En Este Pueblo No Hay Ladrones
En Este Pueblo No Hay Ladrones
En Este Pueblo No Hay Ladrones
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Gabriel García Márquez
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Se toca el robo como tema, el robo como una necesidad de obtener algo de eso y el castigo
o reproche social que se le da al que efectúa esa falta, esto último se nivela según el tipo de
sociedad, en este caso al supuesto ladrón (el negro), lo destruyeron en todo sentido y
punto, nadie hizo nada. También aparece la angustia, el remordimiento por parte de
Dámaso, quien se digna a devolver las bolas al ver que no podía hacer nada con ellas y de
que el billar era una necesidad que él le estaba ´negandoµ al pueblo, y como lo
sorprendieron que él fue el ratero, sufrirá el castigo que le de ese grupo social en
particular.
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INICIO.
Todo inicio cuando Dámaso robo tres bolas de billar y regresa al cuarto donde vivía con
Ana, su mujer la cual tenía seis meses de embarazo, Dámaso encontró a su mujer vestida y
con zapatos y la lámpara de petróleo empezaba a derretirse Dámaso comprendió que su
mujer no había dejado de esperarlo un segundo en toda la noche, mientras que el robaba
las bolas de billar, la mujer soltó los nudos y vio que eran tres bolas de billar dos blancas y
una roja estropeadas y sin brillo al día siguiente Ana le dijo a Dámaso que no saliera del
cuarto hasta que ella se encargara de saber cuáles eran los comentarios del pueblo. Ana se
dirigió directamente hasta la plaza y no encontró frente al salón de Billar tanta gente como
imaginaba.
A la mañana del sábado no había otro tema de que hablar en el pueblo si no del robo, y
culpaban a un forastero que había llegado el jueves al pueblo. Dámaso había salido al cine
cuando vio que los policías estropeaban a aquel forastero.
Dámaso pregunto qué es lo que pasaba haciéndose el que no sabía que había hecho.
Todo el pueblo se preguntaba quién era el ladrón aunque culpaban al forastero. Dámaso
había salido del cine y estaba acostado con su esposa y fue entonces que se le ocurrió la
idea según el mejor negocio del mundo
Dámaso iba a ir de pueblo en pueblo robándose las bolas de billar y las vendía en otro ya
que por cada pueblo había un salón de billar.
La esposa asombrada dijo: hasta que te metan un tiro no quedas tranquilo. Y el dijo: que
tiro ni que tiro eso solo pasa en las películas y además tú no tendrás que lavar más ropa
Dámaso se fue para donde una prostituta cuando fueron al cuarto se encontraba allí un
bebe con varias cobijas ella lo acostó encima de un cartón entonces tuvieron relaciones
sexuales.
NUDO
El salón se abrió el lunes y fue invadido por una clientela exalta. La mesa de billar había
sido cubierta por un paño morado que le imprimió al establecimiento un carácter
funerario. Pusieron un letrero en la pared ´no hay servicio por falta de bolasµ. La gente
entraba a leer el letrero como si este fuese una novedad. Dámaso estuvo entre los primeros
clientes. Dámaso contemplaba la mesa espectral bajo el sudario morado. Don Roque
mientras esperaba que le llegaran las bolas decidió poner barajas, porque las bolas se
demoraban un mes en llegar. Don Roque le contó a Dámaso que al negro lo tenían desde el
sábado y que él no ha querido decir nada de donde están las bolas.
Dámaso discutió con su esposa porque ella no estuvo de acuerdo con el negocio que le
propuso el, Dámaso enojado se vistió y salió, pasando junto a su mujer gruñendo, ella le
grito ´feliz viajeµ.
Dámaso paso el día en el salón de billar, un grupo de hombres jugo a las cartas en la
mañana, pero era evidente que el establecimiento había perdido su atractivo, solo en la
noche cuando trasmitían el partido de béisbol, recobraban un poco de su antigua animo.
Una muchacha dijo que el negro no fue el ratero porque la noche que se metieron en el
salón de billar el negro estaba con gloria, y paso todo el día siguiente en el cuarto hasta por
la noche.
