Habilidades Sociales
Habilidades Sociales
Habilidades Sociales
El Manual que el lector tiene en sus manos, es fruto de una larga colaboración entre la
Obra Social de Caja Madrid y Down España y representa un paso más hacia la igualdad,
la convivencia y la no discriminación en este año declarado Año Europeo de la Igualdad de
Oportunidades
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Agradezco y felicito por su excelente trabajo a Dolores Izuzquiza y Raquel Incera, tra-
bajo que ya ha sido reconocido por esta Casa en otra ocasión, al ser Dolores Izuzquiza la
primera ganadora del premio de investigación no médica sobre síndrome de Down.
Agradezco asimismo, la confianza depositada en Obra Social Caja Madrid por las per-
sonas y familiares de personas con Síndrome de Down, a través de las organizaciones
por las que son representados y que trabajan día a día para mejorar su calidad de vida.
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HS
Si hay dos pilares fundamentales en el desarrollo de una persona en sus primeros años de
vida esos son la escuela y la familia. Y en el caso de las personas con discapacidad inte-
lectual más aún. Por ello, los manuales que presentan Dolores Izuzquiza y Raquel Incera
son de una gran valía, por lo acertado del tema y por el sentido práctico de los mismos.
El profesional en la escuela juega un importante papel como mediador del proceso de ense-
ñanza-aprendizaje en habilidades sociales, importantísimo para la relación con los demás.
Hablamos en este caso de personas con discapacidad intelectual que cuentan con mayores
barreras a la hora de integrarse, en ocasiones, creo yo, por el “miedo” o desconocimiento que,
muchas veces, el resto de personas tienen a la hora de relacionarse con ellos.
Por ello, para el profesor, muchas veces desorientado en este sentido, la guía que aquí
se presenta, le será de gran apoyo.
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Esta publicación es una colaboración más con la Obra Social de Caja Madrid y en
especial a Carlos María Martínez y su equipo, con quien, desde hace años, venimos tra-
bajando por la publicación de manuales que permitan a familias y profesionales mejorar la
calidad de vida de nuestros hijos. Manuales que, desde un principio, quisimos que fueran
eminentemente prácticos. Así han visto la luz el Programa Español de Salud para Perso-
nas con Síndrome de Down, el Libro del Bebé, la Guía para Padres y Madres, el Libro de
la Atención Temprana y Lo que dicen las familias. 12 claves para la autonomía de las per-
sonas con síndrome de Down.
Por ello quisiera desde estas páginas agradecer a Caja Madrid su apoyo incondicio-
nal, sin dejar de mencionar la colaboración de la Fundación ONCE y la Fundación Prodis.
También quisiera dar las gracias a todos los profesionales, alumnos y familias del Colegio
María Corredentora, colaboradores y partícipes en la investigación realizada para elabo-
ración de estos manuales.
Seguro que con esta nueva publicación daremos un paso más en el objetivo fundamental
de DOWN ESPAÑA que no es otro que el de mejorar la calidad de vida de las personas con
síndrome de Down.
PROFESORES
Cristina Almería Díez
Ángeles Álvarez Bronceño
Raquel Ara Sánchez
Nuria Benito Navarro
Toñi Cámara López
Pilar Contreras Miguel
Daniela Corraliza Herranz
Chetina González Díaz-Tendero
Rafael Jerez Anera
Belén Jiménez Jiménez
Dioni Díez de la Mata
Cristina Martín Díaz
Gema Martín Ramírez
Irene de Marcos Sánchez-Llamosa
Patricia Romero Burguillos
Mª del Rosario Sánchez Fernández
FUNDACIÓN PRODIS
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QUERIDOS
PADRES
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PRÓLOGO
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¿Nace uno con esas cualidades o debe adquirirlas? Sin duda, hay personas más pro-
clives que otras a la aceptación del otro, como principio clave de una buena relación. Pero
la vida ofrece tal variedad de situaciones, las situaciones surgen en tal variedad de contextos,
y nos movemos sometidos a tal variedad de presiones, nacidas unas veces de nuestro
propio carácter y temperamento y otras originadas en nuestro entorno, que nos vemos
obligados a ejercitarnos seriamente en el arte de convivir.
Lo diré sin rodeos. Las personas con discapacidad necesitan cultivar, aprender y prac-
ticar las habilidades sociales más que nadie. ¿Por qué? Porque con demasiada frecuen-
cia suscitan el rechazo, que es exactamente lo opuesto a la relación, la aceptación y la
convivencia. Puede que el rechazo vaya falsamente tapado por la conmiseración o por
una peyorativa compasión; pero, a la hora de la verdad, la persona con discapacidad se ve
obligada a demostrar permanentemente que tiene capacidad para convivir, que tiene mucho
que compartir, que puede y desea dar y recibir felicidad.
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Ciertamente, algunas formas de discapacidad presentan mayores dificultades que
otras para ver crecer de una manera más o menos espontánea las habilidades sociales. En
tanto en cuanto la discapacidad intelectual significa una merma en la capacidad adaptati-
va –es decir, el análisis de situación, la selección de la mejor solución, el aprendizaje inme-
diato a partir de una buena o mala experiencia- se hace preciso ofrecer el aprendizaje de
un proceso tempranamente iniciado, convenientemente sistematizado y ricamente dotado
para que, desde las primeras edades, el niño con discapacidad intelectual conozca y crez-
ca en un ambiente que cultive su desarrollo en habilidades sociales. Porque las habilida-
des sociales, íntimamente introducidas, sinceramente comprendidas y, sobre todo,
plenamente vividas van a ser sus grandes recursos para mejorar su capacidad adaptativa;
y consiguientemente, para facilitar la aceptación y la convivencia en sociedad.
Comprobar, por tanto, cómo un equipo de profesionales ha captado esa necesidad impe-
riosa y, a partir de un estudio de campo, ha desarrollado un programa de ofrecimiento y viven-
cia de aprendizajes de habilidades sociales para niños con discapacidad intelectual, ha
sido un hallazgo feliz y enormemente gratificante. El equipo liderado por Lola Izuzquiza y
Raquel Ruiz, del Colegio María Corredentora, ha elaborado un trabajo de exquisita finu-
ra. No se limita a dar “recetas”. Valora la razón y el fondo que subyacen en cada una de las
habilidades sociales que analiza, para destacar su rico contenido desde una perspectiva
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Jesús Flórez.
Catedrático de Farmacología de la Universidad de Cantabria.
Asesor científico de la Fundación Síndrome de Down de Cantabria.
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ÍNDICE
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1. Introducción. 19
7. Bibliografía. 121
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INTRODUCCIÓN
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“Para entender algo no hace falta tener talento, ni sabidurías previas, lo que hace
falta es una condición elemental, pero fundamental: necesitarlo” (Ortega y Gasset).
Este sencillo manual está dirigido a todos aquellos padres con hijos con discapaci-
dad intelectual que necesiten compartir con nosotros la hermosa tarea de educar, de educar
para ser y sentirse feliz junto a los demás. Por ello, os proponemos unas orientaciones para
que enseñéis a vuestros hijos a utilizar competentemente algunas habilidades y destrezas socia-
les que les permitirán integrarse cada vez mejor en la sociedad.
Hasta hace muy poco tiempo, la enseñanza de las habilidades sociales en los niños
pequeños formaba parte del currículo oculto, es decir, no existía un espacio programado en
las aulas en donde se trabajasen de forma sistemática estas habilidades. Sin embargo, a
medida que los niños van creciendo, observamos, en algunos casos, cómo presentan cier-
tas dificultades de relación con sus iguales y con los adultos. Por ejemplo, les cuesta mirar a
los ojos de su interlocutor cuando se dirigen a él, no utilizan adecuadamente las fórmulas de
cortesía, no respetan las distancias interpersonales, les cuesta interactuar con otros niños en
el juego, presentan dificultades para iniciar, mantener y finalizar una conversación, les resul-
ta complejo identificar los sentimientos y las emociones en ellos mismos y en los demás, etc.
Por todo ello, decidimos iniciar una investigación para conocer de una forma objeti-
va y con rigor científico cuáles eran los niveles de socialización de los alumnos.
Durante más de un año nos dedicamos a identificar los perfiles de socialización de
los niños y jóvenes escolarizados en el Centro y, en función de los datos obtenidos, pretendí-
amos diseñar un programa de intervención, tanto en el entorno familiar como escolar, que les
dotase de las conductas necesarias para mejorar su competencia social. El trabajo era inmen-
so y no teníamos los medios para llevarlo a cabo, pero gracias a la inestimable colaboración
de la Fundación Prodis y DOWN España y la Obra Social de Caja Madrid, el Proyecto ha podi-
do llevarse a la práctica y hoy está en vuestras manos.
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Para que comprendáis lo mejor posible cómo hemos elaborado el Programa de
Habilidades Sociales Tú y Yo, vamos a intentar describiros cada una de las fases que hemos
seguido. Analizad atentamente el cuadro que os presentamos a continuación porque es el resu-
men de dos intensos años de trabajo con los niños, sus familias y sus tutores.
1º.- Paso de pruebas para identificar los perfiles de socialización (250 alumnos del
Colegio María Corredentora y 250 alumnos del Colegio Bristol).
2º.- Análisis de los datos obtenidos y confección de informes.
3º.- Diseño de una escala de observación de habilidades sociales, que permite
conocer el progreso del alumno cada curso escolar.
4º.- Determinación de las habilidades a enseñar.
5º.- Diseño y aplicación de un programa de intervención para enseñar habilidades
sociales (ver libro del profesor).
6º.- Creación de una Escuela de Padres, en la que se ha ofrecido una formación para
que ayuden a sus hijos a poner en práctica las habilidades sociales aprendidas.
7º.- Confección de una guía para padres.
8º.- Confección de una guía para el profesor.
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¿QUÉ SON LAS HABILIDADES SOCIALES?
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Por ello, es de vital importancia que, desde las primeras edades, comencemos el
entrenamiento para lograr que vuestros hijos puedan llegar a tener una conducta social com-
petente.
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forma más positiva con su entorno? Por ello, comprenderéis que la competencia social
alcanza un lugar destacado, tanto para el funcionamiento actual de los niños, como para
su futuro desarrollo.
Por esta razón, las habilidades sociales se han convertido en un requisito impres-
cindible en la educación de los niños. Padres y profesores debemos responsabilizarnos de
proporcionarles unas estrategias adecuadas para que sean capaces de relacionarse con
una competencia adecuada.
