Biografia de Agustin Gamarra
Biografia de Agustin Gamarra
Biografia de Agustin Gamarra
GRAN MARISCAL
AGUSTÍN GAMARRA
(1785-1841)
LIMA-PERÚ
Raúl Rivera Serna. Estudió Letras en la Universidad de San
Marcos, doctorándose en la especialidad de Historia. Es
destacado especialista en Paleografía y Archivología. Ha
ejercido la docencia en la universidad de San Marcos, en la
Escuela Nacional de Bibliotecarios y en la Academia
Diplomática.
Imagen de la carátula: Don Agustín Gamarra, Gran Mariscal y
Generalísimo de los Ejércitos del Perú. (Óleo anónimo de 0,96
x 0,74 m. Sala Ayacucho. Museo Nacional de Historia. Lima).
Tabla de Contenido:
LA POLITICA INTERNA........................................................................................................................17
LA GUERRA CIVIL..................................................................................................................................20
LA CONFEDERACION PERUANO-BOLIVIANA..............................................................................23
LA OPOSICION A LA CONFEDERACION..........................................................................................24
POLITICA INTERNACIONAL...............................................................................................................27
APÉNDICE..........................................................................................................33
NOTAS FINALES SOBRE EL MARISCAL GAMARRA....................................................................33
EFIGIE DE GAMARRA.........................................................................................................................33
EL CADÁVER Y LA CASACA DE GAMARRA..................................................................................34
¿FUE LA MUERTE DE GAMARRA UN "CRIMEN PERFECTO"?....................................................34
EL "LLAMADO AL ORDEN" DE HERRERA......................................................................................37
BIOGRAFÍA DE AGUSTÍN GAMARRA
PRIMEROS AÑOS
Muy joven entró a prestar servicios en las cajas reales de Puno. Incorporado
después a las filas del ejército realista, que organizó el general Goyeneche en el Cuzco,
tomó parte, bajo las órdenes de los generales Goyeneche, Pezuela, Ramírez y La Serna,
en las campañas libradas en el Alto Perú, contra las fuerzas insurgentes bonaerenses.
Por su valiente comportamiento en las batallas que se libraron en aquella región, fue
ascendido sucesivamente, hasta obtener el grado de comandante.
En 1820 dejó el Alto Perú, al mando del 2o. batallón del primer regimiento del
Cuzco y se trasladó a Lima, donde tomó contacto con Riva Agüero, López Aldana,
Boqui, Otero, Campino y otros patriotas, que trabajaban por la causa de la
independencia. Pezuela, que sospechaba de sus ideas separatistas, le quitó el mando de
su batallón y lo hizo su ayudante. Con este episodio terminó su carrera militar en el
bando realista.
En enero de 1821 se presentó ante el general San Martín, que tenía su cuartel
general en Retes, para ofrecer sus servicios a la patria. Gratamente acogido por aquél,
con antecedentes de su probada capacidad militar, fue encargado de formar el batallón
Leales, que fue el primero que llevó la bandera de la patria.
Ascendido al grado de coronel efectivo, fue enviado al mando de su cuerpo a la
sierra central, el 24 de febrero, llevando como segundo, al coronel León Febres Cor-
dero. Al llegar a Jauja, procedió a organizar y disciplinar sus cuadros, tarea que no pudo
cumplir a cabalidad, debido a la resistencia que ofrecieron algunos reclutas, que no
querían someterse a las severas reglas que impone la disciplina militar. Desde aquel
lugar se trasladó a Paseo, donde recibió instrucciones de San Martín para no com-
prometerse en acción alguna con el enemigo, en tanto no tuviera la seguridad de lograr
una victoria sobre él, pero a poco, una avanzada de su división fue sorprendida y
derrotada en las inmediaciones de aquella ciudad, por tropas comandadas por el general
Ricafort. Este revés, sumado a las noticias que recibió sobre la aproximación de más
fuerzas enemigas, lo obligaron, a dirigirse a Oyón, lugar en el que se unió a las tropas
que comandaba el general Álvarez de Arenales, quien lo nombró jefe de Estado Mayor
de la división que comandaba.
