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SINFONA DE LA CIUDAD AMADA


Jorge Dvila Vzquez

2012

Dr. Pal Granda Lpez Alcalde de Cuenca y Presidente del Directorio de ETAPA EP Eco. Oswaldo Larriva Alvarado Gerente General de Etapa EP

Sinfona de la Ciudad Amada


Editores: ETAPA EP Derechos reservados Segunda Edicin 2012 ISBN: 978-9978-92-887-5

Diseo y diagramacin: Dis. Mara Elena Palacios Fotografa: Felipe Serrano Rodrguez Juan Carlos Dvila Moreno Impresin: Imprenta Monsalve Moreno, Cuenca-Ecuador

SINFONA DE LA CIUDAD AMADA


Jorge Dvila Vzquez

UN POEMA DE LUCES Y DE SOMBRAS A lo largo de las centurias transcurridas desde que Cuenca naci como ciudad espaola asentada en los Andes, no pocos han sido los personajes, viajeros, poetas, escritores, cientficos, religiosos, que de diferentes maneras le profesaron culto y le rindieron homenaje. Cuenca cautiva. Ese embrujo de la urbe vital lo padecemos tanto quienes nacimos en ella como quienes la han conocido y visitado, y, en muchos casos, terminaron por quedarse a residir, por siempre cautivos de sus calles y edificaciones, de sus plazas y templos, de sus ros y montaas. Hoy, de cara a su futuro, la ciudad vive un crecimiento poblacional que bordea el medio milln de habitantes, lo que implica nuevas realidades y necesidades, adems de problemas como el predominio de los automotores en sus calles. Esa realidad y sus proyecciones son precisamente el horizonte del proyecto Cuenca, Ciudad de las Ciencias, el Conocimiento y los Saberes, concebido para transformar a la capital azuaya con miras a las prximas dcadas. Dentro de esa planificacin integral en pos de una Cuenca justa, equitativa y solidaria, como urbe modelo del Buen Vivir, tiene un sitial de privilegio la creacin esttica, y, en especial la literaria, alta expresin de aquella tradicional inclinacin de sus habitantes por las artes y las letras, y por la suma de las expresiones culturales. El escritor cuencano Jorge Dvila Vzquez, cuyo nombre tiene en las letras nacionales un sitial bien ganado a lo largo de su extensa trayectoria literaria, le rinde a la ciudad un sentido homenaje. Lo hace a travs de versos moldeados con arcillas de nostalgia y ternura, de profundo amor y sano orgullo, con los que ha construido este tributo filial titulado Sinfona de la

Ciudad Amada, cuya segunda edicin ve la luz con el apoyo de la Alcalda de Cuenca, a travs de nuestra empresa pblica ETAPA EP, en la conmemoracin de los 455 aos de la Fundacin espaola de la ciudad. Las pginas de este hermoso libro son puertas y ventanas por las que entra la luz solar, para posarse sobre la urbe en su despertar cotidiano, para besar y atravesar sus casas y edificios, mientras los transforma conforme avanza el da. Nuestro poeta previene al lector de lo breve que es ese paso luminoso por el rostro de la Cuenca andina, pero lo eterniza y congela para siempre en la retina de la memoria humana, mediante estos versos de amor a la ciudad natal. Cuenca, llena de presencia celestial en sus construcciones, en sus templos, en esa simbiosis de equilibrio entre naturaleza y ciudad, aparece igual que una ofrenda al Creador, que Este toma con sus manos de luz, o cual una larga oracin que Dios acoge como a una paloma mensajera enviada por el alma de la ciudad entera. El canto se vuelve leo y luego fotografa. Cargados de nostalgia, los versos evocan imgenes etreas, fugaces, irreales, de aquellos seres que vivieron en otras pocas, con otros decires y otras formas de relacionarse, en la Cuenca que, como las ilusiones, tampoco volver, pero es ya parte imborrable de la memoria colectiva, condicin necesaria para navegar por el agua de Cuenca y sus ros tutelares, que conducirn dulcemente hacia el futuro los sueos de esta tierra y de su gente. Pal Granda Lpez Alcalde de Cuenca Abril de 2012 10