Sin embargo, en muchas ocasiones, no somos conscientes de la cantidad de habi-
lidades que necesitamos poner en práctica para relacionarnos adecuadamente con las per-
sonas que tenemos a nuestro alrededor. Os proponemos, a continuación, una reflexión
personal sobre vuestra propia competencia social. Para ello, si os parece, podéis anotar en
el siguiente recuadro las habilidades que ponéis, o que deberíais poner, en práctica diaria-
mente en las relaciones que mantenéis con los demás.
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1.- Mira a los ojos de las personas cuando está hablando con ellas.
2.- Sonríe cuando saluda o se despide de alguien.
3.- Sabe expresar sus emociones.
4.- Tiene una actitud corporal abierta a la comunicación (cabeza erguida,
no se tapa la cara, mira al interlocutor...).
5.- Mantiene la distancia adecuada cuando se dirige a su interlocutor.
6.- No abusa del contacto físico al comunicarse con las personas.
7.- Demuestra malestar cuando su apariencia no es adecuada
(manos, cara y ropa sucias, prendas mal puestas...) y manifiesta
intención de arreglarla.
8.- Sabe seleccionar la ropa en función de la actividad que va a realizar.
9.- Utiliza un volumen de voz adecuado a las distintas situaciones.
10.- Sabe presentarse a los demás (dice su nombre y apellidos).
11.- Cuando es presentado, da un abrazo o la mano de forma correcta.
12.- Saluda al entrar a un lugar donde hay otras personas diciendo:
“hola, buenos días”...
13.- Se despide al abandonar un lugar en el que hay otras personas
(“adiós, hasta mañana”...).
14.- Pide las cosas “por favor”.
15.- Da las gracias cuando le ofrecen o le dan algo.
16.- Pide disculpas a los niños cuando ha hecho algo que no está bien.
17.- Pide disculpas a los adultos cuando ha hecho algo que no está bien.
18.- Se acerca a otros niños con intención de jugar y los otros tienden a
incluirle en sus juegos.
19.- Responde adecuadamente cuando otro niño le invita a jugar.
20.- Comparte sus juguetes con otros niños.
21.- Respeta los juguetes de los demás.
22.- Respeta las reglas establecidas en los juegos.
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Sí A veces No
23.- Pide lo que necesita de modo adecuado (sin exigir y sin insistir).
24.- Se queja sin molestar a los demás.
25.- Defiende sus derechos correctamente (si alguien le quita un objeto
personal, lo reclama sin agredir).
26.- Expresa lo que le gusta, lo que piensa y desea respetando a los
demás.
27.- Da negativas de forma adecuada (cuando otra persona le pide hacer
algo que no considera correcto, se niega de modo apropiado).
28.- Ante situaciones conflictivas reacciona sin gritar.
29.- Cuando tiene problemas con otros niños resuelve el conflicto sin
utilizar la fuerza física.
30.- Trata a los demás de forma no dominante.
31.- Hace amigos fácilmente.
32.- Valora los logros de los demás (cuando un compañero hace algo bien
o tiene algo bonito...).
33.- Acepta las críticas sobre alguna de sus actitudes y conductas (no llora
o se enfada cuando se le regaña).
34.- Señala de modo correcto las actitudes y conductas inadecuadas
de otros niños (no los critica negativamente).
35.- Cuando otro niño le pide hacer algo que no considera correcto, se
niega adecuadamente.
36.- Pide ayuda correctamente cuando lo necesita.
37.- Tolera la demora a la hora de recibir ayuda.
38.- Inicia conversaciones (realiza preguntas, cuenta algo que ha ocurrido,
muestra algo...).
39.- Responde de forma ajustada a las preguntas que se le plantean.
40.- Sabe escuchar al interlocutor.
41.- Permite que los demás participen en la conversación.
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¿Qué tal han sido los resultados? ¿mejor de lo que esperábais? O por el con-
trario, ¿os sentís muy abrumados?. No os preocupéis, la enseñanza y aprendizaje de las
habilidades sociales es un proceso que dura toda la vida y vosotros lo estáis iniciando.
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IDENTIFICACIÓN DE LOS PERFILES DE SOCIALIZACIÓN
EN LOS NIÑOS CON DISCAPACIDAD INTELECTUAL
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LI LI: Liderazgo
JV: Jovialidad
JV SS: Sensibilidad social
SS RA: Respeto-Autoridad
AT: Agresividad-Terquedad
RA AR: Apatía-Retraimiento
AT AN: Ansiedad
CS: Control Socialización
AR
AN
CS
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
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Tal y como podéis comprobar en la gráfica anterior, el estudio realizado por Izuzquiza,
Arribas, Almería y Ruiz (2003) a un grupo de 250 niños y adolescentes con discapacidad
intelectual, presenta un nivel general de socialización dentro de los parámetros de la nor-
malidad, habiendo sido tratados y evaluados tanto los aspectos facilitadores de la socializa-
ción (liderazgo, jovialidad, sensibilidad social, respeto-autocontrol), como los perturbadores
o inhibidores de la misma (agresividad-terquedad, apatía-retraimiento y ansiedad-timidez).
En este sentido, podemos afirmar que los niveles de socialización de las personas
de la muestra estudiada son normales, lo que pretende ser punto de referencia para otros estu-
dios de las mismas características.
La existencia de niveles normales de socialización no supone la ausencia de dife-
rencias significativas respecto a la mayoría de los sujetos sin discapacidad intelectual, ya
que dentro del rango medio que determina la normalidad de las variables de este tipo se
encuentra más del 60% de la población. De esta forma, aunque los niveles son normales, exis-
ten diferencias significativas a favor de las personas sin discapacidad intelectual, lo que supo-
ne un perfil de socialización más destacado, en comparación con el grupo con discapacidad
intelectual, en las siete escalas de socialización analizadas.
Veamos a continuación la gráfica que representa las diferencias:
LI LI: Liderazgo
JV: Jovialidad
JV
SS: Sensibilidad social
RA: Respeto-Autoridad
SS
AT: Agresividad-Terquedad
RA AR: Apatía-Retraimiento
AN: Ansiedad
AT CS: Control Socialización
AR
AN
CS Control
Discapacidad Intelectual
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
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TÉCNICAS Y ESTRATEGIAS PARA ENSEÑAR
CONDUCTAS EN EL HOGAR
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Las técnicas más eficaces para que podáis enseñar nuevas conductas a vuestros hijos son:
El refuerzo positivo.
El modelado.
La práctica de tareas cotidianas.
La firmeza y el acuerdo de la pareja en las actuaciones.
El principio del refuerzo en los niños se basa en que cuanto más se refuer-
ce una conducta o una respuesta prestándole una atención especial, más probable es
que dicha conducta la incorporen a su repertorio y la pongan en práctica en diferen-
tes contextos y situaciones.
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En cambio, si se deja de reforzar una determinada conducta o la consecuencia que
se deriva de ella es desagradable, irá aminorándose paulatinamente e incluso podrá llegar
a desaparecer.
En muchas ocasiones, los niños sienten que no están recibiendo suficiente aten-
ción por vuestra parte cuando realizan bien las actividades y cuando se comportan de mane-
ra adecuada. Y, ¿sabéis lo que suelen hacer en esas situaciones? Deciden probar a reali-
zar las actividades de forma incorrecta y a manifestar con los demás conductas poco socia-
les. La mayoría de las veces descubren que les proporcionáis mucha más atención cuando
cometen acciones incorrectas que cuando hacen las cosas bien. Por ejemplo, fijaos en la
situación siguiente:
Una pareja está comiendo en un restaurante con otra pareja de amigos que tienen
un niño, Javi, de seis años. Cuando llegan al restaurante Javi saluda correctamente, se sien-
ta en la mesa, se coloca la servilleta, da las gracias cuando le sirven el plato que le han pedi-
do sus padres y comienza a comer correctamente unos macarrones. Mientras tanto, sus
padres y sus amigos están hablando sin parar entre ellos y no han prestado atención a Javi
hasta el momento. Javi mira a su alrededor y se da cuenta de que nadie le mira ni le habla.
Es en ese momento cuando comienza a mancharse toda la cara de tomate, tira algún maca-
rrón al suelo y se entretiene en manchar de tomate el mantel. La conversación de los adul-
tos cesa inmediatamente y comienzan a regañar a Javi.
Javi se ha dado cuenta de que, cuando quiera que sus padres le hagan caso, lo
que tendrá que hacer es portarse mal, porque cuando hace las cosas bien ni le miran ni le
hablan.
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1.- SELECCIONAR LA CONDUCTA A INCREMENTAR:
Los refuerzos tienen una serie de características que debemos intentar que las
cumplan antes de ofrecérselos a los niños:
2.1.- Un niño ayuda a su hermano a buscar una revista, sin que le hayan pedido que lo haga,
y su madre le dice:
Me gusta el modo en que os habéis ayudado el uno al otro.
Me gusta el modo en que os habéis ayudado el uno al otro, ¿por qué no lo hacéis siem-
pre así?
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2.2.- Se le ha pedido que se siente en su mesa para hacer los deberes y los está haciendo,
cuando llega su hermano mayor y le dice:
Estás trabajando muy bien.
Estás trabajando muy bien pero mañana te sientas antes.
2.3.- Después de comer, todos se levantan y llevan los platos a la cocina. La madre les dice:
Gracias por llevar los platos a la cocina y dejarlos colocados en el lavaplatos.
Gracias por llevar los platos a la cocina y dejarlos colocados en el lavaplatos. ¿Por qué
no lo hacéis en todas las comidas?
2.4.- Está jugando, su padre le pide que recoja sus juguetes y el niño lo hace rápidamente.
Posteriormente le dice:
Has recogido muy bien y pronto todos los juguetes. El salón tiene un aspecto estupendo.
Has recogido muy bien y pronto todos los juguetes. El salón tiene un aspecto estupendo,
pero no has ordenado los periódicos.
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La perfección no existe en las personas, y mucho menos en los niños que están
comenzando la gran aventura de aprender a vivir en compañía de los demás. No esperéis
que todo lo hagan bien, pero sí intentad valorar sus progresos por mínimos que sean.
4.2. MODELADO
El modelado es una de las técnicas más eficaces para enseñar a los niños las habi-
lidades sociales. Consiste en que las personas que se encuentran más cerca del niño,
como son los padres, hermanos, abuelos y profesores, demuestren al niño, con sus pro-
pias actitudes, cómo se ponen en práctica dichas habilidades en la vida cotidiana.
