Este documento es la tesis doctoral de José Luis Herrera Arciniaga titulada "Te llamarán Edomex. Identidad estatal en la narrativa mexiquense, 1981-2007". La tesis estudia el desarrollo de la literatura contemporánea del Estado de México desde la perspectiva de la identidad estatal y su vínculo con la acuñación del gentilicio "mexiquense" en 1981. A pesar del creciente número de obras literarias producidas en el Estado de México, existe poca crítica literaria y análisis
Este documento es la tesis doctoral de José Luis Herrera Arciniaga titulada "Te llamarán Edomex. Identidad estatal en la narrativa mexiquense, 1981-2007". La tesis estudia el desarrollo de la literatura contemporánea del Estado de México desde la perspectiva de la identidad estatal y su vínculo con la acuñación del gentilicio "mexiquense" en 1981. A pesar del creciente número de obras literarias producidas en el Estado de México, existe poca crítica literaria y análisis
Este documento es la tesis doctoral de José Luis Herrera Arciniaga titulada "Te llamarán Edomex. Identidad estatal en la narrativa mexiquense, 1981-2007". La tesis estudia el desarrollo de la literatura contemporánea del Estado de México desde la perspectiva de la identidad estatal y su vínculo con la acuñación del gentilicio "mexiquense" en 1981. A pesar del creciente número de obras literarias producidas en el Estado de México, existe poca crítica literaria y análisis
Este documento es la tesis doctoral de José Luis Herrera Arciniaga titulada "Te llamarán Edomex. Identidad estatal en la narrativa mexiquense, 1981-2007". La tesis estudia el desarrollo de la literatura contemporánea del Estado de México desde la perspectiva de la identidad estatal y su vínculo con la acuñación del gentilicio "mexiquense" en 1981. A pesar del creciente número de obras literarias producidas en el Estado de México, existe poca crítica literaria y análisis
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UNIVERSIDAD AUTNOMA DEL ESTADO DE MXICO
FACULTAD DE HUMANIDADES
TE LLAMARN EDOMEX. IDENTIDAD ESTATAL EN LA NARRATIVA MEXIQUENSE, 1981-2007
TESIS
QUE PARA OBTENER EL GRADO DE DOCTOR EN HUMANIDADES: ESTUDIOS LITERARIOS
PRESENTA
JOS LUIS HERRERA ARCINIEGA
DIRECTORA DE TESIS: DRA. CARMEN LVAREZ LOBATO
TOLUCA, ESTADO DE MXICO, NOVIEMBRE DE 2011. 2
EL ESTADO DE MXICO tiene una superficie de veintitrs mil novecientos nueve kilmetros cuadrados. No tiene nombre. Naci en el ao de mil ochocientos veinticuatro. Antes, era parte de la Intendencia Central de Mxico. Despus Estado de Mxico. Repito: no tiene nombre, sencillamente es de Mxico. Estado de Mxico: franciscanos, agustinos y dominicos. Otomes, mazahuas, matlatzincas y aztecas. Estado: en el ao dos mil cien aparecers en el mapa como Edomex. Te bautizarn Edomex. Carlos Olvera, Tolucanos.
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AGRADECIMIENTOS
Al llegar a esta pgina una de las ltimas en ser redactada, pero que en varios sentidos no deja de ser la primera, siempre se puede ser omiso o excesivo en la enumeracin de las personas que lo han acompaado a uno en un proyecto de esta ndole. Corro el riesgo, reconociendo a los acadmicos de la Facultad de Humanidades que de manera ms directa han estado ms vinculados con este proyecto. Empiezo con Martha Elia Arizmendi y Rosario Prez Bernal, por su apoyo para mi ingreso al programa de doctorado. Menester es agradecer las enseanzas que me brindaron Mayuli Morales Faedo y Alfredo Rosas Martnez durante la etapa escolarizada del doctorado, que me ampliaron y abrieron otras formas de percibir el fenmeno literario, cuidado detallista que tambin me fue ofrecido de manera sostenida por Berenice Romano Hurtado y Francisco Xavier Sol, lectores atentos y puntuales de mis avances a lo largo de un trienio. Adems de a los profesores Morales Faedo, Romano Hurtado y Sol Zapatero, agradezco los completos y generosos comentarios que, tambin con la calidad de revisores de la fase final de este trabajo, hicieron Rosario Prez Bernal y Luis Quintana Tejera; en todos los casos, procur atender sugerencias que, a no dudarlo, permitieron aclarar aspectos metodolgicos y sobre el contenido de mi objeto de estudio. Mi gratitud incluye al profesor Pedro Canales y a Jazmn Alvarado, que desde la Coordinacin de Posgrado, con su notoria dedicacin se han convertido en un apoyo fundamental para los que cursamos estudios en este nivel. De entre los ya numerosos integrantes del sistema literario mexiquense, dos en particular influyeron en este proyecto: gracias a Laura Ziga Orta, cuyo saber y competencia en el manejo del lenguaje abon de manera relevante para hacer ms legibles estas pginas. Y tambin a Eduardo Villegas Guevara, pues al contacto con l debo el haber alimentado una visin en verdad estatal de la literatura que se ha hecho en el Estado de Mxico contemporneo. Buena parte de mis reflexiones provienen de largas plticas con El Coyote Mayor, con quien he encontrado grandes coincidencias respecto a la necesidad de impulsar una perspectiva que trascienda enfoques meramente regionales en el ejercicio literario que nos relaciona. Result fundamental que, a travs de los acervos del propio Eduardo, haya contado con una hemerobibliografa que generosamente me proporcion, 4
sobre todo con obras de autores de la zona oriente, cuyo conocimiento hizo posible dar una dimensin distinta a mis indagaciones. No escatimar mi agradecimiento hacia Carmen lvarez Lobato, directora de esta tesis, pues sus cartas credenciales como acadmica son de sobra conocidas en el mbito de la licenciatura en Letras Latinoamericanas y en el posgrado de nuestra Facultad de Humanidades. Aunado a ello, los puntuales encuentros de los martes al medioda en su cubculo marcaron un ritmo de trabajo constante, al que ella sum su inteligencia y sensibilidad, as como la disposicin plena para discutir y desbrozar mis propuestas de anlisis. Le debo la riqueza de su trato. Le debo. Por ello, a Carmen siempre he de decirle, sin sombra alguna de lisonja: gracias. Ya lo escribi Fernando Pino Solanas, con msica de Piazzolla y canto de Goyeneche: Vuelvo al Sur, como se vuelve siempre al amor. Acaso ahora prosiga vivir.
Zinacantepec, Estado de Mxico, noviembre de 2011.
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INTRODUCCIN
La literatura hecha desde el Estado de Mxico en la parte final del siglo XX y los comienzos del siglo XXI suma ya una cantidad significativa de obras que, no obstante implicar el trabajo sostenido de autores conocidos dentro y fuera del mbito propiamente estatal, todava no provoca un estudio sistemtico y abundante acerca de sus propuestas estticas. 1
En cuanto al ambiente cultural, si bien se difunden de manera institucional e independiente numerosas obras de autores mexiquenses, la mayor parte es creacin y no trabajos de crtica. Dentro de este trabajo, la recurrente mencin a los ensayos de Eduardo Osorio y Luis Miguel Vargas sobre la literatura del Estado de Mxico o a los textos de Benjamn Araujo, Maricruz Castro Ricalde y Martn Mondragn sobre las trayectorias de, respectivamente, Rodolfo Garca, Carmen Rosenzweig y Carlos Olvera, evidencia la necesidad de ms estudios y anlisis dedicados a un corpus de obras que ya resulta notable. 2
Otra profunda carencia, no limitada al Estado de Mxico, es la nula existencia de medios de periodismo cultural, en los que se ejerza de manera regular la crtica literaria. Hace tiempo que desaparecieron suplementos como Vitral, Redes, Mapa de piratas o revistas como Al Yunque, que s consideraban dentro de sus temticas la discusin y el anlisis sobre la literatura estatal. Existen, en contraparte, revistas institucionales como La Colmena, de la UAEM, y Castlida, del Instituto Mexiquense de Cultura, que llegan a incluir estudios o reseas sobre obras literarias de autores mexiquenses, pero que no se especializan en esta temtica. En la actualidad, sobresale como publicacin
1 En el mbito acadmico local, especficamente en la licenciatura en Letras Latinoamericanas que ofrece la Facultad de Humanidades de la Universidad Autnoma del Estado de Mxico, apenas est alimentndose el inters por estudiar a autores de esta entidad; por lo pronto, Alejandro Ariceaga ha sido el autor que ms ha llamado la atencin en algunos grupos, pequeos, de estudiantes egresados o a punto de egresar, y en algn caso tal inters lo provoca Eduardo Osorio. Asimismo, en la citada licenciatura ya existe una propuesta de que se cree una unidad de aprendizaje dedicada a la literatura mexiquense. No creo exagerar con la afirmacin de que son aislados los casos de acadmicos que publiquen artculos acerca de la obra de autores mexiquenses. 2 Esta falta explica tambin las lneas que, en la solapa de la novela Los esclavos de Mauricio Chimal publicada por Almada en 2009, destacan que ste es el primer autor de su generacin en ser objeto de un estudio acadmico: Mito, fantasa y recepcin en la obra de Alberto Chimal, compilado por Samuel Gordon. Originario de la ciudad de Toluca, donde inici su trayectoria como escritor, en los ltimos aos Mauricio Chimal ha realizado su trabajo literario en la capital del pas. 6
independiente la revista Molino de Letras, que desde Texcoco s tiene un enfoque literario, centrado en la escritura de creacin de autores mexiquenses y de otras partes del pas y en algunos trabajos de resea acerca de los mismos. Ante este panorama, el propsito del presente trabajo es estudiar el desarrollo de la literatura contempornea del Estado de Mxico, en particular su narrativa, desde la perspectiva de una identidad estatal, esto es, desde su vnculo con el impulso a tal identidad a partir de la acuacin y expansin del gentilicio mexiquense, hecho ocurrido en 1981. Claramente se recuerda que el impulso al nuevo gentilicio form parte de un proyecto poltico el de Alfredo del Mazo Gonzlez, gobernador del Estado de Mxico entre 1981-1986, con el evidente fin de establecer un factor comn para numerosas y heterogneas colectividades separadas por circunstancias polticas y aun geogrficas sobre todo, la percepcin de un territorio estatal escindido en dos grandes valles, con el Distrito Federal en medio de ellos, as como sociales el impresionante flujo de una inmigracin que se ha sostenido ya durante prcticamente medio siglo, entre otras circunstancias. Sin soslayar y, por el contrario, acentuando el origen de la nocin de lo mexiquense, este aspecto ha sido abordado desde la narrativa mexiquense con un sentido crtico que problematiza la pretendida evolucin e historia del Estado de Mxico y de su sociedad, de manera que terminan por distanciarse las intenciones originadas en las esferas gubernamentales y las que han motivado a los autores incluidos en el presente estudio a la hora de realizar su obra que, por lo dems, ha discurrido sobre variadas temticas. Por ese origen personalizado en la administracin de Alfredo del Mazo, la expansin de lo mexiquense no estuvo exenta de crticas y rechazos; paradjicamente, el gentilicio se impuso ms all de los discursos oficiales. Se ha vuelto, pues, un trmino cotidiano, que equilibra la expresin reduccionista perpetrada en el acrnimo Edomex. Resulta evidente que, desde el mbito gubernamental, el uso del trmino mexiquense no deja de ser inercial, anclado en una vaga idea de identidad til para mensajes pretendidamente cvicos pero que termina por resultar vaca. No es ella la que se ha expresado en las pginas de los narradores mexiquenses seleccionados para este trabajo, para quienes los elementos comunes a quienes 7
habitan esta entidad son una muestra de inveterados y novsimos motivos de conflicto en las relaciones humanas individuales y en las del entorno social. Hay que subrayar esta condicin singular del Estado de Mxico: antes de 1981, no exista la palabra que permitiera denominar a sus habitantes como pertenecientes a un entorno estatal, ms all de sus orgenes estrictamente regionales o municipales. El gentilicio hizo posible ofrecer una visin cuando menos estatal de los diversos elementos humanos y sociales que conforman al Estado de Mxico, as como de sus manifestaciones culturales, como ocurri con la literatura que, a su vez, pudo as llamarse mexiquense. En mi experiencia, ya en 1989 comenc a hablar de una literatura mexiquense nacida en esa dcada; aun cuando en la respectiva publicacin me refera a la labor que hasta esa etapa haba realizado el Centro Toluqueo de Escritores un organismo entonces con una dimensin municipal centrada en la capital del Estado de Mxico, afirmaba tambin lo siguiente: No hay literatura extrada como esencia qumicamente pura de lo mexiquense, porque la condicin indispensable de esta categora es su heterogeneidad; circunstancia plural y dinmica al mximo. Entindase lo mexiquense como lo que naci pero por encima de todo, lo que se vive y lo que se trabaja aqu. 3
En un repaso retrospectivo, veo cierta cautela en mis palabras: utilizaba el gentilicio para reconocer a la literatura que se haba estado haciendo a lo largo de la dcada de los ochenta en el Estado de Mxico, pero no lo vea como la expresin de una identidad esencial. Luego de poco ms de dos dcadas de esa publicacin, estimo que ya se cuenta con una perspectiva de anlisis ms general acerca del desarrollo de la literatura mexiquense. En ese sentido, en este trabajo parto de tres condiciones: centrar el anlisis en obras del gnero narrativo; precisar la nocin de la identidad estatal y proponer el estudio de la literatura mexiquense como un sistema literario. En cuanto al primer aspecto, si bien la literatura mexiquense ha abarcado la publicacin de obras en los distintos gneros literarios, es en el narrativo donde
3 Escritores de Toluca: experiencia de 31 eslabones, en Dos Valles. Revista del Estado de Mxico, vol. II, N 5, enero-marzo 1989, Toluca, IMC, p. 139. Este texto fue elaborado como una ponencia que se present, precisamente, en el segundo simposio interdisciplinario La mexicanidad de lo mexicano: identidad cultural y/o poltica?, qu es eso de lo mexiquense?, organizado en febrero de 1989 por el Centro de Investigacin en Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autnoma del Estado de Mxico. Un ao despus, el escritor Eduardo Osorio retom mi anlisis sobre la trayectoria inicial del Centro Toluqueo de Escritores, al apuntar que en mi texto se empezaban a exponer los problemas modernos de la cultura local considerando en especfico al CTE como un conjunto definido dentro del escenario de la cultura en el Estado de Mxico (en Batalla por el eco, Toluca, CTE, 1990, p. 58). 8
se distingue con mayor claridad el elemento de la identidad estatal, como un tpico inmerso en el discurso narrativo. En el segundo aspecto, relacionado con la identidad estatal, resulta necesario aclarar qu nocin es la que se toma en cuenta en el presente trabajo, dado que no se trata de un concepto unvoco, el cual, por el contrario, se ha prestado a diversas interpretaciones o a que se d por sentado que es tan comn que no resulte necesario definirlo. Por ejemplo, en un sentido muy amplio, de acuerdo con Ren Cardoso y Luz del Carmen Gives, identidad son todos aquellos elementos ideolgicos, tericos y polticos, econmicos y sociales que se expresan en un proyecto cultural y que identifican a un grupo social amplio. 4
Estos mismos autores recortan el concepto de identidad en cuanto que asumen a sta como una manifestacin colectiva que hace posible a varios grupos humanos reconocerse, as como diferenciarse de los dems grupos con los que se relaciona, en medio de un proceso contradictorio y complementario que se construye, articula y/o desarticula a lo largo del tiempo. 5
Por ello, si bien pginas ms adelante aludir a otras posturas sobre este concepto, planteo que en el presente trabajo la identidad estatal implica una nocin de unidad y de pertenencia por el que una colectividad, la del Estado de Mxico, se reconoce con base en las particularidades que la distinguen de otras colectividades, en una construccin mental y cultural dinmica y, por lo mismo, en diversos grados cambiante. En cuanto al tercer aspecto, aplico las ideas del estudioso brasileo Antonio Candido acerca de lo que es un sistema literario, entendido este ltimo, de manera sucinta, como la articulacin de autores, obras, tradicin y pblico lector, como los factores que dan vigencia a lo que se concibe normalmente como vida literaria. En esta decisin tuvo importancia el hecho de que la propuesta de Candido se origina en Amrica Latina. Candido elabor su sistema para organizar su estudio de la literatura brasilea, con lo que cubra desde la poca colonial hasta finales del siglo XX. Guardando las obvias distancias entre lo que han sido la literatura brasilea y la
4 Cubana y cubanidad. Debate en torno a la identidad cubana. El caso de los cubanos del sur de La Florida, Toluca, UAEM, 2007, p. 7. 5 Ibid., p. 11. 9
literatura mexiquense, pienso en la principal similitud entre ambas: se las puede ver como dos expresiones nuevas la una, diferencindose de su origen portugus colonial; la otra, buscando un espacio propio dentro del tronco general de la literatura mexicana, por lo cual estructurarlas dentro de un esquema de sistema literario facilita su estudio y comprensin. En lo relativo a la diferencia entre los tiempos de desarrollo de la una y de la otra, destacara como caracterstica del caso mexiquense su acelerada transformacin, aparte de que, en rigor, considerando su etapa antecedente o de constitucin de una tradicin, el periodo de estudio se extiende no desde la dcada de los aos ochenta, sino que se lo puede ubicar desde mediados del siglo XX. La delimitacin temporal del presente trabajo explicita el ao 1981, cuando se difunde de manera cabal el gentilicio mexiquense y en lo literario se desarrolla la etapa de configuracin del sistema literario; llega hasta 2007, con la aparicin de las obras de Alonso Guzmn, Hugo Csar Moreno y Laura Ziga, representativas de la fase de consolidacin del sistema, pero, reitero, abarca desde las experiencias previas que conformaron su tradicin o primeras manifestaciones literarias, con los grupos Letras y tunAstral, ms Rodolfo Garca, Carmen Rosenzweig y Carlos Olvera como autores tratados individualmente. El centro del estudio no es el sistema literario mexiquense en general, sino la presencia del elemento de la identidad estatal expresado en una serie de obras narrativas escritas por autores mexiquenses representativos. El tema es concreto, pero para abordarlo era necesario disponer de un mecanismo de anlisis general, utilidad que yo veo en la concepcin de un sistema literario. Parto tambin de la idea de que se trata de una literatura que se asume como tal de manera paralela a la formulacin y expansin del uso del gentilicio mexiquense, que fue adoptado tanto por los habitantes del propio Estado de Mxico como por quienes no lo son, ya que cubra una carencia identitaria que impeda reconocerse a quienes residan o eran oriundos de esta entidad federativa. La estructura del trabajo es la siguiente: el primer captulo expone los elementos que configuraron al sistema literario mexiquense, mientras que el segundo captulo se centra en las fases de desarrollo cabal de la literatura mexiquense, esto es, la etapa de configuracin del sistema literario, as como de 10
su consolidacin, con nfasis en las agrupaciones que impulsaron un esfuerzo de gremializacin. Es decir, en estos apartados se exponen los temas histricos y socioculturales de mi objeto de estudio. El tercer captulo se refiere a los autores y grupos gremiales que representaron la primera etapa de dicho sistema, esto es, los que pueden considerarse como los creadores de la tradicin literaria previa. El captulo cuarto analiza los elementos de identidad estatal reconocibles en las obras de narradores mexiquenses, en un principio los oriundos del Estado de Mxico: Alejandro Ariceaga, Eduardo Osorio, Marco Aurelio Chvezmaya, Mauricia Moreno y Alonso Guzmn, mientras que el captulo quinto hace lo propio con autores inmigrantes: Dionicio Mungua, Moiss Zurita, Emiliano Prez Cruz y Eduardo Villegas. Finaliza el trabajo con las conclusiones, consistentes en una reflexin general acerca del sentido de la identidad mexiquense como se ha percibido a partir de las obras narrativas incluidas en el presente trabajo. Debo precisar que la seleccin de estos autores no radica en su condicin de originarios o inmigrantes criterio que ms bien segu para su ubicacin en los respectivos apartados, sino que me bas en su trayectoria, evidenciada con diversas obras narrativas de calidad literaria; de manera adicional a su condicin de autores representativos de las fases de configuracin y consolidacin del sistema literario y de las distintas zonas de creacin que se distinguen en el Estado de Mxico, cumplen en las obras elegidas con el criterio principal de este estudio: problematizan el tema de la identidad estatal, desde una posicin crtica. Lejos estoy de pretender una reivindicacin aldeana de tales autores y sus obras, cuyo germen es, sin duda, la aspiracin a crear una literatura vlida en su entorno y fuera de l, pero considero que su evolucin, sus temticas, sus preocupaciones responden a un mbito espacial y mental especfico, atractivo para la creacin de una narrativa que discurre, tambin, sobre l. Conformada sobre todo en el ltimo cuarto del siglo pasado, la literatura mexiquense es relativamente joven, lo que haca necesaria la perspectiva que, para su posible anlisis, slo da el tiempo. Mi aspiracin es analizar y valorar una serie de obras que componen un corpus considerable, surgido de la capacidad creativa de autores concretos en bsqueda de dar el testimonio de una literatura especfica, mas no aislada de un entorno mayor, que es, indudablemente, el conjunto general de lo que sera la literatura mexicana contempornea. 11
CAPTULO 1. EL SISTEMA LITERARIO MEXIQUENSE
Empezar con una cita bsica del escritor toluqueo Alejandro Ariceaga (1949- 2004), en la que ste expresaba su concepcin sobre la literatura dentro de ella, la narrativadel Estado de Mxico: Literatura desterrada. Literatura en fuga. Literatura atrapada es la que se ha dado en nuestras tierras. Errante por el mundo. Trnsfuga. Cautiva en los lmites del pueblo, limitada en sus alcances, desconocida por los de fuera y en ocasiones tambin por los dems que viven en el mismo cautiverio; nima del menosprecio local y sombra en el contexto nacional (innecesario repetir que nacional es lo que parte del centro de la Repblica, lo que es tocado all por un dedo santificatorio). Literatura, al fin, dentro de la cual est la narrativa del Estado de Mxico, narrativa que se ha dado no en la abundancia que deseramos; pero se ha producido en sus modalidades de cuento y novela. Narrativa que en sus niveles de calidad no difiere de la que han producido autores de otros lugares de la Repblica ni de la que se ha generado en el Distrito Federal. En muy pocos casos de autores del Estado se puede decir que se hayan regionalizado en su temtica o en su factura. Es deseable que a estas letras les ocurriese lo que a los antiguos pobladores de la Gran Tenochtitln: que asentaran sus reales en un sitial para unificar sus alcances. Con esta reunin de narradores pretendemos llamar a nuevas posibilidades. 6
Coincido con parte de lo publicado en 1993 por Ariceaga: la posible cautividad de esta literatura dentro de sus propios lmites y, por ende, la acotacin de sus alcances; el desdn hacia ella tanto por parte de los de fuera como por los de adentro. Convengo en el reconocimiento de la calidad de los autores representativos de esta rama de la literatura mexicana cuyo supuesto proceso de errancia o condicin de trnsfuga me parece insuficientemente explicado por Ariceaga, y en la certeza de que sus temticas y estructura no se caracterizan por un enfoque regionalista. Difiero de Ariceaga en cuanto a la presunta carencia de autores y obras narrativas dentro de esa realidad literaria que l mismo antolog. Por el contrario, ubicada en un periodo que abarca las dos ltimas dcadas del siglo XX y la primera del siglo XXI, la literatura mexiquense en general y su narrativa en particular, suma una cantidad ms que significativa de obras, cuya existencia obliga a un esfuerzo de valoracin sobre lo hasta ahora realizado. El propio Ariceaga pudo constatarlo en su momento. 7
6 Literatura del Estado de Mxico. Cinco siglos. 1400-1900, tomo II, Toluca, GEM-SECBS, 1993, p. 3. 7 Dentro de la literatura mexiquense convergen practicantes de todos los gneros literarios: lrica, narrativa, ensayo, dramaturgia, crnica. Esto incluye a autores que lo mismo han publicado libros 12
Es necesario hablar de literatura mexiquense y no del Estado de Mxico, porque la asuncin del gentilicio remite a un todava reciente y complejo proceso de ndole poltica, pero tambin social y cultural, en medio del cual se ha dado la escritura y difusin de una amplia serie de obras literarias que, adems de la diversidad esttica que de suyo puedan poner de manifiesto, comparten elementos comunes. Mi nfasis se localiza en esta caracterstica: son autores y obras articulados dentro de esta nueva realidad que es la literatura mexiquense propiamente dicha. Desde el inicio de la dcada de los noventa, en el siglo pasado, esa condicin ya haba sido advertida por el propio Alejandro Ariceaga, quien en una primera antologa delimit as su objeto de seleccin: Como literatura del Estado de Mxico debe entenderse la produccin literaria (poesa, cuento, relato, novela, teatro y ensayo literario) de autores nacidos en algn lugar de esta entidad y la de otros que eligieron algn lugar de la misma como su residencia; en ciertos casos, tambin aquella literatura que se refiere a hechos, lugares y personajes del Estado de Mxico. 8
La visin de Ariceaga responda a un criterio acaso ms holgado, pero tambin discutible, sobre cmo conceba al propio Estado de Mxico: su seleccin se iniciaba con sor Juana Ins de la Cruz, contena una obligada mencin a Nezahualcyotl ambos ilustres autores que desarrollaron su obra en una poca en la que no se haba constituido ni histrica ni polticamente el Estado de Mxico, pasaba por el decimonnico Joaqun Arcadio Pagaza, tambin por el padre ngel Mara Garibay Kintana, en tanto que abarcaba, entre otros contemporneos, a Roberto Fernndez Iglesias, scar Gonzlez, Flix Surez, Carmen Rosenzweig y Carlos Olvera. A pesar de que estas designaciones se extendieron histricamente, tenan un sesgo evidente: concentrarse en autores originarios del Valle de Toluca, dejando fuera a los de otras zonas. Por ello, debo precisar que mi inters es el estudio de la narrativa que fue configurndose a lo largo de las dcadas de los ochenta y noventa del siglo XX y los comienzos del XXI, ya bajo la denominacin de mexiquense, entendida en su sentido general y abarcador de todas las regiones del Estado de Mxico.
de poesa que de narrativa, de ensayo o crnica, en diferentes combinaciones de acuerdo con los intereses de cada quien. 8 Estado de Mxico. Donde nadie permanece. Poesa y narrativa (1690-1990), Mxico, Conaculta, 1991, p. 13. ste fue un encargo del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA), que edit el libro en 1991, como parte de la coleccin Letras de la Repblica. 13
El impulso registrado en la narrativa mexiquense es resultado de inquietudes individuales que evitaron una postura insular y establecieron con mayor fuerza y continuidad vnculos gremiales, con base en los cuales tomaron provecho de circunstancias que de manera indirecta fueron propicias para apoyar la creacin literaria. Adems de los motivos y de las competencias personales de cada autor para incursionar en el campo de la literatura, es innegable el efecto de las polticas oficiales en el rea de la cultura. Aunque en sentido estricto la escritura no nace por decretos, tampoco resulta ajena a su entorno social y poltico; empero, su progreso, si bien relacionado con las condiciones sociales imperantes en un momento dado, tiene que responder a una evolucin esttica y a una progresiva madurez intelectual. Habra que recordar, con Yvette Jimnez de Bez, que el contexto histrico-social no condiciona de manera fatal a la literatura, en tanto sta se objetiva como tal. En su calidad de producto cultural, la literatura mantiene una relacin relativamente autnoma con la sociedad de que parte y a la que se dirige. Esta autonoma relativa tiene mucho que ver con el reconocimiento de que la produccin cultural crea su propia tradicin con la que entra en relacin intertextual constante. Sin duda esta relacin no invalida la pertenencia al contexto, pero s la sesga y la particulariza. O, en ltima instancia, el modo como se injerta la literatura en la tradicin cultural es, al mismo tiempo, su modo particular de concretarse en la historia. 9
En este tenor, los criterios seguidos para el estudio de los autores y de las obras encuadrados en la categora de literatura mexiquense, en su vertiente de narrativa, son sus cualidades esttico-literarias y el examen de lo que significaron en el proceso de manifestacin, configuracin y consolidacin de un sistema literario, en concreto, del mexiquense. Asimismo, dentro de ese entorno de autonoma relativa respecto a la sociedad, otro punto principal por estudiar es el nexo establecido entre la literatura mexiquense y el tema de la identidad estatal.
9 Literatura popular y literatura regional, en Jos Luis Martnez Morales (coord.), Mxico: literaturas regionales y nacin, Xalapa, Universidad Veracruzana, 1999, p. 20. 14
1.1 LA IDENTIDAD MEXIQUENSE
El Estado de Mxico se caracteriza por su circunstancia de entidad quebrada por una divisin poltica: la de la vecindad con la capital del pas. De ella se deriva, en el mejor de los casos, la percepcin de dos grandes zonas que la conforman: por un lado, el Valle de Toluca; por el otro, el Valle de Cuautitln-Texcoco. 10 En uno se localiza el centro poltico-administrativo del estado, y en el otro, los ncleos de poblacin de mayor tamao aunque, puestos a buscar diferencias y particularidades humanas y sociales, veramos que tampoco se trata de dos grandes reas uniformes, sino que existen diferentes regiones con peculiaridades propias. Ningn estado es plenamente homogneo; en rigor, en cada entidad federativa de las que componen a la Repblica Mexicana es posible identificar diversos regionalismos y, tambin, centralismos, aunque el mayor en este ltimo aspecto es el encarnado por la ciudad de Mxico, como sede de los poderes federales y de la visin tradicional de la mexicanidad. Histricamente, la formacin de los estados de esta repblica obedeci ms a criterios de coyuntura poltica que al reconocimiento de caractersticas comunes en otros aspectos, como podran ser los econmicos, tnicos, sociales o culturales. 11 Aun as, y no obstante las caractersticas de las diferentes regiones
10 Tal denominacin no es neutral, pues busca un contraste respecto al uso ms habitual de Valle de Mxico, pero este ltimo abarcara al propio Distrito Federal y a los municipios mexiquenses que se han conurbado con l hasta formar una de las concentraciones poblacionales de mayores dimensiones en el mundo. La idea Valle de Cuautitln-Texcoco remarca un sentido de regionalizacin geogrfica y poltica en el contexto del Estado de Mxico, distinguindolo de la capital del pas. Cuando gobernador, este propsito lo describi Alfredo del Mazo con estas palabras: No cejaremos en esta reivindicacin de nuestros valores y tradiciones, de lo que configura el perfil distintivo de las comunidades en las que ejercemos libertades y derechos concretos. Por ello utilizamos la designacin de Valle de Cuautitln-Texcoco para referirnos a lo que anteriormente se conoca como Valle de Mxico. Y esto no obedece a simple capricho. En primer trmino, esta denominacin corresponde a la parte de la cuenca que, formando parte de la zona conurbada del centro del pas, corresponde al territorio de nuestro Estado. La que hace referencia al Valle de Mxico comprende tambin al Distrito Federal. Por lo mismo, se haca necesario acentuar que se trata de dos personas jurdico-polticas distintas, reconocidas ambas por la constitucin y fruto no del azar, sino de una muy larga historia, que con la geografa, defini los contornos de cada uno de los estados que integran la federacin mexicana. (Primer Informe de Gobierno, Toluca, GEM, 20 de enero de 1983). 11 Cfr. Jos Luis Martnez Morales, op. cit., pp. 12-13. Como ejemplos de la importancia del factor regional no siempre reflejada en la divisin poltica de un territorio, pienso en el Bajo y en la Huasteca, que trascienden las fronteras de ms de un estado, o en la presencia del pueblo otom en amplias zonas del Estado de Mxico y en sus vecinos Hidalgo y Quertaro. En un efecto similar, 15
que se pueden distinguir en una entidad federativa, por regla general no hay conflictos a la hora de conformar una identidad estatal: se tratar, en todo caso, de regiones de un mismo estado, cuyos habitantes se vean plenamente reconocidos e identificados en su respectivo gentilicio. En cambio, hasta antes de 1981 no poda decirse lo mismo de los habitantes del Estado de Mxico, empezando por la citada divisin de los dos valles suponiendo que sta fuera la expresin que mejor reflejara una posible regionalizacin de esta entidad federativa, distanciados no slo por la avasallante presencia geogrfica del Distrito Federal, sino por numerosos factores de todo tipo, incluida la carencia de un gentilicio que cohesionara a los ahora ya, por fin, mexiquenses. En el fondo, se trataba de un conflicto de identidad, que afectaba a diversos campos de la sociedad mexiquense vista como un conjunto humano. Hay que tomar en cuenta un factor fundamental para concebir este conflicto: la inmigracin que, iniciada en los aos cuarenta, se aceler sobremanera en las ltimas dcadas del siglo XX y modific de manera profunda la demografa del Estado de Mxico. Sirvan para ilustrar el fenmeno inmigratorio las siguientes cifras: en los comienzos de la dcada de los ochenta cuando surgi la iniciativa del gobierno de Alfredo del Mazo Gonzlez de impulsar el uso del gentilicio mexiquense, 59 por ciento de los habitantes de Ecatepec provenan del Distrito Federal; en Naucalpan, era de 77 por ciento, mientras que en Nezahualcyotl era de 75 por ciento y de 47 por ciento en Chimalhuacn. 12
Vanse datos tomados del XII Censo General de Poblacin y Vivienda realizado el ao 2000: a nivel estatal, 38.6 por ciento de los mexiquenses haba nacido en una entidad federativa distinta al Estado de Mxico. Los inmigrantes provenientes del Distrito Federal correspondan a 60 por ciento en el nivel estatal y 46 por ciento en la zona de Toluca; el resto de la inmigracin se divida sobre todo entre los estados de Michoacn, Hidalgo, Oaxaca, Veracruz y Puebla en el mbito estatal, mientras que en la zona de Toluca predominaban los originarios
los habitantes del rea fronteriza entre Michoacn, Guerrero y Estado de Mxico, tendran ms similitudes entre ellos mismos habla, costumbres, tipos humanos que las que podran compartir con los vecinos de las capitales de sus estados, respectivamente, Morelia, Chilpancingo y Toluca. 12 Memoria de Gobierno. 1981-1987, Toluca, GEM, 1987, p. 214. 16
de Michoacn, Guerrero, Veracruz e Hidalgo. A nivel estatal, la inmigracin proveniente del resto de las entidades del pas se ubic en 14 por ciento, indicador que en la zona de Toluca suba a 27 por ciento. 13
En una colectividad de orgenes a ms heterogneos, en un territorio bifurcado en esos dos valles que, empero, deban formar una unidad, la principal medida para impulsar una identidad cultural fue promover el uso de la palabra mexiquense. Como parte del discurso poltico de Alfredo del Mazo Gonzlez, el tema fue objeto de permanentes menciones. De ellas, cito la que apareci en su Primer Informe de Gobierno, en 1983, dentro del apartado de Fortalecimiento de la identidad nacional y estatal: La esencia de nuestra responsabilidad poltica es preservar la soberana, la identidad y la integridad de nuestro Estado, lo que implica, en modo alguno, la adopcin de actitudes aislacionistas y parroquiales. Al hacerlo sabemos que el fortalecimiento de nuestra personalidad estatal y local, y la vigorizacin de nuestra conciencia nacional, se unen estrechamente por el orgullo de ser y de pertenecer a una comunidad. Mxico es ya un pas maduro que encuentra en su diversidad una fuente de fecundidad para el todo, de ninguna manera limitante a la solidaridad con el pas. Las diferencias entre los individuos, los grupos y las regiones, son aportes fundamentales para la organizacin de nuestra sociedad plural y de la produccin. se es el verdadero federalismo. As lo entienden (sic) el Presidente de la Madrid. As buscamos practicarlo. Al utilizar el gentilicio de mexiquense estamos subrayando la satisfaccin de serlo y de ser al mismo tiempo naucalpense o tejupilquense. Al reconocernos en la tierra en donde nacimos o a la que hemos venido a dar lo mejor de nosotros, estamos encontrando el sentido genuino de nuestra nacionalidad.
Aparte de la expresa vocacin de fe delamadridista, propia del lenguaje oficial de la poca, hay que leer este texto en su intencin poltica, que de manera implcita aluda a la trayectoria histrica del Estado de Mxico como una entidad federativa a la que en ms de una ocasin se le haba cercenado parte de su territorio y que todava a finales del siglo XX padeca presiones por la posibilidad de que se creara el Estado del Valle de Mxico o de Anhuac con los territorios del DF y de los municipios conurbados a ste. Ello explica el nfasis de Del Mazo en relacin con el gentilicio mexiquense, en el que pueden reconocerse tanto la poblacin oriunda como la inmigrante.
13 GEM, Indicadores sociodemogrficos de la zona Toluca del Estado de Mxico 1950-2005, en www.edomex.gob.mx/desarrollosocial/doc/pdf/zonatoluca.pdf, consultado en junio de 2009. 17
En este contexto, la rpida asuncin y expansin del nuevo gentilicio por parte de millones de personas, fue prueba de que haba una necesidad colectiva que atender. Se consigui el objetivo: lograr que, sin importar el lugar de origen o de residencia, aquellos que han nacido o radican en este estado contaran con un elemento de identidad comn, algo que, como se desprende de la etimologa del trmino, fuera idntico para todos. Tanto para nativos como para forneos, estos ltimos con una caracterstica: a la larga van a convertirse tambin en nativos, adems de que sus races irn, si no perdindose totalmente, atenundose. Tan rpidamente cobr carta de naturalizacin este nuevo injerto dentro del espaol en Mxico, que fue asumido por los habitantes del propio Estado de Mxico y por los del resto del pas, pasando por el debido registro en la lexicografa del espaol. 14
No fue un simple regionalismo, sino una forma de ubicarse en un mapa cultural donde los otros no haban tenido un problema parecido. El trmino llegara pronto a los diccionarios, dado que para su formulacin se respetaron criterios lexicogrficos, merced a la consulta promovida por el poltico de Atlacomulco Mario Coln Snchez, 15 a la Academia Mexicana de la Lengua, cuya oferta de mexicanense no prosper por su evidente cacofona. Termin por aceptarse oficial y socialmente la palabra mexiquense, no obstante que, en un principio, tampoco dejaba de sonar como rara. 16
El surgimiento del gentilicio data de los aos setenta, pues ya en su Historia del Estado de Mxico (1974), el profesor Alfonso Snchez Garca deploraba que el trmino mexiquense no se hubiese difundido de tal manera, que su circulacin profusa ya hubiese obrado la virtud de otorgarnos una mayor
14 En el Diccionario del espaol usual en Mxico, editado por El Colegio de Mxico, se incluye esta entrada: mexiquense adj y s m y f Que es natural del Estado de Mxico o se relaciona con l. (Lara Ramos, Luis Fernando, dir., Diccionario del espaol usual en Mxico, 2. reimp. [1. ed. 1996), Mxico, El Colegio de Mxico-Centro de Estudios Lingsticos y Literarios, 2002). Tambin es factible realizar una consulta electrnica a la pgina de la Real Academia Espaola, para verificar que, en la 23. edicin del Diccionario de esa vetusta institucin, aparece la siguiente entrada: mexiquense. 1. adj. Natural del Estado de Mxico, en la Repblica Mexicana. U. t. c. s. 15 Mario Coln fue conspicuo abanderado de los intereses ideolgicos de un sector de la sociedad mexiquense: la clase poltica prista que ha mantenido su hegemona en la administracin estatal a partir de los aos cuarenta del siglo XX. 16 Una exposicin completa sobre la formacin de la palabra es la que da Alfonso Snchez Arteche en su texto Origen y significado del trmino mexiquense, en Redes de la memoria (artculos, conferencias y presentaciones), Toluca, IMC, 1995, pp. 25 y ss. 18
distincin. Snchez Garca estimaba que acaso el tema fuera secundario y que apenas pudiera tener implicaciones psicolgicas. Lo planteamos, porque entre esas implicaciones psicolgicas estuvo la idea de muchos revolucionarios, salvadores de Mxico, que tomaron nuestra entidad a manera de pago en efectivo por sus hazaas realizadas en bien de todo el pas. 17
Haba mucho ms que meras implicaciones psicolgicas. La carencia de un gentilicio que distinguiera a los habitantes del Estado de Mxico todo, y no de sus regiones aisladas, provoc la reaccin de Alfredo del Mazo Gonzlez, quien si bien naci en Toluca en 1943, haba forjado su carrera poltica en la capital del pas. Era, desde cierto punto de vista, una especie de inmigrante, un recin llegado, sin dejar de lado que su mayor vinculacin con la entidad, adems de su lugar de nacimiento, era el hecho de ser hijo del gobernador alemanista-fabelista Alfredo del Mazo Vlez. La promocin de lo mexiquense fue un objetivo concreto inmerso en un plan de gobierno. Por lo mismo, en un documento de balance sobre la administracin estatal del periodo 1981-1987, se establecieron estos juicios sobre lo logrado en el rubro de Cultura e identidad mexiquense: Una preocupacin bsica del gobierno, derivada de las altas tasas de inmigracin, la constitua el hecho de que el crecimiento demogrfico se estaba traduciendo en una prdida de identidad de quienes habitan el Estado de Mxico. Dentro de estos propsitos fue creado el Instituto Mexiquense de Cultura, cuya meta fue la de ordenar, fomentar y difundir la cultura de la entidad, destacando bsicamente los valores regionales de la misma y con ello fortalecer el quehacer cultural de la sociedad mexiquense. 18
Por eso no extrae la inclusin de la palabra mexiquense en el marco de un proyecto poltico, el encarnado por Alfredo del Mazo Gonzlez. Lo en apariencia sorprendente fue que el trmino acabara por ser reconocido y adoptado por una amplia colectividad, dentro y fuera del estado. 19
Si la palabra fue objeto de semejante apropiacin por parte de una vasta comunidad, ello se debi a que result idnea para reforzar el sentimiento de pertenencia a una realidad estatal especfica, aunque en gran parte escindida. En
17 Historia del Estado de Mxico, Toluca, GEM, 1974, pp. 11-12. 18 Memoria de Gobierno. 1981-1987, p. 18. 19 Incluso mediaron cuestiones prcticas, como en las redacciones de los peridicos estatales o de la capital del pas, donde la economa del lenguaje aprovech enteramente el nuevo gentilicio, de una manera ms limpia que la de utilizar esa aberracin que es hablar del Edomex. 19
los trazos de mexiquense caben todos, tanto aquellos que pudiesen hacer un recuento centenario de varias generaciones radicadas en las localidades del estado, como aquellos que apenas haban llegado a l. Sera imposible soslayar el origen poltico de este vocablo con el que habran de identificarse los habitantes del Estado de Mxico. Reitero que no respondi a una dinmica espontnea, sino que form parte de un proyecto poltico definido, el del rgimen de Alfredo del Mazo-Alfredo Baranda, en el periodo 1981-1987. Vase la sntesis que sobre esa etapa ofrece una obra con una perspectiva histrica oficial: Inquietud particular de esta gestin [Del Mazo-Baranda] fue la bsqueda y difusin de la identidad mexiquense, as como la conformacin de la conciencia de lo mexiquense. Hubo radio y televisin mexiquenses, se cre la presea Estado de Mxico, as como el Consejo Estatal de Cultura. Lo ms trascendente consisti en la formacin de la Sociedad Mexiquense de Cronistas Municipales, que se fueron abocando a la elaboracin de otras tantas monografas. En el fondo haba la preocupacin por una carencia de conciencia en grandes sectores de la entidad. Los inmigrantes llegados a la zona conurbada difcilmente entendan lo mexiquense. Ms bien estaban adoptando formas de vida y tradiciones de tipo urbano y moderno, cuyos patrones se tomaban ms bien del Distrito Federal, de sus lugares de origen o de Norteamrica, y tenan poco que ver con las iniciativas y esfuerzos artificiales de lo mexiquense. 20
En efecto, en ese sexenio proliferaron los organismos pblicos con la referencia explcita al nuevo sentido de lo mexiquense. 21 No era cosa nada ms de difundir un nombre. Haba propsitos ms ambiciosos desde la esfera gubernamental. Especficamente en el campo de la cultura, el discurso oficial de la administracin 1981-1987 deca perseguir tres objetivos principales: Democratizar la cultura, a fin de preservar, rescatar y difundir los valores culturales y manifestaciones artsticas favoreciendo de este modo la integracin socio-cultural y el fortalecimiento de nuestra entidad; conservar y rescatar el patrimonio cultural, arqueolgico, artstico e histrico, para as fomentar y difundir
20 Mara Teresa Jarqun Ortega y Carlos Herrejn Peredo, Breve historia ilustrada del Estado de Mxico, Toluca, El Colegio Mexiquense-IMC-GEM, 2004, p. 147. 21 Considerar la creacin de una sociedad de cronistas municipales como lo ms trascendente del periodo de referencia es no slo una exageracin, sino un comentario errneo, si se compara con la relevancia de otros mecanismos utilizados para fortalecer la identidad mexiquense, como la creacin del propio Instituto Mexiquense de Cultura, la presea Estado de Mxico o el que despus se transform en Sistema de Radio y Televisin Mexiquense. Adems, la escritura de monografas municipales no era novedosa, ya que durante el gobierno de Carlos Hank Gonzlez un solo investigador, el escritor chileno Carlos Hctor Gonzlez Pugeau, acometi la empresa de elaborar individualmente los primeros trabajos de esa ndole en la totalidad de los municipios mexiquenses, trabajo que a partir del rgimen Del Mazo-Baranda comenz a ser realizado por cronistas de cada localidad. 20
la investigacin de estos aspectos, y, finalmente, descentralizar la cultura a fin de hacerla llegar a todos los rincones de la entidad. 22
He expuesto, pues, el origen del trmino mexiquense, para apoyar la comprensin de lo que fue configurndose como el sistema literario mexiquense. Esto es, no se puede soslayar el efecto de una poltica gubernamental concretada en el campo de la cultura, pero habr que considerarlo como parte del contexto histrico-social, en los trminos que ya citbamos de Yvette Jimnez de Bez sobre la autonoma relativa que puede alcanzar la literatura. Por otra parte y ms all de un proyecto poltico del pasado reciente, si nos atenemos a la fbula clsica de Adelbert von Chamizo, en su clebre La maravillosa historia de Peter Schlemihl, cuyo protagonista vende su sombra al diablo lo que conlleva el simbolismo de extraviar su tradicin, la tradicin del pueblo al que perteneca, reconocerse en una palabra, mexiquense, ver en ella uno de los elementos ms significativos de una identidad estatal, fue el modo con que los habitantes del Estado de Mxico se encontraron o reencontraron con su sombra, en un trascendente proceso social-lingstico que abarc tambin el mbito de la literatura. El de identidad es un concepto cultural, entendiendo la cultura en un sentido amplio, como una abstraccin que implica un conjunto determinado de valores respecto de un contexto especfico, o bien como un conjunto coherente de ideas o ideales compartidos, basados en una visin total del mundo suficientemente simplificada para permitir un modo de vida que tenga una coherencia general, segn la definicin de la poeta Mnica Mansour, 23 autora que precisa: La identidad cultural de un grupo de personas se define ante todo por una sensacin de unidad, de pertenencia y de reconocimiento que, a su vez, debe definirse por oposicin a otra unidad, otra cultura, otra identidad. La identidad surge por oposicin e implica necesariamente la afirmacin del nosotros frente a los otros, mientras que no requiere una afirmacin aislada: es decir, un miembro de un grupo especfico no invoca a su pertenencia salvo cuando se enfrenta con miembros de otro grupo; pero en aislamiento, un grupo como tal no necesita ninguna designacin especfica. En suma, alguien que forma parte de una cultura debe poder identificarse con otro de esa misma cultura, y distinguirse o ser distinguido por quien forma parte de una cultura diferente. 24
22 Memoria de Gobierno. 1981-1987, pp. 195-196. 23 Identidad regional e identidad nacional en la literatura mexicana, en Jos Luis Martnez Morales, op. cit., p. 32. 24 Ibid., pp. 32-33. 21
Con la adopcin de la palabra mexiquense los habitantes del Estado de Mxico optaron por el fortalecimiento de su identidad cultural, sin que fuera obstculo para ello su gnesis a partir de una visin poltica-gubernamental. Reitero que sera injusto o en exceso simplista afirmar que tal origen fue espurio, y en cambio siento que ha sido una de las pocas veces en que un grupo de polticos tuvo buen tino al fomentar una idea de real importancia y significado colectivos, sobremanera en un conjunto de regiones que, a su vez, tendran una identidad cultural propia, aunque segmentada y en algn caso contradictoria. 25
Mnica Mansour no evita aludir a la actitud del gobierno de fomentar una poltica asimilativa que absorba y uniforme el multiculturalismo que caracteriza a Mxico, para defender la identidad nacional, postura que incluye inventar una tradicin predominante que pueda imponerse y sostenerse dentro del territorio encerrado en las fronteras polticas, manteniendo siempre vigentes los smbolos, aun cuando sus significados pueden modificarse. 26
Sin embargo, y como acenta la propia Mansour, esto no es slo conveniente para el Estado; tambin lo es para cada individuo. 27 Dicha conveniencia es lo que habra que rescatar cuando la intencin de fortalecer una identidad nacional o, en su caso, estatal, trasciende una poltica estrictamente oficial y alcanza niveles individuales o, sobre todo, colectivos. 28
En otra dimensin, la asuncin del nuevo gentilicio mexiquense implic confirmar la existencia de una cultura distinta respecto a otras, dentro del amplio
25 Ejemplifico esto con el comentario que alguna vez escuch en boca de un gobernador, que se lamentaba de casos de residentes en territorio mexiquense que, cuando daban su direccin, decan vivir en Tlalnepantla, Mxico, Distrito Federal. 26 Ibid., pp. 34-35 27 Idem. 28 La misma Mnica Mansour puntualiza el carcter pragmtico de la cosmovisin imaginaria que es la identidad nacional: tiene una funcin poltica y econmica singular: pretende crear un sistema cerrado de relaciones que tienen que ver con la explotacin y distribucin de recursos, el cual es regido por un poder central, as como la distincin y proteccin ante otros sistemas cerrados similares. Para ello, es indispensable restarle importancia a las contradicciones internas y construir un discurso suficientemente coherente que sirva como marco para un conjunto de representaciones y relaciones. Ejemplos de esto seran la identidad del Nuevo Mundo en oposicin a Europa, as como el de pertenencia a Amrica Latina, en oposicin a Estados Unidos. Mansour subraya que, en el caso mexicano, el poder central es el que ha regido, determinado y controlado tal identidad nacional indispensable para su supervivencia, con factores como la unidad lingstica y religiosa (basadas en el idioma espaol y el catolicismo, respectivamente), adems de elementos como la bandera, los himnos, el escudo, los hroes, las ceremonias, celebraciones, ritos y la idea del mestizaje, Ibid., pp. 33-34. 22
mosaico que entraa la cultura mexicana. Con un nfasis innegable: la condicin del Estado de Mxico como crisol de formas de ser y de expresarse, dado el multivariado origen de la sostenida inmigracin que ha continuado radicndose en los municipios de los valles de Cuautitln-Texcoco y de Toluca, en un acelerado fenmeno demogrfico que no ha perdido fuerza a lo largo de las ltimas cuatro dcadas del siglo pasado y la primera del actual. El gentilicio moriger efectos excluyentes de ciertos regionalismos; como tales, los regionalismos no desaparecieron no tenan por qu hacerlo, sino que en todo caso se mantuvieron, pero bajo una denominacin que pudiera contenerlos. Esto puso tambin en relieve una supuesta condicin de periferia respecto a un centro: la capital del pas. En efecto, el Estado de Mxico, al rodear al Distrito Federal, corre el riesgo de ser percibido geogrfica y socialmente como una periferia, pero lo es a travs de una interaccin compleja de flujos de personas gente que vive en el Estado de Mxico pero trabaja en el DF y viceversa. Tal relacin no se agota en la vecindad inmediata de los municipios mexiquenses conurbados, sino que abarca de manera creciente a numerosos municipios del Valle de Toluca. 29
En rigor, esta supuesta relacin periferia-centro tendra que ser discutida en el marco de un centralismo que ha asfixiado al pas a lo largo de su historia, en todos los campos de la vida nacional, casi siempre en demrito de las regiones. Habra que reconocer la circunstancia peculiar del Estado de Mxico como el principal vecino del Distrito Federal, factor geogrfico que causa una muy particular y complicada relacin en todos los sentidos. Lo mexiquense unifica respecto a los otros, pero tambin modera una supuesta hegemona de centralismos estatales. En las expresiones literarias, no
29 Desde hace al menos dos o tres dcadas el Distrito Federal, como expulsor de poblacin con una gran oleada luego de los sismos de septiembre de 1985 se convirti en uno de principales lugares de origen de inmigrantes que terminaron por residir en distintos municipios mexiquenses, no slo los de la zona metropolitana del Valle de Mxico. Este nexo singular diferencia al Estado de Mxico en aspectos como el de la prensa escrita, pues en el caso del Valle de Toluca los diarios que se publican en la capital del pas llegan a los puestos de peridicos al mismo tiempo, o incluso antes, que los editados en la capital mexiquense. Al menos tres diarios del D.F. el primer UnoMsUno con su Edicin Mexiquense, El Universal y El Financiero tuvieron en las pasadas dcadas de los ochenta y noventa sendas versiones estatales; en la actualidad, con algunas variantes, siguen esta tradicin los diarios Milenio y Metro. 23
hay quien postule ahora una bandera a favor de una literatura toluquea 30 o atlacomulquense, por decir. Es evidente una postura de mayor singularidad por parte de los literatos necenses, aunque esta ltima actitud habra que comprenderla dentro de otro tipo de relacin, en la que la periferia es, en efecto, Nezahualcyotl, pero el centro es la ciudad de Mxico y no necesariamente Toluca. No obstante este empeo por singularizarse, los escritores de Nezahualcyotl y los de Texcoco, por aadidura han terminado por participar en una visin estatal sobre el trabajo literario que se viene efectuando en la entidad. 31
Sostengo que, en este marco de lo mexiquense, a estas alturas hay que separar lo que form parte de un proyecto poltico, respecto de lo que termin por atender una necesidad social y cultural, la de reconocerse en un vocablo comn para los que haban nacido en esta entidad federativa, y para aquellos que han llegado a radicar en su territorio en diferentes pocas, lo que a su vez llevara a registrar distintas gradaciones en su posible sentimiento de arraigo. Sigo con Mansour en su reflexin, ahora sobre el vnculo que puede establecerse entre identidad y literatura. Por encima de la idea de que la identidad es algo inseparable para un lugar, una comunidad o un individuo, su determinacin es compleja, histrica y variable. En lo tocante a las obras literarias, se pensara que stas reflejan la identidad del contexto en el que surgieron, de modo que si hablamos de literatura mexicana estamos dando por hecho que existe una unidad a la que se pueda asignar ese nombre. Sin embargo, dicha unidad suele entenderse como una acumulacin de sus partes que, entre s, pueden mostrar semejanzas y diferencias, y que tienen en comn el hecho de que sus creadores hayan nacido, radicado o producido en el territorio ahora llamado Mxico. 32
30 Si consideramos la trayectoria del Centro Toluqueo de Escritores, se puede resaltar que la visin de esta comunidad de autores creada formalmente en 1983 trascendi el mbito meramente municipal y regional, para establecer una serie de vnculos estatales, principalmente a travs de sus certmenes literarios anuales. Ha sido en su seno donde mayormente se ha oreado la discusin sobre lo que representara la literatura mexiquense. 31 No es casual que actualmente el tamaulipeco-necense-mexiquense Eduardo Villegas opere desde Metepec la Casa del Poeta Primero Sueo, como sede del proyecto editorial independiente Cofrada de Coyotes clara alusin a Nezahualcyotl, como tampoco lo es que la antologa de narrativa con una mayor perspectiva estatal hecha hasta ahora, La eterna noche de los tiempos, haya sido compilada en 2006 por los literatos y acadmicos chapingueros Moiss Zurita Zafra y Rolando Rosas Galicia. 32 Mnica Mansour, op. cit., p. 31. 24
No hay que asustarse de esta costumbre, casi norma, de designar a una literatura segn su origen nacional o regional, trtese de literatura italiana, literatura estadounidense, literatura francesa, literatura latinoamericana, caribea o bien, mexicana y mexiquense. Se combinan trayectorias histricas y tradiciones culturales y estticas, como tambin el uso de un idioma especfico como el medio principal para la expresin literaria lo que eventualmente llevara a otro tipo de clasificaciones, como podra ser la de literatura mexicana en lenguas vernculas, por ejemplo. Tanto en el caso de lo que podra ser considerado literatura mexicana como en el de la literatura mexiquense, la posible unidad que conducira a una nocin de identidad no se dara solamente por el factor de la simple acumulacin de sus partes. Adems de los otros puntos de contacto que establece Mnica Mansour, habra que verificar el elemento de identidad en cuanto a su presencia explcita o implcita en obras concretas literarias, en el presente estudio. Acudo a Primo Mendoza, autor de Nezahualcyotl, que tambin analiza el tema de la identidad en los siguientes trminos: La identidad es de carcter comunitario; la suma de identidades locales nos lleva a identidades cada vez ms ampliadas hasta llegar a la identidad nacional. La identidad es un sentimiento de pertenencia que nos fortalece frente al extrao, al del otro barrio, el del otro lado de la frontera, que puede ser el vecino, el de la otra calle o colonia. La identidad no deja de ser un recurso tribal heredado de generacin a generacin; pero ella tambin afirma el sentido de valores y creencias sociales y propicia la aparicin de los smbolos culturales. 33
Desde la perspectiva de la identidad cultural, la literatura mexiquense se caracteriza por reflejar una unidad dentro de la diversidad, marcada por constantes como el saberse diferente de lo que se hace en otras latitudes. Empero, resulta innegable que tal consideracin se encuentra relacionada con el hecho social y poltico del inveterado centralismo que ha marcado la historia de nuestro pas.
1.2 LITERATURA REGIONAL, LITERATURA ESTATAL
Es vlida la idea de una literatura estatal, o habr que ponderar, ms bien, la existencia de literaturas regionales? Introduzco en este tema el anlisis de Jos
33 Nezahualcyotl de los ltimos das, Mxico, Ars Ludis Ediciones, 2005, p. 33. 25
Luis Martnez Morales, quien apunta que los criterios geogrficos o, yo dira, los de la divisin poltica del mapa de la Repblica han sido utilizados para delimitar el campo de produccin en disciplinas como la historiografa y la crtica literarias. Manuales, ensayos o antologas literarias en general o sobre un solo gnero agrega Martnez Morales, en su ttulo dan razn de la extensin de su campo de estudio. Se hacen divisiones y clasificaciones considerando la demarcacin geogrfica, la territorialidad de los autores, aunque a veces con un criterio ms laxo se les concede el derecho de pertenecer a dicho espacio literario a aquellos escritores que han creado residencia de manera definitiva en l, no importando que su lugar de origen sea otro, siempre y cuando, adems, se escriba en el mismo idioma. 34
Prosigue Martnez Morales advirtiendo que el criterio anterior no se discute en producciones continentales o nacionales, pero s en posibles clasificaciones por estado, por ausencias o ciertas presencias. Esto ocurre por la actitud de menosprecio hacia un trabajo al que pueda tachrsele de irrelevante, ante la imposibilidad de demostrar que s existe una literatura estatal distinta de una nacional. Para los que cuestionan dichas visiones estatales dice Martnez Morales tendra que demostrarse primero la existencia de lo veracruzano, lo jalisciense o lo poblano, y slo despus de esto se podra aceptar, en efecto, la existencia de una verdadera literatura veracruzana, jalisciense o poblana. 35
No concuerdo con que sea laxo el criterio de incluir como parte de una literatura estatal a autores que, provenientes de otra demarcacin territorial, hayan fijado su residencia en una regin especfica. El hecho principal sera, desde mi punto de vista, que se realice una obra en el contexto de la articulacin dentro de un sistema literario determinado. 36
34 Martnez Morales, op. cit, pp. 11-12. 35 Idem. 36 El tpico motiva juicios como el siguiente de Mnica Mansour: Si se revisara la literatura de cada estado de la repblica desde los textos indgenas, cuando los hay, o desde el siglo XVI, cuando es posible, hasta este fin de milenio, nos encontraramos con el gran problema de decidir cules escritores pertenecen a una entidad federativa determinada cuando han radicado en otra parte del pas distinta a su lugar de origen, o cuando su obra se dedica a temas capitalinos aunque ellos provengan de otra ciudad o pueblo. Habra que investigar hasta dnde y en qu pocas sobresale una identidad local y cunto se impone la identidad nacional o regional ms amplia en sus diversas conformaciones en cada movimiento literario. Habra que definir criterios para ubicar la literatura dentro de un estado o dentro del conjunto de la literatura nacional, para bosquejar un mapa histrico y geogrfico de la literatura de este pas. Al hacer este anlisis, Mansour destacaba 26
Sobre lo anterior tendra que analizarse si es pertinente distinguir que una literatura estatal sea diferente de la nacional, aunque en un sentido general resultara claro que la suma de las literaturas estatales integrara la literatura nacional afirmacin contraria a la extendida idea de que lo nacional en materia de literatura, es solamente aquello que se publica o escribe en el centro, en la capital del pas. 37
En cuanto al aspecto de identidad, lo mexiquense se encuentra tambin en construccin y en evolucin, pues, reconocida la todava fresca adopcin del gentilicio hace no ms de tres dcadas, se ha propiciado una visin social de conjunto, unificadora de lo diverso, pero sin borrar esta ltima condicin. Introduzco aqu una cita de Renato Prada Oropeza, acerca de la relacin que se establece entre una regin y la produccin literaria: Una regin o una zona, por s misma no ofrece ningn sustento a la caracterizacin de la produccin literaria que se presenta en sus lmites (siempre y cuando esta produccin se manifieste en discursos de una intencionalidad esttica primordial y bsica); por ello, ver la unidad de la produccin literaria (incluso potica) ceida por los marcos geogrficos, carece de fundamento y puede llegar a cometer ciertas interpretaciones, si no aberrantes, al menos no pertinentes. 38
Puesto en otros trminos: la narrativa mexiquense no es literatura porque sea mexiquense, sino porque se cie a las exigencias de la propia literatura. Empero, la pertenencia a una regin o zona determinadas s influye en el acto literario. Lo hace a partir de una realidad que deriva en temas similares a la hora en que son trasladados a la escritura. 39
la importancia de la coleccin de antologas estatales impulsada por el Conaculta, Letras de la Repblica, todava en proceso a mediados de los 90, pero que esta autora consideraba que revelara cosas interesantes (op. cit., p. 44). 37 En su ensayo En torno al concepto de literatura nacional, el fillogo Antonio Alatorre expona que nunca le ha preocupado la idea de literatura nacional, pues El adjetivo moderno, delimitador en el tiempo, y el adjetivo nacional, delimitador en el espacio geogrfico, no ataen gran cosa a la esencia de la literatura: le dibujan cambios en la expresin del rostro, le reacomodan los pliegues de la tnica, pero dejan intacto su ser. El adjetivo nacional le viene muy chiquito al sustantivo literatura. Alatorre conclua citando la siguiente frase de Alfonso Reyes: La literatura nacional es la suma de las obras de los literatos mexicanos (Antonio Alatorre, Ensayos sobre crtica literaria, Mxico, CONACULTA, 2001, p. 161). Con un nimo similar y para centrar el tema, resultara vlido afirmar: la literatura mexiquense es la suma de las obras de los literatos mexiquenses. 38 La literatura regional: el discurso histrico y el testimonial, en Jos Luis Martnez Morales, op. cit.p. 66. 39 Por lo pronto sealara uno que lo mismo puede encontrarse en narradores que han publicado en el Valle de Toluca, como en los que lo han hecho desde la zona oriente del estado: la recuperacin de las etapas de infancia vividas en la capital del pas, rememoradas desde una condicin distante 27
Jos Luis Martnez Morales plantea el interrogante sobre si pertenecer a una territorialidad es determinante para la obra de un escritor, dado que sta se nutre de experiencias y vivencias. Adems, el escritor est en movilidad fsica y culturalmente se encuentra en constante desplazamiento por lo cual el arraigo a su lugar de origen difcilmente se va a manifestar en su produccin literaria. Al menos, no en todos los casos ni en todas las obras. 40
S, no en todos los casos ni en todas las obras, pero, como precisa Martnez Morales, cuando tales nexos o referentes a una regin llegan a aparecer en la literatura, lo hacen transvasados mediante la tematizacin de ciertos motivos, hechos, personajes, costumbres o espacios, o ciertos matices especficos del habla. Pero, considera este crtico, no se muestran como reflejos inmediatos de la realidad que los inspira, pues aun en la literatura ms realista, costumbrista o pintoresca, ocurre una mediacin o se presenta un matiz a partir de la personalidad y estilo del escritor. Y en todo caso, la presencia o ausencia de dichos elementos no les aade mayor valor literario a los textos, si acaso le confiere una cierta singularidad a la produccin del escritor. 41
Por otra parte, para Martnez Morales resulta ms preciso hablar de las categoras de regin frente a nacin trminos ms recurrentes en los estudios de historia y sociologa, en vez de la nocin de literaturas estatales frente a una literatura nacional. 42
Pese a estas ideas, considero que la narrativa mexiquense no se constrie a una visin regional, aunque ella exista, sin duda. Insisto en que se ha conformado en el marco de una literatura estatal, por encima de las expresiones de las regiones, ya que existen elementos comunes, verificables en la obra de narradores de distintas partes del estado, a lo que se suma el criterio de la articulacin entre ellos, en un dilogo en el que acaso se encuentren ms puntos de contacto que de separacin. Y sin embargo, se preserva por entero la libertad creativa no slo de posibles grupos, sino de los individuos en concreto.
no slo en el tiempo, sino tambin en el espacio, esto es, desde el territorio mexiquense; o bien, el reflejo de los acelerados cambios registrados en el Estado de Mxico con su imparable urbanizacin que modific los otrora buclicos o, en algn caso, yermos paisajes; y esto cuando se quiere identificar ntidamente el espacio mexiquense como ambiente posible de una narracin, que no siempre es as. 40 Op. cit., p. 14. 41 Idem. 42 Idem, p. 14. 28
Yvette Jimnez de Bez tambin confiere a la literatura regional otra funcin: la de presentarse como una alternativa ante las tendencias globalizadoras de los sistemas capitalistas dominantes. En tanto tiende a afincarse en la diferencia, la literatura regional buscar en sus formas marginales de produccin o en la recuperacin transformadora de sus orgenes y de sus primeras manifestaciones culturales, caminos de identificacin: las seas de identidad. De la regin, se llega a la unidad que verdaderamente asume la heterogeneidad cultural. 43
Frente a un mundo pletrico de visiones adocenadas de la realidad, pensara en la validez de concebir a la literatura mexiquense como una expresin diferente, en el sentido expuesto por Jimnez de Bez. O al menos, tendra que ser uno de los factores con cabida en la narrativa dentro del sistema literario mexiquense.
1.3 UN SISTEMA LITERARIO
Sostengo que, a partir de 1981, junto con la expansin del nuevo gentilicio, surge la literatura mexiquense. Esta afirmacin no implica que antes no haya habido autores y obras literarias en el mbito estatal; en todo caso, lo que postulo es que la adopcin colectiva del vocablo mexiquense y de lo que significaba en trminos de identidad, funcion como uno de los factores que intervinieron en la integracin de un sistema literario con una nueva dinmica, que no slo reanim la tradicin literaria previamente existente, sino que propici la manifestacin de otras expresiones estticas. La literatura mexiquense cuenta con antecedentes, se remite a una tradicin: en lo general, la construida bajo el concepto de literatura mexicana, y en lo particular, las obras que se haban ido gestando dentro del propio Estado de Mxico. Habra que reconocer que antes de 1981 no abundaron las condiciones ms favorecedoras para el desarrollo de una literatura que, luego de ese ao, comenz a tomar forma de manera acelerada, a la par de la creacin de instituciones pblicas y dependencias gubernamentales relacionadas con el sector de la cultura. Concibo este desarrollo como el proceso, ms histrico que esttico, de conformacin del sistema literario. De acuerdo con esta aportacin del estudioso
43 Op. cit., p. 23. 29
brasileo Antonio Candido, dentro del concepto de sistema literario se articulan los elementos constitutivos de la actividad literaria regular, a saber: -los autores que forman un conjunto virtual; -los vehculos que hacen posible la relacin entre estos autores, con lo que se define una vida literaria a travs de la existencia de pblicos, ya sea reducidos o amplios, que con su capacidad de leer u or las obras, permiten que stas circulen y acten, y -la tradicin, en la que se reconoce a las obras y los autores precedentes, que funcionan como ejemplo o justificacin de aquello que se quiere hacer, aunque sea para rechazarlo. 44
Es posible reconocer estos elementos dentro de lo que sera el sistema literario mexiquense: por un lado, en la dcada de los ochenta, en diferentes partes del estado se empez a dar a conocer una buena cantidad de noveles autores, que se sumaron a aquellos que ya se haban iniciado en la actividad escritural sobre todo en los aos sesenta y setenta, si bien era manifiesta la diferencia cuantitativa entre unos y otros. Esto es, quienes ya se podan considerar escritores en esos albores de los aos ochenta, eran casi un puado que, adems, se haban caracterizado por su dispersin en otras zonas, en particular la capital del pas, aunque algunos de ellos se haban mantenido en activo en el territorio mexiquense. La caracterstica de los nuevos autores es que optaron por ejercer su oficio desde el propio Estado de Mxico. 45
Se complementa esta inquietud creativa con la instauracin de organismos y dependencias pblicas en el rea de la promocin cultural, entre las que destacaron el Centro Toluqueo de Escritores (CTE), en 1983, y el Instituto Mexiquense de Cultura (IMC), en 1987. No se puede soslayar que en instituciones acadmicas como las universidades Autnoma del Estado de Mxico y Autnoma
44 Iniciacin a la literatura brasilea (resumen para principiantes), Mxico, UNAM, 2005, p. 19. 45 En su trabajo antolgico de 1993, Alejandro Ariceaga describa as el ambiente cultural prevaleciente antes de la dcada de los 80: Son aos difciles. Quien desea publicar poemas, textos, artculos, inquietudes literarias, tiene que aproximarse a las publicaciones que en el Estado de Mxico son escasas, prescindir de un pago por su trabajo intelectual. Algunas instituciones ofrecen premios exiguos de vez en cuando. Esos jvenes quieren leer toda la literatura que aparece a nivel nacional, quieren viajar para reafirmar la vocacin de la palabra escrita, acaso tienen el sueo imposible de vivir de lo que escriben; pero la realidad econmica, que no incluye a la literatura como bien de capital, les impide lograr esos ideales. (Op. cit.T. I, p. V). 30
Chapingo, se impuls tambin la actividad editorial ya no de libros de texto, sino de creacin. Otro factor fue el nuevo sistema de becas para creadores que, singularmente, funcion primero constreido al nivel municipal y luego al regional, en el Centro Toluqueo de Escritores, y a partir de 1989, en el esquema operado por el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA), que posteriormente sera emulado por un Fondo Estatal con los mismos fines de brindar apoyos pecuniarios a creadores en diversas disciplinas artsticas. Lo anterior se dio con criterios centralistas, por lo que tendra que reconocerse la actitud de creadores de la zona oriente del estado, en especfico del municipio de Nezahualcyotl, donde a pesar de la carencia de apoyos editoriales o en la forma de becas, surgi una de las corrientes ms fuertes dentro de la literatura mexiquense, con una condicin particular: varios de los escritores de la zona vieron ms fcil articularse con el medio cultural del Distrito Federal que con el del resto del Estado de Mxico, aunque con el tiempo terminaran tambin vinculados con el entorno estatal. Se puede considerar a stos como parte de los vehculos que, en el proceso de conformar un sistema literario, hicieron posible la creacin de una vida literaria, la cual comprendi la relacin entre los propios escritores, que coincidieron en los espacios institucionales reas editoriales, foros, publicaciones, pero que tambin asumieron una actitud de dilogo entre ellos. Sobresalen esfuerzos tendentes a la gremializacin como, en la regin centro, la Unin de Escritores Mexiquenses, Asociacin Civil la UEMAC, ya desaparecida 46 y el propio Centro Toluqueo de Escritores nacido en una primera instancia como dependencia del Ayuntamiento de Toluca y convertido en asociacin civil en 2002, el renovado grupo cultural tunAstral, o en Nezahualcyotl, grupos como Poetas en Construccin, el ENTE (El Norte Tambin Existe) y, ms recientemente, Cofrada de Coyotes, entre otros. Aunque de suyo la actividad del escritor se caracteriza por una extrema individualizacin, en el sistema literario mexiquense no ha faltado la promocin de
46 En el marco de un encuentro de escritores realizado en mayo de 1984 bajo la conduccin de la UEMAC, autores del Estado de Mxico y de otras entidades de la repblica suscribieron la Declaracin de Malinalco, que sera una primera reflexin gremial sobre el nuevo papel que habran de desempear los autores mexiquenses. Ms adelante hablar de este documento y de su significado dentro de la conformacin del sistema literario mexiquense. 31
diversas formas de relacin gremial e intercambio intelectual, as como de creacin de proyectos culturales y editoriales ms bien colectivos, ejemplo de los cuales seran las experiencias en materia de edicin de libros, lanzamiento de suplementos culturales, organizacin de ciclos de conferencias y presentacin de obras, ms la realizacin de encuentros de escritores impulsados por la UEMAC, tunAstral, el CTE, Cofrada de Coyotes y por los autores agrupados alrededor de la revista Molino de Letras en Texcoco, entre otros. En este entorno, aun en los casos de los autores ms hermticos no deja de establecerse una relacin personal o gremial con sus pares; no hay islas personales, pues. Se ha desarrollado tambin otro de los elementos apuntados por Antonio Candido: la aparicin de pblicos, que quizs sea el aspecto menos atendido. Sin embargo, se hacen presentes en los espacios a los que acuden los autores para actividades como la lectura de su obra, en los festivales organizados por las instancias gubernamentales del rea de cultura, y como lectores. Despus de todo, a la larga terminan por agotarse las ediciones institucionales e independientes, lo que habla de que, a pesar de las ideas preconcebidas sobre la falta de lectores en el pas o en el estado, s los hay, aunque muchos factores intervienen en este proceso. Por un lado, el que se agoten ediciones no implica obligatoriamente que se trate de libros que hayan sido ledos; y por otro, hay que reconocer que, en su inmensa mayora, los libros se editan en tirajes no superiores al millar de ejemplares, adems de que son muy raros los casos en que una obra llega a tener una segunda edicin. Otro factor que hay que considerar es la proliferacin de talleres literarios, que son una forma especializada de encuentro entre autores y lectores que posiblemente se conviertan en autores, integrados de igual manera en el sistema literario mexiquense. Por supuesto, estn las obras. Decenas de ellas que se han ido acumulando en tres dcadas de desarrollo de este sistema literario, con niveles de calidad distinta, en muchos casos con propuestas estticas valiosas. Hay una tradicin, remitida en primera instancia a autores como Josu Mirlo, Carmen Rosenzweig y Rodolfo Garca, as como a escritores que, provenientes de las dcadas de los sesenta y setenta, alcanzaron su mximo nivel creativo y madurez literaria dentro del periodo que se estudia en el presente trabajo el caso de Alejandro Ariceaga sera en ste, como en otros aspectos, el ms representativo. 32
Resumo esto citando a Alejandro Ariceaga en su anlisis de lo que ocurri a partir de los aos 80: La creacin literaria del Estado de Mxico ha dado un descomunal salto del glifo al microchip. La nutren todas las filosofas de la vida ante una realidad de prisas y distancias, avances cientficos y prdida de valores, exploracin del espacio sideral y anhelos de bienestar aqu en la tierra. Ahora no hay temas vedados ni se les tiene miedo a las palabras: el escritor se limita o vuela segn su capacidad. Poetas y narradores quieren participar como testigos de su momento y hacen lo que les corresponde para preservar su herencia cultural. Nunca como en esta poca se piensa en el futuro como entidad abstracta pero de advenimiento irremisible. Por lo menos tres generaciones de creadores, provenientes de varias partes de Mxico y otros pases, comparten los mismos espacios culturales de la Universidad, el Estado, los municipios y los organismos particulares. Son trabajadores intelectuales cuyas edades van de los veinte a los setenta aos de edad o ms. Coinciden o difieren en su concepcin de la literatura, los invaden menos o ms fantasmas y tienen mayores o menores posibilidades para desplazarse como peces en el agua de la literatura. De cualquier manera se toleran unos a otros, o tienen que hacerlo: los unifica su condicin de provincianos en el siglo que agoniza. 47
Puede sostenerse que ya a finales de los aos noventa, casi en la transicin de siglos y de milenio, se haba logrado conformar esta condicin de sistema literario referido a la literatura mexiquense. Se identifican tres etapas en este proceso: una de inicio, en la que sobresalen los autores que, en el nivel estatal, implican la existencia de una tradicin incipiente en la narrativa citara a Carmen Rosenzweig y Rodolfo Garca, escritores nacidos en las dcadas de los aos veinte y treinta, en la que habra que incluir al Grupo Letras, que llev al cabo su labor en los aos cincuenta sobre todo y cuyo principal nombre sera el poeta Josu Mirlo. Entre otros, estos autores representan una conexin directa con la creacin literaria mexiquense, con una peculiaridad que detallar lneas ms adelante. En lo que toca al Grupo Letras, visto hacia atrs resulta demasiado heterogneo, al haberse mezclado dentro de l autores, educadores y biblifilos, pero tambin polticos y burcratas. Abiertamente se dedic al rescate de figuras histricas como Ignacio Ramrez o la poeta Laura Mndez de Cuenca, con conferencias y ediciones de folletos en los que se destacaba su trayectoria.
47 Alejandro Ariceaga, op. cit., T. I, pp. 55-56. Es de subrayarse el nfasis que daba el propio Ariceaga a la confluencia de tres generaciones de escritores en el momento en que realiz su trabajo antolgico, en los comienzos de la dcada de los noventa. 33
En la nmina del Grupo Letras verificable en el enlistado que apareca en sus ediciones participaron los siguientes personajes: Guillermo Mnez Servn educador y narrador, 48 Gustavo G. Velzquez uno de los pioneros de la labor histrica en el Estado de Mxico contemporneo, el citado Josu Mirlo, Alejandro Fajardo Fajardo singular promotor cultural al frente de la Casa de Cultura de Toluca en la primera mitad de la dcada de los setenta, Moiss Ocdiz Lpez escritor, Orlando Silva Pulgar pintor chileno avecindado en Toluca, autor del mural en la parte central del edificio de la Rectora de la UAEM), Ignacio Medina Ramos, Juan Rosas Talavera, Joaqun Murrieta Cabrera, Carlos Hank Gonzlez (!), Alfonso Solleiro Landa periodista, Lorenzo Camacho Escamilla, Eugenio Zafra Lamadrid, Esteban Nava Rodrguez, Adalberto Franco, Gonzalo Prez Gmez biblifilo y, a estas alturas, el nico superviviente de este grupo, Luis G. Camarena, Ignacio Prez, Eliseo Surez, Alfredo Olgun, Abraham Caballero, Fernando Ramrez, Rubn Valbuena, Rafael B. Muoz, Horacio Orona Olea y el cronista y narrador Rodolfo Garca Gutirrez. De todos ellos y sin restar mritos a la dimensin de Genaro Robles Barrera, esto es, del poeta Josu Mirlo, en lo que toca a la narrativa el que tuvo mayor continuidad y sigui publicando obra hasta antes de morir en 2003, fue Rodolfo Garca. 49
Hubo una fase de transicin entre las etapas del inicio y de configuracin del sistema literario, representada bsicamente por el grupo de autores de tunAstral, entre ellos, de manera fundamental, Roberto Fernndez Iglesias, Alejandro Ariceaga y Carlos Olvera como los narradores de esa colectividad, no tan heterognea como la del Grupo Letras, pero de la que tambin surgieron personajes que hicieron carrera en la poltica y en la administracin pblica. Pero el registro de tunAstral lo ubica plenamente en la etapa de la tradicin del sistema.
48 Su caso es singular, porque es padre de Omar Mnez Espinosa, mdico y escritor, que con su novela Las flechas de Apolo obtuvo el Premio Internacional de Narrativa Ignacio Manuel Altamirano 2007, convocado por la UAEM. Hija del anterior es Elisena Mnez Snchez, poeta que form parte de la UEMAC y que apenas alcanzaba la mayora de edad cuando fue premiada como integrante de la quinta generacin de becarios del Centro Toluqueo de Escritores, por su libro Carcaj de palabras (1988). Es decir, hay una continuidad de tres generaciones de escritores en una misma familia. 49 Rodolfo Garca fue autor de, entre otros libros, las novelas Margarita e Imagen del hombre. l y Carmen Rosenzweig son dos casos evidentes del entreveramiento generacional por el que autores a quienes podramos considerar como precursores del sistema literario mexiquense, terminaron por mezclarse con los autores de las dos siguientes etapas de la formacin de dicho sistema. 34
La segunda fase, de configuracin del sistema literario, tuvo lugar en las dos ltimas dcadas del siglo XX y el comienzo del siglo actual; en ella se registr una nmina de autores ms abundante. Lo destacable sera la asuncin de una postura gremial, de una conciencia que fue ms all de las obras individuales, hasta contar con una visin de conjunto sobre numerosos trabajos escriturales, en las vertientes de cuento y novela. En esta etapa de configuracin del sistema literario se registr un proceso de maduracin cultural, reflejado en la variedad de propuestas que se concretaron en el trabajo literario, no slo como esfuerzos individuales con una muy limitada repercusin, tomando en cuenta que ya se dispona de un pasado literario local. A esto se agreg el surgimiento de pblicos, dentro de la trama en que se articularon los hechos de una vida literaria. Con base en lo anterior, se lleg a la fase de consolidacin del sistema literario mexiquense con la confluencia de dos obras simblicas: Camada maldita, de Alejandro Ariceaga, y La agona de la marmota, de Alonso Guzmn, que aparecieron muy cerca en el tiempo en sendas ediciones publicadas en 2002 y 2004, en el caso de Ariceaga, y en 2006 en el de Guzmn. Paradjicamente, la ltima obra de Alejandro Ariceaga y la primera de Alonso Guzmn significaron una propuesta literaria distinta, con una esttica avanzada, que ms que cerrar, abri nuevos horizontes a la narrativa del Estado de Mxico, que bien puede presentar sus cartas credenciales con trabajos de este nivel. Habra que aadir la presencia de un autor avecindado en Ecatepec, Hugo Csar Moreno Hernndez, en el que, con su libro Cuentos porno para apornar la semana (2007) se percibe un comienzo y un asentamiento creativos similares a los de Guzmn, afirmacin que tambin abarca a Laura Ziga Orta, de Atlacomulco, con su novela No tiene nombre el paraso (2007), de manera que con ellos se rompera una visin estrictamente regional y, en cambio, se los podra tener como representativos del momento actual del sistema literario mexiquense. Reitero la condicin peculiar que ya adelantaba en la etapa inicial de la formacin de este sistema literario en la referencia a Rodolfo Garca y Carmen Rosenzweig: en un momento dado, los autores de las tres distintas fases coincidieron en los mismos foros, agrupaciones gremiales y proyectos editoriales. Esto es, se entreveraron representantes de la fase inicial, de la configuracin y de 35
la consolidacin del sistema literario. De hecho, el caso ms significativo sera el de Alejandro Ariceaga, que en s mismo representa estas tres etapas dada su presencia en la transicin entre la primera y segunda de ellas, tanto en lo relacionado con su obra de creacin como en el impulso que brind al desarrollo de la literatura mexiquense, en cuanto trabajador de la cultura que fue. Pondero otro aspecto: un mecanismo fundamental en el concepto de sistema literario de Antonio Candido es el de la articulacin entre sus componentes. ste es el matiz al que mayor importancia debemos conceder a la hora de analizar las diferencias y coincidencias que habra entre los autores mexiquenses que han llevado al cabo su obra en las dos ltimas dcadas del siglo XX y la primera del siglo XXI. Habra que atender otras caractersticas. Existen diversos puntos de confluencia entre los autores y sus obras, as como aparentes y reales distancias entre ellos. Un punto por discutir es el relacionado con la validez de la idea de unidad dentro de la literatura mexiquense, de una mnima homogeneidad que permita identificar los puntos en comn compartidos por aquellos clasificables dentro de ella. Cabra aqu la imagen extrada de la teora de conjuntos, por la cual podramos agrupar a distintos escritores en apartados especficos, aunque todos ellos integrados, finalmente, en un conjunto general que sera el del sistema literario mexiquense. Al respecto, planteo los siguientes criterios relacionados de manera directa con los narradores mexiquenses: -En varios casos, es factible su agrupacin generacional, partiendo de la similitud de edades. Aunque esto no sera absoluto, pues en lo generacional se han llegado a entreverar autores precoces y tardos, es posible identificar grupos de escritores con una visin similar ante la literatura, por el hecho de haber vivido las experiencias propias de su tiempo por ejemplo, haber atestiguado o protagonizado las diversas etapas de la liberalizacin de costumbres en la sociedad mexicana. Es notorio que la posible conformacin de generaciones obedeci a condiciones distintas que provocaron diferencias segn la regin en la que se viva. Esto se hace patente al verificar que las generaciones en la zona oriente no coinciden con las surgidas en el Valle de Toluca. La distancia entre ellas es real, 36
aunque se reduce cuando logra darse la articulacin de autores determinados de una zona con los de la otra me refiero a autores de Texcoco o de Nezahualcyotl que publican libros en las instancias gubernamentales del centro poltico del estado, o que acuden a encuentros de escritores en el Valle de Toluca, y en el mismo sentido, autores de la zona centro que presentan su obra en municipios no slo del oriente, sino de diferentes regiones de la entidad. -Aunque se ponen en relieve grandes diferencias en cuanto a la seleccin o preferencia por determinados temas, a veces ms o menos arraigados en una circunstancia regional, sobresale un registro similar para dar cuenta de los profundos cambios sufridos por la sociedad mexiquense, como resultado de la imparable urbanizacin de gran parte del territorio estatal durante la segunda mitad del siglo XX. Esto resulta muy claro en la narrativa necense es decir, de Nezahualcyotl, donde un propsito recurrente es el de contar cmo naci una nueva ciudad en lo que antes haba sido un lago al final desecado. Pero hay una intencin parecida en diversos narradores del Valle de Toluca, que aun cuando en apariencia cuentan con el referente del pasado toluqueo, no conceden tanta importancia a ste sino que tambin brindan una visin sobre cmo, de muchas maneras, naci una nueva sociedad en una provincia que, en rigor, dej de serlo. Otra influencia temtica compartida por los narradores mexiquenses, en mayor o menor grado, es la peculiar relacin que se registra con la metrpoli. El tema aparece recurrentemente, con personajes que lo mismo pueden desenvolverse en Toluca o Neza, que en la capital del pas, aunque marcando sealadamente que se trata de una relacin suburbial, derivada del secular centralismo que ha caracterizado a Mxico. No obstante, recurdese que hay varios escritores que nacieron o se criaron en la capital del pas, lo que constituye una presencia con frecuencia evidenciada en su obra. Por lo mismo, como otra coincidencia temtica, se aprecia la recuperacin de etapas de niez y juventud en las narraciones de los autores mexiquenses, con ese aadido: el de la mezcla entre autores oriundos de alguna poblacin del Estado de Mxico, con los autores inmigrantes, provenientes de diferentes estados de la repblica, el propio Distrito Federal entre ellos. -Se distingue una escritura vinculada directamente con la realidad inmediata, de la cual se origina una diversidad de tendencias, entre las que 37
pueden citarse a la ertica, la policiaca con las dificultades que implica lograr obras verosmiles en este gnero, en un pas y un Estado donde la desconfianza hacia las corporaciones policiacas es endmica, as como a una serie de obras que lindan con otra disciplina, la del periodismo, en la forma de cuentos que bien pueden leerse como crnicas o al revs, crnicas que funcionan como cuentos, por resultar muy ligera la frontera que los divida. -Otro criterio que aplico es el relativo a la calidad de la propuesta esttica hecha por cada autor en lo individual o por los autores vistos en conjunto. Esto abarcara desde aspectos formales, como la correccin sintctica y la claridad en la expresin que no son poca cosa y en los que en todo caso habra elementos objetivos para percibir la posible evolucin de la escritura de los diversos autores, hasta el manejo de temas reveladores y de reflexiones sobre la condicin humana, pasando por la invencin lingstica y la aplicacin de tcnicas narrativas que muestren, tambin, la transformacin del discurso literario. ste es un proceso dinmico, que por un lado forma parte de un esfuerzo colectivo, el de la profesionalizacin del escritor mexiquense, y por el otro es orientado por los intereses y capacidades de cada autor. Por lo mismo hay que revisar las respectivas evoluciones literarias, verificables en los libros que se han ido publicando. Hay una cantidad importante de opera prima, que en ocasiones no rebas tal condicin, pero se registra tambin una continuidad en la trayectoria de numerosos autores de la entidad que, ciertamente, bien pueden mostrar estancamientos creativos, pero tambin un desarrollo concreto, producto del aprendizaje en el enfrentamiento con la pgina en blanco, con otras lecturas, con el paso del tiempo. En cualquier caso, forman el ncleo central de este trabajo los autores cuya escritura, concretada en publicaciones, sea de probada calidad en trminos estticos y literarios. Esto es, autores y obras que sean significativos dentro del desarrollo del sistema literario mexiquense. Hago notar otra intencin evidente en la mayor parte de los narradores mexiquenses: su decisin de hacer literatura sin adosarle etiquetas. Subrayo lo que deca Ariceaga en la cita inicial de este trabajo: En muy pocos casos de autores del Estado se puede decir que se hayan regionalizado en su temtica o en su factura. Simplemente, se trata de un conjunto de autores que opt por escribir desde esta zona del planeta. 38
-El criterio mismo de la articulacin dentro de este sistema literario contiene un matiz particular: el sentido de pertenencia a la literatura mexiquense. Me refiero a quienes, en actividades y propuestas diversas, han postulado o analizado la existencia de esta literatura y su pertenencia a ella. Se incluye aqu a quienes, adicionalmente a su obra literaria, han creado, impulsado u organizado instituciones gubernamentales o civiles de fomento a la actividad literaria, lo mismo que han participado o apoyado a grupos o asociaciones con un objetivo anlogo, de los varios que han funcionado o siguen funcionando en la entidad. Adems, entran quienes en artculos, ensayos, reseas o en discusiones en foros acadmicos, han abordado temas alusivos a la literatura mexiquense, fuera desde una perspectiva crtica o cuando menos informativa. Un segmento relevante de esta articulacin se ha registrado a travs del dilogo entre escritores, ya sea en pblico, en encuentros de ndole gremial, o en intercambios personales, que no por esta aparente volatilidad dejan de ser fundamentales, pues a travs de muchas vas terminarn reflejndose en el ejercicio especfico de escribir las obras que componen la literatura mexiquense.
1.4 ENTRE EL INTELECTUAL ORGNICO Y LA CONSTRUCCIN DE UNA LITERATURA
A quin representan los narradores mexiquenses? Hago esta pregunta en paralelo al interrogante con que Antonio Gramsci iniciaba su conocido ensayo La formacin de los intelectuales: Son los intelectuales un grupo social autnomo e independiente, o todos los grupos sociales tiene sus propias categoras de intelectuales especializados? 50
El propio Gramsci daba esta primera respuesta: Todo grupo social que surge sobre la base original de una funcin esencial en el mundo de la produccin econmica, establece junto a l, orgnicamente, uno o ms tipos de intelectuales que le dan homogeneidad no slo en el campo econmico, sino tambin en el social y en el poltico. 51
Planteo la reflexin gramsciana con el objetivo de aclarar aunque, es obvio, sin agotar el tema o la posible y necesaria discusin al respecto la relacin que se
50 La formacin de los intelectuales, Mxico, Grijalbo, 1967, p. 21. 51 Idem. 39
ha establecido entre los escritores mexiquenses y el Estado mexicano, en sus niveles federal, estatal y municipal. Por supuesto, existen aquellos a quienes podramos considerar intelectuales orgnicos representativos de intereses gubernamentales especficos. Son quienes participan en la elaboracin de polticas culturales y cumplen funciones directivas en instancias burocrticas o incluso partidistas, y tambin pueden encargarse de la realizacin de obras apologticas de un rgimen o acerca de las figuras culturales que llegan a adoptar algunos gobernantes. 52 En el mbito mexiquense, habra que proceder casusticamente en un posible anlisis de tales intelectuales orgnicos, porque en s misma esta categora no debe contener una valoracin peyorativa. Ilustro esto remitindome al caso de Salvador Reyes Nevares, no nicamente por su gestin como director del Instituto Mexiquense de Cultura en el periodo 1987-1989, sino porque era pblica su cercana con el entonces gobernador Mario Ramn Beteta, de quien era uno de los asesores principales. Pero, aun cumpliendo con una notoria funcin poltica, este intelectual no dej de ser un destacado autor que form parte del grupo Hiperin, en cuyo seno Emilio Uranga, Luis Villoro, Jorge Portilla, Ricardo Guerra, Joaqun Snchez McGrgor y el propio Salvador Reyes Nevares produjeron una contribucin fundamental para la filosofa mexicana. 53
Por otra parte, tiene que distinguirse entre las condiciones laborales de un escritor y las funciones de un intelectual orgnico propiamente dicho. Me refiero a que son numerosos los casos de autores mexiquenses que han trabajado dentro de estructuras gubernamentales, pero esa circunstancia no los convirti necesariamente en representantes de las sucesivas administraciones, bsicamente, en el gobierno estatal y en los municipales. Hay, en este sentido, quienes se han desempeado como docentes en el sistema educativo pblico y en el privado, otros que registran una trayectoria en medios de comunicacin pblicos o privados, y tambin quienes se han insertado en funciones burocrticas
52 En el caso mexiquense, se podra mencionar como ejemplo de esto el tratamiento que se dio al poeta vallesano Joaqun Arcadio Pagaza durante el gobierno de Ignacio Pichardo Pagaza no s si por un inters real por parte de ste o a sor Juana Ins de la Cruz durante el rgimen de Emilio Chuayffet. 53 Vase Horacio Cerutti Guldberg (director), Diccionario de filosofa latinoamericana, Toluca, UAEM, 2000. 40
en reas de promocin de la cultura o editoriales, mientras otros han ejercido profesiones liberales, como la medicina. Es ms complejo el tema si nos remitimos a la relacin sostenida entre los escritores y el poder estatal, dentro de la aplicacin de polticas pblicas en materia de cultura. Dicha relacin podra entenderse, en un marco general, a partir de la percepcin de que el Estado mexicano est obligado a apoyar las expresiones culturales, del mismo modo en que es su responsabilidad procurar la existencia de un sistema educativo pblico premisas que, en sentido estricto, cobraron forma a partir de la gestin de Jos Vasconcelos al frente de la Secretara de Educacin Pblica, pero que a estas alturas han sido continuadas ms por una actitud inercial que por una autntica visin de Estado. Tal nocin es, para muchos, discutible, pero habra que hacer notar que, aun en medio de las feroces polticas de corte neoliberal que se han aplicado en el pas a partir de 1982, el Estado mexicano no ha variado en sus posturas tradicionales de apoyo a la cultura. Claro est, tambin tendramos que analizar las variantes registradas en este campo, y reconocer que son distintas las actitudes que toman los gobiernos panistas respecto de los surgidos del PRI o del PRD aunque es paradjico que el gobierno federal, en un segundo sexenio de hegemona panista, no ha modificado el esquema de becas a creadores que se fund dentro del rgimen de Carlos Salinas de Gortari. Resulta obvio: en un nivel general tal relacin ha sido funcional para ambas partes, lo que incluye a destacados intelectuales que, sin hacer vocacin de fe ni panista ni priista, forman parte del sistema nacional de creadores o participan en mecanismos homlogos en las entidades federativas, entre ellas el propio Estado de Mxico. Vuelvo a la dcada de los ochenta: en el caso especfico del Estado de Mxico, se dio una confluencia de intereses entre una poltica estatal, la del rgimen de Alfredo del Mazo, y un conjunto representativo de escritores mexiquenses. En parte esto explica la aparicin de la ya citada Unin de Escritores Mexiquenses, Asociacin Civil. Para mostrar el tono de esa relacin, me apoyar de manera extensa en una gacetilla que, firmada por el profesor Alfonso Snchez Garca cronista municipal de Toluca y entonces funcionario de cultura en el gobierno estatal, se public bajo el ttulo La cultura mexiquense en su mejor momento, en la 41
segunda de forros de la revista Nexos, correspondiente al nmero 77 de mayo de 1984. En ella, el Profesor Mosquito escribi lo siguiente: A despecho de quienes piensan que en estos das las comunidades slo estn preocupadas por la inmediata subsistencia, el pan, el techo y cuando ms la escuela, habra que invitarlos a que asistieran a la Consulta Popular que se lleva a cabo por todos los rumbos del Estado de Mxico, a fin de que pudieran percatarse de la frecuencia con que los ponentes piden bibliotecas, casas de cultura, museos; el celo que empean en el cuidado de sus sitios arqueolgicos, de sus monumentos, de sus edificios histricos. Esto aconteci desde que Alfredo del Mazo hizo su campaa poltica para Gobernador [sic]; de manera que tambin desde el principio de su rgimen se instrument la poltica relacionada con los bienes y valores del espritu y el intelecto (No slo de pan vive el hombre) con base en un autntico principio de democratizacin y descentralizacin de la cultura, que tiene como fundamento precisamente, la proliferacin de los centros de cultura municipal a travs de la accin coordinada con los regidores de cultura, que tambin son una creacin poltica reciente. Pero no se trata slo de difundirla por medio de los recursos tradicionales, habituales, es decir las bibliotecas, los museos, las representaciones, conciertos, conferencias, recitales, etc., sino que el Gobernador de aquel estado ha querido ir ms al fondo de la cuestin estableciendo dos instrumentos de gran trascendencia: el Consejo Cultural del Estado de Mxico y la Sociedad Mexiquense de Cronistas. El primero est integrado por destacados intelectuales de la Entidad [sic] y tiene un carcter consultivo, con la tarea inmediata de elaborar el Plan de Desarrollo Cultural del Estado de Mxico y el segundo, la Sociedad de Cronistas, incluye a los 121 fedatarios de todos y cada uno de los municipios que, adems de sus labores reglamentarias, tienen la misin de elaborar en breve plazo las monografas regionales, como base de los cursos de Historia y Geografa municipales y estatales que deben estudiar los nios desde la escuela primaria.
