MARÍA Y LA DEBILIDAD DE DIOS (Jean Morinay)
MARÍA Y LA DEBILIDAD DE DIOS (Jean Morinay)
MARÍA Y LA DEBILIDAD DE DIOS (Jean Morinay)
(Jean Morinay)
MARIA Y LA DEBILIDAD DE DIOS 1 INTRODUCCIN 9 1 - DICHOSO UNA Y MIL VECES ! 13 1 - 1 - DICHOSO UNA Y MIL VECES 13 1 - 2 - LA CARRERA TRAS LA FELICIDAD 13 1 - 3 - SIEMPRE MS 13 1 - 4 - RIQUEZA, PLACER, PODER 14 1 - 5 - LA AUTNTICA RIQUEZA; EL AUTNTICO PLACER; EL AUTNTICO PODER 14 1 - 6 - EL MOTIVO MS PODEROSO 15 1 - 7 - AMAR Y SER AMADO 16 1 - 8 - LOS TESOROS DE DIOS 16 1 - 9 SI CONOCIERAS... 17 1 - 10 EL AMOR DE LA SABIDURA ETERNA 17 1 - 11 LA DULZURA INEFABLE Y LA BELLEZA CAUTIVADORA 18 1 - 12 LA CRUZ Y LA FELICIDAD 19 1 - 13 INGRESAR EN LA FELICIDAD DE DIOS 19 2 - LA SABIDURA DEL AMOR 20 2 - 1 - LA SABIDURA DEL AMOR 20 2 - 2 - FELICIDAD Y SABIDURA 20 2 - 3 - AMAR Y CONOCER 21 2 - 4 - ANTE TODO HAY QUE ENCONTRAR UN TESORO 21 2 - 5 - CONOCER A JESUCRISTO 22 2 - 6 - UN CONOCIMIENTO QUE HACE POSIBLE EL AMOR 22 2 - 7 - CONVICCIN Y AMOR 23 2 - 8 - EL DON DE SABIDURA 24 2 - 9 - LA SABIDURA DEL MUNDO 24 2 - 10 - LOS TRES PILARES DE LA SABIDURA DEL MUNDO 24 2 - 11 - TRES CARACTERSTICAS DE LA SABIDURA DEL MUNDO 25 2 - 12 - LA SABIDURA DE DIOS 27 2 - 13 - EL TESORO DE DIOS 27 2 - 14 - DIOS ME AMA 27 2 - 15 - LA TRES GRANDES OPCIONES DEL AMOR 28 2 - 16 - LA ELECCIN DE LA POBREZA 28 2.17 - LA ELECCIN DE LA CRUZ 28
2 - 18 - LA VERDADERA FELICIDAD 29 2 - 19 - LA ELECCIN DE LA DEPENDENCIA 29 2 - 20 - ENTRAR EN LA SABIDURA DE DIOS 30 2 - 21 - SEGUIR EL EJEMPLO DE DIOS 31 3 - UN SECRETO DE SANTIDAD 32 3 - 1 - UN SECRETO DE SANTIDAD 32 3 - 2 UNA CONFIDENCIA 32 3 - 3 UNA REVELACIN 32 3 - 4 UN SECRETO DE LA GRACIA 33 3 - 5 OTRO MEDIO? 33 3 - 6 EL SECRETO DE MARIA 34 3 - 7 MARA ESCONDIDA EN DIOS 34 3 - 8 DIOS OCULTO EN MARA 34 3 - 9 EL SECRETO DE LA ENCARNACIN 34 3 - 10 JESS Y MARA 34 3 - 11 JESS Y LA IGLESIA 35 3 - 12 EL SECRETO DE LA CRUZ 35 3 - 13 TRES CONDICIONES PARA ENTRAR EN EL SECRETO 36 3 - 14 LA ORACIN... 36 3 - 15 LA HUMILDAD 37 3 - 16 LO NACIDO DEL ESPRITU... 37 3 - 17 UNA CLARIDAD QUE CONSTITUYE UNA DEFENSA 38 3 - 18 LA EXPERIENCIA 38 3 - 19 EN LAS ACCIONES ORDINARIAS DE LA VIDA 39 4 - LA DEBILIDAD DE DIOS 40 4 - 1 LA DEBILIDAD DE DIOS 40 4 - 2 AL HACER UNA REFLEXIN SERIA... 40 4 - 3 ...SOBRE LA CONDUCTA DE DIOS 40 4 - 4 ...SE ANONADA LA RAZN HUMANA 41 4 - 5 LA DEBILIDAD DE LA DEPENDENCIA 41 4 - 6 LA CARTA DE AMOR DE LA SABIDURA 42 4 - 7 NECESITA DIOS DE LOS HOMBRES? 42 4 - 8 LA DEBILIDAD DEL COMPARTIR 43 4 - 9 DIOS COMPARTE SU HIJO CON NOSOTROS... 43 4 - 10 DIOS COMPARTE CON NOSOTROS, SUS HIJOS 43 4 - 11 DIOS COMPARTE CON NOSOTROS TODOS SUS DONES 44 4 - 12 LA DEBILIDAD DEL SUFRIMIENTO 44 4 - 13 UN DIOS QUE LLORA 44
4 - 14 UN DIOS A QUIEN SE LE OBLIGA A OBEDECER? 45 4 - 15 UNA DEMOSTRACIN DE PODER 45 4 - 16 HIZO BRILLAR SU FUERZA 45 4 - 17 EL MUNDO AL REVS 46 4 - 18 QU ES LO QUE DIOS CONSIDERA? 46 4 - 19 UN DIOS A QUIEN PODER AMAR 47 4 - 20 LAS DOS FUERZAS DE DIOS 47 4 - 21LAS DOS RAZONES PARA AMAR 48 4 - 22 UNA DEBILIDAD QUE COMPARTIR 48 5 - HONRAR E IMITAR LA INEFABLE DEPENDENCIA 49 5 - 1 HONRAR LA INEFABLE DEPENDENCIA 49 5 - 2 DIOS EXISTE: ESTO BASTA 49 5 - 3 DIOS SE ENCARN: ESTO ES SUFICIENTE! 50 5 - 4 IMITAR LA INEFABLE DEPENDENCIA 50 5 - 5 SEGUIR A DIOS POR EL CAMINO DEL AMOR 50 5 - 6 UNA RELIGIN AL REVS? 51 5 - 7 LA HUMILDAD DE DIOS 52 5 - 8 DE LA HUMILDAD DEL HOMBRE A LA HUMILDAD DE DIOS 52 5 - 9 ESCONDIDA HASTA EL FONDO DE LA NADA 52 5 - 10 DIOS NOS PRECEDE SIEMPRE 53 5 - 11 UNA DEPENDENCIA QUE CONTINUA 53 5 - 12 LO QUE FALTABA A LA ENCARNACIN 54 5 - 13 ENTRE LAS MANOS DE LA IGLESIA 54 5 - 14 LAS DOS PASCUAS DE JESS 54 5 - 15 LA PASCUA DE LA ENCARNACIN 55 5 - 16 LA PRIMERA "MUERTE" DE DIOS 55 5 - 17 LA resurreccin ANTES DE LA RESURRECCIN 56 5 - 18 UN RESUMEN DE TODOS LOS MISTERIOS 56 5 - 19 UN CAMINO MS HUMANO 57 5 - 20 EL CAMINO DE MARA 57 6 - NUESTRA TRANSFORMACIN EN JESUCRISTO 59 6 - 1 UN ANHELO DE CAMBIO 59 6 - 2 A FIN DE QUE NUESTRA VIDA YA NO SEA NUESTRA 59 6 - 3 EL RBOL Y EL FRUTO 60 6 - 4 UNA UNIDAD TAN GRANDE 60 6 - 5 YA NO VIVO YO... 61 6 - 6 CMO LLEGAR A ESA TRANSFORMACIN DE NOSOTROS MISMOS? 61 6 - 7 EL DESEO, LA ORACIN, LA CRUZ Y MARA 61
6 - 8 DESEO ARDIENTE 62 6 - 9 ORACIN CONTINUA 62 6 - 10 MORTIFICACIN UNIVERSAL 62 6 - 11 UNA TIERNA Y VERDADERA DEVOCIN A LA STMA. VIRGEN 63 6 - 12 EL MAYOR DE TODOS LOS MEDIOS 63 6 - 13 EL PODER DE ENCARNAR Y DAR A LUZ... 63 6 - 14 LA MS SEMEJANTE A JESUCRISTO DE TODAS LAS CRIATURAS 64 6 - 15 EXPRESAR A JESUCRISTO AL NATURAL 64 6 - 16 MIRAR 65 6 - 17 LA GRAN RENUNCIA DEL ABANDONO 65 7 - UNA ENCARNACIN QUE PROSIGUE 67 7 - 1 UN CRISTO AN INACABADO 67 7 - 2 EL CRISTO TOTAL 67 7 - 3 LA MISMA MADRE QUE DIOS 68 7 - 4 DIOS TIENE UNA SECUENCIA LGICA DE IDEAS 68 7 - 5 SECUENCIA ENTRE LA NATURALEZA Y LA GRACIA 69 7 - 6 SECUENCIA DENTRO LA NATURALEZA MISMA 69 7 - 7 AN NO HEMOS NACIDO 70 7 - 8 UNA MUERTE QUE ES UN NACIMIENTO 70 7 - 9 UNA NIEZ POR VENIR 70 7 - 10 COMO NIOS 70 7 - 11 ANIMADOS POR EL ESPRITU 71 7 - 12 UNA EXPERIENCIA PASCUAL DE VERDADERA MADUREZ 71 7 - 13 LA ASUNCIN: MISTERIO DE NACIMIENTO 72 7 - 14 LA ASUNCIN: MISTERIO DE PRESENCIA 72 7 - 15 UNA MUJER PARA EL MUNDO 73 7 - 16 LA CASA, LA HEREDAD, EL RBOL 73 8 - UN PADRE QUE ES DIOS Y UNA MADRE QUE ES MARA 75 8 - 1 UN PADRE QUE ES DIOS Y UNA MADRE QUE ES MARA 75 8 - 2 CUESTIN DE POBREZA 75 8 - 3 TENER A DIOS POR PADRE? 75 8 - 4 DIOS HERMANO NUESTRO? 75 8 - 5 LA SABIDURA VA A VENIR A NOSOTROS...! 76 8 - 6 UN GRAN DESEQUILIBRIO 76 8 - 7 CUESTIN DE HUMANIDAD 77 8 - 8 PARADOJAS Y PARBOLAS 77 8 - 9 UN PADRE Y UNA MADRE 78 8 - 10 HURFANOS ESPIRITUALES? 78
8 - 11 CUESTIN DE PARTICIPACIN 78 8 - 12 LA PARTICIPACIN DE LA IGLESIA 79 8 - 13LA PATERNIDAD DEL APSTOL Y LA MATERNIDAD DE MARA 79 8 - 14 LA MATERNIDAD DE MARA Y LA DE LA IGLESIA 80 8 - 15 CUESTIN DE VERDAD 81 8 - 16 UN CAMINO QUE DIOS SIGUI 81 8 - 17 REFERENCIA A LA IGLESIA 81 9 - UN DIOS AMANTE O LA BELLEZA DE LA FE 83 9 - 1 UN DIOS AMANTE O LA BELLEZA DE LA FE 83 9 - 2 UN PLAN DE AMOR? 83 9 - 3 DIOS, SEDUCIDO POR LA FE? 83 9 - 4 UN DIOS QUE DECIDE O UN DIOS QUE ESPERA? 84 9 - 5 MARA HACE PASAR UN UMBRAL A LA FE DE ISRAEL 84 9 - 6 LA VERDADERA BELLEZA 84 9 - 7 DIOS SE DEFIENDE 85 9 - 8 EL IMN DE LA FE 85 9 - 9 LA FE QUE ATRAE A LA SABIDURA 86 9 - 10 MARA, IMN DE LA SABIDURA 86 9 - 11 LA FE, CUESTIN DE COMUNICACIN 86 9 - 12 LA FE DE TU IGLESIA 86 9 - 13 MARA CONSERV LA FE 87 9 - 14 LA MATERNIDAD DE LA FE 87 9 - 15 LA MATERNIDAD DEL ESPRITU 88 9 - 16 QUIN ES MI MADRE? 88 9 - 17 EL CAMINO DE LO IMPOSIBLE 89 10 - LA GRATUIDAD DEL AMOR O EL DON TOTAL 90 10 - 1 LA GRATUIDAD DEL AMOR O EL DON TOTAL 90 10 - 2 DARLO TODO SIN RESERVA ALGUNA 90 10 - 3 UNA ESCLAVITUD DE AMOR 90 10 - 4 CAMINO DE LIBERTAD 91 10 - 5 DARLO TODO ... 91 10 - 6 ...INCLUSO NUESTROS MRITOS 92 10 - 7 - "JUGAR A AMORES" CON DIOS 92 10 - 8 POR UNA CARIDAD MUY DESINTERESADA 93 10 - 9 - AMAR O NO AMAR 93 10 - 10 DESVINCULADOS DE CRISTO? 94 10 - 11 EL HONOR Y LA TERNURA 94 10 - 12 UN AMOR MS GRANDE 95
10 - 13 LA VERDADERA DEVOCIN ES TIERNA 95 10 - 14 CON MUCHA SENCILLEZ 95 10 - 15 AMAR AL PRJIMO PERFECTAMENTE 96 10 - 16 SI ALGUIEN DICE: "AMO A MI PRJIMO"... 96 10 - 17 DAR TODO LO MS PRECIOSO 97 10 - 18 UNA INMENSA CONFIANZA 97 10 - 19 ALGO DE AMOR PURO... 98 10 - 20 LA MANZANA, LA REINA Y LA BANDEJA DE ORO 99 10 - 21 EN FORMA MARAVILLOSA PERO VERDADERA 99 10 - 22 MARA SE DA A NOSOTROS 99 10 - 23 ENTRE DOS DONES 99 11 - EL MISTERIO DE LA CRUZ 101 11 - 1 EL MISTERIO DE LA CRUZ 101 11 - 2 LA CRUZ ES LA SABIDURA 101 11 - 3 LA FELICIDAD DE LA CRUZ 101 11 - 4 LA CRUZ Y MARA 102 11 - 5 LA CRUZ Y LA RESURRECCIN 102 11 - 6 RESURRECCIN ANTICIPADA 103 11 - 7 LO MS GRANDE QUE HAY EN EL CIELO 103 11 - 8 LAS PARADOJAS EVANGLICAS 104 11 - 9 LA PALABRA DE DIOS 104 11 - 10 LA PERFECTA ALEGRA 105 11 - 11 ESCOGER LAS CRUCES PEQUEAS Y SIN BRILLO 106 11 - 12 UN DON MAYOR QUE EL DE LA FE 107 11 - 13 UNA EXPERIENCIA DE COMUNIN 108 11 - 14 SI SABES SUFRIR CON ALEGRA... 108 11 - 15 EL MAYOR SECRETO DEL REY... 109 12 - LA CRUZ Y EL AMOR 110 12 - 1 LA CRUZ Y EL AMOR 110 12 - 2 LA CRUZ COMO TESTIMONIO DE AMOR 110 12 - 3 TESTIMONIO DEL HOMBRE, TESTIMONIO DE DIOS 110 12 - 4 TESTIMONIO DE LA PASIN 111 12 - 5 UN TESTIMONIO QUE PROSIGUE 111 12 - 6 UNA OPCIN DE UNIDAD 112 12 - 7 PARA CONSTITUIR UNO SOLO CON NOSOTROS 112 12 - 8 PARA CONSTITUIR UNO SOLO CON L 113 12 - 9 LA CAUSA DEL AMOR 113 12 - 10 EL ALIMENTO DEL AMOR 114
12 - 11 LA CRUZ ES UNA ESPOSA 115 12 - 12 LA CRUZ, EL AMOR Y MARA 115 12 - 13 LA CRUZ EN EL CORAZN DE DIOS 116 12 - 14 LA "LOCURA" DE DIOS 116 12 - 15 LA HERIDA DE LA DEPENDENCIA 116 12 - 16 EL AMOR DICTA LEYES A LA OMNIPOTENCIA 117 13 - VIVIR "CON, POR, EN Y PARA", UN DON Y UNA VIDA 118 13 - 1 VIVIR "CON, POR, EN Y PARA" UN DON Y UNA VIDA 118 13 - 2 UN DON TOTAL 118 13 - 3 DESAPROPIADOS DE NOSOTROS MISMOS 118 13 - 4 CONDENADOS A LA CONFIANZA 119 13 - 5 UNA RENOVACIN DE NUESTRO BAUTISMO 119 13 - 6 EL MOLDE VIVIENTE DE DIOS 119 13 - 7 UNA VIDA CON, POR, EN Y PARA MARA 120 13 - 8 CUATRO PALABRAS PARA DECIR DIOS 121 13 - 9 LLAMADOS A PARTICIPAR EN LA INTIMIDAD MARAVILLOSA 122 13 - 10 LEVANTAMOS LOS OJOS A MARA 122 13 - 11 POR L, CON L, EN L 123 13 - 12 UN ESPRITU 123 13 - 13 CAMBIAR LA VIDA 123 13 - 14 AMA Y HAZ LO QUE QUIERAS 124 13 - 15 TOMAR CONCIENCIA DE NUESTRO SER PROFUNDO 125 13 - 16 COMO UN SELLO SOBRE MI CORAZN 125 RESPIRAR A MARIA 126 14 - 1 RESPIRAR A MARA 126 14 - 2 VIVIR POR MARA Y PARA MARA 126 14 - 3 COLOCAR EL AMOR EN EL PUNTO DE PARTIDA 126 14 - 4 OBRAR PARA MARA? 127 14 - 5 MARA, RELACIN DE DIOS 127 14 - 6 MARA, TRANSPARENCIA DE DIOS 128 14 - 7 LA GRACIA...ES OLVIDARSE 128 14 - 8 BAJO EL ARCO MUSICAL DEL ESPRITU SANTO 128 14 - 9 RENOVAR ESE ABANDONO 129 14 - 10 VIVIR CON MARA Y EN MARA 129 14 - 11 MIRAR A MARIA 130 14 - 12 DEJARSE FORMAR 131 14 - 13 VIVIR CON MARIA... 132 14 - 14 ...CON JESS 132
14 - 15 COMO JESS VIVE EN SU PADRE 132 14 - 16 COMO MARA VIVE EN JESS 133 14 - 17 EL VERDADERO PARASO... 133 14 - 18 EL TERCER MUNDO 134 14 - 19 EL HOMBRE TESORO DE DIOS 134 14 - 20 UN PARASO CUSTODIADO POR EL ESPRITU SANTO 135 14 - 21 A VIDA NUEVA...MADRE NUEVA 135 14 - 22 AN NO HEMOS NACIDO 135 14 - 23 EN CONTACTO CON LA VIDA 136 14 - 24LA CONFIANZA Y EL AMOR 136 14 - 25 UNA DULZURA TOTALMENTE PREPARADA 137 14 - 26 NUESTRO NICO TODO DELANTE DE DIOS 138 LA MISIN O EL MUNDO EN LLAMAS 139 15 - 1 LA MISIN O EL MUNDO EN LLAMAS 139 15 - 2 FUEGO HE VENIDO A TRAER 139 15 - 3 EL FUEGO EN LA IGLESIA 140 15 - 4 EL MUNDO EN LLAMAS 140 15 - 5 ENTRE LA LUZ Y LAS TINIEBLAS 142 15 - 6 ENTRE SATN Y MARA 142 15 - 7 LA ESPERANZA DE UNA RENOVACIN 143 15 - 8 EL APSTOL Y SU MENSAJE 143 15 - 9 EL ABANDONO A LA PROVIDENCIA 143 15 - 10 EL DON DE SABIDURA 144 15 - 11 LA SABIDURA APOSTLICA 145 15 - 12 LA OBEDIENCIA 146 15 - 13 UN MISTERIO DE PATERNIDAD 147 15 - 14 LA DEPENDENCIA DE MARA 149 15 - 15 LA DEBILIDAD DE DIOS 150
INTRODUCCIN
El mensaje del Padre de Montfort es desde hace tiempo bien conocido. Muchos han odo hablar del Tratado de la Verdadera Devocin a la Stma. Virgen, lo han ledo y meditado; al igual que el Secreto de Mara, la Carta a los Amigos de la Cruz. El Amor de la Sabidura es, en cambio, menos conocido. La espiritualidad monfortiana permite a muchos leer el Evangelio y vivir la fe bajo ciertos matices, encarnndola en situaciones a menudo difciles. Hoy, sobre todo a partir del Concilio Vaticano II - que dedic a la Virgen Mara todo un captulo de la constitucin sobre la Iglesia - Lumen Gentium, cap. 8, Nos. 52 - 69 - el renovado y progresivo descubrimiento de Mara en nuestras vidas suscita nuevo inters por los escritos de Montfort, quien nos invita con tanto empeo a consagrarnos a Cristo Sabidura por las manos de la Virgen. Es un inters que desborda evidentemente y con gran amplitud los marcos monfortianos. Hoy se viven el misterio de la Sabidura y de la Cruz, el de Jess abandonado y el de Mara, en los Focolares, en la renovacin carismtica, en los Foyers de Charit, y en otros ambientes, en el mbito mundial. Movimientos y experiencias espirituales que suscitan se hallan naturalmente a gusto en el interior del mensaje monfortiano que han adoptado como suyo. No afirma acaso el mismo Papa Juan Pablo II, consagrado a Cristo por Mara, que la lectura del Tratado de la Verdadera Devocin a la Stma. Virgen marc un viraje decisivo en su vida?... "Pronto me di cuenta - dice - de que ms all de la formulacin barroca del libro, se trataba de algo fundamental. Su lema Totus tuus - Soy todo tuyo Te estoy totalmente consagrado - , no lo tom acaso de ese libro? (VD 233). No obstante, hace ya largo tiempo se deja sentir la falta de una nueva presentacin de la espiritualidad monfortiana que permitiera abordarla con mayor facilidad. A muchos lectores de las obras de Montfort les choca rpidamente lo que Juan Pablo II llama la formulacin barroca - un estilo del siglo XVII un tanto envejecido - que no logran superar para llegar hasta ese algo fundamental que tanto impact al Papa. A dichos lectores que pedan se les ayudara a penetrar en lo que Montfort mismo presenta tambin como un secreto, no se les poda ofrecer realmente - en francs - , sino libros envejecidos o estudios modernos, ciertamente profundos, pero que abordan el mensaje espiritual desde un punto de vista ms bien histrico, sociolgico y psicolgico, pero no directamente por lo que es en realidad: un mensaje espiritual. Mis superiores me pidieron entonces tratar de escribir lo que yo intentaba ya comunicar desde hace aos a travs de retiros, ejercicios espirituales, convivencias - e incluso meses de espiritualidad - , sobre todo a mis hermanos y hermanas monfortianos, hermanas de la Sabidura y hermanos de San Gabriel, lo mismo que a laicos y jvenes. Estos, lo s por experiencia, sintonizan pronto con el mensaje de Montfort que responde de verdad a sus aspiraciones. Pero evidentemente, hay que traducrselo y ayudarles a descubrirlo, llevarlos a vivirlo. Haba iniciado ya este trabajo cuando apareci el libro del Padre Laurentin "Dieu seul est ma
tendresse", que responde en parte a la necesidad - ya sealada - de una presentacin de una espiritualidad monfortiana. Sin embargo, inmediatamente se podr advertir que esta nueva introduccin al mensaje del P. de Montfort no constituye un doblaje con la del Padre Laurentin, ms tcnica y teolgica. Al escribir este ensayo, he tenido en cuenta cuatro preocupaciones principales: Trat ante todo de compartir un tesoro, sensibilizar sobre ese algo fundamental que uno descubre tan pronto logra superar el lenguaje un tanto chocante que an hoy frena a tantos lectores, cuando abordan los textos mismos del P. de Montfort. Pero en este itinerario hay un orden: es preciso ante todo descubrir un tesoro. Slo entonces estar uno equipado para hacer frente a las dificultades de la forma. Ensay, por tanto, a sensibilizar sobre el descubrimiento de ese tesoro. El P. de Montfort habla a menudo de secreto que hay que descubrir. Escribe de la Sabidura Eterna y encarnada que es el tesoro de los tesoros; pero su mensaje, la experiencia que nos invita a vivir es tambin un tesoro que es preciso descubrir antes de poder amarlo. Es posible amar lo que no se conoce? (ASE 8). Este empeo por compartir un tesoro explica indudablemente el que este libro constituya menos una explicacin, o incluso una presentacin del mensaje monfortiano que una serie de meditaciones que buscaran sensibilizar, llevar a compartir un descubrimiento Y as lo espero - una experiencia. Yo mismo quisiera decir tambin: Si se conociera... Trat igualmente de dejar hablar al mismo P. de Montfort, de desaparecer delante de l, e invitar al lector mismo a entrar - con el Espritu Santo como gua nico (VD 119) - en contacto directo con su obra. Este empeo explica la abundancia de citas - y sus referencias - que hablan por s mismas. Todo lo dems no tiene otra finalidad que conducir a cada lector hacia el texto mismo que Montfort escribi, y dejarle ah en el umbral de la obra, dicindole: nimo! Ah est la obra, has recibido lo esencial; algo nico y maravilloso: su secreto. Ahora tienes que encaminarte hacia ese secreto, que si yo mismo te lo dijera - lo s a caso? - la obra morir Tratndose de una sensibilizacin en torno al mensaje espiritual de Montfort, no quise hacer un tratado ni una sntesis bien organizada sino ms bien presentar una serie de temas o flashes, casi como quien muestra un diamante hacindolo admirar sucesivamente a partir de cada una de sus facetas que, por s misma, representa el brillo de toda la gema. El mtodo tiene sus ventajas. Cada captulo presenta en cierta forma todo el mensaje y se basta a s mismo. En rigor de cosas, se podra abordar este libro a partir de no importa cul captulo, al azar... Pero el mtodo tiene tambin sus inconvenientes: una falta de orden y rigor de avance, repeticiones inevitables... Por ltimo, trat de escribir algo que fuera a la vez sencillo y profundo. Hay que ser sencillo: no se necesitan cosas complicadas para vivirlas. El P. de Montfort mismo dice que no se dirige a los sabios sino especialmente a los pobres y sencillos (VD 26). Pero, para responder a objeciones que se siguen oyendo y confortar a quienes tendran miedo de que la devocin presentada por Montfort no sea sino una devocioncilla, era preciso sin lugar a dudas demostrar tambin que su mensaje no carece de profundidad.
Cuantos se han familiarizado con las obras de Montfort, y en especial con su Tratado de la Verdadera Devocin (volviendo una y otra vez sobre ciertos pasajes, como dice Juan Pablo II) tratando de vivir el libro, saben muy bien que en l se descubren incesantemente nuevas riquezas y que este Secreto no se agota, porque se trata, una vez ms, de ese algo fundamental que brota del corazn mismo de la realidad trinitaria y cristolgica (Juan Pablo 11). Mara y la Debilidad de Dios. Por qu este ttulo? Porque retoma en su forma paradjica, los tres grandes temas del mensaje espiritual monfortiano: la Sabidura, Mara y la Cruz. Quiz en otro tiempo se insisti demasiado en Mara, reduciendo el pensamiento de Montfort a lo que nos dice a cerca de la Madre de Dios, y sobre todo, separndolo de la Sabidura, su Hijo Jesucristo cuando sin El - Montfort no se cansa de repetirlo - Mara no es absolutamente nada. En este libro - sobre todo al comienzo - se habla mucho de la Sabidura. Se podra incluso decir que la palabra sabidura es la que mejor resume la espiritualidad monfortiana, porque a partir de ella se aborda mejor tanto a Jess (que es la Sabidura en persona) como a Mara (de quien Jess ha querido depender por una opcin de sabidura) y tambin a la Cruz que, en su carcter mismo de locura, manifiesta, - imposible hacerlo con mayor claridad - la debilidad de Dios y por lo mismo su necedad que es verdadera sabidura (1 Cor 1,25). Mara y la Debilidad de Dios. Se podra decir que Mara en cierta forma trabaja en llave con la debilidad de Dios. Ante todo por su fe que le permiti - como dice Montfort vencer amorosamente a Dios (ASE 107). Cuando encuentra la fe de los hombres, Dios se manifiesta desconcertantemente dbil y Jess, en el Evangelio, se deja vencer por cuantos creen en l (Mt 8,10 - 13; 15,28). Y Mara, no es por excelencia la que ha credo? (Lc 1,45). Al convertirse en Madre de Jess, Mara hace - an ms de cerca - la experiencia de esa debilidad de Dios, porque l, el Omnipotente, acepta depender de Ella en todo como un nio (VD 139).Todo ser humano, incluso el ms pecador y descarriado, conserva siempre un lado flaco por su madre. Lo que vale para todo hombre, no vale con mayor razn para Dios? Montfort nos asegura que cuando se presenta algo (a Dios) por las manos puras y virginales (de Mara), se lo coge por su lado flaco, si se me permite la expresin... (VD 149). Este ttulo expresa bien el misterio de la Cruz, porque sobre todo en el gran escndalo de Cristo crucificado se pone de manifiesto la debilidad de Dios. Mara hace al pie de la Cruz, en forma muy cercana, la experiencia de esa debilidad del Omnipotente. Su corazn es dolorosamente herido (Lc 2,35), pero su espritu no se escandaliza como el de los discpulos que huyeron, porque haba experimentado desde haca largo tiempo y haba vivido ampliamente la experiencia de esa debilidad de Dios cuando se hizo suyo (idea de Juan Vanier). Y el Espritu Santo? En cierta forma, as como que no se lo puede representar (y quiz, no se debe hacer), no era necesario hacer en torno a l un tema especial para que est presente, invisible y eficaz, en todas partes. l, Espritu de Amor y de Unidad hace que Jess y Mara no
formen sino una sola cosa. Como Espritu de Sabidura preside las opciones de Dios y las manifiesta en el escndalo inmenso de la Encarnacin y de la Cruz. Como Espritu de Vida sigue cubriendo a Mara con su sombra (Lc 1,35) para que siga dando a luz a todos los miembros de su Hijo. Y, como Espritu de Verdad, slo l puede dar acceso a los misterios del Reino y por tanto al Secreto de Mara. Al leer estas meditaciones quiz se da uno cuenta de que la oracin aflora de algn modo por todas partes. Quiz era bueno expresarla con toda claridad. Por ello, cada captulo culmina en una oracin que recoge lo esencial de la reflexin y lo dirige a Dios. Porque - nos dice el P. de Montfort - todo se hace por la oracin (ASE 184).
