Libro Retrato Del Periodista Boliviano
Libro Retrato Del Periodista Boliviano
Libro Retrato Del Periodista Boliviano
Editorial Cebem, imprenta Grupo Design, 255 pginas, 94 tablas y grficos. El autor es Ral Pearanda pero el libro tiene tambin aportes de los periodistas y comunicadores bolivianos Csar Rojas, Rafael Archondo, Ricardo Zelaya, Fernando Molina, Gabriela Ugarte, Franco Grandi, Claudio Rossell, Carlos Murillo y Marlene Choque, y de los extranjeros Daro Klein (uruguayo), Jos Luis Dader (espaol) y Thomas Gebhardt (alemn). Dedicatoria Resumen Captulo I Ral Pearanda RETRATO DEL PERIODISTA BOLIVIANO PROFESIONALIZACINCAPACITACIN CENSURA Y AUTOCENSURA SOBORNOS PERFIL SOCIOLGICO DE LOS PERIODISTAS CARACTERSTICAS DEL TRABAJO COTIDIANO ENTENDER DE LO QUE SE INFORMA Captulo II Fernando Molina SATISFACCININSATISFACCION PROFESIONAL Captulo III Franco Grandi AUTOEVALUACIN DE LOS PERIODISTAS Captulo IV Claudio Rossell TRABAJO INTERNO E INTERESES EXTRA PERIODSTICOS Captulo V Gabriela Ugarte ESTABILIDAD LABORAL/DERECHOS LABORALES Captulo VI
Rafael Archondo SENSACIONALISMO O PRENSA POPULAR? Captulo VII Carlos Murillo LDERES DE OPININ Captulo VIII Ricardo Zelaya TENDENCIA POLTICA Captulo IX 109 Thomas Gebhardt LA PRENSA BOLIVIANA Y LA GUERRA DEL AGUA
ENSAYOS INTERNACIONALES Daro Klein EEUU: LA LIBERTAD DE PRENSA DESPUS DEL 11 DE SEPTIEMBRE Marlene Choque Aldana MXICO: PERIODISTAS A FINES DE SIGLO Jos Luis Dader ESPAA: LOS PECADOS CAPITALES DEL PERIODISTA Bibliografa Relacin de tablas
Agradecimientos: A Csar Rojas, director de maestras del CEBEM, por su compromiso de producir este libro. Sin su ayuda esta investigacin no se hubiera realizado. Su dedicacin y apoyo estuvieron fuera de toda norma. A Franco Grandi, por su esplndido trabajo de campo, coordinacin general y tabulado de los datos de la encuesta.
A los colaboradores bolivianos y extranjeros de este texto, que aceptaron redactar partes fundamentales del libro. Dedicatoria: Respeto mucho a varios periodistas mayores que yo. Este libro est dedicado a tres de ellos, que me honran con su amistad y que han influido en mi carrera: Humberto Vacaflor, Juan Len y Jorge Canelas. Ral Pearanda
Resumen Libro basado en una encuesta realizada a periodistas bolivianos sobre su trabajo cotidiano, intentos de censuras y sobornos, ndices de profesionalizacin, inclinaciones ideolgicas y niveles de ingresos, entre otros. La encuesta cont con 74 preguntas. Contexto del estudio/informacin general La investigacin buscaba establecer las caractersticas principales de los periodistas bolivianos. El estudio consider como periodistas a todos aquellos quienes desarrollan trabajos de recoleccin, elaboracin o edicin de noticias y otros textos informativos en radios, canales o peridicos. Adems, para ser considerados como tales, su labor principal as como su principal fuente de ingresos deba provenir de esas tareas periodsticas. Por lo tanto, periodistas retirados, columnistas, colaboradores de peridicos, comentaristas de TV, iluministas, sonidistas, diseadores, fotgrafos, etc., no fueron parte de este estudio. Tampoco fueron considerados los periodistas o comunicadores que se desempeaban en entidades pblicas, instituciones privadas, ONGs, etc., pero s a los niveles jerrquicos de los medios, como directores o jefes de prensa y de redaccin. Estimaciones sealan que en La Paz, Cochabamba y Santa Cruz hay unos 510 periodistas en ejercicio. La encuesta se realiz al 50 por ciento de ese total. La encuesta elaborada tena en total 74 preguntas y fue realizada a 205 hombres y mujeres de prensa. La boleta estaba dividida en los captulos de Trabajo Cotidiano, Capacitacin, profesionalizacin y movilidad laboral, Satisfaccin personal y autopercepcin, Censura y autocensura en los medios, Lgica interna de los medios, Estabilidad laboral, Lderes de Opinin, Sensacionalismo y Tendencia poltica y niveles salariales. Un 45,9 por ciento de los encuestados trabajaban peridicos. Un 28,8 por ciento provena de radios y un 25,4 por ciento de canales de TV. Un 66 por ciento eran hombres y el resto mujeres. Buscando un perfil del periodista Cmo es el periodista boliviano? Responder a esta pregunta es de suyo complicado, debido a entre otros factores a que, como cualquier grupo social o gremial, tiene en s mismo fuertes rasgos de heterogeneidad. Hay hombres y mujeres, hay personas de La Paz y del interior, hay quienes tienen estudios universitarios y otros que son solo bachilleres. Pero si tuviramos que forzarnos a responder a la pregunta de cmo es un periodista o una periodista boliviano tipo, tendramos que decir que es una persona por lo general trabajando entre diez y doce horas diarias, con ndices de insatisfaccin personal, con una mentalidad progresista, con fuertes prejuicios y rechazos hacia los poderes econmicos y
polticos, obligado muchas veces a autocensurar su trabajo o bien siendo censurado por sus jefes, con alta inestabilidad laboral y muy pesimista sobre su futuro laboral. Como se detalla a lo largo de los captulos del libro, debe decirse que en primer lugar los periodistas en Bolivia son mayormente jvenes y mayormente hombres. La encuesta revela que uno de cada tres periodistas bolivianos tiene 30 aos o menos de edad y ms de dos tercios tiene menos de 35 aos. Este dato tiene probablemente una serie de implicaciones, que trataremos de redondear ms adelante. Tiene ese rasgo de edad relacin con los bajos salarios del periodismo? Comparados con otras profesiones, los periodistas ganan menos. Es la juventud una de esas razones? Est abundantemente documentado que a menor edad del trabajador, menor es tambin la remuneracin. Si vemos que un 16,6 por ciento de los periodistas tiene menos de 25 aos se explican los bajos salarios. Un 46,4 por ciento de los periodistas gana 2.000 bolivianos (305 dlares) o menos, lo que quiere decir que tiene ingresos similares a los segmentos de no profesionales. Solamente el 29,3 por ciento del total de los periodistas gana 3.000 bolivianos (460 dlares) o ms. Uno de cada diez periodistas gana ms de 5.000 bolivianos (770 dlares) mientras los periodistas de radio y las mujeres son los que menos ganan. Como hemos dicho, dos tercios o ms de los hombres y mujeres de prensa tienen 35 aos o menos, es decir poco ms de una dcada de experiencia. Pero pese a ello estn ya casi listo para abandonar el oficio y dedicarse a otras actividades, como las relaciones pblicas de entidades estatales o los trabajos de consultora y asesora en ONGs y entidades privadas. En general, a partir de los 35 aos de edad, los periodistas empiezan a buscar otro tipo de empleo, aunque ligado a la comunicacin. Por eso, el 95,2 por ciento de los periodistas tiene menos de 45 aos de edad. Por lo tanto, a partir de los 35 aos, los periodistas que trabajan en medios deciden dejar la grabadora o el micrfono. Ello quiere decir que no hay periodistas con experiencia, con conocimiento de temas, con especializacin. En otros pases los periodistas prcticamente empiezan su verdadera carrera a partir de los 40, es decir cuando ya tienen una dcada y media de experiencia y estn preparados para desarrollar todas sus aptitudes y sus conocimientos. En Bolivia, en cambio, a esa edad es cuando los periodistas han abandonado casi por completo la profesin de hombres de prensa. La juventud, es, entonces, un primer rasgo ineludible de la profesin de periodista. Que puede tener relacin con otras variables. Una de ellas, lo hemos visto, podra ser los bajos salarios. Y relacionado al tema de los bajos salarios podramos encontrar faltas a la tica, en el sentido de que hay periodista que aceptan pagos irregulares de las fuentes a las que deben cubrir informativamente. La encuesta ha revelado que casi la mitad de los periodistas ha escrito o trabajado alguna vez sobre temas que no comprenda a cabalidad. Y un periodista que no entiende lo que escribe o divulga es un periodista que probablemente no hace bien su trabajo. De cada dos periodistas que trabajan en medios hay uno que est en ciertas ocasiones forzado por la propia dinmica del trabajo a difundir asuntos que no domina. El dato es
suficientemente elocuente como para entender su magnitud respecto de la profundidad y la responsabilidad del trabajo periodstico. El resultado obvio de no entender algo sobre lo que se debe comentar o informar es la comisin de errores. Segn la investigacin, el 69,4 por ciento de los periodistas ha cometido errores alguna vez en su trabajo de informador. Pero el asunto no se queda all. Una cosa es cometer un error y otra muy distinta es admitir la culpa. Un 31,7 por ciento de los hombres y mujeres de prensa que respondieron a la encuesta dijeron que el medio de comunicacin en el que trabajan prefirieron no admitir el error an estando consciente de haberlo cometido. Soberbia y altanera respecto de las fuentes informativas y de los pblicos? Dinmica del trabajo en la que urgencia del cierre impide una serena evaluacin del error cometido? Escasa conciencia de la necesidad de excusarse por una equivocacin? La encuesta nos da ms luces para conformar esta tipologa del hombre y la mujer de la informacin: la juventud puede explicar parte de los errores cometidos en el trabajo diario, pero no explica todas las razones. La otra es, sin duda, el volumen de trabajo de los hombres y mujeres de prensa: El 68,6 por ciento de los reporteros (tanto de radio como de TV y prensa) redacta cada da ms de cinco notas y el 16,9 por ciento redacta ms de nueve. Los editores de peridicos tienen tambin un trabajo muy recargado: el 64,3 por ciento edita todos los das entre cinco y ocho noticias. El 35,7 edita ms de nueve y el 14,3 trabaja sobre 13 notas o ms cada da. Una cantidad de trabajo as requiere de muchas horas frente a la pantalla del computador, en la isla de edicin o en el estudio de grabacin. Esta investigacin demuestra que solamente un tercio de los periodistas trabaja una jornada normal de ocho horas o menos. La jornada tpica de un periodista puede tener incluso 12 horas de trabajo continuo (un 68,3 por ciento del total dijo que trabaja entre ocho y 12 horas diarias). Uno de cada 20 respondi que trabaja ms de 13 horas, de por s una jornada extenuante. Una buena cantidad de redactores (sobre todo de prensa, como se ha visto) ha empezado a trabajar a las 9:30 en la primera conferencia de prensa y son las 10 de la noche y sigue en su peridico elaborando la ltima nota. Solamente ha tenido una hora y media de descanso para almorzar por lo que tiene 12 horas y media de actividad sobre las espaldas. Cmo no cometer errores? Cmo no hacer caso omiso de las precisiones, de los detalles, de los aspectos de contexto? El redactor solo piensa a esas alturas, con toda justicia, en irse a descansar. Pero sigamos con el extenuante ritmo de trabajo. El 80 por ciento de los periodistas tiene tambin turnos de trabajo los fines de semana, por lo general dos veces al mes. Es decir que trabaja un sbado y domingo por medio. Casi uno de cada cinco tiene una situacin an ms precaria: trabaja todos los fines de semana. Pero ese es un trabajo no remunerado ni reconocido. De los periodistas que dijeron trabajar ms de ocho horas diarias, el 74,1 por ciento dijo no recibir pago por horas extras.
El exceso de trabajo, entonces, es una razn ms estructural para explicar la elaboracin de notas periodsticas que contienen equivocaciones. Pero hay ms para profundizar aqu: la falta de cursos de formacin (que explica tambin el ya mencionado tema de que el hombre y mujer de prensa escribe o comenta sobre temas que no conoce bien) y la falta de especializacin en el interior de los medios. Veremos ms adelante que el periodista maneja varios temas de manera paralela. En general, se puede decir que la profesin lo convierte en un todlogo. Un redactor puede perfectamente hacer, en un da, notas sobre contaminacin de ros y privatizacin del sistema de agua potable y otras sobre niveles de inversin pblica y grados de competitividad de la economa. Todo eso en un solo da. Su faceta de todlogo, por s misma, anula la de especialista. Pero el redactor tipo que ha surgido de nuestra investigacin s deseara mejorar su formacin. El 96 por ciento dijo que aceptara tener cursos de especializacin o posgrado si alguna institucin los financiara y si tuvieran facilidades horarias. En los medios en los que trabajan, en todo caso, no encontrarn una respuesta a esa necesidad: El 68,1 por ciento de los medios de comunicacin nunca ha organizado cursos o talleres de especializacin. Adentrmonos ms en la formacin de quienes trabajan en los medios de comunicacin: un 2,4 por ciento de los periodistas no tiene estudios universitarios (es decir que ingres a trabajar con el ttulo de bachiller) y un 23,9 por ciento estudi comunicacin parcialmente. Un 42,9 por ciento de los encuestados egres de la carrera pero todava no ha hecho su tesis; s la ha presentado el 24,9 por ciento de los trabajadores de la prensa. El 5,9 por ciento de todos los hombres y mujeres que trabajan en los medios como periodistas han estudiado una carrera diferente a comunicacin social y un 1,4 tiene estudios de posgrado. De todas formas, y seguramente de una manera que no ocurra hace una o dos dcadas, una gran mayora de los periodistas ha estudiado (aunque sea parcialmente) alguna de las carreras de comunicacin que se ofrecen en el pas. Ese porcentaje llega al 91,7 por ciento y sube al 97,6 por ciento si se suman los que han estudiado otras carreras antes de iniciarse en el mundo laboral. Si el redactor tipo que estamos tratando de dibujar en este trabajo ha ido a la universidad aunque probablemente no haya presentado su tesis o no haya terminado la carrera sus padres probablemente no lo han hecho. Solo uno de tres padres de periodistas tiene algn estudio universitario o normalista, frente al mencionado 97,6 por ciento de sus hijos. La situacin es ms contrastante an si se considera que un tercio de los progenitores de los hombres de prensa no termin el colegio (entre las madres de los periodistas, este porcentaje es del 36,1 por ciento). Quienes s obtuvieron el bachillerato pero no siguieron estudios superiores representan el 23,5 por ciento del total. Un ltimo apunte en este tema: un 4,3 por ciento de las madres de los periodistas y un 1,1 por ciento de los padres, nunca ingresaron siquiera a la primaria. Se sabe por la sociologa y la economa que el nivel de formacin tiene relacin directa (aunque no exclusiva) con el tipo de trabajo que se realiza. La situacin es clara en el
caso que estamos estudiando: el 28,3 por ciento de los padres de los periodistas desarrolla o desarroll su trabajo como obrero. Llegamos en este punto a uno de los aspectos nodales de la investigacin: el trabajo ha revelado que el periodista es una persona superada socialmente, cuyos padres han hecho esfuerzos importantes por darle estudios universitarios aunque sea parciales y que ahora desarrolla un trabajo intelectual que, aunque de menores ingresos que otros profesionales, tienen un nivel mayor a los de sus progenitores. Se estima que los ingresos de un obrero son equivalentes a la mitad del promedio de los de los reporteros y redactores. Si el padre del periodista tipo que estamos construyendo en estas lneas es obrero (o comerciante, como dice el captulo respectivo), la madre es muy probablemente una ama de casa. Un 53,9 por ciento se dedica a esa actividad, muy por encima de la siguiente opcin (trabajadora en el magisterio, no necesariamente de profesora), que involucra al 13 por ciento. En el caso de la reportera o redactora, entonces, la superacin social es todava mayor que la de sus colegas hombres: si su madre se dedica a las labores domsticas, no tiene ingresos y depende econmicamente de su esposo (probablemente un obrero o un comerciante), la redactora, por su trabajo periodstico, se codea con los dirigentes polticos y los hombres de negocios, est en contacto con los tomadores de decisiones y parte de lo que ella haga o deje de hacer influir en las autoridades. Tendencia poltica La encuesta revela que 42,4 por ciento se declara como de izquierda o de centro izquierda, mientras solamente el 4.9 por ciento de los encuestados dice ser de derecha o de centro derecha. (Un 17,1 por ciento dice ubicarse en el centro y el 34.6 por ciento dice tener otra opcin poltica). Se debe ello a la extraccin social de los padres de los periodistas? Influye en esta visin que un tercio de los padres de los periodistas sea obrero? Influye ello en que el 82,4 por ciento de los entrevistados no cree que haya ni un solo partido que haya ayudado realmente al desarrollo nacional? Con todo ello, parece obvio que los periodistas se hayan sentido identificados con los fuertes y masivos movimientos sociales e indgenas como los sucedidos en abril y septiembre de 2000 en Bolivia. Para un 78,5 por ciento del total de los consultados, esas protestas fueron justas. Finalmente, el 87,8 por ciento del total de los consultados desprecia a la clase poltica a la que califica como corrupta y que no aporta al desarrollo de la nacin.
Censura y autocensura
La autocensura es una de las formas ms dolorosas de censura. Es la actitud del periodista que, temiendo sanciones o represalias, mutila sus textos periodsticos ocultando la verdad. El 64,4 por ciento de los entrevistados de esta investigacin admiti haber autocensurado alguna vez un material periodstico. Ello quiere decir que uno de cada tres periodistas cambia, eventualmente, sin una orden expresa, el contenido de un material informativo para eludir sanciones de sus superiores. Las razones principales para que los periodistas se autocensuren son las de tipo empresarialpublicitario (39,9 por ciento del total de los periodistas), poltico (32,2 por ciento), moral (14,2 por ciento) y personal cuando los cambios estaban destinados a evitar problemas con los familiares o amigos de los propietarios o jefes del periodista (8,2 por ciento). La opcin otro fue escogida por el 5,5 por ciento de los periodistas. Si la autocensura es la accin del periodista de cercenar su texto periodstico sin la explcita orden de uno de sus jefes, la censura es la indicacin manifiesta de que la informacin debe ser cambiada antes de ser hecha pblica. Mientras el 64,4 por ciento de los periodistas admiti haberse autocensurado alguna vez, el porcentaje de quienes sufrieron censuras es an mayor: 71,7 por ciento. El 38,4 por ciento de esos periodistas afirma que esas censuras tenan por objeto evitar conflictos con los anunciantes. Un 34,4 por ciento sufri mutilaciones a los textos por razones polticas, un 8,9 por ciento por razones morales y un 13,9 por ciento por razones personales. El 71,7 por ciento de periodistas que dijo en esta investigacin que sus textos fueron censurados, identific a las siguientes personas como responsables de ello: editor superior inmediato (15,7 por ciento), jefe de redaccinjefe de prensa (21,9 por ciento), director (23,8 por ciento), gerente (15,2 por ciento) y propietario (20 por ciento). Con esos antecedentes es obvio que tienen que producirse tensiones al interior de la sala de prensa o de redaccin. Esas tensiones se resuelven por lo general con el despido de redactores o reporteros que resisten la tendencia informativa que tratan de imponer los editores, los jefes de redaccin o los propietarios. Esta situacin se demuestra en el hecho de que el 73,7 por ciento de los periodistas consultados conoce por lo menos un caso de despido de algn colega por motivos polticos, ideolgicos o sindicales. Ms de dos tercios de los periodistas o se autocensuran o los censuran sus jefes? Es esta una situacin para provocar una alarma general? Probablemente s. Cada vez con mayor nfasis, al interior de las redacciones los periodistas han ido perdiendo fuerzas para enfrentarse a los jefes o propietarios. En el periodismo boliviano ha terminado por imponerse una visin autoritaria, que se basa en la simpleza de la siguiente estipulacin: el que no est de acuerdo con la lnea editorial del peridico, la radio o el canal, se va. Pero tratemos de encontrar cierta ecuanimidad: si todos los periodistas que se oponen a la lnea editorial van a terminar de patitas en la calle, los directores y propietarios se quedaran sin fuerza laboral. Y ello tampoco es posible. Por lo tanto, todos los das en las redacciones de los peridicos y en las salas de prensa de la TV y radio se dan trabajosos y complicados procesos de negociacin. Muchas de esas
negociaciones son silenciosas, casi gestuales. De facto, los periodistas publican textos para los cuales no tenan autorizacin, pero las represalias no pueden ser muy evidentes ni muy inmediatas. Si bien los periodistas son el polo ms dbil de esta pugna, los propietarios no ganan siempre. Es el precio que tienen que pagar para tener en sus medios a profesionales capaces y dignos. Procuremos seguir dando una explicacin contextualizada: esas autocensuras y censuras no se dan todos los das, en primer lugar, y en segundo, Bolivia tiene un vigoroso sistema de medios privados en los cuales si uno trata de callar algo ser como tratar de tapar el sol con un dedo, puesto que sin duda otros medios de la competencia no callarn ese especfico suceso. Por lo tanto, si no es en este canal y en este diario que se encuentra un determinado tema, el asunto estar en el diario y en el canal vecinos. Es una especie de control cruzado. SobornosEtica y valores Los periodistas ejercen influencia en la opinin pblica. Lo que dicen o dejan de decir es importante para los intereses econmicos, empresariales o polticos de muchas personas. Por eso estn bajo presin, como lo hemos visto en el captulo referido a la censura y autocensura. Y tambin deben sufrir los intentos de soborno. El soborno es una de las formas ms ntidas y tradicionales de hacer que alguien diga lo que no cree y calle lo que piensa. Un 53,7 por ciento de los periodistas dijo haber recibido, alguna vez, una oferta de soborno. Quienes hacen estas ofertas, segn los encuestados, son los dirigentes polticos (43,3 por ciento del total), autoridades de gobierno (29,1 por ciento), empresarios (15 por ciento), de dirigentes sindicales (4,7 por ciento) y de otros (7,9 por ciento). El 53,7 por ciento de los periodistas se ha visto en una situacin en el que procuraron sobornarlo. Cambiada la pregunta a si el encuestado conoce de manera directa a un colega que haya aceptado el soborno, el porcentaje sube al 60,7 por ciento del total. En el mismo sentido que la pregunta anterior, un 65 por ciento de los encuestados dice conocer a un periodista que ha recibido algn regalo de alguna autoridad o empresario en un sentido en que la tica estaba comprometida. Desde hace aos existe en el gremio periodstico la preocupacin de que existen planillas de sueldos paralelas para periodistas en entidades estatales, como la Cmara de Diputados y Senadores o diversos ministerios. De los encuestados en esta investigacin, el 46,3 por ciento de los entrevistados dice conocer a alguien que est en esas planillas, ganando un sueldo de manera irregular y de forma paralela al que gana en su medio de comunicacin. Se salen con la suya quienes tratan de sobornar a los periodistas o terminan por lograrlo? La respuesta es no. Ningn caso importante de irregularidades, abusos, corrupcin o cualquier otro cometido por autoridades o empresarios ha quedado sin ser divulgado por la prensa. Al igual que en el caso tratado en el captulo anterior, los periodistas actan
con el sistema que yo llamao de control cruzado. Lo que esta radio tratar de callar lo divulgar con fuerzas la radio vecina. O el peridico del interior. O el canal de TV. O la agencia de noticias. Derecho a rplica En las salas de redaccin se presenta cada vez con mayor fuerza el debate sobre los lmites de la labor de los medios de comunicacin. Con el surgimiento del periodismo sensacionalista (que ha influido tambin a los canales de TV y a los diarios llamados serios) y con la loca competencia por el raiting y las ventas, los hombres y mujeres de prensa se preguntan si el trabajo que desarrollan a diario es lo suficientemente serio y responsable. Quizs por ello, el 83,6 por ciento de los encuestados dijo estar de acuerdo con dar a los afectados de los espacios informativos el derecho a rplica, es decir la posibilidad de tener un espacio similar para defenderse al que usaron para atacarlo. En la misma lnea que las respuestas anteriores, los encuestados se mostraron de acuerdo con sancionar seriamente a los colegas que cometen actos reidos con la tica. Un 57,5 por ciento del total dijo estar de acuerdo con juicios expeditos, con penas incluso de despido de la fuente laboral, para quienes incurren en estas faltas. Un 14,6 por ciento dijo aceptar hasta penas de crcel para los hallados en falta. El 27,9 por ciento restante respondi que la sancin a los periodistas que cometen faltas ticas deberan ser juzgados moralmente. Perfil sociolgico En general, los padres de los periodistas han tenido mucho menos aos de estudios que sus hijos. Si un alto 97,6 por ciento de los hombres y mujeres de prensa estudi por lo menos algunos semestres de una carrera universitaria, ese porcentaje es mucho ms bajo en sus progenitores. Un tercio de los padres de los periodistas bolivianos no termin el colegio. Entre las madres de los periodistas, este porcentaje es del 36,1 por ciento y entre los padres, del 30,1 por ciento. El promedio de padres y madres de los periodistas que obtuvo el bachillerato es del 23,5 por ciento. El porcentaje de progenitores de periodistas con estudios universitarios o normalistas (desde estudios parciales hasta posgrado) es de 32,5 por ciento. Es decir que solamente un tercio de los padres de los periodistas tiene algn estudio universitario, frente al 97,6 por ciento de sus hijos dedicados al periodismo. Entre los periodistas encuestados no hubo ninguno que no hubiera obtenido por lo menos el ttulo de bachiller, frente al 33,1 por ciento de sus padres. Finalmente, un 4,3 por ciento de las madres de los periodistas y un 1,1 por ciento de los padres, nunca ingresaron al colegio.
Los cuadros demuestran que hay una tendencia entre estudios de los padres (varones) y preferencia por los periodistas de trabajar en medios de comunicacin radiales, televisivos o impresos. Se puede decir que a mayor grado de instruccin de los progenitores varones, el periodista trabajar ms en la TV y a menor grado, trabajar ms en radio. Entre los padres, el 28,3 por ciento desarrolla o desarroll su trabajo como obrero. El 19,5 por ciento dijo que su padre trabaja o trabaj de manera independiente (las respuestas a esta pregunta eran abiertas, as que la especificacin no es tan detallada). Se estima que dentro de esos independientes estn sobre todo comerciantes. Los que respondieron propiamente comerciantes para el oficio de los padres son el 6,7 por ciento. Entre las progenitoras destaca claramente el acpite de ama de casa, con un 53,9 por ciento. El 13 por ciento corresponde a trabajadoras en el Magisterio (no necesariamente como profesoras). Entre comerciantes e independientes, las madres de los periodistas suman un 9,6 por ciento. Como se ha analizado con cierto detalle, est claro que el periodismo es una herramienta de movilidad social muy importante. Tanto hombres como mujeres periodistas adquieren con el periodismo una profesin de mayor reconocimiento social que el de sus padres, lo que tambin va acompaado de mayores ingresos, an cuando, como se ver ms adelante, los ingresos de los reporteros son en lneas generales bastante modestos. Como implicacin de la extraccin social de los periodistas podra hallarse su escasa o insuficiente formacin. Los conocimientos generales de algunos periodistas son ms bien bajos algo que no se ha sido estudiado en este texto pero que se deduce de otras investigaciones y ello podra estar relacionado a una baja o insuficiente formacin de sus progenitores. Como se ha visto, un tercio de los padres de los periodistas bolivianos no termin el colegio (36,1 por ciento de las madres y 30,1 por ciento de los padres). El 56 por ciento logr terminar el colegio y luego asistir a la universidad aunque sea parcialmente. Un dato ms: un 2,7 por ciento de los progenitores de los periodistas nunca asistieron al colegio, ni siquiera a la primaria. Los basamentos de instruccin ausentes en los hogares de esos periodistas tampoco los obtuvieron en las aulas. Al hacer el cruce de las variables de grado de instruccin de los progenitores y estudios universitarios de los hijos periodistas se encuentra que en general stos no han concluido sus estudios a nivel de egreso y menos a nivel de licenciatura. Probablemente por dificultades econmicas familiares (que empujan al estudiante a abandonar las aulas para ingresar al mundo laboral) o por imposibilidad de seguir los ritmos de estudio que demandan las carreras de comunicacin, en general los hijos periodistas de padres obreros, por ejemplo, no terminaron su carrera universitaria. El 38 por ciento de ellos tuvo estudios universitarios solamente parciales (frente al 23,9 por ciento de promedio), el 42 por ciento logr terminar la carrera (egresados) pero solo el 14,2 por ciento se titul, frente al 24,9 del promedio. El 2,3 por ciento de ellos no ingres a la universidad y lleg al mundo laboral solo con el ttulo de bachiller.
Es decir que los hijos periodistas de padres obreros tienen ms dificultades en profesionalizarse. Y esos hijos periodistas optarn, dice la encuesta, ms bien por trabajos en radio. La investigacin detect una relacin entre periodistas cuyos padres son obreros y una escasa comprensin de los temas que debe abordar. Si el promedio de periodistas que admite haberse enfrentado alguna vez a temas que no comprenda es de un 46,1 por ciento esa cifra sube al 59,4 en el caso de los hijos de los obreros. De la misma manera, el promedio general de periodistas que reconoci haber redactado o elaborado noticias que despus supo que contenan errores es de un 69,4 por ciento. Entre los periodistas hijos de obreros la cantidad aumenta al 85,6 por ciento. Parece demostrarse que el nivel educativo de la familia del periodista influye en el futuro desarrollo de una mejor carrera periodstica. Periodista que, adems, terminar probablemente trabajando en una radioemisora.
Datos del autor Ral Pearanda Undurraga, 36 aos, es director del semanario La Epoca. Fue directorfundador del semanario Nueva Economa. Se desempe como jefe de redaccin de Ultima Hora, asesor editorial de La Razn, corresponsal-jefe en Bolivia de la agencia ANSA y redactor de la agencia AP. Es licenciado en comunicacin social de la UCB y tiene un posgrado en periodismo de la Universidad Andina. Este es el cuarto libro que publica. Ha sido catedrtico de alumnos de nivel licenciatura y maestra.
EMPIEZA EL TEXTO PROLOGO Los cnicos no sirven para este oficio Csar ROJAS ROS Comunicador social y socilogo, Doctorando por la Universidad Complutense de Madrid, investigador del CEBEM, columnista de La Prensa y La poca, autor de
los libros Los ngeles decapitados, Los campanarios de la ira, La ciudad vagn y El sacro objeto. Para muchos periodistas hablar de Gran Periodismo es hablar de Gabriel Garca Mrquez. El Gabo, sus Crnicas y reportajes y su Nobel le confieren el pedestal para elevarlo como la encarnacin de el periodista. Y canonizarlo por su clebre frase de que el periodismo es el mejor oficio del mundo as lo podrn considerar otros, menos muchos de los periodistas que lo viven, sudan y sufren. En fin. Me temo que G.G. Mrquez lo dijo no porque en el fondo as lo crea l es un escritor, no un periodista, sino para calentarles los odos a los periodistas, tan proclives al narcisismo y ganarse as un variado y continuo aplauso meditico. En todo caso, me parece que hay una figura ms descollante, no tan conocida en estos macondos, pero que tiene obra, filosofa y madera. No le desmerezco al Gabo ningn mrito; slo pienso que otro los tiene ms. Uno de ellos es el periodista polaco Ryszard Kapuscinski. Muchos estarn en desacuerdo conmigo, es comprensible: Gabo es un mito, Kapuscinski un desconocido. Pero mientras ms se lo conoce, ms se lo respeta. Es como Africa, el continente que Kapuscinski ama y conoce: inmenso. Ryszard Kapuscinski (Polonia, 1932) estudi en la Universidad de Varsovia, fue corresponsal en varios pases hasta 1981 y tiene cuatro obras maestras: El Emperador, El Sha, El Imperio y Ebano (especie de sntesis final de su relacin con Africa). La escritora italiana Maria Nadotti escribi de Ryszard: es una de las figuras intelectuales ms originales y complejas del panorama internacional de la actualidad. Autor de memorables obras de historia contempornea, a caballo entre el reportaje periodstico y la gran literatura desde El Emperador (un irresistible perfil de Haile Selassie, estructurado como un puzzle que rene materiales de distinta procedencia, relatos orales, conversaciones con los allegados del emperador, sirvientes, cortesanos, parientes, pero tambin con sus opositores) y La guerra del ftbol hasta el Sha (relato de la revolucin iran) o incluso Another Day of Life (sobre las recientes guerras en Angola), en Italia Kapuscinski se ha convertido en una figura de culto gracias al Imperio. Un libro escrito arriesgndolo todo. Sin saber, hasta el final, si acabar consiguindolo. Tres aos de trabajo ininterrumpido dos de ellos, 1990 y 1991, exactamente en vsperas del golpe de Estado que impondra la peligrosa hegemona de Boris Yeltsin que pas explorando el vasto y contradictorio territorio sovitico; evitando con cuidado los obstculos de los encuentros institucionales, de las versiones oficiales y de las voces de palacio; privilegiando en todas las ocasiones los contactos directos, las charlas informales con la gente corriente o con los responsables directos de zonas tan remotas del pas, entonces imperio sovitico, que no aparecan ni siquiera en el atlas de la visibilidad y de la toma de decisiones polticas. Kapuscinski, que habla perfectamente la lengua rusa, consigue desaparecer entre la gente, ser tomado en todas partes como alguien del lugar. He transcrito sin flojera este prrafo extenso de la escritora italiana, porque dice mucho sobre su manera de trabajar: mimetizarse, abandonar el protagonismo por el anonimato
para enriquecer el relato; cuidar los detalles y buscar el dramatismo de las pequeas cosas, pues sabe que dentro de una gota hay un universo entero o que un espejo guarda cien rostros y mil mscaras; y apelar tanto a la observacin como a la intuicin, a los ojos como a las pupilas del corazn. Estos cuatro libros y su vida profesional muestran su capacidad de trabajo o lo que la escuela norteamericana llama de forma acertada periodismo personal: inmersin (meterse a fondo en el asunto), exactitud (atenerse a los hechos y declaraciones), estructura (cuidar la arquitectura del relato), voz (ensayar tcticas de narracin eficaz) y responsabilidad (as, en seco, para mayor indagacin). Y es que Ryszard es una proa que taja un mar de acontecimientos. Kapuscinski dijo mucho sobre el periodismo en maysculas y tambin diagnostic con claridad y amplia experiencia sobre esa relacin perversa entre medios y negocio: maquinaria que supura un periodismo en minsculas. Para Ryszard el periodismo de antes estaba orientado por la bsqueda de la verdad, afeado por la pasin ideolgica de izquierdas y derechas afanadas en convertirlo en un instrumento poltico; hoy esa misma bsqueda de la verdad se ve corrompida por la pasin de ganancia que pretende travestir a la prensa en un becerro de oro. El mundo de los negocios descubre de repente que la verdad no es importante y que ni siquiera la lucha poltica es importante: que lo que cuenta, en la informacin, es el espectculo (...). Cuanto ms espectacular la informacin, ms dinero podemos ganar con ella (Kapuscinski, 2002). Y a esto se suma que el periodismo en maysculas se va empequeeciendo, desinflando y enfermando hasta llegar a la anemia porque dej de reflejar la realidad para concentrarse nicamente en lo que hace o deshace la competencia. El objetivo de todos los grandes grupos de comunicacin no es el de ofrecer una imagen del mundo sino el de no ser desbancados por otros grupos. De esta manera, los medios se transformaron de espejos de la realidad en un juego de espejos mediticos. Ryszard plantea entonces que desde la segunda mitad del siglo XX estamos viviendo dos historias distintas: la de la verdad y la creada por los medios. La paradoja, el drama y el peligro estn en el hecho de que conocemos cada vez ms la historia creada por los medios de comunicacin y no la de verdad. En consecuencia, los medios de comunicacin crean su propio mundo y ese mundo suyo se convierte en ms importante que el real. Y la gente vive en esa atmsfera as lo plantea Tom Wolfe en su deliciosa novelita Emboscada en Fort Bragg que se nos introduce en los pulmones sin que nadie pueda impedirle el paso. Natural, espontnea y envolvene llega a oxigenar nuestro cerebro. Pero an batallando en las coberturas, en las redacciones, en las corresponsalas, sigue latiendo el periodismo en maysculas, divorciado de otras dos grandes categoras que dividen al periodismo: los directivos, cada vez ms ignorantes sobre la gestin de la informacin incapaces por tanto de dar buenos consejos y ms hbiles en la manipulacin del personal, y los siervos de la gleba, ms pendientes de los humores de los directivos que de los latidos de la realidad. La nica forma de escapar de esta hidra tormentosa es el sacrificio en la profesin, conocimiento de los hechos, tener
conocimientos de psicologa humana y no buscar el dinero. Esto le permitir a un periodista hacerse de un buen nombre y entonces deber cuidarlo como si se tratara del santo de su adoracin. Porque slo ese buen nombre le permitir al buen periodista mantenerse en el buen camino. Pues en periodismo, quien rifa la verdad, tambin rifar su nombre. Dije lneas arriba que Ryszard es obra, filosofa y madera. Ya qued claro el valor de su obra. Ahora veamos una parte de su filosofa que dice mucho sobre su madera o el tronco del que est hecho. Ryszard, parafraseando a Descartes, dira: Existo para el otro; luego existo para m. Y esto fija para l el verdadero norte del periodismo, su callo intencional: provocar un cambio. Entre quines y hacia dnde? Aqu entra el tema de su vida: los pobres. Es esto lo que yo entiendo por Tercer Mundo. El Tercer Mundo no es un trmino geogrfico (Asia, Africa, Amrica Latina) y ni siquiera racial (los denominados continentes de color), sino un concepto existencial. Indica precisamente la vida de pobreza, caracterizada por el estancamiento, por el inmovilismo estructural, por la tendencia al subdesarrollo, por la continua amenaza de la ruina total, por una difusa carencia de soluciones. Y aquello que les queda a los pobres: las palabras que circulan libremente, palabras clandestinas, rebeldes, palabras que no van vestidas de uniforme de gala, desprovistas de sello oficial. Instrumento de revuelta. Pero sabiendo con la humildad del sabio ms iluminado, que hoy el mundo es inmenso e infinito, se ensancha da a da, y, en verdad, antes pasar un camello por el ojo de una aguja que podamos nosotros conocer, sentir y comprender todo aquello que configura nuestra existencia, la existencia de varios miles de millones de personas. Sensibilidad y sensatez: dos estrellas en el pecho de Ryszard. Creo a do con Fernando Savater que la tica se aprende del ejemplo. No en manuales caducos, ni catecismos anacrnicos, ni clases de religin olor a moho. Y no son curas pederastas ni profesorcillos de tiza dando reglazos en los dedos, los que nos ensearn a ser ticos. Es la prestancia del hombre tico la que nos seduce a ser honestos. Aqu present a uno con maysculas: Ryszard Kapuscinski. Al esbozar un retrato suyo veo la lejana en varios frentes con los periodistas bolivianos. La intencin es marcar un norte de carne y hueso: no fros mandamientos religiosos ni normas deontolgicas que momifican la tica ms que avivarla. Entonces entiendo cuando Ryszard escribe que las malas personas no pueden ser buenos periodistas. O, siguiendo la pista del ttulo de su ltimo libro, Los cnicos no sirven para este oficio. Porque el periodismo es un oficio que se reinventa en las manos de los Ryszard y se pervierte en los bolsillos de otros. Y segn a quin sigan cada periodista de carne y hueso dir mucho sobre quin es ticamente. As cada da. El punto de partida...
Una buena maana y con el paso del tiempo dir adems afortunada vino Ral Pearanda por el Centro Boliviano de Estudios Multidisciplinarios (CEBEM) con el proyecto de realizar una investigacin para retratar empricamente al periodista boliviano. La idea era realizar una encuesta en las tres ciudades del eje de Bolivia a los periodistas de prensa, televisin y radio para recabar las percepciones sobre su oficio. Objetivo ambicioso pero seductor. Antecedentes existan en otros pases: ninguno en Bolivia. Ral tena la experiencia y el arrojo para acometer tan innovadora empresa. No tengo ningn inconveniente en decirlo y lo anuncio en voz fuerte: El retrato del periodista boliviano marcar un hito... nunca se realiz un estudio as en el pas, los datos que arroja son esclarecedores y los anlisis que incorpora valiosos. Tambin porque el libro se ve enriquecido con el aporte de profesores especializados en el tema afincados en Espaa, Estados Unidos y Mxico. Ahora toca dar a nuestro amable lector el primer paso para recorrer sus cielos virtuosos y descender a sus infiernos soterrados. El punto de apoyo... Ral Pearanda tom la iniciativa y el CEBEM, en el marco de su Maestra en Comunicacin Periodstica, Institucional y Empresarial, la secund sin reparos. En su filosofa de publicar productos de alta calidad y proyeccin internacional, contact a tres de sus profesores extranjeros para que, apoyando con distintos ensayos, ampliaran la visin y reflexin de El retrato del periodista boliviano. Tambin alumnos de la Maestra participaron en la redaccin de una parte de los captulos, dndoles diversidad y frescura al anlisis; as como destacados periodistas de la nueva generacin, que hablan con voz fuerte y dan de qu hablar, articularon su experiencia laboral a sus apreciaciones. Estuvo presente el aporte de Franco Grandi en la coordinacin de toda la investigacin y la edicin del libro. El retrato del periodistas boliviano nos permite conocer con detalle cmo perciben los periodistas su propia profesin y la trama de influencias en las que se ven insertos. La visin es provocativa por lo que presenta y representa. Y los datos son susceptibles de seguir dando juego a la interpretacin. El por qu escrib sobre Ryszard... ...para destacar a un periodista ejemplar. Ryszard sabe de los deberes que entraa su oficio: ser testigo de los acontecimientos de relevancia, no despreciar a la gente sobre la cual escribe, no tener miedo... ni a la mosca tse-tse, ni al Apocalipsis divino, ni al poltico poderoso pero corrupto. Y seguir la estela de su tiempo. Irrepetible y nico. Hroe lo llamara el filsofo espaol Fernando Savater, no porque Ryszard se parezca a Superman, Batman o el Hombre Araa personajes sin ms imaginacin que sus msculos ni ms talento que sus piruetas; sino, porque hroe es quien logra ejemplificar con su accin la virtud como fuerza y excelencia. Y Ryszard, precisamente
al haber sucumbido al jbilo de la tica, puede convertirse para los periodistas bolivianos en un norte y una inspiracin. As El retrato del periodistas boliviano puede crear una sana dialctica entre lo que son nuestros periodistas, y al mostrar a uno de la talla de Ryszard, lo que podran ser. El ideal y la realidad. Pues Ryszard, como Prometeo, nos arrincona contra el eterno muro de la conciencia.
