! Acrcate! Dangbevi tartamude: -Yo? Quieres que yo?
- Ven Arrodllate aqu, al lado de Nya. Toma su mano Dangbevi llor:
- Desvara! Legba le ha devorado los sesos! Ha sufrido tanto
que! Nyaunu wi musit:
- Es cierto Demasiado Ahora, debo morir. De manera que Te
hago chiosil Es la primera vez que una mujer hace chiosi a otra, en cuanto
el recuerdo alcanza Te doy en herencia, Dangbevi, a mi marido, con lo
que
Nyasanu dijo:
- Nyaunu! Pequea, yo
- Me vengo de la arrogancia de los hombres. Basta, no me hagis
hablar ms. Ya no tengo aliento, no
Nyaunu wi cerr la boca. En la casa con forma de colmena, hecha con
barro y zarzas, reinaba un silencio absoluto. Ninguno de los tres respiraba.
Nyasanu se acerc a Nyaunu wi. El aliento de la muchacha le dio en la cara,
suavemente. Pareca que durmiera. Dangbevi estaba agazapada a su lado, y
su mirada iba del rostro de Nyaunu wi al de Nyasanu. En la penumbra, las
pupilas de Dangbevi brillaban como las del leopardo en la noche. Adje se
sent en un bajo taburete, con fciles movimientos de su cuerpo, flaco y tenso.
Qued sentada, fija la vista en su hija, llorando sin producir el menor sonido.
222 Negros son los dioses de mi frica

Dos horas ms tarde, Nyaunu wi despert y comenz a chillar. Chill


durante horas. Su madre y Dangbevi tuvieron que sujetarla fuertemente,
para que no se saliera de la estera de dormir. Arrodillado, ms all del
llanto, Nyasanu contemplaba la escena. Cada vez que Nyaunu wi abra la
boca y rasgaba la noche con la alada y desgarradora agudez de su voz, el
sonido se converta en la punta de una lanza auyo, y se le clavaba en las
entraas. El dolor era tan grande que Nyasanu tena la certeza de que si
Nyaunu wi lanzaba otra vez contra la noche aquel grito como una jabalina
arrojada con fuerza feroz, le partira el corazn, sus pulmones estallaran,
y liberara sus tres almas, que comenzaran a gemir y a farfullar y a danzar
cabeza abajo, hasta salir por la puerta del poblado.
Nyasanu vio cmo el cuerpo de Nyaunu wi se arqueaba alzndose
sobre la espalda, se arqueaba, y la boca se le abra como la de un animal
torturado, pero antes de que pudiera emitir un ltimo gran grito, Gudjo
entr. Se qued con la vista fija en su hijo, y tena los ojos enloquecidos.
Gudjo dijo:
- Tu padre. Se muere. Quiere verte. Ven!
- No! No puedo! No ir! Madre, no ves que Nyaunu wi?
Con dureza, Gudjo dijo:
- Tambin se muere? S. Pero ella es slo tu esposa. Y tendrs muchas
esposas. En tanto que mi pobre marido es el nico padre que tendrs en tu
vida. Ya me has odo, Nya. Ven!
Nyasanu mir la monstruosamente hinchada figura de su esposa,
que se retorca y gema. De repente, qued quieta. Y su voz fue como el
murmullo de la brisa en la hierba de la sabana. Musit:
- Ve, Nya. Honra a tu padre, porque se es tu deber. Esperar,
esperar
- Hasta que vuelva? Me esperars, negrita? Podrs?
Nyaunu wi afirm en silencio. Nyasanu se inclin y la bes. Luego se
hundi en la noche.
Pero, cuando regres, una hora ms tarde, despus de recibir la
postrera bendicin de Gbenu, y de que ste le reconociera pblicamente
como su sucesor y heredero, Nyaunu wi le haba ya abandonado para
siempre, se haba reunido con los antepasados, ms all del oscuro ro del
tiempo.
Y, tal como mandaba la costumbre, extrajeron los hohovi, los sagrados
mellizos, del vientre de Nyaunu wi, abrindola como un chivo sacrificado,
y los enterraron con solemnes ritos, ms all de la puerta del conjunto de
viviendas. Pero, como nada poda debilitar la tozuda creencia dahomeyana
de que la muerte de parto es el modo de castigar los dioses el adulterio
Frank Yerby 223

no confesado, envolvieron el cuerpo de Nyaunu wi en una sbana, lo


transportaron a un paraje salvaje, quitaron la sbana, y dejaron el cadver
en el suelo, insepulto, desnudo, en aspa.
Una hora despus, desafiando abiertamente las costumbres y leyes de
su pueblo, Nyasanu fue all, con su azada, una pala, una daga, y todas las
prendas nupciales de la pobre Nyanu wi. Y, al percatarse inmediatamente
de lo que era preciso hacer, se fue y regres con una jarra de arcilla, con
agua, jabn, y muchos frascos de perfume.
Tiernamente, lav el destrozado cuerpo de aquella que fue su
esposa, le pein el enmaraado cabello y la ba en perfume. Despus
cubri la desnudez acuchillada con el ms bello vestido de seda, y, luego,
cuidadosamente, envolvi el cuerpo con la sbana, besando los labios
muertos en el ltimo instante, antes de cubrir la cara y el cuerpo con la gran
pieza de algodn que los protegera de la tierra, al menos durante algn
tiempo.
Entonces, comenz a trabajar, cavando una tumba decente, en la
tierra dura como el hierro. Fue un trabajo duro, y poco faltaba para que el
sol se pusiera antes de que Nyasanu alcanzara la profundidad que deseaba.
Pero, por fin, cogi el cuerpo de Nyaunu wi, murmur una oracin a los
vudun de los cielos, a cuyo culto haba pertenecido la muchacha, y la dej
en el lugar de su ltimo descanso.
Cubrirla con tierra fue un trabajo ms fcil que cavar el hoyo. En
menos de media hora lo haba hecho, y despus machac la blanda arcilla
con un tronco de rbol aserrado, para que no hubiera hiena o chacal que, en
sus merodeos, desenterrara a Nyaunu wi.
Luego se despoj de la toga sudada y sucia de tierra que haba llevado
durante su trabajo, y se limpi el cuerpo con el agua que an quedaba en
la jarra, para a continuacin frotarse la piel con los restos de los perfumes.
Se volvi a vestir, ponindose la hermosa toga de seda verde que haba
lucido el da de su matrimonio. Por ltimo, se ci el adornado cinto, con
la enjoyada daga, que haba pertenecido a Subetzy, el prncipe auyo, y que
colgaba enfundada en la vaina de bronce y plata. Tras de hacer todo lo
dicho, se acerc a la vera de la tumba de Nyaunu wi, se arrodill, y as la
llor.
Despus de haber dirigido una oracin a cada uno de los dioses que
record, cruz el brazo derecho, en diagonal, sobre su cuerpo, y cogi la
enjoyada empuadura de la daga. Pero en el momento en que lo haca,
Dangbevi sali de entre la maleza y se arrodill a su lado, pasndole uno
de sus delgados y grciles brazos por el cuello.
Nyasanu le dirigi una mirada interrogativa. Pero Dangbevi le
sonri, y las lgrimas que corran por sus negras mejillas se detuvieron en
224 Negros son los dioses de mi frica

las comisuras de sus delgados labios rabes, y quedaron all, temblando.


Con la mano libre, Dangbevi indic la tumba recin cubierta y dijo:
- Ella te dio a m, y por eso eres mo. No me defraudes, ni la defraudes
a ella, ya que eso era lo que quera. Entre las gentes de mi pueblo, los deseos
de los moribundos son sagrados, por lo que, incluso en el caso de que no te
amara, me casara contigo por respeto a ella. Pero, incluso as, Nyaunu wi
slo lav una parte de mi pecado.
Con voz lenta, grave, de incomprensin, Nyasanu dijo:
- Tu pecado?
- El pecado de amarte cuando todava era la esposa de Kpadunu,
mucho antes de enviudar. Y si quieres saberlo, te dir que fue desde el
primer momento en que te vi. Y l era tu primero y principal amigo, lo que
da un carcter todava ms vergonzoso a mi pecado. Era un hombre bueno,
Nya, aunque no hace falta que te lo diga. Pero, por no ser mujer, nunca
podrs imaginar cun bueno, cun noble y cun dulce era.
Nyasanu inclin la cabeza. Cuando alz la vista, sus ojos estaban
hmedos y brillantes. Dijo:
- Que no puedo imaginarlo dices? Que no puedo, cuando por salvar
mi intil vida, tres palmos de acero auyo le atravesaron las entraas?
Dangbevi le mir, y su sonrisa vacil y desapareci. Nyasanu
pudo percibir el dolor, la culpa, la pena que Dangbevi intentaba contener
moviendo convulsivamente el cuello.
Seca como el polvo la voz, y ronca por el dolor que le desgarraba las
entraas, como las garras de un buitre, Nyasanu prosigui:
- Y Kpad me hizo prometerle, antes de la batalla, que si algo malo
le ocurra, yo me casara contigo. Por eso son dos los deseos sagrados que
debemos respetar, no es as?, s o no, Dangbevi?
Dangbevi afirm con un movimiento de la cabeza, muda. Luego
seal la daga que Nyasanu llevaba al cinto, y dijo:
- Eso clmelo, Nya.
Nyasanu la mir, y Dangbevi sostuvo su mirada. Lentamente,
Nyasanu extrajo la daga de la vaina, y la entreg por la empuadura a
Dangbevi. Esta la cogi y la arroj a la maleza, cuan lejos pudo. Despus
introdujo la mano en la faja que cea su vestido por la cintura, y de ella
sac otra daga. Perteneca al tipo de las que los sacerdotes utilizaban para
sacrificar animales, y una sola mirada bast a Nyasanu para darse cuenta de
que su filo cortaba de tal manera que hubiera podido afeitarse con ella. Se
qued quieto, fija la vista en Dangbevi, mientras en su cerebro se formaba
un interrogante. Pero no pudo hacer el esfuerzo necesario para formular
la interrogacin en palabras, hasta el momento en que Dangbevi arroj la
Frank Yerby 225

segunda daga a la maleza, mandndola a reunirse con la primera. Entonces,


Nyasanu pudo preguntar:
- Esta daga para qu la queras, Dangbevi?
Dangbevi le sonri lenta y pacficamente. Dijo:
- Era para m en el caso de que no hubiera llegado aqu a tiempo, o
no hubiera podido detener tu mano despus de llegar. Y, ahora, vamos,
debemos comenzar los preparativos para el entierro de tu padre. Ya lo has
odo, Nya. Vamos!
Pero Nyasanu sigui arrodillado hasta el momento en que Dangbevi
le ofreci la mano. E incluso, en vez de ponerse en pie, Nyasanu cogi la
mano que Dangbevi le ofreca, y de un tirn impuls a Dangbevi hacia l,
llevndola a sus brazos, retenindola en ellos y llorando.
Dangbevi dijo:
- No, no me beses, Nya. No me beses a menos que sea tu voluntad
convertir en un hecho lo que ella dijo.
Inexpresiva la voz, Nyasanu pregunt:
- Qu dijo?
- Que profanara su tumba yaciendo contigo encima de ella. Y estaba
en lo cierto. Lo hara. Por eso te digo que me sueltes. Otro ser el da de la
vida. Pero los muertos no pueden esperar. Por favor, Nya, vamos.
Nyasanu la solt. Y los dos se levantaron y recorrieron el sinuoso
camino bajo las copas de los rboles, hacia el conjunto de viviendas, oyendo,
a medida que se acercaban a l, el terrible avidochio, los agudos aullidos
de las mujeres que lloraban la muerte de Gbenu, y el lento, montono,
incesante batir y tronar de los tambores zeli.
Pero los dos eran jvenes. Y a pesar de que la pena y el dolor haban
comenzado a apilar su lenta acumulacin de aplastante peso en sus
espaldas, se mantenan erguidos. Por eso andaban siguiendo otro ritmo, y
ste era el ritmo que oan, el ritmo rpido del latir de sus corazones. No era
el ritmo de los tambores de Ku, sino de la vida. Y al darse cuenta de ello, al
sentirlo, apartaron la vista el uno del otro, y se avergonzaron.

226 Negros son los dioses de mi frica

Segunda parte

QUINCE

Nyasanu, toxausu o jefe de Alladah, yaca en su gran hamaca, atendido


por sus cuatro esposas. La primera de ellas, su hwesi- daxo, Dangbevi, la
muy honrada esposa primera y principal de su hogar, y, en consecuencia,
algo as como comandante jefe de las restantes, secaba el sudor de la frente
de Nyasanu, con un pao perfumado. Alihosi, una de sus dos esposas
chiosi, es decir, viudas de su padre recibidas en herencia, le abanicaba con
un gran abanico de hojas de palma entretejidas. Sosixwe, la otra chiosi
-aunque, a decir verdad, Nyasanu no la haba heredado sino que la haba
comprado a su hermano mayor, Gbochi, a quien Gbenu la haba dejado
en herencia- sostena el adornado parasol del jefe, para protegerlo del sol.
Y Huno, la ms joven de las cuatro, puesto que hasta el mes siguiente no
alcanzara la edad de catorce aos, y que haba sido esclava antes de que
Nyasanu la comprase, la liberara, y se casara con ella, estaba en cuclillas a
los pies de Nyasanu, sosteniendo la gran escupidera de bronce, para que el
jefe escupiera en ella, si as lo deseaba, y, alzada la mirada, le contemplaba
con tal adoracin en sus pupilas que Nyasanu, incapaz de soportar el
espectculo, volvi la cara hacia otro lado.
Aquella maana, tres meses y ocho das despus de la muerte de
Gbenu y de Nyaunu wi, Nyasanu constitua un espectculo digno de
verse. Llevaba unos chokoto chaka, los calzones cortos que vestan todos
los varones en Dahomey, hechos con fibra del llamado algodn de seda,
y su blancura era nivea; su awo, o camisa sin mangas, era de pura seda
europea teida de rojo vivo; y su bcme, el cubrecabeza de jefe que indicaba
su nuevo rango, as como su toga, eran de aquella seda verde, bordada,
de tradicional uso en la familia de su padre, al igual que las sandalias que
calzaba. Fumaba la koko de arcilla de su padre, la pipa de jefe, a pesar de
que Nyasanu no haba conseguido dominar el arte de fumar tabaco, que le
mareaba un poco. Pero insista en ello, pues todo gran jefe deba conocer a
fondo el rito de fumar.
Dangbevi seal con la mano y dijo:
Frank Yerby 227

- Mira, mi persona mayor.


Nyasanu se incorpor y vio el cortejo que sala por las puertas del
poblado. Lo encabezaba su to abuelo Hwegbe, el escultor en madera, aquel
viejo y malicioso sinvergenza que haba regresado a Alladah en ocasin
del entierro de Gbenu, aunque slo Legba saba cmo el anciano se las haba
arreglado para enterarse de lo ocurrido. Inmediatamente detrs, iban Yu y
Gbochi, seguidos de las esposas de Gbochi, o sea tres de las cuatro esposas
chiosi que Gbenu le haba dejado en herencia, en un intento ciertamente
intil de curar desde la otra orilla del ro de la muerte -pens Nyasanu
con amargura- su afeminamiento. Y despus de ellas, iban los servidores
y esclavos de Yu, que eran muchos, por cuanto sta, gracias a su astucia
comercial y al continuado favor de su protectora, la princesa Fedime, era
mujer rica por propio derecho. No sin cierta tristeza, Nyasanu dijo:
- Lo esperaba.
Sosixwe coment:
- Y yo tambin, mi seor. Pero no comprendo por qu te muestras tan
triste. Me alegra de que nos desembaracemos de ellos, y creo que todos los
habitantes del distrito tambin se alegran, salvo, quiz, los amantes de Yu.
Y la nica razn por la que no se alegran estriba en que Yu los pagaba por
acostarse con ella. Con lo vieja y fea que es no le queda ms remedio
En tono de advertencia, Nyasanu le dijo:
- Sosixwe
Sosixwe insisti:
- Es la pura verdad, mi seor. Es que no viste cmo evit tocar el
cadver de tu padre, tal como deban hacer todas las esposas, en el rito del
madaugbugbo? Y si esto no es lo mismo que reconocer su adulterio a voz
en grito, realmente no s qu otra cosa pueda ser. Y, adems, en cuanto hace
referencia a ese pervertido cerdo de cuyas manos me salvaste Uf!
Se call sin terminar la frase, y se estremeci visiblemente. Entonces,
la pequea Huno, con su voz dbil, suave y dulce, pregunt:
- Y adnde van?
Alihosi dijo:
- Mira quin pregunta! Y a ti quin te ha dado permiso para hablar,
esclava?
La gran mordacidad con que pronunci estas palabras oblig a
Nyasanu a volver la cabeza y a mirar a Alioshi. sta tena treinta y dos
aos, y en modo alguno se la poda calificar de mujer linda, en tanto que las
tres restantes esposas realmente lo eran. Una de ellas, Dangbevi, salvando
su boca de labios delgados, que privaba a su rostro de cierta imprescindible
228 Negros son los dioses de mi frica

sensualidad, poda ser legtimamente considerada una belleza. Y, adems,


todas ellas eran mucho ms jvenes que Alihosi. En realidad, Huno hubiera
podido ser fcilmente su hija. Entonces, Nyasanu record bruscamente otra
caracterstica de aquella viuda de su padre por l heredada. En el curso de
todos los aos que haba estado casada con aquel hombre comprobadamente viril, no haba podido Alihosi ofrecer un hijo al desaparecido Gbenu.
Por eso tena sus razones para estar amargada. Pero era muy injusto por
su parte hacer vctima de sus frustraciones a la pobre Huno, cuya baja
condicin social, en la sociedad de Dahomey, la dejaba casi indefensa. O,
mejor dicho, as hubiera sido si Nyasanu no hubiera sido quien era. Con
voz serena, Nyasanu dijo:
- Alihosi! Ahora, Huno es una mujer libre. Yo la liber. Y, adems, es
mi esposa. Esposa por mi propia voluntad.
Alihosi inclin la cabeza. Las ltimas palabras de Nyasanu constituan
un duro reproche. En fin de cuentas, todo hombre estaba obligado a aceptar
las esposas chiosi. Ahora bien, que un hombre comprara una esclava, la
liberara y se casara con ella era asunto totalmente distinto.
Nyasanu sinti la mirada de Dangbevi posada en l, y el dolor en
las pupilas de sta se adverta claramente, era un dolor desnudo. Nyasanu
cay en la cuenta de que tambin Dangbevi crea que l amaba y deseaba
a Huno, en vez de sentir pura y simple lstima por ella, lo cual fue lo que
le indujo a hacer lo que hizo. S, lstima y asco. Por Minona, diosa de las
mujeres, que era repelente aquello Nyasanu se sinti invadido por una
oleada de ira, y, como no poda manifestar el origen de la misma, Alihosi
fue el blanco de su mal humor. Nyasanu dijo:
- Alihosi, contesta a la pregunta de Huno!
Alihosi musit:
- S, mi seor.
Volvindose hacia Huno, Alihosi prosigui:
- Se van a otra parte de la ciudad, donde comprarn un terreno y
construirn otro conjunto de casas, lo ms lejos posible de aqu. No les queda
ms remedio. S, porque estn avergonzados y se sienten desprestigiados
desde el da en que Kausu, el primero y principal amigo de mi difunto
marido, confirm en la ka tu tu, la ceremonia de recitado del testamento,
lo que todos sabamos, a saber, que mi difunto marido -oh, s, de acuerdo,
Sosixwe-, que nuestro difunto marido no iba a tolerar que un pervertido,
un gaglo como Gbochi le sucediera en el cargo de toxausu, y mostr ese
anillo del jefe, que ahora lleva nuestro nuevo seor y marido, en prueba
de la verdad de sus palabras. S, tienen razn al sentirse desprestigiados,
porque realmente lo estn. Y por eso deben irse. Los dems miembros de la
Frank Yerby 229

familia los trataran como basura si se quedaran. Y, por otra parte, tal como
Sosixwe ha dicho, estaremos mucho mejor sin ellos
Humildemente, Huno dijo:
- Te agradezco la contestacin, mi seora, y te suplico no te enfades
conmigo.
Secamente, Nyasanu advirti:
- Huno! Ya no eres esclava! Ahora eres una seora, y esposa de un
jefe! Procura portarte como tal!
En voz tan baja que apenas fue audible, Huno dijo:
- S, mi seor.
Una vez ms, Nyasanu sinti la mirada de Dangbevi. Al mirarla, vio
que las lgrimas empaaban sus adorables ojos de color castao amarillento.
Nyasanu pens: Danh y Dangbe, ayudadme! Este asunto de gobernar
mujeres me va a traer muchos dolores de cabeza! Desde luego, despus de
esta noche, Dangbevi se sentir mejor. O, por lo menos eso espero
Por ser su esposa nmero uno, a Dangbevi corresponda el indiscutible
derecho de ser la primera en compartir la estera de dormir con Nyasanu. Y
la verdad, por raro que parezca, el matrimonio de Nyasanu con sus cuatro
mujeres no se haba consumado con ninguna de ellas. Las razones de tan
curiosa situacin eran sencillas y complicadas al mismo tiempo.
En primer lugar, el periodo de luto por la muerte de un jefe duraba
tres meses enteros. Y yacer con una mujer durante ese tiempo constitua un
acto demostrativo de una falta de respeto al difunto, falta de respeto que
los tauvudun, los dioses antepasados, hubieran castigado inmediatamente
dando muerte al lujurioso hijo y a la mujer que hubiera sido su cmplice.
Por esa razn, Nyasanu se haba abstenido de conocer a Dangbevi, a pesar
de que, por expreso deseo de su difunto y dolorosa- mente llorado primero
y principal amigo, Kpadunu, manifestado a Mauchau, el hechicero, poco
antes de que los dos amigos fueran a la guerra, Dangbevi era, desde
entonces, la legtima esposa de Nyasanu. Y, a pesar de que en el curso de
los ritos funerarios Nyasanu haba comprado a Huno, convirtindola as en
su esclava, con derecho a tratarla como concubina, la antedicha prohibicin
era igualmente aplicable en este caso, debido a que el su du du, el tab,
empleaba la palabra Nyaunu, mujer, en vez de la palabra asisi, esposa, con
lo que el pecado alcanzaba a todas las mujeres.
Pero las otras dos, Alihosi y Sosixwe, haban pasado a ser esposas
de Nyasanu haca solamente ocho das, en la ceremonia del ka tu tu,
cuando, segn mandato de la costumbre, el xauntao daxo, primer amigo
principal del difunto -que lo era un tal Kausu- recit las ltimas voluntades
y testamento en los trminos en que se lo haba comunicado el muerto.
230 Negros son los dioses de mi frica

Cuando esto ltimo ocurri, el periodo de luto haba ya terminado.


Por eso, tericamente, Nyasanu hubiera podido consumar sus matrimonios
con Alihosi y Sosixwe inmediatamente.
Con amargura, Nyasanu pens: S, hubiera podido hacerlo si hubiese
querido, si sintiese el ms leve deseo de poseer a una mujer. Pero ni siquiera
lo siento con respecto a Dangbevi, a quien siempre he tenido cario; no, a
decir verdad, ms que cario Desde luego, preterir a Dangbevi hubiera
sido un insulto para ella, ya que es mi esposa y ama de casa primera y
principal. E incluso lo hubiera sido para Huno, que es mi esposa nmero dos.
Sin embargo, yo tena pleno derecho a preterirlas, al menos en beneficio de
Sosixwe, de la misma manera que mi padre preteri a Gbochi en provecho
mo. Pero Ku ha tomado posesin de mi corazn, y me trae constantemente
a la memoria demasiadas muertes: Kpad, Alogba, el pobre Badji, mi padre,
Nyaunu wi Seguramente hubiera defraudado a cualquier mujer, incluso
a una mujer tan tan hembra como Sosixwe. Pero, gracias sean dadas a
Danh, tuve la excusa de la ceremonia del xwetade (1). He prolongado este
periodo cuanto he podido Ocho das se cumplen hoy Pero no puedo
prolongarlo ms. Tengo dolor de tripas de tanta fiesta y de tanto rezo! Ni
lo uno ni lo otro sirve para nada. La comida se convierte en excrementos
en las tripas, y el cuerpo se convierte en carroa, a pesar de todos los
dioses a quienes rogar que nos hemos inventado Adems, Dangbevi est
ofendida. Imagina que prefiero a una de mis otras esposas. Probablemente
a Huno. Oh Legba, qudate con todas ellas! Yo
Entonces, Alihosi, con voz un tanto dura y estridente, dijo:
- Se han ido, y, adems, est oscureciendo. Por eso, y teniendo en
cuenta que la Hija de la Serpiente es probablemente tan corts y tan sutil
que no quiere echarnos a patadas, creo que ms valdr que volvamos a
nuestras casas, hermanas esposas, y dejemos a Dangbevi sola, para que
goce de su dicha. Siempre y cuando, naturalmente, nuestro joven y ardiente
seor no disponga otra cosa
Nyasanu dijo:
- Alihosi, parece que el mundo y tu fa te han tratado con dureza,
verdad?
Alihosi inclin la cabeza y volvi a alzarla:
- Efectivamente, mi seor, me han
- Pero ahora comienzas una nueva vida. El pasado ya no existe. Se
fue con mi padre a la otra orilla del rio. Quiero que seas feliz, y har lo
(1) El hijo que ha sido nombrado heredero tiene la obligacin de construir una cabaa sobre
la tumba de su padre, y de ofrecer una fiesta que dura desde un mnimo de dos das hasta
ms de diez. Este rito recibe el nombre de xwetade, construccin de techumbre sobre.
Frank Yerby 231

preciso para que lo seas. Y en prueba de lo dicho, pido a Huno que te ceda
la semana que le toca pasar conmigo, en concepto de esposa, es decir, la
semana prxima, como por derecho le corresponde en su calidad de esposa
nmero dos.
Huno dijo:
- S, mi seor!
Y su contestacin fue casi demasiado rpida, tan rpida que Sosixwe
se ech a rer. Huno era virgen. Todas lo saban con certeza. Y, como es
natural, tena todos los temores propios de las vrgenes.
Alihosi miraba intrigada a Nyasanu, quien vio que aqulla inclinaba el
cuerpo como si se dispusiera a postrarse ante l. Por ser hombre inteligente y
sensible, Nyasanu no poda tolerar las muestras de adoracin. Consideraba
que la irracionalidad de la adoracin atentaba al mismo tiempo contra la
dignidad de quien la renda y de quien la reciba. De repente pens cmo
era posible que los vudun pudieran soportar la tremenda adoracin de
que eran objeto. En fin, quiz los dioses fueran diferentes. Caso de que los
dioses existieran, claro est Secamen, Nyasanu dijo:
- No te inclines! Ni te eches tierra en la cabeza! Slo una cosa puedes
hacer para complacerme, Alihosi.
- Y qu cosa es, mi seor?
- Dejar de araar y morder a cuantos se te acerquen. No eres un
aluluo, el gato monts de los bosques, sino una mujer. Y, adems, aprende
a cantar
- A cantar, mi seor?
- S. As ser ms dulce tu habla. Una voz musical es cualidad excelente
en una esposa, Alihosi. Aunque creo que tan pronto como se te haya curado
esa amargura que tienes, desaparecer ese tono spero e hiriente de tu voz,
que tanto irrita mis pobres odos. Y, ahora, buenas noches a todas, que
durmis bien.
Con su habitual malicia, Sosixwe dijo:
- Y la Hija de la Serpiente tambin dormir bien, mi seor?
Nyasanu repuso:
- Maana podrs preguntarle qu tal durmi. Y, ahora, queris
hacerme el favor de iros? Fuera!
Cuando se hubieron ido, Dangbevi comenz a preparar la cena
de Nyasanu. En ms de una ocasin, Kpadunu haba alardeado del arte
culinario de Dangbevi. Y Nyasanu pens: Esperemos que pueda hacer
honor a sus guisos; s, porque Sagbata es testigo de que he perdido el
apetito
232 Negros son los dioses de mi frica

Nyasanu observ que Dangbevi iba de un lado para otro, en la casa.


Era esbelta y grcil como una rama de loco, y sus movimientos tan sinuosos
como los de la serpiente. La mente de Nyasanu -que siempre discurra por
extraos caminos, de manera que muy a menudo contemplaba las cosas
desde un ngulo inconcebible para la mayora de los dahomeyanos, rasgo
que haba heredado de su padre- comenz a preguntarse si Dangbevi
era o no ms bella que Nyaunu wi. Descubri que tal pregunta careca
de contestacin. Nyasanu careca de los conocimientos necesarios para
aclararla, ya que, a ese fin, le haca falta haber visto el suficiente nmero
de mujeres rabes, o de esa otra clase de mujeres mediterrneas europeas
cuya piel era an ms oscura, para llegar a estar acostumbrado a ellas. S,
prescindiendo del suave y aterciopelado color nocturno de su piel, Dangbevi
tena los rasgos propios de aqullas. Apenas tena rasgos negroides, hecho
que dio lugar a que volviera a la cabeza de Nyasanu una observacin de
su difunto primero y principal amigo Kpadunu: Casi parece una mujer
furtoo teida de negro.
Nyasanu pens: Si as es, las mujeres furtoo no pueden ser tan feas
como la gente dice, pues, por Minona, Dangbevi es muy bella
Comprendi que Dangbevi se haba dado cuenta de que l la miraba, y
estaba trmula como un animalillo del bosque, bajo la insistente penetracin
de su mirada. Nyasanu le pregunt:
- Qu te pasa, Dangbevi? Tienes miedo?
- S, mi esposo.
- No tendrs miedo de m?
- No, mi persona mayor No de ti
- Entonces, de qu?
- De no gustarte. Antes, nada tema, pero ahora tienes otras esposas.
La pequea Huno es muy linda y dulce. Y Sosixwe parece parece
Nyasanu sonri:
- Parece que sea capaz de incendiar la sabana, incluso en plena
estacin lluviosa, por el solo hecho de andar sobre la hierba. Era eso lo que
queras decir, Dangbevi?
- S, exactamente eso. Y es importante, verdad? Al menos lo es para
los hombres. Llevo razn, mi persona mayor?
Solemnemente, Nyasanu asinti:
- Muy importante.
Dangbevi inclin la cabeza. Cuando la alz, Nyasanu vio lgrimas en
sus extraas pupilas de claro color. Y Dangbevi dijo:
- En este caso, debes permitir que me divorcie de ti. Para eso no valgo.
Frank Yerby 233

Nyasanu la mir fijamente. Estaba sorprendido, y no por el modo


de hablar de un posible divorcio. En Dahomey, siempre eran las mujeres
quienes se divorciaban de los hombres, y no al revs, debido a que el hecho
de que un hombre repudiara a su esposa se interpretaba como una negativa
a cumplir con su deber de dar futuros adoradores y fieles de los tauvudun
y del templo de Sagbata, de los vudun de la tierra, y en consecuencia, ello
representaba una injuria a los antepasados y a los dioses de la fertilidad,
motivando que stos castigaran al hombre mediante la total y permanente
impotencia, que para el varn dahomeyano era un sino peor que la muerte.
Incluso la palabra que en ffon equivale a divorcio significa rechazar al
marido. Lo realmente sorprendente era que Dangbevi hubiese hablado de
divorcio, ya que hasta aquel instante, haba dado a Nyasanu gran nmero
de delicadas y tmidas indicaciones de que le amaba. Nyasanu pregunt:
- Y cmo puedes estar tan segura de lo que acabas de decir, Dangbevi?
Dangbevi musit:
- Por Kpad. Siempre lo deca. Y no slo cuando estaba enfadado
conmigo, sino tambin cuando no lo estaba, lo cual es mucho ms grave,
verdad? Y adems llevaba razn. Ni siquiera no s, ni siquiera me gusta
lo que hacen, juntos, hombre y mujer. Y si no fuera la nica manera de tener
hijos, jams lo hara.
Mientras Dangbevi habl, Nyasanu estudi su rostro, su boca, sus
ojos. Nyasanu dijo:
- Quieres tener un hijo, Dangbevi?
Dangbevi murmur:
- No quiero tener un hijo. Quiero tener un hijo tuyo, mi esposo.
- Y por qu mo, mi primera y principal esposa?
Dangbevi le mir de frente:
- Porque te amo.
En tono de burln pasmo, Nyasanu exclam:
- Minona, t, que eres su diosa, dime, hay modo de entender a las
mujeres?
Dangbevi le sonri dulcemente:
- No, medaxochi, no, mi persona mayor. Cmo podis los hombres
comprendernos, cuando ni nosotras mismas nos comprendemos?
La cena fue buena. En realidad, deliciosa. Tal como mandaba la
costumbre, Dangbevi se mantuvo en pie junto a la mesa, sirviendo a
Nyasanu, mientras ste coma. Dangbevi no poda comer hasta que su
marido hubiera terminado de hacerlo. Y Nyasanu dudaba de que, incluso
entonces, Dangbevi quisiera o pudiera comer. Por su parte, a Nyasanu le
234 Negros son los dioses de mi frica

resultaba casi imposible tragar la carne de antlope agbanli, guisada con


ames y mijo. Estaba maravillosamente condimentada, pero la garganta se
le cerraba y no la dejaba pasar. Quejosa, Dangbevi dijo:
- Pero si no comes!
- No puedo. Est muy bueno, pero no puedo. Las lgrimas que he
tragado en los dos ltimos meses me han destrozado el estmago. Lo han
escaldado hasta convertirlo en un manojo de harapos. Y tengo la garganta
en carne viva de tanto gemir. As que ms valdr que nos acostemos. Y
nos acostaremos para dormir. Aunque a las mujeres os cueste creerlo, hay
momentos en que tambin un hombre no siente el menor deseo de hacer el
amor.
Nyasanu sonri al ver la perpleja expresin de Dangbevi, la lucha
entre el alivio y la desilusin que se reflejaba en sus pupilas. Luego, Nyasanu
aadi con acento gravemente burlones:
- Me perdonars, hwesidaxochi, mi primera y principal esposa, por
privarte de una de las noches a que tienes derecho?
Dubitativa, en un susurro inseguro, Dangbevi repuso:
- Como quieras, mi esposo. Pero me permites que te haga una
pregunta, mi persona mayor?
- Naturalmente.
- Hubieras dicho esto si hubiese sido el turno de Huno? O de
Sosixwe?
- S. Pero no lo hubiera dicho si la noche hubiera correspondido a
Alihosi.
- Oh!
Con dulzura, Nyasanu dijo:
- S, porque me da mucha lstima, y ella no lo hubiese comprendido.
- Tampoco estoy muy segura de comprenderlo yo.
- A ti te quiero, y a las dems no las quiero. Creo que deposito
demasiada confianza en tu buen sentido al decirte eso. Slo espero que no
lo repitas ante ellas en la primera ocasin en que te provoquen, busquen
pelea contigo, como seguramente harn. Las mujeres sois extraas
bestezuelas! Aunque, en realidad, poco importa. Lo que quera decir es
que t y yo tenemos tiempo sobrado. Quiz hasta el fin de nuestros das.
Y, prescindiendo del hecho de que casi parece un pecado, teniendo recin
enterrados a nuestros muertos, prefiero esperar contigo. No, contigo no,
prefiero esperarte.
- Esperarme?
- Esperar a que vengas a m. A que me necesites. A que necesites
Frank Yerby 235

mis tres almas. No slo mi cuerpo, y no slo el hijo al que daramos vida
haciendo algo que no te gusta. As que ahora, anda, a dormir. Te parece?
Por Gu que estoy cansado!
Pero, ante su propia sorpresa, Dangbevi descubri que no poda
conciliar el sueo. Yaca, clida, dulce y temblorosa, apoyada en el cayado
del brazo de Nyasanu, y contemplaba la techumbre. Se daba cuenta de que
tampoco Nyasanu dorma. Por eso, y quiz impulsada por el nerviosismo,
Dangbevi comenz a hablar por hablar, a preguntar cosas que ya saba, o
que no le interesaban, o que, en realidad, no quera saber. Dangbevi dijo:
- Esposo, sabas que tu padre iba a preterir a Gbochi en su testamento?
- S. T no?
- Pensaba que seguramente lo hara. Qu poco hombre es Gbochi! Se
puso en evidencia cuando se desmay en el primer chiosuso, verdad?
- Realmente, no puedo aferselo. A m poco me falt para desmayarme.
Y el segundo fue todava peor.
Dangbevi mir a Nyasanu, en la oscuridad, y aadi:
- En el segundo, lo comprendo. Ha de ser terrible tener que bailar
por toda la ciudad, llevando el brazos el cadver de un hombre que ha sido
desenterrado despus de pasar doce das bajo tierra. El hedor era repulsivo.
Yo estaba lejos y, a pesar de llevar seis pauelos perfumados sobre la boca
y nariz, apenas pude soportarlo. Pero en el primer chiosuso, el baile con el
muerto, tu padre slo llevaba dos das muerto, por lo que
- Haca calor. Y mi padre muri de heridas de bala infectadas. Incluso
antes de morir ola que apestaba. Pobre padre! Espero que est contento
del entierro que le hice
- Forzosamente ha de estarlo! Veintids das seguidos de ritos
funerarios! Y, por la noche, esas lmparas fnebres, cmo se llaman, mi
esposo?
En voz baja, Nyasanu repuso:
- Fau meaun tagbive.
- Todas las fau meaun tagbive destellando en los rboles, como
estrellas
Dangbevi call bruscamente, mir a Nyasanu y le pregunt:
- Por qu tiemblas, mi esposo?
- Dos de ellas se apagaron, y eso significa otras dos, que otras dos
personas a las que amo morirn.
Dangbevi lanz un suspiro:
- Oh
236 Negros son los dioses de mi frica

Luego guard silencio durante un rato. Pero, femenina, necesitaba


seguir hablando sin aparente propsito acerca de asuntos que no le
interesaban, a fin de llegar a los que realmente le importaban. Comenz
diciendo:
- La gente rumorea que la seora Yu tambin se puso en evidencia
durante esa ceremonia Cmo la llamis, persona mayor?
- Maudaugbugdo. Sabes una cosa, Dangbevi? Hablas tan bien el
fau que a veces olvido que eres extranjera. Tu pueblo no celebra esas
ceremonias?
- No. Tienen otras, otras que son diferentes, creo No me acuerdo de
mi pueblo, esposo. Kpad siempre deca que soy fanti, y, por eso, supongo
que lo soy. De todos modos, el idioma que siempre he hablado se parece
mucho al vuestro, por lo que me cost muy poco aprender bien el fau.
Pero, dime, qu hizo la seora Yu para ponerse en evidencia y quedar
desprestigiada? Yo estaba presente. Me encontraba en pie, exactamente
detrs de tu hermana Axisi Qu hermosa es Axisi! Alta como una diosa,
y con esa dignidad
- De digna no tiene un pelo, Axisi.
- Pues en aquellos momentos lo estaba. Es la muchacha ms alta
que he visto en mi vida. Slo le pasas cinco dedos, medaxochi. Y, cuando
entreg sus ofrendas cmo se llaman, esposo?
- Adjoko tau madje kwi que significa ropas para ir a cruzar el ro
hacia los muertos. S, entonces Axisi estuvo impresionante, verdad?
- Mucho. Pero volvamos a lo de la seora Yu. Yo no vi que hiciera
nada reprochable
- Pues precisamente ah est la clave del asunto. Qued desprestigiada
por lo que no hizo. En la ceremonia maudaug- bugbo, adems de los
muchos obsequios que se hacen al difunto, a fin de que pueda erguir la
cabeza y hablar con dignidad en la tierra de los muertos, precisamente esto
es lo que significa la palabra maudaugbtigbo, o sea, permitirle hablar en la
tierra de los muertos, los hijos sostienen el cadver del padre, y cada una
de las viudas debe tocar su cara cuando hace la ofrenda. Pero la esposa que
ha sido infiel en vida, cae muerta en el mismo instante en que lo toca. Y Yu
no se atrevi a tocarlo. Se mantuvo alejada, e hizo su ofrenda desde una
vara de distancia, lo cual signific reconocer ante todos los presentes que
fue adltera. No, no se comport con astucia
- Con astucia dices?
- S, exactamente. Hubo por lo menos tres viudas ms que no lo
tocaron. Para mayor vergenza, una de ellas se encontraba entre las Ma
yalau ni che o, o sea, las que esperan un hijo, que es por lo que dicen No
Frank Yerby 237

digas mi nombre. O, debido a que si se pronuncia su nombre, como se


pronuncia el de las dems, cuando ofrecen los obsequios, pierden el hijo.
Pero esas tres fueron lo bastante astutas para fingir que tocaban a mi pobre
padre, acercando tanto la mano a su cara que no se poda saber si lo tocaban
o no. Pero yo estaba atento, y lo supe. sa es una de las razones por las
que no quiero casarme con muchas mujeres. El vigor de un hombre tiene
tambin sus lmites. Y si un hombre no deja a todas sus esposas satisfechas
en la estera de dormir, esas esposas no tardarn en encontrar otro hombre
que lo haga.
- Esposo
- S, Dangbevi?
- No no No te creo! Hace slo tres meses que tu padre ha muerto,
y ya tienes cuatro esposas.
- Cuatro. Una que mi padre me dio en herencia, y que no poda
rechazar
- Otra que, cuando viste que el dokpwega iba a hacerle esa cosa, te
pusiste tan celoso que le ofreciste dos mil cauris por ella, y
Trmula de irritacin y ofensa la voz, Nyasanu dijo:
- Dangbevi! No lo comprendiste!
- No? De veras que no? Cuando el dokpwega la desnud, entonces
viste cun hermosa es Huno. Y cuando se puso encima de ella, sobre la
tumba de tu padre, e intent intent meter aquella parte grande y fea
de su cuerpo en la muchacha, y no poda porque Huno era demasiado
pequea, t
Con tristeza, Nyasanu dijo:
- No se debi a que fuera demasiado pequea, sino a que era casta.
No lo esperaba, no estaba preparado para ese espectculo. Nunca haba
visto el entierro de un jefe. Y no quiero volver a ver esa clase de entierros,
salvo el mo, aunque tengo la seguridad de que no podr verlo, claro.
Dangbevi le mir, luminosos en la oscuridad sus ojos de leopardo.
Nyasanu dijo:
- Escucha, Dangbevi. No me conoces. Toda mi vida he tenido esta
debilidad: no puedo tolerar ver cmo se humilla a la gente, cmo se le hace
dao, cmo se la avergenza. Lloro por los hombres que mat durante la
guerra. Si pudiera, jams volvera a matar a un hombre. Pensaba que el
funeral de mi padre haba terminado. Veintids das de ritos fnebres. Ms
de doscientas ceremonias distintas. Dos danzas con el cuerpo de mi padre,
durante las que los hombres rivalizaron por tener la oportunidad de sostener
en brazos su cuerpo, ptrido y hediondo, y as bailar por todo Alladah
Dos entierros: el primero represent ocho das bajo tierra. Despus le
238 Negros son los dioses de mi frica

desenterraron para dejar el aire hediondo e infestado, de manera que no


haba gbedjeleku, soscdekwi, tike, nuhweku ni ywaywado (1), ni cualquier
otro perfume imaginable capaz de eliminar el hedor. Todos los yernos de
mi padre, con sus sociedades y sus dokpwe, tocando el tambor, cantando
canciones fnebres, bailando danzas funerarias hasta que el redoble de
los tambores zeli me causaba la impresin de que fuera a reventarme la
cabeza. Y las mujeres gimiendo, gimiendo, gimiendo! Da y noche, durante
veintids das, sin que por un momento cesara el avidochio, o lgrimas
da al muerto. La gente arruinndose para hacer ofrendas impresionantes
que se pudrirn juntamente con el montn de humana carroa en que mi
padre se ha convertido, bajo la tierra. Sociedades enteras arruinadas para
dar su apoyo a ste o aqul de mis cuados, a fin de destacar sobre todos los
dems por sus ofrendas fnebres
Tozuda, Dangbevi insisti:
- Huno! Habla de eso! Por qu la compraste? Quiero saberlo.
- Y, por fin, pens que todo haba terminado. El dokpwega jefe, el
legede, o primer ayudante, el asuka, o segundo ayudante, y el asafaga,
su pregonero, haban recibido obsequios ms que suficientes para vivir
en la riqueza hasta el fin de sus das, bebidas como para tener nietos
borrachos con el licor heredado de la sangre de sus antepasados El
yaukutau, el sepulturero, haba recibido una pequea fortuna, y haba
sido ceremoniosamente acompaado hasta la puerta del poblado. Incluso
los dogbwlehive djito, o cantores de la casa tocada por la muerte, y
los dogbwlehwe dudu, o bailarines de la casa tocada por la muerte,
haban sido pagados y despedidos. El bokono mata el fa de mi padre y su
legba, echndoles pimienta, mostaza y sangre de chivo, y destruyendo las
imgenes con su cachiporra. Traen el amasi, medicamento hecho con hojas,
para desinfectar la casa de mi padre, en la que estuvo tanto tiempo yacente,
con una vieja para cuidarle noche y da, para guisar la comida que no poda
tragar, de manera que la nica manera de eliminar el hedor a muerte en la
casa ser derribarla
Dangbevi dijo:
- Esposo
Nyasanu aull:
- Cllate! Ten quieta la lengua, hembra estpida, celosa y tonta,
y escucha lo que te digo! Por Fa que conseguir que me comprendas! Y,
entonces, pens que todo haba terminado. Pens: ahora puedo descansar,
(1) Los nombres de estas plantas aromticas no tienen equivalente en ingls ni en francs,
debido, probablemente, a que dichas plantas slo se dan en el frica central.
Frank Yerby 239

permitir que mi corazn se apacige, se calle y lata ms despacio, con esa pena
tan grande que no necesita ceremonias, ni obsequios, ni demostraciones.
Ahora, puedo llorar en la penumbra de mi casa, llorar despacio lgrimas
silenciosas que alivien mi dolor, en vez de tener que aullar en pblico, como
una bestia enloquecida, a fin de demostrar mi pesar Pero no! Haba
otra ceremonia! El djauno tuttu, ven sueo, el velorio. Y en vez de una
ceremonia de decente solemnidad, qu veo? Una orga! Tenamos el deber
de divertir a mi pobre padre! En consecuencia, bailamos y jugamos a adji (1)
y a akau (2), y bebimos ros de ron, y contamos cuantas historietas salaces
sabamos. Luego regresamos a la tumba, y llevamos a efecto la ceremonia
del kodido kodji, arena alzada sobre la cabeza, para que la tierra pesar
menos sobre mi padre, cantando las cuarenta y una yotaya, las canciones
de cabeza de tumba, y cumplimos con el zehwi xwe, o colocacin de una
pequea vasija sobre la tumba. Despus cantamos la bella y triste cancin de
la vieja, la cancin del vengador, y la cancin del cantor oculto. Comenzaba
a sentirme mejor. Pero entonces, entonces, entonces
En voz muy baja, Dangbevi dijo:
- Entonces qu?
- El dokpwega comienza a cantar Dad agua para que beba un
bebedor de agua ha muerto.
- Y trajeron una calabaza con agua, y el dokpwega se la bebi. Luego
cant la cancin del ron, verdad?
Nyasanu cant:
- Dad bebida para que beba, porque un bebedor ha muerto. Y el
dokpwega se bebe el ron que le traen. Entonces canta pidiendo el koko y el
tabaco de mi padre, y le traen la pipa y fuma. Y entonces
Dangbevi cant con voz vibrante de burla doblemente desagradable
e imprevisible en aquella delicada criatura que Nyasanu haba mencionado
ms de una vez a su Nyaunu wi, como personificacin de la dulzura:
- Traed una mujer para que alguien yazga con ella, porque un amante
de las mujeres ha muerto
Con voz como un spero araazo que desgarraba el silencio, Nyasanu
dijo:
- Dangbevi, cuando empujaron a la pequea Huno, viste su cara?
Pona la misma cara que una mona atrapada, cuando se mete la mano en la
jaula para sacarla de ella. Y cuando vio de cerca al dokpwega, a aquel viejo
1. Juego dahomeyano parecido a las damas o el ajedrez.
2. Juego de dados dahomeyano en el que se emplean cauris en vez de cubos numerados.

240 Negros son los dioses de mi frica

canoso y befo, pens que la muchacha iba a vomitar la comida, si haba


comido, lo cual me pareca muy dudoso, teniendo en cuenta que era esclava
de Yu. Cmo puedes ser tan estpida?, creas que yo la deseaba? Minona,
diosa de las mujeres! Nunca has odo hablar de eso que se llama lstima?
Pero, incluso olvidando todo lo dicho, cuando vi que aquel sucio negro
sinvergenza, se dispona con regodeo a convertir la tumba de mi padre
en una casa de prostitucin sin techumbre, se me revolvieron las tripas.
Costumbre o no, yo no poda permitirlo! Si crean que sa era la manera de
honrar la virilidad de mi padre, eran todos unos locos, porque, en realidad,
la deshonraban. Mi padre era un hombre que trataba con consideracin a
todas sus mujeres, y que jams las avergonz pblicamente. Nunca se le
hubiera ocurrido, ni en sueos, que su virilidad necesitaba demostracin,
y mucho menos exhibirla pblicamente por el medio de fornicar como un
chivo, en plena calle. Para eso construimos las casas, para comer, dormir,
orinar y evacuar el vientre en privado. Pero, ante todo, las construimos
para estar solos y sin espectadores en las horas del amor. S, porque has
de saber, Dangbevi querida, que la desnudez de hombre y mujer juntos es
cosa muy alta y sagrada. S, porque as se hacen las almas, esposa querida.
Y el amor, e incluso el simple goce carnal, no son realidades destinadas a
que las contemplen espectadores, como si de un combate se tratara. Por eso
no poda tolerar que la tumba de mi padre quedara profanada de aquella
manera, ni que la pequea Huno fuese pblicamente avergonzada. La
compr. Y la liber porque creo que la esclavitud es el mayor mal que el
hombre inflige al hombre, y me cas con ella porque, siendo maxi, hurfana
y sola, se hubiera muerto de hambre. Y, ahora
Dangbevi murmur:
- S, ahora?
- Deja de insultarme con esa creencia de que soy un animal, un esclavo
de mis bolsas de simiente y de mi tripa colgante. Y si no sabes lo que es
un hombre, un ser con almas, un conjunto de sueos, compasin, ternura,
inteligencia, dolor dolor y, s, alegra raras veces, ciertamente, pero
tambin alegra!, si t ignoras que un rayo de luna puede dejarle traspuesto
y el canto del otutu puede detener su aliento; si ignoras que puede enterrar
la mitad de su corazn en la tumba de una mujer, y conservar viva la otra
mitad solamente por amor a otra mujer, una sola mujer que impidi que este
hombre se hundiera una daga en sus atormentadas entraas, entonces s,
entonces te permitir que te divorcies de m, porque ser la nica solucin
posible.
Nyasanu oa el llanto de Dangbevi. El sonido causaba la impresin
de que Dangbevi fuera a morir ahogada por su llanto. Sin dejar de llorar,
ella dijo:
Frank Yerby 241

- Una cosa ms. Yo misma cortar veinte ramas verdes y les quitar la
corteza, y permitir que me azotes con esas varas hasta la muerte, en castigo
por hacerte esta pregunta, pero necesito saberlo Sosixwe! Y Sosixwe, Nya?
Nyasanu emiti un largo y profundo suspiro, y dijo:
- Muy bien. Por lo visto no vivir en paz contigo hasta que haya
aclarado todas tus dudas. Mi padre pas aos enteros dedicados al empeo
de curar a mi hermano Gbochi de su homosexualidad. Incluso en su lecho
de muerte volvi a intentarlo. Antes de morir, llam a su primero y principal
amigo, Kausu, y le dio los nombres de sus cuatro esposas ms jvenes, ms
atractivas y ms sensuales -s, Dangbevi, porque realmente hay mujeres,
pocas, que son lujuriosas como monas, tal como Yu ha demostrado hasta
la saciedad-, aquellas excesivamente ardientes hembras que sumieron en
tinieblas los ltimos das de mi padre, con sus incesantes exigencias, y
encomend a Kausu que esas mujeres pasaran a Gbochi. Los matrimonios
chiosi que de esa manera hizo mi padre, de nada sirvieron, ya que Gbochi
es un invertido total, hasta los tutanos. Pero, de todos modos, mi padre
efectu el intento. Por eso, cuando en la ceremonia del ka tu tu, Kausu
recit el testamento de mi padre, y Sosixwe supo que haba sido destinada a
Gbochi, se arroj a mis pies, me abrazo los tobillos y jur que se destripara
antes que permitir que Gbochi la tocara, o que la besara. Por eso
- Se la compraste a Gbochi
- S. Y sabes cunto pidi por ella?
- No.
- Un cauri. Lo hizo para demostrar su desprecio hacia las mujeres y
sus funciones. Y ahora
- Y ahora, qu?
- Ahora, con tu actitud, mi induces a preguntarme si acaso Gbochi no
estaba en lo cierto, si acaso la mejor de vosotras no vale ms que un cauri.
Anda, duerme ya. No crees que me has atormentado bastante esta noche?
- No, porque voy a atormentarte un poco ms, aunque de diferente
manera. He cambiado de parecer, por lo que ahora tambin t tendrs que
cambiar el tuyo. mame, hazme el amor! Es mi derecho, y lo sabes. Insisto
en ello.
Nyasanu se volvi y la mir. Dijo:
- Por Minona, diosa de las mujeres! Has dicho que
- Que no me gusta. Y es verdad. Pero quiero tener un hijo, un hijo que
ser tu primognito, quiero tener ese honor. Conoces algn otro modo de
engendrar un hijo?
Nyasanu contest:
- No.
242 Negros son los dioses de mi frica

Y con tristeza fij la mirada en Dangbevi, que yaca a la espera, el


cuerpo tenso, rgido, tembloroso, los labios formando aquel torcido gesto
de anticipado asco y horror que por lo general se forma en la cara del
nio a quien se ha ordenado que tome un amargo medicamento. Nyasanu
prosigui:
- Quiero que me digas una cosa. Has visto las figuras que hace mi
primer amigo -primero ahora, debido a la muerte de Kpadunu-, Amosu, el
fundidor de bronce?
Dangbevi musit:
- S, y son muy hermosas. Pero no comprendo que
- Qu relacin guardan con nosotros? Son slo un ejemplo, o quiz
una leccin. Amosu emplea mucho tiempo en la formacin de esas figuras.
Trabaja con habilidad y cuidado. Goza con su trabajo, mi primera y principal
esposa. Trabaja con total entrega, con todo su corazn. Y por eso las figuras
son hermosas, porque son hechas con gozosa alegra. Pero cmo puede
una mujer que odia el amor en s mismo gestar un hijo hermoso? Contesta
a esta pregunta? Y cmo puede su marido engendrar un hijo as, con una
mujer que es como una estatua de madera? Una mujer tan rgida como la
madera e igualmente insensible?
- Nya, intentar intentar
- No. Ser yo quien te demuestre lo que un escultor magistral puede
hacer incluso con la madera; te demostrar cmo un azaundato puede
ahuyentar a los pequeos espritus malignos que arman la carne femenina
contra el poderoso invasor, produciendo contraccin, encogimiento, asco y
dolor, en vez de bienvenida, apertura y una oleada de blsamo que facilitan
el paso al invasor, el mutuo goce Con voz ahogada, Dangbevi dijo: -Y
cmo lo hars? Nyasanu dijo: -As.
E inclinndose encontr la boca de Dangbevi.
Cuando las otras esposas acudieron a la casa, por la maana,
para atender a su seor durante las horas diurnas, tal como mandaba la
costumbre, mucho antes de llegar oyeron el canto de Dangbevi. Su voz
levantaba arabescos de lquida plata en el alba, ms dulces que el canto del
otutu, y emita notas y trinos de flauta, que no eran de plata sino de oro, que
eran soleados estallidos de dicha, rientes estallidos de alegra en staccato.
Y al or la voz de Dangbevi, la pequea Huno mir interrogante a sus
dos compaeras, mientras Sosixwe soltaba una burlona risita. Pero Alihosi,
la pobre y abandonada Alihosi, al or el canto sinti que en su corazn
mora la esperanza, e inclin la cabeza y llor.

Frank Yerby 243

244 Negros son los dioses de mi frica

DIECISIS

Gudjo dijo:
- Mi seor toxausu, quiero hablar contigo si tu bondad me lo permite.
Nyasanu mir a su madre. Se haba postrado ante l, tal como deba
hacer todo individuo del pueblo llano al dirigirse al jefe. Nyasanu suspir.
Pens que seguramente era propio de la naturaleza de las mujeres el crear
siempre problemas, y su madre era toda una mujer, tan mujer como la que
ms. No, ms an. Con la sola salvedad de su difunta Agbale Nyaunu wi.
Nyasanu protest:
- Nochi, levntate. Eres viuda de un jefe y madre de otro, o, por lo
menos, esto ltimo sers tambin cuando el dada confirme mi nombramiento
en la prxima asamblea de tributos. Con ello quiero decir que lo ser si dada
no ha cambiado de parecer. En consecuencia, ante nadie debes arrodillarte,
salvo el rey. Quieres hacerme el favor, madre, de dejar de portarte como
una esclava maxi? Ya me has odo, madre! Levntate!
Lentamente, Gudjo se puso en pie, y accedi:
- Como mi seor ordene.
Nyasanu estall:
- Sagbata, dios de la peste! Vamos a permitir que vaciedades tales
como el rango y los ttulos se interpongan entre t y yo, madre?
Gudjo le mir:
- S, porque ya se han interpuesto. Mi casa est vaca. Ya no tengo un
hijo alto y apuesto que coma mis guisos y me pida consejo. Ha quedado
sustituido por un jefe, un jefe distante, altivo, ocupado en resolver los asuntos
de Alladah, y en complacer a sus esposas. Como es natural, supongo
Nyasanu la mir. Luego se irgui rgidamente, en su adornado
taburete de jefe, y dijo:
- Entonces, en mi calidad de jefe de Alladah, voy a dar una orden a
mi gobernada, la viuda Gudjo. Gudjo dio un paso y baj la cabeza. -Qu
ordenas, mi seor?
Frank Yerby 245

- Que la viuda Gudjo me d un beso, que recuerde que soy su hijo


Gudjo gimi: -Oh, Nya!
Y se acerc. Nyasanu la bes. Y abrazndola, dej que llorase junto
a l. A veces, las mujeres tienen necesidad de llorar. Era algo que Nyasanu
ya haba aprendido. Nyasanu pregunt: -Nochi, madrecita, dime: ests
preocupada?, tienes un problema?, algo que no guarda relacin con la
muerte de mi padre?
Entre sollozos, Gudjo repuso:
- S! Es Axisi, Nya! Espera espera un hijo! Y se niega a decir quin
es el padre! Cuando le he preguntado si era su futuro esposo, Asogbakitikly,
me ha dicho, con palabras que hubieran ruborizado a un escultor de madera
borracho, que prefera rebanarse el cuello a permitir que semejante zngano
gordinfln la tocara siquiera.
- Comprendo. Bueno, esto ltimo es algo que, en verdad, no puedo
reprochrselo. Es lo malo de concertar un matrimonio cuando los futuros
esposos estn an en la niez, nochi. No se puede saber como sern, uno
y otra, cuando crezcan -Asogbakitikly es un buen chico. -Madre, era mi
padre un buen chico? Gudjo mir a su hijo. Y, de repente, por entre sus
lgrimas, sonri.
- No! Llevaba en el cuerpo ms malicia que el propio Legba. Y tena
un genio como el Trueno de Dios! Una vez, incluso
Nyasanu levant la mano para interrumpirla. Si permita que su
madre se sumiera en los recuerdos, la tendra hablando hasta el anochecer.
Nyasanu inquiri:
- Nochi, ha habido alguna mujer, desde el principio de los tiempos,
que haya amado a un buen chico?
Gudjo dirigi una larga y pensativa mirada a su hijo, y respondi:
- Eres un jefe, un jefe de veras, hijo mo, porque si bien tus aos son
pocos, tienes la sabidura de un hombre maduro. Ests en lo cierto. Nada
hay tan inspido como un buen chico. Si un hombre no lleva afiti ni ataki
en la sangre, si no hay en l un pellizco de Legba, ni trueno, ni mar, ni
tormenta, para qu sirve ese hombre a una mujer?
- Para nada. Deja ya de preocuparte por este asunto, No. Vete a casa, y
dile a Axisi que venga a verme maana, en la primera hora, despus del alba.
- No vendr. He intentado que viniera conmigo, y ha dicho
Solemnemente, Nyasanu cit las palabras de su hermana:
- Ve y dile a esa larguirucha y negra jirafa que tengo por hermano,
que quiz sea el jefe de Alladah para los dems; pero que, para m, sigue
siendo mi mocoso hermano.
246 Negros son los dioses de mi frica

Gudjo solt un suspiro:


- Esas han sido, exactamente, sus palabras. Cmo lo sabas?
- Conozco a Axisi. Creo que ha llegado el momento de darle una
buena leccin.
Nyasanu dio una palmada. Dos hombres corpulentos, herreros a
juzgar por su apariencia, por la nudosa musculatura que cubra la parte
superior del tronco, acudieron corriendo, procedentes de los establos del
jefe. Cuando estuvieron lo bastante cerca para or a Nyasanu, ste les dijo:
- Si maana por la maana, en la hora tercia, Axisi no ha comparecido
ante m, iris a la casa de mi madre, la seora Gudjo, y traeris aqu a esa
tozuda bestezuela de mi hermana.
A la fuerza si es necesario.
Nyasanu se volvi hacia su madre:
- Y t, Nochi, vendrs maana, en compaa de la tayino y de la
akauvi de mi padre. Ta Chadisi tambin vendr, as como una asamblea
de mujeres. Yo juzgar, pero vosotras, las mujeres, ejecutaris la sentencia.
Gudjo se qued inmvil. Abri y cerr la boca dos o tres veces, antes
de reunir el aliento preciso para formar palabras:
- Nya, no mandars que Axisi?
Severamente Nyasanu dijo:
- Sea azotada? S, madre de una hija sin castidad y descarriada. Y
con muchas varas, adems!
Gudjo comenz a decir:
- Nya, por favor, t
- Si tanto te gusta recordar que soy el toxausu de Alladah, ste es
el momento de hacerlo, mujer. Vete a tu casa. Dile a Axisi que si cree que
puede deshonrarte a ti, a m y tambin la memoria de mi padre, sin que le
pase nada, est muy equivocada. Aconsjale que venga aqu por su propia
voluntad, o, por Legba, dios del deseo carnal, que estos dos hombres, Soye y
Alihonu, la traern a rastras, por los pies. Ya me has odo, madre. Ahora, vete.
Cuando su madre se hubo ido, Nyasanu comenz a pensar. Poco
despus, una sonrisa se dibuj en su rostro, magro y negro. Saba muy bien
que sus tres esposas haban odo la amenaza, que l haba proferido en
voz muy alta, de ordenar que azotaran a Axisi hasta dejarla medio muerta.
Y, como buen dahomeyano, inmediatamente pens que poda sacar cierto
provecho de ello, ya que, entre los muchos problemas con que se enfrentaba,
el de imponer la paz en su hogar no era el menor ni mucho menos.
Y as era por cuanto aquella misma maana haba sorprendido a
Frank Yerby 247

sus tres esposas ms jvenes, Sosixwe, Huno, y lo que le hiri en lo ms


hondo, a la propia Dangbevi, bailando con las manos unidas alrededor de
la pobre y fatigada Alihosi, y cantando la cruel cancin con que las esposas
dahomeyanas se mofan de otras:

Mujer, tu alma es deforme


Y de prisa fue hecha, de prisa
Habla la cara flaca, y me dice
Que tu alma fue hecha sin cuidado.
La arcilla ancestral empleada
Fue moldeada de prisa, de prisa,
eres un ser sin belleza,
Con cara que no sirve para cara
pies que no sirven para pies (1).
Cuando advirtieron su presencia, todas callaron, y despus huyeron,
desperdigndose, en demostracin, casi totalmente fingida, de temor,
dejando a la pobre Alihosi all, sumida en llanto. Entonces, Nyasanu cogi
en brazos a la mayor de sus esposas chiosi, la bes y la consol.
Pero Nyasanu pens: Comienza a ser hora de que les d una buena
leccin. Sacudi la cabeza, y con voz como el rugido del len, grit:
- Dangbevi! Sosixwe! Huno!
Las tres salieron inmediatamente de la casa, y quedaron ante l, con
la vista baja. Nyasanu dijo:
- Mujeres, cada una de vosotras coger un cuchillo y cortar diez
delgadas ramas de anya. Despus, podaris los brotes de esas ramas y les
quitaris la corteza. Y, luego, traeris aqu los haces de ramas.
Sosixwe le mir con sumo asombro. Huno comenz a llorar como
una nia, cual le corresponda por su edad. Pero Dangbevi se lo qued
mirando con las pupilas dilatadas, en su rostro de suave piel negra, y los
labios comenzaron a temblarle. En voz baja, Dangbevi dijo:
- Mi seor, el anya es un rbol consagrado a tu dios, Gu, no es cierto?
- Efectivamente, mujer.
- El anya es el palo hacha, y a su madera se le llama madera de hierro
por estar consagrada al dios del hierro, y tambin porque es la madera ms
dura que existe. No es tambin verdad, persona mayor?
(1) Segn traduccin del fau al ingls, debida a Mrs. Francs S. Herskovits.