El texto prosegua en el mismo tenor, hasta llegar al siguiente prrafo: La Secretara de Educacin y Cultura [sic] ha alentado tambin en forma muy especial la organizacin de los grupos de intelectuales, como la Unin de Escritores Mexiquenses (UEMAC), que para este ao est preparando una serie de interesantes eventos de los cuales daremos noticia en su oportunidad. 54
Hay que matizar esta cita. En principio, reconocer la trayectoria de Alfonso Snchez Garca, bsicamente como historiador, periodista y escritor, que en la segunda mitad del siglo XX fue uno de los pioneros de la investigacin histrica en el Estado de Mxico y de quien he mencionado su preocupacin para favorecer la creacin del gentilicio mexiquense. Asimismo, reitero que en el momento de la publicacin de este escrito, el profesor Snchez Garca era funcionario de la ya desaparecida Direccin de Patrimonio Cultural del gobierno mexiquense y en esa condicin escribi esta
54 Las cursivas son mas. 42
gacetilla propagandstica que resume lo esencial de la poltica cultural del gobierno de Alfredo del Mazo, empezando por la importancia que se da a la cultura mexiquense. 55
Aparte del aspecto oficialista en este asunto, debe recordarse que desde los aos sesenta y setenta, Alfonso Snchez Garca que entonces no era funcionario cultural haba alentado el trabajo de jvenes escritores, en particular de aquellos que crearon el grupo tunAstral en la ciudad de Toluca. No fue casual que, en ese comienzo de la dcada de los ochenta, haya apoyado tambin a la UEMAC. 56
Hara una diferenciacin entre el Consejo Cultural del Estado de Mxico del que se habla en la citada gacetilla, y la UEMAC: el primero respondera al propsito de legitimar una poltica cultural, sin que en realidad tuviera intervencin directa en la formulacin y aplicacin de sta, mientras que la otra aunque indudablemente tuviera tambin un efecto de legitimacin del rgimen s se constituy como un rgano gremial de escritores, en cuyo interior se dio el dilogo acerca de parte de las obras que con el tiempo formaran el sistema literario mexiquense. 57
He descrito este episodio por considerarlo el ms representativo en cuanto a la coincidencia temporal de propsitos entre una institucin gubernamental y autores mexiquenses. El tema no est exento de aristas polmicas, pero hay que ubicar el contexto en el que se dio, varias de cuyas circunstancias se han mantenido. Por ejemplo, es inevitable la relacin entre Estado y autores, por un hecho primordial: las estructuras gubernamentales son, en el pas, las principales
55 Desde su primer informe de actividades Alfredo del Mazo Gonzlez sintetiz en el siguiente prrafo la poltica cultural de su rgimen: Hemos seguido impulsando la cultura. Creemos que su promocin debe alejarse de cartabones elitistas y extenderse a toda la entidad, de suerte de permitir el mayor nmero posible de expresiones locales. Para los intelectuales y artistas, nuestro respeto y estmulo a su capacidad creadora, que contribuye a la preservacin de nuestros valores. (Primer Informe de Gobierno, 1983). 56 Otro detalle que denota la cercana entre el sector pblico y esta agrupacin gremial: durante su corta vida, la sede de la UEMAC fue un conjunto de oficinas de la Direccin General de Patrimonio Cultural en la calle de Riva Palacio, a espaldas de la Cmara de Diputados, en la ciudad de Toluca. 57 La causa de la desintegracin de la UEMAC a finales de los ochenta, fue una serie de desacuerdos entre sus integrantes y la segunda mesa directiva, que no logr el consenso necesario para que esta agrupacin continuara trabajando. En parte fue un problema generacional, pues sus primeros directivos autores que entonces ya haban rebasado los 30 aos de edad se alejaron del rgano gremial, y sus sucesores, entonces veinteaeros, no pudieron mantener el impulso original de esta asociacin. 43
instancias editoras de libros, lo cual se vuelve ms notorio en los entornos estatales donde es casi absoluta la inexistencia de editoriales privadas o comerciales. Evidentemente, sera ingenuo pensar que no hay lmites ante este hecho de que el Estado es el que provee la principal va de salida editorial a las obras no slo en el caso de los autores mexiquenses, sino del resto de la repblica. Aparejado con lo anterior, el mercado cultural contina siendo relativamente pequeo, todava se sufre la falta de lectores, sin contar la aparicin de nuevos mecanismos de transmisin cultural, como la Internet, que han menguado la preponderancia tradicional del libro como producto cultural, en una polmica similar a la que se dio cuando se dijo que la televisin iba a extinguir al cine. 58
Sin embargo, no en todos los casos la relacin entre estado y escritores se ha dado siguiendo el modelo de la Unin de Escritores Mexiquenses. Fue muy distinto lo sucedido con el Centro Toluqueo de Escritores, que funcion durante casi veinte aos como dependencia del Ayuntamiento de Toluca, para luego constituirse en asociacin civil, como diferente ha sido la experiencia en la Universidad Autnoma Chapingo, donde los escritores ms representativos de esa regin forman parte del claustro acadmico de dicha institucin. Igualmente, la trayectoria de los autores de Nezahualcyotl tiene otras caractersticas, porque en largos periodos han experimentado un mayor alejamiento respecto a las instancias gubernamentales, lo que en parte explica circunstancias como la dificultad de publicar obras literarias, pero en otros casos han establecido un nexo directo con la administracin municipal, sobre todo a partir de que sta fue encabezada por el Partido de la Revolucin Democrtica (PRD); adems, los autores necenses han participado en los esquemas de becas y de premios literarios promovidos tanto por la federacin como por el gobierno estatal. Resulta innegable que en las dcadas recientes muchas expresiones culturales han sobrevivido, en parte, merced al mecenazgo del Estado mexicano. se ha sido uno de los distintivos de la relacin entre los trabajadores de la cultura y las estructuras gubernamentales en la circunstancia mexicana, lo cual
58 La Internet est siendo objeto de la atencin de autores mexiquenses, que han incursionado en la creacin de revistas electrnicas, pginas web y blogs. 44
incluye que los mecanismos aplicados por dichas instancias como el sistema de becas a creadores y a proyectos culturales hayan sido un instrumento de control, que modera inquietudes, calma crticas y legitima la poltica oficial en el rubro de cultura. Sin embargo, por encima de esto, numerosos autores mexiquenses han tomado en serio su funcin como creadores, al ejercer su oficio desde el Estado de Mxico. No es de soslayarse la perseverancia de quienes no han cejado en sus bsquedas creativas e intelectuales. Existe ya un cuadro de la creacin surgida dentro del sistema literario mexiquense.
1.5 PROFESIONALIZACIN DEL ESCRITOR MEXIQUENSE
El desarrollo de la literatura mexiquense como sistema literario comprende la bsqueda de la profesionalizacin de los escritores mexiquenses a lo largo de los aos ochenta y noventa, la cual permiti rebasar los marcos anteriores que giraron entre el diletantismo y ciertas actitudes casi heroicas, hasta configurar una realidad cultural distinta, en la que el oficio de escritor ha tenido cabida en el contexto cultural del Estado de Mxico. Esto ya se haba registrado en la capital del pas desde los aos cincuenta del siglo XX, cuando se inici tal profesionalizacin al formarse o fortalecerse instituciones culturales pblicas, y crearse rganos periodsticos especializados como el suplemento Mxico en la cultura dirigido por Fernando Bentez, la Revista Mexicana de Literatura que fundaron Emmanuel Carballo y Carlos Fuentes, o Cuadernos del viento de Huberto Batis, entre otros. Tambin hay que citar el trabajo de talleres literarios como el de Juan Jos Arreola. 59
En lo tocante a la experiencia mexiquense y aunque en los aos cincuenta se haba registrado el trabajo del Grupo Letras y, en los aos setenta, iniciativas como los Cuadernos del Estado de Mxico o las ediciones de la Casa de la Cultura de Toluca, el real impulso en el campo de la literatura se empez a consolidar en la dcada de los ochenta, con la formacin de instituciones
59 Cfr. Yolanda Vidal, Brevsima historia del cuento mexicano, 1955-1995, en Gonzlez Castao, Amado Manuel, El cuento mexicano: entre lo constante y la diversidad, Tema y variaciones de literatura N 22, semestre 1, Mxico, UAM Azcapotzalco-Divisin de Ciencias Sociales y Humanidades, 2004, pp. 431-432. 45
culturales como el Instituto Mexiquense de Cultura y el Centro Toluqueo de Escritores, con la creacin de publicaciones periodsticas en el ramo de la cultura las publicaciones culturales Vitral, Redes, La Grapa y Mapa de Piratas, todos proyectos independientes, esto es, no de origen gubernamental. A lo anterior hay que aadir la organizacin de diversos talleres literarios, la existencia de polticas institucionales y, en menor medida, de esfuerzos independientes para la edicin de libros. En lo que casi lleg a ser una propuesta programtica, expongo a continuacin los elementos de la Declaracin de Malinalco, documento que, sin tener las caractersticas de un manifiesto o de texto fundacional propiamente dicho, puede ser considerado como producto de una discusin colectiva y de inquietudes gremiales, en el que se hablaba de la existencia de la literatura hecha por los autores del Estado de Mxico, y se especificaban las tareas que stos haban de llevar al cabo en el espacio de la cultura en esta entidad, pero relacionados con escritores de otras zonas de la nacin. En mayo de 1984 y en conjuncin con escritores de otras latitudes, un grupo representativo de autores mexiquenses suscribi esta Declaracin de Malinalco, 60 en la cual se estableca una serie de postulados y objetivos vinculados con el oficio de escritor, particularmente en la regin centro del pas, pero con una visin de mayores alcances. Adems de los aspectos propios de la perspectiva de un trabajo gremial, sobresale en especial el haber planteado un modo de relacin entre el sector de los escritores y el Estado mexicano. De manera notable, el punto de partida era una conciencia, una identidad naciente como escritores mexiquenses, relacionados con autores de otras partes de la repblica. La Declaracin de Malinalco fue firmada por 33 escritores tanto mexiquenses como forneos el 9 de mayo de 1984, en la poblacin surea de ese nombre, 61 y fue el producto final de tres das de trabajo enmarcados en el
60 Publicada en el nmero 13 de la primera poca de los Cuadernos del Centro Toluqueo de Escritores, correspondiente a mayo de 1984. 61 Tiene su carga simblica el haber fechado el documento en Malinalco, poblacin calificada en el primer prrafo de la Declaracin como baluarte y raz de nuestra cultura prehispnica, colonial y republicana. Como referencia anecdtica, menciono que el principal redactor de dicha Declaracin fue el chiapaneco Eraclio Zepeda; aunque en el documento se aprecie la lnea ideolgica y social de este autor, hay que destacar que l indudablemente parti del dilogo que se 46
Encuentro UEMAC 84, cuyas dos jornadas iniciales haban tenido lugar en el tambin municipio mexiquense de Ixtapan de la Sal. Abundando sobre la Unin de Escritores Mexiquenses, sta se conform en 1983, de manera paralela al surgimiento del Centro Toluqueo de Escritores. Reitero que en su nombre se evidenciaba la cabal asuncin del gentilicio mexiquense como sea de identidad, en un esfuerzo claro para organizar y unir a un gremio, inicialmente, el de los escritores en el Valle de Toluca. 62
Tal intencin apoyada de manera abierta por el gobierno estatal, a travs de la Direccin General de Patrimonio Cultural, antecedente directo del Instituto Mexiquense de Cultura, que fue creado en las postrimeras de la administracin Del Mazo-Baranda, en 1987 inclua el reforzar los vasos comunicantes con escritores de la capital del pas y de diversas entidades federativas. De manera explcita, la convocatoria de la UEMAC fue dirigida a colegas de diversas regiones del pas, para que participaran en ese encuentro de mayo de 1984 con la finalidad de intercambiar opiniones, presentar obra literaria nueva y analizar los problemas que afectaban a la profesin de escritor. 63
En cinco breves apartados, el cuerpo de la Declaracin de Malinalco abarcaba los siguientes temas: la independencia del escritor, la tarea de la nueva literatura mexiquense, la relacin con el Estado mexicano, la responsabilidad del escritor en la promocin de la obra literaria y el impulso a las asociaciones de autores. En el primer rubro, la Declaracin ratificaba el carcter independiente de la profesin del escritor, que no reconoca ms compromiso que con su pueblo y
estuvo desarrollando entre los escritores a lo largo de tres das, por lo que no hubo obstculos para que los asistentes se adhirieran derechamente a las ideas formuladas por Zepeda. 62 La UEMAC, creada con el objetivo de buscar la profesionalizacin del oficio de escritor, dur slo un lustro, pues, como ya se indic, su segunda directiva no logr mantener los apoyos y el consenso de los integrantes de esta asociacin, que se disolvi en 1988. Sin embargo, representa una fase importante en la historia de la literatura mexiquense, ya que la mayora de sus miembros continu su obra literaria en lo individual y los esfuerzos de articulacin gremial en otros grupos. 63 No discuto aqu esta denominacin que, estrictamente, sera equivocada. Desde el punto de vista legal, la actividad del escritor no es una profesin, en tanto que no es necesario cubrir requisitos formales para ejercerla, como sera la exigencia de contar con un ttulo acadmico. Los escritores no pueden formar colegios profesionales, sino agruparse en organismos gremiales de otra ndole, como son la Sociedad General de Escritores de Mxico (SOGEM), o como fueron la Asociacin de Escritores de Mxico (AEM) y la propia UEMAC, o como lo sigue siendo Centro Toluqueo de Escritores. Consigno el trmino de profesin como aparece en dos ocasiones en la propia Declaracin de Malinalco, contra una vez en que aparece el trmino oficio, y porque el convocante al Encuentro de 1984, la UEMAC, tuvo como meta fundamental la profesionalizacin del oficio de escritor. 47
con la literatura de su tiempo. Asimismo, se aluda a una actitud de lucha y exigencia en pro de condiciones equitativas en un mbito de dignidad y justicia, para lograr el ejercicio pleno de nuestro oficio. Hago nfasis en el remate de este primer apartado, que comprenda una conviccin cabal sobre la postura que deban seguir los escritores dentro de la esfera de su trabajo: El respeto a nuestros quehaceres depende, en primer lugar, de nosotros mismos. Nada que no construyamos nos ser otorgado graciosamente. Aparte del matiz contenido en la referencia al compromiso con el pueblo, sobresale la caracterizacin de la profesin del escritor como una actividad independiente, comprometida a su vez con la literatura de su tiempo. Quizs hay un entusiasmo retrico en la exigencia de condiciones equitativas en un mbito de dignidad y justicia, pero pesa ms la primera conclusin de que el respeto a los quehaceres de los escritores deba originarse en ellos mismos. De la afirmacin Nada que no construyamos nos ser otorgado graciosamente, se desprenda la postura que deba prevalecer en las posibles relaciones con las estructuras gubernamentales, en trminos no de un mecenazgo gratuito, sino de demanda y de negociacin no de concesiones fciles, sino de reconocimiento a un trabajo, el creativo e intelectual. Relaciono esto con la poltica cultural que el Estado mexicano ha seguido a partir de la estancia de Jos Vasconcelos en la Secretara de Educacin Pblica. Aunque en 1984 se estaba muy lejos del esquema vasconcelista inicial, pues se vivan los comienzos de lo que despus fue el neoliberalismo desatado en todos los mbitos de la vida nacional no nada ms el econmico, no se dejaba de lado la costumbre de que el Estado apoye a la cultura, aunque acaso esto fuera, lo reitero, ms por inercia que por conviccin siguiendo en parte el lugar comn de que el estado no hace cultura, sino los creadores, a quienes debe apoyar. Este tema se presta a una discusin mayor, a la que no es ajena el sistema literario mexiquense, que en rigor no puede comprenderse sin atender a la relacin que se ha dado entre los escritores y el Estado mexicano, considerando a ste en sus funciones de empleador directo de los trabajadores de la cultura, como principal instancia editora en el pas y como promotor no de una, sino de varias polticas culturales, las cuales no han dejado de reflejar perversiones y desvos en esta relacin. 48
Se aprecia una paradoja en el hecho de que la literatura mexiquense haya surgido y alcanzado su desarrollo actual, de manera paralela al paulatino retiro del Estado en numerosos campos de la vida social y econmica. Hay que llamar la atencin sobre este fenmeno: cuando el Estado empez a reducir su presencia en numerosas reas de la vida social y econmica, no se retir de las esferas culturales. Por el contrario, reforz desde finales de los aos ochenta las estructuras administrativas en este ramo, como ocurri, en el caso federal, con la creacin del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA), y como haba sucedido, en el caso estatal, con la constitucin del Instituto Mexiquense de Cultura, sin olvidar que en varios municipios mexiquenses se formaron tambin unidades administrativas para el fomento de las actividades culturales. Adicionalmente y por razones obvias, el apoyo a la actividad literaria forma parte de los programas de difusin cultural inherentes a las universidades pblicas, como ocurre en los casos de las universidades Autnoma del Estado de Mxico y Autnoma Chapingo. Todo esto se ha dado con muy variadas interpretaciones acerca de lo que podra considerarse como apoyo a la cultura, y sus aplicaciones han dependido del mayor o menor inters que cada gobernante o cada funcionario del sector gubernamental dedicado a la cultura ha otorgado a ese rubro. Lo innegable es que la cultura, aun en medio del ms feroz neoliberalismo, no ha sido expulsada de los presupuestos pblicos, aunque tampoco podra hablarse de que de manera automtica se han obtenido resultados positivos por el hecho de que se destinen recursos a esta rea. Tal continuidad, aunque no absoluta, se ha mantenido aun en medio de vaivenes polticos como los triunfos panistas en las elecciones presidenciales de 2000 y 2006. 64
64 Hay que consignar hechos como los siguientes: el triunfo sostenido del PRD en el municipio de Nezahualcyotl implic mayores apoyos, como no los haba habido antes, para los escritores de esa demarcacin, al haberse creado reas ms formales de apoyo a la actividad cultural y al destinarse recursos municipales para la produccin editorial y el fomento de la lectura; aun as, no faltaron roces entre los cuadros polticos perredistas y los escritores y artistas de Nezahualcyotl. En contraste, y aun cuando fue una decisin debatida con pros y contras, y finalmente acordada por los integrantes del Centro Toluqueo de Escritores en los comienzos del siglo XXI, la separacin de este organismo del gobierno municipal y su conversin en asociacin civil, se debi en gran medida a la confrontacin, en momentos spera, con las administraciones panistas que encabezaron Juan Carlos Nez Armas y Armando Enrquez Flores sobre todo con este ltimo, que con presiones administrativas intent censurar la labor de difusin del CTE. 49
Por lo mismo, hay que remitirse a la primera indicacin que se asentaba en el documento de Malinalco, respecto al carcter independiente de la profesin del escritor. No hubo neutralidad en este nfasis, sino que la plena conciencia sobre el tipo de relacin que tena que darse entre los creadores literarios y las estructuras estatales. En el segundo apartado de la Declaracin de Malinalco se calificaba como tarea prioritaria para los escritores del Estado de Mxico la bsqueda, localizacin, interpretacin, preservacin y desarrollo de las mejores tradiciones de la literatura escrita en nuestras tierras y la creacin de nuevas obras que la continen y enriquezcan, posicin compartida por los autores que, provenientes de la ciudad de Mxico, Michoacn, Guanajuato, Quertaro, Zacatecas, San Luis Potos y Chiapas, participaron en el Encuentro UEMAC 84. Al referirse de manera directa a los escritores del Estado de Mxico, esta clusula propona, en calidad de prioritarias, las tareas que habran de seguir los autores mexiquenses: buscar, localizar, interpretar, preservar y desarrollar, como ya se apunt, las mejores tradiciones de la literatura escrita en nuestras tierras expresin esta que trasciende la geografa mexiquense, a lo cual se agregaba la necesidad de crear nuevas obras que dieran continuidad y enriquecieran esa tradicin. Es decir, quedaba constancia explcita del proceso inicial de configuracin del sistema literario mexiquense, pues se pueden apreciar dos elementos que Antonio Candido estima fundamentales: la tradicin y la vida literaria. sta no se constrie a la articulacin entre los propios autores mexiquenses, sino que en el documento de marras, abarca el acuerdo con escritores de al menos otras siete entidades de la repblica participantes en el Encuentro UEMAC 84. Claro est, habra que revisar si se cumplieron tales intenciones. Con mayor amplitud, el tercer apartado condensaba la problemtica del escritor en el Mxico de los 80 en dos circunstancias: la creciente dificultad para publicar, y el escaso nmero de lectores. Las causas de lo anterior se vinculaban con la existencia de pautas de difusin impuestas por los criterios comerciales de la industria editorial o la visin burocrtica de ciertas instancias del Estado, que de prevalecer impediran romper el crculo integrado por la falta de informacin, la falta de oferta y la falta de relacin entre el escritor y el lector, segn se precisaba en la Declaracin de Malinalco. 50
A esto se sumaba una referencia a los escasos tirajes que caracterizaban a las ediciones en Mxico, que producan ridculos ingresos para los autores. Se adverta adems el agravamiento de esta situacin a causa de disposiciones fiscales que, en ese 1984, se consideraba estaban afectando a los escritores, con la consecuente merma de sus de por s precarios ingresos. Se expresaba de modo directo la inconformidad habida contra esas agresiones hacendarias que amenazan la creacin literaria, y se dejaba sentada la solidaridad con los artistas y agrupaciones no slo de escritores que en esa etapa pugnaban por la derogacin de las disposiciones de Hacienda para gravar los ingresos de los trabajadores de la cultura. Se mostraba una intencin crtica, pues al sealar la dificultad para publicar y la falta de lectores como los principales problemas que enfrentaban los escritores, se acusaba a las consideradas como las principales responsables de tal situacin: las editoras comerciales y las instancias burocrticas. El final de este tercer apartado viene a ser el ms coyuntural, en el sentido de que repudiaba cambios en las reglas para el tratamiento de los ingresos monetarios de los artistas en general y de los escritores en particular, asunto ms bien transitorio y en extremo cambiante. Evidentemente, y aun cuando en la Declaracin se haca mencin expresa a que las disposiciones hacendarias amenazaban la creacin literaria, el aspecto fiscal no ha sido un factor relevante en el desarrollo de los autores mexicanos. El cuarto apartado estipulaba que la promocin de la obra literaria era responsabilidad del escritor quien, en lo individual u organizado gremialmente, deba hacer uso de todos los medios existentes o crear los necesarios para hacer[la] llegar al mayor nmero de lectores. Se agregaba aqu la necesidad de que los escritores participaran en tareas educativas que tuviesen los objetivos de crear lectores y de difundir la literatura. Por ltimo, y ante la magnitud y variedad de los problemas que afectaban a los escritores mexicanos, en el quinto apartado se estimulaba la afiliacin de los autores a las agrupaciones gremiales existentes en ese momento, as como la creacin de nuevas asociaciones tanto estatales como regionales donde no las hubiera. Se haca una referencia directa a la invitacin que en esa oportunidad haba externado la Asociacin de Escritores de Mxico cuyo presidente, Eugenio Aguirre, estuvo presente en el Encuentro UEMAC 84 para sumarse a 51
los esfuerzos que realiza a favor de los trabajadores de la literatura en el pas, al tiempo que se le manifestaba una expresin de solidaridad ante el entonces prximo cambio de su mesa directiva. En su remate, la Declaracin de Malinalco externaba la apuesta por la agremiacin como el modo ms indicado para estimular el desarrollo de la actividad literaria, en sus distintas vertientes. Fue se un momento propicio para que en distintas partes del pas aparecieran organismos gremiales, aunque salvo algunas excepciones, no ha sido sta la va ms socorrida para quienes parece resulta ms atractivo el trabajo individual. Entre los firmantes de la Declaracin de Malinalco estaban los siguientes autores mexiquenses: Benjamn Araujo, Alejandro Ariceaga, Marco Aurelio Chvez, Febronio de la Luz, Jos Luis Herrera Arciniega, Jos Luis Manjarrez, Jos Alfredo Mondragn, Carlos Mucio, Eugenio Nez Ang, Francisco Paniagua Gurra, Armando Prez Vzquez, Alfonso Snchez Arteche (presidente de la UEMAC), Flix Surez y Alfonso Vrchez. En este grupo haba poetas, narradores, ensayistas y varios que se desempeaban en ms de uno de estos gneros. Entre los escritores provenientes del DF se encontraban Eugenio Aguirre, Emmanuel Carballo, Elsa Cross, Xorge del Campo, 65 Alain Derbez, Gonzalo Martr, Jorge Arturo Ojeda, Aline Pettersson, Edmundo Valads, el guatemalteco Otto Ral Gonzlez, 66 el chiapaneco Eraclio Zepeda y la chilena Eugenia Echeverra. Firmaban tambin Javier Bez Zacaras, Florentino Chvez, Rafael Gaona, Alejandro Garca, Fernando Lpez Alans, Ral Quesada y Salvador Alcocer, para completar este grupo en el que haba representantes de Michoacn, Guanajuato, Quertaro, Zacatecas y San Luis Potos. En cuanto a la conformacin de un sistema literario, destaca el enunciado implcito en la Declaracin de Malinalco, que esbozaba los factores de la articulacin entre los escritores no slo del Estado de Mxico, sino la apertura entre autores de todo el pas. Sobresale la referencia a una tradicin literaria,
65 Aunque desarroll su trayectoria literaria en el D.F., era originario de Calimaya. Falleci en 2008. 66 Desde entonces avecindado en Naucalpan. 52
elemento que se evidenci ms por la confluencia de autores mexiquenses que ya contaban con una obra tangible, como Alfonso Snchez Arteche y Alejandro Ariceaga, de otros que apenas la iniciaban cito a Flix Surez como ejemplo, con nombres importantes en el espectro de la literatura mexicana, como Emmanuel Carballo y Edmundo Valads, y tambin de escritores como Eugenio Aguirre, Gonzalo Martr, Jorge Arturo Ojeda y el propio Eraclio Zepeda. Es notoria la poca participacin de escritoras: nicamente las capitalinas Elsa Cross y Aline Pettersson, as como Eugenia Echeverra. Ello subraya la importancia de la primera autora que se dio a conocer en esta nueva etapa, la toluquea Mauricia Moreno, con su novela Aglaura, en 1984. Posteriormente, al igual que en otras reas de la vida pblica, poltica, laboral y social, las escritoras fueron aumentando su presencia. Con todo, la Declaracin de Malinalco es un documento representativo del modo en que hubo de configurarse el actual sistema literario mexiquense, pues aun cuando no fue asumida como punto de partida, contiene y revela objetivos e intenciones que, de muchas formas, iban a ser buscadas dentro de esta nueva literatura. 53
CAPTULO 2. LA LITERATURA MEXIQUENSE. ZONAS DE DESARROLLO
Es difcil saber qu impulsa a una persona a asumir como destino de vida el convertirse en escritor, aunque podra reconocerse un factor ms o menos comn entre quienes toman una decisin de ese tipo: la necesidad de ver en la escritura una forma de comprensin y de expresin de una realidad, entendida sta en el sentido ms amplio, desde una postura inicialmente individual y subjetiva. Por ello, para un estudio como el presente resulta apropiado remitirse a las condiciones sociales que confluyeron para la creacin y posterior desarrollo de una expresin literaria amplia, la literatura mexiquense, y en particular su narrativa, vinculada, adems, con el aspecto de la identidad cultural y social de quienes han nacido o radican en una heterognea regin como es el Estado de Mxico. Se parte aqu de esta premisa: dicho desarrollo cultural, especficamente en el campo de la literatura y de la narrativa, ha ocurrido en dos zonas principales: el Valle de Toluca, esto es, el centro poltico, burocrtico y geogrfico del Estado de Mxico 67 y la zona oriente, que a su vez se dividira en dos reas: Nezahualcyotl y Texcoco, ms concretamente en la Universidad Autnoma Chapingo. No deja de ser arriesgada tal afirmacin, pues al centralizar las expresiones de la literatura mexiquense en las dos zonas citadas se podra estar excluyendo a quienes, sin necesariamente haber realizado su obra en ellas, acrediten por su cuenta una obra literaria tangible y de posible valor. Se corre tal riesgo, pues en la revisin sobre los autores mexiquense, la constante ha sido la vinculacin con los centros culturales y editoriales surgidos en el Valle de Toluca o, de manera ms precisa, en la ciudad de Toluca, as como en Nezahualcyotl y Chapingo. Por otra parte, siempre ha podido suceder que haya autores que, si bien originarios o residentes en algn municipio del Estado de Mxico, decidieran incursionar en la actividad literaria en la capital del pas, aunque, hasta donde he podido averiguar, seran casos aislados y, sobre todo, no articulados de manera directa con el sistema literario mexiquense. Por ello no est de sobra insistir en la idea de que los autores estudiados en este trabajo son
67 La mayor dificultad de esta configuracin es la estrictamente geogrfica, dada la distribucin de las distintas regiones que componen a la entidad. 54
aquellos con presencia y obra representativa, articulada dentro del sistema literario mexiquense. En lo que corresponde al Valle de Toluca, sin duda el primer factor que influye en la aparicin de autores y obras es el peso del centralismo secular que ha marcado al propio desarrollo del pas y, por supuesto, del Estado de Mxico. Toluca, en un principio, y despus su rea conurbada, han resultado un ambiente atractivo para las actividades no slo econmicas o polticas, sino tambin culturales. Inciden otro tipo de factores, como el educativo, relacionado tambin con el centralismo: el funcionamiento de las principales instituciones educativas del Estado de Mxico en su ciudad capital, realidad que apenas ha empezado a verificar algunos cambios, con la creacin o fortalecimiento de unidades acadmicas en distintas regiones de la entidad. 68
Esta circunstancia puede verificarse en una revisin de los autores que han pasado por las aulas de la Universidad Autnoma del Estado de Mxico. 69 No es exagerado considerar que han sido una mayora, aunque esto se ha dado en trminos de estricta formacin acadmica, ms que en la propiamente literaria. Desde ahora convendra sealar que si bien esta institucin ha apoyado a la literatura mexiquense, lo ha hecho sobre todo a travs de su programa editorial y en menor medida dentro de sus actividades de difusin cultural, mientras que la relacin con autores ha tenido otra dimensin en lo correspondiente a instituciones oficiales como el Instituto Mexiquense de Cultura, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, y con iniciativas gremiales como tunAstral, la Unin de Escritores Mexiquenses y el Centro Toluqueo de Escritores.
68 Aun cuando en el caso concreto de la Universidad Autnoma del Estado de Mxico la existencia de tales unidades acadmicas se remonta a los aos ochenta, con sus campus en Texcoco, Temascaltepec y Amecameca, su mayor expansin regional se ha registrado en lo que va del siglo XXI, con nuevos centros universitarios como los del Valle de Mxico, en Atizapn de Zaragoza, o en Nezahualcyotl, entre otros, en una medida que tiene una buena carga poltica en trminos de integridad estatal; despus de todo, no es la Universidad de Toluca, sino de todo el Estado de Mxico. 69 Sin nimo de ser exhaustivo, cito como ejemplos de escritores mexiquenses que cursaron la carrera de Letras en la Facultad de Humanidades de la UAEM, a Flix Surez, Jos Alfredo Mondragn, Porfirio Hernndez, Maricruz Castro, Sergio Ernesto Ros, Alonso Guzmn, Mara Eugenia Olgun y Mauricia Moreno, entre otros. Adelanto que en la regin oriente hay tambin un sello de formacin acadmica entre los escritores, aunque tal preparacin, en su caso, se reparte entre la UNAM y la UAM. Los autores del Estado de Mxico seran, innegablemente, miembros de la clase ilustrada. 55
Otro factor sera el relacionado con la inmigracin, uno de los distintivos en la transformacin social del Estado de Mxico y del propio Valle de Toluca, que se convirti en una zona de llegada para numerosas corrientes poblacionales desde los aos sesenta y en adelante, con el arribo casi masivo de habitantes del Distrito Federal luego de los terremotos de 1985. Esta tendencia demogrfica influy de modo directo en la necesidad de impulsar la idea de lo mexiquense, en la que tuvieran cabida tanto oriundos del estado como quienes apenas estaban instalndose en l. Ya se ha mencionado que, en el ambiente de la literatura mexiquense, una caracterstica ha sido no slo el entreveramiento generacional, sino, en mayor grado, la mezcla de autores oriundos y forneos. Habra otro elemento: la cercana geogrfica con el Distrito Federal. Ya me he referido a la circunstancia singular del Estado de Mxico, cuya continuidad fsica se ve rota por la capital del pas. En lo que toca a Toluca, este fenmeno acenta la nocin de cercana pues, a diferencia de lo que tal vez ocurra con otras capitales o estados, el viajar al DF no representa en s mismo un periplo extraordinario, sino que llega a ser, si no una experiencia cotidiana aunque en varios casos lo ha sido, s un factor ms o menos comn. Tal cercana no slo es geogrfica, sino tambin mental y cultural. En parte de ella se desprende el rezago en el funcionamiento de establecimientos comercial-culturales, como las libreras, que en la ciudad de Toluca suelen limitarse en su mayor parte a la venta de libros de texto, lo que viene a ser una carencia relativa, pues a no ms de hora y media de viaje se tiene acceso a las principales libreras de la capital del pas. Lo mismo puede decirse respecto a los centros culturales, ya sean el Auditorio Nacional, la Cineteca Nacional o el mismo Palacio de Bellas Artes, por referirnos a los ms emblemticos. Por ello, quizs se explique en parte el atraso en el impulso de cierto tipo de oferta cultural en el nivel regional, pero a la vez esta circunstancia ayudara a percibir que tambin se dio otro tipo de mentalidad, no necesariamente provinciana, diferente a la de otras regiones del pas, ms cerradas por la lejana con la metrpoli, lo que en algunos casos las ha obligado a constituirse como centros de una cultura propia, aunque no siempre ha ocurrido de esa forma. Recurdese el antecedente de tunAstral, que aspiraba de lleno a una postura cosmopolita y universal respecto a la literatura que pretendi desarrollar, la cual comprenda una articulacin directa, entre pares, con personajes e 56
instituciones del mbito literario existentes en el DF Esto se dio con la plena conciencia de tunAstral como una expresin contraria a la visin de una cultura provinciana y municipalista que haba predominado desde las esferas oficiales en el Estado de Mxico, hasta la dcada de los sesenta. Se hace notar una ventaja de esta tendencia centralista: que Toluca atrajo a autores de diversas regiones del propio valle, lo que facilit su conjuncin alrededor de las ofertas institucionales e independientes que fueron tomando forma desde la zona centro del Estado de Mxico. Respecto al rea oriente, el caso de Chapingo se comprende en el marco del Programa de Investigacin en Ciencias Sociales y Humanidades de la tradicional universidad agraria que funciona en esa localidad texcocana, pues la mayor parte de los autores de esa zona participan, por regla general, en dicha iniciativa acadmica. La vinculacin con la UACH es la que ha fortalecido al grupo de escritores de esa zona, que trabajan en esa institucin ya sea en actividades propiamente acadmicas como en otras de divulgacin o investigacin cultural. En algunos casos se trata de autores que ya contaban con carrera literaria propia el caso ms claro sera el del escritor hidalguense-defeo Arturo Trejo Villafuerte, con una amplia trayectoria en la propia capital del pas como poeta, crtico y narrador, pero que en Chapingo contina su vida acadmica y literaria, ya identificado dentro del sistema literario mexiquense; en otros, como el de Moiss Zurita, son escritores que han realizado su carrera literaria desde la propia universidad, hasta crear proyectos independientes como el de Molino de Letras, en sus vertientes editoriales: la revista del mismo nombre y sus colecciones de libros de narrativa y poesa. Sin duda fueron otras condiciones las que propiciaron el desarrollo de las expresiones culturales en general y literarias en especfico en el municipio de Nezahualcyotl. Para empezar, se hace evidente un impulso creativo surgido de la necesidad de registrar lo ocurrido en un rea emergente, esto es, en una zona que no pas por un proceso de transicin comn, de conversin paulatina entre una vida de forma rural a una urbana, como ha solido darse en la mayor parte del pas luego de la explosin demogrfica de los aos sesenta. Pinsese en la casi exacta afirmacin de que el municipio de Nezahualcyotl naci de la noche a la maana, hecho provocado, primero, por 57
la expulsin de pobladores de zonas marginales de la ciudad de Mxico, decidida en los aos cincuenta por el clebre regente Ernesto P. Uruchurtu; y segundo, por el espejismo que entra esa nueva zona para millares de migrantes provenientes de buena parte de los estados del pas, aunque en mayor grado de Oaxaca, como colectividad ms notoria y diferenciada. 70 Aunado a ello, estara la poltica seguida desde el gobierno del Estado de Mxico de aceptar el crecimiento demogrfico de la entidad en la zona oriente, e intentar aplicar un mnimo orden a un fenmeno que lo desbord no slo ah, sino en otras partes de la entidad que comprenderan a los llamados municipios conurbados al norte y noreste del Distrito Federal y al propio Valle de Toluca. Para entender lo sucedido con el desarrollo de una cultura propia en Nezahualcyotl, me apoyar en el anlisis hecho por el crtico de artes plsticas Carlos-Blas Galindo, que desde su campo considera como fenmeno singular las expresiones culturales en ese municipio que, subraya, no es como cualquier otro lugar del mundo, sino que constituye uno de los lugares del mbito occidental en los que se incuba, e incluso ya se genera, un arte ajeno al hegemnico, ajeno al mainstream. 71 Es claro que la reflexin de este crtico se enfoca en las artes plsticas, pero no me resulta descabellado extrapolar su visin y aplicarla tambin al campo de la literatura su ensayo fue difundido en una edicin del grupo Cofrada de Coyotes, que encabeza en el estado el narrador necense Eduardo Villegas. Por ello, y aunque concede que en Nezahualcyotl pueda haber exponentes de ese mainstream o bien opositores a ste as como cultivadores de lenguajes residuales, Carlos-Blas Galindo explica que ese municipio se fund y desarroll a contrapelo de las normas impuestas por el sector gubernamental para coartar ciertos asentamientos humanos, y si la fundacin y crecimiento de este municipio satisfizo y an satisface necesidades colectivas, cabe esperar que entre sus habitantes haya quienes, imbuidos por un impulso local de rebelda, sean capaces de fundar y desarrollar un arte que lo sea no obstante las coercitivas reglas impuestas por el poder artstico (ligado a los dems poderes). Un arte otro que satisfaga a diferencia del hegemnico necesidades estticas y culturales colectivas. De ah mi inters por la produccin cultural de
70 Se ha vuelto un lugar comn referirse a la costumbre de los candidatos a gobernador de Oaxaca que acuden personalmente a Nezahualcyotl, para realizar actos de campaa en las colonias donde se registra una mayor presencia de poblacin originaria de ese estado del sureste mexicano. 71 Por qu Neza y el arte de Neza, en Arturo Ortiz y Eduardo Villegas (comp.), Primeros aullidos, Metepec, Cofrada de Coyotes, 2008, p. 7. 58
Neza, que es semejante a mi inters por todo aquel arte que tienda a la construccin de una realidad artstica distinta con respecto a la del mainstream.
Resulta pertinente este anlisis, pues en cuanto a la literatura, las voces de Nezahualcyotl resultan contrastantes con lo hecho en otras partes del pas o del estado. Habra, en principio y dentro de esa singularidad, una clara intencin de romper con los discursos hegemnicos, as como de ofrecer una visin no tradicional, con la que incluso el lenguaje cobrara un sentido iconoclasta a travs de la crudeza de los temas expuestos, sobre todo, en su narrativa. 72
Si bien ceido a artistas plsticos, visuales y conceptuales de Neza, Carlos-Blas Galindo consideraba como virtud principal de su obra el que Constitua una demostracin fehaciente de que son perfectamente posibles la produccin, la distribucin y el consumo de un arte distinto. De uno que escape de la regla, ya sea que la combata o que la supere. De un arte que no est regido por el pragmatismo; esto es, que subvierta la imposicin de que el arte ha de ser productivo, sobre todo en trminos financieros. De un arte que lo sea, pese a los dictados del mainstream. De otro arte. De un arte otro. De un arte distinto al predominante, con el que se participe en la construccin de un mundo diferente. De uno que no busque la institucionalizacin a toda costa, y sin cuestionarla siquiera. De un arte que, a diferencia del dominante, lo sea sin depender de si se ubica dentro o fuera de los museos o de las galeras. De un arte que pueda, o no, estar en la calle y ser arte sin ms.
Con la reserva de que las caractersticas de los narradores mexiquenses seleccionados como representativos para el objetivo del presente estudio sern analizadas en captulos posteriores, hay que enfatizar desde ahora que el discurso literario de Nezahualcyotl ha sido, en su origen, distinto, caracterizado por una mayor crudeza si se lo compara con el de otras latitudes incluso en el mbito estatal. Claro est, tambin ha seguido un proceso de evolucin. Aun as, llama la atencin que un autor necense, Emiliano Prez Cruz, forme parte del canon acadmico a partir de la temprana inclusin de uno de sus primeros cuentos, Todos tienen premio, todos, en la antologa El cuento hispanoamericano de Seymour Menton, quien a su vez lo extrajo de la antologa Jaula de palabras de Gustavo Sainz, publicada en 1980. Entre los datos
72 Para ilustrar esto, me remito a un intercambio de ideas que tuve con el escritor necense Emiliano Prez Cruz, a mediados de los aos noventa, luego de un encuentro entre creadores artsticos de diversas disciplinas y el entonces gobernador Csar Camacho Quiroz. Prez Cruz sintetiz su visin sobre lo expuesto por la parte gubernamental: para sta, siempre va a privar la idea de la cultura culta, es decir, algo muy diferente de lo que entraa el propio trabajo literario de este autor necense. 59
biogrficos de Prez Cruz citados por Menton, est el de que en 1979 fue nombrado por el Estado de Mxico cronista honorfico de Ciudad Nezahualcyotl. 73 El citado cuento forma parte del libro Si camino voy como los ciegos, que data de 1978. Prez Cruz sera el nico mexiquense incluido en la antologa de Sainz.
2.1 FUNCIN DE LA LITERATURA
Los escritores mexiquenses han pugnado por consolidar su presencia dentro de una heterognea colectividad social. Cabe explorar si, dentro de este empeo, han tenido en claro cul sera la funcin de su literatura, no slo en trminos estticos, sino sociales. Esta indagacin tiene su obvia complejidad. Por un lado, habra que pensar en la posibilidad de que cada autor en especfico tenga una visin propia y particular acerca de lo que su escritura significa ante el entorno social en general y cultural en lo especfico. Por el otro lado, quizs no haya demasiadas expresiones en las que se plantee este tema, ms bien vinculado con una reflexin de ndole terica, distinta a la escritura de estos autores, aunque de esa expresin pueda, eventualmente pero hasta cierto punto, interpretarse qu funcin estn adjudicando a la literatura. Algunos escritores mexiquenses han abordado el asunto desde la ensaystica, como el caso del toluqueo Eduardo Osorio, quien en su trabajo Febrero 1999, haca extensiva la siguiente condicin a una mayora de escritores: redactamos para no [sic] ser ledos. Alguien (?) acaso me escuche y no tengo idea de quin diablos estar leyendo, en este momento, poesa. Y, sin embargo, doy lo mejor de m en este instante. El espritu de la colmena de mi especie deposit en m genes de extrao azar neurolingstico y debo cumplir el sino del zngano, que zumba hacia la luna a la espera de que la abeja reina salga por el pan. 74
73 El cuento hispanoamericano. Antologa crtico-histrica, 9. ed., Mxico, FCE, 2007 (Col. Popular N 51), pp. 661-668. 74 En La troje, segunda poca, N 10, Toluca, IMC, marzo-mayo de 1999, p. 48. 60
Osorio plantea la vieja duda acerca de si un autor escribe dirigindose a un lector concreto, ideal o abstracto. Resta importancia a esto, insistiendo en que, de cualquier modo, l, en tanto autor, intenta hacer de la mejor manera su trabajo y asume su circunstancia a partir de una afirmacin gentica, aunque producto de la suerte: l iba a convertirse en escritor de manera inevitable. 75
La reflexin de Osorio no se agota aqu, sino que se realza con la imagen del zngano-escritor, la cual alude a otra discusin que atribuye a los autores una condicin improductiva dentro de la sociedad contraria a la de las abejas obreras, aunque necesaria, pues slo con su accin puede dar vida esa abeja reina a la que se espera a que salga por el pan. De manera adicional, la posicin de Osorio es, en apariencia, la de deslindar a la literatura de la funcin de solucionar los problemas de la humanidad, pero ello se encuentra tamizado de esta manera: a pesar de la crnica de un apocalipsis profetizado, me encanta ser poeta, jugador de la palabra, tallador de novelas y apostador una y otra vez de mis emociones. No tengo idea [de] cmo ser el futuro, pero s que existir. De no creerlo as, jams invitara a mi hijo a regocijarse con la existencia, a vencer con su sonrisa la necrofilia de nuestro tiempo. 76
Se desprende de estas lneas una visin de la literatura como creadora de vida, con otra contraposicin: existencia-necrofilia. Hay adems un innegable optimismo por parte de quien, en su trato personal, suele emitir juicios cidos y speros sobre la realidad y las debilidades humanas, aunque por lo general aderezados con una fuerte dosis de humor negro. Coincidentemente, en la misma publicacin otro poeta, Enrique Villada egresado de la Facultad de Humanidades de la UAEM que empez su carrera literaria en Toluca, en el Centro Toluqueo de Escritores, y que despus la ha
75 La expresin no es exagerada si pensamos en lo aleatorio de las mltiples motivaciones por las cuales alguien decide convertirse en escritor, ms all del entorno familiar o educativo en que haya sido criado. 76 Idem. En este mismo ensayo, Osorio refiere haber evitado durante ms de veinte aos la relectura de las Crnicas marcianas de Ray Bradbury, pues tena miedo de que el orculo de ese autor norteamericano hubiese fracasado. Pero cuenta que en ese comienzo de 1999 haba finalmente vuelto al citado volumen, para confirmar que el sueo de Bradbury, como el de cualquier profeta verdadero, persista juvenil como siempre all en aquellas pginas para consuelo. Y finalizaba: Porque, de acuerdo con Bradbury, el prximo febrero de 1999 la primera expedicin terrcola llegar al planeta rojo para desde all iniciar el dominar del universo. Y ser posible gritar, una vez ms, en todos los soles, el aforismo de Cardoza y Aragn: la poesa es la nica prueba concreta de la existencia del Hombre, Ibid., p. 49. 61
continuado tomando como sede la regin de Amecameca, tambin ensayaba sobre la posible funcin del escritor, asentando este punto de vista: Fin de siglo o fin de milenio, fin del da o fin del hombre, el escritor: el poeta, debe decir las palabras esenciales y nombrar con ellas, como si fuera por primera vez, lo que ve, lo que siente, lo que vive. Porque siempre se vuelve al principio, como en la respiracin, las escaleras de caracol o el trabajo de Tntalo. Porque no permanecemos, sino que el tiempo que vive a travs de nosotros, nos hace renacer como nios o cronopios. Los poetas estn desnudos sobre el papel ponindole nombres a las cosas, no han dejado de ser barro y slo, como en un sueo, han volado hasta un rosal para oprimir su pecho contra una espina. 77
Se infiere el propsito de atribuir al poeta (al escritor) la funcin de dar sentido al mundo a partir de su obligacin de dar nombre a las cosas, labor que asume Villada con cierta desesperanza (la alusin a las escaleras de caracol que acaso no conduzcan a ningn lado, lo mismo que al mito sufriente de Tntalo, el rey frigio condenado a una perpetua hambre y sed aunque tuviese frente as las mejores frutas), no sin dejar de asumir el destino del ruiseor wildeano. Aade Enrique Villada: El poeta es ante todo un hombre y ha inventado con otros como l un remedio: el arte. Como el resto de los hombres no vive en el mejor de los mundos, pero le quedan muchas risas escondidas donde los dems tenan el rostro. Debemos terminar rpidamente antes que acabe el siglo, el milenio, y tomarnos muy a pecho este decreto que nos vuelve ciudadanos del futuro? Urge, aunque no hayamos degustado la blancura, ponerle a la pgina este punto final? 78
Es evidente que no slo por su lenguaje, en buena parte metafrico, sino por el nfasis que puede fcilmente trasladarse al gnero lrico, tanto Osorio como Villada se expresan como poetas en cuanto a una posible funcin por conferir a la literatura. Acudo en seguida a otra propuesta, en este caso de Alejandro Ariceaga, quien en el primer nmero de los Cuadernos del Centro Toluqueo de Escritores asever: El escritor vive, y despus trabaja sobre el papel en blanco, en espera de ser ledo; ms aun: ausculta las reacciones que suscita su obra en los dems. Es participativo. Est para consignar la vida, para sealar y proponer, para inducir
77 El tiempo nos hace renacer, en La troje, segunda poca, N 10, Toluca, IMC, marzo-mayo de 1999, p. 45. 78 Ibid., p. 46. 62
estados de nimo, para intentar cambios. Octavio Paz advirti (El arco y la lira) que el poeta, por el solo hecho de serlo, es un revolucionario. 79
De las anteriores palabras se extrae una visin de la disciplina literaria como instrumento de cambio entre los seres humanos. Dicho de otra forma y desde la perspectiva ariceaguiana, no es escritor el que no piense en publicar, pues el toluqueo descrea del uso de la escritura como simple impulso catrtico, eliminando de su ejercicio vital a un receptor. Esto es, l pensaba que a un autor corresponda un lector, pues El escritor desea la comunin con sus lectores. El problema era, segn escribi Ariceaga, que la obra no siempre tiene la tribuna a su alcance, o no llega y es marginada, junto con su autor, de un proceso cultural que pudo haber proporcionado grandes momentos a la historia. 80
En este artculo con el que festej la entonces flamante creacin del Centro Toluqueo de Escritores, Ariceaga visualizaba a la literatura como un factor que permitiera fortalecer la conciencia humana, dado que en medio del utilitarismo actual, en medio de la disputa interimperialista por el mundo, donde los valores pasan a la trastienda de los medios masivos de comunicacin, porque por delante va la mermelada con marca y el artificio de la publicidad, y donde el manipuleo de la conciencia es ejercido con saa por cualquier tecncrata o cualquier mercadotcnico, bien vale enfocar el asunto del escritor desde otros ngulos. Por ejemplo, por qu no intentar que pese a todo el escritor ocupe un lugar en el espacio? 81
Quizs estas palabras de Ariceaga estn imbuidas por una terminologa muy de la dcada de los aos ochenta, en un mundo dividido en los dos grandes bloques que predominaron luego de la Segunda Guerra Mundial y hasta poco despus de la cada del muro de Berln, en 1989. Uno de los factores explicitados por Ariceaga, el de la toma de conciencia, aparece tambin, con una variante, 23 aos ms tarde, en la reflexin de dos autores mexiquenses de la zona de Chapingo, Moiss Zurita Zafra y Rolando Rosas Galicia, quienes en la presentacin de la antologa de narradores La eterna noche de los tiempos consignaron respecto al desarrollo de la literatura de la entidad: El cuento, la novela, el relato, abren una ventana a travs de la cual nos podemos asomar a otras experiencias; el lector se pregunta por qu los personajes hacen lo que hacen y no ms bien otra cosa, por qu no se rigen de acuerdo con otros
79 Nuestra alternativa: el Centro Toluqueo de Escritores, en Cuadernos del Centro Toluqueo de Escritores, Toluca, Ayuntamiento de Toluca, N 1, mayo de 1983, p. 1. 80 Idem. 81 Ibid., p. 2. 63
principios; a travs de este proceso desarrolla su propio criterio y su conciencia se prepara para dar respuesta a situaciones an no vistas; en otros casos el texto parece hablar de nosotros, el escritor parece conocernos porque habla de una experiencia semejante a la nuestra, lo potico se revela en nosotros, y no es casual, dice Octavio Paz, porque llevamos lo potico por dentro. 82
Expresado de otra forma, se ve en estas palabras la funcin de la literatura como un muestrario extrado de la imaginacin, de lo que puede ocurrir en la vida, en la realidad, en un juego de posibilidades, dira yo, o que, con Paz, es inherente a la condicin del ser humano, pues lo potico va por dentro de nosotros mismos. A las anteriores posiciones sumo ahora la de otro escritor necense, Porfirio Garca Trejo, quien subraya en las siguientes lneas el vnculo especfico de la literatura con el humanismo, en una expresin en parte coincidente en particular con la de Ariceaga, como fue expuesta lneas arriba: La industrializacin, la tecnificacin desbocada, irracional ha materializado hasta extremos de escndalo, la sensibilidad de las personas. La vida cargada de injusticias sociales que victiman a la mayora. Nos deshumanizan. La economa pone precio a todo y a todos: cuesta trabajo mantenerse en el concepto humano, humanstico, y sin l, como es fcil apreciar, el arte pierde sentido. Claro est, aunque habr que decirlo, adquiere un nuevo compromiso, el de ser baluarte, el de preservar dicho humanismo, de estimularlo, de enriquecerlo. Pero cmo cumplir con esta tarea gigantesca, si las comunidades tienden a ignorarlo, a ningunearlo e incluso, en ocasiones, a agredirlo. Es claro que para que alguien valore esta actividad de dioses pienso en Huidobro, debe conocerla primero. Resulta obvio para quien lleva la literatura y el arte a una comunidad, que invariablemente hay alguien interesado, que siempre de cualquier manera, se gana un adepto, un admirador, un correligionario. Es pues, necesario en un principio, acercar a la poblacin en general el arte, la literatura especficamente, y en concreto, la poesa que dicho sea de paso, es el gnero que mayor nmero de lectores ha perdido. 83
Se entiende la propuesta de Garca Trejo, que concibe a la literatura como coto contra el proceso de deshumanizacin que fue cobrando fuerza en el ltimo cuarto del siglo XX. Para frenarlo, es menester el establecimiento de relaciones con otros seres humanos, esto es, los lectores aunque el autor necense deplora el crculo vicioso que se vive con la literatura: Se edita poco puesto que nadie lee; y se lee poco puesto que se edita poco, situacin aplicable en especial al gnero lrico. La discusin al respecto es vieja, intensificada con el surgimiento
82 La eterna noche de los tiempos. Narradores del Estado de Mxico, Toluca, IMC, 2006, p. 9. Llama la atencin la referencia, por un lado de Ariceaga y por el otro de Zurita y Rosas, al ideario de Octavio Paz. 83 Progresin decadente, en La troje, segunda poca, N 10, Toluca, IMC, marzo-mayo de 1999, pp. 51-52. 64
de nuevos dilemas relacionados, en parte, con la proliferacin de tecnologas que han cambiado incluso los modos de relacin entre los seres humanos, como en el caso de Internet, pero est presente desde la Revolucin Industrial. Agrego la propuesta del narrador mexiquense aunque ha publicado tambin dramaturgia y poesa Eduardo Villegas Guevara, que se ha singularizado por el comprobado inters de alimentar los vnculos dentro del sistema literario mexiquense, y cuya evolucin como autor ha ido alimentando y, en parte, modificado sus intenciones creativas. En una entrevista que data de 1997, referida a uno de sus primeros y ms conocidos libros, El blues del chavo banda, Eduardo Villegas explic: Es como un despegue personal. Para escribir este libro tuve que apropiarme de un territorio, de un lenguaje, de un conjunto de personajes, de las experiencias en la banda de unos amigos y las personales. Mi idea era dar una visin, lo ms autntica posible, de un grupo social muy mal entendido. Se ha escrito mucho sobre los chavos banda, pero siempre desde fuera, con una visin sociolgica, periodstica y literaria, pocas veces desde dentro. 84
En esa declaracin de Villegas Guevara destaca el objetivo de que la literatura permita contar con visiones sobre una realidad social dada, en este caso, la experiencia de los chavos banda, que fueron descubiertos como fenmeno propio de la zona metropolitana del Valle de Mxico a principios de los aos ochenta. El problema con la visin prevaleciente de esos chavos banda no era que proviniese de lo sociolgico, periodstico o literario, sino que se la haba hecho desde afuera; el propsito de Villegas fue elaborarla desde adentro, asumido l mismo con un antecedente como chavo banda de Nezahualcyotl. De esta manera se entiende, en parte, que el empuje inicial en la obra de Eduardo Villegas se haya caracterizado por un crudo realismo, con el que pretenda reflejar la realidad cotidiana de Nezahualcyotl, en una vertiente que l mismo reconoca como de literatura urbana. 85 Villegas insisti en esta entrevista
84 Un chavo banda que se convirti en escritor, entrevista de Diana Czares a Eduardo Villegas, revista Mira, Mxico, D.F., 29 de enero de 1997, p. 45. 85 En ella pueden citarse no nada ms a El blues del chavo banda, sino tambin Orillas del asfalto, ttulos que conformaron en 2007 el volumen Acetato, con el cual Villegas festej sus primeros 25 aos de creacin literaria. Sobre estas obras, su autor declar: Cuando escrib estos cuentos era muy chavo, tena muy presentes las andanzas juveniles de las que hablo. Es una literatura que tiene el nico pecado de ser sincera: por su lenguaje, su estructura () que no buscaba ser considerada propiamente literatura, sino nicamente algo vivencial y sin gnero especfico. Me interesaba destilar las problemticas juveniles: el amor, desamor, el sexo y la msica, especficamente el blues y el rock., Present Cofrada de coyotes, una antologa con cuentos de 33 narradores. Con 65
en sealar a tal vertiente como una de las varias posibles dentro de sus lneas de escritura, que incluyen tambin la novela policiaca, la poesa, la dramaturgia, la literatura infantil y aun la fantstica, que es donde otro escritor necense, Porfirio Garca Trejo, ubica a otro conjunto de relatos de la autora de Villegas, La noche de la desnudez. En un comentario sobre esta ltima obra, el propio Villegas plantea un enriquecimiento sobre su perspectiva alrededor de una posible funcin de la literatura, cuando aclara que intent que los personajes, comunes y corrientes, se enfrentaran a hechos que los llevaran a reacciones de angustia o de miedo, a saber que en esa vida cotidiana que llevan hay hechos que pueden considerarse sobrenaturales. 86 Se denota una concepcin ms amplia sobre cul puede ser la funcin de la literatura, pues de la primeramente anotada en lo que toca a Villegas, esa visin sobre un grupo social, se pas a una postura ms filosfica, aunque siempre desde la literatura, como este autor puntualiz: En el mundo literario de La noche de la desnudez se sostiene que la verdad que hay en el mundo solamente la intuimos, no sabemos qu tan cierta sea esa verdad, todo se vuelve una constante bsqueda. En este libro quise ofrecer un trabajo sobre la prosa en distintas tcnicas literarias. El blues del chavo banda ofreci en su momento la primera persona, la entrevista sin interlocutor o el guin de cine, y ahora lo que propongo son estrategias narrativas distintas en cada cuento para compartir esa extraeza que envuelve a los personajes con el lector. 87
Percibo una ampliacin de miras en la perspectiva de lo que sera la funcin de la literatura, que en el caso de Eduardo Villegas hace patente una transformacin: no se limit a su propuesta narrativa original, la del reflejo prcticamente naturalista de la cotidianidad necense, sino que de manera paulatina empez a recurrir a otros elementos ms imaginativos que los que le daba la propia y de por s compleja realidad. He presentado estas variadas y, en parte, similares posiciones respecto a una posible idea acerca de la funcin de la literatura, generada y asumida por los propios autores mexiquense, para ir cerrando este apartado con una propuesta
Acetato, Eduardo Villegas comienza la revisin de sus 25 aos como escritor, entrevista de Jorge Caballero, La Jornada, 27 de enero de 2007. Como ttulos individuales, Orillas del asfalto data de 1987 y El blues del chavo banda de 1991. 86 La noche de la desnudez, su ms reciente libro. La verdad que hay en el mundo solamente la intuimos: Eduardo Villegas, entrevista de Csar Gemes, El Financiero, 20 de enero de 1997. 87 Idem. Tmese en cuenta que El blues del chavo banda fue publicado por primera vez en 1991, mientras que La noche de la desnudez se edit un lustro ms tarde, en 1996. 66
del panameo Roberto Fernndez Iglesias, elaborada prcticamente en la vspera de la asuncin de lo mexiquense como trmino identitario que tambin abarc a la literatura en el Estado de Mxico. Me remito a Literatura y realidad, ensayo que da ttulo a la recopilacin de una decena de textos crticos de Fernndez Iglesias, originalmente dados a conocer en la revista Universidad y en El Sol de Toluca, a finales de los aos setenta. Para remediar su dispersin inicial, dichos textos se publicaron en forma de libro como parte de la iniciativa editorial por la cual la Universidad Autnoma del Estado de Mxico empez, en los aos 1980 y 1981, a reconocer la importancia de la obra de autores mexiquenses contemporneos sealo esto porque en esa oportunidad fueron tambin publicados libros de Alejandro Ariceaga, Francisco Paniagua y Benjamn Araujo. El punto de partida de Fernndez Iglesias fue la glosa a un prrafo del terico y crtico marxista Georg Lukcs, proveniente de La crisis de la filosofa burguesa. Tal crisis habra tenido su origen en la contradiccin entre el pensamiento de la burguesa y la evolucin de la realidad social, lo que trajo como efecto la intensificacin del fetichismo general. 88 Esto es, para el pensamiento burgus la sociedad se haba vuelto slo un montn de cosas muertas y de relaciones entre objetos, lo que lo haca reflejar nicamente las manifestaciones ms superficiales. 89
Transcribo el prrafo de Lukcs citado por Fernndez Iglesias como importante para la literatura: La filosofa constituye sin embargo una manifestacin ideolgica particular, cuya evolucin no siempre es exactamente paralela a la de otras manifestaciones ideolgicas, por ejemplo a las de las ciencias exactas o de la literatura. Esta particularidad de la filosofa reside en el hecho de que tiene por objeto los problemas ltimos de la existencia y del conocimiento: es decir, la concepcin del
88 En la doctrina marxista, la categora de fetichismo se aplica a las mercancas, referida al hecho de que, en la sociedad capitalista, la relacin entre trabajo y valor se encuentra mixtificada, es decir, se la oculta por el carcter privado de la propiedad de los medios de produccin, circunstancia que se da tambin en las relaciones sociales entre los seres humanos, as como en las relaciones de produccin, que aparecen como relaciones entre cosas que tienen en s mismas un valor de intercambio (Ernesto Mascitelli, ed., Diccionario de trminos marxistas, Mxico, Grijalbo, 1985). Lukcs afirma que, dentro de la sociedad capitalista, el fetichismo es inherente a todas las manifestaciones ideolgicas. Esto quiere decir, sumariamente, que las relaciones humanas, que se conservan en la mayor parte de los casos, por medio de los objetos, aparecen, para esos observadores engaados por la imagen incompleta de la realidad social, como cosas; las relaciones entre los seres humanos se manifiestan, pues, bajo el aspecto de un objeto, de un fetiche (La crisis de la filosofa burguesa, Buenos Aires, La Plyade, s.a., p. 19). 89 Literatura y realidad, Toluca, UAEM, 1980, p. 13. 67
mundo mismo bajo sus formas abstractas y generales. Por el contrario, all donde la manifestacin ideolgica tiene como objeto inmediato a la realidad social directamente dada y no su suma abstracta o sus principios generales, la visin valiente e imparcial de la realidad compensa muy a menudo los defectos de la concepcin ideolgica. La literatura nos proporciona numerosos ejemplos de escritores cuyas ideas personales estn influenciadas por el fetichismo, y que en gran medida saben librarse de ellos en la creacin literaria. En otras palabras esos escritores saben representar en sus obras las relaciones humanas en tanto que tales, a despecho de sus ideas individuales contrarias. Pero en la filosofa, donde los mismos principios ltimos son problematizados, el objeto del estudio no puede ejercer esta saludable influencia. 90
Con base en lo anterior, Fernndez Iglesias denota la distincin funcional entre filosofa y literatura, de acuerdo con Lukcs: la primera busca abstraer la realidad, en tanto que la segunda la representa. Habra ah una circunstancia de la que ya hablaba Aristteles, esto es, la necesidad de la verosimilitud: La literatura inventa; esa invencin, esa ficcin, no se aleja de la realidad. Al contrario, al inventar una realidad paralela se pronuncia como crtica de la realidad de la que parte. 91 Se reconoce con ello una condicin crtica de la literatura, que hace posible que los productores individuales trasciendan una condicin ideolgica. En ese sentido, dentro de su glosa Fernndez Iglesias precisa: Mientras los productores del conocimiento filosfico actan como guardias fronterizos de la ideologa o como constructores de ciencia en contra de esa ideologa, los escritores no pueden dejar de referirse a la realidad y de significarla como punto de partida y meta de toda literatura, aun de aquellas que se pretenden ms abstractas y autnomas. 92
Remitindose a la terminologa lukacsiana, Fernndez Iglesias interpretaba lo siguiente: En las pretensiones fetichistas [] de alguna produccin literaria, se plantea a nivel ideolgico una tendencia a la cosificacin, a la enajenacin en la representacin de las relaciones humanas, pero la necesaria funcin de la literatura de estar apegada a la realidad impide que la produccin literaria alcance las abstracciones ideolgicas a las que puede llegar la filosofa. Por ello puede decirse que la posicin filosfica de un productor literario, por ms al servicio que est de la enajenacin ideolgica fetichista, no estorba a que se reestablezca la realidad en los textos. As podemos asegurar que cuando las proposiciones abstractas son dominantes no hay produccin literaria sino filosfica. 93
90 Idem. 91 Ibid., p. 14. 92 Idem. 93 Idem. 68
Destaco de las palabras de Fernndez Iglesias, en principio, el nfasis sobre esa necesaria funcin concretada en el apego de la literatura a la realidad, pues ella es la que permite, siguiendo el argumento lukacsiano, inmunizar a la literatura de ese virus de enajenacin ideolgica fetichista, en un proceso de restablecimiento de la realidad en los textos. Creo que esto ayudara a comprender el porqu de tantos fallidos intentos de subordinar a la literatura a una ideologa especfica; obras con esa intencin podrn ser muchas cosas, pero no literatura y seguramente tampoco sern filosofa, aado. Luego de atribuir a esta condicin los defectos de la literatura con intenciones hagiogrficas o didcticas, no importa desde qu plataforma poltica se impartan, Fernndez Iglesias formula el siguiente requisito indispensable para poder llamar literatura a una obra determinada: Una obra se establecer como literatura en el momento que la realidad sea representada en su totalidad, en su multiplicidad y en su accin de cambio. Negar a la ficcin literaria su posibilidad de representar, negar la misma realidad, en nombre de una abstraccin y conceptualizacin filosfica es desvirtuar el discurso literario. Al hacerlo disminuir las posibilidades estticas, es decir, sociales, que le corresponden. 94
De estas lneas se deriva que el anlisis de Fernndez Iglesias no se centra en un realismo romo o limitado de la obra literaria, sino que sta realmente lo ser cuando se atreva a representar por entero a la realidad y a su accin de cambio. El autor panameo advierte adems sobre el peligro de desvirtuar a la literatura si se la somete a una posicin pretendidamente filosfica. Es de notarse tambin otro vnculo advertido por Fernndez Iglesias: la relacin entre lo esttico y lo social. Para entender mejor el modo en que se conectan la literatura y la realidad, vase lo adicionado por Fernndez Iglesias en su glosa: Hay que dejar en claro que las manifestaciones literarias de la realidad no tienen por qu emparentarse con ninguno de los realismos, antes y despus de ellos el mundo y sus posibilidades se han hecho patentes a travs de la letra. Las diversas escuelas literarias son las vas de aparicin esttica de la realidad y estn determinadas por la sociedad que las produce, pero su condicin crtica las hace superar esa determinacin de origen. 95
94 Idem. 95 Ibid., pp. 14-15. 69
En suma, Fernndez Iglesias remite a la posibilidad de que la literatura, que parte de una nocin de la realidad, expanda a esta ltima, la agrande, le d otra dimensin; la literatura es parte de esa misma realidad, a la cual ampla. Todava ms, como seala en Para una mitologa de Toluca, ensayo tambin incluido en el breve volumen de Literatura y realidad: la literatura sirve para vivir. Este servicio lo presta en la medida en que es ms literatura, es decir, en que miente ms, en que es ms ficcin. La forma de ser de la literatura es el engao que ilumina la realidad que se vive. Sale de esa realidad y regresa a ella hecha ficcin para participar en su transformacin. Al ser una materia no deja de ser crtica; debe ser todo lo contrario: la capacidad crtica de la literatura se establece en que sus elementos de ficcin son elevados a la categora del mito. No hay nada ms falso que un mito, y de ah la expresin popular sobre cualquier patraa: eso es un mito; al mismo tiempo nada cala y expresa ms profundo la condicin humana que los mitos. 96
Por eso mitos como los de Edipo, Pancho Villa, Marilyn Monroe o La Llorona han sido de alguna manera elaborados por procedimientos literarios, artsticos, prosigue Fernndez Iglesias, para ponderar que en los mitos tomamos distancia frente a las ms cercanas realidades. 97
Estas posiciones ponen de manifiesto la pluralidad en la asuncin o identificacin de la funcin de la literatura por parte de los autores mexiquenses, aunque sobresale la expuesta por Fernndez Iglesias, sin importar que se haya dado antes de que se expandiera la idea de lo mexiquense. En rigor, habra que reconocer una condicin de liderazgo asumida por este autor desde la poca del surgimiento de tunAstral, de manera que muy bien pudieron haber permeado sus ideas en la discusin con los integrantes de esa agrupacin, entre ellos Alejandro Ariceaga. Por otro lado, la aportacin de Fernndez Iglesias se concret en la insistencia de concebir a los escritores como parte de un ncleo mayor, el de los trabajadores de la cultura, categora que se encarg de difundir en sus numerosos contactos personales en mbitos acadmicos y literarios en especfico, no slo en el Valle de Toluca, sino en el Valle de Cuautitln-Texcoco, de manera que no resultara aventurado reconocer su probable influencia en autores de toda la
96 Ibid., p. 49. 97 Idem. Sin embargo, Fernndez Iglesias aseguraba no haber encontrado todava ningn texto que colocara a Toluca en la zona sagrada del mito, cerca del Dubln de Joyce o del Macondo de Garca Mrquez. En los mejores momentos apenas se ha llegado al vago retrato de Toluca y de sus habitantes. Siempre tuve fe en la capacidad de mitificar de Carlos Olvera, uno de cuyos mitos ms interesantes es l mismo (Ibid., p. 49). 70
entidad, aun en aquellos que no hayan conocido de primera mano sus trabajos en Literatura y realidad.
2.2 EL OBJETIVO DE LA PROFESIONALIZACIN
Empezar con una postura externada por Alejandro Ariceaga en los comienzos de 1986, para referirme al tema de la profesionalizacin de los escritores mexiquenses. No es casual que este tpico haya aparecido dentro de una publicacin del Centro Toluqueo de Escritores, cuando apenas se iba acercando a los tres aos de existencia: en l se haba concretado un avance gremial sobre las condiciones que haba que impulsar para quienes fueran integrando la literatura mexiquense. Para hablar del aspecto social y material, laboral dirase, utilizar el artculo de Alejandro Ariceaga intitulado Cosas de escritores: los premios, las becas, el producto, con el que se abra el nmero 7 correspondiente a la segunda poca de los Cuadernos del Centro Toluqueo de Escritores. Ariceaga aluda al fenmeno de que, en ese momento, existan por fin ms maneras de estmulo a los escritores mexicanos, ms que hace, digamos, tres dcadas, cuando slo se ofrecan las becas del Centro Mexicano de Escritores o algunas otras antecesoras de la Diana Moreno Toscano, o los premios de literatura Aguascalientes, Villaurrutia, el Rulfo parisino, el Casa de las Amricas cubano, y recompensas similares (recuerdan el Novela Mxico de Novaro?) y ya. 98
Refirindose al contexto anterior a los aos ochenta, la primera conclusin del autor toluqueo era la siguiente: Los escritores mexicanos no podan aspirar a ya no digamos vivir de, por y para su obra literaria; ni siquiera podan asegurar que su obra en preparacin tuviera una editorial que se dignara publicarla. 99
Prosegua afirmando que en los aos cincuenta el Distrito Federal era la entidad centralizadora de todo lo que ocupa un lugar en el espacio, por lo cual lo mismo autores novatos que encarrerados y en vas de consagracin, deban
98 Cuadernos del Centro Toluqueo de Escritores, N 7, segunda poca, Toluca, CTE, enero- febrero de 1986, p. 1. 99 Idem. 71
trasladarse a la capital del pas en pos de la sobrevivencia literaria; el problema era que todos quienes decidan hacer eso llegaban tarde: otros haban llegado antes y [] ya se haban constituido en grupos, mafias, camarillas o como prefieran apodarlas, tal vez como una forma protectora, gremial, o por aquello de que la unin hace la fuerza. Claro es que por haber dado tal paso antes, lograron primero que otros acceder a fuentes de trabajo cercanas a la carrera de escritor: suplementos culturales, pginas literarias, oficinas de prensa (!) y editoriales, para desempear labores-propias-de-su-oficio. Algunos corrieron con tanta suerte que hasta publicaron sus primeros libros en las firmas editoriales de mayor prestigio, y/o se derivaron a cargos algo relacionados con su vocacin por la palabra. (Gosh!) Estos pioneros, los primeros colonos de una pelcula de vaqueros de la escritura, ganaron la atencin de la crtica literaria incipiente (que tambin entonces estaba en proceso conformatorio), que por entonces comenzaba a infiltrarse a las pginas de los diarios, las revistas y los noticieros radiofnicos y televisivos para compartir espacio con la dems informacin. Y as se form prestigio 100
Tomo el texto de Ariceaga como un testimonio con el que se constitua como vocero de una posicin compartida por el ncleo central de, al menos, los escritores avecindados en el Valle de Toluca, parte de los cuales venan de la experiencia de tunAstral, mientras que otros eran recin incorporados a la actividad cultural en el Estado de Mxico; bsicamente, eran los agrupados en la Unin de Escritores Mexiquenses. Con un aadido: Ariceaga provena, a su vez, de una experiencia defea, que le dio los elementos para el comentario expuesto. 101
Ariceaga pona el nfasis en el centralismo secular que haba caracterizado a la repblica a lo largo de su historia, prctica que no era la excepcin en el mbito cultural, de lo cual se desprenda la necesidad, para alguien que quisiera hacer carrera literaria, de participar en los medios capitalinos o incluso radicar en el DF. Tal fue el camino seguido por el a la sazn incipiente escritor, a quien con
100 Idem. 101 Sirva la sntesis con que Eduardo Osorio habla de la etapa capitalina de Alejandro Ariceaga, ocurrida en parte de las dcadas de los sesenta y setenta: La ciudad de Mxico ser su maestra y bedel. No slo porque fortalece la prctica del oficio y entabla contacto con la otra gente: amigos del tenor de Sergio Magaa, Jess Luis Bentez, Carlos Monsivis, Jos Agustn a quien le confa que ya ha escrito dos novelas, Otto-Ral Gonzlez, Efran Huerta y Carlos Hctor, entre muchos ya profesionales de la escritura. [] No slo porque descubre el debate intenso previo al octubre ms siniestro de nuestra historia reciente. No slo porque como escritor pulimenta su oficio en pginas y revistas culturales, como prologuista de libros y otras tareas semejantes que le conducen a una deslumbrante claridad. No slo por eso: la ciudad vigilante le educa en la soledad y la culpa (en el prlogo a Alejandro Ariceaga, Obra alejandrina, Toluca, IMC, 2007, pp. 9-10). Ariceaga regresara a Toluca a finales de los setenta. 72
el tiempo se le generara esa sensacin de haber llegado tarde, derivada de la existencia de los grupos de autores que haban llegado antes. Aun cuando el narrador toluqueo matiza su dicho nombrando como posibles apodos a los grupos, mafias, camarillas que actuaban en el campo cultural, es obvio que conoci de manera directa los usos y costumbres que dieron lugar al surgimiento de la llamada mafia mexicana, dentro de las expresiones hegemnicas en la literatura del centro del pas. El tema de esa hegemona ha sido largamente discutido. Por ejemplo, para el extinto Mario Benedetti, en un ensayo de 1972, la mafia mexicana era y sigue siendo una experiencia casi nica en Amrica Latina. Octavio Paz es su dios; Carlos Fuentes, su profeta, y en ella particip prcticamente la primera lnea de la literatura mexicana ms publicada y publicitada. 102
se fue, en parte, el panorama visto y vivido por Ariceaga, que de seguro influy en su regreso al Estado de Mxico, donde retom las relaciones con sus pares para llevar al cabo, en el nivel local, un proyecto propio de impulso a la actividad literaria en particular. Vase, en la continuacin de su texto en Cuadernos del Centro Toluqueo de Escritores, la importancia del factor de profesionalizacin en esta tarea: La movilizacin de aquellos santos pioneros, ms su constancia, su arremetida profesional y, desde luego, la calidad ya propiamente literaria de muchos nombres, abri la consabida brecha [el cambio operado para brindar ms apoyos a los escritores]. Por los aos setentas el escritor ya era considerado como un profesional (o ser mejor llamarle persona fsica?) y no un simple inspirado en permanente espera de las musas. Incluso las publicaciones peridicas se vieron precisadas a otorgarles las contraprestaciones de ley a cambio de la publicacin de su obra. Y se empezaron a formalizar los sistemas de derechos de autor, de catalogacin nacional y mundial (los nmeros ISBN) y otras cositas. 103
As se explica que, en los aos ochenta y posteriores, Ariceaga en particular haya promovido una postura de profesionalizacin de los escritores, pero no lo veo como aplicacin automtica de cosas que haba visto en la ciudad de Mxico, sino como una bsqueda que tambin haba tenido lugar en Toluca. Desde la etapa de tunAstral se haba planteado la bsqueda de un reconocimiento social hacia el escritor, al cual no se viera solamente como un personaje privilegiado por su trato
102 Mafia, literatura y nacionalismo, en El escritor latinoamericano y la revolucin posible, 4. ed., Mxico, Nueva Imagen, 1980, pp. 135-136. 103 Op. cit., p. 2. 73
con las musas. Por ello la marcada intencin de tunAstral por diferenciarse de los escritores de la tradicin previa, a la que no dejaron de tachar de provinciana. Esto implicaba, para el Ariceaga de 1986, una percepcin de los premios, becas, pagos en suplementos, revistas y planes culturales, no como esa especie de propina, ddiva u otorgamiento gracioso digno de cualquier poca de mecenazgo, sino de elementos que, ya desde los aos setenta, permitan hablar de condiciones Laborales del escritor segn la Ley. 104
No fue un proceso fcil pues, siguiendo con Ariceaga, esas nuevas condiciones laborales estuvieron acompaadas por limitaciones dictadas por la burocracia, que abarcaron incluso intentos de mordaza, censura y aun de imposiciones fiscales. 105 No era demasiado optimista: en lo relativo a la situacin que se registraba a mediados de los ochenta en la provincia mexicana esto es, en el propio Estado de Mxico, el narrador manifestaba lo siguiente: Creo que la arremetida no ha llegado a su final feliz. En muchas partes de la provincia todava se concibe el oficio de la escritura como una actividad de marcianos o, dicho sea a la antigita, de bohemios trasnochados, borrachones, maricones, drogadictos, huarachones, como aquellos que al principio de esta nota esperaban el arribo de las musas. Las tribunas de provincia pagan una miseria por publicar un artculo cultural o un poema o un ensayo o una resea cuando pagan; por fungir como jurados en algn concurso, un juego de lapiceros corrientsimos o una corbata; los concursos que se organizan, a veces tienen todo el sabor de la falda hasta el huesito y otorgan flores naturales y diplomas; y lo peor es que esas formas de recompensar a los escritores tienen que ser tamizadas por lo ms aberrante de la burocracia: contadores y cajeros malencarados, firme aqu, firme ac y regrese el sbado, etctera, etctera, como si a cambio de la recompensa el escritor tuviera que degradarse ante quienes la otorgan (o la instrumentan, segn dicen en trminos pristas). 106
De lo anterior destacara un primer componente de la idea de profesionalizacin que se sigui a partir de los aos ochenta por parte de los escritores mexiquenses: la urgencia de lograr un reconocimiento social, contrario al extendido prejuicio por el que se ve a los artistas en general como una especie bohemia, sin relevancia ms que, acaso, pintoresca. Otro segundo factor: la actividad del escritor es remunerable en metlico; por ello la insistencia que a lo largo de los aos caracteriz a Ariceaga por que se pagaran artculos, dictmenes, conferencias, veredictos en premios y aun la
104 Idem. 105 Ariceaga no especifica, pero se infiere su contrariedad ante los intentos de gravar el ingreso de los escritores, que en esa poca tenan algunos privilegios relativos en materia fiscal. 106 Idem. 74
publicacin de obra literaria original. Lo hizo, adems, desde una paradjica condicin burocrtica, pues desde mediados de los aos ochenta fungi, primero, como jefe del Departamento Editorial del gobierno mexiquense y luego, ya creado el Instituto Mexiquense de Cultura, como su jefe del Departamento de Literatura. 107
De uno de los prrafos citados en pginas anteriores, puede pensarse que los premios y becas originados en el Estado como estmulos para los escritores, son parte de la profesionalizacin de este sector, y que no deba tenrseles como meras ddivas. Pero considero que, como factor, no resuelven las necesidades materiales, o laborales, de los autores; en cambio, s pueden reforzar o impulsar una vocacin, lo cual ubicara a tales estmulos en la otra faceta de la profesionalizacin, esto es, la de la escritura literaria propiamente dicha. Se trata de los diversos esquemas de estmulos que ya se haban constituido en los aos ochenta, antes incluso de que se formalizaran a travs de los fondos nacional y estatales para la Cultura y las Artes, con sus diversos sistemas de creadores. En su artculo de 1986, Ariceaga hablaba de becas y concursos organizados y auspiciados conjuntamente por el INBA y los gobiernos de algunos estados, por universidades, instituciones y organismos pblicos descentralizados, o por el propio gobierno de la repblica. 108 En el nivel estrictamente municipal, relacionado con el Centro Toluqueo de Escritores, Ariceaga ponderaba el propsito de este organismo de estimular a los autores nacidos o simplemente radicados dentro del municipio de Toluca, aunque con una variante singular: que adems de las becas en efectivo que se entregaban, se garantizaba la edicin de los libros que deban entregar los autores beneficiados con este reconocimiento. 109
107 Alejandro Ariceaga sufra un profundo y visceral choque contra todo lo que oliera a burocracia. Como dato anecdtico mencionado en su prlogo a la recopilacin Obra alejandrina, Eduardo Osorio habla de la existencia de una novela de Ariceaga anunciada y platicada por este autor, Tribulaciones de un burcrata, pero de la cual no ha podido recuperarse un manuscrito ni un archivo electrnico, entre los varios inditos ariceaguianos de los que se tiene noticia, op. cit., p. 17. 108 Op. cit., p. 2. 109 En la parte final de su colaboracin aparece un Ariceaga notoriamente optimista: De ningn modo quiero decir que ste sea el mejor sistema de premiacin, pero al CTE le ha funcionado. El deseo, por supuesto, es que cada municipio del pas llegue a contar con su propia forma de premiacin, de apoyo econmico y profesional, a los escritores mexicanos que todava hoy carecen de organismos o instituciones que los promuevan. sta puede ser, adems, otra forma de participar en una descentralizacin efectiva, Ibid., p. 3. 75
Cuando se public este artculo de Ariceaga, estaba por darse a conocer la cuarta promocin de becarios del CTE. Creo que en el tiempo transcurrido entre 1983 y 1986 se haba precisado el rumbo de esta profesionalizacin del escritor mexiquense, como puede contrastarse con las pginas inaugurales del nmero 1 de la primera poca de los Cuadernos del Centro Toluqueo de Escritores, tambin a cargo de Alejandro Ariceaga: El Centro Toluqueo de Escritores comenz a funcionar formalmente el 10 de mayo de 1983. Antes de esa fecha, todas las formas de escritura que se han practicado en Toluca denotan caractersticas de dispersin y herosmo, y algunos intentos memorables de movimientos generacionales; es decir, los escritores nacidos en Toluca y los que han venido a radicar o han estado de paso en este municipio, han trabajado por su cuenta en el acto de la escritura, vicisitudes de por medio, en incontables casos ante la desaprensin de los receptores de su momento, o bien se han agrupado temporalmente (grupos Letras y tunAstral, por ejemplo) para enfrentar, con la cohesin y la fuerza que se logran estando unidos para una causa comn, las adversidades. La Unin de Escritores Mexiquenses Asociacin Civil (UEMAC), integrada apenas a principios del 83, y de la que son miembros reconocidos escritores, es, tal vez, la agrupacin que garantiza una permanencia ms voluntaria. Sera aventurado negar que se haya manifestado el apoyo, particular o institucional, a las letras toluqueas (puede ser que en algunos casos, muy contados, haya sido ms que generoso); lo cierto es que no se pueden mencionar ejemplos en que hayan estado a todas luces presentes un apoyo y una voluntad para detectar, rescatar, auspiciar y divulgar con soltura a algn autor destacado del municipio. Los casos excepcionales ms bien han sido tutelados por diferentes gobiernos del Estado de Mxico y los de la nacin. Por el contrario existen constancias de autores que se han visto precisados a emigrar a otros sitios en busca de mejores condiciones para su desempeo literario; de quienes han desertado de la obra creativa en aras de la subsistencia; o de quienes han sacrificado su talento y su propia vida agobiados por la frustracin. 110
En ese mismo artculo de 1983 y luego de asentar la necesidad de que haya estmulos y reconocimientos para que muchos autores toluqueos proyecten su obra en mejores condiciones que las prevalecientes en 1983, Ariceaga defini el sentido del entonces naciente organismo literario: El Centro Toluqueo de Escritores nace, tras acuciosos empeos y conjugacin de voluntades, como una alternativa que tiende a localizar, mediante concursos, a los autores literarios que radiquen en el municipio y tengan obra, concluda o en proceso, con miras a estimularlos, publicarlos y promoverlos. El CTE, sin embargo, no pretende asumir la redencin del escritor. 111
Con recursos limitados el pas sufra la dura crisis econmica de la transicin entre los gobiernos de Jos Lpez Portillo y Miguel de la Madrid, con un
110 Op. cit., p. 2. 111 Ibid., p. 3. 76
presupuesto de origen municipal que no era todo lo amplio que se hubiera querido, surgi este centro de escritores, no slo con el esquema de entrega de becas a los ganadores de su primer concurso, sino con el compromiso de publicacin de obras, y con la obligacin de que trabajaran en un taller literario nacido al amparo del nuevo organismo. No se agota aqu el tema de la profesionalizacin de los escritores mexiquenses, pero sirva esta reflexin para registrar una inquietud gremial que en buena parte se condensa en las palabras de Ariceaga. Aunque se trata de una voz en particular, es representativa si ponderamos su trayectoria como creador de instituciones pblicas el CTE, de suplementos culturales Vitral y su gestin como promotor cultural desde la burocracia en Patrimonio Cultural y el IMC; es decir, el narrador toluqueo conoca profundamente el medio cultural y a la mayor parte de los escritores de las diversas regiones del estado. Por supuesto, el alcance de esa profesionalizacin, si bien ha tenido efectos en cuanto a un reconocimiento social y oficial con lo que se fortaleci, hasta cierto punto, la funcin de los escritores como interlocutores del Estado en la creacin y aplicacin de proyectos en el rea de la cultura y en la existencia de una vida literaria, dentro del sistema literario propiamente mexiquense, no ha llegado a caracterizarse por la proliferacin de autores que vivan exclusivamente de su actividad literaria. Al igual que en otras partes del pas y del mundo, los autores se siguen viendo obligados a desempearse en los ms diversos empleos periodismo, academia, burocracia, etctera, aunque algunos, como es el caso de Eduardo Villegas, han logrado una dedicacin de tiempo completo a la disciplina literaria.
2.3 GRUPOS Y ESFUERZOS GREMIALES
El proceso de profesionalizacin de los escritores mexiquenses planteado en el apartado anterior tiene una relacin estrecha con el tema del presente segmento, aunque para efectos prcticos he preferido separarlos para su anlisis, en el entendido de que la integracin de grupos formales de autores es la realizacin concreta de la inquietud gremial expuesta en la seccin previa. 77
En el caso del Valle de Toluca, sin duda las dos agrupaciones ms significativas, aunque slo una de ellas haya perdurado hasta ahora, han sido la Unin de Escritores Mexiquenses y el Centro Toluqueo de Escritores. Cierto que han funcionado otros grupos, como el que surgi a finales de la dcada de los aos ochenta y comienzos de la de los noventa alrededor del suplemento cultural Mapa de piratas, o el que enarbol como simblico motivo a la poeta argentina Alejandra Pizarnik, en los albores del siglo XXI, pero no alcanzaron o no han alcanzado un nivel de integracin orgnica como el registrado en las dos primeras organizaciones, sin soslayar que varios de sus miembros forman parte del propio CTE. En lo relacionado con Nezahualcyotl, puede citarse a los grupos Poetas en Construccin, ENTE y Cofrada de Coyotes, dentro de una diversidad grupal que ha caracterizado a esa regin, 112 mientras que en Chapingo el principal referente es el ncleo de autores agrupados en la propuesta editorial de Molino de Letras.
2.4 UEMAC Y CTE: DOS EXPERIENCIAS EN EL VALLE DE TOLUCA
En 1983 naci de manera formal la Unin de Escritores Mexiquenses, Asociacin Civil, en cuyas primeras filas se alinearon los poetas huixquiluquense Luis Antonio Garca Reyes, chihuahuense Francisco Paniagua Gurra, as como los narradores toluqueos Alejandro Ariceaga y Carlos Mucio, todos ellos provenientes de tunAstral. Sin embargo, y el dato no es de poca importancia, el presidente fundador de la agrupacin fue el poeta, escritor e historiador Alfonso Snchez Arteche, que si bien haba tenido contacto desde muy joven con tunAstral, generacionalmente no haba pertenecido a l. 113
112 Adems de citar los casos de Cofrada de Coyotes y Poetas en Construccin, en su ensayo Neza, una esttica en forma de tragedia, el narrador y poeta necense Sergio Garca Daz se refiere tambin a grupos como Neza Arte Nel, Alterarte y Neza Arte Contemporneo, aunque en ellos habra, aparentemente, mayor preponderancia de artistas plsticos que de escritores (op. cit., p. 19). 113 Snchez Arteche cuenta el siguiente episodio sobre una tarde en que su padre, el historiador Alfonso Snchez Garca, invit a comer al lder histrico de tunAstral, Roberto Fernndez Iglesias: empezaban los cafs literarios, yo tena como once o doce aos, estaba en la secundaria, estaba en el curso de oratoria y declamacin con el maestro Mansur, pues ah declambamos: espera la cada de las hojas, el Cristo de mi cabecera, No me mueve mi Dios para quererte, entonces para m eso era el modelo de poesa que haba que hacer. [] cuando empiezo a hablar 78
Adems de los autores ya citados, como se consigna en el tomo II de la antologa de Alejandro Ariceaga de 1993, firmaron el acta constitutiva de la UEMAC los siguientes escritores: Marco Aurelio Chvezmaya, Alfonso Vrchez, Omar Mnez Espinosa, Jos Alfredo Mondragn, Jos Luis Herrera Arciniega y Rodolfo Garca Gutirrez. 114 Las edades de los miembros de esta primera formacin oscilaban entre los veinte a los sesenta aos, y sin duda a este factor es al que se refera Alejandro Ariceaga en su comentario citado en el captulo uno del presente trabajo, en el sentido de que eran tres las generaciones de autores mexiquenses las que convivan en el primer lustro de los aos ochenta. Sera errneo pensar que la UEMAC slo fue una prolongacin mecnica de tunAstral, tanto en su formacin como en los objetivos que persigui de manera explcita el de la profesionalizacin de los escritores, aparte de que no se puede olvidar que socialmente se ubic en una etapa distinta, al haberse caracterizado por una funcin asumida con plena conciencia: actuar como un interlocutor directo con el Estado. A estos elementos hay que agregar un distintivo particular: que aunque su origen se localiz en la capital del Estado de Mxico, fue la primera organizacin gremial que tom, ya sin tapujos, el nombre de mexiquense, que un par de aos antes haba sido acuado desde el gobierno estatal por Alfredo del Mazo Gonzlez, en un proceso que ya he descrito en pginas anteriores. Aun cuando llame la atencin la presencia de autores de tunAstral en el ncleo central de la UEMAC, sta fue concebida como una nueva agrupacin, con carcter igualitario, donde priv la relacin entre pares, pues no importaba si se trataba de escritores ya con obra reconocida o quienes apenas se estaban
con Roberto y me pregunta que si me gusta la poesa y le empiezo a citar mi repertorio, se re de m, me dice que esas son pendejadas, que si quiero saber qu es la poesa me va a leer unos versos, y me lee nada menos que Las canciones para cantar en las barcas, de Jos Gorostiza, y yo dije bueno, esto qu es, no hay pathos, no hay halo potico, no hay belleza, no me conmueve. Pues la poesa es eso, y bueno, de ah en adelante yo me enter que haba otra forma de hacer poesa. Despus algunas veces fui a los cafs literarios y ah me cambi el panorama. Entonces fue cuando me empec a acercar a otros poetas, mi padre me puso a la mano Canto general, la poesa de Nicols Guilln, de Garca Lorca, y [] despus leyendo los propios esperpentos de tunAstral, las revistas literarias El corno emplumado, Pjaro cascabel descubro que hay otra forma de hacer poesa, leo a Sabines, leo a Pellicer; a Paz, bueno, me cambia el panorama. Entrevista con Alfonso Snchez Arteche, La Troje, segunda poca, N 10, marzo-mayo de 1999, pp. 7-8. 114 Op. cit., p. 25. Por mi parte refiero que el polgrafo chileno Carlos-Hctor Gonzlez Pugeau, peculiar personaje avecindado durante dcadas en Toluca, habra sido uno de los firmantes originales de esta acta, pero falleci antes de que se formalizara la integracin de la nueva unin de escritores. 79
iniciando en la actividad literaria, aunque en su interior lleg a haber un mecanismo de presentacin de obra que muy bien pudiera haberse interpretado como una especie de entrada formal a la vida literaria. Su trayectoria no estuvo exenta de contradicciones, como el hecho de que estuvo operando desde un principio en un grupo de oficinas que pertenecan a la entonces todava existente Direccin de Patrimonio Cultural, en la cual el propio Alejandro Ariceaga se desempeaba como responsable editorial. No obstante, conviene comprender el contexto en que se dio la relacin entre esta asociacin civil y el gobierno mexiquense. Para esto aprovechar el anlisis de Eduardo Osorio acerca de la aportacin de esta unin en el proceso cultural del Estado de Mxico. 115 Segn manifiesta Osorio en su ya citado ensayo Batalla por el eco, en los inicios de la dcada de los aos ochenta se haba planteado, desde diversas voces, la necesidad de debatir el proyecto cultural del estado. Un avance en esta direccin de debate fue la creacin, en 1980, del suplemento cultural Vitral encabezado por Alejandro Ariceaga y por Eduardo Osorio, 116 lo que entre otros factores condujo a otro proceso: el de revisin a la poltica tradicional que el gobierno tiene en el terreno cultural. 117
Dicha revisin, puntualiza Osorio, en principio se da slo como un nuevo trato para los artistas. Anticipo de lo que se conocera despus como concertacin para la cultura, se pasa de la tolerancia para con los grupos marginales a un dilogo con los sectores que se presentan organizados. Para ello, habran de intervenir los escritores como vanguardia de los movimientos frente al Estado. Para no ser desplazados y quedar a la zaga en un debate que ellos han conducido por dcadas, fundan en 1983 la Unin de Escritores Mexiquenses, que, si bien cuenta con un apoyo mnimo del gobierno, tambin supone una asociacin que obtendra independencia poltica e intelectual, en la medida de sus posibilidades, para mantener la unidad del gremio. 118
Sealo que tal unidad, de suyo impensable en un gremio donde con frecuencia las actitudes rayan en un individualismo extremo, ya haba dado muestras en un cuestionamiento ms o menos colectivo contra la gestin del acadmico
115 El mismo Eduardo Osorio, por cierto, no tuvo una integracin formal en la UEMAC, pues en los aos de apogeo de sta se encontraba fuera del Estado de Mxico. Considero que esta circunstancia le confiere una mayor validez a su anlisis, pues revis lo ocurrido desde una postura ms objetiva. 116 Tambin en Batalla por el eco, Osorio comenta que las autoridades estatales financiaron a otro suplemento, Redes, para hacer contrapeso a la crtica que se haba empezado a ejercer desde Vitral (op. cit., pp. 52-53). 117 Ibid., p. 53. 118 Idem. 80
universitario Augusto Isla Estrada al frente del rea de Patrimonio Cultural en el gobierno estatal. Sin detallar este hecho, Osorio habla de que correspondi al entonces secretario de Educacin, Cultura y Bienestar Social y a la postre gobernador, en el efmero periodo de 1993 a 1995, Emilio Chuayffet Chemor, tomar la responsabilidad de concertacin con los grupos organizados. De ese marco de negociacin se desprendi, segn Osorio, la coyuntura que hizo posible la aparicin de la UEMAC, del Centro Toluqueo de Escritores, as como la creacin del Centro Cultural Mexiquense, del Instituto Mexiquense de Cultura y de otros espacios, casi al final del sexenio [delmacista], para el cual se considera como autoridad al menos, formalmente a un consejo de gobierno, cuya estructura se presta para dar prestancia a los grupos organizados en la toma de ciertas decisiones. 119
La inclusin, en este listado, de dos agrupaciones de escritores combinadas dentro de un fenmeno general con espacios y dependencias gubernamentales, puede provocar dudas acerca del tipo de relacin, que alguno no titubeara en calificar de orgnica, surgida entre los escritores mexiquenses y el gobierno estatal especficamente en los aos ochenta. Por ello es preciso encuadrar el comentario de Osorio en su premisa fundamental sobre tal relacin: que se dio en medio de un debate sobre el proyecto cultural que deba fijarse en el Estado de Mxico. Vase lo agregado por el mismo ensayista para completar su anlisis: La modernizacin de la poltica cultural implica entonces un reto para los escritores en particular y, en general, para el conjunto de artistas e intelectuales; el nuevo gobierno garantiza en los hechos una poltica editorial lata, auxilio para cada una de las manifestaciones artsticas que se expresan en la regin, respeto al profesionalismo de los intelectuales y un compromiso oficial para difundir la tarea de los creadores locales. 120
Haciendo alusin a ese posible logro de crear un ideal de repblica de poetas en marcha, Osorio se preguntaba cunto podra durar tal idilio entre escritores y gobierno, por lo que de inmediato escriba: La respuesta es obvia y demanda tomar precauciones para responder a imprevistos de una poltica cambiante, de ruta desconocida. Evitar la integracin a secas de los intelectuales es la consigna. Urge establecer un mecanismo (para el cual no se desdea un probable apoyo de la burocracia cultural) que impida desde ese momento la reconversin de esas tribunas ganadas durante lustros de
119 Ibid., pp. 53-54. 120 Ibid., p. 54. 81
resistencia; conquistarlas desde un principio como espacios naturales para la creatividad sin cortapisas y como garanta de que los escritores noveles tendrn un campo propiciatorio para sus musas. 121
El mecanismo al que haca referencia Osorio habra sido, sin duda, la creacin del Centro Toluqueo de Escritores, cuya existencia se relaciona tangiblemente con la de la propia Unin de Escritores Mexiquenses, aunque con otros matices y otra proyeccin. A diferencia de la segunda, el CTE consider dentro de su proyecto acciones concretas para el desarrollo, de manera inicial, de autores noveles, como el otorgamiento de becas mediante la convocatoria de concursos de creacin, la organizacin de un taller literario y, con un significado trascendental, la edicin de los libros que resultaran ganadores en los certmenes de esta institucin. Otra diferencia notoria es que la UEMAC funcion como asociacin civil, mientras que el CTE en un origen y durante ms de tres lustros fue una dependencia del propio gobierno municipal toluqueo, hasta que se constituy, finalmente, como asociacin civil, en parte como resultado de una spera relacin con el ayuntamiento local, a partir de que ste empez a ser gobernado por el panismo, en el ao 2000. 122
El momento ms alto en la existencia de esta unin gremial fue el Encuentro UEMAC 1984, celebrado en mayo de ese ao en Ixtapan de la Sal y que dio como resultado la formulacin de la Declaracin de Malinalco expuesta en el primer captulo del presente trabajo, documento en el cual se manifestaron las intenciones y alcances de los escritores mexiquenses participantes en tal iniciativa.
