Caso Clínico Narcisismo
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Caso Clínico Narcisismo
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La humanidad no es de palabras sino que necesita: Ansa por un consuelo que la ilumine Stig Dagerman
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Sin entender el porqu de su actitud, encara su sufrimiento como un castigo por lo que haba hecho condenndose para el resto de su vida. Hay veces en que ese sufrimiento merecido y que siente tan fuerte (ya que fui yo que cog este camino), se vuelve demasiado para que sea soportable y apenas en estos momentos pretende quitarlo. Las pocas palabras que emite ilustran en blanco y negro un pensamiento cercano al terminal: nada vale la pena, solamente piensa en lo que podra haber sido su vida si no hubiera tomado la opcin errada, que haba perdido la posibilidad de ser feliz, que podra estar casada y con hijos, que su vida no es nada, que no quiere vivir as, que no hace nada en este mundo, que ve los aos pasar y no hay nadie... Aunque no especificando claramente un pedido, pero contactando con la fuerza de su sufrimiento psquico, incidimos en una psicoterapia de inspiracin psicoanaltica al ritmo de una sesin por semana, y que se mantiene desde hace 5 aos. Lo acept mediante supervisin clnica, espacio de reflexin imprescindible para proseguir, en una trayectoria psicoteraputica dolorosa por veces sentida casi como insoportable. Es tambin pertinente indicar que los datos aqu referidos constituyen el producto de muchas sesiones, de acuerdo con el ritmo que Mara nos impuso. Sus recuerdos son extremamente difusos, dispersos, fragmentados, sin que consiga establecer una continuidad temporal entre ellos, sin tener la capacidad de reconstruir su historia o al menos, partes de sta. De su infancia solamente recuerda la imagen y el sonido del llanto de su madre, que sita en torno de los 4, 5 aos mediante el cual se esconda, sintindose impotente y desamparada, intentando unas veces asumir un rol de cuidadora, otras paralizndose, bloqueada con miedo. En cuanto a los motivos de ese llanto, habla de una gran tristeza y sufrimiento materno que justifica por las discusiones familiares relacionadas con negocios, en ruptura de relaciones entre elementos de la familia. La relacin de Mara con sus abuelos maternos es, segn nos describe complicada y fastidiosa con el abuelo, y con la abuela la describe muy difcil, ya que ms all de un cncer da mama, sufre de una perturbacin bipolar. En este momento, la relacin mantenida entre Mara y su madre era poco diferenciada, marcado por una profunda dependencia y por la necesidad de Mara de protegerla. La figura paterna es descrita con rabia: un padre sentido como distante, que estaba muy poco tiempo en casa, ms preocupado con el trabajo; siempre fastidiado, a refunfuar, nunca quiso saber de los problemas de mi madre. Mara parece cobrar al padre la incapacidad en reanimar una madre profundamente deprimida, a quien tanto necesita y, por lo tanto incapaz de proteger y reanimarse a s misma. La relacin mantenida con su padre est basada en el conflicto, del cual parece depender, ya que frecuentemente sta es la va por la que descarga parte de su agresividad. La familia paterna es distante y no hay informacin que destaque. Actualmente se encuentra ms disponible para la relacin con la figura paterna, hecho que es visible y que repercute en la calidad del contacto. Tiene muy presente la figura de un to materno, con quin jugaba y que le prestaba atencin, pero que se cas cuando Mara tena cerca de 5 aos, sintindose profundamente abandonada por l. Amigos en la niez, nunca los tuvo, mencionando apenas hijos de empleadas de la fbrica de la familia y que la madre
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llevaba a casa para que jugasen con Mara jugaban porque tenan que hacerlo, eran hijos de las empleadas de mi madre; jugaban por hacer un favor, porque mi madre las llevaba. Caracteriza su infancia como sola, triste y desamparada, teniendo siempre por escenario el sufrimiento materno. Hasta la edad de 6 aos se qued con su madre en casa o acompandola en el trabajo. De su ingreso en la escuela se acuerda de las dificultades de separacin, de un miedo intenso, trayendo este miedo como compaero a lo largo de su desarrollo y que tiene un rol determinante en la calidad del sus relaciones. Su hermano aparece como alguien que Mara intentaba proteger, verbalizando su deseo de proximidad con l. Lo describe como siempre fue muy callado pero nervioso, nadie supo nada de su vida. Nos da cuenta que ha sufrido de enuresis hasta los 10 aos y que recibi tambin atencin psicoteraputica, o sea, se limita a destacar su fragilidad. En las sesiones verbaliza frecuentemente sentirse sola, sin nadie. Raramente es Mara quien toma la iniciativa en hablar con alguien, alejndose, transmitiendo un sentimiento de vergenza ante su deseo y su necesidad del otro. As, iba repitiendo patrones de aislamiento relacional, basada en creencias patognicas que no se ajustan a las disposiciones innatas (Migone y Liotti, 1998): no tener nada que decir, no tener inters, no tener humor. Visiblemente ms preocupada con el tener que con el ser, teme la posibilidad de decepcionar y decepcionarse renunciando a las vivencias relacionales, lo que le refuerza el sentimiento de estar sola. Se trata de la compulsin de repeticin, vista como una tendencia adaptativa invertida (Migone y Liotti, 1998). En cuanto a los estudios y a pesar de que hasta entonces no tena problemas, Mara presentaba en el momento en que nos busc dificultades de concentracin que limitaban su capacidad de trabajo, perdiendo un ao en la universidad. Este hecho, le confirma su inutilidad e incapacidad, por no saber hacer nada. El ao siguiente se recupera pero desvaloriza el hecho de terminar la carrera, tanto como la invitacin para quedarse trabajando en el mismo lugar donde haba cumplido su practica, diciendo (sin ningn fundamento en la realidad externa que lo pudiera justificar) que al termino de algunos meses la despediran. Cualquier duda que tuviera, aunque propias de la inexperiencia de alguien que comienza a trabajar (como no saber funcionar con la fotocopiadora), le garantizaban su incompetencia, cerrndose sobre si propia siempre que se daba cuenta de cosas que no conoca. Preguntar a un colega, significaba la desvalorizacin de s misma hacia el otro, posibilidad de ser objeto de comentarios, pero ms an, tal como ms tarde reconoci, significaba compartir algo y un pedido de ayuda que evocaba la necesidad del otro. Hoy permanece an en el mismo trabajo, habiendo establecido algunas relaciones de amistad, manifestando ahora el deseo de cambiar para hacer algo distinto de aprender ms y conocer a gente, habiendo tambin iniciado un postgrado, curiosamente sobre Seguridad en el trabajo. An viniendo de lejos, Mara nunca falta y es puntual. Las sesiones siempre comienzan con un largo silencio al cual se sigue siempre del mismo tipo de