248 Negros son los dioses de mi frica

- Efectivamente. Y, adems, es una de las maderas ms flexibles


cuando an est verde. Con una vara de palo hacha pueden propinarse
ms de cien azotes sin que se quiebre.
Dangbevi inclin la cabeza y volvi a levantarla. Murmur:
- Cien azotes pueden matar a una mujer, mi seor.
- Me consta que as es, mujer.
- Y, a pesar de eso, mantienes tu orden de que te traigamos esas
varas, mi seor?
- As es.
Dangbevi, inmvil, le mir. Sosixwe y Huno sollozaban a aullidos y
babeaban, pidiendo clemencia, pero Dangbevi estaba erguida, altiva como
una reina. Por fin concret:
- Pues as lo haremos, mi seor!
Y volvindose a las otras, exclam:
- Dejad ya de chillar, hembras de chacal! Ahorrad aliento, porque me
parece que vais a necesitarlo.
Dio media vuelta y regres a la casa. En aquellos momentos, Dangbevi
fue el ser ms mayesttico que Nyasanu haba visto en su vida.
Inmediatamente detrs de la casa haba una arboleda de palos hacha.
El bisabuelo de Nyasanu la haba plantado, como muestra de respeto al
dios Gu, el vudun del hierro. Por esa razn, las mujeres no tardaron ms
de un cuarto de hora en cortar y descortezar las varas. Luego regresaron y
dejaron los haces ante Nyasanu. Sosixwe y Huno temblaban como ramas de
loco azotadas por el viento, y llevaban el rostro baado en lgrimas. Pero
Dangbevi estaba all, erguida, y no lloraba. Nyasanu grit:
- De rodillas todas! Y con la cara contra el suelo!
Las tres mujeres se arrodillaron ante l. Huno y Sosixwe lo hicieron
entre temblores y estremecimientos. Pero Dangbevi arque el cuerpo de tal
manera que adquiri una forma que slo el to abuelo de Nyasanu, Hwegbe,
en milagrosa obra maestra, hubiera podido tallar en bano. Y se estaba tan
quieta como una estatua de bano, y, como bano, sin siquiera respirar.
Nyasanu grit:
- Alihosi!
Alihosi sali de la casa y se coloc frente a Nyasanu. Dirigi una
mirada a sus tres hermanas-esposas, y otra a cada uno de los tres haces al
lado de cada una de ellas. Entonces, muy lentamente, impulsada por la ms
pura y exquisita satisfaccin que pueda sentir una esposa dahomeyana,
esboz una sonrisa. Pero, bruscamente, la sonrisa desapareci. Y su mirada
se traslad al rostro de Nyasanu. La mirada se turb, y la confusin invadi
las pupilas de Alihosi.
Frank Yerby 249

Nyasanu casi poda contemplar lo que ocurra en la mente de Alihosi,


y vea la lucha que haba estallado entre sus tres almas reflejada en el rostro
sencillo y fatigado de la mujer. Al resultado de esta lucha haba apostado
Nyasanu. Alihosi no se senta tan ofendida, tan amargada. La constante
paciencia de Nyasanu, sus especiales deferencias con ella, la ternura con
que refrenaba los excesos de la pasin a la hora del amor con ella, haban
producido su efecto. Por eso, por tener plena conciencia de ello, Nyasanu
haba osado poner en manos de Alihosi la determinacin del castigo,
sabiendo, adems, que tena la autoridad suficiente para rebajarlo e incluso
anularlo, en caso de que Alihosi se mostrara en exceso severa. Nyasanu dijo
con voz autoritaria:
- Dime, amada esposa, cuntas varas crees que merecen los insultos
que estas tres gatas te han dirigido esta maana?
Alihosi mir a las tres esposas ms jvenes. Saba que cincuenta o
cuarenta azotes bastaban para aniquilar a sus rivales, dejndolas con la piel
cubierta de cicatrices, e incluso tullidas para el resto de sus das. En ms
de una ocasin, cien azotes propinados con una vara sin corteza haban
bastado para matar a un hombre. En uno y otro caso, Alihosi adquira la
posesin, sin competencia, de aquel joven len que era su marido, y cuyo
corazn albergaba ms ternura que el de una mujer. Pero fue precisamente
este ltimo aspecto del carcter de Nyasanu lo que indujo a Alihosi a
pensar ms detenidamente. Saba que Nyasanu castigara a las tres con el
castigo que ella dijera. Las tres almas de Nyasanu eran tan rectas como el
tronco de un loco, por cuyas races, segn decan los ancianos, los dioses
haban ascendido a la superficie de la tierra. Pero despus, perdonara
el tierno corazn de Nyasanu la crueldad de Alihosi? Adems, por culpa
de su esterilidad, Alihosi haba tenido ocasin, con excesiva frecuencia,
de conocer la ira de su difunto seor Gbenu. La propia Alihosi haba sido
cruelmente azotada media docena de veces, aun cuando tena la honradez
de reconocer que su amargo carcter haba sido casi siempre la causa de
los castigos, en gran parte justos, ya que las almas de Gbenu eran tan rectas
como las de su hijo. Por esto, saba la sensacin que da un golpe con una
vara descortezada. El recuerdo de aquellas ardientes mordeduras la indujo
a ser piadosa.
Y, adems, haba otra cosa -era un secreto que Alihosi guardaba junto
a su corazn, con angustiada y temerosa alegra-, a saber: la regla se le haba
retrasado tres semanas ya. Si ella fuera la primera en dar a su principesco
y joven seor un hijo, nada de cuanto hicieran o dijeran las otras podra
socavar su privilegiada situacin. Mir el rostro de Nyasanu, en el que
haba un gesto de inslita severidad. Alihosi pens: Qu bueno es! Qu
tierno! Qu puede complacerle ms? Que pida un castigo leve o que?
250 Negros son los dioses de mi frica

Tom una rpida decisin, y sus tres almas quedaron inundadas de


luz. Su decisin era casi incomprensible para una mentalidad africana. El
talento jurdico del negro fue umversalmente alabado en la antigedad;
pero, si bien comprenda perfectamente la justicia, y saba aplicarla, la
clemencia no era, ni es, palabra africana. Dulcemente, Alihosi dijo:
- Mi seor, estimo que las bromas y bobadas de estas tres chicas
tontas no pueden ofender a una verdadera mujer. En consecuencia, si mi
marido lo estima pertinente, le suplico que las perdone tal como yo las he
perdonado ya.
- Perdonarlas? No. Debes recordar que cuando se burlaron de ti,
Alihosi, no slo te insultaron personalmente, sino que tambin insultaron
la institucin de chiosi. Burlarse de una viuda de mi padre es una ofensa a
su memoria y a su sagrado culto. Pero, como ests dispuesta a perdonarlas,
el castigo que les impondr ser leve.
Nyasanu se volvi hacia el lugar en que las tres muchachas estaban
arrodilladas, y dijo:
- Avanzaris una a una, de rodillas, que es la posicin propia de las
gatas, y besaris los pies de Alihosi. Luego le diris que os arrepents de lo
hecho. Adems, durante una luna entera, Alihosi y slo Alihosi ocupar mi
casa. Vuestros turnos de esposa quedan cancelados hasta el prximo mes.
Y os advierto que sern cancelados de nuevo si no os portis como debis.
Al or estas palabras, Sosixwe se irgui, quedando de rodillas, y con
las manos en postura de oracin, y aull:
- Aztame! Cincuenta, cien veces! Despelljame! /Cualquier cosa
menos eso, mi seor!
Nyasanu la mir. Su padre haba acertado al elegir a Sosixwe como
una de las cuatro mujeres que haba dejado en concepto de esposas chiosi a
Gbochi. Sosixwe era lujuriosa como una mona. Lo cual resultaba un rasgo
particularmente desagradable en una mujer. Y Nyasanu se pregunt por
qu era as. Normalmente, un hombre debiera pensar que la posesin
de una mujer siempre dispuesta a realizar el gran acto para el que todo
hombre ha nacido y del que todo hombre ha nacido -incluso en el caso,
pens con desgana Nyasanu, en que el hombre no fuera tal- es una gran
suerte. Pero no era as. En primer lugar, las mujeres de ese tipo anulaban
la posibilidad de la labor de cortejarlas, de ejercitar el delicado arte de la
persuasin, de modo que todo se converta en un asunto un tanto mecnico,
y, en consecuencia, carente de ternura. Amargamente, Nyasanu pens: Al
portarse como una mona, me convierte a m en un mico. No hacemos el
amor. Fornicamos. En tanto que con Dangbevi y con la pequea Huno, e
incluso con Alihosi, es siempre agradable y alguna vez hermoso. Aunque
Frank Yerby 251

tanto Huno como Alihosi lo estropean todo con su excesiva sumisin, con
su agradecimiento. Slo Dangbevi sabe lo que significa ser esposa. Ser
amante, compaera, amiga resulta
Sosixwe suplic llorosa:
- Mi seor, por favor!
Framente, Nyasanu dijo:
- Ser tal como he ordenado, Sosixwe. Y si no te callas, voy a estar una
semana ms lejos de ti.
Con un curioso sentimiento de satisfaccin, Nyasanu vio que, al
ponerse las tres en pie, despus de besar los pies de forma aplanada, torpes,
y en modo alguno bien lavados, de Alihosi, Dangbevi tambin lloraba. No
sollozaba ruidosamente, como las otras dos, sino que derramaba verdaderas
lgrimas cristalinas que rayaban de luz sus negras mejillas, y mantena la
boca prietamente cerrada, a fin de ahogar los sollozos que era demasiado
orgullosa para emitir abiertamente, lo que haca temblar sus labios y le
sacuda el mentn.
Pero nada le dijo Nyasanu en aquel momento. Ms vala que Dangbevi
sufriera un poco. S, ya que, cuando un hombre perda el dominio de su
hogar, en un pas en el que imperaba la poligamia, ese hombre se encontraba
en una situacin realmente mala.
Aquella noche -despus de haber cumplido sus maritales deberes
con Alihosi, y tambin en eso hubo astucia, por cuanto al dejar a Alihosi
totalmente exhausta y en el dulce sueo de la saciedad, Nyasanu evit que
Alihosi le formulara las muchas preguntas que la creciente confianza en
s misma y la conciencia de contar con el afecto de Nyasanu le permitan
formular-, l sali furtivamente de la casa, se perdi en la noche, y se dirigi,
silenciosamente como un fantasma, a la casa de su madre.
Y salvo el taparrabos de color gris oscuro -blanco hubiera sido
demasiado visible-, Nyasanu iba como su madre le ech al mundo.
Slo llevaba un assegai ashanti, y la daga adornada con joyas que
de la silla de montar le haba quitado al prncipe Subetzy, heredero
del trono de los auyo. Y poda llevar esta ltima arma debido a que
Dangbevi haba regresado a los bosques, la primera noche del entierro
del padre de Nyasanu, y haba recuperado la bella arma, aun cuando
no la devolvi a Nyasanu hasta que hubieron pasado varias semanas,
cuando Dangbevi tuvo la seguridad de que su marido haba superado
ya su desesperacin.
Nyasanu no tena intencin de matar o herir a nadie, a no ser que
se viera obligado a hacerlo en defensa propia. Llevaba las armas por
252 Negros son los dioses de mi frica

precaucin. S, porque, en nombre de Legba, el vudun de la salaz malicia,


quin era capaz de adivinar las reacciones que poda tener un amante
remiso, al que se obligara a contraer matrimonio contra su voluntad, en
orden a defender o intentar defender su libertad?
Nyasanu pens con pesimismo: S, defender su libertad, si es que la
tiene. Sea quien fuere, as Fa haga que no tenga ya doce esposas Axisi no
es fea Bueno, en realidad es linda si se puede aplicar esta palabra a una
muchacha cuya altura rebasa en media cabeza a la de todo bicho viviente
en Alladah, salvo yo. Es rara la reaccin de los hombres ante este asunto de
la estatura Estoy casado con la pequea Huno, que incluso ponindose
en pie sobre mi taburete de jefe, apenas puede besarme la barbilla, y eso
no me preocupa ni tanto as. Pero cuando un hombre va por el camino con
una mujer que se le puede comer la cabeza, ese hombre se siente ridculo,
y tiene apariencia ridcula. En fin, esperemos que sea soltero. Y lo bastante
pobre para solamente permitirse, de vez en cuando, el uso gratuito de una
estera de dormir. S, porque si el individuo va satisfecho desde este punto
de vista, tropezar con dificultades
Sigui su camino a paso rpido, en la oscuridad. Pero lo que intrigaba
a Nyasanu era otro asunto. En el nombre de Yalode, diosa de las mujeres,
cmo era posible que Axisi se las hubiera arreglado para que alguien la
embarazara? Por lo general, las muchachas que haban alcanzado ya la
nubilidad no vivan con sus madres sino, con sus tauchinoe, las abuelas
paternas, por cuanto en Dahomey se crea que las tauckinoes vigilaban
los intereses de sus hijos -y qu era una hija sino riqueza susceptible de
transaccin, a travs de un ventajoso matrimonio?- ms estrechamente de
lo que una simple madre vigilara la virtud de su hija.
Pero -razon Nyasanu- esa creencia no tena en cuenta el factor edad.
La madre del padre de Nyasanu era muy vieja. Por eso seguramente fue
risiblemente fcil para Axisi burlar una y mil veces la vigilancia de la abuela.
Y el hecho de que Gudjo hubiera insistido en que su hija regresara a su lado,
haca de ello unas cuantas semanas, nada significaba probablemente, por
cuanto a la sazn el mal estaba ya hecho.
Nyasanu se detuvo bruscamente, al tropezar con un pensamiento que
constitua un formidable obstculo para sus planes. Si Axisi volva a dormir
en casa de su madre, las posibilidades de que saliera furtivamente de su
casa, para ir al encuentro de su amante, permitiendo as a Nyasanu seguirla
y descubrir la identidad del culpable, eran prcticamente nulas. Nyasanu
conoca muy bien a su madre.
Con amargura pens: A pesar de que los ames han sido ya robados,
mi madre tendr buen cuidado de cerrar la puerta del almacn. Entonces
Frank Yerby 253

reanud su camino. Pero iba con la cabeza gacha, y arrastrando los pies.
Tena la seguridad de que tendra que ordenar que el secreto fuera revelado
por el medio de azotar a su tozuda hermana. Y tambin conoca muy bien a
Axisi. Si sta haba decidido callar, callara a pesar de todo. Mal asunto. Muy
mal asunto. S, porque en Dahomey el castigo corporal era administrado
sobre la base del nmero de varas que se quebraban en la espalda del reo,
sin que se contaran los golpes. Por ello, y a pesar de lo corpulenta y fuerte
que era su hermana, el peligro de que muriera a consecuencia del terrible
castigo era muy real.
Cuando Nyasanu lleg ante la puerta de su madre, se ocult a la
sombra de un baobab cercano y esper. Era lo nico que poda hacer.
Despus de haber iniciado la puesta en prctica de sus planes, no le
quedaba ms remedio que seguir adelante y confiar en la suerte. A
Nyasanu le constaba que su madre sola dormir profundamente. En
muchas ocasiones, en su primera infancia, cuando an era demasiado
joven para vivir en la cabaa comunal con los otros muchachos, haba
utilizado la profundidad del sueo de su madre, para escapar de noche
e irse a correr cualquier prohibida aventura de chiquillo. A pesar de las
sospechas maternas y de la irritacin que esas sospechas le causaban,
el peso de los aos seguramente haba sumido a Gudjo en un profundo
sueo. La nica duda era la siguiente: sucumba su madre al cansancio en
un momento tal que dejara a disposicin de Axisi las horas de oscuridad
suficientes para llegar al punto de cita con su amante? La nica respuesta
radicaba en esperar y ver.
En consecuencia, Nyasanu, jefe de Alladah, se puso en cuclillas, en
la oscuridad, y acech como un ladrn. Su paciencia fue recompensada.
Apenas haba transcurrido media hora cuando vio la alta figura de su
hermana, que sala.
Para un cazador de la habilidad de Nyasanu, seguir a Axisi fue un
juego de nios. Nyasanu se mova como un fantasma, negro sobre negro,
perdido en la selva nocturna, acompasando exactamente sus pasos al ritmo
de los de Axisi, de manera que los dos, al andar, producan un solo sonido.
En realidad, y a Nyasanu le constaba, sus precauciones eran superfluas
en gran medida. Con la desesperacin, la ira y el dolor que le invadan la
mente y el corazn, Axisi ni siquiera hubiera odo el trompeteo anunciando
la carga de un elefante enloquecido.
Axisi tard mucho en llegar adonde iba. Ms de una hora, a juicio de
Nyasanu. Pero por fin se detuvo en un calvero iluminado por la luna, y all
permaneci temblorosa, su alto y hermoso cuerpo como una escultura de
tensin, expectacin y esperanza, contra la noche de plata. Esper mucho.
254 Negros son los dioses de mi frica

Realmente mucho tiempo. Hasta que Nyasanu advirti que se relajaba la


tensin del cuerpo de Axisi, se debilitaba y se renda al comps de la muerte
de la esperanza. Y la cabeza de Axisi se inclin, adoptando la gacha postura
de la derrota.
Nyasanu pens: Un cobarde, eso es ese amante tuyo, hermana; un
ser con muy poca hombra; despus de haber enfriado su arma entre tus
largos muslos, rehye la responsabilidad. En fin, igual da. Maana me
dars su nombre, hermana, aunque tenga que arrancarte la piel a tiras, por
loca, y as Legba te lleve Porque
Entonces oy un sonido lejano y dbil. Fue un sonido tan leve que
slo odos tan avezados como los suyos pudieron percibirlo. El sonido
resalt sobre los restantes sonidos, ya que un bosque tropical africano no
es un lugar silencioso, y aquel sonido pas como un susurro por entre los
chillidos y parloteo de los monos; la ronca voz del ibis de gran pico en la
charca de escasa profundidad; la tos del leopardo; y, en los lmites de la
selva, all donde bruscamente desaparecen los grandes rboles y comienzan
las tierras con hierba de la sabana, el alarido de las hienas, el ladrido del
chacal, y las vibraciones de las voces de tambor de los leones, oscuramente
emitidas, con el hocico junto al suelo para dar mayor alcance a la amenaza.
La razn por la que Nyasanu pudo percibir aquel leve sonido estribaba
en que era extrao. No haba inquieto gato salvaje ni menudo dik dik que
produjera un sonido como aqul. No. Acallados, cautos, se acercaban los
sonidos de los pasos de la ms cruel de las fieras: el hombre.
Axisi vol hacia el otro extremo del calvero. El hombre sali de la
maleza, de las tinieblas de la plena noche a la luz de la luna. Y Nyasanu vio
quin era: Kapo, hijo de Hwesbeyu, un pobre aparcero que cultivaba uno
de los campos del padre de Nyasanu. Kapo, un intil tarambana, conocido
por sus xitos en el juego de azar, en hacer fciles conquistas femeninas,
en cualquier cosa menos en el trabajo. Pero era un muchacho apuesto. Ms
apuesto incluso, con casi absoluta seguridad, que el propio Nyasanu. Y,
adems, quiz lo ms importante, bastante alto para mirar derechamente a
los ojos a Axisi.
En voz alta, de manera en que las palabras llegaron hasta el lugar en
que Nyasanu se encontraba, Kapo llam gbo, en el sentido de encanto,
a Axisi, y sigui:
- Hechicera que has esclavizado mi corazn
Axisi aull:
- Cllate! No es ste el momento de decir frases bonitas, as es que
gurdate tus discursos de embustero, Kapo, antes que vuelva a soltarte una
que te deje de nalgas en el suelo. Quiero saber qu piensas hacer. Mi madre
Frank Yerby 255

lo sabe. Y ya se lo ha dicho a mi hermano. Sabes muy bien cun rectas tiene


las almas Nyasanu. Si no le digo el nombre del hombre que me ha hecho
esto, ordenar que me azoten hasta matarme. Y ese nombre es el tuyo, mi
amante. As que
Kapo dijo:
- Oye, Axisi, te lo he dicho mil veces. Tenemos que fugarnos.
Nuestra unin ha de ser forzosamente xadudo. No tengo ni un cauri.
Cmo puedo pagar la compensacin debida a Asogbakitikly por todo el
trabajo que ha hecho en beneficio de tu padre y de tu madre, y por todos
los regalos? Y el trabajo y la ayuda de su dokpwe y de su gbe? Ahora
debe de ascender a miles de cauris! Y a tu hermano cmo puedo pagarle
tu precio de matrimonio? Oye, mi hechicera, sabes que te quiero, pero no
hay modo, bajo el cielo de Mawu-Lsa, de que nuestro matrimonio sea
akwenusi.
- Pues ms te valdr encontrar un modo de que lo sea! De lo contrario,
por Sagbata que!
Kapo gimi:
- Axisi! Axisi! Cmo puedes haber cambiado tanto? Antes decas
que el xadudo era el nico modo digno de casarse, para una mujer libre. S,
unirse a un hombre, slo por amor, sin pedir nada, desafiando a la familia,
los convencionalismos, el mundo entero
Axisi chill:
- Y una mierda! Cuando deca esto, an no haba encontrado mi
barriga, Kapo. Y, por eso slo tena que pensar en m. Adems, era tonta al
decirlo. Todos sabemos lo que hacis los hombres con las esposas xadudol
En cuanto nuestros senos comienzan a caer, en cuanto aparece la primera
cana en nuestro cabello, en cuanto nos sale la primera arruga en la cara A
la calle, a morirnos de hambre! No hay ley alguna que te obligue a mantener
a ese bastardo con que me has embarazado. Y si acudo a mi hermano en
peticin de ayuda, con lo rectas que tiene las almas, me echar a patadas.
Y con razn! Si yo he sido lo bastante idiota para avergonzarle a l y a toda
nuestra familia, a santo de qu tiene que ayudarme, por la sola razn de
que el gato monts ante el que he abierto las piernas, en un arrebato de
locura, se niega a ayudarme? Oh, Yalode, diosa de las mujeres, aydame!
S, porque
- Nunca te abandonar. Te consta.
- No lo s! Ya has abandonado por lo menos a veinte muchachas
con las rodillas tendentes a separarse! Y la razn por la que ests aqu estriba
en que an no estoy lo bastante avanzada en mi embarazo para asustarte
256 Negros son los dioses de mi frica

de veras. Pero cuando est tan hinchada que apenas pueda moverme, te
largars al pas de los maxi, o te esconders entre los yorubas, o los fulani, o
Kapo musit:
- Axisi!
Y la tom en brazos.
Entonces se fue Nyasanu. Axisi era su hermana, y por sus venas
corra la misma sangre. Y, por eso Nyasanu saba muy bien la tendencia de
todo hijo de Gebenu y Gudjo a dejarse llevar por la embriaguez romntica.
Tena la amarga certidumbre de que Axisi permitira una vez ms a Kapo
hacer el amor con ella. Sin embargo, no tena certidumbre alguna en lo
referente a su derecho a evitar o interrumpir aquel pecado, por cuanto en
nada aumentaba o disminua las consecuencias de las anteriores entregas
a la pasin carnal. Por eso pens con tristeza: Dejmoslos que gocen, qu
importa ahora?
Lo que poda hacer -y efectivamente hizo- era esperar, al borde de
la senda que llevaba a la plantacin -propiedad de Nyasanu- en la que
aquel temerario pecador viva en compaa de su padre, Hwesbeyu. Una
vez ms tuvo que esperar largo rato, ya que Kapo era muchacho muy
vigoroso y, adems, enamorado. Pero, al fin, cuando el alba perlaba la linde
del horizonte, Nyasanu vio a aquel intil, que avanzaba a paso inseguro
hacia l, con la cara gris y sumida por el cansancio. Axisi era una muchacha
corpulenta y ardiente. Hacer el amor con ella, dejndola satisfecha, no era
tarea fcil para nadie.
Entonces, en gran sigilo, Nyasanu se levant del lugar en que se
ocultaba, y, en un suave movimiento, puso la punta de su assegai en el
cuello de Kapo, a quien dijo: -Kapo, ven conmigo.
Kapo le mir. Su aliento, al pasar por la garganta, produca un sonido
de estertor seco y polvoriento. Nyasanu prosigui: -Mientras un hombre
viva, todo tiene arreglo. Pero cruzar el ro prematuramente aniquila todo
gnero de posibilidad, no crees? Ya me has odo, Kapo: Ven conmigo!
Pero incluso despus de dejar a su futuro cuado atado de pies
y manos en los establos en que tena los miserables y esquelticos
jamelgos heredados de su padre, para que Kapo compartiera con ellos
la tortura de las moscas, a Nyasanu le quedaba todava un trabajo, a
saber, seleccionar las cinco varas de palo hacha ms recias entre cuantas
sus esposas haban preparado la tarde anterior, y efectuar en ellas, cerca
del extremo ms grueso, con gran cuidado, un corte en forma de anillo,
de manera que las varas se quebraran al primer golpe que con ellas
se propinara. Pero, entonces, Nyasanu contempl los resultados de
Frank Yerby 257

su trabajo. Los cortes recin efectuados se vean claramente. Nyasanu


se qued quieto, con ceo. Entonces, su mirada se ilumin. Cogi un
puado de arcilla rojiza, la mezcl con agua, y cubri los cortes con la
blanda masa. La arcilla tena un color rojo algo ms oscuro que el de
las varas de palo hacha. Si stas se examinaban detenidamente, poda
advertirse que algo raro haba en ellas. Pero a Nyasanu no le quedaba
ms remedio que desear que la mujer que l eligiera para administrar
el castigo no tuviera la mala ocurrencia de examinar las varas. Por lo
menos, sa era la esperanza de Nyasanu.
S, ya que Nyasanu no tena intencin de matar a su endiablada
hermana ni la de causarle demasiado dao. En realidad, quera mucho
a Axisi. Y lo que ms le gustaba de ella era precisamente su endiablado
carcter, aunado a su alegra, sus travesuras, su descaro y su burln
desprecio hacia todo gnero de autoridad.
Por fin, Nyasanu se acost y durmi el bendito sueo de los hombres
con el alma recta, el sueo de los justos.
A la hora tercia despus del alba, el sonido de voces femeninas le
despert. Sobre todas las voces de mujer destacaba la aguda de su hermana.
Axisi maldeca y renegaba como un escultor de madera, y su lenguaje era
tal que dejaba el aire sulfuroso y cargado de humo azul.
Nyasanu escuch atentamente, para determinar a qu distancia de su
casa se encontraban las mujeres, a juzgar por el sonido de su balar, trinar
y graznar. Luego, Nyasanu se tranquiliz. An tena tiempo. Se levant de
la estera de dormir, orin en la vasija de arcilla que tena all, se lav con el
agua caliente que Alihosi le trajo con gran diligencia, se limpi los dientes
con briznas cortadas y machacadas de una hierba fragante, y se perfum el
cogote, los sobacos y el escroto. Por ltimo, se atavi con su toga de seda
verde y se toc con el gorro de jefe.
En el momento en que termin su tocado, las mujeres entraron en
tropel en la plaza rectangular, ante la casa de Nyasanu. El femenino grupo
no iba encabezado por la madre de Nyasanu sino por la tayino, la ms
anciana mujer del clan del padre de Nyasanu, investida de una autoridad
mgica y espiritual casi tan grande como la del xenuga, o jefe del clan.
Tras ella, iba la akauvi, la mujer que haba guisado la ltima comida de
su padre, y que haba presidido el lavado del cuerpo del difunto, el corte
de las uas de pies y manos, el afeitado de todo el vello, cabello, pelo de la
cara, de los sobacos, del pecho, de las piernas, de la regin pbica, a modo
de precaucin, no fuera que esas personales reliquias cayeran en manos
de un maligno hechicero que, convirtindolas en gbos, podra fcilmente
conseguir el dominio de todos los hijos del muerto. Por esto, la akauvi era,
258 Negros son los dioses de mi frica

en cierta manera, la viva representacin del espritu de Gbenu, y, como tal,


tena gran autoridad en todo lo referente a la vida y al futuro de la familia.
Luego venan Gudjo y Chadisi, la ta de Nyasanu, las dos llorando
amargamente. El resto de la asamblea estaba compuesto por respetables
mujeres casadas, as como por varias mujeres libres, con cuya palabra
los dahomeyanos expresaban que esas mujeres no tenan que responder
de sus actos ante hombre alguno, y este trmino de ninguna manera
guardaba relacin con la moral de dichas mujeres. Dos o tres de esas
mujeres libres eran jefes del grupo de viviendas en que habitaban y
padres de muchos hijos. Esto se basaba en una convencin social. Todos
los habitantes de Dahomey aceptaban que, en virtud de una de las doce
formas de matrimonio, la llamada gbausu dono gbausi, o dar la cabra al
chivo, esas mujeres muy ricas, ya viudas ya solteras, que gracias a sus
actividades comerciales o por herencia, posean fortunas independientes,
y que, incluso, en algn caso eran esposas de cuna noble o real y cuya edad
haba rebasado ya aquella en que la mujer puede tener hijos, se casaran
con cierto nmero de mujeres jvenes. Esto, en manera alguna significaba
que esas mujeres fueran homosexuales, tal como abiertamente insinuaba
Hwegbe, el to abuelo de Nyasanu, aquel viejo maligno. En realidad, lo
que esas mujeres ricas hacan era incitar a jvenes parientes y amigos a
que yacieran con sus esposas. Pero los hijos resultantes de estos coitos
estrictamente vigilados pertenecan a la mujer fundadora del conjunto
de viviendas, y esos hijos la llamaban padre, del mismo modo que las
esposas la llamaban marido. La vida del pueblo de Dahomey ofreca
gran nmero de variantes, lo cual quiz fuera la razn de la altivez, la
inteligencia y la voluntad de un pueblo al que nadie consigui someter a
esclavitud.
Los nicos hombres presentes, adems de Nyasanu, eran sus
servidores Soye y Alihonu, quienes medio arrastraron entre los dos a Axisi,
que no dejaba de dar patadas, gritar y maldecir. Nyasanu lanz un suspir.
Haba albergado esperanzas de que su hermana acudiera por propia
voluntad, con lo que el acto no hubiera sido tan desagradable. Pero, en
realidad, hubiera debido prever que las cosas ocurriran tal como estaban
ocurriendo. Axisi era Axisi: rebelde hasta lo ms hondo de su altivo y tierno
corazn. Nyasanu orden a sus servidores: -Atadle los pies y las manos.
Luego quedaos a mi lado, por si os necesito.
Soye y Alihonu intentaron obedecer la orden. Pero Axisi era verdadera
hija de su padre. Tampoco hay que olvidar que meda un metro ochenta
de estatura, y que su cuerpo, esbelto, fino y grcil, contaba con las fuerzas
propias de una pantera negra. Por fin, Nyasanu se vio obligado a ayudar
a sus servidores, no sin que tuviera que pagarlo con un poco de sangre a
Frank Yerby 259

causa de los araazos que Axisi le dio en cara y brazos, y tambin a costa
de ver gravemente comprometida su dignidad de jefe. Cuando por fin el
trabajo qued terminado, Nyasanu oy el sonido de una risita burlona, y, al
dirigir la mirada airada hacia el lugar en que haba sonado, vio que la mujer
que haba redo era Yu, la esposa nmero uno de su padre y madre de su
hermanastro Gbochi.
En el nombre de Legba, dios del deseo carnal y de las maldades,
Nyasanu se pregunt quin habra invitado a Yu a formar parte de
la asamblea. Entonces pens que con toda seguridad nadie la haba
convocado, sino que, sencillamente, Yu se enter de lo que iba a suceder
-despus de la fanfarronera el predominante vicio de los dahomeyanos
era la chismorrera-, y se haba presentado por propia iniciativa. Lo peor
del asunto era que nadie poda impedirle que se quedara all. En su calidad
de viuda del padre de Nyasanu, Yu tena pleno derecho a participar en las
deliberaciones. Nyasanu alz la voz: -Dangbevi! Sosixwe!
Las dos jvenes esposas salieron volando de la casa y se presentaron
temblando ante Nyasanu, quien dijo:
- Traed taburetes para la venerable tayino y para la akauvi de mi
padre, a quienes se debe gran respeto. Decid a Huno y a Alihosi que traigan
mi parasol y dos ms. Alihosi sostendr mi parasol sobre mi cabeza, en
tanto que t y Sosixwe daris sombra a la cabeza de mis dos mayores
antepasados vivos. Huno abanicar a las dos. Comprendido? Dangbevi
musit:
- S, mi persona mayor.
Nyasanu advirti la intensa expresin de ofendido dolor en las pupilas
de Dangbevi. Incluso en un asunto de tan poca monta como el de sostener
el parasol sobre su cabeza, Nyasanu daba trato preferente a Alihosi, y de
ello Dangbevi se dio plena cuenta. Nyasanu se dirigi a sus criados:
- Disponed las ramas de palmera.
Soye y Alihonu colocaron las ramas, o, mejor dicho, el pelado vstago
de las ramas, en el suelo, ante la casa de Nyasanu, formando un cuadriltero
rectangular. Dentro de ese cuadriltero las esposas de Nyasanu colocaron
los tres taburetes, el de Nyasanu, o sea el alto y ricamente tallado taburete
de jefe que haba heredado de su padre, y dos taburetes ms bajos y ms
sencillos, en los que se sentaran la mujer jefe del clan y la sagrada mujer
custodia de las reliquias y la memoria del padre de Nyasanu. Ninguna
otra mujer poda penetrar en el cuadriltero hasta que fuera invitada a dar
testimonio.
La tayino y la akauvi se sentaron. Dangbevi y Sosixwe abrieron los
260 Negros son los dioses de mi frica

coloridos parasoles sobre las cabezas de blanco cabello de las dos mujeres.
Alihosi abri el parasol del jefe, adornado con dibujos, hechos con apliques
de tela, que representaban las muchas hazaas de valenta llevadas a cabo
por Gbenu y daban fe de ellas. En su momento, Nyasanu encargara la
construccin de su propio parasol de gran jefe, y los dibujos con apliques de
tela representaran sus heroicos actos. A pesar de su juventud, poda ordenar
se representara una escena que superaba cualquiera de las de su padre. S,
porque, cuntos hombres podan alardear de haber ganado una guerra, por s
solos, haber capturado a un prncipe enemigo y haber salvado la vida del rey?
Con gran dignidad, Nyasanu se sent y dijo:
- Yo, vuestro toxausu, me constituyo ante los presentes. Estamos
reunidos formando tribunal de justicia. Ante nosotros tenemos al preso,
se trata de Axisi, acusada de haber faltado a sus deberes de castidad y de
haber traicionado al hombre con quien est formalmente prometida en
matrimonio. En mi calidad de jefe, quiero aclarar una cosa: pese a que Axisi
es m novichi nyqnu, hija de mi madre e hija de mi padre, hermana que no
hermanastra, ello no tendr influencia alguna en mi decisin, salvo, quiz,
en dar ms severidad a mi sentencia. S, por cuanto Axisi habr mancillado
el honor de mi padre, si es cierta la acusacin, as como el mo. Ahora, que
la acusada se adelante.
Axisi dijo:
- Cmo puedo adelantarme si me han atado los pies como si fuera
un chivo expiatorio?
La akauvi dijo severamente:
- Si hubieras mantenido los pies unidos, as como las rodillas, tal
como toda doncella debe hacer, no te veras en este trance. Que una de las
mujeres corte la soga que le ata los pies!
La orden se cumpli rpidamente. Axisi se adelant y qued en pie
ante las dos viejas y su hermano. Nyasanu le pregunt:
- Esperas hijo, mujer?
Burlona, Axisi contest:
- S, hermano.
Como un len, Nyasanu rugi:
- No soy tu hermano, mujer! Soy tu juez! Ahora, contesta: Es
Asogbakitikly el padre del hijo que esperas?
Axisi sonri y repuso:
- Puede el escultor convertir la arcilla en escultura sirvindose del
lacio tallo de la flor de loto?
Frank Yerby 261

Al or estas palabras, todas las mujeres abrieron la boca y aspiraron


aire escandalizadas. A los odos de Nyasanu lleg la palabra vergenza,
vergenza, impulsada por la marea del aliento liberado. Entonces,
Nyasanu se levant, cogi una vara de palo hacha de uno de los montones
en las que estaban las que l haba amaado para que se quebraran.
Despacio se coloc a la espalda de su hermana. Blandi la vara, y el silbido
de la vara fue como el silbido del viento de un dios en la tormenta rugiendo
sobre las tumbas annimas de los pecadores muertos. Tres cuartas partes
de la flexible vara de palo hacha se cieron alrededor del cuerpo de Axisi,
abriendo su piel como si la vara hubiera sido afilado cuchillo. Tanta fue la
fuerza del golpe que Axisi cay midiendo el suelo con su cuerpo cuan largo
era.
All qued, llorando en silencio. Entonces, Axisi vio, por vez primera,
los tres montones de varas de palo hacha. Sigui con la vista fija en ellos.
-Segn la costumbre imperante en Dahomey, los azotes no se cuentan, y
solamente se cuentan el nmero de varas que se quiebran en la espalda
desnuda del penado. Una vara de palo hacha puede resistir cien golpes
sin quebrarse, e incluso doscientos. Tres haces de diez varas cada uno
representaban un mnimo de trescientos azotes. Despus de tal nmero
de azotes, la piel, la carne y los msculos de Axisi habran desaparecido,
dejando al descubierto los huesos de su espalda. En voz baja, Axisi dijo:
- Mi seor toxausu, ya que te has propuesto matarme por haber
deshonrado nuestro gwe, nuestra casa, te ruego que lo hagas con el cuchillo.
Nyasanu dijo:
- Silencio, mujer! Todava no he dictado sentencia. Y la sentencia que
dicte, de ti depender. Y ahora te exhorto a que hagas respetuoso uso de esa
lengua que tienes dentro de la boca, y que me digas quin es el padre del
hijo que llevas en el vientre. Cmo se llama?
Axisi le dirigi una torcida sonrisa:
- Los nombres, no el nombre. Porque fueron tres.
De nuevo las mujeres abrieron la boca y soltaron un oh. Sin duda
alguna, en la tradicin oral del pas no haba habido jams confesin tan
degradante.
Nyasanu mir a su hermana. Luego mir a su madre. Esta y ta Chadisi
haban ocultado el rostro, cada una en el hombro de la otra, y sollozaban
ruidosamente. En tono fatigado, Nyasanu pregunt:
- Y no tienes idea de cul de esos tres con quienes te has deshonrado
y has deshonrado a tu casa es el padre?
- S, mi seor: los tres. Eran espritus, y, como es bien sabido, los
262 Negros son los dioses de mi frica

espritus estn dotados de grandes poderes. Sus nombres son Mase,


Agadeyaunsu y Siligbo. Y quiz tambin tomara parte Hwesiyo. Pero
estaba ya tan cansada, que no lo s de cierto
Lo que surgi de las gargantas de una tercera parte de las mujeres fue
un estallido de rabia. Sin necesidad de mirar, Nyasanu saba cules eran
las mujeres que haban producido aquel sonido. Todas pertenecan al clan
de su padre. Ya que, a diferencia de los otros clanes, el de Ayativi Gaminu
no tena un solo taukwiyo o fundador, sino cuatro. Y aquella consumada
maestra de la burla y la malignidad, su hermana Axisi, haba atribuido a
dichos fundadores, o, por lo menos, a sus espritus, la paternidad de su hijo.
Nyasanu se mantuvo quieto, mirando a su hermana, y en sus ojos
haba cierta expresin de renuente admiracin. Como ejemplo de astucia
dahomeyana, la contestacin de su hermana haba sido magistral. Nyasanu
tena la certidumbre de que no haba mujer alguna que creyera a otra
cuando esta ltima aseguraba que su hijo haba sido engendrado por el
espritu del fundador de su clan, y ello era as incluso en los casos en que el
bokono adveraba tal afirmacin. Todos saban que el adivino se prestaba al
soborno. Adems, era altamente sospechoso que las mujeres que hicieran
esta afirmacin fuesen casi siempre solteras o casadas cuyos maridos haban
estado ausentes tanto tiempo, en alguna de las campaas blicas del dada;
a esas mujeres no les quedaba ms remedio que ampararse en los espritus,
o bien sostener la tesis, todava ms dudosa, de que haban sido vctimas
de un prolongado embarazo. Sin embargo, ambas creencias formaban parte
de la religin de Dahomey. Muchos hijos bastardos vivieron toda su vida
respetados por todos, gracias a que algn bokono los haban declarado hijos
del espritu del tauhwiyo. Y algunas esposas dieron a luz hijos legtimos
despus de que sus maridos llevaran ms de tres aos prisioneros de los
auyo, debido a que un bokono propicio haba declarado que un azaundato,
o hechicero maligno, las haba sometido a un encantamiento que les haba
impedido, durante dicho tiempo, dar a luz al hijo engendrado por el
legtimo marido.
Nyasanu saba que esas creencias constituan prudentes salidas cuya
finalidad era suministrar cierta imprescindible y humana flexibilidad a la
rigidez de las costumbres y la religin de Dahomey. Nyasanu no crea que
pudieran realmente ocurrir. Tema la certeza de que su hermana menta;
pero quin poda demostrarlo? Para los vudun africanos nada imposible
haba.
La tayino dijo, escupiendo con los labios las palabras, porque contaba
ochenta aos y haca ya mucho tiempo que haba perdido todos los dientes:
- Hijo-jefe, ms valdr que llamemos a Zezu, el adivino.
Frank Yerby 263

Dndole el tratamiento de nochi, mi madre, como muestra de respeto,


Nyasanu dijo:
- Todava no, nochi. Primero, veamos si insiste en sus afirmaciones.
Se volvi hacia la multitud, y grit:
- Mi seora Yu!
Yu se adelant, con expresin de pasmo en el rostro. Y esta expresin
encontr su eco en los rostros de Gudjo, Chadisi e incluso la propia Axisi.
Pero Nyasanu estaba ejerciendo su innata astucia en el ms alto grado.
Saba cun terrible humillacin significaba para Axisi el que l se sirviera
de Yu como brazo ejecutor, y esa humillacin sera ms eficaz que cualquier
nmero de azotes, a los efectos de vencer la resistencia de su hermana.
Nyasanu orden:
- Tomars estas cinco varas y las rompers en la espalda de esta
mujer. Despus de cada tanda de cinco azotes hars una pausa, para que yo
pregunte a la acusada si insiste en su afirmacin de que el hijo que lleva en
las entraas fue engendrado por los poderosos muertos.
Axisi repuso:
- Nya, mi seor, elige a cualquier otra mujer. Aztame t mismo. Pero
no me sometas a esta humillacin. No dejes que me azote esta ramera que
se ha abierto de piernas incluso con los monos del bosque!
Nyasanu la reconvino:
- Silencio, mujer! Insultas la memoria de mi padre cuando insultas
a su viuda!
Axisi replic rpida:
- Y ella insult el honor de nuestro padre, en vida, s, porque, por
Mawu-Lisa, ni uno solo de sus hijos tiene las facciones de nuestro padre!
Despacio, Nyasanu precis:
- La seora Yu no est siendo juzgada. Eres t, mujer, a quien
hoy juzgamos, y ten la seguridad de que el espritu de mi padre llora al
contemplarte desde la otra orilla del ro.
Evidentemente, era algo en lo que Axisi no haba pensado. Con ojos
horrorizados, mir a su hermano y gimi:
- Mi seor, mtame. Ordena mi muerte. No no merezco vivir.
Con acentos de cansancio, Nyasanu repuso:
- No. Basta con que digas la verdad y
Tozuda, Axisi neg meneando la cabeza. Nya saba la razn, e
incluso admiraba a su hermana por su actitud. Como Kapo no terna el
264 Negros son los dioses de mi frica

dinero suficiente para casarse del modo debido con ella, puesto que,
con la salvedad de los matrimonios xadudo, chiosi y axivivi, es decir, el
concubinato puro y simple, el de las esposas heredadas, y el matrimonio
con princesas, todos los restantes matrimonios de Dahomey implicaban la
entrega de importantes cantidades en dinero y en especie, de qu iba a
servirle a Axisi poner en aprietos a su amante, a causa de un pecado que
haban cometido conjuntamente y que su amante ya no poda remediar?
Despacio, Nyasanu se volvi hacia Soye y Alihonu, sus criados, y les
orden:
- Id a los establos y traed al hombre que all hay preso! Los dos
corpulentos servidores se alejaron al trote vivo. Regresaron arrastrando a
Kapo entre los dos. Haciendo caso omiso de la brusca inhalacin de aire
de su hermana, y de los sorprendidos gritos de las mujeres, Nyasanu mir
solemnemente a Kapo, a quien dijo:
- Kapo, hijo de Hwesbeyu, he ordenado que azoten a esta mujer con
cinco varas, por su pecado contra la castidad. Y as se har si no confiesa el
nombre del hombre que engendr el hijo que lleva. Tienes algo que decir?
Inmediatamente, Kapo contest:
- Dale la libertad, mi seor. Yo soy el padre.
Nyasanu se volvi hacia su hermana. Salvo en su aspecto de
instrumento para inducir a Axisi a decir la verdad, la confesin de Kapo
careca de valor. No haba varn dahomeyano que, al ser acusado de aquel
delito, negara haber engendrado al hijo. Incluso si el acusado se encontraba
en Benin o Kumassi en el momento de la concepcin, se declaraba culpable.
Si no lo haca as, sus antepasados muertos y los dioses de la fertilidad
le castigaran con la impotencia, por cuanto rechazar al hijo significaba
disminuir en uno el nmero de aquellos que les rendan culto. El joven jefe
pregunt a Axisi: -Lo es?
Axisi ahuec la voz: -ste? Es otra flor lacia, mi seor! Nyasanu dijo
a Yu: -Aztala!
Yu dirigi la vista al rostro de Gudjo, y le sonri con total malicia. Yu
estaba all, con la vara de palo hacha en la mano, y las pupilas iluminadas
por la burla y el triunfo. Blandi la vara con todas sus fuerzas, pero en el
mismo instante en que la vara toc la desnuda espalda de Axisi, se quebr
a poca distancia de la mano de la Mujer Cochino.
Yu se qued parada, con la vista fija en la porcin de vara que sostena
en la mano. Cogi otra del montn cuidadosamente seleccionado que
Nyasanu le haba indicado. La alz ferozmente. Y el resultado fue idntico.
Pero mientras miraba la segunda vara quebrada, en las pupilas de Yu haba
Frank Yerby 265

un trmulo destello de miedo. En fin de cuentas, Yu era dahomeyana, y


en Dahomey todos saban que los vudun, los dioses, intercedan en pro
de sus favoritos. Cuando cogi la tercera vara, la mano de Yu temblaba
visiblemente.
Nyasanu le orden:
- Adelante!
Las siguientes tres varas se quebraron con la misma facilidad, al
momento, de manera que Yu, a pesar de ser fuerte como la hembra del
bfalo, no pudo levantar ni siquiera un cardenal en la negra y reluciente
piel de Axisi.
Slo entonces comprendi Nyasanu hasta qu punto su truco haba
superado todas sus previsiones. Las mujeres miraban a Axisi con respetuoso
temor, y musitaban:
- Los vudun la protegen! Los espritus de los fundadores rompen
las varas en el aire, antes que toquen su espalda! No miente, dice verdad!
Fueron los tauwhiyo quienes
Nyasanu levant la mano:
- Ordeno que Kapo, hijo de Hwesbeyu, sea azotado con diez varas,
por el pecado, que l mismo ha confesado, de haber robado una muchacha
prometida en matrimonio a otro hombre.
Axisi dej de sonrer, y dijo:
- Mi seor, por favor!
Como un len, Nyasanu rugi:
- As se har, si no dices la verdad, mujer! Cuando nombres al padre
de tu bastardo, los azotes cesarn inmediatamente!
Axisi no era tonta. Si confesaba la verdad, Kapo quedara condenado
por las propias palabras de Axisi, y sera declarado culpable de robar una
novia a otro, delito que se castigaba con cien azotes por lo menos. Por esa
razn, Axisi decidi negociar. Como todas las mujeres de Dahomey, conoca
a fondo este arte. Despacio, Axisi dijo:
- Confesar, si t, mi seor toxausu, me prometes por tu honor de
juez librar a Kapo de todo castigo, sea cual fuere el nombre que yo diga.
Nyasanu tuvo que hacer un esfuerzo para reprimir una sonrisa, y
accedi:
- Sea! Y por mi honor de juez!
Tambin despacio, Axisi declar:
- Es l. Kapo, quiero decir. Le amo, mi seor. Me consta que es un
intil, pero
266 Negros son los dioses de mi frica

Nyasanu tron:
- Silencio! El juicio ha terminado. En consecuencia, la asamblea queda
disuelta.
Yu protest:
- Pero No se ha tomado decisin alguna La sentencia no
Nyasanu dijo:
- No se ha dictado, efectivamente. Y tampoco cabe dictarla. Este asunto
rebasa el mbito de la jurisdiccin de las mujeres. Ahora, es competencia de
mi clan, del de Asogbakitikly y del de Kapo. Asogbakitikly tiene derecho
a pedirme una indemnizacin, por ser yo el jefe de la familia de mi padre,
tras la muerte de ste, y por no haber tomado las debidas precauciones a fin
de que esta golfa no separara las rodillas
Kapo le interrumpi:
- Nya! Por Fa y por Legba que
Imperturbable, Nyasanu prosigui:
- Y tambin tiene derecho a actuar en contra de este gran conquistador
de rameras, por meterse como un ladrn en las casas ajenas. Dime, Kapo,
hasta el momento a cuntas mujeres has dejado con la barriga hinchada?
Axisi se puso en pie. Ola a sudor. El terrible verdugn que Nyasanu
le haba producido en la espalda se haba hinchado y tensado, pero Axisi
sonrea. No, no sonrea, sino que en su rostro haba la mueca de una sonrisa.
Axisi dijo:
- Slo a una, a m. Kapo no es tan tonto, hermano. Y ya le he
demostrado que soy capaz de dar reposo a su sucia cola, sin hacer el menor
esfuerzo. Y no me digas que es un intil. No, no me lo digas porque ya lo
s. Pero, hermano, te encuentras ante el hombre con las almas ms rectas
de todo Dahomey, a partir de este instante. No es verdad, Kapo? O es
que quieres que vuelva a dejarte sentado en el suelo otra vez, delante de
esa gente?
Enfurruado, Kapo repuso:
- No. Pero, Axisi, sabes muy bien que siempre te he sido fiel.
- S, claro, porque sabas que, de lo contrario, iba a partirte esa intil
cabeza que tienes sobre los hombros. Y, ahora, Nya
- Di, hermana?
- Me perdonas? Me haces el favor de perdonarme?
Hosco, Nyasanu dijo:
- Tendr que pensarlo. Dangbevi! Huno! Llevad a Axisi a casa,
Frank Yerby 267

lavadla y curadle las heridas! Tengo cosas que hacer, mejor dicho, tenemos
cosas que hacer Kapo y yo. Y, ahora, idos, idos todas!
Dos horas ms tarde, Nyasanu estaba sentado ante el xenuga del
clan de su padre. Con l se encontraba Kapo, encogido y con la vista baja.
Alrededor se hallaban los ancianos del clan de los herreros. Nyasanu
pregunt:
- Cul es vuestro veredicto, venerables ancianos?
Adjasmi, abuelo paterno de Nyasanu y tambin xenuga del clan,
habl calmosamente:
- Vivu, nieto, si este libidinoso y joven chivo puede indemnizar al
legtimo pretendiente de la muchacha, por el dinero entregado y el trabajo
ya realizado, por causa de la novia, y si tambin puede ofrecer los obsequios
debidos en un normal matrimonio akwenusi, le aceptar como marido de
mi nieta. Si no, no.
A grandes voces, Kapo protest:
- Pero, mis seores y venerables ancianos, soy pobre! No tengo el
dinero necesario para!
Nyasanu se inclin hacia delante, mviles las aletas de la nariz de
noble lnea, al olisquear algo que le induca a sentir ciertas sospechas. S, ya
que, incluso mientras expresaba sus quejosas protestas, la mano derecha de
Kapo se levant rpida y se pos, con la palma formando cuenco, sobre un
bulto bajo la toga. El joven jefe dijo en voz baja:
- Kapo, cunto dinero hay en esa bolsa que llevas atada al cuello,
debajo de la camisa? Dinero que, me consta, procede ntegramente de las
trampas que has hecho jugando a adjo y a akau, con los pobres diablos que
han tenido la insensatez de jugar contigo. No mientas! Cunto llevas ah?
Kapo musit:
- Dos mil cauris. Pero Nya mi seor esto no basta ni siquiera para
comenzar a pagar
- Dmelos todos! Ya me has odo, Kapo! Dmelos todos!
Intrigado, Kapo extrajo de bajo la camisa la bolsa de cuero, y verti
los cauris en las manos abiertas y unidas de Nyasanu, quien dijo:
- Gran xenuga y venerables ancianos, acepto este dinero como
pago inicial de la finca en que este sinvergenza vive en compaa de su
padre, hombre trabajador y honorable, por cierto. En todas las estaciones
pertinentes, durante diez aos, Kapo me entregar dos terceras partes de la
cosecha, y, al trmino de esos aos, las tierras pasarn a ser de su libre y total
propiedad. Os pido, venerables ancianos, que seis testigos de este contrato.
268 Negros son los dioses de mi frica

Kapo tartamude:
- Pero, pero Y Asogbakitikly? Cmo voy a indemnizarle?
- Te prestar el dinero necesario para que le entregues las cantidades
que reclame, y tambin me har cargo de los gastos de un matrimonio
adecuado con mi hermana. Ese dinero lo cobrar sacndolo del sudor de tu
triste pellejo, durante un par ms de aos de duro trabajo. A cambio slo te
pido una cosa, Kapo
Contento, Kapo dijo:
- Y es, hermano?
- Que hagas astillas tu tablero de adji y que arrojes al fuego tus akau. Y
que lo hagas hoy, ahora, en presencia de estos testigos. Anda, ve a buscarlos.
Te esperamos. Y no creo necesario decirte lo que le ocurrir a tu sucia cola
si dejas de ir a trabajar, aunque sea un solo da, esos campos que acabas de
comprar, o, mejor dicho, que has comenzado a comprar. Incluso si ests
agonizando, tendrs que ir arrastrndote al trabajo, Kapo. Has odo bien
lo que he dicho?
- S, hermano, quiero decir, s, mi seor.
Unas horas despus, cuando Axisi supo lo ocurrido, fue volando a
casa de su hermano, se postr ante l, le bes los pies, se arroj tierra a la
cabeza, y aull y babe como un ser enloquecido. Nyasanu dijo:
- Vamos, levntate de ah, Axisi.
Pero apenas hubo pronunciado estas palabras, enmudeci.
Los tres Medias-Cabezas, los mensajeros reales, estaban ante l,
inclinados en profunda reverencia. Le dijeron:
- Gran jefe, los Tributos comienzan la semana prxima. Nuestro
seor, el Leopardo, nos ha ordenado que te llevemos a su presencia, a fin
de recompensar tus grandes hazaas. Te rogamos, oh gran gbonuga, que te
prepares para el viaje.
Cuando Axisi y las esposas de Nyasanu oyeron estas palabras, soltaron
un chillido de alegra. Ya que, si bien gbonuga y toxausu significaban
igualmente jefe, el toxausu era jefe de una sola ciudad o poblado, en tanto
que el gbonuga era el gobernador de una provincia.
Pero, al orlo, conocedor de que su vertiginosa ascensin en la escala
del poder haba comenzado ya, Nyasanu sinti una sbita punzada de
temor. A cuntos hombres haba el Leopardo alzado hasta las nubes, para
dejarlos caer despus, a causa de una falta leve, trivial? Nyasanu saba que
no era prudente llamar demasiado la atencin en el Vientre de Da. Slo
Frank Yerby 269

los hombres del ms remoto pueblo, lejos de Ahomey -los hombres sin
nombre*- gozaban de verdadera seguridad.
Pero esta reflexin se le haba venido a las mientes demasiado tarde.
Ya tena un nombre: gbonuga, gobernador de una provincia. Y era un
nombre con mucho peso. Nyasanu, inmvil, lo sabore. Despus emiti
un profundo y triste suspiro. Dijo: -Oigo y obedezco, nobilsimos seores.

