Murphy, Walter F - El Enigma Romano PDF
Murphy, Walter F - El Enigma Romano PDF
Murphy, Walter F - El Enigma Romano PDF
WALTER F. MURPHY
Ttulo original: THE ROMAN ENIGMA (C) 1981 - WALTER F. MURPHY Derechos reservados. Primera edicin publicada por EDITORIAL ATLNTIDA S.A. Buenos Aires, Argentina. Hecho el depsito que marca la ley 11.723. Printed in Argentina. Esta edicin se termin de imprimir el 27 de setiembre de 1982 en los talleres grficos Escobar de Editorial Atlntida, Azopardo 579, Buenos Aires, Argentina. ISBN: 950-08-0078-0
LISTA DE PERSONAJES
NORTEAMERICANOS Coronel Brian Patrick Lynch, soldado profesional designado por la OSS 1 para ayudar a John Winthrop Mason en la Operacin Diosa de Bronce. John Winthrop Mason, abogado de Wall Street, que colabora con la OSS dirigiendo la Operacin Diosa de Bronce, un esfuerzo para ocultar a los alemanes el hecho de que los ingleses han desarrollado una mquina, llamada Ultra, que puede leer mensajes cifrados por la mquina alemana, supuestamente segura, llamada Enigma. Teniente 2 Robert M. Rovere, oficial naval talo-norteamericano, a quien elige Mason para llevar a cabo la Operacin Diosa de Bronce en Roma. Paul Stransky, oficial de servicio en el Vaticano como secretario personal del presidente Roosevelt ante el Papa. Rev. Fitzpdraig Cathal Sullivan, S. J., sacerdote norteamericano en la Secretara de Estado del Vaticano, quien tambin es un agente de la OSS y controla a Roberto Rovere mientras est en Roma. C. Bradley Walker, juez adjunto de la Suprema Corte de los Estados Unidos, quien, sin saberlo, establece el plan bsico para la Operacin Diosa de Bronce. INGLESES Sir Henry Cuthbert, brigadier designado como enlace con la OSS en la Operacin Diosa de Bronce. ALEMANES Un monje agustino, famoso telogo moral que ensea en la Universidad Laterana (Papal) y es tambin un agente de la Abwehr (Resistencia). Almirante Wilhelm Canaris, jefe de la Abwehr, el servicio de la inteligencia militar alemana, que concibe la idea de la Operacin Rigoletto a fin de
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permitir a un espa aliado que secuestre una mquina Enigma falsa. Capitn Erich Danzig, oficial de la SS especialmente designado para arrestar y deportar a los judos de Roma. Coronel Manfred Gratz, oficial de la Abwehr en Roma a quien el almirante Canaris designa como comandante local en la Operacin Rigoletto. Sargentino Walther Hoess, jefe torturador de la Gestapo en Roma. Mariscal de campo Albert Kesselring, comandante del Grupo A del Ejrcito, que se opone a las fuerzas militares aliadas en Italia. General Hans Mueller, comandante militar de Roma. Teniente coronel Viktor Olendorf, oficial de la SS, al mando en Roma de la recin surgida Gestapo (polica poltica) y el SD (el servicio de espionaje y contraespionaje del partido nazi). Mayor Kurt Priebke, oficial de la SS, ayudante del teniente coronel Olendorf. Mayor Otto Schwartzkmmel, jefe de criptografa en Roma; sus proclividades sexuales lo hacen vulnerable al chantaje. Capitn Karl von Bothmer, asistente del coronel Gratz. ITALIANOS Anna Caccianemici, muchacha que trabaja para la OSS, la Abwehr, una unidad de la resistencia italiana, un famoso restaurante de Roma y para ella misma; Roberto M. Rovere se comunica con ella al llegar a Roma. Fabriziana Donatello, una dondrona de Trastevere, vecina de Anna Caccianemici. Monseor Ugo Galeotti, diplomtico del Vaticano, con fama de tener una mente muy astuta y una hiperactiva bifurcacin. Monseor Giovanni Battista La Torre, uno de los subsecretarios de Estado del Vaticano. Eugenio Pacelli, Papa Po XII. Rebecca Piperno, esposa de Tommaso Piperno. Tommaso Piperno, barrendero callejero en Trastevere que trabaja para la comuna de Roma, la Abwehr, la OSS, varias unidades de la resistencia italiana, varios traficantes del mercado negro y para l mismo. Hermana Sacristy, madre superiora de un convento franciscano en Trastevere. Stefano, un muchacho bisexual, que trabaja en un bar y a quien explota Anna Caccianemici, su amor de adolescente, para que la ayude a chantajear al mayor Otto Schwartzkmmel.
PRLOGO
Oh Roma, mi pas! Ciudad del alma! Los hurfanos de corazn deben mirarte, solitaria madre de muertos imperios, y retener en sus cerrados pechos sus pequeas miserias. Qu son nuestras desdichas y nuestros sufrimientos? Venid a ver los cipreses, a or el bho y hollad con vuestros pies los tronos y templos destrozados. Vosotros, cuyas agonas son dolores de un da, od: un mundo, tan frgil como nuestra arcilla, yace a nuestros pies! George Gordon, Lord Byron, El peregrinaje del joven Harold
Washington, D. C., martes 22 de junio de 1943 Eran exactamente las dos de la tarde de un da caluroso, de esos que sacan ampollas. En lo alto de la escalinata del blanco templo de la Suprema Corte, el coronel vacil, luego se dio vuelta para disfrutar del magnfico panorama de una pulcra plaza de mrmol, seguida por una ancha avenida y continuada por frondosos rboles sobre un csped que se extenda hasta el Capitolio. Por encima, un cielo azul moteado de algodn blanco. Tras esa breve pausa, el coronel Brian Patrick Lynch reanud el paso y march junto a su compaero. Como corresponda a un oficial joven, Lynch camin a la izquierda de modo que al superior le quedara libre el brazo de la espada. Se trataba de una pequea frmula de protocolo por cuanto el superior era, en ese momento, un civil. Pero, inconscientemente, aunque del todo minucioso, el coronel Lynch sigui las reglas de la cortesa militar. Las lecciones aprendidas en West Point difcilmente desaparecan, si es que en realidad desaparecan. Una vez traspasada la ancha puerta, los dos se encaminaron por el largo corredor de mrmol, gozando del fresco del interior en contraposicin al feroz calor del verano de Washington. Ambos eran delgados y altos, si bien el civil era un poco ms bajo que el coronel y quiz unos cinco kilos ms pesado. Las exigencias de su prctica legal en Wall Street le haban negado el beneficio de los meses que el coronel pas en ese gigantesco bao de vapor llamado Nueva Guinea. Sin embargo, de acuerdo con las normas para civiles en el ao de Nuestro Seor de 1943, John Winthrop Mason era esbelto: exactamente seis pies de altura y 170 libras de peso segn la escala del Yale Club de Nueva York, 171 segn la del Cosmos Club de Washington. Lynch luca el tostado de un coronel del ejrcito. Su pelo corto y castao estaba casi oculto por la gorra del cuartel. Como su anterior comandante en el Pacfico Sur, no llevaba cintas en la chaqueta. El traje de Mason era azul oscuro: una americana con chaleco. Una cadena de oro le cruzaba por el chato estmago uniendo un reloj de bolsillo con un llavero Phi Beta Kappa 1. El traje haba sido
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En los Estados Unidos existen sociedades estudiantiles para fines sociales, compuestas 8
confeccionado a la medida en Savile Row de Londres, antes de la guerra, y an luca la elegancia creada por el sastre. En Washington, durante el segundo verano despus de Pearl Harbor, veanse muchas caras como la de Brian Patrick Lynch: enjuta, acentuada por una nariz aquilina y unos ojos azules que reflejaban la angustia de haber sobrevivido al combate. Empero, resultaba difcil encontrar en alguna parte la rplica del rostro de Mason excepto, quiz, en la coleccin de los esbozos de Goya que estn en el Prado. No era bajo pero su cabeza era mucho ms grande que el cuerpo y su pelo, color sal y pimienta, que llevaba deliberadamente largo e hirsuto, magnificaba esa discrepancia de tamao. Sus facciones parecan el trabajo de un desastre gentico o de un misantrpico cirujano plstico. Un par de enormes orejas sobresalan de su cabeza casi en ngulos rectos produciendo un efecto no del todo desemejante a las asas de un nfora griega. La nariz era chata, como si le hubieran extirpado el cartlago y la carne se apretujara y extendiera firmemente por las mejillas. Gruesos los labios y la boca como la de un cerdo petulante. Sus ojos de un grispizarra sobresalan ligeramente, dndole una expresin de perpetua sorpresa ante lo que encontraba en su vida. No obstante, uno pronto se daba cuenta de que esa expresin reflejaba miopa y aburrimiento ms que sorpresa o mero inters. Raras veces cambiaba, sea lo que fuere lo que flotaba ante l. Los dos hombres marchaban a la par por el corredor. Sus pasos hubieran sido los mismos de haber estado al frente de un triunfante aunque sacrlego ejrcito que violara los sagrados recintos de la Suprema Corte. Al final del pasillo doblaron a la derecha y entraron en la oficina del ministril. Una recepcionista aburrida levant la vista desde su mquina Remington. La extraa fisonoma de Mason la asust un instante pero en seguida recuper su compostura. El seor Mason y el coronel Lynch para ver al juez Walker el tono de Mason era cortante. Resultaba evidente su autoridad. La muchacha se apresur a echar un vistazo a su agenda, apret un timbre elctrico y sigui escribiendo a mquina. Minutos despus apareci un negro con traje negro y corbata negra. Por favor, Haskins, acompae a estos seores a ver al juez le orden la muchacha, sin apartar la vista de lo que estaba copiando. Seores dijo Haskins, asintiendo con la cabeza y conduciendo a los dos visitantes por un corredor lateral, donde dieron vuelta y siguieron
generalmente por ramas afiliadas o captulos, en varias instituciones, y designadas por dos o ms letras del alfabeto griego. (N. del T.). 9
caminando paralelamente y en sentido inverso al original, que haban emprendido cuando se dirigieron a la oficina del ministril. Al llegar al final de ese alto pasillo se detuvieron mientras el ordenanza golpeaba suavemente en la puerta de roble. Adelante. La voz era la de un secretario cuyo escritorio estaba situado justo en el centro de un amplio saln. Los ventanales dejaban ver una generosa aunque nada inspiradora vista de la Biblioteca del Congreso. Esa frase fue la suma total de las lneas del secretario en el drama, pues no bien habl cuando un cicln de energa, de no ms de cinco pies de altura, sali violentamente del despacho interior y abraz al visitante de civil. Mason, mi querido Mason! Qu placer verlo! El honorable C. Bradley Walker, juez auxiliar de la Suprema Corte de los Estados Unidos, afloj el apretn que le estaba dando a su ex alumno el tiempo suficiente para echar una mirada circular a todo el edificio. No es como el seminario de Yale, donde tenamos nuestros encuentros orales. Pero uno se las arregla. Inclusive durante la guerra uno se las arregla. Qu bueno verlo otra vez! Este seor debe de ser el coronel Lynch. Bienvenido! el coronel se sinti metido en la vital energa del juez. No tuvo tiempo para replicar, pues tanto su mano como sus odos estuvieron comprometidos a la vez por esa desbordante energa. Dudo que nuestro Mason, aqu presente, le haya contado su tendencia a convulsionar los seminarios. Como quien ha pasado su vida en la Academia, no me falta experiencia, mi querido amigo, ni habilidad para el arte del seminario. Pero en Mason tenemos al maestro, el ltimo maestro. No he conocido ningn colega, y mucho menos un estudiante, que pudiera plantear tales tentadoras preguntas aunque sin respuestas y provocar semejante desilusin, tendindole una trampa al experto para no decir al nefito, con un oportuno y apropiado aforismo de Shakespeare. Mason es el maestro de un arte negro, de un verdadero arte negro. Los dos visitantes se vieron impulsados al interior del despacho de Walker, recargado de anaqueles y con dos escritorios, uno de slido nogal y el otro un delicado podio detrs del cual se pona el juez remedando a Oliver Wendell Holmes (h) cuando escriba sus opiniones. La elegancia dinamarquesa del diseo del podio era un ments a su fortaleza. Por supuesto, no haba lumbre en la chimenea de mrmol pero semejante afectacin no hubiera sorprendido a Lynch en ese trrido da de verano. El coronel estaba convencido, por la manera con que Walker rebotaba al caminar por la gruesa alfombra, que llevaba almohadillas de goma dentro de sus zapatos. Un producto similar en el interior de su cabeza hubiera dado un efecto simtrico a
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su persona. Los dos hombres se instalaron en un sof de cuero negro, mientras el juez se acomodaba en su silln de cuero de respaldo alto y, con una actitud que evidentemente tena ya ensayada muy a menudo, coloc sus delicados pies en medio de un montn de papeles diseminados por el escritorio. Pues bien, usted me dijo que tena algo de suma importancia que el Presidente quera tratar conmigo. Cul es la esencia del asunto? Pero primero, cmo est el querido Franklin? se interrumpi a s mismo. Una de las cargas menos soportables de esta guerra es que ya no podemos vernos tanto como en los buenos tiempos. Yo tengo mi trabajo aqu, y l en el centro de la ciudad. El juez movi la cabeza en direccin al noroeste, hacia donde se hallaba el poder ejecutivo de los Estados Unidos. El Presidente... empez a decir Mason. Fue un esfuerzo intil. Al juez C. Bradley Walker no se lo interrumpa contestndole una pregunta. La guerra no es ms que una violencia organizada. Y la violencia no me gusta. No, no me gusta nada. Por otra parte, una lucha de toda la vida para llevar adelante los valores de la civilizacin occidental me ha enseado que, a veces, la violencia slo puede ser contrarrestada por la violencia. Y as, despus de deliberar mucho y no sin una severa investigacin del alma, he llegado a la conclusin de que quiz yo podra hacer algo til vinculado directamente con el esfuerzo blico...y as se lo dije a Franklin. Le ped... no, le rogu... que me alistara. Que me dejara dirigir la OPA o la WPB o alguna agencia similar. Pero no; insiste en que me necesita aqu. Pues bien; si tenemos que funcionar eficientemente como soldados en el Gran Ejrcito de la Democracia, debemos obedecer sin preguntar ni quejarnos. Con todo, me hubiera gustado que Franklin no le hubiera dado tanto poder a Jimmy Byrnes. Igual que entre nuestras muchachas el juez baj la voz hasta un susurro conspiratorio, jams confiara en un hombre que abandona nuestro augusto tribunal para aceptar un cargo en el departamento ejecutivo. Esa clase de eleccin revela y de qu manera! una fuerte ambicin poltica. Y ustedes conocen muy bien, perfectamente bien, la moral camalenica de los polticos ambiciosos. En fin, Mason; todava no me ha dicho cmo est nuestro querido Franklin. Bsicamente bien, seor juez. Cansado, pero bien. Le enva sus ms cordiales saludos. Por supuesto, por supuesto. Por favor, retribyale los mos. Estamos seguros aqu? le pregunt Mason. Seguros? Seguros? Ah, s, comprendo! Walker lanz una risa nerviosa. Usted quiere decir si tenemos micrfonos ocultos? Difcilmente.
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Nadie espa a la Suprema Corte de los Estados Unidos. Perdneme, pero nuestra misin se refiere a un asunto que atae a la suprema seguridad nacional. Especficamente no puedo decirle con qu estn relacionadas mis preguntas. Hasta el propio Presidente le quedara agradecido que ni siquiera recordara que esta conversacin ha tenido lugar. l la recordar. Pero usted no deber recordarla. De ms est decirlo, mi querido Mason. Ni vale la pena mencionarlo. Una experiencia de toda la vida en la funcin pblica me ha enseado a mantener los velos del secreto que, por necesidad, rodean a la toma de decisiones en tiempos de guerra. Pues bien, en qu puedo ser til? Permtame plantearle un caso hipottico. Ah, estos ex alumnos, coronel! Cmo les gusta pagarle a su maestro con el mismo truco! S. En verdad, consideremos casos hipotticos los ojos del juez brillaron por anticipado. Supongamos, seor juez, que usted estuviera en guerra contra un poderoso enemigo y ese enemigo tiene una debilidad secreta que usted conoce. Usted necesita explotar esa debilidad no una vez sino muchas. Cmo se las arreglara para que el enemigo no sepa que usted est en posesin de su secreto, inclusive mientras lo est empleando contra l? El juez se quit los lentes y los limpi cuidadosamente con el pauelo. Esper a tener ms informacin. Cuando le result evidente y con pena que no haba ms, se decidi a hablar. Mason, usted me ha decepcionado. No, en realidad me desconcierta. Y tambin frente al coronel. Despus de todo lo bien que he hablado de su capacidad para construir acertijos... Lo que usted me plantea, mi querido amigo ni siquiera es un problema. Lynch mir a Mason. Los protuberantes ojos del abogado no revelaban nada. En realidad, raras veces revelaban algo. La solucin prosigui el juez resulta tan evidente como los bigotes en la cara de Adolfo Hitler: usted busca ese secreto como si no lo conociera. Lo busca y se asegura de que el enemigo est seguro de que lo est buscando. Mientras tanto, usted usa lo que sabe y atribuye sus victorias en el campo a una habilidad superior y a un equipo superior... principalmente a una habilidad superior en el planeamiento. Eso enloquecer de rabia al enemigo. Creer que eso se debe slo a su buena suerte y cuando descubra que usted sigue averiguando para conocer su secreto, el enemigo reconocer, reconocer absolutamente, mi querido amigo, que todas sus derrotas son producto de la mala suerte. Utilice el ego del enemigo para engaarlo.
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Mason se levant y le extendi la mano. Gracias, seor juez. Probablemente nunca se dar cuenta de cunto nos ha ayudado. Pero el Presidente lo comprender. Eso es todo? la desilusin en la voz de Walker era genuina. Nada ms que esa pregunta trivial? S, seor. Bueno, mi querido amigo, cada uno hace lo que puede y... en lo que respecta al querido Franklin, raras veces hay un lmite a lo que uno puede hacer. Los dos hombres caminaron lentamente hasta que se volvieron a encontrar en el ardiente resplandor de la plaza de mrmol frente a la Suprema Corte. Cuando entraron en el La Salle de Mason que estaba estacionado tranquila aunque ilegalmente junto al cordn de la vereda en la esquina de la avenida Maryland, Lynch pregunt: Ese hombre es real? Real? repiti Mason. S, seor. Nunca he visto tanta bosta concentrada. Mason se qued callado. Por un momento lo mir ceudo y enojado. Despus apret un botn que pona en funcionamiento la gruesa divisin de cristal que separaba a los pasajeros del chofer. Mientras el abogado sacaba un grueso y corto habano de su tabaquera, se sonri. Bosta concentrada repiti la frase y luego estall en una carcajada. Era la primera vez que el coronel oa rer a Mason. No era un hombre famoso por su sentido del humor o por apreciar el de los dems. Bosta concentrada volvi a repetir. Ustedes, los militares, tienen frases vulgares aunque pintorescas. Con todo, tiene usted razn. Hay mucha de esa sustancia concentrada en l; pero es, tambin, la mente ms astuta que usted pueda encontrar. Y la ms rpida. Nos proporcion la solucin para la Operacin Diosa de Bronce en menos de diez segundos. Todos sus expertos y los mos estuvieron tratando de darla durante semanas sin encontrar ninguna idea prometedora encendi el cigarro y lo inhal como si fuera un cigarrillo. Le gusta la estratagema que nos dio? Bueno... tiene cierto atractivo respondi el coronel, arrastrando las palabras. Quera tomarse tiempo para pensar porque tema que Mason estuviera por saltar, y, en realidad, ya habra saltado quiz, a la conclusin evidente. La primera parte, si damos ms crdito a nuestra habilidad militar que a la de Ultra, para leer la Enigma, es fcil. No tenemos que alentar eso. La segunda parte es bastante peliaguda. Disimular un esfuerzo serio como para
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convencer a los alemanes resultar muy difcil y bastante costoso. El dinero es lo de menos. No estaba pensando en el dinero o en el tiempo. Un montn de gente deber morir a fin de convencer a los alemanes de que estamos tratando de robarles, o secuestrarles su mquina codificadora. En la guerra debe morir mucha gente. As es como funciona el mundo. No es un lugar agradable para gente agradable. Hace mucho tiempo los jefes aprendieron a adelantar sus intereses dejando que los indios se degollaran entre ellos. Me pregunto si los indios lo aprobaran. No me tomara el trabajo de averiguarlo. Sera mucho ruido y pocas nueces. Este plan proporcionar el mayor bien para la mayora. Desde el punto de vista artstico, constituye tambin un golpe genial Mason entrecerr los ojos y dej que la brisa que le llegaba desde la ventanilla abierta le enfriara el cuerpo mientras saboreaba el aroma de su puro. Lynch reconoci la seal de que la conversacin haba terminado pero prefiri pasarla por alto. Mason no era ni un amigo ni un superior benvolo. Durante las cinco semanas que pasaron juntos, el abogado no haba demostrado ni calor ni preocupacin por los que trabajaban para l. Y a Brian Patrick Lynch no le gustaba el pescado fro. Ni la gente fra, especialmente a los que les resultaba fcil planear la muerte de otros seres humanos. En la escala de valores de Lynch, el carcter de Mason era tan feo como su cara. Pero tambin l estaba en el mando. El general haba manifestado bien claramente que sea lo que fuere o quien fuere lo que Mason necesitara para la Operacin Diosa de Bronce se lo pidiera y sin hacer ninguna cuestin. La proteccin del secreto respecto a la existencia de Ultra y su capacidad para leer las comunicaciones alemanas la Operacin Diosa de Bronce gozaba de absoluta prioridad. El coronel decidi averiguar hasta dnde Mason haba buscado apoyo para la misin: No saba que el Presidente estaba directamente interesado en la Diosa de Bronce. Mason abri sus ojos de rana por un momento, luego los entorn y habl con la paciencia puesta a prueba de un padre cuyo hijo se muestra excesivamente averiguador. No sea absurdo. El Presidente slo tiene una idea muy general de nuestros esfuerzos. Pero tuve que invocar su nombre. La velocidad mental del juez apenas sobrepasa a la de su boca. Es incomparable para trasmitir un rumor, inclusive en esta ciudad de chismosos. El nombre del Presidente es lo
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nico en nuestra galaxia, fuera de la muerte, que puede refrenar la lengua del juez Walker. Mason se recost en el asiento y abri su reloj: Slo tenemos tres minutos y cincuenta y dos segundos antes de llegar a nuestro destino. Necesito silencio para meditar... por favor. Roma, mircoles 23 de junio de 1943 La maana romana era de un azul tan brillante y difano que hasta se podan ver, ms all de las gigantescas estatuas de la baslica de San Juan de Letrn, las montaas de la Italia centro-meridional. Un sacerdote irlandsnorteamericano, alto y de pelo negro, el padre Fitzpdraig Cathal Sullivan, S. J. detuvo su marcha a una docena de yardas de la cima del Gianicolo. Debajo el Tber corra lnguidamente serpenteando por la vieja ciudad. Justo frente a l, pero ms distante, las torres gemelas de Trinit del Monti se elevaban por encima de la escalinata espaola; a la derecha, el cursi monumento de mrmol de Vittorio Emanuele brillaba a la luz del sol; y un poco ms lejos, a la derecha, la arcilla en torno de las ruinas del Palatino reflejaba su rojo sanguneo. Desde esa altura, la panormica grandeza de las siete colinas y su halo de historia servan de pantalla al fangoso ro, a la decadencia de los antiguos edificios y al horror artstico de una arquitectura moderna que a Mussolini le pareca majestuosa. Al jesuita le encant ese espectculo. En realidad, la oportunidad de disfrutar de esa magnificencia constituy la verdadera razn de haber ascendido al Gianicolo esa maana. Saba que, meramente, haba racionalizado para s mismo la necesidad de hablar con las monjas enfermeras en el hospital peditrico de la colina. Para un espa era esencial mantener un estrecho contacto con sus agentes; pero esas mujeres le hubieran enviado un mensaje de existir algo importante que comunicar. Al fin y al cabo, su posicin como funcionario en la Secretara de Estado del Vaticano facilitaba al clero ponerse en contacto con l. Estaba pagando el placer que le proporcionaba ese panorama romano con una fuerte presin en el pecho que se extenda por su brazo izquierdo, producindole un hormigueo en los nudillos del dedo meique como si recibieran suaves choques elctricos. Como de costumbre, justo antes de que le alcanzara el dolor, le resultaba difcil respirar. Senta un ardor en los pulmones y un ligero vahdo, como si le faltara oxgeno. El sacerdote se recost contra la pared del hospital, confiando en que el dolor amainara. Sac un enorme pauelo y se enjug el sudor de la cara. Lo que
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en realidad necesitaba era una toalla. La ascensin haba sido ardua. Haca mucho ms calor en el camino que suba por la colina de lo que le pareci a la sombra de San Pedro. Y la larga sotana negra tal cual requera la costumbre romana acrecentaba su incomodidad. El dolor no menguaba. Con reticencia sac dos pequeas tabletas de un frasco que llevaba en el bolsillo del pantaln y se puso una bajo la lengua. Vacil, indeciso durante varios minutos, tom la segunda tableta con los dedos y cerr los ojos como esperando que el nitrolingual le abriera sus arterias coronarias. Suspenda toda actividad fsica y trate de mantenerse calmo, le haba dicho el mdico; piense en cosas agradables; medite, tal vez. El Padre Sullivan haba intentado esto ltimo varias veces. Pero, tuvo que admitir, no era ms mstico que asctico. Rez, por supuesto, pero sus oraciones consistieron en su mayor parte en confrontaciones directas con el Todopoderoso: splicas de ayuda, breves recuerdos de pedidos sin respuestas, gracias por favores recibidos y peticiones por el perdn de los pecados. Pese a ser sacerdote, Fitzpdraig C. Sullivan no poda imaginarse a s mismo acercarse y mucho menos alcanzar un estado contemplativo que lo elevara a una especie de unin trascendente con la divinidad. Se dispuso con felicidad a rezar rpidamente un acto de contricin siempre era posible que comenzara un fuerte ataque al corazn, ms que un transitorio ataque de angina y se entreg a agradables pensamientos. Su mente se concentr en la fiestita que sus amigos de America le haban ofrecido cuando dej de prestar servicio en la cancillera del arzobispo Spellman. Fiorello La Guardia, tambin una Florecilla, haba aparecido. Permaneci slo un momento pero estrech la mano del sacerdote y le dijo el esplndido trabajo que estaba haciendo. Despus estaba ese da cuando viaj a Washington por un encargo de la dicesis y conoci al senador Robert Wagner. Para hablar con l, emisario de Spellman, Wagner debi interrumpir una conversacin nada menos que con el senador Arthur Vandenberg. Wagner se lo present al gran hombre. Sullivan poda recordar cada detalle de esa ocasin, hasta el traje oscuro a rayas que llevaba Wagner. Pero lo que ms recordaba el jesuita era esa firme determinacin determinacin de bulldog, deca l que aflor a los ojos de los dos senadores. Eran hombres poderosos y consagrados a sus tareas. Tambin eran amigos suyos. Despus de la guerra, cuando se dijera la verdad, el Father Christmas, el espa norteamericano en Roma, sera una leyenda y personajes famosos como La Guardia, Vandenberg y Wagner lo buscaran.
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El dolor estaba amainando. Pronto desaparecera y podra continuar su ascensin al hospital. Quiz las monjas tuvieran algo para informarle. Una de ellas visitaba regularmente al hijo de un ministro del gabinete. Tal vez hubiera odo algo que confirmara o contradijera los rumores que circulaban por el Vaticano acerca de que la mayora de los dirigentes fascistas estaban hartos de la guerra, preparaban la destitucin de Mussolini y aguardaban entablar negociaciones de paz cuando los aliados invadieran Italia.
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ESPAS EN ROMA
Veo ante m, tendido, al gladiador: su viril frente, apoyada en la mano, consiente en la muerte, pero domina su agona. Y su inclinada cabeza cae poco a poco. De su flanco manan las ltimas gotas de su roja herida y una a una caen pesadamente como las primeras gotas de un chaparrn atronador. La arena gira a su alrededor. Y muere antes de que cesen los inhumanos gritos que vivan al vencedor. George Gordon, Lord Byron, El peregrinaje del joven Harold.
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UNO
Roma, lunes 27 de setiembre de 1943 La-buo-na! Desde la calle, la voz de un adolescente cantaba en dialecto romano mientras un par de chicas de catorce aos se diriga a la escuela, all en lo alto de la colina. El muchacho peda al mundo que fuera testigo de la belleza de la chica ms alta. Las dos se escabulleron, fingiendo no darse por aludidas aunque se sonrieron. La respuesta lleg desde arriba: A-bu-ri-no!. Era una mujer muy gorda, de edad mediana, una trasteverina cuya voz ronca y spera regaaba al muchacho tratndolo de campesino por su vulgar panegrico. Roberto Michele Rovere saba, sin necesidad de mirar por la baranda de la azotea, que la mujer estaba asomada a la ventana del departamento. Era una conclusin que no requera una deduccin cientfica. Asomarse por la ventana que daba a la calle era la ocupacin normal de las dueas de casa del Trastevere, y para cuando el segundo hijo de ellas haba abandonado los paales las cuerdas vocales de la mayora de las mujeres estaban ya gastadas por los alaridos que constituan el mtodo normal de comunicarse con cualquier persona que no estuviera haciendo el amor en ese preciso instante con ella. Los aullidos de Fabriziana Donatello diferan en altura desagradable de los de sus cohortes estacionadas en las ventanas vecinas. Quiz su tono ronco era distinto porque no tena hijos. Pero se era otro asunto; eran los inescrutables designios de Dios, pese a los centenares de velas que le haba encendido a San Dorotea. Excepto cocinar, comer, utilizar el retrete, vaciar la basura por la ventana, y, en raras ocasiones, ganarse la vida barriendo y lavando la escalera de mrmol en el interior del decadente palazzo (el cual era, bajo patrones norteamericanos, un conventillo; pero en Italia hasta un conventillo poda llamarse un palazzo), la mujer pasaba sus das y las noches como una rechoncha grgola torva observando la vida que transcurra sobre el empedrado de la calle. Trastevere era su pas, casi su universo. La basura no tena importancia. Ni siquiera Mussolini haba conseguido convencer a los trasteverinos para que pusieran la basura en tachos. Al fin y al cabo, si Dios no quera que arrojaran la basura por
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las ventanas, para qu haba enviado a hombres con escobas para que la barrieran todas las maanas? A diferencia de sus vecinos, Fabriziana saba algo del mundo frente al Tber. De joven lo haba cruzado para ocuparse de los hijos de una familia juda que viva en el antiguo ghetto. No poda recordar la fecha exacta; quiz 1928. O fue en 1927? Ah haba terminado un buen perodo de su vida. Sin embargo, sus viajes no quedaban confinados a la poca de su juventud. Varias veces por ao el marido le haca poner su mejor (y nico) vestido negro dominguero y la llevaba a caminar por la Piazza Venezia, a varios kilmetros de distancia, para or al Duce. Paolo aplauda vigorosamente y con frecuencia y ella lo segua, aunque ms lentamente. Nunca haba entendido bien el dialecto toscano que los extranjeros tomaban errneamente por la verdadera lengua italiana, y mucho de lo que Mussolini deca con su acento norteo le resultaba poco menos que un galimatas. Esa dificultad con el idioma constituy un problema para que Fabriziana descifrara la carta de la Cruz Roja. Tambin sta estaba en toscano. El hombre que atenda la vinera y aceitera era el ms educado del vecindario. Haba asistido un ao entero a la escuela media y se la poda traducir. Inclusive en romanesco las palabras expresaban poco: Paolo Donatello, su marido desde haca quince aos, estaba en un campo de prisioneros en Carolina del Sur. La primera carta del Ministerio de Guerra tena mucho ms sentido: Paolo haba desaparecido. Ella podra haberle dicho al Ejrcito que si iba a haber lucha ya podan dar por desaparecido a Paolo. El marido poda aplaudir al Duce y hasta discutir en la vinera que el fascismo era bueno para Trastevere o inclusive para Italia, si esta palabra tena algn sentido. Pero arriesgar la vida por los extranjeros? Improbable. Ni Paolo ni muchos trasteverinos. Podan ser valientes luchadores cuando el honor personal o familiar estaba en juego. Pero arriesgar la vida por un extranjero o por un ideal? Jams. Y dnde estaba o qu era Carolina del Sur? Por lo menos Fabriziana tena la tranquilidad de saber que cualquier lugar con ese nombre extranjero debera hallarse muy lejos y, por lo tanto, debera ser muy seguro. Ser un prisionero no era el destino mejor; por otra parte no era el peor. Ms an; era un lugar del que Paolo podra extraer alguna experiencia. En varias ocasiones haba sido un husped no pago en la crcel Regina Coeli la Reina del Cielo, convenientemente ubicada a lo largo del Tber entre Trastevere y la ciudad del Vaticano. Paolo sabra sobrevivir y hasta quiz prosperar. Dos pisos encima del departamentito de Fabriziana, Roberto Michele Rovere, en una poca instructor de lenguas romances en Princeton, actualmente
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teniente segundo de la Reserva Naval de los Estados Unidos, prestado a la Oficina de Servicios Estratgicos, estaba sentado en la terraza tratando de absorber de la mejor manera posible los dbiles rayos del sol otoal. Necesitaba ese calor para restaurar cierto sentido de la realidad de su vida. Una semana antes haba estado en Virginia. Ahora se hallaba en la Roma ocupada por los alemanes, en el departamento de su contacto Anna (o An-NA, como diran los trasteverinos, de haberla llamado alguna vez por su nombre). Cerr los ojos y quedose reflexionando sobre lo que haba sido su vida antes de que la OSS lo utilizara. Utilizara era la palabra exacta. Ellos lo haban elegido; l, ciertamente, no se haba ofrecido como voluntario. Ni se haba preparado para ser espa. Al fin y al cabo, un doctorado en literatura comparada apenas si poda ser un medio de acceso al espionaje, especialmente cuando los intereses personales se orientaban hacia la poesa moderna. Roberto tena el suficiente orgullo como para admitir que la eleccin de la OSS no haba sido irracional. Nunca, nunca antes se haba manifestado en cualesquiera de las artes de capa y espada; pero, en otros sentidos, estaba soberbiamente capacitado para espiar en Italia. Haba nacido en los Estados Unidos, pero a menudo sentase ms italiano que norteamericano. Por parte de padre descenda de una antigua y moderadamente aristocrtica familia de Savona. Su abuelo paterno haba recogido lo que quedaba de la fortuna familiar y se haba trasladado a Florencia, donde el hijo se convirti en un famoso profesor de literatura en la universidad. Durante una visita a la Universidad de Chicago, il professore conoci a una norteamericana con la que se cas. Los antepasados de ella eran lo que los italianos llaman un misto, una mezcla. Era el producto de una unin entre una esbelta y morocha muchacha juda y un irlands carirrojo que pas del viejo terruo del condado de Mayo al distrito Back of the Yards de Chicago. Su astucia y rapidez con los puos lo llevaron desde ser un muchacho desharrapado que trabajaba en los mataderos hasta presidente de una firma envasadora de carne. Como resultado de la herencia materna y la participacin paterna de las acciones familiares que iban desde los viedos de Sangiovese entre los nudosos olivares en las colinas del sur y del oeste de Florencia, el dinero nunca fue un problema en la vida de Roberto. Con sus padres y dos hermanas menores pasaba los meses en que la universidad se hallaba ms o menos en funciones, entre octubre y mayo, en Florencia. Durante los veranos, la familia volva a los Estados Unidos, parando ya sea en casa de parientes en la Costa de Oro de Chicago o en su propia casa de verano en el lago Michigan. Para gran orgullo de su padre, Roberto haba recibido su laurea de la
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Universidad de Florencia en un naciente campo que en un entorno educacional ms especializado se hubiera llamado lingstica. Despus fue a graduarse en Harvard en literatura comparada. Se inscribi y pas sus exmenes doctorales despus de slo tres semestres y volvi a Italia a investigar para preparar una disertacin sobre el entonces poeta viviente Carlo Alberto Salustri, que utilizaba el seudnimo de Trilussa. La disertacin fue un acto de amor. No slo admiraba Roberto la habilidad artstica de Trilussa sino que encontr simptico al viejo. Los dos compartan su amor por la literatura, el buen vino y la grandeza romana, adems de su desprecio intelectual por el fascismo. Trilussa gozaba en desplegar el lenguaje indirecto de sus poesas populares para ridiculizar a Mussolini, dejando que el cerdo se retorciera impotentemente bajo el reidero azote de la alegora. Quiz engredo en demostrar su virtuosismo literario, el poeta eligi para escribir el dialecto romano, romanesco o romanaccio, romano feo como lo apodaban los italianos del norte. Tal eleccin hizo que sus escritos fueran menos accesibles, pero le permiti mostrarse astutamente ms enigmtico, una posicin que los italianos civilizados colocaban por encima de la santidad. Fuera de Toscana en la Italia centro-septentrional, el idioma italiano era a menudo, en la dcada de 1930, tanto una ficcin legal como una lengua popular. Histricamente, cada regin haba tenido su propia lengua, que a veces difera de otros dialectos, tanto como el alemn del espaol. Como parte de sus esfuerzos para unificar el pas en la ltima mitad del siglo XIX, la casa de Saboya haba bautizado el toscano, el dialecto de Florencia y Siena y la lengua de Dante, como italiano. El efecto no fue mucho ms grande que el habitual decreto gubernamental italiano. La gente continu usando sus propios dialectos y slo hasta la llegada de Mussolini el gobierno hizo rigurosos intentos para asegurar que el toscano se enseara estrictamente en todas las escuelas, en cualquier lugar que se encontraran. Como resultado, la mayora de los italianos ms jvenes hablaron con fluidez las dos lenguas: el toscano y su propio dialecto local. Este ltimo fue el idioma de los vecinos, de los amigos, de la familia, de los chistes y del lenguaje amoroso; el primero se constituy en el medio de comunicacin con los extranjeros y los funcionarios pblicos a los cuales, desde luego, no se les peda, ni ellos le daban, una clara pronunciacin. El descifrar los secretos de los versos y sus largas conversaciones con Trilussa convirtieron a Roberto en un maestro del dialecto. Sin embargo, el poeta se le quejaba de que hablaba como un erudito, le faltaba el instintivo desdn romano por la gramtica cuando las reglas se interponan en el camino de una vvida imaginera o de una oportunidad para confundir a los crdulos.
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El idilio de Roberto con el romanaccio fue causa, si no resultado, de su inters por Trilussa. Si bien el padre de l, un docto professore, haba tratado a Roma, a los romanos y al romanaccio con el desprecio que slo los florentinos y los parisienses demuestran hacia quienes no hablan su idioma con la perfecta entonacin, Roberto quiso a Roma y a su gutural dialecto desde su niez. Era un amor que hered de su madre. Tambin ella fabricaba siempre excusas para pasar unos das en la ciudad, y las hermanas de Roberto se sentan felices de que la madre se lo llevara con ella para poder tener as la oportunidad de entretener al padre con toda clase de imprudentes y costosas promesas. Mientras la madre realizaba sus compras en la zona de moda de Piazza Spagna y tomaba caf en las veredas de la elegante aunque un tanto vil Via Veneto, Roberto sola pasar el da entre las ruinas de la Roma imperial y republicana. A veces se sentaba al sol, en medio de las piedras del Foro, cerca del lugar donde lo saban los eruditos locales los puales de los asesinos dieron fin a Julio Csar. (Roberto prefera pasar por alto la verdad ms probable de que el asesinato tuvo lugar a media milla de distancia, en una zona cercana al Largo Argentina, pavimentada ahora ingloriosamente). Se imaginaba a s mismo llevando una toga y caminando por las antiguas calles, congregando al Senado y al pueblo romano a oponerse a la tirana. Otros das vagabundeaba por la avenida, al refugio del Coliseo, se sentaba en las gastadas piedras y se vea como un galante gladiador cuyo valor y fiereza le haban valido su libertad, pero que regresaba todas las semanas a la arena para probar su fogosidad entablando un mortal combate. Las multitudes lo vivaran y el emperador y su corte y sus encantadoras cortesanas haran caer sobre l lluvias de flores. La gente de la Roma moderna, al menos la que viva en las partes antiguas de la ciudad, como Trastevere, los romanos de Roma, tambin fascinaba a Roberto. Se haba hecho amigo de los comerciantes y basureros y de los muchachos de su edad. A veces cruzaba el ro hasta Trastevere para gozar de la clida atmsfera de un bar vecino el lugar de reunin de las familias obreras, desde bambini que berreaban hasta sus ancianos abuelos. Los mayores se sentaban a las mesas, beban caf o vino y hablaban del destino del mundo o, por lo menos, de la vecindad inmediata. Los chicos corran por todas partes, sorbiendo y derramando alternativamente helados, y los adolescentes caminaban a la deriva, comenzando sus tmidos cortejos amorosos bajo las afiladas miradas de sus parientes. A diferencia de su padre, a Roberto le encantaba el modo con que los romanos hacan grgaras ms que vociferaban las palabras, y, como cualquier
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muchacho normal, sentase mrbidamente atrado por la vulgaridad de las expresiones comunes. Con todo, deba tener cuidado en su casa. La acostumbrada y terrenal negativa oda a menudo hasta en una comida familiar de sus amigos de la clase obrera romana: Fa in culo no era la nica que toleraban sus padres, si bien sus hermanas la encontraban casi divertida como la bofetada que le dieron la primera vez en la boca. Finalmente, cuando los padres no podan orla, la utilizaban. Despus, cuando su equilibrio hormonal empez a restaurarlo, comprendi que su padre tena cierta razn. El dialecto estaba tan mechado de obscenidades como el habla de un sargento de marina y la conversacin estaba sazonada de burlas mucho ms crueles acerca de los orgenes humildes, las impotencias fsicas y las inseguridades psicolgicas. Los padres de Roberto, evidenciando lo que en ellos era un raro ejercicio de visin proftica, haban decidido no volver a Italia despus de que los alemanes invadieron Polonia en setiembre de 1939. No se necesitaba ser un genio militar para calcular la superioridad de las armas alemanas y su espritu combativo sobre los franceses, o ser un psicoanalista para saber que Mussolini se lanzara sobre Francia no bien viera que los alemanes la haban degollado. Ni se necesitaba ser un paranoico para temer lo que le sucedera a una familia que fuera en parte juda si como pareca probable, dados los rumores antisemitas que los fascistas aumentaban cada vez ms Italia tomaba en serio la poltica racial de los nazis. Lo que hizo que ese razonamiento resultara inslito era su practicidad. La familia Rovere, especialmente il professore, era famosa por desconocer o no preocuparse bastante el mundo real como para formular razonamientos prcticos. El dinero era real. Florencia lo era. Chicago lo era. El lago Michigan lo era. La belleza y la literatura lo eran. Para los Rovere el mundo real no era Hitler, Mussolini, Stalin, Chamberlain o Roosevelt sino Dante, Guicciardini, Tesauro, Manzoni, Muratori o hasta Moravia. Era un mundo compartido por pocos extranjeros, como Shakespeare y Goethe, o quiz Hesse y Melville, pero no por los polticos, vivos o no. Mussolini era un payaso; Hitler y los otros, ficciones de periodistas de hiperactiva imaginacin. En todo caso, los Rovere se establecieron cmodamente en Larchmont, Nueva York, y el professore se uni con otros y ms pobres refugiados del fascismo, honrando la Nueva Escuela de Investigaciones Sociales. Roberto permaneci en Roma ese verano y se arriesg a quedarse todo el mes de noviembre de 1939 hasta terminar sus investigaciones. Saba que la desercin de su padre lo expondra a las iras de los matones de Mussolini, pero calcul que
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los lentos cerebros de stos tardaran varios meses en vincularlo con su padre. Una vez terminado el borrador de su disertacin, en la primavera de 1940, despus de que los nazis humillaron a la armada britnica y conquistaron Dinamarca y Noruega y estaban por aplastar a los ejrcitos, numricamente muy superiores, de Inglaterra, Francia, Blgica y Holanda, Roberto acept un cargo de instructor en Princeton. Pas el verano revisando la disertacin a fin de entregarla a un editor, tarea que result ms fcil que la de persuadir a un editor a que aceptara el manuscrito. Fuera de Italia, a Trilussa se lo segua considerando (cuando se lo consideraba de alguna manera) un poeta menor. Y la mayora de los crticos ingleses y norteamericanos miraban la poesa italiana (si es que la tenan en cuenta) como habiendo comenzado y terminado con Dante. La principal contribucin de la pennsula a la poesa moderna as lo crea la masa de esos eruditos haba consistido en proporcionar inspiracin a artistas como Shelley, Keats o los Brownings. Tras un ao siniestro dividido entre preparar sus lecciones (preceptos, los llamaban en Princeton) y cursos de introduccin y leer cartas de rechazo de los editores, Roberto recibi una breve nota de la Columbia University Press expresndole su entusiasmo por su trabajo y el deseo de publicrselo despus de algunas revisiones. Junto con su reputacin, arduamente ganada, de cuidar de sus alumnos, la aceptacin del manuscrito signific un buen punto de partida para su carrera acadmica. En realidad, hubiera sido mejor contar con una imprenta ms prestigiosa que la de Columbia. Pero, como coment sucintamente il professore, con eso era bastante. Abbastanza. Luego, pocos meses despus lleg Pearl Harbor, seguido por la rpida terminacin del curso de otoo, una rpida instruccin militar, semanas de espera para su destino y tres meses de entrenamiento para ser un oficial de la marina en un pequeo colegio en los yermos de Nueva Inglaterra llamado Dartmouth. Con su misin en junio de 1942 llegaron rdenes a Washington de formar un pequeo grupo de oficiales que trazaran planes para un eventual gobierno militar en Italia. Dada la manera con que las fuerzas aliadas en el mundo se retiraban desordenadamente, Roberto pens que ese trabajo era prematuro, pero no estaba dispuesto a protestar. Segn el New York Times, el Washington Post y algunos noticiosos cinematogrficos, haba lugares en el mundo donde los oponentes estaban cambiando entre ellos municiones vivas ms que memorandos iracundos. Y haba absorbido la suficiente filosofa moderna romana para atemperar su odio por el fascismo con un sentido de la supervivencia personal. Haba sido una buena faena. Le bast sobrevivir doce meses para que lo
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ascendieran a teniente, con grado subalterno. Empero, al principio, cuando lo hacinaron en oficinas temporales en Constitution Avenue, hirviendo en el verano, helndose en invierno, la supervivencia no pareca ser siempre una certeza. Despus, en febrero de 1943, cuando qued completado el Pentgono, trasladaron su oficina a recintos ms amplios, con aire acondicionado, y su escritorio se convirti en el rincn agradable de su vida. El trabajo en s era interesante. Cada uno de las docenas de funcionarios haba estado alguna vez relacionado con la academia. Los antecedentes, adems del hecho que todos eran reservistas ms que regulares, facilitaron las relaciones, aflojaron la disciplina y la produccin se elev. El equipo proceda como si sus miembros estuvieran acostumbrados: definan una serie de problemas y procuraban soluciones alternativas hasta que daban con el plan que mejor se ajustaba. La nica parte onerosa de la tarea era vender las ideas del equipo a soldados profesionales, quienes dudaban de que todo eso significara, para el carcter nacional de Italia, ms que montones de tallarines con abundante ajo y salsa de tomate. Pero, aunque no estaban informados y no muy interesados, los profesionales eran inteligentes, deseosos de aceptar el argumento prctico que un determinado plan, por incongruente que les pareciera a los norteamericanos, funcionara bien en Italia, ahorrando tiempo y tropa para otras misiones. Desde luego, haba bastante trabajo en lo que a preparacin de detalles tcnicos se refiere, como calcular la cantidad de comida, aguay medicinas que podran necesitar las diversas ciudades y preparar planes alternativos a fin de proveer a esas necesidades. Washington, durante las primeras etapas de la Segunda Guerra Mundial, era un paraso para un muchacho soltero, alto, razonablemente guapo y heterosexual, cuyas inhibiciones respecto al sexo eran sociales ms que morales. La ciudad estaba colmada de mujeres que trabajaban para el gobierno. Superaban a los hombres segn la noche en cuatro, cinco y hasta seis por cada uno. Desde adolescente, Roberto haba tenido una serie de chicas, haba roto algunos corazones con sus ojos pardo-negruzcos y le haban roto el suyo una media docena de veces. Pero fue, sin embargo, un perodo en que el sexo era, con todo, peligroso, si bien difcilmente desconocido entre los solteros o no intentado por los varones jvenes con chicas que parecan suficientemente refinadas como para protegerse contra sus peligros o suficientemente no refinadas para desconocer sus potenciales costos. Roberto haba sido abstemio. No virgen, sino abstemio. Le gustaba esta palabra para describir su vida sexual. En Florencia haba racionalizado que los
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riesgos polticos eran demasiado grandes. Ya bastantes problemas haban tenido l y su familia por ser conocidos como antifascistas. Como estudiante graduado en Harvard haba reflexionado en que, mientras se puede llevar a comer, o a la cama, a una chica del Radcliffe, sencillamente uno no se casaba con ella. Y, para el trmino medio de la norteamericana de esa generacin, el sexo significaba matrimonio. En Princeton, las tentaciones eran mnimas. Profesores y estudiantes eran todos varones y no haba forma de seducir a una secretaria. Ese tab, desde luego, no impeda alguna escapada ocasional a Kingston o New Hope. Sentado en una azotea de Trastevere, con tropas alemanas bajando el Lungo tevere a apenas quinientas yardas de distancia, Roberto comprendi que haba pasado mucho de su juventud en bibliotecas ms que en fondas y no slo, como en una poca le gustaba creer, por su apasionado inters por la erudicin. Algo de eso haba, aunque quiz mucho ms; pero tambin haba algo menos agradable: la competencia con il professore. El viejo era bueno, lo mejor que haba en Italia. Pero l poda ser mejor. La ambicin es un motor. Ahora que era un espa ms que un erudito, poda rerse de su edpica rivalidad. Qu tal hubiera sido il professore como espa? A Roberto no le qued ms que admitir que, probablemente, hubiera sido un buen espa. Pareca ser tan chapucero y distrado que nadie, ni siquiera la Gestapo, hubiera sospechado de su inteligencia o de su frrea voluntad. Sin duda hubiera ido directamente al cuartel general militar de Villa Wolkonsky y preguntado qu es lo que haba ido a buscar Roberto y ver la ultrasecreta mquina Enigma. Y lo hubiera hecho con tanta modestia y un aire de tal instintiva autoridad que algn ordenanza teutnico, obsesivamente obediente, le hubiera llevado la mquina para que la fotografiara. Despus de unos alegres meses en Washington, saltando entre las camas de varias mujeres del servicio civil, Roberto le haba ofrecido, con mucha galantera, a una atractiva, si bien muy viajada, subteniente de las WAVES 1, la oportunidad de compartir una vieja casa en Alexandria que haba heredado de una ta materna. La WAVE, como la mayora de la gente que haba ido a Washington durante la guerra, haba tenido dificultades para encontrar una habitacin decente; una casa en una ciudad le pareci una fantasa convertida en realidad. Cuando Roberto le ofreci un dormitorio y un bao separados con su respectiva llave y otra llave de entrada a la casa, la oferta le result menos atractiva aunque ms fcil de aceptar. La cerradura era slida, pero no tanto
1WAVES:
Women Accepted for Voluntary Emergency Service miembro del cuerpo auxiliar femenino de la marina de guerra norteamericana. (N. del T.). 27
como la libido de ella. Adems, el dormitorio de l era mucho ms grande y tena una esplndida vista sobre el Potomac. En el arreglo hubo mutuo afecto; pero la WAVE haba reservado su corazn si no algo ms para otro marino que en esos momentos prestaba servicios en un destructor en el Pacfico Central. De ese modo su relacin con Roberto calm algunas necesidades femeninas sin causar complicaciones emotivas... siempre que el valiente oficial del destructor permaneciera en el Pacfico. En cuanto a Roberto, la vida le era muy agradable. El plan para gobernar a Italia era o bien ridculamente fcil o absolutamente imposible, pero siempre interesante para quien quera a los italianos. Empero, en cualesquiera de los dos casos le consumira toda su energa intelectual. Encontr bastante tiempo, durante sus supuestas horas de trabajo, para comenzar un serio estudio de otro poeta romano, Giuseppe Gioacchino Belli. Como reservistas y acadmicos, sus colegas inmediatos no le pusieron objeciones con tal que formara parte de las misiones, y en cuanto a los soldados profesionales un libro en italiano les pareca tan lindo como cualquier otro. La vida era menos agradable en otras zonas del mundo. En julio de 1943 las tropas britnicas y norteamericanas desembarcaron en Sicilia y empez una dura y sangrienta lucha para desalojar a los alemanes. En el interior, algunas semanas despus, el Gran Consejo Fascista exigi la renuncia a Mussolini. El gobierno interino del mariscal Pietro Badoglio asegur, con la baladronada a la que estaban acostumbrados todos los italianos desde haca mucho tiempo y a la que era inmune la mayora, que Italia sera fiel a la palabra empeada y que continuara la gloriosa lucha por una victoria fascista. El rey respondi como un eco a las palabras del mariscal: Que cada uno vuelva a ocupar su puesto en el deber, la fe y el combate. Todos los que en Londres, Washington y Berln conocan bien la poltica internacional, y cualquier italiano, saban que esos discursos estaban destinados a calmar las sospechas alemanas mientras el nuevo gobierno trataba con los aliados una paz separada. El mando supremo nazi conoca suficientemente a su socio para no necesitar la trascripcin de un mensaje de un submarino alemn que, al escuchar las conversaciones telefnicas transocenicas entre Roosevelt y Churchill supuestamente embrolladas hablaban de negociaciones aliadas con Badoglio. El idilio de Roberto termin casi al mismo tiempo que el de Mussolini. A fines de julio de 1943, escasamente un mes despus de que el juez C. Bradley Walker haba recibido a su ex alumno y al coronel Lynch, Roberto se haba
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estado divirtiendo antes del almuerzo, leyendo unas poesas de Belli, con un enorme mapa de las calles de Roma sobre su escritorio, para que nadie que no manejara el italiano con fluidez, no fuera a creer que no se estaba ocupando concienzudamente de ganar la guerra. Un teniente coronel, de labios apretados y un poco mayor que Roberto y, seguramente, no tan bien educado, apareci de pronto en la oficina y, con un tono que indicaba a las claras que un no sera una respuesta inaceptable, lo invit a almorzar con el coronel Brian P. Lynch. Las oficinas del coronel se hallaban en uno de los crculos interiores del Pentgono. En la puerta de la secretara slo haba una palabra: Planificacin. Dentro, el coronel estaba sentado ante una mesa de conferencias, con John Winthrop Mason, quien pese a la temperatura, vesta un traje de tres piezas, impecablemente planchado. Por las mangas de la chaqueta asomaban unos gemelos de oro en los puos de una camisa francesa rgidamente almidonada. Para Roberto, Lynch se pareca mucho a otros cincuenta coroneles del ejrcito regular: alto y con seales de haber batallado. Mason era otra cosa. La arrogancia desbordaba de sus ojos saltones y el olor del polvo que se haba puesto en su grotesca cara era como el de una colonia para despus de afeitarse. El teniente coronel joven hizo las presentaciones del caso y sali velozmente. En seguida un ordenanza empez a servir una decepcionante coleccin de sndwiches de jamn, papas fritas rancias, pickles empapados y un t helado dulzn, sin limn. Entre un mordisco y otro, Roberto contestaba las preguntas del coronel acerca de la vida en Roma antes de la guerra donde, segn sali a luz, Lynch haba pasado tres aos maravillosos como ayudante del agregado militar. Durante la comida John Winthrop Mason casi no dijo una palabra. No obstante, Roberto tena conciencia de que el hombre mayor escuchaba y pesaba cada palabra que l deca. Al principio, con sorpresa. Despus se dio cuenta de que la mirada del otro era casi helada. Terminado el almuerzo, el ordenanza volvi con galletitas, fruta y una cafetera con un caf flojo y recalentado. Roberto hubiera preferido un cargado espresso para que su adrenalina empezara a funcionar y le mantuviera alerta la mente. Mason tom una manzana de la bandeja, la contempl y la volvi a poner en su lugar. Despus, tras varios sorbos de ese lquido marrn, pronunci su primera frase completa, con una voz sorprendentemente chillona. Roberto esperaba que de esa enorme cabeza saliera algo ms resonante. Seor Rovere el seor era tcnicamente correcto para un teniente naval, pero Mason no pronunci la e final de ese apellido. Tpico error norteamericano. Lo que vamos a tratar est tan altamente clasificado que usted sufrira un fatal accidente si nosotros llegamos a sospechar que pueda
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llegar a revelar que esta conversacin ha tenido lugar. Hizo una pausa para que le entrara el mensaje y para fabricar una especie de sonrisa tan floja como el caf, como si sus gruesos labios intentaran una suerte de magia. A Roberto no se le ocurri que esa fingida sonrisa indicaba que Mason haba hablado en broma. El norte de frica, ha dicho Churchill, no fue el principio del fin sino el fin del principio. El principio del fin ser nuestro desembarco en la Europa occidental. El da est distante. Aqu tiene la razn ms importante. Mason se levant y encendi un receptor de radio metido en la pared. Pasados unos minutos para que se calentaran los tubos, el saln se llen con un frrago de puntos y rayas que venan de las trasmisiones de onda corta. En la Escuela de Entrenamiento Roberto apenas si haba podido enviar un cdigo en Morse y jams pudo leer ms de cinco palabras por minuto. Estos operadores saba lo suficiente como para reconocer varias manos distintas en los manipuladores trasmitan casi a la misma velocidad con que normalmente se habla. Mason escuch durante unos minutos con atencin y de pronto apag la radio. Sabra leer eso? Me temo que no, seor. Tampoco nosotros. Eso es lo que est postergando el principio del fin. Usted acaba de or a un comando naval alemn y un submarino alemn. Probablemente estn intercambiando informacin acerca de un convoy en un cdigo que no podemos descifrar. Lo que ellos estn utilizando interrumpi Lynch es una mquina que cifra y descifra. Los alemanes la llaman Enigma. El nombre le encaja perfectamente. Mason enfoc sus ojos saltones sobre el coronel pero no se dign reconocer su intervencin. Esos submarinos nos estn desangrando. El ao pasado hundieron seis millones de toneladas de barcos aliados. Slo en marzo ltimo hundieron ms de seiscientas mil toneladas. Seiscientas veintisiete mil, trescientas setenta y siete volvi a interrumpir Lynch. Saba que a Mason le fastidiaba que lo interrumpieran. En realidad, el coronel haba descubierto que interrumpirlo era el nico modo de traspasar la fra piel del abogado. El carguero trmino medio prosigui Mason, con los msculos
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faciales tensos debajo de sus ojos despacha diez mil toneladas. De ese modo estamos perdiendo una gran cantidad de barcos y una tremenda cantidad de carga. Y seres humanos acot Lynch en voz alta, aunque casi para s mismo. Y seres humanos suspir Mason. Escuchamos esas trasmisiones pero no podemos entender una palabra. Usted es un oficial naval Roberto se sinti halagado; jams se haba considerado un verdadero oficial naval; slo un actor disfrazado. Usted sabe lo que significara si pudiramos descifrar esos mensajes. Podramos desviar nuestros convoyes y atacar los submarinos. Podramos colocarnos en la ofensiva. Despus, cuando invadamos el continente, sabramos dnde estn sus tropas, dnde desembarcar y dnde bombardear. En resumen, seor Rovere, conocer el secreto de la Enigma es el paso ms importante para terminar esta guerra. Mason se detuvo en forma tan abrupta como haba comenzado. Su boca recuper su acostumbrada expresin porcina. Tras casi un minuto de agobiante silencio, Roberto pregunt: Por qu me cuenta todo esto? Mason le hizo una seal afirmativa con la cabeza al coronel Lynch. Lo que ha dicho el seor Mason es puro sentido comn. Los alemanes lo saben tanto como nosotros. Lo que voy a agregar es la parte clasificada de nuestra conversacin. Es archisecreto, estrictamente confidencial. TSNS. Sabe lo que esto significa, teniente? S, seor respondi Roberto, con una media sonrisa. Top secret, no shit 1. Tiene usted toda la razn. No es mierda. Estamos planificando preparar varios equipos de agentes para apropiarnos de una Enigma, fotografiarla, diagramarla si podemos y despus devolverla como buenos ciudadanos amantes de la ley. Todo eso sin que los nazis sepan que ninguno de nuestros agentes toc a ese pajarito. Robarla no tendra sentido. Si los nazis se enteran de que tenemos a su criatura, volvern a redisearla o harn otra cosa y volveremos a estar en la oscuridad. Por qu yo? pregunt Roberto. Eso se parece ms a un trabajo que deba realizar un ladrn, no un erudito. Tiene razn agreg Mason. Vamos a formar varios equipos. Y los ingleses harn un esfuerzo similar. Cada equipo tendr una especialidad que nos abra camino. Usted es bueno en alemn, bilinge en italiano y lee, habla y escribe con bastante fluidez el dialecto romano.
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Archisecreto, no mierda. 31
Romanesco es la palabra justa. La mayora de los italianos dice romanaccio, aunque tcnicamente ese trmino slo debera emplearse para aspectos del lenguaje vulgar... S lo interrumpi el coronel. Me acuerdo. Usted puede mezclarse en ese medio. Ha vivido ah. Puede tener documentos y ropas verdaderas que lo harn pasar por un nativo. Suponemos que eso ha de ser algo crtico. Por ahora no sabemos dnde tienen los alemanes a una Enigma en Roma, excepto en su embajada. Que tambin est fuertemente custodiada. Las oportunidades sern mejores si los militares se establecen en Roma. A la Wehrmacht jams se le ocurrira pensar que nosotros intentaramos birlarles una Enigma ante sus propias narices. Deben tener alguna que est operando con sus tropas en el sur. Cuando se instalen para una verdadera defensa de Italia, establecern un centro principal de comunicaciones en Roma. Necesitamos a alguien que pueda trabajar estrechamente con nuestro residente y con los locales. Pueden hacer mucho respecto a todo lo que est relacionado con la mquina y requiera conocimientos tcnicos; pero queremos que ah est nuestro hombre. A m me parece bastante rebuscado explic Roberto. Luego se apresur a agregar: seor. As fue Pearl Harbor apunt abruptamente Mason. Y retorci la boca para volver a sonrer apenas. La sonrisa result ms clida que el caf que le quedaba en la taza; pero muy poco ms. Tiene usted razn; es rebuscado. Confiamos en que uno de nuestros equipos logre su cometido. Pero las probabilidades estn en contra hizo una pausa, volvi a tomar la manzana, la contempl una vez ms y la coloc otra vez sobre la mesa. Las probabilidades son cuarenta contra una, en contra de usted. Se va a necesitar mucho valor para aceptar esas probabilidades, pero el juego vale la pena que se le encienda una vela. La investigacin y los anlisis literarios son una forma de solucionar el problema, una suerte de trabajo detectivesco dijo Roberto. Y con todo el respeto que usted me merece, seor, sospecho que las probabilidades son ms de cuatrocientas contra una. Tal vez tenga usted razn concedi Mason. Y usted tiene toda la razn acerca de que su trabajo acadmico ha sido una forma de solucionar el problema. Por eso los servicios de inteligencia militar ingleses Cinco y Seis utilizan dons 1de Oxford y Cambridge. Esa es otra razn por la que lo necesitamos a usted. Necesitamos a alguien de su capacidad y pericia para hacer frente a una fluida situacin.
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Rectores. 32
Cunto tiempo tengo para decidir? Tmese su tiempo, seor Rovere le contest Mason mientras se sacaba del bolsillo del chaleco un gran reloj de oro. Al coronel y a m nos quedan otros ocho minutos y cuarenta y dos segundos antes de partir a nuestra prxima cita. Roberto pestae y pregunt: Puedo hacer algunas preguntas? No le espet Mason. La habitacin qued silenciosa, muy silenciosa. En la mente de Roberto el cnico romano moderno discuta con el galante gladiador, el astuto campesino urbano de Trastevere debata con el aristcrata senador. De habrsele permitido gritar, aullar y hacer gestos obscenos, el gladiador y el senador hubieran sido sentenciados a muerte. Sin embargo, la lucha deba efectuarse en silencio, haciendo inevitable la derrota del moderno romano. Empero, Roberto aguard a que Mason se pusiera de pie para decir que aceptaba. Para su sorpresa, le pareci que Lynch tomaba esa decisin con tristeza. No obstante, no dijo nada. Su nica respuesta fue pedir las llaves de la casa y del auto de Roberto. Usted saldr inmediatamente. Nosotros nos ocuparemos de todo. Y qu hago con mi compaera de habitacin y mi familia? Qudese en esta oficina y escriba a su familia dicindole que le han asignado una tarea en el mar para reemplazar a un oficial que tiene apendicitis lo instruy Lynch. La misma cobertura servir para su compaera de habitacin. Y por favor, dgale que un amigo del ejrcito ir a buscar sus cosas. Uno de mis asistentes se ocupar de todos esos detalles. A propsito de su compaera de habitacin coment Mason mientras sala de la oficina, el destructor de un cierto teniente, grado superior, se dirige a Mare Island para ser reparado. Llegar a la costa este dentro de dos semanas. Roberto no tuvo medio alguno para escuchar la conversacin entre el coronel Lynch y Mason mientras caminaban por el corredor hacia el ascensor y un coche del Estado Mayor que estaba esperando. Eso es el colmo manifest Mason. En su voz haba un tono triunfal. Cul es la fecha de nacimiento de l? Doce de noviembre de 1918. Un hijo de la paz. Un Escorpio. Todos los nuestros son Escorpio. Me temo no entender por qu usted insisti en que todos los agentes para la Operacin Diosa de Bronce hayan tenido que nacer entre el veinticuatro
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de octubre y el veintids de noviembre. La voz de Mason expres una exagerada paciencia: No; probablemente usted no lo entendera. Usted es un Cncer. Que soy qu? El hecho de haber nacido a principios de julio hace que su signo sea Cncer y los de Cncer, tpicamente, no tienen sensibilidad para esta clase de anlisis. Tampoco, quiz, los de Escorpio; pero estos ltimos forman a los mejores espas. Inclusive resultan tiles sus caractersticas negativas: tienden a ser obstinados, secretos y suspicaces. Pero los aspectos crticos son sus rasgos positivos: tienden a ser persistentes, decididos y a tener un sentido tan profundo del propsito encomendado que hasta son capaces de sacrificarse para cumplir su misin. Lynch se sonri. Al parecer, eso los hara tambin grandes mrtires. Exactamente. Con toda probabilidad esta gente querr convertirse en mrtires soberbios de nuestra Divina Ultra. Usted no cree tanto en las supersticiones como en la astrologa verdad? Los ojos de Mason sobresalieron un milmetro de lo normal. Eso llevara a uno de Cncer a categorizar los indeseados esquemas de conducta, empricamente verificables, como supersticiones mientras se aferra a las mojigangas de la religin. A usted se le pas por alto que utilizo varias veces la palabra tienden. Yo hablaba de probabilidades. La gente tiende a comportarse de acuerdo con las caractersticas generales descriptas por sus signos. Tales caractersticas no fueron asignadas arbitrariamente por algunos magos del Medio Oriente; son productos de siglos de observacin. Pero realmente cree usted en esos disparates? Lynch no estaba seguro de si se senta ms espantado por la base elegida por Mason o encantado de haber encontrado un punto dbil en la lgica de ese hombre, tan dura como la piel del cocodrilo, y haberle extrado todo su contenido emocional. Primero: no es un disparate. Segundo: yo no pongo toda mi fe en la astrologa ni, en cuanto a eso, en nada que no sea el poder de mi inteligencia. Me limito a seguir la ley del trmino medio a menos que tenga profundas razones para lo contrario. La Diosa de Bronce requiere espas consagrados. Usted lo dijo mejor: mrtires. No hay ninguna razn aqu para no seguir la ley del trmino medio. Conclusin: la Prudencia dictamina que elijamos a Escorpios. Confo en haberme expresado con claridad. S; ha hablado claramente sintiendo un dolor sordo en la boca del estmago y a la vez una necesidad religiosa de tomar una ducha jabonosa, larga
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y caliente, Lynch abandon la cuestin. El entrenamiento tuvo lugar en una base al este de Virginia. Los equipos estaban triplemente aislados. Primero, el puesto en s se hallaba en lo hondo de un monte de pinos entrelazados con hiedras venenosas y poblados en gran parte de garrapatas con alguna serpiente ocasional por compaa. No haba licencias ni libertad ni siquiera por pocas horas. La respuesta a pedidos de visitas por parte de mujeres profesionales era un cortante no. Mejor vivir erectos que morir satisfechos... y pronto. As lo expres un instructor. Segundo: la zona de entrenamiento estaba a varias millas de distancia de cualquier otra actividad en la base. Tercero: los equipos individuales (Able y Baker tenan dos hombres cada uno; Charlie y Dog estaban solos) se hallaban alojados en chozas Quonset, a varias yardas de distancia entre s. Cuanto menos sepan lo que hacen los otros, tanto mayor ser la seguridad. Eso podra significar la vida de ustedes si agarran a un equipo. Lo que un hombre no sabe no puede contarlo. Sin embargo, todos los agentes compartan algunos entrenamientos comunes. Durante las dos primeras semanas consistan, en su mayor parte, en ejercicios fsicos y en prcticas con el cdigo Morse: una clave sencilla hasta llegar a cdigos ligeramente ms elaborados. Despus un curso rpido para fotografiar documentos. El ejercicio fsico le result especialmente difcil a Roberto. No slo lo haba dejado en pobre estado su trabajo en el Pentgono sino todo su estilo de vida. Ms an; su cobertura consista en un ligero aunque visible renqueo provocado por la fractura de un tobillo, encajado con demasiada prisa durante la batalla de El Alamein. Posiblemente el pobre desgraciado salt de un jeep que corra hacia Trpoli explicaba el entrenador de Roberto pero la historia que l cuenta es que fue herido por una bomba britnica. El ejrcito italiano se lo crey y ser mejor que ustedes lo acepten. Mediante un astuto vendaje con cintas adhesivas, el entrenador le hizo ms fcil a Roberto la simulacin. En realidad, el vendaje le haca imposible no cojear. Correr le resultaba doloroso; saltar era una verdadera agona. A Able y Baker, los equipos de dos hombres, el entrenamiento les resultaba una lata. Todos eran profesionales: un par de dinamarqueses, un francs y un belga que haban trabajado en Run, antes de la guerra. Eran de ms edad, hablaban un ingls bastante pobre y se quedaban con sus compaeros, hablndoles a los dems slo cuando era absolutamente necesario.
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La pareja de Charlie era un muchacho vasco que haba pasado un ao en Oxford. Tambin l era un aficionado. Roberto haba tratado de hacerse amigo de l, pero el muchacho tambin segua las advertencias del instructor. Sin embargo, lo haca menos porque reconociera su sabidura que por aceptar su autoridad. Transcurridas las dos primeras semanas, los equipos se encontraban por lo general antes del desayuno para treinta minutos de ejercicios fsicos y luego cincuenta minutos de prctica con el cdigo Morse. Despus de eso slo se vean en comidas ocasionales y en instrucciones especiales. Estas ltimas incluan la enseanza de robos elementales. El conferenciante de visita haba sido un husped frecuente de varias crceles estatales. Esa parte, por lo menos, era interesante. Sin embargo, el aspecto ms fascinante del entrenamiento lo constitua la instruccin de la propia mquina Enigma. Sobre una mesa frente a los entrenados haba una voluminosa mquina del tamao de una caja registradora grande. En la parte de adelante haba un teclado normal de una mquina de escribir. Seores, lo que ustedes ven aqu empezaba a decir el instructor se llama oficialmente La mquina incandescente de cifrar y descifrar. La Enigma. La desarroll el Dr. Arthur Scherbius despus de la Primera Guerra Mundial. Durante la dcada de 1920 la ofreci al mercado comercial. En 1926 la armada alemana adopt una versin modificada; pocos aos despus la Wehrmacht y un poco despus la Luftwaffe. El Cuerpo de Seales del ejrcito norteamericano tuvo la previsin de comprar esta joya cuando an se la ofreca en el mercado abierto. El costo, incluyendo el empaque y el embarque, fue menos de ciento sesenta y ocho dlares. Si usted la tiene lo interrumpi Roberto, qu estamos haciendo nosotros aqu? Porque, seor el instructor se sonri ste es un modelo muy primitivo y sencillo. No puede leer las versiones ms complejas mejor que nosotros. Pero nos ayuda a comprender contra qu estamos y lo que necesitamos saber. Con este modelo y dibujos detallados mejor an, con planos de la versin posterior, nosotros podemos construir una Enigma que sabr hablar y leer como un general prusiano. Permtanme explicarles cmo funciona esta bestia prosigui el instructor. Teniente, quisiera escribir a mquina una palabra para m? pregunt, sealando a Roberto con la cabeza. Roberto apret las letras para formar la palabra okay; pero en la pantalla superior de la mquina se encendi la palabra ZABR. Por favor, pruebe de nuevo le dijo el instructor.
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Roberto volvi a apretar las teclas. Esta vez se ley LEXJ. Una vez ms, por favor. Esta vez apareci MPUQ. Ah tiene la belleza de la bestia le dijo el instructor, radiante. Como todos ustedes saben, una cifra es, sencillamente, un sistema de sustituciones de letras o nmeros por otras letras o nmeros. En una cifra sencilla, A podra ser C, B sera X, etc. En una cifra ms compleja, la primera vez que apareci A podra ser C, pero la segunda vez Y, la tercera M, y as sucesivamente. Ahora bien; una cifra puede cumplir dos funciones. Tiene que ofrecer la seguridad de que el enemigo no pueda leerla y debe resultar de utilidad para la verdadera gente que est en medio de una guerra y necesita rpidamente informacin. Ustedes no pueden tener a un comandante de un regimiento de Panzers corriendo por las estepas rusas con docenas de libros donde le dicen que la cuatrocientas duodcima vez que l usa ese da la letra A, sta se convierte en el nmero siete y que la doscientas oncena vez que utiliza E, esta letra se convierte en X. Jams podra enviar mensajes rpidamente a su regimiento, que tuvieran sentido. Y pasara peores momentos tratando de descifrar lo que el cuartel supremo general le est diciendo. Por otra parte, mientras una cifra sencilla le permite a usted trabar y destrabar mensajes rpidamente, le permite al enemigo leer su correspondencia. En todos los idiomas algunas letras aparecen con mayor frecuencia que en otros. Lo primero que hace un criptlogo es contar las frecuencias. Tambin est el problema de algunas palabras y frases recurrentes. Usted puede hacer mucho enmascarando eso y trasmitiendo slo en grupo de letras del mismo tamao. Nosotros enviamos todo el trfico en grupos de cinco letras; otros pases en grupos de tres o cuatro letras. De modo que todas las palabras cifradas que el enemigo intercepta tienen la misma longitud, si bien en el idioma real, una determinada palabra puede estar parcialmente en un grupo, parcialmente en otro y las palabras largas, como las que le gustaban a los Heinies, se extienden en dos, tres o hasta cuatro grupos. Con todo, a menos que su cifra sea bastante compleja, usted se quedar atascado con el problema de repetir letras. Una mquina como la Enigma soluciona todas esas dificultades. No es diminuta pero s porttil, inclusive este modelo ms antiguo. Las ms nuevas, hasta donde podemos decirlo por los antecedentes que tenemos de las pelculas de propaganda, son ms chicas, como una mquina de escribir grande. Es posible que se la pueda conectar directamente con una radio. No estamos seguros. De cualquier modo, se la puede transportar en jeep o, en casos de emergencia, a mano. Y los dos mtodos son sencillos y rpidos. Todo lo que
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tiene que hacer un hombre para cifrar o descifrar es poner la mquina en una sealizacin especial y escribir normalmente. Ahora, teniente, escriba a mquina las cifras y vea lo que sale. Cada vez que Roberto percuta las teclas en el galimatas que haba aparecido antes, la mquina produca la palabra okay. Debemos poseer miles de mensajes alemanes se apresur a decir, avergonzado, el muchacho vasco. No podemos encontrar bastantes repeticiones para descomponer la cifra? S y no. A corto plazo, no. Permtame explicarle algo respecto al mecanismo. Vea levant la tapa de la mquina. En el interior hay tres rotores y un reflector. Cada vez que usted aprieta una tecla enva un impulso elctrico a cada uno de los rotores. A medida que el impulso pasa por un rotor, cambia la letra. Entonces sta percute al reflector y vuelve a pasar otra vez por los artilugios del rotor y se cambia tres veces ms. La parte endiablada es que, cada vez que usted aprieta una tecla, cada rotor cambia de posicin de modo que la letra siguiente pasa por diferentes juegos de cambios. Cada rotor de este modelo tiene sesenta juegos distintos, y nuestra gente cree que los modelos ms recientes tienen, por lo menos, cuatro y hasta quiz cinco rotores. Si slo tienen cuatro, entonces hay cerca de trece millones de caminos posibles por los que una letra puede seguir cada vez que un operador aprieta una tecla, si es que el modelo ms nuevo no tiene un reflector. De tenerlo, entonces el nmero de posibilidades es de unos trece millones cuadrados, quiz cbicos o a la cuarta potencia. No lo s. No puedo contar tales enormes cantidades. Sin embargo, a la larga, usted tiene razn respecto a la Enigma. Podemos interceptar al pajarito, pero nuestros matemticos necesitaran doscientos aos. Nadie se ri. Pero cmo hacen los alemanes para leer sus propios mensajes? pregunt el vasco. Hay dos modos sencillos. O bien durante ciertos perodos, digamos un da, todas las Enigmas tienen sus juegos de rotores en posiciones particulares cuando empiezan a trasmitir o recibir, o bien la primera parte de un mensaje contiene un cdigo de instrucciones para los juegos de los rotores. Una de las cosas ms decisivas que ustedes tendrn que hacer es buscar cualquier libro de cdigos o una hoja de instrucciones. Tambin tendrn que anotar con mucha precisin los juegos de los rotores la primera vez que vean el blanco. Si aprendemos esos juegos podramos utilizar los mensajes que hemos grabado desde ese da para descomponer el sistema. El libro de cdigos o la hoja de instrucciones seran ms seguros, sin embargo.
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Ahora bien, seores; fjense con mucho cuidado en este monstruo. Durante las semanas siguientes se les ensear a manejarlo. Aprendern cmo separarlo y cmo volverlo a unir y cmo diagramarlo. Y aprendern a hacer todas estas cosas hasta en sueos. Cuando vean el nuevo modelo, les va a parecer que se han encontrado con un viejo amigo que se ha hecho la ciruga esttica. El instructor mantuvo su palabra. Todos los equipos juntos tuvieron diez horas de conferencias sobre la Enigma; despus cada uno pas un mnimo de dos horas diarias con la mquina, desarmndola, armndola y diagramando cada una de sus mltiples partes. La ltima docena de diagramas se hizo de memoria. A principios de setiembre, justo antes de que el Quinto Ejrcito norteamericano desembarcara en Salerno, al sur de Npoles, salieron del campamento tres de los equipos. Sin embargo, Roberto se qued una semana ms sin otra ocupacin que hacer girar sus pulgares. Cuando ya estaba convencido, por centsima vez, de que se haban olvidado de l, un auto del estado mayor lo llev al aeropuerto de Norfolk, donde el coronel Lynch y John Mason lo estaban esperando a bordo de un C-47. Una rpida mirada le record lo feo que era Mason. Despus de aquel almuerzo en julio, no hubiera credo posible semejante olvido. Los dos hombres le entregaron una planilla de rutina con rdenes escritas e instrucciones verbales ms complejas. Volara con ellos hasta Andrews Field, cerca de Washington; ah tomara otro avin que lo llevara a las Azores, Gibraltar y Sicilia y, finalmente, a Italia en un submarino. Durante el vuelo a Andrews, Lynch le proporcion una informacin ms rigurosa. Lo estamos llevando a su lugar. Su globo est subiendo. Como ya sabe, el mariscal Badoglio se ha rendido, pero los alemanes han rescatado a Mussolini y algunos fascistas siguen en guerra. Como estuvieron siempre acot Mason. S; el ejrcito puso un poco de resistencia contra los alemanes, ocupando Roma, pero la Wehrmacht lo aplast con una orden rpida. La embajada alemana en Villa Wolkonsky llev un montn de personal al norte, al Lago Di Garda, donde Mussolini est instalando un nuevo gobierno. Pero la Villa sigue siendo importante para nosotros. Ah es donde los alemanes han instalado el cuartel general militar que gobierna a Roma. El mariscal de campo Alberto Kesselring mantiene su puesto de mando para las operaciones del ejrcito alemn en Frascati. El general que
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gobierna en Roma es Hans Mueller, un gordo borracho. La descripcin que tenemos de l en nuestro archivo dice que, tanto personalmente y, en un grado menor, profesional mente, es un dejado. No es para nada muy alemn. Bebe tanto que resulta imposible confiarle un mando importante. La conversacin se interrumpi para que Mason encendiera otro grueso cigarro. Entonces prosigui Lynch: El general Mueller es una debilidad. Roma es la segunda. Como usted recordar, es una ciudad que algo sabe del pecado. No es probable que Mueller pueda dirigir bien un barco, por lo menos en lo que a sus propios oficiales se refiere. No le importara aterrorizar a unos cientos de miles de civiles italianos sino que, adems, espera que sus oficiales disfruten de esa actitud. Mason emiti algo ininteligible. Lynch se detuvo, tratando de entender esos refunfuos agudos y luego continu: Y Mueller tiene una Enigma en su cuartel general, donde la seguridad debe de ser muy estricta. Pero quiz no tanta como lo fue cuando la embajada administraba la Villa. Esa es otra debilidad a nuestro favor. Y hay otra ms lo interrumpi Mason. El jefe de criptografa de Mueller es un acadmico, como usted, un matemtico. Es el Herr Dr. Otto Schwartzkmmel... un hombre brillante, ptimamente capacitado para el puesto... pero eso es muy alemn. Lynch le pas una carpeta a Roberto: Aqu tiene todo lo que sabemos de l. Lalo bien durante su vuelo a las Azores. Despus sllelo y dselo al piloto. Se trata de un correo y nos lo devolver a nosotros. El quid de este asunto dijo Mason es que a Otto le gustan los muchachos. Eso se aviene con las nacionalidades: a los irlandeses les gusta el whisky y a los alemanes la pederastia. Lynch estuvo por hablar; luego lo pens mejor. Y en qu sentido me ayuda eso? pregunt Roberto. No es mi estilo y hay lmites para lo que yo pueda hacer por mi pas. Lynch se puso incmodo pero Mason ni siquiera pestae. No esperamos que usted lo seduzca. Limtese a utilizar esta informacin. Esa clase de gente es vulnerable. Chantaje? Chantaje es una palabra vulgar anot Mason. Me parece obsceno agreg Roberto. Obsceno? Lynch de pronto se puso furioso. Obsceno? La primera vez que volv a los Estados Unidos, desde el Pacfico, tom un ejemplar de Life.