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INTROITO No nos une el amor sino el espanto, deca Borges a su Buenos Aires, mas yo te digo, pequea ciudad ma, ningn espanto nos liga, solo un amor que semeja al que por siempre ata el hijo a la madre: cordn umbilical de la ternura, cadena del recuerdo y de la gloria de haber vivido en ti como en un seno, una amorosa entraa, un dulce nido, como los pjaros en la copa de un nspero, o los pequeos peces al fondo del espejo de los ros.
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Son estos versos, ciudad ma, urbe crucificada en aguas y en montaas, un tributo filial, puesto en tus sienes, como diadema de humildes nomeolvides, gurdalos en su frescura primigenia, darn a tu rostro moreno de mestiza una aureola de Virgen tallada por manos indias y blancas de artfices eternos. Gurdalos al calor de un corazn sin tiempo, y queden perennes para ti, filiales, plenos de ese amor que bien conoces, para la eternidad, ciudad amada.
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ROND LUMNICO 1 Cuando amanece, tmido el sol besa las calles solitarias y el rostro de las casas escondidas. Hay un csmico amor en esa caricia matutina.

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2 Un viento fro llega de las montaas. Un aire tempranero despierta la ciudad barre los sueos y hace que el hombre se apreste a los trabajos y los das. 3 La tibia claridad se detiene en el alba en las cornisas, los techos, las ventanas. Es paloma de luz, trmulo arcngel que anuncia el esplendor del nuevo da.
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Dorado beso en la frente de la villa, la aurora vuelve de oro los tejados, maderas y ladrillos, aun el humilde adobe, y recorta las torres en el cielo. 4 Qu transparente luz la de este da que transforma los templos en navos que zarpan hacia el cielo! Llevan su carga de anhelos y plegarias y un viejo cntico (las voces idas de las madres las tas, las vecinas, los nios de otro tiempo) que portan querubines en sus manos translcidas cual humeante incensario.

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5 Las ventanas, las puertas, las cenefas son ya el espejo de las horas jvenes. Toque de alquimia y misterio pone a las cosas la claridad, un barniz de otro tiempo una ptina extraa. Milagro de la luz: a la frgil materia da una perenne vida.

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6 Pintor el nuevo da, con pincel amoroso perfila los balcones y columnas y crea cuadros de inslita hermosura, en yeseras, arcos y vidrieras. Su esplendoroso trazo tributa a la belleza de las casas, iluminando su noble arquitectura. No dura mucho su paso y sin embargo, la eternidad parece detenida en las fachadas.

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7 El manto de la luz cubre los techos, las portadas, las cpulas, mientras el sol madura. La pequea ciudad es como un huerto que cosechara el da.

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8 Y es tan intensa la luz que transparenta la historia ms secreta de las casas. La pared de bahareque, la vetusta techumbre, el rincn olvidado: escribe el tiempo en ellos un poema de luces y de sombras. Un poema que dura lo que la luz del da, sin embargo es perpetuo.

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9 En la piedra labrada del tmpano enmarcado por columnas, se alza el Seor en gloria, rodeado de querubes. Quien lo mira puede llegar al xtasis transportado en las alas de la gloria. Todo es milagro del cincel, de la mano que esculpe, del annimo artfice. Logro del sueo en la raz del mrmol.

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10 Ha pasado ya el da. Las sombras de la tarde y la luz de occidente evocan la memoria de las viejas moradas. Solo han sido unas horas pero fue tan intensa la pasin de la luz por la materia, que en la noche que llega incuba nuevos sueos, nuevas luces.

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11 Cuando la noche empieza hay como un dejo de melancola que cubre la ciudad y sus montaas. Es la pasin del da, es su canto de adis: no se resigna a dejar la hermosa villa.

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12 Una mano de bronce, secreta y femenina, toca a la puerta del corazn dormido de la casa en la tarde. Quin abrir el postigo de la noche? Acaso escuchas el sonido metlico atravesando los aos y las vidas?

13 Haces de luz que vienen de un remoto occidente alumbran capiteles y frisos neoclsicos. Son un pauelo que ondea despedidas cubriendo el horizonte.

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14 Las sonmbulas torres ms airosas de Cuenca buscan a Dios y, acaso, confunden las auroras y el crepsculo, los lugares, los tiempos, el resplandor fugaz de la materia, con la luz inmortal tras la que vuelan.

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15 Agoniza la luz en la casa nocturna y pone una curiosa nota de platera en las vidrieras. Cuenca es un vasto poema de luz naciente, plena o moribunda. Un luminoso poema a todas horas.

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ADAGIO DEL TIEMPO 16 Y en el silln arcaico de la peluquera el tiempo detenido espera una tonsura o quizs un masaje con agua de colonia. El tiempo es sacerdote de otro siglo y es pintor y es orfebre, artista y artesano y es galn trasnochado de la ciudad hermosa y bienamada.