1 - 3 - SIEMPRE MS
Una felicidad infinita: No es necesario mirar por mucho tiempo en nosotros mismos y a nuestro alrededor para descubrir que todos buscamos una felicidad infinita. No slo deseamos ser felices, sino ms felices, siempre ms. Siempre ms!
El corazn humano se halla como sellado con la marca del siempre ms. Escarba en mi corazn - deca un hroe de Claudel - y si hallas en l algo diferente de un anhelo inmortal, arrjalo al estercolero, que lo devoren las cochinillas (Tte d'or: pri-era versin). Pero lo que el poeta nos dice con vigor, la vida - si sabemos mirarla, contemplarla - , nos lo repite todos los das. Mientras cada da hay pobres que lo son cada vez ms, hay tambin ricos que no lo son nunca suficientemente. Hace falta ms y ms dinero. Hay que ir siempre ms rpido, siempre ms lejos, siempre ms alto... Hay que actuar cada vez mejor, cada vez ms grande (o ms pequeo), cada vez con mayor perfeccin... Los realizadores de televisin, que conocen bien el corazn humano, saben presentarnos esa felicidad que buscamos: nos proponen nada menos que el paraso. Super, Trisuper, Extra, todas las ventajas, ningn inconveniente, ni siquiera el precio...: gratuito!. El cielo: qu! Y sin embargo, quin tiene el valor de traducir esas palabras que expresan lo infinito y dar el verdadero nombre al objeto de nuestros anhelos? En la carrera por la felicidad, pronto me detienen, jams el deseo, sino ms bien, la vida, los dems, ya que ellos tambin corren a la caza de la felicidad... y para ellos resulto un obstculo, quiz un rival. Y eso precisamente nos tortura. Busco pero no encuentro; deseo pero no consigo. Porque, lo que poseo no es sino trampoln para desear ms todava. Algo har falta siempre a mi felicidad, porque lo que deseo en el fondo de m no es nada menos que lo infinito.
El problema supremo es entonces lograr distinguir entre las felicidades, los falsos valores que son seal de la sabidura del mundo y los verdaderos, que son los del amor y muestran la sabidura misma de Dios. Pero, en s, riquezas, placeres y poder son buenos. Montfort no teme hablar de placeres, riquezas, cuando evoca los bienes maravillosos que la Sabidura trae consigo: Un santo placer en su amistad, riquezas inagotables en las obras de sus manos..., inmensa gloria en la comunicacin de sus discursos... (ASE 61.18.67). La pobreza no es un bien en s misma, pero cuando se la escoge y vive en el amor, ste la consagra y convierte en riqueza. Tampoco el sufrimiento es cosa buena, pero cuando se lo acepta - e incluso se opta por l - dado que no hay amor ms grande que dar la vida, Jn 15,13, se convierte en la Cruz que es alegra. Por ltimo, la humildad no tiene sentido sino en cuanto constituye la verdadera grandeza. Cuando Montfort parte de viaje, luego de entregar todos sus bienes a los pobres, canta su fortuna y felicidad: Mi fortuna es sublime, no me tienen envidia? (CT 144,15) En Dios lo tengo todo, el universo es mo (CT 144,11). Y a la Cruz que l mismo ha escogido, se atreve a decirle: Es tu rica pobreza mi nico tesoro, y es para m ternura tu dulce austeridad. Que tu sabia locura y tu santa deshonra sean de toda mi vida la gloria y claridad (CT 19,30).
1 - 6 - EL MOTIVO MS PODEROSO
Se plantea por tanto una cuestin: tienen estos tres pilares de la sabidura humana el mismo valor, se hallan al mismo nivel, tienen la misma fuerza para movilizar a los hombres o hay quiz uno ms fuerte que los otros?, cul? De los tres valores, riqueza, placer, poder, que guan a los hombres cul es el ms poderoso? Sentimos hoy la tentacin de responder a esta pregunta: Son las riquezas porque el dinero maneja al mundo. Montfort responde: No. El ltimo (o primer) motivo, el ms importante, el que hace caminar a los hombres e impera sobre los otros dos, es segn l, el poder, el deseo de gloria. El dinero y la ganancia no son ms que una sabidura terrena, la bsqueda de los placeres no es sino manifestacin de una sabidura carnal... mientras que la sed de poder y gloria es inspiracin de la sabidura diablica (ASE 80 - 82). Lo que Montfort nos dice, a su manera, a partir de su propia experiencia, no lo confirma acaso la vida? A nuestro alrededor, en nosotros, lo vemos claramente: a menudo no se busca el dinero, el placer y el confort sino para estar por encima de los otros, para dominarlos: tener un auto ms hermoso, ms potente, una casa ms hermosa, un vestido ms bello, un sitio ms alto
en la sociedad...El poder, la grandeza, permite creerse amado cuando uno no lo es o lo aman mal. Pero es una falsa grandeza. La autntica, al contrario, se halla en el sendero de la humildad. No te extraes entonces de que Montfort insista tanto en su mensaje sobre la humildad. Todava un mes antes de morir, termina una de sus cartas con estas palabras: Humildad, humildad, humillacin (C 33). Esta insistencia nos desconcierta mientras no hayamos comprendido que, a sus ojos, la humildad es el camino de la verdadera grandeza.
1 - 9 SI CONOCIERAS...
Ahora comprendemos ya mejor esa felicidad que Montfort quiere compartir con nosotros. Si conocieras... Ah! Si conocieras el tesoro infinito de la Sabidura hecho para el hombre [...], suspiraras por ella da y noche, volaras [...] de un extremo al otro del mundo... (ASE 73). La Cruz, de la cual este enamorado de la Sabidura habl tanto (porque saba bien que donde hay amor, hay dolor [Claudel]), no debe escondernos, sino al contrario revelarnos esa felicidad que ha vivido. Una felicidad que no tiene quiz gran cosa que ver con las falsas felicidades de este mundo, sino que supera tambin las verdaderas dichas humanas, incluso las ms sublimes, porque es una participacin en la felicidad del Amor mismo que es Dios.Oh! Si comprender pudieran su desdicha y mi alegra, (CT 28,40). En la ciudad y en el campo, en casa o en despoblado, cuando pierdo y cuando gano, siempre feliz me encuentro, (CT 139,33).Es ante todo gozo inmenso de saber que, pase lo que le pase, e incluso si todas las apariencias son contrarias, Dios le ama: Dios es mi Padre querido, Jess es mi Salvador, mi amada Madre es Mara; dnde hallar gozo mayor? (CT 28,37). Se trata tambin de la felicidad de poder responder a ese amor:No se sabe cunta dicha es amarte, oh Salvador... Gustad y ved cmo es de dulce el amor! (CT 135,1). Es, por ltimo, la dicha inesperada y oculta, interior al amor mismo, de la Cruz. San Pablo gritaba: Sobreabundo de gozo en todas mis tribulaciones... (2 Cor 7,4). Encuentro mi alegra en los dolores que padezco por vosotros... (Col 1,24). Montfort le hace eco: Me siento feliz en medio de mis sufrimientos y no creo que haya en el mundo nada tan dulce para m como la cruz ms amarga, siempre que venga empapada en la sangre de Jess crucificado... (C 26). Citando otra carta en la que Montfort habla una vez ms de esa felicidad que se encuentra en la Cruz, escribe Luis Prouas: Se puede palpar hasta qu profundidad de Gozo autntico puede llegar un hombre cuando acepta la prueba, el rechazo, cuya vctima es (Ce que croyait..., pg. 71). Es bueno descubrir el mensaje de Montfort en su totalidad - con la Cruz misma - como invitacin a la felicidad, a compartir su propia felicidad que no es ella misma sino una participacin en el gozo mismo de Dios.
lo es para m? De qu me sirve ensearme los medios para ganarme un soberbio Hi - Fi, si no me gusta la msica? Un pedagogo sabe perfectamente que lo importante para sus alumnos es que se interesen por la materia que ensea. Mientras no se interesen, no estn motivados, el profesor podr utilizar todos los medios posibles para ensearles aquella materia, pero ellos no aprendern gran cosa. Mientras que si estn interesados..., no habr problema! Acudirn ellos mismos a los medios para aprender y - en el ltimo extremo - no necesitarn de profesor sino slo para guiarlos. Y lo mismo pasa con toda la vida! Mientras uno no est interesado, ... mientras no ame, ni haya encontrado su felicidad... de qu le sirve utilizar medios por fciles que sean de emplear y, con mayor razn, si son difciles? La Cruz, por ejemplo, por qu quieres que yo la acepte incluso que opte por ella, si pienso no slo que no me conduce a la felicidad de la cual estoy sediento, sino que me aleja de ella al causarme dolor?
1 - 12 LA CRUZ Y LA FELICIDAD
La bsqueda de la felicidad est tan marcada en El Amor de la Sabidura Eterna que uno casi se admira de no encontrar la Cruz antes del captulo 8. E incluso entonces, Montfort la presenta, la primera vez, como uno de los efectos maravillosos de la Sabidura en las almas de quienes la poseen: porque ella los ama y para ponerlos a prueba y hacerlos ms dignos de s misma, les proporciona grandes combates y les reserva contradicciones y obstculos... (ASE 100). Pero esta amable Soberana... vierte tan suave uncin sobre los sufrimientos que en ellos (sus amigos) encuentran sus delicias (ASE 103). En realidad slo hasta en los captulos 13 y 14 aparece la Cruz en toda su fuerza y su grandeza. Pero en un primer momento no se trata de la nuestra: es la cruz de Dios, la que Jess quiso vivir libremente para probarnos su amor (ASE 154). Y obsrvese que Montfort la aborda slo en cuanto que es la ms poderosa de todas las razones que pueden excitarnos a amar a Jesucristo (ASE 154) y el medio ms sabio entre todos los posibles que haya encontrado el Amor (ver ASE 167 - 168).
2 - 2 - FELICIDAD Y SABIDURA
Qu hay de comn entre ese hombre riqusimo que sigue aadiendo casas a casas, campos a campos, hasta no dejar sitio en medio del pas (Is 5,8) y la abuelita que, en esa edad en que uno teme carecer de lo necesario, se impone privaciones en su pequea pensin a fin de poder ayudar a los pobres? Parece que nada. Y sin embargo, s. Los dos tienen en comn la misma bsqueda de la felicidad. La sabidura los hace diferentes... y en qu medida! No tienen precisamente la misma idea de felicidad y en especial de riqueza. Existe algo en comn entre el hombre ambicioso que busca ser el primero en todas partes y lo sacrifica todo a su promocin, a su carrera... y ese joven ingeniero que renuncia a una situacin brillante para hacerse Hermanito de Jess y encontrarse algunos aos ms tarde, trabajando en las pistas del Sahara? Tampoco nada, al parecer. Y sin embargo, tambin ellos buscan la misma felicidad. Pero no tienen la misma sabidura. Cuentan que algunas hermanas de la Madre Teresa, antes de tener la menor idea de que el Seor poda llamarlas a darlo todo para servir a los pobres, llevaban una gran vida: apartamentos lujosos, carros, chferes, dinero a su capricho. La vista de los pobres miserables no les impeda en lo ms mnimo ser felices. Ellos..., no eran ellas: as de sencillo. Y, como por
otra parte, no hallaban la felicidad que buscaban en bienes tan limitados, pensaban simplemente que se deba a que no tenan lo suficiente. Entonces, qu hacer? Cada vez ms, ms y ms riquezas, placeres, hasta el da... en que encontraron a alguien que les hizo comprender que para encontrar la felicidad que anhelaban, tenan que cambiar totalmente de sabidura. Hacer un gran viraje de 180 grados. Eso que el evangelio llama conversin. Ingresar en una sabidura totalmente diferente, la verdadera sabidura de Dios (ASE 227). Cierto da la Madre Teresa se hizo presente. Les habl. Su corazn se transform en un corazn de carne (Ez 36,26), se les abrieron los ojos (Lc 24,31). Y todo cambi para ellas. De un da al otro, ellas que lo tenan todo, se encontraron sin nada, pobres entre los pobres. Qu locura! O, qu sabidura? Sin embargo, entre su situacin de antes y la que haban escogido ahora, hay algo que no ha cambiado: su sed de felicidad. Ayer?, era la misma infinita felicidad lo que buscaban. Pero hoy, ya no la vean de ningn modo de la misma manera. Su sabidura haba cambiado, se haban convertido. Una conversin no es otra cosa que un cambio de sabidura.
2 - 3 - AMAR Y CONOCER
Puede uno amar lo que no conoce? Si uno hubiera preguntado a las hermanitas de la Madre Teresa, antes de su conversin: Pero, por qu viven tan lujosamente, en medio de tantos pobres?, seguramente habran sonredo. Los pobres? El servicio de los pobres? No nos interesa. Nos interesan el dinero, la salud, las comodidades de la vida. Esa es la felicidad! Quieres que cambiemos? Entonces, demustranos que existe otra felicidad? Y en cierta forma habran tenido razn... Puede uno amar - escribe el P. de Montfort - lo que no conoce? Puede amar ardientemente lo que slo conoce a medias? Por qu se ama tan poco a la Sabidura eterna y encarnada, el adorable Jess? Porque poco o nada se le conoce! (ASE 8).
por venderlo todo antes de hallar el tesoro, lo habra hecho lleno de tristeza e incluso Jess lo habra tratado indudablemente de loco (Mt 7,26; Lc 12,20). Dganle a ese joven que se droga, aumentando cada vez la dosis hasta el deterioro total: lo importante es que no te drogues; o a ese alcohlico que arruina a su familia mientras se destruye l mismo: lo importante es que dejes de beber. Dganle a ese hombre, a esa mujer que siempre tienen razn (mientras los dems siempre andan equivocados), que quieren imponerse siempre a los dems (la gloria es tambin una droga): lo importante es que Uds. reconozcan sus equivocaciones y no destruyan a los dems. Si se dignan escucharlos a Uds., sonreirn tambin: Ya quisiera verlos yo... Al pedirme que renuncie a la droga, al dinero, a la gloria, me estn pidiendo que venda todos mis bienes, pero dnde est el tesoro? Mustrenmelo. Demustrenme que esa felicidad que busco ardientemente, se encuentra en otra parte; si no, para qu quieren que venda todos mis bienes?
2 - 5 - CONOCER A JESUCRISTO
Lo que importa en la vida es descubrir el verdadero tesoro, el nico que puede hacerme feliz. Mientras no sepa dnde se halla y qu debo hacer para encontrarlo, s realmente algo? El conocimiento, la ciencia ms importante en la vida es la sabidura. En la vida, mientras no sepa cmo conducirme para ser feliz y hacer felices a los otros, para amar de verdad... s acaso algo? Puedo saber muchas cosas e incluso, en caso extremo, saberlo todo, si carezco de ese saber, de esa sabidura, en el fondo, no s nada. Porque de qu le sirve al hombre saberlo todo, si no es feliz? De qu le sirve a uno ganar el mundo entero si malogra su vida? (Mt 16,26). Frente a Nicodemo que ciertamente saba muchas cosas, pero ignoraba el nuevo nacimiento, Jess se admira: T, el maestro de Israel, no lo entiendes? (Jn 3,10). Al contrario, incluso si se ignoran muchas cosas, pero se posee la Sabidura, si uno sabe ingeniarse para ser feliz y hacer felices a los dems, entonces se sabe lo suficiente. Montfort era tan consciente de que a travs de todas las falsas felicidades y los falsos tesoros de la vida, buscamos en realidad, a Jess Sabidura, que proclama a pleno grito:Conocer a Jesucristo, la Sabidura encarnada, es saber lo suficiente. Saberlo todo, pero no conocerlo a l, es no saber nada (ASE 11).
santo y profundo (ASE 58). Las luces y conocimientos que comunica la Sabidura no son ridos, estriles o carentes de devocin, sino luminosos, llenos de uncin, operantes y piadosos, conmueven y alegran el corazn e iluminan el entendimiento (ASE 94). Slo con el corazn se ve bien, deca el zorro al Principito, lo esencial es invisible a los ojos. Lo esencial es invisible tambin para el entendimiento desgajado del corazn, que se contenta con conocer sin gustar rechazndose a convertirse en sabidura. Uno podra casi decir que con la sabidura, Montfort derriba el muro entre entendimiento y corazn (as como con la Cruz, derriba tambin el muro entre sufrimiento y felicidad). Porque el corazn del cual se trata, no es en primer lugar, el sentimiento sino ms bien el yo profundo, all donde el Espritu se une a nuestro espritu (Rom 8,16) y donde la Sabidura se injerta en la nuestra. En las primeras pginas de El Amor de la Sabidura Eterna, Montfort se planteaba la cuestin: Es posible amar lo que no se conoce? (ASE 8), pero en todas las pginas restantes se plantea otra pregunta: Es posible no amar lo que se conoce de verdad? Si conozco de verdad, no slo con el entendimiento, sino tambin con mi corazn profundo, con un saber que es sabidura, si el Espritu mismo conoce a travs de mi espritu, entonces no puedo menos de amar. Cuando uno conoce a la Sabidura en s misma (lo que constituye ya un tesoro infinito), pero sobre todo en el amor que nos profesa y que llega hasta la Cruz y la Eucarista, no se puede sino amarla. Tras palabras tan enrgicas y tiernas del Espritu Santo para hacernos comprender la belleza, valor y tesoros de la Sabidura, quin no la amar y buscar con todas sus fuerzas? Tanto ms cuanto que se trata de un tesoro infinito, propio del hombre, para el cual fue creado el hombre, y que la Sabidura misma tiene infinitos deseos de darse al hombre! (ASE 63). Cul no ser entonces nuestra insensibilidad e ingratitud, si no nos conmueven los ardientes deseos, los amorosos inventos y las pruebas de amistad de la amable Sabidura? (ASE 72). Hablando razonablemente, conocer lo que Nuestro Seor ha padecido por nosotros y no amarlo con ardor es algo moralmente imposible (ASE 166).
2 - 7 - CONVICCIN Y AMOR
Es posible no dar a conocer lo que uno ama? El don de sabidura, tal como l lo recibi, lleva a Montfort a plantearse una tercera pregunta: Puede uno no dar a conocer y amar lo que conoce y ama?La Sabidura comunica al hombre no slo las luces Para conocer la verdad, sino tambin la capacidad maravillosa de darla a conocer a otros (ASE 95). El bautismo hace de nosotros apstoles. Pera el apostolado, la evangelizacin no son ante todo cuestin de tcnica ni de mtodos, sino el don de compartir una conviccin profunda. Ni si quiera se trata solamente de escuchar a Dios con humilde sumisin, de obrar en l y por l con fidelidad constante; se trata de alcanzar la luz y uncin necesarias para inflamar a otros en el amor a la Sabidura (ASE 30). Un da en que la Madre Teresa - siempre ella - iba a tomar el avin para uno de sus numerosos viajes a travs del mundo, un periodista la detuvo bruscamente y le pregunt: Qu
es el apostolado? - El apostolado? - Es... (silencio) ...tienes una conviccin y amas a alguien; entonces le pasas tu conviccin; y l a su vez, tiene una conviccin y ama a alguien, y su conviccin pasa a esa persona. El apostolado es una conviccin muy fuerte transmitida por amor
2 - 8 - EL DON DE SABIDURA
Pero esa conviccin no puede pasar - la Madre Teresa lo saba bien - a menos que el testigo haya recibido el don de sabidura. Sus palabras ya no son sus palabras. Otra persona habla a travs de l: las palabras que comunica la divina Sabidura no son palabras ordinarias, naturales y humanas; son palabras divinas. Son palabras enrgicas, conmovedoras, penetrantes. Parten del corazn de quien habla y penetran hasta el fondo del corazn del oyente... (ASE 96). Cuentan que cierto da el P. de Montfort en su regin natal quiso traducir, concretar esta verdad del don de sabidura. Y que en el templo no quiso hablar l mismo para dejar hablar a Jesucristo. Entonces coloc en el plpito una gran cruz que todos podan ver. l pas por entre la multitud con su pequeo crucifijo, el que el Papa Clemente XI le haba dado y se content con mostrarlo a cada uno dicindole: No te duele mucho haberlo ofendido? Y todos comenzaron a llorar. Ese da ciertamente Jesucristo haba hablado y sus palabras haban salido del corazn del apstol para llegar, en silencio, hasta el corazn del oyente (ASE 96).
Y como hay tres falsos tesoros, hay tambin tres falsas sabiduras correspondientes a ellos. Montfort las llama la sabidura terrena, la sabidura carnal y la sabidura diablica (ASE 80 - 82). La sabidura terrena [...] es el amor a los bienes de la tierra. Los sabios del mundo profesan esta sabidura [...] cuando apegan el corazn a sus posesiones; cuando todo lo encaminan a enriquecerse; cuando promueven juicios y litigios intiles para adquirir o conservar sus riquezas; cuando - la mayor parte del tiempo - no piensan, hablan ni actan sino con miras a conseguir o conservar algn bien temporal... (ASE 80). En lugar de buscar los slidos placeres de la verdadera felicidad, la sabidura carnal conduce a quienes la siguen a no buscar sino el gozo de los sentidos; [...] aman la buena mesa; ...habitualmente slo piensan en comer, beber, jugar, rer, divertirse y pasarlo lo mejor posible (ASE 81). Por ltimo, la sabidura diablica, en vez de buscar la verdadera grandeza que pasa por el ltimo puesto, ama y aprecia los honores. Los que la siguen aspiran - aunque secretamente - a las grandezas, honores, dignidades y cargos importantes; [...] buscan hacerse notar, estimar, alabar y aplaudir por los hombres... (ASE 82). Este cuadro de los tres pilares de la sabidura del mundo apenas tiene que modificarse hoy para que se adapte a nuestros das: describe en forma tan perfecta no slo al gentilhombre del siglo XVII, sino al hombre de todos los tiempos que, maana - lo mismo que ayer y hoy - no podr menos de buscar su felicidad por esos tres caminos, a riesgo de extraviarse tomando por autnticos los falsos valores.
temporal de todo, sin dar la impresin de buscarla; conoce perfectamente los gustos y cumplidos del mundo... (ASE 76). Hay que ver cmo, sobre todo en los Cnticos, Montfort sabe hacer brillar esa astucia del mundo que quiere impedir a las gentes que se conviertan: Convertirse? Demasiado hermoso, pero un buen espritu nunca cambia... Dios nunca nos exige tales obras o penitencias que mucho orgullo encubren... Deja tanta meditacin, es cosa muy peligrosa, expone a la tentacin y hace al alma perezosa... (CT 39,130.133.135). De qu sirven tantos rosarios? Trabaja ms bien, hermano; aplcate a lo ordinario (CT 39,136). Slo apelando a la constancia e incluso a la humildad, al trabajo, que son valores autnticos, logra el mundo que desistas de la conversin. Es tan habilidoso que logra hacerte creer que convertirte es caminar en contra del Evangelio. As de simple. Sabe hacerte desistir tambin mediante el conformismo. En el siglo XVII, hablaban de moda y de respeto humano. Obrar como los otros, como todos, seguir al rebao. El conformismo puede cambiar de campo y de nombre, forma parte siempre de la sabidura del mundo, que el P. de Montfort describe ante todo como conformidad perfecta con las modas y mximas del mundo. Cuando uno quiere seguir el Evangelio, sencillamente a la letra, siempre se distingue de los dems, y el mundo no gusta de quienes no son como l, de quienes no son como los dems. Trata de hacerte entrar en la fila. Hay que obedecer al qu dirn... Al contrario, dice Montfort, lo que cuenta es lo que Dios piensa de nosotros, porque vivimos bajo la mirada de nuestro gran Jess. Cuentan que cierto da, el P. de Montfort caminaba con el hermano Nicols por el camino de Aigrefeuille a Nantes. Los dos misioneros estaban ya muy fatigados. Varias veces el Padre haba propuesto a Nicols cargarlo a sus espaldas. Pero el hermano siempre lo haba rehusado. Por ltimo, vencido por la fatiga, Nicols acepta que su compaero ponga su gran manto en un brazo, y que con el otro sostenga al pobre agotado. Y miren al pobre cortejo que cojeando reemprende la marcha hacia Nantes. Encontrbamos de vez en cuando - relata Nicols grupos de caballeros y damas y otras personas. Padre mo, le dije, qu dir toda esta gente? Hijo mo, me respondi, qu dir el buen Jess que nos mira. Tercera caracterstica de la sabidura del mundo, las componendas, el trmino medio, el gentilhombre del siglo XVII que se rechaza a escoger entre el Evangelio y un xito meramente humano. Un trozo de camino con el Evangelio y otro con el mundo. Y avanzar as hasta la muerte, sin optar jams, sin comprometerse de verdad. Porque hay que experimentarlo todo y mantenerse libre.Vivir como todo el mundo, huir la senda perfecta (CT 36,63). Montfort, hombre del absoluto y de opciones radicales, perciba en qu medida se hallaba en la ribera opuesta al don total esta vida sencillamente gentil, al burlarse del Evangelio.
2 - 12 - LA SABIDURA DE DIOS
Debemos - nos dice Montfort- detestar y condenar estas tres clases de falsa sabidura para adquirir la verdadera. Esta no busca el provecho propio, no arraiga en el terreno ni en el corazn de quienes viven cmodamente, y aborrece todo lo grande y espectacular a los ojos de los hombres (ASE 83). Frente a falsas riquezas, a falsos placeres, a falsos prestigios, aqu estn los verdaderos valores, la felicidad verdadera, la verdadera grandeza del Amor, la verdadera Sabidura de Dios.
2 - 13 - EL TESORO DE DIOS
Todos saben bien que, cuando uno ama, no tiene la misma sabidura que cuando no ama, no tiene el mismo tesoro, los mismos valores, no hace las mismas opciones. Incluso puede ser que haga opciones completamente opuestas a las que hace cuando no ama. Porque amaba, el P. Kolbe opt por morir de hambre en un bunker, para salvar al padre de siete hijos. Ms cerca de nosotros, porque ama tambin, Pablo, obrero especializado en una fbrica de muebles, elige ser despedido para dejar su empleo a otro trabajador. Pero si ya, cuando uno ama hace a veces opciones completamente opuestas a las de una sabidura sin amor, Dios que es el amor mismo, absolutamente puro, la fuente y la perfeccin de todo amor, qu opciones no puede hacer? Cul puede ser la Sabidura del Amor mismo? Cul puede ser su tesoro? Dnde puede El poner su corazn?A tales preguntas, Montfort aporta, en pos de san Pablo, una respuesta llena de admiracin Aqu es preciso exclamar con san Pablo: Qu abismo de riqueza, de sabidura y de conocimiento el de Dios! (ASE 15). Qu eleccin tan sorprendente! Qu designios tan sublimes e incomprensibles! Qu amor a la cruz tan inefable! (ASE 168). El tesoro de Dios? No es otro que el hombre, es la humanidad. Y dnde pone su corazn? En ti, en m, sobre todo en Mara, el tesoro del Seor, su Paraso, donde ha puesto lo ms precioso que tiene, su Hijo predilecto. S, Dios ha puesto su corazn en la humanidad. Pero estamos tan habituados a or decir que Dios nos ama, que hemos perdido completamente de vista que este amor procede de una sabidura sublime, incomprensible, desconcertante.
2 - 14 - DIOS ME AMA
Cmo l, el Altsimo, el Infinito, el que ha creado cielos y tierra, el infinitamente grande y el infinitamente pequeo, Aquel ante quien todas las naciones son como nada [...], una gota de agua en un cubo [...], un grano de arena en el platillo de la balanza (Is 40,15), Aquel ante quien mil aos son como un da (2 Pe 3,8), ha puesto su tesoro y por tanto su corazn en m, tan pequeo..., pobre, pecador? Me ama! Cmo es posible? Si este amor fuera an una opcin! Pero uno no escoge amar. Dios tampoco, si se puede hablar as, escogi amar. Montfort lo presenta como seducido por la belleza de la humanidad - una belleza del todo interior e invisible, que es su fe - ; ha sido
atrado, amorosamente vencido ASE 107; ver cap. 9). A decir verdad, en este amor hace una opcin que es entonces la de aceptar l, el Todopoderosos, dejarse vencer.
2 - 16 - LA ELECCIN DE LA POBREZA
Dios escogi la pobreza: es un Dios... [. ..J que no puede defenderse de la pobreza y su brillo, la am tanto que hasta hombre por ella volverse quiso; (CT 20,4). Mientras el mundo slo piensa en el dinero, en el provecho, en los bienes de la tierra, Montfort hace decir a Jess - que dialoga con los pobres: En la pobreza yo encuentro tanto brillo y majestad, que la eleg por esposa. Estimo como basura los haberes de este mundo aborrezco sus grandezas, sus honores, sus tesoros y su gloria fulgurante. (CT 108,6). Por qu brilla tanto la pobreza ante los ojos de la Sabidura? Porque es la verdadera riqueza de la cual los falsos tesoros no son sino una caricatura. La eleccin de la verdadera sabidura no es entre la riqueza y la pobreza, sino entre la falsa riqueza que no es otra cosa que pobreza y una pobreza que es autntica riqueza. La pobreza del rico, es su anhelo que lo martiriza, porque nunca dice basta.Cuanto ms rico es, ms quiere y se aumenta su apetito, y este mal sin paz ni dicha constituye su martirio; (CT 20,34). La riqueza del pobre es su amor, es la confianza que puede vivir, son los bienes que recibe del fondo inagotable de la divina Providencia (C 33).
Cosa sorprendente ! Ve algo que para los judos es motivo de escndalo y horror y para los paganos objeto de locura [...]. Y en la cruz detiene su mirada [...] Qu eleccin tan sorprendente! Qu designios tan sublimes e incomprensibles! Qu amor a la cruz tan inefable! (ASE 168). Porque tampoco era posible que Dios en Jess haya sufrido el tormento de la cruz y que - en una sabidura que nos sobrepasa totalmente - haya optado por ella. En contraposicin a una sabidura totalmente humana marcada por el pecado, que slo piensa en los placeres (Los mundanos [...] gritan todos los das: Vivir! Vivir! Paz! Paz! Alegra! Alegra! Comamos, bebamos, cantemos, bailemos, juguemos! [AC 10]), la Sabidura de Dios opta por la Cruz y la ofrece a quienes quieren seguirle: Si alguno quiere seguirme, tome su cruz... (Mt 16,24).
