ACERCA DE LA OBRA

Manual para Predicadoras IMicos proporciona

avncla prctica a los cristianos que, sin ser llamados
para servir como pastores de iglesias, han sido dota
dos por el Espritu Santo con dones <pic deben utili
zar para la gloria de Dios en la evangeli/acin y en la
edificacin de los creyentes.
Establece la base bblica del ministerio del laico
y luego trata aspectos prcticos de homiltica. Es as
(pie el lector encontrar captulos tiles sobre la pre
paracin espiritual del predicador laico, el propsito
de su predicacin y posibles fuentes de material para
sus mensajes. Adems hallar orientacin sobre ma
neras de organizar sus pensamientos y reforzar sus
id' as, y cmo encarar la introduccin y la conclusin
de cada sermn.
Se recomienda para estudio privado o en grupo.
Este breve manual viene a adelantar el desarrollo
del ministerio laico en esta poca que quiz ser co
nocida en la historia como la poca del laico cristia
no .

LIBROS AFINES
3O S 0U E J C S UTILES PARA L A IC O S , Varios

autores
EL CUIDADO PASTORAL, C. W. Brister
FIGURAS DE PLATA, Pablo Deiros
IL U S T R A C IO N E S P A R A EL P U L P IT O
EVANGELICO, A. Robleto
LA BIBLIA DE ESTUDIO MUNDO HISPANO
CONCORDANCIA ALFABETICA DE LA BIBLIA ,

Sloan - Lern
HOMILETICA PRACTICA, Toms Hawkins
BOSQUEJOS DE S E R MO N E S S E L E C T O S ,

Ernesto Bnroco
CASA BAUTISTA DE PUBLICACIONES

42039

J. D. Cranc

M A W JA L
PASA

PREDICADORES
LAICOS
Aprobado por
Unin Panamericana de
Hombres Bautistas

CASA BAUTISTA DE PUBLICACIONES

C AS A B A U T IS T A DE P U B L IC A C IO N E S
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C O L O M B IA : Ap.v'ado Aereo 5'>.ui4 Bogot t

C O S T A R IC A : Apge.vio ZH*. S v Medro
C H IL E : 1
ECUADOR:

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EL S A L V A D O R : Mi c.nio Pfp
E S P A A : Arm'on , v

i / 14 San Salvador

Barcelona

E STA D O S U N ID O S : Broadman 1,?/ Nmfh Ave

NashvtUe Tenn 3 7234
G U A T E M A L A : 12 Calle 9 54 Zona 1 Guatemala
H O N D U R A S : 4 Calle 9 Avenida. Tequciqalpa
M E X IC O : Calle Oriente 65 A No 2834. Mxico 8. D f

Matamoros 344 Pte , Torren, Coahuila

N IC A R A G U A : Apartado 5776 . Manaqua
P A N A M A : Apartado 5363. Panama 5
P A R A G U A Y : Pettirossi 595. Asuncin
PER U : Apartado 3177, Lima
R E P U B L IC A D O M IN IC A N A : Apartado 880. Santo Domingo
U R U G U A Y : Casilla 14052. Montevideo
V E N E Z U E L A : Apartado 152. Valencia

Primera edicin: 1966

Segunda edicin: 1968
Tercera edicin: 1972
Cuarta edicin: 1976
Quinta edicin: 1978
Sexta edicin: 1980
Sptima edicin: 1981

Clasifiquese: Para Piedicadores

ISBN 0 31 1-12089 7
C B P. Art. No.: '12039
7 M 11 81
Printed in U S A.

A
Edith
mi amada esposa y ayuda
idnea en el ministerio

I N D I C E
P r e f a c io

.......................................................................................................

C apitilo 1
EL LUGAR DEL PREDICADOR LAICO EN EL
REINO DE DIOS ...........................................................
7
1. Cada Creyente es un Ministro .......................
7
2. Los Dones del Esfiritu .....................................
9
3. Los Dones de la Palabra ...................................
11
4. Predicadores Laicos en el Nuevo Testamento .. 12
5. Una Explicacin de Trminos ...............................
13
6. Nuestro Plan de Estudio ........................................
14
C a p it u l o 2

EL PREDICADOR LAICO NECESITA PREPARAR

SU CORAZON.................................................................
1. La Seguridad de una Experiencia Personal del
Nuevo Nacimiento .............................................
2. Un Profundo Deseo de Ver Salvos a O tr o s .......
3. Una Creciente Santidadde V id a .........................
4. Amor al Estudio de la Biblia ...........................
5. La Prctica de la Oracin ...............................

16
16
24
26
31
35

C a p it u l o 3

EL PREDICADOR LAICO NECESITA PENSAR EN

SU PROPOSITO ..............................................................
1. La Glorificacin de D io s ....................................
2. La Conversin de los Perdidos ..........................
3. La Edificacin de los Creyentes ........................

39
39
41
43

C a pitu lo 4

EL PREDICADOR LAICO NECESITA TENER UN

MENSAJE ........................................................................
1. El Mensaje del Predicador Laico Puede ser su
Propio Testimonio Personal ................................
2.

El Mensaje del Predicador Laico puede ser uruz

Enseanza Bblica
..........................................

46
46
50

C A r m u .o 5

EL PREDICADOR LAICO NECESITA ORGANIZAR

SlLS PENSAMIENTOS ......................................................
1. Algunos Trinos Bblicos Pueden Ser Discutidos
l^ sdc el Punto de Vista de su Significado ........
2. Algunos Temas Bblicos ru ed en Ser Discutidos

3.

4.

5.

6.

D ism tidos D esde el Punto de Vista d e las R azo

nes que los Apoyan .............................................
Algunos Temas Bblicos Pueden Ser D iscutidos
D esde el Punto de Vista de los M edios E m plea
dos o qu e se Pueden Emplear para E jecutar o
Evitar una Accin Determinada ..........................
Algunos Temas Bblicos Pueden Ser D iscutidos
D esde el Punto de Vista de las Causas q u e O bra
ron para Producir una Situacin D eterm inada
Algunos Temas Bblicos Pueden ser D iscutidos
D esde el Punto de Vista de los E fectos Produci
dos por una Accin D eterm inad a ..........................
Algunos Temas Bblicos Pueden Ser D iscutidos
D esde el Punto de Vista del Contenido del T exto

57
58

60

63

67

68
69

C a p it u l o 6

EL PREDICADOR LAICO NECESITA REFORZAR

SUS IDEAS ...........................................................................
1 . Las Puertas que Conducen a la Voluntad ........
2. Los Materiales de Discusin ms Utiles para

76
77

Abrir las Puertas q u e Conducen a la V oluntad

84

C a p it u l o 7

EL PREDICADOR LAICO NECESITA SABER

COMENZAR Y CONCLUIR ........................................... 104
1. La Introduccin ...................................................... 104
2. La Conclusin .......................................................... 109
C a p it u l o 8

EL PREDICADOR LAICO NECESITA COM UNICAR

SU MENSAJE ........................................................................
J. Jm Preparacin de un A m biente Favorable ........
2. La Posesin d e Actitudes Favorables .................
3. La Prctica de Buenos Hbitos en el Habla ......

114
115
117
121

P R E F A C IO

Este libro es ofrecido al mundo

evanglico hispano en la esperanza
de proporcionar ayuda prctica a
aquellos hermanos que, sin ser lla
mados para servir como pastores de
iglesias, si han sido dotados por el
Espritu Santo con dones de la pa
labra que pueden y deben utilizar
para la gloria de Dios en la conver
sin de los perdidos y en la edifica
cin de los creyentes. Si cumple
aun parcialmente este noble prop
sito, dar gracias a Dios y cobrar
aliento.
James D. Crane

Guadalajara, Jalisco, Mxico,

a 4 de diciembre de 1965.

15J

Captulo

EL LUGAR DEL PREDICADOR LAICO

EN EL REINO DE DIOS

Una de las necesidades ms apremiantes que se

perfila en las iglesias evanglicas de nuestro da es la
de hacer un nuevo estudio del concepto neotestamentario del ministerio cristiano. Quines son los minis
tros del Seor? Sin duda, la idea general que se tiene
sobre este punto es demasiado limitada. Acostumbra
mos contestar la pregunta ms o menos de la siguien
te manera. Entendemos que un ministro cristiano es
uno que ha sido llamado por el Espritu Divino para
dedicar todo su tiempo, todas sus energas y todos sus
talentos a la enseanza y predicacin de la Palabra de
Dios, al cuidado pastoral de las almas y a la adminis
tracin de los intereses de las congregaciones cristia
nas. En otras palabras, un ministro cristiano es un
pastor, un evangelista, un misionero o un profesor de
Biblia.
1. CADA CREYENTE ES UN MINISTRO
Qu hay de malo en la opinin expresada en el
prrafo anterior? Solamente una cosa: es una verdad
a medias. Es la verdad, pero no es toda la verdad. Los
que fueron mencionados s son ministros del Seor,
pero no son los nicos. Una de las enseanzas ms cla
ras de todo el Nuevo Testamento es precisamente es
ta: que todo creyente en Cristo Jess es un ministro
en la iglesia.
[V]

M a n u a i , P ama Pm'.fm.ADow.s L aicos

En su caria a los Efesios el apstol Pablo presenta

la obra del Cristo resucitado a favor de su iglesia de :
esta manera:
Y l m ism o constituy a unos apstoles; a otros, pro
fetas; a otros, evangelistas; y a otros pastores, y m aes
tros. a fin de perfeccionar a los santos para la obra
del m inisterio, p a ja la edificacin del cuerpo de Cristo,
hasta que todos lleguem os a la unidad de la fe y del
conocim iento del H ijo de Dios, a un varn perfecto, a
la m edida de la estatura de la plenitud de C risto (Ef.

4:11-13).

Es muy grande el favor que nos hizo la Revisin de

1960 en cuanto a la traduccin de este pasaje. En la
Versin de Valera anterior aparece una coma en el ver
sculo 12 despus de la palabra santos . Esa redaccin
dio un sentido equivocado, puesto que hacia entender
que el Seor haba dado a la iglesia los apstoles, pro
fetas, evangelistas y pastores-maestros para la obra
del ministerio . As suceda que muchos concluyeron
que el ministerio cristiano deba limitarse a aquellos
creyentes que tuviesen vocacin divina especial para
desempear los oficios designados en el versculo 11.
Concuerdan con la Revisin de 1960 en la supresin
de la coma aludida varias otras versiones castellanas.
Al momento el que esto escribe tiene sobre su escrito
rio cuatro, a saber: la de Pablo Besson, la de Bonnet y
Schroeder, la de Favier-de la Cruz (traduccin espa
ola de una versin francesa) y la Hispano-americana. Veamos la diferencia de interpretacin que resulta
de acuerdo con esta atinada redaccin.
Al volver al cielo, nuestro Seor dio dones a los
hombres (Ef. 4:8b). Esos dones fueron los apsto
les, profetas, evangelistas y pastores-maestros que se
mencionan en el versculo 11. Se les considera como
dones por dos razones: (1) porque slo Dios puede
llamar a un hombre para ejercer tal ministerio espe
cial; y (2) porque su funcin es tan preciosa para la
iglesia, que debe considerarse como un verdadero rega
lo del cielo. Cul, pues, es la funcin de los apstoles,
profetas, evangelistas y pastores-maestros ? Es la de

M a n u a l , P a n a P h i ,i >u :a i >ouks L aicos

perfeccionar (o sea, adiestrar) a los saritas para la

obra del ministerio .

Entonces, tocios los santos (los creyentes) tienen

un ministerio que desempear en la iglesia, Y el resto
del pasaje que estamos comentando hace ver con toda
claridad que la edificacin del cuerpo de Cristo , es
decir, el crecimiento espiritual de la iglesia, depende
principalmente de que todos los creyentes sean fieles
en el ejercicio de sus respectivos ministerios.
Si cabe aqu una distincin, quiz la mejor manera
de hacerla sera decir que existen en la iglesia dos mi
nisterios: un ministerio oficial y un ministerio co
mn . Mientras que el segundo comprende la totalidad
de los creyentes, el primero corresponde solamente a
los que por vocacin divina especial puedan decir con
Pedro y Juan:
. . . No es justo que nosotros dejem os la palabra de D ios,
para servir a las m esas. . . Nosotros persistiremos en la
oracin y en el m inisterio de la palabra (Hch. 6:2, 4).

Pero al hacer tal distincin, no hemos de olvidar

que las iglesias pueden subsistir (y de hecho subsisten
muchas!) sin un ministerio oficial, pero se moriran
en seguida sin un ministerio comn . El ministerio, o
sea servicio, de todos los creyentes es lo que mantiene
en pie de lucha a una congregacin cristiana. Adems,
la razn de ser del ministerio oficial es el servicio
que rinde al adiestrar a los dems creyentes para sus
ministerios respectivos dentro de la iglesia.
2.

LOS DONES DEL ESPIRITU

La interpretacin que acabamos de dar est refor

zada ampliamente por lo que Pablo dice en 1 Corintios
captulo 12. En ese captulo nos habla de los dones del
Espritu, hacindonos ver cmo stos tienen ntima
relacin con el ministerio que el Seor espera de todos
y de cada uno de sus hijos.
Em pero hay diversidad de dones, m as el Espritu es el
m ism o; y hay diversidad de m inisterios, m as el Se
or es eJ m ism o; y hay diversidad de operaciones, nuis

10

M a n u a t , T aha

bu.mcAnonr.s

l, AIfX>S

l mismo Dios os el que obra todas las cosas en torios.

Pero A cada uno le es dada la manifestacin del Esp
ritu ixvra el bien general (1 Cor. 12:4-7, V.II.A).

Notemos que en la Iglesia hay diversidad tanto en

las dones como en los ministerios y en las operaciones.
Cada creyente ha sido dotado por el Espritu Santo con
algn don que puede y debe utilizar para la edificacin
de los dems. El aprovechamiento de ese don para la
edificacin de la iglesia constituye precisamente el mi
nisterio del creyente en cuestin. Exactamente como
cada creyente ha sido bendecido con un don, se le hace
responsable de un ministerio. Dios no es Dios de con
fusin (1 Cor. 14:33). Por tanto, no podemos menos
que concluir en que el ministerio particular que un cre
yente dado debe desempear va de acuerdo con el don,
o sea la manifestacin del Espritu, que le haya sido
conferido.
En 1 Corintios 12:12-27 Pablo habla de la iglesia
bajo la figura de un cuerpo. Entre otras cosas, el pasa
je deja bien clara esta idea: que la iglesia recibe bene
ficio del desarrollo de todos sus miembros y que, a la
inversa, sufre lamentables prdidas cuando cuales
quiera de sus miembros deja de desempear el minis
terio en el cual sus dones pueden y deben hallar la de
bida expresin. Por tanto, la constante preocupacin
de una iglesia cristiana debe ser la de ayudar a cada
uno de sus miembros a hacer lo siguiente: (1) descu
brir cul es su don; (2) dedicar su don al servicio de
Dios y de la humanidad; y (3) desarrollar su don por
medio del estudio y del trabajo prctico en la obra mi
sionera de su iglesia.
El don de Dorcas la capacit para glorificar a Dios
haciendo costuras para los necesitados (Hch. 8:36, 39).
El don de Lidia era el de comerciar, e hizo de su nego
ciacin un centro de propaganda para el evangelio
(Hch. 16:14-15). El don de Cornelio era el de mandar
gente, y aprovech la influencia de su posicin para reu
nir a un gran nmero de personas a fin de que o y e r a n
el mensaje de Dios (Hch. 10:24, 27). El don de Lucas le

M a n u a l P ana P iu .m cA ix u u .s L a ic o s

11

inspir inters en la ciencia, conducindole a servir

como mdico misionero e investigador de la historia
cristiana (Col. 4:14; Luc. 1:1-4; Hch. 1:1). S, hay di
versidad de dones!
3. LOS DONES DE LA PALABRA
Entre los diferentes dones mencionados especfi
camente en el Nuevo Testamento, es interesante obser
var cuntos tienen que ver con el uso de la palabra.
Porque a ste es dada por el Espritu palabra de sab i
dura; a otro, palabra de ciencia segn el m ism o E s
pritu . . . (1 Cor. 12:8).
De manera que, teniendo diferentes dones, segn la
gracia que nos es dada, si el de profeca, sese con for
m e a la medida de la fe ; . . . o el que ensea, en la
enseanza; el que exhorta, en la exh ortacin . . . {Rom.

12 : 6 - 8) .

Probablemente sera incorrecto decir que aqu se

trata de cinco dones completamente distintos, porque
palabra de sabidura y palabra de ciencia parece
ran tener ntima relacin con el don de la ensean
za . De igual manera, resultara difcil desligar la pro
feca y la exhortacin, especialmente a la luz de lo
que encontramos en 1 Corintios 14:3 donde se nos dice
que
el que profetiza habla a los hombres para edificacin,
exhortacin y consolacin.

Lo que s podemos decir con toda confianza es que

entre los diversos dones del Espritu abundan los que
pueden ser designados como dones de la palabra .
Otra cosa que queda claramente establecida en
las Escrituras en que estos dones de la palabra no
eran concedidos exclusivamente a los apstoles, pro
fetas, evangelistas, pastores y maestros . Fueron re
partidos por el Espritu con mucha mayor amplitud
entre los miembros de las congregaciones cristianas.
En 1 Corintios 14 Pablo exhorta a todos los hermanos de
esa iglesia a que procuren los dones espirituales, pero
sobre todo que profeticis (versculo 1), e indica en

12

M anual

P ana

P h k d ic a d o h k s

L a ic o s

el versculo 5 que bien quisiera quo todos profetizaran.

Esta posibilidad es recalcada tanto en el versculo 24
com o en el 31.
4.

PR ED ICAD O R ES LAICO S EN EL N U E V O
T E ST A M E N T O

El estudio cuidadoso del Nuevo T e sta m e n to nos

convence de que el asombroso exten dim ien to del e v a n
gelio en el prim er siglo se debi, cuando m en o s en p a r
te, al hecho de que gran nm ero de creyentes p r im i
tivos desplegaban estos dones de la p a la b r a ". E n o tra s
palabras, eran predicadores laicos. P a sajes que v ien en
al caso son:

Y se fue, y comenz a publicar (predicar) en Decpolis

cun grandes cosas haba hecho Jess con l (Mar.
5:20).
Y fueron todos llenos del Espritu Santo, y comenza
ron a hablar en otras lenguas, segn el Espritu les
daba que hablasen... Y estaban atnitos y maravi
llados, diciendo: Mirad, no son galileos todos estos
que hablan? Cmo, pues, les omos nosotros hablar
cada uno en nuestra lengua en la que hemos naci
do? ... Les omos hablar en nuestras lenguas las ma
ravillas de Dios (Hch. 2:4, 7-8, 11).
Y ellos, habindolo odo, alzaron unnimes la voz
a Dios, y dijeron... Y ahora, Seor, mira sus ame
nazas, y concede a tus siervos que con todo denuedo
hablen tu palabra (Hch. 4:24, 29).
Y todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y
de Samaria, salvo los apstoles... Pero los que fueron
esparcidos iban por todas partes anunciando el evan
gelio (Hch. 8:1, 4).
Ahora bien, los que haban sido esparcidos a causa de
la persecucin que hubo con motivo de Esteban, pa
saron hasta Fenicia, Chipre y Antioqua, no hablan
do a nadie la palabra, sino slo a los judos. Pero ha
ba entre ellos unos varones de Chipre y de Cirene,
los cuales, cuando entraron en Antioqua, hablaron
tambin a los griegos, anunciando el evangelio del Se
or Jess. Y la mano del Seor estaba con ellos, y
gran nmero crey y se convirti al Seor... Y a los
discpulos se les llam cristianos por primera vez en
Antioqua (Hch. 11:19-21, 26).

Y cuando exam in am os la escena con tem p o r n ea ,

M a n u a i . P ana P i u d i c a d o i u .s I. aicos

13

no tardamos on descubrir que los grupos evanglicos

que estn creciendo ms rpidamente son precisamen
te aquellos que estn haciendo hincapi en la respon
sabilidad de los laicos hacia la predicacin.
5.

UNA E X PLICA CIO N DE TE R M IN O S

No es remoto que algunos de mis lectores se opon

gan al uso hecho en la seccin anterior de la palabra
laico . Estoy de acuerdo! No es muy feliz la expre
sin. Aparte del hecho de que en nuestro medio latino
americano suele drsele a la palabra cierto sentido an
tirreligioso, tenemos que confesar que el uso corriente
del trmino no tiene apoyo en las Escrituras. Dos pasa
jes vienen a la mente en esta conexin.
Entonces viendo el denuedo de Pedro y de Ju an , y
sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, se
m aravillaban; y les reconocan que haban estado con
Jess (Hch. 4:13).

