Hechos y Valores. Homo Suadens
Hechos y Valores. Homo Suadens
Hechos y Valores. Homo Suadens
Julio 2013
Hechos y valores: el problema de la objetividad en la sociologa desde la perspectiva del Homo suadens
Rubn Crespo Gmez [email protected] Israel Gonzlez Navarro [email protected] Estudiantes de Sociologa en la UNED
Resumen La disyuntiva entre hechos y valores es una polmica constante dentro de las ciencias sociales. A lo largo de la historia de la sociologa son muchos los tericos que se han pronunciado al respecto, produciendo respuestas muy heterogneas y manteniendo vivo el debate. Se ha insistido muchas veces que en las ciencias sociales el observador es a la vez sujeto y objeto de investigacin, haciendo del distanciamiento entre el cientfico y los objetos de estudio la principal diferencia entre las ciencias sociales y humanas con respecto al resto. As, desde otras ciencias se sigue poniendo en duda la cientificidad de la sociologa por entender en sta la imposibilidad de separar la dimensin subjetiva de su prctica cientfica, toda vez que se piensa errneamente que la ciencia es un hecho asptico e impenetrable de subjetividades. Nuestra propuesta, antes que establecer una serie de desidertums que disuelva de una vez por todas el problema de la objetividad en la sociologa, pretende ofrecer un nuevo marco explicativo a partir de la perspectiva del Homo suadens, desarrollado por los hermanos Castro Nogueira (et al.), y que tiene su origen en el Programa Fuerte de la sociologa del conocimiento cientfico.
Palabras Clave: Aprendizaje assessor, hechos y valores, Homo suadens, Modelo Estndar, naturaleza humana, objetividad, sociologa del conocimiento cientfico.
Hechos y valores: el problema de la objetividad en la sociologa desde la perspectiva del Homo suadens
1. Introduccin El dilema entre hechos y valores es una polmica constante dentro de las ciencias sociales. En los mismos inicios de la sociologa emergi pronto el debate sobre la objetividad en la investigacin social, sobre todo, a partir del alegato de Max Weber a favor de una sociologa libre de valores. Se trata de un debate que contina todava vivo y que sigue produciendo respuestas muy heterogneas. El inicio temprano de este debate en la sociologa se debe a que la mayora de los precursores y los primeros padres fundadores de la disciplina estuvieron muy influidos por la corriente de pensamiento positivista. El positivismo pretenda trasladar prcticamente todos los postulados metodolgicos de las ciencias naturales a las ciencias sociales, entre ellos, la absoluta neutralidad en la investigacin cientfica de los fenmenos sociales. Las posibilidades de que tal cosa pudiera ser posible han sido muy discutidas desde entonces. A lo largo de la historia de la sociologa son muchos los tericos que se han pronunciado al respecto. No hay tampoco manual de sociologa donde no se aborde el problema de la tica y los valores en la investigacin social. En la actualidad hay un mayor consenso sobre las dificultades de asumir el conocimiento de la realidad social de una forma absolutamente objetiva. Se ha insistido muchas veces que en sociologa, como en las dems ciencias sociales, el observador es a la vez sujeto y objeto de investigacin, de tal suerte, y a costa de repetir esta advertencia una y otra vez, se ha puesto el acento en el distanciamiento entre el cientfico y los objetos de estudio como la diferencia primordial entre las ciencias sociales y humanas con respecto al resto. As, se dir: El estudioso de los hechos sociales-humanos es tambin un ser humano que tiene sus propias ideas y valores y al que le resulta imposible enfrentarse con realidades prximas con una total frialdad y distanciamiento (Tezanos, 2006: 511). Alfred Schtz propuso distinguir entre una actitud de distanciamiento y otra de ecuanimidad que el cientfico deba adoptar como observador neutral de la realidad social: en la medida en que la actividad cientfica tiene fundamento social, es una ms entre las otras actividades que se llevan a cabo dentro del mundo social. Una cosa es
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abordar la ciencia y los asuntos cientficos dentro del mundo social, y otra la actitud cientfica especfica que debe adoptar el especialista hacia su objeto de conocimiento (Schtz, 1974: 62). Pero la experiencia del quehacer sociolgico demuestra que los prejuicios y los elementos valorativos extra-cientficos pueden penetrar en el mundo cientfico de muchas formas. Abraham Edel (1969: 255) abord la problemtica de la influencia de los valores en la ciencia sociolgica intentando arrojar luz a partir de cuatro conceptos valorativos a tener en cuenta: finalidad, actitud favorable, importancia y deber, prest atencin a los diferentes significados de la ciencia, y expuso tres modos en que los valores pueden introducirse en la prctica cientfica: finalidad externa [influencia externa en la decisin de qu investigar: estmulos polticos y econmicos, apremios o sanciones sociales, etc.], influencia interna [la propia lgica interna de las prcticas cientficas] y parmetro valorativo [la concepcin de la naturaleza humana que implica toda teora social, y en la que prestaremos especial atencin aqu]. Por tanto, la neutralidad del investigador social no viene garantizada per se (Tezanos, 2006: 514). El debate sobre las posibilidades de la objetividad en las ciencias sociales as como en otras ciencias, como demuestra la sociologa del conocimiento sigue siendo hoy un asunto que preocupa tanto a profesionales como a estudiantes de sociologa. En gran parte del imaginario de la comunidad cientfica se sigue pensando que la sociologa no podr gozar nunca de un verdadero estatuto cientfico por entender en sta la imposibilidad de separar la dimensin subjetiva de sus conceptualizaciones y teorizaciones sobre su objeto de estudio, toda vez que se piensa errneamente que la ciencia es un hecho asptico e impenetrable de subjetividades y de los valores indisociables de las mismas. Nuestra propuesta, antes que establecer una serie de desidertums que disuelva de una vez por todas el problema de la objetividad en la sociologa, pretende situarse en un nuevo marco explicativo a partir de la perspectiva del Homo suadens, desarrollado por los hermanos Castro Nogueira (et al.), y que tiene su origen en el Programa Fuerte de la sociologa del conocimiento cientfico.
