Choripan
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HACIA UNA ANTROPOLOG~A LA COMIDA DE El papel central que 10s alimentos tienen en la vida cotidiana de las personas no ha tenido un gran desarrollo en la teoria antropol6gica. Sin embargo, la comida es tan importante como el sexo en la reproducci6n de la especie, por lo que un estudio minucioso de 10s hiibitos alimenticios en diversas sociedades nos puede colocar en una posici6n privilegiada para analizar problemsticas ligadas a las formas de sociabilidad. Ya en el siglo XIX, autores de la talla de James Frazer o Robertson Smith habian dirigido su atenci6n hacia 10s alirnentos y 10s habian vinculado con las nociones claves de tab& totemismo y sacrificios rituales, entre las mas relevantes. De ese modo, 10s sacrificios y la comensalidad se consideraron tempranamente como modos d e experimentar la comuni6n grupal. Los funcionalistas britiinicos tambiCn se detuvieron en la dimensi6n cohesiva de la comida, aunque pusieron knfasis en 10s aspectos vinculados con el intercambio de alimentos como una dirnensi6n clave de las relaciones sociales y econbmicas.' Qujzi quien miis se ocup6 sistematicamente del andisis de la cocina fue LCvi-Strauss, cuando a partir de la oposici6n crudo/cocido plante6 el famoso triiingulo culinario
La versicin original de este trabajo fue escritacomo una monografia para un seminario de postgrado que curse con 10s profesores Eduardo Archetti y Pablo S e m h . Tanto la lectun de 10s textos de Eduardo Archetti como sus clases y comentarios a la primera versi6n de este texto, asicomo las sugerencias y el estimulo de Pablo Semin, fueron reveladores para poder problematizar esta aparente trivialidad en las canchas argentinas. Agradezco. ademb, a 10s dos an6nimos evaluadores del articulo. cuyas sugerencias me ayudaron a iluminar algunas de las oscuridades que el texto todavia presenta. Tal cual lodesarroll6 Audrey Richards en land, LabourcindDiet in Northern Rhodesia (1939).
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(completado luego con el triiingulo de recetas) sobre el que se volveri miis adelante. A diferencia de las posturas funcionalistas. Levi-Strauss buscd las homologias de 10s distintos subsistemas culturales (parentesco, politica. mitologia) que revelasen la estructura profunda e inconsciente de la sociedad. Ya algun tiempo despues, autores corno Goody ( 1 995) o Mintz (1 996a; 1 996b) se detuvieron exclusivamente en la comida en trabajos de referencia obligatoria sobre este tema. En este articulo utilizarC las reflexiones de 10s autores rnencionados, y de otros que abordaron esta problemiitica, para elaborar un anilisis de la dimension simbblica de un alimento (un sandwich de chorizo) cuando se lo consunle en un espacio determinado (la cancha de futbol). Dado que el sindwich de chorizo es un elemento clave en la definicibn del clima ritual masculino en 10s estadios, en este trabajo intentare mostrar 10s valores masculinos que se expresan a1 consumir este alimento de manera compartida en un context0 ritual que -a partir de la continuidad de condiciones estructurales e histbricas del consumo de carne- define un universo moral masculino. Sugiero que se trata de una comuni6n grupal en la que aparecen con fuerza algunos de 10s valores imaginaries del hombre ideal: compaiierismo, fuerza, pasibn, virilidad, voracidad y resistencia. El mod0 de abordar esta problerniitica es predominantemente comparativo. El chorizo se situa dentro de la gastronomia argentina en relacidn con otros alimentos. en cuanto a su conformacibn, sus modos de consumo y sus significndos cn!turales. Por eso, e! c!wri apareceri siempre acompaiiado de otros alimentos y platos. sirnilares y opuestos. Este juego de contrastes arroja luces sobre una manera muy particular que 10s hombres argentinos tienen de ritualizar su masculinidad. Ahora bien, la Argentina es un pais vasto, no solo desde lo geografico sino tambien desde lo cultural. Por lo tanto, 10s datos etnogrificos presentados en este articulo reclaman validez para lo que se rioplate~lse,es decir, la mayor parte de la provincia de denornina c~~ltul-cr Buenos Aires y sectores del litoral argentino (provincia de Santa Fe y Entre Rios). TambiCn es necesario aclarar que 10s datos que sostienen este articulo son tornados de un largo trabajo de campo (siete aiios) realizado en Mar del Plata con hinchas de biisquet y de futbol, en el cual 10s aspectos culinarios que rodean al deporte no fueron las preocupaciones principales de andisis. Sin embargo, en las observaciones, entrevistas y, de manera muy particular, en cada fragment0 autoetnogriifico. asi corno en las conversaciones informales con informantes y amigos, 10s consumos alimenticios en las canchas aparecian de mod0 recurrente. Tras muchos aiios de reflexidn parcial y todavia con mas dudas que certezas he decidido avanzar algunas ideas, todavia par-
ciales, sobre esta priictica tan particular: el consumo del chori en 10s estadios argentinos. He optado por un registro descriptivo que intente priorizar las imligenes tipicas de un campo algo esquivo de representar, m i s aun cuando prescindo de la reproducci6n de discursos obtenidos en entrevistas y situaciones sobre el terreno. ALIMENTOS Y RITOS DE COMENSALIDAD Marshall Sahlins sostiene que 10s esquemas simb6licos de lo comestible se vinculan a 10s procesos de producci6n (por medio de la distribuci6n de la demanda). lo que genera un nuevo orden tote'mico que envuelve relaciones de estatus entre quienes comen y aquello que se come. Este autor considera, ademhs. que la ldgica material que guia el consumo de alimentos se constituye simb6licamente, porque a[ ...I las fuerzas materiales de la producci6n no contienen orden cultural alguno, sino meramente un conjunto de posibilidades y constricciones fisicas selectivamente organizadas por el sistema cultural e integradas con vistas a sus efectos por la misma 16gica que las c a u s 6 ~ (Sahlins 1997: 205). Archetti define a un sistema de comida como e [ .. .] una determinada manera de clasificar, evaluar y establecer jerarquias en el mundo. En primer lugar, seleccionando s610 una parte de la gama mdltiple d e alimentos posibles a travCs de 10s tabdes, y en segundo lugar, a travCs de su transformaci6n "arbitraria" por medio de recetas y tkcnicas d e transformaci6n (asar, hervir, cocer, hornear, ahumar o pudrir),, (Archetti 1992: 19). Uno de 10s modos posibles de abordar la problemJtica del consumo de alimentos es apelar al concepto de ritual, ya que es posible entender a esta acci6n como un rito de comensalidad dentro de ese complejo ritual que es el f ~ t b o l Radcliffe-Brown ya habia conceptuado al ritual como una instancia . creadora de estados mentales, y no simplemente un medio para expresar esos estados. Por consiguiente, el ritual expresa y a la vez crea 10s sentimientos propicios de dependencia sobre 10s tipos morales y poderes espirituales que trascienden el dominio de lo humano. Esta concepci6n, coherente con el enfoque durkheimniano, toma al ritual como un medio para regular y estabilizar la vida del sistema, mantener el ethos grupal y restaurar el estado d e armonia (Durkheim 1993). Dar una definici6n precisa de ritual presenta dificultades marcadas, mucho m i s cuando no es el objetivo de este articulo ingresar en las profundas discusiones sobre este concepto. La noci6n que aqui manejo concibe al ritual como una prhctica en la que 10s actores despliegan perfornmtces orientadas espacialmente en sus diversas fases y secuencias (Parkin 1992). Esta <r[. . .] espacialidad formulaica [. . .IN (Parkin 1992), por