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Vi una fotografa de un infante de marina muerto apenas un chico tirado en la playa de Tarawa. Tena desgarradas la mitad de sus ropas y estaba ya en rigor mortis. Eso era obsceno: un adolescente muerto. Y yo quiero acabar con esa clase de obscenidad. No me venga con historias. Me importa un comino la vida de un marica nazi. Ahora podemos movernos ms all de los aspectos bsicos dijo framente Mason. Pero no mencione a Otto ante nuestro residente. No lo aprobara y eso complicara su trabajo. Su contacto agreg Lynch, casi calmo otra vez es una mujer llamada Anna Caccianemici. Usted parar en el departamento de ella. Vive en Vicolo del Cedro en Trastevere. Aqu tiene el nmero. Conoce la calle? Roberto asinti. Se acordaba de la calle, y del restaurante ubicado ah, La Parolaccia (La Palabrota), donde los mozos cantaban insultando a los parroquianos con inmundas canciones en dialecto mientras servan la substancial comida romana. Vigile a Anna. No le va a resultar demasiado difcil Lynch le pas a Roberto la fotografa de una muchacha rubia. Sus facciones eran atractivas pero tena una dura mirada. Viglela; es testaruda y tenaz prosigui Lynch. No se le ocurra ninguna idea romntica porque trabaje para nosotros. Es comunista y profesional. Tendr cuidado. Me parece prudente. Su nombre en clave ser El Cuervo. Dgale a Anna que lo enva un to de usted, el to Antonio. En este paquete hay una hoja con dilogos que le permitirn identificarse con nuestra gente. Memorcelos y sgalos al pie de la letra. Usted conocer a nuestro residente slo con el nombre de Father Christmas. Est enterado de usted. Lo sacar una vez que haya terminado la misin. Puede ponerse en contacto con usted, pero probablemente lo nico que har es responder a sus pedidos. La nica forma en que usted se pondr en contacto con l es a travs de un lenguaje formado por la ropa tendida en la ventana que da al exterior del departamento de Anna. Tambin figura esa descripcin en este paquete. Asegrese de destruir todos los documentos antes de desembarcar. Roberto mir el paquete y pregunt: Qu ms? Una cmara Minox con muchas pelculas. Ya lo han instruido acerca de cmo utilizarla. Pngala en el bolso impermeable hasta que desembarque. Y aqu tiene dinero Lynch le entreg un fajo de billetes viejos y una docena de monedas. Por favor, firme el recibo. Son cien mil liras y trescientos marcos
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alemanes. Roberto tom la hoja de papel y firm. No esperar que con esto me abra camino para entrar en la Villa no? Mason se puso ceudo. A catorce liras el dlar usted tiene un exceso de siete mil dlares. Y el Father Christmas le proporcionar ms, en caso de ser esencial. Y si firmo un recibo. Este verano la lira se cotiz a doscientas por dlar, en el mercado real. De modo que slo tengo quinientos dlares. Eso es todo en lo que a m concierne le dijo Lynch. Y nuestro clculo de tiempo es bueno. El avin corra por la pista en direccin a la terminal de Andrews. Quiere agregar algo ms, seor? Nada Mason extendi la mano y trat de que el gesto retorcido de la boca se pareciera a una genuina sonrisa. Los tres bajaron del avin: Roberto, cojeando torpemente hacia el edificio de la administracin, Lynch y Mason dirigindose al La Salle que los aguardaba. No bien dieron una docena de pasos, el coronel se detuvo y le dijo a Roberto que esperara un momento. Se le acerc y le puso un brazo en el hombro, dicindole: Escuche, lamento haber estallado. S ms que la mayora de la gente sobre lo asquerosa que es la guerra. Slo le pido que tenga cuidado. No confe en nadie. En nadie. Si tiene alguna duda, corra. El Father Christmas podr sacarlo o por lo menos esconderlo. Pero, por el amor de Dios, no le cuente nada acerca del plan de chantaje que tiene Mason. Es un sacerdote y de pronto no querr colaborar. Si lo pescan, espero que no, si lo pescan a usted, me parece bien que trate de llegar a un acuerdo, si las cosas se ponen malas. Puede usted decirles que Able cay cerca de Utrecht hace tres das, Baker cerca de Ran anoche. Charlie deber cruzar la frontera maana cerca de Barcelona. No tengo detalles, pero los ingleses estn poniendo tres o cuatro equipos. El oficial de enlace de ellos an no ha llegado, de modo que eso es todo lo que tengo. No echara eso a perder la misin? No es probable. Para cuando usted llegue a Roma, los otros estarn a millas de distancia de sus puntos de entrada. Y si pescan un equipo, los alemanes se darn cuenta de que estamos haciendo nuestro mayor esfuerzo. Bueno... supongo que debera dar las gracias. No diga nada. Slo tenga cuidado Lynch gir sobre sus talones y se fue. De regreso en el auto, Mason pregunt: Dijo usted el discurso como yo se lo pronunci a usted, a toda
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mquina? Me siento como Judas refunfu Lynch. Judas ha tenido mala prensa. Si su Jess tuvo que morir para salvar al mundo, entonces el traidor fue el verdadero hroe. Se necesita ms valor para sacrificar a un amigo por una causa que morir por ella. El coronel se puso rojo. Se revolvi incmodamente en el asiento. ltimamente la disciplina de West Point haba derrotado a su urgencia cltica de armar un escndalo, pero slo fue una victoria limitada. Tonteras susurr. Con todo respeto, seor, usted no sabe nada acerca de morir o pedirle a otros que mueran despus, tras una torva pausa, repiti: Seor. Tiene razn respondi blandamente Mason, apartndose un mechn de la frente. Tampoco s nada acerca de hroes. Esos departamentos caen bajo su jurisdiccin. Yo slo s de clientes. Y el gobierno de los Estados Unidos es mi cliente. Y mantener en secreto el poder de la Ultra para leer a la Enigma es vital para los intereses de los Estados Unidos. Ahora le agradecera silencio para que pueda calcular nuestra prxima jugada. Los vuelos por el Atlntico y el Mediterrneo eran pesadillas sobre incmodos asientos de aluminio, consistan en estirar rpidamente los msculos sobre el negro asfalto, un caf negro lavado, lonjas de jamn del espesor de una hoja de papel y queso seco sobre un pan blanco rancio y usar y volver a usar las bolsas para los mareos. Roberto encontr muy poca informacin en la base de submarinos de Sicilia salvo que tena una cita a las 3 de la maana del lunes 27 de setiembre. Cuando se despert, despus de una breve siesta en el submarino, se puso las ropas italianas que llevaba en la valija, recit de memoria (otra vez) los dilogos de reconocimiento con sus contactos y el cdigo de la ropa tendida para el Father Christmas, destruy el papel y volvi a controlar su documentacin italiana: una cdula de identidad con fotografa, un certificado de exencin del ejrcito italiano, una annonaria (tarjeta de racionamiento), una licencia de conductor (tambin con una fotografa), todo ello a nombre de Roberto Carlo Umberto Esposito. Se llen los bolsillos con lo que la gente de Virginia llamaba bagatelas de autentificacin: una cajetilla por la mitad de cerini fsforos italianos, una docena de monedas, una navaja vieja, un boleto de un tranva de Roma, una llave de un departamento en Trastevere y el corcho de una botella de vino de los Abruzzi. Esposito...el expuesto. Haba mucha irona. Como para rerse. En la Italia
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medieval, cuando una mujer abandonaba a su hijo, por lo general lo colocaba en las gradas de una iglesia. Poco a poco la costumbre se extendi tanto que los pastores construyeron un tosco equivalente de una cuna en una de las puertas de la iglesia de modo que la madre pudiera empujar a su expsito al interior del edificio. Las buenas monjas que dirigan los orfanatos les daban a esas criaturas el apellido Esposito (con el acento sobre la segunda slaba). Expuesto, abandonado, pobre bastardo... todo eso, pens Roberto sombramente, encajaba perfectamente. La reunin fue razonablemente suave. Un poco abajo de Civitavecchia, a unas treinta y cinco millas al norte de la desembocadura del Tber, el submarino qued en la superficie durante unos inquietantes doce minutos hasta que una dbil luz titil la seal arreglada de antemano. Los marineros ayudaron a Roberto a pasar a una pequea balsa inflable de esas que usan los bomberos. Llevaba los nmeros de un escuadrn B-24 con base en frica del Norte. Si los alemanes la descubran no habran tenido motivo alguno para dudar de que llevaba a uno o dos aviadores desafortunados. En la playa oscura, un fornido italiano ayud a Roberto a mandar a la deriva la balsa y lo llev hasta un camin a un costado del camino. El vehculo estaba cargado hasta la mitad con castaas, zucchini, pepinos y varios fiaschi grandes de vino local. Funcionaba con bombole (botellas) de gas natural, apostadas en la parte trasera de un pequeo acoplado. A mitad de camino de Roma Roberto se dio cuenta de que haba olvidado empezar su parte en el dilogo de identificacin. Tambin el chofer descuid la suya, pero las probabilidades de que una persona venida de la playa en la oscuridad no fuera un norteamericano, un ingls o el propio Neptuno eran astronmicas. Por un rato Roberto se pregunt si debera o podra utilizar la navaja que llevaba en el bolsillo pero pronto desech esa idea. El hombre no le haba pedido dinero y ningn italiano traidor llevara a su vctima a una trampa alemana mientras tuviera su bolsa llena. Roberto pens otra vez en su cobertura. Su familia era de los Abruzzi, campesinos de las salvajes montaas al este y el sur de Roma, donde las vias de Trebbiano producen el ms famoso vino blanco del mundo, o por lo menos as lo pretenden sus habitantes. Los Esposito haban ido a Roma en busca de fortuna o la de cualquier otro que no estuviera en guardia. El padre, el to y tres hijos saban cmo plantar y atender los viedos y cmo abrir puertas y ventanas cerradas con llave. La madre y dos hijas conocan un oficio ms antiguo que el orgullo familiar les impeda practicar excepto cuando los varones estaban escasos de dinero.
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Dada la poca demanda en la ciudad de viadores, los Esposito se haban inclinado hacia sus otros talentos. Naturalmente, se haban instalado en Trastevere. Al final, Roberto Carlo Umberto y su hermano mayor fueron reclutados. El tercer hermano se convirti en inquilino a largo trmino de la crcel Regina Coeli cuando un carabiniere de vista excelente lo pesc llevando un costoso reloj de oro que en una poca haba pertenecido al padre del polica. No bien Roberto Carlo Umberto Esposito fue liberado del ejrcito, un acontecimiento convenci a lo que quedaba de la familia de volver a los Abruzzi, donde la vida era ms segura y ms abundante la comida. El acontecimiento fue la muerte de Roberto por unas cuchilladas recibidas en un asunto de honor que involucraba a la que no haca mucho era la virginal hermana de un napolitano. Como denunciar la muerte hubiera significado devolver la tarjeta de racionamiento de Roberto y quiz, tambin, abandonar el placer de una venganza personal, los Esposito se quedaron callados. Posteriormente, la resistencia consigui los documentos de identidad mediante una combinacin de coimas y chantajes. Los dos Robertos tenan bastante semejanza fsica, de modo que las fotografas de los documentos serviran. Un parecido ms exacto hubiera despertado sospechas, especialmente porque las fotos databan de cuatro aos. Sin embargo, Roberto Rovere saba muy bien que su cobertura sobrevivira apenas a un control sumario. Eran ms de las seis cuando el cansino camin lleg a las afueras de Roma. El trfico era ligero cuando el chofer entr por la Via Gregorio Settimo, cruz el Gianicolo y lleg a la feria de la Piazza San Cosimato, en pleno corazn del Trastevere. Resultaba evidente, a primera vista, que escaseaban las provisiones de alimentos. En los das anteriores a la guerra, veinte o treinta bulliciosos comerciantes ya estaran descargando canastos de pescado, lonchas de carne, canastos de aceitunas, frutas y verduras frescas. El lugar hubiera sido una algaraba de voces raucas; algunos hablaran, otros discutiran o lanzaran silbidos a las muchachas solteras. Los hombres usaran las manos para conversar, engatusar o amenazar y sus ojos lanzaran lascivas miradas a las ventanas que daban a la piazza con la esperanza de ver a una mujer que se haba olvidado de correr las cortinas mientras se vesta. La feria de la piazza era Roma en todo su esplendor: grosera, gritona, plena de crudas sugestiones sexuales, vino rosado, buena comida y la promesa de un glorioso da de sol para disfrutar. Ese da, sin embargo, no era el mismo lugar, salvo el tiempo. Haba una
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docena de hombres como el chofer de Roberto, que estaban descargando unos cajones. Trabajaban rpidamente y, para ser romanos, en silencio, inclusive parsimoniosamente. Haba ruido, pero provena de los posibles clientes a quienes la polica mantena apartados. Pronto el gento se convirti en una falange furiosa en la que cada mujer se abra camino a codazos y rodillazos para pasar al frente. Roberto le dio las gracias al chofer quien se limit a farfullar algo cuando le dio un fajo de liras, salt del vehculo y con su pequea valija italiana empez a caminar en torno del enorme palazzo que el Papa Po XI haba construido para alojar a las oficinas papales. Haba dos caminos para llegar al departamento de su contacto en el Vicolo del Cedro. Roberto eligi el ms evidente, frente a la pintoresca Piazza Santa Maria, un prado adoquinado en la intrincada selva de conventillos llamada Trastevere. En das mejores, frente a la piazza haba tres restaurantes al aire libre y dos bares. Era demasiado temprano para los restaurantes, pero a l le dio la impresin de que todos estaban cerrados. Sin embargo, los bares todava seguan funcionando. Cruzando la piazza, tom por el estrecho Vicolo del Fonte dellOlio; como en dos lugares haba arcadas de noventa grados, eso le permiti detenerse unos tres minutos, sin que lo vieran de la piazza y de esa manera asegurarse de que nadie lo segua. Al salir dellOlio y entrar en la Piazza Renzi, ms chica, volvi a detenerse. No vena nadie de la plaza Santa Maria, salvo unas mujeres pesadas, vestidas de negro y con rosarios colgando ostentosamente de sus manos, que se dirigan a la misa matutina. Con la rapidez que su cojera se lo permita, cruz esa piazza hacia Via del Cipresso, que daba al otro lado. La segunda puerta haba sido antes de un rojo brillante. Ahora estaba ms oscura y descascarada. Esa puerta fue, en una poca, obra de un afectado artista florentino, uno de los amigos de infancia de Roberto, que haba comprado un departamento en la vivienda del primer piso (segundo, de acuerdo con el clculo de los norteamericanos) y a la que convirti en estudio y desvn con una fantstica cama camera neumtica para su amante. El pintor haba abandonado el estudio y a su amante cuando ella contrajo la sfilis como insista dogmticamente en los baos pblicos de los techos de San Pedro. Roberto llamaba a esa explicacin la doctrina de la Inmaculada Infeccin. El Cipresso era tan retorcido como el Vicolo del Fonte dellOlio, por lo que aprovech una de las vueltas para descansar por tercera vez. La nica actividad provena de cuando arrojaban a la calle la basura de la noche anterior, los ruidos rpidos, como latigazos, que haca el barrendero en sus vanos esfuerzos
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por mantener limpio el Trastevere y el de una vieja de piernas hinchadas apoyadas en unos pies hinchados que arrastraban unas chancletas, aparte de los chillidos de una gata preada al saltar triunfalmente sobre un montn de residuos. Roberto sigui cojeando y gir a la izquierda por el Vicolo del Cinque, donde haba mucho ms estrpito. Era una calle de negocios. Los comerciantes estaban enrollando sus cortinas de hierro mientras dos hombres descargaban grandes fiaschi de vino tinto y blanco Castelli Romani de un carro tirado por un caballo. De arriba le llegaba el ruido de cubiertos y platos. Unas doscientas yardas despus, pasando La Parolaccia cerrada, el Vicolo del Cinque, sin ninguna razn ni advertencia, se converta en el Vicolo del Cedro. De un lado a otro de la calle estaban tendidas, vacas, las sogas para colgar ropa. En un buen da como se, dentro de una hora, el pasaje se llenara con ms telas para recibir el sol y el viento que un galen espaol en viaje a las Indias. Las ventanas an estaban cerradas para proteger a los habitantes de las corrientes de aire nocturnas, las rfagas que, segn saban los romanos, llevaban toda clase de males. Roberto le prest muy poca atencin a los pisos superiores. Navegar entre los montones de basura, charcos de un agua fangosa y pilas de humeantes bostas de caballo, requera tanto concentracin como agilidad. Arriba, a la derecha, una puerta entreabierta pintada de verde, tena el nmero adecuado. La empuj suavemente. Dos gatos flacos y asquerosos salieron saltando, seguidos inmediatamente por el fuerte olor de pis de gato mezclado con el ajo de la noche anterior. No haba bombilla elctrica pero, con la puerta abierta, las paredes blanqueadas y el piso de mrmol de un gris plido reflejaban suficiente iluminacin desde una claraboya en el piso de arriba como para que pudiera abrirse camino por la escalera hasta el departamento de Anna. La cima de la escalera estaba baada por los primeros rayos del sol que llegaban de la claraboya. Frente haba una pesada puerta de metal y un timbre al lado. Roberto lo apret suavemente, aunque cualquiera que estuviera despierto en la casa lo hubiera odo subir cojeando por la escalera. En Trastevere, la gente se meta en la vida de los dems, tratando de saber quines entraban y salan y por qu. Segn las instrucciones que le haban dado, tena que dar tres timbrazos cortos. Transcurridos unos segundos, puso la llave, grande y anticuada, en la cerradura y la hizo girar dos veces. Los tambores cayeron en su lugar, la puerta se abri lentamente y dio un paso vacilante hacia el interior. Chi ? Quin es? la voz tena un registro ms bajo que la de Mason
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pero inconfundiblemente femenina. Como estaba en un charco de luz, Roberto apenas alcanz a divisar a una mujer sentada en el sof. Los reflejos del objeto metlico que tena en la mano eran la prueba de que estaba frente a una pistola. Soy Roberto, llamado tambin El Cuervo le respondi, dando la primera parte de su identificacin. Dunque? Y con eso? le dijo la mujer, con voz neutra. Estire las manos hacia adelante y mantngalas sin mover mientras hable el cao de la pistola apuntaba al ombligo de Roberto. Y con eso qu? Pues que he hecho un largo camino. No me siguieron. Y estoy muerto de cansancio. T eres Anna y yo soy El Cuervo. Me dijeron que poda quedarme aqu. Soy Anna pero no conozco a ningn Cuervo. No me gustan las aves, salvo los pollos recin asados. Fjate alrededor, pajarito, y mira si aqu hay algn lugar para recibir a un husped con la pistola describi un crculo. El departamento era pequeo; minsculo segn un criterio norteamericano. El living el living-comedor y la cocina, con un bao empotrado en un rincn, apenas tendran en total dieciocho pies cuadrados. En el centro de la habitacin, unos escalones, que se parecan ms a una escalera, conducan a una plataforma. Roberto corri el riesgo de apoyar en el suelo la valija y dirigirse hacia la escalera para ver el nivel siguiente. En realidad, haba dos niveles superiores. En una parte de ese cuarto de mltiples usos y embutido en las paredes haba un desvn que, de manera semejante al del Cipresso, tena una cama camera y un ropero pasado de moda; unos escalones ms arriba y ms hacia la parte de la cocina del piso bsico, haba una plataforma ms chica, con sus nicos apoyos unidos a las paredes. El segundo desvn tena un escritorio, una silla, otro ropero y tres jaulas de alambre, cada una con un par de conejos. Hay tambin una azotea le dijo Anna, sin bajar la pistola. El to Antonio estaba seguro de que... Cmo est el to Antonio? lo interrumpi ella. De pronto Roberto se dio cuenta, una vez ms, de que se haba olvidado de completar el ritual de la identificacin. To Antonio no ha estado bien. La pistola dej de apuntar a su ombligo. Cretino! Por qu no me diste en seguida el nombre de Antonio? Ya estaba dispuesta a matarte. Aqu no formamos parte de una pieza para aficionados, Roberto Cuervo. Cuando alguien te da las lneas que debes recitar para que las leas, lelas. Y lelas exactamente como te las ensearon. La
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alternativa podra ser una bala en tu cabeza o una celda en el centro fascista de torturas en el Palazzo Braschi o el lugar que la Gestapo est preparando en la Via Tasso. Y ahora qu hacemos? le pregunt Roberto. En realidad, sentase muy cansado. Anna se levant y corri las cortinas, dejando entrar la luz de la maana en el departamentito para que l pudiera verla bien. Los rasgos eran ms angulares, su nariz ms larga y delgada de lo que luca en las fotografas. Tambin era ms flaca, tal vez por escasez de comida. Sin embargo, exudaba ese magnetismo animal del que lo haban prevenido. Y gran parte del mismo provena de sus ojos verdes. Tienes una annonaria? le pregunt ella. Roberto asinti y le pas su talonario de racionamiento, adems de un buen fajo de liras. Con esto podemos comer. Nos servirn tanto las liras como las estampillas de racionamiento. Una ventaja de este departamento es que el Cinque esconde el mejor mercado negro de Roma. Mientras voy a buscar comida, arrastra esa pierna estropeada que tienes por las escaleras, dale de comer a los conejos un poco de pasto que recog de la azotea y lmpiales las jaulas. Despus llvalos a la terraza para que tomen sol. Pero no los pierdas de vista ni por un momento. Nuestros cristianos vecinos los robaran en un pestaear de ojos. Son ladrones profesionales y esos conejos son nuestra nica fuente segura de carne. Desde luego, de tanto en tanto podemos agarrar un gato, pero tenemos que atraerlos al departamento. Algunos se ponen furiosos si ven que los pescamos en la calle. Los romanos dicen que los gansos salvaron una vez a la ciudad, de los brbaros. Yo dira que hoy les toc el turno a los gatos lo dijo con desprecio ms que con irona. La gente mantiene alejados a los gatos de los tachos de basura le hizo notar Roberto. Dentro de poco tambin van a estar comiendo ratas, si tus amigos norteamericanos no dejan a sus putas en Salerno y empiezan a luchar contra los alemanes.
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DOS
Roma, lunes 27 de setiembre de 1943 A medioda Roberto subi a la terraza. Desde esa posicin tena una excelente vista de la calle y de las mujeres asomadas a las ventanas que custodiaban esa tortuosa va. Poda ver a Anna cuando se hallaba a unas cien yardas del Cedro, justo en el momento en que pasaba frente a La Parolaccia. Caminaba con un porte de reina, alta la cabeza y un cierto radar misterioso para sortear la basura de la calle. Las mujeres de arriba le enviaban sus vulgares insultos. Para ellas, Anna era la Strega, la bruja. No pronunci ningn saludo cuando entr en el departamento, pero Roberto la oy trajinar en la cocina. Treinta minutos despus, subi a la terraza una bandeja que puso en la mesa, sobre la que haba dos platos, cada uno con la mitad de un pescado chico hervido, dos ensaladas verdes sin aderezar, media docena de castaas y dos pedazos de pan negro. Haba, tambin, el equivalente italiano de un silent butler, es decir, el recipiente donde se ponen las colillas de los ceniceros. Anna lo agarr, dicindole a Roberto: Esto es para las migas. Nosotros las guardamos. La racin de pan es de slo doscientos cincuenta gramos por da; lo que equivale a la mitad de una de tus libras. Y tenemos que conseguirla antes de poder comprar el pan. Cuando lo conseguimos, por lo general est hecho de castaas molidas o desperdicios de trigo ms que de harina de trigo. La revolucin est hecha para estmagos duros. Usa mis libras para el mercado negro. Eso ayudar a nuestros vecinos que estn calle abajo; pero para conseguir buena comida tenemos que ir directamente a los contadini (campesinos). Y yo no tengo ni tiempo ni medios de transporte para ir al campo. Y para ti sera demasiado arriesgado. Pero sobreviviremos. Robo comida del restaurante donde trabajo. Solamos atraer a los fascistas; ahora nuestros clientes son los alemanes. Es fcil robarlos. Despus de comer, Roberto entr los conejos, Anna levant la mesa y con mucho cuidado puso las migas, empujndolas con un cepillo, en el recolector de
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colillas y despus en una bolsa. Una vez que baj, sac un escarbadientes de un paquete cerca de la cocina y empez a hurgarse la dentadura mientras pona seis cucharadas de algo que pareca caf en una cafetera para espresso, agregndole cuatro pocillos de agua. Achicoria y cebada le explic mientras verta dos tazas humeantes de ese espeso jarabe. Mrda lquida. Pero es todo lo que tenemos. No te mantiene despierto y es una manera de tragar el azcar. Ech una cucharada de azcar basta y morena en cada taza. Roberto hizo una mueca cuando lo prob. Anna se ri. Bbelo como un romano. Una vez que pas por tus papilas gustativas resulta la mitad de malo. Ella se lo bebi de un trago, como un hombre de pie ante el mostrador de un bar. Roberto sigui su ejemplo. Tena la consistencia del espresso si no el gusto. Ya te vas a acostumbrar. La voz se le endureci. Allora, a los negocios, mi Roberto norteamericano. Lo que me han contado de tu misin me parece idiota. Slo un cretino creera que te vas a poder filtrar en el interior de la Villa Wolkonsky y fotografiar esa mquina, ese Jeroglfico. Enigma la corrigi l. Lo que sea. Debes de tener algn plan. Cuntamelo. De la manera ms sucinta que pudo le resumi los antecedentes y la vulnerabilidad de Otto Schwartzkmmel, el jefe de la seccin criptografa. Cmo iremos en este asunto no lo s. Francamente, no me gusta. Pero no se me ocurre ninguna otra idea. Anna se ri, genuinamente complacida. Al fin veo una esperanza para ustedes, los norteamericanos. Chantajear a un alemn rottincuolo ser divertido. Tu capo debe de tener sangre italiana. Djame pensarlo. Ahora tengo algunos amigos alemanes. Podran ayudarnos... sin darse cuenta, por supuesto. Roberto no contest nada. Me parece que no te agrada observ ella. Por qu? A ti tambin te gustan los muchachos? Nuevamente hablaba con desprecio, no en broma. Roberto la mir furioso. No me gustan los muchachos. Ni jvenes ni mayores. Has cometido un error natural, supongo, puesto que indudablemente prefieres a las mujeres. Preferira hacer el amor con un stronzo que con cualquier mujer que conozco. Pero no te hagas ninguna idea. Roberto se levant. Tu virtud, si es que la tienes, est a salvo. Estoy demasiado cansado
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para perseguirte. No habr ninguna persecucin le respondi Anna, estirando la mano para palpar la pistola que estaba en la repisa baja. Mi virtud es asunto mo. Igual que mi supervivencia. Y sta viene primero. Usa el sof le dijo lacnicamente. Tengo que trabajar dentro de pocas horas y antes debo hacer algunos mandados. Ocho horas despus volvi y despert a Roberto de su sueo profundo. Durante unos momentos no tuvo idea de dnde se encontraba. Las paredes blanqueadas le resultaron extraas y de afuera no entraba ninguna luz que lo ayudara a identificar el lugar. No te alarmes le dijo Anna, mientras cerraba las cortinas y encenda un par de velas. Farfull algo acerca de un cerdo fascista, incapaz de hacer funcionar la electricidad. Despus abri su cartera. Tengo una sorpresa para ti, Roberto Cuervo. Ecco, guarda un p. Mira, fjate. Sac una hoja de un diario viejo, donde haba envueltas dos bign, la palabra romana para unos buuelos, y seis mazzancolle, camarones a la marinera, ya cocinados. Con mejor luz podras ver el banquete que tenemos. Las bign estn hechas con harina verdadera, y las mazzancolle son gordas y rosadas. Fueron asadas sobre un fuego de nogal americano. Y traje un poco de vino. Busc a tientas en la alacena junto a la pileta y sac una botella de un litro de agua mineral San Pellegrino, cuyo contenido haba sido reemplazado por uno de los vinos Catelli Romani, de un amarillo oscuro. Pondr la mesa mientras te das una ducha. La ducha del baito era un cubculo de metal cuya caera haca correr un hilito de agua. El scaldabagno, un calefn de gas que slo funcionaba cuando pasaba el agua por la caera, daba una muy diminuta llama que apenas alcanzaba a entibiar levemente el chorro. Ten cuidado con el jabn le grit Anna. Es todo el que tenemos para otros cinco das. Roberto se asom por la cortina del bao y la vio en la misma habitacin, cepillndose distradamente el pelo. Anna no hizo el menor esfuerzo por moverse cuando l cerr la ducha. Durante unos minutos Roberto vacil en salir del cubculo de metal; entonces Anna corri la cortina y le pas una toalla hmeda, no especialmente limpia. No te quedes ah. Vas a pescarte una pulmona le dijo y volvi a la cocina. Una vez vestido, Roberto se reuni con ella y le pregunt: De dnde sacaste esta comida? Se la rob a un oficial alemn muy estpido que le gusta comer en la
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cama con dos putas... cualesquiera que sean. El campesino insiste en cenar a las siete. Cualquiera que sea tan incivilizado en comer a esa hora temprana merece que lo roben. Roberto cambi de tema. No estaba muy seguro de la relacin de Anna con el alemn y su mnage trois. Empero, estaba razonablemente seguro de que no quera saberlo. Pensaste en nuestra misin? Un poco, pero necesito saber de qu modo la vas a desempear bien. El gobierno de los Estados Unidos cree que puedo representarla bien; de otro modo yo no estara aqu le contest, con la boca llena. El gobierno de los Estados Unidos es una vieja. Sus necesidades no son las de una muchacha. Vayamos al desvn y comprobemos tu representacin en un nivel ms elevado. Roma, martes 28 de setiembre de 1943 Anna y Roberto durmieron hasta tarde esa maana. La muchacha le sugiri que festejaran lo que ella llamaba su alianza, tomando el desayuno en el bar de la Piazza Santa Maria. Costara algunos cupones de racionamiento y muchas liras, adems. Pero, como argument, el departamentito era demasiado chico para dos personas, el sol brillaba esplndidamente, se acercaba el invierno, con sus das cortos y tristes y comer afuera haca que la maana resultara como un da de fiesta, aunque el caf fuera un misto de achicoria y cebada y los cornetti no estuvieran fabricados con verdadera harina. En el caf se sentaron a una mesa al aire libre y gozaron del sol, de los chicos trepndose a la fuente y hasta del ersatz del caf y los bollitos. Transcurrida una media hora, Anna se excus y entr en el caf, dirigindose al retrete, al final del bar. Llevaba puesto un suter gris y liviano, estrecho en los senos, y unos pantalones, abultados en las piernas pero muy ceidos en las caderas y el trasero. Mientras pas por las mesas de afuera, la mayora de los varones todos eran o bien menores de diecisiete o mayores de sesenta, cuando no alguien tullido la miraron de soslayo y lascivamente, en medio de un silencio hambriento. Todos saban que viva en Trastevere y en una zona donde los cuchillos podan ponerse en accin tan rpidamente como los nimos; un adulto no haca avances a una mujer del barrio por temor de provocar a un pariente o a un amante. En la feria, donde slo compraban las mujeres, un comerciante poda lanzar un silbido de aprobacin o proferir un piropo o hasta un comentario lascivo a una mujer soltera, pero ni siquiera una observacin
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sugestiva estaba a salvo en un bar reservado slo al vecindario. Anna devolvi esas miradas con una expresin dura y fija. Roberto se qued fascinado por la escena. Finga estar leyendo Il Messagero, el diario fascista de Roma, pero pudo observar que, cuando ella devolvi la mirada, algunos hombres mayores se agarraron los genitales. Tocarse las partes ntimas era un histrico mtodo italiano de conjurar el mal de ojo. Pero los trasteverinos raras veces tenan oportunidad de estar en contacto con esos aspectos crticos de la vida; preferan un tanteo a un toque posiblemente menos eficaz. La accin era una muda pero substancial prueba de la fama que gozaba Anna en el vecindario como la Strega, la bruja. Mientras caminaba por el interior del caf, se acerc a Stefano, un muchacho hermoso de unos quince aos que trabajaba como barman y que se reuni con ella al final del saln. Una mirada a los ojos del adolescente demostr que comparta la admiracin de los mayores por el cuerpo de Anna pero no por su carcter. La adoraba como slo un muchacho puede adorar a una mujer mayor. En el interior no haba ms que otra persona, la anciana madre de Stefano y era dura de odo. Estaba apostada frente a la caja registradora en el otro extremo del bar. Anna se qued cerca de la pared, en el estrecho pasillo detrs de la gran macchinetta del espresso. Dada la altura de la mquina, y del propio mostrador, era casi imposible que cualquiera que entrara en el saln oscuro, desde la brillante luz del sol, pudiera darse cuenta de su presencia. Stefano camin lentamente a lo largo del bar y se par junto a la macchinetta a pocos centmetros de Anna. La mujer le puso una mano en la cadera, palpndolo suavemente. Tienes un mensaje para m, caro?le susurr. Signorina tartamude Stefano. No me parece prudente meterme en esos asuntos. Ya lo s, caro, ya lo s le dijo, remolonamente. Tu mam te dice que seas cuidadoso. Tu padre ha muerto, uno de tus hermanos est en Rusia, el segundo fue al Palazzo Braschi y nunca se lo volvi a ver y tu hermana ha sido la vergenza de la familia al ser violada por un soldado alemn despus de la pelea que hubo hace pocas semanas. T eres el ms joven, el nico que le queda a tu madre. Su bambino, como te llama. No te preocupes, caro, es muy natural. Pero no eres un bambino, ya eres un hombre no? le tom una mano y se la puso bajo su seno izquierdo. Un hombre necesita muchas cosas. La ms importante es que debe tomar por s solo sus propias decisiones sinti que Stefano apretaba, casi inconscientemente, la mano. Viste esta maana al
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alemn? S le respondi, algo resentido. Slo me dijo Va bene. Muy bien. Eso es todo? Ests seguro? S; estoy seguro. Anna dio un paso atrs, dejando deslizar la mano: Eres un buen camarada, Stefano. Y un hombre. Signorina... Fue una splica, un ruego. No, caro no me vuelvas a tocar. Soy capaz de que me tomes aqu mismo, en este lugar pblico. Cuando hayan terminado la guerra y la revolucin, pasaremos juntos fines de semana, quiz meses de fines de semana. Solos t y yo, en una enorme cama calentita para hacer el amor todo el da y toda la noche, como en nuestro departamento. Y l? El muchacho seal con la cabeza a las mesas de afuera. l? No te preocupes. No es ms que un herido de guerra con el que trabajo. Es un idiota, pero podra ser til para el partido. No tiene nada que ver contigo ni conmigo. Se llev los dedos a los labios y despus le toc la boca. Ahora esta tarde entrega mi mensaje: Urgente. Esta noche. No creo que yo... empez a decir el muchacho. Tienes que hacerlo. Por m. Le volvi a tocar levemente los labios .Piensa en lo que ser para nosotros cuando nos libremos de estos carniceros fascistas. De noche, cuando estoy en la cama, me imagino que acab la guerra y que t te ocupas de m otra vez, como lo hiciste cuando los fascistas me dejaron salir. Cos? Qu pasa ah? grit, sospechosamente, la vieja Signora ante la caja registradora. Qu pasa Bello llam a Stefano, ya te he dicho que no dejes a esa mujer que se te acerque. Anna le gui un ojo a Stefano y, con el mostrador entre ellos y la signora, le palme varias veces el muslo, suavemente. Despus se dio vuelta y se meti en el retrete. Una vez afuera, mientras caminaba otra vez entre las mesas, Roberto levant la vista del diario. Los actores volvieron a representar sus papeles. Qu dialecto hablas? le pregunt cuando ella se sent. Ni siquiera s de dnde vienes. Alemn. Vengo del Alto Adige. Basta. No necesitamos saber nada de nosotros. Su carcter retorn a la fra formalidad de la maana anterior. Trabajamos juntos y dormimos juntos. Lo primero es importante; lo otro es para divertirnos. Se call al or los ruidos de pasos de Stefano detrs de ella. El muchacho traa dos tazas ms de falso espresso. La de Anna la puso con mucho
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cuidado pero se las ingeni para derramar la mitad de la de Roberto. Anna lo despidi con un rpido pestaeo. Cuando el chico se fue continu hablando con Roberto: Esta noche trabajo en el restaurante. Estuve pensando en tu problema. Y t? No he pensado en otra cosa. Se sonri sardnicamente. Bueno... casi en nada ms. La risa de Anna fue espantosa, casi cruel. Toda esta guerra no es ms que una bolsa llena de penes era una de las mayores groseras que decan los romanos. En una poca pens que tendramos una revolucin y mataramos a todos los canallas burgueses como ustedes. Ahora se estn matando entre ustedes. Me parece bien; pero tambin nos estn matando a nosotros. Se dio vuelta y mir la fachada de la iglesia de Santa Maria. Realmente crees que una revolucin comunista har que el mundo sea distinto? Mejor? Anna se encogi de hombros. No creo en nada excepto que te tengo en mis manos, que no tengo bastante comida en la panza y que a los alemanes que estn en Roma les gustara matarte. Esos son problemas. S, creo en algo... problemas. Sigui mirando a otra parte. Roberto se senta indefenso. Se trag las heces del espresso y dirigi su atencin hacia los chicos que se trepaban a la fuente. Tras diez minutos de penoso silencio, Anna habl: Es hora de darles de comer a los conejos. Vmonos. Mientras cruzaron la esquina donde el Vicolo del Cinque se convierte en el Cedro, pasaron junto a Tommaso Piperno. El hombre no levant la vista de la escoba. Ninguno de los dos se fij en l. Los barrenderos formaban parte del paisaje romano. Ciudad del Vaticano, martes 28 de setiembre de 1943 Mientras Anna y Roberto dejaban detrs la iglesia de Santa Maria, el Reverendo Fitzpdraig Cathal Sullivan, S.J., volva de la Ciudad del Vaticano despus de su paseo matutino por Roma. No tena ms de seis pies de altura, pero su largo cuello y su un tanto encorvado cuerpo, por haber alcanzado ya la edad mediana, se combinaban con su modo de caminar dndole el aspecto de una jirafa. Sullivan era un verdadero irlands negro, de cutis casi olivceo y una mata de rulos negros como el bano. En contraste, sus ojos eran profundamente azules, por lo menos lo que se alcanzaba a ver de ellos bajo sus
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espesas cejas. Durante sus primeras semanas en Roma, se haba dejado crecer afectadamente una barba entera que as lo crea l le imparta una distinguida aura diplomtica. En general, el vicario de la orden jesuita haba mostrado su desaprobacin y el barbudo Padre Sullivan pronto se convirti en un afeitado Padre Sullivan otra vez, con un poco de plata en las sienes para darle un aspecto distinguido. En 1939, cuando los tanques alemanes arrollaron Polonia, Fitzpdraig Cathal Sullivan, S.J., formaba parte del personal que diriga America, la revista de los jesuitas. Sin embargo, poco despus, Francis J. Spellman, el recientemente designado arzobispo de Nueva York, record los artculos de Sullivan y su mordaz curiosidad poltica y convenci al provincial jesuita para que prestara el sacerdote a la archidicesis para un trabajo de enlace en la cancillera. Los colegas de Fitzpdraig le aconsejaron que objetara esa transferencia. Los principios de su carrera entre los jesuitas haban sido afortunados. Ahora ya estaba firmemente establecida su fama de sacerdote erudito y la gente de Fordham se hallaba interesada en que dedicara parte de su tiempo a la enseanza. Ms an; el padre estaba comenzando a reunir una edicin crtica de las Ecclesiastical Histories de Eusebio. Varios directores de editoriales religiosas ya se le haban acercado para publicarlas. Todo lo cual auguraba una rica, si bien tranquila vida de erosin, reflexin y escritos. Por otra parte, hasta la propia cancillera de Spellman prometa ser un nido de intrigas. Mucho tiempo antes Su Excelencia haba puesto sus ambiciosos ojos tanto en el rojo cappello cardenalicio como en el papel de principal agente del poder poltico. Desde su primer da en su despacho, procur meter mano en toda decisin poltica de Nueva York en las que estaba interesado... y en muchas en la que no estaba interesado. Un cappello rojo acrecentara esa influencia, no slo en la ciudad sino tambin en Washington. Franklin Roosevelt conoca a Spellman... ya sus puntos de vista. Pero era uno solo entre muchos arzobispos; le faltaba el prestigio si bien no los recursos econmicos de un cardenal. En la cancillera de Madison Avenue haba un grupo de jvenes y brillantes monsignori que tenan sus propias ambiciones en un rincn de sus mentes, inclusive mientras promovan las del arzobispo. Tambin ellos queran una mayor justicia social acrecentando la influencia catlica en la poltica norteamericana. Por catlica queran significar clerical; por clerical queran significar la cancillera de Nueva York; y por la cancillera cada uno pensaba en s mismo. Han hecho mucho bien al pas observaba uno de los colegas de
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Sullivan. El Presidente est obsesionado con la guerra en Europa y se olvida de los pobres aqu, en su patria. Spelly y sus muchachos van a darle un pinchazo a la conciencia social de F.D.R.; le recordarn que an hay mucha gente sin trabajo ni comida. Pero tambin esos muchachos van a causar mucho dao. Ven a comunistas y a ateos debajo de cada piedra y cada uno de ellos quiere ser el prximo Papa. F.C., usted va directamente a la madriguera de un oso. Lo nico serio que puede escribir es su testamento. Pero el poder y la intriga fascinaban a Fitzpdraig Cathal Sullivan. Le gustaba jugar al borde del poder, observar y meter mano en los intrincados procesos a travs de los cuales se designaban y removan los pastores, se designaban los monsignori y se decepcionaba a los aspirantes, se asignaba dinero para las misiones, se fundaban o negaban proyectos especiales y los equivalentes seglares para los cuales los polticos buscaran la ayuda de la cancillera a fin de promover u oponer causas y candidatos. Ahora bien; tras cuatro aos de haber estado en esos bordes y a veces fuera el buen jesuita se senta ms viejo que sus cuarenta y cuatro aos. Los ltimos quince meses haban sido especialmente recompensantes; pero tambin especialmente fatigosos. A principios de 1942 se convirti en el nio de Spellman en el Vaticano, un fascinante papel para representar. La natural caridad del arzobispo se combinaba con sus aspiraciones eclesisticas. La unin se aument por sus medios financieros y su influencia entre los funcionarios norteamericanos y de la curia. l y Po XII se haban conocido en aos ms pacficos. Hoy, los cofres de Spellman estaban abiertos para ayudar al Pontfice y al hambre de Italia; maana, cuando terminara la guerra, quiz el corazn del Papa Pacelli se abriera a Nueva York y a sus necesidades para un cardenal como arzobispo. Oficialmente, el Padre Sullivan era un funcionario menor en la Secretara de Estado del Vaticano, con la principal tarea de colaborar en sus esfuerzos de ayuda. Menos oficialmente, estaba autorizado a girar sobre los recursos fiscales y el crdito poltico de Spellman con el gobierno de los Estados Unidos para ayudar a il Papa. An menos oficialmente, Sullivan encontr tiempo, bajo el nombre en cdigo de Father Christmas, para ayudar a los Estados Unidos a derrotar los males del nazismo. Daba de comer al hambriento, vesta al desnudo, visitaba a los presos y, ocasionalmente, hasta haca amigos con el Mamn de la iniquidad. Esa vida era chispeante y alegre hasta un grado que se acercaba al xtasis sexual. Pero era tambin exigente y, dadas sus mltiples lealtades y sus problemas coronarios, peligrosa. El camino ms directo para ir, desde donde estaba paseando el Padre
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Sullivan por la Via della Conciliazione hasta su improvisada oficina en la estacin ferroviaria de la Ciudad del Vaticano, pasaba por la Puerta de las Campanas, junto a San Pedro, y daba directamente a la plaza mucho ms vasta de la baslica. Un visitante deba satisfacer a varias filas de guardias suizos sus brillantes uniformes renacentistas, reemplazados ahora por la ropa camuflada de las batallas modernas a fin de legitimar el objeto de su visita y obtener despus un pase que se pareca mucho ms a un billete de excursin, vlido por ese da y para viajar nicamente, sin que se le permitiera ninguna parada. Desde luego, el Padre Sullivan no tena ninguna dificultad en cumplir con esos reglamentos. Caminaba alegremente por la piazza, haciendo caso omiso de los paracaidistas alemanes armados que patrullaban la doble arcada blanca que vinculaba los brazos de la columnata de Bernini y sealaba el lmite del territorio vaticano con los de Italia. Dentro de esa doble lnea, Sullivan tambin pas por alto a los soldados desarmados que papaban moscas como turistas que eran y se quedaban embobados con el esplendor del lugar. Al llegar a la puerta, devolvi el saludo del centinela con un garboso ademn y pas con mucha soltura por encima de la barrera antes de que el otro centinela la levantara. Con un rpido Buon giorno, sigui caminando hacia su oficina, encantado de que el ejercicio fsico matutino no le hubiera provocado ninguna presin en el pecho o un ardor en sus pulmones. El sacerdote se haba levantado a su hora de costumbre, las cinco, si bien haba pasado la noche en el catre de la oficina. Como miembro de la Secretara de Estado y nativo de un pas en guerra con Italia, tena una habitacin en el Colegio alemn ubicado contra las murallas exteriores del Vaticano pero en las cuales segua vigente la jurisdiccin de la Santa Sede. Esos recintos servan para muchos propsitos. El edificio quedaba a escasamente ms de trescientas yardas de su oficina, y sus inquilinos incluan a varias personas fascinantes. Una de ellas, Hugh OFlaherty, un monsignore irlands agregado al Santo Oficio, quien pasaba la mayor parte de su tiempo sacando a prisioneros de guerra aliados de manos del Eje. Otra era un monje agustino alemn, profesor de teologa moral en la universidad laterana (la universidad del Papa) el cual, como sus colegas irlandeses y norteamericanos, obedeca tanto a Csar como a Dios. La fluidez de Sullivan para expresarse en italiano y alemn y su amplitud de contactos, dentro y fuera del Vaticano, hacan que los lazos directos del monje con la Abwher del almirante Canaris fueran tan abiertos como con los del terror por el comunismo del Papa Po XII. Al jesuita le convena mantener una estrecha vigilancia sobre su aliado tanto
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como sobre su enemigo, pero haba veces en que prefera la soledad y la seguridad que le ofreca su oficina. Despus de levantarse, utiliz el bao que quedaba abajo, en el hall, para lavarse y afeitarse. Luego rez la misa en uno de los altares laterales de San Pedro. El gran nmero de clrigos que estaban obligados a vivir dentro del Vaticano haca que los horarios de las misas fueran estrechos, pero haba muy poca demanda para la de las cinco y media de la maana. Ms tarde se prepar un desayuno italiano, pero la comida no era una variedad de ersatz como la que se haban servido Anna y Roberto. El padre comi unos bollitos fabricados con verdadera harina y los haba untado con manteca verdadera y jalea de fresas. Tambin se bebi dos capuchinos dobles hechos con granos de caf brasileo que l mismo haba molido momentos antes. No eran tan aceitosos como los que l prefera, pero permitan preparar una bebida potable. El azcar era norteamericana, suavemente refinada, si bien se vio obligado a usar una mezcla de agua y leche envasada. No tena sentido, se haba dicho ms de una vez, que su seguro servidor estuviera mal alimentado mientras daba de comer a otros. Muy poco de lo que l contribua a distribuir llegaba a su oficina, apenas algunos artculos como el caf, el azcar y, a veces, jamn envasado. Pero tomaba esa comida slo para sustentar su salud, no por propia complacencia. Se haba preparado el capuchino en una vieja macchinetta que comprara en un bar que haba cerrado. El elaborado hervidor le ocupaba mucho espacio y requera unas caeras de agua especiales para que llegaran a su oficina. De haber sido menos generoso el arzobispo Spellman en sus donaciones al Santo Padre, los funcionarios del Vaticano sin duda habran desaprobado el pedido en lugar de limitarse a levantar las cejas y recordarle amablemente al jesuita que los rumores acerca de que la guerra estaba avanzando eran ciertos. La macchinetta result ser una provechosa inversin. No slo le causaba placer al personal sino que el deseo de Sullivan de compartir con generosidad el caf genuino hizo de su oficina un lugar de reunin popular para una de las tradicionales pausas italianas de media maana. Era en esas reuniones donde llevaba a la prctica su trabajo para el gobierno secular. Despus de trabajar en la iglesia desde las 6.30 hasta las 9.30, realizaba un largo paseo por Roma, variando su itinerario de un da a otro para ponerse en contacto con distintos miembros de su red. Despus regresaba a tiempo para presidir su tertulia matutina a la hora del caf. Estos cafs constituan tambin los momentos culminantes de su vida social. Restringa su hospitalidad a algunos de los diplomticos aliados
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acreditados ante el Vaticano, la mayora de los cuales se hospedaba en el Hospicio Santa Marta, no muy lejos de la estacin del tren, a algunos miembros de la Secretara de Estado y varios otros, como el agustino alemn, por el cual senta un inters especial, o a quien pudiera proporcionarle algunos rumores que circulaban por el interior del Vaticano o del mundo exterior. Algunos de sus menos prominentes amigos tomaban con bastante caridad el ser excluidos de esas sesiones. Atribuan la seleccin practicada por Sullivan a una necesidad profesional de estar en estrechos trminos con quien pudiera ayudarlo en su labor. Otros eran menos caritativos al sentirse excluidos alegando que el padre serva de alcahuete a quienes podan serle til para progresar en su carrera eclesistica o a una actitud condescendiente y neurtica de estar en relacin con gente famosa. Los dos grupos de amigos aceptaban a F.C. como lo llamaban todos sus colegas sacerdotes norteamericanos, aunque algunos laicos se sentan ms cmodos llamndolo Padre Fitz como uno de esos snobs que no dejan de pronunciar nombres importantes en una conversacin, un inveterado chismoso y un fanfarrn que gozaba con hablar y que lo vieran hablando con gente cuya informacin y posicin social excedan la de l. Sin embargo, por lo general, era generoso en compartir con algunas exageraciones acerca de la importancia de su propio papel los chismes con los amigos a los que no invitaba. Siempre telegrafiaba lo que l llamaba la palabra exacta, poniendo su mano derecha a la izquierda de la boca y hablando estrictamente entre nous, aunque fueran cuatro o cinco oyentes, acerca de lo que algn dignatario importante le haba confiado a su seguro servidor. En realidad los cafs pocas veces suministraban informacin til y rumores interesantes. En total, unas veinticinco personas aceptaban las invitaciones, aunque en un da determinado, no ms de diez o doce tenan tiempo para ir. Un nmero bastante exiguo para dos o tres grupos genuinos de conversacin. Las botellas de grappa, de coac y de whisky escocs que F.C. tena junto a la macchinetta para quienes apreciaban el caff corretto, de nada serva para los que tenan inmvil la lengua. Esos momentos en que l oa algo fuerte encantaban a Sullivan; servan para que se sintiera el centro de las cosas. Empero, su trabajo se haca cada vez ms peligroso. Los fascistas se mostraban suspicaces pero no eran ni lo suficientemente eficientes para levantar un caso contra l ni tenan el valor suficiente para proceder contra un diplomtico del Vaticano. El padre no tena problema alguno para pasearse por Roma. En realidad, haba pasado un tiempo considerable fuera de la ciudad
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trabajando con la Cruz Roja y los funcionarios italianos, tratando de transportar provisiones de alimentos. El fondo de la cuestin no era la falta de comida en Italia para alimentar tanto a la poblacin como a los alemanes sino, ms bien, el sistema de distribucin que se haba quebrado. En el valle del Po, la rica zona agrcola italiana, los granjeros coman carne vacuna tres veces por da porque no tenan mercado para su ganado, mientras que en Roma el conejo constitua una exquisitez y los gatos pasaron a ser una necesidad. El dinero del arzobispo, un pasaporte diplomtico del Vaticano y un adquirido aunque astuto talento italiano para torcer los reglamentos le proporcionaron a F.C. cierto xito al llevar comida al sur y, por supuesto, a la ciudad del Vaticano, cuyas necesidades se haban multiplicado por la afluencia de diplomticos y refugiados. Pero ahora que los alemanes estaban al mando, gran parte de la libertad del padre se hallaba restringida. El embajador alemn en el Vaticano, Ernst von Weizscker, habase mostrado compasivo y hasta a veces ayudaba a conseguir comida, si bien su autoridad palideca ante la de la SS, la cual era incomparablemente ms eficiente que los fascistas para adivinar las actividades seculares de F.C. Ms siniestro fue el brutal hecho de que ningn hombre de la SS que se respeta a s mismo vacilara en hacer desaparecer del mapa a un sacerdote sobre el que recayera la menor sospecha. Un pasaporte del Vaticano proporcionara muy poca proteccin. El cura podra desaparecer y los alemanes negaran cualquier responsabilidad, echndole la culpa a los guerrilleros comunistas. Todas esas historias no engaaran a nadie de los profesionales de la Santa Sede pero podra convencer al Papa Pacelli, que estaba fervientemente predispuesto a creer slo lo mejor de su amada Alemania. F.C. saba que sus paseos pronto deban acabarse y cuando esto ocurriera tambin desaparecera gran parte de su supervisin de la pequea pero prieta red de agentes que haba tejido. Ahora bien; justo cuando los alemanes estaban empezando a apretar las cosas, Washington envi a este personaje, El Cuervo, para tratar de desentraar los secretos de la Enigma. F.C. no saba nada de las partes especficas del plan pero, abstractamente, le pareca sumamente imprctico. Empero, saba que El Cuervo tena que ponerse en contacto con Anna Caccianemici, en el Trastevere. El hombre del cura, el barrendero Tommaso Piperno, le haba confirmado que El Cuervo estaba ya en su puesto. F.C., en su papel de Father Christmas, estaba preocupado por ese contacto. Su gente estaba razonablemente segura de que Anna era una agente doble. Para empezar, el padre nunca haba confiado en los comunistas y sus informantes en varios grupos de la resistencia le advirtieron
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que la mujer era torcida, si es que alguna vez fue derecha. Como Father Christmas, F.C. tambin estaba preocupado por la presencia de un agente en el departamento de Anna. Para l, como sacerdote, la mujer era inmoral. La muerte era una compaera constante de un espa en tiempos de guerra y al jesuita le pareca el colmo de la insensibilidad moral colocar simultneamente a un hombre ante el peligro de perder su vida mortal y su alma inmortal. Si por una rara casualidad El Cuervo sala triunfante, o hasta si decida huir para cubrirse una posibilidad mucho ms probable la red de Father Christmas debera cumplir la tarea de salvar al muchacho. No bien F.C. entr en su oficina de la estacin ferroviaria, sac una llave del bolsillo y abri el compartimiento secreto de su escritorio de tapa corrediza. De ah extrajo una serie de fotografas tamao pasaporte de El Cuervo y tres pasaportes: el primero italiano, comprado por la embajada en Roma antes de la guerra, el segundo norteamericano, legtimo, y el tercero de la ciudad del Vaticano, sacado muy discretamente del escritorio de Monseor Giovanni Battista La Torre, uno de los dos subsecretarios de Estado del Papa. El monsignore segn pautas eclesisticas La Torre era un arzobispo joven y, segn cualquier pauta, un arzobispo de excesivo tamao, pero como la mayora de los burcratas del Vaticano, prefera que lo llamaran monsignore y F.C. haban hablado acerca de mandar algo de comida al orfelinato que La Torre protega. F.C. haba prometido la comida y La Torre se haba alejado unos momentos de su escritorio. Como arreglo result ser muy italiano, a mitad de camino entre la coima y la propina y por un propsito noble. Quien quisiera la ayuda de La Torre y tarde o temprano casi todo el mundo, excepto Su Santidad y la madre Pasqualina, el ama de llaves alemana del pontfice, la pedan deba contribuir primero al orfelinato. Ese hogar, se imaginaba F.C. haba sido un lujoso palacio ducal, por el que la mitad de Roma mostraba su amor hacia el monsignore y apreciaba su influencia haciendo regalos de comida o dinero para los nios sin hogar. F.C. pestae varias veces y contempl por la ventana los jardines pontificios. Tras unos minutos, se sonri y volvi a mirar minuciosamente una de las fotografas. Se acord de un linotipista del Vaticano que acrecentaba sus magras entradas con falsificaciones. Y en esto era magnfico; un verdadero artista. El padre Maria Benedetto, el sacerdote francs que sacaba de contrabando a judos extranjeros, se serva de l para la confeccin de documentos franceses y hngaros. Y de eso estaba seguro F.C. el hombre era, por lo menos, parcialmente responsable de la proliferacin de tarjetas entre
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jvenes romanos que los identificaban como guardias pontificios. Si uno tomaba todas esas tarjetas como autnticas, Po XII podra haber tenido un ejrcito ms grande que el del Mariscal Kesselring. Si el artista linotipista dispona de materia prima suficiente podra realizar un excelente trabajo para El Cuervo. El nico problema sera reemplazar la chaqueta y la corbata de la fotografa por un cuello romano. Lstima que la gente de Washington no se haba dado cuenta de que el modo ms fcil para que un hombre entrara o saliera de Roma era disfrazarlo de sacerdote. Sullivan necesitaba tomar rpidamente una decisin. Mientras se paseaba haba estado pensando con preocupacin en El Cuervo en lugar de planear cmo orquestar el caf. Primero tena que hablar con Paul Stransky, el secretario oficialmente acreditado del presidente Roosevelt ante el Vaticano, que formaba parte del personal representativo y, ms importante, Stransky era el conducto de F.C. con la OSS. A travs de sus fuentes, Stransky podra saber algo ms acerca de El Cuervo. Despus, F.C. quera seguir hasta las ltimas consecuencias con el diplomtico yugoslavo la historia que l aseguraba haber odo de los espaoles en el sentido de que los alemanes haban capturado a un agente norteamericano que haba pasado a Francia desde una zona de Barcelona. Cuando monseor La Torre estuviera ah y slo iba una vez por semana F.C. pensaba manifestarle los saludos personales del arzobispo Spellman y entregarle un cheque para el orfelinato. (El Instituto de Obras Pas, el banco que el papado haba establecido recientemente en la ciudad del Vaticano para proteger los fondos de las rdenes religiosas contra la confiscacin alemana, hara la transferencia). F.C. podra haber depositado fcilmente el dinero en la cuenta del orfelinato, pero prefiri drselo directamente a La Torre. El monsignore vinculara a F.C. con las buenas obras. Tambin quera sondear a La Torre acerca de los rumores sobre que la SS pensaba apoderarse de los judos de Roma y enviarlos a campos de concentracin en algn lugar de la Europa oriental. De ser ciertas todas esas historias y aunque no lo fueran F.C. estaba ansioso por saber qu pensaba hacer o decir Po XII respecto al tratamiento de los judos. El silencio del Papa se estaba convirtiendo en un escndalo. El da del caf trajo dos bonificaciones. La primera, el monje agustino. Era un hombrecito gallardo y delicado, de apenas cinco pies y seis pulgadas de altura, pequea constitucin fsica y sin una onza de grasa. Combinaba la lasitud fsica con la energa intelectual. Andaba a gachas ms que caminaba,
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pero su mente tena la fuerza de un torbellino y, aun fuera de su especialidad, la teologa moral, ms que hablar pareca chisporrotear. El negro sombro de sus vestiduras no ocultaba para nada su cnico humor. Como F.C., tena un cutis oscuro y un pelo negro como el carbn. Pero sus ojos, a diferencia de los de F.C., eran castaos. Difcilmente poda tomrselo por el ario estereotipado. De haber sido judo se lo hubiera descrito por tener un exceso de chutzpah 1, pero siendo ario de sangre, si bien no de color, tena el suficiente descaro como para interpretar una burbujeante e ingeniosa representacin en uno de los ocasionales cafs de F.C. y robarle la escena ante su presencia, menos chispeante intelectualmente. Los dos se haban conocido formalmente en el mes de junio pasado cuando las monjas que administraban el refectorio del Colegio Alemn haban dado una fiestita para el cumpleaos que ambos compartan. Pese a sus beligerantes nacionalidades, ambos sacerdotes se apreciaban mutuamente, quiz porque cada uno vea una parte de su carcter reflejada en el otro. Los dos eran perezosos, muy brillantes, muy chismosos y extremadamente fatuos. Tambin les gustaba inmensamente la emocin de trabajar a la vez para la Iglesia y el Estado. En eso F.C. le llevaba una ventaja: saba que el agustino era un espa. En cuanto al monje, slo tena fuertes sospechas de su colega norteamericano. La segunda bonificacin de esa maana fue que, adems de haber ido, La Torre llev consigo a su viejo amigo monseor Ugo Galeotti, un diplomtico del Vaticano que acababa de regresar a Italia despus de tres aos en Estambul. Galeotti tena fama de glotn, como su aspecto de Fraile Tuck 2 lo indicaba. Y tambin fama de poseer un astuto razonamiento poltico. Ante la macchinetta, La Torre ech tres cucharadas de azcar en su espresso doble; despus le ech un chorro de grappa apropiado a su voluminoso fsico y a su posicin jerrquica. Su amigo tom el caf solo. Pero Vanni deca Galeotti mientras F.C. se le acercaba, con la mano tendida y radiante dentadura, yo s que es cierto; t sabes que es cierto y l sabe que es cierto. Por caridad, debemos creer que est esperando el momento oportuno para hablar. Cuando todos ellos estn muertos coment La Torre con amargura. Vio a F.C. y en seguida pas a hablar en ingls, llevando la conversacin a establecer triviales comparaciones entre la vida en Turqua e Italia. A la vista se notaba que La Torre estaba inquieto por algo y Galeotti, hombre de exquisito
Desfachatez, atrevimiento, desenfado. El Fraile Tuck, personaje de la leyenda de Robin Hood, famoso por su gordura y glotonera. (N. del T.).
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tacto, procuraba calmarlo. Por otra parte, el temperamento explosivo de La Torre era tan famoso como su testarudez. En verdad, a sus ntimos les resultaba difcil decidir si el Santo Mulo o Vesubio eran los apodos ms apropiados para llamarlo. Circulaba una historia acerca de que el Papa Pacelli lo haba designado demasiado pronto como uno de los dos subsecretarios de Estado porque, de acuerdo con lo que deca el propio La Torre, hasta un resonante no del pontfice resultaba una suave y dulce razn. F.C. poda sospechar lo que todos ellos saban; pero resultaba evidente que los prelados no iban a continuar discutiendo mientras l estuviera presente. De modo que se alej para reunirse con el grupo que se haba formado en torno del agustino, quien se diverta exponiendo una tesis acerca de que la justicia divina requera la trasmigracin de las almas. La esencia del razonamiento es sencilla estaba diciendo el monje. Por qu no? pregunt un monsignore italiano. Por lo general el error es sencillo. Espere, amigo, escuche el argumento. Todos estamos de acuerdo en que Dios hizo que esta vida fuera una prueba para nosotros. Una prueba requerida. Nadie tiene la eleccin de nacer. Por esa prueba, Dios nos ha dado, a cada uno de nosotros, el libre albedro y un alma inmortal. Tambin nos ha dado una nica chispa, lo que hace que cada alma sea distinta de otra. La representacin de esa alma no est predeterminada. No hay dos entre nosotros que encaren precisamente las mismas tentaciones, que reciban precisamente las mismas clases de gracia, que gocen el mismo ambiente cultural y el mismo especfico entorno fsico. O, si me permite mi alusin a otro agustino, el abate Mendel, que estn dotados con los mismos genes. Para un hombre rico, resistirse a robar cinco marcos es apenas tan virtuoso como para un pobre; para un hombre que ha sido castrado, las exigencias de una santa pureza no representan tanto una carga como para un muchacho sano de veintiuno. Quindi?pregunt el italiano. Y con eso qu? Qu? Pues que si Dios es perfectamente justo, como sabemos que lo es, nosotros los telogos estamos frente a un enigma. Sabemos que l no puede hacer juicios justos personales acerca de nosotros acerca de quin merece la felicidad eterna y la eterna condenacin a menos que encaremos las mismas pruebas y bajo las mismas circunstancias. Y, por supuesto, no podemos encarar idnticas pruebas si slo vivimos una vez. De ese modo, mi argumentacin el agustino se sonri es que la historia es nada ms que un espejo giratorio. Despus se vuelve a nacer en otro cuerpo y se representa un nuevo papel, y as sucesivamente hasta que cada uno de nosotros ha sido todos y Dios puede
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hacer perfectamente juicios interpersonales. Pero lo interrumpi el monsignore italiano, seguramente un Dios omnisciente puede extrapolar de una prueba todas las otras. Le contesto a eso le replic el monje: pese a su omnisciencia, Dios no puede, coherente con Su justicia, extrapolar otra prueba de una. Ha elegido, en su sabidura que todo lo ve, darnos el libre albedro. Y un hombre con libre albedro puede resistir una gran tentacin slo para sucumbir ante una pequea; puede caer ante cierta tentacin nueve veces y superarla la dcima y todas las ocasiones subsiguientes. Quien asesina a una criatura puede correr el riesgo de salvar a un extranjero, inclusive un enemigo; quien pasa su vida odiando puede, al final, entregar su vida por amor. El libre albedro significa que las respuestas morales no son perfectamente predecibles. No son, como dicen los lgicos, transitivas. La Torre y Galeotti se fueron acercando a la audiencia. Galeotti se sonrea, pero La Torre no se senta para nada divertido. Tonteras dijo, pesadamente. S, claro, tonteras estuvo de acuerdo el monje.El elemento de la tontera es la prueba emprica ms fuerte que se puede ofrecer para que una teora encaje en la realidad. Porque no hay una historia o una realidad como nuestras mentes racionales, aunque muy humanas, las han concebido. Dios opera como un director de escena omnipotente, cambiando los papeles de los hombres que intervienen y actan. Dios nos ha permitido recordar un pasado mtico e imaginarnos un futuro que an no es. Pero toda la historia del hombre ha tenido lugar en una franja del tiempo. As es como ustedes, en la Universidad de Letrn, pasan el tiempo? le pregunt La Torre. Slo cuando estamos serios le contest el agustino. Cuando descansamos discutimos acerca de si los funcionarios de la curia tienen alma. Senta... Escuche intervino monseor Galeotti, algunos de nosotros hemos estado discutiendo un problema moral ms especfico: el tratamiento que les dan los nazis a los judos. El Vaticano est muy preocupado. Esa es toda una novedad, no es cierto, monsignore?le pregunt el monje. Est sealando usted que la Santa Sede adoptar ahora una poltica exterior basada en que todos debemos amar a nuestro prjimo y que todo hombre es nuestro prjimo? O est implicando un cambio menos revolucionario en la actitud del Vaticano respecto a toda esa gente a la que los Papas encerraron histricamente en un ghetto que se inundaba todos los aos a lo largo del Tber y a la que nuestro ritual del Viernes Santo todava sigue
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sealando como prfida?. La Torre lo interrumpi: Espiritualmente, dijo el Papa Po XII, todos somos semitas; y en varias oportunidades el Papa Pacelli ha expresado su preocupacin por el maltrato que los alemanes dan a los judos. Lo ha manifestado pblicamente en sus mensajes al mundo y en conversaciones privadas con el embajador de usted. Esperemos agreg el monje que Su Santidad tenga ms sentido en privado que en pblico. Nunca he estado seguro de qu guerra se est lamentando y mucho menos de qu vctimas. F.C. prest toda su atencin. Esta podra ser una piedra preciosa para mostrar a sus amigos: un relato de la disputa entre diplomticos papales y un espa alemn. No me tome el pelo, padre le espet La Torre. Le estoy hablando como representante del Papa. Nosotros tanto l como muchos de nosotros en la Secretara de Estado estamos preocupados por las exigencias de la SS que pide un rescate por los judos de Roma. Ah, cre que la preocupacin de ustedes era mucho ms general! le replic el agustino, continuando su charla. Luego, al ver que la clera asomaba a la cara de La Torre, se puso menos petulante, aunque no por eso menos cnico. Perdneme mi dbil esfuerzo por el sentido del humor, monsignore. Usted desea una evaluacin sincera. Muy bien: lo que yo veo es una extorsin. Pagar no servir de mucho. Sus hebreos romanos pronto se encontrarn en un campo de trabajo, trabajando contra el comunismo. Tendran que haber aceptado el cristianismo; entonces lucharan valientemente contra el comunismo como el resto de sus compatriotas italianos. Ecco, un campo de trabajo. La Torre poda pasar por alto la pulla contra la virtud militar de los italianos, pero no pudo evitar que le aflorara el sarcasmo al or que lo que l pensaba era una impostura. Squese los pelos de la lengua y admita que esos judos sern llevados a un mattatoio, un matadero, adonde sus hombres de la SS llevarn a esos pobres seres junto con miles de otros convirtindolos en pedazos de carne muerta y sangrienta. El agustino se encogi de hombros. Usted toma muy en serio la propaganda sionista, monsignore. Me gustara que tomara con la misma seriedad el espantoso hecho de que los ingleses bombardean poblaciones civiles alemanas. Ahora est ocurriendo una verdadera carnicera. Cuando hablo de los judos quiero decir campos de trabajo, lugares donde trabajarn para la victoria sobre los brbaros del Este, como lo hacen la mayora de los alemanes y hasta... levant las cejas
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algunos pocos italianos. Campos de muerte repiti La Torre; lugares donde se extermina a hombres, mujeres y nios inocentes. No defiendo los bombardeos ingleses; pero Alemania difcilmente puede quejarse despus de lo que sus bombardeos hicieron en Rotterdam, tras haberse rendido Holanda, y despus en Londres y Coventry. Perdneme, monsignore, pero no creo en esos embustes: ni en que los alemanes bombardean a civiles ni en esos imaginarios campos de exterminio. Usted ha estado escuchando la misma clase de basura con que los ingleses alimentaron al mundo desde 1914 a 1918. Recuerda las historias de que los soldados alemanes traspasaban con sus bayonetas a criaturas y violaban monjas? Despus de la guerra, hasta los propios ingleses admitieron que todo eso haba sido inventado por ellos. Hoy ustedes saben de los bombardeos ingleses porque los mismos ingleses alardean de ser asesinos. Pero usted no tiene informes confirmados de ningn campo de extermino porque tales campos no existen. Los campos de trabajo, s. Campos, concedo, donde las condiciones son probablemente muy duras. Pero lo son como parte de una guerra, y una guerra es una suma de durezas. Adems, los antiguos judos llevaron este sufrimiento a su propio pueblo cuando exclamaron: Que la sangre caiga sobre nosotros y nuestros hijos. Yo guardo mis condolencias para las mujeres y los nios que los ingleses estn asando vivos. Ecco: he recibido un informe tras otro. Todos se confirman y verifican entre s. Todos dicen lo mismo: campos de muerte La Torre lo dijo con una voz que le temblaba de ira. Ay, no estn suficientemente verificados como para convencer al Santo Padre o cualquier otro observador objetivo! le replic el monje. El Pontfice tiene mucha fe en la integridad del pueblo alemn y una gran comprensin acerca de cmo la repeticin y hasta la creencia de esos viles rumores ayudan al comunismo. Dunque intervino nuevamente Galeotti todos somos sacerdotes de Dios. No nos peleemos como matarifes. Segn mi parecer, ninguno de los que estamos aqu somos responsables de la poltica alemana o de la inglesa. Cada uno de nosotros quiere la paz y la justicia, no la guerra ni la opresin. La Torre se alz de hombros, no pacificado sino consciente de la extraa situacin. Volvi a la macchinetta y se sirvi otro espresso. El agustino sigui sonrindose suavemente, exteriormente impvido ante ese afilado intercambio de ideas. Galeotti le pregunt al monje: Quisiera poner usted, padre, a un lado cualquier diferencia personal y
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mantener abiertos sus odos acerca de los informes que perjudican a los judos de Roma? Estoy seguro de que Su Santidad lo agradecera mucho. Por supuesto, monsignore, pero no le ha contado a usted el embajador alemn todo lo que sabe? Tal vez dijo La Torre al regresar de la macchinetta. Con los diplomticos nunca se sabe. Pero aunque as fuera, es posible que no est enterado de todo. La SS es una ley en s misma. Eso es bastante cierto. Pero estoy seguro de que todos esos rumores acerca de los campos de exterminio son falsos. Por otra parte, las bombas incendiarias inglesas son reales, horriblemente reales. Por favor, asegrele a Su Santidad que su primer deber moral es protestar contra el asesinato de cristianos alemanes por los ingleses. No me atrevo a instruir a Su Santidad acerca de sus deberes morales dijo La Torre mientras se iba. Desde luego, menta; pero era una mentira piadosa. Adems, por cuanto su antagonista no tena derecho a la verdad, no haba pecado en engaarlo.
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TRES
Washington, D.C., mircoles 29 de setiembre de 1943. La reunin tuvo lugar en la oficina de John Winthrop Mason en lugar de la del coronel Lynch. Lo cual era algo inslito. Mason prefera encontrarse en las oficinas de otros a fin de poder irse no bien sintiera que las cosas ya estaban arregladas. Su oficina se hallaba en el agitado edificio del viejo Departamento de Estado, al lado de la Casa Blanca. Lynch se encontraba ah, lo mismo que sir Henry Cuthbert, un brigadier ingls rollizo, calvo, calvo pero con bastante caspa. Acababa de llegar del comando ingls en Bletchley, donde se coordinaban las lecturas de la mquina Ultra de la mquina Enigma. La misin del brigadier era actuar como enlace con los norteamericanos durante la Operacin Diosa de Bronce. La casaca de sir Henry estaba tan ostentosamente desprovista de condecoraciones como la del coronel Lynch. Por favor, ponga a sir Henry al da le orden Mason. No hay mucho que el brigadier no conozca despus de la informacin que nos dio esta maana, seor. Entonces pngame a m al da la voz de Mason reson como el equivalente verbal de un castaeteo con los dedos. Lynch vacil, despus se repuso y habl rpidamente. El compaero de Able entr en Holanda a horario. Nuestro agente perdneme, brigadier, su agente ya se encontraba ah. Able se registr con l en un hotel y los alemanes los agarraron al da siguiente. Mason retorci los labios en lo que para l era una sonrisa. Hay una grave filtracin en su red, sir Henry. Usted debe hacer algo. Por supuesto asinti el brigadier. Realmente debemos hacer algo pero uno no sabe precisamente qu hacer no es as? A Lynch esa frase no lo divirti nada. Prosigui: Baker consigui entrar sano y salvo en Run. El contacto de ellos es o fue directo. Pero los alemanes deben de haber frustrado muy pronto a Able. Dos das despus la Gestapo pesc a Baker mientras los nazis estaban practicando un reconocimiento cerca del campo de aviacin.
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Hay que reconocer que los hunos son eficientes observ sir Henry. Charlie sigue en libertad an agreg Lynch. Estaba programado que cruzara los Pirineos hace tres das. No hemos odo nada en contrario. Supongo que est en manos de uno de los grupos de la resistencia y que ha pasado a algn lugar, tal vez Marsella. Como usted recordar no lo pusimos con un doble agente. Pero no es muy brillante y si Able y Baker hablaron, los alemanes sabrn todo de Charlie. Y ese joven instructor de Dartmouth? pregunt Mason. Princeton, seor. El Cuervo desembarc como estaba planeado, se realiz la cita e inmediatamente se puso en contacto con Anna. Tal es el informe del Father Christmas, quien vigila el departamento. Quin inspecciona la oposicin? Tambin se ocupa de eso el Father Christmas. Es su territorio. La Cruz Roja confa en l, lo mismo que nuestro buen arzobispo de Nueva York. Paul Stransky, el secretario del enviado especial, cree que est en bastante buena situacin con la gente que vive en el Vaticano. Debe de estarlo endiabladamente bien. Con la ayuda de la Cruz Roja, el dinero de Spellman y nuestra connivencia, ha ayudado a entrar buena comida en el Vaticano y para los lugareos de Sicilia y hasta de Roma. Esta ltima recibe cierta presin de los fascistas y de los alemanes y le da poca libertad de movimientos. Inclusive se ha puesto en contacto con un monje agustino en el Vaticano de quien sabemos, a travs de la lectura de la correspondencia alemana, que tambin es un espa. Con quin trabaja estrechamente el Father Christmas? Tiene poca gente. No le puedo dar nombres ni siquiera los totales. El padre no es el tpico hombre en el terreno. No nos va a decir nada ms de su red de lo que nosotros podamos extraerle. Y su informacin nos ha sido de demasiado valor como para exprimirlo ms. Sin embargo, sospecho que la mayora de su gente son clrigos. Conozco a uno de sus agentes, pero slo porque ayud a reclutarlo cuando estuve ah en la embajada. Es un spazzino tullido, un barrendero. Repita eso le dijo Mason. Creo que usted dijo un barrendero callejero tullido. As es. No s lo que F. C... F.C? pregunt sir Henry. Haba entendido, pero necesitaba cierto alivio despus de la tensin interna que senta por haberse refrenado en mirar la enorme cabeza y la cara rara de Mason. Father Christmas. Un basurero romano es un excelente observador y correo. Tiene la perfecta excusa para andar de un lado a otro por la ciudad. Se
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llama Piperno, Tommaso Piperno. Al parecer una curiosa partera manca intervino en el parto y le disloc la cadera. Su familia era demasiado pobre para componrsela. Como resultado, el hombre es un tullido permanente. Hay muchos as en Italia. Tpico de las sociedades primitivas observ Mason. Absolutamente corrobor sir Henry. Pues bien; ese hombre vive a unas cien yardas de la casa de Anna en el Vicolo del Cedro. La calle de l se llama Vicolo del Bologna. Parece apoltico. Si lo vuelan... Cul es la situacin de usted, sir Henry? interrumpi Mason. Casi la misma. Los hunos pescaron a nuestros dos hombres en Francia en el lapso de setenta y dos horas. Tal parece ser el tiempo que dan ellos a sus dobles para aislarlos, por as decir. Como usted, enviamos un hombre para ponerse en contacto con un conocido doble; al otro, con una unidad de la resistencia legitimada. Con uno en la mano, los alemanes pronto pudieron tener a los dos. Es una lstima. Algo ms? pregunt Mason. No tenemos ninguna noticia de nuestro hombre que entr en Alemania. En realidad, nunca esperamos tenerlas hizo una pausa para encender la pipa. En Noruega es otra historia distinta. Algo para fastidiarlos ah. S? una cierta impaciencia empezaba a invadir a Mason. Nuestros muchachos siguen trabajando ah. El tipo de Trondheim, de quien creamos que era un doble, al parecer es derecho. Resulta un poco difcil estar seguro. No nos queda ms que esperar y ver verdad? Usted, tal vez; yo no Mason se dio vuelta hacia Lynch. Hasta dnde est seguro de esa Anna? No estoy muy seguro de mucho. La muchacha se estuvo divirtiendo un montn de aos mostrando una tarjeta del partido comunista cuando llevarla le hubiera valido una sentencia de muerte o algo peor. Vive sola, trabaja mucho y es endiabladamente brillante... y recia. Proviene del Alto Adige, en las Dolomitas. Una regin que es tanto austraca como italiana. Entonces, por qu cree que es... cmo es la expresin... torcida? Porque sabemos que durante ms de un ao ha mantenido estrecho contacto con el hombre de la Abwehr en la embajada alemana, un coronel Manfred Gratz. Al mismo tiempo, ha estado trabajando con la resistencia... o as lo pretende ella. La OVRA, la polica secreta fascista, la ha tenido en fro varias veces. Pero siempre la dejaron salir despus de un da o poco ms, excepto cuando una vez la retuvieron una semana en la casita de ellos, lejos del Palazzo
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Braschi, molindola a golpes, segn ella, aunque no hay ninguna corroboracin. Tenemos un informe del Father Christmas de un amigo en la Questura, la oficina de la polica romana, segn el cual, en una oportunidad en que fue arrestada, la Abwehr hizo algunas averiguaciones indirectas y discretas acerca de su situacin. Su prontuario es fenomenal; demasiado fenomenal. Traduzca Abwehr, por favor. S muy poco de latn y nada de alemn Mason abri la caja humectativa para cigarros que estaba en el escritorio, se sirvi y se la pas a los otros dos. Ambos menearon la cabeza. La Abwehr le explic Lynch, un poco incmodo por el lapso de Mason es el Servicio de Inteligencia Militar alemn. Est en directa y a veces en salvaje competencia con la SD, el brazo de la Inteligencia de la SS. Hay un montn de fuerzas politiqueando entre esos diversos servicios. Y... A diferencia de nosotros agreg secamente Mason. Los nuestros no son como los de ellos. Las sogas al cuello o las balas en la cabeza son los medios con los que ellos designan a los perdedores. De cualquier manera, Anna trabaja en el Restaurante Remus, justo fuera de Piazza Navona. Estaba administrado por uno de los grupos de la resistencia como trampa para atraer a fascistas. Ahora parece que los alemanes se han convertido en su clientela principal. Los hunos tienen una manera de apoderarse de las cosas, verdad? pregunt sir Henry. S, seor. La tarea de Anna ha sido ponerles buena cara si a uno le caen bien hasta ese punto y su cuerpo para estimularlos a conversar. Los favores sexuales forman parte de esa representacin? pregunt sir Henry. Mason levant las cejas como para objetar que la pregunta careca de importancia, pero Lynch se apresur a contestarle: No lo sabemos, brigadier. No estamos seguros. La pobre ha tenido una vida muy difcil. Revolverse un poco en la cama a la noche para mantenerse viva tal vez le parezca un buen negocio. A quin o a qu es leal ella? A ella misma, brigadier. Sospecho que es una mujer independiente que juega con nosotros, con la resistencia, con los fascistas y los alemanes al mismo tiempo. Polticamente es una completa cnica, inclusive con el partido comunista. Se vende a quien apueste ms alto. Es lo que supongo. Podemos tenerla bajo vigilancia? pregunt Mason. No, seor. No podemos mantener una estrecha vigilancia con ella el coronel asinti, haciendo una seal con la cabeza a sir Henry. Italia es un coto
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bastante codiciado por los ingleses. Father Christmas y su gente, quienes sean, son los nicos agentes que tenemos ah. Saben que Anna conoce a muchos de la resistencia como para seguirla sin que se d cuenta. Y el grupo al que ella pertenece sospecha demasiado de las otras organizaciones como para pedirle ayuda. Qu sabe el cura de esta misin? Le hemos dicho que El Cuervo ha ido a Roma para revelar los secretos de la Enigma. La misma historia que tiene El Cuervo. No hemos ido ms all de esa cobertura. El Father Christmas no se muestra muy optimista en general acerca de esta misin, y no tengo ningn inconveniente en decirle a usted que el cura no se siente muy feliz en mezclar a nuestro agente con Anna. La mentalidad sacerdotal es maravillosa coment Mason. Nosotros utilizamos sus informes para realizar quinientos planes a fin de bombardear Roma y el cura se preocupa por la moral de un agente en sus relaciones con otro. Bueno, desde su punto de vista... Esta oficina slo tiene un punto de vista: los de nuestro cliente. No tenemos nada que ver con la vida sexual de Anna o la de El Cuervo. Nuestro nico fin es que los alemanes crean que nosotros no podemos leer los mensajes de la Enigma. El sexo es slo una parte del problema, seor. El Father Christmas ha formulado una pregunta interesante: Por qu enviamos a un hombre para una misin tan decisiva y lo ponemos a trabajar con alguien que, segn nos han advertido, ha sido un doble y hasta triple agente? Su respuesta? pregunt Mason. Le dijimos que, para nosotros, la mujer era la persona ideal para esta misin. Tiene contactos tanto con los funcionarios fascistas como con los alemanes. Le dimos a entender que nosotros dudbamos de que fuera torcida. Ms sencillo hubiera sido decir que nosotros estbamos seguros de Anna y despus confesarle nuestro error Mason levant una mano anticipndose a lo que iba a decir Lynch. Ya s, ustedes, los romanos, consideran un sacrificio mentirle a un sacerdote. Para nosotros, los abogados, lo esencial es no mentirle a un cliente. Est usted seguro pregunt sir Henry que su Father Christmas no sabe nada acerca del verdadero propsito de la Diosa de Bronce? No le hemos dicho nada. Ni siquiera le hemos dado ningn indicio acerca de la existencia de nuestra preciosa mquina Ultra que lee los mensajes
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de la Enigma. Pero no podemos estar absolutamente seguros de lo que sabe esa gente en el Vaticano. Conocen montones de secretos... de ambos lados. La humanidad manifest solemnemente Mason tiende a exagerar la competencia de los diplomticos del Vaticano y de los banqueros suizos. Quin vigila al Father Christmas? l le informa directamente a Paul Stransky, el cual informa directamente a su oficina. Stransky utiliza el sistema de comunicaciones del embajador ingls. No tenemos una radio con nuestra gente. Mason pareca incrdulo. Despus se dio vuelta hacia el brigadier. Eso es seguro? As esperamos le respondi sir Henry. No es una idea muy agradable que los hunos lean nuestro puesto, verdad? Mason cambi de tema. Podemos suponer que todos nuestros equipos hablan de la sustancia de sus misiones? Sir Henry asinti con la cabeza. Una suposicin absolutamente realista. La nica pregunta que se me ocurre manifest Lynch con amargura es si algunos de ellos estaban lo suficientemente vivos como para contar una historia coherente. Denle a la Gestapo bastante tiempo y se encargar de quebrar a cualquiera. A veces se exceden. Roma, mircoles 29 de setiembre de 1943 Cinco oficiales alemanes estaban sentados en el living de una espaciosa suite en Roma, en lo que en una poca fue el hotel de moda de la ciudad, el Excelsior. Estaban presentes el mariscal de campo Albert Kesselring, el general de la Luftwaffe que comandaba el Grupo A del ejrcito, un hombre cuya calva se pronunciaba cada vez ms; el general Hans Mueller, obeso y bebedor, comandante de Roma; el coronel Manfred Gratz, rechoncho y con la cabeza como un huevo y calvo, jefe de la Abwehr en Roma, y el ms joven y el de menor grado del grupo, el ms alto y apuesto de los oficiales, el teniente coronel Viktor Olendorf, de la SS, comandante en Roma de dos de las suborganizaciones de la SS, la Gestapo, la polica secreta del Partido Nazi y la SD, el servicio de espionaje del partido y brazo del contraespionaje. Antes de su asesinato, Reinhard Heydrich haba emergido formalmente de la SD y la Gestapo, pero era ms fcil cambiar los nombres en las planillas administrativas que cambiar los hbitos de los oficiales, especialmente cuando esos hbitos se centraban en controlar las vidas de otros seres humanos. Sin
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embargo, en Roma, el que haba emergido proceda suavemente. Olendorf era un burcrata eficiente que esperaba una obediencia rgida de sus subordinados y a veces prestaba algn servicio a sus superiores. Como polica astuto y profesionalmente competente, conoca ntimamente a Roma y a los romanos. Igual que el coronel Gratz de la Abwehr, Olendorf se desempeaba en la embajada desde antes de la guerra y, despus de la defeccin de Italia, pronto ascendi de ayudante de attach hasta jefe de polica. El quinto oficial era el director de la Abwehr, el almirante Wilhelm Canaris. Los otros no llevaban condecoraciones en sus uniformes, pero el almirante llevaba an las botas y los pantalones de montar despus de haber andado al galope en su paseo de la tarde por el galoppatoio, a media milla de distancia. Era bajo, de pelo gris, en la mitad de su cincuentena, y su sonrisa rpida y sus brillantes ojos curiosos lo hacan ms adecuado para el papel de un to benevolente que para el de jefe de la inteligencia militar alemana. Su aparente inocencia, su locuacidad, su amor por la intriga y su insistencia en mantener contactos con los agentes britnicos en pases neutrales, hacan que muchos nazis sospecharan de l tomndolo por un agente doble. El legendario xito de sus operaciones enojaba, amenazaba y frustraba a toda esa gente. Bajo el sistema militar alemn, basado en una prieta estructura, el almirante no tena ninguna responsabilidad directa ante el partido nazi. Informaba al mariscal de campo Wilhelm Keitel, jefe del Estado Mayor de la OKW, el comando supremo. Lamer las botas del partido era tarea de Keitel, no de Canaris. La mesa estaba servida con copas de varios tamaos y una profusin igualmente diversa de botellas de coac, drambuie, sambucca, grappa y el suave amaretto de Saronno, con sabor a almendras. El almirante Canaris pas una vuelta de cigarros. Mueller y Gratz encendieron los suyos inmediatamente; Kesselring acept uno pero se lo guard en la chaqueta. Olendorf declin el ofrecimiento y sac un atado de Lucky Strike. Dnde los consigui? le pregunt el almirante. Me proveen mis amigos de la Waffen SS le contest Olendorf, sonriendo. Por suerte los norteamericanos fuman mejor de lo que pelean, de modo que raras veces me faltan. Esta comida no fue observ el general Mueller, mientras acercaba su carnoso cuerpo a la mesa y se serva un coac triple un acontecimiento culinario digno de nota. Me temo que esta guerra ha dado un ments al viejo dicho de que Siempre se come bien en Roma. Nunca he comido bien en esta parte de la ciudad manifest, distradamente, Canaris. Casi toda su atencin estaba concentrada en el rico y
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pardo amaretto que expona a la luz. En una poca, esta parte de Roma era una zona de parques y villas, pero despus de la unificacin hubo una impa connivencia entre cardenales venales, funcionarios corrompidos del gobierno y codiciosos especuladores en tierras. El resultado es la Via Veneto, una barata imitacin de los Champs Elyses. Su funcin consiste en cosechar dinero de los extranjeros suficientemente estpidos como para creer que esta zona tiene algo que ver con la verdadera Italia. Ahora en Trastevere... el almirante se detuvo. Pero ahora, Hans, estamos dando muestras de senilidad. Recuerda lo que dijo Churchill, nuestro estimado enemigo: Los placeres del paladar son los que duran ms. Son para los viejos, no para los jvenes como Kesselring, aqu presente, que obtiene su satisfaccin de reunir un ejrcito de chusmas que retarda a los ingleses en Apulia y para a los norteamericanos en Campania. Hay que felicitarlo, mariscal de campo; a su generalato no le falta brillo. Kesselring chasque la lengua agradeciendo la exactitud del juicio de Canaris. Eso ayuda, por supuesto contest humildemente, si su enemigo es tan estpido como Mark Clark o de marcha tan lenta como Montgomery. Con todo, no debemos proclamarlo demasiado alto. Perderemos Npoles dentro de pocos das, quiz dentro de pocas horas. El pueblo est en plena rebelin. Claro que puedo aplastarlo, pero no manchar el honor alemn con la muerte de miles de civiles inocentes para borrar a los guerrilleros. De cualquier manera, los aliados van a tomar la ciudad. El mariscal de campo parece no estar preocupado observ Olendorf. En la voz del oficial de la SS haba un tono ligeramente crtico. No. Hicimos bien en contenerlos tanto tiempo. Ahora los vamos a hacer luchar en las montaas al norte de la ciudad y tenerlos atados. Con toda franqueza, seores, el fondo de nuestro problema no han sido los aliados, inclusive con su abrumadora superioridad en hombres y equipos. Ha sido nuestro magnfico colega, Erwin Rommel: convenci al Fuehrer a abandonar toda Italia al sur de Florencia. Sin embargo, para m, no tiene sentido dejar que los ingleses y los norteamericanos vayan a esas montaas entre Calabria y el Arno sin permitirles a nuestros muchachos alemanes la oportunidad de actuar como ngeles sealadores. Yo, sencillamente, me movera rpidamente y mostrara lo que un poco de planificacin y unas buenas tropas podran hacer ante enemigos no muy inteligentes. Y agregara, sin jactancia, que si yo tuviera una fuerza area equivalente a la de los ingleses ola de los norteamericanos, tendramos aqu esta noche, como invitados honrados, aunque desarmados, a Mark Clark y Bernard Montgomery.