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verbalizacin: a m no me gusta mi vida; me siento muchas veces deprimida, miro atrs y no veo nada, no tengo nada o para estar callada no tiene sentido venir aqu. Siempre habla en un tono de voz muy frgil y bajo (como si de hecho jams pudiera ser escuchada), frecuentemente imperceptible y monocorde, escogiendo como tiempo verbal el condicional: lo que podra haber hecho, lo que podra haber aprovechado, a quin podra haber conocido, o a quin se podra haber aproximado, como si no hubiera ninguna posibilidad en relacionarse y vivir en un tiempo actual, por ser demasiado tarde. Parece no poder pensar en el presente, por sentirse presa de un pasado que le condiciona los movimientos de ahora, de hoy y de maana. Fsicamente poco expresiva, permanece sentada e inmvil, atada al silln, ilustrando con el cuerpo quieto la sensacin que frecuentemente evoca de que el mundo gira rpidamente su vuelta y que no lo consigue alcanzar. La falta de vitalidad pareca inhundar su vida, donde quiera que fuera, incluso en el espacio psicoteraputico. Inicialmente luchbamos contra esta fuerza, no dejndonos llevar por esa ola que en todo momento nos amenazaba sumergir y de la cual me senta responsable: en la psicoterapia, Mara pareca depositar en m, por identificacin proyectiva, su constante afliccin. Entendemos entonces la importancia de enfrentar esa fuerza para que posteriormente pudiramos acceder al espacio donde de una forma lo ms serena que fuera posible, en conjunto, pensar. Los interminables silencios alternaban con largos episodios de llanto: ambos me contaban su dolor. Contratransferencialmente, las sesiones se volvan extremamente fatigosas ya que en una postura omnipotente me imaginaba salva-vidas, estando con dificultades en aceptar esa forma de expresar el sufrimiento: no tanto por lo que lloraba o callaba sino por la desesperanza con que lo hacia. Parecamos querer luchar contra l, intentando a toda costa reanimar a Mara, lo que me dejaba exhausta y limitaba la capacidad de escucha desvitalizndome en la relacin. Me deca que el mundo se haba desmoronado y que estaba presa en el medio de los escombros lo que tambin nos pareca que estaba ocurriendo en la relacin teraputica. Aunque racionalmente supiramos que el saber clnico implcito opera tambin a elevados niveles de complejidad fuera del medio de las palabras, a pesar de lo mucho que se valora en este campo el conocimiento sistematizado y verbalizable (Lyons-Ruth, 1999), el silencio ha sido uno de los mayores obstculos con que nos enfrentamos. La dificultad en aceptarlo tambin nos callaba, transformando ese silencio en un ruido ensordecedor que nos confunda: en el inicio era la prueba persecutoria de nuestra incapacidad en cuidar de Mara, la urgencia en hacer que nos hablase, el recurso a la interpretacin, sentida como intil. Despus el vaco, por la imposibilidad en transformarlo en palabra creadora: poco a poco comenz a ser comprendido como expresin de su sensacin de inexistencia en un mundo que nunca la haba escuchado/reconocido y en el cual siempre se haba sentido transparente: nunca haba existido para alguien cmo podra existir en la sesin? A partir de ese momento, tolerando la frustracin sentida por las palabras que Mara callaba, aprendemos a relacionarnos y a escuchar atentamente sus silencios, valorndolos como palabras, aceptndolos, acompandolos, como si fueran la comunicacin ms perfecta que nadie nunca pudiera or. Remitiendo a la relacin de la madre con su beb, entendemos la ausencia de palabras como todo lo que en ese
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momento Mara nos podra decir de ms verdadero acerca de s misma: mucho antes de que las palabras adquieran su relevancia, se adquieren procedimientos para estar en relacin con los otros (Lyons-Ruth, 1999). Se trataba de encontrar la exigente capacidad de escuchar la respiracin del espacio, el mensaje incesante que era hecho de silencio (Rilke, 1922): ste era entonces un silencio imprescindible para que pudiramos continuar, el trampoln para la palabra, para que la relacin pudiera evolucionar. Los interrumpa con su llanto desesperado pero preso, pareciendo guardar siempre restos de lgrimas que acumulaba, quizs para llorarlas en la sesin siguiente, tal era su miedo de inundarme y perderme. Vivenciando un momento de insight me comenta al final de cerca de dos aos que haba empezado, con lgrimas, a lavar su tristeza. Es precisamente hacia ese momento, que nos transmite el primer relato de un sueo. Protegida as por la distancia impuesta por el sueo, ha venido a encontrarse con una amiga en la misma ciudad donde trabaj, esperndola en el banco de un jardn, cuando se da cuenta de que las personas que pasan por ella la miran, y se ren haciendo comentarios. Es entonces cuando se da cuenta que llevaba puesta una falda muy corta pero que no se haba depilado y que sus piernas exhiban muchos pelos, en los que todos reparaban, momento en que aparece su amiga que la llama y entran en una casa. Al sueo solamente asocia, una vez ms, silencio sufrido y llanto. Partiendo de la concepcin del sueo para Kohut (Riera, 2001) (self-state dreams) la psicologa del self da prioridad a la empata con los contenidos del sueo, valorndolos como una modalidad expresiva de los estados emocionales, donde el soador aporta todos sus recursos de organizacin de la experiencia; siendo los sueos considerados como potentes expresiones de la realidad, y la funcin del terapeuta ser, ms que descodificarlos, amplificar los afectos presentes. As, en lugar de entender al sueo como una deformacin de la realidad o realizacin disfrazada de los deseos infantiles, se entiende como una forma de integrar la informacin actual con la pasada. As, pensamos que se trata de los afectos re-actualizados