121 Idem. 122 Expreso esta consideracin personal: la relacin del CTE con las administraciones pristas tuvo altibajos, pues con algunos alcaldes abundaron relativamente los apoyos, y con otros se vieron disminuidos, sobre todo en lo tocante al programa editorial del organismo o a un eventual manejo propagandstico. En cambio, el tenor ms bien negativo de la relacin con las administraciones panistas debe atribuirse a la indiferencia o franco desprecio que aquellas tienen, poltica e ideolgicamente y en general, con las expresiones de la cultura humanstica. Lo ms que pudo conseguirse, en la creacin de la Asociacin Civil, fue que las instalaciones portaleas del Centro le fueran otorgadas en comodato durante el periodo de Juan Carlos Nez Armas, que en rigor fue el edil ms respetuoso con los escritores de su municipio; pero con su sucesor, Armando Enrquez, se dio un enfrentamiento frontal cuando ste amag con no renovar el comodato o con enviar al Centro a una bodega aneja a un mercado municipal, como censura por la venta comercial de un video de la productora independiente Canal 6 de julio. Con el tercer alcalde blanquiazul, Juan Rodolfo Snchez Gmez, el contacto aparentemente dej de ser tan rspido, aunque no se haya significado por ms apoyos institucionales. 82
Sobre la extincin de esta unin, de manera eufemstica, Alejandro Ariceaga seala que el entusiasmo inicial se ir diluyendo y la UEMAC entrar en receso a partir de 1988. 123 En realidad lo sucedido fue el apartamiento del primer cuadro dirigente, compuesto por autores provenientes de tunAstral y el ya citado Alfonso Snchez Arteche, que dieron paso a autores ms jvenes, en un malogrado cambio de estafeta generacional, pues contrario a las expectativas para un nuevo impulso a la asociacin, sta se vio afectada por divisiones internas que la condujeron, ms que al receso apuntado por Ariceaga, a su desaparicin. Esa consecuencia no sera achacable a los autores mayores, sino que habra que reconocer su actitud de respetuoso retiro, para que la responsabilidad de conducir a la UEMAC fuese asumida por la siguiente generacin. Fue sta la que no se puso de acuerdo para que el grupo siguiera existiendo como tal. El efecto de tal desaparicin no fue desastroso, merced a la existencia de una institucin que permiti aglutinar las inquietudes de los autores mexiquenses: el Centro Toluqueo de Escritores no nicamente supli a la Unin de Escritores Mexiquenses, sino que dio una dimensin ms concreta al trabajo literario en el Valle de Toluca y a todo el Estado de Mxico, pues opt por abrirse a un mbito primero regional y despus ya estatal, sin soslayar que cuando se celebraron sus primeros diez aos de existencia organiz una convocatoria de ndole nacional en su concurso de becarios. De cualquier modo, la aportacin de la UEMAC se hizo tangible en el marco de lo sealado por Osorio, de haber creado una formacin independiente que actuara con mayor formalidad como interlocutora ante el Estado, en su forma de administracin pblica estatal. Implicaba superar el tipo de relacin individualista que haba caracterizado la mayor parte de los contactos entre un con frecuencia inasible sector de creadores artsticos y las administraciones estatales precedentes a la del periodo 1981-1987. De ella iba a desprenderse tambin una nocin que a su vez haba empezado a aparecer desde la etapa de tunAstral en los aos sesenta: la concepcin de los escritores como parte de un grupo social y laboral, esto es, la de los trabajadores de la cultura, en contraste con la inveterada idea del artista romntico.
123 Op. cit., p. 25. 83
No puede soslayarse que, por un lado, este fortalecimiento en las posturas y conciencia de los escritores, como parte, pues, del sector de trabajadores de la cultura, ocurri cuando comenzaba a aplicarse en el pas la serie de polticas que despus conocimos como neoliberalismo, que de entrada supuso un adelgazamiento del aparato estatal, con la bsqueda paralela de un crecimiento de las instancias privadas, en lo econmico sobre todo. Considrese otro elemento: el choque entre una propuesta que se llamaba independiente y la relacin directa con las instancias estatales, un contacto que ineluctablemente abarcara limitaciones ideolgicas y de otro tipo. Resulta innegable que la difusin de lo mexiquense, como ya se ha asentado desde el principio de este trabajo, tiene que ver con un proyecto poltico personal y grupal, que en los albores de los aos ochenta encarn Alfredo del Mazo Gonzlez. Aun as, sera tambin demasiado simplista afirmar que la creacin de una unin mexiquense de escritores estuvo condicionada a que este sector de creadores apoyara la misma causa poltica de Alfredo del Mazo. Reitero el juicio de que la iniciativa poltica no anul una necesidad cultural y social, como ha sido la de dotar a los habitantes y residentes del Estado de Mxico de un elemento de identidad que, en una palabra concreta, permitiese encontrar factores comunes a regiones separadas por numerosas circunstancias, pero que forman parte de una realidad general. En sentido estricto y en cuanto a proyecto poltico personal, que comprenda su aspiracin a la presidencia de la repblica, la expectativa de Del Mazo se agot en 1988, cuando fue otro el elegido para presidir el Ejecutivo federal. En cambio la idea de una identidad reflejada en el trmino mexiquense se ha mantenido y trascendido el mbito gubernamental recurdese, por ejemplo, que como gobernador sustituto en el periodo 1989-1993, Ignacio Pichardo Pagaza no sigui en lo personal una lnea de fortalecimiento de la identidad mexiquense, palabra que prcticamente no utiliz en sus discursos pblicos, hasta ser asumida social y colectivamente, a veces con plena conciencia, en otras ocasiones siguiendo una actitud inercial. No fue que, por decirlo con una expresin coloquial, un grupo de escritores buscara subirse a un carro que pretenda lucir como atractivo y ascendente en un contexto poltico determinado aquel en que era notorio el cobijo de Miguel de la Madrid a la causa delmacista; ms bien se logr dar forma a viejas inquietudes 84
por ejemplo, en el caso de la gente de tunAstral que acaso no tuvo como meta central, sino secundaria, la interlocucin con el Estado y a plantear necesidades en parte nuevas, como la exigencia de un proyecto cultural en el Estado de Mxico, en el que tuvieran cabida plena los trabajadores de la cultura y, entre ellos, los propios escritores. Esto ltimo habra que entenderlo con la innegable separacin entre los proyectos propiamente institucionales, esto es, los del gobierno, y los colectivos e individuales de los escritores. En el primer aspecto, un elemento que facilita la comprensin de lo ocurrido es la propia tradicin del Estado mexicano en materia de poltica cultural, una lnea que se marc desde la dcada de los aos veinte a partir de la gestin de Jos Vasconcelos al frente de la Secretara de Educacin Pblica, la cual se ha conservado aunque, claro est, con muchos matices. De la simbiosis que lleg a haber entre artistas e intelectuales respecto a ciertos gobiernos inmediatos al movimiento revolucionario, se ha transitado por etapas de relativo alejamiento o de cercana discutible, por caso en el periodo de Carlos Salinas de Gortari, cuando se cre el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y se oper un mecanismo de cooptacin en apariencia sutil, como fue la organizacin de un sistema de creadores, con el reparto de numerosas becas. Este esquema no ha desaparecido a pesar de que ya se han acumulado dos gestiones federales panistas, pues se ha probado su funcionalidad en cuanto a un tipo de relacin que modere, por un lado, posibles radicalismos entre artistas e intelectuales, y en otro sentido, contine confiriendo al gobierno el atributo de estar realmente interesado en apoyar el desarrollo de una cultura nacional. O dicho en otros trminos: aunque castigados, se mantienen los presupuestos pblicos para un burocrtico sector cultural. Esta discusin pasa tambin por la revisin del contacto entre autores mexiquenses en particular y el Estado, ya fuera en el nivel estatal o en uno ms limitado respecto a la administracin federal dado que la mayor parte de los estmulos que otorga el FONCA suelen destinarse a creadores radicados en el centro del pas, esto es, en el Distrito Federal, en demrito de los que realizan su trabajo en el resto de las entidades federativas. Organizado, ese grupo de escritores que ya se vieron reflejados en la idea de lo mexiquense, dialog con el Estado y particip de manera directa en un proyecto cultural, al cual aport su visin, lo mismo que sus demandas. Esto 85
explicara en parte qu lnea se sigui en el aspecto editorial: el gobierno estatal empez a publicar de manera sistemtica a autores mexiquenses, ya no como premio a gestiones individuales o como ocurrencias de algunos mecenas que de forma aislada haban accedido a posiciones de poder caso de Mario Coln. Hubo una rplica positiva a tal postura, porque instituciones como la Universidad Autnoma del Estado de Mxico incluyeron por su lado la publicacin de obras de creacin literaria hechas por escritores mexiquenses. Nuevas instituciones, en concreto el Instituto Mexiquense de Cultura, asumieron igualmente esta necesidad de proyectar la labor de los trabajadores de la cultura locales. Se pusieron en prctica propuestas que, en un sentido estricto, se originaron de la discusin interna que haban llevado al cabo los autores, como fue el caso de la creacin de cursos y talleres de literatura en la incipiente red de casas de cultura que inici su expansin en la dcada de los ochenta. Abundaron en esa poca las presentaciones de autores forneos, 124 en actos de lectura de obra indita. Hubo un ambiente de efervescencia cultural, con la intervencin plena de los trabajadores del sector, es decir, los propios creadores, de manera singular buena parte de los escritores que se haban organizado en el Valle de Toluca, aunque tal participacin fue individual, no necesariamente grupal. 125
124 En un somero recuerdo, apunto que en 1987 se presentaron en el Centro Cultural Mexiquense de Toluca escritores como Jos Agustn, Silvia Molina, Gerardo de la Torre; en otro foro toluqueo, el cntrico Museo de Bellas Artes, un ao antes se haba presentado el entonces joven Juan Villoro, por citar algunos nombres. 125 Esta etapa puede verse personalizada en la trayectoria de Alejandro Ariceaga, como lo recuerda Eduardo Osorio al remitirse a lo ocurrido luego de que el primero public, en 1983, su novela Clima templado: [1984] Es el ao de Ariceaga: calles y vecindades le sonren al paso. Con la fundacin de Radio y Televisin Mexiquense [en 1983 y 1984, respectivamente] devino en asiduo invitado de los flamantes medios electrnicos. Dirige programas, se divierte con cmaras y micrfonos; ya ha fundado el Centro Toluqueo de Escritores y ve que los jvenes ganadores son su apuesta al futuro cumplida [] con la Unin de Escritores Mexiquenses tiene proyectos y participa en la organizacin de encuentros, sin abandonar su tarea en los diarios la columna Calibre Cero durar hasta su muerte [], pues sigue al frente de Vitral y, por si no bastara, acepta el cargo de jefe estatal de publicaciones de la Direccin de Patrimonio Cultural. En lo literario hay conquistas: gana el Premio Estatal de Cuento Edmundo Flores con un ttulo simblico, irnico, dolido: Ciudad tan bella como cualquiera. All afina un par de textos ya publicados y, sueo secreto, Telfono de urgencia es traducido al cataln. (Op. cit., pp. 13-14). 86
2.5 DESARROLLO DE LA NARRATIVA
En lo que corresponde al gnero narrativo, los comienzos de la literatura mexiquense propiamente dicha se caracterizan por la incursin inicial en la escritura y publicacin de cuentos, que en gran parte de los casos por no decir que en la mayor parte de ellos han sido el primer modo de expresin de los narradores del Estado de Mxico en el periodo analizado dentro de este estudio. La escritura de cuentos, significativa desde la etapa del surgimiento de las manifestaciones literarias, esto es, en la conformacin de la tradicin previa, se multiplica en la fase de configuracin del sistema literario y se sostiene durante la consolidacin del propio sistema. En cambio, la aparicin de novelas se da en menor medida en las dos primeras fases de formacin del sistema, aunque resalta en la etapa de consolidacin. 126
Habra una constante en los casos de narradores que publican inicialmente libros de cuentos y que con el tiempo derivan a la escritura de novelas, de lo que se desprende la percepcin de procesos individuales de maduracin en su trabajo literario, conforme van hacindose dueos de otras tcnicas narrativas y segn sus nuevos intereses e inquietudes temticas para transitar de uno a otro gnero. En ese sentido, en algunos autores innegablemente la escritura de cuentos les sirve como entrenamiento antes de llegar a la creacin de novelas, pero no debe pensarse por ello que los primeros libros de quienes con el tiempo terminan publicando novelas hayan consistido slo en una mera preparacin; es, ciertamente, la manera inicial de concretar una obra narrativa, que despus se va diversificando y abarca, en efecto, la escritura de novelas, actividad que continan alternando con la publicacin de nuevos libros de cuentos. No est de sobra recordar que as como comparten caractersticas comunes en cuanto a que son modalidades de la narrativa, cuento y novela tienen exigencias particulares, como la mayor contundencia que se pide al primero y la
126 En apoyo de esta apreciacin sealo que, dentro de la fase de las manifestaciones literarias, se encuentran novelas de Carmen Rosenzweig y de Rodolfo Garca, as como las de Carlos Olvera: Mejicanos en el espacio, de 1968, y Tolucanos, de 1977; en la fase de configuracin la primera novela registrada fue Clima templado, que Alejandro Ariceaga public en 1983. Pienso que varios narradores mexiquenses vieron en el cuento una salida natural a sus inquietudes literarias y se han mantenido en esa tesitura, mientras que otros han publicado novelas sin abandonar el cuento. Por otra parte, en la fase de consolidacin del sistema literario mexiquense se aprecia la tendencia a empezar la carrera literaria con la escritura de novelas. 87
posibilidad de ir desplegando los efectos de la narracin que caracteriza a la segunda. 127 En lo tocante a la narrativa mexiquense, lo que ha privado es que cada autor ha elegido el gnero de acuerdo con las inquietudes estticas y los temas que pretenda expresar o elaborar en un momento determinado. La literatura mexiquense, particularmente en sus expresiones dentro de la narrativa, surgi con una intencin de novedad, como una expresin consciente de que haba iniciado un proceso de formacin, merced a la escasez relativa de antecedentes, de una tradicin que, de manera singular, no actu como un canon al que forzosamente haba que seguir o rechazar; los escritores considerados dentro de esa tradicin continuaron su propia dinmica creativa, imbricada en las escrituras que empezaron a surgir. Esta concepcin de la literatura mexiquense como un fenmeno nuevo se relaciona con el hecho de que nuevo era tambin el gentilicio mexiquense bajo el cual se iba a acomodar esta literatura, as fuese de inmediato o a la larga. 128
Es claro, pues, que los narradores del Estado de Mxico, sin estar aislados de la tradicin general de la literatura mexicana y de la universal, hubieron de formular una oferta propia, desde su perspectiva particular. Esta circunstancia demanda identificar los modos peculiares en que se ha venido forjando la narrativa mexiquense.
127 Recurdese la clsica metfora boxstica de Cortzar, en el sentido de que el cuento debe ganar la pelea por nocaut y la novela por decisin. A ella, sumo la imagen siguiente que propone el poeta David Huerta: La captura de un cuento por medio de la operacin del lector se parece ms a la caza de una liebre que a la pausada aniquilacin de un bisonte: la presa veloz tiene que capturarse con una agilidad correspondiente a la que la caracteriza. El bisonte novelesco se captura con paciencia y mtodo, cuidadosamente. (Transfiguraciones del cuento mexicano, en Alfredo Pavn (comp.), Paquete: cuento (la ficcin en Mxico), Mxico, UAT-INBA-ICUAP, 1990, p. 7). 128 Tal percepcin puede apuntalarse si se verifica el nmero de primeras obras que fue apareciendo a lo largo del periodo, incluso por parte de escritores que llevaban ya aos asistiendo a talleres literarios, como ocurri con Mauricia Moreno; o, igualmente, si se repasan las edades, fluctuantes entre los veinte y los treinta aos de edad, de quienes publicaron los libros iniciales de su carrera durante las dcadas de los ochenta y noventa. Un caso singular es el de Alberto Chimal que, en 1987, a los diecisiete aos de edad dio a conocer su primera coleccin de cuentos Los setenta segundos y otros cuentos ms largos, en su calidad de miembro de la quinta generacin de becarios del Centro Toluqueo de Escritores. En su mayora los narradores mexiquenses han empezado muy jvenes su carrera, lo que explica la intencin de varios de sus textos de ir descubriendo el mundo a partir de las historias que se narran, postura que ha evolucionado conforme los escritores fueron alcanzando la madurez no slo fsica, sino en su expresin literaria. 88
CAPTULO 3. ANTECEDENTES DE LA LITERATURA MEXIQUENSE
Aun cuando la asuncin y expansin generalizada del gentilicio mexiquense ocurri a partir de 1981, ao en el que empez a caracterizarse una literatura que pudo y, sobre todo, quiso llamarse mexiquense entre otros efectos derivados del uso del citado trmino en el contexto de fortalecimiento de una identidad estatal, es menester ubicar a diversos autores que representan la tradicin previa a las nuevas expresiones literarias aparecidas en el Estado de Mxico en las dos ltimas dcadas del siglo XX y la primera del XXI. Se entiende aqu por tradicin, con Antonio Candido, el reconocimiento de obras y autores precedentes que funcionan como ejemplo o justificacin de aquello que se quiere hacer, aunque sea para rechazarlo. 129 Tal es el papel que cumplieron aquellos que, muchos aos antes de que se diera forma al gentilicio de los habitantes del Estado de Mxico, ya eran reputados como escritores. Resalto una de las principales peculiaridades de la naciente literatura mexiquense: una porcin ms que significativa de los autores de la tradicin previa a sta, continu realizando su obra creativa, insertada de lleno en la nueva etapa cultural y dentro de un fenmeno de entreveramiento generacional. No se tratara, pues, de una tradicin esttica, sino de una que, sumada a los nuevos grupos de escritores y al conjunto de sus obras, sigui su propia evolucin, en condiciones distintas a las que antes rodearon a la produccin literaria, limitada por una percepcin acaso de poca relevancia para la sociedad del Estado de Mxico. Los elementos de esa tradicin, en lo tocante a la narrativa, iran desde el Grupo Letras, particularizando con el escritor Rodolfo Garca Gutirrez y con el legado del poeta Josu Mirlo, 130 en los aos cincuenta; pasaran por autores especficos, como la toluquea Carmen Rosenzweig, y llegaran al grupo cultural tunAstral, en los aos sesenta, con los ya citados Roberto Fernndez Iglesias, Carlos Olvera y Alejandro Ariceaga. En efecto, podra incrementarse una posible nmina de autores antecedentes, pero sostengo que los referidos seran los ms
129 Op. cit., p. 19. 130 Genaro Robles Barrera o Josu Mirlo resulta un autor significativo para los escritores del Estado de Mxico, muchos de los cuales lo han ledo y reconocido por su calidad, en un proceso de revaloracin que en buena parte ha permitido superar el carcter de bardo orgnico que se le atribuy, como una especie de poeta de rgimen, por ejemplo, durante el periodo de Carlos Hank Gonzlez, cuando se dio amplia difusin a su obra en los mbitos escolares. 89
representativos por su nivel de organicidad participaron en agrupaciones formales de escritores, por la persistencia en el oficio y por la calidad de su obra. Habra que reconocer el vnculo de estos narradores con la literatura de la zona centro del Estado de Mxico sin soslayar que algunos de ellos desarrollaron buena parte de su trayectoria literaria y laboral en la ciudad de Mxico, y contrastar con lo ocurrido en la otra gran rea literaria que identificamos en este estudio, la zona oriente de la entidad. En esta ltima la nocin de tradicin se relativiza en cuanto al mbito estatal, pues responde a tiempos y circunstancias en principio diferentes: el propio municipio de Nezahualcyotl se erigi como tal en 1963, habindose desarrollado como receptor de inmigrantes, en mayor medida provenientes del Distrito Federal y de estados como Oaxaca y Michoacn, pero tambin de muchas otras entidades federativas del resto del pas. En lo relativo al rea de Chapingo, las expresiones literarias, ms recientes, se entienden en el marco de la actividad institucional de la universidad agraria que funciona ah. Los autores que inauguraron la expresin literaria en la zona oriente, a finales de los aos setenta y principios de los ochenta en un momento muy cercano al surgimiento del gentilicio mexiquense, conforman un grupo especfico, compuesto por Emiliano Prez Cruz, Eduardo Villegas, Germn Archiga, Toms Espinosa y Juanita Vzquez. De ellos, los dos elegidos para el presente estudio en cuanto a fundadores de una tradicin dentro de Nezahualcyotl, esto es, Prez Cruz y Villegas, nacieron apenas en 1955 y en 1962, respectivamente; comprese con Rodolfo Garca, de 1920, con Carmen Rosenzweig, de 1926, y aun con Fernndez Iglesias, de 1941, Olvera, de 1940, y Ariceaga, de 1946. Si bien todos los autores mexiquenses tendran un innegable lazo con la tradicin general de la literatura mexicana, los autores de la zona oriente se vincularon con la tradicin propiamente mexiquense a partir de la articulacin que se fue estableciendo durante los aos noventa y en lo que va del siglo XXI, cuando se ha estrechado el contacto entre escritores de las diferentes regiones del estado. Este reconocimiento de una tradicin tiene que ver con las formas en que suelen desarrollarse los escritores, que lo hacen no de manera aislada, sino 90
participando en grupos, trtese de generaciones cabales o de promociones, cuando son grupos heterogneos, como precisaba en un texto de 1946 el crtico Jos Luis Martnez. 131
En su descripcin sobre este proceso, Jos Luis Martnez aluda a los jvenes que comienzan su vida literaria en contacto con sus amigos, a partir de su formacin escolar y las lecturas que por su cuenta han hecho. De ah se pasa a descubrimientos y ensayos literarios que el grupo ha iniciado y que permanecen en una primera etapa de reconocimiento e imitacin. Lo usual es la incipiente escritura de versos puerta ms concurrida de la literatura, a la que siguen intentos de prosa narrativa o de ensayos, y en muy pocos casos, de teatro. Desde esta visin de grupo, aada Jos Luis Martnez, surge una crisis cuando alguno de esos jvenes recibe de un texto la nocin de la modernidad literaria, punto real de partida para su obra. La respuesta es, por parte de un joven escritor, el oponer su firme voluntad de conocimiento y de aprehensin de aquella materia rebelde. Pero no todo es conocer un libro revolucionario. Se da un encuentro, de concordancia o de rechazo, respecto a quienes ya son reconocidos como autores. En este sentido escribi Jos Luis Martnez: La experiencia nos ha mostrado cmo los maestros de muchos grupos no han sido ms que escritores o corrientes literarias caducos o efmeros; cmo la literatura ha torcido la corriente abandonando a quien en un momento se creera el elegido, o cmo, en fin, muchos jvenes han tomado como punto de partida de su modernidad lo que estaba vencido y olvidado hace ya muchos aos. En estos casos, continuarn su obra y aun conquistarn, si tienen talento, la fama entre medios afines, pero unos aos ms tarde descubrirn que la crtica y la historia literarias los tratan secundariamente y comienzan poco a poco a ignorarlos, porque ese grupo les propone, precisamente, un problema insoluble de acomodacin. Pero si esa promocin, por el contrario, acierta a descubrir el texto que significa realmente el nuevo peldao, su obra se desarrollar a partir de l, corroborndolo o rectificndolo; pero siguiendo, de cualquier manera, un proceso histrico natural. Recoger la herencia de los abuelos o los bisabuelos, en lugar de hacerlo de los padres, quiz no tenga otro inconveniente que perder el incremento o la conformacin especial impuesta por nuestros inmediatos antecesores al acervo cultural. [Esta accin] Nos hace tambin vivir una vida ya vivida y realizada; repetir una experiencia sin riesgo pero sin ventura y emprender una carrera de relevos antes de nuestro turno, con el peligro de fatigarnos intilmente antes de llegar siquiera al punto de partida que nos corresponda. 132
131 Problemas de la historia literaria, en Problemas literarios, Mxico, CNCA, 1997, pp. 32-33. 132 Ibid., p. 33. 91
No obstante, es discutible la afirmacin de que ste sea un proceso histrico natural, dadas las numerosas circunstancias que rodean a la formacin de un escritor, ms todava si no es uno, sino un grupo de ellos. Aunque coincido con el dicho de que es ms posible un acercamiento con los abuelos o los bisabuelos que con los padres, como hacen tambin, aunque con un sentido de relacin parricida, Celso Santajuliana y Ricardo Chvez Castaeda, en su provocador libro La generacin de los enterradores, dedicado a narradores mexicanos nacidos en la dcada de los 60. En la introduccin a esa obra, Chvez y Santajuliana atribuyen a los autores nacidos en los cuarenta y los cincuenta el haberse dedicado al ejercicio del poder, para compensar su mediocridad. Esto es, construyeron posiciones ms que obras y coparon todos los puntos de acceso al continente narrativo mexicano. 133
Agregan: Al incumplir con la lgica evolutiva que consiste en contener a los herederos legando complejos desafos y modelos difciles de superar, [los escritores de los cuarenta y cincuenta] orillaron a esta generacin de los enterradores [los escritores de los sesenta] a una temprana contienda parricida. Lo normal es que, durante la confrontacin de las generaciones, el bello efecto de la erosin d cuenta de los abuelos y por esa causa se unan padres e hijos en los menesteres del sepelio. En este caso, sin embargo, la ofensiva mediocridad de los padres orill a una alianza indita y coyuntural entre hijos y abuelos. 134
Sirvan estas referencias para sealar que la posible asuncin de una tradicin no responde a un acto mecnico, sino que forma parte de una evolucin en la que participan voluntades e intereses diversos. Esto es, reconocerse en una tradicin pasa por una postura crtica, a veces de alejamiento, de indiferencia o de franco rechazo, y se requiere de tiempo para llegar a una valoracin ms justa y desprovista de prejuicios. Adems, resulta muy dispar el conocimiento de las obras de los autores precedentes a la constitucin gradual de la literatura mexiquense, a grado tal que, en muchas ocasiones, se ha llegado al extremo de desdearlas por el mero hecho de que fueron escritas por gente con la que se tuvo o se ha tenido un trato personal, quizs desmitificador de la idea del escritor como personaje peculiar.
133 La generacin de los enterradores. Expedicin a la narrativa mexicana del tercer milenio, Mxico, Nueva Imagen, 2000, p. 11. 134 Idem. 92
O todo lo contrario: en varios casos, ms all de esa probable actitud de desdn, hay un vnculo de magisterio y, simultneamente, de igualdad, dentro de una relacin de pares, respecto a quienes ya eran escritores con obra publicada desde antes de la dcada de los ochenta, como sucedi en el mbito mexiquense con Rodolfo Garca, Carmen Rosenzweig, Fernndez Iglesias y Ariceaga este mismo en gran parte discpulo del anterior y en menor grado, Olvera, seguramente porque, al estar alejado del Estado de Mxico a comienzos de los aos ochenta, no particip de manera directa en la dinmica inicial de trabajo de las nuevas expresiones literarias en la entidad, aunque sus obras s eran conocidas como referente indispensable de lo escrito en la regin. Se dio este contacto a travs de la coincidencia en los mismos espacios culturales, periodsticos y editoriales talleres literarios, organizaciones de escritores, suplementos culturales, instituciones editoras de libros, en buena parte de ndole personal, lo cual condujo al conocimiento de esa tradicin. Se verific, pues, el reconocimiento de esas obras y autores, que fueron tomados como uno de los puntos de referencia sobre lo que poda escribirse desde una perspectiva estatal, pero considerando los criterios o apuestas que haban sido colocadas sobre la mesa desde pocas anteriores por ejemplo, la machacona insistencia de tunAstral a favor de una escritura de calidad y de carcter universal, as se la estuviera elaborando desde la provincia. Por supuesto, en el reconocimiento de esta tradicin literaria qued claro para muchos que no era posible escribir, por caso, al modo de un Alejandro Ariceaga, al que se le adjudic una pesada y ms que discutible influencia de la corriente de la onda, con cuyos principales representantes mantuvo una estrecha relacin personal. Por ende, deban buscarse otros caminos, deban impulsarse nuevas bsquedas expresivas, otros estilos e intenciones. Esto ocurri de manera paralela a la propia bsqueda creativa de Ariceaga. Mayor distancia hubo, ciertamente, con la escritura de Carmen Rosenzweig y de Rodolfo Garca. En el caso de ella, por cuestiones circunstanciales, como la dificultad de conseguir su obra publicada cosa que se resolvi luego de la aparicin, en dos tomos, de Obrarreunida, respectivamente en 1996 y 1997, pero tambin porque sus intereses estilsticos remontan ms a las propuestas estticas propias de los aos cincuenta y sesenta. 93
En lo que toca al caso de Rodolfo Garca, su tendencia creativa a partir de los ochenta se centr en trabajos de crnica y slo recientemente se ha empezado a conocer su obra narrativa ms peculiar, sus dos novelas, Margarita e Imagen del hombre. La primera data de 1953 y no fue reeditada sino hasta 2007, mientras que la segunda apareci en 1954 y se la reedit en 2002. La dificultad para conocer estas obras la expone Luis Miguel Vargas en su libro Nostalgia. Ensayos sobre la novela en el Valle de Toluca, 1950-2000, al puntualizar que el tiraje de Margarita fue de escasos 25 ejemplares, mientras que el de Imagen del hombre fue de slo 50 ejemplares, por lo que seran libros, en rigor, inditos. 135
En suma, hay una tradicin previa a la conformacin de la literatura mexiquense, pero una parte de ella apenas se empieza a conocer a profundidad, mientras que otros de sus componentes fueron desarrollndose en el nuevo estado de cosas, de manera que se erigieron como elementos representativos dentro de la naciente narrativa.
3.1 EL GRUPO LETRAS
Aun cuando se trat de una agrupacin en la que predominaron poetas y en la que hubo una singular presencia de personajes que hubieron de desarrollar una carrera en la administracin pblica y en la poltica el ejemplo ms notorio fue el de Carlos Hank Gonzlez, el primer antecedente, dentro de una tradicin concreta de lo que habra de ser la literatura mexiquense, lo representa el Grupo Letras, que funcion como tal sobre todo en la dcada de los cincuenta. Preciso es acotar esta idea de tradicin, al establecer su validez cuando resulte factible identificar de qu manera fueron dndose las distintas fases en la conformacin de la literatura mexiquense. De otro modo, la lnea de esa posible tradicin se prolongara hacia el pasado, hasta rebasar, incluso, la propia idea del Estado de Mxico. A principios de los aos noventa, Roberto Fernndez Iglesias planteaba no slo el problema, que consider entonces parte de un anlisis que apenas empezaba sobre el concepto de literatura regional. Este autor haca nfasis en
135 Nostalgia. Ensayos sobre la novela en el Valle de Toluca, 1950-2000, Toluca, IMC, 2006, pp. 9, 13 y 16. Este ensayista afirma haber tenido que leer Margarita en fotocopias, aunque aprovech la segunda edicin de Imagen del hombre, de 2002. 94
que deslindar la regionalidad resultaba particularmente problemtico en el caso del Estado de Mxico, por su historia y geografa, al rodear al Distrito Federal y compartir el caos megapolitano en la llamada zona conurbada. Por ello sentenciaba: Causa enorme dificultad decidir quin es escritor mexiquense y quin no lo es. Y daba los tpicos ejemplos de Nezahualcyotl, sor Juana Ins de la Cruz e Ignacio Manuel Altamirano, los primeros dos nacidos antes del surgimiento del Estado de Mxico como entidad federativa, y el tercero originario de Tixtla, localidad que ahora pertenece a Guerrero, quien hizo lo ms relevante de su trabajo en la capital del pas. Preguntaba Fernndez Iglesias sobre estos tres personajes: eran escritores mexiquenses?; la respuesta deba obtenerse desde una perspectiva terica de las regiones literarias, precisaba el panameo. 136
Ante esto, reitero el criterio de considerar a la literatura mexiquense como aquella desarrollada a partir de 1981, cuando se extendi el respectivo gentilicio que ahora identifica a los habitantes o residentes del Estado de Mxico, y que abarcara no slo a autores de la zona centro de esta entidad sino de otras regiones que tambin tienen presencia cabal dentro del mismo fenmeno literario. Por eso el tema no se cierra al Valle de Toluca ni a autores nacidos en el estado, sino que cubre otras zonas y a escritores no oriundos. Asimismo, comprende la identificacin de quienes aportaron una obra representativa en las etapas previas a la conformacin de la literatura que ya se denominara como mexiquense; entre ellos, los integrantes del Grupo Letras. Quizs se haya ido disolviendo la significacin de esta agrupacin en cuanto a su aportacin a la literatura mexiquense, por razones como el cese ya lejano de sus actividades gremiales 137 y el que no todos sus integrantes se hayan enfilado a la elaboracin de una obra de largo aliento. Destacan pioneros en la
136 Esta reflexin de Roberto Fernndez Iglesias aparece en su texto Puertas abiertas, que introduca al suplemento Voces Interiores dedicado de manera expresa a la literatura mexiquense por la revista Blanco Mvil, en su nmero 51, de octubre-noviembre de 1991, p. 2. Claro est, en los discursos oficiales de cualquier momento, Nezahualcyotl, sor Juana y Altamirano son una y otra vez citados como clmenes de la produccin literaria del Estado de Mxico, con la ventaja de que son autores cannicos y de importancia indiscutible en la literatura nacional. Mencionarlos cubre una cuota cvica que evita meterse en problemas con referencias a autores contemporneos de los siglos XX y XXI. 137 Tambin debe de haber influido el peso del personaje ms conocido del grupo, Carlos Hank Gonzlez, cuya trayectoria poltica estara, desde cierto punto de vista, reida con los valores de la cultura. 95
creacin de una ciencia histrica en el Estado de Mxico, como Gustavo G. Velzquez, biblifilos como Gonzalo Prez Gmez, y sobre todo el poeta Josu Mirlo, pero dentro de la narrativa propiamente dicha, quien logra dar el paso a la literatura mexiquense es, sin duda, Rodolfo Garca Gutirrez aunque sus novelas Margarita e Imagen del hombre pertenecen al periodo en el que milit en el Grupo Letras. Para ubicar al Grupo Letras, recurro a una primera referencia de uno de los fundadores de tunAstral, el poeta Luis Antonio Garca Reyes en la presentacin de Ariete, antologa de poemas de Francisco Paniagua Gurra, libro aparecido en 2005: a Francisco Paniagua, como a la mayora de quienes formaron el grupo inicial de tunAstral, en los sesenta, le toc la circunstancia de que en el mundo literario ms prximo de entonces, las figuras locales ms notables ya no estaban (Enrique Carniado, Horacio Ziga y Heriberto Henrquez, por no citar otros, haban fallecido) y Josu Mirlo () era el nico poeta vivo de esa generacin pero se mantena hurao en su nativa Capulhuac. Quienes a esa generacin siguieron, fueron Rodolfo Garca, Alejandro Fajardo, Alfonso Snchez Garca y otros ms que no recuerdo ahora y ellos, con otros escritores y polticos, fundaron el Grupo Letras, cuyos integrantes se autoinscribieron como la Generacin del Veintisiete. La cruza de los toros se dio circunstancialmente a partir de un trabajo antolgico que prepar Alejandro Fajardo y que public el maestro Snchez Garca, como adenda de la revista Altiplano 2650; y en sta aparecen autores de tres generaciones, que son: la de principios de siglo (XX), la autollamada del 27, por aparejarla con la espaola; y la de los cuarentas, donde debiera inscribirse a los autores del grupo tunAstral, y Francisco Paniagua es uno de ellos. Si nos atenemos a esta proyeccin temporal, ya siguindonos los pasos o rehuyndonos y haciendo su propio sendero, vienen otras tres generaciones de creadores literarios haga usted cuentas y anote, de los escritores que conozca, a quienes corresponda en cada una. 138
Del recuento ofrecido por Luis Antonio Garca Reyes puede sopesarse la nocin sobre tres generaciones que precedieron a la formacin de la literatura mexiquense, las cuales actuaron entre la etapa posrevolucionaria y hasta los aos sesenta del siglo XX: una primera con las figuras de Carniado, Ziga y Henrquez. Evidentemente, Garca Reyes incluye en esa fase a Josu Mirlo, por la coincidencia de la edad: Josu Mirlo-Genaro Robles Barrera naci en 1901 y muri en 1968; Carniado vivi de 1895 a 1957, mientras que Ziga lo hizo de 1897 a 1956 y Henrquez de 1884 a 1963. 139 Sin embargo, el vnculo gremial de Mirlo realmente se dio con la siguiente generacin, del 27, esto es, con el Grupo
138 Presentacin en Francisco Paniagua Gurra, Ariete. (Antologa personal 1970-2000), Toluca, tunAstral-Conaculta-Fonca, 2005, pp. X-XI. 139 Alejandro Ariceaga, op. cit., tomo I, pp. 34-36. 96
Letras. La tercera generacin estara bsicamente representada por tunAstral, cuyos miembros haban nacido en su mayora en la dcada de los aos cuarenta. Aun evidenciada la precedencia de estas tres generaciones, el nfasis es puesto aqu sobre Letras y tunAstral, pues en ellas hubo narradores, mientras que en la primera priv la expresin lrica casi de manera exclusiva. Aunque tanto Ziga como Carniado llegaron a publicar novelas, su trabajo ms difundido fueron sus libros de poemas. En gran medida es esa obra la que tunAstral tom como tradicin de referencia a la que haba que rechazar, como en efecto lo hicieron los miembros de ese grupo. No sobra mencionar que estos antecedentes se encuadran en un marco toluqueo. Difcilmente se podra percibir una visin cabalmente estatal, lo que refuerza la idea de que la discusin sobre una identidad que abarcara a todas las regiones del Estado de Mxico no surgi sino en el ltimo cuarto del siglo XX, cuando la explosin demogrfica en el Valle de Cuautitln-Texcoco rompi un equilibrio que antes se haba dado por la influencia de Toluca como centro rector de la vida social y poltica de la entidad. Por otro lado, un marco referencial coincidente en lo que corresponde al Grupo Letras es el que propuso Eduardo Osorio en su libro Batalla por el eco, de 1990, que cito in extenso pues ampla la informacin acerca de las etapas posteriores, dentro de la segunda mitad del siglo XX, en la formacin de la literatura local subrayo que la de Osorio es una perspectiva centrada en Toluca: a) El grupo Letras (Generacin del 27, como la denomina el poeta Rodolfo Garca, uno de los fundadores ms connotados del movimiento) y, de modo paralelo, su incidencia en el surgimiento de la editorial privada Cuadernos del Estado de Mxico, al empezar la dcada de los cincuenta. b) La poca dorada del periodismo universitario, como base de relanzamiento para la literatura local y refugio de los escritores jvenes, a finales de los aos cincuenta y principios de los sesenta. c) El grupo tunAstral hacia 1964, su larga secuela de movimientos marginales y su influencia en la literatura local hasta aos recientes. d) Las movilizaciones alrededor del arte que encabezaron los artistas plsticos durante la dcada de los setenta, con propuestas reivindicativas en el terreno de la creatividad y libre expresin, as como su participacin social. e) El nacimiento de la UEMAC [Unin de Escritores Mexiquenses, A.C.], a principios de 1983, como parte de la concertacin cultural del Estado frente a los grupos marginales, situndose como interlocutor propositivo ante los responsables oficiales de la cultura. f) Eslabn ms cercano en esta serie, la constitucin del Centro Toluqueo de Escritores, el 10 de mayo de 1983, sntesis de un proceso de relacin Autor- 97
Estado, durante medio siglo, como tarea de continuidad entre los dos movimientos culturales de la regin y, por su vigencia, como proyecto editorial en la entidad. 140
Eduardo Osorio, que en Batalla por el eco fue uno de los primeros en analizar cmo se fue configurando la literatura mexiquense, aporta la siguiente caracterizacin del Grupo Letras: Con una formacin que parte del idealismo vasconcelista, mediante el cual se impulsa la enseanza masiva para cumplir las demandas surgidas de la revolucin y, posteriormente, vinculados al impulso de la movilizacin social como herramienta de la poltica cultural cardenista, en Toluca, varios profesores normalistas fundan el grupo Letras, en 1952. De acuerdo con versiones orales de algunos miembros, entre sus objetivos estaban el generar espacios editoriales fijos y liquidar el requisito tcito de establecerse como miembro de la burocracia para acceder a las imprentas. Entre los resultados concretos de este movimiento, marginal en sus inicios, se cuenta la aparicin de la editora particular Cuadernos del Estado de Mxico. Esta coleccin, pese a darse bajo las limitaciones propias de un patrocinio privado, constituy la alternativa nica de publicacin para muchos autores jvenes e imprimira alrededor de sesenta volmenes, durante ms de dos dcadas. An en aos recientes aparecieron algunos de sus ttulos. 141
Luego de esto, Osorio expone un interesante contraste entre dos figuras, las de los poetas Horacio Ziga y Josu Mirlo, como muestra de una dualidad en la relacin Autor-Estado, pues el primero, relacionado con los grupos dirigentes de la sociedad, no tuvo trabas para editar sus poemas con dedicatoria a los principales de la ciudad [de Toluca], mientras que el segundo, Genaro Robles Barrera, debi esperar hacia el final de su vida para tener una difusin amplia de su obra potica, que este ensayista estima como una anticipacin de las transformaciones sociales que ocurrieron a causa de la industrializacin del Estado de Mxico. 142
140 Batalla por el eco, Toluca, CTE, 1990, pp. 33-34. En este ensayo se analiza la evolucin del Centro Toluqueo de Escritores como producto de la organizacin de autores mexiquenses, que anticiparon las estrategias de descentralizacin cultural que despus habran de ser adoptadas desde los sectores gubernamentales. Osorio ofreci la anterior periodizacin como marco referencial que bien pudiera ser modificado por posteriores estudiosos de las expresiones literarias en el Estado de Mxico. Si bien coincido en gran parte con l, en mi caso el nfasis, adems de considerar dentro de los antecedentes al Grupo Letras y a tunAstral, se ampliar a varias de las expresiones que fueron surgiendo en las ltimas dcadas del siglo XX y la primera del XXI, y a lo hecho en otras latitudes del territorio estatal, sobremanera en la regin oriente. Es vlido apuntar que cuando se premi este trabajo en el concurso anual de becarios del Centro Toluqueo de Escritores, Osorio contaba con la ventaja de la perspectiva histrica, que le facilit establecer esta serie de etapas o fases de formacin de las expresiones literarias en el Estado de Mxico contemporneo. 141 Ibid., pp. 35-36. 142 Ibid., pp. 36. 98
Osorio hace alusin a polmicas en las que se discuti el inters poltico que pudo tener el Grupo Letras, pues varios de sus integrantes desarrollaron una trayectoria partidista. Aun as, estima irrefutable que esta formacin propone para su tiempo, y en muchos aspectos logra, la independencia del escritor frente al proyecto oficial de cultura; sienta precedentes para que el Estado considere en sus programas a los movimientos que no se encuentran integrados orgnicamente; influye para que el gobierno asuma como suyas propuestas del grupo respecto a la accin social en la cultura y, en el terreno de las publicaciones, Letras ser determinante para que nazca el primer gran proyecto particular en Toluca, que es la editorial Cuadernos del Estado de Mxico. 143
Habra que matizar lo afirmado sobre esa independencia respecto al proyecto gubernamental de cultura, que, en rigor, no tena ni la dimensin ni significacin que hubo de alcanzar en el mbito estatal en el ltimo cuarto de siglo; asimismo, fue notorio que los integrantes de Letras estaban vinculados, para empezar en lo laboral, con la administracin pblica estatal constante que no desapareci en las dcadas siguientes, aunque en circunstancias relativamente ms abiertas. Por ello seguramente Osorio subraya una condicin que, adelanto, no slo habr de privar en lo que toca a la referida agrupacin: No se ubica como un movimiento contra el Estado; el grupo Letras, sustancialmente, se coloca como un movimiento que trabaja alrededor del Estado. 144
Apuntala lo anterior con el testimonio de Rodolfo Garca, segn el cual las metas del grupo fueron impulsar la produccin literaria y editar la obra de sus asociados, en tanto que entre sus logros estuvo un despertar en sus socios, [promover] la idea de publicar por cuenta propia, prescindiendo de la ayuda oficial, no siempre generosa y oportuna. 145 Es decir, aun con su dejo de timidez, Garca daba por sentado que el camino para los escritores no deba cifrarse en el mecenazgo gubernamental, aunque tampoco podra concluirse de sus palabras la exclusin total respecto a los apoyos oficiales. La conclusin de Eduardo Osorio es que los espacios alcanzados por el Grupo Letras a la larga fueron insuficientes para atender la nueva camada de
143 Ibid., pp. 36-37. 144 Ibid., p. 37. Como coordenada poltica, valga recordar que el auge del Grupo Letras se dio durante el sexenio de Salvador Snchez Coln como gobernador del Estado de Mxico (1951- 1957). Aunque Snchez Coln fue uno de los representantes del llamado Grupo Atlacomulco, su rgimen no alcanz la dimensin de otros gobernantes mexiquenses provenientes del mismo, como Alfredo del Mazo Vlez, Alfredo del Mazo Gonzlez y Carlos Hank Gonzlez, por citar los ms conocidos. 145 Idem. 99
escritores que apareci en la sociedad; por ejemplo, si por un lado el grupo anim la formacin de pginas culturales en algunos diarios toluqueos, ninguno de sus integrantes mantuvo la constancia requerida por los creadores ni sostuvo el inters de los directores de peridicos. 146
Completando la visin sobre el Grupo Letras, considero justa la apreciacin que tuvo Alejandro Ariceaga acerca de ste, en tanto fue el primero en denotar trabajo colectivo a favor de la literatura. Lo integran personajes de diferentes disciplinas. No buscan cambiar al mundo, acaso mejorar las condiciones editoriales y compartir experiencias afines. 147
Escribi el tambin fundador del Centro Toluqueo de Escritores: [Letras] no fue un grupo aherrojado, por el contrario, promova la integracin de otros elementos con la nica finalidad de hacer cultura. El grupo se dio a la promocin de lecturas pblicas, conferencias, exposiciones de pintura; puso el acento en la labor editorial, la recopilacin de la historia literaria del estado; algunos de sus miembros escribieron biografas de los hombres ilustres de la entidad; [Rodolfo] Garca Gutirrez, [Alejandro] Fajardo y [Jos] Yurrieta son los principales fundadores de los Cuadernos del Estado de Mxico, coleccin que surge en los aos 50. 148
No hubo de tardar la transicin en el desarrollo de la cultura en el Estado de Mxico y en particular en su literatura. Ante el cmulo de hechos que surgieron a nivel global en los aos sesenta y que tuvieron resonancia y efecto en la entidad mexiquense, incluida su capital, se crearon las bases para la nueva etapa creativa que encarn el todava ahora existente grupo tunAstral. El comienzo de este fenmeno lo describi Eduardo Osorio en los siguientes trminos: En la capital del estado, la vanguardia literaria deja de pertenecer a los normalistas [sector predominante en el Grupo Letras]: los universitarios hacen acto de presencia con una propuesta cultural ms amplia, que no se constrie a mirar al artista como eje de la cultura y trata de vinculrsele al cambio social. Con o sin ayuda del Estado, el artista debe producir, es la consigna. Sus acciones rayan en la agitacin y sitan su tarea como una alternativa desde la
146 Ibid., p. 38. 147 Estado de Mxico. Donde nadie permanece, op. cit., p. 43. 148 Idem. La referida coleccin tuvo cierta importancia como una opcin editorial no gubernamental, pero no lleg a tener un peso como el que posteriormente alcanzaron tunAstral y el Centro Toluqueo de Escritores. En el caso de la tribu ha habido una estrategia de coedicin con instancias gubernamentales, y en el CTE se distinguen una fase dentro de la esfera municipal, de 1983 a 2001, y otra independiente con el carcter de asociacin civil en los aos siguientes, que tambin ha incluido eventuales coediciones con rganos pblicos, como ha sido la reciente inclusin de un par de ttulos de Abelardo Hernndez Milln y Laura Ziga Orta, en una coleccin con tirajes masivos patrocinada por la SEP. 100
marginalidad, como respuesta al inmovilismo social que les da contexto y con un proyecto editorial que emerge a pesar del Estado. 149
Antes de llegar a la etapa de tunAstral, conviene sealar que si bien sera inapropiado desestimar la aportacin del Grupo Letras en el desarrollo de la literatura en el Estado de Mxico, su existencia implic una fase de transicin entre una esttica circunstancia de parlisis cultural 150 y lo que despus habra de venir, particularmente en el mbito de la creacin literaria, con la aparicin de numerosos autores y obras ya no slo circunscritos a lo que se haca en la capital, Toluca, sino en otras zonas del estado, y en la que los procesos de profesionalizacin de los escritores mexiquenses tomaron dimensiones distintas a aquellas planteadas por los miembros del grupo Letras.
3.2 LA MODERNIDAD: TUNASTRAL
Un trmino puede aplicarse para poner en relieve la importancia del grupo tunAstral como antecedente de la literatura mexiquense y como una de las ramas ms representativas de sta: modernidad. A esto podramos adosarle otra condicin: la de haber aspirado de manera explcita a asumir una postura de vanguardia cultural y especficamente literaria. Reconocido, aclamado, criticado o negado, tunAstral es, sin duda, un punto de referencia fundamental en el desarrollo de esta literatura, tanto en la dcada de los sesenta, cuando se constituy como grupo cultural, como en los aos posteriores. En l se hace patente su circunstancia como predecesor de la escritura contempornea en el Estado de Mxico, pero tambin la de continuador de la misma, no slo en las vertientes de la creacin literaria propiamente dicha, sino en la de promotor directo de lo que ha configurado una autntica vida literaria, en la cual se entremezclan autores y lectores. Aunado a ello, ha logrado
149 Op. cit. p. 42. 150 Me remito al siguiente comentario de Alfonso Snchez Arteche sobre el clima cultural imperante en Toluca en los comienzos de los aos cincuenta: Al mediar el siglo XX, Toluca daba la impresin de haberse quedado paralizada luego de un anterior proceso modernizador. El que se produjo de 1877 a 1911, designado porfiriano porque la figura dominante en la vida del pas haba sido el hroe de la Paz, Porfirio Daz; Modernidad y tradicin de una vanguardia, estudio introductorio en tunAstral, Una bolsa de poemas llena de agujeros. tunAstral. Una revista de la tribu (1964-1965), Toluca, UAEM-tunAstral, 2000 (Coleccin Esperpentos N 1), p. XIV. 101
una presencia tangible en el mundo editorial, en principio en la propia entidad mexiquense. Estas actividades han sido discontinuas, pues a un primer impulso en los aos sesenta sigui un largo receso, de manera que no fue sino hasta prcticamente los aos noventa cuando tunAstral retom su vida pblica como agrupacin de artistas y escritores, asumidos como trabajadores de la cultura. Si por un lado se trata de un proyecto independiente, no se han ocultado sus nexos directos con instancias gubernamentales y educativas: en una primera fase, sobre todo con la universidad y, en mucha menor medida, el gobierno estatal, y en la segunda fase, con la misma administracin pblica mexiquense, la UAEM, ms las dependencias federal y estatal del ramo de la cultura, en concreto el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes y su homlogo en el mbito estatal, el FOCAEM. Tambin ha mantenido vnculos con grupos sociales, no necesariamente organizados de manera formal, y aun con establecimientos de ndole comercial y de servicios, como los restaurantes que intermitentemente han sido la sede de sus cafs literarios desde una mtica La Pagoda hasta, en los aos recientes, el Biarritz en la zona de influencia de los portales toluqueos. El mismo desarrollo de tunAstral se encuentra debidamente documentado, merced a los testimonios de diversos escritores que, sin haber formado parte directa del grupo en sus comienzos, fueron posteriormente testigos de su trabajo, a ms de haber establecido contacto personal, en algunos casos hasta fraternal, con los que han sido llamados de manera coloquial tunastralopitecos, para diferenciarlos de aquellos que con el tiempo se fueron integrando a esta iniciativa. La aportacin ms reciente a la historia de tunAstral es la memoria elaborada por su directora, Margarita Monroy Herrera, quien ha documentado las actividades del grupo en el periodo de 1991 a 2007. 151
Acerca de la poca de los aos sesenta, destacan los anlisis y recuentos aportados por Alfonso Snchez Arteche y Eduardo Osorio, pero sobre todo el volumen Una bolsa de poemas llena de agujeros. tunAstral. Una revista de la tribu (1964-1965), que rene los exactamente 80 esperpentos o revistas que, mimeografiadas, edit el grupo en ese bienio, y donde puede apreciarse la praxis literaria que se mantuvo a lo largo de su etapa primigenia.
151 Una experiencia de promocin literaria: tunAstral 1991-2007. Memoria, Toluca, Facultad de Humanidades de la UAEM, 2010. 102
Para comprender la aportacin inicial de tunAstral, hay que remitirse a testimonios sobre el estado de la cultura, pero tambin del ambiente social prevalecientes en el Estado de Mxico al comenzar la segunda mitad del pasado siglo, de lo que se ha hablado en parte en el anlisis sobre el Grupo Letras. Ya he mencionado la expresin de Alfonso Snchez Arteche sobre el estancamiento de la vida social y cultural en Toluca a mediados del siglo XX, con una especie de regresin a la etapa porfiriana de Villada. En el mbito cultural, por ejemplo, de acuerdo con el recuento de Snchez Arteche, Toluca haba quedado al margen de expresiones de modernidad como las vanguardias literarias entre ellas, el estridentismo de Maples Arce o el creacionismo de Huidobro, de manera que Salvo por algunos detalles anecdticos, como la temprana presencia de Gilberto Owen y Langston Hughes como alumnos del Instituto Cientfico y Literario de Toluca, el paradigma artstico dominante hasta la dcada de los sesenta sigui siendo el que impuls, en las dos ltimas dcadas del siglo XIX, el gobernador Jos Vicente Villada. 152
Cuando finalizaban los aos cincuenta, la nueva generacin de escritores no contaba con una tradicin intelectual y artstica con la cual dialogar o debatir, puntualiza Snchez Arteche, quien en coincidencia con lo dicho al respecto por Luis Antonio Garca Reyes enumera: Horacio Ziga haba muerto en 1956, Enrique Carniado en 1957 adems de que en realidad radicaba en el DF, y Heriberto Henrquez fallecera en 1963. 153
Se singularizaba la presencia de Josu Mirlo, en contacto con las ms recientes promociones de escritores y artistas que lo iban a ver a Capulhuac; entre ellos se encontraba el ya citado Rodolfo Garca, para quien era patente la carencia de una crtica de verdad, que pudiera ir ms all de la crtica pueblerina que no ha rebasado an los estrechos e ingenuos lmites del me gusta o no me gusta. 154
Coinciden Alfonso Snchez Arteche, en el referido estudio y Eduardo Osorio, en el ensayo Batalla por el eco, al considerar el desarrollo del periodismo universitario en Toluca como el antecedente inmediato a la formacin de
152 Op. cit., p. XVII. 153 Hay una idea generalizada en el sentido de que Ziga, Carniado y Henrquez seran los ejemplos ms claros de los intelectuales tpicos de la visin oficial sobre la cultura en esa mitad del siglo. 154 Snchez Arteche, op. cit., pp. XVIII-XIX. 103
tunAstral. En la visin del propio Roberto Fernndez Iglesias, creador e impulsor de tunAstral, se confirma esa certeza: Finalizaban los cincuenta; empezaban los sesenta. Quienes tenamos pretensiones de escribir como manera de estar en el mundo entramos al periodismo estudiantil en la naciente Universidad Autnoma del Estado de Mxico (UAEM). Ese fenmeno estudiantes con impulsos periodsticos es digno de estudio, aqu y en todo el pas. No me cansar de sugerirlo. All muchos iniciaron las armas de las letras. Siempre he dicho que fue una de las cosas que se llev el 68. 155
Eduardo Osorio destaca la importancia de ese periodismo en la etapa previa de creacin de un nuevo ambiente cultural y, en especfico, del propio tunAstral. Aunque se trataba de un periodismo estudiantil de corte poltico, iba a servir como catalizador en el tendido de un puente entre los movimientos de la literatura en la regin. La hiptesis de Osorio es que, ante lo limitado de los espacios universitarios, los jvenes interesados en cuestiones literarias [] se vieron obligados a la organizacin marginal, para impulsar su obra particular. Ubica en esa actividad periodstica a quienes posteriormente habran de aglutinarse para crear el movimiento literario de mayor impacto social del ltimo cuarto de siglo en el Estado de Mxico. De esa forma, Umbral, suplemento literario del peridico estudiantil El Nigromante, fue el medio del que saldra el ncleo ms fuerte en la integracin del grupo tunAstral. 156
Snchez Arteche explica que, aunque dependiente de El Nigromante, el suplemento Umbral fue una revista literaria producto de la iniciativa de Roberto Fernndez Iglesias escritor panameo que fungi no slo como uno de los fundadores, sino que ha sido el lder indiscutido de tunAstral). 157 Un dato significativo es que inicialmente, con la mediacin del entonces jefe de prensa del gobierno estatal, Hugo Villicaa Estrada, el suplemento cont con un subsidio otorgado por el secretario particular del gobernador Juan Fernndez Albarrn (1963-1969), Salvador Calvillo Madrigal.
155 Introduccin en Rosaluz Velzquez, El cristal del color, Toluca, tunAstral, 2005 (Col. tunAstralia N 2), p. XIII. Recurdese que la UAEM se erigi como tal el 21 de marzo de 1956, cuando dej de ser el toluqueo Instituto Cientfico y Literario Autnomo, como recuerda Sahandra Lpez en Anales de la UAEM segn acuerdos del H. Consejo Universitario (1956-1980), Toluca, UAEM, 1981, p. 7. 156 Op. cit., pp. 39-40. 157 Op. cit., p. XXVIII. 104
El primer y nico nmero de Umbral apareci el 13 de enero de 1964 e incluy textos de Fernndez Iglesias, Carlos Olvera, Antonio Vlez, Jorge Guadarrama Lpez, Francisco Paniagua Gurra, Hernn Bravo, Gabriel Ezeta, Csar Fonseca, Gaspar Salgado, Marta Carbajal y Rosaluz Velzquez. 158
El propio Roberto Fernndez Iglesias ya haba adelantado su interpretacin de la propuesta de Umbral, en lo que Snchez Arteche estima podra ser tomado como el manifiesto fundacional del nuevo movimiento cultural si bien no lleg a haberlo de manera explcita en lo que toca especficamente a tunAstral. En declaraciones periodsticas publicadas en enero de 1964, el escritor panameo afirm sobre el suplemento entonces prximo a aparecer: Es una explosin incontenible del pensar de nuestra poca a travs del arte con la nica condicin de que este arte sea hecho hoy para las mentes de maana, o como la expresin consciente o inconsciente de todo lo humano, perdido en la hipocresa gazmoa de las reglamentaciones intiles. 159
En un diario local, el escritor y periodista Edmundo Flores Cuevas salud la aparicin de Umbral, pues con ella se rompan los viejos modos de timidez y alborozo juveniles. 160 Sin embargo, el mismo Flores Cuevas criticaba que el grupo de jvenes agrupados en Umbral echara tanta basura en su carro triunfal, pues qu necesidad [haba] de buscar imgenes de una crudeza de gusto discutible? 161
No lleg a publicarse el segundo nmero de Umbral porque el proyecto fue afectado por el conflicto universitario de marzo de 1964, por el que Mario C. Olivera dej la rectora de la UAEM, donde lo sustituy Jorge Hernndez Garca. Por conflictos internos Roberto Fernndez Iglesias fue expulsado de El Nigromante, y se suspendi el efmero subsidio estatal. Aun as, Fernndez Iglesias continu con sus planes, habiendo recibido en la prensa apoyos como el de Alfonso Snchez Garca, el Profesor Mosquito, quien escribi que ya bastaba
158 Ibid., p. XXIII. En ese grupo, aparte de quienes seguiran el oficio de la escritura, destaco la participacin de Antonio Vlez Torres, que hizo carrera en la poltica y administracin estatales, y especialmente de Jorge Guadarrama, que sera rector de la UAEM en el periodo 1985-1989. 159 Idem. 160 Idem. 161 Ibid., p. XXIV. Leyendo esta crtica, es fcil pensar en Flores Cuevas como una de las voces representativas de una visin tradicional de la literatura l mismo fue autor de cuentos que se difundieron en medios capitalinos como Revista de Revistas de Exclsior, y de un solo volumen de narraciones, Las moscas, de 1967, que chocaba con la propuesta vanguardista, en temas y formas, de los autores agrupados alrededor, primero y brevemente, de Umbral, y despus, con intenciones de largo aliento, de tunAstral. 105
de peridicos universitarios ayunos de informacin, pero retacados de publicidad faccional; hace falta que los muchachos tengan rganos editoriales en que expresen sus inquietudes literarias, en una franca crtica a medios estudiantiles que tenan propsitos polticos ms que de ndole cultural. 162
Umbral fue revista de proverbial nmero nico, ha ironizado Roberto Fernndez Iglesias en su presentacin a la antologa El cristal del color, de Rosaluz Velzquez, aunque sin dejar de evocarla como el sueo de poner un suplemento cultural como los de los diarios capitalinos y, ms que nada, una revista, cosa que se consigui al menos esa nica ocasin en El Nigromante que encabezaba Antonio Cervantes Tapia. 163 No obstante su corta vida, esta publicacin fue el escaln previo a la constitucin de tunAstral, en cuyas caractersticas caben elementos que denota Snchez Arteche en un balance sobre su significado: Quiz no sea casualidad que en todos, en mayor o menor grado, se advierta esa sensacin de rabia y de buceo, de amargura y desencanto propio de quienes navegan en el escepticismo. Los une el cordn umbilical y la misma ansia de decir su mensaje. La aspiracin es briosa y loable y tiene el privilegio de ser el primer salto en serio de la actual generacin y de muchsimas otras, hacia el mundo de la creacin y la produccin. 164
Por su parte, y basado en un artculo de Alejandro Ariceaga, Eduardo Osorio se refiere a varias de las circunstancias que propiciaron la creacin del nuevo grupo en los sesenta: factores culturales como la cultura jipi, la generacin beat, el existencialismo francs; factores polticos como la guerra de Vietnam y una conciencia poltica incipiente; factores musicales como Bob Dylan y los Beatles. 165 En otro aspecto significativo, la propia capital mexiquense se modernizaba con la radical reforma urbana que impuls Juan Fernndez Albarrn, sobre todo en la zona centro de la ciudad. 166
162 Ibid., pp. XXIV-XXV. 163 Op. cit., p. XIII. 164 Op. cit., p. XXIII. 165 Op. cit., pp. 40-42. 166 Rosaluz Velzquez, la escritora ms significativa dentro de la etapa fundacional del grupo, da este testimonio: La modernidad que floreca en todo el pas haba empezado a transformar el antes buclico valle con el estruendo de sus fbricas. La ciudad de Toluca en 1964, ao del surgimiento de tunAstral, se vio violentamente transformada por el creciente desenfreno del transporte urbano y de la muchedumbre que inund sus Portales y su Plaza de los Mrtires. Desapareci el carcter aletargado y quieto de sus calles que haba inspirado al poeta Gustavo G. Velzquez [padre de la propia autora]: Callecitas de mi tierra, tan ingenuas/ como cndidas zagalas;/ olvidando vuestras 106
Con el tiempo habra de reconocerse la condicin de tunAstral como un movimiento cultural y no como explosiva pero breve expresin juvenil. Fue difcil, apunta Osorio recordando frases de Ariceaga, pues como un recuerdo fantasmal, se les negaba acceso a los corrillos del arte y a la cultura mexiquense a las nuevas voces. En contraste, segn recordaba Ariceaga, al nuevo movimiento se le contraponan los consagrados de la cultura oficial: Nezahualcyotl, Sor Juana, Laura Mndez de Cuenca, ngel Mara Garibay, Horacio Ziga, Enrique Carniado, Heriberto Henrquez y dos o tres ms. Pocos hablaban de Josu Mirlo. 167
En suma, se trataba de la etapa previa a la primavera mundial del 68 (octubre mexicano) que inquieta a los escritores nuevos, escribe Osorio, quien habla de la influencia de los entonces movimientos emancipadores en Cuba, frica, Vietnam, y describe hechos inditos en Toluca: los intelectuales y artistas se renen en la Alameda; la barbarie pesa ms que la cultura, protestan airados, y queman sus poemas, sus cuadros, sus libros; y la barbarie desde los peridicos locales critica ese gesto de impotencia confesada. Es, adems, un momento en que se cuestionan irreverentemente las ideologas. 168
La aparicin del grupo abarca el aspecto ancdtico, pues segn la versin de Alejandro Ariceaga citado por Snchez Arteche, Roberto Fernndez Iglesias y Carlos Olvera fundaron tunAstral despus de una noche completa de caminar bajo las arcadas de los portales toluqueos, [y] adoptaron el nombre que debera identificar a ese movimiento: tunAstral: la vida holgazana, libre y vagabunda, la estudiantina y el universo: el ideal y la proyeccin; el fruto del nopal como smbolo mexicano y un sentido de ser tribu en la ciudad; una tuna urbana que se burla de la bohemia trasnochada. 169
penas,/ sois alegres, como alegres colegialas., en Cuatro escritoras del Valle de Toluca, Rosaluz Velzquez, op. cit., p. 91. 167 Eduardo Osorio, op. cit., pp. 40-42. 168 Ibid., p. 42. Un ejemplo del tipo de influencias que, adems de las literarias, pesaron en la visin del grupo es la cinematogrfica, como lo asume Rosaluz Velzquez: Nuestra generacin, que se hizo al amparo del arte cinematogrfico, nos ubic en la caverna oscura de las salas iluminadas apenas por el haz de luz que llevando las imgenes en tecnicolor de los hroes del momento le daban el glamour que reclamaba nuestra tranquila vida pueblerina; aquel glamour de los seres favorecidos por los dioses de Hollywood que podan vivir otras vidas y otras circunstancias juzgadas maravillosas., op. cit., p. 111. 169 Op. cit., p. XXVIII. Compltese el significado de la palabra tunAstral con lo que se public en la Revista de la Tribu en su nmero 23, del 2 de noviembre de 1964: Muchos esfuerzos nos ha costado vencer obstculos a primera vista insalvables: desidia- bohemias anticuadas-estn locos-envidia-falta de medios econmicos-son existencialistas- indiferencia-son comunistas-calumnias; pero hasta hoy vivimos, dialogamos seguiremos. 107
No existi un manifiesto fundacional propiamente dicho, al modo clsico de los movimientos literarios o culturales de vanguardia; sin embargo, como subraya Alfonso Snchez Arteche, En tanto concepcin del hecho literario como praxis, son las tareas asumidas colectivamente las que validan el proyecto. 170
En esa direccin, el primer caf literario de tunAstral en 1964 fue poco espectacular y, aunque efectuado en la zona de los portales ombligo csmico de la toluquidad, consisti en la reunin de una oncena de personas, diez del sexo masculino y una del femenino, que se dispusieron a leer que no declamar textos de su autora o simplemente a escuchar y criticar las lecturas ajenas. 171
Aun con la ausencia de un manifiesto o declaracin de principios, es de resaltarse que tunAstral naci como vanguardia en la lnea de ser una rplica, esto es, asumir una postura de rechazo a la tradicin cultural entonces vigente en la zona centro del Estado de Mxico. Esta idea la sostiene Snchez Arteche, aludiendo a que Si la vanguardia es la vertiente esttica de la modernidad en el siglo XX y sta se nutri, como seala Eric Hobsbawn, del rechazo de las convenciones artsticas y sociales de la burguesa liberal del siglo XIX y de la percepcin de que era necesario crear un arte que de algn modo se adecuase a un siglo XX social y tecnolgicamente revolucionario [], el surgimiento de la tribu tunAstral, con sus cafs literarios de los lunes, talleres y esperpentos mimeogrficos semanales, as como la experimentacin teatral de la tribu pnica, constituyen la primera manifestacin expresa de una vanguardia cultural en Toluca. 172
El mismo estudioso seala que, luego de su convivencia como estudiantes de medicina en la universidad estatal, con intereses literarios compartidos, Roberto Fernndez Iglesias y Francisco Paniagua, a punto de conformar la idea de
Nuestros esperpentos mimeografiados, nacidos en un momento de euforia, se han convertido en el azcar de nuestro caf semanal; la Tuna ha viajado a los astros llevando nuestra voz, nuestro canto, nuestra idea. tunAstral, como yuxtaposicin que expresa los deseos tribales; la Tuna, difana en su mexicanidad, fruto hostil, jugoso, dulce significa la posicin artstica de la tribu. Astral, nuestra dimensin. Hoy, vigesimosexto caf literario, vigesimotercer desatino mimeo-grafiado para el medio en que vivimos declaramos a las galaxias como el mbito de nuestra voz y a esta segunda mitad del siglo XX como nuestro tiempo que ser comprendido en el tercer milenio. (tunAstral, op. cit., p. 161). 170 Op. cit., p. XXVIII. 171 Ibid., pp. XIV-XV. 172 Ibid., p. XIV. 108
tunAstral optaron por dar impulso a la creacin y la crtica literarias, no en los trminos impuestos por la tradicin romntico-modernista, que exalta el arte por el arte, sino en el sentido contemporneo, como ejercicio profesional de una disciplina artstica. 173
Tenan ya relacin con autores en esa etapa tambin de carrera incipiente en la capital del pas, como Alejandro Aura, Andrs Gonzlez Pags, Csar Horacio Espinosa y otros que desde el Instituto Nacional de la Juventud (INJUVE) buscaban medios alternativos de promocin cultural, como fueron un caf literario y las publicaciones Volantn y Hoja de bsqueda. 174 Snchez Arteche cita esa experiencia como un hecho precursor externo de tunAstral, que en Toluca habra de concretar un caf literario con el objetivo de formar un pblico familiarizado con la literatura y una publicacin, que adems sirviera para relacionarse con otros movimientos similares. Tal vez el proyecto no haya surgido con tal claridad conceptual, pero las acciones se fueron eslabonando en ese sentido, advierte el citado historiador. 175
El ncleo ms slido de la primera etapa de tunAstral estuvo formado, adems de por Roberto Fernndez Iglesias y Francisco Paniagua Gurra, por Hernn Bravo, Antonio Vlez, Jorge Guadarrama, Carlos Olvera, Gabriel Ezeta Moll y Jorge Bernldez Huerta, estudiantes de carreras como medicina, derecho, comercio e ingeniera civil, que se identificaron con la propuesta de los dos primeros. 176 Destac en este grupo la poeta Rosaluz Velzquez.
173 Ibid., p. XXVI. Me resulta claro que la crtica de Snchez Arteche se endosa a la clsica visin tanto del romanticismo como del modernismo en sus peores expresiones, es decir, las que en las etapas escolares o dentro de nuestro imaginario colectivo se centran en lo ms fallido de ambos movimientos, mal ledos, por lo general, sus representantes. 174 De acuerdo con un recuento hecho por Alejandro Ariceaga, los contactos personales de tunAstral con autores capitalinos abarcaban a Emmanuel Carballo, Carlos Monsivis, Mario Ros Reyes, Jos Agustn, Andrs Gonzlez Pags, Csar Espinosa, Rafael Riquelme, Raymundo Ramos, Mario Mrquez, Efran Huerta, Jess Arellano, Rosario Castellanos, Sergio Magaa, Luis Guillermo Piazza y muchos ms con quienes lograron amistad y proyectos de trabajo., tomo I de Literatura del Estado de Mxico, op. cit. p. 49. 175 Op. cit., p. XXVI. 176 Ibid., pp. XIX-XXIII. Es de resaltarse el origen forneo de los enlistados, pues eran originarios de Toluca solamente Guadarrama, Ezeta y al parecer Bernldez Huerta, mientras que Fernndez Iglesias es panameo, Paniagua y Olvera son de Chihuahua, Antonio Vlez de Atlacomulco y Hernn Bravo de Nicaragua con excepcin de Ezeta, que public muy poco en la Revista de la tribu, los dems participantes mantuvieron una presencia constante en este medio-. Parecera sta una constante en la historia toluquea, como enumera el mismo Snchez Arteche en referencia a la tradicin institutense de Toluca, hecha de personalidades forneas: el yucateco [Lorenzo de] Zavala, el poblano [Francisco Modesto de] Olagubel, el guanajuatense [Ignacio] 109
Tambin Eduardo Osorio, examinando la pluralidad que caracteriz a los integrantes iniciales del grupo, no toluqueos en su mayora, adems de a Fernndez Iglesias, Bravo, Paniagua y Olvera, citaba al sindicalista del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), Jos G. Flores, as como al normalista Luis Antonio Garca Reyes, originario de Huixquilucan. No faltaron los estudiantes ilustrados que provienen de familias acomodadas en Toluca, Atlacomulco y otras regiones de la entidad. La diversificacin se acenta en medida que otros aceptan la invitacin de sumarse al grupo. 177
En este tenor, el 11 de mayo de 1964 se celebr el primer caf literario convocado por tunAstral, en el cual, como ya se indicaba, se registr una asistencia de once personas. Estas presentaciones continuaron a lo largo de los meses siguientes, y se vieron enriquecidas con la aparicin del primer nmero de tunAstral. Una revista de la tribu, fechado el 15 de junio de 1964. Se trataba de un impreso mimeografiado, con las hojas engrapadas. Para esta publicacin se cont con el apoyo material de la recin estrenada preparatoria N 1 de la UAEM, donde Jorge Bernldez Huerta funga como secretario del plantel y, de hecho, se mantendra como coeditor del impreso, junto con Roberto Fernndez Iglesias. A la larga, se habran de efectuar 82 sesiones del caf literario, una de cuyas caractersticas fue utilizar una serie de libretas donde se registraban los asistentes, con el fin de elaborar un directorio de gente con el inters de participar en las actividades literarias tradicin que fue seguida en los aos noventa del siglo XX y en los comienzos del siglo XXI cuando ocurri el regreso de tunAstral al mbito cultural mexiquense. Destac en la segunda sesin del caf la presencia de un jovencsimo Alejandro Ariceaga, que se integr de lleno a esta iniciativa en sus diversas vertientes. 178
Prontamente surgi un taller literario con los propios miembros de tunAstral, que adems de continuar la actividad del caf y la publicacin de su revista, incursion en actividades teatrales, con diversas puestas sobre todo de obras del vanguardista chileno Alejandro Jodorowsky y del propio Carlos Olvera.
Ramrez, el zacatecano [Felipe] Berriozbal, los dos Villadas capitalinos, el gobernador y el cientfico; incluso las glorias locales proceden del interior del Estado: [Felipe] Snchez Sols de Nextlalpan, don Silviano [Garca] de Villa del Carbn, don Protasio [I. Gmez] de Capulhuac, don Adolfo [Lpez Mateos] dicen que de Atizapn de Zaragoza. Slo por excepcin aparecen de vez en cuando un Fuentes Muiz, un Carlos A. Vlez, los dos Pichardos., Ibid., p. LXVI. 177 Op. cit., pp. 42-43. 178 Snchez Arteche, op. cit., pp. XXVI-XXVII. 110
La tribu entr en competencia con otro grupo local, de corte ms tradicional, llamado Ollanta, que comand Marco Antonio Morales Gmez quien tambin habra de llegar, en 1993, a la rectora de la universidad estatal. 179
La dinmica del grupo comprendi una visita a Josu Mirlo en Capulhuac. Por otra parte, la revista o esperpento gir entre mostrar trabajos de creacin de autores locales y forneos, incluso extranjeros, con algunas versiones en ingls y en espaol de poemas de autores norteamericanos tan desconocidos como los de la tribu, y aun algunas muestras de poesa vietnamita o de la argentina Alejandra Pizarnik, en el camino de convertirse en autora de culto. 180
Seala Snchez Arteche que Fernndez Iglesias y compaeros eran el ala radical de una generacin que intentaba modernizar culturalmente a la ciudad de Toluca, que tambin entraba en ese proceso en lo material. Se estaba cerca del 68, de la utopa moderna de la imaginacin al poder; era el tiempo de la expansin de la televisin y de la difusin del rock, de modo que La tribu tunAstral participaba de esta modernidad, pero tambin estaba vida del mundo [] y su comunicacin con escritores de la capital, de otras ciudades y pases, la hacan partcipe del malestar juvenil por la deshumanizacin de la sociedad de consumo, los daos ocasionados por la civilizacin industrial a la naturaleza, el sometimiento de las naciones dbiles por las ms poderosas. En diversos grados de compromiso, los vanguardistas toluqueos comparten la simpata por la revolucin cubana y los movimientos guerrilleros en Latinoamrica; la protesta por la guerra de Vietnam y la lucha a favor de los derechos civiles, el retorno a formas comunitarias de vida representada por los hippies; la exploracin del yo interior mediante el empleo de drogas; la esttica pop, lo efmero y lo absurdo, lo anticonvencional que rompe con las formas del arte consagrado por la tradicin. 181
Por supuesto, romper con la tradicin de una cultura municipal anquilosada no era cosa fcil. La siguiente ancdota refleja un episodio singular de los obstculos que enfrent tunAstral, segn se public en El Sol de Toluca el 21 de julio de 1965:
179 En agosto de 1966, una revista de informacin general, Panorama de Toluca, publicaba el siguiente comentario: Los Tunastrales tratan de introducir en Toluca las nuevas formas y concepciones del teatro moderno () Y dice el director, Olvera, con toda conviccin: ste es nuestro estilo. Seguiremos presentando obras de este corte, aunque no nos vaya a ver nadie. Los muchachos han trabajado frente a pblicos de diez o quince gentes, y lo han hecho tan bien como con un lleno completo, Ibid., p. XLIV. En su estudio introductorio a Una bolsa de poemas llena de agujeros, Alfonso Snchez Arteche expone con amplitud los diversos episodios de la rivalidad entre Ollanta y tunAstral. 180 Ibid., pp. XXIX y ss. 181 Ibid., pp. LXVII-LXVIII. 111
Catorce fueron los jvenes poetas que desfilaron por el escenario del Teatro Miguel Alemn durante el recital potico La Palabra Nueva, efectuado anteayer en una tarde desapacible y lluviosa. En familia, estremecido el local por las frecuentes descargas elctricas, con el tamborileo de la lluvia sobre el techo, tres cuartos de hora despus de las anunciadas 18 horas, dio principio la jornada potica con Roberto Fernndez Iglesias, el jefe de la claque como maestro de ceremonias. Hay gentes que pagan por no escuchar poesa, expres irnico Fernndez Iglesias al revelar que slo una cuarta parte de lo adquirido en boletaje, asisti a la funcin. 182
Es de acentuarse el propsito concreto del grupo en cuanto a la difusin de la obra de los nuevos escritores que haban empezado a ejercer su oficio en el territorio an no conocido como mexiquense, como se evidencia en el siguiente Eplogo publicado en el nmero 30 de la Revista de la tribu, el 14 de diciembre de 1964: Por este ao hemos cumplido con la tarea de dar a conocer una generacin de escritores en el Estado de Mxico. [Las cursivas son mas.] Hoy, culminan 32 semanas de los cafs literarios que llevaron a un promedio de veinte personas y ms a cada sesin. Es poco, lo sabemos. El ao prximo se doblarn los esfuerzos. Los cafs reinician sus actividades el cuatro de enero, por supuesto, es da lunes. El nmero 30 de los esperpentos es ste. Del primer nmero, con sus treinta ejemplares se ha llegado hasta ste con ciento ochenta ejemplares de tiro. Nada ms por este ao. Slo gracias y deseos de dicha para los que de una forma u otra nos ayudaron e impulsaron y regaaron o aconsejaron. A los indiferentes nuestro pesar por ellos. R.F.I. J.B.H. 183
Una muestra de la conciencia prevaleciente alrededor de la propuesta esttica de tunAstral la ofreci el poeta Francisco Paniagua, en el nmero 61 de los esperpentos, del 19 de julio de 1965: Para nosotros, todo ha sido descubrimiento y estamos viviendo una revolucin interna. La juzgaremos como una etapa de nuestro eterno devenir. Es cosa bien sabida que el concepto esttico est cambiando dentro del tiempo, producto de condiciones sociales, del folklore, de corrientes filosficas y an de clima y raza. Dejamos en segundo lugar para subrayar el eterno reducto humano, unidad, con dispares anhelos y en diversas latitudes, descubre, inventa, proyectndose en numerosas direcciones, enmarcando todo, en el santo y sea de la obra maestra: la originalidad. Nuestra contribucin al edificio literario es humilde, pero nunca irresponsable, inconsciente. tunAstral seguir inventndose, buscando su camino. En ningn momento negaremos lo ya establecido, lo estamos conociendo y pretendemos ampliarlo, profundizar, con desfiguro y destruccin si es necesario,
182 Ibid., p. XL. 183 Una bolsa, p. 200. 112
con objeto de terminar de nacer, de expresarnos, engullendo fieramente el derecho-deber, de ser nosotros mismos. 184
Otra manera de ver los avatares del grupo y del liderazgo de Roberto Fernndez Iglesias se hizo patente en una fabulilla escrita por Liza Bravo, publicada en el nmero 64 de los esperpentos, el 9 de agosto de 1965. Para catar de modo cabal el mensaje encerrado en este texto, hay que recordar, aunque sea un detalle en apariencia anecdtico, que Roberto Fernndez Iglesias es un hombre muy corpulento y de elevada estatura, adems de iconoclasta y de estilo desenfadado, por lo que hay una costumbre ms o menos generalizada de llamarlo El Gordo, sin que esto implique ofensa alguna. Aqu lo que public Liza Bravo: El poeta gordo En una noche tranquila y oscura, donde no se asoman las estrellas, voy caminando tranquila para ser amiga de la noche, pues no hay alma alguna; en los rincones me voy fijando si sale algn par de ojos. Tun-tun-tun-tun, suenan los tambores de guerra por toda la selva invitando para el sacrificio. Ya reunidos todos, de una choza sale un hombre gordo y alto, es un poeta. Todos comentan: Por qu van a sacrificar al gordo? Es la orden del rey negro, y lo sacrificarn por hacerle poemas a la hija del rey y a todas las jvenes del pueblo. Eso no es ninguna maldad. Pero es que el rey es anti-potico. Es una injusticia, pobre gordo. A m s me gustan los poemas, y me gustara que todos fueran poetas; como los que dicen que hay en Toluca, en caf tunAstral, este gordo es el iniciador y por venir de chismoso poeta lo van a mandar a la hoguera. A lo lejos se oyen gritos de mujeres: Dejen al gordo! Dejen al gordo! Dejen al gordo! 185
Rosaluz Velzquez recuper una carta privada que le envi Roberto Fernndez Iglesias, fechada en Toluca, el 23 de noviembre de 1965, en uno de cuyos segmentos se lee la siguiente exhortacin para que la poeta siga colaborando con el grupo, as como un balance sobre lo que ste haba logrado en esa etapa: [Rosaluz:] Tus poemas son necesarios para nuestra supervivencia, no hagas caso a las crticas rancias que significan sobre todo reaccin. Los muertos y los viejos hablan en signos parecidos, nosotros tenemos que inventarnos del todo, empezando por el lenguaje. Ahora siento que nos vamos colando poco a poco. [Juan Jos] Arreola nos mand llamar a pesar de que dice que somos demasiado revolucionarios y nos vamos al otro lado del burro. Que las estridencias se deben a un complejo de inferioridad por provincianos y por ellas pretendemos sobresalir. T crees?
184 Ibid., p. 368. 185 Ibid., pp. 381-382. 113
Volviendo a nuestra colada al mundo de las mafias, nos empiezan a tener respeto y a dejar de tratar como nios y a ocultarnos secretos y contactos y cosas de lsas. Pero eso es bueno. Para el ao 66 haremos una BSQUEDA de camino en el arte y del grupo varios aspiraremos otra vez a la beca del Centro Mexicano de Escritores. Sin hacer barca a Arreola. 186
En tunAstral, pues, encontr Rosaluz Velzquez, al igual que otros, el nimo de superar el cretinismo de la vida de aldea, 187 afirmacin fuerte pero que deja ver el objetivo comn de romper con los modos provincianos que haban caracterizado al mbito cultural en el centro del Estado de Mxico. La actitud del grupo es dibujada de manera peculiar por Luis Antonio Garca Reyes, en su comentario a la ya citada muestra antolgica de otro poeta de tunAstral, Francisco Paniagua Gurra: Como nadie nos estaba esperando, tuvimos que nacer cantando porque las probabilidades de recibir el piquete de la araa eran muy escasas. Por eso, tal vez la obra de los creadores de la generacin de Paniagua, se ha venido abriendo paso a contracorriente, y el nombre de su antologa [Ariete] refleja las condiciones de entonces y es smbolo de la actitud asumida por los creadores, no slo literarios, de esa generacin; porque, si me permiten decirlo, el ariete fue uno de los instrumentos que los aldeanos u otros seores usaron para romper muros y portones de las fortalezas donde los seores feudales permanecan como aislados del mundo. Desde luego que este ariete es ahora un instrumento de ndole conceptual que el poeta usa para continuar asediando las murallas de olvido y silencio, que siguen proliferando. Olvido y silencio son los peores enemigos del quehacer literario y potico, especialmente. 188
No se puede dejar de mencionar al Grupo Al Yunque dentro de la evolucin de la literatura mexiquense. Aunque tuvo una presencia de menor envergadura que otras formaciones posiblemente porque su integracin se dio luego de disolverse el grupo inicial de tunAstral, sus miembros, tanto artistas como escritores, comenzaron a experimentar con acciones de autogestin y con el trabajo colectivo, que incluyeron lecturas en cafs literarios y trabajos de taller, ms publicaciones periodsticas segn el recuento de Luis Antonio Garca Reyes, 189 pero ms bien se fundieron con otras iniciativas culturales, como el suplemento cultural Vitral en los aos ochenta, el Centro Toluqueo de Escritores y la Unin de Escritores Mexiquenses.
186 Op. cit., pp. 101-102. 187 Ibid., p. 117. 188 Op. cit., pp. XI-XII. 189 Ibid., pp. XIII-XIV. 114
La existencia de este grupo tambin es comentada por Alejandro Ariceaga en la primera antologa de literatura del Estado de Mxico que realiz, dentro de la coleccin Letras de la Repblica, bajo el patrocinio del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. En esta obra, el toluqueo recuerda que, a punto de terminar la dcada de los aos setenta, se conform Al Yunque el nombre proviene de una imagen atribuida a Alfonso Reyes, en el sentido de que la literatura se hace a base de golpes al yunque, siguiendo una lnea interdisciplinaria, como puede concluirse de los nombres de sus principales integrantes: los poetas Francisco Paniagua, Pedro Salvador Ale de origen argentino, Guadalupe Crdenas as como Luis Antonio Garca Reyes; el pintor Jos Luis Franco Arias y el propio Ariceaga, entre otros. 190
Ceido al rea de Toluca, Al Yunque public en sus colecciones El Barrilete, seala Ariceaga, algunos ttulos de sus miembros, y La Cometa, de hojas volantes. 191 Aunque se registre la existencia de Al Yunque, su importancia es relativamente menor por las razones citadas lneas atrs. Por lo mismo, sera difcil precisar el momento exacto en que se dio su disolucin. Volviendo con tunAstral, en otra dimensin y trascendencia puede percibirse el efecto de su gestin inicial, pues, al decir de Eduardo Osorio, con l se exigi al Estado, por primera vez, una definicin sobre su poltica cultural en cada campo creativo. Esto es, los escritores se reconocieron como parte de la sociedad que se transforma y, por lo mismo, deben actuar. Fue tunAstral un movimiento unificador de msicos roqueros, concretamente, teatreros, cinfilos. Tambin abord cuestiones sobre la profesionalizacin del escritor, elemento nuevo en la ciudad de Toluca, y percibi a la experimentacin como arma de libertad para el artista. 192 Sin embargo, creo que la aportacin del grupo se concret en mayor medida en su trabajo creativo, con la creacin y difusin de sus esperpentos, y en menor grado en esa demanda de exigir al Estado una poltica cultural que, en rigor, fue elaborada con mayor efectividad por los autores mexiquenses en los aos ochenta. Por otra parte, ms que sufrir un explicable agotamiento, tunAstral entr en un receso, que deliberadamente provoc Roberto Fernndez Iglesias al
190 Op. cit., p. 46. Otro miembro de cuya incorporacin tengo noticia es Eduardo Osorio. 191 Idem. 192 Op. cit., pp. 43-45. 115
abandonar los estudios de medicina que haba iniciado en Toluca, irse de Mxico y partir a Panam, donde se licenci en Letras. Aunque su salida no se prolong demasiado, a su regreso no reactiv al grupo, dado que inici una carrera como docente universitario en la UNAM y en la misma UAEM, de modo que no sera sino hasta comienzos de los noventa cuando se retomaron, con un impulso todava mayor, las actividades de tunAstral, que hubieron de continuarse hasta un nuevo receso en 2008. De hecho, el propio Roberto Fernndez Iglesias ha considerado a la primera fase de tunAstral como una etapa de aprendizaje, como puede desprenderse de su prefacio en Una bolsa de poemas llena de agujeros: El cuerpo de este libro muestra parte de cuanto escribi una tribu de jvenes con pretensiones de hacer poesa, de llegarle a la literatura. De lo escrito entonces, sta es la punta del iceberg. Hay de todo: bueno, malo y regular. Aqu est para el juicio social. Muchos de aquellos incipientes escritores no pasaron de eso, aunque hayan desarrollado su vida con frutos de vario valor en otros campos; pero formaron la base para los productos literarios de algunos que continuaron el camino de la letra: unos con xito y otros sin l. Por encima de los mnimos mitos que tergiversan el trabajo de aquella poca tribal, hubo un trabajo que aqu se muestra de manera definitiva. Para muchos, como yo, fue una marca imborrable de aprendizaje que todava perdura y que difcilmente volveremos a lograr. La vida ha seguido su marcha, ahora las condiciones son otras y el arte, cuan largo es, revela la brevedad de la vida. El lema contina: poesa es la palabra; amor es la accin. 193
Se haban establecido las nuevas condiciones que habran de impulsar, desde el campo de los propios creadores, el modo de relacin con el Estado, pero tambin con la propia sociedad. Reitero que sin tunAstral sera imposible entender la siguiente fase en el desarrollo de la cultura mexiquense que, ya en los aos ochenta, tom forma en agrupaciones como la Unin de Escritores Mexiquenses y el Centro Toluqueo de Escritores, no slo porque en ellas participaron conspicuos miembros de tunAstral de manera fundamental, Alejandro Ariceaga como fundador del CTE, ms Paniagua y Garca Reyes en la UEMAC, sino
193 Op. cit. pp. X-XI. El libro Una bolsa de poemas llena de agujeros es representativo, en s mismo, del desarrollo del sistema literario mexiquense, pero la recuperacin de los esperpentos de tunAstral surgi no de este grupo, sino que fue primero el proyecto de tesis con que obtuvieron el grado de licenciatura dos egresadas de Letras Espaolas de la Facultad de Humanidades de la UAEM, Patricia Montao y Patricia Fierro, como explica el mismo Fernndez Iglesias (Ibid., pp. IX- X). Es decir, fue un momento en que desde la academia se dio importancia al fenmeno literario surgido en el territorio mexiquense. 116
porque quienes optaron por la escritura ya disponan de un referente para calibrar su trabajo, esto es, la labor desarrollada un par de decenios antes por tunAstral.