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El teniente coronel Viktor Olendorf consult atentamente su reloj pulsera y dijo: Agradezco profundamente esta oportunidad de cenar con oficiales superiores, pero me temo que el horario de la SS exija ms trabajo esta noche prcticamente, si no tcnicamente, Olendorf se hallaba fuera de la cadena de mando de todos los oficiales presentes. Poda permitirse ser suavemente insultante. Otra mujer para torturar o se trata de una criatura a la que hay que sacarle los ojos? pregunt el coronel Gratz con un tono levemente burln. Gratz no era tan alto ni tan buen mozo como Olendorf pero, pese a ello, luca una imponente figura. Tena una slida constitucin fsica, pesaba unos cien kilos y su altura era casi milmetros menos de un metro y ochenta. Vestido a la moda ultramilitar, tena la cabeza rapada pero, pese a la costumbre militar alemana, llevaba unos espesos bigotes como manubrios, como solan dejarse crecer con afectacin los oficiales de caballera. l y Olendorf se haban conocido durante los cuatro aos de servicio en la embajada y compartan el mismo desprecio que los oficiales de carrera y la polica poltica sentan por lo general recprocamente. Con todo, cada uno experimentaba un envidioso respeto por la capacidad profesional del otro. Por su parte, Olendorf saba que, por ms que los militares detestaran a la Gestapo, tambin la teman. Formaban ya legin las historias acerca de la crueldad y el poder de la organizacin, la mayora con firmes bases en la realidad. Sin embargo, Olendorf se enorgulleca del hecho de que, con una sola excepcin en la que no tuvo otra alternativa, jams haba empleado la brutalidad fsica, al menos personalmente. Con todo, no haba por qu dejar entender a sus rivales que l mismo se consideraba un hombre de honor y humanitario. Le devolvi la sonrisa a Gratz. Nada que el coronel pueda encontrar muy entretenido; slo un sacerdote para estrangular. Su observacin fue una directa alusin al rumor de que, durante la Primera Guerra Mundial, Canaris se haba escapado de una crcel italiana estrangulando al capelln y ponindose la sotana. Nosotros, en la SS, llevamos ms bien una vida espartana. Me encantara tener como invitado al coronel para que viera de primera mano qu gatitos amables somos nosotros. Seores el almirante alz una mano. Estaba encantado con la referencia de Olendorf acerca del estrangulamiento, si bien en su cara no apareci la menor reaccin. No era un hombre violento pero, como Olendorf, y
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Maquiavelo siglos antes, Canaris saba que era mucho ms til ser temido que amado. De ese modo, jams neg el rumor del estrangulamiento ni ninguna otra leyenda acerca de su valenta o crueldad. Nuestro representante de la SS ha hecho una observacin vlida. Tenemos muchas cosas importantes que tratar. Sin embargo, primero le ruego indulgencia al coronel. He odo informes conflictivos acerca de los planes de la SS para los judos de Roma. Podran aclarrmelos? Desde luego, siempre dentro de los lmites de la seguridad. Estos otros seores saben bien, como quiz no lo sepa el almirante explic Olendorf, que Berln est ansioso por librar a Roma de sus hebreos. El mariscal Kesselring y el general Mueller han protestado. No me gustan los judos, pero creo que tienen razn. No podemos empujar al Papa demasiado. Los ingleses y los norteamericanos lo estn presionando para que condene la poltica racial del Reich. Me temo, y el embajador von Weizscker comparte mi temor, que deportar a los judos por el patio trasero del Papa ayudara a nuestros enemigos a convencer a Po XII para que condene a Alemania. Eso sera un golpe feroz a la moral de las fuerzas armadas. De modo le dijo al almirante que usted se est comportando como un magistral estadista y no hace nada hasta que sus superiores recuperen el sentido? Como oficial de la SS le replic Olendorf siempre estoy dispuesto a satisfacer el menor capricho del Fuehrer. Sin embargo, todava l no nos ha manifestado sus deseos. Mis instrucciones an son muy generales. Mientras tanto, acabo de extraer trescientos kilos de oro de la comunidad juda como rescate. Maana los enviar a Berln con una explicacin de que an hay ms oro de esa proveniencia, a la vez que, probablemente, informar acerca de los espas aliados. Confo en poder convencer al Reichsfuehrer Himmler para que postergue indefinidamente la accin, pero... Pero? Pero, en el caso de que triunfen los puntos de vista de Herr Kaltenbrunner y Herr Eichmann, he expropiado todos los registros del Gran Templo. Gracias, coronel Olendorf. Muy ilustrativo. Ahora dijo el almirante vayamos al asunto principal. Le he informado acerca de que la Abwehr ha descubierto una gigantesca conspiracin. Creo que ellos la llaman Segunda Guerra Mundial exclam el general Mueller en medio de una carcajada, mientras se serva otro coac triple. Los rusos, los ingleses y los norteamericanos estn conspirando para derrotarnos. Nunca pude competir con tu ingenio, Hans. Permteme corregirme y
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decir que la Abwehr ha descubierto una subconspiracin, un esfuerzo concertado para desenmascarar a nuestra Enigma. Con esa mquina en manos de ellos podran... Puedo recordarle respetuosamente al seor almirante lo interrumpi Olendorf que la SS est perfectamente informada de esa conspiracin? En realidad, tambin capturamos dos de las parejas de espionaje, y si el seor almirante me perdona, pudimos sacarles ms informacin que la Abwehr de las parejas que ella localiz. Otros dos andan sueltos por el Continente: uno aqu, en Roma; uno en Francia y, posiblemente, un tercero en Noruega. Mis hombres procuran dar con el agente que est aqu, en Roma. El equipo est integrado por un hombre solo, verdad? El almirante asinti. Eso es lo que nos dijo nuestro informante. Entiendo que pareca estar inseguro de s mismo, pero pensamos que podamos confiar en su suposicin. No hay nada como tener los testculos firmemente apretados por un gran par de tenazas que se van cerrando lentamente para que un hombre sospeche correctamente. La SS servir este agente al Reichsfuehrer Himmler en una brocheta, como uno de esos camarones marinados que comimos esta noche. Por un momento Canaris crey que iba a vomitar. Recurri a un viejo truco que sola usar cuando era agente y que le calmaba su terror. Suavemente se convenci para concentrarse imaginndose el espacio que iba desde los dedos de la mano hasta los de los pies. Casi inmediatamente senta que se le aliviaba la tensin. Ese agente los aliados lo llaman El Cuervo es precisamente la causa de hallarme esta noche en Roma dijo el almirante en voz baja, a la vez que senta normalizarse su cuerpo. He venido a pedirle a usted, Olendorf, y a usted, mi querido Kesselring y a ti tambin Hans, que no pongan un dedo sobre este Cuervo ni sobre ninguno de sus contactos, ni siquiera que se den aludidos de su existencia. Olendorf lanz una carcajada. Si el almirante cree que la Abwehr necesita algo para justificar su existencia, la SS colaborar. Quiz yo podra mencionar en los despachos que el coronel Gratz, aqu presente, fue de gran ayuda... que se mostr de acuerdo en mantener sus bigotes fuera del asunto y dej que los expertos manejaran la situacin. Usted se equivoca le dijo Canaris amablemente. No quiero que la Abwehr capture al Cuervo o a sus confederados. Quiero que acten en libertad... al menos por ahora. Sin que se den cuenta, van a representar un papel decisivo en la operacin que nosotros llamaremos Rigoletto. Es decisivo para
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este espa acertar con su misin... por favor, es crucial para l, para sus amigos y para sus amos que crean que ha tenido xito. Debe volver con planos y fotografas detalladas de una mquina codificadora, una Enigma nuevo modelo que l creer empezarn a usar nuestras fuerzas dentro de pocas semanas. Con los documentos que l robe habr instrucciones segn las cuales como se manifestar en las mismas hasta que nuestra estropeada produccin nos alcance a nuestras necesidades los ingleses y los norteamericanos se felicitarn por el xito de sus bombardeos nosotros continuaremos utilizando muchos de nuestros modelos ms antiguos. Fascinante Kieker, fascinante! exclam Mueller, comindose las slabas y sirvindose del apodo que le daban a Canaris: el mirn. Pero de qu diablos se trata? Se trata, Hans, de que vamos a librar una batalla radial. Enviaremos docenas de mensajes con este nuevo modelo, incluidas seales de peligro de submarinos que primero informaron sus posiciones. Tambin transmitiremos informes de movimientos de tropas, evaluaciones de daos por bombardeos a fbricas e instalaciones. Desgraciadamente, tendremos que incluir alguna informacin correcta para que el enemigo la verifique enseguida a fin de que no se d cuenta de que todo es un fraude. Pero todo ser una mentira. Librar una batalla radial! Es el colmo de la astucia! exclam Kesselring. Sera un golpe magistral. Podra ser acept Canaris. Podra serlo muy bien. Se imaginan a los aliados bombardeando submarinos inexistentes, desviando convoyes enteros para evitar una etrea manada de lobos slo para caer en una emboscada de verdaderos lobos? Dejando caer toneladas de bombas sobre instalaciones de cartn? Planificando una invasin a Francia con preciosos detalles para golpear donde no estamos, slo para saber que es ah, precisamente, donde estamos? Los ingleses y los norteamericanos no son especialmente inteligentes, pero tampoco son del todo idiotas protest Olendorf. Pronto se daran cuenta. Canaris meci suavemente la cabeza de atrs para adelante. Quiz; pero seguramente no muy pronto y no necesariamente siempre. Usted est despreciando el orgullo ingls... podemos dejar a un lado la inteligencia norteamericana. El ingls se engaar a s mismo. Har nuestro trabajo, sobre todo si alardeamos de que nuestras victorias se deben a nuestra mayor pericia y valor. Entonces el ingls se convencer de que no ha tenido
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suerte. Mueller se ri. Plausible. Muy plausible. Al fin y al cabo, haber nacido ingls es una suerte tan trgica que perder una guerra podra no parecerle mucho peor. Pues bien prosigui Canaris, ms cauteloso. Inclusive aunque se den cuenta, eso no ocurrir hasta que Rigoletto haya hecho desaparecer una docena o ms de convoyes y dirigido errneamente centenares de sus incursiones areas. En este caso el costo es pequeo y las ganancias seguramente sern inmensas. Con todo el respeto que me merece el almirante intervino Olendorf no es eso lo que decidira la OKW? Slo el comando supremo puede determinar adecuadamente la estrategia global. Canaris levant las cejas. Mi querido Olendorf, usted me decepciona. Yo hubiera credo que la SS, por encima de todas las otras fuerzas, reconoca la superioridad de la intuicin del Fuehrer sobre la trabajosa planificacin de la OKW. Hubiera credo que los hombres del partido siempre ponen la lealtad a nuestro glorioso lder por encima de la lealtad a cualquier organizacin militar. La plida tez de Olendorf se encendi hasta un rojo escarlata. Puedo preguntarle al seor almirante qu quiere decir? Lo que estoy diciendo es que el plan que acabo de bosquejar cuenta con la mayor y entusiasta aprobacin del Fuehrer. Pero por ahora no quiere precipitar otra disputa con el Estado Mayor, o permitir una filtracin en la seguridad. El Fuehrer ve la sabidura de este plan; cumple con su intuitivo razonamiento, de la misma manera que la brillante y atrevida decisin del mariscal de campo Kesselring de defender el sur de Italia en lugar de Florencia. El Fuehrer ha aprendido a confiar en su intuicin. Si un mero almirante puede dignarse aconsejar a un teniente coronel de la SS, recomiendo que, como leales oficiales del Reich que han prestado juramento de fidelidad a la persona de Adolfo Hitler, deberamos respetar tambin su razonamiento. Por otra parte, el Fuehrer no tiene fe en todos sus generales... o almirantes. Me parece innecesario enfatizar tal punto en este saln. Sin embargo, puedo enfatizar que el Fuehrer desea que esta operacin se lleve a cabo en absoluto secreto. Slo sabr de ella muy poca gente a la que se le tiene confianza hizo una pausa para saborear su amaretto y prosigui: Y, adems, Olendorf, permtame subrayar lo obvio: esos pocos no incluyen a su comandante inmediato, el general Wolff. El Reichsfuehrer Himmler le ha dicho al Fuehrer que se muestra muy sospechoso respecto del general Wolff. Por suerte el general prefiere Florencia a Roma el
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arte de gobernar, por as decir de modo que no es asunto nuestro. En el caso del coronel Gratz, la analoga est mal puesta el almirante se ri entre dientes y continu: Con ms pesar an y en absoluto secreto debo decirle que por sus propias razones el Fuehrer no le ha confiado al Reichsfuehrer Himmler esta operacin. El silencio se hizo pesado. Canaris mir a su alrededor lentamente y prosigui: Doy por sentado que, como oficiales alemanes, ustedes se comprometen solemnemente a prestar al coronel Gratz toda su colaboracin y que ninguno de ustedes dir una sola palabra de este plan sin explcitas rdenes mas o del propio Fuehrer. De acuerdo? Todos asintieron, salvo Olendorf, quien dijo: Si el almirante me permite, puedo preguntarle si tiene autorizacin escrita para tal arrollador plan? Canaris meti una mano en la casaca de montar y sac una cigarrera de plata. Dentro haba una hoja doblada en dos, escrita a mano. Se la pas al oficial de la SS. Lala en voz alta, por favor. Olendorf obedeci: A todos los leales oficiales alemanes: Debern considerar cualquier pedido del almirante Canaris o de sus subordinados autorizados respecto de la Operacin Rigoletto como una orden directa del Fuehrer. Ms aun, los conmino a que ninguno de ustedes, subordinado o superior, diga a nadie una palabra de la existencia de la Operacin Rigoletto a menos que el almirante Canaris o yo los obligue especficamente a hacerlo. Este plan debe mantenerse en secreto de cualquier amigo o enemigo. Junto con las milagrosas armas que la ciencia alemana est desarrollando ahora, la Operacin Rigoletto asegurar la victoria final del Reich sobre los subhumanos que se oponen a su destino. Sieg Heil!. Reconoce la firma, Olendorf? le pregunt Canaris. S, Herr Admiral. Muy bien. Por favor, iniciale la nota y psela a los otros oficiales para que hagan lo mismo el almirante se sonri con benevolencia. Les pido disculpas por este formalismo, pero no queremos que existan celos entre los departamentos que puedan interferir con la victoria alemana. Ahora el coronel Gratz quedar completamente a cargo de Roma. Ha estado en nuestra embajada
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durante aos y conoce la zona. Tambin tiene una pequea red de agentes sobre los que confiar para que ayuden a este espa este Cuervo y sus contactos. Qu nombre raro! se ri entre dientes Mueller, casi ahogndose, mientras se tomaba el coac de un solo trago. Pero estos anglonorteamericanos son unos pjaros raros. S, Hans le respondi pacientemente Canaris. Confiamos en que todo lo que el general Gratz necesita es telefonear a sus mandos y decir que desea hablar con usted de la Operacin Rigoletto y cada uno de ustedes le prestar una total, inmediata y personal atencin. Usted, mi querido Olendorf, ser el ms afectado, aunque probablemente slo hasta el grado de mirar en la otra direccin. No quiero vigilancia de ninguna clase, ni ninguna insinuacin, a menos que el coronel Gratz pida una para engaar al enemigo; no quiero que usted sepa siquiera que este Cuervo o cualesquiera de sus contactos existen le hizo una seal con la cabeza a los otros dos oficiales. Creo que, por cortesa, ustedes deberan saber de nuestros planes. No quisiramos que se interfirieran entre s, aunque sea inadvertidamente. El almirante no agreg lo obvio: el oficial de la SS haba recibido, en presencia del mariscal de campo y de otro general, una orden directa y prestado su conformidad por escrito. Ostensiblemente, lo haban encerrado bajo llave... o quiz podra decirse que le haban cerrado la puerta con llave. Si puedo agregar una observacin especfica, Herr Admiral dijo el coronel Gratz, de tanto en tanto, a medida que sepamos ms de la situacin, informaremos a los oficiales acerca de quines son los contactos protegidos de El Cuervo. Pero quiero mencionar ahora que ese Father Christmas el espa norteamericano en el Vaticano de quien todos hemos odo rumores ser, evidentemente, el principal eslabn de El Cuervo con sus amos en Washington. Por ms que queramos pescar al Father Christmas, por ahora debemos dejarlo completamente solo para que represente su papel en nuestro plan. Objeto! protest Olendorf. Ese hombre es uno de los espas ms peligrosos en Roma. Dirige una amplia red, probablemente de varias docenas de agentes; creemos que es un cura y muchos de los que operan con l pertenecen tambin al clero. Dentro de pocos das la SS podr estar segura de quin es. Tenemos que desembarazarnos de l lo antes posible. De qu le vale a un espa pregunt Canaris, remedando la famosa frase ganar una Enigma completa si pierde su boleto de regreso a su patria? Perdneme, Olendorf agreg, con un tono ms duro, pero el Father Christmas resulta esencial, por ahora, para la Operacin Rigoletto. Y Rigoletto
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tiene prioridad por encima de pescar a un simple espa y sobre cualquier otra cosa. Supongo que esto es claro, absolutamente claro. Ahora, seores, la conferencia ha terminado. Puedo ofrecerles un trago? levant la botella de amaretto. Los oficiales, incluido el general Mueller, declinaron y pronto presentaron excusas, dejando solos a Canaris y Gratz en la suite. Qu clase de hombre es su colega el coronel Olendorf? le pregunt el almirante a Gratz una vez que cerr la puerta detrs de los invitados. SS, Gestapo... tpico en algunos sentidos. Lo conoc en Espaa y hemos estado aqu durante casi cuatro aos. No es el peor de esa gente. En realidad, es razonablemente brillante y con ms deseos de aprovechar las oportunidades sin seguir ciegamente las rdenes que la mayora de esos cerdos. Hasta es posible que tenga una veta de decencia. Slo que hay que esperar que le nazca. Sin embargo, detestara esperar a que le nazca. Podemos confiar en l? Confiar en l? Quin confiara en un hombre de la SS, almirante? Tenemos que depositar cierta confianza en l... para la Operacin Rigoletto. Ese es otro asunto. Una orden directa del Fuehrer lo llevar ms lejos y lo enderezar ms que una orden directa de Jehov a un jesuita. Der Fuehrer?Der Fuehrer?Canaris se sonri inocentemente. Quiero decir, seor, que si usted consigue una aprobacin personal del Fuehrer, servir para que Olendorf quede soldado directamente a nosotros. Quiero decir psicolgicamente, no slo legalmente. Olendorf adora al Fuehrer. El hombre ser como un ttere. Nuestro nico problema sern las alfombras. Ay, Manfred, debo advertirle que sea extremadamente cuidadoso en esta operacin! No gozo de buena reputacin en los crculos interiores, en estos das. Ernst Kaltenbrunner me odia y hasta Walter Schellenberg desconfa de m, aunque creo que el muchacho me tiene cario. Despus est Himmler, el cauto y calculador Heinrich. Y, por supuesto, ese cerdo en un campo de papas, Martin Bormann, siempre est acechando de atrs. Con toda alegra nos asesinara a todos... y probablemente lo har algn da. Quin sabe? Tal vez consiga yo la confianza de Keitel. De cualquier modo, yo no podra acercarme al Fuehrer. Por lo menos en estos das. Sin embargo, usted debe ir a verlo. Algo que yo no puedo hacer. Y la carta? Yo mismo reconoc la firma. Hasta Olendorf la reconoci, y l dudara hasta de su propia madre. Es cierto. El propio Fuehrer creera que era su firma el almirante se
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encogi de hombros, en un gesto que mucho le deba a sus antepasados italianos. Si uno dirige a los ms expertos falsificadores del mundo, no se les puede culpar de poner su talento en algn propsito til. Dios santo! Qu riesgo! La vida es un riesgo. La vida en poca de guerra es un gran riesgo. Y la vida en poca de guerra es un riesgo muy grande para un espa. Permtame serle franco. Sin un milagro, Alemania est sentenciada a muerte. El ejrcito ruso est arrollando el oeste. Stalingrado no fue una derrota; fue una catstrofe. Ms aun, los ingleses y los norteamericanos han cambiado sus tcticas antisubmarinas y han empezado a ganar la batalla del Atlntico. Pronto tendrn suficientes hombres y materiales almacenados en Inglaterra para agradar hasta a un hombre tan corto de entendimiento como Montgomery. Despus invadirn Francia. Nos vamos a sentir tan atrapados como los testculos de ese pobre diablo en las tenazas de la Gestapo. Oh, s, vamos a luchar con mucho valor! Sin duda ganaremos algunas victorias heroicas. Pero todas las noches perderemos ciudades que no podremos repoblar y fbricas que no podremos reconstruir. Todos los das perderemos escuadrillas de la Luftwaffe que no podremos reemplazar y divisiones de la Wehrmacht cuyos rangos nos ser imposible llenar. Pronto, Alemania se convertir en una pirmide de escombros habitados por cadveres apestantes. Entonces los comunistas sobrepasarn en destreza, maa y msculos a sus aliados y lo que quede de nuestro pueblo sern bolcheviques. Slo veo el desastre. A menos que tengamos un milagro, como dijo usted, Herr Admiral. A menos que tengamos un milagro. Rigoletto podra ser parte de ese milagro, Manfred. Podra ser. De cualquier manera, vale la pena intentarlo. Permtame agregarle que tambin nosotros, en la Abwehr, necesitamos un milagro. Esos chacales en torno de Hitler no entienden nada del servicio de inteligencia pero nos envidian. A veces creo que todos los verdaderos enemigos de Alemania usan el uniforme negro del partido nazi. Debera tener cuidado con lo que dice, Herr Admiral. Canaris volvi a sonrer. He dicho demasiado en demasiadas oportunidades para que mis opiniones se mantengan en secreto. No soy un hombre discreto. He descubierto que, a menudo, la inocencia es la forma ms astuta del engao. Nuestro problema es que la SD quiere nuestra misin y quiere nuestra red de agentes. Me temo haberla ayudado cuando me mostr lento en informar lo que sabamos de los planes de paz de Italia. Me preocupaba que al Fuehrer le diera una pataleta y destruyera este hermoso pas. Amo a Italia, Manfred. De nio mi
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madre sola recitarme versos de Goethe como una cancin de cuna. Conoce esto? Conoces el pas do florece el limonero, y entre el verde follaje el ureo naranjo refulgente? Un aire tenue del cielo azul desciende y el mirto plcido yace bajo el alto laurel. Lo conoces t? All! All! Quisiera morar contigo, mi amor, para siempre! Me acuerdo. Tambin mi madre me lo contaba. Goethe hizo italfilos a generaciones de alemanes educados. Pues bien; sigue siendo el nico lugar de este continente quiz del mundo donde uno puede encontrar cultura sin afectacin. Estas gentes, la mayora de ellas, nunca quisieron participar de esta guerra. Vitoreaban a Mussolini y absorban con avidez sus bravatas, pero no su guerra. Pienso lo mejor de ellos y, en cuanto a nosotros, dejarlos deslizarse en una suerte de estado neutral. Al venir del aeropuerto esta maana vi escrito un cruel mensaje en una pared: Non vogliamo ne Tedeschi ne Inglesi. Lasciateci piangere da soli. No queremos ni a los alemanes ni a los ingleses. Dejmoslos que lloren solos. Militarmente, nuestro amigo Kesselring ha estado brillante, pero todos los das que ocupamos ciudades como Roma y Florencia, hacemos ms probable que animales como Kaltenbrunner o Bormann y sus serviles burcratas hagan cosas que avergonzarn a Alemania para siempre. Es el propio Himmler quien est tratando de destruirnos? S y no. Durante aos Heinrich y yo hemos tenido una relacin amorodio. l quiere la Abwehr pero no tratar de apoderarse de ella; no directamente. Tiene algunos esqueletos que no quisiera que bailaran frente al Fuehrer. No; ser alguien como Kaltenbrunner o Bormann, aunque Schellenberg podra creer que lo est haciendo. Es un joven brillante, pero est en una jaula con los tigres. Se lo van a comer vivo hizo una pausa para servirse hasta la mitad otra copa de amaretto. No me importa perder una lucha por el poder, Manfred. He sido parte de y el objeto de tantas cbalas que me aburren. Pero quien se haga cargo destruir a nuestra organizacin y a las oportunidades de Alemania para sobrevivir a este holocausto. Eso es lo que debo tratar de impedir. No s qu decirle, Herr Admiral.
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Por qu debera saberlo? Estos problemas son mos, no suyos. El Viejo Padre quiz tenga todava un milagro o dos en la manga. De lo nico que tiene usted que preocuparse es de llevar a cabo aqu, en Roma, la Operacin Rigoletto. Creo que puedo. Como usted sabe, este hombre, El Cuervo, ha ido directamente a una de nuestras agentes, una mujer que tambin trabaja para la resistencia. Puede usted confiar en ella? No, seor. Slo es leal a s misma. Pero la puedo utilizar. La mujer dice que los norteamericanos han descubierto un punto dbil en el comando de Mueller en la villa. Parece ser que el mayor Otto Schwartzkmmel, encargado de la seccin criptografa, es vulnerable. Es ese hombre ms bien buen mozo que usted conoci esta tarde... de unos cuarenta aos, bajo y delgado, con una cara fuerte aunque bonita. Ense matemticas en la Universidad de Mnich durante casi diez aos, en forma brillante, aunque jams le ofrecieron una ctedra. No s exactamente por qu, pero lo sospecho. Sospeche. Le gustan los muchachos. Tambin es raro en otros sentidos, pero los dems matemticos no lo notaran. Lo mejor que l puede esperar es heredar algo de su suegro. El viejo est en buena posicin, aunque es un cerdo pagado de su propia rectitud. Sacara al yerno de su testamento si tuviera cualquier sospecha de esas desviaciones. La mujer del mayor es tan melindrosa como su padre. No tienen hijos. Dudo de si alguna vez se interesaron por consumar el matrimonio. Empero, la mujer lo abandonara si supiera que a l le gustan los muchachos. De modo Canaris se levant y empez a caminar lentamente por la habitacin que esos moralistas norteamericanos estaran dispuestos a chantajearlo. Qu rpido han aprendido la realpolitik! Sin duda, han tenido expertos maestros en los ingleses. Sin duda, sin duda. El almirante mene la cabeza. Pero este plan revela un talento natural para el mal. Me decepciona. Yo hubiera esperado que una nacin del mundo tomara en serio su propia propaganda. Bueno, esta noticia me advierte tambin no vender demasiado barato a esta gente. Han aprendido a pecar. Lo cual significa que son humanos y no hay nada en el universo tan mortal como un ser humano. Deme animales como Kaltenbrunner o Bormann como enemigos. Reaccionan de manera predecible. Los humanos son algo distinto. Ahora usted tiene la desagradable tarea de asegurar la cooperacin de Schwartzkmmel.
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Gratz mene la cabeza. Cuando me alist en la Abwehr nunca pens que arreglara una cita con un maldito Warmer. Por la Patria, Manfred, por la Patria. Qu explicacin le dar a su dama doble? A propsito, cmo se llama? Anna. No le dar voluntariamente ninguna historia. Si ella me empuja a hacerlo cuando lo haga pensar en algo apropiadamente venal que le resulte plausible. Quiz le insine que estoy vendiendo a Alemania. Bien, muy bien. Todos nos sentimos cmodos con la corrupcin. Empero, bajo ninguna circunstancia debe usted darle la menor pista de la Operacin Rigoletto. Y qu piensa decirle a ese criptgrafo? Eso es ms difcil. Pens en invocar su juramento de soldado, pero no es un oficial profesional. El modo ms directo sera confiar en l acerca de Rigoletto, pero eso no es posible. Definitivamente imposible. Lo mejor sera dejar que la naturaleza, en sus propios medios pervertidos, tome su curso y despus lo ayude, una vez que empiece el chantaje. Mmmm, podra funcionar. No se me ocurre nada mejor. Pero usted intntelo. Mientras Gratz se iba, el almirante volvi a llamarlo. Manfred, s que no debo repetirle lo importante que es Rigoletto, cuntos centenares de miles de vidas alemanas inclusive la propia Alemania dependen de esta operacin. Rigoletto debe ir adelante! Ir, Herr Admiral. Ir adelante. Cuando dejaron a Canaris, el mariscal de campo Kesselring volvi a su cuartel general cerca de Frascati, en las colinas al sur de Roma, mientras el general Mueller se haca llevar de vuelta en auto a la Villa Wolkonsky, con su reserva personal de coac. Olendorf baj al vestbulo del Excelsior y baj precipitadamente las escaleras hasta el stano. Utiliz una serie de ganzas para abrir la puerta de acero, de doble llave. Dentro, en la oscuridad, un sargento escuchaba atentamente la conversacin en la suite del almirante. El suboficial no not la presencia de Olendorf hasta que oy el ruido que hizo la puerta detrs de Gratz. Recin entonces habl: Hay algo al principio que el coronel debe escuchar. Volvi a pasar la bobina y la dej correr hasta el lugar en que Canaris explicaba la firma falsificada de Hitler. Olendorf escuch la cinta una segunda vez, despus la
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recogi y se la meti en el bolsillo. Sargento le dijo con su voz ms autoritaria. El hombre se levant de un salto, chocando los talones y ponindose firme. Seor. Sargento; lo que hemos odo esta noche es de suprema importancia para el Reich. Pero no estoy seguro de cun importante es. O bien tenemos un genio o a un traidor que est trabajando. Posiblemente ambos. Ciertamente, tenemos un derrotista. Puedo contar con su absoluto silencio no? Por supuesto, Herr Coronel. Por supuesto. Usted es un buen hombre o de lo contrario no se hubiera alistado en la SS. Cul es su nombre, sargento? Schmidt, seor. Heinrich Schmidt. Muy bien, sargento Heinrich Schmidt. Usted va a trabajar estrechamente con este proyecto, la Operacin Rigoletto. Usted hablar de ello slo con el mayor Priebke o conmigo. Con nadie ms: ni con sus camaradas, ni con su amante, ni con su esposa y ni siquiera con su confesor, en el caso de que tenga uno. El sargento se sonri irnicamente. No tengo confesor, seor. Es un alivio. Usted va a ocupar un escritorio fuera de mi oficina y se concentrar nicamente en Rigoletto. De acuerdo? S, seor. El teniente coronel Olendorf sali de su automvil del estado mayor y entr en una fea casa de departamentos de la Via Tasso, a unos cien metros de la Villa Wolkonsky, donde estaba ubicada la embajada y el cuartel general del general Mueller. A la entrada lo salud un retrato de tamao natural de Adolf Hitler, en su resplandeciente uniforme militar. El propio Olendorf haba colgado el cuadro y se detuvo unos segundos en silenciosa adoracin ante su altar. Despus descendi por el corredor hasta su oficina, ladrndole al ordenanza de turno: Traiga al mayor Priebke, schnell! Rpido! Evidentemente, Kurt Priebke haba estado durmiendo, pero pronto se puso en estado de alerta, por lo menos todo lo alerta que pudo. Era esa clase de hombres a los que pocos recordaran haber conocido: de talla y peso medianos, con un pelo castao, arratonado, y suaves ojos pardos. Su nico rasgo facial inslito era una mandbula, malamente marcada de viruela, y su nica
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idiosincrasia notable, la costumbre de rascarse el trasero cuando empezaba a pensar. De voz calma, pareca tmido a la vez que modesto, como sooliento. Sin embargo, tena la rpida disposicin de obedecer rdenes sin preguntar y una salvaje astucia cuyo borde estaba desafilado pero no romo por falta de sutileza. Desde muy temprano en su vida haba aprendido que ser un buen oyente abra tan rpidamente el camino al progreso profesional como la hiperactividad, especialmente si, como en verdad era su caso, los odos son ms agudos que el cerebro. En contraste con el anonimato de Kurt Priebke, Viktor Olendorf perteneca a esa clase de hombres de los que uno recuerda al instante, aunque hayan pasado muchos aos. En ciertos sentidos, era casi una caricatura teatral del oficial profesional alemn: alto, esbelto y musculoso, con un suave y ligeramente ondulado pelo rubio cortado un poco largo, claros ojos de un azul grisceo que podan mirar a veces intensamente interesados, otras iracundos, un rostro delgado, que muchos hombres consideraban hermoso y las mujeres magntico. La brillante cicatriz que corra a lo largo de su mejilla izquierda podra haber sido hecha, en una poca anterior, por un espadachn durante un duelo con un colega estudiante de Heidelberg. Empero, Olendorf, de profesin, era un polica, no un soldado. Ms an, jams haba estado en una universidad y, desde luego, nunca se haba batido a duelo. Su padre haba sido chofer. El joven Viktor no recibi otra educacin que la que una familia de la clase obrera poda esperar en la Alemania del Kiser Guillermo: una enseanza equivalente a la de una escuela tcnica secundaria avanzada. La cicatriz era resultado de un accidente de motocicleta que le cost la vida a su pasajero. La educacin y un buen antecedente familiar no fueron requisitos para la cofrada nazi. Y en el partido, Olendorf encontr el genuino aprecio de su astucia, de su inteligencia prctica y de su inalterable lealtad. Tambin encontr ah una va de escape para sus ardientes ambiciones personales. Desde 1928 hasta 1934 sirvi de polica en Hannover. Su fama de hombre listo y fuerte contraccin al trabajo lo hicieron progresar lentamente en la burocracia pero pronto abandon su dedicacin total a la polica y su dedicacin parcial al partido nazi pon el trabajo ms interesante y recompensante de oficial de dedicacin absoluta a la fuerza policial y poltica del partido: la Gestapo. La lealtad de Olendorf al partido era real. Y con su capacidad para arrojarse obsesivamente a cualquier tarea que l decida emprender, su consagracin a la causa de Alemania, del Fuehrer y de s mismo eran igualmente reales tambin, consumiendo casi todas sus energas fsicas y
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mentales. Su nica gracia social que lo redima era un toque de humor sardnico. Como John Winthrop Mason hubiera adivinado enseguida de haber ledo un esbozo del carcter personal del teniente coronel, Olendorf haba nacido a mediados de noviembre y era un arquetpico Escorpio. Entra, Kurt, entra. Sintate. Quiero que escuches una grabacin, pero primero djame instruirte. En menos de cinco minutos le resumi los planes del almirante Canaris para la Operacin Rigoletto; despus pas el carrete. Y bien le pregunt, cuando hubo terminado la parte en que Canaris explic la firma de Hitler qu piensas? Creo que yo clavara a todos esos canallas de la Abwehr de una vez y para siempre. No? Le daremos esta grabacin al general Wolff inmediatamente. Se la puede llevar al Reichsfuehrer Himmler y en pocos das Canaris quedar bajo arresto y la Abwehr ser aplastada por su rival de la SD. No, Kurt, definitivamente no. Tu idea es exacta pero tu velocidad es una tctica inadmisible. No, por ahora jugaremos el juego ingls de la magistral inactividad. Observemos pacientemente, como un gato observa a un ratn gordo desde su agujero. Quin sabe? Ese viejo y astuto Canaris quiz lo consiga. Te parece? No; pero si nosotros actuamos ahora y forzamos el asunto, Canaris podra convencer al Fuehrer de que l lo habra conseguido de no haber intervenido nosotros. Entonces nos arrojaran huevos a la cara. Entonces no hacemos nada? S; no haremos nada. Pero lo haremos magistralmente. Observaremos, analizaremos, exploraremos. Cuando la Abwehr cometa un error, saltaremos. Si la operacin comienza con xito, nosotros nos haremos cargo de ella. Si empieza fallando, haremos pblico el fraude. Pero debemos ser circunspectos. Por ahora debemos satisfacer todos los deseos de Gratz. En realidad, l no es tan malo... slo un tpico y pomposo militar snob que cree ser demasiado bueno para la gente que lucha tanto por el partido como por el Reich. Al principio, Kurt, le daremos toda la ayuda y la cooperacin que nos pida... y hasta algo ms. Slo daremos el salto cuando el tiempo nos convenga. Roma, mircoles 29 de setiembre de 1943 A las seis de esa tarde, Anna se hallaba en su lugar detrs de la caja registradora del Ristorante Remus, donde juntaba tanto cupones de racionamiento como dinero. No era un restaurante grande pero, situado cerca de la Piazza Navona, que estaba en boga, resultaba modestamente elegante.
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Antes de la guerra, Michelin le haba concedido dos estrellas, un honor nico en Roma, que hizo murmurar a los restaurateurs de la competencia que el administrador del Remus les haba dado a los inspectores de Michelin una bolsita. El chef, un enorme y velludo libio que sala de su cocina por lo menos una vez a la noche para proclamar a gritos que enorgulleceran a una trasteverina que l era slo un siervo de Al pescado en una salvaje lucha entre infieles sin corazn, poda realizar milagros menores con lo que, en la Roma de la guerra, pasaba por comida. Antes de la guerra, la calificacin de Michelin asegur al lugar estar atestado de italianos y turistas ricos. Durante las primeras etapas de la conflagracin, los funcionarios fascistas llenaron las mesas que los turistas dejaron vacantes. Ahora, armados con ejemplares anteriores a la guerra de Le Guide Michelin, los alemanes se haban convertido rpidamente en su principal clientela. Por lo general los oficiales llegaban en pequeos grupos o llevaban a prostitutas italianas. De cuando en cuando reaparecan algunos oficiales fascistas pero raras veces andaban por ah civiles italianos. Cuando lo hacan, lo ms probable es que fueran monsignori que no slo trabajaban en el Vaticano sino que tambin tenan pasaportes de la Santa Sede. El mismo tro que haba dado serenatas a los clientes en pocas de paz segua tocando todas las noches. La voz del acordeonista era menos lozana y vigorosa pero la mirada ms fuerte mientras ojeaba a las prostitutas. El bajo era ms dbil y la soprano tena la voz ms robusta, igual que el busto. Sin embargo, la msica seguan siendo coplas estrictamente romanas, melodas cantadas tan quejumbrosamente en ese dialecto local que se coma las slabas, que el tro poda permitirse acumular insultos sobre los alemanes sin el menor temor de ser entendido. Inclusive los fascistas, con su orgullo herido constantemente por la arrogancia teutnica, fingan que se trataba de canciones de amor y se unan a ellos para ridiculizar en secreto a sus nrdicos amos. Las prostitutas no ofrecan servicios por los que no se le pagaban y nada en sus contratos verbales inclua deberes como traductoras. La habilidad del chef era ensalzada por su clientela. A menudo los nazis se preocupaban porque el restaurante tuviera artculos valiosos como un saco de harina verdadera, un casco de aceite de oliva y hasta un flanco de ternera. A veces un grupo de oficiales llevaba unos kilos de comida no cocinada de sus casinos y le peda al chef que convirtiera esa escoria en oro. Algunos alemanes haban empezado la costumbre de llevar al restaurante y dejarla ah una botella de licor. Sospechaban que la administracin venda algunas copas y que los mozos empinaban el codo un poco. Pero esos oficiales apreciaban el calor de
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la gente que administraba el restaurante lo mismo que sus habilidades culinarias. Por razones obvias, el Remus constitua un excelente puesto de escucha para la resistencia. Los dos mozos antiguos, los dos muchachos que estaban aprendiendo el oficio, los tres cantantes, el dueo, su mujer, la muchacha de los Abruzzi que ayudaba en la cocina y Anna, todos pertenecan a una unidad de la resistencia y debidamente transmitan todo lo que podan recordar que haban dicho los clientes. Lo lamentable era que Anna y la muchacha de los Abruzzi pasaran a veces quince minutos o media hora en el auto de un miembro del estado mayor fascista o alemn, despus de que el restaurante cerraba. En pocas de paz, semejante conducta hubiera hecho derramar sangre de las muchachas, de los clientes o de ambos. Pero la guerra es la guerra y, como buenos romanos, el personal del restaurante comprenda que la moral comn era para tiempos comunes. De modo que, en el peor de los casos, estas relaciones eran pecados veniales. Dios haba de entenderlos. Al fin y al cabo, acaso no les haba dado una guerra? El Seor enviaba tribulaciones. Les daba, tambin, los medios para hacerles frente y sobrevivir. Sin embargo, esta dispensa de los hombres a las mujeres era slo vlida mientras las mujeres produjeran informaciones tiles y con la condicin, adems, de que ejercieran sinceramente ese comercio como algo desagradable. Antes de la guerra, el coronel Manfred Gratz era un cliente regular del Remus y, en lo que al ao anterior se refera, de Anna. De modo que nadie se sorprendi cuando el coronel lleg justo antes de medianoche, bebi un solo vaso de vino y la invit a reunirse con l en el Mercedes que estaba estacionado afuera. Gratz le dijo al chofer que fuera a dar un paseo y l y Anna se instalaron en el asiento trasero. Rpidamente ella se desaboton el suter. Esta noche no ser necesario, Liebchen. Nuestra visita ser estrictamente de negocios. Abri un pequeo compartimiento del auto y sac un frasco de amaretto. Me he aficionado a este Zeug. Quieres? S. Los dos saborearon el licor en silencio. Con su calva y sus bigotes de caballera, casi se esperaba que Gratz tuviera la afectacin de usar monculo. En cambio usaba unos anteojos pequeos con aro de metal, para leer. Su familia, originalmente, era austraca por parte de madre y bvara por parte de padre. Tras una larga convalecencia en Mannheim durante la Primera Guerra Mundial, el seor Gratz, entonces mayor, haba comprado unos viedos a lo largo del cercano Rin y se traslad al oeste con la familia.
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Un muchacho de la capacidad intelectual de Manfred no era ms probable que buscara la realizacin de su vida cuidando viedos que labrando la tierra. Y, gracias a la pequea aunque verdadera riqueza de la familia, estudi en la facultad de derecho de la Universidad de Colonia, no lejos de donde la familia del monje agustino haba vivido. Gratz obtuvo tan altas notas en sus exmenes que recibi el honor de ser invitado a ingresar en el Ministerio de Finanzas. Sin embargo, era el ejrcito lo que lo atraa. Durante los das de la Repblica de Weimar, pas varios aos en el Freicorps, atrado y al mismo tiempo espantado por la violencia de la organizacin paramilitar. Despus de su aprendizaje, la Wehrmacht, pese a las severas restricciones del Tratado de Versalles, se las ingeni para encontrar un lugar en su cuerpo de oficiales al hijo de un mayor herido que no slo haba ganado la Cruz de Caballero sino que, adems, era hijo de un eminente general. El casamiento de Manfred con la hija de un general austraco no ech a perder su caso. Cuntame algo especfico del Cuervo le orden Gratz. Con qu clase de hombre estamos tratando? Anna se bebi de un solo trago el resto de la copa. Qu es lo que quieres? Un esbozo caracterolgico o un estudio psicoanaltico? Ninguno de los dos. Limtate a hablarme de l. Bueno... es ms bien alto, morocho... Ya s cmo es. Tengo varias fotografas. Qu clase de persona es? Estpido, en algunos sentidos. Es culto y quiz inteligente con los libros, pero en las calles es un estpido. Por lo menos su parte norteamericana es estpida. Es mitad italiano. Uno de esos tipos intelectuales que tienen la mente llena de pelusa y que producen las universidades de todo el mundo en tintas incoloras. Est preocupado por mi seguridad. Conmovedor. Nadie se preocup antes por Anna, excepto Anna. Muy emocionante. Podra ser el florecimiento del verdadero amor. Anna se sabe ocupar de ella misma. Y lo hace muy bien. Pero hblame del lado italiano de nuestro valiente y joven espa. Salvo por el idioma habla como un florentino, hasta cuando habla romanaccio, si bien l cree que suena como Trilussa, salvo por el idioma, no deja aflorar mucho su lado italiano. Si lo hace, o cuando, le debe ser muy difcil controlarlo. Por qu me lo preguntas? Lo vamos a dejar vivir un poco ms. Quiero saber si va a aprovechar las oportunidades que le daremos.
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Qu oportunidades? en la voz de Anna haba una sospechosa alerta. La oportunidad de chantajear a nuestro criptlogo y aprender todo lo que sus amos desean que aprenda respecto a la Enigma. Y despus la oportunidad de escapar. Si le damos esas oportunidades, debemos saber si puede explotarlas. Hay otras que podramos elegir. Qu ests diciendo? Gratz sonri un poco ms irnicamente de lo que Anna poda ver en la oscuridad del asiento trasero. Este no es el momento adecuado para dar explicaciones. Limtate a aceptar que algunos de nosotros creemos que este Cuervo o alguien como l deber aprender todo lo que se pueda saber de la Enigma y escaparse para decrselo al comando supremo norteamericano. Anna estall en una carcajada. Y todo por caridad! Qu ests planeando? Lo que estamos planeando no es asunto tuyo, querida. Que no es asunto mo? Trabajo para ti y arriesgo mi pellejo con la resistencia, los norteamericanos y esos torpes fascistas. Ahora es probable que la Gestapo me est vigilando si me ve hablando contigo. Toda esa gente est pensando que sera bueno matar a Anna, pero quiz sera mejor torturarla un poco antes para saber qu clase de cancin canta, y t me dices que no es asunto mo? Che stronzo! Baja la voz. Muy bien; tal vez tengas razn, pero cuanto menos sepas tanto mejor para ti. Escucha, eres una mujer sensata. Te lo puedes imaginar. Alemania ha perdido la guerra. Los rusos nos estn haciendo retroceder hacia Polonia. Los aliados nos han sacado de frica y Sicilia, y ahora han desembarcado en la pennsula. Pero Italia es algo muy pequeo para distraernos de nuestro principal esfuerzo, una invasin al norte de Francia. Nos han agarrado en una pinza. La nica pregunta es quin llega primero a Berln: los rusos o los ingleses y los norteamericanos. Personalmente prefiero a los ingleses y los norteamericanos. Con la Enigma pueden hacerlo; sin ella, seguramente no lo van a conseguir. Anna lanz un bufido. La cosa no es tan sencilla. Nadie correra ese riesgo slo para poder elegir amos. Cunto piensas pagar? Gratz le dio un sopapo. No fue un golpe muy fuerte, pero la sorprendi. Mujerzuela asquerosa! Te olvidas de que ests hablando con un oficial alemn. Anna se llev una mano a la cara. No haba sangre.
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Acabas de salvar tu honor alemn pegndole a una mujer. Ahora puedes decirme la verdad. Gratz levant la mano como para volver a pegarle. Luego se calm. Eres una perra. De acuerdo, te prometo muchsimo dinero. No quiero promesas. Los banqueros, la polica y los comerciantes no las aceptan. Quiero dlares norteamericanos o libras inglesas. Y las quiero en mi mano, no en tus labios. Los dos sabemos que los norteamericanos pagaran millones de sus dlares por una de tus mquinas. Quiero algo ms que mi parte de los riesgos. Quiero una buena parte de la plata. Gratz suspir. Todos corremos riesgos, Anna. Estoy hablando de alta traicin. A la SS le encantara tener la prueba de que un oficial de la Abwehr est conspirando una traicin con una prostituta italiana. Ya lo s. Esa es la seguridad que tengo contra el hecho de que me traiciones junto con tu pas. Sospecho que debes pensarlo de esa manera. Adems, tom la precaucin de alertar a la Gestapo que un cierto agente doble podra ser triple. Les dije que no estaba seguro, pero que tena la impresin de que ella estaba insinuando el hecho de que yo, quiz, traicionara a Alemania. Les dije que seguira tratando con ella a fin de averiguar si mis sospechas eran fundadas y, de ser as, si haba otros involucrados. Mand una copia de ese memorndum al almirante Canaris de modo que debe de haber un informe fuera de los archivos de la Gestapo. Tambin me tom la libertad de arreglar para que un comunista del Monte Sacro reciba una copia de tu carpeta de cooperacin con la Abwehr si algo desagradable me ocurre. De modo que, querida ma, traiciname y los dos bandos van a estar detrs de ti. Eres un cerdo. No; soy un hombre prudente que trata con cerdos. Cuando fueres a Roma... pero ya conoces el refrn. Sabes que soy leal se burl ella. A Anna. S; a Anna. Bueno... cunto? No te puedo contestar porque no soy el nico que hace las negociaciones. Sin embargo, espero que recibas cincuenta mil dlares norteamericanos en una cuenta numerada en Suiza, un pasaporte suizo que seguramente legitimar el propio Bundesprsident y un pase para cualquier puesto de control alemn. No es ni siquiera suficiente. Quiero por lo menos cien mil dlares
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norteamericanos. Anna, no puedo regatear. No controlo las fuentes y ni siquiera estoy seguro de que utilizaremos al Cuervo. No, ests seguro. De lo contrario no me hubieras mencionado tus planes. Y no te olvides, yo controlo la verdadera fuente: el Cuervo. Diles a tus colegas cul es mi precio. Y ya mismo quiero algo. En este mismo momento? Absurdo. Slo tengo sac su billetera aqu tres mil liras, diez billetes de cinco libras inglesas, dos billetes de cien dlares norteamericanos y ciento cincuenta marcos. No llevo mucho dinero en efectivo. Y por qu deberas llevarlo? Ustedes, los alemanes, roban lo primero que ven. Me llevar todo lo que tienes, pero dentro de dos noches quiero otros diez mil dlares norteamericanos, como paga al contado. Har todo lo que pueda. Es lo ms que te puedo prometer. Y basta. Ahora tenemos que hablar de nuestro Herr Doktor Otto Schwartzkmmel. Cmo piensas abordarlo? Est en el plan? Por supuesto que no. Es demasiado vulnerable para el chantaje. No me explico cmo pudo haber conseguido un certificado de seguridad para llegar a ser un criptlogo, excepto que quiz esos pervertidos de la Gestapo consideran la heterosexualidad como la verdadera anormalidad. Todo en lo que suea el pobre diablo es heredar los marcos de su suegro e imaginar que duerme con sus estudiantes. Procura que venga al Remus. Despus djamelo a m. Pero trata de estar ah en caso de que te necesite. Espera; dame un par de das. Esos cretinos de los Estados Unidos no le dan nada al Cuervo para tomar fotografas salvo una cmara minscula. Una cmara que saca microfilmes? Algo as. Quiz funcione para sacar fotos de tu mquina pero necesitaremos algo ms grande si pensamos asustar a tu valiente frcio. Eso es todo, mein Herr? Por ahora es suficiente. Muy bien; dame de regalito alguna informacin que pueda utilizar para demostrar que no slo estuve disfrutando de tu virilidad. Nuevamente lo dijo con tono mordaz. Aqu tienes una pieza sabrosa: Kesselring detesta a Rommel, cree que es un Angeber, un mandaparte. Todava tienen una enemistad personal. Parece que ha ganado Kesselring. Circula el rumor de que Rommel ha dejado el mando del
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Grupo B del Ejrcito al norte de Italia y han vuelto a destinarlo, quiz en Rusia o tal vez en Francia. Eso va a encantar a tus amigos. Ojal le dijo Anna mientras abra la portezuela. Gratz le agarr la mueca, apretndosela. No te olvides: una palabra de lo que hemos conversado esta noche y todo el plan se vendr al suelo. Traiciname y t tambin morirs... morirs en una de las cmaras de tortura de la Gestapo o en las mismas manos tiernas de tus amigos comunistas de la resistencia. Anna se liber de un tirn. Al fin y al cabo, los dos estamos metidos en el mismo asunto, verdad, coronel? No del todo le replic l, suavemente. Pero mucho ms cerca de lo que me gustara admitir. Hizo una pausa. Ese muchacho que usas de mensajero... es muy joven y est muy asustado. Ten cuidado con su vida. La Gestapo lo crucificara. Anna se encogi de hombros. Tendr que correr sus riesgos en esta guerra. Como todo el mundo.
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CUATRO
Roma, jueves 30 de setiembre de 1943 Anna sali poco despus del alba, mientras Roberto segua durmiendo. Despus l se levant a las 7.30, se prepar un sucedneo de caf, cort un pedazo de pan, del que se compraba en un almacn y subi a la terraza para comer y pensar. El panorama que vio le result agradablemente descansador. A la derecha, el csped del Gianicolo remataba en la iglesia de San Pietro in Montorio y en la Academia Espaola. Frente, el campanile de Santa Maria en Trastevere se elevaba por encima de los tejados rojos y los otros dos lados ofrecan una jungla similar de terrazas, contrafuertes y chimeneas que asomaban en extraos ngulos por los edificios de departamentos como cigarros en las bocas de los polticos de las grandes ciudades. Abajo, en el jardn amurallado de la iglesia, varias docenas de lagartijas, sobrevivientes de las pedradas y los hondazos de los trasteverinos, anidaban temerosamente en los rboles. Roberto trataba, sin mucho xito, alejar los sueos de una salida segura. Por ahora, Anna era su nico vnculo con el mundo. Aun slo haba hecho ella unas leves insinuaciones acerca de la identidad de los otros italianos con los que trabajaba. Y, como dijera el coronel Lynch, no tena un contacto directo con el Father Christmas. Evidentemente, la necesidad de sentirse seguro se mezclaba al placer italiano de maniobrar en secreto. Mientras todo eso era comprensible, no le dejaba a Roberto ningn lugar donde correr, por lo menos ningn lugar que l pudiera elegir. Dependa por completo de Anna y, en un grado menor, del Father Christmas. La misin en s era otra fuente ms de ansiedad. Preparar el argumento y ponerlo en escena para el chantaje sera difcil, aunque Anna encontrara a un compaero dispuesto a hacerlo y en quien pudieran confiar, como ella estaba segura de encontrarlo. La obscenidad del cuadro mental que estaba evocando lo asqueaba. Pero estaban en juego centenares de miles de vidas. Confiaba en que, cuando llegara el momento, pudiera racionalizar el mal con tanta facilidad como ahora. Pero aunque pudiera conseguirlo, quiz el criptlogo no estuviera
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dispuesto a representar su parte. Al pobre diablo tal vez le dara pnico y se suicidara o se lo contara a sus superiores, lo que probablemente sera la misma cosa. Inclusive, aunque se rindiera ante el chantaje, a lo mejor se mostraba inepto y lo agarraran o l entregara fotografas inadecuadas. Desde luego, Anna resultaba vital tanto para la operacin como para la propia seguridad de Roberto y lo haba dejado completamente perplejo. Se mostraba hastiada de la misin y cnicamente nada impresionada de su importancia. Con todo, pareca estar dispuesta a arriesgar su vida para llevarla a cabo. Esa contradiccin era apenas una de las tantas que ella mostraba. Aun en toscano, su modo de hablar era tan vulgar como el de cualquier trasteverina. Por otra parte, su departamento no slo estaba atestado con los escritos de Marx y Lenin sino con obras de Vico, DAnnunzio, Mosca, Pareto, Panunzio, Bottai, Oriani y traducciones de Dickens, Freud, Jung, Le Bon, Sorel, Michels, Hemingway y los restos de una antologa con algunos poemas de Yeats. Hasta haba un viejo volumen de poesas satricas de Belli. Ms an; muchos de los libros de esa extraa mezcolanza de literatura, historia, economa, poltica y psicologa tenan dobladas las puntas de algunas hojas, con pasajes subrayados y comentarios, por lo general breves y burdos, garabateados en los mrgenes. Sus estados de nimo eran tan variados como sus lecturas y mucho ms inestables. En el lapso de pocos minutos poda pasar de un rojo ardiente a un azul helado para quedarse a medio camino en un anaranjado vivo. El sbito malhumor que haba mostrado dos das antes mientras desayunaban en la Santa Maria, continu en un silencio helado hasta que se fue a trabajar por la tarde. Regres a medianoche, cerrando la puerta de un golpazo. Arroj sobre la mesa dos bign y varios medallones de ternera y se fue al bao. Sali cinco minutos despus sin ropas y prcticamente viol a Roberto. A l le cost unas contorsiones atlticas para que los dos no se cayeran de la estrecha cama. Una hora despus, tras haber comido y guardado cuidadosamente las migas, Anna repiti el asalto sexual, esta vez en el desvn. Luego se qued inmediatamente dormida y roncando. Resultaba maravillosamente evidente que gozaba con el sexo. Sin embargo, para ella, el placer no era compartirlo ni se alegraba con l. Reaccionaba como un animalito domstico al que, despus de pasar un da en la casa, se le permite salir y aliviarse, ms que como un ser humano comprometido en una comunin sensual con otra persona. Ahora trataba de convencerse Roberto era el momento de ponerse en contacto con el Father Christmas. Aunque saba que el nombre se refera a un
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sacerdote, no estaba seguro de la clase de hombre que era. De lo nico que estaba seguro era de ese cdigo establecido con ropa tendida para establecer el contacto. Sus instrucciones eran muy claras: no intentar ningn contacto a menos que el asunto fuera urgente. Pero senta la imperiosa necesidad de hablar con absoluta libertad con un norteamericano o por lo menos con una persona en quien pudiera confiar y para ello tena la excusa de pedir un equipo fotogrfico. Su pequea cmara no le sera particularmente til para captar el hermoso panorama de vil ternura que l y Anna estaban preparando. Roberto control su reloj: era de fabricacin suiza, pero se trataba de un Nivada, un modelo que se venda mucho en Italia. Era algo ms de las nueve. Haba an mucho tiempo para poner la seal. Fue hasta el cajn, donde Anna guardaba la ropa blanca, y colg el cdigo establecido de sbanas y toallas a la cuerda que se extenda hasta la pared de enfrente. Roma, jueves 30 de setiembre de 1943 A seis kilmetros, y muchos siglos de distancia, el capitn Karl von Bothmer, ayudante del coronel Gratz, estaba sentado en su oficina en la Casa del Ministro, de Villa Wolkonsky, contemplando alternadamente un mapa de Europa y otro de la ciudad de Roma. En el primero haba seis crculos rojos, uno azul y uno verde. Los rojos indicaban dnde haba sido capturado cada equipo, con lneas punteadas que unan las zonas en las que haban desembarcado (o, en el caso del vasco, el lugar por donde haba cruzado la frontera) con los lugares donde haban sido aprehendidos. El crculo azul que rodeaba a Trondheim tena dentro un signo de interrogacin. El verde rodeaba a Roma, con una lnea que una a la ciudad con la playa cerca de Civitavecchia, donde haba desembarcado Roberto. El mapa de la ciudad era mucho ms grande y abarcaba la mayor parte de una de las paredes de la oficina. Tena clavados cuatro grandes alfileres: uno en el departamento de Anna en el Cedro, un segundo en el Remus, un tercero en la Villa Wolkonsky y el cuarto en San Pedro. Se supona que von Bothmer estaba revisando y mejorando la historia de Gratz sobre Schwartzkmmel para que fuera lo suficientemente plausible a fin de asegurar la cooperacin del criptlogo, aunque a la vez decepcionarlo acerca del propsito de la Operacin Rigoletto. No era una misin fcil. Von Bothmer conoca bastante bien al mayor como para darse cuenta de que, pese a sus problemas, el hombre era extraordinariamente inteligente, con esos raros pero brillantes destellos que distinguen a los verdaderos matemticos. Y, con los cientficos, nunca se poda estar seguro dnde estaba su primera lealtad. Sus
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puntos de vista polticos eran capaces de poner el nacionalismo en el escaln ms bajo de las prioridades. El capitn acababa de decidir que Gratz ya haba bosquejado el nico plan usable: dejar que Schwartzkmmel fuera seducido y chantajeado y despus intervenir como un padre carioso y proporcionar el modelo y los planos de la Enigma falsa para que Schwartzkmmel los copiara, o mejor an, copirselos para l. Un sencillo nos hemos enterado de lo que le pasa y estamos dispuestos a ayudarlo; usted es demasiado valioso para perderlo resultara ms convincente que cualquier otra historia que pudiera imaginarse von Bothmer. Esa parte de su misin era engorrosa, pero algo ms lo estaba devorando. De algn modo, todo el esfuerzo aliado para secuestrar la Enigma no se avena con l. Antes de la guerra, Karl von Bothmer haba sido periodista y, si bien ahora llevaba uniforme, segua desconfiando de los militares. Con todo, deba admitir que la Abwehr era una mquina eficiente. Empero, ninguna organizacin era tan eficiente como hombres de la calaa de Gratz queran creer. Canaris juzgaba el capitn tena un clculo ms realista del alto porcentaje de fracasos que inevitablemente sufra cualquier organizacin del servicio de inteligencia. Y el hecho de que la Abwehr localizara cuatro de los siete equipos y los zoquetes de la SS dos ms, lo fastidiaba. No era una hazaa increble hasta los estpidos norteamericanos del FBI haban capturado todos los equipos de sabotaje que Alemania haba desembarcado en los Estados Unidos el ao anterior; sencillamente era improbable. Y los instintos periodsticos de von Bothmer siempre se sentan fastidiados por lo improbable. Finalmente, el capitn junt coraje y golpe a la puerta del coronel. Herein! Entre! oy y entr en la oficina. Antes de poder hablar, Gratz le pregunt: Hbleme de lo que le vamos a decir a nuestro caliente hermano para aliviar sus sufrimientos. Von Bothmer le explic su incapacidad para mejorar la idea bsica. Gratz se retorci las puntas de los bigotes y escuch. Muy bien. Concedo que es un hombre muy brillante. Pero, Scheisse, no me gusta la idea de un oficial alemn... se detuvo un momento. Qu es lo que dijo ese general norteamericano? La guerra es un infierno. Tendra que haber visto la nuestra; los polacos y los rusos podran decirle algo del infierno. Supongo que ya es hora de que nuestro Herr Doktor Mayor sacrifique su honor. Dudo que considere esta actividad como algo en lo que est involucrada la prdida del honor, seor. Conoc a gente como l cuando era periodista. Tienen ideas raras acerca del sexo; pero la mayora es gente decente. Probablemente. Lo cual no facilita nuestra labor, o la hace menos
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importante. Muy bien; iremos adelante con el plan pero no nos detengamos a pensar en l. Preferira una alternativa. S, seor Von Bothmer vacil. Coronel, hay algo ms. De qu se trata? No s por dnde comenzar. Trate de empezar. Estoy muy ocupado decidiendo sobre lo que los ingleses y los norteamericanos estn haciendo en Npoles. No pueden ser tan idiotas de tratar de abrirse camino por la pennsula. Kesselring dice que s; pero lo dudo. He recibido montones de informes para estudiar acerca de un intento de desembarco de tropas en la costa. Si yo tuviera las fuerzas navales y areas de ellos, hara una demostracin de atacar el norte de Npoles y despus otra de desembarco en Gnova y de ah al valle del Po. Pero estoy en el otro bando. Esa es la mayor frustracin de ser un oficial del servicio de inteligencia: usted tiene siempre una idea ms clara de cul sera la mejor estrategia del enemigo pero nunca tiene la oportunidad de llevar las suyas a la prctica. Pues bien; cul es su problema? La Operacin Rigoletto, seor. No encaja bien en el asunto. Por qu? la voz de Gratz fue cortante. Von Bothmer hizo todo lo posible para explicar sus plpitos mientras Gratz lo escuchaba pacientemente. Me temo, coronel concluy el capitn que toda esta infeccin de agentes pueda no ser ms que una diversin para distraernos de nuestro verdadero peligro de la Enigma o quiz ocultar algo ms. S concedi Gratz, estirando la slaba durante dos segundos. Confieso que tambin se me cruz esa idea. Esos agentes bien podran ser slo sacrificios humanos para que nosotros los mastiquemos mientras otros equipos cumplen su tarea. Es posible. Tiene un cierto toque ingls... para hablar piadosamente de la santidad del hombre comn mientras le cortan la garganta para el progreso de la lite. Tal vez usted tenga razn: otro equipo que va a cumplir su tarea de manera ms astuta. Esa es una posibilidad, seor. Hay otras. S. Gracias, von Bothmer. Es ste un buen trabajo. Hablar de ello con el almirante. Ahora piense en algo ms para Schwartzkmmel. El capitn hizo la venia y volvi a su escritorio. Inmediatamente Gratz tom el telfono y llam a la oficina de Canaris. Con la sola mencin de la palabra Rigoletto el propio jefe se puso al habla. El coronel apret el botn de su telfono que mezclaba las conversaciones pero, con todo, habl con circunspeccin. Sin duda la SS tena interceptadas las lneas del almirante y quiz tambin la suya propia en Roma.
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Acerca de nuestra carrera de caballos, seor empez a decir Gratz creo que estamos ganando con facilidad. Le parece posible que el otro lado tenga otro acceso y nos est agotando haciendo andar al paso los caballos equivocados? Manfred exclam Canaris, ste es un caso de telepata mental. La misma idea se me estaba ocurriendo. Usted tiene un excelente sentido de la equitacin. Roma, jueves 30 de setiembre de 1943 Tommaso Piperno se par en la esquina de la Via della Scala y el Cedro y anot cuidadosamente el esquema formado por la ropa tendida en la calle entre el departamento de Anna y el alto muro que cerraba el jardn de la iglesia de enfrente. Era un hombre bajo, de unos cinco pies y cuatro pulgadas de altura. El desplazamiento de la cadera lo haca parecer ms bajo. Tena la cara chata, casi como un plato, con una nariz ancha y corta como si hubiera pasado su juventud en un ring de box, y las orejas pegadas a la cabeza. Su pelo, espeso en otra poca (unos quince aos atrs haba sido de un bano tan oscuro como sus ojos), era ahora ralo y sedoso, blanco en las sienes y de un color sal y pimienta en la coronilla. Tommaso Piperno era un spazzino, un barrendero, una ocupacin vital para la salud y el trfico en Trastevere. Haba tenido una maana muy ajetreada empujando la basura por los callejones hasta las esquinas, lo suficientemente anchas como para que otros trabajadores la cargaran en carros tirados por un caballo y se la llevaran. Los animales dejaban unos rastros humeantes que eran fuente de trabajo para los conductores del da siguiente. Era un esquema de vida que Piperno haba seguido treinta de sus cuarenta y siete aos. Su cadera lo haba mantenido alejado de muchas formas de empleos particulares as como de las garras del ejrcito. Pero el gobierno, pese a todos sus defectos, siempre trataba de ayudar a los tullidos y a los ciegos, con tal de que tuvieran algn pariente en los cargos polticos o civiles. Y el to materno de Piperno tena un hijastro que conduca un carretn para el Departamento de Sanidad. Este nepotismo, combinado con la basura de Roma, produjo el destino de Tommaso. Este destino no lo ofenda. Por naturaleza l era limpio. Desde su temprana infancia se haba sentido espantado por la indiferencia de sus compatriotas trasteverinos ante la suciedad y la basura. No era la limpieza lo que le importaba sino la fugacidad de sus efectos. Ahora, con la escasez, la gente arrojaba menos comida no consumida de lo que hicieran antes de la guerra; pero otras formas de desechos, incluidas los contenidos de las Zii Peppi,
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las escupideras, caan desde las ventanas para juntarse con los papeles, las bolsas y la bosta de caballo. Era un placer poner orden al caos. Sin embargo, no bien su poderosa escoba haba barrido toda una cuadra, que ya el otro extremo empezaba a llenarse de basura otra vez. Sus colegas ms filosficos, la mayora de ellos del Mezzogiorno o de Sicilia, razonaban diciendo que si los romanos no fueran unos cerdos, ellos seran unos desocupados. Pero Tommaso Piperno quera algo ms que un trabajo; tambin quera que las calles estuvieran limpias. La paga era exigua; apenas lo suficiente para alimentarse l y su mujer y enviar algo a los Abruzzi, adonde haban mandado a sus tres hijos despus del primer bombardeo de los norteamericanos a Roma. Empero, el trabajo le proporcionaba ciertos beneficios al margen. Siempre se haba hecho de amigos con la gente que pasaba, perdonndoles que aceptaran la mugre con tanta facilidad; y durante muchos meses vio que vala la pena tener a la vista el Vicolo del Cinque mientras pasaba parsimoniosamente la escoba por la calle. Cada vez que notaba a alguien o algo sospechoso, daba una de las seales que haba establecido con los comerciantes. Era un pequeo favor, pero los dueos agradecan su ayuda manteniendo a salvo su mercado negro y testimoniando su gratitud a ese guardin de muchas maneras tangibles. Algunos chorizos, una media docena de huevos, un trozo de ternera, pollos, queso y hasta uno o dos kilos de harina blanca iban a parar a sus manos. Tambin un poco de dinero, aunque era menos til. No haba mucho para comprar y l tena otras fuentes para conseguir liras. De vez en cuando, algn trasteverino y hasta un miembro de la resistencia, le peda que vigilara a tal persona o tal departamento mientras recorra las calles y los callejones. De esa gente no aceptaba dinero u otra recompensa... en ese momento. Pero con la astucia de un campesino urbano, llevaba cuenta mental de notas de dbitos y crditos y saba que algn da les pedira pequeos favores a esos deudores. Sin embargo, de extraos, los alemanes y los curas norteamericanos, tomaba lo que poda traficar e inmediatamente. Hoy estaban ah... pero maana? Quin poda saber algo de esos extranjeros? Adems, si bien no era cristiano, era italiano. Y ningn italiano confiara en un cura, a menos que fuera un pariente sanguneo. Trabajar para todos los lados no le causaba problemas ticos. Se consideraba un pequeo comerciante que necesitaba muchsima seguridad. Si ganaban los alemanes, un hombre lo recordara favorablemente, en el caso de sobrevivir. Si triunfaban los norteamericanos, un recuerdo positivo sera menos crtico a la vida, pero an sera muy til. Y una victoria norteamericana era el
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resultado ms probable. Piperno tena un primo que haba regresado a Roma por una corta visita antes de la guerra; y si la mitad de lo que l deca de los Estados Unidos era cierto, los alemanes estaban acabados. Si los norteamericanos ocupaban Italia, algunos miembros de la resistencia se haran cargo del gobierno. Y tambin ah tena amigos, aunque no en todos los grupos. Al propio Adonai le resultara difcil contar todas las facciones y mucho menos entender sus diferencias, pero su criado Tommaso haba hecho algo de tanto en tanto por los comunistas y los socialistas, lo mismo que por los demcratas cristianos y hasta por los monrquicos. Terminado su trabajo de la maana para la comuna de Roma, Tommaso poda dedicarse a otros asuntos. Primero, una parada en la iglesia franciscana de la Via della Scala, a unos cien metros del Cedro. En la parte interior de la barandilla del altar, una monja bajita y pesada estaba quitando el polvo. Pese a que su basto y manchado hbito le cea la cintura, le caa en lnea recta desde el pecho hasta los tobillos. Sus sandalias abiertas dejaban al aire unos dedos sucios. Era la madre superiora del convento, pero todo el mundo la llamaba hermana Sacrista porque se pasaba los momentos libres limpiando y volviendo a limpiar el altar. Piperno camin por la nave central hasta los bancos de adelante y, si bien era judo, hizo una pasable imitacin de persignarse como los romanos cuando practic una genuflexin y, al parecer, se arrodill para rezar. Pasados unos minutos, la hermana Sacrista baj del altar y se sent junto a l. Como muchas personas del clero, no se preocup por observar las sagradas amenidades de la Iglesia. Piperno se sent y se meti una mano en su chaqueta azul de spazzini y sac una larga ristra de chorizos gordos que haba recogido de sus clientes en la Cinque. Dios te bendiga por tu caridad, Tommaso le dijo la monja cuando los chorizos desaparecieron bajo su amplio hbito. Piperno confi en que tambin lo bendijera Adonai porque Rebecca, su mujer, no lo hara. Sin embargo, con los dos kilos de harina que haba llevado a su casa el da anterior y el medio kilo de ternera que haba llevado dos das antes, los dos estaran comiendo bien. Las monjas franciscanas, por otra parte, tenan casi dos docenas de judos franceses escondidos en el convento y ninguno de esos pobres desdichados tena libretas de racionamiento. Haba una verdadera hambruna, ms de la necesaria para superar muchas inhibiciones contra el hecho de comer carne que no fuera kosher. Tengo un mensaje para su santo amigo, hermana le susurr Piperno . Los colores estn afuera.
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La gorda monja asinti en silencio, se levant, hizo una genuflexin y, con los chorizos escondidos bajo su bamboleante hbito, sali de la iglesia. Desde el convento llam por telfono a la ciudad del Vaticano. Como todos los romanos, supona que la lnea estaba interceptada al fin y al cabo, el mariscal Kesselring haba advertido que todas las llamadas estaban bajo control de modo que el mensaje al padre Fitzpdraig Cathal Sullivan, S.J. fue sucinto, plausible y en cdigo: Padre, uno de nuestros penitentes me dijo que quisiera consultarlo por un asunto de conciencia. Desde luego, hermana. Lo esperar esta tarde a las cinco, en mi oficina F.C. colg el tubo. Las cinco de la tarde significaban las tres y media, y su oficina significaba el confesionario de los franciscanos en el crucero a la derecha del altar papal de Bernini en la baslica de San Pedro. El padre empuj la silla hacia atrs y coloc los pies en el escritorio. El caf de esa maana haba trado malas noticias. Haba ido monseor Galeotti, esta vez solo, y manifestado, con la ms estricta confidencia, que el Papa Pacelli no tena pensado hablar, en un futuro cercano, con ms claridad, contra el tratamiento que los alemanes daban a los judos. Il Papa, as le inform Galeotti a La Torre, estaba convencido de que protestas privadas, realizadas con tacto, eran los nicos medios de hacer un bien. Ms an; pese a las advertencias, el Papa se negaba a creer que los alemanes arrestaran y deportaran a los judos de Roma. El oro recogido por la SS demostraba, as lo aseguraba, que los nazis estaban en paz con los judos de la Ciudad Eterna. Adems, sus alemanes jams mostraran semejante falta de respeto por la autoridad del Pontfice. La SS y la gente que rodeaba a Hitler podan detestar al papado como smbolo de la religin, pero no se atreveran, tan flagrantemente, a insultar su conciencia y la del pueblo alemn. F.C. arroj un lpiz a travs de la habitacin. Eso basta en cuanto a hablar en contra del mal, se dijo para sus adentros. Estaba agradecido por la llamada respecto al Cuervo. Por regla general, desanimaba en todo lo posible a los agentes que queran ponerse en contacto con l. Le resultaba ms seguro iniciar l mismo los mensajes y la accin. Pero la llamada de la hermana Sacrista haba picado su curiosidad, y reflexionar sobre lo que el Cuervo tuviera en su mente lo distraera del dolor que le causaba la timidez del Papa. Despus de hablar con el padre Sullivan, la hermana Sacrista fue a una farmacia y, desde el telfono pblico, llam al departamento de Ana. Pronto,
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contest un hombre. La monja haba estado demasiado tiempo en el asunto de contrabandear seres humos como para no notar la tensin de esa voz. Antonio? pregunt. Era la clave para saber si poda hablar con seguridad. Antonio est bien. Yo soy el sobrino, Roberto era la otra clave. Ah, Roberto! Soy tu prima, Chiara. Tu to quiere el consejo de un sacerdote y yo tengo un amigo, un telogo, en el Vaticano, que quisiera verlo en su oficina a las cinco de hoy para ayudarlo. Es el padre Perini, un franciscano. Dile al to Antonio que vaya a la Porta SantAnna y espere ah. Roberto le dio las gracias y colg. Pas por su memoria el mazo de tarjetas, tratando de descifrar el cdigo acerca de la hora y del lugar de la cita. Le bastaron unos pocos minutos de esfuerzo mental. El tiempo era hermoso y el camino directo. No le llevara ms de veinte minutos... bueno, treinta, por su cojera. Despus de que sali de la iglesia franciscana, Piperno se detuvo en el bar cerca del enlace de la Cinque y del Cedro, y telefone al monje agustino alemn. Su mensaje fue sencillo: nada importante que informar. Anna haba salido de su departamento antes de las siete, cruz el ro en el Ponte Sisto, cercano al pie de la Cinque, y se dirigi al Remus, aunque era demasiado temprano para que abriera el restaurante. (A Tommaso no le pareci necesario contarle al alemn la ltima parte de la informacin). Camin unos metros ms, luego dobl a la izquierda y se detuvo en un barcito sobre la calle San Dorotea. Ah pidi un caf, se las ingeni para tragarlo pese a su disgusto por la achicoria y despus pas al bao de hombres. No haba papel higinico; slo unas hojas de un ejemplar viejo de Il Messagero. Agarr varias y las puso en una grieta de la pared de la derecha: era la seal para la unidad de la resistencia comunista en esa parte del Trastevere para avisar que no tena nada que informar.
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CINCO
Roma, jueves 30 de setiembre de 1943 Roberto subi cojeando la Via della Scala y pas por el antiguo arco de la Porta Settimiana, donde la calle cambia dos veces de nombre hasta convertirse en la Lungara. Los edificios de la izquierda arrojaban su sombra sobre el camino estrecho segn criterios norteamericanos; ancho segn los del Trastevere, ofreciendo un poco de respiro en el calor de la tarde, bajo el sol, dndoles a las sombras un toque de fro otoal, y la amenaza del inminente invierno, con su secuela de humedad, vientos fros, rfagas de lluvia, sus das cortos y nublados y sus largas y oscuras noches. A mitad de camino haba un toque de romana habilidad artstica. Al sur dominaba el campanilo de Santa Maria sobre la lnea de edificios del Trastevere; en frente, en lnea recta, otro campanilo similar en realidad, casi su gemelo se elevaba por encima de los tejados del Borgo, en las afueras de la ciudad del Vaticano. Un olor pesado y nauseabundo haca que el transente se distrajera de esa belleza. Vena de la crcel de Regina Coeli, atestada de rateros, de antifascistas, de judos extranjeros y de gente sin documentos de identidad. Roberto se encogi de hombros al darse cuenta de dnde estaba y prosigui su marcha tan rpidamente como se lo permita su fingida cojera. Sigui por las exhalaciones deletreas del Trastevere y lleg al Lungotevere, una ancha avenida que corra a lo largo de las riberas del Tber. En un centenar de metros ms se encontr en la esquina del Lungotevere y el camino, que era como un tnel bajo la colina del Gianicolo. Cruz esa calle y entr en el Borgo, el quartiere en torno de la ciudad del Vaticano, una zona que no era tan antigua ni tan sucia como el Trastevere, pero igualmente empinada, segn su propia tradicin. Cortndola estaba la Via della Conciliazione, el gran bulevar que Mussolini haba construido para celebrar la firma del tratado de Letrn entre el Papa e Italia. La calle cuya construccin haba requerido demoler una parte considerable del Borgo comenzaba en el Tber y segua, derecha y ancha, hasta la vasta Piazza de San Pedro. Al doblar hacia la Conciliazione, Roberto se detuvo, como lo haca desde
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la infancia, para mirar embobado, con reverente estupor, la magnificencia de la baslica. La masa griscea de la cpula de Miguel ngel, el sucio ocre de la fachada, y los brazos como cangrejos de la columnata de Bernini que rodeaba gran parte de la piazza, nunca le haban inspirado otra emocin que no fuera un terror reverente. En ningn momento haba experimentado un adarme de admiracin por esa mezcla de genialidades artsticas que mostraba San Pedro; slo temor reverencial ante la inmensidad, la solidez y la eternidad que simbolizaban. La escala era inmensa y pareca an ms grande en Italia, donde la mayora de las cosas desde los automviles hasta las comidas preparadas parecan, a alguien acostumbrado a Norteamrica, haber sido construida por liliputienses. Roberto haba descansado unos segundos demasiado largos. Se perdi el destello de los camiones frente a l, justo en la parte exterior de la piazza, sobre el lado romano de la frontera con la ciudad del Vaticano. De pronto comprendi lo que estaba pasando y volvi hacia atrs. Pero un camin cargado de policas ya bloqueaba el camino y algunos se dirigan hacia l. Se vio atrapado por una de las incursiones que la polica fascista realizaba regularmente en Roma. Haban acordonado una zona y detenan a todo el mundo. Los blancos principales eran los desertores militares, pero a los fascistas los haca felices detener a los civiles que no tenan documentos de identidad, evidentemente documentos falsos, o a los que se poda obligar a realizar trabajos de esclavos. Roberto fue una de las aproximadamente setenta y cinco personas a las que la polica empujaba hacia el centro de la Via della Conciliazione. Era inevitable una cierta demora, pero saba que si iba a asistir a su cita de la tarde o inclusive sobrevivir a esa tarde tendra que mostrarse agresivo. Con mucho cuidado, acentuando su tobillo herido, se abri paso entre la multitud de potenciales prisioneros hacia el auto de mando, donde varios oficiales vigilaban la redada. Vergogna! Disgrazia!mientras gritaba enarbolaba sus documentos de exoneracin en la mano derecha, mostrndoselos a todos para que los vieran. Senta, Capitano dijo en voz alta, al acercarse al oficial de mando, evidentemente un teniente. Eccomi!y empez a hablar rpidamente en romanaccio. Aqu me tienen, un veterano herido, arriado como un animal con todos estos paisanos muertos de hambre bombardeados y estos miserables judos. Es una vergenza! Sin decir una palabra, un sargento le arrebat los papeles de exencin y los mir atentamente. Lo mir a la cara y luego se fij en la fotografa. La imagen
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era distinta, pero lo suficientemente similar para no despertarle sospechas. Le pas los documentos al teniente, quien se limit a echarles un vistazo y despus los utiliz para golpearse impacientemente el muslo. Qu ests haciendo por este barrio, soldado? Tus documentos dicen que vives en los Abruzzi y en Trastevere. El Borgo es tierra extranjera para ti. Ah, Commendator!Roberto trat de mostrarse un poco socarrn. Necesito trabajo. Los tiempos son muy duros. A veces hay problemas con la correspondencia y no me llega la pensin. A veces cuando la recibo, no hay nada para comprar con dinero. Vine a Roma a encontrar trabajo. Pens que aqu en el Borgo encontrara a un cura que me ayudara. Adems, los ingleses y los norteamericanos podran invadir los Abruzzi. Luch por el fascismo en frica cuando tuve un arma, pero no quiero enfrentar desarmado al enemigo. E incapacitado para correr muy ligero le dijo secamente el oficial. Soldado, no te creo. Hay mucho para comer en los Abruzzi y muy poco aqu, a menos que le pongas excremento de gatos a tu pasta. Sospecho que tus paisanos te han enviado a Roma para hacer mercado negro. Tienes una buena cobertura. Aqu tienes y le devolvi los documentos. Los vas a necesitar en la Regina Coeli. Ahora entra en el camin con los otros. Ya vamos a comprobar tu historia. Si es cierta, saldrs en un par de das con nuestras disculpas. No ser peor para ti, excepto que te llevars unas pulgas extras. Si tu historia no es cierta, chale una buena mirada al mundo. No vas a ver mucho ms de l. Roberto tom los documentos, hizo una plausible imitacin de los romanos cuando se encogen de hombros y, mientras se diriga al camin, farfull con voz bastante fuerte como para que lo oyera el oficial: Che macello! Madre di Cristo! (Qu lo! Madre de Cristo!). Un polica lo empuj para hacerlo entrar en el camin. Pazienza, pazienza susurr el hombre mientras cerraba de un golpe la puerta trasera y se paraba, montando guardia, en el escaln de atrs. La vita dura. Roberto mir a sus compaeros. Sus expresiones variaban desde el terror de un chico de diecisiete aos que sollozaba anticipndose a que lo metieran en el ejrcito fascista, hasta la callada desesperacin de un viejo y barbudo judo francs, y la aburrida resignacin de un ratero profesional que consideraba la Regina Coeli como su segundo hogar. Los camiones regresaron rpidamente por el camino que haba tomado Roberto desde el Trastevere. A medida que se acercaban a la crcel, Roberto alcanz a ver a Anna, de pie en el lugar donde la Lungara deja el Lungotevere y desciende al Trastevere. Anna lo estaba mirando directamente, pero no dio
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ninguna seal de reconocerlo. Roberto no se uni a la risotada cuando el chofer se asom por la ventanilla para besar sus dedos apretados y arrojarle el beso a Anna. La buonna!, exclam. Anna escupi en las piedras de la calle y le contest en romanaccio: Brutto fijo dna mignotta! Feo hijo de puta! Bscate otro marica que te monte! Esper hasta que los camiones doblaran hacia la crcel, despus volvi a su departamento en el Cedro e inmediatamente llam al telfono privado de Gratz. El ordenanza que atendi no se mostr muy entusiasta en pasar la comunicacin, pese a que ella habl en un claro y pausado toscano. Por ltimo, Anna estall en un rpido alemn: Escucha, Dummkopf, mtelo bien en la cabeza y dile a tu pelado coronel que su Cuervo se ha convertido en una paloma enferma. Momentos despus Gratz tom el telfono de manos de un atribulado muchacho y con mucha atencin escuch la explicacin de Anna de lo que haba ocurrido. Scheisse dijo, casi en un grito. Esos Katzelmacher!arroj el tubo, le err y de una patada tir todo el aparato al suelo. Von Bothmer! llam a su asistente. Telefonele a Olendorf y dgale que necesito verlo en seguida por Rigoletto. Ya voy hacia ah. A los cinco minutos, Gratz atronaba el cuartel general de la Gestapo en la Via Tasso. Empez a hablar antes de que se cerrara a puerta. Olendorf, esa imbcil polica fascista se ha llevado por casualidad a uno de los principales de la Operacin Rigoletto. Lo tienen en la Regina Coeli. Qu maravillosa irona! coment sonrindose, el oficial de la SS. Cuando se trata de pelear, nuestros aliados son tan eficientes como conejos. Y ahora que la Abwehr tiene la oportunidad de dar un golpe maestro de estrategia, de pronto se vuelven supremamente eficientes. Espero me perdone si me ro, coronel. Olendorf, si llega a fracasar la Operacin Rigoletto... El teniente coronel levant la mano: Entiendo, coronel, entiendo. Recuerdo todo lo que se dijo en nuestro encuentro con el almirante Canaris y el documento que inicialamos todos Gratz estaba demasiado agitado para notar la forma con que el oficial de la SS acentu la palabra documento. Basta con que me diga a quin hay que soltar y me ocupar al instante. Gratz vacil. Quera que el Cuervo quedara libre inmediatamente; por otra parte, hasta ese momento la SS no saba quin era el Cuervo. Podan sospechar,
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pero no estaban realmente seguros hasta donde el coronel poda saberlo. Necesitamos... la Operacin Rigoletto necesita se corrigi que se libere a toda esa gente. Si sale nuestro hombre solo y los otros no, sus amos de la resistencia sospecharn de l. Todos? Olendorf hizo una pausa y volvi a decir: Todos? En realidad, algunos sern liberados. Indudablemente, su hombre tiene una cobertura decente. Lo ms probable es que parecer una de esas meras coberturas que pasan ante las torpes investigaciones que suelen hacer los italianos. Todos. Tal vez usted tenga razn en cuanto se refiere a lo que significara liberarlo a l solo. Sin embargo, se es un riesgo que no podemos correr. Rigoletto es demasiado importante. Entonces sugiero que no lo echemos a perder liberando a todos. Eso sera confesar un error y nuestros fascistas jams admiten errores. Ya estn demasiado ocupados cometindolos. Soltar a todos los prisioneros atraera la atencin y requerira explicaciones. Sugiero que permitamos a nuestros amables amigos que guarden a los que no tienen documentacin apropiada, a los desertores y a los que rehyen el servicio militar. Pero le pediremos al general Mueller que intervenga para solicitar que suelten a todos los otros despus de una investigacin de rutina. Podra basar su intervencin en informes ante la inquietud por la ocupacin y sugerir vigorosamente que ellos contribuiran a aliviar las tensiones procediendo rpidamente a liberar a los inocentes. En vista de las circunstancias extraordinarias, l suspendera sus pedidos de mandar a trabajos forzados a los fsicamente aptos. Sera eso satisfactorio? S asinti Gratz. Muy satisfactorio. No esperaba tal cooperacin de la SS el plan de Olendorf cerraba tambin la posibilidad de una filtracin dentro de la polica fascista, un grupo que, sin duda, se senta perplejo ante los agentes aliados y sus simpatizantes. Cunto llevar todo esto? El oficial de la SS consult su reloj. Eran ms de las cinco de la tarde. Con seguridad no antes de maana a la tarde; la maana siguiente sera ms realista. Los italianos no son muy precisos respecto a la hora. Supongo que debern serlo Gratz se levant. Gracias por su cooperacin. Olendorf hizo un movimiento con la mano. Cumplo con mi deber, coronel esta vez no sonri. Ciudad del Vaticano, jueves 30 de setiembre de 1943 En el oscuro confesionario de San Pedro, el padre Fitzpdraig Cathal
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Sullivan, S.J., esper, primero con expectacin, luego con impaciencia y, por ltimo, nervioso. Haba un lmite para esperar. Algn franciscano podra aparecer para encontrarse con un penitente. Se las vera duras para explicar qu estaba haciendo un jesuita en el confesionario. Peor an; la Gestapo tal vez hubiera descifrado su cdigo como la hermana Sacrista, supona que todas las lneas telefnicas de Roma estaban interceptadas y detenido al Cuervo. A las 4.30, despus de aguardar una hora, sali del confesionario y, fingiendo que estaba leyendo el breviario, se pase por la gigantesca baslica, asegurndose, casi todo el tiempo, mantener a la vista la cita concertada. En una oportunidad, mientras pasaba por un grupo de gentes, oy a dos mujeres que, en voz baja, le narraban a un cura italiano, lamentndose, un relato, bellamente decorado y artsticamente dramatizado, de la redada que haba tenido lugar en las primeras horas de la tarde, en la Via della Conciliazione. F.C. continu pasendose y leyendo otros quince minutos, con la vana esperanza de que el Cuervo hubiera eludido la redada fascista. Despus regres a sus secciones de trabajo en la ciudad del Vaticano, detenindose primero en la oficina de Paul Stransky, el secretario del representante personal del presidente, para pasar revista a las novedades. Washington, D.C., jueves 30 de setiembre de 1943 Eran las 10.45 de la maana en Washington cuando el padre Sullivan visit a Stransky. Tres horas despus, John Winthrop Mason, el coronel Brian Patrick Lynch y sir Henry Cuthbert almorzaban tarde en un pequeo comedor para oficiales superiores en el viejo edificio del Departamento de Estado contiguo a la Casa Blanca. Cuthbert llev la noticia de que el equipo britnico en Trondheim haba sido atrapado. Junto con dos miembros de la resistencia noruega se las ingeniaron para infiltrarse en el cuartel general alemn a la noche, pero fueron encerrados en una trampa. En el tiroteo que sigui, murieron todos. Muy bien; eso le pone la firma a nuestros muchachos, no? pregunt el brigadier, con jbilo. Yo hubiera preferido que alguien quedara vivo para hablar observ Mason. Y a m me alegra que no apunt Lynch. Esos muchachos fueron los ms afortunados de todos, excepto tal vez el Cuervo. Una subteniente cohibida perteneciente al WAVE 1 entr en el comedor y, de la manera menos discreta posible no slo porque era la nica mujer
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presente sino porque, adems, era una muchacha muy atractiva, le llev un sobre a Mason, quien, apoyando sobre la mesa la cuchara sopera, firm el paquete. La WAVE, consciente ahora de que todas las miradas estaban clavadas en ella, sali a los tropezones, arreglndoselas para llevarse por delante a un mozo y a un ayudante del restaurante. Mason abri el sobre y rpidamente ley el mensaje cifrado de Stransky: Inspeccin de rutina sobre la competencia, ha elegido a nuestro pjaro para su majestad. Siguen detalles de la oferta le pas el mensaje a Lynch. Tradzcalo, por favor. Muy sencillo, seor. Los nazis, o ms probablemente los fascistas, han agarrado al Cuervo en una de sus redadas de rutina que realizan por Roma en busca de desertores y otros semejantes. Est en la crcel de Regina Coeli. Stransky nos dar ms noticias cuando las sepa. Eso cuenta tambin para todos ustedes, amigos sir Henry estaba radiante. Bebamos por una misin exitosa. Una misin terminada; no la llamara exitosa el tono de Lynch fue spero. Mason clav sus ojos saltones sobre la sopa. Los dos estn equivocados. Esta misin ni est terminada ni es exitosa. No estamos seguros de que los alemanes estn enterados de la misin del Cuervo. Est usted aqu para robar la Enigma? Me parece difcil que sea esa la tpica pregunta que se le haga a un desertor. Cristo! exclam Lynch. Acaso podemos suponer que con los antecedentes de Anna, el hecho de haber sido detenido el Cuervo en una redada rutinaria no es una coincidencia? A m me parece que la SS o la Abwehr se sirvieron de una redada rutinaria fascista para proteger el trasero de Anna. Mientras le la carpeta de ella anot sir Henry vi que los hunos hicieron tarde ese esfuerzo. Mason pas por alto al ingls. Podemos confiar en eso pero no podemos estar seguros. Y tenemos que estar seguros. Tenemos que reventar al Cuervo mientras est en la crcel. Podemos meter un hombre ah? Es fcil contest Lynch. El problema es sacar a un hombre. Un boleto de ida sola difcilmente aumentar los gastos en la cuenta de la Diosa de Bronce replic Mason, con la mayor naturalidad. Quiero que alguien se acerque al Cuervo y le plante algo incriminatorio que fuerce la mano de los alemanes. A corto plazo, slo est el Father Christmas. Sera una vergenza
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arriesgarlo nada ms que para presentar bien la cosa. Es tan sacrificable en esta guerra como cualquier otro. Me desagrada parecerme a Scrooge, pero no hay nada especial en este Christmas 1. Tal vez un cura pueda entrar y salir de la crcel sugiri Sir Henry. Si los italianos tienen a su hombre, lo que es probable, posiblemente dejen que un cura vaya a visitar a los prisioneros. Y un cura podra reventar a un agente? pregunt Lynch. Ya es bastante malo perder al Father Christmas; sera estpido perderlo en una misin que no podra cumplir. Quiz musit Mason si l cree que se trata de un doble agente. No tengo ningn conocimiento de la mentalidad sacerdotal. No perdamos tiempo manejando esta hiptesis. El cura no tiene por qu saber lo que est haciendo. Denle una orden sencilla para entregar un paquete al Cuervo. Stransky tiene copias en microfilmes de los planos de la Villa Wolkonsky? Las llev consigo a Roma le contest Lynch. Muy bien; que el Father Christmas lleve esa pelcula al Cuervo. Dgale a Stransky que utilice otra fuente e informen a los fascistas bajo cuerda que el Cuervo es un espa y lleva documentos peligrosos. Prudencia observ sir Henry, prudencia. Nunca se es demasiado cuidadoso en el trato con los hunos. Lynch apart su plato. Empezaremos ahora. Mi estmago ya no resiste ms comida. Mason volvi toda su atencin a la sopa. Ciudad del Vaticano, jueves 30 de setiembre de 1943 Cuatro horas despus, poco antes de que en Roma fuera medianoche, F.C. segua intrigado por el pedido de Stransky. Se supona que deba entregar al Cuervo la pequea cpsula mientras estuviera en la Regina Coeli. Examin el objeto con mucho cuidado. No era una pastilla con veneno. Utiliz unas pinzas para abrir la cpsula y mir el contenido con una lupa. Pareca un microfilme; pero no poda saber de qu se trataba. Lo que lo intrigaba era por qu quera Stransky ms bien, por qu insista, contra las objeciones de F.C. que se la pasara de contrabando al Cuervo mientras estaba en la crcel. Stransky no le dio ninguna explicacin. En realidad, le dijo que no tena explicacin alguna, slo que Washington deca que era imperativo que se entregara inmediatamente ese objeto en la Regina Coeli.