El fracaso de la misión que debía cumplir Gamarra creó un antagonismo entre éste
y Álvarez de Arenales, quien llegó al extremo de pedir a San Martín su separación del
servicio. Este antagonismo, que comprometió a otros jefes y oficiales peruanos no fue,
sin embargo, circunstancial, pues tuvo su origen en el hecho de qué muchos de ellos
habían estado al servicio del ejército realista, antes de pronunciarse por la causa
patriota.
Ocupada Lima por el ejército libertador, comandado por el Libertador San Martín,
Gamarra abandonó la sierra central y se dirigió a la capital, donde participó del
entusiasmo que se había generado por la proclamación de la. independencia y estuvo
entre los galardonados con la Orden del Sol, instituida por San Martín para premiar a
quienes se habían distinguido por sus servicios en favor de la causa patriota. San
Martín, en su propósito de consolidar su posición en la capital resolvió ocupar Cañete e
Ica, para cuyo efecto envió una división comandada por el general Domingo Tristán, de
la cual formaba parte Gamarra, en su calidad de Jefe de Estado mayor y comandante del
primer batallón No. 1 del Perú.
Pero, por el momento, más que la situación política imperante en el país, lo que
constituía mayor preocupación para Gamarra era la permanencia de Sucre al frente de la
presidencia de Bolivia, que según él significaba un latente peligro para la soberanía y la
integridad del Perú. Ya en carta que había dirigido a Gutiérrez de la Fuente desde el
Cuzco, el 25 de abril, celebraba la noticia sobre la próxima partida de las fuerzas
auxiliares grancolombianas con destino a su país. Desde entonces, también mostraba sus
recelos por la futura actitud del mariscal de Ayacucho, aunque en uno de los párrafos de
la carta que le escribió el 11 de julio, le decía: "Yo seré siempre y en cualquier
circunstancia y tiempo un verdadero amigo de usted, así debe usted creerme..."
Resulta a todas luces evidente que tanto Sucre así como Gamarra se temían y se
preparaban para un eventual enfrentamiento, pero ninguno de ellos se decidía a tomar la
iniciativa. Se ha sostenido, y no sin razón, que algunos elementos representativos de la
política alto-peruana, entre ellos el abogado Casimiro Olañeta, trabajaban en favor de la
intervención armada de Gamarra en Bolivia, con la finalidad de expulsar a Sucre y a las
fuerzas auxiliares que ocupaban territorio boliviano. Existen evidencias de que Sucre
tenía agentes en el Perú que lo tenían informado de los aprestos bélicos que realizaba
Gamarra, al margen de la intervención del presidente La Mar.
"Por lo que respecta a usted—le decía en uno de los párrafos de esa carta—le
hablaré con toda franqueza de nuestra amistad, por lo que me interesa su gloria, por el
recuerdo tierno de haber sido su jefe de Estado Mayor en la gloriosa jornada de
Ayacucho usted causará siempre recelos y recelos muy fundados, mientras que quiera
ser a un mismo tiempo un general de Colombia, un súbdito de Bolívar, y Presidente del
Alto Perú".
Le agregaba más adelante: "Puede estar usted seguro de que el Perú no provocará
la guerra, pero debe también estarlo de que no la teme. Cualquiera ruptura entre las dos
repúblicas sería para mí muy dolorosa; pero si el decoro de la Nación es atropellado, no
faltarán en el Perú de esos mismos soldados que en Ayacucho adquirieron nombradía, y
de cuya energía y valor fue usted mismo testigo. Es verdad que fueron pocos, pero
suficientes para conducir los pueblos enteros a la victoria, y al honor, especialmente
cuando es el objeto tan sagrado como el de aquella batalla. En nuestra actual posición
han cambiado de objeto los soldados que usted manda, y no es lo mismo combatir como
auxiliares de la libertad, que como sátrapas de un persa".
Pese a los términos ofensivos en que fue redactada esta carta, ambos personajes
tuvieron una entrevista en el Desaguadero, donde se dieron mutuas satisfacciones por
los agravios inferidos.