3.3 RODOLFO GARCA, NOVELA Y TRADICIN
Por su obra narrativa, para el presente estudio la figura ms destacada del Grupo Letras es Rodolfo Garca Gutirrez (1920-2003), que se diferenci del resto de los integrantes de dicha formacin no slo por su condicin de narrador 194 sino porque su perseverancia como escritor le llev a participar de manera plena en la nueva dinmica de la literatura mexiquense. Hizo esto ltimo alejado del gnero narrativo en el cual se haba iniciado con dos novelas aunque su primera obra fue de poesa, y termin por destacarse en la crnica literaria y en la histrica, a travs de diversos ttulos que sigui publicando hasta pocos aos antes de morir. Nacido en un barrio de Huixquilucan, en la zona limtrofe con el Distrito Federal, Rodolfo Garca lleg a la edad de cuatro aos a Toluca, donde su familia termin por establecerse, entre otras razones por el inters de su padre quien laboraba como ferrocarrilero, circunstancia que se hace patente en la escritura de este autor de que su hijo estudiara en el Instituto Literario de la capital mexiquense, cosa que finalmente hizo hasta obtener el grado de bachiller, aunque despus prosigui su formacin de manera autodidacta. Incursion en el periodismo y en el servicio pblico como empleado en el gobierno estatal, pero desde su juventud demostr su inters por la literatura, habiendo publicado su primer libro, Versos, en 1941. A ste siguieron numerosos ttulos: sus novelas Margarita, de 1953, e Imagen del hombre, de 1954; 195 24 sonetos, tambin de 1954; Versos, de 1956; Liberalismo y liberales en el Estado de Mxico as como Prosas, ambos de 1957; Paisajes del Estado de Mxico y
194 Otros dos narradores de este grupo fueron Guillermo Mnez Servn y Moiss Ocdiz. Segn asienta Alejandro Ariceaga, el primero escribi la novela Pepe Embriz, que fue publicada hasta 1991 por los descendientes de ese autor, mientras que el segundo tiene en su haber los libros Cuentos y stiras (1968), Un hombre embarazado y otros relatos (1970) y la plaqueta El Infierno (de 1989). Ariceaga da estas referencias, mas no incluye ejemplos de estos autores en la seleccin de textos del segundo tomo de su antologa Literatura del Estado de Mxico (op. cit., pp. 17-19). 195 Ambas aparecieron editadas en esas fechas por los Talleres Linotipogrficos de la Escuela Industrial en Toluca, y slo fueron reimpresas por el Instituto Mexiquense de Cultura en 2002, en el caso de Imagen del hombre, y en 2007, en el de Margarita. Estas recientes ediciones son las utilizadas en mi anlisis. 117
Cosas de Toluca, de 1970; La primera huelga del Instituto, de 1976, y en 1978, Un poco del Instituto y Anecdotario institutense. Asimismo, luego de participar en el libro colectivo Sumaria tolucense, de 1981, public Pginas dispersas, en 1982, y Entre dos estaciones, en 1986, ms su antologa personal Giratiempo, en 1985, ao en el que le fue otorgada la Presea Estado de Mxico Sor Juana Ins de la Cruz en lingstica y literatura. Su obra se completa con el notable volumen de crnicas literarias El Valle de fray Andrs, de 1989, y en una etapa final, con 15 sonetos, de 1998; Olagubel y el Instituto y Snchez Sols, gran director del Instituto, los dos de 1999. En 2002, a menos de un ao antes de que muriera, vio reeditada Imagen del hombre, aunque ya no pudo conocer la nueva edicin de Margarita, aparecida en 2007. Dentro de su prolfica obra, estas novelas se significaron como una pronta expresin de creatividad y hacen pensar en una doble paradoja: el posterior retiro de Rodolfo Garca del gnero narrativo y, como ya se sentenci desde las primeras pginas de este captulo, la condicin de ambos ttulos como prcticamente inditos. En esta ltima calificacin coinciden estudiosos de la obra de Rodolfo Garca como Benjamn Araujo y Luis Miguel Vargas, dada la peculiaridad que envolvi a las dos novelas: Margarita se public en 1953 con un tiraje simblico de nicamente 25 ejemplares. De Imagen del hombre se editaron slo 50 ejemplares. 196
Margarita e Imagen del hombre pudieron influir en el entorno de la posterior literatura mexiquense? Respondera que s, aunque lo hicieron en tiempos diversos. Cuando aparecieron, provocaron comentarios de reseistas tanto en publicaciones del Estado de Mxico como en el DF y aun en Yucatn. 197
Durante casi medio siglo formaron parte, al menos como referencia, de la obra de Rodolfo Garca, aunque resulta claro que sus allegados tuvieron acceso a esas novelas; o, simplemente, quien estuviera interesado en ellas, como fue el caso del citado Luis Miguel Vargas, quien para llevar al cabo su ensayo Rodolfo
196 Luis Miguel Vargas, Nostalgia. Ensayos sobre la novela en el Valle de Toluca, 1950-2000, Toluca, IMC, 2006, p. 13, y Benjamn A. Araujo Mondragn, La obra de Rodolfo Garca Gutirrez (1920-2003). Imagen del hombre, resea sobre ese libro y entrevista con su autor, publicados en La Colmena. Revista de la Universidad Autnoma del Estado de Mxico, N 39, julio-septiembre de 2003, Toluca, UAEM, p. 114. 197 Nydia Garca Campuzano (recop.), Rodolfo Garca Gutirrez: visin retrospectiva, Toluca, IMC, 2000. Precisamente, Nydia Garca es hija de Rodolfo Garca. 118
Garca, paisajista, como ya se apuntaba al principio de este captulo, ley Margarita en fotocopia y aprovech la segunda edicin de Imagen del hombre a cargo del Instituto Mexiquense de Cultura, de 2002. 198
Empiezo, pues, con Imagen del hombre. No comparto la calificacin que de ella hace Benjamn Araujo como la mejor novela del siglo XX en nuestro panorama regional, 199 pues en principio sostendra que tal posicin correspondera en todo caso a Clima templado, de Alejandro Ariceaga, de la que hablar in extenso en el correspondiente apartado. Imagen del hombre evidencia una visin provinciana no exenta, sin embargo, de las influencias producto de las sin duda copiosas lecturas del entonces novel autor, quien se abra a temas universales. A la vez, es una obra que anticip un tema, el del conflicto existencial de un escritor, leit motiv de la clebre novela El libro vaco, publicada por Josefina Vicens en 1958. Estoy de acuerdo con Benjamn Araujo cuando resalta la influencia de la literatura europea contempornea en la elaboracin de Imagen del hombre, particularmente de las vertientes francesa e italiana de finales del siglo XIX y de la primera mitad del siglo XX, lo cual se hace notorio en el tono existencialista del relato. 200 Al respecto, escribi Araujo: [Imagen del hombre] Se trata de un intenso monlogo interior. Claudio Ferrer, el personaje central, nico, del texto, desde su tono personal especfico, particular, individual, permite la metfora de la singular universalidad del hombre como creatura. Una voz subrayada desde la racionalidad, sufre y se desespera por su condicin humana. Imposible hacer a un lado las fuerzas del existencialismo en sus mltiples presencias literarias. La tragedia del ser: la dimensin de nuestra estancia poblada de interrogaciones no despejadas. 201
Asimismo, y en palabras de su propio autor respecto a Imagen del hombre, La visin del mundo, del hombre, de las cosas que ah aparece se debe a que le yo, en ese momento o a partir de ese momento, muchas traducciones de Baudelaire, especialmente Mi corazn al desnudo, y de ah tambin le mucho a Proust, a Stendhal, ellos fueron mis maestros, podra decir. 202
Benjamn Araujo destaca la estructura de la novela, que no cuenta con divisiones capitulares explcitas ms bien, aado, son segmentos de extensin variable, a
198 Op. cit., p. 9. 199 Op. cit., p. 114. 200 Puede verificarse esta influencia europea con la mencin explcita, en el ltimo prrafo de la novela, de Rilke, Baudelaire y Proust; Rodolfo Garca Gutirrez, Imagen del hombre, p. 94. 201 Op. cit., p. 114. 202 Citado por Araujo, Ibid., p. 118. 119
veces de un solo prrafo, en otras con una extensin de una a dos pginas, o en pocas ocasiones de tres pginas, con el ritmo narrativo marcado por medio de irrupciones constantes. Es una prosa intimista, si bien intensa, que incluye una descripcin objetiva del paisaje, lo mismo rural que urbano, como tambin presenta el yo interno del hombre, del personaje, del narrador; del ser humano. 203 Abarca etapas de niez, juventud y madurez del personaje, el empleado Claudio Ferrer, no expuestas de manera lineal, sino con permanentes regresiones. El hilo de la novela es la reflexin de Ferrer alrededor de su vida y de la ineluctable muerte; destaca su proyecto de convertirse en escritor, lo que representa la posibilidad simultnea de frustracin y realizacin como individuo. Es sta, siguiendo a Benjamn Araujo, una Novela sobre la angustia existencial, sobre la avasalladora tormenta de la vida intelectual. Escritura sobre la escritura, como tambin es una expresin de angustia sobre la mortalidad, la de Ferrer, la constante presencia de la muerte atemperada por la luminosidad del paisaje montas que no es otro que el del Valle de Toluca. 204
Esa muerte es mostrada en la narracin como una compaera que de manera intermitente se presenta ante Ferrer, sin que ste necesariamente la tema, La percibe como una visita a veces presentida o incluso deseada, provocadora de deseo pero tambin de angustia, como la causada por no asistir a una cita comprometida. 205
Es conveniente acentuar que Imagen del hombre parte de una preocupacin temtica adecuada a los nuevos tiempos. Llamo la atencin sobre lo que constituye la potica de Claudio Ferrer-Rodolfo Garca, segn se enuncia en el texto: Si ya otros lo dijeron, no me importa; pero yo creo que la literatura de esta poca debe estar hecha de sugerencias. La imprecisin de sus lneas, la vaguedad de sus ideas y la falta de dibujo de sus conceptos deben dejar a la imaginacin un ilimitado campo de suposiciones. De este modo, el artista crea; pero crea a medias, para que el lector recree, que esto tambin es un modo de creacin. As, el lector deja su carcter puramente pasivo por otro activo, en el que su imaginacin termina lo que la del autor dej simplemente esbozado, manchado, como se dice en la jerga de los pintores. 206
203 Ibid., p. 114. 204 Ibid., p. 115. 205 Imagen del hombre, p. 16. 206 Imagen del hombre, p. 70. 120
En contraste, si bien se cie a un uso extremadamente correcto del lenguaje, sin grandes audacias pero con una innegable riqueza de estilo no es un equvoco calificar a Rodolfo Garca como un notable estilista en su prosa, presenta aspectos cuestionables que cuando menos lo hacen perder contundencia, como sera el repetido uso de la conjugacin de la segunda persona del plural a la espaola: Hubierais querido ver un hermoso rtulo (p. 36), Lo sabis vosotros? (p. 37), Os canso? No quiero fastidiaros mucho. (p. 37), Cuando me encontris en la calle y me exigs melosamente que os descubra mi ser, la ira se me agolpa en el rostro y siento deseos de destrozaros. Qu derecho tenis de ahondar en m? Qu derecho tenis de que os descubra mis secretos, de que os d a conocer mis aspiraciones, de que os tenga al da de mis propsitos y de mis actos? (p. 46). 207 Este recurso, a todas luces anacrnico, resta verosimilitud al discurso de Ferrer y, como seala Luis Miguel Vargas, es inapropiado para la novela moderna, que se vale de la experimentacin, del juego o de la recreacin del lenguaje popular. 208
En el aspecto formal de su escritura se aprecia la postura tradicional asumida por el joven Rodolfo Garca, no resuelto a romper con una ortodoxia narrativa, aunque su tema, el de la existencia y la soledad humanas, respondiera a una inquietud francamente moderna, puesta en relieve con la mezcla de gneros hay pginas en tono de ensayo y otras con una gran fuerza lrica. 209
El propio Araujo atribuye a Imagen del hombre, desde su dimensin, un lugar importante en la literatura mexicana de su momento, si bien l mismo obliga al contraste, cuando seala que al aparecer secretamente la novela de Garca Gutirrez, entre sus contemporneas se encontraba Al filo del agua, de
207 Ibid. Por otro lado, considero una falla menor en esta obra de Garca Gutirrez el espordico uso de trminos que suenan entre arcasmos o cultismos de un espaol literario que poco tiene que ver con el idioma que se habla en Mxico; v.gr.: Estoy en la aldea (p. 20), o Mis zapatos no tienen betn. (p. 34). 208 Op. cit., p. 19. 209 A fin de valorar el lado novedoso de la narrativa del autor mexiquense, vase este anlisis de Benjamn Araujo: Imagen del hombre se anticipa a El libro vaco de Josefina Vicens, por cuanto a la obsesin ms sealada sobre todo en las ltimas pginas del libro de Rodolfo Garca, por la solucin, la exposicin y el anlisis del proceso creativo literario; () [la novela] est a punto de concluir y al lector, la extraordinaria voz narrativa le asegura que no hay tema (), que no se localiza el centro del acto creativo, que no se tiene nada que decir. El libro se permite, adems, el lujo de experimentar con los gneros; mezclarlos, colocar espejos entre ellos, llevarnos a una exposicin breve, de carcter terico, sobre algunos aspectos estticos o ticos; dejarse llevar por la poesa en la descripcin del entorno; entregarnos un cuento breve que podra presentarse libre y gil, como un universo propio, alejado de su contextualidad., op. cit., p. 115. 121
Agustn Yez, que entra un parteaguas en la narrativa mexicana del siglo XX. Araujo reconoce que, frente a novelas coetneas, Imagen del hombre parece extempornea y ajena, en apariencia inaprehensible al anlisis. 210
Es oportuno mencionar una relacin advertida por Luis Miguel Vargas entre Imagen del hombre y tres novelas de Azorn: La voluntad, de 1902, Las confesiones de un pequeo filsofo, de 1904 y Los pueblos, de 1905, pues en ellas el personaje Antonio Azorn padece la misma abulia y depresin que Claudio Ferrer, pero al final no se suicida; Vargas encuentra muchos paralelismos entre las citadas obras del espaol y la segunda novela de Rodolfo Garca: las emociones de los personajes, sus observaciones atentas sobre las cosas menudas, su compasin hacia los dbiles y desamparados, su indignacin ante la inercia de las injusticias. 211
A pesar de esto, no deja de tener el mrito, al decir del mismo Luis Miguel Vargas, de ser uno de los primeros frutos del existencialismo en Mxico. El problema radica en el lenguaje, pues es una novela contempornea escrita en un lenguaje antiguo. 212
Imagen del hombre llega a naufragar en sus segmentos finales, cuando aparece de manera inopinada un elemento que, en rigor, no haba sido percibido en la narracin: no la divinidad, sino Dios, evidentemente, el Dios catlico. Se rompe entonces el tono de la escritura que haba planteado la problemtica de la existencia dentro de los lmites e incgnitas del propio ser humano. 213
210 Idem., p. 115. En este tenor, Luis Miguel Vargas recuerda que en 1953, el ao en que se public la novela Margarita, tambin apareci El llano en llamas; esto da idea de la contemporaneidad de nuestro autor [Rodolfo Garca] con el jalisciense, que a la sazn tena 35 aos, el mexiquense 33, op. cit., p. 13. 211 Op. cit., p. 16. 212 Ibid., pp. 17 y 19. Este ensayista va demasiado lejos cuando establece un parangn entre Claudio Ferrer, y Gabriel, el protagonista de La tumba (1964) de Jos Agustn, pues atribuye al primero ser anticipo del segundo, slo que Lo que le faltara a Claudio Ferrer es el tono alivianado, indiferente y distanciado de Gabriel (Ibid., pp. 17-18). La afirmacin es bastante discutible, tanto por la gran diferencia de pocas en que fueron escritas ambas novelas, como por las intenciones y los resultados en la creacin de los respectivos personajes. 213 Si antes de que se acercara el final de la novela hubo alusiones a la divinidad, fueron tan vagas o tan sutiles que no remitan a una intencin religiosa. Por ejemplo, en el siguiente prrafo: Veo a mi padre tendido en una camilla, en la mitad de una habitacin. Me imagino que est dormido. No tiene ningn signo de violencia. Slo una mancha roja, de sangre, denuncia la presencia de la muerte. Siento el deseo de arrojarme sobre l y besarlo; de revivirlo con mi aliento. Un terror primitivo me paraliza. El afecto me inclina a besarlo y por otra el terror me maniata. Oculto mi rostro entre mi pauelo y comienzo a llorar. Yo no quiero ver a mi padre muerto. Deseo alejarme de ese cuadro de dolor, pero no puedo. Llega un momento en que no siento. Estoy sereno, como si 122
El esfuerzo de Claudio Ferrer de encontrar el sentido a su existencia, a partir de su propia circunstancia y condicin humanas, as como su pretendida actitud de bsqueda o creacin de la imagen del hombre se debilita en sumo grado, cuando su disquisicin termina por atascarse en un anhelo de ndole religiosa, como puede verse en estas lneas: No quiero descansar en cementerios donde se empaca a los cadveres en filas interminables, bajo convencionales sombras de cipreses y trtolas dolientes, sino dormir al pie de una montaa, cerca de los campos, donde vea al labrador abrir el surco; donde oiga germinar, cerca de m, el trigo y el maz; donde escuche el canto de los pjaros y el murmullo de los arroyos. All ser, a gusto, festn de gusanos, sin otros cadveres que me interrumpan mi descanso, sin que me sienta uno ms entre ese mundo gregario de carroas. Ms me gustara descansar en la cima de una montaa donde haya horizontes de cielos y de mares, all donde est ms cerca de las nubes, ms cerca de los astros, y, por tanto, ms cerca de Dios. 214
Para qu tanto esfuerzo en describir el pensamiento de un hombre que pretenda, con su propia razn, explicar y resistir los avatares de la existencia, resignarse con angustiado provecho ante la posibilidad del vaco? En unas cuantas lneas se pierde el rigor que se haba ido ganando en esta historia creada por un hombre que, entonces, ya no puede ser todos los hombres. No fue un descuido en el hilo narrativo, sino un cambio en la postura del pretendido misntropo que deviene eremita urbano, necesitado de asirse, al fin y al cabo, a la fe en una religin que no se haba palpado a lo largo de la novela. Dios es el contrapunto para la expiacin, que se pensaba vendra por otros rumbos, de las culpas y dolores de Claudio Ferrer: Era yo nio, Seor, cuando muri mi madre. Y ahora que voy muriendo da tras da, instante tras instante; ahora que ya no me queda otra cosa que mi bendito dolor y la angustia de todas mis preguntas sin respuesta, comprendo el sufrimiento de tu agona. Ahora comprendo, Seor, por qu a travs de los aos no se me olvida el rictus doloroso de mi madre en el momento de su muerte. 215
nada me hubiese pasado; como si ese hombre que est all tendido, no hubiese sido nada de m; como si yo que lo contemplo no fuera carne de su carne y sangre de su sangre; como si esos brazos inertes, sin vida, rgidos, no me hubieran abrazado un da; como si esos labios no me hubieran besado cuando fui nio. (Rodolfo Garca, op. cit., pp. 57-58). O bien, con su referencia a la cruz puede, en parte, leerse la siguiente como una probable alegora religiosa: Un calosfro recorre mi cuerpo y siento como si el temor de todos mis antepasados se hubiera condensado en m. Veo el automvil en que viajo, convertido en pavesas en el fondo de un barranco, y mi cuerpo sangrante y mutilado, con los brazos abiertos, en cruz, y en mi rostro una expresin de terror. A qu se deber esta angustia? (Ibid., p. 61). 214 Ibid., pp. 85-86. 215 Ibid., p. 89. 123
Prosigue con un ataque embozado a la modernidad, con estos largos parlamentos que se asemejan a una plegaria, en un apostrofar al dios de los catlicos: Se dice, Seor, que poca ciencia nos aleja de Ti y que mucha tambin. Es la ciencia un instrumento del bien? Por qu, entonces, quiere acabar con nosotros? Por qu, entonces, quiere destruir lo que nos diste? Y t enclavado en la cruz, sin poderme responder. Si pudiese, te bajara de tu martirio; te revivira acaso, blasfemo de m, lo necesitas? y platicara contigo, si T me lo permitieras, de este mundo que hemos tornado abstruso, absurdo, y que T quisiste dejarnos para que fusemos felices. Pero, Seor, est bien T lo quieres, sigue all exange, agnico, esperando que ciamos otra corona de espinas a tu frente; que sangremos otra vez tu costado, que sigamos prometindote que, ahora s, de veras, vamos a seguir tu doctrina de amor Acudo a Ti, Seor, como al puerto de mis angustias y mis dudas, y ya lo ves, sin quererlo, he recordado la agona de mi madre. Pero sabes, Seor, cul sera mi mximo anhelo? Que un da me encontraran rgido, hincado a tus pies, con los brazos suplicantes en actitud de perdn. 216
La anterior escena se desdibuja por un fallido sentido mstico y porque se agota la ilacin de pensamientos y recuerdos sobre la angustia del hombre, en sus dudas respecto a vida y muerte. Lneas ms adelante, una innegable contradiccin surge cuando Ferrer alude a que si fuera religioso, venerara a quien hizo posible la vida en este msero planeta. Ferrer no era religioso? No acaso clama: Abran la ventana, os lo suplico! branla, por el amor de Dios; por su santa sangre derramada, por la cruz en la que fue enclavado, por la Santsima Madre que lo trajo al mundo!... Por lo que ustedes quieran; pero branla!? 217
No alcanzan a recuperarse la tensin ni la intencin narrativas, aun cuando Claudio Ferrer invoque despus, en el cierre de la novela, a Calibn, a Lucifer, a Moloch o cuando, a punto de instalarse en la cumbre de la montaa que nuestros ancestros llamaron Macpalxchitl, intente convertirse en un moderno Segismundo que clame ante el seor de la luz o seor de las tinieblas una respuesta a la pregunta sobre qu pecado ha cometido para tener que estar inmvil, encadenado. 218 En suma, esta repentina inclinacin por lo religioso es la parte ms dbil de la novela, que contradice la esencia angustiada que haba ido construyendo Claudio Ferrer. Aun as, sera errneo caer en una descalificacin total de la novela, y ms bien hay que atender a lo que busc expresar en un
216 Ibid., pp. 89-90. 217 Ibid., p. 93. 218 Ibid., pp. 93-94. 124
momento que adelantaba la transicin que hubo de venir en la creacin literaria hecha desde el Estado de Mxico. Por otra parte, y para pasar ahora a la primera novela de Rodolfo Garca Gutirrez, Margarita, hablar de una de sus constantes temticas: el desdn hacia la vida urbana y la sobrevaloracin de la vida campirana, que tambin aparecen en Imagen del hombre. Me apoyo nuevamente en otra coincidencia con el anlisis de Benjamn Araujo, quien acenta el carcter buclico de esta narrativa de Rodolfo Garca, si bien acepta el efecto de una aparente anacrona, ante la postura del novelista huixquiluquense, hombre del siglo XX que, desarrollado a la par de la transformacin urbana de Toluca, mira hacia el campo y hace nfasis en los paisajes poticos de la tierra, del terruo, de la patria chica. 219
Tanto Imagen del hombre como Margarita cuentan con referencias constantes a este dilema entre ciudad y campo, con la preferencia del autor por el segundo mbito. Se tratara de una especie de batalla perdida, porque precisamente en ambas novelas queda el registro del inicio de la acelerada urbanizacin ocurrida en el Estado de Mxico a partir de la segunda mitad del siglo XX. Con esa transformacin, se trastocan los modos de convivencia, est en curso un proceso de prctica deshumanizacin, al que se opone la necesidad de mantener o recuperar el modo de vida del campo, claro est, el idlico visualizado por los protagonistas de las dos novelas, el aspirante a escritor Claudio Ferrer en el caso ya comentado, y el mdico Rodrigo en la segunda obra. A diferencia de lo considerado sobre Imagen del hombre, la novela Margarita resulta ms congruente dentro de los lmites que se marc Rodolfo Garca para desarrollar una historia propiamente dicha, con accin, no sujeta a las digresiones permanentes de Claudio Ferrer. Margarita es una novela romntica decimonnica, escrita en pleno siglo XX, con un tono nostlgico, elaborada en parte con accin y con diversos cuadros costumbristas, siguiendo como clarsimo parmetro a una obra clsica en Amrica Latina, Mara, de Jorge Isaacs. Luis Miguel Vargas, quien atribuye un tono predominantemente nostlgico a las novelas que se han escrito en el Valle de Toluca tesis del todo vlida en lo
219 Op. cit., pp. 115-116. Aunque de este efecto Araujo obtiene una sabia leccin aplicable en la nueva poca de globalizacin e internet (Idem). 125
que corresponde a la narrativa de Rodolfo Garca, pero discutible en otros casos de autores mexiquenses contemporneos, afirma que, adicionalmente a la obra del colombiano, otro referente directo para Margarita sera la novela Antonio Azorn del propio Jos Martnez Ruiz, Azorn, ya que existen francas semejanzas entre ambas obras, sobre todo en lo relativo a la manera en que se elaboran las descripciones. 220
La visin de Vargas respecto a la escritura de Rodolfo Garca es crtica pues ve en ella un lenguaje no slo viejo, sino de una correccin solemne y rgida, no hay ningn jugueteo (a no ser la suave cadencia que logra en los momentos descriptivos y que hacen agradable la lectura de Margarita). 221 Tal vez este juicio resulte demasiado severo, pero tiene bases, porque, en realidad, el notable estilismo de Garca Gutirrez se enmarca en una postura de conservadurismo formal, con detalles como el ya apuntado del uso de trminos excesivamente literarios, tambin notorio en Margarita: fui agredido por Ponciano que me hizo rodar al suelo de una puada; Las puadas se sucedan unas a otras; la palabra puada, comenta Vargas, slo la ha ledo en Cervantes, pues en Mxico decimos puetazo, golpe, trancazo, madrazo, pero no puada. 222
A esta historia se la ha denominado la novela de Valle de Bravo, por ubicarse en esa regin del estado, aunque, sin que se los nombre de manera explcita, sus primeros segmentos se distribuyen en espacios de Huixquilucan, la ciudad de Mxico y Toluca. Se marca una transicin en la regin vallesana antes y despus de la terminacin, en 1947, de la presa-lago que despus ha caracterizado a esa poblacin del poniente del Estado de Mxico; es decir, se pone en relieve el enfrentamiento entre tradicin y progreso, imparable este ltimo, por supuesto. De esa manera, el relato romntico en el que se narra el enamoramiento de un joven mdico por una joven vallesana, cuya belleza, por cierto, ha cobrado ya al menos una vida, al modo de la pastora Marcela en El Quijote, que aparentemente sera el centro de la novela, se disuelve hasta cierto punto para
220 Op. cit., pp. 13-15. 221 Ibid., p. 15. 222 Ibid., pp. 15-16. 126
que se resalten ms los elementos de composicin de un paisaje y, tambin, de una forma de vida sujeta a un cambio radical. Segn el mismo Rodolfo Garca, esta tendencia a elaborar con tanta minuciosidad los paisajes dentro de sus relatos no era deliberada, sino que simplemente Yo vea y escriba. Si result una descripcin de tipo paisajista, fue algo muy espontneo. El paisaje tom por asalto mis lneas. 223
No sera sa la nica caracterstica favorable para la lectura de Margarita, puesta en el contexto apropiado: su tono fresco y su sencillez, sin demasiadas ambiciones, como se desprende del gusto que lleg a reconocer Rodolfo Garca respecto a esta obra, junto con Imagen del hombre. En la entrevista que le realiz Benjamn Araujo en 2001 y en lo que toca a Margarita, expres su autor: No volver a tener la frescura con la que escrib esta novela. Yo no tena entonces el propsito de asombrar a la gente, no tena la intencin de ser considerado literato, ni mucho menos. Yo me vi atrapado como escritor sin que eso importara ms que a mi conciencia. Cuando se escribe en esas condiciones no ests pendiente de ver qu dicen los dems; eso se llama frescura. 224
En algunas partes de la novela aparecen expresiones fuera de lugar en un discurso narrativo, como cuando el mdico Rodrigo est a punto de festejar en una moderada e ingenua bacanal, la conclusin de sus estudios; en camino hacia el restaurante punto de la reunin, explica: Al da siguiente iba yo a salir a prestar mi servicio social. Era ste una de las sabias medidas que haba tomado el Consejo Consultivo de la Universidad, pues, estaba haciendo llegar hasta los rincones ms apartados del pas, los progresos de la ciencia mdica. 225
Ecos de la visin constructiva del Mxico posrevolucionario, que en otras partes de Margarita no deja de ser objeto de crtica por parte del mdico-narrador. Destaca el segmento dedicado a describir un acto poltico que implica el arribo de un candidato no se especifica si es a gobernador o a presidente de la repblica a Valle de Bravo. Se denuncia que los campesinos asistentes lo haran bajo presin, so pena de que les seran recogidas las tierras que la Revolucin les dio, y en seguida se detallan las fases tpicas de un mitin a la vieja
223 En Araujo, op. cit., p. 118. 224 Idem. 225 Rodolfo Garca Gutirrez, Margarita, 2. ed., Toluca, IMC, 2007, p. 28. 127
usanza, con la presencia de los pobres indios que se resecaron la garganta gritando vivas a un hombre que ni siquiera conocan. 226 El cuadro sigue as: Pobre carne de explotacin a quien se confiere la degradante tarea de gritar y gritar, sin saber lo que grita, porque as se lo ordenan los amos nuevos, los logreros de un movimiento que hicieron los indios para beneficio de unos cuantos malvados que los acaudillaron. Cuando suben al poder estos neorrevolucionarios, nada hacen por el pueblo que los llev al sitial que ocupan. Seguir el mismo campesino andrajoso, hambriento, que espera y se cansar de esperar las promesas que le han hecho. Vendrn otros polticos nuevos, y el pobre indio seguir siendo carne de explotacin, hasta que su paciencia se colme y responda nuevamente con uno de esos formidables sacudimientos sociales con que el pueblo castiga a los usurpadores de sus derechos. 227
Hay posturas encontradas en la reflexin del mdico, pues as como asienta su franco desagrado ante la falsedad de las formas del mitin electoral, ms acto histrinico que poltico, habla tambin y en calidad de esperanza, de la pujante accin de las generaciones del futuro, e inevitablemente se inscribe en una visin idealista, resumida en una cita que hace del peruano Manuel Gonzlez Prada: Los pueblos tienen letargos de marmota y despertares de len. Es ms logrado el tono crtico con que describe el gran cambio provocado en Valle de Bravo con la creacin de su presa-lago artificial. Aunque el estilo debilita el impacto de esa crtica ese lenguaje viejo del que habla Luis Miguel Vargas, queda el testimonio y profeca acerca de lo que con el tiempo termin por ocurrir en la zona vallesana: Al fin, los sembrados y las casas desaparecen bajo las aguas, y llega el da en que aquella pradera amena se ha convertido en lago. Al otro lado del dique las turbinas giran y giran como el Destino, para alumbrar las noches de una gran ciudad que bosteza de aburrimiento. El fluido elctrico, prisionero en largos hilos de cobre, ir a mover los engranes de las fbricas. El sacrificio de los campesinos no habr sido intil, slo que han pagado con creces un beneficio del que nunca habrn de participar. Las tierras que se salvaron de la inundacin, no pertenecen, no, a los campesinos. Son propiedad de adinerados o de varias compaas fraccionadoras de terrenos. Los lobos mercaderes devoraron a las ovejas! En los amenos prados, en los riscos campesinos, en las frtiles laderas, en fin, en todo el buclico valle, aparecern ms tarde, como la cizaa entre el buen trigo, miradas de bungalows, de casas de recreo, de hoteles de lujo, en donde una burguesa ahta de placeres, bostezar displicente, mientras la tarde muere entre gasas de prpura. Soy enemigo de los cambios violentos, de las mutaciones catastrficas. Forzar a la naturaleza me parece un crimen; inundar sembrados, una vesania. Abomino del lago artificial que la sagacidad de los ingenieros ha convertido en
226 Ibid., p. 78. 227 Ibid., pp. 78-79. 128
fuerza, en abundancia, como en el bblico milagro de los panes. Me asusta la idea de ver a Fausto dominando el mundo. Por esto nunca quise bogar en lancha por el lago recin formado. 228
El mejor pasaje de la novela es el viaje que emprende el mdico hacia el vecino municipio de Santo Toms de los Pltanos, para atender una epidemia que est asolando a la poblacin de esa localidad rural. En este caso, los recursos estilsticos de Rodolfo Garca son aprovechados al mximo, lo que permite tener una idea bastante creble de las peripecias que el par de viajeros el mdico y un campesino que lo va guiando pasa para llegar a Santo Toms, en un recorrido que, a causa de las lluvias y de las crecientes en los ros, les toma un par de jornadas. El episodio remite, a partir de la experiencia del campesino Nicols, a la etapa histrica en que el Estado de Mxico se constituy como uno de los principales baluartes del zapatismo. El personaje hace un somero pero vvido recuerdo de lo que fue la bola para l, incluida su huida para no ser secuestrado por la leva federal, aunque no hay espacio para lo buclico, sino para subrayar la parte cruenta y abusiva del movimiento revolucionario. La accin abarca un atentado contra el mdico, en pleno bosque, que despus sabr fue cometido por un tal Ponciano, un rival de amores que haba pretendido a Margarita y que constituye, a la vez, un ejemplo de la impunidad como signo distintivo de la vida en Mxico, pues se trata de un joven atrabiliario al que ninguna autoridad se atreve a detener ni a castigar. Sobresale en este tramo un cuadro costumbrista sobre la pernocta del mdico en un jacal perdido en la montaa, y despus la narracin sobre la epidemia, casi de dimensiones medievales, que estaba diezmando la poblacin de Santo Toms. En ste se logra la intencin de presentar una realidad cuestionable, que incluye detalles de miseria, a diferencia de otras partes del relato en que los cuadros tienen un tono buclico y nostlgico por una realidad plcida, ya perdida. El relato finaliza con el regreso del mdico a Valle de Bravo, donde se encuentra con la infausta noticia de una enfermedad que, misteriosa, fatdica, causa la muerte de su novia Margarita. Se cierra as el ciclo cabalmente romntico propuesto en la novela.
228 Ibid., p. 95 129
El periodista toluqueo Ramn Prez, que en una muy breve resea publicada en un diario local en 1953 consider que, con Margarita, Rodolfo Garca haba salido airoso de la prueba, casi 40 aos despus ampli su comentario: Al leer esta novela de Rodolfo Garca Gutirrez, publicada en 1953, se tiene la inevitable sensacin de estar ante una historia caractersticamente decimonnica. El espaol no corresponde a los aos cincuenta: tabernas, prstino, halando, imaginad El narrador-protagonista es un hombre bueno, melanclico, cabal. La herona inmaculada y bellsima, adems toca el piano. Estamos ante una obra de arquetipos ms que de personajes. Por un momento parece que se est leyendo un guin de alguna pelcula de entonces. Y, sin embargo, la historia tiene un raro encanto, ejerce una fascinacin peculiar que emana, por un lado, de que el autor nos est hablando del Valle de Bravo de los aos cuarenta, incluso antes de la inundacin del Plan. 229
A pesar de que el propio Garca Gutirrez declar pblicamente la predileccin que senta por sus dos novelas, me provoca varias dudas el que haya tardado tanto en despojarles su carcter de casi inditas, pues se demor en buscar su reedicin, aunque incluye varias pginas de sus textos en trabajos antolgicos como Giratiempo). Recursos y relaciones no le faltaron, como puede evidenciarse con las varias obras que a lo largo de los aos estuvo publicando en instituciones como la universidad estatal y el Instituto Mexiquense de Cultura, sin olvidar que podra haber recibido el apoyo editorial de proyectos civiles como el Centro Toluqueo de Escritores, cuyos dirigentes eran cercanos a l y le respetaban personal e intelectualmente. Tengo por evidente el alejamiento de Rodolfo Garca del gnero narrativo, mientras que mantuvo un nivel creativo creciente en textos de otra ndole, en particular los relacionados con la crnica en sus modalidades literaria e histrica, con volmenes como El valle de fray Andrs y los dedicados a diversos momentos y personajes del Instituto Literario de Toluca. Ah se resaltan las dimensiones de su escritura, porque su elaborada y sensitiva tcnica descriptiva abona la riqueza de sus textos. Seguramente en ese trabajo como cronista las detalladas descripciones, el tono buclico, el permanente contraste entre los mbitos urbanos y rurales, funcionan con un resultado ms claro, a manera de registro sobre lo que fue la
229 El primer comentario se public en El Sol de Toluca en abril de 1953, y el segundo se difundi en el peridico regional El Vallesano, en noviembre de 1991. Ambos textos aparecen como parte de Rodolfo Garca Gutirrez: visin retrospectiva, pp. 17-20. 130
realidad del Estado de Mxico, cuando predominaba en ste el medio de vida rural. Dicho testimonio representa, en lo tocante a Garca Gutirrez, una postura de resistencia frente a los cambios ocurridos en el territorio estatal a partir del proceso doble de industrializacin y urbanizacin de buena parte de sus regiones; resistencia, en todo caso, intil frente a la fuerza de esa transformacin. De cualquier forma, esta narrativa es representativa de una corriente de corte conservador en lo literario, con los matices que puedan aplicrsele, y en parte su comprensin ayudar a calibrar el grado de novedad que entra la obra de Carmen Rosenzweig, coetnea de Rodolfo Garca, y en especial para percibir el grado de frescura y la actitud de rompimiento que entra, en los aos sesenta, el grupo tunAstral.
3.4 CARMEN ROSENZWEIG, UNA VISIN VANGUARDISTA
En un recuento sobre escritoras mexicanas publicado en 1988, en el primer nmero de la efmera revista mexiquense Dos Valles, el escritor Xorge del Campo asentaba la afirmacin de que Carmen Rosenzweig era una autora poco conocida, si bien destacaba que Su Mxico 1956 [sic] sobre la muerte de su padre es tan estrujante como uno de los mejores libros de Simone de Beauvoir y antecede a Beber un cliz de Ricardo Garibay. 230
La misma Carmen Rosenzweig (1925-2010) ha llegado a comentar su circunstancia particular, que resume en la mexicana palabra ninguneo, del cual fue objeto no obstante haber formado parte de una empresa cultural destacada, la revista El rehilete, en la cual durante muchos aos actu como un motor principal, junto con Beatriz Espejo. Carmen Rosenzweig es una de las autoras ms relevantes de la literatura mexiquense, as haya que ubicarla dentro de los antecedentes de la misma, dado que inici su carrera desde los aos cincuenta y no en su natal ciudad de Toluca, sino en la propia capital del pas. De hecho, en el DF ha realizado la mayor parte
230 Lectura sumaria. Las escritoras mexicanas y la narrativa social, en Dos Valles, vol. I/N 1, Toluca, IMC, enero-marzo de 1988, p. 127. Estrictamente, la anticipacin al tema del duelo por la muerte del padre respecto a Beber un cliz data de varios aos, pues esta novela la public Ricardo Garibay en 1965; pinsese tambin en otra anticipacin, respecto a Algo sobre la muerte del mayor Sabines, que Jaime Sabines public en 1973. 131
de su obra, aunque restableci desde los aos ochenta el contacto con sus races es decir, articul su labor con lo que vena hacindose en la regin, para radicarse finalmente en la capital mexiquense, donde se la ha recuperado editorialmente hablando. La crtica yucateca-mexiquense Maricruz Castro Ricalde, con base en una entrevista personal realizada a Carmen Rosenzweig en marzo de 1998, aporta los siguientes datos: esta autora no tuvo en lo literario una educacin formal, pues, nacida en el seno de una familia toluquea venida a menos econmicamente, estudi hasta el nivel elemental superior, lo que hizo que fuera transitando de escuelas privadas a pblicas. Su padre hubo de pasar por los oficios ms variados: de taxista a administrador de la Hacienda de la Huerta, y la propia Rosenzweig empez a trabajar, a los 16 aos, como secretaria de la Compaa Nacional Minera, en cuyo departamento de Relaciones Laborales se mantuvo ms de cuatro dcadas. Ah supo, gracias al novio de una amiga y a travs de un volante, que Juan Jos Arreola imparta Clases de estilo en el Instituto Mxico- norteamericano de Relaciones Culturales; a partir de ese contacto con el jalisciense dio comienzo su trayectoria, con el volumen de cuentos El reloj, que Arreola le public en la coleccin Los Presentes. 231
Castro Ricalde destaca la estancia de Rosenzweig en el Centro Mexicano de Escritores y la direccin de la revista El Rehilete, funcin que comparti con la otra cofundadora de la publicacin, Beatriz Espejo, adems de encargarse de diversos talleres literarios y alternar su obra narrativa, potica y ensaystica con el periodismo, actividad esta ltima que ha seguido practicando en la ciudad de Toluca a la cual retorn en los aos noventa. 232
Por su mismo derrotero personal, Carmen Rosenzweig se mantuvo hasta cierto punto ajena a los movimientos locales previos a la conformacin de la
231 Heterotopas de Carmen Rosenzweig y Sergio Galindo, en Maricruz Castro Ricalde, Laura Czares y Gloria Prado (eds.), Escrituras en contraste: Femenino/masculino en la literatura mexicana del siglo XX, Mxico, Aldus-Universidad Autnoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa, Divisin de Ciencias Sociales y Humanidades, 2004, pp. 90-91. En este apartado me apoyo en el texto de Castro Ricalde porque es uno de los pocos casos en que, desde la academia, se habla de manera ms o menos extensa acerca de una autora mexiquense contempornea, empezando por el contacto personal con Carmen Rosenzweig con base en el cual la primera elabor una sucinta biografa de esta escritora toluquea. 232 Ibid., p. 91. 132
literatura mexiquense, como fueron los grupos Letras y tunAstral, 233 aunque en mayor medida profundiz su conocimiento, a partir de los aos ochenta, sobre lo que representaron en su momento iniciativas como la Unin de Escritores Mexiquenses, esto por haber impartido un taller de novela patrocinado por el rea cultural del gobierno del estado a principios de esa dcada, en 1982, en el que particip, entre otros, quien habra de ser el presidente fundador de ese organismo gremial, Alfonso Snchez Arteche. Claro est, la propuesta esttica de Carmen Rosenzweig la coloca desde un inicio como parte de las corrientes cosmopolitas desarrolladas en Mxico o en el DF a finales de los aos cincuenta y comienzos de los sesenta. Situndonos en los cincuenta y conforme sealan Juan Antonio Rosado y Adolfo Castan en un anlisis del periodo, Mxico vive en lo literario una poca clave en que se articulan procesos previos por ejemplo, las literaturas testimonial y/o realista desencadenada por la(s) Revolucin(es) mexicana(s) con nuevos movimientos, tcnicas y actitudes ms propios del futuro inmediato que de aquel todava aldeano y cortesano presente. 234
En esa etapa se da la convivencia de varias generaciones, empezando por autores nacidos todava en el siglo XIX, que iban desde Alfonso Reyes a Martn Luis Guzmn y Jos Vasconcelos hasta los Contemporneos. A ellos segua la generacin de los nacidos entre los aos 1901 y 1911, como Agustn Yez, Rubn Salazar Malln y Efrn Hernndez. Asimismo, sobresalen los nacidos entre 1911 y 1921: Octavio Paz, Jos Revueltas, Efran Huerta, Juan Rulfo, Juan Jos Arreola, Jos Alvarado, Leopoldo Zea y Al Chumacero, que, sealan Rosado y Castan, seran tal vez los que dieran el tono e impusieran el comps de estos aos, tan creativos, de las letras mexicanas, por ser, quizs tambin, la primera generacin plena, desgarradoramente moderna, crtica del Mxico del siglo XX. 235
233 Resulta indispensable apuntar que su libro Recuento para recuerdo fue publicado prcticamente de manera simultnea con la Antologa tunAstral, a mediados de 1967 y dentro de la coleccin Cuadernos del Estado de Mxico, que impulsaba Jos Yurrieta Valds. Es fcil estimar que esta coincidencia ocurri en uno de los momentos de mayor actividad en la primera poca del propio grupo tunAstral (Alfonso Snchez Arteche, op. cit., p. LXIX). 234 Los aos cincuenta: sus obras y ambientes literarios, en Manuel Fernndez Perera (coord.), La literatura mexicana del siglo XX, Mxico, FCE-Conaculta-Universidad Veracruzana, 2000, p. 262. 235 Ibid., pp. 262-263. 133
Si bien ms joven que los integrantes de esa trascendente generacin pues ella naci en 1925, 236 Carmen Rosenzweig que a partir de 1944 dej su natal Toluca para residir en la ciudad de Mxico estableci contacto con ese ambiente cultural, en particular por su vnculo con Juan Jos Arreola. En esos aos cincuenta, de acuerdo con el recuento de Rosado y Castan, Tanto espectadores como protagonistas de la historia del arte en el pas se han percatado de un doble movimiento a veces antagnico y en franca pugna; a veces complementario; de un lado, aquellos grupos[,] corrientes o artistas cosmopolitas, que se inclinan por una apertura hacia el exterior, sobre todo por las manifestaciones europeas; de otro lado, aquellos que propugnan por un nacionalismo, por una bsqueda de lo propio, de lo que nos singulariza con respecto del extranjero. Y si es cierto que existe una pluralidad de nacionalismos culturales, tambin es cierto que hay una pluralidad de cosmopolitismos: distintos modos de entender la apertura y de aplicarla a la realidad cultural. 237
Puesto a precisar en qu lado se aline Carmen Rosenzweig, me resulta clara su integracin en las tendencias cosmopolitas a que aluden Rosado y Castan. Se evidencia, a partir de una formacin autodidacta, fundamentalmente literaria, su slido basamento cultural, construido a base de profundas lecturas y de una sensible reelaboracin de ideas, con frecuencia proveniente de otros autores explicitados por la misma Rosenzweig. Se combinan en su escritura autores sobre todo europeos y una visin hondamente enraizada al tronco mexicano; aparecen en su obra referencias a escritores como Joyce, Baroja, Baudelaire, Sartre, Chesterton, Unamuno, Rilke, Eliot, Ciril Connolly, Dostoievski, Gide, Heidegger, Jaspers, Pascal, Camus,
236 Me baso en Alejandro Ariceaga, quien en el tomo II de su antologa Literatura del Estado de Mxico proporciona los siguientes datos acerca de Carmen Rosenzweig: naci en Toluca en 1925. En esta ciudad hace sus primeros estudios y sigue una carrera comercial. Pasa a radicar a la ciudad de Mxico en 1944 y all participa en la vida cultural con escritores contemporneos como Juan Jos Arreola, Beatriz Espejo, Margarita Pea, Lourdes de la Garza y otros. Ha publicado en la Revista Mexicana de literatura, Estaciones, Nivel, El rehilete y Cuadernos del unicornio. Sus modelos literarios podran encontrarse en Rilke, Joyce y algunos representantes del existencialismo francs de posguerra. A fines de los ochentas imparti un taller de novela en Toluca. El Estado de Mxico le otorg en 1986 la presea Sor Juan Ins de la Cruz [en lingstica y literatura]. Entre sus libros se encuentran El reloj (cuentos, 1956), El pueblo (relato, 1958), 1956 (novela, 1958), Recuento para un recuerdo (varia, 1967), Simone el desierto/Simone el huerto (novela, 1979) y Volanteo (prosa, 1987); op. cit., p. 20. Fue becaria del Centro Mexicano de Escritores en 1957 y sus obras incluyen adems Esta crdena vida, de 1975, La tentacin de vida, poemas de 1989, la recopilacin Obrarreunida, dos tomos aparecidos en 1996 y 1997, y Memoria y conciencia, de 2000, tambin de poemas. Hay una evidente diferencia entre la edad que atribuyen Castro Ricalde y Ariceaga a Carmen Rosenzweig cuando fue a radicar al D.F., pero es una discrepancia menor. 237 Op. cit., p. 273. 134
Carson McCullers y Henry Miller, pero tambin Enrique Gonzlez Martnez, Gabriela Mistral, Rosario Castellanos, Carlos Fuentes, Vicente Leero, Emilio Carballido, Juan Jos Arreola, Jos Revueltas y Efran Huerta, entre otros. 238
Su estilo se caracteriza por la elaboracin de complejas sntesis de ideas, ya sea mediante el recurso de rpidas parfrasis o con algo ms audaz: la introduccin de poemas ajenos como parte de la estructura. El ejemplo ms claro sera su novela 1956, cuyo personaje central, una mujer de 30 aos de edad, cuenta el doloroso proceso de la agona de su padre. En esta historia, el hilo narrativo comprende la transcripcin de textos de Eliot, Rilke, Mistral, Connolly, Gonzlez Martnez y varios ms. Estas citas y transcripciones tambin han llamado la atencin de la crtica Maricruz Castro, que los califica como recurso que ampla y enriquece el relato de la protagonista de la novela 1956, en la que Rosenzweig se apoya, entre otras obras, en Los cuadernos de Malte Laurids Brigge, de Rilke; Los hermanos Karamazov, de Dostoievski; La tumba sin sosiego, de Connolly; La montaa mgica, de Mann; Tierra de hombres, de Saint-Exupry, y El extranjero, de Camus, ms diversos autores que se alternan con extractos de textos periodsticos de la poca (1956), recados o listados de vveres, informes mdicos o letras de canciones populares. 239
Entre otros valores de esta novela, Castro Ricalde subraya el de la intertextualidad: La protagonista de 1956 entabla el dilogo consigo misma y lo extiende a otras pocas y espacios, mediante la insercin de textos. La escritura le es til para ser ella y no un satlite del padre, para atenuar el dolor por la inminente prdida de ste, al compartirlo a travs de su expresin en el papel, y para poder sobrevivir a esa muerte. Lo escrito se ofrece sin censura al lector. ste puede involucrarse, sin la intermediacin de un narrador heterodiegtico, en la vida y el pensamiento del personaje principal. 240
En palabras de esta misma estudiosa, 1956 es en s mismo el resultado de un proceso escritural. 241 Se aprecia el predominio del rigor creativo y de una actitud en la que la autora no es nada complaciente con su propia escritura, pues, tambin con Castro Ricalde,
238 Con varios de los autores mexicanos comprendidos en esta breve relacin tuvo Carmen Rosenzweig una relacin personal, entre pares. 239 Op. cit., p. 97. 240 Ibid., p. 105. 241 Ibid., p. 104. 135
La obra de Rosenzweig opta por la secuencialidad sin interrupciones. En muy escasas ocasiones hay algn salto hacia el pasado. Al estar el proceso de escritura centrado en el dolor del presente, se elige evitar disrupciones temporales. En sus lneas no hay una ambicin de entretener al lector y mucho menos de facilitarle su inminente contacto con la muerte. sta va cercando al receptor, sin concesin alguna. Rosenzweig, en cada pgina, crea un ambiente cada vez ms asfixiante, cerrado y sin horizonte. 242
Concluye Castro Ricalde remitindose a una paradoja implcita en 1956: el que se separa de la Historia a travs de una sensacin de intemporalidad, no obstante que desde el mismo ttulo se marca la idea del tiempo. Es decir, si bien hay algunas referencias a hechos y personajes histricos, como una reunin en Panam entre el presidente mexicano Lpez Mateos y el presidente estadounidense Eisenhower, esto slo sirve para ilustrar la manera como ella [la protagonista] intenta entretener a su padre en las largas horas de hospital. 243
Importa ms la cotidianidad, el ver cmo la historia impacta en el da a da, lo cual no lleva a una imposibilidad de reconstituir el pasado a travs de su texto, sino que a travs del recurso intertextual se favorece el trazo de un itinerario de obras y autores; ellos actan como interlocutores para la voz narradora, lo cual da pie para olvidar el sentido de la Historia y conducir a esa sensacin de intemporalidad. 244
Por otra parte, hay un dato significativo en la trayectoria de Carmen Rosenzweig: en 1962 viaj a Francia, donde acaso reafirm lo que ya era una tendencia desde sus primeros escritos: la bsqueda de expresiones de vanguardia, concretadas en un lenguaje que resulta, a un mismo tiempo, ntimo e inteligente, que abarca la formacin de neologismos a la mexicana y una sintaxis a la Rosenzweig: Todo lo que apareci en la Tierra se inici desde un punto cero. La estructura mental hay que desperezarla. Parecera que el pecado de los ms numerosos hombres de la ciudad fuera el comodinismo importamadreando. Yo, Csimo Acosado, comodineo importamadreando, t Rita Acosada de Csimo comodineas importamadreando; nuestros hijos Albasolo I, Albasola y Albasolo II, comodinean, importamadreadores en un sentido. 245
En Carmen Rosenzweig el idioma se subordina a la argumentacin de ideas, que aun provenientes de una reflexin literaria y vital, mantienen una conexin
242 Ibid., p. 105-106. 243 Ibid., p. 106. 244 Idem. 245 Simone el desierto, en Carmen Rosenzweig, Obrarreunida, vol. II, Toluca, IMC, 1997, p. 86. 136
innegable con razones de corte filosfico. Asimismo, si en alguien hay que buscar la voz literaria de Carmen Rosenzweig, es en ella misma. Ejemplificar esta aseveracin remitindome nuevamente al que quizs sea su principal trabajo dentro del gnero narrativo: 1956. John S. Brushwood cita, en el conocido estudio Mxico en su novela: En 1956 (ste es el ttulo de la novela publicada en 1958), Carmen Rosenzweig examina el ao de la lenta muerte del padre del narrador. 246 En la novela de Rosenzweig se lee: 3 de abril. Me siento inundada de pequeeidad. Voy, vengo, voy, vengo, no brillan los ojos, no piensa mucho la frente, voy, vengo, voy, vengo y como como si tuviera pienso enfrente de mis ojos, as me siento de corta. Como, duermo, voy, vengo, vida esplndida de casi mueco sufriente. 247
Juegos con el idioma, bsqueda de ritmos distintos, ms all de una simple denotacin o descripcin. Sin olvidar el carcter precursor de 1956, se hace patente que la escritura de Carmen Rosenzweig responde a un afn de originalidad, surgido de una sntesis intelectual, a partir de ideas de otros pensadores, y tambin una sntesis vital, con base en una experiencia y emociones personales, vertidas en una prosa audaz. En Maricruz Castro encuentro igualmente coincidencias en esta valoracin sobre Rosenzweig, aplicada por esta crtica a 1956, particularmente respecto a esta novela, acerca de la cual expone lo siguiente: Hay una voluntad de trabajar con la forma en 1956. La estructura elegida, la sintaxis empleada, los recursos narrativos escogidos lo demuestran. Aos despus de haber escrito esta obra, Carmen asent en una resea sobre Henry Miller: Un escritor es importante o no, no por la materia o tema que maneje, sino, en forma capital, por el modo en que los trate. 248
Concuerdo con esta idea, que muy bien puede aplicarse al conjunto de la obra de la escritora toluquea, de quien puede afirmarse que confiere al aspecto formal una importancia mayor que la otorgada por otros narradores mexiquenses o de
246 Mxico en su novela. Una nacin en busca de su identidad, Mxico, FCE, 1973 (Breviarios N 230), pp. 70-71. Infiero que hay aqu un problema de traduccin, pues de otro modo no se entiende que Brushwood atribuya al narrador de 1956 una condicin masculina, cuando resulta claro que quien habla en la citada novela es un personaje femenino con frases como De nia beba el aliento de Dios o Quin sabe, estoy desnuda de Dios . En repetidas veces Carmen Rosenzweig ha utilizado giros netamente masculinos su primera obra, fechada en 1951, es la ya referida Hojas de expresin de un estudiante sin cartera, incitadas por una rebelda de hombre y duda de hombre, pero tales expresiones pondran en relieve una situacin general, ms de raza humana que de sexo. 247 Op. cit., p. 131. 248 Op. cit., p. 97. 137
otras latitudes, en los cuales el peso de la escritura puede estar en lo que se cuenta o en factores como el hilo narrativo. Con la evidencia de que el elevado estilismo de Rosenzweig no va en demrito de su propuesta narrativa, sino que se trata de un mismo conjunto esttico, literario. Adicional a su obra creativa, es de reconocerse su trabajo como animadora de proyectos culturales, el ms recordado de los cuales fue la revista El rehilete, por la cual pasaron muchos colaboradores y directivos, pero una presencia permanente fue la de Carmen Rosenzweig, segn puede verificarse en el siguiente testimonio incluido en su libro Mxico, mi pas: En el grupo ellas y ellos tenamos el fermento de sacar una revista literaria aunque ellos alargaban la realizacin del propsito y, consecuentemente, la aparicin de la revista. Conmigo, Beatriz Espejo, Margarita Pea, Elsa de Llarena, Blanca Malo, Thelma Nava, se produjo la detonacin. Se cre El rehilete. Beatriz obtuvo la primera posicin al poner en marcha la idea adormilada. Aunque yo estaba desbancada ya impunemente del centro [Mexicano de Escritores], Beatriz y yo firmamos el propsito de la revista y yo asuma especficamente la responsabilidad de la redaccin. La revista dur diez aos (1961-1971) y logr publicar heroicamente treinta y seis nmeros. Indico, si mal no recuerdo, que Beatriz se retir en el nmero 16 y hubo dos pocas ms, una con Margarita Lpez Portillo y Carmen Andrade y la ltima con la intervencin de dos elementos del medio que llegaron solicitando su admisin como colaboradores. En las tres pocas yo estuve en primer nivel. Ide, para crear una modalidad atractiva, que cada nmero, sin perjuicio de las actividades que normalmente se realizaban, lo encabezara uno de los integrantes de El rehilete, fueran antiguos, recientes o de ltimo ingreso, como Mariano Flores Castro y Mario del Valle. Hago detalle del relato porque desde aquellos aos, casi nunca he aparecido como parte esencial de dicha publicacin. La direccin de Exclsior (antes de la intervencin de L. Echeverra) me mencion una tarde: Usted nunca aparece en el revuelo de quienes hicieron El rehilete y usted, creo, es el alma de ah. Por qu? Contest que lo importante era la revista, no unas personas s y otras no. Tiempo despus apareci, de un modo abusivo y con una portada poco afortunada a mi juicio, una efmera revista El rehilete, de Mario del Valle. 249
249 Obrarreunida, vol. II, p. 266. En la continuacin de este recuerdo aparecido en Mxico, mi pas, Carmen Rosenzweig escribi que Gustavo Sainz, al hacer un estudio de las letras mexicanas, reconoci que he sido objeto de una de las pasiones ms arraigadas en nuestras letras, la del ninguneo. Como el de un integrante del suplemento dominical de Exclsior (posterior al tiempo de Echeverra), creo que fue Miguel ngel Flores, si no me equivoco. Me pidi mi biliografa para hacer una nota sobre uno de mis libros. Yo le consegu toda, aun cuando la novela 1956 estaba prcticamente agotada, con el resultado siguiente: apareci una nota insignificante en una de las revistas de Exclsior, refirindose a m, adems, como una escritora prcticamente desconocida, sin nombre en las letras actuales. (p. 267). Para equilibrar esta percepcin, sealo que en la ficha dedicada a Carmen Rosenzweig en el Diccionario Enciclopdico de Mxico, de Humberto Musacchio, se detalla que en 1961 fund, con Beatriz Espejo, la revista femenina de literatura El rehilete, que dirigi hasta 1971 (11. reimp., Mxico, Programa Educativo Visual, 1997, vol. II). 138
Es de ponderarse que en El rehilete participaron Elena Poniatowska, Jos Luis Cuevas, Jaime Augusto Shelley, Federico Campbell, Juan Tovar, Fernando Macotela, Luis Mario Schneider, Edmundo Valads, Jos Emilio Pacheco, Jos Luis Martnez, Antonio Alatorre, Agustn Yez, Toms Segovia, Vicente Leero, Jos Revueltas, Miguel Donoso Pareja, Ernesto Cardenal, Ramn Xirau, Eduardo Lizalde, Salvador Elizondo, Efran Huerta, Francisco Monterde, Ermilo Abreu Gmez, Carlos Pellicer, Rosario Castellanos, Sergio Fernndez, Ernesto Meja Snchez, Rubn Bonifaz Nuo y otros muchos ms. No resultara exagerado afirmar que con ese proyecto bastara para reconocer la aportacin de Carmen Rosenzweig a la cultura mexicana; lo ms valioso de ella, empero, se preserva en su obra creativa y, en lo que toca a la literatura mexiquense, a su carcter precursor y a la relacin que al final estableci con autores y con lectores del Estado de Mxico.
3.5 CARLOS OLVERA: DE TOLUCA HAY QUE HABLAR
A partir de su publicacin en 1977 comenz a extenderse la idea de que la novela Tolucanos, del chihuahuense Carlos Olvera nacido en Nuevo Casas Grandes, en 1940 era un texto literario valioso en cuanto haba concretado una completa representacin de la idiosincrasia toluquea. Ese mrito resulta limitativo, pues Tolucanos no se constrie a la temtica toluquea propuesta desde el ttulo, con ese gentilicio que entraa una provocacin, como haba ocurrido tambin en 1968 con la primera novela de Olvera, su Mejicanos en el espacio. Su propuesta abarca no nicamente al tema de la identidad de la gente de Toluca, sino que adems problematiza el tema de la identidad de los habitantes del Estado de Mxico. Desde una ms o menos prolongada estancia europea Tolucanos fue terminado en noviembre de 1976 en Pars, segn se indica en la ltima pgina del libro, Olvera obtuvo la distancia geogrfica suficiente para acercarse mentalmente a la ciudad a la que haba sido trado a muy temprana edad. El resultado fue singular, pues este autor inmigrante termin por ubicarse de modo cabal dentro de la tradicin en el sistema literario mexiquense, al adicionar esta obra narrativa a la intensa labor y creacin que le toc en suerte realizar dentro del grupo tunAstral en los aos sesenta. 139
Alejandro Ariceaga clasifica a Tolucanos como un mosaico narrativo, 250
mientras que Luis Miguel Vargas lo considera novela porque al mismo tiempo es ensayo, crnica, poesa y cuento, pero es un todo unitario. 251 Vargas, en el apartado que dedica a Olvera en su libro Nostalgia. Ensayos sobre la novela en el Valle de Toluca, 1950-2000, califica a Tolucanos como nueva y vanguardista, y destaca que, a mediados del comienzo del presente siglo, contabilizara ya cuatro ediciones, no obstante que ningn libro, estrictamente literario, en Toluca ha alcanzado ms all de la segunda edicin. 252
Vargas destaca, pues, el significado de Tolucanos en el marco de la novelstica contempornea en el Valle de Toluca, 253 y lo considera un texto inaugural de temas que despus fueron tratados por otros autores, en los que influy de manera directa. Los ejemplos especficos que da son el tratamiento del tema futbolero en Eduardo Osorio y su El ao que se coronaron los diablos (1990), as como en los libros Placeres3 (2001) de Alejandro Ariceaga y Memorias sensuales de Eliot Mlis (1996), de Marco Aurelio Chvezmaya, el inters olveriano por la nostalgia cinfila. Persiste el ensayista en la idea central de que tambin la obra de Olvera formara parte de una novelstica basada en el factor de la nostalgia por lo que ya se fue, pero matiza esto al sentenciar que el chihuahuense no escribi desde la crnica municipal, sino desde una postura esttica rigurosamente literaria, de tal forma una buena parte de la produccin actual de los escritores locales tiene la vista puesta en el pasado. 254 Aunque en otra parte he expuesto mis divergencias respecto a la hiptesis de Vargas, coincido con lo que concluye al explicar esa
250 Op. cit., T. II, p. 25. 251 Op. cit.p. 32. 252 Idem. Para precisar lo manifestado por Vargas, apunto que la primera edicin de Tolucanos fue incluida en la coleccin Letras del gobierno mexiquense durante el rgimen de Jorge Jimnez Cant, mientras que la segunda, de 1990, correspondi al Ayuntamiento de Toluca. A su vez, tunAstral la ha reeditado en dos ocasiones: en 2000 y 2002. 253 Pondera lo siguiente: Tolucanos es tambin una crtica despiadada al carcter y costumbres toluqueas, no deja ttere con cabeza, as se va contra el conservadurismo a ultranza, lleno de hipocresa sexual y clasismo [no era ficcin, Toluca es ya por dos periodos consecutivos panista [en 2006; faltaba todava un tercer rgimen panista ms], el machismo, el funcionamiento de la administracin pblica, el tras bambalinas poltico y sindical. Pero al mismo tiempo hay una actitud emptica, la crtica no presupone distanciamiento o farisesmo, el autor se asume como parte de lo criticado, est adentro, de otra forma no tendra la perspectiva para una visin tan aguda sobre su comunidad, utiliza el bistur pero desde el interior. Hay crtica pero no stira ni burla, tampoco hay una pluma moralizante. (Ibid., pp. 32-33). 254 Ibid., p. 33. 140
revisin del pasado por parte de autores toluqueos: La rpida transformacin del valle de Toluca produce esa actitud memoriosa. 255 En efecto, los cambios de todo tipo que se registraron no slo en Toluca sino en el Estado de Mxico en general, tuvieron su parte en los temas y el tono que varios escritores mexiquenses eligieron para realizar sus obras. En su veredicto final sobre la obra de Carlos Olvera, Luis Miguel Vargas expresa sin ambages: Cuadro de costumbres, semilla de desarrollos literarios posteriores, escritura elaborada y con un gran octanaje potico pero sin un yo estorboso, [obra] siempre actual, Tolucanos es el nico clsico contemporneo de Toluca. 256
De acuerdo, pero Vargas termina destacando el enfoque costumbrista que se atribuye a Tolucanos, lo cual inevitablemente orillara a pensar que, por ende, el libro slo ser atractivo para quienes vivan en Toluca, que pueden realizar a travs de su lectura una catarsis ms o menos festiva, o para que quienes decidan radicar en esta regin, al entrar en contacto con la citada novela o mosaico narrativo, se adapten con celeridad al nuevo medio. En cambio, un crtico toluqueo, Martn Mondragn Arriaga, ve a Tolucanos desde la contemporaneidad, de manera que pasa por alto tanto el aspecto de la nostalgia tan defendido por Vargas, como la carga costumbrista de la narracin, aunque innegablemente varios de sus segmentos se caracterizan por ello. En el estudio introductorio a la antologa que hizo de la obra de Carlos Olvera, respecto a Tolucanos el propio Martn Mondragn propone: De Toluca hay que hablar, seores, de la ciudad de clima templado como Ariceaga dijo; de la ciudad donde el fro influye en la idiosincrasia de los pobladores; de la ciudad fantasma que se convierte en seora galante; de la ciudad donde nada pasa y todo acontece, donde la cultura sirve para el retrete y los poetas son poco ms que escoria; de la ciudad donde la hipocresa campea y juega a las muecas con los gobernadores, de los polticos que hacen cuanto se les venga en gana y a los hacedores de cultura los reducen a meros esbirros; de la ciudad donde la crtica literaria hay periodistas a ultranza domeados por el chayote y la simulada amistad se confunde con charlas de doncellas que lloran porque no les gusta la forma potica de los cratas; de la ciudad que olvida los barrios y la tradicin de la feria; de la ciudad que no recuerda por qu Callejn del Muerto, o por qu Calle de las Caas; de la ciudad donde pobres con algunos dineros se transforman en Marajs y sus esposas en princesas; de la cudad
255 Idem. 256 Idem. 141
donde la pobreza es una panacea y la cultura se vuelve culturosa necedad de escribas. 257
Si bien Mondragn considera que en esta obra Olvera trastabilla como narrador, 258 apunta que Tolucanos gana en intensidad discursiva. En especial hace nfasis en que mediante las confrontaciones logradas en juegos verbales y gestuales, los personajes construyen un trozo de la Toluca de los setenta. 259
Por ello Mondragn ve los temas de la novela como plenamente actuales, al exponerse las caractersticas de ciertos tipos humanos clasemedieros, imbuidos de un atvico arribismo, sin soslayar la representacin de tipos populares; de paradigmticos empleados pblicos en el centro burocrtico del Estado de Mxico; de los jvenes, sobre todo los de formacin universitaria, que recin haban aparecido pblicamente tanto en la realidad nacional como en la propia literatura mexicana, luego de la dinmica de efervescencia y de protesta social del ao 1968, entre otros elementos que conforman una obra cuyo valor literario se basa en la brevedad y la claridad de las ideas y en el argumento coloquial; en la emulacin del habla popular a travs del dilogo dramtico. 260
En la visin de Martn Mondragn, Tolucanos cumple su cometido cuando arrostra a los lectores con la lucidez de la realidad contempornea. Inmersa en la tradicin literaria de denuncia, la novela deambula entre el panfleto y la sencillez del relato. No se debe leer como el embudo donde slo lo pequeo desciende; no, se la debe enjuiciar a la luz de la fluidez del discurso y la claridad de la expresin que entraman una historia como rompecabezas. 261
Ver en Tolucanos slo una serie de historias toluqueas, sealo por mi parte, es realizar esa lectura de embudo a la que alude Martn Mondragn. El asunto es ms amplio: rebasa los lmites de Toluca, si bien no los agota. En ese sentido, el mismo Martn Mondragn aclara que dicha novela slo es un trozo de la vida citadina, 262 de manera que si lo que se pretende es construir el gran
257 En Carlos Olvera, El flujo de la mariposa (Martn Mondragn Arriaga, selecc. e introd.), Toluca, tunAstral-Conaculta-Fonca, 2005 (Col. Tunastralia N 4), p. XXIII. 258 Ibid., p. XXIV. 259 Idem. De lo anterior se infiere que, en estricto sentido, cuando apareci en el cierre de esa dcada, Tolucanos era una obra referida a una realidad muy cercana, no la alejada de dcadas antes, lo cual resta peso a la visin de Vargas sobre la nostalgia como elemento detonador o multipresente en la narrativa toluquea de la segunda mitad del siglo XX. 260 Ibid., p. XXV. 261 Idem. 262 Idem. 142
rompecabezas toluqueo, hay que tomar en cuenta otras obras, por lo que enlista: Clima templado (1983), de Alejandro Ariceaga; los ensayos de Batalla por el eco (1990) de Eduardo Osorio; La tahona (2007), de Mauricia Moreno; De cierta ciudad (1995) coleccin de poemas de Alfonso Snchez Arteche, as como El gol que desnuda (1999) trabajo ensaystico en el que Ral Lpez Camacho discurre sobre el significado de la conocida Porra Perra Brava y del Club Deportivo Toluca en el entorno social de la capital del Estado de Mxico. 263
Tengo que destacar que en sus anlisis, tanto Vargas como Mondragn se concentran en la perspectiva toluquea, sin hacer referencia a que el texto de Olvera no pasa por alto la condicin de Toluca como un elemento inherente a una realidad mayor: la del Estado de Mxico. En parte eso se aprecia en el propio ttulo: Tolucanos. Los gentilicios con que se reconoce a los habitantes de Toluca son varios: toluqueos, el ms comn; tolucense, un evidente cultismo que en ms de una ocasin ha provocado incluso polmicas, 264 as como toluco, que suele llevar una carga peyorativa. Olvera aadi el de tolucanos, segundo gentilicio utilizado dentro de los ttulos de sus trabajos novelsticos: el primero, Mejicanos en el espacio, una provocacin porque utiliz la j al modo hispano, en contraposicin con la x de tan caro simbolismo para la identidad mexicana. En el caso de su segunda obra, la terminacin en tolucanos equivale a la de mexicanos, al tiempo de conferirle cierto carcter de tribu prehispnica, dentro de los juegos de palabras comunes en la escritura olveriana. No podra precisar si Olvera conoca ya los esfuerzos de Mario Coln y de Alfonso Snchez Garca en pro del gentilicio mexiquense, pero en todo caso, en 1977 el uso de este ltimo trmino an no se haba extendido, cosa que ocurri a partir de 1981, como se ha apuntado, con el rgimen de Alfredo del Mazo Gonzlez.
263 De cierta ciudad fue publicada en 1995 por tunAstral, mientras que El gol que desnuda forma parte de la coleccin Becarios del Centro Toluqueo de Escritores y fue una de las ltimas ediciones a cargo del Ayuntamiento de Toluca en 2000, antes de que el CTE se convirtiera en asociacin civil. 264 Aunque existe como antecedente el volumen colectivo Sumaria tolucense, de 1981, en el que se incluyeron trabajos de diferentes autores acerca de aspectos variados de la historia de Toluca, como su arquitectura, su literatura, etctera, durante el periodo del prista Armando Garduo Prez (1997- 2000) el ayuntamiento local intent promover el uso del trmino tolucense, lo que fue muy criticado por ciertas voces, pues se quera dar una idea de elegancia ms bien fallida con una palabra que para muchos resulta innecesaria. 143
La construccin de Tolucanos est organizada en textos mayormente breves, caracterstica ponderada como un aspecto positivo por Martn Mondragn. Y dado que son textos breves, llamo la atencin sobre el sealado como el nmero 8, que a continuacin reproduzco: EL ESTADO DE MXICO tiene una superficie de veintitrs mil novecientos nueve kilmetros cuadrados. No tiene nombre. Naci en el ao de mil ochocientos veinticuatro. Antes, era parte de la Intendencia Central de Mxico. Despus Estado de Mxico. Repito: no tiene nombre, sencillamente es de Mxico. Estado de Mxico: franciscanos, agustinos y dominicos. Otomes, mazahuas, matlatzincas y aztecas. Estado: en el ao dos mil cien aparecers en el mapa como Edomex. Te bautizarn Edomex. 265
En una narracin hecha a base de fragmentos aparentemente aislados y completos en s mismos, aunque ceida a un hilo conductor permanente en este caso, la temtica comn de realidades toluqueas recreadas desde la literatura, cada fragmento es importante. El citado nmero 8 sintetiza la trayectoria histrica del Estado de Mxico, con una rotunda, reiterativa conclusin: es el estado que no tiene nombre. Y si el estado no tiene nombre, tambin sus habitantes carecen de l. Es decir, lo que no se puede nombrar no existe. De esa magnitud la audacia expresada por Olvera en unas cuantas lneas. Pero el problema no se queda en la orfandad nominal. Alude a la propia desaparicin del Estado de Mxico, que en un inimaginable ao 2100 ser borrado del mapa para convertirse en un simple Edomex. La alusin resulta tremenda si se piensa en un contexto mayor: primero, los intermitentes amagos de promover una separacin final entre los hasta ahora llamados dos valles que conforman al Estado de Mxico, esto es, el de Toluca y el de Cuautitln-Texcoco, para que este ltimo se fusione con la capital del pas como el nico medio posible para resolver los problemas de una de las conurbaciones ms desmesuradas del planeta. De un parto de esa naturaleza provendra un debilitado estado de Toluca, muy ajeno al pasado del Estado de Mxico velozmente dibujado en la escritura de Carlos Olvera. Entraa, adems, una crtica al centralismo, porque la expresin Edomex surge no en el Estado de Mxico, sino desde los medios periodsticos del Distrito
265 Tolucanos, Toluca, Ayuntamiento de Toluca, 1990, p. 19. 144
Federal, inicialmente, y de ah se extendi a los municipios mexiquenses conurbados a la capital del pas. Es cierto que, en una de las artes ms difciles del oficio periodstico, para un jefe de redaccin que est obligado a cuadrar los titulares de su medio con el uso de un lenguaje sinttico en extremo, resulta muy prctico y til el uso del trmino Edomex. Algo similar puede decirse sobre los encargados de elaborar propaganda poltica o comercial. Sin embargo, Edomex entraa, a su vez, un efecto de disminucin. No es ya el Estado de Mxico, sino el aparente vocablo Edomex, el que quiere expresar una realidad en la que intervienen millones de personas, millones de mexiquenses. En esta perspectiva, Carlos Olvera inaugura el tema de la identidad al problematizar el significado posible de un trmino en el fondo reduccionista y simplificador, en el que no pueden caber, sino de manera forzada, los componentes humanos y sociales de un entorno complejo y dinmico, sujeto a una acelerada transformacin, parte de la cual es tambin registrada en Tolucanos. De esa manera, aparte de trascender el mbito estrictamente toluqueo, y como lo sostena Luis Miguel Vargas, Olvera adelanta temas que despus sern retomados por otros narradores mexiquenses, algunos con conciencia e intencin sobre ese aspecto, otros quizs sin tomar demasiado en cuenta tal perspectiva, pero buena parte de esos autores conocedores, sin duda, de la aportacin del chihuahuense-mexiquense con su novela, en cuanto a una preocupacin sobre la identidad del Estado de Mxico.
145
CAPTULO 4. IDENTIDAD EN LOS NARRADORES ORIGINARIOS
El propsito del presente captulo es exponer y analizar cmo se presenta y se configura la nocin de la identidad estatal en las obras narrativas de un conjunto representativo de autores originarios del Estado de Mxico, en un mecanismo de doble direccin: por un lado, los elementos que integran esa identidad forman parte de un sustrato cultural comn a los habitantes de esta regin, pero por el otro, su integracin o reconocimiento ha dependido de la visin que sobre ellos tenan los propios escritores. Esta seleccin de autores que nacieron y se criaron en el Estado de Mxico, particularmente en su regin centro, no obedece a un criterio circunstancial o meramente geogrfico, sino literario, pues de dicho origen se derivan posturas comunes respecto al tratamiento de la identidad estatal en sus respectivas obras narrativas, de manera fundamental las desarrolladas en el gnero de la novela. Los cinco autores elegidos son originarios del Valle de Toluca. Adelanto que, en contraste, en el captulo siguiente los autores por analizar nacieron en entidades federativas distintas al Estado de Mxico, pero terminaron por residir y, sobre todo, por arraigarse social y culturalmente en alguna localidad del territorio mexiquense. Esta circunstancia ha resultado determinante para que ellos ofrezcan una visin distinta a la de los autores del primer grupo; asimismo, los autores inmigrantes no se concentran en el Valle de Toluca, sino que se reparten tambin en las otras dos zonas de desarrollo de la literatura mexiquense, esto es, Nezahualcyotl y Chapingo. Es notorio, adems, que en este caso el gnero preferido para su trabajo literario ha sido el cuento ms que la novela. Las obras a analizar en este captulo son las novelas Clima templado (1983), de Alejandro Ariceaga; El ao que se coronaron los diablos (1990), de Eduardo Osorio; Memorias sensuales de Erot Mlis (1995), de Marco Aurelio Chavezmaya; La tahona (2003 y 2007), 266 de Mauricia Moreno y La agona de la marmota (2006), de Alonso Guzmn.
266 Se citan dos fechas en el caso de la novela de Mauricia Moreno, que corresponden a las ediciones primera, hecha por la UAEM, y segunda, con modificaciones amplias, publicada por tunAstral. Sin embargo, la edicin estudiada es la que produjo tunAstral, porque se trata, en rigor, de la versin definitiva de La tahona, con el agregado de captulos enteros y con un orden distinto 146
Dentro del sistema literario mexiquense, el primero de ellos, Ariceaga, se ubica en la etapa de las manifestaciones literarias, es decir, representa a la tradicin, aunque la mayor parte de su obra forma parte tambin de la fase de la configuracin del sistema; Osorio, Chavezmaya y Moreno pertenecen a la fase de la configuracin, mientras que Guzmn estara clasificado dentro de la etapa de consolidacin del propio sistema literario mexiquense. Hay que subrayar que, a lo largo de la segunda mitad del siglo XX y los primeros aos del siglo XXI, el Estado de Mxico se ha caracterizado por una acelerada transformacin, producto de dos fenmenos combinados: la gran industrializacin registrada en sus diversas regiones con excepcin de las porciones del sur, y el elevado crecimiento demogrfico, provocado por la inmigracin y por el sostenido ritmo de crecimiento natural de la poblacin nativa. Esto ha provocado, entre otros efectos, el cambio acelerado en los modos de vida de los mexiquenses. Por un lado, la poblacin rural se ha venido reduciendo hasta representar una porcin mnima en el mbito estatal; por el otro, la expansin de las zonas urbanas se ha dado a tal velocidad que sus signos distintivos han sido el desorden y la anarqua en el desarrollo urbano, lo cual, a su vez, ha dislocado formas de convivencia tradicionales. Se trata de un proceso humano que ha tomado siglos en otras partes del pas, como en sus urbes ms antiguas empezando por la propia ciudad de Mxico pero que en la circunstancia mexiquense ocurri en el lapso de unas cuantas dcadas, o de unos cuantos aos en muchos municipios de las dos principales conurbaciones de la entidad: la surgida alrededor de la ciudad de Toluca y la que limita con el Distrito Federal. De dicha transformacin qued en la narrativa el testimonio crtico sobre los cambios en la fisonoma de ciudades y pueblos tradicionales, en particular en la propia capital del estado, Toluca. Se evidencian adems otros cambios, como los relacionados con las formas de ser de la gente, ante la invasin de nuevos tipos humanos que colmaron los espacios mexiquenses. Se registra la desaparicin de barrios y costumbres, la modificacin en los ritmos de la existencia; se eclipsa, asimismo, la nocin de una vida provinciana. Prevalece en la mayor parte de los textos no una mera resignacin ante el cambio
de los mismos; en cambio, la de 2003, imprecisa y con errores de edicin, queda slo como referencia sobre el periodo en que la autora estuvo trabajando su texto. 147
ocurrido, sino la asuncin de los efectos de un fenmeno inevitable dada su contundencia. Es decir, se pasa la pgina de lo que otrora fueron identidades regionales, para ubicarse dentro de un nuevo contexto, en varios casos con narraciones de ndole costumbrista, en el que brota la idea de la nueva identidad: la mexiquense. De los autores considerados en este apartado Alejandro Ariceaga, Eduardo Osorio, Marco Aurelio Chavezmaya, Mauricia Moreno y Alonso Guzmn sobresale que, con la excepcin del ltimo de ellos, los cuatro anteriores han publicado adems libros de cuentos, pero en este caso fueron seleccionados en su calidad de novelistas. De hecho, el gnero ms socorrido para llevar el registro de la transformacin en la vida estatal ha sido, en estos autores, precisamente el de la novela.
4.1 ALEJANDRO ARICEAGA, UN MUNDO DE TRANSFORMACIONES
No resulta exagerada la afirmacin de que con Alejandro Ariceaga (1949-2004) se inaugura la literatura mexiquense propiamente dicha. Aunque en este trabajo se le ha identificado como uno de los miembros fundadores del grupo tunAstral, dentro del grupo de escritores que conformaron la etapa de las manifestaciones literarias, esto es, los que constituyeron la tradicin, con l se cumpli una condicin peculiar del naciente sistema literario: la existencia de autores que transitaron por ms de una de las fases de desarrollo de dicho sistema. La obra que marc la transicin hacia una literatura mexiquense fue Clima templado. Formado en el campo de la literatura no slo por su paso por tunAstral, sino tambin por su trabajo en instituciones culturales del Distrito Federal, Alejandro Ariceaga public su primera novela en 1983, cuando ya haba publicado tres volmenes de cuento Cuentos alejandrinos, de 1968; La otra gente, de 1973 y La identidad secreta del camalen antiguo, de 1980 y uno miscelneo con prosas y poemas A corto plazo, de 1980. Aun cuando desde 1980 se haban difundido varios fragmentos de la novela en el volumen Sumaria tolucense edicin con que el Ayuntamiento de Toluca conmemor el Sesquicentenario de la ciudad, fue tres aos despus cuando la Universidad 148
Autnoma del Estado de Mxico eligi la novela de Ariceaga como el nmero 1 de su coleccin de Escritores del Estado de Mxico. 267
En sentido estricto, Ariceaga no asumi de manera explcita el haber escrito una novela mexiquense intencin que, como tal, difcilmente puede atribuirse a ninguno de los autores estudiados en el presente trabajo. Puede corroborarse esto con la explicacin que l mismo dio en la Sumaria tolucense acerca de la gestacin de su obra y de los avatares creativos por los que pas inicialmente: [Son] stas las primeras pginas de lo que pretende ser una novela: clima [sic ]templado. Es imperioso mencionar un justificante[:] la novela debi haberse publicado a principios de 1979; pero las constancias de ndole vital que obligaron al autor a dedicarse a otros menesteres, casi ajenos al quehacer literario, han retrasado esa aparicin; los apuntes yacen, como podra decir Jos de Jess Martnez, el panameo, como santos en espera de un milagro. Son estas cuartillas, sin embargo, una forma de ver, a distancia, una de aquellas vecindades que llegaron a caracterizar una parte de la ciudad de Toluca, su variedad de personajes de una clase social puente, enclavada casi en la magia debido a que tambin era un mundo de transformaciones, vaticinios ya de otra Era. Desde luego clima templado es ficcin y el autor, a la manera que suelen hacer los mentirosos que narran la historia de sus vidas pretendiendo ocultar identidades, recurre a las advertencias, cualquier semejanza de los personajes que aqu bailan, de los hechos y circunstancias que se describen, con la realidad, es una involuntaria coincidencia. 268
No hay, pues, una asuncin de lo mexiquense por consigna. Sin embargo, tal elemento se hizo presente en la narrativa que empez a desarrollarse en el inicio del periodo de este estudio, de manera tal que, aun atendiendo las expresiones del propio Ariceaga, es vlido sostener que Clima templado no es solamente una
267 Ariceaga obtuvo tambin en 1983 el premio estatal de cuento Edmundo Flores Cuevas, con el libro Ciudad tan bella como cualquiera, que si bien est fechado formalmente en diciembre de ese ao, en realidad fue impreso en enero de 1984, es decir, como libro es posterior a Clima templado, aunque incluye la narracin ms paradigmtica del toluqueo, Sucedi en un Vallejo-Hospitales, que data de 1972, cuando apareci como parte del volumen Suma de palabras, en el que se combinaron autores del Estado de Mxico y un grupo ms que representativo de los que actuaban en la capital del pas. 268 Clima templado. Novela Indita (Fragmentos), en ngel Albter Barrueta (coord.), Siglo y Medio. Sumaria Tolucense, Toluca, Ayuntamiento de Toluca, 1980, p. 317 (la obra registra esa fecha, pero el colofn precisa que el libro se termin de imprimir en julio de 1981). La inclusin del texto en este volumen conmemorativo fue explicada por un redactor annimo en una escueta presentacin: Estos fragmentos corresponden a una novela indita de Alejandro Ariceaga; Sumaria Tolucense quiso al recogerlos con agrado, dejar constancia de la actividad intelectual creativa de la juventud de esta ciudad, en esta conmemoracin tan importante. La novela se llama Clima Templado [sic] y su accin se desarrolla casi en la barriada del Carmen. (p. 315) En ese momento, Ariceaga era un joven de rotundos 31 aos. 149
novela toluquea, pues no se limita a la ciudad de Toluca como un microcosmos cerrado ni habla exclusivamente de una vecindad ubicada en el primer cuadro de esa urbe. Vase el nfasis sobre presentar una clase social puente y la clara atencin a una nueva era que vena en un mundo de transformaciones, as como la aclaracin de que el parecido entre personajes y situaciones de la novela con la realidad sera una involuntaria coincidencia, es decir, la ficcin es algo diferente. Si bien la historia se centra en hechos presuntamente ocurridos en la capital mexiquense, el enfoque incluye un registro general de la transformacin ocurrida a partir de los aos cincuenta en gran parte del territorio estatal, particularmente el proceso de industrializacin, objeto de una dura crtica en Clima templado. El matiz de la identidad estatal se profundiza con la narracin de los orgenes ancestrales del propio Estado de Mxico. Este origen se ve violentado por la invasin de nuevos poderes, sobre todo econmicos, que establecen un orden distinto, aunque injusto, porque ahonda las diferencias entre las distintas capas de la sociedad. La novela se apoya en dos epgrafes, uno de Octavio Paz: Lo que se dice se dice/ Al derecho y al revs. Estos son los versos finales del poema La palabra dicha, perteneciente a Das hbiles que, junto con Salamandra, recopila la obra del poeta correspondiente a los aos 1958-1961. La estrofa completa a la que pertenecen los versos elegidos por Ariceaga dice: Un grito/ es un crter extinto: en otra galaxia/ cmo se dice ataraxia?/ Lo que se dice/ al derecho y al revs. 269
Tomando en cuenta que el trmino ataraxia remite a un estado de imperturbabilidad del nimo y de tranquilidad mxima del alma, puede aventurarse que la invocacin de la poesa paciana por parte de Ariceaga festeja tal vez haber concluido por fin su primer trabajo novelstico, y aunque su seleccin se presta a ms interpretaciones, es un indicio claro de que el toluqueo se senta atrado por la obra de Octavio Paz. El segundo epgrafe, del guanajuatense Efrn Hernndez, permite una definicin surgida del vnculo con el elemento de lo regional: A esta regin no aflige el movimiento; no la oye el odo, pues no vibra, el tacto no la tienta, pues no oprime,
269 En Ricardo Cayuela Gally (selecc.), Las palabras y los das. Una antologa introductoria. Octavio Paz, Mxico, FCE, 208, p. 253. 150
no la halla el pensamiento, porque jams se torna, ni las ondas de la pasin la alcanzan, porque es simple, inaccesible y pura. De esta regin no pueden recibirse mensajes
De entrada, no se trata de la regin ms transparente, sino de otra que es, en apariencia, esttica, aunque considero que la inclusin de los versos de Hernndez se explica tambin por dos ideas: la de la permanente transformacin, desprendida de la frase jams se torna (esto es, jams se vuelve, cualquier regreso es inviable) y la de la supuesta imposibilidad de recibirse mensajes originados desde esa regin. Con su texto, la apuesta de Ariceaga habra sido contradecir dicha imposibilidad, de modo que un entorno local pudiese ser novelable. La novela no ofrece un enfoque restringido a una ciudad, Toluca, sino que abarca otra dimensin de lo regional. No es nada ms la transformacin de Toluca, sino que al subrayarse su condicin de capital del Estado de Mxico se expone una serie de cambios que tambin se extendieron a muchas ms localidades mexiquenses. En un efecto de sincdoque de la parte por el todo, Toluca representara a esta entidad federativa por completo. Por otra parte, un elemento poco usual aadido a este volumen fue una docena de fotografas provenientes del archivo personal del profesor Alfonso Snchez Garca, en las que se presentaban distintas escenas de la vida cotidiana de la Toluca de mitad del siglo XX, ms de una dcada antes de que ocurriera su radical transformacin urbanstica en el periodo de Juan Fernndez Albarrn (gobernador de la entidad en el sexenio de 1963 a 1969). Haber adicionado al cuerpo de la novela tales fotografas fue, adems de atpico, un factor negativo, pues aliment el prejuicio de que Clima templado era meramente una novela toluquea. Aunque se conceda que las grficas seleccionadas tienen su propio valor documental, no necesariamente enriquecen la visin narrativa de Ariceaga. Se puede precisar la poca: el quinto ao de gobierno del presidente Alemn, 270 es decir, los hechos narrados se ubicaran alrededor de 1951. Aunque no se lo menciona en la narracin, quien en ese momento gobernaba el estado
270 Clima templado, Toluca, UAEM, 1983, p. 37. A partir de esta cita, como en los dems casos de las obras analizadas, indicar solamente el nmero de pgina correspondiente a la edicin utilizada. 151
era Alfredo del Mazo Vlez, a punto de ser sucedido por otro mandatario estatal de la lnea de Atlacomulco: Salvador Snchez Coln. Esta referencia es importante si se recuerda que fue en los regmenes de Miguel Alemn, en el mbito nacional, y de Alfredo del Mazo, en el estatal, cuando comenz lo que despus sera la extremadamente acelerada industrializacin impulsada en diversas regiones del pas, entre ellas el propio Estado de Mxico. Tal proceso es parte relevante dentro de Clima templado, pues con l se dio pie a la modificacin radical del modo de vida en Toluca y en gran parte de los municipios de la entidad. La seleccin de los aos en que tiene lugar la narracin no es casual, sino que subraya el momento en que se instauraron y se aceleraron las polticas de la industrializacin estatal, que condujeron a una honda transformacin en la estructura econmica y, por ende, social, de esta entidad federativa. Esto se da a travs de una autntica invasin de capitales externos tan avasalladores que incluso iran restando importancia a la tradicional burguesa local dentro de la economa del Estado de Mxico. Dividida en 23 segmentos sin ttulo ni numeracin explcita, simplemente sucesivos, la novela toma como centro espacial una vecindad del centro de Toluca, donde sobresale una bruja, la madrina, cuya historia se entremezcla con las de otros personajes, de manera primordial los obreros participantes en un movimiento de huelga en una fbrica textilera ubicada en la misma zona. Sin embargo, hay un equilibrio entre la importancia de la madrina y otras figuras que tambin llevan el peso del relato, como Isabel, ahijada que al final termina por ser la sucesora de la bruja; Martn, empleado en el negocio de la familia que funciona como el testigo principal del cambio que est ocurriendo en el entorno estatal. Seguiran en orden de importancia dentro de la narracin los dirigentes obreros Prisciliano y Francisco el Pancho, y la alcohlica Lzara, hasta llegar a personajes de menor relevancia, como el industrial ingls mster Cartwright dueo de la fbrica textil donde estalla la huelga, el profesor institutense Saracho, las esposas de los obreros, la centenaria anciana Candelaria y otros. Hay que distinguir la variedad de estrategias seguidas por Ariceaga en la escritura de la novela: desde la narrativa tradicional, con narrador omnisciente, como en el captulo que abre la historia, hasta apartados principalmente descriptivos, cuyo propsito es generar una idea completa del espacio donde 152
tienen lugar las acciones, as como crear las imgenes ms evocadoras de los ambientes donde se desenvuelven los personajes; esto ocurre en el segundo segmento, por ejemplo. No se agota la escritura en la exposicin de un mbito fsico, sino que se agregan los hechos rutinarios como parte de ese mismo espacio. As ocurre en el segmento segundo, con los apuntes sobre los ceremoniales que a diario se repetan en el vecino cuartel militar, en las iglesias del primer cuadro de Toluca. A ello se suman referencias incluso a animales domsticos una gata siamesa, por ejemplo integrados en este paisaje urbano. Otro recurso es el dedicar apartados enteros a la presentacin de quienes van a llevar una carga mayor dentro de la narracin. Los cuatro primeros segmentos contienen a varios personajes presentados de manera escueta, ms bien ilustrativa, como los libaneses que tienen un cajn de ropa en la entrada de la vecindad, o dentro del sector de habitantes de esta ltima, la mujer libanesa Jumila y su hijo Anuar. Pero ellos aparecen ms como parte del ambiente que se construye como el espacio de la narracin. Es diferente la intencin del quinto tramo de la novela, dedicado a presentar a Isabel, que en su condicin de discpula de la bruja, al final cerrar la historia. En esta parte, Isabel no slo est, sino que tambin hace. Otra tcnica es la seguida en el segmento sptimo, donde el narrador expone las ideas que al empleado Martn se le ocurren en el trnsito de su casa, en el extremo poniente, ya en la periferia de la ciudad, rumbo al centro toluqueo. Este viaje rutinario da pie para que el narrador informe de diversos elementos propios de Toluca, como el origen de su clase burguesa parte de la que tiene una raigambre porfiriana, y varios tipos urbanos con todo y apodos: el Muertero Lpez, el Globero Pepe, el Caballo Mendoza y aun el Toluco Lpez el personaje histrico, en camino a convertirse en campen de boxeo, y otros como el Charifas y el Ojis, a quienes la otra parte de la ciudad [la sociedad burguesa] vea como seres pintorescos por mirarlos de algn modo (p. 38). A esto se aaden noticias ilustrativas sobre establecimientos comerciales, calles y fbricas tradicionales, conforme se iba completando el recorrido de Martn. Hay en la novela una economa de dilogos, que suelen darse bsicamente entre la madrina e Isabel; en menor medida, entre un grupo reducido de obreros y espordicamente entre otros habitantes de la vecindad. En algunos momentos, 153
sirven para armar estampas costumbristas sobre cmo regateaban los clientes con los comerciantes del tradicional tianguis de los viernes. Se singulariza el apartado 13, construido mediante la mezcla de voces, con parlamentos que corresponden al narrador y a la madrina, sobre todo, dirigidos a Leticia, Josefina, Isabel y Martn como interlocutores interpelados para conferir ms fuerza a los dichos de los primeros. No es gratuito el uso de esta tcnica, por el claro objetivo de ofrecer una visin panormica del medio social expuesto en la novela. Una intencin similar se presenta en la parte sptima de la novela, con la caminata de Martn rumbo a su trabajo en el negocio de loza y vidriera de la madrina, y en parte en el segmento dcimo, donde se ampla la informacin sobre lugares, tipos humanos y sectores de la sociedad toluquea, aunque en este caso, el dilogo entre Martn y Lzara en la cantina El Faro centra el inters narrativo en su condicin comn de alcohlicos. A diferencia de estas visiones panormicas, el resto de los apartados de la novela se dedica a presentar aspectos del ambiente, como los que en el principio de la historia detallan las caractersticas de la vecindad y de la fbrica textil. Otros tramos narran episodios como el desarrollo gradual del movimiento huelgustico. Volviendo al comienzo de la novela, en ste se tiene la impresin de que la misma ciudad de Toluca ser otro personaje ms, por la manera en que se describen sus espacios cntricos y varios elementos tradicionales, como el antiguo tianguis de los viernes. Tal funcin se diluye conforme avanza el relato, de modo que la ciudad prevalece como espacio para las acciones de la novela. Esto se hace notar sobre todo con la aparicin de Martn, cuyo recorrido cotidiano desde el entonces distante cerro de Coatepec, en el lmite poniente de la ciudad, permite contrastar dos Tolucas: la de los ricos y la de los pobres; una, la de los simples recaudadores de la riqueza, dueos de autos y de apellidos que algo tuvieron que ver con el dictador Daz, y otra, la de los trabajadores que, como Martn, s encontraban seas de identidad con un presidente [Lzaro] Crdenas (pp. 36-37). Para Martn, en medio de estos dos sectores se localizaba un sector dudoso, simbolizado por las personas que acudan tempranamente a misa, que le hacan interrogarse: A cul de las dos Tolucas pertenecan ellos? (p. 37). Su inquietud no se agota en los visos de modernizacin de la ciudad, evidenciados con la construccin de edificios de tres o cuatro pisos. Se refiere, en 154
su reflexin interna, al proceso de industrializacin que tena lugar en el Estado de Mxico: Se hablaba de instalar otras industrias, laboratorios, fbricas, talleres, unidades con capacidad para emplear a mucha gente, factoras de capital mixto, de las cuales podran ser accionistas empresarios norteamericanos, alemanes, italianos, ingleses y franceses, junto con inversionistas mexicanos y el gobierno del Estado. Y Martn era uno de tantos a quienes aquello les daba mala espina. Algo le haca presentir un cambio, una era de explotadores y explotados que ya daba sus primeros indicios. Entre muchas cosas imprevisibles: el fin de la tranquilidad provinciana sobre la cual caminaba mirando a esa gente que entonces, a esa hora, de lunes a sbado, tomaba sus alimentos en los cafs de chinos, uno de los cuales, el de Pepe Liho, era el favorito de Martn. Pero algo se tena que pagar como tributo al progreso. Nuevos sacrificios para Huitzilopochtli desde las tierras que vio Axaycatl (pp. 38-39).
Una frase de este prrafo, el fin de la tranquilidad provinciana, podra hacer pensar que Alejandro Ariceaga deploraba que, como efecto de la industrializacin, se hubiese agotado un modo tpico de vida que habra caracterizado a Toluca, cosa harto discutible, aunque Luis Miguel Vargas ha percibido en esas expresiones una intencin nostlgica que extiende a los novelistas del Valle de Toluca; la nostalgia, segn este ensayista, Tal vez [] sea uno de los principales motores de la creacin literaria, as lo creemos, pero en relacin con los novelistas toluqueos hay una exacerbacin nostlgica por el pasado. Bsicamente la ciudad de Toluca es el motivo de sus nostalgias, este sentimiento anula cualquier otra posibilidad, el presente de la ciudad casi no es tomado en cuenta y su futuro menos. 271
Aunque Luis Miguel Vargas matiza que en Clima templado nostalgia no significa gratuitamente que el pasado haya sido mejor, 272 s considera que esta obra ariceagueana es nostlgica porque su autor desde los ochentas [sic] hace una novela histrica al situar su novela a principios de los cincuentas [sic], en un espacio muy concreto de la ciudad, el centro, al que hace un nuevo acercamiento, como con lupa, al rea donde se situaba el famoso mercado de los viernes y ya con microscopio nos mete a una vecindad del centro, paisaje urbano pero principalmente paisaje humano. 273
Difiero del anlisis de Vargas, en principio respecto a su clasificacin de Clima templado como novela histrica porque la ubica en la dcada de los cincuenta y en una zona determinada del primer cuadro toluqueo. No lo es: ni en las
271 Op.cit., p. 9. 272 Ibid, p. 36. 273 Idem. 155
vertientes tradicional originaria del siglo XIX ni en la llamada nueva novela histrica surgida en Amrica Latina en los aos setenta y ochenta del siglo XX; tampoco pretende la reescritura de la historia del Estado de Mxico contemporneo la cual, a su vez, apenas haba empezado a ser escrita por historiadores como Alfonso Snchez Garca y Javier Romero Quiroz; ni se ajusta siquiera a la definicin de Seymour Menton segn la cual histricas seran las novelas que cuenten acciones ocurridas en pocas anteriores a las del novelista: Alejandro Ariceaga naci en 1949. 274
Aparte de la mencin del Toluco Lpez como tipo urbano, el nico personaje histrico referido en el relato es un lder obrero, a la sazn titular de la Junta Local de Conciliacin y Arbitraje, cuya identidad aparece disfrazada aunque es fcilmente reconocible. 275 Pero no media una combinacin de personajes histricos ficcionalizados y los de la ficcin novelstica propiamente dicha; los materiales de Ariceaga, ms que histricos, son los de sus recuerdos o evocaciones personales y, por tanto, en parte sujetas a lo que l quiso o pudo recordar e imaginar. Por otro lado, la novela no se remite a un hecho concreto; la huelga que narra puede ser una ms de las que estallaron en un periodo de gran efervescencia laboral, pero no se trata de la huelga parteaguas en la trayectoria obrera en el Estado de Mxico, ni siquiera de Toluca. Clima templado estara, adems, ayuna en trminos del sentimiento de tristeza inherente al recuerdo nostlgico, factor que s es visible en una de las novelas de la tradicin del sistema literario mexiquense, como Margarita, del ya estudiado Rodolfo Garca Gutirrez. La novela de Ariceaga se planta como un reclamo implcito en el registro de la transformacin econmica y social ocurrida en el entorno mexiquense, ms all de la fugaz nocin que el personaje Martn
274 Cfr. Laurette Godinas, Santa Evita: una nueva novela histrica; Mayuli Morales Faedo, La reescritura de la historia: de Maldito amor a La casa de la laguna y Carmen lvarez Lobato, Memoria y reescritura de la historia de Argentina: Juan Jos Saer y Andrs Rivera, en Ana Rosa Domenella (coord.), (Re)escribir la historia desde la novela de fin de siglo. Argentina, Caribe, Mxico, Mxico, UAM Iztapalapa-Miguel ngel Porra, 2002 (Biblioteca de Signos N 17). 275 Se trata del abogado Antonio Garca Lovera, que junto con su hermano Jess dirigi a la CTM en el Valle de Toluca durante casi toda la segunda mitad del siglo XX. En la novela es citado en dos ocasiones como Garca Bobera (pp. 56 y 99). Hay otras referencias a algunos personajes toluqueos expuestos ms bien como tipos urbanos, que no intervienen en la novela sino como parte de un ambiente, entre los que puede destacarse al ya mencionado boxeador Toluco Lpez (p. 38). 156
hace sobre la idea de la tranquilidad provinciana, que tampoco era tal, como se evidencia en la nocin de las dos Tolucas percibidas por el empleado de la madrina: Algo tena ese primer cuadro [de Toluca] y Martn presenta que algunos comerciantes se estaban convirtiendo, sin impedimentos de ninguna especie, en los dueos de buena parte de la ciudad. Una mnima intuicin le haca odiar a stos, que eran miembros de clubes internacionales, como el Rotary y el Lions, adems de caballeros de Coln y otras logias, tolerados y beneficiarios de las autoridades municipales, estatales y nacionales, que tenan entonces el corazn en los Estados Unidos antes que en Toluca; y le hacan sentir que trabajadores como Prisciliano y Francisco el Pancho estaban prximos a l, en un estrato donde tambin caban, en igualdad de estar jodidos como ellos, monedas ms o menos, los visitadores de la madrina, los pequeos comerciantes del tianguis viernero, todos aquellos que eran capaces de vivir esa ciudad desde la entraa y que la sentan con sus pies descalzos o desde sus huaraches (p. 39).