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Scrooge, personaje tacao e irascible del Christmas Carol (Cuento de Navidad), de Dickens. (N. del T.). 118
Las piezas no encajaban muy bien. Ya haba advertido a Washington que no se poda confiar en Anna. Con todo, all insistan en utilizarla para esta misin, una misin de la mayor importancia. F.C. saba muy poco de la mentalidad soldadesca, pero comprenda lo diferente que sera la guerra y la lista de bajas si los Estados Unidos tuvieran una Enigma y pudieran escuchar lo que los alemanes conversaban entre ellos. Ahora le pedan que arriesgara esa crtica misin de manera distinta. Tambin le pedan que pusiera en gran peligro la vida de un agente y, al parecer, con ningn propsito. Los lectores de microfilmes difcilmente contaban con un equipo normal en las celdas de la Regina Coeli y el comandante no estaba en condiciones de proporcionar uno especial. Hasta el hecho de tener consigo la pelcula sera un peligro para el Cuervo. Lo que ms lo intrigaba era que si el Cuervo poda salir en libertad, la entrega presentara un problema menor. F.C. puso los pies en su escritorio de tapa corrediza. Se qued pensando en qu se haba metido exactamente desde el punto de vista moral, no slo fsico, aunque tambin esto ltimo era bastante fastidioso. Dedicar su vida a Dios y a la Iglesia no era un sacrificio que l pusiera en pie de igualdad con el martirio. Senta que se le remova la conciencia y no saba por qu. Pero era algo que lo tiraba de los bordes ante un mundo, maravillosamente excitante, donde Dios, la Iglesia, la nacin y l mismo tenan las mismas exigencias y todas estaban satisfechas por las mismas acciones. Ahora, algo amenazaba con despedazar la unidad de su universo. Entrar y salir de la Regina Coeli podra no ser difcil. Complicado, pero no difcil. Conoca al capelln italiano. En realidad, el cura era uno de los tantos a los que F.C. peda ayuda o informacin. Por lo tanto el italiano no hizo ninguna pregunta cuando F.C. lo telefone para dar la comunin en la crcel al da siguiente. Sullivan saba que la misin era pesada. Despus de un tiempo, tratar de llevar consuelo espiritual a gentes que sufran e iban a sufrir ms se haba convertido en un desahogo espiritual. El capelln le prometi practicar todos los arreglos. Lo nico que tena que hacer F.C. era aparecerse en la Regina Coeli a las siete de la maana, llevando la Sagrada Eucarista. Por ms bestiales que fueran en muchos aspectos los fascistas, siempre mostraban un enorme respeto hacia la Santa Madre Iglesia. F.C. decidi dejar dormir sus problemas. Ira a la crcel, escuchara algunas confesiones o dara una absolucin general si haba demasiados penitentes, y distribuira la comunin. Hablara con los guardias y arreglara ver a todos los prisioneros recogidos en las ltimas veinticuatro horas. De ser necesario, ofrecera una historia plausible acerca del sobrino desaparecido de
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un importante monseor del Vaticano. Todos los italianos, hasta los fascistas, comprendan la importancia de la familia. Rpidamente se acord de llamar a monseor Galeotti y alertarlo por si le preguntaban acerca de un sobrino. El prelado se sonri. Cualquier remordimiento de conciencia quedaba atenuado por los relatos que lea regularmente de las atrocidades nazis. Ciudad del Vaticano / Roma, viernes 1 de octubre de 1943 Eran las 6.45 de la maana y el cura norteamericano segua rumiando su problema mientras cruzaba la piazza; dobl la esquina del Santo Oficio y se meti en el tnel bajo el Gianicolo. Antes de la guerra, la contaminacin de los camiones, mnibus y autos particulares haba convertido el aire del tnel en algo tan ponzooso como cualquier batalla durante la Primera Guerra Mundial. Ahora, con pocos taxis la mayora impulsados por botellas de gas natural en el techo o llevadas en pequeos remolques y algn transitorio mnibus o camin alemn, el aire era suave y fresco. En la Regina Coeli las cosas ocurrieron tan fcilmente como las haba predicho el cura italiano. Como cuadraba a un sacerdote que llevaba la Sagrada Eucarista, F.C. caminaba en silencio. Los guardias se mostraron supersticiosamente respetuosos, si bien no estaban personalmente convencidos de su divina misin. Algunas palabras susurradas a un sargento bastaron para que lo dejaran entrar en un recinto grande y hediondo un toril lo hubieran llamado los norteamericanos donde la mayora de los que fueron agarrados el da anterior estaban amontonados, aterrados e ignorantes de su futuro. Como proteccin contra la fra humedad del piso de mrmol, cada preso tena apenas una manta delgada y sucia. En un rincn haba varias escupideras que se usaban en comn y llenaban el mbito con los olores de sus colmados recipientes. F.C. haba memorizado la fotografa de Roberto y repeta como loro sus principales datos: edad, 26; altura, 73 pulgadas; peso, 175 libras; ojos, pardos; pelo, negro; cutis, moreno. Desgraciadamente, por lo menos cinco de los hombres que estaban ah llenaban razonablemente esos requisitos. El nico rasgo distintivo era su cojera, pero no haba medio de averiguar cul de los cincuenta que estaban sentados en el piso poda renquear cuando caminara. El sacerdote se dirigi al grupo: Les dar una homila, una homila muy breve para ahorrarles a ustedes mi acento extranjero; despus dar una absolucin general y distribuir la comunin, luego, si hay tiempo; oir las confesiones de los que necesiten una gua individual. Por favor, permtanme dejar bien aclarado que me est
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totalmente prohibido llevar mensajes particulares. La homila de F.C. fue, en realidad, breve: Ustedes encaran tribulaciones que nunca he conocido. Con todo, esos dolores son tan viejos como la humanidad. Estn seguros de que el amoroso Cristo comprende la carga de cada uno de ustedes, aunque los hombres no la comprendan. Pongan su confianza y su esperanza en l. Pidan el perdn de sus pecados y rueguen porque Su gracia los gue siempre. Yo mismo he encontrado eso en mi vida en das de prueba. Para m fue una fuente de consuelo rogar a San Antonio quien, en los primeros das de la Iglesia, ayud a crear lo que luego fue el movimiento monstico. Para m fue como un to, un to bondadoso a quien poda exponerle mis preocupaciones y el cual, como un to amoroso, intercedera por m. Recordar a cada uno de ustedes y a sus familias en la misa de hoy. Ahora les doy una absolucin general. Tras la ceremonia y la distribucin de la comunin, F.C. se retir a un rincn, el ms alejado de las escupideras. Algunos se acercaron; uno de ellos cojeaba. El sacerdote habl con cada uno lo mejor que pudo, apelando a su prctica sacerdotal y a su experiencia del mundo a fin de pronunciar palabras de consuelo a gente que encaraba terribles sufrimientos. Cuando le toc el toc el turno al rengo, el padre Sullivan le susurr: Cmo est tu to Antonio? No s respondi el hombre. Hace tiempo que no lo veo. Terminado el intercambio de consignas, F.C. sigui hablando en ingls. Tengo algo del Father Christmas. Washington dijo que se te debera entregar aunque estuvieras aqu. Estir el brazo y le dio unos golpecitos en la mano, apretndosela, como podra tocar a alguien a quien le est dando un consejo espiritual. Roberto sinti la dureza de la cpsula al pasar. Veinte minutos despus, el jesuita sali de la hmeda y fra Regina Coeli. Caminaba por la Lungara, de regreso al Vaticano. El sol de la maana era muy tenue, pero sinti su calor en la espalda. Slo en el ltimo segundo de haber tomado la decisin de entregar la cpsula al Cuervo, F.C. se puso a pensar en voz pasiva porque no estaba realmente seguro de que lo que haba hecho fuera un acto de su voluntad. Hubo mucho de una accin refleja. De vuelta en su oficina, marc el nmero del Hospicio de San Marta. Ya est hecho, Paul dijo. No estoy seguro de por qu se hizo, pero estoy seguro de que no me gusta. Ya sabe cmo son las cosas, padre le respondi Stransky, suavemente. Tampoco entiendo yo la mayora de las cosas que hago.
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Usted sabe muy bien cules son las suyas. Por eso a l no le gusta sta. Rpidamente colg el tubo en la horquilla. Stransky se qued perplejo unos momentos; despus se encogi de hombros y empez un intrincado sistema de llamadas en Roma. Transcurridos unos treinta minutos, una mujer sali de un moderno edificio de departamentos en el Parioli, comprob dos veces las instrucciones que le dieron y telefone a la Regina Coeli. Tras una larga serie de demoras la comunicaron finalmente con la oficina del comandante. Un teniente fue el oficial de ms alto rango que consigui. El muchacho tendra que hacerlo. Senta... Escuche empez a decir la mujer, ayer ustedes arrestaron a un grupo de gente en el Borgo. Uno de ellos es un espa. Es alto y renquea. Su nombre de pila es Roberto. Eso es todo lo que s. Quin es usted? le pregunt el teniente. Una fascista leal. La mujer colg. El teniente suspir al quedar muerta la lnea. Ms trabajo para nada, pens. Tal vez otra chiflada que le tiene rencor a alguien. Si llenaba un formulario posiblemente su propia gente se pasara horas hacindole preguntas y hasta quiz la Gestapo. Al fin todos se pondran furiosos con l. Pes las probabilidades de ser descubierto si no llenaba el informe y decidi que no habra ninguna. Una hora despus volvi a sonar el telfono del teniente. Era la misma voz con el mismo mensaje, excepto la observacin de que era esa la segunda llamada. El teniente suspir una vez ms, pero esta vez registr la llamada en su agenda y tom el primero de los muchos formularios que debera llenar. Se sinti satisfecho cuando la informante llam por tercera vez. Le pudo contestar que el comandante en persona se estaba ocupando del asunto. A las 1.15, los presos que estaban en el nauseabundo toril esperaban que los procesaran. Estaban almorzando un pedazo de un sustituto de pan, algunos zucchini fros y un jarro de agua. Entre la hediondez y el terror, ninguno tena mucho apetito. Mientras procuraba tragar un poco de comida, Roberto oy el ruido de unas botas sobre la escalera metlica de afuera. La pesada puerta se abri y un par de guardias uniformados de negro lo llam para que se acercara a ellos, conducindolo a una oficina escuetamente amueblada del piso de abajo. Ponindose con mucho cuidado detrs de l, le ordenaron que se desnudara. El terror le activ sus glndulas suprarrenales. Comprendi que el regalo del sacerdote no lo haba podido examinar minuciosamente, aunque pareca ser un microfilme y la investigacin tenan que ser coincidentes. La
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cpsula la tena en el bolsillo del reloj. Era chica, pero demasiado grande como para que pasara inadvertida en una revisin escrupulosa. Tena que destruirla de cualquier manera. Probablemente tuviera que tragrsela. Pero primero tena que apoderarse de ella. Senta protest, furioso. Escuchen, soy un veterano herido, no un romano frcio o un delincuente comn. Fui sargento en el ejrcito. Exijo ver a un oficial. Desndate, cretino le repiti el ms bajo de los dos guardias. Vers a un oficial cuando ests desnudo como te pari tu madre, no antes. Subray el mensaje dndole un golpe en los riones con su cachiporra de goma. Roberto gir rpidamente, agarr la cachiporra, empuj al sorprendido guardia y levant el pie para darle una patada. Cuando la cara del primer guardia golpe sobre el piso de mrmol, Roberto se dio vuelta y encar al segundo, quien estaba desenfundando su cachiporra. Roberto baj la cabeza, embisti contra el estmago del hombre y se lanz de frente. El contacto fue slido. El fascista fue a parar contra la pared, jadeando. Roberto se le ech encima, con un gancho de derecha a la sien. Despus tom el cuerpo medio consciente y lo puso en el camino del primer guardia, el cual lo estaba acechando, aturdido, esgrimiendo la cachiporra por encima de la cabeza. Mientras el primer guardia procuraba desembarazarse del segundo, Roberto se dio vuelta y dio un salto hacia la puerta. Estaba cerrada con llave, tal cual lo esperaba. Pero dndole la espalda al guardia, an medio atolondrado por el golpe contra el mrmol, dispuso de unos segundos para ocultar el pase de la cpsula del bolsillo a la boca. Se oblig a tragarla mientras senta en la nuca el lacerante dolor de un cachiporrazo. Varias horas despus, mientras casi toda Roma se recuperaba de su siesta, el teniente coronel Viktor Olendorf entraba en la oficina del coronel Gratz, en la casa del ministro en Villa Wolkonsky. Usted dijo que era urgente le dijo framente Gratz. Olendorf pareca extraamente divertido. El nombre en cdigo de su hombre debera haber sido el Toro, no el Cuervo. Por qu? Ahora qu pasa? Gratz se puso colorado. Evidentemente, la SS haba identificado a Roberto. Dadas las circunstancia, el descubrimiento no tena nada de sorprendente. Problemas. Alguna fantica leal al Duce telefone a la crcel Regina Coeli para decir que su hombre, me refiero al hombre de usted, era un espa.
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Cuando nuestros galantes aliados trataron de desnudarlo antes del interrogatorio, derrib a dos de los mejores hombres del fascismo. Dios mo! Coronel, le aseguro que la SS colaborar en todo lo que podamos. Pero su hombre est haciendo difcil la tarea. S, s lo interrumpi Gratz, con un movimiento de la mano. Hay que tener paciencia cuando se trata con espas aficionados, y los norteamericanos son todos unos aficionados, unos estpidos y chapuceros aficionados. Encontraron los italianos alguna prueba concluyente que identificara a este hombre como un agente? No; en ese sentido tenemos suerte. No le encontraron nada en la ropa y todava no ha tenido tiempo de hablar. Lleg hace pocos minutos. Su fascista trmino medio resulta inepto para llevar su evangelio a los incrdulos. Los guardias se lo llevaron para vengarse. Esos puercos tarados! Gratz dio un puetazo en el escritorio. Der Fuehrer se sentir disgustado le dijo Olendorf, suavemente. Supongo que lo tendr informado y que yo no necesitar llenar ningn informe especial. Usted no har nada de eso. La rplica de Gratz, fue cortante. No vamos a molestar al Fuehrer con informes de poca monta. Por ahora, todo lo que tenemos que hacer usted y yo es mantener vivo a ese chapucero aficionado. El idiota debe de tener un miedo pnico. Tenemos que sacarlo vivo y sin la menor sombra de sospecha para que pueda salir y proseguir con lo que l cree que es su trabajo. Lo ms sencillo sugiri Olendorf amablemente es que alguien de mi gente reclame su jurisdiccin. Podramos transferir a su hombre a la Via Tasso y llevar ah nuestra investigacin. Yo me encargara personalmente del interrogatorio, asegurando de que pase el tiempo suficiente como para convencer a sus amigos que nos hemos mostrado muy serios, pero detenindonos antes de que ese imbcil se asuste y diga algo incriminatorio. Quedara estropeado y lleno de cicatrices pero seguira siendo til. Gratz pens en lo que sera capaz de hacer Olendorf para sondear al Cuervo de estar l en la casa de la Via Tasso: lo suficiente como para hacerse cargo de la Operacin Rigoletto y acreditar todo el mrito a la SS. Le agradezco el ofrecimiento, pero... Hay algn pero? S. Ese pero es una creencia entre los grupos de la resistencia que raras veces, incluidos los ms duros y los ms profesionales de los agentes,
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salen vivos del cuartel general de la Gestapo sin haberse comprometido ellos mismos o comprometer su misin y la mayora de sus amigos. Por ms que este chapucero sea su invitado, nunca volver a gozar de la confianza de su propio lado. Ni siquiera ellos pueden ser tan estpidos de creer que es muy profesional. Sera mejor que llamara a la Regina Coeli y sugiriera un interrogatorio colectivo. Al fin y al cabo, los espas son el verdadero problema de Alemania ahora que ocupamos oficialmente Roma. Yo me instalar como oficial de jerarqua de la Abwehr. Por favor, instruya a los italianos en el sentido de que estoy completamente a cargo. Escuchar la prueba, dar escasa importancia a todo el asunto y recomendar que suelten al hombre sin otro castigo que la paliza que le dieron. Ese argumento me resulta familiar. Me recuerda mis das en la escuela dominical musit Olendorf. Tal cual me acuerdo, no funcionaba para ninguna de las dos partes. Creo que lo mejor ser que vaya adelante con este asunto para estar seguro de que esta vez la historia no tendr un final feliz. No creo que sea necesario. Tal vez no, coronel. Pero tengo una gran experiencia con la polica fascista. Hay que manejarlos con una delicada combinacin de tacto y autoridad para no despertar sus sospechas u ofender indebidamente lo que ellos consideran su honor mientras se les hace lamer las botas alemanas. Me parecera descuidar mi tarea si no ofrezco mis servicios profesionales para tratar con esos chacales. Gratz se encogi de hombros. Haba lmites para hacer achicar a la SS y el punto de vista de Olendorf en el sentido de no despertar sospechas en los italianos resultaba vlido. Muy bien. Le agradezco su preocupacin. Encontrmonos en la crcel dentro de una hora. Washington, D.C., viernes 1 de octubre de 1943 Ms o menos a la misma hora, el coronel Lynch telefone a la oficina de John Winthrop Mason, en el viejo edificio del Departamento de Estado. A pesar de que usaba el mezclador de conversaciones, el coronel habl con circunspeccin. Informe al da sobre nuestro pjaro. El paquete est en su nido y Rmulo se lo pasa a Remo cada hora a travs del conmutador de la reina. Gracias le dijo Mason, distradamente. Habr que prestar atencin al asunto.
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Roma, viernes 1 de octubre de 1943 Gratz y Olendorf escucharon en la crcel de Regina Coeli las declaraciones de los dos guardias. Ambos alemanes se expresaban con fluidez en italiano y podan preguntar a los fascistas todo lo que queran. Slo despus de diez minutos, uno de los guardias habl del pedido de Roberto de ver a un oficial antes de desnudarse. Es costumbre de la polica italiana pregunt Gratz, dirigindose al comandante de la Regina Coeli, ms que a los guardias desnudar y revisar a veteranos heridos de sus fuerzas armadas? Allora... empez a decir el oficial. Cuando ese veterano es un suboficial continu Gratz, los investigadores son milicianos y el suboficial ha pedido hablar con un oficial? Ecco; todava no estaba establecido, colonello le explic el comandante que el prisionero fuera un veterano herido. Gratz hurg entre los documentos que estaban en la mesa. Estos me parecen autnticos... y, evidentemente, tambin a usted. Segn esto, el prisionero se comport en forma indisciplinada y merece un castigo. Pero, comandante, el hombre fue provocado. Sospecho que cualquier buen soldado hubiera reaccionado igual. Al fin y al cabo, era un asunto de honor. Y usted, seguramente, comprende lo que puede hacer un hombre para proteger su honor. Claro... Claro, en verdad. Bien; veamos qu prueba de espionaje existe, salvo esa delirante llamada telefnica. Qu le encontr en sus ropas? Nada. El comandante se encogi de hombros, tratando de mirar al ya bastante incmodo teniente que haba llenado el informe inicial sobre el mensaje telefnico. Son ropas baratas. De esa clase de ropa que un campesino de los Abruzzi creera que son elegantes... o un tizio del Trastevere. Fabricacin italiana? le pregunt Gratz. S; y se pueden conseguir aqu en cincuenta tiendas de Roma. Cuando agreg el comandante despus de pensarlo bien se puede conseguir ropa. Le revisaron el cuerpo? les pregunt Olendorf a los guardias. Quiero decir, despus de que lo sujetaron. Y eso qu significa? respondi el guardia mayor. Le quitamos la ropa y realizamos una investigacin cabal de todo. De todo? Olendorf levant ligeramente las cejas. De todo, commendatore, de todo. De su recto?
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De su recto? la boca del guardia se retorci en un gesto de asco. Su recto... del ano, hombre. Se lo exploraron para ver si tena algo escondido? El guardia pareca que iba a vomitar. Mene la cabeza pero no habl. Olendorf mir al comandante. El italiano se encogi de hombros. Ecco, no somos tan completos como ustedes, los alemanes. Olendorf se dio vuelta hacia los guardias. Le examinaron la boca? Bueno, la tena abierta, commendatore. Con un poco de sangre. Pero, evidentemente, no tena ninguna cpsula con veneno. Evidentemente agreg Olendorf, en forma cortante. Despus volvi a mirar al comandante. La familia de ese hombre? Ahora, campesinos. En una poca eran rateros en Roma... rateros apolticos. Probablemente trabajaban en el mercado negro, o lo harn pronto. Quisiera hablar con el prisionero, comandante intervino Gratz. La frase fue declarativa, pero su tono imperativo. El comandante chasque los dedos, los dos guardias se pusieron de pie en el acto, salieron rpidamente y a los pocos segundos entraron a Roberto de un empujn. Estaba completamente desnudo, con las manos atadas atrs. An le quedaba un hilo de sangre seca en la barbilla y una mancha ms grande de sangre coagulada en la nuca. Los ojos se le estaban poniendo negros rpidamente y en las costillas comenzaban a verse grandes moretones. Hasta casi se podan ver las huellas de una bota en su costado izquierdo. A Gratz, esa visin le result repugnante desde el punto de vista moral. Olendorf vio en eso una prueba espantosa de odio indisciplinado: rabia. Pero ese estpido aficionado se lo tena merecido. Cuando lo entraron de un empujn, Roberto estaba temblando. La fra humedad del piso de mrmol no le ofreca ningn calor. Los dos alemanes, el comandante y el teniente de polica, estaban sentados detrs de una larga mesa en un extremo de la habitacin. El espacio se hallaba bien iluminado, si bien no haba focos. Frente a la mesa haba una silla de respaldo recto. Los guardias empujaron a Roberto hacia la silla y el muchacho trat de torcer el cuerpo para sentarse, algo difcil por los moretones. El prisionero debe estar en posicin de firme! lanz Gratz. Los guardias tomaron a Roberto por los brazos y lo pusieron de pie. Uno de ellos le dio una patada a la silla. Roberto se las ingeni para estar de pie, si bien se lade un poco. Dganos lo que ocurri esta maana en esta habitacin, sargento le
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orden Gratz. Y cuntenos la verdad. Roberto empez a hablar en romanaccio pero el comandante lo interrumpi y le dijo que hablara en toscano... si lo saba. Signor Ufficiali, soy un veterano herido. Qued rengo durante la gloriosa lucha contra el imperialismo ingls en frica. Mi pensin, cuando me llega, lo que no ocurre siempre, no me basta para vivir y ayudar a mi familia. Mi familia es muy pobre. Y robar ya no es tan fcil en los Abruzzi como era en Roma antes de la guerra no? le pregunt el comandante. Roberto se encogi de hombros. Un hombre tiene que comer, comandante. Mis medallas me llenan el pecho pero no la panza. Vine a Roma para tratar de encontrar trabajo. Ayer la polica me detuvo y me meti en un camin como si fuera un desertor o un hebreo que vende peras cocidas. Me pusieron en una jaula con delincuentes comunes. Les mostr mis documentos pero nadie les prest atencin. Esta tarde, esos dos frci me trajeron aqu y me dijeron que me desnudara. Como suboficial superior a ellos en rango me negu y les dije que tena derecho de ver a un oficial. Entonces empezaron a darme cachiporrazos. Confieso que tengo mal carcter. Pero ellos ofendieron mi honor y reaccion con violencia. Sabe que una mujer nos llam por telfono para decirnos que usted es un espa? le pregunt Gratz. No, commendatore. Por qu hara eso una mujer de no ser cierto? Roberto se puso furioso. Porque es una perra celosa. Me quiere hacer dao. Cree que yo tengo otra mujer. Las dos cosas eran lo ms sencillo y creble que Roberto poda inventar. Y la mujer tiene razn? le pregunt Gratz. Roberto procur mostrarse socarrn, pero le dola demasiado la cara para hacer una mueca. Commendatore razon... no soy ms que un hombre... Gratz y Olendorf empezaron a rerse y los dos italianos se unieron a ellos. Por ltimo, hasta los dos guardias se permitieron algunas risitas. Gratz se dio vuelta hacia el comandante. Qu otra prueba hay? Ecco; me temo que el colonello ya ha visto y odo todo. Gratz se puso de pie: Si usted encuentra un espa, comandante, queremos saberlo. Mi colega y
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yo emplearemos cualquier medio para castigar a esa gente. Pero, por favor, no nos haga perder el tiempo con rencillas de amantes. Devulvale sus documentos y djelo irse. Una vez en el auto, de regreso a la villa, Gratz se las ingeni para superar el disgusto que senta por Olendorf; lo suficiente como para agradecerle su colaboracin. El almirante, le asegur, se enterara del trabajo de Olendorf y, sin duda, le pasara la informacin al Fuehrer. Olendorf, con un movimiento de la mano, desech las gracias como indebidas. Nosotros, en la SS, somos meros instrumentos de la voluntad del Fuehrer. Somos sus jesuitas. Pero, coronel, en ese sentido, debo decirle que su hombre, como espa, es un desastre. Tanto l como usted tienen suerte de que el comandante sea un idiota. Si el hombre tuviera el cerebro de un polica, se hubiera dado cuenta de que el prisionero no es, en verdad, italiano. Gratz se retorca nerviosamente las puntas de sus bigotes. Cmo es eso? Qu italiano hubiera atacado a los guardias armados por un asunto de honor personal? Se hubiera acobardado y llorado como un beb. Despus se quejara ante el mundo entero de que lo haban violado. Pero pelear? Jams. Me parece que usted juzga mal a los italianos y a ese muchacho. Que los italianos reconozcan a Mussolini como un cerdo gordo por quien no vale la pena morir, no significa una falta de valor, pero dice muchsimo acerca de su buen juicio. En cuanto a nuestro espa, una pelea siempre produce una diversin efectiva. El muchacho bien pudo haber empleado ese tiempo para destruir alguna prueba incriminatoria. Nuestros puntos de vista sobre los italianos difieren, coronel. Pero, aun cuando usted est acertado respecto a destruir la prueba que el hombre llevaba consigo, qu clase de idiota se atrevera a llevarla encima, especialmente en una crcel enemiga? Gratz le dio unos golpecitos al chofer en el hombro y le dijo que tomara por la Fuente de Trevi en el camino de regreso. Volvi a mirar a Olendorf y esboz una dbil sonrisa. Aqu est el problema. Estamos tratando con un aficionado rematado, controlado por otros aficionados rematados. Quin sabe lo que los idiotas harn? De veras, quin sabe? Con su permiso, coronel, quisiera hacerle una sugerencia que quiz proporcione alguna advertencia. Su hombre no slo es un aficionado; no tiene suerte, adems. Primero, se pone en contacto con uno de los
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agentes de usted; despus cae en una redada casual, luego alguien lo traiciona y por ltimo se malquista con sus guardias, que lo dejan a la miseria. Permtame proporcionarle un par de ngeles guardianes que le eviten arrastrar los pies por las piedras de la ciudad. Tal vez podramos utilizar un par de ngeles guardianes para Roma manifest Gratz. Pero aunque los norteamericanos son demasiado estpidos para saber algo de espionaje, hay suficiente gente en la resistencia italiana que sabe lo que est haciendo. Cuando llegue el momento crtico, pondrn al Cuervo bajo vigilancia y es probable que detecten a sus ngeles y nos veremos perdidos otra vez. No; lo dejaremos en libertad, en completa libertad. Espero que entienda que sta es una orden directa y categrica. Desde luego, Herr coronel. Tiene usted mi palabra... y mis iniciales agreg Olendorf, en voz baja. Roma, sbado 2 de octubre de 1943 A la maana siguiente del interrogatorio, Roberto qued en libertad, lo mismo que la mayora de los otros con los que fuera arrestado. La cabeza pareca partrsele del dolor. Estaba un poco mareado y cuando tuvo que concentrar la vista para leer los documentos que le arrojaron frente a l para que los firmara, se sinti nauseado. Tena los ojos hinchados y casi cerrados y le dolan las piernas, la espalda y la caja torcica, de las pateaduras que le dieron con las pesadas botas negras. Cuando sali de la crcel y baj por la Via Lungara en direccin al departamento, le result fcil renquear. Ms aun que el dolor que senta, lo que lo preocupaba era una serie de preguntas y dudas. Caer en una redada policial era un riesgo que corran todos los varones de Roma. Poda desechar esa contingencia como una mera casualidad. Por otra parte, recibir la visita de un cura de habla inglesa que le dio un rollo de microfilms, no poda ser atribuido a una mera casualidad. El sacerdote le dijo que Washington saba quin era l y le dio la consigna para que lo reconociera. Para quien fuera que el cura estaba trabajando hasta podra ser el propio Father Christmas haba aprovechado la oportunidad de darle esa maldita prueba. Despus una mujer, evidentemente, haba telefoneado para decir que era un espa. Todo el esquema mostraba un marco cuidadoso. Pero de pronto la puerta se volvi a abrir. El interrogatorio fue fcil, demasiado fcil. Nada de amenazas ni gritos y mucho menos de torturas o hasta de preguntas difciles. Los alemanes dieron la impresin de estar ocupados y nada interesados. Pero, por qu se molestaron en ir dos oficiales alemanes de alto rango?
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Traicionado. La palabra segua resonando en su frgil cerebro. Basta de balbucear, se dijo, y empieza a pensar. Acepta que has sido traicionado. Quin te traicion y por qu? Y por qu te dejaron en libertad? Haba muy poca gente que pudiera traicionarte. Slo hablaste con una persona en Roma: Anna. Y ella no saba que esa tarde ibas al Vaticano. Por otra parte, te vio en el camin y podra haber llamado. Pero cmo poda estar enterada de la pelcula? Las otras posibilidades eran el Father Christmas o alguien de su gente. Y fue el cura quien te entreg la pelcula en la crcel Regina Coeli. Por ahora analicemos la primera pregunta: el Father Christmas o uno de sus duendes era ms probable que Anna, a menos que el coronel Lynch estuviera equivocado y ella fuera uno de los agentes del cura. Pregunta siguiente: Por qu? Igual que en la primera, Roberto no poda pensar en ninguna respuesta, plausible o no plausible, excepto que alguien, en la organizacin del Father Christmas, fuera un agente doble. Muy bien; dejemos ah, por ahora. Por qu los fascistas me dejaron salir? La respuesta era obvia, inclusive para un aficionado: para poder llegar a los otros. Ech un vistazo por encima del hombro pero no vio a nadie que le pareciera sospechoso. Desde luego era improbable que hasta los propios fascistas utilizaran policas uniformados para rastrear a un espa. Al llegar a la Porta Settimiana se guareci en un bar ubicado en la esquina y desde ah observ si vena alguien por la calle. A esa hora de la maana, slo pas una media docena de personas y slo una entr en el bar, una vieja jorobada que caminaba cojeando con unos tobillos obscenamente hinchados que no le permitiran ponerse a la par de un cudruple amputado. Roberto sinti la mirada que le clav el barman, un viejo sin dientes. Hurg en sus bolsillos y encontr unas monedas. Los guardias le haban confiscado casi todo su dinero; por suerte haba escondido todo, salvo un centenar de liras, en el departamento de Anna. Un caff, per carit, le pidi al hombre. El viejo se dio vuelta, puso en funcionamiento la mquina y empuj hacia l los vaporosos esfuerzos del hervidor por extraer algo potable de la achicoria y la avena molidas. Despus retom esa larga y franca mirada que los trasteverinos se consideran con derecho a echar sobre cualquier cosa o cualquier persona que despierta su curiosidad. Por ltimo el hombre habl en romanaccio: Sua moje na donna molta in gamma, eh? Su esposa es toda una mujer no? Roberto trat de sonrer. S; pero los que me hicieron esto fueron los fascistas.
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La cara del barman de ensombreci. Yo... no s nada de eso. Prepar otra taza humeante de falso caf y le agreg una porcin igual de una tosca grappa siciliana, poniendo la mezcla frente a Roberto. Se la tom de un trago, dejando que el vapor llevara su fuego al paladar y despus a su cerebro. Hay una salida por atrs? le pregunt, una vez que se le enfri la lengua. El hombre desvi la mirada hacia una puerta que, evidentemente, daba a una despensa. No bien estuvo seguro de que nadie miraba el interior del bar, Roberto se dirigi a la puerta y se abri camino entre un laberinto que, finalmente, lo condujo a la Via Garibaldi, una calle que corra en ngulos rectos con la Lungara. A los pocos minutos doblaba y se detena en los estrechos callejones vecinos a la casa de Anna. Le llev casi quince minutos hacer una caminata que debera haber hecho en menos de cinco, pero estaba seguro de que nadie lo haba seguido. Al doblar hacia el Cedro, casi se llev por delante a un barrendero que estaba tratando de sacar algo de los adoquines. Poco despus de medioda, Tommaso Piperno hizo su visita diaria a la iglesia franciscana de la Via della Scala. Como de costumbre, la hermana Sacrista estaba trabajando cerca del altar. Adems de huevos y un kilo de queso, Tommaso pas su informacin: Ha vuelto nuestro hombre. Le han dado una buena paliza pero vivir. Lo cual es algo ms de lo que puedo prometer para usted y para m no, hermana? Quince minutos despus, desde un bar de San Dorotea, Tommaso llam al monje agustino y le dio casi el mismo mensaje. En total concluy cuando regres cojeando a su casa haba sido un buen da. Se haba ganado el equivalente de treinta y cinco centavos del gobierno italiano, dos dlares del cura norteamericano y cincuenta centavos del alemn. Y sus amigos de la Cinque le haban regalado inclusive tras la deduccin para los huspedes de los franciscanos medio kilo de harina y un trozo de ternera. Ms an; el joven extranjero estaba vivo. Ambas noticias eran interesantes y agradables. Pareca un muchacho simptico, demasiado simptico para estar en el departamento de la Strega. Pensndolo bien decidi Piperno haba destinos peores que hallarse en el departamento de la Strega, siempre que uno tuviera mucha juventud y mucho vigor varonil. Washington, D.C., sbado 2 de octubre de 1943
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Como de costumbre, el coronel Brian Patrick Lynch lleg a su oficina a eso de las siete de la maana, ley las noticias nocturnas de la radio y organiz su jornada, dando prioridad a los problemas ms difciles que parecan solucionables. Npoles haba cado el da anterior, pero la junta de jefes segua an nada feliz respecto a la guerra en Italia. La perspectiva de ascender los Apeninos prometa una larga campaa y una ms larga lista de bajas. Las mentes militares ms imaginativas pedan un ataque anfibio para rodear al ejrcito de Kesselring. En esa situacin, le daban ganas de abandonar su escritorio en el Pentgono y a su fro amo en el Departamento de Estado y volver a las tropas. Pero eso, saba bien, no era ms que la manifestacin de un deseo. A las once, mientras sorba su quinta taza de caf, entr una WAC 1 y le entreg un cable de mximo secreto. Firm el recibo y rpidamente abri el sobre: El pjaro vol de la jaula de la reina, con unas pocas plumas de menos. Lynch esboz una amplia sonrisa. No estaba seguro de si se senta ms complacido porque el muchacho estuviera vivo o porque John Winthrop Mason perdiera su fra calma y armara una batahola. Tras dos breves llamadas telefnicas seguidas por un viaje corto en auto, les present el cable a Mason y a sir Henry Cuthbert. Tal cual lo esperaba, la noticia hizo estallar de rabia a Mason. Por un momento, el coronel crey que los ojos del abogado iban a caer sobre el escritorio. Latinos! Les mandamos un espa gordo y lo dejan escapar! Pas por alto a Lynch y se dirigi al brigadier. Qu infiere de esto, sir Henry? Es un golpe rudo. Cometimos un error comn en esta guerra: subestimar la capacidad de los italianos para manchar sus cuadernos. Evidentemente, alguien de ese talento ha limpiado a los hunos. Ms bien hace que uno simpatice con l, verdad? Pues bien; aqu estamos. Ahora la pregunta es qu vamos a hacer. Lo que haremos dijo Mason es volver a comprometerlo. La cuestin es cmo. Por qu no lo dejamos salir? pregunt Lynch. Si ellos lo han dejado salir despus de la manera que lo reventamos, significa que los alemanes estn jugando al gato y al ratn. Probablemente sepan todo de l y slo esperan ver si los lleva al Father Christmas. No es lo suficientemente bueno replic Mason. Como dice sir Henry, la estupidez de los italianos podra ser contagiosa. Inclusive bajo la
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WAC, abreviatura de Womens Army Corps, cuerpo militar femenino del ejrcito de los Estados Unidos. 133
mejor de las circunstancias, los alemanes tienden a ser ms minuciosos que inteligentes. No; probablemente no es suficiente. En lo que respecta a la Diosa de Bronce, lo mnimo es la absoluta seguridad. Tal vez los alemanes estn totalmente impresionados por nuestra fantica determinacin de descifrar la Enigma. Lo que el Cuervo compra es un presumido sentido de seguridad entre los alemanes. Perdneme, Mr. Mason, pero ese pobre desgraciado no compra nada. Ese es el precio por el que lo vendimos. Mason encendi un cigarro. Dgalo como quiera, coronel, pero los nazis deben tener puestas sus garras en el Cuervo mientras l pueda contarles todo lo que ellos tienen en sus cabecitas. S, s asinti sir Henry. Est bien. Nuestra Diosa de Bronce vale los sacrificios humanos que exige. Pero encaramos un problema delicado, ahora que los italianos han echado a perder una oportunidad fcil. Tendremos que darles a los hunos una segunda oportunidad, pero la cosa no va a ser tan fcil verdad? No estuvo de acuerdo Mason. Va a ser difcil y habr que hacerla en seguida.
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SEIS
Roma, sbado 2 de octubre de 1943 Subir los cuatro tramos de escaleras hasta el departamento de Anna signific para Roberto un esfuerzo arduo y demoledor. Por dos veces trastabill antes de que Fabriziana Donatello saliera de su departamento y lo ayudara. Como la mayora de las mujeres de edad mediana que vivan en el Cedro, lo haba visto llegar a los tumbos y lentamente, como un hombre que ha pasado demasiado tiempo junto a una botella de vino. Al llegar a la puerta se lo pas a Anna, sin decir una palabra. Ayudar a un hombre que haba bebido demasiado y, adems, al que haban golpeado duro, era un acto de caridad; hablarle a una bruja prostituta le hubiera dado una brutta figura. Anna llev a Roberto al sof, le quit los zapatos y lo recost suavemente contra las almohadas. A los pocos minutos volvi con unos paos hmedos que le puso en la cara. La crcel no parece estar de acuerdo contigo, mi norteamericano Roberto. Entre otras cosas... apestas. Qu pas? De la mejor manera que pudo, le dio un resumen de lo sucedido. Haba decidido que, por cuanto era improbable que Anna lo hubiera traicionado, podra confiar en ella, aunque slo un poco. Anna slo lo interrumpi para preguntarle qu haba en el microfilm. Roberto trat de esbozar una sonrisa irnica. Lo sabremos dentro de un par de das. Cuando termin, lo nico que ella dijo fue: Cretinos! Fue la expresin de un hecho, no un juicio moral. Cretinos! Y pensar que me arriesgo el pellejo por esos imbciles! Qu sabes del Father Christmas? le pregunt Roberto. Muy poco. Nunca lo vi ni conozco a nadie que pretenda haberlo conocido personalmente. Pero existe. Probablemente sea un extranjero. Trabaja con varios grupos de la resistencia y los rumores dicen que tiene una eficiente organizacin propia. Creo que es un cura del Vaticano.
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Me traicionara? Por qu no? Si es un cura, la traicin es su oficio. Pero todava no estoy convencida de que te han traicionado. Despus de todo, ests aqu. Justamente: me detienen, me plantifican el microfilm, me investigan, dos personajes alemanes estn listos para hacerme papilla. Despus me sueltan... no te preocupes, no me siguieron. Lo comprob una docena de veces. No me preocupo, mi Roberto norteamericano. Los fascistas han sabido siempre dnde vivo y ahora supongo que tambin lo saben los alemanes. Pero no entiendes lo que pas. Si te traicionaron, lo ms probable es que haya sido por estupidez y no por intencin. Lo que te imaginas hubiera necesitado inteligencia y la gente para la que trabajas son unos imbciles incompetentes, la peor clase de aficionados. Me parece orlos. El Cuervo debe recibir esta pelcula inmediatamente. Pero, seor, est en la crcel. Me importa un comino aunque est en el bao. Llvesela. Y siempre alguien, que debera saber mejor, cumple esas rdenes al pie de la letra. Has conocido a algn funcionario del gobierno que no sea un imbcil? Pens en eso. Ahora estoy menos seguro. Pues bien, sea lo que fuere lo que est devorando al Father Christmas, debo intentar verlo hoy otra vez. Cmo sabes que estar aqu? No lo s. Pero tenemos un sistema para encontrarnos por si uno de ellos pierde al primero. Tendra que haber tenido lugar ayer, pero el Father Christmas sabe que estuve en la crcel. Y si lo saba, sabe que ahora estoy en libertad. Adems, necesitamos el equipo fotogrfico, de modo que debo correr el riesgo. Mientras tanto, me gustara echar un sueito. Despus de que te hayas refregado con la racin de jabn de la semana. No slo apestas. Probablemente tengas pulgas. Probablemente. Me duchar en seguida. Pero primero djame descansar unos minutos se recost en el sof. Anna se le acerc y le puso una mano en la frente. Hasta dnde te causaron dao? le pregunt. Adems de la cara? Siento la nuca como si me la estuvieran arrancando. Quiz tenga una o dos costillas rotas y tengo un bulto en el muslo del tamao de una manzana, causado por una bota fascista. Hijos de puta dijo Anna, tranquilamente. Creo que ahora no te vas a preguntar por qu me hice marxista. Allora, la paliza desaparecer de tu cuerpo con ms facilidad que de tu mente. Vive con el dolor, acurdate. Algn da el ltigo estar en la otra mano. Paciencia; como dicen mis compatriotas, la vida es dura.
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Muy dura asinti Roberto y cerr los ojos. No, no te duermas. Todava no le dijo Anna. Date una ducha. Te calentar un poco de sopa y te traer vino. Trabajosamente Roberto se enderez. Creo que tienes razn. Pero preferira dormir. Puedes dormir despus. Despus de que hayas comido y hayamos hecho el amor. Roberto mene la cabeza. Estoy cansado y demasiado maltrecho como para hacer el amor. Anna lo mir como si no fuera un chico muy brillante. Por eso haremos el amor, mi Roberto norteamericano. Todava conservas tu virilidad pero necesitas demostrrtelo a ti mismo. Yo te ayudar... y ser amable como con un muchacho virgen. Cuando Roberto se despert, se encontr solo en el departamento. Todo estaba en calma. Mir el reloj: la siesta. Se esforz por levantarse y vestirse. Era hora de ir al Vaticano. Supuso que el Father Christmas o su encorvado ayudante de la Regina Coeli lo estaran esperando esa tarde en San Pedro. Decidi que llegara a las tres y media y quiz vigilara al cura, aunque no estaba seguro de lo que esperaba aprender de ese ejercicio. Inclusive despus de la ducha, de los solcitos cuidados de Anna, de una comida decente, media botella de vino y tres horas de sueo, el camino de vuelta al Vaticano le result doloroso. Casi sinti pnico cuando pas por la Regina Coeli. Durante el resto de su vida seguira sintiendo el rancio olor de los cuerpos sin lavarse, hmedos de miedo, mezclado con el aroma de las escupideras colmadas por estmagos nerviosos, as como oira el resonar de las botas sobre la escalera de hierro y sentira la corriente elctrica del terror magnetizando a los presos cuando la puerta de abajo se abra sobre sus secos goznes de hierro. Fue como una pesadilla de la que uno no puede despertarse. Pero se haba despertado y no poda volver a dormirse. No por ahora. La disciplina intelectual le proporcionaba suficiente disciplina emocional como para permitirle caminar con su ya acostumbrada renquera. Su plan era patrullar la gigantesca baslica de San Pedro y vigilar el confesionario de los franciscanos. Pero se hallaba demasiado agotado para permanecer de pie ms tiempo. El nico lugar para sentarse se hallaba en la capilla al fondo del edificio, bajo la silla simblica de Pedro, ubicada en lo alto de la pared de atrs. El sol de la tarde iluminaba el brillante crculo dorado del
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vitral en torno de la paloma que representaba al Espritu Santo. Era una de las vistas ms majestuosas de la baslica, pero Roberto se sent de espaldas a esa particular belleza, con los ojos fijos en el crucero a la izquierda del altar papal. A las cuatro, treinta minutos despus de la hora convenida para el encuentro, obtuvo su recompensa. El sacerdote de negra sotana que cruzaba el centro de la baslica tena la inconfundible curvatura, el pelo negro veteado de plata, las gruesas cejas y los destellantes ojos azules del cura de Regina Coeli. A la derecha del altar papal, el jesuita abri el breviario y fingi leer. Despus, cuando su mirada se dirigi hacia el fondo de la iglesia, la clav en la de Roberto. El cura prosigui con su lento paseo unos minutos y entr en el confesionario. Sin embargo, no encendi la luz que indicaba la presencia de un confesor. El alma norteamericana de Roberto lo impuls a ir inmediatamente al confesionario y enfrentar al hombre. Su alma italiana lo urgi a esperar diez minutos; tanto para ver si ocurra algo ms como para dejar al cura que se cocinara un poco en su curiosidad. Ese da predomin el alma italiana. Por ltimo, se acerc renqueando al confesionario y lentamente hizo a un lado la pesada tela violeta que serva de puerta. Rpidamente se corri el panel de madera entre el penitente y el confesor, dejando slo un delgado velo para proteger el anonimato del pecador. S, hijo mo? susurr F.C. Nada de hijo mo, hijo de puta sise Roberto en ingls. Usted me traicion. Por qu? Traicionarte? Cmo? No se haga el chistoso. Usted me plantific ese microfilm y despus inform annimamente a los fascistas. Dos horas despus me desnudaron y me revisaron. Por qu? Durante unos momentos F. C. se qued callado. Yo te di el microfilm pero no se lo dije a nadie. Va a pretender que todo es una coincidencia? Todo eso son mentiras y usted lo sabe. No; slo te doy mi palabra, como sacerdote de Dios, que no te traicion a sabiendas. Y no estoy seguro de que lo hayas sido o, si lo fuiste, quin te traicion. Lo nico que tengo es su palabra. S; lo nico que tienes es mi palabra. Eso es todo lo que tendrs cuando vengas a verme y me digas que ya es hora para que el Father Christmas te saque de Italia... con los diagramas de la Enigma, as lo espero. No olvides que
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la gente del Father Christmas es tu salvavidas. Si nosotros quisiramos traicionarte estaras muerto... o seguiras en la Regina Coeli. Pero t has acertado. Tengo ciertas ideas acerca de lo que podra haber ocurrido. Me gustara comprobarlas. Tambin yo. Si has pensado que te traicion, por qu has venido esta tarde? No estoy seguro. Para enfrentarlo a usted. Para hacerle saber que yo s... o si no fue usted, para hacerle saber que fue alguien podrido en su organizacin. Le pasar eso al Father Christmas. Hgalo, si usted mismo no es el Father Christmas. Te lo voy a decir una vez ms, Roberto. No te he traicionado a sabiendas. Yo tena directivas explcitas para entregarte ese microfilm. Washington saba que estabas preso en la Regina Coeli; pero me dijeron que, de cualquier manera, te lo entregara. Entonces me traicion alguien de Washington. Pero por qu? Por qu te mandaran aqu para traicionarte? No tiene sentido. Ni tampoco tiene sentido que haya un alemn simpatizante dentro de la OSS... Estn ocurriendo demasiadas cosas buenas. Sospecho de Anna. He advertido a Washington que quiz ella sea un agente doble. Podra haberte traicionado. Ella no estaba enterada de nuestra cita. Y ella saba que te haban arrestado? Roberto vacil y le dijo: S; lo saba. Pero no saba nada del microfilm. T has supuesto anot F. C. que los guardias estaban buscando especficamente el microfilm. Que ellos hayan sospechado en gran forma de ti, es evidente. Pero no tienen por qu haber estado buscando la pelcula. La coincidencia es demasiado sorprendente. Adems, Anna podra haberme traicionado docenas de veces de distinta manera. Por qu iba a esperar que yo estuviera en la crcel? Quiz para protegerse de la resistencia y de Washington. Realmente, no lo puedo decir. Los italianos la llaman la bruja. Creo que es una agente alemana. De esa manera no vamos a ninguna parte. Durante unos minutos ninguno de los dos habl. Por ltimo, F. C. rompi el silencio. Lo admito; estaba preocupado por tener que llevarte esa pelcula. Por
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poco no lo hago. Entonces me pareci que era algo estpido y ahora me parece mucho ms estpido. Pero yo hubiera apostado mi vida a que esas gentes saban lo que me estaban pidiendo. Y en cambio, usted apost mi vida. Ahora los dos lo sabemos mejor. Ojal. Por ahora no vamos a ninguna parte. Vine aqu porque necesito un equipo fotogrfico. Traje una cmara miniatura que es fantstica para fotografiar objetos pequeos, en primeros planos. Pero ocurre que necesitamos una tomas de objetos grandes desde una distancia de quince pies, aproximadamente, y en interiores. Necesito dos cmaras lo suficientemente buenas como para sacar fotografas en interiores, sin flashes. No me importa qu clase de mquina sea, con tal de que puedan sostenerse en la mano. Y una pelcula... necesito un rollo de ocho o diez exposiciones para cada cmara, algo lo suficientemente rpida para sacar fotos en interiores. Mmmm, no llevo encima equipos as. Quiz los tenga el Father Christmas. Con cunta prontitud los necesitas? Un par de das. Tengo una pista. Si puedo golpear antes de que se enfre, quiz consiga lo que queremos. Rmpase el traste, padre. Quiz no tengamos una segunda oportunidad. F. C. suspir. Hijo mo, no sabes que estamos en guerra? Me he enterado. A propsito, quisiera que me lo entregaran en mi casa. Esta caminata resulta bastante cansadora. Quieres un favor. Bueno... tratar. Muy bien. Y acerca de la traicin, padre, quiz usted tenga razn. No lo s, pero tengo algo ms fuerte que una sospecha. Se lo dije por si usted puede verificar si es alguien de su organizacin o si hasta es Anna. Se lo dije a ella, de modo que quiz lo est comprobando. Y he hecho otros arreglos minti Roberto para estar seguro si alguien sabr si alguno de nosotros saldr vivo. Puede mandar ese pequeo mensaje a Washington. Quiz su gente haya olvidado que soy medio italiano. Me encuentro en mi propio terreno. Como diran sus militares, el terreno me resulta familiar. Has estado muy prudente en protegerte acept F. C., pero confo en que no hayas hablado demasiado con cualquier italiano. Abbastanza. Muy bien; pasar la palabra. Slo te pido que no tomes el pie de la letra lo que dice Anna. No tomo al pie de la letra lo que dice nadie se puso de pie lentamente. Estar arrodillado le haba embotado ms sus ya coloridos msculos.
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Espera un minuto, por favor le dijo F. C.. Cualquier otra cosa que yo sea, soy un sacerdote y t eres un catlico cuyo trabajo te pone el borde de la muerte. Quisieras hablar conmigo como sacerdote? Usted quiere decir confesar mis pecados? La absolucin es prudente para un espa y t hablas como un hombre prudente F. C. intent mantener un tono ligero pero se dio cuenta de que no lo haba conseguido. Perdname, no fue mi intencin bromear con algo tan serio. Para ti, en esta misin, la muerte es una compaera constante y Anna no es una mujer moral. Quiz sea una de los nuestros. Nuestros amos me arrojaron a ella, de modo que todo debe estar bien. No; no lo est. No me eches la culpa por lo que otros hagan contra mi consejo. Slo estoy tratando de ayudarte a obtener la gracia extra para superar la tentacin en que podra caer tu alma. Roberto se sonri. Mi vida es un juego limpio. Mi alma no. No estoy seguro de sus reglas, padre. Limtese a traerme las cmaras. Cuanto antes lo haga, tanto ms rpido dejar la prxima ocasin de pecar que usted llama la Strega. Ciudad del Vaticano, sbado 2 de octubre de 1943 Padre explic Paul Stransky, con paciencia, no tengo una provisin de equipos fotogrficos. Tengo mi propia cmara; no es gran cosa pero quiz le sirva. Es todo lo que tengo. Har lo que pueda por conseguir algo en los prximos das. Si necesita antes el equipo, pruebe en el mercado negro. Pngase en contacto con el ordenanza del embajador ingls. Usted intntelo con los ingleses; yo probar otras fuentes. De vuelta en su oficina, F.C. marc el nmero de monseor Galeotti y le explic su necesidad, aunque sin darle la razn que estaba detrs. El italiano no hizo preguntas incmodas. Slo le prometi ocuparse. Nos encontraremos maana a la hora del caf le dijo y quiz tenga algo. Una hora despus son el telfono del coronel Gratz. Era el monje agustino. Usted debe de tener una segunda vista, coronel. En este mismo minuto acaba de llegar un pedido por dos cmaras y una pelcula para utilizar en interiores. Cmo lo saba? Gratz se ri.
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Eso ayuda si sus contrarios son norteamericanos y aficionados, Herr Pater. Quin hizo el pedido? Monseor Galeotti, el diplomtico que acaba de llegar hace poco de Turqua. Creo que es el que estuvo aguijoneando a La Torre por los judos. Le ha hecho creer al subsecretario esa propaganda sionista de los campos de exterminio y asesinatos en masa. Los ingleses. Son los ms grandes expertos en propaganda del mundo. Recogen un rumor sionista y lo siguiente que usted sabe es un hecho documentado por falsas fotografas. Herr Goebbels podra aprender mucho de ellos. Por lo menos Su Santidad no cree en esa basura. No creo, pero mucha gente est tratando de convencerlo de que es cierto. Haga lo que pueda para luchar contra eso, Herr Pater. Alemania ya tiene bastantes problemas con salvar a Europa del comunismo sin preocuparse de ser apualada por la espalda por un cura ingenuo. Ahora bien; las cmaras: tengo aqu, en mi oficina, un par de esplndidas Leicas. Puedo drselas a usted dentro de quince minutos. Muy bien; pero tal vez sera mejor esperar un da. No quisiera parecer que me han preparado. Quiz alguien de su gente podra llevarla esta maana a mi oficina en la Universidad Laterana. Perfecto. Otra cosa. He mencionado nuestras sospechas de que su colega norteamericano Sullivan es el Father Christmas. A usted qu le parece? No podra probarlo en un tribunal pero creo que usted tiene razn. Y yo tambin. Por suerte, ni usted ni yo somos abogados ni jueces. En dnde encaja Galeotti? No s. Hace pocas semanas que ha regresado. Creo que, meramente, simpatiza. No esperara usted que Sullivan me pidiera las cmaras l mismo. Est usted seguro de que desea que yo colabore con l? Absolutamente seguro le respondi Gratz. A veces se aprende ms del enemigo si lo ayuda que si trata de frustrarlo. Y el Father Christmas me fascina. Debe de ser mi sentimentalidad alemana, pero ese hombre me hace cantar O Tannenbaum, O Tannenbaumy pensar en mi patria. De modo que las cmaras estarn en su oficina por la maana. Y vigile a Sullivan y a Galeotti para nosotros. Roma, lunes 4 de octubre de 1943 El ordenanza hizo pasar al capitn de la SS Erich Danzing a la oficina del teniente coronel Olendorf. El oficial joven era bajo y rechoncho, con unos
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cachetes de beb gordo. Sin embargo, la notable habilidad de su sastre le permita mostrar una pasable presencia militar. Choc los talones e hizo un elegante saludo nazi. Despus se puso en actitud de firme. Heil Hitler, farfull Olendorf, pero no devolvi el saludo, ni le ofreci la mano ni dio ninguna muestra de reconocer la presencia del capitn Danzig. El teniente coronel no sinti ninguna necesidad ni deseo por saber ms de lo que haba ledo en la carpeta del hombre. Tal informacin le permiti hacer caso omiso del capitn, como si fuera un hipcrita y servil matn, cuya nica pretensin para progresar profesionalmente era un voraz apetito de Jdenfresser (devorador de judos). Era un austraco que, poco despus del Anschluss, haba abandonado su papel de estudiante en la Universidad de Viena para enrolarse en la SS. Excepto una breve gira con el Einsatzgruppe A por los estados blticos, al frente de escuadrones de fusilamiento recargados de trabajo por las tareas a ejecutar a prisioneros judos y rusos de la zona, pas la mayor parte de su carrera en la oficina de Adolf Eichmann en Berln, planeando deportaciones y aniquilaciones en masa de judos. Tras unos minutos de renovado silencio, Danzig se sinti obligado a hablar: Seor, tengo mis rdenes para la inspeccin del coronel.Busc en su portadocumentos, sac una delgada carpeta y la coloc suavemente en el escritorio. Olendorf la ech a un lado y le dijo: Dele sus rdenes al sargento que est afuera. Ya s lo que dicen esos papeles. Con todo respeto, seor, creo que el coronel debera leerlos... con mucho cuidado se inclin hacia Olendorf y le volvi a pasar las rdenes al oficial superior. Olendorf se las pas a Danzig, dicindole: Capitn, comprenda una cosa: me importa un comino lo que usted piense e inclusive si usted piensa. Cumpla con su trabajo; yo cumplir con el mo. Y no le di la orden de descanso. El capitn volvi a ponerse firme. Seor, el coronel debe entender que Herr Kaltenbrunner me ha puesto completamente al mando de la Jdenaktion en Roma. Lo entiendo totalmente, capitn. Y colaborar en todo con usted. El mayor Priebke, mi segundo en el mando, estar a su servicio. A propsito, nos hemos apoderado de los registros de la comunidad juda que tenan en su templo y los hemos trado aqu. El mayor Priebke se los mostrar. De ah podr
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sacar todos los nombres y direcciones que desee su corazoncito. Tambin el mayor lo puede presentar al oficial italiano que se ocupa de la cuestin racial... un hombre muy entendido en el tema que vender cualquier cosa que usted le diga de los judos de aqu. Le agradezco al coronel. Recordar todos esos puntos. A travs del examen que practiqu en nuestros archivos de Berln, calculo que necesitar quinientas tropas para ejecutar la accin. Me parece correcto. Hgame saber si necesita ayuda para alojarlas cuando lleguen. Seor, espero que el coronel proporcione la mano de obra. Olendorf achic los ojos y mir a Danzig durante medio minuto. Despus sac de su casaca un atado de Lucky Strike, extrajo uno y lo encendi. No le ofreci el atado al oficial ms joven. Capitn, el coronel no tiene quinientas tropas. Todos los hombres que tiene estn muy ocupados siguindoles la pista a los espas o persiguiendo a los guerrilleros. Pdalas al mariscal Kesselring o al general Mueller. Seor, el coronel sabe que esos oficiales se oponen a la Jdenaktion en Roma, igual que el coronel. Los que tienen simpata por esa escoria juda... Capitn lo interrumpi Olendorf, entienda una cosa: algunos de nosotros nos hemos opuesto a la Jdenaktion en esta coyuntura. Lo cual no significa que nos opongamos a una peridica Jdenaktion. Por lo menos, no es se mi caso. Olendorf se puso de pie y empez a caminar detrs de su escritorio. Cuando volvi a hablar no mir a Danzig. Le he explicado a Berln que, por una parte, no queremos arrastrar al Papa en una especie de protesta pblica que pudiera perjudicar a Alemania. Y, por otra parte, los judos de aqu tienen acceso a dinero e informacin que podemos explotar. La semana pasada envi trescientos kilos de oro a Berln que los judos de aqu juntaron como rescate. Hay mucho ms todava; oro que el Reich podra utilizar. Los judos ricos de Norteamrica estn financiando una organizacin localizada aqu y llamada DELASEM. Podemos conseguir algunos centenares de kilos de oro cada tantos meses. Ms an, la DELASEM podra ser un canal de espas y saboteadores. Quiero que siga funcionando, infiltrarla y hasta acaso descubrir redes de espas y grupos guerrilleros. Estoy dispuesto a aceptar varios millones de marcos en oro y la red de los aliados en Italia como precio para que sigan viviendo seis mil vidas subhumanas aqu. Eso no se llama simpata, capitn; se llama lgica. Berln no lo ve de ese modo. El fin de los judos est decidido y cumplir
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con ese destino constituye la principal tarea que debe encarar hoy el Reich. De veras? Yo hubiera credo que la principal tarea era parar el ejrcito ruso y la invasin de Francia que todos vemos inminente. Con todo respeto, seor, le dir que lo que piensa el coronel no se aviene con lo que piensan en Berln. No necesita decrmelo, Danzig. Su presencia aqu lo hace meridianamente claro. Ha hablado Berln, el caso est cerrado. Estoy dispuesto a colaborar en todas las formas que pueda, pero no puedo darle lo que no tengo. Tiene el coronel una oficina y recintos para m y mi personal? El coronel tiene comodidades para usted y su personal. El ordenanza se las mostrar. Mantenga estrechamente informado al mayor Priebke de sus planes. Tengo varios agentes secretos trabajando en la ciudad. No quisiera que ninguno de ellos fuera descubierto por usted y enviado a un campo en Polonia. Olendorf encendi el segundo cigarrillo con la colilla anterior. Eso es todo, capitn. Puede irse. Roma, lunes 4 de octubre de 1943 Poco despus de las ocho de la maana, el coronel Gratz y su asistente, Karl von Bothmer, entraron en el Remus. A medida que se acercaban a la caja registradora, Anna seal con la cabeza una mesa del fondo, donde el mayor Otto Schwartzkmmel estaba fuertemente interesado en una conversacin con un joven capitn de la Luftwaffe, de anchos hombros. Cada uno de ellos tena la mano bajo la mesa. Gratz asinti y no dijo nada. Despus, entre un plato y otro, fue al bao y se detuvo en la caja registradora para recoger una caja de fsforos. He cancelado todas las barridas de la SS y de los fascistas en el Borgo y en el Trastevere durante los prximos das dijo en voz baja. Su hombre podr moverse sano y salvo por un tiempo. Anna inclin ligeramente la cabeza y le respondi: Ya tiene las cmaras. Muy bien. Cundo quiere que empecemos a trabajar con nuestro mayor? Por qu no esta noche? Por qu no? Se lo mandar. Eran ms de las once cuando el criptlogo y su amigo de la Luftwaffe se levantaron de la mesa. Conversaban tan animadamente mientras se acercaban a la caja registradora que no se dieron cuenta de que Gratz se les una. El coronel le agarr con mucha firmeza el codo izquierdo al piloto y susurr:
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Capitn. El oficial se dio vuelta, reconoci el rango de Gratz y se puso firme en seguida. Seor? Siga caminando se dio vuelta hacia Schwartzkmmel. Qudese donde est, mayor. No bien estuvo solo en el vestbulo con el capitn, el tono de Gratz se puso ms agudo, aunque segua susurrando: Quiero que salga inmediatamente de aqu. Usted debe considerar este lugar y a ese oficial seal en direccin a Otto Schwartzkmmel, quien obedientemente se qued junto a la caja registradora como prohibidos. Absolutamente prohibidos. Ahora vyase antes de que lo mande a la Via Tasso. El rubor se le extendi al capitn por las mejillas y por el cuero cabelludo debajo de su fino pelo rubio. Lo nico que pudo balbucear fue Jawohl y sali hacia la piazza. Gratz gir sobre sus talones y fue a reunirse con Schwartzkmmel: Mayor le dijo le voy a repetir lo que le dije a ese hermano caliente: sta es la ltima vez que usted lo ve. Seor? La voz de Gratz se suaviz. Escuche, mayor, me considero un hombre de mundo. Acepto el sexo como parte fundamental de la vida. No hago ms juicios morales acerca del gusto de otro en esos asuntos de los que hago por los que comen caracoles o pulpos. Pero tengo una guerra que librar, lo mismo que usted. Su amigo es un homosexual tan evidente como cualquier otro que yo haya visto. Peor an; de la manera con que derriban a nuestros aviones, ese hombre terminar probablemente como prisionero de guerra. Si lo capturan los norteamericanos, tal vez usted no tenga problemas. Pero si lo capturan los ingleses, lo reconocern por lo que es y le van a sacar hasta la ltima gota de informacin que tenga, incluyendo los nombres y las posiciones de sus amigos. El chantaje que probablemente seguir sera malo para usted. Podra significar un desastre para Alemania. Tengo todas las seguridades, Herr coronel. Ya lo s, mayor. Usted es un hombre brillante y por ese brillo hemos pasado por alto algunas cosas. Pero cuando empieza a correr riesgos como ste, usted pone en grave peligro al Reich. No quisiera que nuestros colegas de la Gestapo se interesaran por usted. La bella cara de Schwartzkmmel se puso blanca.
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Lo que le estoy diciendo, de un modo paternal, es que sea prudente. Yo no pido ms celibato del que yo mismo practico. Le recomiendo a esa buena mujer que est detrs de la caja. Es discreta, llena de recursos e inventiva. Le podr proporcionar todo lo que usted necesita Schwartzkmmel no le contest. Veo concluy Gratz que mi postre est servido. Ya he hablado con ella de su situacin gir sobre sus talones y regres a su mesa. No acus la presencia de Anna al pasar frente a la caja registradora. La cara de Schwartzkmmel estaba arrebatada. No dijo nada, pero Anna no lo iba a dejar escapar as no ms. Mayor, tengo un muchacho amigo que lo ha visto aqu en el restaurante y lo encuentra a usted atractivo. Todava es un chico y entiendo que la falta de barba promete algunas satisfacciones erticas. Lo cual significa, adems, que no le va a pedir nada. Not la incomodidad de Schwartzkmmel, que se estaba convirtiendo en ira. Pero no le dio la oportunidad de hablar. Pinselo. El coronel y yo ya hemos hecho nuestros arreglos. Siempre han sido privados, inofensivos y tambin agradables. Puede encontrarme aqu casi todas las noches con eso se dio vuelta y lentamente se dirigi a la cocina. Mientras la vea alejarse, la mirada de Schwartzkmmel estaba al borde de la rabia. Con todo, Anna ya lo consider enganchado. Y el suyo era el juicio de una experta. Roma, martes 5 de octubre de 1943 A la maana siguiente, antes de que Roberto se despertara, Anna sali del departamento y se fue al bar de la Santa Maria. Pas por alto tanto las hostiles miradas de las mujeres sentadas afuera como a los hombres que se agarraron los genitales cuando los mir. Entr en el bar y ocup su sitio habitual cerca de la macchinetta, donde haba menos luz y mayor intimidad. Inmediatamente Stefano se le puso al lado. El muchacho busc debajo del mostrador, sac varias docenas de granos de verdadero caf y los meti con cuidado en la mquina. Anna le toc suavemente la mano cuando el chico le coloc el humeante pocillo frente a ella. Grazie, caro, grazie le susurr felinamente mientras saboreaba el casi olvidado aroma. Un primo de Npoles entr a escondidas anoche en la ciudad con un kilo de caf norteamericano. Me dio dos etti que los guard para ti. Anna le sigui tocando la mano pero no le dijo nada. El muchacho le pregunt: Comprendes por qu no puedo hacer esto ni siquiera por ti, no?
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No, caro, no entiendo le mir su cutis olivceo, not que se pona ligeramente colorado y que sus labios hacan un puchero, como enfurruado. Stefano, eres t quien no entiende. Lo que te pido que hagas no es nada insignificante. Ya lo s. Lo odiar tanto como t. Pero debes confiar en m cuando te digo que es ms importante para el partido y la resistencia que cualquier otra cosa. Podra significar que la guerra termine meses, quiz aos antes. Piensa en lo importante que ser para nuestras vidas, la tuya y la ma se desliz hacia el rincn del bar y le puso la mano de l debajo de su suter. El muchacho empez a retirarla pero ella no tuvo dificultad en superar ese esfuerzo. Pobre bello, pobre caro! Todava no entiendes que debemos pagar todo en la vida. El precio es algo que a menudo no nos gusta y que muchas veces odiamos. Pero cuando lo que est en venta es la supervivencia, debemos pagar sin pensar en el costo. Pero con un hombre, Anna! Con un hombre! Es degradante! Caro, caro, le susurr Anna, acurdate de que unos meses antes de que nosotros nos conociramos tenas unos amigos, unos amiguitos... El gesto de disgusto de Stefano se convirti en rabia mientras se enrojeca. Entonces yo era un nio; joven, estpido y en mala compaa. No era un frcio. No entenda de qu se trataba. Ya lo s, caro; yo lo s. Te estabas despertando de un largo sueo y quien te despert fue otro muchacho. Yo no soy un frcio! Por supuesto que no. Eres un hombre, hecho para darle placer a una mujer. Pero yo fui la nica que te lo ense. Porque fue Anna, no? Te ocupaste de m despus de que esos cerdos del Palazzo Braschi me usaron. Entonces esos mismos cerdos se llevaron a tu hermano y me pediste ayuda. La ayuda que te di fue hacerte saber que eras un hombre. Ahora te pido que sacrifiques algo; no por m sino por nosotros dos le puso la otra mano dentro del suter. Ah, qu bueno es esto! Muy bueno! Te acuerdas de esa tarde? Fue tu segundo despertar, el verdadero se agach y le dio un golpecito en la oreja con la lengua. Tendrs que hacerlo, carissimo. No por el partido o por la resistencia sino por nosotros. Es algo insignificante. No tienes que hacer nada. Limtate a ser pasivo. Pero si ese tipo me toca... haba lgrimas en los ojos del muchacho. Cuando te toque, finge que soy yo, como aquella tarde... porque pronto lo vamos a hacer de nuevo. Cos? grit la signora que estaba detrs de la caja registradora. Basta! Basta de estar susurrando por ah! Si usted quiere orinar, signorina, use
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el bao. No lo haga detrs del bar y no distraiga al chico de su trabajo. El hombre le susurr Anna mientras se diriga al bao. Ciudad del Vaticano, martes 5 de octubre de 1943 El contacto de F.C. en la Questura, un tibio funcionario fascista que saba quin iba a ganar la guerra, llam a las 8.15 de la noche y dej un breve mensaje. El cura norteamericano se apresur a pasarlo a monseor La Torre, a Galeotti y a Paul Stransky. Despus sali a la Piazza de San Pedro, confiando interceptar al monje agustino en su paseo despus de la cena. Poco antes de las nueve apareci el monje, con su paso que se pareca ms a un andar desmaado que a un paseo normal. Como de costumbre, estaba solo. Sullivan se coloc detrs del alemn. La posicin encorvada del norteamericano le hizo ms fcil conversar con el gallardo hombrecito. Me permite que lo acompae, padre? los dos hablaban con fluidez el idioma de cada uno; pero siempre elegan el italiano como medio neutral. Por supuesto, padre. Para m es un honor. Disfruto de sus cafs pero raras veces tenemos la oportunidad de una verdadera conversacin. S, la vida transcurre con mucha rapidez. Parece que nunca tenemos tiempo de hacer lo que realmente queremos hacer F.C. se call unos segundos. Y nuestra situacin es ms delicada que en la mayora de los sacerdotes. Padre, lo que estoy tratando de decirle, y no muy bien, es que nuestros pases pueden ser beligerantes pero nosotros nunca podremos serlo. El monje arque sus negras cejas. De no haber estado minuciosamente depiladas, podran haber sido tan frondosas como las de F.C. S pronunci la palabra de modo que podra haber sido tanto una pregunta como una respuesta. Recuerda usted nuestros das en el seminario, y con cunto cuidado y frecuencia nos explicaban que cada sacerdote era un Alter Christus, otro Cristo? Un Cristo no puede estar con otro Cristo F.C. se maldijo. Estaba tratando de ser sincero y lo nico que lograba era hablar de un modo pomposo. Y sonaba ms as en italiano que si lo hubiera dicho en ingls. El agustino se sonri. Deberamos decirles eso a algunos de nuestros colegas en la Curia. Sus contiendas deben convertir a Cristo en un esquizoide maravillosamente polglota. No es de extraar que el mundo est en semejante caos. Cristo debe de pasar todo Su celestial tiempo apartando a Sus propios demonios. Los dos se rieron por esa imagen suavemente sacrlega. F.C. intent un nuevo tpico distinto pero no ms sutil.
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Padre, he odo algunos rumores graves. Cerca del cementerio, Roma es el lugar para un grave rumor. Su juego de palabras es acertado 1. Pero me temo que esas historias tienen un fundamento slido, en verdad, y conducirn a muchas muertes. Al alemn le llev varios pasos ociosos antes de contestar. Padre, bajo muchas circunstancias, usted y yo podramos haber sido amigos ntimos. Lo encuentro a usted simptico. Aparte de ser sacerdotes y aficionados al buen caf y la conversacin, los dos compartimos muchos intereses. S que usted ha hecho algo ms que especular en teologa moral en su preocupacin por la justicia social en su pas. He ledo varios de sus artculos en America y los admiro. Y, lo que es ms, los he utilizado para preparar mis conferencias. Tambin admiro su trabajo aqu... en darle de comer a los hambrientos de Italia. Eso es. Una verdadera obra de Dios. Pero siempre he evitado escrupulosamente hablar con usted de poltica o hasta de rumores relacionados con la poltica. Pese a que soy monje y telogo, soy un gran patriota alemn, tanto por razones ideolgicas como por accidente de nacimiento. He evitado lo que inevitablemente podran ser amargas e intiles discusiones que destruiran nuestra relacin y no conduciran a nada. Acepto a usted como un patriota norteamericano y no trato de convertirlo, aun cuando estoy convencido absolutamente de que la causa de Alemania es justa, que est librando una guerra justa. Una guerra justa? el tono de F.C. reflej el efecto de haber recibido un golpe. Nunca se le haba ocurrido que un cristiano inteligente, educado y culto invocara semejante concepto para defender al nazismo. S, mi amigo, una guerra justa. Est usted familiarizado con San Agustn? la acostumbrada y ligera irona del monje se haba convertido en un fuerte sarcasmo. Agustn? F.C. repiti la pregunta como un ejercicio de esgrima. Agustn? Ah, s! Es el hombre de quien habl tan bien San Ignacio de Loyola. El agustino se ri. Touch, mi amigo, touch. Comprende ahora por qu no deseo que seamos enemigos? Me perdera su ingenio irlands y sera poco caritativo de mi parte privarle de mi cultura alemana. No hablemos de este mundo y su guerra. En cambio, resucitemos los grandes problemas que confundieron a nuestros predecesores y dejemos al mundo moderno en su propia horripilacin. Permtame pedirle su opinin: cuando Lutero vino a Roma, era ya un hertico
El juego de palabras consiste en que, en ingls, la palabra grave significa tanto grave o serio como tumba. (N. del T.).
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o la Curia y el Papa Len lo condujeron a la hereja? Pues bien; era un agustino, y eso est ya tan cercano a la hereja como podra estarlo cualquier hombre cuerdo. Ah, suerte que estamos solos! Si tuviramos una audiencia, mi fama de estrella brillante en la Laterana estara en grave peligro. De pronto F.C. se puso serio otra vez. Tambin yo, padre, he tenido mucho cuidado en evitar la poltica en nuestras charlas. Si traigo ahora la poltica a colacin es por su gravedad. Concdame esa indulgencia. Indulgencia? Esa es una palabra peligrosa entre los agustinos, padre. Por lo menos lo ha sido durante el siglo XVI. Muy bien, adelante; pero slo por unos minutos, a no ser que nuestra amistad se disuelva en el cido de las palabras airadas. Los rumores que he odo se refieren a los judos de Roma. Otra vez? Solamente el otro da estuve hablando con monseor La Torre y su amigo Galeotti... Lo s. Yo estaba ah. Pero ha ocurrido algo ms, algo ms especfico y ms siniestro. Berln no se qued satisfecho con los trescientos kilos de oro reunidos como rescate. El comandante local de la Gestapo recibi instrucciones explcitas de preparar a los judos de aqu para la liquidacin... sa fue la palabra empleada, liquidacin. El hombre se mostr lento y ahora Berln ha enviado a otro oficial para detener y deportar a todos los judos de Roma. Irn a parar a campos de exterminio. Padre, padre le dijo el monje, repitiendo pacientemente una gastada explicacin, en primer lugar, no dudo de que algn italiano, cediendo a su propensin natural para dramatizar, le haya dicho eso. Y no dudo de que tarde o temprano la Gestapo, la SD o cualquier otra organizacin enviar a los judos de Roma a algn campo de trabajo. Sera poltico para el Reich no hacerlo, no ofender al Papa. Pero la habilidad poltica no figura entre las virtudes alemanas. Ir hasta el fin, hasta las ltimas consecuencias, es nuestra gran virtud. A veces a menudo la cumplimos con exceso. El error proviene de la invencin o el mal uso de la palabra liquidacin. Esas gentes sern enviadas a campos de trabajo. Campos de trabajo? Campos de trabajo. Usted tambin debe de haberme odo expresar mi opinin acerca de las condiciones imperantes aqu: deplorables, pero con todo, ms seguras que en el frente ruso, donde millones de alemanes cristianos estn luchando y muriendo para rechazar el avance del comunismo.
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He entendido mal, padre. Cre que los alemanes haban invadido Rusia. Slo porque los comunistas estaban por atacarnos. Pero, mi amigo, ya estamos discutiendo. Dgame, qu quiere que haga con este rumor? Quiero que usted, como sacerdote y como alemn, vaya conmigo a ver al Papa. La Torre puede conseguirnos una entrevista privada. Usted y yo podemos urgirlo para que hable enrgicamente con el embajador von Weizscker, el mariscal Kesselring y el general Mueller y les advierta que l, el Papa, hablar pblicamente si la SS intenta deportar a los judos de Roma. Podemos ayudar a impedir un crimen masivo. El monje se detuvo y permaneci perfectamente inmvil por varios minutos. Tiene un cigarrillo? le pregunt. Por supuesto.F.C. hurg en el bolsillo y sac un atado sin abrir de Camel. Se lo pas al monje. Qudeselos. Yo ya abandon ese hbito. Lo he estado llevando conmigo como mi manta de seguridad por si algn da senta pnico. No; con uno me basta, gracias. Tambin yo dej de fumar pero mi filosofa es Djame caer en la tentacin. Veo un atado abierto como una ocasin prxima de pecar acept una caja de cerini del norteamericano, encendi el cigarrillo e inhal profundamente. Un hbito asqueroso. Quiz causa toda clase de espantosas enfermedades. El Papa debera impedir que los curas fumen. Tal vez se necesitara un voto especial. Sera ms sencillo hacer correr el rumor de que los cigarrillos provocan enfermedades venreas. El agustino se ri. Usted es una buena compaa, padre. S que tambin es un buen patriota... del Polo Norte, por supuesto. Si fuera usted alemn lo llamaramos Kris Kringle. F.C. no dijo nada. El monje podra tener sospechas, fuertes sospechas, pero era improbable que tuviera una prueba concluyente. Con todo, padre, debo decirle dos cosas: una, respecto a los judos; la otra respecto a los crmenes. En primer lugar, no me gustan los judos ni teolgica ni personalmente. Rechazaron y continan rechazando a Cristo; no por ignorancia sino por una testaruda y deliberada opcin. Veo una intencin maliciosa en haber elegido rechazar la gracia de Cristo. Personalmente esa gente desagradable me parece gregaria, reservada y falta de tica. Han vivido con nosotros durante siglos, pero durante todo ese tiempo han odiado a los alemanes y a Alemania.
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Pero padre, la caridad... Caridad, s. Quiz soy deficiente en ese asunto como en muchos otros aspectos de mi carcter. Pero estoy pesando mi experiencia, padre. Usted no sirvi en la Gran Guerra verdad? No. Entr en el seminario menor cuando tena diecisis aos. Muy sabio. Yo era apenas ms que una criatura cuando me llamaron en 1916. Apenas tena diecisiete aos, pero me consideraron lo suficientemente mayor como para pasar largos meses en las trincheras. Fui un soldado en el frente y quiero a mi pas como slo un hombre que se ha desangrado por l puede quererlo. Y los judos nos traicionaron... y algo peor. Seguramente usted... Creemos lo que creemos. No estoy tratando de justificar; slo de explicar. Basta ya de judos. Permtame hablarle de crmenes. En eso puedo hablarle como un experto. Recuerda usted la gran invasin area de mil aeroplanos sobre Colonia de la que tanto alardearon los ingleses? Mi madre y mi hermana quedaron sepultadas vivas ah, como miles de otros alemanes cristianos que encontraron el mismo destino esa misma noche. Sus aliados ingleses apuntaron a los centros de poblacin a fin de poder matar el mayor nmero de civiles. Eligieron, supongo, blancos que eran ms fciles y seguros que las instalaciones militares. El monje aplast el cigarrillo con el taco, lo abri con la misma pulcritud que un soldado, dej que el resto del tabaco flotara al viento y se meti en el bolsillo el minsculo trozo de papel. Los siento, padre farfull F.C.. No le puedo decir mucho. Perd un primo en el Pacfico Sur y un sobrino en el Atlntico Norte. Pero no es lo mismo. No es lo mismo y no hay nada que decir. Por eso entienda por qu me muestro menos que caritativo con los enemigos de Alemania. Tambin usted debe entender... No, usted no puede, es demasiado norteamericano, demasiado optimista. Usted no ha visto decaer su civilizacin a su alrededor. Pero trate de entender lo que tememos los de Europa central: el espectro del comunismo, la fuerza despiadada y atea que nos rodea. Concedo que el nazismo es un mal, pero Hitler ha movilizado a Alemania para que sea el nico baluarte que tiene Europa, que tiene la Iglesia, contra el comunismo. Usted sabe todos los argumentos acerca de que el fin no justifica los medios le replic F.C. Saberlos? Escrib muchos de ellos. Al fin y al cabo, fueron los jesuitas quienes inventaron tales argumentos inmorales. El agustino hablaba en broma, tratando de poner fin a una conversacin seria.
