Palo y Bizcochuelo Por Diego Portales

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Palo y bizcochuelo por Diego Portales

Carta de Diego Portales a Fernando Urzar Garfias, fechada en Santiago el 1 de abril de 1837. Reproducida en Epistolario de Don Diego Portales 1834-1837, recopilacin y notas de Ernesto de la Cruz, con un prlogo y nuevas cartas recopiladas y anotadas por Guillermo Feli Cruz (Santiago, Imprenta de la Direccin General de Prisiones 1938), tomo III, carta 572, pgs. 486-487.

Santiago, abril 1 de 1837. Seor don Fernando Urzar Garfias. Apreciado amigo: Por aquella parte de su conducta ministerial, que se ha puesto en mi noticia, le voy descubriendo gobernaderas: veo que tiene usted la prudencia y la firmeza, y que entiende el modo ms til de conducir al bien a los pueblos y a los hombres. Palo y bizcochuelo, justa y oportunamente administrados, son los especficos con que se cura cualquier pueblo, por inveteradas que sean sus malas costumbres.(128) Creo, pues, que ser no slo conveniente sino indispensable, conferir a usted el mando de la provincia, y mandarle a doa Dominga con cama, y petacas. Me ha dejado usted fro con el aviso de haber mandado al Ejrcito Restaurador 19 reclutas cuando yo esperaba 200. Por Dios, don Fernando, tan santa es la provincia que no tenga 200 malos vagos? No tengo aviso de usted, pero supongo en su poder la orden para pedir al campamento la fuerza de caballera que necesite para la aprehensin y conduccin de reclutas. Me parece bien, y el nico a propsito para llenar los fines que se ha propuesto el gobierno, el medio que ha adoptado usted para la recluta -tomar informes previamente de los que tengan los requisitos prevenidos- formar su lista y en seguida mandar por ellos, sin bulla que alborote a los dems. Mejor me ha parecido el paso de llamar a los padres de los voluntarios para que les den destino honesto o vayan al ejrcito como vagos. Es absolutamente necesario que luego que pasen las elecciones y haya hecho su visita a Los Andes, se pase a Petorca, porque ste es el pueblo de la provincia que abunda ms en males y que necesita, por consecuencia, de ms y ms urgentes remedios. Proponga usted a don Pablo Silva (129) para Gobernador, y ste me parece que ser uno de los remedios parque le [62] noto cierta decencia y cierta propensin al bien, que suple su falta de alcances, alejndole de cometer acciones sucias o indignas. Escrbale usted as. Van a relevar sus dos napoleones con otros dos que no espero que saldrn mejores. Reclutas para el campamento, mi don Fernando, an nos faltan muchos para completar los cuerpos de caballera e infantera, y la expedicin zarpar muy pronto.

Ya sabr usted que en Petorca se perdi captulo saliendo de Diputado el cannigo Bilbao por recomendacin de don E. Portales, que asegur estar para esto de acuerdo con el Presidente y ministros. Todava duran los 300 pesos. Le presento nuevos a usted luego que se le acaben. No hay mucho tiempo de qu disponer. Adis. D. Portales [63]

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Sociabilidad chilena por Francisco Bilbao

Este ensayo escrito en 1844 ha sido objeto de varias publicaciones. La presente transcripcin ha sido tomada de: Francisco Bilbao, Sociabilidad Chilena, El Crepsculo, n 2, tomo 2, Santiago, 1 de junio de 1844, pgs. 57-90. Salvo en un par de ocasiones sealadas por nosotros, las notas de pie de pgina corresponden a la 3 edicin: Obras completas de Francisco Bilbao (Buenos Aires, Imprenta de Buenos Aires, 1865), pgs. 3-41.

Introduccin Descends du haut des cieux, auguste vrit! VOLTAIRE En las pocas transitorias de la civilizacin aparece esa multitud de espritus decados. La inspiracin que necesita un objeto, la voluntad, un apoyo para ejercer su poder, languidecen al faltarles el aliento vivificante de la fe. El poder de expansin que solicitan, se amortigua a la presencia de la indiferencia externa, o por la impotencia de la fe que anhelan. Observan al universo por medio del anlisis y lo divisan cubierto por la nieve del invierno. Entonces el poder que sienten se concentra y devora la misma actividad que lo alimenta. As vemos esos hombres que nacidos en la tranquilidad de la materia, desesperan al penetrar en el infierno, subterrneo de las sociedades. Pero en medio de todo esto, en medio del lento desarrollo que tenemos; en medio de este desierto sin gua: la sociedad al presente; en medio de los elementos sociales que de vez en cuando se sublevan, suelen aparecer ciertos hechos, inspiraciones, o incidentes que nos deciden en la marcha ambigua, que nos sacuden, nos detienen, nos hacen pedir cuenta de lo que vemos y de lo que columbramos. Entonces el individuo de aislado que viva, tiende su mano para seguir el carro de la sociedad, y de egosta, pasa a [64] escuchar el gemido del hermano. Entonces calla la anarqua de su vida intelectual y arroja al abismo de la nada el horrible pensamiento del suicidio social, de la desesperacin satnica y del clamor impotente. El caos de su inteligencia se desenvuelve, lo alumbra una centella de la pira universal: la fraternidad. Su voluntad que yaca dbil, ha sentido la trompeta divina y se levanta titnica. -A los que duden de este resultado y hayan

pasado por los dolores de su siglo les preguntara: habis sentido en medio de vuestras tribulaciones morales, en medio de vuestra ignorancia acerca del absoluto, en medio de la falta de corazones que respondan a vuestras angustias, en medio del espantoso cuadro de los padecimientos humanos?, habis, les dira, sentido esos movimientos espontneos, al escuchar el gemido del que padece, el ruido de la cadena del prisionero?, habis escuchado los cnticos sublimes que arrojan los pueblos al marchar a las batallas?, habis sentido a la presencia de las bellezas de la naturaleza, al or los cantos del poeta, al ver al hombre ntimo exteriorizado por la pintura, habis sentido, les dira, esos embelesos misteriosos, esas agitaciones volcnicas, esos llamamientos divinos hacia una cosa que no sabemos, invisible, infinita?... S!, me diris, habis sentido, esas impresiones, pero fugaces; -las habis sentido, pero la realidad estaba cerca; -habis entrevisto el misterio profundo de los cielos, pero la nube pasaba y vuestra vista bajaba hacia la tierra; -habis llorado, pero la carcajada de la indiferencia os volva a la vida del mundo. Todo esto pasa. sta es la vida!... Mezcla incomprensible del sublime y del ridculo, del fatalismo y de la libertad! Vida, te sentimos y venimos a pedirte cuenta de lo que has hecho de nosotros y de lo que nos prometes. Es a nombre de esos llamamientos espontneos de los cuales se aferra la razn para formar la nueva sntesis, que nos detenemos, ponemos la mano en la conciencia, la planta en el foro de la prensa, para decir: Somos hombres de Chile: luego veamos en las filas de la humanidad el lugar que ocupa el tricolor.

Nuestro pasado
Voz fue oda en Ram, llor y mucho lamento. Mateo

I Nuestro pasado es la Espaa. La Espaa es la edad media. La Edad Media se compona en alma y cuerpo del catolicismo y de la feudalidad. Examinmosla separadamente. -Esa sociedad as llamada, compuesta con los resultados de la civilizacin romana, idealizada por la religin catlica y renovada por las costumbres originales de los brbaros, forma el ncleo, el nudo que une al mundo [65] antiguo con el mundo moderno. Roma deja su legislacin, su industria y la mitologa. El catolicismo, la escolstica, los mitos orientales con el colorido de la revelacin, pero con una perfeccin notable. Los brbaros; la espontaneidad de sus creencias y la exaltacin de la individualidad. Reflexin, fe, espontaneidad; Roma,

Oriente, los brbaros, he all los elementos. Se chocan, la sangre corre, pero el brbaro hecho catlico triunf. El tiempo marcha, el sistema se entabla, el catolicismo impera, el brbaro no abdica completamente su originalidad y la Edad Media se levanta de entre las ruinas de la invasin, de entre la sangre de tantos aos de combate. He all esa sociedad, esa civilizacin afirmada en sus castillos y sus claustros para resistir al torrente del mundo que se desplomaba. Sociedad verdadera porque era una, porque tena una creencia que la alimentaba y que le daba esa originalidad tan original; sociedad del alma y cuerpo bajo este aspecto. Es decir, catolicismo y feudalidad, espritu y tierra, religin y poltica. Analicemos sus dos fases separadas.

II LA TIERRA, LA POLTICA Ved cual el brbaro del norte cambia su tienda vagorosa en castillo soberbio. Ved cual depone su masa a los pies del sacerdote catlico; vedlo reconocer otro poder que el de la fuerza; pero se encierra en su castillo, el fraile se hace guerrero; se hacen seores, se ensoberbecen. El seor feudal conquista, extiende su dominio, domina al dbil conquistado, enseorea la tierra, la APROPIA, y recibe su propiedad el bautismo de la legitimidad catlica; el pobre, el dbil, el conquistado, trabaja, gime y depone el fruto de su trabajo al pie del seor del castillo. Sufre, se le oprime, se le hace servir como esclavo y como soldado, sus hijas son violadas, no tiene a quien apelar. La ley y la justicia, el poder y la aplicacin vienen de una misma mano. El seor, cansado de la caza, haca abrir un vasallo para calentar sus pies en sangre. La desesperacin se aumenta, pero el sacerdote catlico le dice: este mundo no es sino de miseria. Todo poder viene de Dios, someteos a su voluntad. He aqu la glorificacin de la esclavitud. Una montaa de nieve sobre el fuego de la dignidad individual. He aqu la glorificacin de la esclavitud.

III ESPRITU El catolicismo someti a la barbarie. Su poder de propaganda necesitaba organizacin, tctica y medios, y sta es la causa del poder temporal y feudal que se abroga. La fe era su instrumento. No poda convencer, necesitaba rpidamente alistar a sus banderas la barbarie, y he aqu el mito, el simbolismo, la forma, la [66] pompa, el misterio, la poesa sentimental e imaginaria que constituyen el catolicismo que viene a deslumbrar los ojos estticos del brbaro y sus odos salvajes. (131) El brbaro se deslumbra, se somete, es catlico. He aqu la gloria del catolicismo, su mrito en la historia. Pero como nosotros saliendo de la eternidad hemos cado en el tiempo llamado siglo XIX, juzgaremos segn nuestra capacidad

de lo que es con respecto a la sociedad nueva y a la filosofa que renueva las religiones. Desde esta altura es como vamos a hablar rpidamente. -El catolicismo es religin simblica y de prcticas que necesita y crea una jerarqua y una clase poseedora de la ciencia. Religin autoritaria que cree en la autoridad infalible de la Iglesia, es decir, en la jerarqua de esos HOMBRES; y adems la autoridad irremediable sobre la conciencia individual por medio de la confesin. Autoridad del fraile, autoridad del clrigo, autoridad del Papa, autoridad del concilio. Religin simblica y formulista que hace inseparable la prctica de la forma, del espritu de la ley. De aqu la necesidad absoluta de la prctica y del sacerdote. ste es el templo del sistema, penetremos y oigamos la predicacin y su espritu. En primer lugar, los principios eternos de la filosofa, la unidad de Dios, la inmortalidad, los premios futuros y los misterios orientales. Creo en un solo Dios, padre todo poderoso, creador del cielo y de la tierra; creo en Jesu-Cristo, su nico hijo, que fue concebido por obra y gracia del Espritu Santo, y naci de la santa Virgen Mara, que padeci bajo el poder de Poncio Pilato y fue crucificado y resucit al tercer da de entre los muertos, subi a los cielos y est sentado a la diestra de Dios padre. Desde all ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos. Creo en el Espritu Santo, en la santa Iglesia catlica, la comunin de los santos, la vida perdurable, el perdn de los pecados. All tenemos los misterios de la creacin entera. La trinidad universal, es decir, la unidad del pensamiento creador y su desarrollo en la creacin de todo lo que existe por medio del Espritu Santo. La encarnacin, es decir, el verbo, la palabra, Dios hablando a los hombres: la revelacin en el hijo, en Jesucristo. La encarnacin de la palabra, del verbo, es decir, la eucarista, es la representacin, el smbolo de Cristo que se sacrific por la redencin. El bien y el mal, esa dualidad terrible, ese misterio el ms temible de las cosmogonas, ese problema quizs el ms arduo de la ciencia, queda cubierto por la potica aventura de Eva y la serpiente. La fe aqu tiene que venir al auxilio de la razn y la misericordia divina para mal, y el pecado es el consuelo y quizs la mejor respuesta a posteriori. Estos misterios, y los de la creacin toda, necesitan popularizarse. Y de aqu nace la HUMANIZACIN de los misterios, es decir, su explicacin DRAMTICA, es decir, su explicacin HUMANA; la trinidad es padre, hijo y Espritu Santo. El verbo divino es Jesucristo; -la pureza de su origen es la Virgen; [67] -su misin redentora y heroica se explica por la crucifixin y redencin. -He aqu la cosmogona, el simbolismo del catolicismo. ste es su fondo incluyendo el juicio futuro; el purgatorio que es la expiacin momentnea de las almas, de donde nace la institucin terrena de las NIMAS, y todo el simbolismo que se emplea para aliviarlas en esta mansin. Pero donde el catolicismo tiene su punto deslindante y ms original es en la institucin de la iglesia, de donde nace la armazn exterior y el conjunto de preceptos que conocemos con el nombre de catolicismo y que son las condiciones necesarias de su existencia autoritaria en inteligencia y gobierno.

Es un hecho sicolgico que la repeticin de los actos, consagra su existencia duradera. De aqu nace la necesidad de la repeticin de las frmulas y ritos que representan el fondo de una creencia. De aqu la necesidad del arte para que inmortalice, si es posible, su existencia. De todas las artes, la que lleva el carcter de desafiar al tiempo, es la arquitectura y tambin la que arroba y sorprende ms a la imaginacin popular. Luego los templos y los ritos que impulsen a los hombres a los templos son condiciones RECPROCAS de un culto. As la Iglesia manda or misa entera los domingos y fiestas de guardar. Comulgar por Pascua florida y la porcin de simblicos misterios relacionados con el origen y fin del hombre que necesitan del templo y del sacerdote. Bautismo para lavar el pecado original. -Confirmacin, es decir, la fianza de catlico. Comunin, la protesta en la creencia de todos los misterios de la encarnacin, trinidad, -absolucin de los pecados. -Extremauncin, la despedida y pasaporte del individuo para el otro mundo. -Matrimonio, nico medio legtimo de propagacin que necesita el simbolismo de la unin trinitaria: mujer, hombre y sacerdote. Los trminos y bases de la produccin y el vnculo de unin, y ltimamente, orden sacerdotal que es el complemento de la condicin exterior del individuo catlico. ste se puede decir que es el simbolismo espiritual, ritual y barato, necesario para llevar al individuo a los templos y mantener la fe. Ahora vamos a ver los necesarios para la existencia de la autoridad terrena de la Iglesia. Establecida por el CREDO catlico la infalibilidad de la Iglesia, la conciencia, en la multitud de circunstancias humanas tiene que apelar a la interpretacin del texto. El texto no se puede interpretar. Luego debe recurrir al sacerdote. De aqu nace la confesin, la abnegacin del individuo al individuo; de la conciencia humana a la conciencia humana: Confesarse a lo menos una vez en el ao, dice el texto. Con este mandamiento, el ms poderoso, el ms terrible, como es la exploracin de la conciencia abierta, bien se ve que el culto que se apoya en l parece llevar el sello de la eternidad. El sacerdote impone lo que quiere, luego el individuo es la renovacin del sacerdote en su conciencia. Este precepto basta para el mantenimiento de una creencia cualquiera que sea. El sacerdote desde el absoluto trono de su confesionario puede disponer del universo... Sujetemos la lgica de las consecuencias que salen de suyo. El principio brbaro, no tememos el decirlo, de creer que Dios se gloria en los padecimientos humanos o que queda vindicado por medio de nuestros sufrimientos; [68] principio terrorista que altera la naturaleza del Dios del INFINITO, del Dios del ABSOLUTO bien; principio que el cristianismo primitivo no sanciona para gloria de Jesucristo, se halla autorizado por la ignorancia de los fundadores del catolicismo. Confundieron los preceptos higinicos con los preceptos morales, el cuerpo con el espritu. Preceptos sabios de Moiss dados a los judos con relacin a su ardiente y voluptuoso clima, se extienden sin modificacin de lugar ni de tiempo al universo. Prohibid la carne, prohibid el licor, ordenad el ayuno al pueblo cazador de los climas septentrionales, y veris el absurdo sistema que aplicis. Pero esto es sabido, sigamos.

La Iglesia necesita incienso, pompa, candelabros, campanas que asusten, monumentos que aterren, oro, plata, cobre, necesita el sostn del clrigo y de la comunidad, que no pueden trabajar, sino estudiar para la interpretacin; luego el pueblo tiene que dar diezmos y primicias de su trabajo. Pagar diezmos y primicias, dice el texto. Con respecto a las relaciones que sanciona, pasaremos rpidamente calificndolas relativamente con el Estado, las costumbres y filosofa del tiempo en que vivimos. No hay duda que el cristianismo fue el mayor progreso en materia de religin en cuanto a la rehabilitacin del hombre, pero el catolicismo, como fue una reaccin oriental, es decir, al simbolismo y a las frmulas, produjo variaciones hostiles a la pureza primitiva de la doctrina de Jess. Analizaremos esas relaciones a vuelo de ave: la mujer, el hijo, el ciudadano y la inteligencia. La mujer est sometida al marido. -Esclavitud de la mujer. Pablo el primer fundador del catolicismo no sigui la revolucin moral de Jesucristo. Jess emancip a la mujer. Pablo la someti. Jess era occidental en su espritu, es decir, liberal; Pablo oriental, autoritario. Jess fund una democracia religiosa, Pablo una aristocracia eclesistica. De aqu se ve salir la consecuencia lgica de la esclavitud de la mujer. Jess introduce la democracia matrimonial, es decir, la igualdad de los esposos. Pablo coloca la AUTORIDAD, la desigualdad, el privilegio en el ms fuerte, en el hombre. Esta desigualdad matrimonial es uno de los puntos ms atrasados en la elaboracin que han sufrido las costumbres y las leyes. Pero el adulterio incesante, ese centinela que advierte a las leyes de su imperfeccin, es la protesta a la mala organizacin del matrimonio. Pero la cuestin se agita, la democracia matrimonial penetra. La Francia est a la cabeza de esta revolucin, Jorge Sand a la cabeza de la Francia. (132) Ah est esa sacerdotisa que se inmola, pero sus miradas profticas sealan el crepsculo de la regeneracin del matrimonio.[69] El hijo irremediablemente sometido al padre. Esclavitud del hijo... Este principio es de alta importancia en la lgica catlica. El catolicismo es la imposicin y tradicin idntica de la fe catlica, por lo que necesita de la autoridad que la imponga en las generaciones que vengan del mismo modo que ha sido recibida. En la familia, la autoridad es el padre, es el anciano, es la tradicin, es lo viejo; luego el poder que tenga debe ser absoluto. Las leyes polticas en la esfera de los intereses patrios y los civiles en las relaciones particulares limitan este poder, lo que prueba la protesta del buen sentido de los pueblos contra el dogma absoluto religioso. Las costumbres bajo este aspecto se pueden decir que no van paralelas con las teoras filosficas. Desde que reconocemos la autoridad de la razn individual en CADA individuo, el despotismo es ilegtimo, el hijo es otra PERSONA, su libertad es sagrada.

