Davis Mike Planeta de Ciudades Miseria1
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1. Climaterio urbano
Por primera vez, la población urbana de la Tierra sobrepasa en número a la rural. La Tierra se
ha urbanizado incluso más rápido de lo que en un principio predijo el Club de Roma. En
1950, había 86 ciudades en el mundo con una población superior al millón; hoy en día hay
400 y, hacia 2015, habrá por lo menos 5502. En efecto, las ciudades han absorbido cerca de
dos tercios de la explosión demográfica global desde 1950 y en la actualidad están creciendo
a razón de un millón de bebés y migrantes a la semana. La población urbana actual (3.200
millones) es mayor que la población total del mundo en 1960. El campo global, por su parte,
ha alcanzado la cota máxima de población (3.200 millones) y empezará a reducirse a partir
del año 2020. Por consiguiente, las ciudades representarán todo el crecimiento demográfico
mundial, que se espera que llegue a cerca de 10.000 millones en el año 20504.
El 95 por 100 de esta explosión final de la humanidad se producirá en las áreas urbanas de los
países en vías de desarrollo, cuya población se duplicará, alcanzando cerca de 4.000 millones
durante la próxima generación. El resultado más celebrado será el florecimiento de nuevas
megaciudades con poblaciones por encima de los 8 millones y, de manera más espectacular si
cabe, hiperciudades con más de 20 millones de habitantes (la población urbana que había en
el mundo, de acuerdo con las estimaciones, en la época de la Revolución Francesa). En 1995,
Tokio era la única en haber atravesado incuestionablemente ese umbral. En 2025, de acuerdo
con la Far Eastern Economic Review, sólo Asia podría tener 10 u 11 conurbaciones de ese
tamaño, entre las que se encontrarían Yakarta (24,9 millones), Dhaka (25 millones) y Karachi
(26,5 millones). Shanghai, cuyo crecimiento había quedado congelado durante décadas a raíz
de las políticas maoístas de infraurbanización intencionada, podría contar con un total de
hasta 27 millones de residentes en su enorme región metropolitana sobre el estuario. Se prevé
que Mumbai (Bombay), por su parte, alcance una población de 33 millones, aunque nadie
sabe si semejantes concentraciones gigantescas de pobreza son biológica o ecológicamente
sostenibles. No obstante, por más que las megaciudades sean las estrellas más brillantes en el
firmamento urbano, tres cuartos de la carga del crecimiento demográfico recaerá sobre
ciudades de segundo orden y áreas urbanas más pequeñas, apenas visibles: lugares donde, tal
y como recalcan los investigadores de las Naciones Unidas, «hay una escasa o nula
planificación para dar cabida a toda esa gente o para proveerles servicios».
En China, las grandes metrópolis, pese al extraordinario crecimiento, en realidad han perdido
en porcentaje relativo de población urbana. En su lugar, las pequeñas ciudades y los pueblos
recientemente convertidos en ciudad han absorbido la mayoría de la fuerza de trabajo rural.
En África, asimismo, el crecimiento tipo supernova de unas pocas ciudades gigantes, como
Lagos (que ha pasado de los 300.000 habitantes en 1950 a los 10 millones de la actualidad),
se ha visto correspondido por la transformación de varias docenas de pequeñas ciudades y
oasis como Vagadugu, Nouakchott, Douala, Antananarivo y Bamako en ciudades mayores
que San Francisco o Manchester. En América Latina, donde las ciudades principales
monopolizaron durante mucho tiempo el crecimiento, ciudades secundarias como Tijuana,
Curitiba, Temuco, Salvador y Belém están en pleno auge, en un momento en que «el
crecimiento más rápido está teniendo lugar en ciudades entre los 100.000 y los 500.000
habitantes».
2. Retorno a Dickens
La dinámica de urbanización del Tercer Mundo compendia y confunde al mismo tiempo los
precedentes de la Europa y la Norteamérica del siglo XIX y principios del XX. La
urbanización en las regiones en vías de desarrollo se ha desconectado radicalmente de la
industrialización, e incluso del desarrollo per se. Hay quien sostendría que esto no es sino una
expresión de una tendencia inexorable: la propensión inherente del capitalismo actual a
desligar el crecimiento de la producción del aumento del empleo. El crecimiento de la
población urbana que se produce a pesar de un crecimiento económico urbano estancado o
negativo constituye la expresión extrema de lo que algunos investigadores han calificado de
«hiperurbanización».
La teoría social clásica creía que las grandes ciudades del futuro seguirían los pasos
industrializadores de Manchester, Berlín y Chicago. En efecto, Los Ángeles, São Paulo,
Pusan y, en la actualidad, Ciudad Juárez, Bangalore y Guangzhou se han aproximado más o
menos a esta trayectoria clásica. Pero, del mismo modo que el Dublin victoriano, Kinshasa,
Jartum, Dar es Salaam, Dhaka y Lima crecen prodigiosamente pese a la ruina de sus
industrias de sustitución de las importaciones, la reducción de sus sectores públicos y la
movilidad descendente de sus clases medias.
Naciones Unidas condena tajantemente esta situación creada por el neoliberalismo: «En
realidad, el planteamiento predominante de las intervenciones tanto nacionales como
internacionales efectuadas durante los últimos veinte años ha aumentado las áreas urbanas
hiperdegradadas y la pobreza en las ciudades, ha intensificado la exclusión y la desigualdad y
ha debilitado a las elites urbanas en sus esfuerzos por utilizar las urbes como motores de
crecimiento.»