Pero esta reconciliación duró poco tiempo, pues Gamarra desde su cuartel general
de Puno dirigió una carta a Sucre, el 8 de abril de 1828, acusándolo de haber roto el
acuerdo pacifista formalizado en el Desaguadero, al realizar aprestos bélicos, que al
parecer no tenían otra finalidad que hacer la guerra al Perú. Mientras tanto, Garnarra
aceleraba sus preparativos para justificar su intervención en Bolivia. Los enemigos de
Sucre, partidarios de esa intervención, trabajaban arduamente por hacerla realidad. El 24
de diciembre de 1827, efectivos del batallón Voltíjeros acuartelados en La Paz bajo las
órdenes del sargento Grados, se sublevaron contra el gobierno de Sucre, lanzando vivas
a Gamarra y a Santa Cruz. Los insurrectos fueron dominados y su jefe pasó la frontera
pidiendo la protección de Gamarra. Los pocos efectivos que se negaron a rendirse
fueron derrotados definitivamente en San Pedro de Ocomisto, por tropas comandadas
por los generales Braunn y Pérez de Urdininea.
Al día siguiente de estos sucesos, los cabecillas del movimiento, quienes contaban
con el asesoramiento de Casimiro Olañeta, convocaron a una reunión popular en la que
se acordó, a través de una acta, proclamar a Asevey como comandante general del
departamento de Chuquisaca y llamar a Gamarra. Sucre, imposibilitado de continuar al
frente del gobierno, delegó el mando en el general Pérez de Urdininea.
La campaña que hizo Gamarra en Bolivia fue exitosa desde sus inicios, pues contó
con el apoyo político del grupo de los "peruanófilos” y del elemento popular, que
cansado de la presencia dé Sucre, le brindó ayuda logística. El general Pedro Blanco,
que comandaba un batallón selecto en Potosí, se unió al invasor. La resistencia que
ofrecieron las tropas comandadas por los generales Braun y López no tuvo mayor
significación.
Sucre salió con destino a Cobija, puerto en el que se embarcó rumbo a su país.
Eran los días en que las relaciones peruano-grancolombianas habían entrado en su fase
crítica.
Luego de este incidente, Gamarra se embarcó con parte de su ejército con destino
al Callao, de donde continuó al norte para unirse al grueso del ejército peruano, que bajo
las órdenes del presidente La Mar tenía su cuartel general en Loja. Ya en el teatro de
operaciones y ostentando el grado de mariscal, fue designado comandante general del
ejército, en tanto que el presidente La Mar asumió la dirección suprema de la guerra. El
ejército peruano, que no había tenido mayores dificultades en su desplazamiento,
continuó su marcha hacia Saraguro. Sucre se encontraba en Navón, y cumpliendo ins-
trucciones del Libertador Bolívar invitó a La Mar a negociar la paz. Este último la
aceptó, a través de una nota que le dirigió el 2 de febrero de 1829. Las bases para la ,
negociación, que habían sido redactadas por el general O'Leary, fueron consideradas
inaceptables por el presidente peruano, quien propuso condiciones, las mismas que
Sucre rechazó.
Para justificar su actitud Gamarra alegó que había procedido así en defensa de la
Constitución, que establecía como requisito prioritario para ser presidente de la
República, la nacionalidad peruana, caso en que no se encontraba La Mar. Lo acusó
también de haber negociado el "humillante" Convenio de Jirón, olvidándose de haber
sido él uno de sus firmantes.
Al término de sus funciones al frente del Consejo de Gobierno que había dejado el
Libertador Bolívar al ausentarse definitivamente del país y elegido presidente de la
República el mariscal La Mar, Santa Cruz se embarcó con destino a Chile en marzo de
1828, país donde debía ejercer la representación diplomática del Perú ante los gobiernos
de Chile y Buenos Aires. Informado después de su elección como presidente de su país,
por el Congreso, que se había instalado de acuerdo a una de las estipulaciones del
Tratado de Piquiza, inició el viaje de retorno, embarcándose en Valparaíso con destino
al Perú el 15 de diciembre de 1828. Una vez que arribó a Arequipa, el 13 de enero del
año siguiente, se alojó en casa de su amigo y compadre Gutiérrez de la Fuente, quien se
desempeñaba como comandante general de las fuerzas acantonadas en aquella ciudad.