270 Negros son los dioses de mi frica

DIECISIETE

Nyasanu no tard en descubrir que los preparativos de un viaje a


Ahomey, donde los reyes Leopardo tenan su corte, bastaban y sobraban
para poner a prueba los nervios de una de las figuras de bronce que haca
su amigo Amosu. Y as era por cuanto no se poda ir sencillamente a la
capital con la misma facilidad con que caba ir a cualquier otra poblacin de
Dahomey, lo cual comportaba solamente comprar provisiones para el viaje,
dejar a las esposas comida y dinero suficiente para mantener la familia
durante la ausencia del viajero, reunir a los porteadores y a los hombres que
cargaran con la hamaca, y ponerse en marcha. No, eso no era suficiente.
Para ir a Ahomey, Nyasanu tuvo que decidir, con gran cuidado, el nmero
de hombres que le acompaaran, la suntuosidad con que l y aquellos
hombres se vestiran, elegir los pertinentes obsequios para el rey y los ms
destacados personajes de la corte, seleccionar los medios de transporte
en fin, determinar todos los detalles del viaje de manera calculada para
agradar al dada, tan pronto como los omnipresentes espas reales hubieran
informado de estos asuntos al Leopardo, como sin duda alguna haran. Y
lo que suma al joven toxausu en un estado de verdaderamente dolorosa
indecisin era la certeza de que el menor error en materia de protocolo no
slo le costara el favor del rey, tan difcilmente conseguido, sino tambin
la permanente separacin de la cabeza y el tronco.
Para empeorar todava ms las cosas. Nyasanu a nadie poda consultar
sus dudas, ya que, si bien era cierto que en Alladah haba varios ancianos
-entre ellos su abuelo paterno- que haban asistido a las reales ceremonias,
tampoco se deba olvidar que lo haban hecho en tiempos anteriores a los
del presente dada. Y lo que complaca a un rey Aladaxonu poda muy bien
enfurecer a su sucesor, como era bien sabido.
Sin dejar de pensar, Nyasanu anduvo hasta los establos de su padre, y
all se qued parado, con la vista fija en los caballos heredados. Eran cinco.
Cuatro de ellos no eran ms que mseros sacos de huesos, caso de casi todos
los caballos en la tierra del Vientre de Da. Pero el quinto, un caballo entero,
rabe, blanco como la nieve, era muy hermoso. Y, en parte, el buen aspecto
Frank Yerby 271

y salud del caballo se deba al propio Nyasanu. Aos atrs Gbenu trajo a
Alladah no este caballo sino su padre, excelente montura que haba quitado
a un jinete auyo, en el curso de una anterior campaa del rey Gezu, y Nya,
al ver la gran belleza del animal, palmoteo y grit de gozo. En ese momento
su padre le dijo con tristeza:
- S, es muy hermoso, verdad? Tanto peor Dentro de tres meses
habr muerto. El muchacho pregunt: -Por qu, Da?
- No lo s. Los caballos auyo siempre mueren en esta tierra. Creo
que se debe a las moscas. En el pas de los auyo no hay moscas, o, por lo
menos, las moscas de all no son como las de aqu. En tierras de los auyo
hace demasiado calor y el clima es demasiado seco para las moscas, me
parece. Por lo tanto, lo nico que podemos hacer con este magnfico animal
es echarlo a una de nuestras yeguas, y esperar a que el potro que nazca, al
tener la mitad de su sangre procedente de una yegua acostumbrada a las
moscas ts-ts, sobreviva
As se hizo. Y cuando la yegua pari, el potro result todava ms
hermoso que su padre, que a la sazn ya haba muerto, vctima de la
enfermedad del sueo, tal como Gbenu haba previsto. Por esa razn, Gbenu
dio al patilargo animalillo el nombre de Nyoh, frase fau que significa Es
bueno. Y entones fue cuando Nyasanu se atrevi a insinuar algo que, en
fin de cuentas, constituy la solucin del problema, al decir a su padre:
- Da, por qu no lo ponemos, junto con su madre, en un establo
especial, protegido con un mosquitero que no deje pasar las moscas tsts? De esta manera las moscas no le chuparn la vida, y podr crecer y ser
grande y fuerte.
Gbenu mir a su hijo y luego esboz una sonrisa:
- De acuerdo. No tienes mala cabeza, Vi. Quiz lo que has dicho sea
la solucin.
Y realmente, el sistema solucion el problema, aunque por una razn
que Gbenu y su hijo no podan alcanzar. La red redujo grandemente el
nmero de moscas ts-ts que podan atacar al blanco potro. Por esto, el
potro, en vez de estar constantemente rodeado, desde la cabeza hasta los
cascos, por una nube de aquellos enloquecedores insectos que no dejaban de
picar ni un instante, cual era el caso de todos los potros y yeguas de Dahomey
-de manera que los raros ejemplares que por excepcin sobrevivan, se
desarrollaban y crecan en tales circunstancias que acababan siendo los ms
mseros ejemplos de ganado caballar del mundo-, Nyoh slo fue picado
alguna que otra vez, por lo que en su sangre se form un gbo contra las
moscas ts-ts, parecido a aquel que los furtoo, las gentes despellejadas,
haban inventado contra el azote de Sagbata: la viruela. Nyoh era, con
mucho, el ms hermoso caballo de Dahomey.
272 Negros son los dioses de mi frica

Mientras lo contemplaba, Nyasanu acarici la frente del caballo


blanco, que alarg el cuello y relinch de placer.
Nyasanu pens: Hago el viaje con este caballo? Desde luego causara
una excelente impresin: vestido de seda verde, montado en Nyoh y
Aqu, Nyasanu interrumpi esta clase de pensamiento. El recuerdo
del dada, el propio rey Gezu, montado a caballo, dirigindose hacia el
territorio de los maxi para iniciar la guerra, volvi, perturbador, a la
memoria de Nyasanu. La montura del rey era el jamelgo ms lamentable
que caba imaginar. Desde luego, en parte ello se deba a argucia. Pero
tambin era preciso tener en cuenta que las monturas del minga, el nteu,
el gao y el kposu -el propio padre de Nyasanu- poco mejores eran que la
del rey. De repente. Nyasanu tuvo la absoluta certeza de que ni siquiera el
dada tena en los establos reales un caballo cuya belleza y fortaleza pudiera
compararse con las de Nyoh.
En consecuencia, razon Nyasanu, no puedo llevrmelo. Superar en
algo al dada era una de las ms rpidas formas de suicidio que haba entre
los mortales.
Pensativo, Nyasanu se apoy en el quicio del establo: Entonces,
ser cuestin de viajar en hamaca? Por ser jefe, y sobre todo por mi calidad
de Gbonuga, tengo derecho a usar hamaca. La mejor hamaca de verde
seda bordada, y a la sombra del ms grande y bello parasol de mi padre,
seguramente
Volvi a hacer una pausa en sus pensamientos, y en sus negras
pupilas comenz a brillar un lento y astuto destello de burla.
Pens: Esto es lo que esperan todos esos envidiosos que a partir de
ahora intrigarn para provocar mi cada, y se ingeniarn modos y maneras
para privarme del favor del dada. S, esperan que llegue elegantemente
ataviado, dando el gran espectculo. Y entonces dirn: Mralo, ah llega
el palurdo de provincias, estallando de orgullo, con la pretensin de
imponerse a todos nosotros, como si fuera un axo de sangre real. Luego
comenzarn a murmurar y a murmurar: Ten cuidado, oh poderoso Dada
Este individuo, que carece en absoluto de humildad, seguramente trama
algo con el fin de apoderarse de tu trono, tal como t te apoderaste del
trono de tu hermano mayor, Adanzau (1). En consecuencia, ser cuestin

(1) Nota histrica: Gezu pudo destronar a Adanzau debido a que este rey, hermanastro
de Gezu, fue el ms odiado monarca de la historia de Dahomey, a causa de su sadismo,
y el pueblo apoy unnimemente a su hermano menor; entre otros demostrados excesos,
Adanzau vendi, como esclavas, a compradores brasileos, a la madre de Gezu, as como a
todas las mujeres a su servicio.
Frank Yerby 273

de defraudarlos haciendo exactamente lo que no esperan de m. Ir como


un peregrino, vestido de algodn blanco. Llevar conmigo slo diez
porteadores, seis de los cuales cargarn con los obsequios para el dada, y
los otros cuatro con las provisiones para el viaje. Entonces, cuando el dada
me vea, pensar: He aqu un joven modesto y humilde, y pensar que este
ser tan sencillo me salv la vida y me proporcion grandes ganancias!
Nyasanu sonrea ante sus propios pensamientos. No caba la menor
duda de que se le haba ocurrido la mejor solucin. Por lo tanto, habiendo
ya tomado su decisin, se olvid del asunto y pens en otros.
Dio una palmada, y esper a que sus criados, Soye y Alihonu, llegaran
corriendo, procedentes de la fragua de Nyasanu. Cuando estuvieron lo
bastante cerca para que le oyesen, sin tener que gritar, les dijo:
- Id al conjunto de viviendas de mi hermanastro Gbochi y traedme a mi
to abuelo Hwegbe. No le pidis que venga, porque ese viejo sinvergenza
se ha pasado la vida entera desafiando todo gnero de autoridad. Traedlo.
Y traed tambin sus herramientas de tallar madera. Cuando lo tengis
aqu, encerradle en el almacn vaco, en la parte trasera del conjunto de
viviendas. Entonces, me las entender con l.
Los criados dijeron:
- Omos y obedecemos, gbonuga.
Nyasanu los mir. Luego lanz un suspiro. Que los criados le hubieran
dado el trato de gbonuga, gobernador o excelencia, demostraba que alguna
de sus esposas hablaba demasiado. Tarde o temprano, Nyasanu se vera
obligado a llevar a efecto las amenazas tantas veces anunciadas -por lo
que Nyasanu saba con amarga certeza, sus esposas se rean a escondidas,
sabedoras de que no tena estmago para tolerar la crueldad-, y darles a
todas una buena tanda de azotes. En voz mansa, Nyasanu dijo:
- No soy gbonuga, sino slo toxausu. Cuando regrese quiz tenga un
rango superior al de jefe de esta poblacin, y quiz no lo tenga. Eso depende
del dada. Pero, en fin, crea que vosotros dos erais lo bastante listos para no
prestar atencin al cloqueo de esas tontas gallinas que ni siquiera poner un
huevo saben.
Los criados le miraron, y despus bajaron la vista, muy avergonzados.
Nyasanu dijo:
- Bueno, olvidaos del asunto y traedme a ese maligno viejo. Lo
necesito; pero, por Legba, no se lo digis.
Mientras contemplaba cmo los criados se iban corriendo, Nyasanu
volvi a sentir la inquietante sensacin de que no tardara en encontrarse
con problemas y desdichas. Pero decidi no preocuparse. Lo que uno
hace para evitar los futuros problemas que uno teme se planteen, cuesta
274 Negros son los dioses de mi frica

demasiado tiempo y dinero. Dinero no le faltaba, pero careca del tiempo


suficiente para pasarse cinco das en el fafume, bosque del destino, de Zezu,
escuchando la incomprensible jerga destinada a evitar el mal. Nyasanu
comenzaba a sospechar que todo lo que hacan los bokonos y azaundato
era pura tontera sin sentido alguno, y que, cuando ello daba resultado, se
deba a que la simple coincidencia obraba tal milagro.
Por lo tanto, relegando a los adivinos y hechiceros al limbo, Nyasanu
se dirigi hacia el almacn situado junto a su fragua. All guardaba cierto
nmero de ase, los decorados altares de hierro utilizados para dar culto a
los tauvudun, o sea, los dioses ancestrales. El propio Nyasanu haba forjado
aquellos ase, que eran muy hermosos. Lo nico que tena que hacer era
seleccionar el ms hermoso, para ofrecerlo a los antepasados del rey. Sin
duda alguna, un obsequio inspirado en tan piadosos sentimientos tendra
que complacer al monarca.
Pero apenas hubo dado Nyasanu cuatro pasos, se dio cuenta de la
presencia de Alihosi, que se arrodill ante l, puso la frente en el suelo, y
se dedic, con gran diligencia, a arrojarse tierra en la cabeza, con las dos
manos, en muestra de humildad. Nyasanu casi gru:
- Bueno, qu pasa ahora? Es que esas tres gatas han vuelto a burlarse
de ti?
- No, grande y noble gbonuga, cuya sola sombra basta para honrar a
su servidora y esclava.
Tras de decir estas palabras, Alihosi tartamude, y en su voz, un
tanto aguda y spera, Nyasanu advirti la vibracin de la ms pura nota
de triunfo:
- No. Es que yo yo
Impaciente, Nyasanu la apremi:
- T, qu?
- Pues que he odo lo que mi ms noble y glorioso de todos los
grandes seores que viven en el Vientre de Da ha dicho a Soye y Alihonu.
En consecuencia, si mi axo, mi prncipe, su excelencia, lo permite
- Por Legba, mujer, llmame marido! Es que no tienes el sentido
comn suficiente para olvidar las recompensas y ttulos que el Leopardo
todava no me ha concedido?, no sabes, desde los tiempos en que mi
padre viva, que lo nico que no vara en los leopardos son sus manchas?
Y, desde luego, sus estados de humor y sus favoritismos varan sin cesar.
En consecuencia, si tienes algo que decirme, dilo de una vez. Pero ha de ser
importante, porque dispongo de muy poco tiempo.
Alihosi murmur:
- Creo, vamos, me parece que es importante, medaxochi, mi persona
Frank Yerby 275

mayor, a pesar de que no soy yo quien debe decirlo, como bien sabe mi
seor. En fin, te lo voy a decir de la siguiente manera: por lo menos tienes
una gallina que tiene derecho a cloquear en este mundo.
Nyasanu se qued inmvil. Era difcil dar nombre al sentimiento que
le invada. Iba a tener un hijo, lo que era, o hubiera debido ser, motivo de
alegra. Pero ese hijo se lo iba a dar la marchita y poco agraciada mujer que su
padre le haba dejado, en vez de drselo Dangbevi, como Nyasanu deseaba
con todas sus tres almas. Cmo iba a ser el hijo que la pobre y fatigada
Alihosi iba a darle, habiendo sido ese hijo engendrado con sentimientos de
lstima, y formado en el vientre, hasta entonces yermo, de una mujer que se
acercaba a la edad de la esterilidad? Un ser dbil? Un cobarde? Un gaglo
como su hermanastro Gbochi?
Por fin, Nyasanu se dio cuenta de que Alihosi estaba observando
atentamente su cara, y, por la expresin del rostro de Alihosi, era evidente
que sta se haba dado clara cuenta del desencanto de Nyasanu. Por ello,
Nyasanu hizo un esfuerzo para sonrer tiernamente a Alihosi despus de
decir, en silencio, en el fondo de su corazn, la siguiente plegaria: O vudun
de la tierra, del cielo, del mar y del trueno, haced que sea una nia, levant
a Alihosi, la abraz y bes, y le dijo en un murmullo:
- Sean en tu nombre alabados los vudun, Alihosi, porque eres una
mujer verdadera.
Alihosi le mir con las pupilas contradas y suspicaces durante unos
instantes, y luego se le iluminaron. Alihosi poda perdonar a Nyasanu que
se hubiera desilusionado, ya que considerndolo framente, careca de
importancia. Alihosi haba triunfado. Por poderosas que fueron las armas
de sus rivales -belleza, juventud, sensualidad, encanto-, ella las haba
derrotado ya. S, porque, cuando Nyasanu viera al hijo que Alihosi tena la
certeza iba a darle -alto como el tronco de un loco, amasado con la belleza
de la mismsima noche y con ojos como luceros-, Nyasanu quedara para
siempre ligado a ella. Estaba absolutamente segura. Nyasanu pregunt:
- Lo has dicho a las otras?
- No, marido. He pensado que sera mejor que t
- Que fuera yo quien se lo dijera? De acuerdo. Pero lo har ms
adelante, cuando me den otra ocasin de reirlas, que, por Legba, dios del
deseo carnal y de la malicia, me darn sin duda alguna. Y ahora vuelve a
casa. Tindete. Evita todo trabajo duro. Te mandar tres esclavas maxi para
que hagan todas tus tareas y
Pero Alihosi movi negativamente la cabeza. En aquellos instantes,
envuelta en su dignidad y en su orgullo, era casi hermosa. Dijo:
- Soy una verdadera mujer, tal como mi seor ha tenido la bondad de
276 Negros son los dioses de mi frica

decir. Guisar la comida de mi seor y cuidar su casa, y le amar con mi


cuerpo hasta que el vientre se haya hinchado demasiado para ello. Dar un
hijo a mi seor es una alegra tan grande, que constituir la fuente de mis
fuerzas. As es que no me mandes tres tontas y charlatanas desgraciadas,
para que estn siempre a mis pies, y lo rompan y estropeen todo, y quemen
la comida. Puedo hacer por m misma las tareas propias de una esposa.
- Como quieras, esposa.
Nyasanu volvi a besarla y aadi:
- Hablaremos de ello esta noche. Ahora debo irme.
- Adnde vas, mi persona mayor?
Nyasanu la mir. Que Alihosi quisiera investigar las andanzas de
Nyasanu representaba una audacia que aquella mujer no haba tenido hasta
el presente. Pero Alihosi esperaba un hijo, y seguramente sera la madre del
heredero, por lo menos nominal, de Nyasanu, por lo que ste pens que
Alihosi no haba rebasado los lmites de sus derechos al hacerle aquella
pregunta. Contest:
- Voy a consultar con los media-cabeza, ya que, si quieren, pueden
decirme qu clase de preparativos debo hacer para el viaje.
- Que sus consejos sean buenos, marido.
Y tras decir estas palabras, Alihosi dio media vuelta y regres a la
casa.
Cuando Nyasanu lleg a la casa de los invitados, que su dokpwe
haba construido para los reales emisarios -lo cual los miembros del dokpwe
haban hecho en menos de una tarde, consiguiendo tal hazaa gracias al
extraordinario celo con que trabajaron-, encontr solamente a uno de los tres
media-cabeza. Era el principal de los tres, y estaba sentado ante la puerta
de la casa de invitados, moviendo despacio la cabeza a derecha e izquierda,
de manera que mostraba alternativamente la mitad afeitada y la mitad
cubierta de denso cabello rizoso, lanudo y negro. Nyasanu comprendi
que el media- cabeza vigilaba todos los puntos de entrada al conjunto de
viviendas. Y sus ojillos, negros y pequeos, como cuentas, tenan expresin
fra y serena. Ms an, la esclava maxi que Nyasanu le haba proporcionado
para sus ntimos placeres, estaba sentada a dos varas del media-cabeza, con
la espalda apoyada en la casa, y dormitaba pacficamente al sol de la tarde.
Pero, a juzgar por los sonidos procedentes del interior de la casa,
los otros dos media-cabeza estaban haciendo pleno uso del vino y de las
sinuosas jvenes esclavas con que Nyasanu los haba obsequiado. Apart
la mirada de la puerta, y tambin su atencin de los sonidos, los jadeos,
los gemidos y los sordos golpes que sonaban en el interior de la casa. Eso
Frank Yerby 277

formaba asimismo parte de la existencia, una parte muy importante, ya


que era causa y origen de vida. Pero, por Mawu-Lisa, ser testigo de ello o
escuchar los correspondientes sonidos, resultaba muy feo. Entre todos los
actos humanos, ninguno hay que exija tanta intimidad como ste, pens
Nyasanu.
Pero el principal media-cabeza ya se haba puesto en pie, y le saludaba
con una profunda reverencia, diciendo:
- Cul es tu deseo, mi seor gbonuga?
- Que me hagas partcipe de un poco de la gran sabidura que tu cabeza
alberga. Nunca he visitado Ahomey. Y he pensado que quien camina bajo
los rboles entre los que el Leopardo vive, debe hacerlo sin producir ruido,
y con ojos en el cogote
El media-cabeza ri y dijo:
- Bien dicho! Y qu es lo que el joven gbonuga, ya poseedor de la
sabidura, quiere saber?
- Muchas cosas. En primer lugar dir que he decidido ir a Ahomey,
con la mayor sencillez, y ataviado con ropas menos lujosas que aquellas
que en realidad puedo permitirme. Por otra parte, ir con muy poca gente,
tambin sencillamente vestida. Lo consideras procedente?
- Fa te ha concedido la inteligencia de tu padre.
- Adems, iremos a pie.
- Tambin esto es aconsejable, pero si una de tus esposas espera
un hijo, creo que puedes permitir que vaya en hamaca, que llevarn los
correspondientes porteadores
- Entonces, puedo llevar a mis esposas conmigo?
- S. Joven seor, debes saber que se celebrarn ciertas ceremonias en
las que su presencia ser til, e incluso necesaria.
Con calma, Nyasanu dijo:
- Comprendo.
Pero el corazn le dio un vuelco, ya que, con casi toda seguridad,
las palabras del media-cabeza significaban que le daran una princesa por
esposa. se era el nico rito -excepcin hecha de su propio entierro- que
se le ocurri en que la presencia de sus esposas fuera imprescindible. Y
la idea no le gustaba, ni mucho menos. No caba la menor duda de que el
hecho de dar a un hombre una princesa de sangre real, una hija del rey, por
esposa, a modo de premio a su valor, representaba un gran honor, pero
tambin problemas ms grandes todava. Y as era por cuanto el hombre
que se casa con una mujer sobre la que no ejerce dominio alguno, y nunca
podr ejercerlo, no hace ms que buscarse los mayores desastres. Incluso
278 Negros son los dioses de mi frica

cuando la mujer en cuestin no pertenece a la real familia, sino que era


simplemente una de las damas de honor o camareras de alguna princesa,
como ocurri en el caso de Yu, la esposa de su padre, y esa mujer era dada
por su real ama, gozaba de total inmunidad a todo castigo, fuera lo que
fuese lo que hiciera, incluso si cometa flagrante adulterio. A pesar de la
bravura de Gbenu, a pesar de ser un gran jefe y un perfecto caballero, tuvo
que cerrar los ojos y aceptar el deshonor, en cuanto a Yu haca referencia.
En casos as, la alternativa era muy sencilla: o uno se tragaba su orgullo de
varn o aceptaba la muerte.
No siendo sta materia que pudiera discutir con el media- cabeza,
Nyasanu abord un problema ms sencillo. Distradamente, pregunt:
- Voy entonces con hamacas?
- Una hamaca. Una hamaca sencilla, sin demasiados adornos. Y eso
nicamente en el caso de que una de tus esposas est embarazada. Ahora
eres gbonuga, pero has pedido mi consejo y por eso te lo doy con toda
franqueza. No suscites celos hasta el momento en que tu posicin est
firmemente establecida. Ms adelante, el puesto que te est reservado te
exigir grandes alardes. Ahora, tal como parece has comprendido por ti
mismo, tu principal preocupacin es no ofender a nadie. En fin de cuentas
incluso las kpausi, las esposas del Leopardo, van a pie cuando se dirigen a
servir la comida a los dirigentes con nombre.
Nyasanu saba a qu se refera el media-cabeza, puesto que Gbenu
le haba explicado tan extraa costumbre. Todos los altos dirigentes de
Ahomey, por muchas que fuesen las esposas que tuvieran, coman guisos
confeccionados por las reales esposas, y, ms an, eran las mismas kpausi
quienes transportaban la comida a la casa del dirigente.
A este respecto, Gbenu haba dicho: Es algo terriblemente molesto.
Adems de que el arte culinario de la mayora de las mujeres de dada es
abominable, se da, por aadidura, el molesto hecho de que, cuando las
reales esposas salen para cumplir tan estpida misin el trnsito de la
capital queda paralizado. Por estar prohibido que cualquier hombre mire
a las esposas del Leopardo, stas van precedidas de jvenes esclavas que
tocan una campana, y al sonido de la campana todo hijo de vecino que se
encuentre en la calle, incluso si se trata de un mendigo ciego como una
piedra, ha de quedar quieto donde se encuentre, y ponerse de espaldas al
cortejo, bajo pena de perder la cabeza.
Nyasanu dijo al media-cabeza:
- Slo una de mis esposas espera un hijo, mi seor media- cabeza. Y si
ello no constituye una falta de respeto, la dejar aqu
- Hazlo as. Hay algo ms que mi joven y sabio seor desee saber?
Frank Yerby 279

- Los obsequios. Qu clase de obsequios debo hacer?


Con cautela, el media-cabeza repuso:
- Bueno, ste es un asunto mucho ms difcil. No es necesario que
sean muy costosos, puesto que ahora comienzas tu ascenso en la vida, y
si fueran costosos tambin podran suscitar envidia en las gentes que se
encuentren dispuestas a hacerte dao. Adems, el valor de tus obsequios
no impresionara al dada, por cuanto, a decir verdad, todos los objetos y
todos los seres humanos del Vientre de Da le pertenecen. Esos regalos, hijo
de Gbenu, si quieres que realcen tu nombre, han de ser raros, curiosos,
diferentes de todo lo visto anteriormente. Como, por ejemplo Eso!
Nyasanu mir hacia el lugar que el dedo del media-cabeza indicaba,
y vio que Soye y Alihonu se acercaban por el sendero.
Entre los dos trotaba el tallador de madera Hwegbe, gil como un
muchacho de veinte aos, a pesar de sus setenta y tantos. Sobre la cabeza
llevaba el ms hermoso taburete de jefe o de rey -o de rey!, pens exultante
Nyasanu- que haba visto en Dahomey.
Hwegbe sonrea como un viejo mono, su vieja y astuta cara iluminada
por la luz de la burla y la malicia. Con severidad, Nyasanu le dijo:
- Veo que no ha sido necesario que te trajeran a rastras ante m, toabuelo
Hwegbe grazn:
- Ya ves que no, sobrino-nieto oh, mil perdones!, quera decir su
excelencia gbonuga de esta provincia. He venido por mi propia voluntad.
- Y, ahora, supongo que me dirs que tallaste este taburete, en el curso
de los tres das que los reales media-cabeza llevan aqu, para ofrecerlo a
modo de obsequio al dada
- Te equivocas, sobrino. No es eso lo que voy a decirte. El mero hecho
de que seas hijo de Gbenu, y sobrino-nieto mo, es ms que suficiente para
evitar que te portes como un tonto.
- Entonces, cundo hiciste el taburete?
En voz baja, Hwegbe repuso:
- Lo comenc el da en que trajiste de vuelta a Alladah a tu pobre
padre. Y, al principio, slo tena la intencin de hacer un taburete de jefe,
para ti, a modo de signo de paz entre t y yo, mi querido sobrino. Soy
demasiado viejo para echarme otra vez a recorrer caminos, y no es prudente
contar con la enemiga de un jefe.
- Nunca he sentido enemistad hacia ti, taugbochinovi.
- Ya lo s. Por fin, tu amigo Mbula me dijo que fue Kpadunu y su
pandilla de aprendices de brujo quienes casi me mataron a golpes, antes de
280 Negros son los dioses de mi frica

tu matrimonio con Agbale, y que t nada sabas de sus planes y ninguna


intervencin tuviste en ellos. Por eso, tal como te he dicho, comenc a hacer
este taburete, para ti, y tambin me estimul a proseguir la tarea el asco que
me daba ser testigo, muy de cerca, de las actividades de tu hermanastro,
Gbochi, y de su madre, Yu Saba ya que Gbochi ama a los hombres.
Pero ignoraba que Yu le proporcionara amantes -los comprara-, y que esos
hombres se comprometen tambin, en el trato que cierra con Yu, a servir a
sta.
Nyasanu lanz un suspiro:
- Comprendo. Pero, a juzgar por el aspecto de este taburete demasiado
hermoso para un simple jefe, despus cambiaste de idea
- S, o, mejor dicho, me hicieron cambiar de idea. Apenas haba
acabado de darle la primera forma, utilizando mi ms grande y hermoso
bloque de madera de palo de hacha, comenc a or relatos de tu gran
valenta, de que habas ganado t solo, sin ayuda, la guerra al capturar
el Axo Subetzy, heredero del trono de la silla de montar de los auyo. En
consecuencia, y como esta cana y vieja cabezota que tengo encima de este
flaco cuello funciona, mi querido sobrino, inmediatamente me di cuenta de
que habas aadido gran prestigio a tu nombre, y que, a partir de entonces
ibas a gozar del favor del rey. De modo que
Como un eco, Nyasanu pregunt:
- De modo qu?
- Incluso el indirecto favor del rey puede ser de utilidad a un hombre
viejo y cansado, sobrino. Saba que te llamaran a Ahomey -y la presencia
de estos distinguidos visitantes lo confirma-, y que, por deber de cortesa,
tendras que ofrecer obsequios al rey. De qu mejor manera poda yo
asegurar que no faltara un techo sobre mi cabeza, ni comida en mi barriga,
durante el resto de mis das, sino ganndome el favor del rey, a travs de un
hombre que ya goza de l, como, por ejemplo, t, Nyasanu?
- Tenas otro modo de conseguirlo, taugbochinovi, un modo que
siempre ha estado a tu disposicin: regresar a mi casero y confiar en mi
clemencia. Nunca se te ocurri que con alegra te proporcionara todo lo
necesario, porque siempre te he querido, a pesar de tus muchos pecados?
- Sobrino, no me quieres a pesar de mis pecados, sino debido a mis
pecados! Al igual que todos los solemnes y jvenes idiotas -este rasgo lo has
heredado de tu padre, sin la menor duda-, envidias el que yo sepa gozar de
la vida. Pero, en fin, ms vale dejarlo. Dime, te gusta esta obra maestra?
Nyasanu estudi el regio taburete. Se dio cuenta de que era,
exactamente, lo que su taugbochinovi haba dicho: una obra maestra.
Hwegbe haba tallado la serpiente Danh -con la cabeza reposando en la
Frank Yerby 281

base del taburete, que, a su vez, reposaba en el suelo- en el acto de tragarse


un chivo. La cabeza del chivo sala de la boca de la serpiente, y los ojos
del chivo expresaban el terror que senta. Pero, inmediatamente despus
del cuello, el sinuoso cuerpo de Danh formaba tres formidables anillos,
elevndose hacia lo alto, y situados el uno al lado del otro, con cada una de
sus escamas amorosamente tallada en bajo relieve, y la cola se arqueaba,
ms all del ltimo anillo, aplastndose de manera que formaba un plano
paralelo a la cabeza de la serpiente, es decir, se extenda horizontalmente
sobre la base y el suelo. Sobre la cola reposaba el asiento hbilmente
formado para que contuviera la anatoma del rey. Y no haba ni una sola
parte pegada o ensamblada. El taburete haba sido tallado en un solo
bloque de palo hacha.
Calificarlo de obra maestra era solamente un acto de justicia. Nyasanu
dijo:
- Es muy hermoso. En realidad, lo considero la mejor obra salida de
tus manos, to abuelo. Cunto quieres por l?
Hwegbe se ech a rer:
- Nada, salvo tu favor, sobrino y el del rey.
Al da siguiente por la maana, Alihosi qued sumida en amargo
llanto al saber que su joven y principesco marido no le permita correr los
riesgos ni soportar la fatiga del viaje. Tanto el magnfico taburete de Hwegbe
como el casi igualmente magnfico ase de Nyasanu, el altar de hierro
para el templo del culto a los reales antepasados, fueron cuidadosamente
envueltos en un grueso pao de algodn. El principal media-cabeza, que
haba tomado un inmenso y paternal cario al joven jefe, aconsej que los
obsequios se envolvieran de dicha manera. Dijo:
- Sera perjudicial que cualquier confidente dijera al dada, antes del
momento oportuno, en qu consisten tus obsequios, con lo que anulara el
efecto de la sorpresa. A propsito, supongo que tambin llevas las cabezas
que cortaste en la ltima guerra, joven seor
Nyasanu mir la larga hilera de cestos, cada uno de los cuales contena
la cabeza de un maxi o de un auyo, cuidadosamente ahumada, para su
conservacin, y un estremecimiento recorri su cuerpo. Contest:
- S, me dijeron que era necesario.
- Pues no te engaaron. La costumbre impone que el dada pague en
dinero o en especie las cabezas cortadas a su servicio. Y recuerdas bien,
con todos sus detalles, lo que te he dicho acerca del comportamiento que
debe adoptar todo hombre en la corte del dada?
- S, mi seor media-cabeza. Y te agradezco tus enseanzas. -Bien.
282 Negros son los dioses de mi frica

Entonces, no hablemos ms porque vamos a tener que emplear nuestro


aliento en la caminata.
Anduvieron a paso vivo por la senda que conduca a la altiplanicie en
que se encontraba Ahomey. Soye y Alihonu sostenan alternativamente el
parasol de jefe sobre la cabeza de Nyasanu, mientras los restantes criados
cumplan la misma funcin con respecto a los tres medias-cabezas. Cada
una de las esposas de Nyasanu iba con la cabeza protegida del asesino sol
africano mediante un sencillo parasol blanco y sin adornos, sostenido por
una esclava maxi.
Al principio, el camino los llev por entre las tierras de cultivo, cercanas
a Alladah, en las que los gletanu, los grandes cultivadores, tenan sus fincas.
Y el padre de Nyasanu haba sido uno de los ms importantes gletanu, ya
que tena no menos de cinco grandes plantaciones destinadas a cosechas
tales como las de aceite de palma, dtiles, mandioca, mijo, maz, ames,
alubias y caa. Nyasanu haba heredado las cinco plantaciones, puesto
que en Dahomey se consideraba perjudicial dividir la tierra en pequeas
unidades, que es lo que ocurre cuando las fincas del padre se reparte entre
sus siempre numerosos hijos. Sin embargo, este derecho de primogenitura,
impuesto por la costumbre, comportaba -y ello quedaba consagrado por el
incumplimiento, lo mismo, si no ms, que por el cumplimiento- la obligacin
del heredero de asumir la responsabilidad de proteger a sus hermanos y
hermanas, as como hermanastros y hermanastras.
Nyasanu comprendi que, cuando regresara de la capital, quedara
agobiado por el trabajo y las preocupaciones. En primer lugar deba
encontrar ocupaciones adecuadas para sus hermanos, muchos de los cuales
eran slo unas semanas, e incluso unos das, ms jvenes que l, y darles
dinero y bienes para que pudieran comprar esposas. En segundo lugar,
tena el deber de encontrar adecuados maridos a sus numerosas hermanas
en edad de contraer matrimonio, aunque esto ltimo no representaba
una carga econmica sino que, al contrario, el trabajo y los obsequios que
los futuros maridos tendran que darle, en su calidad de jefe de familia,
aumentaran todava ms sus riquezas.
Pero, a pesar de todo lo dicho, Nyasanu se preguntaba si no se haba
comportado con cierta insensatez al haber prcticamente regalado una
quinta parte de sus tierras al intil Kapo, a fin de proteger el porvenir de su
hermana Axsi. Esta preocupacin volvi una vez ms a su mente, debido a
que, en aquel instante, los viajeros pasaban por la plantacin que Nyasanu
haba cedido a su novichesu, su cuado, Kapo, a cambio de un precio que,
si bien era justo, Nyasanu dudaba si llegara a cobrarlo.
Y en aquel instante, como una confirmacin a sus temores, vio
Frank Yerby 283

a su cuado Kapo tumbado a la sombra de un baobab, despatarrado,


profundamente dormido. Una larga fila de esclavos maxi holgazaneaban
junto a los surcos, al sol, dando de vez en cuando un lnguido golpe, con sus
azadas de corto mango, al csped y a la mala hierba que tan rpidamente
crecan en las tierras de la sabana.
A Nyasanu se le hinch una vena en la sien, y la vena comenz a latir al
impulso del fluido de la sangre. Con severa expresin inici el camino hacia
su dormido cuado, mientras pensaba: Por qu fue Axisi tan insensata?
Con semejante intil por marido, la pobre muchacha est perdida!
Pero antes de que Nyasanu llegara al lugar en que estaba su cuado,
vio a Axisi. Sali de detrs de un baobab, sin producir el menor ruido, y se
qued parada, mirando a su marido, con gran tristeza en los ojos. Entonces,
levant la fina vara de palo hacha que llevaba en la mano -y Nyasanu estaba
seguro de que su hermana se haba provisto de ella animada por la absoluta
certeza del espectculo que tendra ocasin de ver al llegar al campo-, y la
dej caer con todas sus fuerzas. La vara silb como el espritu de un hombre
malvado lamentando todos sus pecados. Kapo lanz un aullido que rasg
la luz del da, peg un brinco de tres varas en el aire, y cuando sus pies
tocaron el suelo, ya estaba corriendo. Tras l iba Axisi -cuyo embarazo an
no haba dado volumen a su cuerpo-, blandiendo la vara a cada zancada.
Nyasanu se detuvo. Estaba tristemente seguro de que aquella escena
se repeta a diario. Entonces, muy despacio, en sus labios se dibuj una
sonrisa. No tena motivo alguno para preocuparse por el porvenir de Axisi.
Haba quedado sobradamente demostrado que su hermana saba cuidar de
s misma.
Dio media vuelta, y volvi al lugar en que le esperaban los tres
medias-cabezas, sus esposas, los porteadores y los esclavos. En el instante
en que se reuni con ellos, a sus odos llegaron los sonidos de las risas mal
reprimidas de Sosixwe y Huno. Pero Dangbevi mir a Nyasanu con pupilas
de expresin grave y preocupada. En voz alta, Nyasanu dijo:
- Mi seor media-cabeza, creo que en Ahomey hay un mercado de
esclavos, no?
El principal media-cabeza contest:
- Efectivamente, gbonuga, pero por qu me lo preguntas?
Supongo que no piensas desprenderte de esa gente que te acompaa,
y que, a mi parecer, es excelente.
- No, no pienso desprenderme de mi gente, pero creo que me costara
muy poco desprenderme de dos rientes hembras de hiena que van conmigo.
Inmediatamente, Sosixwe y Huno se arrodillaron ante Nyasanu,
pusieron la frente en el suelo, y se arrojaron tierra encima, mientras geman,
284 Negros son los dioses de mi frica

aullaban y babeaban, en una exagerada ficcin de miedo y arrepentimiento.


Con voz fatigada, Nyasanu dijo:
- Levantaos! Sabis muy bien que no voy a venderos. Pero esta noche,
tan pronto como acampemos, procurar ensearos modales.
Y Nyasanu cumpli su palabra, pese a que lo hizo con asco, por
estimarlo necesario. En presencia de cuantos le acompaaban, azot a sus
dos esposas, dando a cada una de ellas diez o quince azotes, administrados
con caas de bamb tan quebradizas que se rompieron antes de levantar
cardenales en la reluciente y negra piel de Sosixwe y de Huno.
Los golpes apenas les causaron dao, pero poco falt para que la
humillacin les partiera el corazn. Arrastrndose, regresaron a su hamacas,
con la cara oculta, y, en vez de sollozar ruidosamente, como solan, dando
grandes muestras de totalmente fingido dolor, lloraron en silencio, con sus
jvenes y adorables rostros cubiertos de angustiadas lgrimas.
Y, para dar justo remate a la leccin, Nyasanu cogi a Dangbevi de
la mano, y la llev a su cabaa, construida con esteras, que llevaban con
ese propsito, de modo que los cobijos podan montarse y desmontarse
en media hora escasa. Pero Dangbevi qued tendida al lado de Nyasanu,
apoyando un codo en el suelo, y con la vista fija en l. Y Dangbevi dijo:
- Mi joven seor, puedo hacerte una pregunta?
- En el caso de que la pregunta vaya encaminada a saber si pienso
azotarte, caso de que lo merezcas, te contestar que s.
Dangbevi inclin la cabeza, y volvi a levantarla:
- Muy bien. Y tambin me enterrars con todos los honores, mi seor?
Nyasanu se volvi hacia ella, y fij la vista en la oscura y sombra
imagen del rostro de Dangbevi. Con speros acentos Nyasanu dijo:
- No he dicho que te azotara hasta la muerte, Dangbevi. No, y
tampoco lo hara con esas dos rientes hienas. Hay cierta diferencia entre la
justicia y la crueldad, mi primera y principal esposa.
- S, lo s. Pero si llega el da en que pierda tu amor, mi persona mayor,
hasta el punto que consideres necesario azotarme, aunque sea con un solo
golpe, ese da ser el de mi condena. El resplandor del sol poniente del
primer da en que t me reduzcas a aun objeto un objeto que puede ser
golpeado, ser la ltima luz que mis ojos vean.
Nyasanu qued inmvil. Pero la noche qued conmovida por la
liberacin, spera y ruidosa, del aliento de Nyasanu, quien dijo:
- As me amenazas, Dangbevi?
- No, Nya, no, mi seor y mi amor, no es una amenaza, puedes
estar seguro. Decir que maana saldr el sol no es una amenaza, sino una
Frank Yerby 285

certidumbre. Y es tan seguro como esto el que morir, con mi propia mano,
antes que soportar una humillacin tan grande.
Nyasanu fij la vista en la techumbre de la cabaa. La techumbre
estaba mal tejida, y, en un sitio, permita ver la luz de una reluciente estrella.
Nyasanu, tendido, guard silencio largo rato. Luego emiti un suspiro, y
lenta y serenamente dijo:
- Muy bien, te lo prometo: nunca te azotar, hagas lo que hagas.
Oy un sollozo vibrando en la noche. Y luego sinti los brazos de
Dangbevi, que le acariciaban suavemente el cuello. Dangbevi musit:
- Y lo que pienso hacer es amar a mi seor con todo mi corazn, con
mis tres almas, con mi cuerpo, y darle veinte hijos.
El cuerpo de Nyasanu, tendido, se hel, a pesar del calor de aquella
noche. Agbale/Nyaunu wi haba dicho lo mismo y dnde estaba? Con
amargura, Nyasanu pens que haba en esas palabras un hlito de fatalidad.
Constitua un error tentar a Fa de ese modo, alentando tan grandes
promesas
Nyasanu cerr los ojos, y volvi a ver las fau meaun tagbi- ve, las
lmparas fnebres que encendieron en los ltimos ritos de su padre,
titilando entre los rboles cual menudas estrellas. E incluso mientras las
contemplaba en su imaginacin, dos de ellas chisporrotearon, y, despus
de un par de guios, se extinguieron. Un estremecimiento sacudi el largo
y esbelto cuerpo de Nyasanu. Dangbevi lo sinti y dijo: -Por qu tiemblas,
esposo? -Por nada. Tiemblo sin razn alguna. E inclinndose, encontr la
boca de Dangbevi.

286 Negros son los dioses de mi frica

DIECIOCHO

Cuando llegaron ante las murallas de tierra de Ahomey, las vacas


cuencas de las calaveras los miraron desde la techumbre de cada garita de
centinela, y desde lo alto de la puerta de entrada a la ciudad. Nyasanu mir
hacia atrs, y vio a sus tres esposas con la vista fija en las calaveras. Pero,
a pesar de que tambin la pequea Huno estaba encogida y atemorizada
bajo la ciega y eterna mirada, era Dangbevi quien pareca ms visiblemente
afectada por el espectculo. Su cara se haba tornado griscea, sus labios
temblaban, y su esbelto cuerpo se estremeca. Durante un instante,
Nyasanu temi que las tres almas de Dangbevi huyeran de ella, por lo
menos temporalmente. Pero pronto se recobr y sigui caminando altiva,
con la cabeza levantada, como una reina. A pesar de ello, tal como Nyasanu
advirti, Dangbevi mantena la mirada apartada de aquellas monstruosas
pruebas de la valenta del pueblo de Dahomey.
Nyasanu pens: T, Dangbevi, no eres como las otras, verdad?
Eres diferente. Mejor, sin duda alguna. Ms noble, ms dulce, ms tierna.
Huno, la pequea Huno, contempla estos centenares de blanqueadas
calaveras, y siente miedo. Puedo ver claramente el miedo en sus pupilas.
Se pregunta qu daos pueden causarle los espritus de estas calaveras.
Sosixwe -siempre fiel a s misma- imagina lo muy divertido que sera
recompensar, de su peculiar manera, a cada uno de los valientes guerreros
que consiguieron estas cabezas. No cabe duda de que esos guerreros que
cortaron lo que ahora son pobres globos seos descarnados por los buitres
y los zamuros y limpiados por las hormigas, forzosamente han de ser lo
bastante fuertes para hacer gritar de placer a Sosixwe, para cabalgar en ella
hasta hacerla desvanecerse de xtasis. Pero t -y yo!, yo tambin, Dangbevirecordamos que esos vacos horrores otrora albergaron sueos. Que esas
mandbulas macabras, con su rictus de sonrisa, tuvieron labios que besaron
a la mujer amada, a los hijos favoritos. Dentro de ellas haba una lengua que
saboreaba el vino y se complaca con el tacto de la carne femenina, que daba
forma a la sabidura o barbotaba tonteras. Y todo eso, ahora, ya no existe,
ha terminado. Y nosotros fuimos quienes lo terminaron. Para qu? Para
Frank Yerby 287

demostrar que somos ms crueles que el leopardo, ms fieros que el len,


ms rapaces que el chacal, ms locos que las rientes hienas que somos
bestias, y no hombres.
Volvi la vista atrs, y mir los cestos que llevaban sus hombres.
Pens: Y yo me he unido a esa gente, para demostrar que tambin soy
un matador de hombres Qu gran honor! Para ser ampliamente
recompensado! Preferira fundir una de las figuras de bronce de Amosu,
coser uno de los dibujos de tela del pobre Badji, tallar uno de los bochi de
mi to abuelo Hwegbe, bailar una hermosa danza, cantar una cancin de
verdad, a dar muerte al ms grande guerrero de las huestes de los auyo
Lo cual significa que no estoy debidamente centrado en la vida, tal como la
vida se ha vivido siempre aqu, en Dahomey; desde el da en que nuestro
primer rey, Tacodona, le sac las tripas a Da, jefe absoluto de esta ciudad, y
construy un palacio sobre la tumba del cuerpo destripado de su vctima.
Y, de esta manera, cambi nuestro nombre. Antes, nos llambamos Fau.
Despus, todos comenzaron a llamarnos dahomeyanos, la gente del
vientre de Da, en recuerdo de aquel asesinato, ya que incluso nuestros
orgenes estn empapados en sangre
Pero no era aconsejable pensar de esta manera, y el propio Nyasanu
lo saba muy bien. Tales pensamientos debilitaban al hombre, apagaban
el fuego de la vida, debilitaban sus luces, y todo ello poda tener fatales
consecuencias en una ciudad en la que, para seguir vivo, haca falta tener
toda la astucia de una serpiente. Por eso Nyasanu inclin la cabeza, y,
siguiendo a los tres medias-cabezas, cruz las puertas de la ciudad. Tras
Nyasanu, lo hicieron sus esposas, sus porteadores, sus criados y sus
esclavos.
Los primeros edificios ante los que pasaron, ya en el interior de la
ciudad, fueron los reales cobertizos. Se trataba de construcciones alargadas,
sin paredes, con techumbre baja, que tenan la finalidad de proteger del sol
a quienes esperaban que el dada les concediera audiencia. All, los hombres
destacados de la ciudad esperaban en cuclillas, debido a que, en la corte del
Leopardo, ningn hombre tena derecho -salvo en tiempo de guerra, y slo
con la finalidad de desorientar al enemigo- a sentarse pblicamente en un
taburete, privilegio que slo al rey corresponda.
Al ver a los notables de Dahomey sentados en el suelo, ataviados con
sus mejores ropas, fumando sus largas pipas, y apartando de s las moscas, el
rostro de Nyasanu se tens en un gesto de asco. All haba gobernadores, jefes,
consejeros, presidentes de sociedades, grandes terratenientes, comerciantes
inmensamente ricos, y todos estaban sentados en el suelo, rascndose como
perros. A veces, pasaban das y das, antes de que el dada condescendiera a
llamar a uno de aquellos hombres a su presencia. Pero ellos no osaban irse
288 Negros son los dioses de mi frica

antes de que el minga o el meu los despidiera en nombre del rey, ya que si un
notable convocado por la corte era llamado y no estaba presente, lo menos
que poda esperar era que le quebraran cinco o diez varas en la espalda
desnuda, para castigar su voluntario olvido de la cortesa debida al rey.
Nyasanu pens: Objetos del Leopardo! No es eso lo que todos
somos? Cuntos das y cuntas noches tuvo que esperar mi pobre padre,
sentado aqu en cuclillas, a que el minga o el meu (1) gritara su nombre? Y
yo me he ganado un puesto entre estos notables y he llegado tan alto que
quiz me pase la mayor parte de mi futuro, en cuclillas, esperando la venia
del rey, y espantando moscas
Sigui adelante, detrs de los medias-cabezas. Un poco ms all
vio otra hilera de cobertizos alargados, y abiertos. All, haba ms gente
esperando. Pero esos individuos no iban bellamente ataviados. En realidad,
y salvo el taparrabos, desnudos, y cuando Nyasanu los vio se sinti invadido
por una oleada de hiriente y amarga lstima -tenan brazos y piernas atados,
encadenados por las muecas y por los tobillos. Para mayor precaucin,
haban sido obligados a sentarse con las extremidades alrededor de los
palos que sostenan la techumbre de los cobertizos, antes de ponerles las
argollas que encadenaba brazo con brazo y pierna con pierna.
A Nyasanu le constaba que la mayora de ellos eran prisioneros de
guerra. Por regla general, eran vendidos, ya a un galentu dahomeyano, es
decir un importante propietario agrario, ya a los furtoo, aquellos hombres
sin piel que se calificaban a s mismos de blancos, en concepto de esclavos.
Pero unos cuantos de ellos moriran, seran sacrificados ante los altares de
los muertos de la real familia. Por qu delito? Amargamente, Nyasanu
pens: Por no ser valientes como leones, rpidos como chacales; en
resumen, por ser hombres en vez de codiciosas fieras.
De repente, Nyasanu se detuvo. Los presos bajo las techumbres de
los cobertizos siguientes no eran maxis, ni auyos, sino dahomeyanos. A
pesar de que estaban desnudos, a Nyasanu le cost tan poco identificarlos
como dahomeyanos cual a un europeo le hubiera costado distinguir a
un portugus de un dans, por ejemplo. Al modo de ver de Nyasanu, lo
nico que las tres razas tenan en comn era la negrura de la piel. En lo
restante, en la estructura sea, los rasgos, la altura, el cuerpo y la apostura,
las diferencias entre los maxis, los auyos y los dahomeyanos eran claras.
(1) El minga y el meu, las dos autoridades civiles ms importantes del reino, tenan unos
deberes y atribuciones tales que no nos permiten determinar cul de los dos ostentaba un
cargo ms parecido al de un primer ministro europeo, y cul de los dos se asemejaba ms a
un presidente del Tribunal Supremo. Pero las atribuciones de orden disciplinario del meu le
asemejan ms, en opinin del autor de esta obra, a la de presidente del Tribunal Supremo.
Frank Yerby 289

Y, al mirarlos, el sentimiento de tristeza de Nyasanu se hizo ms


profundo. Aquellos hombres estaban condenados. Seguramente se haban
comportado cobardemente, haban arrojado los fusiles y haban huido del
campo de batalla. O los haban descubierto en el acto de robar en el almacn
de algn galentu. O
Pero, ms all, Nyasanu vio las probables razones de la prisin de
aquellos hombres: mujeres. Estaban encadenadas por brazos y piernas,
alrededor de los palos, igual que los hombres. Iban totalmente desnudas,
sin tan siquiera un trapo con el que cubrirse el sexo, para mayor escarnio.
Casi todas lloraban en silencio, y, ahora, casi cuatro meses despus de
que terminara -gracias a la valenta de Nyasanu- la victoriosa campaa, el
delito por el que aquellas mujeres haban sido encadenadas, y esperaban el
momento de su juicio, se manifestaba en sus cuerpos. Todas ellas haban
encontrado su vientre, dicho sea en la clsica expresin ffon. Y, como todas
eran ahosi, soldados femeninos, y, por ello, al menos nominalmente, esposas
del rey, las cincuenta y dos mujeres desnudas, sentadas en el suelo iban a
morir -lo mismo que sus cmplices masculinos en el delito, desde luegopara expiar el pecado de adulterio, pese a que, con casi total seguridad, ni
una sola de aquellas llamadas esposas reales haba compartido la estera
de dormir del dada, ya que su estado de mujer casada era una ficcin, una
artimaa encaminada a impedir que el cuerpo de ahosis, en su totalidad,
quedara incapacitado para hacer la guerra debido a haber hecho el amor,
cual era el caso de las mujeres bajo los cobertizos.
Nyasanu pens: Y, ahora, debis morir, pobres estpidas zorras, por
haberos portado como seres humanos, por tener humanas debilidades y
deseos humanos. Que todos los vudun de esta nuestra tierra se apiaden de
vosotras!
Despus, Nyasanu sacudi la cabeza para aclararla, y, siguiendo a
los medias-cabezas, avanz hacia el alojamiento que, por orden del propio
dada, el meu haba preparado para Nva sanu y su squito.
Al frente de su gente, Nyasanu pas ante un grande e impresionante
bungalow, con bardas nuevas, y encalado hasta el punto que la luz del sol,
al reflejarse en las paredes, hera la vista de Nyasanu, causndole verdadero
dolor fsico. Por esto, a Nyasanu y a su gente, las ventanas de la edificacin
les parecieron negros orificios en la general blancura. Era imposible ver el
interior del edificio.
Pero las dos personas que haba en el fresco y penumbroso interior le
pudieron ver muy claramente.
La princesa Taunyinatin, nombre que significaba el nombre de mi
padre vivir, estaba junto a una ventana, y miraba el cortejo de Nyasanu,
290 Negros son los dioses de mi frica

pasando por la calle. Se mantena algo apartada de la ventana, a fin de que


no la vieran desde la calle.
Taunyinatin silb entre dientes:
- Cllate! Quiero ver a esa gente. Estoy casi segura de que
El prncipe Atedeku se levant lo suficiente para que sus ojos quedaran
a la altura del alfizar. Mir y lanz una risita baja y gutural. Dijo:
- Ests en lo cierto. Es l. El hroe conquistador. El hombre con quien
nuestro padre va a casarte. Mralo! Una jirafa negra! El hombre ms alto
del reino. Y un palurdo, un palurdo campesino de Alladah
La princesa advirti:
- Nosotros procedemos de Alladah, precisamente por eso nos
llamamos aladaxonu, no es eso?
- S. Y lo nico inteligente que hicieron nuestros antepasados fue irse
de tan miserable lugar. He estado y En fin, hermana, te gusta tu futuro
marido?
Permitiendo que un leve ronroneo de malicia penetrara su voz,
Taunyinatin dijo:
- Bueno, no est del todo mal. Hay mucha cantidad de hombre en l,
verdad?
- Quieres decir con eso que puede servirte un par de meses, hasta
que se te ocurra cualquier excusa para que nuestro padre te conceda el
divorcio, y regresar a casita?
La princesa contest arrastrando las palabras, saboreando con casi
felino deleite aquella oportunidad de atormentar a su hermano-amante:
- En fin, es un hombre guapo. Muy guapo. Incluso t debes reconocerlo,
Ate
- A poco que te fijes vers que apenas se diferencia de un mono, lo
cual probablemente se debe a que su madre puso cuernos al gran mandril
de su padre con una jirafa. Dime, Taunyi: crees que tendr el culo azul?
Casi todos los mandriles
Taunyinatin se ech a rer:
- Vamos, Ate! Puede incluso ocurrir que decida no separarme de
l. Siempre y cuando
- Qu?
- Le ensee a vestirse decentemente, en primer lugar. Va vestido de
una forma horrenda, como un campesino. Y apostara cualquier cosa a que
no se lava, a que incluso ignora la existencia de los perfumes, a que huele
a chivo, y que habla el fau con acento rstico incomprensible. De todos
modos
Frank Yerby 291

Atedeku sonri a su hermanastra, y burln le dijo:


- De todos modos, los campesinos son fuertes, no es eso, Taunyi? Y
si su arma es tan larga como el resto de su cuerpo, es muy posible que te
aguarde una feliz luna de miel Es eso lo que pensabas?
Entonces, Taunyinatin se revolvi y atiz con mucha fuerza un bofetn
a su hermanastro, quien se irgui y cogi con las manos a la muchacha. Los
dos lucharon hbilmente, hasta que, por fin, Atedeku consigui poner una
pierna en la espalda de su hermanastra, y as la inmoviliz contra el suelo.
Llorosa, Taunyinatin dijo:
- Nunca te dejar! Prefiero morir a dejarte! Me degollar! Dir al
azaundato que me d un veneno, y
Atedeku bostez:
- No seas tontaina, Taunyi Csate con tu larguirucho pa. liado. No
tardar mucho en liberarte de l
Taunyinatin se incorpor, apoyando un codo en el suelo, y mir a su
hermanastro:
- Cmo?
- Te acuerdas que mi padre me exili a una granja cercana a Alladah,
por haber matado a mi criado Gbokauhwe?
- S.
- Pues aquellas tierras estaban junto a las del padre de este individuo:
ya sabes, era el kposu Gbenu. Y por eso conoc al kposu. Era el hombre
ms orgulloso que he conocido en mi vida. Me trataba como si yo fuera
un don nadie, aunque siempre manteniendo las apariencias externas de la
ms perfecta cortesa. Todava no s cmo se las arreglaba, pero lo cierto es
que, cuando quera, me miraba de una manera que me dejaba mudo. Se me
encogan las tres almas, y no me sala ni media palabra
- Vaya
- No conozco a este larguirucho, pero me han hablado de l. La gente
dice que es el vivo retrato de su padre en todos los aspectos
- Y qu quieres decir con eso?
- Pues que el orgullo ser su punto ms vulnerable. El da que te cases
con l, Taunyi Viste de blanco! Ponte el alto tocado
- El que slo las vrgenes pueden lucir? Se caer. Se dice que los
vudun de los cielos siempre descubren a la novia que pretende pasar por
virgen sin serlo, por el medio de derribar de su cabeza el tocado de virgen.
- Tonteras! Pntelo! Entonces, cuando en la noche de bodas descubra
que podra meter un bfalo dentro, ese palurdo Taunyinatin volvi a dar
un bofetn a su hermanastro-amante. Se lo dio con fuerza. Atedeku esboz
una forzada sonrisa:
292 Negros son los dioses de mi frica

- Bueno, un bfalo quiz no, pero una cebra seguramente. Basta,


Taunyi! Esto es un asunto serio. Estate quieta y escucha, quieres?
Enfurruada, Taunyinatin dijo:
- Bueno.
- Pues, entonces, dir o har algo que t podrs considerar como un
insulto. Quiz te pegue, olvidando que pegar a una princesa puede costarle
la cabeza
- Pero a santo de qu ha de enfadarse?, qu puede importarle el que
me haya acostado con otros hombres?
- En su mundo, eso tiene importancia. Como las gentes humildes han
de trabajar mucho para poder comprarse una novia, consideran que es un
insulto el que les hayan vendido mercanca de segunda mano. Y, en tu caso,
sera de tercera o cuarta mano, no es as, querida Taunyi?
- Eso no es asunto tuyo. Sigue, querido.
- En realidad, esos palurdos campesinos muestran la estera de dormir,
despus de la noche de bodas, al padre de la novia. Y si no hay sangre en ella,
devuelven la esposa, y el viejo insensato de su padre tiene que devolver al
marido todos los regalos, e indemnizarle por el trabajo llevado a cabo en su
beneficio por el marido y su dopkewe, o bien darle otra virgen certificada,
en sustitucin de la chica que abri las piernas antes de tiempo
- Qu extraas costumbres!
No sin tristeza, Atedeku dijo:
- No, no es extrao. Lo extrao es lo que nosotros hacemos, hermana. En
cierta manera, los hijos menores del dada, lo mismo que las hijas, para nada
contamos. Y sabes por qu? Porque ni nosotros ni nuestros hijos podemos
heredar el real taburete. Nuestros antepasados no eran tontos, ni mucho
menos, Taunyi. Y por eso establecieron la ley inquebrantable de sucesin
por primogenitura, a pesar de que a veces esa lev se conculca al preterir
al primognito, en beneficio de un hijo menor mejor dotado que aqul.
Pero no cuesta mucho imaginar lo que ocurrira si cualquier miembro de la
familia real pudiera heredar. Sera el caos. La guerra civil. Todas vosotras,
gatas agresivas, andarais con las uas fuera, araando y mordiendo para
colocar a vuestro cro en el taburete real. Pero eso no puede hacerse. Y, en
consecuencia, nada somos. Menos que nada. S, porque somos parsitos.
Y sta es la razn, Taunyi, por la que nos permiten comer y beber, y hacer
el amor hasta matarnos, como mimados perros sin amo. Se nos permite
acostarnos con quien queramos e incluso entre nosotros, de una manera
que cualquier individuo decente de la clase humilde llamara incesto, y nos
condenara a muerte por ello
- Que nos condenara a muerte? Por qu, Ate?
Frank Yerby 293

- Porque los hijos de aquellos que estn unidos por un prximo


parentesco de consanguinidad estn malditos, Taunyi. A esos hijos, Legba
les devora los sesos antes de que nazcan, condenndolos al mundo de los
idiotas. sta es la razn por la que siempre te he hecho beber zumo de lima
mezclado con piedra de espuma. Aqu, en el conjunto de viviendas reales,
todos somos hermanos y hermanas, o, en el mejor de los casos, primos
hermanos, puesto que solamente los hijos de nuestras tas y tos, adems
de nosotros, los descendientes directos del dada, pueden vivir aqu. Por eso
slo podemos elegir entre el incesto y la castidad. Bonito dilema, verdad?
Taunyinatin dijo, riendo:
- No hay tal dilema! No, no puede haberlo!
Meditativo, Atedeku dijo:
- Envidio a los individuos modestos. Viven como se debe, viven
rectamente. Nosotros no somos ms que unos intiles borrachos lujuriosos.
Que Fa me lleve! Me parece que estoy de mal humor. Es curioso. Los
hombres siempre quedan tristes, despus de hacer el amor.
- Las mujeres no. Nos sentimos felices. Muy felices, por lo menos
cuando nuestro amante sabe hacerlo bien. Y t sabes, Ate. Pero supongamos
que este hombre con el que he de casarme no haga nada ni diga nada que
- Entonces, te visitar. Y a plena luz del da. Dejaremos que nos
descubra en pleno acto. Conozco a esas gentes de Alladah, con su ardiente
temperamento A pesar de que eres princesa y todo te est permitido, ser
incapaz de sobreponerse, cuando nos vea desnudos, y el uno en brazos del
otro
Taunyinatin pens en esta posibilidad. Luego, muy despacio, esboz
una sonrisa:
- De acuerdo. Y, ahora, deja t tambin de dominarte a ti mismo.
Para Nyasanu y sus esposas, el da siguiente fue de constante horror.
Debido a que Gezu no era hombre cruel, ordenaba que todos los castigos que
se deban infligir en el curso de las ceremonias de tributos reales tuvieran
lugar en el curso de un solo da, para acabar antes de que su estmago
se rebelara. Y como todos los delitos cometidos en la nacin, durante el
ao, eran castigados, en aras de tradicin inmemorial, con motivo de las
celebraciones de los tributos a los reales antepasados, los reos eran
muchos.
Primeramente, les lleg el turno a los soldados que se haban portado
cobardemente en la ltima guerra. El minga anunci que el Leopardo
haba decidido tratarles con clemencia, por lo que no ejercera el derecho
a cortarles la cabeza. Esos soldados se haban enfrentado, a pie, con los
294 Negros son los dioses de mi frica

jinetes auyo, por lo que su terror resultaba, en parte, comprensible. Por esa
razn el dada, padre del pueblo, en su bondad, sabidura y paciencia, haba
conmutado las sentencias, sustituyndolas por la ruptura de diez varas
sobre la espalda desnuda de cada uno de los reos.
Nyasanu y su gente, tuvieron que permanecer en la plaza, y contemplar
el espectculo. Nyasanu ya haba visto una ceremonia semejante, pero ello
en modo alguno mejoraba la situacin. En primer lugar, los reos fueron
obligados a arrodillarse en el suelo, con las manos atadas, sobre las rodillas.
Luego, se pasaba una vara por las corvas y por el cayado de los codos, al
mismo tiempo, de modo que las espaldas de las vctimas quedaban formando
arco, y tensa la piel que iba a recibir los azotes. Entonces dos individuos de
cuerpo musculoso se colocaron a uno y otro lado de cada uno de los reos,
y el castigo de los azotes comenz. Nyasanu advirti que la nica nota de
benevolencia radicaba en que las varas descortezadas no eran de palo de
hacha, sino de otra madera ms frgil, que Nyasanu nunca haba visto usar,
y que se rompa al cabo de pocos golpes. Pero, a pesar de ello, antes que el
castigo terminara, las espaldas de los reos parecan hechas de carne triturada.
Nyasanu tuvo que dar apoyo con un brazo a Dangbevi y con el otro a Huno,
para evitar que se desplomaran al or los hmedos y siniestros sonidos de
las varas, y los gritos que se alzaban, se alzaban y se alzaban, hasta llegar a
agudos registros femeninos, rasgando la luz del da. Por otra parte, Sosixwe
soport bien el espectculo. En realidad, incluso pareca gozar con l.
Por fin termin. El verdugo empuj a las vctimas hacia delante, y,
cogindolas por los pies, las arrastr alrededor de la plaza, de modo que
las ensangrentadas espaldas en carne viva fueron arrastradas por la arena.
Los gritos de los azotados eran intolerables. Nyasanu sinti que Dangbevi
se apoyaba inerte en su brazo, como si las piernas le fallaran, y a gruidos
le dijo:
- Es que quieres que te lo hagan a ti, Dangbevi? Esto es lo que te
ocurrir si ahora me avergenzas con muestras de flaqueza!
Nyasanu sinti los estremecimientos del esbelto y frgil cuerpo de
Dangbevi, que le llegaban en oleadas, en movimientos como los de las olas
del mar al adentrarse en la playa de Whidah. Con un tremendo esfuerzo,
Dangbevi comenz a recobrarse, al or la orden de Nyasanu, reuni
firmemente sus tres almas en el vientre, y se mantuvo en pie, alta la cabeza,
temblorosas las aletas de la nariz. Pero su cara estaba baada en lgrimas.
Lo que aconteci a continuacin fue todava peor. Las cincuenta y dos
ahosi y los setenta y seis soldados -ya que algunas de las soldados femeninas
haban sido un tanto generosas al otorgar sus ntimos favores- acusados del
grave y traicionero delito de adulterio, fueron arrastrados hasta dejarlos
ante el rey.
Frank Yerby 295

Subido al attoh, el alto y ancho estrado construido adrede para estas


ceremonias, Gezu se dirigi a la multitud. Nyasanu se abri paso hasta
las primeras filas, seguido por sus esposas y sus servidores, no porque no
pudiera or perfectamente a Gezu desde el lugar en que se encontraba, sino
porque quera estudiar la cara del dada. En todas partes se murmuraba que
al rey le disgustaba tener que matar y que, si dependiera enteramente de su
voluntad, hubiera acabado para siempre con los sacrificios humanos (1). Sin
embargo, muchos eran los que se escandalizaban ante tamaa irreverencia
hacia los muertos reales, puesto que si sus tumbas no eran abundantemente
regadas con sangre todos los aos, qu sera de la nacin? Pero unos
cuantos hombres dotados de sensibilidad, como el propio Nyasanu, estaban
de acuerdo, de todo corazn, con los mentados sentimientos del rey.
El discurso del rey fue breve. Y su voz recia, de buen orador, estuvo
transida de tristeza. Incluso su imponente figura pareca agobiada por
el peso de la tristeza. En resumen, y despojado de los floridos giros que
todo discurso solemne, en fau o ffon, impona al orador, lo que Gezu dijo
quedaba expresado en las siguientes palabras.
- Yo, vuestro padre, estoy triste porque algunos de vosotros, hijos
mos, me habis traicionado. A pesar de todas las atenciones que he prestado
a vuestro bienestar, llevndoos a la victoria en la guerra, ofreciendo los
tributos so-sin, a fin de que los reales antepasados, los grandes tauvudun,
los padres- convertidos-en-dioses, intercedan por vosotros ante todos los
grandes dioses, algunos de mis soldados tocaron con manos lujuriosas a mis
ahosi, quienes, si bien igualmente soldados, son asimismo esposas mas, y,
para m, sagradas. Y, dicho sea en honor a la justicia, algunas de mis ahosi
se han prestado voluntariamente a estos actos carnales y libidinosos Por
lo tanto, yo, Gezu, dada de Dahomey, ordeno se ejecute la pena de muerte
por decapitacin en las personas de quienes as me han traicionado
En este instante, la multitud prorrumpi en un terrible aullido que
ahog la voz del rey. Gezu levant las manos, y el aullido ces, como si
hubiera sido cortado bruscamente, como si jams hubiera existido. En voz
suave y triste, el rey prosigui:
- De todas maneras, los culpables son muchos, ciento veintiocho, entre
mujeres y hombres, y yo no quiero enviar tan gran nmero de mujeres y
hombres, a que comparezcan temblorosos ante las nesuxwe, las almas de los
prncipes muertos. En consecuencia, conmuto todas las penas salvo ocho,
cuatro hombres y cuatro ahosi. En el caso de las ahosi, la pena de muerte
queda conmutada por la de servicio en las unidades achi, o de bayonetas,
(1) A este respecto, vase la obra de Herskovits, vol. I, pg. 21.