2 - 18 - LA VERDADERA FELICIDAD
En todo lo que Montfort dice acerca de la Cruz, uno siente que aparece como teln de fondo la meditacin de san Pablo en su Primera Carta a los Corintios, acerca de la locura de Dios que es ms sabia que los hombres (as como su debilidad es ms fuerte que ellos) [1 Cor 1,25]. La opcin de Dios no era entre locura y sabidura, sino entre la sabidura del mundo que Dios ha herido de locura y la locura de Dios que es verdadera sabidura. Lo loco del mundo lo eligi Dios... (1 Cor 1,20.25.27). La opcin no es tampoco, como se imagina la sabidura del mundo, entre el sufrimiento y la felicidad, sino entre la felicidad que es sufrimiento porque carece de amor y un sufrimiento que es felicidad porque es, nos dice Montfort, fuente, alimento y testimonio del amor (ASE 176).
2 - 19 - LA ELECCIN DE LA DEPENDENCIA
Por ltimo, Dios a la inversa de una sabidura mundana que busca la gloria y se embriaga con las falsas grandezas, opta por depender de Mara y ocupa el ltimo lugar, ese ltimo lugar que, deca el abate Huvelin, nadie podra disputarle jams. Porque descenda de lo alto... y nadie jams podra descender de tan alto! y por tanto caer tan bajo. La Sabidura eterna habra podido aferrarse a su categora de Dios, pero Dios Hijo no tiene esas pretensiones y, por ello, en la locura de su amor, opt por anonadarse, por tomar la condicin de esclavo hacindose uno de tantos, por despojarse. Y as, nos dice san Pablo, presentndose como simple hombre, se abaj ms todava, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz (Flp 2,6 - 8). Pero la humillacin de la cruz ya est toda contenida en la humildad del comienzo. La locura final, la de la cruz nos alcanza en nuestra carne, en nuestra sensibilidad que se rebela. La locura del comienzo, la de la Encarnacin, nos impacta menos. Y sin embargo! En Jess, en el momento de la Anunciacin, es ciertamente Dios quien se despoja de su divinidad!
l que es todo opta por anonadarse. El Altsimo se convierte en bajsimo. El gran Soberano, siempre independiente y suficiente a s mismo, opt por depender en todo de una persona humana, Mara... (VD 14.139.243), por empequeecerse. Montfort que estaba muy impresionado ante el escndalo de la cruz, ha sido casi ms sensible a la locura de la Encarnacin. Perciba que la cruz estaba ya ah; no la cruz que el Hombre Jess iba a asumir en su carne, en el momento de su pasin, sino la cruz de Dios Espritu, al encarnarse. Siendo el Hijo eterno, Aquel que es antes de todo y en quien el universo tiene su consistencia (Col 1,16.17), no se convierte en insignificante ser humano, en un Hijo de Mara, sin experimentar la cruz de la humildad absoluta, del anonadamiento. Cul puede ser la sabidura de un Dios que opta, en su libertad suprema, por anonadarse y depender de una criatura suya? No puede ser otra que la Sabidura del Amor mismo. Porque es cuestin ciertamente de sabidura, de la inteligencia suprema del Amor que bien sabe dnde se halla la grandeza verdadera y que el camino de la humildad lleva a ella. Al que se abaja lo encumbrarn (Lc 14,11). Dios se abaja, se anonada, despojado, ser por tanto encumbrado, exaltado. Por eso Dios lo encumbr sobre todo y le concedi el ttulo que sobrepasa todo ttulo (Flp 2,9). La gloria y esplendores de la resurreccin, los ve Montfort ya presentes en la Anunciacin y en el establo de Beln: El Dios encarnado [...] hizo brillar su fuerza en dejarse llevar por esta jovencita; cifr su gloria [...] en ocultar sus resplandores [...]; glorific su propia independencia y majestad en someterse a esta Virgen amable. Oh admirable e incomprensible dependencia de un Dios! Para mostrarnos su precio y gloria infinita, el Espritu Santo no pudo pasarla en silencio en el Evangelio... (VD 18).
3 - UN SECRETO DE SANTIDAD
3 - 1 - UN SECRETO DE SANTIDAD
Pongo en tus manos un secreto que me ha enseado el Altsimo y que no he podido encontrar en libro alguno antiguo ni moderno. Te lo entrego con la ayuda del Espritu Santo... (SM 1). La prctica que quiero descubrirte es uno de esos secretos de la gracia ignorado por gran nmero de cristianos, conocido de pocos devotos, practicado y saboreado por un nmero an menor (VD 82). Montfort present siempre su mensaje espiritual como un secreto que hay que descubrir. De nada sirve querer forzar la entrada: es objeto de revelacin. Montfort a su vez lo recibi como gracia y slo el Espritu Santo puede conducir a l a quien sea fiel en extremo... (VD 119).
3 - 2 UNA CONFIDENCIA
Montfort encontr el trmino secreto en la cultura popular de su tiempo, como un medio para atraer, intrigar, que asume el carcter de una confidencia hecha al amigo. No lo sabas? Ah! Si lo supieras! Bueno!, voy a confiarte un secreto. No lo revelars a nadie? Seguro? Bien!, mira.... Imaginmonos, que hoy vienen a presentarnos el mensaje evanglico, por ejemplo, las Bienaventuranzas, como un secreto: Quieres ser feliz?, infinitamente feliz?, con la felicidad misma de Dios? Bien!, voy a revelarte el secreto supremo de su felicidad. Escucha bien: Dichosos los que eligen ser pobres...! (Mt 5,3). Si nos presentaran la Buena Noticia de esta manera, sin duda que nos sentiramos interesados ante un mensaje que conocemos demasiado bien, que creemos conocer...
3 - 3 UNA REVELACIN
Porque, al presentar la dicha inmensa de la Consagracin a Jess por manos de Mara como un secreto, Montfort quiere tambin hacernos comprender que nicamente el Espritu Santo puede revelrnosla. Uno puede saberse de memoria las Bienaventuranzas, sin comprender realmente nada de ellas. Porque una cosa es conocer con la inteligencia, y otra recibir la revelacin del Padre. Bendito seas, Padre, Seor de cielo y tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos, se las has revelado a la gente sencilla... Quin es el Hijo lo sabe slo el
Padre; quin es el Padre lo sabe slo el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar (Lc 10,21 - 22). Ah est quiz la ilusin ms grande. Uno cree conocer, poder comprender apoyndose en sus propias fuerzas y olvida que no puede conocer sino por revelacin, y entonces como dice el mismo Jess uno ve sin ver v oye sin or ni comprender (Mt 13,13). Montfort saba bien que su mensaje, que no es otra cosa que una forma de leer el Evangelio, estaba sometido a la misma ley de la revelacin. Y entonces nos advierte: solamente con la gracia y la luz del Espritu Santo, puede uno entrar en la prctica interior y perfecta que quiere descubrirnos (VD 55).
3 - 4 UN SECRETO DE LA GRACIA
Al servirse del trmino secreto, quiere tambin decirnos que esa experiencia de la entrega total a Mara, para pertenecer a su Hijo (incluso si la consagracin conlleva grados diferentes que impiden que todos la comprendan de la misma manera) es un medio fcil y sencillo, un camino fcil (VD 119): As como hay secretos naturales para hacer en poco tiempo, con pocos gastos y gran facilidad ciertas operaciones naturales, tambin hay secretos en el orden de la gracia para realizar en poco tiempo, con dulzura y facilidad, operaciones sobrenaturales... La prctica que quiero descubrirte es uno de esos secretos de la gracia... (VD 82).
3 - 5 OTRO MEDIO?
Hay que reconocer aqu una intuicin muy profunda de Montfort. Que se podra expresar as: la vida cristiana est hecha para los hombres. Si en la prctica cotidiana, se manifiesta demasiado difcil, si la entrega de nosotros mismos que estamos llamados a vivir en nombre del amor (jn 15,13) es demasiado crucificante, incluso con la gracia de Dios, es quiz que hemos olvidado un medio que se nos haba dado, que estaba previsto en el programa, precisamente para humanizar lo que supera nuestras fuerzas. Simplificando un tanto - pero tambin para presentar las cosas en forma nueva podramos decir: Dios no hace nada sin nosotros. Nos ama demasiado para hacerlo todo l solo. Hallamos entonces, en primer lugar, nuestra accin, nuestra participacin, el trabajo humano. Este es el primer medio. Se da tambin - segundo medio indispensable - la gracia, el Espritu Santo, sin el cual - evidentemente - nuestra accin queda estril. Pero quiz se da todava otro medio que es a la vez camino para alcanzar la gracia sin salir de la humanidad, un camino que es una persona humana, as de sencillo: un ser humano, una mujer, totalmente de nuestro lado, pero al mismo tiempo llena de gracia, perfectamente trasparente al Espritu y cuya vocacin es humanizar a Dios, humanizar el Amor cuando la cruz se presenta. De los tres sentidos del trmino secreto, que vuelve tan a menudo, quedmonos por ahora con el segundo: confidencia o receta de santidad, el camino que Montfort nos muestra es ante todo objeto de revelacin. En ese camino encontramos a Mara, la Encarnacin, la Cruz: otros tantos secretos, sin contar el camino en s mismo.
3 - 6 EL SECRETO DE MARIA
Mara, antes que nadie, es un secreto, en su propia persona. Incluso si este ttulo del librito de Montfort no es suyo, responde bien a su pensamiento: Feliz, una y mil veces en esta vida, aquel a quien el Espritu Santo descubre el secreto de Mara para que lo conozcan! Feliz aquel que puede entrar en este jardn cerrado y beber abundantemente en esta fuente sellada el agua viva de la gracia! (SM 20).
3 - 9 EL SECRETO DE LA ENCARNACIN
El secreto de Mara no forma pues sino uno solo con el de la Encarnacin, que Montfort nos describe tambin como el primer misterio de Jesucristo, el ms oculto, el ms relevante y el menos conocido (VD 248) porque es el de Jess que vive y reina en Mara. Hay como un doble secreto en este misterio.
3 - 10 JESS Y MARA
El primero es que Dios mismo est escondido en una criatura humana. Es muy cierto que, en el momento de la Encarnacin, uno slo poda encontrar a Jess en Mara y por Mara (ver VD 246). Para dar a este misterio toda su importancia y resonancia, es bueno confrontarlo
con el de la Iglesia que no es otra cosa que su prolongacin. Tambin en la Iglesia, Dios se halla oculto en los hombres y por medio de ellos, y es imposible acercarse a l, verlo (Jn 1,18), hablarle fuera de los hombres y prescindiendo de ellos. Un da le preguntaremos a Jess: Seor, cundo te hemos visto?, y l nos responder: Tuve hambre y me dieron de comer...Lo que hicisteis al menor de mis hermanos, a M me lo hicisteis... (Mt 25,35. 37. 40). El que acoge a uno de estos pequeos por mi causa me acoge a M; y quien me acoge, no me acoge a M sino al que me envi (Mc 9,37). Al acoger al pobre, al pequeo, a mi hermano, al acoger tambin a la Iglesia, al que Jess enva (Jn 13,20; 15,20), acojo directamente a Jess, as como acojo al Padre al acoger a Jess. Diramos que entre el pobre y Jess, entre la Iglesia y Jess no hay mayor distancia que entre Jess y su Padre. Este es el misterio de la Iglesia, ste su secreto y ste el secreto y misterio de Mara. Diramos tambin que no hay - ms adelante lo veremos - mayor distancia entre Mara y Jess que entre Jess y su Padre.
3 - 11 JESS Y LA IGLESIA
El segundo secreto, que es slo consecuencia del primero, es que en este misterio de la Encarnacin, Jess en Mara no est solo. Constituye una sola cosa con los miembros de su Cuerpo del que ya no se le puede separar; y la madre del que es la cabeza es tambin ya la madre de los miembros. Por tanto, ya, en cierta forma, estbamos todos presentes en el momento de la Anunciacin, inseparables del que es nuestro Hermano mayor (Rom 8,29) y con quien no formamos sino una sola cosa. Algo as como todos los s que Jess pronunci a lo largo de su vida - incluido el de su agona (Mt 26,39) - estaban contenidos ya en el primer s de la Anunciacin (ver Hb 10,5 - 9). Del mismo modo nosotros que un da llegaramos a ser Cuerpo suyo, estbamos ya contenidos en aquella primera clula que era l en el momento de la Encarnacin (VD 32.248.264).Cuando Montfort nos invita a consagrarnos a Jess por manos de Mara, partir de este secreto: de este misterio de la Iglesia ya presente - en cierta forma - en el momento de la Anunciacin: somos los miembros de Jess y por lo mismo no podemos tener otra madre que la suya. As de simple! Lo que aconteci en la Anunciacin sigue aconteciendo hoy. Pero - como dicen - no es evidente. Se debe haber entrado antes en el secreto de nuestro ser de miembros, haber sentido como en lo ms profundo de nosotros mismos, el vnculo que nos une a Aquel que es nuestra Vida. Pero, deca Jess a su Padre: Has escondido todo esto a los sabios y entendidos... (Lc 10,21). Solamente el Espritu puede conducirnos ms all de las palabras y revelarnos el secreto.
3 - 12 EL SECRETO DE LA CRUZ
Pero aqu est, a mi modo de ver dice Montfort - el mayor secreto del Rey, el misterio ms sublime de la Sabidura eterna: la Cruz (ASE 167). Como a los Apstoles, [la Sabidura] revela con frecuencia a sus amigos todos sus secretos, pero no los de la cruz, a
menos que lo hayan merecido por su gran fidelidad y esfuerzos. [...] Oh!, cun humilde, pequeo, mortificado, interior y menospreciado del mundo has de ser para conocer el misterio de la cruz... (ASE 174). Hemos llegado por fin! Para la inteligencia humana, el misterio de la cruz no es sino escndalo y locura. En primer lugar, lo es la Cruz de Jess. Con Pedro, le decimos con toda naturalidad: T?, subir a Jerusaln?, padecer mucho...? No, eso jams! (Mt 16,22). Y, esa Pasin que Jess sigue viviendo hoy misteriosamente en los miembros dolientes de su Cuerpo?, cmo comprendera?, cmo percibir en ella algo diferente de una locura? Uno quisiera decirle: Si eres el Hijo de Dios, baja tambin de esta inmensa cruz del mundo (Mt 27,40). No te bastaba tu cruz que has tomado tambin la nuestra? Cmo comprender en definitiva que pueda hallarse gozo en que nos insulten, nos persigan, nos calumnien, aunque sea por causa de Jess? Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa ser grande en los cielos (Mt 5,11). Montfort hace eco a estas palabras: Vosotros que habis experimentado tantas tentaciones y aflicciones, que padecis persecuciones por la justicia, que sois considerados como la basura del mundo, consolaos, regocijaos, saltad de alegra! Porque la cruz que llevis es un don tan valioso... (ASE 179). Cmo es posible todo esto? Piensas - responde Jess a Pedro - no como Dios, sino como los hombres... . S, para conocer el misterio de la Cruz necesitamos una revelacin proveniente no de la carne ni de la sangre, sino del Padre... (Mt 16,17; 23) . La cruz es un secreto.
3 - 14 LA ORACIN...
En las primeras lneas del Secreto de Mara, podemos leer: Antes de satisfacer tu natural y precipitado afn de conocer la verdad, recita devotamente, de rodillas, el Ave Maris Stella y el Veni Creator Spiritus, para pedir a Dios la gracia de comprender y saborear este divino misterio (SM 2). El Ave Maris Stella y el Veni Creator no nos dicen ya nada seguramente y el trmino devotamente puede parecernos envejecido. Poco importa. Lo esencial es que debemos orar a Mara y al Espritu Santo, pedirles la gracia de comprender y saborear; de lo contrario, el mensaje quedar cerrado para nosotros, incluso y sobre todo, si creemos comprenderlo. El segundo de los cuatro medios para alcanzar el tesoro infinito de la Sabidura es no lo olvidemos - la oracin continua: Cuanto mayor es un don de Dios, tanto ms difcil es
alcanzarlo. Cuntas plegarias... no implicar entonces el don de la Sabidura, que es el mayor de todos los dones de Dios? ... La oracin es el canal por el cual comunica Dios ordinariamente sus gracias, y de modo especial su Sabidura (ASE 184). Si la consagracin a Jess por Mara es entrar en la Sabidura misma de Dios, para poder amar como l y participar en sus opciones de amor, equivale a decir que es una comunicacin de sus secretos. Pero, nadie conoce los secretos de Dios fuera del Espritu de Dios... (1 Cor 2,11), y Montfort vea en la oracin el nico medio para acoger la revelacin inefable. l mismo lo haba experimentado ya. Al orar, entramos en un mundo distinto del de la simple reflexin y el anlisis. Si es ya verdad que todo ser humano, cada uno de nosotros, es un pequeo acervo de secretos (Malraux), que nadie conoce sino por revelacin, qu debemos pensar de Dios mismo, del secreto de Dios? Si la simple reflexin y el anlisis, por sabios que sean, no pueden conducirnos sino hasta el umbral del misterio del hombre, sin permitirnos nunca entrar de verdad en l, qu pensar del misterio de Dios? Quin conoce los secretos del hombre sino el espritu del hombre que est en l? Del mismo modo, nadie conoce los secretos de Dios sino el Espritu de Dios (1 Cor 2,11) y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar (Lc 10,22).
3 - 15 LA HUMILDAD
Los secretos de Dios deben acogerse tambin humildemente. Orar es ya vivir la humildad, reconocer que no puedo comprender y menos an saborear por m mismo, que necesito de Otro, de su luz que me ilumine: mi reflexin personal es buena y necesaria pero tiene que ser fecundada por el Espritu Santo. Si el misterio del Reino de los Cielos, se revela a los humildes y sencillos, tambin El Secreto de Mara slo se abre a los humildes. Para ellos escribe Montfort: Si yo hablara a ciertos sabios actuales, probara cuanto afirmo sin ms... Pero estoy hablando de modo especial a los humildes y sencillos. Que son personas de buena voluntad, tienen una fe ms robusta que la mayora de los sabios y creen con mayor sencillez y mrito... (VD 26).
espritu de infancia de los pequeitos, nicos que pueden recibir la revelacin del Padre (Lc 10,21). A estos falsos sabios se dirige cuando escribe: Si algn crtico, al leer esto, piensa que hablo aqu hiperblicamente o por devocin exagerada, no me est entendiendo. 0 porque es hombre carnal, que de ningn modo gusta de las cosas del espritu, o porque es del mundo de ese mundo que no puede recibir al Espritu Santo - , o porque es orgulloso y crtico, que condena o desprecia todo lo que no entiende. Pero quienes nacieron no de la sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad de varn, sino de Dios y de Mara, me comprenden y gustan y para ellos estoy escribiendo (VD 110).
3 - 18 LA EXPERIENCIA
El Secreto de Mara es un mensaje que hay que vivir en lo ordinario de la vida. No es suficiente conocerlo; es preciso ante todo practicarlo y gustarlo, hay que vivir lo que uno ha descubierto: Alma predestinada, pongo en tus manos un secreto... con la ayuda del Espritu Santo a condicin de que... te empees en vivirlo... Porque la eficacia de este secreto corresponde al uso que se hace de l. Cuidado con cruzarte de brazos! Pues mi secreto se convertir en veneno... Al principio lo apreciars slo imperfectamente... Con el tiempo, a medida que lo vayas poniendo en prctica en la actividad de cada da, comprenders su precio y excelencia... (SM 1). Se tiene la impresin de que El Secreto de Mara lo mismo que el Evangelio se presenta ante todo como palabra a vivir: Todo aquel que escucha estas palabras mas y no las
pone por obra se parece al necio que edific su casa sobre arena [...] y se hundi. Y qu hundimiento tan grande! (Mt 7.26 - 27). Es curioso por lo dems ver a Simone Weil repetir casi las palabras de Montfort: Cuando se descubre la luz ms pequea, hay que ponerla en prctica, de lo contrario esa luz se volver veneno en nosotros (La Pesanteur de la Grce). Lo que Montfort nos transmite es, adems, fruto de su propia experiencia: ... lo que he enseado con fruto en pblico y en privado en mis misiones, durante muchos aos (VD 110). En cuanto a m que esto escribo, he aprendido por experiencia que... (SAR 113). Y cuntas veces no repite: Si supieras... Si supieras... Si conociramos la dicha interior que significa conocer la belleza de la Sabidura... (ASE 10). Si se conociera el valor de la Cruz... (ASE 177). Mara, oh... si conocida fuera! (CT 76,1). Ms all de un simple saber, sentimos el afn de compartir una experiencia vital, con el pesar de que uno se contente a menudo con conocer lo que slo puede saber realmente si lo vive. Tras la oracin y la humilde confianza en aquel que te invita a compartir la propia experiencia, la vida nos ensea lo que ante todo est hecho para vivirlo. Slo la experiencia te ensear las maravillas que Mara realiza. Maravillas que parecen increbles a los sabios y orgullosos... (SM 57). Infinitamente ms de lo que aqu te digo es lo que te ensear la experiencia y lo que encontrars por ti miStma. Si eres fiel en lo poco que te enseo, hallars tantas riquezas y gracias en la prctica, que quedars sorprendida y rebosante de dicha... (SM 53)
4 - LA DEBILIDAD DE DIOS
4 - 1 LA DEBILIDAD DE DIOS
Es natural que la sabidura del Amor nos desconcierte en sus opciones porque nos revelan la debilidad de Dios. Pero esta debilidad nos permite tambin amarlo, dado que un Dios poderoso y fuerte nos infundira temor. Ciertamente, lo que es debilidad en Dios, nos dice san Pablo, es ms fuerte que los hombres (1 Cor 1,25). Pero esta fuerza - dado que est hecha de debilidad consagrada por el amor - no tiene nada que ver con las potencias de este mundo. Es la fuerza del Espritu de Dios cuya experiencia se nos invita a realizar entrando en su debilidad.
Pero mientras Pablo descubre la debilidad de Dios en Jess crucificado, Monfort (que por lo dems, insiste tanto en la cruz) la contempla sobre todo en el Verbo encarnado. Cuando se reflexiona seriamente - dice - en la conducta de la Sabidura encarnada, que no quiso... entregarse directamente a los hombres, sino que prefiri comunicarse a ellos por medio de la Stma. Virgen... no desde encerrarse en el seno de la Stma. Virgen como prisionero y esclavo de amor ... se anonada la razn humana... (VD 139).
4 - 5 LA DEBILIDAD DE LA DEPENDENCIA
Porque hay otro medio (menos honorable que la incredulidad) para salir del escndalo, y consiste en olvidar el problema. Uno sigue creyendo, olvida, se acostumbra a la locura de Dios o se conmueve ante el nio del pesebre o los sufrimientos de Jess crucificado. Pero Montfort no se contenta con conmoverse. Lo que lo impacta frente a esa debilidad de Dios es la dependencia. Un Dios que acepta hacerse dependiente? Normalmente, el hombre depende de Dios, su Creador, ya que de l lo recibe todo: La vida, el movimiento, el ser (Hech 17,28). Y mira que, al encarnarse, Dios opta en Jess, por depender del hombre, por tener una madre y depender de ella en todo, como cualquiera de los hijos de los hombres. Se hubiera dado pues un viraje inesperado que era el viraje del amor. Se hubiera podido, se hubiera quiz debido esperar ese resultado, porque cuando uno ama, uno depende de aqul, de aquella a quien ama, y Dios es Amor (1 Jn 8,16). Dios deba, por tanto, a su vez,
depender, pero an entonces sigue resultando tan inverosmil! que Dios dependa de nosotros ... sencillamente porque nos ama. Y Dios es plenitud - si as podemos decirlo - no slo Jess, sino tambin el Padre y el Espritu Santo. Cuando Montfort nos invita a depender tambin nosotros - como Dios - de Mara, no ofrece como ejemplo solamente el de Jess, sino tambin el del Padre y del Espritu Santo: En prueba de la dependencia en que debemos vivir respecto de la Stma. Virgen, recuerda cuanto hemos dicho al aducir el ejemplo que el Padre, el Hijo y el Espritu Santo nos ofrecen de dicha dependencia (VD 140). En su encclica La Madre del Redentor, Juan Pablo II no utiliza quiz el trmino dependencia, pero proclama el hecho fuertemente: Hay que reconocer ciertamente que Dios mismo, el Padre eterno, ante todo confi en la Virgen de Nazaret entregndole su propio Hijo en el misterio de la Encarnacin (RM 39.46). Toda la santsima Trinidad vive esta debilidad de la dependencia porque nos ama. Pero es tambin la experiencia de toda la Trinidad, no slo la de Jess, sino tambin la del Padre y del Espritu Santo, la que estamos invitados a compartir para seguir su ejemplo.
suficiente a s mismo, no tiene ni ha tenido absoluta necesidad de la Stma. Virgen... (VD 14); pero este gran Seor es Amor y, misteriosamente, tiene necesidad de quienes ama.
Quiz nunca recalc el P. De Montfort este compartir que Dios quiso vivir con la humanidad en Mara como cuando dice de ella: Dios Padre comunic a Mara su fecundidad, en cuanto una pura criatura era capaz de recibirla, para que pudiera engendrar a su Hijo y a todos los miembros de su Cuerpo Mstico (VD 17).
Un Dios que llora y a quien se le infiere violencia infinita cuando se le rehusa el corazn de un hombre (ASE 64).
Hay que valorar todo el valor de paradoja de semejante afirmacin: desde cundo ha hecho brillar su fuerza en dejarse llevar? Por favor! Es cargando con el otro, por el contrario, como uno se muestra fuerte! Pero nos hallamos en plena paradoja de la sabidura de Dios que es locura a los ojos de los hombres, en pleno misterio pascual. Perdiendo la vida la encuentra uno (Mt 16,25), y aceptando vivir la debilidad, hizo Dios brillar su fuerza. Un da en que Jess oye hablar de grandeza en torno a l, busca a un nio y lo coloca en medio de los discpulos: el que es de hecho ms pequeo de todos vosotros, se es grande (Lc 9,46 - 48). Quin es ms grande el que est a la mesa o el que sirve? Pues yo estoy entre vosotros como quien sirve (Lc 22,27). Para comprender bien las paradojas de Montfort hay que confrontarlas con las del Evangelio y de san Pablo, porque son las mismas. Se trata de la misma sabidura de Dios que hace brillar la fuerza en la debilidad, la grandeza en la pequeez, la libertad en la dependencia.
4 - 17 EL MUNDO AL REVS
Cuando se mira la vida y se juzgan los valores a la luz de Dios, con los ojos de Dios, penetrando en su sabidura, se dira que todo est al revs. Lo dbil se hace fuerte, lo pequeo se hace grande, lo que es locura a los ojos del mundo se convierte en sabidura de Dios. Pero, tambin a la inversa, lo que es fuerte a los ojos del mundo se convierte en debilidad a los ojos de Dios, lo que es grande se hace pequeo. Es como quien mira con gemelos. Cuando se mira por un lado de los lentes (el bueno), lo pequeo se hace grande, lo que est lejos se acerca; y, al contrario, cuando se mira por el otro lado, lo grande se hace pequeo, lo que est cerca aparece de repente muy lejano. Sucede lo mismo - si puede decirse - con los gemelos de la Sabidura de Dios. Me hace ver grande lo que es pequeo, fuerte lo que es dbil, sabio lo que es loco. Y a la inversa, con los ojos de la sabidura, los poderosos de este mundo me parecen muy dbiles, los grandes muy pequeos, y nuestras clebres sabiduras, muy grandes locuras.
Y al contrario, qu es esa potencia que no tiene otra cosa que la fuerza y el miedo para hacerse respetar? Como deca el P. Popieluszko - asesinado en octubre de 1984 - que fue vctima de ella: La violencia no es seal de fuerza sino de debilidad. Quien no ha logrado imponer una victoria por el corazn ni por la sabidura trata de vencer por la violencia... Es slo una debilidad que trata de esconderse. Pobres grandezas humanas que intentan tapar el sol con un dedo!. Dios las ha puesto muy pronto al descubierto: vosotros no sois gran cosa a sus ojos. En el Magnficat Mara expresa bien esa inversin en los dos sentidos: Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes. Dispersa a los soberbios de corazn, y ha mirado la humillacin de su esclava. A los ricos los despide vacos y a los hambrientos los colma de bienes
Podra decirse tambin que hay en Dios como dos grandezas. Manifiesta la primera en la inmensidad del universo; la segunda se revela en ese nio en que Dios se ha convertido para nuestra salvacin. Pero la primera grandeza no es quiz nada en comparacin de la segunda que es una grandeza de amor. Qu significa crear cielos y tierra cuando se trata del Todopoderoso? Pero ser el infinitamente Grande y aceptar anonadarse, abajarse, depender... es otra cosa. Quiz Dios necesitaba poco poder para crear cielo y tierra, pero necesitaba mucho para borrarse en el Nio de Navidad (Poco poder hace falta para hacerse ver, mucho para borrarse [P Varillon, en La humildad de Dios]). Y Dios se borra al encarnarse. El encuentro de Dios en la inmensidad del universo no es tan desconcertante como su encuentro en el pesebre de Beln y en la Eucarista (Juan Pablo II). T llevas a quien el mundo entero no puede contener (Himno a la Virgen). Claro que no hay que oponer el Dios Creador al Dios del Amor; pero los telogos nos advierten tambin que no hay que poner los atributos divinos en lugar de su naturaleza. Lo que hace que Dios sea Dios, su naturaleza, no es su Omnipotencia, ni su fuerza, ni tampoco su justicia... es el Amor. Dios es Amor (1 Jn 4,8.16). Y la fuerza del amor pasa por la debilidad.
causa de l mismo... Pase lo que pase, Dios existe, la inmensidad de Dios y su inalterable esplendor
Dios Padre entreg su Unignito al mundo solamente por medio de Mara [...] Dios Espritu Santo form a Jesucristo en Mara, pero despus de haberle pedido su consentimiento... Con ella, en ella y de ella produjo su obra maestra... (VD 16.20). Al aceptar depender de Mara, imitamos tambin al Padre y al Espritu. Cuando hoy se oye hablar de esta devocin, se empieza a desconfiar en seguida, temiendo que se trate de algo un tanto envejecido, sentimental, que huele a piedad de mujercillas, lejos de las vigorosas verdades del Evangelio. En realidad, cuando uno reflexiona atentamente en ello, lo que Montfort nos propone vivir es algo muy firme. Se trata nada menos que de imitar a Dios, entrar en la experiencia de Dios, vivir una experiencia divina!