y envueltos en la relacin teraputica: vergenza, temor en mostrarse y en ser vista, de la fantasa en cuanto al eventual desprecio por su intimidad, tambin cuando viene a nuestro encuentro invistiendo su imagen, y nos aguarda en un jardn (el edificio tiene innumerables plantas y existe un jardn muy cerca) en la confianza de la certeza del encuentro, aunque tenga que esperar. La presencia de la amiga que la protege y acompaa hacia dentro de casa, parece ser tambin un indicador que, subyace a la relacin teraputica, existe confianza y el sentimiento de proteccin. El sueo marca el encuentro con las dos partes de s misma: una que por un lado desea mostrarse, darse a conocer y otra asustada, con vergenza por lo que pueda mostrar o desilusionar al otro y por sus posibles reacciones de rechazo hacia ella. Puede ahora comenzar a hablar, de un modo ms directo de algunas de sus angustias Fcilmente sugestionable en cuanto a las enfermedades (angustias hipocondracas), refiere una gran preocupacin hacia la probabilidad de contraer cncer da mama, adoptando una postura hipervigilante que repercute en una constante
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verificacin mdica y palpacin constante de su pecho. Me comenta tambin el temor a imgenes que le aparecen de pronto en su pensamiento, de que le estn arrancando una mama: con enorme sufrimiento describe minuciosamente esta mutilacin, cruel, bruta y primara. Establece el puente con la enfermedad de su abuela, responsable en gran parte por el sufrimiento de su madre pudiendo despus comentar su temor de padecer tambin de enfermedad bipolar, necesitando investigar la probabilidad gentica de transmisin y confirmarla conmigo. Aborda tambin por primera vez algunas dificultades en relacin con la alimentacin: no soporta que la vean comer, controla todo lo que come en cuanto a las cantidades y fechas de validez, reaccionando con notable agresividad siempre que alguien comenta las pequeas porciones que come. Manifiesta su gusto por los masajes y su reciente inscripcin en yoga, para sentir el placer en ser tocada. Este placer, desprovisto de connotacin sexual en cuanto genitalidad, es descrito como algo pueril, remitiendo a la relacin con los cuidados primarios de la madre hacia el beb, o sea, a la definicin de los limites corporales, de la contencin y de la formacin de un Yo-Piel. Considerando la enorme dificultad en el contacto interpersonal, poder hablar de esto, as como el inters por actividades de este tipo, fue interpretada como una evolucin en el proceso de la psicoterapia y en su desarrollo. Todo lo que est ms directamente conectado con la sexualidad, deja a Mara en pnico por la enorme vergenza que siente en ser virgen cmo es posible con esta edad... Tiene algunos amigos, relaciones que siente como poco gratificantes: tienen sus vidas solamente, yo no tengo nada, apareciendo alrededor de este asunto aspectos ligados a la envidia; estn siempre ocupados. Nunca expresa su opinin, su voluntad y su deseo, alegando siempre la falta de fuerzas para la confrontacin de ideas y el permanente sentimiento de estar siendo agredida por la diferencia del otro. Pasiva en sus deseos y sumisa en las voluntades, manifiesta de ese modo su dificultad en reconocerse y en ser reconocida, en ver y en ser vista, prefiriendo esconderse en la sombra o ser transparente. sta ha sido una dificultad ms del proceso teraputico: expresarse con autenticidad puede, en su fantasa, llevar al rechazo lo que significara perder al otro de quien tanto depende. As, no tolera la proximidad alejndose, siendo ste uno de los aspectos que ms han sido pensados en la terapia. A medida que su ritmo lo permite, parece comenzar a entender que la armadura que imagina que la protege, es la misma que la separa del mundo relacional y que hace que se asle y se sienta sola. Sorprendentemente, en una de las ltimas sesiones me pregunta si su tristeza que siente y piensa, no podr tambin funcionar como disculpa para no tener que relacionarse (o sea teniendo como beneficio secundario el refuerzo de la defensa), pareciendo cuestionarse en cuanto a la verdad de su pasividad hacia ese mundo que siente que corre tan deprisa. A lo largo de la psicoterapia, hemos sentido la importancia en cambiar la tcnica, alejndonos de la interpretacin y colocando el enfoque en la compresin del proceso teraputico, en las vicisitudes de la relacin, entendidas como un encuentro entre subjetividades (Mitchell, Aron, 1999, cit in vila et al, 2002). As, se procura proporcionar un sentimiento de acompaamiento, un establecimiento de
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una resonancia con aquel que se siente confuso, a menudo organizaciones del self evolutivamente tempranas, para evocar estados originales del sentimiento y las primeras versiones del self (Mitchell, 2000) en una relacin que incluye una experiencia compartida y una representacin mutua. Actualmente, aunque los largos silencios nos acompaen, Mara parece tomar contacto con partes de s misma hasta entonces rechazadas, adquiriendo poco a poco en la psicoterapia el conocimiento reflexivo de su actividad estructurante inconsciente (vila et al., 2002). Comienza a poder abandonar la postura tan rgida que hasta entonces le impide ser espontnea pareciendo bloqueada, paralizada, monocorde, como nos dice. Su actitud hipervigilante hacia el cuerpo ha disminuido y las cuestiones ligadas al miedo del cncer de mama han desaparecido. La madre, y las preocupaciones en torno a ella, dejan de estar tan presentes en su discurso y cuando aparecen, vuelven con menos dolor. Es ahora capaz de traer para las sesiones algunos aspectos de su da a da, que hasta ese momento desvalorizaba por completo y me comentaba constantemente no saber por qu eso me habra de interesar. Habla de cenas con compaeros de trabajo y de confrontamientos de ideas, aunque la agresividad suele ser un aspecto que tiene grandes dificultades en manifestar y que, de momento, le trae ms sufrimiento. Encuentra nuevas pautas relacionales, que permiten investir en las relaciones de un modo ms coherente, flexible y adaptativo, en un espacio intencional intersubjetivo (Tomascello, 1999, cit in Mitchell, 2004). Recientemente falt dos semanas: se fue de vacaciones con un grupo de amigos, separacin entendida como reflejo de una mayor investidura con el mundo exterior y un mayor grado de autonoma.