296 Negros son los dioses de mi frica

y en el caso de los hombres por la de servicio en la compaa de derribo de


puertas de entrada
Dangbevi mir a su joven marido, y, en silencio, form con los labios
las palabras por qu? Nyasanu le murmur al odo:
- Son las dos unidades ms peligrosas, siempre son las que inician los
ataques. La pena es justa. Con suerte y valenta pueden salvar la vida. Y si
mueren, morirn con honor
Pero el dada haba reanudado su discurso:
- Por lo tanto, pido al real bokono que pase por entre los presos, y
determine, por suertes, los que deben ser sacrificados
La orden se cumpli rpidamente. Tres minutos despus, cuatro
temblorosos desdichados fueron empujados a patadas hasta dejarlos ante
el attoh. Nyasanu advirti a sus esposas:
- No miris.
Pero apenas estas palabras hubieron salido de sus labios, los reales
guardias armados con cachiporras golpearon en la cabeza a los cuatro
soldados. Entonces, una multitud de soldados armados con assegais, todos
antiguos camaradas de los reos, se precipitaron sobre ellos, relucientes al
sol las hojas de acero. Cinco segundos despus, los repulsivos trofeos eran
exhibidos en alto, mientras la multitud, ntegramente, ruga su aprobacin.
ntegramente, salvo Nyasanu, sus esposas y el rey.
Nyasanu advirti que la cara del dada se pona griscea, y tambin
advirti cunto tena que esforzarse para dominar los espasmos de sus
labios.
El joven jefe pens: Eres un hombre bueno, verdad, mi Seor? Eres
tierno y bueno. No me ser difcil servirte
Las cuatro ahosi que tambin haban sido seleccionadas para
proceder a su ejecucin, fueron llevadas a un patio interior. A diferencia
de sus contemporneos europeos, que convertan en pblico espectculo la
ejecucin de las mujeres delincuentes, siendo la nica concesin al pudor
la costumbre de atar con una cuerda las faldas alrededor de las piernas,
por debajo de las rodillas, para que las piernas se mantuvieran juntas en
el momento en que el verdugo las izaba en la horca, Gezu consideraba
indecoroso ejecutar mujeres ante el pblico.
Media hora ms tarde, la gundeme y la yewe, las generales del ala
derecha e izquierda del ejrcito de ahosi, regresaron para anunciar que la
sentencia se haba cumplido.
El resto del da bast para poner a prueba los nervios del mismsimo
vudu Gu. Doce prisioneros de guerra, ataviados con los largos camisones de
los condenados, y con altos cubre- cabezas cnicos -exactamente iguales que
Frank Yerby 297

los de los condenados europeos en el medievo- fueron extrados del cobertizo


situado sobre el attoh, y, puestos dentro de un cesto en forma de bote, sostenido
cada cesto en lo alto por un hombre corpulento y de gran musculatura, y as
fueron exhibidos a lo largo del permetro del attoh. Luego, uno tras otro,
fueron puestos en el borde del parapeto, en donde los prisioneros quedaron
temblando, dentro de los cestos, hasta que el propio rey empuj con el pie
cada uno de los cestos, con lo que los presos fueron cayendo de cabeza
en el pozo, en donde el repelente y monstruoso verdugo real, manchado
de sangre, les cort leo. lamente la cabeza con un cuchillo de carnicero.
Al llegar ese momento, cuantos integraban el squito de Nyasanu se
haban visto obligados a formar un crculo protector alrededor de Dangbevi,
para evitar que los restantes espectadores se dieran cuenta del estado de
mareo en que se encontraba, con terribles arcadas. Pero, a pesar de ello, un
alto y corpulento jefe, ataviado con la toga de seda propia de los gbonuga,
se dirigi a Nyasanu, con voz pletrica de vulgar mofa:
- Se encuentra mal tu mujer, joven? Es que espera un hijo?
Nyasanu le midi con la mirada. Con un suspiro, Nyasanu decidi
que, all y en aquel momento, en las difciles circunstancias presentes, ms
vaha hacer uso de la discrecin que de la valenta. Repuso:
- No, excelencia. Ocurre que mi mujer no pertenece a nuestra nacin.
Es fulani. Su pueblo no practica el so-sin, por lo que no est acostumbrada
a tanta sangre.
El gbonuga dijo:
- Pues ms valdr que la acostumbres, joven, porque de lo contrario
te va a meter en ms de un problema. No faltan quienes podran interpretar
su comportamiento como un insulto a nuestras costumbres
Nyasanu le mir de frente:
- Quienes as interpreten la actitud de mi mujer tendrn que
enfrentarse conmigo. Sin embargo, convendr advertirles que no ser un
enfrentamiento demasiado fcil para ellos.
Como un len, el gbonuga rugi:
- En el nombre de Legba, quin crees ser, campesino?! Por Xivioso
que ordenar a mis criados que te despellejen a palos!
Muy tranquilo, Nyasanu repuso:
- Es que su excelencia est ya cansado de vivir?
- Te atreves a amenazarme! Por Sagbata que!
Nyasanu adelant la mano y cogi al gbonuga por el brazo, en el
momento en que el corpulento jefe se volva para llamar a sus criados. El
joven toxausu dijo:
298 Negros son los dioses de mi frica

- Espera. Ests cometiendo un error. No me juzgues por mis ropas.


Voy vestido con sencillez porque hice un voto. Pero a pesar de las prendas
que llevo, soy un hombre con nombre. Y este nombre, excelencia tiene
su peso. Por esto prefiero que, antes de que comiences algo que quiz no
puedas terminar, sepas mi nombre. Soy Nyasanu, hijo de Gbenu, el fallecido
kposu del rey.
El gbonuga retrocedi un paso. El modo en que sus ojos se desorbitaron
bruscamente en la negrura de su cara hubiera sido gracioso, de no ser tan
triste. Un instante despus, se postraba ante Nyasanu, coga tierra con las
dos manos y se la echaba sobre la cabeza. Su vozarrn son tembloroso y
amortiguado por la tierra:
- Joven seor, perdname! No te haba reconocido! Cmo poda
imaginar que fueras t, teniendo en cuenta tus ropas y tu poca edad?
Quin hubiera podido decir que el gran hroe que salv al dada de las
huestes auyo, fuera un muchacho? Adems, puedes permitirte ser clemente,
porque maana la princesa Taunyinatin, la ms bella de las hijas del rey,
te ser prometida en matrimonio, y quedars agobiado bajo una lluvia
de ttulos, poderes y riquezas Te suplico que me perdones! Creme, si
hubiera sabido quin eres, quin
- S, ya s que la cortesa es una virtud que slo practicamos ante
los fuertes. En fin, poco importa, levntate, por favor. Ests dando un
espectculo que constituye una vergenza para los dos
Lentamente, el gbonuga se puso en pie, y murmur:
- Aceptas mis disculpas?
- No es necesario, no te tengo mala voluntad, y ah va mi mano para
demostrrtelo.
El gbonuga cogi la mano del joven jefe, y se qued con ella entre
las suyas, mirndolo fijamente. Cuando habl, en sus pupilas apareci una
expresin de astucia:
- Son sas todas las mujeres que tienes, mi joven seor?
- No. Tengo una ms, en casa. Ha encontrado su vientre, y, por esto,
no he podido traerla Por qu me lo preguntas?
Despacio, el gbonuga dijo:
- Tengo muchas hijas. Las que todava no se han casado son todas
ellas vrgenes, y la vista se alegra al mirarlas. Unir mi casa con una casa tan
famosa como la tuya, hijo del kposu sera un gran honor para m. Y, con el
fin de enmendar mi grosera, me parece que
Nyasanu se qued inmvil, impasible el rostro. Pero senta el corazn
helado y enfermo, en su interior. No quera otra esposa. Las cuatro que
actualmente tena creaban problemas ms que suficientes para cualquier
Frank Yerby 299

hombre. Sin embargo, la inmemorial costumbre le prohiba rechazar


aquella oferta. Los tauvudun, los antepasados-convertidos-en-dioses, no
miraban con buenos ojos el que un descendiente suyo rechazara a una
mujer, negndoles as un devoto aumento del nmero de sus adoradores.
A quien tal haca, los tauvudun le privaban de buena suerte.
Eso por una parte. Por otra, no caba dudar que aquel gbonuga era
un hombre importante, un hombre con nombre, y, muy probablemente,
un hombre de peso, un nombre fuerte. Negarse a aceptar su hija
equivala a crearse un mortal enemigo para toda la vida, y tanto ms
peligroso debido a que proceda con cautela y astucia. Nyasanu se haba
elevado a una gran altura, por lo que ms dura sera la cada si se creaba
demasiados enemigos poderosos en Ahomey. Por eso dijo con acento
sereno y meditativo:
- Me honras en exceso, excelencia, pero, a mi parecer, no es ste el
momento oportuno para hablar de tan delicada e importante materia.
Retrasmoslo hasta mi prxima visita a tu ciudad, si te parece. En realidad,
ms valdra
El espeso rostro del gbonuga se hizo ms espeso todava: - Y por qu
crees que es as, joven seor? -Por dos razones, las dos poderosas. En primer
lugar, cuando llegue el momento de mi prxima visita, tanto t como yo
habremos tenido tiempo de consultar con nuestros adivinos, y as adquirir
la seguridad de que la unin traer beneficios a ambas casas. Y, en segundo
lugar, al dejar pasar unas cuantas lunas, disminuimos las posibilidades de
ofender al Leopardo -Ofender al dada? No comprendo
- Segn t mismo has dicho, maana me prometer una princesa en
matrimonio. Creo que tan alto honor debe permanecer solo y sin sombras.
O acaso crees que el rey, despus de haberme dado una hija suya, se
alegrar al ver que me comprometo en matrimonio con la hija de uno de
sus gobernadores casi al mismo tiempo? No creer el Leopardo que rebajo
demasiado a la princesa, o que ensalzo demasiado a tu hija al casarme con
las dos a un tiempo? Quien camina bajo los rboles del lugar en que vive el
Leopardo, debe andar con suavidad, creo yo
El gbonuga alz la vista al joven rostro, tres dedos por encima del
suyo:
- Tienes la sabidura de tu padre, hijo de Gbenu! Y ms astucia que
los dioses serpiente, que Danh, Dagbe y Aido Hwedo juntas! Llegars lejos
en la vida, estoy seguro. Llevas razn. Es preciso esperar, o, de lo contrario
corremos el riesgo de enojar al dada. Pero, en tu prxima visita, espero que
aceptes mi hospitalidad y vivas en la casa de los invitados, en mi casero, de
manera que puedas elegir por esposa aquella de mis hijas que ms te guste.
Me llamo Gbade, y soy gbonuga de Savelu
300 Negros son los dioses de mi frica

- Pero, excelencia Savalu es el territorio que tomamos a los maxi!


Cmo es posible que?
- Que sea gobernador de ese territorio y, al mismo tiempo, tenga mis
viviendas en Ahomey? Fcil. Tengo siete grandes jefes bajo mis rdenes.
Cumplen bien sus deberes, y as tienen la seguridad de que permanecern
en esta orilla del ro. Y sta es la razn por lo que puedo vivir en Ahomey, y
visitar slo de vez en cuando esas salvajes tierras pantanosas del Norte. Te
aconsejo que sigas un sistema parecido tan pronto como te hayan ascendido.
La vida en las provincias es intolerable. Me honrars al menos cenando
conmigo antes de partir?
Nyasanu repuso:
- Desde luego.
Y se inclin cortsmente. Comprendi que se haba comportado
sabiamente al no ofender a aquel hombre. Gbade, gobernador de Savalu,
era realmente un gran jefe.
Aquella noche, mientras Nyasanu yaca en la casa de invitados
asignada a l y a sus esposas -debido a que Ahomey estaba tan atestado
en la temporada de los reales tributos que no haba ni un conjunto de
viviendas libre, con tres o cuatro habitculos independientes, para que las
mujeres vivieran separadas del marido, tal como la decencia ordenaba-,
se dio cuenta de que sus tres esposas lloraban. Sosixwe y Huno lo hacan
ruidosamente, mientras Dangbevi, como de costumbre, lloraba casi en
silencio. Nyasanu rugi:
- En el nombre de Legba! Se puede saber que os pasa?
Entre sollozos, Sosixwe exclam:
- Una princesa! Y muy hermosa! Todas las mujeres dicen que es la
ms hermosa de las hijas del dadal Han estado la tarde entera burlndose
de nosotras y provocndonos!
Nyasanu dijo:
- Vaya, conque es hermosa! Pero dime, lujuriosa mona, a ti qu te
importa eso?
Sosixwe aull:
- Mucho! La princesa es muy hermosa y por eso dejars de amarnos
a todas nosotras! Es una princesa, y por eso ser tu favorita! Y reinar sobre
todas nosotras, y nos insultar, y nos tirar del pelo, y nos escupir, y nos
patear y nos azotar cuando le d la gana Y nadie podr hacer nada
para evitarlo, ni siquiera t, persona mayor!
Con tristeza, Nyasanu pens que las palabras de Sosixwe reflejaban
la pura y fea verdad. Cuando una princesa iba a vivir al conjunto de
Frank Yerby 301

habitculos de un hombre que no pertenece a la nobleza, a menudo haca


imposible la vida a las restantes esposas. Y la amarga realidad consistente
en que el marido, por ser de rango social inferior, no pudiera ejercer el
menor dominio sobre la princesa slo serva para empeorar la situacin.
Nyasanu pens: No lo tolerar! Princesa o no, tendr que obedecerme y
respetarme, o de lo contrario!
Pero la parte fra y realista de su mente le preguntaba: O de lo
contrario qu? Ests dispuesto a morir para defender tu hombra y tu
mando en el hogar?
Nyasanu estaba sentado, inmvil, como una estatua de piedra, sin
prestar atencin a los gemidos de sus esposas. Entonces, lentamente, con
tozudez, recordando el desastroso matrimonio -toda una vida- de su padre
con la seora Yu, en la mente de Nyasanu se form la frrea respuesta.
Nyasanu pens: S, estoy dispuesto a ello si llega el caso. No puedo
vivir como un objeto, soy incapaz, y no lo tolerar.
Entonces, con total sigilo, Nyasanu se levant, y sali fuera, penetrando
en la noche. En el momento en que cerr la puerta a su espalda, oy a sus
tres esposas chillando su nombre. Pero se alej, caminando despacio y
suavemente, como caminaba Kpo, el leopardo.
O como caminaba Ku, que es la muerte.

302 Negros son los dioses de mi frica

DIECINUEVE

A la maana siguiente, el sonido de los disparos los hizo saltar de las


esteras de dormir. Las tres mujeres se agruparon desnudas, aferrndose
cada cual a las otras, y chillando. En un par de movimientos de salvaje
rapidez, Nyasanu se puso los calzones chokoto chaka. Y, cogiendo el
assegai sali a la calle.
Una multitud pasaba ante la casa de invitados, camino de las puertas
de la ciudad. Las mujeres miraban al joven gigante, desnudo, salvo por
los cortos y ceidos calzones, que estaba all, con un assegai en la mano, y
emitan agudas risitas. Nyasanu pregunt a un viejo:
- Qu pasa? Nos atacan? Los auyo, quizs? Los fanti? Los hausa?
O acaso sern los ashanti?
Calmosamente, el viejo contest:
- Ninguno de ellos, hijo. Se trata solamente de la ceremonia de
disparar hasta Whydah. Anda, ve y vstete porque vale la pena verla. No
te apresures, te sobra tiempo. La ceremonia durar toda la maana.
Apabullado, Nyasanu dio media vuelta y entr en la casa. Haca ya
mucho tiempo, Gbenu le haba relatado la ceremonia, ideada por el propio
Gezu, de disparar hasta Whydah. En realidad, esa ceremonia vena a
significar el apogeo del vicio dahomeyano de alardear. Pero demostrar su
poder y su riqueza, Gezu haba ordenado que una doble fila formada por
soldados y paisanos, tan cerca los unos de los otros que alargando la mano
lateralmente podan tocar el hombro del vecino, cubriera todo el trayecto
desde Ahomey al gran puerto de mar de Whydah, la segunda ciudad del
reino, situada a unos ciento cincuenta kilmetros.
Cuando todos los hombres haban ocupado sus respectivas posiciones,
en obediencia a la orden del Gao, el primer soldado disparaba su fusil;
despus, otro soldado situado en el limite del alcance del sonido del primer
disparo, disparaba a su vez; y otro, tambin a la misma distancia, con
respecto al segundo, oprima el gatillo de su trabuco, y luego lo mismo haca
otro, y otro, de modo que el seco estampido de los fusiles, y el profundo y
Frank Yerby 303

hueco sonido ventral de los trabucos corran como un tren de fuego hasta
Whydah.
Cuando la seal llegaba al puerto, las telas, licores, perfumes y
joyas que seran utilizados en los reales tributos, formando bultos, eran
entregados al primer hombre, e iban pasando literalmente de mano en mano
desde Whydah a Ahomey, cubriendo los ciento cincuenta kilmetros en
poco ms de dos horas, velocidad de transporte que los mecnicos ingenios
inventados por los blancos todava no haban alcanzado, y, a decir verdad,
nunca alcanzaran.
Nyasanu, sus esposas y su squito pasaron la maana contemplando
la constante corriente de bultos y balas que avanzaban por aquella senda
humana, desde el punto que su vista alcanzaba a divisar, a lo lejos, hasta
el lugar en que se encontraban. La pequea Huno coment: -Realmente, el
dada es un gran rey! Nyasanu se mostr de acuerdo: -Realmente lo es, mi
pequea esposa. Pero pens: Acaso el poder es la medida de la grandeza?
No ser quiz el modo en que el poder se emplea?
Ms tarde, aquella misma maana, Glele, el prncipe heredero del
trono, llev a cabo un pequeo attoh. Su estrado era mucho ms pequeo
que el de su padre, y careca de cobertizo para las vctimas. Desde la
plataforma, el prncipe, joven realmente apuesto, arroj puados de cauris
al pueblo, y despus arroj un gallo, dos patos, un cordero, un chivo y
un mono. Estos animales fueron inmediatamente colocados en cestos con
forma de bote, exactamente iguales a los utilizados el da anterior para las
victimas humanas, y fueron asimismo paseados por la plaza. Luego fueron
decapitados, y, con su sangre, se roci el suelo ante los ase, los altares de
hierro consagrados a los neswcwe, los muertos reales.
Como esa ceremonia tuvo lugar despus del gran attoh del dada,
celebrado el da anterior, con su terrible espectculo de decapitaciones de
seres humanos, para halagar a los nesuxwe tauvudun, los reales antepasados
convertidos en dioses, el pequeo attoh del prncipe Glele pareci un tanto
defraudante a Nyasanu, un rito con muy escasa justificacin. Luego pens
que esta naturaleza defraudante era premeditada, ya que Gezu quera
poner de relieve ante el pueblo el carcter absoluto de su poder. Solamente
el dada poda sacrificar los ms valiosos animales: los hombres. Ni siquiera
el prncipe heredero poda permitirse tan gran lujo. Nyasanu pens: Y as
debe ser, porque, de lo contrario no quedara de un hombre vivo en todo
Dahomey.
Cuando el attoh del prncipe termin, faltaba poco para la hora
de la comida del medioda. Sosixwe, Huno y Dangbevi rivalizaron en la
preparacin de los sabrosos platos, aderezados con muchas especias,
destinados a su amo y seor, corriendo de un lado para otro y empujndose
304 Negros son los dioses de mi frica

entre s, hasta que, perdiendo el dominio de s mismas, comenzaron a


insultarse. En ese momento, Nyasanu empu una larga y delgada vara de
palo hacha, y dijo:
- Cul de vosotras quiere ser la primera?
Estas palabras terminaron inmediatamente la ruidosa lucha gatuna.
Las esposas de Nyasanu saban perfectamente que l era perfectamente
capaz de administrar una marital azotaina en el momento en que fuera
preciso, y esa seguridad tena un efecto extremadamente beneficioso en los
modales y comportamiento de las tres mujeres.
Pero antes de que pudiera sentarse y comer, Nyasanu recibi una
-visita. Oyeron un gran sonido de campanillas ante la puerta de la casa de
invitados, lo que produjo que la calle quedara desierta, como por arte de
magia. Todos saban que el sonido de las pequeas campanas de bronce
indicaban que una o varias kposi, esposas del Leopardo, se disponan a
pasar. Por eso las gentes huyeron, ya que el hombre que miraba a una de las
esposas del rey, en ausencia de ste, poda tener la total certeza de que todo
gnero de relaciones entre su cabeza y su cuello seran rotas.
Nyasanu se qued sentado, con la comida intacta, y oy el sonido
de numerosos pasos que se detuvieron junto a la puerta de su casa. Por
el modo en que algunos de esos pasos sonaban, Nyasanu concluy que
se trataba de pasos de porteadores de una hamaca, ya que el formidable
peso de una hamaca de ceremonia, con su noble o real carga, balancendose
bajo los gruesos palos que descansaban en almohadones colocados sobre la
cabeza de los porteadores, obligaba a estos humanos animales de carga a
doblar un tanto las rodillas, y a caminar de un modo curioso, arrastrando
los pies. Nyasanu haba odo muchas veces el peculiar sonido de esos
pasos, ya que, por su calidad de jefe, entre sus privilegios se contaba el de
ir en hamaca. Pero, en realidad, no le gustaba. Le avergonzaba ver a sus
servidores inclinados bajo el considerable peso de su cuerpo. Pero, adems
de andar, ir en hamaca era el nico medio de transporte practicable en un
pas en que las moscas acababan matando, tarde o temprano, a los caballos.
Lentamente, por ignorar qu otra cosa poda hacer, Nyasanu se
levant, pas ante sus aterradas y temblorosas esposas, y sali a la calle.
Inmediatamente, vio que unos esclavos ayudaban a una mujer a apearse de
una lujosa hamaca. La mujer iba vestida de seda, y el metlico sonido del
entrechocar de sus joyas de oro, plata y bronce, proclamaba que se trataba
de una axovi, una princesa; pero su cabello, blanco como la nieve, su cara
cruzada por surcos, arrugas y finas lneas, y el hecho de que caminara
encorvada e insegura, indicaron a Nyasanu que no era una de las esposas
de Gezu, sino, probablemente, una viuda del difunto dada Agongolu,
padre del presente rey.
Frank Yerby 305

De todos modos, Nyasanu deba tratarla con cortesa, por lo que el


joven jefe inmediatamente se postr, y cogiendo un puado de tierra se lo
arroj a la cabeza. Entonces, la arrugada vieja cloque:
- Vamos, vamos, levntate, hijo! He venido a compartir el pan y la
sal contigo. S, porque resulta que soy tu madre.
Nyasanu la mir. Pens: Habr Legba devorado los sesos de esa
vieja bruja? Pero entonces se acord. Todo alto miembro de la corte del
dada tena una real madre, designada por el rey entre aquellas de sus
esposas que hubieran ya rebasado la edad de tener hijos, o entre las viudas
de su padre. Esas madres oficiales tenan la importante funcin de
estar presentes en todas las entrevistas entre el dada y el jefe en cuestin,
y de grabar en su memoria cuanto en ellas se dijera. Esto era necesario
debido a que nadie haba inventado un alfabeto o un sistema jeroglfico
para el fau. Como los dahomeyanos ignoraban cun til es la escritura,
adoptaban el mtodo de grabar en la memoria, como cosa natural, con lo
que los habitantes de Dahomey llegaron a desarrollar las ms prodigiosas
memorias del mundo.
Gravemente, Nyasanu dijo:
- Es para m un gran honor, Nochi.
Luego grit:
- Asisichi! Esposas! Preparad otro lugar en la mesa. Una princesa
honra nuestra casa con su presencia.
Pero cuando Nyasanu escolt a la vieja al interior de la casa, vio
que mientras Huno y Sosixwe iban apresuradamente de un lado para
otro, preparando los platos, los paos y el taburete, Dangbevi permaneca
inmvil. Estaba en el centro de la estancia, quieta como si un azaundato
la hubiera transformado en una estatua de bano. Y en sus pupilas haba
muerte. De repente, vio el blanco cabello de la princesa, su encorvado cuerpo,
e inseguro aire al andar. Las pupilas de Dangbevi se dilataron grandemente
y se suaviz su expresin, y, acto seguido, Dangbevi se postr ante la vieja.
Entonces, recordando los modales aprendidos, Sosixwe y Huno tambin se
postraron. La vieja princesa dijo:
- Tus esposas? Guapas chicas! Tienes buen gusto, hijo.
- Muchas gracias, Nochi. Quieres sentarte, por favor?
La vieja princesa se sent. Inmediatamente, Sosixwe comenz a llenar
su plato con carne humeante, de sabroso olor, y aderezada con muchas
especias. La vieja axivi la prob.
- Est bueno! Anda, comamos, hijo.
Hasta que hubo comido grandes cantidades de todo, no volvi la
princesa a hablar. Por fin, con afabilidad, dijo:
306 Negros son los dioses de mi frica

- He venido, desde luego, para conocerte, hijo; pero, adems, tambin


he venido para orientarte un poco, a fin de que no cometas errores. Vienes
de una provincia, aunque, a juzgar por tu manera de hablar, nadie lo dira.
Hablas muy bien, y tus modales tambin son buenos. Pero, ahora, y como
el dada me ha ordenado te tome a mi cuidado, quiero ayudarte un poco.
- Te lo agradezco, madre.
- Hoy, tu valenta ser recompensada. El rey te va nombrar gbonugcu
Ya lo sabas, supongo.
- Algo haba odo. Pero, en realidad, no lo saba. No es prudente
prestar odos a los rumores.
La arrugada vieja cloque:
- Bien, bien, bien! Llegars lejos. Me gustas, hijo. Anda, dame un
beso!
Gravemente, Nyasanu se inclin y bes la marchita mejilla de la vieja.
La princesa prosigui:
- Bueno, pues ahora ya lo sabes. Por eso debo ensearte las normas de
cortesa. En primer lugar, debes ir al frente de todo tu squito, las esposas
incluidas, a un lugar situado a unas doscientas varas fuera de las puertas
de la ciudad.
- Oigo y obedezco, Nochi.
- All, unos soldados te traern al Axo Subetzy.
- El prncipe Subetzy!
- S, hijo. Al trmino de una campaa, todos los hombres valientes
deben ofrecer pblicamente todas las cabezas y los cautivos conseguidos
al dada, a fin de que ste pueda comprarlos, y, as, quedar liberado de toda
responsabilidad moral
- S, lo saba, pero
Calmosamente, la vieja princesa dijo:
- Hijo, no interrumpas a tu madre. Prescindiendo del hecho consistente
en que todos los prisioneros que hicieron fueron, en el fondo, prisioneros
hechos por ti, el nico que capturaste fsicamente fue el axo. Pero, como el
rey te dio permiso para irte a tu casa, a fin de intentar salvar la vida de tu
padre, no pudiste tomar parte en las celebraciones de la victoria. Y, ahora,
debes hacer lo que hubieras debido entonces.
- Comprendo.
- Otra cosa que tampoco hiciste fue acudir a Ahomey para ser
confirmado toxausu de Alladah, el cargo que tu difunto padre, el kposu
Gbenu, te dej en herencia. S, ya s, ya s! Tenas intencin de venir, pero
antes debas hacer muchas cosas, gran nmero de ellas por la noche
Frank Yerby 307

La vieja princesa lanz una burlona, alegre y maliciosa mirada a las


tres esposas, y prosigui:
- Esto ltimo no se te tendr en cuenta, ya que habrs de dar el cargo
a uno de tus hermanos, puesto que no puedes ser gobernador de una
provincia y alcalde de una ciudad de esta provincia al mismo tiempo
- Los deseos de mi seora madre son rdenes.
- Los del dada, hijo! Y esperars all, en el lugar que te he dicho,
mientras gritan t nombre. Primero, gritarn tu nombre en los patios del
rey, y entonces la gente ir gritando tu nombre, relevndose, hasta que
llegue a tus odos, all, en el lugar en que aguardars, fuera de los muros de
la ciudad. Y sabes lo que deber hacer entonces, Vi.?
- No, madre. Supongo que debo gritar /Wae/, y acudir en seguida,
no?
- Ni lo uno ni lo otro. Hacer eso sera dar muestras de unas ansias
muy poco dignas. Te quedars sentado en donde ests, y dejars que de
tanto gritar tu nombre acaben todos medio locos. Solamente cuando un
grupo de ciudadanos destacados, con un par de media-cabeza al frente,
est tan cerca de ti que t no puedas negar haberlo visto y odo, contestars,
Presente!, y, entonces los seguirs. Est claro?
- Muy claro, Nochi.
- Est bien, Vi. Cuando llegues a presencia del dada, debe- ras tener
contigo los trofeos conseguidos en la guerra, trofeos que llevarn tus criados.
T llevars personalmente al axo Subetzy, guindolo con una cuerda que
ir atada a las argollas en sus muecas. Trtalo con cortesa. Al fin y al cabo
es una persona con nombre
- Lo comprendo, madre.
- Adems, su padre, Ibrahim Twala, jefe de los auyo, estar presente
para rescatar a su hijo del poder del dada. Los auyo son un pueblo poderoso.
No es aconsejable ofenderlos
- Me temo que ya los he ofendido
- No. Twala fue informado de que perdonaste la vida a Subetzy cuando
hubieras podido darle muerte fcilmente, y que, al hacerlo, arriesgaste tu
vida. Me han dicho que quiere darte las gracias personalmente.
Nyasanu murmur:
- Est bien, madre. Y en esa ocasin podr ofrecer mis obsequios al rey?
- Obsequios? No s No s si ser prudente. Podra interpretarse
como un ofensivo alarde de riqueza. Depende de la naturaleza de los
obsequios, me parece. Desde luego, no pueden ser demasiado ostentosos.
Los tienes aqu?
308 Negros son los dioses de mi frica

- S, Nochi.
Dirigindose a Dangbevi, Nyasano aadi:
- Di a Soye y Alihonu que traigan los obsequios.
Mientras contemplaba como Dangbevi sala a todo correr, la vieja
princesa dijo:
- Encantadora criatura Parece del Norte. A qu pueblo pertenece?
Auyo? Yoruba? Hausa?
- Creo que es fanti. En realidad no lo s, madre. Su lengua materna es
el ewe. Pero todas las tribus del Norte y del Este hablan el ewe
- Cuando no hablan rabe corrupto Y rabe parece esta muchacha.
Aunque tiene la piel demasiado negra para ser rabe. Dime, hijo, cmo es
que no sabes su procedencia?
Nyasanu dud:
- Bueno
En tono imperioso, la vieja axovi orden:
- Dmelo!
- De acuerdo, Nochi. Pero, ante todo, deja que reconozca que no
puedo garantizar la verdad o la certidumbre ni siquiera de una palabra
entre cuantas voy a decir
- Y por qu no?
- Porque lo que puedo decirte me lo comunic antes mi primer y
principal amigo, quien tampoco estaba demasiado seguro. Y no he tenido
ocasin de comprobar la veracidad del relato debido a que, por desgracia,
y con gran dolor por mi parte, mi primer amigo ha muerto
La axovi insisti:
- De todos modos, cuntamelo.
Cuando Nyasanu hubo contado cmo Kpadunu haba conocido a
Dangbevi y se haba casado con ella, su madre real se ech a rer hasta
que las lgrimas corrieron por sus marchitas mejillas. Por fin, cloque:
- Qu absurdo! Qu deliciosamente absurdo! Pero, naturalmente, Vi,
tendrs una explicacin ms racional de los orgenes de tu esposa.
Nyasanu comenz:
- S, yo creo
Pero la vieja princesa le interrumpi levantando la mano:
- No me digas. Me gusta la explicacin absurda. Hijo, en nuestros das
apenas queda magia y encanto Veamos esos obsequios.
Nyasanu dio una palmada, e inmediatamente Soye y Alihonu
Frank Yerby 309

cruzaron la puerta con el ase de hierro y el hermoso taburete, envueltos en


paos. Los dos servidores haban aguardado educadamente a que Nyasanu
terminara su mgico relato. La princesa dijo:
- Vaya No estn mal. No estn nada pero que nada mal! Eres muy
inteligente, hijo, verdad? Nadie puede decir que un ase de hierro y un
taburete real sean obsequios costosos. Al mismo tiempo, nadie podr negar
que estos objetos son los ms hermosos, en su clase, que jams hayan sido
vistos en el Vientre de Da. Dnde los obtuviste. Vi?
- El altar lo hice yo. Pertenezco al clan de los forjadores de hierro, y
pens que un regalo tan piadoso difcilmente poda ofender
- Ests en lo cierto, hijo. Y el taburete?
- Lo hizo, para m, Hwegbe, mi to abuelo, que es el prncipe de los
talladores de madera y de los sinvergenzas al mismo tiempo.
- S, son los obsequios adecuados. Di a tu gente que los lleven contigo.
Otra cosa. Cuando te hagan gbonuga. de Alladah, debes tener ya pensado
un nombre fuerte, para atriburtelo, ya que un cargo tan elevado exige que
cambies tu nombre, cortando as, en la medida de lo posible, todos tus
vnculos con el pasado.
Nyasanu ya haba pensado en ello. E inmediatamente concluy que
no se inventara un nombre nuevo, sino que honrara a su madre eligiendo
uno de los cinco nombres secretos que ella le haba dado en ocasin de
su nacimiento. S, pero cul? Sus nombres eran Dosu, Agausu, Hwesu,
Gbokau, Kesu, llamado Nyasanu, hijo de Gbenu. Despus de pensarlo,
decidi llamarse Hwesu, que significaba aquel cuyos ojos miran al sol.
Era un nombre dotado de la ambigedad suficiente para no causarle
problemas. En realidad, los espectadores -y el dada- podan dar a este
nombre una interpretacin tal que la palabra sol viniera a significar, con
el consiguiente halago, el propio dada. Incluso en el caso de que intuyeran
el verdadero significado, es decir aquel cuyos ojos estn orientados hacia
la gloria, el nombre no podra estimarse excesivamente ambicioso, ya que
una cosa es mirar hacia la gloria y otra muy diferente conseguirla.
De modo que iba a ser gobernador de Alladah! Era algo importante
y temible. Despus de haber observado a su padre desempear el cargo
durante muchos aos, administrar la ciudad de Alladah no le haba sido
a Nyasanu en modo alguno difcil, pero gobernar la totalidad de aquella
provincia de que Alladah era capital, resultaba un asunto totalmente distinto.
S, por cuanto la provincia de Alladah no estaba solamente integrada por
la ciudad de dicho nombre, sino tambin por siete extenssimos distritos
denominados Ugbiya, Aladagbe. Nwacheme, Agbogbove y Hwedjisi. Lo
cual significaba que Nyasanu nunca estara en su casa. Tendra que viajar
constantemente de un lugar a otro, para vigilar la actuacin de los jefes de
310 Negros son los dioses de mi frica

los grandes distritos, los togcuts, que pasaran a ser sus subordinados, y por
ser hombres de media edad, ricos e influyentes, seguramente se enfureceran
al tener que acatar la autoridad de Nyasanu. Tambin tendra que vigilar
a los gevi, los hombres que, en cada poblado, cuidaban de que no hubiera
ciudadano alguno que diera muerte a algn esclavo. Y asimismo tendra
que ocuparse de los toxausu, los jefes de los poblados, de entre cuyas filas
acababa de salir Nyasanu. S, se trataba de un cargo serio y con muchos
problemas.
Estos sentimientos de inquietud se reflejaron tan claramente en la cara
de Nyasanu, que su madre real le dio una tranquilizadoras palmaditas en
el brazo y dijo:
- Superars los obstculos, no te preocupes. Eres un muchacho
inteligente, hijo. Y, adems, aqu estar yo para ayudarte. Otra cosa, ahora
acrcate porque voy a susurrarte al odo las palabras de fuerza que debes
decir al rey despus que te haya nombrado gbonuga.
As lo hizo Nyasanu. Y se enderez ceudo y moviendo los labios,
mientras se repeta una y otra vez, hasta aprenderlas de memoria, esas
palabras de fuerza. La vieja princesa le pregunt:
- Ya te las sabes?
- S, Nochi.
- Muy bien. Despus de esta ceremonia, sers despedido. Entonces
debers iniciar el viaje de regreso a Alladah. Pero no viajes de prisa ni te
alejes demasiado porque maana por la noche sers convocado de nuevo
a Ahomey
- Para qu, No?
- El dada te va a prometer en matrimonio a su hija Taunyinatin. Te
dars cuenta de que se trata de un gran honor, supongo.
Nyasanu musit:
- S, madre. Me doy cuenta
- Pero no pareces muy complacido.
Con franqueza, Nyasanu le expuso:
- Bueno, digamos que tengo cierto miedo. Estar casado con una
princesa tambin puede comportar muchos problemas.
La axovi se ech a rer:
- Ah Tienes buena cabeza, Vi! Ests en lo cierto. Las princesas son
muchachas mimadas, tozudas, ingobernables, perezosas y lujuriosas como
monas. Lo s. En fin de cuentas, soy una princesa.
En voz ahogada, Nyasanu dijo:
- Perdname, Nochil Realmente, haba olvidado
Frank Yerby 311

- No te preocupes, carece de importancia. Taunyinatin es la ms


hermosa de las hijas de mi hijastro. Se dice que es la muchacha ms hermosa
de Dahomey. Y tambin es una muchacha insoportable. La conozco muy
bien. Pero recuerdo que, en mi juventud, yo era mucho peor que ella. Pero
mi padre me cas con un hombre. Un hombre de veras. Crees hijo, que
por el hecho de no poder reir, golpear, azotar, o de modo alguno castigar
a una princesa, no podrs dominarla? Bueno, tampoco mi marido poda
castigarme, pero al cabo de seis meses de estar casada con l, me arrastraba
por los suelos para besarle los pies, a pesar de que era un hombre humilde,
y no el hijo de un gran jefe, de un kposu, cual es tu caso
- Y cmo se las arregl, Nochi?
- Obligndome a amarle. Que es el ms sencillo de todos los gbos, y,
al mismo tiempo, el ms difcil y complicado. No te dir sus mtodos. No
te serviran. Tienes que inventar tus propios mtodos. Y me parece que no
te costar mucho, ya que segn he visto, esas tres mozas te idolatran. Sin
embargo, voy a darte un consejo: no la trates como princesa. No busques
sus favores. Trtala como si fuera una esclava maxi, con lo que quiero decir
que la trates amablemente, pero con indiferencia. Si algo hay que tenga el
poder de eliminar el orgullo de un corazn aristocrtico, ese algo es lo que
acabo de decirte.
- Muchas gracias, Nochi.
- No las merezco. Y, ahora, debo irme. Aydame, quieres, hijo?
Nyasanu tom el brazo de la princesa y la acompa hasta la puerta.
Fuera, en la calle, sus servidores se apresuraron a preparar la hamaca, los
parasoles, los almohadones. La vieja princesa alz la vista al rostro de su
nuevo hijo. Con travieso acento, dijo:
- Eres un gigante. Vi. Sbeme a la hamaca. Quiero ver si tambin eres
fuerte.
Nyasanu se inclin y la levant. Era ligera como una pluma.
Estaba en la piel y los huesos. En el momento en que Nyasanu la dejaba
cuidadosamente en la gran hamaca, la princesa le rode el cuello con sus
brazos marchitos, y le dio un beso en la frente, con gran ternura maternal.
Dijo:
- Eres guapo, hijo. Muy guapo ciertamente.
Desde el lugar en que estaba sentado, en la linde de un calvero,
Nyasanu oa las voces que gritaban su nombre. Las voces rugan:
- Ahgoi \Ahgo, hijo de Gbenu! \Ahgo, Nyasanu!
Pero Nyasanu no contestaba. Se estaba muy quieto, mirando a
Dangbevi, a quien el llanto haba hinchado los ojos rasta el punto de
dejrselos cerrados. Y nada de cuanto Nyasanu haca o deca la consolaba.
312 Negros son los dioses de mi frica

Entre sollozos, Dangbevi deca:


- Una princesa! La ms hermosa de las hijas del rey! La muchacha
ms hermosa de Dahomey! Lo dijo la vieja! O que lo deca! Y no menta!
- Por Legba! Y qu te importa a ti?
Dangbevi musit:
- Soy la primera esposa de tu hogar, y una vez me dijiste que me
amabas, que no amabas a ninguna de las otras Sin embargo, has
conseguido que Alihosi encontrara su vientre Y, ahora, te vas a casar con
una princesa
- No voy a casarme con un princesa, sino que debo casarme con ella.
Me han obligado a casarme, lo cual es muy diferente.
- Es diferente, dices? Quiz Pero escchame, mi persona mayor,
escucha bien lo que voy a decirte. El da en que vea el ms leve signo de que
la amas, el da en que vea que la prefieres a m, ese da morir.
Framente, Nyasanu dijo:
- Muy bien. Ten la seguridad de que te enterrar con los debidos ritos
y ceremonias, mi primera persona.
Dangbevi gimi:
- Ooooh! Ni siquiera te importa! No, no voy a esperar! Lo har
ahora!
- Adelante. Pero antes quiero que sepas una cosa, Dangbevi: slo una
mujer en la tierra puede privarte de mi amor. Y esa mujer no es la princesa
Taunyinatin.
- Quin es?
- T. T misma. Y, en estos precisos instantes estn comenzando a
hacerlo con gran eficacia.
Dangbevi abri la boca, dispuesta a decir algo, pero nada pudo decir
porque los gritos Ahgo, hijo del kposu sonaban como truenos, y los
media-cabeza entraron en el calvero, llevando al prncipe Subetzy, con
cuerdas atadas a las manos.
La ceremonia fue larga y fatigosa. En primer lugar, los servidores
de Nyasanu trajeron las doce cabezas secadas y ahumadas, y con ellas
construyeron una pequea pirmide ante el rey. El rey orden al minga, el
primer ministro, que por cada cabeza llenara de cauris una pulida calavera,
a ese fin dispuesta. Nyasanu recibi mucho dinero en cscaras, por sus
macabros trofeos. Tuvo que hacer un doloroso esfuerzo para mantener el
rostro impasible ante aquel espectculo.
Luego, el vuduno de Gu, dios de la guerra, enton:
Frank Yerby 313

- E bo-hun e diegil
Lo que significaba el sonido del tambor de guerra es bueno, y as
termin esta parte de la ceremonia. Entonces, el gao, o comandante jefe del
ejrcito, dijo:
- Ahora, debes traer al prisionero con nombre!
Nyasanu avanz, seguido de Subetzy, a quien llevaba con una
cuerda. El prncipe auyo no ofreci la menor resistencia. En realidad,
pareca lamentar que le liberasen. Y posiblemente era as, ya que, como
supo luego Nyasanu, el prncipe, durante su cautiverio, haba vivido en una
de las dependencias de palacio, le haban obsequiado con los ms deliciosos
manjares y bebidas, le haban proporcionado veinticinco concubinas, para
facilitarle el reposo nocturno, y, segn se rumoreaba, haba sido visitado
en secreto por las ms jvenes y lindas princesas, entre ellas la hermosa
Taunyinatin, que consideraban irresistibles las ropas, los modales y la
apostura del prncipe.
En ese momento, Gezu, dada de Dahomey, se levant y pronunci
uno de sus famosos discursos. En l ensalz al difunto Gbenu, calificndole
como uno de sus ms grandes soldados, y derram lgrimas, no todas ellas
teatralmente fingidas, cuando habl de su muerte, concluyendo con la
observacin de que los vudutt haban sido benvolos para con l -el propio
dada- y su reino, ya que haban enviado un sustituto digno de Gbenu, en la
persona de su hijo, all presente.
Luego, Gezu hizo una breve descripcin de los heroicos hechos de
Nyasanu que, sin faltar a la verdad, poda decirse no slo haban salvado
al reino, sino tambin la sagrada vida de su dada. En consecuencia, los
premios y recompensas normales no eran suficientes para tal hroe.
En ese momento, todos los presentes prorrumpieron en gritos, sonaron
tonantes los tambores, y suaves sonaron los cmbalos y los caramillos.
Gezu dijo:
- Pero, terminemos la tarea de comprar al joven len sus prisioneros.
Mi seor gao, entrega al hijo del kposu cincuenta cabezas llenas de cauris,
y veinte varas de tela, a cambio de su prisionero.
Al or estas palabras, todos volvieron a prorrumpir en gritos, y los
gritos se redoblaron al ver cmo la pieza de pura seda, de fabricacin
europea, era desenrollada en toda su extensin. En Dahomey, el valor de
aquella pieza era incalculable.
En ese instante, un hombre alto, viejo, de mayesttico porte negro
como la noche, ataviado con ropas de deslumbrante riqueza, cuyas aquilinas
facciones quedaban realzadas por el niveo turbante con que se tocaba, dio
unos pasos al frente, y, hablando en ewe, dijo:
314 Negros son los dioses de mi frica

- Me concede el Leopardo su permiso para dirigir unas palabras a


este joven?
Gezu repuso:
- Naturalmente, gran califa.
Ibrahim Twala, rey de los auyo, avanz hacia Nyasanu, a quien dijo:
- Hijo mo, me han dicho que tuviste la vida de mi hijo y heredero en
la palma de la mano, y que generosamente se la perdonaste, aunque no sin
pagar por ello un alto precio, es ello cierto?
En voz clara, Nyasanu repuso:
- Ciertamente, mi seor, el precio fue muy alto, ya que mi primero y
principal amigo, mi tercer amigo y una de mis hermanas, que serva en el
cuerpo femenino, murieron en aquella lucha.
- Y, sin embargo, perdonaste la vida a mi hijo, por lo cual as Al el
Clemente te colme eternamente de bendiciones. Y de esta mi pobre mano
te ruego aceptes eso.
Se trataba de una daga adornada con piedras preciosas, con cadena
de oro. La vaina era de bronce y plata, y con rubes engarzados.
Nyasanu tom la hermosa arma y dijo:
- Te doy las gracias, mi seor.
Ibrahim Twala aadi:
- Sabed todos los presentes que Nyasanu, hijo de Gbenu, est desde
este instante y para siempre a salvo del acero auyo. Esta sagrada daga que
le he dado es su salvoconducto. Puede entrar en y salir del Reino de la Silla
de Montar siempre que lo desee, y espero que acuda a Alakpawe, en los
prximos aos, en cuya ocasin le premiar con ms tesoros, y con una
princesa de sangre real como esposa.
En su fuero interno, Nyasanu gimi: Oh, no! Demasiadas me
parecen mis esposas a pesar de que entre ellas no hay, todava, una
princesa! Y tener a dos princesas en un mismo conjunto de viviendas es,
por definicin, el desastre para cualquier hombre!
Pero supo contener frreamente sus nervios, y se inclin
profundamente, diciendo:
- Mi seor me honra en exceso.
Durante la breve pausa en la que el rey de los auyo volvi a sentarse,
Nyasanu orden con un ademn a Soye y Alihonu que se adelantaran.
Antes de que nadie se diera cuenta de lo que los dos criados hacan, stos
haban colocado sus cargas en el suelo, y se haban postrado ante el dada.
Con cierto tono de irritacin, Gezu dijo: -Qu es esto? Nyasanu contest:
Frank Yerby 315

- Unos pobres y humildes obsequios, mi seor. Como t, mi rey, te


has dignado honrarme en premio a mis pobres esfuerzos para servirte,
quisiera, si me lo permites, mi seor, ofrecer a ti y a tus grandes antepasados
estas pobres muestras de mi gratitud, mi lealtad, y mi estimacin Gezu
orden: -Que los descubran!
Cuando el ase, el altar de hierro, qued al descubierto, las
exclamaciones de sorpresa y de admiracin se propagaron como fuego de
plvora alrededor de la plaza. Pero, cuando el taburete qued a la vista,
todos quedaron sumidos en silencio. A la cambiante luz de la tarde, pareca
tener vida, y los anillos de la serpiente parecan moverse.
Gezu lo cogi y lo examin desde todos los ngulos. Despus se
volvi hacia el minga, y, con voz de trueno, dijo:
- Llvate mi taburete! A partir de este instante, el obsequio del hijo
de mi difunto kposu ser el taburete real! S, porque en verdad su belleza
no tiene igual!
Tras una pausa, aadi:
- Y que ese glorioso ase ser emplazado en el templo de mis reales
antepasados, porque, tambin en verdad, merece tal honor!
Este acto sin precedentes, suscit un murmullo de mltiples
comentarios en voz baja:
- Cunto le honra el dadal
- Vale la pena comenzar a ganarse el favor de este muchacho en plena
ascensin, porque me parece que
- No os preocupis, un campesino palurdo como ste no tardar en
volver a trabajar la tierra Cuanto ms alto se llega, ms dura es la cada
Y una voz de mujer:
- No s Un muchacho tan apuesto como ste forzosamente habr de
Y la contestacin de su marido:
- entrar a escondidas en tu casa si no te vigilo
Despus el minga se levant y dijo:
- Joven, adelntate.
As lo hizo Nyasanu, postrndose tres veces en el corto trayecto. El
minga dijo:
- Ponte en pie!
Nyasanu as lo hizo. Inmediatamente, uno de los servidores del
minga ech un pesado y caro pao sobre los hombros del joven jefe. Con sus
propias manos, el minga -o primer ministro- puso un collar de cuentas rojas
alrededor del cuello de Nyasanu. Trajeron un taburete. Era un taburete de
jefe, aunque ms laboriosamente tallado y ms hermoso.
316 Negros son los dioses de mi frica

El minga dijo:
- Sintate!
Nyasanu se sent. El minga puso una vara de anya en el cayado
del brazo de Nyasanu. Luego le indujo a colocar las manos en forma de
cuenco, y en ellas derram arena, que simbolizaba el territorio que Nyasanu
gobernara.
A continuacin, el minga se dispuso a pronunciar el formulario
parlamento de las once clusulas, que se pronunciaba en Dahomey en las
tomas de posesin, desde tiempo inmemorial.
El minga comenz preguntando: -Cul es tu nombre? El joven
repuso:
- Mi nombre es Nyasanu.
- A partir de hoy, dejars de llamarte Nyasanu, y te llamars gbonuga,
su excelencia, el gobernador de la provincia de Alladah. Estars al mando de
esta provincia; todos los togans, toxausus y dems funcionarios inferiores
estarn a tus rdenes. Pero antes de darte permiso para que te vayas, deja
que te recuerde las antiguas instrucciones del rey.
A continuacin, el minga comenz a recitar las once clusulas.
Nyasanu no las escuch, por cuanto se las sabia de memoria, y se dedic
a ensayar in mente la respuesta que deba dar. El minga lleg a la ltima
y ms noble de las clusulas: -Para terminar, el rey te ordena que permitas
incluso al hombre ms pobre recurrir a l, as como debes permitir tambin
a los extranjeros que carecen de proteccin, a fin de que el rey los ayude. Y
sta es la ley de Dahomey: pon tierra en tu cabeza, y levntate para hacer tu
voto de devocin al rey, y darnos tu nombre.
Nyasanu saba lo que deba hacer y decir. Volvi a postrarse, y se
arroj dos puados de arena sobre la cabeza. Se levant, y pronunci un
principesco discurso, en el que asegur al dada que cumplira con extremada
fidelidad las rdenes del rey, jurndolo por los ttems reales, Kpo, el
leopardo, y Agbali, el antlope moteado. Invoc la ayuda de los nesuxwe,
los espritus de los prncipes muertos; invoc a los reales tawcausu, los
espritus de los prncipes nacidos con anormalidad, a los que tenan seis
dedos en cada mano, la cabeza monstruosamente grande, cola como los
monos, o cualquier otra deformidad, ya que, en Dahomey, se crea que los
individuos as posean espritus ms poderosos que los de la gente normal.
Invoc la ayuda y el consuelo de Gezu, en los incesantes trabajos que le
aguardaban. Y termin con una frmula inmemorial, invocando a Agasu
Tauhwiyo, el fundador del Gbekpovi Aladaxonu, el clan real. Nyasanu
grit:
- Con la ayuda de Agasu!
Frank Yerby 317

Y todos los presentes gritaron:


- l te ayudar!
- Con la ayuda de los antiguos reyes!
el pueblo grit:
- Ellos te ayudarn!
- Con la ayuda de Zumadunu!
Y tras estas palabras de Nyasanu hubo una breve pausa, porque el
miedo atenaz la garganta de los presentes. Zumadunu era el legendario
jefe de los nacidos con anormalidades, y no haba espritu ancestral tan
temido como el suyo. Pero, por fin, no sin que muchas voces temblaran, el
pueblo contest:
- l te ayudar!
- Con la ayuda del dada, que est presente!
En vez de gritar, todos los personajes y gente que all estaban, se
pusieron de rodillas, se estrujaron las manos en expresin de splica, y
gritaron:
- Kuse, kuse, kuse! Por favor, por favor, por favor!
El dada Gezu no contest, ya que el minga era quien sola hablar en su
lugar, por desempear el cargo de portavoz. A partir de entonces, Nyasanu
tendra que buscar a alguien dotado de palabra fcil, a fin de que fuese su
portavoz, debido a que, en Dahomey, los dirigentes importantes hablaban
siempre a travs de un tercero, por estimarse atentatorio a su alta dignidad
dirigirse a sus sbditos directamente, salvo en contadas ocasiones.
El minga puso un gbo en la mano de Nyasanu. Era un gbo de la
clase llamada holauhaulaugho, cuya finalidad radicaba en infundir a su
propietario fortaleza y confianza, cuando tuviera que tratar con el pueblo.
En realidad, el gbo era una pulsera de tela de rafia, llamada keleku, la tela
consagrada a los dioses de los cielos, entreverado con pelo arrancado del
cuello del gbo, o sea de un carnero. Inmediatamente, Nyasanu se coloc la
pulsera en el antebrazo izquierdo, mientras murmuraba la frmula mgica:
- Akaunda agbo kuno xo xu gbo hauku ndyedo tenmeho- Akaunda,
cuando el carnero se dispone a luchar no muere all donde se encuentra.
Solemnemente, el minga dijo:
- Con este mgico amuleto jams errars, por cuanto el dada es tu
viviente benefactor.
Nyasanu se volvi hacia sus esposas y su squito, y grit: -Con la
ayuda del espritu de mi padre! Y cuantos formaban el squito murmuraron:
-El espritu de Gbenu te ayudar.
- Con la ayuda de todos los gobernadores que han existido!
318 Negros son los dioses de mi frica

El rey se uni al coro: -Ellos te ayudarn!


Luego, el joven y recin nombrado gbonuga se volvi hacia el trono,
y grit:
- Hoy es el da de darme nombre! Los presentes corearon: -S!, S!,
S! Nyasanu dijo:
- Trabajar! Por la noche no dormir, durante el da no descansar,
porque el descanso no es cosa del da y el sueo no es cosa de la noche.
No olvidar las rdenes que el minga me ha dado, sino que constituirn
mi almohada. Cuando el dada me d una orden la obedecer al instante,
porque basta que el dada levante el dedo ndice para que todos los hombres
de Dahomey respondan inmediatamente. Cuando el rey caza, son muchas
las piezas que cobra; cuando va a la guerra son muchos los prisioneros que
hace. Mpahwe! Alabo al rey!
Entonces, Nyasanu guard silencio, pase la mirada por la plaza, la
detuvo unos instante en la cara de Dangbevi, y, en voz muy alta, grit:
- Amigos mos, a partir de ahora me llamar gbonuga Hwesu!
El dada se levant, dio unas palmadas e inici los vtores de todos los
presentes:
- Viva el nuevo gbonuga de Alladah! Viva Hwesu! Viva aquel cuyos
ojos han visto el sol!
Inclinose el recin nombrado Hwesu, a quien nadie volvera a llamar
Nyasanu, de la misma manera que todos llamaron Nyaunu wi a la pobre
Agbale, tan pronto como Nyasanu, su marido, le hubo atribuido el primer
nombre en sustitucin del segundo, y, al frente de su gente cruz la gran
Puerta de Kannah. Dieron tres vueltas alrededor del Palacio de Dangela- Corde, mientras el recin nombrado gbonuga, dotado ya de un nuevo
nombre, gritaba:
- Chu-o-o! Kohwe-kohwe! Cho!
Ya que sas eran las palabras que su madre real le haba susurrado
al odo, en aquella comida del medioda. Y aun cuando no caba atribuirles
un significado exacto, esas palabras venan a decir: Todas las alabanzas y
todas las gracias sean dadas al rey.
Y, mientras el nuevo jefe caminaba, seguido de sus radiantes esposas,
y de sus servidores, que no dejaban de bailar, rer y contonearse, todos los
presentes miraban a aquel hombre alto como un gigante, altivo como el dios
del trueno, que iba lanzando su gran grito. Todos se fijaron, con gran atencin,
en su rostro, su porte, su aire al andar, sabedores de que jams un hombre
del pueblo llano haba llegado tan rpidamente a alcanzar la estimacin
del rey. Y entre quienes miraban se hallaban la princesa Taunyinatin y su
hermanastro Axo Ate- deku. Taunyinatin estudiaba cuidadosamente a su
Frank Yerby 319

futuro esposo, con la sombra de una sonrisa en sus hermosos y gruesos


labios. Al fijarse en esa sonriente expresin, su hermanastro frunci el
entrecejo. Apart la vista de Hwesu, gbonuga de Alladah, que prosegua
su altivo caminar all abajo. Y el axo se dedic a estudiar los rostros de los
espectadores. Al cabo de medio minuto haba encontrado lo que buscaba.
Tres cuartas partes de los que formaban el grupo de la gente con
nombre, de los notables, se estaban ahogando en la verde marea de su
propia envidia, al ver que sus caminos hacia el poder haban quedado
obstaculizados por aquel provinciano de tan rauda carrera. Atedeku saba
que, a partir de entonces, todos los actos y decisiones del recin nombrado
Hwesu seran estrechamente vigilados, y que tan pronto incurriera en la
ms leve vacilacin, en cuanto cometiera un error, todos se abalanzaran
sobre l como una jaura. El prncipe Atedeku concluy que as era por
cuanto en ello radicaba la mayor debilidad -o la principal fuerza- del reino
del Vientre de Da: el poder del rey era absoluto; y alrededor del len slo
los chacales se renen.
Pero el axo pens, mientras se llevaba la mano de su hermanastra y
amante a los labios, que incluso los chacales son tiles. Por lo que deba
idear un medio de inferir a aquel nuevo jefe ascendente una herida tan
grave que incluso aquellos cobardes devoradores de carroa se atrevieran
a lanzarse al ataque.
Por el momento ignoraba cmo se las arreglara. Pero mientras se
encontraba all, tan cerca de Taunyinatin que el oscuro olor a almizcle de
su cuerpo perfumado formaba como una nube que le envolva la cabeza,
Atedeku saba que encontrarla el medio preciso para conseguir sus fines.
Tena que encontrarlo.