2. El origen del debate sobre el problema de la objetividad en la sociologa 1 Apenas la sociologa se haba consolidado como disciplina en Europa, y el debate sobre la sociologa y los valores adquiri grandes dimensiones en los crculos sociolgicos cuando Max Weber pronunci su famoso alegato a favor de una sociologa libre de valores que, por otra parte, no fue muy bien entendido en su poca. El postulado de la neutralidad valorativa de la sociologa de Max Weber, tuvo su primera versin en el texto El sentido de la neutralidad valorativa de las ciencias sociolgicas y econmicas que iba destinado a una discusin interna para la reunin de 1913 del Verein fr Sozialpolitik (Weber, 1913: 222). Weber se opuso a los criterios propuestos por Scholler sobre la intervencin y proyeccin poltica de los cientficos sociales. Lo que se discuta en ese foro era la conveniencia o no de que los cientficos sociales en la enseanza acadmica hicieran profesin de las propias valoraciones prcticas, fundadas en la tica, en los ideales culturales, o bien en una concepcin del mundo (Ibd.: 222). La posicin que Weber adopt en este debate result por aquel entonces minoritaria. Weber plante que se distinguiera claramente entre las cuestiones puramente empricas y las valoraciones prcticas, de forma que no se produjera una mezcolanza confusa entre ambos elementos con el nico fin de atraer ms alumnos a las aulas. Esta propuesta condujo a Weber a plantear, como algo perfectamente diferenciado de lo anterior, el tema de la discusin puramente lgica del papel que las valoraciones desempean en disciplinas empricas como la sociologa y la economa poltica (Tezanos, 2006: 517-518). As pues, el postulado de Weber sobre los valores es mucho ms complejo y no debe reducirse a una nocin simplista de que los valores deben dejarse fuera de la sociologa. Para Weber, los acadmicos tienen perfecto derecho a expresar sus valores personales de forma libre en discursos, la prensa y muchos otros lugares, pero en el aula es distinto. El aula ha de mantenerse separada del mbito de la discusin pblica. Cierto es que en la postura de Weber hay cierta ambigedad respecto de la libertad de valores. La funcin del acadmico es ensear los hechos en el aula, no sus valores personales. Aunque los profesores se inclinen a introducir sus valores porque hacen que el curso sea
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En la primera versin del texto, en este epgrafe exponamos las principales aportaciones heursticas que se han venido desarrollando a lo largo de la historia en este debate, sin embargo, debido a las limitaciones de espacio, hemos incluido en la bibliografa algunas de las obras que a nuestro juicio nos parecen especialmente relevantes para analizar este debate.
ms interesante, deben evitar su uso, ya que tales valores debilitarn la satisfaccin de los alumnos por el riguroso anlisis emprico. La cuestin es si verdaderamente es posible que los profesores puedan abstraerse a la mayora de los valores de sus presentaciones. Weber pudo adoptar esta postura porque pensaba que era posible separar hecho y valor, sin embargo, Marx no estaba de acuerdo porque, desde su punto de vista, hecho y valor estn entretejidos (Ritzer, 2011: 233). Weber distingua entre conocimiento existencial (lo que es) y conocimiento normativo (lo que debe ser). La ciencia social deba discurrir por el primero. Sin embargo, a pesar de su propsito inicial, Weber no oper con una postura simplista sobre la posibilidad de una ciencia social avalorativa; aunque atribua una funcin a los valores en aspectos especficos del proceso de investigacin, pensaba que deban mantenerse fuera de la provisin real de los datos de investigacin, con lo que daba a entender que debemos emplear los procedimientos regulares de la investigacin cientfica, como la observacin precisa y la comparacin sistemtica. Para Weber, los valores deben restringirse a los momentos previos de la investigacin social, que es cuando deben contribuir a seleccionar lo que pretendemos estudiar. Este es el concepto que Weber denomin relevancia valorativa (Ibd.: 233). Por tanto, para Weber los juicios de valor no deban ser totalmente eliminados del discurso cientfico; aunque se opona a confundir hecho y valor, no crea que los valores debieran ser separados totalmente de las ciencias sociales. Admita que los valores tenan un lugar pero con la advertencia a los investigadores de que tuvieran cautela, esto es, cuando los socilogos expresan su posicin respecto de los valores, siempre deben mantenerse a s mismos y a sus audiencias enterados de dichas posturas. No obstante, hay una brecha entre lo que Weber dijo y lo que realmente hizo. Como mantiene Ritzer (Ibd.: 234), la obra de Weber est repleta de valores. Y an as, la mayora de socilogos estadounidenses considera a Weber como el emblema de la sociologa libre de valores. En los siguientes epgrafes exponemos los enfoques que desde la sociologa del conocimiento se han venido desarrollando en los ltimos aos, y pensamos que pueden dar respuesta a algunas de las preguntas clave en la problemtica de la objetividad en la ciencia sociolgica. Esto nos permitir adquirir una perspectiva general de la centralidad de las creencias y valores en la produccin y transmisin de todo conocimiento cientfico; aunque no solo de ste, sino de toda forma de conocimiento.
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3. Sociologa del conocimiento y la dimensin valorativa de las creencias Desde el campo de la sociologa del conocimiento cientfico, en la obra ms sugestiva de las ltimas dcadas, Conocimiento e Imaginario social de David Bloor (1998), se propone abordar toda clase de conocimiento sin ninguna clase de limitacin. En torno a esta afirmacin de intenciones, el Programa Fuerte de la sociologa del conocimiento cientfico define su estrategia sobre cuatro principios bsicos: primero, el principio de causalidad, es decir, ocuparse de las condiciones que dan lugar a las creencias o a los estados de conocimiento (causas que no tienen porqu ser exclusivamente sociales); segundo, el principio de imparcialidad con respecto a la verdad y la falsedad, la racionalidad o la irracionalidad, el xito o el fracaso (el Programa Fuerte exige que la verdad y el error sean objeto de la investigacin sociolgica 2); tercero, el principio de simetra: la sociologa debe ser simtrica en su estilo de explicacin. Los mismos tipos de causas deben explicar, digamos, las creencias falsas y las creencias verdaderas; cuarto, el principio de reflexibidad: en principio, los patrones de explicacin deberan ser aplicables a la sociologa misma. Se trata de un requerimiento obvio de principio porque, de otro modo, la sociologa sera la refutacin viva de sus propias teoras (Bloor, 1998: 38-39; Castro et al., 2008a: 460462). A su vez, Los presupuestos epistemolgicos del Programa Fuerte pueden ser resumidos como: a) Naturalismo frente a justificacionismo; b) Explicatividad frente a normativismo; c) Relativismo frente a racionalismo; y d) inductivismo frente a deductivismo (Lamo et al., 1994; Castro et al., 2008a). La influencia del Programa Fuerte ha producido una profunda transformacin en la sociologa del conocimiento cientfico. En concreto, destacamos una de sus corrientes, conocida como la Teora del Actor-Red (TAR) 3. Esta teora, si bien es crtica con el Programa Fuerte, elogia parte de sus propsitos, entre ellos, la generalizacin del principio de simetra. Lo que tal vez pueda achacrsele es una cierta timidez a la hora de extraer las conclusiones. En este sentido puede entenderse la propuesta de los hermanos Castro Nogueira (Castro et al., 2008a; 2008b), quienes reinterpretan la Teora del Actor-Red construyendo una versin de la misma que tiene en cuenta los avances de
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La verdad y el error exigen anlisis locales que expongan los modos en que lo social ha producido las categoras y los conceptos tericos usados por los cientficos orientados a la justificacin de las creencias y la resolucin de problemas (Lamo et al., 1994 cit. en: Castro et al., 2008a). 3 La Teora del Actor-Red: TAR por sus siglas en espaol, ANT por sus siglas en ingls Actor-Network Theory, tambin conocida como Ontologa del Actante-Rizoma. Los principales autores asociados a este enfoque son Bruno Latour (Latour y Woolgar, 1995), Michel Callon y John Law.