El individuo sometido al poder. Esclavitud del ciudadano. Obedeced a las potestades, dice Pablo. Principio diplomtico en su origen, para no atraerse la persecucin de las autoridades paganas y convertido despus en instrumento activo de sujecin. Principio fecundo desde el establecimiento de las autoridades catlicopolticas; principio de consecuencia lgica, desde que la autoridad y la fe forman la base del sistema catlico. As tambin se explica la unin que casi siempre ha habido entre el clero y las monarquas catlicas. La monarqua es un gobierno de TRADICIN divina o heroica, y de privilegio y autoridad; luego necesita del auxilio de la religin, es decir, del clero que le someta los individuos y evite el anlisis, el pensamiento libre, que es el enemigo de la tradicin. El clero a su vez necesita del auxilio de la autoridad terrestre para el fomento y sostn de sus intereses privados; para la persecucin de la hereja. Cun clara aparece ahora la lgica de la revolucin francesa. El pueblo, las individualidades libres, el anlisis, el presente: sepulta a la monarqua, al clero, y la nobleza: sepulta a la sntesis catlica, al pasado. En cuanto al progreso de las ideas y costumbres a este respecto, la distancia es inmensa y palpable. No veis el apoyo arenoso de los tronos que an osan ostentarse? No veis que basta el soplido plebeyo para levantar esa arena y abrir el abismo eterno a las tradiciones de la desigualdad? Alabemos a Dios a este respecto. El pensamiento encadenado al texto, la inteligencia amoldada a las creencias. Esclavitud del pensamiento. Aqu quisiramos desahogar, pero est tan batido el enemigo en esta trinchera que sera intil. La educacin lgicamente estaba encomendada a los conventos. As se explica tambin el imperio de Aristteles en la Edad Media. Aristteles era entonces la lgica, es decir, la deduccin de los principios que se daban. La escritura y las doctrinas de los doctores y concilios era lo intocable, lo que se prohiba analizar; luego solamente deduzcamos. En fin, detengamos nuestro vuelo, abandonemos la mirada parcial, contemplemos el coloso que medimos. Helo all, el catolicismo, ese cuerpo gigante que aferr sus garras en la Europa, dejando un templo en cada huella; he ah el genio misterioso de la montaa del simbolismo que lanzaba el rayo del anatema contra toda frente audaz que le encaraba; he all el templo sombro que inspiraba [70] su terror al que pisaba sus umbrales; ved en fin el astro relumbrante que por tantos siglos recorri el espacio con la cabeza imperante del orgullo. Est en su ocaso, lo podis mirar. Hemos examinado los dos elementos que componan la Edad Media. La Espaa, dijimos, es la edad media, y nosotros salimos de la Edad Media de la Espaa. Veamos el carcter peculiar que tom en Espaa para ver el que tom entre nosotros. La Edad Media se complet en Espaa, es decir, tuvo todo su desarrollo. El aislamiento de la Espaa a causa de las diferencias de raza, de tradicin, de clima, el orgullo nacional exaltado por las tradiciones y diferencias de los otros pueblos; el exclusivismo que esto produce en cuanto a la importancia de lo extranjero; la fortificacin de sus creencias catlico-feudales por la oposicin con la civilizacin africana: la unin de todas las clases para el sostenimiento de su individualidad, atacaba en tierra y espritu; conquistadores y mahometanos: he aqu las causas del

completo desarrollo o encarnacin de las creencias espaolas. Esas creencias eran las catlico-feudales. stas tuvieron fuerza por las causas que hemos dicho, la importancia, la fuerza, el absolutismo que caracterizan a la dominacin catlica en Espaa. La Amrica fue de ella y le impuso su sello: he aqu nuestro pasado espaol en el suelo americano. Aqu llegamos a Chile. La Edad Media era una verdadera sociedad, porque tena una unidad de creencia. La idea domina a la forma. Las ideas de un pueblo ramifican, pues la idea principal en todas las formas que origina la vida. As vemos la unidad de fe, de tradicin, de autoridad, dominar y formar el verdadero carcter de nuestra sociedad. Empezaremos por la familia. El matrimonio indisoluble. El adulterio era espantoso. Los enlaces se verificaban por las relaciones de familia, exigindose la igualdad de clases. El estado de amantes, es decir, el estado de espontaneidad y libertad de corazn era perseguido. La comunicacin de los sexos fomenta las inclinaciones, descubre las cualidades y produce relaciones o circunstancias NUEVAS, originales que no pueden hallarse bajo la vista de la autoridad: luego deben prohibirse. La autoridad y tradicin se debilitan con las novedades: de aqu la aversin a lo nuevo, a la MODA, y el odio a lo que la promueve, por lo que se debe vivir retirado y solitario. Aislamiento misantrpico. La puerta de calle se cierra temprano y a la hora de comer. A la tarde se reza el rosario. La visita, la COMUNICACIN debe desecharse a no ser con personas muy conocidas; no hay sociabilidad, no se admite gente nueva ni extranjera. La pasin de la joven debe acallarse. La pasin exaltada es instrumento de revolucin instintiva. Se la lleva al templo, se la viste de negro, se oculta el rostro por la calle: se la impide saludar, mirar a un lado. Se la tiene arrodillada, se debe mortificar la carne y lo que es ms, el confesor examina su conciencia y le impone su autoridad inapelable. El coro de las ancianas se lleva entonando la letana del peligro de la moda, del contacto, de la visita, del vestido, de las miradas y de [71] las palabras. Se pondera la vida monstica, el misticismo estpido del padecimiento fsico como agradable a la divinidad. sta es la joven. -El hombre, aunque ms altivo para someterse a tanta esclavitud, tiene con todo que llevar su peso: ay del joven si se recoge tarde, si se le escuchan palabras amorosas; pobre de l si se le encuentra leyendo algn libro de los que se llaman prohibidos, en fin, si pasea, si baila, si enamora! El ltigo del padre o la condenacin ETERNA son los anatemas. No hay raciocinio entre el padre y el hijo. Despus de su trabajo diario, ir a rezar el rosario, a la VA SACRA, a la escuela de Cristo, o a or contar los cuentos de brujos, de nimas y purgatorios. Figuraos al joven de constitucin robusta, de alimentos fuertes, de imaginacin fogosa, con algunas impresiones y bajo el peso de esa montaa de preocupaciones! Figuraos el drama que sentira agitarse en su interior!..., pero somos historiadores fros... He ah a la familia. La educacin consiste en seis aos u ocho de latn (misericordia, seor); unos cuatro de filosofa escolstica y otros tantos de teologa. Si pasan de las cuatro reglas de aritmtica, es mucho, si saben lo que hay del otro lado de los Andes; si saben que andamos

alrededor del sol, es mucho. Los frailes y clrigos son maestros y la bofetada, el insulto grosero, o el azote son los medios correctivos. Mirad la dignidad individual!... Como hombres de la familia poltica llamada sociedad, son lo que son en la familia. La autoridad es la fuerza, y la fuerza es la autoridad. El Rey viene de Dios (REX GRATIA DEI), es su brazo, y el Papa la inteligencia divina en la tierra. Con que, esclavos del Gobernador; el Gobernador del Rey y el Rey del Papa. El hombre no comprende nada ms all de este crculo. Dios lo quiso, hgase tu voluntad, es el tapaboca a la interrogacin de la libertad. Luego no hay ciudadanos ni pueblo. Hay esclavos y rebao. ste es el aspecto poltico-monrquico. Penetremos en la organizacin de la base de sociedad civil, es decir, la propiedad y descubriremos el feudalismo chileno. La falta de comunicacin y de necesidades nuevas, la falta de capitales divididos; la falta de enseanza y de necesidad artstica; la falta de comercio por el sistema opresivo y exclusivo; el sistema coercitivo y DIEZMADOR del trabajo del pobre, impiden que se eleve una clase media que preludie la libertad, como la bourgeoisie en la Europa. El rico posee como el brbaro de la conquista: la fuerza. El dueo de la tierra, el hacendado, posee o por la proteccin del monarca a su virtud monrquica, es decir, al ms esclavo y que despotice ms, ms recompensa, o por la ocupacin primitiva de la conquista. La dems gente, es plebe, gente inmunda, vil, que debe servir, pues hubo DOS Adanes (exaltacin del orgullo). Separacin eterna, amo y siervo, riqueza y pobreza, orgullo y humildad, nobleza y villanos. Sin industria intelectual ni fsica, nadie podr elevarse sino el rico, y como el rico es el hacendado, y el hacendado es aristcrata, sale por consecuencia que la clase poseedora est interesada en la organizacin monrquico-feudal. El rico o poseedor, para que haya lgica de privilegio y de casta, necesita ser noble, si no lo es, el monarca lo ennoblece, vendiendo por dinero los ttulos de condes y marqueses, o regalndolos [72] a sus favoritos sbditos. -El pobre necesita qu comer y busca trabajo. El trabajo no puede venir sino del que tiene industria o capital. La industria o capital son las tierras: luego los hacendados son los dueos del trabajo, de aumentar o disminuir el salario. La riqueza o regala puede pasar algn tiempo sin el trabajo del pobre. Pero el hambre no admite espera: luego el rico es dueo de fijar las condiciones del salario: he aqu el despotismo feudal. El pan intelectual, la predicacin, hace resignar al desgraciado y autoriza el orden establecido. El ROBO queda definido por quitar a otro lo que POSEE, sin considerar el despotismo del rico. Enseguida, viene sobre el pobre el impuesto necesario para el sostenimiento del culto.
El cura no sabe arar ni sabe enyugar un buey. Pero por su propia ley l cosecha sin sembrar. l para salir a andar poquito o nada se apura.

Tiene su renta segura, sentadito descansando, sin andarse molestando, nadie gana ms que el cura.

He ah la expresin plebeya, la literatura original, la expresin del despotismo. La esclavitud que hemos analizado era lgica. Sus principios eran las instituciones divinas. La monarqua absoluta, la propiedad absoluta, la autoridad absoluta del clero. El clero evitaba el ROBO y sancionaba la POSESIN desproporcionada, adquirida y conservada sin TRABAJO. En todo vemos la unidad catlica, la sociedad de la Edad Media. Examinad cualquiera relacin. Ved la humillacin del plebeyo, su abyeccin, su falta de personalidad. El servicio domstico, no es contrato. El criado o siervo no puede defender su derecho, si lo defiende por la fuerza o por una vejacin, comete un atentado, una REBELIN. Cmo podra perseguir a su amo ante la justicia? El juez no comprende semejante peticin. El TESTIMONIO del pobre no vale, no es persona. Si se venga personalmente, el azote, la prisin lo confunden. Si el amo le veja, se queda con su vejacin, el pobre no tiene honor. La urbanidad, ese tratamiento humano sin consideracin a personas, no existe para con el plebeyo. Se le quita la vereda en su trnsito, se le hace quitar el sombrero en la calle para hablar, y su merced, mi amo, son las voces con que solamente se le escuchan. Esclavitud, degradacin, he ah el plebeyo! -He aqu el pasado! Ojal que nuestras lneas (escritas con la indignacin concentrada) se convirtieran en su epitafio eterno, y encerrasen para siempre la maldicin eterna que le lanza la dignidad humana, tanto tiempo degradada. -Salgamos de ese pasado, de ese subterrneo de crmenes, de ese infierno de dolores; salgamos al da, baemos nuestro rostro en la luz del crepsculo que se alza, y bendigamos a la divinidad, pues que vamos a hablar de la revolucin. [73]

Revolucin
Quin vive -La patria. Qu gente -Ciudadano.

I Gloria a Dios! Quin al hacer un bosquejo de la revolucin, no intenta primero entonar un himno a la Divinidad; porque es verdad, Dios existe. Y es en estos momentos de exaltacin por las glorias de la humanidad; en estos momentos volcnicos que nos

arroban al reconocer la dignidad humana; en estos momentos en que sentimos la nulidad de nuestra expresin, de nuestra materia, de nuestro yo, para expresar y sobrellevar el torrente potico que nos inunda: en estos momentos en que intentramos el suicidio, porque sabemos que nos iramos a engolfar en el infinito que presagibamos, es entonces cuando reconocemos aviente ese creador de una humanidad tan grande, de un ser tan sublime como el hombre de la libertad. Es entonces cuando verdaderamente nos postramos ante su verdadero altar, al postrarnos ante la ms grande de sus creaciones: y es entonces cuando quisiramos dar a la tierra el puntapi del desdn para elevarnos a la mansin del tiempo y del espacio. Pero encerremos los arranques de nuestro corazn, dominemos el ruido de la victoria y examinemos el campo. Nuestro pasado, como hemos dicho, ha salido de la Edad MEDIA, de la Espaa. Nuestra revolucin o pasado con porvenir, ha salido de la edad NUEVA de la Europa. La edad nueva estall en Francia; luego eslabonemos nuestro pensamiento revolucionario al pensamiento francs de la revolucin. Esa sociedad organizada bajo el CREDO catlico reinaba. Su vida era uniforme, su marcha sistemada. Saba de donde sala, saba donde estaba, saba donde iba. El paraso era su cuna, el pecado el origen de todos sus males, la esperanza o los cielos el fin seguro, la aspiracin final, la coronacin de la vida. Toda duda, todo problema, estaban satisfechos. Acudid al texto con la fe en los ojos y veris verdad. Si tenis dolores el sacerdote os consuela. Todo el despotismo de familia, todo el despotismo poltico y religioso es nada. Este mundo es de miserias, la voluntad de Dios hgase en la tierra como en el cielo. El resultado era grande, pues todo el poder del individuo, sus pasiones, estaban glorificadas en sus sufrimientos. Qu importa que haya alguna indignacin secreta en el fondo de la conciencia? El mundo est tranquilo, qu ms queris? No veis cul dulcemente lleva la cruz de sus dolores? No veis el rebao que camina silencioso al corral que le tenemos? Oh, armona grandiosa de la obediencia servil! Alabemos este estado de silencio y tranquilidad, qu ms queris, espritus del mal? [74] He all, pues, en esa fe, el crculo de fuego que guarda el querubn con su espada aterradora; he all los pilares de Hrcules del pensamiento; he all el Rubicn del catolicismo, de la Edad Media. Pero faltar un genio, un Coln, un Csar del pensamiento que lo rompa? En medio de las tribulaciones solitarias, algunos espritus abrigaban en su seno toda la fuerza de la conciencia individual. Se elevaban a la contemplacin de las leyes de la naturaleza, columbraban la armona divina y entonces el contraste humano los revolucionaba. Conceban por la grandeza de amor que los animaba, el amor del Dios que los cre y se preguntaban: Dios, o lo que es lo mismo, el amor infinito, preside ese espectculo de llanto? Dios, que nos ha dado la frente indmita de la libertad, poniendo en ella el sello de su noble altivez, se complace en que la pise el sacerdote de su culto o el mandatario de los hombres?