5 - 7 LA HUMILDAD DE DIOS
Seguir el ejemplo de Dios en el camino del amor, es ante todo participar en su humildad. La humildad de Dios! (ttulo del hermoso libro del P. Varillon). Montfort no utiliza nunca esta expresin, porque para l (y todava para cuntos cristianos hoy da!) la humildad es una virtud humana, la virtud por excelencia de Mara que nos la comunica (ver VD 213). Sin embargo, el Dios que nos presenta es un Dios maravillosamente humilde (Cuando me dirijo a Dios me dirijo a uno ms humilde que yo, P. Varillon, O.c.): Este buen Maestro no se desde de encerrarse en el seno de la Stma. Virgen como prisionero y esclavo de amor, ni de vivir sometido y obediente a ella durante treinta aos... (VD 139). Hubiera podido venir al mundo en la edad de un hombre maduro, independiente de los dems... Pero no. Quiso venir como pobre y nio dependiente de los cuidados y solicitud de su santa madre. Quin es Dios para someterse en esta forma, sino un Dios humilde? Muy humilde hay que ser para dejarse llevar por una jovencita ! Muy pobre hay que ser tambin, cuando uno es la Belleza en persona, para optar por esconder los propios resplandores a todas las criaturas... Muy loco hay que ser, cuando uno es un gran Seor siempre independiente y suficiente a s mismo para aceptar tener que depender! Pero Dios es humilde, pobre y loco.
inclinacin que la de ocultarse a s misma y a todas las criaturas para que slo Dios la conociera (VD 3). Por ello Dios la elev y honr (VD 25) y la constituy Reina del cielo y de la tierra (VD 38; ver RM 41). Vivir la humildad del hombre es ante todo entrar en la de Mara, vivir el misterio pascual de ella.
Jess por el bautismo, en la muerte, a fin de que, como Cristo resucit de entre los muertos para la gloria del Padre, tambin nosotros vivamos una vida nueva (Rom 6,4). Ser cristiano es morir con Jess, para resucitar con l. Cmo acontece, entonces, que Montfort, a pesar de presentar su consagracin como una renovacin perfecta de los votos [...] del santo bautismo (VD 126), nos invite con menor insistencia a compartir la Pascua de Jess que su Encarnacin?
5 - 15 LA PASCUA DE LA ENCARNACIN
La respuesta a esta pregunta es indudablemente muy sencilla. Para Montfort, la Encarnacin, tambin es ya una Pascua, la primera Pascua de Jess, su primer paso por la muerte a la resurreccin. Se ha acusado a veces a Montfort de hablar demasiado de la Cruz y no lo suficiente de la Resurreccin; pero es que para l, el misterio pascual de Jess, en lugar de estar slo al final de su vida, est presente al comienzo. l paso a travs de la muerte hacia la Resurreccin es una experiencia tan fuerte, tan central que en cierta forma ha invadido toda la vida de Jess, hasta su infancia, hasta su nacimiento. Algo parecido a una piedra que se arroja al centro de un estanque. A partir del sitio donde se ha roto la superficie del agua se forma una serie de ondas concntricas que se extiende hasta el borde. As el misterio pascual de Jess que es el norte y centro de toda su vida la ha marcado en cierta forma de un extremo al otro, hasta su niez. San Lucas, en los dos primeros captulos de su evangelio, - llamados los relatos de la Infancia - nos muestra a la cruz ya presente en la pobreza del pesebre de Beln, el holocausto de los inocentes, la profeca de Simen que destroza el corazn de Mara (este nio tiene que ser un signo de contradiccin: Lc 2,34), los tres das que Jess estuvo perdido y lo encontraron, que preanuncian los tres das del sepulcro y ... la resurreccin. Para Montfort tambin, la Cruz de Jess invadi toda su vida, hasta su infancia. Quiz con cierta falta de habilidad, nos muestra a la Sabidura encarnada [que] am la Cruz desde la niez. Tan pronto entr en el mundo, la recibi en el seno de su madre, de manos del Padre eterno, y la plant en medio de su corazn... (ASE 169).
Ya en la Anunciacin nace la Iglesia. Si el misterio pascual de Jess se halla ya presente en la Encarnacin, del mismo modo tambin toda la Iglesia, todos los hijos de Dios, todos los miembros de Jess se hallan ya presentes en ese Cristo que Mara engendra en el momento de la Anunciacin. Engendrando al que es Cabeza de la Iglesia, Mara, en el momento de la Anunciacin, engendra tambin ya misteriosamente a todos sus miembros. En el instante preciso en que Dios se hace hombre en Mara, estamos ya misteriosamente presentes, comenzamos ya a ser hijos de Dios. Ya desde la Encarnacin comienza Jess a vivir su misterio pascual: tambin desde la Encarnacin Mara comienza a ser Madre nuestra.
5 - 19 UN CAMINO MS HUMANO
Cuando se pregunta a quemarropa a alguien: Qu fiesta prefieres, la de Pascua o la de Navidad?, se recibe a menudo la respuesta: Prefiero la de Navidad. Es posible que esta preferencia revele cierta ignorancia. Se ha olvidado la importancia de la fiesta de Pascua: Si Cristo no resucit, vana es vuestra fe. (1 Cor 15,14). Pero esa respuesta revela tambin otra realidad: la fiesta de Navidad nos parece ms humana, ms cercana a nosotros que la de Pascua. No se olvide que antes de la Resurreccin de Jess tuvo lugar su muerte, y la Cruz nos atemoriza. En cambio, uno no teme a un nio. Un nacimiento es siempre motivo de alegra! Se llega casi a olvidar que para convertirse en ese nio, Dios se anonad, experiment una muerte. Es la alegra la que es ms fuerte dice Claudel. Quiz a causa de esta preferencia tan natural de los hombres por la fiesta de Navidad prefiere Montfort invitarnos a seguir a Jess sobre todo en los misterios de su infancia y de sus comienzos. Quin de nosotros no conserva de su niez un recuerdo maravilloso, mientras que el final de la vida de los hombres no es a menudo sino dolores? Marcel Pagnol a lo largo de todo su libro Le Ch-teau de ma mre, evoca el paraso de su niez con su hermano Pablo y su inseparable Lil. Todo es alegra, paseos a caballo por las landas bajo el sol de Provenza... Pero de repente al final del libro, en violento contraste con esta gracia maravillosa de los comienzos, tres pginas acaban rpidamente con este paraso de la infancia. Primero la muerte de la madre, luego la de Pablito que parte a los 30 aos, la de Lil a quien mata durante la guerra una bala en la frente... Y el autor concluye: Esa es la vida de los hombres. Algunas alegras, muy pronto desvanecidas por inolvidables tristezas. No hace falta decirlo a los nios (Le Chteau de ma mre, Ed. Livre de Poche, pg. 376). Incluso si va seguido de Pascuas, no es ante todo por el camino de los viernes santos y de las inolvidables tristezas que nos invita Montfort a seguir a Jess, sino por el de Navidad y las gracias de la Infancia.
5 - 20 EL CAMINO DE MARA
Muy cierto, Montfort no olvida el camino de la Cruz. Habla tanto de l que se ha ganado la reputacin de no ofrecer sino cruces, de amar slo el sufrimiento. En su Carta a los Amigos de la Cruz, nos invita - y con qu intensidad! - a seguir valerosamente a Jess, nuestro jefe
coronado de espinas (AC 27) por el camino de su segunda Pascua, en la pobreza, las humillaciones y los dolores (AC 17). Pero, en el Tratado de la Verdadera Devocin y El Secreto de Mara, Montfort habla poco de la cruz y nos invita a seguir sobre todo el camino de Mara.Todo parece acontecer como si, una parte de su vida, Montfort hubiera ensayado a seguir a Jesucristo por el camino de la cruz, pero sobre este primer camino hubiera encontrado lo que l mismo llama noches oscuras, extraos combates y agonas... , hubiera tenido que pasar por escarpadas montaas [...], espinas muy agudas y pavorosos desiertos (VD 152). Haba corrido el riesgo de desanimarse. Hubiera entonces encontrado el camino de Mara, el de la Encarnacin, y por el camino de Mara, se transita ms suave y tranquilamente (VD 152). Una vez ms, no habra que oponer los dos caminos. En el camino de Mara tambin se encuentra la Cruz, con grandes combates que librar y grandes dificultades que vencer. En el camino de la Cruz tambin se encuentra a Mara. Parece sin embargo que Montfort hubiera descubierto que el primer camino era ms humano (ms fcil - dice l - , ms corto) y que este descubrimiento se le hubiera impuesto a lo largo de la vida, con mayor fuerza cada vez. Como Dios, hay que comenzar por Mara.
No se trata solamente de darlo todo, sino de darse, de vivir la misma vida que Aquel a quien nos consagrarnos. Es preciso - nos dice Montfort - avanzar de virtud en virtud, de gracia en gracia, de luz en luz, para llegar hasta la transformacin de uno mismo en Jesucristo... (VD 119). La finalidad - aade - es la transformacin de las almas, en Mara, a imagen de Jesucristo. En un pasaje del Tratado de la Verdadera Devocin - que no es sino un tejido de citas bblicas - Montfort establece esta primera verdad fundamental que es que Jesucristo... es nuestra nica vida que debe vivificarnos y nuestro nico Todo que en todo debe bastarnos (VD 61).
6 - 3 EL RBOL Y EL FRUTO
No nos consagramos a Mara sino porque es la Madre de Jess, y porque, por el Espritu Santo, sigue dndolo a luz, y que si quiero poseer el fruto tengo que poseer el rbol que lo produce, y este rbol es Mara (VD 164). Pero lo importante es el fruto, y el fruto ha sido hecho para ser comido, para ser mi sustento y - dado que este fruto es una persona - , para que yo viva su vida. Si acudo con tanta confianza a la Virgen Mara, es porque ella est totalmente transformada en Dios (VD 164), ella ya no vive, ella ya no existe, sino Jess en ella (VD 63); cuanto ms me asemeje a ella, ms semejante ser a Jesucristo que es su vida (ver Col 3,4). La liturgia Eucarstica (IV Plegaria) dice con fuerza: Y Porque no vivamos ya para nosotros mismos, sino para l [Jess], que por nosotros muri y resucit, envi, el Padre, desde su seno al Espritu Santo como primicia para los creyentes, a fin de santificar todas las cosas llevando a plenitud su obra en el mundo. En cada Eucarista no hay solamente la consagracin del pan y del vino, hay tambin la de la asamblea, la de cada uno de nosotros. El Espritu Santo (con la colaboracin de la fe de la Iglesia, la de Mara, la nuestra) viene a consagrarnos tambin a nosotros a fin de que no vivamos ya para nosotros mismos, sino para Jess, a fin de transformarnos en Jesucristo.
Jess llega incluso a decir que podemos ser su madre: Todo el que hace la voluntad de mi Padre, se es hermano mo, y hermana y madre (Mc 3,35). Por ltimo, san Pablo, al meditar en el encuentro del camino de Damasco, descubre que con Jess - sobre todo en el dolor formamos un solo cuerpo (Hech 9,5). Somos realmente su Cuerpo. Entre l y nosotros hay tantas comunicaciones de vida, de sensibilidad, de movimiento, como entre la cabeza y los miembros del cuerpo. Si en la fbrica un laminador corta la mano de un obrero, todo su cuerpo... y tambin su cabeza quedan traspasados de dolor. Qu le acontece entonces a Cristo que es nuestra Cabeza, cuando tambin nosotros - miembros suyos - somos triturados por el sufrimiento?
6 - 5 YA NO VIVO YO...
Pero quiz hay que ir ms lejos. Ms all de todas las uniones, ms all de la comunin en la misma vida; se da la identidad: Ya no soy yo... sino Cristo (Gal 2,20). Se ha dado como un cambio de persona que debera causarnos temor, temor de perdernos, de no ser ms nosotros mismos, porque ahora es Otro quien vive en nosotros. Ya no vivo yo, ya no oro yo, ya no sufro yo, ya no amo yo... Y si ese otro me destruyera, me impidiera llegar a ser yo mismo? Quiero ser yo mismo y no otro! Felizmente no hay nada que temer. Ese Otro no es como los otros! Todos los dems - porque no me aman lo suficiente - pueden impedirme que prospere, que sea yo mismo. l, al contrario, cuanto ms sitio le hago, cuanto ms me abandono en l, cuanto ms le permito vivir en m... tanto ms feliz soy. El da en que l lo ocupe todo en m, ese da por fin ser realmente yo mismo. No temas!
6 - 8 DESEO ARDIENTE
Si - como Montfort lo ha dicho al comienzo de su libro- No se ama lo que no se conoce (ASE 8), tampoco se puede buscar lo que no se ama. Hay que haber ya descubierto que la divina Sabidura es la ms deseable de todas las realidades que se puedan desear (ASE 181), y este descubrimiento, este deseo que lo gobierna todo, es a la vez don de Dios y fruto de nuestra fidelidad en guardar los mandamientos (Si me amis - dice Jess- guardareis mis mandamientos [Jn 14,15]).
6 - 9 ORACIN CONTINUA
Cuando hayas alcanzado el gran don del deseo, tienes que buscar por la oracin: Buscad y hallaris, llamad y os abrirn... y todo lo alcanzaris por la oracin (ASE 184). Una oracin llena de fe, de una fe viva y firme que implora sin dudar, de una fe pura que mantiene la confianza aun cuando nos parezca naturalmente que Dios no tiene ojos para atender nuestra miseria, ni odos para escuchar nuestras splicas, una fe perseverante, puesto que Dios... no quiere otra cosa que dar... (ASE 185 - 188).
6 - 10 MORTIFICACIN UNIVERSAL
La expresin nos choca hoy. Es cierto que esta mortificacin no tendra sentido fuera de la vida que nos brinda. El misterio de Pascua, que es el de Dios mismo, es un Pasar de la muerte a la vida. Habra que hallar una expresin ms pascual, que insista ms en la vida. En realidad en este tercer medio Montfort nos pide solamente renunciar a la sabidura mundana, tan opuesta a la de Dios, como las tinieblas a la luz y la muerte a la vida (ASE 199). Hay, pues, que optar. No puedo hacer de la Sabidura mi tesoro, al seguir apegado mi corazn a las falsas riquezas, los falsos placeres, las falsas grandezas de este mundo. Si alguien quiere venirse conmigo, que renuncie a s mismo, que cargue con su cruz... (Mt 16,24). Querer escapar a la mortificacin (o poco importa el nombre que se le d), sera como pretender vivir Ese amor ms grande, el amor del que habla Jess sin dar la vida. Y cmo querer ser transformados en Cristo sin compartir sus opciones, ni poner el corazn donde l ha puesto el suyo? La autntica mortificacin, sa sin la cual todas las otras son intiles y manchadas, es la del espritu y del corazn. Para quedar transformados en Cristo hay que dejarnos guiar por su Espritu que le condujo a l a hacer no su voluntad sino la del Padre: He bajado del cielo no para hacer mi voluntad sino la del que me envi (Jn 6,38). La verdadera mortificacin universal consiste en el fondo y ante todo, en poner en prctica lo que cada da pedimos en el Padre nuestro. Hgase tu voluntad..., y no la ma (Mt 6,10; 26,39). En concreto, esta mortificacin de mi voluntad consistir a menudo en no imponernos penitencias importantes sin pedir el consejo de un hombre prudente (ASE 202). Las verdaderas mortificaciones, al igual que las verdaderas pobrezas son las que uno no escoge: sas que la vida nos ofrece cada da, sin necesidad de ir a buscarlas.
El cristiano es no slo alguien que se deja invadir por el Espritu de Jess y que vive de su vida, es otro Cristo. Pero Cristo es el fruto del Espritu y de Mara; por lo mismo, todos los otros Cristos que son miembros suyos son tambin fruto del Espritu y de Mara. Un miembro de Cristo no puede ser hecho de manera diferente que Jess mismo. Su vida de miembro no puede llegarle de otra fuente que la de Jess, quien la recibi del Espritu Santo y de Mara. La madre de quien es la Cabeza debe ser tambin la madre de los miembros (VD 32). A imagen de la cabeza y de los miembros del cuerpo, Montfort superpone otra imagen bblica que hemos encontrado ya: la del rbol y el fruto. Jess es siempre y en todas partes el fruto y el Hijo de Mara; y Mara es en todas partes el verdadero rbol que lleva el fruto de vida y la verdadera Madre que lo produce (VD 44). Por consiguiente quien desee este fruto maravilloso debe poseer el rbol que lo produce. Si deseas poseer a Jess, debes tener a Mara! (ASE 204).
Sin contar con que ella misma es la ms semejante a Jesucristo de todas las creaturas (VD 120), la que ms se le asemeja: Tan unida y transformada en Dios, que fue preciso que l se encarnara en ella (VD 164). Para dejar que se forme en nosotros, por medio de la Virgen Mara, la imagen de Jesucristo, Montfort nos propone dos experiencias: la de la mirada y la del molde.
6 - 16 MIRAR
Mira ahora, dice Dante, el rostro que se asemeja ms al de Jess. Porque su claridad es la nica que puede prepararte a ver a Cristo. Mirar a Cristo? Voy a quedar deslumbrado, como los apstoles en la Transfiguracin, por la gloria de su rostro resplandeciente como el sol(Mt. 17,2). Mara - escribe Montfort - no es el sol, que por la viveza de sus rayos, podra deslumbrarnos a causa de nuestra debilidad; sino que es bella y suave como la luna que recibe su luz del sol y la atempera para acomodarla a nuestra limitada capacidad (VD 85). Al mirarla, al imitar su fe viva, su humildad profunda, su pureza del todo divina (VD 260), al tratar de hacer todas mis acciones como ella las hara si estuviera en mi lugar, llego a asemejarme a ella y convertirme en copia viviente de quien es imagen viviente de Jesucristo. Sin abandonar la humanidad, con un modelo al alcance de nuestra pequeez, llego a transformarme poco a poco en aquel a quien debo reproducir por vocacin.
muy maleable, estar muy desapegado, muy fundido... sin apoyo alguno en s mismo, hace falta nada menos que morir. Uno quisiera conservar el comando de su vida, para realizarse uno mismo, y se hace preciso aceptar que hay que depender. dejarse formar, engendrar. Pero es el caso que hace falta mucha mayor renuncia para abandonarse que para trabajar por su cuenta. En el fondo, es como si tuviramos que optar entre dos renuncias. la del trabajo por propia cuenta y la del abandono. Duro es trabajar apoyndose en s mismo y no contando sino con las propias fuerzas, pero se tiene al menos el consuelo de saber que soy yo el que... Ms difcil an es abandonarse, confiar en el otro diciendo: No soy yo el que.... Si Montfort nos aconseja el camino del abandono, que es el ms difcil, no es, claro est a causa de la dificultad en s, sino a causa de la eficacia y del amor. El camino de Mara es el ms eficaz, porque cuando uno acepta dejarse formar en el gran molde de Dios, recibe all - dice Montfort - todos los rasgos de Jesucristo (SM 17). Es tambin aquel donde hay ms amor, porque es el camino de la confianza y del abandono.
7 - 2 EL CRISTO TOTAL
Somos - ya lo vimos - no slo sus amigos, sus hermanos, sino tambin su esposa, sus miembros, su cuerpo: estamos llamados a formar uno solo con l. El Cristo total es Jess y sus miembros. No basta que Jess haya nacido como Cabeza del Cuerpo, tiene tambin que nacer en cada uno de sus miembros. No basta que haya nacido - como dice Montfort - para todo el mundo en general, tiene que nacer tambin para cada uno en particular, sino no ser jams el Cristo total. No ser jams sino un Cristo parcial, inacabado.Un Cristo inacabado! Quiz necesitamos expresiones como sta, para despertarnos y ayudarnos a tomar conciencia - aunque sea slo en parte - de las maravillas que estamos viviendo. El Hijo que el Padre nos ha dado, porque nos ha amado tanto, es un Hijo, un Cristo inacabado, que apenas est comenzando. Hay que continuarlo. Dios nos ama demasiado. Nos respeta demasiado para hacerlo todo y nosotros nada. Dios es Padre, verdaderamente. No es paternalista. Entonces, ese Hijo que pudiera habernos dado terminado, completo, acabado, sin colaboracin alguna de nuestra parte para construirlo, ha querido hacerlo con nosotros, con nuestra participacin. En cierto sentido se podra incluso decir que, para nosotros, nada est an hecho. Porque, para un miembro del Cuerpo, para un sarmiento de la vid, la vida comienza a partir del momento en que esa vida penetra en l. De qu servira que Jess haya nacido en Beln en otro tiempo, si no nace hoy en tu corazn? (Angelus Silesius). Ayer, muy bien!, pero existe tambin el hoy. La cabeza, muy bien!, pero existen tambin los miembros. San Pablo senta muy fuertemente esa falta de plenitud de Cristo, en particular en su Pasin: Voy completando en mi carne mortal - escribe a los Colosenses - lo que falta a las
penalidades del Mesas por su Cuerpo, que es la Iglesia (Col 1,24). Pero, antes de que Cristo sufra en nosotros, tiene que nacer en nosotros, y crecer e invadirnos poco a poco con su vida. Es lo que Montfort quiere decir cuando escribe: Dios Hijo quiere formarse y, por decirlo as, encarnarse todos los das... en sus miembros... (VD 31). Es como si dijera que falta algo no slo a los padecimientos de Cristo por su Cuerpo, sino tambin y ante todo al nacimiento de Cristo en su Cuerpo, que es la Iglesia. La espiritualidad monfortiana es una espiritualidad de la Cruz, pero es tambin y ante todo una espiritualidad de la Encarnacin, la de ayer (en la Anunciacin) pero an ms la de hoy. En estos dos polos ayer y hoy el comienzo y el fin la cabeza y los miembros para todo el mundo y para cada hombre en general en particular encontramos una especie de constante del pensamiento de Montfort que establece muy fuertemente al comienzo del Tratado de la Verdadera Devocin: Por medio de la Stma. Virgen Mara vino Jesucristo al mundo, y por medio de ella debe tambin reinar en el mundo (VD 1). Lo que aconteci ayer, en la primera venida de Jesucristo,para la cabeza de su Cuerpo, y para todo el mundo en general, acontece todava hoy, en la segunda venida de Jesucristo, para los miembros de su Cuerpo y para cada hombre en particular. Entre estos dos polos, hay - dice Montfort - una secuencia lgica necesaria (VD 32). Completo tambin hoy en mi carne lo que falta a su Encarnacin. La Encarnacin de Dios no culmina en Cris-to, sino en toda la humanidad (P. Varillon: Joie de croire, joie de vivre, pg. 281).
evangelista muestra junto a la cruz de Jess) .Y delante de ella Jess se atreve a decirle a su hijo - dirigindose a Mara: Esa es tu madre. Porque Juan no es nicamente su hijo. Ha recibido otra vida, la de Jess que se ha injertado en la suya; tiene por tanto que renacer a esa nueva vida y recibirla, como Jess, de Mara y del Espritu Santo que Jess entrega precisamente al morir, en una especie de Pentecosts sobre el mundo: ... e inclinando la cabeza, comunic el Espritu (Jn 19,30).
7 - 7 AN NO HEMOS NACIDO
Si san Pablo nos presenta a la creacin entera gimiendo con dolores de parto, no es quiz sorprendente que nosotros gimamos tambin interiormente esperando la redencin de nuestro cuerpo (Rom 8,22 - 23). El mundo antiguo no se ha terminado todava (Apoc 21,4) incluso si el nuevo est ya presente y trabaja ya desde dentro al antiguo. Lo que seremos no se ha manifestado todava (1 Jn 3,2).
7 - 10 COMO NIOS
Es verdad que el P. de Montfort nos llama a vivir como nios que dependen para todo de la solicitud de su madre. Como el nio saca todo su alimento de la madre que se lo da proporcionado a su debilidad, as los predestinados sacan todo su alimento espiritual y toda su fuerza de Mara (SM 14). Hay que abandonarse - aade- como un instrumento entre sus manos a fin de que acte en nosotros, y haga de nosotros y en favor nuestro lo que mejor le parezca a la mayor
gloria de su Hijo y del Padre del cielo. No hay, pues, vida interior ni accin espiritual posibles que no dependan de ella (SM 46). Es una dependencia, que mal entendida puede fcilmente parecer un regreso a lo pueril, un regreso a la madre que impide a los seres madurar realmente, convertirse en adultos responsables. En realidad se trata de algo muy diferente.
asumi todas sus dimensiones en el tiempo y el espacio, para hacerse presente a nosotros, para unirse a nosotros. Antes de su resurreccin, Jess estaba limitado por el espacio y el tiempo, no poda ser sino un hombre para algunos, para los que el Padre le haba dado. Su resurreccin al hacer brillar todos los lmites de tiempo y espacio, le permiti convertirse en hombre para todos y constituir con nosotros, hermanos suyos, un solo gran Cuerpo: la Iglesia. Igualmente, antes de su Asuncin, Mara estaba tambin limitada, slo poda ser una mujer para algunos, una madre para algunos. para Jess, Juan, los primeros discpulos... Al resucitar, tambin ella, como su Hijo y en dependencia de l, se independiza del espacio y del tiempo... y del nmero. Qu le importa ahora que haya millares de seres humanos? Se ha convertido en una mujer para todos, una madre universal con las dimensiones del mundo y de la humanidad.
Debemos igualmente, para vivir mejor nuestra relacin con el Hijo, aceptar la heredad de Mara, o sea, pertenecer a aquellos y aquellas que el Padre le ha dado, con su Hijo preferido. Y, por ltimo, para mejor vivir nuestra relacin con el Espritu Santo, debemos permitir a Mara echar en nosotros las races de sus virtudes, de su fe invencible, de su humildad profunda... (VD 34). ...A la imagen del rbol y del fruto, se sobrepone la del rbol y las races. En efecto, podra el rbol de vida producir su fruto que es Jess, sin poder echar sus races con profundidad en aquel que lo acoge? Y, entonces, - cuando Mara ha echado races en un alma - , realiza all las maravillas de la gracia que slo ella puede realizar... en unin del Espritu Santo... (VD 35).
8 - 2 CUESTIN DE POBREZA
Cuando recitamos el Padrenuestro, lo hacemos con frecuencia de carrera y llegamos al final de la oracin, sin la menor inquietud. Y sin embargo! Acontece que hay nios o santos que, presos de vrtigo, se detienen desde las primeras palabras. Padre nuestro. Qu fcil decirlo! Un tanto ms difcil, quiz hasta imposible... vivirlo, cuando hacemos como lo pide Montfort una seria reflexin (VD 139), acerca de nuestra condicin de hijos de Dios.
No es Jess, acaso, Dios igual en todo a su Padre, y, por consiguiente, el Santo de los santos, tan digno de respeto como su Padre? (VD 85).Tampoco es nada tener a Dios por Hermano nuestro! Quiz incluso es ms difcil que tenerlo por Padre, a causa de la cercana insoportable: Aljate de m, que soy un pecador.
8 - 6 UN GRAN DESEQUILIBRIO
S, esto funciona!, y sin embargo, al reflexionar en ello, percibimos que nuestra vida de hijos de Dios - al igual que la de Cristo - est edificada sobre un inmenso desequilibrio, tal como quizs slo el Amor lo puede construir. Esa vida nueva que crece en m, la estoy recibiendo de dos fuentes que ciertamente no se hallan al mismo nivel: mi Padre es Dios (t, Padre nuestro que ests en el cielo), Altsimo, infinito, y mi madre es Mara, pequeita, la humilde Mara, dice Montfort (VD 157). Uno puede escandalizarse o sonrer ante semejante desequilibrio. En realidad hay que avanzar todava un poco ms. Porque el Amor sobre todo cuando es Dios (1 Jn 4,8.16), lo vuelve todo al revs. Recordmoslo: el amor engrandece lo pequeo, y empequeece lo grande. Mara
es verdaderamente Madre de Dios sin dejar un solo instante de ser criatura. Y Dios, nuestro Padre, acepta anonadarse en su Hijo Jesucristo sin dejar de ser Dios. El que es, dice Montfort, quiso venir a lo que no es y hacer que lo que no es se convierta en Dios o en el Que es; lo ha hecho con toda perfeccin entregndose y sometindose totalmente a la joven Virgen Mara, sin dejar de ser al mismo tiempo el Que es desde toda la eternidad... (VD 157).En el fondo, resulta casi tan difcil para nosotros decirle a Mara Madre como a Dios Padre, aunque las razones no sean las mismas. A Dios, porque es demasiado grande. A Mara, porque es demasiado pequea. Muy, pero muy pequea. La pequea Mara (VD 157) de quince aos, y meramente humana: convertirse en Madre de Dios y de la humanidad! Pero ninguna realidad es demasiado pequea para el Altsimo cuando su amor quiere hacerla grande.
8 - 7 CUESTIN DE HUMANIDAD
Si Mara es nuestra Madre, esto es tambin cuestin de humanidad. As como en la generacin natural y corporal, concurren el padre y la madre, tambin en la generacin sobrenatural y espiritual hay un Padre, que es Dios, y una Madre, que es Mara (VD 30). En esta vigorosa afirmacin, la expresin importante es as como. as como en la generacin natural... tambin en la generacin sobrenatural..., un as como de semejanzas tanto ms desconcertantes cuanto que, por lo dems, Montfort (sobre todo cuando habla de la Sabidura de Dios en contraposicin a la sabidura humana marcada por el pecado) no cesa de insistir en la diferencia e incluso en la oposicin entre Dios y nosotros. La sabidura del mundo es tan contraria a la sabidura de Dios como las tinieblas a la luz y la muerte a la vida (ASE 199). En realidad lo que Montfort contrapone, cuando insiste en las diferencias, no es a Dios y el hombre, a la gracia y la naturaleza, sino a la gracia y el pecado. Si no existiera el pecado en el mundo, no habra oposicin entre la sabidura del hombre y la sabidura de Dios, ni habra paradojas en el Evangelio; slo habra parbolas. Porque Jess no habla slo en parbolas sino tambin en paradojas.