Dámaso fue a presenciar el embarque del negro, una multitud impaciente esperaba frente
a las lanchas listas para zarpar. Llevaron al negro por el medio de la plaza, las muñecas
amarradas a la espalda con una soga tirada por un agente de policía. Y otros dos agentes
de policía armados de fusiles caminaban a su lado. El negro estaba sin camisa, el labio
inferior partido y una ceja hinchada. Esquivaba las miradas de la multitud con dignidad
pasiva. En la puerta del salón de billar, donde se había se había concentrado la mayoría de
personas, el propietario lo vio pasar moviendo la cabeza en silencio, y el resto de la gente
lo observo con fervor.
Dámaso le propuso a su esposa que se fuesen de ese pueblo porque él estaba aburrido de
el porque no podía vender las bolas, pero su esposa no le prestó atención. Entonces
Dámaso le contó que cuando iba saliendo del billar miro las bolas detrás del mirador,
metidas en su cajita, y pensé que todo eso era mucho trabajo para venirme con las manos
vacías. Entonces Ana le dijo: mandaron a decir que ahora son más caras.
Mientras tanto, los clientes del salón, que habían envejecido en torno al billar, no tenían
más diversión que las transmisiones del parido de béisbol.
DESENLACE
La esposa le pidió que devolviese las bolas, Dámaso le dijo que en eso estaba el pensando
hace días, pero que no encontraba como.
Así que decidieron abandonar las bolas en un lugar público. Ana pensó luego que eso
resolvía el problema del salón de billar, pero quedaba pendiente el del negro. La policía
podía interpretar el hallazgo de muchos modos sin absolverlo. No descartaban tampoco el
riesgo de que las bolas fueran encontradas por alguien que en ves de devolverlas con ellas
para negociarlas. Ana le dijo que es mejor hacer las cosas bien hechas. Desenterraron las
bolsas, Ana las envolvió en periódicos, cuidando de que el envoltorio no revelara la forma
de el contenido, y las guardo en el baúl.
Pero en espera de la ocasión transcurrieron dos semanas. La noche del 20 de agosto dos
meses después del asalto, Dámaso encontró a don Roque sentado detrás del mostrador,
sacudiéndose los zancudos con un abanico. Su soledad parresia más intensa con la radio
apagada.
Dámaso trato de darle esperanzas a don Roque pero él no tenía ninguna, el no esperaba
de que las bolas aparecieran.
Dámaso esa noche se fue a un bar a beber, cuando él estaba borracho decidió irse para s
casa, en la casa el abrió el baúl saco las bolas de billar y se dirigió asía la puerta, Ana al ver
esto salto de la cama ´estás locoµ, susurro corriendo hacia la puerta. Rápidamente paso la
tranca, Dámaso avanzo hacia ella con el envoltorio donde llevaba las bolas de billar en
apretado bajo el brazo. Ana apoyo su espalda contra la puerta para que Dámaso no
pudiese salir. Dámaso la agarro del pelo, torció la muñeca y le hizo bajar la cabeza. Ana
por un momento se sintió invulnerable al dolor, y más fuerte que su marido, pero él
siguió torciéndole el cabello hasta que se le atragantaron las lágrimas. En ese momento
Ana le recordó a el del niño entonces el la soltó. Ana le salto por la espalda y se pusieron a
pelear, Ana no quería que el saliera. Dámaso la golpeo en la oreja con el revés del puño, y
sintió el quejido profundo y el denso impacto del cuerpo contra la pared, pero no miro.
Salió del cuarto sin cerrar la puerta.
Ana permaneció en el suelo, aturdida por el dolor, y espero a que algo ocurriera en su
vientre. Del otro lado de la pared la llamaron con una voz que parecía de una persona
enterrada. Se mordió los labios para no llorar. Después se puso de pie y se vistió, pero Ana
no cometió el mismo error por segunda vez: en lugar de perseguir a su marido, se puso los
zapatos ajusto la puerta y se sentó en la cama a esperar.