Dios, que nos ha dado un crneo donde cabe la inmensidad, autoriza despus a los poseedores de su ley para que quepa tan slo lo que ellos quieren? Imposible! Gran Dios, t no has autorizado semejantes cosas. T no has dado al hombre las alas del genio, para colocar en la mano del hombre el acero que las corte! T no has querido la adoracin de esclavos, esto sera indigno, sino la de la fiereza del que por s te reconoce y te alaba! T no le has impulsado con tu soplo para que el hombre le detenga a tu nombre! No le has colocado en su seno el imn de tu amor, para que el hombre le aferre una cadena. No te le ostentas radiante y claro en la naturaleza, para que se le lleve a adorarte a otra mansin limitada como el hombre! En fin, no colocas sobre su cabeza majestuosa sino el techo de los cielos... He aqu la duda que se ostenta, la revolucin en germen, he all el crepsculo de la libertad; el pensamiento en busca de su objeto, es decir, de la naturaleza y Dios. El pensamiento se desenvuelve, Abelardo, Lutero, Descartes, y ltimamente Voltaire, Rousseau, etc., se transmiten a la arca santa, le tributan el culto de su vida en el templo de sus inteligencias, hasta que los profetas de la nueva ley vistieron el manto del tribuno, pusieron en sus labios la bocina de la prensa y el culto se hizo popular... La duda se encarna, el sistema de creencias viene al suelo, la dignidad humana se levanta. El individuo necesita examinar para creer. Examinar es negar la fe, es someterse al imperio de su razn individual. Someterse a su razn es fiarse a s mismo, tener confianza en sus fuerzas, es la exaltacin del YO HUMANO, voluntario e inteligente, subjetivo y objetivo, es decir, individual y social, particular y general, humano y divino, poseyendo en la constitucin de su esencia sicolgica la base de la armona universal. Relevado el sistema individual, el individuo se desprendi del sistema antiguo, del fundamento de la creencia y sntesis antigua, pero no se aisl en un egosmo misantrpico, sino que procura apoyar el vnculo social en otra base y bajo otro sistema de relaciones que admitiese los hechos que la sntesis catlica apartaba. El espritu nuevo sali del templo antiguo por elevar otro ms grande, ms elevado, digno de ser Dios y del ser hombre que se haban agradecido al reconocer la libertad absoluta del pensamiento como nico medio de comunicarse legtimamente con l. Las bases del [75] edificio todava se discuten, todos los pensadores acorren a colorar su piedra. Como la sntesis antigua, es decir, el conjunto unitario de creencias sobre el hombre, su origen, su esencia, su fin, sus relaciones y deberes, era el atacado en sus principios de fe y de tradicin; es claro que todas las ramificaciones del sistema participasen del estremecimiento que se daba a su fundamento. As vemos que en la elaboracin filosfica, los trabajos se dividen. Unos atacar, una relacin, un deber, un principio; otros las bases de fe; otros la conformidad de las tradiciones hebraicas con las luces de la ciencia geolgica. Por eso vemos que la elaboracin es inmensa, que los trabajos son enciclopdicos y que todos tienen de comn el de querer dar una base cientfica a las creencias humanas. Espectculo grandioso! Trabajo gignteo! Babel del genio! Siglo XVIII! -Batalla humanitaria que rene el ruido del ariete que derriba y el crujido horrible de los que sepulta. Habas colocado sobre la libertad el peso gtico de tantos siglos, mas no veis a la infeliz que con el velo negro en la frente presta

odo atento a una voz desconocida que le dice: SON LA HORA DEL MISTERIO. SON LA HORA DEL SMBOLO MENTIROSO. EL HOMBRE HA SEGUIDO EL CURSO DEL RO Y HA VISTO SU ORIGEN; SE HA ELEVADO A LA CUMBRE DE LA MONTAA Y HA DEJADO LA NUBE BAJO SUS PLANTAS. Rayo elctrico, centella divina, la libertad agita su cabeza, golpea la tierra, el universo tiembla, el siglo XVIII se levanta... Mortales! Hincad la rodilla, recibid el bautismo de la nueva ley!... Pero la obra no se concluye. Los pobres se exaltan; poder poltico, religioso, poder feudal, poder positivo, en una palabra, se renen para sofocar la innovacin y clavar de nuevo en una cruz a la palabra nueva. Las crceles se llenan, la aristocracia desespera y despotiza, la inquisicin aterra, la delacin se entabla, la malicia jesutica carcome. Y el enemigo dnde est? Cul es el arma tan temible que se quiere embotar... Mirad a ese hombre del pueblo que camina taciturno; observad las tempestades que revela su frente; mirad la fiereza que lanza su mirada. se es el enemigo, se lleva el arma destructora que se llama el principio de la sabidura es saber dudar. He ah el ariete que posee; haceos a un lado, dejadlo pasar, vosotros hombres del manto negro, vosotros nobles que llevis la pompa! Ah!, le injuriis, le escups el rostro, le llamis filsofo, hereje, artesano, plebeyo. Bien, l recibe la afrenta, pero os seala un sepulcro. Entonces no lo visteis, pero a la hora sealada lo tocasteis. El temblor sacudi a la civilizacin en sus races y todas sus ramificaciones tambin se sacudieron. Nosotros, enlazados como hemos dicho al pasado de la Europa, sentimos tambin este estallido. Algunos americanos pasaban a estudiar y viajar por la Europa, alguna comunicacin se haba entablado por la conmocin de la Espaa invadida por la revolucin; algunos libros escondidos penetraban; el espectculo de la renovacin francesa era esplendoroso para no alcanzar algn tanto de su luz. La revolucin germinaba entre nosotros y estall a la seal de la prudencia. Lo dems sabemos, vamos a los resultados. [76]

II CHILE Extiende tu manto, bandera de mi patria! Flamea en nuestras montaas, soplo del aire del ocano, reflejando los rayos del sol cuando se ostenta en la pureza del azul de Chile! Extiende tu manto, que es el libro de nuestra patria. Deja que tus hijos te lean y revelen lo que puedan de los grandes misterios que t encierras. Gloria a ti, tricolor! Nuestra revolucin es la mudanza violenta de la organizacin y sntesis pasada para reemplazarla con la sntesis vaga, pero verdadera que elabora la filosofa moderna. Nuestra revolucin no fue aisladamente poltica, aisladamente industrial, aislada del progreso de la humanidad, sino que fue a SEDIBUS IMIS, de raz, de la unidad que haba, con sus ramificaciones. Nuestra revolucin es en fin la destruccin de la sntesis pasada y el entronizamiento de la sntesis moderna. No fue

un hecho parcial, analtico tan slo, sino completo y sinttico, aunque percibiendo vagamente la realizacin de los problemas futuros. Pero la obra de la plantacin del nuevo sistema de creencias; el pan espiritual que era necesario dar a los pueblos despus de la destruccin del antiguo, no se ha podido elaborar de un modo satisfactorio. La razn es sta. Las soluciones necesarias para que una sociedad sepa lo que es, de dnde viene, adnde ir, estaban satisfechas por la fe. La fe destruida, es preciso satisfacer esas cuestiones cientficamente, es decir, racionalmente. La ciencia a este respecto, que se haba ocupado tan slo de la crtica del pasado, no pudo, no tuvo lugar de ocuparse de semejante modo. Poner en duda la creencia pasada es solamente una obra inmensa. Dejemos, pues, a la actividad cientfica, a la enciclopedizacin de los conocimientos humanos, que preparen la venida del mesas futuro, es decir, del sistema futuro, de la sntesis futura, del gnesis futuro, del testamento futuro, y ltimamente del apocalipsis futuro. Ahora, nuestros revolucionarios, armados tan slo de la filosofa crtica, se encontraron con un peso entre sus manos que no supieron donde apoyarlo. La impotencia humana en semejantes casos vuelve la vista al pasado y afirma el peso sagrado en los restos de la columna misma que se haba derribado. Error terrible. -Esto es lo que se llama reaccin, es decir, contrarrevolucin. Esto es lo que sucedi entre nosotros. Detengmonos un poco. Nuestra revolucin fue reflexiva en sus promotores y espontnea en el pueblo. La revolucin reflexiva fue la escptica en creencias nuevas, pero como era un nmero reducido y EDUCADO de individuos, poda pasarse sin las nuevas creencias. La nica certidumbre que tenan era la de la libertad que haban conquistado y el conocimiento de la falsedad de las creencias pasadas. Tenan, se puede decir, la unidad del escepticismo, por lo cual todas las creencias ramificadas con la unidad destruida se hallaban del mismo modo anuladas. Pero el pueblo, que haba abrazado la causa nueva con toda la pureza de la inspiracin, con todo el [77] calor del entusiasmo verdadero; el pueblo que slo haba sentido la exaltacin poltica, la conquista del derecho de ciudad; el pueblo no vio en la libertad poltica sino un hecho solitario separado de las dems cuestiones que la reflexin haba derribado: el pueblo qued antiguo. Los hombres que encabezaban la revolucin reflexiva, hallndose ellos mismos impotentes para organizar las creencias lgicamente relacionadas con la libertad poltica, reaccionaron en religin y poltica para con el pueblo. As vemos en muchos pueblos el despotismo constitucional, y el fomento de la predicacin antigua. As fueron casi todos los gobiernos americanos al principio; as cayeron esas capacidades militares por la impotencia de organizar lgicamente la sociedad. As cayeron Bolvar en Colombia, y O'Higgins en Chile. Reaccionaron en la organizacin cuando el calor de la guerra republicana an se senta. Por el contrario, tambin cayeron esos gobiernos que despus de apaciguados los nimos del sacudn revolucionario, quisieron reformar en hechos separados, no en la unidad lgica de la revolucin. Cul fue el punto culminante de la revolucin del siglo XVIII y de la revolucin americana? La libertad del hombre, la igualdad del ciudadano. El individuo reivindicado en todos sus derechos y en todas las

aplicaciones de estos derechos. Se reconoci en el hombre la igualdad de su origen, de su derecho y de su fin. Luego las condiciones necesarias para cumplirlas les son debidas lgicamente. El individuo, como hombre en general, pide la libertad del pensamiento, de donde nace la libertad de cultos. El individuo, como ESPRITU LIBRE, expuesto al bien y al mal, necesita EDUCACIN para conocer el bien. El individuo, el YO HUMANO, cuerpo y alma, necesita PROPIEDAD para cumplir su fin en la tierra. La propiedad la necesita para desarrollar su vida intelectual, su vida fsica y la de sus hijos. Luego las condiciones necesarias para adquirirlas y para adquirirlas de un modo completo, le son debidas. De aqu nace la destruccin del privilegio, de la propiedad feudal y la elevacin del salario a medida que se alza la dignidad humana. stos son, pues, los puntos culminantes de la revolucin. -Si los gobiernos hubieran comprendido que el desarrollo de la igualdad era el testamento sagrado de la revolucin; que la igualdad es la fatalidad histrica en su desarrollo, no hubieran sucumbido. Afirmndose en la TIERRA y elevando la frente gloriosa de los hroes, el pueblo los hubiera sostenido porque se sostena a s mismo. Y entonces con la autoridad legtima, de la gloria con que arroban, de la justicia con que legislan, hubieran podido cimentar por medio de la educacin general la renovacin completa del pueblo que haba quedado antiguo en sus creencias. Si no haba un sistema completo que darles, haba que darles la exaltacin de la indomable voluntad y el conocimiento de todos los dems individuos como otras tantas voluntades indomables; es decir, darles a conocer: la igualdad de la libertad. Y he aqu el punto inerrable de partida, la piedra de toque para todos los sistemas humanos, la NOCIN de la existencia social, tan cierta como la de que los cuerpos estn en el espacio. [78]

LA IGUALDAD DE LA LIBERTAD He aqu el paraso de donde hemos sido despojados; he ah el infinito de la grandeza humana; he ah el reino de Dios ac en la tierra. La igualdad de la libertad, es la religin universal; es el gobierno de la humanidad; es la unidad futura. La libertad es infinita, es el complemento y la cspide de la creacin humana; luego la igualdad, que no tiene otro lmite que el de la misma libertad, es el enlace, la formacin de la incomprensibilidad de la felicidad y del bien absoluto. (133) De aqu sacaremos nosotros la teora que deben tener las sociedades y gobiernos. Qu son esos hombres de los gobiernos que hemos tenido y que tenemos, que se precian de ser sabios en la direccin de la sociedad? Qu se precian de poseer el secreto de la felicidad, conservando las tradiciones antiguas, respetando la organizacin de la propiedad, que evita el noble desarrollo de los hombres; fomentando las creencias destruidas por la revolucin y rigiendo al pas por leyes inferiores a las luces, a las circunstancias del pueblo que se manda?

Diremos que nuestros gobernantes son cabezas organizadas para la sociedad, cuando admiten tradiciones y reformas, bienes y males? Examinemos rpidamente la lgica de nuestros hombres en el espritu y cuerpo de Chile, en el YO CHILENO. Nosotros hablamos desde la altura de nuestro CRITERIO revolucionario. O salimos de la revolucin o no. Si salimos de ella, nuestro deber es completarla. Si no, nuestro deber es definir lo que somos y cul es nuestra tradicin como nacin. O los gobiernos han salido de las entraas de la revolucin, y entonces es legtima su existencia, o no, y entonces son desconocidos como autoridades del pueblo revolucionario. sta es la base con la cual podemos calificar a los gobiernos en la clasificacin de la vida nueva de Chile. Hemos tenido dos revoluciones civiles. Hemos por consiguiente tenido dos clases de gobierno. Gobierno de la tradicin republicana, es decir, revolucionario, y gobierno de la tradicin del orden antiguo. O'Higgins, que fue el primero que se encontr ante la marcha futura, ante el ocano no surcado del futuro, fue tambin el primero que tuvo que tomar una decisin pronta en su marcha. Se encontr, cual se han encontrado tan genios en semejantes circunstancias. Han sobrepujado los obstculos, han triunfado, han sido los hroes de la destruccin, pero acabada la destruccin y la guerra, viene la paz, y la paz necesita organizacin, porque es el resultado de la armona de los elementos sociales o del triunfo completo de un principio, o de la organizacin vencedora de un sistema completo de creencias. [79] O'Higgins quiso organizar los elementos sociales, es decir, las tradiciones chilenas con las ideas nuevas, y el poder que las llevase a efecto. Pero en semejante obra vio asomar las resistencias y entonces tan slo quiso organizar el poder y fue dspota. El pueblo revolucionado en poltica protest y O'Higgins cay como hombre de organizacin y como hombre de tradicin republicana. -O'Higgins no concibi el triunfo COMPLETO del principio revolucionario, es decir, social, religioso y poltico. Vio tan slo el poder poltico, la fuerza que el mismo Chile haba levantado. Este poder lo volvi contra su mismo seno, pero el seno lo arroj de s. O'Higgins bajo el ltimo aspecto de la organizacin de un pueblo nuevo, como hombre, era impotente para presentar una sntesis completa. Bajo este aspecto dudaba. Dudar en semejante posicin es bambolear, bambolear es caer. Su deber era afirmar la lgica de la soberana popular de donde haba salido; de este modo hubiera cimentado los resultados indisputables de la revolucin y en cuanto al aspecto religioso, adquirido una posicin respetable, atrincherado en la igualdad de todos y en la libertad del pensamiento. Pero no, dejar campo a que la tradicin se afirme, y dar un golpe democrtico apoyado en la exaltacin plebeya. Las tradiciones republicanas y liberales apoyadas en un jefe que reuna la gloria de las armas, fueron entonces las que lo derrocaron. ste es Freire, que fue un continuador de la revolucin. Pero despus de haber vencido y encontrndose tambin delante del misterioso porvenir, le llega tambin el tiempo de dudar. Freire es un hijo legtimo de la revolucin, la comprende y quiere continuar sus resultados.

Querer continuar los resultados de la revolucin es querer hacer otra revolucin, es decir, la renovacin de la unidad de creencias pasadas que no han sido desechadas de la inteligencia popular. Ahora esta obra necesita la conciencia de los nuevos principios y la voluntad revolucionaria que no apea. El calor revolucionario pasaba y las clases antiguas que son conocidas entre nosotros con el nombre de PELUCONES fomentaban las preocupaciones populares. Ahora tambin le toca a este nuevo gobierno la poca de duda, es decir, de abdicacin. Despus de los gobiernos que ha habido entre nosotros como verdaderos representantes de la tradicin revolucionaria y de la tradicin espaola son los de Pinto y Prieto. Estos gobiernos son tambin conocidos. GOBIERNO DE PINTO Revolucionario. La educacin, que es el modo de revolucionar y completar las revoluciones, recibe en esa poca todo el desarrollo posible. En esta poca fue cuando vino a Chile este nmero de extranjeros que nos ha producido tantos bienes. (134) Todos los ramos de los conocimientos humanos son comprendidos en la vasta esfera de la enseanza. La filosofa, que nos haba dado libertades, es introducida [80] entre nosotros, libre como su esencia. El derecho poltico y civil, estas dos ciencias indispensables por la armona social e individual, fue entonces cuando se supo lo que eran entre nosotros. El escolasticismo y el cdigo espaol con todos sus secuaces temblaron al anlisis que los devoraba. El nmero de escuelas se aumentaba, las instituciones benficas cundan. La industria y comercio, recibiendo el aliento de la economa poltica, prosperaron en tan poco tiempo que Chile entonces con relacin a su tiempo fue cuando estuvo ms rico como nacin y como sociedad. No haba instituciones de PRIVILEGIO en el cdigo constitucional. Todos podan aplicar sus facultades a la industria que la naturaleza les daba; NO HABA ESTANCO. No haba mayorazgos, ni vinculacin que impidiese el libre desarrollo de los fundos. La introduccin de libros era libre. No haba censura ni censores. La poltica conservaba una posicin atltica ante las formas de las creencias antiguas, ante las comunidades religiosas. Algunas de las propiedades que POSEAN las comunidades de frailes fueron devueltas a su dueo primitivo, a la nacin. El espritu pblico y de ciudadana fue entonces cuando se conoci entre nosotros. Las cmaras elegidas por el espritu pblico produjeron los mejores oradores de la tribuna chilena. Se ve, pues, que todos los actos de esta administracin eran lgicos con la revolucin de la independencia, excepto el artculo de la Constitucin que prescriba el exclusivismo del culto catlico. La constitucin calcada con la ciencia poltica de entonces era la ms completa, la ms perfecta que se poda apetecer. All estaban todos los resultados de la revolucin; la igualdad, la libertad, la propiedad y la seguridad de todos los derechos, de donde sali aquella ley tan gloriosa, tan lgica: no hay esclavos. All estaban todas las formas que el republicanismo moderno haba elaborado; temporalidad sumamente responsable del poder ejecutivo y divisin de las cmaras. En fin, se puede decir que era la expresin del siglo, el cuadro ideal al que era necesario conformar la sociedad.

Mas, quitemos la corona de flores, ciamos el crespn a nuestra frente; arranquemos la alegra de nuestro corazn, que vamos a pisar la mansin del silencio tenebroso. Haba paz, haba prosperidad, haba libertad, pero todos aquellos hombres a quienes favoreca el privilegio destruido, todos aquellos hombres de la educacin antigua, todos aquellos hombres que caen en la nulidad despus que ha cado el orden que los engrandeca; todos los ignorantes; el elemento indgena espaol que no puede resistir en su orgullo a la innovacin de creencias, de formas de gobierno, de costumbres liberales en la esfera pblica y privada, mordan el freno en el silencio de su rabia. -La educacin invada a las creencias espaolas. La autoridad favoreca la invasin. Luego, destruyamos esa autoridad. El gobierno destrua los privilegios comerciales e industriales. Luego, nosotros privilegiados, destruyamos ese gobierno. El poder poltico examinaba y tocaba la POSESIN de los sostenedores del orden antiguo. Luego, nosotros frailes y clrigos y privilegiados, destruyamos ese poder poltico. [81] El gobierno es hereje, quiere renovar las creencias antiguas de la plebe; quiere ilustrar. Luego, exaltemos a la plebe catlica antigua, contra la ilustracin y la hereja. Reconozcamos los elementos de la reaccin que se prepara. La educacin nueva es la elevacin de la conciencia individual, es la libertad. La destruccin de privilegio es igualdad y eleva la libertad de todos a la propiedad; es la libertad. Quitar el apoyo TERRENO a los sostenedores del orden antiguo, es destruir su autoridad. Destruir la autoridad de los sostenedores de la fe, es elevar la libertad. Renovar las creencias de la plebe, sustituirles la educacin filosfica, es darles su conciencia individual, es afirmar la revolucin. Afirmar la revolucin es entronizar la libertad. He ah los elementos nuevos. Ahora, orden antiguo! Creencias absolutas, despotismo de la Edad Media! Espaa de la conquista, aristocracia del hombre, regocijaos! Esa piedra sepulcral que se os echaba va a caer. Recoged sus despojos y herid con ellos. Vais a resucitar sombros e infernales como las mansiones a donde os haba arrojado la verdad!

