La Domesticación Del Fuego

VELEIA, 26 189-216, 2009 ISSN 0213 - 2095
LA DOMESTICACIN DEL FUEGO

DURANTE EL PLEISTOCENO INFERIOR
Y MEDIO. ESTADO DE LA CUESTIN
Resumen: El uso controlado del fuego constituye uno de los avances tecnolgicos de ma-
yor importancia en el proceso de evolucin humana. La constatacin de este importantsimo
rasgo del proceso evolutivo y adaptativo humano supone un asunto complejo y controver-
tido, puesto que no siempre es posible establecer la relacin existente entre la presencia del
fuego y su control antrpico. A pesar de ello, en el registro arqueolgico africano y europeo
contamos con un importante conjunto de evidencias de combustin que sirven para cons-
tatar la progresiva familiarizacin de los grupos paleolticos con este recurso a lo largo del
Pleistoceno inferior y medio. A travs del presente trabajo se pretende realizar un compendio
y discusin de los principales yacimientos con evidencias de fuego, as como tambin entrar
en el debate de lo que se entiende por uso y control del mismo.
Palabras clave: Pleistoceno inferior y medio, control y uso del fuego, estructuras de com-
bustin, frica, Oriente Prximo, Asia, Europa.
Abstract: Controlled use of fire constitutes one of the most significant technological ad-
vances in human evolution. Establishing the timing of such an important event in human
evolution constitutes a complex, controversial task, as the relationship between the pres-
ence of fire and its anthropogenic nature is not clear-cut. Nevertheless, there is a significant
number of combustion remains in the African and European archaeological record, which
can help us to map out the progressive familiarization of the control used of fire during the
Lower and Middle Pleistocene. This paper provides a compilation of the main Lower and
Middle Palaeolithic sites with evidence of fire and brief discussion on their anthropogenic
nature and on the concept of controlled use of fire.
Keywords: Lower and Middle Pleistocene, control and use of fire, combustion structures,
Africa, Near East, Asia, Europe.
1. Introduccin. Las ventajas adaptativas del uso del fuego
Es evidente que la manipulacin del fuego ha constituido uno de los avances ms importantes
dentro de la evolucin humana. El uso y control del mismo puede ser una pauta ms para distinguir
al hombre de otros animales en cuanto a los cambios conductuales que se derivaron de su conoci-
miento. Su descubrimiento supuso una autntica revolucin para los primeros homnidos, ya que
el fuego ofreca iluminacin y calor, daba proteccin y superioridad frente a los depredadores y ahu-
yentaba a los insectos. Anteriormente a su descubrimiento nuestros antepasados vivan condiciona-
dos por la secuencia de la luz solar y toda actividad cesaba al caer la noche. La domesticacin del fue-
go permiti modificar los ritmos de vida naturales y por tanto, con la llegada del ocaso, era ya posible
trabajar y relacionarse. Incluso, el conocimiento del fuego facilit la introduccin de aquellos hom-
bres en la profundidad de las cavernas, all donde la luz solar no entraba (Roussel, 2005: 24).
190 DIANA GMEZ DE LA RA Y FERNANDO DIEZ MARTN
VELEIA, 26, 2009
Asimismo, el fuego aport una profunda modificacin en el rgimen alimenticio. La dieta pri-
maria basada en vegetales fue cambiando paulatinamente a una dieta carnvora y el fuego ayud,
probablemente, en ese proceso de incremento de ingesta crnica. Este paso fue necesario a la hora
de sobrevivir en reas donde no haba suficientes recursos vegetales de calidad, como las sabanas y
estepas. Todo ello trajo como consecuencia un cambio en las relaciones de los homnidos con el
medio ambiente (Otte, 2002: 7). Adems, la coccin de los alimentos permiti aumentar la facili-
dad de digestin de las fibras vegetales y protenas animales, modific su composicin y valor nu-
tritivo, permiti ablandar la grasa de las carnes y reducir los riesgos de los grmenes (Delluc et al.
1995: 137-138).
El fuego tambin fue un agente de primera magnitud a la hora de cohesionar un grupo. Alre-
dedor de l se intercambiaban ideas y se transmitan conocimientos, acelerando indirectamente la
capacidad de comunicacin y de aprendizaje (Diez Martn, 2005: 276). Los hogares contribuan
a la formacin de mitos y de tradiciones que unan a los grupos locales y que se cristalizaron en
culturas regionales. De esta manera se desarroll una nueva estructuracin del espacio domstico
(Roussel, 2005: 26). Finalmente, el hombre us el fuego para modificar las caractersticas mecni-
cas de ciertos materiales como el slex, la madera, el hueso y la piel. Gracias a dichas ventajas, los
humanos contaron con una herramienta imprescindible para su expansin fuera de frica y hacia
las regiones norteas, donde existan temperaturas perceptivamente ms fras y con un marcado
carcter estacional (Figura 1).
FUEGO
LUZ
AYUDA A
LA CAZA
CALOR
MODIFICACIN
TILES
CONQUISTA
BOSQUE
PROTECCIN
INSECTOS
CONSERVACIN
DE COMIDA
CARNVOROS
CAMBIO
DE DIETA
COHESIN
GRUPAL
PREPARACIN
ALIMENTOS
NUEVO
ESPACIO
Figura 1. Esquema de las ventajas aportadas por el uso del fuego (Fuente: Bellomo, 1994: Figura 2)
LA DOMESTICACIN DEL FUEGO DURANTE EL PLEISTOCENO INFERIOR Y MEDIO 191
VELEIA, 26, 2009
A lo largo del tiempo se fue progresando en las aplicaciones del fuego, de las estatuillas a la ce-
rmica, de la cermica a la metalurgia y de ah hasta nuestros das. Por ello no es de extraar que la
invencin del fuego sea, sin lugar a dudas, la ms importante y duradera. Permiti al hombre co-
menzar una nueva era, la de su dominio sobre la naturaleza. De hecho, no hay tribu primitiva que
desconozca el uso del fuego y la manera de producirlo (Frazer, 1986: 7).
2. Produccin o conservacin del fuego durante el Pleistoceno inferior y medio?
Consideramos vital para este trabajo sealar la distincin existente entre uso y control del
fuego o si hay invencin o descubrimiento del mismo. Segn el Diccionario de la Real Aca-
demia de la Lengua Espaola, uso se define como utilizacin de algo como instrumento para un
fin. El trmino utilizar se refiere a algo, emplearlo, usarlo o aprovecharse de ello. En cuanto a la
palabra control, su significado es dominio o mando ejercidos sobre algo. Hay una abundante lite-
ratura consagrada a la domesticacin del fuego y son muchos los autores que distinguen tres esta-
dios sucesivos en la conquista del fuego por el hombre (Oakley, 1955: 43; Perls, 1977: 28):
1. En un primer momento, como la mayora de los animales, el hombre temera al fuego. Posi-
blemente lo considerase peligroso y, por tanto, se mantendra alejado de l.
2. Posteriormente, el hombre comprendera las ventajas que ste puede aportarle. Sera capaz
de obtener y mantener dicho fuego en su propio beneficio, pero an no podr producirlo o
controlarlo.
3. Finalmente, estara preparado para su produccin.
Esta visin ternaria se encuentra presente en numerosos escritores del siglo xix, tales como Bro-
ca (1870: 76-77), Leguay (1870: 104) o Morlot (1860: 266). Para el siglo xx, la hiptesis de un
largo perodo de tiempo en el cual los humanos no saban producirlo queda bien constatada en el
libro de Joseph-Henry Rosny An (2004), La guerre du feu, publicada en 1911 (en Oakley, 1958:
140-141; Bordes, 1969: 129; 1992: 229). Frazer (1986: 187) distingue tres edades sucesivas de la
domesticacin del fuego que se corresponden con tres fases culturales: la edad sin fuego, la edad
del uso del fuego y la edad del encendido del fuego. Estas tres edades tienden hacia un presupues-
to evolucionista y no olvidan las tres fases de la evolucin humana descritas por Lewis Henry Mor-
gan (1877), estadio de salvajismo, estadio de barbarie y estadio de la civilizacin. Frazer opina que
los mitos merecen ser estudiados ya que, a pesar de ser meros atisbos inventados por los hombres,
pueden aportar, a travs de un estudio del fondo de los mismos, toda una serie de historias sobre
el origen del fuego y los modos de cmo los primeros hombres pudieron aprender el uso de dicho
elemento y su modo de producirlo (1986: 7).
Tambin investigaciones ms modernas establecen que es ms que posible que los homnidos,
durante largo tiempo, slo fuesen capaces de mantener y usar el fuego antes de tener la capacidad
para producirlo (Bellomo, 1994: 173). Muchos de los investigadores fundan esta idea en dos he-
chos arqueolgicos principales. Por un lado, no existen vestigios que puedan ser atribuibles a un
modo de produccin antes del Paleoltico superior. Adems, durante las fases tempranas del Pa-
leoltico, los restos relacionados con la accin del fuego son relativamente espordicos (Roussel,
2005: 436).
Ahora bien, stas no son pruebas o argumentos suficientes para indicar que el hombre, duran-
te largo tiempo, ignorase la produccin de fuego y slo se proveyese del mismo a travs de la natu-
raleza. En primer lugar, hay que tener en cuenta, como sealaremos ms adelante, que los fuegos
VELEIA, 26, 2009
naturales son extremadamente raros y aleatorios. Adems, la ausencia de restos interpretables como
medios de produccin del fuego no significa que ste no existiera, ya que muchos de ellos eran de
materiales no perdurables. Finalmente, la hiptesis de los tres estadios del hombre est profunda-
mente inscrita en nuestra cultura.
Desde la Antigedad contamos con autores, como el poeta Lucrecio del s. i a.C (libroV, ver-
sos 953 y siguientes, 1990: 330) y su obra De rerum natura, que evocan la vida de los primeros
hombres en una fase inicial durante la cual no conocan el fuego. Esta etapa fue seguida por otra
en la que los humanos conseguan el mismo de la naturaleza. Tambin hallamos referencias pare-
cidas en Vitrubio, en su obra De Architectura del s. i a.C - s. i d.C (Libro II, captulo 1, 1995: 95).
De esta obra seleccionamos los siguientes prrafos como ejemplos: En los primeros tiempos, los
humanos pasaban la vida como las fieras salvajes, nacan en bosques, cuevas y selvas en un lu-
gar donde espesos bosques eran agitados por las tormentas y los vientos continuos, con la friccin
de unas ramas con otras provocaron el fuego; asustados por sus intensas llamas, los que vivan en
sus aledaos emprendieron la huida. Despus, al calmarse la situacin, acercndose ms y ms,
constataron que las ventajas eran muchas junto al calor templado del fuego en este tipo de reu-
niones o encuentros fijaron unos trminos provocados por su trato cotidiano. Y en el si-
glo xviii Jean-Jacques Rousseau en su Discours sur lorigine de lingalit parmi les hommes de 1755
(1966: 91) recuerda los pasos de los primeros humanos: Con las pieles de animales muertos a sus
manos, se cubrieron en los pases fros. Un volcn, el rayo, cualquier feliz casualidad les dio a cono-
cer el fuego, nuevo recurso contra el rigor del invierno; as, aprendieron a conservar este elemento,
a reproducirlo despus, y, por ltimo, a asar en l las carnes que antes devoraban crudas.
En lo que respecta al mantenimiento del fuego, Roussel, que ha investigado su produccin