Dámaso se fue al Villar miro que la puerta solo había sido reforzada en el sitio de la
argolla violada. Habían sacado un pedazo de madera del tamaño y de la forma de un
ladrillo, lo habían reemplazado por madera nueva, y habían vuelto a poner la misma
argolla. El resto era igual. Dámaso tiro del candado con la mano izquierda, metió el cabo
de la lima en la raíz de la argolla que no había sido reforzada, y movió la lima varias veces
como una barra de automóvil, con fuerza pero sin violencia, hasta cuando la madera cedió
en una quejumbrosa explosión de migajas podridas. Antes de empujar la puerta levanto la
hoja desnivelada para amortiguar el rozamiento en los ladrillos del piso. La entreabrió
apenas. Por último se quito los zapatos, los deslizó en el interior junto con el paquete de
las bolsas, y entro santiguándose en el salón anegado de luna.
El primer termino había un callejón oscuro atiborrado de botellas y cajones vacíos. Más
allá, bajo el chorro de la luna de la claraboya vidriada, estaba la mesa de billar y luego el
revés de los armarios, y al final las mesitas y las sillas parapetadas contra el revés de la
puerta principal. Todo era igual a la primera vez, salvo el chorro de luna y la nitidez del
silencio. Dámaso, que hasta ese momento había tenido que sobreponerse a la tensión de
los nervios, experimento una rara fascinación.
Esta vez no se cuido de los ladrillos sueltos. Ajusto la puerta con los zapatos, y después de
atravesar el chorro de luna encendió la linterna para buscar la cajita de las bolas detrás del
mostrador. Actuaba sin prevención. Moviendo la linterna de izquierda a derecha vio un
montón de frascos polvorientos, un par de estribos con espuelas, una camisa enrollada y
sucia de aceite de motor, y luego la cajita de las bolas en el mismo lugar en que la había
dejado. Pero no detuvo el haz de luz hasta el final. Dámaso miro un gato y lo enfoco con la
linterna entonces le dio un escalofrío y el gato desapareció, cuando compendio lo que
estaba pasando, ya había soltado la linterna y apretaba el paquete de bolas contra el pecho.
El salón estaba iluminado. Reconoció a vos de don Roque. Se enderezó lentamente, sintió
un cansancio terrible en los riñones. Don Roque avanzaba desde el fondo del salón, en
calzoncillos y con una barra de hierro en la mano, todavía ofuscado por la claridad. Había
una hamaca colgando detrás de las botellas y los cajones vacíos, muy cerca de donde había
pasado Dámaso al entrar. También eso era distinto a la primera vez. Cuando estuvo a
menos de diez metros, don Roque dio un saltito y se puso en guardia. Dámaso escondió la
mano con el paquete. Don Roque frunció la nariz, avanzando la cabeza, para reconocerlo
sin los anteojos.
Don Roque reconoció que era él, Dámaso se sintió acorralado y entregó las bolas, y don
Roque lo llevo a donde el Alcalde.
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Esta historia tiene varios tiempos ambientales pero los hechos más sobresalientes
sucedieron en la noche, cuando Dámaso robo, y a los dos meses devolvió las bolas.
Cuando Dámaso entro al billar a devolver las bolas era una noche tranquila y con una luna
enorme que daba mucha luz.
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Los hechos ocurren en un pueblito pequeño en donde hay un billar que fue robado. Al
billar le robaron tres bolas de billar, dos blancas y una roja, sin brillo y estropeadas por los
golpes.
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Infancia
Hijo de Gabriel Eligio García y de Luisa Santiaga Márquez Iguarán, nació en Aracataca,
en el departamento costeño de Magdalena, Colombia, el domingo 6 de marzo de 1927
(aunque algunas fuentes insisten en 1928, como año de nacimiento, cuando en 2007 celebró
sus 80 años y 40 años de Cien Años de Soledad).
Cuando sus padres se enamoraron, el coronel Nicolás Márquez padre de Luisa se opuso a
esa relación pues Gabriel Eligio García no era el hombre que consideraba adecuado para
su hija al pertenecer al Partido Conservador Colombiano y tener la reputación de ser
mujeriego. Con la intención de separarlos, Luisa fue enviada fuera de la ciudad pero
Gabriel Eligio la cortejó con serenatas de violín, poemas de amor, innumerables cartas y
frecuentes mensajes telegráficos. Finalmente la familia capituló y Luisa consiguió el
permiso para casarse con Gabriel Eligio. La historia y tragicomedia de ese cortejo más
tarde inspiraría a su hijo Gabriel García Márquez la novela El amor en los tiempos del
cólera.