Ante la indiferencia del gobierno, aquellos militares decidieron actuar por cuenta
propia y provocaron la "contrarrevolución" del 8 de agosto de 1829 y apresaron a los
coroneles Reyes, Escobedo, al general Martínez de Aparicio, al comandante Guillén y a
algunos civiles. Otros lograron ponerse a buen recaudo. El coronel Macedo, informado
de los sucesos, logró huir y pidió protección a Santa Cruz.
A los detenidos se les sometió a un proceso sumario, como consecuencia del cual
fueron declarados culpables. Debidamente custodiados, fueron remitidos a Lima, pero el
gobierno no los sancionó y algunos de ellos — tal es el caso del coronel Reyes a quien
se nombró prefecto de Puno—, fueron destinados a otros cargos. Esta actitud, fue
duramente censurada por los militares que habían provocado la contrarrevolución, sobre
todo por Castilla, que envió una carta de protesta a Gutiérrez de la Fuente.
Cuando Santa Cruz se enteró de estos hechos no sólo protestó por considerarlos
injustos, sino que trató de explicar la conducta de sus "amigos", de quienes dijo que
habían actuado de acuerdo a los planes federalistas convenidos en Arequipa entre él y
Gutiérrez de la Fuente y que, al margen de esto, aquellos no habían cometido delito
alguno al "quererlo" presidente del Perú.
A dos años de ocurridos estos sucesos; Gamarra dirigió una carta a Santa Cruz
increpándolo por su intervención en ellos. En uno de los acápites de la misiva le decía:
"Yo estaba trabajando hecho un tonto por tu engrandecimiento, en el mismo tiempo que
estabas tramando la desmembración del Perú y la anarquía por sólo aparecer como un
protector y un Alejandro". Y, en carta que dirigió al coronel Macedo, uno de los más ca-
racterizados colaboradores de Santa Cruz, fue más explícito y radical al decirle: "A la
verdad ¿quién es capaz de imaginar ni creer que un peruano sea capaz de desmembrar el
territorio peruano? ...El general Santa Cruz sabe bien que nadie más que yo se interesa
en la fusión con Bolivia. Racionalmente se entenderán Bolivia y el Perú y formaremos
del todo la Nación peruana, no la boliviana... El Perú nunca ha sido de Bolivia, Bolivia
siempre ha sido del Perú. El Perú no necesita de nadie para existir y Bolivia, no; jamás
podrá salir de la clase de pupila del Perú ...Sería una humillación que el último pescador
del Desaguadero buscase incorporación en aquella miserable patria".
Resulta obvio anotar que la crisis expuesta tuvo incidencias negativas en las
actividades comerciales a nivel interno e internacional, concentradas en el primer caso
en los centros mineros, donde otrora habían alcanzado gran desarrollo el arrieraje.
La crisis económica imperante más el permanente estado de inestabilidad política
en que se desarrolló el régimen, impidieron a Gamarra realizar una buena obra
administrativa. Pese a ello, dictó algunos dispositivos orientados a superar esa crisis.
Así, rehabilitó la Casa de Moneda, cuya dirección fue encomendada a Cayetano de
Vidaurre, por ley promulgada el 1° de junio de 1831; fueron creadas las casas de
moneda de Trujillo y Arequipa; se tomó medidas para regularizar el cobro de las
contribuciones, especialmente del ramo de patentes que no habían sido hecho efectivas
desde el año 1822; fue inaugurado el muelle del Callao y abierto al comercio marítimo
el puerto de Cerro Azul; se estableció la Dirección General de Aduanas; se creó el
departamento de Amazonas y se fundaron el Colegio Militar y el Ateneo de Lima, cuya
creación obedeció al propósito de estimular el desarrollo cultural del país. Para la
realización de estas tareas, Gamarra contó con la valiosa colaboración de sus ministros
José María de Pando, Manuel Lorenzo de Vidaurre, Lorenzo Bazo, Juan José de Larrea
y Loredo, Andrés Martínez y Manuel del Río, personajes de gran figuración y versación
en las disciplinas del Derecho y la Economía.