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F.C. se ri. Quiz; pero estaban equivocados. Acaso no ve usted, un gran telogo moral, que el nazismo es un horrible y prfido medio que no puede justificar el buen fin de detener al comunismo? No soy nazi y nunca he apoyado o defendido a los nazis; pero viv durante la Repblica de Weimar, un perodo terrible de semianarqua. Comprendo la popularidad del nazismo. De cualquier modo, como pecado, el nazismo existe. Mi dilema y el de otros muchos alemanes es que si nos oponemos al nazismo ayudamos al comunismo. Y eso no lo har. Vivimos en un mundo que no hemos creado. El mundo es, Dios nos asista, duro, vil y sangriento. Precisamente porque yo no hice este mundo, no puedo cambiarlo. En eso diferimos le respondi tranquilamente F.C.. Los dos juntos podramos cambiarlo, aunque fuera un poco, para que sea mejor. Podramos ayudar a salvar miles de vidas. No es slo una cuestin de nacionalidades lo que nos separa observ el agustino sino un ocano de siglos. Los dos tenemos exactamente la misma edad; compartimos el mismo da de cumpleaos, el mismo nombre. Con todo, usted es mucho ms joven. Alguien dira que usted tiene ms esperanzas que yo; otros, que es ms ingenuo. Usted cree realmente en Kris Kringle y eso lo tomo como un cumplido, un sincero cumplido. No; no puedo unirme a usted en esto, mi amigo. Pero si pudiera serle til en cualquier otro sentido, me sentira honrado en intentarlo. Los dos somos, como dice usted, sacerdotes antes que ciudadanos. Me apena profundamente que debamos considerar nuestros papeles sacerdotales a travs de los ojos de los ciudadanos. Alter Christus, alter civis. Otro Cristo, otro ciudadano. Resulta difcil saber cul de ellos habla dentro de nosotros. Roma, mircoles 6 de octubre de 1943 Oscureca temprano. A eso de las 6.30 ya haba cado la noche. De da haba muy pocos taxis, y de noche, con el toque de queda para la mayora de los italianos, no haba ninguno. Estos problemas, adems del inefable peligro para un alemn inclusive con ropa de civil caminando solo por Trastevere despus de haber cado la noche, fue el pretexto plausible para que Anna fijara la cita con el mayor en su departamento, a los dos de la tarde, durante la siesta. El hombre le haba dicho que a esa hora no habra ningn problema. Desde luego, la luz diurna hara ms clara las fotos. Las cmaras que pusieron afuera, en la puerta del departamento, eran dos Leicas 250 grandes. Ninguna de ellas necesitaba un flash. Supuestamente, ambas tenan lentes tan
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rpidas y una pelcula tan sensible que funcionaran con la luz natural de la habitacin. Sin embargo, Anna se sinti ms segura cuando el sol entr en el dormitorio. A Roberto le result una irona que las cmaras fueran de fabricacin alemana. Cuando mencion ese hecho, Anna sonri. Ignoraba por completo el camino exacto que el equipo haba recorrido hasta el Cedro, pero saba que la lnea se remontaba a Manfred Gratz. Anna haba dejado abierta la claraboya encima de la cama y sin llave la puerta que daba a la terraza. Haba aceitado tambin los goznes para que la puerta se abriera casi en silencio, de modo que no molestara a un hombre cuya atencin estaba concentrada en cosas ms agradables. Con mucho cuidado construy una decoracin a fin de proporcionar la mejor luz y los mejores ngulos para la cmara. Y con el mismo cuidado instruy a Stefano acerca del lugar que deba ocupar en la cama para que el mayor resultara ms visible tanto desde la claraboya como del nivel del estudio. La identidad del compaero de Schwartzkmmel le signific agudos problemas a Roberto. No haba preguntado quin sera la persona hasta que, poco antes de la cita, Stefano apareci en el departamento. El muchacho estaba cohibido, renuente y petulante. Roberto, que haba estado en la terraza, lo mir desde la claraboya y le dijo a Anna que subiera al tejado. No es ms que un chico le susurr Roberto. Tengo entendido que eso lo hace ms ertico. No podemos corromper a una criatura. Santo Padre gru Anna. Llegas demasiado tarde para salvar el alma de esa criatura. Adems, podemos confiar en l. Por lo general, no se puede confiar ni en curas ni en maricas. El chico no es un marica. Es muy bonito. No es culpa de l. Ya debe de estar sufriendo. Va bene; es una criatura. Ponte en el lugar de l y lo mando a su casa. Aj! Entonces suspendamos la operacin. De cualquier manera, nunca quise leer la correspondencia de los alemanes. Empez a irse al interior del departamento. Espera. Roberto la tom de un brazo y la llev de nuevo a la terraza . Espera, maldicin! Espera. Djame pensar. En qu? Ya sabes la alternativa. Elije... y pronto. Mira seal hacia donde se unan el Cedro y la Via della Scala. Ah viene nuestro frcio. Diablos! Est bien. No veo otra alternativa. Se qued en la terraza y Anna baj.
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El ruido de los pesados pasos de Schwartzkmmel por los escalones fue la clave para besar apasionadamente a Stefano y acariciarlo. Cuando oy al alemn raspar en la puerta de metal, se apart rpidamente del muchacho para que la primera visin que tuviera el mayor al entrar en el departamento fuera la cara arrebatada y excitada de Stefano. Anna aspir el fuerte aroma de la locin que Schwartzkmmel se haba puesto despus de afeitarse, mir de la manera ms inocente que pudo a Stefano y se fue a la terraza. Stefano retrocedi unos pasos, evidentemente nervioso y resentido. El mayor pareci no darse cuenta de esa actitud. Le dio la mano amablemente y empez a hablar en un italiano suave y muy fluido, preguntndole acerca de la escuela y del trabajo. Lo haca con un ritmo y una diccin fluctuante, como para hipnotizar al esbelto chico, de la misma manera que una vbora frente a un pajarito. Durante los momentos crticos de la misin, Roberto pudo colocar la cmara bajo la claraboya abierta y tomar una serie de fotografas. Al mismo tiempo, Anna se puso detrs de la puerta de la terraza, pero slo pudo sacar una foto de los cuerpos entrelazados antes de que el alemn se diera cuenta de lo que ella estaba haciendo. Al instante comprendi que lo haban traicionado y trat de tomar la pistola. Por suerte para l, sus ropas y el arma estaban amontonados en el piso y Roberto pudo bajar a la plataforma del dormitorio antes de que el criptgrafo recuperara el arma. La pistola de Anna pareca mucho ms autoritaria con un silenciador en la boca del arma y Roberto casi no tuvo necesidad de ordenarle al mayor que se volviera a sentar en la cama. Stefano no dijo nada. Recogi sus ropas y pas en silencio frente a Roberto y a Anna. Roberto no se atreva a apartar su mirada de Schwartzkmmel, pero Anna se inclin por el borde del desvn y vio al muchacho vestirse en el living. Stefano la vio pero no acus su presencia. Cuando la puerta se cerr detrs de l, Anna se encogi de hombros y se sent al pie de la cama. Instintivamente el alemn se corri a la pared. Anna sonri ante esa reaccin. No te asustes, Liebchen. No tenemos ninguna intencin de causarte dao. En realidad, estamos aqu para hacerte un favor: protegerte de un escndalo. Schwartzkmmel no dijo nada. Bastaba con el odio que afloraba a sus ojos. Anna se puso de pie y se quit la ropa. Una pose, o dos, ms, professore. Lo empuj hacia la cama y trat de ponerse a caballo sobre sus caderas. Pero con una fuerza que result sorprendente en un hombre que pareca derrotado, se la sac de encima de una patada mandndola contra la gruesa viga que cruzaba el extremo ms bajo de la plataforma de la cama. Un segundo despus, Roberto hal el gatillo y una bala
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de la pistola de Anna se incrust en la almohada a slo unas pulgadas de la cabeza del alemn. El hombre se qued helado apenas un poco ms aterrorizado que Roberto. Anna se le acerc lenta y penosamente. Liebchen, Liebchen, no trates de hacerle dao a Anna; podra hacerte dao a ti. Y uniendo la accin a la palabra le aplic un golpe con la mano derecha en los genitales. El hombre se dobl en dos. Anna esper unos minutos hasta que l se retorciera de dolor y se le subi a caballo. Roberto puso en el suelo la pistola y tom otra rpida serie de fotografas. Anna baj de un salto de la cama y recogi sus ropas. Ah termina nuestra sesin de fotografas, Liebchen. Tus contorsiones van a parecer que estabas gozando un momento de xtasis. Evidentemente, estaba inmensamente satisfecha de s misma. Ustedes, los alemanes, no se dan un momento de descanso. Qu es lo que quieren de m? A medida que el dolor menguaba, la mente de Schwartzkmmel oscilaba entre el pnico y el odio. Roberto reconoci la similitud con sus propias reacciones emocionales en la Regina Coeli y sospech que la inteligencia analtica del criptgrafo pasara pronto mucho ms pronto de lo que Anna se daba cuenta a abstraerse del dolor y del miedo y empezara a razonar como una persona aparte que estuviera haciendo un juego. Qu crees que vales para nosotros, maricn? Anna le habl con el cadencioso alemn de la Italia alpina, pero utiliz la romanesca palabra frcio. La raz de esta palabra significaba ventana de la nariz', y en una poca se aplicaba a los alemanes que tenan grandes narices y anchas ventanas; despus, en consideracin a lo que los romanos juzgaban como preferencias sexuales teutnicas, el trmino se utiliz para los homosexuales en general. Fuera de montarte a muchachos, no vales mucho. Pero te podramos proteger si nos haces un pequeo favor. Y si no lo hago? En la voz del hombre se notaba an el dolor, pero Roberto reconoci seales del intelecto alemn dominando su cuerpo. En primer lugar le contest Anna, la Gestapo recibir las fotografas donde se te ve in flagrante delicto con el chico. El acto en s no los va a molestar. Probablemente la mitad de ellos te envidiarn un amante tan jovencito; pero el hecho que alguien haya sacado fotos los preocupar. Fotografas de este tipo significan chantaje, y el chantaje a un hombre de tu posicin significa comerciar secretos militares. Y la Gestapo cree que eso es muy malo. Y en el caso de que la envidia de ellos supere a su juicio poltico, le enviaremos unas instantneas de
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nuestra gozosa cpula a tu mujer. As ver lo que ustedes dos se perdieron. Ustedes dos son perfectos. Oh, somos perfectos! Y lo seremos ms de lo que te he dicho. Todava tenemos otros planes. Le enviaremos la fotografa donde apareces desflorando a Stefano al rector y los miembros de la facultad de tu universidad. Como la Gestapo, tus colegas quiz envidien la buena suerte que tienes con tus amantes, pero tambin como la Gestapo temern las implicancias de esas fotos. Se acabar tu carrera acadmica. Tu suegro, benditos sean sus marcos, recibir tambin una serie de fotografas que le enviaremos a tu mujer. Con eso se acabarn todas tus esperanzas de heredar su dinero. Hizo una breve pausa. Y por las dudas que creas que nos hemos olvidado de algo, si te suicidas, lo mismo enviaremos todas esas copias. No me dejan mucho verdad? dijo Schwartzkmmel, casi en un gemido. No te dejamos nada. Hemos aprendido de ustedes, los nazis. No soy nazi. Llevas puesto el uniforme de ellos, tomas su dinero y matas como ellos. Eso es bastante parecido, caro Tedesco. Te has pavoneado por Europa como un gran conquistador. Ahora ha llegado el momento de pagar nuestro precio. Y cul es ese precio? Mayor intervino Roberto. Su alemn tena un fuerte acento y era bastante imperfecto pero resultaba adecuado. Usted conoce las tcticas en situaciones as. Le pedimos algo pequeo, algo que no le va a causar ningn dao a Alemania. Usted lo da. Despus le pedimos algo ms, apenas una insignificancia menos inocente. Y as sucesivamente hasta que no slo lo tenemos a usted con las fotos acusatorias sino que adems podemos chantajearlo por espionaje. Despus le retorcemos un brazo para que haga cosas cada vez ms importantes para nosotros y cada vez ms perjudiciales para usted hasta que lo pesque la Gestapo. Pero no vamos a tomar ese camino. Tenemos demasiado respeto por su inteligencia y queremos que termine esta maldita guerra mientras quede alguien vivo para gozar de la paz. Y qu quieren que haga para traicionar a mi pas? Lo que queremos es que traicione a los nazis, no a su pas. Schwartzkmmel hizo un movimiento con la mano. Ustedes, quienes sean que fueran, me tienen agarrado. Me han humillado y han arruinado a ese chico. Y... Ja, ja! exclam Anna. Nosotros arruinamos a ese chico? No le hicimos nada en su trasero.
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No; pero lo impulsaron... asquerosos! Escupi las palabras en medio de un torrente de rabia. Ustedes lo han convertido en una prostituta, han violado cada partcula de su dignidad, junto con la ma. Resulta inadmisible ridiculizar lo que queda de mi honor pidindome que racionalice la traicin. Dganme exactamente qu quieren. Muy bien le contest Anna. Queremos la Enigma. Scheisse! Y eso tambin. Pero queremos fotos detalladas de la Enigma adems de otras que mi colega te describir. Queremos tambin le explic Roberto fotografas de los planos, o de un manual de reparaciones, y cualquier libro de cdigos que ustedes utilizan, u horarios de cambios en que se pone en funcionamiento la mquina. Tenemos una cmara pequea que usted puede usar. Imposible. Nadie podra hacer eso. T s le dijo Anna. Ests a cargo de la seccin criptografa del general Mueller. Podr ser un idiota borracho, pero tiene todo el equipo de un general alemn. Confan en ti. No es que les caigas bien, pero confan en ti. Puedes encontrar oportunidades para hacer exactamente lo que queremos. Eso lo sabemos. Por eso te elegimos en lugar de a cualquier otro frcio agreg, con desprecio. Schwartzkmmel pens en silencio. Y no se te ocurra ir a la Gestapo. Lo mejor que podras esperar es una muerte rpida... y eso en el caso que no creyeran que ya has intentado pagarnos con un poco de espionaje, y, como te dijo mi colega, eso es lo que sospecharan. De cualquier manera, tratar de que nos pesquen no va a impedir que las fotos lleguen a tu familia y a la universidad. Dentro de diez minutos el rollo ir en camino a nuestra organizacin... y somos parte de una organizacin muy grande. Quin sabe? se burl Anna. Tal vez hasta tengamos fuentes dentro de la Gestapo que nos advertirn si has ido con chismes. El mayor levant la vista. Haba odo algunos rumores de corrupcin; no de corrupcin ideolgica sino de la ms pasatista de venalidad, entre los que haban jurado por el emblema de la Calavera. Deme la cmara dijo. Roberto busc en el ropero y sac el pequeo aparato que le entreg al alemn. Es lituana... una Minox. No es para microfilmes pero se le acerca bastante. Est cargada con suficiente pelcula como para cincuenta exposiciones. Tngala firme. El obturador funciona a un milsimo de segundo. Sostngala a
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treinta centmetros del blanco. Asegrese de que haya mucha luz y apriete el botn como con cualquier otra cmara. Aqu tiene cuatro rollos ms. De cunto tiempo dispongo? Quiero verte en el Remus el viernes a la noche con la pelcula le dijo Anna. Y la de ustedes? Nuestra pelcula? Anna se ri. Qu hay con nuestra pelcula? La tengo yo? No seas absurdo, caro Tedesco. Cuando nuestros expertos hayan verificado tu pelcula, toda, cancelaremos el envo de la nuestra. Somos socialistas, no capitalistas. No devolvemos la mercadera. Y qu garantas tengo? Cmo! Nuestra palabra, mayor, nuestra palabra! le lanz Anna, burlndose. El mundo ha vivido aos bajo la palabra de los alemanes. Ahora tendrs que vivir bajo la nuestra. Usted tiene algo ms, tambin agreg Roberto. Si tenemos la Enigma, no tendremos ms motivos para perseguirlo. Nosotros corremos cierto riesgo en esta clase de operacin, y usted no tendra nada ms que valiera la pena correr ese riesgo. Es la mejor garanta que podemos darle. No estoy en condiciones de regatear dijo el mayor, sin ningn nfasis. La rabia pareca haber disminuido. Puedo irme, ahora? Hizo un ademn para recoger sus ropas del piso. Por supuesto le contest Anna; pero nos quedaremos con las balas de tu pistola. Estoy segura de que comprenders. Cuando el alemn se visti y estaba ya por irse, Roberto lo acompa hasta la puerta. Ir con usted hasta la Piazza Trilussa. Ser ms seguro para usted en este barrio. El mayor baj en silencio hasta el Cedro y la Cinque, en direccin a la encantadora plazuela frente al Ponte Sisto. Tena la mirada clavada adelante, como si no existieran ni Roberto ni el Trastevere. No cambi de marcha ni siquiera al llegar al puente, hasta que Roberto lo tom de un brazo. Reconozco que no es el momento, pero tenemos que hablar le dijo. Creo que ya se ha dicho todo. Ustedes me tienen tomado del cuello. No es de eso que quiero hablarle. El mayor se dio vuelta y mir la fuente de la piazza. Su acento en alemn no est mal para un italiano. Y casi no es tan malo... para un norteamericano, me parece, que tambin habla con fluidez el
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italiano. Muy bien, mi vencedor, permtame recordarle un antiguo dicho hebreo: No aplaques a tu prjimo en su hora de ira; y no te esfuerces en verlo en su hora de infortunio. Djeme algn vestigio de humanidad. Djeme llorar la prdida de mi dignidad y gozar aborrecindolo a usted y a su prostituta. No habr otro momento. Y qu? Si puedo sobrevivir el recuerdo de la hora pasada, puedo sobrevivir la prdida de su sabidura. Me doy cuenta de eso, mayor, pero... Ese muchacho no era lo que pens. Su espritu ha quedado aplastado. He sufrido muchsimo por lo que me hizo la Naturaleza. No hubiera acumulado un sufrimiento similar sobre otro, especialmente sobre un muchacho que es apenas una criatura. Cuando degradamos a otro ser humano nos degradamos a nosotros mismos. Yo no soy un inocente, pero usted es despreciable. Realmente lo siento. Por eso quera hablar con usted. Los dos somos acadmicos. Cualesquiera que sean nuestras diferencias, compartimos ciertos valores. Con toda seguridad que no son los de los nazis. Y menos que los valores de los chantajistas... o de los comunistas, como probablemente lo sea esa ramera que est ah arriba. Los dos estamos atrapados. No del todo. Por el momento procure olvidarse del chantaje. Olvidar mi humanidad? Mi orgullo? No; limtese a poner a un lado lo que lo hiere. Qu decir de su futuro? Por favor, no mezcle la crueldad ofrecindome un soborno como seguridad. Tiene que haber un lmite para el mal. No es eso lo que quise decir. Mayor, usted no puede simpatizar con la brutalidad de los nazis y sabe tambin que Alemania ha perdido la guerra. Lo importante es lo que quedar de Alemania... y los alemanes, cuando haya terminado todo. Si los rusos llegan ah antes que los ingleses y los norteamericanos, convertirn lo que haya quedado en campos de esclavitud y de trabajo... y no va a quedar mucho si durante varios meses ms continan los bombardeos. Si nosotros tenemos la Enigma, tenemos ms probabilidades de ocupar Alemania que los rusos. Entonces usted tendr la oportunidad de un futuro decente. Usted confa en llegar a Alemania a travs de mi traicin a mi gente. Me pide que salve a algunos de mi pas ayudando a asesinar a otros. No; le pido salvar a la mayora de su pas ayudndonos a derrotar rpidamente a sus fuerzas armadas. El punto difcil es que esas fuerzas van a
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ser sangrientamente derrotadas. La nica pregunta es: cundo. Cuanto antes sean derrotadas, tantos menos morirn. Cierto: muchos, muchsimos menos morirn por los bombardeos. Schwartzkmmel esboz una sonrisa. Usted argumenta como un jesuita. Trata de convencerme de que traicione y justifica mi crimen dicindome que a usted le resultar ms fcil detener la matanza. Argumento como un realista. Lo que le hicimos a usted hoy es absolutamente errneo, moralmente errneo. Slo puedo estar en paz con mi conciencia pensando en las vidas que, acortando la guerra, se salvarn. Soy un pen, no menos que usted. Los dos somos peones; pero no crea que de esa manera va a eludir su responsabilidad moral. Hasta los peones deben sacrificarse por la reina. No tienen derecho a sacrificarla. Quin traicion a Alemania? Los nazis lo han llevado a usted al camino de la destruccin total. Lea las evaluaciones de su propio ejrcito. Las fuerzas armadas saben que el fin est prximo. Schwartzkmmel suspir y se dirigi al puente. No tiene sentido seguir hablando. Somos enemigos. Por ahora usted gan y yo debo rendirme. Pero no trate de hacerme creer que mi colapso es noble o despreciarme a m mismo, o a usted. Desprecie a quien se le d gana. Dios sabe que usted est autorizado a odiar. Pero no hablo de nobleza sino de la supervivencia de valores que personas como usted y yo atesoramos.
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SIETE
Roma, jueves 7 de octubre de 1943 Era una maana esplndida y el coronel Manfred Gratz estaba molesto consigo mismo por sentirse deprimido. El tiempo era tan magnfico como slo los das de octubre podan serlo en Roma. Una clida brisa mova los papeles que tena en el escritorio con la misma suavidad con que agitaba las hojas en los jardines de la villa. La guerra marchaba bien. Las tropas de Kesselring haban ocupado fuertes posiciones al norte de Npoles y atacado a los ingleses y los norteamericanos en sangrientas luchas por alcanzar picos de montaas individuales. El terreno era tal que un pelotn slo poda mantener a distancia a un batalln. Evidentemente, los alemanes podan frustrar a los aliados durante meses, inclusive aos, a menos, por supuesto, que demostraran un poco de imaginacin e hicieran un desembarco anfibio ms lejos, en la costa, para tener ventaja sobre el ejrcito de Kesselring. Sin embargo, la guerra en el sur era el problema de algn otro. Gratz ley religiosamente los informes del servicio de inteligencia y estudi con mucha atencin las fotografas areas, confiando en descubrir algo que se le hubiera escapado al Estado Mayor de Kesselring. Hasta ese momento no haba encontrado nada. La Operacin Rigoletto era la misin primordial del coronel, y sa tambin progresaba. La noche anterior, en el Remus, Anna le haba informado, de mal humor, del fracaso de Schwartzkmmel el da antes. El humor se le mejor cuando el coronel le dio 10.000 francos suizos como segundo pago. Acurdate. Quiero ms. Esta es slo la primera cuota. Mi estimada seora le explic Gratz, con exagerada paciencia, cuando nosotros lo tengamos, entonces lo tendr usted. No antes. Estos son, por as decir, fondos de la compaa que le estoy adelantando... y lo hago sin autorizacin. Acabamos de empezar serias negociaciones con la otra parte. Esto servir para corto tiempo, para muy corto tiempo. Recuerde que el Cuervo no se va de Roma sin mi aprobacin. Y, antes de que est en libertad de irse, quiero la suma total, un pasaporte y un pase. Y si me ocurre algo, he
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dejado instrucciones para que la resistencia lo mate como agente doble. Esa escena no dejara de ser divertida: la correcta y heroica Anna, sealando a un agente doble. La cabeza me da un respingo ante esa idea. Gratz estaba seguro, casi seguro, de que Anna menta pero no se ganaba nada discutiendo con ella. Puede estar segura de que usted y yo tenemos el mismo inters en pagar toda la suma antes de que el Cuervo se vaya de Roma con los planos de la Enigma. Cuando despus, ms tarde, esa misma noche se encontraron en el auto de l, Anna le entreg la pelcula. El coronel la despach sin hacerle el amor. Para los planes de l no era esencial que Anna lo traicionara vendiendo a menor precio su supuesta venta de las fotografas a los norteamericanos, pero podra ser til. Contaba con la codicia de ella para que hiciera su propio negocio con el Father Christmas. Por otra parte, si Anna se mantena fiel, an podra ser til usando al Cuervo como mandadero. El relato de Anna de la cita con el muchacho barman le haba dejado una resaca de melancola que le dur toda la maana. No era el mayor; se haba merecido cualquier humillacin que haba recibido. Quien preocupaba a Gratz era el muchacho. Anna lo haba utilizado como correo muchas veces y Gratz lo haba encontrado simptico, an intocado por la brutalidad de la guerra o el cinismo de Roma. Evidentemente, el muchacho adoraba a Anna y ella, sin duda, lo haba convertido al comunismo a la vez que a otras creencias menos polticas. En fin; a lo hecho pecho. Gratz sac las fotos del sobre. Como arte jams ganaran premios. Sin embargo, como prueba Schwartzkmmel caa claramente bajo el Artculo 175 del Cdigo Penal, como sodomita. Adems, lo acusaban de ser un tenorio heterosexual. No era probable que los dos cargos se mantuvieran legalmente. Pero, con fines de chantaje, formaban un efectivo movimiento de pinza. El coronel volvi a recoger las fotografas. Las tomas del criptgrafo y el muchacho le resultaban ms repugnantes cada vez que las miraba. Por otra parte, pese a s mismo, estaba fascinado por las fotos de Anna convulsionndose, al parecer, encima de Schwartzkmmel. Con la boca abierta, el sudor bollndole en la piel y los senos apuntando hacia afuera, era la encarnacin de una Venus en celo, un poderoso estimulante para un soldado solitario, inclusive para un soldado de edad mediana. De mala gana volvi a meter las fotografas en el sobre y mentalmente ensay lo que dira cuando, dentro de pocos momentos, Schwartzkmmel entrara en su oficina. El coronel esperaba que el hombre le explicara sus tribulaciones. Sin embargo, por las dudas, tena otro plan para intimarlo. Por suerte, el mayor hizo que esa
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alternativa no fuera necesaria al pedir una cita l mismo. La magra cara del criptgrafo era de color ceniza. Tena tirantes los msculos en torno de la boca y los labios reducidos a dos rayas duras y rosadas. Sus ojos celestes enfocaban el piso, como si temiera la herida que pudiera causarle a alguien. Gratz fingi no notar esa tensin y le seal una silla. Sintese, Schwartzkmmel, sintese. Dejemos a un lado el protocolo militar y hablemos de hombre a hombre. Como desee el coronel. Otto, Otto le dijo, afablemente, esta maana parece estar enojado conmigo. El coronel est jugando conmigo, como lo hizo la semana pasada en el restaurante y como me embruj esa prostituta ayer. S; es una prostituta acept Gratz. Otto, dgame francamente, est esa mujer tratando de chantajearlo? Usted lo saba! Usted saba que me chantajeara! Yo estaba seguro de que sera as. Por qu? Cmo pudo usted, un oficial alemn, permitirle a una mujerzuela latina privarle a otro oficial nrdico de su honor? Eso era inadmisible! Espere, espere, Otto. No vaya tan rpido, por favor. Esccheme. Nosotros, en la Abwehr, sospechbamos que ella era una espa, pero no estbamos seguros. Ya la conoce, es muy astuta. Pero ahora, gracias a usted, lo sabemos y podemos lidiar con ella. Entiendo su indignacin. Usted era el cebo. Lamento no haberlo advertido. Pero aun cuando usted hubiera aceptado cooperar, no es un actor profesional. Algo que hubiera hecho, o no hubiera hecho, lo habra traicionado. Un error le hubiera costado la vida la mujer juega con apuestas muy altas y nos hubiera privado a nosotros, tanto de sus servicios de criptlogo como de atrapar a la araa en su propia red. Pero permitir que un oficial alemn sea deshonrado por una italiana! El tono de Gratz se puso ms duro. Lo utilizamos como pen, mayor. No es el modo preferido para tratar a un oficial alemn. Pero la posibilidad de ser utilizado como tal es algo que todo soldado acepta cuando presta juramento... y recibe su paga. Piense en una unidad de infantera al frente de la Wehrmacht, all en las estepas. Estn para rechazar el fuego de los rusos a fin de que el grueso de las tropas sepa dnde est el enemigo. Son peones, a su manera, como usted lo fue en otro sentido. Morir por la bala de un enemigo es una muerte honrosa. Pero slo hay humillacin en que le maten a uno el alma, y por una prostituta que todava se burla chantajeando.
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La muerte es la muerte, Otto. El tono de Gratz volvi a suavizarse. Luch en Espaa y vi un montn de cadveres. Todos estaban igualmente muertos, cualquiera que fuera la causa. No vi ningn honor en ninguno de esos cuerpos; slo un olor ptrido. Ahora, mayor el tono del coronel volvi a cambiar, esta vez ms sutilmente, basta de recriminaciones y autocompasiones. Sigamos con el asunto de esta buena mujer. Qu es lo que quiere de usted? En primer lugar, sospecho que algo trivial. Muy poco trivial. Quiere fotografas detalladas de la Enigma, adems de un manual de reparaciones o planos y nuestro libro de cdigos. Gratz lanz un silbido. La Strega tiene ambiciones muy altas. Debe usted admitirlo. Tambin sabe que lo tiene en su poder o ella se encuentra en un gran aprieto. O las dos cosas. O las dos cosas acept Gratz. El esquema acostumbrado es la tcnica del salame: cortar a la vctima rebanada por rebanada hasta usarla del todo. Pues bien; no debemos desilusionar a esa mujer, Otto. Noblesse oblige y toda esa clase de Scheisse. Cmo? Entregarle la Enigma? No del todo. Le daremos lo que ella cree que es la Enigma. Deje que mi gente lo haga. Le dio una cmara? Aqu est, seor. Schwartzkmmel sac la Minox y la pelcula. Gratz examin prolijamente el equipo y se lo devolvi. Es de lo ms comn... la cmara es lituana y la pelcula alemana. Usaremos esto para darle a usted las fotos. Cundo es la fecha de entrega? Maana a la noche en el Remus. Hmmm, eso no nos da mucho tiempo; pero conseguiremos algo que engaar hasta a los propios expertos. Coronel, podramos engaar a los expertos unos das, pero hasta los idiotas sabrn que fueron engaados cuando construyan una de esas mquinas y traten de captar los mensajes de la Enigma. Y cuando se den cuenta de eso, me arruinarn. Por supuesto, se van a dar cuenta de que fueron engaados, pero no por un tiempo. Coronel, en matemticas, la solucin ms sencilla es, por lo general, la ms elegante y la ms probablemente correcta. Por qu, sencillamente, no hacemos que la Gestapo la arreste y con ella a sus amigos? Gratz procur sonrerse, de la manera ms tranquilizadora que pudo. Otto, creo que lo ms prudente es mantener a la Gestapo fuera de un
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asunto que pertenece a las fuerzas armadas. Dudo de que a usted le gustara el modo que tiene de interrogar. Adems, pese a su fama, la Gestapo es ms brutal que eficiente. La Strega y sus amigos probablemente llevaran a cabo sus amenazas contra usted antes de que hagan un solo arresto. Y, estrictamente entre usted y yo, no confo en la SS para nada. Hasta el Reichsfuehrer Himmler est preocupado por algunos de sus oficiales de alta graduacin. Tal vez haya odo usted los rumores. Algunos; pero no les concedo mucho crdito. Concdale a ste y usted vivir mucho. Escuche, a Anna le va a llevar una semana o ms poner esta pelcula en manos de los aliados y probablemente otro tanto para que ellos construyan un duplicado de la mquina. A partir de ahora, dentro de pocos das, usted ser trasladado a un puesto secreto. Tratar de castigarlo a usted les implicar a ellos un verdadero riesgo. Una vez que ya no sepan dnde est, y por lo tanto, no puedan volver a explotar su debilidad, no tendr sentido tratar de castigarlo. Schwartzkmmel no se mostr muy convencido. Gratz suspir y le dijo: Muy bien; no es ms que una probabilidad. No tratara de engaarlo. Usted ha realizado un trabajo til al demostrarnos lo que los fascistas sospechaban desde hace meses: que esta buena mujer era una espa. Dentro de pocos das con la ayuda de usted podremos probarlo. La tpica eficiencia alemana. Aqu le debemos algo a usted. Escrbame un memorndum detallando precisamente las sanciones con que esa mujer lo ha amenazado. Manejemos as el asunto... quiz amables visitas de un oficial superior o cartas del almirante Canaris explicaran que los espas enemigos estn tratando de chantajearlo con toda clase de cargos horribles y falsos, utilizando fotografas fraguadas. Podramos pedirles su colaboracin informndonos si reciben cualquier infame acusacin contra usted. Usted emergera como un doble hroe. Ms bien como un doble idiota. Es lo mejor que puedo ofrecerle, Otto. Nosotros... Alemania le quedar agradecida por su sacrificio. Pero me ser imposible borrarle el dolor de su sacrificio, no ms de lo que me resulta imposible devolverles la vida a los soldados muertos. Schwartzkmmel asinti con la cabeza pero no dijo nada. Muy bien, Otto. Entrgueme ese memorndum lo antes que pueda. Puedo preguntar qu le va a pasar a esa mujerzuela? Trataremos de que tenga un destino apropiado. Djenosla a nosotros. Me lo har saber? S, Otto. Se lo prometo.
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Cuando sali el mayor, entr el capitn von Bothmer en la oficina de Gratz. Oy la conversacin? Bothmer asinti. Tena abierto el intercomunicador. Es un asunto muy triste. La guerra es un asunto muy triste, capitn. Todos los das y de todas formas tenemos que aprender a mutilar y matar. De qu manera podemos llevar a cabo su promesa acerca de las cartas y las visitas sin echar a perder la Operacin Rigoletto? No podemos. La Enigma y la Operacin Rigoletto estn antes que la fama del Herr Doktor Major y de su vida. Qu pasar cuando descubra que no hemos podido cumplir nuestras promesas? Un problema por vez, capitn. Nunca le ensearon de chico la oracin: Cada da trae su mal? El almirante ha dispuesto que se entierre a Schwartzkmmel en cualquier parte. No entender lo que est ocurriendo pero estar prcticamente incomunicado hasta que la Operacin Rigoletto haya recibido su recompensa. Schwartzkmmel es una baja. Con todo, tiene ms suerte que la mayora: sobrevivir. Con eso basta. Que nuestros expertos en fotografas traspasen el Zeug que el almirante prepar a la pelcula que el Cuervo le dio al mayor. Despus debemos ayudar al Cuervo para que se la devuelva sana y salva a sus amos. Dada su suerte y su nivel de habilidad, no estamos frente a una tarea fcil. Esa noche, en la casa de la Gestapo de la Via Tasso, el teniente coronel Viktor Olendorf escuch atentamente la cinta donde estaban grabadas las conversaciones mantenidas en la oficina de Gratz. Cuando el oficial de la SS oy la respuesta de Gratz a von Bothmer, apag el aparato y empez a pesar los distintos cursos de la accin. Como an no haba decidido la mejor manera de convertir la Operacin Rigoletto en una victoria organizada para la SS y en un golpe personal para l mismo, estaba inseguro, precisamente, sobre qu hacer con Schwartzkmmel. Pero cualquiera que fuera su decisin, no poda permitir de ninguna manera que el criptlogo desapareciera en uno de los agujeros negros de la Abwehr. Levant el tubo del telfono y llam a su segundo en el mando, el mayor Kurt Priebke. Su orden fue tajante, si bien no del todo clara: Quiero que traigan aqu al mayor Otto Schwartzkmmel cuando intente salir de la ciudad. Su traslado est dispuesto para dentro de muy pronto.
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Quiero que lo traigan bajo custodia cuando est saliendo de Roma y quiero que se haga con tanto sigilo que nadie lo sepa. Utilice sus fuentes en la villa para saber cundo y cmo sale. Jawohl. Puedo preguntar cul ser el cargo de que se lo acusar? Espere a que se lo interrogue. Cunto? Un interrogatorio amable. Le repito: es muy importante que la Abwehr no se entere de que nosotros lo tenemos. Roma, jueves 7 de octubre de 1943 A las nueve de la maana, Tommaso Piperno vio que Anna y Roberto bajaron por el Cedro, doblaban por Sant Egidio y se dirigan lenta y perezosamente al bar en la Santa Maria. Tommaso no los sigui ms all de la boca de la piazza. Registr mentalmente la hora y su despreocupado andar y despus, segn la tradicin del rey Canuto, barri la marea de basura del Trastevere. Despus telefoneara a sus sacerdotales patrones del Vaticano, pero no antes de haber barrido la Cinque y recogido el tributo de sus clientes en esa calle. En la piazza, Roberto y Anna se sentaron a una mesa de afuera, donde podan gozar del espectculo de la vida romana. Roberto percibi una fuerte y casi tangible atmsfera de hostilidad. Los otros clientes hicieron caso omiso de ellos. Y cuando los hombres le echaban un vistazo a Anna, en sus ojos haba odio, no lascivia. La pareja estaba sentada de espaldas a la entrada del bar y a la frialdad de los otros parroquianos. Tras diez minutos sin atenderlos, Anna se dio vuelta furiosa hacia la puerta y clav la mirada en la vieja propietaria detrs de la caja registradora hasta que, por ltimo, la mujer levant lentamente la vista. No bien reconoci a Anna, se puso de pie de un salto y renqueando lo ms rpidamente que se lo permitan sus pies hinchados, la imprec: Via! Scatta! Sanguisuga! Strega-mignotta! Vete, sanguijuela, bruja puta! Roberto se qued totalmente sorprendido por ese estallido. Su nica reaccin fue mirar sin poder creer. Sin embargo, Anna respondi como si fuera una romana de Roma, apuntando con el dedo: Fa in culo, Befana! Tendramos mejor caf en el piso de un establo. La vieja lanz un grito de batalla y se lanz sobre Anna, pegndole con sus puos en la cabeza y en el pecho. morto le grit al mundo, mientras segua aporreando. morto mio Stefano! Assasina! Se muri! Mi Stefano est muerto! Asesina!
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Est loca grit Anna mientras tiraba al suelo a la vieja. Roberto la ayud amablemente a levantarse y la sent en la silla de la mesa de al lado. Durante un rato la mujer no pudo contener los sollozos. Entonces recuper sus fuerzas y lo hizo a un lado, escupindole con todo desprecio: Mignottaro! Putaero! Anna par el contraataque de la mujer pero no sus gritos. Yo no toqu a tu precioso Stefano! Ni siquiera saba que estaba enfermo! La vieja refren los sollozos para atraer la atencin de los clientes. Ella lo embruj! Stefano se ahorc pero ella hizo que l se ahorcara, con su mal de ojo y su cuerpo de puta! Ella le puso la soga al cuello! Bruja y puta! Mtenla! Mtenla! Roberto tom a Anna del brazo y se fueron del bar. Cuando se pusieron de espaldas y dieron apenas unos pasos, una descarga cerrada de vasos y tazas de caf se estrell en el piso junto a ellos, arrojados por los otros dueos. Un pocillo golpe a Anna en la parte inferior de la espalda, hacindole doler. Se dio vuelta como un trompo y con mirada incendiaria apunt con un dedo a las mesas. Ese gesto hizo que los parroquianos se agarraran frenticamente los genitales, con lo que se acab el caoneo. De regreso a su departamento ninguno de los dos habl. Una vez dentro, Roberto se fue a la terraza y se sent solo. Quince minutos despus subi Anna y le dio una taza de sucedneo de caf. Ch' fatto, fatto le dijo. A lo hecho, pecho. Roberto se qued callado. Anna se encogi de hombros. Peores cosas les hacen a los muchachos todos los das. Antes de conocerlo, Stefano ya estaba por convertirse en maricn. Le ense a ser un hombre. Lo que Anna da, Anna puede quitar. Bendito sea el nombre de Anna. No seas sarcstico, caro. No estoy en nimo para eso. Roberto sigui mirando por encima de los tejados. La mayora de los chicos tiene confusiones respecto al sexo. Quiz Stefano se estaba encontrando a s mismo cuando lo conociste. Te ests dando demasiado mrito. No me atribuyo ningn mrito... ni ninguna culpa. Stefano tuvo suerte. Qu hubiera sido de l de haber nacido en una familia polaca, rusa o juda? Como cristiano italiano tuvo quince aos de la dolce vita. Roberto no le prest atencin.
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Pusimos tanto inters en conseguir la Enigma que asesinamos a un muchacho. En contraste con la severidad de esas palabras, el tono con que las pronunci fue fro y distante, como si no se interesara por lo que deca. Dios nos maldiga como a dos tontos ciegos. Cualquier cosa que yo sea le respondi Anna, furiosa, no soy ciega. Y no te mientas, mi norteamericano Roberto. Sabas cules eran los riesgos. No quisiste considerarlos. Pero sabas cules eran. Aqu mismo, en esta terraza, juzgaste que la Enigma vala la dignidad, inclusive la vida de un muchacho. Inclusive su alma, tambin, si crees en esa supersticin. Aceptaste todos los riesgos. Perdiste, ahora paga. Lamntate por ti, no por Stefano. Lamentarme por m mismo? Eso es exactamente lo que estoy haciendo; estoy llorando por mi dignidad. Te dej hablar de un marica montndose a un chico. Senti, mi bravo soldado. No le eches la culpa a Anna. Viniste a Roma con la idea de chantajear a Schwartzkmmel. Yo prepar la obra pero t fuiste el dramaturgo. Podas haber ocupado el lugar de Stefano o haber parado todo el asunto. Podas haber insistido en que encontrara a algn otro... hubiera sido difcil, pero tal vez lo habra conseguido. T queras chantajear a ese frcio y aceptaste a Stefano porque te convena. Tienes razn.Con todo, no haba emocin en su voz. Me estoy mintiendo a m mismo. Quera de tal forma a la Enigma que viol todas las reglas de la decencia en las que creo. Y lo hice sin siquiera detenerme a pensar en eso. Ahora ya ests hablando como un adulto. Las reglas de la decencia no aprietan cuando rozan. Ah tienes un refrn de Anna que les podrs ensear a tus nietos... si vives para tenerlos. Y si tu vida dura tanto. Stefano no ser la nica persona que venders por una causa. Las gentes son peones. Acepta esa sencilla verdad y la vida te ser ms fcil... y ms larga. Kant te dira que nunca trates a otros seres humanos como medios, pero cualquiera con una filosofa de borrico como sa no sobrevivira dos semanas en las calles de Roma. Hizo una pausa, pero Roberto no le contest. Va bene, revulcate en la autocompasin por la prdida de tu virginidad moral. No te va a crecer un nuevo himen en tu alma y tampoco va a resucitar al pobre Stefano. No me estoy revolcando. Me estoy lamentando, llorando por m mismo. Pero t no sabes qu es eso no? Los ojos de Anna se estrecharon hasta convertirse en dos fras y verdes ranuras. No; no s nada de plaidos. No llor por mi hermano cuando fue
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husped de la Gestapo durante once meses antes de que lo mataran, ni lloro por m misma. Y tampoco por un muchachito delicado que me ayud a subir esas escaleras despus de que la OVRA me aporre, ni por un muchacho que me ba, me dio de comer y me rog que viviera. Despus, cuando me recuper por completo, vino a m en busca de solaz. Yo lo convert... era lo menos que poda hacer para pagarle su bondad. Y despus lo explot porque resultaba conveniente para tu noble misin. Viva en el barrio y poda confiar en l. No; no s qu es llorar porque no puedo evitar sentirme ms apenada por Anna que por Stefano. El chico me gustaba. Pero si era demasiado tierno para sobrevivir a Schwartzkmmel, era demasiado tierno para sobrevivir a Roma. As es la vida, como dice tu ingls Hobbes: asquerosa, brutal y breve. El verdadero misterio es por qu todos no nos suicidamos. Pero quiz lo hacemos, cada uno de distinta manera. Roberto se dio vuelta y la mir: Qu puedo decir? Que te odio o me odio menos porque lucho por una causa noble? Ojal pudiera decirlo. Ojal pudiera sentirlo. Lo que t digas o sientas, caro Roberto, no es asunto mo. Slo acurdate de que esta noche te traje una galera de retratos de tu preciosa Enigma. Trajiste fotos de lo que esperamos sea la Enigma. No confo en Schwartzkmmel. Tal vez hayamos matado a Stefano por nada. No te preocupes por el mayor. Dej aqu a un hombre destrozado. No tiene estmago para devolver la lucha. No estoy seguro. Schwartzkmmel es un matemtico brillante. Su mente puede funcionar sin su consentimiento o hasta de su percepcin. Y en este mismo momento est tratando de encontrar un escape. Anna se ri. Eres un romntico increble. Tal vez ustedes, los norteamericanos, derrotarn al ejrcito alemn; pero los alemanes y tus propios aliados te van a destruir en la mesa de la paz. No entiendes nada de la condicin humana. Como catlico, deberas saber algo del pecado original y de qu manera debilita nuestra voluntad, oscurece nuestra inteligencia y nos inclina al mal. No estoy en nimo esta maana para un sermn sobre el pecado. En ese campo me siento ms un experto. Slo eres un aficionado, mi norteamericano Roberto. Apenas has empezado a jugar con muchachos y chicas grandes. Roma, sbado 9 de octubre de 1943 Eran las dos de la maana cuando Anna regres al departamento. Roberto la
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haba estado esperando, retorcido por la culpa, la pena y la expectacin. Trat de abreviar esta ltima y el fracaso en conseguirlo slo aument su sensacin de culpabilidad. Anna entr lentamente y sac una bolsa de papel de su cartera, poniendo ambas sobre la mesa. Una bign, una docena de calamares fritos y dos medallones de ternera... No es un banquete, pero no estar mal, sobre todo si compraste vino. Y la pelcula? Realmente me encantara un poco de Riesling fro del Trentino, pero me conformar con Frascati. Qu conseguiste? Vino sciolto... Castelli Romani. Era todo lo que tena la vinera. Dnde est la pelcula? Vinagre reforzado. La mayora de los viadores del Lazio creen que el vino se fabrica con virutas de madera y raspaduras de pintura, no con uvas. Allora, srveme un vaso mientras voy al bao. Anna, dnde est la pelcula? Sana y salva, caro. Anna tiene todo salvo y sano. Srveme vino. Vuelvo dentro de dos minutos. Cuando regres, sorbi un largo trago del lquido amarillo e hizo una mueca. Lo cortara con un poco de limn si lo tuviera. Tendra que haber sacado una de esas botellas de Gewurztraminer que el oficial alemn llev anoche al Remus. Tena un cajn entero y estaba demasiado borracho para contarlas. Basta de juegos, Anna. Dame la pelcula. Dame la pelcula! Dame la pelcula! remed Anna. Eres un romntico, mi norteamericano Roberto. Te lo digo y te lo repito. Entindeme bien: tengo la pelcula; tres capsulitas de pelcula y cada una est en su lugar seguro; Puedes tenerlas, pero no como regalos. El precio es doscientos cincuenta mil dlares verdes norteamericanos, y un pasaporte suizo o norteamericano vlido. No bromees, Anna. No me ha quedado ningn sentido del humor. Quiero esa pelcula, esa maldita pelcula. No ms mrda. Embrmese, monsignore. Esta es tu guerra, no la ma. Hitler, Mussolini, Roosevelt y Churchill, todos son iguales para m; una piara de cerdos capitalistas. La resistencia me us como una prostituta; la OVRA me us para violarme y t me usaste para robar, chantajear y matar a un amigo. Me jugu la vida por ti y por tus nobles causas. Ahora quiero que me paguen mis servicios. Sabes bien que no tengo ese dinero. Ya lo s, idiota. Y tambin s cuntos centenares de millones pagara tu
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gobierno para poner sus gordas manos en esas fotografas. Cundo vas a ver a tu amigo el sacerdote? Habl esta maana. La respuesta lleg esta tarde. Nos veremos maana, mejor dicho hoy, a medioda. Esplndido. Dile que lleve doscientos cincuenta mil dlares para m. Mejor an; agrega algo para ti. Nadie respeta a un aficionado en ninguna profesin. Evidentemente, nunca fuiste una aficionada en nada. No seas ruin, caro. Tu papel consiste en ser el joven hroe norteamericano, amable, honesto e ingenuo, aterrorizado por la cnica corrupcin de Roma, pero que todava cree en la gloria de la maternidad y en todas las otras virtudes del Viejo Mundo. Anna, no creo que te des cuenta de qu manera esa gente necesita la Enigma y hasta dnde pueden llegar para conseguirla. Me doy cuenta. Justamente por eso te pido doscientos cincuenta mil dlares. Ellos le pagaran a un general de la Gestapo diez millones de dlares; pero para una pobra italianita pedir ms les parecera codicia. Ustedes los norteamericanos tienen una palabra uppity 1. Quiero ser uppity y tentar a tus amos para que me disciplinen. Slo pido una miserable suma. No es mucho dinero para ellos; y si bien a m no me har rica, me har sentirme cmoda. El precio es prudente, caro; muy prudente. Un negocio es justo cuando cada una de las partes piensa que ha ganado. Son gentes muy decididas le advirti Roberto. Si te pones en su camino, lo probable es que te paguen ms con balas que con dlares. No lo olvides, el gobierno de los Estados Unidos est en buenas relaciones con las familias de la mafia para minar el fascismo. La mafia? La mafia? Ests bromeando. La mafia es una plida sobra siciliana comparada con la OVRA o la Gestapo. La mafia tendr que ponerse en fila, en una larga fila, si quiere matar a Anna. Adems, si muero, me llevo mis escondites conmigo. Podran no dejarte morir hasta que les hayas dicho todo lo que quieren saber. Anna lo mir desdeosamente. No me amenaces con torturas, ragazzo. La OVRA ya lo intent. Limtate a decirle a tu Father Christmas lo que quiero. Lo comprender. Al fin y al cabo es un cura. Los curas estn para cobrar buenos honorarios.
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En los Estados Unidos, en sentido despectivo, se llama as a toda persona que quiere salirse de su sitio, que no se conforma con su posicin social. (N. del T.). 174
Ciudad del Vaticano, 9 de octubre de 1943 Me alegro de que me hayas pedido esta entrevista susurr F.C. a travs del velo que separaba al sacerdote del penitente en el confesionario de los franciscanos. Demuestra confianza. Demuestra que no tengo nadie ms en quien confiar le respondi Roberto, con voz vencida e indiferente. Tambin eso puede ser cierto; pero por lo menos tienes a alguien. Ahora bien; por qu me llamaste? A Roberto le dur menos de diez minutos contar una versin fuertemente mejorada de cmo pudo procurarse un juego de fotografas, posiblemente autnticas, de la Enigma y los documentos que la avalaban. Explicarle las exigencias de Anna le llev apenas unos momentos. Tratando de que su voz no traicionara su alborozo, y curioso por saber el motivo por el que Roberto estaba tan deprimido, F.C. le dijo: La codicia de Anna es algo que no habamos tenido en cuenta. Tal vez deberamos tenerla ahora. Nadie pens que la dama lo hara en los anales de la moderna hagiografa. Con todo, lo que t tienes son, bsicamente, buenas noticias. En realidad, muy buenas. Realmente, te confieso que nunca cre que pudieras lograrlo. Felicitaciones. Le trasmitir tu palabra al Father Christmas. Sin duda informar a Washington. Sospecho que se pondrn furiosos; pero... Anna cuenta con ese pero. Sabe con cunta desesperacin nosotros necesitamos esa pelcula. Dice que el precio es justo, inclusive barato. Tal vez tenga razn. Muy bien. Excelente trabajo. El Father Christmas pronto se pondr en contacto contigo. Vigila y espera su seal. No quiero verte nunca ms por la calle, a menos que sea absolutamente necesario. Yo me ir primero. T aguarda aqu cinco minutos. Antes de que usted se vaya agreg Roberto, a manera de prueba, la ltima vez me hizo una oferta. S. F.C. volvi a sentarse. Quieres que oiga tu confesin? No soy piadoso, padre. Tampoco yo. Supongo que no; no podra serlo y hacer lo que hace. F.C. trag ruidosamente. Era un hecho que no quera enfrentar. Empez a decir algo para defenderse; despus se dio cuenta de cul era su verdadero problema. Distindete y dime qu es lo que te preocupa. Podemos obviar los pequeos pecados. Hace mucho tiempo que no te confiesas, verdad? No estoy seguro de cunto; tal vez tres a cuatro aos. Omito a las
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muchachas. Hay algo ms, un muchacho muy joven. F.C. se enderez en su asiento; sus aos de prctica le ahogaron un incrdulo qu? antes de que se convirtiera en un pequeo impulso de electricidad en su cerebro. S? le pregunt, de la manera ms suave que pudo. Yo le quebr su virilidad, aplast su espritu y asesin su alma. Lo dijo con voz calma, casi desprovista por completo de emocin, como si estuviera dando la receta de un martini seco especial. Los detalles del chantaje a Otto Schwartzkmmel y su propio papel y el desconocido papel de F.C. surgieron con la misma voz montona, como si estuviera describiendo hechos que slo se leen o se ven en una pantalla cinematogrfica. Hablaba de l mismo, con absoluta objetividad, como si se tratara de otra persona. F.C. lo dej hablar sin interrumpirlo. Cuando termin, empez a hablar en un susurro profesional. No necesito preguntarte, hijo mo, si ests sinceramente arrepentido. El desprecio que sientes por ti mismo y que se percibe en tu voz es mucho ms elocuente que las palabras que pudieras pronunciar. En ese desprecio oigo tambin la desesperacin; y ste es un pecado mucho ms grande que el que cometiste contra ese muchacho. Nuestro poder para pecar es grande, pero el poder de Dios para perdonar es infinito. El mo no lo es. Eres humano, como lo indica tu confesin. O subhumano. No te revuelques en la autocompasin. Cometiste un horrible pecado, Roberto. No hay que paliarlo. Pero s honesto conmigo, con Dios y contigo. No lo cometiste por placer ni por ganancia personal, ni por dinero, ni por sexo, ni por gloria, ni por cualquier ventaja terrenal. Pecaste porque fuiste insensible y exageradamente celoso. Estabas tratando de salvar vidas humanas y no considerando el costo de hacer el bien. Ese es un pecado muy humano. No es uno que pudiera concebir un subhumano y mucho menos cometerlo. Es tambin un pecado que Dios puede perdonar fcilmente. Pero no estoy seguro de que yo mismo pueda perdonarme. Eso es ms difcil. La dificultad est relacionada con tu orgullo; y el exceso de orgullo es tambin un pecado. Te has impuesto normas demasiado elevadas; ms elevadas, quiz, de las que impone Dios. Pero lo que yo hice... Roberto empez a levantar la voz. Shh... le advirti F.C. Despus continu: Lo que hiciste fue malo; el hecho fue malo. Eso no te hace malo a ti. No somos ms lo que hacemos de lo
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que somos lo que comemos. Ojal eso fuera cierto! Es cierto. La gracia de Dios hace que sea cierto. l hace posible que nos levantemos despus de haber cado en el fango y el barro del pecado y que nos volvamos a levantar cada vez. Has cado. Y cado muy mal. Pero Dios te da la fortaleza para que vuelvas a levantarte, para que recuperes tu integridad. Y vivirs una vida ms responsable si, como resultado de este pecado, cada vez que emprendas una accin en el futuro que afecte profundamente a otros, te detienes y pesas su efecto. Usted es mucho ms optimista respecto a esas cosas que yo. Mi oficio es ser optimista con cosas as. Soy un testigo de Cristo y de la enseanza del amor y del perdn. Ahora reza un acto de contricin. F.C. repiti el antiguo ritual en latn, terminando con Ego te absolvo...Te perdono tus pecados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espritu Santo. Como penitencia, rezars, por lo menos una vez al da durante el resto de tu vida, por el descanso del alma de ese pobre muchacho. Y te prometo que lo recordar en mis misas. Otra cosa agreg F.C.: no debes volver a ese departamento en el Cedro. Ve al convento de los franciscanos en la Via della Scala, el que est junto a la escuela y a la farmacia. Pregunta por la hermana Sacrista y entrgale esto. Le desliz bajo el velo una pequea cruz cltica de plata. Y dile qu tu to Antonio te envi y desea verla antes de Navidad. La hermana se ocupar de ti. Y despus? Despus veremos cmo hacerte pasar al sur, a las lneas aliadas. No funcionar. Anna jams confiara en usted si yo desaparezco. Tal vez tengas razn. F.C. se mostr de acuerdo. Pero me temo que hemos subestimado demasiado a la Strega. Durante un tiempo sospech que era una agente doble. Washington se burl de m. Quiz los dos hemos estado equivocados. A lo mejor Anna trabaja independientemente para los dos lados. Es lo suficientemente descarada como para hacerlo. De cualquier manera, quiero que ests en una casa segura por un tiempo. Quiz podamos ponerte en la calle otra vez unas horas cuando hayamos aclarado pagarle, pero quiero que ests fuera de sus garras lo ms posible entre ahora y ese momento. Usted est preocupado por mi cuerpo o por mi alma? le pregunt Roberto. De los dos. Muy bien. No me queda otra alternativa que confiar en usted. No queda otra. Ahora, como te dije hace un rato, djame salir primero. Dame por lo menos cinco minutos antes de irte. Despus ve en seguida al
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convento. Y, Roberto, qudate en paz contigo mismo. No bien sali del confesionario, el cura norteamericano se apresur a ir a la enorme sacrista de San Pedro y pidi prestado el telfono. Minutos despus, Sullivan suba resoplando la escalera del Hospicio San Marta, en direccin a la oficina de Paul Stransky en el segundo piso. Despus, el dolor lo atac, justo cuando lleg a la cima de la escalera. La presin en el pecho aument de tal manera, que cay al suelo como si le hubieran dado con un gigantesco guante de boxeo. Pareca que el pecho le estaba estallando. El aliento se le convirti en jadeos ardientes y el dolor se le extenda por todo el brazo izquierdo. Lo ms rpidamente que pudo se coloc una pastilla de nitro lingual debajo de la lengua, se sent en un escaln y esper aliviarse. Su oracin por el perdn de sus pecados fue ms intensa que de costumbre. Estaba asustado. Casi sinti pnico por la ferocidad del ataque. Su angina haba empeorado con los aos lenta y gradualmente. Ningn ataque anterior poda compararse con este ltimo, de una intensidad salvaje. Le llev diez minutos y otra pastilla de nitro lingual ya tena lista la tercera antes de que se le apaciguara el dolor y el aire le pasara fcilmente por los pulmones. Comprendi que debera ver un mdico o, por lo menos, acostarse unas horas; pero la noticia que tena era demasiado importante para esperar. Tambaleando se puso de pie y se dirigi a la puerta de la misin norteamericana. Paul, necesitamos hablar le dijo bruscamente no bien abri la puerta del diplomtico. Stransky levant la vista del primer plato de su almuerzo: tortellini in brodo, una bign y una jarrita de vino blanco, rodeados y casi tapados por los papeles que tena en el escritorio. Entonces sintese y hablemos. Tiene usted un aspecto espantoso. Pueden darle algo? En la cocina le pueden preparar un tazn de sopa. Qu tal un poco vino? No, no, nada. F.C. mene la cabeza y se hundi en un silln. Me preocupa usted. Parece como si se hubiera llevado por delante un camin. Estoy perfectamente, maldito sea! Djeme descansar un minuto. Perdneme. Stransky le acerc su vaso de vino. F.C. lo tom y lo bebi de un sorbo. Ahora se parece ms a ese buen bebedor irlands que vive debajo de esa sotana agreg Stransky. Estoy envejeciendo.
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Acaso no nos pasa lo mismo a todos? El jesuita se recost en el respaldo y cerr los ojos durante casi cinco minutos. Despus le replic: Necesito aire fresco. Y usted tambin. El ejercicio le har mucho mejor a su cuerpo y su alma que toda esa comida y ese vino. Quiz, pero usted ya conoce el refrn: Cuando ests en Roma.... Roma est hambrienta, de modo que ser mejor que usted haga lo que hace la mayora de los romanos: alejarse de la mesa. Adems, hay otro antiguo refrn que se aviene con este ambiente romano: Hasta las paredes tienen odos. Stransky sac el resto de los tortellini del caldo y los reg con vino. Esto no es mi comida preferida, pero el segundo plato son canelones con cincuenta por ciento de harina verdadera. Est bien... suspir, fingiendo una mueca. Por Dios, por la Patria y por Yale. En ese orden, espero. Ofrezca los padecimientos de su hambre a los miles que se estn muriendo de inanicin en todo este continente.F.C. ya se estaba sintiendo normal. La confianza que se tena a s mismo superaba su miedo. No los ayudara en nada. Es un problema de distribucin relativa, no de absoluta consuncin. Despus, mientras caminaban por el corredor, le pregunt: Hay micrfonos en mi oficina? Si no hay sera un milagro menor, y aqu en el Vaticano slo tratarnos con milagros mayores. F.C. esper a que estuvieran afuera, en direccin a los jardines. Hablando de milagros mayores tengo uno para usted. El Cuervo vino a verme con lo que l cree que son diagramas completos de la Enigma, todo perfectamente registrado en una pelcula. Stransky dej de caminar. Durante unos minutos no dijo nada, mientras finga admirar la Fuente del Galen al borde de los jardines. Reptame su ltima transmisin, padre. Debo haber tragado ese vino demasiado rpido. Algo est chapoteando en los conductos de mis odos. El Cuervo vino con lo que l cree son los diagramas completos de la Enigma. Stransky lanz una carcajada. Est usted seguro, absolutamente seguro? No; y tampoco el Cuervo est seguro. No fue l quien sac las fotografas. Un contacto alemn lo hizo por l, de modo que siempre existe la posibilidad de un engao. Sin embargo, Roberto cree que existen posibilidades de que sean genuinas.
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Mamma mia! Qu golpe! Espas profesionales fueron atrapados en toda Europa por tratar de conseguir la Enigma, y un aficionado y una prostituta lo lograron. Cmo diablos lo hicieron? No sabra decirle. Dios acta de extraas maneras. Dios? Ah, s! A veces, cuando todo est en silencio y oigo el silencio del Papa, me olvido que Dios est de nuestro lado. Muy bien; lo que menos importancia tiene es cmo lo hicieron. Lo que importa es la pelcula. La tiene con usted? Yo no tengo nada. Hay un pequeo problema. Tampoco la tiene el Cuervo. Un pequeo problema? Stransky casi grit. Un pequeo problema repiti, ms suavemente mientras apartaba la vista de F.C. y la diriga a la fuente. Padre, comparado con ese problema, el ejrcito de Kesselring es un pequeo problema. Quin diablos tiene la pelcula? Roberto dice que la tiene Anna. Y ella quiere doscientos cincuenta mil dlares. Cristo! Perdneme, padre. No me gusta eso. Anna quiere doscientos cincuenta mil dlares por algo que nosotros no estamos seguros de ser genuino? No creo que Washington acepte una cosa as. Anna est haciendo, como decan en el Viejo Oeste, el nico juego de la ciudad. Roberto dice que lo que ella pretende es un precio justo. Qu prostituta no cree que su precio es justo? No lo sabra decir. Tampoco yo. Stransky se sonri. Excepto por lo que he ledo en novelas baratas. Pero aqu hay algo que me preocupa. Slo tenemos la palabra del Cuervo de que es Anna la que quiere el dinero. Encaja en el carcter de ella. S. Y eso explicara las evidentemente estpidas rdenes de Washington acerca del microfilm en la Regina Coeli. Yo vigilara a su muchacho. F.C. asinti. Pues bien agreg Stransky, animado. Entregar el mensaje. Espere una explosin. Supongo que en Washington pagarn. Este ha sido un captulo raro en mi vida, padre. Yo haba decidido que la mayora de ustedes en el Vaticano era cuerda. Pero si usted es cuerdo, el resto del mundo, incluido yo, est loco. De modo que la respuesta ms breve es: no s. Aunque, quiz, le contestar maana.
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Roma, sbado 9 de octubre de 1943 Qu es lo que anda flojo, padre? pregunt Gratz mientras se recostaba en su silla giratoria. Tal cual usted sugiri empez a decir el monje agustino vigil al padre Sullivan, el dotado jesuita norteamericano ante el Papa Pacelli, a travs del arzobispo Spellman y sus bolsas de oro.El monje vacil. Perdneme, coronel, que eso suene mezquino. En realidad, el hombre me cae bien. Es un ser humano decente. Inslito. Tpicamente, los espas son comadrejas o matones. Pues l no es ni una cosa ni otra. Tal vez un poco tosco en su hambre de adulacin y en su necesidad de que lo vean con gente importante. Pero es decente... e inteligente. De cualquier manera, fue a la baslica poco antes del medioda de hoy y entr en un confesionario franciscano. No es raro en un jesuita confesarse a un franciscano? Lo raro es que un jesuita se confiese. Pero no fue ah para confesarse sino ms bien, parece, a confesar. Entr por la puerta del confesor. A los pocos minutos, un muchacho alto y rengo se ubic en el lado del penitente... el Cuervo de usted, creo. Estaba usted lo suficientemente cerca como para escuchar algo? No. El monje frunci el entrecejo. Y tampoco lo hubiera hecho de haberme sido posible. Y si por casualidad hubiera odo algo, me lo llevara a la tumba. Los secretos de la confesin son sagrados; inclusive ms sagrados que la existencia de la nacin. Como luterano no practicante y no creyente, paso por alto eso. Pero, realmente cree que fue una confesin y no una cita? No s; pero si fue una confesin, el muchacho debe haberle contado todos los pecados de su vida. Estuvo en el confesionario por lo menos media hora. Tal vez ms. Y despus? Nuestro buen jesuita se fue de prisa a la sacrista, hizo una llamada telefnica y casi corri al Hospicio de San Marta, donde tienen sus oficinas el enviado especial norteamericano y su secretario. Unos veinte minutos despus, Sullivan y el enviado especial salieron del edificio e hicieron un paseo. Por momentos la conversacin entre ambos fue muy agitada. Eso es todo lo que puedo decirle, salvo que Sullivan estaba plido, ya fuera porque se hallaba enfermo o muy preocupado. Gratz se restreg la barbilla y se enderez los bigotes. Habl lentamente: Todo est cayendo en su lugar. Si todo marcha bien... no puedo
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terminar la frase, Herr Pater... mi boca est sellada por mi confesin. Pero tampoco exagero lo que esto puede significar para Alemania: una gran victoria. Tal vez el final de la guerra. Realmente cree eso, coronel? A veces me pregunto si el curso ms sabio no ha de ser entablar negociaciones de paz con los ingleses y los norteamericanos, darles lo que quieran y concentrarnos en los rusos. De la manera con que marcha la guerra, nos van a triturar. No, no, de ninguna manera. Nada de hablar de derrota. Por lo menos no esta tarde. No cuando estamos al borde de un magnfico golpe. Un golpe, agregara yo, que apenas va a costar una gota de sangre alemana. Ganaremos. Ganaremos porque los alemanes tienen el coraje, el vigor y la disciplina de vivir un minuto ms que nuestros enemigos. Ruego por ello, coronel, ruego. Si Alemania pierde, Europa ser comunista durante generaciones, y el cristianismo ser desterrado; slo ser un recuerdo de nuestros antepasados.Despus se le ilumin la cara. Y ahora, puedo tomar un poco de su coac? Gratz sirvi una pulgada en cada una de las anchas copas para coac. Hoy ha sido un gran da, en otro sentido. Usted tambin ha ayudado a confirmar que este jesuita Sullivan es el famoso Father Christmas. La OVRA lo sospechaba desde haca meses, pero son demasiado ineficientes para haber hecho algo al respecto. Resulta difcil hacer algo contra un sacerdote asignado a la Secretara de Estado del Papa observ el agustino, especialmente cuando el propio Papa sabe que el hombre da de comer a los hambrientos. Y ayuda a bombardear tanto a los civiles como a los soldados alemanes. El cura tiene una red de espas en la ciudad. Sospecho que la mayora pertenece tambin al clero. De acuerdo con nuestra buena mujer Anna, el cura tambin dirige al Cuervo. No s empez a hablar Gratz ms consigo mismo que con el monje cundo arrestarlo. No puedo obrar contra l hasta que se haya terminado con esta operacin especial. Arrestarlo en cualquier momento ser difcil, coronel. Durante los ltimos das no ha salido para nada de la ciudad del Vaticano. Debe percibir que usted est por pescarlo. S; un buen espa debera tener una premonicin as sobre esas cosas. Pero, tarde o temprano, tendr que salir para ponerse en contacto con su gente o hacer su trabajo para il Papa. Podemos atraparlo con tanta limpieza que nadie en el Vaticano lo sabr. Hmmm... no se lo aconsejara. Resulta difcil engaar al Papa Pacelli.
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Pero, como le dije, lo estn presionando para que condene a Alemania por perseguir a los judos. La sbita desaparicin de uno de sus diplomticos lo empujara hasta el borde. Monseor La Torre, y quiz algunos otros, sospechan de mis actividades. Podran considerarme responsable. Perfectamente. No queremos perder sus servicios. Pensar en eso y lo consultar con usted antes de hacer algo... si hay tiempo. Tambin Olendorf y la SS estn preocupados por el Father Christmas. Si me entero de que estn por actuar, tendr que obrar inmediatamente para derrotarlos y ganar el premio. Pero, como le digo, hasta que no se haga esta operacin, el hombre est a salvo. Ms coac? Washington, D.C., sbado 9 de octubre de 1943 Qu es esto, subteniente? pregunt John Winthrop Mason impacientemente cuando entr en el hall del Cosmos Club. No quiero que me molesten mientras como. Es un mensaje para usted, seor le replic la WAVE, nerviosa. Viene sellado Urgente, Mximo Secreto. El coronel Lynch me dijo que se lo diera a usted para que lo leyera y despus que lo devolviera al Pentgono. Mason levant la vista y vio a dos infantes de marina armados, ubicados respetuosamente detrs de la subteniente. Suspir. La mentalidad militar. Tan mala para la digestin como para el intelecto estir la mano para recibir el sobre. Lo siento, seor; primero tiene que firmar el recibo. Usted no me escucha, subteniente despus, al ver la mirada en blanco de la mujer, volvi a suspirar. Muy bien, dmelo garabate su nombre en el papel y abri el sobre sellado. Nuestro mirlo probablemente ha puesto ya el huevo de oro. Desgraciadamente, la hembra madre tiene las fotos y quiere forrar su nido 250 veces. Comunique. Qu es este galimatas, subteniente? No sabra decirle, seor. Mason hizo un bollo con el papel y se lo devolvi, dicindole: Telefonee a su oficina y dgales que el coronel Lynch se presente aqu a paso redoblado o cualquiera que sea la frase en la jerga militar para decir inmediatamente. Estar en el comedor, tratando de comer lo que haya quedado. S, seor. Veinticinco minutos despus, Lynch lleg al Cosmos Club y se sent a la mesa de Mason. El abogado haba estado comiendo solo. Tradzcalo, por favor le orden Mason, no bien Lynch toc la silla.
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Me imagin que usted querra saberlo, seor. Por eso le envi a esa muchacha le respondi Lynch, mientras trataba, deliberadamente, de sacar el tema a la superficie. Hizo una pausa hasta que la impaciencia se extendi por la enorme cara de Mason. Me temo que usted lo considerar una mala noticia. Nunca han interrumpido mi cena con buenas noticias. Adelante con la traduccin, por favor. Muy sencilla: probablemente el Cuervo y Anna han conseguido la pelcula de la Enigma. Anna tiene el control de las fotos y pide doscientos cincuenta mil dlares por las mismas. Los ojos de Mason sobresalieron ms de lo normal. Le temblaba la mano cuando puso la taza de caf en el plato. Chasque los dedos a un mozo que pasaba: Dos courvoisier... Rpido! Lynch se recost en el respaldo y sonri. Tena el doble placer de ver el triunfo del Cuervo y la incomodidad de Mason. Lo consigui... ese canalla lo consigui dijo el coronel, triunfante. Me imagin que usted querra saberlo. Mason esper hasta que el mozo trajera las bebidas y se fuera, antes de decir una palabra. Luego habl, en voz baja; su tono pareca estar refirindose al bouquet del coac. Lo nico que ha hecho es complicar nuestro trabajo. No bien termine su bebida, por favor dgale a sir Henry que se rena con nosotros en la oficina de usted. Cuarenta minutos despus, los tres estaban sentados en torno de la mesa de conferencias en la oficina de Lynch del Pentgono. Excelente trabajo de su Cuervo coment sir Henry. Estoy impresionado. El muchacho debe de ser muy listo. Es un acadmico adolescente que todava no sabe orinar cuando hay viento le replic Mason. Entonces, o bien no hay viento en Roma o tiene mucha suerte observ el ingls. Acurdese de lo que dijo Napolen de los oficiales con suerte. Mason no saba nada y le importaba un comino lo que Napolen dijera de cualquier cosa. Hizo caso omiso del brigadier y se dirigi a Lynch: Puede el Father Christmas eliminara Anna? No dudo de que podra haberlo hecho. Y tampoco dudo de que no lo hara. Otra vez la mentalidad sacerdotal. Dios salve a los Estados Unidos de esos idiotas piadosos.
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De cualquier manera, no estoy seguro de que sera algo prudente observ sir Henry. Al fin y al cabo, doscientos cincuenta mil dlares es un msero precio a pagar por una joya como la Enigma. En realidad, ni siquiera un milln de libras sera un precio irracional. Si los hunos supieran que hemos dudado ante una suma tan insignificante, en un momento estaran sobre nosotros. Cualquier otra cosa que hagamos, debemos pagar lo que ella pide. Pagar a una prostituta doscientos cincuenta mil dlares por algo que ya tenemos? Mason retorci la cara como si hubiera tragado un remedio asqueroso. Es lo nico que debemos hacer. Nosotros empezamos este juego y ahora tenemos que jugarlo tal cual convenimos no? Pagarle es lo nico que debemos hacer. Tal vez sea lo primero respondi Mason, pero no lo nico. Cuando el Cuervo tenga las fotografas, debemos comprometerlo para que los alemanes se apoderen de l y de las pelculas. No bien nosotros le hayamos pagado a ella, Anna le vender a los alemanes la informacin que el Cuervo tiene la pelcula. Tal vez eso sea estrategia dijo Lynch. Dejemos que Anna se encargue del Cuervo. Demasiado riesgoso. Quiz no obre con demasiada rapidez o los alemanes podran no creer en ella. El Father Christmas podra tener al Cuervo en Npoles antes de que reaccionaran los alemanes. Entonces la Enigma volvera a ser una reliquia y nosotros nos quedaramos sordos y ciegos otra vez. Lynch intent de nuevo: Por qu no sacar al Cuervo ahora mismo y a Anna con l? Podramos decirle a ella que la Gestapo descubri su doble juego y la est cercando. Podemos darle el dinero y prometerle que se lo puede guardar. Una vez en nuestras manos, la tenemos incomunicada hasta el fin de la guerra. Y que los alemanes nunca se enteren del Cuervo? Absolutamente no. Ya hemos hablado antes de eso. Lo s argument Lynch, pero ahora estamos ante una nueva situacin. Y no olviden la amenaza del Cuervo de haberle contado a un italiano la historia de la Regina Coeli. Si usted examinara la situacin con fra lgica ms que con clida simpata, reconocera la situacin como algo ms que meramente complejo y no como algo nuevo. En cuanto a la amenaza del Cuervo, debemos suponer que es una baladronada. Y aun cuando no lo fuera, en qu puede causarnos dao? Sir Henry lo ha dicho bien. Le pagamos a Anna y lo reventamos a l. Despus destruimos a Anna. Jams permitir a una extorsionadora que se aproveche de
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mi cliente. Est bien, est bien acept sir Henry. Es la nica forma el brigadier mir a Lynch. Lo siento, coronel, s lo que usted siente por ese muchacho, pero la Diosa de Bronce exige sacrificios humanos. Ya lo dijo. Escchelo otra vez le lanz Mason. La nica pregunta que queda en el tapete es cmo hacerlo. Tiene Stransky los fondos para pagar a Anna? No respondi Lynch, ceudo. Y tampoco los tiene el Father Christmas. Dar instrucciones a nuestro hombre en Suiza para que transfiera el dinero de un banco suizo al Vaticano. No ser muy difcil, pero llevar algunos das. Hgalo le dijo Mason. Ahora lo siguiente: cmo reventamos al Cuervo? Sir Henry? Su amigo el sacerdote, el Father Christmas, sabr cundo se realiz el pago y se asegurar que el Cuervo tenga la pelcula y concertar una cita en el Vaticano. Podra arreglrselas para que la palabra se infiltrara entre los hunos y lo arrestaran fuera de la ciudad del Vaticano. Y el Father Christmas lo hara? pregunt Lynch. Por ahora deje de lado eso le orden Mason. La pregunta ms difcil es: cmo hacemos para que los alemanes arresten al Cuervo? Otra serie de llamadas annimas? Ya tuvieron poco xito. Los alemanes podran hacer caso omiso. Al parecer, son notablemente ineptos en Roma. Realmente no queda mucho ms por hacer no? A menos, por supuesto, que usted tenga a alguien dentro de la Gestapo. Ojal lo tuviera musit Mason. Toda esta operacin hubiera sido ms fcil. Quiz deberamos sobornar a la OVRA y conseguir que acte contra la Gestapo. S; eso. Si la OVRA lo sabe, tratar de robarle la escena a la Gestapo. Los alemanes intervendran y echaran a los italianos para salvar su reputacin. Eso es. Muy bien; ya estn tomadas las decisiones. Quiero que las instrucciones salgan esta noche. No sera ms prudente dejarlas dormir un poco? Nunca sirve postergar decisiones. Maana traer sus propios afanes. Deme un anotador. Bosquejar el mensaje bsico. Usted lo pondr en su disparatado cdigo y lo cifrar. Quiero que salga esta noche Mason sac su reloj del bolsillo del chaleco. Son las diez y seis minutos y medio. Sir Henry, me acompaa a tomar un trago en el Cosmos Club antes de irnos a dormir?
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OCHO
Ciudad del Vaticano, lunes 11 de octubre de 1949 Afuera estaba oscuro como cueva de lobos. Fitzpdraig Cathal Sullivan, S.J. senta la oscuridad hasta en los huesos. No haba necesidad de abrir las gruesas cortinas de los oscurecimientos ni siquiera los ojos. Con todo, el golpeteo continuaba. Se dio vuelta hacia el otro lado, pero tampoco esa heroica medida detuvo el ruido. Poco a poco su mente consciente se puso en movimiento. Basta!grit Basta! Vengo subito, subito! Se puso la bata y maldijo al elefantito que se le haba trepado a la boca durante la noche y mora en la jungla podrida. Chi ? susurr mientras trastabillaba en la oscuridad al ir hacia la puerta. Quin es? Quin demonios es? Abra, padre. Soy yo le contest Paul Stransky. Diana! Diana en el monte! Es urgente. Una vez dentro, encendi las luces. Me ha despertado le dijo F.C. mientras se tapaba los ojos con una mano. Por el amor de Dios, no me enceguezca! Se dirigi tambaleando al bar, encendi la macchinetta y empez a echar, torpemente, un poco de caf fresco. Despus, con un rpido Vuelvo enseguida, se fue al bao. Djelo, padre le urgi Stransky cuando volvi F.C. Usted y yo tenemos una guerra que luchar y hemos recibido un fogonazo de uno de los grandes caciques que nos dirigen a nosotros, pobres indios. Llegamos tarde. Tendramos que haber hecho la entrega ayer, pero nuestros amigos ingleses estaban demasiado ocupados tomando t. Me importa un comino aunque sonara la trompeta del arcngel Gabriel. Me niego siquiera a morir sin una taza de caf. Coloc dos pocillos bajo las canillas de la macchinetta y baj las palancas. Un doppio, un doble agreg, mientras se tomaba de un trago casi todo el contenido y le entregaba el otro pocillo a Stransky. El diplomtico lo hizo a un lado, dicindole: No me parece cristiano ofrecerle cicuta a un hombre porque trae malas noticias.
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F.C. mir amenazante mientras tragaba el segundo doble. Mene la cabeza y lanz un bufido como un caballo resollando. Ahora ya puedo pensar le dijo, a medida que la cafena pasaba por todo su sistema y le disipaba la niebla del cerebro. Al mismo tiempo, el aroma de los granos luchaba valerosamente contra el indmito olor de la osamenta del elefante. Qu pecado ha cometido para necesitar de esta manera tan feroz el perdn en la mitad de la noche? Son las cuatro y cuarto de la maana y le traje algo para que lo lea. Aqu lo tiene, si puede leer. Puedo le replic F.C., mientras buscaba en el escritorio sus anteojos, de un elegante diseo italiano que se plegaban hasta un tamao no mayor que un solo lente. Una vez doblados resultaba ms fcil llevarlos, pero mucho ms difcil encontrarlos si uno no tena otro par para buscar el primero. Mierda! exclam, cuando toc con el pulgar una lente, dejando una fuerte mancha. Vamos, vamos, nada de groseras en la casa de Pedro! le dijo, en broma, el otro. Tampoco Pedro se hallaba en su mejor momento a esta hora del da; l me entendera. Me gusta levantarme temprano, pero esto es ridculo. Cllese y djeme leer este billet-doux 1. Pedido de madre al nivel de Tinker, Evers y Chance y confirma ambos pjaros son Texas Leaguers. Urgente que usted compre pero ordene a Horace encuentre al Cuervo con mercanca. Hmmm susurr F.C.. Ustedes tienen dificultades con el idioma ingls. Me lo puede traducir? Sin mirar el mensaje, Stransky le contest: Acurdese del bisbol y es muy sencillo. El pedido de Anna es que se trata de un doble juego y confirma que ella y el Cuervo son agentes dobles. Usted debe comprar las fotos, pero asegrese que la Gestapo nosotros adelantamos una carta para las agencias nazis, de modo que Horace, H, significa la G de Gestapo recoja al Cuervo con la pelcula la cual, de cualquier manera es falsa que l tiene. El cdigo podr ser sencillo pero el mensaje no. No creo que Roberto sea un doble. Ser mejor que lo crea. Ese mensaje est firmado por nuestro propio jefe.Despus, como F.C. no dijo ni hizo nada durante varios minutos, Stransky volvi a hablar, preguntndose si el cura no se habra quedado dormido otra vez con los ojos abiertos. Por qu no lo cree? Washington sabe ms de sus agentes que nosotros.