por percusin en diferentes pueblos primitivos actuales, seala que casi todos los grupos huma-
nos que conocen la manera de mantenerlo y transportarlo conocen el modo de producirlo (Rous-
sel, 2005: 438). Por ello, no es descabellado pensar que el hombre muy pronto empezara a buscar
la manera de producirlo. Nos referiramos, por tanto, al paso prcticamente inmediato de una fase
sin fuego a una con produccin de fuego, donde los modos de elaboracin del mismo no ha-
bran dejado huellas constatables. Tambin es posible considerar, como sugiere Perls (1977: 28),
la coexistencia de grupos productores y recolectores de fuego. As pues, el arraigo de la hiptesis de las
tres fases anteriormente mencionada, tiene un fundamento bsicamente cultural y no constituye
necesariamente una explicacin consistente sobre el proceso de familiarizacin del fuego por parte
de los primeros humanos.
3. Medios disponibles en la naturaleza para la obtencin del fuego
En prrafos anteriores hemos sealado que los incendios naturales son fenmenos aleatorios. Es
por ello necesario averiguar la relacin que los primeros humanos tenan con los incendios foresta-
les ya que, supuestamente, muchas conjeturas acerca de la adquisicin del fuego tienen como pro-
tagonista a las quemas naturales.
Por ejemplo, Reichholf (1994: 162) describe el lance de un grupo de humanos en la estepa afri-
cana que descubren los beneficios del fuego. En la poca del primer gran punto lgido de la Edad
de Hielo, la sabana permaneca seca durante meses. Un relmpago bastaba para provocar un incen-
dio. Segn este autor, es muy probable que en las sabanas del frica Oriental los incendios se pro-
dujeran con mayor frecuencia que en la actualidad, porque las montaas que las rodeaban provo-
caban, incluso en pocas de sequa prolongada, la aparicin de tormentas. Tan slo en las grandes
VELEIA, 26, 2009
estepas llanas escaseaban las tormentas durante las pocas de sequa. Bajo este paisaje, el autor na-
rra cmo un grupo de hombres primitivos descubre el cadver de un animal que acaba de morir.
En ese instante un incendio se acerca a toda velocidad. El grupo corre a refugiarse y una vez que
ha pasado el peligro regresan al lugar donde haban abandonado la presa. El cadver se ha asado,
pero a pesar de ello, los homnidos tienen hambre y se disponen a comerlo. Cuando pasan los das
la carne se conserva bien en aquellas zonas que se ha quemado. Es posible que la primera vez no sa-
quen conclusiones de este fenmeno, pero el hecho se repite con frecuencia. Cuanto ms se secan
las praderas, ms frecuentes son los incendios y, por tanto, ms veces se da el caso de que los des-
pojos se quemen. Los hombres tuvieron a su disposicin siglos, o incluso milenios, para aprender
del fuego y adaptarse a l. ste relato constituye uno de los muchos que existen en la literatura
prehistrica.
Los incendios naturales son un fenmeno presente desde siempre en el proceso de estabilidad
y transformacin de los ecosistemas (Pacault, 1995: 19), pero la frecuencia con la que se produ-
cen es ms bien aleatoria (Roussel, 2005: 28). Por tanto, Cules son las causas del origen del fue-
go en la naturaleza? Hay varios modos, como la friccin de dos ramas de rboles (Perls, 1977: 29)
o la percusin de dos cantos al producirse una cada de piedras (Oakley, 1955: 43). Las erupciones
volcnicas tambin generan incendios naturales, pero su frecuencia es mucho menor y su actua-
cin queda circunscrita a las regiones de vulcanismo (Oakley, 1955: 43; Perls, 1977: 29; Roussel,
2005: 29). De igual modo ocurre con la combustin espontnea de carbn, la percusin de esquis-
to, la oxidacin rpida de la pirita, de gas y de hulla, que quedan limitadas al lugar donde se locali-
zan (Oakley, 1955: 43; Perls, 1977: 29; Roussel, 2005: 29). Tambin la fermentacin de materia
vegetal en descomposicin puede producir ciertos gases (fosfuro de hidrgeno o metano) que pue-
den provocar incendios (Pacault, 1995: 20; Roussel, 2005: 29). Pero, son los rayos la causa princi-
pal y ms importante de estos fuegos espontneos, que dependen de la naturaleza de la vegetacin
y su estado de sequedad (Perls, 1977: 29).
Vemos que, aunque hay mltiples maneras de provocar fuego, ste queda ceido a ciertas zo-
nas geogrficas especficas y por tanto los incendios naturales paleolticos, segn Perls (1977: 29),
no debieron ser muy abundantes. Adems, hay que tener en cuenta la escasa densidad demogrfi-
ca existente durante el Paleoltico antiguo y la reducida probabilidad de que un grupo encontrase y
desease obtener dicho fuego. An as, no podemos descartar semejante posibilidad, dado que slo
hay dos maneras de que el hombre primitivo pudiese acceder al mismo, o bien conservndolo, o
bien producindolo. As pues, Perls (1977: 30) opina que estas reflexiones nos conducen a dos vi-
siones del proceso de adquisicin del fuego, aparentemente contradictorias:
1. La produccin inmediata del fuego: como tena dificultades para procurarse fuego a travs de los
incendios forestales, el hombre prehistrico habra buscado la produccin del mismo desde
que comenz a usarlo.
2. El mantenimiento del fuego: desde que el hombre conoci el fuego hasta que fue capaz de
producirlo, pas una larga etapa de experiencias.
Ahora bien, Realmente estas etapas son contradictorias? No pudieron existir grupos que co-
nocieran su produccin y otros que no? Esta autora seala, adems, que el paso ms importante
fue el de la no utilizacin del fuego a la utilizacin del mismo y no el de su uso a su produccin.
Porque el primer cambio supuso un progreso psquico, no tcnico, y su conservacin no es me-
nos difcil que su produccin. El homnido empieza a revolucionar su mente una vez que sabe
que el fuego es til. Mientras que el segundo cambio se trata ms bien de un avance puramente
tecnolgico.
VELEIA, 26, 2009
En cuanto a la invencin, no podemos decir que los primeros humanos inventaran el fuego ya
que ste se encuentra presente en la naturaleza (Canti y Linford, 2000: 385). Desde nuestro punto
de vista, consideramos que s podemos utilizar el trmino descubrimiento porque, a pesar de que
los homnidos conocan el fuego, fue el descubrir sus ventajas lo que produjo ese cambio psicolgi-
co anteriormente mencionado.
4. Estado de la cuestin
En la actualidad concurren una serie de debates acerca del verdadero uso y control del fuego en
yacimientos africanos, asiticos y europeos (Canti y Linford, 2000: 385). A continuacin estable-
cemos un estado de la cuestin sobre los principales yacimientos, tanto africanos como euroasiti-
cos, en los que tenemos constancia de la existencia de estructuras de combustin.
El fuego durante el Pleistoceno inferior
frica
Es muy complejo y controvertido constatar fidedignamente la manipulacin del fuego dentro
del proceso evolutivo humano, puesto que la conservacin de restos de combustin se hace har-
to difcil en el clima seco de la sabana africana en yacimientos, adems, situados al aire libre. A pe-
sar de todo, contamos con un buen nmero de ejemplos que presentan estructuras de combustin.
Pero en este caso lo difcil es averiguar hasta qu punto dichas huellas son fruto de la manipulacin
del hombre o, por el contrario, de procesos naturales ajenos al mismo. Esta distincin es bastante
importante ya que es frecuente que en la sabana se ocasionen incendios a lo largo del ciclo anual,
pudiendo en determinados casos acercarse a las reas frecuentadas por los humanos (Diez Martn,
2005: 276).
Esta es quiz la explicacin que se podra dar en varios yacimientos, como en el caso de los dos
que hay en el valle medio del ro Awash (Etiopa), Bodo A4 y HAR A3. En ambos se han docu-
mentado arcillas rubefactadas de 40-80 cm de dimetro, en cuya vecindad se localizaban diversos
artefactos lticos y un crneo de Homo ergaster (BOD-VP-1/1). En un principio, Clark y Harris
(1985) atribuyeron estas manchas a la quema intencionada de tocones de madera. Posteriormen-
te, James (1989: 3) cit varios inconvenientes a la hora de atribuir dichos clastos a la actividad
humana: la asociacin de artefactos y las concentraciones de las rubefacciones quemadas es pro-
bablemente fortuita, ninguno de los restos faunsticos ha sido quemado y muchos de estos yaci-
mientos con presencia de restos de homnidos no estn en asociacin directa con los clastos coci-
dos (Tabla 1).
Otros yacimientos con constatacin antigua de fuego son Chesowanja y Koobi Fora (ambos en
Kenia). En el primero, Gowlett et al. (1981: 128) afirman que los homnidos usaron y controlaron
el fuego hace 1.42 Ma. La evidencia consiste en 40 fragmentos de arcilla rubefactada, encontrados
en el yacimiento GnJi 1/6, asociados a industria y fauna de los tiempos del Homo ergaster. Se efec-
tuaron diversas pruebas qumicas y magnticas sobre las arcillas que indicaron que las mismas ha-
ban sido quemadas a 400 C en un contexto no alterado, una temperatura que se consigue fcil-
mente en las hogueras. Es por esta razn por la que estos investigadores apoyaron la hiptesis de
un fuego controlado, aunque no descartaban que fuera causado por una combustin de arbustos
naturales (James, 1989: 3).
VELEIA, 26, 2009
Yacimiento Edad (Ma) Tipo de evidencia
frica
FxJj50 Koobi Fora (Kenia) 1.55 Artefactos quemados
FxJj20E Koobi Fora (Kenia) 1.40 rea rubefactada, artefactos quemados.
Chesowanja (Kenia) 1.40 Arcilla quemada.
Swartkrans (Sudfrica) 1.40 Huesos quemados.
Awash Medio (Etiopa) 1.25 Arcilla quemada.
Gadeb (Etiopa) 1.10 Rocas craqueladas.
Cave of Hearths (Sudfrica) 0.45 Depsitos quemados.
Olorgesailie (Kenia) 0.40 Carbones.
Kalambo Falls (Zambia) 0.20 Madera quemada, carbones, rea rubefactada.
Klasies River Mouth (Sudfrica) 0.12 Estructuras de combustin, cenizas, carbones y huesos
quemados.
Montagu Cave (Sudfrica) 0.12 Depsitos quemados, cenizas, carbones.
Prximo Oriente
Gesher Benot Yaaqov (Israel) 0.79 Semillas, madera y slex quemado.
Azikh (Azerbayan) 0.65 Estructura de combustin.
Qesem Cave (Israel) 0.38 Estructuras de combustin, huesos quemados, reas
rubefactadas, cenizas, carbones, artefactos quemados.
Asia
Xihoudu (China) 1.40 Huesos quemados.
Yuanmou (China) 1.15 Huesos quemados, carbones.
Trinil (Java) 0.67 Carbones.
Gongwangling (China) 0.75 Carbones.
Chukutien (China) 0.45 Huesos quemados, cenizas, carbones, industria quema-
da y estructuras de combustin.
Jinniushan (China) 0.45 Huesos, piedras y arcillas quemadas y cenizas.
Tabla 1. Principales yacimientos del Pleistoceno inferior y medio fuera de Europa con indicios de utilizacin del
fuego (Fuente: James, 1989: Tabla 1)
Para el segundo caso, Bellomo (1994) ha revisado los complejos yacimientos de FxJj 20M y
20E en Koobi Fora, los cuales proporcionaron sendas estructuras sedimentarias, inferiores al me-
tro de dimetro, fuertemente oxidadas. Para su anlisis Bellomo desarroll un corpus metodolgi-
co para poder determinar si los restos eran debidos a causas naturales o a actividades humanas. En
primer lugar realiz un estudio general del complejo arqueolgico FxJj 20. Los mtodos que inclu-