III RESURRECCIN DEL PASADO La influencia del caballo en el carcter de la vida de los pueblos es notable. La influencia de la ocupacin para que es necesario, tambin tiene la mayor influencia en el carcter de los habitantes. El cuidado de ganados separados o dispersos entre montaas y llanuras, necesita del jinete activo que los cuide. El ejercicio de la caza en la cordillera de los Andes, la agricultura misma, necesita del jinete que recorra y

que trille los granos que se siembran. Jinetes pastores, jinetes de caza y jinetes de aventura, son las principales clases de hombres que hacen entre nosotros su vida en el caballo. El huaso que reasume las cualidades que notamos tiene, por cierto, su carcter ms peculiar, ms original y ms salvaje en los lugares que favorezcan por sus pastos y guaridas las cras de ganados. En Chile, el sur es ms extenso, ms regado, de mejores tierras para el pasto, y de mejor clima para el hombre y el animal. Es fro y excita a la actividad; montaoso y acostumbra a la constancia, a la SEPARACIN y ltimamente al desarrollo fsico del pecho. Estas influencias de la localidad producen resultados morales. El huaso corriendo por la cima de los montes, respira la independencia en su carrera. El huaso sepultado entre los montes se encuentra separado de la comunicacin moral; es solitario, selvtico. El aislamiento enorgullece. Siempre ve y ha visto lo mismo. No sabe, sino lo que sus padres le ensearon y esto es para l el punto final de su trabajo intelectual. Lo dems lo rechaza. l, saber menos?, su orgullo no [82] lo permite. De aqu se ve salir el espritu tradicional de los hombres del caballo que pasan su vida vagando o dando vuelta alrededor de un crculo. Las creencias de nuestros huasos son catlicas y espaolas. Estas creencias de suyo tradicionales y tenaces, encarnadas en hombres cuyo espritu es conservar y que no pueden por la vida que llevan presenciar espectculos distintos, deben tener un completo desarrollo, de aislamiento, de barbarie y de conservacin. El sur de Chile, la vecindad del elemento indgena, es el que posee las localidades ms aparentes para conservar en la gente del caballo las tradiciones y creencias antiguas. Luego, la reaccin antirrevolucionaria, antiliberal, debe salir de all, o tener en esa gente los sostenedores ms decididos. sta es la teora; veamos los hechos. Os acordis de aquellos das en que Santiago tena cerradas las puertas de sus casas y en que el temor revesta los rostros de sus habitantes? Esos das en que se escuchaba el can en las puertas de la capital? S; los acontecimientos son nuevos, las imgenes estn todava palpitantes para que las hayamos olvidado. Pues bien, no visteis en esos das de silencio pavoroso a una multitud de hombres que pasaban a escape por las calles? Qu llevaban la cabeza atada, la bota del campo y el poncho del huaso? Qu blandan el hacha en una mano y en la otra el pual y las riendas? Qu llevaban el bandalaje en los ojos y la espuma de la rabia en la boca? Qu arrastraban alfombras, muebles despedazados y vestidos de habitantes? Qu pasaban en grupo, gritando y formando un estrpito de demonios? Esos hombres son los que han bajado de las montaas y llanos del sur a la voz de los que exaltaron su fanatismo y les prometieron saqueo. Helos all! Ved en accin el espritu selvtico, el espritu rencoroso del ignorante y salvaje a lo que es nuevo y civilizado. Con todo, sigamos el aparato exterior del enemigo; veamos el ejrcito y el campo donde la partida del Alba va a recibir sus rdenes. (135)

El ejrcito de la ciudad era llamado ejrcito francs. Su fuerza principal era la infantera. Sus jefes, las reputaciones ilustradas de la revolucin. -El ejrcito enemigo posea la caballera del sur. Sus cargas eran brillantes y salvajes. El sable del jinete reciba el balazo de los cuadros, pero era rechazado. La tctica de la infantera sobrepujaba sus esfuerzos, la caballera fue dispersa. La victoria fue entonada por el ejrcito de la causa liberal. Ochagava fue el hecho glorioso de las armas de la revolucin contra la hidra fantica y retrgrada. El silencio de la derrota vagaba por su campo; pero el silencio activo del que medita; el silencio del que mina; el silencio del que callado va a clavar el pual en la espalda del enemigo victorioso. Observad ese campo enemigo, ved el grupo de los ricos y privilegiados por el establecimiento del estanco; ved esos abogados del cdigo espaol interesados en la existencia del edificio pasado; ved los clrigos, que en las tinieblas de la noche se renen para proteger esa causa; ved esos hombres de [83] las selvas del sur que aspiran por la destruccin de la ciudad o por su dominio conquistador; ved, en fin, esa multitud de viejos y de espaoles que inundan ese campo, y entonces decid, si no veis la rehabilitacin palpitante de la Espaa antigua; la rehabilitacin del fanatismo religioso; del privilegio comercial, de las costumbres supersticiosas y del fomento de las comunidades frailescas? Decid. Ved el otro campo, ved esos hombres gloriosos, ved la cultura de la civilizacin, ved los hombres de la ciudad, los descendientes legtimos del ao X; los ilustrados, los herejes si queris; ved el fusil empuado por el hombre de la industria y entonces comparad. Ah estn los cuadros a la asta, elegid; sentenciad, segn la lgica de la revolucin y asignad la victoria. En efecto, la victoria fue de la justicia. Pero la victoria fue entre chilenos y la nobleza del alma del vencedor se apoy en la fe del enemigo. El desprendimiento, la confianza, virtudes de la nobleza del alma, fueron burladas por el misterio, por la mentira, por el engao, por la traicin. Lo dems sabemos. Prieto ha recibido la sentencia de la historia. Lastra la absolucin de la inocencia. (136) El enemigo est debajo. El vencedor le pone la planta en el cuello. El miserable pidi perdn; el vencedor le da la mano, lo levanta, pero el vencido, ya de pie, saca el pual que encerraba y lo entierra en el corazn que le haba perdonado. Lircay, sabemos tu fin. Conocemos la sangre all vertida; sabemos tus pormenores brbaros. No equivoquemos las sombras de Tupper, de Varela, de Bell y tantos otros! No recordaremos al hroe vencido que ha tenido que recorrer el grande ocano, arrojado de su patria! Freire! Examinemos la institucin del orden vencedor. Daremos tan slo los resultados e instituciones culminantes. La reaccin es apoyada en la unidad antigua de creencias. Esa unidad era el catolicismo. Luego fomntense todas las instituciones anlogas, satisfganse todas las preocupaciones inherentes. De aqu nace la devolucin de todas las POSESIONES a las comunidades. El establecimiento del culto en un grado elevado

y pomposo. Hay ministro de culto; se entablan procesiones y fiestas; se decreta mayor suma del erario para semejante fin. La educacin libre es revolucionaria. La educacin libre es la corriente del pensamiento que se precipita fatalmente al curso sealado por la gravitacin. La gravitacin en la educacin es la lgica de la libertad. Luego enfrentemos esa lgica y dmosle otra direccin al torrente. De aqu nace la institucin del seminario, la censura de libros, la limitacin de los estudios y su esfera circunscripta. De aqu nace la promulgacin de misiones frailescas, la promulgacin de los libros del fanatismo. La venta de novenas y de libros msticos es grande. [84] Se hace caer sobre el orden derrocado el epteto de ilustrado y de hereje. La industria y el comercio deben ser coercitivos, es decir, deben exaltar el nacionalismo, contra la perfeccin europea. La generalizacin y la facilidad de los medios de adquirir excitan la actividad individual. La elevacin del individuo es contraria a la organizacin unitaria del despotismo. El establecimiento de una clase a quien favorece el monopolio es el medio ms activo de conservar un sistema de organizacin. Luego establzcase el estanco y el sistema prohibitivo de comercio. La fuerza en la unidad central es el medio de llevar el sello del orden antiguo a las individualidades provinciales. La libertad provincial tira a romper los vnculos despticos y a elevar los individuos por medio del espritu pblico. Luego la administracin provincial debe ser enteramente dependiente del centro. El Intendente deber ser nombrado por el gobierno y removido por l. La legislacin espaola se desarrolla. Su barbarismo se deduce para los boletines legales. El pueblo est contento y satisfecho con la restauracin de las preocupaciones. Luego mantengmoslo en ellas y obremos sobre l como queramos. El terror penal es excelente para la sumisin. Las penas no son LECCIONARIAS correctivas, esto necesitara organizacin moral y filosfica. Luego apliquemos el azote, la degradacin individual, la pena pecuniaria por la injuria y atraigamos la maldicin de Dios sobre los carros. La organizacin desptica que se ha elevado sobre el republicanismo vencido, necesita apagar las resistencias que se exalten. De aqu nace la necesidad de facultades extraordinarias, y el presupuesto miserable de gastos secretos. El resultado fue grande. La ilustracin fue despreciada. Era mal mirado ante el pblico y en los salones el que no se someta escrupulosamente a las antiguas formas de las creencias pasadas. Los conventos se pueblan, el seminario se llena, el espritu pblico se asusta. Se violan las libertades individuales, el despotismo fomenta las delaciones y las costumbres se envilecen. Desaparece la confianza mutua, las tertulias son ojeadas, el temor se extiende, el aislamiento del egosmo se propaga. Se teme dar su opinin en pblico, el espritu se concentra y estallan las conjuraciones unas tras otras. El despotismo levanta peligros, sorprende a los individuos, los encarcela, los destierra y aun los asesina. (137) Las facultades extraordinarias pasean su mano omnipotente sobre la cabeza de los ciudadanos, y el ciudadano se aterra, se esconde, denuncia y engaa, o siente su peso tremendo.

Pero el vulgo ve comulgar y confesar al Presidente. Esto basta, esto es una garanta contra la hereja. Lo dems, qu importa? Hgase la voluntad suprema, seamos dciles al yugo. Tenemos fuegos en el 18 (138) y paseo a la pampilla; tenemos [85] procesiones, rogativas y misiones; qu ms queremos? Bendito sea el gobierno que tenemos! He ah un cuadro dbil, rpido e incompleto de ese decenio decantado y que llamamos resurreccin del pasado. Caigamos sobre el presente y sobre la administracin actual. El gobierno actual es continuador de la resurreccin del pasado y por consiguiente retrgrado; o es continuador de la revolucin? He ah la cuestin. Examinemos un poco sus antecedentes. Los mismos desaciertos de la administracin pasada ocasionaban una separacin entre sus miembros. El Partido Liberal se aumenta fatalmente. La base del edificio se minaba. Del mismo seno del partido gobernante sale otra secta o partido que tiende a una marcha distinta entre el pasado y porvenir, entre pelucones y liberales. Este partido dbil en el carcter mediador, en sus principios se llam filoplita. Hubo desercin del partido pasado, tal es la fuerza de las cosas. Las elecciones se acercan, el Partido Liberal toma una actitud imponente. Se asocia y se muestra decidido. Su nmero es grande, la juventud lo sigue, los recursos se disponen. El pasado encarnado en Prieto y Tocornal cuenta con todo el poder de las cofradas y de los conventos, y de los numerosos restos espaoles que nos quedan. Pero el pasado no se muestra entero por Tocornal. El partido mediador que se haba separado y la influencia militar proponen a Bulnes. -El Partido Liberal, inocente como siempre, no teme en presentar a su antiguo mandatario, a Pinto, el hereje y que cargaba con la maldicin entera del pasado. Llegan las elecciones, los partidos trabajan. Bulnes sali de la reaccin del pasado; luego tena al vulgo en su favor. Bulnes reuna las cualidades que halagan a la plebe y al soldado; es valiente y huaso. Tena entonces en la frente la corona de Yungay. Sus partidarios, es decir, los hombres ricos por el privilegio antiguo, necesitan una administracin que les perpete y conserve su ganancia. Bulnes vino con las hordas del sur, con Prieto, con la reaccin. Luego Bulnes nos conviene. Desembolsan dinero, las elecciones se ganan, Bulnes es Presidente y entabla la administracin actual. -Sale por consecuencia de los antecedentes que hemos expuesto que la administracin actual es continuadora de la pasada, aunque vistindose un poco a la moda. Examinemos sus hechos actuales y su marcha, y entonces la calificaremos segn los principios tradicionales de la revolucin. Las formas de la administracin pasada han sido respetadas. Ninguna ley que marque de un modo deslindante la transicin de un gobierno retrgrado a un gobierno progresivo. Sobre las creencias retrgradas se ha elevado la administracin actual, y el carcter progresista que se precia haber tomado no lo vemos. La inmortalidad de un gobierno en la historia de su pueblo consiste en comprender la idea culminante que el siglo le presenta para su realizacin y realizarla. Entre

nosotros la idea culminante como herederos de la revolucin es completarla. Completar la revolucin es apoyar la democracia en el espritu y la tierra, en la [86] educacin y la propiedad. Esta obra es la destruccin de la sntesis autoritaria del pasado y la sustitucin de los principios que la filosofa reconoce con el sello de la inmortalidad. Esta obra importa una revolucin. Su xito sera probable, pero su resultado en la historia de la actividad humana es infalible. Esta obra de renovacin social debe salir siempre de la REPRESENTACIN filosfica y legislativa de la nacin, es decir, del legislador. Nosotros carecemos de representacin capaz de organizar un batalln de propaganda. Luego el poder ejecutivo que en los pueblos nuevos ejerce un poder tan importante debe ser el encabezador de la revolucin. Ahora si el jefe del poder ejecutivo rene la popularidad de tradiciones y de glorias, nadie mejor que l sera capaz de encabezar felizmente la revolucin sinttica en las masas. Y he aqu la posicin brillante de la administracin actual, la ocasin que la historia le seala con la amenaza de perder la ocasin y de confundirlo entre la multitud de los ignorantes e incapaces de inmortalidad. Tendris paz, mantendris el orden, compondris un camino, pasearis por el campo, se os saludar en el 18, pero el olvido o el anatema de la historia os prepara el epitafio de la impotencia. -He ah la posicin nica del presidente Bulnes. Si no la comprende, compasin al que tiene en su mano la antorcha de la verdad y la apaga por no poder sostener su brillo. Pero concluyamos de desenvolver el carcter tradicional que la administracin presenta. El cdigo constitucional que organiz a la repblica de ese modo unitario tan desptico es el que nos rige. Eso impide que surjan las individualidades provinciales y que la vida recorra el territorio chileno. Existe todava el cdigo que organiza legalmente al despotismo, destruyendo todas las garantas que conquist el republicanismo, cuales son las formas necesarias para la seguridad de los derechos individuales. Existe en el gobierno el mismo respeto por las formas de la sntesis pasada. Se hacen venir frailes de la Europa, y este solo hecho basta para caracterizar la ignorancia de una administracin en el tiempo en que vivimos. La organizacin eclesistica ejerce un poder influyente y separado de la influencia poltica. El sistema catlico reina en toda su extensin. El cura diezma todava, el cura comercia con los matrimonios y bautismos. El erario gasta a manos llenas en el culto, crea obispos, arzobispos. El poder eclesistico tiene una posicin imponente y el gobierno lo tolera; el gobierno es hipcrita. En la esfera del comercio y de la industria existen todava los restos de la sntesis prohibitiva y privilegiadora. El estanco existe, la moneda se quita de la circulacin para formar un banco. Quitar de la circulacin la moneda es empantanar los caminos. Guardarlo para juntarlo, es perder el empleo de los capitales, es perder. El rgimen interior de los intendentes es tan conocido que no nos detendremos en su examen.

La educacin est dividida en dos clases. La una poco adelantada y retrgrada. Jzguese de la unidad de la civilizacin que se prepara. El Instituto sopla un [87] poco el fuego de la inteligencia. El seminario y los conventos la encierran bajo techo. La educacin un poco adelantada es heterognea. All est lo nuevo con lo viejo, la filosofa y el catolicismo, la legislacin filosfica y los textos cannicos. Pero en cuanto a la unidad de estudios del colegio es materia de otro artculo y la hemos tratado anteriormente. La educacin all est encadenada a la sntesis antigua recargada de prcticas y falta de conocimiento relativo de la vida social y humanitaria. La sntesis antigua que deba regenerarse se propaga. Los libros que se dan a las escuelas son antiguos y relativos al tiempo pasado. Digamos, pues, si en las cortas observaciones que llevamos no va envuelto el carcter conservador y retrgrado de la administracin actual. En educacin, en culto, en hacienda y en rgimen interior. Esto se puede decir que no es ms que un pequeo programa de oposicin. Pero el punto culminante donde toda la administracin escolla o recibe una corona de la historia permanece tranquilo. Hablamos de la elevacin de las masas a la soberana nacional, a la realizacin de la democracia. He ah el grande espectculo; el pueblo, la imagen del infinito, si puede haber imagen de l. Helo aqu que va y viene sosegado, sin la conciencia del poder de sus entraas. Helo all que puebla las crceles, que abastece al cadalso, que gime en los carros, que enriquece al propietario, que sobrelleva el insulto; helo all, trabajando para el cura, para el Estado y para el rico; helo all recibiendo la sucesin de los das con la frente de mrmol sin reflejar en sus ojos la divinidad de la Luz. La noche misteriosa lo recibe fatigado y le protege un descanso animal. El da se levanta y el sol de Chile luminoso sirve tan slo para secar el sudor de su angustiada frente... El pueblo as, sin conciencia de su individualidad y de su posicin social, animalizado con el trabajo del da y para el da, es el tropel o torrente que amenaza a la voz del sedicioso, la destruccin de nuestro progreso. El peligro se ve, el abismo est palpable y no se arroja nada para taparle. Queris que se llene de cadveres? O creis (139) tener la fuerza suficiente para saltarlo. ERROR. La mano del plebeyo levantada, es la montaa que se despea. -Esa mano no se detiene sino cuando levanta las cenizas de lo que ha destruido. Evitad que la levante; -ponedle en la mano el instrumento, barrenad su crneo con la palabra, sealadle el porvenir dichoso y entonces veris el pueblo-asociacin, no el pueblo-rebao, no el pueblo cual boa constrictor con su boca amenazante. He aqu, pues, la obra, he aqu la poltica, he aqu el carcter de una administracin histrica. -Esto se descuida, esto se olvida y esto no se atiende, sino con la mirada paliativa y miserable de la conformidad. Se instituyen algunas obras benficas, pero obras, pero instituciones que son barnices en el edificio que se desploma. Examinad los cimientos, examinad la tierra, examinad el barretero que la cave y entonces examinaris la cuestin. Mientras tanto no hacis sino remendar en lo viejo.