320 Negros son los dioses de mi frica

VEINTE

Acamparon a algo ms de siete kilmetros de las murallas de Ahomey,


y descansaron, a pesar de que an no haba oscurecido. Los servidores y los
esclavos rean y gesticulaban, e incluso bailaban, rebosantes de orgullo al
encontrarse repentinamente en la situacin de hombres a quienes la gente
sealaba por pertenecer al squito de un personaje con un nombre tan
grande cual aquel en que su joven amo se haba convertido.
Pero su excelencia Hwesu, gobernador de la provincia de Alladah,
yaca en su hamaca, guardaba silencio, y los pensamientos que ocupaban
su cabeza eran de muy largo alcance.
Pensaba: Tendr que construir un conjunto de viviendas en Ahomey,
o cerca de esta ciudad. Tendr que construir una casa, por lo menos, en las
principales poblaciones de cada uno de los cinco distritos de la provincia.
Si no lo hago as, me ver obligado a aceptar la hospitalidad de los togans,
lo que no me parece en modo alguno aconsejable. En primer lugar, todos
ellos son hombres que tienen la edad de mi pobre padre, e incluso algunos
son mayores, y el hecho consistente en que un muchacho les d rdenes,
seguramente los molestar. La pregunta ms importante es: cmo
reaccionarn cuando yo les d rdenes?
Alz la cabeza y solt una breve carcajada, como un bufido. Sus
tres esposas -que se encontraban en pie junto a la hamaca, abanicndole,
secndole el sudor de la frente con paos perfumados y sirvindole bebidas
frescas- le miraron. Pero l no les izo el menor caso.
El recin nombrado Hwesu pens Reaccionaran de dos maneras,
o quiz de tres. Aun cuando, a poco que se piense en ello, las dos
primeras maneras vienen a ser lo mismo. Intentarn envenenarme o que
sus hechiceros preparen gbos con poder para inducir a Legba a devorar
mi aliento o mi seso. Y si los dos primeros mtodos no producen efectos,
emplearn el tercer mtodo, o sea el de intentar ejercer influencia en mi por
el medio de darme hijas suyas por esposas.
Se qued pensando en eso, tumbado en la hamaca. La experiencia le
Frank Yerby 321

haba obligado a concluir que la pluralidad de matrimonios simultneos


no era, ni mucho menos, la mejor manera de organizar la propia vida.
Tena la total certeza de que si Nyaunu wi hubiese vivido, y los dos
hubiesen podido huir a otro pas -por ejemplo la Cala de Benin o el pas
de los ashanti- hubiera sido mucho ms feliz solo con Nyaunu wi que con
sus actuales cuatro esposas. Incluso con Dangbevi podra vivir, al menos
tranquilamente, si las tres restantes no existieran. Pero cuatro esposas en
guerra constante convertan la felicidad en un sueo imposible. Y, cuando
llegaban los hijos, induciendo a cada esposa a luchar como una leona contra
las dems para que su hijo fuese nombrado heredero del cargo y ttulos del
padre, el conjunto de viviendas de un hombre se converta en campo de
batalla, y el marido acababa con los nervios destrozados de tanto tener que
ejercer, alternativamente, el tacto, la diplomacia y la fuerza bruta, con el
solo fin de mantener una mnima paz en su hogar.
Con tristeza, Hwesu se pregunt: Si sta es la realidad, por qu
razn un hombre tan inteligente como mi padre adquiri tantas esposas?
Se incorpor en la hamaca, quedando sentado con el tronco erguido, y
movi la mano hacia delante en el mismo movimiento que efecta el animal
capturado al lanzar la zarpa contra la red que lo aprisiona. Con cansancio,
pens: Lo atrapaban. Esta es la justa expresin. He sido atrapado, tal
como antes lo fue mi padre, por un sistema tan tupido que no hay modo
de esquivarlo. En Dahomey, el hombre debe casarse. Los antepasados y los
vudun de la tierra exigen que el hombre tenga hijos, a fin de aumentar el
nmero de sus adoradores. Incluso cuando el hombre es totalmente pobre,
incluso cuando no tiene ni un cauri, debe casarse. Ni el ms miserable
mendigo puede escapar a esa obligacin. S, porque el mendigo tiene el
adome- vaudida, matrimonio de tripa vaca, forma matrimonial en la que
el primer amigo, ayudado por un dokpwe y su sociedad, presta al novio
cuanto necesita para las ceremonias, a cambio de la primera hija que tenga,
que se convertir en la futura esposa del primer amigo, en un plazo de
trece o catorce aos. Pero quienes consiguen vivir desconocidos y en la
pobreza pueden, al menos, limitar el nmero de sus esposas a dos, o tres.
Pero quin est dispuesto a ser desconocido y pobre? Y entonces resulta
que uno gana algn dinero, consigue cierto nombre, y los hombres que
antes le hubieran echado a patadas de su conjunto de viviendas, ahora le
arrojan sus hijas, a los brazos. A cuntas futuras esposas cabe rechazar? Si
uno tiene un bokono dispuesto a interpretar los du, de la manera que a uno
interesa, cabe la posibilidad de rechazar a tres o cuatro futuras esposas. Si
uno rechaza a ms, inmediatamente comienzan las murmuraciones: eres
un gaglo, o eres impotente, o Legba te ha dado su enfermedad, y, entonces,
uno queda prcticamente destruido. Que empiecen a murmurar llamndole
gaglo, o sea, homosexual, e incluso si tales rumores son totalmente
322 Negros son los dioses de mi frica

infundados, ver como se le cierran todas las puertas. Entonces, para evitar
el mal de convertirse en un ser por todos rechazado, acoge los muchos
males derivados de aceptar el mundo en que se encuentra. Lo cual significa
que un buen da se despierta, y se encuentra con veinte esposas, o treinta o
cuarenta -entre ellas una princesa- que convierten su vida en una desdicha
constante. Y la princesa se acuesta con todo hombre que le apetece, como
una hembra de chacal en celo, sin que uno pueda hacer nada para
Abandon estos razonamientos, y una vez ms le vino a la cabeza un
pensamiento fuerte: El hombre que est dispuesto a aguantar las ltimas
consecuencias de sus actos jams se encuentra en estado de impotencia.
Levant la cabeza. Se le estremecieron las anchas aletas de la nariz. Pens:
S, incluso la vida; jams me doblegar!
Sonri y puso la mano sobre la cabeza de Dangbevi, a quien dijo:
- Anda, vayamos a la cama, mi primera y principal esposa.
El da siguiente, a media maana, llegaron los media-cabeza para
convocarle de nuevo a Ahomey, a fin de celebrar el naya- nunu, o ceremonia
de esponsales reales, palabra que significaba la princesa toma bebidas,
debido a que beber un vaso de vino de palma constitua uno de los ritos.
Al llegar a las puertas de la ciudad, la vieja princesa que haba sido
designada madre real de Hwesu, sali a recibirlos. Se llev aparte al
joven gbonuga, y le explic lo que deba hacer durante la ceremonia. Como
mandaba la costumbre, la actuacin de Hwesu era humillante hasta grados
inconcebibles. Pero, teniendo en consideracin que esos actos no eran ms
humillantes que los que deban efectuar el minga, el meu, el gao y el kposu,
as como todos los altos dirigentes del reino, no se podan interpretar como
una injuria personal, mxime si se tena en consideracin que el honor de
convertirse en marido de una de las hijas del dada compensaba ampliamente
la humillacin.
La vieja axovi dijo:
- Y, ahora, slo falta que te comunique otra cosa. El dada ha ordenado
que un gbonuga te preste su conjunto de viviendas, cercano al palacio.
Alladah est muy lejos, y durante los tres prximos meses estars demasiado
ocupado con el asunto de tu matrimonio, para ir y venir
Hwesu dijo:
- Slo tres meses? Yo crea que
- Que el matrimonio con una princesa era cosa de dos o tres aos
S, por lo general, as es. Pero el dada ha decidido honrarte todava ms, y
acelerar el matrimonio. Adems
La vieja princesa call, un poco inhibida, y no dijo lo que pensaba. Lo
cual dio lugar a que Hwesu pensara algo todava peor.
Frank Yerby 323

Con amargura, Hwesu se dijo: Adems, la princesa probablemente


ha encontrado ya su vientre, con la ayuda de cualquiera de sus primos
hermanos, o quiz incluso de un hermanastro. Era eso lo que queras
decirme, Nochi? Por eso es preciso que el matrimonio se celebre antes de
que se le hinche demasiado el vientre a la princesa La vieja princesa le
pregunt: -Recordars todo lo que te he dicho, Vi? -Puedes estar segura,
madre.
Las esposas y restante squito de Hwesu se acercaron a la barrera,
que, en realidad, estaba nicamente formada por largas ramas de palmeras,
peladas, y puestas en el suelo, tocndose sus extremos, de manera que
formaban un cuadriltero. Pero Hwesu se qued rezagado, a varias varas
de distancia, tal como la modestia exiga. Dentro del cuadriltero se haba
erigido un pequeo cobertizo real, bajo el que dada Gezu, el Leopardo, se
sentaba en el taburete que Hwesu, en su anterior existencia como Nyasanu,
le haba dado. Desde luego, varias de sus ms jvenes y lindas esposas
atendan devotamente a Gezu. Pero lo que constitua una clave de meridiana
claridad para todos los versados en la etiqueta palaciega era la presencia
de la princesa Taunyinatin, vestida con dorada tnica de seda floreada,
con tal cantidad de pulseras y argollas en los brazos, que el peso apenas
le permita moverlos; anillos en todos los dedos, incluidos los pulgares;
argollas de plata en los tobillos -a diferencia de Ashanti, Dahomey no era
rico en oro-; y docenas de collares que variaban desde las obras maestras de
bronce y plata hasta baratijas tales como los de piedras coloreadas, con los
correspondientes orificios, a fin de que pudieran quedar unidas mediante
un hilo, como si de cuentas se tratara, alternadas, aqu y all con porciones
de vidrio que destellaban a la luz.
Desde el lugar en que se encontraba, Hwesu no poda ver claramente
a la princesa, y no osaba estirar el cuello o acercarse ms, por cuanto
cualquiera de esos dos actos hubiera transgredido la corts ficcin de que
ignoraba totalmente que iba a celebrar sus esponsales con una princesa en
aquel da, Hwesu tema la vaga impresin de que la princesa era linda. Pero
eso en modo alguno poda considerarse sorprendente, ya que los reyes
Leopardo podan elegir, sin limitacin alguna, sus esposas y concubinas.
Cuando el dada vea una mujer lo suficientemente hermosa para provocar
sus deseos, inmediatamente ordenaba que la llevaran a palacio incluso en
el caso de que fuese sacerdotisa del culto a los dioses del cielo o esposa del
ms alto dirigente. Por esto, el hecho de que las princesas fueran, por lo
general, hermosas, no se deba a simple casualidad, si tenemos en cuenta la
belleza de sus madres. No sin irona, Hwesu pens: Desde luego, algunas
de ellas se parecen a sus padres, lo que explica que las haya feas.
324 Negros son los dioses de mi frica

Pero reconoci que tambin en ese ltimo pensamiento haba sido


injusto, ya que, con la salvedad de cierta desviacin de un ojo, Gezu era
hombre de soberbia presencia.
Mir alrededor, a la multitud. Cerca del real taburete, en la parte
exterior del cuadriltero, y junto a l, estaba el meu, en pie. Era de esperar
que as fuese por cuanto entre los deberes del juez supremo estaba el de
vigilar a los prncipes y princesas, tarea que nadie envidiaba, ya que el ms
leve error, fuere por excesiva severidad, fuere por exceso de tolerancia,
y dependiendo ello del humor del Leopardo, poda costarle la cabeza. A
considerable distancia del meu, en realidad ms cerca del lugar en que se
encontraban las esposas de Hwesu y el pblico, se hallaba la madre de
dicho personaje, la meuno, o sea la vieja princesa cuya funcin consista en
grabar en su memoria todas las palabras y actos del juez supremo, y que no
era su madre fsica, lo mismo que la axovi que haba visitado a Hwesu por
la maana tampoco lo era de ste.
La presencia de la meuno tambin resultaba normal y previsible. De
la misma manera que el meu tena el deber de imponer disciplina a los
prncipes, gozando de la facultad de dar una buena azotaina a sus reales
pellejos, o de proporcionarles unas vacaciones por el medio de desterrarlos
por una temporada a una de las muchas fincas rsticas del dada, en el
caso de que cometieran un acto absolutamente intolerable, como matar a
un esclavo en un ataque de rabia, o embarazar a alguna de sus hermanas
de padre y madre, la madre del meu tena tambin la facultad de coger
una vara descortezada y azotar las nalgas de una princesa, o encerrarla
en sus habitaciones a rgimen de tortas de maz y agua, en el caso de que
rebasaran los amplios lmites; adems de los individuos del pueblo llano y
los esclavos, slo les estaba prohibido tener relaciones con sus hermanos de
padre y madre, que los convencionalismos les imponan.
Pero, desde el lugar en que se encontraba, Hwesu poda ver a
Dangbevi, o, por lo menos, su perfil izquierdo, cuya parte delantera
quedaba recortada en la luz reflejada en las lgrimas. Hwesu se qued
sin aliento ante aquel espectculo. Un sentimiento de lstima le rasg el
corazn. Sinti una aniquiladora pualada de ternura. Y tambin sinti
miedo. Principalmente, miedo. S, debido a que el hecho de que Dangbevi
mostrara tan abiertamente su dolor y sus celos era un silencioso reproche
dirigido a las prerrogativas reales, y el poder del Aladaxonus para castigar
el ms leve signo de reproche era ilimitado. El problema radicaba en que
Hwesu no poda acercarse a Dangbevi, para advertirla o consolarla, por lo
que rogaba a Minona y Yalode, los dioses de las mujeres, pidindoles que
protegieran a Dangbevi. Pero, en aquel momento, Hwesu se envar, ya que
la ceremonia haba comenzado.
Frank Yerby 325

Gezu alz la cabeza y dijo:


- Taunyinatin, hija ma, acrcate.
Lentamente, cargada con tantas joyas y adornos que produca,
literalmente, sonidos de choques metlicos al andar, la princesa se acerc
al lugar en que el rey, su padre, se sentaba. Y, a pesar de que su lento y
mayesttico aire al andar le daba gran dignidad, la causa de aquella
lentitud en manera alguna era digna, ya que la princesa se haba pasado la
noche entera haciendo el amor y tena el cuerpo tan fatigado y dolorido que
apenas poda moverse. Ms an; la ertica despedida la haba dejado en
un estado de ardiente rebelda. Su padre tena derecho a casarla con aquel
palurdo campesino; pero, por Legba Fa y Danh, ya se encargara ella de que
aquel sudoroso y sucio mozo lamentara el da en que la yegua de su madre
le ech al mundo.
Con gran solemnidad, Gezu alz un- adornado frasco y escanci licor
en una copa de plata. Cuando Taunyinatin se inclin hacia delante para
coger la copa, el rey susurr algo a su odo.
Entonces la princesa se volvi y anduvo hacia uno de los lados
del cuadriltero, hacindolo muy despacio, con el rostro modestamente
inclinado hacia el suelo y los ojos entornados. Cuando lleg al lugar en que
se encontraba la madre del juez supremo, la meuno, la princesa efectu
una rpida inclinacin y musit algo al odo de la vieja princesa.
Inmediatamente, la vieja grit:
- Ahgo Hwesu! Llamo al gbonuga Hwesu, gobernador de la
provincia de Alladah! Que se adelante! Que venga mi seor el gbonugal
Inmediatamente, todos los presentes -salvo Dangbevi, desde luego-,
corearon el grito:
- Hwesu! Su excelencia Hwesu! Que se adelante! Que venga!
En el momento debido, con total exactitud -apresurarse a acudir
hubiera sido una demostracin de incorrecta ansiedad y retrasarse mucho
hubiera representado incorrecto orgullo-, Hwesu se acerc al lmite del
cuadriltero y se arrodill ante la princesa con quien iba a celebrar los
esponsales.
Y en ese momento Hwesu se dio cuenta del primero de los dos casi
fatales detalles: Taunyinatin era tan hermosa que, al menos en cuanto a l
haca referencia, cortaba la respiracin. Que la belleza es algo de carcter
subjetivo, que radica principalmente en la vista de quien mira, que all haba
muchos hombres que no hubieran coincidido con Hwesu, considerando
que esta o aquella hermana de Taunyinatin era todava ms hermosa, todo
ello careca de importancia. Lo importante era que Nyasanu/Hwesu tena
su propia piel, dentro de la que habitaba, posea sus tres almas propias y
326 Negros son los dioses de mi frica

viva un momento de pasmo, con el aliento cortado, un momento absoluto,


al contemplar aquel rostro suavemente ovalado, de sombra nocturna; al
penetrar su mirada en los ojos rasgados, en forma de almendra, con pupilas
oscuras de las profundidades antes de que los vudun alterasen con sus
pasos la paz de las aguas, pero con galaxias de estrellas cadas brillando en
su interior; y el blanco de los ojos tena la azulenca calidad vaporosa de las
perlas, y las pestaas eran largas y arqueadas.
Pero Hwesu haba comenzado a delirar, y le constaba. Por eso baj
la vista, y la fij en los labios de la princesa. Sus labios. No encontraba
adjetivos que aplicarles, no haba descripcin posible. Desde una vara de
distancia, Hwesu senta la ancha, clida y hmeda plenitud de aquellos
labios. Y entonces vio que se arqueaban en gesto de amargo desdn, y la
princesa, apartando la mano de los bordes de la copa, que cubra con sus
dedos, deliberadamente escupi en el vino. Luego, con gran frialdad, una
sonrisa de infinita burla en aquellos gloriosos labios, Taunyinatin ofreci la
copa a Hwesu.
Hwesu qued inmvil. Senta en su vientre anzuelos, cacharros
quebrados y cuchillos. Una rabia absolutamente pura le desgarraba las
entraas. Y el pensamiento fuerte que se haba jurado obedecer -el que el
hombre dispuesto a sufrir las ltimas consecuencias de sus actos nunca
se encuentra moralmente desvalido- acudi rugiendo a su mente. Por
eso alarg la mano, detuvo el movimiento unos instantes, para que todos
los espectadores pudieran ver el temblor de la mano, ya que Hwesu, ni
siquiera en aquel acto de desafo poda hurtarse a su innata tendencia hacia
la sutileza, hacia la astucia, y torpemente, temblando a fuertes sacudidas,
acerc la mano a la copa, y al intentar cogerla, con tan exagerada y manifiesta
mala traza, la derrib de la mano de la Axoni Taunyinatin, derramndose
su contenido en el suelo.
Inmediatamente, todos los espectadores lanzaron un rugido de
sorpresa, ira y miedo, al mismo tiempo. Pero la meuno, que haba visto que
Taunyinatin haba escupido en la copa, y que, adems, conoca muy bien el
modo de ser de la princesa, dijo en voz baja:
- Ve y pide otra copa a tu padre, muchacha. Y si te pregunta algo, dile
que has sido t quien, por nerviosismo, has derramado el vino. O prefieres
que diga al dada el insulto de que has hecho objeto al hombre que salv su
vida?
Taunyinatin se puso en pie y anduvo hacia su padre. Hwesu no pudo
saber la explicacin que la princesa dio a Gezu. Pero seguramente fue la
que la meuno le haba indicado, ya que Gezu, sin quejarse apenas, le dio
otra copa de vino.
Esa vez, cuando la princesa volvi y se arrodill ante Hwesu, le
Frank Yerby 327

entreg la copa en silencio. Y, tambin en silencio, Hwesu la cogi, firme


la mano como una roca, bebi y dijo en voz tan baja que slo Taunyinatin
pudo orle:
- Bebo por la humildad y la obediencia de las verdaderas esposas.
Taunyinatin abri los ojos de par en par. Pero se limit a ponerse en
pie y volver al lado de su padre. Entonces, todos los presentes gritaron:
-Nyoh! Es bueno! Y Hwesu contest: -Maphwe! Alabo al rey!
Entonces, Hwesu, sus esposas y su squito se postraron y arrojaron
tierra sobre sus cabezas, en signo de sumisin al terrible poder del Leopardo.
Despus de eso, Hwesu derram el agua de dos grandes vasijas en el suelo,
y, para mayor humillacin, se revolc en el barro.
Por fin, el rey se levant, y, precediendo a sus esposas e hija, regres
a palacio. Al llegar ante la puerta, se volvi y dijo: -A partir de este da,
quiero que me hija se llame Hwesusi! La gente grit: -Nyoh! Es bueno!
Hwesusi significaba, sencillamente, esposa de Hwesu. Pero mientras
contemplaba cmo Taunyinatin desapareca por la hwepal, la entrada de
las mujeres, Hwesu se pregunt tristemente, en su fuero interno: Lo es?
Llegar a serlo algn da?
Se levant del maloliente barro, y se alej, al frente de su squito, en
direccin al conjunto de viviendas que le haban prestado, situado en el
lmite de la ciudad.

328 Negros son los dioses de mi frica

VEINTIUNO

Hwesu dijo a Dangbevi:


- Hoy nos trasladamos a mi nuevo conjunto de viviendas. Di a Sosixwe
y a Huno que comiencen a reunir sus cosas.
Pero Dangbevi no le contest ni efectu el menor movimiento
indicativo de que se dispona a cumplir la orden. Se qued all, mirando
a Hwesu, y le mir larga y morosamente. Quiz demasiado rato, ya que
Hwesu sinti en su interior un leve movimiento de ira, pero, en aquel
instante, volvi a advertir cun delgada, tensa y desmejorada estaba
Dangbevi, as como -otra vez- lo que haba en su mirada, y la ira de Hwesu
desapareci.
Hwesu pens: La he colmado de favores en exceso, y con ello le he
proporcionado ms desdicha que felicidad. Por Mawu, por qu no puede
aceptar el mundo tal como es? Pero antes de que hubiera terminado la
formulacin de tan retrica pregunta, aquella parte crtica y dubitativa de
su mente, parte heredada de Gbenu, le pregunt: Y por qu no lo aceptas
t?
Lanz un suspiro, alarg el brazo, cogi la mano de Dangbevi y dijo:
- Qu te pasa, Dangbevi?
- Muchas cosas. Me perdonars, mi persona mayor, que te haga unas
cuantas preguntas que no debiera hacerte, preguntas que no tengo derecho
a hacerte?
No sin amargura, Hwesu repuso:
- Acaso no te he contestado siempre a cuantas preguntas me has
hecho? Y, adems, te he contestado la verdad, pese a que quiz no siempre
fuera aconsejable. S, ya que me parece que, en vez de hacerte un bien, al
contestar as te he perjudicado.
- No. No me has perjudicado, mi seor. Digamos que la vida es lo
que me ha hecho dao. Y Fa. Y Legba. Especialmente Legba, con sus sucias
trampas!
Frank Yerby 329

Hwesu la mir con expresin de divertida lstima:


- Y cules han sido esas sucias trampas, mi primera y principal
esposa?
Despacio, Dangbevi repuso:
- Dar al hombre a quien amo tanta grandeza que no puedo retenerlo
junto a m, me parece. Y de eso no tienes t la culpa, esposo. Los vudun
lo han querido. Y Fa, que es el destino. Y tampoco t tienes la culpa de
que no pueda darte un hijo -Por lo menos as ha sido hasta el presente
momento Tristemente, Dangbevi aventur:
- Y quiz para siempre. Puede ser que cuando me ca y perd mi hijo,
cuando todava era la esposa del pobre Kpad, me hice ms dao del que
cre, y qued intil como madre, pues la cada me dej estril. Oh, Hwesu!
Sera terrible que jams pudiera
- No creo que me defraudes. Me parece que te preocupas demasiado
por este problema, y eso te deja en un estado que
- Sosixwe y Huno han encontrado sus vientres, desde su llegada
aqu, mi seor, y yo no. He rezado a Yalode, Minona y Taunsu, especiales
vudun de las mujeres. Y tambin he rezado a los dioses de la tierra, y a
los tauvudun, tus antepasados. He ofrecido sacrificios Pero no han
contestado a mis rezos
Hwesu pens, es que los dioses atienden las peticiones de alguien?,
al recordar que Alogba, Kpadunu, Tuagbadji, su padre y Nyaunu wi
haban muerto, a pesar de que l haba rezado lo bastante para conmover
los cimientos de los cielos. Es que realmente hay dioses? No ser que
en fin, que nosotros nos los inventamos debido a que este mundo es una
jungla llena de bestias salvajes de dos patas, y que casi siempre vivimos
terriblemente solos y atemorizados? Dijo:
- Vers cmo escuchan tus oraciones, pequea hija de la serpiente.
Dales tiempo
- Esposo, mi persona mayor, te voy a preguntar dos cosas que quiz
estn prohibidas, no lo s. Puedo? -Desde luego.
- Vamos a quedarnos en Ahomey para siempre? Has construido un
nuevo conjunto de viviendas aqu, y
- No. Regresaremos a Alladah, Dangbevi. Este conjunto de viviendas
ser slo para los muchos meses que todos los aos tendremos que vivir
en Ahomey, a partir de ahora, debido a mi nuevo cargo. Tambin pienso
construir conjuntos de viviendas ms pequeos, quiz solamente una
casa, en cada una de las principales poblaciones de los cinco distritos de
la provincia, porque mis deberes me obligarn a viajar constantemente. En
consecuencia, quiz t seas la ms afortunada de mis esposas, ya que las
330 Negros son los dioses de mi frica

otras tendrn que quedarse en casa, para atender a los hijos, y t podrs
venir conmigo.
Hwesu vio que estas palabras iluminaban de alegra los ojos de
Dangbevi. Pero la alegra muri con la misma rapidez con que haba nacido.
Dangbevi dijo:
- Mi seor, dime: Cmo pudiste construir el nuevo conjunto de
viviendas en tan poco tiempo, a pesar de ser tan grande que la gente dice
que te arriesgas a irritar al dada con tanta grandeza y esplendor?
Hwesu, inmvil, mir a Dangbevi, mientras pensaba cmo poda
contestar una pregunta tan espinosa. Pens que quiz fuera ms piadoso
contestar con una mentira, pero inmediatamente decidi que no poda
hacerlo. La contestacin no constitua una de esas realidades que se pueden
mantener ocultas. Dangbevi descubrira la verdad, tarde o temprano, dado
el natural desarrollo de los aconteceres, por lo que ms vala decrselo y
terminar de una vez. Hwesu dijo:
- Se debe a que Gbade, el gobernador de Savalu, me ha prestado los
servicios de su dokwe y de su gbe, para acelerar los trabajos.
En voz baja, Dangbevi dijo:
- Ese viejo repulsivo con quien casi te peleaste cuando me insult por
marearme, al ver el espectculo de aquella matanza de hombres, cual si de
chivos se tratara, te ha prestado su grupo de trabajo y su sociedad para
construir el nuevo conjunto de viviendas? -Efectivamente.
- Puedo saber por qu, mi esposo?
- Porque he hecho un pacto con l. Ms adelante, cuando haya
terminado el asunto de mi matrimonio con la princesa, me casar con una
de sus hijas.
Dangbevi se qued inmvil. Ni siquiera inclin la cabeza. Simplemente
dej que sus grandes ojos castao-amarillentos se llenaran, rebosaran y
formaran sendas de estrellas en sus mejillas, negras como la noche.
Con un rastro de exasperada aspereza en su voz, Hwesu dijo:
- No! No lo comprendes! Oye, Dangbevi, ya has visto a Gbade. Si
no es el hombre ms feo del mundo, no s qu puede ser. Y sus hijas se le
parecen. La que he elegido es un poco menos fea que las dems, con lo cual
quiero decir que slo parece una mona normal y corriente en vez de parecer
una hembra mandril o una seora gorila. Por lo tanto, si tienes ganas de
llorar por Fa, escoge otro pretexto! Dangbevi murmur: -Entonces, por
qu te casas con ella? -Pues podemos decir, si te parece, que me caso por
poltica. O, tambin, para salvar la cabeza, incluso. En primer lugar, ten en
cuenta que Gbade no es tonto, ni mucho menos. Las veces que he comido
con l, me ha puesto de relieve la gran cantidad de intrigas y maquinaciones
Frank Yerby 331

que tienen lugar da y noche en Ahomey. Y lo muy peligrosas que esas


intrigas son. Los personajes destacados no dejan de competir entre s, para
obtener cargos ms y ms cercanos al real taburete. Y, precisamente por
eso, hwesidaxo, mi primera y principal esposa, hoy tu marido es uno de los
hombres ms acerbamente odiados en Ahomey
- Por qu, mi amor? Cmo es posible odiar a un hombre como t?
Tristemente, Hwesu repuso:
- Pues me odian. Esa gente, todos los personajes de relieve, consideran
que sus nombres han perdido fuerza debido, precisamente, a que el mo la
ha ganado. El rey se sienta en el taburete por m ofrecido. Mi ase ocupa un
lugar de honor en el templo del culto a los antepasados reales. Y si bien es
cierto que el dada ha dado algunas de sus sobrinas por esposas a personas
destacadas, tambin lo es que, hasta el presente, sus hijas se han casado
solamente con sus primos, hijos de los primos del dada, e incluso de los
hermanos del dada. Taunyinatin ser la primera de sus hijas que se case
con un hombre que no pertenezca al clan de los Aladaxonu. Y eso no es
motivo de satisfaccin para los envidiosos, Dangbevi. En consecuencia,
debo protegerme contra las maquinaciones. Una de las maneras de hacerlo
es aliarse, mediante el matrimonio, con los clanes poderosos. Y el clan de
Gbade es el Ohwegbo Geyaunu, usa rama del propio Gbekpuovi Aladaxonu,
o sea el clan real. Casarme con esa fea mona, la hija de Gbade, cuando me
case con ella, ser un acto meramente poltico, nada ms
- Y por la misma razn te casars con hijas de otros poderosos jefes,
no es as, esposo?
Hwesu lanz un suspiro. Pens: Las mujeres! Pero dijo con dulzura:
- Mucho me temo que s. O es que prefieres despertar cualquier hermosa
maana y descubrir que eres mi primera y principal viuda, Dangbevi?
- Oh, no! Ni siquiera en el caso de que tuvieras que casarte con mil
hijas de jefe, Hwesu! Con eso has querido decir que intentarn matarte?
Serenamente, Hwesu repuso:
- A la menor oportunidad que les d. Bueno, quieres ahora decir a
las otras?
- Que empaqueten sus cosas? No. Yo me encargar de ello. A esta
hora de la maana estn mareadas como cabras mordidas por una serpiente.
La pequea Huno apenas puede levantar la cabeza. De tanto vomitar se ha
puesto verde. Adems, las esclavas maxi me ayudarn. Por favor, deja que
hable un poco ms contigo. Ahora apenas dejas que te hable.
- De acuerdo. Qu otras descaradas preguntas piensas hacerme?
- No lo s. Tu madre y Alihosi, cundo llegan? -Espero que lleguen
hoy. Por qu?
332 Negros son los dioses de mi frica

- Alihosi No es peligroso que haga un viaje tan largo? Ahora est


muy adelantada en su embarazo
- No. Alihosi y mi madre sern transportadas en hamaca desde
Alladah, durante todo el viaje. De manera que tanto Alihosi como mi futuro
primognito viajarn con toda comodidad. Y ahora, qu ms, hwesidaxo?
Dangbevi murmur:
- Hwesidaxo Tu primera y principal esposa, y, por lo tanto, la que
debe ser honrada sobre todas las restantes mujeres. Sabes, mi querido
Hwesu, que jams hubiera soado que llegara el da en que odiara ser tu
primera esposa? Hwesu la mir: -Y ahora lo odias?
- As es. Preferira ser una esclava a la que t hubieras llevado
a tu estera de dormir slo por deseo carnal! S, porque, en este caso, no
padecera esta tortura mortal, esta tortura lenta, pulgada a pulgada, que
ahora padezco. - Tortura has dicho?
- S, mi esposo. No sabes lo que es el tener que permanecer junto a
los lmites de las ramas de palmera, y ver cmo una princesa, tan hermosa
que su hermosura me cort la respiracin, a pesar de que soy mujer, se
adelantaba para ofrecer a mi marido la bebida de esponsales! Y luego tuve
que postrarme y arrojar tierra sobre mi cabeza, no slo aquel da, sino
tambin el siguiente, en la ceremonia kaudide, que significa echarse tierra
en todas partes, no es eso? -S, eso significa.
- Pero yo no me echaba tierra en todas partes, Hwesu, sino que echaba
tierra sobre una tumba, la tumba de cuantas esperanzas llegu a albergar
un da, y quiz, no lo s, sobre mi propia tumba.
- Dangbevi!
- No, no intentar matarme, si es eso lo que piensas, mi persona
mayor. Si si la quieres demasiado, no tendr que matarme. No, porque
morir. Mi corazn estallar de dolor
- Dangbevi, eres mucho ms hermosa que ella y
Secamente, Dangbevi le interrumpi:
- Embustero! Vi muy bien cmo la mirabas, esposo. Y entonces fue
cuando comenc a odiar el ser tu primera y principal esposa. S, porque no
slo tuve que cubrirme la cabeza de porquera para que la realeza supiera
cun agradecida estaba al rey por haberme roto el corazn -todas tus
esposas tuvieron que hacer lo mismo-, sino que tambin tuve que recibir
al criado del meu, y eso slo yo tuve que sufrirlo, para que me dijera que
su amo te exhortaba a construir una casa en tu conjunto de viviendas, para
tu nueva desposada, que ya haba dejado de llamarse Taunyinatin para
llamarse Hwesusi, la esposa de Hwesu. Y tuve que dar de comer y de
beber al servidor del meu, y permanecer detrs de su asiento y servirle
como si fuera una esclava
Frank Yerby 333

- Eso slo fue un comportamiento impuesto por las normas de


cortesa, Dangbevi, y
- Lo s! Lo s! Por ser tu hwesidaxo debo hacer todo lo importante,
esas cosas que me estn matando! Y tuve que llevar la calabaza, repleta de
frascos de los mejores licores, los ms caros, a palacio. Y por si no fuera
bastante, cuando la meuno, la madre del meu, que no lo es, verdad?,
bueno, quiero decir que slo la llaman as, porque no puede serlo, ya que
tiene ms de cincuenta aos, y el meu es de la misma edad, casi
- Es un ttulo que le dan. Prosigue, Dangbevi.
- Pues cuando la madre del meu se encaprich conmigo y as me lo
dijo. Quera saber a qu raza perteneca yo, a qu tribu, a qu nacin. Dijo
que saltaba a la vista que yo no era de Dahomey
- Y as es.
- Bueno, da igual. El caso es que me invit a estar presente en la
ceremonia, la ayaba-dudo. Qu significa esa palabra tan larga, esposo?
Hwesu repuso:
- Peso de la carga de la bebida.
En un susurro, Dangbevi dijo:
- Otro peso sobre mi corazn, ya que tuve que estar all, y contemplar
cmo el dada verta aquel precioso licor, que tanto dinero te haba costado,
en el suelo, ante las tumbas de sus reales antepasados, y escuchar cmo
les rogaba que el matrimonio de su hija contigo fuera feliz, mi esposo. Y
todava falta otra ceremonia que yo, y slo yo, por ser tu primera esposa,
debo realizar. Tengo que llevar el cesto, ese cesto, cmo se llama, Hwesu?
- Kaublibi, que significa la tierra que pasa por encima.
- Tu cesto kaublibi, repleto de valiosos regalos, y entregrselo a ella
A Taunyinatin! A Hwesusi! Y ese da morir!
Con calma, y sirvindose de la totalidad de sus dotes de astucia
dahomeyana, Hwesu dijo:
- No, no te morirs. Quiz sea ella quien muera. S, es posible que
sea ella quien reviente de risa. O, por lo menos, que se ponga enferma de
tanto rer, cuando vea la clase de cabra esqueltica que tengo por primera
y principal esposa, una especie de esqueleto bailando en el interior de una
piel marchita y contrada, sin carne sobre los huesos, y con su belleza,
si alguna vez la tuvo, totalmente desaparecida, ida Es que no tienes
orgullo, Dangbevi? Es que no eres lo bastante mujer para sentir el deseo
de ponerla enferma de envidia al darse cuenta de lo hermosa que eres,
o, mejor dicho, de lo hermosa que eras, y que puedes volver a ser a poco
que lo procures? O acaso quieres ayudarla, reconociendo de antemano tu
334 Negros son los dioses de mi frica

derrota, reducindote a un ser tal que no haya mujer capaz de sentir celos
de ti, o apartndote de su camino, por el medio de matarte de hambre, tal
como ests haciendo?
Por la aterrada expresin del rostro de Dangbevi, Hwesu comprendi
que haba adoptado la tctica acertada. Aliviado, pens: A partir de este
momento, se atiborrar de comida como un cerdo destinado al sacro
sacrificio, y prosigui la leccin que quera meter en la cabeza de Dangbevi:
- Si Legba no hubiera devorado ya la mitad de tu sesera, sabras que
nada tienes que temer. En primer lugar, el matrimonio con una princesa
nunca es duradero. Cuando se cansan de un marido, lo dejan, pura y
simplemente, y nadie puede hacer nada para remediarlo. E incluso en el
caso de seguir tratndole amistosamente, lo que casi nunca ocurre, debido
al modo en que han sido educadas, regresan al palacio real, al cabo de un par
de aos, y, entonces, el pobre diablo del marido tiene el gran privilegio de
visitarlas all, furtivamente, como un ladrn por la noche. Adems, todos los
hijos toman el apellido de la madre, pertenecen al clan real, y jams pueden
heredar el cargo y los ttulos del padre, ni siquiera los correspondientes
derechos de parentesco. Esos hijos slo pueden ser prncipes y princesas,
lo que, en mi opinin, es una manera como otra cualquiera, de llamarlos
parsitos. Por lo tanto
Dangbevi susurr:
- Por lo tanto?
- Por lo tanto olvdate de Taunyinatin y recuerda lo siguiente: no
estoy obligado a declarar heredero al hijo de Alihosi, incluso en el caso
de que sea un chico y mi primer hijo, de la misma manera que mi padre
no declar heredero a Gbochi, comprendes, hija de la pitn? Prefiero que
mi heredero sea el primer hijo que me d mi esposa favorita, la nica a la
que amo realmente, si llega a darme un hijo, lo que nunca podr hacer si
sigue empeada en destrozarse la salud y en impedirme dormir con sus
infundados temores
Dangbevi permaneci inmvil, y de repente, sus pupilas se dilataron
y la expresin de sus ojos se suaviz. Dangbevi murmur:
- Hwesu, mi persona mayor, me induces a tener malos pensamientos
- Por ejemplo?
- Pues he pensado que hoy a Huno le toca el turno de ser tu esposa,
pero resulta que Huno ha encontrado ya su vientre, y se siente tan mal que
no creo le importe mucho cederme el turno, y
Hwesu le dirigi una sonrisa un tanto burlona: -De modo que
prefieres seguir siendo mi primera y principal esposa? Has decidido seguir
viva?
Frank Yerby 335

La sonrisa que estas palabras provocaron en Dangbevi estaba animada


por una viva expresin de travesura:
- No, no he decidido eso. Cmo puedo decidirlo? Quiz el intentar
durante toda la noche, muchas noches, concebir un hijo varn me fatigue
tanto que Legba devore mi aliento. Pero sa sera una buena manera de
morir, no crees? Por lo menos as me lo parece
Entonces, Dangbevi se dirigi hacia la puerta. All se detuvo y,
volviendo la cabeza, mir coquetamente a Hwesu, por encima del hombro
suave. Evidentemente, esperaba que Hwesu la invitara a quedarse. Pero
Hwesu guard silencio, animado por el perverso deseo de excitarla.
Entonces, Dangbvi, muy de prisa, para ocultar su inhibicin, dijo:
- Bueno, creo que lo mejor ser que vaya a decir a esas perezosas
muchachas que comiencen a preparar su equipaje Solemnemente Hwesu
repuso:
- No. Creo que tenemos tiempo para hacer, por lo menos, el pie de
nuestro hijo, o la nariz, o las orejas. Por lo tanto Burbujeante de risa la
voz, Dangbevi murmur: -Por lo tanto me quedo contigo. Y acudi a los
brazos de Hwesu, que ya la esperaban.
La semana siguiente, los porteadores entraron en tropel en el nuevo
conjunto de viviendas de Hwesu, con las hamacas en que yacan reclinadas
la madre de Hwesu, Gudjo, y su esposa chiosi, Alihosi, muy adelantada
en su embarazo, lo que le sentaba bien. Redondeada y rolliza, radiante
de orgullo y felicidad, casi pareca bella. Incluso su voz haba perdido
estridencia. Cuando se enter del prximo matrimonio de Hwesu con la
princesa, reaccion con notable serenidad. Alihosi haba visto de cerca
casos parecidos, y saba que cuando una princesa se convierte en la esposa
de un hombre del pueblo llano crea, por lo general, muchos problemas a
las otras esposas, pero tal situacin casi nunca dura. Al-cabo de uno o dos
aos, a lo sumo, la altiva criatura se va. Adems, para Alihosi, el hecho de
que los hijos habidos con una princesa no pertenezcan al marido, constitua
una compensacin de todas las restantes dificultades, ya que dichos hijos
no podan heredar. Ni siquiera la noticia de que Sosixwe y Huno estaban
embarazadas pudo conmover la serenidad de Alihosi. Hwesu -as tena
que llamar Alihosi a su marido- no amaba lo bastante a cualquiera de
aquellas dos mujeres para preferir a un verdadero primognito en favor
del hijo de una o de otra. Y el que Dangbevi no esperase un hijo tranquiliz
por completo su corazn de Alihosi. Un hijo de Dangbevi poda inspirarle
temor; un hijo de cualquiera de las otras dos, no.
Por eso se mostr pletrica de bien humorada alegra cuando,
juntamente con Gudjo, puso a Hwesu al corriente de los acontecimientos
336 Negros son los dioses de mi frica

ocurridos en Alladah: pese a ser gaglo, Gbochi, el hermanastro de Hwesu,


progresaba en la vida. Tena gran nmero de esposas y docenas de hijos en
camino; y su riqueza, gracias a la astucia comercial de su madre, era grande.
Secamente, Gudjo dijo:
- Teniendo en consideracin el gran nmero de hombres que Gbochi
utiliza para que hagan el trabajo que l debera hacer, a fin de conseguir
para s sus varoniles favores ntimos, como precio del placer que sus esposas
les proporcionan, creo que no debemos sorprendernos de tan numerosos
embarazos y de tanta riqueza
El viejo Hwegbe haba desaparecido, abandonando el conjunto de
viviendas, incapaz, a pesar de su avanzada edad, de soportar una vida
sedentaria. Y Yu segua siendo Yu. Con desprecio, escupiendo las palabras,
Alihosi dijo:
- La ms grande ramera del universo!
Hwesu repuso:
- Y qu tal le van las cosas a mi hermana Axisi?
Riendo, Gudjo repuso:
- Bien, muy bien. Ahora est tan hinchada, que parece el palacio real.
Pero el bokono dice que dar a luz sin dificultades y que el hijo ser varn
y tendr un brillante porvenir.
- Y ese intil sinvergenza con el que se empe en casarse?
- Kapo? Pues te dir, hijo, que nos ha sorprendido a todos. Ahora,
intenta seriamente reformarse. Tengo la absoluta seguridad de ello.
Alihosi dijo:
- Y a ti se debe, mi esposo.
- Lo dudo. Mientras estaba en Alladah, quiz. Pero ahora estoy
demasiado lejos para azotar con una vara de anya sus sucias nalgas, por lo
que me parece que Kapo volver
Con seriedad, Alihosi dijo:
- No. Realmente ha cambiado. A veces, la vida produce este efecto. La
ltima vez que nos visit, a tu madre y a m, habl con sensatez. Dijo que
se estaba enriqueciendo por medios honorables y dignos, y que el juego y
las trampas haban dejado de gustarle. Que le gustaba mucho, despus de
la vida que haba llevado, que le respetaran y le tuvieran consideracin.
Ahora muchos le piden consejo, y lo hacen en cuestiones serias, y no acerca
de cmo manejar los dados Gudjo aadi:
- Hijo, ya no es preciso que te preocupes por Axisi. Kapo la cuida
con esmero. Las noticias se difunden muy de prisa. Y a medida que crece
la grandeza y fuerza de tu nombre, ms orgulloso se siente tu cuado del
Frank Yerby 337

parentesco que le une a ti. En realidad, me consta que ahora alardea de ser
el marido de tu hermana. No es tonto, ni mucho menos, y le consta que es
aconsejable cuidar las relaciones con tan importante pariente. Hwesu dijo:
-Comprendo
Despus, al recordar la labia de Kapo, se le ocurri una idea: Le
nombrar mi portavoz! As quedar obligado a acompaarme a todas
partes, y hablar en mi lugar cuando tenga que dirigirme a los togans y
jefes menores. As podr vigilar a ese pillo, y dar pbulo a su orgullo,
ahora exagerado, cosas ambas que en modo alguno pueden ser dainas
Dos semanas despus de la llegada de su madre y de Alihosi, sonaron
las campanas junto al conjunto de viviendas de Hwesu. Se abrieron las
puertas, todos los que formaban el cortejo de Hwesu se postraron, y la
madre real de ste, a la que todos llamaban gbonugano Alladahonu, es
decir, madre del gobernador de Alladah fue transportada al patio.
Hwesu, sus esposas y su madre se presentaron inmediatamente y se
postraron ante la vieja axovi. La alegre bruja cloque:
- Vamos, vamos, levantaos Ya estoy harta de que la gente se arrastre
por los suelos y se echa tierra sobre la cabeza Hala, a levantarse todos!
Cuando as lo hicieron, la axovi se dio cuenta inmediatamente de la
presencia de Gudjo y Alihosi, y dijo:
- sta es la esposa de la que me hablaste, verdad, hijo? Bonita barriga
le hiciste! Y esta seora?
Hwesu dijo:
- Es mi madre, la seora Gudjo, viuda del difunto kposu del rey
La vieja princesa dijo:
- Conoc a tu marido, seora Gudjo, era un hombre muy apuesto;
lstima que ya no est entre nosotros. Pero te dej un recuerdo digno de
l, no es eso? De todos modos tendrs que compartirlo conmigo porque el
dada me ha nombrado su madre en la Corte.
Con gran dignidad, Gudjo dijo:
- Lo saba. Confo en que le dars buenos consejos, alteza.
- Har cuanto est en mi mano. Ahora, vamos a comer un poco, a
beber vino de palma y a charlar sin formalismos, como amigos. S, porque
eso vamos a ser: amigos.
Media hora ms tarde, la vieja princesa les haba comunicado la
noticia. El meu haba encomendado a la vieja princesa que comunicara a su
hijo oficial que si quera enviar un mensaje al dada, a travs, desde luego,
del meu y la meuno, dicindole que estaba plenamente dispuesto a tomar
posesin de su nueva esposa, tal mensaje sera recibido con agrado.
338 Negros son los dioses de mi frica

Al escuchar esta noticia, Hwesu se qued mudo de asombro, debido


a que, por lo general, cuando un hombre del pueblo llano celebraba sus
esponsales con una princesa tena que esperar entre un mnimo de seis
meses y un mximo de dos aos, antes de mandar su cesto kaublibi a la
princesa, informando con este acto al meu, a la meuno y al rey, que estaba
dispuesto a que se celebrara el matrimonio propiamente dicho. El que Gezu
hubiera acortado tanto el plazo constitua un gran honor.
Hwesu dirigi una rpida mirada a Dangbevi. En las dos semanas
transcurridas desde la llegada de la madre de Hwesu, Dangbevi haba
recuperado parte del peso anteriormente perdido. El prdigo amor, fsico
y no fsico, de que Hwesu la haba hecho objeto en el curso de esas dos
semanas, la haba dejado resplandeciente, de un modo casi literal. Con
autntica confianza en s misma, en su encanto y en su poder, sonri a
Hwesu y dijo:
- El cesto est ya dispuesto, mi esposo. Hwesu se dirigi a la vieja
princesa: -Maana mandar mi kaublibi a Palacio.
La maana siguiente Dangbevi se visti con inslito esmero. Despus
de baarse y de darse, literalmente, otro bao de perfumes, se puso su
mejor tnica de seda. Ms an: se puso sus mejores joyas y se ahuec el
cabello, dejndolo en un peinado de forma esfrica muy usado por aquellas
damas de la corte que tenan cabello sufriente para permitirse este lujo, es
decir, muy pocas. Luego, cogi el cesto que contena treinta y cinco prendas
menores, varias prendas mayores adornadas, frascos de perfume, cuentas,
pendientes, espejos y diversas joyas, y se lo puso bajo el brazo, ya que no
tena la menor intencin de estropear su peinado ponindoselo en la cabeza,
que es lo que hubiera hecho en circunstancias normales, y emprendi el
camino hacia Palacio.
Dangbevi en manera alguna ignoraba el valor de su carga, ya que los
frascos de perfume eran de plata trabajada a martillo, y todas las joyas, fuera
cual fuese su clase, eran de plata o de oro, material este ltimo que Hwesu
haba comprado a un astuto mercader ashanti. Hwesu haba pagado un
precio exorbitante por el oro, debido a la sencilla razn de que careca de la
astucia suficiente para llevar la mejor parte en un regateo con un mercader
ashanti, aunque poco le doli, por cuanto el oro era de casi imposible
consecucin en Dahomey, y tena la absoluta certeza de que Taunyinatin
sera la primera princesa, en la reciente historia de Dahomey, que tuviera
joyas de oro.
Adems, y quiz eso tuviera mayor importancia, estas joyas eran
de soberbia factura artstica, por cuanto Hwesu haba ido al encuentro de
su viejo amigo Amosu, a quien haca ya tiempo el dada haba llamado a
Frank Yerby 339

Ahomey para que desempeara el cargo de platero real, y Hwesu le pidi


que hiciera las piezas ms hermosas de que fuera capaz. Amosu se haba
superado a s mismo. Los pendientes, los broches y las argollas eran obras
maestras del arte de trabajar la plata.
Por eso, Dangbevi inici el camino hacia el Palacio de Dange-laCorde, con la mente tan dividida como dividida pueda estar la mente de
una mujer. Por una parte, estaba orgullosa del alto valor y belleza de los
regalos de su marido a la princesa; tena plena conciencia del gran honor
que el rey haba concedido a Hwesu al darle en matrimonio una de sus
hijas; pero, por otra parte, al estar totalmente aislada de su pasado, debido
a la ignorada causa que haba borrado de su mente todo recuerdo de su
infancia, hasta el punto de ignorar si era fanti, o fulani, o incluso miembro
de alguna nortea tribu yoruba que hablara el ewe, contemplaba el prximo
matrimonio de Hwesu con Taunyinatin con toda la furia propia de una
mujer celosa. En este aspecto, Dangbevi se encontraba en circunstancias
nicas, por cuanto, a menos que realmente hubiera sido transformada, por
milagro, de pitn en mujer, como todos crean -incluso alguna que otra vez
el propio Hwesu no poda esquivar las supersticiones de su pueblo-, su
infancia la haba preparado para aceptar con cierta tolerancia la poligamia.
S, aunque slo con cierta tolerancia, ya que la verdad era que la
mayora de las mujeres del frica occidental odiaban la poligamia en lo
ms profundo de su corazn. Las costumbres de Dahomey, harto rgidas en
los aspectos morales, incluso ofrecan dos salidas de escape a la rebelin de
las mujeres contra la posibilidad de convertirse en la esposa nmero nueve,
o veinte o cuarenta de algn caduco y viejo jefe de su padre, cuando ste las
daba en matrimonio a aqul, por razones de poltica, y esa primera salida se
denominaba asidjosi, y permita a la muchacha en cuestin fugarse con un
hombre ms joven, ms apuesto, y menos importante, con menos esposas
e incluso soltero, despus de lo cual el amante legalizaba la situacin
compensando al pretendiente oficial con regalos y trabajo, en tanto que la
segunda salida era el xadudo, exactamente lo mismo que el asidjosi, aunque
sin pagar compensacin alguna, y sin cumplir los ritos matrimoniales, con
lo que la pareja viva, y valga la expresin, en pecado.
Por esto, durante el trayecto hacia Palacio, Dangbevi lleg a tal estado
de desesperacin que comenz a acariciar la idea de matar a la princesa, tan
pronto como se encontrara en sus habitaciones.
En el colmo de la desdicha, Dangbevi pensaba: Pero de qu me
servira matarla? La princesa no podra tener a Hwesu, pero yo tampoco,
ya que lo nico que un hombre puede hacer con una mujer decapitada es
enterrarla
En el momento en que Dangbevi tena esos pensamientos, cruz la
340 Negros son los dioses de mi frica

puerta de Kannah, y se encontr ante el Palacio. Lentamente razonaba: La


nica solucin sera convencer a la axoni Taunyinatin de que no debe casarse
con Hwesu; que ese matrimonio no es, ni mucho menos, un buen proyecto;
que ser desdichada; le dir que Hwesu abusa del ron, que tiene un genio
terrible, que apalea a sus esposas con varas descortezadas, y que
Se detuvo, inclin la cabeza, y reg la tierra con sus lgrimas,
por cuanto bruscamente se dio cuenta de que la estrategia que se haba
propuesto adoptar era intil: no haba hombre capaz de azotar a una esposa
principesca. Slo darle un bofetn poda costarle la cabeza.
Dangbevi pens: Algo se me ocurrir! Es preciso que se me ocurra
algo! Oh, Dahn, Dangbe y todos los dioses serpiente, maestros de las
astucias y las artimaas, ayudadme! Con lo hermosa que es, Hwesu la
amar mucho, y yo yo
Pero nada se le ocurri. Por lo que, gacha la cabeza, y embargada por
el dolor, se encamin hacia la puerta hwepali, la puerta de las mujeres.
La hicieron pasar inmediatamente a las habitaciones de la meuno, la
madre del meu o juez supremo del reino. La astuta princesa, de media
edad, estudi a Dangbevi, por segunda vez, con cierta atencin. Lo que la
princesa vio le gust. La princesa pens: Ya era hora que a esa cruel gata
de Taunyinatin alguien le bajara los humos, y, si hay alguien capaz, ese
alguien es la altiva y adorable criatura que tengo ante m.
Por eso, con una sonrisa de suma simpata, la princesa meuno dijo:
- Sintate, hija. Dir que llamen al meu. Entonces, con imperioso
ademn, la meuno orden a una joven esclava que se le acercara. Pero en vez
de hablarle en voz alta, le susurr algo al odo. La muchacha sali presurosa.
Al cabo de pocos minutos, unos pesados pasos resonaron en los corredores
de tierra batida del palacio. La meuno se levant y abri personalmente la
puerta de la estancia en cuanto son el golpe en ella. Y el meu entr. Al igual
que casi todos los importantes personajes oficiales de Dahomey, el meu
era hombre alto y corpulento, con rostro de severidad casi amenazadora.
Dangbevi advirti que sus ropas eran realmente deslumbrantes. Pero en
ese momento, Dangbevi se haba recuperado lo suficiente del terror que el
juez supremo le inspir, para acordarse de sus buenos modales, por lo que
se postr ante el meu
En voz de bajo registro, profunda como el sonido del tambor, el meu
dijo:
- Levntate, hija.
Y, cuando Dangbevi lo hizo, el meu la mir larga y pensativamente.
Dirigindose a la meuno, dijo:
Frank Yerby 341

- Y quin es esta linda muchachita, Nochi?


Secamente, la meuno dijo:
- Su esposa. La esposa de Hwesu. La primera y principal, que ha
venido a traer el cesto kaublibi, como muestra de que est dispuesto a que
el dada fije el da
El meu dijo con grave acento:
- Ya lo ha fijado. Dos semanas a partir de hoy. Pero debo decir que ese
muchacho tiene buen gusto Qu eres, hija? Fulani? Fanti? Auyo? No
cabe duda de que eres nortea.
Dangbevi musit:
- No lo s, mi seor.
El meu dijo:
- Que no lo sabes? Muchacha, no te burles de m! De dnde
procedes?
- Me me llaman la hija de la serpiente. La gente dice que soy hija de
la sagrada pitn.
- Vaya ahora lo comprendo todo! Pero, en fin, ms valdr que lo
expliques un poco.
Entonces, tartamudeando mucho, con gran nmero de dudas y
pausas, Dangbevi se lo explic. Cuando Dangbevi hubo terminado, el meu,
que gozaba de una muy aguda comprensin de la naturaleza humana,
qued convencido de que Dangbevi no menta. Pero, por ser hombre
inteligente, su fe en los vudun y en los milagros no destacaba por su
robustez. En consecuencia, teniendo en consideracin la total sinceridad
de Dangbevi, el meu concluy que estaba loca. Pero la meuno, la madre
del meu, que todava era ms inteligente que ste, y, por lo tanto, senta el
natural odio que toda mujer brillante siente hacia la arrogancia masculina,
no estaba dispuesta a que el meu quedara tan fcilmente tranquilizado, y,
en voz amable, dijo a Dangbevi:
- Levntate, hija. Y ahora camina, si, camina un poco As. Dime, Vi,
hijo mo, has visto alguna vez andar ms grcil?
La cara del meu se haba puesto gris de terror, ya que la sinuosa y
serpentina gracia de Dangbevi al andar rivalizaba con la de las grandes
serpientes, e incluso bastaba para que una mente normalmente cultivada
dudara de cuantas explicaciones racionales se dieran de dicha gracia. El
meu musit:
- Danh y Dangbe me valgan!
Y, acto seguido, aadi:
- La ha visto Taunyinatin?
342 Negros son los dioses de mi frica

Secamente, la meuno repuso:


- Todava no. Pero si mis odos no me engaan la ver dentro de un
instante, porque la oigo acercarse.
Con expresin enfurruada, Taunyinatin entr en la estancia. De un
modo ostentoso ahog un bostezo. Entonces fij la vista en Dangbevi, y sus
almendrados ojos se abrieron de par en par. Dirigindose a la meuno dijo:
- Nochi, quin o qu es este ser?
Con calma, la meuno contest:
- Es la hija de Dangbe, la pitn sagrada, transformada en mujer para
ser la primera y principal esposa de Hwesu, por lo que te aconsejo, Hwesusi,
que la trates bien. Los vudun no se muestran amables con quienes tratan
mal a sus hijos, incluso en el caso que sean de sangre real. Ha venido para
entregarte el kaublibi
Taunyinatin dijo:
- Muy bien. Que las esclavas lo lleven a mis habitaciones.
Call, dirigi una larga, lenta y pensativa mirada a Dangbevi, y dijo:
- Y t, hija de Dangbe, ven conmigo, que quiero hablarte.
Dangbevi se sent en un taburete bajo y observ cmo la princesa
se probaba todos los anillos y broches del cesto de Hwesu. Cuando
Taunyinatin/Hwesusi advirti el gran nmero de joyas de oro que en el
cesto haba, se volvi hacia su visitante y dijo:
- Mi futuro marido ha de ser un hombre muy rico
Dangbevi musit:
- Lo es, alteza.
- Hasta qu punto?
- Tiene siete grandes fincas rsticas que le dej en herencia su padre,
el kposu, cada una de ellas administrada por un Galentu, y cada una de
ellas mayor que la ciudad de Alladah. Una es tan grande como Ahomey.
No, mayor an.
Despectiva, la princesa dijo:
- Vaya! Entonces, es un gran Galentu. Un campesino. A pesar de
lo ricos que son, todava no ha habido nadie capaz de ensearles modales.
Dangbevi protest:
- No es un Galentu, alteza. Naci y se cri en la ciudad. Ms an, su
padre, el difunto kposu Gbenu, no slo fue uno de los mejores generales
de tu padre, sino toxausu de Alladah. Por eso mi marido goza de todas las
ventajas derivadas de su nacimiento y de la buena educacin. Desde el da
en que naci ha sido un personaje con fama. No tena necesidad alguna de
ganrsela, aunque para mi desdicha la gan.
Frank Yerby 343

Hwesusi/Taunyinatin mir a Dangbevi con ms inters, y dijo:


- Para tu desdicha, pequea?
- S, porque le quiero mucho. Y l tambin me ama. Sus restantes
esposas carecen de importancia, no cuentan. Son feas, tontas o aburridas.
Pero t, alteza, eres demasiado hermosa. Y adems princesa! Por eso temo
que
Taunynatin se ech a rer al escuchar estas palabras:
- No te preocupes, pequea! No pienso robarte a ese sudoroso
palurdo campesino que tienes por marido!
Dangbevi se levant inmediatamente, y sus pupilas de color
amarillento-castao llameaban:
- Sudoroso campesino palurdo! l, cuyo aliento es ms dulce que el
olor de la hierba de la sabana en primavera! Cuya voz es como el sonido
que Xivioso, dios del trueno, produce cuando est airado, y slo murmura
para s, a lo lejos, en los ltimos confines del cielo! Una voz como lentos
tambores, profunda y tierna y triste! l, cuyo tacto!
- Ah! Por qu no sigues? Cmo es su tacto, Dangbevi?
Lenta y tozudamente, Dangbevi mene la cabeza en movimiento
negativo:
- No. No puede decirse. Quiz cuando los vudun descendieron por
vez primera, a lo largo del tronco del loco, para posarse en la tierra, y con
arcilla formaron al hombre y a la mujer, su tacto fue como el suyo. Es como
la vida, entrando en el cuerpo de una, a travs de las puntas de los dedos de
un dios. Perdname, alteza! Debiera mostrarme ms respetuosa contigo.
S, lo s, pero, cuando hablas de l, burlndote, para m es como si alguien
manchara con sucios su du du la imagen de un vudu, de un vudu de cuyo
culto soy la suma sacerdotisa y principal devota
Taunyinatin/Hwesusi dijo:
- Quieres decir con eso que lo adoras?
- De rodillas. Le amo y le adoro, y no tengo ms ser, ms existencia,
ms almas que las que l me da. Te ruego, alteza, me des permiso para irme.
- Desde luego.
La princesa curv sus labios carnosos en una lenta sonrisa y aadi:
- No necesito retenerte ms tiempo, pequea vbora, porque ya me
has dicho cuanto quera saber.