Es decir, si queréis que vuestros hijos aprendan una determinada habilidad, tie-
nen que comprobar que vosotros siempre practicáis esa habilidad. Por ejemplo, no podéis
pretender que los niños os hablen mirándoos a los ojos si vosotros les habláis mientras estáis
haciendo otra cosa; si queréis que pidan las cosas por favor y den las gracias, siempre
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que os dirijáis a ellos tendréis que pedirles las cosas por favor y darles las gracias cuando
os den algo. Asimismo, si esperáis que saluden adecuadamente a las personas sin exce-
derse en el contacto físico, tendréis que demostrarles cómo se hace, o si intentáis que no
interrumpan una conversación no interrumpáis nunca las suyas.
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HS
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Si un día no es posible atenerse a lo convenido, debéis decírselo a los niños
con antelación, siempre que sea posible, ya que si conocen la modificación anticipada-
mente se adaptarán al cambio.
Los límites van a permitir a los niños diferenciar lo que es correcto de lo que no
lo es. En las primeras edades, los límites se enseñan a través de la emisión de órdenes
sencillas que deben:
Ser firmes, claras, concisas y sencillas.
Darse en función de su capacidad de desarrollo madurativo global.
Ser coherentes y válidas para situaciones similares.
Ser consensuadas por todos los miembros de la familia.
¿Cuántas veces sentís que los niños no os hacen caso, que tenéis que repetir
las órdenes infinidad de veces y que, al final, termináis enfadándoos con los niños y con
vosotros mismos?.
1.- En la relación que mantenéis con vuestros hijos, ¿cuáles son los momentos más
estresantes del día y por qué?
Por las mañanas, cuando se tienen que levantar, lavarse, vestirse, desayunar e ir al
colegio.
Cuando les lleváis al colegio.
Cuando les recogéis del colegio.
Por las tardes, cuando tienen que merendar, cambiarse de ropa, hacer las tareas y jugar.
Por las noches, al bañarse y cenar.
Al finalizar el día e irse a la cama.
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5.- Existen en vuestra casa unas rutinas claras que todos conocen y que intentan
cumplir, ¿cuáles son? Y en el caso de que no las tengáis, analizad el por qué.
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A continuación, reflexionad con vuestra pareja y tomad las decisiones oportunas para
diseñar, si lo consideráis conveniente, unas rutinas en vuestro hogar que os faciliten la convi-
vencia diaria.
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HS
La firmeza es esencial cuando se quiere que los niños adquieran unos hábitos y
rutinas coherentes.
Muchos adultos se enfadan de forma desproporcionada por el mal comporta-
miento de sus hijos, e inmediatamente les imponen unos castigos que quizás, debido a su
enojo, son muy prolongados en el tiempo y, en ocasiones, hasta difíciles de cumplir. Ade-
más, si esta situación sucede en la familia, puede ocurrir que ni los padres se hayan pues-
to de acuerdo y manifiesten sus discrepancias delante de los niños.
Un aspecto de gran trascendencia es la IMPORTANCIA de que la PAREJA esté
DE ACUERDO en las normas y rutinas que se desean establecer y comprometerse a apli-
carlas firmemente.
Los padres debéis discutir siempre
vuestros puntos de vista en ausencia de los
niños y decidir las reglas que, para los dos, os
van a resultar más fácil hacer cumplir.
Mostrar a los niños un frente común
y ser firmes en vuestras decisiones, son dos
actitudes imprescindibles para evitar que los
niños no cumplan lo pactado e intenten pone-
ros al límite.
Tenéis que tener claro que las reglas
firmes y compartidas proporcionan un orden
necesario para que vuestros hijos crezcan
seguros de sí mismos, autorregulen su com-
portamiento y demuestren una óptima com-
petencia para relacionarse de forma
gratificante con los demás.
HABILIDADES SOCIALES BÁSICAS PARA ENSEÑAR
Y APRENDER DURANTE LA INFANCIA
5
HS
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5.1. LA COMUNICACIÓN NO VERBAL
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REPETIR lo que se está diciendo con el fin de realzar el discurso oral o parte de él (lle-
varnos la mano a la cabeza cuando estamos diciendo que tenemos mucho dolor de
cabeza...).
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5.1.1. LA MIRADA
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Situaciones en las que nos debemos acostumbrar a mirar siempre a los ojos de
los niños:
Cuando les levantamos por las mañanas y les damos los buenos días, aun cuando ellos
apenas los abran. Es bonito que lo primero que vean al despertarse sea nuestra mirada
sonriente.
Al hacerles cualquier tipo de pregunta rutinaria: ¿qué quieres desayunar? ¿qué progra-
ma de dibujos quieres ver mientras tomas la merienda?.
Cuando nos despedimos de ellos al dejarles en el cole.
A la salida del cole o cuando llegan a casa, al darles las buenas tardes y preguntarles:
¿qué tal has pasado el día?.
Siempre que ellos os hagan alguna petición, obligarles a que os lo pidan mirándoos a los
ojos.
Cuando juguéis con los niños a los muñecos, simular que entre ellos también se miran.
Al darles las buenas noches: vale lo dicho para los “buenos días”.
Siempre que les pidamos algo.
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5.1.2. LA SONRISA
Los niños que sonríen suelen Cuando un niño sonríe se hace La sonrisa es una habilidad
sentirse a gusto con ellos mis- muy agradable a las personas social imprescindible que va a
mos. que están con él, disfrutan de su estar presente en muchas otras
presencia y la empatía que surge habilidades de complejidad
entre ellos es mayor. superior.
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5.1.3. LOS GESTOS
Podemos definir los gestos como una acción que envía un estímulo visual a un
observador, potenciando y reforzando el contenido del mensaje que queremos comunicar.
Se localizan fundamentalmente en las manos, la cabeza, el rostro y las piernas.
Se clasifican en:
Emblemáticos
Adaptadores
Reguladores
EMBLEMÁTICOS
Los gestos emblemáticos son conductas no ver-
bales que tienen una traducción determinada, y normal-
mente su significado es conocido por las personas de un
mismo grupo.
Su función principal consiste en sustituir un men-
saje o una idea verbal de características convencionales.
A continuación, vamos a identificar algunos ges-
tos que reúnen las características anteriormente citadas:
Decir sí inclinando la cabeza.
Despedirse o saludar con la mano.
Hacer el signo de la victoria cuando algo nos ha salido bien.
Llevarnos el puño a la boca cuando queremos comer.
Juntar las dos manos cerca de la oreja para comunicar que tenemos sueño o deseos de
irnos a la cama...
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HS
REGULADORES
Son los gestos que tienen como función controlar
y regular la interacción en la que se lleva a cabo la comu-
nicación entre las personas.
Entre estas conductas reguladoras se encuentran
los gestos, que se realizan, por ejemplo, en los saludos y
en las despedidas.
También son útiles para que, en una conversa-
ción, se indique lo que se debe hacer: comenzar a hablar, hablar con menor o mayor velo-
cidad, asentir ante una idea con la que se está de acuerdo, solicitar la palabra, etc.
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¿Cómo podemos potenciar los gestos emblemáticos y reguladores en la comuni-
cación de los niños?
Ante todo, debemos saber que la utilización del gesto en el desarrollo de la comu-
nicación de los niños es algo que se ha demostrado como muy positivo. Es más, la utilización
de signos cuando se está comenzando a hablar se ha comprobado, con numerosos estudios
y trabajos de investigación, que favorece el desarrollo del habla. Por ello, los padres no os debéis
preocupar cuando observéis a vuestros hijos que utilizan un gran número de gestos para
conseguir que su interlocutor comprenda mejor el mensaje que quieren comunicar.
Cada vez que observemos a uno de nuestros hijos realizando algún gesto que
acompañe a la palabra hablada, es decir, reforzándola, jamás le regañéis por hacer el ges-
to; al contrario, reforzárselo y hacerle ver que le habéis comprendido mejor realizando tam-
bién vosotros el gesto.
Sin embargo, hay gestos que los niños utilizan con mucha frecuencia que no son
socialmente correctos y hay que tratar por todos los medios que no los hagan en ninguno
de los entornos en los que se desenvuelven. Para ser más concretos, os diremos algunos
de los gestos que no debemos permitir:
Hurgarse la nariz.
Rascarse insistentemente alguna parte del cuerpo.
Bostezar sin poner la mano delante de la boca.
Desperezarse.
Manipulación grosera de las partes del cuerpo.
Hacer un corte de manga, mostrar los cuernos con los dedos, levantar el dedo corazón
en señal de desacuerdo o enfado.
Sacar la lengua como símbolo de burla.
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Creemos que es muy positivo que a los niños les hagamos conscientes de las expre-
siones faciales que demuestran las personas que se encuentran a nuestro alrededor. Por ello,
y en cualquier situación que surja a lo largo del día, podemos hacerles caer en la cuenta de las
diferentes emociones que expresan las personas en sus rostros. A continuación, y a modo de
ejemplo, describimos algunas de las situaciones que podemos aprovechar:
Cuando el padre o la madre llegan a casa y los niños cuentan que ese día en el cole les
han dado un premio por haberse portado muy bien. Aprovecharemos esa situación para
dirigirle su atención al rostro de alegría que ponéis al escucharle.
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Cuando sean reticentes a realizar alguna actividad, se les hará caer en la cuenta de la cara
tan seria que pone el adulto.
En el parque, en alguna ocasión podemos ver a dos niños peleándose. Esta situación podrá
ser aprovechada para hacerles ver la cara de ira que ponen por el enfado que tienen.
Cuando es el cumpleaños de algún familiar y le llevamos un regalo, les indicaremos la cara
de sorpresa que expresan al abrir el paquete.
Todas aquellas situaciones que provoquen un sentimiento de tristeza, como cuando un
niño no quiere jugar con otro, cuando nos cuentan que han hecho algo mal, cuando nos
duele algo, cuando han perdido un objeto personal, etc.
También podemos jugar con ellos, delante de un espejo, a poner diferentes expre-
siones al tiempo que les contamos una sencilla historia. Asimismo, siempre que les leamos
un cuento, intentaremos resaltar con el rostro los sentimientos que tienen los personajes.