8 - 8 PARADOJAS Y PARBOLAS
Cuando Jess habla en parbolas dice: el reino de Dios es como la vida...: el sembrador sali a sembrar..., un hombre tena dos hijos..., una mujer tena diez dracmas y perdi una..., quin de vosotros, si su hijo le pide pan, le da una piedra...? (Mt 13,3; Lc 15,11; 15,8; Mt 7,9). Pero cuando Jess dice paradojas, dice al contrario: el reino de Dios no es de ningn modo como en la vida: en la vida los jefes de las naciones las tiranizan y los grandes las oprimen. No ser as entre vosotros; al contrario, el que quiera subir, sea servidor suyo... (Mt 20,25). En el mundo, ganando la vida se la salva, pero en el reino, sucede al contrario, el que pierde la vida la encuentra (Mt 16,25.26). En el mundo, si quieres ser el primero, tienes que colocarte en el primer lugar; en el reino, por el contrario, quieres ser le primero?, ponte en el ltimo lugar (Mc 10,44; Lc 14,10). Podramos decir que, as como el Evangelio, del que no es sino una lectura entre otras, el pensamiento monfortiano se realiza por la unin muy estrecha entre paradojas y
parbolas. Las paradojas gravitan en torno a la Cruz. Y las parbolas, en torno a Mara. La cruz nos dice que los pensamientos de Dios no son nuestros pensamientos (Is 55,11) y que entre el pecado y el amor hay una oposicin total. Pero Mara nos recuerda que el hombre tal como fue creado a imagen y semejanza de Dios, es fundamentalmente bueno, porque a imagen de su vida de hombre humana se le restituye la vida de Dios.
8 - 10 HURFANOS ESPIRITUALES?
Qu pena! Lo que los nios saben muy bien, lo hemos olvidado nosotros. Como para tantas otras cosas, nos hace falta ponernos a la escuela de las evidencias y de los nios. O reconocer que lo divino no tiene mayor cosa que ver con lo humano, que estn totalmente desvinculados el uno del otro. Pero, cmo es posible entonces, sobre todo hoy cuando se habla tanto de promocin del hombre en general, y de la mujer en particular? Y sin embargo, cuntos hay entre nosotros que viven como cristianos nacidos de madre desconocida!, o, esa madre que tuvieron, la perdieron o... la olvidaron. Cuntos hurfanos espirituales!
8 - 11 CUESTIN DE PARTICIPACIN
Si Mara es nuestra madre, si el Espritu Santo no quiso hacer nada sin la pobreza de su humanidad, de su virginidad, es tambin cuestin de participacin. Dios nos ama demasiado para hacerlo todo l slo. Mara representa - primero para el nacimiento de Jess - , pero tambin para el de los dems Cristos, que somos nosotros, la participacin de la humanidad. Hacen falta dos para hacer un nio. Hacen falta dos tambin
para hacer un hijo de Dios: el Espritu Santo y la humanidad, el Espritu Santo y la Iglesia, el Espritu Santo y Mara. Mara representa la participacin de la humanidad, de la iglesia, esposa de Dios para el nacimiento de Cristo en el mundo. Aunque no emplee el trmino participacin, Montfort insiste en la dependencia que Dios quiso vivir hacindolo todo slo por Mara. Tanto para dar a luz a Cristo, como para hacernos miembros suyos hoy o para comunicarnos sus gracias y dones, quiso Dios y quiere todava hoy necesitar de ella. Resumiendo en el No. 140 del Tratado de la Verdadera Devocin lo que haba desarrollado ampliamente al comienzo del libro (VD 14 - 39), el P. de Montfort exclama, retomando para cada una de las tres personas divinas las tres grandes etapas de la Encarnacin: El Padre no dio ni da su Hijo sino por medio de Mara, no se forma hijos adoptivos ni comunica sus gracias sino por ella. Dios Hijo se hizo hombre para todos solamente por medio de Mara, no se forma ni nace cada da en las almas sino por ella en unin con el Espritu Santo, ni comunica sus mritos y virtudes sino por ella. El Espritu Santo no form a Jesucristo sino por Mara y slo por ella forma a los miembros de su Cuerpo mstico y reparte sus dones y virtudes (VD 140).
8 - 12 LA PARTICIPACIN DE LA IGLESIA
Pero las expresiones (como la repeticin por ella) no deben engaarnos. La participacin de Mara no forma sino una sola realidad con la de la Iglesia, de la humanidad, de cada uno de nosotros. Mara brinda una participacin perfecta (es la Inmaculada) y para todos (es la nueva Eva) y para siempre. Pero no se la debe desvincular de la Iglesia que tambin es madre y de cada uno de nosotros llamados tambin a participar en el nacimiento de Cristo en nosotros y en nuestros hermanos, por la fe. Quin es mi madre?, preguntaba Jess; y responda l mismo: Mi madre y mis hermanos, son los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen (Lc 8,21). Por tanto, por la fe, por la escucha de la palabra de Dios que Mara ha vivido en perfeccin, puedo en cierta forma, yo tambin, con toda la iglesia, compartir la vocacin de Mara, madre de Jess. Como lo dice muy bien el Vaticano II: ...al contemplar la santidad misteriosa de la Virgen e imitando su caridad, cumpliendo fielmente la voluntad del Padre, la Iglesia se hace a su vez madre, gracias a la Palabra de Dios que recibe en la fe: por la predicacin, en efecto, y por el bautismo, engendra a la vida nueva e inmortal, de los hijos concebidos del Espritu Santo y nacidos de Dios (LG 64).
hasta que Cristo se forme en vosotros (Gal 4,19). Como cristianos fui yo quien os engendr con el evangelio (1 Cor 4,15). Y Montfort recoge las expresiones, como eco, en su carta a los habitantes de Montbernage a quienes haba predicado una misin: ...Me tomo la libertad de escribiros, antes de partir, como lo hara un padre afligido a sus hijos... El cario cristiano y paternal que os tengo es tan grande, que os llevar siempre en el corazn, en la vida, en la muerte y en la eternidad (CM 1). Pero esta paternidad del apstol, esta maternidad de la Iglesia, forman una sola con la de Mara que es su fuente. Y se pueden aplicar a Mara con mayor razn de la que tena san Pablo para aplicrselas a s mismo, estas palabras: Hijos mos, otra vez me causan dolores de parto hasta que Cristo se forme en vosotros hasta la plenitud de la edad adulta (VD 33; Ver Gal 4,19 y Ef 4,13 y RM 43).
8 - 15 CUESTIN DE VERDAD
Fuera de ser una cuestin de participacin, se trata pues tambin de una cuestin de verdad. Cuando Montfort establece con todo vigor que quien no tiene a Mara por Madre, no tiene a Dios por Padre (VD 30), empalma en cierta forma con las palabras de Cristo a los fariseos que pretendan tener a Dios por Padre: Si tuvieran a Dios por Padre, me amaran, porque yo procedo de l ... (Jn 8,42). Y coincide tambin con las palabras de san Juan: Si uno dice: Amo a Dios, pero detesta a su hermano, es un mentiroso; quien no ama a su hermano a quien ve, cmo amar a Dios a quien no ve? (1 Jn 4,20). En ambos casos se trata de una llamada a la humanidad, a la iglesia. Se podra traducir as: Dicen que tienen a Dios por Padre? Y se dirigen a El dicindole: Padre nuestro que ests en el cielo? Comiencen entonces por considerar a la humanidad como madre. Por aceptar la maternidad de la Iglesia y de Mara. Podis vosotros decirle a Dios Padre nuestro si no sois capaces de decirle tambin Madre nuestra a un ser humano, a Mara, madre de Jess?
8 - 17 REFERENCIA A LA IGLESIA
No nos remite al hombre Jess mismo - en nombre de la verdad - desde que nos volvemos hacia El? Pero, Seor, cundo te vimos? ...: tuve hambre, tuve sed... lo que hicieron al ms pequeo a m lo hicieron (Mt 25,37 - 40). Podramos casi decir que Jess mismo habla de estas dos mediaciones (que no constituyen sino una) para ir al Padre: la suya: Nadie va al Padre sino por m (Jn 14,6) y la de la Iglesia: Lo que hicieron al ms pequeo... a m lo hicieron (Mt 25,37ss).
l mismo relaciona tambin las dos mediaciones cuando dice, por ejemplo: El que acoge a uno de estos pequeuelos (primera mediacin), me acoge a m; y el que me acoge a m (segunda mediacin), no me acoge a m, sino al que me envi (Mc 9,37). Quien os rechaza a vosotros, me rechaza a m; y quien me rechaza a m, rechaza al que me ha enviado (Lc 10,16). Lo que se le hace al ms pequeo, lo que se le hace a la Iglesia (No hacemos aqu distincin entre iglesia jerrquica, ministerial y la Iglesia Cuerpo mstico de Cristo), se le hace al mismo Jesucristo; y habr quien quiera que lo que se hace a Mara que es la Iglesia en perfeccin no se lo haga directamente a Jesucristo sin mediacin ninguna? Cuntos aceptan la mediacin de la Iglesia que es santa, pero tambin es pecadora, y rechazan la mediacin de Mara que es santa, que es la Inmaculada? La verdad de nuestro ser de cristianos no es distinta de la de Jess. Pero lo que lo hace a l en s mismo no es que se recibe solamente de su Padre, sino tambin de la humanidad, de Mara, por el Espritu Santo. Tambin nosotros debemos recibirnos de nuestro Padre que es Dios y de nuestra Madre que es Mara. El que no tiene a Mara por Madre - como la tiene Jess - no puede tener a Dios por Padre (VD 30).
9 - 2 UN PLAN DE AMOR?
Se dice con frecuencia que Dios tiene un plan de amor sobre el mundo. Y sin embargo, todos sabemos muy bien que, cuando se ama, no se elaboran planes. Cierto que uno puede hacerlos, pero con la seguridad verlos derrumbarse unos tras otros. Aquel a quien amamos es libre, puede decirnos no, sin que podamos nada para obligarlo a amarnos. Lo que es cierto en nuestro plano, no lo es acaso en primer lugar en Dios? Si Dios no fuera Amor, hara planes sobre la humanidad y los aplicara, por etapas, inexorablemente. Y nosotros estaramos tan temerosos ante ese Dios que podra aplastarnos, por ser l Todopoderoso. Pero, dado que Dios es Amor, no puede hacer planes. Beln y el Calvario constituyen todo lo contrario de un plan, la manifestacin de una increble debilidad del Amor hacia aquellos que lo aman (No pudo evitar descender) y hacia aquellos que lo rechazan (Fue entregado en manos de los pecadores [Mc 14,41 ]).
Vencer, atraer, embelesar son trminos que nos parecen casi demasiado fuertes. Quieren decir sencillamente que, para Montfort, Dios result como seducido, cautivado, atrado casi a pesar suyo, como por un imn, un imn sagrado... que atrajo tan fuertemente a la Sabidura eterna que sta no pudo resistirse.... Y este imn es la fe.
9 - 6 LA VERDADERA BELLEZA
La belleza de la humanidad a los ojos de Dios, no es lo que nos atrae a nosotros, la belleza exterior que se ve, la del rostro y del cuerpo, sino la belleza interior que no se ve, la del alma, la de la fe. Hay otra belleza, otra gracia, totalmente interior, espiritual, invisible, la nica
verdadera belleza, de la cual la primera no es ms que una imagen y una promesa, la nica que toca el corazn de Dios. Puede uno ser feo a los ojos de los hombres, porque la vida, el dolor o el pecado del mundo nos han desfigurado; pero seguimos siendo bellos a los ojos de Dios al creer, al seguir confiando, incluso cuando todas las apariencias son adversas. Mara era maravillosamente bella con esa belleza de la fe, con esa belleza del corazn que seduce al Omnipotente.
9 - 7 DIOS SE DEFIENDE
Cuando Montfort dice que Mara venci amorosamente a Dios (ASE 107; VD 145), hace sobrentender que Dios se defendi, que hubo, podra decirse, una especie de combate que podra llamarse el combate de la fe, que es posible encontrar a lo largo de la Palabra de Dios. Es ya el combate de Abrahn que negocia con Dios para salvar a Sodoma (Gn 18,22 - 32). O la lucha de Jacob con el ngel (Ya no te llamars Jacob, sino Israel, porque has sido fuerte contra Dios [Gn 32,23 - 32]). Es, sin embargo, en el Evangelio donde se ve mejor el combate entre la Omnipotencia de Dios que ama y la fe de quien espera contra toda esperanza (Rom 4,18). Jess es atrado por la fe de los hombres, pero le acontece defenderse lo mejor que puede, hasta que la fe de los hombres logra vencerlo. Por ejemplo, esa mujer, una extranjera (cananea) que suplica a Jess que salve a su hija atormentada por un demonio, es un verdadero combate que entabla con Jess quien va hasta el lmite de la resistencia. Pero en su fe, ella no se deja detener por nada: ni por el silencio de Jess (no le responda), ni por el rechazo (slo he sido enviado a las ovejas perdidas de la casa de Israel), ni incluso por su aparente crueldad no conviene tomar el pan de los hijos y echrselos a los perrillos). Ella hubiera podido decir de Jess: Me trat como un perro, pero tiene confianza y sigue pidiendo: S, seor, pero tambin los perrillos se comen las migas que caen de la mesa de sus amos. Entonces Jess se inclina a la admiracin: Qu grande es tu fe, mujer! Que se cumpla lo que deseas (Mt 15,21 - 28).
9 - 8 EL IMN DE LA FE
Era oportuno relacionar la fe de aquellos a quienes Jess encontr durante su vida con la fe de Mara, para mostrar que son de la misma naturaleza. Que esta mujer haya alcanzado la curacin de su hija, o que Mara haya merecido, como dice Montfort, la Encarnacin de Dios, ambas han vivido una experiencia de confianza que atrae a Dios. Dios es amor (1 Jn 4,8.16) y no tiene otra forma de hacer que lo amemos que pedirnos que confiemos en l (P. Guillet). Pero cuando confiamos en l, viene a nosotros.
9 - 12 LA FE DE TU IGLESIA
Ciertamente no hay que desvincular la fe de Mara de la fe de la Iglesia, cuyo modelo es. Hoy, en uno de los ritos bautismales, cuando la familia llega con el nio a la puerta del templo, el
sacerdote pregunta: qu pides a la Iglesia de Dios?; y el nio responde por boca de sus padrinos: la fe. Y en cada Eucarista podemos decir: No mires nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia. Pero, qu sera la fe de iglesia, sin la de Mara... y ante todo de Jess? Quin tambin vivi la fe, aunque de otra manera. Montfort no duda en decir: El justo y devoto fiel de Mara vive de la fe de Jess y de Mara!... (VD 109).
9 - 13 MARA CONSERV LA FE
Y ahora, algo desconcertante! Pues se plantea una pregunta: cmo es que la Virgen Mara se halla en capacidad de comunicarnos su fe, dado que ya ahora en el cielo no la posee? No tiene ya esa fe, dice Montfort, es cierto, porque ve claramente todas las cosas en Dios por la luz de la gloria. Sin embargo, con el consentimiento del Altsimo, no la ha perdido al entrar en la gloria; la conserva para comunicarla a sus ms fieles servidores y servidoras en la Iglesia peregrina (VD 214). Montfort no se cansa de sorprendernos: atreverse a proclamar (contra toda teologa?) que Mara conserva la fe en el cielo! Y no obstante esta afirmacin es una intensa luz para nosotros, porque nos revela no slo cmo podemos comulgar hoy en la fe de Mara, sino tambin que el cielo es quiz muy distinto de lo que imaginamos. Es ciertamente el cielo del Amor y de la Felicidad infinita, pero este Amor sigue dando su vida (Jn 15,13) y esa felicidad es algo muy distinto de una felicidad consumstica. Si Mara, en el cielo conserva la fe, la razn es la misma (algo an ms desconcertante!) de aquella por la cual Jess, en su gloria, nos dice Montfort, no se ha apartado de la cruz: una Cruz transfigurada, del todo divinizada y que llega a ser digna de adoracin transformada por el Amor que opt por ella (ASE 172).Mara, al conservar la fe, y Jess al conservar la Cruz, en la Gloria, nos revelan que el verdadero cielo, en el fondo, es quiz el que uno est pronto a dejar, como el cura de Ars, por el menor de nuestros hermanos pecadores, y el que Teresita de Lisieux quera pasar haciendo el bien a la tierra. Juan Pablo II a su vez afirma con toda claridad que Mara ha franqueado ya el umbral que separa la fe de la visin cara a cara, lo cual no le impide ser la estrella del mar para cuantos recorren todava los senderos de la fe: una participacin viva en la Fe de Mara es siempre posible a causa de su presencia peculiar en el peregrinar de la Iglesia (RMat 6.27).
9 - 14 LA MATERNIDAD DE LA FE
Para que la Virgen Mara pueda comunicarnos su fe, el P. de Montfort nos pide - lo veremos en el cap. XVI - vivir aun las ms pequeas acciones por, con, en y para ella, en una unin tan estrecha que nos llevar hasta a respirar en cierta forma a Mara como los cuerpos respiran el aire (VD 217). Pero Mara, por su fe, es siempre el imn sagrado que en el lugar donde est atrae tan fuertemente a la Sabidura que sta no puede resistirla (ASE 212). Cuando el Espritu Santo, su Esposo, la encuentra en un alma, vuela y entra en esa alma en plenitud, y se le comunica tanto ms abundantemente cuando ms sitio hace el alma a su Esposa... (VD 36).
Y la Sabidura, fruto del Espritu y de Mara, comienza a nacer en sus miembros y a crecer hasta la plenitud de su edad (Ef 4,13; VD 33. 119... ). Puede decir que la experiencia de la fe (que es esencial a la experiencia de la Iglesia) conduce a una especie de maternidad, de nacimiento de Cristo en nosotros.
9 - 16 QUIN ES MI MADRE?
Hay algo desconcertante en la forma como Jess habla en el Evangelio de su propia madre. Cada vez que se le habla de la maternidad segn la carne de aquella que lo dio a luz, Jess protesta siempre y responde por la maternidad espiritual de la fe: Quin es mi madre? Son los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen (Mt 12,50). Y cuando una mujer levanta la voz de en medio de la multitud para decir: Dichoso el vientre que te llev y los pechos que te amamantaron, Jess vuelve a protestar: Dichosos ms bien los que escuchan el mensaje de Dios y lo cumplen (Le 11,28). O sea que para El, la verdadera maternidad es la de la fe. Si Mara es su madre, no lo es ante todo porque lo haya llevado en sus entraas y amamantado, sino porque crey, porque confi y esper - como su lejano antepasado - contra toda esperanza. Abrahn crey, dice san Pablo, y as lleg a ser padre... Mara crey tambin y as lleg a ser Madre... Antes de concebir en la carne, concibi en el espritu, precisamente por la fe. Ambos, Abrahn y Mara - el uno al comenzar la antigua alianza, la otra, en los albo-res de la nueva han vivido una experiencia de fe. Ambos han tenido que confiar en la Palabra de Dios cuando todas las apariencias eran contrarias, cuando se abocaban a lo imposible: para Abrahn, la esterilidad de Sara; para Mara, su virginidad.
Cmo suceder eso, si no vivo con un hombre? [Le 1,34]. Pero el camino no es imposible, sino que lo imposible es el camino, cuando se lo emprende nicamente sobre la Palabra de Dios que nod llama: Para Dios no hay nada imposible Abrahan y Mara creyeron y en el camino de lo imposible vieron cumplirse la promesa.
9 - 17 EL CAMINO DE LO IMPOSIBLE
Sabemos bien que todo, en nuestra vida cristiana, se reduce a la fe. Si estoy enfermo y logro conservar la alegra; si me siento llamado a comprometerme en mi parroquia o en mi comunidad cuando preferira quedarme tranquilo; si siendo madre de familia y sabiendo que sera mejor que deje de trabajar - lo que me exigir grandes sacrificios - , el s que voy a decir es cuestin de confianza. Debo creer con todo mi ser, que esa felicidad que necesito, Dios me la puede dar, incluso si todo me grita que voy a perderla. Eso, todos lo sabemos; pero lo que no sabemos tan bien es que al vivir esa experiencia de fe, de confianza total, participamos - claro que espiritualmente - a un nacimiento de Cristo en nosotros y en el mundo, nos convertimos, en cierta forma, como Jess nos ha dicho en su madre. No solamente Mara sino tambin la Iglesia y cada uno de nosotros, hemos recibido la misin de dar a luz Jess ah donde estemos, para que el mundo pueda llegar a ser lo que est llamado a ser: el Cuerpo de Cristo. Y lo que hemos olvidado totalmente es que esa fe que atrae al Espritu a nosotros, la recibimos de Dios por mediacin de nuestra hermana de humanidad, Mara, que - repitmoslo - slo la vivi en perfeccin por nosotros y para comunicrnosla. Cuanto ms encuentra a Mara, su querida e indisoluble Esposa, en un alma, tanto ms poderoso y dinmico se muestra el Espritu Santo para producir a Jesucristo en esa alma y a sta en Jesucristo (VD 20). Montfort llega a hacer decir al Espritu Santo dirigindose a Mara: Echa, querida Esposa ma, las races de todas tus virtudes en mis elegidos, para que crezcan de virtud en virtud y de gracia en gracia. Me complac tanto en ti mientras vivas sobre la tierra practicando las ms sublimes virtudes, que aun ahora deseo hallarte en la tierra sin que dejes de estar en el cielo. Reprodcete para ello en mis elegidos... Tenga yo el placer de ver en ellos las races de tu fe invencible... T eres, como siempre, mi Esposa fiel, pura y fecunda... (VD 34). Con Mara, la que ha credo, sigue el Espritu Santo produciendo a Jesucristo en todos sus hermanos y hermanas que somos nosotros.
entrega totalmente con cuanto posee y puede adquirir. El servidor tampoco entrega su trabajo: exige paga; no entrega todo su tiempo, puede tomarse algn da libre. El esclavo por el contrario, trabaja gratis... y para siempre! Es cierto que, en realidad, el esclavo no entrega nada, pues se le ha tomado todo; por ello, Montfort tiene el cuidado de precisar, se trata de esclavos de amor. Al esclavo de amor no se le puede tomar nada, porque ya lo ha entregado todo.
10 - 4 CAMINO DE LIBERTAD
Pero hay ms. Al invitarnos a vivir una esclavitud de amor, Montfort trataba de ir hasta el extremo en direccin de la dependencia interior a todo amor. Cuando uno ama a alguien, depende siempre de l. Y cuanto ms ama, mayor es la dependencia. Y finalmente, si uno ama perfectamente, depende totalmente. Esa dependencia total de un ser, no es, despus de todo, lo que se llama una esclavitud? Yendo hasta el extremo del amor, no tom Dios la condicin de esclavo y Jess no se encontr a s mismo de rodillas ante sus Apstoles, para lavarles los pies? (Flp 2,7; Jn 13,1). Pero esta dependencia total, esta esclavitud, por ser amor es libertad suprema. Una vez ms, el amor derriba y consagra, y convierte la esclavitud de amor en experiencia de libertad suprema. Cuando se depende por amor, la dependencia se convierte siempre en camino de libertad, y entonces, a mayor dependencia, mayor libertad, hasta llegar a la dependencia total - la esclavitud - que se hace libertad soberana. Si Dios mismo, dice Montfort, encontr su libertad... y glorific su independencia en depender - por amor - de una creatura (VD 18), con cuanta mayor razn puede nuestra esclavitud convertirse en una experiencia de libertad? No han recibido un espritu de esclavitud para recaer en el temor; han recibido un espritu de filiacin... (Rom 8,15). En el libro No temis, Dilogos con Juan Pablo II de Andr Fossard, el Papa observa que la expresin esclavitud de amor no le choca en lo ms mnimo. Para l constituye una traduccin entre otras, de las grandes paradojas del evangelio. Si es verdad que al perder la vida uno la salva, y ocupando el ltimo puesto llega uno al primero, al hacerse uno servidor se convierte en seor... (Lc 17,33; Mt 10,44; 9,35)... no ser tambin yendo hasta el colmo de la dependencia por amor - llamada esclavitud -que se logra la experiencia de la verdadera libertad?
Aqu se lo entrega y consagra todo hasta el derecho de disponer de los bienes interiores... (VD 123) que son lo ms precioso y querido que el cristiano posee... . Incluso en la vida religiosa no se entrega todo, puesto que queda uno con la libertad o derecho de disponer de las buenas obras... (VD 123.136). Es la pobreza, la desapropiacin total! No nos queda siquiera lo que le queda a quienes lo han perdido todo: el bien ya realizado!
apoyamos en nosotros mismos; y del lado de nuestros hermanos, no podemos menos de comparar sus mritos con los nuestros: nos creemos al momento mejores, superiores - ... No soy como los dems hombres que son... ni tampoco como este publicano Lc 18,11. Y as, ya no amamos. No hay amor de superior a inferior. En el fondo hay tres cosas que nos impiden amar de verdad: la falta de confianza en Dios cuando nos apoyamos en nuestros mritos, la falta de humildad cuando nos creemos superiores a los dems a causa del bien que hacemos, y sobre todo quiz, lo que el P. de Montfort llama cierta apropiacin que se desliza imperceptiblemente en nuestras mejores acciones (VD 137). Si pienso que el bien que hago me pertenece, estoy perdido. Hay que deshacernos de l, nos dice Montfort, entregarlo por adelantado, contar slo con el amor. Este es el gran Secreto!
10 - 9 - AMAR O NO AMAR
En el fondo, es claro, que lo que cuenta para Montfort, aquello a lo cual quiere llevarnos es amar de verdad. Retomando las expresiones precedentes (VD 110), lo que cuenta a sus ojos, no es Can o el Calvario, no son las dulzuras y fervores sensibles o los sinsabores y sequedades. Lo que cuenta es amar o no amar. Y si, algn da, llegara a descubrir que puedo
amar ms en los sinsabores y sequedades es posible que los prefiera a las dulzuras y fervores sensibles. No es ste el sentido del clebre lema - tantas veces mal comprendido - de Montfort: Qu cruz, vivir sin cruz! No nos consagramos a la Virgen Mara por el propio bien corporal. Lo que significa que podemos estar enfermos, ser limitados... sin que haya en nuestra consagracin nada que obligue a la Virgen a curarnos. No cur a Bernardita... Tampoco nos consagramos a ella por nuestro bien espiritual; lo que significa, indudablemente, que al entregarlo todo a nuestra Madre, podemos conservar muchas debilidades e incluso cadas de las cuales nos hubiera curado una perfeccin espiritual. Pero no hay que confundir la perfeccin espiritual con el amor. El amor es compatible con muchas imperfecciones y pobrezas incluso espirituales. Si soy irritable, por ejemplo, el fin de mi consagracin no es probablemente que me haga manso como un cordero - a menos que sea por el bien de mis hermanos - . Porque, de mi parte, es posible que sea conveniente que conserve algunas espinas para que no me enorgullezca, y para amar ms. No hay verdadero amor, sin pobreza. Y por ltimo, no nos consagramos por nuestro bien temporal ni eterno. No por el bien temporal... , se comprende. Pero tampoco, por el bien eterno? Cmo es posible? Porque si las palabras tienen sentido, eso quiere decir que si por imposible - digo bien si por imposible - al vivir la consagracin, perdiera mi bien eterno, an saldra ganando. Cmo? No lo s. O mejor, s, s muy bien por qu, responde Montfort: a causa de la generosidad de Dios (VD 133). Hoy diramos: Si juegas a amores con Dios, nunca perders. Dios no se deja vencer en cuestin de amor. Y Mara tampoco (VD 18 l).
10 - 10 DESVINCULADOS DE CRISTO?
Al pedirnos semejante desinters, Montfort empalma con la experiencia de san Pablo que, antes que nadie, haba encarnado la posibilidad de perder su bien eterno, separndose de Cristo en favor de sus hermanos. Luego de declarar solemnemente que nada podra separarlo del amor de Dios presente en Jesucristo ... ni la vida, ni la muerte, ...ni las potencias ... nada ..., Pablo exclama: Por el bien de mis hermanos... quisiera ser yo mismo un proscrito lejos de Cristo (Rom 8,35 - 9,5). No es lo que Teresita de Lisieux quera vivir tambin cuando se proclamaba pronta a ir al infierno si, por mi sacrificio, deca, logro hacer salir un grito de amor de ese lugar de tinieblas.
10 - 11 EL HONOR Y LA TERNURA
Siente uno ganas ahora de volverse a Montfort y preguntarle: si no se consagra uno a la Virgen Mara ni por el propio bien temporal ni eterno, corporal ni espiritual... entonces, en forma positiva, por qu se consagra uno? Montfort responde: slo por el honor, por el honor de pertenecer a Jesucristo por Mara y en Mara (VD 121.265). Cuando habla del misterio de la Encarnacin que es el misterio propio de esta devocin, precisa, ya lo vimos (cap. V), que fue inspirada por el Espritu Santo:
1 para honrar la dependencia inefable que Dios Hijo quiso tener de Mara...; 2 para agradecer a Dios por las gracias incomparables que ha concedido a Mara...que son los dos fines principales de la esclavitud de Jess en Mara (VD 245). Honrar, imitar, dar gracias: estamos lejos de una devocin gananciosa, consumista! No ms recompensa que el honor!
10 - 12 UN AMOR MS GRANDE
Hoy, cuando ya no se sabe con precisin, lo que es el honor, Montfort dira indudablemente: No ms recompensa que el amor, porque el amor, como deca Juan Pablo II a las Carmelitas de Lisieux, siempre que sea autntico, es el fin de s mismo. El honor, que Montfort nos propone como finalidad de nuestra consagracin era quiz el mayor valor de su poca: se lo encuentra en todo el teatro clsico del siglo XVII; no se opone al amor ni a la felicidad: el honor es amado de amor, el amor es honrado de honor dice Pguy. Se trata de un amor ms grande, ms puro, que permite renunciar a otros amores, es tambin una felicidad ms grande, ms pura, que permite sacrificar otras menos desinteresadas. Ahora comprendemos mejor porqu Montfort termina su Tratado de la Verdadera Devocin que no hay que pretender de Mara como recompensa... sino el honor de pertenecerle, y la dicha de vivir, por ella, unidos a Jess (VD 265).