Aqu la expresin del vulgo vierte al castellano

una palabra griega que literalmente significa laicos .
Pero a quines se aplica? A los apstoles Pedro y
Juan!
A los ancianos de entre vosotros exh o rto. . . que ap a
centis el rebao de Dios que est con vosotros, obran
do com o sobreveedores, no por fuerza de obligacin
slo, sino voluntariam ente; n i com o codiciosos de des
honrosa ganancia, sino prontam ente; n i com o enseo
rendoos sobre las herencias de D ios, sino siendo
ejem plos del r e b a o ... (1 Ped. 5:1-3).

En la parte final de este pasaje encontramos la

expresin las herencias de Dios , refirindose a todos
los componentes de las congregaciones cristianas. Muy
significativo es observar que esta expresin traduce la
misma palabra griega que constituye la raz etimolgi
ca de la voz clero.
Tenemos que concluir, pues, en que la usanza con
tempornea de las palabras laico y clero es com
pletamente opuesta a la manera en que se emplean en
el Nuevo Testamento. Segn ste, los apstoles fueron

M a n u a i . I aha

14

rm -nicA D om -s T r e o s

laicos, y el cloro lo form la totalidad de loa miembros

do las iglesias.
Entonces, cul os la razn de emplear la palabra
laico en esta obra en el sentido en que hemos venido
usndola? Sencillamente sta: que el uso equivocado de
los siglos es tan uniforme y tan fuerte, que si queremos
hacernos entender, ms vale que hablemos de Igual
manera.
Todos los creyentes neotestamentarios se ocupa
ban en la tarea del evangelismo. Y aparte de lo que se
contribua al sostenimiento de sus maestros y evange
listas oficiales (vase 1 Cor. 9:13-14; 2 Cor. 11:8; Gl.
6:6; 2 Tes. 3:9; 1 Tim. 5:17-18 y tambin Nm. 18:2021), no hay ninguna evidencia de que hubiesen consi
deraciones de ndole monetaria en el asunto. As es que
de este punto en adelante, entindase que cuando ha
blamos de un predicador laico queremos decir lo si
guiente:
Un predicador laico es un creyente que, sin tener
vocacin divina especial para ser pastor de iglesias, s
tiene dones de la palabra, y los ejercita en un ministe
rio de testimonio verbal, sin remuneracin financiera.
6.

NUESTRO PLAN DE ESTUDIO

Convencidos, pues, de la necesidad de adiestrar a

los santos para la obra del ministerio , y seguros de que
en cada iglesia neotestamentaria debe haber herma
nos que tienen dones de la palabra, nos proponemos
por medio de estos sencillos estudios proporcionar a
los tales la orientacin necesaria para que puedan de
sarrollar su don en un servicio prctico de testimonio
verbal en el programa misionero de su iglesia. El plan
que seguiremos ser el de presentar consecutivamente
los pasos que debe dar el creyente que tenga estos do
nes de la palabra para ejercer el ministerio de un pre
dicador laico. Dichos pasos son los siguientes:
(1) El predicador laico necesita preparar su corazn.
<2) El predicador laico necesita pensar en su prop
sito.

M a n u m , V ana

1' iu m cA noiu-,s L

a ic os

15

(3) FJ predicador laico necesita tener un m ensaje.

(4) El predicador laico necesita organizar sus pen
sam ientos.
(5> El predicador laico necesita reforzar sus ideas.
(6) E l predicador laico necesita saber com enzar y
concluir.
(7) El predicador laico necesita com unicar su m en
saje.

Preguntas de Repaso
1.
2.
3.
4.
5.
6.
7.

Segn Efesios 4:10-13, quines son ministros en

una iglesia neotestamentaria?
Cul es la responsabilidad principal de los aps
toles, profetas, evangelistas, pastores y maestros ?
Qu relacin existe entre los dones del Espritu y
el ministerio que cada creyente debe desempear?
Qu ayuda debe una iglesia prestar a sus miem
bros en relacin con los dones del Espritu?
Qu hemos de entender por los dones de la pala
bra ?
Dse una definicin de un predicador laico.
Cules son los siete pasos que un predicador laidebe dar para poder desempear su minis
terio?

Captulo

E L P R E D IC A D O R L A IC O N E C E SIT A
PREPARAR SU CO RAZON

La importancia de este paso no puede ser exage

rada. Sin la debida preparacin espiritual, todo lo de
ms ser en vano. El hombre bueno, del buen tesoro
de su corazn saca lo bueno; y el hombre malo, del mal
tesoro de su corazn saca lo malo; porque de la abun
dancia del corazn habla la boca (Lucas 6:45), Para
sacar lo bueno , pues, tiene que haber tanto un buen
hombre como un buen tesoro en su corazn.
As es que antes de cualesquiera otras considera
ciones, el predicador laico necesita velar por su propia
alma. Qu es lo que debe encontrar all?
1.

LA SEGURIDAD DE UNA EXPERIENCIA

PERSONAL DEL NUEVO NACIMIENTO

El predicador laico es un testigo (Hch. 1:8), Por

tanto, es necesario que le conste la experiencia de que
habla. De otra manera, sera una fuente sin agua y
uno que promete libertad, siendo l mismo un esclavo
de corrupcin (2 Ped, 2:17-19), Justo es, pues, que se
examine a s mismo si est en la fe; que se pruebe a s
mismo (2 Cor, 13:5). Antes de que salga para predicar
a otros, necesita poder decir con Pablo: Yo s a quin
he credo, y estoy seguro que es poderoso para guardar
mi depsito para aquel da (2 Tim. 1:12).
Esto no quiere decir que su experiencia tenga que
[16}

M a n u a l T aha PnKmcAixwrcs L aicos

17

cuadrar con la do Pablo en cuanto a los detalles. No

es preciso que le haya rodeado un resplandor de luz
del cielo o que haya odo una voz que le llamase por
nombre (Hch. 9:3-4). El Dios Creador ha dispuesto que
cada persona sea distinta en cierta manera a cada otra,
y cuando el Espritu divino se acerca al alma para re
dargira de pecado y obrar en ella un nuevo nacimien
to, respeta la personalidad del individuo con quien est
tratando. Pero a pesar de las variaciones de experien
cia que obedecen a diferencias de temperamento o de
edad, toda persona regenerada podr comprobar la
realidad de su profesin de fe de acuerdo con los si
guientes testimonios.
(1)
El testimonio de la Palabra. La certeza de que
uno es salvo debe fundarse ante todo en el testimonio
de la Palabra de Dios. El creyente debe poder sealar
alguna porcin de la Sagrada Escritura y decir: Esta
es mi acta de nacimiento espiritual. Por lo que dice este
pasaj e de la Palabra divina, s a ciencia cierta que soy
salvo.
El autor de estas lneas seala a Juan 5:24 como
su acta de nacimiento espiritual. Yo no puedo recordar
exactamente cundo hice la decisin de arrepentirme
de mis pecados y confiar en Cristo como mi Salvador
personal. Tuve la dicha de ser criado por un par de an
cianos piadosos quienes me rodearon desde mi infancia
con un ambiente del todo cristiano. Nunca faltbamos
a los cultos de la pequea iglesia bautista a la cual ellos
pertenecan. Pocos eran los domingos cuando algn pas
tor no tomaba los alimentos en nuestra casa. La Biblia
era leda diariamente, y mis padres de crianza oraban
constantemente por m. Suceda, pues, que las verda
des del Evangelio iban apoderndose de mi corazn en
forma lenta pero segura, de manera que a los ocho aos
de edad hice una profesin pblica de fe. Como era
muy chico, no se me permiti bautizarme sino hasta
doce meses despus. As fue que a la edad de nueve
aos segu a Cristo en las simblicas aguas del bau
tismo.

18

M a n u a l P a r a P r e d ic a d o r e s L a ic o s

Al cumplir los once aos tuve una experiencia in

olvidable en la que el Seor me hizo comprender que
me llamaba para dedicar mi vida a la predicacin del
Evangelio entre personas de habla espaola. Pero poco
despus de esto algo me empez a perturbar. A menu
do escuchaba a personas que al dar testimonio de su
experiencia de salvacin, hacan hincapi en el hecho
de que recordaban exactamente dnde estaban y cun
do tuvieron la dicha de nacer de nuevo. Ponan tanto
nfasis en este punto, que dejaban la clara implicacin
de que si uno no hubiese tenido una experiencia idnti
ca a la suya, no era un verdadero cristiano. Y a veces
no se contentaban con dejar asentada una implicacin;
declaraban categricamente que sa era su conviccin.
Entr en una poca de duda. Habra estado equi
vocado? Sera posible que despus de todo yo no era
salvo en verdad? Mientras pasaba por los tormentos de
esa duda, Dios obr providencialmente para que asis
tiera a un curso de estudio en cierta iglesia donde una
maestra de consagracin y capacidad excepcionales
enseaba sobre el plan de la salvacin. Cada noche nos
obligaba a aprender de memoria un texto escogido de
la Biblia. No tardamos en llegar al aprendizaje de Juan
5:24, que a la letra dice:
De cierto, de cierto os digo: El que oye m i palabra,
y cree al que m e envi, tiene vida etern a; y no vendr
a condenacin, mas ha pasado de m uerte a vida.

Aqu estaba algo que me llamaba poderosamente

la atencin. Aqu se hablaba de seguridad. De cierto,
de cierto , deca. Eso era lo que yo anhelaba tener. En
qu consista esa seguridad? Sencillamente en que el
que oa la palabra y crea en el Dios que envi a Jesu
cristo al mundo para morir por los pecadores, tena la
vida eterna, y no ira nunca a la condenacin porque
ya haba pasado de la muerte espiritual a la vida
eterna.
Al despedirnos de la clase, me fui a mi casa medi
tando en el significado de este texto. Y antes de dor-

M a n u a l , P a r a r m r m cA n o n r .s I.A rco s

19

mirmc osa noche le dije a Dios en oracin ms o menos

lo siguiente:
Seor, te doy gracias por esta palabra de seguri
dad. T sabes bien cmo me han inquietado los testi
monios de hermanos buenos hermanos, por cierto!
que han insistido en que toda experiencia cristiana de
biera ser parecida a la suya. T sabes cmo he tenido
dudas terribles acerca de la validez de mi propia profe
sin de fe. Pero ahora comprendo, Seor, que la base
de la seguridad no descansa tanto en el recuerdo de
una experiencia emotiva como en la declaracin de tu
Palabra. T dices que el que oye mi palabra y cree al
que me envi, tiene vida eterna. Yo s que he odo tu
palabra muchas veces. Yo s que he credo y que todava
creo. Por tanto t me aseguras que tengo ahora mis
m o! la vida eterna, y que nunca jams vendr a con
denacin. T me dices, Seor, que he pasado ya!
de muerte a vida. T no puedes mentir. Por tanto,
pese a lo que todo el mundo diga, te creo a ti. Gracias
Seor, por esta palabra de seguridad.
Hace treinta aos que tuve esta experiencia, y du
rante todo este tiempo no me ha vuelto a asaltar una
sola duda ms respecto a la realidad de mi experiencia
personal de salvacin. Encontr la seguridad por el
testimonio de la Palabra de Dios!
Probablemente la experiencia suya ha sido muy
distinta de la ma. Es posible que su encuentro con
Cristo fuera tan brusco y repentino, que le dej un vivo
recuerdo del tiempo y lugar del acontecimiento. Si as
fue, est muy bien. Pero con todo y esto, debe usted
tener algn texto de la Biblia que le sirva como acta de
nacimiento espiritual algn texto que le declare las
bases de su seguridad de tal manera que le sirva de es
cudo contra todas las dudas que Satans enviar como
flechas envenenadas para perturbar la paz de su cora
zn. No tiene que ser el mismo texto que me ha servido
a m. Quiz en el caso suyo alguno de los siguientes
ser el que mayor provecho hara a su alma:
Juan 1:12; Juan 3:36a; Juan 10:27-30; Romanas 8:

20

M a n u a l P a r a P r e d ic a n o n es L a ic o s
3 3-39 ; T ito 3 :4 -7 ; Hebreos 7 :2 5 ; 1 Pedro 1 :3 -5 ; 1 Juan
5 :10 -1 2 .

(2)
El testimonio de la conducta. Para prevenir a
sus discpulos en contra de los falsos profetas que es
condan sus uas de lobo debajo de un disfraz de oveja,
el Seor Jess formul una norma infalible para juz
gar el carcter humano: por sus frutos los conoceris
(Mateo 7:16, 20). En esta norma encontramos una base
adicional para la seguridad espiritual del creyente ver
dadero.
La conducta del hombre regenerado no es la m is
ma que era antes de su encuentro personal con Cristo.
Muchos son los pasajes del Nuevo Testamento que afir
man esta verdad. Puesto que para una muestra, con
un botn basta, mencionaremos solamente dos:
N o sabis que los injustos no heredarn el rein o de
D ios? N o erris; n i los fornicarios, n i lo s id latra s, n i
los adlteros, n i los afem inados, n i los que se ech an
con varones, n i los ladrones, n i los avaros, n i lo s bo
rrachos, n i los m aldicientes, n i los estafad ores, h ere
darn el reino de D ios. Y esto erais algu n os; m as y a
habis sido lavados, ya habis sido san tificad os, ya
habis sido justificados en el nom bre d el S e or Jes s,
y por el Espritu de nuestro D ios (1 Cor. 6:9-11).
D e modo que si alguno est en C risto, n u eva criatu ra
es; las cosas viejas pasaron; he aqu todas son h ech as
nuevas (2 Cor. 5:17).

No queremos decir con esto que el cristiano nunca

peca. Si tal dijramos nos haramos acreedores
del nombre de mentirosos (1 Juan 1:8, 10). Por el
descuido de la oracin (Mat. 26:41), por confiar de
masiado en s mismo (1 Cor. 10:12), por frecuentar la
compaa de los impos (Juan 18:18, 25), o por olvidar
la lectura y meditacin de la Palabra de Dios (Sal. 119:
9,11), el creyente puede llegar a caer en pecado. Si tal
hace, es seguro que sentir la mano castigadora de su
Padre celestial (Heb. 12:5-11) y que ser impulsado a
arrepentirse sinceramente (2 Cor. 7:10).
Pero no debemos confundir una cada eventual
con una prctica habitual. El cristiano puede caer

anual

T ara

L i u .m r A i > o w :s

L a ic o s

21

a lg u n a v ez en el p e c a d o , p e r o le es d el t o d o im p o s ib le
s e g u ir u n c u r s o c o n t in u o d e m a ld a d . E sto es l o q u e s i g
n if i c a n las s ig u ie n te s p a la b r a s d e l a p s t o l J u a n :

Todo aquel que comete pecado, infringe tambin la

ley; pues el pecado es infraccin de la ley. Y sabis
que l apareci para quitar nuestros pecados, y no
hay pecado en l. Todo aquel que permanece en l,
no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha
conocido. Hijitos, nadie os engae: el que hace justi
cia es justo, como l es justo. El que practica el pecado
es del diablo; porque el diablo peca desde el principio.
Para esto apareci el Hijo de Dios, para deshacer las
obras del diablo. Todo aquel que es nacido de Dios,
no practica el pecado, porque la simiente de Dios
permanece en l; y no puede pecar, porque es nacido
de Dios. En esto se manifiestan los hijos de Dios
y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia
y que no ama a su hermano, no es de Dios (1 Juan
3:4-10).
Varias son las explicaciones que se h a n dado de
este pa sa je. Algunos han credo encon trar aqu u n a
base para decir que aun en esta vida es posible lleg a r a
u n a condicin del todo exenta de pecado. T a l p osicin
queda refutada tan to por la experiencia com o por la
enseanza general de las Escrituras. E stas a firm a n r e
petid as veces que nadie es perfecto en este m u n d o . P a
sa jes que vienen al caso son: Mat. 6:12; Rom. 7:18-20;
Gl. 5:16 y 1 Juan 1:8, 10.
O tros han querido resolver el problem a de la a p a
rente contradiccin entre las declaraciones de este p a
sa je y la realidad de la experiencia de los creyentes d i
ciendo que:

Este es el ideal admitido en principio; pero nadie es

perfecto aqu en la tierra. Con todo, aquel que es na
cido de Dios no peca sabindolo y querindolo, volun
tariamente, as como lo haca durante su vida de pe
cado. Cuando peca es desgraciado, humillado hasta
que Dios le perdone, y le devuelva el gozo de la salud.
Es en esto en lo que se diferencian los que son hijos de
Dios y los que estn an bajo la dominacin de Sa
tans.1i
i Nota m arginal tornada de El Nuevo Testamen to, Versin de F. F aivre,
tradu cid a del tranc al empuo! por J. T. de la Onr, (M adrid: L ibrera
N acional y E xtranjero, 1030), p. 361.

22

M A N iJ a i . T a h a P hf.w c a d o n k s L a ic o s

Hay. por supuesto, algo do verdad en la idea aca

bada de expresarse. Pero tenemos que insistir en que el
apstol Juan no est expresando simplemente un
ideal admitido en principio . Est asentando una rea
lidad de la experiencia cristiana. La verdadera inter
pretacin del pasaje es ms bien la siguiente. El verbo
pecar se emplea aqu en tiempo presente. En el idio
ma griego en que el apstol escriba, el tiempo presente
de los verbos siempre se emplea para indicar que la ac
cin representada es continua, acostumbrada o repetda. De manera que lo que se nos est diciendo es sen
cillamente esto: que un cristiano no practica habitual
mente el pecado. Tal no es el curso de su vida.
Consciente como es de sus muchas imperfecciones,
el verdadero creyente halla consolacin en el hecho de
que el rumbo que lleva su vida es distinto al que antes
segua. Aunque sabe que no es todo lo que debera ser,
tambin sabe que no es todo lo que era antes. El testi
monio de la conducta le da seguridad.
(3)
El testimonio del Espritu. El cristiano es un
persona que ha nacido del Espritu (Juan 3:5-8). Este
nacimiento es una experiencia obrada por el Espritu
divino sobre el espritu del hombre, purificndole de
las manchas de su pasado y renovndole en las fuentes
de su ser para que sea capaz de llevar una vida diferen
te (Tito 3:5). Al efectuar tal revolucin, el Espritu
Santo tambin lleva a cabo en el corazn del creyente
ciertas operaciones adicionales. Estas operaciones
constituyen el testimonio del Espritu a favor de la se
guridad de su alma.
Pues no habis recibido el espritu de esclavitud para
estar otra vez en tem or, sino que habis recibido el es
pritu de adopcin, por el cual clam am os: A b b a, P a
dre! El E spritu m ism o da testim onio a nuestro esp
ritu , de que som os h ijos de D ios. Y si h ijo s, tam bin
herederos; herederos de D ios y coherederos con C ris
t o . . . (Rom . 8 :1 5 -1 7 a ;v a se tam bin Gl. 4 : 6 - 7 ) .

El testimonio del Espritu a favor de la seguridad

del creyente tiene un aspecto doble. Por una parte re

M anual

P ana

P u i;im :A i> o H r .s L a i c o s

23

presenta algo que Dios hace por el creyente, y por otra

parte, indica una obra efectuada en el creyente. En
otras palabras, es un testim onio tan to objetivo com o
subjetivo.
En su aspecto objetivo, el testim onio del Espritu
se nos presenta bajo la figura de un sello.

En l tambin vosotros, habiendo odo la palabra de

verdad, el evangelio de vuestra salvacin, y habiendo
credo en l, fuisteis sellados con el Espritu Santo
de la promesa (Ef. 1:13).
Y no contristis al Espritu Santo de Dios, con el cual
fuisteis sellados para el da de la redencin (Ef. 4:30).
B ien se h a dicho que un sello indica derech o de
p rop ied ad ; constituye una garanta de calid ad ; y p r e
g o n a u n a prom esa de proteccin.1
Pero el testim onio del Espritu tiene su aspecto
su b jetivo tam bin. El Nuevo T estam ento em p lea dos
expresiones para describir este lado del asunto. H a b la
de las prim icias del Espritu y de las arras del E sp
ritu .

Porque sabemos que toda la creacin gime a una, y

a una est con dolores de parto hasta ahora; y no slo
ella, sino que tambin nosotros mismos, que tenemos
las primicias del Espritu, nosotros tambin gemimos
dentro de nosotros mismos, esperando la adopcin, la
redencin de nuestro cuerpo (Rom. 8:22-23).
Y el que nos confirma con vosotros en Cristo, y el
que nos ungi, es Dios, el cual tambin nos ha sellado,
y nos ha dado las arras del Espritu en nuestros co
razones (2 Cor. 1:21-22).
Mas el que nos hizo para esto mismo es Dios, quien
nos ha dado las arras del Espritu (2 Cor. 5:5).
... fuisteis sellados con el Espritu Santo de la pro
mesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la
redencin de la posesin adquirida, para alabanza de
su gloria (Ef. 1:13b-14).
No parece haber diferencia fu ndam ental entre el
significado de las prim icias y el de las arras en lo
que se refiere a la obra del Espritu Santo en el corazn i
i Charle:; K. Erdm an, Th f HplstU- uf lUuil io the Kphesians, (Phlladelphla:
T he W estm nster Press, 1031), p. 34.

