LECTIO DIVINA Domingo 4o. de Adviento - Ciclo C
LECTIO DIVINA Domingo 4o. de Adviento - Ciclo C
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LECTIO DIVINA 23 de diciembre de 2012 D.P. Jaime Goyes Acosta DOMINGO 4 DE ADVIENTO CICLO C Lc 1,39-45 MI ALMA GLORIFICA AL SEOR INTRODUCCIN El IV domingo de Adviento tiene cada ao -aunque con lecturas distintas- un claro tinte mariano. Es como el preludio de la Natividad del Seor, que ya est cerca. En el ciclo A el evangelio es la anunciacin a Jos; en el B, la anunciacin a Mara; y este ao, ciclo C, la visita de Mara a su prima Isabel. El recuerdo de la Madre no interrumpe ciertamente el ritmo del Aviento ni la dinmica de la preparacin a la Navidad. Mara fue la que mejor vivi el Adviento y la Navidad: ella, la que le esper con inefable amor de Madre (prefacio II), ella, la nueva Eva, en la que la maternidad se abre al don de una vida nueva (prefacio IV). Ella puede ayudarnos a los cristianos a vivir la Navidad con mayor profundidad desde nuestra fe, superando las claves de la propaganda consumista de estos das. PREPARACIN INVOQUEMOS LA ASISTENCIA DEL ESPRITU SANTO Espritu Santo y de amor, Espritu de luz y vida, vive en nuestras almas, te lo rogamos; s la calma de nuestro ser Eres eterno y por siempre has estado entre nosotros; fuiste el comienzo de todo y todo lo conduces a un fin. Espritu hontanar de belleza, no somos nada sin ti: tibias sern nuestras alma sin tu fuego, sin tu amor. Presencia en dinamismo eterno, ven a nuestro encuentro Seor; has de nosotros lo que t quieras y cambia nuestros corazones. Ven Espritu, ven Seor. S la fuerza de nuestra vida; S la palabra que anima a tantos a caminar.
D. P. Jaime Goyes Acosta
No nos dejes solo, pues se acaban nuestras ilusiones. Queremos verte, queremos hablarte, ser tus amigo, ser tus huspedes. Espritu Santo y de amor: Llena el mundo de tus dones, pues sin ti vamos sin luz, sin amor y sin razn. No sabemos acertar en lo que es bueno y valioso; por eso ven a nuestras vidas e ilumnalas con tu luz, con tu verdad y belleza, para que aprendamos a ser libres, para que busquemos ser buenos bajo la luz de tu Palabra, y as poder ser felices ahora y por siempre contigo. Amn QU NOS DICE EL TEXTO Y SU CONTEXTO? EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGN SAN LUCAS (Lc 1,39-45) En aquel tiempo 39Mara se levant y se dirigi apresuradamente a la serrana, a un pueblo de Judea. en casa de Zacaras y salud a Isabel. 41Cuando Isabel oy el saludo de Mara, la criatura dio un salto en su vientre; Isabel, llena de Espritu Santo, 42exclam con voz fuerte: Bendita t entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. 43Quin soy yo para que me visite la madre de mi Seor? 44Mira, en cuanto tu saludo lleg a mis odos, la criatura dio un salto de gozo en mi vientre. 45Dichosa t que creste! Porque se cumplir lo que el Seor te anunci.
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Palabra del Seor DE TI SALDR EL JEFE DE ISRAEL (MIQUEAS 5, 1-4) El profeta Miqueas actu en tiempos de Isaas, en el siglo VIII antes de Cristo. Hoy leemos el orculo en el que anuncia que ser de Beln, aldea cercana a Jerusaln, de donde saldr el Mesas, al que l llama jefe de Israel, que pastorear con la fuerza del Seor. Tambin habla de una madre que da a luz y no ser este un nacimiento cualquiera, porque el hijo se mostrar grande hasta los confines de la tierra y ser nuestra paz. Recordamos cmo luego Herodes, al consultar a los sabios dnde se esperaba que naciera el Mesas, recibi la respuesta, siguiendo a Miqueas, que era Beln el lugar al que deban dirigirse estos personajes de Oriente.