Montfort es humano: nos impulsa hacia las cimas del amor puro, sin que nos desentendamos de nuestras humildes necesidades humanas de cuerpo y espritu. No est constituido el ser humano - inseparablemente - de esta dos dimensiones que se completan: las humildes necesidades de la vida y la llamada al don total? Se puede incluso llegar al don total sin pasar por la pobreza del nio que lo necesita todo? Reconocer que se lo necesita todo, es tambin una forma - muy humilde - de entregarlo todo! Cuando Montfort nos invita al don total, quiere decirnos que la recompensa no entra en la Consagracin: hace parte del resto que slo se da por aadidura. Buscad primero el Reino de Dios... (Mt 6,33).
En especial - y es el primer efecto maravilloso de nuestra Consagracin - Mara, nos dice Montfort, te dar parte en su profunda humildad que har... que no desprecies a nadie (VD 213). Pero, sobre todo, si Jesucristo, poco a poco, en la medida de mi fidelidad en vivir mi consagracin, crece en m hasta ocupar finalmente todo mi lugar, es l quien amar a mi hermano a travs de m. S, amaos unos a otros como yo os he amado (Jn 13,34).
Su recompensa es grande en los cielos... (Mt 5,12). Tu Padre que ve en lo secreto te recompensar (Mt 6,6). Hay das en la vida en que incluso esta recompensa del Padre, incluso la que es anterior al amor mismo... parecen alejarse, desaparecer para siempre. Hasta el don total que acaba por parecer una locura: En vano me he fatigado, en nada he gastado mis fuerzas... (Is 49,4). Despus de las bodas de Can, nos espera la experiencia del Calvario en la enfermedad, en la prueba, la incomprensin, la soledad... Montfort nos previene entonces de que llega el momento de una verdadera confianza en Dios slo. Mientras vivimos en Can, en las dulzuras y fervores sensibles, tendremos, dira Jess, nuestra recompensa que es imposible esperar, porque ya est ah. Pero en el Calvario, en los sinsabores y sequedades (VD 110), cuando la recompensa no est presente, cuando se hace ms y ms lejana, e incluso imposible, entonces se puede realmente esperarla. Esperanza de lo que ya se ve no es esperanza; quin espera lo que ya se ve? En cambio, si esperamos algo que no vemos, necesitamos constancia para aguardar (Rom 8,24 25). Para esperar de verdad la recompensa - a fin de confiar para amar de verdad-es preciso quiz que a nuestros ojos se haga imposible. Lo imposible no es el camino, el camino es lo imposible.
10 - 22 MARA SE DA A NOSOTROS
Por poco que le demos, dice, Mara da mucho ms de lo que recibi de Dios; y por lo mismo, si un alma se entrega a ella sin reservas, ella se da a esa alma sin reserva alguna... (VD 181). Pero Mara no se contenta con presentar nuestras acciones ni con comunicarnos su amor, se da a nosotros ella miStma. La Stma. Virgen que no se deja vencer jams en amor... viendo que nos entregamos totalmente a ella, despojndonos de lo ms caro que tenemos... se da tambin en forma total e inefable a quien se entrega a ella. Le permite sumergirse en el abismo de sus gracias..., le abraza en su amor; le comunica su fe..., se convierte en su todo ante Jess. Finalmente, como esta persona consagrada es totalmente de Mara, Mara tambin es toda suya... (VD 144. 181; ASE 211).
conquist totalmente entregndose en plenitud a m; no es justo entonces que le demos cuanto podamos darle? (VD 138). Nuestra consagracin se arraiga en este primer don de Quien nos am primero (1 Jn 4,19). Seguid el camino del amor, a ejemplo de Cristo que nos am y se entreg por nosotros (Ef 5,2). Pero despus de consagrarnos a Jesucristo por las manos de Mara, ella se da a nosotros en forma maravillosa pero verdadera (VD 216). Ella se da totalmente y de manera inefable a quien le entrega todo (VD 144). Y, dado que Mara es inseparable de Jess, en cierta forma, ella nos lo vuelve a dar!
11 - EL MISTERIO DE LA CRUZ
11 - 1 EL MISTERIO DE LA CRUZ
La cruz es un misterio muy profundo en la tierra, sin muchas y altas luces no podrs entenderlo. Un alma iluminada lo podr comprender; pero debe entenderlo quien se quiera salvar (CT 19,1). Cuando el P. de Montfort aborda la Cruz que se halla en el centro de su mensaje espiritual, nos previene desde el principio: La Cruz es un misterio muy profundo... ; para comprenderlo se necesitan luces abundantes y una inteligencia elevada, es decir, una gracia muy especial del Espritu Santo para elevar nuestra inteligencia hasta una altura que la supera. Slo l puede concedernos el comprender porqu no hay amor ms grande que dar la vida (Jn 15,13), porque es preciso que el Hijo del hombre sufra mucho, sea rechazado..., muerto, y resucite al tercer da, porque es preciso tambin que todo cristiano renuncie a s mismo, tome su cruz cada da, y siga a Jess (Lc 9,23). Por ello, el Espritu Santo nos va a guiar a travs de todo este captulo. Pero incluso antes de que l nos ayude a acercarnos humildemente, de lejos, a un misterio tan sublime, l que es Espritu de relacin, va a ensearnos a unir profundamente, sin separarlas nunca, la Cruz y la Sabidura, la cruz y la felicidad, la Cruz y Mara, la Cruz y la Resurreccin.
11 - 2 LA CRUZ ES LA SABIDURA
La Sabidura es la Cruz, proclama Montfort, y la cruz es la Sabidura (ASE 180). Por esta audaz identificacin, nos advierte el misionero que no se puede separar la cruz de Jess, de la Sabidura de Jess, de la Sabidura que es Jess. La Sabidura es la Cruz, porque Jess se identifica con la sabidura de su Amor que lo ha llevado a entregar su vida. No se hallan de una parte Jess Sabidura y de otra su cruz su experiencia pascual. La Sabidura es la cruz. Jess es una pascua viviente (1 Cor 5,7). Nosotros tambin, cada uno, nos identificamos con nuestra sabidura, incluso si esta sabidura no es siempre una sabidura de amor. Dime cul es tu sabidura y te dir quin eres.La Cruz es la Sabidura, porque lo que es necedad a los ojos de los hombres es verdadera sabidura a los ojos de Dios (1 Cor 1,27). Si Dios ha escogido lo necio y lo que no es, no es slo para confundir a los sabios, sino tambin porque la necedad del Amor es verdadera sabidura.
11 - 3 LA FELICIDAD DE LA CRUZ
Si la Cruz fuera sufrimiento por el sufrimiento, no tendra sentido, habra que rechazarla con todas las fuerzas. Y de todos modos no podramos escapar de lanzarle ese rechazo porque en todo nuestro ser estamos hechos para la felicidad. Incluso algunos enfermos, ms o menos masoquistas que gustan de hacerse sufrir, lo hacen porque en ello encuentran cierto placer. Pero, es posible confundir esta felicidad malsana con la de las bienaventuranzas? Hay sufrimiento y sufrimiento, lo mismo que felicidad y felicidad. La Cruz no es no
importa qu sufrimiento: es el sufrimiento por amor, se que se halla inscrito en el corazn de las bienaventuranzas. Dichosos los que eligen ser pobres...; los que trabajan por la paz, los que lloran, los que tienen hambre y sed de justicia... Porque - seamos realistas - la pobreza elegida es sufrimiento, trabajar por la paz es sufrimiento, las lgrimas, el hambre y la sed de justicia son sufrimiento... y no obstante: Dichosos los que eligen ser pobres..., Dichosos los que construyen la paz.... Dichosos los que lloran... Este sufrimiento s, ste es la Cruz, que es la Sabidura. Y si los rechazo, renuncio al Amor.
11 - 4 LA CRUZ Y MARA
Tampoco hay que separar la Cruz de Mara. En primer lugar porque Mara se ha identificado tambin con el sufrimiento por amor, al vivir en su ser de mujer y su persona de criatura bajo forma de Compasin, la Cruz de su Hijo. Pero adems, porque Montfort nos lanza una especie de desafo que ya hemos encontrado (ver cap. III). No puedes vivir la Cruz sin Mara, sin su dulce presencia. Creo, escribe, que una persona que quiere... vi-vir en Jesucristo, y por consiguiente sufrir persecuciones y cargar todos los das con la cruz, no llevar jams cruces pesadas, o no las llevar gozosamente ni hasta el fin, sin una tierna devocin a la Stma. Virgen (VD 154). Una triple postura: tres condiciones deben reunirse para amar de verdad y vivir en Jesucristo. llevar cruces pesadas, llevarlas gozosamente y... hasta el fin. De qu servira cargar gozosamente cruces pesadas si no es hasta el fin? De qu, cargar gozosamente y hasta el fin cruces pequeitas que no estn a la altura del gran amor que nos espera? (Ef 2,5). Y de qu, sobre todo cargar hasta el fin grandes cruces, si no se llevan con gozo? El gozo es fruto del Espritu Santo (Gal 5,22), y si el Espritu de Amor no nos anima, el sufrimiento nos destruye. Ahora bien, Montfort nos desafa a cumplir las tres condiciones: la grandeza del don, la perseverancia y sobre todo el gozo, sin una tierna devocin a la Stma. Virgen. A medida que vayamos avanzando en el misterio de la Cruz, tal como Montfort nos la presenta, sera preciso no olvidar estos tres fortsimos vnculos. No se debe separar la Cruz de Jess, del Espritu de Amor ni de Mara. Fuera de ellos, la Cruz es slo puro sufrimiento y nos destruye.
11 - 5 LA CRUZ Y LA RESURRECCIN
No hay que olvidar otro vnculo muy fuerte: el de la Cruz con la Resurreccin. Tambin sin la Resurreccin, la Cruz carece de sentido, es puro absurdo, es solamente muerte. Hay quienes se quejan con razn de que el P. de Montfort hable poco de la Resurreccin. No obstante, si su mensaje espiritual no es ms que una traduccin, entre otras, del Evangelio, hay entonces que retomar de alguna manera su misterio central: la Pascua de Jess, su Paso de la muerte a la Resurreccin. Aun-que no lo sea a nivel de la expresin, en el fondo, la espiritualidad monfortiana es una espiritualidad Pascual. Incluso si Montfort es ms sensible a la Encarnacin que a la
Redencin, se tiene la clara sensacin de que la Resurreccin se halla ya presente - lo hemos visto [cap. V]- desde la Anunciacin. Al hacerse uno de nosotros, Dios se anonada, pierde, podra decirse, su divinidad; pero al perderla la encuentra. Al aceptar depender de una persona humana, podra decirse tambin, pierde su libertad de Dios, pero al perderla la encuentra. Dios, nos dice Montfort, en el hermoso No. 18 del Tratado de la Verdadera Devocin, encontr su libertad en verse aprisionado... Hizo brillar su fuerza en dejarse llevar por esta jovencita; encontr su gloria en ocultar sus resplandores... Glorific su independencia en depender... No hay que engaarse: todas estas palabras libertad, fuerza, gloria, independencia quieren decir juntas Resurreccin, una Resurreccin anticipada, una pre resurreccin, ya para hoy [ver cap. V].
11 - 6 RESURRECCIN ANTICIPADA
Pero esta resurreccin anticipada no lo es slo para Jess. Lo es tambin para nosotros que somos sus miembros y formamos uno con l. Tambin nosotros podemos experimentar esa resurreccin que se llama libertad, fuerza, gloria, independencia... Montfort nos invita a experimentar estas realidades viviendo lo que llama la alegra de la Cruz. Porque la Cruz, en nuestras vidas, no es slo muerte. Es tambin resurreccin, resurreccin vivida ya misteriosamente de este lado de la muerte, como un gusto anticipado, como arras (Col 1,22), como un anticipo y una promesa de lo que acontecer un da. La Resurreccin no es slo para maana, es ya para hoy. Estn resucitados con Cristo... dice san Pablo; y san Juan aade: Sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos... (1 Jn 3,14). En verdad, dice Jess, el que cree posee ya la vida eterna (Jn 6,47). No ser la felicidad de la Cruz otra cosa que la experiencia de la resurreccin y de la vida eterna prometida desde ahora a quien ama y cree de verdad? Se ha dicho que la religin es el opio del pueblo porque adormece a los que sufren con la promesa de una felicidad futura. Montfort tiene por lo menos el mrito de hablarnos de una felicidad en la Cruz para hoy. Escuchmoslo cuando nos recuerda siempre que la Cruz de que nos habla es el sufrimiento por amor, el sufrimiento que se encuentra en el centro de todas las Bienaventuranzas de Jess.
Habra que leer todo el captulo XVI del Amor de la Sabidura Eterna, o cnticos como el intitulado Tesoros de la Cruz (C 123), para descubrir que a los ojos de Montfort la Cruz, porque es amor, es felicidad no slo para l, sino tambin para Jess y para nosotros: La Sabidura encarnada, escribe, am la Cruz desde su niez,... durante toda su vida, la busc fervientemente durante toda la vida... Se despos con ella con amor inefable en la encarnacin... La busc y llev con indecible gozo durante toda su vida (ASE 169.170). Hallo en mi sabidura [habla Jess] tesoros en la pobreza, esplendor en la humildad y grandeza en la humillacin (CT 123,3). Algrense, pues, y salten de jbilo, escribe Montfort a los Amigos de la Cruz, cuando Dios les d parte en alguna cruz excelente, porque lo ms grandioso que hay en el cielo y en Dios mismo cae sobre Uds. ...El mayor regalo de Dios es la Cruz (AC 35).
11 - 9 LA PALABRA DE DIOS
La Palabra de Dios nos ayuda a comprender la Alegra de la Cruz. Uno podra decir que la Palabra es la primera en introducirnos en ella. Ciertas expresiones de Montfort que son a veces irritantes para nuestra sensibilidad o nuestra inteligencia, encuentran eco en el Evangelio: Dichosos, nos dice Jess, cuando os insulten, cuando os persigan y calumnien de cualquier modo por causa ma. Estad alegres y contentos, que Dios os va a dar una gran recompensa (Mt 5,11 - 12). Cuando des un banquete, dice todava Jess, invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos; y dichoso t entonces porque no pueden pagarte; te pagarn cuando resuciten los justos (Lc 14,13). La felicidad de la gratuidad en el amor: el gozo de no recibir nada de los hombres en cambio de lo que se da, de esperarlo todo de Dios, no es acaso el de la Cruz que Montfort nos propone? Y cuando escribe a su hermana Jeanne Guyonne: Estoy contento y gozoso en medio de todos mis sufrimientos... (C 26), simplemente empalma con san Pablo que escriba a los
corintios: Sobreabundo de gozo en todas mis tribulaciones... (2 Cor 7,4) o a los colosenses: Tengo gozo en los sufrimientos que padezco por vosotros... (Col 1,24).Teneos por muy dichosos, hermanos mos, cuando os veis asediados por pruebas de todo gnero... (St 1,2). Cuando el P. de Montfort se dirige a los verdaderos discpulos de la Sabidura eterna que sufren persecucin por la justicia, tratados como la basura del mundo, y les dice: Consolaos, alegraos, saltad de alegra... cuanto es honorable, glorioso y virtuoso en Dios y su propio Espritu descansa en vosotros... (ASE 179), uno puede escandalizarse. Y sin embargo, Montfort no hace otra cosa que recoger una expresin de san Pedro: Si os escarnecen por ser cristianos, dichosos vosotros; eso indica que el Espritu de la gloria, que es el de Dios, reposa sobre vosotros (1 Pe 4,14). Suponiendo que mi sangre haya de derramarse, rociando el sacrificio litrgico, que es vuestra fe, yo sigo alegre y me asocio a vuestra alegra; pues, lo mismo vosotros, estad alegres y asociaos a la ma (Flp 2,18). Es posible que estas palabras de Dios nos impacten menos, porque nos son muy familiares y su fuerza de escndalo se ha debilitado, o quiz las hemos... olvidado. Reconozcamos sencillamente que no podemos rechazar lo que Montfort nos dice de la felicidad de la Cruz sin rechazar, al mismo tiempo, muchas palabras de Dios.
11 - 10 LA PERFECTA ALEGRA
Tampoco podramos rechazarlo sin rechazar tantos otros testimonios de los santos de otros tiempos y... de hoy. Teresa de Lisieux, en lo ms negro de la prueba de la fe que en cierta forma haba escogido ofrecindose al amor misericordioso, en lo ms vivo del sufrimiento, exclama: Corro hacia mi Jess... Le digo que estoy feliz de no gozar de ese hermoso cielo en la tierra, a fin de que lo abra... a los pobres incrdulos. Tambin a pesar de esta prueba que me quita todo deleite, puedo gritar a pesar de todo: Seor, me colmas de gozo con todo cuanto haces. Porque, habr gozo ms grande que el de sufrir por tu amor? Todo el mundo conoce, adems, la respuesta de Francisco de Ass a Fray Len que le preguntaba a cerca de la perfecta alegra. Si todos los grandes del mundo se hicieran frailes menores..., no sera la perfecta alegra. Si los frailes mismos convirtieran al mundo entero..., tampoco sera la alegra perfecta. Y si tuvieran el don de hacer milagros, curaran a los enfermos, resucitaran a los muertos? No, an no sera la perfecta alegra... Pero, suponte que regreso a casa una tarde de invierno. Es de noche, hace fro. Cuando golpeo a la puerta, mi hermano no me reconoce ni me deja entrar. Entonces, insisto, pero l me despide, me golpea y arrastra por la nieve... Bien!, Hermano Len, si soy capaz de padecer todo eso por amor de Dios, no slo con paciencia, sino hasta con alegra..., he encontrado finalmente la alegra perfecta. Bernardita haba encontrado tambin esa alegra, al decir: Soy ms feliz con mi Cristo sobre mi lecho de dolor que una reina en su trono... Pero se trata de una felicidad que slo puede brindar el total cambio al que conducen la fe y la presencia de Jess. El P. de Foucauld nos previene: Los sentidos tienen horror al dolor: la fe lo bendice como la corona del matrimonio que le une a su amado; los sentidos se rebelan contra las injurias, la fe las bendice: Bendecid a quienes os maldicen..., la fe las encuentra suaves porque participan en el destino de Jess... .
Y an, ms cerca de nosotros, dos testimonios que pueden ayudarnos a comprender que hoy incluso se vive todava la experiencia de la felicidad de la Cruz. El sufrimiento, deca la Madre Teresa de Calcuta, en s no es nada. Pero el dolor vivido en la Pasin de Cristo es un don maravilloso, el mayor de los dones: un don y al mismo tiempo, una prueba de amor. La bondad de Dios es grande al permitir tantos sufrimientos y tanto amor. Todo esto para m se cambia en alegra... El librito Con ternura infinita acaba de ofrecernos el testimonio, casi inverosmil a los ojos de una sabidura humana, de una leprosa que llega a dar gracias por la enfermedad que la haba desfigurado: Al enviarme la lepra, mi Padre del cielo que ama de tal manera a su humilde Vernica saba muy bien lo que haca... Y toda la eternidad no me bastar para agradecer... (pg. 52). Estos testimonios son al menos tan excepcionales y extraos como el de Montfort. Y si trataron de loco al que tena la osada de decir: Qu Cruz vivir sin Cruz! , habra que tratar tambin de locos a cuantos - hoy sobre todo - son capaces de bendecir el sufrimiento vivido en la Pasin de Cristo como un don maravilloso.Pero es sobre todo el mensaje de Montfort mismo el que muestra tan pronto como uno profundiza un tanto en l, que lejos de ser sufrimiento puro, la Cruz podra identificarse ms exactamente con el amor mismo. No es otra cosa que ese don de la vida interior a todo amor verdadero e inseparable de l (Jn 15,13). Incluso se puede decir que una forma prctica de renovar hoy la lectura de Montfort sera sencillamente la de reemplazar la palabra Cruz siempre que se la encuentre por la palabra amor. En la obra monfortiana al menos cuatro indicios sugieren esta identificacin.
buenas cruces son las que no se han escogido, las que la vida nos brinda, donde se corre menos el riesgo de creerse superior a los dems con el pretexto de que se sufre ms o mejor que ellos.
San Pablo distingua claramente actos de caridad y amor. Ya puedo dar en limosnas todo lo que tengo, ya puedo dejarme quemar vivo, que si no tengo amor de nada me sirve (1 Cor 13,3). Del mismo modo se podra decir que Montfort distingue netamente las mortificaciones, humillaciones y pruebas de una parte, y la Cruz de otra: solamente la Cruz es alegra. El sufrimiento necesita que el amor lo consagre para ser la Cruz y convertirse en alegra. Por su gracia victoriosa Jesucristo nos comunica esa ciencia supereminente que cambia, por la paciencia... los dolores ms agudos en delicias, las pobrezas en riquezas, las humillaciones ms profundas en gloria (AC 26). Casi del mismo modo dice Montfort que las Cruces son nada sin la intercesin de Mara: Aunque hiciramos las ms espantosas penitencias, emprendiramos los viajes ms penosos y los trabajos ms pesados, aunque derramramos nuestra sangre para adquirir la divina Sabidura, si nuestros esfuerzos no estn acompaados de la intercesin de la Stma. Virgen y de la devocin a ella, seran intiles e incapaces para alcanzarla... (ASE 212). Sin Mara tampoco la Cruz es la Cruz. Sin amor y sin Mara, la Cruz no podr brindar nunca la alegra ni la Sabidura.
12 - LA CRUZ Y EL AMOR
12 - 1 LA CRUZ Y EL AMOR
En la Carta a los Amigos de la Cruz, el P. de Montfort hace hablar as a Jesucristo: El que quiera, venirse conmigo humillado, anonadado y crucificado... que plante [la Cruz] en su corazn por el amor, para transformarla en zarza ardiente, que da y noche se abrase en el puro amor de Dios sin llegar a consumirse... (AC 16.19). Si no hay que separar a la Cruz del amor, si tantos textos de Montfort nos invitan a identificar la una con el otro, se debe a que la primera encuentra en el segundo toda su significacin. Por el amor planta uno la Cruz en su corazn para convertirla en zarza ardiente que arda noche y da... (AC 19). En efecto, tanto para Dios como para nosotros que somos amor a su imagen, la Cruz es ante todo un testimonio de amor y una opcin de semejanza. Cuando uno ama trata de demostrarlo y asemejarse al ser amado. La Cruz es tambin, nos dice Montfort, cuando la llevamos como se debe, la causa, el alimento... del amor (ASE 176). Por ltimo es, para el que ama - sea Dios o el hombre una esposa inseparable. Hay que avanzar hasta hablar de la Cruz como condicin divina, dado que Dios es Amor (1 Jn 48.16) y que por su Cruz el Hijo nico nos lo ha revelado? (Jn 1,18; 8,28). Muchas de las obras montfortianas invitan a responder afirmativamente. El amor de Dios dicta leyes a su poder... (ASE 168) y lo conduce como a renunciar a l.
Entre los hombres ya es verdad: no podemos saber si se nos ama hasta que el otro no ha sufrido por nosotros. Si nadie se conoce - y no sabe que ama a su hermano - mientras no ha padecido por l, es tambin cierto que nadie conoce al otro - ni su amor - mientras l no haya padecido por nosotros. Para dar testimonio de su amor no sabes, dice Montfort, que los enamorados soportan miles y miles de sufrimientos por el objeto de su amor? Consideran dulces los desvelos, agradables las fatigas y el trabajo como un descanso, cuando tienen la seguridad de que la persona amada se sentir obligada y satisfecha (ASE 101). Pero esto es an ms verdadero de Dios, dado el amor que nos tiene. Podramos entonces traducir as la pregunta anterior: No sabes que Dios que es Amor soporta mil y mil dolores por ti a quien ama? No sabes que considera dulces los desvelos, agradables las fatigas, un descanso el trabajo, con tal de asegurar que t veas en todo ello un testimonio del amor que te profesa?
12 - 4 TESTIMONIO DE LA PASIN
La costumbre y la tradicin han debilitado quizs en nosotros el peso de esta prueba de amor que Jess nos ha dado en su Pasin. Pero al leer a Montfort, se tiene la impresin de que este testimonio de amor lo impactaba profundamente, lo conmova en lo ms ntimo de su ser. Hablando razonablemente, conocer lo que Nuestro Seor ha padecido por nosotros y no amarlo con ardor - cosa que hace el mundo - es algo moralmente imposible (ASE 166). Despus de considerar todo esto, ciertamente hallamos motivos sobrados para exclamar con san Francisco de Paula: Oh caridad! Oh Dios de caridad! La caridad que nos demostraste... es excesiva! ...0 con san Francisco de Ass, arrastrndose por el fango de las calles: Jess, mi amor crucificado, no es conocido! Jess, mi amor, no es amado! (ASE 166). La Pasin de Jess es claramente lo que nos hace ver con nitidez el amor infinito que nos tiene la Sabidura. Imposible sera no querer dejarse conmover: ante semejante demostracin de amor, como ante la de la Eucarista, ciertamente hay que declararse vencido.Oh Jess, ante tu amor quedo vencido, demasiado fuerte y demasiado tierno... (CT 131,10).
Jess padece en ellos, innumerables dolores, parece ser el ms necesitado, y entre todos el ms abandonado. (CT 17,14.15). Antes que ser para nosotros la oportunidad de testimoniar un amor verdadero a la persona de Jesucristo, el encuentro con el pobre es ante todo el descubrimiento del amor mismo del Seor hacia nosotros. Como nos lo explica la Madre Teresa, Jess no se ha hecho solamente pan por nosotros en la Eucarista por saber que tenamos hambre de l. Se hizo tambin pobre, porque tena hambre de nuestro amor: Quiso saciar su propia hambre de nuestro amor, hacindose hambriento, desnudo, sin abrigo, para que t y yo, podamos verlo, tocarlo,... servirlo ...
temor de que nos frenen en nuestro camino hacia Dios. Pero no todas las criaturas son Mara! De suerte que nos quedan dos medios para encender en nosotros el fuego del amor divino: desapegarnos de las criaturas..., lo ms difcil! y apegarnos a Mara, esa amable criatura en quien encontramos a Dios slo (SM 20).
hacindonos vivir la gratuidad. Es crucificante dar sin recibir, prestar sin esperar devolucin, hacer el bien cuando se nos paga con el mal... Pero el amor es a ese precio! Trtese de ayunos, de oracin o de limosna, Jess nos recomienda velar cuidadosamente para no buscar la paga de los hombres:Cuando des limosna, no vayas tocando la trompeta delante de ti ...; cuando ores, encirrate en tu cuarto... cuando ayunes, perfmate la cabeza (Mt 6,1 - 18). Y si aman a quienes los aman, vaya generosidad!, aade Jess. Y si hacen el bien al que le hace el bien, vaya generosidad! (Lc 6,32 - 33). Pero vosotros, amad a vuestros enemigos, haced el bien y dad sin esperar... (Mt 6,2). Amar a los enemigos, dar sin esperar nada, pagar bien por mal, perdonar,... eso es la Cruz que nutre el amor.O imaginemos ahora un mundo sin Cruz! Un mundo sin enemigos - en sentido Evanglico - , un mundo en el que no se podra amar sin ser amado, hacer el bien sin que nos lo hagan, prestar sin devolucin... En cierto sentido, un mundo as sera el ideal y como un Paraso. Sera posible amar todava en un mundo as? Pues ya no habra gratuidad, pues ya no habra cruz, pues ya habramos recibido la recompensa. Termina la bienaventuranza de Jess que deca: Dichoso t porque no pueden pagarte (Lc 14,14). En ese Paraso faltara algo totalmente inesperado: la Cruz! Seguramente en este sentido deberamos comprender los pasajes de Montfort en que llega hasta decirnos: la Cruz es un don tan valioso que lo envidian los bienaventurados, sin poder participar ya de l (ASE 179).Es conocido el clebre dicho de Montfort en la misin de Vertou que lograba demasiado xito: Qu Cruz vivir sin Cruz! (ver Cap. X). Si la Cruz no es otra cosa que el sufrimiento por el sufrimiento, la expresin es absurda. Pero si no es otra cosa que el amor verdadero que se alegra de poder vivir la gratuidad, de poder dar sin recibir..., entonces, s: Qu Cruz, vivir sin Cruz! , es decir: Sin amor, qu Cruz! Se podra decir tambin pensando en las bienaventuranzas: Sin pobreza de corazn, qu desgracia!, sin mansedumbre, sin persecuciones por la justicia, sin calumnias por el nombre de Jess..., qu desgracia! (Mt 5,3 - 12). Deba ser monfortiana de corazn esa enfermera de un hospital que se inquietaba por no poder vivir la gratuidad del amor. Porque en su servicio, hasta entonces, todo estaba marchando bien - quiz demasiado bien - : los mdicos, los internos, los colegas, todo el mundo era perfecto. Hasta los enfermos que volvan a agradecer y le enviaban flores! El Paraso! Pero, cmo vivir en ese Paraso la gratuidad del amor? Si aman a quienes los aman, dice Jess..., si hacen el bien a quienes les hacen el bien, qu hacen de
extraordinario? Los paganos hacen otro tanto. Y la enfermera se preocupaba un tanto, porque se deca: Si amo a quienes me aman, si no hago el bien sino a quienes me hacen el bien, qu estoy haciendo de extraordinario? Estoy actuando como los paganos (Lc 6,27 - 36). Hasta el da en que sucedi... lo que tena que suceder: uno de los enfermos a quien haba cuidado con gran dedicacin, apenas salido del hospital, haba comenzado a propalar verdaderas calumnias a cerca de ella. Esa misma tarde, la enfermera elevaba esta oracin de accin de gracias: Gracias, Seor, finalmente hoy se me concede amar gratuitamente, pues me pagan mal por bien. Por fin experimento la felicidad de dar sin recibir.
En agosto de 1704 - tiene 31 aos - escribi a su madre: En la nueva familia en que me encuentro, me he desposado con la Sabidura y con la Cruz en las que estn todos mis tesoros temporales y eternos, del cielo y de la tierra... (C 20).