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Desde los primeros años, debemos irles acostumbrando a adoptar una postura
adecuada a cada situación. Por ejemplo, cuando:
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¿Cuántas veces nos sale espontáneamente dar un achuchón o cogerles en brazos, o dar-
les un pellizquito en la mejilla...? Si son pequeños es positivo, pero cuando ya están en la
escolaridad obligatoria, es decir, a partir de los seis años, deberemos ir reduciendo pro-
gresivamente esas muestras de afecto que tienen sentido con los más pequeños.
De esta forma, estaremos ayudándoles a comprender que el contacto físico se utiliza en deter-
minadas ocasiones y con determinadas personas.
- A partir de los seis años, intentad cogerles en brazos lo menos posible. Esto no quiere
decir que, en determinados momentos, no se les siente en las rodillas para contarles una
historia o un cuento.
- En los saludos, cuando den los buenos días o las buenas noches a sus padres, abuelos o
hermanos, lo harán con un beso en la mejilla. Lo mismo cuando saluden a algún otro miem-
bro de la familia o amigo. Sin embargo, a las personas desconocidas, salvo que lo pidan expre-
samente, podemos ir acostumbrándoles a que saluden dando la mano. Esta conducta, que
puede parecer excesivamente rígida, en la mayoría de los casos suele ser muy bien acep-
tada y, sobre todo, les ayuda a diferenciar progresivamente los límites en los saludos.
- Evitad por todos los medios los abrazos desmedidos a las personas desconocidas. Ya sabe-
mos que es difícil, porque son muchas veces los propios adultos los que lo reclaman.
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HS
La distancia física que mantenemos con las personas con las que nos relacio-
namos, es una habilidad social que también es positivo que enseñéis a vuestros hijos.
Todos necesitamos un espacio propio en el cual podamos desenvolvernos sin ser moles-
tados. Es lo que algunos autores denominan “burbuja personal”.
Seguro que en alguna ocasión os habéis sentido incómodos cuando una perso-
na está hablando con vosotros, y se os acerca demasiado. Pues bien, en ese momento os
están invadiendo vuestro terreno o burbuja personal y... ¿a que no os gusta? Es probable
que en ese momento estéis sintiendo un malestar psicológico provocado porque no están
respetando vuestro espacio.
Asimismo, en los lugares en los que hay mucha gente, como puede ser una aglo-
meración en el metro o en el autobús, en un ascensor, o en unos grandes almacenes, es
necesario que utilicemos habilidades protectoras de la intimidad personal que salvaguar-
den el espacio psicológico, ya que físicamente resulta prácticamente imposible que se lle-
ve a cabo el distanciamiento deseado.
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¿Qué normas podéis dar a los niños para que progresivamente aprendan a guar-
dar una distancia interpersonal adecuada?
1.- Al dirigirse a una persona, no hay que tocarla ni situarse excesivamente cerca. Si obser-
váis que se acercan demasiado, intentad retirarlos suavemente con la mano. Poco a poco
se irán acostumbrando a mantener las distancias deseadas.
2.- Cuando estén en una aglomeración impedirles que hablen, se muevan o toquen a las
personas que hay a su alrededor. Si en los juegos con muñequitos que llevéis a cabo con
ellos, simuláis situaciones de hacinamiento y explicáis cómo hay que comportarse, irán
comprendiendo cuál tendrá que ser su conducta en las situaciones reales.
3.- Cuando se sube en el ascensor con personas desconocidas, sólo se saluda y se sigue
permaneciendo en silencio el tiempo que dure el trayecto.
4.- Al intentar caminar en un lugar en el que hay mucha gente, siempre hay que pedir por
favor que te dejen pasar. Si en algún momento se da algún empujón, es necesario dis-
culparse inmediatamente.
5.- No correr ni hacer movimientos bruscos en las aglomeraciones.
6.- Tener especial cuidado con las mochilas, las carteras y los carritos cuando se va en el
autobús o en el metro, ya que pueden molestar a las personas que se encuentran alre-
dedor.
7.- En las entradas o salidas de los espectáculos, guardar la cola y no intentar pasar el pri-
mero ni empujar.
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La imagen que damos a los demás sobre nuestra persona es lo que denomina-
mos apariencia personal.
La apariencia personal es el rasgo más perceptible y evidente de nuestra pre-
sencia ante los demás en la mayoría de las interacciones sociales, y constituye una gran
influencia en la conducta del interlocutor.
Los partes del cuerpo esenciales en que se basa la apariencia personal de una
persona son las siguientes:
El rostro
El cabello
Las manos
El cuerpo
La ropa
La apariencia personal comunica ciertos rasgos importantes de nuestra perso-
nalidad, pudiendo transmitir impresiones favorables o desfavorables a los demás. Es una
habilidad social que ejerce un influjo muy positivo para lograr una adecuada integración social.
Es importante no confundir la apariencia personal con la belleza. En ningún caso
son sinónimos. La apariencia se encuentra relacionada con el aspecto exterior y la estéti-
ca de las personas, y la belleza con unos cánones establecidos relacionados con la per-
fección, que en ningún momento pretendemos que los niños alcancen.
Sin embargo, tenemos que ser conscientes de que el aspecto físico de una per-
sona puede ser modificable, lo único que tenemos que hacer es cuidar las partes del cuer-
po anteriormente citadas.
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EL ASEO LA ALIMENTACIÓN EL VESTIDO
Para aumentar su nivel de motivación hacia las tareas relacionadas con el aseo
personal, podríais acompañar a los niños a comprar un neceser, elegido por ellos, con un
cepillo o peine, un cepillo de dientes, la pasta, un frasco de colonia y un bote de crema. El
hacerles que cuiden y tengan ordenados sus propios útiles de aseo también les hará sen-
tirse más responsables de su cuidado personal.
Tenemos que tener presente que la limpieza del cuerpo no sólo tiene que ver con la
apariencia personal sino con la higiene. Tener las manos limpias significa que se evita la apa-
rición y la difusión de infecciones por bacterias que normalmente residen en la piel, y son fácil-
mente contagiadas a otras partes del cuerpo. O están ubicadas en la proximidad del ano o de
los genitales externos, y pueden ser transferidas a otros sitios del cuerpo o a otros lugares.
Para la puesta en práctica de las habilidades de aseo personal, cobra especial relevancia
el establecimiento de rutinas tal y como comentamos en los primeros capítulos de este libro.
Cada niño, en función de la normativa cotidiana que en cada hogar se tenga esta-
blecida, y con el menor grado de ayuda, deberá:
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HS
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El cepillo debe ser suave y del tamaño apropiado para el niño. Asimismo, es con-
veniente que la pasta de dientes tenga un sabor agradable. En los primeros momentos de
la enseñanza, podéis ponerle vosotros la pasta y dejarle que se cepille, siempre en la direc-
ción que nacen los dientes, ayudándole poniendo vuestra mano sobre la suya y situándo-
os por detrás. Progresivamente iréis retirando la ayuda. Deberá cepillarse los dientes todos
los días después de desayunar, comer y cenar. Tened presente que la limpieza de los dien-
tes consigue mantener una buena salud dentaria y bucal.
Por último, la autonomía en el baño o en la ducha es una meta que cuesta muchos años
de aprendizaje, pero que se debe comenzar a trabajar desde las primeras edades. Recor-
dad que cuando son pequeños, el baño cumple una tarea no sólo de limpieza, también es
un momento lúdico muy deseado por los niños. Pero a partir de los seis, siete años, el baño
deberá convertirse en una actividad relacionada exclusivamente con el aseo personal. Es
decir, ya no tendrán sus juguetes en la bañera, ni se bañarán con sus hermanos, hay que
ir acostumbrándoles a que dirijan su atención hacia las destrezas que deben ir adquirien-
do para conseguir ducharse o bañarse de forma autónoma. Somos conscientes que, por ejem-
plo, lavarse la cabeza les cuesta mucho pero pueden frotarse con jabón todas las partes del
cuerpo con una esponja si les vamos verbalizando los pasos que tienen que seguir.
Es muy recomendable que acostumbréis a vuestros hijos a bañarse a la mis-
ma hora para que puedan integrarlo como una rutina diaria. El objetivo es que realice
progresivamente la secuencia solo; por tanto, tendréis que desglosar la actividad en
pequeños pasos.
Cuando los niños estén en el cuarto de baño preparados para bañarse, se pro-
curará que realicen el mayor número posible de actividades ellos solos, y también se inten-
tará, en la medida de lo posible, que vayan teniendo su intimidad. Podéis seguir la
siguiente secuencia:
1.- Coger y colocar la ropa limpia que se va a poner después del baño.
2.- Poner el tapón y llenar la mitad de la bañera con agua templada.
3.- Cerrar la puerta del baño.
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Es muy importante motivarles para que comiencen a mostrar interés por el vestido ade-
cuado, como medio para mejorar la propia imagen.
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Os proponemos, a continuación, algunas
de las actividades que consideramos básicas y que se
deberían trabajar con los niños todos los días al ves-
tirse y desvestirse.
Reservar el tiempo suficiente porque el niño
puede ir lento y tener dificultades. Vuestra tendencia
será la de ayudarle demasiado y hacerlo por él, pero
así no aprenderá.
1. Identificar las diferentes prendas de vestir y asociarlas a la parte del cuerpo que le
corresponden.
2. Participar activamente en la actividad de vestido y desvestido.
3. Reconocer la parte de delante y la de detrás de la ropa.
4. Diferenciar el derecho y revés de la ropa.
5. Abrochar y desabrochar botones.
6. Subir y bajar cremalleras.
7. Ser ordenado con las prendas de vestir.
8. Cuidar de las diferentes prendas de vestir.
9. Reconocer cuándo debe cambiarse alguna prenda.
10. Seleccionar ropa según el tiempo y la actividad.
11. Ponerse los zapatos en el pie correspondiente.
12. Atar y desatar los cordones de los zapatos.
Es muy posible que cada una de estas actividades deba ser descompuesta en
muchos otros pasos hasta alcanzar la destreza adecuada. Poneos de acuerdo con el
profesor.
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Sencillas directrices para que los niños las pongan en práctica, tanto en el hogar
como en restaurantes o casas de familiares:
1. Sentarse adecuadamente, la cabeza erguida y las manos sobre la mesa cada una al
lado del plato.