ye son: anlisis y clasificacin de los diferentes tipos de fuego y sus actividades asociadas; examen
de los artefactos de piedra y hueso, para comprobar si presentan signos de termoalteracin; anlisis
espacial de los agrupamientos de artefactos de piedras en relacin a las reas oxidadas; y anlisis de
los artefactos de piedra por tipo, tamao y profundidad para evaluar si los humanos fueron los res-
ponsables de la agrupacin de dichos materiales en el yacimiento.
VELEIA, 26, 2009
Actividad
Categoras de fuego
Fuego de
campamento
Fuego
con troncos
Fuego
con arbustos
Calor X X
Luz X X
Proteccin X
Calentar herramientas X
Cocinar X X
Conservar comida X
Conquistar espacio de vegetacin X
Controlar los insectos X
Marcar territorio X
Cazar
Tabla 2. Tipos de fuego y sus actividades asociadas (Fuente: Bellomo, 1994: Tabla 1)
Puesto que el uso del fuego confiri a los homnidos una serie de ventajas asociadas a diversas
actividades, Bellomo (1994: 174-175) establece tres tipos de fuego que servan para acciones dife-
rentes: fuegos de campamento, fuego con troncos de madera, fuego de maleza y arbustos. Sin em-
bargo, a pesar de la existencia de varias estructuras de combustin, en el yacimiento de FxJj 20 no
aparecen suficientes piedras ni huesos termoalterados, por lo que este autor sugiere que el uso del
fuego no estaba asociado ni a actividades de cocina, ni a la conservacin de la comida, ni a mejorar
la calidad de la talla de las herramientas. Tampoco se emple para controlar los insectos, conquis-
tar espacio de vegetacin, cazar o marcar el territorio (Tabla 2).
Este autor tambin utiliz cuatro tipos de estudios espaciales: el anlisis del vecino ms prxi-
mo, el anlisis de las distribuciones de puntos, el anlisis de la densidad local de artefactos y el an-
lisis de la distribucin agrupada de artefactos, para determinar si la reparticin espacial de los ma-
teriales se deba a procesos post-deposicionales o antrpicos. La combinacin de los diferentes
anlisis sugiri que la zona en donde tena lugar la manufactura ltica y las diversas actividades es-
taba situada en inmediata vecindad con las reas rojizas y las zonas perifricas del yacimiento, en
proximidad tambin con las manchas rojizas. As pues, Bellomo concluye que, segn este agrupa-
miento espacial de los artefactos lticos, las hogueras fueron el foco central de la vida social, donde
tena lugar la produccin y mantenimiento de los tiles de piedra y la consumicin de comida. Es
muy posible que los primeros homnidos de FxJj 20 usaran principalmente el fuego como protec-
cin frente a los depredadores y como fuente de luz y calor (Bellomo, 1994: 194).
Posteriormente, Bellomo examin los dos yacimientos, FxJj 20M y FxJj 20E, por separado. Su
detallada analtica (magnetizacin mineralgica y alteraciones morfolgicas), tanto en contextos ar-
queolgicos como actuales, revel que los fuegos intencionados alcanzan unas temperaturas que osci-
lan entre los 600 C en su inicio hasta los 400 C en las primeras horas de combustin y que stos
producen la rubefaccin del sedimento hasta varios centmetros de profundidad. Por el contrario,
los incendios naturales (tanto de rboles como de pastos) no superan la cota de los 250 C y no ge-
neran alteraciones sedimentarias de importancia. As pues, concluy que al menos una estructura
VELEIA, 26, 2009
de combustin del yacimiento FxJj 20M se debi indudablemente a la actuacin antrpica, mien-
tras que las registradas en FxJj 20E (yacimiento ms expuesto a las alteraciones postdeposicionales)
no cumplan los requisitos necesarios para aceptar tal supuesto (Bellomo y Kean, 1997: 233; Diez
Martn, 2005: 278).
Otro yacimiento de similar cronologa es Swartkrans (Diez Martn, 2005: 200), en cuyo Miem-
bro 3 (Brain y Sillen, 1988: 466) se registraron tiles achelenses, restos de fauna con marcas de
corte y unos 270 huesos con termoalteraciones causadas por el fuego. Se piensa que estos materia-
les habran ardido a temperaturas similares a las ocasionadas por las hogueras experimentales, ya
que unos 46 fueron quemados a unos 300 C, 52 a 300-400 C, 45 a 400-500 C, y los restantes
127 a temperaturas por encima de las citadas. La posibilidad de que este fenmeno se deba a cau-
sas naturales ha sido desestimada, ya que no se registra en ningn otro nivel frtil de la cueva (Diez
Martn, 2005: 278). Adems, Brain y Sillen (1988: 464) sealan que en los Miembros 1 y 2 se en-
contraron restos de Paranthropus robustus y Homo ergaster sin evidencias de fuego. Este hecho po-
dra apoyar la idea de que el descubrimiento del fuego tuvo lugar en el intervalo de los Miembros 2
y 3, antes de que se extinguiera el Paranthropus robustus. A pesar de todo, tal y como subraya James
(1989: 4), Brain y Sillen no estn totalmente seguros acerca de la termolateracin de los huesos.
De modo que muchos dudan de los testimonios de dicho yacimiento.
Otros enclaves con constatacin antigua de fuego son los casos de dos yacimientos que hay en el
valle medio del ro Awash (Etiopa), Bodo A4 y HAR A3. En ambos se han documentado arcillas
rubefactadas de 40-80 cm de dimetro, en cuya vecindad se localizaban diversos artefactos lticos y
un crneo de Homo ergaster (BOD-VP-1/1). En un principio, Clark y Harris (1985) atribuyeron
estas manchas a la quema intencionada de tocones de madera. Posteriormente, James (1989: 3)
cit varios inconvenientes a la hora de atribuir dichos clastos a la actividad humana: la asociacin
de artefactos y las concentraciones de las rubefacciones quemadas es probablemente fortuita, nin-
guno de los restos faunsticos ha sido quemado y muchos de estos yacimientos con presencia de
restos de homnidos no estn en asociacin directa con los clastos cocidos (Cuadro 1).
En el yacimiento 8E de Gadeb (Etiopa) se document una serie de rocas que parecen haber
sido quemadas y algunas aparecen juntas (Clark y Kurashina 1979: 36). En este caso se realiza-
ron anlisis paleomagnticos pero no consiguieron demostrar si las rocas rubefactadas se deban a
la manipulacin humana o a las actividades volcnicas propias de la zona (James, 1989: 3). La ma-
yora de los investigadores dudan a la hora de aceptar hallazgos de este tipo como las primeras evi-
dencias de manipulacin del fuego, debido a que muchas veces son restos inseguros y muy escasos
(Diez Martn, 2005: 278).
Asia
El yacimiento de Yuanmou (China) ofreci dos huesos oscuros, que en su momento se inter-
pretaron como quemados, y una importante cantidad de carbones. Las dataciones por paleomag-
netismo en este yacimiento han sido muy problemticas, ya que en un principio arrojaron una
cronologa de 1.7 Ma. Dataciones ms recientes han mostrado unas fechas de 600-500 Ka. (James,
1989: 6)
Otro caso semejante, lo constituye el tambin yacimiento chino de Xihoudu. Se han documen-
tado huesos de venados, caballos y otros mamferos, que presentan coloraciones oscuras. El anlisis
de laboratorio certific que estaban quemados, con lo que varios investigadores pensaron que eran
el resultado del uso del fuego por los homnidos. La fauna es de hace 1 Ma., pero los anlisis de pa-
leomagnetismo han dado 1.8 Ma. (James, 1989: 6), fecha a todas luces exageradamente alta.
VELEIA, 26, 2009
Figura 2. Localizacin de los principales yacimientos africanos del Pleistoceno inferior y medio con evidencias de
fuego
VELEIA, 26, 2009
El fuego durante el Pleistoceno medio
frica
Para el Pleistoceno medio encontramos algn testimonio ms, aunque la mayora no son muy
convincentes, como por ejemplo Cave of Hearths (Sudfrica). Los restos de este yacimiento se tu-
vieron como los ms antiguos del Pleistoceno medio, pero anlisis posteriores demostraron que las
reas rubefactadas y las concentraciones de pequeos huesos eran, en realidad, guano de murcila-
go (Brain, 1967: 293). En todo caso, pudo haber una combustin posterior como resultado de un
proceso natural o humano en los niveles superiores de la cueva (James, 1989: 4-5) ya que, segn
Oakley (1956: 104), Cave of Hearths fue utilizada como morada humana desde hace unos 50 Ka.
hasta bien entrado el siglo xx.
En cuanto al Miembro 7 de Olorgesailie (Kenia), se documenta una pequea depresin que se
podra interpretar como una estructura de combustin que contiene piedras, huesos y una peque-
a presencia de carbones. Tanto Isaac como Leakey sostienen que es ms que probable que el ori-
gen de este pequeo hoyo est en causas naturales (James, 1989: 3). Los Miembros 8, 11 y 12 han
proporcionado manchas rojizas (Melson y Potts, 2002: 307). Tanto las superficies como los sedi-
mentos rojizos son minoritarios, pero son caractersticas distintivas de la formacin del Pleistoceno
en Olorgesailie. De todos modos, en este caso, el origen de estas reas ha sido atribuido a la quema
de matorrales y al flujo de la lava.
Se pueden citar otros muchos ejemplos de yacimientos con testimonios inciertos de fuego, ta-
les como: Kalambo Falls (Zambia), Klasies River Mouth (Sudfrica) y Montagu Cave (Sudfrica).
Sin embargo, no deja de resultar significativo que de todos los yacimientos que hemos mencionado
los ms antiguos son los que contienen los testimonios ms seguros, tales como Koobi Fora (Diez
Martn, 2005: 279; Gowlett, et al. 1981: 128) (Figura 2).
Prximo Oriente
En el yacimiento israel de Gesher Benot Yaaqov (Balter, 2004: 663-665; Goren-Inbar et al.
2004: 725-727), fechado en torno a los 790 Ka., se han encontrado semillas, madera y slex que-
mados, que sugieren un control del fuego por parte de los homnidos desde los inicios del Pleisto-
ceno medio. De los tres tipos de rocas y minerales que stos usaron slex, basalto y caliza el
slex es el ms abundante en las capas V5 y V6, mientras que en otras reas el basalto es el ms co-
mn. El slex, desde los 350 C hasta los 500 C, sufre multitud de alteraciones que se perciben
a simple vista. Ahora bien, Hasta qu punto se trata de alteraciones provocadas antrpicamente?
Los investigadores distinguen tres tipos de fuego natural: el provocado por los volcanes, por la tur-
ba y por las tormentas. La clase de fuego ms probable en Gesher Benot Yaaqov es el inducido por
los cambios metereolgicos. Es muy fcil que el slex se dae en los incendios. Pero en el caso de
este yacimiento slo un 2% del pedernal excavado presenta rasgos de combustin, por lo que se
ha desestimado que la termolateracin haya sido fruto de los incendios naturales. Adems, la dis-
tribucin de los pequeos fragmentos de slex quemados indica que la combustin tuvo lugar en
reas determinadas que, posiblemente, muestran la localizacin de las estructuras de combustin.
Por ltimo, no deja de ser curiosa la aparicin de seis taxones de maderas y herbceas quemadas,
de los cuales tres pertenecen a especies comestibles: olivo, cebada y uva (Goren-Inbar et al. 2004:
725-727). A pesar de todo, los resultados no han sido an contrastados (Balter, 2004: 663-665) y
es necesario una revisin y nuevas aportaciones para poder sostener contundentemente el origen
antrpico de estas termoalteraciones.
VELEIA, 26, 2009