Su niñez está relatada en sus memorias Vivir para contarla. En 2007 regresó a Aracataca,
después de 24 años de ausencia, para un homenaje que le rindió el gobierno colombiano al
cumplir sus 80 años de vida y 40 de la primera publicación de Cien años de soledad.
Educación
En 1936 cuando murió su abuelo, Gabriel García Márquez se reúne en Sincelejo, Sucre, con
sus padres, para meses después trasladarse a Barranquilla a estudiar. Cursó los primeros
grados de secundaria en el colegio jesuita San José (hoy Instituto San José) desde 1940. En
San José, publicó sus primeros poemas en la revista escolar Juventud. En una visita a sus
padres en Sucre, se encontró con Mercedes Barcha en un baile de estudiantes, y asumió
enseguida que tenía la intención de casarse con ella cuando terminara sus estudios.
Aunque su pasión era la escritura, continuó con la carrera de derecho en 1948 para
complacer a su padre. Después del llamado "Bogotazo" en 1948, sangrientos disturbios que
se desataron el 9 de abril a causa del magnicidio del líder popular Jorge Eliécer Gaitán, la
universidad cerró indefinidamente y su pensión fue incendiada. García Márquez se
trasladó a la Universidad de Cartagena y empezó a trabajar como reportero de El
Universal. En 1950, desiste de convertirse en abogado para centrarse en el periodismo. Se
trasladó de nuevo a Barranquilla para trabajar como columnista y reportero en el
periódico, El Heraldo. Aunque García Márquez nunca terminó sus estudios superiores,
algunas universidades , como la Universidad de Columbia de Nueva York, le han
otorgado un doctorado "honoris causa" en letras.
Matrimonio y familia
García Márquez se reunió con Mercedes Barcha, que había estado esperando terminar la
escuela para casarse y finalmente se casaron en Barranquilla antes de ser enviado a Europa
como corresponsal extranjero. Al año siguiente, nació su primer hijo, Rodrigo García
Barcha, ahora director de cine y televisión.
En 1961 se instaló en Nueva York como corresponsal de Prensa Latina. Al recibir
amenazas y críticas de la CIA [cita requerida] y de los exiliados cubanos, que no
compartían el contenido de sus reportajes, decidió trasladarse a México. Posteriormente se
establecieron en la Ciudad de México. A García Márquez le hubiera gustado quedarse en
el sur de los Estados Unidos, ya que había servido de inspiración a su admirado escritor
William Faulkner. Tres años después, nació el segundo hijo, Gonzalo, actualmente un
diseñador gráfico en Ciudad de México.
Enfermedad
En 1999, le fue diagnosticado cáncer linfático. La quimioterapia proporcionada por un
hospital de Los Ángeles, demostró ser exitosa y la enfermedad entró en remisión. Esto
llevó a García Márquez a empezar a escribir sus memorias: "Yo he reducido las relaciones
con mis amigos bajo mínimo, desconectando el teléfono, cancelando los viajes y todo tipo
de planes actuales y futuros... y yo bloqueado para escribir todos los días sin
interrupción", dijo a El Tiempo, periódico colombiano.
Periodismo
García Márquez comenzó su carrera como periodista mientras estudiaba derecho en la
universidad. En 1948 y 1949 escribió para el diario El Universal de Cartagena. Desde 1950
hasta 1952, escribió una "caprichosa" columna con el nombre de "Septimus" para el
periódico local El Heraldo de Barranquilla. García Márquez tomó nota de su tiempo en El
Heraldo.
En 1955, García Márquez publicó en el diario El Espectador Relato de un náufrago una
serie de catorce crónicas sobre el naufragio del destructor A.R.C Caldas, basándose en
entrevistas con Luis Alejandro Velasco, joven marinero que sobrevivió al naufragio. La
publicación de los artículos dio lugar a una controversia pública a nivel nacional cuando
en el último escrito reveló la historia oculta, ya que desacreditó la versión oficial de los
acontecimientos que había atribuido la causa del naufragio a una tormenta.