24

M a n u a i. P a r a

P h k dicatio h k s L a ic o s

del creyente. La segunda expresin fue tomada de las

costumbres griegas, mientras que la primera recuerda
las usanzas hebreas, Pero ambas hacen hincapi en el
hecho de que por su Espritu Dios le da al creyente un
saboreito anticipado de las glorias que le esperan en el
cielo. Las primicias constituyen una promesa de una
ms abundante cosecha despus. Las arras son lo que
se da como prenda o seal en algn contrato o concier
to .' Y en ambos casos lo que se da al principio es de la
misma naturaleza que aquello que se espera al final.
Los gozos, los triunfos, las consolaciones y los conten
tamientos que el creyente experimenta en esta vida no
son sino dbiles reflejos del resplandor eterno que le
est reservado en la vida venidera. Son los anticipos
que el Espritu nos concede como garanta de un pago
final despus.
El testimonio del Espritu, como un silbo apacible
y delicado acalla nuestros temores, ahuyenta nuestras
cuitas, disipa nuestras dudas y nos infunde seguridad.
2.

UN PROFUNDO DESEO DE VER SALVOS

A OTROS

El recin convertido Andrs hall primero a su

hermano Simn . . . y le trajo a Jess, y Felipe hall a
Natanael (Juan 1:41-42, 45). Cornelio, an antes de
ser convertido, sinti un vivo inters porque sus pa
rientes y amigos ms cercanos. . . oyesen palabras por
las cuales fuesen salvos (Hch. 10:24; 11:14). Y desde
las llamas del infierno el rico condenado peda que al
guien fuese enviado a la casa de su padre para testifi
car a sus cinco hermanos a fin de que no vengan ellos
tambin a este lugar de tormento (Luc. 16:27-28). Con
sobrada razn, pues, hay que insistir en que quien quie
ra hablar a otros de la salvacin cristiana lo haga im
pulsado por un deseo ardiente de compartir con ellos
la experiencia de liberacin espiritual que l mismo ha
tenido (Rom. 9:1-3; 10:1).
Este deseo es, en realidad, una de las evidencias
Diccionario de la Real Academia Espaola.

M a n u a l P a n a P hf.i >ic.a i x >hf.s

I m ic o s

ms claras do una verdadera experiencia del nuevo na

cimiento. El que esto escribe ha pensado muchas veces
que deberamos dar mayor nfasis a esto en nuestro
examen de candidatos para el bautismo. La especie de
catequismo a que frecuentemente sometemos a los
nuevos creyentes tiene valor en lo que respecta a una
preparacin doctrinal. Pero el hecho de poder contes
tar satisfactoriamente una lista de preguntas teolgi
cas no demuestra necesariamente que la persona haya
tenido un cambio de corazn. En cambio, cuando le
vemos preocupada por la conversin de sus parientes y
conocidos, entonces s tenemos una base slida para
dar crdito a su profesin de fe.
Este deseo, sin embargo, puede ser apagado, como
aconteci en el caso de la iglesia de Efeso, la cual dej
su primer amor (Apoc. 2:4). Cuando as sucede, hay
alegra en el infierno, luto en el cielo, estancamiento en
el reino de Dios y alarma en el corazn de toda persona
que ame en verdad a su Seor.
La manera en que este deseo puede ser renovado
queda indicada por las siguientes palabras en que el
apstol Pablo nos revela los mviles de su propia carre
ra misionera:
Conociendo, pues, el tem or del Seor, persuadim os
a los hom bres; . . . Porque el amor de Cristo nos cons
trie, pensando esto; que si uno muri por todos, luego
todos m urieron; y por todos m uri, para que los que
viven, ya no vivan para s, sino para aqul que m uri
y resucit por ellos (2 Cor. 5:11, 14-15).

De acuerdo con este testimonio, la pasin por las

almas es el producto de una visin tanto del amor como
del temor del Seor. El predicador laico necesita captar
esta doble visin. Cmo podr hacerlo? Volviendo a
pensar en la cruz! All en el Monte Calvario est la
manifestacin suprema, tanto del amor de Dios para el
pecador como de la severidad de Dios hacia el pecado.
De tal manera am Dios al pecador que entreg a su
Hijo por l. S! Pero no hemos de olvidar el otro lado
del asunto. De tal manera odi Dios al pecado que

26

M an u al P ara

P r e d ic a d o r e s L a ic o s

aun cuando su propio lvljo iba do por medio, dej caer

en l la descarga completa de su ira justiciera.
iEs al pie de la cruz donde se enciende la pasin
por las almas! All el creyente se humilla al pensar
en su propia indignidad, y all se llena de compasin al
meditar en el destino eterno de todos aquellos que an
no conocen el amor del Salvador. Posedo asi de esta
doble visin, comprende que su nica razn de ser es
la de servir como mensajero de la buena nueva de sal
vacin.
3.

UNA CRECIENTE SANTIDAD DE VIDA

De Bernab leemos que era varn bueno, y lleno

del Espritu Santo y de fe. Y una gran multitud fue
agregada al Seor (Hch. 11:24). Cuando la mano dis
ciplinaria de Dios hubo castigado las mentiras de Ananas y Safira con la pena capital, leemos que vino gran
temor sobre toda la iglesia y sobre todos los que oyeron
estas cosas. . . y los que crean en el Seor aumenta
ban ms, gran nmero as de hombres como de m uje
res (Hch. 5:11, 14). No es mera coincidencia el he
cho de encontrar as vinculados un nfasis sobre la
santidad de vida con un testimonio de bendicin evangelizadora. Lo que Dios junt, no lo separe el hombre!
Siendo cierto que sin la santidad nadie ver al Se
or (Heb. 12:14), huelga agregarse que el que no lo
haya visto no podr nunca hacer que lo vean otros. Si
el ciego guiare al ciego, ambos caern en el hoyo (Mat.
15:14). As es que parte esencial de la preparacin es
piritual del predicador laico consiste en su atencin a
la exhortacin que dice:
Lim pim onos de toda contam inacin de carne y de
espritu, perfeccionando la santidad en el tem or de
D ios (2 Cor. 7:1).

Muchos son los motivos que impulsan al creyente

hacia una vida santa. La seguridad de una santidad
perfecta en el cielo es uno (1 Juan 3:2-3). Adems, por
1 Pedro 1:14-20 sabemos que tanto la naturaleza de

M a n v a i . P a r a Pm-.i>irAix>nF.s L a ic o s

27

Dios como Padre Santo, a-s como su intervencin como

Juez Imparcial se unen al valor incalculable del sa
crificio de Cristo como mviles adicionales para obli
garnos a buscar la santidad en nuestra vida diaria.
Lo anterior no deja lugar a discusin. Todo creyen
te sincero comprende que debe llevar una vida santa.
Es ms; su condicin de hombre regenerado le infun
de el deseo de hacerlo. Pero el problema est en su in
capacidad para obsequiar sus propios deseos al respec
to. Se encuentra en la misma situacin que le afliga al
apstol Pablo cuando escribi estas lneas:
Y o s que en m , esto es, en m i carne, no m ora el
bien ; porque el querer el bien est en m , pero n o el
hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el m al
que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero,
ya n o lo hago yo, sino el pecado que m ora en m .
A s que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta le y : que
el m al est en m . Porque segn el hom bre interior,
m e deleito en la ley de D ios; pero veo otra ley en m is
m iem bros, que se rebela contra la ley de m i m ente, y
que m e lleva cautivo a la ley del pecado que est en
m is m iem bros. M iserable de m ! Quin m e librar
de este cuerpo de m uerte? (Rom. 7:18-24).

Es este un problema que no puede ser resuelto por

la simple fuerza de nuestra voluntad. La carne no
puede echar fuera a la carne. De esto hablaba Pablo
cuando adverta a los colosenses en contra de la inuti
lidad de preceptos, tales como: no manejes, ni gus
tes, ni aun toques . Tales cosas, deca el apstol, tie
nen a la verdad cierta reputacin de sabidura en cul
to voluntario, en humildad y en duro trato del cuerpo,
pero no tienen valor alguno contra los apetitos de la
carne (Col. 2:20-23).
La solucin se halla en otra parte. Se encuentra en
una comprensin mayor de lo que Cristo ya hizo por
nosotros en la cruz, y en una sumisin ms completa al
dominio del Espritu Santo en nuestra vida. Esto no es
sino otra manera de decir que el problema planteado
en Romanos siete se resuelve a la luz de las verdades
presentadas en Romanos seis y ocho.

28

M a n u a l Taha

P r e d ic a d o r e s L a ic o s

En el captulo seis do Romanos Pablo nos presen

ta la obra de Cristo en la cruz de esta manera:
Sabiondo esto, que nuestro viejo hom bre fu e cru cifi
cado ju n tam en te con l, para que el cuerpo del pecado
sea destruido, a fin de que no sirvam os m s al pe
cado . . . A s tam bin vosotros consideraos m uertos al
pecado, pero vivos para D ios en C risto Jes s, S e or
n uestro. N o reine, pues, el pecado en vu estro cuerpo
m ortal, de m odo que lo obedezcis en sus con cu p iscen
cia s; n i tam poco presentis vuestros m iem bros a l p e
cado com o instrum entos de iniquidad, sin o p resen
ta os vosotros m ism os a D ios com o vivos de en tre los
m u ertos, y vuestros m iem bros a D ios com o in stru m en
to s de ju sticia. Porque el pecado n o se en se orear
de vosotros; pues no estis bajo la ley , sin o b a jo la
gracia (Rom. 6:6, 11-14).

Aqu tenemos la declaracin de un hecho: nues

tro viejo hombre fue crucificado juntamente con l
(con Cristo) . Entonces no tenemos que volvernos a
crucificar. La cosa est hecha ya! En consecuencia,
no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia. Las deman
das de la ley fueron satisfechas todas por la muerte de
Cristo. Nosotros estamos en Cristo . De modo que
cuando l muri, nosotros tambin morimos. Y la ley
no le puede exigir nada a un muerto.
Adems, el propsito de la muerte de Cristo era
para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de
que no sirvamos ms al pecado . Debemos entender lo
que significa esta palabra destruido . Es la misma que
encontramos en Hebreos 2:14 donde se nos dice que
Cristo muri para destruir... al diablo . En ambos
pasajes la idea es la misma. La palabra significa lite
ralmente hacer nulo o de ningn efecto . El diablo no
fue aniquilado por la muerte de Cristo; an existe. Pero
su poder sobre los creyentes fue nulificado. El cuerpo
del pecado tampoco fue aniquilado por la muerte de
Cristo. El creyente aun encuentra que en su carne no
mora el bien . Pero la autoridad de la naturaleza car
nal s ha sido nulificada en cuanto a la vida del cre
yente.
Antes de nuestra conversin, la Biblia dice que

M a n u a l T ah a

P iu du au o iik s L a ic o s

29

ramos hijos del diablo (Juan 8:44; 1 Juan 3 :JO).

Por tanto, Satans ejerca sobre nosotros autoridad
(2 Tim. 2:26). Pero en la cruz se obr una victoria so
bre Satans (Col. 2:14-15) y fuimos librados de la po
testad de las tinieblas y trasladados al reino del Hijo de
Dios (Col. 1:13-14). As es que Satans ya no tiene nin
guna autoridad sobre nosotros. Cuando le vemos acer
carse, podemos decir confiadamente: El nada tiene en
m (Juan 14:30). Y cuando nos tiende su lazo de ten
tacin podemos, en el nombre de Cristo, ordenarle que
se retire, sabiendo que cuando le resistimos as tiene
que huir (Stg. 4:7; 1 Ped. 5:9).
Ahora bien, de la misma manera, la muerte de
Cristo ha destruido el cuerpo del pecado . Es decir, ha
nulificado la obligacin que tenamos de servir a la
maldad. Por tanto, lo que debemos hacer ahora es
considerarnos muertos al pecado y presentarnos a
Dios como vivos de entre los muertos y nuestros miem
bros a Dios como instrumentos de justicia . Es decir,
debemos dar por sentado el hecho de nuestra liberacin
de la autoridad de Satans, y haciendo caso omiso de
sus rugidos de len encadenado (1 Ped. 5:8), ofrecer
nuestra vida entera sobre el altar del Seor. Ya somos
libres para servir a Dios!
Pero al llegar a este punto, suele suceder una cosa
curiosa. A semejanza de los creyentes de Galacia, nos
lanzamos al servicio de Dios en la energa de la carne.
No lo admitiramos, pero en el fondo del corazn esta
mos pensando ms o menos as: Seor, qu bueno es
que me hayas escogido por siervo tuyo. Te felicito. Te
has ganado un gran colaborador. Conmigo triunfars.
Confiando, pues, en nuestras propias fuerzas, salimos a
dar batalla contra principados, contra potestades,
contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo,
contra huestes espirituales de maldad en las regiones
celestes (Ef. 6:12)y quedamos aplastados. Despus,
humillados por el fracaso, le omos a Dios decir:
T an necios s o ls ? H abiendo com enzado por el E s
pritu, ahora vals a acabar por la carne? (Gal. 3:3).

30

M a n u a l P a n a Pnrcm cA D onrcs L a ic o s

Entonces, adems de comprender la grandeza de

la obra de Cristo, hecha a nuestro favor en la cruz, te
nemos que someter nuestra vida a la direccin y al po
der del Espritu Santo para que l haga morir en nos
otros las obras de la carne. As alcanz Pablo la victo
ria. Despus de su miserable de mi! que encontramos
casi al final de Romanos siete, leemos lo siguiente:
G racias doy a D ios, por Jesucristo Seor n u e s t r o . . .
Ahora, pues, ninguna condenacin hay p ara los que
estn en Cristo Jess, los que no andan con form e a la
carne, sino conform e al Espritu. Porque la ley del E s
pritu de vida en Cristo Jess m e h a librado de la
ley del pecado y de la m u e rt e . . . Porque si vivs co n
form e a la carne, m oriris; m as si por el E spritu h a
cis morir las obras de la carne, viviris (Rom. 7:25;

8:1-2, 13).

Fijmonos bien en que es por el Espritu que pode

mos hacer morir las obras de la carne . Nuestro deber
es claro. Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros
(Col. 3:5-7) es la orden dada por el Seor. Y nosotros
estamos de acuerdo. En nuestro carcter de hijos de
Dios secundamos el sentimiento de nuestro Padre ce
lestial. Pero aunque estamos de acuerdo en la senten
cia, carecemos de poder para ejecutar el fallo. Este es
el papel del Espritu Santo. Todo lo que nosotros pode
mos hacer es dar nuestro consentimiento para que las
obras de la carne sean muertas y encomendar la eje
cucin de la obra al Espritu de Dios. Confesando tanto
el hecho de nuestra imperfeccin como el de nuestra
incapacidad, tenemos que pedirle al Espritu Santo que
se apodere de nosotros y haga morir las obras de la
carne.
En otras palabras, para que haya una creciente
santidad en nuestra vida, necesitamos ser llenos del
Espritu (Ef. 5:18). Necesitamos que l produzca en
nosotros su fruto (Gl. 5:22-23). A la medida que de
jarnos de contristarlo (Ef. 4:30) y de apagarlo (1 Tes.
5:19) y en proporcin directa a nuestra sumisin a la

M a n u a l P ama P hf.i >ic a i >ohi

L atcos

31

soberana de Cristo (Hch. 5:32), experimentaremos

esta plenitud de poder de lo alto.'
4. AMOR AL ESTUDIO DE LA BIBLIA
O h, cunto amo yo tu ley! Todo el da es ella mi
m editacin... Cun dulces son a mi paladar tus pa
labras! M s que la miel a mi boca (Salmo 119:97,

103).

Estas palabras deben hallar eco en el corazn del

predicador laico. Este sabr que los beneficios que
aporta un conocimiento amplio de las Escrituras son
indispensables, tanto para el vigor de su propia vida
espiritual como para la efectividad de su testimonio a
otros.
En su lucha con la tentacin sabr que no hay
como la espada del Espritu (Ef. 6:17); que es con
un escrito est (Mat. 4:4, 7, 10) que se le puede ven
cer al tentador. En medio de sus pruebas encontrar
que las cosas que se escribieron antes, para nuestra
enseanza se escribieron, a fin de que por la paciencia
y la consolacin de las Escrituras, tengamos esperan
za (Rom. 15:4). Al enfrentarse con sus responsabili
dades como testigo del Seor, encontrar nimo en la
seguridad de que toda la Escritura es inspirada por
Dios, y til para ensear, para redargir, para corregir,
para instruir en justicia, a fin de que el hombre de
Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda
buena obra (2 Tim. 3:16-17). Y puesto que el Sal
mista le ha asegurado de que si tiene su delicia en la
ley de Jehov, y si en ella medita de da y de noche,
ser como rbol plantado junto a corrientes de aguas,
que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo
lo que hace prosperar (Sal. 1:2-3), le interesar todo
aquello que le pueda dar alguna orientacin prctica
respecto a la mejor manera de aprovechar sus oportu
nidades para leer la Biblia. En seguida, pues, se ofrecen unas sugerencias sencillas.
1 Para un desarrollo iniln completo de este pensamiento, vase James D.
Crane, L a R e p r o d u c c i n E s p ir itu a l, ('El Paso: Casa Hauttsta de Publicaciones.
1900), Captulo l l.

32

M a n u a i . T aha I iw.imcadohes L aico s

(1) Lea algo todos los das. En la experiencia de

Israel con el man encontramos un ejemplo muy Ins
tructivo sobre este punto.
Y Jehov dijo a Moiss: He aqu yo os har llover
pan del cielo; y el pueblo saldr, y recoger diaria
mente la porcin de un da, para que yo lo pruebe si
anda en mi ley. o no (Ex. 16:4).