2. Colocarse la servilleta sobre las rodillas o colgarla del cuello o del escote.
3. Limpiarse los labios antes y después de beber del vaso.
4. Tomar alimentos con la cuchara sin derramar, llevándola a la boca.
5. Tomar alimentos con el tenedor, ayudándose de un trocito de pan.
6. Cortar alimentos con el cuchillo, comenzando por los más blanditos.
7. No hablar con la boca llena y masticar con la boca cerrada.
8. Pelar y cortar la fruta.
9. Servirse agua de una jarra.
10. Servirse alimentos de una fuente.
11. Mantener una conversación con los comensales.
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En definitiva, a cualquier sitio al que nunca vais porque tenéis que cuidar de los niños.
5.2. HABILIDADES RELACIONADAS
CON LA COMUNICACIÓN VERBAL
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Al mismo tiempo que les acostumbramos a saludar y a despedirse en determinados
contextos, es necesario ayudarles a diferenciar las situaciones en las que el saludo no es uti-
lizado como norma de buena educación, por ejemplo:
Cuando vamos por la ciudad, no saludamos a desconocidos al cruzarnos con ellos por la calle.
Tampoco se utiliza el saludo cuando se entra o se sale de un vagón del metro o tren.
Ocurre lo mismo en el autobús donde sólo se debe saludar al conductor.
Al entrar a unos grandes almacenes no se hace un saludo general, sólo se saluda
cuando se solicita algún producto o información a un empleado.
No se saluda al público en un cine, pero sí al acomodador.
Cuando se entra en una iglesia, no saludamos a las personas que se encuentran en
ese momento dentro del templo.
En los desplazamientos por los pasillos de un hospital, tampoco se saluda a todas las
personas con las que uno se puede encontrar.
Y otras situaciones que será necesario explicárselas para que comprendan la uti-
lización diferenciada del saludo.
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Situaciones en las que los niños deben poner en práctica de un modo adecuado los salu-
dos y las despedidas. Anotad al lado de cada frase si vuestro hijo lo realiza de forma
correcta, no lo sabéis o todavía no lo hace:
Cuando nos levantamos por la mañana.
Al salir de casa.
Al subir y bajar de la ruta.
Al llegar y al marchar del Colegio.
Al encontrarnos con los niños por el patio.
Al entrar en la clase.
Cuando entra una persona a la clase y cuando se va.
Cuando nos encontramos con alguien por el pasillo.
Cuando entramos y salimos del ascensor.
Cuando nos encontramos con alguien en el portal.
Al entrar a una casa.
Cuando nos encontramos con amigos y conocidos.
Tomaos un
Cuando nos subimos a un taxi.
descanso, que
Al dirigirse a alguna persona para solicitar una información. os lo habéis
Etc. merecido.
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5.2.2. PRESENTACIONES
Las presentaciones son habilidades que se utilizan para darse a conocer a los
demás o hacer que se conozcan otras personas entre sí.
Los pasos que se han de enseñar a los niños para que aprendan a presentarse
a sí mismos son los siguientes:
Por ejemplo, cuando van por la calle con sus padres y se encuentran con algún
amigo que no conoce al niño, los padres siempre les indicaréis lo siguiente:
1º Mira “Carlos” te voy a presentar a unos amigos nuestros, se llaman Pablo y Paloma.
2º Mirar a los ojos de las personas que se están presentando, sonreír y decir: “hola bue-
nos días, me alegra conoceros”, “hola, encantado... me llamo Carlos”.
3º Al mismo tiempo que se está saludando verbalmente, hay que utilizar una conducta
no verbal a la situación: dar la mano o dar un beso.
4º Responder adecuadamente a las preguntas que se formulen y mantener una postura
corporal adecuada.
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1.- Saludar a los niños que se acercan al grupo: “hola María, hola Carlos, ¿queréis jugar
con nosotros? Venid que os presento a mis amigos”.
2.- Dirigiendo la mirada al grupo: “chicos mirad, son María y Carlos y ellos son: Juan y Pedro.”
3.- Hacerles un sitio, explicarles el juego e invitarles a que jueguen con el grupo.
Pedir a otra persona que haga algo por ti o que te ayude a realizar una actividad es
lo que denominamos: PEDIR UN FAVOR.
Muchas veces al día los niños piden ayuda o piden que se les dé alguna cosa, pero
no siempre lo piden de forma adecuada, es más, en algunos casos se llega a convertir en
una exigencia.
Para pedir un favor hay que saber pedirlo y, por tanto, poner en juego varias de las
habilidades verbales y no verbales que ya se han comentado anteriormente.
Se ha de intentar que los niños sean conscientes de que, cuando se relacionan con
otras personas, el saber pedir y hacer favores ayuda a crear un clima agradable, de amistad y
camaradería.
¿Cuántas veces os habéis encontrado pensando que vuestros hijos os piden
continuamente cosas y además les tenéis que dar lo que desean en el momento? Cientos
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de veces os hemos escuchado decir que os tratan con una exigencia desmedida y que
no saben esperar.
Pues bien, el acostumbrar a los niños a que pidan siempre las cosas por favor va
a contribuir notablemente a que el nivel de exigencia disminuya, a que aprendan a espe-
rar, a que se muestren educados con los demás y a mejorar las relaciones entre los que se
encuentran a su alrededor.
Otro aspecto a tener en cuenta es que tan importante es pedir un favor formulando
la petición correctamente, como hacer un favor a otra persona de forma adecuada.
Los niños que piden y hacen favores cortésmente se muestran ante los demás como
niños educados, agradables y positivos. Por ello, deben aprender a pedir las cosas por
favor, de forma afable y dar las gracias cordialmente de forma inmediata. Está claro que los
niños que saben pedir un favor tienen muchas más posibilidades de obtenerlo.
La exigencia de los niños al pedir las cosas y la falta de agradecimiento que en
muchas ocasiones demuestran, se irá reduciendo progresivamente a medida que los adultos
seáis firmes en vuestras actuaciones, es decir, no debéis dejarles que consigan sus deseos
hasta que lo pidan por favor y den posteriormente, de forma adecuada, las gracias. Es una nor-
ma que os aconsejamos la llevéis a la práctica de forma habitual, en cualquier situación que
surja a lo largo del día y, además, la apliquéis todos los miembros de la familia.
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Situaciones cotidianas en las que los niños siempre tienen que pedir las
cosas por favor:
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PASOS PARA HACER UN FAVOR:
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Así como pedir las cosas por favor es una conducta imprescindible en las relaciones
sociales, tiene igual importancia saber cómo pedir disculpas o pedir perdón cuando se ha
hecho algo incorrecto.
En muchas ocasiones, los niños no son conscientes de que han podido molestar
a otra persona y, por tanto, no utilizan la fórmula de pedir perdón. Es básico que se les
ayude a identificar las conductas que no son adecuadas y que pueden molestar a las per-
sonas. La conciencia del error es el primer paso para pedir perdón.
La petición de disculpas tiene que ir acompañada de un cambio de conducta que
demuestre que quien ha incurrido en el error quiere no volver a cometerlo.
¿Cómo se puede enseñar a los niños a adoptar este hábito? Una vez más os
tenemos que recordar lo que tantas veces a lo largo de este libro os hemos dicho: SOIS
MODELOS PARA VUESTROS HIJOS y, por tanto, pedir las cosas por favor, dar las gracias
y pedir disculpas son conductas que vuestros hijos tienen que observar en vosotros dia-
riamente en función de la situación en la que os encontréis.
A los adultos, en muchas ocasiones, nos cuesta pedir disculpas a los niños. Es pro-
bable que podamos llegar a pensar que en la relación que mantenemos con ellos no tiene
que modificarse pero, sinceramente, hay situaciones en las que no actuamos correcta-
mente y tendríamos que pedir disculpas. Si un niño observa que el adulto le pide perdón,
tenderá a imitar su conducta con todos los que están a su alrededor siempre que haga
algo de forma incorrecta. Asimismo, el animarles a pedir perdón les va a ayudar a ser más
conscientes de sus errores e intentar superarse.
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En las siguientes líneas se indican algunas situaciones en las que se deben
pedir disculpas utilizando diferentes fórmulas sociales (perdón, lo siento, no me había
dado cuenta, ha sido un error, no volverá a ocurrir, por favor perdóname...).
Unirse al juego implica entrar en un juego o actividad que están llevando a cabo
otros niños que pueden ser conocidos o desconocidos.
En muchas ocasiones, los padres nos habéis comunicado que os encontráis
muy preocupados porque observáis que vuestros hijos tienen dificultades para jugar con
otros niños, bien sea porque no se atreven a pedirles que les dejen jugar, bien porque se
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¿Qué debería hacer un niño que desea unirse al juego de otros niños?
Simplemente seguir los pasos que os señalamos a continuación:
1º Acercarse a los niños y niñas que están jugando y observar su juego.
2º Decidir que quiere entrar en ese juego. Esperar el momento apropiado para entrar:
Una pausa en el juego.
Uno de los niños te mira.
La pelota viene donde estás tú.
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3º Decir o hacer algo que suponga pedir permiso
para entrar:
Una pausa en el juego.
Uno de los niños te mira.
La pelota viene donde estás tú.
4º Una vez que ha entrado en el juego, participar
en él correctamente. En un principio, es bueno
imitar lo que hacen los otros y seguir las directri-
ces marcadas. No imponer ni proponer cambios
bruscos ni obstaculizar el desarrollo del juego.
5º Decir algo agradable y agradecer a los otros niños que te han dejado participar en su juego.
6º Si no se logra entrar en el juego, hay que permanecer tranquilo y buscar otras estra-
tegias de entrada más eficaces. En estas situaciones puede resultar de utilidad que
los padres les ayudéis a iniciar un juego con los otros niños ya que, en ocasiones, les
resulta difícil seguir las reglas establecidas.
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Sería muy motivador para los niños que cada uno de ellos tuviera lo que en educa-
ción llamamos una CAJA DE JUEGO, una caja grande, de colores vivos, atrayente, que ape-
tezca mucho abrir. Entre el material que sería importante incluir en una caja de juego podríamos
señalar el siguiente:
Material estructurado:
Una familia de muñecos.
Mobiliario de madera o plástico (camas, sillas, mesa, baño...).
Una familia de animales domésticos.
Una familia de animales salvajes.
Dos o tres coches de distintos tamaños que puedan actuar como continentes.
Dos o tres camiones de las mismas características que los coches anteriores.
Una pelota pequeña.
Alimentos: frutas, verduras, etc.