344 Negros son los dioses de mi frica

VEINTIDOS

Furiosa, Dangbbvi exclam:


- Es odiosa! Odiosa y perversa! Y cruel! Quiz a eso se deba que el
dada tenga tanta prisa por quitrsela de encima!
Hwesu le pregunt:
- Entonces, ha fijado ya el da?
- S, lo ha fijado! Y en vez de fijar seis meses o un ao a partir de
ahora, tal como la gente dice que suele hacer en el caso de las princesas, te
la dar dentro de dos semanas. Dos semanas a contar desde hoy!
De nada servira intentar calmarla, y Hwesu lo saba. Por eso,
despacio, abri la puerta y sali al patio. Al hacerlo, vio a Soye, sentado
ocioso a la sombra de un rbol de algodn de seda. En Alladah, Soye
y Alihonu cuidaban los caballos de Hwesu, adems de cumplir con sus
restantes deberes. Pero all, Hwesu careca de caballos, por lo que los dos
servidores poco tenan que hacer.
De repente, Hwesu envar el cuerpo. Y se qued quieto, entornados los
ojos, pensando. La fiel repeticin de las burlonas palabras de Taunyinatin,
a cargo de Dangbevi, haba producido el efecto, aunque Hwesu pens:
Conque sudoroso y palurdo campesino!
Sus pupilas se aclararon. Lo que haba pensado, lo que se propona
hacer, era realmente peligroso, ya que los reyes Leopardo fulminaban
rpidamente a aquellos que se excedan en el alarde. Sin embargo, eso era
precisamente lo que proyectaba y deba hacerlo en el apretado plazo de
ocho das, puesto qu las semanas dahomeyanas constaban slo de cuatro.
Pens: Debo hacerlo ya que, de lo contraro, no habr modo de vivir con
esa real hechicera. Grit:
- Soye! Ven ac!
Un instante despus, Soye estaba de rodillas ante l. Hwesu dijo:
- Cunto tiempo tardaras en ir a toda velocidad a Alladah?
Soye dud, intent hallar una manera de proteger la dulce holganza
de que disfrutaba:
Frank Yerby 345

- Bueno, mi seor, yo creo que, como soy ms bajo que Alihonu, y


tengo las piernas ms cortas, Alihonu puede hacer el viaje ms de prisa que
yo
- No. Pesa demasiado. Cunto tardaras, Soye?
- Tres das, mi seor, si el asunto es urgente
- Es lo bastante urgente para que te cueste que te quiebren diez varas
en tu sucia espalda si no me complaces. Ve y di a las mujeres que te den
comida y bebida para el viaje. Luego, ven a verme y te dar el dinero. Quiero
que vayas a Alladah empleando menos de tres das, y que seguidamente
regreses aqu, a lomos de Nyoh. Si, al volver, llegas a Ahomey de da,
esperars fuera de la ciudad hasta que anochezca. No quiero que nadie
pueda ver la hermosura de Nyoh antes del da de mi boda. Comprendido?
- Oigo y obedezco, gran gbonuga del poderossimo nombre.
Y tras estas palabras, Soye se puso en pie de un salto, y ech a correr
hacia las dependencias ocupadas por las mujeres.
Por fin, el atardecer del gran da era ya inminente. Por la maana, tal
como era obligado, Hwesu mand a Palacio un bal tan pesado que fue
necesario que cuatro hombres llevaran la plataforma con cuatro varas en la
que aqul descansaba.
En el bal iban sedas, terciopelos y telas estampadas, todo de la mejor
fabricacin europea, comprado en Whydah y transportado por un sistema
de relevos de corredores desde el gran puerto de mar. Hwesu ni siquiera
quera pensar lo que aquello le haba costado, porque ofenda a su carcter,
naturalmente sobrio. Pero, adems, el bal contena tambin los mejores
perfumes y joyas, as como -y esto era de suprema importancia, desde el
punto de vista ritual- dos grandes piezas de tela, una de mujer y otra de
hombre.
En los presentes instantes, una hora despus de la puesta del sol, todo
estaba dispuesto. Vestido con su ms hermosa toga de seda verde, con la
daga, adornada con piedras preciosas, que Ibrahim Twala le haba regalado,
colgada de un cinto muy adornado alrededor de la fina cintura, tocado con
el gorro de jefe, lavado y restregado hasta hacer brillar su negra piel, baado
en perfumes, precedido y seguido por portadores de antorchas que giraban
sobre s mismos, saltaban y bailaban, y que arrojaban las antorchas al aire,
hacindolas voltear hacia el cielo nocturno, y cogindolas con maravillosa
destreza al caer, Hwesu inici el trayecto hacia Palacio, pero no lo hizo a
pie, como cualquier otro individuo del pueblo llano que fuera a casarse con
una princesa, lo que siempre haba ocurrido en la historia de Dahomey,
sino que lo hizo cabalgando, como un prncipe, como un rey.
346 Negros son los dioses de mi frica

En realidad, lo hizo con ms magnificencia que cualquier rey del que


se tuviera noticia, ya que no hubo dada, en aquella tierra, si queremos decir
la pura verdad, en la que las hormigas gigantes y las moscas tsets eran
dueas y seoras absolutas, que poseyera jams un caballo cuya belleza y
fortaleza pudiera siquiera compararse con las de Nyoh, el blanco caballo
auyo en que cabalgaba el joven gbonuga.
Hwesu saba muy bien que aquel gesto iba a costarle el caballo,
por cuanto la nica salida del dilema en que su orgullo le haba colocado
estribaba en regalar al rey el blanco caballo. Sin embargo, se consolaba
pensando en la noticia que Soye te haba dado: nada menos que tres de
sus yeguas haban parido desde el da en que sali de Alladah, y los potros
eran hijos de Nyoh. Mejor an, los potros haban sido cuidadosamente
protegidos de las moscas, mediante tupidas redes, por los mozos de los
establos, quienes haban quedado convencidos, gracias al xito que Hwesu
tuvo al conseguir que el potro Nyoh llegara a ser un caballo digno de tal
nombre, en vez de un jamelgo de mirada mortecina y paso vacilante, un
moribundo saco de huesos, como los que incluso los grandes seores de
Dahomey montaban debido a que las moscas los dejaban en dicho estado,
de que los mtodos de Hwesu eran realmente grandes gbos.
Tras de Hwesu a caballo, no slo iban sus esposas y los individuos de
su squito, sino tambin la gente de Gbade, que el gobernador de Savalu
le haba prestado, en tan sealada ocasin, para engrosar el nmero de
quienes formaban el cortejo, y aadir, con sus cantos, tamboreos, danza,
risas y ruidos, ms esplendor a la exhibicin.
Muchos de los que tocaban el tambor lo hacan con el gboyuyayi, el
tambor de calabaza de alegre sonido; sin embargo, salvo, como es natural,
el zeli o tambor funerario, todo gnero de instrumentos de percusin
hechos en Dahomey, sonaban y tonaban los intrincados ritmos sincopados
que los descendientes de los africanos occidentales han convertido en
msica de alcance mundial, en tanto que las flautas, los caramillos, los
cmbalos y diversos instrumentos de cuerda hacan vibrar la noche con
el quiz ms bello arte de uno de los pueblos artsticamente ms dotados
del mundo.
Incluso la pobre Dangbevi no tard en quedar presa en el hipntico
desarrollo de la ceremonia, hasta el punto que olvid sus celos y su dolor, y
bail y cant juntamente con los dems.
Al llegar ante palacio, Hwesu y su cortejo dieron lo que seguramente
fue casi el ms bello espectculo que los reales ojos de Gezu vieron en su
vida, ya que no slo los tambores y todos los msicos consiguieron que
incluso las palmeras se balancearan siguiendo sus ritmos, sino que los
bailarines, los acrbatas y los prestmanos actuaron sin cesar durante las
Frank Yerby 347

cuatro horas largas que la dignidad real los hizo esperar hasta condescender
a dar muestras de que su presencia haba sido advertida.
Hwesu contribuy al espectculo mediante difciles hazaas de
caballista, imitando todos los trucos y juegos de los jinetes auyo, entre ellos
el de revolver el cuerpo en la silla, y coger en el aire la jabalina arrojada
contra su improtegida espalda. Pero despus se retir, tal como el protocolo
exiga, y esper el momento en que le llamaran, para ocupar su lugar, junto
a la real desposada.
Exactamente a medianoche, la meuno sali de palacio por la puerta
Hwepali, llevando de la mano a la princesa. Cuando los presentes vieron
cmo iba ataviada Taunyinatin, prorrumpieron en un rugido formado
por los Nyoh! Es bueno!, que estremeci los cielos. Y as fue debido a
que la princesa, no slo vesta de blanco, sino que luca, en su hermosa y
arrogante cabeza, el blanco pao sagrado, dispuesto en forma de alta toca,
mediante el que se proclamaba altivamente virgen. Desde el lugar en que
se encontraba, sobre el blanco corcel, a cierta distancia, Hwesu sinti que
el corazn le daba un vuelco y se le hinchaba de orgullo, al ver la toca, en
dos reacciones simultneas y contradictorias de las que slo son capaces
los corazones de los sentimentales y de los locos. Y, en aquellos instantes,
embriagado y subyugado por la visin de tanta belleza, el pobre Hwesu era
un sentimental y un loco, en una sola pieza.
Y as era por cuanto, desde ocultos puntos de observacin, en el
interior de las viviendas de los prncipes, un aterrador nmero de jvenes
y principescos pervertidos e intiles se moran de risa al contemplar la
blanca toca, y hacan apuestas entre s, sobre si la toca caera tal como la
tradicin aseguraba que caa siempre la toca de virgen lucida por una
princesa que mintiera acerca de su condicin. Y lo peor del caso era que
la razn de sus apuestas y sus risas estribaba en el conocimiento personal
y totalmente individualizado de que, en cuanto a la virginidad haca
referencia, Taunyinatin hubiera debido vertirse de escarlata, y hubiera
debido acercarse a su futuro marido andando a gatas.
Pero aquellos espectadores no haban tenido en cuenta la astucia de
Taunyinatin. Por la maana haba cosido astillas de bamb al pao de la
toca, y, al ponrsela luego se la haba clavado en su densa cabellera con
agujas de marfil. Slo un huracn hubiera podido llevarse la toca, y slo
una cachiporra de guerra hubiera podido derribarla. A no ser, desde luego,
que los mismsimos vudun decidieran intervenir. Pero cundo y en qu
lugar de la tierra los dioses se han tomado la molestia de salvar de su locura
a un loco?
La meuno se adelant. Irgui la cabeza y grit: -{Hwesu! Hwesu,
gbonuga de Alladah! Que Hwesu se adelante! Que venga Hwesu!
348 Negros son los dioses de mi frica

Todos los presentes se hicieron eco de este grito, estremeciendo a los


cielos con el tronar del nombre del joven gbonuga.
Hwesu, montado en Nyoh, temblaba. Pero refren su impaciencia y
cont lentamente hasta mil antes de poner a Nyoh al trote vivo, y penetrar
alto y orgulloso en la plaza iluminada por el resplandor de las antorchas.
Al verlo, los almendrados ojos de la princesa se abrieron de par en
par. Despus, baj la vista del severo y bien parecido rostro de Hwesu, y
en las comisuras de los labios de la princesa se form una lenta sonrisa.
Aquella boda, contra la que haba luchado con todas las armas de que
dispona, se estaba convirtiendo en algo que en manera alguna caba
calificar de malo. Recordando una larga fila de rostros -y, tambin debemos
decir, de cuerpos, ya que Taunyinatin, tropical hija de una raza tropical,
se hubiera quedado pasmada, luego aterrada, y por fin impulsada a una
sincera risa si le hubiesen dicho aquella creencia de las europeas de su
tiempo (recordemos que una muchachita llamada Victoria haba ascendido
recientemente al trono de la Gran Bretaa), segn la cual las mujeres no
deban gozar de la sexualidad-, la hija del rey Gezu qued sbitamente
convencida de que ninguno de los hombres que haba conocido -en el
sentido antiguo y moderno de la palabra- poda siquiera compararse con
aquel altivo y principesco joven seor, que se haba bajado del caballo y
estaba en pie ante ella. La meuno dijo:
- Seor Hwesu, gobernador de Alladah, te pido un frasco de ron y
una calabaza con agua.
Lentamente, con inmensa dignidad, Hwesu se volvi y dio dos
palmadas. Inmediatamente Soye y Alihonu se arrodillaron ante l, con el
ron y el agua. Hwesu indic con corts ademn a la madre del meu, y
dijo:
- Dadlo a mi seora.
La meuno cogi el frasco y lo destap. Despacio, en medio de un
silencio tan denso que poda palparse, derram exactamente diecisis gotas
de ron en el suelo. Luego, tomando la calabaza en sus manos, con gran
cuidado, y movindose todava ms despacio, derram diecisis gotas
de agua, con tal precisin que cada gota fue a caer exactamente sobre la
mancha hmeda dejada por cada gota de ron.
En silencio, la meuno cogi el frasco de ron y lo dio a Taunyinatin.
La princesa ofreci el frasco a Hwesu. Cuando ste alarg la mano
para cogerlo, sus dedos y los de la princesa se tocaron, y por ellos corri
una sensacin como la de los rayos producidos por Gbade, el hijo menor
de Xivioso. Pero Hwesu, dominando sus nervios, cogi el frasco y bebi
largamente. Luego lo devolvi a la princesa.
Frank Yerby 349

Taunyinatin se qued sosteniendo en la mano el frasco de ron durante


largos instantes, unos instantes lentos, como de tiempo muerto, hasta que
los malos rayos del ms joven y ms perverso de los hijos del dios del
trueno, recorrieron, estallando, los nervios del pobre Hwesu. Entonces, con
una leve y burlona sonrisa, la princesa levant el frasco hasta sus labios y
bebi tan largamente como Hwesu lo haba hecho. La misma ceremonia,
repetida con la calabaza de agua, se desarroll mejor, ya que Taunyinatin,
al beber el ron, haba dado su consentimiento al matrimonio, por lo que
llevar a cabo inquietantes artimaas con el agua careca de significado, y
Taunyinatin lo saba.
La media hora siguiente fue consagrada al ms querido vicio de
los dahomeyanos, el de la ostentacin. A la izquierda del lugar en que se
encontraba la ya casi casada pareja, los esclavos formaron una pequea
montaa con los regalos enviados por el rey. Y la meuno coga cada uno de
los regalos y lo mostraba a los espectadores, quienes, como deban, lanzaban
el rugido Nyoh! cada vez que un precioso objeto les era exhibido en
alto. Cuando fueron exhibidos el largo, muy largo, collar mawalukwe y
el kaxodenu, ms corto, de cuentas de coral, los Nyoh! sonaron como
truenos, por cuanto, al regalar a su hija estos dos simblicos collares, en
concepto de obsequio de boda, el dada reconoca pblicamente que el
matrimonio se celebraba con su consentimiento y que gozaba de su especial
favor.
Las exhibiciones de los regalos prosiguieron un rato que, al menos
para el pobre Hwesu, fue como una eternidad. Se exhibi el taburete de la
princesa, en forma de tronco. Se exhibieron sus ropas, que la meuno cont
una a una. A Hwesu le picaba la nariz y no osaba rascarse. El pie izquierdo
se le durmi, y tuvo que alterar la apoyatura de su cuerpo, lo que hizo
despacio y con gran cautela, ya que el menor signo de impaciencia por su
parte sera interpretado como la ms grosera de las descortesas, y Hwesu
lo saba.
Y se adelant el propio meu, precediendo a una fila formada por doce
jvenes y hermosas muchachas, cuya edad oscilaba entre los trece y los
diecisiete aos. El meu grit:
- Estas muchachas, hija del rey, quedan desde ahora a tu cuidado, en
concepto de damas de honor. Tienes sobre ellas plenos poderes, incluso el
de elegir sus maridos, y sus hijos sern tus hijos. Por lo tanto, te exhorto a
que les des nombres.
Nadie, y Hwesu menos que nadie, se sorprendi al or tal exhortacin.
Todo dahomeyano, en cualquier acontecimiento importante de su vida,
cambiaba su nombre, fuese hombre o mujer, de manera que a medida que su
vivir progresaba, sus amigos y familiares tenan que efectuar un constante
350 Negros son los dioses de mi frica

esfuerzo mental para recordar el nuevo nombre y nunca utilizar el antiguo,


que no quedaba en modo alguno descartado, sino que todos guardaban en
su memoria, en concepto de uno de los nombres fuertes o secretos, por lo
que, cuando un dahomeyano de uno u otro sexo mora, si su carrera haba
sido brillante poda tener hasta cuarenta nombres.
La princesa estaba inmvil fingiendo hallarse sumida en meditacin.
Despus, en su voz de bajo registro y gutural, fue cogiendo de la mano a
cada una de las muchachas de importantes familias, y dicindole;
- Te nombro Dohwe. Te nombro Agausi. Te nombro Nwesi. Te
nombro Kausi. Te nombro Kauhwi. Te nombro Wume
Entonces, cansada de pronunciar la frmula entera, se limit a decir
los nombres:
- Ookausi, Wuhwe, Kesi, Tosi, Alogbahwe y Taushwe.
Al prenunciar la princesa cada nombre, Hwesu fij la vista en la cara
de la muchacha que era nombrada en aquel instante. Cuando la princesa
hubo terminado, Hwesu tena el nombre de cada una de las camareras
grabado para siempre en el tejido de su cerebro. Jams los olvidara o
los confundira. Y cuando cada una de esas muchachas tomara marido, y
nuevo nombre, Hwesu recordara tambin el nuevo. Era su obligacin. No
haba ms.
A Hwesu le haba llegado el turno de entregarse al amado vicio de la
ostentacin, ya que el cofre que aquella maana mand a palacio fue puesto
all, ante ellos, y se exhibi su contenido. Las joyas de plata y oro suscitaron
genuinas expresiones de pasmo. Nadie entre todos los presentes recordaba
haber odo hablar de un hombre del pueblo llano que fuera lo bastante
rico, o que tuviera el suficiente valor y entereza, de hacer semejante acto de
ostentacin. Y cuando Hwesu ofreci a la meuno y al meu el obsequi de
dos grandes y magnficas piezas de tela, todos los presentes rasgaron los
cielos con sus exclamaciones, ya que se trataba de terciopelos portugueses
y espaoles, bordados en oro.
Hwesu aprovech la ocasin para hacer una demostracin de su
astucia dahomeyana. Dirigi la vista al grupo de personajes destacados que
examinaban el blanco corcel y a quienes el verde de la ms pura envidia
haba descolorado sus negras pieles. Entonces, el joven gobernador dijo en
voz muy alta;
- Y, adems, oh poderoso meu, te confo a mi caballo Nyoh, como
humilde regalo al padre de la novia, ya que tan noble animal slo por el rey
puede ser montado.
Pero poco falt para que Taunyinatin anulara el gesto de Hwesu.
Visiblemente enfurruada, dijo:
Frank Yerby 351

- Y pide a mi padre, O meu, que me d este caballo, y en el caso de que


no quiera que, por lo menos, me preste este hermoso animal, porque quiero
ir a mi nueva casa a lomos de este caballo, detrs de mi marido.
Cuando la princesa pronunci estas palabras, todos la miraron,
debido a que entre los ms severos nowaidu, o cosas que deben hacerse,
en contraposicin a los su du du, o cosas que no deben hacerse, estaba la
obligacin que impona a las princesas ir a su nuevo hogar sobre la desnuda
espalda de un esclavo al que se daba el nombre de mesau, o sea hombrecaballo. Pero las princesas son siempre caprichosas, y por eso la gente se
encogi de hombros y centr la vista en el juez supremo, para ver cmo
reaccionaba. Con ceo, el meu dijo algo al odo de un servidor. Y ste sali
corriendo en direccin a Palacio.
La exhibicin prosigui. De Palacio llegaron cofres, cajas, bales y
cestos, y la meuno lo contaba y exhiba todo. Por ltimo, se exhibieron los
objetos de uso personal de la princesa, sus platos, sus utensilios de cocina,
su escoba, sus taburetes, sus esteras, y dos mosquiteros, uno para ella y
otro para Hwesu. Todos esos objetos estaban adornados con bronce y plata,
y uno o dos con oro. Pero a pesar de ello la voz de la meuno careca de
seguridad cuando dijo:
- Mira, esto es lo que una princesa trae consigo! No eres t quien
enriquece a su familia, sino ella quien te aporta riqueza!
S, aunque era evidente que si bien la princesa aport ms obsequios
a su nuevo marido que ste a ella, los de Hwesu eran ms hermosos y de
ms valor. La triste realidad consista en que si Hwesu no hubiera tenido
el astuto gesto de regalar su hermoso corcel al dada, su ostentacin y su
orgullo le habran puesto en situacin comprometida.
Pero el meu cogi una voluminosa bolsa y la entreg a su madre.
La meuno grit:
- En esta bolsa hay cincuenta mil cauris, que el dada regala al seor
Hwesu! Con este dinero sern sufragados los gastos de la boda. Tal es
la generosidad del padre de todos nosotros! Adems, proporcionar a
la princesa sus propios servidores, trabajadores, esclavos y esclavas, de
manera que el gbonuga Hwesu no tendr que ocuparse de las necesidades
de su real esposa, y as nada tendr que quitar a sus restantes esposas.
Por fin, la meuno cogi la mano de Taunyinatin, y grit: -Mi seor
Hwesu, acrcate!
Hwesu, conocedor de la ceremonia, se haba apartado unas cinco o
seis varas, durante la exhibicin de los regalos, permitiendo as a la meuno
cumplir con los ritos preceptivos. Hwesu se acerc a Taunyinatin, quedando
a su lado. La meuno puso las clidas, suaves y temblorosas manos de la
352 Negros son los dioses de mi frica

princesa en las manos de Hwesu, grandes, duras como el hierro, pero


igualmente temblorosas de genuina emocin, y dijo:
- En el nombre del dada, te doy esta mujer que es hija de la real
familia. No atentes contra su honor. Pertenece a una clase cuyos miembros
no pueden ser golpeados en la mejilla. No insultes a su padre, porque al
hacerlo insultaras al rey. No insultes a su madre, porque insultaras a una
reina. Nada se te exigi cuando esta muchacha te fue prometida, y nada
se te exige ahora que se dispone a vivir contigo. No diste los obsequios
que la costumbre exige los maridos den. No cumpliste con el xaungbo, la
donacin de dinero y sal. Ni siquiera pediste que esta muchacha te fuera
dada. Todo ha sido una sorpresa que el dada ha querido otorgarte.
Hwesu, en total inmovilidad, esperaba que la meuno pronunciara el
resto de su discurso. Y a pesar de que irgui y tens la espina dorsal, y
mantuvo firmemente reunidas sus tres almas en el vientre, las siguientes
palabras de la meuno, esperadas y sabidas, le parecieron excepcionalmente
brutales, y pese a todos sus esfuerzos para disponerse a aceptarlas, fe
produjeron una fuerte y desagradable impresin:
- Por lo tanto, ten presente que careces de derechos sobre esta
muchacha. Es tu esposa y t eres su marido, pero los hijos que nazcan
de vuestra unin sern miembros de la familia real. Y no tienes derecho
alguno a pedir al bokono, el adivino, el nombre del alma ancestral de que
proceden las almas de tus hijos, porque sus almas procedern de sus reales
antepasados.
La madre del meu hizo una pausa, y, con una sonrisa especialmente
burlona, mir al alto y joven novio. Luego prosigui:
- Te proporcionaremos la especial frmula mgica que garantiza la
fidelidad de las mujeres, de manera que si tus esposas te traicionan morirn.
Se detuvo otra vez, y se acentu la burlona expresin de su sonrisa.
Luego, espaciando las palabras y efectuando pausas para darles mayor
fuerza, dijo:
- Sin embargo, no tienes derecho a dar esa mgica frmula a la
muchacha con quien ahora te casas, ya que si lo haces ello significar la
muerte para ti. No debes llevarla a tu tauhwiyo, el fundador de tu clan,
para darle cuenta de este matrimonio, por cuanto el fundador de tu clan
carece de poder sobre esta muchacha, que es hija de Agasu, el tauhwiyo del
clan real. Queda prohibido a las restantes mujeres de tu familia insultar a
esta muchacha. Por su parte, la princesa no molestar a sus coesposas.
Slo entonces la meuno, la madre del meu, se volvi hacia
Taunyinatin, y dijo:
- Hija, en nombre de tu padre te entrego a este hombre, que ha
Frank Yerby 353

sido elegido para que sea tu marido. Resptale todava ms de lo que le


respetan sus restantes esposas, ya que tienes el deber, por ser miembro de
una gran familia, de dar buen ejemplo. Haz patente a este hombre, a travs
de tus trabajos en su beneficio, cun real es el mando de tu gran padre.
Taunsu, el vudu que vigila a las mujeres, te ordena que no comas carne
de pantera ni de ciervo moteado. Te dice que, cuando este hombre deje de
satisfacerte, puedes dejarle, aunque ello ha de ser por causas razonables.
No te aproveches de tu su, las leyes de tu clan, para destruir el hogar de
este pobre hombre.
Una vez ms, la meuno se dirigi a Hwesu:
- Joven seor, aqu tienes a tu esposa, tu verdadera esposa. No es
una viga que pueda ser transportada por dos hombres. Es una carga que
debes ser capaz de llevar t solo, sin permitir que otro la lleve en tu lugar.
Si resultas incapaz de ello, recuerda lo que acabamos de decirte, y no digas
ms tarde que ha habido mala fe en nuestros tratos contigo.
Entonces, el meu se adelant y alz la mirada al rostro del altsimo y
joven novio, y, con voz como el rugido del len, grit:
- Gbonuga Hwesu! El rey te ha concedido un gran honor! Da nombre
a tu esposa, para demostrar tu gratitud!
Al or estas palabras, todos los presentes cayeron de rodillas. Ms de
mil pares de ojos miraron aquella severa pero maravillosamente hermosa
cara joven y negra, que estaba ceuda, tensamente pensativa, como si se
esforzara en tomar una decisin, pese a que todos los presentes saban que
tal decisin haba sido ya tomada haca mucho tiempo. Cuando llegaba la
ocasin de dar nombre a su esposa, todo novio dahomeyano finga siempre
sopesar con gran cuidado diversas alternativas. Pero, en el presente caso,
y excepcionalmente, los espectadores erraban en sus conjeturas. Hwesu
realmente se esforzaba en llegar a una solucin, ya que estaba dividida
entre dos posibilidades, la de dar a su novia el nombre de Chiwaiye, bonito
y halagador nombre, que comportaba una muestra de gratitud al rey, por
cuanto su significado era mi futuro est asegurado, o bien, orgulloso y
desafiante, elegir el nombre que arrojaba su propia virilidad a la cara de sus
enemigos, y que tena un sonido como las vibraciones que produce el len
cuando pone el hocico junto a la tierra, y ruge y ruge y ruge, de manera que
las vibraciones cargadas de amenaza se sienten en la piel, y parecen surgir
de todas partes:
- Yekpewa! No tengo conquistadores!
Por la pasmada expresin de los espectadores, Hwesu se dio cuenta
bruscamente de que haba tomado su decisin, que sin quererlo, o sin
verdadera conciencia de haber tomado una decisin, haba pronunciado
en voz alta aquel grande y terrible nombre, que, a partir de aquel instante,
354 Negros son los dioses de mi frica

todo ambicioso y envidioso jefezuelo del Vientre de Da considerara como


un insulto directo y un reto.
Pero siempre hay algo infinitamente admirable en los actos de valenta,
en la posesin de fortaleza intestinal y testicular, o, dicho en palabras ms
corteses, en el valor y la virilidad. A su pesar, los espectadores se dejaron
llevar por esta admiracin y rugieron:
- Yekpewa! La princesa Yekpewal Buen nombre! S, porque,
ciertamente, el gbonuga no tiene conquistadores! El meu tron: -Levntate!
Como un eco, la madre del meu repiti: -Levntate! Y lleva a la
princesa Yekpewa a su nuevo hogar!
Inmediatamente, tres viejas arrugadas, todas ellas princesas, se
adelantaron. Con satisfaccin, Hwesu observ que una de ellas era su
madre oficial. Las tres viejas princesas formaron una guardia de honor
alrededor de la recin nombrada princesa Yekpewa, y quedaron all, a la
espera. Entonces un alto y extremadamente musculoso hombre, ataviado
nicamente con un taparrabos, lleg corriendo y se arrodill ante Yekpewa.
Tampoco esto sorprendi a Hwesu, por cuanto una de las tareas de
su madre real, la Gbonugano Alladanu, haba sido la de explicarle los su,
o leyes especiales, del clan real, en cuanto hacan referencia al matrimonio
de una princesa.
Por eso Twesu saba la razn por la que el corpulento esclavo se haba
arrodillado ante su nueva esposa. Esto constitua el primer nowaido de un
matrimonio axovivi, en cuyos mritos la princesa deba trasladarse a su
nuevo hogar sobre la espalda desnuda de un esclavo denominado mesau,
u hombre-caballo. El segundo nowaido consista en que la casa nupcial a
la que la princesa se trasladaba deba ser totalmente nueva, especialmente
construida para ella. El tercero radicaba en que el marido jams deba haber
entrado en dicha casa. Y el cuarto ordenaba que deban transcurrir tres das,
en los que se celebraban ciertas ceremonias, antes de que los recin casados
pudieran tener relaciones sexuales.
Pero lo que sorprendi a Hwesu y a todos los presentes fue la reaccin
de Taunyinatin/Yekpewa al ver al esclavo arrodillado ante ella. La ira torci
su joven y bello rostro. Su pie, menudo, calzado con delicadas sandalias,
propin una patada en el suelo, y la princesa grit:
- No! Quiero ir a mi nueva casa nupcial, detrs de mi marido,
cabalgando su gran caballo blanco!
El meu la corrigi:
- El gran caballo blanco del rey, hija, ya que el dada ha tenido la
benevolencia de aceptar el obsequio del gbonuga Hwesu!
Como una nia, Yekpewa suplic:
Frank Yerby 355

- Entonces, pdele a mi padre que me lo preste, aunque slo sea por


esta noche. El mesau se lo devolver. Siendo medio caballo, el mesau sabr
tratar debidamente a su hermano.
El meu dijo:
- No es sa la cuestin, hija, sino el nowaido. Tu padre, el rey, te
prestara con satisfaccin el caballo, pero cmo podras ir a tu nueva casa
cabalgando ese caballo sin quebrantar la sagrada ley?
- Que Legba se lleve la sagrada ley! No quiero ir encima de este
grasiento y sudoroso mono! Quiero ir montada en el hermoso caballo
blanco!
El meu comenz a decir:
- Pero, hija
Y, en aquel momento, Hwesu le toc el brazo, y dijo cortsmente.
- Si el grande y alto jefe de la justicia del reino se digna escuchar a
su humilde servidor, quiz pueda proponerle un medio de salvar esta
dificultad.
El meu le mir, pensando: Este ambicioso muchacho de Gbenu
puede ser peligroso, por cuanto es evidente que ha heredado demasiados
rasgos de aquel viejo y astuto pillo. Pero, en voz alta y severa, el meu dijo:
-Haz tu propuesta, mi seor gbonugal -Propongo que mi seora esposa, la
princesa Yekpewa, monte el caballo del rey, pero sentada de lado, lo cual
no slo es ms congruente con su modestia, sino que le permitir descansar
los pies en los hombros del mesau. De esa manera cumplir con el nowaido
y dar satisfaccin de los deseos de su corazn.
El meu pens: Y, adems de peligroso, es sutil como una serpiente
el muchacho. En voz alta dijo:
- Es una buena solucin, mi seor gbonuga. Y t cmo irs?
Hwesu sonri. Haba visto claramente la trampa que el meu le haba
tendido. Que l montara el caballo que ya haba dado al rey -tal como
hasta entonces se propona hacer- representaba atentar contra las reales
prerrogativas, en el mejor de los casos, y ello, aadido a la arrogancia de dar
aquel nombre a su nueva esposa, poda muy bien llevarle al parapeto que
se alza sobre el pozo del verdugo, si no hoy maana, que era precisamente
lo que el meu se propona, ya que haba conseguido permanecer muy largo
tiempo en el poder por el sencillo procedimiento de eliminar a los elementos
peligrosos antes de que adquiriesen demasiado poder. Tranquilamente,
Hwesu repuso:
- Yo, mi seor jefe de la justicia, ir delante, de pie, guiando a Nyoh.
El caballo me conoce y por eso obedecer dcilmente.
356 Negros son los dioses de mi frica

A su pesar, el meu tuvo que sonrer en renuente admiracin hacia la


habilidad con que Hwesu utilizaba la astucia. El meu dijo:
- Eres digno hijo de Gbenu, joven Hwesu!
Y as se hizo. La princesa Yekpewa cabalg hasta el nuevo conjunto
de viviendas a lomos de Nyoh, descansando los delicados pies en los
hombros del esclavo. Y, humildemente, como si fuera tambin un esclavo,
Hwesu fue a pie, guiando al caballo, espectculo que produjo lgrimas de
la ms pura rabia en los ojos de Dangbevi.
En el nuevo conjunto de viviendas, tuvo lugar una celebracin de tal
magnificencia que ni siquiera los ms viejos invitados pudieron recordar
haber sido testigos de algo semejante. Se consumieron toneladas de comida
y ros de vino; todos batieron palmas, rieron y bailaron. Incluso Gbade, el
gbonuga de Savalu, olvidndose de su dignidad -y de la amenaza implcita
en su nombre, ya que Gbade significaba hijo del trueno, y se es el nombre
del que lanza los rayos, o sea el hijo menor de Xivioso, dios del trueno-, dio
muestras de pasmosa habilidad en la danza, habida cuenta de su volumen
y peso.
La fiesta se prolong toda la noche, el da siguiente y la noche de este
da. Desde luego, Yekpewa se retiraba con sus tres dragones guardianes,
las tres viejas princesas, a su nueva casa nupcial, siempre que el sueo la
venca. Y, por fin, con la cabeza dndole vueltas de tanto beber, Hwesu se
dio cuenta de que ya no poda aguantar ms, y se fue furtivamente a dormir
a su casa. Pero apenas se hubo tumbado, dos brazos le rodearon el cuello,
y la boca que se pos sobre la suya era clida, temblorosa, y tena el salado
gusto de las lgrimas.
Hwesu apart la boca y dijo:
- En el nombre de Fa
Pero nada ms pudo decir, ya que, a pesar de la borrachera, la
reconoci. Dangbevi dijo:
- mame, o de lo contrario la matar y luego me matar yo!
Echando cuentas, qued indudablemente aclarado que aqulla fue la
noche en que la primera y principal esposa de Hwesu concibi al fin.
Al da siguiente, tambalendose de fatiga, la cabeza hueca y ecos
de caverna en la que aletearan grandes murcilagos negros, el estmago
ocupado por un ejrcito de zaxwa, los hormigas guerreras de la noche, y
las rodillas temblorosas, Hwesu celebr la ceremonia del xwesaya. Esta
palabra significaba Palacio del Cerdo, y, a pesar de que sus manos
temblaban de mala manera, Hwesu la llev a efecto correctamente. Con
la ayuda de Soye y Alihonu, cogi un cerdo, lo colg por las patas traseras
y lo degoll. Cuando el cuerpo del animal qued desangrado, los dos
Frank Yerby 357

criados lo descuartizaron hbilmente. A continuacin, Gudjo y Dangbevi


prepararon con la carne del cerdo gran nmero de distintos platos, todos
ellos suculentos. Dangbevi, acompaada por tres de las jvenes camareras
de la princesa Yekpewa, llev esos platos a Palacio. La meuno las recibi
con cortesa, y las condujo a presencia del tauvadu- no, el alto sacerdote del
culto neswcwe, es decir el culto a los muertos de la real familia.
El tauvuduno cogi los platos de carne de cerdo, y, entrando en
el dexoxo, la casa de las tumbas, los dej solemnemente ante los ase, los
altares de hierro en honor a los reales antepasados. Despus sali y dijo
a las cuatro muchachas que el sacrificio xwesaya de Hwesu haba sido
favorablemente recibido por los reales-antepasados-convertidos-en-dioses,
y que su matrimonio con la princesa poda ya consumarse.
Dangbevi tena la absoluta certeza de que jams, en su corta vida,
se haba visto obligada a ser portadora de unas noticias que le causaran
tanto dolor. Si de ella nicamente hubiese dependido, probablemente
jams habra comunicado la noticia a su marido, o bien le habra mentido
dicindole que los reales antepasados estaban profundamente disgustados
por aquel matrimonio. Pero Yekpewa era demasiado astuta para dejar que
una mujer tan locamente enamorada de su marido -sas eran exactamente
las palabras que la princesa utilizaba cuando se refera a Dangbevi, ya
que, desde el punto de vista de la princesa, que consideraba que el amor
era solamente una agradable actividad fsica, el tipo de devocin que la
hija de la serpiente senta hacia Hwesu slo de locura poda calificarse-, se
encargara sola de Man importante materia. En consecuencia, la princesa,
deliberadamente, haba ordenado que tres de sus camareras acompaaran
a Dangbevi, con lo que a la pobre primera y principal esposa de Hwesu,
transida de dolor y torturada por los celos, no le qued ms alternativa que
decir la verdad.
Pero el resto del asunto quedaba definitivamente en las delicadas
manos de la propia Yekpewa. Y as era por cuanto, hasta el da en que la
princesa fuera al mercado, comprara comida, la guisara e invitara a su
marido a cenar con ella, ste no tena derecho a cruzar la puerta de la casa
de su nueva esposa.
Y Yekpewa dej pasar cuatro das enteros, antes de que, acompaada
por sus camareras y una multitud de criados, esclavas y esclavos, acudi
al mercado. Yekpewa probablemente hubiera esperado todava ms, si no
se hubiesen dado dos circunstancias, a saber, cuanto ms vea a su alto y
principesco marido, ms le gustaba, y en segundo lugar el pequeo ejrcito
de mujeres espas al servicio de Yekpewa, es decir, sus camareras, sus
criadas y esclavas, siguiendo las instrucciones de su ama, haba provocado
a Alihosi, Sosixwe y Huno, por el medio de hacer burlonas observaciones
358 Negros son los dioses de mi frica

que ponan en tela de juicio la virilidad de Hwesu, de manera que dichas


esposas hicieron ardientes y furiosamente sinceras defensas de la habilidad
de Hwesu, como amante. Desde luego, la princesa dio a sus espas la orden
de que no molestaran a Dangbevi, ya que la princesa estimaba que haba
obtenido suficiente informacin de ella.
Por eso, despus de sufrir un da de espera, una espera capaz de poner
a prueba los nervios de una de las figuritas de bronce que haca su amigo
Amosu, Hwesu recibi la visita de una de las camareras de la princesa,
aquella a quien sta haba dado el nombre de Wuhwe, la cual se inclin
profundamente ante l, y en voz baja le dijo:
- Mi seor, mi seora la princesa Yekpewa solicita la honres cenando
con ella esta noche.
Hwesu repuso:
- Muchas gracias.
Acto seguido, meti la mano en su bolsa, y de ella extrajo un collar de
plata trabajada en filigrana. Con voz reposada, Hwesu dijo:
- Esto es para ti, hermosa Wuhwe, en premio a haberme trado tan
excelente noticia. Di a mi seora esposa que llegar en la segunda hora,
despus de la puesta del sol, hora que espero le sea conveniente. En caso
contrario, basta con que me lo diga
Cuando Wuhwe se hubo ido, Hwesu comenz a prepararse para la
dura prueba que le esperaba. Adems de efectuar actos tan elementales
como limpiarse los dientes con tallos machacados de un arbusto oloroso,
baarse, perfumarse, y vestirse con gran esmero, tambin tena que
preparar sus nervios. A este propsito, confiaba en el truco que su difunto
primer amigo, Kpadunu, le haba enseado. Cogi una sustancia que tena
el aspecto de una piedra amarillenta, pero que en realidad no lo era, y que
se denominaba akamu y la arroj a un cacharro que contena vino de palma
a punto de hervor. Instantneamente, el akamu comenz a formar espuma
y a disolverse. Cuando estuvo totalmente disuelto, quit el cacharro del
fuego, y dej que el vino as preparado se enfriara. Antes de partir, se lo
bebera, y su efecto, que conoca perfectamente gracias a las dos veces que
haba utilizado el brebaje -en la noche de su boda con Agbale/Nyaunu
wi, y en la primera noche con la pequea Huno- no sera el de dejarle
embriagado, sino el de eliminar todo gnero de tensin, dejndole en una
calma absoluta.
Esto era importante debido a que Taunyinatin, antes de que por
decisin de Hwesu se llamara Yekpewa, haba lucido la blanca toca de las
vrgenes. Y el hombre que se dejara llevar por el deseo carnal y la impaciencia,
poda muy bien transformar en carnicera su noche de bodas con una
Frank Yerby 359

virgen. Era algo que se deba evitar a toda costa. En el caso de Nyaunu wi,
Hwesu lo haba evitado por el medio de prolongar los pequeos, tiernos
y entregados actos de amor, y tanto los prolong que, al fin, ardiente de
deseo, Nyaunu wi se haba lanzado, en un impulso, ensartndose en l, en
acto suyo y por propia voluntad, de modo que, a pesar de que su dolor fue
terrible, de nada poda Nyaunu wi acusarle, ni decir que el comportamiento
de Hwesu haba sido brutal. Y a pesar de ello, gracias a blsamos calmantes,
Hwesu consigui tranquilizar a Nyaunu wi de tal manera que, aquella
misma noche, antes del alba, Nyaunu wi haba alcanzado, no una vez sino
varias, aquellas cimas que las mujeres mayores le haban dicho solamente
se alcanzaban despus de muchas lunas de matrimonio.
Con la pequea Huno hubo mayores dificultades, ya que haba
quedado tan aterrada y asqueada por la casi violacin de que la hizo objeto
el dokpwega, en ocasin de las honras fnebres de Gbenu, que ni siquiera
las hbiles caricias del entonces llamado Nyasanu consiguieron vencer
los temblores y fra rigidez de Huno. Por eso Hwesu recurri al vino. Y
despus de haber dejado a Huno agradablemente embriagada, la templ
con besos, juguete con su relajado cuerpo, tierno y joven, hasta que Huno
alcanz el orgasmo gracias nicamente al contacto con Hwesu. Despus, y
gracias a ser un amante sumamente imaginativo, Hwesu hizo algo que casi
todos los dahomeyanos hubieran considerado vergonzosamente impropio
de un hombre. Se qued tumbado de espaldas sobre la estera y dej que
Huno se colocara encima, de modo que sta control totalmente el acto,
detenindose siempre que el dolor era demasiado intenso, hasta que al fin,
la carne masculina y femenina quedaron totalmente unidas, ensambladas,
penetradas, y no hubo ms dolor, sino nicamente goce. Desde luego, para
lograr eso haca falta tal dominio de s mismo, por parte de Hwesu, que sin
la ayuda del sin par gbo de Kpadunu no lo hubiera conseguido.
Con sus tres restantes esposas, Dangbevi, Alihosi y Sosixwe no tuvo
que emplear tan complicadas precauciones, ya que las tres eran viudas.
Hwesu se senta grandemente aliviado al pensar que ya haba vivido la
dura prueba de la consumacin del matrimonio con muchachas de autntica
castidad.
Alegre y divertido, pens: Jan realidad me sirvieron para
demostrarme cuan grande es la diferencia.
Ms tarde, aquella misma noche, recordara ese pensamiento.
Con sorpresa, Hwesu se dio cuenta de que la cena que Yekpewa
haba preparado para l era una de las ms exquisitas que haba comido en
su vida. Tan buena estaba que sospech que su principesca esposa haba
hecho trampa, en el cumplimiento de aquel rito -por tradicin inmemorial,
360 Negros son los dioses de mi frica

la cena de bodas deba ser guisada por la propia recin casada, siendo esto
otro nowaido-, de la misma manera que la haba hecho en lo referente a la
obligacin de ir a la nueva casa nupcial sobre la espalda de un esclavo.
Pero Yekpewa vio la duda que animaba la sonrisa de Hwesu, y
extendi los dedos de la mano derecha ante la cara de ste. Tres de ellos
presentaban quemaduras producidas por el fuego de guisar. Hwesu dijo:
- Lo siento. Efectivamente, dudaba que hubieras guisado estos platos,
lo reconozco. Me pareca raro que una princesa Con voz un tanto gutural,
Yekpewa dijo: -Desde la infancia nos ensean todas las artes domsticas, y
nuestros maestros son los mejores de esta tierra. Las que no son idiotas del
todo, aprenden. Por otra parte, te dir que siempre me ha gustado guisar, y
por eso aprend. Riendo, Hwesu dijo: -Y muy bien, por cierto!
Luego, al probar otro plato, en el rostro de Hwesu se dibujo un gesto
de sorpresa. Estaba demasiado cargado de especias. Entonces, bruscamente,
pasmosamente, se le ocurri cul poda ser la razn, y con ello el fro y
resbaladizo gusano de la duda comenz a roerle el corazn. Algo burln el
acento, pregunt:
- Es que crees necesario calentarme la sangre, Yekpewa? A pesar de
tu belleza?
Entonces, Yekpewa le sonri. Fue una sonrisa de pura y plena
sensualidad. Dijo:
- S, y sigo pensndolo. Ests demasiado tranquilo, mi persona mayor!
He visto a tus esposas. La mayor, la que ha encontrado su vientre, no vale
gran cosa. Pero las otras! Especialmente una que asegura que es hija de un
dios serpiente Teniendo tan ardientes criaturas a tu disposicin, tu sangre
seguramente fluye como los arroyos en primavera, lenta, silenciosa y en paz
Tranquilo, Hwesu contest:
- As es. Mas para una muchacha que ha lucido la alta toca blanca
en su boda, eso no puede constituir un problema. O quiz s? Muchas
muchachas de tu condicin estaran muertas de miedo en estos instantes
Vibrante de mofa la voz, Yekpewa repuso:
- Pero yo soy una princesa, y a las princesas nos ensean a no tener
miedo de nada, y menos an de un simple hombre.
Con amargura, Hwesu dijo:
- Y menos todava de un sudoroso palurdo campesino.
Yekpewa se qued inmvil, con la vista fija en l. Dijo:
- De manera que te lo ha dicho esa triste y estpida hija de la
serpiente? Estaba segura de que te lo dira, as Legba le devore el aliento y
los sesos
Frank Yerby 361

Entonces, muy de prisa, Yekpewa se acerc al lugar en que Hwesu se


sentaba y le bes lenta e insistentemente en la boca. Hwesu dijo:
- Se puede saber por qu haces esto?
- Para decirte que lo siento, siento haberte dicho esto. Estaba
equivocada. Y tambin me he equivocado en otras muchas cosas. Y, ahora,
me temo que tambin voy a lamentar haber cometido tantos errores. Lo voy
a lamentar mucho ms de lo que puedas imaginar o de lo que seas capaz
de creer.
- Es una excusa por adelantado?
Yekpewa musit:
- S.
- Y puedo saber de qu te excusas?
- No. Pronto lo sabrs.
Y tras decir estas palabras, Yekpewa se apart de l.
Hwesu era dahomeyano, lo que es lo mismo que decir que era un
hombre inteligente, altamente sensible, y todo lo complejo que caba esperar,
habida cuenta de su extremadamente intrincada y ritualizada cultura.
Por eso estaba sentado, fro y disgustado, procurando decidir el modo en
que deba enfrentarse con la situacin en que se hallaba. S, por cuanto ya
saba que la alta y blanca toca haba sido una premeditada mentira. As lo
proclamaba todo en la persona de Yekpewa: la libertad de sus modales, la
tranquilidad con que le trataba, su total falta de timidez, su falta de arisco
retraimiento. Su beso Acaso Nyasanu wi y Huno saban besar con los
labios abiertos, y moviendo sinuosamente la punta de la lengua?
Si se hubiese tratado de una muchacha de la misma clase social de
Hwesu, ste hubiera tenido pleno derecho de devolverla a casa de su padre
y pedir que le indemnizaran por los regalos y trabajos hechos. Y as era por
cuanto no haba hombre dispuesto a sufrir y luchar para lograr mercanca
de segunda mano, ya usada.
Pero despus de que la porcin fra y realista de su mente tomara el
pleno mando de la situacin, Hwesu pens: Pero si me hubiese encontrado
en tal caso, hubiera devuelto la muchacha a su padre? Seguramente no,
menos todava si hubiera sido tan bella como esta real ramera. La mayora
de los hombres no devuelven a sus esposas por esto. Esconden o queman la
estera de dormir sin las debidas manchas de sangre, y tratan a las mentirosas
mozas con dureza algo superior a aquella con que tratan a las restantes
esposas. Las azotan ms a menudo y las vigilan ms estrechamente, no sea
que les adornen la frente Y ahora resulta que la historia se repite! Es
el mismo asunto que el de mi padre y la seora Yu. No, peor, s, porque
mi padre se vio obligado a casarse con Yu sin amarla, y, en cambio, yo he
llegado a este matrimonio con ternura y alegra.
362 Negros son los dioses de mi frica

Pero esta atractiva ramera axovi se atrevi a proclamarse pblicamente


virgen, consciente de que un hombre del pueblo llano no puede castigar,
bajo concepto alguno a la hija del rey, sea por carencia de castidad, mentiras,
flagrante adulterio, cualquier cosa, a no ser que este hombre est dispuesto
a morir en defensa de su hombra y su orgullo S, tal como yo estoy
dispuesto a hacerlo. Ahora bien, vale la pena hacerlo por ella? Lo merece?
Debo dejar hurfanos a mis hijos, viudas y solas a mis esposas slo porque
una hembra de chacal?
Hwesu observ que Yekpewa le estaba mirando. Vio cun
profundamente conmovida era la mirada de Yekpewa, y Hwesu sinti un
suave y lento rebullir de lstima que recorri por entero su cuerpo, desde
las puntas de los dedos de los pies hasta atravesarle el corazn. Reprimi
severamente este sentimiento y mir a Yekpewa.
De repente, con fuerza cegadora, se le ocurri una idea, un mtodo para
castigarla -no por su falta de castidad, ya que Hwesu era lo bastante culto
para darse cuenta de cun poca importancia tena la virginidad meramente
fsica- sino por haber mentido al respecto, por ponerle pblicamente en
ridculo, la maana siguiente, cuando, en cumplimiento de su obligacin,
mandara a las tres viejas princesas de regreso a Palacio, sin la estera de
dormir, de modo que todo el mundo sabra que su nueva esposa se haba
burlado de l al acudir a la ceremonia vestida como una novia virgen.
Y as era por cuanto en las raras ocasiones en que un hombre, salido del
pueblo llano, llegaba a ser una importante persona y se casaba con una
princesa que, por una razn u otra, se haba librado de la atenciones de sus
hermanastros y primos, ese hombre siempre enviaba la estera de dormir,
con manchas de casta sangre a las habitaciones de la meuno, y luego ofreca
una fiesta que duraba una semana y ms.
Por eso, despacio, tranquilamente, Hwesu sonri a Yekpewa y dijo:
- Quiero pedirte dos favores, mi querida esposa.
Con voz algo spera y estridente, a causa del nerviosismo, Yekpewa
pregunt:
- Cules?
- Ms vino y otro beso.
Y debido a que el gbo de Kpadunu le haba dejado en un estado de
absoluta tranquilidad, y debido, ms an, a que su corazn, sus nervios,
su aliento, todo estaba acompasado al fro y casi aburrido desprecio que
senta, Hwesu convirti aquel acto de amor en una obra maestra de burla, y
lleg a alcanzar los lmites del drama, por cuanto Yekpewa, con la base de
su amplia experiencia amatoria, se dio cuenta de que se trataba de una obra
maestra, sin percibir la burla que haba en su fondo.
Frank Yerby 363

Alegre, juguetn, Hwesu se puso en cuclillas junto a la estera en que


yaca Yekpewa, y se llev la planta del pie izquierdo de la muchacha a
los labios. Luego, con la mayor calma y lentitud del mundo, recorri en
sentido ascendente, beso tras beso, el cuerpo de la princesa, y Hwesu
provoc la carne de Yekpewa con sus labios y la punta de la lengua. Pero
cuando despus de largo tiempo, mucho, mucho tiempo, Hwesu lleg a
la boca, no se detuvo en ella sino que le cerr con los labios los prpados,
atorment luego el hueco de la base del cuello, y sigui as, torturndola
lentamente, senos, flancos, ombligo, muslo, rodilla, pantorrilla, y pies otra
vez, mientras Yekpewa gema, se debata y le araaba, y Hwesu, todava
fro como el hielo, con burla mortal, se deca, en un murmullo, en su fuero
interno: Suplica, suplica, ramera real, pdelo, suplcamelo.
Y, entonces, la oy:
- Por favor. No ves que no puedo aguantarlo ms? A qu esperas?
Es que no eres un ser humano! Eres un brujo! O uno de esos muertos
vivientes!
- Eso soy?
Y tensando su cuerpo como un arco, lo ech brutalmente hacia delante,
obligando por la pura fuerza del impacto a que los muslos de Yekpewa
adoptaran la posicin bifurcada, clavando en el interior su masculina
carne, cindola prietamente contra su cuerpo, clavados sus poderosos
dedos en la carne, sostenindola as, insistiendo, pegados los dos por el
sudor, enredndose las secas matas de pelo de sus respectivos cuerpos,
insistiendo en ella sin prisa, pero con fuerza de macho, con una virilidad
que ninguno de los suaves y mimados principitos que Yekpewa haba
conocido anteriormente poda siquiera llegar a soar, hasta que Yekpewa
emiti gemidos junto a su odo, cantando el lenguaje aga gbe, emitiendo
casi sin aliento una letana de suplicantes y encadenadas obscenidades, que
ascendieron y ascendieron en la escala tonal, hasta alcanzar notas propias
de flauta, y el sonido del choque de los cmbalos, y despus nada, ni un
sonido, y el estertor de los pulmones luchando en busca de aire, hasta que
con una fuerza nuevamente nacida de la casi intolerable angustia, Yekpewa
sacudi la cabeza a uno y otro lado, violentamente, golpeando con ella la
almohada, y chill, chill y chill.
Hwesu levant la mano y con ella tap la boca de Yekpewa. Luego,
con el propsito de dar fin a aquello, Hwesu se proyect en el interior de
Yekpewa, con decisin absolutamente asesina, rompiendo por fin la ltima
capa protectora que el espumoso akaunu haba creado alrededor de sus
nervios, su sentido del tacto, y lanz su vida en el interior de Yekpewa, en
una especie de ltima agona, en una especie de muerte pequea, pero no
por ello menos terrible.
364 Negros son los dioses de mi frica

Con aspereza, Hwesu pregunt:


- Qu te pasa? A qu lloras ahora?
Yekpewa musit:
- Porque porque me odias Me odias tanto que me
- Te trato brutalmente? Lo siento. En realidad no pretenda
Pero Yekpewa sacudi furiosamente la cabeza, de manera que las
lgrimas saltaron de sus mejillas, formando un arco, un vuelo lquido
semicircular e iridiscente. Entre el llanto, dijo:
- No es sa la palabra! No se trata de brutalidad No puedes ser
brutal. Y no hay hombre que pueda ser demasiado poderoso para una
mujer que es una mujer de veras. No. La palabra es
Secamente, Hwesu pregunt:
- Cul?
Yekpewa suspir:
- Esclavizar!
E incorporndose busc la boca de Hwesu.
En esta ocasin, Hwesu la trat muy dulcemente, con gran ternura.
Pero Yekpewa se peg a l, y grit y jur que nunca le dejara, que le adorara
de rodillas toda la vida y que nunca le dara ocasin a que dudara de ella.
Hwesu la mir y esboz una fra sonrisa. Fuera, el alba agrisaba el
cielo, dando perfiles a las cosas, recreando las formas contenidas de la
primordial negrura, madre de cuanto existe.
Hwesu dijo a Yekpewa: -Levntate!
- Que me levante? Oh, Hwesu, si pudiera! Me parece que no
puedo hacer el menor movimiento! Con severidad, Hwesu insisti: -Debes
levantarte porque he de hacer una cosa. Gimiendo, Yekpewa se puso de
rodillas. Hwesu le ofreci la mano y la ayud a levantarse.
Entonces, Hwesu extrajo de la vaina la daga que Ibrahim Twala le
haba dado.
Yekpewa se apart de l, retrocediendo, con la cara gris de miedo, y
los labios temblorosos: -Quieres matarme! -No. Quiero la daga para otra
finalidad. Rpidamente, Hwesu se arrodill junto a la estera de dormir.
Con un suave movimiento, hundi la punta de la daga en el cayado del
codo. La sangre salt, clida, densa y roja. Sonriendo a Yekpewa, dej que
la sangre resbalara por el brazo, y luego por los dedos, hasta sus puntas,
y la sangre form la misma mancha ovalada, profunda y oscura, que la
virginidad destruida forma, all, en la estera de dormir, entre las manchas
de semen.
Frank Yerby 365

Despus, Hwesu cogi un trapo y se lo puso en el cayado del codo


para cortar la hemorragia. Dijo:
- Vstete. Llama a las mujeres. Di a las viejas princesas que pueden
coger esta estera de dormir, llevarla a Palacio, y mostrarla a la madre del
meu.
Yekpewa, inmvil, le miraba fijamente. Por fin, en un gemido, dijo:
- Hwesu.
- Luciste la toca blanca y quin soy yo para ponerte en evidencia?
Vamos Yekpewa, vstete!
Inclinndose, Yekpewa comenz a buscar a tientas sus ropas a la dbil
luz de la maana. Mientras se vesta, se preguntaba en su fuero interno qu
clase de hombre era aquel con quien se haba casado.
S, porque el comportamiento de Hwesu, o bien era la ms tierna
prueba de amor jams soada, o bien una burla tan terrible que si tena que
tolerarla a lo largo de su vida, Legba terminara devorndole los sesos y el
aliento, y la mandara aullando a la otra orilla del ro.
Yekpewa ignoraba de cul de las dos cosas se trataba.
Sencillamente, no lo saba.