CAPITULO I Retrato del periodista boliviano Ral PEARANDA UNDURRAGA Si tuviramos que forzarnos a responder a la pregunta de cmo es un o una periodista boliviano tipo, tendramos que decir que es una persona que por lo general trabaja entre diez y doce horas diarias, con ndices de insatisfaccin personal, con una mentalidad progresista, con fuertes prejuicios y rechazos hacia los poderes econmicos y polticos, obligado muchas veces a autocensurar su trabajo o bien siendo censurado por sus jefes, con alta inestabilidad laboral y muy pesimista sobre su futuro laboral.
Contexto del estudio e informacin general La presente investigacin busc establecer las caractersticas principales de los periodistas bolivianos. El estudio consider como periodistas a todos aquellos quienes desarrollan trabajos de recoleccin, elaboracin o edicin de noticias y otros textos informativos en radios, canales de televisin y peridicos. Adems, para ser considerados como tales, su labor principal as como su primera fuente de ingresos deba provenir de esas tareas periodsticas. Por lo tanto, periodistas retirados, columnistas, colaboradores de peridicos, comentaristas de TV, iluministas, sonidistas, diseadores y fotgrafos, entre otros, no fueron parte de este estudio. Tampoco fueron considerados aquellos periodistas o comunicadores que se desempeaban en entidades pblicas, instituciones privadas u ONGs, pero s a quienes ocupaban niveles jerrquicos en los medios, como directores o jefes de prensa y de redaccin. Estimaciones informales (ver tabla N 1) sealan que en La Paz hay unos 250 periodistas activos trabajando en medios (unos 100 en prensa escrita y el resto en radio y TV). Esa cantidad sera de 120 para el caso de Cochabamba (alrededor de 40 en prensa escrita) y 140 para el de Santa Cruz (50 en diarios y semanarios), haciendo un total de 510 en las tres ciudades. Ese era el universo de nuestra investigacin. El cuestionario elaborado (ver la boleta en el anexo 2 de este libro) tena en total 74 preguntas y fue realizada a 205 hombres y mujeres
de prensa. La boleta estaba dividida en los captulos de Trabajo cotidiano, Capacitacin, Profesionalizacin y movilidad laboral, Satisfaccin personal y autopercepcin, Censura y autocensura en los medios, Lgica interna de los medios, Estabilidad laboral, Lderes de opinin, Sensacionalismo y tendencia poltica y Niveles salariales. De las 74 preguntas solamente tres eran abiertas y una representaba un grfico tipo diferencial semntico (pregunta N 74). Los periodistas tardaban entre 20 y 25 minutos en responder la boleta. Lo hicieron por lo general en los lugares donde se renen para hacer la cobertura noticiosa (ministerios, organismos, prefecturas, etc.). En algunos casos, el encuestador se dirigi hasta la fuente de trabajo de los periodistas y distribuy las boletas. Los periodistas que no salen de sus oficinas para hacer cobertura (jefes de redaccin, editores, etc.), respondieron la encuesta en sus fuentes de empleo. De las 510 boletas distribuidas se logr recoger 205 en total. En La Paz la muestra equivala aproximadamente al 45,6 por ciento del total del universo (114 encuestados de 250), en Cochabamba al 40 por ciento (48 encuestados de 120) y en Santa Cruz al 30,7 por ciento (43 encuestados de 140). (Ver tabla N 2). Las encuestas fueron respondidas entre los meses de mayo y julio de 2001. Los primeros en ser encuestados fueron los reporteros de La Paz, posteriormente los de Cochabamba y finalmente los de Santa Cruz. En las tres ciudades fue el coordinador de la investigacin, Franco Grandi, el que se encarg de que las encuestas sean llenadas. La boleta era de tipo annimo, para darle ms libertad al encuestado para responder, y tampoco figuraba en ella a qu medio de comunicacin perteneca el encuestado, excepto decir si era prensa, radio o TV. Por eso, la agregacin de los datos no se realiz por medio de comunicacin de manera individual. En el momento de realizarse la encuesta estaban todava encirculacin los diarios Ultima Hora y Presencia, que cerraron posteriormente. La generalidad de los periodistas entrevistados era joven. El 16,6 por ciento de ellos tiene menos de 25 aos de edad. En Santa Cruz hay ms periodistas de esta edad que en los otros departamentos, puesto que un 20,9 por ciento tiene menos de 25 aos. En general, un 33,7 por ciento de los periodistas entrevistados tiene 30 aos o menos y un 22, 4 por ciento tiene 35 aos o menos. En total, de los 205 encuestados, el 72,7 por ciento de los periodistas de radio, prensa y televisin de Bolivia tiene 35 aos o menos. Esta es una profesin de jvenes, no cabe duda. (Ver tabla N 3). Como ocurre en otros pases, y pese a los progresos efectuados por las mujeres, el periodismo sigue siendo una profesin ms bien masculina. El 66,3 por ciento del total de los periodistas investigados son hombres, frente al 33,7 por ciento de mujeres. (Ver tabla N 3 y siguientes). Entre los encuestados, un 46,8 por ciento no estaba casado en el momento de responder a la encuesta. Santa Cruz, donde la edad promedio de los hombres y mujeres de prensa es el ms bajo, existe el nmero ms alto de solteros (51,2 por ciento), seguido de La Paz (48,2) y Cochabamba (39,6 por ciento). (Ver tabla N 6).
Los periodistas encuestados para esta investigacin provienen principalmente de los medios escritos. Un 45,9 por ciento del total son hombres y mujeres de peridicos. Un 28,8 por ciento provena de radios y un 25,4 por ciento de canales de TV. (Ver tabla N 8). De los 198 periodistas que respondieron la pregunta referida al cargo que ocupan, un 75,1 corresponde a redactores (en el caso de los medios impresos) o reporteros (en caso de las radios y canales de TV). El 12,2 por ciento corresponde a editores (solo para medios impresos), el 5,9 por ciento a jefes de prensa (para radio o TV) o jefes de redaccin (para diarios y semanarios). Un 3,4 por ciento corresponde a locutores o presentadores de noticias (radios y TV). (Ver tabla N 10). Coincidiendo con la estructura general de los medios de comunicacin3 segn sus intereses temticos, el 21,0 por ciento de los periodistas que respondi est encargado de la cobertura de temas polticos. Como tema relacionado est el de seguridad narcotrficopolica (7,3 por ciento). El 14,1 tiene la responsabilidad de cubrir temas englobados bajo el rtulo de sociedad (ciudad, educacin, salud, jvenes, etc.). El tercer tema ms importante de cobertura es el de economa, que tiene un 13,2 por ciento del total. Esos cuatro temas se llevan dos tercios del total de la cobertura (55,6 por ciento). El tercio restante lo representan la cobertura deportiva (3,4 por ciento), de cultura y espectculos (4,9 por ciento) y cobertura general (7,8 por ciento). (Ver tabla N 9). Despus de realizado el trabajo de campo en las tres ciudades, se realiz el tabulado de los datos, proceso en el que estuvo a cargo el mismo Grandi y que tom tres meses, hasta tener todos los cuadros y las tablas realizadas. A partir de noviembre de 2001 se entregaron los resultados a los diferentes colaboradores, que se tomaron dos meses en escribir sus respectivos captulos. Desde febrero de 2002 se empez a recopilar esos trabajos para su edicin y correccin y finalmente para su diseo e impresin. BUSCANDO UN PERFIL DEL PERIODISTA Cmo es el periodista boliviano? Responder a esta pregunta es de suyo complicado, debido a que entre otros factores, como cualquier grupo social o gremial, tiene en s mismo fuertes rasgos de heterogeneidad. Hay hombres y mujeres, hay personas de La Paz y del interior, hay quienes tienen estudios universitarios y otros que son slo bachilleres. Pero si tuviramos que forzarnos a responder a la pregunta de cmo es un o una periodista boliviano tipo, tendramos que decir que es una persona que por lo general trabaja entre diez y doce horas diarias, con ndices de insatisfaccin personal, con una mentalidad progresista, con fuertes prejuicios y rechazos hacia los poderes econmicos y polticos, obligado muchas veces a autocensurar su trabajo o bien siendo censurado por sus jefes, con alta inestabilidad laboral y muy pesimista sobre su futuro laboral. La encuesta realizada entre 205 periodista de radio, televisin y prensa de tres ciudades del pas nos presenta una serie de rasgos comunes a los profesionales del periodismo
nacional. Muchas de las cosas que se intuyen sobre el trabajo de prensa han terminado por confirmarse empricamente gracias a esta investigacin, que a la vez ha revelado aspectos que antes no se conocan. Pero vayamos por partes. Como se ir detallando a lo largo de los captulos de este libro, debe decirse que en primer lugar los periodistas en Bolivia son mayormente jvenes y mayormente hombres. La encuesta revela que uno de cada tres periodistas bolivianos tiene 30 aos o menos de edad y ms de dos tercios tienen menos de 35 aos. Este dato tiene probablemente una serie de implicaciones, que trataremos de redondear ms adelante. (Ver tabla N 5). Tiene ese rasgo de edad relacin con los bajos salarios del periodismo? Comparados con otras profesiones, los periodistas ganan menos. Es la juventud una de esas razones? Est abundantemente documentado que a menor edad del trabajador, menor es tambin la remuneracin. Si vemos que un 16,6 por ciento de los periodistas tiene menos de 25 aos (y que este porcentaje sube a 20,9 por ciento en Santa Cruz, ver tabla N 7), podemos colegir que sa es una de las razones (probablemente no la nica ni la ms importante) que explica los bajos salarios. Un 46,4 por ciento de los periodistas gana 2.000 bolivianos o menos, lo que quiere decir que tiene ingresos similares a los segmentos de no profesionales. Solamente el 29,3 por ciento del total de los periodistas gana 3.000 bolivianos o ms (en Santa Cruz es la ciudad en la que los periodistas ganan mejor). Uno de cada diez periodistas gana ms de 5.000 bolivianos mientras los periodistas de radio y las mujeres son los que menos ganan. (Ver tabla N 92). Como hemos dicho, dos tercios o ms de los hombres y mujeres de prensa tienen 35 aos o menos, es decir poco ms de una dcada de experiencia. Pero pese a ello estn ya casi listos para abandonar el oficio y dedicarse a otras actividades, como las relaciones pblicas de entidades estatales o los trabajos de consultora y asesora en ONGs y entidades privadas. En general, a partir de los 35 aos de edad, los periodistas empiezan a buscar otro tipo de empleo, aunque ligado a la comunicacin. Por eso, el 95,2 por ciento de los periodistas tiene menos de 45 aos de edad. El tema es ms sorprendente en Santa Cruz: ninguno de los encuestados de esa ciudad tena ms de 40 aos. (Ver tabla N 5). Por lo tanto, a partir de los 35 aos, los periodistas que trabajan en medios deciden dejar la grabadora o el micrfono. Ello quiere decir que no hay periodistas con experiencia, conocimiento de los temas abordados y especializacin. En otros pases los periodistas prcticamente empiezan su verdadera carrera a partir de los 40, es decir cuando ya tienen una dcada y media de experiencia y estn preparados para desarrollar todas sus aptitudes y sus conocimientos. En Bolivia, en cambio, a esa edad es cuando los periodistas han abandonado casi por completo la profesin de hombres y mujeres de prensa. La juventud es, entonces, un primer rasgo ineludible de la profesin de periodista. Que puede tener relacin con otras variables. Una de ellas, lo hemos visto, podra ser los bajos salarios. Y relacionado al tema de los bajos salarios podramos encontrar faltas a la tica, en el sentido de que hay periodistas que aceptan pagos irregulares de las fuentes a las que
deben cubrir informativamente. De ello hablaremos en el captulo respectivo. Ahora mencionemos ms bien otro rasgo probablemente asociado a la juventud: la desprolijidad del trabajo periodstico. La encuesta ha revelado que casi la mitad de los periodistas ha escrito o trabajado alguna vez sobre temas que no comprenda a cabalidad. (Ver tabla N 46). Y un periodista que no entiende lo que escribe o divulga es un periodista que probablemente no hace bien su trabajo. De cada dos periodistas que trabajan en medios hay uno que est en ciertas ocasiones forzado por la propia dinmica del trabajo a difundir asuntos que no domina. El dato es suficientemente elocuente como para entender su magnitud respecto de la profundidad y la responsabilidad del trabajo periodstico. El resultado obvio de no entender algo sobre lo que se debe comentar o informar es la comisin de errores. Segn la investigacin, el 69,3 por ciento de los periodistas ha cometido errores alguna vez en su trabajo de informador. (Ver tabla N 45). Pero el asunto no se queda all. Una cosa es cometer un error y otra muy distinta es admitir la culpa. Un 26,8 por ciento de los hombres y mujeres de prensa que respondieron a la encuesta dijeron que el medio de comunicacin en el que trabajan prefiri no admitir el error an estando consciente de haberlo cometido. (Ver tabla N 45.1). Soberbia y altanera respecto de las fuentes informativas y de los pblicos? Dinmica del trabajo en la que urgencia del cierre impide una serena evaluacin del error cometido? Escasa conciencia de la necesidad de excusarse por una equivocacin? Si un rasgo era la juventud del periodista y, asociado a l los bajos salarios y las desprolijidades informativas, encontramos entonces uno nuevo: la soberbia. La encuesta nos da ms luces para conformar esta tipologa del hombre y la mujer de la informacin: la juventud puede explicar parte de los errores cometidos en el trabajo diario, pero no explica todas las razones. La otra es, sin duda, el volumen de trabajo de los hombres y mujeres de prensa: El 68,6 por ciento de los reporteros (tanto de radio como de TV y prensa) redacta cada da ms de cinco notas y el 16,9 por ciento redacta ms de nueve. Los editores de peridicos tienen tambin un trabajo muy recargado: el 64,3 por ciento edita todos los das entre cinco y ocho noticias. El 21,4 edita ms de nueve y el 14,3 trabaja sobre 13 notas o ms cada da. (Ver tabla N 40). Una cantidad de trabajo as requiere de muchas horas frente a la pantalla del computador, en la isla de edicin o en el estudio de grabacin. Esta investigacin demuestra que menos de un tercio de los periodistas trabaja una jornada normal de ocho horas o menos. La jornada tpica de un periodista puede tener incluso 12 horas de trabajo continuo (un 72,7 por ciento del total dijo que trabaja entre ocho y 12 horas diarias). Uno de cada 20 respondi que trabaja ms de 13 horas, de por s una jornada extenuante. (Ver tabla N 41). Una buena cantidad de redactores (sobre todo de prensa, como se ha visto) ha empezado a trabajar a las 9:30 en la primera conferencia de prensa y llegan las 10 de la noche y sigue en su peridico elaborando la ltima nota. Solamente ha tenido una hora y media de descanso para almorzar por lo que tiene 12 horas y media de actividad sobre las espaldas.
Cmo no cometer errores? Cmo no hacer caso omiso de las precisiones, de los detalles, de los aspectos de contexto? El redactor slo piensa a esas alturas, con toda justicia, en irse a descansar. Pero sigamos con el extenuante ritmo de trabajo. El 80 por ciento de los periodistas tiene tambin turnos de trabajo los fines de semana (ver tablas N 43 y 43.1)., por lo general dos veces al mes. Es decir que trabaja un sbado y domingo por medio. Casi uno de cada cinco tiene una situacin an ms precaria: trabaja todos los fines de semana. Sin embargo, ese es un trabajo no remunerado ni reconocido. De los periodistas que dijeron trabajar ms de ocho horas diarias, el 70,7 por ciento dijo no recibir pago por horas extras. (Ver tabla N 44). El exceso de trabajo, entonces, es una razn ms estructural para explicar la elaboracin de notas periodsticas que contienen equivocaciones. Pero hay ms para profundizar aqu: la falta de cursos de formacin (que explica tambin el ya mencionado tema de que el hombre y mujer de prensa escribe o comenta sobre temas que no conoce bien) y la falta de especializacin en el interior de los medios. Veremos ms adelante que el periodista maneja varios temas de manera paralela. En general, se puede decir que la profesin lo convierte en un todlogo. Un redactor puede perfectamente hacer, en un da, notas sobre contaminacin de ros y privatizacin del sistema de agua potable y otras sobre niveles de inversin pblica y grados de competitividad de la economa. Todo eso en un solo da. Su faceta de todlogo, por s misma, anula la de especialista. Pero el redactor tipo que ha surgido de nuestra investigacin s deseara mejorar su formacin. El 95,6 por ciento dijo que aceptara tener cursos de especializacin o posgrado si alguna institucin los financiara y si tuvieran facilidades horarias. (Ver tabla N 18). En los medios en los que trabajan, en todo caso, no encontrarn una respuesta a esa necesidad: El 65,4 por ciento de los medios de comunicacin nunca ha organizado cursos o talleres de especializacin. (Ver tabla N 17). Adentrmonos ms en la formacin de quienes trabajan en los medios de comunicacin: un 2,4 por ciento de los periodistas no tiene estudios universitarios (es decir que ingres a trabajar con el ttulo de bachiller) y un 23,9 por ciento estudi comunicacin parcialmente. Un 42,9 por ciento de los encuestados egres de la carrera pero todava no ha hecho su tesis; s la ha presentado el 24,9 por ciento de los trabajadores de la prensa. El 5,9 por ciento de todos los hombres y mujeres que trabajan en los medios como periodistas han estudiado una carrera diferente a comunicacin social y un 1,5 tiene estudios de posgrado. De todas formas, y seguramente de una manera que no ocurra hace una o dos dcadas, una gran mayora de los periodistas ha estudiado (aunque sea parcialmente) alguna de las carreras de comunicacin que se ofrecen en el pas. Ese porcentaje llega al 91,7 por ciento y sube al 97,6 por ciento si se suman los que han estudiado otras carreras antes de iniciarse en el mundo laboral. (Ver tablas N 11-15). Si el redactor tipo que estamos tratando de dibujar en este trabajo ha ido a la universidad aunque probablemente no haya presentado su tesis o no haya terminado la carrera sus
padres probablemente no lo han hecho. Slo uno de tres padres de periodistas tiene algn estudio universitario o normalista, frente al mencionado 97,6 por ciento de sus hijos. (Ver tablas N 36 y 37). La situacin es ms contrastante an si se considera que un tercio de los progenitores de los trabajadores de prensa no termin el colegio (entre las madres de los periodistas, este porcentaje es del 28,8 por ciento). Quienes s obtuvieron el bachillerato pero no siguieron estudios superiores representan el 21,4 por ciento del total. Un ltimo apunte en este tema: un 3,9 por ciento de las madres de los periodistas y un 1,0 por ciento de los padres, nunca ingresaron siquiera a la primaria. Se sabe por la sociologa y la economa que el nivel de formacin tiene relacin directa (aunque no exclusiva) con el tipo de trabajo que se realiza. La situacin es clara en el caso que estamos estudiando: descartando las opciones ns/nr, jubilados y fallecidos, el 28,3 por ciento de los padres de los periodistas desarrolla o desarroll su trabajo como obrero. (Ver tablas N 38 y 39). Llegamos en este punto a uno de los aspectos nodales de la investigacin: el trabajo ha revelado que el periodista es una persona superada socialmente, cuyos padres han hecho esfuerzos importantes por darle estudios universitarios aunque sea parciales y que ahora desarrolla un trabajo intelectual que, aunque de menores ingresos que otros profesionales, tienen un nivel mayor a los de sus progenitores. Se estima que los ingresos de un obrero son equivalentes a la mitad del promedio de los de los reporteros y redactores. Con respecto a su padre, entonces, un periodista est ganando por lo menos el doble, tiene un trabajo de elevado reconocimiento social, con buenas capacidades (como parte de su gremio) de influenciar a la sociedad con su trabajo diario. Si el padre del periodista tipo que estamos construyendo en estas lneas es obrero (o comerciante, como dice el captulo respectivo), la madre es muy probablemente una ama de casa. Un 43,4 por ciento se dedica a esa actividad, muy por encima de la siguiente opcin (trabajadora en el magisterio, no necesariamente de profesora), que involucra al 10,7 por ciento. En el caso de la reportera o redactora, entonces, la superacin social es todava mayor que la de sus colegas hombres: si su madre se dedica a las labores domsticas, no tiene ingresos y depende econmicamente de su esposo (probablemente un obrero o un comerciante), la redactora, por su trabajo periodstico, se codea con los dirigentes polticos y los hombres de negocios, est en contacto con los tomadores de decisiones y parte de lo que ella haga o deje de hacer influir en las autoridades. Qu implicaciones tiene esta rpida superacin social en la psiquis del periodista? Se encuentran all respuestas a su desprecio por el poder y sus marcadas opiniones contrarias sobre el rol de los polticos bolivianos? (Captulo VIII). No podemos saberlo porque responder esa pregunta requera de otros instrumentos de investigacin al margen de la encuesta. Pero el solo dato da para futuros anlisis sobre el comportamiento diario del periodista. Lo que queda claro, sin embargo, es que el periodismo es un eficiente mecanismo de movilidad social. Varios elementos facilitan aquello: un periodista no necesita un ttulo
profesional para desempear su labor, como s lo requerira un arquitecto o un abogado; un periodista puede ingresar sin experiencia previa a un medio de comunicacin, cosa que es menos fcil en otras profesiones; un periodista tiene a veces ingresos similares a otros oficios, pero el reconocimiento social a su profesin es mayor; finalmente, una persona puede desempearse como periodista sin las cualificaciones necesarias debido a lo poco exigente que puede ser la profesin muchas veces. Decamos que el periodista desprecia el poder y el sistema de partidos tradicionales. Adems de ello, se ubica ms bien en posturas progresistas, como se ver ms adelante en detalle en el captulo respectivo del texto (VIII). La encuesta revela que 42,4 por ciento se declara como de izquierda o de centro izquierda, mientras solamente el 4.9 por ciento de los encuestados dice ser de derecha o de centro derecha. (Un 17,1 por ciento dice ubicarse en el centro y el 22,9 por ciento dice tener otra opcin poltica, ver tabla N 79). Se debe ello a la extraccin social de los padres de los periodistas? Influye en esta visin que un tercio de los padres de los periodistas sea obrero? Influye ello en que el 82,4 por ciento de los entrevistados no cree que haya ni un solo partido que haya ayudado realmente al desarrollo nacional? (Captulo VIII, ver tabla N 80). Con todo ello, parece obvio que los periodistas se hayan sentido identificados con los movimientos sociales como los sucedidos en abril y septiembre de 2000. Para un 78,5 por ciento del total de los consultados, esas protestas fueron justas (ver tabla N 86). Finalmente, el 87,8 por ciento del total de los consultados desprecia a la clase poltica a la que califica como corrupta y que no aporta al desarrollo de la nacin. (Ver tabla N 81). Hablemos ahora de la autopercepcin del periodista. El principal mvil de insatisfaccin laboral en los periodistas es el deterioro que el oficio puede infligir a su calidad de vida, antes que las propias caractersticas de la profesin es la hiptesis de Fernando Molina en el Captulo II. Con todo, los periodistas estn ms satisfechos que insatisfechos con lo que hacen, aunque las respuestas pueden ser contradictorias. Para Molina, ello se debe a la autopercepcin mtica de la profesin. Los periodistas se ven a s mismos como los profesionales que ayudan a la gente y que hablan por los que no tienen voz. Aunque a veces esa voz sea apagada por factores externos, como veremos en los siguientes captulos, especialmente en el XII, escrito por Jos Luis Dader. NIVELES DE PROFESIONALIZACION
Este captulo tratar de adentrarse en cules son los niveles de formacin universitaria de los periodistas bolivianos. Un rasgo que se observa de inmediato es el de los niveles de profesionalizacin. Si bien solamente un cuarto de los hombres y mujeres que trabaja en medios de comunicacin tiene un ttulo de licenciatura en la carrera de comunicacin social, como lo exige el Estatuto del Periodista para ejercer la profesin, un 91,7 por ciento del total ha tenido por lo menos estudios parciales en comunicacin. (Ver tablas N 11 y 12).
Si el Estatuto que hemos mencionado se cumpliera fielmente, el 24,9 por ciento de los periodistas podra ejercer la profesin. Esa sola constatacin demuestra lo inapropiado e inoportuno del Estatuto. Un 23,9 por ciento del total de los consultados estudi comunicacin parcialmente y un 42,9 por ciento egres de la carrera pero todava no ha hecho su tesis. Por eso las iniciativas tendentes a titular a los egresados que se han realizado en las universidades Catlica y estatales es correcta, excepto por el hecho de que ese mecanismo se ha convertido en una manera de recaudar fondos exaccionando a los denominados tesistas, que deben pagar altas sumas de dinero para optar por la posibilidad de titularse con un trabajo prctico y no con una tesis. El caso de los profesionales de la comunicacin es muy demostrativo en este sentido: si solamente un cuarto ha hecho su tesis y los dems ejercen la profesin sin dificultades, lo obvio sera, como ha ocurrido en otros pases, plantearse definitivamente la posibilidad de anular el requisito de la tesis para la obtencin del ttulo universitario. En Bolivia, tres cuartos de los periodistas o no han terminado la carrera o, habindolo hecho, no han presentado su tesis. Y esa gran cantidad de comunicadores no enfrenta dificultades para desarrollar su trabajo. Sus ascensos y promociones se deciden ms bien por sus destrezas, su responsabilidad y tenacidad. Si la tesis no sirve para ingresar a la profesin y mantenerse en ella, para qu sirve? Lo mismo puede decirse de las otras reas laborales de la comunicacin: tanto en agencias publicitarias, oficinas de diseo, ONGs y otros organismos el hecho de ser titulado no garantiza la contratacin de los comunicadores. Los empleadores ms bien medirn sus destrezas prcticas y su productividad. Si se profundiza un poco ms se ver que el empirismo sigue vivo en el gremio periodstico: aparte de lo mencionado lneas arriba, la investigacin revel que un 2,4 por ciento de los periodistas no tiene estudios universitarios ni siquiera parciales, es decir que ingres al mundo laboral tras haber obtenido su ttulo de bachiller. (Ver tablas N 11 y 12). La ciudad con ms licenciados en comunicacin es Santa Cruz (32,6 por ciento), probablemente gracias a la presencia de universidades privadas que tradicionalmente ponen menos trabas que las estatales para la presentacin de la tesis. La Paz es la ciudad con menos presencia de titulados (21,1 por ciento), probablemente por la razn contraria. (Ver listado de estudios segn universidad, tabla N 13). El 5,9 por ciento de todos los hombres y mujeres que trabaja en los medios como periodistas ha estudiado una carrera diferente a comunicacin social. De ellos destacan los que han estudiado derecho, economa, educacin y filosofa. (Ver tabla N 14). De todas formas, el estudio demuestra que una notable mayora de los encuestados estudi, aunque sea parcialmente, la carrera de comunicacin social. Como lo hemos mencionado, entre estudios parciales, egresados y titulados de las carreras de comunicacin social, el porcentaje es de 91,7 por ciento.
El trabajo tambin demuestra que de los periodistas en ejercicio, una minora estudi una carrera de posgrado. De los 205 encuestados, solamente tres tenan estudios de ese nivel (uno con maestra y dos con diplomado, ver tabla N 15). Utilidad de la formacin Es largo el debate en Bolivia sobre la utilidad de los estudios de comunicacin social en la vida laboral de los futuros periodistas. En general se ha dicho de los estudios universitarios son excesivamente tericos, poco sintonizados con la realidad y que ofrecen pocas armas para cuando el egresado o titulado se enfrente al mundo del trabajo. Ese debate se ha producido tambin en otros pases y, como la ha dicho la investigadora Lupe Cajas, las carreras de comunicacin o periodismo no estn presentes en muchos de ellos. En esos casos, economistas, abogados o literatos que deseen trabajar en medios toman un curso breve de deontologa y de tcnicas de redaccin e ingresan a trabajar. Quizs con ms xitos que en Bolivia. Los resultados de la encuesta ratifican solo parcialmente la supuesta poca utilidad de los estudios universitarios, ya que un tercio de los encuestados dijo que su paso por las aulas no le haba ayudado significativamente en el desempeo de su profesin. Un 22,9 por ciento dijo que sus estudios le son escasamente tiles en su desempeo laboral y un 2,9 por ciento los defini como casi nada tiles. (Ver tabla N 16). En contrapartida, un 63,5 por ciento de los encuestados dijo que stos les fueron muy tiles (22 por ciento) o bastante tiles (41,5 por ciento). Santa Cruz destaca en este punto con respecto a La Paz y Cochabamba como la ciudad en la que sus periodistas califican ms favorablemente sus estudios. El 76,7 por ciento del total dijo definir sus estudios como muy o bastante tiles, frente al 58,7 por ciento de los que respondieron de esa misma forma en La Paz, y frente al 62,5 por ciento de Cochabamba. De los 40 periodistas de Santa Cruz que respondieron esta pregunta y que tienen estudios en comunicacin, ni uno solo respondi que su paso por la universidad era casi nada til. El ms alto porcentaje de periodistas descontentos con sus estudios son los de La Paz. El 29,8 por ciento de ellos dijo que sus estudios le fueron escasamente o nada tiles. Ese porcentaje es de 25,1 para el caso de los periodistas de Cochabamba. (Ver tabla N 16). An as, una abrumadora mayora de periodistas que respondi a esta investigacin pasara cursos de posgrado (95,6 por ciento ver tabla N 18) si es que stos fueran financiados por alguna institucin. Ello refleja la gran demanda de especializacin y de cursos de posgrado que tienen los periodistas. Entre las reas de conocimiento que los periodistas prefieren estn comunicacin social (45,9 por ciento), literatura-arte-cultura (14,7 por ciento) ciencias polticas-derechosociologa (29,5 por ciento), relaciones internacionales (22,9 por ciento) y otras alternativas (4,0 por ciento). La suma de las respuestas da ms de 100 debido a que la se poda marcar ms de una opcin.
En concordancia con la respuesta anterior, los periodistas entrevistados tambin estn deseosos de poder estudiar otra carrera, si fuera financiada por alguna institucin y si tuvieran la flexibilidad horaria para hacerlo. Un 88,8 por ciento respondi afirmativamente a esta pregunta. De ellos, la mayora deseara estudiar carreras enmarcadas dentro de las ciencias sociales, como derecho, ciencias polticas, sociologa o historia. Esas opciones (a las que los encuestados aadieron humanidades y ciencias sociales) representan un 57,5 por ciento del total. Del resto de las opciones destaca literaturalingstica (9,5 por ciento). (Ver tabla N 19.1). No hay variaciones importantes en esta respuesta segn la ciudad en la que trabaja el periodista, excepto en la opcin mrketing, que los encuestados de Santa Cruz valoran por encima de los de Cochabamba y La Paz. Un 11,9 por ciento de los encuestados de Santa Cruz dijo desear estudiar esa carrera, frente al 0,9 por ciento de La Paz y al 2,1 por ciento de Cochabamba. Pero si los periodistas estn ansiosos de mejorar su formacin, las empresas que los contratan no lo estn de dar ese paso. El 65,4 por ciento de los medios de comunicacin en los que trabajan los periodistas encuestados nunca han organizado cursos o talleres de especializacin. Solo el 30,7 por ciento lo ha hecho. (Ver tabla N 17). Segn la ciudad de origen del periodista, se nota que los medios de Santa Cruz y Cochabamba hacen ms esfuerzos en este sentido que los de La Paz. El 41,9 por ciento de los entrevistados de Santa Cruz y el 37,5 por ciento de los de Cochabamba dijeron que sus empleadores organizan talleres y cursos. Ese porcentaje es del 23,7 por ciento en La Paz. El Crculo de Periodistas Econmicos (Cipeco), que congrega a una treintena de periodistas que trabajan en el rea econmica ha destacado en este punto. De manera independiente y colaborados por expertos, analistas y autoridades han organizado decenas de eventos de capacitacin. Pese a que los talleres y cursos para los periodistas se realizaban generalmente los sbados, los grados de convocatoria eran muy elevados.
CENSURA Y AUTOCENSURA
La autocensura es una de las formas ms dolorosas de censura. Es la actitud del periodista que, temiendo sanciones o represalias, mutila sus textos periodsticos ocultando la verdad. La autocensura es diferente a la autorregulacin. Esta se entiende como la actitud responsable del hombre y la mujer de prensa que, al no tener la informacin completa, prefiere no emitirla o cambiarle el enfoque. No acusar a alguien sin pruebas, no invadir la vida privada, no difundir denuncias sin previa comprobacin, etc., son actitudes sanas de un periodista que se autorregula en bien de la responsabilidad.
Diferente es la autocensura: esta tiene relacin con callar lo que se sabe porque su difusin podra molestar a los poderes econmico o poltico. Y callarla adems de manera espontnea, para evitarse conflictos con los jefes o los propietarios de los medios. El 64,4 por ciento de los entrevistados de esta investigacin admiti haber autocensurado alguna vez un material periodstico. Ello quiere decir que uno de cada tres periodistas cambia, eventualmente, sin una orden expresa, el contenido de un material informativo para eludir sanciones de sus superiores. (Ver tablas N 20 y 20.1). Las razones principales para que los periodistas se autocensuren son las de tipo empresarialpublicitario (39,9 por ciento del total de los periodistas), poltico (32,2 por ciento), moral (14,2 por ciento) y personal cuando los cambios estaban destinados a evitar problemas con los familiares o amigos de los propietarios o jefes del periodista (8,2 por ciento). La opcin otro fue escogida por el 5,5 por ciento de los periodistas. (Ver tabla N 20.1). Si la autocensura es la accin del periodista de cercenar su texto periodstico sin la explcita orden de uno de sus jefes, la censura es la indicacin manifiesta de que la informacin debe ser cambiada antes de ser hecha pblica. Mientras el 64,4 por ciento de los periodistas admiti haberse autocensurado alguna vez, el porcentaje de quienes sufrieron censuras es an mayor: 71,7 por ciento. El 38,3 por ciento de esos periodistas afirma que esas censuras tenan por objeto evitar conflictos con los anunciantes. Un 34,4 por ciento sufri mutilaciones a los textos por razones polticas, un 8,9 por ciento por razones morales y un 13,9 por ciento por razones personales. (Ver tablas N 21 y 21.1). El 71,7 por ciento de periodistas que dijo en esta investigacin que sus textos fueron censurados, identific a las siguientes personas como responsables de ello: editor superior inmediato (15,7 por ciento), jefe de redaccinjefe de prensa (21,9 por ciento), director (23,8 por ciento), gerente (15,2 por ciento) y propietario (20 por ciento). (Ver tabla N 22). Con esos antecedentes es obvio que tienen que producirse tensiones al interior de la sala de prensa o de redaccin. Esas tensiones se resuelven por lo general con el despido de redactores o reporteros que resisten la tendencia informativa que tratan de imponer los editores, los jefes de redaccin o los propietarios. Esta situacin se demuestra en el hecho de que el 72,2 por ciento de los periodistas consultados conoce por lo menos un caso de despido de algn colega por motivos polticos, ideolgicos o sindicales. (Ver tabla N 24). Otra de las preocupaciones de los sindicatos de la prensa del pas desde hace varios aos es el tema de la ausencia de ciertos derechos sindicales al interior de las salas de redaccin. Ello parece demostrarse parcialmente en las respuestas brindadas sobre este punto por los encuestados. Un 30 por ciento del total dijo que por lo menos algn derecho laboral est prohibido en su medio: realizar asambleas (9,3 por ciento), sindicalizarse (8,8 por ciento), efectuar paros (6,8 por ciento) o ejercer otros derechos (2,4 por ciento).
Pero un 29,8 por ciento dijo que en sus fuentes de trabajo los empleados no ponen trabas en el ejercicio de los derechos sindicales. Y un 34,1 por ciento dio una respuesta acorde con los tiempos: en su medio de comunicacin los periodistas no se interesan por ejercer esos derechos. (Ver tabla N 23). Ms de dos tercios de los periodistas o se autocensuran o los censuran sus jefes? Es esta una situacin para provocar una alarma general? Probablemente s. Cada vez con mayor nfasis, al interior de las redacciones los periodistas han ido perdiendo fuerzas para enfrentarse a los jefes o propietarios. Se recuerda que hace una dcada un grupo de periodistas prefiri renunciar masivamente a La Razn por su desacuerdo en el enfoque dado a ciertos temas. Ese tipo de acciones no se ven ms en los peridicos. Incluso las renuncias individuales son contadas, ms an las colectivas. En el periodismo boliviano ha terminado por imponerse una visin autoritaria, que se basa en la simpleza de la siguiente estipulacin: el que no est de acuerdo con la lnea editorial del peridico, se va. Pero tratemos de encontrar cierta ecuanimidad: si todos los periodistas que se oponen a la lnea editorial van a terminar de patitas en la calle, los directores y propietarios se quedaran sin fuerza laboral. Y ello tampoco es posible. Por lo tanto, todos los das en las redacciones de los peridicos y en las salas de prensa de la TV y radio se dan trabajosos y complicados procesos de negociacin. Muchas de esas negociaciones son silenciosas, casi gestuales. De facto, los periodistas publican textos para los cuales no tenan autorizacin, pero las represalias no pueden ser muy evidentes ni muy inmediatas. Si bien los periodistas son el polo ms dbil de esta pugna, los propietarios no ganan siempre. Es el precio que tienen que pagar para tener en sus medios a profesionales capaces y dignos. Procuremos seguir dando una explicacin contextualizada: esas autocensuras y censuras no se dan todos los das, en primer lugar, y en segundo, el pas tiene un vigoroso sistema de medios privados en los cuales si uno trata de callar algo ser como tratar de tapar el sol con un dedo, puesto que sin duda otros medios de la competencia no callarn ese especfico suceso. Por lo tanto, si no es en este canal y en este diario que se encuentra un determinado tema, el asunto estar en el diario y en el canal vecinos. Es una especie de control cruzado. SOBORNOS, ETICA Y VALORES
Los periodistas ejercen influencia en la opinin pblica. Lo que dicen o dejan de decir es importante para los intereses econmicos, empresariales o polticos de muchas personas. Por eso estn bajo presin, como lo hemos visto en el captulo referido a la censura y autocensura. Y tambin deben sufrir los intentos de soborno. El soborno es una de las formas ms ntidas y tradicionales de hacer que alguien diga lo que no cree y calle lo que piensa.