medio de la cual 10s actores crean y actlian idiomas especificos. es de naturaleza imperativa y compulsiva. y cabe la posibilidad de que sea verbalizada por 10s propios protagonistas. Esas reglas pueden ser subvertidas, recreadas v rrforrnuladas por 10s participantes del ritual, quienes tienen la capacidad de tomar nuevas direcciones e involucrarse en disputas sobre el sentido y el significado de las prlicticas rituales. La ritualizaci6n se funda en un proceso de recontextualizaci6n sostenido por la experiencia. que es altamente integrativo y que presenta una notoria dificultad para definir las prlicticas en otros tCrminos que su propia actuaci6n (Houseman 2003.) En cuanto a la posibilidad de considerar al futbol como un ritual. Bromberger (1999) sostiene que el deporte seria un ritual desde un punto de vista eric. pero no desde un punto de vista emic (Bromberger y otros 1993). Este autor rnenciona una serie de isomorfismos entre el futbol y 10s rituales religiosos: una configuraci6n espacio-temporal particular. una afinidad temporal y ritmicaw (Bromberger 1999: 237), un comportamiento codificado del publico, una serie de principios de funcionamiento, (reglamentos de juego acatados mundialmente y dictados por un ente rector indiscutido), un escenasio programado y el sentimiento de una con~munitas.' por medio de ciertos Zestos. palabras y prlicticas que expresan una transformaci6n de las relaciones sociales. Otro autor que se ocupa de las facetas rituales del deporte es Eduardo Archetti. Posicionado en 10s conceptos de nacionalidarl y gknero, concibe que el ritual futbolistico incluye cuatro elementos claves: <<[..] 1 . un . proceso de auioclefinici6ii qiie ific:uye jugadoi-es, dirigentes, n~riodistasy Ypublic0 en general; 2. una manera especifica de registrar eventos que se cons-
Turner planted parael ritual la clisica distincion entre estructura y cori~~nimitas, esferas o dos dimensiones difcrentes: una marcada por la jerarquizacidn y ias diferenciaciones sociales. y otra carncterizada por la dcstrucci6n de esas jerarquias. Aqui se ve claramente la imposition de otro orden frente al dietaminado por la vidacotidiana, una comunidad en donde N [ ...I la sociedad se contempla como un todo sin suturas ni estructuras, rechazindose por igual "status" y contrato 1.. . I n (Turner 1988: 141). Tal cual lo n~arcaLeach (1985),los ritudes iniplican unasegmentacicin del cspacio y del tiempo social. transici6n marcada por un cruce de fronteras y umbrales, de 10s cuales el estadio constituye ese lupar a acceder. en el cud las normas sociales ya no tienen valor. Los umbralcs nos marcan q u i h esta dentro y quit% fuera de ese ritual, en este caso, deportivo. Aqui cs posihle recuperar a Victor Turner (1988) y volver a1 concept0 de limincrlid~~l podeque mos trahajar indcpendientemente de que aceptemos o no la oposici6n de estructura/comunidad o la tensi6n entre identidad y alteridad. En esa zonade liminalidad, de sepentaci6n, lo que significa nlpo afuera ya no lo representa adentro. y viceversa. Por lo tanto, esta liminalidad que crea a[ ...I como un tiempo y l u g r de alejamiento de 10s procedimientos normales de la accion social. puede contemplarse potencialmente como un period0 de revisidn exhaustiva de 10s axiomas y valores cenmles de la cultura en que se produce^^ (Turner 1988: 17 1).
tituirin en "eventos cruciales" (victorias, equipos, jugadores); 3. una reconsideraci6n del pasado desde la perspectiva del presente, y finalmente; 4. la producci6n de una narrativa que es una mezcla de historia "real", seudohistorias y niitologias [. . .In (Archetti 1996). El tratamiento que Archetti hace del ritual futbolistico permite un mejor entendimiento. Por eso, sostiene que:
En la constituci6n y modernizacicin de 10s estado nacibn, 10s rituales colectivos del deporte facilitan no s610 una participaci6n masculina privilegiada sino tambitn, a travls de la competici6n, una confluencia entre la actividad masculina y la representaci6n national. Al respecto, he tratado de demostrar que en las tres primeras ddcadas de este siglo, el flitbol argentino funcion6 como un eficiente ccrito de instit u c i 6 n ~ de acuerdo con el uso que Bourdieu hace del termino: la creaci6n de un , espacio separado en el cual la principal diferencia es la que se establece entre 10s participantes aceptados y aquellos que nunca participan, por ejemplo, las mujeres. (Archetti 1994)
Por lo tanto. estos rituales colectivos han propiciado no solo una participaci6n masculina privilegiada, sino tambikn una representaci6n de lo nacional. El futbol act6a entonces como un d o de instituci6n>>, decir, crea un es espacio separado en el cual la principal diferencia es la que se establece entre 10s participantes aceptados y aquellos que nunca participan. El fiitbol, como otros deportes-especthculo, es un ritual que impone limites, que fija fronteras entre quienes pertenecen y quienes no pertenecen. Mhs all6 de que se logre, en efecto. una verdadera cornmitizitas, el deporte excede su componente festivo y su rutinizaci6n en la vida cotidiana de las personas. Los conflictos en torno al sostenimiento y la expresi6n de la masculinidad, junto con 10s poderosos sentidos de pertenencia que generan entre 10s instituidos, transforman a1 ritual deportivo en uno de 10s acontecimientos de mayor profundidad seniintica de nuestra contemporaneidad. No aspiro a presentar aqui una serie de imhgenes homogkneas de una masculinidad dominante en Argentina sino, m i s bien, un imaginario masculino que define ciertas masculinidades hegem6nicas apropiadas para ciertos imbitos, como modos exitosos de ser un hombre en un context0 detenninado (Archetti 1999a). En este caso, se esth en presencia de una masculinidad en la que se privilegian valores que esthn vinculados, como se mencion6 mhs arriba, con el compaiierismo, la fuerza, la pasi6n, la virilidad, la voracidad y la resistencia, anclados en lazos homosociales masculinos en 10s que la homosexualidad se concibe como una amenaza (Mosse 1985). De este modo, lo importante es explorar las percepciones subjetivas de 10s hombres sobre lo que implica ser un verdadero hombre, teniendo en cuenta el mod0 en que se
reclaman. se buscan y se ejercitan esas formas de poder sobre otros hombres sobre las mujeres (Gutmann 1997.) Justamente. 