El viajero Angrad, gran captador de lo popular, recogió en Lima, en 1837, esta preciosa estampa tan llena de color y simpatía, que
nos muestra cómo se anunciaban por Lima los juegos de gallos, tan populares entonces (acuarela de la colección Leonce Angrad.
Cabinet des Estamps, Of. 32, Res, tomo II, lámina nº 72. Bibliothèque Nationale, París).
LA POLITICA INTERNA
En marzo del mismo año, fue apresado el capitán Felipe Rosell, acusado del
mismo delito. Su detención se debió a la delación involuntaria de Castilla, quien se en-
contraba preso en un navío en el Callao. Rosell, fue sometido a un proceso sumario y
sentenciado a la pena de fusilamiento, que se cumplió en la plaza mayor de Lima El
comportamiento del reo en el momento de la ejecución, fue valiente, pues dice de él
Santiago Távara, que marchó al patíbulo, como quien marcha a una parada militar.
La ejecución del capitán cusqueño, considerado como, uno de los más valientes y
leales subalternos de Gamarra, fue sentida y censurada. Castilla, a quien se culpó
indirectamente del apresamiento de Rosell, publicó un Manifiesto aclaratorio, acerca de
su participación en el caso.
Otro hecho que conmovió a la opinión pública y, sobre todo, al periodismo, fue el
apaleamiento de que fue víctima el editor del periódico El Telégrafo de Lima, Juan
Calorio. Acusado de haber publicado una nota difamatoria contra La Mariscala, fue
detenido por un grupo de oficiales jóvenes, de quienes se decía obedecían órdenes de
aquella, quienes lo condujeron al Martinete, lugar donde fue duramente apaleado hasta
quedar malherido.
La acusación contra Gamarra fue rechazada por 36 votos contra 22, pero trajo
como consecuencia acusaciones y detenciones. Así, el teniente coronel Felipe Santiago
Salaverry, quien pese a la prevención de sus amigos, había publicado un manifiesto
censurando los actos del gobierno, fue detenido y acusado de conspirador. Enviado al
norte, logró evadirse de la prisión y continúo en sus propósitos subversivos. El diputado
González Vigil, a quien el gobierno supuso involucrado en los planes de una
conspiración descubierta en Lima pocos días después de su discurso en el Congreso,
publicó un escrito negando tal imputación, que incluía estas palabras: "Entienda el
Presidente de la República que mi campo de batalla es la tribuna, y que fuera de ella soy
lo que siempre he sido, lo que debo ser, un ciudadano pacífico".
Fueron los problemas surgidos con la República de Bolivia, los que más
preocuparon al presidente, relacionados concretamente., con la honda rivalidad política
que hubo entre Gamarra y Santa Cruz, que pugnaban por hacer realidad la unión del
Perú y Bolivia. Los problemas de límites y del pago de la deuda, que tenía pendiente el
gobierno de Bolivia al del Perú, por la ayuda indirecta prestada en favor de su
independencia fueron, en realidad, causas un tanto secundarias.
En lo que respecta a los límites que separaban a ambos países, no habían sido aún
definitivamente fijados. Terrenos de algunas comunidades de indígenas bolivianos,
sobrepasaban la línea fronteriza tradicional, que separaba a ambos países y ocurría lo
propio en lo que respecta al Perú. Se daba el caso de la propietaria boliviana Andrea de
la Banda, parte de cuya hacienda estaba dentro del territorio peruano.
La frontera era escenario, por otro lado, de frecuentes incidentes, protagonizados
por comerciantes y arrieros peruanos y bolivianos, que se movilizaban entre ambos
países por razones de sus actividades.
LA GUERRA CIVIL
Gamarra, que había logrado huir, recibió órdenes de Salaverry para dirigirse a
Lima, donde debía hacerse cargo del poder, interinamente. Impedido de asumir el go-
bierno, fue apresado y enviado a Costa Rica, el 10 de octubre de 1835, con un grupo de
sus colaboradores.