El salmo parece pedir a Dios que se de prisa para que la venida de su Hijo nos llene de alegra: oh Dios, resturanos, que brille tu rostro y nos salve... despierta tu poder y ven a salvarnos. AQU ESTOY PARA HACER TU VOLUNTAD (HEBREOS 10, 5-10) El salmo 39 le sirve al autor de la carta a los Hebreos -que tiene como finalidad mostrar la primaca de Cristo Jess sobre todas las instituciones del AT, en este caso sobre los sacrificios- para describir la actitud del Hijo de Dios en el mismo momento de su encarnacin: aqu estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad. Dios no quiere sacrificios de animales, pero nos ha dado un cuerpo-, es la oblacin personal, total, de cada uno lo que agrada a Dios, y por eso Cristo repite aqu estoy para hacer tu voluntad. Es uno de los salmos que mejor retratan a Cristo y su actitud a lo largo de su vida y su muerte. Por su entrega en la cruz, de una vez por todas, quedamos todos santificados, pero esta entrega sacrificial ya estaba presente en su encarnacin. La de hoy es la ofrenda inicial, matinal. La de la Pascua ser la ofrenda final, la vespertina. QUIN SOY YO PARA QUE ME VISITE LA MADRE DE MI SEOR? (LUCAS 1,39-45) El evangelio de hoy nos recuerda cmo la Santsima Virgen, llevando en su seno al Hijo, va a casa de su prima Isabel para ofrecerle la ayuda de su caridad y proclamar la misericordia de Dios Salvador, como deca el papa Pablo VI en su Marialis Cultus. El viaje de Mara tiene resonancias bblicas: el traslado entre danzas y alegra del Arca de la Alianza en tiempos de David. El Arca de la Alianza es ahora la Madre del Mesas. El encuentro de las dos mujeres creyentes est lleno de simbolismo: Mara lleva en su seno al Mesas y tambin Isabel va a ser madre del Precursor. Las dos estn llenas de alegra, las dos han aceptado el plan de Dios sobre sus vidas (dichosa t porque has credo) y le entonan sus alabanzas (Isabel, a voz en grito, Mara, proclamando el Magnficat). El encuentro entre estas dos mujeres sencillas, representantes del Antiguo y del Nuevo Testamento, es tambin el encuentro entre el Mesas y su Precursor. Ms an, entre Dios y la humanidad. MEDITANDO EL TEXTO MARA, EVANGELIZADORA Un aspecto central de este domingo es la figura de Mara como evangelizadora, en la visita a su prima. Llena todava de la buena noticia que le ha comunicado el ngel, Mara se pone en camino y va corriendo a casa de Isabel. Lleva en su seno al Mesas. Aparece como evangelizadora, portadora de Cristo: su sola presencia llena de alegra a Juan en el seno de su madre y provoca las alabanzas de Isabel. Las dos mujeres, Mara e Isabel, prorrumpen en alabanzas a Dios. Es la ocasin en que Lucas pone en labios de Mara su Magnficat, aunque no lo leamos hoy. Ahora es la comunidad eclesial la que ha recibido el encargo, que ya lleva cumpliendo dos mil doce aos, de anunciar a Cristo y llevar la alegra de su salvacin al mundo entero. Pero Mara pudo ser evangelizadora porque primero fue ella la evangelizada, la llena de la Buena Noticia: dichosa t porque has credo. Tambin ahora slo pueden ser evangelizadores de los dems quienes estn llenos de la misma alegra de la salvacin como ella. Se podra decir de cada uno de nosotros que all donde vamos transmitimos alegra, esperanza, anuncio de la Buena Noticia?