las ciencias cognitivas sobre la cuestin de nuestra forma de aprendizaje y transmisin cultural de creencias, valores y prcticas. Los avances de las ciencias cognitivas han permitido en las ltimas dcadas acumular evidencias suficientes como para abordar la cuestin del programa naturalista en las ciencias sociales (consideraciones empricas y bio-psico-social del individuo). Es precisamente en lo que han venido trabajando Luis Castro Nogueira junto a sus hermanos y otros, proveyendo un inmenso aparato conceptual que permite establecer puentes interdisciplinares entre las ciencias cognitivas y las ciencias sociales, y que proponemos aqu por el valor heurstico que aporta a la sociologa del conocimiento. Para ello, (re)construyen a partir de la evidencia emprica disponible la aparicin de uno de nuestros antepasados homnidos, el Homo suadens y su modelo de aprendizaje assessor. La propuesta del programa naturalista 4 nos parece interesante en el debate sobre hechos y valores precisamente porque nuestra naturaleza suadens es valorativa. El Homo suadens no puede evitar ver el conocimiento y su produccin cargados de valores. A su vez, los hermanos Castro resaltan la implicacin valorativa (ideolgica) que supone de por s aceptar una concepcin (una creencia) de la naturaleza humana que no se corresponde con las evidencias empricas disponible en campos como la psicobiologa o la biologa evolutiva entre otros. 5 A partir del trabajo de los hermanos Castro, pensamos que las ciencias sociales deben repensar los procesos de socialidad para dar coherencia a su marco valorativo de referencia como ciencia, esto es, no se puede pretender como lo deseable y lo bueno (la tica) rendirse a la evidencia emprica de la prueba (convencin sobre la objetividad y verdad) y mirar para otro lado cuando esta contradice la teora social. Una de las influencias valorativas de las ciencias sociales son las creencias sobre la naturaleza humana implcitas en sus teoras, a lo que hemos de sumar los condicionamientos valorativos de nuestra propia naturaleza de aprendizaje.
El programa naturalista para las ciencias sociales se refiere al conjunto de disciplinas fronterizas, las sociobiolgicas, que han prestado atencin al estudio de la cultura y de la conducta humana desde una perspectiva darwinista, e intentan dar cuenta de qu conductas, creencias y valores se extienden en las sociedades humanas: la sociobiologa (E. O. Wilson), La ecologa del comportamiento (R. Alexander), la memtica (R. Dawkins; S. Blackmore; D. Dennet), la psicologa evolucionista (L. Cosmides y J. Tooby; D. Buss; S. Pinker), la epidemiologa de las representaciones (D. Sperberg) y las teoras coevolutivas de la herencia dual (L. Cavalli-Sforza y M. W. Feelman; R. Boyd y P. Richerson). 5 Nos referimos a ensear y a asumir como lo bueno, lo deseable y lo verdadero de algo.
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El debate sobre el sentido de la neutralidad valorativa de las ciencias sociales implica siempre adoptar una concepcin de la naturaleza humana como punto de partida sobre el que construir el edificio terico. El trmino empleado por Edel de parmetros valorativos (Edel, 1969: 255) se relaciona con la influencia valorativa que ejercen los sistemas de creencias sobre la naturaleza humana asociados a toda teora social. Por tanto, para que exista esta influencia valorativa se debe dar una asimetra valorativa, que consiste, contradictoriamente, en anteponer un sistema de creencias sin contenido emprico (no instrumentales) a un sistema de creencias con contenido emprico (tiles e instrumentales para un grupo), y adems pretender un status de cientificidad. Precisamente aqu es donde se da la asimetra entre los valores de la ciencia (lo deseable, lo aconsejable, el deber aprendido y cargado con los valores de lo bueno lo bello y lo verdadero) y los valores de una potencial y pretendida disciplina cientfica que como nos dice Bloor con cierta irona se pusiera del lado explicativo de aquel aborigen que crea que los dioses haban contestado no a su pregunta al morir el animal, cuando la creencia con contenido emprico, debera llevar a pensar al cientfico que la causa de la muerte son las hierbas que lo han envenenado (Bloor, 1998: 71). Algo parecido le sucede a las ciencias sociales cuando contrastamos las evidencias empricas desarrolladas y obtenidas durante las ltimas dcadas en el campo de las ciencias cognitivas con las concepciones sesgadas de la naturaleza humana implcitas en toda teora social (creencias sin contenido emprico y cargas valorativas no instrumentales), lo que en ltima instancia requiere de una profunda revisin para corregir la inconsistente relacin entre los valores de la ciencia (aceptacin e integracin de las evidencias empricas) y los parmetros valorativos que los discursos cientfico-sociales asumen en la naturaleza humana de los individuos y les obliga a dejarse narrar por ellos.
Antes de seguir con nuestra propuesta, hemos de reconocer a Darwin como el primer cientfico comprometido con la posibilidad de explicar en clave evolutiva los orgenes y la naturaleza de las facultades morales e intelectuales del hombre. Si bien las interpretaciones que se hicieron desde la teora sociolgica del darwinismo social han derivado en afinidades valorativas emparentadas con el clasismo, el racismo, la xenofobia, etc., no es menos cierto que estas interpretaciones de sociologismo predatorio son tambin sistemas de creencias sin contenido emprico, es decir, ideologa, pues los avances de la psicobiologa ms que mostrar un supuesto bio-social de carcter predatorio del Homo sapiens, por contra, amparan con su evidencia emprica un Homo sapiens cooperativo, predispuesto al altruismo a travs del consejo valorativo en los procesos de aprendizaje de conductas e interaccin, no exento de conflictos, pero tambin inmerso en procesos microsociales de negociacin con los individuos con los que ms intensamente interacciona. Nos referimos al Homo suadens, un ser de creencias y valores que es totalmente incompatible con los postulados del darwinismo social, como mostraremos al exponer la naturaleza suadens de los procesos de transmisin cultural. La intencin de Darwin de analizar la cultura y la conducta humana desde un punto de vista naturalista ha generado rechazo por los aterradores desvaros del darwinismo social, lo que impidi en gran medida la integracin en el campo de las ciencias sociales de un verdadero programa naturalista. Sin embargo, como demuestra la evidencia emprica actual, no se puede seguir obviando las relaciones en clave evolutiva que se dan entre naturaleza y cultura. La cultura y el comportamiento social, como ya pudo intuir Darwin, puede y debe ser abordada en clave evolucionista, como elemento adaptativo en el proceso de hominizacin. Nos preguntamos entonces: En qu medida podemos considerar adaptativo un sistema de transmisin cultural? Aunque ms adelante retomaremos la cuestin, cuando analicemos el sistema de aprendizaje assessor caracterstico del Homo suadens podemos adelantar lo siguiente:
[Un sistema de transmisin cultural puede ser adaptativo] ya que permite aprovecharse de las conductas desarrolladas por la generacin anterior (Lumsden y Wilson, 1981) y reducir el tiempo y los costes que conlleva el aprendizaje individual (Boyd y Richerson, 1985). La ventaja del aprendizaje social radica en que los imitadores observan las conductas que exhiben los individuos imitados que, lgicamente, son aquellas que consideran mejores, aprovechndose as de la experiencia ajena (Rendell 9
et al., 2010). Sin embargo, a pesar de esta ventaja, la cultura slo ha alcanzado un nivel importante en nuestra especie, sin que est del todo clara la causa que ha favorecido esta singularidad. Boyd y Richerson (1996) y Tomasello (1999) han argido que la clave que facilit la evolucin de un sistema de herencia cultural como el que poseemos los humanos ha sido un incremento significativo de la capacidad de imitacin, unido al desarrollo de la capacidad para elaborar una teora de la mente.