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se su validacin, despertando en Mara la necesidad de escindir sus reacciones afectivas (Orange, Atwood y Stolorow, 1997). En este proceso, la no-respuesta es precisamente lo que genera un efecto de aniquilacin del self: lo que no es reconocido no genera respuesta y lo que no genera respuesta acaba siendo vivido como que no existe eso es lo que pensamos que nos transmite cuando nos habla de sentirse transparente, de no conocerse a s misma. Cuando el objeto ignora al sujeto, ste queda convertido en nadie: para alguien cuya mente y cuerpo han sido ninguneados, lo nico que existe es irrealidad, y lo nico que es real, no existe (Levinson y Atwood, 1987). Para Broucek (Riera, 1999) una de las necesidades bsicas del nio es la de sentirse eficaz, de manera que si su entorno no le reconoce como eficaz ello generar profundas vivencias de vergenza. El nio necesita sentirse reconocido en sus vivencias de intencionalidad, de manera que la frustracin a esta necesidad genera la experiencia de ser tratado ms como objeto que como sujeto, lo cual es a su vez el ms poderoso generador de vergenza. En su infancia, Mara se confronta con una figura materna frgil, triste, despedazada por los conflictos familiares y como tal opaca, poco disponible para reflejar especularmente. No sintindose mirada, escuchada y por lo tanto reconocida, se queda con el sentimiento de transparencia, no permitindose si quiera hacerse notar. Entendemos que el encuentro teraputico es co-construdo, y las subjetividades (del paciente y del terapeuta), contribuyen para el modo y para el contenido del dilogo que emerge (Bastos et al, 2004), en una relacin que se construye y regula de forma mutua, mediada por esa comunicacin inconsciente entre ambos (Frankel, 1998). De acuerdo con la premisa bsica de la intersubjetividad, todos estamos motivados a utilizar elementos del entorno para favorecer la coherencia de la experiencia interna, as como para transformarla creativamente. Es en este movimiento hacia la reanimacin de la presencia de la subjetividad del otro y mediante ella, que se crea el proceso analtico. En ese espacio intersubjetivo, es posible un anlisis en el cual lo sabido y pensado incorpore a lo pensado, lo nuevo, en un proceso continuo de deconstruccin y creacin, como espacio de juego (Aburto et al, 1999), es decir, un interjuego mutuo entre dos mundos subjetivos (vila, 2002). Como participantes en una mezcla continua de la vida mental inconsciente, jams podemos ser simples receptores o continentes de los afectos y significados del paciente: siempre saturamos los elementos de la subjetividad del paciente con elementos de la nuestra, dando lugar a un inconsciente relacional que convierte cada terapia en algo nico. Por inconsciente relacional se entiende la influencia mutua y recproca de dos mentes inconscientes que ofrece nuevas oportunidades de expresin de elementos de subjetividad y experiencia previamente no actualizadas; proceso conjuntamente construido por cada individuo en la relacin como un lazo no reconocido que envuelve toda la relacin, considerando la expresin de la subjetividad de cada participante y su inconsciente individual dentro de esa relacin. Este concepto es simultneo al concepto de terceridad, campo que trasciende las subjetividades de los sujetos (Gerson, 2004). Intersubjetividad e inconsciente relacional son procesos
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mediante los cuales los individuos se comunican entre s, sin ser conscientes de sus deseos y temores, asumiendo la vida inconsciente de cada uno como existiendo en continua relacin con la vida inconsciente de los que le rodean. Es en este contexto que podrn emerger resistencias intersubjetivas que forman parte del inconsciente relacional y se forman por influencia recproca de las motivaciones inconscientes de ambos. As tuvimos que hacer un constante trabajo analtico en nosotros mismos ya que adems de las resistencias de la paciente, nuestras propias resistencias a las sesiones determinadas por la contratransferencia negativa amenazaban a cada instante el proceso teraputico. La relacin teraputica nunca ha sido cuestionada o comentada por Mara, que presenta una fuerte resistencia a desidealizarla. Sentamos que muchas veces se relacionaba con nosotros ...casi como si furamos de otra raza (Riera, 2001), lo que nos asustaba y llevaba a adoptar una postura defensiva que acababa por reforzar an ms la idealizacin por parte de sta. Incapaz de manifestar su agresividad con recelo del eventual dao que nos pudiera provocar, y consecuentemente en s misma (dao de self-object), camuflaba como poda su rabia, especialmente relevante siempre que le peda que me clarificara algn aspecto, siempre que no la oa o comprenda y peda que repitiera: solamente ms tarde entendemos el significado de este ocultamiento, sentimiento que surge como respuesta al hecho de tambin ah sentirse transparente hacia el otro, de no ser reconocida, de no ser vista y escuchada, garante de esa incomprensin. Contratransferencialmente, a propsito de la inexperiencia clnica y del peso del diagnstico, hemos dado cuenta de los riesgos de este patrn de relacin as como los riesgos de mirar ms a la psicopatologa y menos a la persona, recorriendo con un cierto furor a la interpretacin que, no solamente causaba un dolor innecesario, cmo tiraba a Mara cada vez ms para el interior de un agujero de silencio donde ambas nos sentamos presas. Entendemos que la interpretacin sola pasar a segundo plano asumindose la clarificacin sistemtica de la experiencia subjetiva centrada en el aqu y ahora (Kernberg, 1996) como tcnica destacable, as como la confrontacin con aspectos no reconocidos de su estilo