Platos, tazas, cucharas, cuchillos y tenedores (de plástico o madera).
Un bebé y un biberón.
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Material no estructurado:
Papel blanco.
Pinturas de colores.
Goma de borrar.
Sacapuntas.
Tijeras de punta redonda.
Plastilina de distintos colores.
Pegamento.
Piezas de construcciones.
Tened en cuenta que el juego puede ser utilizado en el ámbito de las habilidades
sociales, en primer lugar, como una herramienta de observación y, en segundo lugar, como
un instrumento de aprendizaje mediante el modelado y la dramatización.
Para este segundo fin, utilizaremos fundamentalmente el material estructurado com-
puesto por la familia de muñecos o, en el caso de niños más pequeños o inhibidos, la fami-
lia de animales domésticos que más les atraiga. Asimismo, se podrá ir introduciendo más
material de la caja de juego según la habilidad a trabajar.
En primer lugar, cuando vayáis a jugar con los niños, tendréis que marcaros unos obje-
tivos claros y concretos a conseguir. Por ejemplo, que salude cuando se encuentra a las personas
por la calle o que dé las gracias cuando le dan algo que pide. Tened en cuenta que el paso de una
habilidad a otra se realizará cuando la habilidad anterior esté suficientemente consolidada.
Una vez que hayamos definido los objetivos, iniciaremos el juego. Para ello, pensaremos una
situación en la que sea necesaria la utilización de la habilidad a trabajar, pudiendo mostrar su
presencia, su ausencia o ambos aspectos simultáneamente.
En un segundo momento, se representará dicha situación mediante los muñecos,
explicando al niño la importancia de la habilidad trabajada. Seguidamente, se pedirá al niño
que represente él mismo la secuencia, reforzando mediante la alabanza y otros refuerzos socia-
les la adecuada utilización de la habilidad.
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A pesar de que os hemos descrito una secuencia de juego muy rígida y estructu-
rada, nuestro objetivo es simplemente explicaros detalladamente los pasos que tenéis que
seguir, pero a la hora de jugar con los niños no es positivo que perciban que queréis ense-
ñarles, la sensación que tienen que tener es exactamente la contraria: vosotros queréis jugar
con ellos y pasarlo bien.
El juego es una herramienta de gran ayuda en el aprendizaje general del niño
y, más concretamente, en el ámbito del aprendizaje social. Sin embargo, no podemos
olvidar el carácter libre y espontáneo del mismo, por lo que no debemos nunca mono-
polizar o transformar este área exclusivamente en un campo de aprendizaje, sino que
hemos de servirnos prudentemente del juego en determinados momentos y ámbitos, sin
olvidarnos de que nos encontramos ante un campo propiamente infantil donde se jue-
gan y despliegan las fantasías, inquietudes y vivencias que ayudarán al niño a inte-
grarse en la sociedad.
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5.2.6. INICIAR, MANTENER Y FINALIZAR CONVERSACIONES
Los padres debéis tener clarísimo que tenéis que fomentar y educar el len-
guaje de vuestro hijo de una manera muy especial a lo largo de toda la vida. No podéis
caer en el desánimo, y debéis tener la confianza suficiente en que, a lo largo de los
años, podréis admirar los resultados de vuestros esfuerzos.
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Hay que hablarles de todo: del color del sol, de la luna llena que ha salido en el cielo,
del ruido que hacen las olas del mar, del traje nuevo que se ha comprado papá, del atasco que
hay en la calle, del trabajo tan bonito que tiene mamá, de la comida y la cena que se va a preparar
en el día, de lo triste que está la abuela y del premio que ha ganado el hermano en el cole.
¿Qué podéis hacer para favorecer al máximo el desarrollo del lenguaje en vuestros
hijos y para que tengan la necesidad de participar en conversaciones disfrutando lo más posi-
ble del intercambio comunicativo?
A continuación, detallaremos una serie de principios muy sencillos que podrán mejo-
rar la competencia lingüística en los niños:
1.- Es muy importante hablar a los niños desde el nacimiento, estando convencidos de que,
desde el primer momento, se van a establecer unos vínculos que progresivamente facili-
tarán la comunicación con el niño.
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2.- Es imprescindible tener algo que comunicar: el niño tiene que percibir que disfrutáis
contándole situaciones, expresándole deseos y preguntándole por sentimientos.
3.- No consiste en que el niño sólo escuche, ya que, si fuera de este modo, con la tele-
visión y la radio sería más que suficiente, pero nadie ha aprendido a hablar viendo la
tele; al contrario, la tele los aísla. Tenéis que establecer un vínculo entre el emisor y
el receptor.
4.- Las conversaciones que establezcáis deben ser de lo más motivadoras e interactivas
posible, es decir, debéis intercambiar mensajes con un vocabulario rico y un conte-
nido de calidad, versando sobre temas de interés para el niño.
5.- Tenéis que ser conscientes de que cada niño tiene un ritmo distinto de aprendizaje,
por lo que, en muchas ocasiones, es necesario ser muy paciente y darle el tiempo que
necesita para comunicar sus ideas, sentimientos y opiniones.
6.- Como bien sabéis, el refuerzo es un elemento imprescindible para que una conduc-
ta se mantenga. La valoración positiva de toda intención comunicativa es un requisito
indispensable para que los niños perciban el valor del intercambio comunicativo.
7.- Está demostrado que el desarrollo de las habilidades lectoras favorecen el desarro-
llo de las habilidades lingüísticas; por tanto, es muy conveniente que, desde las primeras
edades, los niños tengan la posibilidad de escuchar cuentos. Cuentos narrados todas
las noches por vosotros, cuentos escritos y con dibujos que les enseñarán progresi-
vamente la funcionalidad de la lectura y que les proporcionarán un interés hacia ella.
8.- El pensamiento de un niño es diferente al del adulto, pero no por ello menos rico. Es
muy positivo que aprendáis a pensar como ellos y a transmitirles ideas en función de
su desarrollo madurativo global.
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1.- Muéstrese entusiasta: Nadie quiere hablar con alguien que no parece interesado en
lo que está diciendo.
2.- Sea paciente: Dé al niño tiempo y espacio para expresarse. No se preocupe de las
pausas y no abrume al niño con exigencias u órdenes.
3.- Escuche y siga la dirección que marca el niño: Ayude a mantener el centro de inte-
rés del niño (tema y significado) con sus respuestas, comentarios y preguntas. Use
comentarios y preguntas de final abierto cuando sea posible (por ejemplo, “cuén-
tame más”, “ y entonces ¿qué sucedió?”).
4.- Valore al niño: Reconozca los comentarios del niño como importantes y dignos de
prestarles su atención individual. No le trate con aire condescendiente. Muéstrele
una mirada positiva e incondicional.
5.- No se haga el tonto: Un interlocutor valorado en una conversación tiene algo que
decir que merezca la pena ser escuchado, así que preste atención. Evite hacer
preguntas para las que el niño sabe que usted conoce la respuesta evite hacer los
comentarios que los niños oyen de los adultos.
6.- Aprenda a pensar como un niño: Considere que la perspectiva del niño sobre el mun-
do es diferente según cambian los niveles de desarrollo cognitivo. La conciencia del
niño sobre las diversas perspectivas de acción, tiempo, espacio y causa varían en
el tiempo como producto del desarrollo. Adapte su lenguaje al nivel de desarrollo de
la comprensión del lenguaje el niño. Acorte las emisiones verbales, simplifique el
vocabulario y reduzca la complejidad.
¡Ánimo! seguro que vais a convertiros en unos “charlatanes” maravillosos que jamás
dejaréis de decirles a vuestros hijos lo que pensáis y sentís.
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5.3. HABILIDADES RELACIONADAS CON LA EXPRESIÓN
DE EMOCIONES
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Es muy positivo expresar con habilidad el propio estado emocional, ya que con-
tribuye a mejorar las relaciones con los demás.
A lo largo del proceso de enseñanza de la habilidad, los niños tienen que descu-
brir la aplicación de esta habilidad en su vida concreta y para ello necesitan diferenciar:
¿Qué pautas podemos ofrecer a los niños para que gradualmente aprendan a expresar
sus emociones con un cierto control de sí mismos?
1º.- Darse cuenta de la situación que está viviendo y describirla percibiendo los sentimientos que
le produce.
2º.- Identificar la causa del sentimiento (alegría, tristeza o enfado).
3º.- Expresar el sentimiento, en la medida de las capacidades de cada uno, con expresión verbal
correcta y un lenguaje corporal adecuado.
4º.- Controlar que la expresión del sentimiento se ajuste al contexto y a la situación sin excesos que
puedan provocar una conducta poco social.
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Los padres podéis buscar momentos íntimos de diálogo con vuestros hijos en los que
les ayudéis a ser conscientes de sus propios sentimientos, a través de la formulación de sen-
cillas preguntas como las que a continuación os proponemos:
Hola, qué alegría que ya estés en casa, ¿qué tal te ha ido el día? ¿cómo estás? estás con-
tento, cansado, triste, enfadado...
Dime qué has hecho en el cole, ¿por eso estás contento...?
Te noto triste, ¿qué te ha pasado con tu hermano?
Estás muy enfadado, ¿por qué?
¿Por qué estás tan contento?
¿Por qué estás tan triste? ¿qué ha pasado?
¿Qué cara ponen las personas cuando están tristes, enfadadas y alegres?
Dime qué situaciones te ponen contento y cuáles triste.
¿Qué es lo que más te hace enfadar?
Etc.
Si aprovecháis todos los momentos que os ofrece el día, seguro que podéis encontrar
algún “ratito” para charlar con vuestros hijos sobre los sentimientos que han tenido durante el día.
Al mismo tiempo, no os olvidéis de lo que os recordamos siempre: sois modelos
para los niños. Por ello, es necesario que vosotros también pongáis palabras a vuestros dife-
rentes estados emocionales y seáis capaces de compartirlos con los niños. Pero, cuidado, no
sólo hay que transmitirles estados de alegría o de enfado, que son los estados de ánimo más
fáciles de transmitir. Intentad explicarles también cuándo os sentís cansados, preocupados, ner-
viosos o irritables.
Otro aspecto importante a tener en cuenta es que, al mismo tiempo que ayudamos
a los niños a ser conscientes de sus propios sentimientos, debemos ayudarles a controlar sus
manifestaciones, en ocasiones desproporcionadas y no ajustadas a las situaciones.