(Castro et al., 2012: 49-50)
El rechazo a la investigacin en clave naturalista estuvo influido por los excesos del darwinismo social y tuvo junto al fundamentalismo demarcacionista en torno a las fronteras de la sociologa como disciplina cientfica sus consecuencias para el tipo de representacin de la naturaleza humana que subyace a la teora social. Como hemos visto, la imitacin es un elemento bsico del proceso de aprendizaje de las conductas en sentido evolutivo y las implicaciones psicolgicas asociadas a la semntica del este concepto hicieron que teoras como las de Gabriel Tarde no fueran integradas en las nacientes ciencias sociales. 6 5. El Modelo Estndar de las ciencias sociales. El Homo sociologicus 7 El Modelo Estndar de las Ciencias Sociales (en adelante ME), denominado as por los psiclogos evolucionistas Leda Cosmides y John Tooby (1992), representa una de la tradiciones centrales del pensamiento social iniciada por Emile Durkheim. Esta tradicin reclama la autonoma de los procesos culturales y se expresa perfectamente bajo el conocido determinismo: lo social se explica por lo social. De esta manera se pretende un campo de estudio propio reclamando la autonoma de los hechos culturales sobre los biolgicos, ello a su vez, en un intento de tomar distancias con la psicologa. Desde este enfoque lo social tiene vida propia independientemente de los individuos concretos, solo lo social puede explicarse as mismo, por lo que hay que tomar los hechos sociales como cosas externas que estructuran al individuo, siempre concebido como un ser que por naturaleza es permeable como una esponja, con una capacidad
Recientemente el servicio de publicaciones del CIS, en coleccin de clsicos del pensamiento social, 13 reedit: Tarde, Gabriel de (2012) Las leyes de la imitacin; y La sociologa. Madrid: CIS. 7 El trmino Homo sociologicus fue popularizado por Ralf Dahrendorf en 1959 a partir de un libro que lleva por ttulo esta denominacin. Aqu, nuestra crtica al Homo sociologicus va dirigida especialmente al enfoque funcionalista del trmino: Homo sociologicus como cumplidor ritualista de normas derivadas de una cultura concreta (Giner et al., 2006).
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infinita para ser posedo por todo tipo de hechos y fuerzas que lo envuelven, que lo arroyan y constituyen una clase social o cualesquiera otras metforas que el ME emplea para categorizar a los individuos. Se interpreta la cultura como un ente supraorgnico, exterior a un individuo sumergido en procesos de socializacin o enculturacin donde interioriza prcticas que van pintando desde su inicio gracias a la prelacin de lo social ese cuadro en blanco que el ME entiende como la cualidad plstica de nuestro cerebro. Esta concepcin de la naturaleza hace referencia a la Tabla Rasa de John Locke, una visin holstica en la que la plasticidad de nuestro cerebro prefigura al individuo como una pgina en blanco, como un depsito a llenar por naturaleza, donde las estructuras entre otras metforas holsticas en juego dentro del ME van estructurando el contenido y los procesos de socializacin como estructuras predispuestas para actuar como estructurantes, como en el caso del concepto de habitus de Bourdieu; una especie de hardware capaz de interiorizar el software cultural. En sntesis, los tres postulados bsicos sobre la naturaleza del sistema de aprendizaje y transmisin cultural contenidos en el ME los encontramos en sus interpretaciones sobre: la heterogeneidad intercultural, la homogeneidad y
reproduccin intragrupales, la prelacin de lo social, tal y como lo exponen los hermanos Castro:
El primero no poda ser otro que ste: nuestra naturaleza se caracteriza por una indeterminacin esencial que hace de la materia humana la ms prima de todas las materias. Una consideracin que, realmente, no es fruto de la originalidad del pensamiento moderno, sino, muy al contrario, la herencia de una vieja concepcin de la realidad inspirada en el pensamiento clsico y renacentista, pues fue Aristteles (sobre la base de un platonismo que nunca nos ha abandonado) quien consagr la imagen de un cosmos construido sobre la interaccin de dos principios irreductibles: una materia prima definida por su potencialidad infinita la naturaleza humana en este caso y una forma estructurante, causa de la identidad sustancial de cada ente el universo cultural que envuelve y da forma a dicha naturaleza. El segundo postulado apunta al modo en que habra de ser pensada la cultura, la otra cara de la moneda. La cultura, en tanto que forma, fue presentada como el principio determinante de la potencia natural humana, un principio destinado a in-formar y actualizar la materia prima dotndola de un sentido siempre local. La prelacin de las 11
formas culturales sobre toda identidad individual se articul con una visin de la cultura como realidad superorgnica, una entidad que adviene para modelar la materia humana, estructurndola, constituyendo una identidad a travs de un juego de semejanzas y diferencias. El tercer postulado derivado de esta comprensin de la facticidad social se refiere al elemento dinmico que acta como mecanismo de retroalimentacin, como enlace entre las poderosas fuerzas configuradoras de lo social y la plasticidad humana, garantizando la reproduccin de las identidades intragrupales y las diferencias interculturales. Nos referimos a los procesos de aprendizaje agrupados bajo las expresiones socializacin y enculturacin. Estos fueron concebidos como proteicos y pregnantes procesos de interiorizacin y modelaje, capaces de penetrar y estructurar la identidad personal hasta armonizarla e integrarla en su comunidad social en tanto que comunidad de creencias, saberes y prcticas.