Un 53,7 por ciento de los periodistas dijo haber recibido, alguna vez, una oferta de soborno. Quienes hacen estas ofertas, segn los encuestados, son los dirigentes polticos (43,3 por ciento del total), autoridades de gobierno (29,1 por ciento), empresarios (15 por ciento) o de dirigentes sindicales (4,7 por ciento). La opcin otros tuvo un 7,9 por ciento de las respuestas. (Ver tabla N 25). El 53,7 por ciento de los periodistas, como dice el acpite anterior, se ha visto en una situacin en el que procuraron sobornarlo. Cambiada la pregunta a si el encuestado conoce de manera directa a un colega que haya aceptado el soborno, el porcentaje sube al 59,5 por ciento del total. (Ver tabla N 26). Cochabamba es la ciudad en la que los periodistas admiten una mayor cantidad de estas situaciones. Un 81,3 por ciento de los encuestados dijo conocer a un periodista que acept un soborno. Como se sabe, en Cochabamba han surgido en los ltimos aos fuertes polmicas por este motivo. El porcentaje menor, como en general en todo este captulo, es el que corresponde a Santa Cruz (37,2 por ciento). En el mismo sentido que la pregunta anterior, un 65 por ciento de los encuestados dice conocer a un periodista que ha recibido algn regalo de alguna autoridad o empresario en un sentido en que la tica estaba comprometida. Nuevamente Cochabamba es la ciudad en la que este tema aparece con mayor frecuencia. El 63,4 por ciento de los periodistas dice conocer a un colega que ha recibido regalos en circunstancias poco ticas. (Ver tabla N 27). Desde hace aos existe en el gremio periodstico la preocupacin de que existen planillas de sueldos para periodistas en entidades estatales, como la Cmara de Diputados y Senadores o diversos ministerios. De los encuestados en esta investigacin, el 45,4 por ciento de los entrevistados dice conocer a alguien que est en esas planillas, ganando un sueldo de manera irregular y de forma paralela al que gana en su medio de comunicacin. (Ver tabla N 28). Este tema ha sido, otra vez, largamente debatido en Cochabamba y es esa ciudad en la que este fenmeno nuevamente se refleja con claridad: un 71,1 por ciento de los periodistas dijo conocer a un redactor que est en las planillas de pago irregulares. El porcentaje es el inverso en Santa Cruz (76,7 por ciento de los encuestas no conoce a un periodista que participe de las planillas de pagos). Se salen con la suya quienes tratan de sobornar a los periodistas o terminan por lograrlo? La respuesta es no. Ningn caso importante de irregularidades, abusos, corrupcin o cualquier otro cometido por autoridades o empresarios ha quedado sin ser divulgado por la prensa. Al igual que en el caso tratado en el captulo anterior, los periodistas actan con el sistema que yo llamo de control cruzado. Lo que esta radio tratar de callar lo divulgar con fuerzas la radio vecina. O el peridico del interior. O el canal de TV. O la agencia de noticias. Desde el punto de vista de quienes sobornan podrn lograr sus mezquinos objetivos en la minora de las veces. En la mayora, esos intentos caen en saco roto, no logran su objetivo o son develados. En las elecciones presidenciales de 2002 fue primero un
candidato a diputado del MNR de Cochabamba el que quiso sobornar a periodistas de Los Tiempos. Y unos aos antes una diputada de Condepa envi un sobre con dinero a periodistas del peridico Presencia. De todas maneras, los gremios y los sindicatos de periodistas deben hacer esfuerzos ms serios y ms sostenidos para sancionar los casos de corrupcin dentro del periodismo. Los resultados de la encuesta deberan ser suficientemente elocuentes. Con todo lo dicho en este acpite, es llamativo que un ocho por ciento de los periodistas no conozca ningn manual de tica. La Paz es la ciudad en la que ms periodistas desconocen este instrumento (11,4 por ciento), mientras que en Santa Cruz ese porcentaje era de un 4,7 por ciento. (Ver tabla N 29). Ms llamativas todava son las respuestas dadas a la pregunta de si en el medio de comunicacin en el que trabaja el periodista se debaten asuntos de tica. Un 53,2 por ciento del total respondi que nunca o rara vez ocurre aquello. El resto, un 46,6 por ciento, dijo hacerlo bastante seguido. (Ver tabla N 30). Pero si no es la sala de redaccin el lugar que ms influye en la construccin de los valores ticos en el periodista, qu influye? Los periodistas consultados indicaron que la familia es el lugar donde esos valores se construyen. Un 63,4 por ciento respondi as a la pregunta. El estudio de un manual de tica fue la segunda opcin (15,1 por ciento) y la religin fue la tercera (5,9 por ciento). Como ancdota, dos de los 205 periodistas entrevistados dijo desconocer el significado de los valores ticos de la profesin. (Ver tabla N 31). Periodistas que no entienden a cabalidad de lo que escriben. Periodistas que admiten que se equivocan al elaborar notas. Periodistas que reconocen que son pasibles de ser sobornados. Periodistas que admiten que autocensuran sus materiales. Con ese cmulo de caractersticas uno podra suponer que los reporteros y redactores tienen una actitud autocrtica en su desempeo diario. Por el contrario, pese a las fallas mencionadas aqu, los hombres y mujeres de prensa muestran mayoritariamente una actitud acrtica. El 50,7 por ciento de los encuestados dice que sus colegas tienen ese rasgo. El 46,8 por ciento restante, por el contrario, cree que son autocrticos. (Ver tabla N 32). An con las respuestas sobre el rasgo acrtico de los periodistas, en las salas de redaccin se presenta cada vez con mayor fuerza el debate sobre los lmites de la labor de los medios de comunicacin. Con el surgimiento del periodismo sensacionalista (que ha influido tambin a los canales de TV) y con la loca competencia por el raiting y las ventas, los hombres y mujeres de prensa se preguntan si el trabajo que desarrollan a diario es lo suficientemente serio y responsable. Quizs por ello, el 80 por ciento de los encuestados dijo estar de acuerdo con dar a los afectados de los espacios informativos el derecho a rplica, es decir la posibilidad de tener un espacio similar para defenderse al que usaron para atacarlo. (Ver tabla N 34). En la misma lnea que las respuestas anteriores, los encuestados se mostraron de acuerdo con sancionar seriamente a los colegas que cometen actos reidos con la tica. Un 53,7 por ciento del total dijo estar de acuerdo con juicios expeditos, con penas incluso de
despido de la fuente laboral, para quienes incurren en estas faltas. Un 13,7 por ciento dijo aceptar hasta penas de crcel para los hallados en falta. El 25,9 por ciento restante respondi que la sancin a los periodistas que cometen faltas ticas deberan ser juzgados moralmente. (Ver tabla N 35). PERFIL SOCIOLOGICO DE LOS PERIODISTAS
En general, los padres de los periodistas han tenido mucho menos aos de estudios que sus hijos. Si un alto 97,6 por ciento de los hombres y mujeres de prensa estudi por lo menos algunos semestres de una carrera universitaria, ese porcentaje es mucho ms bajo en sus progenitores. Casi un tercio de los padres de los periodistas bolivianos no termin el colegio. Entre las madres de los periodistas, este porcentaje es del 28,8 por ciento y entre los padres, del 26,8 por ciento. El promedio de padres y madres de los periodistas que s obtuvo el bachillerato es del 21,4 por ciento. (Ver tablas N 36 y 37). El porcentaje de progenitores de periodistas con estudios universitarios o normalistas (desde estudios parciales hasta posgrado) es de 35,2 por ciento. Es decir, solamente un tercio de los padres de los periodistas tiene algn estudio universitario, frente al 97,6 por ciento de sus hijos dedicados al periodismo. Entre los periodistas encuestados no hubo ninguno que no hubiera obtenido por lo menos el ttulo de bachiller, frente al 26,8 por ciento de sus padres. Finalmente, un 3,9 por ciento de las madres de los periodistas y un 1,0 por ciento de los padres, nunca ingresaron al colegio. Los cuadros demuestran que hay una tendencia entre estudios de los padres (varones) y preferencia por los periodistas de trabajar en medios de comunicacin radiales, televisivos o impresos (ver tabla N 48.1). Se puede decir que a mayor grado de instruccin de los progenitores varones, el periodista trabajar ms en la TV y a menor grado, trabajar ms en radio. As, el 40,8 por ciento de los padres de periodistas de TV tuvo por lo menos algn estudio universitario, mientras que ese porcentaje baja al 26 por ciento de los padres de los periodistas de radio. En el caso de los reporteros de prensa, un 33,7 por ciento de ellos tuvo por lo menos ciertos estudios universitarios. (Ver tabla N 52.3). Y si hay una relacin entre estudios del progenitor y la opcin del hijo periodista por radio, TV o prensa, no la hay respecto de los estudios de la progenitora. En ese punto, un cuarto de las madres de los periodistas de prensa, TV o radio tiene algn grado de estudios universitarios. En concordancia con los estudios de los padres y madres de los periodistas se ubica el acpite de los trabajos u oficios de los mismos. Si se quitan de los cuadros las opciones ns/nr, jubilados y fallecidos, entre los padres, el 28,3 por ciento desarrolla o desarroll su trabajo como obrero. El 19,5 por ciento dijo que su padre trabaja o trabaj de manera
independiente (las respuestas a esta pregunta eran abiertas, as que la especificacin no es tan detallada). Se estima que dentro de esos independientes estn sobre todo comerciantes. Los que respondieron propiamente comerciantes para el oficio de los padres son el 10,2 por ciento. (Ver tabla N 47 a la 52.2). Entre las progenitoras destaca claramente el acpite de ama de casa, con un 53,6 por ciento. El 13 por ciento corresponde a trabajadoras en el Magisterio (no necesariamente como profesoras). Entre comerciantes e independientes, las madres de los periodistas suman un 10,2 por ciento. (Ver tabla N 39). Como se ha analizado con cierto detalle en este captulo est claro que el periodismo es una herramienta de movilidad social muy importante. Tanto hombres como mujeres periodistas adquieren con el periodismo una profesin de mayor reconocimiento social que el de sus padres, lo que tambin va acompaado de mayores ingresos, an cuando, como se ver ms adelante, los ingresos de los reporteros son en lneas generales bastante modestos. La extraccin social de los hombres y mujeres de prensa explicara su inclinacin ms bien progresista de la poltica y, por otra parte, su desprecio por los poderes establecidos y por los partidos tradicionales. Como se ve en el captulo correspondiente (VIII) los reporteros y reporteras apoyan por ejemplo las movilizaciones sociales como las registradas en abril y septiembre del ao 2000. Se logra filtrar esa postura en los enfoques de las noticias que redactan? Eso es parte de otro estudio pero uno puede intuir que la respuesta es afirmativa. Como tercera implicacin de la extraccin social de los periodistas podra hallarse tambin su escasa o insuficiente formacin. Los conocimientos generales de algunos periodistas son ms bien bajos algo que no se ha sido estudiado en este texto pero que se deduce de otras investigaciones y ello podra estar relacionado a una baja o insuficiente formacin de sus progenitores. Como se ha visto, un tercio de los padres de los periodistas bolivianos no termin el colegio (28,8 por ciento de las madres y 26,8 por ciento de los padres). El 45,4 por ciento logr terminar el colegio y luego asistir a la universidad aunque sea parcialmente. Un dato ms: un 2,4 por ciento de los progenitores (padres y madres) de los periodistas nunca asistieron al colegio, ni siquiera a la primaria. (Ver tablas N 36 y 37). Los basamentos de instruccin ausentes en los hogares de esos periodistas tampoco los obtuvieron en las aulas. Al hacer el cruce de las variables de grado de instruccin de los progenitores y estudios universitarios de los hijos periodistas se encuentra que en general stos no han concluido sus estudios a nivel de egreso y menos a nivel de licenciatura, si el nivel educativo del padre es bajo. Probablemente por dificultades econmicas familiares (que empujan al estudiante a abandonar las aulas para ingresar al mundo laboral) o por imposibilidad de seguir los ritmos de estudio que demandan las carreras de comunicacin, en general los hijos periodistas de padres obreros, por ejemplo, no terminaron su carrera universitaria. El 38,1 por ciento de ellos tuvo estudios universitarios solamente parciales (frente al 23,9 por
ciento de promedio), el 42,9 por ciento logr terminar la carrera (egresados) pero solo el 14,3 por ciento se titul, frente al 24,9 del promedio. El 2,4 por ciento de ellos no ingres a la universidad y lleg al mundo laboral solo con el ttulo de bachiller. (Ver tablas N 52.1 y 52.2). Es decir que los hijos periodistas de padres obreros tienen ms dificultades en profesionalizarse. Y esos hijos periodistas optarn, dice la encuesta, ms bien por trabajos en radio. Como se ha visto en este captulo hay una tendencia entre estudios de los padres e inclinacin por los periodistas por el medio de comunicacin que eligen para trabajar. A menor grado de instruccin de los progenitores varones, el periodista trabajar ms en radio y a mayor grado, trabajar ms en TV. Ello se demuestra en que solamente el 26 por ciento de los padres de los periodistas de radio tuvo estudios universitarios aunque sea parciales. El 74 por ciento restante lo componen quienes asistieron a la escuela parcialmente o salieron bachilleres. (Ver tablas N 47, 48 y 48.1). La investigacin detect una relacin entre periodistas cuyos padres son obreros y una escasa comprensin de los temas que debe abordar. Si el promedio de periodistas que admite haberse enfrentado alguna vez a temas que no comprenda es de un 45,8 por ciento, esa cifra sube al 59,5 en el caso de los hijos de los obreros. De la misma manera, el promedio general de periodistas que reconoci haber redactado o elaborado noticias que despus supo que contenan errores es de un 69,3 por ciento. Entre los periodistas hijos de obreros la cantidad aumenta al 85,7 por ciento. (Ver tablas N 49 y 50). Parece demostrarse que el nivel educativo de la familia del periodista influye en el futuro desarrollo de una mejor carrera periodstica. Periodista que, adems, terminar probablemente trabajando en una radioemisora. TRABAJO COTIDIANO
Se ha dicho que los periodistas trabajan muchas horas. Es comn una jornada de diez o doce horas de trabajo, como se ver unas lneas ms abajo. Y en esas horas debe gastar mucho tiempo en la reportera (la visita a zonas donde se producen los hechos o a las oficinas de sus fuentes informativas) y luego en la redaccin. En el caso de las radios y canales, a ese trabajo hay que aadirle la edicin y a veces musicalizacin de sus piezas (aunque en general el periodista de prensa usa ms tiempo para elaborar los temas). Un trabajo que en otros pases se divide en dos (uno es el que reportea y el otro es el que redacta) en Bolivia lo hace una sola persona. A ese periodista no le quedar tiempo para investigar ni para hacer un seguimiento ms o menos serio de los temas. Veamos los resultados: el 68,6 por ciento de los redactores (tanto de radio como de TV y prensa) escribe diariamente ms de cinco notas y el 16,9 por ciento redacta ms de nueve. Los editores de peridicos tienen tambin un trabajo recargadsimo: el 64,3 por ciento edita todos los da entre cinco y ocho noticias. El 21,4 edita ms de nueve notas diarias y el 14,3 trabaja sobre 13 notas o ms cada da. (Ver tabla N 40).
Menos de un tercio (27,3 por ciento) de los periodistas investigados trabaja ocho horas o menos por da. El 68,3 por ciento del total dijo que trabaja entre ocho y 12 horas diarias y un 4,4 por ciento respondi que trabaja ms de 13 horas. (Ver tabla N 41). El 51,2 por ciento de los periodistas, adems de sus de por s extenuantes horas de trabajo, tiene turnos nocturnos que cumplir en su medio de comunicacin. De ellos, el 46,6 por ciento, tiene un turno nocturno por lo menos una vez por semana (15,5 por ciento ms de un turno por semana). El 13,8 por ciento tiene que trabajar en horario nocturno una vez cada 15 das y el 4,3 por ciento una vez al mes. El 2,6 por ciento lo hace cuando hay alguna emergencia noticiosa. (Ver tablas N 42, 42.1, 43 y 43.1). El caso de los turnos de trabajo durante el fin de semana es an ms notorio: el 80 por ciento de los periodistas trabaja durante esos feriados. De ellos, el 83 lo hace por lo menos una vez por mes. El caso tpico es el periodista que tiene libre un fin de semana pero trabaja el siguiente (41,2 por ciento). El 18,8 por ciento trabaja todos los fines de semana. (Ver tabla N 43.1). Como hemos visto, el 68,3 por ciento del total de los periodistas dijo trabajar ms de ocho horas diarias. Sin embargo, 70,7 por ciento dijo no recibir pago por horas extras por ese trabajo. (Ver tabla N 44). ENTENDER DE LO QUE SE INFORMA
Ese extenuante ritmo de trabajo afecta la calidad del periodismo? S. Nadie que tenga tan escaso tiempo para analizar los temas, para investigarlos, para reflexionar sobre ellos con cierto detenimiento realizar adecuadamente su labor de informar. Muchos periodistas dicen sentirse como una montaa rusa de la que no pueden bajar. No han terminado de escribir un tema cuando ya estn sobre otro, en una actividad en la que no hay pausas. En este captulo se ha hablado de la escasa especializacin de los periodistas. La especializacin es todava un mito en el periodismo boliviano, y reas de accin como poltica o economa engloban temas tan distantes como reforma constitucional y asuntos sindicales (en el primer caso) e ndices de corrupcin y evolucin del comportamiento de las exportaciones, en el segundo. Por eso, el periodista, todos los das, escribe o comenta sobre cosas que no comprende a cabalidad. As, un 45,8 por ciento de los entrevistados en esta investigacin admiti haber escrito o comentado muchas veces (3,4 por ciento) y alguna vez (42,4 por ciento) asuntos que no comprenda en su totalidad. La mitad del tiempo, por lo tanto, los periodistas son forzados por la dinmica del trabajo a redactar o comentar asuntos que no conocen bien. Ello da una idea del nivel del periodismo boliviano, de la profundidad de la informacin emitida y de la responsabilidad del manejo informativo por parte de los medios de comunicacin.
Todo lo sealado aqu, ms el escaso tiempo para redactar los textos y el elevado nmero de stos que elabora un redactor o reportero, hace que los periodistas sean muy vulnerables a cometer errores. La respuesta a la pregunta sobre la elaboracin de notas periodsticas con errores da un 69,3 por ciento de respuestas afirmativas. Siete de cada diez periodistas afirman haber cometido errores en su trabajo. Una forma de paliar la equivocacin es, sin duda, reconocerla, asumir la responsabilidad y luego pedir disculpas. Ello, sin embargo, no ocurre. Un 26,8 por ciento de los periodistas dice que el medio de comunicacin en el que trabajaba al cometer el error no se excus por el mismo. An ha sabiendas de la presencia del error. (Ver tablas N 45 y 46). Movilidad laboral Hablar de movilidad laboral en el periodismo es ms bien hablar de inestabilidad laboral. Las presiones recibidas, horarios inadecuados, salarios bajos, roces entre colegas y con los superiores y estrs configuran un escenario en el que los periodistas cambian mucho de fuente de trabajo. En el Captulo II del texto el lector encontrar que si las condiciones econmicas que se les ofrecera fueran iguales, un 39,5 por ciento de los periodistas s cambiara de trabajo. De ellos, el 29,7 por ciento de los encuestados cambiara realmente de oficio, esto es, migrara a un sector extra-periodstico. El 44,4 por ciento de todos los periodistas consultados haba tenido cuatro trabajos o ms en el momento de realizarse la encuesta y el 51,5 por ciento haba tenido tres trabajos o ms. (Ver tablas N 41.1, 41.2 y 41.3). La inestabilidad se da en todos los rangos de edad. Entre los periodistas ms jvenes, los que no han cumplido los 25 aos, casi un tercio ha tenido cuatro o ms empleos en medios de comunicacin. En cifras generales, un 26,5 por ciento ha tenido por lo menos cinco empleos diferentes en periodismo a lo largo de su carrera antes de cumplir los 50 aos de edad. Entre los menores de 40 ese porcentaje es de 12,2 por ciento. Si a ello se suman los empleos fuera de la rbita de los medios, los porcentajes son mayores. Un alto 42,9 por ciento de los periodistas ha trabajado fuera de los medios de comunicacin, tanto en entidades pblicas como privadas. Pero salir del trabajo periodstico para laborar un tiempo en el Estado y en el sector privado no es bice para volver a los medios. (Ver tablas N 41.1, 41.2 y 41.3). El 9,7 por ciento del total de los consultados trabaj por lo menos una vez en el sector pblico antes de volver a los medios. Quienes trabajaron por lo menos una vez en el sector privado antes de volver al periodismo representan un 30,2 del total. Hay periodistas que trabajaron tanto en el sector privado como en el sector pblico y luego retornaron al trabajo periodstico. Ellos son el 2,9 por ciento del total. En Santa Cruz y Cochabamba, solo el 46,9 por ciento de los periodistas encuestados ha trabajado
solamente en los medios de comunicacin. El resto lo ha hecho tanto en el sector pblico como en el sector privado o en ambos. (Ver tablas N 41.1, 41.2 y 41.3). Captulo II El orgullo de ser periodista Fernando MOLINA Fue subdirector del peridico La Prensa. Ex director del semanario Nueva Economa. Tiene dos libros publicados y ha ganado varias menciones literarias. Como editor ha ayudado a la publicacin de importantes libros nacionales e internacionales. Fue catedrtico de la Universidad Nuestra Seora de La Paz y del posgrado del Cebem/Universidad Complutense de Madrid. Actualmente es director de Ediciones Eureka y columnista de La poca. Puede hablarse de una psicologa del periodista? Es decir, es posible llegar a generalizaciones sobre un conjunto humano tan diverso, distribuido por todos los niveles de instruccin y edad como muestra la encuesta que da origen a este libro, y por todos los niveles de ingreso, segmentos sociales, etc.? Es indudable que entre el reportero radial que no ha terminado la universidad y gana menos de cien dlares y el editorialista de prensa, que ha estudiado en el exterior, que percibe un salario de 8.000 bolivianos y se codea con ministros y diputados, no hay mucho en comn. Sin embargo, un denominador comn existe, cuya mencin parece obvia: ambos son periodistas, un puente frgil tendido entre orillas muy distantes, pero que de todas formas est ah, uniendo lo que estaba separado. Se trata del genio del oficio, como se llama en la literatura, el cual puede hacer que aparezca un mismo gesto en la cara del vendedor de enciclopedias y del brocker de Wall Street, la misma mueca de codicia feliz al cabo de una operacin exitosa. A lo largo de las pginas de este libro, el lector encontrar muchas muestras de este nimo corporativo que no anula, pero s atraviesa las distinciones de otra ndole. En este captulo corresponde hablar de la satisfaccin del periodista (Ver tabla N 53).con su trabajo y por tanto, a la luz de los resultados de la pregunta 12 de la encuesta, del orgullo de ser periodista. Se ve que el 92 por ciento de los encuestados se halla satisfecho con su trabajo, una cantidad abrumadora. Tanto que probablemente muestre, ms que la situacin laboral real de este grupo de trabajadores, una autopercepcin muy influida por la mitologa del oficio, que lo muestra como creativo, contestatario y crucial para la sociedad. En conjunto, una profesin de la cual resulta ms natural enorgullecerse que de la contabilidad o la odontologa.
Otro resultado parece confirmar esta suposicin. La siguiente pregunta de la encuesta mide ms concretamente la satisfaccin laboral al preguntar al encuestado si cambiara se trabajo a uno de otro campo con sueldo similar. (Ver tablas N 54). Se observa ahora un incremento de los descontentos: si las condiciones econmicas que se les ofrecera fueran iguales, 39,5 por ciento de los periodistas s cambiara de trabajo. Bastante ms que el exiguo 7,4 por ciento de insatisfechos que presenta la tabla 53. En puridad, ese 39,5 por ciento mide a quienes cambiaran de empleo. La tabla 54 nos muestra que los interesados en cambiar de oficio forman una cifra algo menor, ya que algunas de las personas que aceptaran cambiar de trabajo a otro campo, en realidad lo haran a otro medio de comunicacin. Excluyendo a stas, tenemos que el 29.7 por ciento de los encuestados cambiara realmente de oficio, esto es, migrara a un sector extraperiodstico. De cualquier manera, se trata de una cifra mucho mayor que la de insatisfechos. (Ver tablas N 54.1). Adems de lo ya mencionado, la tabla 54.1 indica que las ONG son los lugares de trabajo ms ambicionados, mientras que las instituciones pblicas son las menos deseadas por los periodistas dispuestos a abandonar su empleo actual. Debera meditarse esto tomando en cuenta las muy difciles relaciones actuales entre periodismo y poltica. Es probable que los periodistas tengan una opinin formada (o, segn cmo se mire, un prejuicio) respecto de las instituciones pblicas. Esto se manifestara en la forma displicente y muchas veces antojadiza con que tratan la informacin que estas instituciones generan1. A continuacin la encuesta pregunta por qu los periodistas que as lo han manifestado cambiaran de trabajo. Este interrogante admiti ms de una respuesta, por lo que 81 personas emitieron 130 votos. Si agrupamos las causas de salida del oficio en aquellas que tienen que ver con la calidad de vida (estrs, relacin con la familia y horario) y aquellas que son propiamente laborales (movilidad y rutina laboral, as como facultad de expresin libre), tenemos que las primeras son claramente las ms votadas. Podemos concluir, por tanto, que el principal mvil de insatisfaccin laboral en los periodistas es el deterioro que el oficio puede infligir a su calidad de vida, antes que las propias caractersticas de la profesin. Esta respuesta es consistente con el alto grado de satisfaccin con su trabajo que los encuestados manifiestan. (Ver tablas N 55). En cuanto a las causas por las que el 59 por ciento de los periodistas no cambiara de oficio ni de empleo, hemos ponderado los resultados sobre 185 respuestas (Ver tablas N 56). Como se ve, las principales causas de satisfaccin de los periodistas con su trabajo tampoco son propiamente laborales, sino que se derivan de la percepcin mtica de la profesin, de la que ya hemos hablado. O, para ser menos enftico, de un orgullo profesional que se asemeja al de los mdicos, los policas y otros trabajadores que prestan servicios pblicos y que, en el caso de los periodistas, se mezcla tambin con el orgullo intelectual, es decir, se que se origina en el dominio del pensar y que los periodistas comparten con escritores, socilogos, educadores, etc. (aunque los datos del captulo de
este libro referente a la censura y autocensura podran considerarse contradictorios con este tema). De ah que las respuestas ms votadas aseguren que los periodistas estn satisfechos con su oficio porque les permite ayudar a la gente y, en segundo lugar, porque les deja pensar libremente. El orgullo del servidor y el del intelectual se presentan as juntos y entrelazados, y ni siquiera las personas que quisieran dejar el oficio2 parecen haberlo perdido. Periodistas satisfechos con su trabajo? Insatisfechos? Parece que nos hemos topado con respuestas contradictorias. Pero las dos ltimas preguntas de este captulo podran aclarar las interrogantes: los periodistas consultados no creen que el periodismo sea el mejor oficio del mundo (57,0 contra 39,5 por ciento) y no quisieran que sus hijos abracen la profesin (64,9 versus 28,9 por ciento). Estos datos parecen despejar ciertas dudas. (Ver tablas N 56.1 y 56.2).
CAPITULO III Periodistas desde el desvn Franco GRANDI MENDOZA Comunicador social de la UMSA, alumno de la Maestra en Comunicacin Poltica y Marketing Electoral CEBEM/Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Trabaj en el semanario PULSO, en el semanario La Epoca y fue corresponsal en La Paz del diario La Patria de Oruro. La jornada laboral del periodista no mira la hora, olvida la familia y los amigos. La moneda que recibe a cambio: la credibilidad con su pblico. Tambin ste tiene una imagen estereotipada del periodista. Aqu tratamos de ver ms all del estereotipo para develar el rostro de carne y hueso. El periodista visto en el espejo muestra rasgos de diferentes matices. Ya en el primero captulo de este libro se han establecido aproximaciones que dan cuenta de la realidad en la que se sumergen los hombres y las mujeres de prensa. Para explicar la percepcin que da el periodista boliviano de su profesin esta investigacin opt por utilizar la escala de valores a travs del mtodo del diferencial semntico. Se ha recurrido a una serie de parejas de adjetivos para averiguar el significado que un periodista pueda atribuir a un concepto determinado, cuya valoracin sobre una escala de siete puntos entre dos palabras antnimas permiti obtener orientaciones sobre cmo se autopercibe. Fuerte o dbil? Responsable o irresponsable? Sereno o exaltado? La interpretacin final del perfil del concepto qu opina sobre los periodistas bolivianos se ve reflejada en la media del total de la calificacin que se logr obtener en la escala del 1 al 7. El valor de las escalas tiene una orientacin que se sita en el espacio
de tres reas denominado EPA: evaluacin (ricos/pobres, buenos/malos); potencia (fuertes/dbiles, investigativos/superficiales); y actividad (moderados/exagerados, serenos/exaltados, responsables/irresponsables, honestos/deshonestos). Por ltimo, cada escala de acuerdo a su posicin tiene un valor que mide la estimacin (reaccin e intensidad) respecto al concepto en una de las dimensiones (evaluacin, potencia y actividad) del diferencial semntico: las posiciones 1 y 7 se denominan extremadamente; las posiciones 2 y 6, bastante; las posiciones 3 y 5, ligeramente y la posicin 4, neutral. (Ver en este captulo las tablas que van de la N 57 a la 57.8). Periodistas ricos? En una charla sobre la profesin que tuve hace dos aos con Arturo Gandarillas, periodista de la vieja guardia, con 34 aos en el ejercicio profesional, suficientes para conocer los huecos y recovecos del periodismo, me dijo que estaba medianamente satisfecho. El motivo? Que para vivir medianamente bien, tiene que trabajar mayoritariamente. La otra opcin era estar en la calle. Su respuesta me result muy preocupante sobre todo porque hoy el mercado laboral est saturado. Argument que el periodismo no es una profesin libre, es una profesin de planilla, pero s es una profesin de vocacin de servicio. Para Gandarillas el periodista tiene que sujetarse a las normas del medio, porque de lo contrario no cobra. Este es el taln de Aquiles de la profesin: su falta de autonoma profesional, la dependencia econmica. Cerr el dilogo con una frase que cala hondo en la profesin. El que quiera ser pobre que estudie periodismo. Ser cierta esta afirmacin? Entre los 205 periodistas encuestados, la evaluacin sobre si se consideran ricos o pobres, el valor promedio es de 5,2 en una escala de siete, es decir que los periodistas se consideran ligeramente pobres con posibilidad de escalar hacia el nivel bastante pobres. En suma, ms pobres que ricos. (Se profundiza este tema en el Captulo V de Gabriela Ugarte). El 22 por ciento de la muestra, es decir 45 periodistas (19 que trabajan en radio, 13 en prensa y 13 en televisin) se consideran extremadamente pobres. El dato es elocuente. Los reporteros jvenes hasta los 35 aos de edad que trabajan en radio son los ms afectados en cuanto a los ingresos. Tomando en cuenta los ingresos del total de los encuestados, un 14,1 por ciento de los de prensa, un 4,3 por ciento de los de radio y un 5,8 por ciento de los de TV se inscriben en la escala de bastante pobres. De este total, un 56 por ciento son menores de 36 aos. La opcin ligeramente pobre fue sostenida por el 18,5 por ciento de los periodistas, de los cuales un 79 por ciento estaba conformado por jvenes. El resultado de la posicin neutral dice que un 26 por ciento de la muestra se califica como ni pobre ni rico. En el extremo izquierdo de la escala (entre 1 y 3) se encuentra tan slo el 0,9 por ciento de los 205 encuestados. Por tanto, se confirma que los periodistas bolivianos se consideran ms pobres que ricos. Esta percepcin no nicamente tiene que ver con los
precarios sueldos, sino los contratos civiles que tambin cercenan los beneficios laborales. Esta situacin es compensada al ser considerado el oficio como un trabajo importante, que goza de prestigio y capacidad de influencia. La eficiencia del periodista El periodista, al autocalificar la significacin de su labor entre los extremos bueno y malo, no ha de tener siempre de su lado todas las fichas a su favor, de hecho ha de encontrar en el camino una variedad de obstculos provenientes de su medio, las fuentes y otros agentes externos que escapan de su control. Lo que s, debe orientarse al ejercicio ideal de una prctica periodstica del modelo profesional que ha de servir al pblico en su totalidad, y no a intereses particulares ni tampoco a los estrechos objetivos de anunciante o propietarios (Manual de tica del semanario La Epoca). La escala bueno-malo presenta como resultado una media de 3,7 que engrana con la visin de que el periodista es entre ligeramente bueno y ni bueno ni malo. La posicin neutral la asume el 48 por ciento de la muestra, un 35 por ciento se inclina por el adjetivo bueno y un 17 por ciento al extremo opuesto, malo. Estos datos presuponen que uno de cada dos periodistas valora a su profesin como una legtima vocacin de servicio y uno de cada tres entre ligeramente buena y muy buena. As se puede afirmar que el periodismo como profesin en Bolivia est consolidado y los periodistas mantienen la autoconfianza de estar orgullosos de su propia identidad. Fernando Molina, en el Captulo II, profundiza el asunto de la autovaloracin. Investigadores de tiempo incompleto La obtencin de informaciones salidas de lo oculto nicamente pueden ser sacadas a la luz por periodistas que tienen un buen olfato, que se sumergen y se empapan, se infiltran y se ganan odios, se inventan modos para obtener datos inalcanzables y lo publican todo an entre la indiferencia y la poca importancia de los directivos de medios. Muchos casos de corrupcin se han destapado gracias al talante de periodistas que tienen el rtulo de periodista investigador. A diferencia del periodista informador que es ajeno a las causas de la noticia, el periodista investigador se convierte en protagonista. De su producto final se desglosan efectos que a la larga pueden desencadenar resultados inesperados. El caso Watergate es un claro ejemplo. En nuestro pas son contados los periodistas que se han dedicado exclusivamente al periodismo investigativo. Un caso es el de Ronald Mndez Alpire, que gracias a su Puzzle Financiero ha conocido la crcel y merced a investigaciones sobre corrupcin recibi un balazo en una de sus piernas. Un periodista novato suea que en un determinado momento pueda provocar la cada de un ministro y por qu no? la de un presidente. La posibilidad de realizar un trabajo de investigacin merece, adems de la dedicacin exclusiva, recursos. Y recursos no tienen los medios para darse el lujo de investigar. Los
periodistas de alguna manera se dan modos por investigar por cuenta propia. Para ellos, a la hora de diagnosticar los medios con los que cuenta para hacer su trabajo, sus destrezas y contactos son sus nicos aliados. As, slo largas horas de sacrificio tienen mrito. No los datos obtenidos en bandeja por agentes externos que filtran la informacin a los medios. A la pregunta ha realizado trabajos de periodismo investigativo? (ver tabla N 58) el 79 por ciento de los periodistas encuestados afirm que s. Contraponiendo esta apreciacin a la escala de valores EPA en lo referido a investigativo-superficial, la media obtenida es de 4,6 puntos, es decir inclinado hacia lo superficial. Parece una contradiccin. Periodistas en accin Cmo es en realidad el periodista en su trabajo? Para medir esta percepcin ha sido necesario incluir cuatro parejas de adjetivos relacionados a la actividad: moderadosexagerados, serenos-exaltados, responsables-irresponsables y honestos-deshonestos. La escala moderados-exagerados da un promedio de 4,2, es decir que los periodistas se consideran, en este punto, como neutros. Por lo tanto su autopercepcin es la de una virtual ecuanimidad. El resultado de la segunda escala (serenos-exaltados) asume una posicin tambin casi neutral de 3,9. En cuanto a la responsabilidad-irresponsabilidad, esta tendencia se adscribe hacia la primera. Los periodistas son responsables en su trabajo, segn dicen ellos. Corrobora esta afirmacin la tendencia de honestidad-deshonestidad en la misma valoracin, 3,9. Segn ellos mismos lo consideran, los periodistas son serenos, responsables y honestos en su mayora. (La respuesta contrasta con varias de las apreciaciones sobre sobornos y autocensuras explicadas en el Captulo I y las intromisiones extra-periodsticas mencionadas en el Captulo IV). En suma, los hombres y mujeres de la informacin se dan a s mismos una autodefinicin muy cercana al cumplimiento fiel de sus funciones. Cabe destacar la importancia que asumen los periodistas a la hora de evaluar su profesin. CAPTULO IV Trabajo interno e intereses extra-periodsticos Claudio ROSSELL ARCE Es licenciado en ciencias de la comunicacin y tiene una maestra en comunicacin periodstica, institucional y empresarial. Fue editor general del diario La Prensa entre 1998 y 2001, jefe de comunicacin y prensa de Cotel en 2002 y es consultor asociado de la empresa de comunicacin corporativa PLOT.
Pese a que en general la prctica periodstica ignora o desprecia la propaganda y la publicidad, en muchos casos grandes clientes tienen la capacidad de presionar sobre los responsables del medio para obtener, a travs de una jugosa cuenta publicitaria, la docilidad de un medio de comunicacin crtico. Qu espera un periodista como recompensa por su trabajo? Es quiz una sumatoria de muchas cosas, algunas legtimas la mayora y otras no tanto (ver el captulo sobre tica y valores). En el primero de los casos es evidente que muchos de ellos quedarn insatisfechos, pero otros sern satisfechos incluso con creces. Entre estos ltimos estn los referidos a la comunicacin dentro de la redaccin, ese lugar casi mtico donde se fabrica la realidad a partir de una serie de datos que informan sobre hechos ms o menos recientes, siempre dispersos incluso en las mejores investigaciones que adquieren unidad, coherencia y sentido slo gracias a las herramientas que el periodista emplea en su tarea. Es muy frecuente que la principal motivacin de un periodista a la hora de hacer una investigacin para luego publicarla, escribir una gran crnica o tener la pepa para patear a la competencia est en la necesidad o la vanidad de demostrar su vala como periodista. Los elogios, pero tambin las crticas son el alimento de esta necesidad del periodista, y es tarea de los superiores editor, jefe de redaccin, director saber dosificarlas y obtener buenos resultados de su administracin. Usted considera que los comentarios de sus jefes y supervisores sobre su trabajo son injustos o justos? se les pregunt a los periodistas en la encuesta. El 56 por ciento, apenas un poco ms de la mitad, dijo que sus jefes o supervisores son generalmente justos, toman en cuenta mi esfuerzo, frente a un 34 por ciento de periodistas que creen todo lo contrario. El resto, casi un diez por ciento, prefiri no responder. (Ver tabla N 59). Poco ms de cinco de cada diez periodistas no estn contentos con los comentarios que recibe de sus jefes sobre el trabajo que est desempeando. Es muy probable que parte del otro 34 por ciento sea gente que ni siquiera comentarios injustos recibe. En algunos casos se trata de periodistas de muy bajo perfil o muy bajo rendimiento; se quedan en el lmite de lo estrictamente necesario para cumplir con la tarea de llenar la pgina y evitan cualquier controversia con el jefe o superior inmediato. Ellos no quedarn satisfechos con la escasa retroalimentacin de sus superiores, como tampoco quedarn satisfechos aquellos que estn conscientes que en algunos temas muchos intereses entran en juego como lo veremos ms adelante y la crtica puede estar encaminada a modificar la percepcin que tiene el periodista sobre el asunto. En todo caso es una tarea imprescindible para todo editor y jefe de redaccin asegurarse que exista una comunicacin honesta, transparente y horizontal entre ellos y todos los miembros de su equipo. Muchas prcticas perversas del periodismo deben desaparecer, entre ellas ciertos crculos de colegas que distribuyen los elogios entre s y denostan todo aquello que no es suyo. Debe imponerse criterios claros para motivar, orientar y, sobre todo, criticar al periodista, pues as se construir el dilogo y se apuntar los esfuerzos del medio en una sola direccin.
El trabajo de edicin Su trabajo es editado o corregido antes de su publicacin/difusin? se les pregunt a los 205 encuestados (Ver tabla N 60). El 62 por ciento dijo que s, el 36 por ciento dijo que no y el resto no dijo nada. El trabajo de seis periodistas de cada diez es revisado, en algunos casos hasta por ms de una persona, antes de ser publicado; entre los que tienen libertad suficiente como para publicar lo que escriben sin un control previo estn los editores y jefes, responsables de mantener la lnea editorial. Pero es siempre la lnea editorial la que se expresa en aquellos espacios no editados o corregidos antes de su difusin? No necesariamente. Por supuesto, lo escrito en la pgina editorial es indudablemente la opinin de aquellos que figuran como los responsables de la publicacin, desde el Presidente del Directorio hasta el Director, que no siempre es un poderoso accionista de aquella empresa, sino un asalariado que de un modo u otro comulga con las opiniones de los dueos del negocio. Pero volvamos al nivel de la redaccin, donde las responsabilidades estn distribuidas entre los miembros del cuerpo editor, y administradas o coordinadas por los jefes que tenga la estructura de cada medio. Para ser editor hay dos caminos: estar especializado en el tratamiento del lenguaje, con mucha experiencia en el campo de la edicin, o haber trabajado mucho tiempo en el medio y conocer las responsabilidades y beneficios del puesto, aun sin tener un excelente dominio del lenguaje. Sealar el mejor entre ambos caminos es imposible. Aunque el primero garantiza un producto de excelente calidad tcnica y esttica, el segundo tendr el olfato que hace del periodismo lo que es, un fuerte contrapeso del poder. Calidad informativa o calidad esttica? Lo ideal, por supuesto, es combinar ambas, existen numerosos ejemplos de ello, pero tambin hay de los otros, en los que el trabajo del editor no es el requerido, pues es incapaz de mejorar una redaccin deficiente o tergiversa la informacin al redactar el titular. Entonces, Consideran los entrevistados que las correcciones son justas? Siempre, algunas veces? Estas correcciones mejoran o empeoran el trabajo? El 37 por ciento de los entrevistados prefiri no responder, el 30 por ciento dijo que las correcciones son justas algunas veces, a veces mejoran mi trabajo; el 20 por ciento dijo que son justas siempre y slo el dos por ciento dijo que son injustas. (Ver tabla N 60.1). Es probable que ese 2,4 por ciento de descontentos con el trabajo de edicin que recibe su material tenga a los nuevos valores del periodismo escondidos detrs de su juventud o inexperiencia. En todo caso, el 40 por ciento de los encuestados encuentra ms o menos justas las correcciones que recibe su trabajo, y es probable que en muchos casos se trate de verdaderas mejoras en la exposicin de ideas o en el ngulo de la noticia, que es en definitiva el valor agregado de la informacin periodstica. Cuestin de confianza poltica
Sucedi el ao 2000 en un diario de La Paz, el entonces subdirector explicaba a la redaccin el porqu del retiro forzoso de un jefe y la designacin de otra persona para ejercer el cargo vacante. Son cargos de confianza, dijo y as es y agreg que se trata de confianza poltica. Las lecturas de esa explicacin son mltiples, muchos periodistas temieron que se tratase de una lnea editorial complaciente con alguna fuerza partidaria, tambin es posible que hablara de la poltica empresarial. En todo caso, est claro que la mayor parte de los periodistas encuestados (41 por ciento) est en desacuerdo con la poltica de ascensos del medio en el que trabaja, y slo el 31 por ciento est conforme con ella. (Ver tabla N 61). Por supuesto, no toda la responsabilidad de la poltica de ascensos y aumentos de sueldo recae sobre los responsables de la parte periodstica. Es habitual en los medios de comunicacin una suerte de divorcio entre la redaccin y la administracin. En general la prctica periodstica ignora o desprecia la propaganda sobre todo la publicitaria, que es la que generalmente financia los costos y genera los dividendos para la empresa. Y es la administracin la responsable de incrementar los ingresos, para ello es frecuente que se ofrezca a los posibles clientes del departamento comercial del medio una cobertura complaciente, algo que en la mayora de los casos los periodistas no estn dispuestos a hacer. En muchos casos grandes clientes tienen la capacidad de presionar sobre los responsables del medio para obtener, a travs de una jugosa cuenta publicitaria, la docilidad de un medio de comunicacin crtico. Finalmente conviene recordar que a la fecha de realizacin de la encuesta, Bolivia entera sufra un estancamiento de su economa traducido en incrementos salariales que no logran equipararse a la devaluacin de la moneda y un sector privado al que pertenecen prcticamente la totalidad de los medios de comunicacin que tiende a achicarse por efecto de la crisis. En ese contexto, es difcil mejorar la paga de los periodistas, que por lo general reciben salarios bajos. De tal dueo tal medio Preguntados acerca de la independencia de su medio de comunicacin, un 61 por ciento de los 205 periodistas encuestados dijo que su fuente de trabajo es razonablemente independiente de influencias polticas, empresariales o de otro orden (Ver tabla N 62). (Si se compara ello con el captulo respectivo [censura y autocensura] pareciera que existe una contradiccin puesto que all muchos periodistas admiten que su trabajo ha sido alguna vez censurado). Pero sigamos: el 16,6 por ciento encuentra que su medio de comunicacin tiene una tendencia poltica que impide que exista una informacin equilibrada y libre; y el 17 por ciento percibe que tiene una postura empresarial que impide ese equilibrio. As que un tercio cree que el medio en el que trabaja no ofrece a sus lectores una informacin equilibrada.