Los niños tienen que aprender que si están contentos no pueden abalanzarse a su
interlocutor, abrazarle sin control y llenarle de besos; o viceversa, cuando están enfadados no
pueden ponerse a llorar sin control, tirarse al suelo y negarse a realizar nada de lo que le
dicen. Necesitan aprender a controlar sus emociones.
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¿Cómo podemos ayudar a los niños a controlar su estado emocional?
A medida que los niños van madurando, deben darse cuenta de que el hecho de
comunicar un sentimiento no asegura que el interlocutor sienta igual que él.
Lo mismo ocurre cuando se expresan deseos u opiniones, ya que no implica que
todos tengan que pensar lo mismo. Esta premisa supone el punto de partida para comen-
zar a trabajar lo que actualmente se denomina “asertividad”. La asertividad es una habilidad
que nos ayuda a reafirmarnos, a sentirnos un poco más seguros de nosotros mismos por-
que nos permite defender nuestros propios derechos sin interferir en los de los demás.
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Los niños que tienen una actitud pasiva suelen dejarse dominar
por otros niños. Los podemos observar en diferentes situaciones. Por ejem-
plo, cuando les quitan los juguetes o son empujados, normalmente se que-
dan retraídos, no tienen iniciativa para decir “no” o “déjame”, suelen ponerse
a llorar y no hacen nada por reivindicar sus derechos.
Los niños que tienen una actitud agresiva en las situaciones des-
critas anteriormente, suelen enfadarse desproporcionadamente, chillan al
niño que les ha hecho algo e incluso pueden llegar a utilizar la fuerza física
con ellos.
Sin embargo, los niños que comienzan a tener una conducta aser-
tiva, suelen defenderse de las agresiones de los otros sin manifestar un
descontrol emocional. Saben expresar y pedir que no les molesten y, si fue-
ra necesario, saben pedir ayuda.
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Un niño que intenta defender sus derechos es el que sabe expresar de forma
objetiva sus quejas a otra persona. Sabe decir que le están molestando controlando, en
la medida de lo posible, sus emociones de enfado.
La defensa de los propios derechos es una habilidad que lleva implícita muchas otras
habilidades que previamente el niño tiene que saber poner en práctica. Por eso, no os preocu-
péis al comprobar que vuestros hijos no manifiestan una conducta asertiva, ya que para poder
ponerla en práctica se requiere haber adquirido previamente otras habilidades, tales como:
Decir que no cuando algo no gusta o cuando no se quiere hacer lo que se pide.
Quejarse adecuadamente, sin lloros, ni gritos, ni pataletas cuando alguien molesta.
Manifestar los propios deseos.
Hacer peticiones utilizando las fórmulas de cortesía adecuadas.
No hacer daño a los demás.
Asimismo, hay que hacerles comprender que el defender los propios derechos lle-
va implícito el respeto de los derechos de los demás. Por ello, inculcar el respeto al otro es
imprescindible.
Para que los niños comprendan estas habilidades tan complejas, es necesario que se
les planteen diferentes situaciones problemáticas de la vida cotidiana y traten de resolverlas.
Dos niños están jugando en el parque cercano a su casa, en la arena, con cubos y
palas que sus madres les han dejado llevar. Los dos están muy contentos y lo están pasan-
do fenomenal, pero de repente llegan dos niños corriendo, se sientan junto a ellos y, sin
pedirles permiso, les quitan las palas y los cubos.
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Describid vosotros otras situaciones que sepáis que le ocurren a vuestro hijo con
frecuencia.
Analizad con los niños cada una de las situaciones y pedirles que expresen, verbal-
mente o con los muñecos, cómo habría que actuar en cada una de ellas.
Especial atención requieren los niños que adoptan posturas pasivas, que tienden
a inhibirse de la situación o que no controlan el llanto.
Estos niños pueden tener un elevado nivel de sufrimiento y, si no se les ayuda a
modificar su conducta, corremos el riesgo de que se conviertan con el tiempo en jóvenes
muy poco seguros de sí mismos y con miedos aparentemente injustificados.
Además, serán probablemente niños poco alegres, con dificultades en la comu-
nicación, se valorarán muy poco a sí mismos y seguramente presentarán dificultades en la
relación con sus iguales.
Los padres debéis estar muy atentos a cualquier situación que surja a lo largo
del día. Tenéis que descubrir las conductas que denoten algún indicio de asertividad e
inmediatamente debéis valorársela.
Al mismo tiempo, también resultará positivo que insistáis mucho en que el niño os
comunique lo que le gusta y lo que no, lo que quiere hacer, lo que se quiere poner o dón-
de quiere ir.
El desarrollo de la capacidad de elección es fundamental para lograr una con-
ducta asertiva satisfactoria para uno mismo y para los demás.
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En la misma medida que las actitudes pasivas requieren una gran atención por par-
te de los adultos, las conductas agresivas también la precisan con la misma intensidad.
Aunque parezca obvio, los niños tienen que comprender que si desean que los
demás les respeten, deben respetarlos de igual forma. Por tanto, la utilización de la fuer-
za física debe ser erradicada de su repertorio conductual.
Para enseñar a los niños a defender sus derechos sin manifestar conductas
agresivas, es necesario que tengáis presente los siguientes principios relacionados
con las habilidades de solución de problemas interpersonales que trabajarán en
edades posteriores:
Cuando observéis que vuestro hijo utiliza la fuerza física con otro niño, no le repren-
dáis con violencia, no os olvidéis que sois sus modelos principales. Por tanto, no
hagáis lo que no queréis que hagan ellos. Dadle las indicaciones necesarias para
que finalice la disputa con un semblante serio pero en un tono de voz normal.
Jamás utilicéis con ellos la fuerza física, resultaría un contrasentido que no beneficia
en absoluto el aprendizaje de una conducta asertiva.
Inmediatamente hay que reflexionar con los implicados sobre el mejor modo de solu-
cionar el problema. Para ello, tienen que explicar primeramente la causa de la pelea
y, posteriormente, con la ayuda del adulto, plantear las posibles soluciones.
Llevar a la práctica la solución elegida.
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Es muy importante que los padres penséis a largo plazo sobre los proyectos y
expectativas de vuestros hijos, para planear los objetivos y pedir ayuda antes de que sur-
jan los problemas.
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Seguro que en estos momentos os estáis planteando la conveniencia de iniciar el pro-
ceso, pero os asaltan miles de dudas, complejos y, sobre todo, sentís la incertidumbre de
cómo podríais hacerlo.
Estad tranquilos, porque a pesar de que sois vosotros los principales responsables
de la educación afectivo-sexual de vuestros hijos, los profesionales siempre estaremos a vues-
tro lado para proporcionaros la ayuda necesaria en cada momento.
Si os parece, a continuación, os vamos a ofrecer unas sencillas orientaciones
para que las pongáis en práctica en la relación que mantenéis diariamente con vuestros hijos.
Son pautas y modelos de conductas muy sencillos que no requieren momentos estructu-
rados, sino que han de estar presentes en las tareas de la vida diaria y que se organizan
en torno a los siguientes ejes:
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HS
Otro bloque fundamental está constituido por la conciencia de las diferencias físi-
cas entre el cuerpo del hombre y el de la mujer y, más concretamente en este caso, entre
el cuerpo del niño y de la niña.
Os aconsejamos que aprovechéis todos los momentos naturales para explicarles
las diferencias, por ejemplo, cuando estáis en la playa o en la piscina, cuando veáis anun-
cios en la tele, cuando les estáis ayudando a lavarse, bañarse y vestirse, cuando estén jugan-
do con los muñecos, etc.
El derecho a la intimidad
Aunque creáis que son muy pequeños todavía, tenemos la obligación de ense-
ñarles la importancia y el valor de la intimidad.
El concepto abstracto de intimidad y su puesta en práctica en las rutinas de la
vida cotidiana es muy fácil, si nos acostumbramos a tener conductas tan simples y sen-
cillas como las que os sugerimos a continuación:
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Las caricias
Las caricias y los abrazos nos ayudan a conocer lo que sienten las personas hacia
nosotros y, al mismo tiempo, nos transmiten un sentimiento de valía y bienestar. Sin embar-
go, en ocasiones, puede resultar complejo discernir en qué momentos y situaciones es ade-
cuado manifestar nuestros afectos a través de contactos corporales.
La mayoría de los niños, desde que nacen, están acostumbrados a recibir múltiples
muestras de afecto. A través de ellas les manifestamos nuestro cariño y les proporcionamos
un sentimiento de seguridad y bienestar, pero al igual que ocurre con los niños que no tienen
discapacidad intelectual, llega un momento en el que los abrazos y las caricias deben ir dis-
minuyendo en función del contexto en el que se encuentren.
Tienen que ir comprendiendo progresivamente que las caricias, cuando se es mayor,
son una forma de expresar lo que se siente por otra persona y que este lenguaje sólo se utili-
za en la intimidad.
Es frecuente observar cómo muchos adultos, en la relación que establecen con los
jóvenes con discapacidad, tienen manifestaciones excesivamente infantiles y, del mismo modo,
estos jóvenes también, en muchas situaciones, las demandan.
Los niños tienen que ir sintiendo la necesidad de que nadie debe invadir lo que ante-
riormente hemos definido como su burbuja personal. Cuando los niños constatan que sus fron-
teras son continuamente traspasadas, aunque sea con la mejor intención, pierden el sentido de
lo que es apropiado y pueden empezar a invadir el espacio de los demás de forma inapropiada.
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La pubertad: un camino de incertidumbre
Cuando los niños van creciendo y llegan a la edad de 8 ó 9 años (un poco más
tarde en los varones) entran en una fase denominada pubertad que marca el comienzo
de la adolescencia. Es la etapa en la que surgen los grandes cambios físicos y emociona-
les que pueden llegar a plantear ciertos problemas en los niños.
Hay que tener presente que los niños que tienen discapacidad intelectual mani-
fiestan un desarrollo físico prácticamente igual al de los que no la tienen, y por tanto, expe-
rimentarán los mismos signos de maduración y sentimientos.
En esta etapa, la educación afectivo-sexual ha de centrarse fundamentalmente en
los siguientes aspectos:
Los cambios que el cuerpo sufre.
Desarrollo del interés por la higiene y el aseo personal, potenciando conductas cada
vez más autónomas.
Las reglas de conducta en privado y en público.
La conciencia de pertenencia del cuerpo y los límites o barreras entre uno y los demás.