Figura 3. Localizacin de los principales yacimientos del Prximo Oriente con evidencias de fuego del Pleistoceno
medio
Los datos obtenidos de Gesher Benot Yaaqov podran ser importantes para justificar por qu
las huellas ms estables de los homnidos en Eurasia comienzan a observarse a partir de la etapa
mesopleistocena, momento en el que quiz pudieron conocer la tecnologa necesaria para la pro-
duccin sistemtica del fuego (Diez Martn, 2005: 279). Sin embargo, en otro yacimiento como
Azikh (Azerbaiyn) en un nivel atribuido al achelense antiguo (Bosinski, 1996: 90; Gusejnov,
1985; Perls, 1989: 110) se ha reconocido una pequea estructura de combustin contra la pared
de la gruta. Segn Gusejnov, este nivel data del Mindel antiguo y es inmediatamente posterior a la
inversin magntica Matuyama/Bruhnes ( 780 Ka.), con lo que, de confirmar estos datos, seran
los restos de la hoguera completa ms antigua del mundo.
El yacimiento de la Cueva de Qesem (Israel), situado a unos 12 Km. al Este de Tel-Aviv sobre
un promontorio calizo, ha sacado a la luz un depsito de unos 7,5 m con restos antrpicos. Se han
realizado dataciones de los espeleotemas a travs de
230
Th/
234
U, indicando un comienzo de las ocu-
paciones alrededor de 380 Ka. y un final que lleg sobre los 200 Ka (Karkanas et al. 2007: 198).
Los investigadores distinguen dos secuencias, la inferior y la superior. En la primera parte citada se
VELEIA, 26, 2009
han localizado varias capas con restos quemados. En dicha secuencia, la unidad inferior posee pe-
queas lentes que representan pequeas hogueras aisladas (QCB-2, QCB-11 y QCB-9). Sin em-
bargo donde se han hallado mayor nmero de restos quemados es en la secuencia superior (ibid.:
206). Dicha secuencia, de unos 4,5 m, tiene sedimentos antrpicos caracterizados por una com-
bustin muy avanzada y cenizas de madera asociadas a grandes cantidades de hueso quemado,
artefactos lticos y trozos de suelo moderadamente quemados. Ahora bien, existe una fuerte ce-
mentacin en estos depsitos debido a la precipitacin de calcita a travs del goteo de agua y la re-
cristalizacin de la ceniza, que hacen difcil definir el contorno de las estructuras de combustin
(ibid.: 207). Sin embargo, a pesar de ello, se han podido identificar bien dos hogueras (QCB-7 y
QCB-17). Por tanto, en la secuencia superior de la cueva se puede observar el uso continuado del
fuego que efectuaban los homnidos de esta poca y, aunque se hayan observado la existencia de
restos de fuego en la secuencia inferior, no se ha podido demostrar, por el momento, el uso fre-
cuente del mismo (Figura 3).
Asia
El mximo representante de este continente es sin duda el yacimiento chino de Chukutin,
cuya Zona 1 contiene unos 50 m de sedimentos datados entre 400 y 500 Ka. (Keates, 2000). El
uso de fuego en este caso ha sido insinuado por la aparicin de huesos quemados, cenizas, carbo-
nes, industria quemada y estructuras de combustin. Debido a ello, muchos investigadores han
considerado que estos materiales constituyen las primeras evidencias del uso del fuego. Sin embar-
go, muchos de estos restos fueron reexaminados por varios autores que cuestionaron su relacin
con el fuego (Binford y Ho, 1985). Unos sealan que no hay hogueras con estructuras definitivas
y que las capas de cenizas consisten en egagrpilas de bho, excrementos de hiena y otras acumu-
laciones orgnicas que posteriormente fueron quemadas por causas naturales (Binford y Ho, 1985;
Boaz et al., 2004: 545). Otros investigadores afirman que estas capas consisten en cienos lamina-
dos de origen lossico (Goldberg et al., 2001: 518). Adems, anlisis qumicos hechos a cinco hue-
sos quemados, en su da realizados por Oakley (1956: 104), revelaron que la apariencia oscura se
deba al manganeso.
Sin embargo, no hay que desestimar la presencia de fuego en el yacimiento, ya que anlisis
ms recientes indican que el manganeso no se encuentra en tres ejemplares de huesos fsiles y que
uno de ellos, efectivamente, est quemado (James, 1989: 6). Igualmente, Pei y Zhang advirtieron
una agrupacin de artefactos en el borde Este del nivel de cenizas de las capas 8/9 en el Locus G.
Con ello sugirieron que pudo haber existido un punto focal de las actividades de los homnidos
cerca de la entrada de la cueva. Abundantes tiles de piedra en el Locus K, cerca del anterior, pa-
recen corroborar dicha hiptesis (Boaz et al., 2004: 545). A pesar de que los recientes anlisis
geoqumicos y sedimentolgicos han arrastrado las fechas de uso de fuego a pocas ms tempra-
nas, Boaz et al. (2004: 546), opinan que s hay seales de que el fuego fue usado por los homni-
dos en Chukutin, mientras que Goldberg et al. (2001: 521) no encuentran ninguna evidencia
concluyente in situ de procesos de termoalteracin en ninguna de las capas del yacimiento. Pare-
ce que Chukutin y su presencia de fuego no est exento de polmica, aunque haya sufrido mlti-
ples reexaminaciones.
Otros yacimientos asiticos importantes para el Pleistoceno medio son Gongwangling y Jin-
niushan (China), y Trinil (Java). Solamente Jinniushan presenta claras evidencias de fuego debido
a la aparicin de huesos, piedras y arcillas quemadas y cenizas, que han sido confirmadas por anli-
sis qumicos (James, 1989: 6) (Figura 4).
VELEIA, 26, 2009
Figura 4. Localizacin de los principales yacimientos asiticos del Pleistoceno inferior y medio con evidencias de
fuego
VELEIA, 26, 2009
Europa
En Europa hay evidencias de restos de combustin en multitud de yacimientos del Pleistoceno
medio. Ahora bien, los debates aqu se centran en cules son los ms antiguos y los mejor conser-
vados. Aunque, al igual que en otras partes del mundo, muchos no evidencian una presencia clara
del mismo.
Se puede decir que la aparicin de hogueras en Europa se situara en torno a los 400 Ka., con
una serie de formas bien estructuradas que no presentan ninguna duda. Pero tambin conviene in-
sistir acerca de varios yacimientos muy antiguos con importantes niveles de ocupacin, como Iser-
nia la Pineta (Italia) y Le Vallonnet (Francia), que carecen de huellas de fuego y pueden animar a
considerar que los primeros habitantes de Europa pudieron sobrevivir en estas latitudes sin los be-
neficios y ventajas del fuego (Lumley y Boone, 1976: 626; Mussi, 1995: 29-30; Perls, 1989: 111;
Yar y Dubois, 1999: 32) (Tabla 3).
La cueva hundida de Mnez-Dregan 1 (Francia), puede ser el yacimiento ms antiguo, aunque
ha de contemplarse con precaucin mientras no se publiquen los resultados completos del estu-
dio (Hallegouet et al., 1992: 78-79; Monnier et al., 1994: 157; Roussell, 2005: 27; Yar y Dubois,
1999: 30). Este yacimiento presenta una serie de estructuras de combustin asociadas a vestigios de
carbn de madera y de hueso, as como a slex y piedras quemadas, en los niveles 9, 7 y 5. En el ni-
vel 9 hay una zona rubefactada que puede corresponder a una estructura de combustin en cube-
ta, datada por ESR en torno a los 450 Ka. De igual manera en el nivel 7 aparecen granos arenosos
rojizos interpretados como huellas de fuego. En la base del nivel 5 se han descubierto restos de una
hoguera asociada a cantos quemados y una concentracin de materia carbonosa. Esta materia est
sobre una capa de piedras enlosadas que, desgraciadamente, se deterior por actos vandlicos. La
datacin de esta estructura es de aproximadamente 380 Ka.
En Beeches Pit (Gran Bretaa) se ha descubierto recientemente silex quemados, reas rubefac-
tadas (de 1m
2
), que han sido interpretadas como antiguas hogueras, y huesos quemados (Gowlett,
2006: 304; Preece et al. 2006: 490). Todos estos restos han sido adscritos a una cronologa de unos
400 Ka., ya que los slex quemados se han datado a travs de TL (414+ 30 Ka.), y para el resto del
yacimiento se han usado otros mtodos de datacin como las series de Uranio y la Racemizacin
de Aminocidos, dando unas cronologas similares (Preece et al. 2006: 485). Los investigadores de
este yacimiento descartan que estos restos de combustin se deban a un origen natural debido a va-
rios factores. Primero, existe una coincidencia estratigrfica de estas reas de combustin con gran-
des concentraciones de artefactos. Segundo, excavaciones realizadas cuidadosamente han mostrado
que estas reas rubefactadas se restringen a depresiones superficiales, dos de las cuales se solapan,
implicando una secuencia de combustiones. Tercero, la distribucin espacial de los materiales pa-
rece respetar las reas quemadas. Cuarto, estas estructuras de combustin se reconocen en tres es-
tratos (Lechos 3b, 5 y 6) indicando una utilizacin recurrente del fuego durante los largos perodos
interglaciares y el siguiente perodo fro. Finalmente, la morfologa de los silex quemados indica
una combustin por encima de los 400 C y la de los huesos en torno a 600 y 800 C. Esto indi-
ca que semejante intensidad de combustin nunca se logra en los incendios de praderas, que gene-
ralmente se queman en perodos relativamente cortos con temperaturas que solamente exceden de
los 65 C durante apenas 10 minutos. Este tiempo no es suficiente para que un slex o un hueso
sufra una gran alteracin. As pues, Preece et al. (2006: 491-492) sealan que la presencia de hue-
sos totalmente quemados (grises o blancos) implica que la combustin fue ms intensa que la habi-
tual para un fuego natural, ya que este ltimo a menudo slo causa la combustin parcial y super-
ficial. En resumen, segn Gowlett (2006: 304), las evidencias de fuego en Beeches Pit consisten en
VELEIA, 26, 2009
Yacimiento Edad (Ma) Tipo de evidencia
Europa
Mnez-Dregan 1 (Francia) 0.45 Carbn, hueso, slex y piedras quemadas y es-
tructuras de combustin.
Beeches Pit (Gran Bretaa) 0.40 reas rubefactadas, slex quemados y huesos
quemados.
Grotte n. 1 du Mas des Caves (Francia) 0.40 Estructura de combustin.
Baume Bonne (Francia) 0.39 Cenizas y carbones.
Vrtesszlls (Hungra) 0.35 Huesos y reas quemadas.
Bilzingsleben (Alemania) 0.35 Carbones y restos quemados.
Swanscombe (Gran Bretaa) 0.33 Carbones y slex quemados.
Terra Amata (Francia) 0.32 Estructuras de combustin, slex, conchas y
reas quemadas, carbones y cenizas.
San Quince del Pisuerga (Espaa) 0.30 Estructura de combustin.
Achenheim (Francia) 0.30 reas rubefactadas.
Grotte de LEscale (Francia) 0.28 Cenizas, carbones, piedras quemadas y estruc-
turas de combustin.
Grotte dAldne (Francia) 0.28 Cenizas y huesos quemados.
Maastricht-Belvdre (Pases Bajos) 0.25 Slex quemado y carbones.
Cova Bolomor (Espaa) 0.25 Estructuras de combustin, cenizas y piedras
quemadas.
Atelier Commont (Francia) 0.25 Slex quemado, carbones y estructuras de com-
bustin.
GrotteVaufrey (Francia) 0.23 Carbn y huesos quemados.
Pontnewydd cave (Gran Bretaa) 0.23 Slex quemado.
Marks Tey (Gran Bretaa) 0.23 Carbones.
Hoxne (Gran Bretaa) 0.22 Carbones.
Pech de lAz II (Francia) 0.20 Estructuras de combustin.
La Cotte (Gran Bretaa) 0.16 Restos quemados.
Orgnac (Francia) 0.16 Estructuras de combustin.
Fontchevade (Francia) 0.16 Estructuras de combustin.
Lazaret (Francia) 0.15 Carbones y cenizas.