En cambio, coincido parcialmente con Luis Miguel Vargas cuando ste advierte que en la novela Hay dos Tolucas y hay que decidir a cul se pertenece. El autor se identifica y se pone al lado de los de abajo, por eso los retrata de manera minuciosa, son los que sostienen a la ciudad, con sus virtudes y defectos. Lucha de clases soterrada y cruel, que a veces sale a la superficie, en este caso en forma de huelga y la lucha se hace manifiesta y hay que elegir en qu bando estar. 276
Empero, la posible identificacin entre Ariceaga y una de las dos Tolucas no pasa por una visin sectaria, sino que surge de un asunto de perspectiva: lo que se est novelando es la posible vida de los personajes de una de esas Tolucas en choque con la otra. Una es la Toluca oficial, la que aparece en la imagen pblica de la urbe, la de los centros de reunin para privilegiados, la de los peridicos; la otra es la Toluca no oficial, en parte subterrnea por eso, en el inicio de la novela, la gran dificultad para hallar a la bruja, la madrina, pero que es real; la que no aparece en los medios periodsticos sino para su denostacin, como ocurre con la exhibicin de los obreros huelguistas y en particular sus lderes. Por ello, el personaje Martn crea ver, entonces, y le daba miedo de lunes a sbado, una ciudad indiferente y peligrosa, de aire impuro, invadida por las mquinas y los ruidos, acentuada la injusticia, Toluca de siete cerros 277 acosada ya no slo por la incomunicacin de cada una de sus vecindades, sino la soledad de cada ciudadano luchando a empujones por la vida y el pan nuestro de cada da, entre la multitud de
276 Idem. 277 Imagen registrada en la literatura mexiquense desde el texto Trazo de Roberto Fernndez Iglesias, en el que se compara a la capital mexiquense con Roma, por contar ambas urbes con igual nmero de cerros, en Recits, Toluca, Casa de la Cultura, 1973, pp. 46-47. 157
soledades, en una lucha abierta, inconciliable, de clases, colores de piel, costumbres y maneras de vestir. Y en su mente estaba ese rejuego de conceptos intudos, contemplaciones de caracteres de ciudadanos distintos uno del otro, tan hijos de esta ciudad, entonces, como l mismo, y que sin embargo tenan, los unos, mayores posibilidades de disfrutar la libertad y los derechos, los bienes y los servicios, que los otros; pocos los unos, muchos los dems (pp. 39-40).
Se trata, pues, de una misma ciudad, aunque sujeta a los efectos de una invasin a cargo de los poderes externos que buscan aduearse de su riqueza, y que para ello acentuarn la injusticia que ya prevaleca en el estado anterior de las cosas. Esto se comprender mejor con la voz inicial del segmento 13 de la novela, que ampla la visin del relato y pone nfasis en un aspecto de identidad que no abarcara nicamente a Toluca, sino que expondra un fenmeno ms general, relacionado con todo el Estado de Mxico: Pero de dnde habamos llegado? De todos los alrededores, de todos los Estados [sic], de todas las provincias, de todos los pueblos, de todas las razas, de todo el mundo. Nahoas errantes que vislumbraron la ciudad tributo al Seor Dormido; aztecas despurificados, mazahuas y otomes predominantes, tarascos que vieron la Teresona, madrina, la elefanta colosal; Tlacotepec, el cerro de los peleoneros; el Tololoche, de los adoradores del dios Tolo, Tolotzin; matlatzincas que se dispersaron por el Cerro de las Manitas, donde siempre, las mismas flores minsculas, milenarias, en forma de manos rojas, uadas, lo han curado todo con sus prodigios digitales, el Cporo y Coatepec, el Calvario o ermita de Oviedo, las protuberancias, Josefina, que despus vimos nosotros, que han visto muchas generaciones de mestizos y advenedizos, y que habrn de ver los siglos por venir. Los naturales fueron desapareciendo: indgenas de paso que de tanto pasar se rezagaron para que otros pasaran por encima de ellos. La Colonia nos hizo trabajadores del maz y extractores de metales. En tiempos muy remotos haba oro y abundaba la plata. Se los llevaron. Qu riqueza sirvi de imn para el arribo de los invasores? Los prfugos del porfiriato se asentaron en Toluca y se hicieron hacendados, gente de abolengo que levant haciendas para deslumbrar a las chozas: San Juan de la Cruz, la Gavia, Canaleja, Barbabosa los toluqueos todo el tiempo tuvieron capataces y fueron siervos de seores de fuera. Ah tena usted a mster Cartwright. Siervos de colonizadores e invasores, y dgame de uno solo que se llame Juan Capuln o Pedro Tejocote. Mara Toloache. Siervos de traidores hijos de la Malinche. Mesoneros y panaderos espaoles, restauranteros chinos, mercachifles judos, franceses y libaneses, empresarios gringos y alemanes que iniciaron el despunte industrial. Los que hicieron de Toluca la ciudad de nadie, botn de pocos. De todos los puntos cardinales llegamos a quedarnos (pp. 79-80).
El prrafo anterior se encuentra pletrico de elementos alusivos a una posible toluqueidad, en un repaso sucinto pero sumamente ilustrativo sobre las etapas histricas, desde el tiempo prehispnico, por las que ha pasado la ciudad pero no solamente ella, sino la propia entidad federativa de la que es capital. Sin embargo, hago nfasis en la pregunta inicial de esta cita as como en su respuesta acerca 158
del origen de los habitantes de la regin. Reitero mi consideracin de que no se tratara solamente de Toluca, sino de todo el Estado de Mxico, territorio destinado a recibir pobladores provenientes de todas partes del pas. No habra, pues, la idea de una toluqueidad en estado puro, sino que ella misma es resultado de toda clase de orgenes mezclados. Por ello hay que insistir en una frase del relato: De todos los puntos cardinales llegamos a quedarnos. Sobresalen, asimismo, las referencias al origen ancestral de quienes han vivido en el Estado de Mxico, con un significado adicional; de entre los grupos prehispnicos aludidos, separara uno: el de los aztecas, es decir, el de los representantes del poder central hegemnico que ha regido al pas. Son, en esta parte de la novela, aztecas despurificados, pero aztecas al fin, es decir, elementos extraos. No era, por lo mismo, gratuita la referencia a las tierras que vio Axaycatl, el emperador azteca que acometi la invasin al Matlatzinco, citado no como uno de los posibles smbolos de una mexicanidad general, sino como representante del pueblo que someti a los matlatzincas y otomes predominantes en la regin. Es decir, matlatzincas y otomes representaran, desde una perspectiva cultural, al elemento mexiquense, contrastado con el elemento azteca, esto es, el que representara a la capital, a la ciudad de Mxico. 278
Hay una lgica en el nfasis de Ariceaga por partir de un universo toluqueo, aunque esto ocurra sin que se pierda de vista que Toluca pertenece a una realidad ms global, la del propio Estado de Mxico, que como tal es citado en tres ocasiones dentro de la novela. La primera, cuando se presenta el personaje de mster Cartwright como parte del flujo de extranjeros que haban llegado a la ciudad, 279 los cuales haban establecido relaciones y alianzas con los sectores burgueses locales, como los comerciantes, los leones, los rotarios y los jerarcas eclesisticos del Estado que ya desde entonces llevaba por nombre el de la patria toda (p. 51).
278 Anticipo que esta recuperacin del elemento tnico matlatzinca sobre todo, y del otom, es una constante seguida tambin por narradores posteriores, como Eduardo Osorio y Marco Aurelio Chvez Maya. Con una intencin similar a la de Ariceaga, se repetir en ellos el nombre del tlatoani mexica Axaycatl. 279 En la novela se hace patente la tendencia comn de llamar gringos a todos los extranjeros, como ocurre cuando la mesera alcohlica Lzara tiene un frustrado encuentro ntimo con mster Cartwright y ste le aclara que l es ingls, pero la mujer insiste en decirle gringo (p. 57). 159
La segunda referencia se da en medio de la descripcin de las duras condiciones laborales en la industria mexiquense de los aos cincuenta: los bajos salarios, la excesiva jornada de trabajo de nueve la maana a ocho de la noche, de lunes a sbado, y el control excesivo de capataces y patrones sobre los obreros. Dice el narrador que Por entonces haba veinticinco fbricas similares en el Estado de Mxico, una de ellas en Toluca, que era productora de lana y artisela, distribuidora de una serie de tiendas de telas alineadas frente al mercado 16 de septiembre; en particular esta fbrica, gracias a las relaciones de su dueo, distribua parte de su produccin a la ciudad de Mxico, a otras ciudades de la repblica, a los Estados Unidos y algunos pases europeos (p. 95). La tercera mencin aparece luego del recuento de los apoyos que reciben los obreros en huelga por parte de representantes de su clase: vendedores de flores, tabacaleros, los electricistas del SME, repartidores de refrescos, trabajadores de fbricas locales, boleros y, entre otros ms, los profesores estatales (maestros al servicio del Estado de Mxico, clara alusin al SMSEM, sindicato que agrupa todava a la inmensa mayora de los profesores del sistema pblico estatal no federalizado, p. 115); en contraparte, se exhibe a la corriente de opinin burguesa que alimenta el rechazo al movimiento huelgustico, opuesta a las fuerzas destructivas de unos cuantos anarquistas, comunistoides, instigadores del mal, bolcheviques criollos abocados a subvertir la estabilidad y las buenas costumbres de la ciudad capital del Estado-que-lleva-por-nombre-el-de-la-patria- toda (p. 116). El segmento 18 es uno de los ms importantes de la novela, pues en l Ariceaga concede el mximo relieve a smbolos y personajes prehispnicos, en una articulacin con los orgenes ms remotos de la formacin histrica y poltica del Estado de Mxico y de la propia Toluca. Tal intencin puede notarse cuando, luego de la salida de la madrina a Calixtlahuaca, 280 donde va a atender a una anciana otom, la voz narrativa afirma: Nadie como usted, conoca nuestra historia, profesor Sarancho. Para rescatarla y conservarla y trasmitirla a cuntas generaciones? Usted se fue a los orgenes: subi a los teocalis. La piedra de los sacrificios, esta pirmide redonda, la casa de los dioses. Usted sinti ese viento en la cspide cuando las piedras no se haban reconstruido, una por una, hasta lograr la redondez increble de ese lugar observatorio, lugar asiento de la cultura matlatzinca. Por aqu pas Axaycatl y
280 La seleccin de esta localidad no es casual, pues se trata de un sitio donde, a la fecha, se conserva la zona arqueolgica ms relevante del pasado prehispnico en el municipio de Toluca. 160
pasaron los toltecas, vinieron despus las huestes de Sandoval. Y pas el tiempo. La casa de Quetzalcatl, donde se cuenta que hubo una campana cautivadora de las almas matlatzincas. Esa, nuestra cultura, profesor, perdindose entre todo lo que nos lleg de Francia, durante Daz, y lo que viene de Estados Unidos para inducirnos otros modos de vida, ajenos, de cosmopolitismos pueriles. Cuntos aos hace que nuestra cultura se integr? Cundo volver a desintegrarse? (p. 112).
Atindase en particular a las preguntas con que se cierra esta cita: ellas remiten a una conviccin y una duda que ms tarde volver a formular Ariceaga en trabajos de otra ndole, en concreto sus recopilaciones antolgicas sobre la literatura del Estado de Mxico. Para Ariceaga, la formacin cultural de esta entidad federativa es ms antigua que la registrada en los niveles poltico y jurdico. Por ello, en la introduccin de su antologa Estado de Mxico. Donde nadie permanece. Poesa y narrativa (1690-1990), los cantares prehispnicos provenientes de Texcoco, Chalco y Teotihuacn son el punto de partida de la literatura hecha en esta entidad. 281
Si bien los reconoce como antecedentes remotos, Ariceaga parte de que tales expresiones prehispnicas son el inicio de la literatura que se ha escrito en el Estado de Mxico, 282 a pesar de que surgieron siglos antes de que sta se conformara como entidad federativa. Del texto seleccionado en Clima templado, en el que se interpela al profesor institutense, se desprende la idea de una cultura originaria del Estado de Mxico, la matlatzinca, relacionada con la influencia nhuatl, en el sentido de que el paso de Axaycatl correspondera a la presencia del centro hegemnico, sin descontar otros factores como la cultura tolteca, el mito de Quetzalcatl, el dominio espaol representado por el conquistador Gonzalo de Sandoval;
281 Op. cit., p. 19. El recorrido de Ariceaga dentro de esta antologa, publicada en 1991 dentro de la coleccin Letras de la Repblica del CNCA, transita adems por el texcocano Fernando de Alva Ixtlilxchitl, pasa por sor Juana Ins de la Cruz tambin dentro del periodo colonial, y en la transicin del periodo independentista incluye a Manuel Gmez Marn. Complementa la nmina de autores del Estado de Mxico que Ariceaga ampla en su segunda antologa, ms extensa, de 1993 con Fernando Orozco y Berra, Joaqun Arcadio Pagaza, Alfonso Fabila Montes de Oca, Octaviano Valds, ngel Mara Garibay, Josu Mirlo, Edmundo Flores, Carmen Rosenzweig, entre otros, hasta cerrar con Roberto Fernndez Iglesias, Carlos Olvera, scar Gonzlez y Flix Surez. 282 Es necesario puntualizar que Ariceaga no lleg al extremo de una apropiacin regional de estos y otros autores con una dimensin que, innegablemente, rebas los lmites de un territorio estatal o municipal, como los casos de sor Juana o de Nezahualcyotl. De la primera subraya, en la antologa de 1991, que Nadie se atrevera hoy a poner en duda que sor Juana Ins de la Cruz es el mximo genio de las letras mexicanas del siglo XVII. (Op. cit., p, 23). Sobre el rey texcocano, en su antologa de 1993, Ariceaga afirma: Todo recuento de poesa mexicana debiera comenzar con Nezahualcyotl (op. cit., tomo I, p. 3). 161
despus, las corrientes afrancesadas y el periodo del porfiriato, hasta llegar, en la fase contempornea, al supuesto cosmopolitismo vinculado con la penetracin cultural estadunidense. Contra los efectos de ese proceso, la voz de este fragmento opone la alusin, ms como certeza que como interrogante, al origen remoto de la integracin de nuestra cultura. No obstante, expresa su inquietud sobre cundo esa cultura volver a desintegrarse. Tal postura se relaciona con una vieja preocupacin externada en repetidas ocasiones por intelectuales mexiquenses, relacionada con las mutilaciones que histricamente fue sufriendo el territorio del Estado de Mxico, percepcin a la que tampoco fue ajeno Alejandro Ariceaga. Para comprobar esto, vase el tono con el que, en su antologa de 1993, se refiere al proceso histrico del pas en la poca de la Independencia: Las primeras dcadas del [siglo] XIX haban sido difciles para el pas y no lo fueron menos para el Estado de Mxico, que sufrir las mutilaciones de su territorio, asonadas y tensiones sociales derivadas de la situacin nacional. 283
Por otro lado, el recuento de los orgenes aparece cuando la madrina viaja al pueblo toluqueo de Calixtlahuaca para atender a una anciana enferma. El relato precisa que La madrina documentaba en esos viajes curatorios (p. 112), lo cual se contrasta con otra manera de tambin documentar los orgenes, la del profesor institutense Saracho, un personaje instalado en una posicin intermedia respecto a las clases que dividan a la sociedad toluquea, cuyas indagaciones en el pasado motivan estas lneas: Qu iba a hacer un hombre como l a las fiestas cortesanas de la aristocracia? Nada: a deslumbrar con la palabra a los seores que slo saben hablar de costos, propiedades, latifundios heredados, raza de bovinos [sic] y vacunos, msica de Chopin y modas europeas. Porque nuestro profesor Sarancho, Martn, conoce nuestra historia por haber andado en sus pginas mirando piedras en Malinalco, en Teotenango y Teotihuacan, interpretando cdices, leyendo las palabras del huhuetl, cantndole a una raza desaparecida, cuyos vestigios caminan
283 Op. cit., tomo II, pp. 7-8. En ese mismo trabajo antolgico, Ariceaga ofrece un recuento de las modificaciones territoriales sufridas por la entidad a lo largo de su historia: Slo recordemos que la geografa de esta entonces intendencia tambin era ms extensa: abarcaba a los hoy Estados de Guerrero, Morelos, Quertaro, Hidalgo y el Distrito Federal. En 1823 se erige la Provincia de Quertaro; el Estado de Mxico en 1824, cuando el Distrito Federal pasa a ser capital de la Repblica; aquel busca el asiento de su capital en Texcoco, hasta depositarlo en Tlalpan en 1830; en los aos siguientes, habrn de segregarse Guerrero, Tlalpan, Tlaxcala, Hidalgo y Morelos del ya no tan extenso Estado de Mxico. (Ibid., tomo I, p. 25). 162
extravindose por las calles de una ciudad agnica que se abre a lo que llamaron progreso y result la muerte de este valle, estos cerros, estas minas para deleite de turistas, clic, la foto del recuerdo (p. 113).
Atendiendo al prrafo anterior, habra una gran diferencia entre Sarancho el profesor y la madrina: l domina la historia de lo que ya se ha ido, de lo que slo restan vestigios; ella mantiene un contacto ancestral con una realidad que contina viva, y sobre la que puede dar un testimonio que se acrecentar. El segmento 18 de la novela refleja la consumacin del cambio registrado en la identidad estatal, que quedaba, empero, ya construida. Con un tono bblico, comienza con la descripcin de una serie de plagas que se extiende por la ciudad: primero las moscas, luego las ratas y despus unos gusanos antropfagos; deja de trabajar, por fin, la fbrica textil. Es el da en que nace el hijo de Josefina y el obrero Francisco el Pancho (era el primer nio que llegaba al casern [la vecindad] siendo nio, por lo menos en los ltimos cincuenta aos, p. 110). Es el caos, y dentro de l, ninguno de aquellos seres hermticos percibi que por primera vez en mucho tiempo, y ms, por primera vez en la vida, le diriga la palabra al prjimo. Entonces, comulgando experiencias dispares, todos llamaron a todos por sus nombres, empezaron a rescatar la memoria de la cuadra y relataron incidentes pasados que parecan estar en el olvido (p. 110).
Es claro que en ese momento aparece una identidad basada en la aplicacin de la memoria colectiva para oponerse al olvido. Se cierra, adems, un debate implcito en la narracin: el registrado entre una nocin de pasado y otra de modernidad, unidos a pesar de la certeza de que el primero est pronto a agotarse; en un breve lapso va a clausurarse no sin antes haber dejado establecida su presencia en el proceso de transformacin de la sociedad mexiquense. Esto hay que entenderlo a partir de la accin emprendida por la madrina, que desaparece luego de su viaje a Calixtlahuaca. Acude a esa poblacin para curar a una anciana indgena cuya pobreza le impeda conseguir penicilina: prodigio de la guerra, como el nylon, otra sustancia que cambiara la cara de este siglo XX (p. 113). Pero a estos smbolos contundentes de modernidad, la penicilina y el nylon, se opone lo que llevaba la madrina en su carga de curandera: su herbario, sus lquidos y sus aceites. Y eso s era la mejor herencia de nuestra gente a travs de los siglos (Idem). 163
A las dos maneras de encarar el pasado la cientfica del profesor Sarancho y la mgica-tradicional de la madrina se suma una tercera, a punto de extinguirse: la de la anciana, presentada de esta forma: Aquella anciana slo tena una pelcula de piel sobre los huesos. Nada de carnes. Desdentada, no miraba a la madrina, dispuesta a prolongarle la vida por una temporada ms; vea hacia el pasado, hacia las ruinas de aquella poblacin ubicada a espaldas de la ciudad, atrs del Cerro de las Manitas, ms all del Tololoche y el Cerro de Miltepec, adonde la madrina sola acudir para reforzar sus poderes curativos una vez al ao, cada vez que una anciana moribunda se aferraba a la vida aunque slo fuera por unas semanas, mientras haca los preparativos para el ltimo viaje (p. 114).
El profesor Sarancho y la anciana otom representan dos extremos culturales y, singularmente, la madrina se coloca en una posicin de intermediaria entre ambos mundos, aunque se halla ms cercana al de la mujer indgena. Esta interpretacin sobre los orgenes de una identidad estatal con races aejas es la que se hace patente en Clima templado, aunque sujeta a una creciente transformacin producto de las variadas proveniencias de sus habitantes, en una realidad que rebasa las vidas de Sarancho, la anciana y la madrina. Se reconoce tambin el peso de las influencias no slo culturales, sino polticas el centralismo simbolizado con las referencias al rey azteca Axaycatl, econmicas la invasin de capitales externos y sociales la separacin profundizada entre las dos Tolucas (lo que es decir dos posibles Estados de Mxico). Esta visin de identidad discurre desde Toluca, por su portal que es Nuestro Portal. Nuestro centro (p. 82); sin embargo, no es el de la ciudad un espacio cerrado, sino uno por el que transita Gente de bien y de mal, como en todos lados. Gente comn que nos vea pasar mientras silbaba el tren y el Dios del Viento sacuda los fantasmas [simbolizados con la lluvia de copos textiles que desechaba a diario la fbrica]. Aqu se incub de todo, como lo vimos entonces (p. 82). La novela no se queda en una perspectiva onflica, pues esta ltima posibilidad es enumerada dentro de una serie de defectos que haban lastrado la historia especfica de Toluca, de acuerdo con la voz final la de Martn en el ya citado segmento 13: en ese cierre se hace alusin, en calidad de lacras, a enfermedades como la poliomielitis, el tifo y el paludismo, aparejados con fenmenos de atraso social como el analfabetismo y el alcoholismo; a la 164
ostentacin de las familias aristocrticas, al saqueo arqueolgico, as como a la explotacin de los ms por los menos, a las ganas de sentirse el ombligo del universo, la mojigatera, las solteronas beatas, el machismo, el maldormir (p. 84). Postulara que Alejandro Ariceaga parti de su propia experiencia y de sus preocupaciones particulares, al considerar, por ejemplo, que La historia tambin eran los barrios de Toluca, as como que lo que estaba en medio era la historia particular de cada quien, de cada casa, madrina; de cada uno de los setenta y cinco mil habitantes de cama fija. Cada cual tena su historia. Como nosotros la tuvimos. (p. 82). Por eso Clima templado coloca a Toluca, la ciudad capital del Estado de Mxico, en un momento especfico de la historia: el de la modernizacin del pas a travs de un proceso de industrializacin de consecuencias complejas, que no slo se reflejaron en una confrontacin entre clases determinadas obreros y patrones, sino que abarcaron a todo un entorno citadino, toluqueo, pero tambin regional, de dimensiones estatales.
Es oportuno acudir a Octavio Paz para interpretar la propuesta de Alejandro Ariceaga, cuando ste establece una relacin con los mitos y smbolos del pasado prehispnico para ilustrar el tema de la identidad segn aparece en Clima templado. En su conocido texto Los hijos de la Malinche, Paz escribi: Nuestro grito es una expresin de la voluntad mexicana de vivir cerrados al exterior, s, pero sobre todo cerrados frente al pasado. En ese grito condenamos nuestro origen y renegamos de nuestro hibridismo. La extraa permanencia de Corts y de la Malinche en la imaginacin y en la sensibilidad de los mexicanos actuales revela que son algo ms que figuras histricas: son smbolos de un conflicto secreto, que an no hemos resuelto. Al repudiar a la Malinche Eva mexicana, segn la representa Jos Clemente Orozco en su mural de la Escuela Nacional Preparatoria el mexicano rompe sus ligas con el pasado, reniega de su origen y se adentra solo en la vida histrica. 284
Ariceaga plantea lo contrario de la actitud que describe Paz: una identificacin con el pasado, un no renegar del origen. Por ello el peso especfico que tiene en su mundo novelstico la figura de la madrina, de la oora, a la que podramos ver como la nueva Malinche en el sentido paciano; ella es el gozne para redescubrir los lazos con un pasado que ah est, superviviente en los modos de vida de los
284 El laberinto de la soledad, 3 ed.-16 reimp., Mxico, FCE, 1987 (Coleccin Popular N 107), p. 78. 165
personajes de Clima templado. Y no slo ella, sino la anciana de Calixtlahuaca y, sobre todo, Isabel, porque sta es joven y se convierte en la sucesora de la madrina. En contraparte, se puede aplicar la idea de Paz sobre la cerrazn al exterior, aunque en la historia que se cuenta en Clima templado hay un tono de registro de cambios que no pueden ser ya revertidos. No es Corts el nico invasor, porque quienes han irrumpido en el territorio mexiquense son, adems de los grandes capitalistas nacionales y extranjeros, los grupos humanos que dejaron sus lejanos lugares de origen para asentarse en una nueva realidad, un nuevo Estado de Mxico. La alusin a los elementos culturales de raigambre prehispnica tambin se puede interpretar con la crtica de Paz al tradicional punto de vista que habla de una Mesoamrica como un rea histrica uniforme, determinada por la preferencia constante de ciertos elementos comunes a todas las culturas del rea, como el cultivo del maz, el calendario ritual, el juego de pelota, los sacrificios humanos o los mitos solares. El problema es que tal modelo olvida la originalidad de cada cultura local. La semejanza que se observa entre las concepciones religiosas, polticas y mticas de los pueblos indoeuropeos, por ejemplo, no niega la originalidad de cada uno de ellos. De todos modos, y ms all de la originalidad particular de cada cultura, es evidente que todas ellas, decadentes o debilitadas, estaban a punto de ser absorbidas por el Imperio azteca, heredero de las civilizaciones de la Meseta. 285
Aunque seguramente era conocedor de la obra de Paz evidencia de lo cual es el primer epgrafe de Clima templado, Alejandro Ariceaga aplic su intuicin literaria para incluir en su novela los elementos culturales citados, con una intencin anloga a la sealada por el Nobel: la del Estado de Mxico, aunque parte de una cultura nacional, es, a su vez, peculiar. Hay antecedentes de este propsito en la propia narrativa ariceagueana previa a la novela. El caso ms claro sera su cuento La cra debe nacer, con el que se inicia el breve volumen La identidad secreta del camalen antiguo, de 1980. En esta narracin mtica, los matlatzincas de Tolocan son acongojados por graves reacciones de la naturaleza, que cimbran el suelo de su valle. Sus sacrificios resultan intiles para recobrar la calma hasta que descubren a una
285 Ibid., p. 83. 166
elefanta agonizante y parturienta a la que no pueden, empero, matar. El tremendo animal por fin muere, solitario, pero Llegaron das en que a nadie le import contemplar al poniente de Tolocan el cuerpo ya sin vida, de aquel animal como dormido que se fue petrificando poco a poco. Le empezaron a crecer rboles a los costados y en la trompa. Y entonces volvi la paz. Muchos construyeron sus casas sobre ese vientre y ese lomo, sobre esa cabeza y esa trompa enormes que todava conservan su calor. Ha pasado mucho tiempo. Tolocan ha cambiado. Y an en estos tiempos, se presume que aquella hembra, llamada Teresona, habr de sacudirse su sueo de siglos. Entonces se levantar majestuosa para dejar salir de sus entraas a su cra. Porque debe cumplirse la ley de la naturaleza. 286
En suma, hay una lnea en la obra de Ariceaga que abarca esta asuncin de orgenes remotos, mticos, para ilustrar las caractersticas de una regin con races singulares y, a la vez, comunes dentro de un sustrato cultural ms extenso. Ariceaga no rechaza, en ese marco, que el Estado de Mxico forme parte de un conjunto nacional, pues subraya que se trata de una regin a la cual permanentemente arriban personas provenientes de todos los rincones de la nacin. Pero a una real homogeneidad nacional despus de todo, el proceso de industrializacin descrito en la novela no es privativo de determinados municipios mexiquenses opone una particularidad: la de los modos propios de la vida en Toluca, en el Estado de Mxico. Aunque esta entidad no es ajena a la influencia y dominio emanados del centro poltico del pas, no deja de contener una cultura local, como se muestra en Clima templado. Empero, no hay una postura de defensa mecnica de tal cultura, puesto que se reconoce explcitamente la permanente llegada de personas provenientes de todo el pas. El problema de la invasin al estado no lo provocan tales flujos de inmigrantes sino un sector determinado: el de los capitalistas, el de las grandes empresas nacionales y extranjeras. La novela asume la profundidad del cambio registrado en la regin, de tal magnitud que incluso termina modificando el clima, Los hechos narrados transcurren en medio de una cancula prolongada, un largo periodo de siete meses de anmalo calor en una ciudad considerada la urbe ms fra del pas. Toluca, recuerda la voz narrativa al final del segmento 15, no era ciudad que retuviera el calor por mucho tiempo, caracterstica que se cumple cuando se presenta una breve temporada de lluvias, til para lavar las calles citadinas y las
286 La identidad secreta del camalen antiguo, Toluca, Al Yunque, 1980, p. 7. 167
carreteras que llegaban de las ciudades de Mxico, Morelia, Ixtapan de la Sal y Quertaro, idea alusiva a las permanentes migraciones externas e interiores. En el ao de esta historia, pues, no lleg la temporada de fros como acostumbraba llegar, de la noche a la maana; lleg antes un visitante inusitado que habra de quedarse por mucho tiempo: un clima ni fro ni caliente, sin ventiscas provenientes del nevado ni de la sierra ni del valle, sin lluvias torrenciales ni lloviznas ni granizadas, sin calorones ni sequas prolongadas; un clima templado que propici inmejorables cosechas de maz, hizo florecer las plantas de la altiplanicie, y le dio a las mejillas de la gente un color rosado, como de recin nacido: nalgas, nalguitas, nalguitas de beb (p. 96).
La escritura de Ariceaga no se presenta como un lamento sino como un reconocimiento del cambio ocurrido en esta regin simblica y, al mismo tiempo, de concreta raigambre matlatzinca. La conclusin es, por supuesto, irnica: en medio de un raudo proceso de industrializacin, se da un repentino florecimiento en el cultivo del grano ms caracterstico de la zona, desde los tiempos prehispnicos. Pero el nuevo clima, que habra de permanecer por mucho tiempo, ese equilibro aparente entre fro y calor, iba a dar un efecto artificial a las mejillas de la gente, descrito, como se vio, con la tan ariceagueana imagen con que finaliza el citado segmento de la novela.
4.2 EDUARDO OSORIO, IDENTIDAD POR CONTRASTE
Participante en varios de los principales proyectos culturales y literarios desarrollados en el Estado de Mxico en las dcadas recientes, como el suplemento cultural Vitral, el grupo Al Yunque y el Centro Toluqueo de Escritores, CTE (del cual fue el segundo presidente y quien logr la conversin del organismo municipal en asociacin civil), Eduardo Osorio destaca como uno de los autores ms persistentes del sistema literario mexiquense, con una obra diversa que abarca ms de un gnero: poesa, prosa potica, ensayo, cuento y novela. Nacido en Toluca en 1958, antes de alcanzar la mayora de edad se inici en esta ciudad en el oficio periodstico, como reportero, y en esta condicin emigr a principios de los aos ochenta a Chihuahua, fue premiado por la Asociacin Estatal de Periodistas Chihuahuenses, en 1982. De regreso al Valle 168
de Toluca, public en 1986 su primer libro, Cuentos breves para suicidas y enamorados; ese mismo ao fue uno de los integrantes de la cuarta generacin de becarios del CTE, por su novela Club Obrero. Fantsticas nocturnidades en Chihuahua (publicada en 1987). Gan tambin la beca del CTE en 1990, con su libro de ensayo Batalla por el eco, y en 1995 con El patio de mi casa, de poesa. Entre sus libros destacan Alegras (1992), Pido (1993), Bromas para mi padre (1995, quizs su obra ms conocida, con tres ediciones hasta la fecha), los cuentos de Historias megalopolitanas (1995), y la novela El Enigma Carmen (Dilogos para su Rquiem), de 2008. Para efectos del presente trabajo eleg analizar El ao que se coronaron los diablos, obra publicada en 1990, con la que Eduardo Osorio gan el Premio Nacional de Novela Ignacio Manuel Altamirano, convocado un ao antes por el Instituto Mexiquense de Cultura (IMC). Esta seleccin obedece a que en dicho texto se ponen en relieve elementos vinculados con el tema de la identidad estatal. Si bien el tratamiento es distinto al de, por ejemplo, Alejandro Ariceaga en Clima templado, o al de Mauricia Moreno en La tahona, hay entre las tres novelas una profunda coincidencia en la crtica al modo en que se impuls la modernizacin del Estado de Mxico, va su industrializacin. Cabe puntualizar adems que la visin sobre dicho proceso y sus secuelas en los mbitos econmico y social en el Estado de Mxico es, en las tres novelas, negativo. Hay que referirse inicialmente a la estructura del texto, compuesto por once segmentos como once son los jugadores de un equipo de futbol, dedicados a cinco vertientes: una alegrica, en la que discurren las formas de confrontacin y el antagonismo entre los grupos humanos; la segunda es la que representa la principal lnea narrativa de la novela, con la reconstruccin de la agona de un obrero michoacano-toluqueo, Jess-Caballito Blanco, que encarna a un moderno Jesucristo, con todo y apstoles. La tercera vertiente es la relacionada con personajes del mbito capitalino, vinculados tambin por su condicin de aficionados al futbol, historia rematada con los hechos trgicos ocurridos en mayo de 1985 en el tnel 29 del estadio de Ciudad Universitaria, donde una avalancha humana provoc varios muertos y decenas de heridos durante una final de campeonato Pumas-Amrica. 169
La cuarta vertiente narra la vida de un futbolista que no logra triunfar profesionalmente debido a su participacin en el movimiento de sindicalizacin que varios jugadores intentaron promover a finales de los aos sesenta. La quinta vertiente presenta el recuerdo de un nio, el Gordo, sobre la conflictiva relacin con su padre, siguiendo como leit motiv el nexo, no necesariamente cohesionador, del futbol. Un primer grupo de textos, los de intencin alegrica, lo conforman los segmentos primero, cuarto, sptimo y dcimo. La agona de Jess-Caballito Blanco se desarrolla en los segmentos segundo, quinto, octavio y dcimo primero. El tema capitalino, corresponde al tercer segmento; la vida del jugador sindicalista, se ubica en el sexto segmento, y el recuerdo infantil se presenta en el noveno segmento. En Eduardo Osorio, la novela como crtica social, texto perteneciente a su libro de ensayos sobre el gnero novelstico en el Valle de Toluca, el ya citado Luis Miguel Vargas reconoce tambin la estructura de la novela de Osorio, aunque slo se refiere a tres elementos que se van alternando: primero, los de tipo potico-antropolgico, que corresponden a lo que yo clasifico como alegrico, vinculado con una interpretacin sobre el futbol; segundo, los relatos donde el futbol es el personaje, que para m son las historias sobre los aficionados capitalinos, el jugador sindicalista y los nios toluqueos; y, en tercer lugar, la historia de Jess-Caballito Blanco, donde Osorio establece el paralelismo con la pasin y muerte de Cristo, mientras que, en cuanto a su sucesin rtmica, Vargas propone el siguiente esquema: a-c-b-a-c-b-a-c-b-a-c. 287
Si bien hay similitud en la identificacin que hace Vargas respecto a la estructura de la novela, me parece ms adecuado el anlisis de las cinco vertientes planteadas pues, no obstante la innegable coincidencia en los segmentos potico-alegricos sobre el futbol y la agona de Jess-Caballito Blanco, los otros tres segmentos son muy distintos entre s, estn vinculados por el hilo conductor de la aficin futbolstica, pero tienen personajes, tiempos y circunstancias por entero diferentes. Propongo el siguiente esquema para visualizar la estructura de la novela: 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11
287 Op. cit., p. 44. 170
Al CB T 29 Al CB JS Al CB RI Al CB pp. 3-4 pp. 5-15 pp. 16-32 pp. 33-34 pp. 35-45 pp. 46-61 pp. 62-63 pp. 64-74 pp. 75-95 p. 96 pp. 97- 104
Este esquema permite ver que la construccin evidentemente fragmentaria de la novela no es casual ni gratuita, sino que es parte de la intencin esttica de Eduardo Osorio. As se registra en el segmento dedicado al jugador sindicalista, cuando la voz narrativa, al contar a un periodista una confidencia sobre el frustrado futbolista, le aclara: Yo lo supe, te digo, porque me gusta reconstruir historias fragmentarias (p. 59.) Es decir, se propone al lector el armado de un rompecabezas con piezas de distinto tipo, que ya unidas logran la visin de conjunto de las historias narradas o, sobre todo en la parte alegrica, esbozadas. La vertiente alegrica es atemporal; la del Tnel 29 se remite a un hecho real sucedido en 1985 y la del jugador fracasado transcurre en los aos setenta. En cambio, las de Caballo Blanco y del nio toluqueo s se refieren de manera directa a una fecha: el 2 de noviembre de 1966, cuando, de acuerdo con la novela, los Diablos del Club Deportivo Toluca ganaron su primer campeonato en la primera divisin del futbol profesional en Mxico. Hay en esta fecha un equvoco que entiendo totalmente voluntario por parte de Eduardo Osorio, en el sentido de que ajust un hecho concreto a los intereses de su narracin. En realidad, los Diablos consiguieron su primer campeonato el 19 de febrero de 1967, esto es, casi cuatro meses despus de la fecha referida en la novela. Tal detalle permite comprobar que en esta obra no haba una intencin de reconstruir una historia o de hacer la crnica sobre un momento de gloria deportiva, sino que, en todo caso, Osorio pretendi,, desde la ficcin, interpretar el proceso contemporneo de modernizacin del Estado de Mxico y del pas, a lo que se acomodaba mejor una fecha simblica dentro de la tradicin cultural y religiosa nacional, como las conmemoraciones del Da de Muertos, donde se ubica la ancdota central, la del Caballito Blanco. En la novela se violenta la fecha de un hecho concreto y documentado, al que se le extrae su simbolismo religioso-cultural, pero no se tergiversa lo que, en 171
efecto, sucedi. La versin de Osorio recuerda que los Diablos obtuvieron el campeonato en un partido contra el Necaxa, con dos goles anotados por el toluqueo Juan Dosal, aunque esto ocurri realmente meses despus del registro ofrecido en El ao que se coronaron los Diablos. En esa poca no existan propiamente lo que hoy conocemos como finales de campeonato, sino que se coronaba el equipo que obtena el mayor nmero de puntos, a la manera en que contina funcionando la liga espaola. En el caso de la temporada 1966-1967 en Mxico, la incgnita sobre quin iba a ser el campen se mantuvo hasta la ltima fecha, pues tuvieron que combinarse un empate entre el Nuevo Len y el Amrica que por un solo punto de diferencia termin como subcampen de la temporada, que adems tena una duracin anual y no semestral como en la actualidad y la victoria del Toluca sobre el Necaxa, para que el equipo del Estado de Mxico se convirtiera en campen de liga. 288
La aparente arbitrariedad en la determinacin de la fecha denota que el elemento futbolstico queda subordinado a los elementos literarios, no histricos, que se muestran en los distintos segmentos de esta novela fragmentaria, particularmente en aquellos que giran alrededor del Da de Muertos de 1966.
Es necesario insistir en que, a pesar del posible contenido que se anuncia desde el ttulo de la novela, su centro no es el futbol o su exposicin como actividad social que llevara a recuperar un cuadro costumbrista sobre tradiciones colectivas ya idas. Ms bien, las referencias al futbol son un pretexto para incursionar en otras realidades humanas: la confrontacin entre individuos, la industrializacin, la condicin de la clase obrera, la transformacin de la ciudad, la etapa de la niez y otros. Aunque funcione como hilo conductor, el futbol se muestra de una manera lateral, no central, dentro de la narracin. Atribuyo mayor importancia al tema de la identidad de los personajes, de un modo que abarca no slo al aspecto estatal, como en el caso ya analizado de Ariceaga, sino que se ampla a otros mbitos e intenciones, como la bsqueda de tal identidad, aspecto que tratar en seguida yendo de los segmentos menos relacionados con l a aquellos donde es el tema primordial.
288 Juan Cid y Mulet, Historia del Club Deportivo Toluca, Mxico, Costa-Amic Editores, 1977, p. 150. 172
As, aun el relato ms aislado del contorno toluqueo o mexiquense, el de Luis, el jugador sindicalista, no resulta ajeno al tema. Este personaje, originario de Jalisco, termina padeciendo todo tipo de avatares vinculados con su oficio, lo que incluye el ir a jugar precariamente contratado a un equipo de Guatemala, pas de donde regresa luego de sufrir un atentado; a lo anterior se suma su fugaz militancia en el copado movimiento sindicalista en el futbol nacional, suceso que lo conduce a su gradual decadencia deportiva. Aunque su origen es claro, Luis es parte de una dispora familiar (sus dos hermanos mayores se fueron de braceros a California, su madre regresa al municipio jalisciense de Tamazula para vivir con un antiguo novio, y el jugador se reencuentra con su padre, don Jess El Indio, en el Distrito Federal). La voz narrativa es, asimismo, la de un joven hijo de un panadero espaol llegado a Mxico en calidad de exiliado luego de la Guerra Civil. En este apartado sobresale una referencia a los cambios ocurridos no slo en la regin centro sino en todo el pas: Eran tiempos de transformacin y nuestros padres no lo vean. Por eso no nos prepararon ante lo que se vena. No me refiero slo a los cambios fsicos en las grandes ciudades: la cada de casas antiguas en Chihuahua, como nos contaba hace rato El Norteo; o la desaparicin del centro citadino en Toluca, como dices, o el surgimiento de edificios agringados en Monterrey o Tijuana. Aqu mismo en Mxico [DF] puedo contarte muchas cosas; porque te hablo de antes del Metro, de la zona rosa y de mil remodelaciones. A nosotros los nios nos quitaron el pasado de adobes, madera y cantera, para colocarnos de pronto en el torbellino de un futuro que nadie nos anticip (p. 50).
El registro de los cambios derivados de una nueva modernidad en la segunda mitad del siglo XX abarca una dinmica nacional. Se trata de un proceso de despojo de un pasado hecho con elementos tradicionales, que devino una nueva circunstancia de confusin acelerada (la imagen del futuro como torbellino). Eduardo Osorio ofrece un panorama ms general sobre las transformaciones urbanas y sociales de las dcadas de los cincuenta y sesenta, cuya ambientacin se extiende al resto del pas, como percibi el mismo Alejandro Ariceaga en la presentacin que firma en la cuarta de forros de El ao que se coronaron los diablos. 289
289 En su breve texto Ariceaga asegura que esta obra es un homenaje al futbol, a la ciudad de Toluca, al pueblo mexicano y al lenguaje popular, postura que, considero, limita la lectura de la novela de Osorio. 173
En contraste, el segmento ms toluqueo es el noveno que, aunque imbricado con el momento de gloria deportiva (la obtencin del primer campeonato de futbol por parte de los Diablos Rojos), pone mayor nfasis en la conflictiva relacin entre el personaje-voz narrativa en primera persona, el nio identificado como el Gordo, con su tirnico padre. La asuncin de una identidad toluquea se muestra con referencias a barrios citadinos o a elementos gastronmicos como la cecina de Toluca que, ser por la costumbre, nunca ms la he visto tan negra y tan bonita como en esos mercados antiguos que el crecimiento industrial derrumb de un da para otro. (pp. 92-93), lo mismo que cuando se describe la fiesta alrededor del partido final: Por la calle, la voz del Rpido Esquivel. -El partido va a comenzar; hay un lleno a reventar en el estadio de la Bombonera. La capital del estado de Mxico se ha cubierto con sus mejores joyas para este encuentro que, como todos los aficionados, esperamos que termine con un resultado favorable al equipo de casa. (p. 93). Luego el mismo locutor dice: Salud, con Corona, la cerveza de Toluca. O bien, como aqu decimos: salud, con Victoria; porque la Victoria es nuestra (p. 93).
Pero el clmax no tiene que ver con el triunfo del equipo profesional cuando ste ocurre, hay un apagn que impide a la familia del Gordo enterarse del resultado definitivo del partido entre Toluca y Necaxa, sino que se sita en un episodio familiar, cuando el nio y sus hermanos se enfrentan en un improvisado e intrascendente partido callejero a nios de un barrio vecino. En un momento dado, se marca un pnalti que, por orden del padre, deber parar El Gordo, quien anticipa una catstrofe: Perder en casa, era perder lo invicto; nuestra inconsciente virginidad infantil estaba en juego. Y el cuidador del himen familiar y colectivo era yo. Padre: por qu yo? Al encontrar su rostro, vi la expresin ms impresionante que yo recuerde de l. Sent pnico y creo que l sinti mi soledad a media calle. Me gui el ojo (p. 83).
De la cita anterior entresaco una frase que conecta con la ancdota central de la novela: Padre: por qu yo?, elemento tambin proveniente del mito judeo- cristiano seguido paso a paso en la historia de Jess-Caballito Blanco. Por otro lado, de los segmentos dedicados al personaje Caballito Blanco, el primero segundo de la novela est dedicado a presentar su historia, desde sus orgenes; el segundo quinto de la novela es una retrospeccin sobre su etapa toluquea hasta la vspera del partido por el campeonato; el tercer 174
segmento octavo de la novela detalla su agona luego de haber acudido a la coronacin de los Diablos Rojos en el estadio La Bombonera; finalmente, en el cierre de la historia se explica su muerte derivada de una en apariencia gratuita ria con uno de los apstoles de este proletario nazareno, el polica judicial Marcos, quien simboliza a Judas. Caballito Blanco, presentado permanentemente a travs de una narracin en segunda persona, toma su nombre de un elemento de la cultura popular, pues es Como el caballo blanco de Jos Alfredo Jimnez; nada ms que t empezaste en Tijuana, por donde te deportaron, por donde te retacharon una y otra vez por tu mala suerte (p. 6). Originario de Michoacn, por casualidad cae en Toluca luego de haber sido deportado de San Diego, y en esta ciudad se suma a la clase proletaria surgida de la industrializacin del Estado de Mxico. El primero con quien se encuentra es un tal Bautista este aguador, oficio de salida en una ciudad que se modernizaba, representa, evidentemente, a san Juan Bautista, dentro del paralelismo establecido con la vida de Jesucristo, quien lo introduce a su nuevo ambiente: Toluca buen gente, ya habas odo. Sin embargo, estabas tan ciscado, porque te haba ido como te fue, que te mantuviste a la defensiva. Hasta que te trajo al barrio de los Matlatzincas para darte un lugar donde vivir. Te consigui trabajo en una leera y comenzamos a acostumbrarnos a tu fardo cuando ibas hasta Lomas Altas al norte y a las primeras casas de la colonia Granjas, que entonces parecan tan lejanas. Eran colonias de ricos; as lo imaginbamos, pues en muchas de ellas ya tenan bilers slidos, para baarse con agua calientita a cualquier hora (p. 7).
Desde el comienzo de la novela Caballito Blanco modifica su identidad, pues aunque aora la comida michoacana, empieza a hablar con el acento toluqueo: tra a tus amigos para organizarte un hasta luego (pp. 7-8). Prepara una fiesta a Bautista, que va a dejar Toluca para irse temporalmente a Estados Unidos, viaje del que regresar slo para morir decapitado, como el Bautista bblico en un accidente de autobs en Colorines. Ese encuentro es la ocasin propicia para que Jess-Caballito Blanco rena a sus simblicos apstoles, al tiempo que ofrece un cuadro sobre la transformacin que sufre la ciudad de Toluca rumbo a su industrializacin. Selecciono en seguida una cita extensa que refleja los anteriores elementos, pero agrega otros vinculados con una realidad material y social que ya no ver el de por s desarraigado personaje Jess-Caballito Blanco: 175
[Jacobo] Traa arrastrando las palabras porque vena desde La Estacin, con varios tornillos de pulque encima, luego de recibir la carga del tren, de subir otros fardos con rumbo desconocido y dar la bienvenida a cientos de mazahuas y otomes que preferan el ferrocarril a los autobuses Cometa que, a cada rato, desbarrancaban casi cuando estaban por entrar a este pueblo que ya se deca ciudad. Luego vino el otro Jacobo, el Feo, aquel que ya empezaba a trabajar en Hilados y Tejidos, la primera gran industria de Toluca, antes que entraran la Pfizer, General Motors, la Nestl, la Pepsi Cola y tantas que ya no vers pues ests murindote de a poco. T nunca te diste cuenta de esas cosas porque eras como un nio sin pelota en aquellos aos; pero si le decan El Feo era un poco por envidia. Ninguno de nosotros tena entonces la seguridad de un salario como l; ni la garanta del destajo si trabajbamos unas horas ms de lo acostumbrado. Aunque usaba, llevaba, un overol ya desteido, muchas chamacas se apantallaban y le decan que cundo las invitaba a pasear, a tomar un helado o refresco en la Elite, uno de los sitios ms popofs de Toluca desde los tiempos en que unas cadenas en Los Portales impedan el paso al peladaje y, an en estos das que te ven morir, cuando inauguran discotecas, hamburgueseras y cafs en aquellos arcos que ya no sern ms para ti. Por su trabajo, Jacobo el Feo era el nico que posea un radio de transistores. Y lo trajo esa noche, de tan generoso que siempre fue. (Tienes suerte: t que lo estimas tanto, no lo vers sufrir cuando pronto derrumben con picos, gras y motoconformadoras los slidos muros de su fbrica textil; ni cmo vagar desempleado tanto tiempo hasta que por fin lo reubiquen en Lerma y, una noche, ya con su carrito viejo, de luces opacas, se estrelle contra uno de los rboles que adornan esa superautopista que nunca vers concluida [Paseo Tollocan]. Tampoco vers el nuevo Palacio [de Gobierno] que construyen, con su catedral enfrente; como una reminiscencia de los pueblos viejos: el poder divino frente al poder humano y disfrazan su atavismo diciendo que es ciudad grande, como la capital del pas, destruyendo aquello que separa al dios de los sacerdotes y al obispo de los mortales: el jardn, las rosas, un kiosko T no vers la plaza que quedar en ese sitio, como una larga y ancha lpida sobre tu memoria que se pierde (pp. 8-9).
En esta parte, un personaje incidental, Felipe el Clavos, sirve para dejar testimonio del rechazo explcito a la industrializacin de Toluca, pues, dedicado al arreglo ambulante de artculos de cocina como pocillos de peltre, parrillas elctricas y otros, afirma: Ser el ltimo que acepte esclavizarse en una fbrica, en un galern de esos como donde El Feo se llena los pulmones con el tamo. Felipe el Clavos va a desaparecer de Toluca luego de pintar en un muro la hoz y el martillo (p. 9). Toluca es un pueblito que pretende convertirse en ciudad, aunque ello entrae la desaparicin de oficios tradicionales como los afiladores de cuchillos, las vendedoras de tortillas hechas a mano, las vendedoras de pescados y otros alimentos que todava se lograba extraer al ro Lerma. Dicha conversin abarc determinaciones oficiales como las tomadas por el cabildo local para construir una central camionera a todo lujo como las del Distrito Federal y para reubicar 176
fuera del caso urbano a la zona militar, idea que nos gust, porque por fin el pueblo nuestro se converta en ciudad frente a nosotros (pp. 12-13). Sin embargo, el efecto fue la dispersin; una dispora a la inversa aunque inadvertida, pues mientras se aceleraba la transformacin de la pequea urbe, sta reforz su condicin de espacio concentrador de un mayor nmero de colectividades, incluidos los pueblos indgenas que habran de perder su identidad campesina para terminar integrados a la creciente capa de proletarios, ya sin posibilidad de regresar a sus actividades en el sector primario: el gran comercio empez a concentrarse en los alrededores de Los Portales y cada ao anunciaban nuevos programas y proyectos para mejorar la imagen de esta ciudad que, a pesar nuestro, todava era pueblito sin gloria. Familias del sur del Estado, mazahuas y otomes, los pocos matlatzincas que an eran, tambin vinieron en el silencio absoluto que anticipa las transformaciones, para buscar empleo en las industrias que se multiplicaban en la ruta a Mxico (p. 13). 290
Desde este comienzo se adelanta que Caballito Blanco ha de morir apualado, y que el final de su agona ocurrir en las escalinatas del, a modo de Glgota, viejo cine Coliseo, descrito como el ltimo edificio que afea el centro citadino y al cual tambin sepultar la modernidad pues ya no es un teatro que simbolice al progreso (p. 15). De esta visin se desprende el paralelismo con el mito bblico de Jesucristo, pues su muerte con todo y la metfora de la resurreccin de este inmigrante ms, un desterrado de la tierra, a travs de un hijo que nacer luego de la muerte de Caballito Blanco y al cual llamarn Jess, simbolizar el necesario sacrificio para que Toluca se convierta en ciudad. El quinto segmento de la novela renueva y se apropia del via crucis cristiano, con el recuento de una farra de dimensiones maysculas que siguen Caballito Blanco y sus amigos aunque en este caso las estaciones bblicas son una cantidad impresionante de cantinas toluqueas por las que el grupo pasa, en la vspera del ansiado campeonato de futbol, en una especie de descenso a los infiernos que da pie a que el narrador en segunda persona ofrezca una imagen del pas por venir. 291
290 Inclusive aparece en esta parte una referencia a uno de los apstoles-amigos de Caballito Blanco, Toms, que trabajaba ahora por Naucalpan (p. 13). 291 El recuento es amplio en ambientes y hechos histricos por suceder: Los arquitectos protestarn cuando los ingenieros manejen sus mquinas para arrasar las joyas coloniales y porfiristas que fueron monumentos a la Nada, a cambio de un progreso prometido; sobre ellos, edificarn apartamentos de materiales blandos para instalar a gerentes de industria, representantes de consorcios inversionistas o esposas adquiridas en la zona rosa de Mxico que, por fin, en estos 177
Se enlistan despus otros cambios en los ambientes sociales de la ciudad, influidos por distantes personajes como Fidel Castro y Patricio Lumumba, para pasar de ellos al entorno local, con esos escritores surrealistas que se han apoderado de los cafs literarios, desplazando a los viejitos de Toluca (clara alusin al grupo tunAstral), sin soslayar los antagonismos entre las clases sociales de la ciudad, con, por un lado, los reorganizados jvenes cristianos, beatas y empresarios de abolengo y tradicin que se renen para enfrentar el caos que se aproxima y, en el otro extremo, los obreros que hacen huelgas en Lerma y los participantes en movimientos estudiantiles universitarios. El saldo es el encarcelamiento de muchos preparatorianos, asesinatos de jvenes sindicalistas, macanazos contra obreros revoltosos y marchas multitudinarias de partidos (p. 37), todos ellos factores caractersticos de los sexenios gubernamentales 1969-1975 y 1975-1981 en el Estado de Mxico. En este apartado, para continuar el paralelismo entre Jesucristo y Caballito Blanco, se hacen referencias especficas a las mujeres con las que dicho personaje haba tenido contacto, como la prostituta Gloria (Magdalena) y Mona (Mara), aclarndose que la primera es la madre puta que te daba de cenar y desayunar. Mona, en cambio, la madre amorosa, la madre amante que te dio un regazo para descansar aquella tarde que comenz gris y amaneci luminosa en un cuarto de hotel. Gloria te chupaba el cuerpo; Mona lo bendeca (p. 44). 292
Aparece al final una idea de imprescindible redencin con un carcter cclico, cuando se alude a que el destino de ese Jess hijo de Caballito Blanco tambin est sellado: Y Mona tendr un hijo muy parecido a ti; tan parecido que oir el eco de tu sangre y se largar una noche de Toluca, para irse a Los ngeles, donde entrar en las bandas de cholos y, en una cada en la crcel del condado de Santa Rita,
aos se est consolidando como el sitio parisino, el barrio londinense, el arrabal italiano que siempre queran los capitalinos; euforia que invade tambin a Toluca y muchas otras ciudades del pas con ansias de tener centros comerciales de envergadura mayor como en Estados Unidos y Canad, malls que les llaman y donde compran para sentirse en un pas mejor; festejo por la moda en esta primavera que nos augura riquezas en lenguaje del desarrollo estabilizador y de alianzas para el progreso; embriaguez que reventar a punta de culatazos, bayonetas caladas, balas expansivas y chorros de sangre pisoteados por una bota infame en Tlatelolco, en el paraninfo universitario de Puebla, en los caaverales de Morelos y en el cuartel militar de Madera en Chihuahua. (p. 36). 292 Este cuadro se complementar con otro personaje, Poncho (Jos), que por casarse con Mona se convertir en el padre legal del hijo de Caballito Blanco, Jess, y tambin ser acusado equvocamente de haberle causado la herida que provoc su muerte (p. 98). 178
contactar a los grandes traficantes de cocana y tendr dinero muy rpido (es posible) y aceptar que as como lleg fortuna tan intensa (quiz) lo maten durante una vendetta en Matamoros (tal vez) o lo encarcelen en Mxico (si acaso) (pp. 44-45).
Al reciclarlo, se reconoce el poder del mito cristiano, pues traza una simetra directa entre el sufrimiento del Jess bblico y el del Caballito Blanco. Evidentemente, Osorio no es el primero en acudir a este recurso ms literario que religioso, pero obtiene un resultado singular al aplicarlo a la vida moderna y a un entorno mexiquense. No se convierte en parodia porque carece de una intencin burlesca, pero tiene un fondo de crtica social pues, segn se vio en la cita anterior, plantea un destino cclico de sacrificio e infortunio, como se desprende del futuro asignado a la reencarnacin de Caballito Blanco, su hijo, quien adems, se convierte en un nuevo migrante. El segmento octavo transcurre en La Bombonera, sede de una imaginaria ltima cena, luego de que Caballito Blanco compra los trece boletos con los cuales l y sus amigos-apstoles pueden presenciar el partido en que los Diablos ganan el campeonato. En un principio slo estn con l cuatro de sus compaeros, pero el narrador infiere que Los dems entraron por los otros portones o no han llegado, por el alegre caos en las calles de Toluca. Pero si, por alguna razn, presientes que alguno de tus amigos te herir de forma definitiva, no lo dices. (Acaso ser yo?) (p. 66). Sobresale aqu otra imagen del tipo de sociedad escindida que sobrevendr en el contorno toluqueo, con ecos equivalentes a los cuadros costumbristas que ya haba descrito Carlos Olvera en Tolucanos, slo que Osorio la presenta en forma tan cruda y generalizada que amerita la cita extensa: Todos vamos a sombra general. Estamos festejando una muerte. No sabemos si sta era la ltima voluntad de Bautista, el que muri decapitado, o si es el acto propiciatorio tuyo en que nos sentencias a darte el gusto final. Dentro de nuestra idea, en este sector de sombra en el estadio, conviven los hombres de barrio, porque a la izquierda, en sol general, est el peladaje, el lumpenaje ms atroz que oscila entre su batalla individual contra la industrializacin y el desempleo, vctima de esta dispora que los conduce a colonias nuevas, solitarias, colonizando su melancola y construyendo nuevas familias, otros ncleos sociales, nuevas fiestas. Frente a nosotros, los ricos, aquellos cuyos padres fundaron el Club Toluca y vienen a culminar una tradicin deportiva; los propietarios de Los Portales o fraccionadores de los nuevos asentamientos, la casta de abogados que ya se gana un sitio en sociedad a punta de trabajo y esfuerzo, la casta de ingenieros y arquitectos que hacen florecer nuevos bancos, casta de mdicos que se estn olvidando de ser meros parteros y ya miran la especializacin en oncologa, pediatra y otras formas de saber, de tener dinero limpio en esta regin que ha 179
roto sus muros y abre el Valle de Toluca a lo que venga desde lejos o las proximidades. Pero la clase media de siempre, la que tambin defiende su trinchera individual desde un negocio prspero o tras una butaca de oficina bien pagada, quedan a nuestra derecha, detrs de la portera que es sombra, y que es la primera en cuestionarse fondo si de veras este medioda Toluca dejar de ser lo que es (pp. 66-67).
Se sigue el mito bblico en el cierre, con la enunciacin de la duda acerca de los verdaderos nombre y apellidos de Caballito Blanco, pues, ya en el velorio, sus allegados descubren que en realidad los desconocan; crean que se llamaba Jess, y ese nombre le adosarn en una esquela periodstica que ser pagada a plazos, testimonio que servir de acta nica de existencia que de ti quedar sobre la tierra (p. 74). Esta lnea central culminar en la ltima parte de la novela, con la presentacin en conjunto de los apstoles; 293 hay aqu un tratamiento especial del ms singular de ellos: Marcos, el polica judicial, esto es, Judas. Destaca el rompimiento de Osorio con la visin tradicional sobre el vilipendiado apstol, pues propone un enfoque por entero distinto, al plantear que Marcos-Judas no fue un traidor sino un instrumento necesario para el sacrificio de Jess-Caballito Blanco, como puede concluirse del par de prrafos siguientes del narrador en segunda persona: A Marcos, el judicial, lo percibes sin rencores posibles y slo te preguntas si acaso sanar pronto su herida. Despus de todo, fue un duelo entre hombres. Como los que alguna vez te contaron en los pueblos de Michoacn cuando eras nio; como aquellos que viviste durante las batallas callejeras en San Diego, o como aquellos que viste en las pelculas de vaqueros en el cine Coliseo. Nada ms que ahora no hubo
293 Desde tu atad, estuviste rindote de la cobarda de Simn Prez y de la hipocresa del otro Simn; de Tadeo conmocionado, que durante el velorio quiso recordar tu nombre verdadero para hacerte la calavera de azcar ms grande que hubiera fabricado; de Juan y Jacobo, recelosos entre hermanos, que transmitirn sus temores al resto de su descendencia; de Toms, que una y otra vez se asoma para contemplar tu cuerpo y convencerse de que ests all, quieto y sereno, regodendose por dentro de esto que te sucedi, bien merecido porque nunca lo recomendaste con don Lzaro; de Felipe, que piensa en todas las mujeres que con discrecin dejaste y que l podra consolar si supiera quines son ellas; de Bartolom, que pudo haberse quedado con Mona y slo recibi su odio eterno; de Santiago, que llora por lo mucho que te doli la vida, interrogndose en la buena duda si acaso fueron tuyos los disfrutes secretos. Te res de Mateo, que finge la falsa entereza del compungido, cuando en su interior disfruta haber sido el primero en enterarse, como los buenos periodistas; de Jacobo el Feo, que te crea un filsofo ante las desgracias y no comprendi que en realidad l era tu maestro para enfrentar la dura vida, y de Andrs, que no se ha cortado la borrachera y unas veces despierta frente a tu caja y sus cirios, creyendo que est an en la Bombonera y busca con los ojos al cubetero de las cervezas para que le sirva los tragos que t invitas generoso. (pp. 101-102).
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balazos, sino navajas por delante. Marcos tuvo el gesto del hombre cabal cuando no quiso sacar la pistola reglamentaria y acept rifrsela junto contigo a cuchilladas. (p. 102).
Lo que en la lgica convencional sera una gratuita ria entre ebrios toma un sentido peculiar en el cierre de la novela, por la falta de rencor de parte de Caballito Blanco hacia su oponente, un hombre cabal que, tiempo despus y herido irnicamente, en cumplimiento de su deber como ciudadano y servidor de la patria, confesar a un sacerdote, con voz apenas audible para el mdico y ante un compaero polica, que l te mat porque t se lo pediste, que la tuya es la nica muerte de la cual se arrepiente con sinceridad y que no tuvo mala fe aquella noche, sino que tan slo quiso cumplirte como verdadero amigo. (p. 104).
Se aprecia una reivindicacin, dirase que a la manera saramaguiana de El Evangelio segn Jesucristo, de la figura de Judas, mostrado no como el traidor por antonomasia que es dentro de la tradicin judeo-cristiana, sino como el personaje cuyo sino, igual que el del propio Jess, ya est marcado: la misin de este ltimo no podr cumplirse sin la participacin del primero. La confesin de Marcos hace posible la liberacin de Poncho, quien haba sido culpado del asesinato de Caballito Blanco. Sin embargo, las ltimas lneas de la novela ponen en duda el efecto del sacrificio de Jess-Caballito Blanco, con una alusin a que Toluca ya se llama ciudad porque tiene sus hroes verdaderos desde aquel domingo, es decir, desde que los Diablos Rojos por fin consiguieron coronarse campeones del futbol mexicano (p. 104). Analizo ahora la parte alegrica de la novela, donde se muestran diversos elementos identitarios que otorgan un sentido metafrico al futbol, como el de la mscara propiciatoria, el reencuentro con los orgenes de un dios brbaro que vino a transformar constantemente su obra (p. 3), as como la concepcin de la guerra florida prehispnica aplicada en un contexto contemporneo como un retorno a los principios, al sentido primigenio de la vida: defender la cueva y su fuego, el trigo por cultivar e hijos para la nueva siembra, a las ancianas donde arramblan los vencidos y mujeres vestales donde se multiplica la especie (Idem). Se concibe, pues, la identidad como la precisin de lo que se es respecto a los otros y como manera de supervivencia frente al embate, tambin, de los otros. Aunque es vlida la consideracin expuesta por Luis Miguel Vargas acerca de que estos pasajes de tipo potico [] ponen el nfasis en el aspecto 181
antropolgico del futbol: lucha, competencia, honor, territorialidad, ceremonia, comunin, holocausto, el rbitro y los comentaristas como sacerdotes, 294 hay otros factores que vuelven ms compleja su interpretacin, de modo que es fcil trascender el mero aspecto de metfora deporte-guerra. Por ejemplo, no slo priva la comparacin con las guerras floridas, sino que aparecen otros elementos bblicos: la alusin a que los hijos de Sem iban a construir las torres de Babel, confundiendo en su ecolalia las lenguas dentro de un estadio de futbol (p. 34), o la comparacin del rbitro no slo como sacerdote de dioses, sino con el arcngel san Gabriel (pp. 33-34). En este caso s se aprecia un tono pardico en el texto, al establecerse la comparacin con una figura bblica relevante, literalmente varn de Dios, a quien le toc avisar a Mara sobre su estado de concepcin. Se ampla este marco de identidad con otra referencia que trasciende un entorno local y, aunque sin alejarse o romper con ese mbito, se convierte en reflexin general acerca de aquellos que Carecen de sitio propio en el universo, segn se expone en el segmento sptimo de la novela: Nmadas son civilizados; emigran de un continente a otro por los estrechos glidos de su inquietud o atravesado mares de eternidad. Entran a pases extraos con sus armas desenvainadas para descubrir nuevos territorios. Van de ciudad en ciudad para encontrar lo que no tienen. Se mudan de una casa a otra para instalarse donde no son. De una colonia sin luz a una colonia sombra; como cruzados modernos a la reconquista de un signo, detrs de smbolos perdidos, en latitudes sin huella (p. 62).
La identidad se construye, adems, a partir de smbolos comunes encontrados despus de una larga bsqueda, segn el mito mexica: Alguna vez fueron los perseguidores del guila y slo descansaron cuando la vieron reposar hiertica entre nopales, para devorar a la serpiente que posea a las lagunas. En otro tiempo fueron invadidos por la peste y esclavizados por la palabra. Despus, expulsaron de su mundo a mil y un brbaros de cruces; sin rencor ni revancha: tan slo por la consigna de reconquistar la cueva de sus consagraciones, su vivienda de sol, los campos maizales y un sitio de intimidad para edificar al amor. (Idem).
Sin embargo, esta parte alegrica crece en ambigedad, pues la identidad se vuelve inasible, en tanto asunto de memoria: Sin memoria, perdidos ya de su tribu antigua, olvidados de su edn maravilloso y ya sin clanes ni familia,
294 Op. cit., p. 44. 182
intentando en un golpe de fortuna recrear lo que nunca poseyeron, por lo que estos pueblos Disputan desde siempre un lugar en el Universo . (Idem). Concluyo el anlisis con el tercer segmento de la novela, que se singulariza porque en l aparece de manera explcita el elemento de la identidad, slo que sta no es presentada desde una perspectiva mexiquense, sino que se la construye desde fuera, a modo de contraste. En esta parte del texto de Osorio, la identidad se descubre viendo hacia el otro, y el otro, en este caso, est encarnado por personajes que viven en el Distrito Federal y, siguiendo en la idea del pretexto futbolstico para hablar de temas no deportivos en rigor, vinculados con dos equipos especficos: los Pumas de la UNAM y, sobre todo, el Amrica. Este apartado se divide a su vez en dos partes: en la primera se narra cmo un par de primos van construyendo y modificando sus identidades como seguidores de Pumas y Amrica; en la segunda el remate es la recuperacin de un hecho concreto, la muerte de varias personas entre ellas, desde la ficcin de Osorio, Hctor, uno de esos jvenes capitalinos que asistieron a la final del campeonato entre dichos equipos en el estadio olmpico de Ciudad Universitaria, en mayo de 1985. La referencia a la identidad estatal se presenta de una manera sesgada, a partir de la narracin en segunda persona recurso que slo se utiliza en los segmentos dedicados a Caballito Blanco con la que aparece la versin de uno de los primos. ste hace el recuento de la aficin por la que una familia capitalina viajaba con frecuencia a diversas ciudades del pas, a las cuales tena que acudir el Amrica cada quince das para sus juegos regulares en calidad de visitante. En esos viajes a estadios de provincia, se dice el personaje, Sabes que ests solo, que vienes de lejos, que desafas a los dueos de esta ciudad y que tratars de burlar sus corazones limpios con mentiras tradas desde un punto lejano. Saben que junto contigo slo llegaron unos cuantos y no podrn con esta multitud de provincianos que defienden una identidad, un secreto deseo de revancha contra los eternos invasores, el otro mundo que trata por siempre de apoderarse de ste donde somos dbiles. Despus de todo, quin eres t para retarlos, para intentar despojarlos de sus escasas pertenencias, de este territorio donde nada tienen pero son? (p. 17).
Se pone en relieve una colisin: la de las identidades encontradas, por un lado, de la gente de provincia, y por el otro, la de los capitalinos, estos ltimos en actitud de perennes invasores. Se subraya, por ende, la idea de que la identidad no es autnoma, sino que surge siempre con respecto al otro, a los otros, como puede 183
verificarse en la consecutiva reflexin del mismo personaje, que cuando va a los estadios no es l, sino alguien de tu identidad, de tu signo, que como t defenda la misma camiseta, la misma tradicin, la misma historia en una ciudad distinta, y no sern ellos quienes discriminen entre ti y los otros, los otros como t, de una ciudad con territorio donde nada tienes pero donde eres. Y por nica defensa alzas tu bandera para exhibirla, para gritar desde tu soledad, el miedo por los otros, ante los otros; para demostrar valor, la importancia de ser distinto entre ellos (p. 17).
La identidad proporciona, adems, una idea de seguridad, aunque ella oscilar de acuerdo con la ventaja de quien la tenga, en un momento dado, mejor apuntalada y cimentada. Lo normal, claro est, es que las identidades choquen de manera ineluctable, pues: Eres el enviado de los dioses que debe abrir el dominio celestial que les fue enajenado. Ellos son los sacerdotes de otros dioses, de antiguas idolatras que no comprendes, de ritos paganos e ignorancias, de rituales extraos que debes destruir con tu verdad, tu camiseta y banderola, para domear a los invadidos, para reconstruirte. Barbarie en que no puedes ver tu rostro puesto que detrs de ti hay una inspiracin divina y no la falsa religin de mitos y supercheras que ellos denotan; una identidad verdadera te define, un hlito csmico que estos seres de dios inexistente no pueden comprender (p. 18). 295
No es casual que Eduardo Osorio haya elegido al equipo Amrica como aquel con el que se identifica este personaje, pues dicha formacin es un smbolo chilango que trasciende al propio territorio capitalino para extenderse a otras partes del pas, con la correspondiente carga de rechazo e incluso odio a lo que representaba y sigue representando, creo yo, esa aficin. Vase esta parte de la narracin: Cuando el Amrica jugaba en lugares cercanos a la capital era da de fiesta. Ms an si por alguna razn bamos con la porra oficial. All te encontrabas personajes de todo el pas que coincidan en la defensa de unos colores adoptados. Hombres que venan de Monterrey, pero no estaban con los Tigres de la Universidad de Nuevo Len; tapatos que no festejaban al Guadalajara, ni al Atlas ni al Oro que despus llamaran Jalisco, antes de desaparecer. bamos con los guanajos, como se les deca, pero no apoyaban al Len, ni al Irapuato. Slo una vez conoc a un estudiante que comparta su cario por el Curtidores y por los Millonarios del Amrica, a quienes despus se les denomin Cremas por el color de la camiseta y luego guilas, en plena euforia nacionalista (p. 22).
295 Esa inevitable confrontacin tiene tambin un dejo de agresiva imposicin y de dominio, desde los paradjicamente annimos grupos humanos: Es un hecho que no puedes soslayar, que otros, los otros, los dems, vayan a ganar al ser primeros, colocarse por delante y ser superiores. No importa, no hay tiempo para interrogaciones, si el otro pertenece o no al mismo bando; se trata de golpear, vejar, de hundir, humillar, ser hasta en eso distinto y, por tanto, mejor entre la masa sin sombra. (p. 20). 184
Aparecen en la referencia anterior palabras que, por ser gentilicios, tendran que otorgar una identidad, ya sea en su forma tradicional y correcta, como el de tapatos, o en forma peyorativa, como la de guanajos. Sin embargo, lo que el narrador menciona es que no obstante tales orgenes, que debieran favorecer a los apoyos locales de Monterrey, Nuevo Len, Jalisco o Guanajuato, el elemento comn de ser fantico del Amrica, inclusive integrante de su porra oficial, va a registrarse a partir de la identidad asumida en los trminos emanados de la jerga periodstico-deportiva, primero el de cremas y posteriormente en el de guilas. La palabra otorga tal identidad. La relacin planteada por la seleccin del equipo Amrica como piedra de toque en estas afinidades y diferencias deportivo-culturales, propone una bsqueda de identidad invertida, dado que los mismos habitantes del DF entre ellos los propios seguidores del Amrica podan ser, eventualmente, su origen en distintas partes del pas: En esos viajes con la porra del Amrica, yo intua un retorno de capitalinos hacia sus lugares de origen, pero esta vez para negarlo. La camiseta del equipo generaba un smbolo unitario detrs del cual estaba la proteccin, el exorcismo de un pasado que ya no se quera recordar. Por las tardes, ya de regreso, eso se inverta: independientemente del resultado, la nostalgia se aposentaba sobre las piernas de alguien y surgan ancdotas de los tiempos idos. Mira, mira: all, en esa esquina: cuando yo era joven, muchas veces pas por ah porque a la vuelta estaba la casa de mi primera novia (p. 23).
Desde la voz de este personaje, tener identidad es un asunto de supervivencia que exige estar preparado ante los seguros embates de los otros; o ms que eso, demanda adoptar la iniciativa para atacar y destruir a esos otros: Las nicas armas que posees vienen de tu razn, del ritual que por aos has vivido, ubicndote en un sitio de la aldea, confabulando contra los sicarios, estudiando su organizacin tribal para destruirla. Relajas tus msculos y ests listo para batallar contra las salvajes hordas que te rodean; probars en la sangre que tu smbolo es correcto y la dars de beber para multiplicarte. O tomars el icor de los vencidos para apropiarte de sus tributos, de su gracia para vivir an en provincia, para tener un territorio y mantener su edn perdido. O destruirs a quienes vinieron desde fuera, para esa reconquista que impediste en nombre de todos los dioses de la guerra. No sabes en qu bando ests. Lo nico que importa es mantener la identidad y sobrevivir. Que nadie te arrebate la mscara protectora. Que nadie intente destruir este rostro que identifica al sol. Suenan los atabales. Que la guerra sea (pp. 23-24).
Se llega as a la segunda parte que bien podramos analizar como un segundo tiempo, en el que el mismo personaje deja de narrar en segunda persona y pasa 185
a hacerlo en primera, para referir una saga familiar en la que cuenta la muerte de dos de sus primos, una ocurrida en una gresca luego de un juego de futbol americano Pumas-Politcnico, y la otra en un incidente aislado dentro del movimiento estudiantil-popular de 1968, sucedido antes de la matanza del 2 de octubre. La absurda muerte de sus hijos provoca en Adalberto, to del narrador, un repudio absoluto por todo lo que oliera a UNAM, lo que deriva en que su hijo sobreviviente, Hctor, termine estudiando en la Universidad Iberoamericana (UIA) y se convierta en un tipo ultracatlico que milita en organizaciones fascistas de ultraderecha. Adems, Hctor titubea en su aficin futbolstica, pues llega a tener como equipo preferido al Atlante, aunque al final opta por ser seguidor del Amrica, en contraposicin a su primo que, por cuestiones estudiantiles, se vuelve seguidor de los Pumas. Finaliza este tramo narrativo con la exposicin del ambiente de confrontacin que se extendi en la ciudad de Mxico a causa del partido entre Pumas y Amrica, que el 23 de mayo de 1985 disputaron la final por el campeonato de la primera divisin del futbol mexicano. El desorden y la anarqua resultado de un sobrecupo en el estadio de Ciudad Universitaria provocaron la muerte de ocho adultos y tres nios, ms 70 heridos, aplastados por una muchedumbre en el tnel 29 de esa instalacin deportiva. 296
Eduardo Osorio coloca a los primos en el centro de esa avalancha humana. El narrador sobrevive, mientras que su primo Hctor no logra salir vivo del mtico tnel. Hay, pues, una parte oscura en esta bsqueda o construccin de una identidad, como puede inferirse de un pensamiento del narrador: detrs de las masas se oculta la inevitable animalidad del hombre (p. 32). Conocedor de la obra de Alejandro Ariceaga, incluida Clima templado, Eduardo Osorio ampla el enfoque sobre la transformacin que afect al Estado de Mxico en la segunda mitad del siglo XX, pues lo extrapola al resto del pas. Su punto de partida es la capital mexiquense porque sta puede ser vista como el espacio donde los cambios de una cuestionable modernizacin fueron ms profundos que en otras partes, y con un saldo similar al ya expuesto por Ariceaga: la profundizacin de las diferencias entre clases sociales, que no necesariamente
296 Pedro Daz G., Los habitantes del tnel 29, El Universal, 9 de septiembre de 2001, en www.eluniversal.com.mx/, consultado en abril de 2010. 186
van a comunicarse en el rito deportivo, aunque las dotar de un elemento en comn. En realidad, la propuesta de identidad mexiquense, en el caso de Osorio, surge porque existen tambin los otros.
4.3 MARCO AURELIO CHAVEZMAYA: LA GENEALOGA
En una no muy frecuente fusin, dos elementos han caracterizado la obra de Marco Aurelio Chavezmaya: 297 humor y erotismo. Esta mezcla es poco comn, pues no abundan en la literatura en general autores que incursionen de manera limpia en la escritura de textos con una sealada carga humorstica, y aquellos que transitan por la escritura ertica suelen dejarse llevar por un tono solemne, ya sea porque sacralizan al acto ntimo o porque lo presentan desde una cruda carnalidad. Oriundo de Metepec, 298 Chavezmaya fue miembro de la primera generacin de becarios del Centro Toluqueo de Escritores en 1983, 299 y abona en su trayectoria los libros de cuentos Los amorosos, de 1983, y El len duerme esta noche, de 1991, as como el volumen mixto de prosas narrativas y poemas La carne, la agridulce carne, de 2000. Recibi la presea Estado de Mxico Sor Juana Ins de la Cruz 1984; en 1987 obtuvo una mencin especial en el Certamen Universitario de Literatura de la Universidad Autnoma del Estado de Mxico por su cuento Hic habitat
297 Escribo el nombre siguiendo la forma en que desde hace algunos aos firma sus libros quien fuera originalmente Marco Aurelio Chvez Maya. 298 Este dato ser de importancia por el proceso sufrido por este municipio, que fue el primero en integrarse a la ahora extensa zona conurbada de Toluca. Metepec pas por una mutacin brutal de su vocacin agrcola y su composicin demogrfica increment la presencia de poblacin inmigrante, de modo que su territorio se convirti en una atestada sucesin de zonas habitacionales, comerciales y de servicios, que prcticamente terminaron sitiando a su cabecera municipal. 299 De esta experiencia sobresale el contacto personal, que deriv en una profunda amistad, entre Chvezmaya y los poetas Flix Surez y Jos Alfredo Mondragn (fallecido en un accidente de carretera en 1990), quienes eran a la sazn estudiantes de la licenciatura en Letras Espaolas en la UAEM, y que en esa condicin ampliaron el universo de lecturas del autor de Metepec, al integrarse en el primer taller literario auspiciado por el Centro Toluqueo de Escritores en 1983. 187
felicitas, 300 y repiti como becario del CTE en 1995, con la novela Memorias sensuales de Erot Mlis. En 2005 obtuvo el premio nacional de poesa Gilberto Owen, otorgado por la UAEM, por su libro Letras sencillas de amor y desamor, mientras que en 2008 gan el Certamen Nacional de Cuento Gregorio Torres Quintero, convocado por el gobierno de Colima, con su recopilacin de cuentos Esttica unisex. 301
De formacin autodidacta y con marcada influencia cortazariana en los comienzos de su carrera literaria, aunque prontamente evolucionado a un estilo propio, Chavezmaya ha incursionado de manera notable en una narrativa ertica adicionada con un peculiar sentido del humor que, si bien tocado por un tono mexicanista, presenta una profunda seriedad alejada de lo simplemente chusco. Por el contrario, el humor de Chavezmaya responde a una fina elaboracin. Maestro del eufemismo, sabe que el efecto buscado debe ser producto de una cuidada confeccin, que apele al raciocinio ms que al sentimiento del lector, como puede apreciarse en uno de sus cuentos ms famosos, Instrucciones para comerse un mango, que lleg a formar parte de antologas escolares de textos literarios en el Estado de Mxico. 302
En cuanto a su vertiente ertica, su escritura busca ocultar ms que mostrar, de modo que con este mecanismo se atrape la atencin sobre lo poco que se deja ver, lo que se esboza, lo que se sugiere. Hace esto mediante un estilo natural, al que slo puede llegarse a travs de una escritura que privilegia la sencillez, aunque incluya el uso de giros arcaicos o populares. Pocos conceptos son tan difciles de precisar como el del humor. Abundan definiciones, pero siempre quedan dudas respecto a su certeza o correccin. Ante esto, opto por establecer una relacin entre el humorismo de Marco Aurelio
300 Publicado por la universidad estatal en 1988 junto con Una tumba para Florencio Arvide, de Joaqun Gmez, y despus incluido en el volumen El len duerme esta noche, en una nueva versin ya con el nombre de Aqu habita la felicidad. 301 Ambas obras fueron editadas por las instituciones convocantes, respectivamente, en 2006 y 2009. 302 Este cuento que Chvezmaya termin incluyendo en El len duerme esta noche, se relaciona con la historia casi homnima Cmo comer un mango, publicada dentro del primer libro de narraciones de Alejandro Ariceaga en 1968, Cuentos alejandrinos. Pero mientras el texto de Ariceaga es una stira de tono casi fantstico sobre una jovencita acosada por los convencionalismos y compromisos derivados de su fiesta de quince aos, el texto de Chvezmaya plantea un delicioso proceso de seduccin, eventualmente a una mujer o a la fruta referida. Con todo, es evidente el vnculo entre un autor de la fase de la tradicin con otro de la etapa de la configuracin del sistema literario mexiquense. 188
Chavezmaya y la visin del escritor espaol Wenceslao Fernndez Flrez, para quien el humor es, sencillamente, una posicin ante la vida, 303 incompleta definicin que el mismo autor afin con la siguiente imagen: El humor tiene la elegancia de no gritar nunca, y tambin la de no prorrumpir en ayes. Pone siempre un velo ante su dolor. Miris a sus ojos, y estn hmedos, pero, mientras, sonren sus labios. 304 Estas lneas forman parte del discurso de ingreso de este escritor gallego a la Real Academia Espaola, en 1945. Asumo el sentido abierto de las expresiones de Fernndez Flrez pero adiciono a ellas la conocida postura del mexicano Jorge Ibargengoitia, quien, tambin clasificado como un autor humorista, sola aclarar que no persegua con sus escritos que los lectores prorrumpieran en carcajadas o risas; simplemente, vea las cosas de una manera distinta a la que predominaba en el comn de las personas. Esto es, la suya era una posicin diferente ante la vida. Puede decirse lo mismo de la obra de Marco Aurelio Chavezmaya: no se erige como un bufn o un cmico, sino que tiene el don de ver las cosas desde una ptica distinta a la de la mayora. No pretende reacciones elementales, viscerales, sino que se dirige al raciocinio de los lectores con planteamientos crticos o no convencionales. Por otro lado, su vena ertica proviene no slo de la lectura de obras annimas como Memorias de una pulga, citada de manera explcita como una de las influencias del personaje principal en Memorias sensuales de Erot Mlis sin soslayar la presencia de otros autores recuperados en varios epgrafes de la novela, como el Marqus de Sade, Federico Garca Lorca y Georges Bataille, sino tambin de posibles experiencias vitales e innmeras fuentes cinematogrficas en su novela, aparece como referencia la pelcula La cama, con Mauricio Garcs y Zulma Fayad y aun secciones de espectculos de peridicos capitalinos. Chavezmaya fue testigo de la revolucin sexual de los aos sesenta y sobre todo setenta, desarrollada en medio de las contradicciones propias de ambientes sometidos a una fuerte presin familiar y religiosa. Por ello mismo es el autor del que quiz sea el primer cuento de temtica homosexual en la literatura
303 El humor en la literatura espaola. Discurso ledo ante la Real Academia Espaola, en la recepcin del excelentsimo seor don Wenceslao Fernndez Flrez, el da 14 de mayo de 1945, en Obras completas, tomo V, 3. ed., Madrid, Aguilar, 1950, p. 986. 304 Ibid p. 992. 189
mexiquense, Los amorosos, incluido en su libro homnimo de 1984, lo que hace factible pensar que dicho volumen no fue bien ledo en su momento, porque hubiese provocado la ira de sectores conservadores. Lo interesante en el caso de Marco Aurelio Chavezmaya es su tendencia a combinar ambas vertientes, la humorstica y la ertica, tanto en sus trabajos dentro del gnero narrativo como en el lrico, en los que con frecuencia aade un matiz de picarda esencialmente mexicana, pero con un tono de seriedad absoluta que, sin llegar al desparpajo, evita la solemnidad. No obstante que el gnero ms desarrollado por Chavezmaya ha sido el del cuento, para el presente estudio opt por analizar su novela corta Memorias sensuales de Erot Mlis, 305 la cual representa una expresin distinta a la de otras novelas mexiquenses que han incluido el elemento de la identidad estatal. Es posible que dentro de la novela destaquen ms los aspectos vinculados con la educacin sensual de su protagonista, Leonardo Altamirano Mlis (Erot Mlis), pero esto sucede en un espacio cultural y social concreto, una regin especfica en el Valle de Toluca. La novela acude al recurso de la existencia de un manuscrito que se corta de manera repentina y arbitraria, lo cual provoca la impresin de que la historia se qued trunca al narrar solamente los orgenes y la infancia de su personaje central, cuya vida ertica debi haber sido ms intensa en sus etapas de pubertad y madurez, ni siquiera esbozadas en el texto. 306 Acaso Marco Aurelio Chavezmaya, consciente de lo anterior, haya pensado en continuar estas memorias para cubrir cabalmente el ciclo vital de Leonardo Altamirano Mlis, pero, ante la obra concreta, esto no pasa de ser una especulacin. De lo que el lector ser informado es de las fases iniciales en la existencia del erotmano
305 Hay que hacer notar que en su multicitado libro Nostalgia. Ensayos sobre la novela en el Valle de Toluca, 1950-2000, Luis Miguel Vargas omite incluir el texto de Marco Aurelio Chvezmaya a pesar de que se trata de una novela referida al pasado de Metepec en el contexto general del Valle de Toluca. Si bien no llega a una exacerbacin de la nostalgia como el factor principal atribuido por Vargas a la novelstica toluquea contempornea, al remitirse a la etapa de la niez, Memorias sensuales de Erot Mlis evoca costumbres y espacios que han terminado por transformarse o incluso desvanecerse. 306 Esto se reitera en una aclaracin del ficticio editor de las memorias, en la penltima pgina de la novela, segn la cual La legibilidad del texto original de Leonardo Altamirano, en ste como en el captulo subsecuente, se rompe de modo abrupto. Despus abunda en notas y enumeraciones las cuales, suponemos, son la materia prima que alimentara posteriores captulos. La secuencia narrativa del captulo siete es confusa, aunque conserva cierta unidad; no as el ocho, que es tan slo una corta parrafada inconexa. Nota del editor (p. 62). 190
Mlis, de los escarceos ms sensuales que sexuales de su niez y, sobre todo, del conocimiento de la nocin del pecado, o, parafraseando al propio Chavezmaya, de la asuncin de una atractiva faceta de la vida: la de la carne, la agridulce carne. La novela, surgida con el pretexto de la publicacin de las memorias sensuales de un artista originario de San Isidro, consta de un prlogo y seis captulos. Aunque es sumamente breve, de apenas dos pginas, el prlogo tiene una funcin compleja e inventiva porque de l se desprende un acercamiento a lo que de por s se encuentra distante, la trayectoria vital del artista Altamirano Mlis, al tiempo que se plantea un juego con el par de voces narrativas que conforman la novela: la del prologuista, y la del personaje Altamirano Mlis. En el prlogo, un imaginario editor proporciona el contexto que rodea a la inconclusa historia de Leonardo Altamirano Mlis, Escultor, dramaturgo, fabulista, aprendiz de cineasta nacido en 1960 en la localidad mexiquense de San Isidro que no es otra localidad sino Metepec, y muerto en 1992 a causa de un accidente ocurrido en una carretera italiana, camino de Siena, en un hecho similar al que veintids aos antes haba segado la vida del poeta Jos Carlos Becerra, como puntualmente se recuerda en este inicio de la obra (p. IX). 307
Ubicar el origen del personaje Leonardo Altamirano Mlis en ese San Isidro no es casual. Si bien la advocacin oficial de Metepec es desde el siglo XVI San Juan Bautista, esa figura catlica impuesta por los franciscanos encargados de evangelizar la regin, no atrajo la veneracin de la poblacin indgena local, de raz matlatzinca. Los barrios indgenas, segn precisa Marco Aurelio Chavezmaya en un texto de otra ndole, aceptaban la imposicin de palabra, pero no de hecho. 308
Por ello, ante el rechazo o poco inters por el Bautista y luego de notar que los indgenas mostraban una particular religiosidad en las labores agrcolas, los franciscanos
307 Este detalle brinda la idea de que el descubrimiento de las memorias de Erot Mlis fue un tanto fortuito, como ocurri con Jos Carlos Becerra. Se sabe que varios libros inditos del tabasqueo estuvieron a punto de ser rematados al demorarse su identificacin luego del percance en el que perdi la vida. 308 Metepec el grande. Artculos reunidos, Metepec, ed. de autor, 1998, p. 23. 191
encontraron en San Isidro Labrador al modelo perfecto para fusionar dos cuestiones fundamentales: la veneracin del agua y la fertilidad de la tierra; y de paso lograron que los grupos indgenas se acercaran a la iglesia al llamarle a la celebracin de San Isidro: Pentecosts chiquito o pascua chiquita. 309
Chavezmaya oculta voluntariamente una nomenclatura oficial que descubriera el ambiente donde va a desarrollarse la historia y, en cambio, acude a un elemento de identidad cultural: el del nombre de ms relevancia dentro de las tradiciones propias de su municipio. 310 As, de entrada penetramos en uno de los temas ms notorios de este texto narrativo: el esbozo de una genealoga que, un tanto peculiar pues incluye un elemento extico, un antepasado francs del cual se deriva el segundo apellido del protagonista explica parte de la conformacin de una cultura. Destaca tambin en el prlogo la referencia a que el ejercicio de memoria fue realizado por Erot Mlis desde su exilio romano, en una bsqueda simblica de su infancia (p. IX), o sea, una indagacin sobre su origen, sobre su identidad. Habra una postura implcita en esta circunstancia de lejana: la necesidad o conveniencia de marcar una distancia para, desde otra perspectiva, percibir con mayor nitidez los elementos de la propia identidad. Por eso el detalle de que en su ltima etapa en Italia el artista se dedic a trabajar en una serie de esculturas, que ahora se conoce como El Paseo de San Isidro, a la par que preparaba el video La alfarera ertica de Tlatilco (Idem). Es decir, la temtica del escultor en el exilio era profundamente mexicana y mexiquense, pues como se comprobaba con las piezas de El Paseo, Erot Mlis fusion en ellas elementos del viejo arte romano con aquel otro, no menos antiguo, del Valle de Matlatzinco (como ejemplo est la escultura cuya formacin recuerda un cajete trpode del periodo preclsico mesoamericano, y que tiene, a manera de soportes, rplicas estilizadas de la estatua de Hrcules descabezado) (p. X).
Ntese el tono que atribuye a la escultura un carcter extravagante, quizs hasta de un gusto reprobable, por la mezcla de dos culturas que, en apariencia, poco o nada tendran que ver. Sin embargo, hay una posicin de defensa de la cultura
309 Ibid., pp. 23-24. 310 Como lo sigue probando en el momento actual la vigencia del llamado Paseo de San Isidro o Paseo de los locos que, con un origen medieval, se convirti en la fiesta religiosa y social ms importante de Metepec. 192
propia en la afirmacin de que el arte matlatzinca sera tan antiguo, esto es, que resultara tan vlido, como el propio arte romano. 311
El prologuista refiere una entrevista realizada al escultor siete aos antes de la publicacin de sus memorias, en la que se detalla el porqu de su nombre Erot: Viene de Diderot. Siempre so con una vocacin puesta al servicio de la enciclopedia; no la enciclopedia como el afn imposible de reunir todos los conocimientos humanos, sino una personal enciclopedia de mis sentimientos, el registro completo de mis emociones, de mis sensaciones. Y me permit quitarle la mitad a Diderot, la mitad sensible, creo. (pp. IX-X).
La declaracin de Erot Mlis es contradictoria pues, como juego de palabras, despojar al apellido Diderot de su comienzo enfatiza el elemento ertico; y en cuanto a intenciones, apunta a que el nfasis se aplicar al aspecto en realidad sensible, sensitivo, de su existencia: el relacionado con sus contactos amorosos. En rigor, el recorte a la denominacin del enciclopedista expresa lo contrario de lo que supuestamente se pretende decir. Expuesto ya el marco general de la vida del personaje central de la novela, el primer captulo De los antepasados paternos, se dedica a la construccin de la genealoga de Erot Mlis, que conviene pormenorizar como muestra del grado de meticulosidad de Chavezmaya en su pretensin de dar cuenta de los orgenes del autor de estas Memorias sensuales, con las que, adems, se transita por diversas etapas de la historia mexicana. La estirpe de Erot Mlis se inici en el siglo XVI, con un supuesto primo de Hernn Corts, de nombre Juan Gutirrez Altamirano, a quien le fue concedida la encomienda de los pueblos de Calimaya, Tepemajalco y San Isidro, en recompensa por el servicio de armas prestado en la conquista del Valle de Toluca (p. 11). Un bisnieto de ese primer conquistador, Fernando Altamirano y Velasco, se convirti en 1616 en conde de Santiago de Calimaya. La lnea prosigui con un quinto conde, Nicols Altamirano, abuelo de Juan Lorenzo, sptimo conde, quien hacia 1750 renunci a los privilegios nobiliarios y [] huy con la compaera de sus rondas infantiles: doa Antonia Jimnez. Lo destacable
311 Esta visin la hace patente Erot Mlis en el captulo cuarto de la novela, cuando, aludiendo al clsico cuento De los Apeninos a los Andes del Corazn. Diario de un nio, de Edmundo de Amicis, sostiene que su historia bien podra llamarse Del Nevado de Toluca al Monte Palatino (p. 39). 193
de esta unin es la referencia a un proceso de mestizaje, pues dicha dama descenda por lnea paterna de aquel Chimaltzin, cacique de Toluca en tiempos del tlatoani Axaycatl (pp. 11-12). Chavezmaya singulariza, de entre los cuatro hijos que tuvieron Juan Lorenzo y Antonia en Puebla, a Juan Jos Altamirano y Jimnez, que se convirti en catedrtico de filosofa y sagrada escritura en la Universidad de Mxico, para despus casarse con doa Josefa Negrete e Iturbe, una morisca bella y emprendedora que influy en el intelecto nervioso de su consorte. Esta nueva pareja regres al viejo Valle del Matalcingo [Matlatzinco], donde recuper sus bienes, de manera que en 1792 inclusive tom el control de la hacienda de Atenco (la primera donde se criaron toros de lidia en Mxico) (p. 12). El matrimonio, contemporneo del segundo conde de Revillagigedo y de fray Servando Teresa de Mier, tuvo cuatro hijos, de los cuales, el que importa para efectos de la novela, es Leonardo, que se educ en el Seminario Tridentino como catedrtico de latinidad, pero que por aoranza del pulque de su terruo acept convertirse en Receptor Interino de Alcabalas y Pulques de la Alcalda Mayor de San Isidro. La referencia histrica es que Agustn de Iturbide estaba a punto de ser coronado emperador de Mxico. En la narracin se expone que este Leonardo Altamirano y Negrete lleg a publicar varios opsculos, dos de los cuales, Objeciones al milagro de la renovacin de los panecillos e Imperfecciones de la leche de Mara Santsima en la crianza del Divino Verbo, le acarrearon ser marginado de las bibliotecas eclesisticas. Adems, vecinos de San Isidro azuzados por los frailes franciscanos quemaron su casa, no obstante lo cual decidi permanecer en esa poblacin, donde habra de publicar el Catlogo de costumbres, canciones y festejos de mi solar nativo. Otro factor significativo en esta genealoga es que el citado Leonardo Altamirano cas con Catalina Carrillo, una mestiza en la que predominaba la sangre matlatzinca (p. 14). El siguiente eslabn es el nico varn que, adems de seis hijas, tuvo esta pareja: Jos Joaqun Altamirano, cuya caracterstica principal es haber sido un bandolero integrado en la gavilla de plateados que encabezaba un tal Abraham Plata. Este personaje termin por desvanecerse, no sin haber enviado a su esposa Felipa Neri talegas con onzas de oro. 194
El hijo mayor de esta unin fue bautizado como su padre, Jos Joaqun, y muy joven se march a la ciudad de Mxico, donde hizo de s mismo un personaje de opereta, y con los valses, el rosicler potico, el xerz amontillado, las funciones de cinematgrafo para hombres solos y los globos espectaculares de su tocayo don Joaqun de la Cantolla, amn de otras muchas y cientficas novedades, entretuvo su eterna soltera (p. 15).