D. P. Jaime Goyes Acosta
TAMBIN NOSOTROS DEBEMOS VISITAR A LOS DEMS Hay otra leccin que deberamos aprender de Mara en el evangelio de hoy. Que Mara de Nazaret visite a Isabel significa que sale de s misma y se pone en camino, yendo a casa de su prima, que seguramente agradecer una mano amiga en las labores de casa. La llena de gracia corre a ayudar a los dems: el amor de Dios que se le acaba de comunicar se traduce en un gesto de solidaridad fraterna. A lo largo de su vida se mostrar igualmente solcita con los dems, por ejemplo en las bodas de Cana y en medio de la comunidad apostlica en la espera del Espritu. La alegra mesinica, navidea, se tiene que convertir, como en el caso de Mara, en alabanzas a Dios, pero tambin en servicio y disponibilidad fraterna. Tendremos que visitar a los dems. El primero que nos ha visitado es Dios, y su Hijo. Lo dice el Benedictus: ha visitado y redimido a su pueblo, nos visitar el sol que nace de lo alto. Y precisamente porque nos ha visitado Dios tenemos que aprender nosotros a visitar a los dems. Jess nos dio un ejemplo perfecto de cmo se visita, de cmo se tiene tiempo para todos, de cmo se atiende a los que lo necesitan, de cmo se entrega uno por todos. Hoy tenemos el ejemplo sencillo pero entraable de la visita de Mara. Mara piensa en Isabel a la hora de ponerse en camino. Isabel piensa en Mara a la hora de mostrar su alegra. Las dos piensan en Dios y le alaban. Y Mara en su Magnficat piensa en su pueblo Israel, y se muestra solidaria con l. Eso significa visitar, salir de s mismo, pensar en los dems. Somos capaces de esta visita, de caminar al encuentro de los dems, de situarnos en su punto de vista, de compartir con ellos nuestro tiempo y ofrecerles nuestra ayuda? Eso es lo que deberamos hacer en nuestra vida cristiana: en los momentos solemnes y en la vida de cada da. Sin salir de casa, tenemos mil ocasiones de echar una mano a otras personas, a los ms cercanos, porque todos necesitamos de los dems, de su palabra, de su rostro acogedor, de su ayuda. Es la mejor manera de evangelizar y de ser misioneros. Es el lenguaje ms creble: cuando nuestra fe se convierte en caridad fraterna. Mara nos da un hermoso ejemplo de unin con Cristo, de gratitud y alabanza para con Dios, pero tambin de un espritu misionero, comunicador, y de una solcita caridad para con los dems. TOTAL DISPONIBILIDAD El Adviento se cierra esta semana predisponindonos a acercarnos a Beln, es decir, al encuentro con Jesucristo, con la nica actitud con la que podemos acercarnos. Beln, la humilde aldea de Jud, y Mara, la humilde doncella de Nazaret, se hacen hoy un solo smbolo de la fe cristiana: la pobreza de corazn. No se trata solamente de una temtica favorita de Lucas, el evangelista de los pobres, sino de una constante de toda la Historia de la Salvacin: solamente quien tiene un corazn de pobre puede abrirse a la riqueza de Dios. Por eso, hoy vamos a centrar nuestras reflexiones en torno a esta actitud que configura el portal de la fe cristiana; actitud que fue proclamada por Jess como la primera de las bienaventuranzas: Felices los que tienen corazn de pobre, porque a ellos pertenece el Reino de Dios. Porque la pobreza de corazn no slo constituye la actitud ms tpicamente religiosa, sino que est en la base de todo crecimiento humano, siendo, al mismo tiempo, el prerrequisito para una personalidad libre y madura. EN QU CONSISTE ESTA ACTITUD?
D. P. Jaime Goyes Acosta
Lamentablemente la palabra pobreza y la expresin pobreza de espritu no parece ser en nuestro idioma un signo lingstico de mucho valor y significado por s mismo, por lo cual convendr teniendo en cuenta los aportes bblicos comenzar afirmando que tal actitud religiosa consiste, fundamentalmente, en una disponibilidad total a la accin de Dios. Esta disponibilidad hace que el hombre est siempre a la expectativa (adviento) y alerta a la llamada de Dios, sabiendo responder como Samuel con confianza total: Habla, Seor, que tu siervo escucha, o como Mara: Aqu est la esclava del Seor. Esta llamada de Dios no consiste en algo milagroso o sensacional, sino que se manifiesta a travs de los acontecimientos de la misma vida humana. Podramos decir que el pobre tiene una sensibilidad especial para responder en cada situacin a la llamada de Dios, llamada que siempre lleva inherente un cierto compromiso histrico y que acontece en el aqu y ahora de la historia, tal como veamos en los domingos anteriores. De