Solana del Zamborino (Espaa) 0.15 Carbones, huesos y piedras quemadas y es-
tructura de combustin.
Tnchesberg (Alemania) 0.11 Slex quemado y estructura de combustin.
Port Pignot (Francia) Pal. Inf. Estructura de combustin.
La Roche Gltan (Francia) Pal. Inf. Estructuras de combustin.
Tabla 3. Principales yacimientos europeos del Pleistoceno medio con indicios de utilizacin del fuego (Fuente:
James, 1989: Tabla 1)
VELEIA, 26, 2009
estructuras de combustin de tamao grande, repeticin de hogueras con combustiones de larga
duracin, altas temperaturas de combustin, asociacin de estas hogueras con fragmentos de hue-
sos, localizaciones selectivas y estructuracin de los artefactos en el espacio.
Otros yacimientos franceses de bastante antigedad son La Grotte N. 1 du Mas des Caves y
Baume Bonne. El primer yacimiento, una cueva, se dat entre el Mindel-Riss y el Riss
1
(EIO 11
y 10, 427-334 Ka.) y en l se han localizado estructuras de hbitat entre los niveles 6 y 11. El ni-
vel 10 ha puesto en evidencia una estructura de combustin ligeramente profunda en el centro y
rodeada de un crculo incompleto de piedras junto con una coleccin de granos comestibles (Cel-
tis). Segn Bonifay (1976: 203) estas estructuras construidas son de varios tipos: en cubeta, en cu-
beta rellenado de piedras o crculo de piedras, entre otras (Lumley y Boone, 1976: 635; Yar y Du-
bois, 1999: 36-37). En el yacimento francs de Baume Bonne, se hallaron cenizas y carbones de
madera distribuidos en depsitos que han sido atribuidos al EIO 10, entre 390-340 Ka. (Lumley,
2006: 150).
Sin embargo, Vrtesszlls (Hungra), una cantera de travertinos, podra ser otro de los ms an-
tiguos, si no fuera porque sus dataciones an son problemticas. La cronologa absoluta del traver-
tino, entre 180 y 210 Ka., se considera demasiado reciente para la fauna representada en el yaci-
miento. La presencia del Arvicola terrestris cantiana, por ejemplo, sugiere una edad ms cercana a
los 350 Ka. El yacimiento I, excavado entre los aos 1963 y 1968 en un rea de 60 m
2
, descubre
diversos huesos de animales muy fragmentados y esparcidos. Muchos de ellos, segn los arquelo-
gos, se encuentran quemados. Incluso Verts, en sus notas de campaa, menciona que haba zonas
muy quemadas que indicaban la presencia de restos de hogueras (Kretzoi y Dobosi, 1990: 532),
aunque en ellos no se encontraron restos de carbn vegetal (Gamble, 2001: 178-179). Para James
(1989: 7) dichas reas de huesos carbonizados pueden representar manchas minerales que han su-
frido bajas temperaturas, debido a los procesos de las aguas subterrneas.
El yacimiento de Bilzingsleben, en Alemania, posee tres periodos interglaciares conservados,
siendo el segundo el que contiene el horizonte arqueolgico (Mania, 1991, 1995). Enterrado en
un primer momento por un manantial de travertino, que cubri de arena y carbonatos de origen
lacustre los restos arqueolgicos, ha sido datado por Th230- U234 y ESR entre los lapsos crono-
lgicos 350-320 Ka. y 414-280 Ka. (Gamble, 2001: 182). Se han excavado un total de 600 m
2
de
terreno, aunque el trabajo se ha concentrado sobre una extensin de 355 m
2
. El yacimiento se di-
vide en dos reas claramente delimitadas por el extremo de una laguna anterior. La primera con
restos de aluvin (ibid.: 184) y la segunda con materiales in situ, en la que se ha reconstruido un
campamento con tres refugios constituidos por tres estructuras semicirculares que se perfilan por
unos bloques de travertino y huesos de animal (ibid.: 185-186). La interpretacin de Mania (1995:
90-92) sugiere que cada refugio se asocia con una zona con restos quemados y con un rea de tra-
bajo que contiene huesos grandes de elefante y yunques de piedra.
Gamble (2001: 193), por su parte, seala que todava en este periodo no hay constancia de la
existencia de estructuras complejas (refugios y restos de hogueras) incluso en los yacimientos de
tipo primario. Este autor sugiere, por tanto, que hay que observar el yacimiento desde otra pers-
pectiva, con el objeto de distinguir con mayor certeza lo que parecen evidencias de actos sociales,
1
Muchas de las dataciones que manejamos en el
presente trabajo se han citado tal y como aparecen en
los artculos, ya que estas publicaciones siguen utilizan-
do las viejas clasificaciones cronolgicas. Esto es debido,
en la mayor parte de los casos, a que los yacimientos in-
vestigados no han revisado sus cronologas y contextua-
lizado las mismas respecto a los estadios isotpicos. Por
ello, entre parntesis, situamos de manera aproximada
las dataciones que corresponden a estas clasificaciones
glaciares.
VELEIA, 26, 2009
fundamentadas en la reconstruccin de tres refugios con sus estructuras de combustin asociadas.
Esta otra perspectiva se basa en la aplicacin del modelo de anillos y sectores de Stapert (1992).
Este investigador bas su mtodo analtico en los datos de la observacin etnogrfica, que recoge
informacin acerca de las zonas sobre las que van a parar los residuos que tiran los individuos. Su
mtodo se centra en las formas que se difunden desde un centro caracterstico, como una hogue-
ra o una tienda. Establece dos tipos de distribuciones: unimodal y bimodal. Para la primera afirma
que ninguna de ellas contiene evidencias de rastros de tiendas o cabaas. El anlisis de anillos y sec-
tores revel un patrn unimodal en el yacimiento de Rheindalhen, donde excav Stapert. Conclu-
y, de manera hipottica, que dicho yacimiento se form al aire libre y que el espacio libre ocupaba
el lugar de un posible rbol. Gamble (2001: 198) intenta aplicar este mtodo a Bilzingsleben. Para
l, los abundantes restos de madera de la tercera estructura, que presenta adems una gran disper-
sin de carbones, se originaron de un rbol cado que los homnidos haban quemado all mismo.
El hecho de que las aperturas de los supuestos refugios tengan una orientacin hacia el Sur puede
deberse, por ejemplo, a los vientos predominantes o al sentido de la cada de los rboles, provocada
por la accin de los castores.
En cambio, en el yacimiento britnico Swanscombe, situado a la orilla del ro Tmesis, s se han
encontrado pequeos carbones. Hasta hace poco se consideraba que eran los restos de pequeas
hogueras intencionadas de arbustos que, al igual que se pensaba en Torralba y Ambrona (Dennell,
1999: 77; Howell, 1965), servan para dirigir la caza a un determinado lugar. Los trozos carboniza-
dos fueron sometidos a anlisis qumicos que determinaron que se trataba de restos de plantas que-
madas producidas por alteraciones trmicas moderadas. Tambin el slex presentaba enrojecimien-
tos y fisuras que en un principio parecan evidenciar su quema. Oakley (1964: 64) reexamin los
huesos quemados y los tiles de slex, y concluy que no haba restos de combustin en ninguno
de ellos. Sin embargo, en lo que respecta a los carbones, consider muy difcil que en climas tem-
plados acontecieran incendios naturales.
Dos de los yacimientos franceses con evidencias tempranas son Terra Amata y Grotte de
LEscale. En el primero las excavaciones de los aos sesenta revelaron una serie de estructuras de com-
bustin. Segn Lumley (1966: 40-42; 1967; 1969: 43; Lumley y Boone, 1976: 630) aparecen va-
rias de stas (de 30 a 50 cm de dimetro) habilitadas en pequeas fosas con enlosado de cantos,
que a veces estn protegidas de los vientos dominantes por un murete de piedras. En un principio
este yacimiento arroj una cronologa entre 250 y 400 Ka., pero posteriormente se analizaron dos
slex quemados por TL, dando como resultado una fecha de 230 Ka. (Wintle y Aitken, 1977: 125).
Adems de estas estructuras, tambin se han localizado slex quemados, carbones (identificados
como Pinus sylvestris), cenizas, reas carbonizadas y conchas de mejilln calentadas. Sin embargo,
no se conoce ningn resto de huesos quemados (James, 1989: 7).
En cuanto a La Grotte de LEscale, son dos los niveles que contienen trazas de fuego, B y G. En
el nivel G entre cinco y seis hogueras superpuestas, representadas por reas rojizas de un metro de
dimetro, estn marcadas por una capa de cenizas y de carbones de madera que reposan sobre un
suelo fuertemente rubefactado. En el nivel B, los restos de fuego estn muy diseminados. A pesar de
ello se pueden definir doce hogueras. Se encuentran numerosas piedras quemadas y carbones de ma-
dera bien definidos (Bonifay, 1976b: 55-56; Yar y Dubois, 1999: 29). Barbetti et al. (1980: 299)
realizaron anlisis paleomagnticos, demostrando que las reas haban sido quemadas. Ahora bien,
el problema es que, aparte de estos materiales quemados, slo aparecen unas lascas de caliza como
material en los depsitos (James, 1989: 7) y la cronologa an no est bien definida, ya que diversos
investigadores apuntan fechas contradictorias. Para Bonifay, estas estructuras de combustin se si-
tan en el estadio Mindel medio y superior, datados a travs de la fauna, la flora, y la palinologa, en
VELEIA, 26, 2009
700-600 Ka. (Bonifay, 1976b: 50; Lumley y Boone, 1976: 10; Yar y Dubois, 1999: 29). Sin embar-
go James (1989: 2) ajusta su datacin en torno a los 250-300 Ka.
En el ao 1988 comenzaron las excavaciones en el yacimiento palentino de San Quirce del
Ro Pisuerga, en la zona de Los Llanos. Este yacimiento se enmarca dentro de la investigacin de
Miguel ngel Arniz sobre las ocupaciones humanas en el curso alto del ro Pisuerga durante el
achelense. Salvo Los Llanos el resto de los yacimientos documentados carecen de un contexto es-
tratigrfico. Las cuatro campaas de excavacin se centraron en dos puntos: el Sector I y el Sec-
tor II, situados uno frente al otro, en los cortes Sur y Norte de los sedimentos expuestos por una
explotacin de ridos. En el sector I, en la zona Este se reconoci un pequeo testimonio de fue-
go no asociado a elementos de proteccin, que presentaba una morfologa circular con seccin
lenticular. Semejante estructura estaba constituida por un hoyo de 20 10 0,7 cm colmatado
de cenizas. Sin embargo, los elementos repartidos en sus proximidades no mostraban agrupacio-
nes significativas y bien diferenciadas del resto. Arniz arguy que la densidad no muy amplia de
material, unida a su poca transformacin y reducida variedad tipolgica, revelaba una ocupacin
breve y transitoria destinada posiblemente a realizar actividades limitadas temporalmente (Arniz,
1990: 29; 1995: 22).
Existen numerosos yacimientos en Francia con restos de hogueras muy bien conservados,
como es el caso de Achenheim. En el suelo 81, en la parte inferior de la serie III, se encuentra
un conjunto de hogueras constituidas por zonas rubefactadas ms o menos desplazadas por la
erosin. Huesos, cantos partidos y retocados, as como fragmentos de piedra, acompaan a es-
tas estructuras de combustin. Se puede remontar a la fase de transicin entre los glaciares Min-
del-Riss, aproximadamente hace unos 300-250 Ka. (Yar y Dubois, 1999: 32). Otro yacimiento
destacable es la Grotte dAldne. En el sector Noroeste del nivel I
2
(Mindel-Riss, 300-250 Ka.),