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17 Cuando llegan los vientos de los Andes desde su nido de riscos y lagunas la ciudad se arrebuja en sus recuerdos como en un manto de seora antigua. Y evoca a los poetas de otros das con su bohemia, su cancin, su pena

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Entonces van del brazo por las calles envueltos en el fro y en la sombra los espectros de algn verso lejano. Semejan duendes o curas sin cabeza, parecen caballeros antaones que enamorasen a una bella dama que oculta tras cortinas y abanicos sigue esperando el cantar, la serenata.

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18 El pasado visita los lugares donde creci el amor y se hizo el verso. El pasado se viste de oropeles en salones que guardan un piano que ha perdido la voz hace ya tiempo.

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El policromo esplendor de los metales refulge an en los techos, en las lmparas, en el barniz de los muebles de esterilla venidos todos de lejanas patrias, en las que el sueo se hizo aun ms sueo para la Cuenca rica de otro siglo.

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19 Mas, en la calle lavada por la lluvia el pequeo ciclista es rey del mundo. Con l empieza la vida de la urbe, con l se inicia su trnsito terreno. As aparece el futuro entre nosotros, tan simple como un nio que jugara.

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20 Inventario de sueos de los tiempos pasados y de las ilusiones que no retornarn. Pasa como un rosario de cuentas invisibles por esas viejas manos que amasaron la vida que bautizaron nios que en la magia del martes y el viernes conjuraron espantos, malos aires, malos ojos, con hierbas y oraciones y misterios.

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21 En la hora benigna que pincela la iglesia, talvez una sonrisa, talvez una noticia que alegre el corazn. Todava un runrn de plegaria en el alba todava unos pasos que corren hacia el templo. El tiempo detenido en unas flores, en una avemara, un cirio, en unos ojos fijos en la imagen, en la campana, sola y maanera, en todo aquello que encierra una esperanza.
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El tiempo equivocado de lugar y de fecha, perdido en las casitas y conventos, en los parques desiertos, en las estrechas calles an dormidas, en los plazas sombras, en el agua que cae silenciosa en la piedra de una fuente escondida.

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22 Quizs todo: la villa que se enfiesta, los comercios que bullen de clientes, las monjas en su orar incontenible, las vendedoras de flores en El Carmen, los mercados repletos de frutos que provienen de remotos lugares, las devociones, las misas,
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las novenas, las procesiones, las preces al Santsimo, los globos, los cohetes, el incienso, la msica del pueblo, su alegra y la risa que bulle en la garganta, quiz todo no sea ms que una larga oracin que Dios acoge como a una paloma mensajera enviada por el alma de la ciudad entera.

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23 Y quiz aqu en la tierra, en san Francisco o en cualquier mercado, en las ferias, en la penumbra olorosa a tela nueva de una tienda, se encuentre la camisa ignorada de los hombres dichosos.

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Ella es la Cuenca mtica de las sedosas manos que laboran sin cansancio posible. Ella exhibe la prenda, la baa en su sonrisa y describe lo fino de los gneros, lo tenue del bordado, la duracin sin trmino de la bella camisa, en su voz vendedora se encierran los secretos de un tiempo sin medida.

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ALLEGRO FINALE 24 Agua de Cuenca nacida en la montaa, da a este cuerpo tu bro y tu energa, tu brillo de cristal y tu armona. Agua de Cuenca cantada por tus fuentes que dictan melodas a poetas, a msicos y amantes. Agua de Cuenca ligada hasta a su nombre bautizas desde siempre con ternura las orillas sembradas de caaros, de lamos y alisos,
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de sauces que hunden su cabello de nyade en las ondas, de sacos blancos con su verde y oro. Agua de Cuenca que floreces en rosas, que guardas el perfume de los nardos y arrullas a las mnimas violetas. Agua de Cuenca que juegas con las piedras y la dorada arena de los cauces y que limpias la ropa de los pobres mientras entonas canciones de ternura a la ciudad secular e infinita.

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Agua de Cuenca y sus ros tutelares conduce dulcemente hacia el futuro los sueos de esta tierra y de su gente.