366 Negros son los dioses de mi frica

VEINTITRS

De entre todas las cosas que un hombre aprende a medida que los aos
le encorvan y acumulan peso sobre su cuerpo, la ms importante es la total
imposibilidad de prever la vida, pese a todos los adivinos de este mundo; y
la ms triste es que, en realidad, para nada hay soluciones. Desde luego gran
nmero de hombres malgastan la mitad de sus vidas antes de enterarse de
esto, y, por lo general, desperdician la otra mitad de su vida antes de resignarse
a esas dos inflexibles normas del vivir. Pero Hwesu, el joven gobernador de
Alladh, las llevaba ya metidas en la cabeza antes que transcurrieran dos
aos desde el da de su ascensin al poder y su matrimonio con una princesa.
En cuanto haca referencia a la imprevisibilidad de la vida, poda
dar una impresionante lista de casos. Por ejemplo: ante el hecho de que la
princesa Yekpewa, convencida de que estaba verdaderamente enamorada
por vez primera en su vida, hubiera cedido, desde los primeros das de su
luna de miel, al ms idiota de los impulsos romnticos, a saber, al deseo,
suscitado por los remordimientos, de purificarse de sus anteriores pecados,
por el medio de confesarlos, indujo a Hwesu, al escuchar el detallado relato
de una promiscuidad tan formidable, a concluir que a Yekpewa le hubiera
sido mucho ms fcil, y se hubiera con ello ahorrado tiempo, mencionar
a los hombres con quienes no se haba acostado, en vez de formar la
interminable lista de aquellos con los que lo haba hecho, por lo cual, cmo
poda Hwesu creer que fuera posible que una mujer tan condicionada y tan
adiestrada -ya que todo le estaba permitido a una princesa dahomeyana- se
transformara en tierna, amante, cumplidora y sumisa esposa? Sin embargo,
exactamente fue lo que hizo Yekpewa, quien segua viviendo en el conjunto
de habitculos de Hwesu, resistiendo los un tanto desganados intentos de
ste encaminados a darle motivos para solicitar el divorcio, y, al mismo
tiempo, dando un ments a la antigua tradicin, segn la cual las princesas
siempre regresaban al palacio real despus de vivir unos seis meses en el
conjunto de viviendas de sus maridos, para ser visitadas en aqul, de vez en
cuando, por sus semiabandonados maridos, en el caso de que las relaciones
conyugales siguieran siendo clidas.
Frank Yerby 367

Otros: nadie hubiera podido creer que Alihosi, embarazada por


primera vez, cuando le faltaba poco para cumplir los cuarenta, ofreciera
a Hwesu un hijo fuerte y sano, y que, adems, ese chico, al que Hwesu
inmediatamente dio el nombre de Gbenu, en recuerdo de su padre, fuera
tan excepcional- mente guapo, que Hwesu llegara al convencimiento, en
lo ms hondo de su corazn, que jams podra preterirlo en la sucesin,
ni siquiera en favor de un hijo de Dangbevi. Afortunadamente, por el
momento ese problema no se haba planteado, ya que el fruto del vientre
de su primera y principal esposa result ser una menuda y linda nia,
notablemente parecida a su madre.
Desde luego, no cabe asignar al captulo de la imprevisibilidad de
la vida el hecho de que Sosixwe le diera otro hijo, pero s puede estimarse
imprevisible que ese hijo, nio corpulento y pletrico de vida, prometiera
desde su infancia ser una fuente de problemas, por cuanto ruga como un len
pidiendo comida a todas horas, y le daban unas pataletas tan formidables
que se le cortaba la respiracin, y era preciso golpearle el trasero para que
la recuperara. Tan selvtico era el pequeo Kausu, que fue preciso llamar al
gran bokono Zezu, para que determinara si un mal espritu se haba alojado
en el cuerpo del nio. El adivino concluy que no era se el caso, sino que
el nio haba sido muy especialmente favorecido por los vudun del clan de
su padre, y estaba destinado a convertirse en el ms poderoso guerrero, lo
cual fue una explicacin harto lgica puesto que Gu, dios de la guerra, lo
era tambin del hierro y de los herreros.
Pero su infantil esposa Huno le haba ofrecido, a su joven amo y seor
hohovi, mellizos, el ms preciado don de paternidad entre los dahomeyanos,
lo cual nadie hubiera sido capaz de prever, teniendo en cuenta que Huno
era la ms joven, la ms menuda y la ms frgil de todas las mujeres de
Hwesu. Sin embargo, Huno haba dado a luz un chico y una nia, en un
parto tan prolongado y terrible que Hwesu lleg a perder las esperanzas de
que la madre sobreviviera. Pero quiz gracias a las oraciones y sacrificios
que Hwesu dirigi a los dioses del cielo, Huno sali del trance con vida, y
se haba recuperado ya.
A pesar de todo lo dicho, el hecho ms imprevisible, a juicio de Hwesu,
consisti en que Xokame, la hija de Gbade, a la que Hwesu haba calificado,
ante Dangbevi, y con despiadada justeza, de ms fea que una mona y con
la que haba contrado matrimonio con la principal finalidad de imponer
una tregua a lo que Hwesu denominaba con amargura la guerra DangbeviYekpewa, le hiciera ms feliz que todas sus restantes esposas juntas.
Xokame haba cumplido tal hazaa gracias a ser la ms divertida, la ms
traviesa, la ms alegre criatura, eternamente de buen humor y recalcitrante
amante de las bromas que cupiera imaginar. Adems, pese a que realmente
le gustaba hacer el amor y a que jams rechaz a Hwesu, se las arreglaba,
368 Negros son los dioses de mi frica

mes tras mes, en no encontrar su vientre, dicho sea en la clsica expresin


fau, gracias a utilizar -aunque eso Hwesu lo ignoraba- gbos y sistemas que
le haba enseado un vagabundo hechicero fulani, ya que esas maldades
atentatorias a la vida no eran cosa aceptada por los dahomeyanos. Las
razones por las que Xokame haba adoptado tal conducta constituan un
tributo a su astucia. Como ninguna de las esposas de Hwesu, salvo la
princesa, comparta la estera matrimonial, debido a la severa prohibicin
dahomeyana de que una mujer tuviera relaciones sexuales durante los dos
o tres aos que amamantaba a sus hijo, Xukame, por los medio antes
dichos consegua no perder aquella influencia cobre Hwesu que el retiro
en el dulce y sereno mundo de la maternidad le hurtarla.
Pero si bien era cierto que, por una parte, la imprevisibilidad de la
vida era, en el peor de los casos soportable, y alguna que otra vez incluso
agradable, tampoco cabe negar, por otra parte, que los espinosos problemas
con que Hwesu se enfrentaba actualmente le haban obligado a concluir,
con desgana, que la pesimista opinin de su difunto padre acerca de la vida
en Dahomey estaba plenamente justificada. El mayor mal radicaba en el
poder absoluto del rey, de modo que todos los medios de que un hombre
poda valerse para progresar se encontraban en manos del monarca, y
el nombramiento o confirmacin de un hombre para el desempeo de
cualquier cargo del reino, incluso el de la jefatura del ms msero poblado,
eran privilegio del rey.
Naturalmente, eso era causa y razn de muchos problemas, por cuanto
obligaba a hombres jvenes, brillantes y ambiciosos, cual Hwesu, a vivir
casi constantemente en una situacin realmente peligrosa, debido a que un
nutrido grupo de individuos ansiosos de gloria, que saban muy bien que
en el reino solamente haba un limitado nmero de cargos, estimaban que
el nombramiento de Hwesu como gobernador de la provincia de Alladah,
representaba el violento cierre, ante sus mismsimos codiciosos rostros, de
la puerta que daba entrada a aquella particular oportunidad de conseguir
un casi ilimitado botn, de satisfaccin de los impulsos libidinosos y de
grandiosa ostentacin.
Y como los altos cargos slo podan perderse en el improbable caso
de que quien los ostentara fuera tan negligente o tan insensato como para
ofender al dada, Hwesu se pasaba el da y la noche ocupado en anular
estratagemas -por lo general torpes, aunque en algunos casos perversamente
astutas- encaminadas a inducirle a hacer o decir algo que le costara ser
castigado con la pena, de menor importancia, de ser vendido como esclavo,
cuando no con la pena, ms grave, de la decapitacin.
Por ser el hijo de Gbenu, Hwesu superaba con relativa facilidad estas
dificultades, pero se vea obligado a gastar pequeas fortunas en aquel tipo
Frank Yerby 369

de gbos denominados gboglo, cuya finalidad es anular todos los efectos


mgicos de otros gbos; en afiyauhweji, que no slo evitaban que los males
surgidos de actos de hechicera afectaran a Hwesu, sino que tenan el efecto
de devolver los efectos de la magia negra a aquel que los haba emitido, con
el consiguiente perjuicio; y en sukpikpa, que tenan la misma funcin, aun
cuando se empleaban de un modo especfico contra los terribles gbodudo,
los siniestros gbos que mataban.
Hwesu no crea realmente en la magia negra, pero por ser hombre
de su tiempo, raza y cultura, tampoco tena la absoluta certeza de que su
escepticismo fuera verdaderamente fundado. En este aspecto Hwesu poda
compararse con aquel cristiano que se convierte en agnstico, pero que, por
razones de elemental prudencia, va de vez en cuando a la iglesia. Por eso,
Hwesu tena a Mauchau, el hechicero, constantemente ocupado en la tarea
de proporcionarle encantamientos preventivos, con lo que el viejo truhn
se estaba enriqueciendo.
Pero lo que resultaba intolerable para Hwesu era la absoluta necesidad
de llevar consigo por lo menos tres o cuatro esclavos maxi, para que
probaran la comida, cada vez que visitaba cualquiera de los cinco togans
bajo sus rdenes. Ello no quiere decir que los togans fueran tan estpidos
que intentaran envenenar a Hwesu en sus propias casas, ni siquiera en la
capital del distrito bajo la jurisdiccin del togan de que se tratara. En Bolizo,
capital de Ugbiya; en Mochi, capital de Aladagbe; en Audi, principal ciudad
de Mwacheme; en Sowakau, principal poblacin de Agbogwe; y en Idjesi,
centro comercial de Hwedjisi, Hwesu estaba totalmente a salvo, y poda
comer cuanto le fuera servido en su residencia oficial de cualquiera de las
cinco capitales, por las esposas o las hijas de los propios togans. Siempre era
en algn remoto pueblo de cualquiera de los cinco distritos donde el jefe
del pueblo, obedeciendo rdenes secretas del togan, intentaba asesinarle.
Cada una de las tres primeras intentonas haba costado la vida al esclavo
maxi que Hwesu haba utilizado para probar la comida, y, a consecuencia del
fracaso del atentado, el toxcuisu en cuestin fue inmediatamente apaleado,
hasta quedar cubierto de sangre, por los representantes de aquel mismo
togan que haba ordenado al pobre diablo efectuar el atentado, y despus
fue trasladado, atado y amordazado, a Ahomey, en donde, habida cuenta
de que el derecho de vida o muerte constitua privilegio estrictamente
reservado al dada, el pobre e ineficaz instrumento de la envidia, malicia y
odio del togan, fue decapitado con todas las garantas legales.
Lo ms odioso de este asunto era que Hwesu nunca pudo conseguir
concluyentes pruebas contra los verdadero culpables de estos intentos de
asesinato, y, por lo tanto, estaba obligado a comportarse con estudiada
cortesa, en sus tratos con los jefes de distrito. Sin embargo, Hwesu pudo
370 Negros son los dioses de mi frica

liberarse, y se liber, de una vez para siempre, de la necesidad de casarse


con hijas de dichos jefes.
En la primera audiencia que le concedi su real suegro, Hwesu
pronunci un discurso muy halagador para ste, y, al mismo tiempo, muy
astuto. Despus que el dada le diera permiso para levantarse del suelo, y
quitarse de encima parte, por lo menos, de la tierra que se haba echado
ceremoniosamente sobre su cuerpo, dijo:
- Mi misin, gran padre de todos nosotros, los que vivimos en el
Vientre de Da, es vigilar a los togans, evitar los ms claros abusos en que
incurran, o informarte de ellos, oh omnisciente y poderoso padre, no es
eso? Gezu dijo:
- Efectivamente, gbonuga.
- En este caso te suplico, oh gran padre de todos nosotros, que me
des permiso para negarme a contraer matrimonio con sus hijas, o, mejor
todava, que me lo prohbas.
Gezu mir a Hwesu, y en sus oscuros ojos haba un destello
de admiracin, cuidadosamente disimulado. Gezu, por ser hombre
extremadamente inteligente, ya haba percibido la intencin general de las
palabras del joven gobernador. Pero quera saber cmo iba a expresarla, el
hijo del difunto kposu, por lo que le pregunt:
- Por qu, hijo de Gbenu?
- Porque, tal como has demostrado ya, oh Majestad, a ste, el ms
humilde de tus servidores, no hay gbo ms poderoso en todo el mundo que
este del que estamos hablando. Al darme la ms hermosa, la ms dulce y
la ms casta de tus hijas, t, gran padre de todos nosotros, me has dejado
ligado a ti para siempre, personalmente, con lazos todava ms fuertes
que aquellos de natural veneracin y respeto que todo sbdito siente
normalmente por su rey. Amo en grado sumo a tu hija, mi esposa Yekpewa.
Su belleza, y la pureza con que lleg a m, Majestad, me han esclavizado
para siempre.
Gezu, sentado, guard silencio mientras la desconfianza achicaba
sus pupilas. La meuno le haba formulado infinitas quejas del indignante
comportamiento de Taunyinatin. En ms de una ocasin, Gezu haba dado
a la meuno permiso para propinar una buena azotaina a la princesa. Y
entonces aquel joven insensato -insensato?, caba tal posibilidad?- hablaba
con enloquecido entusiasmo de un asunto sobre el que ms le hubiera valido
guardar silencio, a saber, el asunto de la castidad de Taunyinatin/Yekpewa.
Si Hwesu quera tener derecho a rechazar futuras esposas, a causa de su
amor por la princesa, su argumentacin, pese a halagar los sentimientos
propios de un padre, era la argumentacin de un tonto. Y Gezu, que era un
Frank Yerby 371

rey sabio, no quera tener a su servicio a tontos y sentimentales. Secamente


dijo:
- En lo referente a la castidad de mi hija, he tenido mis dudas. Como
sabes, joven Hwesu, pocas limitaciones se imponen a las princesas de sangre
real. Ahora bien, t eres su marido, y, por lo tanto, sabrs lo que dices
- Ciertamente, lo s, gran padre! Acaso la madre de su excelencia
el juez supremo no te mostr, oh rey, la estera de dormir que le di a ese fin?
Gezu pens: Hormigas guerreras de la noche, metidas vivas en su
vagina, para que sangrara. Un engao en verdad heroico. Pero en el nombre
del libidinoso Legba, a santo de qu se tom Taunyinatin tal molestia?
Qu le importaba a ella que este alto palurdo supiera si se haba casado
con una mujer de segunda mano o no? O acaso la muchacha vio algo en l,
algo que la impresion?
De repente, el rey se inclin hacia delante, y fij la vista en el brazo
izquierdo del joven gbonuga:
- A qu se debe esa cicatriz, hijo? Tengo la seguridad de que la ltima
vez que te conced audiencia, la nica marca que tenas era la fea herida de
flecha infectada por la enfermedad de Sagbata, que an conservas, y que
recibiste ante la capital de los maxi
Gezu se volvi hacia la madre real de Hwesu, quien le dijo:
- Gbonugano, madre del gobernador de Alladah, tena el joven
Hwesu una cicatriz en el cayado del codo izquierdo, antes de su noche de
bodas?
La vieja y alegre bruja cloque:
- No la tena, gran padre de todos nosotros, pero a la maana siguiente,
cuando nos dio la estera de dormir, muy notablemente manchada de sangre,
para que la mostrsemos a la madre del meu, llevaba una venda en el brazo.
Solemnemente, el dada dijo:
- Comprendo, y retiro la pregunta. En fin de cuentas se trata de un
problema ntimo. Pero, adems de tu gran amor a la casta, pura y excelente
princesa, tu esposa, tienes razones sensatas en que fundar tu deseo de no
contraer matrimonio con las hijas de los togans?
- Si me permites, oh Majestad, voy a hacer una observacin que, a
mi parecer, es la ms sensata de las razones. Creo que el gbonuga de una
provincia debe estar autorizado a hacer lo preciso para evitar todo gnero
de tentaciones, todo gnero de influencias que puedan debilitar la absoluta
lealtad, aunque sea en mnimo grado, debida al gran padre de todos
nosotros. Creo que t, oh todopoderoso Leopardo, sabes que tus intereses
y los de los togans no siempre coinciden. Los togans quieren conservar
para s cuanta riqueza obtienen gracias al sudor de sus sbditos y de sus
372 Negros son los dioses de mi frica

esclavos. T, mi padre y rey, quieres que paguen los impuestos necesarios


para el mantenimiento del Estado.
Hwesu hizo una pausa, mir a Gezu derechamente a la cara, y dijo
con audacia:
- No creo que t, mi padre y rey, y yo estemos engaados en lo
referente a quienes estaban detrs de estos tres atentados contra mi
humilde vida. Mi absoluta lealtad a tu persona es temida y envidiada.
Si el veneno no ha surtido efecto, por qu no probar a ver si un par de
suaves y amorosos brazos alrededor de mi cuello son ms eficaces? Y, en
este aspecto, debo confesar que temo mi propia debilidad. Casi todas mis
esposas estn amamantando sus hijos, y, en cumplimiento de tus rdenes,
gran padre, me ausento a menudo de mi casa Por lo tanto, abstraccin
hecha del disgusto que para la princesa representara el que trajera una
nueva esposa a mi hogar
Secamente, el rey observ:
- Disgusto que, segn mis informes, ya le has dado, Hwesu.
- Si me permites, oh majestad, la audacia de este consejo, te dir que
debes sustituir a todos tus informadores por otros, ya que los que tienes
estn ciegos. Ciertamente, sa es la nica razn que explica que no te haya
dicho, padre de todos nosotros, que mi nueva esposa es hija de Gbade,
gobernador de Savalu, cuyas hijas parecen todas recin bajadas por sus
rabos de las ramas de un rbol. Xokame en manera alguna ha sido causa
de disgustos de la princesa, sino causa de diversin, ya que forzosamente
ha de resultar evidente a cuantos vean a esa querida mona, con la que me
cas nicamente porque no poda arriesgarme a rechazar la oferta de un
personaje tan poderoso como Gbade
- Riesgo que en lo futuro quieres evitar, por lealtad a m y amor a mi
hija
Solemnemente, Hwesu dijo:
- Y tambin, gran padre de todos nosotros, para tener la seguridad
de que mi cabeza mantendr, por lo menos, relaciones diplomticas con mi
cuello!
Gezu ech la cabeza atrs y ri a grandes carcajadas.
- Eres astuto, hijo de Gbenul No, ms que astuto 1 Eres inteligente!
Incluso tienes el buen sentido de decir la verdad alguna que otra vez.
Admiro grandemente la astucia, y t la tienes, hasta en mayor medida que
tu difunto padre. El asunto de la estera nupcial fue un gesto magnfico!
Casi todos los que se hubieran encontrado en tu caso habran guardado
silencio, no habran enviado la estera, y
Hwesu protest solemnemente:
Frank Yerby 373

- Padre de todos nosotros! No comprendo tus palabras! Es costumbre


enviar siempre la prueba de la casta virginidad de la esposa al padre, para
agradecerle el haber guardado tan cuidadosamente a su hija; por lo que yo,
como es natural
- Oh, por Legba, Hwesu! Vete! Accedo a tu peticin! A partir de
ahora, te prohbo que te cases con la hija de cualquier autoridad bajo tu
mando! Pero no abuses de tu astucia, porque entonces me ofenders al
ponerme en la situacin de un tonto! La audiencia ha terminado! Retrate!
Fuera de mi vista, hijo de la serpiente, endiablado muchacho!
Hwesu dijo:
- Oigo y obedezco, padre de todos nosotros!
Pero esa medida slo en parte fue eficaz, por cuanto, Hwesu, al tener
ahora tan slo dos esposas en activo, y al pasar largas semanas fuera de su
casa, se encontr en el caso de ver que su siempre ms fuerte creencia de que
realmente no hay soluciones para nada dejaba de ser simple creencia y se
converta en hecho demostrado por un conjunto de devastadoras pruebas.
El puro y simple deseo sexual -a la sazn, Hwesu haba perdido
totalmente la costumbre de dormir solo- le indujo a aceptar el prstamo de
una de las hermosas esclavas, cuyo ofrecimiento, por parte de los jefes de
los pueblos, constitua una de las inexcusable cortesas que deban tener
con los altos dignatarios que visitaban el pueblo. Anteriormente, Hwesu
siempre ceda tales favores a su portavoz, su cuado Kapo, en la creencia
de que la involuntaria servidumbre a que su hermana haba sometido al
pobre diablo cuando estaba en su hogar, bien mereca, de vez en cuando,
un poco de alivio. Y, en esta ocasin, a altas horas de la noche, la esclava,
siguiendo las rdenes del toxausu, quien a su vez obedeca las del togan,
intent apualar a Hwesu.
Con gran facilidad, el joven gbonuga arranc el cuchillo de la mano
de la infeliz criatura, y, luego, tras de haber arrojado el arma fuera, a la
noche, condujo a la llorosa y aterrada muchacha a la estera de dormir, en
donde se veng tierna y plenamente, en la persona de la esclava, durante
toda la noche.
Pero por la maana, fingindose totalmente avasallado por la belleza,
el encanto, y las carnales habilidades de la muchacha, Hwesu ofreci al
viejo y tembloroso toxausu -ms hundido todava en abismal terror,
debido a que Hwesu no hizo mencin alguna del intento de asesinato- una
principesca suma por la muchacha, ya que tena el triste convencimiento de
que la pobre Nwesi, si la dejaba all, no vivira ms de una hora, a contar
desde el momento de su partida del pueblo.
Desde luego, el jefe del pueblo no os rechazar la oferta de Hwesu,
aunque s rechaz -con lo que demostr claramente su parte de culpa
374 Negros son los dioses de mi frica

en la conspiracin- aceptar suma alguna a cambio de Nwesi, insistiendo


vehementemente en que el grande, poderoso, sabio y excelentsimo
gobernador de Alladah honrara su humilde casa, su msero poblado,
aceptando a la esclava en concepto de obsequio.
Por fin, y con el propsito de terminar la inacabable discusin, Hwesu
acept gratuitamente a la esclava, y la llev consigo a Alladah, con lo que
dio nuevos impulsos a la guerra Dangbevi- Yekpewa.
Como si fuera una demostracin de la capacidad de enrevesada
maldad de los dioses, y, en especial, de Legba, la guerra estall, no en un
frente, sino en tres: en primer lugar, Yekpewa encontr a la pobre pequea
Xokame, hacia la que senta muy sincero cario por haber transformado a
la un tanto simiesca criatura en una especie de personal bufn de su corte,
sumida en amargo llanto. Y eso era sorprendente a ms no poder ya que,
desde el da en que lleg al conjunto de viviendas de Hwesu, nadie haba
visto a la hija de Gbade con el entrecejo fruncido, y menos an llorando. Por
lo general, se pasaba el da entero riendo, cantando y bailando, como si en
el mundo no hubiera ms que alegra.
La princesa le pregunt:
- Qu te ocurre, hija?
Entre sollozos, Xokame contest:
- Es Hwesu! Nuestra persona mayor, alteza! Se ha trado una
esclava! Y es hermosa, as Legba le devore el seso! -Comprendo.
- Y, adems, me toca el turno de ser la esposa de Hwesu, verdad?
Por lo menos eso me parece Viaja tan a menudo que ya me he armado
un lo
La princesa lanz un suspiro y dijo:
- Tambin yo! A decir verdad, creo que el turno me toca a m, ya
que se fue dos veces a visitar esos miserables pueblos cuando era mi turno,
por lo que
Xokame mir con expresin pensativa a su protectora. Yekpewa
casi poda ver cmo se iba formando una decisin detrs de los pequeos,
circulares y maravillosamente brillantes ojos negros de Xokame, quien
exclam:
- Dangbevi es quien tiene la culpa! Ella ella le obliga a irse, cuando
te toca el turno, para que t te enfades y le abandones Es una bruja. Sus
padres eran serpientes. Y me parece que de noche vuelve a ser serpiente y
se desliza por todas partes, y escucha y se entera de todo, y -Y qu ms,
hija?
- Oh, oh, alteza, ests metida en un lo grande! Dangbevi sabe que ese
hombre, ese hombre tan guapo, te ha visitado dos veces mientras nuestro
Frank Yerby 375

marido estaba fuera. Todava no se lo ha dicho a Hwesu, pero se lo dir,


estoy segura! Espera que vuelvas a pelearte otra vez con ella, delante de
testigos, tal como solas, y, entonces, dir a gritos, delante de todos, que has
sido infiel a tu seor, y
- No puede decir eso porque no he sido infiel, y ella lo sabe.
Con expresin perpleja, Xokame exclam:
- Oh!
- Pareces sorprendida, hija. Pensabas que lo haba sido? -Bueno,
la verdad es que el muchacho era terriblemente bien parecido. Tambin
yo amo a nuestro marido, pero no me gustara nada que me dejara sola
durante media hora con un hombre como se
Yekpewa solt una risita burlona, serenamente divertida, y
dijo:
- Este hombre, mi querida mnita, es mi hermano, el prncipe Atedeku,
y la razn por la que ese ser sin huesos, esa pequea vbora con colmillos
venenosos no soltar ni un solo silbido con su lengua bifurcada, estriba en
que las dos veces que mi hermano me ha visitado, ella estaba escuchando
a escondidas, y me ha odo decirle que se fuera, a fin de que su presencia
no me comprometiera. As es que no debes preocuparte por lo que pueda
hacer o decir Dangbevi. Hblame de la esclava sa. Cmo es?
Xokame suspir:
- Muy hermosa. Casi tan hermosa como t, alteza. Pero hay en ella
algo raro. En primer lugar, no ama a nuestro marido Le teme, le tiene un
miedo atroz! Le mira de una manera que parece espere la vaya a matar de
un momento a otro
- En ese caso est loca, porque Hwesu es el hombre ms dulce del
mundo. El hecho de que no haya ya azotado a Dangbevi hasta matarla lo
demuestra
Con toda seriedad, Xokame dijo:
- Me parece que la hija de la serpiente le ha dado un gbo. Las otras
esposas, Alihosi, Sosexwi y Huno, dicen que nunca la a azotado, y por
Legba que Dangbevi llega a ser insolente
- Quiz Hwesu crea que Dangbevi es realmente hija del dios serpiente,
y teme ofender al vudun Dangbe
- Acaso no es realmente hija de la serpiente?
- No, muchacha, qu va a ser! Las serpientes tienen serpientes y las
mujeres nios y nias. Nada cambia jams su forma o naturaleza. Todo eso
no son ms que tontas supersticiones. Y quienes creen en esa basura, son
idiotas.
376 Negros son los dioses de mi frica

- En este caso, soy idiota. S, porque, cuando miro a Dangbevi,


realmente creo que es hija de una serpiente.
- Desde luego eres idiota, una dulce y pequea idiota a quien todos
queremos. Sigue siendo as, cara de mona, es lo que te va
Y despus de decir estas palabras, la princesa se levant y se dirigi
hacia la puerta. Xokame gimi: -Adonde vas, alteza? -A visitar a nuestro
amo y seor.
Cuando, sin que nadie la anunciara, Yekpewa entr en la gran casa de
Hwesu, la esclava, Nwesi, se hallaba en pie tras el asiento de ste, sirvindole
la cena. Yekpewa la estudi, mirndola de cabeza a pies, y lo hizo con tal
carencia de expresin en sus ojos rasgados, con forma de almendra, que
cualquiera hubiera pensado que la princesa estaba examinando un raro
animal que su dega o, capitn de cazadores, le hubiera llevado.
Bajo aquella fija mirada, la pobre Nwesi se ech a temblar. Y slo
entonces habl por fin Yekpewa. Framente, dijo:
- Sal. Yo misma atender a mi marido.
Hwesu dijo:
- Yekpewa, no eres t quien da rdenes en mi casa, sino yo.
- Lo s. Y hasta el presente momento, mi esposo, puedes decir que
jams has tenido una esposa ms cumplidora y sumisa que yo, y lo he sido
por propia y libre voluntad, por el amor que te tengo. Pero, cuando traes
a casa mozas esclavas, me obligas a preguntarme si acaso no me habr
equivocado al no insistir en mis prerrogativas
Sosegado, Hwesu la interrumpi:
- En mi casa, en mi conjunto de viviendas, y en tu calidad de esposa,
tus prerrogativas son exactamente las mismas que las de Huno, la cual
naci en la esclavitud. Es que todava no te has enterado, Yekpewa, de que
no soy un campesino que se arrastra a tus pies y al que t honras siendo su
esposa?
Sin alterarse, Yekpewa contest:
- Lo he sabido desde el principio, mi seor, desde el instante en que
tuviste la audacia de acudir a la ceremonia nupcial montado a caballo,
como un prncipe, y despus osaste darme el nombre de No tengo
conquistadores. No podra amarte como te amo si fuereis un ser carente de
hombra y orgullo. Pero ahora faltas a tus obligaciones conmigo. Tenerme
olvidada, tal como me tienes olvidada, a peticin de la hija de la serpiente,
o, mejor dicho, obedeciendo sus rdenes, porque tengo el convencimiento
de que ests dominado por ella
Frank Yerby 377

Hwesu tron:
- No hay mujer capaz de dominarme! Cmo?
Imperturbable, Yekpewa insisti:
- Ella, ella te domina. Pero no discutamos por asuntos que carecen
de importancia. Esta mujer es tu hwesidaxo, y como a tal la he honrado
siempre. Pero la vergonzosa manera en rehuir mi lecho, negndote a
darme el hijo que anso, debido a que esa mujer intenta inducirte a que me
provoques a fin de que pida el divorcio
Al or estas palabras, Hwesu se levant, dominando con su altura a
Yekpewa. Con implacable crueldad, Hwesu dijo:
- No siempre permanezco alejado de ti, mi seora esposa. Pero esa
carencia de hijos, no se deber acaso a que una vasija tan desgastada por el
excesivo uso es incapaz de retener siquiera la simiente de la vida?
Yekpewa baj la vista a los pies de Hwesu, dejndola fija en ellos
durante largo rato.
Cuando volvi a levantar la cabeza, Hwesu vio lgrimas en los ojos
de la princesa, quien con amargura dijo:
- Fui tonta al contarte mi pasado. Y Fa sabe que ese pasado no es
peor que el de cualquier mujer libre de alto rango, o el de una princesa. Te
ofrec la verdad, una verdad fea, como un sacrificio sobre el alto ase de mi
amor por ti, como una prueba de mi amor, y tambin, creo, para respetar
tu honor. Fui tonta. Pero poco importa: las mujeres enamoradas siempre
se portan como tontas. Ahora bien, escucha lo que voy a decirte: he venido
para quedarme contigo hasta que conciba un hijo. Si me lo niegas, tendr
un hijo con otro hombre. Y cada vez que premeditadamente te vayas de
viaje, cuando me toca el turno de ser tu esposa, tomar un amante que te
sustituya. Puedo hacerlo, y te consta. Soy una princesa y nada puedes hacer
en casos as.
Hwesu permaneci inmvil y en silencio. Pas largo rato antes de que
hablara. Cuando lo hizo, su voz era serena.
- Nada puedo hacer? Escucha, Yekpewa: si algn da me traicionas,
matar primero a tu amante, ante tu vista, y luego, te matar a ti. S, porque
has olvidado una cosa, mi seora princesa y esposa: un hombre puede
hacer cualquier cosa, realmente cualquier cosa, si no le importa el precio. Y
a m no me importa. Nunca me ha importado.
Yekpewa avanz un paso. En su rostro haba una sonrisa, por entre el
brillo y el destello hmedo de sus lgrimas:
- Me has hecho feliz con tus palabras, Hwesu. El hombre que quiere
a una mujer hasta el punto de despreciar su propia vida, demuestra
sobradamente su amor por ella. No nos peleemos ms. Sintate. Te servir.
378 Negros son los dioses de mi frica

Hblame de esta linda muchacha. De dnde la has sacado? Por qu la has


trado? No te falta el amor hasta el punto de
Hwesu segua en pie, sintiendo un vaco en el estmago. Pens:
Debera decirle que en el caso de despreciar mi vida, no lo hara para
defender mi amor hacia ella, sino para defenderme a m mismo, para
defender lo que soy, para defender aquello que debo ser a fin de seguir
viviendo. Y no utilizar vacas palabras como hombra y orgullo. No, porque
acaso este desprecio de mi vida no sera una cobarda? Acaso no es ms
cierto que siento miedo de que al recordar haber aceptado este hecho con
el que me amenazas, al haberlo arrojado sobre m mismo, tal como la gente
se arroja tierra cuando se postra ante el rey, Legba me devorara los sesos
y me dejara loco? Acaso no tengo miedo del desprecio que sentira hacia
m mismo? Miedo del odio hacia aquel ser castrado en que me convertira,
hasta el punto que?
Pero no manifest sus pensamientos. No poda porque entre las
complicadas porciones y fragmentos que los hombres unen para construir
este deforme y feo dolo gbochi que llaman verdad, estaba el hecho
consistente en que l amaba a Yekpewa.
Se avergonzaba de este hecho. Lo consideraba una debilidad. Pero el
hecho estaba all, presente.
Lentamente, Hwesu se sent en su taburete. Y fue entonces, en aquel
preciso y terrible momento, cuando Dangbevi entr.

Frank Yerby 379

380 Negros son los dioses de mi frica

VEINTICUATRO

Vesta roja falda de algodn, estampada con flores, pero de cintura para
arriba su cuerpo estaba desnudo. Eso, en s mismo, resultaba sorprendente,
por cuanto Dangbevi nunca exhibi sus hermosos senos en pblico, tal
como solan hacer las mujeres de Dahomey durante los ardientes meses
de la estacin seca. Ni la propia Dangbevi poda decir si la costumbre de
cubrirse siempre hasta los sobacos era una prctica habitual en las mujeres
de su pueblo de habla ewe, o si lo haca sencillamente por un exceso de
pudor, ya que nada recordaba de su anterior vida.
Hwesu se dio cuenta de que los senos de Dangbevi en modo alguno
haban perdido su extraordinaria belleza. Eran altivos, cnicos, apuntando
hacia arriba y hacia fuera. Por el momento, el pajaril apetito de la pequea
Hwesi -nombre que era el equivalente femenino de Hwesu, y que Dangbevi
haba dado a su hija en honor a su marido, desafiando as abiertamente la
tradicin dahomeyana, en el sentido de que los nombres deben derivar de
las circunstancias, y que, por lo tanto, en este caso, ordenaba, a fin de que
la nia pudiera llamarse como su padre que hubiera visto la primera luz al
medioda, como ste, lo cual no era el caso, por cuanto Hwesi naci poco antes
de la medianoche- no haba sido suficiente, ni las succiones de at menudos
labios haban sido bastantes, para vaciar los senos de su madre, dejndolos
desmadejados, como les ocurra a la mayora de las madres lactantes.
Y al ver que Hwesu tena la vista fija en sus senos, Dangbevi solt
una risa breve, como un trino, de puro placer, y, levantando las manos, se
oprimi primero un pezn y luego el otro, diciendo:
- Ves? Ni una gota de leche! Se me han secado repentinamente.
Hasta ahora he tenido que amamantarla. Pero a partir de ahora
Dangbevi se volvi hacia Yekpewa, y abri desorbitadamente los
ojos, como si se acabara de dar cuenta de la presencia de la princesa. En un
tono de voz tan humilde y respetuoso que Hwesu, que reiteradas veces se
haba quedado sordo a consecuencia de los combates a gritos entre una y
otra, y quedado genuinamente admirado por la imaginacin de que hacan
gala al insultarse, sinti que se le enderezaban las orejas en un impulso de
Frank Yerby 381

sbita sorpresa, tal como se le enderezan al caballo al or el zumbido de la


mosca, Dangbevi dijo:
- Alteza, ignoro si te toca o no el turno de ser la esposa de nuestro amo
y seor. Pero incluso en el caso de que te toque el turno, te ruego te ruego
que, por haber pasado casi un ao desde
Hwesu frunci las cejas. Le engaaba el delicado sentido de los
matices que tenan sus odos, o realmente haba un rastro de amenaza bajo
el corts tono empleado por Dangbevi? Hwesu se volvi y mir a Yekpewa.
La princesa temblaba de rabia reprimida, pero mantena un perfecto
dominio de s misma. Casi dulcemente, Yekpewa dijo:
- Teniendo en cuenta las circunstancias, creo que no me queda ms
remedio que ceder. Pero slo una semana, Dangbevi.
Yekpewa se volvi haca Hwesu, y aadi:
- Ten en cuenta, mi seor, que si la semana prxima partes para uno
de esos selvticos krooms que t llamas capitales de distrito, tendrs que
padecer las consecuencias!
Acto seguido, dio media vuelta y se encamin hacia la puerta. Al
llegar a ella, se detuvo el tiempo suficiente para tomarse una pequea y
mortal venganza. Fue una felina obra maestra de malicia suficiente, estaba
segura de ello, para estropear por lo menos una noche a los dos:
- No te preocupes de tu hermosa esclava, mi seor Hwesu, ya que,
a pesar de que no la he echado para que Dangbevi se beneficiara de ello,
har lo preciso para mantenerla alejada de ti. Esta semana, la tendr en mi
casa, para que me sirva, aunque solo, desde luego, en menesteres menores.
Buenas noches. Que los tauvudun y los dioses de la fertilidad os den una
velada fructfera!
Y con esta bien dirigida lluvia de flechas envenenadas, Yekpewa
desapareci.
Dangbevi se qued inmvil. Hwesu tena la seguridad de que pasaron
tres minutos antes de que Dangbevi volviera a respirar. Cuando solt el
aliento, produjo el sonido de un largo, muy largo, sollozo desgarrador.
Entonces, muy despacio, y sin pronunciar palabra, se dirigi hacia la puerta.
Dando una larga zancada, Hwesu la alcanz, puso sus grandes manos
en los hombros de Dangbevi, y, violentamente, la oblig a dar media vuelta,
dejndola cara a cara con l. Hwesu
dijo:
- En el nombre de Legba, se puede saber qu pretendes?
- Quiero ir en busca de mi hija y llevarla al ro. Quiero arrojarla al ro,
para que los cocodrilos le eviten el tener que enterarse de la total bestialidad
de los hombres.
382 Negros son los dioses de mi frica

Entonces, Hwesu levant la mano derecha, y dio un fuerte bofetn en


la boca a Dangbevi. No llor. Se qued all, inmvil, mirndole, hasta que un
arroyuelo de sangre comenz a manar de una de las comisuras, all donde
el bofetn haba desgarrado la carne interior de los labios, al proyectarla
contra los dientes. Y los ojos de Dangbevi eran como los de la hembra
del leopardo, llameando en todas las junglas de la noche. Dangbevi dijo:
- Mi seor, debo cortar y descortezar veinte varas de anya, para que
mi seor pueda azotarme hasta la muerte por haberle insultado? se es el
derecho de mi seor. Pero la mujer no tiene derechos, verdad? |Ni siquiera
el derecho de rechazar la carne masculina profanada y hedionda despus
de haberse cebado en el cuerpo de una sucia esclava!
Hwesu se qued mirndola. Luego, muy despacio, sonri: -Has sido
t, Dangbevi, quien ha venido a buscarme, y no al revs. De acuerdo. Vete si
quieres irte. Pero, de paso, dile a la princesa que has cambiado de parecer
Es que no me oyes, Dangbevi? Vete!
Dangbevi guard silencio, y, luego, su bello y curvado cuerpo, se
desmadej, tomando la expresin de la derrota total. Dangbevi gimi:
- Oh, Hwesu! Cmo has podido ser capaz de esto? Y se arroj a sus
brazos. Solemnemente Hwesu dijo: -Es fcil. Nwesi es una muchacha muy linda.
Incluso cabe la posibilidad de que decida casarme con ella. Dangbevi chill:
- Oooh, Hwesu! Eres malvado! Eres un bestia! Eres un lujurioso! Un!
Suavemente, Hwesu dijo:
- Un marido que ha echado de menos, con harto dolor, a su esposa
favorita
Dangbevi alz la vista a los ojos de Hwesu: -Hwesu, mi persona
mayor, dime -Qu? Una mentira?
- S, s! Dime una mentira si sirve para tranquilizarme! Dime que es
ms fea que Xokame! Dime que la compraste porque no te qued ms remedio!
- Pues, oye, esto ltimo no sera una mentira. Realmente, tuve que
comprarla. Si no lo hubiera hecho, en estos momentos no vivira. Pero
antes quiero cerrar un trato contigo. Quiero que me digas qu clase de gbo
utilizaste contra Yekpewa para obligarla a irse tan fcilmente. Dangbevi
lanz un suspiro:
- Oh! Mi esposo, mi persona mayor, prefiero no decrtelo. Por
favor, no me pidas que te lo diga.
- De acuerdo. En ese caso no te dir por qu compr a Nwesi.
- Hwesu, descubr una cosa referente a Yekpewa. Una cosa de la que
nadie puede culparla. Soy la nica persona en todo el casero que sabe que
Yekpewa es inocente y que nada malo ha hecho. Soy la nica persona que
puede salvarla diciendo la verdad. Pero Yekpewa tuvo que ceder porque
Frank Yerby 383

crea que no dira la verdad, y que, como hara cualquier mujer en mi lugar,
mentira para arruinar su vida
- Pero Yekpewa no sabe cmo eres.
- Todo lo contrario: sabe muy bien cmo soy. Y, en aquellos momentos
hubiera mentido. Pero ahora no puedo. No, porque, si no digo la verdad,
cmo puedo pretender que t me la digas?
- Qu ha ocurrido con Yekpewa?
- Un hombre vino a verla. Un hombre joven y muy apuesto. Me
escond junto a la casa de Yekpeba, y escuch. Y no slo no hicieron nada
nada malo, sino que se pelearon violentamente. Desde luego, no pude
comprender todo lo que dijeron porque hablaron en fau, muy de prisa, y
con el aristocrtico acento de Ahomey, pero lo comprend casi todo. Ese
hombre quera que Yekpewa regresara a Palacio. Pero Yekpewa se neg.
Dijo que te quera mucho y que jams te abandonara. Eso enfureci al
visitante. Hasta aquel momento, yo pensaba que el hombre era un antiguo
amante de Yekpewa. Pero entonces ella le llam hermano
Recordando oscuramente todo lo que le haban dicho acerca de las
peculiares normas de comportamiento de los miembros del clan Leopardo, y
recordando las confesiones de la propia Yekpewa, que, pese a no dejar clara
constancia de haber cometido tan terrible violacin del ms absoluto su du
du de Dahomey, por lo menos haban sentado implcitamente que todos sus
amantes fueron prncipes, y los prncipes tenan que ser, por lo menos, primos
suyos, cuando no Y aqu, Hwesu detuvo su pensamiento, y pregunt:
- Le trat de novichi sunu o bien de tovichi sunu?
Dangbevi tradujo laboriosamente la idea en trminos ewe,
y dijo:
- Hijo de la misma madre o hijo del mismo padre? Ahora comprendo!
Como cada hombre tiene muchas esposas, los hijos de la misma madre son
verdaderos hermanos, ya que tienen el mismo padre y la misma madre,
en el caso de que la madre sea honesta En tanto que los hijos del mismo
padre, pero de diferente madre, estn unidos por un parentesco ms lejano.
No s cmo le llam, Hwesu. Mientras escuchaba, traduca mentalmente,
poniendo las palabras en mi lengua, para tener la seguridad de que realmente
comprenda lo que decan. Y, en la traduccin, me sali hermano. Esto es
todo lo que s. Qu importa que le llamara de una u otra manera?
- Mucho. Pero no me pidas que te lo explique. Prefiero no hacerlo.
- Por favor, dmelo.
- Bueno, de acuerdo. En fin de cuentas te enteraras igualmente de
ello, a travs de otra mujer, y entonces te parecera ms horrible de lo que es
en realidad. Los miembros del Gbek- povi Aladaxonu, el clan real, se casan
384 Negros son los dioses de mi frica

entre s. Es decir, los hijos de hermanos, a los que en ewe llamis primos,
gozan de autorizacin para casarse. Al resto de los ciudadanos no nos est
permitido. Y, en los restantes clanes de Dahomey, cuando una hermana
yace con su hermano, los dos pueden ser condenados a muerte. A este acto
lo llamamos incesto, y es el ms severo de los su du du, entre nosotros.
- Me parece natural que lo sea!
- Pero los miembros del Gbekpovi Aladaxonu no lo toman tan
seriamente, me temo. Desde luego castigan severamente el incesto, con
azotes y destierro, cuando la pareja culpable es hija del mismo padre y la
misma madre. Si no se da esa circunstancia, si slo son hermanastros, no
se les permite contraer matrimonio, pero pueden ser amantes, y no se los
molesta en absoluto, a no ser que la muchacha encuentre su vientre. En este
ltimo caso, el rey busca a un hombre del pueblo llano, a toda prisa, lo casa
con la princesa, y manda a sta a
Dangbevi musit:
- A Alladah, por ejemplo, tal como mand a sa.
Con harta suavidad, Hwesu dijo:
- Esposa, mi matrimonio real dur tres o cuatro meses, y Yekpewa
an no ha encontrado su vientre.
- Pero si este joven es solamente su hermanastro, ha podido ser su amante?
- Efectivamente.
- Bueno, pues ahora no lo es. No tengo razn alguna para defender a
Yekpewa, pero por puro y simple sentido de la justicia debo decir que no
lo es, tengo la certeza. Y ahora tambin t debes contestar honradamente.
Hblame de la esclava. Por qu te viste obligado a comprarla?
- Porque el toxausu de un villorrio selvtico la mand a mi cabaa,
armada con un cuchillo, y con rdenes de matarme. Entonces, yo le quit
el cuchillo y
ridamente, Dangbevi termin la frase:
- Y la apualaste, t a ella, con una arma menos aguda y afilada,
arma que no causa el menor dao, al menos cuando la vaina en la que se
introduce ha sido suficientemente ensanchada para darle cabida, como sin
duda haba ya ocurrido, hace mucho tiempo, en este caso. Y, al parecerle
delicioso perder esa clase de combate, te suplic
Hwesu dibuj una forzada sonrisa:
- Sigue, sigue. Cuntamelo todo.
- Hwesu, mi persona mayor, es que vas a decirme?
- Que la at y me ech a dormir tranquilamente? No, no voy a decirte
eso porque, siendo mujer, no me creeras, y si lo hice o no ha dejado de tener
Frank Yerby 385

importancia. Lo importante es que me constaba que aquel astuto y viejo


pillo le rebanara el cuello apenas me hubiera yo alejado cincuenta varas de
las puertas del villorrio, y lo hara por haber fracasado la muchacha en su
intento, y por temor a que la muchacha hablara demasiado, como suelen
hacer las mujeres. Por lo tanto, y a fin de salvarle la vida, la compr. No, no es
verdad. Intent comprrsela al viejo sinvergenza, pero no lo toler, y me la
regal, seguramente con la idea de aplacar mi ira. La traje aqu. Qu otra cosa
poda hacer? Si quieres, maana le puedes preguntar qu ocurri. Te lo dir.
La pobrecilla todava me teme. Imagina que tengo intencin de matarla
- Cmo? Haciendo el amor con ella?
- Pues te advierto que sera un bonito y principesco modo de
ejecucin! Y, ya que estamos hablando de ejecuciones, creo recordar que
alguien me ha llamado animal, cruel y lujurioso, y me ha amenazado con
arrojar mi ms linda hija a los cocodrilos. Solamente esa amenaza merece
la pena de muerte. Por lo tanto, es muy posible que dicte sentencia en este
mismo instante y proceda a ejecutarla inmediatamente.
Dangbevi compuso en su rostro un alegre gesto de burla, y dijo:
- Oh! He tenido un ao entero de descanso, mi esposo! Quieres
apostar a ver quin mata a quin?
Hwesu se senta demasiado feliz, y eso le atemorizaba. Se hallaba
en este estado el da adjoxi, ltimo de la semana dahomeyana de cuatro
das (1), tumbado en su hamaca y escuchando los planes de Dangbevi, ya
para envenenar a Yekpewa, ya para inducirla, mediante encantamientos,
a que permitiera que aquella segunda lima de miel con Hwesu durara
eternamente, cuando Hwesu alz la cabeza y vio a su cuado y portavoz,
Kapo, que se diriga hacia l, a lomos de un esqueltico jamelgo castao,
envuelto en una nube de moscas. En ese momento Hwesu comprendi que
(1) Los restantes tres das se denominaban rniauxi, adokwi y zogodu. Pero, ya durante el
reinado de Gezu, el pueblo de Dahomey comenz a utilizar simultneamente la semana
europea de siete das, a fines comerciales y otros que no fueran religiosos. Los nombres
de los das de la semana de siete das eran mera traduccin. El lunes se llamaba teni; el
martes, tata; el mircoles, azaza; el jueves, lamisi; el viernes, ahosuzan; el sbado, sibi; el
domingo, vodu. pimienta que se venda en el mercado de Dahomey proceda de la provincia
de Alladah, concretamente de los campos pertenecientes a los siete nicos pueblos a los
que el dada haba concedido autorizacin para cultivar el ataki, con la finalidad de facilitar
el control real que mantena en rgimen de casi monopolio los productos considerados
esenciales, como eran, desde luego, los condimentos: la pimienta, la sal y la miel. En la tierra
del Vientre de Da, la pimienta, ms todava que los otros condimentos, vala casi su peso
en oro, por cuanto en el clima del frica tropical tena la virtud de evitar que la comida
sobrante se descompusiera con excesiva rapidez, y, adems, paliaba el desagradable sabor
de la comida ya descompuesta, con lo que la pimienta era necesaria incluso en los hogares
ms pobres. El rey, conocedor de lo dicho, se enriqueca, como caba esperar, por el medio
de imponer sobre la produccin de pimienta un rgimen de monopolio todava ms rgido
que el de la sal y la miel.

386 Negros son los dioses de mi frica

sus aprensiones se haban convertido en realidad, puesto que, para que


Kapo le visitara, habida cuenta de lo perezoso que era el marido de Axisi,
haca falta que algo grave hubiese ocurrido.
Y as era. Kapo dijo:
- Se trata del tonukwe y del humekpaunto. Han tramado una artimaa
para evadir el impuesto de la pimienta.
Al or estas palabras, Hwesu salt de la hamaca. Toda la
Por ser Hwesu gobernador de Alladah, cuanto ocurra en los pueblos
era, fatalmente y en ltima instancia, asunto de su responsabilidad.
En consecuencia, si un tonuke, o sea, ayudante de un jefe en cuestiones
agrarias, y el humepaunto, inspector del rey en materia de impuestos sobre
herencias -individuo que, por razn de su cargo, tena posibilidades y
proclividad a meter mano en las cosechas de los campos cuyo propietario
hubiera muerto-, se ponan de acuerdo para apartar unos cuantos sacos de
pimienta, ya negra, ya roja, y venderlos secretamente para su particular
provecho, Hwesu poda encontrarse en situacin realmente comprometida.
Y as era por cuanto a Hwesu le constaba que el dada saba que dicha trampa
solamente poda llevarse a cabo gracias a la ignorancia o complicidad
de Hwesu, delitos de omisin o comisin que podan costarle la cabeza.
Hwesu pregunt:
- Lo sabe el taukpau?
Kapo contest:
- Lo ignora, desde luego. El viejo es hombre honrado; precisamente
por eso el dada lo nombr ministro de Agricultura. Adems, como sabes,
hermano, perdn, quera decir excelencia, el rey le da una participacin
en todas las multas que se imponen por infraccin de la ley, por lo que,
para l , la honradez es un buen negocio. Pero acurdate de la ltima vez
que estuvimos en Bolizo. El toxausu es tan viejo que ni siquiera puede
espantarse las moscas de encima. T apenas te fijaste en su ayudante, el
tonukwe, pero yo s. Y te aseguro que por nada del mundo jugara una
partida de adji con l. Perdera hasta los chokoto chaka, y quedara con el
culo al aire a la segunda tirada de los dados.
- Comprendo. Anda, bjate de ese saco de huesos. Dangbevi, dale
de comer y de beber. Debo preparar las cosas para emprender la marcha
inmediatamente. Esto es grave.
En tono lgubre, Kapo dijo:
- No es necesario que lo digas. Si no atrapas inmediatamente a este par
de ladrones sinvergenzas, sers el primer gbonuga de Alladah sin cabeza.
Se encontraban ya a mitad de camino de Bolizo, cuando Hwesu
record que no se haba despedido de Yekpewa, y que no le haba explicado
Frank Yerby 387

que si la haba privado de su turno de ser su esposa, o, por lo menos, lo haba


retrasado, ello se deba a una razn plenamente justificada e insoslayable.
Hwesu record la amenaza de Yekpewa, y un estremecimiento de aguda
tristeza recorri su cuerpo. Pero ahora ya nada poda hacer para remediarlo,
y slo le caba alentar esperanzas de que Yekpewa no llevara a cabo su
amenaza. S, ya que, de lo contrario, las consecuencias seran realmente
nefastas. Hwesu haba empleado palabras muy fuertes Tendra que
tragrselas como un cobarde, o bien?
Golpe con los talones los costillares de su caballo, y sigui adelante
por el polvoriento paisaje.
Tres semanas ms tarde, Hwesu regresaba, a lomos de su montura, del
mismsimo Ahomey, con su fortuna exactamente multiplicada por dos, con
lo que se haba convertido en uno de los hombres ms ricos de Dahomey,
quiz el tercero o el cuarto. S, ya que, cuando de una patada derrib de
narices al suelo, ante el rey, a los dos sinvergenzas atados y amordazados,
a los que haba pillado en su oculto almacn ocupados en contar los sacos
de pimienta que haban robado, y estornudando felizmente al pensar en
la fortuna que iban a ganar, y, acto seguido, Hwesu revel al padre de
cuantos vivan en el Vientre de Da, la cantidad de pimienta que aquel par
haba robado a lo largo de los aos, el dada le otorg la propiedad de la
mitad de las tierras de los dos pillos, en tanto que el dada se quedaba con la
otra mitad, as como con las cabezas cortadas del par de desdichados, que
coloc en la torre de la puerta de Kannah, para que el pueblo no olvidara
cun extremadamente imprudente era intentar estafar al Leopardo.
Cuando Hwesu se encontraba a algo ms de un kilmetro de Alladah,
Dangbevi fue a su encuentro, y, agarrndose al estribo del caballo, grit:
- Por favor! No vayas ahora a casa! Qudate aqu, fuera de la ciudad,
esta noche! Me quedar contigo! Te preparar la cena! Te traer vino!
Desmonta
Pero Hwesu sigui montado en el blanco corcel, hijo del primer Nyoh,
y mir con tristeza a Dangbevi, a quien dijo: -De modo que Yekpewa ha
llevado a cabo su amenaza Se volvi a su cuado, y le dijo:
- Lleva a Dangbevi a la grupa de tu caballo. Yo no puedo. He de
correr, y el pobre animal est reventado.

388 Negros son los dioses de mi frica

VEINTICINCO

No estaban en la casa de Yekpewa, pequea aunque lujosamente


dispuesta. Se encontraban en el gran edificio, casi un palacio, de gbonuga,
del propio Hwesu, quiz debido a que les haba parecido ms cmodo, o
quiz para que el insulto y la humillacin fueran ms hirientes. Y no haban
cerrado la puerta. Eran, respectivamente, prncipe y princesa, cachorros del
Leopardo, y nada de cuanto hicieran poda ser castigado por un mortal que
no fuese el propio rey.
Hwesu se qued inmvil, mirndolos -ya que ni siquiera le haban
odo entrar en su dormitorio, por cuanto estaban tan ocupados que eran
incapaces de or nada menos ruidoso que las piedras de trueno de Xivioso
rodando por un cielo de plomo-, y fuera cual fuese el espritu maligno,
el aspecto o manifestacin de Legba en su ms terrible y burlona faceta,
que invadi a Hwesu, lo cierto es que se trataba de un espritu, un aspecto
o manifestacin de la peor especie, y llen el vientre de Hwesu de una
vergenza y amargura verdes y malolientes como los pantanos bajo
Ahomey, puso una mano fra como el hielo en su escroto, envolvi sus
testculos con viscosos dedos, y ejerci presin hasta que lgrimas propias
de un castrado afeminado, ms mujer que hombre, brotaron ardientes de
sus ojos. Pero esas lgrimas no tuvieron el clemente efecto de hurtarle,
ni por un instante, el espectculo ante sus ojos, de modo que Hwesu vio,
distingui y percibi el brillante relucir de aquellas magras, negras y
musculosas nalgas, bajando y subiendo despacio entre aquellos muslos sin
par que estaban en postura tan elevada que las pantorrillas de sus largas y
hermosas piernas se cruzaban sobre la parte baja de la espalda del hombre,
oprimindolo fuertemente contra su cuerpo, retenindolo junto a ella, con
obvia y ardiente renuencia a permitirle la necesaria, parcial y momentnea
separacin de su carne enlazada y unida.
El mezclado aroma de perfumes, de sudor y los penetrantes olores del
sexo, llegaron hasta Hwesu, y le dieron plenamente en el olfato, dejndole
tan mareado, tan enfermo, que hubiera vomitado si Yekpewa, en aquel
preciso instante, no hubiera emitido un bajo y gutural ronroneo de risa.
Frank Yerby 389

Cuando habl, hubo en su voz acentos de infinita burla:


- Ate, voy a decirte una cosa. Para esto, no vales ni la mitad que l.
Y estas palabras liberaron a Hwesu de la presa con que aquel maligno
espritu o dios le haba inmovilizado.
Hwesu se inclin y clav ambas manos en la sudorosa carne de los
hombros de Atedeku, y se irgui en un largo, suave e irresistiblemente
poderoso movimiento, arrancando al joven prncipe de las mltiples trabas
de brazos, piernas y vagina, ponindole en pie, como si se tratara de un
mueco del tamao de un hombre, le hizo girar sobre s mismo, de modo
que quedaron cara a cara, y le propin un revs en la boca, tan fuerte que
los gruesos labios literalmente estallaron, sangrando profusamente, y luego
su cuerpo retrocedi con violencia, hasta chocar con la pared. All qued el
prncipe, sacudiendo la cabeza para aclararla. Luego dijo, pronunciando las
palabras entre dientes, con la inigualable arrogancia innata en los cachorros
del Leopardo:
- Insensato! Soy un prncipe! E incluso si no lo fuera, esta mujer tiene
pleno derecho
En aquel instante la expresin de las pupilas de Hwesu le hizo
enmudecer y le cort la respiracin. Casi con dulzura, Hwesu dijo:
- Eres carroa. Cebo de milanos. Carne de buitre. Alimento de
hormigas y gusanos.
Atedeku le mir, y, luego, hurgando en las profundidades de su ser,
en busca de unos ltimos restos de dignidad, dijo:
- Con esto quieres decir que me matars -a sabiendas de cmo morirs,
si lo haces-, slo porque esa real ramera
Hwesu sacudi negativamente la cabeza:
- No, por eso no.
El prncipe musit:
- Por qu entonces?
Con la voz seca como la arena, infinitamente helada, Hwesu contest:
- No puedo expresarlo. Quiz ni siquiera sea posible expresarlo.
Con un pasmo y curiosidad superiores, en aquellos instantes,
superiores a su miedo, Atedeku dijo:
- Intntalo.
En voz baja y serena, Hwesu dijo:
- Digamos que hay humillaciones de las que un hombre no puede
levantarse, y que hay un polvo, que no es ceremonial, que el hombre
no puede quitarse de encima. La muerte poco importa, cuando llega. El
390 Negros son los dioses de mi frica

dolor, por hbil que sea el verdugo en prolongarlo, termina en uno u otro
momento. Ha de terminar. Lo que dura mucho tiempo, demasiado tiempo,
es el recuerdo. Y con esto quiero decir aquello que un hombre acepta,
aquello ante lo que un hombre se inclina y humilla. No se trata de una
cuestin de no tener en cuenta las consecuencias de matar a un cerdo, y, a
juzgar por las apariencias, a un cerdo incestuoso ya
Hwesu indic con un movimiento lateral de la cabeza el lugar en que
Yekpewa yaca:
- Y a una hembra de chacal, que ni parir sabe, sino que se trata de
otras consecuencias, otros costos que yo no puedo sufragar, no tengo con
qu pagarlos, porque el dinero con que se deben pagar no ha sido an
inventado, y seguramente nunca se inventar. Yo no sabra
Lentamente, Atedeku dijo:
- Supongo que hablas del honor. S, es una palabra que los tontos aman
en gran manera. Teniendo en cuenta lo que acabo de decir, qu contestaras
si yo te prometiera por mi honor, te jurara por los nesuxwe, los muertos de
la casa real, irme de aqu, y no decir nada de lo ocurrido a mi padre, el
dada? Si te dejara en paz con esa hermana ma, que no tiene importancia,
ni siquiera para m, siendo, como es, un mero objeto sexual, a quien me
resigno usar cuando no encuentro una chica menos gastada, digamos?
Yekpewa grit:
- Mtale, Hwesu! Mtale ahora! Te lo suplico!
Hwesu dijo:
- Yo no he hablado de honor. La palabra no me gusta. Adems, se
ha usado en exceso, y est demasiado ensanchada por el uso y demasiado
flccida Te agradezco que hayas dicho estas palabras, s, porque el
honor se ha convertido en una vejiga de cerdo, hinchada tras de soplar
en ella, y llena de aire. Pero, como has invocado el honor, voy a darte una
oportunidad de seguir viviendo, si puede llamarse vivir a eso que hacis
vosotros, los reales parsitos.
Hwesu dio media vuelta, se acerc rpidamente a la puerta, y cogi,
del lugar en que se encontraba, encima de la puerta, la principesca daga que
Ibrahim Twala, rey de los auyo, le haba dado. Entonces, de su propio cinto,
cogi la daga melliza, el arma que l haba quitado al prncipe Subetzy, hijo
del viejo Ibrahim. Hwesu dijo:
- Mira, son exactamente iguales. Coge la que ms te guste.
Pero Atedeku retrocedi, meneando negativamente la cabeza.
- No. As no me das la menor oportunidad, Hwesu! Con tu altura y tu
envergadura podras matarme desde una distancia superior en media vara
a aquella desde la que yo podra araarte el dedo meique.
Frank Yerby 391

Hwesu permaneci inmvil, mirando al prncipe. Tena que reconocer


que Atedeku llevaba razn, a pesar de haberlo dicho impulsado por la
cobarda. Entonces, muy lentamente, en su rostro se dibuj una sonrisa,
debido a que su mirada se haba fijado en un par de antiguos escudos,
hechos con piel de rinoceronte -lo cual demostraba cun viejos eran, ya
que ese gran animal haba desaparecido de las tierras de Dahomey haca
centenares de aos-, y en las dos jabalinas, de hermosa forma y larga
hoja que un antepasado de Hwesu, tan remoto que se crea fue hijo del
mismsimo Gu, el dios del hierro, haba utilizado para cazar leones en los
tiempos en que los hombres, carentes de los malignos gbo de plvora y bala
propios de las gentes despellejadas, eran hombres de veras. Hwesu dijo:
- Muy bien, alteza.
Y, acercndose a la pared, cogi las armas. Dijo:
- Pero si utilizamos estas armas, no te encontrars en desventaja.
Debido a mi altura soy un blanco ms fcil, y, por otra parte, no soy ms
hbil que t en el manejo de estas armas, ya que, despus de habernos
trado el hombre blanco sus fusiles, ni t ni yo hemos tenido que aprender
a lanzar la jabalina.
Yekpewa dijo:
- Ate! De sta no te escurrirs tan fcilmente!
El prncipe Atedeku gru:
- Pareces desear que me mate!
Yekpewa dijo:
- S, eso quiero! As quedar liberada de parte de mi vergenza,
hermano! Y el peso de la restante vergenza, Hwesu me lo quitar poco
despus. Siempre cumple su palabra, afortunadamente!
Atedeku consigui decir:
- Y y quieres morir?
- S. Me ha llamado hembra de chacal que ni siquiera puede parir, y
lo ha dicho creyendo en sus palabras. Lleva razn. Por lo tanto, para qu
voy a vivir?
Hwesu la mir, y antes que or la calidad de la voz de Yekpewa la
sinti en sus entraas como un peso, como una negrura. Pens: El peso
de la sinceridad, la negrura de la verdad; la nica cosa absolutamente
insoportable que hay en este mundo.
Hwesu mir al prncipe. Con un movimiento de la cabeza indic la
puerta, y dijo:
- Fuera. Arreglaremos las cuentas fuera. Haban ya tomado sus
respectivas posiciones en uno y otro extremo de la plaza, cuando Hwesu
392 Negros son los dioses de mi frica

oy que alguien gritaba su nombre. Alz la cabeza y vio que Dangbevi


corra hacia l. Tras ella, iba Kapo, intentando detenerla, lo cual consigui
en el instante en que Dangbevi llegaba a la plaza. Hwesu dijo: -Aguntala,
Kapo. Atala, si es necesario. Dangbevi gritaba:
- Hwesu, Hwesu! No lo mates! No, porque! Hwesu orden a su
cuado:
- Tpale la boca con la mano. Esos gritos perjudican mi puntera.
Entonces oy la clida y gutural voz de Yekpewa: -Quieres que
cuente en tu lugar, mi esposo? Hwesu la mir y dijo:
- S. Cuenta hasta tres, pero hazlo despacio. -As lo har.
Y tras decir estas palabras, Yekpewa le dirigi una sonrisa, y aadi:
- Scale las tripas, Hwesu. Lleva demasiado tiempo viviendo
Con aspereza, Hwesu le pregunt:
- Ya ti?
- Lo mismo. Empiezo?
En silencio, Hwesu movi afirmativamente la cabeza. La princesa
dijo: -Uno!
Los dos negros y poderosos brazos se alzaron y retrocedieron, con
las jabalinas levantadas en diagonal, para dar mayor alcance a su vuelo.
El brillo de sus puntas era azulenco. A Dangbevi, que ya haba dejado
de debatirse en los brazos de Kapo, le pareca que el tiempo se hubiera
detenido. El mundo agonizaba. Su mundo. Yekpewa grit:
- Dos!
La luz haba adquirido una nueva calidad, la calidad de la quietud.
La brisa agitaba la hierba de la sbana. En los baobabs, en los rboles del
algodn de seda, en las palmeras, no haba canto de pjaros. No rugan ni
tosan los leones junto a la laguna. Incluso los antlopes se haban quedado
inmviles. Nada se mova. Nada en absoluto. Ni siquiera el tiempo.
Yekpewa comenz a decir:
- Tres!
Pero antes de que hubiera terminado la palabra, las dos jabalinas
cruzaron en arco el espacio, como imgenes borrosas, silbando en sus
opuestos trayectos. Hwesu se mantuvo firme como una roca, hasta que
la punta de la jabalina de Atedeku lleg casi a tocarle, y, entonces, lenta,
suavemente, como se mueve el leopardo, dio un paso lateral a la izquierda,
y curv un poco ms hacia ese lado su cuerpo de formidable altura. La
jabalina mordi la tierra tres varas detrs de Hwesu.
Pero todos miraban al prncipe Atedeku. El largo vstago de la jabalina
de Hwesu sobresala de la parte superior del escudo de piel de rinoceronte.
Frank Yerby 393