No se poda almacenar en un da lo suficiente para

toda la semana. Tampoco es posible que el creyente sa
tisfaga hoy las necesidades espirituales que pueda te
ner maana. Basta a cada da su propio mal (Mat.
6:34b). De igual manera la gracia divina para soportar
ese afn tiene que ser recibida en lotes cotidianos.
Como jefe de familia, el predicador laico querr leer
algo de la Biblia cada da a su esposa e hijos, pero apar
te de la celebracin del culto familiar, tendr cuidado
en apartar algn tiempo diariamente para su estudio
bblico personal.
(2) Tenga algn plan definido. Las cosas hechas al
trochemoche no suelen salir muy bien. Aunque de vez
en cuando escuchamos el testimonio de algn herma
no que asegura haber encontrado el preciso mensaje
que necesitaba por el sencillo procedimiento de abrir
la Biblia al azar y leer lo primero que capt su atencin,
tenemos que insistir en que tales experiencias son poco
comunes. Ocasionalmente encontramos una moneda
tirada en la calle. Pero ninguno de nosotros se atreve
ra a sufragar los gastos de su casa sobre la base de lo
que pudiera as hallar. Preferimos buscar un empleo
que tenga un plan definido de pagos.
El plan que uno siga tendr que ajustarse a sus
condiciones particulares. Cada cabeza es un mundo.
Para algunos el mejor plan es el de leer cierto nmero
de captulos cada da. Leyendo tres captulos cada da
entre semana y cinco los domingos, alcanzan a leer la
Biblia entera en un ao. Conozco a un predicador laico
que de esta manera logr leer toda la Biblia no menos
de cuarenta y dos veces antes de morir. Otros encuen
tran mayor provecho en leer trozos ms cortos y medi

M a n u a i . P aua Pm-:i>irAiH>nr.s L aicos

33

tarlos con detenimiento. Pero lea usted mucho o poco

a la voz, si es aconsejable que procure leer todo un li
bro de la Biblia antes de pasar a otro. As fue escrita
la Biblia: libro por libro. Leyndola en esta misma for
ma es ms fcil que uno llegue a captar el mensaje
verdadero de cada porcin.
(3)
Lea en busca de alimento para su propia alma
Para algunos hermanos parece que el Libro de Dios es
una simple sarta de curiosidades. Se deleitan en hacer
alarde de sus conocimientos bblicos , pero stos re
sultan ser de escaso provecho espiritual. Consisten en
el aprendizaje de los detalles mecnicos de la Escri
tura y en una familiaridad amplia con sus datos cu
riosos . Por supuesto, debemos conocer los nombres de
los sesenta y seis libros de la Biblia y saber el orden en
que aparecen. Vale la pena saber que Marcos no era
uno de los doce apstoles y que Dan y Beerseba no fue
ron marido y mujer. Adems, es interesante saber que
el captulo ms largo de la Biblia es el Salmo 119; que
el ms corto es el Salmo 117; y que uno de los versculos
ms breves es Juan 11:35. Pero puede uno saber todo
esto y mucho ms de semejante ndole sin llegar jams
a ser poderoso en las Escrituras .
Para otros, parece que la Biblia es ms bien un al
macn de parque. La leen al travs de gruesos lentes de
polemista, buscando siempre algo con qu combatir a
los catlicos u otro grupo hertico. No cabe duda de que
la polmica tiene su lugar y que cada creyente debe sa
ber defenderse de los estragos del error. No obstante
esto, el propsito principal con que damos lectura a la
Palabra de Dios debe ser el de buscar pan y no piedras.
La Biblia es, sobre todo, un libro de ayuda espiri
tual prctica. Fue escrita con el doble fin de ensear
nos cmo ir al cielo y de ayudarnos a mejorar nuestra
conducta mientras estemos de camino. Por tanto, de
bemos acercarnos a ella con corazn sincero y humilde,
buscando luz para nuestro sendero particular. Si as lo
hacemos, no slo hallaremos que es lmpara a nues
tros pies y lumbrera a nuestro camino (Sal. 119:105),

34

M a n d a d P aiia P r e d ic a d o r e s L a ic o s

sino que aprenderemos a reflejar sus rayos para ilumi

nar tambin a otros.
(4) M a r q u e su B ib lia . No tenga miedo de usar el
lpiz mientras est leyendo. Una marca, conveniente
colocada en el margen de un pasaje importante le ayu
dar a recordar su significado y facilitar el encuentro
del mismo cuando lo vuelva a necesitar. Algunas per
sonas gustan de usar lpices de color para marcar sus
Biblias. Se le puede asignar a cada color un asunto, y
cuando se encuentra un pasaje que habla de este asun
to, subrayarlo con el color correspondiente. Durante
varios aos el que esto escribe ha seguido tal costum
bre con provecho positivo. El inters y la necesidad per
sonales dictarn el significado que uno asigne a los co
lores. Simplemente por va de ilustracin les indica
r mi propio plan.
Uso lpices de siete colores, relacionando cada co
lor con un asunto, como sigue: (1) rojo - la sangre de
Cristo; (2) azul - la oracin; (3) amarillo - el Espritu
Santo; (4) anaranjado - la iglesia; (5) caf - el pecado
y sus consecuencias; (6) verde - el Reino de Dios; y
(7) violeta - los advenimientos de Cristo: las profecas
de su primera venida en el Antiguo Testamento y las
promesas de su segunda venida en el Nuevo.
(5) Aprenda textos de memoria. Esto no es tan
difcil como algunas personas se lo imaginan. La men
te humana tiene una maravillosa capacidad para rete
ner tanto ideas como palabras si uno sigue un procedi
miento fijo para aprender. Pngase la tarea de apren
der cuando menos un nuevo texto cada semana. Para
principiar, escoja un texto relativamente breve. Ha
biendo escogido el texto, divdalo en sus partes natu
rales (stas son indicadas por los signos de puntua
cin) y vaya por partes. Lea la primera parte del tex
to varias veces, procurando repetirla de memoria des
pus de cada lectura. Siga haciendo esto hasta que lo
gre repetir esta parte del texto completamente en for
ma correcta. Pase luego a la parte siguiente, leyndola
y repitindola hasta aprenderla bien. Luego, repita las

M a n u a l P a r a P i u n i c A n o m s L aicos

35

dos partos juntas autos do proceder al aprendizaje de

lo que rosto. Sipa esto procedimiento hasta poder repe
tir al pi do la letra el texto entero, juntamente con su
respectiva referencia. Cuando lo pueda repetir todo,
entonces escrbalo para fijarlo todava mejor en la men
te. A la siguiente semana, antes de iniciar el aprendi
zaje de un texto nuevo, repase bien el texto que ya tie
ne aprendido y luego proceda con el nuevo como lo
hizo con el primero. A la tercera semana, repase los dos
textos ya aprendidos antes de empezar con el si
guiente.
De esta manera, en un ao se habr aprendido un
mnimo de cincuenta y dos pasajes selectos de la Biblia.
Si se ha tenido cuidado en escoger textos que tengan
una relacin clara con las condiciones de la salvacin
y los requisitos del crecimiento espiritual, el predica
dor laico descubrir que a la hora de estar presentan
do su testimonio, el Espritu Santo se encargar de sa
car de su memoria estos tesoros celestiales para posi
tiva bendicin de sus oyentes. As nos lo ha prometido
el Seor (Juan 14:26).
5.

LA PRACTICA DE LA ORACION

El predicador laico se parece al hombre de la pa

rbola que recibi la visita inesperada de un amigo a
media noche. Era su obligacin dar de comer al cami
nante, pero no tena con qu. Solucion su problema
mediante una splica persistente. Al hacer la aplica
cin de la parbola, el Seor dio un mandamiento que
lleva adjunta una gran promesa. Pedid, y se os dar;
buscad, y hallaris; llamad, y se os abrir. Porque todo
aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que
llama, se le abrir (Luc. 11:5-10). Los tres imperati
vos de esta orden (pedid, buscad y llamad) dan la idea
de una accin continua o repetida. Este es un pensa
miento muy importante. A tal prctica persistente de
la oracin seala el Seor como la condicin para poder
cumplir la maravillosa promesa que le sigue. El que as
practica la oracin tendr siempre pan de vida que

36

anuat,

I aha P uf,d c ad o iik s L a ic o s

dar a los viajeros lia minien tos que lleguen a su puerta.

Pero la tarea del predicador laico no se limita a la
alimentacin de los que dcilmente le lleguen en bus
ca de pan. Tiene que luchar tambin para librar del do
minio de Satans a los que se hallan cautivos a su vo
luntad (2 Tim. 2:26). Para tal lucha le falta ms que
palabras; le falta poder. Su mensaje necesita parecer
se al de Pablo, el cual afirmaba que
ni nii palabra ni m i predicacin fue con palabras p er
suasivas de hum ana sabidura, sino con dem ostracin
del Espritu y de poder (1 Cor. 2:4).

Estando Jess y tres de sus apstoles sobre el M on

te de la Transfiguracin, un pobre hombre present
su hijo endemoniado a los nueve apstoles restantes,
pidindoles que lanzaran fuera el demonio que afliga
a su muchacho. Los discpulos hicieron el intento, y
fracasaron. Afortunadamente, el Seor regres a tiem
po para arreglar el problema, pero los nueve se queda
ron con el bochorno. Apenados por su manifiesta
derrota, se acercaron a Jess y preguntaron el por qu.
La respuesta fue: Este gnero con nada puede salir,
sino con oracin (Mar. 9:19, V.H.A.).
Pero aparte de su valor para el desempeo del m i
nisterio de la predicacin, la prctica de la oracin es
indispensable para el cultivo de la propia vida espiri
tual. Por ella se logra vencer en la hora de la tentacin
(Mat. 26:41); se obtiene la sabidura para hacer deci
siones importantes (Stg. 1:5-6); se consigue valor para
testificar en tiempos difciles Hch. 4:24-31); y se forta
lece el espritu en horas de afliccin (2 Cor. 12:7-9).
Cuando el apstol Pablo quiso ensearnos cmo
vencer en la lucha que sostenemos con las fuerzas es
pirituales del mal, tuvo cuidado en dejar bien clara la
importancia de la oracin (Ef. 6:10-20). Esta, junta
mente con la espada del Espritu , o sea la Palabra de
Dios, constituyen las nicas armas de ataque de que
dispon cirios. A esto obedece la tenaz oposicin que ex
perimentamos cuando queremos orar. El diablo prefie
re vernos hacer cualquier otra cosa que no sea orar. Y

M a n u a l P ara P ivi du Anones I.a k os

37

para impedirnos, se aprovecha de todas sus maas, que

son muchas. Pero no ignoramos sus maquinaciones (2
Corintios 2:11). Asi, pues, resueltamente nos propon
dremos orar sin cesar (1 Tes. 5:17), sabiendo que no
tenemos porque no pedimos (Stg. 4:2b) y que la ora
cin eficaz del justo puede mucho (Stg. 4:16b).
Se aprende a orar orando. Pero mucha ayuda se re
cibe al estudiar las oraciones que se encuentran en la
Biblia. El predicador laico har bien en detenerse para
meditar cada vez que encuentre una plegaria en las Es
crituras. Fjese en la forma en que se le invoca a Dios;
en las bases que se alegan para pedir; y en las peticio
nes que se hacen. Ntese tambin cuntas veces la ora
cin incluye una accin de gracias y una confesin de
pecado. Y aparte de las oraciones bblicas mismas,
tome nota tambin de los pasajes que dan instruccio
nes sobre la manera de orar y que hacen promesas a los
que oran.
Por ltimo, hay provecho en el estudio de buenos
libros sobre el tema de la oracin. Entre las muchas
obras recomendables que se han publicado en castella
no, el autor de estas lineas se permite sugerir tres que
han sido de especial ayuda en su propia peregrinacin
espiritual. Son: Con Cristo en la Escuela de la Oracin,
por Andrew Murray; Secretos de la Oracin, por Fede
rico J. Huegel; y Cmo Orar, por R. A. Torrey.
Preguntas de Repaso
1.
2.
3.
4.
5.

La preparacin espiritual del predicador laico

abarca cinco cosas. Cules son?
Cules tres testimonios debe un verdadero cre
yente tener que le dan la seguridad de la sal
vacin?
Cite de memoria cuando menos un texto bblico
que hable de la certeza de la salvacin.
Explique el significado de 1 Juan 3:4-10.
Qu significan: (1) el sello del Espritu; (2) las
primicias del Espritu; y (3) las arras del Es
pritu?

38

M a n u a l P a r a P re d ic a d o r e s L a ic o s

6. Si un creyente llega a perder la compasin por las

almas perdidas, cmo podr recuperarla?
7. Qu relacin existe entre la santidad de vida de
los creyentes y su efectividad evangelstica?
8. Cmo se logra la victoria sobre las concupiscen
cias de la carne?
9. Cules son las cinco sugerencias prcticas que el
libro da respecto a la lectura de la Biblia?
10. Mencione cinco razones por qu el predicador lai
co debe orar mucho.

Captulo

E L PREDICADOR LAICO NECESITA

PENSAR EN SU PROPOSITO

Antes de que el predicador laico se ponga al habla

con la gente, es prudente que se detenga a analizar sus
propsitos. Debe hacerse a s mismo y de la manera
ms solemne la siguiente pregunta: Por qu quiero
hacer uso de la palabra? Si su corazn ha sido debida
mente preparado de acuerdo con las sugerencias dadas
en el captulo anterior, la respuesta tendr que ser
dada en tres partes. Querr, ante todo, glorificar a Dios.
Luego, buscar la salvacin de los perdidos y la edifi
cacin de los creyentes. Conviene, pues, que pensemos
ahora en este triple propsito que debe inspirar al pre
dicador laico en el desempeo de su ministerio.
1. LA GLORIFICACION DE DIOS
Respecto a esto la pauta nos fue marcada por el
apstol Pablo en su carta a los corintios: S, pues, co
mis o bebis, o hacis otra cosa, hacedlo todo para la
gloria de Dios (1 Cor. 10:31). Pero, qu significa esto
de glorificar a Dios ? Bien sabemos que el nombre de
Dios es glorioso y alto sobre toda bendicin y alaban
za (Neh. 9:5c). Siendo ya glorioso en medida infinita,
siendo ya perfecto en todo sentido, claro est que nos
otros no somos capaces de agregarle nada. Ninguna
cosa que hagamos nosotros podr aumentar en lo ms
mnimo la gloria esencial de Dios.
Quiz nos ayude a entender el asunto la siguiente
[39]

40

M a n u a i . P ara P r e d ic a d o r e s L aico s

declaracin: Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el

firmamento anuncia las obras de sus manos'* (Sal. 19:
1). Sin duda lo que quiso decir el rey David era que
cuando uno contempla las maravillas celestiales se da
cuenta, cuando menos en parte, de la grandeza del
Creador. El brillo de los astros y el movimiento mate
mtico de los planetas no hacen que Dios sea glorioso,
pero revelan al hombre algo de su majestad y poder.
Entonces glorificar a Dios significa actuar o hablar
de tal manera que otros puedan comprender mejor
cun grande y cun bueno es Dios, y que se sientan
impulsados a amarle y a entregarle su corazn.
Dicho de otro modo, glorificar a Dios significa
descorrer un poco el velo para que los hombres vean
ms all de las cosas materiales y perciban la mano in
visible del amor divino. Esto es realmente nuestro de
ber en todo cuanto hagamos. As alumbre vuestra luz
delante de los hombres, para que vean vuestras buenas
obras y glorifiquen a vuestro Padre que est en los cie
los (Mat. 5:16). Dice el apstol Pablo que cuando los
creyentes de Judea oyeron decir que aquel que en otro
tiempo nos persegua, ahora predica la fe que en otro
tiempo asolaba . . . glorificaban a Dios en m (Gl. 1 :
23-24). El cambio radical operado en el perseguidor de
la iglesia descorri un poco el velo y dej vislumbrarse
algo de la gloria y la majestad de Dios.
iPero Dios es celoso de su gloria! Yo Jehov; este
es mi nombre; y a otro no dar mi gloria (Isaas 42:
8a). Parece que precisamente en la cuestin de hablar
en pblico existe una tentacin especial de olvidarse
uno de esto y de buscar su propia alabanza. Nos gusta
mucho que la gente diga: Qu bonito habl el her
mano!** Necesitamos recordar a menudo el caso del rey
Herodes (Hch. 12:20-21). Despus de haber pronuncia
do un gran discurso la gente le alab, pero su ala
banza result ser una maldicin porque al momento
un ngel del Seor le hiri, por cuanto no dio la gloria
a Dios; y expir comido de gusanos*.
Es de importancia, pues, que el predicador laico se

M a n u a l P a h a P m cD icA nonK s I . a reos

41

acerque a cada oportunidad que tenga de hablar en p

blico haciendo .suya la oracin del Salmista: No a nos
otros, ol JchovA; no a nosotros, sino a tu nombre da
gloria (Sal. 15:1).
2.

LA CONVERSION DE LOS PERDIDOS

En la ocasin de la persecucin que sobrevino a la

iglesia en tiempo de Esteban, leemos que todos fueron
esparcidos por las tierras de Judea y Samaria, salvo los
apstoles y que de los que fueron esparcidos haba
entre ellos unos varones de Chipre y de Cirene, los cua
les, cuando entraron en Antioqua, hablaron tambin
a los griegos, anunciando el evangelio del Seor Jess.
Y la mano del Seor estaba con ellos, y gran nmero
crey y se convirti al Seor (Hch. 8:1; 11:20-21).
Aquellos predicadores laicos apuntaban hacia la con
versin de los perdidos. De igual manera el predicador
laico de nuestro tiempo debe tener como propsito suyo
traer las almas a Cristo para que lo reciban como su Se
or y Salvador.
Para cumplir con este propsito de evangelismo,
el mensaje presentado debe hacer hincapi siempre so
bre cinco conceptos fundamentales, a saber: (1) el
amor divino que anhela bendecir al hombre con la vida
eterna; (2) el pecado que ha hecho separacin entre el
hombre y su Dios; (3) la obra perfecta de Cristo a fa
vor del pecador; (4) las condiciones de la salvacin; y
(5) la urgencia de la hora presente.
La salvacin del hombre tuvo su origen en el eter
no amor de Dios. Con amor eterno te he amado ha
dicho a su pueblo (Jer. 31:3). Segn el apstol Pa
blo, Dios nos escogi en Cristo antes de la fundacin
del m undo. . . en amor habindonos predestinado para
ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo
(Ef. 1:4-5). Y al apstol Juan le fue revelado que Cris
to es el Cordero que fue inmolado desde el principio
del mundo (Apoc. 13:8).
Amndonos eternamente, el deseo de Dios es que
tengamos vida eterna (Juan 3:16). Pero, qu cosa

42

M a n u a i . Pana PnF.mcADonEs L aicos

es vida eterna ? No es simplemente una existencia in

terminable, pues aun los demonios y todos los habi
tantes del infierno no dejarn nunca de existir (Mat.
25:41, 46; Mar. 9:47-48; Apoc. 20:10, 15; 21:8). Vida
eterna es nada menos que una nueva clase de vida
impartida y sostenida por Dios que se empieza a
disfrutar aqu mismo en la tierra y que ser perfeccio
nada en el cielo. (Fil. 1:6). En una palabra, vida eter
na es la vida abundante de que habl Cristo en Juan
10:10; es una vida abundante en gozo, paz, pureza, po
der y seguridad.
Pero segn las Escrituras, el hombre ha quedado
alejado de Dios por causa de su pecado. (Is. 59:1-2;
Rom. 3:23). Habiendo nacido en pecado (Sal. 51:5),
tiene una naturaleza perversa (Gn. 6:5) y, en conse
cuencia, se ha descarriado del buen camino (Is. 53:6) y
vive bajo la ira y condenacin divinas (Juan 3:18, 36).
Y para colmo de su desgracia, es totalmente incapaz
de salvarse a s mismo (Tito 3:5, 7).
Para remediar esta situacin Dios, en la persona
de su Hijo, entr de manera sobrenatural en el curso
de la historia humana para identificarse plenamente
con el hombre (Mat. 1:23; Juan 1:14; Heb. 4:15).
Despus de haber cumplido todas las demandas de la
ley divina (Mat. 5:17; 1 Ped. 2:22), tom nuestra culpa
y pag en la cruz el precio completo de nuestra reden
cin (Juan 14:6; Rom. 5:8; Gal. 3:13; 1 Ped. 2:24; 3:
18; Heb. 9:11-14). Luego triunf sobre la muerte (1 Cor.
15:20) y ascendi a la diestra del Padre para interce
der por los suyos (1 Tim. 2:5; Heb. 7:25). Algn da
vendr en gloria para resucitar a los muertos, juzgar
al mundo e inaugurar el reino eterno. (Mat. 25:31-32;
1 Tes. 4:16-17; Apoc. 19:6).
Por tanto, los hombres deben arrepentirse de sus
pecados (Ilch. 3:19) y recibir por fe a Cristo como Seor
y Salvador de sus vidas (Rom. 6:23; Apoc. 3:20) y lo
deben hacer ahora mismo (2 Cor. 6:2).

M a n u a l P a r a Pm<:mcAi>oHr.s L a ic o s

3.

43

LA EDIFICACION DE LOS CREYENTES

Despus de que el evangelio se hubo abierto tan

grande paso en Antioqua, leemos que Bernab lleg
desde Jerusaln y viendo la gracia de Dios, se regocij
y exhort a todos a que permaneciesen en la fe . Luego
fue a Tarso para buscar a Saulo; y hallndolo le trajo
a Antioqua. Y se congregaron all todo un ao con la
iglesia, y ensearon a mucha gente Hch. 11:22-26). En
pginas sucesivas encontramos con alguna frecuencia
pasajes como ste: Despus de anunciar el evangelio
. . . y de hacer muchos discpulos, volvieron . . . con
firmando los nimos de los discpulos, exhortndoles a
que permaneciesen en la fe, y dicindoles: es necesario
que a travs de muchas tribulaciones entremos en el
reino de Dios (Hch. 14:21-22; 15:32, 41; 16:5).
Todo esto quiere decir que los cristianos primitivos
no slo se preocupaban por la conversin de los perdi
dos, sino que sentan tambin una gran responsabili
dad por la edificacin de los creyentes. Comprendan
que su tarea no terminaba con hacer discpulos a to
das las naciones , sino que les obligaba tambin a en
searles todas las cosas que Jess les haba manda
do (Mat. 28:19-20). Despus de lograr que las almas
recibiesen a Cristo como su Seor y Salvador, se esfor
zaban en persuadirles a andar en l (Col. 2:6; 1
Juan 2:6).
La edificacin de los creyentes es una tarea que
requiere cuando menos tres cosas: (1) la enseanza
(Rom. 12:7b; 1 Cor. 14:19); (2) la exhortacin (Rom.
12:8a; 1 Cor. 14:3); y (3) la consolacin (1 Cor. 14:3.)
A los creyentes se les necesita ensear cules son
sus privilegios y responsabilidades. Adems, necesitan
ser exhortados a aprovechar los primeros y a cumplir
con las segundas. Y finalmente, necesitan ser consola
dos en sus penas, estimulados en sus pruebas y forta
lecidos en sus luchas contra el mal.
Los propsitos del predicador laico, entonces, son
tres: la glorificacin de Dios, la conversin de los per
didos y la edificacin de los creyentes. El primero de

44

M a n u a i. P ana

P r e d ic a d o r e s L a ic o s

los tres es constante. Cada, vez que se levanta para ha

blar. su meta ser la de descorrer un poco el velo para
que sean vistas la gloria y la majestad de su Seor. Pero
los otros dos propsitos son variables; dependen de la
condicin de los oyentes.
Si cada persona presente ya ha recibido a Cristo
como su Seor y Salvador, no cabe un mensaje de evangelismo, sino de edificacin. Si cada persona presente
fuese inconversa, seria intil hacer otra cosa que evan
gelizar. Pero pocas veces habremos de encontrarnos con
casos tan extremos como los que acabamos de mencio
nar. Generalmente nuestras congregaciones sern
compuestas en parte por personas inconversas y en
parte por creyentes. Cmo, pues, podr el predicador
laico saber a cul de los dos grupos debe dirigir su men
saje?
Dos cosas le tienen que guiar; (1) su conocimiento
de las personas que tiene delante de s y (2) las impre
siones que el Espritu Santo ponga en su corazn en res
puesta a sus oraciones. Si se trata de un grupo al cual
predica con regularidad, es aconsejable que la propor
cin entre los dos tipos de mensaje sea por partes igua
les. Si es infrecuente su visita, por regla general ser
sabio dar la preferencia a los mensajes de evangelismo.
En esto, as como en todo otro aspecto de la vida cris
tiana, si alguno tiene falta de sabidura, pdala a Dios
(Stg. 1:5).
Preguntas de Repaso
1. Cules son los tres propsitos que debe tener el
predicador laico?
2. Qu significa glorificar a Dios ?
3. Cul debe ser la oracin con que el predicador lai
co se acerque a cada oportunidad que tenga de ha
blar en pblico?
4. Nmbrense los cinco conceptos fundamentales en
que debe hacer hincapi un mensaje de evange
lismo.