Aqu estamos. La cuestin del siglo es sta; la cuestin humanitaria es sta, la cuestin que seala la fatalidad histrica es sta. No la tomis en cuenta? Pues idos a confundir entre la turba, bajad de las alturas que indignamente ocupis. [88] Pero si os conservis tales como sois, resignaos a tener por nica memoria de vosotros la compasin que inspira la ignorancia o el odio que acarrea la maldad.

IV CONCLUSIN Y FIN El desarrollo de la revolucin ha sido la ley que nos ha guiado para calificar nuestra vida poltica. Desarrollar la revolucin es continuar la obra destructora, sobre lo que vive del pasado, y organizar las creencias que se arranquen del caos humanitario. La organizacin de la sociedad es la consecuencia de la organizacin de las creencias. La unidad que organizaba las creencias pasadas, ha sido destruida y el Que suis je, o vais je et d'o suis je tir. (140) Qu soy, adnde voy y de dnde he salido, est patente y necesita la solucin cientfica. Por consiguiente nos falta religin cientfica. Aqu estamos. Ahora, nosotros preguntamos si la obra del socialista, del legislador, o del que gobierna, es de desesperar, o de permanecer indiferente, o de estarse en las soluciones antiguas de los problemas humanos. No. -Desesperar es del dbil. -Permanecer indiferente es de las bestias indignas del nombre de seres humanos. -Estarse a las soluciones antiguas, es de la ignorancia impotente. -Qu hacer? He aqu la cuestin. El espectculo presente es lamentable. Observamos la anarqua intelectual, pero la anarqua es transitoria. El triunfo de lo viejo se ostenta en las formas de la civilizacin antigua. Todava hay monarquas, todava hay aristocracias, todava hay autoridad papal y eclesistica. Esto es atendiendo a la cscara humana y miserable de las cosas. La metafsica social a veces da pasos de gigante, pero siempre presenciamos la lucha del alma y del cerebro. El uno por entronizar la esperanza y el otro por derribar los cielos. -Con todo, nuestro deber, la cuestin que debemos agitar es la de la averiguacin de la LEY y su carcter obligatorio, como LEY. Dado este paso estoico en la ciencia, lo dems podremos esperarlo, apoyando una mano en la conciencia individual y con la otra invocando la inmortalidad. Por consiguiente, nuestro trabajo en la esfera poltica y religiosa es de aceptar los hechos indestructibles que reconozcamos y publicarlos. [89] As como la duda retrocede ante la conciencia de la existencia del YO, as tambin la duda poltica y religiosa se detiene a contemplar el grandioso e irremediable espectculo de la libertad que hemos conquistado filosficamente.

La libertad del individuo como cuerpo y como cosa que piensa. He ah un hecho. La igualdad de mi semejante en cuanto es otro templo, donde Dios ha colocado tambin la libertad. He ah otro hecho. La libertad e igualdad social, es decir, de todos: SOBERANA DEL PUEBLO. He ah otro hecho. La libertad de la concepcin divina, es decir, democracia religiosa. He ah otro hecho. La libertad e igualdad poltica, es decir, democracia propiamente dicha. He ah otro hecho. La conciencia del derecho libre, que da el derecho de defenderlo y propagarlo para convertir en individuos libres a los que no lo son, es decir, derecho de civilizar o de aumentar los hijos de la divinidad. He ah otro hecho. De estos hechos nace la base del sistema futuro de creencias. Son pocos, pero son irrefragables. Son indisputables. Luego tienen que entrar a servir de base en la religin futura. Mientras tanto, nosotros pobres diablos, de buenas intenciones, haremos lo que podamos y saquemos para nosotros las consecuencias siguientes. Orden, religin y poltica. En cuanto al primero debemos tan slo atenernos a la moral universal que reconozcamos. NO MATARS. NO ROBARS. NO ADULTERARS. NO DIRS FALSO TESTIMONIO, NI MENTIRS. En cuanto al robo, queda vago mientras no se defina la propiedad con relacin al derecho de todos para desarrollarse moral y fsicamente. En cuanto al adulterio, queda vago, mientras no se define segn la libertad que ha alcanzado la mujer, la esfera de su deber con relacin al marido. La exaltacin de la dignidad individual produce el sentimiento del honor, pero el honor necesita principios fijos a donde pueda apelar en las aplicaciones de la vida. Queda, pues, por definirlo en sus relaciones. Cuestin del insulto y cuestin del desafo. AMARS AL CREADOR. Queda, pues, por definir su esencia popular y cientficamente, y resolver si es el pensamiento y la extensin o un SER-PERSONA. Las espontaneidades sublimes que nos asaltan nos dicen que es un ser persona. La creacin de la libertad es para m la prueba de la libertad divina. La libertad divina es la individualizacin del creador. AMAR A TU PRJIMO. La fraternidad es un principio y un sentimiento. Refugio grandioso contra las penalidades de la vida y contra la indiferencia aterrante. Cmo [90] no amar a su PRJIMO, a su hermano, el que reconoce en s la omnipotencia de la libertad. Mi prjimo es otro yo, es el depositario de la misma espiritualidad por la que soy; luego el enlace, el amor entre la comunidad e identidad

de tan gran esencia es necesario. He aqu el fundamento inexpugnable de la democracia. Los gobiernos deben, pues, generalizar lo que la ciencia presenta claro, sin smbolo; basta de mentiras. sta es la lgica del tiempo y de la revolucin. Fomentar las creencias y formas pasadas es retrogradar. En la POLTICA, aceptemos del mismo modo los principios expuestos y aceptemos las nuevas formas que acarreen la libertad de cultos; es un paso necesario mejor para preparar la nueva sntesis y el nuevo culto. La elevacin a la soberana de todos los individuos, es decir, a la fraternidad de la libertad es el punto definitivo que tenemos. Luego represntese el derecho del pen gan y del ltimo plebeyo. El derecho es uno. Luego no debe haber sino la representacin de su derecho, es decir, de una cmara. El derecho representado, el proletario tendra representado su derecho de saber: la EDUCACIN, o su derecho de tener: la PROPIEDAD. La educacin general se establece a costa de las ricas propiedades que tendran que aumentar el salario del pobre para que pudiera educarse. La Cmara de Senadores representa los intereses conservadores o la aristocracia de propiedad. En el primer caso, procura conservar la organizacin actual, y en el segundo lo mismo. Luego en ambos casos procura conservar la desigualdad. sta es su sentencia de abolicin. La responsabilidad es relativa. La pena es correctiva. Luego, la pena de muerte que no califica la responsabilidad y no corrige es injusta. La pena de muerte es impotente de correccin. La mano del infierno an se ostenta aferrada en esos carros. Pedir su abolicin, es insultar al gobierno que no ha borrado en tanto tiempo esa barbarie y que deja que se oiga ese clamor. Etc., etc., etc. stos son hechos a los cuales la duda no se acerca. Mientras no tengamos soluciones cientficas de los problemas humanos, realicemos los principios eternos de desenvolvimiento que se presentan claros y lgicos al criterio revolucionario. Si el smbolo viejo ha cado, reemplacmoslo con el espritu an sin forma de la filosofa. La verdad va muy adelantada en su carrera, del estado en que nos hallamos. No procuremos alejarnos, dando por carencia de la palabra nueva la palabra vieja. Tengamos dudas, suframos, llevemos el peso de las pocas transitorias, pero no retrogrademos para descansar bajo el monumento que se desploma. Sigamos, lloremos si queris, pero vivamos con el poco de verdad que hayamos alcanzado. No separemos de nosotros al pueblo, ms de lo separado que se encuentra. Eduqumoslo en la teora de la individualidad, del derecho de igualdad y del honor. As se hallar en aptitud de recibir el bautismo de la palabra nueva sin que nos cueste la sangre del mayor nmero, ni los siglos que han tardado las dems creencias para organizar una sociedad. Tengamos un odo atento a las[91] espontaneidades de la naturaleza moral; alcancmoslas en su vuelo misterioso; y traigmoslas al pueblo que ansioso nos espera, para explicrselas

razonadamente. Exaltemos los sentimientos nobles, empujemos a la fantasa para que los formulice y traigamos esas revelaciones ntimas al receptculo de la razn para que les imprima su verdad. Acordmonos siempre, en los momentos de la tribulacin moral, en aquellos momentos en que la indiferencia asoma su satnica sonrisa, de ese poder inmenso que sentimos, de ese poder terrible en su congoja y la conciencia de ese poder nos dir que somos algo. Este algo es la vida, es la revelacin que nos dice que llevamos una carga y que el ser que nos la ha dado, nos glorifica al encomendarnos una obra gigntea. Entonces volvemos a la vida y alzndonos titnicos con el conocimiento de la libertad tempestuosa que encerramos, elevaremos a Dios el himno de la fe del martirio y pasaremos esta vida con la frente erguida rebotando el rayo y con nuestras miradas desafiando la nube que lo lanza. Francisco Bilbao [93]

El manuscrito del diablo por Jos Victorino Lastarria


Artculo publicado originalmente en Revista de Santiago, tomo III, Santiago, 1849, pgs. 295-313. Reeditado en 1855, fue posteriormente incluido en J. V. Lastarria, Miscelnea histrica y literaria (Valparaso, imprenta de la Patria, 1870), tomo III, pgs. 17-49. Las notas de la presente transcripcin corresponden al folleto de 1870.

I ANTECEDENTES Viajbamos de Santiago a Valparaso; la noche era tenebrosa y fra, el silencio de los campos de Casablanca slo era interrumpido por el atronador rodado de nuestro carruaje, que saltando aqu y brincando all, de repente suelta una de sus ruedas, nosotros nos chocamos violentamente y vamos a dar de cabeza y por distintos rumbos en la arena de una pequea corriente. Cuando volvimos del aturdimiento, nos hallamos rodeados de nuestros conductores y de una vieja y otra moza que tenan luces en la mano. El paraje donde habamos cado es aquel que est frente a una capilla que la piedad cristiana ha elevado en una de las explanadas que forman los portezuelos de Vsquez. Al frente del lugar sagrado yace el rancho a que nos condujeron aquellas pobres mujeres. Nos sentamos al amor del fogn, la vela qued a un lado puesta de asiento en el suelo, y los birlocheros comenzaron entre maldiciones y risas la compostura del infame carruaje. A poco andar trabbamos un dilogo con la vieja. -ELLA.- Siempre se quiebran aqu los birlochos, seor, yo no s por qu no componen este paso. -NOSOTROS.- Por falta de ganas, seora, y no por otra causa. -As es, seor, porque plata debe tener una porcin el gobierno. Si roba tanto!

-El gobierno no roba, mujer de Dios. As es, seor, pero una dice lo que oye. -A quin le ha odo usted eso? A todos, y el otro da lo dijo... Las dos mujeres se dieron una mirada de inteligencia y la ms moza exclam: -Ave Mara! [94] -Un caballero, seor, a quien se le quebr el birlocho aqu mismo, y que segn dicen era el Diablo. -Cmo es eso? En qu conocieron que era el Diablo? -Traa anteojos, seor, y andaba todo vestido de mujo. Era alto, muy alto, colorado y rubio; pareca ingls, y esta nia dice que le vio una espuelita en un pie. Aqu se sent en ese mismo banco en que est usted. Estuvo renegando contra el gobierno, mientras le compusieron el birlocho, y luego sali, tirndonos a la ceniza un peso fuerte y dejndose olvidada una bolsa que vimos al otro da. -Conserva usted la bolsa, buena mujer? -S, seor, est arriba del rancho y nadie se atreve a tocarla. -Por qu no la devolvi usted? -No supimos ms de l. Cuando el birlocho sigui su camino, el capataz nos dijo que se iba solo, porque el pasajero se haba acercado a la capilla, y al llegar a Nuestra Seora del Carmen, que est en la puerta pidiendo limosna, revent en llamas de fuego y slo qued el olor a azufre. Nosotras nos pusimos a rezar y al otro da vimos la bolsa, y la tiramos arriba, porque slo tena un envoltorio de papeles. -Pero el peso fuerte lo gastaron ustedes, no es cierto? -S, seor. Venga ac la bolsa. Las mujeres se excusaron de bajarla del techo y nosotros con gran trabajo la alcanzamos. Abrmosla y hallamos adentro infinitos manuscritos, que contenan apuntes de un viajero, y entre ellos los que ahora publicamos sobre Chile. El Diablo, sin duda, haba viajado de incgnito entre nosotros, y como tal se habra ido a su regin; si no es que el mal camino le proporciona ese feliz encuentro con Nuestra Seora del Carmen. Este solo motivo bastara para tener caminos malos. En sus apuntes de viaje por Chile hallamos muy importantes apreciaciones de nuestro estado social y algunos tipos nacionales admirablemente descritos, tales como el Modesto, la Beata, elEnamorado, el Hombre pblico, el Estadista, el Caballero, el Chismoso y otros que sucesivamente iremos publicando. El deseo de no dejar inditas estas extraas producciones nos hace arrostrar el peligro de publicar verdades amargas; pero nuestra buena intencin servir para abonarnos a los ojos de las personas imparciales que se penetren de la importancia del Manuscrito del Diablo. Nosotros no dudamos un momento de que sea el mismo rey de los infiernos, en persona, el que ha escrito las siguientes lneas con tanto calor y veracidad, porque estamos persuadidos de que la verdad ha huido de todo ser que pertenezca a la humanidad. (141) [95]

Luego que nuestro carruaje estuvo listo, nos retiramos del rancho, haciendo lo mismo que el Diablo, no en lo de reventar, sino en lo de dejar a las mujeres otro peso fuerte en recompensa de su hospitalidad. A.E.IO.U (142)

II EL PAS La naturaleza de Chile es esplndida, pero tiene una identidad admirable. Un valle es igual a todos los valles: el mismo aspecto, las mismas corrientes, la misma vegetacin. Basta ver una colina, una montaa, para conocerlas todas. El que busque la variedad o los caprichos de la naturaleza, tiene que mirarla a la luz del crepsculo, del alba o al resplandor del sol en su ocaso: entonces se ven las sombras profundas, los tintes varios y contrapuestos, los caprichosos perfiles de la montaa y la majestad misteriosa de las selvas. Pero el chileno que puede mirar de cerca a su pas en estas horas no ve nada, tiene ojos como todos los hombres y no ve con ellos lo que le rodea; tiene orejas, pero son sordas a los ruidos de la naturaleza; slo las usa para or lo que le interesa; tiene corazn, sin duda, aunque todava no s si se haya hecho alguna autopsia para verificar este hecho; pero debe ser un corazn que no ha de tener otro oficio que el de una bomba colocada al centro del aparato vascular para recibir la sangre de todas las partes del cuerpo del chileno y dirigirla hacia los rganos respiratorios, volverla a recibir y distribuirla por todo el organismo. Lo que prueba que su corazn es un miembro importante y que est destinado a recibir todas las mejoras morales que se le quieren aplicar. Esto no es decir que el chileno de los campos deje de ser racional. Al contrario, he hallado en l muchos sntomas que hacen sospechar su racionalidad: es bondadoso, aunque arisco; humilde y al mismo tiempo suspicaz. Este chileno no ve, pues, la naturaleza de que est rodeado; pero participa de su esencia, porque es montono como ella, perezoso y terco como su medioda, insensible como sus riscos. El habitante de las ciudades es otra cosa: tiene las mismas prendas que el campesino, mas un tantico desfiguradas por el lustre de la sociedad. Su corazn debe desempear otros oficios, que tratar de analizar. se no ve el pas; slo mira las derechas calles de su pueblo, siempre cortadas en ngulos rectos, los uniformes tejados de sus habitaciones, siempre inclinados sobre la cabeza del pasajero, las pesadas carretas que trafican con la majestad y pachorra de una tortuga. [96] El habitante de las ciudades podra cegar sin prdida ninguna a los diez aos de edad; y no s cmo hasta ahora no se les ha ocurrido hacerlo, por no tomarse el trabajo de mirar todos los das de su vida una misma cosa. Creo que si dieran en ello, habra en Chile poetas y hombres de genio, como en todas partes. Lo que es