relacional. Resalta aqu la importancia del respeto hacia el otro en cuanto persona y de la empata, como uno de los nicos instrumentos de observacin vlidos (segn Kohut a la par de la introspeccin), con lo cual los estados afectivos del self pasan a ocupar el primer plano. Es la inmersin emptica que privilegia la experiencia subjetiva (Riera, 2002) y posibilita el acompaamiento de Mara en su dolor, enfrentndola de la manera ms autntica posible, siendo la nica va de acceso a la investigacin de los orgenes de su herida. Vivenciando lo que el otro vivencia aunque en un grado atenuado (Kohut, 1984), la empatia es en el desarrollo una precondicin para un funcionamiento apropiado de la madre como self-object parental hacia el nio. Refirindonos a la experiencia subjetiva de Mara con inters genuino por sus necesidades (vila et al, 2002), sus afectos adquieren un especial relevo, particularmente aquellos que tienen que ver con la self-experiencia, es decir, con el sentimiento de s.
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Durante los primeros aos, la reproduccin de las interacciones humanas se aprende mediante una danza dirigida por las figuras de apego, que reflejan y modulan las reacciones del beb. A su vez, ste se va uniendo a esta danza de modo cada vez ms activo, coordinando e imitando gestos, el ritmo interactivo y la entonacin de los cuidadores. La imitacin dentro de un espacio intersubjetivo es recproca; los nios empiezan a identificarse con metas, deseos e intenciones de los cuidadores (Cortina y Liotti, 1998). Es la relacin de apego la que forma el fundamento sobre el cual se construye y manejan las primeras tareas del desarrollo precoz. Segn Bowlby, los sujetos se desarrollan de acuerdo con las experiencias interpersonales creando un modelo de trabajo interno sobre el self y las figuras de apego: la busca del valor de apego se asocia as a una determinada expectativa de respuesta por parte del cuidador y Mara muestra cmo la fragilidad materna le frustra las expectativas. As, la tarea fundamental durante el desarrollo precoz es la de establecer una base segura para explorar el mundo, a travs de relaciones prximas e ntimas que promuevan lo que Erikson denomin confianza bsica. Esta capacidad del nio para explorar el mundo con confianza tiene efectos directos sobre el sentimiento de ser efectivo y competente hacia l (Weinfield et al, 1999). La descripcin de las figuras parentales nos remite a la falta de disponibilidad, desamparo, miedo y soledad predominantes en la niez. Mara crece en un entorno desprotegido y sentido como hostil, preludio de su sufrimiento psquico, y del que tendr que defenderse sola. La indisponibilidad materna, marcada por una depresin grave, parece haber acentuado la discrepancia entre la prestacin de cuidados biolgicos y materiales y la atencin y afecto condicionados de que Mara fue objeto, condiciones que determinan la falta bsica (Balint, 1979, cit in Riera, 2001). Holding, handling y object presenting, (Winnicott, 1965), son consideraciones que determinan la funcin de madre suficientemente buena, y se encuentran implcitas en este concepto. La madre suficientemente buena es tambin la que observa la gesticulacin espontnea del nio haciendo posible el momento de ilusin en el que el nio cree que la madre ha creado el pecho por s misma (Mitchell, 2000). Subrayamos aqu la funcin de holding, que en Mara se encuentra marcadamente comprometida, pues se relaciona con la capacidad de la madre en identificarse con su beb. Es el dficit a este nivel el que provoca extrema afliccin en Mara, siendo fuente de sensaciones de despedazamiento, de que la realidad jams podr ser utilizada para reconfortamiento interno: ansiedades psicticas que acompaan a Mara hasta ahora, momento en que han ganado evidente expresin. Estos conceptos de falta bsica (Balint) y dficit de holding (Winnicott) se equiparan al de falla priMara (Kohut, 1971) que consiste en una falta de cohesin del self, en consecuencia de fallas especficas de la relacin con los objetos del self correspondientes (o sea, de los padres reales), especialmente al nivel de las respuestas empticas por parte de estos. Se entiende por objeto de self emptico, el que se deja idealizar o que refleje especularmente la grandiosidad (Bleichmar y Bleichmar, 1992): es la opacidad o ausencia de reflejo, y por lo tanto el no-reconocimiento, que produce en Mara la sensacin de transparencia de la que que tantas veces hubiramos hablado y que nos sigue transmitiendo sesin a sesin. Es el s
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mismo de Mara que, como consecuencia de las respuestas empticas seriamente perturbadas de los padres, no se ha podido establecer con firmeza. La falta de reconocimiento especular resulta en el inconsciente invalidado (Stolorow, Atwood, 1992), constituido por aspectos de la experiencia que no pudieran ser articulados porque nunca evocarn en el exterior la respuesta vlida que requeran. Resaltamos aqu la necesidad de Mara de tener otra mente capaz de recibir, contener y elaborar expresivamente la experiencia propia, que se iba a convertir en un elemento vital de la conciencia. Promoviendo el auto-conocimiento a travs de la experiencia externa con el otro (terapeuta), conseguimos ayudar a integrar las experiencias que evitan la consciencia debido a la ausencia de un entorno interpersonal resonante3 (Gerson, 2004). Dficit de holding, falta bsica y fragmentacin del self ahondan as en la misma direccin: los desajustes entre las necesidades de Mara y las capacidades empticas de los padres, generan deficiencias en el self, que son el centro del sufrimiento emocional. Los intersubjetivistas (Stolorow y Atwood, 1992) aadirn que aparte de este aspecto