El segundo hijo del plateado recibi el nombre de su abuelo, Leonardo, y se convirti en msico, educado primero por un maestro de la ciudad de Toluca, para despus ingresar en el Conservatorio de Msica en la capital del pas, donde trat con un muchacho de cabellos tiesos que no se avergonzaba de su trazo indgena: Felipe Villanueva, el msico mexiquense de ms renombre dentro de la msica culta-popular en el siglo XIX. Segn esta historia, tanto Altamirano como Villanueva son retirados de dicha escuela, pero continan por su cuenta su formacin musical (versin que, en lo tocante a Villanueva, se ajusta estrictamente a su biografa). A la larga Altamirano regresa a San Isidro, donde funda una orquesta que tena en su repertorio piezas como Las bicicletas, Ro Rosa, Dios nunca muere, Sobre las olas y el Vals potico del propio Villanueva. El maestro Leonardo Altamirano Neri fue mi bisabuelo, precisa Erot Mlis, quien le atribuye al msico cuatro hijos, uno de los cuales, Tomasito Altamirano, fue su abuelo, que cas a su vez con Juana Guadarrama en tiempos del charlestn. El primognito de esta pareja sera el padre del propio Erot Mlis: Vctor Hugo Altamirano, herrero que habra de innovar con su oficio en San Isidro. El segundo captulo de la novela se refiere a los orgenes maternos de Erot Mlis, ms sencillos pues se remontan apenas a mediados del siglo XIX, con la figura de Auguste Mlis, un pobre infeliz que arrib a suelo mexicano en marzo de 1862, como uno ms de los seis mil soldados que conformaban la tropa del general Ferdinand Latrille, Conde de Lorencez (p. 20). A diferencia de la genealoga paterna, que aunque ms aeja y complicada fue explicada por el propio Erot Mlis, en el caso de la materna la fuente es el recuerdo de uno de sus tos, Asur Mlis. Segn ste, el zuavo Auguste haba sido enviado en un destacamento que en 1866 deba hostigar a los plateados que actuaban en el Estado de Mxico. Herido en un enfrentamiento con los bandoleros, y abandonado por sus compaeros, es rescatado por una mujer que, 195
mirando que el soldado, aunque feo, tena la piel lechosa y los ojos de color azul plomizo, lo cur y decidi, al final, conservarlo para su provecho (Idem). Esa mujer y Auguste tuvieron un solo hijo, Martn Mlis, un bon vivant que se cas con Rosa Elvira Sanabria, hija de un rico hacendado de San Isidro, Marcial Sanabria, que sera presidente municipal de San Isidro al menos en dos ocasiones, y cuya familia no perdon a Rosa Elvira haberse unido en matrimonio a el hijo del francs. (p. 19). De esta pareja naci Diego Mlis, zapatero, cinfilo y buen bebedor de chnguere (Idem), que ejerca de huesero. Diego Mlis fue padre de Asur Mlis y de Lucina, la madre de Erot Mlis. El texto ubica al matrimonio de Rosa Elvira Sanabria y Martn Mlis en los albores del siglo XX, en una temporada de esplendor domstico en la que nacieron Trinidad, Diego y Jesusa. La felicidad es, sin embargo, un pez inasible. Martn Mlis, vuelto a los caballos, a las serenatas y al coac, vuelto a sus escapadas a la capital y a los salones donde bailaba tango con damitas de la vida horizontal, acab con el negocio [de telas y abarrotes que el patriarca Sanabria haba regalado a su hija] de manera pausada y eficiente. Cuando todo estuvo perdido, escogi una muerte que incluso podra llamarse romntica: solicit prestados pistola y caballo y se incorpor a cierta faccin zapatista comandada por Genovevo de la O, que andaba haciendo tropelas por el rumbo de Tenango y Tenancingo. Lo fusilaron meses ms tarde. Haba cumplido cuarenta y dos aos (pp. 21-22).
He presentado todos estos elementos para ilustrar la intencin de Marco Aurelio Chavezmaya de dar sentido a un personaje, empezando por el descubrimiento o, si se quiere, invencin de sus orgenes, de un modo que, sin perder su lgica de identificacin de races familiares, tiene un dejo humorstico. La enumeracin de los ascendientes de Erot Mlis no sigue el tono de aquellos que hurgan en el pasado para justificar una artificial raigambre aristocrtica; por el contrario, se exponen las debilidades de varios de sus antepasados, como la fealdad del francs, la displicencia de Martn o la educacin convencional de Rosa Elvira, que, como toda seorita de fin de siglo, modosita y respetable, hija de hacendado porfiriano, haba aprendido puntual y diligente sus lecciones de piano, y hablaba francs casi como Margarita Gautier (p. 20). 312
312 La genealoga de Erot Mlis, recuerda l en Roma, comprende una magnfica cosecha de caballeros y bribones, de vrgenes y bandoleros, de msticos y dandis, de artistas y artesanos, de frgidas y bebedores, de literatos y alcornoques, de coquetas y clibes sin cordn, de mujeres y hombres, en fin, como cualesquier otros que pisen o hayan pisado el ancho mundo (p. 25). 196
Dicho de otra forma, la revisin puntual de estos orgenes que se remontan a uno de los soldados que acompaaron a Hernn Corts y prosiguen dentro de la trayectoria histrica de Mxico, es una demostracin de la identidad cultural de la que provienen los habitantes del Metepec contemporneo, que no sale de la nada, sino que tiene races centenarias e incluso milenarias. 313
Esta recuperacin tiene que ver con el ejercicio intelectual que ocup a Chavezmaya los aos en que, a finales de la dcada de los noventa, fungi de manera oficial como cronista municipal de Metepec, condicin que permite entender lo detallado de la genealoga de su Erot Mlis. Hay que denotar la defensa explcita de una identidad cultural que hace Marco Aurelio Chavezmaya ante la transformacin de su municipio, una de las ms radicales ocurridas en el contexto mexiquense, pues en no ms de dos dcadas los barrios de la cabecera municipal y sus pueblos fueron prcticamente invadidos por zonas habitacionales, tanto para ricos como para pobres, y por grandes establecimientos comerciales que trastocaron sus modos de vida rurales. Sin duda, a ese fenmeno se refiere en Metepec, ciudad abierta, texto en el que, luego de destacar las profundas races culturales con que cuenta su pueblo, Chavezmaya manifiesta lo siguiente: En este final del siglo XX se tiene la impresin de que todo ese bagaje cultural sobrevive por inercia. Hoy, Metepec es un tapiz heterogneo y, en ocasiones, confuso. La convivencia cotidiana de antao es hoy la cohabitacin obligatoria de dos sociedades fundadas sobre principios y prcticas en esencia distintos: la sociedad moderna de tipo industrial y la comunidad tradicional de carcter agrcola y rural. Esta suerte de convivencia antinatural engendra maridajes inslitos y desafortunados que se caracterizan por el paisaje hbrido, la inconsciencia arquitectnica, el tenaz poblamiento y la dispareja modernidad. Pero no se trata de enfrentar el consumo de una contra la actividad de la otra. Antes bien, en el contraste radica la riqueza potencial del municipio. El contraste es signo y germen de nuevas oportunidades de convivencia. Y la herramienta para que las desventajas del contraste se vuelvan privilegios, es nada menos que la cultura. Cultura no como simple expresin artstica, no como la acumulacin de conocimientos o la proliferacin de museos y casas de cultura. No. Para ser ese tipo de herramienta, la cultura debe entenderse en su sentido original: cultivar. Cultivar la sensibilidad y la solidaridad entre los seres humanos, cultivar los valores tradicionales de amistad y respeto a las obras que nos han legado los antepasados. Cultivar los valores actuales de talento, inteligencia, ingenio y
313 En un texto sobre las fiestas y tradiciones de su municipio, Chvezmaya escribe que La regin que hoy ocupa Metepec ha sido poblada, desde el ao 2000 antes de Cristo. Hacia el final del esplendor teotihuacano (650-700 despus de Cristo) Metepec estaba convertido en un importante seoro Matlatzinca. Alrededor de 1470, el rey Axaycatl conquist los pueblos del Valle de Toluca, entre ellos Metepec. (Paseo y Fiesta de San Isidro, en Metepec el grande. Artculos reunidos, p. 22.) 197
voluntad creativa. Desechar la mecanizacin y el consumo intil a cambio de cultivar los sentimientos y las emociones que nos permitan seguir siendo personas: mujeres y hombres que crean. 314
En esta larga reflexin Chavezmaya cuestiona el saldo de la dispareja modernizacin de Metepec. Sin embargo, su conclusin no es rechazar hechos consumados e irreversibles; por el contrario, propone recuperar, a partir de los contrastes existentes entre dos sociedades, el sentido del municipio. Si bien el de este artculo es un tipo de discurso distinto al literario, es claro que se trata de un mismo autor con una posicin respecto a lo acontecido en su regin, aunque con una gran diferencia: Chavezmaya no ve a la literatura como un medio para enderezar las maneras de pensar o de actuar de nadie; sus escritos literarios se encauzan por otros caminos, aunque en sus intenciones internas puedan aparecer elementos como los palpables en Metepec, ciudad abierta. En ese marco, Memorias sensuales de Erot Mlis se cie a los criterios creativos de la obra literaria de Chavezmaya, al introducir los elementos de humor y erotismo, fundamentos de su narrativa y aun de su poesa, pero con un sello especfico: la expresin de una idiosincrasia particular, de un modo peculiar de ver las cosas. En ese tenor, se contrasta el discurso de Chavezmaya como cronista (cfr. el conjunto de sus textos en Metepec el grande) y como narrador; aunque en el fondo los motivos de la escritura son similares, en el caso de su literatura se mueve con mayor libertad y explica de otra manera lo ocurrido en San Isidro. Erot Mlis elabora su recuento genealgico durante plcidas tardes en su departamento de la Via Boselli en Roma, donde, a causa de la aoranza por su natal San Isidro, comienza a enfilar la narracin hacia el esperado aspecto de la sensualidad anunciado en el ttulo de sus Memorias. Describe su recuerdo ms lejano, cuando, infante todava en brazos de su madre, se detona la cauda de sensaciones y descubrimientos que habrn de llenar su vida: [Mi madre] transporta una cubeta pequea colmada de paales olorosos a blanqueador. En el rebozo de bolita que lleva cruzado sobre el pecho destaca un bulto, que soy yo. Mi refugio es una suerte de placenta artificial, una hamaca apretada y tibia, extremadamente cmoda y segura. En esta posicin de tamal mis brazos se mantienen inmviles, pegados a los costados, y no existe peligro de que me arae con mis propias uas, como suelen hacer los nios recin nacidos. Los nicos movimientos posibles estn a cargo de la cabeza y, por fortuna, de la
314 Op. cit., pp. 37-38. 198
boca. Hace un rato que he empezado a mamar los calostros de mi madre. Entornados los ojos, con el abandono del gato apenas parido, permanezco fundido a la fuente nutricia; el dulce lquido cremoso llena mi boca y baja luego hacia algn depsito en mi interior, que dilata en llenarse. Ahora mi madre me endereza para que eructe y su espritu magnnimo entiende que necesito distraerme (p. 23).
Ya en el captulo tres, De la familia y del hogar, Erot Mlis precisa las circunstancias cinfilas de su alumbramiento, que ocurri un domingo de agosto en la trigsima fila del cine Florida en Toluca, mientras mis padres miraban (por segunda vez en quince das) a Charlton Heston interpretar el papel del prncipe Ben-Hur (en la versin de William Wyler) (p. 27). 315
Esa referencia al cine es una constante en la novela, donde se alternan elementos de una vida campesina con expresiones de la nueva modernidad, todos parte de la herencia cultural en San Isidro, la cual incluye, en coincidencia con autores como Ariceaga y Osorio, la recuperacin de las hierbas y plantas como algo propio de la tradicin particularmente femenina en el Valle de Toluca. Vase, en el caso de Chavezmaya, su descripcin del espacio propio de su abuela Angelita, hija del citado taumaturgo Diego Mlis, en cuya casa del barrio de San Miguel fue criado el mismo Erot Mlis: Desde el patio, las bardas del corredor son prcticamente invisibles, dada la abundancia de macetas y macetones. En esta rea se concentra el universo de mi abuela Angelita. Con un poco de esfuerzo puedo volver a los das de inocencia y colgarme del mandil de la buena seora, mientras ella va dicindome el nombre de cada una de sus plantas y acercndome una ramita, un ptalo, una hoja, para aspirar su aroma: geranios, mastuerzos, helechos, ruda, violetas, azucenas, epazote de perro, yerbabuena, siempreviva, blsamo, manzanilla, yerba de olor, gordolobo; y luego sealndome con su ndice esas otras que no huelen, pero mira qu bonitas estn: rueda de la fortuna, cola de borrego, ombligo de reina, pata de pajarito, cola de novia (pp. 29-30).
315 Para efectos de la novela, el cine funciona como smbolo de modernidad plena asumido por la familia de Erot Mlis, aunque se trata tambin de un medio para armar su identidad familiar, que se presta, en el captulo cuarto, De las enseanzas a los nios, para presentar la siguiente increble pero verosmil fabulacin: resulta que, conforme a sus investigaciones [del to Asur], aquel Auguste Mlis, llegado a Mxico en 1862, haba dejado en Francia un hijo de un ao de edad, de nombre George Mlis, que al crecer se hara prestidigitador, fabricante de autmatas y director de su propio teatro, y a quien, sobre todo, el mundo iba a conocer como el verdadero creador del espectculo cinematogrfico. Siendo hijo de Auguste, George vena siendo medio hermano de Martn Martn el bon vivant y, en consecuencia, to de don Diego y to abuelo de Asur y Lucina. Mi madre nos platicaba, pues, que el to Jorge lleg un da a San Isidro cargado de cmaras y aparatos, y amn de visitar a su familia americana, tena el deseo de hacer una pelcula, en la cual destacaba un personaje femenino que, al cabo, fue maravillosamente interpretado por ella, la nia Lucina Mlis (p. 39). 199
A diferencia de lo visto tanto en Clima templado, de Ariceaga, como en El ao que se coronaron los diablos, de Osorio, respecto a la crtica al modelo de industrializacin implantado en el Estado de Mxico, en el caso de Chavezmaya la reflexin sobre el pasado el aejo y el reciente se limita al espacio de San Isidro y a la puesta en relieve de los recuerdos de la infancia, concebida como un paraso perdido, slo recuperable en una posterior bsqueda vital, canalizable a lo ertico, ya en la condicin del Mlis adulto. Para este recuento importan ms los espacios ntimos que los pblicos. As se evidencia con la reconstruccin de un ltimo acercamiento infantil con su madre: Cuando supongo que todos duermen, me deslizo al cuarto de mis padres. Mi madre lee. Al fondo de la habitacin, en otra cama, las nias [sus hermanas] respiran profundamente. Repego mi cuerpo al de mi madre, ella me abraza y soba mis muslos. Me acurruco an ms y no tardo en acercar mi boca a sus pechos. Poco a poco, con el consuelo de sus pezones calientes, me quedo dormido (p. 41).
Ese descanso se ve interrumpido por su padre que, un poco ebrio, retira al nio Mlis de la cama y posee a su esposa, con felacin incluida. El encuentro es atestiguado por el nio como si se tratara de un sueo que es, a la vez, la toma de conciencia sobre una nocin de atractivo pecado. Esa conviccin cobra fuerza en el nio das despus cuando pretende nuevamente besar los senos a su madre: Ella me dej hacer varios segundos y, por fin, con un gesto de terrible firmeza, indito en ella, me retir. La mir intensamente y advert que ella estaba mirando esa nueva luz en mis ojos. Entonces dijo: Ya no eres un nio chiquito. sta es la ltima vez, entiendes? No hizo falta como lo haba aconsejado la abuela Angelita que ella se untara en los pezones yerba de ngel, cuya amargura es un poderoso remedio para destetar a los nios reacios. Bastaron sus palabras y, ms que sus palabras, sus ojos. Ellos me haban interrogado y juzgado con un solo vistazo. Y yo me sent como el pobre Adn, que al ser llamado por Dios contesta: Te he odo en el jardn, y temeroso porque estaba desnudo me escond. Es probable que mi mirada fuera distinta. Lo cierto era que no volvera a ser el nio de antes, pero ignoraba, por otra parte, mi nueva condicin. As que, en el futuro, me dediqu a buscarla (p. 43).
ste es el punto sin retorno en la trayectoria vital de Leonardo Altamirano Mlis, aos antes de que su inevitable formacin dentro de la fe catlica. Descubre, aunque con una configuracin de pecado original, en que sbitamente se convierte en Adn, el padre de los hombres, el objetivo de su vida. Trasciende la 200
naturaleza para entrar en un proceso social. En apoyo a lo anterior, me remito a la diferencia que plantea Octavio Paz entre sexualidad y erotismo: La sexualidad es simple: el instinto pone en movimiento al animal para que realice un acto destinado a perpetuar la especie. La simplicidad le viene de ser un acto impersonal; el individuo sirve a la especie por el camino ms directo y eficaz. En cambio, en la sociedad humana el instinto se enfrenta a un complicado y sutil sistema de prohibiciones, reglas y estmulos, desde el tab del incesto hasta los requisitos del contrato de matrimonio o los ritos, no por voluntarios, menos imperiosos, del amor libre. 316
El contacto fsico con los pechos de la madre, antes un acto natural, se vuelve tab al evidenciar su posible carcter incestuoso, a partir de que el nio cae en la cuenta de su individualidad, hecho que quiebra su simbiosis con la madre. En un instante se entera de que existe como individuo. No est aislado; ha entrado a un nuevo mundo: el de la sociedad humana. Ello lo hace rebasar la mera perpetuacin de la especie y, en cambio, lo enfrenta a las prohibiciones, a los ritos que, en su caso, sern no slo profundamente atractivos, sino imprescindibles para saber que existe, que es. Los captulos posteriores el cinco, De la escuela, la amistad y otros placeres; el seis, Del encuentro con Dios y el siete, De los maestros abordan diversos episodios de la paulatina iniciacin sensual, ms que sexual, del nio Mlis. A lo largo del texto se hace hincapi en el placer y tambin en la percepcin de lo que es el atractivo pecado captado a travs de todos los sentidos, y no estrictamente en el aspecto del contacto carnal, limitado en un infante que an no alcanza su desarrollo fsico pleno. De esto se desprende el nfasis en el elemento sensual ms que en el sexual del erotismo que practica Altamirano Mlis en estas inconclusas memorias. Fisiolgicamente est impedido para ejercer su sexualidad, pero ello no es obstculo para que d rienda suelta a sus sentidos: vista, tacto, odo, sobre todo, y en menor medida olfato y gusto, con un agregado: verbaliza sus recuerdos mediante la escritura de sus memorias. Se trata, pues, de encuentros naturales y un tanto ingenuos, entre los que destacan algunos juegos de ndole homosexual con un condiscpulo de la primaria, y otro incestuoso con una de sus hermanas. Pasa por el trago amargo de la primera comunin, trmite que exige confesar sus faltas a un sacerdote,
316 Metforas, en Ricardo Cayuela Gally, op. cit., p. 137. 201
cosa que, por supuesto, no hace, pues slo acepta reconocer unos cuantos pecados veniales (que no obedeca a mi madre, que jalaba las trenzas de mis hermanas, que me orinaba sobre la yerbabuena de mi abuela Angelita, que me baaba a oscuras y con los ojos cerrados, p. 54), que le traen como penitencia nicamente rezar diez padrenuestros y diez avemaras. Cierra el penltimo captulo con la participacin de su singular to Asur, 317
erigido como el elegante anciano que guarda la memoria de un San Isidro que ya desapareci: mi to, como un juglar de antao, rodebase de cabecitas blancas e iniciaba su consabido rosario anecdtico, que consista en el trenecito que cobraba diez centavos y por el cual alguna vez arrib a San Isidro el general lvaro Obregn; en el cine Mara, donde doa Marianita acompaaba las pelculas mudas con la pianola y donde estos viejitos, entonces nios, se emocionaron con las aventuras del inolvidable vaquero Tom Mix; en la clanchana, esa sirena de agua dulce, que encantaba a los pescadores de San Gaspar y los enamoraba con el avieso propsito de sumergirlos en las aguas y ahogarlos para siempre; en el silabario de San Miguel; en las brujas y el nahual; en el lpiz tinta que pintaba morado; en los cacomixtles y los tlacuaches; en las lavativas de yerba de escobilla con ajonjolincillo; en los cuentos del rayo que se llevaba el dinero oculto en la tierra, y de la centella que, en lugar de carbonizar a la persona, otorgaba el don e iluminaba el alma con su luz (p. 62).
La identidad necesita un registro, requiere de un personaje encargado de preservarla; tal es la funcin del to Asur en el entorno del rural San Isidro y en los mecanismos internos de la novela de Chavezmaya. Luego del prolijo enlistado de la cultura popular de San Isidro-Metepec, la historia se agota imprevistamente pues el editor alude a la abrupta interrupcin del manuscrito, con un captulo ocho, De los primeros vellos, que es en realidad un solo prrafo de unas cuantas lneas, en las cuales empezaba a narrarse el primer encuentro de Mlis con una prima, contacto que, al consumarse, iba a significar el abandono total de la infancia, la apertura de una nueva fase en la que ya puede ejercer su sexualidad desde el aspecto material, fisiolgico. Es el quiebre de la historia respecto a una posible continuacin que acaso algn da emprenda Chavezmaya para cerrar el ciclo de su personaje Altamirano Mlis.
317 En un ltimo encuentro con Asur Mlis, el sobrino le deja ver el intenso inters que siente por las mujeres, por lo que el to, que en su momento supo de mi condicin de destetado tardo, y que sin duda adivinaba la autntica naturaleza del brillo de mis ojos, me regal una sonrisa y murmur a continuacin: [,,,] Por lo que a m respecta, [las mujeres] siempre me han parecido unas mquinas muy complicadas dijo complicadas con un gustillo amargo, luego agreg: Yo prefiero a los de mi especie (p. 61). 202
Para valorar la obra de Marco Aurelio Chavezmaya, cabe apoyarse en lo sealado por el escritor toluqueo Benjamn Araujo Mondragn, en la presentacin del citado libro Metepec el grande: El trazo del narrador va cuenta y cuenta. El rito de platicar en torno al fogn se vuelve artculo, ensayo, libro, estudio, estadstica, recuento, una cuenta que se une a otra cuenta para formar el collar circular que somos todos. Todos. Unidad. Comn-unidad. Marco Aurelio Chvez Maya naci metepequense. Se hizo narrador, contador de sus cuitas personales y fantasiosas. Gozador de la palabra. Valedor de sus orgenes. Comprometido con su terruo se cont a s mismo, hasta crerselo para convencernos a los dems, que es cronista de la regin donde su madre enterr su ombligo el de l porque le nace hacerlo. Lo demostr lo ha, est, lo viene, hecho, haciendo; lo seguir haciendo porque le cuadra y sale de muy dentro. 318
Octavio Paz asegura: Sin el otro no hay erotismo porque no hay espejo. 319 Con Chavezmaya aparece ese elemento simblico que despus cobrar mayor importancia dentro de la obra de otro narrador: Alonso Guzmn. Puedo decir que los seis aos que pas en la escuela primaria me ayudaron a encontrar mi cara en el espejo (p. 44), afirma Erot Mlis en el inicio del captulo cinco de sus memorias. Eso es parte de lo que han estado haciendo los narradores mexiquenses incluidos en el presente trabajo: ayudar a que se encuentre la cara del otro en el espejo, que es, en este caso, la literatura.
4.4 IDENTIDAD Y VISIN OBRERA EN MAURICIA MORENO
El contacto personal de Mauricia Moreno con la escritura se remonta a principios de los aos setenta, cuando particip en un taller literario en la Casa de Cultura de Toluca (la cual, en una situacin un tanto paradjica, en aquel tiempo comparta con la Legislatura del Estado de Mxico el edificio que todava hoy siguen utilizando como sede los diputados locales). Nacida en la capital mexiquense en 1924, no fue sino exactamente sesenta aos despus cuando public su primer libro, la novela corta Aglaura, con la que gan el derecho de pertenecer a la segunda generacin de becarios del entonces recin creado Centro Toluqueo de Escritores.
318 Op. cit., pp. 6-7. 319 Op. cit., p. 139. 203
Llam la atencin el caso de Mauricia Moreno, en un momento que se caracteriz por la aparicin de obras de autores relativamente precoces, quienes publicaban su primer libro cuando apenas iban rebasando la veintena de aos; el extremo opuesto a esta autora lo representa el ya citado Alberto Chimal, becario del CTE cuando apenas tena 17 aos de edad. Mauricia Moreno fue la primera mujer en ganar el concurso anual de becarios del CTE, pero se singulariz adems por presentarse en el sistema literario mexiquense con una novela publicada slo un ao despus del primer ttulo de Alejandro Ariceaga en ese gnero y por provenir de un estrato social que ha tenido poca representatividad entre los autores mexiquenses: el obrero. En la contraportada de Aglaura se ponderaba que su autora pasa el mayor tiempo de su vida en una tahona, lo que no impide que germine su amor por las letras. Es decir, Aglaura era una obra escrita por una mujer en un ambiente donde predominaban los hombres; se distingui con una opera prima en una nmina de ttulos donde prevalecan los trabajos de lrica y cuento. La de Mauricia Moreno era, adems, una voz obrera, en un medio donde la mayor parte de los autores provenan de actividades como la academia, la burocracia, el periodismo y aun la medicina. Aglaura anticip un tema que despus se extendi en la sociedad contempornea, el de la anorexia, presentado a travs de una delicada y al mismo tiempo cruda intimidad femenina donde sobresalen tpicos clsicos acerca de la soledad y el dolor humanos (aunque, en rigor, la citada enfermedad no es el centro de la novela, sino que se la expone para poner en relieve los conflictos existenciales del personaje femenino). En suma, Aglaura fue un libro representativo de los nuevos derroteros de la narrativa mexiquense, en los que la obra de Mauricia Moreno ha seguido una tendencia peculiar. A esa obra inicial se sumaron la plaqueta con los cuentos Piri y Lolo, de 1990; otra novela corta, Los tesoros de Nery, de 1999; la coleccin de cuentos Noche fuera de casa, de 2000 (reeditada en 2002), hasta llegar a la novela La tahona, cuya primera versin data de 2003 y que muy corregida y aumentada fue objeto de reedicin en 2007. Aun tomada en conjunto, la obra de Mauricia Moreno es relativamente breve pero con la calidad suficiente para destacar en la literatura mexiquense. 204
Dado el contexto anterior, que incluye el hecho de que Mauricia Moreno obtuvo, tambin mayor, el grado de licenciada en Letras Espaolas en la Universidad Autnoma del Estado de Mxico, me referir a la que considero su principal obra: La tahona, muestra fehaciente de una cabal madurez creativa, En este libro la autora decant los recursos a partir de los cuales narra una historia con una ubicacin precisa, una tahona toluquea, mediante el testimonio de diversos episodios registrados por el personaje Gelsomina a lo largo de ms de cuarenta aos. La tahona es la prueba evidente de la evolucin en las posibilidades escriturales de Mauricia Moreno, pues con ella afin su manejo del lenguaje y logr resolver airosamente el modo de estructurar una compleja historia en el lapso que abarca la novela. 320
Se hace patente en La tahona una constante ya advertida en las novelas citadas de Ariceaga y Osorio: el nfasis aplicado a los cambios ocurridos en el Valle de Toluca, o en la ciudad de Toluca, especficamente, como un signo distintivo en todos los mbitos de la vida colectiva de sus habitantes, en el curso de la industrializacin del Estado de Mxico. La novela se estructura en 41 captulos numerados y breves. Empieza a ser contada desde un presente, el de la transicin entre milenios, como anuncio de los pormenores que van a ser narrados en un aparente desorden, que conforme avanza la historia genera una cierta tensin til para atraer al lector. Hay un complejo trabajo de sntesis, disfrazado de recuerdo: Tal vez el orden en que aparecen los sucesos no tenga la exactitud cronolgica deseada, de cualquier manera he hilvanado los recuerdos como permite la memoria (p. 11), dice Gelsomina-narradora. Gelsomina es casi una obrera, aunque, en realidad, funciona como una especie de gozne o mecanismo de relacin entre dos sectores de intereses irreconciliables: los patrones la pareja conformada por Lucrecia y Jons y los trabajadores de la tahona. Gelsomina no llega a actuar como la capataz en esa vieja panificadora porque no tiene dificultad alguna para tomar partido: ella est
320 A diferencia de Aglaura, que se caracteriz por su linealidad, La tahona juega con los tiempos, en una tcnica ms audaz que ya haba adelantado Mauricia Moreno en Los tesoros de Nery. Tambin evoluciona su manejo del espacio, pues aunque la accin ocurre por regla general en un mismo lugar, esto es, la tahona, sin salir de ella es posible conocer los cambios generales que ocurren en el entorno mayor que es la ciudad de Toluca. 205
del lado de los obreros, pues de hecho es una ms de las explotadas por el capital, quizs la ms explotada. Gelsomina el nombre es de origen italiano y significa jazmn es una madre muy joven que, luego de haber perdido a sus padres y al marido, queda con un hijo y se ve obligada a emplearse en la tahona de su ta Lucrecia. En una situacin irnica, Lucrecia logra crear su pequeo emporio panificador utilizando dinero prestado por su hermana Carmina la madre de Gelsomina. La sobrina se encarga de la mayor parte de las operaciones administrativas, comerciales y de produccin de la tahona, y lleva la relacin directa con los trabajadores, en una rutina que pronto alcanza a dominar. Sin embargo, su ta y el amante de sta, Jons, le asignan sueldos nfimos, un poco por encima de los de los obreros, en una relacin en la que se mezclan los conflictos familiares y laborales. Casi cuarenta aos pasa Gelsomina en la tahona, que aparece como espacio natural para la convivencia de las diferentes clases sociales de la ciudad de Toluca. Resulta claro que la tahona del Perpetuo Socorro es una de las principales productoras de pan destinado a una poblacin que fue creciendo geomtricamente, durante la profunda transformacin de la capital del Estado de Mxico. Por eso Gelsomina caracteriza a esta urbe desde el principio: Toluca era un pueblo. Un pueblo grande que empezaba en la Alameda y terminaba en la estacin del ferrocarril. No haba ms fuentes de trabajo que la fbrica de vidrio y el taller de hilados y tejidos (p. 10).
Hay en estas lneas un nfasis en la aspiracin social de Toluca era un pueblo grande, a partir de su magnitud relativamente mnima simbolizada por las referencias a la Alameda y a la estacin del ferrocarril, pero tambin al aspecto laboral: slo haba empleo en una fbrica de vidrio y en un taller fabril, en contraste con las numerosas industrias que habran de instalarse en la regin a partir de los aos sesenta. Cuando escribi Aglaura, Mauricia Moreno contaba con la prctica obtenida en el taller literario de la setentera Casa de Cultura en Toluca, mientras que cuando escribi La tahona ya haba pasado adems por las aulas universitarias, lo que le permiti contar con ms recursos escriturales y referencias. Sin embargo, mantuvo un estilo natural, sello que le reconoce Luis Miguel Vargas: 206
Algo que tambin encuentro en el estilo de Mauricia es la naturalidad. Y aqu nuevamente es inevitable el contraste con algunas novelas de autores toluqueos, quienes adoptan, lo que denomino, un tono de novela. Un esquema comn consiste en empezar con grandes parrafadas abstractas o pretendidamente poticas, donde el lector no sabe de qu se est hablando; o filosofan sin ton ni son; en el peor de los casos no narran, ni describen ni filosofan sino explican lo que hacen, sienten o piensan los personajes. Y as nos enfrentamos a una voz narrativa pesadsima. El anlisis narrativo est vedado a la mayora de los mortales, Proust y Svevo fueron precursores y casi clausuraron esa veta. La novela es accin no explicacin. 321
Aun cuando conserv ese estilo natural, en La tahona Mauricia Moreno se permite mayores audacias, sobre todo en la construccin del texto, al apoyar la narracin en lo fragmentario para ofrecer una visin de conjunto, constante que se aprecia tambin en Clima templado y ms en El ao que se coronaron los diablos. La historia se desenvuelve a partir del conflicto permanente entre los parientes explotadores, Lucrecia y Jons, y la pariente explotada, Gelsomina. Pero el asunto va mucho ms all de la rspida relacin familiar, pues expone las circunstancias laborales y sociales del entorno obrero, los cambios en la ciudad y en el pas, y sobre todo, la individualidad de Gelsomina, encerrada en la contradiccin de detestar el trabajo como empleada de su ta y del perverso amante de sta pero, en una absurda e inevitable relacin de dependencia, no se atreve a renunciar y cambiar de ocupacin, es decir, de vida. Aunque con cierto velo pudoroso, puede distinguirse la condicin de Gelsomina como mujer transgresora, pues sin haber formalizado una relacin matrimonial llega a tener dos hijos ms aparte del concebido prcticamente en su adolescencia. Es una mujer completa, no slo capaz de amar sino de trabajar para asegurar su independencia y fomentar la de sus hijos, aunque no les confiere demasiada importancia: Gelsomina importa por ella misma y no por el hecho de ser una madre reproductora Igualmente, la novela no se agota en la permanente disputa familiar entre Gelsomina y el binomio Lucrecia-Jons. Ofrece elementos para captar la condicin obrera con testimonios como el siguiente, en el que se describe la idiosincrasia panadera: Los hombres de la tahona siempre tenan sueo, hambre y cansancio. Eran alegres, algunas ocasiones cantaban toda la tarde. Se hacan novios de las muchachas del servicio, las empleadas de los expendios. Algunas ocasiones
321 Op. cit., p. 58. 207
asistan a los bailes del Rosa Mara, el Club Toluca, desde luego si podan pagar las entradas. Lo que les era ms fcil era asistir a los pueblos o a la casa de la China. Ninguno lleg a casarse con las empleadas de doa Lucrecia porque todas saban que solamente por temporadas chillaba la manteca en las cazuelas (p. 51).
Otra visin de esa vida obrera es sta: El gape toma caracteres de pantomima. Los trabajadores se han puesto su ropita de los domingos. Sera mejor decir de fiesta en grande. Todos asistieron a misa con sus familiares. El lumpenproletariado o proletariado en su peor situacin, en da de fiesta. Todo a costillas del patrn. Beber hasta embriagarse (p. 100).
Lo que quedara en cuadro costumbrista alcanza otro nivel por la referencia a una categora marxiana: el lumpenproletariado, aunque la autora no desbarra en el uso del tecnicismo, porque le da una condicin ms creble o cotidiana: o proletariado en su peor situacin, con lo que inclusive se hace patente una intencin irnica a partir del eufemismo. Gelsomina est, adems, consciente de su posicin intermedia entre ese proletariado y una especie de lumpenburguesa representada por Lucrecia y Jons. Se sabe necesaria para articular una difcil relacin entre los obreros y los patrones. Aun as, Gelsomina provoca repetidos enfados en la pareja de patrones al protestar por las condiciones de explotacin prevalecientes en la tahona. La novela gana en verosimilitud porque Gelsomina comparte con los dems trabajadores la necesidad de aguantar humillaciones con tal de ganar un sueldo, miserable, s, pero que le permite la supervivencia. Gelsomina no es una herona sino una persona comn con problemas comunes en un esquema de explotacin laboral. Hay, por supuesto, un sentimiento de realista frustracin, como el que se evidencia en parte del dilogo entre Lucrecia y Gelsomina cuando se prepara el festejo de los panaderos el 27 de junio de 1958 (p. 98, nica vez en que se precisa una fecha dentro de la novela). Gelsomina acepta que ha hablado con los trabajadores para que se unan a un sindicato. La ta pregunta a la sobrina de qu lado est y Gelsomina reconoce su contradiccin: Creo que de ninguno, no puedo hacer nada por ellos (p. 102). Sin embargo, esa posicin intermedia, ms que indefinida, hace posible que Gelsomina proteja a los trabajadores y le permite tambin cierta distancia para verlos en sus rasgos humanos, como cuando se refiere el episodio ms crudo de la novela: la historia del obrero de la tahona que asesina a su hijo luego 208
de que ste ha cometido un incesto con su propia madre (pp. 29-30). Esa perspectiva se manifiesta tambin cuando los obreros, en una escena buueliana, representan la muerte de uno de ellos, Morongn. La descripcin incluye una crptica letana que raya en la parodia: Se hincan alrededor del fretro. Hay de todo: plaideras, las que rezan, los que slo van a tomar caf con piquete. No falta la inconsolable viuda. Todos se han vestido con mantas o lo que encuentran. -Arca de No. -Ruega por l. -Rosa mstica. -Rosa por tripi (p. 88).
Hay en la novela una serie de denuncias ms o menos explicitadas, como parte de la situacin abusiva que caracteriza a la tahona, por ejemplo, el hecho de que los obreros, expuestos a graves riesgos en interminables jornadas, no cuenten con seguridad social. Ms representativa de la actitud expoliadora de los patrones es la asignacin de nfimos aguinaldos que son rechazados por los obreros, ante una ofensa inaceptable para quienes son los verdaderos creadores de una riqueza, que se dedican a dilapidar Jons y Lucrecia. El contraste entre las clases sociales se completar con las acciones de Lucrecia y Jons, representantes de una burguesa arribista aun en el ambiente de la Toluca de hace medio siglo, en que las relaciones con los poderosos de la poltica no eran tan distantes como en la actualidad. La pareja, paradigma de nuevos ricos, no cuenta ms que con amistades de podero limitado, como el presidente municipal de San Felipe del Progreso, poblacin marginal y alejada del centro poltico del estado. La alusin al nico personaje histrico que se menciona en la novela, el entonces candidato presidencial Adolfo Lpez Mateos (p. 98), es tangencial y no toca directamente al do Lucrecia-Jons, en realidad ajeno a las familias tradicionales toluqueas que cobijaron al poltico mexiquense en los aos en que ste vivi en Toluca. La realidad narrada por Gelsomina no est exenta de farsa y humor. Por ejempo, es muy divertida la forma en que las empleaditas Mara y Juana evitan que el patrn Jons las violente en el cuarto de azotea donde duermen, cuando de una manera inslita logran untarle chile en el miembro viril, en una ancdota en verdad hilarante (pp. 67-69). 209
Est implcita en la pareja Lucrecia-Jons la exhibicin de cierto sector de la burguesa dedicado a medrar con la explotacin de los trabajadores de sus empresas, de tipo familiar y, por ende, condenadas a la extincin otro de los cambios sociales presentados de manera recurrente en las novelas de este apartado: el proceso de desaparicin de los negocios locales que no pudieron avenirse a las nuevas condiciones de feroz y total competencia. Los contrastes son marcados entre los bajos salarios y las malas condiciones laborales que sufren los obreros y la administradora Gelsomina, comparados con los viajes y lujos que disfrutan Lucrecia y Jons, quienes permanentemente se quejan de lo mal que va el negocio. Aun as, pretenden asumir una actitud paternal respecto a los trabajadores, a quienes toman por pequeos infantes, salvajes que no podra desarrollar una vida por su cuenta, ajenos a la tahona. se ser el mayor conflicto emocional de Gelsomina: no atreverse a cortar el cordn umbilical que desde siempre la ha unido a la tahona. Al final lo hace, en lo que ella siente va a ser el inicio de la decadencia empresarial y humana de Jons, luego de que Lucrecia ha muerto a avanzada edad, en medio de sufrimientos atroces con todo y hemorragia por boca y ano (p. 136). Este desenlace no ocurre como venganza del destino, sino que tiene causas muy lgicas, entre ellas la ambicin de Jons. Es el fin de una empresa familiar mal administrada, aunque en su fuero interno le surge a Gelsomina la conviccin de que fue un castigo por tantos aos de maltrato. No le importa, ella est superando el pasado. (el pasado? Eso era, pasado!, se dice Gelsomina en el cierre de la historia, p. 142). Nuevamente me remito a la opinin de Luis Miguel Vargas, que atribuye una intencin nostlgica a la mayor parte de las novelas comentadas en Nostalgia. Ensayos sobre la novela en el Valle de Toluca, 1950-2000. Este dilogo es necesario, tanto porque no abundan los estudios sobre literatura mexiquense, como porque los textos de Luis Miguel Vargas se dedican explcitamente al anlisis de la novelstica contempornea en Toluca. Recurdese que, segn Vargas, para los novelistas toluqueos su ciudad est en el pasado, por lo cual clasifica a Clima templado, El ao que se coronaron 210
los Diablos, Tolucanos (de Carlos Olvera) y tambin a La tahona, como novelas que apelan directamente al pasado de Toluca. 322
Nostalgia es la pena de verse ausente de la patria o de los deudos o amigos, o el pesar que causa el recuerdo de algn bien perdido. 323 A diferencia de Luis Miguel Vargas, reitero que no percibo tal postura nostlgica en las obras sealadas, en particular en La tahona. 324
Lo que percibo en la mayor parte de la novelstica del Valle de Toluca es, en todo caso, una actitud de recuperacin y explicacin sobre lo ocurrido en la regin. Es decir, una de las motivaciones literarias de varios de los autores sealados fue dejar el registro de la velocidad y magnitud con que se dieron los cambios en una sociedad que abandon una condicin netamente provinciana, quizs tampoco asumida a cabalidad, para convertirse en una urbe con grandes complicaciones, producto no slo de la transformacin en s, sino de la manera en que se dio ante el mpetu externo de desarrollo capitalista. Eduardo Osorio coincide en parte con Luis Miguel Vargas, pues estima que en el poeta Luis Antonio Garca Reyes y en la novelista Mauricia Moreno habra cierto acercamiento a la evocacin nostlgica de determinados lugares de la entidad [por lo que] parecen pretender ms el tcito mensaje de aquello alguna vez existi, [y] el rescate de algunas formas culturales en el campo cuya presencia se ha diluido. 325 Cuando escribi lo anterior, Osorio solamente conoca Aglaura, nica obra publicada por Mauricia Moreno al momento de aparecer el ensayo Batalla por el eco. En las obras que abarca el anlisis presente, no veo tal pesar por lo que ha dejado de ser, por lo que con el tiempo se transform y se convirti en algo distinto, aunque en parte siga siendo lo mismo; es decir, hay elementos de una
322 Op. cit., p. 9. 323 Martn Alonso, Enciclopedia del idioma. Diccionario histrico y moderno de la lengua espaola (siglos XII al XX). Etimolgico, tecnolgico, regional e hispanoamericano, tomo III N-Z, 5. reimp., Mxico, Aguilar, 1998. 324 En el cine hay un ejemplo que se ajustara a la reflexin de Vargas: la pelcula Un ao perdido (1993), del director toluqueo Gerardo Lara, quien s plantea una visin de nostalgia respecto a una Toluca de los aos setenta, evocada como un mbito que en la ltima dcada del siglo XX ya se haba transformado profundamente, y a la que pudiera aplicarse la frase clsica de que todo tiempo pasado fue mejor. 325 Op. cit., pp. 63-64. 211
identidad local respecto a modos de convivencia que, si bien modificados, no necesariamente desaparecen. 326
No encuentro, asimismo, muchas expresiones de nostalgia en el prolongado periodo novelado en La tahona, aunque su registro sea, a veces, minucioso en cuanto a la recreacin de formas de relacin colectiva que fueron cambiando de manera a veces radical. Ms bien, se configura un registro de cmo sucedieron las cosas, cmo transcurri la vida, con una tahona como el espacio central de numerosas vidas, sobre todo la de la protagonista Gelsomina. Hay casos muy aislados en que la narracin provoca esa sensacin nostlgica, el ms claro de los cuales sera el prrafo en que se enlista y describe ampliamente la oferta de panes y bizcochos que se elaboraban en la tahona. Tal enumeracin funcionara como fugaz referencia de gastronoma panadera, que acaso detonara un efecto de nostalgia en el paladar y en los ojos, si el punto de referencia para el contraste es un anaquel de productos panaderos industrializados. 327
Por lo dems, no hay en La tahona vuelta hacia atrs. No aparece, por caso, una comparacin entre este original amasijo o tahona y las modernas panaderas que aparecieron con el tiempo, quizs porque en el fondo son lo
326 Pienso en Clima templado, donde la evocacin del viejo tianguis alrededor de lo que era el original mercado 16 de septiembre y que en 1980 se convirti en el actual Cosmovitral, se emparenta con lo que hasta 2006 fue el tianguis el mismo tianguis que le creci al mercado Benito Jurez y a la aledaa zona de la terminal de autobuses. 327 El largo prrafo en cuestin es el siguiente: Estn cayendo cascadas de pan blanco, algunos le llaman pan francs. No s el origen del mote. Me gustara saber dnde y cundo naci el pan. Rubias, doraditas y sin astilla, lustrosas como espejo, con una capa de azcar las ricas campechanas con nata o caf. Plomos con leche, crema o como aquel chamaco compaero de mi infancia que los coma con frijoles. Los caones y monederos, pan un poco saladito. No para acompaarlos con sopa, un guiso o atn. Simplemente se comen con crema, leche, t, caf o espumoso chocolate. Las batidas, las panzas hojaldradas con ojos de grasa, rellenas de queso con frijoles y un trozo de chipotle. Una telerita con pltano maduro. Tortas de pobre, lo mismo con un tamal o chilaquiles. Los ojos de pancha, saladitos de la panza y lo esponjado con azcar hecha pastilla. Panqu de huevo, las banderillas lustrosas de manteca y azcar derretida. Los laureles muy blancos que se deshacen en la boca. Los gendarmes y los calzones. Calzn bastante, ya no se usan nagualudos y largos. No se usan pero se comen. Planchas rellenas de chorizo, picadillo, atn o salpicn de pollo. Rieles con mermelada. Las nueces con algo de coco dorado. Las famosas chorreadas con polvo de piloncillo. Quesadillas y bigotes. Empanadas de pia. Limas y conchas de chocolate. Las primeras con su ombligo al centro, las segundas con sus filigranas alargadas. Las novias de blanco, volcanes y rehiletes. Las ilusiones y su laberinto que termina en una pequea bolita de masa. Magdalenas y chamacos, pan de manteca suave de grase y ligera por las mil vueltas en las manos. Calor que impregna los sabores. Manos dando forma, rejas, huesos, canillas. Teleras de dos cabezas. Los abrazos y los besos. Las panzas rellenas de queso, ensalada de verdura y mayonesa. Pollos de pasta especial con crema pastelera. (pp. 75-76). 212
mismo. Quiero decir, la tahona se presenta como toda una instalacin industrial, con cerca de medio centenar de obreros organizados en dos o tres turnos, donde se siguen todas las fases elementales de un proceso fabril, incluida la clara divisin del trabajo. No existe una visin tradicional o de valoracin del pan artesanal, pues el de esta tahona es, de hecho, pan industrial. Cuando Domenico Porzio pregunt a Leonardo Sciascia si senta nostalgia por la infancia, la respuesta del escritor siciliano fue una tajante negativa. Deca Sciascia: la nostalgia de la infancia es la nostalgia por volver atrs y, por tanto, tener que atravesar de nuevo el fascismo, la guerra. 328 En un sentido paralelo al planteado por Sciascia, Gelsomina, la protagonista de La tahona, no habra querido volver a pasar por todos esos aos en la industria de la panificacin; al final ve voluntariamente otras perspectivas; cierra un prolongado ciclo laboral y vital. 329
Difiero, por otro lado, de la supuesta influencia que de mile Zola atribuye Luis Miguel Vargas a esta novela de Mauricia Moreno. La tahona es una novela realista en el sentido de que parte de una realidad social dada, pero no se relaciona con la corriente del naturalismo decimonnico que encarn Zola. No persigue una intencin moralizante o de purificacin de la sociedad, ni un objetivo de mostrar a rajatabla las lacras de la misma. Por ello, una de las aportaciones de esta obra es abordar el tema obrero para mostrar formas de vida y, si se quiere, esquemas econmicos propios de una sociedad como la toluquea, pero no slo de sta. Mauricia Moreno se ha consolidado como una de las autoras ms representativas de la literatura mexiquense. Es la suya una escritura que fue en ascenso, con base en una evidente autocrtica, que le hizo llegar a su mximo nivel creativo en La tahona, novela ms trabajada y completa que la inicial Aglaura, aunque en ambas por no decir que en toda la obra de Mauricia
328 Fuego en el alma. Conversaciones con Domenico Porzio, Madrid, Mondadori, 1992, p. 35. 329 Dado que desde que surgi a la vida literaria se supo que Mauricia Moreno haba trabajado por largos aos en una tahona, es inevitable pensar en la gran carga autobiogrfica que debe haber en La tahona. Aun as, se requiere separar la vida de la persona de carne y hueso respecto a la ficcin; no son lo mismo, huelga decir. Si de todas maneras se insiste en que La tahona es una historia extrada de la vida, vuelvo a la perspectiva de Sciascia: no hay tal sentimiento de nostalgia porque ste obligara a volver a pasar, as sea en el simple recuerdo, por experiencias negativas, duras, que ms bien habra que superar. 213
Moreno prevalece la perspectiva de discurrir sobre la soledad humana a partir de los personajes femeninos. Es menester, a estas alturas, remitirse a elementos comunes en las obras analizadas de Ariceaga, Osorio y Moreno, que influyen en la visin sobre la identidad mexiquense: para empezar, el nfasis sobre la condicin de la capital del Estado de Mxico, Toluca, como ciudad fabril. Se trata de un reconocimiento problemtico, porque entraa una crtica no slo a la manera en que se impuls la modernizacin de Toluca y del Estado de Mxico a travs de su industrializacin, sino tambin a las secuelas de dicho proceso trajo consigo, con un dislocamiento en las relaciones de los sectores sociales que provoc, a su vez, el ahondamiento de las diferencias entre clases ricas y clases pobres. Si bien en las tres obras citadas la narracin se centra en o parte de Toluca, no deja de describir o de referirse, as sea de manera implcita, a una situacin que se desarroll en otras regiones de la entidad. Hay que tomar en cuenta que Ariceaga, Osorio y Moreno son de origen toluqueo, circunstancia que les permiti mantener una distancia que acaso no hubieran establecido si hubiesen sido originarios de alguno de los municipios que con el tiempo se fusionaron con otra capital, en este caso la del pas, el Distrito Federal que rompe a la mitad la geografa fsica y humana del Estado de Mxico. 330
Otra coincidencia es el tratamiento del tema obrero como uno de los constituyentes de la visin sobre una identidad mexiquense. Esto se da no sin matices y diferencias, como los siguientes: segn se precis en el apartado correspondiente, la accin en Clima templado sucede en un ao determinado, a la mitad del siglo XX, cuando se inici la transformacin industrial y social del Estado de Mxico. En El ao que se coronaron los diablos, el periodo durante el cual transcurre la novela es ms largo, pues tambin se ubica, inicialmente, en la mitad del siglo, pero abarcar tambin las dcadas de los sesenta y setenta, y aun tocar el episodio del Tnel 29, de 1985.
330 Aunque no deja de ser riesgoso y discutible ponerlo en los siguientes trminos, es posible que dicha fusin, desarrollada durante dcadas de gradual y veloz conurbacin de los municipios del Valle de Cuautitln-Texcoco con el DF, explique por qu la literatura mexiquense en general, pero singularmente en el gnero narrativo, no cuente prcticamente con expositores en la zona nororiente de la entidad en municipios como Naucalpan, Tlalnepantla, Atizapn de Zaragoza, etctera, o no en la abundancia con que han surgido en el Valle de Toluca y en la regin oriente. 214
En lo que toca a La tahona, su marco temporal es mayor: de la dcada de los cuarenta hasta rozar los comienzos de los aos ochenta, un recuento desprendido del innegable contenido autobiogrfico de la novela, pues no se registran referencias que faciliten ubicar la historia en aos especficos, sino, ms bien, en pocas con algunos rasgos cambiantes. La novela de Ariceaga transcurre en el espacio del primer cuadro de la ciudad de Toluca, mientras que la de Osorio lo hace no slo en esa capital, sino tambin en la ciudad de Mxico y otras zonas del centro y norte del pas. En cambio, la de Mauricia Moreno se ubica fundamentalmente en una panadera toluquea, aunque incluye algunos trnsitos a otras partes del centro de la capital mexiquense. Esto es, el espacio de La tahona es ms cerrado todava que el de Clima templado, y el de El ao que se coronaron los diablos resulta ms abierto comparado con las otras dos novelas. La principal diferenciacin entre Ariceaga y Osorio respecto a Moreno es la pertenencia de esta ltima a la clase obrera. Mientras los dos primeros elaboran sus respectivas narraciones desde fuera, Mauricia Moreno lo hace desde el interior de una clase social concreta. Ms que su propia condicin de narradora, para el resultado final de La tahona resulta de mayor peso su vnculo con la experiencia de los obreros en la regin centro del Estado de Mxico, aunque lo significativo es reconocer los aspectos, finalmente identitarios, en que se da la concurrencia de tres distintos escritores mexiquenses.
4.5 ALONSO GUZMN Y LA CONSOLIDACIN DEL SISTEMA LITERARIO MEXIQUENSE
Alonso Guzmn (1980) representa el inicio de la nueva fase a la que ha entrado el sistema literario mexiquense: su consolidacin. No lo hace solo, pues a su nombre habr que ir sumando los de autores que tambin desarrollan su obra en paralelo con la de este narrador toluqueo, como Hugo Csar Moreno, desde Ecatepec, o la atlacomulquense Laura Ziga Orta, desde Toluca, entre otros, pero sin duda este tro es el ms representativo de la nueva fase. La seleccin de Alonso Guzmn como objeto de estudio obedece a su novela La agona de la marmota, publicada en 2006 y por la cual se hizo acreedor 215
al Premio Estatal para Primera Novela Alejandro Ariceaga, otorgado por el Centro Toluqueo de Escritores. Con ella se hace patente una temprana madurez de este autor pero, igualmente, se evidencia la propia evolucin del sistema literario mexiquense. No ha ocurrido esto de manera automtica o mecnica, sino como resultado del proceso de formacin de la literatura contempornea del Estado de Mxico. Guzmn, egresado de la licenciatura en Letras Latinoamericanas en la Facultad de Humanidades de la UAEM, incluye en su formacin un diplomado de creacin literaria en la Escuela de Escritores de la Sociedad General de Escritores de Mxico (SOGEM) en Metepec. Su trayectoria incluye el paso por grupos de rock as como en la agrupacin de jvenes autores Mirabilis, y su actual desempeo como locutor en Radio Mexiquense, la estacin cultural del gobierno del Estado de Mxico. No obstante que, en rigor, su carrera literaria apenas est empezando, con ella se denota la etapa de consolidacin del sistema literario, por varias razones: primera, su articulacin con los elementos integrantes del mismo, esto es, la tradicin previa, tanto referida a obras como a escritores participantes en las etapas de las manifestaciones como de la configuracin del sistema. 331 Tal vnculo se extiende a instituciones y a la existencia de pblicos que conforman ya una vida literaria, en particular con la constitucin de grupos de autores jvenes y con inquietudes distintas a las de los escritores de las fases anteriores. Aunado a lo anterior, la propuesta esttica de Alonso Guzmn tambin resulta distinta a lo hecho previamente, aunque no deja de tener un manejo similar en algunos temas, uno en particular: el partir de la revisin crtica sobre los nexos que se tienen con una regin especfica, en este caso la capital del Estado de Mxico, donde se aprecia un conflicto respecto al caos y a la confusin urbanos. La identidad se percibe a travs de un espejo utilizado no nicamente para reflejar lo ertico, sino una realidad ms amplia y general, pero se tratar de una imagen inasible y cuestionable, aunque ah est, en la regin, en la urbe,
331 Cuento con testimonios de dos miembros del Centro Toluqueo de Escritores, su segundo presidente, Eduardo Osorio, ms el poeta Sergio Ros, quienes, cercanos a Alonso Guzmn durante la fase creativa que lo condujo a escribir La agona de la marmota, registraron su ritmo intenso de lectura de libros de autores mexiquenses contemporneos, as como sus indagaciones sobre la historia de Toluca. 216
cuya historia se construye desde la literatura con una escritura fragmentaria ya desarrollada antes por Ariceaga y Osorio, sobre todo. Sin embargo, la intencin de Alonso Guzmn es muy diferente: sus inquietudes son otras y su encuentro con la literatura se problematiza de un modo distinto. No en vano su formacin acadmica resulta peculiar si se la compara con la de otros autores hechos de manera autodidacta, que, si bien cuentan tambin con sus propias lecturas, as como con experiencias de vida alimentadas en varios casos por un oficio periodstico que los dot de una visin global sobre la realidad social, han visto en la escritura un ejercicio ms prctico que terico. Aunque es un factor fundamental, esta visin acadmica no es sino uno de los ingredientes que han conformado la obra inicial de Alonso Guzmn; hay otros, como el haber tenido que afrontar la realidad contempornea de un mundo, un pas y un estado ya transformados, circunstancia que lo lleva a carecer de expectativas de optimismo y de posibilidades de crear o recrear viejos sueos, pues desestima las clsicas reivindicaciones de ciertos sectores de la intelectualidad nacional. Por el contrario, se respira en sus pginas cierto nihilismo que, empero, conduce el trabajo narrativo hacia expresiones emparentadas con movimientos estticos de la literatura del siglo XX, como el creacionismo o el nouveau roman galo. No existe ancdota en La agona de la marmota. No hay una historia tradicional, aunque s aparecen personajes, pocos, producto de un trabajo fino de construccin, explicitado a travs de constantes referencias que discuten los lmites y alcances del acto creativo a travs de la literatura. Ya en una entrevista hecha a finales de 2006, con motivo de la publicacin de su novela, Alonso Guzmn explicaba lo que haba pretendido con esta obra: Lo que quera hacer es una novela que no tuviera ancdota, que no tuviera historia, que no pasara en realidad nada. La postura fue hacer una novela donde todos los personajes supieran que son personajes literarios, una reescritura sobre una escritura. No ocurre nada, todo est esttico, no hay movimiento y por lo mismo todo es decadente, esto es lo que me interesa. [En] nuestra generacin somos decadentes, [y] aunque nos riamos de vez en cuando en algunas fiestas y nos la pasemos chido, siempre por dentro estamos que nos lleva la chingada. Entonces tambin era parte de eso, de no avanzar nunca, de no llegar a ningn lado, de estar completamente agotados de esperar el fin, estamos agotados de todo; esa era la idea. 332
332 Entregan edicin a Alonso Guzmn, ganador del Premio Estatal para Primera Novela, entrevista de Blanca Ocampo, en http://impulsocultura.blogia.com/2006/093002-el-cte-rinde- homenaje-a-alejandro-ariceaga-con-literatura-viva.php, consultado en mayo de 2010. 217
Lo apuntado en esta declaracin por Alonso Guzmn se cumple desde el comienzo del libro, cuando el personaje principal de La agona de la marmota, Santiago de la Mora, anuncia su intencin de Escribir una novela donde cada personaje cambie de nombre en cada captulo (p. 15), pero no slo eso, sino que tambin se van a presentar Personajes definidos que cambien infinitamente de nombres; infinita e indistintamente, Gerner, entiendes? Algo as como una indiferencia nominal; estoy harto de llamar a las cosas por su nombre. Quin lo ha dicho?, aos de evolucin lingstica? Mierda!, Gerner, sabes que es una mierda; el mismo lenguaje es un rito; un rito que tratamos de repetir una y otra vez (Idem).
Dentro de la narrativa mexiquense hay autores que han puesto tambin un gran nfasis en el lenguaje el caso ms significativo sera, sin duda, el de Carmen Rosenzweig, pero la diferencia planteada por Alonso Guzmn consiste en que l lleva a un extremo radical su postura, al haber escrito una novela ayuna casi por entero de una lnea anecdtica. Lo que vale en ella es, por completo, el lenguaje, no una posible historia inexistente como tal, aunque, de modo ineluctable, Guzmn narra (por ejemplo, los encuentros entre los personajes Santiago, el enigmtico Gerner y Leonor, la musa de ambos; el transcurso de una fiesta, encuentros con escritores, una visita a una supuesta caverna en un cerro toluqueo). Alonso Guzmn no es el primer escritor mexiquense que pasa por una formacin universitaria en el rea de los estudios literarios, pero se singulariza por la introduccin de una serie de reflexiones vinculadas con esa preparacin. Si otros autores han aplicado su formacin acadmica en sus respectivas obras, lo han hecho incluyndola dentro del trasfondo de una formacin literaria general, pero en lo tocante a Alonso Guzmn ste no slo la aplica, sino que la manifiesta de manera explcita. Esto se ejemplifica en el discurrir de Santiago de la Mora sobre la novela que est a punto de comenzar. Vase primero: La negacin del nombre hasta el paroxismo, hasta la destruccin del lenguaje comprendes? Aceptar el lenguaje como un ente histrico concreto y no repetirlo y matarlo con ese terror tan comn, tan primitivo a la historia (p. 16).
Tres prrafos despus queda ms clara la intencin de Guzmn de discutir la manera en que est emprendiendo su trabajo escritural: 218
Qu te parece Gerner? La historia ser un pretexto, sera una novela de lenguaje; ves la figura? Intento luchar contra el terror de la historia, desde el abandono de la historia; podra ser interesante no crees, Gerner, amigo? No est mal Gerner y su fascinante capacidad para el silencio (p. 16).
No es casual que tal intento de dilogo lo lleve al cabo Santiago de la Mora con Gerner, que es un reflejo inverso del primero y en esa condicin aparecer en los distintos tramos de la novela. Pero, adicionalmente, hay que ponderar que las cuestiones de las que habla Santiago de la Mora pueden pasar por la mente de cualquier escritor a la hora en que revisa a dnde pretende llegar con un texto. La diferencia, en el caso del personaje central de La agona de la marmota, es que l expresa sus convicciones, pero sobre todo sus dudas, respecto al acto de la escritura. No importa lo anterior en trminos de su vida, porque la novela no est dedicada a contar su historia personal, sino que importa en trminos de la discusin literaria que est planteando. Surgen ms adelante matices en la especie de monlogo que plantea Santiago de la Mora ante su amigo Gerner, como cuando se refiere a la necesidad de dar nombre a las cosas, pues: Es importante el nombre, tan importante; al menos para m lo es. Las palabras, Gerner, no son el nombre de las cosas? O empezar diciendo: antes de que las cosas tuvieran nombre y la gente las sealaba para mostrarlas; antes de todas las palabras, antes del nombre, antes del verbo, en aquella oscuridad donde el espritu de dios volaba sobre las aguas agitadas haba en el centro una gran tortuga que cargaba doce moribundos cuerpos, aquella tortuga era el centro y sus patas alargadas y el olor de los cuerpos fue la ciudad. Empezar a nombrar para pensar [empezar?] 333 a vivir. No somos ms que eso, amigo, un texto de palabras; hasta la agona ms dolorosa es una interminable sucesin de palabras, un error de sintaxis eso es la enfermedad, el amor, y la pena (p. 18).
Adems de las evidentes influencias de Garca Mrquez, la Biblia y Octavio Paz, se manifiesta la conciencia de la literatura como un factor que crea nuevos elementos para la realidad, todo con base en las palabras, es decir, como textos. En ese sentido, se precisan los lmites del tpico problema sobre cmo o por qu nombrar de una manera determinada a los personajes de una narracin. Santiago
333 Aunque es un tema secundario, vale referir que el aspecto editorial afect la aparicin de la novela de Guzmn, pues su primera y hasta ahora nica edicin contiene erratas por encima del nivel que desde haca aos haban registrado las producciones del Centro Toluqueo de Escritores. Otros perjuicios fueron la seleccin de un tamao de letra excesivamente pequeo, en una limitada caja de impresin y una encuadernacin defectuosa, factores que desmerecen la presentacin material de La agona de la marmota y de sus compaeros generacionales, Las garras del imperio, de Manuel Calleros Pavn y Las cosas que no vemos, de dgar Len Melndez; estas dos ltimas mencin honorfica en el Premio Estatal p ara Primera Novela Alejandro Ariceaga en 2006. 219
de la Mora se va por la vertiente de los sonidos pues, cuando explica a su amigo lo trascendente de cmo han de ser nombrados, puntualiza, en tono claramente burln: De alguna manera buscamos amigos que tengan un nombre que embone perfectamente con el nuestro. Santiago y Gerner; conservan una cadencia relajada y tersa te das cuenta? Escribe un cuento con esos dos nombres: Para Gerner la lluvia no tena nada de mgico entre sus gotas; para Santiago, que adems de ser un hombre sensible y parco, era un romntico, la lluvia haca ms que el horrendo y montono gotear. Ves? Nuestros nombres guardan un estrecho equilibrio fontico, Santiago y Gerner, Gerner y Santiago o Gerner Santiago. Son dos graves. Imagina ahora a un hombre con un nombre desagradable, Trnsito, por ejemplo, sera vuestro amigo? Lo dudo mucho, porque de entrada ya hay algo que rompe con la armona de Gerner y Santiago. Escucha esto: Gerner coma demasiado. Trnsito lo miraba con ojos deslumbrados y sorprendido. Gerner y Trnsito no se escucha bien Y no puedes pedirle ms al nombre! No pasarn de una pareja ridcula y cmica. He ah la importancia del nombre, amigo. No slo en la literatura, sino en la vida real (p. 19).
Esta seleccin de nombre es la mejor prueba de lo que discute Santiago de la Mora: Trnsito Lpez es el personaje representado por el actor Hctor Surez en la famosa pelcula de 1981 El Mil Usos. Considero que la cinta, con guin de Ricardo Garibay, es un fallido intento de documentar los problemas de un campesino emigrado a la gran ciudad. Es difcil imaginar un ejemplo ms contrastante que el del prosaico y elemental Trnsito Lpez con el sutil, exquisito y cruel Gerner de la novela de Guzmn. Adems, el pretendido hiperrealismo con que se film la historia de Garibay contrasta con el remate del prrafo: un nombre importa no slo en la literatura (o en el cine), sino tambin en la vida real, expresin con que Alonso Guzmn desvanece distancias entre dos realidades aparentemente distintas, en una clara valoracin de la propia literatura. El anlisis sobre cmo nombrar a un personaje alcanza una postura irnica pginas despus, cuando Santiago de la Mora esboza el primer captulo de la novela que escribir e introduce un personaje al que llama Valentn Campa, pero que no corresponde al legendario dirigente obrero comunista. La coincidencia en los nombres tiene una funcin crtica, pues al Campa histrico se le despoja, en la novela de Santiago de la Mora, de su carga de luchador obrero; el Campa propuesto tiene 25 aos y no trabajar ni pensar en nada, slo ser Un tipo sentado en un silln, con la barba crecida de meses, que apenas se levantar 220
para orinar y defecar. O para comer (p. 44). 334 Adems, surge del proceso creativo que describe Alonso Guzmn de la siguiente manera: El narrador tiene que ser un cnico, no est de acuerdo con la quietud, su condicin de narrador se lo impide, el simple hecho de verbalizar, de contar es ya dinmico y de ese dinamismo depende su vida; har conciente al narrador de eso; de alguna manera rechaza la quietud de Campa porque l est imposibilitado para detenerse, si no habla, si no enuncia, muere (p. 46).
Conforme avanza la novela, Santiago de la Mora encarna un arquetipo literario: el del escritor estril, imposibilitado para hacer una narracin, ms todava porque desconfa de la supuesta linealidad de una historia y de la Historia. Luego de una referencia especfica a la manera de narrar de Garca Mrquez y, aunque no lo menciona, al chileno Luis Seplveda y su Un viejo que lea novelas de amor, por la referencia a un anciano que estrena dientes, plantea lo siguiente: IPEUN (imposibilidad para escribir una novela) creo que todo se conforma en trozos. Una novela de procesos mentales. No. Quiero (o pretendo) ser ms explcito. Una novela de personaje. Sin historia Hace falta una historia que contar? [Julio] Torri dijo: Me cago en los escritores sentimentales. Todo es una confesin (los espectros ridculos). Hacer un personaje sin forma, sin cuerpo siquiera. Slo el nombre (no darle nombre sera ya hacerlo especial), el ms comn de los nombres. No darle cara, ni cuerpo, ni darle una vida. El personaje literario debe ser completamente literario (p. 75).
En la novela que se est escribiendo en La agona de la marmota, cmo se concibe ese personaje literario [que] debe ser completamente literario? (p. 75). La historia es intil, no funciona, sostiene el narrador, para quien ha dejado de ser posible que continuemos creyendo en la lgica veracidad de los hechos. Se comprende: la literatura propone cierta imposicin, su cdigo, pero hay que recordar que, en cambio, la vida transcurre sin que en ella haya una conclusin, [pues] nada est terminado (p. 76). La empresa acometida por Santiago de la Mora es: Hacer una historia de la mente, de los procesos de la mente, procesos meramente literarios; hacer la historia literaria de un personaje. Para eso no hay historia, no
334 Este Valentn Campa estar contrapuesto a otro personaje, Toms Sabara, un obrero que se convierte en guerrillero y que, como detalle singular, es lector de Palinuro de Mxico. Casado con Leonor Urbn, Sabara ser traicionado pardicamente- por Rubn Jaramillo, lder sindical proveniente del anarquismo duro y ortodoxo, de la vieja escuela espaola e italiana y contraparte ideolgica de Toms (pp. 99-100). Este cuadro de tema obrero-poltico se complementar con la referencia al presidente Orgaz, analoga vulgar pero brutal y grotesca. 221
debe haber al menos ms all de su propia imaginacin. Dadme un cerebro certero y astuto! (Idem). 335
Rechazada la idea de la linealidad en una historia que se narra, la manera en que Alonso Guzmn percibe la fragmentacin de una novela es diferente a la seguida por los autores que lo han antecedido. No hay ancdota, pero s se construye un personaje central: el citado Santiago de la Mora, un novelista que es incapaz de crear una novela por una autojustificada parquedad que apenas le permite hilar historias breves, escribe una novela en la que se hacen visibles los mecanismos profundos del acto de la escritura, como en esos raros relojes cuyas cartulas, en lugar de ocultar, dejan ver la maquinaria interna del artefacto. Despus de todo, se trata de exponer un vaco contradictorio en la existencia del personaje escritor: viene de la nada, pero al mismo tiempo comete el exceso de sentirse pieza del plan csmico (p. 41); por ello la insistencia en el acto creativo, en el acto literario, que es tal vez el nico donde Santiago puede existir. El personaje se sabe por entero distanciado de las viejas utopas o ideales que animaron todava a las generaciones predecesoras; irrumpe en la pgina como hombre del siglo XXI y se asume profundamente desamparado al reciclar la crisis humana de medio siglo o un siglo antes. Vase lo que esgrime contra los saldos de la historia: A quin le debo tanto desamparo? Acuso a la historia, la acuso y sealo. Busco en otros lados y en otros tiempos un smbolo capaz de llenar el vaco que el presente me provoca. Para m no hay nada aqu, no queda nada que pueda salvarnos, ni salvarme. Busco en otros continentes y en otras literaturas una puerta o un escape, quiero salir de la vulgaridad del presente, de lo trivial del presente. Por dnde ir? Hacia dnde ir? La literatura? La historia? Es mejor seguir el patrn de Voltaire, apresar la prosa de Voltaire (p. 52).
No hay nada sobre lo cual afirmarse, dada la imposibilidad de redimirse o evadirse, adems de la inutilidad de la razn, conviccin puesta de manifiesto en el rpido juego de palabras de advocacin volteriana. Pero al continuar la novela, Santiago de la Mora busca en el registro histrico un asidero, el nico factible ante
335 Adelanto que, al irse acercando el remate de La agona de la marmota, la discusin sobre el tipo de novela que est elaborndose conduce a la siguiente conclusin de Santiago de la Mora: sera como aquella novela del hombre sin atributos [referencia directa a Robert Musil] llevada al smbolo fsico, pero nada ms; su nico movimiento se lo dara la Naturaleza es como la tragedia griega, como Edipo o como Helena o como el pobre de Pramo y Hcuba o el pobre de Paris; ese impulso que el hombre no puede controlar y que seguramente lo llevar a su fin, a su cada y a la total destruccin de s mismo (p. 93).
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el desgaste de nociones como la de la patria o, ms todava, ante las evidencias de que el viejo dios est muerto: Nacimos con el cadver de dios en la tierra; ya no estaba enfermo, grave; cuando nosotros nacimos ya estaba muerto, llevaba ms de dos siglos muerto (a lo mucho nosotros somos el hedor de ese cuerpo) (p. 61). 336
En su discurso, Santiago de la Mora asume otros elementos propios del inicio del nuevo milenio: fin de las ideologas, agotamiento de la fe religiosa e incluso de los nuevos tipos de fe que haban sustituido a la idea de dios: el comunismo como mito; el socialismo como rito, y su contraparte, el capitalismo como mito; el libre comercio como rito (p. 61). Grave problema el que se encara desde este personaje hacia todos los implicados en la cosmovisin de esta novela: imposibilitado de creer en nada, pero necesitado de creer en algo a pesar de la inutilidad del gesto en una poca negada a cualquier hecho realmente glorioso . De la Mora repasa de manera rauda el proceso histrico de nuestro pas, empezando por su revolucin prematura, despus institucionalizada con un partido poltico que, durante ms de setenta aos, fue una dictadura abstracta y cuidadosa. En un tono similar, el personaje atribuye a los aos sesenta una importancia mayor en trminos de conseguir un mundo futuro y mejor, de estar tan cerca del sueo, del lugar prometido, pero advierte en su dilogo de sordo con el poeta Gerner: T sabes qu pas sobre todo en Mxico a finales de los aos sesenta (pp. 63-64). Lo que pas, en el recuento sucinto de Santiago es lo siguiente: se acab el sueo popular, de la masa; el nico resabio de batalla pica se vino abajo; el poder gan, desbarat el gran poder participativo y vehemente del pueblo; aniquil el germen de las batallas enormes; conden y canaliz esa furia que peda un mundo ms justo; fragment todo para condenar a los hombres a la individualidad, al voto activo (toda esa fuerza condensada en una urna y disgregada en pequeos grupsculos de resistencia) (p. 64).
336 Esta postura sobre la muerte de dios abarca tambin el aspecto religioso, de tal modo que incluso llega a crearse, en tono pardico, un personaje eclesistico: Quise tambin ridiculizar a la iglesia (ese antro que tanto me molesta) en un personaje, el arzobispo de ciudad capital: Resignacin Cruz (nombre igual de vulgar que los otros). Este hombre, en sus sermones, alentara a los creyentes a delatar a Toms. Este personaje es un asco, Gerner, como lo son todos los arzobispos catlicos y todos los hombres del vaticano. Pretend poner en su boca sermones sin sentido, completamente barrocos, llenos de latinismos inexistentes y fonticamente risibles, parecidos a los que usa Moliere en su Mdico a palos (que es de mis obras favoritas). Resignacin Cruz sera un hombre reptil. En las noches, despus de haber corrido a la criadita de su dicesis, se quitara el maquillaje emplastado y hmedo y aparecera reflejado en el espejo un terrible sapo viscoso y ftido. Despus de eso se dormira en su cama de paja y lodo donde se revolcara hasta quedar dormido (p. 101). 223
Sin embargo, a pesar de esta honda resignacin ante el contundente hecho de haber nacido en un momento inapropiado y de expectativas vitales agotadas, el narrador Santiago de la Mora retoma un rumbo esbozado desde el inicio de su historia: la exigencia de crear un texto sobre su ciudad. No es gratuito el temprano anuncio hecho a su amigo poeta, en el sentido de que la suya, la de Santiago, SER UNA NOVELA, GERNER, DONDE EL PROTAGONISTA cambie de nombre; no lo s an, pero creo que tendr como fondo la ciudad, s, nuestra ciudad. No me convenzo del todo. La ubicacin temporal vaya, me ha alcanzado la necesidad de escribir sobre la ciudad. Recuerdas cuando nos reamos de aquel sentimiento? Pero hay algo, me explico? Hay algo en la ciudad que me alienta (o me deprime), no s. No quiero mencionar sus calles, me da igual el nombre de sus calles; son, digamos, sin sentido, no tienen vida, todas son cuerpos muertos. Gente muerta. Sabes dnde est enterrado el cuerpo de Fray Andrs de Castro? [Uno de los principales evangelizadores en Toluca, en la segunda mitad del siglo XVI.] Nadie lo sabe Gerner pero ah est su plazoleta y su estatua, su cuerpo de bronce que abraza y gua a un indio. La ciudad es as y todos los nombres de sus calles son as. Difuntos. Ser un motivo apropiado la ciudad de los difuntos? (p. 18). 337
El discurso de Santiago de la Mora deviene, entonces, reconstruccin identitaria al asumir la pertenencia a un lugar: Mi ciudad (p. 25), en una irona explcita que le permite establecer un marco de referencia sobre la amplia serie de elementos decadentes por los que pasan la urbe y sus personajes. En ese entorno se hace patente la transformacin citadina, recurrente factor dentro de la narrativa mexiquense, slo que la intensidad del cambio registrado por, en este caso, Alonso Guzmn, es mucho ms sombra que la de los autores que lo han precedido en el manejo de tal temtica. Para captar esa visin conviene mostrar los siguientes prrafos de La agona de la marmota: Viejos pueblos la ensucian [a la ciudad] entonces; pueblos amorfos a media transformacin se aproximan a ella, carcomindola cual desabrida y sucia. Y esa gente mitad humana mitad bestia la acribilla con su garra. Es la gente que viene de lejos y la odia. Le mancha de cagada el rostro. Hay algunos que, en el intento de superar lo ido, clavan puales luminosos en su cuerpo; porque la luz es la herida de la ciudad; su mortal afeite. La luz como mutacin, como terror aproximado a la hierofana, horror contenido en un grito de quinientos cuarenta y cinco aos. Aparecen en sus belfos artigas manchas
337 Pienso, ms que en el novelista Santiago de la Mora, en el novelista Alonso Guzmn, nacido y criado en la poca de la crisis instalada como frmula endmica de vida para una nacin sin esperanzas, para la cual lo que se inici como la dcada perdida recurdese que este autor naci en 1980se alarg hacia una transicin entre siglos en la que no hubo la supuesta recuperacin proclamada desde los discursos oficiales, sino la prolongacin de los desarreglos sociales y econmicos vueltos fenmenos perennes, no coyunturales.
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purulentas; rojas, amarillas, verdes o azules escarnian y anuncian la enfermedad, el hiprico destino del progreso. La luz como herida, ms propia de la muerte que de la esperanza. He ah mi ciudad a cada momento runica, arqueolgica, acosada por aciagos demiurgos como flotantes esporas. Entre la ruina y el esplendor se bate la ciudad, irnicamente mi ciudad; imposibilitada para la sintaxis, con el nombre ms horrible de la historia de las ciudades; campesina y cosmopolita en espera de un lad para ser cantada y temerosa siempre, envuelta en raquticos temblores, de la luz que la ha de llevar a la muerte. Porque las ciudades le temen a la luz. La luz como mutilacin. (Pp. 25-26).
La ciudad, la capital del Estado de Mxico, Toluca, es simultneamente una ruina y una historia que contina viva, luego de ms de medio milenio de existencia certificada; es una urbe invadida por hordas entre humanas y bestiales, antigua y novedosa; es un espacio afectado por la nocin moderna del progreso e impedido para una articulacin con otros elementos de la realidad (lau imposibilidad sintctica aludida); es un ente que tiene miedo a la luz, pues tal iluminacin causar su muerte. La novela de Santiago de la Mora se refiere a Toluca, concebida como un espacio digno para los mitos, empezando por su orografa: la majestad en el cerro del Tolochi (p. 26); pero acude tambin a sus tipos histricos: los invasores aztecas, 338 los nativos matlatzincas (o seores de la red) y los otomites, esto es, los grupos originarios que modifican su condicin a partir de Los blancos [que] llegaron en una fecha olvidada y trajeron 20 hombres-bestia y 80 hombres de cara blanca y pelos como mazorcas frescas, reforzados, adems, por quienes se dicen tlaxcaltecas (p. 29). Ocurrida la derrota de los pueblos locales, se trasciende la ciudad prehispnica y se crea la nueva urbe, la nueva cultura: Otro blanco lleg para entonces, pareca el ms fuerte, lleno de oro lleg y cubierto de incienso y con largo pelo en el rostro brillaba bajo el sol padre como un pez travieso. Lleg a la ciudad de los cuacuata que ya no era de ellos e hizo una seal extraa y un hombre fabric un altar y vimos una cruz y un hombre sangrante y quisimos huir y otros no quisieron pelear, pero nos quedamos
338 No hay que sorprenderse por otra aparicin ms del rey mexica Axaycatl, referencia constante dentro de la serie de novelas estudiadas aqu por su vnculo con la construccin de una identidad estatal. En el caso del texto de Guzmn, la mencin respectiva seala que Era el tiempo de Axaycatl, el tiempo de ese seor iracundo y vicioso, oh, Seor de la Maldad! Porque ya haba maldad y ya haba ira, que nos las trajeron hombres de palabras distintas y dijo: Son amigos y nos estrech la mano y nos palp la espalda, pero la guerra bulla detrs [de] nosotros, porque ya haba guerra, y la muerte del mazo haca agonizar si pegaba mal en la cabeza, ya haba agona. Y palabras extraas se oyeron: Tlacopan, Capultitln, Mexicaltzingo y decan los viejos que estbamos en medio como el ombligo. Un ombligo que arde dijeron los viejos. Y al poniente latan los tarascos y al oriente los aztecas y esos nombres eran como deidades, como animales que se quieren quitar la comida y en medio como ombligos latamos nosotros (p. 28). 225
callados y escuchamos esa lengua de blancos cortada y siseante en nuestras orejas y un hombre que nombraba las cosas como nosotros nos dijo lo que nombraba aquel seor del altar y nos dijo: Bendigo esta ciudad y la nombro San Joseph y todo se cre de nuevo, el sol padre sali de nuevo y las casas cambiaron de piedra y los hombres se llamaron diferente y las aguas cambiaban su rostro y por ah se vio al cobarde de Coyotzin mojarse la cabeza y nombrarse Fernando Corts Coyotzin y a su mujer, obesa como una piedra de cerro, Martha y nosotros no comprendamos porque todo se llamaba diferente y porque se mojaban la cabeza y corrimos de ah y juramos no regresar y juramos tambin nunca nombrar las cosas diferentes y no hablar nunca con los blancos Oh, Seor del Alumbramiento! (pp. 29-30).
Cuando el novelista Santiago de la Mora inicia su obra pese a su reconocida esterilidad creativa, enfatiza el vaco de una existencia tanto individual como colectiva y descree de la utilidad de reconstruir una historia o de acercarse a la misma literatura. Sin embargo, combina ambos elementos, el literario y el histrico, en ese recuerdo del origen de la ciudad que, aun cuando fue conflictivo, no deja de ser un punto de partida, el asidero que puede tomarse en cuenta dentro de la orfandad inherente a una poca sin sueos ni utopas. Santiago de la Mora, lo mismo que Gerner y Leonor, finalmente proviene de ah; sa es la respuesta a su titubeo inicial sobre si deba o no escribir un texto tomando en cuenta a la ciudad, su ciudad. Por ello en la novela aparecen fragmentos sobre otros episodios fundamentales para Toluca, desde la masacre colectiva de insurgentes ordenada por el realista Rosendo Porlier en 1811 (que mucho tiempo despus dara, como sea de identidad de la ciudad, el nombre de Plaza de los Mrtires a su espacio pblico principal), hasta la anecdtica pernocta del cura Hidalgo en una cntrica casa que por ese hecho forma parte de la historia. Si el narrador De la Mora descree de todo, por qu recurrir a la historia particular de la urbe? Por qu incluso la hace hablar se contentaron con llamarme Villa de San Joseph y Corregimiento del Marquesado del Valle de Oaxaca y lamentarse de la suerte de sus indios dominados por los blancos, que impusieron hasta en sus conventos una segmentacin social? (pp. 89-90) 339
Slo al final se resuelve esta duda, pero antes aparece el tema del espejo, otro evanescente elemento til para delinear una identidad que es, en todo caso,
339 El primer convento, franciscano, fue abierto a toda la poblacin, segn se lo recrea en La agona de la marmota, pero no fue as con los conventos del Carmen, para los canijos geros, y el de la Merced, para los mulatos, mientras que el de San Juan de Dios ya he olvidado para qu era (pp. 89-90), apunta Santiago de la Mora en su relacin de los hechos. 226
problemtica: no siempre lo que se refleja en ese espejo es, existe; hay que limpiarlo algn da, a sabiendas de que lo que muestra es imposible de captar. Esa tendencia se percibe desde el primer tercio de la novela, cuando Santiago de la Mora describe el acto de verse ante un mohoso espejo: De verme los pies reflejados hubiera percibido el todo en conjunto. La extraeza de mi cuerpo empezaba a alarmar el ambiente. Pretend moverme, pero era demasiado para m; ajeno, arbolado, mi cuerpo reflejaba en el espejo lo no mo. Senta los engranajes involuntarios en las entraas, estallidos de humo gris u opaco, el palpitar iridiscente del corazn hecho ya una constitucin de tornillos adiestrados; casi como el ritmo de un motor, casi como el esfuerzo de un pistn que eternamente habla consigo mismo (p. 34).
El narrador plantea un juego: el espejo sirve para reconocer una identidad; el espejo es intil para reconocer una identidad. Su funcin es del todo ambigua, aunque por instantes llegue a dar cierta confianza acerca de su utilidad metafsica o todo lo contrario. Ejemplo de esto, un recorrido de Santiago de la Mora, descrito por el mismo personaje: ME VI EN UN ESPEJO DE LA CALLE Y ME DIJE, SIN PENSARLO: Soy nico e irrepetible. Observ detalladamente cada rasgo de mi cuerpo. Era nico! No haba en el mundo construccin semejante; nadie como yo. Di unos pasos para marcharme. Completamente feliz, lleno de entusiasmo; nunca me haba sentido as. An no s por qu motivo volte: frente al espejo donde segundos antes me miraba, haba otro hombre mirndose. En el rostro tena la misma expresin que yo al mirarme; estoy seguro que pensaba. Soy nico e irrepetible. Ese hombre se examin cada uno de sus rasgos y se acomod la gabardina. Pas a mi lado muy feliz, sintindose nico, irrepetible, completamente original. Qu patticos somos, Leonor, qu triste animal es el hombre. (Pp. 64-65).
El espejo sirve para registrar una identidad, pero el riesgo es que sta puede convertirse en algo confuso, ajeno. El espejo tambin comete trampas, lo pertinente es no confiar demasiado en l, como sucede con un narrador igualmente engaoso cuando construye ciertos personajes 340 o cuando surge de una intertextualidad evidentemente peligrosa, diablica, dirase: Imagino los instantes que todos nos veamos al espejo, en las maanas. Imagino la multiplicacin de nuestros rostros; ya no seremos mil, ni tres millones, sino dos mil, seis [mil] millones. En todos los espejos nuestro rostro elevar su suma hasta lo inimaginable. Me dar cuenta, para entonces, que ya hablo como nosotros y
340 Dentro de La agona de la marmota sobresale un par cuya historia disfraza Santiago de la Mora con los nombres de los ya referidos Valentn Campa y Rubn Jaramillo, imprescindibles en el panten de hroes de la izquierda mexicana, pero que en esta novela son, el uno, annimo e intrascendente, dirase que anti-histrico, mientras que al segundo le va peor, pues se convierte en un traidor que vende al ficticio lder obrero Toms Sabara a las fuerzas de la seguridad del Estado (p.101). 227
que mi rostro, mis ojos, ya no son mos, sino nuestros. Nuestros labios tumefactos ante la idea de la repeticin eterna (p. 133).
Es este espejo el que aparece registrado en el esquivo volumen de la Anglo- American Cyclopedia que, en el clsico cuento de Borges Tln, Uqbar, Orbis Tertius, atribuye a un heresiarca de Uqbar la conclusin de que los espejos y la cpula son abominables, porque multiplican el nmero de los hombres. 341
Tal ocurre, por el efecto de multiplicacin en el espejo, con la proliferacin de una cantidad excesiva de Santiagos por la calle, en una franca e imparable invasin, por cuya fuerza descriptiva conviene citar in extenso: pero yo, yo el nico Qu ser de m cuando en la calle alguien grite: Santiago y cuatro o cinco volteen a verlo, confundidos y temerosos? Qu ser de m y de mis particulares gustos y singularsimos sueos? Ellos soarn, acaso, alguna vez mis sueos y tendrn, por momentos, mis gustos; escribirn, en las tardes soleadas de octubre, relatos breves e insulsos: amarn a Leonor? Caminar por las calles con el rostro en el suelo; observar la basura y los pasos invisibles de otros Santiagos; tomar el mismo autobs que otros; me confundirn con los millones de Santiagos que hay; en las fiestas no sabrn quin soy, si soy yo o el otro o si no fui. Nadie sabr quin soy, todos se llamarn Santiago de la Mora; pero nadie sabr quin soy; mi rostro, tan repetido y comn se confundir con el rostro del otro, del de a lado, del de atrs. Ser una invasin terrible; me pondr en el mapa del mundo; devastar con fiereza cada uno de mis rasgos; el cataclismo no tendr par. Mi delgado y efmero universo ntimo se desgajar de una manera poco concebible; habr explosiones, llamas y fuego. Yo, Santiago de la Mora, morir, y en el cementerio, junto a mi lpida de mrmol, reposarn los restos aterradores de Santiago de la Mora. No sabr si ya he muerto; no sabr quin, en esa tumba, representa la farsa, la misma farsa de mi muerte. Bastar girar la cabeza para descubrir que todas las lpidas tienen grabado, con letras de fino oro, mi nombre: Santiago de la Mora; Santiago de la Mora, una y otra vez hasta el infinito. (Pp. 134-135). 342
Los monstruosos espejos a lo Borges, que se despliegan en la narracin de Santiago de la Mora, tendrn una presencia fundamental en uno de los tramos finales de la novela, el que ocurre en una caverna en el toluqueo cerro del
341 Ficciones, Madrid, Aguilar, 2008, p. 28. 342 Pginas antes de esta explosin de Santiagos se haba registrado una intertextualidad santa- teresiana que anticipaba el problema de multiplicarse en imgenes que, en lugar de afianzar una identidad individual, la disolvan: VIVO SIN VIVIR EN M. MI CUERPO ME ES COMPLETAMENTE ajeno, como si viera en el espejo otra persona; otros ojos, otros labios. No puedo soportar tanta extraeza, tanto estar sin m; ajado, sin ningn rasgo aparente, roto (p. 128). A esto se aadi la certeza de que estaba usando una mscara, lo cual haca la cara del protagonista una imagen inerme y muerta, que si llegaba a gesticular no era por voluntad propia, sino que el movimiento era de otro; si el rostro de uno ya no es su rostro, se provoca la duda: Dnde me he perdido? O, en el mejor de los casos, quin me invadi? (p. 128). 228
Cporo, en la cima de la ciudad, a la que llegan no casualmente Santiago, Gerner y Leonor, para enfrentarse con lo que son realmente (pp. 124-128). En ese lugar, el tro alucina con tres hermosos y enormes espejos con marcos bellamente decorados. El de mayor tamao fue el que llam la atencin de Santiago, pues uno de sus adornos presentaba las figuras labradas de dos hombres que compartan el mismo cuerpo; no tenan pierna; donde les deban comenzar las piernas comenzaba el otro hombre. Su cara estaba en posicin de sueo y la cara de uno se confunda con el vientre de otro ms abajo. P. 123. Hay ms elementos como parte del sobrenatural ambiente de la caverna: en el primer espejo, el ms grande, Santiago describe una sucesin de animales y nombres clave: cero, Calcination; simio, Sublimation; perro, Solutio; guila, Putrefaction; ballena, Distillation, gusano, Coagulation, y encima de todos, un cabrito y la palabra Tinctur grabada en el lomo (p. 124). En un momento dado, los tres espejos se mueven frente a Santiago, Gerner y Leonor, pero stos no pueden reflejarse en los que se tornan pizarrones opacos. Sin embargo, desde el marco del espejo mayor un ojo se clava en uno a uno de los humanos, y en el espejo se comenz a dibujar, cada vez ms claro, la figura terrible que queramos. Nuestros excesos, con su delicada y fina mano, trazaban la imagen agonizante. (Pp. 126). Convertido en un monstruo mitad perro mitad mosca, Santiago despierta del aparente sueo mientras platicaba con una mujer en una reunin social: Gerner lo sujeta, pero l se ha convertido en ese animal monstruoso que vuela hacia el foco de una luz liberadora (p. 127-128). Antes de esa transformacin, en la novela se haba preparado el ambiente que conduce a su remate, esto es, la ubicacin del tro Santiago, Gerner y Leonor, en El Cporo, una de las montaas ms altas desde la que puede verse la urbe segn la descripcin de Santiago en una especie de estado de iluminacin: En la cima de la ciudad, como corona de anaranjados tabiques se levanta el mercado vivo y palpitante del pueblo! Recorr de nuevo ese laberinto de neuronas y trficos cadavricos y minerales. Registr cada rincn: el ocote, la valeriana, la hierba del amor, el zapote; all la mandarina, el jugo amarillo del meln como espora y liquen de vida; las sandas hechas de reductos mecnicos, perfectas y cndidas frente a la luz de un microchip o un mecanismo, robtica, como una bomba de tiempo esfrica y perfecta; los pltanos en las pencas como bogada de dios, agarradas y curvas dispuestas al momento preciso de la muerte, dispuestas a tajar y demoler el tiempo con su fuerza; y las pequeas hebillas de la tierra, tubrculas, almibaradas de pequeos arrecifes, semillas que algn da 229
llegarn a germinar un hombre, un guerrero poderoso y armado. El mamey como el ojo del dragn, como la semilla de una flor enorme y radiante. Vi tambin el cuerpo amarillo de los pollos, de aquellas vctimas de guerra; desnudos, descabezados en la ridcula exposicin de los vencidos. Cunta piedad tuve entonces; apenas pude baarme en su sangre y ver una eterna lluvia de corazones diminutos que poco a poco fueron cayendo sobre m como una batalla de colores y flores. (Pp. 113-114).
Se pone en relieve la concepcin del Cporo como un lugar mgico, pues en su mtica cueva, Segn la leyenda quien entra ah se convierte en un animal. Digamos que se transforma en cierto animal que represente sus excesos; las mujeres adlteras, nos dijeron, se convertan en salamandras; los ladrones en zorros; los eglatras en serpientes, etctera (p. 118). Tiene tambin una gran roca, que en realidad es el horrible grifo mezcla de perro y mosca (p. 119). sta es la reflexin final de la novela; vale la pena escribir sobre esta ciudad, homenajearla?, pregunta Santiago, ya que Sus calles, putas, vendibles al mejor postor; como si el tiempo fuera un padrote que todo lo compra y todo lo penetra, como si fuera dueo. Vale la pena? Esta ciudad, esta pinche ciudad donde he perdido a mi madre; se la ha tragado, se la ha comido ese luminoso aspecto sptico de sus avenidas arboladas. No vale la pena escribir sobre este bloque de cemento duro y macizo, con el gris de alma en medio de su pecho de piedra disecada y quieta. Nada de la ciudad resopla ya, ni el viento caliente, ni el sol a plomo; est muerta, muertsima, no tiene nada de vida; pero sigue devorando. (Pp. 151-152).
No es sta la ciudad novelada en su momento por Ariceaga en Clima templado, ni la de Osorio en El ao que se coronaron los diablos, que si tampoco hablan de una urbe idlica ni remanso provinciano, no llegan a la contundente decadencia y dureza planteada por Alonso Guzmn. Sin embargo, ste no titubea al proponer el juicio crtico de Santiago que, despus de haber sumado su no escrita novela a la serie de obras que tienen que ver con la realidad de Toluca, sentencia sobre lo que esta urbe representa para sus habitantes en pleno siglo XXI: Esa ciudad que t ves en el horizonte cuando llegas por el valle del conejo es un espejismo que toca de muerte las llagas de los hombres; un espritu de mala manera que hurta la voluntad y la bondad de los hombres miente! No ama, no quiere a nadie (p. 153).