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25 El dorado maz en el tostado y el blanco grano en mote transformado, tienen aroma y sabor de tierra y fuego. El grano va de la mano hacia los surcos que esperan bendiciones de la lluvia. Se empequeecen los ojos esperando que crezca la plantita. Cuntos sueos encierra la mazorca que va formndose cual una dulce nia y habr de ser la madre, la hechicera, la sabia,
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la inmortal, la bienamada! Porque el maz es parte de la tierra y de ella trae su magia y su alimento, el sueo de la chicha y la blancura de la harina cocida en los rescoldos. El maz, ese grano del ancestro es macho y hembra, encierra el universo. Grano de la divinidad, crece en leyendas, se abre en la flor del mtico alimento, en las manos que siembran y desgranan, en la vigilia, en las aves
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y en los cnticos que celebran el sol y las cosechas. El maz, madurado entre armaduras de largas hojas que cortan como espadas, cuyo fruto es una Eva tentadora surgida en el edn de la mazorca.

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26 Y, de pronto, esta ciudad de ros y de msica, de flores y de granos prodigiosos, es el milagro que se vuelve cuerpo bella mujer salida de la nada que nos sonre mtica y eterna. Como Odiseo por Circe cautivado, ya no querremos irnos de su seno, encadenados al amor del cielo

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que desciende en las noches y nos pone, subrepticio, una estrella de esperanza en la plena mitad de la ternura; de la tierra que arrulla nuestros sueos con cantos de retamas y gorriones; del agua, que prolonga el infinito en las lagunas mticas del Cajas, en el prodigio siempre transparente; de la luz que repite cada da un ritual de cortejo inextinguible, y en el amor de la gente que se entrega a nuestro amor para la vida entera.

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Indice Fotogrfico: FELUDI Pginas: 2, 3, 12, 15, 16, 17, 19, 20, 22, 23, 28, 30, 31, 70, 71, 72 Juan Carlos Dvila Moreno Pginas: 24, 26, 27, 29, 32, 34, 35, 36, 38, 39, 40, 42, 44, 47, 48, 51, 52, 55, 56, 59, 60, 63, 64, 67

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Jorge Dvila Vzquez (Cuenca, 1947).

Doctor en Filologa por la Universidad de Cuenca, donde fue docente. Escritor y crtico de arte.

Obras: Mara Joaquina en la vida y en la muerte (novela) y Este mundo es el camino (cuentos), Premio Aurelio Espinosa Plit 1976 y 1980; Los tiempos del olvido (cuentos), premio CCE, 1977; Con gusto a muerte y Espejo Roto (premio CCE, 1990) (teatro); De rumores y sombras (novelas cortas), 1991; Cuentos breves y fantsticos y Acerca de los ngeles (ed. trilinge),1995; Csar Dvila Andrade, combate potico y suicidio (ensayo), 1998; La vida secreta (novela breve) y Memoria de la poesa (lrica), 1999; Piripipao (novela breve) 2000; Historias para volar, Entraables, Libro de los sueos (Premio Joaqun Gallegos Lara, 2001) y Arte de la brevedad, 2001 (cuentos); Ro de la memoria (poesa), 2004 (ed. venezolana) y 2005 (ed. ecuat.); La luz en el abismo (antologa de cuentos, Campaa de Lectura Eugenio Espejo), 2004; Minimalia, cien historias cortas, 2005; La noche maravillosa, antologa personal, Libresa, Antares, 2006; La oveja distinta y otros cuentos, Premio Cesar Dvila Andrade, Ministerio de Cultura, Quito, 2010; Danza de fantasmas (narraciones), Grupo Editorial Norma, Quito, 2011; El sueo y la lluvia (novela), Edinun, Quito, 2011. rbol areo (lrica), Bienal de Cuenca, 2008; Temblor de la palabra (antologa de lrica), CCE, Quito, 2009; Diccionario Inocente (lrica para nios), Tucn Ed., Quito, 2009; Jardn Nocturno (poesa), Jos A. Santos ed., Ourense, Espaa, 2012. Espejo roto, en Teatro, Elicer Crdenas E./Jorge Dvila V., Cuadernos de Literatura Imaginario (5), Casa de la Cultura Ncleo del Azuay, Cuenca, 2010 Consta en antologas nacionales y extranjeras, con textos traducidos al francs, ingls, alemn, portugus, italiano y hebreo. Colabora en numerosas revistas y en El Mercurio de Cuenca, Diario Hoy de Quito y Mundo Diners.

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Este libro se termin de imprimir en los talleres de Imprenta Monsalve Moreno, en Cuenca, el 30 de abril de 2012.

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