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En algunos casos, s. Pero slo en algunos. Estuve con este Cuervo tres veces: una, cuando le di la comunin en la Regina Coeli, y dos en el confesionario. Ese es mi territorio, mi territorio como sacerdote, no como agente. He visto a alguna gente, quiz a unas mil personas, en esas circunstancias, y he desarrollado un buen juicio profesional acerca del carcter en esas circunstancias. Roberto es derecho como una flecha. Es joven, un poco impulsivo y sin experiencia... Ahora ya no lo es, despus de haber compartido ese departamentito con nuestra Anna lo interrumpi Stransky, con una risotada. No juzgue a los dems, Paul. Es peligroso.El tono de F.C. fue el de un sacerdote profesional. No es un agente experto, pero tampoco es un traidor. Lo siento. Washington tiene otra opinin de El Cuervo, o Roberto, como usted prefiere. Eso es evidente. Tambin es evidente que nos utilizaron a nosotros para ponerlo en la Regina Coeli. Si Washington crea que era un agente doble, su accin era lgica. De veras? A m me parece estpida. Fjese en lo que hubieran conseguido si Roberto fuera un agente doble: no slo dejaran entrar al suyo en la Regina Coeli, cara a cara con un traidor, quien con una guiada podra haberlo arreglado de modo que yo slo hubiera salido, en una pequea caja, sino que tambin habran destruido una cadena de agentes. Para lo nico que hubiera servido este pandemnium habra sido para que un doble agente masculino trabajara con una doble agente femenina a fin de establecer un juego que nos permitiera fingir que estbamos robando la Enigma. Los Estados Unidos no hubieran ganado nada y habran hecho volar a toda una red excelente. Explqueme qu sentido tiene todo eso, Paul. Por lo menos trate de explicrmelo. Admito que hay algunas cuestiones por aqu y por all.Se interrumpi. Escuche, no le puedo ofrecer una explicacin lgica; ninguna totalmente lgica. Pero algunas cosas se aceptan basadas en la fe, como ustedes dicen todo el tiempo. No conozco la respuesta exacta; pero pienso en un nmero de respuestas plausibles, la ms evidente de las cuales es que somos parte de una operacin de seuelo. Mientras todo el mundo vigila a Anna y a Roberto, a quienes la Gestapo cree tener en su bolsillo, los verdaderos agentes roban una Enigma. Vuela una parte de la red de usted y con ella su cobertura. Ese costo hace que los alemanes crean que nosotros consideramos legtima la travesura de Anna y Roberto de manosearse en el desvn. Washington aceptaba voluntariamente la prdida de una red coment
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F.C. Sin embargo, en realidad, a m no me agarraron en la Regina Coeli porque el supuesto agente doble no era, de ninguna manera, un agente doble. Se puso la mano derecha a la izquierda de la boca y continu en un susurro, como en el teatro: A propsito, fue muy amable por parte de su gente advertirle a su agente que lo haban echado a los lobos. Azares de la guerra, padre. Cada general utiliza a alguien o a alguna unidad como cebo. No me gusta citar a los dominicos, pero contesto que su historia es totalmente implausible; y no slo porque hace de m nada ms que un pen. No es mi historia. Es una explicacin posible. No s cul es la verdadera, pero tengo fe en que nuestros lderes sepan lo que estn haciendo. Fe en gente que, como dice usted, estaban dispuestos a que me mataran? No sea absurdo. Adems, hay una brecha lgica en el plan que usted perfila, o en cualquier otro en el que yo pueda pensar: si Roberto es un agente doble y lo volamos, lo enviamos, en efecto, a un lugar seguro y dejamos a los alemanes con un palmo de narices. Nosotros diramos: Aqu tienen a su agente doble y a su falsa Enigma. Nosotros tenemos la verdadera. Y, en verdad, lo ltimo que nosotros quisiramos es que los alemanes sepan que tenemos a la Enigma, si es que la tenemos. Si es que la tenemos acot Stransky. Tal vez, tal vez el juego no sea del todo por la Enigma sino por algo ms. Y no me pregunte qu. No s. Y no se lo dira aunque lo supiera. Padre, si Roberto es un agente doble, entonces volarlo no le har ningn mal. Ah tiene usted razn. Entonces, dnde est el verdadero problema? El verdadero problema es que yo no creo que sea un agente doble. Es un oficial norteamericano con ropas de civil, espiando detrs de las lneas enemigas. Si lo pescan lo fusilarn, aun bajo las leyes de la guerra que las naciones civilizadas acatan. Y usted y yo sabemos que la Gestapo lo torturara antes de matarlo. La muerte le llegara como un favor. Ese es el verdadero problema para m, Paul: el asesinato de un ser humano inocente que cree estar ayudando a su pas. F.C. volvi al bar y empez a preparar ms caf. Luego, bostezando, le dijo: Tengo misa a las cinco y media. Cre que ustedes, los sacerdotes, eran como nosotros, los laicos, y tenan que ayunar antes de la comunin. Goza usted de una dispensa especial por trabajar para il Papa? No; pero los capellanes militares estn exentos de esa regla; por lo
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menos, hasta el grado de poder tomar caf. Y le gui un ojo usted sirvi durante varios aos como capelln de una unidad de la reserva naval en el Brooklyn Navy Yard. Le con mucha atencin la correspondencia respecto a mi traslado a Roma, y en ninguna parte nadie dijo que yo perda mis privilegios de capelln. Hmmm... Eso me suena a astucias leguleyas. La ley es un instrumento, no un dolo. Como el Sabbath, fue hecha para el hombre, no al revs. El derecho cannico no es ninguna excepcin a la regla ni es tampoco una orden para traicionar a un muchacho.Hizo una pausa para bajar la palanca de la macchinetta y vio cmo descenda el espeso lquido marrn, gota por gota, hasta la taza. Es mi ltima palabra, Paul. No voy a reventar a Roberto a menos que est seguro de que es un agente doble. Padre, lo nuestro no consiste en razonar por qu ni en toda esa basura potica. Esta es una guerra y usted recibi una orden clara. Lo mo consiste en razonar por qu. Y ya que estamos citando autoridades, qu le parece lo de dar a Dios lo que es de Dios y al Csar lo que es del Csar? Stransky lanz un bufido. Es demasiado tarde para esa cita. Lo siento, pero usted ha estado jugando demasiado tiempo con una moneda de dos caras para aferrarse a ese argumento. Perdneme por estar moralizando ante un sacerdote omnisciente, pero cuando acept servir de espa, usted era un adulto inteligente y con libre albedro. Era lo suficientemente instruido como para saber que hara cosas que ofenderan su conciencia de hombre y sus obligaciones de sacerdote. Usted saba esas cosas y, con todo, estuvo de acuerdo en servir. Cualquier conflicto de conciencia que tenga es un problema privado suyo. Como oficial del gobierno de los Estados Unidos usted est, legal y moralmente, obligado a obedecer las rdenes de un superior como yo o como cualquier recluta en las montaas de Npoles. Pero ninguna orden legal puede obligarme a cometer un acto inmoral. Fuera de lugar. Nadie le ha ordenado que cometa un acto inmoral; slo se le pide hacer algo que usted considera estpido y, en el peor de los casos, moralmente dudoso. Por Dios, padre! Si la estupidez fuera inmoral, todos estaramos condenados al infierno a los pocos minutos de haber nacido. Y si tuviramos que esperar a obrar hasta que estuviramos absolutamente seguros de que lo que vamos a hacer fuera perfectamente moral, pronto moriramos de uremia. Fuera de esto, lo nico que realmente no sabemos es si Roberto, o El Cuervo, es un agente doble. Usted se est erigiendo en un juez mejor que la
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gente de Washington, la cual dispone de una informacin ms completa y ms segura que la suya. Si hay aqu algn pecado, es el de orgullo: su orgullo. Usted no puede aceptar el juicio de otra persona cuando ese juicio entra en conflicto con su intuicin. F.C. mene la cabeza. Tal vez tenga usted razn, Paul. Tal vez tenga razn, al menos en lo que se refiere a mi orgullo. Pero se equivoca respecto a mi lealtad. Levant una mano antes de que Stransky lo interrumpiera. Ya s lo que me va a decir... o repetir. Ojal no hubiera aceptado este trabajo! Estoy frente a un terrible conflicto de intereses. Me deslumbr con la posibilidad de ayudar a su gente. Era algo fcil de hacer. El nazismo es una abominacin moral y Pearl Harbor sacudi las hormonas que aos de prctica jesuita haban derivado hacia otros canales. Fui ms patriota que sabio. Pero tambin sus reclutadores se engaaron; deberan haber sabido que, cuando surge una cuestin moral, yo respondera con una ley ms alta que la de ellos. En ltima instancia, yo soy un testigo, un testigo de Cristo. Y toda esta situacin no se aviene conmigo. Huelo el mal. No le parece que se le ha contagiado un poco el melodrama de sus colegas italianos? Tal vez. Pero hay algo equivocado. Las piezas no encajan. Entonces usted recoge las bolitas y se va a su casa? No del todo. Cuando me toque el turno de tirar, pasar. Una analoga adecuada. Como sabe, tengo que informar a Washington y ellos, probablemente, lo nico que harn es mandar a otro a cumplir el trabajo, alguien que no se sienta en Roma como en su casa, igual que usted, y que correr el riesgo mucho mayor de terminar en el Palazzo Braschi o en ese nuevo lugar, en la Via Tasso. Tiene usted una veta moralizadora, Paul. Debe de ser la atmsfera que reina aqu en el Vaticano. La voz de F.C. era suave. Mi respuesta es no. Es un asunto de conciencia. Ahora vyase de aqu y djeme vestirme para poder rezar la misa. Me acordar de su alma... si es que ustedes, los espas profesionales, tienen alma. Stransky se dirigi a la puerta, luego se detuvo: Padre, tenga un poco de fe. Estamos luchando contra el nazismo. Usted dice que el nazismo es una abominacin moral. Nada de lo que he visto cuestiona ese juicio. Y usted sabe lo importante que es esta operacin, sea lo que fuere de lo que se trate. Lo es. Washington nos dijo que es de primersima prioridad. Ms all de cualquier cosa. El hecho de haberle puesto la soga al
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cuello a usted, tal vez lo enfurezca; pero eso demuestra, tambin, lo importante de esta maniobra. Usted tiene la nica red verdadera norteamericana en Roma y ellos lo van a volar a usted y a la red, los dos juntos. Deben pensar que algo es endiabladamente valioso. De acuerdo? De acuerdo. El problema es que no tenemos el cuadro completo. Me parece que usted debera conceder el beneficio de la duda a los buenos muchachos... y no olvide que nosotros somos los buenos muchachos, probablemente los nicos buenos muchachos en todo este mundo maldito y podrido. F.C. no intent replicarle enseguida. Se acerc a la ventana y corri la pesada cortina negra. Afuera todava estaba oscuro. Mi respuesta sigue siendo no dijo, al final. Al menos por ahora. Pero rezar. Aleluya, hermano! Ojal vea la luz! Duuulce Jess! Salva el alma de esta pobre criatura de las garras de Satn! F.C. se sonri entre dientes. Afuera... afuera. Djeme rezar en paz. Washington, D.C., lunes 11 de octubre de 1943 Dice que no lo har; al menos por ahora. Lo ms que Stransky consigui de l fue una promesa de rezar por ese asunto. El coronel coloc el cable cifrado en el escritorio de John Winthrop Mason. Rezar por ese asunto? pregunt Mason. Le dimos una orden directa. Es cierto; pero usted ha dicho a menudo que no entiende la mentalidad sacerdotal anot Lynch. Adems, mucha gente, aparte de los sacerdotes, encuentran que rezar cuando deben tomarse decisiones difciles resulta una prctica til. Disparates. La decisin es la nica solucin a un problema. Escudriar las entraas de los animales, examinar las hojas de t o invocar a algn ser sobrenatural son slo aplazamientos para obrar. Y mirar los horscopos? Esa es una precaucin anterior al hecho basada en una prueba emprica, no en mojigangas latinas de encantamientos y el incienso ardiendo ante una deidad mtica. Usted no tiene mucho respeto por la religin catlica verdad? Tengo muy poco respeto por la religin, catlica o cualquier otra. Pero tengo gran respeto por la Iglesia Catlica como institucin. Es una de las
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principales custodias de nuestra cultura. Si sus druidas perdieran la facultad de limitar el nmero de criaturas que pueblan sus bancos, esa rapaz y abundante coleccin de inmigrantes ignorantes y sus ineptos engendros de salvajes tomaran a su cargo nuestra civilizacin. Pronto viviramos otra vez en la jungla. Supongo que la compaa presente est exceptuada de la categora de los salvajes, seor. Toda esta conversacin no tiene sentido. Nuestra misin no tiene nada que hacer, intrnsecamente, con la religin. El problema no sera distinto si estuviramos tratando con un ateo militante. Nuestra tarea es engaar al enemigo de nuestro cliente. Para conseguirlo, debemos convertir a un estrepitoso individuo que da la casualidad de ser un cura. Ahora, trigame su legajo personal. El legajo completo. Debe de haber alguna manera de llegar a ese cura. Lo dudo. Le agradezco su fe. Admiro su inocencia. Con todo, quiero ese legajo. Tres horas y media despus, Lynch y sir Henry Cuthbert entraron en la oficina de Mason, en respuesta a su llamada. Ya est les dijo, saludndolos. Para parafrasear al bardo, la vanidad es la bestia con la que llegar a la conciencia del cura. Cmo dice, seor? le pregunt sir Henry. He puesto el dedo en la debilidad del Father Christmas. Es un Gminis, un tpico Gminis: pluralidad de dones, intelectual, ingenioso, adaptable, con una notable facilidad para los idiomas. Por otra parte, es tambin impaciente, variable, incoherente, pleno de energa nerviosa aun cuando realmente perezoso y con tendencia a ser un chismoso superficial. Lynch y sir Henry se intercambiaron silenciosas miradas. Muy interesante, viejo, inclusive fascinante. Pero de qu manera todo eso arroja luz sobre su Father Christmas? La impaciencia y la incoherencia sugieren inseguridad, una bsqueda de la confianza. Esa inseguridad sirve para demostrar su adherencia a la religin; y el haber ingresado en el sacerdocio, es su seal externa de sentirse salvado. Su legajo proporciona pistas ms especficas. Es vulnerable al halago, de una manera especial. Ha sido un cura de sociedad la mayor parte de su carrera. En Nueva York, las paredes de su oficina estaban cubiertas de fotos autografiadas de gente famosa, polticos, estrellas del cine, artistas, jueces y millonarios. Por tener la mnima oportunidad de estrechar la mano de un senador, subira de un salto a un tren para Washington. Spellman vio a travs
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de esas charadas, pero se mostr tolerante porque Sullivan le era til. Tiene un fuerte olfato para el chismorreo, es un maestro de la adulacin y cualquier promesa que hiciera en nombre del arzobispo podra ser fcilmente repudiada. Ms bien un patn verdad? susurr Cuthbert. S y no prosigui Mason. Es muy brillante. Algunos de sus artculos en America estaban bien escritos... es uno de sos que dejan caer nombres importantes tanto en lo que escriben como en lo que conversan. Un verdadero Gminis. Sin embargo, vea y hablaba con la gente que mencionaba. Por lo general no se acordaban de l al da siguiente, pero les estrechaba las manos y estaba colgado de ellos hasta conseguir alguna perla. Gente as puede ser til en nuestro trabajo observ sir Henry, pero para m son unos patanes. Mason prosigui como si sir Henry no hubiera hablado: En el Vaticano se repite un esquema similar: reuniones para tomar caf todas las maanas con gente importante, visitas a los influyentes, como monseor Montini. El juicio de Stransky se parece mucho al de la gente de Nueva York. Nuestro curita es un chismoso vano, inseguro y ubicuo y un satlite social que, adems, es bueno en su trabajo. Y usted piensa explotar esa excentricidad? le pregunt sir Henry mientras suprima un bostezo. Exactamente. Realmente, el hombre hace bien su trabajo dijo Lynch, pasando los borradores de los cables al ingls. Lea stos. El presidente cree que la obra que el padre Sullivan realiza para los Estados Unidos es magnfica. Hasta el arzobispo entra en el acto con un mensaje donde le expresa su comprensin por las preocupaciones que padece junto con la confianza en su fe por la cruzada de Norteamrica contra el nazismo. Un toque particularmente elegante anot Mason. Seor dijo Lynch, deliberadamente, todo esto lo encuentro despreciable. Ya es bastante malo mentir y traicionar a nuestra propia gente. Peor cuando usted engaa a alguien para hacerle creer que el presidente lo aprueba personalmente. Pero fraguar el nombre de un arzobispo y utilizar su influencia moral para persuadir a un cura que mate a otro ser humano es ms de lo que mi estmago puede resistir. Vamos, vamos, coronel se ri sir Henry, sas son palabras ms fuertes de lo que usted quiere decir no? Cosas as suelen aflorar cuando uno est extenuado, y todos nosotros hemos estado trabajando duro en esta operacin verdad?
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De veras? Yo no estoy extenuado; slo estoy harto de todo este srdido asunto de matar a nuestra gente para distraer a los alemanes. Con todo su respeto, seor Mason, usted es un hombre de una sola dimensin a quien no le importa otra cosa que su misin. Tal vez sea usted un civil, pero parece una fea caricatura de la despiadada mente militar. Mason no levant la vista de los papeles. Si usted dijera una fea caricatura de la brillante pero despiadadamente mente militar, su comentario sera ms apto. Soy un hombre monodimensional... adrede. Provengo de una familia muy antigua pero tambin muy pobre. Me he abierto camino en este mundo slo por mi habilidad, no por la belleza o el encanto. La gente me contrata por el poder de mi inteligencia y la pureza de mi voluntad. Slo concentro mi atencin en los intereses de mi cliente. No me preocupo por los costos, con tal que yo no viole la letra de la ley. Pero mi biografa carece de inters. Tengo en cuenta su consejo; usted obedezca mis rdenes. Lynch se retorca por dentro, con ganas de decirle, desesperadamente, que llenara sus cables. Pero, una vez ms, la lealtad institucional triunf sobre su voz y la necesidad de irse. El coronel estaba callado. Vea que estos papeles salgan hoy, por favor. Lynch tom los borradores, asinti con la cabeza y se fue. Una vez cerrada la puerta, sir Henry se inclin hacia Mason y le dijo: Usted lo sabe, l no es una ta Sally; slo un buen soldado que se preocupa por sus hombres. Es uno de los mejores rasgos que puede tener un oficial. Mis amigos australianos le tienen cario y no estn prendados de ustedes, los yanquis. Podra mostrarse un poco ms suave con l no le parece? Lynch no es genticamente capaz de hacer frente a un trabajo as. Los celtas son ideales para cargas salvajes contra nidos de ametralladoras. Como la mayora de las tribus salvajes, sus genes producen un exceso de coraje en bruto. Pero son incapaces de una planificacin fra... son toda emocin y nada de disciplina intelectual. S, s, ya lo s. Hemos tenido problemas con los irlandeses durante siglos. Son unos testarudos, llenos de supersticiones religiosas. Toda esta podredumbre republicana ser la ruina de lo que en una poca fue un extraordinario lugar de vacaciones. Acurdese de mis palabras; dentro de una dcada estarn rogando reunirse con Inglaterra bajo la Corona. Los problemas de Lynch prosigui Mason, volviendo a hacer caso omiso de las palabras de sir Henry se deben a que es un Cncer. Cmo? Un qu?
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Un Cncer. Naci a fines de junio. Los de Cncer suelen ser hiperemotivos e hipersensibles... el sndrome que apareci hace pocos minutos. Se irritan por los dems y sus instintos paternales lo que usted llama preocuparse por sus hombres a menudo son exagerados. Con frecuencia son duros por fuera pero, por lo general, esto no es ms que una delgada capa que cubre un interior suave e intelectualmente fofo. Perdneme, mi amigo, pero eso me parece un disparate. Un hombre sensato no debera tener nada que ver con eso no? Un hombre sensato no debera descuidar esquemas de conducta empricamente probados. Pero me parece muy natural que usted lo sienta as. Usted es un Tauro. Naci a principios de mayo. S; el cuatro. Cmo lo saba? Lo comprob antes de aceptarlo como oficial de enlace. Sorprendente! No; prudente. Yo saba que habra problemas con Lynch, pese a su experiencia en este campo. Los celtas que pertenecen al signo de Cncer no son estables. Lo tom en contra de mi mejor juicio. Pero usted comprende su problema verdad? No es fcil para un oficial ayudar a matar a sus propios hombres. Si a uno le resulta difcil matar, deber buscar otra ocupacin. Y a usted, Mason, le resulta fcil? No hubo respuesta. Me parece que no dijo el ingls, despus de unos momentos de silencio. Mason enarc sus gruesas cejas. Durante un segundo, sus labios dibujaron una verdadera sonrisa. Siempre se puede encontrar un consuelo contemplando el suicidio. Ciudad del Vaticano, lunes 11 de octubre de 1943 Allora dijo monseor Ugo Galeotti, acercndose indolentemente al padre Fitzpdraig Cathal Sullivan, S.J., fuera de la estacin del tren, usted me dijo que el asunto era de cierta importancia. S asinti F.C.. Vayamos a los jardines. Ecco. El monsignore se sirvi de una de esas muletillas que los italianos emplean con la misma elocuencia para puntuar el discurso o el silencio. Confo en que cualquier cosa que le diga quedar sellada por el secreto de la confesin. Quiere que consiga una estola?
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F.C. se sonri. No. Quedara fuera de lugar aqu, al aire libre. Estoy atrapado por un doble dilema. Necesito consejo espiritual y prctico. No estoy seguro cmo abordar un problema moral centrado en torno de mis deberes de sacerdote, de ciudadano y de ser humano. Ecco repiti Galeotti, destilando sabidura en cada una de las slabas que esa palabra adquiri en su lengua.Comencemos por el principio. Qu es lo que trata de preservar? Qu valor? La vida humana. Quiero terminar esta matanza y terminar con los horrores del nazismo. Esos son fines nobles, padre. Aqu no hay ningn problema moral. Usted sabe algo acerca de mi especial posicin en el Vaticano y de mis relaciones con mi gobierno. Galeotti levant una mano. Basta, basta. Prefiero ignorar todas las cosas de las que me doy cuenta. Sencillamente, explique el problema y permtame quedarme con mi ignorancia oficial. Muy bien. El fondo de la cuestin es que en Roma est un agente norteamericano. Mi gobierno me asegura que es un doble. Doble? le pregunt Galeotti. Cos ? Qu es eso? Alguien que finge estar de una parte mientras, en realidad, trabaja para la otra. A los gobiernos no les gusta mucho esa gente. Ningn hombre cuerdo permite que su chivo sea el jardinero. Y en qu lo toca a usted este doble? Mi gobierno quiere que yo asegure que el doble rene pruebas incriminatorias contra l, que concierte una entrevista y alerte a la otra parte para que sea arrestado. Qu raro! Rarsimo. En primer lugar, si es un doble, avisar confidencialmente al enemigo slo significara el fin de la misin especial para l. No es probable que los nazis castiguen a sus propios hombres, excepto, quiz, disciplinar a este hombre por su fracaso. No le dijo Galeotti, con las cejas fruncidas. No; eso, necesariamente... cmo dice usted?... eso no sirve. Senti, tengo entendido que algunas organizaciones alemanas se odian entre s o, por lo menos, ms de lo que odian a los aliados. Estn siempre por acogotarse. Para m, eso ocurre siempre cuando se mezclan los gangsters. Lo vemos aqu en Italia en las vendettas entre mafiosos. Lo que quiero decir es que si su doble trabaja para una
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de las agencias alemanas, el ser capturado por otra podra significar algo mucho ms grave para l que la disciplina. No haba pensado en eso; pero tal cosa es slo un asunto lateral. No puedo creer que este muchacho sea un doble. Se ha visto con l? Varias veces; dos en un confesionario. Entonces debo tener cuidado con lo que le pregunte. No, monseor; tengo que tener cuidado con lo que diga yo. Es un catlico y creo que toda su educacin infantil lo llev a ser honesto. Galeotti sacudi suavemente la mueca de su mano izquierda varias veces y despus volvi la palma hacia arriba. Forse, forse dijo en voz baja. Tal vez, tal vez. Ms an; el confesionario es mi territorio continu F.C.. Creo que tengo capacidad para emitir un juicio profesional en esa situacin. Como nos pasa siempre a los curas. Galeotti levant los ojos al cielo. Preghiamo, preghiamo. Recemos, recemos. Creo que mi gobierno est equivocado, absolutamente equivocado. Ms an; hay problemas de lgica en la historia que me han dado. En resumen: creo no, sospecho, slo sospecho que me estn pidiendo traicionar a un inocente. Todava no alcanzo a visualizar el problema. Como sacerdote como cristiano usted no puede traicionar a un inocente. Tal vez tenga dificultades para convencer a su gobierno, pero usted no tiene un dilema moral; slo tiene una obligacin moral. No es tan claro, monseor. Mi gobierno presenta dos argumentos. Primero: insiste en que su seguro servidor est equivocado; el agente es un doble. Segundo: enfatizan que es absolutamente esencial, para un plan ms vasto, que si cumplo las rdenes que me dan se salvarn miles de vidas. La opcin no es muy clara. Ecco. El monseor inhal la palabra. Se trata de un antiguo dilema: Nos conviene que un hombre muera por la gente. Pero ste es un paralelo inexacto. Confiemos en que lo sea. Ojal. Procedamos sin prisa. Usted desea preservar una vida. Sin embargo, si no echa a perder seriamente la vida de este muchacho, usted le quitara la vida a otros miles. Por otra parte, puede usted, moralmente, sacrificar a otro ser humano aunque sea por un fin tan grande? F.C. asinti. Fue por dilemas as
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que el Doctor Anglico construy su principio del doble efecto. Quindi, apliquemos las pruebas a su principio de obedecer a su gobierno. Primero: el fin que persigue es bueno? El fin que usted persigue aqu es preservar la vida y eso, seguramente, es bueno. Segundo: suponiendo que de eso resulte un mal, quiere usted ese resultado o meramente preverlo? Aqu, usted prev la probable muerte o el castigo de este muchacho; pero no desea ese fin. Hasta ahora usted tiene un votum ciento por ciento. Hizo una pausa para observar una bandada de pajaritos frente a ellos. Despus prosigui con su disquisicin. Tercero: el buen fin, fluye dijo usted as del mal? Para m, ah est metido en la pasta. Usted salva a miles, pero matando o por lo menos echando a perder seriamente la vida de un ser humano inocente. Eso, moralmente, es una mala accin y, en los hechos, el buen fin proviene directamente de esa mala accin. Cuarto: es malo en s mismo el acto que usted comete? Hay lugar para la duda; pero me temo que sea as. Es fcil eso? protest F.C.. No s si es la muerte del agente lo que producir el buen fin, slo su arresto. Y est la posibilidad hablando con usted me doy cuenta ahora de una pequea posibilidad en la que haba pensado al principio de que el muchacho no sufrir ningn dao despus de su arresto. No s si morir. Mi gobierno sostiene que no. Ms an; levantar el tubo del telfono y llamar a los alemanes es, en s, un acto malo? Tiene usted razn acept Galeotti. A menudo he dudado sobre la utilidad del concepto de actos malos en s mismos. Para matar a un hombre slo necesito doblar el ndice; seguramente, eso es un acto moralmente indiferente. A menos que usted tenga una pistola en la mano. S, a menos que tenga una pistola en la mano. Hablar por telfono no es un acto malo en s, aunque mi padre lo crea. Sin embargo, decir a la otra persona algo que signifique herir o matar no puede llamarse neutral.Galeotti se call unos minutos, luego agreg:he enseado teologa moral en su Universidad Gregoriana, si bien no soy jesuita. Me estoy mostrando prepotente. No; usted est demostrando un juicio objetivo. Los telogos son ms adeptos a resolver viejos enigmas que nuevos. Ninguna doctrina puede aclararnos absolutamente el punto exacto en que el paso de un acto neutral a otro malo convierte al acto neutral en mal en s mismo. La respuesta la da el juicio prctico: prudencia. Allora, sustituyamos una nueva prueba por la tercera: El bien, vale ms que el mal? Cmo puedo medir el valor de una sola vida en s misma, y mucho menos contra el valor de miles de vidas? Pero si est mal quitar una sola vida
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no es igualmente malo no salvar a miles? Galeotti se sent en un banco frente a la pequea fuente de piedra. Senti, padre, hemos explorado su problema desde un modo intelectual; y la seal apunta siempre en todas y dos direcciones. Qu le dice su corazn que haga? Me dice no traicionar a este muchacho; me dice, tambin, tenerlo escondido para que tampoco nadie pueda traicionarlo. No le parece que est respondiendo como un cura sentimental y no como un hombre prudente? Ha considerado eso? Tambin usted se expondr y quiz otros, a un riesgo mayor, cuando usted ayude a este agente. Si es un enemigo, gente inocente morir a pesar de la veracidad de lo que afirma su gobierno acerca de miles de otras personas. Ha considerado eso, tambin? F.C. asinti: He considerado todas esas cosas. Creo que puedo correr los riesgos. Y despus, si los riesgos fracasan? Despus, creo que podra vivir sin traicionarlo. No s si podra vivir traicionndolo. Por otra parte, mi deber como ciudadano de obedecer a mi gobierno en medio de la guerra resulta meridianamente claro, sobre todo en medio de una guerra justa. Ecco observ Galeotti, por otra parte. La otra parte de una parte es la otra parte, como sola decir uno de mis colegas. Usted, creo, ha citado a Aristteles: ser un buen hombre no significa, necesariamente, ser un buen ciudadano. Y para nosotros, los sacerdotes, la eleccin es evidente. Para m, padre, en eso reside su propia respuesta. Ruego porque encuentre el valor de ejecutarla. Rezar tambin para que se consuele del dolor que inevitablemente experimentar cualquier cosa que haga. El monseor levant su voluminoso cuerpo del banco, lo que le exigi cierto esfuerzo. A veces nuestro Dios no siempre nos da a elegir entre lo bueno y lo malo, sino slo entre males. En Su modo. Quines somos para cuestionarlo? Recuerdo que uno de sus poetas deca: Gloria al Seor por las cosas manchadas. En este asunto tendr mucha gloria porque, seguramente, su eleccin debe de estar muy manchada. F.C. se ri. Despus, mientras empezaron a caminar, dijo, con mucha tranquilidad: Monseor, gracias por no predicarme acerca de haberme puesto yo mismo en esta posicin nada sabia. Le agradezco la ausencia de un sermn. Galeotti hizo lo que fue una inhibida imitacin italiana de un
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encogimiento de hombros romano. Somos hombres, padre, sujetos a todas las pasiones por las que castigamos a los laicos. No es un pecado defender al dbil contra el poderoso. Usted sabe que se mostr excesivamente celoso, pero... volvi a encogerse de hombros. Senti, cuando un pobre prelado italiano ha descubierto informaciones que podran acortar la guerra, no le debe parecer mal pasar esas cosas a un amigo. El mal es un problema de todos nosotros. No perdemos nuestras obligaciones como hombres cuando somos sacerdotes. Roma, lunes 11 de octubre de 1943 El mayor Kurt Priebke entr en la oficina del teniente coronel Olendorf. Levant la mano derecha en un rutinario saludo nazi. Tenemos en custodia al mayor Schwartzkmmel y terminamos nuestro interrogatorio preliminar. No se iba a ocupar de detenerlo? Exacto. El mayor subi al tren en la estacin principal y, con uno de nuestros hombres ubicado discretamente detrs de l, se baj en la Stazione Tiburtina. Descendi solo, debo agregar. Saba, por supuesto, que una pistola le apuntaba a la espalda. Sigui las instrucciones al pie de la letra baj la escalera, otra vez solo y esper a que lo tomramos despus de que el tren parti. Todo se hizo con absoluta limpieza. Eso resulta tranquilizador. Alcanz a decir algo, en ese... interrogatorio preliminar? Algo. Cuando lo confrontamos con lo que sabamos, admiti inmediatamente haber recibido la pelcula de manos de Gratz y haberla pasado a esa mujer, Anna Caccianemici, que trabaja en el restaurante Remus. La buena mujer habl de la cinta magnetofnica. Y de Anna, adnde pas esta pelcula? Schwartzkmmel dice que no tiene la menor idea, a menos que fuera a parar al norteamericano que trabajaba con ella. El mayor jura por su honor, de oficial alemn, que despus no supo nada ms.Priebke mir socarronamente cuando dijo honor de oficial alemn. Olendorf mantvose serio. Luego acot: Probablemente est diciendo la verdad. Pero susurr quiz sepa ms de lo que cree. Tal vez necesitemos formularle preguntas ms incisivas. Le pido al sargento Hoess que le haga esas preguntas? Priebke se rascaba con fuerza el trasero mientras hablaba. No, Kurt; todava no. Pero la tentacin de usar la fuerza siempre es
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grande. Con el tiempo, siento mucha simpata por el Gran Inquisidor. Por ahora mantengamos suavemente arrestado al mayor. Veamos qu seguir a continuacin. Priebke asinti. Tambin me siento muy curioso por esa pelcula prosigui Olendorf. Mi intuicin de polica me dice que debemos echarle un vistazo. Hay algo en toda esta Operacin Rigoletto que me preocupa. Esta noche visitar a nuestra seora Anna cuando salga del Remus. Podra usted arreglar algo para que el coronel Gratz y su asistente tengan algn asunto que requiera la presencia de ellos en otro lugar esta noche? Por supuesto. Puedo fabricar alguna informacin urgente sobre una banda de guerrilleros en el Lazio. Tendremos que trabajar hasta tarde con la Abwehr verdad? Excelente. Usted es muy eficiente, Kurt. Gracias, seor. Me permite preguntarle si piensa abordar a esa seora con nosotros? Olendorf hizo una pausa para encender un Lucky Strike. No es imposible. No es del todo imposible. La mujer es comunista. Con eso solo basta para detenerla. Priebke se ri. Estoy seguro de que podramos convertirla al nacional-socialismo no? Estoy seguro de que el sargento Hoess lo lograra. Es de lo ms persuasivo. Pero, como nos diran los telogos, a menudo es prudente tolerar un mal menor a fin de asegurar un bien mayor. En esto podramos esperar el momento oportuno. Dejarla caminar por las calles, por as decir, tal vez nos sea de gran utilidad. Evidentemente, tanto la Abwehr como la OSS norteamericana confan en ella. Lo cual indica que tiene otros talentos, adems de atraer la atencin para que la miren. E indica, tambin, que comprende la naturaleza y la necesidad de la prudencia. Dudo que se necesite demasiada persuasin para que trabaje para nosotros en contra de los otros. Roma, martes 12 de octubre de 1943 Minutos antes de la una de la maana, Anna sali del Remus, con el pase que le entreg Gratz, y empez a caminar hacia su casa. No haba llegado a la Piazza Navona cuando un poderoso brazo surgi de las sombras de un vestbulo y le rode la boca. Rpidamente pate hacia atrs lo ms fuerte que pudo, pero el taln se le desvi al chocar contra el costado de una pesada bota. Al mismo tiempo le retorcieron por detrs el brazo derecho de modo que los dedos le tocaban el omplato izquierdo. Casi se desmaya al sentir un dolor tan
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agudo. Liebchen, Liebchen le susurr speramente alguien, en alemn, en seguida te suelto el brazo y te dejar respirar otra vez. Hago esto porque s que eres una mujer sensata y no querrs que la Gestapo se enoje contigo. Despus hablaremos. Cerdo! farfull Anna, tratando de recuperar el aliento. Quin eres? Olendorf acerc su bella y rubia cabeza a la de ella: Est oscuro, Liebchen, pero trata de verme y acordarte de mis rasgos. Vas a tener que acordarte de m porque pronto seremos amigos ntimos. Me llamo Viktor Olendorf. Teniente coronel Viktor Olendorf para mis tropas. Puedes creer que soy Dios... y tan temperamental como lo fue Jehov en los das del Antiguo Testamento. Ya eres famoso en Roma. Es lo que uno intenta, Liebchen. Es lo que uno intenta. Resulta conveniente disfrutar de un xito inmediato porque, en esta clase de trabajo, el xito engendra el xito. Y quiero tener mucho xito con una criatura tan encantadora como t. No soy barata, Fritz 1 le dijo, con desprecio. Y no acepto liras ni dinero de la ocupacin. Slo hago negocios con moneda fuerte. Liebchen le dijo Olendorf, zalameramente. Me has entendido mal. Soy el dispensador de favores, el patrn; t eres la que recibe, la cliente. Existes para servir a tu patrn, no para venderle. S? Y cmo lo sirvo? No con tu cuerpo; al menos por ahora. Cuando lo quiera me lo dars encantada, ansiosa, hambrienta. Mrda le lanz Anna. Olendorf le dio un fuerte sopapo; ms fuerte del que le haba propinado Gratz. Nunca uses palabras groseras en mi presencia hizo una pausa. Y no vuelvas a llamarme Fritz... si quieres conservar tu dentadura. Anna se llev el pauelo a la boca para secarse la sangre. Ustedes, los alemanes, son muy valientes cuando tienen que luchar con mujeres. Lstima que los rusos y los aliados tengan hombres en sus ejrcitos. Casi como un movimiento reflejo retrocedi un paso, esperando otro golpe. En cambio, Olendorf lanz una carcajada. Tienes mucha gracia. Me gusta una mujer con humor. Raras veces se
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encuentra en una latina. Las mujeres mediterrneas suelen rogar y suplicar en lugar de luchar. Quiz porque ustedes, nrdicos puros, nos ponen pistolas en la panza o cuchillos en la garganta. Quiz; pero debes admitir que el procedimiento es ms rpido que los rituales de cortejo que usamos con las racialmente puras. Y eso me recuerda que el tiempo se nos va y tenemos que llegar al asunto de nuestro encuentro: tiene una pelcula de un 175 1. Quin te dijo semejante estupidez? El propio Warmer. Claro, como oficial y algo caballero, no quiso involucrar a una dama. Sin embargo, algunos de mi gente son muy afectos a persuasiones nada verbales. Por ltimo, nos cont muchas cosas interesantes de ti. Parece que eres una mujer tan astuta como buena, Anna Caccianemici. Si tuviera esa pelcula, por qu te la dara a ti? Por dos razones: la primera, porque podramos establecer una relacin cliente-patrn permanente. Esas relaciones son muy provechosas cuando el patrn dirige la Gestapo en Roma. La segunda, porque puedo disponer que conozcas al sargento Walther Hoess, uno de mis persuasivos subordinados de la Via Tasso. Si el sargento tratara de utilizar su silenciosa retrica contigo, le entregaras gustosa la pelcula. Pero tendras que pasar por lo peor. No me asusto fcilmente. Tus colegas de la OVRA ya lo han intentado. Aficionados Olendorf volvi a rerse. Despus retrocedi un paso y la contempl como si pudiera verla con claridad en la oscuridad. Muy bien, quiz tengas razn. Eres una mujer fuerte e inteligente, con una cara atractiva y un hermoso cuerpo. Aun sin dinero esa combinacin ya es suficiente para tener xito en este mundo. Es posible que no tengas miedo volvi a hacer una pausa. En fin... slo un miedo: perder tus encantos fsicos. Anna no le dijo nada; no slo porque no poda pensar en una contestacin sino porque tema que le temblara la voz. Mi sargento Hoess continu Olendorf es un cirujano frustrado. Le encantan las mujeres. Su especialidad es la doble mastectoma. Desgraciadamente, no cree en la anestesia. Con todo, es un ser humano. Despus de semejante operacin, las mujeres se sienten desprovistas de sexo, castradas. Por lo tanto, tambin les saca el cltoris. l dice que sin anestesia a la paciente le da un ltimo tirn que recordar toda su vida. Las tropas que presencian la operacin siempre aplauden esa pequea maniobra. Y, como actor frustrado, adems de cirujano frustrado, ofrece una obra fuera de programa:
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Oficial que cae bajo el artculo 175 del Cdigo Penal. 205
un pequeo corte de doce centmetros de largo y tres de ancho desde cada ojo hasta la mandbula. Con eso dice que la cara adquiere la expresin adecuada. Te vas a perder el sentido del humor de ese hombre... un hombre muy sutil le agarr la mueca y le tom el pulso. A juzgar por cmo te late el corazn, debes de estar sintiendo un arrebato de pasin por m. Esos latidos rpidos no pueden ser de miedo. Olendorf chasque fuertemente los dedos y grit: Kommen Sie! El auto que estaba estacionado en la Piazza Navona arranc inmediatamente, dobl por el otro lado de la calle y se detuvo junto a la pareja. Mira: te conseguimos una limousine, aunque mucha gente cree que es una ambulancia. Est bien le dijo Anna, con gesto adusto. T ganas. Siempre gano, Liebchen. Me parece muy inteligente de tu parte reconocerlo para que se te aclare la visin. Dnde est la pelcula? En el restaurante. Y est cerrado con llave. Tendrs que esperar hasta maana. Yo no tengo la llave. Esperar? Por qu? Las cerraduras no son un problema para la Gestapo. Dime en qu lugar del restaurante est la pelcula. La pelcula est en dos cpsulas pequeas. Una, debajo de la caja registradora; la otra, pegada con tela adhesiva, detrs del tanque de agua del bao. Muy astuta. Ahora t y yo iremos a la Via Tasso... no, no, Liebchen... no sientas pnico. Soy un hombre de palabra. Al fin y al cabo, soy un oficial alemn. Estars ah como una visita temporal, no como husped. Sencillamente, quiero que ests donde pueda echarte mano en el caso de que la pelcula no se encuentre donde dices y no sea genuina. Cmo voy a saber si es genuina? Yo tom lo que el frcio me dio. Tu linda cabecita no tiene que preocuparse por eso. Si la pelcula est ah, la verificaremos con el 175 para asegurarnos que se trata de la misma. Todo el proceso no llevar ms que unas pocas horas. Podrs estar en tu casa para el desayuno. Estoy seguro de que t y yo encontraremos algo divertido que hacer mientras mi gente llega con las respuestas exactas. Tengo recintos muy cmodos. Cuatro horas despus, el mayor Priebke golpe rutinariamente a la puerta del dormitorio de Olendorf y, al ver un rayo de luz que se filtraba por debajo, la abri y entr. Olendorf se enderez, instantneamente despierto. Anna segua durmiendo apaciblemente. El mayor se detuvo y empez una rpida retirada.
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Perdneme, coronel tartamude. No me di cuenta... Est bien, Kurt, no tiene importancia. La seora y yo ya terminamos... por ahora desliz la mano por la espalda de Anna. Este cuerpo es algo amoroso. Pronto te llegar tu turno. Pero esta maana tenemos otros asuntos que tratar. Vayamos a mi oficina se ech encima una bata y emprendi el camino al vestbulo. No bien la puerta se cerr detrs de ellos, Priebke le dijo: La pelcula estaba donde ella dijo. Y es genuina. Muy bien. Schwartzkmmel la identific sin vacilar? Schwartzkmmel no la ha visto. Dmelo otra vez. No he dormido mucho esta noche. Seor, Schwartzkmmel dijo que le dio a la mujer la pelcula que Gratz le haba entregado a l. Eso encaja perfectamente con lo que sabemos. Supongo que ahora tenemos la pelcula. No s si tenemos esa pelcula; la que tenemos corresponde a la verdadera Enigma. Las fotos son de una Enigma desmantelada y de algunas pginas de un manual de reparaciones, con diagramas e instrucciones. Ests seguro? Absolutamente. Aqu en el edificio tenemos una Enigma y le ped a nuestro operador que confrontara las fotos con la mquina que l tiene. Jura que son idnticas. Y el manual es tambin idntico al que tenemos. Olendorf lanz un silbido. Lo saba, lo saba. Ha habido algo podrido en toda esta operacin. Ya ves, Kurt, mi estrategia ha recibido su recompensa. Esperamos, esperamos magistralmente, y ahora damos el zarpazo. Canaris es un traidor. Es la filtracin de la que tan preocupada estaba Berln. Toda esta operacin ha sido un medio astuto para que los aliados tengan una Enigma. Cunto habrn pagado los aliados a esos canallas de la Abwehr? le pregunt Priebke, mientras se rascaba los fundillos de los pantalones. No lo bastante; ni siquiera lo suficiente cuando el Reichsfuehrer Himmler se entere. El Reichsfuehrer le va a volar la cabeza a Canaris desde su propio peol de la verga agreg Priebke, de acuerdo con la opinin de Olendorf. Dispondr las cosas de modo que todos los oficiales superiores de la Abwehr, incluido ese esnob pelado de Gratz, estn frente a un pelotn de fusilamiento de la SS. No es as, seor? Gratz es un buen oficial aunque pertenezca a la Abwehr... y un esnob.
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Pero... Olendorf se puso de pie y empez a caminar, nerviosamente, por la habitacin, mientras buscaba los cigarrillos. Fundamentalmente, tienes razn. Las cabezas van a rodar. Esta dbacle marcar el final de la Abwehr. El Reichsfuehrer Himmler se sentir inmensamente satisfecho. Ahora t y yo tenemos el medio para superar la indignacin de Berln por su estpida Jdenaktion. Qu son unos miles de hebreos comparados con un golpe como ste? Me parece que ya puedes considerarte el teniente coronel Priebke. Hasta quiz te hagas cargo de Roma cuando a m me asciendan a un puesto ms importante. Me encantara, pero cul ser nuestra prxima jugada? Priebke se rascaba vigorosamente el trasero. Las jugadas, nuestras prximas jugadas. Operamos en dos niveles. En el primero, nosotros, los de la SS, continuamos cumpliendo el plan que Canaris bosquej, pero lo llevaremos a cabo para engaar a los norteamericanos, no para traicionar a Alemania. En el otro nivel, lo antes posible, volar al cuartel general del Reichsfuehrer Himmler en Hochwald y hablar con l personalmente. Pero el general Wolff, en Florencia, es el comandante de la SS en Italia. No debera pasar primero por l? Se pondr furioso si usted no sigue la cadena de mandos. Que se ponga furioso. Canaris tena razn en una cosa: el Reichsfuehrer Himmler no confa en el general Wolff. Por lo tanto, yo no confo en el general Wolff; y el Reichsfuehrer me quedar agradecido porque yo no confi en el general. Tanto el Reichsfuehrer como yo consideramos a Wolff un Streber 1. Ir directamente a la cima. Uno debe mostrar iniciativa, Kurt; eso es esencial para ser un comandante de xito. Iniciativa. Recurdalo para cuando ests a cargo de tus funciones. Sonriendo de oreja a oreja, Olendorf sigui pasendose, tirando cenizas a la alfombra como un volcn. Luego agreg: Dmelo otra vez: est bien y contento nuestro valiente mayor Schwartzkmmel? Razonablemente, seor. De acuerdo con las instrucciones que usted dio, nuestro interrogatorio fue amable. El mayor pas la noche en una habitacin del segundo piso. No es el Excelsior, pero no est demasiado incmodo. Bueno, bueno. Pdele disculpas por la molestia que le hemos causado y trasldalo a otro cuarto mejor... el tuyo, por ejemplo. Dale la impresin que tiene una oportunidad de salvar a Alemania de los traidores. Trtalo con
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respeto, con mucho respeto. Dentro de pocos das, a lo sumo una semana, nos construir una mquina lo suficientemente parecida a la Enigma para engaar a los norteamericanos. Y tambin tendr que preparar un manual de reparaciones. Dispn que nuestra gente trabaje con l para la guerra radial falsa que prometi la Abwehr. En mi cuarto? Con todo respeto, coronel, podemos confiar en ese hombre? Podemos confiar en su talento, no en su lealtad. Volvers a recuperar tu cuarto cuando l haya terminado este proyecto. Para entonces ya no necesitaremos al mayor. Mientras tanto, hazle entender la importancia de su misin. Promtele lo que quiera, incluidas las cabezas de Anna y Roberto en bandejas de plata. No hay lmite; muy pronto podremos disponer de l. Qu pasa si el Father Christmas que, segn Anna, est a cargo de la operacin, quiere inmediatamente la pelcula? Le daremos largas al asunto, aunque, por supuesto, no podremos demorarlo demasiado. Por eso el mayor nos resulta tan valioso. Toda esta operacin resultara difcil en cualquier momento, pero nuestras horas son limitadas y nuestras vidas se han complicado por esta maldita Jdenaktion con la que Berln se muestra tan obsesionado. Qu hacemos con Anna? Es un problema estuvo de acuerdo Olendorf. Si la tenemos aqu o en algn lugar seguro, Gratz se mostrar sospechoso. Peor an; si el Cuervo no puede ponerse en contacto con ella, podr asustarse y salir corriendo sin la pelcula. Por otra parte, si la dejamos ir podra hablar. Supongo que mandarla de vuelta con un guardia est tambin fuera de la cuestin no? Por supuesto. Hasta un aficionado sospechara si su contacto aparece del brazo con un agente de la Gestapo. Espera un minuto! Olendorf chasque los dedos. Por qu no servirnos de un italiano? Y en qu italiano podramos confiar? No tiene que ser verdaderamente italiano. No tenemos un sargento del Tirol? Alguien de Brixen, o Bressanone, como dicen los italianos? Cmo se llama? S, seor. Tiene usted razn. Se llama Vilpiano o algo as. Est muy cerca, de modo que puedo encontrarlo en pocos segundos. Hazlo. Tal vez sea bilinge; esas gentes por lo general lo son. Anna es una de ellas. Arregla para que ese hombre la acompae a su casa. Ella lo puede manipular como si fuera un viejo amigo de la OVRA. Dile que se quede cerca
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de ella cuando Anna est en el departamento y cuando sale por el vecindario. Cuando Anna se va a trabajar, l nos puede telefonear y despus ir con ella hasta la Piazza Farnese. Ah la recogemos y la llevamos a su casa. Todo es posible, coronel; pero la soga estara floja no? Muy pronto se la ajustar al cuello. Le grabar bien eso en su memoria. Tambin le har saber que si intenta ponerse en contacto con cualquiera, recibir un tiro... no, no la mataremos; apenas un tiro en una pierna para que podamos hacerla operar. Y qu pasa con sus entrevistas regulares con el coronel Gratz en el Remus? Hmmm. Olendorf frunci el entrecejo. Esas tendrn que ser excepciones. No queremos alertar a Gratz vacil un rato mientras encenda un segundo cigarrillo con la colilla del primero. Muy bien; esa parte ya est lista. Ahora tengo que ir lo ms rpido que pueda a Hochwald, esta noche, de ser posible, con toda seguridad maana. Quiero que nuestra Operacin Rigoletto se ponga en marcha inmediatamente. Y quiero estar aqu de vuelta antes de que el capitn Danzig empiece su Jdenaktion. El sbado es el da fijado no? S, coronel. Muy bien. Inclusive aunque no llegue a Hochwald hasta maana, podra ver al Reichsfuehrer y estar de vuelta el viernes a ms tardar, para ver el espectculo de Danzig el sbado. Conozco a ese canallita, Kurt. Tenemos que vigilarlo o pondr al Vaticano a nuestras espaldas y desmoralizar a los catlicos de las fuerzas armadas. S, seor. Olendorf apret el conmutador del escritorio. Momentos despus contest un ordenanza dormido. Caf, una cafetera llena, y pronto el oficial de la SS se dio vuelta hacia Priebke. Ser un da largo. Quiero que te pongas en comunicacin con el Reichsfuehrer y conciertes una cita para m. Si tienes algn problema con su Estado Mayor, psame la comunicacin. Ponme en el prximo vuelo a Miln. En el peor de los casos, hay un transporte desde Ciampino, a la cada de la noche, despus de que los aviones aliados se han vuelto a su casa. Quiero, de ser posible, que el vuelo sea de da. Asegrate de que me lleguen copias de las grabaciones tomadas en el Excelsior. Si hay algn proceso si hay, te dije, el Reichsfuehrer podra considerar conveniente actuar con mayor velocidad... si llega a haber algn proceso, necesitaremos tambin a Schwartzkmmel y a Anna como testigos. Asimismo, sera til contar con ese Cuervo.
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Estoy seguro de que el sargento Hoess le resultar fcil sacarle algunas respuestas interesantes a ese aficionado idiota verdad? S. Estoy seguro de que Hoess lo conseguira. Eso podra sernos til, pero slo despus de estar positivamente seguros de que el Cuervo le pas al Father Christmas nuestra versin corregida de la pelcula. Ciudad del Vaticano, martes 12 de octubre de 1943 Stransky esper a que se retiraran los ltimos rezagados del caf matutino de F.C. Podemos hablar tranquilos, padre? le pregunt. Eso espero; pero deje que me asegure Sullivan encendi un nuevo tocadiscos automtico y coloc una pila de 78 en el plato. El primer disco era el Concierto de Varsovia, los siguientes, un lbum de Oklahoma. Esto despistar a cualquier micrfono oculto le dijo, mientras ajustaba el volumen para que se oyera el piano a todo vapor. Not que hoy estuvo monseor Montini? Me estrech muy calurosamente la mano. Pronto vendr se puso la mano derecha a la izquierda de la boca y susurr en voz alta el abbraccio de su seguro servidor. Espere, noms, Paul, espere. S le respondi Stransky, distrado. Cmo van sus oraciones? Casi igual. No veo ningn motivo para cambiar de idea. Bien, yo tengo montones de motivos. Washington est muy enojado con usted. All estn hablando bastante mal. Hablar mal es una de las prerrogativas de muchos gobiernos. Piensan que usted es un loco... o algo peor. El orgullo herido de F.C. le hizo bajar las cejas. O algo muchsimo peor, padre. Quieren de tal manera al Cuervo que ya lo estn saboreando. Eso es una lstima el cura lo dijo en voz baja, casi con tristeza. Pero ahora es demasiado tarde. El Cuervo fracas. Ya he iniciado los procedimientos para sacarlo. Qu? Por Dios, hombre, usted est loco! Ya se lo he dicho; creo que, fundamentalmente, el Cuervo es un hombre decente. Stransky empez a caminar por la oficina. Transcurridos unos minutos, le dijo: supongo que todava cree poder sacarlo del pozo. Supongo que s. Pero no hay ninguna necesidad. Usted dijo que la pelcula era falsa. No tiene ningn sentido arriesgar la vida de l por unos documentos falsos.
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Padre, padre, no lo puedo creer. Escuche, estamos librando una guerra contra la fuerza ms maligna y poderosa que este planeta conoce desde que muri el ltimo dinosaurio. Su intuicin acerca de un ser humano decente no vale toda esta prdida de tiempo. Estamos frente a hechos. Y se lo digo directamente. Usted tena razn respecto al Cuervo. No es un agente doble. Tengo pilas de cables sobre l desde ayer. Se lo dije. S, me lo dijo. Pero no me dijo que trabajaba por su cuenta. Le dar a leer esos cables si viene a mi oficina. l y Anna se han ido en forma independiente. Esos canallas traidores han ganado un fajo de billetes con la sangre del ejrcito y la marina norteamericanos. No cre que era un doble y no creo que acte independientemente. Convencerlo a usted no debera ser mi trabajo. Se supone que los dos estamos del mismo lado y sigo sosteniendo que nosotros somos los buenos. Qu le pasa a usted? Le ha dado por creer lo que dice Mein Kampf? No tiene gracia, Paul. Tampoco yo creo que la cosa tiene gracia. Pero esa pregunta se les ha ocurrido a algunos. Mire, aqu tengo un par de cables para que los lea; pero antes quiero que escuche un mensaje que no est escrito en ninguna parte. Lo recib de palabra de una fuente en la que confo, alguien que est profundamente sepultado en el aparato alemn. Dice que su Cuervo le ha hecho una oferta a la Gestapo, a travs de Anna, para reventar al Father Christmas por cien mil dlares y un par de pasaportes suizos. F.C. achic los ojos. No lo creo. Cralo y viva; ddelo y se despertar como husped en la pensin de la Gestapo. Me da su palabra? Le doy mi palabra. Por tener la doble tarea de diplomtico y espa pens Stransky resulta doblemente necesario mentir. Confo en usted, pero quiz su fuente est equivocada. Tal vez, pero no es probable. Establecer contactos es muy riesgoso para l. No lo intentar a menos de estar seguro de lo que tiene. Ahora lea los cables. F.C. los recogi, retir los anteojos de una pila de papeles diseminados por su escritorio y ley en voz alta: ESTAMOS ENCANTADOS Y ORGULLOSOS. SU TRABAJO MAGNFICA AYUDA PARA NUESTROS HOMBRES EN COMBATE.
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PRXIMA VEZ QUE VENGA CONVIDAR CON UNO DE MIS MARTINIS ESPECIALES. SU JEFE SE PONDR CONTACTO CON USTED POR ASUNTO IMPORTANTE DE INTERS MUTUO. FDR. Me est tomando el pelo? Resulta difcil creerlo. No se falsifica el nombre del presidente de los Estados Unidos. Ni siquiera en este asunto. Le dije que usted no estaba jugando por manes. Siga leyendo. F. C. recogi el segundo cable: PRESIDENTE Y YO HABLAMOS DE SU TRABAJO. PRESIDENTE ES UNO DE SUS ADMIRADORES COMO EL PONTFICE. HUMILDEMENTE ME UNO A ESA COMPAA. EL CASO ACTUAL, SIN EMBARGO, PREOCUPA PRESIDENTE. NO ENTIENDE SU DUDA. YO S, COMO PRUEBA DE SU HUMANIDAD. PERO AHORA FE EN LA JUSTICIA DE LA CAUSA DEBE PREVALECER SOBRE SENTIMIENTOS PRIVADOS. OTRA COSA. POR FAVOR SOLICITE AUDIENCIA CON EL PAPA Y PDALE MAS ESFUERZOS PARA ALIMENTAR HAMBRIENTOS. SPELLMAN. A F.C. se le enrojecieron las mejillas. Dispuso usted que me enviaran esto? No le contest Stransky. Deca la verdad, aunque en calculada cantidad. Empero, creo que lo hizo Washington. Probablemente hablaron con el presidente y lo hicieron hablar con su jefe... su otro jefe se corrigi. Me ha dado usted un doble puetazo. Se lo doy directo. Ahora permtame mostrarle algo que no debera mostrar se afloj el cinturn y busc en sus pantalones, en un compartimiento secreto cosido al costado de la pretina y sac un cable muy doblado. Este es para m. Valo, nada ms. Olvdese de que lo vio pero no olvide el mensaje. F. C. tom el papel, lo despleg y ley para s mismo: ENTIENDE MISIN O EST EN NEGOCIOS CON CUERVO? IMPOSIBLE RESALTAR IMPORTANCIA TAREA. GUERRA EN OESTE EST EN JUEGO. VAN MENSAJES QUE PODRN CONVENCER. SEA DISCRETO PARA CONVENCERLO O SE LO RETIRARA INMEDIATAMENTE. JEFE Y SPELLMAN SABEN Y APRUEBAN
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ALTERNATIVA. MASON. Usted se vino con la artillera pesada, Paul. Nuestro lado, o por lo menos mi lado, no tiene otra ms pesada. Eso le da a usted la importancia de lo que est ocurriendo. El presidente conoce la situacin mejor que cualesquiera de nosotros y el arzobispo es un hombre tan impregnado de prctica teolgica y de escrpulos morales como usted. Es cierto; pero todava no puedo creer que Roberto se haya dado vuelta. No dudo de que en una poca fue un buen hombre; pero ahora est tan doblado como un alfiler de gancho. Anna lo debe de haber cambiado. No sera el primer hombre que pierde el sentido de los valores por los encantos de una mujer. Segn me acuerdo, eso le sucedi a un tipo llamado Adn hace un tiempo. Pero... Nada de peros, padre Stransky estaba decidido a apretar la tuerca al mximo. Su voz se puso speramente tranquila. Tengo que contestar inmediatamente. Si la respuesta es negativa, Spellman lo har salir de aqu no bien los muchachos del Papa hagan un arreglo para cruzar las lneas alemanas. Y, se lo garantizo, Washington asegurar para que despus de la guerra usted sea conocido como el hombre cuyo orgullo y terquedad cost la vida de cien mil soldados norteamericanos. Podr pasar usted el resto de su carrera eclesistica explicando a su cofrada cmo protegi a un traidor y mat a sus hijos. Se lo conocer como el santo hijo de puta. No use ese lenguaje conmigo! Usar todo el lenguaje que me parezca necesario. Y creo que es necesario en este caso un lenguaje fuerte. Por una parte, su ser humano decente est tratando de vendernos un conjunto de fotografas falsas y, al mismo tiempo, trata de venderlo a usted a los alemanes. Por otra parte, el presidente de los Estados Unidos y su arzobispo le estn pidiendo que aparte su trasero cubierto de pantalones negros y nos ayude a salvar vidas, incluida la suya. Su orgullo eleva su juicio, basado en tres breves conversaciones, por encima del juicio de quienes tienen todos los hechos. Por Dios! Usted y Lucifer hubieran formado una buena pareja! Aunque tengo la sospecha de que el infierno no puede contener dos orgullos como el suyo. F.C. se puso de pie y habl con una tensa frialdad: Ser mejor que se vaya antes de que yo haga algo que luego lamentar. Muy bien, me voy; pero piense en lo que le dije. Usted ha sido estafado por un artista. Es ms italiano que norteamericano y ha sido profesor.
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Instructor. Lo mismo da. Es culto y muy complicado. Adems, usted sabe lo que significa dormir con una prostituta. El Cuervo ahora tiene mucho que ganar: doscientos cincuenta mil de nosotros por las pelculas y cien mil de los alemanes por el cuero de usted... y todo libre de impuestos con pasaportes suizos para hacer el juego. Un conjunto estupendo con el que podr vivir cmodamente el resto de su vida. No le durar mucho si lo comparte con Anna. Esa es otra historia, padre, otra historia. Tampoco creo que el Cuervo vaya a tener un final feliz, pero su prdida no va a volver a la vida a los soldados muertos... a usted, en cuanto a esto se refiere. Concentre su atencin en la prueba, la palabra del presidente de los Estados Unidos y del arzobispo de Nueva York. Como usted dice, es artillera pesada contra la cerbatana de su intuicin fue hacia la puerta y la abri. Cierre la puerta, Paul le dijo F.C., cansado, y se desplom en el silln. Le tomo su palabra. Mi palabra? Puede usted tomarla respecto al plan para vender su cuerpo, pero tome la de FDR respecto a la importancia de esta misin, y la del arzobispo respecto al juicio moral. Ahora bien; dnde escondi al Cuervo? En el convento franciscano de la Via della Scala. Conozco el lugar. Puede ponerse en contacto con l? S. Y con Anna? No veo por qu no. Ella no me conoce, pero ya he dejado antes mensajes en su departamento. Hgalo de nuevo. Asegrele que recibir el precio fijado por ella. El dinero no estar disponible hasta dentro de unos das. Hblele de un intercambio pero dgale la verdad. No tenemos a mano tanto dinero en efectivo. Tendr que venir de Suiza. Dgale al Cuervo que le daremos el dinero directamente a l. Haga que Anna le entregue a l la pelcula, si es que ya no la tiene. Dudo que l la tenga. Pero por qu no entregarle directamente el dinero a Anna? Sera ms sencillo. Y ms riesgoso. Los dos trabajan para la Gestapo, o la Abwehr o alguna otra organizacin alemana. Cuanto menos directamente estemos involucrados, tanto mejor. No quiero que arresten a nadie de nuestra gente. Todava sigo sin entender por qu usted quiere pagar un cuarto de milln de dlares por algo que cree ser falso.
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Stransky mene la cabeza: Mi buen padre, no somos ingenuos. Escuche, por razones que no pretendo comprender Washington dice que resulta crucial continuar con los procedimientos para hacer la compra. Esa es otra seal ms de lo importante que es esta misin. Estamos tirando dinero por la ventana. Me da mucha rabia, pero as es la guerra. Despus de que el Cuervo tenga la pelcula, despus, es decir, cuando estemos seguros de que tiene la pelcula, hgalo venir directamente aqu, a su lugar habitual. Creo que es en algn lugar de San Pedro no? Se lo dir; pero, Paul, todava no me gusta esto. Stransky apenas se sonri. Tampoco a m me gusta mucho lo que tengo que hacer, pero nadie ha dicho que la guerra es un lecho de rosas. Perdneme, padre, pero tuve que mostrarme bastante grosero con usted a fin de darle una sacudida. Hay muchas vidas en juego en esta misin. Ojal entendiera completamente la situacin! Tambin yo. Conserve la fe. Piense en todos esos muchachos que van a vivir gracias a usted. No es un mal pensamiento para tener presente. Ciudad del Vaticano, martes 12 de octubre de 1943 Algo nuevo, padre? le pregunt Stransky a Sullivan cuando se encontraron, al parecer por casualidad esa tarde, mientras paseaban por la baslica de San Pedro. S. Estoy preocupado. Anna no fue anoche a su casa en Trastevere. Se la vio esta maana, a eso de las ocho y media, con un hombre vestido de civil. Los trasteverinos creen que se trata de un extranjero. Lo cual no quiere decir, por venir este hombre de otra parte de Roma, que sea un alemn. Cierto, pero mis fuentes se inclinan a que es un alemn. Esas viejas muequitas tienen vista de guila. Dicen que caminaba como un soldado. Curioso, curioso susurr Stransky. El Cuervo se ha ido no creemos que Anna y los alemanes sepan todava adnde y un soldado entra. Probablemente sea alguna variante de la SS. Muy curioso. Al parecer, no confan tampoco en ella. Eso significa prudencia, pero slo en un aspecto. Han corrido el riesgo de que alguien seale a ese hombre como un agente. Perdieron el juego. Tal vez no saben que esas viejas dondrone se pasan la vida mirando cmo marcha el mundo. S le respondi Stransky, distrado. Tambin podra significar que
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los alemanes han decidido que Anna, al fin y al cabo, no siga en forma independiente. Quin sabe? Que su gente la vigile. Cmo podra parar a los trasteverinos? Alguna palabra sobre el dinero? Unos das ms. Entretenga a Anna. No s de qu manera podemos postergarla. Cules son las opciones de ella? Podra venderles de vuelta la pelcula a los alemanes. No es probable que le paguen, salvo con su propia sangre. Con todo, seguir de cerca a nuestro hombre en Suiza. Roma, martes 12 de octubre de 1943 Qu ocurre, Herr Pater? pregunt Gratz, cuando se encontr por casualidad con el monje agustino mientras paseaban por el interior de la baslica de San Juan de Letrn. Estoy preocupado, coronel. Anna no regres esta maana a su casa en Trastevere, hasta las ocho y media, y con ella vena un hombre extrao, con ropas de civil. Y el Cuervo? No s. Mi agente no lo ha visto desde el sbado. Sali esa maana, en direccin al Vaticano, pero, hasta ahora, no sabemos que haya vuelto. Gratz se detuvo para admirar las dos tumbas gemelas de los Papas Inocencio III y Len XIII, en lo alto de las paredes que flanquean el bside. Confiaba en que la ausencia del Cuervo significara que haba tomado el cebo y desaparecido. El regreso de Anna con un nuevo hombre a la rastra apoyaba esa hiptesis. Ese hombre de civil podra ser sencillamente un cliente en la otra lnea de trabajo de Anna. Tal vez concedi el monje, pero mi fuente cree que es un soldado. Camina muy erguido y no se bambolea. Entonces, por supuesto, no es un trasteverino y quiz ni siquiera sea italiano. Esto podra ser una noticia muy buena, Herr Pater... De ser as, nuestra buena mujer ha iniciado otra relacin sentimental. El monje se puso ceudo. Perdn. Quise decir que un pecado venial era menos odioso que otro mortal. La Iglesia no clasifica las relaciones sexuales casuales como pecados veniales. Perdone mi insensibilidad. Lo que quise decir fue que sera mejor que
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Anna estuviera metida y retozando en una aventura romntica y no retozando por as decir, en traicionar a Alemania, adems. El monje asinti. Utilizar a una mujer de fcil virtud como agente provoca dificultades morales. Slo si usted se preocupa de la teologa moral, pens Gratz pero no lo dijo. Por otra parte continu, si este hombre es de la SS podramos vernos en dificultades. Usted ha tenido suerte en haberse ahorrado la amargura con la que organizaciones que supuestamente trabajan para el mismo fin luchan entre s. Ahorrado? el monje levant las cejas. Acaso la Santa Madre Iglesia no tiene a los jesuitas? S; bueno, tal vez usted comprenda que en esta operacin la SS es ms que una amenaza para Alemania de lo que lo son los ingleses y norteamericanos. La SS sacrificara algo a veces creo que hasta la patria para despreciar a la Abwehr. Seguramente usted exagera. Hasta los jesuitas no haran dao a la Iglesia, por lo menos en forma deliberada agreg el agustino, mientras se quedaba pensativo. La SS podra darle a sus jesuitas lecciones de astucia y perfidia. Esas gentes son matones, gangsters, torturadores, asesinos... una vergenza para todo lo que significa la civilizacin alemana. Son una escoria Gratz hizo una pausa. Pero continu, mofndose de buen humor Winston Churchill dijo que se aliara hasta con el propio demonio para derrotarnos. De modo que para sobrevivir debemos reclutar a nuestros propios demonios. El monje permaneci callado. La SS dijo por ltimo Gratz es mi problema, no el suyo. Ojal fuera cierto, coronel. Nunca me gust esa gente; pero jams pens que fuera tan mala como usted la describe. Peor; mucho peor de lo que dije o de lo que usted se imagina. Para volver a los problemas ms inmediatos: Sabe algo ms del Cuervo? Nada ms de lo que ya indiqu, excepto que cuando sali no llevaba nada en las manos. Gracias, Herr Pater. Cualquier cosa que oiga, por trivial que sea, comunquemela a cualquier hora del da o de la noche. O bien esta operacin ha terminado con xito o est en peligro de hacerse mil pedazos. Sera una gran ayuda saber cul de las dos.
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Cuando sali de San Juan de Letrn, Gratz empez a caminar en direccin a la Via Tasso. Le hizo una sea a su auto oficial para que lo siguiera detrs. Quera tiempo para meditar sobre la prueba antes de enfrentar a Olendorf. El comandante de la SS salud cortsmente a Gratz, pero tambin le hizo notar que, con mucha dificultad, estaba tratando de encontrar un lugar, en medio de un da muy agitado, para acomodar al coronel. Lamento no poder ofrecerle ms que unos minutos de atencin le explic Olendorf, pero estamos por lanzar una Jdenaktion. As he odo. Tambin me he enterado de que Berln ha enviado a otro oficial para que se haga cargo de la operacin. Felicitaciones por mostrar un poco de decencia. Olendorf se qued tieso. Berln no estaba satisfecho con mi plan para manejar la cuestin juda. No son necesarias las felicitaciones. Usted conoce mis sentimientos. Ahora bien, de qu manera puede ayudarlo la SS? Operacin Rigoletto. Rigoletto? Operacin Rigoletto. Casi me haba olvidado. Perdn. Ya sabe cmo es seal las carpetas encima del escritorio. La actividad programada tiende a desalojar la actividad no programada. Es la ley de hierro de las organizaciones. Cmo marcha Rigoletto? Gratz pas por alto la pregunta. Dnde est el Cuervo? El Cuervo? Olendorf pregunt, realmente sorprendido. Donde usted lo puso, supongo. Supongo que a salvo con el Father Christmas. Ha desaparecido. Desaparecido? Scheisse! maldijo Olendorf Condenado aficionado! Tal vez se perdi caminando por Roma. Mis hombres estn muy atareados pero har lo que pueda para localizrselo. No es necesario. Lo puedo encontrar por mi cuenta... a menos que usted lo tenga. No, coronel. Bajo mi palabra de oficial alemn, no lo tengo. No lo he visto desde nuestra sesin en la Regina Coeli y, segn mi mejor conocimiento, tampoco lo ha visto ninguno de mi comando. Muy bien. Por ahora acepto eso. Entiendo que hay otro hombre compartiendo el departamento del contacto del Cuervo. Sabe algo de l? Olendorf domin su pnico. Haba supuesto que el Father Christmas haba escondido al Cuervo en alguna casa segura cerca del Vaticano, tal vez en un convento. Estpidamente no haba sacado la obvia conclusin de que el
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Cuervo dorma con Anna. Trat de hablar lentamente a fin de que su mentira resultara plausible antes de que Gratz la oyera. Ni siquiera conozco al contacto del Cuervo. Si usted me da su direccin y su nombre, ordenar una investigacin para saber quin es o quin comparte su departamento. Es lo mejor que puedo ofrecerle. No se preocupe. Ya le advert, Olendorf, que se mantuviera al margen de esta operacin; el almirante Canaris tambin se lo advirti y der Fuehrer se lo orden. Si usted se est metiendo y el Cuervo sospecha y esta operacin se viene abajo, junto con ella caer su cabeza. Acurdese que usted inicial ese papel. Lo recuerdo bien, coronel. No es necesario recordarle a un oficial de la SS que ha jurado cumplir con su deber. Ahora, si me perdona, debo dedicarme a los asuntos de mi Fuehrer. En el momento que Gratz se fue, Olendorf levant el tubo del telfono y llam al departamento de Anna. Le contest ella. Djame hablar con Vilpiano le dijo, lacnicamente. Subito, Padrone. Seor? el choque de los talones del sargento se oy a travs del cable. Cmo se comporta nuestra mujer? Magnficamente, seor. Absolutamente. No me refiero en la cama, Dummkopf. Me refiero a si ha intentado ponerse en contacto con alguien. No, seor. Con nadie. Muy bien. Acustese con ella todo lo que quiera, sargento. Pero no deje que lo engae. Es una profesional y lo utilizar a usted ms de lo que usted cree estar utilizndola. Djeme hablar con ella. S, Padrone? Anna volvi a tomar el telfono. Basta. No me dijiste que el Cuervo comparta tu departamento y que ha desaparecido. Usted no me lo pregunt. Nada de juegos le espet Olendorf. Vilpiano tal vez lo asust y arruin toda la operacin. Calma, calma se burl Anna. Su hermoso sargento no asust al Cuervo. Se fue el sbado y no ha vuelto. Dnde est? No s. Soy su contacto, no su madre. Probablemente el Father Christmas lo tenga en algn lugar. Por qu le preocupa tanto ese aficionado fanfarrn?
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Necesitamos al Father Christmas le dijo rpidamente Olendorf. Senta que su presin arterial suba diez puntos. El Cuervo nos llevar a l. Entonces no se preocupe por el Cuervo. El Father Christmas est en contacto conmigo. El Cuervo debe de haberle dicho que yo tengo la pelcula. El cura la necesita. Le digo que, en cambio, se ponga en contacto con usted? Mi paciencia se acaba, Anna. Cllate y escucha. Juega con el Father Christmas y hazlo suave y tranquilamente. Despirtale sospechas y nos pondremos muy furiosos. Cmo se pona en contacto contigo? Haba una nota en el buzn de la correspondencia de abajo, a la entrada. Muy astuto. El hombre es cuidadoso. Y cmo se supone que le contestas? Si tengo la pelcula debo colgar afuera dos sbanas y una toalla azul en la cuerda de la ropa. Muy astuto, tambin. Hazlo. Y acurdate de que tengo muy mal carcter la voz de Olendorf se puso fra. Y tambin tengo una buena memoria y capacidad para concentrarme en un problema especfico. Supongo que vas a tratar de venderle la pelcula al Father Christmas. Ese es asunto tuyo... hasta cierto punto. Si trae problemas, ser asunto mo. Puedo actuar rpidamente, Liebchen. Recurdalo. Y comuncame lo que ocurra, todo lo que ocurra. Me refiero a todo.
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NUEVE
Roma, viernes 15 de octubre de 1943 En la ahumada oscuridad que preceda al alba, empez a caer una ligera lluvia. Apenas era algo ms que una llovizna espesa, pero los primeros vientos cortantes del otoo azotaban dolorosamente la carne humana, y el fro del amanecer penetraba hasta en las lustradas botas negras del mayor de la SS. Kurt Priebke caminaba por la pista asfaltada para mantener activa su circulacin. Oa a lo lejos el fuerte ronroneo de un avin de varios motores que se acercaba por el noreste. Segundos despus, unas luces hbilmente ocultas de modo que slo podan verse en un arco de quince grados. Pestaearon por la pista, despus alumbraron fijamente hasta que las ruedas de la mquina dieron contra el asfalto mojado. Luego retorn la oscuridad. El Me-323 de seis motores carrete por lo que quedaba de un edificio de la administracin, y la tripulacin de tierra sac una escalera porttil. El teniente coronel Viktor Olendorf fue el primero en salir de la cabina. En la oscuridad, apenas era algo ms que una sombra en movimiento, pero Priebke no necesit otra prueba para reconocer a su comandante. El mayor palme el paragolpes del auto oficial y el vehculo lleg junto a Olendorf tal cual lo previsto por Priebke. Los saludos fueron rutinarios. El mayor sostuvo su encendedor para el cigarrillo del teniente coronel. Ante la luz vacilante, la cara de Olendorf brill plida de cansancio, con los ojos enrojecidos. Cristo! exclam, exhalando el humo y el agotamiento. He andado a los tumbos en esos furgones volantes durante tres noches. Si me quito las botas los pies se me van a hinchar como los globos de cortinas contra los aviones. Cmo estaba el Reichsfuehrer? Olendorf le dio otras dos largas pitadas al Lucky Strike y despus lo arroj. Chofer orden, bsquese algn otro transporte para volver a Roma. El mayor nos conducir. Se instal en el asiento del pasajero y se apret su abrigo de cuero negro. Los dientes estaban al borde del castaeteo. Tiene un
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trago? pregunt. Priebke sac un frasquito de plata del bolsillo de su abrigo y se lo ofreci. Olendorf lo oli y despus sorbi un trago, a manera de prueba. Tosi y casi se ahog. Qu diablos es esto? Fuego de Santelmo embotellado? No, seor, grappa siciliana. El teniente coronel bebi un segundo trago, ms grande, volvi a toser y le devolvi el frasco. Fuego siciliano farfull. Por lo menos calienta los huesos. Algn problema mientras estuve ausente? No, seor. Danzig tiene todo arreglado para maana. Pidi tropas prestadas, la mayora Waffen SS, de la Wehrmacht. Tiene unos 365 hombres. No son suficientes le dijo Olendorf, fatigado. No son suficientes. Bueno... al diablo con l y con esos asquerosos judos. Deja que Danzig se caiga sobre su gordita cara de beb. Nadie puede decir que no los advert. Dnde piensa llevar ese intil a los judos, directamente al tren? No, seor. Hay problemas. No puede pasar lista antes del lunes. Alojar a los Untermenschen en el Collgio Militare hasta entonces. Justo debajo de la nariz del Papa, no a un kilmetro de su palacio. Si no chilla ante ese insulto, realmente es una solterona. Si grita, nadie puede decir que no los advert. No, seor. Nadie puede decir eso. Olendorf encendi otro cigarrillo. Y el Cuervo? Nada, seor, absolutamente nada. Seguimos sus instrucciones y no hicimos ninguna bsqueda. Pero Vilpiano... Vilpiano? Quin diablos es Vilpiano? El sargento que usted design para que se quedara con Anna. Se acuerda? Prosigue. Vilpiano no informa nada, y nuestras otras fuentes tampoco. Al parecer, el Cuervo ha desaparecido, pero d usted la orden y pondremos a Roma patas arriba y lo sacaremos... si todava est aqu. Todava est aqu. Lo siento en mis huesos, por ms fros que estn. Pero no hagas nada que pueda molestar a al Abwehr. Por lo menos, no por ahora. Ya tenemos bastantes problemas. El Cuervo y Anna deben de tener algo entre ellos. No estoy seguro qu y no podemos exprimirla a ella... por ahora. Quiz sencillamente, el Cuervo no confa en ella.
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Olendorf se ri para adentro. Eso no sera sorprendente. Ni siquiera en un aficionado. Por ahora tenemos que esperar sin decir nada. Qu hay del mayor Schwartzkmmel? Trabajando. Dice que acaso tenga una mquina para pasar pelculas dentro de veinticuatro horas ms. Ped prestado un par de tcnicos a Florencia para preparar el manual de reparaciones mientras l prosigue... slo unos viejos operarios de la SD. Una vez que tengamos una mquina podemos reproducir la segunda verdad? Y Anna? Hasta donde puedo decirle, ha sido un modelo de comportamiento. Adems de las seales con la ropa que habamos acordado, no se ha comunicado con nadie. Y, al parecer, nadie intent dar con ella, excepto Gratz. La visit dos veces en el Remus la esper afuera, en su auto oficial, de modo que no podemos decir nada aunque sospecho lo que habr pasado. Olendorf desech ese tono lascivo. Nada ms para informar? No, seor. Me permite preguntarle cmo recibi nuestra noticia el Reichsfuehrer? Olendorf mir hacia adelante, hacia el estrecho camino, apenas visible bajo las estras formadas por las luces del oscurecimiento. Priebke crey que, por segunda vez, el teniente coronel hara caso omiso de la pregunta. Empero, a los pocos minutos, mientras se acercaban a las murallas de la antigua ciudad, en la Puerta de San Juan de Letrn, Olendorf empez a hablar en voz tan baja que, por momentos, Priebke se perda una palabra y a veces una frase entera. El Reichsfuehrer estaba fro, muy fro. Tengo la clara impresin de que tanto mi presencia como mi noticia no fueron bien recibidas. Me record al fastidio que le produjo mi oposicin a lo que l llamaba la limpieza del templo romano. Para estar seguro, me felicit por mi buen trabajo en Rigoletto e insinu que la conspiracin podra adelantar mucho ms de lo que t y yo imaginbamos. Est convencido de que algunos, no slo una persona, han estado filtrando informacin a los aliados. Parece que los ingleses saben exactamente dnde estn nuestros submarinos con demasiada exactitud. Pero aqu es donde estoy confundido, Kurt. Reaccion casi letrgicamente, y jams se me hubiera ocurrido pensar que Heinrich Himmler pudiera mostrarse letrgico... cauteloso, cuidadoso, calculador, s; pero nunca letrgico. De cualquier modo, nos orden que no hiciramos ni dijramos nada salvo a su comandante especfico. l mismo dirigir su propia investigacin. Qu raro!
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Muy raro. Soy un polica profesional, honesto y obtuso. No me gusta ni entiendo la desviacin. Sin embargo, temo que en Berln se estn jugando ms juegos polticos, inclusive en Hochwald, que lo que el propio Fuehrer se da cuenta. Mis instintos de polica me dicen que Canaris se est escabullendo. Cre que lo tenamos. Lo tenamos y todava lo tenemos tomado de las bolas. Pero, evidentemente, tambin l tiene tomados a varios otros en la cspide. Si nosotros retorcemos, l retuerce. Slo Dios sabe quin dar el grito de dolor. La situacin es muy fea. Olendorf se volvi a quedar callado cuando llegaron frente a la casa en la Via Tasso. A propsito, el Reichsfuehrer tiene la pelcula y la grabacin para drsela al Fuehrer cuando lo considere necesario. No obstante, el hecho de no presentarle inmediatamente esa prueba demuestra lo extrao y lo grave que son las maniobras polticas en Berln. Estoy preocupado, muy preocupado. Como polica profesional, mi tarea es cumplir rdenes; pero no dejo de preguntarme qu poltica y qu intereses estn detrs de esas rdenes. Quiz est usted demasiado cansado. Las cosas resultan ms claras despus de una larga siesta. Ojal. Nunca me sent tan deprimido por el futuro de Alemania. Qu prioridades tenemos para la fabricacin de la falsa Enigma? Las que sean necesarias le respondi Olendorf, distrado. El Reichsfuehrer se ocupar personalmente de esa parte. Todo lo que tenemos que hacer es enviarle el original cuando haya terminado Schwartzkmmel... La voz del oficial de la SS se convirti en un hilo. Coronel, se siente bien? Has hecho alguna vez un Blutkitt? S...s. Mi cemento de sangre. A menudo se lo requiere. S, a menudo. Un verdadero hombre de la SS debe comprometerse con el partido, el Reich y el Fuehrer para cometer un crimen de sangre. Sabes cul fue el mo? Olendorf pareca hablar como en estado de trance. No, seor. Ahora tenemos que irnos. Pescar un enfriamiento si se queda aqu afuera, bajo la lluvia. El mo fue una muchacha, una muchacha en Espaa... Barcelona. Sospechbamos que era una espa comunista. Haba muchos muchachos de Franco que podran haber hecho el trabajo, pero mi comandante dijo que yo era suave. Me dio la oportunidad de probarme a m mismo, de hacer mi Blutkitt.
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La muchacha era una espa? Quin era una espa? La muchacha de Barcelona. No s. Muri antes de que lo supiramos. Basta de preguntas, Kurt. Aqu afuera est demasiado fro y hmedo. Roma, viernes 15 de octubre de 1943 A medioda, Olendorf entr en su oficina. Sentase un poco ms renovado despus de una siesta de tres horas, aunque todava le dolan los msculos por viajar largas noches en aeroplanos estrechos. El capitn Erich Danzig lo estaba esperando y se puso firme no bien apareci en la puerta. Hizo caso omiso al oficial joven y ech un vistazo a su correspondencia. Minutos despus se sent pesadamente. Muy bien, capitn, qu otra ayuda le puedo dar? Le agradezco al coronel, pero la respuesta es: ninguna, seor. Tengo todo bajo absoluto control. La Jdenaktion comienza antes del alba de maana. He puesto bajo llave a todos los italianos involucrados en el plan y nuestras tropas estn confinadas en sus cuarteles. La escoria hebrea no sospecha nada de lo que le espera. Esplndido, esplndido le dijo Olendorf mientras tomaba un memorndum del general Wolff de la SS, donde se quejaba maliciosamente que, semanas despus de la ocupacin alemana de Roma, la lnea de escape inglesa para aviadores derribados segua funcionando a travs del Vaticano, y que la red de espionaje norteamericana operada por una persona conocida como Father Christmas estaba floreciente. Seor... la voz de Danzig retrotrajo a Olendorf a la Via Tasso, le pido perdn al coronel, pero he venido a protestar su orden de que el mayor Priebke me acompae maana. No sera conveniente, para un oficial en funciones, que lo acompae un oficial de rango superior. Mis rdenes fueron firmadas por el propio Herr Kaltenbrunner y especifican con absoluta claridad que yo estoy a cargo de la Jdenaktion. Que el coronel enve al mayor Priebke conmigo resulta inadmisible. Inadmisible? Lo inadmisible es que usted emplee esa palabra conmigo, capitn. Tambin sus rdenes dicen claramente que yo debo cooperar con usted. Al poner mi oficial ejecutivo junto a su persona, estoy asegurando que puedo proporcionar el mximo de asistencia posible. Seor, el coronel podra haber ayudado prestndome las tropas que necesito para aprehender a los judos.
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Dijo el mximo de asistencia posible. Ya le he explicado que mis hombres estn totalmente dedicados a la caza de guerrilleros y espas. No le puedo dar lo que no tengo. Lo que s tengo es un oficial superior experimentado, que conoce Roma y habla el idioma con fluidez. Hablo muy bien el italiano y, si puedo refrescar la memoria del coronel, he pasado las vacaciones varias veces en Roma. Olendorf levant las cejas. Capitn, he vivido cuatro aos en Roma. Slo ahora estoy comenzando a entenderla. El Medio Este comienza justamente aqu y los etruscos estn vivos y bien en la ciudad vieja. Ms an; la gente del ghetto y de Trastevere, donde cumplir usted la mayor parte de su trabajo, hablan su propio idioma. Seor, con todo el respeto debido al coronel, insisto. No; el que insiste soy yo. Olendorf hizo una pausa. Usted tiene planeado invadir el convento franciscano de Trastevere. Ser un asunto muy delicado. De acuerdo con el estricto derecho internacional, el Vaticano no tiene derechos extraterritoriales ah, pero si usted entra por la fuerza en un convento, las consecuencias seran que toda la operacin estallara ante nuestras caras. De cualquier manera, podra ocurrir. Puede usted intimidar y amedrentar a esas monjas todo lo que quiera, amenazarlas dos veces con el infierno, pero si emplea cualquier violencia, Alemania se ver en un grave problemas. Estoy seguro de que Herr Kaltenbrunner entiende perfectamente la situacin diplomtica y me ha puesto en total posesin de la Jdenaktion. Es cierto, pero para arrestar a esos judos especiales primero tiene que pasar por las monjas. Y, como cristianos y posiblemente hasta como arios en Roma, esas monjas caen bajo mi jurisdiccin. Y si esta Jdenaktion provoca que el Papa condene a Alemania y, como le dije a usted y lo dije en Berln, temo mucho que sea as entonces usted puede tener a las monjas y sus judos. Puede robarlas, violarlas, fusilarlas o mandarlas en manada a uno de sus campos de exterminio. Me importar un comino. Pero mientras el Papa permanezca callado, har lo que pueda para que siga as. El coronel ha impuesto una condicin humillante. Apenas una precaucin inteligente. Desde luego agreg Olendorf si usted tiene una orden directa en contrario de Herr Kaltenbrunner, acceder a los deseos de l. Danzig hizo la venia y se fue, muy erguido. Olendorf se dirigi a la oficina de Priebke. Sigue con Danzig. Lo que l le haga a los judos es asunto de l. Lo que le haga a las monjas es asunto nuestro.