Con ese cierre Alonso Guzmn deja el testimonio de la visin crtica que ha caracterizado a buena parte de la narrativa mexiquense, en la construccin de una identidad no equivalente a la de los discursos oficiales, sino que ajusta cuentas ante el modo en que se dio la transformacin urbana, ante el cambio 230
como signo distintivo de la convivencia de una sociedad. Reitero que si Guzmn ha llegado a esta clase de expresin literaria es porque ha tenido plena conciencia y conocimiento de la manera en que sus antecesores trataron el tema, el cual ha renovado, aunque sin desligarse o, ms bien, profundizando el nexo con el smbolo de la ciudad capital del Estado de Mxico. 231
CAPTULO 5. LA PERSPECTIVA DESDE LA INMIGRACIN
El objetivo del presente captulo es el mismo del anterior, aunque considerando la tipologa temtica relacionada con el elemento de la identidad estatal, dentro de la que, en este caso, se analizarn obras de autores inmigrantes, cuya perspectiva refleja posturas y visiones distintas, aunque tambin, como factor en comn, la construccin de esa identidad. En lo que toca a sus diferencias, stas se explican porque los autores originarios cuentan con un pasado concreto dentro del propio territorio estatal, en tanto que los autores inmigrantes hicieron algo similar, pero en su caso la evocacin se remonta, en su mayor parte, a espacios y etapas correspondientes a otra regin, a otras experiencias. Aunque terminan por instalarse en una identidad tambin mexiquense, no dejan de remitirse a sus particulares orgenes. Los autores elegidos en este apartado son Dionicio Mungua, en su condicin de novelista, mientras que Moiss Zurita, Emiliano Prez Cruz y Eduardo Villegas lo son considerando textos cuentsticos; en todos los casos, el nfasis se localiza en la relacin de los textos narrativos con el elemento de la identidad estatal, que debe hacerse presente en alguno o en varios aspectos de la narracin, ya sea geogrfico-espacial, en los personajes, en los temas, en el habla o en las intenciones. Reitero que no es sta, obviamente, una propuesta que agote las posibilidades de clasificacin de los textos publicados por narradores mexiquenses. Su razn de ser es el lazo con el criterio de la identidad estatal reflejado en los cuentos o novelas analizados.
5.1 DIONICIO MUNGUA: QUERETANIDAD Y MEXIQUENSIDAD
Entre los autores que forman parte de la etapa de configuracin del sistema literario mexiquense y que han destacado desde la zona del Valle de Toluca, sobresale la figura de Dionicio Mungua, en cuya trayectoria profesional y obra se distinguen varios de los elementos con que se ha alimentado una identidad compleja y plural en el contexto de lo mexiquense. 232
Hay que subrayar su condicin de autor inmigrante, con una particularidad: ya era un escritor formado como tal antes de radicar en el Estado de Mxico. La mayor parte de los autores inmigrantes se han desarrollado a partir de su gradual conversin en ciudadanos mexiquenses, mientras que Mungua se integr a un nuevo mbito cuando estaba rebasando los treinta aos de edad. La determinacin de abandonar Quertaro no se redujo a un cambio slo geogrfico, sino que se concret en una articulacin directa con la vida cultural de una regin que, a la vez, no le era ajena. Despus de todo, tanto el Quertaro del que proviene Dionicio Mungua como el Estado de Mxico, son parte de la zona centro del pas, aunque ms adelante se ver que tampoco corresponden a una circunstancia muy similar, menos en la narrativa de este autor. De dnde es? Cul es el origen de Dionicio Mungua? Por circunstancias familiares, naci en Tepeji del Ro, en el estado de Hidalgo, en 1962, pero en realidad su crianza transcurri en la ciudad de Quertaro, la cual abandon a principios de los aos noventa del siglo pasado para trasladarse a la conurbacin del Valle de Toluca. Ya han transcurrido ms de tres lustros desde que instal en la capital mexiquense el centro de su actividad profesional. Al escribirlo de esta manera, mi intencin es destacar que, a diferencia de otros autores que tienen su modus vivendi en labores distintas y aun distantes de la cultura o del propio ejercicio literario, Dionicio Mungua vive de su trabajo como escritor, si bien ste abarca la faceta de la promocin cultural. Colabor de lleno en el proyecto del grupo tunAstral y desde hace aos trabaja en el Centro Toluqueo de Escritores, donde conduce talleres literarios. Adicionalmente, encabeza el proyecto editorial independiente La Comuna Girondo con abierta inspiracin en el poeta argentino Olivero Girondo, que incluye la publicacin de libros y de una revista virtual con el mismo nombre. Es autor de la columna Las razones del diablo, en el peridico toluqueo Impulso. Su carrera abarca su participacin como productor, realizador y conductor de programas en las radiodifusoras oficiales del gobierno estatal y de la Universidad Autnoma de Quertaro, ms la coordinacin de talleres literarios en el Centro Queretano de Escritores. 343
343 Organismo que surgi en los aos ochenta y que en parte tom el modelo del Centro Toluqueo de Escritores, pero, a diferencia de este ltimo que contina funcionando en la actualidad, desapareci luego de algunos aos de existencia. 233
Por sobre todo, Dionicio Mungua es poeta; la mayor parte de sus libros son de lrica o de prosa potica, aunque el primer libro que public fue una novela, Contar los das, coeditada en 1989 por el gobierno de Quertaro y el Centro Queretano de Escritores. Su obra abarca, entre otros, los siguientes ttulos de poesa: Imagen en la lluvia (Editorial Ponciano Arriaga del Consejo para la Cultura y las Artes de San Luis Potos-Juan Bold i Climent Editores, 1993); En soledades y silencios (Ediciones Papuras, Quertaro, 1997); Poemas inacabados (Ediciones Papuras, Quertaro, 1997); Imgenes y lunas (tunAstral, Toluca, con dos ediciones, de 2000 y 2002); Ciudad de piel (Secretara de Cultura del PRI en el Estado de Mxico, Coleccin Cuadernos Mexiquenses, Toluca, 2006); Explicar lo visible (La Comuna Girondo, Toluca, 2008), y en 2010 public La amada de Nervo. En cuanto a su obra narrativa, aparte de Contar los das, hay dos novelas de su autora: Sinfona de la perplejidad (Quertaro, Escuela Normal Superior de Quertaro, 2006) y Vampiros en Metepec, producida de manera independiente en 2008 y que se encuentra casi indita. Estos dos trabajos son el objeto de mi anlisis sobre la aportacin de Dionicio Mungua al tema de la identidad mexiquense.
En el correspondiente captulo, puse en relieve que Eduardo Osorio aborda el tema de la identidad a travs de un ejercicio de contrastes: el de exponer, en El ao que se coronaron los diablos, los aspectos peculiares de lo mexiquense comparado con otras identidades, como la deportiva con un seguidor del Amrica o con la historia tambin futbolstica del episodio del tnel 29 en el estadio olmpico Mxico 68, mientras mantiene como lnea principal la asuncin de una identidad vinculada al Estado de Mxico en el personaje Caballito Blanco, especie de trasterrado que al final muere de manera trgica en la Toluca de finales de los aos sesenta. En el caso de Dionicio Mungua se plantea de manera ms directa el tema de la identidad; por un lado, est la queretanidad, reflejada crticamente en Sinfona de la perplejidad; por el otro, se encontrara la mexiquensidad, 344
344 Incluso por eufnica, no hay problema con la construccin de la palabra queretanidad, acuada por Mungua con el respectivo sufijo para connotar la cualidad de lo queretano. En cambio, suena raro mexiquensidad, aunque por lo pronto, siguiendo una intencin similar a la de 234
plasmada en su tercera novela, Vampiros en Metepec. En el primer caso, la queretanidad es armada y diseccionada a lo largo de la narracin; en el segundo, la mexiquensidad se va presentando de manera implcita en varios rasgos del texto, como se ver ms adelante. Empiezo con Sinfona de la perplejidad. Hay que verla como un ajuste de cuentas personal entre el creador Dionicio Mungua y sus orgenes: la ciudad de Quertaro. Novela escrita en primera persona, su objetivo evidente es discurrir sobre las razones por las cuales un hombre, que no casualmente es escritor, asfixiado por un clima cultural y social adverso, justifica o intenta explicarse su alejamiento de esa ciudad. Como otras muchas obras con innegables contenidos autobiogrficos, Sinfona de la perplejidad puede leerse considerando al individuo concreto que es Dionicio Mungua, pero esto resulta secundario, pues si bien un posible mvil de la escritura de esta novela es la explicacin o entendimiento de las decisiones de su autor, en realidad al alcanzar el nivel de la obra literaria lo ms valioso es una reflexin que trasciende, por supuesto, al individuo Dionicio Mungua. En ese sentido, importara ms lo narrado para construir la idea acerca de lo que representa una ciudad, en especfico Quertaro, con sus contradicciones de urbe moderna y al mismo tiempo provinciana. Hay que insistir en que la visin de Mungua es crtica, y de seguro detona ms de una inquietud en quienes hayan ledo o lean el libro en Quertaro. Novela corta, Sinfona de la perplejidad est estructurada en seis partes, a lo largo de las que se expone el proceso individual por el que el narrador, personaje principal, dirase que nico de una ancdota fundida en testimonio, desglosa las diferentes fases que lo conducen a un desencuentro final con la ciudad de Quertaro, su ciudad. En ocasiones, la narracin tiene como destinatarios a mujeres representativas de esas fases, como una Mnica, una Ceci o una Bet a las que se dirige el narrador como si de una pltica o un intercambio epistolar se tratase. La clave de esta historia es la idea de la queretanidad, enunciada as por el narrador, en el recorrido doble por su vida y por la ciudad y, como es obvio, por la serie de recuerdos que permiten tal reconstruccin, cmo va evolucionando un
Mungua, la uso para ayudar al contraste que se concreta en las dos novelas comparadas para distinguir el respectivo manejo del elemento de identidad en este autor. 235
proceso que al final termina por dejarle esa sensacin de asfixia, de resquebrajamiento de tal identidad cultural en la que ya no tiene cabida, pero de la que no puede separarse a menos que emprenda el xodo individual. Y sin embargo, tal identidad, la queretanidad, ser la que lo siga explicando en los aos por venir, en la inevitable pero tal vez promisoria incertidumbre luego del cierre de la novela. Se inicia la novela con la propuesta hecha por el narrador acerca del origen mtico de la ciudad, en el cual se imbrica l mismo, al ubicar tal comienzo en un ao especfico, 1977 si no se deja de establecer el vnculo entre el narrador de la historia y el individuo concreto Dionicio Mungua, ntese que en tal fecha este ltimo tena 15 aos de edad, un momento en que se suele tomar conciencia sobre el papel que le corresponde tener en la vida, y con una referencia a posibles destinatarios de una lectura privada de Sinfona de la perplejidad. Precisa el narrador: ramos los gemelos de la loba fundando una ciudad, colina tras colina (p. 8), frase que remite a un momento fundacional clsico, el de la Roma de Rmulo y Remo, al tiempo que retoma las caractersticas geogrficas de la propia ciudad de Quertaro, con sus propias colinas. No obstante, desde el principio se asienta el destino de ese momento de fundacin: La loba muri de hambre cuando el viejo basurero junto al cementerio se transform en colonia y casas de dos pisos quebraron el paisaje donde se buscaba la verdad, la nica (p. 9). Tal alusin se refiere a la percepcin que se nota en la historia acerca de los efectos de la transformacin urbana del Quertaro que conoci el narrador en su niez y juventud, aunque al final y a diferencia de lo que se ha comentado sobre la postura al respecto de narradores mexiquenses como Ariceaga y Osorio no es esta idea del cambio lo que estropea el vnculo con la ciudad, sino, ms bien, la cerrazn al cambio. Miembro de un grupo autodenominado los templarios, que deviene en ngeles derrotados, el narrador se ubica dentro de una situacin donde cabe la asuncin de los valores tradicionales de Quertaro de modo simultneo a la adopcin de una conciencia de avanzada, de modernidad. Vase la siguiente mezcla referida al pasado previo al xodo del narrador: Fuimos todos los hroes y los antihroes, los villanos de las pelculas de Cecil B. de Mille, el galn de Blanca Guerra, ratas en el asfalto junto al Rockdrigo y baches en el eje vial. Fuimos el bonzo prendindole fuego a la ciudad de los conventos (p. 10). 236
Son rpidas pero certeras referencias a una infancia que inclua frecuentes estancias en las matins dominicales en las salas cinematogrficas tradicionales donde se proyectaban viejas pelculas, pero que con el tiempo derivaron en el contacto con el cine mexicano contemporneo. Se hace patente la conciencia plena de entes urbanos con la alusin ratas del asfalto, mas no es gratuito el matiz originado por la mencin de conos urbanos, como el malogrado msico Rockdrigo Gonzlez y el compositor e intrprete Jaime Lpez, autor de la cancin Bonzo. Hay un propsito de subrayar el sentido de contemporaneidad plena, a travs de esos referentes musicales que fueron representativos de tendencias independientes expandidas desde el Distrito Federal; adems, se da el salto veloz de las dcadas de los sesenta y setenta a la de los aos ochenta del siglo pasado. Esos queretanos templarios se haban instalado desde un principio en una condicin de vanguardia, al menos enterada de las nuevas corrientes musicales, en especfico las relacionadas con rockeros capitalinos, como un sello distintivo, as el grupo local de amigos se hubiese formado en una ciudad provinciana. El cuadro se complementa con una afirmacin rotunda: de los bonzos integrados en el grupo de templarios, ninguno sobrevivi: todos se autoinmolaron, se quemaron (p. 10). Con ese antecedente, se va entrando a la nocin de queretanidad: sta abarca la melancola, pasajera habitual de las tardes en Quertaro (p. 7), como tambin es una serie de marcas en el techo; cada una tiene su historia, individual, inconfundible (p. 5). No es slo recuerdos, pues stos pierden el sentido cuando se recuperan por obligacin, como puntualiza el narrador (p. 13). Tampoco est en los muertos sepultados en la fosa comn: annimos, cuerpos sin historia ni rostro ni nombre (p. 16). La queretanidad es un elemento conservador, contrario a la rebelda, en particular la de la generacin a la que pertenece el narrador, quien expresa la caracterizacin y los efectos de ese tipo concreto de identidad: La queretanidad me cans, Mnica; fue un soportar excesivo ver los rostros de desagrado ante mi cabello largo, mi lenguaje, mi posicin irnica ante la vida. A m qu me importaba el Manual de Carreo y las buenas costumbres. Lo nico que haca era vivir, no aceptar las reglas sociales de una sociedad que no me interesaba. Pareca que a los dems s les importaba (p. 17).
237
Es tambin esa queretanidad una condicin inesquivable, que absorbe, sojuzga a todos, a quererlo o no, como prosigue indicando el narrador: Unos ms, otros menos, todos ingresamos a la queretanidad. Nadie fue salvo de tan terrible pecado. Que si por esto o por lo otro, cada uno de nosotros fue cediendo y termin por aceptar su rol en la sociedad. Yo mismo ced muchas veces, aunque en el ceder estaba latente mi cinismo y mis ganas de madrear a todo el mundo con la patina que me cargaba. Acaso crees que fue de a gratis dejarme crecer el cabello? Primero fue imponer lo que yo quera a mi familia, y esa imposicin se traslad a los dems. Al rato ya me decan de muchas formas, apodos, motes despectivos o no: no me importaban los decires; era tan comn en el crculo, desde tiempos memorables cuando Alcocer y Florentino y los dems se encerraban por das enteros o se iban de juerga a las minas de San Joaqun. Ah estn los detalles. Mujeres que se desnudaban para baarse en la fuente del jardn de San Sebastin; las peleas epopyicas de los viejos contra ellos, el desalojo por los beatos de la Prepa Centro, el mitin potico en el jardn Obregn, pedas monumentales en Toluca, en Mxico, en donde los invitaban (p. 18).
Se hace un recuento de los modos con los que el grupo de templarios intent oponerse a dicha identidad, con actos de cierta violencia, como que casi cada cual tuvo su Anas Nin o se sinti Henry Miller en Pars, mientras otros se asumieron como Bukowski pero no lo consiguieron; otros fueron beats por un tiempo y terminaron en el intimismo, y al final todos, lo reconocieran o no, fueron absorbidos, cedimos a la tentacin de la comodidad, insiste la narracin (pp. 18- 19). La identidad queretana no es, empero, algo inmutable, y en cambio, igualmente est sujeta a sufrir embates similares a los recordados por los creadores literarios toluqueos, cuando stos hablan de la demolicin de uno de los conos de su ciudad, el viejo y simblico cine Coliseo. En ese paralelismo, Mungua describe un hecho ocurrido en los albores de los aos ochenta: Y la queretanidad perdi mucho cuando la fachada del Cine Plaza cay sobre Corregidora y se perdan las estatuas de yeso que eran los guardianes de la pantalla. Nada pudimos hacer para salvarlo. Varias semanas despus, en la esquina de 5 de Mayo y Corregidora, se enseoreaba un cajn amorfo, imbcil, que perda en el contraste con el edificio del Gran Hotel o el del Banco de Mxico. Un viejo que dorma en la entrada a los palcos, cont a gritos que la estatua de la Corregidora haba llorado la noche en que derrumbaron el cine (p. 20).
Prcticamente a la mitad de la novela, el narrador expone otro de los riesgos por la asuncin de esa identidad local que lo agobia: el instalarse en la mediocridad, lo que significaba la prdida de ideales, al menos los de la juventud; el asumir posiciones acomodaticias, contra lo cual una posible salida era la especie de 238
exilio que va a sufrir. Pero ello, el deseo de salir, fue insuficiente en un principio para tomar una decisin, pues La realidad fue ms fuerte que el impulso primario, un impulso que se qued a medias, entre la satisfaccin mediocre y el reconocimiento infantil por no haber logrado gran cosa, a pesar de lo cual, significaba estar satisfecho y contento con la queretanidad que aceptaba la posicin, de mala gana, de quien no protestaba con fuerza, y si lo haca, era una trgica caricatura embozada y pattica que intentaba redimirse frente al palacio de Gobierno. A los dems slo nos qued rernos. Rernos hasta el cansancio, llenando las alforjas de ancdotas estpidas y controvertidas noches en donde Quertaro era una sombra nocturna que avanzaba lentamente en el paisaje del mirador en el aeropuerto (p. 22).
El saldo de esta trayectoria vital, cifrado en una pugna con la queretanidad, se vuelve desolador. En alusin a Horacio Quiroga, el narrador juega a que en esa lucha contra la estulticia, Amanecimos dispuestos a cortarles el cuello a las gallinas y fuimos nosotros los degollados (p. 22). La queretanidad atrap a los templarios; el narrador la sinti a su lado, pero lo peor no fue verla as, sino comprender que estaba inmerso en ella, que mis pasos eran la queretanidad paseando por las baldosas, que mis manos eran la queretanidad detenindose en los muros de los conventos, que mis ojos eran la queretanidad viendo a la queretanidad misma. Ya era parte de aquello y, me gustara o no, no poda evitarlo (p. 23).
El ajuste o autorreconocimiento implcito en Sinfona de la perplejidad va afinndose cuando, en el sexto y ltimo segmento de la novela, el narrador compara y dice a otra interlocutora, Bet, que algunos de sus compaeros siguen igual, mientras que otros nuevos han aparecido, de manera que La ciudad se ha transformado para m; ha dejado de percibir como antes el paisaje y los olores de la ciudad, de manera que Aquello que era el motivo de mi existencia ha cambiado. O acaso cambi yo, Bet? (p. 39). Quertaro, ciudad de los conventos, se convierte en crcel, en una celda civilizada con un guardin sobre la carretera, imponente monolito de cantera (p. 40). El narrador subraya su estado depresivo, aadiendo que El fro era interno y Eso no era vivir en Quertaro (p. 41). Aporta explicaciones social-laborales dentro de los motivos de su inminente salida de la ciudad: se le cierran espacios en los peridicos donde colaboraba, comienza a ser denostado en los foros pblicos, donde participa La queretanidad en pleno; se lo hace callar, se lo hace sentir como el responsable de su 239
aislamiento, y Slo me quedaba callar. La cuerda se rompe por lo ms delgado (p. 42-43). Precisa el ao de su salida: 1994, y un efecto peor: que nadie haya notado su ausencia en la ciudad. Describe este efecto: Lo ms difcil fue salir. Se quedaban atrs aos de lucha, de terquedad, necios intentos por ser coherente en la incoherencia. De qu serva plantear una crtica si sta te podra alejar de la comodidad del presupuesto? La decisin para luchar se la haba tragado la ciudad, ese sentimiento del que todos hablan y quieren desaparecer, pero despus de que a ellos la Revolucin les haga justicia. No por nada en el Teatro de la Repblica se firm el librito. Y luego estaba sentir la ciudad amarga, el escozor, el rescoldo de la derrota. La ciudad entonces no fue la caverna clida en el invierno, el vientre carioso, la vagina dispuesta a recibir el lquido de la concepcin. (Pp. 43-44).
Del abandono de Quertaro se desprende el rompimiento con una identidad, a sabiendas de que esa determinacin es, en el fondo, imposible. No es en realidad una decisin forzada, sino que obedece a un acto voluntario, a una conclusin lgica, porque el problema con la queretanidad resulta, desde el plano simblico, una circunstancia individual. Tal puede inferirse del comentario que, en la cresta de su crisis individual por el choque con la estulticia y mediocridad de su vieja urbe, hace el narrador sobre la conducta de sus padres, en cuya casa ha encontrado refugio: Mi madre abri la llave del agua y mi padre regaba las plantas. Los o hablar; felices a su manera, sus problemas no eran como los mos, no se preocupaban de ms, no se angustiaban. Comprend entonces que era necesario dejar el refugio, como aos atrs, recuperar lo perdido lejos de aqu, antes de odiar, antes de que la amargura me dejara tirado en un bar, hablndole a los fantasmas, persiguiendo sombras sobre las paredes de los conventos, riendo forzadamente en el caf, caminando sin caminar por las calles. La noche, en ese tiempo, era una tortura. Vea la televisin hasta el agotamiento. Haba dejado de leer y escribir (p. 45).
El desencuentro, pues, con la queretanidad, no es un asunto colectivo, sino personal. Llama la atencin que el contraste sea puesto en relieve referido a los padres del narrador, que encarnaran su origen, insuficiente para cubrir las expectativas vitales del personaje. ste, de manera grave, est afectado por la peor situacin: es un escritor que no lee ni escribe; se ha vuelto pasivo por entero: slo ve televisin. El resultado es la absoluta conciencia acerca de haber perdido la realidad, mi realidad, tener una ciudad extraviada en el pasado y en un presente donde ya 240
no ser factible reencontrarla a menos que se emprenda el trabajo de armar el recuento de daos mediante la palabra escrita, como es la decisin final del personaje cuando se erige como narrador de esta Sinfona de la perplejidad, cuya escritura se inicia ante la evidencia de la extincin de la secta de templarios que buscaban el Santo Grial, en obvia clave secreta, ante un Quertaro ido, para el autor y quienes hayan pertenecido a ese grupo.
A pesar de la custica crtica a la queretanidad que campea por Sinfona de la perplejidad, la cual llevara a concluir el rechazo de Dionicio Mungua a la posible asuncin de cualquier otra identidad, Vampiros en Metepec parece una propuesta ldica para armar, precisamente, una nueva identidad, encuadrada ahora en el contexto de lo mexiquense. De hecho, en su calidad de inmigrante relativamente reciente empez a radicar en el Estado de Mxico ya iniciada la dcada de los noventa y adems de venir ya formado como escritor, es muy claro que Dionicio Mungua no tiene conflicto alguno con el uso del gentilicio mexiquense, trmino que no suele aparecer en otros de los autores incluidos en este estudio. Se entiende: l lleg al Estado de Mxico cuando se haba verificado la expansin cabal del gentilicio (adems de que era ajeno a las suspicacias que en ms de un caso hubo por la abierta promocin del trmino por parte de la administracin de Alfredo del Mazo Gonzlez). A lo largo de Sinfona de la perplejidad se va demoliendo todo lo que implique la nocin de identidad queretana. En Vampiros en Metepec ocurre lo mismo, en sentido inverso: urge crear una idea de identidad en la cual poder reflejarse. No importa que esta intencin se cumpla con una historia increble y fantstica por s misma, de vampiros, que no suelen ser una temtica muy socorrida dentro de la propia literatura mexicana, incluida su vertiente mexiquense. Al contrario, habra tambin una cierta provocacin al atreverse a plantear esta historia en un mbito por entero distinto al tradicional, esto es, el de cierta literatura gtica o de terror, o de plano el de la cinematografa. Una provocacin ms es que la historia se desarrolle en un municipio, Metepec, que de manera particular ha visto avasallada su identidad tradicional, con la presencia de millares de personas recin llegadas de todas partes del pas entre ellas seguramente el propio autor Mungua, para quienes resultan 241
indiferentes los valores culturales de una poblacin que, hasta antes de la explosin urbana en el Valle de Toluca en los aos sesenta, se caracteriz por su condicin sobre todo rural y, en menor medida, comercial, sin dejar de mencionar que en sus pobladores originales haba fuertes lazos de convivencia, ms sociales que religiosos, aunque estos ltimos tambin eran significativos (el mejor ejemplo de este contacto colectivo es la tradicin de la fiesta de los locos y la veneracin a San Isidro Labrador, como distintivos del viejo y, en parte, del nuevo Metepec). El argumento de Vampiros en Metepec es el siguiente, expuesto de manera muy apretada: David, burcrata aspirante a escritor, entra en contacto con Diana, bella y voluptuosa mujer que le provoca un gran inters. Junto con sus amigos Ral y Manuel, compaeros de oficina, acude a una fiesta clandestina presidida por Mariano, misterioso marido de Diana. Paralelamente ha empezado a ocurrir una serie de asesinatos en Metepec, que haban sido anunciados por Jess, un conchero cuya funcin es advertir sobre la presencia de seres malignos en el lugar. Luego de darse cuenta de que la fiesta era una especie de ceremonia inicitica, el tro de amigos escapa de ella, aunque son perseguidos por los asistentes a ese convivio, transformados en seres sobrenaturales. Como los asesinatos en el municipio prosiguen, los burcratas deciden acabar con la plaga infernal, se enteran de una nueva ceremonia, acuden a ella y atacan a los para entonces ya identificados como vampiros. Provocan un incendio en la residencia abandonada que haba sido habilitada por los vampiros para sus encuentros, y se da un doble enfrentamiento, en el primero de los cuales el lder de los vampiros, Mariano, hiere al Manuel, y a su vez es ultimado por David, obviamente, con la estaca de madera necesaria para esos casos. Los amigos logran salir de la casa, Manuel muere. Los dos amigos sobrevivientes retornan, en apariencia, a la normalidad en sus vidas, trastornadas por el fatdico encuentro con los nefandos seres, los increbles vampiros. Con esta ancdota, la novela de Mungua resulta singular dentro del espectro mismo de la narrativa mexiquense, que se ha elaborado siguiendo una lnea realista, con muy pocos casos fuera de ella (por ejemplo, las narraciones casi a modo de leyendas o de relatos de terror en los casos de Joaqun Gmez y Alfonso Vrchez, o en la peculiar lnea fantstica de Alberto Chimal). Dionicio 242
Mungua realiz una novela realista en cuanto al ambiente donde ocurre la historia, el Metepec de fines del siglo XX e inicios del XXI, pero introduce el elemento sobrenatural de lo vamprico. Evidentemente, son ganas de provocar, de comprobar la posibilidad de una historia que incluye lo sobrenatural, lo terrorfico, no en el terreno comn de lo gtico o del cine de terror, sino en la cotidianidad, en el ambiente domstico del municipio de Metepec. Se aprecia una intencin de parodia, un fondo ldico, pero matizados por el cuidado del aspecto de la verosimilitud de la historia, que sus detalles y elementos encajen para hacerla creble, por supuesto, dentro de la ficcin literaria, sin miedo de utilizar elementos de lo kitsch, con el uso de la temtica de terror y de diversos elementos de la cultura popular, o la referencia a escenas costumbristas dentro de la tradicin de Metepec, como sera la relativa al clebre bar 2 de abril. No se cierra ah la intencin acaso juguetona de Mungua. Entran en juego factores que establecen una relacin con la primera obra que se coment en este apartado, la Sinfona de la perplejidad. Pues si en esta novela el afn fue desmenuzar el rompimiento con una identidad, con la queretanidad, en el caso de Vampiros en Metepec se distingue desde el comienzo y hasta el final de la historia la intencin de presentar una nueva identidad, es claro, la mexiquense. sta se compondra de caractersticas como las siguientes: sera una expresin de modernidad, abarcara una geografa regional ms general, esto es, no una sola zona, sino todo el territorio estatal; se caracterizara como fenmeno eminentemente urbano y a diferencia de la intencin ya comentada sobre Sinfona de la perplejidad no provocara la sensacin de asfixia manifiesta en el recuento sobre el conservador Quertaro. En ese sentido, Vampiros en Metepec est pletrico de referencias localistas: el bar 2 de abril, la salida a Ocotitln, el tianguis de comida ahora desaparecido, al lado del cerro del Calvario-, la Casa de Cultura, el jardn Jurez, las calles de Galeana y Villada, la avenida Estado de Mxico, el Paseo de San Isidro, el Camino Real a Metepec, el camino hasta La Pila, las instalaciones de Televisin Mexiquense, el fraccionamiento Providencia, la Avenida Tecnolgico, la vialidad Las Torres, el barrio de Santiaguito, las instalaciones de la cervecera Modelo y hasta parte de Toluca, con la inclusin de una iglesia ubicada en la colonia Universidad de la capital mexiquense. 243
Mientras que en Sinfona de la perplejidad ese tipo de datos se dosificaban, en el caso de Vampiros en Metepec desde el comienzo y en el transcurso de la historia se los expone, evidentemente con el propsito de acelerar la ambientacin, esto es, para que quienes conocen esta localidad se ubiquen de inmediato e imaginen un espacio fsico especfico. Desde el punto de vista de su estructura, la novela se divide en diez partes con los siguientes ttulos: primera, La morena entre la lluvia; segunda, El primero apareci detrs de un rbol; tercera, El tratado sobre la no presencia; cuarta, Primer contacto; quinta, Mariano y las brujas; sexta, La fiesta de los vampiros; sptima, Tocatta y fuga; octava, Conseguir respuestas; novena, Jaque al rey; dcima, Era un infierno en llamas. La historia es contada de dos maneras: una desde el presente, con un narrador parcial que se basa en el testimonio del personaje David; otra que reconstruye el pasado, a cargo de David, en funcin de narrador protagonista, que recuerda los hechos para que quede el registro respectivo. Hay plena conciencia en Mungua sobre el problema de plantear una historia de este tipo. Por ello cuida el aspecto de la verosimilitud. El narrador comenta lo siguiente: Si estas lneas llegaran a publicarse, la reaccin de los lectores sera de incredulidad. Vampiros a finales del siglo XX y en Mxico, ms concretamente, en una pequea localidad del Estado de Mxico? Imposible! Pero estaba viendo a uno de sus protagonistas y haba encontrado en los diarios la narracin de unos crmenes extraos, todos con la misma marca y en el mismo pueblo (p. 17).
No es sta la nica parte donde aparece una referencia que apoye la verosimilitud de la historia. Luego de huir de la fiesta de vampiros, en un escape durante el cual van atropellando a los vampiros-zombis que los persiguen, el personaje Ral pregunta: -Sern vampiros, David? pregunt el gordo. -Nunca nos vimos de da, Ral respond-. Cuando la invit a desyunar [a Diana[ me dijo que no sala por las maanas. Vampiros a final del siglo? cuestion Manuel- No mames, Ral! Slo en las pelculas ves eso. Estamos en la modernidad. Los vampiros son del pasado, si es que existieron alguna vez.
El pasado la tradicin est presente, aun cuando se haga referencia a la idea de modernidad. El cuestionamiento a la verosimilitud parte de los propios 244
personajes, de modo que al vivir la experiencia sobrenatural se origine en ellos mismos la conviccin de que lo ocurrido fue cierto, fue real. En la misma direccin se encuentra la aparicin de un personaje concreto, real e histrico: el tambin escritor Marco Aurelio Chvezmaya, quien es citado as en su calidad de cronista de Metepec cargo honorario que, en efecto, desempe durante varios aos, para justificar la posible irrupcin de vampiros en una localidad que, segn ese testimonio, no ha estado ajena a la presencia de lo sobrenatural. Corresponde al narrador explicar la existencia del conchero Jess que, como me contara el propio Chvez, locos de este tipo hubo muchos en la historia del municipio, sobre todo desde que la estacin del tren fue puesta en el sitio en donde ahora existe el tianguis de comida, justo en las faldas del cerro del Calvario. Una viejita que viva cerca de la casa donde David descubri el refugio de los vampiros, record que hubo un par de loquitos que cantaban la misma tonada, incluso eran iguales las letras (a esta viejita le platiqu la letra que, segn David, gritaba el conchero), pero aquellos locos desaparecieron de repente de las calles y nunca nadie volvi a verlos (p. 19).
Esto explica en parte el porqu de la decisin de Dionicio Mungua de ubicar su novela en Metepec y no en Toluca: resulta claro que la capital mexiquense, por su condicin de urbe moderna, era inapropiada para colocar en ella una historia sobrenatural; en cambio, Metepec, al fin y al cabo un pueblo hasta no hace muchos aos, s cuenta con registro de ese tipo de leyendas tradicionales. Narrador con recursos, Mungua se apoya incluso en elementos lovecraftianos, cuando plantea: Esta no-presencia [de los vampiros] se justific con la lectura de un estudio que, por casualidad del destino o alguna mano extraa, encontr en una de las bibliotecas que rodean a Metepec. El tratado, que no tena nombre en la portada y estaba empastado en piel de gamuza, de forma rstica y poco agradable a la vista, portaba un ttulo extrasimo, mezcla de latn, italiano y espaol: Tratati escrito della no-presentia humana, firmado por un doctor en medicina almtica (eso deca en la misma pgina) Giovanni Garatura (pp. 20-21).
Seguidamente de Lovecraft se transita al Borges de Tln, Uqbar, Orbis Tertius: Aquel libro desapareci dos semanas despus de que lo hube consultado en la sala de la biblioteca. Y aade el narrador acerca de esa fuente, luego de verificar su inclusin en el ndice vaticano, como libro prohibido, segn esta nota: Fue destruido totalmente, despus de una intensa bsqueda por todos los confines del reino catlico, al ser considerado subversivo y hertico. Su autor, Giovanni Garatura, fue ejecutado en un acto de fe en la ciudad de Palermo en el ao del seor de 1385 (p. 22). 245
Segn el relato, otras ediciones hechas por la secta garatrica fueron quemadas, y sus integrantes torturados y quemados tambin en Italia. El autor cuida el detalle de explicar cmo ese raro y peligroso libro lleg a Metepec, de seguro como parte de los volmenes que trajeron a Amrica los herejes que, intentando esconderse de la Santa Inquisicin, se adentraron tierra adentro del continente y posiblemente fueron los fundadores de pueblos alejados de las rutas comunes del comercio colonial, o al menos las ms transitadas (p. 23). El autor deja ver que se ha trasplantado sin dificultades excesivas al ambiente social de Metepec. De esta manera, hay una aparente intencin de farsa alrededor de la fiesta de los vampiros, la cual es expuesta como si se tratara de una fiesta tpica de los suburbios residenciales de Metepec, cuidando detalles como citar la presencia de guaruras dedicados a sacar a la gente indeseable. Hay referencias tambin cinematogrficas, cuando se describe la ceremonia inicitica en una irnica mezcla entre Eyes wide shut a lo Kubrick y El signo de la muerte protagonizada por un joven Cantinflas. La verosimilitud es conseguida, finalmente, con la conciencia plena de David que no puede dudar acerca de la experiencia narrada: El rito se haba cumplido. La luna, el crculo, la sangre, la iniciacin hacia la inmortalidad. S, definitivamente, Mariano, Diana y los dems eran vampiros. Ahora no lo dudaba (p. 64).
Es decir, existen los vampiros en Metepec, dedicados a matar gente (sern ocho las vctimas fatales, de acuerdo con una copla proftica emitida gradualmente por el conchero Jess). Tambin en calidad de templarios, los tres burcratas se convierten en una mano justiciera que defienda al pueblo de los perversos ataques vampricos: Metepec nunca fue tan caminado como lo hicimos los tres. Cada callejn, rincn oscuro y no tanto, barrios y residenciales fue recorrido, incluso nos metimos a casas abandonadas y llegamos a poblados cercanos, que de tan cercanos ya no eran pueblos, sino colonias en los suburbios del municipio (p. 78).
Pondrese la insistencia de la novela en subrayar la condicin de los personajes como plenamente asimilados a la realidad del Metepec contemporneo y, a la vez, tradicional; a su identidad como habitantes de Metepec, esto es, del actual 246
Estado de Mxico. Hay que recordar la intencin contraria, la de rompimiento con la queretanidad, que expres Dionicio Mungua en Sinfona de la perplejidad, no obstante que en este caso, el asunto del arraigo era ms profundo y, por lo mismo, ms conflictivo. En cambio, percibo una necesidad de seguir la va de lo fantstico, lo sobrenatural, lo vamprico, para asentarse en la nueva regin, en la zona conurbada de Toluca, en Metepec. Cuando se retoma la calma, en un Metepec normalizado, la nica que se va es Jimena, la viuda del victimizado burcrata Ral. El proceso lo describe el personaje David de esta manera: Segu viendo a Ral y Enedina, pero nuestras reuniones eran silenciosas, incluso dira un poco macabras, por lo que se fueron espaciando poco a poco, como siguen hasta hoy. Ral ha dejado el trabajo en la oficina y ahora se dedica al comercio, junto con su mujer. Los dos se casaron un ao despus de la muerte de Manuel. Ya tienen un par de mocosos, igual de gordos que ellos. l va de vez en cuando al bar, mira hacia el interior y se queda en la barra de la entrada, se toma una copa, paga y se va inmediatamente. Jimena se ha ido de Metepec. Una maana, antes de salir para el trabajo, lleg con sus maletas, nos dio un abrazo y dijo que se iba para tratar de olvidar a Manuel. Sali de casa en silencio. No hemos vuelto a saber de ella. No supe qu rumbo tom, en dnde detuvo su coche y se puso a esperar a su marido. Poco despus me enter que haba regalado todos sus muebles y ropa, que lo nico que se haba llevado eran fotos, recuerdos y un rbol bonsai que Manuel le regal en un aniversario (p. 95).
Jimena parte, pero lleva consigo una carga de objetos materiales que inevitablemente le impedirn olvidar a su extinto marido. Pero, como queda evidenciado en este colofn de la novela, todos los dems se quedan. Han asumido su identidad, en tanto que Dionicio Mungua da un impulso ms que significativo a la renovacin de la literatura mexiquense.
5.2 LA NARRATIVA EN TEXCOCO, CIERRE DE CICLOS
Los escritores de la zona de Texcoco buena parte de ellos agrupados en el Programa de Investigacin en Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autnoma Chapingo representan una de las tres principales vertientes de la creacin literaria en el Estado de Mxico. Ellos comparten caractersticas peculiares que les otorgan una determinada homogeneidad y los distinguen de las posturas e intereses de autores de las otras dos regiones, esto 247
es, el Valle de Toluca y el municipio de Nezahualcyotl, con quienes, no obstante, es factible descubrir elementos en comn. Entre las caractersticas regionales de los autores de la zona de Texcoco se encuentra su condicin de acadmicos universitarios. Puede afirmarse que, de no existir en esa parte del oriente mexiquense la universidad agraria de mayor tradicin en el pas, difcilmente se hubiera gestado a nivel local el desarrollo de la literatura en los gneros narrativo y lrico, principalmente. En tanto centro de enseanza pero tambin como centro de cultura, Chapingo se erige como un punto de atraccin para ejercer el oficio literario a la par del cumplimiento de labores acadmicas. Aunado a ello, varios han encontrado la oportunidad de publicar sus obras a travs de los programas editoriales de esta institucin educativa, 345 de manera directa o mediante el mecanismo de la coedicin, de manera ms reciente. Se han entreverado escritores nacidos en el propio Texcoco por ejemplo, Silvia Castillejos con otros reflejo de una corriente de inmigrantes acadmicos, esto es, aquellos que, provenientes de diversos estados del pas, realizaron en Chapingo sus estudios de educacin superior son los casos del defeo Rolando Rosas Galicia y el oaxaqueo Moiss Zurita. Ms recientemente se ha registrado el arribo de un autor, Arturo Trejo Villafuerte, que si bien es oriundo de Ixmiquilpan, Hidalgo, egres de la carrera de Periodismo en la UNAM y desde los aos setenta se dio a conocer como escritor en el circuito capitalino, con una amplia obra en los terrenos de la lrica, la narrativa y el ensayo. Sin apartarse de su mbito inicial, en los aos recientes Trejo Villafuerte ha dado frecuentes muestras de articulacin dentro del sistema literario mexiquense. Dentro de la nmina de autores que realizan su labor literaria desde Texcoco pueden incluirse, pues, los siguientes: Patricia Castillejos Peral (DF, 1954), autora de los libros de cuento Pese a todo, la noche es una fiesta y Msica bajo la piel, adems de que ha intervenido en libros colectivos; fue becaria del Focaem en el periodo 2002-2003 y destaca por su condicin de editora de la revista independiente Molino de letras, que se publica en Texcoco. En 2000
345 Como dato que ilustra los vnculos entre escritores del sistema literario mexiquense, conviene recordar que durante un tramo significativo en la dcada de los aos ochenta, un escritor toluqueo, Benjamn Araujo Mondragn, fue jefe del rea editorial de la UACH. 248
obtuvo el primer lugar en cuento y el tercero en poesa, en el premio municipal Nezahualcyotl convocado ese ao por el ayuntamiento de Texcoco. Tambin est Silvia Castillejos Peral (1957), autora del libro de crnica La Internacional Sonora Santanera, as como de los libros de cuento Debe ser una broma y Malos amores (en colectivo, con Rosa Mara Rodrguez). Ha ganado premios y reconocimientos en diferentes certmenes de literatura, como el primer lugar en concurso de cuento Primero sueo de la Universidad del Claustro de Sor Juana, en 1994, o una mencin honorfica en el concurso de cuento de la Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil (FILIJ) 2000. Otro integrante del Programa de Investigacin en Ciencias Sociales y Humanidades de la UACH es Miguel ngel Leal Menchaca (Fresnillo, Zacatecas, 1950), autor de libros de cuento como Ansiedad que persigue, Obituario, Mujeres abordando taxi, De veras, maestro y Doce de cal. Igualmente relacionado con el entorno acadmico de Chapingo puede citarse a Raymundo Pablo Tenorio, autor de Historias de El Castillo de Roma. Ciencia ficcin para adolescentes (2005), as como Gildardo Montoya Castro, de origen sinaloense, autor de los libros El ladrn que soborn a la luna y Armnica para desnudar el sueo. Sin embargo, para efectos del presente trabajo los autores seleccionados como representativos del rea a partir de su relacin con el tema de la identidad estatal son los autores inmigrantes Rolando Rosas Galicia (1954) y Moiss Zurita Zafra (1967), ambos integrantes del cuerpo docente de la Universidad Autnoma Chapingo. En el caso de Rosas Galicia, la referencia tiene que ver con su participacin en el proyecto antolgico que mejor refleja una visin estatal en cuanto a la literatura mexiquense, esto es, el volumen La eterna noche de los tiempos. Narradores del Estado de Mxico, compilado junto con Moiss Zurita, aunque en el caso de este ltimo, abordar adems el anlisis de ejemplos de su narrativa relacionados con el elemento de la identidad estatal. Rolando Rosas Galicia naci en San Gregorio Atlapulco, Xochimilco, mientras que Moiss Zurita Zafra naci en Tunuchi, Oaxaca. No slo tienen en comn el formar parte del personal acadmico de la UACH, as como el participar en el proyecto editorial independiente Molino de letras, sino, tambin, su condicin de compiladores de la que hasta ahora ha sido la antologa de narrativa mexiquense con la visin ms de conjunto estatal: la citada La eterna noche de 249
los tiempos. Narradores del Estado de Mxico, que public en 2006 el Instituto Mexiquense de Cultura. Debo sealar que, si bien la antologa est suscrita por Rosas y Zurita, dispongo de elementos para afirmar que intervino tambin en esta iniciativa otra escritora texcocana, Patricia Castillejos. El proyecto correspondiente data al menos de 2004 y fue Patricia Castillejos una de las que estuvo gestionando el material finalmente seleccionado. Empero, ignoro la razn por la cual el volumen se public nicamente con la autora, en calidad de compiladores, de los dos primeros. Por otra parte y aunque sujeta al tipo de crticas que pueden hacerse a trabajos de esta ndole ausencias posibles 346 o inclusiones fuera de lugar en la seleccin de autores y textos no necesariamente representativos o de calidad diversa; el estar dedicada de manera exclusiva a narradores y dejar fuera a poetas, ensayistas y cronistas contemporneos, as como, entre otros aspectos, abarcar slo las dos ltimas dcadas, y aun dentro de su delimitacin estricta de haber elegido nicamente a cuentos o fragmentos de novela, hay que reconocer que es una antologa que pretende cubrir a la creacin literaria desde una perspectiva estatal. Aunque se sigue el orden alfabtico en la ubicacin de los narradores mexiquenses dentro de la antologa de marras, 347 en la presentacin del volumen Rosas y Zurita se remiten a la divisin geogrfica e ideolgica del Estado de Mxico en dos valles obvio es, los de Toluca y el de Cuautitln-Texcoco, quizs porque es la ms tpica o acostumbrada al referirse de manera breve a las regiones de la entidad que, en rigor, son ms de dos, pero hay muestras claras que evidencian la articulacin de los dos autores texcocanos con el mbito literario estatal. Lo anterior se hace patente en otra parte de la citada presentacin: En estas pginas podemos encontrar historias que escribieron, por ejemplo, [los toluqueos] Mauricia Moreno y Alejandro Ariceaga, precursores de una narrativa
346 Asunto no esquivado por los compiladores, que en la presentacin del libro explican: En este libro procuramos incorporar textos de autores que produjeron libros durante las ltimas dos dcadas, y pretendimos guiarnos por las obras y no por los nombres; indudablemente hay ausentes, pues la geografa misma de nuestro estado es un obstculo para tener una visin completa, homognea. (Rosas Galicia y Zurita, op. cit., p. 9). 347 La extraa inclusin de Benjamn Araujo como el autor con que se cierra el volumen, en lugar de ser quien lo abriera, es una decisin seguramente provocada por cambios editoriales de ltimo momento. Lo importante es, en s, la necesaria presencia de Araujo en esta compilacin. 250
regional; pero tambin las de Alberto Chimal [de origen toluqueo] en la cresta de una carrera o las de [la originaria del DF] Vernica Olgun que a pinceladas va desvelando otros mundos; tambin se incluyen otros pilares de nuestra narrativa como [el chilango-necense] Emiliano Prez Cruz y [el poblano] Jos Francisco Conde Ortega. 348
Es de subrayarse el reconocimiento de la importancia de Moreno y Ariceaga como precursores de la narrativa mexiquense aunque tal funcin fue cumplida ms por el primero que por la segunda, que empez a publicar dentro del agrupamiento de autores que despegaron luego de 1983, en el entorno del Centro Toluqueo de Escritores, as como el correspondiente a Alberto Chimal por su penetracin en el mbito literario de la capital del pas, sin soslayar la inclusin de una autora inmigrante como Vernica Olgun. A tales elementos se adiciona la referencia a dos autores caractersticos de la zona de Nezahualcyotl, el paradigmtico Emiliano Prez Cruz y el tambin necense Jos Francisco Conde Ortega. La decisin de la dupla Rosas-Zurita fue incluir, adems de los citados, a Bertha Balestra, Ana Luisa Calvillo, Patricia Castillejos Peral, Cruz Alejandro Lpez Aguilar, Richardo Chvez, Marco Aurelio Chavezmaya, Francisco Javier Estrada, Jos Luis Herrera Arciniega, Antonio C. Martnez Ramrez, Primo Mendoza, Blanca Aurora Mondragn, Gildardo Montoya Castro, Jorge Mucio Hernndez, Rebeca Orozco Mora, Eduardo Osorio, Eduardo Villegas y Benjamn Araujo. La antologa comprende adems sendos cuentos de Rolando Rosas Galicia y Moiss Zurita Zafra, lo cual, as hayan sido ellos los propios seleccionadores de los textos, se justifica plenamente, dada sus respectivas trayectorias como narradores. Ms all de la posible crtica a la seleccin de autores, que en realidad es certera y representativa, hay que resaltar la conjuncin de nombres originarios o vinculados no con una sola regin, sino con distintas zonas del Estado de Mxico. 349 Vase la diferencia respecto a otros antecedentes antolgicos, como el par de trabajos ya multicitados de Alejandro Ariceaga, en los que predomina de
348 Ibid., pp. 9-10. 349 Asimismo, se refuerza la idea que se ha aplicado en el presente trabajo, en el sentido de que la mayor parte de los narradores mexiquenses se ubican en tres zonas: Valle de Toluca, Nezahualcyotl y Texcoco. Casos singulares dentro de la antologa seran los de Rebeca Orozco Mora, que desde finales del siglo XX radica en Ixtapan de la Sal, aunque es originaria de Ensenada, Baja California, y Ricardo Chvez Castaeda, que al parecer radica en Naucalpan, pero que en realidad ha desarrollado su carrera literaria a partir del entorno literario de la capital del pas. 251
manera casi absoluta una muestra de autores del Valle de Toluca sesgo que se hace ms evidente sobre todo en cuanto a los nombres contemporneos, o la recopilacin de cuentistas del Centro Toluqueo de Escritores correspondientes al periodo 1983-2000, de Edith Garcamoreno y Reynaldo Fernndez. En el caso de la zona oriente, podra citarse en sentido anlogo el libro Imgenes del polvo, compilado en 1997 por Porfirio Garca, que exclusivamente antologa a cuentistas necenses. Dichos proyectos editoriales se circunscribieron a zonas especficas de creadores, mientras que La eterna noche de los tiempos de acuerdo con su resultado, s pretende ofrecer a los lectores un cuadro ms general, plenamente estatal, acerca del trabajo que han venido llevando al cabo los narradores mexiquenses en la transicin de los milenios. Y tal perspectiva es la concretada por dos autores inmigrantes avecindados en Texcoco y con una intensa actividad dentro del contexto acadmico y cultural de la Universidad Autnoma Chapingo, esto es, Rosas Galicia y Zurita Zafra cuya trayectoria no se agota en su regin, sino que abarca una interaccin con creadores de todo el estado. Con intermitencias tal vez, pero puede documentarse la presencia de ambos en el mbito cultural mexiquense, o con participaciones en actividades del tipo de las organizadas en la ltima dcada de los noventa y principios del siglo XXI por tunAstral. Es imposible dejar de mencionar la aportacin sostenida a travs del proyecto editorial Molino de Letras, en la forma de ediciones y coediciones de libros en los que se difunden trabajos de autores mexiquenses y de otras latitudes, bsicamente del Distrito Federal, y a travs de la revista literaria del mismo nombre, que se ha convertido en la principal de su tipo en el Estado de Mxico, esto es, desde las publicaciones independientes, aparte de las institucionales como La Colmena, de la UAEM, o Castlida, del Instituto Mexiquense de Cultura.
5.2.1 MOISS ZURITA, MITOLOGAS CHAPINGUERAS
Nacido en la localidad oaxaquea de Tunuchi, en 1967, de este autor se dice que Aprendi a leer en La Habana y a tomar mojitos en la Bodeguita del medio, aunque lo que ms disfruta son los helados Copelia; ocasionalmente fuma habanos y toma Ron (Havana tres aos, por supuesto). 252
Naci al mundo de las letras en Texcoco aunque el abecedario le fue inculcado desde nio- recorriendo el Tezcutzinco hasta la Costa chica, pasando por Chapingo; le gusta comer tostadas en el mercado San Antonio y pancita en el Belisario Domnguez, aunque va a comprar cebollas al tianguis de los lunes con su diablito. En los estertores del siglo XX fund con sus amigos la revista Molino de Letras de la cual pretende ser director como Fidel (Velazquez). Gusta de martirizar a los alumnos de la UAEM dndoles clases de redaccin; pero su saa inaudita recae sobre los alumnos de la Preparatoria Agricola de la UACH donde adems de redaccin da literatura. 350
Es egresado de la Universidad Autnoma Chapingo (UACH), donde curs sus estudios de licenciatura en sociologa rural, y tambin obtuvo la maestra en lingstica indoamericana en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropologa Social. Se ha desempeado como profesor en la propia UACH cuya preparatoria agrcola ha dirigido durante varios aos y es miembro del Programa de Investigacin en Ciencias Sociales y Humanidades de la misma universidad. Entre sus obras destacan los libros de cuentos Yo s le pas, de 2002, y Gotas de nio, de 2003, as como el volumen Cuando me iba de pinta, de 2007. La narrativa de Zurita se ha concentrado en el gnero cuentstico, siguiendo un estilo llano que privilegia la ancdota, en una variedad de temas delimitada a narraciones relacionadas con la vida cotidiana en Chapingo, otras sobre experiencias estudiantiles en el mbito concreto de la preparatoria nmero 5 de la UNAM, y otros textos un tanto miscelneos, aunque relacionados con historias campiranas. Como es obvio, interesa para efectos del presente trabajo la visin de Zurita sobre la experiencia chapinguera. Para tal efecto, empiezo con la referencia al cuento El Coquitox, incluido tanto en Yo s le pas, de 2002, como en Cuando me iba de pinta, de 2007. Para la narrativa de Moiss Zurita un motivo permanente es el registro de la vida cotidiana en la Universidad Autnoma Chapingo, que es una especie de microcosmos a travs del cual se comprende la implantacin de varios personajes inmigrantes en el contexto mexiquense.
350 De la solapa de Unos das en la escuela, Texcoco, Molino de Letras-IMC, 2004.
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Aunque en sentido estricto la visin estatal se cierra al mbito chapinguero, atrae la forma como Zurita describe la insercin de jvenes forneos a una nueva realidad, la comprendida en las paredes del campus de la UACH en Texcoco. Es significativo que en Cuando me iba de pinta Texcoco, Molino de Letras-UACH-Programa de Investigacin en Ciencias Sociales y Humanidades y Preparatoria Agrcola, 2007, libro que puede considerarse como el conjunto ms representativo de la escritura de Zurita, el primer texto est remitido a un personaje tradicional en Chapingo: el vendedor de dulces conocido coloquialmente como El Coquitox. Su funcin es servir de referencia para el registro de los cambios histricos ocurridos en ese espacio acadmico. El Coquitox es una especie de testigo permanente sobre los hechos de importancia en Chapingo. Ejemplo de esto es el recuerdo sobre la presencia de Diego Rivera en el propio campus de esa institucin, que Zurita narra de esta forma y que cito in extenso: Cuentan que el mismsimo Diego Rivera cansado de contemplar la exquisita desnudez de Tina Modotti, le daba una palmadita en las soberbias nalgas y le deca: un minuto de descanso porque ya lleg el Coquitox. Y por varios minutos se dedicaban a degustar las frutas cristalizadas, tomar el sol, contemplar el cielo y escuchar a las aves que trinaban alegres. Ah estaba l, en medio de cal, cemento y colores, contemplando los frescos, apenas dos muros y medio, las mujeres en el fuego eran las que ms llamaban su atencin; pber, calenturiento, se asombraba de los senos erguidos, los pezoncitos, las piernas, casi a tamao natural. Ya estaban los esbirros, el propagandista, el hacendado, el clero, la milicia, pero el Coquitox, nada tonto, prefera deleitarse con la mujer naciente, la que surge de una flor, o la otra, la que est en posicin de dar a luz Poco a poco se acercaban Diego y Tina, maravillados por la concentracin del Coquitox: Y bien? deca Diego qu te parece? El Coquitox se sonrojaba. Me gusta. Entonces Diego levantaba la bata que apuradamente se haba puesto encima la Tinsima, y deca: el original es mejor no crees? El Coquitox asenta en silencio. Se puede tocar, incitaba Diego, mientras pasaba una mano por las nalgas redondas, firmes; a ver, dale t! Tmidamente el Coquitox acercaba la mano. Entre risas, Diego preguntaba a todo pulmn, qu, eres el cuarenta y uno o qu? el Coquitox se haca chiquito o no te gusta? El Coquitox slo mova la cabeza afirmativamente pero sin control; entonces Diego le enseaba: abre la mano, si das nalgada o agarras que la rayita quede en medio, as ya viste ahora t pon la manita. El Coquitox pona la mano pero cerraba los ojos, temblaba De pronto hora de trabajar deca el Cara de rana y empezaba a subir los andamios; el Coquitox con los ojos cerrados, parado a un lado del mural 254
en ciernes, todava senta en la manita las nalgas un tanto fras pero ricas, deliciosas, de la modelo especial (pp. 10-11).
Evidentemente, el inters de Moiss Zurita es retomar viejas historias que han circulado en los pasillos chapingueros desde tiempos aejos, y dejar el registro de ellas en el papel. Por ello se explica el acudir a la figura de un personaje pintoresco, un humilde vendedor de dulces tradicionales, como el elemento permanente que puede dar el testimonio sobre hechos o personajes relevantes para la historia de Chapingo, funcin impensable en los estudiantes de rpido y efmero paso por la institucin. Pues, qu alumno de esta escuela agrcola puede tener en el recuerdo las visitas de figuras histricas como Marte R. Gmez o Lzaro Crdenas (p. 11)? Slo el vendedor de dulces, que permanece mientras los dems se van. El Coquitox es, pues, el testigo que ve y que recuerda, incluso desdenes, como las superficiales estancias que llegan a tener en el lugar otros presidentes como Manuel vila Camacho, Miguel Alemn y aun Adolfo Lpez Mateos, quienes eran bien estirados y ni por casualidad vean al Coquitox (p. 12). As como la identidad de los chapingueros comprende la relacin, as haya sido fugaz, con personajes de la poltica, tambin abarca la estancia en sus aulas de personajes posteriormente clebres, como el compositor lvaro Carrillo, cuyas aventuras amorosas en su condicin de estudiante de Chapingo contaron con el apoyo celestino, claro est, del Coquitox (p. 12). Por eso se explica el remate del cuento con las siguientes lneas: Sin duda, el Coquitox sigue llegando. Nosotros somos los que nos hemos ido (p. 14). Esto es, Chapingo es visto como una estacin de trnsito para miles que pasaron por sus aulas, pero que no pueden llevar el registro de una identidad si no cuentan con un marco de referencia personal, en este caso, encarnada por un vendedor que, conforme pasan los aos y las generaciones, es el nico que permanece en el espacio chapinguero. Por otro lado, en No soy peln, soy de nuevo ingreso, Moiss Zurita acaso en una narracin con cierto tinte autobiogrfico aporta las coordenadas vitales de un provinciano que aspira a convertirse en alumno de la universidad agrcola. Parte de la inquietud de ese joven que intenta aprobar los exmenes de 255
ingreso a Chapingo, cosa que consigue de una manera un tanto accidentada y aleatoria: Pero ah ests, levantas el telfono y no sabes qu decir, en una pelcula viste que dicen al y en las telenovelas dicen bueno, pero ah, con el telfono negro en las manos junto a tu oreja, no sabes qu decir, pero lo dices, quin es? Son Margarita y Rubn, estn contentsimos, ha salido una segunda lista de aceptados en Chapingo, son ciento uno y el uno eres t. No lo puedes creer. Te tienes que presentar el lunes a primera hora, sales corriendo a tu casa, tu madre se va a poner contenta, cmo chingados no (p. 19).
El personaje de este cuento inicia la nueva etapa de su vida al dejar su localidad natal previsiblemente, en Oaxaca y viaja a Texcoco, donde trabajosamente se incorpora a la actividad acadmica de Chapingo, a partir de la primera vez que ests en Texcoco, no te gusta, pero ya te gustar, es la nueva casa y algo debe tener no? (p. 21). Las primeras semanas de estancia son difciles, en medio de las presiones de la novatada, por la que lo obligan a raparse, y sufriendo una fuerte nostalgia, que comprende la aoranza de la comida que sola prepararle su madre. Hay un ambiente de tristeza ante la hostilidad que se manifiesta en su nueva condicin, un sentimiento de vaciedad, de soledad. Se plantea un acto de rompimiento con el pasado, que es el que permitir asumirse en una nueva realidad, la del Chapingo texcocano: Entonces te dan ganas de tomar el primer autobs para la tapo y emprender la retirada, no lo sabes, crees que eres el nico, pero casi todos tus compaeros se quieren regresar, se sienten solos, as, con esa soledad cabrona que no se quita nunca. En ese momento abres la lapicera y sacas el prit, el diurex, el sacapuntas y las tijeras; no lo sabes pero das el primer corte a tu cordn imaginario, el que te mantiene unido a tu pueblo como los bebs a su madre, tratas de cortar de una vez pero no se puede, todo es con paciencia y salivita, mucha salivita (p. 23).
El joven novato, desolado, no puede encontrar la calma en su nueva vida ms que cuando se topa con la capilla de Chapingo, la misma que haba decorado Diego Rivera y que ya se haba hecho presente en la narracin sobre el Coquitox, pero que en No soy peln, soy de nuevo ingreso, obliga a una descripcin ms precisa de los smbolos plasmados en el fresco: Los campos son fertilizados con los cuerpos de Emiliano Zapata y Otilio Montao, ms all de los caciques y esbirros; el propagandista de la Revolucin Mexicana conspira, se organiza, lucha y muere, la revolucin triunfante nos da futuro. 256
Del otro lado la tierra, simbolizada en mujeres desnudas, hermosas, generosas, nos sostienen desde las profundidades, junto con el fuego. En los techos est la lucha y el encuentro, el campo y la ciudad, los obreros y campesinos. Te sientas y ves los colores, las texturas, las formas. Todo el mundo est dentro de estas paredes y el techo. Tu espritu otrora afligido se reconforta, las imgenes de Diego Rivera se levantan. Aqu vendrs una y otra vez en horas de desaliento, ya lo sabes, has encontrado tu lugar para siempre (pp. 23-24).
Con Zurita tal vez se tenga la idea del desarrollo de una identidad muy especfica, la chapinguera, pero aun aceptando esto, resulta clara la bsqueda de elementos comunes que relacionen una visin de inmigrantes que, al fin y al cabo, llegan al territorio mexiquense. Chapingo no es una isla, sino otra forma de pertenece a una realidad estatal.
5.3 LA LITERATURA DEL POLVO: NEZAHUALCYOTL
Como ya se ha ido mencionado dentro del presente trabajo, el tema de la identidad cobra un matiz singular en el caso de los autores de Nezahualcyotl, quienes, sumados dentro de un ncleo que abarc tambin a otro tipo de trabajadores de la cultura en particular los artistas plsticosacuaron por su cuenta su propio gentilicio: se dijeron, se asumieron necenses. Es factible inferir que esa postura surgi como un rechazo a la implantacin, desde el centro poltico del Estado de Mxico, del gentilicio mexiquense, aunque por la manera en que desde Nezahualcyotl se arm su gentilicio municipal, utilizando la desinencia ense, se ve que tomaron muy en cuenta el intento del gobierno estatal de difundir y expandir el uso de una palabra en la que cupieran todos los habitantes de la entidad, incluidos los de la populosa zona oriente. Sin embargo, la dinmica registrada en Nezahualcyotl al respecto fue, ms que la de integrarse a esa idea de lo estatal, la de distinguirse, singularizarse. Haba una urgencia, un orgullo que demostrar; una identidad por construir en un rea donde todos eran, adems, inmigrantes. En ese sentido, la distancia que los separaba de Toluca, concebida sta como el centro del Estado de Mxico, era, ms que geogrfica, poltica y cultural. En lo poltico, por ejemplo, se desarroll en crecientes sectores de la poblacin 257
necense una creciente inconformidad contra la tendencia que se segua desde el gobierno estatal a partir de la creacin, en 1963, de este municipio. Los usos y prcticas centralistas consistan en nombrar de manera directa al candidato que, en la poca de hegemona priista, iba a encabezar el gobierno local. Esto implicaba pasar por encima de los grupos polticos regionales, que deban disciplinarse y asumir posiciones subordinadas dentro de la administracin municipal, ante el predominio de los representantes de la clase poltica toluquea. En los aos ochenta el cuadro se modific, cuando empezaron a ser respetadas las candidaturas de polticos locales, de modo que se suspendieron las groseras y burdas imposiciones de candidatos forneos, en un esquema electoral ms competido que produjo, como factor fundamental, las victorias sostenidas del Partido de la Revolucin Democrtica, en lo que se denomin el corredor amarillo en la vecindad oriente con el Distrito Federal. El fenmeno se mantuvo entre 1997 a 2009, cuando el PRI recuper el gobierno municipal de Nezahualcyotl. En el aspecto cultural la actitud asumida por los creadores de Neza fue distinta a la verificada en el terreno poltico, donde, dentro de los relativamente escasos mrgenes que dejaba el priismo, los personajes locales pugnaron por que se les reconociera que a ellos corresponda hacerse cargo de la administracin local, cosa que finalmente consiguieron, a tal grado que se ha vuelto impensable que Nezahualcyotl sea gobernado por alguien que no haya realizado su carrera poltica en ese lugar, que no sea originario de Nezahualcyotl. En cuanto a lo cultural, es inapropiado establecer un parangn exacto con lo ocurrido en el mbito poltico. En lo cultural, pues, la relacin con el centro, es decir, con Toluca, ms que de lucha o confrontacin era de indiferencia mutua, de un claro desdn en los dos sentidos, esto es, tanto por parte del respectivo sector administrativo dentro del gobierno estatal como por parte de los propios creadores necenses. 351
351 Hay que reconocer que los proyectos seguidos por el gobierno estatal han tenido normalmente un sesgo centralista, aun cuando en determinados periodos sobre todo en los aos ochenta hubo una poltica especfica de descentralizacin, con la creacin de casas de cultura regionales. En el rubro editorial tal centralismo fue tambin evidente, pues se opt como regla casi general por publicar a autores de la zona del Valle de Toluca y era rara la presencia de autores de 258
Esta limitada presencia de la parte institucional en el rea de cultura, lejos de arredrar a los creadores de Nezahualcyotl en sus inquietudes artsticas e intelectuales, los impuls a conformar proyectos y visiones independientes, con un aadido: para ellos result ms fcil, dirase que casi natural, vincularse con otro centro cultural, nada menos que el existente en la propia capital del pas. En otros trminos, les resultaba mucho ms sencillo, rpido e incluso barato participar de la vida cultural en el DF que trasladarse al Valle de Toluca. Sin embargo, los autores y los artistas de Nezahualcyotl desdearon una integracin mecnica al entorno capitalino, no obstante que en una perspectiva general no dejan de interactuar con l y dentro de l. 352 Pero se saben, se asumen tambin distintos. Son, se llamaron, se dijeron necenses. Lo hicieron por una necesidad de crearse su propia identidad cultural, en choque con el centralismo representado por la hegemona y la indiferencia del Valle de Toluca, pero igualmente podra pensarse que por un fenmeno similar en la relacin con el Distrito Federal, tampoco se dejaron absorber por ese otro centralismo. De esa manera, los autores necenses iniciaron una expresin propia en el campo de lo literario, vinculados con creadores en otras disciplinas artsticas, con quienes compartieron objetivos comunes, en periodos prolongados en los cuales no han faltado escisiones y cismas. De acuerdo con el escritor Sergio Garca Daz, el gentilicio fue una propuesta del artista plstico Alfredo Arcos, pintor de perros de este municipio, de modo que en esa acepcin original, necense significa habitante que tiene necesidad de vivir en un espacio geogrfico inhspito, que hace ese espacio vivible, lucha por lo ms indispensable, construye su identidad. Eso lo hace esencial, el necense es un ser que reivindica su esencia: migrante, trasgresor, violento, un poco o un tanto resentido. Actualmente este resentimiento va desapareciendo. Hoy vivimos una nueva transformacin de la
otra regin, como, por ejemplo, Rolando Rosas Galicia, que si bien representa al rea de Texcoco, en 1986 dio a conocer Crnica de San Jernimo, volumen de poesa editado por el gobierno mexiquense. Pero esto fue una excepcin que confirm la regla. 352 No habra que desestimar la posibilidad de que en los medios capitalinos tambin se haya expresado algn tipo de rechazo respecto a la gente de Nezahualcyotl, como representantes de la periferia del Distrito Federal. Un testimonio de esa actitud lo rememora Emiliano Prez Cruz en estos trminos: Pertenecer a Neza era vergonzante. En la secundaria haba cierto desdn hacia los que provenamos de ah: Ustedes son de Nezahualodo, De Nezahualpolvo, De Nezahualpillos., en Josefina Estrada, Emiliano Prez Cruz-Biografa. La vida: funcin sin permanencia voluntaria, Mxico, Editorial Colibr-Ayuntamiento de Nezahualcyotl, 2000, p. 18. 259
identidad que apunta en sus tensiones al consumo y la nueva generacin del esfuerzo. 353
Claro est, la asuncin de un nombre no resuelve todo, pero s es un elemento ms que significativo de las distintas lneas que fueron seguidas por los creadores necenses. Desde el captulo 3 de este trabajo, al hablar del fenmeno del arte en Nezahualcyotl, me apoy en el anlisis hecho por el artista plstico Carlos-Blas Galindo, que atribuy a las corrientes necenses una posicin contraria al mainstream, una posicin explcita de independencia y de repudio a lo hegemnico en el arte. Ahora, antes de ir a la obra del sin duda ms conocido autor de Nezahualcyotl, el narrador Emiliano Prez Cruz, 354 aprovechar la reflexin del escritor Sergio Garca Daz acerca de las circunstancias y los resultados registrados en el mbito de las expresiones culturales y, en particular de las literarias, en esa regin. En el citado texto Neza, una esttica como forma de tragedia, Garca Daz proporciona su interpretacin acerca de la manera en que han evolucionado la cultura y la literatura en esta zona del oriente mexiquense. Para empezar, distingue tres pocas en dicha trayectoria: la primera etapa transcurre entre la llegada de los primeros asentamientos humanos, en las dcadas de los cuarenta y cincuenta, hasta el momento de la ereccin oficial del municipio, en 1963. Una segunda etapa comienza a partir de ese mismo ao, con la fundacin del Movimiento Restaurador de Colonos como hecho simblico segn Garca Daz, y la cual se prolong hasta 1997, cuando el Partido de la Revolucin Democrtica se hizo del gobierno local. Finalmente, para Garca Daz la tercera etapa se da en el transcurso de la continuidad perredista en el gobierno municipal (l cierra su anlisis en 2008, cuando aparece su texto en el citado libro Primeros aullidos); en esta fase lo que destaca es la poltica o la falta de una poltica cultural por parte de los gobiernos del PRD (p. 17).
353 Neza, una esttica como forma de tragedia, en Arturo Ortiz y Eduardo Villegas, Primeros aullidos, Metepec, Cofrada de Coyotes, 2008, pp. 27-28. 354 Una figura equivalente a la de Prez Cruz, pero que corresponde en su origen a los creadores originarios del Valle de Toluca, es la del tambin narrador Alberto Chimal, pues ambos, aunque en distintos momentos y condiciones, han logrado articularse con xito dentro de los medios literarios de la capital del pas. 260
De estas tres fases, Garca Daz subraya la importancia de la segunda, pues durante ella surgieron los movimientos sociales de izquierda y con ellos los grupos culturales. Acoto por mi parte que hay razn en destacar la relevancia de dicha etapa, pues dentro de esa dinmica aparecieron los primeros autores de la regin, esto es, no como expresiones aisladas, sino dentro de un contexto determinado, con todo y la elaboracin de un mito fundacional. Garca Daz describe a esta comunidad llamada Ciudad Nezahualcyotl como un espacio geogrfico que dentro de las representaciones [tanto imaginarios personales como sociales] es un espacio inhspito al que se le pudo dar una significacin a partir de construir un hbitat. El mito fundacional tiene que ver con referentes de ubicacin; un territorio salitroso, lodoso, donde se fue[ron] forjando las narraciones de resistencia, de pueblo de inmigrantes, de violencia, de resentimiento y de estar fuera de los beneficios de la Ciudad de Mxico. Nezahualcyotl est en la periferia, de la nada surgi una ciudad. 355
En su texto, Garca Daz insiste en que esos mitos fundacionales, esa referencia al salitre y al polvo, empezaron a nutrir tanto discursos como narraciones, as como los lugares de identidad, los tiempos, el sufrimiento. Sobresale una afirmacin de este autor, para describir el sentido de pertenencia a la nueva urbe: El que no lleg en la poca de penurias no es un autntico necense. Y aade: As se intenta construir un discurso nico, un monotesmo ontolgico que construye una realidad nica; en contraposicin a un pluralismo ontolgico que plantea que hay varias fuentes de construccin de la realidad. sa es una de las tensiones de la identidad necense (Ibid., p. 19).
La reflexin anterior cobrar importancia cuando se vea cmo el estilo e intenciones concretadas por los autores de la primera generacin en Nezahualcyotl, de manera sealada Emiliano Prez Cruz, Eduardo Villegas y Germn Archiga, terminaron por ser una influencia y un rumbo que marc incluso a quienes han empezado a hacer su propia obra ya en la primera dcada del siglo XXI. Volviendo a Garca Daz, este analista no es muy entusiasta al referirse a la consideracin de que culturalmente Nezahualcyotl pueda ser considerada sea una sociedad hbrida, y ms bien se pronuncia por la perspectiva de que Neza es una sociedad fronteriza, que vive una tensin entre el centro y la periferia, entre la automarginacin, la marginacin y la integracin, a lo que se agregan nuevos
355 Ibid., p. 18. 261
elementos como los necenses que han emigrado hacia otros lugares, otras periferias, incluyendo aquellos que se fueron a radicar a los Estados Unidos, y que van y vienen. E influyen. 356
Cultura fronteriza es, para Garca Daz, y en el contexto especfico de Nezahualcyotl, una forma de tragarnos a nosotros mismos como si furamos lo otro para hacerlo parte de nosotros mismos. No es un acto de mezcla pura o impura, se busca la radicalidad, hacer que todo conviva en un todo: redesplegar, sobrecodificar, parodiar, cubrir las esculturas antiguas para resignificarlas, grotescos, lo indgena, lo mestizo, lo moderno, geometrizar los camellones, invadir los espacios de consumo, alternar lo alterno, descentrar lo centrado. Lo fronterizo es activo, participativo, agresivo, violento, trasgresor, hiperactivo, esquizofrnico, festivo, ensamble, hechizo, chafa, escatolgico, impuro, neobarroco. Es un hacerse, deshacerse y rehacerse. Y buscar la integracin para despus desintegrarse propositivamente. Pretendemos ser el otro, lo otro, pero para ello tenemos que reivindicar lo que somos. 357
Hay una ventaja en el hecho de que Sergio Garca Daz emita su reflexin a prcticamente tres dcadas de la aparicin de los primeros textos de Emiliano Prez Cruz, pues cuenta ya con una perspectiva para analizar, en un marco de mayor abstraccin, lo ocurrido no slo en el caso del citado narrador, sino del ambiente cultural que se logr fomentar en Nezahualcyotl. Dentro de ste, Garca Daz introduce el elemento de capital social a partir de la identificacin de Nezahualcyotl como comunidad heterognea y plural; dicho capital social se fundamenta en los valores de resistencia, de bsqueda colectiva, de resolucin de problemas mediante la participacin colectiva en asociaciones o redes que se han ido especializando en alguna de las actividades que desarrolla esta comunidad, el conjunto de todas estas actividades han dado por resultado un Capital Social. En este sentido, los artistas, creadores, promotores culturales, de manera sectorial han enriquecido, incrementado o guardado ese capital del que hablamos. 358
Es cierto que en Nezahualcyotl los procesos de urbanizacin comprendieron la formacin de numerosas formas de organizacin social y colectiva, en los que debe de haberse registrado la presencia de representantes del sector intelectual o ilustrado, pero esto no estuvo exento de pugnas y divisiones internas, as como de enfrentamientos y la aparicin de fuerzas hegemnicas, en principio priistas, pero que tambin tuvieron su expresin de izquierda. Hay testimonios crticos
356 Ibid., p. 20. 357 Idem. 358 Ibid., pp. 21-22. 262
como los del propio Emiliano Prez Cruz, Filadelfo Sandoval y Eduardo Villegas acerca del quebrantamiento de un sueo social cuando, ya gobernante el PRD en el gobierno municipal, la cultura no fue una prioridad dentro de los programas institucionales; en ms de un caso qued la impresin de que los escritores y los artistas necenses no han sido sino utilizados por la administracin local, que dentro de una actitud de mero pragmatismo s apoy actividades culturales, pero sin elaborar un verdadero proyecto a mediano y largo plazo, y sobre todo, escatimando recursos para ese sector. Lo usual es que la mayor parte de los escritores que han participado en experiencias dentro del gobierno municipal terminen renunciando y alejndose del rea poltica. No obstante, resalta la funcin que ve Garca Daz en los creadores artsticos como sostenedores de lo que llama capital social, bien pblico que, precisa, est basado en la confianza, la cual se pierde cuando predomina el resentimiento social. En esta ltima actitud, advierte, han incurrido algunos promotores sociales, sobre todos los ms antiguos o ideologizados. En contraste, existen aquellos que buscan la pluralidad, la colaboracin, el encuentro que permita elevar la calidad. Desde la ptica de Garca Daz, bsicamente se ha tratado de los artistas plsticos y los escritores de Nezahualcyotl, muy por encima de los practicantes de otras disciplinas, como el teatro, la danza, la msica, entre otras. 359
En especfico, subraya Garca Daz que La literatura es una forma de metaforizar la simbologa del barrio, de la ciudad. De esa forma, a travs de la creacin literaria se inventa, se reinventa la vida, el caos, las formas de ser de una comunidad. La mayora de la creacin literaria parte de la realidad. Esto viene a enriquecer el capital cultural y social de Neza. 360
Garca Daz propone la clasificacin de los autores necenses en tres categoras: los de alcance nacional e internacional, los que empiezan a tener presencia nacional, y los estrictamente locales, es decir, cuya obra tiene repercusin slo en el mbito de Nezahualcyotl. En la primera, ubica a los escritores que, desde su punto de vista, registran resonancia nacional e internacional: Emiliano Prez Cruz, Jos Francisco Conde Ortega, el dramaturgo y narrador Toms Espinosa (fallecido en 1992) y el
359 Ibid., p. 22. 360 Ibid., p. 24. 263
novelista policiaco Juan Hernndez Luna (cuya desaparicin fsica ocurri en 2010). En un segundo grupo, Garca Daz coloca a quienes estn saltando las fronteras de lo local a lo nacional, y que seran el prolfico Eduardo Villegas Guevara, el poeta Enrique Villada, el propio Sergio Garca Daz, ms el porngrafo Alberto Vargas Iturbe, el poeta y narrador Porfirio Garca Trejo, y los narradores Filadelfo Sandoval, Suriel Martnez, Eduardo Ortiz y el ya desaparecido Luciano Cano. En una tercera categora, se encuentran los que Garca Daz considera escritores localistas: Julio Vulcano, Kuitlhuac Macas, Santos Velsquez, Primo Mendoza, Germn Archiga Torres, Arturo Gutirrez Duque, Joel Paredes Gonzlez, Marcos Avendao, Roberto Romero Aguilar, Ignacio Gonzlez Silva, Antonio C. Martnez, Servando Hernndez Prez, Javier Serrato Vargas, Raymundo Coln, Nora Patricia, Ricardo Guerrero y otros autores que apenas estn iniciando su trayectoria literaria. Esta clasificacin es discutible, pues vale decir que Conde Ortega no ha alcanzado la proyeccin de Prez Cruz y Villegas, y que este ltimo, con seguridad el autor mexiquense con mayor nmero de ejemplares publicados y vendidos, tanto en editoriales institucionales y privadas no slo del Estado de Mxico sino de la capital del pas (desde la coleccin Tierra Adentro del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, el Centro Toluqueo de Escritores y el IMC, pasando por Selector y su proyecto personal y colectivo Cofrada de Coyotes, que por decisin deliberada instal en Metepec, no en Nezahualcyotl), bien puede formar parte del primer grupo. Es de destacarse, entre los logros internacionales de Eduardo Villegas, la publicacin, en 2007, de su volumen de poesa Nace Gatatumba, por parte del sello Los Lares Casa Editorial, con sede en Medelln, Colombia. En el segundo grupo sorprende la inclusin de Enrique Villada, poeta originario de Lerma que inici su carrera en el Valle de Toluca en 2010 compuso el himno con que el gobierno mexiquense celebr el Bicentenario de la Independencia, aunque suele ser vinculado con el rea donde se ha desarrollado laboral y profesionalmente, esto es, Amecameca. Sera discutible la presencia de Alberto Vargas Iturbe, autor de una extensa obra de lnea 264
abiertamente pornogrfica, de escasa o nula calidad literaria, quizs muy leda, pero que por sus peculiaridades no deja de ser una propuesta marginal. En cuanto a los escritores localistas, considero que no encajan en esta categora Primo Mendoza, Germn Archiga Torres, Arturo Gutirrez Duque, Antonio C. Martnez y Raymundo Coln, que con facilidad pueden moverse en el segundo grupo. Consigno, empero, la visin de Garca Daz, por su pertenencia directa a los ncleos ms vigentes de la literatura necense en especfico. Concluyo aqu parte de lo expuesto por Garca Daz, con una referencia a la parte esencial de la identidad necense: Neza en su transmigracin de personas que van y vienen: van a la Ciudad de Mxico, van a Toluca, al Cervantino, a Coyoacn, Tijuana, Estados Unidos, Europa y vienen a Neza; que mandan sus dlares a Neza. Van tejiendo ese tejido plural y tambin fortalecen su identidad de necenses en aquellos lugares. Se da una identidad en forma de cajas chinas. De estas mltiples fluctuaciones deviene un fortalecimiento y una crtica para esto que llamamos esencia necense. Quizs esa esencia necense es porosa y va perdiendo cada vez ms la cultura del resentimiento, de pared que impide el ataque y la prdida de lo que algn da fue la ciudad. Ciudad que est en la memoria de algunos, pero que ya no es. Actualmente la ciudad es muchas ciudades. 361
Vale afirmar que lo anterior se verifica con la obra de Emiliano Prez Cruz, en una combinacin de narrativa y de crnica que deja el testimonio sobre cmo se fue, en efecto, creando una nueva ciudad perifrica, mas no aislada del entorno inmediato, la capital del pas, y que por ello desarroll una identidad peculiar y en constante cambio la porosidad de la que habla Garca Daz, sin soslayar que su pluralidad inicial se fue multiplicando con la convergencia de personas provenientes de todas partes de la repblica.
361 Ibid., pp. 26-27. 265
5.3.1 EMILIANO PREZ CRUZ Y EL CANON NECENSE
Hijo de una hidalguense y de un michoacano, Emiliano Prez Cruz naci en 1955 en la tradicional colonia de Santa Mara de la Ribera en el Distrito Federal. Su llegada a Nezahualcyotl se registr slo un par de aos despus, en 1957. Tal circunstancia lo hizo decir a su bigrafa, la tambin escritora Josefina Estrada: Realmente vi el nacimiento de una nacin: Nezahualcyotl. Fui testigo de su surgimiento. Crec en la ciudad asombrndome de su crecimiento, conociendo las tradiciones y festividades de los mazahuas, zapotecos, mixtecos . 362
Se complementa esa mencin con el sentirse cuatro veces mexicano de Emiliano Prez Cruz: Dice la leyenda que la primera colonia que se fund [en Nezahualcyotl] fue la colonia Estado de Mxico. All me toc vivir y beber, por eso digo que soy cuatro veces mecsicanou si de algo sirve: nac en los Unites States Mexicanos, en la Mexico City; vivo en el Estado de Mxico, en la colonia Estado de Mxico, help me, Xochicuicatl in Nezahualcoyotl, antes de que nos lleve la Twentieth Century Fox! 363
Se evidencia, pues, la conciencia plena que adquiri Prez Cruz acerca de que estaba atestiguando un fenmeno urbano y cultural que no se haba dado en el pas, o al menos no en el nivel de complejidad con que ocurri en la formacin de la nueva ciudad. Por ello, se sumergi en dicho fenmeno, con la idea tambin de que esa urbe estaba siendo alimentada por inmigrantes de modo exclusivo: Era bonita la gente pueblerina que integraba a los primeros pobladores. Los feos eran los ms urbanos, aquellos a los que la ciudad de Mxico fue expulsando hacia la periferia. Empezaron a llegar de la Candelaria de los Patos, de la Nueva Azcapozalco [sic], de San Juan de Aragn 364
Haba un previsible impulso que lo conducira a la creacin literaria: dejar el testimonio sobre la aparicin de un inmenso ncleo humano donde antes no haba habido nada, explicar lo pasado, dar la versin propia de los hechos, desde una visin que bien se ajusta a la idea de cultura fronteriza de la que habla Sergio Garca Daz. Vase el prrafo siguiente, que tambin forma parte de la biografa de Prez Cruz: Desde que empec a salir a otros territorios, a Pantitln, Azcapotzalco, Polanco, me iba dando cuenta de que no todo era jodidez. Senta que iba del rancho a la
362 En Josefina Estrada, op. cit., p. 12. 363 Ibid., p. 13. 364 Ibid., p. 14. 266
capital. Aunque Neza era territorio de nadie, haba deseos de que se declarara municipio. Recuerdo que iban socilogos o funcionarios del gobierno del estado a hacer encuestas: Y ustedes, cmo se consideran? Defeos o mexiquenses? 365 Nosotros decamos: defeos! porque veamos que a los del DF, en seguida les ponan servicios. Entonces hubiramos querido ser anexados al Distrito Federal; muchos colonos as lo manifestaban. Pero cuando se cre el municipio 120 [del Estado de Mxico] se empez a dar cierto arraigo; no creo que necesariamente un sentimiento de pertenencia, por la misma calidad de migrantes e inmigrantes de todos los das: saltar el Ro Churubusco o la Calzada de Zaragoza y ya se estaba en otro mundo. 366
Ntese en la cita anterior la percepcin de un estado fronterizo: as fuese con un simple salto, se estaba en un territorio, en una realidad distinta. Hay una razn pragmtica por la cual, segn el testimonio de Prez Cruz, inicialmente parte de los pobladores originarios de Nezahualcyotl habran preferido que sus colonias formaran parte de la capital del pas: la calidad de los servicios, que no existan en la emergente zona. Empero, esa apuracin o inquietud se moder cuando se le dio un estatuto poltico y jurdico a Nezahualcyotl, con su conversin, de tierra de nadie, al municipio 120 de la entidad mexiquense. 367
En lo literario, prontamente cruz Prez Cruz la frontera al contar con el apoyo del escritor Gustavo Sainz, quien fue su profesor en la Facultad de Ciencias Polticas y Sociales de la UNAM, donde el necense curs la licenciatura en Periodismo y Comunicacin Colectiva. Alumno de una primaria en Nezahualcyotl donde todava los profesores nos exigan buena ortografa a base de unos buenos reglazos en las yemas de los dedos, Prez Cruz adquiri el hbito de la lectura en una secundaria de la colonia Pantitln, donde trab contacto con obras como El buscn y El Lazarillo deTormes; se identific con el pcaro por excelencia dentro de la literatura
365 Evidentemente hay un anacronismo en esta afirmacin, pues es improbable que en la dcada de los sesenta algn funcionario del Estado de Mxico hubiera utilizado el gentilicio que no form parte del lenguaje colectivo sino hasta la dcada de los ochenta. Sin embargo, el uso del trmino por parte de Prez Cruz en su biografa que apareci el ao 2000, deja en claro que l, al igual que millones, ya no dud en verse reflejado como mexiquense. 366 Ibid., pp. 17-18. 367 El deseo de integrarse al DF no desapareci del todo: todava en los comienzos de la dcada de los noventa, cuando el presidente era Carlos Salinas de Gortari, el jefe del Departamento del Distrito Federal era Manuel Camacho Sols y el gobernador mexiquense era Ignacio Pichardo Pagaza, se dio una especie de canje por el cual la administracin capitalina cedi hectreas de superficie boscosa en la frontera con La Marquesa, a cambio de que la colonia necense San Felipe de Jess pasara a formar parte del DF. La razn es la misma a la que hace referencia Prez Cruz: dicha colonia era una tierra de nadie, que no reciba servicios del gobierno municipal de Nezahualcyotl ni, como era obvio, del gobierno de la capital. sta ha sido, al parecer, la prdida ms reciente de territorio para el Estado de Mxico. 267
espaola, por todo lo que vea en el barrio y las cosas que el Lazarillo haca para sobrevivir, y porque Yo estaba acostumbrado a que mi realidad inmediata, algunos sucesos de Neza, fueran noticia de nota roja para La Prensa. Pero en El Lazarillo vi que los pobres eran tratados literariamente. 368
En esa etapa ley tambin una obra a la sazn obligatoria dentro del normalmente exiguo cuadro de lecturas en la secundaria, El diosero, de Francisco Rojas Gonzlez, cuyo cuento Las vacas de Quiviquinta le recordaba la historia y las penurias de su familia y de su pueblo. 369
Un cambio radical fue su pertenencia a la primera generacin del flamante Colegio de Ciencias y Humanidades Azcapotzalco, tambin dependiente de la Universidad Nacional, donde trab contacto con profesores que haban participado en el movimiento estudiantil-popular de 1968. De ellos, Prez Cruz recuerda que: son los primeros egresados de Lecumberri. Puro prendido, locochn y nos daban ms elementos para comprender que la burguesa es una hija de la chingada, aunque analizada a travs de lecturas. Los maestros de Lectura y Redaccin nos metan literatura a pasto; empec a descubrir cul podra ser mi veta, que no era precisamente escribir. Me gustaba mucho pensar que podra ser arquitecto o bilogo. Me compr una gua de carreras y descubr que Periodismo no llevaba matemticas, que era a lo que yo corra. 370
Ya como estudiante de la UNAM, Prez Cruz fue alumno de reconocidos escritores y periodistas, como Manuel Buenda cuya clase frecuent en calidad de oyente, Froyln Lpez Narvez, 371 Fernando Bentez, Miguel ngel Granados Chapa, Gabriel Careaga y Hugo Gutirrez Vega, entre otros. Afirma haberse convertido en un cargador de libros porque estaba suscrito a cuanta biblioteca pblica prestara libros a domicilio, as como haber hecho grupo con compaeros de colonias populares, prcticamente un gueto con cinco o seis sumamente opuestos al grupo-desfile-de-modas-que-se-sentaba-en-la-bardita de la vieja Facultad. 372
La conversin de Emiliano Prez Cruz en escritor se dio de la siguiente forma, segn el recuento que detall a su bigrafa Josefina Estrada, el cual
368 En Josefina Estrada, op. cit., pp. 16-17. 369 Ibid., p. 17. 370 Idem. 371 Rememora Prez Cruz que Froyln Lpez Narvez lo reprob cuando present un trabajo manuscrito, por lo que se vio obligado a conseguir su primera mquina de escribir (Ibid., p. 20). 372 Idem. 268
incluyo a continuacin. Aunque es una cita larga, la presento por su carcter ilustrativo tanto del proceso creativo que caracteriza a este autor, como porque pone en claro el origen de las preferencias temticas en su obra, y aun muestra quines, como compaeros o profesores, formaron parte del entorno universitario en el que se desenvolvi Prez Cruz, as como algunas de las principales lecturas que busc en esa etapa de formacin: Gustavo Sainz nos encarg a sus alumnos una entrevista monlogo, dentro de la clase de entrevista. Tenamos que eliminar las preguntas y dejar que el personaje hablara. Yo hice la ma con un personaje del barrio. Era un chavo vecino mo, el Tomate, quien llevaba una vida de perros con su familia. El pap era muy autoritario, carpintero. El Tomate le haca a la mota y, de repente, al cemento. Tambin era carpintero. Me cont sus broncas con la familia, en el barrio. Tena hermanas y l se enfrentaba con quienes las cotorreaban o insultaban. Sus hermanos tenan enemigos por donde sea y se hacan de palabras; haba enfrentamientos, llegaban las pandillas a su casa y l sala machete en mano. Luego sala el pap borracho. Y le deca que por qu diablos tena que pelearse con el vecindario. Que l era un malviviente, un hijo de tal por cual. Entonces l se indignaba con el pap. En fin, era la vida de un personaje viviendo en un barrio con todas las carencias y, adems, enfrentndose a una violencia urbana incipiente. Y eso escrib. Y as fui descubierto por el head hunter Sainz como dicen ahora con la alternancia y su ayudante Lucy Arango. A todo el grupo le result un texto sorpresivo, por el tema y el lenguaje, ms que por la tcnica. Apabull a compaeros que uno considerara de mayores lecturas. Por ah andaban gente como Andrs de Luna, Vctor Navarro, Roberto Diego Ortega, Gustavo Garca ya era adjunto, al igual que Ren Delgado. Sainz me dijo: Esa entrevista puede hacerse un cuento. Trabjalo y participa en el concurso literario del XXV Aniversario de la Facultad. Ya tenemos el segundo y tercer lugar, pero nos falta el primero. Y tu texto va a ganar el primer lugar. Como no saba hacerle al cuento me met un semestre al taller de [Augusto] Monterroso y al taller de novela de Sergio Fernndez, los dos estaban en Filosofa y Letras. El texto cosech la admiracin de Sergio Fernndez; despus me enter que sus gustos eran muy exquisitos; especialista en Sor Juana. A Monterroso tambin le agrad, pero lo sent tan fro Sin mayor expresividad. Desangelado, sin chiste. Su lema era: Para escribir un cuento no se necesita ms que escribir un cuento. Pues qu a todo dar, entonces qu hago aqu? Me voy a escribir cuentos. Para m fue una sorpresa ver cmo se fue transformando mi texto, que haba salido de un lugar especfico, de gente de carne y hueso y que, ya retrabajado, Fernndez lo relacionaba con El Buscn y El Lazarillo de Tormes. Le recordaba a Gracin, a Baudelaire, Oscar Wilde, a Faulkner, a chala, yo noms apuntaba ttulos y nombres que ni saba pronunciar, de autores para ver quines eran. Ay, carajo, si hay tales comparaciones, a lo mejor s la hago. En lo personal, con quien ms me identifiqu, en ese momento, fue con el Jefe, Jos Revueltas. 373
373 Ibid., pp. 24-25. 269
Sin duda la relacin personal con Gustavo Sainz, que en los comienzos del rgimen lopezportillista estaba en la etapa ms elevada de su influencia literaria y poltica, al haber sido nombrado director de Literatura del INBA, fue decisiva para el desarrollo de la carrera de escritor de Emiliano Prez Cruz, quien en 1977 se integr al equipo de redaccin de La Semana de Bellas Artes. Con una recomendacin de Sainz, se postul para una beca del Fideicomiso Salvador Novo. Gustavo Sainz le dijo: Te voy a dar una carta de recomendacin; vas a llevarla al Centro Mexicano de Escritores, y vas a participar en el concurso. Porque vas a ganar. 374
Fue entonces cuando Prez Cruz escribi el que habra de ser su cuento ms clebre: un da estaba en el depto de la Obrera y Tamiko [en esa poca, su novia japonesa] me llam para decirme que su vuelo desde Monterrey iba a llegar muy retrasado. Para achicar la espera fui y saqu un galn de sake, vino de arroz, que usbamos para la comida japonesa, y lo empec a beber. Y se me ocurri escribir un cuento dedicado a un amigo mo que se suicid, el Jerry. Era la historia de dos nios inconformes con el mundo, que viven en un mercado y se la pasan viendo al carnicero, a la frutera, a la verdulera. Y leyendo historietas en el puesto de compra y venta de revistas viejas. Van contando la historia del mercado y la suya. Lo escrib de una sentada. Se llama Todos tienen premio, todos. Para mi sorpresa es el cuento ms antologado, aparece en diversas antologas y en El cuento hispanoamericano, de Seymour Menton editado por el Fondo de Cultura Econmica. 375
Ya he apuntado que el nico autor mexiquense antologado en Jaula de palabras es Emiliano Prez Cruz. Cabe preguntar, por qu el nico de los 52 cuentos de dicho volumen, que van de Hctor Aguilar Camn a Carlos Fuentes y Juan Villoro, pasando por Guillermo Samperio y Jos Agustn, considerado por Menton para a su vez incluirlo en El cuento hispanoamericano, es precisamente Todos tienen premio, todos, de Emiliano Prez Cruz? 376
374 Ibid., p. 26. Esto lo confirma el propio Prez Cruz, al precisar que El causante de que yo sea escritor, aunque nunca me lo tom en serio, es Sainz. A m me interesa el periodismo. Primero escrib por la morra perdida. Despus por el ego, por el billete y por las ganas de estar en todas partes. Me obsesion por publicar como articulista, entrevistador, cronista. Me encantaba reportear. Y vea, como hasta la fecha, lo literario en otra dimensin. A m me interesa la talacha y la pretensin de darle voz al barrio (Ibid., p. 30). 375 Ibid., pp. 26-27. 376 Seymour Menton proporciona la siguiente ficha biobibliogrfica sobre Prez Cruz: Mexicano nacido en la capital. Inici la carrera de periodismo en la UNAM en 1974. Despus de trabajar en el periodismo fue nombrado profesor de tiempo completo y director de publicaciones de la Universidad de Sonora (1983-1985), donde fund la coleccin Los papeles de Lupe Fusiles, el peridico mural Vientos y el quincenario Unsono. Ha ganado mencin honorfica en varios 270
Lo relevante de la valoracin de Menton sobre el texto de Prez Cruz es lo siguiente: Lo que ms llama la atencin en este cuento es la autenticidad de estilo que corresponde a la edad y a la condicin social del narrador. Las frases son breves y bruscas. Sin embargo, hay que constatar que, a la manera de Juan Rulfo, no se transcribe la fontica dialectal y tampoco se incluyen muchos vocablos de cal. Saltando de un tema a otro sin la menor emocin, el narrador capta muy bien en slo cinco pginas la llamada cultura de la pobreza a la Oscar Lewis en la nueva ciudad de Nezahualcyotl, al este del aeropuerto de la capital. 377
Resulta, pues, paradjico que, al formar parte de la famosa antologa de Menton, un escritor si no marginal en s mismo, pero s dedicado a temas marginales, se haya integrado al establecimiento literario culto y acadmico, en el canon sobre la calificada nueva narrativa mexicana, en los albores de la dcada de los ochenta. Es de subrayarse esto porque, como record en otra parte de este trabajo, en una conversacin personal el propio Prez Cruz me hizo un comentario crtico respecto a las polticas oficiales del gobierno mexiquense en ese momento, encabezado por Csar Camacho Quiroz, y en general del Estado mexicano, que daban preferencia a la visin de una cultura culta, contra la cual l por principio chocaba. Aun as, Prez Cruz ha aprovechado las opciones editoriales emanadas del Estado mexicano, habiendo ganado el segundo lugar en el Concurso Nacional de Cuento de San Luis Potos en 1978, y habiendo publicado libros en el Instituto Mexiquense de Cultura o en la Delegacin Cuauhtmoc, como fueron Me matan si no trabajo, y si trabajo me matan, de 1998 y dentro de la coleccin Becarios del Fondo para la Cultura y las Artes del Estado de Mxico, en el primer caso, y con Si camino voy como los ciegos, en el segundo; este volumen, editado en 1987,
concursos de cuentos y en 1979 fue nombrado por el Estado de Mxico [sic] cronista honorfico de Ciudad Nezahualcyotl. Sus cuentos han aparecido en varia antologas y revistas. Tres de los cuentos se publicaron en el tomito Tres de ajo de la serie Los libros del fakir de la Editorial Oasis [de 1983]. Todos tienen premio, todos se public en 1980 en la antologa de Gustavo Sainz Jaula de palabras. Otros dos libros de cuentos son Si camino voy como los ciegos: cuentos (1987) y Borracho no vale: crnicas (1988). Tambin public un estudio sociolgico, Noticias de los chavos banda (1994) (en El cuento hispanoamericano. Antologa crtico-histrica, p. 661). Ntese que Menton no registra la peculiaridad de Prez Cruz como autor mexiquense o necense; lo ubica como un escritor capitalino, aunque se refiera a su nombramiento por el Estado de Mxico como cronista de Nezahualcyotl, dato inexacto, pues en todo caso habra sido el ayuntamiento local el que le otorgara esa condicin, no la administracin estatal. Por otro lado, la obra de Prez Cruz se complementa con Reencuentros, Doble A, 1993; Pata de perro, Planeta, 1994, y Ladillas, Daga Editores, 1998. 377 Ibid., p. 667. 271
incluye cuentos escritos cuando cont con las becas Salvador Novo, en el periodo 1977-1978, e INBA-FONAPAS, en 1980-1981. En esta parte no planteo agotar el debate sobre la relacin establecida, con numerosos matices, entre los creadores mexiquenses y el Estado mexicano, en sus vertientes federal, estatal o municipal. Pero mi intencin sera contrastar la aceptacin canonizacin? de un discurso dedicado a los marginados, como es la narrativa de Prez Cruz, por parte de las instancias gubernamentales encargadas de proyectos editoriales, sin soslayar que una parte importante de la obra de este autor ha encontrado salida a travs de opciones comerciales, como los citados casos de libros editados por Planeta o Daga Editores. De cualquier forma, hay que acudir a la obra. En rigor, el estilo de Prez Cruz contiene diversas singularidades, como el lazo evidente que lo une con la picaresca ms castiza, la del Lazarillo de Tormes, a lo que se suma el tratamiento del proceso por el cual se fue formando un nuevo fenmeno humano en Nezahualcyotl. En lo que respecta a los gneros, es de notarse el trnsito entre la narrativa y su vecina directa, la crnica. De hecho, no me parecera exagerado afirmar que el mejor Prez Cruz es el cronista, como puede verificarse en su volumen Si fuera sombra, te acordaras, publicado en 2002 por Conaculta-INBA y Plan C Editores, en su coleccin La Mosca Muerta. Prez Cruz se mueve libremente en el acto de la rememoracin y muestra una notable capacidad para reconstruir, desde el recuerdo, tanto ambientes como tipos humanos, en particular los relacionados con los orgenes: los de los inmigrantes que construyeron Nezahualcyotl pero que tambin tuvieron su espacio en el mbito metropolitano, es decir, en la propia capital del pas. Empero, no deja de representar el canon que influy de manera directa en el desarrollo de la narrativa necense. Esto es, una narrativa que recupera tipos de barrio, que se remite a las fases en que Nezahualcyotl no era sino un pramo caracterizado por el polvo, por el salitre, y por toda clase de carencias y de ambientes violentos, aunque esto ltimo no est revestido de tintes dramticos o de denuncia, sino que, simplemente, forma parte de un paisaje que fue pasando de lo urbano-marginal a lo urbano a secas. Puede entenderse lo anterior en los trminos de la picaresca, en el sentido de que el pcaro sufre las peores calamidades con una resignacin casi humorstica, de modo que sus sufrimientos dejan de serlo; lo importante ante la adversidad es resolver los problemas, vivir al 272
da, que en la siguiente jornada lo interesante ser lograr lo mismo, la supervivencia. Por lo mismo, en una zona donde hace casi medio siglo prcticamente todos los habitantes eran inmigrantes, resulta pertinente precisar que la primera generacin de creadores, de iniciadores del trabajo escritural, fueron Emiliano Prez Cruz, Eduardo Villegas, Juanita Vzquez y Germn Archiga (no cuento entre ellos a Toms Espinosa, que ms bien realiz su carrera literaria en la ciudad de Mxico, aunque he notado la tendencia de los autores necenses de verlo siempre como parte de ellos). Es mayor la cercana literaria entre Prez Cruz y Villegas, aunque este ltimo resulta ms crudo y violento en su temtica, a la vez que ha terminado por incursionar en nuevos temas, con los que ha trascendido la narrativa inicial del salitre. Juanita Vzquez, aunque pionera, no cuenta con una obra vasta, y en el caso de Archiga ste ms bien ha girado alrededor de la crnica, lo que a su vez lo acerca a Prez Cruz. Para analizar un ejemplo de la obra de este ltimo, no he elegido su multicitado cuento Todos tienen premio, todos, sino que opt por remitirme a uno de los textos de Me matan si no trabajo, y si trabajo me matan, ttulo tomado de manera directa de un verso que forma parte de la clsica obra del cubano Nicols Guilln West Indies Ltd. 378 El volumen de Prez Cruz es el que se edit dentro de su articulacin con el sistema literario mexiquense en su calidad de becario del Focaem y dentro del programa editorial del Instituto Literario Mexiquense. El cuento elegido es De pelos: el hombre de las tijeras, dedicado, por cierto, a su amiga y bigrafa Josefina Estrada y al escritor Sandro Cohen. El cuento empieza con estas palabras, siguiendo la tradicin ms rancia de la literatura infantil: rase que se era un conjunto de misrrimas colonias, enclavado en un llano rido, salitroso, al oriente de la ciudad de Mxico, en el EdoMex. Quiso la providencia que los gobernantes de la entidad hombres magnnimos pusieran la vista en l y lo convirtieran en el bello, delicioso, agradable, sereno, placentero, puro, noble, pulcro, gracioso, atractivo, majestuoso, apuesto, hermoso, lindo, agraciado, primoroso, grato, exquisito y delicado (pero sin filtro) municipio 120, mejor conocido mundialmente como Nezayork.