(Castro et al., 2012: 47)
Lo que se observa a la luz del programa naturalista es que el ME ha llevado al extremo la plasticidad humana de nuestro cerebro, capaz de ser coaccionado por cualquier fuerza estructural exterior, como condicin de posibilidad de toda subjetividad. Esta plasticidad debera ser pensada desde el vnculo que entre cultura y personalidad pueda darse:
[] resulta esencial mostrar cmo frente a una plasticidad de primer orden que enfatiza la prelacin de lo social y colectivo sobre el individuo, existe otra, menos visible pero no menos importante, que mantiene en constante reestructuracin nuestra identidad y que es el resultado de dos poderosas fuerzas: una endgena, consecuencia de nuestra arquitectura cerebral, de naturaleza modular, y en ella del papel de las emociones en la gestin del conocimiento y la conducta, y otra exgena, grupal, local y azarosa, enraizada en una forma de socialidad primordial u originaria que nos es propia, una instancia sta que filtra y refracta cualesquiera otras experiencias y representaciones y que es la verdadera medida de nuestra naturaleza social. De este modo, si la plasticidad de primer orden es la causa de ese efecto culturalista y sociologista impresionista y platnico, por el que se presenta al individuo como una instancia particular de alguna categora orgnica o colectiva, la segunda forma de plasticidad es la responsable del modo en que los humanos nos relacionamos con y 12
manejamos aquellas fuerzas, representaciones o retablos imaginarios que nos constituyen roles, adscripciones de clase, creencias, competencias sociales, ideologas, criterios y preferencias, etc., de acuerdo con pautas variables, poco predecibles y escasamente coherentes, que poco tienen que ver con la imagen que las ciencias sociales han volcado de un ser humano construido de una pieza y para siempre por la cultura.
(Castro et al., 2012: 66-67)
El ME tiene una percepcin ordenada de la sociedad. Lo fctico de lo social se manifiesta en primer lugar como fuerza que modela, construye y configura al individuo (materia prima en potencia, plstica y maleable) tanto en el plano de su exterioridad (expresin y comunicacin, hbitos y prcticas cotidianas y profesionales
incorporados...) como en el de su interioridad (creencias, ideologa, criterios ticos y estticos...). En otras palabras, el individuo es un producto del factum de la vida social que le antecede temporal, lgica y ontolgicamente. Nos encontramos pues ante un individuo que absorbe que interioriza la cultura que le precede, pero se muestra incapaz de introducir cambios en ese edificio macro estructural que vuelca sobre l contenidos, prcticas y valores. Esta es una concepcin aristotlica donde el ser en potencia pura y materia ms prima de todas la materias es in-formado (la cultura es la forma; la materia prima es fecundada por las formas sustanciales). Una concepcin de la naturaleza humana que se define por su pasividad y permeabilidad frente al factum social de una esfera cultural superorgnica e idealizada. A su vez, la ontologa de las sustancias aristotlicas es caracterstica de las categorizaciones del ME. Esto se debe a una especie de trampa ilusin que nos tiende la propia naturaleza de la mente humana (Sperber, 2005; Castro et al., 2012). Poseemos una mente obstinadamente esencialista y sustancialista. La arquitectura de nuestro cerebro habra desarrollado las facultades cognitivas que nos permiten procesar y (re)construir nuestras percepciones y categorizaciones de forma esencialista y sustancialista. Esta disposicin cognitiva, innata y espontnea del cerebro nos permite categorizar a los seres y objetos del mundo que comparten rasgos genricos en nuevas facultades cognitivas que tienen una utilidad adaptativa que permiti a nuestros antepasados predecir el comportamiento de aquellos animales que constituyen por sus rasgos y caractersticas genricas una amenaza, pongamos por ejemplo la presencia de un len, sin olvidar, la tremenda utilidad que esto representa a la hora de clasificar los
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alimentos. En conclusin si se nos permite la metfora es como si la ontologa de las sustancias aristotlicas subyacente al ME (por ejemplo: progresistas y conservadores, marianistas y zapateristas, etc.) definiesen a los individuos de carne y hueso como leones a medio hacer, con garras y sin dientes, o se muestran con la agresividad de un cervatillo, como si se resistieran a ser aquello que de ellos se espera que sean; se muestran, pues, inconsistentes a las percepciones y categorizaciones esencialistas y sustancialistas. Y, sin embargo, sabemos bien que de esta manera nunca salen las cuentas (Castro et al., 2012: 71) Se trata, entonces, de (re)pensar la socialidad. Para ello, es necesario incorporar esa otra plasticidad que hace posible que los individuos se muestren como si no atendiesen a las categoras que se le intentan imponer (se muestran, digamos, rebeldes a nuestras causas). Hablamos de recorrer el camino de inferencia en sentido inverso; un nominalismo radical, diferente del individualismo inmediatista del Homo oeconomicus, que tenga en cuenta la socialidad originaria o primordial a travs de la cual el individuo desempea su accin de acuerdo con pautas motivacionales muy diversas, de fuerte arraigo local, adquiridas en espacio-tiempo-sociales donde el individuo interacta de manera ms intensa con sus grupos de referencia. Esto es, junto a la plasticidad cognitiva de los actores para adquirir destrezas y competencias (el habitus) dentro de un sistema de reglas (lgicas prcticas) que nos permiten actuar bajo un sistema de restricciones y fuerzas sociales objetivas (campos), las ciencias sociales deben tener en cuenta otra plasticidad de segundo orden que apreciamos en la microsocialidad (burbujeante) en la que los sujetos categorizados por el ME se hacen inconsistentes respecto de las categoras de anlisis en que se pretende agruparlos e igualarlos genricamente. Es en la vida cotidiana donde el individuo se ve inmerso en redes de relaciones y procesos de aprendizaje y cooperacin local intensamente emocionales donde experimenta todo tipo de creencias, prcticas, contenidos, valores, etc. Esta forma de socialidad originaria o primordial es el verdadero entramado ontolgico de las colectividades humanas (Ibd.: 67-69). En suma, la estructura superorgnica de la cultura encuentra su verdad (lo que ella pueda ser en camino inverso) en los avatares cotidianos del individuo assessor Homo suadens, un individuo con una plasticidad que mantiene su identidad en constante actualizacin y re-actualizacin, un individuo en-vuelto, im-plikado en los
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juegos de micro-poder 8 y cooperacin que se dan en la socialidad primordial, en la red de interacciones emocionalmente intensas con otros individuos con los que cohabita en sus grupos de referencia.