Expresión y control de los sentimientos.
En esta edad, es frecuente que los niños comiencen a tener ciertas conductas
negativas o de rechazo hacia las tareas diarias que antes no habían aparecido. No os
preocupéis, es absolutamente normal.
Por ejemplo, es muy común que a partir de los 8 ó 9 años los niños demuestren
una falta de interés por cuidar su higiene personal y su aspecto externo. Si os ocurre esta
situación, debéis buscar estrategias para motivarles y hacerles comprender la importancia
de cuidar su cuerpo. Suele ser más frecuente en los chicos que en las chicas.
En multitud de ocasiones, los momentos del día más tensos son las mañanas y
las noches, cuando vuestros hijos se niegan a llevar a cabo las tareas del aseo personal y
vosotros les exigís que lo hagan llegando a perder, en ocasiones, la paciencia.
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En esta etapa, es positivo que les dejemos expresar sus preferencias para que
tomen progresivamente sus propias decisiones. Expresar necesidades, preferencias y
opiniones son habilidades que los niños necesitan para sentirse más seguros de sí mis-
mos e iniciar el camino hacia la independencia. De este modo, se les está ayudando a
tener mejores habilidades para conocer a nuevas personas y aceptar o rechazar una
proposición.
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No podéis olvidar nunca que en las interacciones que establecemos con los
demás, hemos de estar seguros de si queremos o no establecer una relación más intensa
con una persona determinada, pero para tomar la decisión adecuada, hemos tenido que
haber sido educados en la toma de decisiones.
Otro aspecto importante de la educación afectivo-sexual en esta etapa es inten-
tar que los niños comprendan, poco a poco, el entramado de las interacciones personales
y las consecuencias que se derivan de las mismas en relación al modo de mirar, hablar,
tocar y comportarse unos con otros.
Deben aprender las reglas sociales de conducta que marcan cuáles son las fron-
teras o los límites que se establecen en las diferentes relaciones con los demás. Igual-
mente, la explicación de las consecuencias que sobrevienen cuando no se siguen estas
reglas sociales es indispensable.
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Tal y como veis, la autoestima es una actitud hacia uno mismo que surge en la inter-
acción con los otros, y que se basa en la percepción, estima y concepto que cada uno tiene
de sí mismo. Cuando una persona tiene una alta autoestima, es capaz de afrontar los fraca-
sos y los problemas cotidianos, ya que dispone dentro de sí de la fuerza y recursos necesa-
rios para reaccionar de forma proporcionada, buscando la superación de los obstáculos.
Todo ello lleva consigo un desarrollo positivo del proceso de identidad. Implica que
hay que aprender a conocerse a uno mismo y, posteriormente, a valorarse. En el momento en
que una persona se conoce y se valora positivamente, surge de forma inconsciente un senti-
miento de seguridad hacia uno mismo.
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Estamos convencidas de que, al menos en alguna ocasión, habéis observado
a vuestros hijos cómo percibían alguna limitación propia de su discapacidad y cómo
esa percepción les ha conducido a sentirse tristes o enfadados consigo mismos. Ade-
más, también ha podido ocurrir que a partir de esa experiencia no hayan querido volver
a repetir la situación que les produjo el sentimiento de incompetencia.
Es un hecho incuestionable que en la percepción que una persona tiene de sí
misma influye directamente la valoración que percibe por parte de los demás. Por ejem-
plo, ¿cómo os sentís cuando sois conscientes de que una persona tiene plena con-
fianza en vosotros? ¿qué pasa por vuestra mente cuando recibís elogios o alabanzas
sobre un trabajo que habéis realizado? ¿cómo reaccionáis cuando tenéis al lado a una
persona que continuamente está rechazando vuestras propuestas por no considerarlas
válidas o suficientemente argumentadas?
Situaciones similares se producen continuamente en la relación que mante-
nemos con los niños. En muchos momentos, no somos conscientes de todo lo que son
capaces porque consideramos que su discapacidad les impide realizar determinadas acti-
vidades. Por otro lado, nos preocupamos más de las conductas negativas que de las con-
ductas positivas que manifiestan porque lógicamente interfieren negativamente en la
relación con los demás.
Casi inconscientemente, les estamos indicando lo que hacen mal de forma
continuada. Y lo que es peor, con frecuencia hablamos mal de ellos o comentamos sus
problemas de forma peyorativa delante de ellos. Nos creemos que no entienden pero se
dan cuenta perfectamente.
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2.- Describir tres situaciones en las que habéis sentido que no han valorado vuestro
esfuerzo, vuestra forma de actuar, vuestro trabajo, etc.
1.- Antes de solicitarles que lleven a cabo alguna actividad, transmitidles siempre que tenéis
confianza en su capacidad para realizarla correctamente. Por ello, es de vital importancia
que cuando les pidáis que hagan algo sepáis de antemano que saben hacerlo.
2.- Planteadles expectativas que aumenten sus posibilidades de éxito. Cuantas más cosas sepan
hacer bien, mejor se encontrarán consigo mismos.
3.- Fomentad unas sólidas creencias internas. Para ello, es indispensable que valoréis y refor-
céis cualquier actitud positiva que demuestren a lo largo del día.
4.- Ayudad a los niños a desarrollar una actitud basada en sus posibilidades. Tanto las acti-
vidades como la puesta en práctica de habilidades sociales han de ser adecuadas a su
edad y capacidad. Asimismo, tienen que saber de antemano que van a tener éxito y que van
a ser reforzados por ello. De esta forma, existirán muchas menos posibilidades de que se
resistan a realizarlas, ya que les compensará los refuerzos que pueden obtener.
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1º.- TRANSMITIDLES CONFIANZA EN SÍ MISMOS
Si los niños interpretan nuestros mensajes de forma positiva: “mamá piensa que
voy a ducharme sola”, “papá está seguro que voy a ordenar mi habitación”, intentarán
actuar del mismo modo.
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Evitar el uso de etiquetas negativas, sobre todo ante los demás (tímido, cabezota,
tozudo, ido, movido, inquieto, hiperactivo, agresivo, tardón, pesado, terco, etc.)
No dejar que nadie etiquete a los niños.
Impedir las comparaciones, tan frecuentes en nuestra sociedad, sobre todo entre
hermanos y compañeros de clase.
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2 º . - P L A N T E A D L E S E X P E C TAT I VA S Q U E A U M E N T E N S U S
POSIBILIDADES DE ÉXITO
3 º . - F O M E N TA D U N A S S Ó L I D A S C R E E N C I A S I N T E R N A S
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4 º . - AY U D A D A V U E S T R O S H I J O S A D E S A R R O L L A R U N A
ACTITUD BASADA EN SUS POSIBILIDADES
Todas las personas necesitamos pensar que vamos mejorando en nuestro trabajo,
en nuestras relaciones con los demás, que hacemos las cosas mejor y que progresamos. De
igual modo, los niños necesitan ver los pequeñitos avances que van logrando y para ello, es
imprescindible hacerles conscientes de todos y cada uno de sus éxitos.
Seguramente muchos de vosotros estaréis haciéndoos la siguiente pregunta: ¿cómo
podemos ir reforzando cada esfuerzo y meta alcanzada por nuestros hijos sin resultar empa-
lagosos? En estas edades, podemos realizar múltiples actividades dirigidas a que los niños sean
conscientes de sus logros. A continuación, os describimos algunas de ellas:
1.- Grabar los progresos: todas las noches al acostarse, o una vez a la semana, se puede
tener una grabadora en la habitación de los niños y grabar en ella un listado de todas las
cosas que han hecho bien durante el día o la semana. La cinta grabada podrá ser repro-
ducida a los abuelos cuando vengan a casa, a otros familiares o amigos.
2.- Realizar un álbum con los mejores trabajos que traigan del colegio y tenerlo en el salón para
enseñarlo cuando vengan visitas.
3.- Poner un tablón de anuncios en algún lugar visible de la casa en el que se colgarán dife-
rentes papeles con las actividades que hayan realizado correctamente en el día. Se pue-
den escribir o dibujar.
4.- Escribir un diario en un cuaderno elegido por ellos. Todas las noches, al acostarse, uno de
vosotros le escribiréis o dibujaréis un listado con todas las cosas que ha hecho correctamente.
5.- Para los más pequeños suele resultar motivador que, cada vez que realicen una acti-
vidad correctamente, se recorte una tira de papel y se enganche a otra haciendo una
cadena de papel.
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Por último, os proponemos una serie de actitudes y conductas que resultan espe-
cialmente adecuadas para desarrollar la autoestima de los niños:
Conocer y aceptar a los niños tal y como son y no como quisiéramos que fueran.
Relacionaros con ellos tratándoles como seres únicos, importantes, dignos de aten-
ción, y con un respeto incondicional.
Elogiarles y valorarles de forma objetiva y realista, sin adulación y, siempre que se pue-
da, transmitir ante terceras personas sus actitudes positivas.
Evitar comparaciones con sus hermanos y compañeros de colegio.
Dialogar más sobre las metas positivas a conseguir que sobre los defectos o fallos a corregir.
Ayudarles a descubrir lo que pueden hacer adecuadamente y enseñarles a elogiarse inte-
riormente.
Ofrecer, junto a las críticas, alternativas para modificar la conducta.
No regañar cayendo en el catastrofismo para evitar, en la medida de lo posible, senti-
mientos de culpa.
Ser paciente y comprender que son más resistentes al cambio que otros niños.
Crear un ambiente de confianza y tranquilidad, evitando conductas agresivas y hostiles.
No utilizar como recurso el miedo, ya que fomenta siempre la inseguridad.
No ridiculizar, y mucho menos ante terceras personas, pues ello conduce a la timidez y
a suscitar sentimientos de inferioridad.
Motivar, estimular, animar y comprender.
Ayudarles para que se planteen objetivos realistas y razonables en función de sus capa-
cidades.
Hablar y dialogar mucho con ellos, prestándoles toda la atención que seamos capaces
de darles.
Procurar que los niños estén, al menos, moderadamente satisfechos consigo mismos,
reconozcan sus cualidades y las de los demás.
Lograr un equilibrio entre comprensión y firmeza, paciencia y exigencia.
No amenazar, es necesario ser coherentes entre el hablar y el actuar.
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BIBLIOGRAFÍA
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TÚ Y YO aprendemos a relaccionarnos
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para la cooperación e integración social
de personas con discapacidad