10s deportes construyen arenas sociales propicias para que germinen y se mantengan este tipo de nociones. Aqui se ha elegido de una manera arbitraria una arena social en donde 10s hombres en Argentina se construyen como tales. Por supuesto, como aclara Archetti (1999a). un estudio completo de las masculinidades en la Argentina deberia incluir arenas como el trabajo. la familia. el parentesco. la religi6n y la politics. Al optar por enfoques empiricos restringidos es posible mostrar c6mo la masculinidad es producida y reproducida de modos diversos, como cornplementarios y opuestos a lo femenino (Archetti 1999a), tambiCn en contextos en 10s que 10s otros son precisamente 10s hombres, es decir. tipos diferentes de hombres. En otras palabras, una masculinidad que estli vinculada a lo que hombres piensan que es necesario para ser considerados mas hombres que el resto de sus pares (Gutmann 1997). Y, como se intentar5 mostrar miis adelante, el chori es un objeto ritual de gran densidad simb6lica en ese contexto. que moviliza valores, imageries y discursos que fijan un espacio propiamente masculine, de homosocialidad (Sedgwick 1985). COMENSALIDAD E IDENTIDAD Tanto la comida como la bebida suelen estar vinculadas, en las sociedades occidentales, a diferentes valorizaciones que dependen en mayor medida de aqucl!o qi;c se me se bebe, y A-,. .,,anera en que se haga (per e;em+ , 1. ,= r 10s buenos modales). La comida y la bebida van acompafiadas en nuestra sociedad por significaciones especificas que pueden expresar cuestiones tan diversas corno lugar geogriifico, clase social o grupo de edad. Goody sostiene que el modo mas direct0 de diferenciaci6n sobre la base de 10s alimentos rildica en asignar un tip0 especifico a respectivas funciones, oficios o clases especificas. como ocurre en la generalizada divisi6n sexual de las tareas. Existen formas complejas y sutiles de diferenciaci6n que se encuentran en todas las culturas. Aunque las labores de la cocina cotidiana estCn en nuestra sociedad asignadas generalmente a las mujeres, muchas sociedades (corno las Cortes de Europa y del Mediterraneo) utilizaron a 10s hombres como cocineros, quienes (([.. .] se hacian cargo de las recetas femeninas para la cocina diaria y las transformaban en cuisine cortesanan (1995: 136). Goody ha dejado en claro que la alta cocina se us6 siempre como un recurso de diferenciaci6n y de instauraci6n de las jerarquias, lo que llev6 --en Roma, por ejemplo- al intento de controlar el gasto suntuario en alimentos y ponerle limites ill consumo ostentoso.
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Parece una constante que todas las sociedades impusieron modos de diferenciaci6n culinaria (Goody 1995) por medio de la institucionalizaci6n d e una jerarquia a mod0 de estilos de vida. El desarrollo de la civilizacibn (en tkrminos eliasianos) implic6, ademis, la adopcidn lenta de 10s buenos modales, primer0 en 10s sectores altos y luego en 10s bajos, favoreciendo la aparici6n de utensilios (corno las cucharas individuales) orientados a refinar las prricticas del consumo de alimentos. En la actualidad, comer y beber dentro de ciertos limites puede encajar en las conductas aceptadas, pero traspasar esos unibrales (sobre todo en la bebida) coloca a1 individuo ante la vergiienza de no saber controlar 10s efectos de lo que ingiere, lo que lo hace merecedor de un estigma que flucttia entre una masculinidad incompleta (el cuerpo como incapaz de soportar aquello que deberia) y la carencia de autocontrol. Todos 10s paises tienen platos y bebidas que 10s caracterizan, y, aunque puedan compartirla como marca distintiva con otras naciones, aparecen como uno de 10s referentes identitarios d e muchas comunidades imaginadas (Anderson 2000). El caso de las bebidas es muy claro. Asi, el pisco es peruano, el whisky es escocks, el ron es cubano y el champan es francis, mas alla de que sean consumidos mundialmente y de que pierdan paulatinamente sus rasgos de origen. En ese sentido, Ias disputas que se desarrollaron en Francia en torno a1 nombre del champiin y su reconocimiento de calidad de marca cuando ya habia trascendido las fronteras francesas, son e l o ~ u e n t e s . ~ conflictos Esos se basaron en reclamos de autenticidad, historia y patrimonio, en la bdsqueda de la Francia esencial. Asi, el reconocimiento de las apelaciones de origen regionales en 10s nombres de las bebidas permitieron reconciliar la petit parr-ie de las regiones con la grancle patrie (Guy 2001). Es cierto tambiCn que 10s hiibitos alimenticios (reales o imaginaries) d e 10s extranjeros pueden cobrar un sentido inverso y constituir un dominio que impida la integraci6n cultural, como la creencia en Argentina de que 10s coreanos comen gatos (lo que provoca repulsibn). Los alimentos que se comen y 10s que no (y c6mo se lo hace) se incorporan a convicciones profundas que son constitutivas de las maneras en que 10s grupos se autodefinen y definen a 10s otros (Mintz 1996a). En ese sentido:
[...I el aliment0 y sus tablies, incluso 10s platos caracteristicos, son un mod0 d e definir al vecino, dentro y fuera del pais: 10s italianos y sus espaghetti y helados; 10s
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En 10s pr6ximos aiios, las bodegas argentinas ya no podrh utilizar la denominacih chan~pugne para sus vinos espumantes, por lo que deberiin escoger un nombre gtemativo, como se ha hecho en Espatia con la cam. Lo mismo sucede con otras bebidas alas que no se les permite usar el mismo nombre a1 que se asociael origen geografico de una variedad.
alemanes con su wurst. sauerkraut y su peculiar cerveza. Evidentemente esas diferencias adquieren una signification mas peligrosa cuando estan vinculadas a profundos compromises ideologicos. y cuando 10s grupos involucrados viven cerca. La fantasia prolifera. como cuando 10s judios de la Europa medieval fueron acusados del sacrificio de niiios cristianos. Aun mas significativos son 10s miedos basados en practicas reales. La matanza de la vaca sagrada y el consumo de cerdo. son practicas y prohibiciones profundamente internalizadas que no s61o definen la afiliacion relipiosa sino que ademas sirven para provocar beligerancias de temibles proporciones sobre distintas comunidades. no s6lo en la India. sino tambiCn en Yun-Nan. Indonesia y otras partcs donde las religiones universales estan en estrecho contacto. (Goody 1995: 187)
Grignon (2001) sostiene que el consumo de comida y bebida sirve para generar solidaridad entre las personas, ya que la comensalidad permite que 10s liniites del grupo se reconfiguren, como asi tambiCn que se restauren las jerarquias internas o, inclusive, se redefinan. Todo hace pensar que K[...I compartir la comida sirve para reducir la tension individual e intergrupaln (Mintz 1996a: 30). Los enfoques funcionalistas de la comida tendieron a focalizar la fijaci6n de sentimientos sociales en torno a esa comensalidad, como las ceremonias en las que 10s niiios deben renunciar a ciertos alimentos sabrosos. tabu del que son liberados por medio de ritos especiales. Esto se da como una forma de educaci6n moral realizada por la sociedad por medio de la tradicion. Las comidas cumplen la funci6n integradora a1 sistema por mecoriiunes. Asi, (<[..j el cornensalismo h e coiisidera. dio de ios szr~~irriier~ivs do el gran promotor de la solidaridad, de la comunidad: la comuni6n de (Goody 1995: 25). En las herrnanos establece y refuerza 10s lazos comunes>> sociedades rioplatenses (Cjuntarse a comer>> cca tomarv moviliza sentidos o especificos para 10s j6venes (a veces no tanto) varones. Por ejemplo, la cerveza cumple con una funci6n comunitaria que acompaiia 10s intercambios comunicacionales y ayuda a construir una atm6sfera festiva y amistosa. El beber todos juntos una cerveza (comunmente una Quiltiles) es mucho miis importante que el efecto que pueda causar esa bebida o su gusto. De alguna manera, el consumo de alcohol en esas instancias rituaIrs apunta a lograr ciertos estados de percepci6n y expresi6n comunes. Los involucrados en estas ceremonias de bebida deben demostrar un determinado ~ g i ~ r r n t c i h n consumo de alcohol, que varia de acuerdo con el ethos el
Si bicn estc tCmiino se desarrollari m b adelante. se hace necesario mencionar su importante c a p semantics en la cultura masculina rioplatense. El agiur~lrr unacategon'a que implica una serie de es vnlores masculines vinculados a ciertos usos del cuerpo y al espiritu de comuni6n grupal.