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Roma, sbado 16 de octubre de 1943 A las cinco y media, una hora antes de amanecer, haba apenas unos movimientos en el ghetto, frente al ro, desde el Trastevere. El toque de queda haca que todos, salvo los valientes, estuvieran en sus casas. Era tambin el Sabbath y, adems, segua lloviendo. Unos empedernidos adictos se haban escabullido entre las sombras hmedas para formar fila en la tabaquera a fin de proveerse de la racin semanal de cigarrillos, pero hasta los propios gatos abandonados los consideraban decididamente raros. Entonces, de pronto, los camiones de carga de las tropas SS empezaron a rodear el viejo sector, mientras otros grupos se desparramaban por el Trastevere y el resto de la ciudad. Pronto los soldados se separaron en pequeos equipos; cada jefe llevaba listas de nombres y direcciones de judos para arrestar. Una hoja mimeografiada del tamao de una tarjeta postal iba con cada nombre. Deca as: 1. Usted, su familia y todos los otros judos que pertenecen a su casa sern transferidos. 2. Usted debe llevar: a) comida para por lo menos ocho das; b) libretas de racionamiento; c) documento de identidad; d) vasos para beber. 3. Tambin puede llevar: a) una valija chica con efectos personales, ropa, frazadas, etctera. b) dinero y joyas. 4. Cierre con llave el departamento/casa. Llvese la llave. 5. Los invlidos, aun en los casos ms graves, no pueden, por ningn motivo, permanecer atrs. En el campo hay enfermeras. 6. Veinte minutos despus de la presentacin de esta tarjeta, la familia debe estar preparada para partir. Tal cual deca la advertencia, los alemanes no aceptaban excusas. Los bebs y los chicos ms grandes se reuniran con los ancianos, los dbiles, los enfermos, las embarazadas y los robustos y sanos. Todos deben ir, insistan las tropas. Cada judo iba a un campo de trabajo, segn explicaban. Cada uno trabajara segn sus medios y sera admitido segn sus necesidades. En el lugar de recepcin central, el Collgio Militare, los oficiales controlaran escrupulosamente los documentos de identidad y dejaran en libertad a los que no fueran judos. Pese a la firmeza militar, la operacin tuvo sus dificultades. Algunos judos haban aceptado las frecuentes advertencias del principal rabino Israel
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Zolli y se haban escondido. Otros hombres, que interpretaron errneamente la accin militar como medio de juntar gente para realizar trabajos, se subieron a los tejados o saltaron por las ventanas, dejando a sus familias en lo que crean la seguridad. Mientras otros, que estaban en los corredores o en los portales, se limitaron a ver pasar los soldados, cuya visin teutnica no distingua a un judo italiano de un cristiano italiano. Sin embargo, el nmero de vctimas fue elevado. La SS se llev a ms de mil doscientas personas al Collgio Militare en esa lluviosa maana. Roma, sbado 16 de octubre de 1943 A las seis de la maana segua lloviendo. Horas antes, la lluvia haba convertido las calles del Trastevere en resbaladizos caminos de barro, basura mojada y bosta de caballos casi lquida. Tommaso Piperno sali de su departamento en el Vicolo del Bologna y se ajust su barato impermeable para evitar que le siguiera chorreando agua por la espalda. De haber sido su trabajo de menor responsabilidad, se hubiera vuelto a su casa, para estar con Rebecca y gozar el rito de la lluvia. Pero los trasteverinos necesitaban, aunque no se lo merecieran, calles limpias, si bien slo el propio Adonai poda darles un da as. Tommaso estaba tratando de barrer la Via della Scala cuando llegaron al barrio los alemanes. Un auto oficial y dos camiones bajaron rugiendo por la estrecha calle de la Via Garibaldi y se detuvieron estrepitosamente en la placita de la iglesia y el convento franciscanos. Las tropas de la SS descendieron de los camiones. Cuatro de los soldados, conducidos por un oficial con capote de cuero negro, subieron los escalones a la puerta del convento. El resto se abri en abanico alrededor del barrio. Durante unos momentos Tommaso observ el operativo con mrbida fascinacin. Para los pobres judos escondidos en el convento, el oficial vestido de negro era, en verdad, el ngel de la muerte. Despus la comprensin total de lo que estaba ocurriendo surgi de pronto en la conciencia del barrendero. Los alemanes apresaron a todos los judos y varios miembros de la SS salieron al trote de la placita en direccin al Vicolo del Bologna... su calle. De pronto comprendi lo que significaba ser judo en una zona controlada por el Reich. En una fraccin de segundo pasaron por su mente los acontecimientos de las ltimas semanas. El presidente de la comunidad, Ugo Foa, haba insistido en que el rabino Zolli estaba equivocado. Los judos de Roma estaban a salvo, especialmente despus de haber pagado el rescate de trescientos kilos de oro que haban pedido los alemanes. Y ahora esto! l y Rebecca no haban sido nunca miembros activos de la cheila, la comunidad. Los
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abuelos de ellos, como muchas otras familias, se haban ido del ghetto despus de 1870, cuando los italianos ocuparon Roma y derogaron las opresivas reglamentaciones de los Estados Papales. Pero, con todo, los alemanes saban. Saban todo, como haba alardeado el monje. Y el monje haba tenido razn. Tommaso tir al suelo la escoba y trat de correr, pero resbal en las piedras grasosas y fue a parar a un montn de bosta fresca. Se levant y renque lo ms rpidamente que se lo permiti su cadera herida. Al doblar la esquina donde el Vicolo de Bologna cambiaba de direccin, vio que era demasiado tarde: dos corpulentos miembros de la SS desaparecan de su vista al subir al departamento de l. Cuando lleg a la entrada, levant la vista y vio abierta la puerta y a Rebecca. Los alemanes le entregaron una tarjeta. La mujer la mir y empez a gritar. Sin pensarlo dos veces, Tommaso baj la cabeza y subi a la carga la escalera, pese a su cadera enferma, dando con el soldado que estaba ms cerca de l. El hombre cay de espaldas, de dolor, y su casco de acero rebot al pie de la escalera de mrmol. Tommaso atac al segundo nazi, echando todo su peso contra el plexo solar del guardia. Tomado de sorpresa, el hombre acus todo el impacto del golpe, perdi el equilibrio y fue a reunirse con el casco del primer alemn, golpeando en su trayecto los escalones. Su casco de acero son como una bocina al rebotar junto a l. Tommaso le extendi la mano a Rebecca pero no alcanz a tocarla. Un sargento baj los escalones desde el departamento de arriba y asest un culatazo con su ametralladora a la nuca del barrendero, quien cay hecho un ovillo a los pies de su mujer. Los dos primeros alemanes subieron rpidamente la escalera y empezaron a patear el inconsciente cuerpo de Tommaso, pero Rebecca salt ferozmente sobre ellos como una gata protegiendo a su cachorro. Se necesit la fuerza combinada de los dos hombres para someterla. El sargento permaneci de pie encima de la refriega, con una amplia sonrisa burlona. Tenemos un par de tigres hebreos. Tena entendido que los cerdos eran tan dciles que este trabajo no era nada divertido. Trigalos orden pero primero chele un poco de agua a ese cerdo. Huele a bosta de caballo. Mientras tanto, el capitn aporreaba la puerta del convento franciscano. El mayor Priebke sali lentamente del auto oficial y subi hasta la mitad las gradas del convento. Por ms que Danzing golpe con los puos durante dos minutos, no hubo respuesta alguna. Volvi a golpear. Nada. Sargento orden, eche abajo esta puerta! En ese momento la pesada puerta se abri. Danzing trat de entrar pero la hermana Sacrista fue ms rpida. Se plant en la abertura, obstruyendo con sus
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caderas y su cuerpo de bala de can un lado del portal. Tres monjitas se agruparon detrs de ella. Esta es la casa de Dios, qu quieren? les pregunt. En su voz spera no haba la menor seal de humildad ni de deferencia. Sabemos que usted tiene a judos escondidos aqu, hermana le dijo Danzing, en forma amenazadora. Hgase a un lado y djenos que los saquemos. La pena por esconder judos es la muerte, pero como buenos cristianos esta vez la vamos a perdonar. Hgase a un lado. Esta es una casa de oracin le respondi la hermana Sacrista, con el mismo tono que sola usar antes de despedir a un colegial vagabundo. Es la casa de Dios. Usted no puede entrar. Hgase a un lado, hermana le dijo de mala gana el capitn, esta vez ms alto. Nos vamos a llevar a esos judos. Si intenta detenernos, la arrestaremos tambin a usted y le impondremos todo el castigo por esconder a la escoria hebrea. Usted no puede entrar tambin la voz de la hermana Sacrista era ms alta y ms segura. Como trasteverina se hallaba ms firme en su propio terreno. El alemn esperaba una disputa a gritos y ningn hombre, mucho menos un extranjero, podra competir con una mujer del Trastevere cuando empezaba a gritar. Nosotros estamos aqu bajo la proteccin especial del Papa. Pese a la lluvia y a la hora temprana, las ventanas que daban a la plaza se abrieron y empezaron a asomar cabezas para ver y or mejor. Algunas almas, ms curiosas que prudentes, hasta se aventuraron a acercarse a los bordes de la plaza. Enve a buscar a su capelln, hermana le grit el capitn. Un hombre entender todo el dao que usted se est causando por esta estpida resistencia. Nuestro capelln? Nuestro capelln? grit la hermana Sacrista, en un tono irrisorio que penetr como fuego en los tmpanos del alemn. Llevndose la mano derecha a los labios, se frot el pulgar y los dos primeros dedos, describiendo un pequeo y apretado crculo mientras segua aullando: Non rompere le scatole! Via! Via! Vyase de este sagrado lugar o la ira de Dios y de Su Papa lo convertira en un eunuco gordo. Vyase a encamar con el Papa! le aull Danzig. Hgase a un lado! Maldita sea! y uniendo la accin a la palabra, un sargento intent sacar del camino a la monja. Pero el peso de ella estaba concentrado en torno de un bajo centro de gravedad y lo nico que el hombre consigui fue hacerla oscilar. Las otras tres monjas empujaban del otro lado, calzando con ms firmeza a la
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hermana Sacrista en el portal. No me toque, pervertido sexual! le grit al sargento. A ustedes, los alemanes, les encanta violar monjas; por eso quieren entrar a la fuerza en este sagrado lugar despus se dirigi a la enorme audiencia que estaba en las ventanas y en los bordes de la plaza: Pero no lo van a conseguir, no lo van a conseguir sin matarme primero! Se lo prometo a todos los que estn presenciando esto. Despus el Papa le dir al mundo entero las atrocidades de los alemanes. Le digo... empez a explicar Danzig. Antes de que pudiera terminar su frase, la hermana Sacrista lo tap con su voz: Hermanas dijo por encima del hombro ya es el alba. Rezaremos nuestra oracin matutina: El ngel del Seor anunci a Mara empez a cantar. Su spera voz pas por encima del ruido de la lluvia y repercuti en el edificio de enfrente. Y concibi por obra y gracia del Espritu Santo cantaron detrs de ella las dbiles voces. Dios te salve, Mara, llena eres de gracia. El seor es contigo... los decibeles de la hermana Sacrista aumentaban por encima de las otras voces, errando cada nota por el margen preciso de una media octava. El sargento estaba furioso. Desenfund la pistola y empez a apuntar a la monja. Priebke intervino inmediatamente. Puso con firmeza la mano en el brazo del suboficial. Baje esa arma, sargento. Es una orden luego se dio vuelta hacia Danzig. Basta, capitn grit, por encima del estrepitoso cntico de la hermana Sacrista. Tenemos orden de no utilizar la fuerza. Me entiende? Danzig tembl de rabia y mir furioso a la vociferante monja, pero la disciplina de la SS fue ms fuerte que su rabia y empez a retirarse. Al pie de los escalones del convento, a una docena de yardas y entre el estrpito de la lluvia que protega sus odos de los carrasposos cnticos de la monja, el capitn agit un puo y grit: Volveremos a buscar a esos cerdos judos y tambin nos la llevaremos a usted. Mientras Danzig gritaba, la hermana Sacrista ya estaba en el segundo versculo: He aqu la sierva del Seor cantaba y, sin perder un comps de su desafinada versin, mostr el puo, levant el brazo derecho doblndolo lentamente frente al alemn, y con la mejor tradicin del Trastevere, le hizo un
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corte de mangas. Furioso y frustrado, el capitn les dijo a sus tropas: Detengan a todos esos que estn en la plaza! Los que no tengan documentos de identidad deben ser judos. Arrstenlos! Escondido en el compartimiento reservado al cura en el confesionario de la capilla del convento, Roberto no poda ver nada y escuchaba poco. Sin embargo, reconoci el golpe de la pesada puerta al cerrarse, el trotecito de las monjas jvenes y el lento paso arrastrado de los grandes pies de la hermana Sacrista, como la msica de la victoria. Con todo, esper dentro del confesionario hasta que una monja golpe a la puerta. Por ahora se fueron. Ya puede salir. Por favor, espere en uno de los bancos. La hermana Sacrista quiere hablarles a todos. A los pocos minutos, veintitrs judos, doce monjas y Roberto se reunieron en la capillita. Tengo malas noticias les inform la hermana Sacrista. Hablaba muy mal en francs y con vacilaciones. El ataque que nos hicieron formaba parte de algo ms grande. En este momento, las SS estn invadiendo el ghetto y deteniendo a todos los judos que encuentran. Mientras trataban de entrar por la fuerza a esta casa, tambin hacan pedazos las puertas en todo el Trastevere y secuestraban familias judas de aqu. Se produjo un silencio total. La historia no era nueva para esa gente. Haban sobrevivido a ataques similares. Y, por ser franceses, muy pocos tenan amigos ntimos o parientes de cada lado del ro. La hermana Sacrista continu: Tal vez no ha pasado el peligro para nosotros. Los alemanes pueden volver en cualquier momento. Saben que ustedes estn aqu. Si alguno desea irse, lo ms prudente es hacerlo en seguida. Por ahora parece que las calles del Trastevere estn despejadas, aunque todava quedan muchos alemanes en el ghetto. Y adnde iramos? pregunt una mujer. No s. El padre Maria Benedetto quiz lo sepa pero no lo puedo localizar. Podemos quedarnos, hermana? la pregunta la hizo un hombre muy mayor. S. Pero si los alemanes vuelven... empez a decir otro. La hermana Sacrista lo interrumpi:
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Significa que estn de vuelta. Pero continu el hombre amenazaron llevarlas a ustedes con nosotros. La hermana Sacrista ofreci uno de los ms elocuentes alzamientos de hombros romanos. Pues nos iremos con ustedes. Hemos consagrado nuestras vidas al servicio de Dios y vivir en la pobreza ayudando a los pobres. Podemos servir en cualquier parte. Pero se apresur a agregar el servicio de Dios no es ninguna excusa para el suicidio. Debemos prepararnos para cuando vuelvan los alemanes. Las hermanas revisarn todos los armarios del convento. Creo que si trabajamos todos juntos conseguiremos hbitos franciscanos para las mujeres. Les pedir a los buenos padres de al lado que encuentren hbitos o piezas de hbitos que podamos coser para los hombres. Nuestra comunidad religiosa quiz florezca pronto. Y los nios? pregunt una madre. Vamos... le respondi la hermana Sacrista con las manos juntas delante y movindolas suavemente, hemos inaugurado un orfelinato para los nios sin hogar, vctimas de los crueles bombardeos norteamericanos a Roma. Tambin eso forma parte de nuestra sagrada misin. Pero necesitamos su ayuda, la ayuda de todos ustedes. Tenemos mucho que cortar y coser. Y tenemos que ensearles bien nuestro ritual para que puedan engaar a un oficial de la SS. No ser difcil; probablemente el oficial ser un asqueroso hertico... y un frcio, adems. Ciudad del Vaticano, 16 de octubre de 1943 Era poco despus de medioda. La lluvia haba parado y, en uno de esos frecuentes milagros de Roma, un sol brillante convirti al cielo en un esplndido azul. Una figura alta, enjuta y asctica, de blanco, Eugenio Pacelli, el Papa Po XII, miraba como un bho a travs de sus gruesos anteojos con marco de metal, a Giovanni Battista La Torre, arzobispo titular de Bacata, respetuosamente de pie ante l. Mientras hablaba, el Papa se daba vuelta y miraba adrede desde la alta ventana de su gabinete hacia el sudeste, como si pudiera ver algo de lo que todava segua ocurriendo en el ghetto, a ms de una milla del serpenteante Tber. Desde ese ngulo pareca demacrado; su cutis, tenso sobre sus huesos faciales, era casi translcido. Su expresin mostraba un sufrimiento que slo el leo negro de El Greco podra haber captado en su plenitud. Entonces, es cierto, monseor? pregunt el pontfice.
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La Torre vacil antes de hablar sobre un asunto tan serio y delicado. Su superior, el secretario de Estado, Luigi, cardenal Maglione, estaba encerrado con el embajador alemn ante la Santa Sede pero su disponibilidad quiz no tuviera mucha importancia. Cuando, como en este caso, un problema concerniera a las relaciones exteriores, no hubiera sido inslito que un pontfice consultara al subsecretario, quien manejaba rutinariamente esos asuntos. Pero el Papa Pacelli trataba directamente, por lo general, con muchos miembros del personal de la Secretara de Estado. Antes de su eleccin al papado, haba sido el secretario de Estado de Po XI y jams haba abandonado, en realidad, esa oficina. Prefera que la gente ejecutara sus decisiones ms que colaborar con l en hacer opciones. Con todo, constantemente peda consejo y hasta gua. S, Santidad le respondi, finalmente, La Torre. La SS est arrestando judos por toda Roma y llevndoselos. Est absolutamente seguro? La principessa telefone esta maana para decir eso; pero usted est seguro? aunque uno no hubiera odo la compuncin de su voz, el aumento de sus lentes habra revelado la humedad en sus ojos. Absolutamente, Santidad. Fuimos advertidos por lo que queda de la embajada alemana aqu, en Roma, por los ingleses, por el mariscal Kesselring, por el clero alemn de la ciudad y hasta por algunos judos. He hablado con gente que ha sido testigo presencial, incluyendo un miembro de mi propio personal. Tambin vi los camiones con mis propios ojos, Santidad. Algunos de ellos se perdieron y llegaron hasta el borde de la Piazza de San Pedro. An bajo la lluvia, no tenan lonas. Y vi cmo suban amontonados a mujeres y nios bajo guardia. O Dio, Dio mio deplor el Papa. Esta guerra brutal! Cuntas crueldades tenemos que soportar? Adnde llevan esas pobres almas? Por ahora al Collgio Militare. Tan cerca de nuestra propia presencia? Tan cerca? No nos permitirn que ignoremos esta vergonzosa mancha sobre el honor alemn? Tan cerca, Santidad. Es un insulto deliberado. Qu ha hecho esa gente? La pregunta del Papa era retrica, pero La Torre la contest: Son judos, Santidad. Y para los alemanes ese crimen es suficiente. Diga nazis, no alemanes! le espet el Papa. Usted sabe el especial cario que nosotros sentimos por Alemania y el pueblo alemn. Otra vez rein el silencio. El pontfice sigui mirando por la ventana. La Torre se senta incmodo, tanto fsica como psicolgicamente. Para compartir el
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sufrimiento de todos los que se haban quedado sin hogar por la guerra, el Papa Pacelli no permita que se encendiera la calefaccin en sus recintos. Y la humedad de los dos ltimos das saturaba todava el amplio gabinete, hacindolo ms fro de lo que en realidad era. Mas an; era casi la hora del almuerzo y el estmago del arzobispo le recordaba que, como buen italiano, haba desayunado ligeramente. La Torre dudaba que il Papa supiera qu era tener los dolores del hambre. Raras veces el pontfice mostraba inters por la comida, inclusive por los pocos bocados de pan, queso y fruta que la madre Pasqualina peridicamente colocaba frente a l. Al final, el pontfice se alej de la ventana y se sent ante su escritorio, apretndose las sienes con las palmas. De pronto, las preguntas empezaron a surgir rpidamente, con fuerte acento romano. Qu debemos hacer? Qu podemos hacer? Cuntos han secuestrado los nazis? Se ocupan de ellos en el Collgio Militare? Qu les va a pasar? La Torre suspir. Uno de los hbitos ms molestos del Papa Pacelli era dar vueltas siempre sobre el mismo asunto, como un detective paciente, si bien no demasiado inteligente, interrogando a un sospechoso. Puedo decirle lo que est pasando en el Collgio, al menos desde hace una media hora. Esta maana mand ah a monseor Carducci. Ha vuelto y dictado este breve memorndum. La Torre le entreg al pontfice una nota. Para Su Excelencia, Monsignor, el Substituto. A las diez de la maana de hoy visit el Collgio Militare, por su orden, donde los alemanes estn llevando a los judos de Roma. Los oficiales de la SS no me permitieron hablar con ninguno de los prisioneros o ir a las habitaciones donde se encuentran, pero vi lo suficiente como para hacerme llorar. No hay agua y escasea la comida. Algunas familias han sido separadas; hasta han separado a los padres de sus hijos pequeos. Vi a ancianos y enfermos sin atencin mdica. Vi una mujer, con su hijo recin nacido, pidiendo ayuda. El beb estaba demasiado dbil para llorar. Me enter por un mdico que trat infructuosamente de verla que la mujer haba dado a luz prematuramente apenas dos das antes y el mdico tema que, sin urgente atencin, moriran muy pronto la madre y el hijo. Tambin vi a un auto con tres mdicos del Hospital del Espritu Santo obligado a volverse por los guardias. Por ltimo, vi a un oficial de la SS gritar rdenes en alemn que, evidentemente, los prisioneros no entendan. Cuando no lo obedecan, los soldados los golpeaban, incluidas las mujeres, con las culatas y seguan patendolos mientras estaban heridos en el piso. Intent ir en su ayuda, pero un oficial de la SS me contuvo. Pens que lo mejor era regresar inmediatamente, a menos de provocar un grave incidente diplomtico.
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Po XII le devolvi el memorndum a La Torre. Qu podemos decir, monseor? Qu podemos decir? La Torre no iba a cejar. El infierno de esa gente apenas ha comenzado, Santidad. Dentro de pocos das van a ser amontonados en cargueros, sin comida, ni agua, ni frazadas, ni remedios, ni siquiera comodidades higinicas y embarcados como ganado a travs de los Alpes. Por ltimo, se los detendr en uno de esos campos especiales en Polonia acerca de los cuales monseor Roncalli, en Turqua, y el visitador apostlico en Zagreb y otros prelados ya nos han escrito. Y despus? Despus, slo Dios puede estar seguro, Santidad; pero lo ms probable, finiti. Sarano tutti finiti. Los nazis los van a matar. Po XII se estremeci. Y qu confianza podemos tener en esos informes de los campos de exterminio? Nuevamente la pregunta fue retrica, pero La Torre la contest de un tirn: Con propaganda, censura y las confusiones de la guerra, uno puede estar muy poco seguro; pero la prueba es aplastante. Podemos descontar lo que dicen los ingleses y los judos, pero no desechar los informes de nuestros propios diplomticos o de los curas locales que han visto los trenes y olido la carne quemada. Po XII desvi la cara; pero no tan rpidamente como para ocultar las lgrimas que le mojaban las mejillas. Una vez ms mir a travs de la ventana. La Torre se estaba poniendo cada vez ms impaciente. El tiempo apremiaba. Tena informes de un tren de carga que se estaba formando en los patios donde se reuna la tropa cerca de la estacin Tiburtina. Demorar era decidir, pues pronto no habra medio de parar al monstruo destructor. En realidad, quiz ya fuera demasiado tarde. Sin embargo, Eugenio Pacelli era un hombre melindroso, no una persona a quien inclusive los acontecimientos ms urgentes pudieran apresurar. Ni la decisin ni la firmeza en las decisiones figuraban entre sus virtudes. Siempre, y bajo cualquier circunstancia, proceda con su actitud lenta y exasperante, cubriendo cada vez caminos muy transitados, esperando quiz que un ngel descendiera del cielo con una solucin claramente escrita en una tarjeta. Conoca las respuestas, los hechos y las deducciones que se deben tratar como hechos, pero tena una obsesiva necesidad de orlas repetidas. El pontfice ech un vistazo a su escritorio, vio algunos papeles de rutina,
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despus sac un pao especial, limpi la punta de la lapicera, la moj en la tinta y, con mucho cuidado, puso su firma a dos documentos triviales. Los sec con el mismo cuidado y volvi a limpiar, minuciosamente, la punta de la lapicera con el pao especial. La punta se enmohecer si no est limpia explic. Centenares de veces antes, La Torre haba visto el mismo ritual, exactamente, del nacimiento de la firma papal y, como a menudo, escuchado del Papa la racionalizacin de su fetichismo por tener limpia la punta. Po XII se levant y empez a caminar por la estancia. Hemos rezado mucho porque estos informes de deportaciones a campos de exterminio fueran una pesadilla hablaba ms para s mismo que dirigindose a La Torre. Pero ahora que ha ocurrido aqu, en Roma, ante nuestra propia ventana, no podemos fingir que el mal no es una realidad. Lo confesamos. Pero basta con confesarlo? Significa algo, eso? Cmo debemos reaccionar? Rezaremos con mayor intensidad, desde luego. Pero qu aviso oficial debemos dar? Qu pasos tomar? la voz era de splica, de autocompasin. Qu debemos hacer? Allora, podramos llamar al embajador alemn a una audiencia privada y Su Santidad le explicara de qu manera esta ltima atrocidad penetra en el corazn de un cristiano. A lo mejor el embajador podra intervenir personalmente ante Hitler. O tal vez nuestro nuncio en Berln podra ver a Hitler o, por lo menos, a von Ribbentrop. Cree usted que esos locos escucharan la voz de la razn? Me falta la fe para creer que un poltico escuche la voz de la razn a menos que est directa, inmediata y evidentemente vinculada con su propio inters. Pero... Monseor lo interrumpi Po XII, sospecho que usted nos est aconsejando sobre lo que usted cree que nos gustara or y no en lo que cree que deberamos hacer. Le pedimos que su corazn nos aconseje en este momento de nuestra tortura. La Torre trag tan fuerte que se lo oy. Hable, Santidad, hable! Condene ante el mundo este acto brutal y todos los otros actos brutales con los que los nazis han estado haciendo esta matanza de todo un pueblo... nios, Santidad, nios que mueren en brazos de sus madres! El Papa Pacelli sonri suavemente. Los nios... eso lo molesta a usted profundamente... como nos golpea a nosotros. Qu raro que debamos sentir eso cuando ninguno de nosotros ha
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sido un padre fsico! Tal vez sea por eso, Santidad. Tal vez. Tiene usted nios judos en su orfelinato? La Torre levant la vista, sorprendido. Despus, rpidamente, volvi a poner lo que l crea ser la cara de un jugador de pker. Todos los nios tienen certificados de bautismo, Santo Padre. Estamos seguros de ello, monseor Po XII volvi a sonrer. No olvide que somos un romano. Apenas hay un pastor en Italia que no proporcionara un certificado de bautismo para un nio amenazado. Y nosotros se los encomendamos por caridad, como hacemos con los suyos. Pero el modo de ser del cura no puede ser el del Papa. Por qu, Santidad? Porque somos responsables de muchos rebaos y de muchos pastores ante toda la Iglesia. La caridad privada es un deber en la mayora de los hombres. Para nosotros podra ser falta de sobriedad. Hay veces en que queremos gritar a voz en cuello; pero se nos impone el silencio y la restriccin. Cuando quisiramos actuar y asistir, a menudo la paciencia y la devota expectacin se convierten en imperativos. Por qu, Santidad? No entiendo por qu usted cree que deba permanecer en silencio mientras centenares de miles, quiz millones, de seres son asesinados. Como los bombardeos ingleses de centros de poblacin alemanes? Como la matanza que hizo Stalin de los rusos kulaks? Condnelos a todos, Santo Padre. Lo hacemos, monseor, lo hacemos. En la Navidad pasada hablamos de los judos en nuestro mensaje al mundo. Recordamos nuestras propias palabras, pues las elegimos con mucho cuidado, como usted recuerda: La humanidad debe este voto el incesante trabajo de retornar a los mandamientos de la ley divina, dijimos a centenares de miles de personas que, por una culpa que no es de ellas y slo por su nacionalidad o su raza, han sido condenadas a muerte o a una progresiva extincin. Ah, monseor, hablamos claramente de los sufrimientos tanto de los judos como de los civiles alemanes. Pero esas palabras fueron splicas de su propia y sagrada misin por la paz; no era una condenacin de estos espantosos pecados. Tiene razn. Esa es nuestra manera de expresarnos. El que tenga odos para or, que oiga el pontfice dej de caminar y se detuvo frente a La Torre. Monseor, sabemos que usted ha venido para suplicarnos una vez ms que rompamos nuestro silencio. Ya hemos tenido antes esta conversacin. No
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somos, ya ve agreg, con un suave reproche la nica persona en el Vaticano que pasa dos veces por el mismo camino. Permtame preguntarle qu ocurrira si condenramos a los nazis. Cul sera la reaccin de ellos? No sabemos. Quiz cambien de poltica. Dejaran de matar a enfermos mentales cuando el clero alemn protestara en voz alta. Al fin y al cabo, casi el cuarenta por ciento de los alemanes son catlicos. Y quiz no cambiaran. De creer en estos informes en los que usted se basa, los nazis estn asesinando a los mentalmente retardados con la misma voracidad con que estn asesinando a los judos. Y sos son unos locos que estn dirigiendo a Alemania. Durante meses hemos odo informes de que los nazis estn planeando secuestrar a nuestra persona; inclusive han designado al hombre que debe hacerlo: el mismo oficial de la SS que rescat a Mussolini. Y nosotros no somos un hombre valiente, monseor. Lo sabemos no menos que usted. Conocemos nuestra debilidad. Como San Pablo, usamos nuestra flaqueza como seal del amor de Cristo. Con todo, confiamos en que nuestro silencio no sea producto del miedo, por lo menos no de nuestro miedo por nosotros mismos. Ms bien, confiamos en que sea el producto de nuestro miedo de la Iglesia levant una mano para detener la rplica de La Torre. Conocemos los males del nazismo; no todos, pero bastantes. Los norteamericanos son meramente estpidos y venales, los ingleses taimados y asesinamente vengativos. Pero hasta la Prfida Albin parece santa al lado del espectro del nazismo. He aqu que el temor de Dios es la sabidura; y el apartarse del mal la inteligencia, como dice el libro de Job. Porque comprendemos el mal mayor, el bolchevismo, toleramos el mal menor, el nazismo. Pero tanto el bolchevismo como el nazismo son enemigos jurados de la Iglesia, Santidad... Es cierto lo interrumpi el Papa; pero el comunismo es el ms peligroso, el ms insidioso porque es la tentacin ms atractiva. Como ideologa, el nazismo slo puede atraer a un grupo limitado de gentes que ya estn medio depravadas. Por otra parte, el comunismo es una religin universal, aunque falsa, que extiende sus mentiras por toda la humanidad. El nazismo es una enfermedad altamente selectiva que amenaza slo a los que tienen una deficiencia moral; el comunismo es una plaga mortal de la que muy pocos estn inmunes. De modo ms inmediato, el comunismo representa una amenaza ms grave para la Iglesia. Estamos de acuerdo en que tambin el nazismo es una amenaza. Pero por ahora, los nazis necesitan al menos nuestra pasividad, nuestro silencio. Tal vez nos hagamos ms fuertes antes de que puedan lanzar directamente su asalto final sobre nosotros. Sin embargo, los
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comunistas nos atacaran y destruiran enseguida. Y son ms eficientes; ya han afilado sus habilidades en Rusia. Pero Santidad... Si denunciamos estas atrocidades, el resultado inicial sera, probablemente, que nos secuestren y seguira rpida y segura la persecucin de la Iglesia. Y los judos? Vacilara un rgimen que atac fsicamente a nuestra persona en invadir los santuarios donde estn escondidos los judos? Un rgimen as, aflojara su sistema mortal porque nosotros, otra de sus vctimas, protestramos? No, monseor. Este es un valor que nosotros no podemos concedernos. Causaramos un dao a la Iglesia y haramos peor las cosas para los judos. Llenaramos los lugares vacantes en los campos con catlicos. Ms an, si el pueblo alemn y sus fuerzas armadas escucharan nuestro mensaje y no estaramos seguros de que lo escucharan slo conseguiramos debilitar el nico bastin de Europa contra el comunismo 1 hizo una pausa para recuperar aliento y prosigui. Un astuto diplomtico, monseor, siempre tiene puesto el ojo en el principal objetivo. Los judos de Europa son el precio para parar el comunismo. No podemos salvarlos. Est ms all de nuestro poder. Lloramos con ellos en su momento de dolor. Rogamos que su muerte sirva para un fin digno. Pero Santo Padre a La Torre le sala fuego por los ojos, nada podra ser peor que los judos sean masacrados ante un mundo silencioso y despreocupado. Nada podra ser peor para lo que usted promete que presenciar una matanza en un espantoso silencio. Usted habla como si fuera impotente. Pero est armado con la orden de Cristo de predicar Su palabra y tambin Su promesa: T eres Pedro... y las Puertas del Infierno no prevalecern contra ti. Usted morir, yo morir, pero el legado de Pedro sobrevivir, como sobrevivir la Iglesia, as como sobrevive Cristo. Cualquiera que fuera el dolor inmediato, el hecho que usted predique el Evangelio y confe en la promesa de Cristo, ser un faro para el mundo, ahora y siempre, la seal de que Dios vive con nosotros en la verdad y el amor, y en la compasin. Su sacrificio... Nuestro sacrificio? Es fcil hablar del sacrificio de los otros. Usted es joven. Usted se cree un hroe glorioso dirigiendo la Iglesia. Fjese en nosotros, monseor, fjese en nosotros. Qu ve? Un tmido anciano. La intrepidez y la gloria han salido de nuestro cuerpo. Slo nos queda la paciencia... y la prudencia para salvarnos no a nosotros sino a la Iglesia. No nos hable de sacrificio.
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De ms est aclarar que el Papa, al referirse a s mismo en todo este dilogo, utiliza la primera persona del plural. 241
Pero usted habla de sacrificios, Santidad. Usted predica el sacrificio a otros: a los curas que desean dejar el clero y encontrar solaz a su soledad en el matrimonio; a los jvenes casados, de abstenerse de hacer el amor si no quieren tener ms hijos; a otras parejas, cuyas vidas en comn se han convertido en una tortura, de seguir casados antes que divorciarse. Usted predica el sacrificio porque nuestra religin exige el sacrificio como algo esencial para la salvacin. Puede ahora, usted que acept el capelo rojo de un cardenal para recordarnos que est dispuesto a verter su sangre por Cristo, puede ahora evitar correr el riesgo del sacrificio? Po XII suspir profundamente. Qu joven es usted, en verdad! Y lo decimos con envidia, monseor. Usted hace gritar a los ancianos: Fiat justitia, ruat coelum. Que se haga justicia y que se derrumbe el cielo. S, podemos evitar correr el riesgo del sacrificio. As como somos el sucesor de Pedro y no de Juan el Bautista, tambin podemos sentarnos en la silla de Pedro, no en la de Don Quijote. La Torre estaba al borde de las lgrimas. Pero Santidad, si tenemos fe en la promesa de Cristo, el comunismo no prevalecer contra nosotros mucho ms que el nazismo. Con nuestro ms profundo pesar, monseor, debemos recordarle que el Sacro Colegio de cardenales, bajo la gua del Espritu Santo, eligi a Eugenio Pacelli como obispo de Roma, no a Giovanni Battista La Torre... aunque de todo corazn deseamos que l nos hubiera alejado este cliz. Y, ya que estamos citando la Escritura, permtanos tambin recordarle que est escrito: No tentars al Seor tu Dios. Los hombres son dbiles; el pecado original debilit su voluntad y oscureci su inteligencia. Algunos laicos pueden resistir la tentacin; algunos pocos pueden encontrar la persecucin. Pero el nmero de almas que se perderan sera enorme. El pontfice dej de hablar y empez a barajar varios papeles que tena en el escritorio. La Torre no se movi. Por ltimo, Po XII levant la vista y dijo en voz muy baja: Si nosotros creyramos que nuestra denuncia salvara a los judos sin abrir las puertas del comunismo, lo haramos. Una parte de nosotros teme el martirio, otra parte le da la bienvenida. Pero no consideramos los riesgos como usted. Allora, ya hemos hablado bastante de este problema y nuestra solemne conviccin es que la nica manera de ayudar a todas esas pobres almas que estn sufriendo en esta guerra y sufrirn despus es por la oracin y por una pacfica, paciente e incansable negociacin diplomtica, no mediante una denuncia pblica, por ms satisfactoria que fuera a nuestra conciencia personal.
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La Torre estaba callado. Po XII prosigui: Por favor lleve este asunto inmediatamente al embajador alemn e infrmele de nuestra grave preocupacin, de nuestro profundo dolor personal. La Torre se dirigi a la puerta. Luego vacil y le pregunt: Santidad, si los nazis ganan les hablar usted a los catlicos cuando marchen a los campos de exterminio? Po XII se dio vuelta y, una vez ms, clav la vista en la ventana; seal de que la audiencia, como la comunidad juda en Roma, haba terminado. Ciudad del Vaticano, sbado 16 de octubre de 1943 Cuando La Torre regres a su oficina, cerr cuidadosamente la puerta y se sent ante el escritorio. Apoy la cabeza en el secante y llor. Diez minutos despus, Ugo Galeotti entr sin molestarse en golpear. La Torre le reconoci los pasos pero no levant la vista durante un rato largo. No lo hizo antes de que Galeotti palmeara afectuosamente el brazo de su amigo. Lo intent, Ugo, lo intent. Pobre alma torturada! Es tan piadosamente falto de confianza en s mismo y de fe en Dios que, coherentemente, confunde timidez con prudencia. Le gustara ser un mrtir, pero le tiene miedo a los clavos. A menos que est presente una cuestin de moralidad sexual susurr Galeotti. Lstima que los alemanes no se limiten a usar judas como prostitutas! Entonces Su Santidad los atronara. La Torre mir framente a su colega. Lo hacen, lo hacen; pero, por desgracia, no se limitan a eso. Las jvenes y lindas son sometidas a veces a un purgatorio de unos meses de prostitucin, entreteniendo a las tropas alemanas, antes de ser enviadas al infierno de los campos de exterminio. Y l sabe eso, tambin? La informacin ha pasado por su escritorio. Quin puede decir lo que sabe? Despus de todo, es humano. Y, como con el resto de nosotros, su conocimiento es algo selectivo. Ecco, Ugo. Estoy derrotado. Completamente derrotado. Para l, todo es muy fcil. Es un verdadero diplomtico; no arriesga nada, salvo la vida de otros y su propia alma inmortal. Allora, venga conmigo a almorzar le ofreci Galleotti. Eso le va a levantar el nimo. Como en el Colegio Alemn, invitado por nuestro monje agustino. No cre que usted aprobara sus actividades. No las apruebo, pero lo miro como una oveja a la que podramos
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retornar al redil. Tal vez hoy lo ponga ante la prueba y le revele el oscuro secreto de que Cristo era judo. La Torre no se ri. Y quiz podra ayudar aqu en Roma, a travs de sus contactos con las fuerzas armadas alemanas. Por qu no se rene con nosotros? El colegio tiene, tambin, un excelente vino de la Rheingau. No, gracias. Tengo mucho que hacer. Pedir que me manden algo al escritorio. Dudo que el monje, o cualquier otro fuera de il Papa, pueda hacer algo en esta etapa, y quiz tenga razn de que es impotente para ayudar a los judos de Roma. Las ruedas alemanas estn girando; es casi imposible pararlas. Adems La Torre agreg, con amargura ya he visto demasiadas caras teutnicas esta maana custodiando a los judos en los camiones. Una ms y podra perder el apetito o la paciencia. El agustino y Galeotti se sentaron en el extremo ms lejos de la larga mesa del refectorio, un poco alejados del polglota murmullo de voces del otro clero. Durante el silencio de la accin de gracias, el monseor ech un vistazo a su alrededor, haciendo una mueca divertida. Ah estaba sentado l, al lado de un espa alemn, vestido con la apropiada ropa negra de un agustino. Unos diez platos ms lejos estaba Fitzpdraig Cathal Sullivan, S.J., el espa norteamericano, al lado de su invitado, un capuchino francs llamado MarieBenoit, a quien los italianos llamaban Maria Benedetto, il padre degli Ebrei, el padre de los judos. Su imaginacin empresarial y su frialdad de ladrn eran responsables de que centenares quiz miles de judos extranjeros se encontraran escondidos a salvo en Roma. Su cuartel general estaba en un monasterio de la Via Sicilia, pero era un asiduo visitante del Vaticano, donde continua, aunque infructuosamente, peda ayuda para su gente. Ms lejos en la larga mesa, monseor OFlaherty, del Santo Oficio, almorzaba solo. El voluminoso telogo irlands era el agente secreto ingls residente en el Vaticano. Su principal tarea era ayudar a esconderse a los aviadores aliados fugitivos y pasarlos al sur de contrabando. Se Cristo vedesse si Cristo lo viera, era el chiste italiano de preguerra por las iniciales SCV 1 en las chapas de los vehculos del Vaticano. Ah, en esa mesa, el chiste careca de gracia. Evidentemente, el Vaticano se haba convertido en una cueva de espas, si no de ladrones, cada uno tratando de ayudar a su pas para que luchara brutalmente a ganar una guerra justa. Me he enterado, monseor, de la Jdenaktion de esta maana el
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Stato della Citt del Vaticano, (Estado de la Ciudad del Vaticano). 244
acostumbrado tono cnico del agustino estaba ausente. Quiero hacerle saber que no la apruebo y que muchos alemanes de Roma intentaron impedirla. Entendido, entendido le hizo notar Galeotti. Pobres diablos, los van a tratar apenas un poco mejor que a los animales! Si tienen esa suerte. El viaje a Alemania ser difcil. Despus van a pasar meses, quiz aos, realizando trabajos pesados manuales. Supongo que la actividad fsica les va a hacer bien. Los judos son como tenderos en todas partes; tienden a ser suaves y recargados de peso. Y, supongo, un poco de sufrimiento es bueno para el alma. Sin embargo, uno odia pensar en vidas desbaratadas, en familias separadas. Vidas desbaratadas? Familias separadas? Por favor, no se engae le dijo pesadamente Galeotti mientras se serva una segunda copa de vino. Sorbi el lquido, dejndolo unos segundos en el paladar, antes de tragarlo. Pues bien, todos sabemos adnde van y cul va a ser su destino. S; a un campo de trabajo donde trabajarn para la victoria final del Reich. Si esta gente, monseor, hubiera escuchado el Evangelio, la buena nueva de Jesucristo, ahora no estara en esta desagradable situacin. Senta, me temo que la nica buena nueva que esta gente escuchar de fuente cristiana ser que tendrn una muerte misericordiosamente rpida. Son corderos que van al matadero. No exagere, mi amigo. Ustedes los italianos dramatizan todo. Esa gente va a un campo de trabajo, no a morir. Las condiciones sern primitivas, la disciplina dura, pero no peor probablemente mucho mejor que las de los soldados en combate. Ecco, van a campos de exterminio, para ser envenenados con gas y despus quemados sus cuerpos. Qu disparate, monseor, qu disparate! No crea en la propaganda inglesa. Creo en informes de alemanes, de los que conducan los trenes que llevaban a los judos a Polonia y traan de vuelta los abrigos, la ropa interior y el pelo de esas pobres almas; de los empleados de la Cruz Roja que les daban un poco de comida y agua durante su viaje a los campos, pero que nunca vieron salir de ellos a un judo; de los campesinos que olan el fuerte y suave olor de la carne humana quemada; de militares cuyas pesadillas no terminaban nunca. Creo en historias contadas por los que se escaparon, por los curas y obispos de los Balcanes y Polonia. Creo en la realidad, no en mitos patriticos, ya sean italianos, ingleses o alemanes.
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Debe de ser el vino que lo hace hablar, monseor. Perdneme, pero no creo que un hombre de su cultura acepte esas tonteras. Tonteras? Disparates? Allora, vamos a mi oficina. Le mostrar los informes de los que le hablo. Conocer la verdad, aunque sera una falta de sensibilidad predecir que esta verdad podr hacer sentir libre a usted o a cualquier otro. El agustino caminaba lentamente mientras lea los documentos en la oficina de Galeotti. Una hora despus los coloc en el escritorio y casi se desplom en un silln frente a ese mueble. Durante unos minutos no dijo nada; luego comenz a lanzar una serie de palabras en alemn. No lo puedo creer, no lo puedo creer. Redadas como sta en Roma se estn llevando a cabo en toda Europa... trenes cargados de gente, primero fusilamientos en masa, despus gas para los agotados por viajar en camiones, y ahora grandes cmaras y crematorios. Tan organizado todo, tan sistemtico... Tan alemn le hizo notar Galeotti, en voz baja. Es inadmisible. No lo puedo aceptar. Estamos hablando de centenares de miles de personas: mujeres, nios, ancianos, hasta conversos. Por Dios, hasta los sacerdotes que tienen antepasados judos han sido borrados como marcas de tiza en un pizarrn! No soy un flojo. Yo intervine para que pusieran a los judos obstinados que no aceptaban a Cristo en zonas separadas de las ciudades para que no contaminaran a la gente honesta. Tambin apoy que les hicieran usar esa horrible estrella amarilla para que los cristianos sepan con quines trataban. Pero matarlos como si fueran insectos? Eso es barbarie pura! Especialmente los nios; algunos podran ser convertidos. A Galeotti no se le ocurri nada para decirle a ese gallardo monje. Se limit a recostarse en su silla, cerr los ojos y trat de rezar por el alma del alemn. No fue algo que le result fcil. Por ltimo el monje le pregunt: Saba usted que en la Gran Guerra luch en las trincheras? No. Trat de explicarle a nuestro amigo norteamericano por qu eso me hace querer a mi pas. Se sonri con su acostumbrada amabilidad pero no creo que me haya entendido. Todos los norteamericanos sonren as, monseor? Creo que s. No es el peor de sus defectos. No, no lo es. Pero si no puedo explicar por qu amo a mi pas puedo explicar por qu desprecio a los judos? Para un cristiano debe de ser ms fcil explicar el amor que el odio. Ay, los dos son igualmente reales y me temo que el odio sea ms fuerte!
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Fui un soldado de frontera. Me llamaron cuando apenas tena diecisiete aos. Me hirieron en la ltima ofensiva en marzo de 1918. Habamos llegado cerca de Pars, en el Marne, cuando me hirieron. Me reun con mi unidad dos meses despus; para entonces ya estbamos de vuelta en Flandes otra vez. Estbamos perdiendo, pero seguamos siendo una mquina magnfica. Algunas unidades estaban desmembradas; la nuestra no. Nuestra moral era alta y todos nos queramos. Usted no conoce no puede conocer la camaradera de los hombres que han compartido el miedo y el horror de la guerra en las trincheras. ramos hermanos. La educacin, la riqueza, la familia, nada de estas cosas era importante. Todo lo que importaba era si un hombre estara despierto cuando le tocara el turno de vigilar, permanecer y luchar cuando llegaran los Tommies o los poilus 1y jugarse el pellejo para rescatarlo a uno si lo heran. Porque nosotros nos queramos, queramos a Alemania. Sabamos que nuestra causa era justa. Cuando la guerra termin en noviembre, lloramos... no como bebs sino como hombres que de pronto comprendieron que haban sido traicionados. Haban despilfarrado nuestras vidas; nuestros amigos estaban muertos y nos dolan las heridas. Estbamos dispuestos a seguir luchando pero Alemania haba sido traicionada. Usted cree eso, realmente cree eso, ahora? El asunto es que entonces lo cremos. Cuando escuchamos la noticia del armisticio estbamos en reserva en una aldeta de Francia, cerca de la frontera belga. Nos embarcaron de vuelta a la patria para ahorrarnos, supongo, la ignominia de tener que deponer nuestras armas ante el enemigo. Pero nos aguardaba una ignominia mayor, la ltima humillacin. Cuando bajamos del tren en Alemania, en Trier, nos atac una multitud de chusma comunista. Gritbannos nombres infames, nos arrojaban piedras y trataban de arrancarnos nuestras insignias y medallas. Mataron a uno de mis camaradas, un hombre der Alte, el viejo, le decamos los chicos porque tena treinta aos, una mujer y tres hijos. Tambin l tena mucha granada de metralla en la pierna para poder correr y evitar un enorme ladrillo de la calle que le tiraron. Entonces nosotros devolvimos el ataque y golpeamos a esa escoria con las culatas de los rifles. Hasta atacamos a algunos con las bayonetas. Pero derrotarlos no era ninguna victoria. Todo el incidente confirm nuestra creencia que habamos sido traicionados. Y en ese momento comprendimos por quines: los comunistas y los judos. Judos?
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Nombres dados a los soldados ingleses y franceses, respectivamente, en la Primera Guerra Mundial. 247
Judos. La canalla esa estaba compuesta de judos. Mir las caras de esos Untermenschen que nos haban atacado y vi que no eran alemanes sino judos. Cmo poda saberlo? En Alemania se sabe. Yo poda saberlo. Y ahora, siente lo mismo? Estoy tratando de explicarme de qu modo llegu a sentir lo que siento por los judos y los alemanes. Me temo no estar haciendo un buen trabajo. Daccordo; la cosa no es sencilla. Tal vez sera ms fructfero que explicara lo que siente ahora, como un cura maduro. Ah est el asunto, monseor. Las experiencias de ese chico en las trincheras forman parte de este cura de edad mediana, como el trauma de esas horribles y aullantes caras hacindonos pedazos. Cuando veo un judo, veo esa chusma. Me limpio la saliva de la cara. Veo un camarada muerto. Es una reaccin qumica, no intelectual. Esa es una respuesta que los dos hemos odo a menudo en el confesionario en otros contextos. Cree que no me doy cuenta? Significa que yo, tambin, soy un ser humano que puede amar, odiar y pecar. No soy distinto de los laicos que me imploran el perdn de Dios. Odio exactamente igual que ellos. Y comprendo qu es lo que los hace odiar a los judos. Usted comprende; eso es bueno. Pero no trata de hacerles dao a esos judos, de ponerlos en las cmaras de gas, de incinerar sus cuerpos en grandes hornos. Me ha faltado la oportunidad, monseor. No soy inocente; slo me falt la ocasin de pecar. Por lo tanto, no es ningn mrito se levant y empez a caminar otra vez. Cunto puedo confiar en esos documentos que me mostr? Abbastanza. Bastante? Si dicen la verdad, por qu Su Santidad no lanz a gritos condenaciones ante Dios y los hombres? Galeotti se encogi de hombros. Su Santidad est enterado tambin de los bombardeos ingleses a civiles alemanes. Se requiere una verdad neutral para ser testigo silencioso de las atrocidades cometidas por ambas partes. Monseor qu deseara que hiciera yo? Que fuera a ver a Pacelli y le pidiera que hablara claro? Ayudara muy poco. Otros lo han intentado y fracasado. Entonces qu?
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No s. Podra tratar de pedirles a sus compatriotas que pararan la deportacin de los judos de Roma. No s si lo puedo hacer. Y aunque lo pudiera, dudo si tendra alguna importancia. Ni siquiera estoy seguro de poder aceptar lo que he ledo aqu. Es algo as como descubrir que su madre es una prostituta y, al mismo tiempo, darse cuenta de que ha sido usted uno de sus rufianes. No creo que yo pueda aceptar totalmente esa noticia. Ecco, negar es una reaccin muy humana. S; as es hubo otro largo silencio. Finalmente el agustino dijo: Tengo muchas cosas que hacer. Estoy seguro Galeotti asinti con un breve movimiento de la cabeza . Lamentablemente, no le puedo desear ni a usted ni a cualquier otro alemn, que se vaya en paz. No es muy caritativo ese deseo, pero mi alma italiana brama hoy contra todo lo que sea alemn. Excepto, quiz, nuestro vino acot el monje, tratando de sonrer. S; excepto su vino Galeotti suaviz el tono. Pero no es sa una reflexin que pueda considerarse en s como juez para saber quin merece el libre don de la vida otorgado por Dios. Tal vez como penitencia para su pas, debera usted ir al Collgio Militare esta tarde y ofrecerle solaz cristiano a esas pobres almas a las que usted segregara y obligara a llevar insignias. Para m, quiz eso le hara muchsimo bien a su pobre alma de usted. Roma, sbado 16 de octubre de 1943 Gracias por verme tan pronto, coronel le dijo el monje agustino al tomar asiento en la oficina de Gratz en la casa del ministro de la Villa Wolkonsky. Su habitual gentileza haba cambiado en una fnebre solemnidad. Gratz movi una mano, sin ningn sentido especial. Para m siempre es un placer verlo, Herr Pater... ya menudo un provecho. Y en estos ltimos das ha habido muy pocas cosas provechosas. S, lo s. Uno no puede menos que compadecer a esos pobres judos. No estaba pensando en ellos. Pero admiti Gratz, tambin ellos parecen estar recibiendo su cuota de tribulaciones. Vine a pedirle un favor. Si est dentro de mis posibilidades, no tiene ms que decirlo. Intervenga ante el teniente coronel Olendorf y pdale que libere a los judos. Usted es su superior en rango; tendr que escucharlo. Si no los puede liberar, por lo menos que les permita quedarse en Italia. Podemos necesitarlos para cavar trincheras o llevar camillas. El mariscal Kesselring ha dicho que lo
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hagamos. S, el mariscal Kesselring as lo dijo, y no est solo. Usted debe de saber algo respecto a las maniobras de la comunidad alemana de Roma para que paremos las deportaciones. Lo que queda del personal de la embajada dijo tambin que sera un error deportar a los judos de Roma. Hasta Olendorf pidi que no acturamos. Desgraciadamente, Heinrich Himmler, Ernst Kaltenbrunner, o uno de sus delegados, sac el asunto de las manos de Olendorf. Berln envi a un capitn de la SS, llamado Danzig, para hacerse cargo de la Jdenaktion. Cuando ocurri eso, Kesselring se ech atrs, la embajada se ech atrs y le puedo asegurar que un cierto coronel de la Abwehr hizo lo mismo. Entonces usted no puede hacer nada? Hacer? Qu podra hacer, Herr Pater? Formamos un sistema. Der Fuehrer quiere que los judos vayan a campos de trabajo y la SS ha creado una organizacin eficiente para asegurar que vayan adonde el Fuehrer quiere que vayan. Cualquiera que se oponga a su poltica y lo manifieste en voz demasiado alta o enrgica, ir a parar a los campos de trabajo junto con los judos. Los norteamericanos tienen una expresin: No se puede luchar contra la Municipalidad. Esto es mucho ms que una municipalidad; es todo el partido nazi con todo su poder armado. Como probablemente sepa, el obispo Hudal y varios otros sacerdotes alemanes en la ciudad firmaron una carta dirigida al general Mueller pidindole que no deporte a los judos de Roma. Fueron ms lejos de lo que yo mismo me hubiera atrevido. Pero, desde luego, ignoran lo que yo s. Y qu es lo que usted sabe, coronel? No hace mucho me habl de los campos de trabajo para los judos y hoy usa la misma expresin. Es que realmente cree que es ah adonde mandan a toda esa gente? Gratz apart la mirada del monje y busc en el escritorio un par de cigarros, ofrecindole uno al agustino, quien le dijo que no con la cabeza. Al coronel le llev unos minutos preparar y encender el suyo. Despus exhal un gran anillo de humo. Sube como el humo es una expresin que usan mucho los alemanes en estos das. La ha odo, Herr Pater?el monje asinti. Eso debera decirle algo. Slo que los ingleses han estado incendiando nuestras ciudades con los bombardeos. Gratz emiti un gruido. De veras? Bueno, entonces, de la misma manera, no s adnde van
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todas estas gentes. Pero si quiere una respuesta inocente: tengo miedo de inquirir lo que hay detrs de las explicaciones oficiales de los campos de trabajo. Temo lo que descubrira. La orden que Himmler mand aqu, a Roma, hace unas semanas, empleaba el trmino liquidacin para describir el destino de los judos. Evidentemente, fue un desliz; pero podra ser un desliz que revelaba la verdad. De qu me servira saberlo? No podra impedir que ocurriera. El monje se levant y se acerc a la ventana que daba a los magnficos jardines de la villa. Pas parte de esta tarde leyendo documentos en el Vaticano. Algo como escamas cayeron de mis ojos. Esos informes revelan una lcera: campos de exterminio supurando en el alma alemana. Es un horror innombrable e inefable. Gratz lanz otro anillo de humo y lo observ mientras bailaba lentamente por la oficina. Sintese, Herr Pater. Desde hace tiempo usted sabe que los de la SS no son gente simptica. Y para manejar el problema han formado cuadros especiales; hombres y mujeres elegidos por su brutalidad, inclusive por su sadismo. Es una vergenza al honor alemn. Pero los judos no son los nicos que sufren en esta guerra. Qu me dice de los civiles alemanes asesinados por las incursiones inglesas sobre centros de poblacin? Su propia familia? El monje no escuchaba. Empez a caminar por la oficina. Coronel, necesito hablar con usted, con un alemn, un hombre informado e inteligente que ama a su pas como yo. Cmo podemos permitir eso? Cmo? Cmo podemos permitirlo? Cmo podemos pararlo? Veo muy pocas alternativas. Usted y yo y algunos centenares de otros podramos intentar una revuelta armada. Seramos bajados a balazos a los pocos minutos... si tuviramos suerte. O podramos tratar de huir al Oeste y decir lo que sabemos. Aunque, para qu molestarse? Ya lo saben y tal vez con ms detalles que nosotros. Los ingleses no estn ansiosos por salvar a los judos. S que algunos corruptos de la SS han ofrecido a los ingleses el rescate de los judos, pero a los ingleses no les interesa. No quieren ms judos en Inglaterra y embarcarlos al Cercano Oriente complicara las relaciones con los rabes. A los norteamericanos tampoco les importa. Ya tienen ms judos de los necesarios en su propio pas. La nica objecin que los rusos hacen a lo que los nazis estn ejecutando es que no forman parte de esa diversin. Y los suizos? Son neutrales; podran ocuparse. Podran hacer pblico todo el programa y con ello obligaran a los nazis a detenerlo.
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Los suizos? Gratz estall en una carcajada. El gobierno suizo ha instruido a su polica que rehse la entrada de cualquier judo que intente escaparse de los nazis. No les van a dar asilo poltico. Los van a devolver. La humanidad de los suizos tiene ms agujeros que su queso hizo una pausa para desprender la ceniza del cigarro. Con todo, hay otra alternativa. Es menos prometedora. Podramos hacer una protesta silenciosa y unirnos a los judos en su viaje en vagones a la muerte. Esa alternativa no slo significa la muerte, sino una muerte sin sentido. Si lo que usted y yo tememos es cierto, la SS est matando en una escala tan grande que la muerte de un individuo no tiene ms significado que una barra de jabn. El martirio ha perdido su sentido en este mundo. En este mundo, s. Pero para Dios? susurr el monje. Dios cae bajo su jurisdiccin, Herr Pater, no bajo la ma. Tiene razn; Dios es asunto mo. Por lo tanto, esas cuestiones morales son asunto mo. Nuestra sociedad insiste en una divisin del trabajo tan rgida como buena. No tengo derecho a imponerle a usted mis preocupaciones. Pero dgame, coronel, estrictamente para mi propia informacin, usted cree que estamos librando una guerra justa? Gratz oli el cigarro y se recost en la silla. Una guerra justa? La justicia no es palabra comn en el vocabulario de un soldado. Obediencia, deber, responsabilidad... esas son las palabras que entiende un soldado. La piedad. Quiz, quiz. Escuche, no soy nazi. Nunca lo he sido y nunca intent serlo. Soy un oficial alemn, hijo de un oficial alemn y nieto de un oficial alemn. La profesin de las armas es honorable. Justifico mi papel en esta guerra recordndome que formo parte de una profesin honorable que se conduce a s misma de acuerdo con las reglas de esa profesin. No torturo a los prisioneros; no hago la guerra a los civiles bombardeando a mujeres y nios. Eso es suficiente si la causa es justa. Hay ms, mucho ms. Tambin justifico mi papel mirando a nuestros enemigos: los comunistas, esos cerdos asesinos y ateos que destruiran este planeta; los ingleses, maniobrando siempre taimadamente para violar a otros pases como la India, Irlanda, Birmania o todo el continente africano, mientras proclaman piadosamente slo sus motivos ms puros. Sus bombardeos son las verdaderas atrocidades de esta guerra, aunque no dudo que, al final, los rusos encontrarn algn medio de vencer a sus aliados. Los norteamericanos no son ms que unos aficionados ingenuos y chapuceros. Estn tan llenos de maligno
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egosmo como el resto de nosotros, slo que son demasiado honestos para admitirlo, inclusive para ellos mismos. Fjese cmo bombardean Roma. Dicen que lo hacen de da para ser ms precisos y dar slo en blancos militares. Sera ms seguro para los civiles si los bombarderos apuntaran a las casas de departamentos. Preferira luchar contra los ingleses. Son racionales en su mal. Siempre podemos decir dnde ellos creen que las bajas sern ms elevadas; dnde poner sus tropas coloniales: los australianos, los canadienses y los indios. Los norteamericanos son estpidos y en una guerra un idiota puede ser un enemigo ms peligroso que un hombre racional, pues nadie puede predecir lo que va a hacer un idiota. De modo, Herr Pater, que cuando miro a nuestros enemigos, la sangre de la SS sobre el honor alemn no me parece tan terrible. Le envidio su habilidad para ver las cosas con una perspectiva tan amplia. No me envidie. Cada uno de nosotros busca su propia racionalizacin para no suicidarse. Ustedes, los curas, han construido un infierno en el otro mundo para aterrorizarnos. Han perdido el tiempo. No tienen que mirar ms que a este mundo en el que vivimos. El verdadero infierno est aqu. Y alguien est alimentando el fuego debajo de la parte que me toca. Qu ha estado ocurriendo? Era evidente, por el tono del monje, que hubiera preferido el silencio a una respuesta, pero Gratz le contest: Nuestra operacin se ha venido abajo. Usted inform que el Cuervo ha desaparecido. Confo en que sea una buena seal. Al parecer, no fue as. He recibido muy explcitas y agitadas instrucciones del almirante Canaris para que demos marcha atrs en toda la operacin. Qu lstima! Usted sea lo que fuere lo que estaba haciendo puso demasiada energa en esa operacin. Significa mucho ms que una desilusin personal. Tuvimos la oportunidad de ganar una gran victoria para Alemania. Me temo que la oportunidad est desapareciendo. Eso tambin es una lstima. S; y ser peor para los miles de jvenes soldados y marineros alemanes. En fin, slo debemos preocuparnos de lo que podemos controlar o sobre lo que podemos influir. Qu ha estado haciendo su colega el Father Christmas? Hasta donde puedo decirle, nada fuera de lo comn, si bien l y el diplomtico Stransky han estado juntos con frecuencia... a veces discutiendo. Resulta satisfactorio saber que nuestros enemigos comparten nuestras desgracias. Qu pasa en el departamento de Anna? No se sabe nada ms de
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ese hombre que se mud ah? Me temo que no tengamos ms noticias del departamento de Anna hasta que pueda encontrar un nuevo agente. Mi hombre fue apresado por la SS. Nunca pens que fuera judo. En Italia le dijo Gratz, humorsticamente nadie lo puede decir a menos que el judo se llame Levi. Todos ellos son parecidos. Pero est seguro? Mientras vena hacia aqu, me detuve en el Collgio Militare. Vi su nombre en la lista de los que iban a los campos de trabajo. Un nombre puede no significar nada. Casi todos los judos de Roma tienen uno de veinte apellidos. Docenas de ellos tienen el mismo nombre de bautismo quiero decir un nombre dado y apellidos. Ha paseado alguna vez por el ghetto y mirado las chapas con sus nombres en las puertas? Nunca me preocup por tener contactos cercanos con esa gente a menos que fuera absolutamente necesario. No apruebo que se los asesine pero tampoco me asocio con ellos. Comprendo. Tampoco me gustan a m... es un grupo en el que no se puede confiar. Pero no deja de ser irnico: nuestro hombre, un agente alemn muy til, tal vez est esperando que lo embarquen al matadero. Y no porque no se haya desempeado bien. No, de ninguna manera. Ha sido borrado por su raza. Es una desgracia que no podamos sanearlo, desraciarlo. Le dije que vivimos en un mundo loco, mucho ms loco si usted se da cuenta de que el presidente de la comunidad juda de aqu era un lder fascista, un adorador de nuestro glorioso aliado, Mussolini. Este manicomio es mucho ms de lo que puede comprender un pobre coronel... que dentro de poco quiz sea mucho ms pobre. He odo el chillido de una lechuza en los jardines. No hable como un campesino supersticioso. Supersticioso o no, tengo la premonicin que nuestro trabajo aqu va a estallar ante nuestras propias narices. Nuestras narices? el agustino mir a Gratz inquisitivamente. En realidad, nunca supe lo que estaba pasando. Mejor para usted. Cuanto menos sepa, tanto menos difciles son las decisiones se interrumpi abruptamente. Le sugiero que vaya al Collgio Militare para asegurarse de que es nuestro hombre quien est ah. Si es, podra usted telefonearle al teniente coronel Olendorf y explicarle la situacin. Ahora est por completo fuera de sus manos, pero podra intervenir ante Danzig. Yo podra intervenir, pero un pedido de la Abwehr le asegurara a su hombre una clase distinta de tratamiento especial. Usted es la segunda persona que hoy me ha sugerido que vaya al
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Collgio. Lo intent; pero el monje lo dijo en voz baja cuando fui, no junt coraje para ir ms all de la oficina de la SS en la entrada. No estoy seguro de que me dejaran entrar y mucho menos seguro de tener valor para entrar si me lo hubieran permitido. Comprendo; pero su agente es una pieza valiosa. Trate otra vez. El agustino no lo volvi a intentar. En cambio, regres a su cuarto en el Colegio Alemn. Ciudad del Vaticano, sbado 16 de octubre de 1943 A las cuatro de la tarde, mientras los diplomticos del Vaticano y el embajador alemn intercambiaban lamentos por el arresto de los judos de Roma, Paul Stransky reciba una nota del Instituto de Obras Pas donde le decan que haban acreditado en su cuenta 250.000 dlares. Rpidamente se dirigi al otro lado del barrio donde estaba el instituto y pidi el dinero en efectivo. El director, un obispo que se haba criado en Sicilia, tena la costumbre de tratar con quienes preferan su dinero en esa forma. Con todo, le llev casi una hora reunir suficientes billetes verdes y slo a las cinco y media Stransky sali de regreso a su oficina. En el camino, se detuvo en la estacin del tren para alertar al Father Christmas que empezara su parte en la etapa final de la operacin. El sacerdote estaba con mucho trabajo, algo inslito para las ltimas horas de la tarde de un sbado. Se mostr corts pero fro y no le ofreci a Stransky ni caf ni compaa. En cambio, prometi hacer todo lo que pudiera para el intercambio de la maana siguiente. Como el agustino, F.C. estaba preocupado por la prdida de Tommaso Piperno. A diferencia de su equivalente alemn, el norteamericano tena contactos entre el clero italiano de Trastevere y ste relaciones con otras fuentes de informacin del vecindario. Sin embargo, decidi manejar l mismo parte de la misin. Anna le vera la cara, pero Roberto ya lo conoca y podra sealarlo a la Gestapo con tanta facilidad como Anna. De cualquier manera, la eficiencia de la Gestapo significaba que pronto iba a tener que quedarse en la ciudad del Vaticano o quiz volver a Nueva York. Por lo tanto, el poco riesgo inmediato para su seguridad vala la ventaja de estar personalmente al mando de la situacin. A las siete, una hora antes de que las puertas de los romanos tuvieran que cerrarse con llave y la mayora de los italianos debieran abandonar las calles, F.C. se puso en el bolsillo el pasaporte del Vaticano y sali de la Piazza de San Pedro. Subi de prisa la Via della Conciliazione, cruz el ro, entr en un
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laberinto de calles que desembocaban en la Via dei Coronari y sigui su camino hasta la Piazza Navona y el Remus. Entonces, por primera vez vio a Anna. Aun despus de dcadas de disciplina, F.C. sinti la punzada al agitarse sus hormonas. La dureza del rostro de Anna haca imposible aplicarle cualesquiera de los acostumbrados adjetivos femeninos como encantadora, hermosa o bonita; pero posea una vulgar y vibrante sexualidad con la misma llana evidencia con que los santos tienen sus aureolas en las pinturas del Renacimiento. El jesuita fue directamente a la caja registradora. Senta, signorina empez a decir, con la corts manera italiana, su to Antonio me dijo que usted tena en venta excelentes retratos antiguos. Antonio? Anna lo mir confusa. S; conoc al sobrino de l, su primo, creo, en la Regina Coeli. Hubo un malentendido con la polica. Y? Pues que habl con mi to y est de acuerdo en que nos interesara. Pero primero le gustara inspeccionar esos retratos. Usted sabe, con la guerra, hay muchas falsificaciones en circulacin. Tenemos que protegernos. La palabra Antonio le trajo a la memoria la descripcin que le haba hecho Roberto de su contacto en el Vaticano, pero Anna mantuvo la expresin lo ms impvida que pudo. No es posible. Ver esas cosas es conocer su secreto. Si se las muestro, sera lo mismo que drselas. Y en mi profesin vendemos, no damos. F.C. se detuvo. No estaba seguro de hasta dnde poda llegar. Ech un vistazo al restaurante, ocupado hasta la mitad por oficiales alemanes y decidi que ah no tena ninguna ventaja. Adems, Washington le haba indicado que no regateara el precio. Baj la voz como si fuera un susurro en el confesionario. Muy bien. Est bajo vigilancia? No creo. Entonces, quin es el hombre que est en su departamento? Un husped, un cliente, no es asunto suyo. Es un asunto muy mo que usted y yo no compartamos una celda en uno de los cuarteles generales de la Gestapo. Para usted valdra la pena. F.C. pas por alto la humorada. Dnde est Roberto? Nuestra gente no lo ve desde hace das. No s. La ltima vez que lo vi fue la semana pasada. Iba a verlo a usted. Lo vi entonces; no lo he vuelto a ver desde ese momento como buen
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jesuita, deca la verdad en dosis muy pequeas. Es posible que lo tenga la Gestapo? Posible; pero no probable. Usted y yo todava estamos en libertad. Qu importa l? Usted tiene el dinero; yo tengo la pelcula. Yo quiero el dinero; usted quiere la pelcula. Hacemos un intercambio. Y Roberto? Nada para l? Ya ha tenido muchsimo. Atesorar esas noches en mi departamento ms que el dinero. Usted olvida que l es medio italiano. Ustedes, los norteamericanos, son demasiado materialistas. Lo que hay entre Roberto y yo es asunto nuestro, no suyo. Usted traiga el dinero. No necesito preguntas ni consejos. Muy bien; maana a la maana... le telefonear alguien. Siga sus directivas. Recibir ms instrucciones sobre la marcha. Asegrese de tener la pelcula. No podemos correr el riesgo de concertar dos entrevistas. Y no trate de sobornar a la Gestapo. Usted ser vigilada, lo mismo que el lugar para el intercambio. Los que vigilen estarn armados. Anna asinti y le pregunt: Y qu seguridades tengo de que uno de ellos no me va a poner la pistola en la cara y se llevar la pelcula? La misma seguridad que tenemos nosotros de que la pelcula es genuina. Tenemos que confiar uno y otro. Mrda! Qu persona inteligente confiara en un cura? Un cuarto de milln de dlares es muchsimo dinero; estamos apostando eso y nuestras vidas. Lo cual requiere confianza mutua. Usted puede vendernos a la Gestapo, nosotros podemos venderla a nuestros amigos de la resistencia. Si se dieran cuenta de lo que usted estuvo haciendo, le cortaran la garganta. Por el dinero; nada ms que por el dinero. Usted morira tanto por la codicia como por el patriotismo. Esa es nuestra oferta. Acptela o utilice el dinero para corromper a un oficial alemn. Tenemos una lnea con varios que son alcanzables. Va bene. Esperar su llamada. Hgalo; y recuerde lo que le dije de nuestros amigos mutuos. Cuando F.C. sala del restaurante, entraba el coronel Manfred Gratz. Los dos se enfrentaron en la entrada. Gratz empez a empujar y luego vio la sotana negra. Prego, prego farfull y retrocedi medio paso. Sullivan fue ms rpido en reconocer al que tena enfrente.
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Prego, prego repiti, como un eco; le sonri al alemn y se hizo a un lado para que entrara. En ese momento las fotos quedaron en foco en la mente de Gratz y reconoci al norteamericano. No quisiera acompaarme a cenar un bocado, Herr Geistlicher?le pregunt en alemn. Dos extranjeros podran disfrutar juntos una comida en el pas donde crece el limonero. Tendramos mucho que hablar. La compaa es siempre agradable donde brillan las doradas naranjas le dijo F.C., devolvindole la cita de Goethe pero, desgraciadamente, esta noche tengo trabajo. Buon appetito agreg, volviendo abruptamente al italiano. Grazie ed arrivederla le dijo Gratz, con una reverencia. Quiz. Ojal, hijo mo. Nos volveremos a encontrar, se dijo el coronel para sus adentros. Nos veremos cuando haya acabado Rigoletto y terminado su proteccin. Despus se dio vuelta y entr en el restaurante. Se detuvo ante la caja registradora e interrog a Anna: Tienes algo para informar? Primero necesito ms dinero. Ya se ha atrasado con el pago. Gratz realiz unos movimientos deliberados para quitarse el abrigo, se puso los guantes en el bolsillo de la chaqueta y dej la gorra en el mostrador. Diestramente, Anna desliz la mano debajo de la gorra y sac un fajo de billetes. Aqu no hay nada que parezca un pasaporte se quej Anna. Todava no. Para cundo? Para cuando estn terminados los arreglos. Cundo ser? No estoy seguro. Hay cierta demora en la cspide... un da o dos, no ms. El Cuervo es el principal problema. No tienes ninguna noticia de l? Ninguna. No me gusta eso. Qu ms sabes? Est ocurriendo algo aqu o en el Trastevere que debamos saber? Usted vio al cura norteamericano. S. Es el Father Christmas? Creo que s. Quiere la pelcula. Le dije que esperara. Bien. Est tratando de utilizarte para su trabajo sin pagarte. Posiblemente no sepa nuestros arreglos ms grandes. No dejes que tenga la
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pelcula hasta que yo te lo diga. Anna asinti. Algo ms para informar? Nada. Nada de veras? Ni siquiera de tu vida personal? Mi vida personal? Anna levant las cejas. Mi vida personal no es asunto suyo, pero un viejo amigo mo de Bressanone est viviendo conmigo. Lbrate de l por la maana... temprano. Podra echar a volar al Cuervo. No puedo. Es un desertor del valiente ejrcito de la Repblica Socialista Italiana. Est huyendo. Ese es problema de l. Scatelo de encima maana antes de las ocho. El Cuervo es ms importante. Por qu preocuparse por el Cuervo? Yo tengo la pelcula y ahora los norteamericanos estn en directo contacto conmigo. Tal vez hayan dejado de lado al Cuervo. Por qu no podemos hacer lo mismo? Tal vez se te haya ocurrido... susurr Gratz pero se detuvo un momento para pensar. Supongo que ests planeando vender la pelcula al norteamericano no? La pelcula por la que te pagamos para que la entregues. Anna no le dijo nada; se limit a mirarlo, confusa. La cosa encaja. Si el cura y sus amigos te conocen, no van a confiar en ti a menos que ests tratando de engaar a las dos partes Anna levant la barbilla y no dijo nada. Ha estado la Gestapo husmeando por aqu? No que yo sepa. Si estuvieron, es probable que lo supiera. No se caracterizan por la sutileza. Permteme recordarte que la Abwehr se caracteriza por la sutileza... y por su larga memoria. Empero, no se caracteriza por la tolerancia de la traicin. Cualquiera que sea lo que tu preciosa cabeza est urdiendo, no te pongas entre la Gestapo y la Abwehr en una lucha por el poder. No quiero juegos, coronel. Deme un pasaporte y el resto de mi dinero y le entregar la pelcula al Cuervo o al Father Christmas o al mismo Papa. Mi abuelo sola decir prosigui Gratz: La codicia mat al lobo. Anna lo mir sin pestaear. Estoy en venta, coronel; todo lo que tengo, todo lo que soy, todo lo que puedo hacer. Ese es un buen negocio capitalista; si adems es codicia, se lo dejo a los moralistas. Le reservo una mesa? No, gracias. Esta noche no tengo mucho apetito y todava tengo mucho que hacer. Otro consejo ms: no confes en la SS para que te ayude si las cosas se ponen malas. Salvar a seoritas en desgracia no figura en su manual de
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operaciones. Minutos despus, Anna levant el tubo del telfono y con mucha calma le pas las instrucciones del cura a Olendorf, advirtindole que le daran varias instrucciones y que estara bajo vigilancia. Prudencia coment Olendorf. El hombre es muy cuidadoso. Lo mantendremos a distancia. Pero, Liebchen, no trates de escaparte de nosotros. No iras muy lejos. Gratz me prometi un pasaporte suizo y dinero cuando termine esta operacin. Gratz no puede cumplir ni sus promesas ni sus amenazas. Yo puedo cumplir las dos. Si eres la amiga especial del jefe de la Gestapo en Roma, no necesitas pasaporte suizo. Si eres la enemiga especial del jefe de la Gestapo en Roma, un pasaporte suizo no te servir de nada. De modo que no vale la pena seguir hablando. Tu tarea es sencilla: sigue las instrucciones del cura al pie de la letra. Y qu pasa con la pelcula que se supone debo entregar? Todava no la tengo... y no entiendo por qu quiere usted que colabore con los norteamericanos. La pelcula estar en tus suaves manitas esta noche, antes de que salgas del Remus. Y no te preocupes por mi estrategia, Liebchen. Estoy jugando el mismo juego que Gratz; slo que yo lo estoy haciendo efectiva... y delicadamente. Cuando colg el tubo, Olendorf mir a Priebke: Llvale la pelcula a Anna esta noche. Qudate lejos de ella por la maana pero agrrala cuando vuelva a su departamento. Priebke asinti.
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DIEZ
Roma, domingo 17 de octubre de 1943 Exactamente a las nueve, Anna recibi una llamada telefnica de una mujer, dndole instrucciones para que cruzara el ro y se detuviera en la Fuente del Mascarn en la Via Giulia. Un chico corri y le entreg una nota donde le deca que siguiera hasta el segundo trecho de lo que se llamaba un paseo de dos horas por Roma y que, al final, volviera al bar en la Porta Settimiana, donde Roberto se haba detenido cuando regresaba de la Regina Coeli. A las diez y media, mientras Anna segua caminando por la ciudad, una monjita hizo pasar a Roberto a la pequea oficina de la hermana Sacrista. El Father Christmas dice que lleves esto seal un portafolios ajado y que vayas a las once al Bar Settimiana y esperes a la Strega. Se van a intercambiar regalos y despus te vas directamente al Vaticano. Entra en el Largo dAlicorni desde la calle de los jesuitas, el Borgo Santo Spirito. Y despus? Despus no s. Estars en las manos del Father Christmas... y de Dios. Nunca podr pagarle su ayuda y su valor. La gorda monja se encogi de hombros. Ayudar es nuestro deber. Y, en cuanto a lo otro, slo se puede ser valiente cuando hay algo que temer. Qu cristiano puede temer la muerte de un mrtir? Por eso se ruega, no se huye. Roberto se dirigi a la puerta, pero la hermana Sacrista extendi la mano y lo toc. Un momentito, por favor. Necesito decirte algo. Por el idioma eres italiano; pero en todos los otros aspectos eres norteamericano. Esperas que el mundo y todos los que estamos en l seamos perfectos. El cristianismo no ensea la perfeccin en este mundo, slo el perdn por nuestras imperfecciones. Roberto no dijo nada. Ya lo haban sermoneado antes por ser norteamericano. Yo era una trasteverina antes de ser monja. Aprend pronto cualquier cosa de importancia y muchas sin importancia no bien ocurran en este
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barrio. S cosas de ti, de la Strega y del alemn. Tambin s de Stefano. Tienes que perdonarla, Roberto. No confes en ella, pero perdnala. Y, lo ms importante, perdnate a ti mismo. Resulta difcil querer a Anna, pero usted tiene razn; nadie puede confiar en ella. Pero la perdono. Tiene una serie de reflejos condicionados que responden sin pensar. Ch stronzo! Ests hablando como otro macho superior. Anna es dura de corazn, egosta y hasta despiadada. Pero debi hacer frente al mismo problema que t y no tena otra opcin. Por qu no piensas que ha sufrido el mismo dolor? No basta con perdonar a una criatura o a un animal. Debes perdonar a un ser humano, a un adulto, como t. Y si puedes perdonar a otra persona como t, puedes perdonarte a ti mismo. Ojal fuera tan fcil! No digo que sea fcil. Slo digo que es necesario. T te pones, en la lucha por la supervivencia, en niveles mucho ms altos de lo que esperas de los otros en esa misma lucha. Tu verdadero pecado, mi hijo, es el orgullo, colocndote por encima de tu prjimo, del hombre que es semejante a ti. De la mujer. Roberto insinu una pequea sonrisa. Ecco!le respondi la monja, radiante. Esatto. Comienzas a aprender. Ahora vete con Dios y con Su amor. Y vistanos cuando los norteamericanos saquen a los alemanes de Roma. Roberto estaba cerrando la puerta cuando la hermana Sacrista lo volvi a llamar. Roberto le dijo, amablemente tambin est permitido haberse ocupado y seguir ocupndose de Anna. Puede ser una prueba para Dios y para el hombre pero, al fin y al cabo, es una mujer. Poco despus de las 11.15, una Anna con los pies doloridos entr en el Bar Settimiana. Vio a Roberto sentado en un rincn oscuro pero hizo caso omiso de l un rato largo hasta pedir un caff corretto. Despus se acerc y se sent a la mesa. Exteriormente, Roberto no se movi. Pues bien, caro, ests vivo. Cre que te haban tragado las calles de Roma. Estuve preocupada. No lo dudo. Pareces un italiano le refunfu, como una gatita. Eras ms simptico cuando eras norteamericano. Dnde est la pelcula? Dnde estn el dinero y el pasaporte?
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Aqu y le dio una suave patada al viejo portafolios. Anna se agach como para ajustarse el zapato. Abri la parte superior del portafolios y mir adentro. Veo un pasaporte y dinero pero son verdaderos? No sabra decirlo. Slo soy el mensajero. Va bene. Me llevar el portafolios al bao y me asegurar. Ni por tu vida, Anna. A menos que dejes la pelcula como depsito. Caro Roberto, el italiano que tienes dentro es muy suspicaz. Hagamos un arreglo. Me llevar el pasaporte y varios fajos de billetes al bao. Roberto asinti. Anna regres antes de que pasaran tres minutos. Satisfecha? le pregunt. S le contest; pero t tal vez no. Vamos al departamento y hacemos por ltima vez el amor? No, gracias; me basta con la pelcula. Aqu la tienes. Estir la mano y le sostuvo la de l. Roberto palp los objetos entre el calor de los dedos de ella. Probablemente as sea mejor. Tengo un nuevo amigo viviendo conmigo. Es muy celoso. De la manera ms indolente que pudo, Roberto se meti la pelcula en el bolsillo. Probablemente cree que tiene el monopolio sobre ti. Sin duda le has dicho qu era lo que estaba comprando. No quisiramos desilusionarlo... por ahora. Roberto se par en seco. Me dijiste que haba tres rollos de pelcula. Slo me diste dos. As es, caro; no hay ms que dos. El tercero se fue, al menos por ahora. Se fue? Adnde? Es una larga historia. Todo lo que necesitas saber es que la Gestapo se est acercando. Llvate lo que tienes y corre. Es lo que voy a hacer yo. Ese cerdo en mi departamento no me va a volver a ver nunca ms. Casi pareces sincera. Lo soy le dijo, sin ningn nfasis. Despus sonri. Casi. Senti, tienes la pelcula del frcio; yo tengo el dinero. Los nicos que no tienen nada son los alemanes. Pero dales unas horas y nos van a tener a los dos. Ven conmigo. S que esa gente se est acercando. Tengo unos amigos que nos escondern. Despus de la guerra vamos a poder vivir con esto y pate el portafolios. Seguro. Roberto consider la oferta como una diversin. Pues bien, no puedo obligarte aqu a sacar el tercer rollo, pero recuerda que la gente de los dos bandos puede jugar duro. Sera mejor que me lo entregaras antes de que te lo saque alguien.