de dficit en el self, el contexto dirige hacia una madre frgil, triste y enferma, que necesita ser cuidada, y contribuye a las dificultades de la paciente. Se organiza la relacin a partir del principio de que Mara har de madre (lo que hace tambin para su hermano), para conseguir as que sta sobreviva y pueda mantener de esta forma, el necesario vnculo con ella. La consecuencia es que se instaura un principio organizador de la experiencia, consciente o inconsciente, de que no se pueden esperar cuidados del objeto, sino ms bien es el objeto el que necesita ser cuidado para sobrevivir. Segn Kohut (Bleichmar y Bleichmar, 1992) son las vas de desarrollo del narcisismo que conllevan a la constitucin del self necesitando para eso de selfobjects, que faciliten esa evolucin entendidos como objetos externos importantes para el desarrollo del sujeto (particularmente las figuras parentales), en la funcin de idealizar al nio o prestarse a que ste los idealice, dando cohesin al self. Este, tiene desde el nacimiento un programa nuclear, es decir, una tendencia innata para el desarrollo y es anlogo a las representaciones de objeto (Kohut, 1971): se forma a partir de la internalizacin de los objetos arcaicos, es decir, objetos con los cuales el individuo establece un vnculo narcisista libido narcisista que se dirige hacia los objetos del self o hacia objetos que estn al servicio del self y que suelen ser vividos como una parte de l. As, la cohesin del self de los padres es capital para el desarrollo del narcisismo, o sea, para la gnesis de los ncleos del self bien como una desilusin gradual en cuanto la disponibilidad de las figuras para que sus representaciones sean internalizadas pasando a fromar parte del self autnomo. Se trata de la frustracin ptima que va a permitir posteriormente una progresiva desidealizacin del objeto del self o s mismo grandioso y la consecuente internalizacin transmutadora. Esta frustracin ptima est imposibilitada por la calidad de la relacin entre Mara y sus padres, en la cual la desidealizacion suele ser vivida por s misma como una agresin hacia las figuras parentales, como una destruccin y por lo tanto, como auto-agresin y auto-destruccin ya que es tan dependiente de estas. Se trata de una prdida vivida como una amputacin: a la medida que el self-object idealizado que protega
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iba perdiendo valor para la paciente, lo vive tambin como una prdida de apoyo, o sea como una prdida del propio self. As, encontramos en Mara un trastorno narcisista basado en la relacin con una madre enferma, incapaz de proporcionar la ilusin de una fusin omnipotente y un padre vivido como distante y desinteresado, figuras que refuerzan su retraimiento defensivo un self fragmentado que se esfuerza en la bsqueda de cohesin para idealizar a un objeto que le permita acceder a la reconfortante sensacin de ser sostenida. Riera (1999) llama la atencin sobre las distintas vivencias de prdida del self o sea, del sentimiento de s mismo: desintegracin de las diversas partes de uno mismo, cada una vivida como una isla sin comunicacin con las otras, disolucin de los limites con los dems o con el exterior, sentimiento de muerte interna: el que se autolesiona para sentir dolor, sentimiento de prdida de cualidad del sujeto, de haber quedado convertido en cosa; vivencia de ser inautntico, artificial, irreal, sentimiento de haber perdido la posesin de uno mismo, vivencia de discontinuidad en el tiempo, fragmentacin en el eje temporal. De acuerdo con el mismo autor, en el proceso de dficit del self existe una amenaza que la propia existencia provoque la desaparicin del otro necesario para la supervivencia, razn por la que Mara no puede expresar su agresividad con los dems ni en la sesin, manteniendo una distancia emocional que imagina segura, mediante la superficialidad del contacto y una aparente frialdad afectiva. Se defiende as de las relaciones prximas de que tanto necesita, entre las que se incluye la relacin teraputica: no se involucra, el otro no corre el riesgo de volverse imprescindible y de poder ser destruida por s misma, como pudiera destruirse lo que ms necesita. Del mismo modo, se refugia en la idealizacin de las relaciones, evitando relacionarse con una realidad que teme demasiado frustrante. En la relacin teraputica esa idealizacin hipertrofia la dimensin de self-object de la transferencia lo que contratransferencialmente se senta como una amenaza para la psicoterapia. Esto ha sido similar a lo que pas en su relacin con Antonio, situacin que despert la confrontacin con todo su sufrimiento: en el momento de su regreso, en la inminencia de confrontarse con la realidad temida, y eventual desidealizacin, Mara huye, sin saber de qu: apenas afirma su certeza en cuanto la importancia de esa relacin. En las sesiones qued bien claro el valor teraputico que la comunicacin autntica tiene en si misma. Bacal (1998, cit in Bastos, 2004) se refiere al concepto de responsividad ptima como la respuesta adecuada del terapeuta, adaptada a las necesidades evolutivas del paciente y que favorece el proceso psicoteraputico en una determinada situacin. Esa respuesta aparece en un contexto intersubjetivo donde se produce un dilogo coherente (Lyons-Ruth, 1999), dentro del binomio paciente-terapeuta, que buscan activamente respuesta ptima del otro bidireccionalidad del vnculo. El dilogo coherente y colaborativo se refiere a conocer la mente del otro, a tenerla en cuenta, el generar y regular las interacciones, a la necesidad de conocer a otra mente y ofrecerse a ser conocido por ella. Sin el reconocimiento por parte de uno de las iniciativas o comunicaciones de otro no cabe intersubjetividad ni regulacin didica. Un dilogo colaborativo incluye centrar cuidadosamente la atencin sobre el estado particular de la experiencia intersubjetiva del otro, la franca aceptacin de una amplia gama de sentimientos, el impulso y
