Prólogo A Un Momento Argentino

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Prlogo a "Un momento argentino" (2002)

Por Rafael Spregelburd


F R A G M E N T O [ 1 ]

[] Ante la vorgine catica de los ltimos acontecimientos (hace una semana mi plcido barrio
pareca una guerra civil), yo me pregunto: qu relacin puede haber entre el teatro y la
defensa de los derechos humanos?

La vinculacin entre ambos es tramposa, casi insoluble.

Qu relacin puede haber entre "un tema", un tema de la realidad, y los procedimientos de
fabricacin de ficcin teatral?


Buenos Aires posee, contra todo pronstico, un teatro rico -tal vez el ms singular en lengua
castellana-, probablemente como hijo mestizo, un bastardo nacido de la tradicin europea y el
idealismo latinoamericano, o de la pobreza de recursos y la urgencia de las expresiones
artsticas ms viscerales. Este teatro (el que a m me gusta, el que me ha empujado a esta
profesin tan improbable) es un hbrido. Es un teatro paradjico que se basa, a mi entender,en
la crisis de la representacin. La crisis de la representacin como medio de conocimiento de
verdad. Esta crisis es, a mi entender, fruto del fracaso de nuestras democracias barretas y
corruptas. La democracia supone que el pueblo gobierna para asimismo, a travs de
sus representantes. Pues el pacto representativo se ha roto. Toda representacin entraa -a los
ojos de los argentinos- una tcita vinculacin con el Mal. No tenemos confianza en
larepresentacin y sus mecanismos, demandamos cada vez ms ver la cosa en s misma, la
presentacin de la cosa, y no su mediatizacin vergonzosamente deformante, estilizada o
simblica. O todo lo contrario: si se trata de ver una representacin, as se trate del
Shakespeare ms autntico, nuestros actores ms valiosos se entrenan en poder mostrar
simultneamente al pblico aquello que se presenta, y al mismo tiempo la condicin expresa del
mecanismo representativo. Pero no de manera estilizada, o simblica, como en los aos de
plomo de la dictadura, aos en los que la nica manera de expresar el descontento poltico y
social era a travs de smbolos que encriptaban un significado, pero que pudieran pasar el filtro
de la censura militar. Hoy ya no ocurre as. Estos smbolos se han transformado en alegoras
cerradas, sgnicas: en metforas canceladas. El teatro ms vivo, ms interesante que se hace
hoy en Buenos Aires (y que ha empezado a resultar tan apetitoso como exitoso a los ojos
latinoamericanos como europeos, sobre todo a los alemanes) es un teatro que huye del smbolo
como de la peste. Es un teatro que no encripta mensaje alguno. Es un teatro que asume los
riesgos de la representacin, delatando que el objeto representado bien podra estar vaco. Su
"verdad" radica ms en el procedimiento ldico de construccin de sentidos a posteriori, que en
la mostracin de verdades conocidasa priori. Es un teatro letal, efectivo, y en la mayora de los
casos, muy cmico. La alianza con el humor es condicin sine qua non del nuevo teatro. Nuestro
sentido del humor es negro, veloz, mestizo, de una saludable imprecisin. Se necesita un
complejo diccionario sociolingstico para trasladar nuestras obras a Espaa, por ejemplo, y que
se lean bien[2].

Por esto la alianza entre un teatro vital y una defensa "responsable", militante, de los derechos
humanos es casi imposible aqu.

Por motivos muy claros, los resultados de esa alianza no terminan de complacerme. Todos los
argentinos "bienpensantes" no podemos sino adherir a los argumentos "responsables"
esgrimidos alrededor de uno o dos temas sempiternos de nuestra vida poltica. Pero,
lamentablemente, en mi opinin personal, el teatro, lo que yo entiendo por teatro, retrocede.

El teatro que pide permiso.

El teatro que no afirma, sino que pregunta.

El teatro incmodo.

El teatro que nos enfrenta a las cosas del mundo sin orientar su significacin. O ms an: un
teatro que crea otros mundos, que arroja plidos pero reveladores reflejos sobre este. Un teatro
independiente, un fenmeno autnomo, y contracultural, que desprecia el sentido comn, que se
aleja de la tarea didctica de transmitir mensajes, como si los artistas fueran iluminados
conocedores de la verdad y tuvieran la emisin de bajar esta verdad a un pueblo iletrado e
ignorante...

No hago ms que repasar en mi cabeza y encontrar que las obras ms interesantes que han
dado nuestros escenarios en estos ltimos aos de confusin, de caos cultural, y de depresin
econmica, son monstruos indomables, bizarros, de incierto comportamiento y de dudoso buen
gusto. Esto hace que sea posible pensar en todos estos ejemplos que he dado como un
mecanismo de conocimiento de lo que ocurre en nuestro pas.

Pero como se ha visto, es un mecanismo no periodstico, siempre sujeto a la interpretacin. Y la
interpretacin es privada. La interpretacin es la ms divertida de las formas que cobra la
libertad.

En el caso de los derechos humanos, esta libertad desaparece.

No somos an libres (y tal vez no lo seremos nunca) para trabajar con enunciados sobre
lo real, sin poder ejercer sobre ellos el gesto despiadado, impredecible, del acto potico violento,
que transforma las cosas en otras. Para escribir buen teatro hay que saber ocupar todos los
puntos de vista mismo tiempo. Incluso el punto de vista del enemigo real.

Para escribir buen teatro hay que acostumbrarse a no hacer afirmaciones categricas.

Tal como lo escuch decir un da a Javier Dualte: no se puede ensear lo que es la libertad
escribiendo una obra teatral sobre ello. Slo se puede ser libre en el momento de escribir, y
luego mostrarle a un pueblo ese acto de libertad, ejercido desde la locura, o el deseo.

Una obra (sea farsesca o trgica; seria, solemne, o vulgar y desaliada) en la que quisiramos
voluntariamente agregar algo de luz, o levantar nuestra mano en favor de los derechos
humanos, est condenada a aburrir seguramente a sus nobles espectadores.

El teatro es una actividad fatal, con una rara vida propia en la Historia.

El teatro no conoce de justicia.

Y sin embargo, es noble.

Un momento argentino
Tomado de: Un momento argentino, en Nuevo teatro argentino, compilacin y
prlogo de Jorge Dubatti. Interzona Editora S.A. Buenos Aires, 2003, pp. 141-148.


[1] Escrito a propsito de una encomienda del Royal Court Theatre, y de los devastadores hechos de depresin
econmica conocidos como el cacerolazo en Argentina, 2001.
[2] Normalmente, se leen mal. Es decir: fuera de contexto, se ve otra cosa. Pero no importa. Lo mismo nos ocurre
a nosotros cuando vemos teatros de otras latitudes, sobre todo de Europa. La existencia de un teatro mestizo,
contracultural, que se da en sitios tan perifricos como Buenos Aires, los Balcanes, o la ex Unin Sovitica, es
una sana esperanza, creo yo, una garanta en contra de la tonta globalizacin mundial del teatro.

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