M a n u a l P a r a Piu:mcAi>om:s L a ic o s

5.

45

Qu tres cosas se requieren para edificar a los cre

yentes?
6. Cmo ha de decidir el predicador laico, en un caso
determinado, si debe presentar un mensaje de
evangelismo o de edificacin?

Captulo 4
EL PREDICADOR LAICO N EC ESITA
TENER UN MENSAJE

El equipo bsico del predicador laico lo constitu

yen los dones de la palabra , o sea su capacidad para
ensear, exhortar y consolar (Rom. 12:6-8; 1 Cor. 14:
3). Teniendo tales dones espirituales, le es obligatorio
utilizarlos para la gloria de Dios en la conversin de
los perdidos y la edificacin de los creyentes. Pero al
enterarse de su obligacin, el predicador laico no tar
da en descubrir que con la pura intencin no basta. No
es suficiente que est dispuesto a hablar; necesita te
ner algo qu decir. Le hace falta un mensaje que entre
gar.
Al llegar a este punto hay dos cosas que puede ha
cer: puede dar su testimonio personal, o puede ensear
y hacer una aplicacin prctica de alguna verdad bbli
ca. Algunas veces, por supuesto, querr combinar las
dos cosas.
1. EL MENSAJE DEL PREDICADOR LAICO PUEDE
SER SU PROPIO TESTIMONIO PERSONAL
El testimonio personal del ex endemoniado de Gadara hizo que diez ciudades se maravillasen (Mar. 5:
19-20). Tanto Pedro (Hch. 10:40-42; 11:4-17; 15:7)
como Pablo (Hch. 22:3-21; 26:1-32; 1 Cor. 15:8-10)
empleaban el testimonio personal como elemento bsi
co de su predicacin. El telogo Juan tuvo una visin de
los hermanos que triunfaron sobre Satans y supo que
[461

M a n u a i * T aha rni,nicAPom,s L aicos

47

le vencieron por medio de la sangre del Cordero y de

la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus
vidas hasta la muerte (Apoc. 12:11). Con razn, pues,
insisti el apstol Pedro en que todos los creyentes de
bieran estar siempre preparados para presentar de
fensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que
os demande razn de la esperanza que hay en vosotros
(1 Ped. 3:15).
Todos los pasajes citados arriba tratan del testi
monio hablado. A ste hay que agregar, por supuesto,
el testimonio vivido. A ello se refiere el apstol Pablo
en 1 Tesalonicenses 1:7-10 donde indica que fue el
ejemplo de los tesalonicenses de haberse convertido
de los dolos a Dios para servir al Dios vivo y verdade
ro y esperar de los cielos a su Hijoque fue este testi
monio vivido lo que hizo que el evangelio se extendie
se por toda Grecia.
Los dos testimonios el hablado y el vivido se
complementan. Pero nuestro inters aqu reclama
atencin para el primero. El mandato es: Dganlo los
redimidos de Jehov (Sal. 107:2). Y nuestra respuesta
debe ser: Creemos, por lo cual tambin hablamos (2
Cor. 4:13).
(1) Ventajas del testimonio personal. Este tipo de
mensaje ofrece ciertas ventajas que deben ser tenidas
en cuenta. Son cuatro.
a. El testimonio personal no requiere una larga
preparacin. La nica preparacin que exige es una
verdadera experiencia de salvacin en Cristo. El ende
moniado de Gadara no fue a tomar clases en ningn
seminario. Cristo le salv y le envi a su casa para que
contara cun grandes cosas el Seor haba hecho con
l. Eso fue todo. Recordemos tambin el caso del hom
bre que naci ciego. Los telogos de Jerusaln hicieron
todo lo posible para callar su testimonio. Insinuaban
que era demasiado ignorante para saber de cosas reli
giosas. La respuesta del ex ciego fue: Una cosa s, que
habiendo yo sido ciego, ahora veo (Juan 9:25, 34).
b. El testimonio personal provoca inters. A todo

48

M anual . Para Pnedica non es L aicos

el mundo lo Rusta sabor algo do vidas ajenas. Cuando

un bracero regresa a su ejido y comienza a contar las
cosas que le sucedieron al otro lado , todos le escu
chan. La mujer samaritana capt el Inters de una ciu
dad entera con su testimonio personal. Venid, ved a
un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. No
ser ste el Cristo? El resultado fue que muchos de
los samaritanos de aquella ciudad creyeron en l por la
palabra de la mujer (Juan 4:28-29, 39-42).
c. El testimonio personal es posible en cualquier
parte. Millones de personas nunca asisten a un culto
evanglico. Esperar que vayan a la iglesia es esperar
en vano. Pero el testimonio personal les lleva la igle
sia a ellos , por decirlo as. En cualquier lugar en que
un creyente se encuentra con otra persona, existe la
posibilidad de dar una palabra de testimonio personal.
A esto se debi precisamente el hecho de la maravillo
sa expansin del evangelio en el primer siglo. Y todos
fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Sama
ra, salvo los apstoles. . . y los que fueron esparcidos
iban por todas partes anunciando el evangelio (Hch.
8:1, 4).
d. El testimonio personal es convincente. Nadie
puede negar un hecho. El testimonio del hombre que
naci ciego puso en un terrible aprieto a los enemigos
de Jess. Sus nicas defensas eran el vituperio y la per
secucin (Juan 9:31-34). El hombre que se enoja en
una discusin, confiesa que las razones de su contrin
cante son irrefutables. En los Hechos leemos de un
hombre que naci cojo y que por la intervencin de Pe
dro y Juan fue sanado en el nombre de Jesucristo de
Nazaret . Luego, despus de ser sanado, el hombre en
tr al templo andando y saltando y alabando a Dios .
Su alabanza constituy un testimonio irrefutable de la
grandeza y del poder del Seor Jess. Cuando las auto
ridades quisieron callar el asunto se encontraron con
un gran problema. Qu haremos con estos hombres?
Porque de cierto, seal manifiesta ha sido hecho por
ellos... y no lo podemos negar (Hch. 4:8-16).

M a n u a l . T a r a PiiFi>i<:\i>oni s I . atcos

49

(2) Nonjuix para. el testimonio personal. Toda bue

na cosa es capaz de ser abusada. Prcci.smente porque
ofrece tantas ventajas para el extendimlento del Rei
no de Dios, el diablo procura desvirtuar el testimonio
personal de los creyentes. Puesto que no ignoramos sus
maquinaciones (2 Cor. 2:11), seremos ms eficaces
en nuestro testimonio si tenemos siempre presentes
las siguientes normas.
a. Sea valiente. Nuestra tentacin ms fuerte ser
la de no testificar. El diablo procurar infundirnos te
mor. Pablo conoca esta dificultad y pidi que los her
manos le ayudaran en oracin a vencer su tentacin,
a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra
para dar a conocer con denuedo el misterio del evan
gelio . . . que con denuedo hable de l, como debo ha
blar (Ef. 6:18-20). A semejanza de la iglesia en Jerusaln tendremos muchas veces que orar as: Y ahora,
Seor, mira sus amenazas, y concede a tus siervos que
con todo denuedo hablen tu palabra (Hch. 4:29). No
tardar Dios en contestar con el poder del Espritu
Santo (Hch. 4:31; 2 Tim. 1:7-8).
b. Sea veraz. Si no es verdad, no es testimonio. Qui
z parezca raro tener que decir esto, pero la experien
cia ensea que otra de las tentaciones del que testifi
ca es la de exagerar. Una verdad exagerada no es ver
dad; es mentira. Y la mentira es del diablo. (Juan
8:44).
c. Sea humilde. Al dar nuestro testimonio personal
tenemos que tener mucho cuidado de no hacernos
aparecer como el hroe de la historia. El hroe es Cris
to Jess! A semejanza del apstol Pablo tenemos que
gloriarnos solamente en la cruz (Gal. 6:14). Nuestra
meta ha de ser la de hablar de tal manera que cuando
la gente nos oye, quieran seguir a Jess (Juan 1:37).
d. Sea prudente. Manzana de oro con figuras de
plata es la palabra dicha como conviene ( P r o v .
25:11). A veces se escucha a algn hermano hablar
de sus experiencias pasadas en el pecado, dando tal
derroche de detalles morbosos que en vez de edificar a

50

M a n u a l P ana Pn co ica i>

on f:s L aicos

sus oyentes les despierta una curiosidad pecaminosa.

Hay algunas cosas de que es vergonzoso hablar. (Ef. 5:
12). Por tanto, necesitamos tener muy en cuenta la re
comendacin apostlica: Ninguna palabra corrompi
da salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la
necesaria edificacin, a fin de dar gracia a los oyentes
(Ef. 4:29).
e. Sea prctico. Nuestro testimonio debe ser enfo
cado siempre hacia la satisfaccin de alguna necesidad
espiritual en nuestros oyentes. Lo que digamos debe ser
til; debe cuadrar con la situacin; debe venir al caso.
El testimonio personal es un instrumento poderoso en
las manos del Espritu Santo cuando la experiencia del
que habla ayuda al que escucha a resolver algn pro
blema en su propia vida. Faltando este elemento co
mn entre el testigo y su oyente, el testimonio es de es
caso valor.
f. Sea breve. Bien se ha dicho que la brevedad es
el alma del ingenio . Un testimonio breve hace impac
to; un testimonio largo cansa y aburre. Considere los
testimonios personales consignados en el Nuevo Testa
mento. El ms largo de ellos, el de Pablo ante el rey
Agripa (Hch. 26:1-32), puede ser ledo en voz alta en
menos de cinco minutos. Para asegurar esta admira
ble brevedad es necesario que uno piense antes de ha
blar y que le d a sus pensamientos un arreglo conve
niente. El contenido debera girar en torno a tres ideas
que a su vez pueden ser expresadas por las palabras
ANTES, COMO y DESPUES. Es decir, se debe em
pezar hablando de lo que uno era antes de conocer a
Cristo. Luego se explica cmo lleg a convertirse para
concluir con una declaracin de las bendiciones que
han seguido a su encuentro con el Seor.
2. EL MENSAJE DEL PREDICADOR LAICO PUEDE
SER UNA ENSEANZA BIBLICA
La Palabra de Dios es la espada del Espritu (Ef. 6:
17). Tan cortante es que penetra hasta partir el alma
y el espritu, las coyunturas y los tutanos, y discierne

M a n u a l P a r a P r e d ic a d o r e s L a ic o s

51

los pensamientos y las intenciones del corazn (Heb.

4:12). Es como una antorcha que alumbra en lugar
oscuro bastir que el da esclarezca y el lucero de la ma
ana salga en vuestros corazones (2 Ped. 1:19). Es
como fuego y como martillo que quebranta la pie
dra (Jer. 23:29). Es el instrumento divino para traer
las almas perdidas a Cristo (1 Ped. 1:23) y para edifi
car a los creyentes en la fe (2 Tim. 3:16-17). El predi
cador laico, entonces, necesita saber ensear las Escri
turas. Cmo podr hacerlo?
(1)
Piense en las necesidades espirituales de sus
oyentes. Aqu est el punto de partida. En la predica
cin la enseanza bblica siempre apunta hacia un fin
prctico. Se ensea la verdad bblica para ayudar a los
oyentes a resolver sus problemas espirituales. Entonces
la primera cosa que uno tiene que hacer es determinar
cul es la necesidad espiritual que reclama su atencin.
La vasta mayora de los habitantes de este mundo
son inconversos. As es que la principal necesidad que
reclama la atencin del predicador laico es la de guiar
a esas personas a un entendimiento claro del plan di
vino de la salvacin, persuadindoles a recibir a Cristo
como su Seor y Salvador. Pero tambin los creyentes
tienen necesidades espirituales, y habr ocasiones en
que el propsito principal del predicador laico ser el
de ayudar a sus hermanos a crecer en la gracia y el
conocimiento de nuestro Seor y Salvador Jesucristo
(2 Ped. 3:18). A veces los hijos de Dios necesitan com
prender mejor cules son sus privilegios y responsabi
lidades. A veces necesitan ser exhortados a aprovechar
los primeros y a cumplir con los segundos. Y a veces ne
cesitan ser consolados en sus penas, fortalecidos en sus
luchas contra el mal o reanimados despus de algn
fracaso.
. Cmo sabr el predicador laico cul de estas ne
cesidades espirituales es la que ms urge ser atendida?
Tendr que dejarse guiar por su conocimiento de las
personas que componen su congregacin y por la direc
cin del Espritu Santo. A semejanza del rey Salomn

52

M anual Para

P r e d ic a d o r e s L a ic o s

tendr siempre que orar as: Dame ahora sabidura y

ciencia, para presentarme delante de este pueblo (2
Orn. 1:10).
(2)
Busque un pasaje bblico que tenga aplicaci
clara a la necesidad espiritual en cuestin. Este es el
segundo paso. No debe uno desanimarse si al principio
esto le resulte algo difcil. Esta dificultad podr ser
vencida si se tienen en cuenta las siguientes sugeren
cias.
a.
Permita que el Espritu le ayude. El Espr
Santo es nuestro gua. Mas el Consolador, el Espritu
Santo, a quien el Padre* enviar en mi nombre, l os en
sear todas las cosas, y os recordar todo lo que yo os
he dicho . . . Cuando venga el Espritu de verdad, l os
guiar a toda verdad (Juan 14:26; 16:13). La Biblia fue
escrita bajo el impulso directo del Espritu de Dios (2
Tim. 3:16; 2 Ped. 1:21), y este mismo Espritu nos guia
r a nosotros a encontrar el pasaje ms apropiado para
satisfacer la necesidad espiritual de las personas a
quienes tenemos que hablar.
b.
Lea mucho la Biblia. Pero no hemos de pensar que
el Espritu Santo nos guiar sin que pongamos nuestra
parte en el asunto. La parte nuestra es la de leer mu
cho la Biblia. Tenemos que disciplinarnos en la lectu
ra diaria de la Palabra de Dios, buscando alimento para
nuestro propio corazn. Debemos tener un tiempo re
gular para esta lectura y un plan definido que seguir.
Para el mejor provecho, la Biblia debe ser leda en la
forma en que fue escrita, es decir: libro por libro. Es
bueno comenzar por uno de los cuatro Evangelios, pa
sando luego al libro de Los Hechos. Despus puede uno
comenzar a leer el Antiguo Testamento. Pero por regla
general no es una buena idea leer todo el Antiguo Tes
tamento sin intercalar lecturas en el Nuevo. Quiz el
plan ms prctico es leer un libro del Antiguo Tes
tamento y despus leer uno del Nuevo, alternando asi
sucesivamente. Cada uno tendr que seguir el plan que
ms le guste y del cual saque el mejor provecho. Pero
sea cual fuere su plan, debe leer mucho la Biblia.

M a n u a l Para P r e d ic a d o r e s L a ic o s

53

c.
Tome nota de los pasajes que hablen a su prop
corazn. No podemos ensear la verdad divina a otros
si primero no la liemos aplicado a nosotros mismos. Los
pasajes que lian hecho arder nuestro propio espritu
son precisamente los mismos que podremos emplear
con buen xito para prender fuego en corazones ajenos.
La experiencia ensea que hay dos tipos de pasajes b
blicos que son de especial valor en este sentido.
(a) Declaraciones claras de verdades generales.
Hay gran nmero de pasajes que, en forma sencilla y
directa, declaran alguna gran verdad que es aplicable
a todo el mundo. Ejemplos bien conocidos son: los diez
mandamientos de Exodo 20:3-17; los diferentes conse
jos prcticos encontrados en el libro de Los Proverbios
(v. gr.: 3:56; 6:6; 11:30; 16:32); las bienaventu
ranzas del Seor Jess (Mat. 5:3-12); y otros muchos
textos que contienen invitaciones para los perdidos u
rdenes de marcha para el pueblo del Seor, como los
siguientes: Mateo 11:28-30; 28:18-20; Lucas 10:2;
Juan 3:7; 14:15; Hechos 1:8; Romanos 12:1; Glatas
6:1-2; Efesios 5:18; 1 Tesalonicenses 5:17; 1 Juan 4:7;
y Apocalipsis 3:20.
(b) Ejemplos particulares. Tambin abundan en
la Biblia casos particulares que ilustran verdades espi
rituales que tienen una aplicacin general. Las parbo
las de Cristo pertenecen a esta categora, as como las
muchas narraciones histricas e incidentes persona
les que se encuentran tanto en el Antiguo como en el
Nuevo Testamento. Veamos un caso por va de ilustra
cin.
En los captulos 8 al 12 de 1 Samuel se nos habla
de cmo el pueblo de Israel pidi a Samuel que les die
se un rey como tienen todas las naciones . Su peti
cin fue concedida mediante la seleccin de Sal. Cuan
do Samuel entregaba las riendas del gobierno al rey y
se despeda de la vida pblica, el pueblo, recordando sus
largos aos de servicio desinteresado, le suplic que
orase por ellos. He aqu la respuesta del siervo de Dios:
Lejos sea de m que peque yo contra Jehov cesando

54

M a n u a i, P a r a

P r e d ic a d o r e s L a ic o s

de rogar por vosotros (1 Sam. 12:23a). De este inci

dente personal se desprende la siguiente verdad gene
ral, a saber: que dejar de orar por otros es pecar contra
Dios.
(3)
Escriba la verdad central de su mensaje. Es
es el paso final en la bsqueda de un mensaje bblico
que satisfar la necesidad espiritual de sus oyentes.
Nuestro mensaje debe girar en torno de una sola verdad
central. Esta verdad debe tener una relacin clara con
el pasaje bblico escogido. Puede ser la verdad principal
del pasaje o una de varias verdades secundarias encon
tradas en el pasaje o derivadas de l. Pero para estar
seguros de entender lo que vamos a hacer, necesitamos
declarar esta verdad por escrito. Esta declaracin cons
tituye la verdad central, o sea el tema, de nuestro ser
mn. Pongamos unos ejemplos.
Supongamos que ha muerto el padre de una fa
milia cristiana numerosa y que usted ha sido invitado
para hablar a los vecinos y amigos que se han reunido
para dar el psame a los dolientes. Sabiendo que m u
chas de esas personas son inconversas, su deseo es te
ner un mensaje que les evangelice a ellas, a la vez que
consuele a los familiares del desaparecido. Despus de
orar, usted recuerda aquel pasaje en el Evangelio de
Lucas (4:16-30) en que el Seor Jess habl a sus con
ciudadanos de Nazaret. Como base para su mensaje, el
Maestro ley ciertas palabras de la profeca de Isaas.
Entre ellas se hallan las siguientes: Me ha enviado a
sanar a los quebrantados de corazn (Lucas 4:18).
Esta no es sino una de varias verdades que el pasaje
entero presenta, pero es la nica que usted necesita
para satisfacer las necesidades espirituales de sus
oyentes en esta ocasin.
A h o r a Di e n , c m o p o d r a u s t e d e x p r e s a r la v e r d a d
e n s e a d a p o r e s t e t e x t o ? H a b r a , p o r s u p u e s t o , v a r ia s
p o s ib ilid a d e s . U n a s e r ia d e c i r : N u e s t r o S e o r J e s u
c r is t o fu e e n v ia d o d e D io s a l in u n d o p a r a c o n s o l a r a lo s
q u e b r a n t a d o s d e c o r a z n ." M s b r e v e m e n t e la m i s m a
id e a p o d r a s e r e x p r e s a d a d e e s t a m a n e r a : C r is t o J e