Salaverry, sin verse mayormente afectado por el fracaso de su plan, envió tres
expediciones hacia el interior, las que debían converger en Vítor. Dispersada la que di-
rigía Porras, sólo llegaron a su destino las que comandaban él y Fernandini. Las tropas
de Salaverry y Santa Cruz tomaron contacto, por primera vez, en las afueras de
Arequipa, donde sostuvieron un intenso tiroteo por espacio de varios días. En tanto
Santa Cruz concentraba sus tropas, la vanguardia boliviana, al mando del general José
Ballivián, intentó pasar el puente de Uchumayo, en arriesgada maniobra, el 4 de febrero
de 1836, no lográndolo, pero se ganó las felicitaciones de su adversario, que reconoció
su arrojo y valentía.
El júbilo que produjo esta victoria en las filas del ejército de Salaverry, originó el
nacimiento de la marcha denominada "La Salaverrina", que después se ha inmortalizado
con el nombre de "El Ataque de Uchumayo". Luego de realizada esta acción, ambos
ejércitos se desplazaron para ocupar la estratégica posición de los Altos de la Luna,
específicamente, el Cerro de Paucarpata. El aviso oportuno que recibió Santa Cruz,
sobre el movimiento que realizaba su adversario, determinó que aquél se le adelantara
en ocupar esa posición. El encuentro decisivo entre ambos ejércitos se realizó el 7 de
febrero de 1836 en Socabaya. Dando comienzo a la batalla, las tropas bolivianas bajaron
para contener el avance de la caballería peruana, que fue apoyada por la infantería, lo-
grando arrollar al enemigo, que luego reaccionó apoyado por un batallón de reserva,
comandado por el general Braun, que hizo retroceder a los peruanos. Salaverry hizo
esfuerzos sobrehumanos para contener el desbande de sus tropas, pero no pudo evitarlo.
La defección de un cuerpo que mandaba el general Mendiburu, desmoralizó totalmente
al ejército peruano, que huyó precipitadamente del campo.
LA CONFEDERACION PERUANO-BOLIVIANA
Ejecutado Salaverry, Santa Cruz tuvo el camino libre para establecer el sistema
que había sido la máxima obsesión de su carrera pública. Tenía ante sí, varias
alternativas, pues podía conformarse con anexar el puerto de Arica a Bolivia, como ya
se había intentado a través del tratado de federación y límites suscrito entre el Perú y
Bolivia el año 26; con segregar del Perú los departamentos de Cuzco, Puno y Arequipa,
para unirlos a Bolivia, como pretendió hacerlo en 1829 o fijar los límites entre ambas
repúblicas en el Apurímac, como ya lo había insinuado el Libertador en 1826.
Refiere el deán mercedario Juan Gualberto Valdivia, que cuando Santa Cruz,
consultó al educador José Joaquín de Mora, sobre la alternativa a elegir, éste le contestó:
“Todo o nada" y fue esta respuesta la que lo decidió a unir las dos repúblicas.
Una de las primeras preocupaciones de Santa Cruz fue la de sentar las bases para
la estructuración del sistema y para ello convocó a una asamblea, que se reunió en el
pueblo de Sicuani el 19 de marzo de 1836. Asistieron a ella representantes de los
departamentos de Puno, Cusco y Arequipa, quienes proclamaron la creación del Estado
Sur-Peruano y designaron como protector de él a Santa Cruz.
LA OPOSICION A LA CONFEDERACION
Y, en lo que respecta a los emigrados, eran muchos, entre civiles y militares, que
habían abandonado el país para no estar sometidos al dominio de Santa Cruz. La
mayoría de ellos, entre los que se contaba a Castilla, Vivanco, Martínez y a Placencia,
se había refugiado en Chile. Gamarra se encontraba en el Ecuador, país al que se había
trasladado de Costa Rica.
El gobierno chileno culpó a Santa Cruz por el envío de esta expedición, que había
fracasado por la sublevación de su tripulación.
Gamarra había sido proclamado presidente provisional del Perú por un grupo de
vecinos, reunido en Lima, el 24 de agosto de 1838. Una de sus primeras medidas fue
convocar al Congreso, pero este organismo no pudo reunirse, porque gran parte del
territorio del sur, estaba ocupado por las tropas confederadas. La guerra no le permitió
después ocuparse de los asuntos políticos. Tampoco pudo convocar al Congreso en
Lima, porque estaba ocupada por las tropas restauradoras, por esta razón lo hizo en
Huancayo, donde se instaló solemnemente el 15 de agosto de 1839.