ahora no pueden tenerlos, porque esa cara de todos los das que ostenta su pas, en el campo y en la ciudad, debe matar la inspiracin y convertir la espiral en lnea recta, el capricho de la fantasa en un discurso recto, y las palpitaciones de la sensibilidad en latidos horizontales y rectos. Yo tambin me he rectificado asombrosamente. Cuando llegu por primera vez a la cuesta de Prado, hice parar el carruaje para saciar mi curiosidad de ver los Andes nevados. La religiosidad del sublime cuadro (143) absorbi todo mi ser: se vea al frente un grupo inmenso de montaas colosales sentadas con majestad en una planicie oscura y dilatada. La aurora enrojeca los perfiles soberbios del cordn, y haca brillar aquella enorme masa de nieves con un resplandor ms vivo que el de la luna, pero ms dulce y suave. Algunas nubecillas distribuidas en celajes de grana y en copos amarillos como el oro daban al paisaje un aspecto encantador. Cuando pas mi arrobamiento, me vino aquella necesidad natural al corazn de comunicar las impresiones agradables. -No ves esa hermosura? -pregunt al postilln que me guiaba. -Cul, seor? -me replic. -Esa cordillera, esos colores... Una risa burlona se desprendi de los labios de mi hombre, que me deca: -Cuando est limpio, seor, se ve siempre lo mismo. -Todos los das? -S, seor, todos los das. -No te gusta a ti? -Qu, eso? La nieve me gusta cuando hace calor, y en helados es muy buena. Ahora que he visto muchas maanas iguales a sa, he comprendido al postilln y le he hallado mucha justicia en su gusto por los helados, que en Chile se hacen muy buenos y en abundancia. Comunicando estas impresiones a un chileno y hacindole notar la insensibilidad de sus paisanos, me dijo con todo el orgullo nacional pintado en su cara que ellos estaban connaturalizados con las bellezas de la naturaleza y que ya no les hacan impresin. Sin embargo, aad, hay maanas que deben despertarlos a ustedes del letargo de la costumbre. -No s -continu l con su candor-, yo no me he fijado, ni nadie se fija aqu en eso. Por esta respuesta creera cualquiera que las bellezas naturales andan botadas en Chile, sin tener quin les haga caso. [97] No es as. Lo que anda botado es la monotona, y cuando la naturaleza prodiga sus bellezas, los chilenos estn durmiendo o van dominados de la pereza que la monotona les comunica. En la ciudad no hay actividad ni hay impresiones que agiten el corazn y lo saquen del imperio que deben ejercer en l esas calles largas, sucias y de aspecto severo: en la campaa no hay variedad y la gente no tiene cultura ni por consiguiente gusto ni sensibilidad. El clima, por otra parte, tan benigno, ejerce en los miembros una influencia apagadora que los pone laxos en verano y entumecidos en

invierno, y obra de tal manera en las funciones del mecanismo animal, que embota el espritu y la sensibilidad. ste es el pas considerado en su acepcin ms general: la campaa, las cordilleras, el cielo, el clima, la ciudad y por consiguiente el hombre. Cuando yo visito un pas no lo separo de sus habitantes. La experiencia nos ha dado a conocer que el hombre no es independiente de la naturaleza que habita: es preciso considerarle al lado del rbol, de las montaas, y dominado por el clima bajo cuyo imperio vegeta. Bajo este aspecto el hombre de Chile, comprendida en su gnero su amable costilla, es bello, sinuoso, entrecortado, como su pas; pero sus sinuosidades y cortes son regulares y siempre idnticos. As como basta ver una corrida de colinas, para conocer las dems que cruzan el pas, basta ver a un chileno para conocerlos a todos. La maana de su vida, como la maana de su regin, es bella y alegre, inocente y apacible; su da es terco, silencioso, adusto, lleno de luz, pero de una luz que no centellea ni se agita, sino que permanece fastidiosamente calmada y severa; su tarde es triste, reconcentrada; y su noche es apagada, solemne y misteriosa. El pas parece en Chile satisfecho de s mismo, porque no convida con su aspecto; los cerros rechazan con sus empinados quiscos, con sus breas sinuosas, con sus rocas de basalto (144) o de granito, escarpadas como una fortificacin: las campias se muestran orgullosas con su vegetacin y aparentan decir risueas que no necesitan de la mano del hombre. As es el chileno: orgulloso, contento con lo que tiene, da a entender a cada paso que no necesita de nadie ni tiene nada que aprender. Sin embargo, los chilenos no se han dejado vencer por el desdn de su naturaleza. En muchas partes han querido dominar el orgullo de sus montaas horadndolas o tajndolas para penetrar en sus entraas y descubrir veneros fecundos de metales preciosos que alimentan la riqueza; en otras han desgajado las selvas; aqu han cruzado por canales de riego vastos terrenos incultos; ms all han poblado de rboles tiles los que son feraces. Pero todo esto lo hacen sin querer aprender de nadie: las minas son agujeros hechos con las reglas que usa el ratn para fabricar sus cuevas; los canales son zanjas que se dirigen a un fin, sin reparar en los medios, porque sirviendo para llevar el agua, no importa que sean inconsistentes [98] o que daen al vecino; los plantos y el cultivo en general estn entregados a la naturaleza, y el hombre no hace ms que dejarla obrar, sin valerse de amaos ni de procederes para ayudarla. Los bosques adonde llega el hacha, se despiden del mundo para siempre, porque el cortador no guarda para otro da ni se acuerda de la generacin que l est formando. Mas, el pas es rico en todo gnero de producciones: tiene metales preciosos, mrmoles, hulla, maderas de construccin, yerbas medicinales y de tinte, cereales, cueros, cuernos y dems productos agrcolas. Puestos estos productos en manos de otro pueblo ms activo, ms emprendedor y menos egosta haran su riqueza y celebridad.

Dejemos el pas, que no he mirado como naturalista, ni como negociante. Vamos a la sociedad, que tiene ms riquezas que explotar en beneficio del que quiera contar cosas nuevas.

III LA SOCIEDAD La sociedad de Chile tiene fondo y superficie como el mar: en el primero estn aconchadas todas las heces de la colonia espaola; en la superficie aparece un barniz a la moderna, que le da un color tornasol e incierto, pero que participa mucho del color francs. Cualquiera que vea a los chilenos vestidos a la europea, con su aspecto serio, sus modales cultos, su oficiosa hospitalidad al extranjero, cree hallarse en un pueblo civilizado y cristiano, como cualquiera otro. As nos imaginamos que viven en armona y en relaciones ntimas las araas, cuando las vemos cruzar sin estorbarse, porque no conocemos la guerra civil en que perpetuamente viven empeadas. Mas es necesario no dejarse alucinar: as como el mayor enemigo que tiene la araa es el individuo de su especie, el chileno no tiene un enemigo ms implacable que el chileno mismo. Cada uno de ellos es enemigo de todos, todos son enemigos de cada uno. Queris conocer (145) la vida y milagros de algunos? Queris saber cules son sus vicios, sus extravos? Acercaos a cualquiera, al mayor de sus amigos, por ejemplo, y quedaris satisfecho. Oh!, don Juan es un guapo mozo, os dicen, tiene dinero, gran talento; pero es muy petardista y embustero; no se fe usted en l: es mi amigo, nos tratamos de muchos aos a esta parte y le conozco demasiado; es hombre peligroso, inmoral y sobre todo muy mala lengua. Qu piensa usted de la seorita tal? Linda, no es cierto?, y muy amable y virtuosa; pero se habla de algunos deslices que ha tenido. Sus amores con fulano fueron pblicos y bien desgraciados por cierto... [99] As hablan el viejo y el joven, la vieja y la nia, pero hay muchos moderados que se limitan a empearos de sospechas con una sola palabra, y luego una reticencia, una sonrisa os explica lo dems y os saca de vuestro embarazo. La envidia es, pues, la primera virtud chilena. Aparece un hombre que se ha hecho rico por sus esfuerzos: los dems se asombran de que haya enriquecido y todos se preguntan cmo ha podido alcanzarlo; se explican sus especulaciones, sumando la ganancia que hizo cuando enga a ste, con lo que le produjo la jugada doble que hizo al otro y con lo que le granje la estafa que hizo al pblico vendindole por ocho lo que costaba dos; hay tanto; lo dems no se sabe cmo ha llegado a sus manos: sin duda ha robado, no se le conoce talento para especular, sino sagacidad para engaar; economa en sus gastos no ha tenido, sino miseria; el resultado de sus clculos no fue obra de su prudencia sino capricho de la fortuna ciega que le favoreci.

Esto no quita, sin embargo, que todos lo rodeen, le saluden, lo mimen y le hostiguen con sus atenciones: l fue ladrn, pero ahora es rico; fue pcaro, pero ahora no tiene necesidad de serlo. Al fin, vence la riqueza; en pblico se le concede talento, generosidad, buen trato, mucha honradez y hasta se le hace Senador. Pero en privado se cuenta su vida tal como la traz la envidia. Los que se honran con su amistad no se empean en defenderle, porque para alcanzar su proteccin o un emprstito a inters moderado, les basta tomar el t con l y hacerle la corte. ste es el triunfo de la honradez laboriosa. El de la honradez protegida por la casualidad es ms difcil y peligroso, porque los chilenos son justos y no quieren dar paso libre en la sociedad a nadie que no haya sufrido la prueba de una iniciacin rigurosa, de un noviciado severo. Os hacis rico por el descubrimiento de una veta metlica. All fue Troya: cien demandas civiles y criminales os esperan en el juzgado. Tenis que pasar primero por el crisol de la justicia, que seguramente no os da lo que os pertenece, porque como ella es distributiva, no renuncia jams su poder de distribuir todas vuestras riquezas entre los que desean participarlas. Sois, pues, ajusticiado por millares de trmites y de sentencias que se aumentan en nmero y en severidad a medida que es mayor la ley de vuestros metales: si ella es pobre, si la vena se extingue, os libris de todo, quedis tranquilo, como el monje que no soport los rigores del noviciado y renunci a su vocacin. Ya veis que en esto hay equidad: no se persigue al que no da motivo. Si logris emanciparos de la justicia o si consegus connaturalizaros con su yugo, afirmndose la veta, sois ya otro hombre; sois Senador, tenis proslitos, ocupis en la aristocracia un rango que habis conquistado palmo a palmo en esa guerra cruda que os hicieron para impediros el triunfo. Vuestros enemigos se conformaron con la tenacidad de vuestra fortuna, pero respetando vuestro puesto, os atacan de otro modo, por lo bajo, con las armas de la calumnia. Si queris salvaros de esta nueva prueba, tenis por fuerza que convertiros en beato, or misa diaria, rezar la va crucis, proteger las instituciones monacales, y sobre todo, [100] tenis que tomar un aire sombro y terco: se es el trmino de la carrera del minero. Al fin tiene un trmino esa carrera, y esto no es poco, porque llegar a ser pelucn, como llaman en el pas a los aristcratas, es ms que alcanzar a lord en Inglaterra. La carrera del literato no tiene trmino. En qu deseis ejercitaros? En el foro, en la poesa, en las ciencias, en el diarismo? Elegid, que siempre obtendris lo mismo. Si no tenis bastante gas para elevaros en la atmsfera, estad seguro de que se rompe vuestro globo antes de levantarse un palmo de la tierra, porque todos vuestros paisanos se aferran de vuestros pies y contienen las amarras para tiraros abajo, para que no partis a vuestro viaje. Su amor por vos no les permite dejaros libre para arriesgar en los aires una vida tan cara, y si ven que la fama se empea en soplar su trompeta a vuestro lado, ellos ahogarn sus voces para que no se lastimen vuestros odos.

Si sois abogado, sois ladrn; tendris elocuencia, pero no sabis leyes; sabris las leyes, pero no sabis hablar; poseis ambos dones, pero no tendris tino tctico para vuestras defensas; mas, de todos modos, sois ladrn, enredoso y algo ms. (146) Si sois poeta, sois digno de compasin. Pobre poeta! O sus versos no son bien medidos o no tienen imaginacin, o es muy custico e insolente, o es tibio y de mal gusto: pero de todos modos, es un pobrecito, calavera si es alegre, pretencioso y necio, si es serio; tonto, si es filsofo; imbcil, si le da por la tristeza. El poeta es un joven sin fundamento, sospechoso, bueno para nada. Se queda siempre as, cuando no abandona los versos por otra ocupacin ms digna del hombre y ms seria, como un empleo en la oficina o en un escritorio, por ejemplo. Si sois hombre de ciencia, sois perdido para la patria. Qu lstima! No tiene ms que teoras, filosofas, utopas irrealizables. No conoce a su pas, no tiene una sola mira practicable... En vano haris prodigios para probar que habis estudiado el pas y que vuestros principios son realizables. Nada, todo eso es intil, dais lstima, todo el mundo se hace desentendido de vuestras pruebas fehacientes. Si instis, os llaman orgulloso, tenaz; si escribs emitiendo vuestras ideas sin disfraz, sois hereje, condenado, muy peligroso. Pueden llegar a confesaros talento, pero para un ministerio no servs, para una intendencia, menos; para la magistratura, peor; para Diputado? Eso sera arruinar al pas y exponerse a no hacer algo de provecho. Tenis que encerraros en vuestras ciencias, para conversar con ellas y nada ms, para comer ciencias, para beber ciencias, para vestir ciencias y marcharos con ellas al sepulcro. Nunca llegis a ser pelucn, ste no es el camino: al contrario, por l se va a las antpodas. [101] Haceos diarista. Estis loco? Oh! Eso es ponerse por s mismo en el potro; queris ser mrtir? Enhorabuena, sedlo. El diarista tiene por enemigo a todos sus lectores, en primera fila, y en segunda, a todos los que tienen la noticia de sus talentos y de su ocupacin, y en tercera, a todos los que no saben nada, ni leer siquiera, es decir, a todos los habitantes y estantes en el pas. El diarista es siempre hereje para las beatas, cismtico para el clero, doble y sin principios para los abonados al diario, hombre de poco peso e indigno de confianza para los aristcratas. El artculo que gusta a los unos este da, horripila (147) a los dems, y el que halaga a stos maana, da nuseas a los primeros. El nico modo de agradar siempre que tiene un diarista, es el hacerse calumniador y manejar bien la injuria. No tratis principios, no os acordis de cuestin ninguna; insultad a vuestros enemigos, ultrajadlos, calumniadlos como queris. Entonces los que os leen lamentan el extravo de la prensa, pero celebran con todo su corazn vuestras gracias; desean que se acabe esa excitacin que provocis, pero os auxilian con la suscripcin. Estis bien, tenis muchos celebradores, un pblico entero que os aplaude porque sasiis la envidia que lo carcome; pero no contis hacer mucho. Cuando dejis vuestra ctedra de difamacin, os despreciarn, y nunca os darn un lugar en el Senado. Cuando ms, seris empleado en aduanas o en una intendencia. Pero en todo esto es slo la envidia quien ataja su vuelo a la inteligencia y quien se opone a su triunfo.

La envidia se convierte en egosmo, si se trata de medrar de cualquier modo. Haceos comerciante y veris. El comercio tiene por objeto la ganancia: el modo de obtenerla poco importa. La buena fe es la base de las especulaciones, porque de otro modo no hay crdito, pero la buena fe del comerciante consiste en pagar bien y exactamente. Proporcionaos fondos para pagar y ya estis a cubierto de todo: sois hombre de crdito, aunque para conseguir esos fondos hayis estafado a medio mundo. Lo que interesa es que no se descubra la deformidad de la estafa. Tales son los principios de moralidad del comercio. Si sois comerciante por menor, sois tambin vctima de esa moralidad: vos estis obligado a ser buen cristiano, buen pagador, pero no as vuestros protectores. Los comerciantes de Valparaso son los protectores de todo el comercio por menor de la repblica. Ellos, por lo general, son consignatarios de casas extranjeras; reciben los efectos para venderlos con alguna ganancia sobre el precio de factura, ganancia que no se les exige rigurosamente por los dueos, que se fan siempre en la buena fe de tales comisionados; de suerte que si stos no pueden vender siquiera salvando el capital, aqullos se contentan con el resultado. Qu hacen los consignatarios? Se aprovechan de la pobreza de los comerciantes por menor para venderles a plazo: ya es una costumbre la venta a plazo. Al contado no se realiza ninguna. Vendiendo a plazo, el consignatario tiene motivo para dar por treinta lo que cuesta diez; el [102] comprador que calcula poder ganar uno ms en el menudeo, compra, pues, por treinta para vender a treinta y uno, firma su pagar a seis meses, imponindose la obligacin de abonar el uno por ciento de inters por todo el tiempo que pase de los seis meses, y se va contento. Regularmente, no puede realizar en los seis meses, y de todos modos, el uno sobre el treinta que saca de ganancia no le alcanza para cubrir sus gastos personales siquiera; no puede pagar y comienza a entregar sumas a cuenta, abonando el uno por ciento sobre lo que queda debiendo; el consignatario va recibiendo, y va, por supuesto, aumentando con el inters el cincuenta por ciento de ganancia que sac de la venta. El comerciante por menor no puede sufrir por mucho tiempo haciendo (148) este negocio, cuyas ganancias son para sus protectores, sin que le dejen algo para su comodidad. Si es bribn, procura retirar algunos provechos y quiebra; si es honrado, cruza los brazos humildemente, se limpia los bolsillos y tambin quiebra. Los tribunales reciben todos los das estas representaciones de fallidos y forman sus concursos. Pero el consignatario padece? No lo creis: si padeciera con este modo de girar, no vendera al fiado, vendera al contado, y en tal caso, tendra que remesar a su consignante el valor de los efectos consignados. Vende, pues, al fiado, y avisa al consignante la operacin dicindole que le remitir su capital cuando realice. El comprador le paga todo o parte del precio de su compra, el consignatario recibe, pero no ha realizado todava, porque los efectos consignados estn repartidos entre muchos compradores. Sigue recibiendo de otros de ellos ya el precio ntegro de la venta, ya una parte de l, ya los intereses que le abonan los que se han tardado; pero todava no realiza, hasta que todos le paguen sin quedar uno, sin escaparse los que

han quebrado. Mientras tanto l est aprovechando los capitales en numerario que va recibiendo, porque con ellos especula del modo que le den ms ganancia. Qu importa que algunos de sus deudores no le paguen puntualmente? Qu importa que otros quiebren? El valor de la consignacin que recibi es de cien mil pesos, en la venta que l hizo y en los intereses que usur ha sacado un sesenta por ciento de ganancia; en el uso que hizo del dinero que fue recaudando ha sacado otro tanto. Rebajad cunto queris, lo cierto es que con quiebras, averas y dems desgracias, l no ha dejado de sacar en todo menos de un cincuenta por ciento de ganancia para s: a su consignante le abona una ganancia moderada al estilo de Europa y le cobra su siete y medio de comisin, aun sobre lo que se perdi. Y no es raro, sino muy frecuente, que los consignantes reciban cuentas en lugar de dinero u otros retornos, y aun, que salgan alcanzados en algunos picos. Aqu tenis la carrera del que se aplica al comercio por menor de aquel pas. Para qu os he de hablar del pequeo capitalista que se aplica a la agricultura; para qu del artesano, del menestral y de otros infinitos que se aplican, como ellos dicen, a buscar la vida; todos; todos son vctimas del egosmo; all sucede al [103] pie de la letra aquello de que el pez grande se come al chico. El comerciante de diez protege al de cinco, para hacerle servir a su inters, para darle una ocupacin honrosa -la de expender sus efectos a trueque de ganar comida-. l, a su vez, sufre lo mismo del comerciante de veinte, ste del que est ms (149) arriba, y as, hasta llegar a los protectores natos del comercio, que son los extranjeros europeos y americanos. El poseedor de un fundo lo arrienda por lo que produce, para que aquel que por necesidad se lo toma en arriendo trabaje para pagar la renta y saque cuando ms para subsistir. El que da dinero a inters exige siempre lo que produce su capital, aplicado a cualquier negocio y algo ms; lo que l desea es que otro le trabaje su dinero y le pague puntualmente sus productos. El comerciante que vende las primeras materias de las artes y oficios usados en el pas, tambin vende al fiado y protege, a su vez, a los artesanos, dndoles un objeto sobre que ejerzan su industria, aunque no coman. l tiene razn, porque as lo hacen con l sus protectores, o porque no puede de otro modo sacar el inters de su capital. Todos ansan por trabajo, todos piden proteccin, todos se protegen mutuamente en esta forma, y el primer protector de todos es el gobierno, con la diferencia que no protege para ganar, sino para que ganen los ms poderosos a costa de los ms flacos. Protege a los comerciantes extranjeros, dndoles todas las facilidades posibles, para que ellos hagan su proteccin con los comerciantes por menor; protege a los ricos mineros, a los acaudalados agricultores, dndoles influencia en los negocios, hacindoles senadores para que ellos contribuyan en cuanto est de su parte a mantener este estado de cosas, que tantos provechos les reporta. As, el gobierno, que debiera ser el azote del egosmo, es el primero en protegerlo; y no puede menos, porque el gobierno se compone de chilenos, y sera muy raro hallar uno que no tuviera las virtudes de sus paisanos. Esto es lo que pasa en las esferas elevadas de la sociedad. Descendamos un grado ms.