M a n u a l P a r a P h k i >yc:a i >o h i <:s L a ic o s

55

ss es nuestro Consolador." Pero quiz la mejor ma

nera sera decir sencillamente: Cristo nos consuela."
Esta declaracin, entonces, sera la verdad central , o
sea el te771a de su sermn.
Tomemos ahora un caso ms sencillo. Vamos a su
poner que usted tiene la responsabilidad de visitar cada
semana a una pequea misin de su iglesia. Se han he
cho planes para que dentro de tres meses se celebre
una campaa de evangelismo en el lugar, y usted desea
ayudar a los hermanos a prepararse debidamente para
ese evento. En sus ratos de meditacin le viene a la
mente la idea de que hace mucha falta que los herma
nos oren ms en favor de la campaa. En seguida se
pone a buscar algn pasaje bblico que ensee precisa
mente esta verdad. Hay muchos entre los cuales se pue
de escoger, por ejemplo: Lucas 18:1-8; Romanos 12:12;
Efesios 6:18 y 1 Tesalonicenses 5:17. Por ser tan breve,
usted decide por este ltimo: Orad sin cesar.
Habiendo escogido su texto, el siguiente paso es el
de expresar claramente la verdad central, o sea el tema
de su mensaje. En este caso no debe costar mucho tra
bajo, porque el texto es bien claro. La idea es sencilla
mente esta: No hay que dejar de orar ; o, dicho de
otro modo: Debemos ser persistentes en la oracin.
O bien pudiera ser que en la misin aludida usted
ha observado que a la hora de ofrendar algunos herma
nos no dan casi nada de su dinero al Seor. Sabiendo
que no es porque no pueden, y convencido de que la es
tabilidad y el progreso de la obra demandan que cada
creyente contribuya a la causa misionera en la medida
de sus posibilidades, siente usted la necesidad de ayu
dar a la congregacin a corregir este defecto. As es que
se pone a la tarea de buscar un pasaje bblico que hable
del asunto. De repente le viene a la memoria un her
moso texto en la segunda carta de Pablo a los corin
tios: Cada no d como propuso en su corazn: no
con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ana al da
dor alegre (2 Cor. 9:7).
Despus de orar y meditar, usted se convence de

56

M a n u a i , P a m a P h e d ic a d o h e s L a ic o s

que la mejor manera de impulsar a los hermanos a ser

fieles en ofrendar es haciendo hincapi sobre el hecho
del amor que Dios tiene para con aquel que contribuye
alegremente. En este caso no hay mejor manera de ex
presar la verdad central, o sea el tema de su mensaje,
que usando las mismas palabras finales del versculo:
"Dios ama al dador alegre."
Habiendo formulado por escrito la idea central, o
sea el tema de su mensaje, ya tiene usted la base fun
damental para todo lo que va a decir en el sermn. Lo
que resta es organizar bien sus pensamientos en tom o
a este tema y seleccionar los materiales de discusin
ms apropiados para dar fuerza a sus ideas. A estas
consideraciones dedicaremos los dos captulos que si
guen.
Preguntas de Repaso
1.
2.
3.
4.
5.
6.
7.
8.
9.

Cules son los dos tipos de mensaje que el predi

cador laico puede presentar?
Nmbrense las cuatro ventajas del testimonio per
sonal.
Indique usted cules son las seis normas que debe
observar uno al dar su testimonio personal.
Qu se puede decir respecto al contenido del testi
monio personal?
Respecto a los mensajes basados en una enseanza
bblica, cul es el primer paso que el predicador
laico debe dar?
Cules tres cosas pueden ayudarle a uno a en
contrar un pasaje que satisfaga las necesidades es
pirituales de sus oyentes?
Mencione usted dos tipos de pasaje que son de mu
cho provecho para satisfacer las necesidades espi
rituales de los humanos.
Qu entendemos por el tema de un mensaje?
Formule usted un tema apropiado para un mensa
je basado en cada uno de los siguientes textos:
Isaas 55:6; Romanos 6:28 y Efesios 4:1.

( p r o p i e d a d ' cfcC
C E (i ! Y M

Captulo 5

E L PREDICADOR LAICO NECESITA

ORGANIZAR SUS PENSAMIENTOS

El propsito del predicador laico es el de glorificar

a Dios ayudando a sus oyentes en la satisfaccin de sus
necesidades espirituales. Lo primero, pues, que tiene
que hacer es averiguar cules son estas necesidades.
Para lograr esto se precisan dos cosas: que visite a su
congregacin para conocerla mejor y que ore a Dios
para obtener sabidura. Una vez que haya determinado
cul es la necesidad espiritual que ms urge ser aten
dida, el siguiente paso consiste en encontrar un pasaje
bblico que tenga aplicacin clara a esa necesidad. Lue
go, basndose en el pasaje escogido, procede a formu
lar la verdad central, o sea el tema de su mensaje.
El tema puede ser comparado con los cimientos de
una casa. Estos constituyen la base fundamental de la
construccin, pero no forman la casa completa. Sobre
los cimientos se tienen que levantar los muros para se
guir con el techo, los pisos y muchos detalles ms. Lo
mismo sucede con el tema de una pltica cristiana. So
bre el tema se tiene que levantar una estructura de
pensamientos que ayude a los oyentes a entender y que
les persuada a cumplir con algn aspecto particular de
la voluntad divina.
Por tanto, es absolutamente indispensable que el
predicador laico organice sus pensamientos. Para evi
tar aquello de que el que mucho abarca poco aprieta,
debe discutir su tema desde un solo punto de insta.
[571

58

M a n u a l P a m a P h k o ic a d o n e s L a ic o s

Los puntos de vista ms provechosos para la dis

cusin de temas bblicos son los siguientes: (1) el pun
to de vista del significado; (2) el punto de vista de las
razones; (3) el punto de vista de los medios; (4) el
punto de vista de las causas; (5) el punto de vista de
los efectos; y (6) el punto de vista del contenido del
texto.
1.

ALGUNOS TEMAS BIBLICOS PUEDEN SER

DISCUTIDOS DESDE EL PUNTO DE VISTA DE
SU SIGNIFICADO

Empecemos con un ejemplo sencillo. Tenemos en

Mateo 4:17 una referencia a la predicacin de nuestro
Salvador. Desde entonces comenz Jess a predicar,
y a decir: Arrepentios, porque el reino de los cielos se
ha acercado. Su mensaje era bien claro: presentaba
el deber del arrepentimiento, juntamente con un pode
roso aliciente para cumplir con la demanda. La idea
central, o sea el tema de este texto es simplemente que
todo hombre debe arrepentirse de sus pecados. Pero
cmo puede uno arrepentirse si no sabe lo que signifi
ca el arrepentimiento? Se ve, pues, que aqu tenemos
un tema que puede ser discutido desde el punto de vis
ta de su significado.
En otras palabras, podemos organizar nuestros
pensamientos en torno a la pregunta: Qu significa
el arrepentimiento? Cada divisin principal de la pl
tica entonces dar parte de la contestacin a esta pre
gunta. El bosquejo podra resultar como sigue:
Ttulo: El Significado del Arrepentimiento
I. El arrepentimiento significa un cambio de opinin
respecto al pecado Job 4 2:5 -6
II. El arrepentimiento significa un cambio de senti
miento respecto al pecado 2 Corintios 7:9-10
III. El arrepentimiento significa un cambio de volun
tad respecto al pecado Mateo 21:28-29

En el captulo anterior vimos que el tema, o sea la

idea central de 1 Tcsalonicenses 5:17 es que debemos
ser persistentes en la oracin. Aqu tambin tenemos

M a n u al P ara

P m ;m c A n o n r .s T..a i c o s

59

un tema que puede ser discutido desde el punto de vis

ta de su significado. Precisamente porque el texto es
aparentemente tan sencillo, pocas personas se habrn
detenido para preguntarse: Qu significa orar sin
cesar? Organizando nuestros pensamientos en tom o
a esta pregunta, podramos formular un bosquejo como
sigue:
T tu lo : Lo Que Significa Orar Sin Cesar
I. Orar sin cesar significa orar todos los das. S a l
m o 5 :3, Daniel 6:10, 2 Timoteo 1:3.
I I. Orar sin cesar significa orar en todas las cir
cunstancias. Nehemas 2:4, M ateo 5:44, F ilip en ses 4 :6 , Santiago 5:14.
I I I . Orar sin cesar significa orar hasta conseguir la
respuesta. Lucas 11:5-10; 1 8:1 -8 ; Efesios 6:18,
Colosenses 4 :2.

En Filipenses 1:27 el apstol Pablo dice: Sola

mente que os comportis como es digno del evangelio
de Cristo. Se nos exhorta a llevar una vida digna del
evangelio. Pero qu significa esto? Aqu tenemos otro
tema que puede ser discutido desde el punto de vista de
su significado. En este caso encontramos la respuesta
a la pregunta en los versculos que siguen inmediata
mente a la orden apostlica. Se podra bosquejar de esta
manera:
T tulo: U n a Vida Digna del Evangelio
I. Una vida digna del evangelio es una vida de con
flicto valeroso con las fuerzas del m al Filipen
ses 1:27-30.
II. U n a vida digna del evangelio es una vida de ser
vicio abnegado a los dems, segn el ejemplo de
Cristo Filipenses 2:1-11.
III. U n a vida digna del evangelio es una vida de di
ligente desarrollo de las posibilidades latentes en
uno mismo Filipenses 2:12-13.
IV . U na vida digna del evangelio es una vida de tes
timonio iluminador al mundo inconverso F ilipenses 2:14-18.

Terminemos con un ejemplo un poco diferente. En

el capitulo cuatro del Evangelio de Juan tenemos la
memorable conversacin de Jess con la mujer sama-

60

M a n u a . P ama PnrcnrcADOHKs L a reos

ritana. Entre otras cosas, el Seor le (lijo algo muy in

teresante respecto a la manera correcta de adorar a
Dios. "Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verda
deros adoradores adorarn al Padre en espritu y en
verdad; porque tambin el Padre tales adoradores bus
ca que le adoren. Dios es Espritu; y los que le adoran,
en espritu y en verdad es necesario que le adoren
(Juan 4:23-24). Podramos decir que la idea central de
este pasaje es que la manera cristiana de adorar a Dios
es hacerlo en espritu y en verdad . Sin duda, este es
un asunto que merece ser discutido desde el punto de
vista de su significado. Qu significa esta enseanza
de Jess sobre la adoracin a Dios? Organizando nues
tros pensamientos en torno a esta pregunta, bien po
dramos formular un bosquejo como sigue:
T talo: La Adoracin Cristiana
I. Jess ensea que la naturaleza de la adoracin
cristiana es espiritual.
1. Cualquier lugar es aceptable.
2. Cualquier tiempo es apropiado.
3. Cualquier creyente es capaz.

n. Jess ensea que el contenido de la adoracin

cristiana es la verdad.
1. El objeto de nuestra adoracin es la V erdad
viviente, o sea Cristo.
2. La norma de nuestra adoracin es la verdad
escrita, o sea la Biblia.
3. El resultado de nuestra adoracin es la verdad
aplicada, o sea una vida santa.

En resumen, hay dos tipos de temas bblicos que

pueden ser discutidos desde el punto de vista de su sig
nificado: (1) los que simplemente declaran que algo es
cierto; y (2) los que mandan cumplir con algn deber.
2. ALGUNOS TEMAS BIBLICOS PUEDEN SER
DISCUTIDOS DESDE EL PUNTO DE VISTA
DE LAS RAZONES QUE LOS APOYAN
En el captulo cuatro hicimos referencia a 2 Corin
tios 9:7 donde el apstol Pablo nos dice que Dios ama
al dador alegre . Aqu tenemos simplemente la decla
racin de una verdad. Su significado es tan claro que

M a NUAI, P a HA I'lU' DlC A n o m S I jA k :os

61

no necesita explicacin. Pero al pensar en ello, no deja

de surgir en nuestra mente la pregunta: Por qu ama
Dios al dador alegre? En torno a esta pregunta pode
mos organizar nuestros pensamientos. Cada divisin
principal de la pltica dar parte de la contestacin.
El bosquejo podra reflejar el contenido de todo el pa
saje del cual el texto forma parte.
T tu lo : P or Q u D ios A m a al D a d o r A legre
I. D io s a m a al dador alegre parque ste d em u estra
la sin ceridad de su am or 2 Cor. 8 :8 .
I I . D io s a m a al dad or alegre porque ste e stim u la
la liberalidad de sus h erm an os 2 C or. 9 :2 .
I I I . D io s a m a al dador alegre porque ste aliv ia la
n ecesid a d de su p rjim o 2 Cor. 8 :1 3 -1 5 ; 9 :1 2 .
I V . D io s a m a al dador alegre porque ste g lo rifica
el n om b re de su Seor 2 Cor. 9 :1 3 -1 5 .

El S a lm o 133 es u n o de los p a s a je s m s a m a d o s d e l
A n t ig u o T e s ta m e n to ; es u n p o e m a que c e le b r a la v ir
t u d d e la c o n c o r d ia fra te rn a l. M ira d c u n b u e n o y
c u n d e lic io s o es h a b ita r los h e rm a n o s ju n t o s e n a r
m o n a ! Es evid en te, p o r el fe r v o r de su e x c la m a c i n ,
q u e e l S a lm is ta se sin ti p r o fu n d a m e n te c o n m o v id o a n
te a lg u n a m a n ife s t a c i n de a rm on a e n tre el p u e b lo d e
D io s . S u e m o c i n h a c e su rgir en n u e stra m e n te la p r e
g u n t a : P o r q u se le con sid era a la a r m o n a u n a c o s a
t a n b u e n a ? E n to r n o a esta p re g u n ta p o d e m o s o r g a n i
z a r n u e s tr o s p e n s a m ie n to s . C ad a d iv is i n p r in c ip a l d e
la p l t ic a d a r p a r te de la co n te s ta c i n . E l m is m o s a l
m o su g ie r e c m o d ebe co n te s ta rs e la p re g u n ta .
T tu lo : L a B o n d a d de la A rm o n a
I. L a a r m o n a es b u en a porque nos id e n tifica co m o
p u eb lo del S e o r.
(E l leo s a n to se d erra m ab a so la m en te e n el su m o
sacerd ote. S u fra g a n c ia se esparca y h a c a a todos
reco rd ar que all e stab a el h om b re que te n a a c
ceso a la m e ra p resen cia de D ios. D e la m ism a
m a n e ra , la fra g a n c ia del am or fra tern a l se d ifu n d e
e n el m u n d o, co n ven cien d o a todos de que las que
as se a m a n son verdaderos discpulos de C risto.
Juan 1 8 :3 4 -3 5 .)
I I . L a a r m o n a es buena ix>rque as h ab ilita p ara u n
servicio fru ctfero.

62

M a n u a i . 1 a h a

PnF.iir:Ai3 0 RF.s L

a ic o s

<El n v o copioso do P a lestin a reba ba los ca m p o s

y los lu ira producir. C u a n d o prevalece la a r m o n a
en u n a iglesia, en ton ces D ios pu ede u tiliza rla pa,ra
ben d ecir a la co m u n id ad que la rod ea. H e ch o s 2 :
4 6 -4 7 ; 4 :3 0 -3 1 ; 1 C o rin tios 3 :3 .)

Este punto de vista de las razones es de especial

utilidad en la discusin de los diversos m andam ientos
que encontram os en la Biblia. Aunque hay un sentido
en que el hom bre no debe discutir lo que Dios le ordene,
sino obedecer, a la vez tenemos que recordar que cu a n
do Jehov se dirigi al rebelde pueblo de Israel, lo hizo
en estos trm inos: Venid pues, y arguyam os ju n to s
(Is. 1:18a, V.M.). Por tanto, cuando encontram os en las
Escrituras algn mandato, no debemos tener em pach o
en discutirlo desde el punto de vista de las razones que
lo apoyan.
Como ejem plo, veamos un pasaje en el S erm n del
M onte. Osteis que fue dicho: Amars a tu p rjim o, y
aborrecers a tu enemigo. Pero yo os digo: A m ad a
vuestros enemigos, bendecid a los que os m aldicen, h a
ced bien a los que os aborrecen, y orad p or los que os
ultrajan y os persiguen: para que seis h ijos de vues
tro Padre que est en los cielos, que h a ce salir su sol so
bre m alos y buenos, y que hace llover sobre ju stos e in
justos. Porque si amis a los que os am an, qu re co m
pensa tendris? No h acen tam bin lo m ism o los p u
blcanos? Y si saludis a vuestros herm anos solam en
te, qu hacis de m s? No hacen tam bin as los gen
tiles? Sed, pues, vosotros perfectos, com o vuestro Padre
que est en los cielos es p e rfe cto (Mat. 5:43-4S).
La idea central, o sea el tem a de este pasaje es sim
plemente que el cristiano debe am ar a sus enem igos.
Siendo esta actitud tan con traria a la in clin a cin n a
tural del corazn hum ano, se ve luego que sera prove
choso discutir este deber desde el punto de vista de las
razones que lo apoyan. En otras palabras, podem os o r
ganizar nuestros pensam ientos en torn o a la pregu nta:
Por qu debe el cristiano am ar a sus enem igos? El b os
quejo de la pltica podra ser com o sigue:

M a n u a l P a r a P r e d ic a d o r e s L a ic o s

03

T tulo: Am ando a Nuestros Enemigos

I. El cristiano (lobo am ar a sus enemigos porque as
so ivaroorr a .su Padre celestial.
II. El cristiano debe am ar a sus enemigos porque as
se distinguir del mundo que lo rodea.
III. El cristiano debe am ar a sus enemigos porque as
recibir un premio del Seor.

Para terminar, volvamos a la exhortacin del aps

tol Pablo en 1 Tesalonicenses 5:17: Orad sin cesar.
Ya hemos visto que este deber puede ser discutido des
de el punto de vista de su significado. Pero se puede
discutir tambin desde el punto de vista de las razones
que lo apoyan. Es decir, podemos organizar nuestros
pensamientos en torno a la pregunta: Por qu debe
mos orar sin cesar? Cada divisin principal de la pl
tica dar parte de la contestacin a la pregunta. He
aqu un posible bosquejo:
T tulo: Orando Sin Cesar
I. Debemos orar sin cesar porque Dios lo ordena.
II. Debemos orar sin cesar porque el mundo lo n e
cesita.
n i . Debemos orar sin cesar porque nuestro propio
desarrollo espiritual lo demanda.

En resumen, hay dos tipos de temas bblicos que

pueden ser discutidos desde el punto de vista de las ra
zones que los apoyan: (1) los que simplemente decla
ran que algo es cierto; y (2) los que mandan cumplir
con algn deber.
3.

ALGUNOS TEMAS BIBLICOS PUEDEN SER DIS

CUTIDOS DESDE EL PUNTO DE VISTA DE LOS
MEDIOS EMPLEADOS O QUE SE PUEDEN EM
PLEAR PARA EJECUTAR O EVITAR UNA AC
CION DETERMINADA

El Salmo 126 parece pertenecer al perodo de la

restauracin de los judos del cautiverio babilnico. En
el ao 536 a. de J. C., Zorobabel y unos cincuenta mil
de sus compatriotas aprovecharon un decreto de Ciro,
rey de Persia, que les permiti regresar a su tierra. El
siguiente ao se inici la construccin del nuevo

64

M a n o a i . V ah a

P h k d ic ad o h f .s L a i c o s

templo, poro poco despus de haber colocado los ci

mientos la obra fue detenida y durante quince aos no
se hizo nada ms. Mientras tanto, el pueblo se entrega
ba a la construccin de sus propias casas y a sus dems
intereses personales. Reinaba la indiferencia religiosa.
Entonces Dios levant a los profetas Hageo y Zacaras,
bajo cuya predicacin se produjo un avivamiento. Se
reanud la construccin del templo en el afio 520 a. de
J. C. y la obra fue terminada en cuatro afios.
Esto parece ser el fondo histrico del Salmo 126.
En el mero corazn del Salmo encontramos una ora
cin que pide de Dios un avivamiento: Haz volver
nuestra cautividad, oh Jehov, como los arroyos del
Neguev (Sal. 126:4). Viendo la influencia que le ro
deaba, el corazn del hombre de Dios se afliga y su
alma peda un despertar espiritual. Los dos versculos
que siguen parecen dar la contestacin a la oracin;
parecen indicar las condiciones que el pueblo tendra
que llenar para que Dios contestara la plegaria. Los
que sembraron con lgrimas, con regocijo segarn. Ir
andando y llorando el que lleva la preciosa semilla;
ms volver a venir con regocijo, trayendo sus gavi
llas (Sal. 126:5-6).
El tema, pues, de este pasaje es una contestacin
a la pregunta: Cmo se puede tener un despertar es
piritual? Organizando nuestros pensamientos en torno
a esta pregunta podramos discutir el asunto de la si
guiente manera:
T tu lo : Cm o Tener un Avivamiento
I. Para tener un avivamiento se requiere actividad
Ir a n d a n d o . . .
II. Para tener un avivamiento se requiere com pa
sin Los que sembraron con l g rim a s . . . ir
llora n d o. . .
III. Para tener un avivam iento se requiere instruc
cin El que lleva la preciosa s e m illa . . .