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grupal o de clase en el que estCn involucrados. Cada grupo sostiene determinados umbrales de resistencia a1 alcohol que sus componentes deben demostrar tener internalizados. En otras palabras, verse demasiado afectado por una escasa ingesta alcohol constituye un estigma que delata una debilidad que no es propia de lo masculine y que el grupo suele condenar de manera jocosa en el estigmatizado. En las sociedades rioplatenses, estos rituales de la bebida son esencialmente masculines y cuando son practicados por la mujer son vistos con rechazo. Este ritual comunitario de beber alcohol (en mayor medida, cerveza) va acompaiiado por formas de expresi6n e interacci6n especificas. El ambiente generado es jocoso a1 extremo. Los miembros del grupo, ademis de aprovechar para contar sus recientes experiencias (desarrolladas en el interval0 entre cada reunibn), son propensos a desarrollar relaciones jocosas entre ellos, verclirgueartdose, es decir, burlandose de ciertas attitudes o debilidades de cada uno de 10s amigos que se conocen tan bien. EL HINCHA DE FUTBOL Y SUS RUTINASs El ritual jifilrholero dominical implica una serie de acciones rutinarias que estin altamente corporizadas entre 10s hinchas argentinos. Estos suelen acudir a 10s estadios siguiendo un esquema de acci6n, repetitivo y complejo, desde que comienza el dia hasta que finaliza. El partido de f15tbol es, en ese sentido, mucho mds que 10s noventa minutos que se disputan en el campo de juego, ya que envuelve un universo dramatic0 en el que se disputan identidades y trayectorias individuales y grupales, c6digos morales y emociones colectivas. Los hinchas de f6tbol en la Argentina, en particular 10s que se consideran fanjticos, comienzan a vivir 10s partidos mucho antes de que la pelota se ponga en movimiento. Muchos de mis informantes describen un cosquilleo irzrertzo en las noches previas a 10s cotejos. La semana se transforma, sobre todo en 10s enfrentamientos cruciales, en una cuenta regresiva interminable. De cualquier manera, ya desde que se despierta en el dia del partido el compromiso emotional del hincha alcanza una gran intensidad. En ese momento ya time en mente quk juego le tocara presenciar y, de alguna manera, protagonizar. El horario del encuentro suele condicionar las actividades familiares de todo el dia, especialmente la comidas. Los preparatives comienzan temprano con el pilpito del partido desde la lectura de 10s diarios, las noticias televisivas o las llamadas telefbnicas entre hinchas amigos. Muchos de ellos,
V a c a t e _ ~ o r ichincha,, designa, en este articulo, aquien expresa una pasidn militante (Brombeger a 1999)que lo hace sentirse un actor mas que un espectador.
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incluso. cumplen estrictamente con cabalas de lo mas variadas, tales como vestirse de determinada manera o llamar a una hora f?ja a la misma persona. En ese sentido. el futbol (para 10s hinchas y para 10s mismos deportistas) es un espacio propicio para la proliferation de creencias religiosas y cuasi religiosas que establecen relaciones de causa (cumplir con la cibala, el rezo, la promesa. etc.) y efecto (triunfo del equipo amado) para 10s involucrados. Los hinchas suelen acudir a la cancha casi siempre de la misma manera. Usualmente acompaiiados. y vestidos de mod0 similar, llegan a la cancha a la misma hora. y acostumbran apropiarse, cuando esto es posible, de lugares especificos dentro del estadio. Algunos, mas organizados, despliegan banderas de adhesi6n al equipo, que contienen marcas grupales que pueden ir desde la promoci6n personal hasta la del barrio que porta el rrapo.' La finalizaci6n del encuentro tambiCn se caracteriza por una serie d e actividades igualmente rutinizadas: la caminata desde la cancha comentando las jugadas trascendentes y las lamentaciones cuando 10s resultados no se dan (se puede encontrar algun eventual culpable del pobre presente). Todo ello sin contar las rutinas corporales durante el partido, que ya han sido analizadas en otros trabajos (Elbaum 1998; Gil 1999; 2002). Un elemento infaltable y tipico de las canchas argentinas es el choripin, shndwich de chorizo o, mhs bien, el chori. Toda la rutina descrita estaria incompleta si no se incluyera corner irrz chori entre 10s hinchas, quienes m;is all5 del apetito- lo perciben como un elemento infaltable de la experiencia dei fliiboi. Personas dt: ia rniis varlada cxiracci0ii se involricraii eii este rito de comensalidad antes y despuCs de cada partido, y se ven envueltos en una ceremonia cornunitaria que 10s construye a la vez como hinchas y como hombres. La llegada a 10s estadios, con humos y olores inconfundibles, coloca al hincha ante un context0 ritual del cual el chori es un objeto constitutivo, Las parrillas improvisadas se montan en 10s corredores que conducen a 10s accesos a la cancha y despiden el calor, hum0 y aroma a carne asindose, con 10s vendedores ofreciendo en voz alta el sandwich de chorizo . . . . .. . . (can peso con cincuenta el c h o r ~ l l ~ .~ l l ~ .El paisaje futbolistico dominical .,>'). en la Argentina se veria notablemente empobrecido si 10s puestos de choripin dejaran de existir. Si bien la cancha no es, en la Argentina, un lugar para comer, se admite la posibilidad de consumir aliment0 y bebida (generalmente gaseosa, ya que las bebidas alcoh6licas estan prohibidas). A diferencia de otros deportes ma-
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c<Trapo,es el tCrmino nativo que se refiere alas banderas que portan 10s hinchasen 10s estadios. P r e c i ~ equivale a 50 centavos de M a r . qut:
sivos en paises como en Estados Unidos --donde 10s asistentes pueden incluso llegar a interrumpir su presencia en las butacas para conseguir algo para comer (generalmente, importantes raciones)-, en el fdtbol argentino la comida encuentra su momento privilegiado antes del inicio, en el entretiempo o a la finalizaci6n de 10s cotejos. Aquellos que deciden interrumpir la contemplacidn del partido para acercarse a 10s puestos de expendio suelen encontrarse con que 10s sfindwiches atin no estin preparados, y estin esperando el punto de cocci611 justo para la pausa de 15 minutos entre el primer0 y el segundo tiempo. Si bien es verdad que muchos vendedores ambulantes recorren con Cxito las gradas (vendiendo especialmente gaseosas, golosinas y salchichas), el consumo de estos productos durante 10s juegos es marginal si lo comparamos con lo que sucede cuando el bal6n no esti en movimiento en el &sped. Alrededor de 10s estadios argentinos se montan distintos tipo de puestos de venta en 10s que se ofrecen 10s objetos metonimicos de la pasi6n (banderines, cornetas, banderas, gorritos, etc.), alimentos y bebidas. Su organizaci6n esti librada a las apropiaciones diversas y consuetudinarias de 10s espacios, que pueden incluir controles mafiosos de 10s lugares pdblicos. Algunos de esos puestos pueden tener mayor organizaci6n y variedad, pueden ofrecer mfis o menos confiabilidad, per0 sus olores y colores son claves en la definicidn de la estCtica de 10s estadios argentinos. A diferencia de lo que ocurre dentro de 10s escenarios --donde las ventas ambulantes estin generalmente regladas por concesiones entregadas por 10s clubes-, en 10s alrededores la organizaci6n del espacio es m6s anfirquica y escapa de 10s controles que 10s negocios que expenden comida deben cumplir. Aun quienes consumen habitualmente en esos puestos suelen bromear por 10s inexistentes controles de bromatologia, las deficientes condiciones de cocci6n y hasta la dudosa procedencia de 10s chorizos y las hamburguesas. En Mar del Plata, durante 10s partidos de verano en 10s que se enfrentan 10s equipos grandesR de la Argentina, la Avenida de las Olimpiadas que conduce a 10s ingresos del estadio JosC Maria Minella estfi repleta en sus 700 metros de longitud de puestos de choripfin y de gaseosas. El chori es el preferido de 10s hinchas, quienes se arriesgan a comerlo a pesar de sus ya mencionadas dudosas condiciones sanitarias, de cocci611 (muchos pueden estar crudos) o de temperatura (pueden estar frios, especialmente luego de la finalizaci6n de 10s panidos). El chori tambiCn esti acompaiiado por las hamburguesas, que si bien le
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Por cuestioneshist6ricas y de convocatoria,en Argentina se considem grandes a cinco equipos: Boca Juniors, River Plate, Independiente, Racing Club y San Lorenzo.
disputan la preferencia de 10s hinchas, no son vistas corno tradicionales. Archetti sostiene que las harnburguesas, 10s panchosY y el snack cc[ ...I son el simbolo de una sociedad industrial en donde "no hay tiernpo" y las relaciones sociales son corno un relimpago de interacci6n. Por ello, quizas por la consistencia de la harnburguesa y del hot dog, cierta carnosidad que no ofrece resistencias,"' rodeado de elernentos desechables, servilletas, bolsitas de nlostaza. sat o pimienta, y envoltorios de papel, es el simbolo del apuro, de la modernidadn ( 1992: 20). Estos alirnentos se oponen directarnente al banquere. caracterizado por las resistencias: la duraci6n (que puede llegar a percibirse corno interminable) y las estructuradas reglas de presentaci6n. Los panchos y las hamburguesas se comen sin implicar una ceremonial tan profundo, se vinculan en mayor medida con el hambre y con llenar el estbrnago, antes que con cuniplir con una ceremonia ritual. Muchas de estas variedades se consiguen en las canchas, per0 el choripin tiene su anclaje territorial en las inmediaciones del estadio, caracterizado. corno ya se ha descrito, por la gran cantidad de puestos. Aunque puede haber concesiones m i s ordenadas. ese es el espacio de 10s puestos de hamburguesas dentro del estadio, o de 10s vendedores ambulantes con sus panchos, gaseosas, caf6, pochoclos y garrapifiadas. Otros productos mas o rnenos elaborados (sandwiches de jam6n y queso, de tnilanesa) se consiguen en 10s Imflef, que estin restringidos a1 gran public0 y solo son accesibles para 10s asistentes al palco o a determinadas plateas preferenciales. Pero mas alli de ~ o d o expuesto, existe o m e!err?ento qne r e d i ~ e n s i o n ~ importancia lo It del chnri y. por aiiadidura, tambiCn del pafy" +orno se suele nornbrar tradicionalmente a las harnburguesas-: el sabor que tienen en la cancha. Los habituales consumidores de choripanes en las canchas resaltan su sabor diferente y superior, pese a la dudosa calidad de la materia prima. De hecho, muchos asistentes habituales a 10s estadios crecen convencidos de que no
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consumido, por su envoltorio, ademh del pan franc& o Mignon que lo acompaiia y se opone a1 pan que vajunto con las salchichas (el pan de pancho, un pebete alargado) y el pan de hamburguesa o simplemente el pebete. Ademb, lleva una salsa fuerte (el chimi chuni). picante. Una variante del chorizo es cocinarlo a la plancha, como una hamburguesa, eliminando la tripaque le sirve de envoltorio. De ese modo. se eliminan las resistencias para comerlo que de otro mod0 solo podian scr parcialmente dejadas de lado por medio del corte mariposa, que lo abre al medio. Paty es la marca m b conocida de hamburguesas en la Argentina y fue la primera en instalam con l'uerza en el mercado. Esta situaci6n en la que una marca se apropia del nombre del product0 (Birome. Tody. Savora. etc.) es. por lo d e m b , comun en nuestro pais.