Pese a todo, la libertad de prensa en Bolivia parece estar garantizada, sea por la presin del gremio, sea por la vertiginosa competencia que impide ignorar temas conflictivos por el riesgo de connotar algn velado inters sobre ellos. (Ver tabla N 64). Seis de cada diez periodistas saben que su informacin ser razonablemente respetada y no censurada o distorsionada. Hay, por supuesto, medios cuya lnea poltica o empresarial no puede ser disimulada, as como tambin hay periodistas dispuestos a transar con los polticos o las empresas. Pero entonces, los empresarios de medios son ngeles guardianes de la verdad? Para saber qu opinan sobre esto los periodistas se les pregunt si creen que los propietarios de su medio mezclan sus intereses personales y empresariales con el trabajo periodstico. Nuevamente las opiniones estuvieron divididas. Para un 51,7 por ciento de los encuestados los propietarios de los medios s mezclan sus intereses con las noticias o la forma de estas. El 42 por ciento dijo que no y el resto se abstuvo de responder. (Ver tabla N 63). Los inventores de la realidad Qu piensan los periodistas de la lnea informativa del medio en el que trabajan? La respuesta es interesante, pues una vez ms confirman el irnico adagio que dice bad news is good news (malas noticias son buenas noticias). Del total de encuestados, el 44 por ciento considera que la informacin que dan los medios es en lneas generales negativa, puesto que hay una tendencia cada vez mayor al sensacionalismo y las denuncias sin respaldo; muy cerca, el 36,6 por ciento de los encuestados consideran que el estilo informativo de los medios es positivo porque le ayuda a la gente a conocer su realidad y a superar los problemas de su entorno. Es una informacin seria y responsable. (Ver tablas N 64 y 65). Aqu se ve de cuerpo entero a los periodistas. Cuntos de ellos son autores de noticias sensacionalistas y sin respaldo y cuntos prefieren acudir a los valores del periodismo responsable? Para cualquier persona, el marco de referencia inevitable es la propia experiencia. En todo caso es tambin cierto que las reglas del mercado y la presin del trabajo cotidiano obligan al periodista a cometer omisiones voluntarias o no que terminan convirtiendo su trabajo en piezas cuestionables desde el punto de vista de la tica. Por otra parte, la opinin mayoritaria de que los medios transmiten informacin negativa debe ser un campanazo de alerta para todos los periodistas, pues ser conscientes de esta debilidad en el tratamiento de la informacin (es decir, la historia inmediata que queda registrada) obliga a todos a trabajar por cambiar esta forma de retratar (o inventar) la realidad. De tales medios tal democracia
En general, se puede decir que las opiniones de los periodistas son bastante estables y coherentes con la ideologa propia de cada quien, sin embargo esto no los libra, a veces, de incurrir en ciertas contradicciones, que son muy valiosas a la hora de indagar sobre la percepcin que tienen los comunicadores sobre su trabajo y los medios en los que ste es publicado. As como una clara mayora piensa que el medio de comunicacin en el que trabaja es independiente de intereses polticos o empresariales, el 51 por ciento de los encuestados cree que en Bolivia el equilibrio informativo est en riesgo; muy cerca, el 44 por ciento piensa que este equilibrio informativo est garantizado. (Ver tabla N 65). Es exacta esta percepcin? Probablemente s, si se considera que tambin un 51 por ciento de los encuestados percibe intereses extraperiodsticos en los propietarios del medio en el que trabaja. Es conveniente, entonces, preguntarse quin realmente es el que atenta contra el equilibrio informativo, si el o los dueos o alguien ms poderoso que desde atrs influencia la volubilidad o los intereses de esos propietarios de medios, deseosos de disfrutar su cuota de poder. Es peligroso eso para la democracia? Aparentemente no, pues al mismo tiempo, los periodistas encuestados, en un abrumador 80 por ciento, seala que los medios de comunicacin consolidan la democracia. Un 15 por ciento cree todo lo contrario, que la socavan y el resto se abstiene de opinar. (Ver tabla N 66). Cmo es posible que all donde se evidencia un desequilibrio en la informacin merced, presumiblemente, a los intereses de los dueos de medios la democracia sea apoyada desde los medios? (Los medios, al respecto, son vistos en su totalidad en lo que el Captulo I del libro llama controles cruzados: lo que un medio calla lo divulgar otro). Otra explicacin que merece indicadores empricos para ser tomada por completamente cierta apuntara a tomar muy en cuenta el rol de los periodistas en el contexto democrtico: por muy presionados que estn en su sala de redaccin, siempre, en general, los periodistas combinan la curiosidad propia del oficio con una dosis muy grande de desconfianza hacia las instituciones y los discursos oficiales. Otras investigaciones podrn demostrar que las fuentes oficiales consiguen imponer no slo su agenda sino adems su versin de la realidad. Sin embargo, los periodistas estarn a la caza de errores, omisiones y conflictos en esas fuentes para desnudar su realidad. Si bien esa lgica por un lado refuerza la percepcin de que la informacin en lneas generales es negativa, por el otro permite la presencia de disensos entre los discursos que se publican y refuerza la visin general de que los medios son un guardin (objetivo o no) de la transparencia en el manejo de la cosa pblica e implacables censores de la actuacin en la esfera pblica. A modo de conclusin
En general, los periodistas tienen severas observaciones a las polticas internas de los medios en los que trabajan. Sin embargo, confan en la independencia de su trabajo y sobre todo estn conscientes del aporte de ste a la consolidacin de la democracia. Un 56 por ciento de los encuestados considera justos los comentarios que recibe de sus jefes. El trabajo de un 62 por ciento de los periodistas es editado por alguien ms y apenas el 20 por ciento encuentra justo el resultado de este trabajo de edicin. Ascender dentro de los medios es difcil, una mayora relativa, de 41 por ciento de los encuestados, halla que las polticas de ascensos en los medios son injustas. La independencia de los medios es evidente para los periodistas, que en 61 por ciento opina que es s, sin embargo tambin una mayora, de 51 por ciento, percibe los intereses de los propietarios detrs de la lnea informativa del medio en el que trabajan. Asimismo, creen que la informacin que se transmite a travs de los medios es en lneas generales negativa por el enfoque sensacionalista que prevalece en la mayora de ellos. Es probable que esto mismo ayude a explicar el porqu de un 51 por ciento de los encuestados piensa que en Bolivia el equilibrio informativo est en riesgo. Finalmente, y para tranquilidad de muchos, el 80 por ciento de los encuestados cree que los medios ayudan a consolidar la democracia en el pas. Sin duda el periodismo es una actividad llena de contradicciones, pero tambin de valores nobles que confirman, una vez ms, que se trata de un oficio llamado a ser el contrapeso del poder y, en cierta medida, un poder en s mismo.
Captulo V Estabilidad laboral: entre la inseguridad y la esperanza Gabriela L. UGARTE Es comunicadora social con estudios en la Maestra en Desarrollo Local y Gestin Pblica (FLACSO Ecuador-CEBEM). Es encargada del departamento de comunicacin del CEBEM. Ha sido colaboradora del suplemento Ventana de La Razn. Las condiciones laborales de trabajo en Bolivia estn deterioradas, registrndose una creciente inestabilidad laboral. En el pas prima la norma de contratos eventuales o por plazo fijo, hay bajos salarios e incremento en las jornadas laborales, a lo que se suma una ola de despidos. Los medios no estn excentos de ello. Estabilidad es la palabra/concepto ms alejada del periodista, son varias las razones y las aproximaciones como respuesta a ello. Una de ellas es la movilidad laboral del periodista: si hasta ayer Andrs Rojas era pilar en la programacin de radio Fides hoy lo es de la asociacin de radios Erbol. O si Jos Alberto Gonzles, antes patrimonio de la red de televisin PAT, o Rger Romay, en el pasado de Unitel, ahora ambos son parte de la Red Uno. Unos cambian porque la oferta econmica es mejor, por huir de la rutina, por la
proyeccin hacia medios ms grandes o ms crebles o buscando mayores resquicios de libertad. A continuacin ofrecemos un escenario donde para el periodista boliviano su fuente laboral resulta ser un territorio minado. Seguridad en el empleo Contundente fue la consulta cree usted que su trabajo actual es seguro? Y contundente fue tambin la respuesta: no, con un 69,3 por ciento, frente a un dbil 29,3 por ciento que s considera que su trabajo es seguro. (Ver tabla N 67). Cada ao ms de cien mil personas se integran a la denominada poblacin econmicamente activa, sin embargo las fuentes laborales en periodismo disminuyen a medida que varios medios masivos de informacin se cierran, principalmente los impresos, como los casos de Hoy (1997), Presencia (2001) o Ultima Hora (2001). Y esta percepcin de inseguridad se hace ms claramente manifiesta en La Paz, ciudad en la que un 76,3 por ciento considera a su fuente laboral como insegura; en el otro extremo se encuentran quienes laboran en Santa Cruz (48,8), probablemente debido a una mejor salud de los medios. La estabilidad laboral tambin es seguridad y futuro, dos elementos que no se encuentran entre los trabajadores de la informacin. Una aplastante mayora del 93,7 por ciento cree que en el futuro ser ms difcil tener un trabajo estable en los medios de comunicacin. Los ms pesimistas trabajan en La Paz y los menos en Santa Cruz. El tema de seguridad laboral no muestra mayores alteraciones cuando se elabora una comparacin de posicin entre varones y mujeres, que en un 71,3 por ciento y 65,2 por ciento respectivamente creen que su trabajo es incierto. Ingresos mensuales Generacionalmente la mayora de la poblacin encuestada est en el rango de 26 a 30 aos de edad (33,7 por ciento). Este hecho explicara el nivel de salarios (ver tabla N 92): el 22,9 por ciento tiene un ingreso de entre 1.000 y 2.000 bolivianos mensuales. Con relacin a las polaridades, un 9,8 por ciento recibe menos de 500 bolivianos y el 1,5 por ciento gana ms de 8.000. (Ricardo Zelaya, en el captulo VIII, y Ral Pearanda, en el I, exploran este mismo tema). El 22 por ciento de los periodistas tienen honorarios entre 2.000 y 3.000 bolivianos, bajo para una remuneracin que se supone profesional. Se observa que los periodistas mejor remunerados estn en la ciudad de Santa Cruz, con un 23,4 por ciento que tiene ingresos mensuales entre los 3.000 y 4.000 bolivianos. Otra vez parece demostrarse la mejor situacin econmica crucea con respecto a La Paz y Cochabamba. Los salarios ms bajos son los de Cochabamba, donde el 27,1 por ciento gana entre 500 y 1.000 bolivianos. Y, en comparacin con las otras dos ciudades, los periodistas que
reciben entre 1.000 y 2.000 bolivianos son tambin ms en Cochabamba que en las otras dos ciudades (29,2 por ciento). Destaca el 25,9 por ciento del total de la muestra que percibe menos de 1.000 bolivianos al mes. Asimismo, los resultados de la encuesta identifican otra diferencia. Los salarios mayores se ubican en los medios impresos, con un 28,7 por ciento (entre 2.000 y 3.000) y los ms bajos estn en las radioemisoras. En stas, un 32,2 por ciento percibe menos de 1.000 bolivianos. En medio se encuentran los honorarios de televisin. Un 32,7 por ciento de ellos recibe mensualmente entre 1.000 y 2.000 bolivianos. Parecera que la conveniencia al momento de elegir un medio de informacin como fuente laboral, los peridicos diarios, semanarios y quincenarios resultan ms atractivos desde el punto de vista de los ingresos. Un dato ms, slo en prensa se observa que hay periodistas que ganan ms de 8.000 bolivianos: un 3,4 por ciento de ellos dice tener ese salario. En radio y TV ningn encuestado dice tener esos ingresos. Beneficios sociales Las condiciones laborales de trabajo en Bolivia estn deterioradas, registrndose una creciente inestabilidad laboral. En el pas prima la norma de contratos eventuales o por plazo fijo, hay bajos salarios e incremento en las jornadas laborales, a lo que se suma una ola de despidos o recontrataciones de nuevos trabajadores son salarios menores. Estos son los resultados del proceso de flexibilizacin laboral. En este sentido, los medios no estn ajenos a la flexibilizacin laboral. Las propuestas de mejoramiento laboral plantean la modificacin de la legislacin laboral a favor del abaratamiento de los costos laborales, pretendiendo legalizar formas atpicas de contratacin que han llevado a la prdida de calidad del empleo y a un deterioro creciente de las condiciones de vida y de la capacidad de consumo de los trabajadores (Cedla 2001). Siguiendo esta trayectoria, el 43,4 por ciento de los encuestados no cree que en caso de ser despedido le sean cancelados sus beneficios sociales. Seguramente por el temor a ser despedidos sin dar lugar a reclamo o por presin interna administrativa, los periodistas tienen regmenes de contratos privados. En Ultima Hora se recontrat a los periodistas con contratos civiles (no laborales) durante el ao 2001. (Ver tabla N 69). Asimismo, se observa que un abrumador 60,3 por ciento de los periodistas encuestados trabaja entre nueve y 12 horas diarias. Las horas extras en su gran mayora no son renumeradas. En igual condicin se encuentran los turnos nocturnos, que un 51,8 por ciento de los periodistas realiza, o los turnos de fin de semana (afectan a un 80 por ciento). El tema se trata a profundidad en el captulo I. Hacer pblico un pedido por aumento salarial o por reclamar sus beneficios sociales resulta un tab en los medios1. Esta es una gran paradoja, debido a que son los periodistas y sus medios los que denuncian la explotacin salarial de los otros sectores laborales.
La competencia no profesional y la flexibilidad laboral juegan un rol determinante a la hora de pedir mejores trminos laborales. Cabe destacar que para el ejercicio del periodismo todava no existe la exigencia de contar con personal titulado. Es una condicin que es exigida en otros rubros ocupacionales. El periodismo es de las pocas profesiones en las que todava se acepta el grado de egresado o menos. Esta situacin es incompatible en ocupaciones como derecho o medicina. En el caso de los mercados laborales latinoamericanos rige la llamada Ley de Say, que consiste en que la oferta crea su propia demanda (Arze, 2001). En cuanto a la demanda de trabajo no existen datos oficiales, ya que la Superintendencia de Telecomunicaciones registra 482 radios y 59 canales de TV legalmente establecidos en el pas. Muchos otros medios trabajan de manera ilegal. Los peridicos no son registrados por ninguna entidad. Y los periodistas en todo el territorio seran unos 5.000 en todo el pas (que trabajan dentro o fuera de los medios)2. A este mapa de oferta y demanda se suma la gran cantidad de nuevos profesionales ligados a la comunicacin y al periodismo (a nivel tcnico, egresado y licenciatura) que los ms de 45 centros acadmicos3 lanzan al mercado laboral cada ao. Se estima que ms de 3.000 nuevos profesionales se suman al mercado laboral anualmente en el rea de la comunicacin. Muchos de ellos pretenden trabajar en medios. Generacionalmente, la encuesta indica que el grupo ms numeroso est entre los 25 y 30 aos, con un 33,7 por ciento del total, seguido del grupo entre 31 y 35 aos (22,4 por ciento). El 16,6 por ciento cuenta con menos de 25 aos cumplidos. En el otro extremo encontramos a periodistas con ms de 51 aos, que representan el 2,4 por ciento del total. Estos datos demuestran que el periodismo es una fuente laboral caracterizada por contar con un grupo etareo joven. El 72,7 por ciento est por debajo de los 35 aos, hecho que dota a la profesin de vitalidad y dinamismo y, por el otro lado, probablemente inconsecuencia y falta de seguimiento en el tratamiento de los temas y hechos noticiosos. La credibilidad es el bien ms preciado y la llave del xito para los medios de informacin. La autoevaluacin tambin llega a travs de esta encuesta. El 62 por ciento considera que en los ltimos tiempos la credibilidad de los medios ante la opinin pblica ha bajado, frente a un 34 por ciento que piensa que est en ascenso (ver tabla N 70). Probablemente estas cifras se deban a que el periodismo se encuentra en plena crisis. Encontramos la explicacin en el investigador Csar Rojas Ros: Si ayer el periodismo trat de salir a flote (en cuanto prctica y conjunto de valores que alienta) de la marea ideolgica que inund nuestra sociedad, hoy decididamente naufraga en el ocano de lo comercial y lo poltico. El dinero y el poder son los nuevos amos y, entonces, el periodismo se convierte en una dactilgrafa con formacin acadmica: escribe el dictado, sin preguntar (Rojas Ros, 1999). A lo que agregamos: y sin cuestionar. 1 Situacin verificada en varias entrevistas a periodistas de medios impresos, televisivos y de radioemisoras urbanos.
2 Cifra estimada en base a entrevistas a dirigentes y periodistas. Particular agradecimiento a Freddy Morales, secretario general de la Federacin de Periodistas de Bolivia, por los antecedentes proporcionados. 3 Elaboracin propia en base a datos de guas bolivianas de oferta de educacin tcnica y universitaria (2002).
Captulo VI El sensacionalismo y los rigores de la mirada ilustrada Rafael Archondo Q. Los periodistas de las tres ciudades eje de Bolivia deploran uno de los negocios, al parecer, ms boyantes de la prensa nacional: los diarios de crnica roja. Como lo evidencia la encuesta, la condena a estos productos impresos es implacable. El 51 por ciento de la muestra opina que los medios llamados sensacionalistas slo persiguen el lucro, un 69 por ciento ansa su desaparicin y el 70 por ciento considera que los asuntos policiales e ntimos devenidos en fuente informativa han influido negativamente en la prensa nacional. En otras palabras, los peridicos de tapa colorida, relatos de crmenes audaces y fotos de damas de poca o ninguna ropa no gozan de buena prensa, al contrario, aquellos colegas que no trabajan en sus redacciones quisieran verlos quebrar, desaparecer o morir con la misma rapidez con la que ventilan los asuntos privados de cuanta gente encuentran a su paso. (Ver tablas N 72, 73 y 74). Esta condena del periodismo serio contra el periodismo de bulevar es tan explcita que deja muy poco lugar a los matices. Escarbando en los datos, comprobamos cierto grado de tolerancia entre los encuestados cochabambinos. Su juicio contra la crnica roja impresa no es tan devastador como en el de sus colegas paceos o cruceos, sin embargo la diferencia no es tan significativa como para imaginar una tendencia. Simplemente cabra mencionar que mientras los cochabambinos que respondieron a la encuesta consideran en un 12 por ciento que esta prensa popular ha tenido una influencia benfica en el escenario meditico, la misma opinin slo es compartida por el dos y el 8 por ciento de sus colegas cruceos y paceos respectivamente. De la misma forma, mientras el 31 por ciento de los periodistas encuestados en Cochabamba cree que estos peridicos merecen prolongar su existencia, la misma idea slo es compartida por el 27 y el 16 por ciento de sus homlogos en La Paz y Santa Cruz. De modo que si de alguna reducida aceptacin de estos diarios hablamos, sta podra aparecer primero en Cochabamba, luego en La Paz y despus, a mucha distancia, en Santa Cruz, donde el rechazo es abrumador. (Ver tablas N 72, 73 y 74). Por otra parte, valdra la pena analizar tambin la formulacin de las preguntas, que como se sabe, pueden ser determinantes en el momento de inducir el tono y calibre de las
respuestas. La encuesta no da lugar a visiones complejas sobre la realidad conformada por los diarios sensacionalistas. Qu responder, por ejemplo, si uno considera que adems de buscar el lucro, como cualquier empresa capitalista del pas, los diarios de crnica roja tambin incentivan la lectura y, no ayudan, sino incluso rescatan la cultura popular? Un tipo de mirada que admita en su seno las contradicciones y los efectos inesperados no tiene cabida en esta encuesta y carece de posibilidades de expresarse en los datos finales. De igual manera, nadie que considere que estos diarios deben seguir existiendo, aunque profundamente reformados, tiene chance de emerger como tendencia estadstica. Sin embargo, al margen de estas observaciones, que parten de un ngulo de observacin obviamente diferente, queda claro que la abrumadora mayora de los periodistas encuestados rechaza con pocos atenuantes lo que en consenso condenatorio se ha dado en llamar sensacionalismo. Tal el dato, a pesar de que el punto de partida pudo haber alentado la aparicin de una tendencia intermedia, que a tiempo de apuntalar las crticas ms comunes en contra de la crnica roja, sea capaz de comprender las razones de su xito y a partir de ello, plantear un rescate de sus virtudes internas. Dado que eso no ha sucedido, nos corresponde comentar entonces lo que en rigor emerge como resultado, es decir, una desaprobacin masiva que va del 51 al 70 por ciento, segn el caso. La mirada ilustrada Coincidamos entonces en que encuestadores y encuestados han confluido aqu en juzgar a los diarios populares como sensacionalistas. El apelativo ya los condena de antemano, porque lejos de ser una categora de clasificacin, funciona como un adjetivo, casi como un insulto. La prueba de ello es que ninguno de esos medios de comunicacin se proclama a s mismo como sensacionalista. Se trata entonces de una etiqueta externa, de un estigma. Nos encontramos entonces ante una mirada teida por un prejuicio explcito (cabra decir que todas lo son, sin embargo, en este caso, la condena es abierta y transparente). Convendra entonces analizar la naturaleza de dicho prejuicio y volcar la observacin sobre los observadores. El mote de sensacionalista viene de la Ilustracin, de las arcas tericas del racionalismo. Ruge all tras bambalinas la impronta patriarcal, la visin prescriptiva de un ser humano, cuyo centro es la mente y cuya condena es el corazn. Bajo este mandato, cultivar sensaciones es pecado o error, segn la intensidad con la que se emprenda la aventura de las pieles y las pulsaciones. De modo que un diario especializado en desatar sensaciones estara traicionando algunos principios indispensables que le atribuyen a los peridicos una funcin trascendente, superior, civilizadora y hasta educativa. Hay idelogos de la Ilustracin regados por todas partes en Bolivia y para ellos una empresa capaz de multiplicar mensajes, tiene la obligacin automtica de ejercer de polica esttico para inocular moralejas en el cuerpo ntimo de la sociedad. No todos podemos
estar de acuerdo con estos imperativos, sin embargo, quienes nacieron en la cuna del funcionalismo y, he ah lo inslito, tambin algunos amamantados de marxismo, habrn de insistir en que un diario asentado en sensaciones es un mal diario. De tal suerte que caminamos en contra-ruta. Fiel a las atinadas afirmaciones de Luhmann (1964), repetir con l que los medios de comunicacin carecen de una meta determinada dentro de la sociedad. En otras palabras, no persiguen objetivos ms all de la vulgar e indispensable reproduccin de sus propios contenidos. Por encima de todas las cosas, a los medios les interesa la irritacin glotona e incesante de la realidad, es decir, ponerla en escena sin descanso, multiplicar sus voces y privilegiar sus conflictos. Vistas as las cosas con este talante libre de valores, a la usanza de Weber, las diferencias entre los diarios llamados sensacionalistas y los otros, considerados serios, es mnima. Ambos luchan por llenar sus pginas con celeridad, ambos subrayan el choque de fuerzas y seleccionan con frenes los dramas escasos y escondidos de la vida cotidiana. As, el morbo est tan presente en el Parlamento como en el callejn oscuro en el que dominan los asaltantes. En los dos sitios pueden despertarse pasiones; en los dos hay materia prima para la irritacin general. Recuperando las preguntas de la encuesta, no hay diario que slo busque el lucro ni peridico que tenga por meta exclusiva ayudar a que la gente lea ms. Los medios en general, en la perspectiva de Luhmann, no privilegian ni las ganancias econmicas ni aquellas catalogadas como culturales, apuntadas generalmente en el saldo positivo de las sociedades (ms gente leyendo, por ejemplo). No, los medios, dice el socilogo alemn, son coleccionistas de novedades, eso es todo. De acuerdo al criterio de seleccin meditico creado para enfrentar y administrar su entorno, slo ingresan a su flujo multiplicador aquellos datos que aparezcan como nuevos ante la experiencia colectiva propia y la de sus eventuales receptores. Que esos datos tengan un componente sensacional es muy probable, pues todo lo desconocido nos excita e impulsa a mantener el nexo; ese es su valor humano innegable. De modo que acusar a un diario de sensacionalista es incurrir en tautologas. Equivale a tildar a un tipo de perro de cuadrpedo o a una clase de gallina de bpeda. Al estar las sensaciones indisolublemente vinculadas con la acumulacin de datos nuevos, ningn medio de comunicacin podra, en rigor, huir de la expansin de las emociones. La distincin en juego Tracemos entonces una nueva distincin entre unos medios y otros. Mientras los llamados diarios populares abordan, con criterios idnticos a los dems, temas de la vida local, los denominados serios encaran los asuntos que preocupan a las autoridades del pas. Si vemos con detalle, es esta una distincin casi clasista de los emisores, porque mientras unos invaden el mundo cotidiano de barrios y comarcas, los otros intervienen en oficinas alfombradas y salas solemnes. Tenemos prensa para pobres y prensa para ricos.
Esta distincin por intereses de clase, en el sentido literal del trmino, implica, como sabemos, una nueva diferenciacin, esta vez, de estilos. La prensa de bulevar suele afirmar su labor en lo narrativo, mientras el periodismo de lite se afinca en la argumentacin abstracta y racionalizante. No es casual entonces que la primera tenga una mayor circulacin que el segundo, ni que ste prefiera cuidar su influencia en los crculos de poder cuando aquella justifica su existencia a partir de sus altos tirajes. Otra diferencia determinante es que mientras los lectores y fuentes de informacin de la prensa de lite tienen muchas posibilidades de defenderse frente a los abusos de los reporteros, no ocurre lo mismo con las vctimas potenciales de la prensa popular. La rutina de los diarios especializados en crmenes o noticias locales es la asimetra entre interventores e intervenidos. As, mientras un ministro cuenta con dinero, oficina de relaciones pblicas y capacidad de presin sobre los factores de poder; un ciudadano, cuya familia vive en tragedia, se encuentran indefenso ante los destacamentos de periodistas vidos de noticias. Este es un aspecto poco debatido y que de manera preponderante exige una proteccin efectiva de la gente comn frente a los abusos de la prensa, esos que no tiene sitio para ser denunciados, porque quienes acogen tales hechos fungen de juez y parte. En conclusin, podra decirse que dado que medios serios y sensacionalistas persiguen metas indiferenciadas, aunque orientadas a pblicos distintos, las demarcaciones deberan cambiar de pautas. Lo mismo debera suceder, a la larga, con la estadstica y sus preguntas. Sin embargo, todava por mucho tiempo, para encuestadores y encuestados en Bolivia la condena a la prensa sensacionalista seguir ayudando a reconfortar la identidad del otro periodismo autocalificado, tambin bajo el calor de los prejuicios, como serio y desdeoso del lucro.
CAPITULO VII Los periodistas y la imagen de los lderes de opinin Carlos MURILLO Comunicador social, director de la empresa en comunicacin estratgica Metadato. Alumno de la Maestra en Comunicacin Periodstica, Institucional y Empresarial CEBEM/Univesidad Complutense de Madrid/Universidad de la Cordillera, y de la Maestra en Nuevas tecnologas de la FLACSO-Ecuador. La relacin entre periodismo y opinin pblica se consolida justamente a partir de esta caracterstica debido a que el periodismo genera atencin social, conecta al individuo en grupos de opinin en torno a los temas en los que se disputa el poder. La hiptesis de trabajo que empleamos para el presente trabajo es: la percepcin mayoritaria de los periodistas de La Paz, Cochabamba y Santa Cruz es que los lderes de
opinin influyen en la agenda pblica e informativa aunque no contribuyen a resolver los problemas del pas y responden a intereses personales. Lderes de opinin-opinin pblica Una de las caractersticas fundamentales de la sociedad actual, coinciden varios autores, es el mediacentrismo. La democracia y la sociedad en general se centran en los medios de comunicacin, que se convierten en el lugar desde donde consumimos informacin y generamos el proceso de construccin social de la realidad. Los medios nos dicen qu es lo importante (temas), quines son los importantes (actores, personas y personajes) y tambin cmo debemos pensar sobre los dos anteriores (marcos de presentacin de las noticias). Nos encontramos en la democracia meditica donde todos los actores pblicos tratan de captar la atencin de manera central en los medios de comunicacin. Obviamente esto provoca competencia entre todos los actores para presentarse en la esfera pblica, donde cada uno intenta establecer claramente sus objetivos e intereses. De esta manera, los intereses y objetivos que mayor fuerza y poder tengan tambin lograrn mayor cobertura (en teora claro, se puede observar que esta regla no necesariamente es la que impera en las salas periodsticas de los medios de comunicacin, existen otras variables que pueden interpretar de mejor manera esta relacin). Podemos decir entonces que existe una relacin cmplice para presentar a los consumidores de los medios de comunicacin una realidad simblica construida socialmente. Los cmplices en este caso son los propios medios de comunicacin y los actores sociales (lase lderes de opinin). A su vez los consumidores de medios de comunicacin comparan las agendas mediticas con su experiencia propia (agenda individual). Construccin, concepcin y reduccin de lo complejo Lo que el periodismo realiza cada da es seleccionar una batera de temas que se considera los ms importantes. Debemos decir que para realizar esta seleccin existen ciertas caractersticas que el hecho noticioso debe cumplir para canalizarse en los medios de comunicacin. Entonces, los medios de comunicacin relatan a partir de elementos subjetivos y objetivos una realidad simblica, lo que vemos son percepciones que pueden formalizarse de distintas maneras: formatos visuales, escritos, orales, etc. Al consumir informacin de los medios de comunicacin estamos construyendo socialmente la realidad. Es decir no es la realidad en s, es una percepcin de ella. Por lo tanto damos el nacimiento de una realidad nueva: la propuesta por los medios de comunicacin. La relacin entre periodismo y opinin pblica se consolida justamente a partir de esta caracterstica debido a que el periodismo genera atencin social, conecta al individuo en grupos de opinin en torno a los temas en los que se disputa el poder. En definitiva no
proporciona conocimiento real. Los informadores generan una nueva realidad social sobre la que debemos actuar. Al seleccionar temticamente la realidad, lo que se hace es simplificar la percepcin de la realidad. Es decir reducimos lo complejo para presentarlo de forma ms simple: los medios de comunicacin y la opinin pblica forman un subsistema social, que como tal, tiene la nica funcin de concebir y reducir la complejidad (Sampedro, 2000). Lo que se simplifica adems de la realidad es la lucha por la visibilidad de los actores sociales, es decir con la tematizacin de la opinin pblica, sabemos de qu hablar, de quines hablar y el gran tema de discusin es cmo hablar sobre los dos anteriores. La lgica propuesta muestra que los informadores deben seguir, tratar y comentar, sobre todo, asuntos que se han definido como noticias (batera de temas). De esta forma se generan debates pblicos que se incorporan y se terminan casi de forma autnoma. Es como si existiera un guin preestablecido. La audiencia por su parte participa en encuestas y sondeos de opinin (s y no). De esta forma los medios de comunicacin producen y reflejan la opinin pblica sin cesar, con principios propios al margen de los acontecimientos, imprimiendo movimiento y ritmo al debate poltico, y buscan acoplar la atencin del pblico (Luhman, 1989, pp, 14-15). Los actores sociales y los informados no precisan conocer ms que los temas que han destacado los medios. Se establece un tipo de relaciones binarias: temas y marcos gubernamentales y de la oposicin si/no a las preguntas de las encuestas y/o sondeos de opinin. As se simplifica un debate que de otra manera resultara muy complejo e interminable. Es decir, los actores polticos y sociales slo se hacen presentes en el reflejo de la opinin pblica de forma inevitable (pero tambin reduccionista, conflictiva y artificiosa) por los medios. Entonces, los temas sealados por la agenda pblica como los ms importantes coinciden con los que reciben atencin meditica, a su vez fijada por los grupos polticos y sociales dominantes. Podra ser de otra manera? La realidad boliviana Debemos tomar en cuenta que el 33,7 por ciento de los periodistas encuestados oscila entre los 26 y 30 aos. El 22,4 por ciento tiene entre 31 y 35 aos. Juntos son el 56,1 por ciento de los periodistas encuestados. Nos indica una generacin de periodistas relativamente joven pero con la suficiente experiencia en el oficio por un lado, y por otro con una visin y formacin distinta a la vieja escuela de periodistas. Nos muestra tambin una visin masculina: el 66,3 por ciento son hombres. (Ver tablas N 75, 76, 77 y 78). En este contexto, los periodistas encuestados, en un 92,2 por ciento, piensan que los lderes de opinin influyen en la opinin pblica. La tendencia no vara si vemos los resultados por ciudad: en La Paz, 90,4 por ciento, en Cochabamba 95,8 por ciento y en Santa Cruz 93 por ciento.
Lideres de opinin-agenda meditica La pregunta quin construye la agenda meditica? tiene una respuesta multivariable: Las distintas lgicas del quehacer periodstico1 . Los intereses de los diferentes actores que disputan la esfera pblica. Receptor de mensajes. Es la interrelacin entre estas tres lgicas la que genera la agenda meditica. Por supuesto que no es una relacin equilibrada, sino ms bien, desequilibrada. La agenda meditica no slo es un elenco de temas organizadas jerrquicamente y que se colocan por orden de gravedad, sino fundamentalmente es el repertorio temtico que determinan los asuntos colectivos sobre los que piensan los ciudadanos y cmo los piensan. Los medios de comunicacin no nos dicen lo que tenemos que pensar, pero s pensamos sobre los asuntos de los que nos informan. Delimitan la frontera de nuestros conocimientos y juicios. (Sampedro, 2000:97) Vamos a partir de la premisa que el periodismo es promotor informativo y a consecuencia de esto es capital simblico de grupos sociales, partidos polticos, instituciones, personajes y personas. Siguiendo en esta lgica, la cobertura a todos los anteriores reconoce y aumenta su legitimidad de representar ante el pblico sus opiniones. En algunos casos puede causar el efecto contrario: desconocer y disminuir su legitimidad. La lucha simblica se traduce en la lucha por canalizar temas en los medios de comunicacin. Tiene como recompensa legitimidad, prestigio y representatividad social. Los periodistas encuestados creen, en un 92,7 por ciento que los lderes de opinin influyen en la agenda informativa. Con dos variaciones: a) el 42,9 por ciento de estos considera que esta influencia es casi siempre, b) el 49,8 por ciento menciona que ello ocurre solo en algunos casos. Es interesante contrastar los resultados por ciudades. En La Paz un 52,6 por ciento asegura que casi siempre los lderes de opinin influyen en la agenda informativa, mientras que el 42,1 por ciento piensa que slo en algunos casos. En Cochabamba, el 33,3 por ciento de los periodistas piensa que casi siempre ocurre ello y el 54,2 por ciento en algunos casos. En Santa Cruz el 27,9 por ciento respondi que casi siempre y el 65,1 por ciento en algunos casos. Se observa que mientras ms alejado de la sede de gobierno, el periodista le atribuye menos influencia a los lderes de opinin. Por otra parte, en La Paz, el 4,4 por ciento de los encuestados piensa que casi nunca los lderes de opinin influyen en la agenda informativa, en Cochabamba el 12,5 por ciento y en Santa Cruz ninguno de los encuestados. A escala nacional el 5,4 por ciento de los periodistas asegura ese postulado. (Ver tablas N 75, 76, 77 y 78). Los lderes de opinin influyen, pero sin propuestas Existe una apertura del periodismo a brindar voz a posibles nuevos actores y/o sujetos para que expresen sus opiniones al pblico? Los estudios sobre el tema nos plantean que
no. El tema lo analizaremos desde dos perspectivas la primera referir a los sujetos y/o actores y la segunda sobre los marcos temticos. Partamos de que las rutinas periodsticas favorecen a actores y/o sujetos que tienen mayores posibilidades y recursos. Hablamos entonces de un grupo reducido que puede limitarse a gobernantes, empresa privada e instituciones con mucha reputacin social. Entre estos existe una interaccin permanente para delimitar el espacio discursivo de los medios de comunicacin. Hablamos de un sistema de participacin limitada. Entonces la totalidad de actores de la sociedad se reduce a pequeas elites de opinin, la ley del embudo. El periodismo funge de filtro entre el pblico y los importantes o representativos para expresar sus opiniones. Este es un proceso de recortes que el periodismo ejerce en su construccin discursiva. Podemos definirlo como un zoom in, es decir un recuadro reducido y de detalle. Es la concentracin de la palabra en pocas voces, que a su vez produce personalizacin exagerada, y oportunidad de cobertura limitada. Lo llamaremos elitismo restringido. Las prcticas estandarizadas de hacer poltica e informacin favorecen a los actores que tienen ms recursos. Gobernantes y periodistas siguen rutinas de interaccin. Sin embargo, las instituciones generan consecuencias no deseadas e ineficiencias, por ejemplo choques entre organizaciones polticas e informativas, que pueden aprovechar los activistas, hasta que restablezca la posicin de los grupos dominantes. Las agendas se caracterizan por largos periodos de estabilidad y breves fases de cambio. Las instituciones, como la agenda, reflejan sistemas de participacin limitada sometida a constantes modificaciones (Baumgartner y Jones, 1992). Marcos discursivos efmeros y coyunturales Ral Pearanda (1997:46,47) menciona que la prensa boliviana es monotemtica, monogenrica y elitista1. Asumamos estas caractersticas que nos derivan a una visin en el seguimiento informativo coyuntural antes que estructural, y que sigue la lgica del antagonismo malo/bueno y en general rastrea declaraciones o temticas escandalosas. La agenda periodstica tiene amplitud temtica con alta concentracin en temas institucionales estatales y baja intensidad en la cobertura a otro tipo de agendas y propuestas discursivas. Esto genera dos tipos de cobertura: la primera excesivamente personalizada y en algunos casos banalizada y la segunda con muchos temas efmeros, que no permite mostrar procesos, sino hechos coyunturales. En este caso hablamos del efecto aerosol. En este marco obviamente que los lderes de opinin no contribuyen a esclarecer los problemas del pas y debatir sobre sus posibles soluciones. Los periodistas, qu piensan? Existe una divisin de opiniones. El 42,9 por ciento de los periodistas entrevistados mencionan que los lderes de opinin son importantes porque ayudan a debatir y muestran soluciones a los problemas del pas, mientras el 48,3 por ciento cree lo
contrario. Los periodistas de las ciudades de La Paz y Cochabamba tienen una misma lgica al respecto mientras en Santa Cruz se muestra la otra cara de la medalla. Existe un mayor consenso en la percepcin de los periodistas cuando se habla de la relacin lderes de opinin e intereses personales. El 73,7 por ciento de los encuestados menciona que los lderes de opinin persiguen intereses personales, es decir no se cree en la independencia de los mismos. Slo el 18,5 por ciento de los encuestados piensa que los lderes de opinin son independientes y autnomos en sus opiniones. Las lgicas que interactan en el periodismo son: 1. La lgica del trabajo periodstico 2. La lgica de la sicologa del periodista 3. La lgica del mercado. Competencia entre medios 4. La lgica de los dueos de los medios de comunicacin Lgicas que segn la visin de Fernando Molina interrelacionan de forma que el resultado es el estilo del peridico y a la vez su supervivencia.
1 La prensa nacional segn Pearanda es monogenrica porque la mayora del material periodstico de los diarios bolivianos corresponde al gnero noticia, y se explota en muy escaso porcentaje los dems gneros como la entrevista, crnica y reportaje. Es monotemtica por que por que por lo general la informacin proviene de las instituciones, las noticias son epidrmicas enteramente dependientes de las fuentes oficiales. Por ltimo es elitista porque tiene bajos tirajes y casi son consumidos exclusivamente por las lites nacionales. Lo que Lupe Cajias denomina el Tringulo de la Plaza Murillo: Poder Ejecutivo, Parlamento y Cancillera. El resto de los asuntos, los ligados a los intereses a la gente, son limitados y tratados parcialmente.