Ya nos hemos referido en pginas anteriores a Lu

cas 4:18. En ese pasaje el Seor Jess les dijo a sus
conciudadanos de Nazarct que l haba sido enviado a
Dios a sanar a los quebrantados de corazn . Como vi-

M a n u a l P ara P u in ic A n o n u s L aicos

65

mos cuando discutimos el caso, tmanos aqu la si

guiente idea central: Cristo nos consuela. Debe ser
aparente que esta declaracin hace surgir inevitable
mente la pregunta: Cmo? Cmo consuela Cristo a
su pueblo? Organizando nuestros pensamientos en tor
no a esta pregunta podemos formular un bosquejo
como sigue:
T tu lo : Cristo Nuestro
I. Cristo nos consuela
pata.
II. Cristo nos consuela
dencin.
I II. Cristo nos consuela
sencia.

Consolador
por la realidad de su sim
por la efectividad de su re
por la seguridad de su pre

Este punto de vista de los medios es til tambin

tratndose del cumplimiento de nuestro deber. Por re
gla general no nos cuesta mucho trabajo entender cul
es nuestro deber. El problema ms frecuente consiste
en saber cumplir con nuestra obligacin.
En Efesios 6:4 encontramos una clara exhortacin
apostlica: Y vosotros, padres, no provoquis a ira a
vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonesta
cin del Seor. El deber es claro, y todo padre cristiano
siente tanto la necesidad como el deseo de cumplirlo.
Pero cmo? Esta es la pregunta capital. Organizando
nuestros pensamientos en torno a esta pregunta de
manera que cada divisin principal del bosquejo forme
parte de la contestacin, podramos arreglar los con
tornos generales de nuestra pltica como sigue:
T tulo: Crianza Cristiana
I. Podemos criar cristianamente a nuestros hijos
ponindoles un ejemplo de ntegra conducta cris
tiana.
II. Podemos criar cristianamente a nuestros hijos
observando regularmente con ellos el culto fa
miliar.
III. Podemos criar cristianamente a nuestros hijos
llevndolos con nosotros a las cultos de la igle
sia.
IV. Podemos criar cristianamente a nuestros hijos

66

M a n u a l P am a

P r e d ic a d o r e s L a ic o s

buscndolos la compan. do ) tersnos do recono

cido carcter cristiano.
V. Podemos criar C ris tia n am en fe a n u e s t r a ; h ijos
anim ndoles a leer las vidas do renom brados
siervos do Dios.
V I. Podem os criar cristianam ente a nu estros h ijos
ponindoles constantem ente en los m a n os de
Dios en oracin.
V II. Podem os criar cristianam ente a nuestros h ijo s
castigndoles en am or cuando su co n d u cta lo
merezca.

Para terminar, tomaremos un ejemplo encontrado

en la predicacin de Alejandro Maclaren, renom brado
predicador bautista escocs. Se trata de aquel pasaje
en que el Seor reprendi la actitud de los apstoles
hacia las madres que haban trado sus nios a l. He
aqu el texto: Dejad los nios venir a m, y no se lo
impidis (Afar. 10:14). Es claro que la idea central de
este texto es que no debemos estorbar a los nios en sus
relaciones personales con Cristo. Evidentemente la re
prensin de Jess hizo surgir en la mente de M aclaren
esta pregunta: Cmo es posible que sirvamos de tro
piezo a los nios en su vida espiritual? Su desarrollo del
pensamiento fue como sigue:1
I.

N o los estorbis por una presentacin rep u gn a n te

del evangelio dogmtica o am arga.
II. N o los estorbis por la dem anda de u n a pied ad
no natural para un nio.
III. N o los estorbis por inconsecuencias en n u estras
vidas una advertencia especial para los p ad res
de fam ilia.
IV . N o los estorbis por la negligencia.

En resumen, hay dos tipos de temas bblicos que

pueden ser discutidos desde el punto de vista de los
medios que se emplean o que pueden emplearse para
llevar a cabo una accin determinada: (1) los que sim
plemente mencionan una accin; y (2) los que man
dan hacer alguna cosa.
1 Alexander Maclaren, Expoaitions of Holy Scripture, (Granel Rapids: Wm.
B. Eedaos Publlhhtng o., 11*52), Vol. VI, p. 73.

M a n u a l P a n a PuKmcAi>om*.s L a ic o s

4.

67

ALGUNOS TEMAS BIBLICOS PUEDEN SER DIS

CUTIDOS DESDE EL PUNTO DE VISTA DE LAS
CAUSAS QUE OBRARON PARA PRODUCIR UNA
SITUACION DETERMINADA

Es cosa comn encontrar en la Biblia la declara

cin de una situacin (a veces buena; a veces mala)
que hace surgir en la mente esta pregunta: Cules
fueron las causas que obraron para producir tal resul
tado? Algunas veces el mismo pasaje nos sugiere la
contestacin a la pregunta; otras veces, no. Pero como
quiera que sea, la misma existencia de la situacin pro
pone la posibilidad de discutirla desde el punto de vis
ta de sus causas. Veamos un ejemplo.
En Apocalipsis 3:14-22 tenemos un mensaje dirigi
do a la iglesia de Laodicea. Lo que ms resalta al leer
el pasaje es la enrgica manera en que Cristo condena
la frialdad espiritual de aquella congregacin. Yo co
nozco tus obras, que ni eres fro ni caliente. Ojal fue
ses fro o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no fro
ni caliente, te vomitar de mi boca (vv. 15-16). Claro
est que la idea central de este pasaje es lo siguiente:
Cristo condena la tibieza espiritual.
No hemos de pensar, por supuesto, que el Seor
dejar de condenar el mismo pecado en dondequiera
que lo encuentre. Por tanto, al pensar en los muchos
casos de frialdad espiritual que se presentan en las
iglesias de hoy en da, surge naturalmente la pre
gunta: Cules son las causas de esta trgica tibieza
espiritual que tanto abunda en nuestro derredor? Or
ganizando nuestros pensamientos en torno a esta pre
gunta, procedamos a estudiar ms a fondo el pasaje.
En los versculos 17 y 18 Cristo llama la atencin a
la desmedida preocupacin de esa iglesia con las cosas
materiales en desdoro de los valores espirituales, que
son los verdaderos. El versculo 20 es una invitacin a
una ms ntima comunin personal con l, lo cual im
plica que no estaban aprovechando sus privilegios de
cristianos a este respecto. Finalmente, los versculos 21
y 22 les recuerdan el destino glorioso que es reservado

68

M anual Para

P r e d ic a d o r e s L a ic o s

para los que atiendan a las amonestaciones de su Se

or, reforzando la palabra de recuerdo con otra de ex
hortacin.
Teniendo en cuenta este anlisis podemos formu
lar el bosquejo para nuestra pltica como sigue:
T tu lo : Las Causas de la Tibieza Espiritual
I. L a tibieza espiritual es causada por una desm e
dida preocupacin con las cosas m ateriales.
I I . L a tibieza espiritual es causada por el m en os
precio de la comunin con Cristo.
I I I . L a tibieza espiritual es causada por la in diferen
cia respecto al destino eterno.

5.

ALGUNOS TEMAS BIBLICOS PUEDEN SER DIS

CUTIDOS DESDE EL PUNTO DE VISTA DE LOS
EFECTOS PRODUCIDOS POR UNA ACCION DE
TERMINADA

A la inversa de lo que acabamos de discutir, en

contramos tambin en la Biblia, y con igual frecuencia,
la narracin de actos que nos impresionan y nos obli
gan a detenernos para hacer la siguiente pregunta:
Cules fueron los efectos de esa accin? A veces los
efectos del acto cometido se limitaban a la vida par
ticular del actor en cuestin. Pero en otros casos los re
sultados (fuesen para bien o para mal) se dejaron
ver en los destinos de todo un pueblo. Pongamos una
ilustracin.
En el libro de los Jueces, los captulos 13 al 16 se
dedican a la azarosa vida de Sansn. Consagrado a
Dios por sus padres, an antes de nacer, Sansn tena
sobre s un voto de nazareo perpetuo. En seal de su
consagracin haba de abstenerse de toda clase de li
cores embriagantes; se obligaba a dejarse crecer el
pelo y a no tener contacto con el cuerpo muerto de
ningn animal ni con el cadver de persona alguna.
Todo esto no era sino un reconocimiento simblico de
su obligacin de conservar el alma y el cuerpo santos
para el Seor.
Pero Sansn se desentenda de sus obligaciones
para con Dios. Haca caso omiso de sus votos en el es-

M a n u a l P a n a P iu .im a d o n i s L a ic o s

69

pritu do aquella cancin ranchera que dice: Me he

de comer esa tuna, aunque me espine la mano. En vez
de someterse a la direccin constante del Espritu San
to. se dej dominar por las pasiones de la carne. Su
vida entera ilustra esta verdad central: que aun en los
hijos de Dios hay una lucha constante entre el espri
tu y la carne. Y qu resulta cuando se le permite a la
carne triunfar?
Tomando la etapa final de la vida de Sansn (Jue.
16:20-31) como guia para contestar la pregunta he
cha, encontramos lo que la dominacin de la carne sig
nific en la vida de ese hombre particular. Pero nues
tro inters no es meramente histrico. Queremos ver si
hay verdades de valor permanente y de aplicacin uni
versal en el caso que estamos considerando. Y los hay!
Organizando nuestros pensamientos en tom o a la
pregunta hecha arriba, y expresando en tiempo pre
sente las verdades que la historia ilustra, podemos for
mular un bosquejo para nuestra pltica como sigue:
T tulo: El Desastre del Dominio Carnal
I. Cuando un hijo de Dios se deja dominar por la
carne se rompe su comunin con Dios.
II. Cuando un hijo de Dios se deja dominar por la
carne le sobreviene la ceguera espiritual.
III. Cuando un hijo de Dios se deja dominar por la
carne se somete a la esclavitud del pecado.
IV . Cuando un hijo de Dios se deja dominar por
la carne se expone a la burla del mundo pecador.
V. Cuando un hijo de Dios se deja dominar por la
carne pierde el deseo de vivir.

6.

ALGUNOS TEMAS BIBLICOS PUEDEN SER DIS

CUTIDOS DESDE EL PUNTO DE VISTA DEL
CONTENIDO DEL TEXTO

De los catorce bosquejos que se han dado hasta

aqu, ocho podran ser incluidos bajo el encabezado que
se acaba de asentar. Es decir, ya hemos visto ocho tex
tos que (juntamente con sus respectivos contextos) no
slo proporcionan el tema de un mensaje, sino que pro
veen tambin el material apropiado para discutirlo

70

M a n u a i . P a m a P nrcnicA n onE S L a i c o s

desde alguno de los cinco puntos de vista que hemos

venido considerando. Entonces, en qu consiste la
ventaja de decir que el contenido del texto constitu
ye otro punto de vista desde el cual los temas bblicos
pueden ser discutidos?
La respuesta es sencilla. Existen un sin fin de pa
sajes bblicos que presentan tanto un tema como un
punto de vista desde el cual discutirlo, que no es nin
guno de los cinco que ya hemos considerado. La varie
dad de posibilidades es tan grande que la nica mane
ra lgica de formular una clasificacin es como lo he
mos hecho en esta sexta divisin del capitulo. Creo que
los siguientes ejemplos harn claro lo que quiero decir.
En Isaas 55:6-7 encontramos estas palabras:
Buscad a Jehov mientras puede ser hallado, llamad
le en tanto que est cercano. Deje el impo su camino,
y el hombre inicuo sus pensamientos, y vulvase a Je
hov, el cual tendr de l misericordia, y al Dios nues
tro, el cual ser amplio en perdonar. Las palabras fi
nales del texto presentan la idea de que el perdn de
Dios es muy amplio. Si volvemos a leer el texto a la luz
de esta idea, no tardaremos en descubrir que este es
un tema que puede ser discutido desde el punto de vis
ta del contenido del pasaje. Qu ensean estos dos
versculos acerca del amplio perdn de Dios? En res
puesta a esta pregunta podemos formular un bosque
jo como sigue:
Ttulo: El Amplio Perdn do Dios
I. El amplio perdn de Dios es una necesidad por
causa de la grandeza de nuestros pecados.
1. Nuestros pensamientos estn corrompidos.
2. Nuestros caminos estn torcidos.
II. El amplio perdn de Dios es una posibilidad por
causa de su infinita misericordia.
III. El amplio perdn de Dios es una urgencia por
causa de la brevedad de nuestra oportunidad.

En Marcos 4:35-41 tenemos una historia bastante

instructiva. Al anochecer, despus de un da agotador
de enseanza a las multitudes, el Maestro les orden a
sus apstoles que partiesen para el lado opuesto del

M anual

P a n a P h k im c a d o iu s T.a ic o s

71

mar do Galilea. En obediencia a su mandato empren

dieron el viaje, pero en plena travesa fueron sorpren
didos por una terrible tempestad que haca peligrar la
embarcacin. En respuesta a la splica angustiosa de
sus discpulos, Cristo despert de su sueo y reprendi
a los elementos. Estos se compusieron tan rpida y
completamente que los azorados apstoles quedaron
maravillados de la majestad y del poder de Jess.
Qu enseanzas prcticas podemos derivar de esta
experiencia nocturna de los discpulos del Seor? En
contestacin a esta pregunta bien podramos organizar
nuestros pensamientos de la siguiente manera:
T tu lo : U n a Noche Con Jess
I. De esta experiencia aprendemos que el discpulo
siempre debe obedecer a su Seor.
I I. D e esta experiencia aprendemos que la obedien
cia a Cristo a menudo envuelve al discpulo en
grandes tempestades.
III. De esta experiencia aprendemos que las tem pes
tades le llevan al discpulo hacia un conocimien
to ms ntimo y profundo del Salvador.

En Juan 12:35 el Seor Jess formula un notable

contraste entre la luz y las tinieblas. Estas, por supues
to, simbolizan las fuerzas diablicas del mal, mientras
que aqulla representa la perfecta justicia y bondad
del Hijo de Dios. Luego, con fundamento en la tremen
da diferencia entre las tinieblas y la luz, Cristo proce
de a pronunciar las siguientes palabras: Entre tanto
que tenis la luz, creed en la luz, para que seis hijos de
luz (Juan 12:36). Llama inmediatamente la atencin
la triple repeticin en este versculo de la palabra luz .
Literalmente es un texto lleno de luz. Pero qu en
contramos en este texto? Organizando nuestros pensa
mientos en torno a esta pregunta podemos formular
un bosquejo como sigue:
Ttulo: Un Texto Lleno de Luz.
1. Encontramos en osle texto una oferta gloriosa
para que .seis hijos de luz. .
II. Encontramos en este texto una condicin sen
cilla creed en la luz/*.

72

M a nu a l P ana P hf,)rcadohes L aic os

III,

Encontramos en este texto una oportunidad fu

gaz
entre tanto que tenis la luz .

Uno de los textos mejor conocidos del Nuevo Tes

tamento es Hechos 1:8, que a la letra dice: Pero reci
biris poder, cuando haya venido sobre vosotros el Es
pritu Santo, y me seris testigos en Jerusaln, en toda
Judea, en Samara y hasta lo ltimo de la tierra. Todo
el contenido del versculo gira en torno a la idea del
testimonio de los creyentes. Pero, a cules aspectos de
este testimonio alude el texto? En contestacin a esta
pregunta podemos organizar nuestros pensamientos de
esta manera:
Ttulo: El Testimonio Cristiano
I. El tema del testimonio cristiano es Cristo m ism o.
II. El campo para el testimonio cristiano es el m u n
do entero.
n i . El equipo para el testimonio cristiano el poder
del Espritu Santo.

En el segundo captulo de 2 Tesalonicenses el aps

tol Pablo habla primero (vs. 1-12) de la Segunda Ve
nida del Seor, haciendo hincapi en la destruccin
que sobrevendr al hombre de pecado y a todos los se
guidores del error. Luego, en los versculos 13-17 pone
en contraste con esta destruccin la salvacin que go
zan los creyentes en Cristo Jess. El tema, pues, de este
segundo prrafo es la salvacin que Dios ha provisto
para los suyos. Qu dice el pasaje acerca de nuestra
salvacin? En contestacin a esta pregunta cierto h
bil estudiante de las Escrituras formul el siguiente
bosquejo:1
Ttulo: Salvacin Divina
I. Esta salvacin tiene su origen en la eleccin di
vina.
II. Esta salvacin es efectuada por medio del p o
der divino.
III. Esta salvacin es comunicada por medio de un
mensaje divino.
IV. Esta salvacin ser, iRrfeociomida en la gloria
divina.
1 Charles R. Erdman, T h e K plallea o / P a u l to t h e T h e s s a l o n i a n s ,
The Westinlnster Press, 1035), p. 1)1.

d e lp h ia :

(Phila-

M a n u a l P a r a P hi

d ic a d o iu s

L aicos

73

En los ejemplos consignados hasta aqu nuestro

inters se ha limitado a la manera de formular las di
visiones principales de los bosquejos. Para terminar
pondremos un ejemplo que dar un paso adicional en
la organizacin de los pensamientos que un tema bbli
co puede inspirar. Veremos no slo cmo las divisiones
principales pueden relacionarse con el contenido de
un texto, sino tambin cmo stas pueden ser subdivi
didas para hacer ms completa la discusin. En el caso
que a continuacin presentaremos, el contenido del
texto presenta el material para las subdivisiones de la
segunda divisin principal, aunque no para las subdi
visiones de la primera. Estas se formulan con materia
les ajenos al texto. Obsrvese tambin la manera en
que los pensamientos de las subdivisiones estn orga
nizados. Bajo la primera divisin principal las subdi
visiones estn organizadas de acuerdo con el punto de
vista de las razones. Bajo la segunda divisin principal
las subdivisiones estn organizadas de acuerdo con el
punto de vista de los medios. Para cada subdivisin se
emplea un solo punto de vista.
El texto es Juan 2:1-11 que presenta la historia del
primer milagro efectuado por Cristo durante su minis
terio pblico. La ocasin del milagro fue una fiesta de
bodas en Can de Galilea. Entre otros pensamientos
que la historia entraa, uno de los ms interesantes es
la actitud de Cristo para con el matrimonio. Qu en
sea este pasaje acerca de Jess y la institucin social
del matrimonio? Al organizar nuestros pensamientos
en torno a esta pregunta podemos formular el siguien
te bosquejo:
Ttulo: Jess y el Matrimonio
I. Esta historia nos ensea que el Seor Jess tiene
inters en el matrimonio.
1. Tiene inters en el matrimonio porque su P a
dre lo instituy.
2. Tiene inters en el matrimonio porque en l
encuentra el ms per recto ejemplo de la nti
m a relacin que existe entro l y su Iglesia.
3. Tiene inters en el nuitrimonlo porque ste

74

M a n u a i , P a i \a P hfdtcatjohf .s L atcos
constituye un medio poderoso para el ex tend m iento del Reino de Dios en la tierra.
II. Esta historia nos ensea que el Seor Jess a n
hela bendecir al matrimonio.
1. Anhela bendecir al m atrimonio santificndolo
con su presencia.
2. A nhela bendecir al m atrimonio resolviendo sus
problemas.
(1) Habr problemas en todo m atrim onio.
(2) Estos deben ser llevados a l Seor Jess.
(3) Sern solucionados felizmente si am bos
cnyuges aprenden a hacer todo lo que
Cristo les dijere".

En resumen, puede decirse que el secreto de la or

ganizacin de los pensamientos para una pltica cris
tiana consiste en hacerle preguntas al tema . Una vez
que se haya formulado la idea central del mensaje, el
predicador laico tiene que determinar desde cul pun
to de vista quiere discutir su asunto.1 Para ello tiene
que hacer preguntas. Las ms tiles son las siguientes:
Qu significa esto? por qu es cierto? Cmo puede
esto ser llevado a cabo? Cules fueron las causas de
esta situacin? Cules fueron los efectos de esta ac
cin? Qu ensea mi texto respecto a este asunto?
UNA SOLA de estas seis preguntas debe ser escogida
como la pregunta clave del mensaje en cuestin. Slo
as ser posible limitar el campo de la discusin y ase
gurar la unidad del mensaje. Luego, cada divisin prin
cipal del bosquejo dar parte de la contestacin de la
pregunta clave que se trate.
Preguntas de Repaso
1.