6. El Homo oeconomicus Nos enfrentamos ahora a la otra cara de la teora social, la concepcin de la naturaleza humana latente en el modelo del Homo oeconomicus y que est presente en la teora de la eleccin racional. En la tradicin del individualismo metodolgico se intenta incorporar el componente de la naturaleza humana en el centro del modelo. El Homo oeconomicus se presenta como un ser racional dotado de un egosmo primitivo, un calculador egosta, un preferidor racional que acta siempre eligiendo los mejores medios a su alcance para maximizar su beneficio personal (racionalidad instrumental y maximizadora). Por consiguiente, estamos ante la representacin de una naturaleza humana egosta, racional y maximizadora del comportamiento del individuo que se propone fines y, de acuerdo con las circunstancias contextuales y suponindosele informacin completa, selecciona los medios que permitan alcanzar dicho fin minimizando los costes de la accin y maximizando sus beneficios. En las ltimas dcadas, son muchos los autores que se han sumado a las crticas de este modelo. El Homo oeconomicus constituye una ficcin psicologizante cuya debilidad se encuentra en un reduccionismo de los anclajes sociales, histricos, ideolgicos o culturales, que brillan por su ausencia en el modelo y que presentan dicha figura como una mnada autodeterminada, sujeto de intereses endgenos y causa sui y, por otro lado, la sustitucin de la representacin sociohistrica de la gnesis y la construccin de la identidad por una ficcin en la que el individuo se reduce a un haz de regularidades conductuales y motivacionales que se presenta como ncleo transhistrico y universal, empricamente desconectado, capaz de afrontar la explicacin de cualquier comportamiento, sea cual sea ste (Castro et al., 2008a: 318). Esta hipercompletitud explicativa est desconectada de la empiria en la medida en que no cuestiona la formacin de los diferentes sistemas de preferencias y creencias incardinadas en el contexto socio-histrico en que acta y elige el individuo concreto. Cmo un individuo llega a preferir una cosa concreta y no otra? Son nuestras
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Nos referimos especialmente a los anlisis del discurso planteados por Michel Foucault y Bruno Latour.
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creencias y preferencias la mismas que las de los individuos del siglo XVII? El modelo no puede dar cuenta de por qu los individuos pueden preferir una cosa y desear otra, como tampoco puede dar cuenta del individuo bio-psico-social, del Homo Suadens/Credens inmerso en procesos de formacin de creencias y preferencias radicalmente socio-histricas y de fuerte arraigo local. Esta abstencin de entrar a analizar el origen y procesos de formacin de las preferencias y las creencias puede hacer atractiva la simplicidad del modelo, sin embargo tiende a legitimar aquellos intereses dominantes en un momento histrico concreto (Ibd.: 321). En la representacin del Homo oeconomicus observamos, pues, un elemento ideolgico conservador que viene a legitimar el orden establecido (Ricoeur, 1996; Lizcano, 2006) y podemos vincular con los parmetros valorativos (Edel, 1969) debido a la deformacin de la naturaleza humana implcita en su teora, ya que impide que se puedan integrar elementos fcticos del contexto social e histrico (cultural) para dar cuenta de la formacin de las creencias y las preferencias de un individuo en un contexto concreto. No obstante con independencia de si asumimos o no la teora de la paradoja de Mannheim (Mannheim, 1973; Ricoeur, 1996) resulta insensata la idea de trabajar con un modelo de explicacin de la conducta individual o colectiva en el que no tenga cabida, de algn modo, la nocin de ideologa como nocin clave para comprender la formacin de los sistemas de preferencias y de creencias del individuo (Castro et al., 2008a: 317). Sin embargo, esta crtica sobre el preferidor racional como ttere ideologizado no implica abstenerse de reconocer el esfuerzo del enfoque del individualismo metodolgico y algunas de sus construcciones de modelos tericos que pueden ser de utilidad para la psicobiologa. An as, esta concepcin de la naturaleza humana no puede ser asumida desde las evidencias disponibles en el campo de las ciencias cognitivas, como tampoco lo puede ser la naturaleza del Homo sociologicus caracterstica del ME con su concepcin de Tabula Rassa y reclamo radical de prelacin de lo social sobre lo biolgico. En ambos casos, se observa la influencia de parmetros valorativos procedentes las creencias distorsionadas de la naturaleza humana. Y esto es lo que intentaremos demostrar en el siguiente epgrafe al contrastar estas concepciones de la naturaleza humana con los avances de las ciencias sociobiolgicas presentes en las teoras del Homo suadens.
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7. Homo suadens y aprendizaje assessor Nos preguntamos ahora cules han sido los factores clave que han hecho del Homo sapiens la especie cultural por excelencia. Desde la biologa evolutiva la cultura se percibe como un fenmeno que forma parte de nuestra biologa. No existe una ruptura cualitativa del Homo sapiens con los principios que rigen toda evolucin orgnica. Adems, se pretende la investigacin de la naturaleza humana para comprender nuestra naturaleza cultural, sin dejar de tener en cuenta la importancia a su vez de comprender cmo los fenmenos culturales pueden haber configurado la naturaleza del ser humano, una tarea indispensable. Para ello, se necesita determinar cules son los mecanismos que intervienen en los procesos de transmisin cultural que hacen posible que determinadas creencias y valores y no otros se extiendan en las colectividades sociales, al tiempo de aventurar una explicacin evolutiva para su desarrollo. Es decir, se atienden los procesos de formacin y transmisin de conductas, creencias y valores tomando la cultura como un elemento adaptativo en la evolucin de la especie. Los hermanos Castro Nogueira junto a otros (Castro et al., 2008a; 2008b; 2008c; 2009, 2012, 2013) vienen trabajando con la hiptesis de que la evolucin de la cultura en nuestra especie necesit no solo la capacidad para elaborar una teora de la mente y un incremento de la habilidad imitativa, sino tambin de la aparicin de nuevas habilidades cognitivas como la capacidad conceptual de categorizar en trminos de valor (bueno/malo) la conducta propia y ajena, como tambin la capacidad de transmitir dicha categorizacin aprobando (reconocimiento social) o desaprobando (rechazo social) la conducta puesta en accin por otros individuos; una capacidad constitutiva del sistema de aprendizaje assessor. Se trata de la aparicin de uno de nuestros antepasados homnidos en el proceso evolutivo de nuestra especie, el Homo Suadens o individuo assessor (del latn suadeo: valorar, aprobar, aconsejar) y su sistema de transmisin cultural, el sistema de aprendizaje assessor. En este sistema de aprendizaje, para el individuo assessor la imitacin es un recurso importante dentro del proceso de aprendizaje social, pero su utilidad no tiene la funcin determinante de la adopcin positiva de la conducta ensayada. La imitacin es un mecanismo para descubrir a travs de la experiencia mimtica una conducta concreta dentro de un grupo de referencia.