Haca poco tiempo que yo me hallaba viajando por los pueblos del sur de Chile. Estaba encantado con aquel aspecto apacible de los habitantes, con aquella quietud y reposo en que pasan la vida; pero no hallaba cmo conciliar su afabilidad con el aislamiento en que viven las familias unas de otras. Por qu no se renen, por qu no se buscan para alegrar las pesadas horas de la noche, para suplir la falta de diversiones pblicas? Tal era la pregunta que diriga a mis conocidos. Todos me respondan una misma cosa: hay enemistades, me decan, hay siempre muchas rencillas en un pueblo corto como ste. Fuime aplicando a estudiar este hecho, y hall, en efecto, que era una verdad. Los villanos en Chile viven como los caribes, hacindose la guerra: hay odios antiguos, que pasan de generacin en generacin, como los de Montescos y Capuletos; los celos, las rivalidades, las venganzas de los caballeros de la Edad Media, estn conservados all con toda religiosidad. Yo reflexionaba cun propia [104] es esta costumbre de los pueblos atrasados, vea cunta analoga tiene con la de los araucanos y otros pueblos brbaros, que, sumidos en la ociosidad y en la ignorancia, gustan de alimentar en perpetua actividad sus pasiones mezquinas, porque es lo nico que los distrae del tedio de su inactividad. Cuando no hacen la guerra al extrao, estn hacindosela entre s los miembros de una tribu, para matar el rato, para alimentar el fuego de la vida. Por eso me consolaba con la esperanza de que este mal se ira extinguiendo a medida que creciera la poblacin: en las ciudades ms importantes de Chile, me deca yo, no habr estas discordias. Petardo! Lo mismo es en todas, y Santiago es la que da el ejemplo. La desgracia no est slo en la falta de actividad, en la falta de ocupacin, en lo limitado de las relaciones, cuanto en el carcter nacional: todos son villanos, porque todos son egostas y envidiosos, as es que en dondequiera que he parado, he hallado Montescos y Capuletos. La sociedad est dividida en crculos, algunos de ellos tan estrechos, que se componen exclusivamente de los miembros de una sola familia. Hay otros ms extensos, que han ido conquistando afiliados, por la comunidad de intereses, de instintos o de ideas. Los del crculo A hacen la guerra a los del crculo B, los de ste a los del crculo C, y as, hasta concluir; la guerra vuelve de los ltimos a los primeros, los del crculo C la hacen a los del crculo B y stos a los del crculo A; y por fin, la guerra est en todas partes, porque cada crculo la hace a todos y todos a cada uno, y aun se enciende entre los miembros de un mismo crculo. Aqu las decepciones, las traiciones, las alianzas, las treguas y lo dems que es propio de las hostilidades; pero sin observar nunca los preceptos del derecho internacional. Las armas empleadas son la calumnia y el chisme, y es admirable la destreza que en su manejo han adquirido aquellas gentes. Todos se calumnian y se entretienen en ello; no hay vicio, no hay defecto que no tenga el enemigo, y si aparece alguno cuyo talento o cuya virtud no puede negarse, los adversarios hallan luego el reverso de la medalla; y si est en blanco, esculpen en l lo contrario del talento o de la virtud que le distingue: el ilustrado, por ejemplo, es de mal carcter, horribles intenciones, un

mulato por lo menos; el virtuoso, es un hipcrita, se le han descubierto crmenes horrendos. Ms o menos todo esto pasa como moneda corriente: hay costumbre de fiarse en la conciencia para despreciar esas calumnias; pero lo que no se desprecia nunca, lo que labra hondamente el amor propio, es la imputacin de plebeyo, sobre todo en los pueblos de provincias. Nadie es mulato ni mestizo, todos son de raza espaola pura, y es curioso ver cmo arreglan sus genealogas para mostrarse descendientes genuinos de caballeros. Como la calumnia no es arma arrojadiza, sino un vientecillo, en sentir de Beaumarchais, necesita tener quien la ayude (150) y le d direccin. As es que el [105] papel del transportador de calumnias, el del chismoso, es un papel interesante en la sociedad de Chile. Sin embargo, de que lo desempean ciertos seres ambiguos, que tienen cabida en diversos crculos, en Chile todos chismean. Unos por oficio, otros por beneficio: stos de buena fe, aquellos por malignidad; tales por costumbre, esos otros porque no tienen qu hacer. Un amigo le cuenta a usted, sin nimo de ofender, lo que han dicho contra la conducta de usted; y si falta un amigo, se lo repite a usted una seorita con todo su candor en los labios; y si usted no tiene amigos ni amigas, encuentra usted a cada paso chismosos que gastan la oficiosidad de decrselo, o cndidos que se lo dicen, sin saber cmo. El chisme est all en el carcter nacional, o mejor dicho, en la naturaleza orgnica del chileno: los nios se cambian chismes con inocencia, las mujeres por distraccin, los hombres por negocio, los polticos por conveniencia, los comerciantes por ganancias, los beatos por religiosidad y hasta los altos funcionarios, quienes chismean por diplomacia o por hacer el bien del pas. El chisme es un elemento que mantiene el fuego sagrado en el corazn. Sin el chisme, la vida del chileno sera tan inspida como la de una monja; tan fastidiosa, tan llena de tedio como la de un encarcelado en prisin solitaria: no hallaran qu hacerse, no tendran qu conversar, no sabran emplear sus horas. Lo ms curioso es que ellos no saben que son chismosos, y cada cual afecta horror a las rencillas, pero en eso tienen razn, porque la mayor parte chismea sin saberlo. Slo tienen en cuenta que han hecho mal, cuando el chisme ha provocado algunas explicaciones entre el ofensor y el ofendido. Explicaciones! Qu raras son! Basta la conciencia tranquila para no darse por ofendido. Qu me importa, tengo mi conciencia limpia! He aqu la frase con que el chileno rechaza las calumnias ms espantosas, las injurias ms atroces. Pero cuando se hacen necesarias las explicaciones, es cuando se muestra el carcter nacional en todo su esplendor. La manera ms usual de explicarse consiste en conversar con el ofensor, dndole satisfacciones a fin de que l no ponga excusa en decir: Yo me crea ofendido y por eso habl de usted, pero ya que usted me asegura que no me ha ofendido, le declaro a usted que yo tampoco he tenido el nimo de ofenderle. Esta declaracin deja allanadas todas las dificultades, pero no impide que ofensor y ofendido sigan aborrecindose y calumnindose a mansalva.

Otra manera de explicarse, puesta en uso entre la gente de tono, consiste en que el ofendido, pese a sus fuerzas y hallndolas bastantes, espere a su ofensor en un punto y le d bofetadas o le escupa, aunque le sorprenda. Si el caso no tuvo testigos, queda concluido: pero si los tuvo, pasa a terminar en explicaciones verbales. Una u otra vez (151) suele proponerse un duelo, que no cuesta poco arreglar; pero una vez ajustadas las condiciones, es del dominio del pblico, y por consiguiente de la polica, que no se hace rastra para impedirlo. La historia de Chile no [106] conserva noticias de ningn duelo ocurrido entre la clase acomodada de aquel hermoso pas. La plebe lo usa con frecuencia, y por eso hay entre ella menos calumnias y menos chismes, menos injurias y ms lealtad, ms franqueza. Tales son los caracteres ms prominentes de esta sociedad. Como ellos bastan para perder a un pueblo, no tengo necesidad de fijarme en otra multitud de accidentes que podra anotar, si fuera preciso que yo procurase proclamar la solemne profeca que hago sobre que una sociedad semejante se arruinar luego. Esta sociedad no puede regenerarse, porque no tiene ni elementos, ni capacidad, ni conciencia para hacer su reforma. El nico trmino que va a tocar es el de ser reemplazada por el verdadero pueblo americano, ese pueblo numeroso que crece y se educa por su propia virtud al lado de aquella primera clase corrompida, caduca y dbil. El pueblo se compone en Amrica, y por supuesto en Chile, de toda la gente que no blasona un origen espaol, de todos los que no tienen otro ttulo que alegar que su trabajo personal, y que, por tanto, estn excluidos de los crculos del gobierno, de los empleos pblicos y de los estrados de cualquier persona decente. sta es la verdadera clasificacin: personasdecentes y no decentes. Las primeras forman la sociedad que ha de arruinarse por sus vicios; los indecentes estn destinados a apoderarse de todos y a ocuparlo todo. ste es el hecho que se est produciendo en Buenos Aires, y que despus dar brillantes resultados. Tal es el hecho que Chile y las dems repblicas americanas deben prepararlo en lugar de temerlo. Si le facilitan su curso, la regeneracin viene sin estrpito; si lo resisten o embarazan, la revolucin y la ruina son inevitables. En Chile lo resisten, porque hay una verdadera aristocracia organizada con todos sus elementos: Chile est, por consiguiente, ms prximo a su ruina que cualquiera otro Estado americano. (152) En el Brasil, as como en la Amrica espaola, domina la preocupacin de hidalgua, que divide a la sociedad en dos clases: caballeros y mestizos, los cuales toman diversas denominaciones en cada pas. Pero en todas partes hay un roce ntimo entre ambas clases, de modo que hay un punto en que se confunden y se hermanan: en el Brasil, no encuentra el hombre libre obstculo que le detenga, porque si es inteligente, le da la mano el Emperador para levantarle o el pueblo le eleva por medio de una eleccin o la industria le abre cien caminos a la prosperidad. En el resto de la Amrica, sucede ms o menos otro tanto, y cada da se borra ms definitivamente la lnea que separa a las dos clases. En Chile es otra cosa: hay una clase privilegiada, cuyo privilegio no est en la ley ni en los derechos de que goza, sino en el hecho, en la costumbre. Aunque en esta

clase no se hace mucho alarde de la nobleza de familia, el sentimiento de hidalgua est en todos los corazones y autoriza en unos el desprecio y en otros la superioridad con que miran a todo el que no pertenece a una familia hidalga o [107] no lleva un nombre antiguo o conocido. Otro elemento que sirve de apoyo a esta superioridad es la riqueza: todos los antiguos nobles y caballeros del pas son todava los grandes propietarios, (153) y como tales se han arrogado el derecho de entender o de influir en los negocios pblicos, porque alegan que ellos son los nicos que tienen qu perder, los nicos que arriesgan en cualquier trastorno. El gobierno busca en ellos su principal apoyo, oye su consejo, sigue sus inspiraciones, y mantiene as la superioridad que se arrogan sobre el pueblo, sobre la gran mayora que se compone de pobres y de gentes de familia desconocida. Al lado de esta influencia constantemente sostenida, tiene la aristocracia chilena las relaciones que su riqueza y esa misma influencia le procuran, no siendo lo menos importante de esas relaciones la que mantiene con el clero. La educacin de sus vstagos la va fortificando, y su predominio, en fin, est ya sancionado y defendido por todo el prestigio de que tales circunstancias la revisten. Esta aristocracia no tiene, como la inglesa, una base liberal, que se vaya (154) ensanchando y admitiendo mayor nmero de individuos, a medida que el desarrollo de la sociedad hace surgir a la superficie nuevas capacidades. Bien al contrario, ella es demasiado celosa de sus fueros y no admite en sus filas sino a los que tienen los caracteres que forman su distintivo. Un gran talento, una vasta instruccin, una ingente riqueza, una virtud extraordinaria no bastan para llegar a merecer la confianza de la primera clase ni colocan al hombre entre los aristcratas. Un espritu restrictivo y apocado, mucha santimonia, un apego ciego (155) a todo lo que es retrgrado y horror a las reformas, hipocresa, disimulo son las virtudes del hombre de orden, denominacin con la cual se ha honrado y disfrazado el partido retrgrado. Si a ellas se agrega la nobleza de sangre o alguna riqueza, o tal cual inteligencia, el hombre de orden tiene todos los ttulos necesarios para ser aristcrata y enrolarse en la primera clase, como miembro nato. Pero el aristcrata, el hombre rico o de talento que en la administracin, en la prensa o en la conservacin familiar se muestra reformista, franco, liberal, se lo pierde todo: no inspira confianza, es un calavera, hasta un hereje, segn las circunstancias, y es borrado del libro de oro en que sus antecedentes le haban colocado. (156) Sin embargo, esta clase privilegiada pone en accin todos los medios sociales en cuanto le convienen a su defensa y conservacin: arrogndose la tutela del pueblo, manifiesta desear mucho su progreso, pero no hace jams por l todo lo que desea. Posesionada como est del gobierno, muestra propender al engrandecimiento y respetabilidad de la nacin, pero cifra el engrandecimiento en el orden, y hace consistir el orden en conservar todo lo que existe, en no reformar y [108] en no admitir nada de nuevo ni en ideas, ni en administracin, ni en poltica, ni en personas. Mas como esta aristocracia rechaza el nombre que le conviene de retrgrada, y prefiere llamarse conservadora,justifica su denominacin aparentando que quiere reformas, con tal que no se destruya lo existente: su modo de reformar

consiste, pues, en remendar, en refaccionar; as es que Chile en poder de esas gentes es una casa vieja y ruinosa con puntales por aqu, alzaprimas por all, paredes remendadas y agobiadas de promontorios por ac, y goteras por todas partes. Dividida as la sociedad en dos clases, una que todo lo puede y lo goza todo, y otra que nada vale, preciso es todava considerarla dominada por el clero ante el cual desaparece la diferencia de aquellas. El clero, extendiendo un brazo protector al pueblo, se intima con l, y prestando al mismo tiempo su apoyo a la aristocracia, hace de ella su mejor defensor. El clero podra hacerse soberano de este pas en un momento; pero como limita su ambicin al dominio espiritual, est contento con ser el dueo de las conciencias de todos. El clero es ms respetado en Chile que el gobierno: un ministro, un magistrado, un general pasan inapercibidos por entre la muchedumbre, pero un padre o un clrigo va dejando rastro por dondequiera que pase, porque todo el mundo se descubre. Cuando se habla del Presidente de la Repblica o de otro alto funcionario, no se le da tratamiento alguno; pero no se nombra a un Obispo, sin decir el seor Obispo, ni se nombra a un clrigo sin anteponer un tratamiento respetuoso. En todas las circunstancias de la vida se advierte esta superioridad del clero en el nimo de los chilenos sobre la autoridad civil, y la ms ligera observacin convence de que esa superioridad no es de frmula, sino tan real y efectiva, que podra mirarse al clero como el verdadero seor de la nacin. La sociedad en Chile es, pues, eminentemente monacal, y en los das destinados al culto puede confundrsele con una comunidad religiosa. El clero, por otra parte, ofrece al pueblo la nica carrera brillante a que le permite llegar la aristocracia: un hombre del pueblo con talento mediocre puede llegar a merecer en esta carrera las consideraciones que no alcanzara en cualquier otra con un talento sublime. Quizs el clero podra salvar a esta sociedad, regenerando y alzando al pueblo, si a sus reconocidas virtudes evanglicas agregase ms virtudes cvicas que las que practica. El clero catlico en Chile hace catlico al pueblo; si fuera monarquista, establecera fcilmente la monarqua; siendo republicano lo hara tambin republicano. (157) [111]

Asociacin popular
Artculo publicado en El Amigo del Pueblo, Santiago, 10 de mayo de 1850.