378 Los versos forman parte de la primera estrofa del segmento 5 de West Indies Ltd.: Me matan, si no trabajo,/ y si trabajo, me matan;/ siempre me matan, me matan,/ siempre me matan. (Nicols Guilln, Sngoro cosongo. Motivos de son. West Indies Ltd. Espaa. Poema en cuatro angustias y una esperanza, 9. ed., Buenos Aires, Losada, 1997, p. 97). 273
Ex sede de un campeonato mundial de futbol [el de 1986], tiene entre sus hombres de acero a un peluquero de nombre Helvetio. 379
De esta forma se inicia la composicin del paisaje, al singularizarse la trayectoria de Nezahualcyotl como regin surgida de la nada, en una zona rida y salitrosa no apta para ser urbanizada, al oriente del Distrito Federal. No es casual el uso del nefasto neologismo EdoMex (aunque su grafa ms comn suele ser Edomex, tanto en autores como Carlos Olvera en su Tolucanos, como en los medios de prensa escrita de la zona centro del pas), pues Prez Cruz opta por el vocablo que desacraliza el sentido tradicional del nombre del Estado de Mxico y lo coloca en un nivel de cotidianidad y modernidad, apoyado en la ley del menor esfuerzo. Adicionalmente, adopta un tono irnico en su alusin a los magnnimos gobernadores que, desde Toluca (los gobernantes de la entidad, dice, no los alcaldes de la localidad) han logrado que el municipio sea objeto de una larga lista de adjetivos contrarios a los de la primera parte del prrafo (misrrimas, rido, salitroso, contra bello, placentero, puro, gracioso, primoroso, etctera). Se trata de la presentacin del municipio 120 aun sin sentirse muy vinculados con la identidad del Estado de Mxico, es claro que los necenses registraron muy bien el orden en que correspondi a su territorio convertirse en municipio, esto es y tambin siguiendo el mismo tono irnico, Nezayork, burla en que se equipara a la ciudad con la normalmente tenida como urbe cosmopolita por excelencia, esto es, Nueva York. Pero no se trata de una fbula infantil, sino de un amable ajuste de cuentas con la realidad de Nezahualcyotl. Es como si el cronista necense por antonomasia, Emiliano Prez Cruz, diera una mirada desde el presente y aceptara la transformacin del espacio fsico y social de esa regin. Ya no puede hablar slo del origen, del salitre y del polvo, sino que tiene que reconocer el cambio profundo desde el cual Neza es ya una ciudad desarrollada, urbanizada, incluso con algunas ventajas que otras zonas del mismo estado no tienen por ejemplo, su trazo geomtrico a modo de cuadrado, con vialidades que se caracterizan por una linealidad y continuidad ausente en otros municipios
379 Me matan si no trabajo, y si trabajo me matan, Toluca, IMC, 1998, p. 77. 274
mexiquenses donde el comn denominador fue la anarqua en la proliferacin de casas-habitacin y calles labernticas. El cuento no se agota en una visin a modo de personaje del barrio, donde el foco estuviera y se limitara al peluquero Helvetio; todo lo contrario, el recuerdo de ste se vuelve el testimonio por el cual se percibe, por un lado, la transformacin del municipio, de la ciudad; por el otro, la asuncin de un vnculo identitario con lo necense. No es casual tampoco la eleccin, para este cuento, del peluquero, elevado en la narracin de Prez Cruz a la categora de testigo privilegiado que habla porque parte de su oficio es hacer historias. O acaso hay peluqueros mudos? No, al menos, en las colonias populares, donde atestiguan los cambios en las modas, esto es, en las formas de relacin social y en los tipos humanos, desde los nios hasta los adultos y ancianos. Cuenta historias y l mismo es un testigo de la historia que pas por los ventanales de su establecimiento y por el silln donde lleva al cabo sus faenas cotidianas. Helvetio es, en sentido estricto, de origen chilango, y es tambin peluquero por una cuestin de herencia familiar: su padre fue quien le ense el oficio. Si bien dicho origen es preciso, tuvo que alejarse de l, lo cual dio pie a una relacin inicialmente conflictiva con su estancia en el territorio mexiquense. Por ello se precisa en el texto: La verdad es que [Helvetio] no est en Neza por gusto. Tena su local en la colonia Guerrero. Ah estaban los cuates, el barrio, las chavas, los sitios para la iniciacin (para la primera comunin, pues). Luego se cambi. Pero ya ve lo que es el hambre, joven dice el maestro Helvetio. No supe valorar lo que tena y pues la familia no vive de hambre (p. 79).
Aparece ah un punto comn para gran parte de los millares de personas que se convirtieron en los pioneros, en los primeros pobladores del naciente municipio: ms que buscar una tierra prometida, estaban escapando de una condicin todava ms adversa que el enfrentar todas las penurias al asentarse en un espacio enteramente inhspito. En el caso del peluquero, la razn por la cual huy hacia Nezahualcyotl fue, de acuerdo con la narracin, el haber entrado en tratos amatorios con una mujer casada, cuyo esposo dicen que andaba tras de mis huesos para enfriarme. No hay de otra, me dije: vmonos a Lomas del Terregal (p. 79), es decir, Nezahualcyotl. 275
El proceso seguido fue el tpico para muchos pioneros necenses: compra de una precaria casa a la que termina por reconstruir; bsqueda de un local donde trabajar; conversin de su persona en un infaltable elemento del nuevo paisaje urbano; adaptacin a las maneras feroces que son necesarias para sobrevivir en una zona donde imperan peculiares reglas. Esto es, aunque el cuento va a dejar sentado un saldo positivo en esa conversin o adaptacin a la realidad necense, no soslaya que se trat de un cambio accidentado, no exento particularmente de abusos cometidos por las estructuras de poder que crecieron en el mbito municipal. No es una visin paradisiaca, Nezahualcyotl no era tierra prometida, sino opcin inicialmente perifrica para quienes deban huir de la capital. Cito el parlamento que el peluquero despepita dirigindose al cliente-narrador: Y ya ve usted cmo son las autoridades de por ac: para abrir la primera vez hay que ponerse a mano con la receptora de rentas, luego ir a Hacienda, pagar el IVA, entenderse con los del Palacio Municipal, con la Cmara de Comercio y todos quieren lo suyo, joven! Y uno? Que se lo chupe la bruja. Los inspectores van con los colegas [otros peluqueros] y les dicen: Fulanito acaba de abrir un nuevo changarro, cunto das de lana y te lo quitamos de en medio? Luego regresan con uno: Cunto das para que no te retiremos de este local? La saben hacer, los muy trcalas. Agrguele lo que hay que invertir en material: jabn, talco, lociones, cremas, electricidad y renta, entre otras chingaderas Se pone de pelos la situacin, joven (p. 81).
Al proseguir su perorata, Helvetio hace alusin a la posibilidad de cambiarse nuevamente hacia el Distrito Federal, a colonias donde predomine la clase pudiente, como Polanco, Las Lomas, Tecamachalco (aunque sta pertenece al municipio mexiquense de Naucalpan), para hacerse del billete grande, el que era de nosotros. Esto da pie a la repentina intervencin de otro compaero de oficio presente en el lugar: Pues lrgate, qu esperas? interviene un peluquero amigo suyo, atento a la pltica. Yo no me quejo y adems me gusta aqu, soy Coyote Hambriento y qu: hzmela de pedo. Mucho te paras el culo diciendo que te gustara con los de la alta, y de los de ac comemos, a poco no, joven? Verdad que se vaya de-una-vez a la verga? Qu pas, compadre, qu pas Yo dije que me gustara, no que ya me voy. Me voy, pero para la otra esquina porque el dueo de la accesoria quiere dobletearme la renta de un mes pal otro (Idem).
El elemento de la identidad se triangula: el cliente-narrador funciona como una especie de catalizador neutral; Helvetio representa una postura dubitativa o titubeante respecto a su pertenencia a Neza; el peluquero compadre es quien 276
cierra la pinza pues, al asumirse como necense, obliga a su compaero a reconocer que ya no hay marcha hacia atrs, no puede darse ese regreso al origen chilango. Lo hace con fuerza, utilizando un smbolo fundamental para la construccin de la identidad necense: el Coyote Hambriento lo que vuelve la narracin al instante en que Helvetio dijo que haba llegado a Nezahualcyotl por hambre. El compadre refuerza su dicho con una tremenda expresin procaz, a sabiendas de que el primer peluquero no podr evadir tan directa afirmacin. Por ello el nfasis en el tono cuando Helvetio justifica su aparente duda, con el me gustara, pero que se concluye con el reconocimiento de que, en efecto, no se ir del municipio del Coyote Hambriento. Y se abre finalmente ante el cliente: A poco cree que no le agarr cario a este lugar?, aunque cuele polvo por todos lados, aunque el ruido de los camiones no me deje gustar las pelculas del Santo cuando estoy de oquis. Es lo malo de aqu: ni para qu bolearse los zapatos, si al primer paso que da uno se empolvan (p. 82).
Y ste, el cuarto de los cinco segmentos o pequeos tramos en que est estructurado el cuento, termina con otra intervencin del peluquero compadre: Pero si polvo nos vamos a hacer, compadre, qu te apura? Es para que nos vayamos acostumbrando (Idem), de lo cual puede inferirse la conjuncin entre polvo y muerte como el cierre en la asuncin de esta identidad necense. Termina el cuento en su ltimo segmento con otra comparacin implcita entre dos medios sociales distintos: el de la gente pudiente de ciertas zonas del Distrito Federal, y la gente autntica de Neza. En el primer caso, el recuerdo de Helvetio se presta a referir una serie de detalles chuscos y extravagantes, cuando se remite a una etapa de trabajo en la capital: No me lo van a creer pero trabaj en una esttica de la Anzures, all por el rumbo de Chapultepec, por el hotel Camino Real. Llegaban las seoras ac, encopetadas, con sus perritos. Los dejaban por ah y pasaban, ellas, a que les hiciramos un corte de pelo... pero en el mono, en serio! Unas hasta pedan trencitas a lo Bo Derek, otras pedan que les rasurramos en forma de corazoncito; las ms cbulas que me llegaron a tocar pedan que les hiciramos de mostacho porfirista Y ah merito, deveras, por diosito! (p. 83).
Contrasta esta imagen de excntricas damas pudientes con las alusiones al tipo de gente real que habita en Neza, sobre la cual Helvetio sostiene: Lo que sea de cada quien: la gente de aqu s paga y no repela, no que por all (Idem). Asimismo, mientras en las colonias de ricos en la capital se piden cosas extraas, 277
en el caso de Neza los pedidos tienen que ver con elementos de una eclctica cultura popular, pues al peluquero le caen clientes que piden cortes de pelo a lo Deivid Bogi, que a la Luismi, Madonna, como la Trevi, y le dicen a Helvetio: As es como lo quiero, maestro; no me vaya a dejar de a sardo o como de rodilla porque los cuates me agarraran de botana. Aqu le traje la portada del disco, para que vea lo que quiero (pp. 83-84).
A diferencia de otros de los cuentos de Prez Cruz donde sobresalen los temas srdidos, aunque tratados desde un punto de vista natural que no naturalista, y de sus trabajos de crnica, donde lo relevante es el recuerdo por encima de todo, para reconstruir el proceso por el que fue surgiendo Nezahualcyotl, en el caso de De pelos: el hombre de las tijeras, lo atractivo es la combinacin de un tema ms sutil que, sin evadir las dificultades y penurias en medio de las cuales apareci un nuevo espacio humano, aunque ciertamente no hace demasiado nfasis en ellas, recrea una experiencia personal que profundiza el vnculo con una identidad, a la que Helvetio no puede desdear: la del Coyote Hambriento. No hay retorno, sino permanencia en una tierra que no se vea promisoria al principio, pero que termin por ser la de este oficiante y la de millones de migrantes que arribaron a la regin del polvo y del salitre.
5.3.2 EDUARDO VILLEGAS GUEVARA: IDENTIDAD Y FRONTERA
Es necesario reconocer el papel de Eduardo Villegas Guevara como uno de los principales impulsores de la articulacin personal e institucional entre autores de las diversas regiones en que geogrfica y culturalmente puede dividirse el sistema literario mexiquense. Tal funcin la ha cumplido en cuanto miembro de conjuntos gremiales como, en Nezahualcyotl, el grupo ENTE (El Norte Tambin Existe); como becario del Centro Toluqueo de Escritores, del FONCA y del FOCAEM, as como en su ms reciente faceta como editor, con su proyecto Cofrada de Coyotes, avecindado en Metepec. Aunado a ello, su trayectoria literaria lo convierte en el autor mexiquense ms prolfico y, a la vez, de quien se ha editado el mayor nmero de ejemplares, tan slo considerando su vertiente de obras dirigidas al pblico infantil, con tirajes masivos producidos por una editora comercial; tampoco se ignoren los ttulos que 278
ha dado a conocer en otra instancias comerciales y de ndole pblica, pertenecientes a los mbitos gubernamentales federal y mexiquense. Adems, aunque la parte ms representativa de su escritura es la narrativa, bsicamente cuento y en menor grado novela corta, su versatilidad abarca obras de dramaturgia, poesa en este caso, con el libro Nace Gatatumba, publicado en Colombia en 2007 y manuales didcticos, como Caras y gestos, teatro para adolescentes y Titerecuenteando, sobre cmo fabricar tteres y presentar obras con ellos. 380
Aunque nacido en 1962 en el estado de Tamaulipas, la relacin de Eduardo Villegas Guevara con Nezahualcyotl data de cuando apenas cumpla los seis aos de edad. Con esa oriundez de inmigrante en un municipio donde todos fueron, en un principio, inmigrantes, es, por un lado, uno de los iniciadores de la tradicin literaria en Nezahualcyotl, pero por el otro, ha llegado a afirmarse como extrao a la realidad necense: he tenido esa realidad enfrente, durante mucho tiempo. Fuimos uno mismo. Pero no hubo un ensimismamiento a la hora de escribir. Por otra parte, yo vengo de provincia, no dejo de ser un extrao. Vengo de un ambiente en donde la visin del mundo es totalmente diferente a la de un chavo de Neza. La visin del ritmo de la vida, de las conductas. Adems, yo siempre me he sentido tamaulipeco.
380 Entre la amplia obra de Eduardo Villegas se registran los siguientes libros de cuentos: El juego de los gusanos, 1987; El blues del chavo banda, 1990; La noche de la desnudez, 1996; Orillas del asfalto, 1999, Acetato. Lado A. A las orillas del asfalto. Lado B. El blues del chavo banda, 2006, y Los senderos laterales, 2008; de novela corta: El misterio del tanque, 1988; El anhelo del duende, 1999; Las aventuras de Eddy Tenis Boy, 2006; cuentos infantiles: Cuentos de magos para nios, 1999; El bal de los cuentos, 1999; Cuentos del abuelo, 2001; Historias de piratas para nios, 2002; Historias de vaqueros para nios, 2002; Historias de policas y ladrones para nios, 2003; Historias de futbol para nios, 2003; Cuentos para compartir, 2003; Pequeos bajo la noche, 2005; La meloda del abuelo, 2005; Cuentos de armaduras y espadas para nios, 2006; La fiesta de los dulces, 2008; de teatro: Preparativo de viaje, 1992; El cumpleaos de la momia, 1996; El despertar de los 7 magnficos, 1996; didcticos: Caras y gestos. Teatro para adolescentes, 2001, Titerecuenteando. Muecos educativos y divertidos, 2007; de poesa: Nace Gatatumba, 2007. Ha compilado tambin las antologas de narrativa Cofrada de Coyotes, 2007; Abrevadero de dinosaurios, 2008, y Ardiente coyotera, 2008; y de ensayos Primeros aullidos (en colaboracin con Arturo Ortiz), 2008. Colaborador de numerosos medios impresos del D.F., Estado de Mxico y otras entidades de la repblica, entre otros reconocimientos ha sido becario del FONCA, en cuento, 1996-1997, y del FOCAEM, en cuento, 1994-1995, del Programa Artes por Todas Partes de la Secretara de Cultura del DF y del programa internacional de residencias artsticas Mxico- Colombia del FONCA y el Ministerio de Cultura de Colombia, 2007. En cuanto a premios por su creacin literaria, ha recibido el Nacional de Testimonio Chihuahua 1987 por Las orillas del asfalto; Juan B. Tijerina 1988 por El juego de los gusanos; Estatal de Novela Corta Carlos Gonzlez Salas UAT 1989 por El misterio del tanque; Nacional de Literatura Gilberto Owen 1990 por El blues del chavo banda; de Dramaturgia scar Liera 1991 por El despertar de los 7 magnficos; Punto de Partida XXIV 1991 por Preparativo de viaje, ms la presea Estado de Mxico Sor Juana Ins de la Cruz 2004 en Artes y Letras. 279
Entonces, tomando en cuenta mi provincianismo nunca en sentido peyorativo y los veinte aos aproximadamente que viv en Neza, he podido tener un velo que me permite ver desde un ngulo muy particular esta realidad. 381
Sin embargo, entre esa afirmacin que data de los albores de la dcada de los noventa, y el rumbo que ha seguido Eduardo Villegas, hay mucha distancia. 382
Adems de su amplia obra y de su vnculo con la vida cultural del Estado de Mxico, que lo hizo alcanzar como mximo reconocimiento estatal la presea Sor Juana Ins de la Cruz en 2004, la asuncin de la identidad de autor perteneciente al sistema literario mexiquense tiene en el caso de Eduardo Villegas, como prueba concreta, la instalacin de su proyecto editorial Cofrada de Coyotes en Metepec, a partir de 2006. Dicha ubicacin no resulta casual, sino que fue producto de la necesidad de abrir una perspectiva literaria que abarcase no slo a escritores de su regin de proveniencia, el oriente del Estado de Mxico, sino que tuviera desde un principio una dimensin inicialmente estatal, a travs de la cual se incluyera a autores de distintas zonas de la entidad (aunque la ha ampliado al publicar tambin a autores del medio cultural capitalino, como el veterano hidalguense Gonzalo Martr y el escritor y periodista Vctor Roura). 383
Asentado lo anterior, para efectos del estudio de la identidad mexiquense en la obra literaria de Eduardo Villegas, es necesario subrayar un proceso que se inici con una temtica arraigada en la realidad necense, pero que ha ido evolucionando hacia otros intereses temticos y estticos, de modo que puede calificarse como relevante la transformacin ocurrida en su obra, a tal grado que en las postrimeras del siglo XX este autor afirmaba haber trabajado con tres
381 Leonel Robles, De la literatura y los chavos banda. Entrevista con Eduardo Villegas, en El Sol en la cultura, 5 de enero de 1992. 382 A partir del contacto personal que he sostenido con Eduardo Villegas a lo largo del presente proyecto, cuento con expresiones suyas coincidentes con la idea de la existencia del sistema literario mexiquense y las caractersticas que he identificado en l, como la regionalizacin y las distintas etapas de su proceso de conformacin. 383 Puede ilustrarse este proceso con la postura de Villegas Guevara a principios de los noventa, cuando l mismo deca saber muy poco de los creadores de su regin: Tengo, desgraciadamente, una ignorancia casi total sobre estos [nuevos] escritores [que escriban sobre y desde Neza]. Estn Emiliano Prez Cruz, el dramaturgo Toms Espinosa, crtico de muy buen nivel. Estn tambin los poetas. Hace poco me comentaban que, a lo largo de veinte aos que tiene el municipio se han registrado alrededor de 300 poetas. Actualmente, hay un movimiento cultural importante. Lo que sucede es que es muy individualizado. Pero si esa es la forma que tienen para trabajar, hay que dejarlos as: un poco para no contaminarnos y advertir una ciudad con diferentes matices, Margarito Cullar, Msica y reventn, en La Jornada Semanal, 13 de diciembre de 1992. Con el tiempo, Villegas trab contacto personal y conoci la obra de una gran cantidad de representantes del sistema literario mexiquense. 280
gneros: el cuento realista, el cuento fantstico y surrealista, y la novela policiaca. 384
Por sus caractersticas, resulta difcil apreciar el elemento de lo mexiquense en obras como La noche de la desnudez y Los senderos laterales, pues se trata de colecciones de cuentos fantsticos y surrealistas. En cambio, en las novelas cortas de corte policiaco con el personaje Eddy Tenis Boy, y en libros de cuentos como Orillas del asfalto y El blues del chavo banda, va por delante la realidad de Nezahualcyotl reflejada de manera expresa por Eduardo Villegas. De hecho, el origen primario de su escritura es su propia vida y la miseria que conoci en Nezahualcyotl: el ver la colonia tan jodida, el saber que al da siguiente no tena ni para el camin para ir a la escuela, me fue produciendo mucha tristeza, una especie de llanto interno muy fuerte que me orill a escribir en mis cuadernos; primero mentadas de madre por lo que viva y me haba tocado ver. Con el tiempo me di cuenta que escribir era una especie de terapia, de catarsis, pues el echar en el papel el mundo interno que tena y el externo que me pareca insoportable me haca sentir menos mal. 385
Sin embargo, en esa misma entrevista Villegas aclaraba su inters de hacer reflexionar al lector sobre las cosas que vivimos da con da, pero sin que sepamos el porqu son como son. No me quedo a pesar de eso en la mera denuncia, busco desarrollar un trabajo literario. 386
Siete aos menor que Emiliano Prez Cruz, Eduardo Villegas Guevara suele ser relacionado con el primero, por la innegable intencin testimonial de sus primeros libros. Ambos comparten su origen como miembros de las oleadas de inmigrantes que poblaron Nezahualcyotl, as como su formacin profesional en la UNAM Prez Cruz en la carrera de Periodismo y Villegas en la de Literatura Dramtica y Teatro, pero tambin su propuesta esttica a favor de la leperatura. Para aclarar el sentido de lo que fue la leperatura, acudo a una resea de Ignacio Trejo Fuentes sobre la primera novela policiaca centrada en el detective necense Eddy Tenis Boy, El misterio del tanque (a la cual califica como hbrido entre Enrique Jardiel Poncela, Pepe Martnez de la Vega y Emiliano Prez Cruz).
384 Cfr. Csar Gemes, La verdad que hay en el mundo solamente la intuimos: Eduardo Villegas, en El Financiero, 20 de enero de 1997. 385 Javier Aranda Luna, El escritor, premio Juan B. Tijerina. Para m, escribir es una terapia: Villegas Guevara, en La Jornada, 6 de noviembre de 1988. 386 Idem. 281
En su texto, Trejo Fuentes consideraba obvia la asociacin de la literatura de Eduardo Villegas con la del autor de Me matan si no trabajo, y si trabajo me matan, empezando por la dedicatoria que aparece en el volumen: Para Emiliano Prez Cruz, por allanar el camino para la leperatura. Y por escribir sobre y desde Neza. 387 Esa idea ya la haba expresado Villegas, al sentenciar que ni Prez Cruz ni l escriban literatura, sino leperatura, porque en sus narraciones recrea el ambiente y el lenguaje de Neza. 388
Considero que la prctica de la leperatura como tal se agot prontamente y dej de ser una bandera esttica tanto de Prez Cruz como de Villegas Guevara, en cuanto stos siguieron publicando libros donde se evidenci la madurez y asentamiento de sus respectivos estilos e intereses creativos. Sin embargo, se entiende el porqu en esa primera fase en la trayectoria literaria de Eduardo Villegas, hayan surgido conclusiones como la que expresaba el autor JL en la seccin Morral de libros, del peridico El Universal, en una resea ms sobre El misterio del tanque: Sigo pensando que el autntico terreno de Eduardo Villegas, como ya lo dije en otro morral del ao pasado, es el de los testimonios o la crnica, donde ha conseguido sus mejores escritos. Al fin y al cabo, en Neza tiene un campo inagotable de cultivo: ah es donde resulta ms patente que la realidad supera con mucho a la fantasa y ello no slo en los temas trgicos sino tambin en los casos cmicos y tragicmicos. En fin, tenemos pues, con El misterio del tanque, un escritor que va dejando de ser promesa para convertirse en realidad. 389
En contraste, otra visin muy alejada de este condicionamiento por el que se instaba a Villegas a no rebasar los lmites del testimonio y de la crnica, era la del crtico Margarito Cullar, quien, al resear El blues del chavo banda en 1992, advirti que este libro oscilaba entre el lenguaje ondero (Jos Agustn) y la literatura lumpen (Armando Ramrez, Ignacio Betancourt). A favor: haber nacido una generacin ms tarde que los escritores mencionados. Posibles cadas: convertirse en repeticin idlica de la banda, encasillarse en un lenguaje sin salidas y abusar del coloquialismo que pudiera dar la impresin de simpata por lo simple. 390
387 Eduardo Villegas: El misterio del tanque. Para leerse sin corbata, en Sbado de unomsuno, N 665, 30 de junio de 1990. 388 Luis Enrique Ramrez, Eduardo Villegas presenta, el domingo, El misterio del tanque. El lenguaje, algo de lo ms vital en Nezahualcyotl, en El Financiero, 22 de septiembre de 1989. 389 12 de agosto de 1989. 390 Op. cit. 282
Habindose reconocido l mismo como banda, 391 Villegas esquiv las cadas aludidas por Cullar, a ms de rebasar el coloquialismo en su lenguaje literario. Llama la atencin la crtica del mismo Eduardo Villegas ha hecho sobre sus libros iniciales cuando, en referencia a su proceso formativo como autor que empez a escribir sin contar con herramientas acadmicas, y al revisar la reedicin de A las orillas del asfalto y El blues del chavo banda (integrados en un solo volumen bajo el ttulo de Acetato, en 2006), 392 manifest que su obra haba perdido frescura, y que se haba dado cuenta de que escriba propiamente literatura despus de 20 aos de escribir; asimismo, admita haber perdido, en esa etapa, el contacto inmediato con la realidad necense. 393
Es decir, lo interesante en el caso de Eduardo Villegas es su evolucin escritural, pues si bien fue, junto con Emiliano Prez Cruz y el cronista Germn Archiga, uno de los que desarroll el canon del cuento realista-testimonial como comienzo de la tradicin literaria de Nezahualcyotl tradicin que ha seguido hasta ahora, aunque no siempre con resultados venturosos, hubo de dirigirse a otras propuestas narrativas, aunque esto no reste importancia a sus libros iniciales, como el par reunido en Acetato. Puede apoyarse esta afirmacin con lo expresado por Ignacio Trejo Fuentes acerca de El misterio del tanque, con un anlisis que bien puede aplicarse a otras obras de la primera fase creativa de Eduardo Villegas:
391 En una entrevista publicada en septiembre de 1989, Villegas Guevara aclar esta faceta de su identidad cultural: yo sigo siendo banda. Eso no se quita. Yo anduve en los aguaceros, en los lodazales, en los tianguis, en las broncas, en los cines de Neza. Vi cmo creci Ciudad Nezahualcyotl, desde los llanos hasta ahora que est tremendamente poblada y tiene pavimento, luz, agua y drenaje. Puedo decir que asist a la conformacin de Ciudad Neza. Hace poco vea una propaganda que invitaba a celebrar el 26 aniversario de la ereccin del municipio. Y s, fuimos nosotros los que le paramos el municipio al Estado de Mxico. (Luis Enrique Ramrez, op. cit.). 392 Para precisar el origen de Acetato, es necesario reiterar que A las orillas del asfalto data de 1987 en cuanto a su proceso escritural, pues en ese ao se le otorg el premio Testimonio Chihuahua, aunque su primera edicin corresponde a 1999, con el nombre de Orillas del asfalto, editada por el Centro Toluqueo de Escritores, que lo incluy dentro de los ganadores del Primer Certamen Estatal de Literatura 1998. En lo que corresponde a El blues del chavo banda, a su vez Premio Nacional de Literatura Gilberto Owen 1990, se edit en 1991 por parte de DIFOCUR, y en 1996 fue reeditada en Selector, lo que lo hace uno de los ttulos ms conocidos de Eduardo Villegas. (Rossi Blengio, Eduardo Villegas presenta hoy su acetato. En las orillas del asfalto, an, en El Financiero, 25 de octubre de 2006.) 393 Jorge Caballero, Con Acetato, Eduardo Villegas comienza la revisin de sus 25 aos como escritor, en La Jornada, 27 de enero de 2007. En ese momento caracterizado por un conflicto existencial, segn l mismo apunt, Villegas renunci a su empleo en Casa Cuervo y, apoyado en que tena cierto dominio de mis tcnicas literarias con una obra detrs, opt por dedicarse por entero a la literatura. 283
El entorno, los protagonistas y sus modos particulares de vida y esencialmente su habla, sus modos de expresin corresponden con fidelidad a una concepcin de un tipo especfico de literatura, reido de antemano con lo solemne y propuesto con el mayor desparpajo para llegar a la demostracin de una esfera social, poltica, artstica, concreta y viva. Los personajes son desmadrosos, mal hablados, dispuestos siempre a salir victoriosos del reto cotidiano del te jodo o me jodes. Y en ese sentido puede verse la apuesta de Villegas: literaturizar, como lo han hecho antes Prez Cruz y Armando Ramrez (ste en su propio mbito) esos trozos de vida, de gente, de ciudad que nacieron ya como literatura; documentar con todo el optimismo y desenfado un entorno que le atae directamente y quiere compartir con el lector para sacarlo, por lo menos el tiempo de la lectura, de su propio medio y llevarlo a otro. Y sa es una funcin mayor de la literatura. 394
En este marco y antes de llegar al estudio especfico de una narracin donde se haga patente el elemento de la identidad, en este caso inicialmente necense, no es asunto menor la versatilidad de Eduardo Villegas al haber incursionado en un campo peculiar como es el de la literatura para nios, que tal vez desde el punto de vista cuantitativo le ha trado con seguridad un mayor nmero de lectores. La suya es una propuesta que, si bien en un principio estuvo limitada por ciertos criterios comerciales los de la editora Selector, a la que ha retirado gradualmente los derechos sobre sus libros, contina desarrollando con mayor libertad desde el proyecto de Cofrada de Coyotes, el cual, en general, est funcionando como una de las opciones editoriales ms atractivas e independientes para apoyar la difusin de las obras de narradores, poetas y ensayistas mexiquenses. 395
El texto elegido para reconocer y ejemplificar el elemento de la identidad en la obra de Eduardo Villegas Guevara es el cuento La calle confiscada, que forma
394 Eduardo Villegas: El misterio del tanque. Para leerse sin corbata, en Sbado de unomsuno, nm. 665, 30 de junio de 1990. 395 Esta repetida incursin en la literatura para nios la contrasta Villegas tomando como referencia sus obras para jvenes, que contienen un lenguaje alburero, dicharachero, sexuado, [mientras que] la literatura para nios es su contraparte, donde la estructura est bien medida, el vocabulario ms afinado, la estructura de la oracin adaptada y vigilada para cubrir las necesidades de lenguaje y verbales de los nios, adems de entender su sicologa e intereses emocionales y afectivos. Lo combino utilizando mi formacin actoral, estudi teatro ocho aos, donde aprend la receta: el si condicional, que es la respuesta del actor ante cierta situacin; la traslad a la escritura: si fuera un nio de cierta edad, qu historias me gustara leer; claro, esto reforzado con estudios de otras cosas. Pero lo ms importante es el contacto que tengo con los nios en las presentaciones, charlas, espectculos que realizo una o dos veces a la semana en casas de cultura y parques, esa cercana me mantiene vigente con sus intereses. (Jorge Caballero, Con Acetato, Eduardo Villegas comienza la revisin de sus 25 aos como escritor, en La Jornada, 27 de enero de 2007.) 284
parte del volumen A las orillas del asfalto, el cual le mereci el premio de Testimonio-Chihuahua en 1987, si bien es de subrayarse que fue el volumen que lo vincul de manera ms directa con la vida literaria en la zona centro del Estado de Mxico, cuando, a punto de concluir el siglo XX, lo edit el Centro Toluqueo de Escritores. 396
Se cie este cuento al impulso primero en las expresiones literarias en Nezahualcyotl: dejar, hacer el testimonio sobre cmo se desarroll la vida en la zona del polvo, del salitre, aunque sobresale en l la visin de frontera, al delimitarse con claridad dos zonas vecinas, pero diferentes, aun cuando el personaje principal, el joven Cochinilla, interacte en ellas: la una, adversa, hostil, es la capital del pas, el Distrito Federal; la otra, acogedora, protectora, as est llena tambin de riesgos y peligros, es Nezahualcyotl. Precisamente un mrito de estas narraciones es que a travs de ellas se ofreci una imagen ms real sobre Nezahualcyotl, a partir de la cual pudieran corregirse los extendidos prejuicios sociales y culturales sobre la naciente regin, que tenan incluso personas del campo intelectual. Esto es, el prejuicioso mito de Neza tena que ser contrastado con una versin, no mtica sino apegada cuando menos a experiencias y visiones personales, creada por los propios pobladores, en este caso escritores, de Neza. Una versin, claro est, elaborada a partir de la intencin de hacer una literatura realista. Vase lo que escribi el novelista policiaco argen-mex Rolo Diez, en un artculo en el cual comentaba, en 1990, la aparicin de El misterio del tanque, que
396 Aunque ste tendra que haber sido su primer libro publicado, no se edit sino hasta 1999, cuando con una versin distinta no contena, por ejemplo, las letras de las canciones de la autora atribuida a Eddy Tenis Boy, en un recurso literario que incluye su supuesta interpretacin musical por parte del grupo Los Coyotes Hambrientos; tales canciones aparecen a manera de postepgrafe de los cuentos en la edicin de Acetato fue uno de los ganadores del Primer Certamen Estatal de Literatura 1998 convocado por el Centro Toluqueo de Escritores. Esto amerita la siguiente cita: Hace poco, durante la entrega de este ltimo premio [en 1988, el Juan B. Tijerina, en Tamaulipas, por El juego de los gusanos, que despus devino La noche de la desnudez] se le calific a Villegas Guevara como caza premios porque adems de los ya sealados ha participado en otros. Yo concurso cada vez que puedo, sobre todo por la posibilidad de publicar mis trabajos, no por otra cosa. Es difcil que te editen un libro en una editorial si eres un autor poco conocido o si no te mueves en el ambiente cultural continuamente. Pero en los concursos tampoco es seguro que te publiquen, aunque eso sea parte del premio. En el concurso de Testimonio del INBA, que gan, una de las cosas que ofrecan, precisamente, era la publicacin de los trabajos y as lo cre un buen rato, pues en algunos diarios apareci que en la Coleccin Ciudad coeditada por el INBA, la UAM, el DDF y Plaza y Valds se encargaran de la edicin de mi libro A las orillas del asfalto pero hasta la fecha no se ha hecho. En el INBA me dijeron que no se haba publicado por falta de presupuesto y que quiz podra editarse el prximo sexenio. (En Javier Aranda Luna, op. cit.). 285
como ya se indic, fue la obra con la que Eduardo Villegas estren al detective necense Eddy Tenis Boy: Para los que no la conocemos, el mito de Neza consiste en tres millones de gente pobre organizados (o desorganizados) en una vasta zona polvorienta. Tendr su parte de verdad el mito y tendr su parte de tontera, sin descartar que pueda tener su parte canallesca. La tontera, en todo caso, consistir en aceptarlo. Lo canalla sera considerar que es natural que una ciudad as exista. 397
Es decir, haba que ir en contra de un prejuicio social, con base en el cual la percepcin acerca de Nezahualcyotl enfatizaba su condicin de espacio precario e inapropiado para la convivencia humana, pero donde haban llegado a habitar millones de personas, en una tremenda suma cuantitativa de la cual slo se destacara la reproduccin de la miseria. Neza sera, simplemente, desde esa perspectiva, una inmensa ciudad perdida pero con la pujante fuerza social de sus habitantes aunque Rolo Diez acierta al exponer la duda sobre si sus pobladores estaban necesariamente organizados como un conjunto social, como, apunto yo, fue el discurso oficial desde el gobierno mexiquense cuando se ensalzaba la epopeya del nuevo municipio. A las orillas del asfalto proviene de manera directa de la vida de su autor, segn detall ste en 2006, en una entrevista con motivo de la edicin de Acetato: El libro cuenta viejas historias que en realidad, explica el propio Eduardo Villegas, son un retrato de mi adolescencia que transcurre entre 1976 a 1982, cuando curs secundaria y prepa y que me marcaron de por vida. Son historias que empec a escribir no como un libro sino como una serie de vivencias personales en un diario, pues eran tantas las cosas que vea que me lastimaban y me emocionaban. Viva en Nezahualcyotl, curs la secundaria en Iztapalapa y la prepa en Polanco. Slo imagnate qu shock ir de Neza a Polanco. En ese sentido, el libro deja patente lo que es la idiosincrasia, sobre todo de los jvenes porque a m no me interesaban en ese momento los adultos (de hecho, no existen en mis personajes ms que como gente violenta e intolerante). As, los jvenes o la banda no eran otra cosa que los cuates y la solidaridad. 398
Aunque no es una obra que se entienda como autobiografa nada ms, s contiene numerosos elementos autobiogrficos, de lo vivido pero sobre todo de lo visto por Eduardo Villegas. La diversidad de las ancdotas y de los personajes hace ver ms el carcter del autor como testigo que reconstruye una poca, la de finales de los aos setenta y comienzo de los ochenta, con Nezahualcyotl tomado como espacio vital. Se evidencia por qu estos textos, unidos por el hilo conductor de ser considerados un modo concreto de literatura urbana, fueron
397 Pas Neza, en El Universal, 10 de agosto de 1990. 398 Rossi Blengio, op. cit. 286
enviados a un concurso de testimonio, pero, en rigor, con forma literaria, como cuentos ms que como crnicas, a diferencia del estilo de Emiliano Prez Cruz, donde aun las tramas ms truculentas terminan por encuadrarse en el propsito de mostrar modos de vida, idiosincrasias determinadas. Eduardo Villegas tuvo plena conciencia de que estaba haciendo, en su incipiente obra, algo peculiar, caracterstico, nuevo. Valga una aclaracin expresada por l al contrastar la realidad concreta de Nezahualcyotl con la de otra zona de la metrpoli en el Valle de Mxico con la cual, ciertamente, ha habido puntos de contacto en el nivel artstico, sobre todo en las artes plsticas, pero que social y culturalmente responde a una circunstancia por entero distinta: Neza no es Tepito, aclara [Eduardo Villegas]. Tepito es el barrio bravo, el refugio ltimo al que lleg lo peor de una ciudad urbanizada. Neza se conform de una esperanza, la misma de miles de gentes que llegaron de los ms recnditos lugares de provincia donde la situacin era an peor. De todas las vertientes que le dieron origen [a Nezahualcyotl], explica, tuvo que surgir algo nuevo, que se ve hasta en los bailes las tardeadas, tan distintas al comn. Por lo mismo, nuestra escritura va a ser diferente. Porque es producto de una nueva cultura. 399
Vale este deslinde porque La calle confiscada tiene entre sus motivaciones el exponer con claridad que entre el Distrito Federal y Ciudad Nezahualcyotl haba una rgida frontera, y que cruzarla, aunque se trataba de un hecho cotidiano, traa como resultado un incremento exponencial de riesgos para quien, desde el lado del Estado de Mxico, intentara hacerlo. Sin embargo, ms adelante acudir al marco general de El blues del chavo banda para discurrir sobre otros elementos identitarios que se hacen presentes en este volumen, donde se registr un avance en el proceso creativo de la narrativa de Eduardo Villegas. El personaje principal del cuento es la Cochinilla, joven necense que vive con su madre, quien lo mantiene trabajando como costurera. Es un chavo banda y tiene las expectativas de vida de este prototipo urbano-marginal: nula formacin acadmica, limitadas posibilidades de conseguir un empleo, necesidad de vivir slo el momento, en trminos de una efmera inmediatez que hay que fabricar da a da. Se asume dentro de una identidad reflejada en ropas y calzado botas con estoperoles extravagantes; su mbito de lucimiento mximo es el hoyo fonqui;
399 En Luis Enrique Ramrez, op. cit. 287
su mayor enemigo son las fuerzas policiacas de los dos lados de la frontera imaginaria entre el Distrito Federal y Nezahualcyotl. 400
La Cochinilla logra trabajosamente sacarle algo de dinero a su madre, con el cual compra su cena (un pan de dulce y un vaso lleno de t en la panza, p. 36), 401 y se va despus a una tardeada en un hoyo fonqui. Afuera del lugar, consume mariguana y tiene un fallido encuentro ntimo con su casi novia Lupe. La fiesta se acaba por una incursin policiaca de la cual logra escapar la Cochinilla junto con su pareja, a quien lleva entonces a su casa en una colonia en la ciudad de Mxico. La Cochinilla intenta regresar a Nezahualcyotl, aborda una combi que lo acerca a la estacin Chapultepec del metro, pero este servicio ha sido suspendido a la medianoche. Sin dinero, emprende a pie el regreso a Nezahualcyotl. En el camino lo asaltan unos patrulleros, y unos teporochos lo consuelan. Al final recupera parte de su confianza y tranquilidad cuando por fin empieza a ver las luces de las calles de Neza. El cuento est estructurado en cinco segmentos numerados: en el primero, El ritual de las despedidas, se expone de manera ms o menos sucinta el modo de vida del Cochinilla y su relacin con su madre, as como el proceso de preparacin para irse de fiesta. En el segundo, Manos llenas de nubes, se elabora una especie de cuadro costumbrista sobre cmo se vive en Neza y se narra el encuentro con Lupe, incluido el mal viaje que la pareja tiene, ms que por el consumo de mariguana, por el sentimiento de un vaco existencial, que les provoca una profunda frustracin y les impide concluir su encuentro sexual. El tercer segmento, La tierra como regazo, se centra en un flashback en el que se recuerda un episodio reciente en el que la Cochinilla fue asaltado por
400 Desde la percepcin de Villegas, en los aos ochenta se desarroll una actitud de total intolerancia por parte de los cuerpos policiacos contra los jvenes: S, tanto con los del Estado de Mxico como del Distrito Federal; fue cuando empezaron a surgir esas muletillas de chavos banda: para ellos [los policas] era vandalismo; para nosotros era solidaridad, la msica, el rock, los noviazgos o la cuestin de comer en bolita. Los policas del Estado de Mxico nos traan atosigados, nos golpeaban, violaban a las chavas, nos desaparecan. El joven de grea larga no tena otro refugio ms que los hoyos fonquis o la esquina de convivencia. Neza no tena parques, ni canchas de futbol, ni estadios; dos o tres cines a los que no podamos entrar porque ramos unos 30 amigos sin dinero. De ah la importancia del lenguaje, del albur, de los chistes y de las historias personales. Yo nunca como entonces conoc tan bien a los seres que me rodeaban, saba a qu aspiraban, qu les dola, qu hombre o mujer les gustaba, porque tena horas y horas para escuchar y decir los sueos, en Rossi Blengio, op. cit. 401 Las referencias al cuento corresponden a la edicin de Acetato, de 2006, que es la revisada por Eduardo Villegas. 288
policas mexiquenses, mientras que en el cuarto tramo, El aguante de la dignidad, se detalla el comienzo del retorno a Neza. Finalmente, en el segmento 5, La elocuencia nocturna, se cuenta el asalto de que es objeto la Cochinilla por parte de policas capitalinos, y la ayuda que recibe de un grupo de teporochos, hasta terminar con el avistamiento de su territorio y origen, Nezahualcyotl. A las orillas del asfalto est compuesto especficamente por siete cuentos: Los caminos de la mudanza, Las fracturas de la amistad, La calle confiscada, Amante de oscuridades, La inquietud del silencio, Los pequeos soadores y Las orillas del asfalto. Resulta singular que La calle confiscada sea el nico en el que el narrador es heterodiegtico, mientras que en los dems textos el narrador puede ser homodiegtico y autodiegtico. Hay que destacar cmo se muestra el tpico ambiente del chavo banda, con la descripcin de su hogar innegablemente disfuncional, pues la figura paterna ni siquiera es mencionada, de la manera rebelde y marginal en que vive la Cochinilla; de la experiencia crucial que es acudir al hoyo fonqui, as como con el detallado recuerdo de la represin policiaca en el mismo Neza. 402
Sin embargo, esos tramos presentan un modo de vida cotidiano, en el cual la Cochinilla es un experto. Por ejemplo, logra sacar a Lupe del hoyo fonqui cuando se da cuenta de que la polica va a llegar a la tocada: Los cuates de la banda dicen que la Cochinilla tiene un sexto sentido, pues siempre se salva de las razzias o de las broncas gruesas. Esta noche no fue la excepcin; varios de sus amigos terminaron en el bote. Pero la Cochinilla no tiene ningn sentido extra. Slo tiene los ojos abiertos y cuando ve que los cuates del hoyo fonqui guardan las bebidas embriagantes y slo venden los refrescos, sabe que algo pasar. Luego los ms rucos dejan de quemar mota. Entonces a la Cochinilla se le prende el foco y comprende que alguien les solt el pitazo y que pronto vendr la ley a chingar a ms de dos tarugos que no saben abandonar el territorio y pirarse a tiempo como l (p. 46).
402 Al publicarse Acetato, conformado por A las orillas del asfalto y El blues del chavo banda, Ignacio Trejo Fuentes escribi que en ambas obras encontramos los modos de vida de la gente de Neza, enfrascada sobre todo en la sobrevivencia, acometedora de los oficios ms disparejos y difciles con tal de llevar sustento a la familia, como oficinistas, obreros, albailes, vendedores ambulantes o semifijos. Por supuesto ahora hay profesionistas, empresarios, polticos, etctera. Y entre ellos se mueven las amas de casa, los jvenes estudiantes o desempleados, los vagos Es de los ltimos de los que Villegas Guevara de manera especial, son los jvenes necenses los principales protagonistas de sus historias, Eduardo Villegas Guevara. Acetato, en La cultura en Mxico, Siempre!, nm. 2777, 3 de septiembre de 2006.
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Es decir, la vida en Neza, de suyo compleja, es manejable, simplemente es cosa de estar atento a las seales. No sucede lo mismo en el vecino territorio del Distrito Federal donde, a pesar de la cercana, las reglas son diferentes, de modo que la Cochinilla resulta inerme y vulnerable al hostigamiento de las fuerzas policiacas. Viene a ser este personaje una especie de pez fuera del agua; para recuperar la normalidad de su existencia, tiene que regresar necesariamente a la regin del desecado lago, al polvo y el salitre. Su identidad, percibida como modo de vida y como modo de supervivencia posible, slo puede darse dentro de dicha normalidad en Neza; cruzar la frontera hacia la ciudad de Mxico significa una debilidad extrema, una arriesgada y dolorosa vulnerabilidad. La Cochinilla no es chilango, no es capitalino; es perifrico, pero la periferia es su centro, en ella se encuentran su territorio, su casa, sus calles, que del otro lado de la frontera le son robadas, confiscadas, y nada menos que por parte de policas, esto es, los enemigos histricos de todo chavo banda, los representantes de un poder distante y de origen invisible, pero que toma esa forma concreta y violenta con el abuso cometido por los patrulleros. De hecho, en el DF prcticamente todos los encuentros que tiene el personaje son funestos: el conductor de la combi que lo acerca al metro Chapultepec le cobra de ms; los policas del metro son aparentemente neutrales, se limitan a informarle que ya pas el ltimo convoy del da, aunque internamente la Cochinilla no deja de mentarles la madre. Los patrulleros que lo asaltan se ensaan con l, enojados porque no lleva dinero y, algo peor cuando lo postula un no-ciudadano: porque la Cochinilla proclama su inocencia: Justo cuando iba a cruzar la esquina apareci la patrulla y el chillido de la sirena lo paraliz. Sbete, le dijeron y ya le haban abierto la portezuela. La Cochinilla entr con un par de empujones y se acomod en el asiento muy confiado; no haba hecho nada malo. La patrulla circul por Fray Servando y de inmediato dobl sobre La Viga. Tres cuadras ms adelante entraron de nuevo a la colonia y se detuvieron en un camelln. Lo despojaron de la chamarra, del cinturn y de sus escasas pertenencias. Los zapatos no se los pidieron, porque a ninguno de los policas les parecieron adecuados para sus hijos. Lo bajaron de la patrulla y la Cochinilla tuvo la mala ocurrencia de querer hablar antes de que se fueran: yo no hice nada malo. Pues, peor para ti escuincle. Un polica regres y de un empujn lo derrib hasta el camelln. Ah hubiera terminado todo, pero la Cochinilla tuvo fuerzas para ponerse de pie. Cosa que no le pareci bien al polica y para demostrarlo lo tom del cabello y le dio un par de rodillazos sobre la cara y otro ms en el estmago que dejaron a la Cochinilla, ahora s tendido en el suelo (pp. 50-51).
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Paradjicamente, el nico rasgo de humanidad y de solidaridad lo encuentra en un grupo de teporochos que, como siluetas, aparecen en el sitio luego de que la patrulla se aleja. El chavo banda es acogido por un grupo que se encuentra todava por debajo de l en la injusta escala social mexicana. Le comparten una naranja y alcohol de caa. La voz de un teporocho bromea con l acerca de su aspecto, al cual atribuye el asalto cometido por los policas. Entonces, La Cochinilla observ su vestimenta y al instante le dio la razn. Su vestimenta pareca no tener cabida en ninguna otra parte del planeta. Sus zapatotes eran una mala copia de las botas con plataforma que usaba el grupo Kiss. Con la diferencia de que sus piernas patas de pollo no eran de rocanrolero gringo, por ms estoperoles que le pusiera a los pantalones de mezclilla desgastada. Vesta unos pantalones entubados que su jefa adquiri en la ropa de segunda. A continuacin le pas revista a su camiseta: un par de redondeles en la tetillas y tiritas en los brazos y en la cintura. Faltaba el cinturn de piel y la gran hebilla de calavera, objetos que junto con la chamarra de piel lo hacan sentirse dueo de un tesoro. Slo que ese tesoro, minutos antes, se lo haban llevado los patrulleros (p. 54).
Aun cuando la Cochinilla es, en efecto, un chavo banda, no deja de representar a un sector ms amplio, el de los jvenes del joven municipio de Nezahualcyotl, no exclusivamente los posiblemente radicales, sino en general a los que encontraban elementos de comunin como la msica rock y otras formas de afrontar la vida. En tal sentido, conviene recordar que Eduardo Villegas Escribi primero poemas que quera fueran canciones eso se aprecia en El blues del chavo banda y en A las orillas del asfalto, con canciones firmadas por Eddy Tenis Boy e interpretadas por Los Coyotes Hambrientos; el rock es una de las culturas que yo tengo que reconocer. [Villegas] Agrega: Nos decamos gruecsos [sic] porque no trabajbamos ni nada. La verdad es que todo mundo andaba de pintor, de macuarro, limpiando pisos o de cobrador, y los fines de semana te encascabas tus pantalones entubados, tus zapatos de plataforma, tu chamarra con estoperoles y ah ibas, greudo, a rocanrolear. 403
403 Luis Enrique Ramrez, op. cit. En el caso especfico de La calle confiscada, texto dedicado en la edicin de Acetato al cronista necense Germn Archiga, porque sigue confiscando recuerdos entre el lodo y el polvo, la cancin de Eddy Tenis Boy es la siguiente: I El ritual de las despedidas/ nos convocaba a cada instante./ Todos buscbamos la salida/ y era un letrerito muy distante./ II A veces no es necesario contar/ para saber lo mucho que tenemos./ Mira mis manos llenas de nubes/ las mismas que levant hace tiempo./ III La tierra como regazo/ reciba nuestra semilla/ y era una maravilla/ recibir slo un abrazo./ IV Siempre tenamos un plan b/ para poder disfrutar la vida./ El aguante de la dignidad/ era una leccin bien aprendida./ V Bajo la elocuencia nocturna/ nos reunamos en alguna esquina/ y era fcil disfrutar un trozo de luna;/ estaba en lo alto y careca de espinas./ VI Qu tiene la noche que no convoca?/ Slo contiene una danza de suspiros/ y todas las sonrisas que t le aportas,/ sin olvidar la luz plateada que nos toca./ VII Hermana luna, la elocuencia nocturna/ es un misterio que todos guardamos/ lo mismo arriba que si abajo estamos./ Hermano sol, t no sabes lo que callamos (pp. 58-59). 291
Al igual que los dems cuentos tanto de A las orillas del asfalto como de El blues del chavo banda, la narrativa de Villegas no se agota en su reconocible funcin testimonial. Continan funcionando como textos literarios, a pesar de que el propio Eduardo Villegas ha podido reflexionar largamente sobre estas obras concretas. En 2006, explic que haba autorizado la edicin de Acetato al descubrir que los chavos de las secundarias y las prepas me lo estaban pidiendo; me dicen que conocen esa panadera o esa calle en la que sucedieron los hechos que cuento. Saben que siguen pasando esas cosas y me da pena que los chavos todava tengan que vivir experiencias como stas Me han dicho que ahora est ms difcil. 404
Ampli tal reflexin en 2007 sobre los dos libros unificados en el volumen Acetato, al puntualizar que Cuando escrib estos cuentos era muy chavo, tena muy presentes las andanzas juveniles de las que hablo. Es una literatura que tiene el nico pecado de ser sincera: por su lenguaje, su estructura () que no buscaba ser considerada propiamente literatura, sino nicamente algo vivencial y sin gnero especfico. Me interesaba destilar las problemticas juveniles: el amor, desamor, el sexo y la msica, especficamente el blues y el rock. 405
Empero, otra cosa haba visto el poeta y crtico Juan Domingo Argelles en un temprano artculo sobre El blues del chavo banda, cuyas conclusiones resultan vlidas tambin para A las orillas del asfalto. Para Argelles, El blues del chavo banda contina la lnea pardica que Eduardo Villegas inici con El misterio del tanque. Pero aqu ya no hay enigmas que resolver sino situaciones que relatar. Villegas reconstruye el habla popular de los jvenes, poniendo de su parte un guio de irona y a veces un mucho de sarcasmo. El lenguaje as se torna punto de vista rebelde para con el autoritarismo, sin que haya en ello demagogia. Villegas no modifica el habla de las bandas sino que lo retrata (valga decirlo as) y le da la direccin adecuada. Certera, el habla popular da en el blanco. El relato deviene narracin testimonial, crnica, cuento con ficcin, en un hbrido burlesco, carnavalesco, esperpntico. Lo testimonial, en el caso de la literatura de Eduardo Villegas, no tiene que ver con la sociologa y la libreta de apuntes, sino ms bien con la vida cotidiana, con la experiencia personal: el relato surge de la condicin marginal y del gusto por transformar el lenguaje en un arma cortante. En El blues del chavo banda identificamos perfectamente a un sector social a travs de un lenguaje que es tambin defensa ante la descalificacin anticipada de los solemnes. 406
404 En Rossi Blengio, op. cit. 405 En Jorge Caballero, Con Acetato, Eduardo Villegas comienza la revisin de sus 25 aos como escritor, en La Jornada, 27 de enero de 2007. 406 El blues de Eduardo Villegas, El Universal, 31 de julio de 1991. 292
Se trata de cuentos, no de una bitcora no slo el testimonio por cuyo carcter fue premiado el libro en 1987. Hay que reconocer esto a partir del uso creativo del lenguaje en cuentos como La calle confiscada, que no aprecio como mera reproduccin de un habla popular, sino como construccin de un habla literaria apropiada al carcter de, en este caso, el personaje Cochinilla. El lenguaje de esta primera fase necense en la narrativa de Eduardo Villegas ha motivado crticas encontradas, pues ha habido lo mismo quien alaba ese aspecto en el estilo de este autor, que quien lo ha cuestionado con cierta severidad. El propio Villegas reconoce la importancia del lenguaje necense: [Eduardo Villegas] Considera que algo de lo ms vital de Neza est en su lenguaje. Entre el albur, el doble sentido, los puntos suspensivos, el jugar con las palabras, el destrozarlas, el pronunciar el ingls a lo pocho-neza, se ha conformado una nueva lengua en la que lo correcto es escribir jaus y no house. 407
El manejo de ese lenguaje fue objeto del reconocimiento del crtico Ignacio Trejo Fuentes, quien en su citado texto acerca de Acetato estim que Las historias contadas por Eduardo resuman violencia pero al mismo tiempo mucha humanidad; en medio de ese difcil panorama sobrevive el anhelo de cosas y tiempos mejores, la ilusin inquebrantable de ser alguien, algo en la vida. Destaca su habla peculiar, atenida casi siempre a la desnudez, al rechazo de los dobleces: al pan pan y al vino vino; hay por eso abundancia de albures y mentadas de madre, malas palabras que hacen sonrojar a las buenas conciencias, una dureza verbal incuestionable y efectiva, natural, autntica. Y es que el autor, por haber vivido casi siempre en Neza conoce ese mbito y a su gente, y por eso la suya no es una visin turstica ni tiene pretensiones antropolgicas ni de algo parecido: es el reflejo, muy bien literaturizado, de una realidad, y por eso en sus historias se respira un aire sofocante y sin embargo irresistible. El escritor caracteriza correctamente situaciones y personajes, suscita inquietudes, transmite la atmsfera sofocante que rodea a aqullos, y eso habla de su sensibilidad, de su odo fino y de su capacidad de observacin. 408
Sin embargo, otra es la conclusin de Abelardo Gmez Snchez, la cual, aunque en este caso aplicada a El misterio del tanque, no considero arriesgado trasladar a la lectura de A las orillas del asfalto. En un texto que data de 1990, Gmez Snchez formulaba la siguiente opinin sobre el lenguaje utilizado por Villegas Guevara en la construccin del detective necense Eddy Tenis Boy: aun tratndose de un personaje satisfactoriamente trazado, creble, creo que hay elementos que lo vulneran: el prurito eufemstico (la pudibundez lingstica de Villegas en los monlogos de un personaje nada menos que de Neza), su puerilidad, su candor mal avenido (narrativamente) con el mbito underground que se nos sugiere. Esto lo confina a la artificialidad, a un desfase entre personaje y
ambiente. Si el autor pretendi la construccin de un detective pardico (y as lo creemos) le falt arriesgarse ms, radicalizar la elaboracin del personaje. Por otra parte no se logra ms que excepcionalmente el verdadero humorismo y s una fcil comicidad. 409
Aun cuando no le faltan expresiones prosaicas, La calle confiscada resulta moderada en cuanto al uso de un posible cal propio de Neza. En el mismo volumen A las orillas del asfalto otros textos, como Amante de oscuridades, resultan ms llenos de coloquialismos que acaso ilustren de mejor manera un habla tpica de jvenes en el Nezahualcyotl de finales de los aos setenta y principios de los ochenta. Por eso vuelvo al uso de un narrador heterodiegtico en el cuento La calle confiscada, determinacin que explicara el mayor nfasis de exponer la situacin de frontera entre la capital del pas y el municipio mexiquense que he sealado en la correspondiente parte del anlisis. Se aprecia una mayor madurez estilstica en El blues del chavo banda, donde se resuelven de mejor manera las intenciones de presentar un cuadro acerca del sector de los jvenes marginales en el Nezahualcyotl de fin de siglo, al retomarse expresiones duras que abonan en una mayor verosimilitud de los personajes en los cuentos por ejemplo, en Algunas transas del huesitos, donde el narrador es autodiegtico, y donde el posible autor aparece a modo de un investigador que pretende reconstruir la vida de un chavo banda. En estas primeras obras de Eduardo Villegas aparece planteado de manera directa el tema de una identidad propia de los necenses, al exponerse un paisaje polvoriento de precariedad y de bsqueda de una ubicacin en un entorno urbano-marginal propio, peculiar, que lo diferencie de los modos de vida de entornos distintos, entre ellos el de la misma capital del pas, cercana y a la vez alejada de una realidad cruda aunque con el ingrediente de cierta esperanza: la de hacer la vida posible en medio del polvo y del salitre idnticos para quienes apenas haban llegado a ese mtico y concreto lugar llamado Nezahualcyotl, Ciudad Nezahualcyotl, Nezahualpolvo, Nezahualodo, en fin, Neza.
409 Tanques vemos, rateros no sabemos, en El Financiero, 19 de marzo de 1990. 294
CONCLUSIONES. TE LLAMARN EDOMEX
El tema Estado de Mxico ha sido discutido desde la narrativa mexiquense. No slo como un entorno social o un espacio geogrfico, sino como un proceso de transformacin: de personajes, de ciudades, de historias, de tiempos distintos, de certezas y de incertidumbres. En el fondo de esa discusin, surge la inquietud de mostrar las facetas de una colectividad diversa, en choque con fuerzas internas y otras externas; registro crtico de costumbres o aparentes maneras de ser tradicionales que al final no lo resultan tanto, cuando nuevos componentes humanos se suman a una realidad que, con ese agregado, se vuelve todava ms compleja. Sobre todo en trminos culturales y sociales: qu puede vincular a estos elementos de orgenes dispares y distantes, cmo llegan a asimilarse no nicamente los que apenas acaban de llegar y que siguen llegando, sino los que ya se encontraban ah desde haca varias generaciones y que a su vez, en el nuevo contacto, tambin modifican sus modos de vida, de convivencia. La realidad corre veloz. Cunto tiempo ha tenido que transcurrir para que, en lo que corresponde a los narradores de este estado, se haya desarrollado el inters por hacer sus obras desde aqu, con temticas mltiples pero que incluyeron preocupaciones coincidentes: describir qu haba pasado en un territorio donde, aceleradamente, muchas cosas cambiaron: urbes que nacieron de la nada, entre el salitre; zonas agrcolas que desaparecieron para ceder el paso a una avasalladora y expoliadora industria que, contradictoriamente, es la que dio fortaleza econmica a determinadas regiones de la entidad; ciudades no tan viejas dislocadas por el nacimiento catico de calles y colonias de alto, medio y bajo pelo, que quebraron la de por s escasa capacidad de las autoridades para brindar servicios pblicos, uno ms de los factores que alimentan una inercia de crecimiento anrquico. Si no es en las obras de estos narradores, dnde queda el registro de tamaa transformacin, que ms all de lo urbanstico y lo econmico, pesa en las relaciones humanas. En esta narrativa se plasman los choques entre clases sociales antagnicas, como los obreros y los patrones exhibidos en sus pginas; el saldo de la conversin de los otrora agricultores de zonas ribereas, que una maana aparecen como nuevos integrantes de un proletariado suburbial; el roce 295
permanente con la parte ms violenta de la fuerza del Estado, es decir, la polica criada a base de una no escrita pero s cumplimentada doctrina de hostilidad contra aquellos que no alcanzan a ser ciudadanos de primera. Tambin desde el discurso literario se elabora el testimonio de que este territorio, el del Estado de Mxico, es un espacio vivible, una zona de atraccin de pobladores que llegan de muchas partes del pas, durante periodos constantes en los que, en una cuenta econmica, se habla de la llegada promedio de mil personas cada da. Tales son parte de las materias primas con que se elabora esta narrativa, integradora de una visin contraria en gran medida al pragmatismo de las autoridades. Es decir, la narrativa mexiquense registra que el proceso de transformacin de este estado, lejos de ser algo terso, ha tenido muchos avatares. Y efectos. Cmo integrar una idea de identidad estatal en un territorio con regiones diversas, agrupadas, en el enfoque ms general, en dos grandes valles, cuando adems el crecimiento demogrfico no se frena, con esa mezcla entre oriundos, inmigrantes y los hijos de stos, que en diferentes grados van hacindose a una nueva condicin; a veces el conflicto es mnimo, pero en otras es inevitable la pregunta: de dnde se es?, ante la disyuntiva de un origen distante, el de los padres, y la sensacin de ubicarse a la mitad del camino respecto a los que s tienen un aejo arraigo local condicin a la cual no son ajenos los escritores, de ah su clasificacin, para efectos del presente estudio, en dos grupos, el de oriundos y el de inmigrantes. Como se document en el apartado correspondiente de este trabajo, la inquietud sobre cmo nombrar a los habitantes del Estado de Mxico surgi desde las filas de la intelectualidad estatal tarea que se echaron a cuestas Mario Coln Snchez y Alfonso Snchez Garca, ambos sealados integrantes de las instancias oficiales en el campo de la cultura. El trmino mexiquense hubo de ser acuado desde las esferas ms altas del poder local, con Alfredo del Mazo Gonzlez a la cabeza, por lo cual es fcil establecer el momento en que se inici la expansin del gentilicio: septiembre de 1981. Lo mexiquense cundi, fue adoptado por propios y extraos, necesitados de una palabra que nombrara lo esencialmente diverso. No import que el proyecto poltico de Alfredo del Mazo resultara fallido tambin con fecha, en 1988: el gentilicio sobrevivi. Aunque con menor nfasis que el mostrado durante el 296
rgimen delmacista, sus sucesores en el palacio de gobierno en Toluca han conservado, inercialmente, el uso de la palabra mexiquense, til para ellos en trminos de unificar una realidad humana y colectiva heterognea. Lo han hecho para recordar los lmites de su poder: el territorio estatal, pero no menos de eso. La realidad Estado de Mxico se presenta problematizada en la narrativa que se empez a llamar mexiquense, por fin con un adjetivo que la distinguiera respecto a las de otras latitudes. Desde Olvera con su breve pero contundente prrafo que concluye: Te bautizarn Edomex, continuando con los otros narradores cuya obra se ha incluido en este trabajo, en tanto representativa de esa preocupacin por registrar y cribar, desde la ficcin literaria, lo ocurrido en este plural colectivo humano. El marco es literario, pero abarca un fondo cultural, no monoltico, sino profundamente complicado, al cual haba que narrar, as fuera con el estilo fragmentado de varias de las obras comentadas en los captulos previos. Esta sociedad, esta geografa, resultan tan caticas que presentarlas desde la sntesis que es una obra literaria obliga a practicar diversas propuestas estticas y estilsticas. Coinciden las inquietudes literarias de esos conjuntos de autores con la expansin del gentilicio mexiquense, que ha significado la asuncin de una conciencia identitaria diferente. No se trataba slo de bautizar a quienes requeran de un nombre; ms bien, haba que nombrar a una formacin distinta, que ya no se agotaba o no se reduca a la visin de los que por muchas generaciones han sido habitantes del Estado de Mxico, ni a la de sus nuevos habitantes, con races en otras partes del pas. Adems, el propio estado fue otro. Por ello el Tolucanos de Olvera trasciende Toluca y anticipa el Edomex; la Toluca de Ariceaga, Osorio y Moreno deviene el imposible caos descrito por Guzmn; se desvanece el buclico Metepec de Chvezmaya; Prez Cruz y Villegas hacen la crnica de la ciudad que le brota al salitre; Zurita y Mungua asientan una nueva condicin al alejarse de sus provincias originales. Si se hiciera la pregunta de quin fue el primer mexiquense consciente de s mismo, en esta condicin simbolizada en el nuevo gentilicio, podra responderse que fue aquel que ya no alcanz una identificacin plena con los que representaban una identidad cultural anterior y que tambin se supo distinto respecto a otras identidades originadas en otras partes del territorio mexicano. 297
La pregunta es simblica. Una conclusin similar puede hacerse respecto a cul fue el primer escritor que se asumi como autor mexiquense o cul fue la primera obra qumicamente pura en tanto mexiquense: fue o fueron aquellos que se percibieron distintos pero ya no extraviados en la anterior anomia ni en la timidez de lo provinciano. El aspecto ms frgil de la asuncin de la identidad mexiquense es, ms que su origen en un proyecto poltico, la continuidad de su promocin como parte de un discurso poltico interesado en lograr el control y la hegemona. Resalta, en ese caso, el uso de lo mexiquense a partir de un criterio centralista: el correspondiente grupo poltico dominante en la burocracia estatal, desde Toluca impulsa la idea de lo mexiquense para recordar que esta zona representa al centro poltico de la entidad y que todas las regiones gravitan en torno a ste. El conflicto surge cuando se despoja de contenido al respectivo mensaje; cuando se hace evidente que los llamados a los mexiquenses y a su posible orgullo de pertenencia, no cuentan con una base filosfica ni ideolgica mnimas, aparte de la machacona insistencia sobre el ser automtico de lo mexiquense, de la supuesta identidad mexiquense, cuando lo que ha solido predominar es la confrontacin entre un poder central que negocia con poderes regionales. De esta forma, el discurso gubernamental queda vaco. Lo mexiquense no tiene consistencia y, por el contrario, la ausencia de una autntica visin de lo estatal donde tengan espacio todas las regiones y todos los tipos humanos interrelacionados en el mbito estatal se disfraza con alusiones a una identidad, ms que cultural, oficial. Ocurre esto por la vieja tentacin de unificar y uniformar desde el poder a las diferentes expresiones sociales y culturales, en lugar de reconocerlas de manera expresa como una realidad que supera las coyunturas polticas. El efecto de esa visin oficial no anula del todo la expansin del gentilicio, pero poco o en nada ha ayudado a que se asuma la idea de que es posible una identificacin cultural comn, en medio de una diversidad y pluralidad alimentada desde las diferentes regiones del Estado de Mxico y que brinda credibilidad a la existencia de una colectividad viable. La literatura mexiquense ha discurrido por otros caminos e intenciones. Dada su tendencia a problematizar el tema Estado de Mxico, desde la narrativa mexiquense se ha dado sustancia a una identidad surgida a partir de una serie de confrontaciones entre personajes individuales que, inevitablemente, representan 298
sectores sociales determinados en diferentes etapas del proceso de cambio de esta regin. sos son una parte ms que significativa de los elementos y las reflexiones que stos provocan, integrados en los diferentes discursos narrativos de los autores mexiquenses analizados en este trabajo. En otro campo, el de la actividad gremial, destaca la intencin de los escritores del Estado de Mxico por vincularse entre s, lo cual ha alimentado encuentros ya no tan intermitentes, de ndole personal, institucional o editorial, pero tambin de reconocimiento de sus obras. Esto es, los autores mexiquenses se han ledo entre s y empiezan a alejarse de una negativa autodepreciacin. De hecho, la articulacin dentro del sistema literario se puede verificar en la continuidad de temticas, como la reconocible entre Olvera-Ariceaga-Osorio- Moreno-Chvezmaya-Mungua-Alonso, en el caso de la ciudad de Toluca y su zona conurbada, y en el seguimiento de las propuestas iniciales de la literatura en la regin oriente del estado, de Prez Cruz, Villegas, Garca Trejo y Rosas Galicia, evolucionadas en parte por estos mismos autores, no sin haber influido en escritores ms jvenes como Ana Luisa Calvillo, Raymundo Coln, Moiss Zurita y Hugo Csar Moreno, entre otros, cuyos intereses literarios, expresiones e intenciones estticas han sido muy diversas, tomando en cuenta adems que una buena parte de los autores ha vivido procesos particulares de maduracin de sus respectivas obras, elaboradas en pocas diferentes. Por ello no hay una visin unvoca ni la habr sobre la identidad mexiquense desde la literatura, pero s existen rasgos e inquietudes comunes, expresables en los trminos de haber problematizado la existencia del Estado de Mxico en sus regiones y en su trayectoria histrica y social. Vuelvo a referirme a una de las peculiaridades registradas en la conformacin del sistema literario mexiquense: varios de los autores han transitado por ms de una etapa de dicho proceso histrico, por regla general la de las primeras manifestaciones o de asentamiento de una tradicin, y la de configuracin del sistema. Evidentemente, la ubicacin de otros autores por lo pronto, pocos en la etapa de la consolidacin del sistema se comprende en trminos generacionales, en principio, pero tambin con base en que su obra ha implicado el desarrollo de una propuesta literaria distinta a las de la fase inmediata anterior. 299
Prueba de esto, reitero, es la preferencia por el gnero novelstico, sin desdear el cuento entre sus predecesores la tendencia fue incursionar primero en el cuento para acceder despus a la novela; un mayor escepticismo frente a la incorregibilidad de las renovadas miserias humanas; la desilusin como un estado de nimo surgido ms temprano y ms acentuado que en los autores de la fase de la configuracin del sistema. Tambin, una audacia estilstica que pondr el nfasis en una sensibilidad cada vez ms endurecida, sin salidas ante el conflicto humano. Dado ese entreveramiento generacional, sobre todo en el periodo de la configuracin del sistema, es claro que autores de orgenes distintos, de formaciones diferenciadas, de trayectorias a veces coincidentes y en otras ocasiones ms bien aisladas, iban a elaborar obras con temticas muy diferenciadas. Agrguese a ello el elemento regional que ya ha sido expuesto, relacionado con las tres principales zonas donde se ha dado la creacin literaria en el Estado de Mxico: el Valle de Toluca y, en el oriente de la entidad, Nezahualcyotl y Texcoco, fundamentalmente. No obstante lo anterior, el tema de la identidad estatal no ha estado ausente en un grupo amplio de los principales narradores de este sistema literario, a lo largo de sus tres fases de conformacin. La eleccin de los autores incluidos en el presente estudio no es casual ni aleatoria. El tema de la identidad ha estado presente desde la etapa de la tradicin, con Olvera y Ariceaga, si bien la obra del segundo marca una transicin, pues se desenvolvi en la primera y segunda fases del sistema. Fue ms que notorio el inters por tocar el asunto de la identidad en autores de la fase de configuracin: Osorio, Chvezmaya, Moreno, Mungua, Prez Cruz, Villegas y Zurita, mientras que uno de los representantes del sistema ya consolidado, Alonso Guzmn, en lugar de rechazar el tema lo lleva a una discusin ms compleja, para la cual tuvo como parmetro literario lo que haban escrito sus antecesores en el panorama literario mexiquense. En rigor, desde la perspectiva de Alonso Guzmn conformar la identidad no es un logro, sino un factor ms para quebrarse ante algo muy grave, pesado, que acenta el sinsentido de la existencia, aunque sea imposible escaparse de ella. No en balde Guzmn es hijo de las dcadas perdidas en la historia reciente del pas. 300
Los escritores estudiados en estas pginas conforman una primera lnea en cuanto a su aportacin al sistema literario mexiquense y son altamente representativos en cuanto a que, desde sus obras narrativas, han tenido la preocupacin expresa de discurrir crticamente sobre el problema de la formacin de la identidad mexiquense. Por supuesto, han ido ms all del gentilicio, que slo desde cierto punto de vista pudo ser el detonante de una identidad local ya con un adjetivo que le diera un atributo distintivo. Dadas las trayectorias de estos autores, es fcil pensar que habran seguido sus respectivas vocaciones y de todas maneras se habran enfilado al ejercicio del oficio literario, hubiera o no cundido el uso del multicitado gentilicio mexiquense. El trmino poco o nada aparece en sus obras, aunque desde sus relaciones gremiales estos autores s hayan participado del fenmeno de apropiacin colectiva de la palabra; ejemplo de esto fue la creacin, a comienzos de los aos ochenta, de la Unin de Escritores Mexiquenses, cuya evolucin fue ya comentada en los captulos primero y tercero de este trabajo. 410
Esta ausencia puede explicarse tambin porque al ser tan notorio el uso interesado del trmino mexiquense por parte del discurso oficial, los autores no podan suscribirlo de una manera anloga. Aqu se repiten las paradojas, pues la ya citada organizacin que s asumi el gentilicio de manera pblica, en rigor estuvo integrada por autores de la zona del Valle de Toluca, aunque fue manifiesto su objetivo de vincularse con autores de otras latitudes, como se verific con el encuentro Ixtamil en 1984. Lo evidente es que, en el caso de los autores analizados aqu, haba una realidad a un tiempo comn y divergente, que motiv su inters a la hora de realizar sus obras, fueran en la modalidad del cuento o en la de la novela. El propsito de comprender lo ocurrido en el breve lapso de unas cuantas dcadas en el Estado de Mxico origin esta serie de recuentos desde la creacin literaria,
410 En una de las escasas ocasiones en que un escritor mexiquense ha utilizado el trmino en un texto literario, es manifiesta la intencin de burla. Vase la siguiente cita del cuento La pasin de los poetas, del necense Sergio Garca Daz: Esa noche, despus de la presentacin del libro Mujer con ciruelas en el pecho de Germn Gatica, a la que acudieron la Sociedad de Pulqueros Promotores de las Letras Mexiquenses (SPPLM) y amigos del joven autor, de Colima, Veracruz, Cuernavaca, Ciudad Neza y la Ciudad de Mxico, hice un anlisis de su obra (en La pasin por las moscas, Mxico, Fontamara, 2006, p. 17). Ntese en estas lneas la clara diferenciacin entre Nezahualcyotl y otras regiones, entre ellas la propia capital del pas; sin embargo, lo que destaco es el uso, as tenga un tono satrico, del gentilicio mexiquense. 301
no con la mera intencin de registro asptico o imparcial; ms bien, se adopt una visin crtica que, sin caer en posiciones panfletarias o de reivindicacin de tradiciones provincianas, cuestionara derechamente la manera en que se dio la transformacin de esta entidad federativa. Ah se da un rompimiento en la coincidencia o cercana con los posibles proyectos emanados de las estructuras gubernamentales, en relacin con el elemento de la identidad. Para el poder pblico, el tema de la identidad es percibido de forma pragmtica: el simbolismo de una identidad mexiquense remarca la necesidad de recordar la existencia de un poder central, que rige en todo el territorio de este estado. Por esa razn, las polticas gubernamentales al respecto, que incluyen los proyectos culturales institucionales, suelen estar vacas. Remiten a una identidad en cualquier momento evanescente pues, en ese caso, ciertamente no se va ms all del uso de una palabra de contenido limitado, que termina por no decir nada. En cambio, para los narradores incluidos en este estudio la identidad estatal implica un problema de definicin y de recuento, a partir de las historias que se elaboran desde la ficcin literaria. De ah la importancia del prrafo en el que Olvera, en unas cuantas lneas, establece el riesgo de la paulatina reduccin de la realidad estatal: el nombre del estado se disminuir a un simple Edomex, en una resta lingstica que se explica no slo en el marco de la ley del menor esfuerzo, sino en el peligro de borrar la historia del Estado de Mxico. El acrnimo Edomex deviene mengua y simplificacin de magnitudes de la entidad federativa a la que pretendera expresar; si acaso ser til para adicionarlo como terminacin en direcciones de pginas electrnicas de internet, o como el recurso ms sobado para que cansados jefes de redaccin cuadren los titulares en sus peridicos. En todo caso, lo mexiquense remite a una identidad diversificada y no a un bloque ideolgico con un significado nico. Por ello la diversidad, reitero, en las obras de los narradores mexiquenses. Innegablemente, se percibe la existencia de un centro, concretado en la visin sobre la capital del estado. La perspectiva cambiar conforme crezca la distancia respecto a ese centro poltico. En ese sentido, es notoria la coincidencia de incluir a Toluca como el ambiente natural de novelas como Tolucanos, de Olvera; Clima templado, de 302
Ariceaga; La tahona, de Mauricia Moreno, pero tambin, de manera singular, de La agona de la marmota, del joven Alonso Guzmn. Sale de ese cuadro Eduardo Osorio, pues a pesar del sentido explcito de que va a referirse a una circunstancia toluquesima, como es la tradicin futbolstica de los Diablos Rojos del Toluca, propone en El ao que se coronaron los diablos una discusin sobre la identidad que, a partir de la estructura fragmentaria de la novela, trasciende el territorio mexiquense y engloba a personajes y ambientes de otras partes del pas. De ah proviene mi conclusin en el sentido de que Osorio da una imagen de la identidad mexiquense contrastndola con identidades de otros mbitos. Por su parte, el nfasis de las novelas de Chvezmaya y Mungua es sobre el ambiente de Metepec, esto es, el municipio cuya conurbacin con la capital Toluca es ya aeja, con una profundidad y dificultades mayores en trminos de relaciones urbanas, econmicas y sociales. Claro est, las perspectivas difieren porque Chvezmaya es oriundo de Metepec y en Memorias sensuales de Eliot Mlis recupera, con su singular estilo humorstico, la trayectoria histrica de dicho municipio, mientras que Mungua es un autor inmigrante recin trasplantado al Estado de Mxico; por esta circunstancia, con Vampiros en Metepec se convierte en uno de los pocos autores que utilizan en su narrativa el trmino mexiquense, pues cuando l se radica en la entidad la palabra se ha vuelto ya de uso comn. La perspectiva cambia en la zona oriente: para empezar, ah no hay una tradicin especfica emanada del proceso de conformacin del sistema literario mexiquense. Por eso autores necenses que son contemporneos de los que en el Valle de Toluca participaron en la fase de la configuracin del sistema, inauguraron en Nezahualcyotl, al mismo tiempo, la tradicin y concretaron la configuracin, como son los casos de Emiliano Prez Cruz y Eduardo Villegas. Por supuesto, mi seleccin de obras de Prez Cruz y de Villegas obedece a su carcter precursor y representativo de la literatura de Nezahualcyotl, as como al hecho de que ambos han tenido presencia en mbitos literarios nacionales, pero la cantera de creadores literarios en Neza es muy amplia, distinguida adems porque han persistido en numerosas iniciativas de organizacin gremial y artstica, con vnculos particulares con ciertas corrientes capitalinas. 303
Adicional a ello, sus temticas fueron distintas. Los narradores avecindados en el Valle de Toluca registran el antes y el despus del Estado de Mxico, luego del complicado proceso de cambio causado por la industrializacin intensiva y el acelerado crecimiento demogrfico en el ltimo tercio del siglo XX. En cambio, los narradores necenses ponen el nfasis en temas como el surgimiento de las zonas inicialmente marginales de su regin, el municipio entero de Nezahualcyotl. Por lo mismo, si bien una caracterstica evidente de la narrativa mexiquense en general es su temtica urbana, con algunas excepciones que miran hacia temas rurales, en el caso de Nezahualcyotl el predominio de lo urbano es prcticamente absoluto, con nfasis en elementos como la violencia cotidiana, la sexualidad y la difcil relacin con la vecina metrpoli, esto es, el DF La formulacin misma del gentilicio necense es indicativa de una postura ms radical en cuanto a la necesidad de crearse una identidad todava ms particular que la estatal. Prez Cruz y Villegas transitan entre la crnica y la cuentstica, entre el testimonio directo y la ficcin que narre el fenmeno urbano de Nezahualcyotl, adonde arriban flujos humanos provenientes de todas las entidades federativas si bien esta circunstancia tambin fue descrita como caracterstica general del Estado de Mxico en Clima templado por Ariceaga, como se mostr en el anlisis de esta novela. Los autores necenses aaden un matiz a la histrica y ms problemtica relacin del Estado de Mxico: la que se tiene con el Distrito Federal, pues si para la narrativa toluquea la capital del pas es un factor presente pero distante, para la narrativa de Nezahualcyotl se trata de una presencia e interaccin cotidiana, parte de su espacio, pero claramente diferenciada del entorno de las colonias y barrios del joven y en su origen precario municipio, como puede evidenciarse en varias de las obras de Eduardo Villegas. La distancia con Toluca es mayor respecto a Texcoco, con la singularidad de que la presencia de sus autores se ha concentrado en el mbito acadmico de la Universidad Autnoma Chapingo. Narradores como Patricia y Silvia Castillejos, pero tambin Rolando Rosas Galicia, se dedican a temticas poco relacionadas con el entorno mexiquense, el cual es abordado por Moiss Zurita, pero dentro de los lmites del propio Chapingo. Tales tendencias son entendibles si se piensa que 304
la posible influencia de un centro va perdiendo fuerza conforme aumenta la distancia respecto de l. 411
Cada autor toma sus decisiones personales respecto al modo en que va a escribir y sobre qu. Por eso las diferencias en los enfoques alrededor del tema de una identidad estatal. En cambio, resalto que aparte de lo que se hace frente a la pgina o, recientemente, ante la pantalla de la computadora, en los ltimos aos un significativo sector de los autores mexiquenses ha coincidido en la inquietud por trascender las visiones locales e impulsar una articulacin estatal. Tanto autores del Valle de Toluca como los de la zona oriente han empezado a compartir sus preocupaciones alrededor de las circunstancias por las que atraviesa el estado actual de la literatura mexiquense. sta ya no puede verse de manera estrecha como literatura de Toluca, de Neza o de Texcoco o de otras zonas de la entidad. Crece la visin sobre una literatura estatal, ciertamente, mexiquense. De nuevo el gentilicio sirve para identificar algo ms general que los limitados regionalismos de lo toluqueo, necense o chapinguero o texcocano. Estn, por un lado, los intereses puestos de manifiesto a favor de una apertura literaria, con proyectos editoriales como Molino de Letras en Texcoco, Cofrada de Coyotes desde Metepec, encabezado por el necense Eduardo Villegas. Y desde los aos noventa, el Centro Toluqueo de Escritores ha abierto sus convocatorias a escritores de todo el estado, no slo, como en sus inicios lo hizo, a los del municipio de Toluca. Los caminos que estn desplegndose son aquellos que optan por los proyectos independientes. Es factible que en el futuro inmediato stos se fortalezcan, de manera que el Estado deje de ser, en el nivel local, la principal
411 En Unos das en la escuela (Texcoco, Molino de Letras-Ayuntamiento de Texcoco-IMC, 2004), Moiss Zurita Zafra recupera Cabizbajo buscando monedas, crnica que primeramente se difundi a travs de la revista Molino de Letras, proyecto editorial impulsado tambin por escritores de la zona de Chapingo como Rolando Rosas Galicia y Patricia Castillejos. En su texto, Zurita cuenta que, cuando ya se haban publicado varios nmeros de Molino de Letras, un da se me ocurri que el IMC o la Secretara de Educacin del Estado, o el propio gober [a la sazn, Arturo Montiel Rojas], bien podran comprometer su apoyo a la labor cultural que se estaba desarrollando en la otrora capital cultural del Anhuac, en los tiempos del Tlatoani Nezahualcyotl; as que tom mi portafolios y con los ejemplares impresos en ristre me aventur a la tierra ignota de Toluca (p. 105). La crnica detalla despus los avatares y sufrimientos de Zurita para llegar al Centro Cultural Mexiquense, as como los desencuentros que tuvo con la burocracia del iemec, aunque no deja de reconocer que en ese medio encontr apoyos para su proyecto editorial. 305
instancia editora para los autores mexiquenses. Ms bien, stos se estn inclinando por impulsar proyectos que no estn influidos por una carga gubernamental. Para algunos, se trata de iniciativas incipientes, en parte tmidas, pero habra que reconocer que han comenzado a crecer, por lo que habr de surgir una discusin ms profunda acerca de la conveniencia de que la va sean las ediciones independientes, ya fuera de la influencia del sector pblico, aunque tampoco este ltimo debe retirarse del campo cultural ni suspender apoyos que, de suyo, son obligatorios en el marco de la tradicin histrica del Estado mexicano, como apoyo directo a los trabajos de la cultura. El presente trabajo no ha tenido el propsito de aislar, ni siquiera para efectos del anlisis efectuado, a la literatura del Estado de Mxico, sino el de precisar sus caractersticas propias, esto es, delinear aquellos matices por los que las expresiones literarias elaboradas en este estado son distintas a las que se hagan o hayan hecho en otros lugares y en otros momentos, esto ltimo desde la misma perspectiva local. Mi percepcin es que las literaturas, por ms librrimas que quieran ser en lo esttico, por ms universales que pretendan hacerlas sus autores, ineluctablemente surgen en un medio social y cultural concreto que influye en su surgimiento, desarrollo y concrecin, tanto por factores desde el interior de la literatura como por factores desde el exterior de esta disciplina. No puede sustentarse la idea de que la literatura mexiquense se ha limitado a llevar el registro, puntual o rezagado, de la gran transformacin ocurrida en el Estado de Mxico en el ltimo tercio del siglo XX y la primera dcada del siglo XXI. No hay tal funcin fotogrfica que redujera a la literatura a mero registro documental de las pocas recientes en la vida de los mexiquenses. En todo caso, la literatura, o por mejor decir, sus practicantes formales, han seguido el rumbo de disear sus propios caminos creativos, sus propias preocupaciones estticas. No lo han hecho de manera caprichosa o autista, si bien, dentro de sus temticas, han estado atentos a reflejar tambin la magnitud de un cambio estatal que tambin les ha afectado en sus visiones ideolgicas, estticas y literarias. Pero sus propuestas se originan desde el campo literario. Por ello, una de las revisiones centrales del presente trabajo ha sido la relacionada con el modo en que, en concreto desde el gnero narrativo, fue asumido el elemento de la identidad estatal, de la identidad mexiquense. Sobre 306
esto, aunque se identifique un punto de inters comn entre el proyecto oficial de ejercicio del poder poltico bsicamente con un sesgo prista y entre la distincin elaborada por los autores mexiquenses respecto a una posible escritura mexiquense, esa coincidencia no ha pasado de una necesidad general: la de difundir y aprovechar el nuevo gentilicio, mexiquense, como un instrumento que diera cohesin a lo en parte escindido los dos archicitados valles y que permitieron delinear una idea sobre lo propio, contrapuesto a la nocin de lo extrao o lo centralista, que quiebra la nocin de unidad estatal. Pero esta intencin no ha sido orgnica o prediseada. Su presencia ha dependido del inters o de las inquietudes particulares de cada autor, en una diversidad escritural no slo visible segn la zona de origen, sino de las distintas fases en la evolucin de cada uno de ellos. . La perspectiva vara cuando el autor se ha desarrollado en determinada regin del estado. En tal direccin, podran distinguirse los grupos de toluqueos y de necenses y texcocanos; acaso no hay un autor con una visin plenamente estatal, lo que se entendera a partir de una condicin general: el Estado de Mxico es una realidad plural, de modo que es inasible el propsito de encerrar tal realidad en una sola ancdota, en una sola trama narrativa. No veo esto como una carencia en s, sino como un asunto de, precisamente, perspectiva, aunque sta no debe dejar de reconocer que los efectos de tan compleja realidad por narrar no se circunscriben a una parte limitada de un territorio, sino que hay una interaccin intensa con otras zonas de la misma regin centro, del mundo, y en l, el ser humano.
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NDICE
-Agradecimientos.. 3.
-Introduccin.. 5.
-Captulo 1. El sistema literario mexiquense.. 11. 1.1 La identidad mexiquense.. 14. 1.2 Literatura regional, literatura estatal.. 24. 1.3 Un sistema literario.. 28. 1.4 Entre el intelectual orgnico y la construccin de una literatura.. 38. 1.5 Profesionalizacin del escritor mexiquense.. 44.
-Captulo 2. La literatura mexiquense. Zonas de desarrollo.. 53. 2.1 Funcin de la literatura.. 59. 2.2 El objetivo de la profesionalizacin.. 70. 2.3 Grupos y esfuerzos gremiales.. 76. 2.4 UEMAC y CTE: dos experiencias en el Valle de Toluca.. 77. 2.5 Desarrollo de la narrativa.. 86.
-Captulo 3. Antecedentes de la literatura mexiquense.. 88. 3.1 El grupo Letras.. 93. 3.2 La modernidad: tunAstral.. 100. 3.3 Rodolfo Garca, novela y tradicin.. 116. 3.4 Carmen Rosenzweig, una visin vanguardista.. 130. 3.5 Carlos Olvera: de Toluca hay que hablar.. 138.
-Captulo 4. Identidad en los narradores originarios.. 145. 4.1 Alejandro ariceaga, un mundo de transformaciones.. 147. 4.2 Eduardo Osorio, identidad por contraste.. 167. 4.3 Marco Aurelio Chvezmaya, la genealoga.. 186. 4.4 Identidad y visin obrera en Mauricia Moreno.. 202. 4.5 Alonso Guzmn y la consolidacin del sistema literario.. 214.
-Captulo 5. La perspectiva desde la inmigracin.. 231. 5.1 Dionicio Mungua: queretanidad y mexiquensidad.. 231. 5.2 La narrativa en Texcoco, cierre de ciclos.. 246. 5.2.1 Moiss Zurita, mitologas chapingueras.. 251. 5.3 La literatura del polvo: Nezahualcyotl.. 256. 5.3.1 Emiliano Prez Cruz y el canon necense.. 265. 5.3.2 Eduardo Villegas Guevara: identidad y frontera.. 277.