Uno de los primeros actos del Congreso fue ratificar en el cargo a Gamarra, y de
concederle títulos honoríficos. Declaró, luego, enemigo capital del Perú a Santa Cruz y
a Orbegoso, fuera de la ley. Dictó también medidas represivas para los colaboradores de
Santa Cruz. Se abocó, luego, a la elaboración de una nueva Constitución para el país.
La Constitución de Huancayo, elaborada en el término de 15 días, fue
definidamente conservadora e introdujo importantes reformas, con respecto a la Cons-
titución anterior. El mandato presidencial fue ampliado a seis años y fueron suprimidas
las vicepresidencias, así como las juntas departamentales por inoperantes. Fue creado el
Concejo de Estado, cuyos presidentes y vicepresidentes debían reemplazar al presidente
de la República, en los casos fijados por la misma Constitución. Fue aumentada la edad,
como requisito para postular a los cargos dé presidente, senador y diputado, hecho que
fue considerado como una medida hostil a la juventud. En antecedentes de lo que había
ocurrido con la Confederación, la nación no podía celebrar pactos con otros países.
POLITICA INTERNACIONAL
Uno de los primeros problemas a los que tuvo que hacer frente el régimen de
Gamarra, fue el retiro de las fuerzas restauradoras chilenas. En principio no tuvo
mayores apremios por su solución, pues necesitaba de ellas para consolidar su posición
en el poder, pero una vez logrado esto, esa salida era imperiosa por razones de soberanía
nacional.
Mientras tanto, la situación política en Bolivia era crítica. Mariano Enrique Calvo,
amigo y colaborador de Canta Cruz, que a la sazón vivía en la Argentina, lanzó un
manifiesto dirigido al pueblo boliviano incitándolo a la revuelta. Como consecuencia de
ello, un grupo de representantes presentó a su cámara un pliego de censura al Ejecutivo,
pedido que no prosperó. A otros actos subversivos menores, se sumó el
pronunciamiento del general Sebastián Agreda, quien en complicidad con uno de los
edecanes del presidente Velasco, apresó a éste y proclamó presidente a Santa Cruz.
El campo de batalla de Ingavi tiene una ligera pendiente ascendente hacia el sur.
Existían allí algunas chozas aisladas. Las tropas peruanas tomaron posiciones al lado de
la explanada, frente a la hacienda y las bolivianas, comandadas por Ballivián, se
colocaron entre los pantanos de Viacha y los cerros de Chonchocoro. La batalla se inició
muy de mañana, con el enfrentamiento de las guerrillas. Gamarra, había colocado la
caballería a la derecha e izquierda de su línea de ataque, teniendo en cada ala una
columna ligera de infantería, formada por los cazadores de los cuerpos que debían se-
cundar la acción de la caballería. La artillería fue intercalada entre las unidades de la
línea y quedaban de reserva los batallones Puno y Ayacucho. El ejército boliviano
adoptó una formación semejante.
Al iniciarse las acciones, Gamarra atacó la izquierda de Ballivián, pero las tropas
de éste ofrecieron tenaz resistencia, obligándolo a detenerse. A esta altura de las
operaciones, Castilla ordenó al jefe de los Coraceros, coronel Arróspide, que atacara la
derecha de las tropas bolivianas; para de este modo poder destruir las columnas del
ejército adversario, que presentaba el flanco abierto y por lo mismo vulnerable, pero
Arróspide se negó a cumplir la orden dada por Castilla.
Entre las causas que motivaron la derrota del ejército peruano en Ingavi, cabe citar
la lentitud y confianza con que se movilizó ese ejército dentro de territorio boliviano.