Volvemos a tratar de los intereses del pueblo, nico objeto de nuestro diario. En cada da que pasa se fortalece en nosotros la idea de la necesidad de asociacin que debe existir entre la clase obrera. Hemos tenido lugar de conocer a punto fijo la actual situacin de esa clase numerosa de nuestra sociedad, y este conocimiento nos ha revelado la inteligencia,

la honradez y el patriotismo de esos ciudadanos que slo necesitan un impulso para surgir, formando la fraccin ms importante de la Repblica. De quince aos a esta parte, la clase obrera ha ido mejorndose da a da; y este adelanto gradual no ha sido en ninguna manera debido al empeo de los gobiernos, sino al impulso que por s misma se ha dado la clase obrera en el camino del adelanto y de la moralidad. Este espontneo adelanto de esa clase tan poco atendida por el poder, nos prueba la necesidad de procurarle mayores medios de instruccin y ms estmulos. Antes de ahora hemos considerado a la asociacin como una medida que contribuira eficazmente al desarrollo del obrero, y mientras ms tratamos a los individuos de esa clase numerosa ms nos afirmamos en esta opinin. La asociacin, teniendo un objeto saludable, como el de instruirse en comn, produce la moralidad, porque nadie desea aparecer ante sus iguales, cuando les anima un buen fin, con el carcter de vicioso o como criminal; adems la armona desarrollada entre las personas que tienen costumbre de verse reunidas, de expresar sus sentimientos y de discutir para simpatizar con los sentimientos ajenos, es un lazo de fraternidad que endulza el carcter de los hombres inspirndoles sentimientos de bienestar comn y acostumbrndolos a separarse del pensamiento egosta de s mismo, para interesarse por el bien de aquellos con quienes se rene y cuya causa es comn. Nosotros que tenemos la conciencia de las inmensas ventajas que resultaran al pueblo de la asociacin, la predicamos y la predicaremos siempre: Para que el pueblo conozca uno de los medios ms influyentes en su educacin, en su robustez y en su moralidad. Y para que el gobierno respete la libertad de asociacin, sin que, con el pretexto de la alarma, la ahogue y la anule apenas comienza a desarrollarse. [112] Parecer extrao que pidamos libertad para la asociacin popular, cuando la Constitucin concede ese derecho; pero cuando as obramos, es porque sabemos prcticamente que el artculo constitucional est nicamente escrito en las pginas del cdigo fundamental, sin que en el hecho exista la libertad que pedimos. No habr un solo obrero, no habr un hombre del pueblo que pueda decir: tenemos libertad para asociarnos, sin que la polica intervenga en nuestras reuniones. Es extremadamente escandaloso el abuso tirnico establecido respecto a las reuniones de obreros. Cada vez que el artesano se rene, puede tener la seguridad de ser sorprendido y vejado por algn agente de polica. Sin ninguna consideracin, con una monstruosa arbitrariedad se viola el hogar domstico del obrero apenas sospecha la polica que hay all una reunin de personas. An es ms horroroso el atentado: est prcticamente establecido por la polica que la ASOCIACIN ES UN CRIMEN en el obrero; y sucede siempre que artesanos honrados, dignos y laboriosos sufren la vergenza y la incomodidad de una noche en la casa de serenos, por el crimen de haberse reunido a distraer su fatigas con la msica o con la conversacin.

Y dgase despus de esto que en Chile no hay una espantosa tirana que pesa sobre la clase pobre! Est, pues, establecido que el pobre no tiene derecho para reunirse en crculo de amigos, si no va a efectuar esas reuniones en los arrabales de la ciudad: y como si el pobre no pagase la habitacin que ocupa en el centro de la poblacin, se le castiga cuando se entrega a sus desahogos de alegra; y se le castiga tal vez porque no turbe la paz del rico propietario. He aqu la libertad que se pregona; he aqu el gobierno que se llama republicano. Se cuida del bienestar del poderoso, que no necesita de cuidados ajenos, y se olvida o se hostiliza la existencia del pobre, cuya mejora debiera ser el primer cuidado de todo gobierno. Pedimos a ese gobierno indolente ms empeo por la suerte de los obreros, menos trabas a la vida de esos ciudadanos. Es de temer que la exasperacin se ampare de aquellos a quienes ni la libertad de asociarse se les deja, y entonces; cuntos males lloraramos por la culpa de algunos egostas y poderosos! Dsele al artesano la misma libertad que tiene el poderoso, protjase ms su educacin; y con un pueblo tan inteligente como el nuestro, veremos crecer a la repblica, esplendorosa y digna. [113]

Necesidades de la clase pobre a que debe atender el Intendente de Santiago


Artculo aparecido en El Amigo del Pueblo, Santiago, 15 de mayo de 1850.

Un nuevo Intendente en Santiago, es para el pueblo un motivo de esperanzas. Hasta ahora casi ninguno de esos mandatarios se ha consagrado en esta poblacin al adelanto de los intereses de la clase necesitada. El intendente de Santiago ha dependido siempre del poder, como depende el esclavo de las rdenes del asno; y consecuencia de esto ha sido la contraccin que dichos funcionarios han consagrado al servicio del gobierno y de los poderosos, y el olvido con que han desatendido las necesidades que sufre el pueblo. Quisiramos, al ver un nuevo mandatario en la intendencia de esta capital, inspirarle sentimientos de dignidad como hombre y como funcionario pblico; sentimientos que lo alejasen de esa servil adhesin con que hasta ahora se han dejado mover segn el capricho del Presidente de la Repblica o de sus ministros. Qu medida de inters general, qu obra popular y benfica puede emprender un intendente de Santiago si para todo ha de sujetarse a la decisin del poder? Si algo

quiere hacer en favor del bienestar del obrero, encuentra el estorbo tenaz con que siempre se opone al adelanto del pobre, el inters egosta del rico. Necesita, pues, el mandatario que echa sobre su hombros la carga incmoda de la intendencia de esta capital llevar a su empleo pensamientos favorables a la comodidad del pobre, independencia para resistir las rdenes caprichosas del poder y las reclamaciones injustas de los poderosos, buenas maneras y popularidad, para tratar sin aspereza al infeliz que tiene la desgracia de caer en manos de la desptica polica. Un campo extenso tiene delante de s el intendente de Santiago que desee atraerse las bendiciones de la clase pobre, para trabajar en favor de su bienestar. Los altos funcionarios pblicos, los poderosos y toda esa clase elevada que pudiera influir en bien del pueblo, desconoce absolutamente los sufrimientos de que ste es la vctima, y por consiguiente se cuida bien poco de entrar en la averiguacin que pudiera darle el conocimiento de esos males. La inmundicia que asedia los arrabales de la ciudad y que suele desbordarse sobre las mejores calles de la poblacin, es uno de los horribles males que gravan sobre el pobre. Casi todas esas pequeas rancheras que rodean a Santiago estn sentadas sobre un terreno barroso y cubierto de basuras, que hacen pestilente y nocivo el aire de esos lugares. [114] Si la polica cuidase de esos barrios, como cuida de aquellos en donde tienen sus habitaciones las gentes acomodadas, no habra continuamente esos lodazales formados en el invierno y extinguidos con los soles de verano, derramando por todas partes sus inmundas miasmas. En todos los alrededores de esta ciudad muere mensualmente un crecido nmero de nios; y es sta la consecuencia necesaria del aire pesado e infecto que respiran, aire que daa sus pulmones dbiles desde el momento en que nacen. No es menos cierto tambin que la mayor parte de las enfermedades sufridas por la clase pobre tienen su principio en esa atmsfera corrompida, o por lo menos se desarrollan o se hacen peligrosas con ella. Un pobre vive en una miserable habitacin que cuando ms mide cuatro varas cuadradas: en este corto espacio de terreno, duermen regularmente de tres hasta seis individuos; all, en la estacin lluviosa, tienen necesidad de encender el fuego en que se han de cocer sus alimentos; y puede considerarse, cul ser la composicin del aire encerrado en esas miserables habitaciones, cuando el cieno y la inmundicia los rodea por fuera. Obra de inmensas ventajas para la clase pobre sera el que la polica se ocupase en el aseo de esas poblaciones de trabajadores. El intendente de Santiago deber atender con preferencia a esa necesidad que reclama la humanidad, y que exige la conservacin de la poblacin ms til de esta ciudad. Mientras los lodazales sitien las habitaciones del pobre y le impidan el trfico; mientras carezca en sus miserias hasta del aire puro que da a todos los hombres la

naturaleza, no dejaremos de acusar a los hombres del poder que miran con tanta indolencia circunstancias de que pende la salud de todo un pueblo. Con mucha facilidad podra la polica de esta capital atender al aseo de los barrios pobres. Por qu no ha de haber all carretones ocupados en recoger las basuras, y empleados con destino de evitar los barriales del invierno? Lo que decimos respecto a los alrededores de la ciudad lo podramos aplicar exactamente a muchas de las calles de Santiago: tambin aqu se presenta el desaseo bajo su ms repugnante figura, tambin el aire de estas calles de ciudad se levanta de cien depsitos de cieno y de basuras y se introduce as a las reducidas e incmodas habitaciones de los obreros. Los barrios en donde vive la clase rica gozan del privilegio del aseo, sin atenderse a que los pobres no tienen grandes edificios, ni patios extensos en donde huir de las ftidas exhalaciones que produce el desaseo. Gstanse no despreciables sumas de dinero en mantener una polica indolente, perezosa y de todo punto inservible; y esta suma, gastada por ahora en balde, pudiera servir para comenzar a evitar los males que lamentamos. Pudiera haber una polica mejor servida y tal vez ms econmica, sin que sirviese nicamente para mantener e inspirar al pueblo el odio ms profundo contra la autoridad. Hemos consagrado estas lneas a la sola circunstancia de ese desaseo que mata, que consume a la poblacin de Santiago que menos comodidades tiene para vivir. [115] Cien otros motivos de desesperacin tiene la clase pobre, que la afianzan en la funesta idea de que los ricos la odian y la utilizan. Deber es de los mandatarios destruir con hechos esos sentimientos que viven ocultos en el corazn del pueblo. Deber es de ellos probar a esa clase numerosa que sus necesidades son atendidas a la par que las de los acaudalados. Volveremos a la consideracin de esta materia, apuntando los diferentes males que pesan sobre la poblacin miserable, cuyo remedio puede nacer del jefe de la provincia. [117]

Poltica y cuestin social


(158)

Editorial de El Progreso, Santiago, 18 de octubre de 1850.

I La Tribuna ha credo servir los intereses del partido que representa, haciendo el relato de los servicios que supone hechos por el gobierno a la clase obrera. Feliz aberracin sa, mediante la cual vemos descienden los rganos del poder de las

generalidades vulgares al terreno de los hechos; campo donde la victoria quedar siempre por la verdad. Ayer dimos principio a un trabajo de paciente anlisis con la esperanza de confirmar las aseveraciones del orador popular. Vamos a continuarlo.

II El gobierno, dice la Tribuna, ha establecido escuelas para las artes y los oficios en escala tan vasta, y bajo bases tan adelantadas que slo en las capitales del viejo mundo pueden haber establecimientos de la misma clase que les rivalicen. Es verdad, el ministerio de septiembre fund la Escuela de Artes y Oficios. Usando la Tribuna el plural al hablar de ese establecimiento falsea los hechos, es una sola la Escuela de Artes y Oficios, y tal vez fue uno de los pecados cometidos por aquellos ministros para que los hombres serios del Partido Conservador les hicieran oposicin por medio del Corsario. Decimos por medio del Corsario, porque esto es lo que a nuestros ojos hace reprobable el proceder. Hacerles una oposicin decente nos habra parecido digno y natural, puesto que el ministerio de septiembre procuraba separarse abiertamente de la marcha seguida por ellos. Los ciudadanos de probidad y de patriotismo deben pronunciarse lealmente contra todos los ministerios que no marchan por la va que ellos creen buena y segura. Pero, cul podr ser la importancia de los servicios que a los desheredados prestar la Escuela de Artes y Oficios? [118] Educar perfectamente algunos industriales que a su turno formarn otros en los talleres. Ser considerable el nmero? No, porque el trabajo escasea. Materializaremos la idea con ejemplos. Escasea el trabajo porque las primeras materias de que se vale el ebanista, la caoba, la jacarand, los resortes, los enchapados, los barnices, los gneros para tapices se encuentran gravados con fuertes derechos. Escasea el trabajo en las imprentas, porque el papel y la tinta que usan la reciben gravada con el veinticinco por ciento de derechos, mientras que el papel impreso en el extranjero se importa libremente. Si las imprentas de Chile que han llegado a perfeccionar admirablemente el mecanismo interno y los procedimientos pudieran entrar a competir con la produccin extranjera bajo iguales condiciones, quinientos obreros ms encontraran trabajo constante y bien retribuido. Los sastres sienten que el trabajo disminuye considerablemente, y la causa de esa decadencia es la importacin clandestina de ropa hecha que los altos derechos favorecen.

Los talabarteros y alfareros encuntranse bajo el dominio de idnticos accidentes. Para que todas esas industrias hubieran continuado contribuyendo a los obreros con el jornal que les proporcionaba los medios de subsistencia, habra bastado que los aranceles de aduana fuesen establecidos por hombres de buen sentido. Para obrar un gran desenvolvimiento en la industria y asegurar a todos los trabajadores prbidos, laboriosos e inteligentes medios de hacerse independientes, de bastarse a s mismos, menester habra sido sentar las instituciones de crdito sobre bases seguras y liberales. Lo primero no se ha hecho por torpeza. Lo segundo, por maldad. Necesitando el gobierno para sofocar la voluntad nacional de cierto nmero de ricos propietarios que dan dineros sobre la garanta de su influencia futura, para espas, chasques, compra de sufragios, etc., etc., vese en la necesidad de favorecer el pinge negocio que realizan los usureros que lo habilitan, dando su dinero al diez, al doce, y hasta el diecisis por ciento anual. De aqu la guerra despiadada que los cartagineses del comercio y del gobierno hacen a todo pensamiento sobre fundacin de bancos. Tenemos, pues, que la Escuela de Artes y Oficios fundada por el ministerio de septiembre limitados servicios puede prestar a los industriales pobres. No sucedera as, si los aranceles de aduana dispensaran una cuerda proteccin a la industria nacional, y si las instituciones de crdito dieran todas las facilidades apetecibles al movimiento de la propiedad y del trabajo. Para conseguir una reforma sensata de las leyes de Aduana necesitamos ministros [119] con sentido comn, cosa escasa por desgracia, porque la cartera entontece con tanta seguridad y prontitud, como la con que el cido prsico bebido a sorbos dara la muerte. Para conseguir que el crdito pblico se sobrepusiera a la comandita privada, forzoso sera que los gobiernos personales cediesen su lugar a los populares. Los servidores de la oligarqua hanse hecho pagar siempre en buenas monedas los servicios que prestan al orden de cosas, bajo cuya sombra medran. Matan y cobran salario por el asesinato.

III Repleta la Tribuna de vigor febril por los hechos que acababa de aducir, y que hemos refutado en el prrafo precedente, prosigue, y nos espeta el siguiente perodo. Qu, el ciudadano no tiene ms que derechos que reclamar? No tiene igualmente obligaciones que cumplir? Por qu no los ilustra en esos deberes que empiezan por las obligaciones de padre, de hijo, de hermano, y que acaban por las de ciudadano? Quin le ha dicho al redactor de la Tribuna que en la Sociedad de la Igualdad slo se habla a los ciudadanos de derechos?

Los ciudadanos que se encuentran en aptitud de trabajar por la educacin del pueblo no sienten por el captulo de derechos la preferencia que la Tribuna muestra por el de deberes. Ambos nos parecen correlativos, ambos son las dos grandes fases bajo que se desenvuelve la vida humana, y muy torpe necesitara ser el profesor que para dar ideas sobre el uno no se apoyara en el otro. Es una cuestin de derechos y deberes. El catlogo de los deberes del hombre se hace conocer no slo en los discursos ordinarios, sino tambin en los bancos de la escuela, por medio de la enseanza moral cristiana. Pero, por qu muestra la Tribuna un temor tan marcado de que el pueblo llegue a conocer sus derechos? Porque los derechos del hombre se encuentran en pugna con nuestra viciosa organizacin social, porque nada teme tanto el poder arbitrario como la propagacin de la verdad. Pero no es eso slo lo que hay de extrao en las interrogaciones de la Tribuna. Pregunta a los oradores de la Sociedad de la Igualdad, por qu se encargan de ensear los derechos del hombre y no los deberes? Inquisicin es sa que envuelve la confesin de que la autoridad pblica encargada de dirigir y proporcionar la educacin popular, ha olvidado sa que es una de sus ms importantes obligaciones. La generacin que concurre a la Sociedad de la Igualdad ha crecido durante los veinte aos de la dominacin, soit disant conservadora, y, cmo es, sin embargo, [120] que durante tan larga paz no se ha podido hacer conocer a los electores, los deberes de padres, hijos, esposos y hermanos, para ensearles despus los del ciudadano? Si el gobierno hubiera hecho su deber no temera se suministraran nociones incompletas en la Sociedad de la Igualdad. Pasando por alto los perodos puramente personales que contiene a continuacin el artculo de la Tribuna que contestamos, y la repeticin del falso aserto sobre el lanzamiento de la palabra mueran, vamos a contestar otro error en que han incurrido de mancomn, y tal vez con buena fe, la Tribuna y el Mercurio. La manera con que se retir la Sociedad de la Igualdad no fue obra de un acuerdo. Unos pocos se propusieron conducir al saln de las sesiones ordinarias un rbol de la libertad que haba sobre la mesa, y por efecto de entusiasmo muchos otros lo acompaaron. Los que este artculo escriben pasaron al retirarse de la Sociedad por la Alameda sin tener conocimiento de lo que suceda. Gran nmero de personas tom el camino que ms derechamente conduca a sus habitaciones. Rstanos solamente hacernos cargo del penltimo perodo de la Tribuna. Es el siguiente: Pasean por las calles trofeos risibles para poder decir despus a la poblacin espectadora de la comparsa: pobres de ellos si una sonrisa hubiera sido contestada con un golpe de mano.

Las palabras impresas con letra bastardilla fueron empleadas por nosotros. Observacin necesaria es la que expresan para advertir a los imprudentes que con toda especie de insultos provocaban a los ciudadanos pacficos que usaban sin molestar a nadie de un derecho constitucional. Dnde se ha visto que hombres con la pretensin de serios desciendan a coartar por tales medios el derecho de asociacin a querer reprimir por el escarnio la deliberacin de un considerable nmero de ciudadanos? Puede aceptarse el escupo como un expediente tolerable para hacer desistir a hombres vigorosos de los propsitos que abrigan? Pues, procederes semejantes pusieron en juego esta tarde los que se dicen conservadores. Y la Tribuna, despus de haber confesado el torpe proceder de sus amigos, nos acusa por haberles dado un consejo saludable. No sabemos qu admirar ms, si la insensatez de los agresores o la ruindad de la defensa.

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