acuerdo con esta concepcin bblica, el rico, en cambio, es el que hace sus clculos y pretende que los planes de Dios coincidan con los propios; dominador de las cosas y de los hombres, pretende que tambin Dios est a su disposicin. El pobre, en cambio, trata de descubrir los planes de Dios y de hacerlos suyos, vacindose de sus propios intereses. Es el esclavo del Seor, el que se pone al servicio de la voluntad de Dios, tal como expresa la Carta a los Hebreos segunda lectura cuando afirma que Cristo al entrar al mundo dijo: Aqu estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad. El pobre puede llegar, incluso, a descubrir que Dios le pide la renuncia de sus bienes materiales, como sucedi con los apstoles, y aun la misma vida. El pobre acepta el reto, porque sabe que Dios es fiel, que es un amigo seguro, y confa en El. Ms all de la renuncia generosa, descubre la nueva vida que Dios le brinda con sobreabundancia, tal como dir el mismo Jess: Nadie me arranca la vida; soy yo quien la entrego para tomarla de nuevo. El pobre tiene un alma delicada y extremadamente sensible, en constante tensin hacia el mundo y hacia los otros, para descubrir miles y miles de formas de servicio, desde una sonrisa hasta la donacin de horas de trabajo o el desprendimiento de un bien o del dinero. Se trata de una actitud que puede llegar incluso a asumir expresiones contradictorias. As, por ejemplo, a una madre la pobreza le puede exigir la renuncia de un hijo; a otra, le exige la aceptacin de un nuevo hijo. O bien, a un hijo, abandonar el hogar porque su madurez as lo exige; a otro, permanecer con los padres porque stos lo necesitan. El pobre tiene una intuicin especial, que es un don de Dios, para interpretar cada situacin nueva que se le presenta a la luz de la fe; no solamente la interpreta, sino que asume con generosidad el compromiso descubierto, pues la mezquindad est ausente en su corazn. Tal pobreza constituye la esencia de la libertad cristiana: es la total disponibilidad al amor y al servicio fraterno, por medio de la renuncia al yo, a la comodidad, al narcisismo, al capricho que esclaviza o a la ambicin que oprime.
Esta pobreza o libertad interior estn presentes y se expresan en las grandes virtudes evanglicas tendientes todas ellas a renunciar a todo por el Reino de Dios, por la nueva vida y por una plenitud personal y social. De lo contrario, tambin la pobreza sera alienante, simple ley religiosa frente a la cual debera caducar la libertad y la responsabilidad personal. Al fin y al cabo, el pobre evanglico es un ser humano que quiere crecer conforme a la imagen del hombre pleno, Cristo, el Hijo del Hombre, conformado a imagen y semejanza de Dios. Por lo tanto, a pesar de que parezca una contradiccin, la pobreza es una actitud o virtud eminentemente positiva y propia de temperamentos fuertes y decididos; exige de nosotros lo mejor de uno mismo; significa un salto decidido del egosmo al amor, del yo al t, del aburguesamiento al compromiso. Sin embargo, no siempre el hombre descubre con facilidad el plan de Dios. El mundo es un libro cargado de signos, pero como todos los signos, expresa y oculta al mismo tiempo. Es un libro cuyo cdigo debemos descifrar vez por vez y cada uno por s mismo. Es entonces cuando la pobreza adquiere sus contornos ms definidos: en la oscuridad de la bsqueda. El hombre de fe no es alguien que tiene todos los problemas clarificados y solucionados; tampoco es un mago del futuro o de la vida. Su situacin de peregrino lo sume en el dualismo y en la ambivalencia de la vida, tomando cada da, y con dolor, conciencia de su limitacin e incapacidad. Es duro para el creyente querer cumplir la voluntad de Dios y no saber cul es precisamente esa voluntad. Es un camino oscuro, a tientas, slo sostenido por la palabra fiel de Dios que no lo abandona y por una inquebrantable esperanza en que la vida se puede manifestar aun all donde los ojos ven muerte. Desde estas perspectivas, la conversin y la fe en Cristo constituyen la expresin ms tpica de la pobreza de corazn o pobreza interior. El creyente comienza aceptndose y reconocindose como pecador; o sea: se acepta tal cual es, sin escapar a la realidad con sutiles argumentos, a los que el ser humano est tan acostumbrado. Aceptar la propia limitacin, la propia impotencia y la propia flaqueza es un s que nos cuesta mucho. Se trata de una ntima herida a nuestro yo: darnos cuenta de que no somos suficientes para