apareci una acumulacin de cenizas de 105x90x15-20 cm. Las cenizas contenan astillas de hue-
so que a menudo estaban quemadas aunque, desgraciadamente, no ha podido ponerse en evi-
dencia la construccin efectiva de un fuego. (Barral y Simone 1976: 255-256; Lumley y Boone,
1976: 635; Yar y Dubois, 1999: 32).
Situado al Sur de los Pases Bajos encontramos el yacimiento de Maastricht-Belvdre. En la
hoya de arena y grava que lo constituye (Roebroeks, 1988: 282) han sido exploradas a fondo sie-
te zonas principales (B, C, F, G, H, K, N). Gracias al slex quemado aparecido en la zona C, se ha
podido datar el mismo por TL entre 300-238 Ka. (ibid: 124). Esta zona C pone de manifiesto una
gran diversidad de episodios de corta duracin dentro del permetro de una superficie excavada de
264 m
2
. En l se localizaron 3.067 tiles (159 slex estaban quemados y 132 de ellos son artefac-
tos), un grupo de pequeos fragmentos de ocre, restos de fauna y varios miles de pequeos frag-
mentos de carbn vegetal (la mayora de menos de 3 mm) concentrados en dos grupos: uno, el ms
grande, en el extremo Noroeste y otro, de menor tamao, en el Este del yacimiento (ibid.: 34). Es-
tos restos fueron excavados con cuidado para poder establecer su origen, sobre todo cuando apare-
cieron dos slex quemados (no eran artefactos) encima del rea de carbn ms grande. Pero la gama
de tamaos del grupo de piedras (los dos slex del centro de la mancha y los restantes que la bor-
dean) era muy grande, lo que fue interpretado como el resultado de un proceso natural. Adems,
Stapert (1992: 2-201) aplic su ya mencionado mtodo de anlisis a la concentracin situada ms
al sur, en el yacimiento C, con el fin de comprobar si podan aparecer indicios de cabaas o estruc-
turas de combustin. El resultado fue una distribucin unimodal muy marcada, separada del cen-
tro de la mancha donde aparecan las piedras y los tiles con indicios de haber sido quemados. La
aplicacin del modelo de los anillos y sectores sugiere la presencia de restos de una hoguera a cielo
abierto. No hay seales de cabaas (Gamble, 2001: 288-290). Roebroeks (1988: 36-37) concluye
VELEIA, 26, 2009
que el origen de esta concentracin se adscribe a causas naturales, interpretacin tambin corrobo-
rada por los gelogos del yacimiento.
El yacimiento mejor conservado fuera de Francia es el valenciano de Cova Bolomor. Este ya-
cimiento ha proporcionado una importante cronoestratigrafa correspondiente al Pleistoceno me-
dio (Fernndez Peris, 2001: 8; 2003: 44-45; Fernndez Peris et al. 2000: 16-17). La secuencia
est constituida por 17 niveles que superan los 250 Ka. Los materiales arqueolgicos se hallan en
muy buen estado de conservacin y en posicin primaria. Es el nico yacimiento peninsular que
documenta elementos de combustin dentro de una amplia secuencia estratigrfica del Pleisto-
ceno medio. Entre los niveles XII-XVII (350-150 Ka.), no hay evidencias de fuego. Sin embar-
go, a partir del estrato XI (OIS 6), todos los niveles muestran evidentes pruebas de la utilizacin
y control sistemtico del fuego (presencia de cenizas, slex y huesos quemados, manchones rube-
factados subcirculares). Entre los niveles XI y I (150-100 Ka.), se constata la utilizacin reitera-
da y planificada durante cerca de 50.000 aos. En concreto, los niveles II, IV y XI han deparado
restos de estructuras de combustin. En el primero se documentaron posibles vaciados de ceni-
zas entre brechas, debidas a la limpieza de dichas estructuras para la preparacin de otras nuevas.
En el nivel IV se encuentran huellas de tres fuegos de forma subcircular con rubefacciones rojizas
y cenizas. Uno de ellos incluye piedras en la base con rastros de termoalteracin. En el nivel XI
(150 Ka.) se sitan dos estructuras de combustin con una potencia de 2-10 cm y dimensiones
entre 0,5-1,3 m de dimetro mximo. Son restos de hogueras simples, sin estructuracin inter-
na y posiblemente alineados en el rea externa del yacimiento (Fernndez Peris, 2003: 44-45). En
octubre del ao 2004 se public en prensa el hallazgo de una estructura de combustin en el ni-
vel XIII, con una datacin de 250- 290 Ka. De ser as sera uno de los primeros restos de hogue-
ras hallados in situ en toda Europa (Joan, 2004: 72). Habr que esperar a que publicaciones cien-
tficas venideras corroboren el descubrimiento.
En Atelier Commont (Francia) se documentan slex quemados del achelense medio o comienzo
del Riss (Sonneville-Bordes, 1989: 227), as como carbones y estructuras de combustin. Se pien-
sa que todos los restos hallados pueden pertenecer al fondo de una cabaa (Lumley y Boone, 1976:
636; Yar y Dubois, 1999: 36). En el nivel VIII de la Grotte Vaufrey (Mellars 1996: 296; Rigaud y
Geneste, 1988) no se han encontrado estructuras de combustin, aunque los arquelogos identifi-
caron dos reas donde probablemente s pudo haberlas debido a la concentracin de restos de car-
bn y huesos quemados. Adems Binford, segn James (1989: 8), seala la presencia de algunos
huesos quemados entre los muchos que hay con manganeso. En este caso se trata de un yacimien-
to problemtico, puesto que no hay evidencias de estructuras de combustin o reas rojizas y no es
posible averiguar a ciencia cierta el origen de esa combustin en los huesos.
Un caso curioso es el del yacimiento britnico de Pontnewydd ya que, con la presencia de un
solo ncleo de silex quemado, algunos investigadores sugieren que los homnidos ya usaron el
fuego en el tardo Pleistoceno medio (Green et al. 1981: 710). Otro punto con escasas eviden-
cias de fuego es el yacimiento, tambin britnico, de Marks Tey, donde se realizaron anlisis po-
lnicos que sugirieron la existencia de una deforestacin interglaciar (Turner, 1975: 288-289).
El bosque formado por especies de avellanos (Corylus), olmos (Ulmus) y tejos (Taxus) decrece en
favor de las gramneas, lo que se interpret en un principio como un incendio forestal, ya que
Turner (1975: 288) no cree que dicho fenmeno fuese causado por los homnidos. Nuevos an-
lisis demostraron que aparte de crecer las gramneas (Gramineae), tambin aumentaban los pi-
nos (Pinus) y los abedules (Betula), algo comn en el cambio de fases interglaciares a glaciares y
que, por tanto, no era un fenmeno imputable a los incendios. Pues bien, en dicho lugar se han
encontrado hachas de mano y ciertos carbones macroscpicos que Turner (1970: 430) conside-
VELEIA, 26, 2009
ra que no son producto de los incendios, sino que son el resultado de la manipulacin del fue-
go por parte de los homnidos. Un ejemplo parecido lo constituye el tambin britnico Hoxne,
en el que un descenso de la vegetacin de hoja caduca (robles) y un crecimiento de gramneas
coincide con la aparicin de artefactos achelenses. Sosteniendo que los cambios de vegetacin no
podran responder a cambios climticos, West (1956: 337; West y McBurney, 1955: 135) sugi-
ri que la presencia de una pieza de carbn encontrada junto con industria en el mismo contex-
to del cambio de la flora, podra interpretarse como una serie de transformaciones que se deben
al fuego en la naturaleza y no a los cambios climticos. Ello fue la causa de la deforestacin.
Sin embargo algunos malinterpretaron las hiptesis de West (Oakley, 1956: 41; Roe 1981: 48;
Wymer, 1982: 127), ya que pensaron que, debido a la asociacin de bifaces y el carbn, el fue-
go pudo deberse a la accin humana. Turner (1975: 288) ha apuntado que tanto l como West
no creen en el papel de los humanos como un factor causal en la deforestacin y consider que
Oakley interpret mal las declaraciones de West. Por todo ello es muy difcil contar con dichas
evidencias para suponer un posible uso del fuego.
La mejor prueba de la existencia de restos de hogueras se encuentra en cuevas y abrigos. En
Pech de lAz II (Francia), Sonneville-Bordes aplic su anlisis funcional a las hogueras achelenses
del yacimiento. En l distingui tres estructuras diferentes: hogueras amorfas, situadas directamen-
te sobre el suelo, sin una preparacin especial y que corresponden a fuegos de corta duracin (se
localizan en el nivel 7c, situado en el Riss II); hogueras enlosadas, constituidas por un pavimento
de placas calcreas, interpretadas como estructuras de combustin para cocinar y utilizadas de ma-
nera repetitiva o prolongada (nivel 7c, Riss IIc base); hogueras en cubeta, conformadas por una pe-
quea depresin en el suelo que facilita la aireacin del fuego (nivel 7b, Riss IIb) (Sonneville-Bor-
des, 1989: 227-228).
Para finales del Pleistoceno medio destaca La Cotte (Gran Bretaa), donde aparecen abundan-
tes restos de cremacin. Se intentaron buscar indicios de estructuras de combustin pero sin xito
(Callow et al. 1986). Algo parecido ocurre en la cueva de Lazaret (Francia) donde Lumley, identi-
fica diez concentraciones pobres en objetos y muy ricas en carbones de madera y de cenizas. Este
autor seala que las evidencias podran ser pequeos restos de hogueras para alumbrar la cabaa
interna de la cueva. Este nivel corresponde al Riss III (150 Ka.) (Lumley, 1969; 2004; Lumley y
Boone, 1976: 637-638). Otros yacimientos franceses de finales del Pleistoceno medio son Orgnac 3
y Fontechevade con sendas estructuras de combustin (Lumley y Boone, 1976: 642; James, 1989: 8;
Yar y Dubois, 1999: 30) (Figura 5).
El conocido yacimiento granadino de Solana del Zamborino (Espaa), fue originalmente in-
terpretado como un antiguo cazadero en un entorno lacustre (Botella 1976; Botella et al. 1976).
En las campaas de excavacin de principios de los aos 70 se realizaron tres cortes, que propor-
cionaron tres niveles distintos (A, B, C), siendo el B, ubicado en el achelense superior, el ms rico
en material arqueolgico. En el corte 3 del nivel B se hallaron 1.160 registros, incluidos dos frag-
mentos de tamao apreciable de madera carbonizada. Adems, tambin se comprueba la existencia
de dos suelos de ocupacin dentro del mismo estrato, que no pueden estar muy distanciados en el
tiempo, dada la poca separacin entre ellos y la rapidez con la que se form el depsito de relleno
(Botella et al. 1976: 29). El nivel inferior de ocupacin ha quedado explicado por la presencia de
una zanja, en cuyo fondo se localizaron numerosos cantos de cuarcitas y huesos (ibid. 1976: 11).
Los investigadores llegaron a la conclusin, muy en la lnea de las reconstrucciones propuestas en la
poca para Torralba y Ambrona, de que semejante estructura se debi a la mano del hombre, con
el fin de utilizarlo como trampa para cazar las presas dirigidas intencionalmente hacia all. stas,
una vez cadas en la trampa, seran rematadas con los cantos de cuarcitas que aparecen de manera
VELEIA, 26, 2009
Figura 5. Localizacin de los principales yacimientos europeos del Pleistoceno medio con evidencias de fuego
abundante en el yacimiento (ibid. 1976: 31). Tambin en dicho nivel B y en el suelo de ocupacin
inferior se encontr, junto a la zanja, una estructura de combustin constituida por la disposicin
en crculo de cinco cantos de cuarcita, con un tamao de entre diez y quince centmetros, en cuyo
interior se hallaron abundantes restos de carbn y esquirlas de hueso quemado, presentando igual-
mente las cuarcitas huellas de la accin del fuego, especialmente en la cara interior. Alrededor de
esta estructura haba gran cantidad de restos de carbn, as como varias piezas dentarias y huesos
largos quemados. (ibid. 1976: 30). En general, en el nivel B se constata la presencia de manchas
ms o menos extensas de carbn vegetal, que algunas veces coinciden con zonas de mayor concen-
tracin de huesos. Botella et al. sugieren que podra interpretarse de dos maneras: la primera, de-
bido a incendios por causas naturales de la vegetacin circundante; la segunda, debido a incendios
intencionales realizados por el hombre para conducir a las presas hacia el lugar idneo para su caza.
(ibid. 1976: 32).
Hasta hace unos aos se pensaba que las lanzas de madera halladas en Clacton (Gran Bretaa)
y Lehringen (Alemania) haban sido endurecidas por el fuego, constituyendo as una prueba indi-
recta del uso del fuego en el Pleistoceno medio. Posteriormente se mostr que no presentaban ta-
VELEIA, 26, 2009
les evidencias (Dennell, 1999: 77; James, 1989: 9). En Tnchesberg (Alemania), Conrad (1992)
identifica lo que parece ser una estructura de combustin con carbn vegetal y slex quemado, pero
sin gran conviccin.
Los yacimientos de Port Pignot y La Roche Gltan (Francia) tienen problemas para datarse por
