Kido Okamoto PDF

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Okamoto Kido: un investigador japons

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Diciembre 2009 | Tags: Letrillas Oriente Artculo de opinin

El lector de novelas policiales pasa bajo el arco que sostienen dos afirmaciones de sentidos quizs opuestos, ambas atendibles; una de Alberto Savinio: Aclarar un misterio es indelicado para con el misterio mismo. Otra de Bertrand Russell: Quienes leen policiales no piensan en hacer la guerra. Algunos, aunque cmodos en lo maravilloso, se desinteresan de la ciencia ficcin, que suele abusar de una funcin proftica mediante mltiples y ramificados augurios. La novela o el cuento policiales no pierden seguidores, creo. Lo soy, desde mis primeros y remotos encuentros con Poe, Leroux o sir Arthur Conan Doyle, hasta el descubrimiento de sus clsicos, gracias a El Sptimo Crculo de Borges, la impecable coleccin que asegur un pblico nuevo para un gnero todava novedoso. Por entonces, descubrir El misterio de Edwin Drood de Dickens, inconclusa por la muerte del autor, me trastorn, como aos despus olvidar en un avin, a medio leer, la reescritura que de ella hicieron dos curiosos y activos italianos, Fruttero (Carlo) y Lucentini (Franco), comentndola y dndole un final que supongo inteligente. Por entonces llegu a una conclusin, cuya posible insolvencia acepto: la novela policial es un producto tan ingls como los sndwiches de pepino. Por supuesto, Gaston Leroux con El misterio del cuarto amarillo, primer huis clos irresoluble, y El perfume de la dama vestida de negro, dej huellas francesas en ese acotado territorio, sobre todo con la primera. Pero l, el belga Simenon y alguno ms no llegan a competir con la variada oferta inglesa. Slo la isla, con Chesterton, logr asociar el misterio de la maldad humana y el misterio de Dios mediante el difamado intelecto. Chesterton le agreg a la especulativa un toque imprescindible para el xito del gnero: lo humaniz con el Padre Brown, personaje adorable como debi ser su autor. Gaston Leroux, reconozco, haba hecho algo semejante al crear, con inolvidable apellido cmico, a Rouletabille, el ms melanclico y amable de todos los detectives de ficcin (y el ms joven). Sir Arthur Conan Doyle tuvo un acierto casi dickensiano: no prescindi de personajes en los lmites de la buena sociedad y tom los bajos fondos como una aprovechable fuente argumental, descubriendo que la riqueza psicolgica no desaparece entre la escoria social o entre las vctimas del opio. Al fin hasta las protomusas, las tradas griegas, hacan maldades cuando no disponan de la miel apetecida. La diferencia psicolgica entre Holmes y el Dr. Watson, auxiliar, enriquece la envoltura literaria de su creacin, lo que puede justificar que otro colega, Nicholas Meyer, haya imaginado una novela propia sobre un posible encuentro de Sherlock Holmes con Freud.

Por eso, no es extrao que incluso fuera de Inglaterra existan clubes y grupos de admiradores y estudiosos de sir Arthur. Japn cuenta, no s si con un club, pero s con un mulo de calidad. Se llama Okamoto Kido. Naci en 1872 (el primer relato de Conan Doyle es de 1887). Aunque China le ofreciera modelos remotos en el tiempo, la influencia inglesa prim y su Hanshichi es una elegante versin japonesa de Sherlock Holmes. Sin embargo, sera injusto no ver las diferencias y la originalidad de Kido, tan clebre en su tierra como el ingls en el mundo y considerado el creador del gnero en su lengua, en la poca Edo, adems de fecundo autor del teatro kabuki. Para acercarnos ms al investigador-protagonista, cuyos mayores logros sern recordados en sucesivas conversaciones, el prlogo de Fantmes et samouras / Hanshichi mne lenqute Edo, como traduce Karine Chesneau (editorial Philippe Picquier), presenta al joven narrador, al que su to K. cuenta una ridcula historia de fantasmas, aclarada gracias a su amigo Hanshichi. Este aparece aqu en un segundo plano, aunque el prlogo ya incluya El espritu de Ofumi, primera muestra de la sutileza de Hanshichi. Diez aos ms tarde, el narrador comenzar a frecuentarlo, al fin de la guerra sinojaponesa y ya muerto su to. Los trece relatos que siguen encierran crmenes, desapariciones, engaos, campanas que suenan solas, monjes aprovechados, amores escondidos, una niita muerta en el techo de la casa de un seor, casos curiosos, normales, con apariencias misteriosas, que el investigador narra en cada encuentro, incluyendo algn error que no esconde y que parece divertirlo. En casi todos los casos hay una complicacin capaz de mantener el inters del lector atado al mero argumento policial. Don Isidro Parodi extrem las exigidas capacidades deductivas de Holmes, resolviendo los misterios que se le planteaban con la sola movilidad de su mente, ya que sus creadores buscaron la inusual contradiccin de un detective preso. Hanshichi, en cambio, corre a ver los lugares implicados, busca testigos, practica deducciones dignas del Zadig de Voltaire y aun provoca los azares que lo llevan a buen fin (ignorando una de las reglas, establecida al refinarse el gnero: desdear la casualidad como factor de descubrimiento como si en la vida no ocurriese y slo aceptar el hallazgo intelectual). No recurre a los fantasmas, claro, pero las criaturas mezcladas en los asuntos pueden creer en ellos; en algunos casos, el criminal aprovecha elementos capaces de hacer pensar en manifestaciones misteriosas. La insistente negativa de un masajista ciego a hacer su trabajo en cierta casa, porque siente la presencia de algo terrible, lleva al investigador a ocuparse de un caso complejo que implica un obvio cadver enterrado donde el ciego trabajaba. En otro caso, un crimen es provocado por la conducta verdaderamente diablica de unos gatos, que manejan la voluntad de su duea y, despus de ser expulsados primero a grandes distancias y luego tirados al mar, regresan y parecen encarnar en ella. Este es el nico ejemplo en que lo detectivesco se entreteje con lo fantstico (metafsico, dira un norteamericano).

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