Yekpewa corri hacia l. Atedeku no poda mover el escudo, que la jabalina


haba prendido a su hombro derecho. Llorando, Atedeku dijo:
- Arrncala, Tauny! Me duele mucho! Vudun de la tierra, cunto
me duele!
Hwesu estaba all, inmvil, contemplando a los dos. Entonces alarg
el brazo, cogi el vstago de la jabalina, y la extrajo. Un gran chorro de
sangre espumeante sigui a la jabalina. Hwesu dijo a Yekpewa:
- Ve a casa. Coge trapos, y tambin hilaza de algodn. Vndale.
La princesa dijo:
- Por qu? Por qu no dejas que muera desangrado? No tardar en
hacerlo. Y si quieres ser clemente, rebnale el cuello y termina de una vez
con l.
- No. Obedece, mujer!
Yekpewa inclin la cabeza. Fue a la casa, y regres con los trapos.
Pero era evidente que no saba vendar heridas. Hwesu alz la cabeza hacia
el lugar en que se encontraba Kapo, sosteniendo a Dangbevi, y dijo:
- Sultala.
Kapo solt a Dangbevi, quien corri al lado de su marido, y se qued
all mirndole. Hwesu le dijo: -Vndalo t. Ni para eso sirve esa mujer.
Dangbevi se inclin sobre el cuerpo del prncipe, cado, semiinconsciente.
Los delgados y largos dedos de Dangbevi parecan volar, al poner el
vendaje. Sus manos eran mgicas. Atedeku abri los ojos. Mir a Dangbevi.
Y sus labios, rotos e hinchados, esbozaron algo parecido a una sonrisa. Con
burln acento, dijo:
- He intentado liberarte de la mujer que no te interesa, Hwesu. La
prxima vez, no me dedicar a la broza habiendo miel al alcance. Esta mujer
es un tesoro. Hwesu dijo: -Levntate!
Lenta y torpemente, Atedeku se puso en pie. Y qued as,
tambalendose. Dijo:
- Toda tu palabrera acerca de lo que no puedes pagar, de lo que tu
honor de campesino no te permite aceptar, incluye tambin el asesinar a
sangre fra a un hombre que no puede defenderse?
Hwesu le mir. Largo rato. Durante mucho tiempo. Hasta el momento
en que nada pudo penetrar los muros de silencio que haba creado alrededor
del mundo. Nada, ni siquiera los chillidos que emitan las entraas de
Atedeku.
Entonces, el joven gbonuga suspir. Fue un sonido lento y muy suave.
Dijo:
- Ve a tu casa, Dangbevi, y dale comida que se conserve y un pellejo
394 Negros son los dioses de mi frica

con agua. Pon un poco de vino en el agua, para que le amortige un poco el
dolor Y t, Kapo, dale tu adradexwe.
Yekpewa mir a su marido, mientras Kapo extraa el largo cuchillo de
caza y le entregaba al prncipe. Yekpewa dijo: -Vas a permitir que se vaya?
Hwesu le dirigi una sonrisa. Pero era una sonrisa como la de Ku
invitando a un hombre a cruzar el ltimo ro. Hwesu dijo:
- Voy a volver a poner la cuestin del mal sino en las manos de los
dioses que lo trajeron a la tierra, cuando descendieron por el tronco del
loco. Eres una princesa de Dahomey, y, por lo tanto, conoces nuestras
tradiciones. Sabes lo que significa la prueba del juicio divino. Se basa en la
idea de que los vudun favorecen a los honrados, a los justos y a los valientes.
Por lo tanto, dejemos que regrese a Ahomey y diga al dada que he intentado
matarle. Pero que regrese a pie. Slo tiene que cruzar la sabana
Dangbevi dijo:
- Donde se encuentran los chacales y las hienas que se lanzarn
aullando al ataque, en el instante en que olfateen su sangre! Oh, Hwesu,
no!
Hwesu dijo:
- Los vudun le protegern. Le protegern los mismos dioses que le
permitieron cruzar la sabana, las tierras pantanosas y la selva, para venir
aqu y yacer con mi esposa, para los altos y sagrados fines del adulterio
y el incesto combinado. Los dioses siempre protegen a los de su misma
clase, no es cierto? Adems, los chacales y las hienas son animales
cobardes. Le bastar con esgrimir el cuchillo de caza de Kapo, para que
huyan cobardemente. Estar a salvo siempre y cuando no tropiece y caiga.
Siempre y cuando no sea chita, el leopardo con largas patas que vive en la
llanura, quien huela su sangre. O la leona. Pero los vudun aman el mal, no
es cierto? Si no fuera as, por qu habran puesto tanto mal en el mundo?
Atedeku grazn:
- Mi caballo Djame ir en mi caballo
- Caeras antes de recorrer una milla. Ir a pie es ms seguro. Ve con
calma. No corras demasiado. Sintate y descansa a la sombra de un rbol
cuando te sientas dbil o cansado. Antes, cercirate de que no hay un
leopardo en su ramas. O una pitn
Dangbevi exclam con voz llorosa:
- Hwesu! No puedes hacer eso! No puedes, no puedes!
- Por qu no? Acaso tambin t le amas?
- No. Amo a un hombre a quien crea conocer, amo a mi marido y al
padre de mi hija. Y pido a ese hombre, si an existe, no, no se lo pido, se
Frank Yerby 395

lo suplico, que me permita seguir amndole, que me deje seguir amando


al hombre dulce, considerado y noble que conoca. Le suplico que no se
convierta en un desconocido
Hwesu la mir. Sus pupilas eran muy fras. Dijo:
- Pides demasiado. Dale la comida y el agua, mujer! Le ofrezco una
oportunidad de seguir vivo. Colabora, pues, conmigo.
Se quedaron all, contemplando cmo Atedeku se alejaba a paso
inseguro. Tard ms de una hora en desaparecer en el horizonte de la
sabana. Por fin Yekpewa dijo:
- Y yo, mi seor? Qu modo de desembarazarte de m has elegido?
Hwesu dijo:
- Kapo, di a Alihonu que corte veinte ramas de anya. Que las descortece
y las traiga.
- Veinte has dicho, hermano? Sabes muy bien que las ramas de anya
no se quiebran. Cinco varas bastaran para dejar a Yekpewa intil para el
resto de sus das. Diez la mataran. Pero veinte
Yekpewa dijo:
- Dejarn los huesos de mi espalda al sol, y los buitres podrn
devorarme las entraas sin tomarse la molestia de romper la piel. As sea.
Pero no me diste el nombre adecuado, Hwesu, al llamarme No tengo
conquistadores, porque me parece que te he derrotado incluso en esto
Hwesu dijo:
- Dile que traiga las varas, Kapo!
Yekpewa dijo:
- Creas que me obligaras a abandonarte, y eso era lo que ansiaba
esta hija de la serpiente, concebida por una bruja. Pero ya nunca podrs
desembarazarte de m. Hasta el da de tu muerte recordars el sonido de las
varas al morder mi carne.
Y dudo mucho que incluso cuando la tierra de la tumba te tape por
fin los odos pueda borrar el recuerdo de mi voz rasgando los cielos con sus
gritos.
Hwesu dijo:
- Las varas, Kapo!
Cuando Soye y Alihonu trajeron las varas, el miedo los haba puesto
la cara del gris color de la ceniza. Se postraron ante Hwesu, y se arrojaron
tierra a la cabeza. Hwesu dijo:
- En el nombre de Legba, se puede saber qu os ocurre?
396 Negros son los dioses de mi frica

Con voz de llanto, Soye dijo:


- Es hija del dada, mi seor! Y nosotros slo somos pobres esclavos.
No nos obligues a hacer esto. El verdugo nos arrancar la vida, pulgada a
pulgada, con tenazas al rojo, con ltigo y cuchillo
Hwesu dijo:
- Muy bien, quedis exentos de este trabajo. Llamad a mis esposas
para que sean testigos.
Kapo se pas la lengua por sus gruesos labios. Se le haban puesto
morados. Dijo:
- Es que vas a hacerlo t mismo? Es que la vas a matar, as, a
azotes?
- Cul es el castigo del incesto, Kapo? Y cul es el castigo del
adulterio?
- ste. Pero, en nombre de Mawu Lisa, no seas loco! No conviertas a
tus esposas en viudas, a tus hijos en hurfanos slo porque esta real zorra se
abri de piernas cuando no deba! Lo que ha hecho no merece que
Con una leve sonrisa en sus labios, Hwesu dijo:
- Kapo, te dejar a todas mis mujeres como esposas chiosi.
Y tambin te dejar mi fortuna. No olvides que ya soy hombre muerto.
Lo soy desde el momento en que golpe a aquel real cerdo. Por lo tanto,
deja que sea yo quien juzgue acerca de mi muerte. Y tambin acerca de mi
honor, si tal palabra existe y si algo significa ahora, o si algo signific algn
da
Alihosi, Sosixwe y Huno ya estaban all, con los ojos dilatados como
los de una corza al or el rugido del len. Tambin haba llegado Gudjo, la
madre de Hwesu. Y, desde luego, como siempre, como si con su hocico de
cerdo pudiera oler la presencia del mal, tambin estaba la seora Yu.
Hwesu dijo:
- Qutate las ropas, mujer.
Yekpewa dijo:
- En pblico?
Encogi los hombros y aadi:
- Lo mismo da. Siempre se muere en la desnudez y la soledad, no es
cierto?
- Arrodllate! Pon la frente en el suelo! Y tambin la boca: as podrs
tragar mejor tu propia indignidad, ramera!
Blandi la vara. El sonido que produjo fue el de una caa de bamb al
golpear un poroso pellejo de vino. Un sonido hmedo, curiosamente suave.
Frank Yerby 397

Hwesu tuvo que propinar diez azotes -cada uno de los cuales raj la carne
negra, formando dos largos y mojados labios que se tornaron azules, luego
gris rosceos, y despus se abrieron cubrindose de denso rojo- para que
Yekpewa lanzara un grito.
Pero al undcimo golpe, no grit. Ni tampoco al siguiente ni al otro. Y
el sonido que produca la vara de anya al morder la carne era algo diferente.
Era un sonido ms seco, menos suave. La nube roja se apart de los ojos de
Hwesu. El mundo regres brusca e hirientemente del caos deformado por
la rabia, y volvi a adquirir forma.
Al bajar la vista, vio que Dangbevi yaca sobre Yekpewa, recibiendo
los azotes a sta destinados, protegiendo el hermoso cuerpo de la princesa
con el suyo.
Hwesu tard diez latidos de su corazn en conseguir transformar
en sonido el Por qu? Slo estas palabras, sin aadidos retricos, sin
decir: T la odiabas. T intentaste que yo hiciera lo preciso para obligarla
a divorciarse. T
Dangbevi repuso:
- Porque la culpa es ma. Si hubiera tenido que pasarme sin ti tanto
como ella se pas, debido a que yo alteraba los mensajes a ti dirigidos, y
retrasaba otros, y aun los inventaba, para que t te fueras cuando a ella le
tocaba el turno, quin sabe lo que habra hecho? Otro hombre? No lo creo.
Seguramente me hubiera degollado. Por esto, por mi culpa, la obligaste a ir
demasiado lejos. Al fin y al cabo es una princesa, y las princesas
- Fuera de ah, Dangbevi! Levntate!
- No. Tengo derecho. Por lo menos a diez varas. Mtanos a las dos.
No me dejes vivir con el recuerdo de que mi amor se ha convertido en
un ser ms cruel que los leopardos. Que era un hombre que careca de la
facultad de acordarse de lo que haca con sus muchachas esclavas, y con
las mujeres libres de la ciudad, y slo Legba sabe con cuntas mujeres ms,
y que era tan mezquino, y cuyas almas eran tan pequeas y tan deformes
como bochis, que pudo azotar hasta la muerte a una mujer, por un pecado
que l haba cometido cientos de veces, al menos, y quiz ms.
Hwesu, inmvil, la miraba. Dangbevi sigui:
- S, lo s, lo s. Los hombres son diferentes. El hombre no puede
concebir, no puede traer al hogar de su mujer un hijo que no sea de ella. Pero
puede llegar al lado de su mujer, apestando al sudor de otra, con el hedor
de la perra en su piel, con el vello de su cuerpo pegado y con secos grupos
blancos formados por el fluido de otra hembra. Puede llegar cansado, y con
lenta y complacida sonrisa del recuerdo Oh, Hwesu, Hwesu! Siempre
que he acudido a tu lado, al terminar el turno de otra esposa, y por mucho
398 Negros son los dioses de mi frica

que te hubieras baado y perfumado, la ola an en tu cuerpo. En estos dos


aos, he muerto diez mil veces. Por lo tanto, si te has convertido en un ser
capaz de matarla por esto, te suplico que tambin me mates. S, porque,
pase lo que pase, mi vida ha terminado. No podra vivir sin el Hwesu al que
amaba. Ni tampoco puedo vivir contigo , si es que sigues siendo t despus
de este cambio.
Hwesu no se mova. No respiraba. No pensaba. Estaba all. Hasta que
arroj la vara al suelo, se inclin y tom a Dangbevi en sus brazos.
Dangbevi sacudi violentamente la cabeza:
- No. Es su turno. O debiera serlo
Hwesu dijo:
- Basta. La nobleza es una cosa, y la locura otra. O acaso no es as? O
acaso el hombre no puede distinguir la una de la otra?
Yekpewa habl:
- No, no puede. Y la mujer tampoco.
Entonces, Yekpewa se levant. Mir a Hwesu. Y a Dangbevi. En voz
spera, agotada, dijo:
- Hwesu, quieres que me vaya? Quieres que me divorcie?
Quieto, Hwesu la mir. Llam a sus tres almas, para que regresaran
del lugar en que haban estado. Quiz en la profundidad de la tierra. Quiz
en las oscuras cavernas en que los espritus malignos de Sagbata torturan a
los muertos perversos. Dijo:
- No. Quiero que me perdones. Y t tambin, Dangbevi, perdname.
Quiero que las dos me perdonis.
Entonces puso el brazo izquierdo alrededor de los hombros de
Dangbevi, y el derecho alrededor de los de Yekpewa, y as ech a andar,
mantenindolas junto a l, hacia la casa que se haba convertido de nuevo
en un hogar. En su propio hogar.
No. En el hogar de los tres.

Frank Yerby 399

400 Negros son los dioses de mi frica

VEINTISIS

La seora Yu dijo:
- Te gustara ser gobernador de Alladah, hijo? Gbochi no contest.
Estaba demasiado ocupado siguiendo con la mirada a uno de sus favoritos,
un muchacho rollizo y lindo que lnguidamente cruzaba el patio del
conjunto de viviendas, en direccin a los sagrados aiza, sobre la entrada.
Yu chill:
- Gbochi! Te he dicho Gbochi bostez:
- Si me gustara ser gobernador de Alladah. Te he odo la primera vez
que lo has dicho, madre. Cmo poda dejar de orlo, no siendo sordo? La
contestacin es que no. Demasiados problemas. Prefiero pasar el tiempo
de manera ms agradable que la de perderlo viajando a caballo, para ir a
cualquier selvtico kroom, a fin de que su jefe deje de robar cuanto est al
alcance de su mano, y, luego, vigilar en todo instante sus movimientos,
no sea que intente envenenarme, o, peor todava, esforzndome en evitar
que el jefe en cuestin me obligue a aceptar en mi cama a sus apestosas y
vulgares hijas. Dejemos que Nyasanu, bueno, Hwesu, porque ahora parece
que se llama as, no?; pues dejemos que se encargue l del asunto. Le gusta,
y a m no. Yu gimi:
- Por Fa y Legba! Qu he hecho para ser castigada con la maldicin
de semejante hijo? Mi nico hijo y heredero es!
Con calma, Gbochi dijo:
- Un gaglo que ama a los hombres. S, es verdad. Las mujeres no me
gustan. Huelen a pescado podrido.
La seora Yu contuvo su genio. Su rpido ingenio le proporcion
inmediatamente aplastantes argumentos con los que rebatir la afirmacin
de Gbochi: el Pero la seora Yu se abstuvo de expresar tales pensamientos.
Lo que pretenda no era derrotar a un ser como Gbochi. Y sus motivaciones
no se hallaban en el duradero amor maternal hacia su nico hijo. Los
sentimientos maternales de la seora Yu eran, aproximadamente, los
propios de una vbora o un cocodrilo. Y senta un desprecio absoluto hacia
Frank Yerby 401

Gbochi. Por ser mujer de clara visin, saba sobradamente que, incluso en el
caso de que consiguiera empujar a su hijo hacia lo alto, y sentarle en el alto
taburete del poder, Gbochi perdera ignominiosamente el cargo, al cabo
de un mes. Pero, por ser dahomeyana, no tena necesidad alguna de amar,
o de dar carcter romntico al instrumento empleado para abrirse paso,
o al arma para matar. En fin de cuentas, fetiche es palabra europea y no
africana. Y para su madre, Gbochi no era ms que una arma, arma de metal
sin temple y dbil. Sin embargo, era la nica que Yu tena a su disposicin.
Mentalmente, se deca con entusiasmo: Mas para esto servir. A
pesar de todas sus miserables caractersticas, y de todos los rasgos positivos
que no tiene, servir perfectamente para hacer caer a esta arrogante jirafa,
el hijo de Gudjo. Y ver a esa perra arrastrarse ante m, echarse tierra y
excremento de chivo encima, y suplicar que salve la vida de ese principito
que ech al mundo. Como si no fuese bastante el haberme robado al pobre
Gbenu, el nico hombre al que realmente he amado -amado, y prescindamos
de ejercicios de bajo vientre-, tuvo que echar al mundo a un joven vudun
macho, a casi un dios, mientras yo daba a luz a este haragn, a este castrado
de nacimiento, que lame a los hombres de cintura para abajo Es una
verdadera lstima tener que cortar el joven rbol loco
plantado por Gudjo Pero en fin de cuentas, Hwesu fue el causante
de la muerte de la pobre zorra de mi hija S, porque, tan cierto como Legba
es el seor del deseo carnal, Alogba se dej matar en accin de guerra, por
culpa de Hwesu
Alzando la vista al rostro de su hijo, Yu dijo dulcemente:
- Muy bien, de acuerdo. Sin embargo, te gustara devolverle la pelota
a Hwesu, este larguirucho y negro mandril? Ahora, precisamente ahora,
tienes una ocasin pintiparada para hacerlo.
Gbochi mir a su madre con un brillo de suspicacia en sus ojillos
cerdunos. Ciertamente, Gbochi odiaba a su hermanastro por las muchas,
muchsimas, veces -generalmente sin intencin premeditada- que le haba
humillado. Pero el temor que le inspiraba la valenta, la virilidad y los
poderosos puos de Hwesu era superior al odio que senta hacia l. Gbochi
dijo:
- Escucha, Nochi, la ltima vez que se te ocurri una idea para
desembarazarte de Hwesu, y me mandaste a matar el rbol custodio de su
destino, qu pas? Poco falt para que me matara y los vudun le mandaron
una nueva palmera fedi para que sustituyera a la anterior.
- Ahora, la situacin es diferente. Escucha, Gbochi. Esta maana,
Hwesu casi ha matado a un prncipe. Le ha herido gravemente, por culpa
de esa real zorra con que se cas. Pero en el ltimo instante, Hwesu se ha
acobardado o se ha ablandado -cmo podra yo decir si se ha debido a lo
402 Negros son los dioses de mi frica

uno o a lo otro?-| y ha soltado al prncipe en la sabana, armado solamente


con un cuchillo de caza
- Pues, en ese caso, el prncipe ha muerto ya. Si se ha internado en la
sabana, herido, y solamente armado con un adra- dekwe, en estos momentos
las hienas estn mascando sus huesos. Madre, sabes perfectamente que las
hienas y los chacales no atacan a un hombre sano y entero, pero deja que
huelan la sangre y
- Hwesu orden a Dangbevi que vendara la herida del prncipe. Es
posible que todava viva. Es hijo del dada, Gbochi! Si t le salvas, ni cabe
decir que el rey te
Pero mientras Gbochi miraba a su madre, en sus perversos y
cerdunos ojuelos comenz a brillar un nuevo pensamiento. Con estudiada
indiferencia, dijo:
- Y el prncipe? Qu tal es? Es guapo? Yu inclin la cabeza. Su hijo
volva a lo de siempre. Yu saba, con la consiguiente tristeza, que para esa
particular enfermedad de la mente, del alma, no haba cura eficaz. Luego,
muy lentamente, Yu esboz una sonrisa. Si tena que usar aquel rasgo,
incluso aquel rasgo, para conseguir sus fines, lo usara. Cuando Yu habl,
lo hizo con voz clida y mimosa. S, porque, a pesar de que haba pasado
ya la menopausia, no haba perdido ni un pice de su genuino entusiasmo
por los hombres jvenes y viriles. Contrariamente, tal entusiasmo haba
aumentado, ya que el peligro de las consecuencias haba desaparecido. Ri
con un sonido gutural, y dijo:
- Es, sin la menor duda, el ms bello animal masculino que estos
cansados ojos han visto en su vida, y en el que ms se han deleitado.
Gbochi dirigi una larga y pensativa mirada a su madre. Luego,
tambin l permiti que sus labios de grosera lnea dibujaran una fea
sonrisa. Dijo:
- En ese caso, lo compartir contigo, madre, si an vive.
El prncipe Atedeku yaca entre la larga y amarillenta hierba de la
sabana, y vigilaba a las hienas. Pensaba: Nada hay en el mundo ms feo
que vosotras, monstruos de lomos en pendiente. El chacal parece un perro,
por lo menos. Pero vosotras qu parecis, bestias malignas? Un aborto
viviente. Piel moteada y pelada, patas delanteras media vara ms largas
que las traseras. Dientes
Aqu interrumpi sus pensamientos. No poda permitirse pensar
en los dientes de las hienas. No hay animal en la tierra, ni siquiera el
len, cuyos dientes puedan compararse con los de la hiena. A pesar de
que la hiena es esencialmente animal que se alimenta con desperdicios,
Frank Yerby 403

devorador de carroa, tiene los ms poderosos incisivos y molares entre


todos los carnvoros. La hiena puede cascar, de un solo mordisco, hasta la
mitad de su grosor el hueso del muslo de un elefante muerto o enfermo
o sin posibilidades de defenderse. Los restantes animales de carroa, los
chacales, los milanos y los buitres, dejan esparcidos en el suelo los huesos
de sus vctimas. Pero la hiena, lanzando su repulsiva carcajada, nada deja,
ni siquiera los huesos, que hace astillas con sus molares, para devorar el
suculento tutano.
Atedeku alz la vista, y vio los buitres trazando crculos en el aire,
sobre el lugar en que se encontraba. Y los milanos.
Amargamente, pens: Qu manera de morir! Slo porque un tonto
da a la velluda ranura de una mujer -o a cualquiera que sea la relacin entre
las ardientes y sinuosas partes de esta mujer y esa mstica abstraccin que
se complace en llamar honor- el valor suficiente para matar a un hombre,
a causa de dicha ranura, a causa de la exclusiva posesin de elementos
de satisfaccin normal y corriente, a causa de calmar cierta picazn en las
ingles, cierta vibracin en el escroto, cierto dolorcillo en las pelotas, y la
hinchazn de su carne masculina. Que Legba, seor del deseo carnal, lo
confunda! A santo de qu
Poda ver a los chacales que llegaban escurridizos, detrs de las
hienas. De momento, ninguno de los grandes animales carniceros, el len
o el leopardo, le haban localizado. Y esa era la razn de que an estuviera
vivo, ya que los animales que entonces le amenazaban no mataban para
conseguir carne, sino que se conformaban con la carroa podrida, a no ser
que su vctima estuviera tan dbil o tan indefensa que ello les permitiera
olvidar su instintiva cobarda y matar.
Atedeku yaca para recuperar sus fuerzas. El dolor que senta en el
hombro desgarrado era muy intenso. La sangre haba empapado las vendas
con que aquella adorable criatura le tap la herida -en el nombre de Fa?,
cmo se las arreglaba Hwesu para encontrar mujeres como aqulla?-, y las
moscas zumbaban alrededor, intentando posarse en las vendas sa era la
peor de las torturas, las moscas, las verdaderas seoras y soberanas dueas
de frica. Pero incluso el ademn preciso para espantarlas le costaba un
desgaste de fuerzas superior al que poda permitirse. Tena que descansar.
Pero si no se levantaba pronto, llegaran las hienas con sus chillidos. Tena
que adelantarse a las hienas, deba calcular hasta el ltimo segundo el
tiempo que poda permanecer all, tumbado, sin que las hienas considerasen
que ya estaba acabado, que se encontraba lo bastante dbil para permitirles
lanzarse sobre l en ruidoso tropel.
Se estaba tan quieto que una bandada de milanos, estimulados por la
inmovilidad de su cuerpo, descendi sobre l. Esgrimi con furia salvaje el
404 Negros son los dioses de mi frica

cuchillo de caza de Kapo, y cort en dos a uno de los animales, por la parte
ms gruesa de su cuerpo. Atedeku grit:
- Miserables aves! Es que ni siquiera podis esperar a que haya
muerto?
Pero fue el vuelo circular de las aves de carroa lo que le salv, puesto
que, desde poco menos de un kilmetro de distancia, los porteadores y
esclavos de Gbochi vieron a las aves trazando crculos, y echaron a correr
hacia el lugar en que el prncipe Atedeku yaca.
Gbochi dijo:
- Pero, alteza, a mi parecer basta con que mandemos un mensajero a
Ahomey, para que informe al dada del criminal atentado contra tu sagrada
persona, y
Atedeku le mir y pens: Obeso zngano, de un modo u otro tendr
que pagarte en tu moneda, no es eso? O bien ensartndote. El prncipe
dijo:
- No sabes cmo es mi padre, amigo Gbochi.
Y habiendo dicho estas palabras, el prncipe advirti la ancha sonrisa
de placer que se dibujaba en el rostro de Gbochi, al ser tratado de nyani,
amigo, por el hijo del Leopardo. El prncipe prosigui:
- Mi padre es muy severo, aunque, al mismo tiempo, muy justo.
Prescindiendo del hecho de que Hwesu me pill acostado con su mujer
Atedeku hizo tina pausa, al ver que Gbochi se alteraba, y que en sus
gruesos labios se formaba una mueca de asco al pensar que aquel hermoso
joven se revolcaba en la suciedad femenina. El prncipe continu:
- Pues, prescindiendo de eso, a mi padre le resultar un tanto difcil
perdonar otro hecho, mucho peor, o sea el consistente en que la princesa
Yekpewa y yo somos hermanastros. Para colmo, tambin debemos tener en
consideracin que Hwesu salv de la catstrofe la ltima campaa de mi
padre, y, asimismo, le salv la vida. Por eso, incluso en el caso de que mi
padre no d crdito a los testigos que tu hermano puede presentar a fin de
que demuestren que fue una limpia lucha entre los dos, y no un atentado
criminal, la ms dura condena que puede dictar contra Hwesu sera una
multa y una tanda de azotes. Lo cual de nada nos servira, y, adems, nos
creara un enemigo animado por ardientes deseos de vengarse.
Con voz de matices agnicos, perdida en los abismos de la derrota,
Gbochi dijo:
- En ese caso, qu podemos hacer, alteza? -Ordenar a tu mensajero
que vaya a Whydah. All hay un hombre a quien yo conozco y que
Atedeku call bruscamente, y mir hacia atrs, por encima del hombro
Frank Yerby 405

slidamente vendado. La herida haba mejorado considerablemente, ya


que haba transcurrido una semana entera desde el da en que Atedeku fue
transportado al conjunto de viviendas de Gbochi, con gran secreto, a altas
horas de la noche. Gbochi dijo: -S, alteza? El prncipe susurr: -Acrcate!
No quiero que nadie lo oiga! Gbochi acerc su cabeza, en forma de bala, a
los labios presuntamente reales. Escuch largo tiempo y con gran atencin.
Cuando se irgui, en sus labios haba una sonrisa: -Me parece perfecto! Lo
har!
Yekpewa dijo:
- Hwesu, sabes una cosa?
- No, qu?
- Soy la mujer ms feliz del mundo, la ms mimada por los vudun, la
ms afortunada
Hwesu la mir. Desnuda, tendida en su estera de dormir, Yekpewa
era realmente una visin muy grata. Hwesu dio una larga chupada a su
pipa de jefe, y dej que el humo azul y fragante saliera despacio por los
anchos orificios de su nariz. Solemnemente, Hwesu dijo:
- Bueno, a eso le llamo yo modestia y sencillez -Quiz la frase no
sea modesta, pero es cierta. Por primera vez en mi vida, he encontrado un
hombre que me ama. Que me ama a m y no a esto?
Para aclarar el significado de sus palabras, Yekpewa toc con mano
despectiva y austera su mors vneris. Arrastrando las palabras, Hwesu
dijo:
- La verdad es que eso en modo alguno me desagrada. Sin embargo,
debo reconocer, muy a mi pesar, que llevas razn. Te amo. Te am desde el
instante en que te vi. S, reconozco que soy un estpido, pero es la verdad.
Yekpewa se levant de la estera de dormir, se acerc a Hwesu, y
cogi entre sus manos la cara de ste, como una alargada y magra faz de un
vudun. Yekpewa dijo:
- No. No eres estpido, Hwesu, sino bastante inteligente. Listo. De
entre todas tus mujeres, cul de ellas puede apreciar lo que significa ser
amada? Yo, yo, que soy princesa. Lo cual significa que he llevado una vida
absolutamente licenciosa. No, no! No te envares! Tambin esto ha tenido
su valor! Sabes cul ha sido el primer momento de mi vida en que he sido
realmente feliz? -No.
- Cuando me azotaste. Entonces comprend que significaba tanto para
ti, que preferas matarme a dejar que fuera la mujer fcil de otro. Cuando
comprend que era importante para ti, que no era solamente un ser en el
que introducirte, para desfogarte. Entonces, levant la vista, te mir y te vi,
alto como un dios, con las lgrimas corrindote por las mejillas
406 Negros son los dioses de mi frica

- No llor. No
- Oh, s, s, lloraste! Y entonces supe que morira feliz, por mucho
que fuera mi dolor, pese a lo cruel, a lo horrible e indeciblemente cruel
que es el ser azotada hasta la muerte. Y as era porque me amabas. Me
amabas a m, a Taunyinatin! No, a Yekpewa. Y me amabas hasta el punto
de enloquecer de rabia por haber permitido yo que ese hermanastro mo,
ese intil y cerduno prncipe y yo hiciramos lo que durante aos habamos
hecho No, no son stas las palabras adecuadas! Lo que l me haba
estado haciendo, durante aos. Oh, Hwesu, Hwesu! No lo comprendes?
Has dado valor a algo que antes no lo tena! Me has hecho comprender que
una palabra tan extraa y tan propia de campesinos de cualquier miserable
rincn perdido, cual es la palabra violacin, puede tener cierto significado,
en fin de cuentas. S, porque has demostrado a una turbulenta hembra
de chacal que se introduca en la cama de su hermano, antes de haber
cumplido los trece aos, y siendo ella la atacante, y no al revs, y a la que
nada se le poda hacer que tuviera cierta importancia -si haces aicos un
orinal, qu derramas, salvo orines y heces?-, que algo hay que puede ser
violado, en el ms puro y ms antiguo significado de esta palabra. S, lo que
haba entre t y yo poda ser violado. Lo que a tu manera principesca me
habas dado poda ser violado y lo fue. Era esa prenda clida y maravillosa,
bordada y con joyas engarzadas, esa prenda de gran precio que es tu amor.
Eso poda ser desgarrado, mancillado, destrozado, es o no es verdad?
Contrariamente, mi amor hacia ti -pese a constituir un gbo, un milagro, un
renacer- slo tena un valor nicamente para m. Qu importancia poda
tener para ti el que una golfa -a pesar de ser hija del rey- te amara?
Lentamente, Hwesu repuso:
- Pues, s, tena importancia. Fue como una mala partida de Legba, que
tuvo la virtud de alterar mis clculos, o, dicho de otra manera, de alterar mi
sentido de la adecuacin de las cosas. Luciste la blanca toca, y viniste a m
basndote en una mentira. Y a pesar de que yo estaba rodeado de mujeres
buenas, de verdaderas mujeres, a una de las cuales, por lo menos, amaba
- Amas! No utilices el pasado! No me mientas, Hwesu. No hace falta.
Me mata saberlo, pero esa mujer merece ser amada.
- Bueno, de acuerdo. La amo. Y merece mi amor, y ms que mi amor,
ya que se merece cuanto pueda darle, incluso mi vida; pues, como deca,
a pesar de estar rodeado de mujeres buenas y sinceras, lleg el da en que
me arrodill junto a los bambes, vi un par de ojos rasgados, en forma
de almendra, y estuve perdido. Y aquel da supe que por mucho que un
hombre sume y reste, y as lleve la contabilidad de su vivir, sus nmeros
y clculos carecen de significado. Supe que todas las grandes y solemnes
palabras, como honor, fidelidad, castidad, obediencia de esposa, verdad,
Frank Yerby 407

e incluso justicia, son palabras de viento, palabras formadas por el aire al


moverse, palabras que se desvanecen con el aliento que las forma. Supe que
cuanto cualquier mujer merece -por mucho que se la respete, por mucha
que sea la ternura y la verdad del amor por ella- carece de fuerza, y muy
poco significa ante lo que otra mujer tiene y es
Yekpewa susurr;
- Y qu tengo, Hwesu? Qu soy? Quiero saberlo. -No. No puedo
decirlo. Lo dira mal. Las palabras que utilizara, como magia, encanto, gbos
suficientes para levantar a un muerto de su tumba, pese a decir la verdad,
en la medida que cabe, podran aplicarse a diez, a cien mujeres. Mientras
que las palabras que necesito son aquellas que slo a ti pueden aplicarse.
Palabras que pueden aplicarse a eso que hay en ti -esa curiosamente
inviolable calidad que tienes-, y que ni siquiera t puedes mermar o
destruir, y, por Legba que lo intentaste! Palabras que slo pueden aplicarse
a esa cosa -gbo, rara magia, alma renacida de alguna vieja tauhwiyo que
seguramente fue bruja-, que hace que t eres t, y, por lo tanto amada. S, es
cierto, intent apartarte de m, intent obligarte a pedir el divorcio, debido
a que no haba paz en mi hogar.
Y amarte -sabiendo las circunstancias en que viniste a m- me pareca
una humillacin, agravada por el hecho de que era incapaz de liberarme de
ella, e incluso de desear verdaderamente liberarme. Por eso, mediante la
crueldad y la negligencia, te empuj a los brazos de ese hombre
Amargamente, Yekpewa dijo:
- Con la eficaz complicidad de mi natural depravacin.
- No eres depravada. Ninguna de mis mujeres ha sido mejor esposa
que t. Es raro, pero slo Dangbevi y t tenis lo que hace falta para ser
personas. Por Fa, sois personas con nombre, no ser simples mujeres! Y, por
esto, las dos sois insoportablemente molestas!
- Jugar con muecas es cosa de nios, Hwesu. El hombre necesita un
igual por pareja. Una leona que persiga a la pieza hacia el lugar en que el
len aguarda, e incluso que mate a la presa, sustituyendo al len, cuando
ello sea necesario
- Quieres decir con esto que puedes ser tan cruel como yo? Que un
da puedes llegar a condenarme a muerte, como yo te conden?
Yekpewa musit:
- No, porque no eres cruel. Intentas serlo, pero no puedes.
Y es precisamente tu ternura lo que te hace hombre de veras. Eres
fuerte y valeroso, pero tambin lo son las grandes bestias. Sin embargo, eres
prudente y ponderado, y tienes algo que es como quietud, serenidad, paz.
Y una gran ternura. Una ternura suficiente, espero, incluso para perdonar a
un ser como yo. Hwesu, me perdonars? Puedes perdonarme?
408 Negros son los dioses de mi frica

- Si t puedes perdonar todos los pecados que contra ti he cometido,


mi desconfianza, mi negligencia, mi
- Basta! Deja ya de decir tonteras!
Y Yekpewa se arroj en brazos de Hwesu.
Entonces fue cuando oyeron el estampido de los disparos, sonando
en todas partes.
Hwesu se levant de un salto, cogi las nicas armas que tena, la daga
que Ibrahim Twala le haba dado, y un assegai ashanti, y sali, penetrando
en la noche. Slo pudo coger esas armas debido a que tena todos los fusiles
en un almacn junto a los establos. En la pacfica Alladah, la segunda o
tercera ciudad de la nacin, como no fuera para ir de caza, a qu necesitaba
el hombre un fusil? Las fronteras de Dahomey estaban seguras; los reyes
Leopardo haban concertado la paz con la nica nacin dotada del podero
suficiente para constituir una amenaza, es decir, los ashanti. Por otra parte,
los terribles auyo, a los que los dadas aladaxonu haban pagado tributo
durante doscientos aos, se encontraban, desde la derrota que les infligi
Gezu, rodando por la pendiente de la autodestruccin, entregados a feroces
guerras civiles, de manera que la mayora de los esclavos que se enviaban
a los barracones de Whydah, eran mayormente auyos, no maxis. Por fin,
Benin, la antigua cuna de las artes, era nacin pacfica.
Rabioso, Hwesu se preguntaba: Entonces, quines son? Qu
nacin, qu tribu ha tenido el valor de atacarnos?
En realidad, aquel ataque no entraaba gran valenta, debido a
que no iba dirigido contra Dahomey, ni siquiera contra Alladah. Slo
un conjunto de viviendas de regular extensin estaba bajo el fuego de
los atacantes, y este conjunto de viviendas era el de Hwesu. Sin querer,
Hwesu haba facilitado la tarea de los asaltantes. Animado por el deseo
de proteger su intimidad, por las ansias de paz y tranquilidad, Hwesu
haba abandonado el viejo y extenso conjunto de viviendas de su padre,
en donde vivan sus hermanastros y hermanastras con sus respectivos
cnyuges e hijos. Y haba construido un nuevo conjunto de viviendas, junto
a la sabana, con la esperanza de hurtarse a los pedigeos que, desde el
da en que Hwesu haba alcanzado el cargo de gbonuga, le atosigaban sin
cesar, con el convencimiento de que su parentesco con l los autorizaba a
una pequea participacin en las sobras, por lo menos. Por esa razn, el
conjunto de viviendas de Hwesu estaba idealmente situado desde el punto
de vista del enemigo. Adems, Hwesu, hombre de costumbres sencillas,
tena muy pocos hombres en su casero, por cuanto pocos necesitaba, y no
deseaba subordinados. Los invasores, fueran quienes fuesen, no tenan que
luchar con las hordas de hermanastros de Hwesu, que hubieran acudido a
su defensa en el caso de que ste hubiera permanecido en el viejo complejo
Frank Yerby 409

gbenusi. Pero Hwesu no pensaba en esos errores tcticos, y ni una sola de


las anteriores consideraciones se le vino a las mientes. Imaginaba que el
pas entero era vctima de un ataque por sorpresa, y lo nico que su mente
sorprendida poda formular era la pregunta: Quin? Quin? Quin?
Oy un sonido a sus espaldas, y dio media vuelta. Por un instante,
el resplandor de las antorchas le ceg. Despus, sus dilatadas pupilas se
acomodaron a la llameante luz, y lo primero que vio fue la masa de vendas
alrededor del hombro del prncipe Atedeku, y, despus, la totalidad del
cuerpo de ste, que sonrea con infinita burla, mientras la larga y vieja
pistola de chispa, extremadamente eficaz a aquella distancia, apuntaba al
corazn de Hwesu. Arrastrando las palabras, Atedeku dijo:
- Tira tus dagas, campesino. Estamos en los tiempos modernos, o es
que lo ignoras?
Hwesu oy una risita aguda, totalmente femenina, y la reconoci.
Alzando la cabeza, vio a su hermanastro Gbochi, a la izquierda del prncipe,
aunque diez varas retrasado, en posicin admirablemente elegida para dar
a aquel chacal de Gbochi el tiempo y el espacio suficientes para huir.
Entonces, la rabia que sinti Hwesu, como una explosin que
recorriera la red de sus nervios, fue casi mortal. Pero la domin, y se qued
quieto, clara y fra como el hielo su mente, pensando.
Cazadores de esclavos. Pero desde cundo atacan las ciudades? Ni
siquiera los pueblos asaltan si estn dentro de nuestros lmites. No tienen
necesidad de hacerlo. Les basta con ir a cualquier miserables kroom perdido
en el interior, emborrachar al jefe, e inducirle, jugando la carta de la codicia
del ignorante cerdo, a imaginar delitos que le permitan vender a su propia
gente: infidelidades de esposas, pequeos hurtos Es un modo modesto
de conseguir esclavos ms barato que comprar esclavos extranjeros y
menos peligroso que conseguirlos en una guerra. Pero ahora hacen esto
(Se necesita audacia, mucha audacia! No es de extraar que el mtodo
resulte eficaz. Forzosamente ha de ser as.
Atedeku dijo:
- No te muevas de donde ests, Hwesu. Lamentara tener que matarte.
Y la verdad es que no quiero matarte, porque ello me privara de algo muy
hermoso, me privara del placer de pensar, mientras estoy acostado con esa
bella y sinuosa criatura, cmo se llama, Gbochi?
Gbochi dijo:
- Dangbevi.
- Que tu ests trabajando con la azada un campo de cualquier furtoo,
en Ameika, bajo el ltigo. Por lo tanto, s sensato, y arroja esos cuchillos,
quieres? A esta distancia, puedo agujerearte de parte a parte.
410 Negros son los dioses de mi frica

Lenta, fra, serenamente, Hwesu pens: S, pero has ido demasiado


lejos. Te has equivocado en tus clculos. En el momento en que has dicho su
nombre, has perdido la partida, porque morir para impedirlo. Y t morirs
conmigo, cachorro de leopardo
Hwesu se inclin muy despacio, como si se dispusiera a dejar sus armas
en el suelo. Pero en el ms tenso momento del suave e increblemente grcil
arco que su cuerpo inclinado formaba, volvi a enderezarse, alzndose en
un largo, alado y veloz impulso, arrojndose directamente contra la blanca
flor de humo que en aquellos instantes se abri, contra el corazn traspasado
de llamas de aquella flor, sin siquiera or el ladrido spero, como una tos,
que la pistola de chispa lanz en el brevsimo intervalo entre la ignicin de
la plvora del cebo y la explosin de la carga principal, aunque sintiendo,
desde luego, la quemazn del fuego en el costado, al rozar la bala una de
sus costillas, pero, a pesar de ello, sigui adelante, hasta encontrarse ante el
prncipe Atedeku, alzando su assegai, mordiendo luego su punta la carne
del prncipe, en cuyo momento Hwesu detuvo su movimiento, y dijo:
- Atedeku, si quieres seguir vivo, ordena a tus perros que se retiren.
Pero el prncipe, perfectamente sosegado, le dirigi una sonrisa y le
dijo:
- De todos modos, has perdido la partida. Mira a tus espaldas.
Hwesu no efectu el menor movimiento:
- Este truco es ms viejo que el mundo. Incluso en el caso de que dos
fusileros me estn apuntando por la espalda, no podras salvarte. Incluso en
el caso de que disparen sobre m, te matara. Incluso agonizando, te matara.
No pueden acabar conmigo con la rapidez suficiente para inmovilizar mi
brazo.
El prncipe suspiro:
- No me aprecias en lo que valgo. /Krumen! Si este hombre mueve la
mano, rebanadle el cuello a esa mujer.
Entonces, Hwesu volvi la cabeza, y vio a dos corpulentos krumen,
dos hombres de aquella raza de la costa que originariamente habitaba en
Whydah, sosteniendo entre los dos a Dangbevi. Uno de ellos tena su cuchillo
de pescador, la hoja afilada, en forma de guadaa, que utilizaban para
destripar y quitar las escamas al pescado que constitua su nico alimento,
con el filo cruzado sobre el fino cuello de Dangbevi. Y lo que Hwesu sinti
al ver aquella imagen no puede describirse con palabras, y no tiene nombre.
No, porque las palabras y los nombres son meras aproximaciones, y aquello
era absoluto, tal como la muerte es absoluta. Con la salvedad de que la
muerte es menos cruel.
Hwesu apart la hoja del cuello de Atedeku, y en el momento de
Frank Yerby 411

hacerlo oy la voz de Dangbevi, una voz ahogada, tensa, que le llegaba


desde aquel absoluto, desde aquel horror, aunque horror tambin
era trmino que atenuaba la realidad, tal como, en aquellos momentos,
cualquier palabra descriptiva la atenuaba. Lo que ocurra, lo que Hwesu
senta al existir en unos niveles tan alejados de las experiencias corrientes,
anulaba cualquier intento de pensar maneras con que expresarlo, ni siquiera
en un lenguaje tan rico y complejo como el Fau, ya que la expresin hubiera
sido un absoluto tan redundante y carente de significado como el de decir
perfeccin perfecta. Dangbevi deca:
- No! No puedes! No puedes hacerlo! Deja que me maten! No me
obligues a seguir viviendo, despus de esto, recordando esto!
Pero Hwesu abri los dedos de una y otra mano, y las dos armas
cayeron sonoramente al suelo. Atedeku dijo: -Atadle. Y, luego, traed a sus
mujeres. Un absoluto. Las cuerdas mordieron la carne de sus muecas
cruzadas, a la espalda. Le ataron prietamente el cuello con una soga de
camo, y la parte que qued colgando, fue sucesivamente enroscada en
el cuello de Alihonu y de Soye. Si cualquiera de los tres echaba a correr,
arrastrara a los otros dos estrangulndoles. Pero ni siquiera as llegaran
muy lejos, en la sabana.
Los krumen salieron de las dependencias de las mujeres, empujando
a stas. El jefe de los krumen, un tal Koika, indic a Gudjo, y en deficiente
fau dijo:
- Esta no buena. Vieja. Nadie comprar. Yo matar, s?
Atedeku dijo:
- S.
El krumen pas casi suavemente la curva hoja por el cuello, el cuello
de maternal ternura, de viejos, muy viejos, recuerdos de juventud de
Nyasanu/Hwesu, la mitad de sus orgenes, sus races en el amor y en el
tiempo. Gudjo no grit. No pudo. El aire de su truncada trquea produjo
un sonido silbante. Luego, Gudjo dio medio paso hacia su alto hijo, y cay
al suelo.
Hwesu nada dijo. No gimi, no chill, no grit. Absolutos. Y las
normales reacciones de la humana emocin quedan en suspenso ante los
absolutos. De la misma manera que las palabras. Y el pensamiento. El
krumen dijo:
- Los nios. No buenos. Mueren en la cadena, en el barco, durante el
viaje, prncipe.
Ni siquiera Atedeku qued preso en eso que los hombres llaman
horror, a falta de una nueva y ms ajustada palabra, ya que las largas
mareas de la historia humana han privado a la vieja palabra, as como a la
412 Negros son los dioses de mi frica

realidad que expresaba, de todo su significado, reduciendo a una y otra a


algo rutinario, carente de importancia. Atedeku dijo:
- Por Fa, Koika! Yo no s
- T no sabes. Yo, s, s. Mujeres ser jvenes. Tendrn ms hijos luego.
Koika indic a Alihosi, y dijo:
- Esta no s Mejor matarla, s?
Atedeku dijo:
- No! Llvatela! Y los nios tambin! Maana veremos qu hacemos.
Pero Koika mene negativamente la cabeza. Era evidente que el
prncipe no ejerca, o no poda ejercer, autoridad alguna sobre l. Koika dijo:
- No. Ahora.
Arranc de los brazos de Alihosi a Gbenu, el primognito de Hwesu.
Los gritos de Alihosi fueron tambin un absoluto. Hwesu ni siquiera pudo
or el sonido que la cabeza del nio produjo al quedar aplastada contra la
pared, tras balancear, Koika, su cuerpo en el aire, cogido por los delicados
y lindos pies. Lo nico que Hwesu pudo hacer fue mirar y mirar la mancha
roja en la pared castao griscea, de la que goteaba sangre y seso, a la luz
de las antorchas.
Sosixwe luch como una leona. Tuvieron que dejarla sin sentido de
un golpe en la cabeza, para quitarle al pequeo Kausu. Huno se desmay
cuando le arrancaron a los mellizos. Y, en ese momento, Xokame grit y
vomit al mismo tiempo, quiz por solidaridad con Huno, ya que no tena
hijos. O quiz por solidaridad con Dangbevi, quien, cuando sacaron a la
menuda y exquisita Hwesi de la casa, se qued inmvil como una estatua,
y dijo lenta, cuidadosa, serenamente, con voz que era el ms absoluto de
todos los absolutos:
- Por favor. Con las manos. No le aplastis la cabeza.
Koika la mir:
- T vales, mujer! De acuerdo. La estrangular. Apretar un poco,
slo un poco. No le har dao. Maana por la noche hars otro nio con el
prncipe. Y conmigo.
Entonces fue cuando Hwesu no pudo resistir ms, o estall, o ambas
cosas al mismo tiempo. Se lanz hacia delante, arrastrando a Soye y
Alihonu, como si fueran menudos bochi, figuritas de madera, a pesar de
que se trataba de dos hombres altos y corpulentos. Koika gru algo en
su gutural idioma, y sus sicarios golpearon a Hwesu con las culatas de sus
fusiles, dejndole sentado en el suelo, sangrando por las cinco o seis heridas
que los golpes haban abierto en su cuero cabelludo, los ojos sin expresin,
vacos de mirada, deslumbrados.
Frank Yerby 413

Uno de los centinelas que haban dejado de guardia en la entrada del


conjunto de viviendas acudi corriendo, y dijo:
- Gente, mucha gente. Tambin un toxausu. Quieren saber qu pasa,
por qu tantos tiros. He dicho lo que el prncipe me orden. He dicho le
detenemos, por traidor al rey. No creerme. Quieren ver prncipe y saber por
qu. Muchos estn de parte de ste.
Seal a Hwesu, sentado en el suelo, sangrando, atnito, y aadi:
- Quiz hermanos suyos.
Atedeku dijo:
- Voy a verlos.
Se acerc al lugar en que los porteadores de Koika haban dejado el
equipaje. De un cesto sac una funda de piel de antlope, teida de rojo. De
la funda extrao una vara de marfil bella y complejamente labrada. Era uno
de aquellos cetros que el rey confiaba a sus emisarios cuando actuaban en
su representacin. Ante aquel cetro, todos tenan que postrarse y arrojarse
tierra encima, ya que significaba la simblica presencia del rey. Atedeku lo
haba hurtado, haca ya mucho tiempo, para emplearlo a sus propios fines.
Y, como haba muchos cetros semejantes, nadie lo ech de menos.
Mientras Atedeku se diriga hacia la entrada, todos los presentes
podan or el airado murmullo de muchas voces, fuera. Pero, cuando
Atedeku regres, fuera slo haba silencio. Atedeku dijo:
- Se han ido. Y, ahora di a tus chacales que saquen a la princesa. Ya
no hay peligro
Cuando sacaron de la casa a la princesa Yekpewa, Hwesu vio que le
haban atado las manos y la haban amordazado. Grandes lgrimas saltaban
de sus ojos rasgados, en forma de almendra, y resbalaban por sus mejillas
de sombra nocturna. A la luz de las antorchas, las lgrimas parecan cuentas
de mbar.
En voz ahogada, Atedeku consigui decir:
- Si hubieses sido razonable, hermana, no me hubiera visto obligado a
La mirada de Atedeku viaj hasta ms all del lugar en que se
encontraba la princesa, inexorablemente atrada por el montn de
menudos cuerpos martirizados. Atedeku baj la cabeza y eruct ruidosa y
terriblemente, vomitando su propio asco y vergenza.
S, ya que, cuando los absolutos han sido alcanzados y se han
superado, todo tiene sus lmites, incluso la maldad humana. Y as ser, por
lo menos hasta que los hombres se acostumbren a lo que hacen.
Lo cual rara vez requiere mucho tiempo.

414 Negros son los dioses de mi frica

Fuera de la ciudad, encadenaron a Soye, Alihonu y Hwesu a una


cadena compuesta por unos cincuenta esclavos maxi y auyo que los
tratantes haban comprado ya, teniendo buen cuidado de separar a los tres
primeros. Luego, la cadena comenz su larga marcha hacia los barracones
de Whydah, hacia el mar.
En la primera noche de la marcha, cuando acamparon para descansar,
Atedeku, Koika y Gbochi -el prncipe haba insistido en que el hermanastro
de Hwesu los acompaara, a fin de que participara, segn dijo, no slo
en los beneficios sino tambin en las responsabilidades-, se emborracharon
como dioses. Koika lo hizo porque le gustaba emborracharse. Atedeku y
Gbochi porque no les qued ms remedio. Las bebidas alcohlicas siempre
proporcionan una salida por la tangente cuando un hombre se acerca a la
demasiado clara percepcin de lo que realmente es.
Koika rugi:
- Mujeres! Que me traigan una! La pequea y linda! Ma! S?
Con seca furia, Atedeku dijo:
- No!
Luego, en tono ms conciliador, aadi:
- Vamos a hacer una cosa, Koika. Vas a quedarte con la princesa. Te
has acostado alguna vez con una princesa, apestoso cerdo negro? Excelentes
hembras. Ardientes como el fuego. De acuerdo? La pequea hija de las
serpientes es ma. Me atrae. Tiene algo. No s qu, pero
- De acuerdo. Princesa guapa tambin. Quiz ms guapa. Pero menos
hermosa. Luego, cambiamos, s?
Gbochi solt una risita:
- Bueno, y yo qu? En la cadena, he visto un par de chicos maxi, de
unos doce aos Y me parece, me parece
El prncipe dijo:
- De acuerdo, que cada cual se divierta a su manera. Koika, di a tus
sicarios que traigan a Hwesu. Que le aten a este rbol. Quiero que ese
pordiosero me vea actuar con su mujer. Con su favorita, con la mejor.
- De acuerdo. La princesa tambin es mujer suya, no? Tambin lo
ver. Prncipe, t y yo hacer apuesta. El que ms tiempo dentro, gana.
Premio, una esclava de primera. Qu? S?
El prncipe Atedeku se ech a rer:
- Trato hecho!
Hwesu apoyaba la espalda en el tronco del rbol de algodn de seda
al que le haban atado. Intentaba mantener los ojos cerrados, pero no poda.
Vio a Koika, que se acercaba a l, arrastrando a Yekpewa por la espesa y
Frank Yerby 415

encrespada cabellera. Yekpewa no se resista. Koika haba ya resuelto el


problema que esta posibilidad planteaba, por el medio de golpear la cabeza
de Yekpewa con la culata de su pistola. 1 corpulento krumen tendi a la
muchacha en el suelo, apenas a dos varas del lugar en que se encontraba
Hwesu, la desnud, y comenz a hacer uso de ella. La expresin hacer uso
resultaba extremadamente ajustada, ya que Yekpewa estaba inconsciente.
Pero Dangbevi luchaba como una leona con el prncipe. Con las uas,
le haba dejado la mitad de la cara ensangrentada y araada. Atedeku
ech la mano izquierda atrs, y de un bofetn derribo al suelo a Dangbevi,
arrojndose despus sobre ella, sujetndola por la falda. De repente,
Dangbevi qued inmvil. El prncipe rod hacia un lado, y se qued quieto,
mirndola, hasta que su voz, como la voz de un fantasma, en un ronco
murmullo, dijo:
- Yalode, diosa de las mujeres. Minona. Taunsu que las proteges. Oh,
Mawu-Lisa, yo!
Hwesu tambin mir a Dangbevi. Estaba muy oscuro, pero la hoguera
del campamento difunda hasta all la luz suficiente para que Hwesu viera
el objeto alrededor del cual Dangbevi oprima las manos. Y tambin para
ver el lquido que manaba junto a ellas.
Atedeku murmur:
- No s como se las arregl para quitrmelo del cinto. Realmente, no lo
s. Y tampoco poda subir las manos lo suficiente para alcanzar el corazn.
Por eso se lo ha clavado en el vientre. Lentamente. Y su agona ser larga.
Atedeku dio media vuelta sobre s mismo, dando frente a la sombra
atada al rbol. Y chill:
- Qu clase de hombre eres, que esa mujer ha preferido morir a?
- Hwesu
Era la voz de Dangbevi, muy dbil.
- Hwesu, me voy. Cruzo el ro. Pero tambin me quedo. Me quedo
de una manera verdadera. Siempre contigo. Dentro de ti. No me olvides.
No puedes olvidarme. Mi espritu danzar siempre, eternamente. En tu
corazn. En tu mente.
Atedeku aull:
- Hechicero! Azaundato! Mago! Dime cmo lo consigues dame tu
gbo, y por Danh que te liberar. Qu les haces que?
La voz de Dangbevi era como una corriente que se moviera por debajo
del mundo del sonido:
- Muero. Por l. Nada. No hace nada Es.
Entonces, Dangbevi volvi la cara a un lado y vomit sangre. Luego,
muri.
416 Negros son los dioses de mi frica

Quiz fuera se el momento en que el silencio descendi sobre Hwesu.


Le envolvi, le invadi. Casi doscientos aos ms tarde, los magos que
curan las enfermedades de los furtoo inventaron una palabra descriptiva
de lo que le ocurri a Hwesu: disociacin. Pero esta palabra no lo describe.
Nada lo describe. Hwesu cay en el silencio. Nada dijo durante todo el
trayecto hasta Whydah. Acept ser maniatado por las repulsivas criaturas
de rostro barbados, ojos de fantasma, voces como el ladrido del chacal, y
un hedor insoportable, quienes le examinaron las extremidades, las partes
genitales, los dientes. Guard silencio cuando los tratantes de esclavos
furtoo le marcaron el pecho con un hierro candente. Nada dijo cuando
los krumen le llevaron en barca, a l y a muchos otros, a bordo del buque
negrero Mary Jane. Guard silencio cuando los marineros furtoo, peludos
como las grandes simios, parecidos a ellos tambin en otros aspectos, con el
cabello tan sedosamente liso como el de los monos, con labios tan delgados
como los de los monos, con piel tan clara como la del gibn, con labios
y mejillas del color rosado azulenco del mandril, le empujaron hacia el
sollado del buque, y le obligaron a sentarse en las piernas de otro cautivo,
y otro cautivo se sent en las suyas, hasta conseguir meter a trescientos
cincuenta hombres, mujeres y nios en un barquichuelo que apenas daba
decente cabida a ciento. Estuvo tumbado all, envuelto en el corrosivo vapor
de orines y excrementos humanos durante los treinta y seis das que tard
el Mary Jane en llegar a una isla sin nombre, oculta entre los arrecifes de
Florida. Y nada dijo cuando le desembarcaron.
Guard silencio durante los seis meses que dur el periodo de doma,
aquel periodo de aclimatacin durante el cual los salvajes africanos reciban
lecciones de ingls de negro, o al menos rudimentos de tal ingls, y
algunas nociones de trabajo agrcola, porque, como los tratantes blancos de
esclavos nunca osaban alejarse de sus barracones, fortificaciones y fbricas
de la costa, e internarse en frica, dejando que la parte ms sucia de su
trabajo quedara en manos de compradores y perversos cerdos negros como
Koika, aqullos crean sinceramente que los africanos slo coman bananas
y vivan en los rboles.
Hwesu no se tom la molestia de decirles que las enseanzas que
le daban eran como un juego de nios entregados a araar la tierra, en
comparacin con sus altamente desarrollados conocimientos agrcolas y
mecnicos. Guardaba silencio, y slo abra la boca para decir S, capitn;
No, seor; Bueno, pese a que su mente, liberada de toda preocupacin,
de todo deseo, absorba inconscientemente, no slo el ingls de negro,
sino tambin el ingls autntico, o, por lo menos, la parte de ese ingls que
hablaban los domadores y capataces de esclavos, en realidad una parte muy
reducida. Cuando, aos despus, Hwesu tuvo necesidad de volver a hablar,
todos descubrieron con pasmo que hablaba el ingls con harta correccin.
Frank Yerby 417

Pero el da en que Monroe y Matthew Parks le sacaron de la cuadra


de subasta de esclavos, en aquella oculta caleta de la baha de Chesapeake
(Virginia), en la que el rpido buque de cabotaje de los contrabandistas de
esclavos le haba dejado, cuando termin el periodo de adiestramiento,
Hwesu se limit a sentarse en el carro y a guardar silencio.
Sin embargo, su aguda inteligencia dahomeyana estaba ocupada en
procurar averiguar, en su fuero interno, muy serenamente, el porqu de
las cosas que ocurren. La nica conclusin definitiva a que lleg fue que el
negro que vende a otros negros a los blancos tratantes de esclavos, ignoraba
cmo eran los blancos, y ni siquiera poda imaginar cun diferente era la
esclavitud norteamericana de la modalidad ms suave y tolerante practicada
en su pas. Pero, salvo eso, nada ms concluy. Haba visto como asesinaban
a su madre y a sus hijos, haba visto a sus esposas violadas, marcadas a
fuego y vendidas. Ya no haba concepto ni idea que tuviera significado. Ni
siquiera saba con certeza si alguien de quienes haba conocido y amado,
segua vivo o no. Haba sido un hombre, casi un prncipe. Ya era un objeto.
Un esclavo.
Mientras iba en el gimiente carro, poco le falt para llegar a la
conviccin a que, tarde o temprano, todos los hombres llegan: por qu
son palabras sin respuesta. En la vida, nada tiene solucin. Y habiendo casi
llegado a esa inmensa, vaca, slo ceida por el horizonte y absolutamente
yerma llanura de la siempre inaceptable verdad, Hwesu guardaba silencio,
convirtiendo quiz en contestacin aquel no contestar. Por lo menos, en el
silencio hay dignidad.
Madrid, 20 de abril de 1970.

418 Negros son los dioses de mi frica

Frank Yerby 419

NEGROS SON
LOS DIOSES DE MI FRICA
Frank Yerby
Este libro es la historia de un gran pueblo, de una gran
cultura destruida por la miseria, el trfico de esclavos y las
usurpaciones del colonialismo.
Nyasanu, hijo de un jefe dahomeyano, se prepara para
ser hombre, se prepara para las responsabilidades y los
honores que le corresponderan cuando se convierta,
a su vez, en jefe. A travs de las pginas de esta novela
asistimos a su proceso de maduracin, a su insercin en la
ancestral cultura de sus mayores...

BIBLIOTECA FRICA
4 frica y la Historia

DOCTOR LIVINGSTONE

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