12 - 14 LA "LOCURA" DE DIOS
Para tratar de comprender un tanto el sentido de estas expresiones que podran pasar por insoportables exageraciones, hay que recordar que la Cruz de Jess, lo ha transformado todo de alguna manera, por haber sido vivida por amor. Todo ha cambiado de sentido. Por haberla vivido Aquel que es la vida misma, la muerte ha estallado en cierta forma y se ha convertido en vida, el sufrimiento se ha transformado en bienaventuranza, el ltimo lugar es el primero y la Cruz se ha hecho Gloria. Lo inmensamente absurdo de la Cruz, como dice Sulivn, rompe la realidad, eso que llamamos realidad, y reduce a nada la sabidura del mundo. Esta, la sabidura del mundo, es ahora locura, mientras que la locura de Dios es ms sabia que los hombres (1 Cor 1,20.25).
12 - 15 LA HERIDA DE LA DEPENDENCIA
De la misma manera, cuando se ha comprendido que en el interior de todo amor, existe una dependencia que puede considerarse como una cruz en el sendero de la libertad, se puede tambin imaginar que en Dios que es Amor (1 Jn 4,8.16) existe tambin una dependencia que es una herida en el fondo del ser. Herida para el Padre y el Hijo que dependen totalmente el uno del otro; pero herida tambin para el uno y para el otro que dependen de nosotros porque nos aman en el Espritu. Herida tambin en Dios, en ese anonadamiento que fue la Encarnacin. Herida por ltimo, esa Cruz de la Pasin que Jess sigue viviendo misteriosamente hoy (en el corazn mismo de su gloria) en su Cuerpo que es la Iglesia. Cmo no iba a ser alcanzado el Hijo de Dios por el sufrimiento de sus miembros que somos nosotros? Cmo no iban a ser heridos
directamente por la Pasin del Hijo nico y de los hermanos de l, el Padre en su gloria y Mara en su Asuncin? S, la Cruz, toda glorificada, se halla inscrita en el corazn de Dios y de Mara. Cuando hacemos la seal de la Cruz, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espritu Santo, no pensamos a veces en cierta forma que inscribimos la Cruz en la Trinidad misma?
13 - 2 UN DON TOTAL
En el Tratado de la Verdadera Devocin se podra decir que el P. de Montfort presenta la Consagracin a Jesucristo - Sabidura en dos facetas complementarias. Es a la vez un don total de nosotros mismos y tambin una verdadera renovacin de nuestro bautismo. Consiste esta devocin, nos dice Montfort, en una entrega total a la Stma. Virgen, para pertenecer, por medio de ella, totalmente a Jesucristo. Hay que entregarle: 1 el cuerpo con todos sus sentidos y miembros; 2 el alma con todas sus facultades; 3 los bienes exteriores - llamados de fortuna - presentes y futuros; 4 los bienes interiores y espirituales, o sea, los mritos, virtudes y buenas obras pasadas, presentes y futuras. En dos palabras: cuanto tenemos, o podamos tener en el futuro, en el orden de la naturaleza, de la gracia y de la gloria, sin reserva alguna, ni de un cntimo, ni de un cabello, ni de la menor obra buena, y esto por toda la eternidad, y sin esperar por nuestra ofrenda y servicio ms recompensa que el honor de pertenecer a Jesucristo por Mara y en Mara... (VD 12 1). Darlo todo, para siempre y por nada! Y darlo todo a una criatura humana para mejor entregarlo todo a Dios!
13 - 4 CONDENADOS A LA CONFIANZA
Otra consecuencia de mi consagracin: si he entregado todos mis bienes, incluso los famosos mritos de mis buenas acciones, entonces no me queda nada para defenderme, no tengo nada para creerme superior a los dems, no tengo nada para salvarme. Vivo la pobreza total del que est condenado a una confianza total. Al invitar al cristiano a esta desapropiacin espiritual, Montfort - escribe Luis Prouas - quiere que el cristiano se haga totalmente oblativo, hasta el corazn mismo de su vida cristiana, en forma tal que se deje realmente guiar por el Espritu
divinidad (SM 16) y en ella tambin pueden ser formados - por el Espritu Santo - todos los hijos de Dios. Si Mara es el molde en que se forman los hijos de Dios, lo es ante todo por ser una imagen perfecta del Hijo nico. En medio de la multitud de hermanos y hermanas llamados a reproducir su imagen (Rom 8,29), es la nica que se le asemeja perfectamente, su nico retrato al natural (VD 220). El Cristo que vive en ella y que en ella ha asumido todo el sitio, no le hace falta ninguno de los rasgos de Jesucristo (SM 17).Pero Mara no es slo una imagen; es tambin un molde. No es slo un modelo es tambin una madre. Si slo fuera una imagen y un modelo, deberamos contentarnos con mirarla de lejos, desesperando poder reproducirla en nosotros. Cuando un modelo es demasiado perfecto, nos desanima. Pero Mara es tambin un molde y una madre. O sea que puede reproducir, en relieve, la imagen que est en vaco. Al no oponer obstculo alguno a la accin del Espritu Santo que formaba a Jess en ella, a su sello (Ef 4,30) que se imprima en su corazn, se hizo en vaco una imagen perfecta destinada a formar a todas las otras imgenes. Lo que no quiere decir, claro est, que al dejarse moldear en Mara, los hijos de Dios queden dispensados de participar en la Pascua de Jess, de entrar con l en el misterio de su muerte y resurreccin. El dejarse moldear tambin es un bautismo. Sin duda alguna, al dejarnos asemejar a Jesucristo por su Madre, recibimos todos los rasgos de Jesucristo en forma suave y proporcionada a la debilidad humana, sin muchas agonas ni trabajos, pero a condicin de que seas muy maleable, muy desapegado, muy disponible, sin apoyarte en ti mismo (SM 17.18). Aceptar dejarte moldear, arrojarte y perderte, no es tambin morir, participar en la muerte de Jess, para participar en su resurreccin?
Sin preguntarnos si estas prcticas interiores estn reservadas a quienes el Espritu Santo llama a una alta perfeccin descubrimos con Montfort que se trata en dos palabras de hacer todas las acciones POR MARA, CON MARA, EN MARA Y PARA MARA, a fin de hacerlas ms perfectamente por Jesucristo, con Jesucristo, en Jesucristo y para Jesucristo (VD 258). Para dar a estas cuatro preposiciones, a estas cuatro palabritas que no tienen aire de nada, todo su peso y profundidad, es bueno abrirlas a todo el conjunto. Se podra decir que antes de dar cuenta de lo que tenemos que vivir en relacin con Jesucristo, estas cuatro palabritas expresan ya por s mismas, el misterio de la vida, del amor y del mismo Dios.Por... con... en... para: es ante todo la vida: toda la vida... Desde la flor ms diminuta hasta el mismo Dios, pasando por el hombre, ningn ser vive totalmente solo, desligado de su alimento y de su ambiente, de sus semejantes... La humilde violeta vive por y con la tierra y el agua. Se abre en el aire y la luz, y crece para nosotros, para alegra nuestra. Todo es suyo, nos dice san Pablo (1 Cor 3,22). Un nio en el seno de su madre vive tambin por ella, con ella y en ella. De ella depende totalmente. Ella es su ambiente nutricio. Separado de ella, morir necesariamente. Se puede decir que vive para ella? S, ciertamente, sin saberlo. No es normalmente un nio la alegra de sus padres? Por ltimo, toda la creacin vive por, con, en y para su Creador de quien depende todo su ser: En l - el Padre - vivimos, nos movemos y existimos... Todo ha sido creado por l Jess - y para l. En l fueron creadas todas las cosas. Todo subsiste en l (Hech 17,28; Col 1,15 - 20). Estas cuatro preposiciones pueden expresar tambin el amor: el amor humano, pero an ms el que Dios nos tiene. Cuando uno ama - Dios u hombre - vive siempre en cierta forma por, con, en y para el ser amado. Ante todo se vive por l, se depende de l. l nos hace vivir en cierta forma. Su felicidad es la nuestra; su dolor, el nuestro. Basta contemplar, por ejemplo, a padres que aman realmente a sus hijos. Estos les hacen vivir. Amar es tambin estar con. Cuando uno ama no est solo. Y uno sufre lejos del ser amado, busca correr a su encuentro, no dejarlo. No basta estar con. Uno quisiera llevar la intimidad hasta la interioridad, y la interioridad mutua, vivir en el otro: No sabes, pregunta Jess a Felipe, que estoy en el Padre y el Padre est en m? (Jn 14,10). Por ltimo cuando uno ama, vive para el ser amado. No vive para s mismo. Cuanto hacemos, dicen los padres, es para nuestros hijos.
entre Jess y su Padre, que supera todo lo imaginable. Jess vive por su Padre: A m me ha enviado el Padre, que vive, y yo vivo gracias al Padre (6,57). Vive con l: El que me envi est conmigo; nunca me ha dejado solo (Jn 8,29). Y sobre todo Jess, y su Padre viven perfectamente el uno en el otro. Como t Padre en m y yo en ti, que ellos tambin sean uno en nosotros Un 17,21). Finalmente, Jess vive para su Padre. Est vuelto hacia l desde toda la eternidad (Jn 1,2.18), viene de l y est vuelto hacia l (Jn 16,28; 20,17). Y sobre todo vive para l, buscando la gloria de su Padre y no la suya (Jn 8,50; 17,1).
Santo - Mara no se gui jams por su propio espritu [VD 258] - , es comulgar en su vida que es Jess. Ciertamente vivir por Mara, con ella y en ella, es aceptar depender de ella. Pero, acaso en el camino de la dependencia no nos ha precedido Dios? No nos dio El el ejemplo?. Hubiera podido prescindir de Mara. No le era absolutamente necesaria (VD 14) y, no obstante, en ella, por ella y de ella nos dio el Padre a su Hijo, el Hijo se puso en nuestras manos y el Espritu Santo que lo hizo nacer sigue formndolo hoy en todos sus miembros que somos nosotros (VD 14 - 36) . En los Nos. 14 - 36 del Tratado de la Verdadera Devocin se encuentra no menos de 15 veces la expresin por Mara - 9 veces en el solo n. 140! - . Cuando uno trata de tomar conciencia del peso de dependencia y de amor, la profundidad de humildad divina que representan estas diminutas preposiciones, queda confundido. No, claro est, y lo recalca Montfort, que no se trata de una dependencia de naturaleza; solamente el amor puede explicar semejante locura. Pero, por otra parte, si Dios nos ama, no quiere decir que misteriosamente dependa de nosotros. Entonces, qu significa esto?
13 - 11 POR L, CON L, EN L
Hay, es verdad, un momento en nuestras vidas y en nuestras jornadas en el que nos hallamos en el centro de ese misterio de amor; cuando celebramos la Eucarista. El sacerdote, entonces, a nombre de la asamblea, se dirige al Padre para ofrecerle su Hijo: Por l, con l y en l a ti, Dios Padre Todopoderoso, en la unidad del Espritu Santo, todo honor y toda gloria. El P. de Montfort es el primero en repetir en eco: Por Jesucristo, con Jesucristo, en Jesucristo lo podemos todo: tributar al Padre todo honor y gloria en la unidad del Espritu Santo... (VD 61). Pero - nos hemos dado cuenta de ello? - en el mismo momento en que afirmamos nuestra dependencia total respecto de Jesucristo, proclamando Por l, con l y en l... todo honor y toda gloria, l, Jess, acepta libremente, depender de la Iglesia y se pone en nuestras manos. El camino de Mara, que Dios mismo fue el primero en recorrer para venir a nosotros, no tiene otra finalidad que ayudarnos a tomar mejor el camino de Jess que nos conduce al Padre.
13 - 12 UN ESPRITU
Slo el Espritu da vida (Jn 6,63). Las prcticas que Montfort nos ensea para vivir de la misma vida de Jess por mucho que se hagan interiores, siempre pueden reducirse a frmulas sin alma, ms o menos mecnicas, aunque se nos dan para vivificarnos. Dos observaciones pueden ayudarnos a entrar en su espritu.
13 - 13 CAMBIAR LA VIDA
La primera podra expresarse as: se trata de cambiar la vida, desde el interior, no desde el exterior. Pensemos en una madre de familia que se imaginara que al vivir por, con, en y para ya no tendr que cocinar, ni lavar los platos, ni cuidar de los nios. No ms compras, ni lavado de ropa, ni planchar! Son acciones demasiado ordinarias para una hija de Dios! Hay
que cambiar de vida. O un obrero que soara que su consagracin lo dispensa de trabajar, de tomar el tren o el autobs cada da para ir a la fbrica, de ayudar a su esposa en los mltiples trabajos de la casa. Ambos estaran muy lejos del espritu de esta consagracin que se trata de llevar a la prctica, nos dice Montfort, en las acciones corrientes de la vida (SM 1), es decir, en la condicin de vida en que uno est, laico o religioso, ingeniero y obrero, agricultor artista, jubilado... Francisca Mallet - Joris mostr en su libro Carta a mi misma que tras su conversin nada cambi en su vida ordinaria de esposa, de madre de familia y escritora. Lo mismo que antes tena que cuidar al esposo, a los hijos, cocinar, escribir. Nada cambi. Y sin embargo, en realidad, todo haba cambiado. De repente lo ordinario de su vida se haba vuelto extraordinario porque las cosas ms insignificantes se hallaban ahora transfiguradas desde el interior por la relacin con el Otro. Por l, con l y para l. Son las pequeas preposiciones que cambian la vida. Ya lo deca Pascal: Hay que hacer las cosas pequeas como grandes, a causa de la majestad de Cristo que las realiza en nosotros.Significa esto que no hay que tratar de cambiar las condiciones de vida del hombre e impedirle que se supere, porque lo hacen morir de hambre, de fatiga o aburrimiento? No, claro que no. Pero es quiz cambiando nuestra vida primero desde el interior que encontraremos valor y luz para cambiarla en lo exterior - en nosotros y en los dems - . Soar en un mundo que no tuviera ya acciones ordinarias, como el que nos propone tan a menudo la publicidad, en el que todos los jvenes podran convertirse en estrellas, es ciertamente eso, soar. Y prometer un mundo as, es deshonesto. Pero tambin, resignarse a la vida ordinaria y aburrida de nuestras jaulas de cemento, como si no hubiera otra, como si no estuviramos todos hechos para lo extraordinario, es olvidar el Evangelio que nos llama a vivir - en lo profundo, a ras de lo cotidiano - la vida misma de Jesucristo
Su presencia s va a cambiar nuestra vida y dirigir nuestra accin. Ama y haz lo que quieras, deca san Agustn. Vive a fondo, dice Montfort, por Jesucristo, con, en y para El - lo cual no es sino otra forma de decir ama - y... haz lo que quieras. Haz, no slo cuanto es compatible con esa Presencia solemne, sino tambin cuanto te llama a vivir - incluso si es muy exigente - y rechaza valerosamente cuanto la contradice.
RESPIRAR A MARIA
14 - 1 RESPIRAR A MARA
Era oportuno agrupar las cuatro prcticas interiores, para mostrar que su razn es asumir nuestra vida en todas sus dimensiones, para consagrarla y hacer de ella la vida misma de Jess. Ah!, exclama Montfort, cundo llegar ese tiempo dichoso en que las almas respiren a Mara como los cuerpos respiran el aire? (VD 217). Vamos ahora a volver sobre cada una de estas prcticas - agrupndolas de dos en dos - para mostrar cmo cada una de ellas nos ayuda a respirar a Mara para vivir a Jess. Vivir por Mara y para Mara, es colocarla en el comienzo y en el punto final de nuestra accin. Vivir con Mara y en Mara, es desear que se halle junto a nosotros y en el corazn mismo de nuestra vida.
desconocidas (VD 222). Todo mi ser, mi yo ms profundo queda transformado en sus races, en su manantial. Quiero colocar a la Virgen Mara en el punto de partida de mi ser, entronizarla, dice el P. Morineau, en la fuente profunda de mis pensamientos y afectos... Todo este manantial de vida que surge misteriosamente de las profundidades del ser... lo entrego a su direccin a su espritu que es el Espritu Santo de Dios. En un pasaje donde no se encuentra menos de 13 veces el trmino espritu, explica Montfort que Mara no se gui jams por su propio espritu, sino siempre por el Espritu de Dios que se enseore de ella de tal manera que se convirti en su propio espritu (VD 258). Toca a nosotros ahora no conducirnos ya por nuestro propio espritu, sino por el Espritu de Mara, el no alabar ya el Seor, sino con el alma de ella, ni amar sino con su corazn. En una hermosa oracin a Mara, el P. de Montfort se expresa as: Muy querida y amada Madre ma, haz - a ser posible - que no tenga yo ms espritu que el tuyo, para conocer a Jesucristo y su divina voluntad; que no tenga yo ms alma que la tuya, para alabar y glorificar al Seor, que no tenga yo ms corazn que el tuyo para amar a Dios con amor puro y ardiente como t (SM 68). El profeta Ezequiel haba predicho un cambio total de nuestro corazn y nuestra inteligencia: Les dar un corazn nuevo, pondr en vosotros un espritu nuevo..., pondr en vosotros mi espritu (Ez 36,26 - 27). No poda imaginar de qu manera tan maravillosa - tan humana-se realizara ese cambio.
Un tanto como Jess que tambin, y sobre todo l - y, claro, mucho ms que Mara! puede ser una meta porque es totalmente trasparente al Padre: Quien me ve, ve al Padre... Un 14,9). Si la liturgia duda en decir para Jess, san Pablo, por su parte, no duda en proclamarlo: Todo ha sido creado... para l (Col 1,16; Rom 11,36).
14 - 7 LA GRACIA...ES OLVIDARSE
La primera etapa es ms bien negativa: hay que renunciar al propio espritu, a las propias luces, antes de hacer algo, por ejemplo, antes de orar, decir o escuchar la santa Misa... y se podra aadir para hoy: antes de ir a visitar un enfermo, de comenzar una reunin, de recibir a alguien, emprender un trabajo, tomar una decisin, concluir un negocio... . Antes de llenar el corazn hay que vaciarlo, as como el alma y el espritu, o sea, olvidarse: la gracia de las gracias es olvidarse, dice Bernanos. Dejar quiz a Mara misma, toda llena del Espritu Santo, ahondar en nosotros el vaco en la medida de la plenitud que debe colmarnos. Se nos pide como una doble pobreza. primero la de reconocer que, por nosotros mismos, somos incapaces de esa pureza de corazn nica que hace verdadero al amor; y tambin - y sta es consecuencia de la primera - la de vaciar el corazn que no sabe amar. Semejante pobreza exige una gran lucidez sobre s mismo y gran valor. Es muy fcil creer que nuestras intenciones son puras: que actuamos por el bien de los dems y no por nosotros, que luchamos por el Evangelio y no por nuestro propio xito. Pero al primer tropiezo, a la primera falta de reconocimiento, que nos haga sufrir, se nos hace patente que nuestro corazn no era tan lmpido como pensbamos.
virginales... Perderte y abandonarte en ella... Entregarte ... colocarte y abandonarte ... perderte y abandonarte. La imagen bblica que llega naturalmente al espritu para ilustrar esas actitudes es la del alfarero. Somos entre las manos de Dios como arcilla entre las manos del que la moldea: tenemos que dejarnos moldear, ser perfectamente maleables y disponibles: Qu desatino! Como barro que se considerase alfarero; como obra que dijera al que la hizo: No me ha hecho... (Is 49,16; 45,9; Rm 9,20). Sin embargo, Montfort no nos invita a colocarnos directamente entre las manos de Dios, sino entre unas manos humanas. Jess mismo, que se abandona eternamente entre las manos del Padre (Lc 23,46), no se coloc primero entre las manos de Mara? Entregarse a Ella no es acaso obrar como obr Dios? Prosiguiendo esta imagen bblica, Montfort propone otras tres que expresan exactamente la misma realidad con matices diferentes. Hay que ponernos a disposicin de Mara como una herramienta entre las manos del obrero, como un lad entre las manos de un diestro ejecutante, como una piedra que se arroja al mar (VD 259). Mara que era ya como un soplo que nos impulsa, el soplo del Espritu Santo - hay que moverse al impulso del Espritu de Mara - se convierte en obrera que se sirve de nosotros como de un instrumento para realizar grandes maravillas. Ella es sobre todo la artista - la diestra ejecutante - que hace vibrar el alma, nos dice el P. Morineau, con profunda intensidad, bajo el arco del Espritu Santo... y la pone en armona con los cantos del Infinito para los cuales ha sido hecha . Mara es finalmente como el ocano en que hay que perderse y abandonarse como una piedra arrojada en l.
Para ir todava ms lejos en el camino de esta identificacin con Jess, que es siempre nuestra meta, Montfort nos invita ahora a vivir con Mara y en Mara, a hacer de ella el corazn mismo de nuestra existencia y el medio vital en que nos sumergimos. Vivir con Mara, es mirarla hasta asemejarnos a Aquel que es su vida. Vivir en Mara es encontrar el verdadero Paraso, el de Jesucristo. Pero antes de preguntarnos cmo traducir en la vida cotidiana esas prcticas interiores para no reducirlas a recetas ms o menos mgicas o sentimentales, es bueno comenzar por recordar el fin y el espritu de ellas. En el Evangelio segn san Juan, precisamente antes de su Pasin, Jess experimenta de repente una inmensa soledad, casi un pnico interior; se vuelve hacia su comunidad, a sus discpulos y les dice: Ahora se acerca la hora de que cada uno se disperse por su lado dejndome solo! Pero se corrige en seguida: Aunque yo no estoy solo, est conmigo el Padre (Jn 16,32; ver 12,27). Este es el fin de la vida con Mara: entrar en la intimidad de Jess con el Padre, quedar como abrasado en su amor mutuo y para ello compartir la vida de Jess, estar con El, perfectamente como Mara. En plena demostracin - en el Tratado de la Verdadera Devocin el P. de Montfort se detiene un momento para orar a Jess con estas palabras: T, Seor, ests siempre con Mara, y Mara est siempre contigo y no puede existir sin ti; de lo contrario, dejara de ser lo que es. Mara est de tal manera transformada en ti por la gracia, que ella ya no vive ni es nada: slo t, Jess mo, vives y reinas en ella... (VD 63). Estar siempre con Jess, no poder ser ni vivir sin El, poder decir con san Pablo: Ya no vivo yo, Cristo vive en m (Gal 2,20), es el ideal de todo cristiano y es ya la realidad de la Iglesia en la medida en que es santa e inmaculada (Ef 1,4). Pero qu es la Iglesia santa e inmaculada sino Mara, icono de la iglesia? La nica entre nosotros que vive perfectamente esa pobreza absoluta - suprema riqueza! - de no ser nada sin esa pequeez que es el con Jess que constituye todo su ser. Vivir con Mara es entrar en la experiencia de aquella que realiza perfectamente lo que, por vocacin, estamos llamados a ser: con Jess. Para vivir con Mara en lo cotidiano, Montfort nos propone tres actitudes prcticas: hay que mirar, dejarse formar y no quedarse nunca solo (SM 45 - 46; VD 260).
14 - 11 MIRAR A MARIA
Mirar a Mara significa ante todo tomarla por modelo de todas las acciones: Hay, dice Montfort, que mirar en cada accin cmo la hizo o hara la Virgen Mara si estuviera en lugar nuestro. Se adivina lo lejos a que esto puede llevarnos. Si Mara estuviera en mi lugar, escogera ese trabajo, y cmo lo hara?, hara esa compra, ese viaje?, le dira esto a esa persona?, le atribuira esa intencin?, ira a ver esa pelcula?, rehusara ese compromiso? Mirar a Mara significa tambin imitar sus virtudes: su fe viva por la cul crey sin la menor duda a las palabras del ngel; crey fiel y constantemente hasta el pie de la cruz; su humildad profunda, que la llev a ocultarse, callarse, someterse a todo y colocarse en el ltimo lugar; su pureza ... que no tuvo ni tendr jams semejante bajo el cielo... (VD 260).
En el fondo, mirar a Mara no significa tanto mirarla a ella, cuanto mirar con ella, entrar en su mirada, en su forma de ver las cosas, las personas, los acontecimientos, entrar en su espritu. De Montfort mismo se dice que haba tomado la resolucin de no obrar ya sino segn las mximas del santo Evangelio y que desde esta perspectiva consideraba todas las realidades de la vida y les conceda su aprecio o menosprecio; lo cual lo haca hablar y obrar, dicen los bigrafos, en muchos casos de manera muy diferente al comn de las gentes, incluso de las personas de bien . Qu nos sucedera, si como Montfort, supiramos ver la vida con Mara? Actuaramos entonces en muchos casos de manera muy diferente al comn de las gentes... Mirar a Mara es, por ltimo, encontrar a Jess, y ponernos ya en armona con El. Cuanto ms mires a Mara en tus oraciones, contemplacin, acciones y padecimientos...ms perfectamente hallars a Jesucristo, que est siempre con Mara, grande y poderoso, dinmico e incomprensible, como no lo est en el cielo ni en ninguna otra criatura del universo (VD 165). Para encontrar a Jesucristo, mirar a la que es ms semejante a El entre todas las criaturas, perdida en Dios de tal manera que podra decir: Quien me ve, ve a Jess. Nunca como hoy se vuelve el mundo a la iglesia - a cada una de nuestras familias y comunidades - , para pedirle: Mustranos a Jess (ver Jn 14,8). Y la Iglesia debera poder responder - porque esa es su misin - : Hace tanto tiempo que estoy con vosotros, y an no habis visto a Jess? Quien me ve, ve a Jess. Pero cul de nuestras familias y de nuestras comunidades se atrevera a decir: Quien me ve, ve a Jess? Somos tan pecadores! Felizmente, ah est Mara. Slo en ella ha encontrado la Iglesia su perfeccin, que es verdaderamente santa, totalmente trasparente a aquel a quien debe revelar, y que puede volverse al mundo y decirle con toda humildad: Quien me ve, ve a Jess.
14 - 12 DEJARSE FORMAR
Para vivir con Mara, no basta mirarla a ella, es preciso tambin dejarse formar por ella. Ya la mirada es formadora. A fuerza de contemplar uno puede hacerse semejante - Seremos semejantes a El porque lo veremos tal cuales [1 Jn 3,2] - . Pero sobre todo la imagen mirada tiene como misin formarnos, porque Mara, nos dice Montfort, es el molde de Dios (VD 260.219 - 221; SM 16 - 18). Hay una gran diferencia entre un cristiano formado en Jesucristo por los medios ordinarios y que - como los escultores - se apoya en su habilidad personal, y otro enteramente dcil, despegado y disponible, que, sin apoyarse en s mismo, confa plenamente en Mara para ser plasmado en ella por el Espritu Santo (SM 18). Se trata precisamente, como deca san Pablo, de ser transformados en imagen de Nuestro Seor (2 Cor 3,18), dado que Dios nos ha predestinado a reproducir la imagen de su Hijo (Rom 8,29); pero esa transformacin que Pablo vea sobre todo como obra de luz a partir
del mismo Jesucristo, la presenta Montfort ms como una encarnacin a partir de aquella que siendo el retrato al natural de Jesucristo, recibi por misin formarnos a todos a su imagen.
14 - 14 ...CON JESS
En todo lo que vivo - e incluso en mi oracin - no estoy yo absolutamente solo de un lado y Dios del otro; sino que estamos Dios y yo de un lado, y Dios del otro: Dios de ambos lados! Con Jess que es Dios, me vuelvo hacia el Padre. Si Dios fuera una sola persona, entonces s, estara el hombre de un lado y Dios del otro, pero en Dios hay tres personas, y el Espritu Santo ha venido - con la participacin de Mara - a hacernos vivir con Jess y vivir a Jess. Desde la Anunciacin, la humanidad ha salido de la soledad y se encuentra ya con Dios - en la persona de Jess - que se vuelve hacia el Padre. Por tanto, al vivir a ras de la humanidad, con Mara, que slo existe en relacin con Dios, que est siempre con Jess, ya voy caminando con El hacia su Padre.
14 - 17 EL VERDADERO PARASO...
Cuando uno ha comprendido la finalidad de esta prctica doblemente interior, ha entrado ya en su espritu. Para comprender bien el sentido de esta vida en Mara, nos dice Montfort, hay que saber que la Stma. Virgen es el verdadero Paraso del nuevo Adn y que el antiguo paraso era slo una figura de ste. Es bastante curioso ver a Montfort insistir tanto en el paralelo entre el primero y el segundo Adn que es Jess, pero recalcar mucho menos el paralelo entre la primera Eva y la nueva Eva que es Ma-ra (SM 22; VD 53.175). Para l, Mara es menos la nueva Eva que el nuevo paraso terrenal del nuevo Adn adonde descendi ste para realizar en l ocultamente maravillas de gracia (VD 18).En este paraso encontr sus complacencias e hizo alarde de sus riquezas con la magnificencia de un Dios (VD 261). Sentimos el alma de poeta y mstico de Montfort desbordar de jbilo ante esta Mujer Paraso del Mundo Nuevo: descripcin que se inspira a la vez en el libro del Gnesis y el Cantar de los Cantares. En este Paraso se encuentra el rbol de la vida que ha dado el fruto de vida, el rbol de la ciencia del bien y del mal que dio la vida al mundo, pero tambin otros rboles plantados por la mano de Dios e irrigados por su accin divina... jardines esmaltados de bellas y variadas flores... praderas verdes de esperanza. Se respira sobre todo un aire puro e incontaminado de pureza, brilla un da hermoso y sin noche de la santa humanidad, fulgura el sol sin sombras de la divinidad... (VD 261).Uno podra sentirse perdido en plena mstica, si no supiera (nos lo recuerdan hoy los psicoanalistas) que todos andamos en busca del Paraso perdido, pero que es intil querer volver atrs para encontrarlo. Hay que encarar valerosamente el porvenir. Este paraso que nos falta tan
cruelmente no est detrs de nosotros, sino adelante. Y no es un lugar, es una persona. No es Dios, sino un ser humano absolutamente lleno de Dios porque el Espritu Santo lo posee en plenitud. NO es ante todo el paraso del hombre, sino el de Dios.