Gamarra se engañó, pues pensó que el año 41 tendría la grata acogida que tuvo el año
28, en que el pueblo, interesado en la salida de Sucre, a quien consideraba un opresor, lo
ayudó incondicionalmente. Contribuyó también a esa derrota la desmoralización que
había cundido entre la oficialidad peruana, a raíz de los ascensos concedidos luego de la
acción de Mecapaca; el uso de los llamados fusiles hannoverianos por el ejército
boliviano, que al disparar un fuego graneado no visto antes en acciones similares, causó
pánico entre las tropas peruanas; la retirada de San Román y la muerte de Gamarra en
circunstancias aún no aclaradas.
Según la versión más aceptada, Gamarra murió por efecto de una bala disparada,
cuando se encontraba un tanto retirado del campo, en el momento en que cumplía con
una necesidad corporal. Refiere Alfredo González Prada en su libro Un crimen perfecto,
que muchos años después de realizada la batalla, un indio moribundo, residente en una
hacienda cañetana, mandó llamar a su padre, don Manuel, para confiarle un secreto de
que él había matado a Gamarra en Ingavi, para vengarse del ultraje de que había sido
víctima en un cuartel.
La muerte de Gamarra alejó para siempre a Bolivia del peligro que significaba su
presencia para su independencia y la seguridad de su territorio, pese a que quedaba
pendiente de solución la cuestión de límites, que tuvo una notoria gravitación en los
conflictos que habían tenido hasta entonces el Perú y Bolivia.
Victorioso el ejército boliviano, invadió el sur del Perú, bajo las órdenes de
Ballivián, Rodríguez Magariños y Lara. En tanto se realizaban pequeños encuentros y
escaramuzas, entre montoneras peruanas y el ejército invasor, se realizó una reunión en
Lima, con la participación de civiles y militares y se acordó en ella designar a un
ministro plenipotenciario, que negociara la paz, pero con la condición de que el ejército
boliviano abandonara el país en la brevedad posible y que el Perú no se viera afectado
en su integridad territorial.
Muerte de Gamarra en campos de Ingavi. (Óleo anónimo donado al Museo Nacional de Historia de Lima por Juan N. Vargas
Quintanilla, el 10 de setiembre de 1906, según inventario. 0,97 x 0,67 m. sala La República).
APÉNDICE
EFIGIE DE GAMARRA.
Ballivián mandó erigir frente al campo de batalla una columna con una
inscripción altisonante que debía tener en su base el cadáver de Gamarra, profanado
después de la batalla. Se acordó en 1842 que esta inscripción fuese borrada. En cuanto a
la columna, los vecinos de Viacha la destruyeron en 1847, al ser depuesto Ballivián; y
los nuevos gobernantes, Belzú y Velasco, dispusieron que, después de los honores
fúnebres a los restos de Gamarra en la Catedral de La Paz, fueran enviados ellos a Lima.
De esto se tratará más adelante.
Una tradición, difundida en Bolivia afirma que el cadáver remitido en 1848 no fue
el de Gamarra sino el del sargento boliviano Garavito, pues aquél llegó a ser depositado
en la base de la columna por orden de Ballivián. Esta versión trata de insistir en que los
restos de Gamarra se quedaron en Bolivia. No se comprende con qué fin se habría
hecho tan macabra suplantación, convirtiendo en grotesca burla tanto el decreto que
erigió la columna corno su jactancioso letrero.
Al debate acerca del cadáver se junta el de la casaca o la "leva" de Gamarra.
Dícese que el dictador Melgarejo regaló esta prenda al diplomático peruano Mariano
Lino Cornejo, y que ella fue depositada en Lima, en el cuartel de Santa Catalina. De allí
la habría sacado un jefe chileno durante la ocupación iniciada en 1881 para dársela a la
familia Vargas Quintanilla, de donde la obtuvo don Alberto Gamarra. Un pleito se
produjo entre ambas familias, Gamarra y Vargas Quintanilla, acerca de la casaca, que
más tarde ha sido entregada al Centro de Estudios Histórico-Militares. Pero en el Museo
de La Paz se exhibió durante mucho tiempo la “leva” de Gamarra hasta que fue
sustraída por un residente peruano según ha narrado en un artículo sobre este asunto
José María Barreto, cuya información provino del tiempo del tiempo que sirvió en la
legación en aquella ciudad.