realizarnos, de que necesitamos la ayuda de los otros. Otro nos da la vida...y tambin otro nos salva. Y despus dar un s a Dios, a ese Dios oculto, silencioso e impalpable, del que sabemos tan poco y del que no tenemos ninguna experiencia sensible. Quisiramos signos claros y evidentes, y Dios se nos revela en el pesebre de Beln, en la oscuridad de la cruz, en la impotencia de un crucifijo, en una Iglesia pecadora. ACEPTAR NUESTRA IGLESIA Slo la pobreza de corazn nos permite encontrarnos con otros seres humanos tan pecadores como nosotros para formar con ellos una comunidad de fe, de amor y de esperanza. Slo esta pobreza nos permite sentirnos parte de una Iglesia que, aun siendo pecadora, perdona los pecados; a mantenernos unidos a una Jerarqua en la que descubrimos tantos yerros y defectos, y que no por eso deja de ser el signo de Cristo, la Cabeza de todo el Cuerpo. Solamente la pobreza nos hace aceptar a esta Iglesia, la real y concreta, la de todos los das, la que llena las pginas de los peridicos y de los libros con su lista de escndalos; sin caer en una crtica despiadada y
D. P. Jaime Goyes Acosta
hostil tras la cual se oculta a menudo un larvado individualismo religioso; pero sin caer tampoco en el servilismo que hace de la Iglesia una feria de traficantes. Es fcil escapar a nuestro compromiso dentro de ella con un si... condicionado e interminable: si cambiaran las estructuras, si cambiaran los obispos, si la comunidad fuese ms abierta, etc., etc., como si estos cambios no nos involucraran tambin a nosotros como partes responsables de una familia que es la nuestra. La pobreza, por ser libertad, tambin nos libera de esos cmodos escapismos y de toda concepcin romntica de la vida y de la comunidad, y nos sita en la realidad, en la Iglesia histrica, la misma que tuvo por piedra de construccin a Pedro, el Satans que tentaba al hijo del Hombre; realidad histrica de los otros y nuestra, mezcla asombrosa de luz y de tinieblas. Por cierto que la pobreza evanglica del corazn no significa aceptar y callar pasivamente; ella misma nos exige ayudar a la Iglesia en su permanente purificacin y en su constante renovacin, libres de posiciones inflexibles y extremistas, respetando la mentalidad de los otros que tambin buscan con sinceridad, cuidndonos siempre del triunfalismo que acecha tanto a los llamados conservadores como a los denominados progresistas. Es as como la pobreza de corazn nos mantiene siempre alertas en nuestra fe. Nos sentimos cada da con fe, identificados con esa Mara que es feliz porque ha credo, pero tambin descubrimos lo que nos falta de fe, lo que hay de hueco detrs de tantas palabras, lo que hay de superficial, de estril o de alienante en muchas maneras de vivir el cristianismo. Y, paradjicamente, la pobreza es aceptarnos as tal cual somos ante Dios, como cristianos limitados, dbiles, cobardes, que buscan y que cierran los ojos para no ver lo que encuentran... En sntesis: la pobreza de corazn, caracterstica de Mara, la primera creyente, es la disponibilidad total de nuestro ser al Dios que salva y que obra en la historia concreta de los hombres. Es el S del hombre al S de Dios... En definitiva, es la disponibilidad a nuestro total crecimiento, descubriendo nuestras capacidades para desarrollarlas al mximo, sacando de nosotros lo mejor y ponindolo a! servicio de la humanidad. Escapar al trabajo, al estudio, a la propia capacitacin, a la reflexin en grupo, a nuestro constante perfeccionamiento, al aporte de ideas, proyectos y energas para la construccin de una comunidad ms humana... es sabotear el plan salvador de Dios. Dios ha depositado en nosotros la semilla de la libertad y de la plena liberacin: hacer crecer esa semilla es decirle al Seor con Cristo naciente: Aqu estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad. Despus de estas reflexiones podemos acercarnos a Mara, la que lleva en su seno a Jess, y descubrir por qu es proclamada feliz, la ms feliz, por su parienta Isabel, otra pobre de espritu que supo abrir su seno estril al proyecto del Seor. Mara, mujer pobre materialmente y pobre en su corazn humilde, no es solamente la madre del Salvador. Hoy la liturgia nos la presenta como el prototipo del ser humano creyente que espera al salvador; un salvador que no viene de fuera, sino que nace en ese Beln interior que escucha el orculo del profeta: Porque de ti, aunque pequeo y humilde, saldr el salvador... cuando la madre d a luz...