14 - 18 EL TERCER MUNDO
Esta cascada de paradojas es apenas forzada. Montfort vuelve muchas veces sobre el tema de Mara Paraso de Dios (SM 19.20; VD 6.45.161.263) y siempre en forma desconcertante. Saban que Dios ha creado tres mundos?, afirma Montfort.Dios cre un mundo para el hombre peregrino: es la tierra; un mundo para el hombre glorificado: es el cielo; un mundo para s mismo: es Mara (SM 19). Es un verdadero Paraso, porque all se encuentra Dios infinitamente santo y sublime, y en la admiracin de ver a Dios tan sublime y alejado de todos, tan apartado y oculto en su mundo, la divina Mara, los ngeles y bienaventurados gritan noche y da: Santo, santo, santo.... Pero es tambin un Paraso muy cercano a nosotros: No hay lugar donde la criatura pueda hallar a Dios ms cerca de ella y ms adecuado a su debilidad que en Mara (SM 19 20).
14 - 22 AN NO HEMOS NACIDO
Volvemos a encontrar aqu la intuicin monfortiana que ya habamos encontrado: todava no hemos nacido! (VD 33; SM 14). En el bautismo fuimos concebidos a esa vida realmente nueva que es la vida misma de Jess, recibida como la de El del Espritu y de Mara, pero an no hemos nacido. Nuestro verdadero nacimiento acontecer el da de nuestra muerte. No leemos en las catacumbas de Roma, sobre las tumbas de los mrtires, que el da de su muerte era en realidad el da de su nacimiento: dies natalis? Nuestra vida humana no transcurre entre nacimiento y muerte, sino entre concepcin y nacimiento. Caminamos hacia nuestro nacimiento (Sulivan).En relacin con este nacimiento, los aos de esta tierra son slo una larga gestacin... (P. Lhoumeau, La Vie Spirituelle 1'Ecole de Saint Louis - Marie Grignion de Monfort, pg. 145).
Entre tanto, somos llevados en el seno de nuestra madre para ser en l guardados, nutridos, alimentados y que vayamos creciendo hasta que esta querida Madre nos engendre a la gloria... y nuestra verdadera vida quede escondida con Cristo en Dios (Col 3,3).Uno puede imaginar lo que los psicoanalistas podran pensar de esta impresin de la imagen de la madre sobre la del Paraso. Sus conclusiones empalmaran con las del Evangelio si vieran en esta superimpresin la expresin de un deseo (tanto ms profundo en cada hombre cuanto que es inconsciente) de renacer a una vida nueva. Se equivocaran si vieran en ello un deseo malsano y falsamente asegurador de regreso a la madre. De otra madre tenemos que renacer, de aquella que ha recibido por vocacin engendrar por el Espritu Santo, todos los hermanos y hermanas de Jess, de aquella que se oy decir por boca de Jess, desde lo alto de la cruz: Mujer, se es tu Hijo... Un 19,26). El verdadero Paraso, el verdadero nacimiento y la verdadera vida estn en nuestro futuro.
en almas dbiles e inconstantes que una minucia turba y abate. Para conservarlos, hay que confiarlos al cuidado de la nica que es la Virgen fiel (VD 89 - 173). Pero no es slo por debilidad que queremos apoyarnos en quien es nuestra Madre. Es tambin por amor. Para amar de verdad, hay que tener confianza en el otro. Montfort desconfa mucho de quienes se apoyan en ellos mismos, en las propias intenciones, disposiciones, en mritos y virtudes, no slo a causa de la impureza de motivos, sino tambin porque ello les impide amar, pues que no pueden confiar en nadie. Esa confianza es uno de los efectos maravillosos de nuestra consagracin. Dado que uno se ha entregado totalmente a Mara, ella se da enteramente y en forma inefable a quien le entrega todo... (VD 144.216). Cmo no confiar en ella, cuando descubrimos que no solamente le pertenecemos nosotros, sino que ella tambin se ha hecho nuestra? Con san Juan la hemos tomado por todos nuestros bienes: le pertenecemos totalmente, pero tambin ella nos pertenece en plenitud (VD 144.216.179; Cap. VIII).
Hay tambin que escucharlo responder a su amigo Blain que le reprocha sus excentricidades, su celo intempestivo y exagerado, que los misioneros no pueden tener la misma sabidura que quienes viven en comunidad a quienes les basta dejarse conducir por la regla y las costumbres de una misin santa. Hay quiz que leer sobre todo los Cnticos misioneros, los que Montfort haca cantar al pueblo para inflamarlo en su celo. A travs del ideal que describe, se transparenta toda su alma de apstol: Cntico 21: Las llamas del celo; Cntico 22: Resoluciones y plegarias de un perfecto y celoso misionero; Cntico 91: El buen Misionero. Se podra decir que la llama apostlica de Montfort se inflama como frente a tres focos luminosos: las necesidades de la Iglesia, el gran combate que traban en este mundo la luz y las tinieblas, y por ltimo la esperanza de una gran renovacin de la Iglesia.
15 - 3 EL FUEGO EN LA IGLESIA
Montfort percibe las necesidades de la Iglesia con fuerza tan grande que, el ao mismo de su ordenacin, antes de empezar la predicacin misionera, piensa ya en fundar una congregacin misionera: Ante las necesidades de la Iglesia, no puedo menos de pedir continuamente con gemidos una pequea y pobre compaa de sacerdotes ejemplares... (C 5). Las necesidades de la Iglesia son inmensas: debilitamiento general de la fe en una nacin que, sin embargo, se llama cristiana, miseria de los pobres (sobre todo en los hospitales) que elevan al cielo gritos lastimeros (CT 18, l), falta de educacin para los nios; se descuida la instruccin familiar de los pobres no catequizados; los pecadores no encuentran quien les excite a la devocin a la Stma. Virgen. Hay dicesis pobres, las misiones extranjeras... Son tantas y tantas necesidades que crean una situacin de urgente miseria. Es tiempo, Seor, implora Montfort, de cumplir tus promesas...; se abandona tu Evangelio, los torrentes de iniquidad inundan toda la tierra y arrastran a tus servidores... Lo dejars todo abandonado? (SA 5).
15 - 4 EL MUNDO EN LLAMAS
Es que el mundo est en llamas: se ha convertido en un inmenso brasero: Ah! Permteme ir gritando por todas partes: Fuego, fuego, fuego! Socorro, socorro, socorro! Fuego en la casa de Dios! Fuego en las almas! Fuego en el santuario...! (SA 28). nicamente ese otro fuego que arde en los corazones, ese diluvio de fuego de amor puro (SA 17) es capaz de extinguir el inmenso brasero en que se ha convertido el mundo. Se tiene la sensacin de que este fuego arde en el corazn del Misionero cuando evoca las necesidades urgentes de sus hermanos inmediatos. De modo especial en su Cntico titulado: Resoluciones y plegarias de un perfecto y celoso misionero se siente rugir la indignacin y casi la rebelda en su corazn de apstol. Se lo adivina como fuera de s, casi como si ante una casa en llamas, un amigo que se ahoga, un nio que muere de hambre, nos quedramos con los brazos cruzados, muy tranquilos. Cmo - grita Montfort - ver que mi hermano se pierde
sin que se conmueva mi corazn? Ver que la sangre de un Dios se derrama intilmente y no sentir dolor? Y Dios, ah, delante de m, ultrajado, insultado en el hombre que es su imagen y yo, alineado al lado de sus enemigos? (CT 22,1.2.3). Su indignacin crece cuando compara cuanto se hace por el hombre (e incluso por los animales) con lo poco que se hace por Dios, para el verdadero bien de sus hermanos: Por unos granos de arena se cruzan tierras y mares entre trabajos y penas. Y qu hacemos por tu gloria? Dios vierte su sangre en vano, y yo me quedo tranquilo! Cae un asno con su carga y quin no corre a ayudarlo? (CT 22,7). Pero, quin ayuda a un alma? Si cae o duerme en el pecado, quin la ayuda a levantar? Vete, alma, huye a donde puedas! (CT 22,8) La impaciencia y el fuego de Montfort misionero se hallan totalmente en versos como stos: No descansar un minuto, no puedo quedarme quieto, viendo ofendido a Jess. (CT 22,12). O tambin en la Carta a los habitantes de Montbernage: Siendo Dios mi Padre, tengo tantos lugares donde habitar como los hay donde los pecadores le ofenden injustamente (CM 6). Su celo, su pasin por el Evangelio son incluso tan grandes que le llevan a las locuras de un san Pablo, de una Teresa de Lisieux: incluso si, al sufrir por el Evangelio, a precio de mil afrentas y diez mil males, y hasta de su vida, aunque no convirtiera sino un slo corazn y an si no salvara a nadie... (CT 22,13.14) e incluso si slo salvara a su prjimo al precio de s mismo (CT 22,2; 21,16), qu importa!, habra amado al menos... Cmo ver sus almas bellas perecer eternamente sin sentir nada por ellas? ...Prefiero ser anatema! (CT 22,2). Por tu Evangelio, Dios mo, sufrir quiero, en tierra y mar, muerte, afrentas, todo mal.
Si con mi vida y mi sangre destruyo un solo pecado y slo a un hombre convierto, mi esfuerzo est bien pagado. (CT 22,13)
humildad (VD 25) recibi como misin colocarse a la cabeza de la humanidad en el combate contra el Mal. Quien se humilla ser enaltecido (Lc 18,14).
15 - 8 EL APSTOL Y SU MENSAJE
En el pensamiento de Montfort, no se puede separar al apstol de su mensaje. Exponer el mensaje apostlico de Montfort, el contenido de su predicacin - lo que ense con fruto, en pblico y en privado en las misiones (VD 110) - no sera, en gran parte, sino una repeticin fastidiosa de lo precedente. Hay otra forma de abordar ese mensaje: tratar de describir al apstol mismo, su carcter ntimo, su manera de vivir. A los ojos de Montfort, en cierta forma, el misionero debe en cierta forma identificarse con la Palabra que anuncia, desaparecer completamente ante ella, ser de ella trasparencia total. El apstol se convierte entonces l mismo, en cierta forma, en su propio mensaje. En efecto, puede encontrarse en los rasgos principales que caracteriza al misionero segn Montfort, lo esencial de lo que l mismo debe anunciar. Aqu cuatro rasgos que armonizan bien con el conjunto del mensaje espiritual: el abandono a la Providencia, el don de Sabidura, la obediencia y la dependencia de Mara
15 - 9 EL ABANDONO A LA PROVIDENCIA
Montfort quera que sus misioneros vivieran, como l, sin nada, totalmente abandonados a la Providencia. Hay indudablemente diferentes maneras de vivir el abandono, segn se trate de religiosos, laicos, clibes o casados, jvenes o adultos. Lo esencial es hallar la forma
conveniente para salvaguardar el espritu de este abandono que consiste ante todo en poder depender de aquellos a quienes uno es enviado. La naturaleza orgullosa, nos dice Montfort, rehuye infinitamente (RM 50) una dependencia as. Y sin embargo, la gracia de una misin vivida en la humildad de la dependencia es sin comparacin, ms abundante y poderosa para convertir las almas que las misiones fundadas. En stas, los misioneros se encuentran en cierta situacin de superioridad e independencia que halaga el orgullo y les atrae honores, pero no les ofrece mayor gracia de Dios ni mayor amor al prjimo (RM 50). Otra ventaja de este abandono: acudiendo en ayuda de aquellos que han aceptado depender de ellos, los fieles, por su caridad, van a alcanzar la gracia de la conversin, y se establecer entre ellos y los misioneros una admirable unin de corazones.El espritu de este abandono lleva tambin a volver al misionero gil, disponible, pronto a responder a toda llamada: Lejos dinero, esa masa que me cautiva y me abate... sin l, vuelo como un ave, y al cielo subo en la luz. (CT 22,27). En el mismo sentido describe Montfort a los apstoles de los ltimos tiempos como nubes volantes y tonantes al menor soplo del Espritu Santo (VD 57). Desapegados de cuanto podra frenarlos o fijarlos, estn siempre dispuestos a correr... adondequiera que Dios los llame: ciudades, campos, pueblos, aldeas, cerca o lejos... Y sin decir jams lo que dicen tantos sacerdotes terrenos... a su manera: No puedo ir. Te ruego me disculpes... (RM 6). Estar disponibles al menor soplo del Espritu, ponerse en manos de aquellos a quienes son enviados, es tambin abandonarse entre las manos de Dios y hacerle confianza. Dios mismo los acoge a travs de los dems, y si stos fallan y te dejan caer, no te quedar sino Dios slo. El abandono del misionero a la Providencia es ante todo un acto de fe, una seal de confianza en ese Padre del cielo que Montfort nos dice no falla (C 3). No hay amor sin confianza; pero cuando uno tiene demasiados bienes, demasiadas seguridades, no puede ya confiar, y por tanto, no puede amar. Tal es la postura de la pobreza apostlica, pero tambin de toda pobreza de corazn. Poder amar. Semejante postura permite todas las impaciencias. No basta quiz esperar que la vida nos ponga en situaciones en que ests obligado a tener confianza, tienes que adelantarte a las cosas y escoger libremente esas pobrezas ya que te permiten confiar y por tanto amar. En la pobreza, en la debilidad, cuando no puedes nada por ti mismo, se despliega el poder de Dios. El abandono, la pobreza de medios, tienen tambin como finalidad hacer de la misin, lo que san Pablo llamaba una demostracin de Espritu y poder (1 Cor 2,4) que vamos a encontrar de nuevo en el don de sabidura.
15 - 10 EL DON DE SABIDURA
La palabra sabidura no tiene siempre el mismo sentido en la obra de Montfort. El don de sabidura para un misionero, consiste ante todo en dejar que Dios hable a travs de l. El abandono a la Providencia tena como fin dejar actuar a Dios; el don de sabidura tiene como finalidad dejar hablar a Dios.
Nada ms fcil, escribe Montfort, que predicar y predicar a la moda. Pero, qu cosa tan difcil y sublime es predicar como los apstoles! ... Entre mil predicadores - entre diez mil podra decir sin faltar a la verdad - apenas si hay uno que posea este gran don del Espritu. La mayor parte no tiene sino lengua, boca y sabidura humanas. Por ello iluminan, conmueven y convierten a tan pocas almas con sus palabras... (RM 60). Un primer don de sabidura - ya lo hemos encontrado - consista en asumir el espritu de Dios, entrar en su manera de juzgar, de ver, de apreciar todas las cosas en funcin del Amor; el don de la sabidura apostlica, consiste, en el mismo Espritu en entrar en su Palabra, desaparecer ante l: Habla, implora Montfort, en una oracin al Espritu: Habla, Espritu Santo, para hacer de mi alma una fuente...Habla, Seor, yo busco tus palabras sediento noche y da (CT 141,6.7). No hay que pensar, no, que en nombre de un don de la sabidura - que Montfort llama tambin el don de la palabra eterna - desprecie el trabajo e incluso los talentos humanos. El Cuaderno de Sermones que nos dej, - lo dicen tambin los bigrafos - , nos ponen de manifiesto que saba prepararse, en el estudio y la oracin, al ministerio de la predicacin de la Palabra que es el ms amplio, saludable y difcil de todos (RM 60). Pero, una vez realizado este trabajo, el misionero tena clara conciencia de que no se haba hecho nada si el Espritu no vena como a consagrar la palabra del hombre para convertirla en Palabra de Dios. Si el Seor no anuncia la Palabra, en vano habla el misionero (ver Sal 127), porque no toca los corazones. Dios slo puede convertir los corazones. Los bigrafos nos refieren que es precisamente lo que el P. de Montfort pona en prctica antes que nadie: Sin fatigar ni torturar su espritu para componer con arte y simetra discursos acicalados en los que el hombre habla en lugar de Dios, al que consultaba antes de predicar, a quien se abandonaba cuando estaba en la ctedra. Nada de extraar entonces que se haya podido decir de l: En su voz, sus gestos, su porte se transparentaba la unin que tena con el Seor presente y patentizaba que Jesucristo mismo hablaba por su boca... . Es claro que, sin descuidar el trabajo ni el estudio, Montfort ofreca al Espritu Santo la sencillez y al mismo tiempo una pobreza y riqueza que le permitan poner en juego su divino poder. El misionero apostlico predica, pues, con sencillez, sin artificio... y remover, con las solas palabras de la verdad - aunque dichas con mucha sencillez - toda una ciudad y una provincia... . El don de sabidura florece en la sencillez.
15 - 11 LA SABIDURA APOSTLICA
Pero el misionero, tal como lo ve Montfort, no debe contentarse con estas dos sabiduras que podran denominarse las del espritu y de la palabra. Le falta otra sabidura tpicamente apostlica que es a la vez una sabidura de vida y de accin. Sobre todo en la charla con su amigo Blain nos habla Montfort de la sabidura apostlica que se opone a la de las personas de comunidad. stas permanecen escondidas en sus casas y las gobiernan en paz, porque no tienen nada nuevo que emprender, les basta seguir los pasos y costumbres de quienes los precedieron. Al contrario, los misioneros y los varones apostlicos, tienen
siempre algo nuevo que emprender, alguna obra santa que fundar o defender, tienen combates continuos que entablar contra el mundo, el diablo y los vicios. Es, por tanto, inevitable que den que hablar, que los critiquen e incluso los persigan mientras los dems viven en la paz y aprobacin de mundo. Sin embargo, no hay que exagerar esta oposicin entre las personas de comunidades y los varones apostlicos. Montfort mismo dice que los hijos de Mara y por tanto los misioneros aman el retiro, gustan de la vida interior, se aplican a la oracin...; algunas veces, mientras sus hermanos y hermanas trabajan fuera con gran empeo, habilidad y xito, cosechando la alabanza y aprobacin del mundo, ellos conocen, por la luz del Espritu Santo, que se disfruta de mayor gloria, provecho y alegra en vivir escondidos en el retiro con Jesucristo... Y aunque en el exterior realicen aparentemente grandes cosas, estiman mucho ms las que adelantan en el interior de s mismos... (VD 196). Todo el mundo sabe bien que no hace falta estar fuera para experimentar tribulaciones y persecuciones. Por tanto la oposicin entre los varones apostlicos y las personas de comunidad traduce netamente un estilo de vida y sobre todo un espritu. Finalmente, podramos decir que el P. de Montfort da a la palabra sabidura un nuevo contenido. Entonces sabidura que habitualmente es sinnimo de paz..., equilibrio..., tradicin, serena felicidad..., evoca para Montfort la lucha, el combate, las empresas siempre nuevas. Si los primeros Apstoles hubieran puesto la sabidura en no hacer nada nuevo por Dios, ni emprender nada nuevo por su gloria... se hubieran quedado encerrados en el Cenculo... y el mundo sera aun hoy da lo que era entonces .
15 - 12 LA OBEDIENCIA
Fcilmente se podra oponer esta sabidura a la obediencia. Cuando se tiene siempre algo nuevo que emprender es difcil dejarse guiar por una regla o las costumbres de una santa casa. No obstante, Montfort considera la obediencia como uno de los rasgos caractersticos del apstol. Cosa nada extraa, cuando recordamos que l mismo supo obedecer en forma heroica, en circunstancias difciles en extremo, a rdenes cuyos fundamentos no se vean en forma alguna. Recordemos solamente la manera como recibi la prohibicin de bendecir el Calvario de Pontchteau y, poco despus, la orden de destruccin... Toda su vida de apstol, supo renunciar a sus puntos de vista ms legtimos, para obedecer no slo al Papa sino tambin a los obispos, a los prrocos, a los directores de misiones...:
El misionero, dice, tiene en toda empresa segura divisa: la obediencia activa, valerosa y fuerte. Hagan lo que le hagan, triunfo y gloria alcanza; y aunque nadie escucha, cambia o se convierte, y todos contra l luchan y lo atacan, suya es la victoria hoy, ayer y siempre. (CT 21,26). La postura de esta obediencia es quizs la misma que de la oracin, del abandono a la Providencia y del don de sabidura. Se trata para el misionero de ser realmente l mismo, es
decir, como suena la palabra, un enviado. El misionero no hace su obra por su cuenta, sino que entra en una misin que lo supera, en un trabajo que es nada menos que el del Espritu de Dios a travs de l. Si debe, como dice Montfort, abrazar la oracin es para poder afianzarse l mismo en la vida que debe comunicar. Si debe abandonarse a la Providencia, es para no apoyarse sobre s mismo sino en Dios slo.Si debe implorar el don de sabidura y obedecer, es para que su palabra y misin no provengan de l mismo, sino del que lo envi: No he venido por m mismo, dice Jess, mi Padre es quien me envi (Jn 8,42). Hay que aadir que, cuando uno desconfa, como lo hace Montfort, del propio mal fondo, del amor propio que muy frecuentemente y sin que lo adviertas se constituye en meta de tus acciones (SM 49), se descubren otras ventajas en la obediencia. Nos permite confundir con menor facilidad - confundirlo es tan fcil - el Reino de Dios o la Evangelizacin con lo que no es quiz sino nuestro capricho o puntos de vista personales. La forma como Montfort obedece es indudablemente demasiado absoluta, al menos a nivel de la expresin que le da: Yo soy cuando se me manda, como niito de un ao, y no me pregunto nunca cmo, cundo ni porqu. Y aade: En presencia de Dios digo: Yo preferira morir, y morir como anatema, antes que no obedecer (CT 91,27 - 28). l mismo reconoce que no es slo un derecho sino tambin un deber declarar con toda ingenuidad y sencillez las propias razones, pero una vez hecho esto, hay que someter la voluntad, si no sera salir de la misin.
15 - 13 UN MISTERIO DE PATERNIDAD
Lo que pone de manifiesto que Montfort no es un nio a nivel de juicio es el hecho de considerar su ministerio como una verdadera paternidad. Como cristianos tendrn muchos tutores - dice san Pablo a los Corintios - pero padres no tienen muchos, como cristianos fui yo quien los engendr, con el evangelio (1Cor 4,14 - 15). Montfort le hace eco cuando escribe a sus queridos panaderos, carniceros... pescaderas, revendedoras y dems de Poitiers y de Montbernage: Me tomo la libertad de escribirles como un padre a sus hijos... El cario cristiano y paternal que les profeso es tan grande que les llevar siempre en mi corazn... (CM). Es claro que entre el apstol y quienes el Padre le ha dado (Jn 17,6.9.12) no se trata solamente de lazos superficiales, ni incluso de los vnculos que unen al maestro con sus alumnos: se trata de una verdadera paternidad cuyo origen se halla en un verdadero desposorio que, dice Montfort, no conoce el mundo:
Es cierto que la Sabidura eterna tiene tanto amor a las almas, que llega al extremo de desposarse con ellas y contraer con ellas un matrimonio espiritual, pero real, que el mundo desconoce (ASE 54). Y en una carta escrita a su madre, escribe: En la nueva familia en que me encuentro, me he desposado con la sabidura y con la cruz, donde se encuentran todos mis tesoros temporales y eternos, terrestres y celestes... (C 20). Pero este matrimonio del Apstol con la Sabidura y con la Cruz (la Sabidura es la Cruz y la Cruz es la Sabidura [ASE 180]), no procede acaso de ese amor nupcial del que habla Juan Pablo II, que Mara ha vivido en la donacin total de su virginidad a Dios? (RMat 39). Gracias a que la Virgen Mara vivi ese amor nupcial con el Altsimo, se convirti en Madre de Dios y de todos los hijos de Dios. Y tambin porque el apstol se despos con la Sabidura y con la Cruz puede dirigirse a aquellos que el Padre le ha dado dicindoles: hijitos mos. Pero no basta con dar a luz. Hay que alimentar, educar, amar, proteger, defender... Tenemos la sensacin de que cuanto Montfort nos dice acerca de la actividad de Mara para con sus hijos, se puede aplicar a la paternidad del apstol. La Virgen ama tiernamente a sus hijos no slo afectiva sino tambin efectivamente, espa las oportunidades favorables para hacerles el bien, como Rebeca...; les da buenos consejos, les alimenta en todo, les orienta y dirige, les defiende y protege..., intercede por ellos... (VD 201 - 212). Entre tantos servicios del apstol, detengmonos solamente en el ltimo. Para proteger a sus hijos, para defenderlos, Montfort est pronto a dar su vida: Llevo en mi corazn a todos los pecadores del Poitou y de otros lugares... Su alma es tan preciosa ante Dios que ha dado toda su sangre y no dar yo nada?... El arriesg hasta su propia vida, y no arriesgar yo la ma? (CM 6). El apstol no quiere vivir una paternidad rebajada: est pronto a dar su vida por aquellos a quienes ha dado la vida. La dulzura del apstol pasa a ser tambin una seal paternal. Dado que el misionero es un padre, debe estar lleno de dulzura en favor de sus hijos queridos, incluso si esa dulzura le impide ser aparentemente eficaz. Es preciso que su celo sea Que no sea amargado pero s sea fruto de un corazn bueno, de amor inflamado, sin rigor, paterno, como el de Dios mismo, o el de Jesucristo siempre tan cercano, que convierte y gana grandes pecadores, sin ira, sin odio, dureza o enfado. (CT 21,18) ... Lejos de m celos austeros, llenos de rigor y clera, so capa de caridad. Mucho aceite, poco vinagre, ganan mente y corazn, que, lo muestra el Evangelio, convierten al pecador. (CT 22,17).
Pero no confundir la dulzura con una delicada debilidad y amaneramiento. Aquel a quien los pobres llamaban espontneamente el buen Padre de Montfort, saba ser fuerte con esa seguridad que le brindaba la fe. Basta acordarse de las contradicciones, persecuciones que ha sufrido el apstol por haberse permitido decirles osada aunque suavemente las verdades (C 11) a sus oyentes. Hay que leer sobre todo el retrato que Montfort traza del misionero segn su corazn. El misionero apostlico predica pues... con intrepidez y autoridad, sin temor ni respeto humano; con caridad sin herir a nadie... . Haca consistir la fuerza de su celo, no slo en predicar con vigor, sino en padecer todos las tormentas como una roca, sin plegarse e incluso sin conmoverse ni ceder, dejando a la fuerza de la verdad que proclama... el encargo de librarle de la mentira... (RM 62.64).
15 - 14 LA DEPENDENCIA DE MARA
Por ltimo, la obediencia le permite al misionero trenzarse en un gran combate que lo supera. A partir del momento en que uno comprende que la lucha entre la Luz y las Tinieblas se ha convertido en un combate entre, de una parte, la humanidad misma que por el Espritu Santo, en Mara, ha dado a luz a su Salvador, y de otra, los poderes del mal, no es de extraar que a los ojos de Montfort, los misioneros sean hijos y servidores de Mara. Son hijos de ella: engendrados y concebidos por su caridad (SA 11), porque siendo hermanos de Jess, no pueden tener otra madre que la suya. Ella les comunica la vida, los sostiene y los defiende en los combates contra las Potencias del mal. Pero Mara es tambin la Madre de todos aquellos a quienes son enviados, que tambin ellos estn llamados a ser hijos suyos. Ms all de todas las tcnicas de Pastoral y Evangelizacin, no es la Misin una colaboracin al renacimiento de los hijos e hijas de Dios o una participacin en la maternidad de la Iglesia y de Mara? Porque no hay dos maternidades: la de la iglesia y la de Mara. Las dos constituyen una sola. Y cuando san Pablo escribe a los Glatas: Hijos mos, otra vez sufro dolores de parto, hasta que Cristo se forme en vosotros (Gal 4,19), expresa al mismo tiempo el misterio de la Iglesia y el de Mara (VD 33; SM 56; ASE 214). Montfort en la Splica Ardiente, se dirige al Espritu Santo para implorarle: Acurdate de producir y formar hijos de Dios con Mara, tu divina y fiel Esposa. T formaste la Cabeza con ella y en ella. Con ella y en ella debes formar tambin a todos sus miembros (SA 15). Cmo podran los miembros de la Iglesia, cmo los misioneros (y todos por nuestro bautismo somos misioneros) trabajar en la generacin de los hijos de Dios sin aquella que es la madre de todos nosotros? Pero Mara no es solamente nuestra Madre, es tambin nuestra Reina. Por tanto, somos tambin sus servidores. Montfort asocia muy a menudo estos dos trminos: hijos y servidores sin oponerlos, al contrario. De igual modo le encanta ubicar juntas dos palabras que parecen oponerse completamente: esclavitud y amor. Somos hijos pero tambin servidores, porque el amor, si es verdadero, debe conducir al servicio de aquellos a quienes uno ama. Somos esclavos,
porque, cuanto ms uno ama, es ms dependiente, hasta la dependencia total que puede llamarse esclavitud, pero esclavitud de amor y por tanto libertad suprema. Somos servidores, pero tambin hijos.
15 - 15 LA DEBILIDAD DE DIOS
Los misioneros sern verdaderos servidores de la Stma. Virgen que, como otros tantos Domingos, vayan por todas partes, con la antorcha brillante y ardiente del santo Evangelio en la boca y el santo Rosario en la mano... a quemar como fuego y a brillar como soles... (SA 12). Montfort estaba especialmente encariado de la imagen guerrera, que hoy nos parece un tanto triunfalista, de una Reina que avanza a la cabeza de un ejrcito ordenado en orden de batalla, al encuentro del Adversario, para aniquilarlo. A esta imagen, que no obstante ser bblica (Gn 3,15; Ct 6,10; Apoc 12,1 - 12), corresponde menos bien a nuestra sensibilidad, podemos preferir otra, bblica tambin (Lc 12,32): la del pequeo rebao que recibi como misin hacer frente a la Potencias del mal. A este pequeo rebao se dirige Montfort para animarlo a tener confianza: Ah estn las naciones, los mundanos, los avaros, los voluptuosos, los libertinos que se juntan a millares para hacerles la guerra con sus burlas, sus calumnias, sus desprecios y violencias. Vosotros sois pequeos; ellos, grandes. Vosotros sois pobres; ellos, ricos. Vosotros, sin crdito; ellos, cuentan con el apoyo de todos. Vosotros sois dbiles; ellos, tienen el poder en la mano. Pero, una vez ms, no temais... (ACM 1 - 2). Porque su Padre se ha complacido en daros el reino... (Lc 12,32). Ante el desencadenarse del mal y los torrentes de iniquidad que amenazan arrastrarlo todo, la Iglesia no ser jams otra cosa que un pequeo rebao delante del cual avanza para guiarlo hacia su Hijo, esa humilde jovencita: Mara (VD 18). Lo que es debilidad en Dios es ms fuerte que los hombres (1Cor 1,25).