CAPTULO VIII Tendencia poltica e ideologas Ricardo ZELAYA MEDINA Es periodista. Fue editor de sociedad de La Razn, editor general de Ultima Hora, jefe de informaciones de Hoy y periodista de Presencia. Es colaborador del peridico El Juguete Rabioso y columnista de La Epoca. Si los polticos reciben el masivo rechazo de los periodistas, a las instituciones no les va mucho mejor. Tanto el Ejecutivo y el Legislativo, como la Polica y las Fuerzas Armadas
merecen estrepitosos aplazos cuando la encuesta solicita a los comunicadores realizar una calificacin entre uno y siete puntos. Gente que se inclina mucho ms a la izquierda que a la derecha, personas que estn en desacuerdo con el modelo neoliberal implantado en Bolivia en 1985, catlicos en su gran mayora y decididos enemigos de la clase poltica que regenta los destinos del pas. As son los periodistas bolivianos, segn revela la encuesta realizada en La Paz, Cochabamba y Santa Cruz. Disconformes con la actuacin de todos los partidos polticos tradicionales durante los ltimos dos decenios, y duramente crticos con el gobierno liderizado por la conservadora Accin Democrtica Nacionalista (ADN) en los ltimos aos, los periodistas bolivianos estn convencidos de que el gran problema de la sociedad en que viven es la corrupcin y asumen que su principal tarea es denunciarla, ejerciendo una implacable fiscalizacin sobre los poderes del Estado. Con ingresos mensuales que oscilan mayoritariamente entre los 500 y los 3.000 bolivianos (entre 80 y 470 dlares americanos, a la fecha de la encuesta), los comunicadores se identifican a s mismos como personas ms pobres que ricas, y creen que el pas debe transitar hacia un nuevo modelo econmico y poltico, capaz de poner freno a la corrupcin, desterrar la pobreza y el desempleo, integrar a los partidos no tradicionales al sistema y otorgar ms autonoma a las regiones. (Ver tabla N 92). Ms a la izquierda La encuesta revela que la mayora de los 205 entrevistados, el 24,4 por ciento, se declara polticamente de izquierda, mientras que un 18 por ciento se sita en la ms moderada centro izquierda, conformando entre ambos sectores el 42,4 por ciento de las respuestas. (Ver tablas N 79). En el otro extremo de la balanza, slo el 2,9 por ciento de los encuestados dice ser de derecha, y un 2,0 por ciento ms se sita en la centro derecha, con lo cual las tendencias conservadoras entre los periodistas alcanzan un total de 4,9 por ciento. Entre tanto, un 17,1 por ciento prefiere ubicarse en el centro, mientras el 34,6 por ciento de los entrevistados opta por no responder a la pregunta o elegir la ambigua opcin otro. Fieles al tradicional mapa poltico boliviano, los periodistas ms identificados con la izquierda y la centro izquierda resultan ser los que radican en La Paz, en el Occidente del pas (el 51,8 por ciento), mientras que entre los comunicadores con residencia en Santa Cruz, en el Oriente, esta preferencia slo alcanza al 25,6 por ciento de los encuestados. Los polticos desacreditados Con estas tendencias en su seno, los periodistas tienen sin embargo un criterio bastante homogneo cuando se les pregunta cul sera el partido poltico que ms ha contribuido al
desarrollo nacional: el 82,4 por ciento de los entrevistados responde tajantemente con la opcin ninguno. El restante porcentaje se divide de la siguiente forma: el 6.8 por ciento de los encuestados cree que el partido ms identificado con el desarrollo del pas es el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR). En un sorprendente segundo lugar aparece el Partido Obrero Revolucionario (POR), de orientacin trotskysta radical, que recibe el 2 por ciento de las respuestas favorables de los periodistas. (Ver tabla N 80). Ms abajo, la Nueva Fuerza Republicana (NFR) recibe un exiguo uno por ciento de las respuestas a favor, mientras ADN y el Movimiento de la Izquierda Revolucionaria (MIR), principales actores del ltimo gobierno, reciben, cada uno, un lapidario 0,5 por ciento de las respuestas. Como una sntesis de este sentimiento, y respondiendo a otra pregunta, los comunicadores coinciden ampliamente (87,8 por ciento de las respuestas) en sealar que la clase poltica boliviana, en general, es corrupta y no aporta al desarrollo de la nacin, mientras slo el 9,8 por ciento la considera en general adecuada y el 2,4 por ciento se abstiene de responder. (Ver tabla N 81). Juicio a las instituciones Y si los polticos reciben el masivo rechazo de los periodistas, a las instituciones no les va mucho mejor. Tanto el Ejecutivo y el Legislativo, como la Polica y las Fuerzas Armadas merecen estrepitosos aplazos cuando la encuesta solicita a los comunicadores realizar una calificacin entre uno y siete puntos. En el caso del gobierno, el 74,6 por ciento de los entrevistados otorga notas de entre uno y tres puntos, en tanto que el 4,9 por ciento le adjudica un cuatro y el restante 3,4 por ciento notas de entre cinco y siete. (Ver tabla N 83). Con el Parlamento, las cifras son semejantes. El 78,1 por ciento de los periodistas lo aplaza con notas que van de uno a tres, el 4,9 por ciento le da nota de cuatro, y slo el 2,5 por ciento concede calificaciones de entre cinco y siete puntos. Entre policas y militares, los menos favorecidos con el veredicto de los encuestados son los primeros, con un 66,9 por ciento de calificaciones de aplazo, mientras los segundos obtienen el 59,4 por ciento de notas reprobatorias. Los sindicatos en la picota Pese a su orientacin inclinada a la izquierda, los entrevistados tampoco se encuentran conformes con la actuacin de las principales organizaciones sindicales del pas, que tambin terminan con orejas de burro en las aulas de los comunicadores. Por ejemplo, la Central Obrera Boliviana (COB), que hace apenas un par de decenios era capaz de movilizar a millones de trabajadores bolivianos tras sus banderas de lucha,
recibe ahora de los periodistas calificaciones de reprobacin en el 67,3 por ciento de los casos. Igual ocurre con las combativas federaciones de cocaleros y maestros, protagonistas de una gran parte de los conflictos sociales en Bolivia desde finales de la dcada del 80. El 61 por ciento de los encuestados emite notas de aplazo para los primeros, cifra que se convierte en un 58,5 por ciento para los trabajadores del magisterio. Entre tanto, al Confederacin Sindical Unica de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), encabezada por el lder campesino Felipe Quispe, recibe tambin un duro 62,9 por ciento de aplazos. La desfavorable opinin de los comunicadores sobre los sindicatos queda sin embargo matizada cuando llega el momento de juzgar las protestas sociales que conmovieron al pas en abril y septiembre de 2000 y nuevamente abril de 2001: el 78,5 por ciento de los entrevistados las considera justas, y slo el 19,5 por ciento injustas. La religin a la cabeza En el extremo opuesto, encabezando esta suerte de ranking institucional, aparece la Iglesia Catlica. El 77,1 por ciento de los periodistas otorga a la secular institucin calificaciones de entre cuatro y siete puntos, y slo un tmido 18 por ciento se atreve a aplazarla. El porcentaje restante no sabe o no responde a la pregunta. (Ver tabla N 91). Con menos xito aparece la Iglesia Evanglica en general, cuya sostenida penetracin en la sociedad boliviana durante los ltimos aos est ya fuera de discusin. El 38,1 por ciento de los encuestados le asigna notas de entre cuatro y siete puntos, frente a un 42,5 por ciento de notas de aplazo. El 19,6 por ciento de los entrevistados no tiene opinin sobre este punto. La posicin de ambas religiones en la escala de valores de los periodistas resulta ampliamente justificada cuando la encuesta les interroga acerca de su filiacin religiosa. Una aplastante mayora de 63,9 por ciento (algo ms de dos tercios) de los encuestados se declara catlica. El credo evanglico, mientras tanto, se sita en un lejano segundo lugar, con el 7,8 por ciento de las respuestas. Ms pequeos todava resultan las religiones mormona (1,5 por ciento) y la de los Testigos de Jehov (uno por ciento). Al mismo tiempo, el 5,9 por ciento de los periodistas consultados se declara ateo y un 13,7 por ciento informa que pertenece a otras sectas y religiones. Pero, ms all de las creencias religiosas, las diferencias ideolgicas, los ingresos econmicos y las percepciones sobre el sistema poltico, los periodistas estn casi uniformemente convencidos de la necesidad que tiene el pas de cambiar de modelo econmico y democratizar ms el modelo de representacin. (Ver tablas N 84 y 85). El 81,5 por ciento de los entrevistados seala por ejemplo que el neoliberalismo debe ser reemplazado por un modelo econmico distinto, sea con mayor intervencin del Estado en la economa o con cualidades diferentes del actual.
Igualmente, el 87,8 por ciento de los encuestados apoya la necesidad de democratizar ms el sistema poltico, incorporando a los partidos polticos no tradicionales, mientras el 89,8 por ciento aboga por otorgar mayor autonoma a las regiones. Tambin masivamente, el 37,1 por ciento de los comunicadores bolivianos considera que el principal problema que enfrenta la sociedad boliviana es la corrupcin, y un porcentaje similar, el 36,1 por ciento, cree que el mayor mal es la pobreza y el desempleo. Entre tanto, slo el 21,5 por ciento prioriza problemas como la falta de seguridad ciudadana, las drogas, la dependencia y la falta de educacin. (Ver tabla N 88). Consecuentes con su rechazo a la clase dirigente del pas, el 72,7 por ciento de los periodistas considera desfavorable la incursin de alguna persona de su gremio a las arenas de la poltica. (Ver tablas N 89, 90 y 90.1).
CAPITULO IX La prensa boliviana y la Guerra del Agua1 Thomas GEBHARDT Licenciado en Comunicacin Social de la Universidad Catlica de Eichsttt-Ingolstadt, Alemania. Trabaj en varios medios de comunicacin social en Alemania, Uruguay y Bolivia. Actualmente realiza estudios de posgrado en La Paz.
Ciertas rutinas periodsticas como la de citar varias fuentes en un artculo suelen ser rutinas defensivas, por que sirven para defenderse contra la crtica consumidor. Sirven para darle al artculo una pinta de neutralidad cuando en realidad siempre la misma gente tiene acceso a dar a conocer su punto de vista al pblico. Este captulo presenta un estudio de caso que investig la actuacin de los medios de comunicacin y el alcance de la investigacin periodstica en la privatizacin del servicio de agua potable en Cochabamba que en el ao 2000 provoc la llamada Guerra del agua. Se investig las influencias en los contenidos de los medios de comunicacin a cinco niveles (Shoemaker/Reese, 1991) Nivel individual: Cmo influyeron caractersticas personales de los periodistas y sus condiciones de trabajo en la investigacin y en la edicin de sus notas? Rutinas de trabajo: Cmo organizan su tiempo y trabajo los periodistas? Qu rutinas de trabajo influyeron en los contenidos de los medios? Organizacin de las empresas periodsticas: Cmo funciona la toma de decisiones dentro de los medios? En cunto influyen las dependencias econmicas del dueo del medio en la edicin de notas periodsticas?
Influencias externas: Qu influencias tienen polticos o empresarios poderosos sobre los contenidos de los MCS? Entorno ideolgico del medio: En qu contexto ideolgico se desarrolla el periodismo en Bolivia y cmo influye aquello en los contenidos de los MCS? La investigacin se llev acabo un ao despus de la guerra del agua en abril 2001. Se utiliz una metodologa compuesta por varios mtodos tanto cuantitativos como tambin cualitativos. Se hizo entrevistas a gente involucrada4 en toda la problemtica de la privatizacin del agua como tambin a 14 periodistas que investigaron el tema, de radio, prensa, televisin y agencias noticiosas. Adems, se hizo un anlisis de contenido de los artculos al respecto en cuatro peridicos. A travs de una observacin participativa en una redaccin de un peridico cochabambino, el autor tambin pudo analizar el funcionamiento, la jerarqua y la organizacin de una redaccin. Influencia a nivel individual El perfil del periodista boliviano dibujado por Ral Pearanda en el Captulo I coincide en grandes rasgos con los periodistas que se encargaron de la investigacin sobre la privatizacin del agua en Cochabamba. Su jornada de trabajo era de diez a 12 horas diarias y la mayora trabajaba por lo menos un fin de semana al mes. La edad promedio de los redactores fue de 35 aos, mientras se pudo ver que las mujeres que trabajaron el caso eran ms jvenes (pro medio 29) que sus colegas varones (40 aos). La formacin de los periodistas que investigaron en el caso de la privatizacin del agua superaba el promedio nacional casi todos eran licenciados o por lo menos egresados de comunicacin y cinco de los 14 haban realizado estudios en el exterior indicando la importancia del tema para los medios. Se supone que los medios mandaron a su mejor gente para investigar el caso. La mayora de los periodistas hablaba espaol como nica lengua. Solamente uno de los 14 se senta capaz de hacer entrevistas e investigacin en ingls mientras cuatro decan que podan comunicarse en quechua. La mayor parte de los entrevistados haba vivido casi toda su vida en la ciudad, pocos haban vivido parte de su vida en el rea rural. Para la investigacin sobre la privatizacin hubiera sido ventajoso manejar otros idiomas como el ingls o el quechua. Las transnacionales que confirmaban el consorcio Aguas del Tunari tenan su sede en Inglaterra (International Waters) y EEUU (Bechtel). Las empresas se presentan en internet pero sus presentaciones son en ingls. Para los entrevistados result difcil utilizar esa informacin. No se hizo ninguna llamada telefnica internacional para investigar en el exterior, tampoco se realiz ninguna entrevista en ingls. Hubiera sido interesante entrevistar a expertos de otros pases latinoamericanos que ya haban pasado por el proceso de la privatizacin del agua como sucedi en Chile o Argentina. Mientras la falta de investigacin sobre las transnacionales se puede entender en parte como barreras de
idioma, la falta de investigacin en los pases vecinos se debe probablemente a una falta de tiempo. Un periodista que tiene que elaborar seis a ocho notas por da no tiene tiempo ni para pensar en investigar la privatizacin de los recursos naturales en Argentina o la ley de aguas en Chile que ha sido la base para la elaboracin de la ley boliviana. El hecho de que casi nadie pudo hacer entrevistas en quechua impidi la comunicacin con una gran parte del sector de protesta que llegaba del campo para manifestarse contra los cambios a la Ley de Aguas. Claramente influy el hecho de que la mayora de los periodistas era de origen citadino. La Coordinadora uni dos movimientos con dos diferentes motivos de lucha: Los cambios a la Ley de Aguas motiv las protestas del sector campesino en todo el pas mientras la ciudad de Cochabamba luch por la anulacin del contrato con Aguas del Tunari. En los peridicos casi solamente apareci el tema que afectaba a la ciudad y los periodistas coincidieron en que para su medio el tarifazo fue el tema de ms importancia. Influencia a nivel de rutinas de trabajo Elaborar seis o ms notas por da es una tarea casi imposible. Los periodistas enfrentan ese desafo con una serie de rutinas que hacen ms rpido no necesariamente ms eficiente su trabajo. Se recurre a las fuentes que facilitan la informacin: la PTJ, la Prefectura, los empresarios privados y en nuestro caso tambin a la Coordinadora que por su parte tambin contaba con un equipo que se ocup de dar informaciones a la prensa. El porcentaje de informacin que proviene de entidades que no cuentan con un relacionador pblico es mnimo. Ciertas rutinas que utiliza el periodista tienen la finalidad de hacer aparecer que el artculo que escribe es de cierta calidad y neutralidad. Un lector de un peridico que encuentra en una nota periodstica solamente una fuente, rpidamente piensa que el artculo no es neutral, mientras que cuando encuentra tres fuentes de diferentes opiniones uno suele decir que la cobertura es equilibrada. Ms difcil es darse cuenta que en todos los medios casi siempre aparecen las mismas fuentes y no otras que no facilitan sus puntos de vista a travs de declaraciones de prensa. De esa manera ciertas rutinas periodsticas como la de citar varias fuentes en un artculo suelen ser rutinas defensivas, por que sirven para defenderse contra la crtica del consumidor. Ayudan a darle al artculo una pinta de neutralidad cuando en realidad siempre la misma gente tiene acceso a dar a conocer su punto de vista al pblico. La tendencia de publicar solamente las fuentes que se dirigen a la prensa a travs de un aparato de relaciones pblicas se incrementa automticamente cuando se acortan las posibilidades a los periodistas: cortar la salida telefnica a celulares, no pagarles sus pasajes en taxi, reducir el sueldo, etc., como pas en los ltimos aos en casi todos los medios de comunicacin en Bolivia.
Influencia a nivel de la organizacin del medio Mientras los periodistas tienen ms contacto con las fuentes, los dueos de los medios reciben ms influencia por los empresarios que les dan o quitan la publicidad. Supuestamente el trabajo periodstico es aparte. Sin embargo, los dos diarios que hicieron la mayor parte de la investigacin sobre la privatizacin del agua, tenan nexos bastante fuertes con el mismo tema: en el caso de Opinin, el 50 por ciento de las acciones pertenece al consorcio Coboce, cuyo competidor, Soboce, era parte del consorcio Aguas del Tunari. En cambio el otro peridico cochabambino, Los Tiempos, deba dinero a un banco cuyo director fue socio del consorcio Aguas del Tunari. Eso solamente muestra que los medios comerciales como empresas privadas de la regin nunca son neutrales cuando se trata de inversiones mayores a la regin. Sin embargo, lo ms interesante es que los periodistas en ambos casos estuvieron conscientes de esas dependencias econmicas de su empresa. Y en ambos casos decan que influa en la forma como fueron editadas sus notas. La conciencia de parte de los periodistas de las presiones econmicas de su empresa comunicacional influye en la forma de como producen sus notas. Uno o dos comentarios de parte del jefe de redaccin (Como ustedes saben nuestro director recibe presiones para que no inflemos los conflictos porque le hacen dao a la economa...) tiene mucho efecto en la forma de escribir de los periodistas porque a final de cuentas no quieren quedarse sin trabajo en un tiempo de crisis econmica. Supuestamente el trabajo periodstico en un medio de comunicacin se realiza ms o menos independiente de la parte econmica del medio. Es decir: para garantizar la neutralidad de la cobertura periodstica no debera influir el hecho de que la empresa equis o el ministerio ye entregue o no publicidad o un anuncio pblico al medio de comunicacin. Para garantizar o por lo menos fingir esa independencia, el personal que se hace cargo de la adquisicin de publicidad suele ser otro que el que se responsabiliza de la cobertura periodstica. Como vimos ms arriba, esa separacin solamente funciona a nivel terico porque el jefe de redaccin quien por general tiene reuniones diarias con el dueo del medio sabe transmitir el pensamiento de parte de los empresarios. Pero esa independencia periodstica se anula por completo cuando los mismos periodistas tienen que encargarse de adquirir publicidad como suele pasar en muchos programas de radio y algunos espacios televisivos. Esa tendencia se extiende a los peridicos en las secciones producidas por, cuando cierta parte del peridico digamos un suplemento deportivo es producido por un equipo ajeno de la redaccin del peridico. Suele pasar que los mismos periodistas que escriben la informacin deportiva tienen que adquirir espacios publicitarios para su seccin. Influencia a nivel del entorno del medio
Ya vimos que un ministerio, un partido o una empresa tiene influencia sobre la informacin que sale en los medios de comunicacin a travs de cortar o aumentar publicidad en un medio. Pero las influencias exteriores en los contenidos de los medios de comunicacin son mucho ms amplias. Son los ministerios en muchos casos quienes deciden a quin de los periodistas dar en qu momento cul informacin. El contrato que se firm entre Aguas del Tunari y el gobierno no estuvo al alcance de los periodistas durante mucho tiempo. Aunque se cit dicho convenio, en muchos casos fueron solamente partes del texto que se haban facilitado a los medios de comunicacin mientras el texto completo no se hizo pblico. Los periodistas utilizaron los trozos de informacin que se les ofreci, dando as la idea al pblico de que los medios haban hecho un anlisis del convenio, cuando la verdad fue que hasta las elecciones municipales en diciembre ninguno de los periodistas haba tenido en sus manos el convenio completo. Hay influencias exteriores ms obvias: de los 14 periodistas entrevistados todos contaron de alguna forma de agresin contra la labor periodstica durante la Guerra del agua: Se pegaron (y pagaron) a periodistas, se quit material fotogrfico, se hicieron llamadas annimos de amenaza (por ejemplo a los periodistas de PAT antes de publicar las imgenes que mostraron al francotirador en accin que haba sido negado por el gobierno). Cuando se dict el Estado de Sitio se cort la luz de las antenas difusoras de las radios y canales de difusin y en el rea rural uniformados cerraron forzosamente varias estaciones de radio que funcionaron como medios para dar a conocer sobre los bloqueos. Pero la influencia del poder econmico y del poder poltico va mucho ms all de solamente comprar o amenazar a periodistas. Ya no se puede hablar de una influencia exterior cuando el dueo de la cervecera ms grande del pas, al mismo tiempo es candidato presidencial, jefe de un partido y dueo de varios canales de televisin. Ser independiente la informacin sobre las condiciones de trabajo en las minas, cuando el dueo de los medios gana su capital a travs de la minera? Ser neutral la informacin sobre las campaas electorales cuando el dueo de una red televisiva es candidato a la vicepresidencia? En esos casos ya no podemos hablar solamente de una concentracin de medios de comunicacin,1 se debe hablar de una acumulacin de poder a tres niveles: poder econmico, poder poltico y poder informativo. Si se toma en cuenta el poder informativo que tiene la iglesia catlica a travs de sus medios, a los tres niveles mencionados se le aumenta un cuarto nivel de poder: el poder moral. Influencia a nivel ideolgico Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada poca; o, dicho en otros trminos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante. La clase que tiene a su disposicin los medios para la produccin material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios para la produccin espiritual, lo que hace que se le sometan, al propio tiempo, por
trmino medio, las ideas de quienes carecen de los medios necesarios para producir espiritualmente. (Marx/Engels, 1846). Todas las divergencias son estructuradas de tal manera que no se lucha contra el sistema sino por influencia dentro del sistema. (Luhmann 1964: 240). Cuando se habla de influencia a nivel ideolgico no se refiere a la ideologa que tiene uno u otro periodista. Se refiere ms bien al entorno ideolgico en el cual se realiza el trabajo periodstico. En un pas en el cual domina el capitalismo y donde los gobernantes de dcadas pasadas hicieron todo para aplicar sin condiciones las demandas de las instituciones internacionales del neoliberalismo, el entorno de las empresas periodsticas es sumamente capitalista. Un periodista an cuando l crea en otro sistema y personalmente asuma una actitud crtica frente al capitalismo ha pasado por muchos filtros hasta aprender bien lo que se puede escribir y lo que no. De un medio de comunicacin que funciona como empresa privada no va a salir una cobertura que realmente ponga en peligro el sistema capitalista vigente. En el caso de las protestas en febrero y abril 2000 se puede observar dos puntos interesantes en cuanto a la cobertura de la prensa: El tercio de la informacin sobre las protestas se refera a los efectos negativos que iban a tener o tuvieron las manifestaciones y los bloqueos. Sumando la informacin sobre vctimas y violencia casi la mitad de toda la informacin proporcionada sobre las protestas se refera a efectos negativos de las protestas mientras ni siquiera en cada dcimo artculo se menciona las demandas o los motivos de las mismas protestas. Automticamente los daos para la economa, los heridos etc. parecen causados por los marchistas. Siguiendo la lgica de los artculos de prensa, uno no se pone a pensar que las protestas son reacciones a una poltica que caus la situacin actual contra la cual una gran parte de la poblacin se estaba levantando. Adems, como ya mencionamos antes, casi exclusivamente aparece el tema tarifas del agua mientras las demandas de los marchistas del rea rural en cuanto a la reforma de la Ley del Agua apenas aparece en un porcentaje mnimo de los artculos. Conclusin A nivel personal influy de manera determinante el hecho que los periodistas casi exclusivamente podan utilizar el espaol en su investigacin, de la misma manera influy su origen mayormente citadino. Aunque los periodistas contaban con una formacin que super el promedio nacional no pudieron acceder a informaciones importantes sobre la privatizacin del agua: En muchos casos fue la falta de tiempo o de recursos (para hacer llamadas al exterior) que impidi el acceso a datos, en otros casos la informacin fue ocultada por el gobierno o la misma empresa Aguas del Tunari que no proporcion informaciones en casi todo el proceso. La falta de tiempo y recursos hizo que la mayor parte de la informacin ofrecida por los peridicos se originara en las oficinas de relaciones pblicas de la prefectura, los empresarios privados, la polica o la
misma Coordinadora. Faltaba tiempo para verificar esos datos de parte de esos partidos interesados o para hacer investigacin propia dando voz a los que por general no cuentan con un equipo de relaciones pblicas. Aunque es difcil evaluar la influencia a nivel ideolgico se pudo concretar que en la mayora de los artculos se habl de los efectos negativos de las protestas sin tomar en cuenta las causas ni los motivos de las mismas. Es as que las prdidas econmicas en consecuencia de las protestas son fcilmente reconocidas como culpa de los bloqueadores, ignorando el hecho que los motivos de las protestas fueron causados generalmente por polticas gubernamentales. Aunque en algunas estadsticas internacionales Bolivia suele sobresalir como uno de los pases con la mayor libertad de prensa en Sudamrica un anlisis de caso muestra que hay influencias a muchos niveles que distorsionan la informacin periodstica. Son los periodistas bolivianos menos amenazados porque tienen poca capacidad de investigacin para poner en peligro el poder de quienes manejan el pas? Ser que la poca influencia directa de parte de polticos o empresarios se debe al hecho de que los mismos empresarios y polticos en muchos casos son dueos de los medios de comunicacin? Son preguntas que parecen exageradas y polmicas pero que deberan considerarse cuando se trata de medir la supuesta libertad de prensa en Bolivia. 1 Sobre la concentracin en el mercado de la informacin y sus lasos con otras empresas y el poder poltico vase (Cajas de la Vega/Lpez 1999; Iturralde Jahnsen 1999; Orgz Garca 1999) En este ensayo no hay espacio para una explicacin de lo que fue lo que despus se denomin la Guerra del Agua. El anlisis se refiere a todo el proceso de la privatizacin del recurso agua, tanto a nivel jurdico (la discusin sobre la reforma a la Ley del Agua) como tambin toda la licitacin del recurso agua en Cochabamba, el tarifazo del consorcio Aguas del Tunari y el levantamiento del pueblo que result en el abandono de la empresa transnacional. Para mejor entendimiento del tema se recomienda la lectura de (Trrez R. 2000; CEDIB 2000; Prada Alcoreza 2000; Gutirrez Aguilar/Garca Linera/Tapia Mealla 2000). Esta investigacin sirvi para la elaboracin de tesis de grado en la carrera de comunicacin social. Los resultados fueron publicados en alemn (Gebhardt 2002).Actualmente se trabaja en una traduccin al espaol.
ENSAYOS INTERNACIONALES Los desafos de la libertad de prensa en Estados Unidos despus del 11 de setiembre El triunfo de los enemigos de la sociedad abierta Daro KLEIN
Es doctor en Ciencias de la Informacin por la Universidad Complutense de Madrid. Director del Departamento de Periodismo de Investigacin de CNN en Atlanta. Profesor de posgrados del CEBEM y conferenciante de varias universidad norteamericanas, latinoamericanas y la Repblica de Georgia (ex URSS). Autor de Tinta roja. Efectos de la crnica policial en Uruguay. De pronto, una llamada a CNN con una orden: ni el video, ni el sonido, ni siquiera las citas textuales del Abu Geith, de Al Qaeda, pueden usarse. La norma golpea como un mazazo. No deja lugar a dudas: No transmitir. No transmitir. Lineamiento, no transmitir. Todo listo. Est a punto de comenzar el noticiero central del canal de televisin estadounidense. Las noticias escritas, el teleprompter cargado, los videos en el sistema. El orden est claro. El programa abrir con el tercer da de bombardeos, por primera vez a plena luz del da, en Afganistn e inmediatamente dar paso al sangriento mensaje del portavoz de Al Qaeda, la organizacin liderada por Osama Bin Laden. En el discurso grabado y difundido por la cadena AlJazeera de Qatar, Suleiman Abu Geith vomitaba amenazas contra Estados Unidos e instaba a los musulmanes del mundo entero a sumarse a la guerra santa contra los cruzados norteamericanos atacando sus intereses en todo el mundo. No caben dudas. El mensaje es demasiado fuerte, demasiado inesperado. Y permite, por una vez, poner una voz discordante en el noticiero. La voz del enemigo. De pronto, una llamada con una orden: ni el video, ni el sonido, ni siquiera las citas textuales del Abu Geith pueden usarse. Un problema de derechos? pregunta un incrdulo. Comienza el remolino en la redaccin. Llamadas que van y vienen. Los periodistas piden aclaraciones. Se niegan a sacar eso del noticiero si no hay una orden escrita. La orden escrita no llega. Es una batalla contra el tiempo. Tal vez no llegue y puedan salir con el noticiero tal como estaba planeado. Pero la nueva norma los golpea como un mazazo. No deja lugar a dudas: No transmitir. No transmitir. Lineamiento, no transmitir. Deben dejar de usar el video con el mensaje grabado del portavoz de Al Qaeda. No usar extractos, doblajes o imgenes fijas. No transcribir citas textuales. Se puede describir el contenido o parafrasearlo, pero sin usar citas textuales. Y a continuacin, la explicacin: estamos haciendo esto ante la inquietud de que Al Qaeda pudiera estar usando este mensaje para comunicarse con sus agentes en el terreno. Y sigue: esta informacin, por ahora, no es para difusin. El hecho de que no estemos usando el video o citas textuales del mensaje no debe ser discutido al aire. Habr ms detalles cuando estn disponibles. Algunos periodistas no lo pueden creer. Censura en Estados Unidos? Otros, en pnico, intentan sacar del noticiero cualquier referencia a que haya habido en algn momento algn discurso de algn portavoz. Otros, ms curtidos por viejas batallas y dictaduras en otros pases, intentan buscar una solucin pragmtica. El lineamiento dejaba una pequea posibilidad abierta para no fallarle del todo al televidente. Se poda parafrasear. Impulsados por un resorte, el productor y el editor del noticiero ponen manos a la obra. El
editor recordaba que en un viejo mensaje de Bin Laden, del domingo 7 de octubre, cuando comenzaron los ataques areos, a su costado apareca este portavoz de gesto adusto y baba rabiosa. Le dice al productor que lo busque. Mientras tanto, intenta sacar en claro los puntos ms importantes del mensaje de Al Qaeda y pasarlos en limpio para el teleprompter. La hora de comienzo del noticiero se acerca. Desglosa los principales puntos, y manda a hacer una grfica. Finalmente salta al aire la apertura del noticiero y en la redaccin se escucha un silencioso suspiro. Van a lograr salvar al menos el honor. La informacin va a estar all. Al terminar la media hora de noticias, ahora s hay tiempo para discutir. Hay quienes defienden la medida. Aseguran que el video hace apologa del delito. Que no pueden hacerle el juego a los terroristas. Otros aseguran que no est en los periodistas realizar juicios al respecto. Que les pagan para informar y que en una situacin de conflicto, lo mnimo indispensable es mostrar las dos caras de la moneda. Que ante la duda haba que hacer periodismo. En eso, las rdenes comienzan a cambiar. Aparentemente la gerencia tambin tiene sus discusiones. Ahora ya se puede usar el video, aunque sin voz. Incluso las autoridades permiten usar una o dos palabras tomadas de citas directas, si consideran relevante hacerlo. Y 50 minutos despus, las autoridades corporativas toman la decisin final y a la directiva anterior le agregan una sugerencia: se puede usar la siguiente referencia tambin: el mensaje grabado es escalofriante y de gran preocupacin para el gobierno de Estados Unidos, que no sabe si las palabras son ms propaganda o algo ms siniestro an tal vez un mensaje o cdigo para terroristas en Estados Unidos o el resto del mundo para que lleven a cabo algn tipo de accin. Y por esa razn solamente lo hemos parafraseado, mientras los funcionarios de inteligencia continan analizndolo. Los periodistas se preguntan de dnde habr salido la decisin. Si fue una decisin independiente del canal o de alguna autoridad del gobierno que haba levantado el tubo del telfono. Al da siguiente, todo qued claro. En la Casa Blanca, el portavoz Ari Fleischer sugera que los medios de comunicacin sean muy cuidadosos a la hora de usar las declaraciones del enemigo. Argumentaba que ellas podran incluir algn tipo de mensaje codificado que llame a sus militantes a la lucha o a realizar alguna accin terrorista. En el mejor de los casos, el mensaje de Osama Bin Laden es propaganda que convoca a la gente a matar a estadounidenses dijo en el peor podra dar ordenes a sus seguidores para lanzar atentados similares. Ante el acoso y la incredulidad de los periodistas presentes en la conferencia de prensa, muchos de los cuales pensaban que en este mundo globalizado los terroristas tienen acceso a lo que dice Bin Laden por Internet o por cualquier canal extranjero, sin pestaear, Fleischer bostez que le pareca una sugerencia razonable, y que cualquier medio de comunicacin responsable la tendra en cuenta. (Esta no era la primera sugerencia razonable que realizaba. Enseguida despus del 11 de setiembre, Fleischer haba convocado a los responsables de los medios de comunicacin
a su despacho para pedirles que no informaran sobre los viajes de George W. Bush y del vicepresidente Dick Cheney, ni sobre detalles que pudieran afectar la seguridad de la Casa Blanca). Un periodista replic: quin decide qu es lo que se usa y qu no?. Esta es una sociedad abierta y libre contest Fleischer quien decide es el medio. Esta es una simple sugerencia. Una sugerencia ampliamente acatada. Para el New York Times, diario independiente si los hay, el mensaje del portavoz de Al Qaeda no existi. CNN difundi al aire una declaracin de sus autoridades: no emitiremos declaraciones de AlQaeda en vivo y las revisaremos antes de decidir cmo las manejaremos. La poltica de CNN es evitar sacar al aire cualquier material que creamos que puede directamente facilitar cualquier acto terrorista. Para decidir qu sacar al aire, CNN considerar recibir la gua de las autoridades apropiadas. Las autoridades apropiadas eran las del gobierno estadounidense. Especficamente las del Consejo de Seguridad Nacional, liderado por Condoleezza Rice. Precisamente Rice haba mantenido la noche anterior una conferencia telefnica con los ejecutivos de las seis cadenas principales de televisin: ABC; CBS, NBC, Fox, MSNBC, CNN. Y todos estuvieron de acuerdo en no transmitir los videos en vivo de Bin Laden o de sus portavoces. Al respecto, CNN aclar oficialmente: no hubo pedidos especficos de la Casa Blanca. Y agreg: s hubo un contacto, pero fue amigable y cordial y sin exigencias. CNN igualmente se iba a mover en esa direccin y las preocupaciones de la consejera de seguridad colaboraron con la decisin. Creemos que es lo correcto. Y sigue la declaracin: como cadena internacional, CNN recibe frecuentes acercamientos de gobiernos de todo el mundo y en esos casos CNN se mantiene fiel a sus principios editoriales de independencia, objetividad y balance, y no ajustara su cobertura como resultado de pedidos de ningn gobierno, incluido el de EEUU. A continuacin, su presidente, Walter Isaacson le aclar al diario The New York Times: luego de haber escuchado a la Dra. Rice, no vamos a pisar las minas terrestres que ella nos mencion. A diferencia de las otras cadenas de noticias norteamericanas, CNN fue explcita tal vez hasta el exceso respecto a sus decisiones sobre el tema. Pero adems de ser la ms transparente, fue la nica cadena de cable que dio la informacin, que mostr al menos pedazos de las declaraciones de los videos de Bin Laden. El hecho fue tratado con cuidado, pero sin censurarlo. Otras emisoras, como MSNBC y Fox directamente lo ignoraron, lo borraron del mapa, ni siquiera lo mostraron. Pero la presin de Washington no se limit a los medios vernculos. El telfono tambin son en la casa de gobierno de Qatar y en las oficinas de AlJazeera, la cadena que estaba difundiendo los comunicados de Al Qaeda. Una queja respetuosa. Y una respuesta inesperada: es inaceptable que Estados Unidos que nos ha enseado libertad durante tanto tiempo ahora pretenda que controlemos la informacin. Creemos que el pblico
tiene derecho a conocer los mensajes de Al Qaeda y no podramos censurar esa informacin. La reaccin de Washington fue una protesta diplomtica formal de su embajada en Qatar y una visita del Vicepresidente Dick Cheney a ese pas, para reunirse con el Emir. Poco despus, la emisora qatar obtuvo una entrevista con Bin Laden en su escondite y Al Jazeera nunca la emiti. S lo hizo poco despus CNN, que asegur haber obtenido la cinta de una fuente no gubernamental. Y lo que ocurri en Estados Unidos se repiti de manera muy similar en Gran Bretaa, donde el gobierno de Tony Blair le pidi comprensin a los medios de comunicacin y que no difundieran las declaraciones de Bin Laden. Acto seguido, el 15 de octubre, los directores de BBC, Sky e ITV fueron invitados a una discusin amistosa y constructiva en el 10 de Downing Street. All recibieron un pedido similar al que de sus pares norteamericanos: que tengan en cuenta los fines propagandsticos del Talibn y que no informen sobre misiones secretas de las fuerzas especiales britnicas. Aparentemente no slo eso les preocupaba. Cuando Tony Blair realiz su gira por el Medio Oriente, su portavoz se quej porque la corresponsal de BBC inform de su llegada a Omn. La primera vctima En una guerra sometida a la censura militar, a la reticencia informativa y presiones del Pentgono y el gobierno de Estados Unidos, una guerra que se desarrolla a miles de kilmetros, en un pas medieval, cerrado al mundo y sin medios masivos de comunicacin, con sus nicos canales de difusin prohibidos, la informacin que llega al pblico seguramente no exceda el 5 por ciento de lo que ocurre. Ese es el porcentaje que est a disposicin de los periodistas para entregrselo a su pblico. Pero la Casa Blanca pretenda an ms. Que de ese 5 por ciento, la mitad quedara afuera. La otra cara. As, despus de pasar por varios filtros y por la autocensura de los medios estadounidenses, tal vez slo el 2,5 por ciento de la versin ms cercana a la verdad haya llegado al pblico norteamericano y al pblico del resto del mundo, a travs de las cadenas internacionales estadounidenses. El viejo aforismo indica que la primera vctima en una guerra es siempre la libertad de prensa. Pero en esta primera guerra del siglo XXI, la libertad fue masacrada. En su nombre, una vez ms fue vapuleada, sustituida por la patria y las banderas. George W. Bush volvi a dividir el mundo en dos. Los que estn con nosotros y los que estn con los terroristas. Otra vez dos bloques. Otra vez un mundo partido, repartido. Y otra vez, en nombre de la libertad, la libertad sufre. As, los enemigos de la sociedad abierta vuelven a hacer su trabajo. Vuelven a cerrarla. Quieren ms ejemplos? Una semana despus de los atentados del 11 de setiembre, Bill Maher, el conductor del talk show Politically Incorrect, diseado para ser controversial os decir que los secuestradores areos no eran cobardes como lo haba dicho el presidente Bush. Los
cobardes somos nosotros que lanzamos misiles cruceros a blancos a miles de kilmetros y nos quedamos tan tranquilos en la cabina del avin. Escndalo. Al da siguiente, el portavoz de la Casa Blanca sala a defender la patria. Y refirindose a Maher sentenciaba: en estos tiempos, la gente tiene que cuidarse de lo que dice y cuidar lo que hace. Los periodistas presentes en la rueda de prensa no lo podan creer. Aparentemente la Casa Blanca tampoco. Al entregar a la prensa la trascripcin oficial de la conferencia de prensa, la mencin a que la gente deba cuidar lo que dice haba sido retirada. Anne Womack, la asistente de Fleischer, justific lo ocurrido. Un error en la trascripcin, dijo. El dao estaba hecho. Muchos anunciantes (Sears, Fedex) le cortaron la energa vital al programa de Maher, cientos de llamadas al canal lo criticaban, tres canales locales dejaron de emitir su programa. No tuvo alternativa. Maher, que no es un periodista, no es un lder de opinin, no es un hroe, hizo lo que se esperaba de l. Pidi disculpas. Explic que no se refera a que los militares fueran cobardes, sino a los polticos que lo hacen de esa manera por temor a una reaccin negativa del publico. Sin embargo llam a que los estadounidenses no renuncien al derecho de criticar a su gobierno. Pocos lo escucharon de inmediato. Ms ejemplos? El jefe de la emisora oficial La Voz de Amrica, creada durante la guerra fra, fue reprendido por haber difundido una entrevista con el lder del Talibn, el mul Omar, poco antes de iniciarse los bombardeos. Adems, el director de programacin de la emisora fue despedido porque quiso transmitir ntegramente el mensaje de Bin Laden. El vocero del Departamento de Estado Richard Boucher dijo que no crea correcto que una emisora pagada por el contribuyente estadounidense deba estar emitiendo la voz del Talibn. Ms? Un profesor universitario fue amenazado en su universidad con acciones disciplinarias por algunos comentarios polticamente incorrectos que realiz sobre el desastre del World Trade Center. Dos periodistas de diarios locales perdieron sus trabajos por artculos que publicaron al respecto. Tom Gutting, un humilde columnista del Texas City Sun, escribi que durante los atentados el presidente volaba alrededor del pas como un nio asustado, buscando refugio en la cama de su madre despus de una pesadilla. Y lo habitual. El diario empez a recibir cartas y llamadas telefnicas de su pblico. Demasiado para el director del peridico. En la portada del siguiente nmero aclar que la columna lo haba enfurecido a l tambin y que esa columna no haba sido apropiada en este momento en el que se encuentra nuestro pas y nuestros lderes. Gutting se qued en la calle. Un colega suyo del Daily Courier de Oregon, Dan Guthrie recibi un trato parecido por haber tambin criticado al presidente en una de sus columnas.