TL, debido a la radioactividad del suelo. A pesar de ello, los hallazgos estn contextualizados en el
Paleoltico inferior. En Port Pignot se ha encontrado restos de una hoguera rectangular, mientras
que en La Roche Gltan se ha localizado un gran nmero de hogueras, muchas de la cuales estn
superpuestas y situadas contra la pared de la cavidad que se interpretan como una ocupacin conti-
nua y para protegerse de los vientos marinos dominantes (Michel, 1989: 131-134).
5. Conclusiones y discusin
Slo dos de los yacimientos africanos del Pleistoceno inferior poseen evidencias de uso antrpi-
co del fuego, Chesowanja y el yacimiento FxJj 20M de Koobi Fora. El resto no muestran pruebas
lo suficientemente contundentes del uso de fuego por los primeros humanos, ya que la mayora de los
casos se tratan de fenmenos naturales. El principal problema es que muchos de estos yacimientos
se encuentran a la intemperie, con la consiguiente mala conservacin que puede derivarse de un
clima seco y al aire libre, como es el caso de la sabana africana. Adems, los incendios, a lo largo
de su ciclo anual, pueden ser frecuentes y ocasionar problemas a la hora de dilucidar si los restos de
combustin son debidos a causas naturales o no. A pesar de todo, los datos, aunque fueran verdi-
cos, siguen siendo insuficientes para atribuir un uso temprano del fuego en frica. Segn Perls
(1989: 110) para indicar la existencia del uso del fuego por los primeros humanos es necesario de-
mostrar a la vez la realidad de una combustin y su carcter intencional. No estamos de acuerdo
con esta aseveracin, puesto que es posible la conservacin de restos de combustin antrpicos y a
la vez no poder saber su carcter intencional.
Hasta que el descubrimiento de arcilla quemada en Chesowanja sugiri que el fuego pudo usar-
se en el frica oriental hace 1,5 Ma., se consideraba que el fuego era una de las principales inno-
vaciones que permitieron al hombre colonizar las latitudes septentrionales un milln de aos des-
pus. En cierta forma esto sigue siendo cierto, pues desconocemos el uso que se dio al fuego en
Chesowanja (Dennell, 1999: 77). En todo caso, este momento cronolgico coincide con el au-
mento del carnivorismo en la dieta humana (Foley, 2001) y, quizs, con el comienzo de la ingesta
de comida cocinada, tal y como sealan Wrangham et al. (1999: 567). Ya para el Pleistoceno me-
dio encontramos ms abundancia de testimonios en frica aunque todos los citados en este trabajo
no son, en ningn modo, concluyentes puesto que casi todos presentan dudas acerca de su posible
origen antrpico. No deja de ser curioso que los dos yacimientos ms antiguos tengan unas eviden-
cias mucho ms convincentes que los ms modernos.
Por lo que respecta a Europa, y a pesar de documentarse algunos hallazgos, stos no son sufi-
cientes como para conocer si los primeros pobladores europeos trajeron consigo el fuego. En cuan-
to a Asia, los yacimientos del Pleistoceno inferior no se pueden tener actualmente en cuenta por
varias circunstancias. En primer lugar, porque es casi imposible diferenciar el origen antrpico del
natural; en segundo lugar, sobre todo Xihoudu, porque es complicado afirmar que la industria
aparecida pueda calificarse como tal; en tercer lugar, los huesos pueden presentar esas coloraciones
debido al manganeso; y por ltimo, las dataciones en ambos yacimientos son muy problemticas.
Es necesario, pues, realizar nuevas revisiones y obtener nuevas conclusiones. Algo parecido ocurre
con los yacimientos asiticos del Pleistoceno medio, como Chukutin, que an hoy en da es tema
VELEIA, 26, 2009
de debate entre muchos cientficos. Segn nuestra opinin, aunque haya restos quemados de ori-
gen antrpico, stos siguen siendo muy escasos para poder afirmar siquiera que hubiese un uso de
fuego por parte de los homnidos. Lo mismo se puede decir de Jinniushan.
Sin embargo, el panorama mesopleistoceno en Europa es ms favorable, ya que es posible com-
probar claramente que a partir de los 400-350 Ka. los indicios del uso del fuego estn suficiente-
mente probados. Adems, el nmero de estructuras de combustin ha aumentado de manera con-
siderable, y aunque hay algunas cuya presencia no est totalmente constatada, esta cantidad nos
indica la existencia de una domesticacin del fuego. Los yacimientos ms antiguos en Europa se
documentan en Francia, Mnez-Dregan 1 y Grotte N.1 du Mas des Caves. Ambos conservan
perfectamente estructuras de combustin y estn datados con cronologas absolutas. Adems, la
morfologa de las hogueras suele ser variada. Segn Perls (1976: 679), la mayora de las formas ya
se documentan en el Paleoltico inferior, y su desarrollo masivo tendr lugar en el Paleoltico supe-
rior. Esta conclusin nos lleva a cuestionar, una vez ms, la asuncin de una posible evolucin de
hogueras simples a complejas. Quizs pudieron coexistir varios modelos de fogatas y que esta con-
vivencia se debiera a consideraciones de diversa ndole, tales como el lugar de habitacin, las nece-
sidades del momento o la climatologa, por citar algunas causas posibles.
Tambin debemos sealar que no es extrao que los restos mejor conservados y ms abundantes se
encuentren en Francia. La mayora de ellos se sitan en cuevas, con lo que las garantas de una buena
conservacin de los hallazgos son mayores (Terra Amata, Grotte de LEscale o Pech de lAze II, por
ejemplo). Al mismo tiempo, podemos comprobar que muchas de estas reas de combustin se loca-
lizan encima de autnticos suelos de ocupacin. Las hogueras, pues, se hallan in situ, muchas veces
con todos los elementos que las caracterizan, resultando ms fcil analizar cada componente y ave-
riguar su posible funcionalidad. Adems, aparte de la buena conservacin de los yacimientos, Fran-
cia ha gozado siempre de una larga tradicin en los estudios de la Prehistoria, lo que hace que se
trate de uno de los pases con ms yacimientos paleolticos excavados. Sin embargo, los problemas
de datacin, absoluta o relativa, estn lejos de ser totalmente resueltos (Perls, 1989: 111) y nos es
imposible aqu entrar en una discusin crtica de la posicin cronoestratigrfica de cada yacimien-
to. Muchos no figuran en los artculos con sus cronologas absolutas, sino con las relativas. Tam-
bin hay que tener en cuenta que las divisiones cronolgicas del Cuaternario no son categricas, y
ms an cuando manejamos bibliografa y yacimientos excavados hace ms de cuarenta aos.
Los hallazgos de los restantes yacimientos europeos son mucho ms problemticos, tales como
Vrtesszlls (Hungra), Bilzingsleben (Alemania), Swanscombe (Gran Bretaa), Maastricht-Belvdre
(Paises Bajos), Pontnewydd (Gran Bretaa), Marks Tey (Gran Bretaa), Hoxne (Gran Bretaa), Tn-
chesberg (Alemania). Todos ellos, aunque tengan cronologas y campamentos estacionales verifi-
cados, las pruebas que poseen acerca de las estructuras de combustin o ciertos elementos de las
mismas son ms que dudosas y muchas veces estos restos se deben a causas naturales. Es interesan-
te observar que la mayora no se sitan en cuevas. No es posible, por tanto, tener en cuenta estos
ejemplos como referentes del uso del fuego.
Sin embargo, publicaciones recientes han puesto de manifiesto la existencia de otros dos ya-
cimientos con cronologas bastante antiguas. El primero de ellos es el yacimiento de Beeches Pit
(Gran Bretaa) que parece tener, de momento, estructuras de combustin y materiales arqueolgi-
cos termoalterados en buena conservacin. Y el segundo yacimiento es Qesem Cave (Israel) en don-
de se han localizado en sus unidades inferiores unas tres estructuras de combustin. Con estos dos
yacimientos suman ya varios los que poseen una cronologa cercana a los 400 Ka. y en lugares tan
alejados unos de otros, lo que nos lleva a pensar que la domesticacin del fuego ya se conoca en
muchas reas de Europa y Prximo Oriente en estas fechas tan tempranas.
VELEIA, 26, 2009
El yacimiento ms antiguo y mejor contextualizado en Espaa es Cova Bolomor, donde se han
hallado hogueras perfectamente delimitadas, en muy buen estado de conservacin y con unas cro-
nologas bien definidas. Los otros dos yacimientos espaoles aqu citados, Solana del Zamborino y
San Quirce del Ro Pisuerga, podran poseer autnticas estructuras de combustin, pero sera im-
prescindible una revisin de ambos y nuevas publicaciones que corroboren estos hallazgos. De to-
das maneras son, con mucho, de las pocas reas de combustin que mejor se definen, exceptuando
a Francia, en todo el mbito europeo.
El listado de yacimientos con posibles evidencias de fuego incluye algunos ejemplos que no
han sido tratados aqu con detalle. Entre ellos podramos citar Bianche-Saint-Vaast (Francia),
Cagny-lEpinette (Francia) Krlich (Alemania), LArag (Francia), Ehringsdorf (Alemania) y To-
rre in Pietra (Italia).
Otro aspecto interesante a destacar es que la mayora de los trabajos de sntesis acerca de los ya-
cimientos existentes en el mundo con restos de combustin se publicaron hace al menos una vein-
tena de aos. As, encontramos en ellos lugares que en la actualidad se han descatalogado como
posibles entornos con evidencias de fuego. Es el caso de Torralba y Ambrona, citado por Dennell
(1999: 77), James (1989: 7), Perls (1976: 681), De ah que, tal y como pretende el presente tra-
bajo, se haga necesaria la ejecucin de un nuevo estado de cuestin donde se desechen aquellos que
ya no tienen cabida y se integren nuevos testimonios. Aunque se piensa que el fuego es una de las
tecnologas ms antiguas del hombre, el uso ms sistemtico y ms amplio del mismo se documen-
ta arqueolgicamente a partir de los 400 Ka. Tal y como dijimos al comienzo de este trabajo, an
nos queda un largo camino por recorrer, puesto que muchas de las teoras existentes se han basado
en supuestos ya preestablecidos y porque, a pesar de que no se han localizado estructuras mucho
ms antiguas, eso no significa que no existieran.
Diana Gmez de la Ra
Fernando Diez Martn
Departamento de Prehistoria y Arqueologa
Universidad de Valladolid
Pza. del Campus, s/n, 47011-Valladolid
[email protected] (DGR)
[email protected] (FDM)
Bibliografa
Arniz, M.A., 1990, Ocupaciones humanas en el curso alto del Ro Pisuerga en el contexto del Achelense Antiguo:
el yacimiento de Los Llanos (San Quirce del Ro Pisuerga). Actas del II Congreso de Historia de Palencia, Palencia
1989, pp. 25-42.
, 1995, El Paleoltico Inferior en el tramo medio-alto del ro Pisuerga: situacin actual de la investigacin. Actas
del III Congreso de Historia de Palencia, Palencia 1995, pp. 11-33.
Balter, M. 2004, Earliest Signs of Human-Controlled Fire Uncovered in Israel. Science 304, pp. 663-665.
Barbetti, M., J.D. Clark, F.M. Williams, M.A. Williams, 1980, Paleo-magnetism and the search for very ancient
fireplaces in Africa, Anthropologie 18, pp. 299-304.
Barral, L., S. Simone, 1976, Le Plistocne moyen a la Grotte dAldne, Provence et Languedoc Mditerranen sites
Palolithiques et Nolithiques, Actes du IX Congrs de lUnion Internationale des Sciences Prhistoriques et Protohistori-
ques, pp. 255-266.
Bellomo, R.V. 1994, Methods of determining early hominid behavioral activities associated with the controlled use of
fire at FxJj 20 Main, Koobi Fora, Kenya. Journal of Human Evolution 27, pp. 173-195.
VELEIA, 26, 2009
Bellomo, R., W. Kean, 1997, Evidence of hominid controlled fire at the FxJj 20 site complex, Karari escarpment, en:
G. Isaac, B. Isaac (eds.), Koobi Fora Research Project V, Oxford: Clarendon Press, pp.233-224.
Binford, L.R., C.K. Ho, 1985, Taphonomy at a distance: Zhoukoudian, The cave home of Beijing man?, Current
Anthropology 23, pp. 10-108.
Boaz, N.T., R.L. Ciochon, X. Qinqi, L. Jinyi, 2004, Mapping and taphonomic analysis of the Homo erectus loci at
Locality 1 Zhoukoudian, China, Journal of Human Evolution 46, pp. 519-549.
Bonifay, E., 1976, Grottes du Mas des Caves. Provence et Languedoc Mditerranen Sites Palolithiques et Nolithiques,
Actes du IX Congrs de lUnion Internationale des Sciences Prhistoriques et Protohistoriques, pp.197-204.
, 1976b, Grotte de LEscale. Provence et Languedoc Mditerranen sites Palolithiques et Nolithiques, Actes du
IX Congrs de lUnion Internationale des Sciences Prhistoriques et Protohistoriques, pp.50-56.
, 1969, Traitement thermique du silex au Solutren, Bulletin de la Socit Prhistorique Franaise 66(7),
pp. 197.