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Segn los hermanos Castro (et al.) existen tres etapas en todo proceso de aprendizaje de una conducta por parte de primates tanto humanos como no humanos, y es en este proceso donde la imitacin adquiere sentido: primera, descubrir y aprender a llevar a cabo una conducta; segunda, ponerla a prueba y evaluar la conducta aprendida; y tercera, rechazar o incorporar la conducta dentro del repertorio personal de cada individuo. Incorporar o no una conducta depende del grado de satisfaccin o rechazo que provoca al ponerla en prctica, as como del grado de satisfaccin por el reconocimiento social de los Otros y, no obstante, al igual que otros primates, podemos rechazar la conducta si cambia la recompensa obtenida. La imitacin es til para descubrir una conducta a travs del proceso de mmesis pero no resulta determinante en la decisin de incorporar la conducta a nuestro repertorio. En los procesos de descubrimiento o puesta en prctica de una determinada conducta dentro de un grupo de referencia (familia, amigos, colegas de profesin, etc.), la imitacin no debe ser entendida como una capacidad autopoisica 9 de ninguna estructura externa y coactiva que penetra en los individuos sistemticamente reducidos a la reproduccin mecanicista y absorbente de las conductas ensayadas. Es decir, el Homo suadens puede introducir cambios en su repertorio conductual en funcin de dos fuentes de valor: una, biolgica, que se refiere al placer o displacer asociado al mero hecho de poner en prctica una conducta, y la otra, social, relacionada con el placer o displacer que provoca el reconocimiento o rechazo social obtenido al explotar una conducta que es aprobada o reprobada por los Otros. Por consiguiente, no nos dedicamos a imitar y reproducir conductas como marionetas de una realidad cultural que nos posee y configura, sino solo aquellas que en nuestra red de interacciones locales, repleta de valores de lo verdadero, lo bello y lo bueno (lo deseable) creemos que nos van satisfacer emocionalmente y con las que creemos que vamos a obtener un reconocimiento social dentro de un grupo de referencia (burbujas). 10
Aqu nos referimos a la autopoiesis que conceptualizan Humberto Maturana y Francisco Varela. Vase: Varela, Francisco J.; Maturana, Humberto R. (1973). De Mquinas y Seres Vivos: Una teora sobre la organizacin biolgica. Santiago de Chile: Editorial Universitaria. 10 Las burbujas (o plikas en el sentido que le dan los hermanos Castro)son el entretejido exttico [de xtasis] de los sujetos en el espacio interior comn donde se nutren mutuamente aquellos que viven en
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Llegados a este punto, podemos afirmar que ser reconocido o rechazado por los Otros (los nuestros, las personas ms cercanas) constituye un acto de aprobacin o reprobacin social de la conducta que implica un juicio valorativo que se transmite intersubjetivamente cuando incorporamos una conducta (porque es buena, deseable y emocionalmente satisfactoria) o la rechazamos (por considerarla mala, que no se ajusta a lo deseable, por lo que su puesta en prctica no es emocionalmente satisfactoria). Es en trminos de valores por el que se puede entender la transmisin cultural de las creencias en el proceso de aprendizaje social. Esta es la forma de aprendizaje assessor, que ha tenido efectos adaptativos tales como: a) incrementar la fidelidad de la transmisin cultural, algo esencial para que el aprendizaje social funcione como un sistema de herencia acumulativo como el humano, ya que cuando la rplica no es fiel el individuo es reprobado y empujado a intentarlo de nuevo; b) permitir cuando hay varias alternativas culturales a las que el individuo puede tener acceso por observacin o por aprendizaje individual, una rpida categorizacin de las mismas como positivas o negativas en funcin de las preferencias paternas; c) controlar la tendencias imitativas y exploratorias de los hijos prohibindoles el acceso a conductas que, por su edad, pueden ser potencialmente peligrosas. De este modo se sientan las bases de un sistema de aprendizaje social, el aprendizaje assessor, que adquiere propiedades de un autntico sistema de herencia cultural al incrementar el parecido fenotpico entre padres e hijos. No obstante, aunque en la parte inicial del proceso de ontogenia del individuo assessor las interacciones parentales son ms intensas y preferenciales, queremos dejar claro que no nos referimos a un modo de aprendizaje exclusivamente parental, sino que el aprendizaje se desplaza a un plano ms general donde son los Otros, con los que co-habitamos e interactuamos en los grupos de referencia, los que categorizan nuestra conducta en trminos valorativos. Desde esta propuesta naturalista se sugiere que los humanos han desarrollado mecanismos psicolgicos que nos han hecho receptivos primero a los consejos parentales y, despus, a la opinin de los miembros de nuestro grupo social de referencia. [] Los individuos assessor no pueden evitar percibir la conducta teida de valor (Castro et al., 2012: 51).
verdad juntos (Sloterdijk y Heinrichs, 2004). Sloterdijk se refiere a que los seres humanos vivimos siempre dentro de espacios compartidos, dentro de esferas como mnimo didicas: placenta/feto; madre/hijo; pareja de amantes; amigos ntimos (Castro et al., 2008a: 303).
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Lo caractersticamente humano es el componente social que implica el reconocimiento o rechazo de una conducta por parte de las personas con las que ms ntima e intensamente nos relacionamos. Resultan fundamentales las emociones que producen esa aprobacin o reprobacin social, porque son percibidas por el individuo como parte de la conducta en un sentido amplio. Tanto si incorporamos como si rechazamos la conducta, las emociones que nos provoca su puesta en prctica son percibidas como parte de la misma, y determinan en ltima instancia la categorizacin de lo favorable o desfavorable que pueda haber en ella. Por lo tanto, las emociones de placer/displacer asociadas a una conducta son decisivas a la hora de incorporar o no dicha conducta:
La eficacia del aprendizaje social assessor reside precisamente en la satisfaccin emocional que los individuos experimentan cuando hacen aquello que aprenden que deben hacer, con independencia de cul sea el contenido concreto de ese deber. Dicha predisposicin provoca el que los individuos assessor sientan placer cuando ajustan su conducta a lo que considera correcto su entorno social y, por el contrario, tengan sentimientos de culpa y malestar cuando no es as. [] La lgica subyacente a este proceso, que nosotros denominamos modus suadens, se puede esquematizar como sigue: si una conducta es aprobada, entonces es buena. El sistema funciona porque las creencias se construyen de manera similar a como aprendemos por ensayo y error: la aprobacin produce placer y esta emocin se transfiere y se interpreta como una propiedad objetiva de la conducta.
(Castro et al., 2009: 300)
Lo singular del aprendizaje assessor radica en la capacidad de transmisin de informacin sobre el valor positivo o negativo de las conductas, objetos y organismos. Las creencias son entonces categorizaciones que transmiten esa informacin cultural en trminos de valores. Es pues la transmisin de creencias compartidas por el grupo de referencia lo que permite una transmisin de informacin til desde el punto de vista adaptativo, es decir, de carcter instrumental y contenido emprico. En este sistema de creencias transmitidas entran en juego tanto las informaciones de lo que se puede hacer como de lo que no se puede hacer dentro de un grupo de referencia. Por otra parte, esto no implica que pueden existir creencias no instrumentales (sin contenido emprico) aceptadas por el grupo de referencia, esto sera de poco valor adaptativo, y se debe a que son las emociones de placer o displacer lo que determina
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en ltima instancia la transmisin de una creencia, independientemente del contenido concreto de la creencia y su categorizacin como verdadera o falsa. Es ste precisamente uno de los principios, el de simetra, del Programa Fuerte que hemos descrito anteriormente.