Peter Jennings, el presentador del noticiero central de la cadena ABC, una leyenda viviente de la televisin norteamericana, recibi 10.000 llamadas de protesta, amenazas o insultos por preguntar dnde estaba el presidente en las primeras horas tras los atentados. Su comentario fue interpretado como una falta de patriotismo imperdonable. Informacin descremada Esta situacin, en la que la informacin que llega al pblico est mediada por una prensa autista y por la presin del propio pblico , est agravada, como veamos antes, por el hecho de que la informacin a la que tienen acceso esos medios de comunicacin viene ya de por s descremada. El 19 de octubre de 2001, el diario The Washington Post inform, citando a fuentes militares, que las fuerzas especiales de Estados Unidos ya estaban operando en Afganistn. Es decir, que la fase terrestre de la guerra ya estaba en marcha. Al da siguiente, el Pentgono no pudo negarlo y con imgenes satelitales del pas invadido confirm la informacin. Pero el tema no qued ah. Pocos das despus, el secretario de Defensa Donald Rumsfeld comenz su conferencia de prensa semanal con una advertencia: cualquier funcionario del Pentgono que hubiera filtrado informacin tctica sobre las operaciones militares haba violado la ley y las consecuencias seran muy malas. Sus palabras fueron respaldadas por hechos. Acto seguido, la Secretara de Defensa emiti un memorando interno a sus funcionarios, advirtindoles que no hablen con la prensa, ni divulguen informacin oficial solicitada bajo el Freedom of Information Act (FOIA). Slo los canales oficiales seran tolerados a partir de entonces. El canal oficial, es decir la portavoz del Pentgono Victoria Clarke, justific la medida. Segn ella, antes trascenda demasiada informacin que no era apropiada para ser compartida. Ahora hay ms comunicacin que antes, explic, salvo que est controlada por las autoridades. Lo que pasa es que hubo un choque cultural con las anteriores administraciones, se justific. Sin embargo, el cronista del Columbia Journalism Review (CJR) Neil Hickey, autor de un artculo titulado Acceso denegado, sobre el control informativo del Pentgono, tuvo otra lectura de la situacin. Segn su relato, ahora los funcionarios del Pentgono tienen miedo de hablar. Y no hay ms, sino mucha menos informacin y/o comunicacin que antes. Lo dijimos desde el principio. Esta es una guerra no convencional le dijo Victoria Clarke al reportero del CJR. Llamamos a los periodistas a que se desengaen respecto a cualquier nocin de que ste vaya a ser como cualquier conflicto previo. Teniendo en cuenta el rol importante de las fuerzas especiales, habr algunas cosas que nadie podra o debera ver nunca jams, agreg. En esa restriccin estn tambin incluidas las muertes. El ejercito nunca habla de bajas en operaciones negras o secretas. Y mucho menos de las del enemigo, aunque sean civiles.
Y no slo los periodistas, y a travs de ellos el pblico, vieron restringido su acceso a la informacin. Al comenzar el conflicto, el presidente Bush orden limitar la entrega de informacin clasificada, a slo ocho legisladores en el Congreso. Es decir, le estaba retaceando informacin al propio Poder Legislativo. Todo debido a que aparentemente un legislador le filtr a la prensa informacin indicando que la Casa Blanca tena prcticamente la certeza de que Estados Unidos sufrira otro atentado. Poco despus, ante el grito en el cielo que pusieron los legisladores que consideraron que la medida era inconstitucional, Bush recul y decidi entregarle documentos a los integrantes de las comisiones legislativas clave. Esto en cuanto a la informacin proveniente del bando liderado por Estados Unidos. Pero la informacin que provena del otro lado sufri peor suerte. Los canales de comunicacin del Talibn eran prcticamente inexistentes al comenzar la guerra. Sin prensa, sin televisin, sin permitir que ingrese la prensa occidental al territorio que controlaban, los afganos pashtn improvisaron una serie de conferencias de prensa en el vecino Pakistn, como nica forma de comunicar su punto de vista y sus datos sobre lo que pasaba dentro de su pas. As comenzaron a difundir cifras de muertos civiles y hasta llegaron a organizar visitas guiadas para que los periodistas pudieran ver con sus propios ojos los daos colaterales aliados. Para vender su papel de vctima. Pero su cara de la moneda no dur demasiado tiempo en la agenda meditica. Un par de semanas despus de comenzados los bombardeos y las conferencias de prensa del embajador talibn en Pakistn, Washington dijo que era suficiente, y presion a Islamabad para que las cancelara. E Islamabad las cancel. Chau voz de la discordia. La mentira como arma de guerra El 20 de febrero, el diario The New York Times publicaba una noticia en la que indicaba que el presidente Bush decidi transformar los esfuerzos comunicacionales provisionales en tiempo de guerra en un organismo permanente de diplomacia global, para difundir una imagen positiva de Estados Unidos alrededor del mundo, y combatir el antiamericanismo. Hay un acuerdo general en la administracin de que la configuracin intensa de la informacin y la coordinacin de mensajes que ocurri durante el combate en Afganistn debera convertirse en una tarea permanente de la poltica de seguridad nacional, agregaba el artculo. El nuevo organismo se complementara con otro de los planes de la Casa Blanca: la Oficina de Influencia Estratgica del Pentgono. La funcin de este otro despacho sera utilizar los medios de comunicacin, la red Internet y varios tipos de operaciones encubiertas para tratar de influir en la opinin pblica y las decisiones de los gobiernos en el exterior, incluyendo a las naciones amigas. Y aqu viene lo inslito: para cumplir con sus objetivos, la nueva organizacin tendra entre sus misiones diseminar informacin y tambin desinformacin en los medios de comunicacin extranjeros. En otras palabras, que el Pentgono abiertamente estaba estudiando crear un organismo cuya
tarea incluyera el difundir mentiras. Poco despus, el Departamento de Defensa dijo que haba descartado la idea, pero pocos le creyeron. Algunos das antes Donald Rumsfeld haba dicho, citando las palabras de Winston Churchill, que en poca de guerra, la verdad es tan valiosa que siempre debe ser asistida por un guardaespaldas de mentiras. Una metfora interesante, que no deja claro si el Pentgono es quien le paga a los guardaespaldas o quien los inmoviliza. Menos refinado, uno de sus subalternos, le declaro al ex defensor del lector del Washington Post, Howard Kurd: esta ser la guerra informativa ms intensa que se puedan imaginar. Seguro que ellos van a mentir y que nosotros vamos a mentir. Y no cabe duda que ellos mienten, deforman y manipulan. No crean organismos para ello, ni lo cuentan de manera abierta. Tal vez esa precisamente sea la gran diferencia. Unos son terroristas, provienen de una sociedad cerrada, y uno espera que utilicen la mentira como instrumento. Los otros se supone que son los defensores del mundo libre. Los corresponsales de guerra El control informativo no se da solamente en el edificio del Pentgono en las afueras de Washington o en la embajada Talibn en Islamabad. La mayor parte de la censura militar se da en el mismo campo de batalla. En realidad, ni siquiera es censura. Los periodistas ni se enteran. Tienen escassimo acceso a los lugares donde se genera la informacin. Los reporteros que lograron viajar a Afganistn no han tenido una tarea fcil. Al llegar, no bien comenzados los bombardeos de Estados Unidos, se encontraron confinados a la zona norte del pas, compartiendo trincheras intrascendentes con la llamada Alianza del Norte que combata con sus obuses al Talibn. Pagando sobornos por doquier a afganos y uzbecos, esa era la mejor ubicacin que haban logrado. La enorme mayora no tena acceso al lugar de donde partan los ataques los portaaviones, las bases en los pases vecinos ni a su destino las ciudades, bases y aeropuertos del Talibn. Desde lejos, lo nico que vean de la guerra real eran los fuegos de artificio iluminando el cielo en las noches o algn avin volando a plena luz del da. Los televidentes se conformaban con pantallas verdes centelleantes y lo que ofreca AlJazeera, la nica cadena con permiso para operar en Kabul durante el gobierno Talibn. Tambin las agencias de noticias Reuters y Associated Press tenan presencia en la capital afgana, aunque con personal local. Cuando el Talibn perdi y finalmente la Alianza del Norte, respaldada por las fuerzas norteamericanas y britnicas, logr entrar en Kabul y capturar todas las ciudades del pas, all fueron tambin los reporteros. Entraron prcticamente junto a las tropas, fueron casi protagonistas de la liberacin de Kabul, el punto alto de la guerra. Las mujeres sacndose las burkas, los hombres afeitndose, la msica sonando en las calles afganas por primera vez en ms de un lustro. Los afganos eran finalmente libres.
Sin embargo, el conflicto sigui adelante en zonas remotas del pas, repleto de batallas ms largas o ms cortas, operaciones especiales, misiones comando, detenciones de personas y tareas de inteligencia. Y sorteando numerosos peligros y sufriendo muertes en el camino, de eso la prensa se fue enterando a cuentagotas o varias semanas o meses despus, cuando se enteraba. Unos pocos afortunados lograron establecerse en portaaviones o en las bases militares, utilizando el sistema de pools. Un sistema que dise Estados Unidos despus del fracaso militar y comunicacional de Vietnam. El trabajo en pool o en tropilla periodstica fue usado por primera vez en la invasin de Granada en 1983 y luego en la incursin en Panam en 1989. Pero su momento estelar lleg con la Guerra del Golfo. Los camargrafos en grupo, siguiendo a las autoridades militares, viendo slo lo que les permiten ver, filmando lo que los dejan filmar, con la condicin de que lo que registren las cmaras sea sometido al control militar. Una manera fina de decir censura. Durante toda la Guerra del Golfo, la informacin, incluyendo videos tomados por los propios aviones, provino de esos pools y de las salas de prensa del gobierno en Dahran, Arabia Saudita y el Pentgono. Pero ni siquiera as, con esas condiciones, los periodistas pudieron ver mucho. De hecho, hay quienes dicen que este conflicto marc el final de ese sistema. En el caso de Afganistn, a diferencia de los conflictos anteriores, a los periodistas la guerra les pas por arriba. La mayora tuvo acceso a escassimas misiones especficas y ni siquiera se les permiti hablar con los pilotos antes y despus de sus tareas. Y muchos de los que se salieron del pool pagaron con sus vidas las consecuencias de una guerra sin frente de batalla establecido. El gobierno de Estados Unidos asegura ser inocente y le tira el fardo a las autoridades de Uzbekistn, Pakistn, Tajikistn e incluso al nuevo gobierno interino de Afganistn, por haber impedido el acceso periodstico a las bases militares. Los gobiernos de esos pases le echan la culpa a los estadounidenses. A quin le creemos?, se pregunt el Chief News Executive del grupo CNN Eason Jordan. Y l mismo se respondi: No importa, no hay nada que pueda hacer al respecto. El patriotismo y la informacin A la hora de comparar el trabajo de los militares y de la prensa en este conflicto, el pblico norteamericano est claramente del lado de los uniformados. No importa que los periodistas hayan muerto por contarles lo que ocurre. No importa que hayan sufrido innumerables inconvenientes para estar en el lugar de los hechos. Tampoco que muchos se hayan sometido a los dictmenes del Pentgono. Una encuesta de Gallup realizada a mediados de noviembre mostraba un 80 por ciento de aprobacin a la forma como la secretara de Defensa estaba manejando el conflicto y un 89 por ciento de aprobacin para el presidente George W. Bush. A la prensa no le fue tan bien. Slo recibi un 43 por ciento de apoyo.
Otro sondeo, ste del Pew Research Center, realizado tambin en noviembre mostr que la mitad de los encuestados estaba a favor de que el Ejrcito controlara ms las noticias sobre la guerra, contra un 40 por ciento que sostena que los medios comunicacin deban decidir por s mismos cmo informar. Adems, ms de la mitad, el 53 por ciento, dijo estar a favor de la censura en noticias sobre la guerra, cuando el inters nacional est involucrado. De este modo, como lo ha dicho Daniel Hallin, de la Universidad de California en San Diego, las cadenas de televisin temen transmitir algo que sea controvertido o que le parezca antipatriota a sus auspiciantes o al pblico. A fines de octubre, cuando las bombas caan diariamente sobre Kabul, Kandahar y MazarISharif, comenz a circular por CNN y por la prensa estadounidense, un memorando del presidente de la compaa, Walter Isaacson dirigido a sus empleados de CNN local y Headline News. El 31 de octubre, el diario The Washington Post comunic su contenido. A medida que recibimos informes de nuestros corresponsales o los de AlJazeera de dentro de Afganistn, debemos seguir asegurndonos que no estemos reportando acrticamente desde la perspectiva o posicin ventajosa del Talibn. Adems, teniendo en cuenta la enormidad de la cantidad de vctimas inocentes en Estados Unidos, debemos tener cuidado de no enfocarnos excesivamente en las vctimas y problemas en Afganistn, que sern parte inevitable de esta guerra, y no olvidarnos que fue el liderazgo talibn el responsable de la situacin en la que hoy est Afganistn. Puede ser difcil para los corresponsales de esas zonas peligrosas presentar estos aspectos claramente. Por ello, cada informe desde dentro debera ser seguido por algn comentario de nuestro presentador que vaya en este sentido: debemos tener en cuenta, despus de ver informes como ste desde las zonas controladas por el Talibn, que estas acciones militares de Estados Unidos son en respuesta a un ataque terrorista que mat a cerca de 5 mil personas inocentes en Estados Unidos o debemos tener en cuenta, despus de ver informes como este, que el rgimen Talibn en Afganistn sigue protegiendo terroristas que se han vanagloriado de los ataques del 11 de setiembre que mataron a cerca de 5000 personas inocentes en Estados Unidos o el Pentgono ha repetidamente dicho que est tratando de minimizar las vctimas civiles en Afganistn, a pesar de que el rgimen Talibn sigue protegiendo terroristas que estn conectados a los ataques del 11 de setiembre, que provocaron la muerte de miles de vidas inocentes en Estados Unidos. La directiva emitida como sugerencia y no como orden, iba dirigida solamente a las cadenas con difusin exclusiva dentro de Estados Unidos. Preguntado por el periodista del Post, Isaacson dijo que quera estar seguro de que no seamos usados como una plataforma propagandstica. Llevado el tema al debate, lo nico que criticaron de la directiva de Isaacson los ejecutivos de otros medios de comunicacin estadounidenses fue que, segn ellos, no hace falta recordarle eso a los reporteros. Ellos deberan saberlo. El vicepresidente de Fox John Moody, en cambio, no puso ni un solo reparo.
Eso es lo que parece pedir el pblico. El mismo que disfruta porque las cadenas de su patria emiten sus noticieros y programacin con una bandera estadounidense en un rincn de la pantalla, porque llevan conferencias de prensa diarias de George W. Bush, Donald Rumsfeld, Ari Fleischer, John Ashcroft y otros funcionarios del gobierno norteamericano. Y porque no dicen que una informacin difundida por el Pentgono debe todava ser confirmada por fuentes independientes. Es, si se quiere, algo lgico. Y no lo inventaron los estadounidenses. Salvando algunas excepciones, histricamente, los pases en guerra o bajo ataque han tendido a difundir y apoyar la versin oficial y a callar la del enemigo. Es lo que pas, sin ir ms lejos, durante la guerra entre Per y Ecuador con la mayora de los medios de esos pases. Esto se repite en aquellos pases que sufren del terrorismo separatista o religioso, como Espaa o Irlanda del Norte. Precisamente debido a ese patriotismo, fue que cuaj el pedido de Condoleezza Rice de restringir los mensajes de Al Qaeda. Los ejecutivos fueron aparentemente conscientes de que el argumento de los mensajes codificados era poco realista. Por eso, su reaccin de contener esas declaraciones respondi a la segunda preocupacin del gobierno de Estados Unidos: la de que los videos del enemigo incentivaran la propaganda de Bin Laden, los sentimientos antiamericanos, no solo entre los musulmanes en EE.UU., sino en el exterior, a travs de los canales internacionales. Le estamos dando al gobierno el beneficio de la duda: el tema de la propaganda es legitimo, dijo al respecto el presidente de CBS Andrew Heyward. Es una decisin patritica, le aadi al diario The New York Times. Otro ejemplo de patriotismo. El conductor del noticiero central de la cadena CBS Dan Rather dijo cuando Bush le declar la guerra al terrorismo: George W. Bush es el presidente. l toma las decisiones y, ustedes saben, como un estadounidense ms, si l me pide que me aliste, slo dganme dnde tengo que ir. Cuando Estados Unidos va a la guerra, tambin lo hace su prensa, tan llena de orgullo, temor y ansiedad como cualquier soldado, escribi en el diario The Washington Post, un ex reportero de CBS llamado Marvin Kalb. Esa ha sido la norma. De puertas adentro, los medios de comunicacin estadounidenses son un ejemplo mundial de libertad y profesionalismo. Ejercen de manera cabal su papel de perro guardin de las instituciones, investigan y controlan. Pero cuando se trata de poltica exterior, la cosa no funciona de la misma manera. El imperio o la patria pasan a tener ms peso, y las voces crticas disminuyen. As sucedi durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial, durante la Guerra Fra y durante cada uno de los pequeos conflictos en los que ha estado envuelto el ejrcito norteamericano desde entonces. Claro que hay excepciones. Conclusin: el dilema
Resumiendo, la cobertura de la informacin militar a partir del 11 de setiembre ha enfrentado varias restricciones y desafos: la censura militar la autocensura patritica la falta de acceso a la zona de combate las presiones gubernamentales. la escasez de espritu crtico Vencer estos obstculos no es sencillo para unos medios de comunicacin que estn en el ojo de la tormenta en Estados Unidos por no siempre responder a un pblico que quiere la victoria militar y la seguridad a cualquier precio. Y si el precio que hay que pagar es la libertad de expresin, hoy por hoy parecen estar dispuestos a pagarlo. Los dilemas, entonces, para los medios masivos norteamericanos son grandes. La base de su oficio implica buscar la versin ms cercana de la verdad, indagar, contar las dos caras de la moneda, hablar de las vctimas en ambos bandos, darle tanta importancia a un muerto afgano como a uno propio, poner en cuestin las decisiones gubernamentales. Si no lo hace as, est fracasando en su tarea. Pero, por otro lado, el pblico la razn de ser del trabajo de todo periodista puede percibir que el medio est siendo demasiado amigable con el enemigo, con la amenaza a su seguridad, con quienes quieren destruir su civilizacin y su democracia. Y puede enojarse y dejar de ver su canal o peridico. En ese caso, el medio tambin habr fracasado en su tarea. Los medios de comunicacin se deben a su pblico. Ese es un dogma ampliamente aceptado en las sociedades democrticas. Pero qu sucede cuando el propio usuario, lector, televidente o radioescucha, le pide al periodista que no le d tanta informacin, que no ejerza su papel de contrapoder, que no controle a las autoridades, que tape una cara de la moneda, que silencie una voz? Y no slo el pblico pide eso. Tambin lo hacen los anunciantes, en un momento de recesin y de cada en la publicidad debido a la crisis econmica. Pasado el trauma inicial provocado por la barbarie area del 11 de setiembre, los periodistas norteamericanos comienzan a recapacitar un poco ms y a intentar llevar a cabo su tarea con ms profesionalismo y equilibrio. Pero su tarea no es sencilla. Supone remar contra la corriente y contra lo que el pblico, el poder econmico y la clase gobernante quieren. Eso es lo que est sucediendo en este Estados Unidos del nuevo milenio. Y ese es el gran dilema de este conflicto. La poblacin ha enarbolado la bandera y exige que la prensa tambin lo haga, a pesar de que al hacerlo est carcomiendo los pilares de la sociedad abierta y libre que tanto defienden y aman. Es necesario ser periodsticamente muy valiente hoy en Estados Unidos para entrar a cuestionar la batera de medidas antidemocrticas aprobadas por el presidente Bush. Como la puesta en marcha de tribunales militares para juzgar a los prisioneros en Guantnamo, a quienes ni siquiera llaman prisioneros sino combatientes ilegales
detenidos, o como para investigar la situacin en la que estn miles de personas sin nombre detenidas, sin acceso a abogados, an bajo investigacin. Pero es necesario hacerlo. De eso depende el futuro de la sociedad liberal democrtica. La prensa tiene que dar la voz de alarma si nota que el gobierno puede estar tal vez hasta inconscientemente borrando de un plumazo la compleja trama de pesos y contrapesos que le llev dcadas construir al pas. Como dice el ex corresponsal en el Pentgono Christopher Hanson en un artculo en el nmero de noviembre del Columbia Journalism Review: las cadenas respondieron a la presin, quitndole a la audiencia de EE.UU. la chance de saber y entender al enemigo ms profundamente. Enfrentados a la eleccin entre cubrir una guerra de propaganda y participar en ella, parecieron inclinarse por la participacin. Fue una decisin que goz de apoyo popular entre la audiencia de EE.UU. tal vez en el corto plazo, pero una decisin que podra minar el rol clave de los noticieros como observadores despegados, crebles, porque mantienen su independencia con respecto al gobierno. Sin embargo, an en esta hora tan oscura para la grandeza histrica de la libertad de prensa estadounidense, los norteamericanos estn dando una leccin de apertura. Todos estos hechos que hemos ido reseando en las pginas previas, han trascendido, son pblicos. El Pentgono, el Departamento de Estado, la Casa Blanca y los medios de comunicacin han salido a hablar del tema sin pelos en la lengua. Han defendido sus decisiones valientemente. Han dado la cara, no la han ocultado como suelen hacerlo los avestruces latinoamericanos. Todo se ha ventilado y eso ha evitado viciar el sistema. Todo se ha discutido y eso ha impedido tejer conspiraciones. Ese es un paso. Creemos que justamente en horas tan difciles, el gran desafo para los defensores de la sociedad abierta es no cerrarse ms. Es evitar que la vulnerabilidad triunfe sobre la libertad. Incluso si eso supone darle voz a quienes quieren destruirla. Si, como dice Karl Popper, el andar de la humanidad puede ser planteado como la historia de la lucha por la sociedad abierta en contra de sus enemigos, y si se supone que eso es precisamente lo que significa esta Guerra contra el Terrorismo, la prensa debe estar a la altura, no permitir que la linchen los mismos que dicen defender la sociedad abierta, ni hacerse un harakiri. De lo contrario, los terroristas habrn triunfado. Porque la propia sociedad democrtica liberal la necesita rebosante, creble y despegada para seguir llevando a cabo su tarea de defensa de sus enemigos. Pero por ahora, bajo los escombros del World Trade Center sigue yaciendo lo que una vez fue un ejemplo de libertad de prensa casi irrestricta. Y la remocin de los restos de las torres gemelas es lenta. Bien lenta.
Marlene CHOQUE ALDANA Comunicadora social y sociloga. Doctoranda en Comunicacin Social por la FLACSOMxico. Profesora de la maestra en comunicacin periodstica, institucional y empresarial del CEBEM/Universidad Complutense de Madrid/Universidad de la Cordillera.
El periodismo mexicano comenz a cambiar en la dcada del ochenta, tanto por una apertura del gobierno hacia la intransigente censura que haba ejercido, como por la exigencia de la sociedad cada vez menos dispuesta a seguir escuchando a medios saturados de mensajes oficiales. El proceso de cambio o transicin que est viviendo el periodismo mexicano es un proceso complejo, dadas las condiciones particulares en que ste se ha desarrollado, dentro de un imbricado y tortuoso relacionamiento con el sistema poltico, donde han prevalecido prcticas de cooperacin/complicidad, alianzas, competencias y rivalidades, as como de cooptacin, manipulacin e, inclusive, chantaje entre los medios propietariosperiodistaspolticos, en una suerte de intercambio de lealtades, favores y componendas, dentro del marco de una relacin de una interdependencia e intercambios mutuos, donde unos han resultado claramente ms beneficiados que otros. Para conocer algunos de estos rasgos peculiares del periodismo mexicano, en el presente ensayo se enfatizar en el anlisis de ciertas caractersticas del desempeo de los periodistas y de los principales cambios suscitados en los ltimos aos, tales como en la relacin periodismopoltica, la relacin periodistasjueces, para luego pasar a una revisin sucinta de las especificidades del periodismo escrito, radial y de la televisin, as como de las condiciones laborales y la situacin organizativa del sector. (La necesidad e importancia de un abordaje desde las condiciones sociohistricas y polticas que generan un determinado tipo de informacin1 , se explica porque sta no es producto de la causalidad, sino que constituyen el resultado de las prcticas institucionales e histricas que han desarrollado los trabajadores de la informacin y, que a su vez, estn estrechamente relacionadas con el marco jurdico y las condiciones laborales en que se ha desempeado dicha labor en Mxico.) Paradojas de la prensa mexicana, chayotes y boletines Para reflexionar sobre el desempeo del periodismo escrito mexicano, podemos partir de interrogarnos acerca de un aspecto revelador: Por qu ha existido un nmero tan elevado de peridicos en Mxico? Una de las paradojas de la prensa mexicana es la abundancia de peridicos. As en la ciudad de Mxico hay 26 diarios2 , lo cual no significa que haya la correspondiente cantidad de lectores y de lectura de los mismos3 .
La proliferacin de medios escritos a diferencia de los medios electrnicos no necesariamente responde a razones estrictamente econmicas, sino ms bien a la posibilidad de presencia pblica. El origen de la gran cantidad de peridicos y su permanencia se sustenta en la larga relacin de cooperacin mutua que hubo entre polticos de turno y prensa escrita5 . Aqu nos interesa profundizar en algunos de estos aspectos controvertidos que explican este peculiar desarrollo del periodismo escrito mexicano, el mismo que se ha basado en ciertas prcticas usuales del pasado sustentadas en el favoritismo y ayudas que el Estado otorgaba a la prensa6 . En primer lugar, nos interesa destacar la relacin entre la prensa escrita y la Productora e Importadora de Papel S.A. (PIPSA7 ). La prensa vivi varias dcadas bajo la frula de la empresa estatal distribuidora de papel, que haca un uso discrecional de su venta o distribucin, por lo que pronto se convirti en una instancia de control y manipulacin desde las esferas gubernamentales a los medios escritos8 . Por eso Noriega la define como una: institucin facultada para favorecer o desaparecer medios impresos, en base al suministro de materia prima (1995: 238). Esta situacin ha venido cambiando relativamente en los aos noventa gracias a las medidas de liberalizacin, que dan acceso a las importaciones, con lo que se intenta debilitar el monopolio de PIPSA y disuadir ese efectivo mecanismo de control del gobierno hacia los medios impresos. Si bien este obstculo parece estar superndose, esto no asegura que todava persistan otro tipo de barreras o mecanismos sustituibles que detallamos a continuacin. En segundo lugar, podemos mencionar el tipo de relacin histricamente construida entre las Jefaturas de Comunicacin Social de las oficinas pblicas y privadas y los periodistas tambin ilustrativa de esta peculiar relacin entre prensa/sistema poltico. Hasta hace pocos aos, dichas Jefaturas se encargaban de distribuir de manera selectiva los famosos boletines, mientras que por su parte, los privilegiados con dichas ddivas los reciban junto al chayote9 y luego las publicaban, retroalimentando as esta suerte de complementareidad/complicidad. No obstante, ms all de esta cuestionable relacin, el problema se agrava debido a que dichos boletines eran publicados tal cual, sin un trabajo periodstico complementario, para agregar informacin o ms fuentes o versiones sobre el mismo hecho. Por esta razn dichos boletines que a veces incluso aparecan incluso como gacetillas10 han sido considerados como otro de los mecanismos o un ingrediente esencial para la manipulacin de la informacin (Trejo, 1997: 239). Adems y como efecto perverso de los boletines o muy relacionado a ste destaca otro de los grandes problemas del periodismo escrito aunque no slo de ste, la declaracionitis, que se basa en la declaracin improvisada de cualquier funcionario, comodinamente considerada como noticia. Esta prctica ha dado lugar a un periodismo eminentemente declarativo que se sustenta en notas breves y repetitivas que responden a las presiones del diarismo y el inters empresarial. Constituye una costumbre tan generalizada en el periodismo mexicano, que a decir de Trejo llena planas y espacios
electrnicos con frases de ocasin aunque no digan nada, o nada nuevo, puede ser el nico criterio que orienta el trabajo de numerosos reporteros. (1997: 159). Esto ha inducido a que en la prctica las columnas se hayan convertido en espacios para que funcionarios y dirigentes polticos se enven mensajes.11 En tercer lugar, hay que mencionar el rol que ha jugado la publicidad oficial que no se limita a los medios impresos, pero que en este caso es explicativa de la sobrevivencia del elevado nmero de peridicos que existen hasta ahora en Mxico. Durante varias dcadas se ha instaurado la costumbre del gobierno federal, los gobiernos estatales y los municipios ms poderosos a contratar espacios de publicidad, inclusive en publicaciones de nula presencia poltica o cultural. Esto explica la presencia y permanencia de la mayora de diarios, que no se debe a la circulacin ni la publicidad comercial, sino a la publicidad oficial que adems no siempre aparece como tal. Esta dependencia se mantiene hasta ahora y muy pocos diarios y ninguna revista han logrado liberarse de la misma, pues la principal fuente de ingresos sigue siendo la publicidad de los gobiernos federal o estatales. De esta manera, la publicidad oficial sigue siendo equvoco pero comprobable instrumento de presin sobre peridicos y revistas de distintas vocaciones ideolgicas. (Trejo, 1991: 104). Recin en la dcada del noventa, se observa una sensible disminucin de la publicidad gubernamental, que est favoreciendo a una reorientacin de los peridicos12 y a reconsiderar sus posiciones. Hay una paulatina, aunque todava no definitiva, incorporacin de intereses y de criterios empresariales en el manejo de las casas editoras de diarios, que ya han empezado a competir para ganar lectores aunque todava de manera incipiente. Tambin est promoviendo una poltica de responsabilidad editorial que permea entre algunos medios, especialmente peridicos y revistas, que inditamente comienzan a buscar financiamiento lejos del erario pblico. En el transcurso de las tres ltimas dcadas, la prensa mexicana ha logrado liberarse gradualmente de la hipoteca hacia el poder poltico, existe una constatable independencia de cada vez ms publicaciones, muy diferente de aquella prensa de los 60 y 70, bsicamente dominada por la crnica de sucesos, cuando los asuntos pblicos no eran noticias ni temas de debate.13 Mientras que en los noventa ya se puede encontrar espacios en la prensa comercial, o inclusive apoyos pblicos para la edicin de sus propias revistas14 . Donde se ha observado una interesante renovacin del panorama editorial es en el campo de las publicaciones peridicas, donde han surgido importantes revistas15 que cuentan con un lugar reconocido de sus lectores, aunque todava no hay en Mxico publicaciones que hagan investigacin capaz de complementar e incluso superar a la informacin diaria16 . En el pasado, los periodistas con afn crtico tenan que ser especialmente cuidadosos con el estilo para poder opinar sin poner en riesgo a su tribuna, para lo cual recurran a giros retricos, metforas y alusiones veladas. En estos tiempos de cambio es posible una crtica poltica menos retorcida, ms directa, aunque a la vez menos elegante, gracias a una reducida aunque creciente exigencia de sectores ms crticos de la sociedad
mexicana que han encontrado en la prensa mexicana un espacio por excelencia para la discusin e inclusive para la expresin de juicios crticos. En Mxico, los lectores anteriormente ni siquiera haban sido considerados en trminos mercantiles, como destinatarios de los mensajes de los medios, debido al perverso privilegio de la prensa mexicana en el sentido de que no precisaba de lectores para sobrevivir, por lo que hasta hace poco a sus editores slo les interesaba un gran lector: el gobierno. Monsivis seala que esta negligencia de la prensa respecto de sus pblicos se explica por17 : el criterio cortesano que jerarquiza las noticias (primero lo que le interesa al gobierno); el desinters ante el seguimiento de noticias de importancia; la idea dominante, del aplastamiento de lo escrito, relegado por lo televisivo y; el deseo de editorializarlo todo vigoriza la tendencia que privilegia la opinin sobre los hechos. Como seala Trejo (1997), la mayora de estas condiciones parecen estar cambiando, lo cual modifica el marco de accin en que se desarrolla la prensa. La crisis econmica de los ltimos aos y la consecuente drstica reduccin del gasto gubernamental destinado a los medios impresos puede explicar la desaparicin de varios diarios, debido a que publicar un peridico est dejando de ser un negocio en Mxico. Este contexto parece estar favoreciendo a una mayor libertad de la prensa18 y una estructura de oportunidades que brinda la posibilidad de cambios en el sistema comunicativo en los ltimos aos y podra ser usado por los periodistas para ganar mayor autonoma y mayor profesionalismo en su trabajo. stos y muchos y muchos ms son los retos en que se encuentra la transicin de la prensa mexicana. Periodistas radiales Un momento histrico que marca un cambio en la radio mexicana se da a partir del terremoto de 1985. Anteriormente, los espacios susceptibles a la informacin no necesariamente oficial y al comentario crtico eran escasos. Los periodistas radiales emprendieron una intensa labor de servicio social y contribuyeron en la gran movilizacin popular que gener aquel desastre, la que a su vez favoreci para la recuperacin de la radio, que gan protagonismo en el ejercicio de la solidaridad, descubrindose a s misma como actor social y poltico con capacidad para convocar y organizar a la sociedad civil19 y favorecer as a la emergencia y despertar ciudadano. A partir de 1985 se observan significativos cambios en la oferta radiofnica, sta ya no se limita a propuestas de entretenimiento musicales, concursos, radionovelas, sino que se da apertura a una multiplicidad de temas20 y a la participacin ciudadana directa para opinar sobre variadas cuestiones. Ya en dcada de los noventa, en las radioemisoras de la ciudad de Mxico destacara una intencionalidad poltica frecuentemente contestaria. En la coyuntura electoral de 1994 se desplegaron numerosos espacios radiales que mezclan informacin y opinin y, ms tarde, la inquietud poltica de la sociedad se ha traducido, entre tantas otras consecuencias, en politizacin de la radio (Trejo, 1997: 232).
En 1995 en la zona metropolitana del Distrito Federal haba 59 estaciones radiodifusoras21 , aunque hay que advertir que se trata slo del doble de la cantidad de peridicos a pesar del alcance y audiencia masiva de la radio. De stas por los menos 15tenan programas matutinos de noticias, y su masiva audiencia se explica no slo porque satisfacen demandas de informacin nacional e internacional, sino porque brindan informacin sobre aspectos que condicionan la vida cotidiana de los habitantes de esta gran urbe. La presencia social de la radio en la sociedad mexicana es evidente. Constituye el medio de mayor penetracin en el hogar, despus de la televisin. Ms del 80 por ciento de la poblacin del D.F. escucha regularmente este medio de lunes a viernes particularmente en las maanas23 . Destacan los noticieros como uno de los gneros ms escuchados24 . Esto demuestra que la noticia con todos sus matices, ribetes y tratamientos responde a una necesidad cotidiana insustituible, que se refleja en la ampliacin del horario del noticiero25 . A partir de datos de las dos principales empresas de medicin de audiencias en Mxico, el peridico Reforma en 1994, inform sobre la enorme presencia un solo noticiero Monitor de Radio Red, que tena para ese ao ms de la mitad de la audiencia matutina26 en la zona metropolitana de la Ciudad de Mxico. Se haba constituido en el principal foro de audiencia popular y haba adquirido importancia por alternar la presencia de funcionarios, de algunas voces crticas de los partidos y del mundo acadmico, por lo que se le reconoca una notable influencia no slo en la sociedad, sino en el mundo poltico (Trejo, 1997: 2345). Dentro de la oferta noticiosa radial, se puede observar diferentes presencias y estilos profesionales, as como bsquedas empresariales. Los periodistas ms destacados del mundo de la radio27 , en la actualidad son importantes lderes de opinin de la audiencia radiofnica28. sta se divide segn preferencias muy correlacionadas con el sector social de pertenencia y los estilos personales y programticos, pues en los programas noticiosos se observa una rpida apertura de gneros de opinin y a su mezcla con informacin. Gracias a dichas innovaciones estos conductores han ganado gran visibilidad y una imagen controvertida, no pocas veces, han sido criticados por su arrogancia al presentar ciertos acontecimientos, en los que no slo compiten y se posicionan como vedettes, sino como jueces de hechos y personas. La mayor parte de los noticieros radiales, ms que por hallazgos informativos o periodismo de investigacin, que apenas comienza en la radio mexicana, se distinguen por el tono personal del conductor, que debe equilibrar el antigobiernismo exigido por los sectores ms contestatarios del pblico, con la prudencia requerida no slo por el gobierno, sino, fundamentalmente, por los dueos de cada estacin que no quieren enemistarse con el poder poltico a tal grado que pierdan privilegio que significa tener y mantener una concesin radiofnica29 . Aqu se evidencia la relacin de dependencia de los medios radiales ante el control y presin gubernamental, que ha sido ejercido con mayor rigurosidad en la Ciudad de
Mxico. Dicha presin ha disminuido significativamente aunque no ha desparecido y, por su parte, los empresarios de la radio han estado intentando limar el tono oficialista que defina a sus espacios. Este haba sido un instrumento de control del gobierno, que ha agudizado la relacin de dependencia y sometimiento que ha impedido un trabajo ms autnomo de los periodistas radiales. Adems, esto ha implicado una situacin de doble dependencia para el trabajo periodstico, pero que empieza a debilitarse. En primer lugar, por parte de los propietarios, quienes cada vez estn ms dispuestos a la apertura, porque hace poco se dieron cuenta que puede ser exitoso y rentable ser algo ms independiente o distanciado de la visin gubernamental. En segundo lugar, del gobierno, que ya permiten una informacin ms plural ya no sometida a los boletines de prensa. Ambos mecanismos explican la doble censura claramente traducida en autocensura en el periodismo radial. A pesar de las condiciones polticas adversas, hay que recordar que la radio marc un hito importante para el periodismo mexicano. En el inusitado episodio del primero de marzo de 1995, cuando varios conductores radiofnicos capitalinos se negaron a transmitir las llamadas telefnicas de Carlos Salinas, quien a pocos meses de dejar la presidencia dej de ser su vedette favorita. Esta era la primera vez que se haca algo as de manera abierta y contestaria al poder poltico. Salinas quera recuperar espacios que consideraba suyos, confiando que sus palabras seran bien recibidas, pero se encontr con la actitud de aquellos conductores radiales que se mimetizaron con un estado de nimo que, en influyentes sectores de la sociedad mexicana, culp a Salinas de la crisis financiera de 1994. Televisin/Televisa: del monopolio a las privatizaciones y la pluralidad? Hablar de la televisin en Mxico es hablar de Televisa. En los ltimos aos se ha intentado quebrar su monopolio, aunque esto no ha sido posible, pero s comienzan a aparecer competidores. Por varias dcadas los dueos de Televisa lograron acaparar prcticamente todo el espectro televisivo privado absorbiendo o desplazando a sus competidores, su exitoso desarrollo financiero se debi a la falta de una autntica competencia, en la que tienen gran responsabilidad las autoridades gubernamentales. Adems hay que agregar que Televisa no slo es Mxico, pues hace algunos aos ha comenzado a extender sus redes hacia otros pases latinoamericanos31 llegando inclusive a Estados Unidos, por lo que se puede decir que ejerce influencia internacional. En medio de la crisis ms aguda que la economa mexicana ha sufrido los ltimos aos, la televisin privada es una de las poqusimas industrias que ha seguido creciendo, amplindose y acumulando32 . El crecimiento de Televisa a pesar de la crisis se explica en buena medida por las caractersticas mismas de la televisin que, concebida como negocio, puede redituar grandes ganancias a partir de inversiones comparativamente muy pequeas33 . Televisa es desde luego la mayor empresa de televisin en nuestro idioma y una de las ms grandes e influyentes en el mundo (Trejo, 1988: 8).