3. La urbanización de la pobreza
Los residentes de áreas urbanas hiperdegradadas constituyen un asombroso 78,2 por 100 de la
población urbana de los países menos desarrollados y al menos un tercio de la población
urbana global. Los porcentajes más altos del mundo en cuanto a número de residentes de
áreas urbanas hiperdegradadas se encuentran en Etiopía (donde representan un asombroso
99,4 por 100 de la población urbana), Chad (también 99,4 por 100), Afganistán (98,5 por
100) y Nepal (92 por 100)32. Las poblaciones urbanas más pobres, sin embargo, se hallan
probablemente en Maputo y Kinshasa, donde (de acuerdo a otras fuentes) dos tercios de los
residentes ganan menos que el coste del mínimo requerido para su alimentación diaria. Es
posible que haya más de 250.000 áreas urbanas hiperdegradadas en la Tierra. Sólo las cinco
grandes metrópolis del sur de Asia (Karachi, Mumbai, Delhi, Calcuta y Dhaka) contienen
cerca de 15.000 áreas urbanas hiperdegradadas diferenciadas, con una población total de más
de 20 millones. Una población urbana miserable todavía mayor atesta el litoral en proceso de
urbanización de África occidental, mientras que otras enormes conurbaciones de pobreza se
esparcen por Anatolia y el altiplano etíope; abrazan la base de los Andes y del Himalaya; se
disparan desde los núcleos de rascacielos de México, Jo-burg [Johanesburgo], Manila y São
Paulo; y, por supuesto, cubren las orillas de los ríos Amazonas, Níger, Congo, Nilo, Tigris,
Ganges, Irrawaddy y Mekong. Todos ellos constituyen las crudas antípodas de los paisajes de
fantasía y parques temáticos residenciales en los que cada vez más las clases medias globales
prefieren enclaustrarse.
Sin títulos de tierra o de propiedad de una vivienda formales, los habitantes de estas áreas
hiperdegradadas se ven metidos en relaciones de dependencia casi feudales con funcionarios
locales y peces gordos del partido gubernamental. La deslealtad puede suponer el desalojo o
incluso la destrucción de todo un barrio. El suministro de las infraestructuras esenciales, por
su parte, va muy a la zaga del ritmo de urbanización y, con frecuencia, las áreas
hiperdegradadas de la periferia urbana no cuentan en absoluto con servicios públicos
formales ni con instalaciones sanitarias. Al igual que en el Londres de principios de la época
victoriana, la contaminación del agua a causa de desechos humanos y animales sigue siendo
la causa de enfermedades diarreicas crónicas que matan al año por lo menos a dos millones
de bebés y niños pequeños de las ciudades. Se estima que un 57 por 100 de africanos de las
ciudades carecen de acceso a las instalaciones sanitarias básicas y, en urbes como Nairobi, los
pobres deben utilizar «inodoros volantes» (defecar en una bolsa de plástico). Naciones
Unidas considera que dos de cada cinco habitantes de áreas urbanas hiperdegradadas
africanas viven en una pobreza que constituye, literalmente, una «amenaza para la vida». A
su vez, los pobres de las ciudades de todo el mundo se ven obligados a asentarse en terrenos
peligrosos y en los que, por lo demás, es imposible edificar, esto es, sobre laderas de
montañas excesivamente escarpadas u orillas y llanuras sujetas a inundaciones. La pobreza,
por consiguiente, ha «construido» un problema de catástrofes urbanas de una frecuencia y
alcance sin precedentes, tal y como queda representado por las inundaciones crónicas de
Manila, Dhaka y Río, los incendios de oleoductos en México DF y Cubatão (Brasil), la
catástrofe de Bhopal en India, la explosión de una fábrica de municiones en Lagos y los
aludes de lodo mortales de Caracas, La Paz y Tegucigalpa.
Además de las reducciones del gasto y de las propiedades del sector público impuestas por
los Planes de Ajuste Estructural, los autores de Naciones Unidas subrayan la disminución,
más sutil, de la capacidad pública como resultado de la «subsidiariedad»: el traspaso de
competencias a las ONG, ligadas directamente a los principales organismos de ayuda
internacionales.
En muchos países, el impacto económico de los Planes de Ajuste Estructural, unido a sequías
excesivamente prolongadas, precios del petróleo en aumento, tipos de interés por las nubes y
precios de las materias primas en descenso, resultó más grave y duradero que la Gran
Depresión. El balance del ajuste estructural en África, analizado por Carole Rakodi, incluye
la fuga de capitales, el hundimiento de la industria manufacturera, el incremento marginal o
negativo de las rentas de exportación, los recortes drásticos en los servicios públicos de las
ciudades, los precios por las nubes y la brusca caída de los salarios reales. En Kinshasa, por
ejemplo, el “saneamiento” liquidó al funcionariado de clase media y produjo un «increíble
descenso en los salarios reales» que, a su vez, auspició un aumento espeluznante de la
delincuencia y de las bandas depredadoras.
5. La jerarquización de la humanidad
En la actualidad, el trabajo excedente del Sur se enfrenta a barreras sin precedentes –un «gran
muro» literal como materialización de una frontera de alta tecnología– que obstruye la
migración a gran escala a los países ricos. Asimismo, los controvertidos programas de
reasentamiento de poblaciones en regiones de «frontera» como Amazonia, Tibet, Kalimantan
e Irian Jaya producen la devastación del medio ambiente y conflictos étnicos, sin reducir
sustancialmente la pobreza urbana en Brasil, China e Indonesia. De modo que las áreas
urbanas hiperdegradadas se mantienen como una solución extendida en franquicias por todo
el mundo para el problema de almacenamiento de la humanidad excedente del siglo XXI.
¿Pero no son estas grandes áreas urbanas hiperdegradadas, como en otro tiempo imaginara
una burguesía victoriana aterrorizada, volcanes a la espera de entrar en erupción?