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sostenimiento activos de grados ms amplios de dilogo y un esfuerzo comprometido en la negociacin intersubjetiva cuando se atraviesen momentos en los que la mente del otro sufra cambios y se necesiten modalidades nuevas de relacin (LyonsRuth, 1999). En este sentido, y haciendo una comparacin entre la relacin terapeuta-paciente y madre-hijo, Crawford (1986) describe lo que l llama un dilogo en desarrollo entre el nio y la madre: cuando los estmulos externos provocan una tensin, el nio se volver hacia la madre en busca de una respuesta. Su rplica iba a tener un efecto triple: presenta la calidad emocional de la situacin, presenta que la situacin se ha entendido correctamente y que la relacin con la madre es segura. Este feedback afirmativo del objeto prepara al nio para una nueva exploracin del entorno (Killingmo, 1998). En su desarrollo Mara se volva hacia nadie: solamente escuchaba al llanto de su madre y la distancia de su padre, siempre pensando lo que podra haber hecho para calmar y callar ese ruido de fondo. Sin embargo an intentaba proteger a su hermano como si fuera una madre, quizs buscando su propia proteccin, protegiendo (a travs de su hermano), su propia niez. sta es la nica descripcin afectuosa de una relacin. Siempre se quedaba insegura y con dudas en relacin a la integridad y al estado de nimo de su madre, lo que buscaba controlar evitando separaciones. Sin el feedback afirmativo Mara se senta sola e indefensa hacia un entorno temeroso y hostil, que siempre tuvo miedo de explorar. Las canciones de cuna han sido reemplazadas por la triste y disarmnica meloda del sufrimiento materno: y sta es el recuerdo ms fuerte que guarda de su infancia. El vnculo es el origen de la diferenciacin psicolgica, merced a la introyeccin en el infante de tres elementos: el self, el objeto y la relacin que se produce entre ellos. Los primeros vnculos son vnculos fundantes que posteriormente se van reactualizar (vila-Espada y Rodrguez Sutil, 2004). Riera (2002, p199) supone que el sentido del sntoma aparece vinculado al conflicto con el entorno y se define por su naturaleza interaccional y, de acuerdo con vila-Espada y Rodrguez Sutil (2004) se articula con su causa, sentido y finalidad. El sntoma cobra significado desde el vnculo, o sea, es un emergente de la estructura vincular, siendo en los patrones de relacin donde se expresa de forma prioritaria la patologa. Segn la psicopatologa vincular, (Rodrguez Sutil, 2002) Mara parece situarse en la posicin confusional, entre las posiciones esquizo-paranoide y depresiva de Klein, entendiendo posicin como la modalidad especfica de relacin de objeto. La ansiedad (presente, vivida de forma difusa y, en ocasiones amenazante) es un sntoma destacado y una experiencia intensa, pudiendo ser frecuente la crisis de angustia, bin como miedo al miedo. Predomina el sentimiento de vergenza, ms que la culpa, y el temor al ridculo por los actos realizados, por no haber sido capaz de cumplir el papel grandioso que le viene asignado, el del ideal del yo. La autoimagen es fragmentaria predominando el miedo de la prdida de objeto (vila-Espada y Rodrguez Sutil, 2004). En cuanto al vnculo, ste es inconsistente (Rodrguez Sutil, 2002), o sea, necesita mucho del otro pero le falta habilidad para mantener una relacin estable y satisfactoria, lo que sin duda ha sido una dificultad ms en la
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psicoterapia. Esto se puede relacionar con la creencia central de la estructura terica y con las recomendaciones tcnicas propuestas por Fairbairn (1952): lo que el hombre busca ms profundamente es el contacto emocional con sus semejantes a la vez que el objeto de la lbido es el establecimiento de relaciones satisfactorias con el objeto (Symington, 1986). Considerando la transferencia como la reactualizacin de un vnculo fundante, el vnculo transferencial muestra el estilo relacional del paciente: el modo de vincularse en la psicoterapia suministra una informacin preciosa sobre la estructuracin de la personalidad de Mara. Para Kohut los trastornos narcisistas son esencialmente definidos en la clnica por las transferencias desarrolladas en la terapia, delineando tres tipos: especular (que surge de la reactivacin del objeto de self grandioso), idealizada (en la cual es revivido el vnculo con la imago parental idealizada y reactivada la relacin con un objeto del self vivenciado por el nio como fuente de toda la calma y seguridad) y gemelar (en la cual son repetidas las vivencias que con los objetos del self alter-ego). Aqu, predomina la transferencia de tipo idealizado en que Mara se siente vaca e impotente y que toda la felicidad reside en el objeto idealizado. Kesselman (1986) habla de tres tipos de vnculo psicopatolgico (melanclicos, esquizofrnicos y confusos), segn se depositen al s mismo o al otro, respectivamente las connotaciones buenas y malas. Se trata de un vinculo melanclico en el cual la representacin de s misma est connotada negativamente (la disminucin es dentro del yo) y la del otro positivamente (vila-Espada y Rodrguez Sutil, 2004). Con Mara es ms que evidente el estado de nimo doloroso, la prdida de inters por el mundo exterior, inhibicin de las funciones, disminucin del amor propio, sntomas que segn Rodrguez Sutil (2002) determinan la melancola. Hay ocasiones en las que lo que se pierde es un objeto como objeto ertico, en otras no se sabe qu se ha perdido, pero en todas ellas la prdida fundamental es inconsciente. Para el