El objetivo de favorecer la pluralidad y de quebrar el monopolio de Televisa en la televisin mexicana ha tenido resultados ambiguos, debido a las acciones contradictorias emprendidas por el gobierno. Pues si bien, por un lado, en julio de 1993 privatizaba Televisin Azteca34 sacrificando los canales de propiedad estatal; por otro lado, cuatro meses despus, en noviembre del mismo ao, Televisa era nuevamente beneficiada con la concesin de 62 nuevas frecuencias para transmitir por televisin35 . Esta decisin fue ampliamente criticada en los mundos poltico, acadmico y de negocios, a pesar de que se trataba de una concesin por la que Televisa esta vez tuvo que pagar un monto de dinero por el uso de dichas frecuencias36 . Debido a estas acciones contradictorias de la poltica gubernamental en materia de comunicaciones, luego de varios aos de la venta por parte del Estado de los activos y derechos de transmisin de Televisin Azteca a manos privadas, no podra decirse que dicha transferencia hubiera significado la creacin de un nuevo perfil en la televisin nacional. En Mxico la explotacin de la televisin, como negocio e industria cultural, ha estado a cargo de la iniciativa privada. Pero entonces, por qu estas aperturas a nuevos grupos empresariales no lograron cambiar el modelo hegemnico de Televisa? Uno de los factores puede explicarse por la dificultad de crear modelos alternativos y porque bajo la administracin gubernamental dicha red nunca pudo consolidar un perfil de televisin estatal y menos pblica37 . Frente a la programacin comercial, facilona y ms anodina de Televisa, no hay rivales serios38. Televisa ha prosperado como modelo casi nico de la televisin mexicana. Las crticas realizadas a la programacin de Televisa han sido abundantes y agudas, pero su programacin ha seguido manteniendo la produccin y difusin de programas nacionales sobre todo de entretenimiento y de cultura light, razn por lo que se le ha cuestionado por promocionar una idea habitualmente elitista de divulgacin cultural, despliegue de una concepcin melodramtica y banal de teleteatros (Trejo, 1988: 8). Este rol de entretenimiento ha sido parte de la poltica comunicacional de Televisa y asumida explcitamente por Ascrraga, su principal propietario, quien al referirse a la audiencia ha comentado: Mxico es un pas con una clase modesta muy jodida, que no va a salir de jodida. La televisin tiene la obligacin de entretener a esta gente y sacarla de su pobre realidad... Estamos en el negocio del entretenimiento y de la informacin, y podemos educar, pero fundamentalmente nuestro papel es entretener (Proceso, 922:16, en Huerta, 1995: 232). Esta concepcin no ha sido modificada por Televisin Azteca, debido a que los intentos de renovacin han estado orientados y limitados por las convicciones de su director, el seor Ricardo Salinas Pliego que en cierta ocasin dijo: Mxico es un pas que siente, que no piensa39. Menos confiables que los datos de audiencias de la radio son los de la televisin. Segn la publicacin del diario Reforma de los resultados de dos encuestas sobre el consumo cultural en el Valle de Mxico, las preferencias generales siguen sealando la preeminencia del llamado Canal de las Estrellas, que concentra ms del 80 por ciento de la audiencia, lo cual significa que ocho de diez mexicanos an siguen las imgenes y
mensajes de Televisa. Aunque hay que advertir que dicha encuesta tambin revela un dato histrico para la televisin mexicana: Televisa ya no tiene el monopolio de las preferencias mayoritarias, pues para 19951996, Canal 13 ocupaba el tercer lugar con 12 por ciento de la audiencia, lo cual ya es un indicio de posibles tendencias de cambio40. En cuanto a los noticieros de televisin, la presencia de Televisa sigue siendo predominante: Su modelo es el hegemnico y su cobertura la ms amplia... En el mbito nacional, Televisa cubre de hecho todo el pas y slo la limita el nmero y la distribucin de los hogares con televisin existentes. De todos modos, en Mxico, 24 horas es el noticiario de mayor rating, con una audiencia potencial de nueve millones de personas slo en el rea metropolitana de la ciudad de Mxico (la mitad de su poblacin). (Gutirrez, 1985: 71). Adems se transmiten versiones de su noticiero principal 24 Horas para la cadena Univisin de los Estados Unidos y Republica Dominicana41. Como se puede ver, ste ha sido un mbito de poder manejado por Televisa durante varias dcadas. Comenz a transmitir noticiarios en la dcada de los setenta42, una dcada despus del primer noticiario en televisin en Mxico. Nace as 24 Horas, programa que gana pronto notable influencia poltica con su controvertido conductor Jacobo Zabludovsky43, momento a partir del cual y por muchos aos los personajes pblicos y gobernantes, preferan llamar cordialmente a Jacobo en lugar de aparecer en los medios oficiales, por lo que pronto y por largos aos se convirti en el indiscutible lder de opinin44 y vedette intocable del Canal de las Estrellas. A pesar de las diversas crticas realizadas a sus noticiarios, Televisa se ha resistido al cambio de su modelo informativo, es ms ante los reclamos de pluralidad que acompaaron al debate sobre el derecho a la informacin, exhibi su arrogancia y podero: Ms an, la informacin fue precisamente una de las armas de que se vali el consorcio para presionar al gobierno a abandonar sus vacilantes pretensiones legisladoras. No slo no proporcion casi informacin... sino que en determinado momento pareci vetar la informacin oficial.45 (Gutirrez, 1985: 72). Slo al final de su larga presencia en Televisa, Zabludovsky asumi una autocrtica a su modelo de noticiero, luego de haber sostenido por casi dos dcadas la mezcla de noticias con entretenimiento46 , que lleg a ser una forma de trivializar la informacin. El exitoso desarrollo de Televisa se ha sustentado en la estrecha relacin entre los propietarios del consorcio y los diferentes gobiernos de turno. A cambio de una actitud displicente y casi exenta a cualquier sesgo crtico hacia la informacin proveniente de las esferas gubernamentales, Televisa ha recibido un trato preferencial para la transmisin de sus seales a travs de la red de microondas y del Sistema de Satlites que son de propiedad pblica. Segn distintas apreciaciones, tambin habra disfrutado de un trato de excepcin en el pago de sus impuestos47 . Por su parte el Estado mexicano ha tenido en Televisa una fuente de legitimidad y de consensos incondicional. En esta imbricada relacin, mientras el Estado gan legitimacin los propietarios del gran consorcio se ocuparon de ganar y acumular cuantiosas fortunas. Condiciones laborales: entre salarios bajos, compensaciones y el chayote
En Mxico no existe una regulacin particular para el trabajo periodstico ni informacin actualizada y sistematizada sobre las condiciones laborales del gremio. Ante la falta de una legislacin clara, Villanueva (2000: 130) sostiene que la potestad para definir quin puede ejercer la actividad periodstica queda en manos de la empresa informativa que es la que discrecionalmente suele decidir, en el momento de efectuar contrataciones, quin es periodista y quin no, basada en criterios subjetivos, y sin ninguna posibilidad de recurrir sus decisiones. La falta de regulacin legal sobre este tema y la casi nula capacidad organizativa de los periodistas ha sido causa suficiente para que el libre acceso a la profesin sea condicionado por la potestad de la empresa informativa. El anlisis de las condiciones laborales en las que se desarrolla la labor periodstica en los distintos niveles se dificulta por falta de informacin, dado que las empresas muestran un excesivo hermetismo, ni las ltimas publicaciones sobre la legislacin mexicana en periodismo pudieron registrar informacin48 . La principal reivindicacin que han obtenido los periodistas mexicanos en materia laboral, es el establecimiento de un salario mnimo, aunque slo considera a los reporteros de la prensa, excluyendo a los periodistas del resto de medios revistas, semanarios de radio, televisin, etc. Por consiguiente, esta ausencia de normas jurdicas en el mbito federal que protejan y alienten la labor periodstica deja a este gremio en un estado de indefensin legal que repercute gravemente en las condiciones de vida del periodista y en su desempeo e integridad profesional. No obstante, en la prctica cotidiana, los sueldos bajos que reciben la mayora de los periodistas especialmente los reporteros de la prensa ha dado lugar a que las empresas informativas hayan explorado frmulas compensatorias a fin de mejorar los ingresos de los informadores, y que a decir de Villanueva (2000: 137138) sobre todo se da a travs de dos mecanismos: las comisiones publicitarias y el chayote o embute49 . Las comisiones publicitarias primer mecanismo compensatorio constituye un ingreso complementario de naturaleza legal, aunque est afectado de grandes dosis de ilegitimidad en cuanto a los fines ideolgicos de la profesin periodstica. Es revelador de las condiciones laborales en que se desarrolla el trabajo periodstico, pues los bajos salarios inducen a la falta de independencia econmica de los trabajadores del gremio y esto conlleva a una prctica an generalizada, que consiste en que los reporteros de prensa combinan sus actividades informativas con labores de publicidad. La empresa pacta otorgarle una comisin por toda insercin o gacetilla gubernamental de la ciudad, regin o Estado donde presta sus servicios y que es difunda a travs del medio informativo50 . El chayote segundo mecanismo compensador, constitua una modalidad muy generalizada en el pasado como una forma de ingreso complementario o estipendio mensual que reciban los periodistasreporteros de su fuente informativa. En la jerga periodstica es conocido como el embute de las oficinas de prensa. Si bien se trata de una prctica que persiste en la actualidad, su presencia es mucho menor aunque no ha
desaparecido completamente, se estima que todava est vigente en las fuentes estatales, aunque lo ms paradjico a decir de algunos analistas, es que no slo fue un recurso usado por las fuentes oficiales, sino tambin por la iniciativa privada. Como se puede ver, estas vas de ingresos complementarios a las percepciones salariales de los periodistas han comprometido y dificultado de sobremanera el desarrollo de la labor periodstica de una manera ms profesional. En estas condiciones la libertad de informacin se convierte en una frase retrica si alguno de los sujetos del proceso informativo carece de las condiciones materiales para garantizar el cumplimiento de su tarea en condiciones adecuadas. Adems, las implicancias trascienden a otros mbitos, pues mina la veracidad informativa: el ciudadano, es subordinado a intereses econmicos en los que el periodista es una vctima ms del juego mutuo entre intereses entre gran parte de las empresas informativas y el gobierno en sus diversos niveles. (Villanueva, 2000: 139). Por otro lado, la ausencia de proteccin legal en el rgimen jurdico mexicano51 conlleva a que la nota informativa que elabora diariamente el periodista no tenga ni siquiera el derecho moral del autor, y menos an el derecho patrimonial del autor, que le permita recibir un emolumento econmico por la explotacin de su creacin intelectual52 . Esto contradice los derechos bsicos del trabajador de la informacin, si lo concebimos a partir de una definicin mnima53 : ...periodista es toda persona fsica que hace del ejercicio de las libertades de expresin y de informacin su actividad principal, de manera permanente y remunerada. Estas falencias jurdicas se reflejan claramente en la situacin del corresponsal de prensa eslabn ms dbil del ejercicio periodstico, que carece toda previsin legal en el rgimen jurdico. Los contratos colectivos de trabajo no contemplan las condiciones laborales del corresponsal, ste carece de seguridad laboral y su trabajo se basa en acuerdos verbales. Sus emolumentos no se tasan sobre sueldos mensuales, sino casi siempre por nota publicada, que suele retribuirse en forma simblica entre dos a 10 dlares estadounidenses en promedio (idem: 146). De ah que el establecimiento de conveniosmarco para el periodismo, la promulgacin de leyes que tutelen las reivindicaciones laborales de la profesin, la adopcin de programas permanentes de capacitacin y actualizacin profesional y, sobre todo, la organizacin de los periodistas para la defensa legtima de sus derechos gremiales forma parte de la vida cotidiana de los periodistas en la democracia. Reflexiones finales: Intereses pblicos... obsesiones privadas? En estos momentos se puede decir que el periodismo mexicano ha logrado romper el modelo de acrtica subordinacin y dependencia que ha caracterizado a su trato con el poder poltico en el pasado. Est viviendo un proceso de transicin, en el que persisten los vnculos de dependencia entre medios y Estado, pero tambin comienzan a construirse nuevas formas de equilibrio, todava insuficientemente slidas54 . Han
empezado a debilitarse o desaparecer las viejas prcticas y reglas explcitas y sobre todo implcitas, aunque en la bsqueda de nuevas pautas experimentan una confusin indita. Por eso la desorientacin y descomposicin, o ambas han sido pautas del comportamiento reciente de medios de comunicacin antao rigurosamente institucionales. Pues los medios y sus operadores estn entrando a una nueva fase de competitividad creciente, sin tener la prctica de confrontarse unos con otros y sin reglas nuevas para esa situacin distinta. Como hemos visto, la relacin poderperiodistassociedad en Mxico se ha caracterizado por su ambigedad debido a la carencia de reglamentacin suficientemente clara. Esto ha propiciado un periodismo poco reflexivo o crtico, cuya vocacin crtica se consume en banalidades. Se trata de un periodismo poco riguroso en su propio desempeo, donde ha prevalecido la tendencia hacia la declaracionitis y el boletinaje sobre el poder de investigacin. Adems de escasamente ejercitado en la reflexin documentada y exhaustiva sobre lo que hacen y dice otros actores pblicos. Pues, finalmente la poca tradicin polmica del periodismo mexicano desacostumbrado al pluralismo, tambin tiene relacin con una sociedad poco acostumbrada a la crtica y debate. En la actualidad hay mayor diversidad de opiniones en el periodismo, porque tambin las hay en la sociedad. Factores de toda ndole desde el poder poltico y del entramado social han participado para limitar el desarrollo de un periodismo reflexivo. La debilidad de los cauces institucionales ha posibilitado que los medios se hayan convertido en el espacio del quehacer poltico55 , o en ese cuarto poder, del cual tanto se ufanan sus usufructuarios, pero que en realidad no es mrito, sino un sntoma de debilidad de la sociedad y sus instituciones. Adems desde una perspectiva macro, se puede constatar que el periodismo mexicano a pesar de su importancia y centralidad en la sociedad mexicana, no siempre ha ocupado el lugar de centro o de intermediario. En el recuento histrico realizado se ha podido observar que el tipo de relaciones, alianzas y complicidades que ha mantenido con cada uno de los actores o polos del sistema social, optando claramente en el pasado por el poder poltico o mejor, los gobernantes de turno, en desmedro del otro polo o de un tercer actor la sociedad, que ha sido por mucho tiempo el eslabn ausente, relegado al simple mirn desde el palco, de las pugnas/componendas entre los poderes poltico y empresarial informativo. Y cuando ha sido tomado en cuenta, lo fue en trminos de pblico no como actor, es decir, slo como audienciaconsumidor o, en trminos de rating. Entonces, el problema de los medios y sus operadores es que no se han asumido como lo que deberan ser: medios, intermediarios, es decir, como puentes entre la realidad y la sociedad. Al tratarse de una tarea difcil y delicada, los periodistas deambulan entre la difusa frontera entre el intermediario y el protagonista adems de vedete. Sobre esto, Alain Minc nos dice: Espectador y actor, el periodista se beneficia, adems, de un privilegio: es el nico actor de nuestras sociedades complejas que nunca est sometido a
su propia crtica. Aunque practique la introspeccin y se imponga reglas ticas severas, a no ser que quiera atentar contra s mismo, no puede cuestionar el principio fundante de su profesin: pienso, luego soy la opinin pblica. (1995: 123). Para superar este viejo problema vale tomar en cuenta la sugerencia de Trejo, quien propone que: Hablemos de medios, no de totems, ni de orculos, ni de panaceas. Entendamos a los medios precisamente como eso: espacios intermedios en las relaciones sociales, as como instrumentos de la comunicacin. Entonces, los medios (y nosotros con ellos) estarn madurando y tendrn la salud capaz de revitalizar la sociedad. (1997: 203). Entonces para evitar las lecturas extremas que, o mal endiosan o bien satanizan a los medios y sus operadores y, que al final terminan ambas haciendo apologa del poder de las instituciones mediticas. Considero que la mirada externa y la participacin de la audiencia debe coadyuvar para superar la autorreferencia que prevalece en el trabajo periodstico. Pues es evidente el autoconvencimiento y posterior autolegitimacin que los periodistas suelen desarrollar respecto de los asuntos pblicos: Los medios, por su lado, terminan hechizados por la realidad imaginaria que ellos mismo crean en su constante produccin de mensajes. Llegan a concebir que slo existe lo que se publica o transmite y que en eso, nada ms consiste lo real. (Brunner, Jos Joaqun, 1994: 47). De esa manera, los periodistas al internalizar la funcin de representacin del pblico ante el sistema poltico, llegan a una lgica de autocontemplacin y autorreferencia tan evidente que, como bien dice Ramonet (1998: 51): los media hablan de los media, los media repiten a los media, los media dicen todo y su contrario. Adems, el periodista no conforme con presentar la informacin, pasa de testigo a actor en pleno derecho, pero dadas las caractersticas imperantes en la comunicacin poltica teatralizacin, espectacularizacin, parcializacin, simplificacin, trivializacin, acompaadas de personalizacin y vedetismo, las informaciones pasan a constituir medialidades ideas adaptadas a los medios (Missika, en Rieffel, 1994: 241). Esta autocontemplacin y autorreferencia, conlleva a que hasta ahora los periodistas sean poco abiertos a la autocrtica. Si bien los periodistas han empezado a ser muy exigentes con los representantes del poder poltico, lo cual puede ser un ingrediente significativo para la construccin de una sociedad democrtica, lo ser en la medida que los periodistas tambin sean ms exigentes con ellos mismos y, en lugar, de limitarse y contentarse con el rol autoasignado de jueces, tambin acepten el enjuiciamiento y crtica de quienes se deben, la audiencia ese tercer gran excluido del espectculo meditico. Hace tiempo ya Baudrillard ha denunciado cmo el simulacro meditico del espectculo busca reemplazar las reglas de la representacin poltica y el debate pblico. En una perspectiva similar Ferry (1992), nos advierte que los mass media estn intentando subvertir el principio jurdico por el principio meditico, con lo que tienden a desestabilizar, en el plano interno, la representacin poltica clsica. Con esto estaran coadyuvando a la emergencia de una democracia ms aclamativa que participativa,
porque en la comunicacin poltica mediatizada el pblico no est representado en el gora catdica. La larga historia de complicidades y competencias entre el sistema poltico y comunicacional mexicanos, con amores y odios, complacencias y rencores, donde unos han invadido y usurpado el terreno de los otros, por fortuna empieza a cambiar. Hace algunos aos se evidencia la colusin de una era y de un estilo que han marcado una poltica y una forma de relacionamiento con los medios sustentada en concesiones, prebendas, favores, pagos complementarios, etc. Esta etapa de transicin deber llevar a prcticas distintas, a nuevas relaciones tanto con el poder como con su audiencia lectores, radioyentes y televidentes. Por consiguiente, constituye una imperiosa necesidad la diferenciacin funcional de los sistemas poltico, econmico, social y comunicacional para lograr un funcionamiento efectivo y transparente de una sociedad que se proclama democrtica. Y ms all de las competencias, colusiones, sustituciones y/o confusiones, se debe tener claro que los actores poltico y meditico no son sustituibles entre s, pues no tiene roles ni funciones intercambiables. Y, a pesar de las complicidades y las tcticas de cooptacin, chantaje y camuflaje que han desarrollado, ya es tiempo de mantener y respetar la autonoma funcional de cada uno de estos sistemas, para de una vez superar las simbiosis e hibridaciones que slo han favorecido a los intereses polticos de unos y a los intereses comerciales de los otros. Y donde el nico perdedor ha sido la sociedad. En este contexto, para evitar que el lugar de la polis se transforme en mero espectculo en un lugar donde se mira y oye, pero que no es mirado ni odo, donde los ciudadanos sean meros espectadores y el gora donde el espectculo transcurra sea la pantalla de televisin. Y para no sucumbir ante el imperativo de la mediatizacin de la poltica y de los polticos56, que estara sustentando una falsa democracia: la de los medios o democracia meditica, por lo visto an queda mucho por hacer en el periodismo mexicano.
1 La preeminencia del mercado est generando nuevos rasgos y quizs eliminando algunas rmoras en el desempeo de los medios mexicanos. Sin embargo, los medios y sus operadores estn entrando a esta nueva fase de competitividad creciente, sin tener la costumbre de confrontarse unos con otros y sin reglas nuevas para esa situacin. 2 La calidad de la informacin tambin puede constituir un buen indicador del funcionamiento democrtico. Sin medios de comunicacin independientes y responsables no se puede concebir un sistema democrtico. 3 Segn el recuento realizado por Trejo, 1997: 225. 4 Pues la prensa mexicana sigue siendo de minoras, prevalecen tirajes bajos, no hay ms de dos peridicos de la Ciudad de Mxico que impriman ms de 100 mil ejemplares diarios para una poblacin que sobrepasa los 18 millones de habitantes, de los cuales los promedios efectivos de venta no superan el 60 por ciento (cfr. Trejo, 1999: 175).
5 Que se puede explicar por los siguientes factores: a) la costumbre del gobierno federal, estatal y municipal a contratar espacios de publicidad; b) la prensa llega a ser un negocio ms all de su presencia social; c) la permanencia de pequeas o grandes ddivas y trficos de influencia entre sectores del poder poltico y algunos periodistas o soborno a los reporteros; d) la relativa facilidad, para editar publicaciones, pues PIPSA venda el papel a precios preferenciales y; e) la escasa exigencia de los lectores y el poco hbito de lectura. Para una explicacin ms amplia vase Trejo, 1997: 225226. 6 Aunque eran mecanismos que estaban fuera de la ley, fueron un efectivo mecanismo de control del Poder ejecutivo y de presin ilegtimas que ejercan sobre los peridicos. 7 Surgi en 1935 durante la presidencia de Lzaro Crdenas ni siquiera por iniciativa gubernamental sino por pedido de los empresarios ante la escasez de papel. Su objetivo inicial era importar y producir grandes cantidades de papel, pero luego la ausencia de competidores y su situacin monoplica la convirtieron en un mecanismo regulador del papel. 8 Era bastante conocido, que cuando el gobierno quera favorecer a un diario o revista dejaba de cobrarle el costo de la materia prima, mientras que cuando quera presionarla simplemente le presentaba las facturas atrasadas (Trejo, 1997: 227), o reduca la cuota de papel a la que tenan derecho. Lo mismo suceda en pocas pasadas con el cobro de impuestos y de cuotas al Seguro Social. 9 Nombre dado al estipendio mensual que reciban los periodistas de las oficinas de prensa gubernamentales (vase ms adelante). 10 Denominacin dada a las inserciones pagadas que son presentadas como parte de la informacin del diario, sin especificar que se trata de un texto de propaganda. 11 Las columnas polticas se han convertido en un gnero riesgoso y perverso, ya que inclusive cuando quieren sustituir a las noticias regulares del diario, lo hacen prescindiendo de fuentes acreditables. En lugar de constituirse en un espacio privilegiado para el periodismo de investigacin revestido de un toque personal, la columna de informacin poltica es por lo general desaprovechada o mal utilizada. 12 Inclusive se observa que las expectativas de la clase empresarial mexicana se muestran ms agresivas, incluyendo en ocasiones en inters de contar con una participacin poltica directa. 13 La falta de apertura de la prensa comercial de esos aos a otros actores, temas y problemas se expresaba en la existencia de las llamadas por entonces publicaciones marginales: peridicos y revistas de sindicatos independientes o grupos de colonos que persistieron por algunos aos. 14 Mientras que la prensa de los estados se caracteriza por ser todava una prensa dbil, artesanal e inclusive provinciana, obviamente con excepciones de algunos diarios de gran presencia social en regiones muy localizadas. 15 El directorio de Medios impresos registra 195 revistas de diversos gneros, formatos y periodicidades, de las cuales 140 surgieron en las dos dcadas recientes (cfr. Trejo, 1999: 192).
16 En la que ha sido pionera la revista Proceso, que mantiene gran notoriedad gracias a su proclividad al escndalo poltico, pero an no ha podido superar la denuncia catrtica. Su contribucin ha sido dar apertura a la denuncia de casos de corrupcin y de abuso de poder. 17 En Aproximaciones y reintegros. tica y Periodismo I , en El Financiero, Mxico, 29 de agosto de 1992, en Trejo, 1997: 351). 18 Aunque la libertad de expresin en el periodismo mexicano, es ms un atributo del que gozan los editores que los reporteros, quienes a menudo se limitan a ser proveedores de insumos para que los editores de cada peridico decidan qu noticias ofrecern y de qu manera a sus lectores. 19 Al tender y reconstituir redes para enfrentar la tragedia all donde los canales tradicionales formales e informales de comunicacin con las autoridades se quebraron o se mostraron insuficientes y desbordados. Tambin la radio colabor en la ubicacin de sobrevivientes, el acopio de vveres y sobre todo en el intento de explicar los alcances de esa tragedia. 20 Que vinculan tres problemticas en la vida de los habitantes: a) su experiencia con el gobierno de la ciudad gestin de servicios, seguridad pblica, corrupcin, etc.; b) sus condiciones de vida ecologa, medios ambiente; c) una diversidad de asuntos ligados al mbito emotivoprivado salud, sexualidad, pareja, familia, alcoholismo (cfr., Winocur, 1998). 21 De Amplitud Modulada (33) y Frecuencia Modulada (26), organizadas en 15 Grupos Radiofnicos, adems de Radio Educacin y Radio Universal, de acuerdo a datos proporcionados por la Asociacin de Radiodifusoras del Valle de Mxico. Mientras que el nmero total de estaciones radiales para todo el pas era de 1291. 22 Que presentan una notable evolucin debido al importante rol que cumplen al responder a las demandas de los habitantes de una gran ciudad como el Distrito Federal, y cuyo objetivo es orientar al automovilista. Al principio se utilizaban motocicletas o buses pblicos que informaban sobre la congestin vehicular, pero luego de una dcada se usa el helicptero para ofrecer una visin amplia de lo que sucede en la ciudad. 23 No existen indicadores claros de medicin de audiencias no slo para la radio sino para los otros medios, ya que los datos de las compaas que realizan estudios de audiencia no son del todo confiables, tanto por problemas metodolgicos en la medicin y porque distorsionan los datos para favorecer a las estaciones que contratan sus servicios (cfr. Trejo, 1997: 233). 24 Un 39 por ciento de la poblacin del Distrito Federal declara escuchar diariamente un segmento de noticias antecedidos por los segmentos deportivos, segn el reporte de Reforma, 2C Cultura, 21 de marzo del 2000, en Winocur, 2000: 96. 25 Los ms populares duran hasta 4 horas. Para Winocur, las noticias inclusive se transforman en mapas para orientarse en una ciudad como Mxico. 26 Lo cual significara una audiencia de cuatro o cinco millones de radioyentes de este noticiero que se transmite de seis a diez de la maana.
27 Los tres competidores ms fuertes de Monitor de Radio Red y su controvertido conductor Jos Gutirrez Viv, son Pedro Ferriz de Con de Stereorey ahora Grupo Imagen, Jos Crdenas en Acir y Guillermo Ochoa, fueron inicialmente personajes de la televisin y luego consolidaron su presencia en la radio. 28 [[La misma encuesta de Reforma tambin revela la fragmentacin de las audiencias y se observa una tendencia hacia la conformacin de audiencias cautivas, que a decir de Landi (1992), que tienden a producirse segmentaciones blandas que atraviesan las denominadas duras como el nivel socioeconmico o educativo: Las coordenadas que segmentan a estos pblicos responden a gustos personales, las edades o las modas y ponen a prueba la capacidad de la industria cultural para hacer converger en ciertos consumos a pblicos bastante heterogneos desde el punto de vista social (1992: 133).]] 29 Los principales concesionarios privados de la radiodifusin siguen gozando del rgimen de privilegios que significa la posibilidad de que el impuesto especial del 25 por ciento sobre las ganancias sea sustituido por un 12.5 por ciento de tiempo de transmisiones, espacio que no siempre es aprovechado, pues suele ubicarse en horarios de segunda o tercera y, que simplemente no es necesario (cfr. Trejo, 1995: 89). 30 En general, se apoy en impresiones catrticas ms que en anlisis, por lo que no contribuyeron para alentar un debate serio sobre el pasado. 31 Aunque esta vez ya no slo con la venta de sus programas favoritos infantiles, telenovelas, etc., sino porque ha empezado una poltica agresiva de entrar como un accionista significativo dentro de las redes nacionales ms importantes en varios pases latinoamericanos. 32 Mantuvo un notable desarrollo financiero si se evalan las ganancias slo por la venta de espacios publicitarios en sus tres principales cadenas en la Repblica mexicana, ocupando el segundo lugar, luego de la empresa estatal de Petrleos Mexicanos PEMEX. 33 Sus rditos financieros, la televisin privada ha sabido invertirlos en una diversificada gama de negocios relacionados casi todos con las comunicaciones. 34 A favor del grupo empresarial de Ricardo Salinas Pliego, que el 18 de julio de 1993 pag 645 millones de dlares por los derechos y activos de la televisin estatal. Luego en junio de 1994 logr que le devolvieran 18 millones de dlares despus de un nuevo avalo de los bienes que haba comprado y como reaccin al precio menor cobrado posteriormente a Televisa. 35 Autorizada por la Secretara de Comunicaciones y Transporte y que permita a Televisa contar con una nueva cadena nacional de televisin, encabezada por el canal 9 de la ciudad de Mxico. 36 La legislacin mexicana no establece un precio para la concesin de canales y aunque en otras ocasiones dichas concesiones le haban salido gratis a Televisa, en esta circunstancia el gobierno le cobr a ese consorcio 93 millones por el derecho a transmitir en esas 62 frecuencias. Aunque hay que advertir que Televisa pag 1.5 millones de dlares por cada frecuencia, en comparacin a los 3.8 millones de dlares que pag el
grupo de Salinas Pliego por los 168 canales de las dos redes nacionales de Televisin Azteca. 37 Se podra decir que los canales 7 y 13 han sido malas copias de Televisa. 38 Aunque hay otras opciones en la oferta televisiva mexicana, tales como canal 11 del Instituto Politcnico, cuya programacin cultural se difunde en una docena de repetidoras en el pas y en las televisoras regionales, de propiedad de gobiernos estatales; el canal 22 sostenido por el Estado y cuya creacin en junio de 1993 responde a una solicitud de un grupo de intelectuales y artistas que solicitaron una nueva estacin cultural cuando el gobierno decidi vender Televisin Azteca, de la cual esa frecuencia formaba parte y; el canal 40 de propiedad privada y que comenz a transmitir en 1995 difundiendo la seal de Telenoticias, de la cadena Telemundo de Miami, paulatinamente comenz a tener una modesta produccin propia sustentada en mesas redondas y reportajes sobre asuntos de actualidad poltica y social. Adems existen una veintena de emisoras locales sin continuidad y en una creciente precariedad, que estn siendo vendidas a mbitos privados. 39 Declaracin realizada en una reunin con corresponsales extranjeros, Mxico no piensa: Salinas Pliego, en Semanario de Poltica y cultura etctera, No. 72, Mxico 16 de junio de 1994, en Trejo, 1997: 240. 40 Incluso hay que advertir que dichos resultados corresponden a la Ciudad de Mxico y sus alrededores, no consideran a los pblicos del interior del pas en donde la presencia de Televisa en un contexto de menor competencia presumiblemente sigue siendo mucho mayor. 41 La presencia norteamericana de Televisa ha sido motivo de numerosos comentarios, pero pocas veces se ha tenido en cuenta que aunque con una programacin discutible, ha constituido un asidero cultural e ideolgico para los latinos que radican en Estados Unidos. Si bien se ha orientado por un afn exclusivamente mercantil, el solo hecho de que exista una televisin en espaol, puede llegar a constituir una reserva idiomtica, y por eso cultural, en la defensa de comunidades como la chicana y puertorriquea, ante la cultura anglosajona. 42 Sus aos de despegue econmico y organizativo, Televisa se haba dedicado exclusivamente a los programas de espectculos y deportes. 43 Director de los noticieros de la empresa, que ha sido el comunicador por excelencia de Televisa y, por aadidura del gobierno mexicano, ya que no ha sido un simple lector de noticias, gracias a su sentido de oportunidad y el sensacionalismo con el que manej su programa. 44 Por lo que ha sido catalogado como periodista del rgimen, secretario de informacin y propaganda del PRI y secretario de informacin sin credenciales (cfr. Huerta, 1995: 232233). 45 Un solo ejemplo para ilustrar esto: en el viaje de Jos Lpez Portillo a Espaa, Televisa releg a los canales 11 y 13 la cobertura informativa, y estuvo ausente en una
gira posterior, mientras que pocos das despus volc todos sus recursos para cubrir la visita del papa a Pars. 46 Con ese estilo afable, familiar, que combina la informacin sobre partidos polticos con el asombro de una inundacin en Dakota y la presencia en estudio de la llamativa Daniela Romo (cfr. Trejo, 1988: 35). 47 Ms de un funcionario de la empresa ha dejado saber que Televisa no cumple con todas sus obligaciones fiscales (cfr. Trejo, 1991: 88), tales como el pago del impuesto del 25 por ciento sobre las ganancias por concepto de publicidad, o por los servicios de conduccin de seales que le proporciona el gobierno federal. Adems del asunto del cunto est el del cmo, tambin se lleg a saber que Televisa no slo pagaba poco, sino que cuando deba hacerlo, se negaba a pagar con oportunidad (idem: 89). 48 Cuando se tratan temas relacionados como: jornada de trabajo, sueldos base y de horas extras trabajo nocturno, en das festivos, compensaciones especiales, vacaciones, despidos, indemnizaciones, se vea obligado a recurrir a datos comparados de otros pases ante la imposibilidad de ofrecer informacin sobre las condiciones labora les en Mxico para el ao 2000. 49 Implementado a partir del gobierno de Gustavo Daz Ordaz (19641970), en un discurso inaugural de un sistema de riego en 1966 donde: All, semioculto por la trepadora herbcea, un funcionario de la Presidencia, entregaba el chayote, nombre con el que desde entonces se conoce el embute en las oficinas de prensa. Tan popular se volvi que su entrega dej de ser oculta. (Scherer, 1993: 162163). 50 Que consiste en comisiones previstas en los contratos colectivos, las mismas que varan entre el 1012 por ciento por la publicidad que los reporteros obtengan de sus fuentes, u otras formas de distribucin colectiva de los ingresos por concepto de publicidad. 51 La Ley Federal del Derecho de Autor, en las 14 fracciones del artculo 13 no hace mencin expresa del trabajo periodstico de la prensa, slo reconoce tres actividades: caricatura e historieta, obra fotogrfica y programas de radio y televisin (cfr. Villanueva, 2000: 150). 52 Esto constituye una omisin injusta que da lugar a que muchas veces los periodistas contratados por un diario vean circular sus notas en otras publicaciones del mismo grupo empresarial, en el mejor de los casos con el reconocimiento de su firma, pero sin ningn estmulo econmico adicional. 53 Pues en la legislacin mexicana no existe una definicin sobre el concepto de periodista, la nica definicin es la de reportero (Comisin Nacional de Salarios Mnimos, 10. de enero de 1996, en Villanueva: 2000: 126). 54 Pues si antes se propiciaba el gobiernismo, ahora se tiende a privilegiar los posiciones contestatarias. Si antes se aplauda sin medida, ahora se tiende a murmurar, criticar y difamar tambin sin moderacin. 55 Los gobernantes cuestionan a los medios, pero a veces olvidan su responsabilidad en un trato discrecional y alegal que han construido y alimentado por varias dcadas.
56 Mediatizacin de la que al parecer ni las guerras pueden escapar, si tenemos en cuenta las dos ms recientes, son bsicamente guerras son mediticas, tanto la del Golfo Prsico como la actual contra el terrorismo.
Los pecados capitales (crnicos) del periodista en su construccin de lo pblico Jos Luis DADER
Doctor en Ciencias de la Informacin por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor de diversos programa de doctorado y maestra, as como de los posgrados del CEBEM/Universidad Complutense de Madrid. Autor de El periodista en el espacio pblico y Periodismo de precisin.
La gente nos ve como hipcritas, invasores de la privacidad, emocional y prcticamente alejados de ellos, paternales y propensos a los errores...y hay una amplia evidencia que fundamenta cada una de esas percepciones. James Warren, director del Chicago Tribune (cfr. Firbich,1995) Los diez aos transcurridos desde la publicacin inicial del texto presentado tras esta nueva reflexin no lo han desgraciadamente desgastado. Y digo desgraciadamente porque, si bien a la vanidad de un autor puede satisfacerle que as lo entiendan tambin los editores que le solicitan la presente reimpresin, resulta mucho menos placentero en trminos socioculturales que, en una etapa de vertiginosos cambios tecnolgicos y organizacionales, una serie de insuficiencias y debilidades antiguas del periodismo parezcan imperturbablemente adheridas a su ejercicio; con una persistencia, adems, no slo congelada en el tiempo, sino contumazmente manifestada en los pases y escenarios periodsticos ms diversos. El catlogo de quejas desplegado entonces contra la prctica periodstica dominante, desde el ideal de una comunicacin democrtica quizs nunca alcanzable, evidencia ahora que la revolucin vivida en esta dcada de instauracin de la sociedad de la informacin ha alterado de manera irreversible las infraestructuras, formatos, mercadotecnia y ecosistema de los medios. Pero apenas ha revuelto las acomodaticias rutinas y anquilosadas sumisiones de la mentalidad periodstica convencional. La irrupcin de Internet ha enfrentado a las empresas periodsticas con el reto de la prensa, la radio o la televisin digitales; las nuevas tecnologas de la edicin y el audiovisual han transformado el panorama de los canales y medios locales individuales o en cadena; las constricciones del mercado han deparado macrofusiones multimedia y la reconversin de
diarios y revistas en un soporte de reventa para un variopinto muestrario de objetos y servicios de la industria cultural; el sincretismo meditico ha conllevado el mestizaje de gneros y la exigencia del periodista total (o ms bien todoterreno y multiusos); la masiva afluencia, en fin, de aspirantes a la titulacin periodstica en centros universitarios y escuelas profesionales ha cambiado de manera drstica el paisaje sociodemogrfico de sus practicantes al tiempo que ha reconvertido en gabinetes de informacin institucional el ingente excedente de personal egresado. Una cultura profesional inadaptada Pero todas esas trasformaciones de las formas externas, los utensilios, las interacciones sociales y hasta las relaciones de poder se han venido instaurando sin que la conciencia profesional o cultura periodstica2 de referencia generara su propia adaptacin consciente en forma de prescriptiva de buena prctica o propedutica, elaborada reflexiva y colectivamente ante los nuevos retos. Quiz esa falta de respuesta, o de la sensacin siquiera de su necesidad o importancia, sea un sntoma revelador de por qu el mundo anglosajn es reticente todava a otorgar al periodismo la calificacin en sentido estricto de profesin, catalogndolo tan slo de oficio3 . Existe una perspectiva romntica del periodismo que retomar al final, que precisamente se siente orgullosa de presentar su actividad con el nombre de oficio, sintiendo as que se legitima con el aura de la sencillez contundente, la honradez sin falseamientos, la autenticidad clarividente y la sintona popular del modesto pero perito artesano. Pero ms all de esos indudables valores, las actividades socialmente organizadas que han dado el salto a la profesionalizacin lo han hecho, como respuesta de madurez, para consolidar su identidad, sistematizar su propia nocin de excelencia, afrontar de manera ms eficaz y solvente las amenazas de dilucin y ofrecer en ltimo trmino un servicio a la sociedad que les legitima como grupo profesional, de mayor calidad y sensibilidad crtica. Profesin, entendida de esta manera, implica cdigos deontolgicos, instancias internas de apelacin contra las negligencias, sindicatos de reivindicacin de la dignidad profesional debida, y escuelas de formacin y foros intelectuales de germinacin y discusin de la filosofa profesional que, desde diversas orientaciones y metodologas, producen la autoestima y conquistan ante la sociedad una distincin especfica. Tales herramientas son las que han labrado la honorable singularidad de mdicos, abogados o ingenieros y las que permiten a cada uno de dichos colectivos una autoridad social ante cualquiera de los embates que sobre su propia identidad y reconocimiento social puedan deparar las circunstancias cambiantes de sus respectivos entornos. Esa solidez en sus respectivas culturas profesionales no significa, por otra parte, estancamiento o rgida homogeneidad (temor muy extendido entre los periodistas, siempre seducidos por la simbologa de la espontaneidad individualista y la creatividad liberada de dogmas o estndares). Sino que en el seno de las autnticas profesiones que no cabra confundir
con su caricatura de meros clubs corporativistas, la definicin de una identidad normativa no est reida con, e incluso alienta, una estimulante diversidad de enfoques y de mtodos bajo el paraguas de una comn filosofa profesional, a su vez complejamente evolutiva. El avance hacia la profesionalizacin en el mbito periodstico parece todava dbil y confuso, por ms que la formacin de sus miembros en centros universitarios uno de los factores coadyuvantes, pero no suficiente y ni siquiera indispensable est cada vez ms generalizado a escala internacional (ed. Weaver, 1998). Y buena prueba de su endeblez es que esa conciencia reflexiva ante la propia cultura profesional en gestacin no parece haber articulado un discurso medianamente generalizado, vigoroso y eficaz ante el tipo de retos y amenazas a la propia identidad que las nuevas circunstancias antes apuntadas deparan. Ante tal parlisis conceptual sobre lo que quepa ser entendido por buen periodismo o periodismo necesario para una sociedad democrtica contempornea cabe aventurar la disyuntiva de dos desenlaces igual de nefastos para esas democracias deliberativas a las que muchos an seguimos aspirando: O bien la aceptacin crdula y alienante de que los tradicionales mtodos de recoleccin, seleccin y elaboracin de informacin del periodismo convencional siguen siendo suficientes para la descripcin de la actualidad en el nuevo contexto (a pesar de todas las inalteradas deficiencias ms tarde recordadas), o bien que, sencillamente, el periodismo genuino ya no tiene cabida y acabar rpidamente por desaparecer transformado en otra cosa bien distinta. Me refiero, claro est, a ese periodismo concebido en sentido estricto en el marco de la Ilustracin como un ejercicio actualizado de descripcin, dilogo y crtica sobre los acontecimientos y fenmenos de trascendencia social ms relevante para el objetivo prioritario de construir una ciudadana responsable y participativa. De hecho, y como retomar algo ms adelante, hay analistas como Bill Kovach (1999) que se preguntan abiertamente si el futuro del periodismo se sita ya fuera del propio periodismo. Que una serie de atribuidos pecados capitales del periodista se puedan seguir contemplando tras cierto tiempo como crnicos, sin que nada parezca haber cambiado en el seno de la profesin para enmendarlos, a pesar del cambio radical de su entorno, slo parece indicar que nos alejamos todava ms del esfuerzo requerido al periodismo para su contribucin a esa sociedad soada de la comunicacin democrtica. No todos los sntomas resultan negativos, como tambin me ocupar despus de sealar. Pero los matices que toda relectura obliga a realizar en un diagnstico rememorado, llevaran en este caso a consignar la agudizacin incluso de algunas de las tendencias anteriormente apuntadas. Sntomas agudizados Sucede as, por ejemplo, con la irrupcin del infoentretenimiento y la tabloidizacin en todo el periodismo (Hallin, ed. 1997) hace diez aos ni siquiera circulaban esas expresiones, como formas extremas de la simplicidad y la personalizacin al servicio de
la promiscua confusin de lo pblico con lo privado. Dicho fenmeno ofrece su ms intensa manifestacin en el periodismo televisivo y radiofnico, pero el impreso tampoco queda muy rezagado. En el terreno de los boletines informativos audiovisuales, su evidencia ms palpable estriba en el incremento de las secciones de deportes, noticias de famosos populares y notas de sucesos o de historias llamativas de la vida cotidiana; en detrimento de la informacin sobre el funcionamiento institucional y sus procesos, o los aspectos neurlgicos de la accin polticolegal, el marco econmico y la evolucin social de fondo. El calor humano o enfoque enfatizante de los detalles dramatrgicos de cada noticia mostrados como historias o relatos novelados se enseorea de la actualidad audiovisual incluso cuando los temas tratados pertenecen al viejo mbito de las noticias serias. En la informacin creciente sobre ancdotas de la vida cotidiana y en el terreno de los desastres y la crnica negra, el calor humano de presentar las declaraciones de la gente corriente o la desesperacin o denuncia de vctimas y testigos se presenta adems con la coartada moral que encubre su comercialidad de acercar as a la audiencia a un realismo impactante pero necesario para movilizarla. Pero como brillantemente argumentara el citado Daniel Hallin (ed. 1997), el tratamiento de la violencia o la corrupcin en trminos situacionalistas y aislados por muy emotivos que resulten sus relatos, ms bien ayuda a encubrir las causas estructurales que subyacen y las reformas legales y socioeconmicas que su verdadera reparacin requerira4 . La rentabilidad publicitaria constituye la razn ltima de esta neofilosofa del periodismo, mxime cuando las emisoras privadas son las nicas en antena, y las pblicas, si es que existen, o resultan marginales o hace tiempo que enterraron el apolillado concepto del servicio pblico. La manifestacin formal ms contundente del rgimen publicitario que ha secuestrado los espacios de noticias en radio y televisin, lo constituye la propia emisin, en medio de los boletines, de anuncios comerciales. Esta prctica estuvo prohibida durante mucho tiempo en los pases de la Unin Europea, pero poco a poco esa norma se fue relajando y ya nadie evita los cortes publicitarios en medio de las noticias. Pero incluso tal detalle ha quedado reducido a juego de nios, cuando parte de las noticias son en realidad ya meros publirreportajes de inauguraciones de actividades empresariales (como un parque de atracciones, o el estreno de una pelcula taquillera), o de recordatorio promocional de otros espacios de la programacin de la propia cadena (programas de xito como Operacin Triunfo o Gran Hermano constituyen a veces, en Espaa, la noticia de cabecera de las televisiones pblicas o privadas que los comercializan). El colofn de esa simbiosis, ante la que en Espaa al menos ya nadie reacciona, se produce cuando el propio presentador del espacio de noticias forma parte del dilogo en directo que entre un bloque y otro de informacin inserta una cua comercial5 . Pero como apuntaba antes, la tabloidizacin y desnaturalizacin de la prensa hacia el divertimento elemental tampoco quedan muy lejos de los progresos observados en el mundo audiovisual. Precisamente los tabloides de donde se toma la denominacin y
el marco de sensacionalismo populista que denotan fueron siempre un territorio aparte de la prensa, una especie de almacn trasero. La cuestin ahora es que las fronteras se difuminan y la prensa de lite cada vez imita ms a la pantalla de televisin (mediante el diseo periodstico y la sustitucin de la redaccin en pirmide invertida por relatos guionizados) y las prcticas del calor humano y la trivializacin general de contenidos irrumpen con acaparadora fuerza dentro del viejo reducto del periodismo otrora formador de las corrientes de opinin ms crticas y activas. Uno de los episodios ms perturbadores y al tiempo ms deletreos de esa tendencia estriba en la presentacin como informacin de la mera promocin de productos adicionales como ediciones de libros, vdeos y CDs que no slo se regalan conjuntamente con el ejemplar de prensa, sino que se comentan y promocionan en las propias secciones periodsticas, robando as varias pginas en cada entrega al escaso papel antes reservado a la informacin seria. Y mientras muchos reportajes, entrevistas o anlisis de actualidad se caen por falta de espacio, nuestros postmodernos diarios generosamente nos ilustran con dos o tres pginas diarias dedicadas a explicar por qu la cinta musical o cinematogrfica regalada en los prximos das es una obra maestra. En realidad y desde su orgenes, el periodismo occidental, tal y como explica Thompson (ed. 2001:8081), siempre bas su identidad profesional incipiente en la combinacin de dos principios bien distintos: La fidelidad a los hechos de supuesta relevancia general presentados, por un lado, y el uso de un criterio de inters ligado al entretenimiento, por otro6 . Como aade el citado autor britnico, la conjugacin de ambos ideales no siempre ha resultado perfectamente compatible y la historia del periodismo moderno y contemporneo ms bien ha sido una continua carrera de desequilibrios y tensiones entre las manifestaciones favorables a uno u otro de esos dos pilares fundacionales. El problema ahora es que, tal vez, la tendencia hacia el entretenimiento ha acaparado casi todo el espacio, acabando con la tensin innata entre ambas fuerzas. La adaptacin a los entornos convulsos y la desactivacin de las irrupciones hostiles es un reto adaptativo que cualquier colectivo social asume, como todo organismo vivo sometido a la eterna evolucin ecolgica. Pero mientras las verdaderas profesiones y grupos de robusta identidad las especies fuertes en el smil darwiniano, trascienden las crisis ambientales mediante la depuracin revitalizante de sus mejores recursos, los despistados y los dbiles parecen abocados a la marginalidad, la mutacin extraa o la extincin dinosurica. Un periodista desorientado Entre los practicantes del periodismo, al menos los espaoles, los sntomas y evidencias aportados por muy recientes investigaciones acadmicas (Garca Tjar 2000 y 1999; Garca de Cortazar y Garca de Len (eds.), 2000; Flix Ortega y M Luisa Humanes, 2000 a) y b), entre otras) apuntan a un inquietante panorama de debilidad adaptativa, donde el ncleo de su inseguridad y desmoronamiento psicosociolgico estriba en mi
opinin en su insuficiente reflexividad profesional, con independencia de cual fuera la configuracin de sta. El citado Garca Tjar, tras la aplicacin del mtodo de entrevistas en profundidad y el enfoque de las historias de vida a un variado aunque lgicamente reducido muestrario de nuestros periodistas, identifica varias patologas dominantes de las que me permito destacar la mayor nocividad de dos de ellas: la anomia profesional y la proletarizacin del colectivo. La anomia, ese constructo establecido por Durkheim para designar los estados de prdida de la orientacin moral de los sujetos de un grupo humano, asociada a las sensaciones de confusin y frustracin sutilmente depresiva por dicha prdida de referencia, aparece claramente instalada en la manifestacin de las conciencias individuales de la mayora de los periodistas entrevistados por Garca Tjar. Si bien Durkheim ya advirti que el fenmeno era consecuencia del cambio social y que su presencia poda resultar perdurante o pasajera (Ramos, 1998), el anlisis de las escapistas o resignadas respuestas de nuestros periodistas ante su especulado futuro abren poco margen de confianza en una efmera incidencia. En su lugar, el diagnstico durkheimniano de conductas individuales movidas por pulsiones emocionales anrquicas no refrendadas socialmente ni corporativamente siquiera, parece pensado para describir el sentimiento de aislamiento indefenso y ausencia de perspectiva que embarga a muchos de nuestros periodistas, proclives en compensacin a refugiarse en el autoconsuelo de la alta popularidad o la servicial pertenencia a familias mediticas poderosas7 . De las cuatro formas de derivacin que Merton sealara para la anomia (cfr. Ramos, 1998), las dos ms fciles de identificar entre nuestros periodistas son el ritualismo y el retraimiento. Es decir, el silente seguimiento de las rutinas impuestas por los jefes y el desentendimiento ante la posibilidad siquiera de comenzar a tomar conciencia de los peajes de la propia indigencia. En otras dos recientes tesis doctorales realizadas en Espaa con la aplicacin central del mtodo de la observacin abierta no participante, sus respectivos autores (Prez Herrero, 2001 y Requejo, 2001) han destacado de manera independiente en los colectivos de redactores y reporteros de base de algunas de las organizaciones periodsticas espaolas ms reconocidas, a los que han acompaado durante semanas en su quehacer diario, que el grado de aceptacin acrtica de los modos de proceder asignados era absoluto. Muchos de esos redactores, al ser preguntados en situacin de confidencia y familiaridad prolongada, reconocan como clave de su hipottica prosperidad en el seno de la organizacin la obediencia mecnica de pautas concretsimas, sin resquicio para especulaciones personales de ningn tipo. Hasta el punto que muchos de dichos redactores slo queran hacer lo que les manden y consideraban tal mimetizacin como natural al tiempo que carecan, por lo general, de cualquier conocimiento o formacin terica estratgica que les permitiera siquiera imaginar otras formas alternativas de ejercitar sus tareas o replantear en trminos operativos el rol social asumido8 .