Como consecuencia de esta controversia, García Márquez fue enviado a Europa para ser
corresponsal extranjero de El Espectador. Escribió sus experiencias en El Independiente,
un periódico que sustituyó brevemente El Espectador, durante el gobierno militar del
General Gustavo Rojas Pinilla y que más tarde fue cerrado por las autoridades
colombianas.
Fama
Después de escribir Cien años de soledad, García Márquez regresó a Europa. Esta vez se
instala en Barcelona (España), donde viviría durante siete años entablando relación con
numerosos intelectuales.
El reconocimiento internacional que obtuvo con la publicación de la novela llevó su
capacidad para actuar como mediador en las negociaciones entre el gobierno colombiano y
la guerrilla, entre ellos el Movimiento M-19, y las actuales organizaciones de las FARC y el
ELN.
La popularidad de su escritura también condujo a la amistad con poderosos líderes,
incluyendo una con el ex presidente cubano Fidel Castro, que ha sido analizado en Gabo y
Fidel: Retrato de una amistad. En una entrevista con Claudia Dreifus en 1982, dice que su
relación con Castro, se basa fundamentalmente en la literatura: "La nuestra es una amistad
intelectual. Puede que no sea ampliamente conocido que Fidel es un hombre culto.
Cuando estamos juntos, hablamos mucho sobre la literatura". Otros han criticado a García
Márquez por esta relación. El escritor cubano Reinaldo Arenas, en 1992 en sus memorias
Antes que anocheza, señala que García Márquez estaba con Castro, en 1980 en un discurso
en el que este último acusó a los refugiados recientemente asesinados en la embajada de
Perú de ser "chusma"; Arenas amargamente recuerda a compañeros del escritor
homenajear por ello con "hipócritas aplausos" a Castro.
También debido a su fama y a sus puntos de vista sobre el Imperialismo de Estados
Unidos, fue etiquetado como subversivo y por muchos años se le negó el visado
estadounidense por las autoridades de inmigración. Sin embargo, después de que Bill
Clinton fue elegido presidente de Estados Unidos, éste finalmente levantó la prohibición
de viajar a su país y afirmó que Cien años de soledad es su novela favorita. Hay una calle
en el Este de Los Ángeles, California que lleva su nombre.
En 1981 decidió asilarse en México, donde reside hasta la fecha, a causa de la persecución
política del gobierno de Julio César Turbay Ayala (1978-1982).
En conclusión lo que puedo decir de este cuento ´en este pueblo no hay ladronesµ lo cual
es un corto escrito por Gabriel García Márquez, en donde narra, la aventura y el "infierno"
en el que se envuelve un pequeño poblado, al descubrir que misteriosamente han
desaparecido las bolas de billar de quizás el único centro de diversión del pueblo.
Tras este hurto, toda la vida en el pueblo empieza a sufrir alteraciones y él o los
responsables del macabro episodio tienen su correspondiente merecido.
La historia gira en el robo de unas bolas de billar de la única mesa de estas que existía en el
pueblo, el autor de este robo fue Dámaso, quien vivía junto a su esposa Ana, quien era un
poco mayor que él y esperaban un hijo.
Producto de este asalto el pueblo se conmociono, aunque pueda parecer insignificante, el
billar era la única entretención para un importante grupo de hombres en el aburrido
pueblo, entre tanto culparon a un negro del robo, quien luego de ser golpeado brutalmente
por unos agentes de la policía días después se lo llevarían en un barco amarrado.
Era tanta la desesperación de Dámaso por las bolas que un día llega a casa ebrio y las
toma, estas estaban envueltas y se las lleva al billar para devolverlas a su lugar, la mujer lo
intenta detener, ya que lo podrían descubrir, pero no lo logra. Dámaso entra al local
forzando la entrada y las intenta dejar en su caja de origen, cuando entre las sombras
aparece el dueño del local y conocido del desafortunado ratero, este sorprendido y sin
importarle de que las halla ido a dejar lo entrega de igual manera al alcalde (también
pidiéndole los $200 pesos, los cuales según Dámaso nunca vio), lo entregó más que por
ratero, por imbécil.
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TRABAJO DE ESPAÑOL
CUENTO
PRESENTADO AL PROFESOR
AZTECO
SOLEDAD
2011