existe nada m9s sabroso que una hamburguesa en una cancha de fdtbol. Las explicaciones nativas ad hoc, tales corno cccualquier cosa al aire libre parece un manjar), o tcviendo a tu equipo nada te puede resultar desagradable,,, no suenan nada convincentes, por lo que es necesario profundizar la mirada analitica. CHORIPAN, CARNE Y DIETA NACIONAL El choripin parece ser uno de 10s platos tipicamente argentinos, o de una tccocina autknticamente argentina,, (Archetti 1999b), que suele incluir a las empanadas, 10s matambres, 10s alfajores y las carnes asadas, ademis de la pizza y la milanesa. En el caso de estos dos dltimos, si bien se admite su origen extranjero, se asumen corno propios. Aunque el chorizo acompaiado de pan no forma parte de la alta cocina, es capaz de trascender cualquier distinci6n sociocultural. Por ello es dificil encontrar a alguien que en algdn momento no haya consumido un chori. El scinguclze de chorizo no se consume en restaurantes de categoria per0 es parte esencial en 10s mentis de 10s bares o puestos al aire libre. Su bajo costo y su ripida ingesti6n facilitan un consumo sumamente extendido entre 10s hombres argentinos. En cambio, la imagen de un mujer con un clzori entre sus manos no corresponde precisamente al ideal femenino m9s apreciado, y en las reuniones sociales resulta conveniente que las mujeres coman el chorizo al plato y con ensalada. En algunos sectores juveniles, observar a una mujer comiendo un chori suele originar una catarata de chistes que ligan al chorizo con formas filicas. Las bromas pueden hacerse en voz en alta --cuando existe cierta confianzapara que las escuche la propia involucrada: ccestis para sacarte una f o t o ~ , tcquC linda que qued9s con el chorizo en la b o c a . Otro tipo de comentarios -reducidos a la complicidad masculina- remiten a fantasias de sex0 oral a partir de que el chorizo ingresa en la boca de la joven. Lo anterior nos permite ver c6mo un rito de comensalidad puede trascender ciertas alteridades (raza, edad, clase social) per0 crea otras que le son propias (en este caso, de gknero) (AugC 1995). El chorizo es una pieza clave en 10s asados argentinos. Constituye una pieza liminal dentro del ritual del asado, y configura un universo introductorio hacia el consumo extremo de la came vacuna. Ademis de servirse a1 comienzo, 10s chorizos estin hechos de cerdo (10s mis baratos son de mezcla) y no cumplen la funci6n de satisfacer, de llenar a 10s comensales, lo que no ocurre hasta tanto se sirvan las costillas, el vacio o las achuras. Los clzoris cumplen en las canchas una funci6n similar, porque alli no se va a comer,
apenas n er~gaiiara1 esromago. Los choris instituyen la comuni6n grupal en torno al fuego que preanuncia la verdadera comida, ya sea en el mismo lugar (en el asado) o en la casa. Por eso, es necesario reiterar que <<entodas las sociedades, la ingesta de alimento, el comer, tiene algunos aspectos colecti\.os. en especial en las festividades en que el consumo de mayores cantidades y a menudo de alimentos especiales se produce en una situaci6n comunitarian (Goody 1995: 265). El consumo de came (especialmente, la vacuna), ya sea en un asado, en milanesa. o en cualquier otra variante, es uno de 10s rasgos caracteristicos de la dieta argentina, y constituye una marca de este pais hacia el mundo. En ese sentido, podria considerarse a la came como principio del sabor (Mintz 1996a) de la dieta argentina, como un patr6n estructural comlin de la dieta de una comunidad. Asi. Di Lullo cc[ ...I enfatiza que comer verduras y carne, en el caso de 10s pucheros y guisos, era cosa de gringos; s610 came y m8s carne, de criollos, de gauchos. Al mismo tiempo resalta que en la concepci6n popular de las comidas lo varonil era la came y lo femenino, 10s guisos y 10s dulcew (Archetti 1999b: 2 19). En general, la eventual carencia de came en 10s platos hace que no se 10s considere comida, ademas de que por carne se entiende la carne vacuna. Las demis son sustitutas, y su consumo, excepcional. Por eso, es necesario destacar que el consumo de carne se asoci6, adem5s. con la vigorosidad de 10s j6venes criollos, en oposicidn a la supuesta debilidad de 10s italianos en su tierra de origen. Aquellos gringos que mostra'uaii ser capaces de coiner carne vaciinz ei; proporcio~essimi!a:es a !a criollos ingresaban en uno de 10s dominios culturales que confirmaban, en el imaginario, la transformaci6n y asimilaci6n de 10s inmigrantes, en oposici6n a aquellos ~talianosque conservaban sus hibitos de mantener (<[..] la cultura . del cerdo con sus jamones, salames, bondiolas y chorizos>p (Archetti 1999b: 220). Tanto 10s italianos como 10s espafioles pueden considerarse, en tCrminos culinarios, como 10s otros visibles en la construcci6n de la cocina nacional, aunque muchas de sus tradiciones se incorporaron de manera parcial. Tal es el caso de la milanesa, que <<[ ...I pertenece al mundo d e la casa y tambiCn al mundo publico. La ubicuidad de la milanesa es proverbial ya que todo lo que lleva pan rallado y huevo se puede llamar milanesa (por ejemplo, milanesas de molleja, de higado o de sesos), y, ademb, existe el crsAnguche>, de milanesa que define un universo "tipicamente" argentino~ (Archetti 1999b: 226). La milanesa establece, ademhs, una conexi6n familiar de relieve, ya que su preparation suele ser patrimonio reservado a la madre. Asi, comer las milanesas de la vieja (acompaiiadas con papas fritas y huevos fritos, con pure, etc.) es para todo hijo un acto de inclusi6n familiar, sobre todo cuando
vive fuera de la casa paterna. Esto ocurre con muchos j6venes que cursan estudios superiores en otras ciudades y destacan que una de sus mayores carencias son esas milanesas que solo sus madres pueden preparar. Algo similar ocurre con la pizza, a la que se le reconoce el origen italiano per0 que se consideraba propia desde antes de que se mundializara por medio de 10s fcrst foods. Acompaiiantes corno la fain6 parecen confirmar esa apropiacidn nacional de un plato que debe llevar queso en exceso, frente a la pizza original italiana" que no lleva queso o las pizzas que se consumen en Italia, mucho mj.s ricas en po~nodoroque en fromaggio.'" Distinto es el caso del asado que G[...I 10s gauchos trajeron cuando se vinieron a1 suburbio de Buenos Aires y se convirtieron en carniceros de 10s frigorificos. El arrabal copia a la pampa y de alli, en ese juego de liminalidad tan propio del imaginario porteiio, pasa a1 centro. El asado, product0 de la pampa, es la ceremonia de comensalidad nacional y una de las m6s recurrentes manias argentinasn (Archetti 1999b: 228). La capacidad de hacer un buen asado estj. ligada a la sociabilidad masculina y dan forma a un universo de gCnero del que las mujeres suelen estar excluidas. Frente a la milanesa (universo femenino, que se hace en la cocina y cuyos secretos suelen estar depositados en la vieja), el asado constituye un universo masculine (Archetti l999b: 228) que se desarrolla fuera de la casa y que estfi acompaiiado por secretos personales (c6mo prender el fuego, c6mo' salar la came, c6mo acomodar 10s cortes, etc.) y rutinas grupales corno la picaditai4 previa con algdn vermli. Los asados constituyen instancias obligadas de reuni6n para 10s hombres en Argentina. Todo tipo de reuniones significativas (algunas de ellas ritos de pasaje) se celebran con asados en 10s que se come y se bebe en grandes proporciones: despedidas, bienvenidas, festejos puntuales (graduaciones, cumpleaiios). El asado es la instancia mixima d e ritualizaci6n d e pertenencia a un grupo, y marca con claridad 10s limites de un colectivo determinado. Las mujeres, cuando son incluidas en 10s asados, acostumbran ocupar el sitial de comensales, y quedan fuera de todos 10s saberes y ceremonias previas que se han detallado para ser relegadas a la funci6n de preparar las ensaladas y poner la mesa.
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En Argentina es posible oir amuchos italianos quejme de la pizza abundante en queso y explicar fen~ientemente recetaoriginal sin queso y con aceite sobre la masa. la Muchos arpentinos que viajan a ltalia se sorprenden a1 comprobar el poco queso que llevan las pizzas en la rnayoria de 10s lugares de cornida al paso. La picada tipica est6 cornpuesta generalmentepor fiarnbres surtidos (jarn6n, queso, salamines, etc.) y una bebida vennu tipo Ganciao Martini.