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Anna se ri. Roberto, eres otra vez el norteamericano... y tan simptico! No quieres un poquito a Anna? No te gustaron esas noches en el desvn o debajo del sof? Roberto no contest. Si no te importan, por qu ests tan enojado? No comprendes mi ira ni nada mo. Comprendo, Roberto norteamericano, mucho ms de lo que te das cuenta. El que no entiende eres t. Te preocupa? Y a ti? A m? Le preocupa a Anna? se ri speramente. Anna es una profesional, ya lo sabes. Anna se preocupa por Anna y nada ms que por Ana. Despus la voz se le puso ms tierna. Podra haberte amado, pero en otro mundo distinto, no en ste. Quiz en nuestras prximas encarnaciones nos volveremos a encontrar y seremos grandes amantes. Ciao, Roberto, arrivederci. Roberto M. Rovere, teniente 2, USNR 1 , se desliz por detrs de la mesa y, sin mirar hacia atrs, donde estaba Anna Caccianemici, emprendi su lenta, solitaria y renqueante caminata en direccin al Vaticano. Al pasar frente a la Regina Coeli, Roberto inhal el ftido y ahora familiar olor de la crcel. Una vez ms volvi a sentir el fro sudor en la cara y en la espalda. Renque con mayor velocidad. Unos pasos ms adelante, vio un pesado guardia de la SS a la entrada del Collgio Militare y un pequeo grupo de curiosos que trataba de ver lo que pasaba adentro. Roberto no se detuvo pero sigui caminando con vigor. Sin embargo, diez minutos despus hizo una pausa al cruzar la oscura calle de las oficinas (que parecan una fortaleza) de la Orden de los Jesuitas. Desde ah alcanz a ver una parte de la columnata de Bernini y, encima, la cpula de Miguel ngel de la baslica de San Pedro. Hasta ese mero fragmento le devolvi el temor reverencial que senta de nio. Despus, tras unos momentos de indulgencia, sigui hasta el final de la estrecha calle y trep lentamente hacia la colina del Vaticano. Dos civiles doblaron la esquina y empezaron a acercrsele. Los dos lo miraban directamente y a Roberto se le puso seca la boca de miedo. Signore, per favore, queremos hablar con usted. Apenas un momentito. El ms alto mostr una tarjeta con las iniciales OVRA visibles hasta de una cuadra. Otra vez no! surgi en la pantalla mental de Roberto. Ech un vistazo a
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USNR United States Naval Reserve (Reserva Naval de los Estados Unidos). 264
su alrededor y vio dos hombres ms, evidentemente policas de civil, que se acercaron rpidamente y se colocaron detrs de l. Cos ? pregunt, renqueando en direccin al primero de los dos policas. Qu pasa? Slo queremos preguntarle algo, por favor. Roberto sigui avanzando lentamente hasta que estuvo a menos de unos doce pies del polica frente a l. Despus se alej a la carrera en una imitacin nada atltica de un futbolista, confiando en que la adrenalina le compensara su falta de habilidad y prctica. Lo sbito de su movimiento sorprendi a los fascistas y en una fraccin de segundo lo rodearon mientras l corra sin la menor seal de renquera. Le quedaban menos de unas cien yardas por cubrir, casi todas en una ligera pendiente, antes de llegar a las dobles lneas blancas y la seguridad de la ciudad del Vaticano. Alt! Alt!, grit el primer polica. Mientras su compaero y los dos de la OVRA salan en su persecucin, el de civil sac su pistola e hizo fuego. La bala rebot en la columnata, arrancando un pedazo de piedra en la inscripcin del Papa Alejandro VII. Roberto baj la cabeza y trat de correr en zigzag para que el blanco resultara ms difcil. Un escuadrn de cinco paracaidistas que estaban de guardia entre el Largo dAlicorni y la Via della Conciliazione, reaccion instantneamente al or el tiro. Llegaron a la boca del Borgo Santo Spirito mientras Roberto corra a la par, a slo veinte yardas del santuario. A la orden de Alto! del sargento alemn sigui casi inmediatamente una rfaga de su ametralladora. Las balas le dieron en las piernas pero su impulso le permiti seguir unos metros ms deslizndose por el empedrado, a escasa distancia de la frontera. A travs de la niebla provocada por el shock y el lacerante dolor, Roberto alcanz a ver al padre Fitzpdraig Cathal Sullivan, de pie bajo el refugio de la columnata. La cara del sacerdote era la mscara del horror. Aqu le grit Roberto, mientras meta la mano en el bolsillo para sacar la pelcula. Antes de conseguirlo, un agente de la OVRA y un paracaidista le cayeron sobre la espalda simultneamente, derribndolo. Con la rpida ayuda de sus tres colegas, el agente de la OVRA trat de arrebatar a Roberto de las garras del paracaidista. il nostro!, grit el de la OVRA en italiano ante el soldado que no le entenda. Es nuestro! Es mi prisionero. Atrs! le respondi el paracaidista en alemn y le dio un empujn, hacindole perder el equilibrio y arrojndolo a la calle empedrada. Los otros agentes de la OVRA se echaron sobre el alemn y el resto
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de los paracaidistas se uni a la refriega. En la confusin, Roberto luch contra el dolor lo bastante como para arrastrarse hacia la columnata. Consigui andar unos metros en medio de un espantoso dolor antes de que el paracaidista detuviera a un agente de la OVRA dndole un golpe en los brazos con la caja de su carabina, lo suficientemente larga como para romper la chapa de la culata contra la cabeza de Roberto, dejndolo inconsciente y hecho un ovillo. Un oficial silb y las rdenes gritadas en dos idiomas pusieron fin a la refriega. Pero el ruido continuaba cuando el agente de la OVRA, chorreando sangre por la nariz, empez a gritar como loco al oficial alemn. La gente se agrup a ambos lados de la lnea divisoria: de un lado la Deidad sobre los soberanos derechos de la Repblica Socialista Italiana y del otro la injusticia de la interferencia teutnica con las leyes naturales de Dios. Roma, domingo 17 de octubre de 1943 Cmo? Qu hicieron? Por el amor de Dios, dgamelo otra vez! No lo puedo creer! grit Olendorf por el telfono. Despus escuch en silencio unos tres minutos mientras la cara y hasta el cuero cabelludo debajo de su pelo rubio se le ponan rojos de indignacin. Por ltimo aull: Scheisse drauf! Scheisse drauf! y arroj el tubo sobre la horquilla con tal furia que todo el aparato se estrell contra el piso de mrmol. Seor? pregunt Priebke mientras volva a poner el telfono en el escritorio. No lo vas a creer. Anna le entreg la pelcula al Cuervo. El Cuervo iba al Vaticano para drsela al Father Christmas cuando esos Scheisskerle de la OVRA intentaron arrestarlo. Se las ingeniaron para meter en el asunto a nuestras unidades de paracaidistas y en la accin le balearon las piernas al Cuervo. Ahora est en el Hospital del Santo Spirito en las afueras del Vaticano bajo custodia de la Wehrmacht, mientras la OVRA protesta a grito pelado que el Cuervo les pertenece. El oficial de la Wehrmacht a cargo de la situacin le encontr la pelcula y la mand al comandante en jefe. Han transformado toda la operacin en una humeante pila de mierda. Son idiotas o traidores? le pregunt Priebke, mientras se rascaba las asentaderas. No s, no s le contest Olendorf, cansado. Con todo respeto, le sugerira que los arrestemos y el sargento Hoess se encargara de investigarlos. Podramos hacer eso, pero primero ve al hospital y trae al Cuervo. Arresta a cualquiera, aunque slo sea por susurrar una protesta... ya sea alemn
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o italiano. Las heridas del Cuervo no son graves. Tremelo. Quiz podamos sacar algo de este fracaso. Veamos qu sabe l... de todo. Jawolh. Priebke choc los talones y salud con el mismo movimiento con que por lo general su dormido cuerpo iniciaba una media carrera hacia la puerta. Roma, domingo 17 de octubre de 1943 Diez minutos despus de que Olendorf recibiera la llamada de lo que haba ocurrido en el Largo dAlicorni, Gratz oy la noticia de una de sus fuentes. Entr como una tromba en el cuartel general de la Gestapo apenas unos segundos despus de haber salido Priebke para reclamar el prisionero. Usted se ha vuelto completamente loco? le dijo, casi en un grito, a Olendorf Un tiroteo al borde de San Pedro y ahora el Cuervo capturado? Su gente debe de estar recibiendo lecciones de la OVRA. Por favor, coronel. La voz de Olendorf era untuosamente suave. Quiere un coac? No? Entonces un habano? Quiero una explicacin, schnell! Coronel, estoy tan preocupado como usted; pero, por favor, comprenda que la SS no tuvo nada que ver con ese fracaso. Fue la OVRA, que oper sin nuestro permiso y sin nuestro conocimiento, la que empez el tiroteo. Le err, por supuesto, pero alert a los paracaidistas, que tambin tiraron. Estos no erraron. El Cuervo est en el hospital. Al parecer, sus heridas no son graves. La Wehrmacht y la OVRA siguen discutiendo acerca de la jurisdiccin de cada una. Mand al mayor Priebke para afirmar nuestro derecho, superior al de la OVRA. Har que traigan al Cuervo, por supuesto. Por supuesto. En asuntos policiales, nadie puede pretender una autoridad superior a la de la Gestapo. Muy bien. No bien lo tenga, quiero que lo lleven a mi oficina en la Villa Wolkonsky. Lo siento muchsimo, coronel, pero eso es imposible. La Operacin Rigoletto ha tenido un final desdichado. La Wehrmacht tiene la pelcula y, probablemente para este momento, ya la ha examinado y docenas de personas, incluidos espectadores, el personal del hospital, los soldados alemanes, los guardias suizos y hasta la OVRA, saben que el Cuervo es un agente aliado. Rigoletto es kaput. Eso no le corresponde a usted decidirlo. Alguien tiene que tomar una decisin y yo soy el oficial de la SS en la
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zona. Demasiada gente ya est enterada del Cuervo y de su pelcula. Adems, ni siquiera los norteamericanos seran tan ingenuos de creer que un aficionado se nos podra escapar dos veces de nuestras garras, sobre todo cuando la segunda vez lo pescamos llevando encima fotos de la Enigma. Cualquier otra cosa que sacara a luz sera considerada basura. Quiz tenga razn, pero... Tengo razn, coronel, crame. A propsito, estoy haciendo todo lo posible para que nos restituyan la pelcula. Olendorf observ atentamente la reaccin de Gratz a esta ltima frase, pero la expresin del coronel no cambi. Mantuvo la de una iracunda frustracin sin la menor seal de recelo. O bien era un consumado actor o lo haban engaado, concluy Olendorf. Voy a informar inmediatamente al almirante Canaris y obtener su decisin para terminar con Rigoletto. Hasta que l diga lo contrario, la operacin contina. Cancelarla necesitara la aprobacin del Fuehrer. Estoy seguro de que si alguien puede obtener la aprobacin del Fuehrer, esa persona es el almirante. Si nosotros podemos ofrecer ms ayuda, coronel... Olendorf procur cortar la conversacin. Quiero al Cuervo. Es nuestro. Gratz no se iba a acobardar por los esfuerzos de Olendorf de apartarlo del tema principal. Me apena mucho, coronel, pero eso es imposible. Ahora que Rigoletto es kaput y hemos salvado al Cuervo de la OVRA, de la Wehrmacht y de su propia estupidez, merecemos tenerlo unos das en nuestra compaa. Podramos sacar algo til de esta farsa. Lo ms probable ser que usted lo mate. Ese es un riesgo que estamos dispuestos a correr. Al fin y al cabo es un espa, de modo que se perder muy poco. Y nuestro pjaro podra cantar mientras est vivo. Olendorf, segn instrucciones del propio Fuehrer, le ordeno transferir la custodia del Cuervo. La Operacin Rigoletto sigue en marcha hasta que el almirante Canaris o el propio Fuehrer la cancelen. Me temo, coronel, que esas rdenes no estn en su lugar en la presente coyuntura. Sugiero un arreglo. Yo le referir el asunto al Reichsfuehrer Himmler y usted al almirante Canaris. Djelos que discutan, ordenen, negocien o cualquier cosa que deseen hacer sus altas autoridades. Mientras tanto, la SS seguir teniendo en custodia al Cuervo. No insisti Gratz, con vehemencia. Tena que dejar al margen a Himmler a menos que se descubriera la falsificacin de la letra de Hitler. Eso es totalmente inadmisible. Usted sabe que el Fuehrer ha excluido a muchos
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oficiales de alta graduacin, incluido a Himmler, de cualquier conocimiento de la Operacin Rigoletto. Si usted trata este asunto con Himmler, viola los explcitos trminos de la orden. De eso estoy menos seguro que usted, coronel. Pero... Olendorf se encogi de hombros en una inocencia fingida no quiero estar ni siquiera cerca del borde de violar una orden del Fuehrer. Le dejar a usted que hable con el almirante Canaris y que l negocie con el Reichsfuehrer Himmler. Cuando ste me ordene devolverle el Cuervo a usted, lo har. Antes no. O bien me entrega usted el Cuervo en cuanto tenga custodia sobre l o lo llamar al almirante para decirle que usted se niega a cooperar. Coronel, no deseo pelear contra la Abwehr como institucin ni contra usted personalmente. Soy un polica profesional y he cooperado lo mejor que pude. Hasta he intervenido fuera de los canales regulares de la SS. Ahora que ha terminado la Operacin Rigoletto voy a volver a actuar dentro de los canales regulares. Eso es definitivo. Por favor, recuerde que la Gestapo y la SD responden slo a su organizacin principal, la SS. Y la SS responde slo ante el propio Fuehrer. Olendorf... empez a decir Gratz. Coronel lo interrumpi Olendorf, perdneme. Tengo otros asuntos urgentes que atender. Buenos das. Se puso de pie, choc los talones, levant el brazo y recit: Heil Hitler! Durante quince segundos Gratz permaneci callado; despus se dio vuelta y sali lentamente de la habitacin. Le haban aceptado el desafo. Lo nico que le quedaba por hacer era poner el problema en las faldas del almirante Canaris. Ciudad del Vaticano, domingo 17 de octubre de 1943 El Reverendo F. C. Sullivan haba observado la rebatia por quin iba a tener la custodia de Roberto y se sinti hasta cierto punto aliviado cuando lleg una ambulancia y se lo llev, junto con otros alemanes e italianos que gritaban. El jesuita regres lentamente a la gigantesca baslica. En el altar del bside, un cardenal celebraba una misa solemne y una media docena de sacerdotes en los altares laterales practicaba ritos similares para grupos ms chicos de gentes. Por todas partes haba demasiado ruido, demasiada actividad. F. C. entr en la tranquila sacrista y pas diez minutos arrodillado en un reclinatorio. Despus hizo una serie de llamadas telefnicas y volvi a su oficina. A la una en punto de la tarde alguien golpe a su puerta. Avanti grit F. C. por encima del hombro mientras empezaba los rituales de preparar caf en su querida macchinetta. Llega justo a tiempo,
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padre dijo, sin levantar la vista de su trabajo. Es una caracterstica alemana se disculp el agustino que compartimos con los norteamericanos y con la mayora de los europeos del norte, pero no con los colegas italianos. La consideran un defecto. Recuerdo haber sermoneado a su amigo monseor Galeotti la ausencia de una frase italiana para llegar temprano. Me asegur que existen muchas palabras para esa expresin. Lo que a los italianos les falta es el concepto. Y van a sobrevivirnos. A su pueblo y al mo. Su nica compulsin parece ser la de gozar lo que Dios les ha dado mientras nosotros, demasiado a menudo, tratamos de forzar la mano de Dios. Tome, srvase y le alcanz un pocillo de espresso. El monje lo sabore, apreciando sus cualidades. Delicioso le dijo. Dudo que ni siquiera el mariscal Kesselring disfrute de un caf as. Pero, mi amigo, usted me dijo que el asunto era urgente. No quisiera perder el tiempo con las costumbres y los cumplidos italianos respecto a su caf. Recuerda, padre empez a decir F. C. lentamente, tentando el camino que una vez le dije, un poco pomposamente, que usted y yo ramos curas, antes que otra cosa? Y ahora estoy tan de acuerdo como antes... si bien a menudo tengo dificultades para encontrarme en esa situacin. S, como yo. Y como todos nosotros, sospecho. Escuche, padre, ir directamente al grano. Esta maana un muchacho intent pasar subrepticiamente a la ciudad del Vaticano. Lo haban herido y atrapado. No s quin se adjudica el mrito de la captura: la OVRA o los paracaidistas de ustedes... ambos se estaban disputando el botn cuando lleg la ambulancia. Pero la Gestapo fue al hospital y se lo llev como prisionero. Sospecho que est en la Via Tasso. Tcnicamente es un espa. Entonces lamento decrselo, padre, ya puede darse por muerto. He aprendido muchsimo acerca de la SS en estos ltimos das. Son una mancha en el honor alemn, para decirlo de la manera ms suave. Su joven debera haber tenido mejor criterio. No es culpa de l. La culpa es ma. Yo lo traicion. Tcnicamente, le dije, es un espa. En realidad, ha sido vctima de un engao. Me temo que tales distingos se le escapen a la Gestapo. Le van a extraer toda la informacin que tenga, de la misma manera que un ama de casa exprime el zumo de una naranja y despus tira la cscara. Me siento impotente para intervenir. Esas gentes no escuchan a los curas. Y, si tcnicamente es un
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espa, dudo que cualquier organizacin militar est dispuesta a escuchar. A los espas se los ejecuta. Slo si los pescan. Slo si los pescan? Pero a l lo han pescado. O me equivoco en algo? S, pero la Gestapo se equivoca ms. Le parece que quisieran cambiar a su reo, desde el punto de vista tcnico, por un verdadero espa? No s. No puedo hablar por la Gestapo, gracias a Dios. Podra hacer algunas averiguaciones. Quin sera ese verdadero espa, padre? O es una pregunta demasiado delicada? No, de ninguna manera. Es el Father Christmas. El monje baj el pocillo y se sent en el sof. Est seguro, mi amigo? Absolutamente seguro, desde lo profundo de su corazn y de su alma? Soy un alemn leal; pero si creyera que la Gestapo, o la SS en general, representaran el futuro de Alemania o tuvieran un papel significativo que representar en el futuro, estara de acuerdo con usted en que no hay ninguna diferencia moral entre el comunismo y el nazismo. En realidad, estara por elegir a los Rojos ms que a los Negros. Durante aos he odo rumores acerca de la SS, pero los rechac como propaganda juda o britnica. Ahora s que esas historias decan slo la mitad de esa prfida verdad. Esas gentes son un horror inenarrable. Ese fue un secreto que supo casi todo el mundo desde hace mucho tiempo. Perdneme mi ignorancia. No; perdneme mi testarudez. Hace tiempo que lo saba, pero nunca pude admitir que yo mismo lo saba. Un hombre puede amar demasiado a su pas. Los falsos dioses aparecen bajo muchas formas. Lo s, lo s. Como usted, tambin aprend esa verdad pese a m mismo. El monje asinti. Ninguno de los dos habl durante varios minutos. Despus el alemn rompi el silencio: Sabe el Father Christmas que la Gestapo consigue toda la informacin que quiera de un prisionero? Nadie sale vivo de ah y sin haber hablado. El Father Christmas est muy familiarizado con los mtodos y los xitos de la Gestapo. Es improbable que salga vivo; pero saldr sin haber dicho una palabra. Est seguro de ello el Father Christmas? Muy pocos pueden soportar las torturas. F. C. esboz una media sonrisa. Dios ha provisto un medio. No ser una larga experiencia.
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Cmo puede usted estar tan seguro? Preferira no hablar de eso, padre. Pero estoy seguro. Muy bien. No me voy a mostrar curioso. Hizo una pausa. No, quiero curiosear y entrometerme. Por qu hace esto, padre? Usted no es distinto del resto de la humanidad. Su juicio no es infalible. Cuando un oficial se equivoca, pueden morir soldados; cuando un cura se equivoca, pueden morir almas. As es la vida. Seguramente, si Dios hubiera querido que furamos perfectos, nos hubiera hecho as. Mi error no fue de juicio. Ojal lo fuera. Ni siquiera la idolatra del patriotismo disfraz mi error... y si lo hizo, fue slo en parte. Comet el pecado de vanidad. Quera agradar a la multitud correcta. No porque creyera que era justa o moralmente correcta... en mi corazn, siempre pens que estaba equivocada. Anoche recib de uno de sus agentes toda la confirmacin que un hombre racional necesitaba. Pero no poda admitir que mis grandes modelos estaban equivocados y que yo trataba de agradarlos slo porque eran poderosos y encantadores y yo necesitaba su estima. Esta maana supe, supe realmente, cul era mi pecado. Lo supe cuando mir los ojos de un muchacho mientras yaca en su propia sangre y trataba de arrojarme una pelcula que l consideraba, o quera considerar, importante para su pas. Me vi como un chismoso superficial y esnob, cuya suprema ambicin era que lo vieran en un ambiente elegante. Dej que ese craso anhelo pasara por encima de mi juicio sobre el bien y el mal. Usted y yo compartimos mucho, padre. Inclusive los errores. Confo en que su pena no sea tan pesada como la ma. Lo dudo le respondi el monje. Ustedes, los celtas, tienen almas raras. Establecen la perfeccin como norma y despus se torturan cuando se comportan como simples humanos. Desgraciadamente nosotros, los alemanes, tendemos a aliviar nuestra culpa y nuestra ansiedad a travs del sadismo ms que del masoquismo. El agustino se interrumpi abruptamente. Padre, ama usted a Dios? Por supuesto... bueno, nunca me hice esa pregunta. Creo que s. S. Y usted? Lo temo. Cmo se puede amar a un ser omnipotente que no necesita de nada ni de nadie, que puede extirpar a pueblos enteros, que ve cmo los hermanos se matan entre ellos? Lo temo; pero el miedo no es amor. No; pero podra ser el principio del amor, como es el comienzo de la sabidura. Creo en un Dios que es un padre amante, un Dios que marca la cada de un gorrin. Con todo, no puedo explicar el misterio del mal y de la
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misericordia de Dios. No con palabras, quiz. Pero usted siente que lo entiende y lo demuestra. Lo envidio. Mi Dios no es como el suyo. Es justo, no misericordioso; terrible, no amante. No s qu decirle. Los dos permanecieron en silencio durante un cuarto de hora. Por ltimo, el agustino se levant: Ver qu puedo hacer, padre. No le prometo nada pero lo intentar. Tiene el Father Christmas pensada alguna hora especial? Lo antes posible. Pronto las rodillas lo van a golpear entre s tan fuerte que sangrar hasta morirse. F. C. se ri nerviosamente por su dbil intento de hacer un chiste como quien est ante la horca. Esta noche, si es posible. Al llegar a la puerta, el monje se dio vuelta: Creo que puedo hacer eso pero quisiera, con todo mi corazn, que no lo pudiera hacer. Gracias, padre. Es muy amable de su parte decirlo. Un ltimo favor: quiere decirle a monseor Galeotti que me gustara que l tuviera mi macchinetta y mis provisiones de comida? Roma, domingo 17 de octubre de 1943 Los tres alemanes se encontraron en la terraza de un caf de la Via Veneto. La mayora de las mesas estaban vacas a las tres y media de la tarde, en silenciosa adoracin de la sagrada siesta. El agustino ya estaba sentado al lado del coronel Gratz cuando el teniente coronel Olendorf baj de su auto y entr en la zona del caf. Golpe los talones e hizo un elegante saludo nazi. El coronel le respondi tocndose vagamente la gorra y lo present al monje, quien hizo un movimiento de cabeza como respuesta a la repeticin del taconeo y del brazo levantado. No se estrecharon las manos. Mientras Olendorf se sentaba chasque los dedos llamando al mozo. Un seor muy mayor, medio dormitando bajo el sol, mir rpidamente y con lentitud se puso de pie, le quit el polvo a la silla y la volvi a poner bajo la mesa. Luego se acerc a la mesa de los alemanes. Signori, mi dicano. Gramaticalmente, era el modo corts de preguntar en qu poda servir. Pero slo gramaticalmente. Caf le dijo Gratz, y el agustino asinti. Caff corretto le ladr Olendorf. Y trae el coac a la mesa para que yo est seguro de que es potable... y la botella llena. El mozo escribi minuciosamente el pedido en una tira de papel con el resto ms chico que le
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quedaba de un lpiz y se fue arrastrando los pies. El oficial de la SS mir despreciativamente la estela que dejaba el mozo y se ri: Cuando ganemos esta guerra, estoy seguro de que nuestros colegiales volvern a su tarea y descubrirn que los italianos, despus de todo, no son arios sino miembros de una raza inferior. Tambin vamos a tener que hallar una solucin a eso. El agustino tembl pero no dijo nada. Pues bien, seores dijo Olendorf mientras consultaba su reloj, hace casi cinco minutos que estamos aqu y no he odo de ustedes ms que saludos. Cre que haban dicho que el tiempo era de suprema importancia. Le dice algo a usted el nombre de Father Christmas? le pregunt el monje en voz baja. Por supuesto que s. Es el nico espa norteamericano que ha tenido xito en Roma. Nuestros amigos de la Abwehr, como puede confesrselo el coronel Gratz, no han podido saber mucho de l. Nuestro archivo es exactamente igual al suyo le observ Gratz. Y el contraespionaje cae ms bajo su jurisdiccin, o por lo menos as lo asegur usted en nuestras conferencias. Podra entregarle al Father Christmas le dijo el agustino. Olendorf lo mir doblemente sorprendido. Entregrmelo a m ? Por qu a m? Cre que usted trabajaba para la Abwehr. Perdneme, coronel, supuse que el monje era su hombre en el Vaticano. Uno de los nuestros. Pero l puede hablar por su cuenta. Ya he hablado de este asunto con el coronel le explic el monje. Pero l no puede llenar las condiciones para la entrega. Y cules son? Usted tiene detenido a un muchacho, alguien que usted sac hoy del hospital cerca del Vaticano. Cmo est de salud? Ahora mejor de lo que estar... me temo. Fue baleado en las piernas. Nada grave. Pero es un espa y los espas capturados en tiempo de guerra son fusilados. Cambiara usted a ese muchacho por el Father Christmas? Olendorf encendi un Lucky Strike. No ofreci el atado a ninguno de sus compaeros. Por qu querra yo sacrificar un espa en la mano por otro en un arbusto del Vaticano? Qu clase de espa es su prisionero? le pregunt el monje. Es astuto?
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Astuto? Olendorf hizo un gesto despreciativo. Pregnteselo a su amigo, el coronel Gratz. Es un vulgar aficionado que vino a robar una Enigma y a hacerlo sin que nos diramos cuenta. Ridculo. Podra haberlo pescado en cualquier momento; pero, por deferencia al coronel aqu presente, me mantuve a un lado. Estos norteamericanos son como criaturas. Creen que si cierran los ojos no los vemos. Y, sin embargo... lo interrumpi Gratz, arrastrando las palabras. Y sin embargo qu, coronel? En la voz de Olendorf haba resentimiento y sospecha. Y sin embargo el Father Christmas sigue operando una red que funciona bastante bien, si he ledo correctamente los despachos entre Berln y nuestras respectivas oficinas. Cada regla tiene su excepcin. Ms an, ahora s precisamente quin es este hombre. Tambin yo le lanz el agustino. Podra darle esta excepcin norteamericana a cambio de su aficionado. No necesito su oferta, Herr Pater. Puedo agarrarlo en cualquier momento que se me ocurra. En cualquier momento le discuti el monje que usted quiera enfurecer a Su Santidad. Escuche, coronel Olendorf, s que usted se opuso a la Jdenaktion ayer porque se corra el riesgo y el riesgo an no ha terminado de convertir al Papa en un enemigo de Alemania. Secuestrar a uno de los favoritos del Papa Pacelli y no se equivoque, con comida y dinero norteamericanos, el Father Christmas es el favorito del Papa sera un riesgo mucho ms grande que enviar a unos centenares de judos a trabajar por el Reich. Si eso es cierto le dijo Olendorf, con un tono menos beligerante, cmo puede entregar este espa sin irritar al Papa? No lo voy a entregar; l mismo va a ir hacia usted. Aclarar esa actitud con la Secretara de Estado del Vaticano para que no haya ninguna protesta, ni diplomtica ni de ninguna ndole. Me parece interesante. Olendorf se frot el dorso de la mano en la boca. Pero sus amos en Washington nunca lo aprobaran. Ni siquiera ellos son tan estpidos. La conversacin se interrumpi varios minutos cuando el viejo mozo regres y puso los pocillos y una botella de coac barato de Trieste sobre la mesa. Olendorf mir la botella con desaprobacin. Llvate este orn de caballo le grit. Y no la pongas en la cuenta.
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S Commendatore, s asinti el mozo. Retir la botella con toda la solemne dignidad de un maestro de ceremonias en una misa mayor pontifical. Cuando el viejo volvi a irse arrastrando los pies, el monje habl: Los norteamericanos no saben, ni necesitan saberlo, hasta que sea un hecho consumado. Aqu el elemento crtico es el Vaticano. Puedo arreglar alguna palabra suave dirigida por la Secretara de Estado al embajador von Weizscker. Olendorf arroj el cigarrillo y contempl el espacio. Puedo confiar en estos curas? La pregunta no la dirigi a nadie en particular. La verdadera cuestin respondi Gratz es si estos curas pueden confiar en la SS. Olendorf lanz un bufido. Si estoy de acuerdo, dar mi palabra de oficial alemn. Pero, antes de estar de acuerdo, necesito que el embajador von Weizscker me diga que no habr ninguna protesta del Vaticano. Eso lo puedo arreglar esta tarde le prometi el monje. Bueno... entonces le pregunt Gratz, acepta el ofrecimiento? Hmmm... Olendorf termin su caf. Djeme escuchar ms. Para cundo propone el cambio? Para esta noche, de ser posible. Olendorf vacil. Es posible, si antes tengo las seguridades del embajador. Dnde propone que se realice el intercambio? En el lmite con el Vaticano, en el Largo dAlicorni, donde el Borgo Santo Spirito intercepta... Conozco el lugar. El aficionado debe de estar vivo y en buena salud. En razonable buena salud. Detuvo tres o cuatro balas con las piernas, Herr Pater. Las curaciones instantneas y milagrosas pertenecen a su provincia, no a la ma. Quise decir que nada de torturas. Olendorf mir confusamente al monje. Estoy de acuerdo en esos trminos. El Father Christmas debe venir hacia nosotros con ropas de civil. No quiero que de ninguna manera parezca que ofendo a Su Santidad. Si eso es aceptable, podemos establecer las nueve de esta noche para el intercambio. El monje asinti y le dijo:
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En el caso de que deba ser ms tarde, le telefonear. Tambin yo quiero estar presente observ Gratz. Se lo agradecera, coronel le respondi Olendorf, casi amablemente. Ya que usted concert este encuentro, lo har responsable de cualquier juego sucio. Me resultara muy reconfortante tenerlo a usted a tiro de revlver... seor. Gratz sonri framente. Siempre estoy a su disposicin, Olendorf, lo mismo que ante cualquier oficial inferior. Olendorf se puso de pie y se acomod la gorra en su hermosa cabeza rubia. Entonces, con su permiso, seores, me voy. Si todo marcha bien, el Reich les quedar en deuda. De lo contrario... bueno, ustedes quedarn en deuda con la Gestapo. Repiti el choque de talones, el ritual levantamiento del brazo y se dirigi a su auto, pasando por alto la cuenta que estaba sobre la mesa. Los otros dos alemanes lo vieron partir. Gracias por su ayuda, coronel le dijo el monje. Nosotros somos sus deudores. Su trabajo en el Vaticano ha sido de inmenso valor para Alemania. Confo en que este intercambio ayude tambin a Alemania. Debera serlo, pero lo que es bueno para la SS no es necesariamente bueno para Alemania. Eso es lo que acabo de aprender. S. Cudese, Herr Pater. Todava conservo la negra impresin de estos ltimos das. Como le dije, temo que nuestro mundo se va desmoronando. Quiz sea este asunto judo que remata el fracaso de nuestra misin. No s. Tal vez sea algo peor. En fin, mi chofer lo llevar hasta el Vaticano. Yo vuelvo caminando a la villa. Ciudad del Vaticano, domingo 17 de octubre de 1943 El agustino fue directamente al departamento de monseor La Torre en el Sant Uffizio, el palacio que en una poca fue el cuartel general de la Inquisicin y ahora albergaba un Santo Oficio algo reformado y proporcionaba, adems, departamentos para funcionarios de alto rango del Vaticano. La Torre estaba en su casa y con l monseor Galeotti. Los dos se hallaban muy preocupados y disgustados, pero ya haban hablado con F. C. Sullivan y se haban reconciliado, si bien apenas, con su decisin. El monje comunic los pocos detalles del intercambio a los que haba prestado su acuerdo, y La Torre prometi llamar
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inmediatamente a von Weizscker. Mientras el monje se iba, el subsecretario hizo un comentario de despedida, cargado de sarcasmo siciliano: Hay una vieja leyenda segn la cual, cuando Dios cre al hombre, desparram suficiente bien por el mundo para que cada uno tuviera, por lo menos, un pedacito... si buscamos arduamente. Cualquiera que trabaja para la SS debe de haber vendido su parte. La cara olivcea del agustino se ruboriz. Quin conoce la mente del Seor? Quin ha sido su consejero? Minutos despus, el alemn visit a Sullivan y le dio la informacin. Puede conseguir ropa de civil? Tengo alguna aqu. Supongo que a su hombre no le importar si me visto informalmente. El jesuita ech un vistazo a los papeles desparramados por el escritorio. No soy un administrador muy prolijo, padre le dijo, a guisa de disculpa. En verdad, alguien dice que el caos es mi hbitat natural. Pero tengo que hacer algn esfuerzo para ordenar todo esto a mi sucesor. Le agradezco su ayuda pero... Me disculpa? Por supuesto. Vendr a buscarlo a las ocho y media. F.C. procur poner sus cosas en orden, pero despus de media hora se dio por vencido, se recost en su catre y empez a leer y rezar Los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola. Ese esfuerzo slo le produjo un fro sudor, de modo que procur leer el breviario. Despus, baj al hall para encontrar a otro cura con quien confesarse. Exactamente a las ocho y media reapareci el agustino. Con l estaban La Torre y Galeotti. Ya es la hora se limit a decirle el monje. Tan pronto? Permtame pasar al bao. El espritu observ F.C. quiere pero la vejiga es dbil. Vacil, despus sac del bolsillo un frasquito con pastillas de nitrolingual y lo coloc en el cajn abierto del escritorio, junto con una botella de papaverina. Los cuatro religiosos dieron rpidamente la vuelta del Vaticano y salieron por la puerta de las Campanas a la Piazza de San Pedro. Al llegar al borde de la columnata, F.C. se detuvo, mir hacia atrs y abarc por ltima vez la vista de la imponente baslica. Es como la misma Iglesia susurr: vieja, presuntuosa, fea y, sin embargo, hermosa. Los otros no contestaron. En la orilla de la columnata se detuvieron. Tres policas del Vaticano, con trajes de civil, se les reunieron. Detrs de las
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columnas estaba apostada otra docena de guardias suizos, armados y con uniformes de batalla. Cruzando la calle, varias patrullas de paracaidistas se hallaban en las sombras. Todos esperaban. A los pocos segundos subieron un par de autos oficiales alemanes, por el lado de la columnata deslizando las ruedas hasta detenerse a slo unos pies de las dobles lneas blancas. Olendorf descendi del primer auto y Gratz del segundo. Resultaba imposible ver el interior de cada coche. Olendorf se qued de pie frente a su auto. La Torre fue a reunirse con l. Tiene el prisionero? le pregunt el monseor. Olendorf seal con el pulgar el asiento trasero. Tiene al cura? le pregunt, por su parte. La Torre asinti con la cabeza, fue hasta el auto, abri la portezuela y mir adentro. Despus regres al lado que perteneca al Vaticano y habl con F.C.: Por las fotografas que usted me mostr, dira que es el hombre. Est vivo. Parece encontrarse muy bien. Debo asegurarme. Djeme hablar un momento a solas con l. La Torre volvi junto a Olendorf y le transmiti el pedido. Permtame ver bien de cerca al famoso Father Christmas, primero. La Torre le hizo una seal a F.C. para que se acercara. El cura lo hizo, pero cuidando tener los pies dentro de la lnea interior blanca. S asinti Olendorf. Este es el hombre. Espero que se sentir feliz con nosotros, Herr Geistlicher. F.C. procur hacer caso omiso del alemn. Ppper-m-ttame hablar con el prisionero tartamude. Slo fuera de las lneas mientras habla le respondi lacnicamente Olendorf. Est usted estirando nuestro arreglo. Despus se dirigi a los dos guardias que compartan el asiento trasero con Roberto. Triganlo, schnell! Con un poco de dificultad, ayudaron a Roberto a salir del auto, casi llevndolo hasta donde estaban los otros y lo apuntalaron contra el guardabarros delantero, retirndose a unos pasos. Sientes dolores? le pregunt F.C. en ingls. Roberto lo mir. Inclusive a la dbil luz, la cara del cura pareca plida. Cmo se sentira usted si tuviera cuatro balas en las piernas? Qu les has dicho? Acerca de qu? De las monjas. Roberto profiri un sonido que estaba a mitad de camino entre un bufido y una risa ofensiva.
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Traicionar a los amigos es asunto suyo, no mo. Adems, slo queran informaciones mas. Les habl de mi misin y de los otros equipos. Esa es una permuta legtima contra un insoportable dolor. Por lo menos as me ensearon en Washington. Quin sabe qu ms les contar dentro de pocos das? Nada. No vas a tener que decir nada, excepto, quiz, explicarle a la OSS todas las complicaciones de tu misin. Qu quiere decir con eso? T y yo nos vamos a intercambiar. Esos monseores se van a ocupar de ti hasta que algunos amigos mos encuentren un medio para pasarte de contrabando al Sur. F.C. se dio vuelta abruptamente y regres al sitio junto a la portezuela donde estaban Olendorf, Gratz y los tres religiosos. Usted ya lo hizo hablar le dijo F.C. a Olendorf, enojado. Alentamos la confesin le respondi Olendorf. Ustedes, los de la orden sagrada, dicen que la confesin es buena para el alma y nosotros hacemos confesar a nuestros huspedes para que se sientan cmodos, tanto psquica como fsicamente. An quiere seguir adelante con esto, padre? le pregunt La Torre. Todava no es demasiado tarde para cambiar de idea. F.C. se encogi de hombros. Nunca podra hacer eso como un romano procur bromear. Si uno de ustedes me vuelve a preguntar si quiero volverme atrs, voy a salir corriendo como un conejo. No. Estoy listo. Vamos? La Torre se qued mirando un momento al jesuita. Est bien padre? Tengo fro. El monseor hizo una seal a la polica vaticana, que ayud a Roberto a cruzar las lneas. En el mismo momento, Olendorf le abri la portezuela al Padre Fitzpdraig Sullivan, S.J. Me gustara que viajara conmigo, Herr Geistlicher. Me consolara tener una gua divina tan cerca. Nos estamos anticipando a las indulgencias que usted nos va a proporcionar. Un momento, por favor. El agustino tom a Olendorf por el brazo. Deme su bendicin, padre le suplic y cay de rodillas. F.C. hizo la seal de la cruz y toc suavemente la cabeza del monje. Paz susurr. Que haya paz entre nosotros, Alter Christus. Muvase le orden Olendorf, empujando al norteamericano al interior del coche.
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Los dos vehculos doblaron rpidamente hacia la izquierda, en el Borgo Santo Spirito y se dirigieron a toda velocidad hacia el ro. El agustino permaneci arrodillado. Despus de unos minutos, Galeotti palme en el hombro al monje que sollozaba y le dijo: Ahora tenemos que irnos, padre. El agustino se incorpor lentamente, dolorosamente, como una vieja artrtica. Quiero rezar dijo. Qu fue lo que escribi el poeta ingls?: Mis palabras vuelan hacia lo alto, mis pensamientos quedan abajo:/ Palabras sin pensamientos nunca van al cielo. Dios entiende todo, padre le dijo Galeotti, tratando de consolarlo. La Torre fue menos amable: Su conciencia le muestra que an hay esperanza para usted. Conocemos su trabajo para esa obscena organizacin que ustedes llaman gobierno. Quiz Dios lo perdone en su corazn. Yo jams podra perdonarlo. Ni tampoco yo, monseor; ni tampoco yo susurr el monje mientras se diriga al Colegio Alemn. Momentino, por favor, padre le grit Galeotti y se reuni con l. Hoy y ayer nuestro amigo norteamericano estuvo averiguando acerca de varias familias judas. Descubri que por lo menos una estaba detenida en el Collgio Militare, Tommaso Piperno y su mujer, Rebecca. Senta, sera mejor hacer una obra de caridad que llorar por sus errores. Siempre me ha parecido as. Tal vez usted pueda intervenir ante la SS para asegurar que los suelten. A mi parecer, el padre Sullivan lo considerara una enorme gentileza. El agustino mene la cabeza, apesadumbrado. No tengo influencia con la SS. Esto es lo nico decente que puedo decir de m esta noche. Pero se encogi de hombros, contagiado por esa costumbre romana puedo intentarlo. De pronto el monje se empez a rer. Algo anda mal, padre? Galeotti estaba realmente preocupado por la cordura del cura. No, nada anda mal en este mundo bastardo, o todo anda mal. No estoy seguro de cul de las dos respuestas es la acertada. Me ro de otra cosa que el padre Sullivan y yo compartimos aqu, en Roma. Y slo ahora me doy cuenta de ello. S, monseor, para m va a ser una felicidad salvar a ese matrimonio Piperno. Gracias. Galeotti intent sonrer. Lo peor que puede hacerle la SS es fusilarlo.
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De pronto el monje se puso adusto otra vez. Ojal fuera cierto. Ya han hecho otras cosas peores. Roma, domingo 17 de octubre de 1943 Hola! ladr Olendorf por el telfono. Qu quiere? Ya es demasiado tarde para cambiar de idea. Quiero hablar con usted por algo ms le explic el agustino. Entonces dgalo enseguida. Estoy ocupado. Su amigo norteamericano necesita mi atencin. El monje trag saliva. S. Bueno... por cuanto yo lo ayud en esta operacin, crea que... La SS no incurre en deudas. El Reich es nuestro cliente y el Fuehrer el nico amo que tenemos. Pero contine. Hay un matrimonio judo en el Collgio Militare, Tommaso y Rebecca Piperno. Olendorf gru de impaciencia. Debe usted aceptar que el futuro de los judos est, como dice Berln, predestinado. No hay nada que usted o yo podamos hacer. No me entiende... insisti el monje. Tommaso Piperno es uno de mis agentes. Ha sido mis ojos y odos en el Trastevere, un hombre eficiente y leal. Comprendo. Olendorf se suaviz un poco. Pero est fuera de mis manos. El capitn Danzig est al mando absoluto de la Jdenaktion de Roma. Hable con l. S, he odo eso. Pero no conozco a Danzig. Podra hablarle usted por m? Ahora es usted, Herr Pater, quien no entiende. Estoy muy ocupado... volvi a gruir. Muy bien, llamar a Danzig y le dir que usted ha sido de gran ayuda para la SS y nos pide algo. Cualquier otra cosa que dijera podra perjudicar su causa. Le sugiero que vaya enseguida y trate de hablar con l. Los judos sern embarcados maana por la maana, en las primeras horas. Ira, coronel, pero no tengo medio de transporte. Podra facilitarme su auto y su chofer? Mi auto y mi chofer? Por Dios! Vaya con su tup! Est involucrado un agente alemn muy valioso. Un agente de la Abwehr. Yo me encargara que usted recibiera toda la informacin que l me pasara.
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Puedo tomar esto como una solemne seguridad? Por supuesto. Perfectamente. Soy un idiota redomado. Est en el Largo dAlicorni dentro de quince minutos. El capitn Erich Danzig levant la vista fastidiado. Su oficina era un poco ms grande que el cuarto donde se guardaban las escobas, en la que haba un escritorio, dos sillas, y varios muebles de archivos. La ausencia de ventanas agravaba su sensacin de claustrofobia. Ms an; eran las diez y media de la noche de un domingo y no haba dormido el viernes a la noche, un poco el sbado y an le quedaban varias horas de trabajo si el tren cargado de judos parta a las nueve de la maana siguiente. El coronel Olendorf me dijo que usted aceptaba verme. Scheisse! Usted es el hombre de la Abwehr en el Vaticano! Me dice Olendorf que usted ha sido til en el arresto del jefe de una cadena de espas norteamericanos aqu en Roma, pero el patriotismo, al parecer, a usted no le basta. Adems, quiere un favor especial. Le advierto, Herr Pfarrer, que no deseo suscribirme a una novena perpetua y ni siquiera a una misa. Error de religin. En efecto, yo no tengo lugar para la religin, ni la astrologa, ni la frenologa ni cualquier otra supersticin, en mi vida. Se sac del bolsillo un fajo de liras y lo arroj al escritorio. Anteme para alguna pequea indulgencia. El agustino sofoc la ira que le estaba creciendo. Usted me interpreta mal, capitn. Quiero que liberen a dos judos que usted arrest, Tommaso Piperno y su mujer Rebecca. Tommaso es un agente alemn; trabaja bajo mis rdenes. Bajo sus rdenes y bajo las de cualquiera que le pague con dinero. Anote sus nombres. Mientras el monje escriba en un anotador, Danzig grit :Ordenanza! La puerta se abri casi instantneamente. Lleve esos nombres y trigame los legajos de esa gente. Rpido! Danzig hizo caso omiso del agustino, quien segua de pie y volvi a su trabajo hasta que regres el ordenanza con dos legajos. Aqu dijo el oficial. Veremos. Tommaso est registrado en la comunidad juda. Pero es un chico malo. No va al templo ni contribuye para el templo. Eso figura en los propios registros del templo. Para ser italianos, estos judos son muy metdicos. Bien; aqu est todo lo que hemos reunido de nuestra informacin total: Nacido el 24 de enero de 1896; ocupacin: barrendero; direccin: Vicolo del Bologna 882; afiliacin poltica: desconocida;
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antecedentes delictivos: ninguno; rasgos caractersticos: desplazamiento permanente de la cadera izquierda; camina renqueando. Danzig mir rpidamente el segundo legajo. Rebecca, esposa de Tommaso Piperno. Nacida el 23 de agosto de 1903; madre de dos hijos, muertos en la infancia y de tres hijas que siguen viviendo, nacidas en 1931, 1935 y 1937. Nada ms. Muy interesante, Herr Pfarrer. No confo en gente que no tiene antecedentes delictivos. Para m, es una prueba segura de astuta criminalidad. Y, por cuanto esta gente es, evidentemente, pobre, concluyo que lo ms probable es que sean delincuentes polticos... adems de judos, por supuesto. Y con ese crimen basta. Capitn le pregunt el monje, le ayudara a usted si le dijera que esta gente ha sido bautizada? Maana por la maana puedo traer de la iglesia los registros de su conversin. Danzig enfoc sus fros y amarillos ojos en el agustino. Herr Pfarrer, no me caracterizo por mi sentido del humor. Ni tampoco soy un aclito o cualquier otro idiota. Deme unos miles de liras y doce horas en Roma y le puedo traer certificados de bautismos cristianos en italiano, alemn y hasta en arameo, debidamente firmados por Juan y atestiguados por una paloma que desciende y que sabe hablar y escribir. Me est haciendo perder el tiempo. Estoy tratando de convencerlo de no matar a un valioso agente alemn. El monjecito levant la voz, incapaz de refrenar su ira. Ya le he dicho a Olendorf que Piperno es algo as como mis ojos y odos en el Trastevere. Tal vez usted no lo sepa, pero si alguna vez se forma aqu, en Roma, una resistencia efectiva contra Alemania, se basar en simpatizantes comunistas del Trastevere. Maldicin, hombre! Odie a los judos todo lo que quiera, pero no permita que ese odio nos cueste una sublevacin aqu, en Roma! Recuerde lo que pas en Npoles! Danzig prosigui como si ese estallido no hubiera ocurrido nunca, como si el monje no estuviera en su oficina. Se limit a volver a sus papeles. El agustino permaneci de pie ante el escritorio, rehusndose a irse hasta que formalmente, si no fsicamente, se viera obligado a hacerlo. Transcurridos cinco minutos, el capitn levant la vista: Cul es su posicin oficial aqu? Olendorf me lo dijo, pero tal vez la haya olvidado. En su voz no haba la menor seal de rencor. Enseo teologa moral en la Universidad Laterana. Una lenta sonrisa asom en la regordeta cara de Danzig. S; me parece recordarlo. A ustedes, los profesores de teologa moral, les gusta exponer problemas difciles a sus estudiantes no es as? Permtame
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devolverle la pelota y plantearle uno. Me parece bien, muy bien. Le voy a proponer un verdadero acertijo moral: le dar un pase, pero un pase solo. Ah tiene su dilema moral. Puede usted visitar el Collgio Militare y sacar a uno de los Piperno. Sus instintos de agente alemn le dirn que saque a Tommaso para que pueda seguir sirviendo al Reich. Sus instintos de hombre perteneciente al clero, como caballeresco alemn, le dirn que saque a la mujer. No le parece un dilema esplndido? Puede divertir con l a sus estudiantes la semana que viene. Ah, lo espera algo muy divertido! Danzig levant el telfono y ladr una serie de rdenes. Luego se dirigi al monje: Tendr que visitar el Collgio esta noche. Maana por la maana ser demasiado tarde para uno de los Piperno o para su dilema. Tengo un auto oficial. Muy bien. El capitn estuvo por levantar otro fajo de papeles; luego cambi de idea y volvi a hablar: Y, Herr Pfarrer, usted debe elegir en el Collgio, no antes, mientras los mire a los ojos y huela su apestoso miedo. Tiene que elegir quin va a vivir y quin va a morir. Quiz esa experiencia le ensee a respetar a los que, como nosotros, tenemos que tomar todos los das esas decisiones en el mundo real. Moralizador, moralzate a ti mismo, como dice el refrn. Danzig hizo girar la silla y le dio la espalda al monje. Ahora puede irse. El ordenanza le va a tener listo el pase y el permiso para visitar el Collgio. Le advierto, deje el pase en blanco hasta que haya visto a los Piperno. Con el toque de queda, el viaje fue rpido. Tambin silencioso, hasta que el auto lleg a la orilla derecha del ro. Por favor, llveme hasta el Colegio Alemn le dijo el monje al chofer. Pero yo cre que usted iba al Collgio Militare. Ah es donde ir al final, pero primero debo pasar por el Colegio Alemn. Es usted catlico, hijo mo? Sospecho que s. Hace mucho tiempo que no voy a la Iglesia. S. Con todo, creo que entender por qu hago este desvo. La gente a la que voy a ver ha recibido instrucciones. Esta noche los bautizar y les dar la primera comunin. Si sa fuera una manera de salir, usted podra hacer mil conversos en cinco minutos.
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Tengo un pase para sacar a un hombre. Pero, lo que es ms importante, los sacramentos van a sacar a los dos de una peor esclavitud: el pecado. Lo siento, Herr Pater. Uno anda a la deriva. Hijo mo, procure pasar todos los das un minuto o dos hablando con Dios. Ahora bien; cuando salgamos del Collgio, triganos de vuelta aqu. El hombre es un agente alemn. El chofer se detuvo fuera de los lmites del Vaticano. Despus de aclarar su pase con los guardias de servicio, el gallardo monje corri a su cuarto, recogi su bufanda de invierno y su pesada y negra capa con capucha. Despus se dirigi a la capilla y tom un pequeo pxide enchapado en oro, insert una docena de hostias consagradas del tabernculo y se colg la cajita de una cadena en el cuello. En menos de quince minutos estaba de vuelta en el auto oficial para el breve trayecto hasta el Collgio. El chofer sali de la Lungara y entr en una calle estrecha a lo largo del Collgio. El agustino baj de un salto y, seguido por el chofer, present sus papeles al centinela. El soldado los dej pasar a la oficina de guardia, ante la entrada a una plaza vaca en torno de la cual se haba construido el imponente y antiguo palacio. El joven teniente de la SS a cargo mir el permiso del cura. Lo estbamos esperando. Tengo entendido que tambin tiene un pase para dejar salir a uno solo de nuestros huspedes. Puedo verlo? El agustino sac el segundo papel. El teniente lo mir con mayor cuidado del que haba puesto para el pase del monje y se lo devolvi. Bien, est en blanco. El capitn Danzig me telefone rdenes explcitas: si figuraba escrito un nombre haba que mandarlo de vuelta a usted. El monje asinti y sac el pxide para que el oficial pudiera verlo. El hombre no reaccion, de modo que el agustino mir inquisitivamente al chofer. Transcurridos unos segundos de un extrao silencio, el chofer capt el mensaje y habl: Seor, lo que lleva es el santo vitico. En esas circunstancias, los curas hablan lo menos posible. Es una seal de respeto. Comprendo le dijo el teniente, aunque resultaba claro que no entenda nada. Un guardia lo acompaar hasta el interior. Sus amigos estn en una de las pequeas aulas. Slo le doy cinco minutos. Lo lamento, son rdenes del capitn. El guardia condujo al monje por un patio dbilmente iluminado y bajo las arcadas romanas del prtico. Abri la puerta, cerrada con llave, que daba a un amplio pasillo. Inmediatamente, el refinado monje se sinti asaltado por el asqueroso olor de escupideras que no haban sido vaciadas y por demasiados
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cuerpos humanos amontonados. Aunque no poda hacer comparaciones, lo de la Regina Coeli quedaba chico. Haba gente por todo el piso, algunos durmiendo, algunos sollozando, algunos hablando, otros limitndose a mirar el espacio. Ms all de ese pasillo haba una serie de cuartos ms chicos. El guardia abri la segunda puerta. En su interior estaban agrupadas quince personas. Raus! Raus!, orden el soldado, pero los judos lo miraron sin la menor seal de haberle entendido. Por favor, permtame que lo intente yo sugiri el monje y, sin esperar una contestacin dicha en italiano, le pidi a todos, excepto a los Piperno, que salieran unos minutos. Lentamente los otros prisioneros se fueron, demasiado dormidos y confusos como para molestarse porque los despertaran. El agustino tambin le pidi al guardia que esperara afuera; luego cerr la puerta y se dio vuelta hacia los Piperno. Rebecca no tena la menor idea de quin era y lo mir sospechosamente. Sin embargo, Tommaso se sinti genuinamente encantado, por ms que estaba muy magullado. Ah, padre, que amable de su parte venir a despedirnos! Vamos a un campo de trabajo en Alemania. No ser una gran festa, pero somos fuertes. Sobreviviremos. Sin embargo, nos llevan sin darnos tiempo para juntar un poco de comida o dinero, de modo que si usted tiene unos marcos o unas liras... El monje pas por alto al barrendero y mir a Rebecca: Muy bien. Usted es alta, para ser mujer. La cosa podra funcionar. Ruegue porque as sea. Primero, el pase. Sac la lapicera y escribi el nombre de Tommaso. Escuche, Rebecca, guarde esto y mustreselo al guardia cuando se vayan. Es para Tommaso. Y aqu tiene el permiso de visita para usted. Dselo al guardia que est en el portn, no al que est en la puerta de afuera. Despus el monje se quit su pesada capa y se la entreg a Tommaso. Tenga eso. Rebecca, qutese esa bata y dmela. Un momento, padre lo interrumpi Tommaso. Entre nosotros han pasado algunas liras, pero debe respetar a mi mujer. Cllate, cretino le espet la mujer. No tienes criterio? No te das cuenta de lo que ocurre? Se quit la bata y se la pas al cura; despus le sac la capa al marido y cubri su regordeta desnudez. Pngase la capucha en la cabeza le explic el agustino. As. Muy bien. Mantngala alta y meta las manos en las hendiduras de los costados para que la capa le quede alta. De esa manera no la va arrastrar por el piso. Pngase estos anteojos. Rebecca obedeci rpidamente.
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Zapatos? Los mos son demasiado grandes para usted. Puede ponerse los de Tommaso? Y por qu no? Pngaselos y deme los suyos. Tommaso puede usar los mos. Los mos son pantuflas de entrecasa le dijo Rebecca, disculpndose, pero se estirarn un poco. Se las pas al cura. Por qu hace todo esto, padre? Por un breve momento el monje hizo caso omiso de la pregunta mientras se arremangaba los pantalones hasta las rodillas. Despus habl muy lentamente: Porque soy alemn y porque soy cristiano y porque hay muchas tinieblas en el mundo. Se quit la bufanda que llevaba al cuello. Hgame una babushka. Nuevamente Rebecca procedi a hacer lo que le deca. Tiene usted muchas cargas que soportar, padre. Luego, a Tomaso: Dale tu suter. En Alemania har fro. El marido vacil, siempre tan lerdo de entender. Subbito, cretino, subbito le lanz. Segn la costumbre romana, le agreg una b extra y exagerada al toscano subito. Gracias. Se puso el suter y encima se ech la bata. No era la costumbre que l asumiera el papel heroico. Ahora, cuando salga, entrguele el pase para Tommaso al guardin y dele al centinela del portn el permiso para el visitante. El hombre cree que usted est llevando el santo vitico y por lo tanto, no le va a hablar... probablemente. En caso de que lo haga, selese con la cabeza el centro de su pecho, donde un cura llevara un copn debajo de la capa. Afuera hay esperando un auto oficial. El chofer sabe adnde van... al Vaticano. Tampoco l le va a dirigir la palabra. En caso de decirle algo, limtese a decir ja 1. Lo va a poder hacer? Y por qu no? Y cuando lleguemos al Vaticano? Hable con un guardia suizo y mustrele mi identificacin. Aqu la tiene. El monje meti la mano en la bata y sac su billetera. Pdale ver a monseor Galeotti o a monseor La Torre. Uno de ellos se va a ocupar de ustedes. Rebecca se arrodill y le bes la mano. Basta, basta! le dijo el monje. Tommaso, tienes que hacerles creer a los alemanes que dejas detrs a la mitad de tu vida. Sal de la celda como un hombre que sufre el terrible dolor de quedar separado de su querida esposa. Llora, Tommaso, llora!
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Estoy llorando, padre. Las lgrimas que le corran por las mejillas eran autnticas. El agustino se sonri por la compleja sencillez del romano. Recuerda, Rebecca, que si alguien te pregunta algo, selate el pecho. En caso de verte en apuros, haz la seal de la cruz hacia ellos, as. Y le ense a bendecir. La cruz... eso es fcil dijo Tommaso cuando el guardia abri la puerta. Despus, como un gran actor a quien acaban de darle la rplica, abraz llorando al monje y sigui gimiendo al cielo proclamando su desesperado amor y la desgarradora prdida que experimentaba, mientras el guardia conduca a la libertad a l y a esa figura ensotanada. El agustino seal la pequea cruz grabada en la tapa del pxide: No, mi amigo Tommaso, se dijo para sus adentros, en un susurro, no es fcil.
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EPLOGO
Los godos, los cristianos, el tiempo, la guerra, el diluvio y el fuego han humillado el orgullo de la ciudad de las siete colinas que vio apagarse una a una las estrellas de su gloria y a los brbaros monarcas subir con sus carros hasta el Capitolio. En toda su extensin han cado templos y torres; nada qued en su sitio. Caos de ruinas! Quin podra sealar el vaco sobre cuyos fragmentos cae un rayo de luna y decir aqu era, o aqu es cuando todo es una noche doble? George Gordon, Lord Byron, El peregrinaje del joven Harold.
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Roma, lunes 18 de octubre de 1943 Acababa de despuntar el alba y el rezo de la primera hora del oficio divino, cuando una tmida monja condujo a una muchacha a la recepcin del convento, una habitacin sombra y polvorosa. La mujer se sent en una de las sillas desvencijadas y aspir el mohoso olor del antiguo mobiliario y los tapetes y las cenizas de incienso chamuscado. Minutos despus entr aguadamente la hermana Sacrista, haciendo sonar las cuentas de su rosario. S? la monja reconoci a la mujer. Soy Anna Caccianemici. S quin eres y qu eres. Entonces sabe que trabaj para el Father Christmas. Est en poder de la Gestapo. S que la Gestapo tiene al Father Christmas. Qu quieres aqu? Esta es la casa de Dios, un lugar de oracin. Asilo. La Gestapo me persigue. Ayer me lo pas escondida. S; me parece lgico. Has ofendido a las dos partes. Eso no debera importarle, madre superiora. La Iglesia est por encima de la poltica y predica el amor y el perdn. Hija ma, hija ma suspir la monja. Venderas... no; has vendido tu cuerpo y tu alma a otros cuerpos y otras almas. Ahora quieres que arriesguemos nuestras vidas para esconderte. Puedo pagarle bien, si eso es lo que le preocupa le dijo Anna, en tono desafiante. Ya lo s. Tienes doscientos cincuenta mil dlares norteamericanos del Father Christmas. Tu dinero servira para dar de comer a otros. Te puedes quedar, pero primero debes donar la mitad de lo que tienes. Eso es un robo! Algo parecido, creme. Pero robar a Judas para alimentar a los corderos no es ni un pecado ni un crimen. No le voy a pagar.
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Eres libre de irte, hija ma. Nuestras puertas son intraspasables para los alemanes; pero no encierran a nuestros huspedes. Usted es una puta gorda... una dondrona. Como todos los religiosos, estn dispuestos a chupar la sangre de los pobres. T has sido una esbelta mujerzuela, hija ma, pero quiz tengas razn en que soy una dondrona. Con todo, no robo a los pobres sino a los ricos. Los pobres no tienen doscientos cincuenta mil dlares norteamericanos. Decdete. Hoy tengo mucho que hacer. No me queda ms remedio. Ya lo s le respondi la hermana Sacrista. De pronto Anna empez a rerse; primero fue una risita, despus una verdadera carcajada. La hermana Sacrista se uni a ella. Su gran panza era una masa de tosca lana parda agitndose. Roma, lunes 18 de octubre de 1943 Fitzpdraig Cathal Sullivan, S. J., se despert lentamente. Su vuelta a la vida fue ms el paso de una pesadilla inconsciente a otra consciente, que el retorno de un sueo pacfico. La celda estaba oscura. La nica luz provena de un pasillo, refractada a travs de una estrecha claraboya con barras. Un lado de la celda era de ladrillos con una pequea abertura al pie que dejaba entrar una fra corriente de aire otoal. Indudablemente, los ladrillos cubran lo que haba sido una pared exterior antes de que la Gestapo se apoderara del edificio. Las otras tres paredes eran de yeso. Con la punta del cordn de sus zapatos grab sus iniciales y la fecha, cerca del piso, debajo de la puerta. F. C. tembl de fro. Se levant lentamente. Le dolan los msculos y los magullones y utiliz la escupidera. Trat de imaginarse el perfume de una taza de espresso humeante, pero lo nico que pudo gustar fue bilis agria y sangre seca. Sin embargo, la primera noche no haba sido tan mala como esperaba. Lo haban llevado abajo, a una habitacin en el stano y lo sentaron de frente al respaldo de una silla, con las manos maniatadas adelante, en torno del respaldo. Un mayor de la SS lo interrog acerca de los agentes norteamericanos en Roma. Durante treinta minutos no pronunci una sola palabra, pese a las amenazas del oficial. Despus se ocup de l un sargento de Prusia Oriental, bajo, olivceo y patizambo. Las preguntas eran cada vez ms sencillas, el silencio cada vez ms penoso. El sargento le haba dado una bofetada despus de cada pregunta y pegado una media docena de veces con el puo en la caja torcica o en los riones. Pero hasta esos golpes intermitentes se detenan cada veinte minutos.
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Queremos que usted consulte esto con la almohada le haba explicado el mayor. Consltelo y maana tendremos una verdadera sesin. Afuera se oyeron pasos y se abri la puerta de la celda. Era el mayor, flanqueado por dos guardias. Vamos le dijo lacnicamente al jesuita. Los cuatro caminaron por el piso de mrmol, de un gris oscuro, y se metieron en un ascensor. Se bajaron en el stano y se dirigieron a una habitacin sin ventanas donde haba tenido lugar el interrogatorio la noche anterior. Qutese la ropa le orden el mayor. F. C. se desnud, sintindose ms vulnerable... y sintiendo ms fro. Los guardias arrojaron las ropas a un rincn de una patada. El sacerdote quedose de pie unos segundos antes de que el sargento petiso entrara. Esta vez tena un ayudante, quien empujaba una mesita sobre la que haba varias cajas. Herr Pater empez a decirle el mayor Priebke, hemos llegado a uno de esos histricos momentos de la verdad. Anoche tratamos de hablarle, como un hombre cuerdo a otro hombre cuerdo, pero usted se neg. Le hicimos probar, aunque slo un poquito, lo que significa el silencio en esta casa. Despus lo mandamos a que lo consultara con la almohada. Hoy vamos a hacer un trabajo mucho ms serio. El sargento Walther Hoess no prestaba atencin a las palabras de Priebke. Caminaba lentamente alrededor de F. C, observando con mucho cuidado su cuerpo desnudo. Con un pulgar regordete, traz el perfil de los riones del cura y despus le sopes los testculos. El toque fue desinteresado, profesional, pero F. C. recul en un asco instintivo. Calma, calma le dijo el suboficial, como un herrero que estuviera calmando a un caballo espantadizo. Despus se dio vuelta y mir en una de las cajas de la mesa, sacando un par de grandes tenazas. Mientras tanto, su ayudante conectaba un pedazo largo de manguera a una canilla. F. C. procur no mirar pero no lo pudo evitar. Preferimos trabajar rpida y pacficamente le dijo el mayor, pero la eleccin es suya. Usted ha tenido su ltimo sueo hasta que nosotros consigamos lo que queremos... y ha disfrutado de sus ltimos momentos sin dolor. Quiere hablar conmigo como un hombre razonable? F. C. tembl pero no dijo nada. Un guardia se desliz por la puerta y le entreg una nota a Priebke, quien asinti y se la pas a Hoess. Se lo encomiendo a sus firmes manos, sargento al llegar a la puerta se detuvo un momento. Volver dentro de una hora; pero si me necesita antes,
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llmeme. Yo dir basta. Una vez que sali de la cmara de torturas, Priebke corri a la oficina de Olendorf. El teniente coronel estaba de pie detrs del escritorio, con las piernas separadas y las manos en jarra. Priebke percibi el fuego que se le acercaba. Se ha ido le lanz Olendorf. Su hermano caliente se ha ido de aqu. Ido? Imposible. Quiz sali a dar un paseo. Eso es lo que le dijo al centinela. Que iba a dar un paseo... a medianoche, hace nueve horas y media. El centinela dijo que no tena rdenes para detener a Schwartzkmmel ni para escribir una nota especial de sus movimientos. Eso es cierto, seor. Usted dijo que se lo tratara como a un rey. Tena mi propio cuarto no? No dije que lo dejaran salir cuando se le diera la gana, tarado. Quiero que lo traigan. Ya! Jawohl. Al menos no lo necesitamos ms. Kurt, he procurado tratarte como a un colega. Pero no te equivoques: necesito a ese maricn y quiero que me lo traigas ya. Y quiero que me traigas a esa puta de Anna. Tuviste dos das para encontrarla. Hazlo! Y deja de rascarte el culo cuando hablas conmigo! F. C. se estaba ahogando. Tena los pulmones llenos de agua y le retumbaba la cabeza. No tena idea de cunto haba durado todo eso ni cundo le haba aumentado la presin en el pecho. Sentase nauseado y como si le hubieran puesto una piedra fra en el pecho. Tena las manos atadas adelante. Sus manos... le ardan como si alguien le hubiera insertado unas tenacillas ardientes debajo de las uas. Las luces empezaron a girar a su alrededor y poco a poco la habitacin y la gente se fueron empaando. Era el propio Olendorf quien estaba de pie. Los dos guardias levantaron al sacerdote. Ha envejecido usted muchsimo en las ltimas horas, Herr Pater. Hay algo en este cuarto que le disgusta? F. C. no le contest. Volvi a sentirse nauseado. El dolor se le extenda ahora por el brazo izquierdo. Era abrumador. Le dio la sensacin de que alguien le haba puesto en el pecho la baslica de San Pedro. El mayor Priebke me ha dado malos informes de usted. Lo trajimos para que nos hablara del pecado pero, segn Priebke, pese a sus apremios y a los del bondadoso sargento Hoess, se niega usted a predicarnos un sermn. Eso no es cristiano. Tiene que decirnos lo que necesitamos saber para salvar nuestras
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almas. Por unos segundos los ojos de F. C. brillaron de desafo; despus slo reflejaron un dolor agnico. Nos perdona? le pregunt Olendorf. Nos perdona haber abusado de su cuerpo? el sacerdote no le contest. No; usted no perdona. No es un buen cristiano. Pero no lo culpo. Tampoco perdonara yo si estuviera en sus zapatos... perdn, en sus pies descalzos de pronto abandon su tono burln . Escuche, el sargento Hoess, aqu presente, apenas ha comenzado su trabajo. El tratamiento del agua no convierte a nadie. Puede usted vivir sin uas. Es doloroso, pero muy posible. Los testculos vienen despus. Hasta un hombre de su profesin encontrar esa parte dolorossima y humillante. Probablemente sobrevivir a esa trituracin... Pero al final el sargento lo desgastar cada vez ms. Y usted lo sabe. El dolor, la falta de sueo... uno de los dos lo rendir. Es inevitable. F. C. sigui sin contestar. La presin en el pecho le impeda inhalar suficiente oxgeno. Sentase confuso y mareado. Si los guardias no lo hubieran sostenido por los codos, posiblemente se hubiera cado. Despus continu Olendorf. A usted le preocupa lo que vendr despus. Es muy natural. Despus deber haber una sumaria corte marcial y una rpida, si bien indolora, muerte frente a un pelotn de fusilamiento. Eso suena a misericordioso verdad? Pero le ofrezco una misericordia mucho mayor. Si me da los nombres de diez de su gente, slo diez, lo mandar de vuelta al Vaticano... vivo, como est ahora. Con una semana en un hospital podr volver a funcionar. Pero, como dicen los avisos de su pas, mi oferta es por un tiempo limitado. Debe decidir inmediatamente. F. C. no le contest. Lo intent, pero su cerebro no poda transmitir ningn mensaje, excepto el reflejo que lo haca gemir a gritos. Es obstinado admiti Hoess y le dio un puntapi en los muslos con la bota de montar. Una gruesa roncha roja surgi inmediatamente en la piel. Corre, Schwein! Corre, cerdo! le orden. F. C. no contest. Te dije que corrieras! le repiti Hoess, volvindole a pegar con un ltigo mocho. Nuevamente apareci una roncha. Schnell! Rpido! Voy a contar rtmicamente. Eins, zwei, drei, vier! Eins, zwei, drei, vier! Uno, dos, tres, cuatro! Uno, dos, tres, cuatro! repeta, cada vez ms rpidamente. Dolorido, F. C. levant las rodillas y empez a correr mecnicamente. Sigue obstinado porque tiene demasiada energa le explic Hoess a Olendorf. Podramos cansarlo lentamente, pero esto va a acelerar las cosas. Es
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como lo que hacen los banderilleros en la plaza de toros. Lo cansamos ms rpidamente. No cejes! No cejes! Eins, zwei, drei, vier! De pronto el cuerpo de F. C. se puso tenso. Se le arque la espalda. Dej escapar un profundo gemido y se lanz hacia adelante. Olendorf lo agarr y le impidi caerse. No, todava no, ahora no puedes volver a desmayarte. No hubo respuesta. El cuerpo de F. C. estaba flccido, completamente flccido. Hoess se acerc y le palp la cartida. No sinti nada. Est muerto, coronel. Muerto? Imbcil! Scheisskerl! Eres una mierda! Debe de haber tenido un corazn malo se lament Hoess. Pusimos mucho cuidado en no empujarlo demasiado. Procedamos lentamente, cansndolo. El propio coronel lo ha visto. Olendorf sinti que una ola de asco le retorca el estmago. Por un momento era 1937 y estaba mirando la cara de una muchacha espaola muerta. No, no lo empujaste muy fuerte! Lo mataste, carnicero! el oficial de la SS se puso de pie. Scheisse drauf! Scheisse drauf! Me cago en todo esto! repiti y sali taconeando de la cmara de torturas. Pas a grandes zancadas frente al ascensor y subi las escaleras a su oficina. Cerr la puerta de un golpazo, se sent al escritorio para garabatear algo en una tarjeta, agarr su portafolios y sali precipitadamente del edificio al brillante medioda romano. Aspir profundamente el aire y se dirigi a la Villa Wolkonsky, a pocas cuadras de distancia. Ante el portn de la villa mostr una tarjeta de identificacin y distradamente devolvi los saludos del centinela. Justo en lnea recta por la colina, entre espaciosos jardines, estaba la Casa del Ministro, donde Gratz tena su oficina. Ah el camino de asfalto haca un suave giro de noventa grados a la derecha, y segua entre mimosas, cipreses, buganvillas y pinos hasta la propia villa. Al llegar a la curva, Olendorf ech una rpida ojeada sobre el hombro para asegurarse de que nadie lo haba estado vigilando y entr en la casa, deslizndose en la oficina de Gratz sin golpear. El coronel levant la vista, sorprendido. Qu diablos...? Olendorf mene la cabeza, le puso la mano en la boca y le dej la tarjeta en el escritorio. Encontrmonos en el templete griego, ley. El oficial de la SS sali y empez a subir el camino, pas frente a dos Flakwagen enterrados y lleg al cuartel general de Mueller en la villa, donde dej unos informes de rutina. Despus regres a los jardines, como si se
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estuviera paseando por casualidad, lejos de la Casa del Ministro; pas la pileta de natacin y las ruinas del Acueducto de Nern, hasta un bosquecillo sombro donde estaban los restos de un templete griego. Gratz ya lo estaba esperando. Qu diablos pasa? le pregunt el coronel. Olendorf mir a su alrededor. El follaje era espeso y, salvo un par de paracaidistas de guardia en un nido de ametralladoras a veinticinco yardas colina abajo, el lugar estaba desierto. Tengo rdenes directas de Berln de detenerlo. La pelcula de la Enigma que Schwartzkmmel le dio a Anna era genuina. Cmo? Imposible! Yo mismo la recib de propias manos del almirante Canaris. Eso es lo que usted cree. El almirante piensa de otra manera. Tambin l tiene un duplicado de la pelcula que le dio a usted... y tres mquinas que corresponden a su copia de la pelcula. No s qu decir. Alguien debe de haber cambiado la pelcula. El almirante no es un traidor. Alguien es un traidor, y Schwartzkmmel ha desaparecido. Evidentemente, no nos va a decir nada hasta que lo encontremos. Canaris tiene una gran cobertura poltica, en este momento la tiene, aunque podra cambiar, para que cualquiera lo acuse de ser ese alguien. Este es uno de sus trucos tpicos de la SS, Olendorf gru Gratz. No es un truco, Gratz. No es un truco como falsificar la firma del Fuehrer en una orden o ayudar a su Donna Anna a chantajear a Schwartzkmmel con el art. 175 del Cdigo Penal. Usted lo saba? Tenamos aparatos para escuchar en la suite del almirante en el Excelsior y tenemos uno aqu en su oficina. No me gustan las sorpresas. Despus de que usted dispuso el traslado de Schwartzkmmel, yo dispuse que fuera nuestro husped por una semana. Pero esta maana, sencillamente, se fue. No sabemos dnde est... o dnde est Anna. Pero los encontraremos. Qu raro! Dejemos de lado lo raro. Lo que es ms importante, Berln est que arde. Usted es el candidato unnime para el papel de traidor. Debe de haber sido ese Gottverdammt schl de Schwartzkmmel, vengndose por haberlo utilizado con Anna. Es plausible. Y tambin es la verdad. Qu es la verdad? Es sta una vieja pregunta sin respuesta. Por suerte,
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como polica, yo no trato con la verdad sino con hechos, los hechos de Berln. Y los hechos de Berln son que usted es el hombre. Schwartzkmmel es demasiado insignificante para que Berln se fije en l. Entonces, qu diablos estamos haciendo en un templete griego en el centro de Roma? Ahora son las siete y veintisiete. Exactamente a las tres de la tarde voy a mandar al mayor Priebke para que lo arreste. Eso le da a usted, exactamente, dos horas y treinta y tres minutos para irse al Vaticano, o a los Abruzzi, o adonde se le d la gana. Por qu? Por qu hace esto, Olendorf? Usted no me cae bien ni yo le caigo bien a usted. No; usted no me cae bien. Lo desprecio como a un esnob arrogante. Pero usted es, tambin, un leal oficial alemn. Pienso que tambin usted crey que la Operacin Rigoletto podra significar una gran victoria para el Reich. Cre en la Operacin. Y qu le pasa a Alemania, ahora? El almirante tena razn; necesitamos un milagro. Der Fuehrer nos producir uno. Ya lo ha hecho antes. Olendorf se call y ech un vistazo al nido de ametralladoras. Despus de un momento se dio vuelta y volvi a mirar a Gratz. Escuche, no s. De pronto me siento muy cansado de matar y de todos esos obscenos rituales que van juntos con la matanza. En este preciso momento sera mejor no pensar en nada. Podra arrestarlo. Vyase al diablo! Birkenau, sbado 23 de octubre de 1943 A las once de la noche anterior, el tren haba disminuido la marcha hasta continuar como arrastrndose. La inclinacin del vagn y los chirridos de protesta de las ruedas al rozar los rieles indicaban que el tren estaba doblando. Despus se detuvo. El lento y chirriante ruido daba a entender bien a las claras la finalidad de esa parada. A travs de las grietas de los vagones de madera, el agustino vio las luces de los reflectores jugando en el cielo. Slo oy un ruidito y sinti un suave y dbil olor que no le permita saber exactamente dnde estaba. Pero sospech que era Polonia. El viaje haba empezado antes del amanecer del lunes 18 de octubre, cuando la SS en el Collgio Militare empez a amontonar a los internados en el patio, los carg en camiones y los llev a la estacin suburbana de Tiburtina. All los esperaba un tren de carga, de veinte vagones de madera de largo, y las tropas los llenaron de judos para un viaje de veinticinco das al norte de la pennsula, cruzando los Alpes y despus, en zigzag, por la Europa central
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meridional. Los vagones no tenan retretes, ni medicinas, ni alimentos y ni siquiera agua. Peridicamente, el SS detena el tren para que los romanos arrojaran sus muertos, se aliviaran y, en alguna ocasin, recibieran un poco de agua o de comida de los amistosos italianos o, despus, de la fra y eficiente Cruz Roja Alemana. El monje haba viajado en uno de los vagones en el centro del tren. La mayora de la gente que lo rodeaba era del Trastevere o del ghetto. Dos haban muerto en sus brazos: un hombre de ochenta aos y una nia de dos. Apenas conoca a sus compaeros. Excepto ayudar a los enfermos, segua teniendo dificultades para superar sus sentimientos hacia los judos. Por su parte, los romanos no se haban mostrado inamistosos, limitndose a consumir su propio dolor. Algunos, en efecto, haban intentado ofrecerle consuelo y varios se mostraron agradecidos por la preocupacin que haba puesto en atender al anciano y a la nia. Pero no hubo intercambio de confidencias; varios estallidos de ira que haban llegado peligrosamente a la violencia; pero no intimidades. La esperanza de que se les hubiera dicho la verdad y los llevaran a un campo de trabajo qued poco a poco asfixiada por la espantosa realidad: ningn hombre, en su sano juicio, tratara a un animal de trabajo de la salvaje manera con que los trataban a ellos. Ahora, en la tiniebla que preceda al alba, el monje recitaba en silencio el oficio divino. Lo haca de memoria. Pocos minutos antes haba comido una de las hostias consagradas del pxide. Rezar exiga esfuerzo. Las nicas palabras que le parecan apropiadas eran: Dios mo, Dios mo, por qu me has abandonado?. Le signific un esfuerzo mayor rechazar la tentacin de identificarse como un ario y un cura cuando se abrieron las puertas. Despus de todo, los Piperno estaban a salvo. Sin embargo, haba un segundo aspecto de su misin. Ya no tena hambre. Estaba sediento pero no hambriento. En verdad, estaba medio nauseado. Tras mucho discutir, los ocupantes del vagn haban dejado aparte un rincn del destartalado vehculo como lugar privado. Alguien intent, varias veces, ponerle una especie de cortina para dar un grado mnimo de intimidad. Pero cada vez que el vagn oscilaba aflojaba la tela, dejando a la vista la improvisada intimidad y, lo que era peor, al olfato. El gallardo monje estaba inseguro de que hubiera elegido el martirio de haber sabido que era tan asqueroso y nauseabundo. Antes de terminar sus oraciones, oy ruidos de pasos en las piedras del camino y voces que hablaban alto, algunas en francs, otras en alemn pero la mayora en alemn. Se abrieron las puertas del coche y se desliz a un costado.
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Raus! Raus! ,decan las rdenes. Era una palabra alemana que los italianos ya comprendan. Grupos de otros prisioneros con uniformes a rayas, cada uno con la Estrella de David de seis puntas cosida en la ropa, subi a los vagones y ayud a descargar a los enfermos, a los muertos, a lo que quedaba del equipaje. Era una suerte de consuelo que esos Sonderkommandos, como se los llamaba, fueran judos, si bien ninguno hablaba italiano. Indicaron que los romanos formaran dos filas: los hombres en una y las mujeres y los nios en la otra. El agustino se reuni con los otros prisioneros que marchaban delante de un apuesto mdico joven de la SS quien, silbando una meloda de Wagner mientras trabajaba, eligi a 450 personas para ir a un campo de trabajo, a diez kilmetros de distancia. Los otros, explic el muchacho a travs de un intrprete, se quedaran en el campo principal. Las familias separadas dijo el mdico, en forma consoladora podran visitarlas de noche y en los fines de semana. El monje figuraba entre los elegidos para trabajar en el destacamento. Prudentemente haba dejado en el tren la bata de Rebecca y se Haba bajado los pantalones arremangados de modo que pareca un hombre joven razonablemente sano. Mientras los destinados a trabajar en el destacamento se arremolinaban, los otros judos eran cargados en camiones. Minutos despus, el mdico de la SS se acerc al grupo del agustino. Tenemos otros camiones extras anunci su intrprete. Los que no quieran hacer una caminata de diez kilmetros sern bien recibidos. El monje se fij en las pantuflas de Rebecca y decidi que un viaje en camin tena ms sentido que una larga caminata entre piedras y se uni a la mitad de las fuerzas para trabajar. De manera curiosa, not, los camiones de estas ltimas se apartaron en ngulos rectos de las filas de los trabajadores y despus volvan atrs para seguir directamente detrs de los camiones que llevaban a los otros judos. Todos los vehculos pasaban por un camino fangoso que conduca a un laberinto de vallas altas y cables electrificados que rodeaban el enorme campamento. Iban en lnea recta, pasando una tras otra hileras de cuarteles limpios, hasta que llegaron al otro extremo del campo. Ah se detuvieron entre dos grandes casas de bao blancas que ms se parecan a un fortn. Nuevamente el grito del SS y los Sonderkommandos fue Raus! Raus! A los romanos se los llev directamente a la casilla de baos de la izquierda, donde, como aull un traductor, deberan ducharse y donde les daran ropa limpia. En el interior, en un enorme vestuario, el SS y sus ayudantes judos les dijeron que se desvistieran, que colgaran la ropa en las perchas de las paredes, recogieran
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toalla y jabn y se metieran en las duchas. Pese al calor del cuerpo por haber estado apretujado entre centenares de gentes, al agustino le entr un sudor fro. Sentase cohibido a la vista de mujeres que se desnudaban; pero, lo que le resultaba ms aterrador era el hecho de que los guardias seguan, paso a paso, uno de los ms horripilantes detalles de los informes que haba ledo en el Vaticano. Casi instintivamente abri la pxide y se trag su contenido, justo antes de que un sargento de la SS viera el oro y se apoderara de l, arrancndole su endeble cadena. El monje se sinti preso del pnico. No poda creerlo, por lo menos en ese momento. Crey que pasara ms tiempo en el campo, unos meses, incluso semanas, antes de la inmediata matanza. Y que el fin sera como nadadores en limpios saltos, no como animales arriados en la inmundicia. Ms an; siempre haba tenido una chispa de esperanza de que los informes del Vaticano fueran falsos, de que su amado pas no hubiera adoptado la poltica de un asesinato en masa. La vida era algo demasiado valiosa para un fin tan horrible. No soy judo!, le grit al alemn. !Aydame! Aydame!. Pero la presin de la multitud en movimiento lo empuj a las duchas. Las puertas de acero se cerraron con fuerza detrs de l. Durante varios minutos no ocurri nada. Despus, mientras los romanos aguardaban expectantes, no agua, sino gas Zyklon empez a silbar por las duchas de arriba. Tanto los hombres como las mujeres y las criaturas empezaron a gritar, en un pnico salvaje. Algunos se araaban entre s y araaban las puertas de acero en frenticos esfuerzos por escapar; algunos maridos y sus esposas se abrazaban; algunas madres cubran a sus hijos con sus cuerpos en un esfuerzo intil para protegerlos de la solucin del Nuevo Orden a sus problemas. Horrorizado, el monje procur contener el aliento, pero se oa gritar a s mismo: Cristo, slvame! Slvame! Si eres el Dios de la misericordia, slvame!. Gritar, por supuesto, significaba que deba respirar y absorber el veneno en sus pulmones. Sus efectos fueron inexorables. El agustino intent rezar, pero el cido le quemaba los pulmones, entrando en el torrente sanguneo. Como todos los dems, empez a vomitar, luego a defecar, por ltimo a convulsionarse en la agona, a medida que se debilitaba su poder de absorber oxgeno. A los diez minutos estaba muerto, como todos los dems. Gigantescos ventiladores fueron encendidos para sanear la atmsfera envenenada y reemplazarla por aire fresco. Unos Sonderkommandos de altas botas, con
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mscaras de gas, entraron para limpiar a manguerazos los vmitos, la sangre y los excrementos, mientras otros registraban los yertos cadveres y los arrastraban a otra habitacin, donde les sacaban el oro de las dentaduras, les cortaban el pelo y lo que quedaba lo arrojaban a hornos de gas. Pronto un olor pesado y dulce saturaba el amanecer polaco. Npoles, domingo 24 de octubre de 1943 Una larga ducha caliente, diez horas de sueo y un desayuno de tocino y huevos en polvo, adems de ropa limpia, se combinaron para restaurar la humanidad del teniente segundo Roberto M. Rovere, USNR. Ahora, en su amplia suite del Hotel Vesubio que daba a la baha de Npoles, sembrada de restos de naufragios, Anna, Trastevere y hasta el Father Christmas parecan slo recuerdos de sueos. nicamente el miedo de la Regina Coeli, las balas del Largo dAlicorni y el terror de la Via Tasso seguan siendo reales. Saba que durante dcadas, si no por el resto de su vida, esos recuerdos arderan en su psique como hielo seco... como la muerte de Stefano. Se abri la puerta y entr John Winthrop Mason. La medida cadencia de su paso haca que se pareciera ms a un egresado de West Point que a un Old Blue. Roberto sinti que se le pona tenso su sistema vascular y fras las yemas de los dedos cuando el abogado avanz por la habitacin. Trilussa pens hubiera escrito un poema sobre esa cara, describindola, probablemente, como el producto de una cruza de un len con un cerdo o como la encarnacin del mascarn en la fuente de la Via Giulia, detrs del Palacio Farnese. Sin embargo, para l era, sencillamente, fea; prosaicamente fea. Sintese lo invit Mason. En el hotel no queda ms que vino; pero es bastante potable. No, gracias; permanecer de pie. Mis piernas me aguantan. Como quiera, pero tenemos mucho que conversar. S, es cierto. Lo primero, por qu usted me traicion? Traicionarlo? Me ha odo bien. Ah, eso! Mason hizo un movimiento con la mano. Comprendo sus sentimientos. De veras? La voz de Mason se endureci. No iba a echarse atrs. No dije que he experimentado sus sentimientos; slo dije que los comprenda. Tiene todo el derecho a estar enojado. El coronel Lynch, criminalmente, manej mal su caso. Su error al ordenar traspasar el microfilm
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mientras usted estaba en la crcel casi le cost a usted la vida, y el uso de un arreglo cifrado para comunicar un pedido a Suiza para transferir fondos al Vaticano a fin de pagarle a Anna, fue causa de que lo arrestaran a usted por segunda vez. Adelante. Por qu? Las palabras resultan inadecuadas. Intente con algunas. Mason se sac del bolsillo de arriba una caja de plata, la abri y eligi un puro. No le ofreci ninguno a Roberto. Esper a encenderlo antes de aceptar el desafo. Dos observaciones: la primera, los Estados Unidos son nuevos en este trabajo. Tenamos muy pocos hombres entrenados y experimentados. El coronel Lynch no figuraba entre ese puado dotado. Ya no pertenece a nuestra organizacin. Segundo: dicho eso, ahora estoy yo a cargo. Asumo la completa responsabilidad y le pido todas mis disculpas, sincera y abyectamente. Si puede pensar en alguna otra frmula, dgamela y la invocar. Roberto no dijo nada. Mason se levant y se acerc a la ventana. Debajo estaba el puerto de Santa Maria, su acostumbrada belleza obstaculizada por agujeros de granadas junto a la playa, montones de restos y cofas de barcos hundidos en el agua. Ms lejos, a la izquierda del monte Vesubio, haba un plcido sol de octubre. Seor Rovere, a usted se lo compr a un alto precio le dijo Mason, solemnemente. Echaremos de menos al Father Christmas. Al principio le ech la culpa a l. Comprensible asinti Mason. No quiso ejecutar la orden de Lynch de entregar el microfilm. Al final, mostr su valor. Por qu? El Father Christmas reconoci que revelar los secretos de la Enigma era el paso ms importante que los Estados Unidos podan dar para terminar esta guerra. Usted estuvo a un milmetro de conseguirlo. Su trabajo mostr una pericia excepcional, un talento natural. El Father Christmas saba que, en una segunda oportunidad, usted probablemente triunfara. Un momento. No me trate como a un imbcil. No confo en usted y no tengo ninguna intencin de volver, ni ahora ni nunca. Mason levant una mano. Era sorprendentemente pequea y femenina. Esccheme. Seguramente usted le debe mucho al Father Christmas. Roberto no le contest. Conoce bien Florencia?
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Por supuesto que la conozco bien. Es lo ms cercano que tengo a una patria. Mason asinti. El general Karl Wolff, comandante de todas las fuerzas SS en Italia, tiene ah su cuartel general y opera con una Enigma. No espera que se intente otro esfuerzo tan pronto despus del de Roma. Sintese. Le voy a explicar nuestro plan. Ya que conoce la ciudad y ha superado en ingenio a los alemanes una vez, quiz pueda mejorarlo... Roberto sinti en el estmago al aristocrtico senador de la antigua Roma empezar a dar los pasos para anticiparse a otro debate con el romano moderno del Trastevere. Esta vez el senador pareca menos confiado.
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Salvo algunos pocos personajes que tienen pequeas partes en el libro, como el Papa Po XII, el almirante Wilhelm Canaris, el mariscal de campo Albert Kesselring, el padre Marie-Benoit y monseor Hugh OFlaherty, todos los restantes son ficticios, lo mismo que la trama. Tanto los aliados como los del Eje, tuvieron, sin embargo, espas que operaban en el Vaticano durante la Segunda Guerra Mundial. Para el trabajo de los descifradores de cdigos en general y la capacidad de la Ultra, vase especialmente: Peter Calvocoressi, Top Secret Ultra (Nueva York, Pantheon Books, 1981). David Kahn, The Code-Breakers (Nueva York: Macmillan Publishing Co., 1967). Ronald Lewin, Ultra Goes to War (Nueva York: McGraw-Hill, 1978). El libro OSS, de R. Harris (Berkeley: University of California Press, 1972), tiene varios captulos dedicados a las operaciones clandestinas norteamericanas en Italia durante la Segunda Guerra Mundial. Peter Tompkins fue un agente de la OSS que entr subrepticiamente en Roma durante la ocupacin nazi. Sus memorias, A Spy in Rome, constituyen una lectura fascinante. Eugen Dollmann, un diplomtico alemn e italfilo, escribi varios libros, traducidos al ingls, acerca de sus experiencias en la poca de la guerra en Roma: Call Me Coward (Londres: William Kimber, 1956) y The Interpreter (Londres: Hutchinson, 1967). Existe una vasta literatura acerca del Holocausto. El mejor relato del destino de los judos romanos es el de Roberto Katz: Black Sabbath (Nueva York: Macmillan Publishing Co., 1969). La pieza teatral de Rolf Hochhuth, The Deputy (Nueva York: Grive Press, 1964), provoc una inmensa ola de inters por el silencio de Po XII. Aunque fundamentalmente injusto con el Papa, Hochhuth propone una significativa cuestin moral. Al principio, los defensores del Papa sostenan que Po XII no saba qu estaba ocurriendo. Pero la siguiente publicacin del propio Vaticano de sus documentos sobre la Segunda Guerra Mundial muestra que el pontfice
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lo saba. La defensa corriente es que si el Papa hablaba, no hubiera causado ningn bien y quiz, hasta dao. Para una evaluacin ms justa y ms dura del silencio de Po XII, vase: Carlos Falconi, The Silence of Pius XII (Boston: Little, Brown, 1965). Saul Friedlander, Pius XII and the Third Reich (Nueva York, Alfred A. Knopf, 1966). Walter Laqueur, The Terrible Secret (Boston: Little, Brown, 1981). John F. Morley, Vatican Diplomacy and the Jews During the Holocaust, 19391943 (Nueva York: KATV, 1980). En sus memorias, el embajador alemn ante el Vaticano durante gran parte de la guerra, asegura que Po XII manej el problema judo acertadamente: The Memoirs of Ernst von Weizscker(Londres, Victor Gollancz, 1951). Si bien von Weizscker se comport con considerable decencia en Roma, el Tribunal de Crmenes de Guerra lo sentenci a la crcel por ayudar, al principio, a la solucin final.
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ndice
Lista de personajes......................................................................................................... 5 Prlogo ............................................................................................................................ 7 Espas en Roma ............................................................................................................ 18 Uno............................................................................................................................. 19 Dos ............................................................................................................................. 50 Tres............................................................................................................................. 71 Cuatro ...................................................................................................................... 101 Cinco ........................................................................................................................ 111 Seis ........................................................................................................................... 135 Siete .......................................................................................................................... 163 Ocho ......................................................................................................................... 187 Nueve ...................................................................................................................... 222 Diez .......................................................................................................................... 261 Eplogo ........................................................................................................................ 290 Nota sobre la bibliografa ......................................................................................... 305
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