autor, lo que provoca el estado melanclico es un acontecimiento externo, una prdida, y la manera en que esta prdida es vivida por otra serie de acontecimientos: como la historia peculiar del sujeto. Tenemos aqu la prdida de una relacin amorosa fuertemente idealizada que nunca ha llegado a concretizarse: Mara no est segura de lo que perdi, solamente imagina la prdida de una clave idealizada, que cerraba la puerta a una infancia triste y que al mismo tiempo abra otra: la de su felicidad. En cuanto las dificultades en la alimentacin, Abraham explica el rechazo del alimento por parte del melanclico como producto de la secuencia identificacin-incorporacin actitud oral canibalstica. La alimentacin es vivida, pues, como una forma de devorar al objeto y por tanto, rechazada (Rodrguez Sutil, 2002). En la melancola, segn Rank, se produce una eleccin narcisista de objeto sustentada en una identificacin narcisista como posicin contraria al autntico amor objetal, lo que se evidencia en las dificultades de Mara en establecer relaciones prximas o ntimas y en tolerar la diferencia hacia distintas opiniones, sintindose siempre
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agredida. En este sentido, es tambin importante profundizar la intima relacin entre rabia narcisista, vergenza y destructividad generada por la envidia (Riera, 2002). La reaccin envidiosa (comparacin con otros en detrimento de si misma) (Riera, 2001) ser tanto ms intensa cuanto ms intolerable sea la vivencia de vergenza (devaluacin del self) que genera (Orange, 1995): lo que hace intolerable la vergenza no es la intensidad de la emocin en s misma, sino el hecho de que acta como seal de que va a quedar en evidencia el defecto del self. As, rabia narcisista y destructividad se pueden poner en marcha como un desesperado intento de restablecer la grandiosidad defensiva y liberarse de esa insoportable vivencia de vergenza (Riera, 1999). En el fondo de la autocrtica del melanclico descubre Freud un hecho de gran enjundia: el paciente parece satisfacerse con el rebajamiento lo que significa que una parte del yo, disociada o escindida, se coloca frente a otra parte del yo. Esto determina una reaccin teraputica negativa: reaccin catastrfica en contra del tratamiento dictada por el sentimiento de culpa inconsciente que busca su satisfaccin en la enfermedad y no quiere renunciar al castigo que trae aparejado (Rodrguez Sutil, 2002, p.198). Pero, nos pone sobre aviso, si escuchamos con atencin lo que el paciente nos dice, podremos observar que muchas de esas acusaciones son poco adecuadas para l mismo, mientras que, con ligeros cambios, se ajustan al objeto perdido: expresa frecuentemente el sentimiento de abandono por su falta de valor, y ms que acusar a los dems culpa a las circunstancias de sus reacciones inadecuadas o a la vez, no busca explicacin ninguna. Cuando un paciente no se deja ayudar es porque nos vive como peligrosos para la integridad del self o quizs recele que tratndose, renuncie a ese castigo. En trminos contratransferenciales sta ha sido, sin duda, una de las mayores dificultades: a cada paso, Mara desvalorizaba constantemente sus mejoras con desprecio; siempre que le mostrbamos alguna evolucin, luego intentaba destruirla, desvalorizarla con una rabia evidente. Nada pareca entonces moverla del silln de inercia, de silencio, de dolor, rabia y llanto. Me senta muy cansada despus de estas sesiones como si me estuviera peleando con ella, con su destructividad que empezamos a encarar como una profunda dificultad de Mara en construir(se), y que as qued ms soportable para ambas. De acuerdo con la sintomatologa presentada y con el enfoque de Kohut (1971), se trata por lo tanto de un trastorno en el rea narcisista de la personalidad (trastorno primario del self), destacndose en Mara la falta de investidura y prdida de inters, inhibiciones sociales y en el trabajo, incapacidad para formar y mantener relaciones significativas, prdida del humor y empata, preocupaciones hipocondracas. Se acenta la vulnerabilidad especfica en la autoestima, que hace a Mara extremamente lbil hacia las desilusiones y dificultades. Son constantes las quejas de un vago sentimiento de vaco y de desinters bien como una incapacidad para disfrutar de actividades, aunque sea una persona aparentemente eficaz. En los trastornos primarios del self la falta de estabilidad puede ser debida a una ausencia total de un self nuclear o a una falla en la cohesin interna (Kohut,
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1971) durante el desarrollo: las fallas de los padres obstaculizan la constitucin de un ncleo del s mismo, en que las frustraciones han condicionado la debilidad de uno de los dos polos o la falta de cohesin del self total. En este sentido se destaca en Mara la presencia de sntomas autoplsticos: hipersensibilidad al desprecio, hipocondra y disminucin de la autoestima. Concluyendo, es en la capacidad de reconocimiento mutuo que permite ver el mundo de las relaciones como intencional, posibilitando el acceso al mundo intersubjetivo que Mara podr entonces disponer de los vnculos interpersonales y aprovechar los objetos del self de que dispone, sacando de modo saludable la admiracin o auto-estima que necesita para desarrollar una vida creativa. As, la terapia proporciona una continuidad temporal que permite la cohesin que el s mismo de la paciente no pudo obtener de sus figuras parentales. Con Mara, podemos ahora reconocer que lo que cura no es el conocimiento de los conflictos, sino las vivencias que se adquieren con un objeto de self emptico, experiencia que restaa las heridas que han sido dejadas abiertas por los objetos de la infancia.
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