Para que las dos restantes derivaciones de la anomia que Merton contemplara fueran factibles (la innovacin o la rebelin), hara falta contar, precisamente, con un poso de conciencia profesional y de germinacin institucional en torno a la misma, que fuera capaz de desatar por alguna de esas vas una respuesta reconversora o promotora de otra nueva moral profesional de hipottica referencia colectiva; que es tambin como decir, de estrategias metodolgicas e intelectuales para una identidad reconstruida del periodismo entre los lmites de lo posible y lo necesario. A falta de tal profesionalismo enrgico no es extrao que como denuncia Garca Tjar, la proletarizacin resulte ser la otra gran caracterstica de nuestro periodismo. Y no tanto porque la extraccin sociodemogrfica de las nuevas generaciones de periodistas, como consecuencia de la democratizacin de los estudios universitarios, proceda ahora mucho ms de las clases mediobajas y trabajadoras (a diferencia de los aos 50 y 60 en que era ms habitual el devaneo bohemio del chico inconformista de buena familia o de la chica bien algo progre y desubicada pero con idiomas). Sino porque, ms all de ese dato formal de la rebaja en el escaln social del punto de partida, es una proletarizacin de mentalidad la que se percibe y en consecuencia, no es una crtica clasista sino de autoexigencia intelectual la que aqu se plantea. El sentido proletario de la actividad periodstica que aqu se denuncia se refiere a su creciente consideracin por muchos aspirantes o incluso ya practicantes como abstracto puesto de trabajo, apetecido como fin en s mismo aun a sabiendas de su mediocridad de tareas, su inestabilidad organizacional y la mezquindad econmica que por mucho tiempo ese puesto promete. A cambio de tan escasa recompensa el nefito aporta y en general se le exige, la despersonalizacin del autmata, en la que los dictados de la empresa no sufren ni siquiera el riesgo de la menor vacilacin por consideraciones de cdigos profesionales y ese tipo de viejas distinciones liberales. Como escribe Javier Callejo (2000:21) del estilo personal se ha pasado al libro de estilo del medio y aun ste se limita a objeto decorativo cuando la empresa meditica impone con toda su crudeza una relacin incontestable de patronos y obreros. Se les permite a stos autodenominarse profesionales si eso les alimenta la vanidad, pero siempre y cundo ello no altere su obediente y precaria condicin de aprendices y oficiales a sueldo (escaso), y mientras ningn tipo de marcas procedimentales establecidas con carcter general por encima de cada segregada factora pueda ser apelado como criterio de obligacin y responsabilidad social, de rango superior. De ah el entusiasmo de los empresarios mediticos por la ausencia de colegiaciones o regulaciones profesionales de ningn tipo, as como por la debilidad o supresin incluso de escuelas profesionales autnomas. Lo grave no es que los amos de la selva prefieran el orden natural, en el que las soluciones individualizadas y espontneas sern sinnimo del dominio de la fuerza. Sino que la mentalidad proletaria haya sido internalizada por tantos dominados que, sin considerarlo al menos como una desgracia inevitable, se dejan seducir por la oportunidad de unas prcticas como simples becarios, dispuestos no ya a cobrar poco, sino hasta a pagar ellos mismos por ser incorporados a la sala de mquinas. Es cierto que los centros
acadmicos de formacin profesional y el resto de instituciones y agentes sociales que debieran procurar las alternativas estructurales eficaces, o bien no intervienen abandonando a los individuos a la nica opcin de aceptar las reglas del mercado, o bien presentan a menudo una oferta de programas de formacin de tan escasa calidad prctica y solidez terica que facilitan la seduccin acrtica del entrenamiento interno en los centros de trabajo. Pero sin ser por tanto una culpa achacable a las vctimas de la situacin, no por ello deja de ser cierto que los viejos periodistas contaban a menudo con ciertos recursos de defensa transversal y corporativa de su identidad, en ocasiones provenientes de un patrimonio cultural y social formado en ambientes de lite y en parte tambin por el sostenimiento de un cierto idealismo de su compromiso misional que, si bien ha resultado mixtificador en algunos aspectos, actuaba como gua de excelencia en otros. Ahora, en cambio, los que provienen de las capas sociales ms modestas ya pueden sentirse satisfechos a costa de resultar sumisos con el ascenso social que les reporta su participacin vicaria en el prestigio y la influencia institucional de la organizacin para la que trabajan (con la oportunidad de labrarse algunas conexiones de mayor prosperidad social para cuando surja la oportunidad de abandonar el ejercicio directo del oficio). Y para cuantos entran en este marco desprofesionalizado, al margen de su origen, tiende a ser una miseria de posicin (Accardo, 1995, citado por Garca Tjar, 2001:190) lo que se encuentran, al no disponer de los recursos de autoestima intelectual y respaldo profesional que previamente los hubiera capitalizado en trminos simblicos. Por ello tambin la competitividad entre los iguales se manifiesta de la forma ms descarnada. Porque como recuerda Garca Tjar (2001:192) el fair play, no lo olvidemos, era una norma de la aristocracia; entre el vulgo se dan otros tipos de tica. Las diversas investigaciones de campo espaolas hasta aqu aludidas muestran un panorama deprimente respecto a la dbil profesionalizacin del periodismo. Y esa observacin se complementa con los datos de diversas encuestas, que comparan el inferior prestigio social atribuido popularmente a los periodistas con el otorgado a economistas, mdicos, jueces o ingenieros, cuyos procesos de profesionalizacin se consideran ya completados (Ortega y Humanes, 2001:169). Pero an resulta ms preocupante considerar que dicha situacin no ya refleja una falta de avance, sino ms bien un retroceso, en virtud de los diversos aspectos de infoentretenimiento rampante, neoliberalismo laboral y proletarizacin incrementados. Podra decirse entonces que mientras el periodismo fue avanzando ardua y enrevesadamente desde el siglo XIX a la actualidad por la senda de ciertas propuestas deontolgicas, algn tipo de estndares procedimentales, creacin de sociedades de miembros del oficio y de centros de formacin especfica con rango universitario, la identidad profesional configurada aun provisionalmente con todos esos mimbres estara sin embargo ms cerca de desmoronarse ahora y quedar sumida en la perplejidad. Por otra parte, lo que poda ser un problema de mbito local tiene las suficientes evidencias estructurales y testimonios internacionales como para ser considerado una amenaza muy extendida, al margen de los sntomas ms o menos agudos que se
manifiesten en el caso espaol. Claude Monnier (1999), por ejemplo, refirindose al mbito transnacional europeo y norteamericano, comenta que los periodistas han perdido su aura de credibilidad y reconocimiento social. La familia social en la que se sentan protegidos, formando a su vez parte del establishment social e intelectual, ya no aparece compacta y ellos mismos como individuos notan que van perdiendo sus apoyos y sus conexiones, y literalmente se sienten hurfanos. Para este viejo, arriesgado y perspicaz periodista suizo la causa inmediata de tal desintegracin y declive estriba en que hasta hace muy poco los periodistas detentaban el cuasi monopolio de la informacin de relevancia social y el pblico a su vez se la reclamaba como una necesidad. Y sin embargo ahora ese pblico se desinteresa de la informacin periodstica pura y prefiere en cambio una mezcolanza de testimonios personalizados y variedades impactantes que mueve a su vez a los periodistas a pasarse insensiblemente al terreno de la seduccin en lugar de mantenerse firmes en el de la informacin: Estos periodistas escribe, que se sienten hoy menos necesarios, menos respetados, menos amados y menos fuertes, se ven forzados a adaptarse. Y o bien utilizan su pluma para distraer a los lectores con juegos de palabras, reportajes entretenidos, tomas de posicin caprichosas, golpes de impacto sin continuidad al da siguiente y operaciones de mucho ruido que se desinflan sin dejar nada. O por el contrario, nostlgicos del tiempo en que su profesin ejerca un rol pblico principal, se esfuerzan por constituirse en piedras miliares para ayudar a los lectores viajeros a dirigirse hacia donde ellos desearan. Por la reinvencin de la identidad periodstica Sin expresarlo de forma directa, este periodista que durante casi veinte aos ha venido dando un ejemplo extraordinario y raro de profesionalismo periodstico radical, al frente de Le temps strateguique, est apuntando a la que, en mi opinin tambin, es la clave de la recuperacin de la identidad del periodista: Un profesionalismo fundamentado en pilares tericos mucho ms slidos y respaldado por una institucionalizacin mucho ms cohesionada transversalmente (por encima de empresas y capillas particulares). El panorama descrito a partir de los pecados capitales que luego se explican, junto con la puesta al da ofrecida hasta aqu, no podra ser ms desolador si, frente a todo ello, no hubiera otros signos que despertaran la confianza en que el periodismo tambin sigue ejerciendo y puede aspirar a perfeccionar, incluso, el clsico ideal con el que surgi en tiempos de la Ilustracin. Un ideal que, expresable con diversos matices, me permito concretar en la aspiracin de ofrecer a travs de medios de comunicacin de masas o de alcance global (Internet incluido): 1) un espejo riguroso de la multifactica actualidad socialmente ms relevante, 2) un anlisis enfocado a la clarificacin de las controversias y fenmenos de incumbencia pblica ms decisiva y 3) una plataforma de encuentro de la pluralidad sociocultural y del imprescindible dilogo entre las instituciones de poder y los ciudadanos de a pie.
Desarrollar tales tareas en las condiciones ambientales del mundo actual puede resultar una utopa condenada al fracaso si los practicantes de la recogida, seleccin, elaboracin y difusin de informacin periodstica no son capaces, en primer lugar, de consensuar y afianzar intelectualmente una serie de valores profesionales irrenunciables. Pero adems, de generar tambin innovadores procedimientos de puesta en prctica y orientaciones estratgicas de largo alcance, lo suficientemente operativos y eficaces. En las ltimas dcadas vienen surgiendo entre diversas comunidades profesionales un cmulo de ideas y proyectos que revitalizan las viejas rutinas periodsticas y muestran vas consistentes para afianzar el periodismo puro frente a tantas amenazas de trivialidad y disolucin. El problema es que esa afloracin viene producindose de manera tan dispersa y a veces minimalista que ni la mayora de los periodistas individuales, las agrupaciones de ellos o sus empresas, los propios centros de formacin acadmica u otras instituciones sociales que pudieran respaldarlas, poseen a menudo una elemental percepcin y conciencia de su existencia. La contribucin valiosa del genuino periodismo de siempre Y en este intentado ejercicio de reunin de esfuerzos ha habido uno del que no pretenda olvidarme, pero que he dejado para el final. Me refiero al romanticismo periodstico de los viejos reporteros, que identifican el periodismo con el relato certero y sucinto del implacable testigo directo no dispuesto a callar ni a negociar una versin menos incmoda de los hechos. Le llamo romntico en la medida en que interpreta el periodismo como una pasin trufada de heroicos esfuerzos; un estilo de vida aventurero y bohemio, donde el placer de haber estado en el lugar conflictivo, en el momento extraordinario, y sin ceder a la tentacin de las diplomticas medias explicaciones, ser disfrutado como un tesoro muy superior al cobro de un salario que siempre ser modesto, y aun a costa del desgaste personal de una vida a menudo a la intemperie. El error de este periodismo consiste en suponer que toda actividad periodstica debiera coincidir con su modelo, y que todos los recursos profesionales o del oficio que habra que manejar adems del valor y la honestidad indestructibles, son las herramientas del excelente observador de circunstancias (olfato periodstico) y del an mejor relator de historias preadas de impacto emotivo. Se trata ciertamente de un periodistaescritor que aspira a hacer literatura con la realidad, sin por eso falsificarla, y que cree que lo ms relevante de la actualidad siempre aflora en los momentos ms dramticos de las guerras y las catstrofes. Este periodista de calle y de escenarios trepidantes o exticos desprecia o no entiende el trabajo periodstico de documentacin y despacho y por eso repudia que algo vital para el oficio pueda aprenderse en aulas o en el adiestramiento en herramientas clericales, como formacin econmica o anlisis sociolgico. Para desnudar la actualidad piensa que sobran encubrimientos sofisticados. Pero como las otras perspectivas han ido mostrando, la complejidad del presente obliga a aceptar que la seleccin, procesamiento e interpretacin de los fenmenos sociales no
pueden afrontarse slo con coraje moral y genio literario. Aceptado esto, la voz del reportero clsico debe seguir siendo escuchada y su modelo respetado, siendo conscientes de que la degradacin del periodismo tambin consiste en el olvido de las leyes de estos periodistas ejemplares a la antigua usanza. El magisterio de su oficio no suele archivarse en los libros y en las aulas y su ejemplo suele quedar en el conocimiento directo de sus compaeros de tareas o la lectura dispersa de sus reportajes. De vez en cuando alguno pierde un rato en dejar por escrito la quintaesencia de sus lecciones y cualquier amante del progreso de esta polidrico proyecto profesional har bien en atenderlo. Es el caso de Juan Carlos Gumucio (2002), boliviano cochabambino y reportero de guerras mundialmente reconocido, que por propia voluntad abandon la vida hace muy poco, razonablemente ofuscado a saber por qu rebeliones personales o profesionales. En el testamento periodstico que nos ha dejado despotricaba rabioso contra la tendencia de la industria a exigir un diploma para contar qu es lo que hay de nuevo en la calle y ridiculizaba que las gentes de su oficio pudieran ser ahora cientficos, pues como ya digo, estos admirables elefantes tienen la soberbia de abrirse camino a trompazos. Pero a pesar de eso siguen electrizando el espinazo sus palabras: El espacio crtico que debera enganchar al lector escriba Gumucio, delata el apuro por cerrar la edicin en redacciones de periodistas cansados y con razn. Las reducciones de personal se notan. Soluciones para esto ltimo no estn a la mano, pero ayudas para aprender a narrar, s. Evite palabras innecesarias (...) Ayuda a organizar una historia, a detectar las trampas del tedio, a ir rpidamente al grano. Tras lamentarse de que muy pocos periodistas estaban ahora en Bolivia contando la accin, movimiento y suspenso que los conflictos sociales estn poniendo delante de los ojos, reconoca con nombres y apellidos, sin embargo, el ejemplo de algunos reporteros, jvenes y no tan jvenes, que, en el regreso a casa que result definitivo, acababa de detectar recogiendo el testigo a base de inteligencia, curiosidad y sacrificio. De uno de ellos recordaba: El periodismo es mi vida. Trabajara gratis, me dijo. Le creo. Reivindicaba a continuacin la grandeza de su oficio condensada en una palabra que algunos transforman en redactor por un falso sentido del estatus: Reportero no es una mala palabra afirmaba. Tampoco significa estar en el peldao ms bajo de una fascinante manera de ganarse la vida. Ciertamente hay buenos y malos reporteros, como hay buenos y malos banqueros, pilotos, vulcanlogos y as. Para ser de los buenos recomendaba que el episodio se cuente solo, veloz y directo como una flecha y conclua indicando que mientras me dure el lpiz prefiero contar algo que he visto y despachar un reportaje como tienen que ser despachadas las cartas de amor a mi mujer. Lo antes posible. La leccin de Gumucio, que se trasluce del tono general de su pensamiento y de los testimonios de quienes le conocieron trabajando, no se limita a ser una leccin de estilo. O en todo caso va ms lejos y es de estilo personal. Quiero decir que muestra un ethos y una concepcin filosfica de su oficio. Por ello, los periodistas de raza al modo clsico pueden compartir, en ltimo trmino, con los ms genuinos de los egresados de las aulas muy similares alientos. Las herramientas podrn variar o ser necesario ampliarlas y
dotarlas de otros calados intelectuales. Pero los puntos neurlgicos sobre los que todos ellos debern reflexionar para ser ms respetados como colectivo y para respetarse ms a s mismos, sern bien comunes. Sus virtudes y sus defectos les envolvern por igual. Y un posible modo de afrontarlo sera partir de la modesta propuesta que a continuacin sigue para revisar unos pretendidos pecados capitales contra los que luchar. 1 Publicado originalmente bajo el ttulo Opinin pblica y periodismo. Pecados capitales del periodista en su construccin de lo publico, el segundo bloque de este texto fue publicado en las pginas 151 a 178 como captulo del libro del mismo autor, El periodista en el espacio pblico (Barcelona. Editorial Bosch. 1992). De la edicin original se han suprimido slo algunas frases que se referan a otros apartados del mismo libro y se han incorporado algunas referencias de mnima actualizacin. Se agradece expresamente aqu la autorizacin otorgada por Editorial Bosch, S.A. para la reimpresin exclusiva dentro del presente libro colectivo. 2 Expresiones como clase periodstica o cultura periodstica solan ser rechazadas entre los periodistas y parte de los acadmicos por considerarse poco ajustadas a la diversidad y heterogeneidad de valores, situaciones y roles profesionales de hecho existentes en los medios (en parte refrendado por la perspectiva de dbil profesionalizacin del colectivo disperso y diverso, que expongo a continuacin). Sin embargo, por encima de las indiscutibles disparidades situacionales y actitudinales, la nocin de cultura periodstica comienza a utilizarse ya deliberadamente como el constructo terico que designa el inconsciente pero viscoso entramado psicocognitivo que subyace de manera comn y habitual en buena parte de los diferentes periodistas de casi cualquier sociedad, orientacin o posicin jerrquica o meditica. En esa lnea John Thompson utiliza ya explcitamente las etiquetas de cultura periodstica y cultura del periodismo (ed. 2001:153 y ss.). Previamente este autor aplica a los periodistas, en sus procesos de tratamiento de la actualidad, el concepto de hbito (que toma de Bourdieu), como un conjunto de disposiciones duraderas y fecundas que inclinan a los sujetos a actuar de ciertas maneras, para aludir a la tica y los ideales que han configurado el modo en que los periodistas conciben su propia persona y lo que hacen como periodistas (ibid:117). Abunda ms tarde en que, al abordar la seleccin y elaboracin de muchos temas es caracterstico que los periodistas trabajen en el marco de un conjunto de convenciones establecidas (ibid:119) y aunque no expone una definicin expresa de cultura periodstica, s lo hace en cambio al hablar de cultura poltica. El contenido de esta segunda resulta perfectamente trasvasable al de cultura periodstica mediante la simple modificacin de su referente especfico: Un amplio y bastante difuso enjambre de reglas, convenciones, actitudes y expectativas que sostienen la conducta propia de la vida (periodstica) y moldean las formas de interaccin y comunicacin que tienen lugar en la esfera (periodstica) ((ibid.: 163). Precisamente el mbito de la cultura poltica y de la profesionalizacin de los polticos presenta rasgos paralelos a los del periodismo respecto a la ambivalencia paradjica de mostrar una profesionalizacin endeble o poco
estructurada y al mismo tiempo unos rasgos de clara homogeneizacin mental y actitudinal, a menudo inconsciente, en una serie de presupuestos bsicos. 3 Una reciente ancdota vivida por m permite ilustrarlo: En una mesa redonda entre acadmicos y periodistas sobre deontologa y responsabilidad social de los periodistas, un afamado periodista espaol reiteraba en todas sus intervenciones su desprecio hacia cualquier cosa que implicara establecimiento de cdigos de autorregulacin, colegios profesionales o instancias corporativas de apelacin por supuestas negligencias. Y lo haca arropndose en el amable principio de que la libertad de expresin y de iniciativa de cada periodista no deba ser sometida al control censor de nuevas jerarquas o presiones aadidas a las ya padecidas por va legal o empresarial. Ante mi pregunta de si despus de afirmar esto no senta ninguna contradiccin al autoproclamarse profesional del periodismo, en un primer momento ni siquiera entendi el sentido de mi crtica; y al aclararle que el concepto de profesin exige de suyo la capacidad intelectual y organizativa de establecer tales delimitaciones, acab afirmando que a l no le preocupaban esas disquisiciones tericas de si era un profesional o no, pues ni saba muy bien lo que era o se le atribua, ni le pareca relevante, ya que su preocupacin diaria consista en contar y explicar al pblico lo que en su modesta opinin le pareca ms significativo de la actualidad. 4 Comenta Hallin (ed. 1997:139) que los productores de los nuevos espacios televisivos de realismo social, si bien parecen dar acogida a gentes desamparadas que cuentan sus desgracias, lo hacen en la medida en que encajan en el criterio de rentabilidad comercial para una audiencia popular, pero sin entrar en la complejidad social de los problemas expuestos, pues ello supondra dificultad de mantenimiento de la audiencia y conflictos con las instituciones: Tampoco les gusta, por supuesto, tratar asuntos de poltica y as, una vctima particular de una violacin puede que obtenga atencin, pero una asociacin dedicada a la defensa de los intereses de las vctimas de violacin tiene muchas ms probabilidades de recibir cobertura con el periodismo tradicional. Para Hallin, esos programas de sucesos dramticos se basan fuertemente (...) en la explotacin y la amplificacin del miedo, lo que en ltimo trmino refuerza el pensamiento conservador y la demanda de legislacin punitiva y accin policial ms contundentes, con olvido de otros factores sociales mucho ms determinantes de la negatividad mostrada. 5 Todava recuerdo la indignacin manifestada hace unos pocos aos en su programa informativo por el periodista de radio, luego trgicamente fallecido, Antonio Herrero Lima, por el hecho de que otra clebre locutora de su propia emisora hubiera iniciado un espacio de televisin en el que abiertamente recurra a la insercin publicitaria con dilogos comerciales de la propia presentadora. Este periodista hubiera quedado hoy da enmudecido si pudiera comprobar que quien le sustituy al frente de su espacio informativo matutino y de forma muy similar al resto de las cadenas de radio, recurre a diario a ese formato publicitario con la ms absoluta naturalidad. 6 Thompson (ed. 2001:8081): El origen de la profesin periodstica data del siglo XIX (...) Comenz a surgir una tica profesional para definir los principios de la buena
prctica periodstica. Esta tica destacaba sobre todo el deber de revelar e informar sobre los hechos. Pero tambin reconoca la necesidad de presentar los hechos en forma de una historia que fuese amena, colorista y entretenida. 7 Significativamente otro investigador, Jos Luis Requejo (2001:523), presenta entre las conclusiones de su estudio de campo que: La actitud prepotente de los profesionales no es exclusiva de las estrellas mediticas, por el contrario es ms probable encontrarse esa actitud en los reporteros noveles o en los menos reconocidos, que en los verdaderos hombres fuertes de las redacciones. 8 Como escribe uno de estos autores (Requejo, 2001:460), Despus de haber indagado sobre el reportero, sus diferencias y especificidad, se puede afirmar que a su nivel laboral los peligros no son tanto externos como internos. Ni la poltica ni la economa, ni las instituciones lo presionan tanto como sus precarias condiciones laborales, su incertidumbre cognoscitiva frente a los hechos a los que se somete para adquirir experiencia o su endogmico entorno gremial. Y ms adelante aade (Ibid.:521) Muchos se quejan de no tener tiempo para pensar en el producto, pero no estn dispuestos a correr con las consecuencias de una solucin a este problema (...) Paralelamente a esta desidia existe un desconocimiento completo de las principales corrientes de reinvencin del periodismo, as como una despreocupacin por aportar soluciones propias, extradas de la experiencia, que en el caso de las redacciones observadas no era escasa, dado que posean personal con el mayor promedio de trayectoria profesional (Sin citar los medios analizados para preservar el anonimato pleno de las fuentes, consta que se trat de uno los principales diarios madrileos y otro de los barceloneses). BIBLIOGRAFIA AA.VV, (1985),Televisa. El quinto poder. Ed. Claves latinoamericanas, Mxico, Distrito Federal. Accardo, Alain (1995) Journalistes au quotidien. Bordeaux. Le Mascaret. Alvarez, Carlos (2000) El periodismo cvico, en www.politicayactualidad.com (Argentina). Alvarez, Carlos (1999) Fundamentos tericos del Periodismo Pblico. Buenos Aires. Univ. Austral. Antaki, Ikram, (1994)El pas de la nota roja, en El Nacional, Mxico, 9 de octubre de 1994. Arze Vargas, Carlos, Empleo y condiciones laborales en Bolivia, Cedla 2001, La Paz, Bolivia. Benesch, Susan (1998) The Rise of Solutions Journalism, Columbia Journalism Review, vol. 36:6, pp. 3639. Blanco, Patricia (2001) Una aproximacin al periodismo de precisin. Caracas. UCAB.
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RELACION DE TABLAS Tabla 1. Distribucin de periodistas sobre total estimado Tabla 2. Distribucin de periodistas encuestados segn ciudad Tabla 3. Distribucin de periodistas encuestados segn gnero y ciudad Tabla 4. Distribucin de periodistas segn gnero y medio Tabla 5. Distribucin de periodistas segn gnero y edad Tabla 6. Distribucin de periodistas segn estado civil Tabla 7. Distribucin de periodistas segn edad y ciudad Tabla 8. Distribucin de periodistas segn medio en el que trabaja y ciudad Tabla 9. Distribucin de periodistas segn rea de trabajo y ciudad Tabla 10. Distribucin de periodistas segn cargo y ciudad Tabla 11. Mximos estudios alcanzadps por el periodistas segn ciudad Tabla 12. Mximos estudios alcanzados por el periodista segn gnero Tabla 13. Universidad en la que estudiaron los periodistas segn ciudad Tabla 14. Carrera que estudi el periodista y no es comunicacin social segn ciudad Tabla 15. Periodistas encuestados con estudio de posgrado segn ciudad Tabla 16. Utilidad de los estudios de comunicacin social para desempear su trabajo como periodista. Tabla 17. En su medio de comunicacin se organizan talleres o cursos de capacitacin para periodistas? Tabla 18. Predisposicin de los periodistas a tener cursos de especializacin Tabla 19. Predisposicin de los periodistas a estudiar otra carrera si tuviera flexibilidad horaria Tabla 20. En su trabajo ha tenido alguna vez que, por temor a represalias, autocensurar parte de su material periodstico? Tabla 20.1 Por qu? Tabla 21. En su trabajo alguna vez alguien ha censurado parte de su material periodstico? Tabla 21.1. Por qu? Tabla 22. En su trabajo las censuras y las presiones para cambiar parte de su material periodstico provienen de Tabla 23. En su trabajo sus superiores o propietarios del medio han impedido alguna de las siguientes actividades? Tabla 24. Ha sabido usted de algn caso de despido a periodistas por motivos polticos, ideolgicos o sindicales? Tabla 25. Usted se ha visto alguna vez en una situacin en que procuraron sobornarlo para favorecer a alguna autoridad o persona poderosa? Tabla 25.1. Por quin?
Tabla 26. Conoce usted de manera directa o personal algn caso de un colega que haya aceptado algn soborno de alguna autoridad o persona poderosa? Tabla 27. Conoce usted de manera directa o personal de algn caso de un colega periodista que haya aceptado un regalo (digamos en Navidad) de alguna autoridad o persona poderosa en una forma que la tica estaba siendo vulnerada? Tabla 28. Conoce usted algn caso de un colega periodista que sea parte de planillas estatales en las que recibe un sueldo paralelo al que gana en su medio? Tabla 29. Conoce el contenido de algn manual de tica? Tabla 30. En su medio se discute entre colegas o con sus superiores temas de tica periodstica? Tabla 31. Quin ha influido ms en su escala de valores ticos en la profesin? Tabla 32. Cree usted que sus colegas son, en general... Tabla 33. Cree usted que la Ley de Imprenta es... Tabla 34. Cree usted que se debera obligar a los periodistas a dar el derecho a rplica a las autoridades que se han mencionado negativamente? Tabla 35. Cree usted que los periodistas que cometen faltas graves a la tica deberan... Tabla 36. Mximos estudios alcanzados por su padre Tabla 37. Mximos estudios alcanzados por su madre Tabla 38. Trabajo u oficio del padre Tabla 39. Trabajo u oficio de la madre Tabla 40. Nmero de notas que redacta o edita por da segn cargo que ocupa Tabla 41. Nmero de horas que trabaja por da Tabla 41.1. Nmero de medios en los que trabaj Tabla 41.2. Lugares donde ha trabajado segn ciudad Tabla 41.3. Lugares en donde trabaj segn medio Tabla 42. Indique usted si cumple turnos nocturnos Tabla 42.1. Con qu frecuencia? Tabla 43. Indique usted si cumple turnos de fin de semana Tabla 43.1. Con qu frecuencia? Tabla 44. Alguna vez ha recibido pagos por horas extras o bonos por trabajos extraordinarios? Tabla 45. Ha redactado o emitido alguna vez una nota periodstica en la usted supo despus que contena errores? Tabla 45.1. Usted o su medio pidieron disculpas pblicas por ese error? Tabla 46. Ha redactado o emitido alguna vez una nota sobre un tema del que no comprenda su contenido? Tabla 47. Medio en el que trabaja el periodista segn oficio del padre Tabla 48. Medio en el que trabaja el periodista segn oficio de la madre Tabla 49. Ha redactado una nota periodstica en la usted supo despus que contena errores? Segn oficio del padre
Tabla 50. Ha redactado una nota periodstica en la usted supo despus que contena errores? Segn oficio de la madre Tabla 51. Porcentaje de periodistas que no comprenda el contenido de alguna nota redactada o emitida, segn oficio del padre Tabla 52. Porcentaje de periodistas que no comprenda el contenido de alguna nota redactada o emitida, segn oficio de la madre Tabla 52.1. Mximos estudios alcanzados por el periodista segn oficio del padre Tabla 52.2. Mximos estudios alcanzados por el periodista segn oficio del padre Tabla 53. Est usted satisfecho con su trabajo de periodista? Tabla 54. Si usted pudiera cambiar de trabajo a uno de otro campo similar, lo axeptara? Tabla 54.1. En qu sector? Tabla 55. Por qu cambiara de trabajo? Tabla 56. Por qu no cambiara de trabajo? Tabla 56.1. Quisiera usted que su hijo (a) fuera periodista? Tabla 56.2. Considera usted que el periodismo es el mejor oficio del mundo? Tabla 57. Cmo califica usted a los periodistas segn los opuestos presentados a continuacin? Tabla 57.1. Cul es su opinin sobre los opuestos ricos-pobres como calificacin a los periodistas? (Ricos=1, pobres=7) Tabla 57.2. Cul es su opinin sobre los opuestos investigativos-superficiales como calificacin a los periodistas? (Serenos=1, exaltados=7) Tabla 57.3. Cul es su opinin sobre los opuestos moderados-exagerados como calificacin a los periodistas? (Investigativos=1, superficiales=7) Tabla 57.4. Cul es su opinin sobre los opuestos serenos-exaltados como calificacin a los periodistas? (Serenos=1, exaltados=7) Tabla 57.5. Cul es su opinin sobre los opuestos fuertes-dbiles como calificacin a los periodistas? (Fuertes=1, dbiles=7) Tabla 57.6. Cul es su opinin sobre los opuestos resposables-irresponsables como calificacin a los periodistas? (Responsables=1, irresponsables=7) Tabla 57.7. Cul es su opinin sobre los opuestos honestos-deshonetos como calificacin a los periodistas? (Honestos=1, deshonestos=7) Tabla 57.8. Cul es su opinin sobre los opuestos buenos-malos como calificacin a los periodistas? (Buenos=1, malos=7) Tabla 58. Ha realizado periodismo investigativo? Table 59. Usted considera que los comentarios de sus jefes y supervisores sobre su trabajo son? Tabla 60. Su trabajo es editado o corregido antes de su publicacin/difusin? Tabla 60.1. A los que respondieron si, la correcciones son Tabla 61. Usted cree que en su medio de comunicacin la poltica de ascensos y aumentos de sueldo son...
Tabla 62. Cree usted que su medio de comunicacin es... Tabla 63. Cree usted que los propietarios de su medio mezclan sus intereses personales y empresariales con el trabajo periodstico? Tabla 64. Cree que la informacin que dan los medios es Tabla 65. Usted cree que el Bolivia da equilibrio informativo est... Tabla 66. Usted cree que en Bolivia los medios... Tabla 67. Cree usted que su trabajo actual es seguro? Tabla 68. Usted cree que en el futuro el empleo sea cada vez ms precario o ms duradero en los medios de comunicacin? Tabla 69. Cree usted que si es despedido, le pagaran o no sus beneficios sociales? Tabla 70. Cree usted que en los ltimos tiempos la credibilidad de los medios ante la opinin pblica ha subido o ha bajado? Tabla 71. Cree usted que en el futuro ser ms fcil o ms difcil tener un trabajo estable en los medios de comunicacin? Tabla 72. Considera usted que la aparicin de los medios sensacionalistas es... Tabla 73. Considera usted que en el futuro los medios sensacionalistas... Tabla 74. Considera usted que los medios sensacionalistas... Tabla 75. Considera usted que los lderes de opinin influyen en la opinin pblica del pas? Tabla 76. Considera usted que los lderes de opinin influyen en la agenda informativa de los medios? Tabla 77. Considera usted que los lderes de opinin ayudan a esclarecer los problemas del pas y a debatir sobre las posibles soluciones? Tabla 78. Considera usted que los lderes de opinin dan sus ideas de manera independiente y libre o que responden a intereses personales? Tabla 79. Cul es su tendencia poltica? Tabla 80. Cul cree usted que es el partido poltico que ms ayuda al desarrollo nacional? Tabla 81. Usted por cul de las siguientes opciones se inclina ms? Tabla 82. Cul cree usted que debe ser el principal objetivo de la informacin de los medios? Tabla 83. Por favor califique del 1 al 7 a las siguientes instituciones Tabla 84. Usted cree que el modelo econmico del pas debe... Tabla 85. Usted cree que el modelo poltico del pas debe... Tabla 86. Usted cree sobre las protestas sociales del ao 2000 (abril y septiembre) fueron... Tabla 87. Usted por cul de las siguientes opciones se inclina ms: Tabla 88. Cul cree usted que es el principal problema del pas? Tabla 89. Cree usted que el paso de periodistas a la poltica es... Tabla 90. Usted cree que un periodista que pasa a la poltica debera ser sancionado?
Cmo? Usted se inscribe en alguna de estas religiones? Cules son sus ingresos mensuales?