Como decia anteriormente, 10s asados son ceremonias de gran importancia en la sociabilidad masculina rioplatense, en las que se ponen en juego diversos saberes. competencias y valores que 10s hombres suelen compartir. Se programa con bastante antelaci6n. Sobre el anfitri6n suelen caer las responsabilidades m8s pesadas. desde comprar todo lo necesario hasta la preparation. 1 seri quien empiece a probar 10s cortes y luego 10s distribuya entre 10s presentes. A medida que 10s invitados van Ilegando, se van congregando en torno a la parrilla para beber, hablar y compartir historias. En el momento de comenzar formalmente a comer, cuando todos ocupan sus lugares en la mesa. el asador recibe el homenaje grupal (todos gritan al unisono: a n aplauso para el asador),), siempre y cuando la came retina las condiciones esperadas de calidad y cocci6n. De lo contrario, recibiri reproches permanentes duranre toda la reuni6n. Por supuesto, 10s detalles y el tenor de las conversaciones dependen de dimensiones variadas, tales como rango de edad, clase social o las caracteristicas del gmpo (sus filiaciones profesionales, por ejemplo). Cuando estos asados son entre hombres 10s temas dominantes serin el futbol y las m ~ j e r e s(la politica ha dejado de ser un tema prioritario). El tono es jocoso, 10s concurrentes recuerdan historias comunes, cuentan chistes (habitualmente 10s considerados verdes), critican a algun ocasional ausente ((<lamujer no lo dej6 venir))) o se gasran" entre ellos, mientras el alcohol va fluyendo. El volumen de las conversaciones y las carcajadas aumenta minuto a minuto a medida que 10s presentes van mostrando 10s limites de su voracidad. En 10s g i i p u s siempi-e existe aigGn personaje recoiiocido por si,i voracidad que continua comiendo mientras 10s demis se tiran hacia atris en sus sillas, se golpean el est6mago en seiial de saciedad absoluta y se aflojan el cintur6n para aliviar la presi6n del abdomen.I6
El gasrc es una burla en la que domina el recurso ret6rico de la ironia. En la cultura masculina rioplatense, la burla cruzada es casi un mandato en las relaciones de amistad. En el caso del futbol. el asado funciona, adernas, como rito de instituci6n de amistad entre hinchadas. la que se sella horas antes de la realizaci6n del cotejo. Un miembro de la hinchada puede contactar a alglin integrante de otra hinchada visitante para organizar un encuentro para (ctirarun cacho de came,, al fuego. En caso de aceptarse y, luego, desarrollarse normalmente, se estabiliza una alianza diffcil de romper. Sin embargo, esta ceremonia puede ser manipulada y utilizarse como una emboscada. tal cual ocurre con bastante frecuencia. En 2003. un grupo de hinchas de Aldosivi viaj6 a Lujan de Cuyo confiado en que iba a ser recibido amistosamente por los hinchas locales. El ofrecimiento realizado a la hinchada --que a ultimo momento no pudo viajar- result6 ser una emboscada y esos hinchas fueron asaltados, y su vehiculo, destruido. Podemos acudir a otro ejemplo proporcionado por un informante ocasional. de la ciudad rionegrina de Cipoletti, quien relatci un episodio en el que la hinchada del club de esa ciudad, Cipoletti, invit6 con un asado a la hinchadade Olirnpo en la isla Jordh, ubicada sobre el Rio Limay. Los
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Aunque, en esencia, a[. ..I el asado remite a un ritual, a una ceremonia y a una celebraci6n del excesou (Archetti 1999b: 230), 10s cortes que descansan en la parrilla son una clara muestra de las posibilidades econ6micas de 10s cornensales (cuando 10s costos se dividen) o del anfitri6n (cuando este se hace cargo de todo). En un asado se debe comer en grandes cantidades, se debe quedar llerzo, sin posibilidad de que el est6mago resista algo m6s. Si 10s asistentes no quedan mhs que satisfechos, no se trata de un verdadero asado. Sin embargo, 10s cortes para llegar a ese estado no son 10s mismos. El asado rle pobr-es no suele, por razones de precio, tener cortes internos como las mollejas, 10s chinchulines y el riiibn (conocidos todos bajo la denominaci6n de nchuras), 10s chorizos de puro cerdo (10s chorizos comunes, por el contrario, generalmente son de mezcla) o la came de ternera (se puede usar carne d e novillo). Los chorizos de cerdo, junto con las achuras y la carne de ternera, son 10s cortes mas caros. Puede hacerse referencia, entonces, a una cccuisine diferenciada>> (Goody 1995: 276). LCvi-Strauss elabor6 un trihngulo culinario que, partiendo de lo crudo, sufre dos transformaciones: una cultural (pasa a ser lo cocido), y otra, natural (lo podrido). A ese trihngulo culinario le sum6 el trihngulo de recetas, constituido ahora por lo asado (transformaci6n a partir del fuego, sin mediaci6n aiguna), lo ahumado (mediado por el aire) y lo hervido (con la intervenci6n del agua). Este triingulo se complica cuando se establece la distinci6n entre
Cocido / Podrido
hinchas de Olimpo finalmente no aceptaron porque sospecharon que la invitacidn podia ser una trampa. En efecto, sus pares de Cipoletti les habian tendido unaemboscada ya que pretendian manipularel ritual de institucih, pero fallaron en su intento.