D. P. Jaime Goyes Acosta
Beln y Mara se unen porque estn bajo el mismo signo de la humildad y de la pobreza de corazn..., esa pobreza que es fuerza para hacer cosas grandes. Tambin nosotros, los atormentados hombres y mujeres del siglo veintiuno, vivimos un momento de oscuridad y desazn, pero no podemos cruzarnos de brazos para que Dios obre. O Cristo nace dentro de la comunidad, comunidad que se hace Cristo, o no habremos entendido nada lo que significa celebrar Navidad despus de mas de dos mil aos del nacimiento histrico de Jess en algn lugar de Palestina. ORANDO CON LA PALABRA: Nuestra respuesta a Dios DNOS TU FE, MARIA! Javier Leoz Para que Dios nazca en nosotros sin pedir nada a cambio y sea nuestro corazn, una clida cuna donde Jess encuentre cobijo y consuelo. DNOS TU FE, MARIA! Para que, en estas horas de santa tensin, donde el cielo y la tierra juegan a juntarse podamos tambin nosotros sentirnos hambrientos del manjar de Amor que se sirve en Beln. DNOS TU FE, MARIA! Queremos que T, seas una puerta por la que podamos entrar y disfrutar del Misterio de Dios humanado. Una puerta que, cuando se abra desde fuera, entendamos y comprendamos que es Dios quien lo hace desde dentro, que es Dios quien tira desde el cielo. DNOS TU FE, MARIA! Para que no vacilemos ni en el amor ni en la fe. Para que nos pongamos en camino hacia Aquel que viene. Para que seamos heraldos de la Buena Noticia. Para que, el Nio que quiere salir de tus entraas, encuentre aqu y ahora hermanos que le amen, le ayuden y le sigan DNOS TU FE, MARIA! Para que Dios est pronto con nosotros. Para que nosotros, pronto estemos con l. Para que creamos, aun sin ver. Para que an sin ver, creamos por encima de todo DNOS TU FE, MARA! Slo as, podremos vivir, celebrar, cantar y festejar el encanto de la Navidad. Slo as, en este Ao Santo de la Fe, podremos conocer, sentir, vivir, amar, testimoniar y celebrar al DIOS que viene pequeo por Navidad Amn.
D. P. Jaime Goyes Acosta
CONTEMPLACIN Y COMPROMISO Has salido a mi encuentro, Seor Jess, y me has concedido la gracia de conocerte. Llevado por la Iglesia, como por Mara tu madre, me has visitado y me has dado la fe. Gracias, Seor. Concdeme que, como el Bautista, pueda alegrarme, porque sigues viniendo a m, porque contina la gracia de tu visitacin e incesantemente se renueva la sorpresa del encuentro. Renueva en m el don de tu Espritu, para que, como Isabel, est dispuesto a acoger al que habla de ti y, sobre todo, ser constante en buscarte donde te dejas encontrar, en la Iglesia. Visitada por ti, Seor, tambin mi pequea historia se convierte en una historia donde el Padre sigue hablando. Como Mara, que te llev en el seno y te engendr, te pido que te formes en m; engendrado como hijo de Dios a tu imagen, hazme de veras cada vez ms ese hombre nuevo que eres t. Mi alma glorifica al Seor: mientras vamos preparndonos a celebrar tu nacimiento, concdenos reconocernos todos en las palabras de Mara, contar lo que el Padre sigue haciendo hoy con los humildes que le temen. A travs del testimonio de Mara, comprendo que Dios hace posible lo que nos parece imposible, y lo hace contando con las mediaciones humanas? Guindome por la pregunta de Isabel, me interrogo sobre quin soy yo?, para descubrir la conciencia de mi propia pequeez y comprender que slo en la pobreza de espritu es posible el encuentro con Cristo? En el encuentro de Mara e Isabel, descubro que Dios no se acerca al ser humano en tono amenazante, y para encararle sus pecados, y que por el contrario su visita es salvfica, recreadora y positiva? Comprendo que por mera gracia de Dios, Cristo habita en m y que por tanto es una alegra que he de comunicar a los necesitados y sufrientes que entran en contacto conmigo?