Todas las sociedades humanas han construido sistemas de creencias y valores a partir de los cuales pueden discriminar, con apariencia de objetividad, sobre lo correcto o incorrecto del comportamiento humano. El aprendizaje de estas creencias y valores con los que evaluamos el mundo se produce a travs de un influjo social continuo. Ahora bien afirmar que el aprendizaje assessor funciona generando creencias que el individuo percibe como verdaderas gracias a la influencia social, no es, claro est, lo mismo que afirmar que todo lo que se aprende tiene realmente la misma consideracin de veracidad objetiva. 11
(Castro et al., 2012: 53)
Por tanto, un proceso de aprendizaje es un proceso de hacerse, hacerse creyente (positivista, existencialista, constructivista, liberal, yihadista, etc.). Necesitamos de manera urgente una fenomenologa de las creencias en torno a los procesos de subjetivacin suadens. Se requiere profundizar en la significacin de los procesos de subjetivacin suadens en el marco de la microsocialidad burbujeante (socialidad originaria). Para ello es necesario atender los procesos de formacin de los diferentes sistemas de creencias y valores asociados tanto a las conductas aprobadas (lo que se puede, lo que es deseable, lo bueno y aconsejable, qu se debe hacer) como a las reprobadas (lo no aconsejable, lo malo, lo que no se debe hacer) por los individuos assessor con los que nos relacionamos en nuestros grupos de referencia:
El secreto de nuestros aprendizajes consiste en eso mismo, en que estamos hechos para atribuir las razones de nuestra seguridad cognitiva y de nuestro bienestar (o malestar) emocional sobre la (supuesta) objetividad (Verdad, Belleza y Bondad) de sus contenidos y no sobre las sinergias fraguadas mediante el aprendizaje entre lo que creo, lo que hago y lo que siento. Nuestra naturaleza nos ha dotado de una extraordinaria capacidad para experimentar nuestros aprendizajes atravesados por intensas cargas emocionales cuya misin es conseguir que aquello que nos es dado mostrado, enseado, ofrecido en el marco
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de los vnculos de la socialidad primordial interacciones burbujeantes, en los entornos espaciotemporales en los que construimos nuestras intimidades nos resulte cargado con los valores de lo Verdadero, lo Bueno y lo Bello y aprendamos a desearlo y a experimentar placer y bienestar con su ejecucin y presencia y displacer y malestar cuando faltamos a su exigencia. Esta es la razn por la cual todo conocimiento, toda representacin, toda prctica social, poseen la naturaleza de la creencia.
(Castro et al., 2012: 71-74)
8. Conclusiones Lo paradjico de una potencial praxis sociolgica desprovista de juicios de valor es que precisamente nuestra naturaleza de aprendizaje y transmisin de conocimiento, tal y como viene demostrando el programa naturalista, es valorativa, emocional, credencial. Llegados a este punto, podemos decir que la objetividad es una cuestin de convencin social siempre valorativa, esto es, los valores (de lo bello, lo bueno y lo verdadero) son enseados y aprendidos convencionalmente e independientemente del contenido emprico de las creencias con las que se identifican dichos valores, digamos, creencias falsas y verdaderas se explican por las mismas causas. De aqu se desprende que la objetividad es una quimera tanto para la teora social que, como hemos visto, padece tanto de los denominados parmetros valorativos por Abraham Edel (1969: 255), y que vienen dados por una creencia errnea sobre la naturaleza humana, como tambin para la praxis de enseanza del profesor a sus alumnos. Hechos y valores son, pues, inseparables en los diferentes niveles de anlisis: epistemolgico, metodolgico, tcnico-prctico, donde el individuo assessor aconseja (profesor/maestro) o es aconsejado (alumno/aprendiz), como demuestra el hecho de que podamos convenir la verdad de algo que es empricamente falso. A su vez, la cuestin sobre cmo se van construyendo nuestras visiones del mundo (convenciones valorativas e ideolgicas) y de nosotros mismos, ha tenido histricamente dos formas de ser enfrentada (Ricoeur, 1996: 276; Lizcano, 2006: 247248): una, crtica, que hace referencia a una actitud de sospecha (en la estela de Nietzsche, Marx, Mannheim...) acerca de los discursos dominantes (siempre ideolgicos como se desprende de la paradoja de Mannheim) que se nos quieren hacer pasar por un conocimiento que deforma y oculta la realidad de dominacin de unos sobre otros, tal y como hemos intentado describir a cerca de las influencias ideolgicas que se dan tanto
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en el Modelo Estndar (ME) de las ciencias sociales como en la economa neoclsica. La otra forma es comprensiva, y hace referencia a lo que se denomina actitud de escucha que desenfoca la definicin del conocimiento como engao y pretende escuchar porque los individuos dicen lo que dicen y piensan lo que piensan, es decir, escucha las diferentes formas de saber en los diferentes grupos y culturas en un momento histrico concreto para fijarse como los individuos construyen el conocimiento cientfico, poltico, simblico y, tambin, ese saber con el que se enfrentan a los avatares de su vida cotidiana. Ambas posturas son los pilares sobre los que hoy se construye la sociologa del conocimiento y, como apunta Lizcano, la eleccin por una de ellas (no se pueden adoptar simultneamente) es ms bien una cuestin de carcter ideolgico o tico que epistemolgico. En suma, la eleccin sobre la cuestin epistemolgica-metodolgica (qu se puede conocer y cmo debe conocerse) deriva en una decisin tica o ideolgica, es decir, valorativa y convencional, y por consiguiente, no se puede pretender hacer de la sociologa (ni de ninguna otra disciplina) una ciencia asptica libre de valores. Como hemos dicho, parece impensable una teora sobre la naturaleza humana que no contemple la dimensin ideolgica. Sin embargo, nos parece muy importante a su vez tener tambin un actitud de escucha, pues es en la socialidad originaria de los pequeos grupos, donde se da esa chchara, ese susurro local, donde los individuos que dicen lo que dicen y piensan lo que piensan refractan de maneras muy diversas esa dominacin que retricamente vendran a legitimar las metforas del discurso dominante; metforas que nos piensan, pero que se hibridan a menudo con diferentes y muy diversos y abigarrados imaginarios locales tanto para los sujetos de la enunciacin retrica como para los receptores dominados. En conclusin, con la actitud de escucha hacia el programa naturalista (estudio de la filognesis de nuestras creencias en coherencia con los avances que provienen de las ciencias cognitivas) se pretende recorrer el camino inverso para comprender ese imaginario con el que el individuo assessor se desenvuelve en su vida cotidiana, algo que puede enriquecer la teora sociolgica e integrar interdisciplinarmente un conjunto de creencias con contenido emprico y valores cientficos sin asimetras, de manera que pueda llevarse a la prctica un verdadero paradigma bio-psico-social.
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