grillado y asado. entre lo hervido y lo cocido a vapor, y mucho mds cuando interviene el aceite: lo frito. Este dltimo elemento -mediante las milanesas, las papas fritas y 10s huevos fritos- encuentran su punto mdximo en la dieta nacional. Archetti adapt6 el triingulo culinario de LCvi-Strauss a la cocina nacional, y constmy6 un triiingulo c h e o cuyas puntas son el asar, el hervir y el freir. En la primera de ellas, 10s alimentos mantienen una relaci6n directa con el fuego sin que ningGn agente adicional intervenga, a diferencia de 10s restantes, en 10s que entran en acci6n el agua (hervir) y el aceite (10s fritos). Mientras que hervir constituye una prictica econ6mica (conserva 10s nutrientes) el asado es una celebraci6n del derroche. El chorizo en el asado puede comerse en sandwich --de hecho, muchos lo hacen-, pero lo habitual es consumirlo con ensaladas o algun otro acompaiiamiento. El sindwich seiiala la informalidad de la comida, dada por la propensi6n a consumirlo rapidamente. Aqui ingresa el agente mediador del trigo, otro product0 tipico argentino, que en forma de pan no puede dejar de estar presente en las comidas nacionales. De todos modos, el pan para el sfindwich adquiere otra dimensi6n en su contact0 con la came para ser Ilevado a la boca. El pan permite una serie muy amplia de combinaciones que no solo modifican el sabor de lo que se come sino 10s entornos y 10s aderezos. Como se decia mis arriba, el chorizo es la puerta de entrada (como tambiCn lo es la morcilla) a1 asado verdadero, una verdadera pieza liminal que prepara el ambiente para el consumo pleno de la came vacuna y la explicada celeSraci6:: de! exceso. C u a n d ~ sirve, siempre viene cubierts psr salsas u se otros elementos (pur6 o aros fritos de cebolla, por ejemplo) que disimulan su figura a1 presentarse el plato. En la Argentina, la forma mds habitual en que aparece es acompaiiado por la salsa criolla, que se prepara con cebollas, ajo, aceite de oliva, ajies, morr6n y tomate. Existen otras variantes del asado que conservan sus formas y sus principales sentidos, pero que por diversas razones (econ6micas, de tiempo, de informalidad) solo contienen chorizos o hamburguesas (o ambas cosas). MAS que un asado d e pobres, se trata de un asado incomplete o de un medio asado, que a veces no tiene que ver con posibilidades econ6micas sin0 -tal cual se mencion6- con el tiempo o la seriedad de la ceremonia. Aparece aqui un claro contraste entre dias u ocasiones festivas y las comidas ordinarias, en el que el asado juega un papel evidente como demarcador de actos de celebraci6n, desde ritos de pasaje (graduaciones, cumpleaiios, fiestas especiales como el dia del amigo, etc.) hasta encuentros cotidianos. Por eso, <<la excepcionalidad de la comida sostiene un sistema de status y prestigio en donde la combinaci6n consumo estructurado/excepcional se opone a lo coti-
diano/no estructurado, e incluso a lo cotidiano/estructurado. Casi por definici6n la combinaci6n excepcional/estructurado no existe,, (Archetti 1992: 20). MBs arriba se hizo menci6n a que 10s choris de la cancha son capaces de romper incluso con 10s tabdes alimenticios de la carne cruda y fria. Obviamente, nadie busca chorizos en esa condici6n; sin embargo, quien no acepta comerlos asi en otro context0 no pondri reparos para ingerirlos en la cancha bromeando sobre 10s problemas que eso le podria acarrear. Todas las sociedades tienen sus propios tabdes alimenticios; entre ellos, la ingesti6n de carne humana --desde el cccanibalismo vengativo,, de la antigua China hasta el cccanibalismo de desesperaci6n~de las hambrunas y catistrofes de las que habla Goody- parece ser el mis extendido. Sobre esta 16gica. Marshall Sahlins ( 1 997) elabor6 un esquema de comestibilidad que:
[...I esth en relaci6n inversa con la humanidad. Lo mismo puede decirse de las prefcrencias y designaciones comunes aplicadas a las porciones comestibles del animal. Los norteamericanos establecen una distincidn categdrica entre partes ccinque ternas,, y ccexternas>>, para ellos representan el mismo principio de relaci6n con la humanidad, metafbricamente extendido. La indole inorghnica del mlisculo y la grasa es disimulada por el tCrmino general cccarne*, que simulthneamente indica su preferibilidad, y tambih lo es por convenciones particulares como las de ccrosbifm, &istecw, ccchuleta~ (costilla con carne), cclomow; en tanto que 10s drganos internos son francamente conocidos como visceras (o como ccentraiias*) y, mhs especificamente, como cccoraz6n~, cclengua*, ccriiidnu y demhs, salvo en la medida en que se transforma eufemisticamente, mediante el proceso de preparaci6n, en productos tales como las ccmollejasn. (Sahlins 1997: 175)
El chorizo parece romper muchas de las reglas de comensalidad. Su carActer, en algunos casos, introductorio y liminal, permite cometer violaciones parciales (por ejemplo, hacerse en sindwich en un asado mis o menos formal) que en otros casos serian intolerables. Posee, ademis, una versatilidad que lo lleva a convertirse de puerta de entrada de la ceremonia nacional clisica de comensalidad a una pieza clave en las rutinas futboleras. Alli alcanza su dimensi6n mis relevante como elemento ritual.
Los hBbitos alimenticios de las sociedades poseen una riqueza significativa que cobra una relevancia mayor cuando determinados alimentos se inscriben en contextos rituales de tanta complejidad como el fdtbol. El chori ha permitido reflexionar sobre cuestiones centrales de la teoria antropol6gica (identi-
dad. gCnero. nacibn. rituales) y puede considerarse un objeto mediante el cual es posible pensar una serie importante de relaciones sociales de nuestro entorno inmediato. El consumo del chori en las canchas argentinas permite dar cuenta de uno de 10s modos --quiz8 marginal- en que, en la Argentina, 10s hombres se constituyen como tales a1 acceder a una sene de hibitos culinarios en un lugar especifico que 10s tiene como protagonistas principales. El chori arrastra hasta 10s estadios de futbol su posici6n dentro del sistema de comidas de lo que se ha llamado cccocina nacionaln. pero una vez alli, sus significados se expanden hasta cubrir una dimensidn ritual central, a1 delimitar rutinas de comportamiento, actores protag6nicos y al crear contextos de interacci6n grupal que definen identidades y prhcticas. Como elemento infaltable en el paisaje futbolistico nativo, su ausencia puede marcar la inexistencia de una tradici6n futbolistica respetable o delatar la lejania de la tierra de origen. En ese sentido, la falta de 10s choripanes y su inconfundible aroma --que puede reconocerse a cientos de metros- suele provocar en el extranjero una alta dosis de nostalgia entre 10s hinchas argentinos. Este aspecto, ademhs de muchos otros (como las formas de experimentar la pasi6n por parte de las hinchadas) constituye uno de 10s puntos mhs inmediatos de comparaci6n con el clima vivido en 10s estadios nacionales. Comer un chori aparece aqui como un ritual de instituci6n de la masculinidad que permite inciuso romper con tabdes alimenticios: lo crudo, las condiciones de higiene y la temperatura (se pueden llegar a comer frios). Por supuesto, el ci7ori tiene en 10s panchos y ias hamburguesas a sus competidores en la cancha, que pueden incluso llegar a superarlo en otros hmbitos, como representantes de un consumo predominantemente multinational (la hamburguesa) o infantil (el pancho). El chori es, en cambio, vivido como una exclusividad nacional y una marca de masculinidad. El bajo precio y la informalidad en que es consumido remiten, en principio, a una pertenencia de clase. Los choripanes no se consiguen en 10s fast foods, y fuera de la canchas tienen su espacio de consagraci6n en lugares marginales de lo urbano. tales como rutas, puentes y vias ferreas. Sin embargo, el universo ritual masculino y nacional definido por el futbol trasciende las barreras clasistas que la comida habitualmente impone en contextos cotidianos. En 10s estadios argentinos, 10s valores predominantes ligados al sostenimiento de una masculinidad grupal borran las fronteras sociales predeterminadas y consagran a1 acto de comerse un chori como un pequefio rito de pasaje e instituci6n que todo var6n debe atravesar en algun momento, mhs allh de que luego su dieta cotidiana le muestre con crudeza su posici6n en la pirhmide social. Pieza liminal por excelencia, el chori ofrece la posibilidad de construir con-
textos de convivencia que van m i s alli de 10s usuales efectos de la comensalidad cotidiana. Por sus aspectos pricticos (ficil de hacer, riipido para comer, relativamente barato) y simb6licos (la comuni6n grupal masculina, su marca nacional) logra expresar la mayor densidad significativa en 10s espacios rituales de las canchas de ftitbol. Dentro de un complejo sistema d e comidas en el que se opone en primera instancia a otros sindwiches de su tipo, el chori 10s desplaza para constituirse en un componente nodal de un amplio ritual de instituci6n nacional y masculine. El chori, mucho m i s que un poco de carne y un trozo de pan, es toda una pieza de identidad nacional.
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