, 1992, Leons sur le Palolithique. Notions de gologie quaternaire, Paris, C.N.R.S.
Bosinski, G., 1996, Les origines de lhomme en Europe et en Asie. Atlas des sites du Palolithique infrieur, Paris: Editions
Errance.
Botella, M., 1976, Excavaciones arqueolgicas en el yacimiento achelense de la Solana del Zamborino, Fonelas (Gra-
nada), Noticiario Arqueolgico Hispnico 5, pp. 26-32.
Botella, M., I. Marqus, A. de Benito, A. Ruiz, M.T. Delgado, 1976, La excavacin de la Solana del Zamborino
y sus resultados arqueolgicos, Cuadernos de Prehistoria de la Universidad de Granada 1, pp. 25-45.
Brain, C.K., 1967, Procedures and some results in the study of Quaternary cave fillings, en: W.W. Bishop, J.D. Clark
(eds.), Background to evolution in Africa. Chicago: University of Chicago Press, pp. 285-301.
Brain, C.K., A. Sillen, A., 1988, Evidence from the Swartkrans cave for the earliest use of fire, Nature 336, pp. 464-466.
Broca, P., 1870, Lart de faire du feu est-il une caractristique de lhomme? (Discussion aprs la communication de
M. Dureau), Bulletins de la Socit dAnthropologie de Pars, 3
me
srie 5, pp. 76-85.
Callow, P., D. Walton, C.A. Shell, 1986, The use of fire at La Cotte de St. Brelade, en: P. Callow, J.M. Cornford
(eds.), La Cotte de St. Brelade 1961-1978. Excavations by C.B.M. McBurney, Norwich: Geo Books, pp.193-195.
Canti, M.G., N. Linford, 2000 The effects of fire on archaeological soils and sediments: temperature and colour
relationships, Proceedings of the Prehistoric Society 66, pp. 385-395.
Clark, J.D., H. Kurashina, 1979, Hominid occupation of the east-central highlands of Ethiopia in the Plio-Pleistocene,
Nature 282, pp. 33-39.
Clark, J.D., J.W.K. Harris, 1985, Fire and its roles in early hominid lifeways, The African Archaeological Review 3,
pp. 3-27.
Conrad, N.J., 1992, Tnchesberg and its position in the Palaeolithic prehistory of northern Europe, Bonn: Rmisch-
Germanisches Zentralmuseum Mainz, Monograph 20.
Delluc, G., B. Delluc, M. Roques, 1995, La nutrition prhistorique, Prigueux, Pilote 24.
Dennell, R.W., 1999, Prehistoria econmica de Europa. Una nueva aproximacin, Barcelona, Crtica.
Diez Martn, F., 2005, El largo viaje. Arqueologa de los orgenes humanos y las primeras migraciones, Barcelona: Bellaterra.
Fernndez Peris, J., 2001, Una aproximaci als nostres orgens humans, LAven 6, pp. 3-14.
, 2003, Cova Bolomor (La Valldigna, Valencia). Un registro paleoclimtico y arqueolgico en un medio krsti-
co, Sociedad Espaola de Espeleologa y Ciencias del Karst 4, pp. 34-47.
Fernndez Peris, J., P. Guillem, P., R. Martnez, 2000, Cova del Bolomor (Tavernes de la Valldigna Valencia).
Datos cronoestratigrficos y culturales de una secuencia del Pleistoceno medio, Actas del III Congreso de Arqueologa
Peninsular, Oporto1999, pp. 81-94.
Foley, R., 2001, The evolutionary consequences of increased carnivory in hominids, en C. Stanford, H. Bunn (eds.),
Meat-eating and human evolution, Oxford: University Press, pp. 305-331.
Frazer, J.G., 1986, Mitos sobre el origen del fuego, Barcelona: Alta Fulla.
Gamble, C., 2001, Las sociedades paleolticas de Europa, Barcelona: Ariel Prehistoria.
Goldberg, P., S. Weiner, O. Bar-Yosef, X. Qinqi, L. Jinyi, 2001, Site formation processes at Zhoukoudian, China,
Journal of Human Evolution 41, pp. 483-530.
Goren-Inbar, N., N. Alperson, M.E. Kislev, O. Simchoni, Y. Melamed, A. Ben-Nun, E. Werker, 2004, Evi-
dence of Hominid control of fire at Gesher Benot Yaaqov, Israel, Science 304, 725-727.
Gowlett, J.A., 2006, The early settlement of northern Europe: Fire history in the context of climate change and the
social brain, Palevol 5, pp. 299-310.
VELEIA, 26, 2009
Gowlett, J.A., J.W.K. Harris, D. Walton, B.A. Wood, 1981, Early archaeological sites, hominid remains and
traces of fire from Chesowanja, Kenia, Nature 294, pp. 125-129.
Green, H. S., C.B. Stringer, S.N. Collcut, A.P. Currant, J. Huxtable, H.P. Schwarcz, N. Debenham, C. Emble-
ton, P. Bull, T.I. Molleson, R.E. Bevins, 1981, Pontnewydd Cave in Wales: a new Middle Pleistocene hominid
site, Nature 294, pp. 13-707.
Gusejnov, M.M., 1985, Drevnij Paleolit Azerbajdzana. Baku, Akad Nauk Azerbajdzanskoj SSR.
Hallegouet, B., S. Hinguant, A. Gebhardt, J.L. Monnier, 1992, Le gisement palolithique infrieur de Mnez-
Drgan 1 (Plouhinec, Finistre). Premiers rsultats des fouilles, Bulletin de la Socit Prhistorique Franaise 89, pp. 77-81.
Howell, F.C, 1965, Early man, Londres: Time Life Books.
James, S. R., 1989, Hominid use of fire in the Lower and the Middle Pleistocene: A review of the evidence, Current
Anthropology 30, pp. 1-26.
Joan, M., 2004, Descubren en la Cova del Bolomor restos del fuego domstico ms antiguo de Europa, Diario Levante
(2-10-2004), pp. 72.
Karkanas, P., R. Shahack-Gross, A. Ayalon, M. Bar-Matthews, R. Barkai, A. Frumkin, A. Gopher, M.C. Stiner,
2007, Evidence for habitual use of fire at the end of the Lower Paleolithic: Site-formation processes at Qesem Cave,
Israel, Journal of Human Evolution 53, pp. 197-212.
Keates, S., 2000, Early and Middle Pleistocene hominid behaviour in Northern China, Oxford, BAR, International Series 863.
Kretzoi, M., V.T. Dobosi, 1990, Vrtesszlls: man, site and culture, Budapest: Akadmiai Kiad.
Leguay, M., 1870, Lart de faire du feu est-il une caractristique de lHomme? (discussion aprs la communication de
M. Dureau), Bulletin de la Socit dAnthropologie de Paris 5, pp. 96-111.
Lucrecio, 1990, De la naturaleza de las cosas, Madrid: Ctedra Letras Universales.
Lumley, H., 1966, Dcouverte dhabitats de lAcheulen ancien, dans des dpts mindliens, sur le site de Terra Amata
(Nice, Alpes-Maritimes), Bulletin du Muse dAnthropologie Prhistorique de Monaco 13, pp. 29-51.
, 1967, Les fouilles de Terra Amata Nice. Premiers rsultats, Comptes Rendus de lAcadmie des Sciences Srie D
264, pp. 801-804.
, 1969, A Palaeolithic camp at Nice, Scientific American 220, pp. 42-50.
, 2004, La grotte du Lazaret (Nice-Alpes-Maritimes): le sol doccupation acheulen de lunit archologique UA25,
Nice: Edisud.
, 2006, Il y a 400.000 ans: la domestication du feu, un formidable moteur dhominisation, Palevol 5, pp. 149-154.
Lumley, H., Y. Boone, 1976, Les structures dhabitat au Palolitique infrieur, en: H. Lumley (ed.), La Prhistorie
franaise. Les civilisations palolithiques et msolithiques de la France, Pars: C.N.R.S., pp. 625-643.
Mania, D., 1991, The zonal division of the Lower Palaeolithic open-air site Bilzingsleben, Anthropologie 29, pp. 17-24.
, 1995, The earliest occupation of Europe: the Elbe-Saale region (Germany), en: W. Roebroeks, T. Kolfschoten (eds.),
The earliest occupation of Europe, Leiden: University of Leiden and European Science Foundation, pp. 85-102.
Melson, W.G., R. Potts, 2002, Origin of reddened and metal zones in Pleistocene sediments of the Olorgesailie
Basin, Southern Kenya Rift, Journal of Archaeological Science 29, pp. 307-316.
Michel, D., 1989, Les foyers du Palolithique infrieur du nord Cotentin. Nature et fonction des foyers prhistoriques,
Actes du Colloque de Nmours, 1987, Pars: Mmoires du Muse de Prhistoire dIle de France, pp. 131-134.
Mellars, P.A., 1996, The Neanderthal legacy: an archaeological perspective from Western Europe, Princeton: Princeton
University Press.
Monnier, J.L., B. Hallegouet, S. Hinguant, M. Laurent, P. Auguste, J.J. Bahain, C. Falgures, A. Gebhardt,
D. Marguerie, N. Molines, H. Morzadec, Y. Yokoyama, 1994, A new regional group of the lower Palaeolithic
in Brittany (France), recently dated by Electron Spin Resonance, Comptes Rendus de lAcadmie des Sciences Srie II
319, pp. 155-160.
Morgan, L., 1877, Ancient Society, Londres: McMillan.
Morlot, A., 1860, Etudes gologico-archologiques en Danemark et en Suisse, Bulletin des Sances de la Socit Vau-
doise des Sciences Naturelles 4, pp. 259-328.
Mussi, M., 1995, The earliest occupation of Europe: the Elbe-Saale region (Germany), en: W. Roebroeks, T. Kolf-
schoten (eds.), The earliest occupation of Europe, Leiden: University of Leiden and European Science Foundation,
pp. 27-49.
Oakley, K., 1955, Fire as Palaeolithic tool and weapon, Proceedings of the Prehistoric Society XXI, pp. 36-47.
, 1956, The earliest firemakers, Antiquity 30, pp. 102-107.
, 1958, Lutilisation du feu par lhomme, Les processus dhominisation, Pars: C.N.R.S, pp. 135-145.
VELEIA, 26, 2009
216 LA DOMESTICACIN DEL FUEGO DURANTE EL PLEISTOCENO INFERIOR Y MEDIO
, 1964, The evidence of fire at Swanscombe, en C.D. Ovey (ed.), The Swanscombe skull: a survey of research on a
Pleistocene Site. Londres: Royal Anthropological Institute Occasional Papers 20, pp. 63-66.
Otte, M., 2002, Fire as an evolutionary factor. Fire in Archaeology, Oxford: BAR, International Series 1089, pp. 7-9.
Pacault, A., 1995, Du feu, Pars: Hachette.
Perls, C., 1976, Le feu, en: H. Lumley (ed.), La Prhistoire Franaise, Pars: C.N.R.S., pp. 679-683.
, 1977, La Prhistoire du Feu, Pars: Masson.
, 1989, Lapparition du feu, en J.P. Mohen (ed.), Le temps de la Prhistoire, Pars: Socit Prhistorique Franaise
et ditions Archologia.
Preece, R.C, J.A. Gowlett, S.A. Parfitt, D.R. Bridgland, S.G. Lewis, 2006, Humans in the Hoxnian: habitat,
context and fire use at Beeches Pit, West Stow, Suffolk, UK, Journal of Quaternary Science 21(5), pp. 485-496.
Reichholf, J.H., 1994, La aparicin del hombre. Barcelona: Crtica.
Rigaud, J.P., J.M. Geneste, 1988, Lutilisation de lespace dans la Grotte Vaufrey, en: J.P. Rigaud (ed.), La Grotte
Vaufrey Cenac et Saint-Julien (Dordogne). Paloenvironments, chronologie et activits humaines, Pars: Mmoires de
la Socit Prhistorique Franaise19, pp. 593- 611.
Roe, D.A., 1981, The Lower and Middle Palaeolithic periods in Britain, Londres: Routledge and Kegan Paul.
Roebroeks, W., 1988, From find scatters to early hominid behaviour: a study of Middle Palaeolithic riverside settle-
ments at Maastricht-Belvdre (The Netherlands), Analecta Praehistorica Leidensia 21, pp. 197.
Rosny An, J.H., 2004, En busca del fuego, Madrid: RBA.
Rousseau, J.J., 1966, Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres, Madrid: Aguilar.
Roussel, B., 2005, Contribution a ltude dune technique prhistorique: la production du feu par percussion de la pierre.
Tesis Doctoral leda en la Universidad de Montpellier, indita.
Sonneville-bordes, D., 1989, Foyers Palolithiques en Prigord, Nature et Fonction des foyers prhistoriques, Actes du
colloque International de Nemours 1987, Pars: Mmoires du Muse de Prhistoire d Ile de France 2, pp. 225- 237.
Stapert, D., 1992, Rings and sectors: intrasite spatial analysis of stone age sites. Tesis doctoral leda en la Universidad de
Groningen, indita.
Turner, C., 1970, The Middle Pleistocene deposits at Marks Tey, Essex, Philosophical Transactions of the Royal Society
of London 257, pp. 373-440.
, 1975, The correlation and duration of Middle Pleistocene interglacial periods in northwest Europe, en: K.B. But-
zer, G.L. Isaac (eds.), After the Australophitecines, La Haya: Mouton, pp. 259-308.
Vitrubio, 1995, Los diez libros de arquitectura, Madrid: Alianza Forma.
Yar, B., P. Dubois, 1999, Les structures dhabitat au Palolithique en France, Pars: Millau.
West, R.G., 1956, The Quaternary deposits at Hoxne, Suffolk, Philosophical Transactions of the Royal Society of Lon-
don 239, pp. 265-356.
West, R.G., C.M. McBurney, 1955, The Quaternary deposits at Hoxne, Suffolk, and their archaeology, Proceedings
of the Prehistoric Society 20, pp. 54-131.
Wintle, A.G., M.J. Aitken, 1977, Thermoluminiscence dating of burnt flint: Aplication to a Lower Palaeolithic site,
Terra Amata, Archaeometry 19, pp. 30-111.
Wrangham, W., J. Holland-Jones, G. Laden, D. Pilbeam, N. Conlin-Brittain, 1999, The raw and the stolen.
Cooking and the ecology of human origins, Current Anthropology 40, pp. 567-594.
Wymer, J., 1982, The Palaeolithic Age, Nueva York: St. Martins Press.

La Domesticación Del Fuego

Cargado por

Copyright:

Formatos disponibles

La Domesticación Del Fuego

Cargado por

Información del documento

Derechos de autor

Formatos disponibles

Compartir este documento

Compartir o incrustar documentos

Opciones para compartir

¿Le pareció útil este documento?

¿Este contenido es inapropiado?

Copyright:

Formatos disponibles

La Domesticación Del Fuego

Cargado por

Copyright:

Formatos disponibles

VELEIA, 26 189-216, 2009 ISSN 0213 - 2095

LA DOMESTICACIN DEL FUEGO

También podría gustarte