Con qu puede ser comparado el tema de una pl

tica cristiana?
2. Cul es el secreto de la organizacin de los pen
samientos para una pltica cristiana?
3. Nmbrense los seis puntos de vista desde los cuales
los temas bblicos pueden ser discutidos.
4. Desde cuntos puntos de vista debe ser discutido
1 En esta obra los tres trminos Idea central , "tem a y asunto se
consideran como sinnimos.

ancar

P a r a P r k d h a c o r e s L aicos

75

un tema bblico determinado? Por qu?

Cules son los tipos de temas bblicos que pueden
ser discutidos desde los siguientes puntos de vista:
(1) el punto de vista del significado; (2) el punto
de vista de las razones; y (3) el punto de vista de
los medios?
6. Cuando un pasaje bblico presenta una situacin
determinada, desde cul punto de vista podra ser
discutido?
7. Cuando el texto describe alguna accin, cules son
los dos posibles puntos de vista desde los cuales el
tema podra ser discutido?
8 . Haga usted un bosquejo basado en cada uno de los
siguientes textos:
2 Samuel 11:1-27
Marcos 12:41-44
Lucas 15:11-24
Romanos 1:16
Romanos 6:23
2 Corintios 10:3
1 Tesalonicenses 4:13 1 Timoteo 4:16
Santiago 4:2-3
2 Pedro 3:18
5.

C a p tu lo

E L PREDICADOR LAICO NECESITA

REFORZAR SUS IDEAS

En el captulo anterior estudiamos la manera de

asegurar la unidad de nuestro mensaje, organizando
los pensamientos en torno a una sola idea central y de
acuerdo con una sola pregunta clave. En otras pala
bras, aprendimos el secreto de la construccin de un
buen bosquejo. Ahora queremos ver cmo reforzar las
ideas del bosquejo con una discusin adecuada.
Para ello necesitamos recordar primero cul es el
fin que buscamos. La predicacin cristiana ha sido de
finida como la comunicacin verbal de la verdad di
vina con el fin de persuadir .1 De esta definicin
se desprende que el material de la predicacin es la
verdad divina; que el mtodo de la predicacin es la
comunicacin verbal; y que la meta de la predicacin
es la de persuadir. Aqu tenemos algo de mucha impor
tancia que nunca debemos olvidar: predicamos para
persuadir. Si nuestra pltica no da por resultado que
alguien se sienta persuadido a cumplir con aquel as
pecto de la voluntad divina que el mensaje discuti,
entonces no hemos cumplido con la tarea. La prueba
de nuestro ministerio consiste en que las personas que
nos oigan se sientan constreidas a hacer lo que Dios
quiere que hagan.
En otras palabras, el blanco contra el cual toda
1 T. Harwood Pattison, T h e M a k ln u o f t h e S e r m n ,
American fcaptiht Publicaron Boclety, 11)41), p. 3.

[76]

(Philadelphia:

The

M a n o a i . P ana

l m .m c A i)n ii i,s

L aicos

77

nuestra discusin tiene que ir dirigida es la voluntad

del oyente. Esta es la ciudadela de su alma, y mientras
no sea rendida a la voluntad de Dios, nuestra predica
cin ha fracasado. El propsito de la predicacin cris
tiana es siempre el de producir cambios espirituales en
la vida diaria de las personas que nos escuchen.
1.

LAS PUERTAS QUE CONDUCEN A LA VOLUNTAD

La persuasin de la voluntad humana es una tarea

bastante difcil. La verdad es que slo el Espritu Santo
puede hacer que el hombre se convierta de los dolos
a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar
de los cielos a su Hijo (1 Tes. 1:9-10). Pero como el
Espritu divino desea utilizarnos a nosotros como sus
instrumentos en esta conquista espiritual, conviene que
entendamos algo de la estrategia que debemos seguir.
Podemos comparar la voluntad del hombre con
aquellas grandes ciudades amuralladas de la antige
dad. Esos muros que a veces tenan una altura de no
venta metros y un espesor de cuarenta (como en el
caso de Babilonia) ofrecan una defensa casi inex
pugnable. Pero tenan un punto vulnerable: sus puer
tas, y contra stas el enemigo concentraba la furia de
sus ataques ms vigorosos. As tenemos que hacer tam
bin nosotros.
La voluntad de nuestros oyentes est protegida por
un muro alto y grueso que est formado por sus hbi
tos, sus prejuicios, su ignorancia, su indiferencia, sus
compromisos familiares y sociales, su egosmo y su
maldad. Pero en este muro existen cinco puertas cu
yos nombres son: el entendimiento, la razn, el sentido
de necesidad, el sentido de deber (o sea la conciencia
moral) y las emociones. He aqu los puntos vulnerables
en las defensas de la voluntad. Por alguna de estas cin
co puertas el predicador laico ha de lograr su entrada
a la ciudadela del alma de sus oyentes. Y para mayor
seguridad en su empresa, no debe descuidar el ataque
a ninguna de las cinco.
(1) La puerta del entendimiento. La razn por qu

78

M a n u a i , P aha P iu d c a d o r e s L a ic o s

la siembra de la palabra resulta, a. vocea infructuosa

consiste en que "oyendo cualquiera, la palabra del rei
no, y no entendindola, viene el malo y arrebata lo que
fue sembrado en su corazn". En cambio, la siembra
fructfera es descrita as: "Mas el que fue sembrado en
buena tierra, ste es el que oye y entiende la palabra, y
el que lleva fruto" (Mat. 13:19. 23). En otras palabras,
cuando las personas no entienden lo que se les dice, no
tardan en perder el inters, haciendo fcil que el dia
blo les borre todo recuerdo de lo que han odo. Adems,
cuando no entienden la discusin no pueden nunca ha
cer decisiones inteligentes, y stas son las nicas que
resultan firmes y que conducen a vidas que agraden y
glorifiquen al Seor.
La puerta del entendimiento se abre por medio de
la explicacin. En nuestra predicacin hay dos cosas
que a menudo tendremos que explicar: lo que algo sig
nifica y la manera propia para llevar a cabo alguna ta
rea. Es decir, nuestras explicaciones tendrn que con
testar las preguntas: qu significa esto? y cmo po
dr esto hacerse?
Para poder dar buenas explicaciones tendremos
que echar mano de cuatro importantes auxiliares, a
saber: la definicin, la narracin, la ejemplificacin y
la comparacin.
(2)
La puerta de la razn. Toda persona normal
est dotada de poderes de razonamiento. Segn Gne
sis 1:26-27, Dios cre al hombre a su imagen" y "con
forme a su semejanza". Esto quiere decir, entre otras
cosas, que el hombre, como Dios mismo, es un ser que
razona, que observa cuanto sucede en su alrededor y
que se pregunta el por qu de las cosas. Siendo esta su
naturaleza esencial, el hombre tiene tanto el privilegio
como el deber de pensar rectamente, y el predicador
laico tiene la obligacin de prestarle toda la ayuda que
pueda.
Es muy cierto que la razn humana tiene sus limi
taciones; no puede resolver todos los problemas de la
vida. Los asuntos ms difciles tienen que ser resueltos

M a n v a i . T aha l m nir \noiu s I. a k o s

79

sobre la. base de la fe. Pero al mismo tiempo debemos

recordar que la fe cristiana es siempre razonable. A ve
ces la fe va ms all de la razn, pero nunca la contra
dice. Como alguien ha dicho, la fe tiene sus razones
que la razn no comprende .
La puerta de la razn se abre por medio de la ar
gumentacin. Esta puede emplearse tanto para apoyar
la verdad como para refutar el error. A veces consiste
simplemente en dar las razones que apoyan determi
nado punto de vista; a veces nos obliga a seguir una
lnea de razonamiento para llegar a la conclusin que
se desea.
La verdad bblica es combatida por la duda y la in
credulidad y torcida por la hereja. El celo de los cre
yentes a menudo languidece por causa de una falta de
comprensin de las slidas razones que asisten a su fe,
y la obra del evangelismo frecuentemente fracasa por
que el evangelista no sabe presentar la causa de su Se
or en la forma convincente que merece. Por tanto, el
predicador laico necesita saber dar razones contun
dentes y seguir lneas de razonamiento correctas para
poder convencer a los que contradicen (Tito 1:9) y
confirmar a los creyentes respecto a su fe (1
Tes. 3:2).
A la ciencia del razonamiento se le llama lgica
y es un ramo del saber que le conviene estudiar a cual
quiera que ha de hablar en pblico. Pero uno de los
problemas con que se tropieza al intentarlo es que la
mayor parte de los textos que se han escrito sobre el
particular resultan un tanto obscuros. Abundan en
trminos tcnicos y en teora, pero escasean, por regla
general, en ejemplos prcticos. Una notable excepcin
a esta regla es un breve libro de ochenta y siete pgi
nas escrito por el profesor Jos Ral Aguilar y publi
cado en Mxico por la Editorial Lux. Su ttulo es La L
gica en Accin. Recomiendo a mis hermanos que lo
consigan y que se quemen las pestaas para aprender
sus consejos.
Para concluir esta breve resea, permtanme trans-

80

M an u al P ara

P r e d ic a d o r e s L a ic o s

cribir las siguientes siigerenebis practicas respecto a la

argumentacin como parte esencial de nuestra predi
cacin.1
a.

b.

c.

d.

e.

f.

g.

No debemos intentar la prueba de algo si n o e sta

mos persuadidos de que os verdad y si no estarnos
seguros de poder probarlo.
T odo argum ento del>e com enzar con alg o que a d
m itan plenam ente las personas a quienes h a b a
nlas.
Siem pre debemos usar argum entos que sean in te
ligibles a nuestros oyentes y propios p a ra im p re sio
nar sus respectivas m entes.
P ara no cansar a nuestros oyen tes con d e m a sia d a
lgica, debemos tener cuidado especial de in t e r
calar ilustraciones apropiadas.
A n tes de pasar a un nuevo escaln e n el a r g u m e n
to, es bueno repetir con variaciones p la ce n te ra s el
progreso que el argum ento h a seguido h a s t a ese
punto.
N o debemos tratar de decirlo to d o , s in o e scog er
un nm ero convincente de los a r g u m e n to s m s
eficaces.
L a argum entacin en el plpito debe te n e r c o m o
fin , no el de triunfar, sino el d e h a c er b ie n . 3

(3)
La puerta del sentido de la necesidad. L a ace
tacin de una verdad depende no slo de que sea co m
prendida o de que su fuerza sea recomendada a la ra
zn con buenos argumentos. Es menester dem ostrar
que llena una necesidad que el oyente tiene y que sabe
que tiene. Es cuando los hombres sienten la necesidad
de algo que entran en accin para conseguirlo. El h o m
bre primitivo senta la necesidad de com er y sala en
busca de alimento. El joven obrero m oderno siente la
necesidad de una preparacin escolar, y se priva de p a
seos y hasta del sueo necesario con el fin de asistir a
la escuela nocturna. En cualquier caso, la resolucin
tomada obedece al hecho de haber sentido una nece
sidad.
____ As es que si el predicador laico va a lograr que
1 Las sugerencias que siguen representan una adaptacin de las ideas
expresadas por Juan A. limadas, Tratado S o b r e la Predicacin, (El Paso:
Casa Bautista de P ublicaciones, 1042), p. 111 y W. E. Bangster, The Craft
o Sermn Construction, (Philudelphta: The Westminster Press, 1951), p. 87.

M anual

P ara

P iu oic a uo iu s L aicos

81

sus oyentes entreguen el corazn a Cristo y la vida al

Reino de Dios, tendr que hacerles ver que tal decisin
contribuir a la satisfaccin de alguna necesidad hu
mana bsica que se ha hecho sentir en su vida. Tendr
que demostrar que el evangelio de Cristo llena las ne
cesidades del alma. Estudiantes de la psicologa han
sugerido que las necesidades humanas pueden ser re
ducidas a tres grandes categoras, correspondientes a
los tres instintos humanos bsicos.
a.
La necesidad del amor. Esta necesidad halla su
raz en el instinto del sexo, que reclama amor, compa
erismo y mutua simpata. Apelamos a este sentido de
necesidad cuando ensalzamos el amor de nuestro Pa
dre celestial; cuando discutimos las amplias sim
patas humanas de Cristo, nuestro Salvador y Media
dor; y cuando demostramos cun ntimo y verdadero
es el compaerismo divino efectuado en el corazn del
creyente mediante el Espritu Santo.
b.
La necesidad de poder, o sea de significado. Esta
necesidad halla su raz en el instinto humano bsico
que los psiclogos han dado en llamar el instinto gregario . Este es el instinto que nos impele a buscar un
sitio y significado en el rebao, un sentido en la socie
dad .1 Apelamos a este sentido de necesidad cuando
predicamos la norma cristiana de la grandeza (el ser
vicio abnegado a los dems); cuando indicamos cules
son las condiciones de poder en el servicio y testimonio
cristianos; y cuando declaramos el valor inherente de
la personalidad humana y el hecho de que Dios no hace
acepcin de personas.
c.
La necesidad de seguridad. Esta necesidad ha
lla su raz en el instinto humano bsico de la conserva
cin, instinto que exige la seguridad y el bienestar de
la vida. En esencia es ms que el mero impulso a vivir;
tiene un impulso a vivir bien y aun a vivir mejor. Ape
lamos a este sentido de necesidad cuando hablamos de
la realidad del perdn de los pecados; cuando describi-i
i Thom as W. Hughes, L a P s ic o lo g a d e la P r e d i c a c i n y d e la Obra Pas
toral. (Buenos Aires: Editorial La Aurora , 1953), p. 89.

82

M a n u a i . I a h a

P iu .j ic a d o h k s L a ic o s

11108 l a s s a t i s f a c c i o n e s d o u n a v i d a d e t r i u n f o s o b r e l a s
t e n t a c i o n e s d e la c a r n e ; c u a n d o i n d i c a m o s c u n c o m
p le t a o s la v i c t o r i a d e l c r e y e n t e s o b r e l a t u m b a y c u n
s e g u r a es su g lo r if ic a c i n f in a l.

(4)
La puerta del sentido de deber, o sea la con
ciencia moral. La conciencia es aquella voz interna que
Dios ha hecho resonar en el alma de cada ser racional,
y que desempea las siguientes funciones. En primer
lugar, insiste en que existe una positiva distincin mo
ral entre lo bueno y lo malodistincin que es tan mar
cada como es la diferencia entre cielo e infierno. Luego,
cuando en una situacin dada el individuo ha com
prendido qu es lo bueno y qu es lo malo, la concien
cia le ordena terminantemente que haga el bien. Es
posible, por supuesto, que no obedezca la orden, pero
sta se da de todos modos. Bien se ha dich o. que las
grandes crisis de la vida surgen cuando se tiene que de
cidir entre obedecer a la voz de la conciencia o a las vo
ces contrarias del amor propio, de la pasin o de la au
toridad externa. En tercer lugar, una vez que el indi
viduo haya tomado su decisin, la conciencia se erige
en juez de la accin cometida, calificndola de buena
o mala. Si la estima buena, colma de satisfaccin a su
autor. Si la estima mala, le hace sufrir los dolores del
remordimiento. Por ltimo, la conciencia desempea
una funcin predictiva, ahondando en el corazn hu
mano la conviccin de que est establecido a los hom
bres que mueran una sola vez, y despus de esto el ju i
cio (Heb. 9:27).
Si la voz de la conciencia es acatada se vuelve
cada vez ms estridente. Si es desobedecida, se corrom
pe (Tito 1:15) y se cauteriza (1 Tim. 4:2). Si el indi
viduo persiste en su desobediencia, puede acabar por
incurrir en la blasfemia en contra del Espritu de Dios
(Mar. 3:22-30; Heb. 10:26-31).
El vigor de la vida espiritual suele estar en propor
cin directa a la sensibilidad de la conciencia. Esto ex
plica por qu muchas veces las personas que con mayor
ahinco se oponen a la fe evanglica, cuando se convier-

M a n u a i . P ara Pnr.nicAnonr.s L aicos

t e n ll e g a n a .ser lo s o b r e r o s m s e fic a c e s e n la v i a d e l
S e o r . L a t a r e a , p u e s , d el p r e d ic a d o r P ilco es la d e d e s
p e r t a r d e sil le t a r g o f a t a l a la c o n c ie n c ia a d o r m e c id a ,
y d e s e a l a r la o b r a p e r f e c t a d e C r is to c o m o f u e n t e de
p a z p a r a la c o n c ie n c ia a t r ib u la d a .

En el ltimo anlisis, slo el Espritu de Dios pue

de convencer al mundo de pecado, de justicia y de
juicio (Juan 16:8-11). Pero el instrumento favorito
del Espritu para esta labor es la Palabra de Dios. As
es que, sin temor a equivocarnos, insistimos en que los
materiales de discusin ms apropiados para redar
gir la conciencia moral son las palabras mismas de la
Biblia. Por tanto, el predicador laico debe tener por
meta mnima, respecto al contenido bblico de sus
mensajes, lo siguiente: primero, que la idea central
del sermn tenga una relacin clara con la recta in
terpretacin de su texto, y segundo, que cada divisin
principal del bosquejo encuentre apoyo slido en el
sentido verdadero de alguna declaracin especfica de
las Escrituras.
(5)
La puerta de las emociones. Respecto a las
emociones, hay dos extremos que evitar. El primero es
el de apelar a ellas casi exclusivamente. La parbola
del sembrador (Mar. 4:3-20) presenta el caso de la se
milla que cay entre pedregales, la cual brot luego,
pero salido el sol, se quem; y porque no tena raz, se
sec . Esta semilla, segn la propia explicacin de Cris
to, representa al oyente que es fcilmente conmovido
en su naturaleza emotiva, pero que poco comprende y
menos se convence de la profunda falta que le hace es
tar en verdadera paz con Dios. La predicacin que est
sobrecargada de apelaciones emotivas puede provocar
muchas profesiones de fe , pero producir pocas ver
daderas conversiones al Seor.
Por otra parte, es igualmente contraproducente el
extremo opuesto. En la predicacin cristiana la caren
cia de toda apelacin a los sentimientos constituye una
falsa representacin de Aquel que llor ante la tumba
de Lzaro, que se regocijaba en las bodas de Cana, que

84

M a n u a i . Pafia P r e d ic a d o r e s L aico s

se compadeca de las multitudes hambrientas y enfer

mas y que ardi en ira al encontrar que la casa de su
Padre se haba convertido en cueva de ladrones.
La verdad es que hay ms peligro de ser negligen
tes en nuestra apelacin a las emociones que de pres
tarles demasiada atencin. La gratitud, la lealtad, la,
compasin, el temor, la vergenza y la indignacin son
sentimientos que deben ser avivados por nuestra pre
sentacin del evangelio. Debemos echar mano de los
recursos de la memoria, de la imaginacin y de la pro
pia pasin para tocar estos resortes poderosos de la vo
luntad humana.
2. LOS MATERIALES DE DISCUSION MAS UTILES
PARA ABRIR LAS PUERTAS QUE CONDUCEN A
LA VOLUNTAD
(1) La interpretacin bblica. Cuando el apstol
Pedro escribi acerca de la experiencia inicial de lavida cristiana, la describi as: Siendo renacidos no d e
smiente corruptible, sino de incorruptible, por la pala
bra de Dios que vive y permanece para siempre (1 Ped.
1:23). Y cuando el apstol Pablo quiso hacer hincapi i
sobre el desarrollo de la vida espiritual de los discpulos,!
dijo: Toda la Escritura es inspirada por Dios, y til1
para ensear, para redargir, para corregir, para ins
truir en justicia, a fin de que el hombre de Dios seaperfecto, enteramente preparado para toda buena obra (2 Tim. 3:16-17). Estos dos pasajes afirman de la ma
nera ms categrica que tanto la evangelizacin de los
perdidos como la edificacin de los creyentes depende
en gran parte de la instrumentalidad de la Palabra deDios. Por tanto, el predicador laico necesita saber in
terpretar las Escrituras. Podr lograrlo si aprende a
hacer dos cosas: descubrir el sentido exacto de lo ques
los autores inspirados dijeron y discernir la aplicacin
prctica de su mensaje para nuestros das.
a.
Descubriendo el sentido exacto de lo que los au
tores inspirados dijeron. La Biblia es un libro DIVINO-r
HUMANO. Su calidad divina fue declarada por el aps--

anual

T ah a PuLnicAnoni s L aicos

85

tol Pablo cuando dijo; Toda la Escritura es inspirada

por Dios" (2 Tim. 3:16) y por el apstol Pedro, quien
declar que "nunca la profeca fue trada, por voluntad
humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron
siendo inspirados por el Espritu Santo (2 Ped. 1:21).
Siendo, pues, de origen divino, debe ser claro que el pri
mer requisito para poder dar una interpretacin
correcta es que uno tenga las disposiciones espiritua
les que le capaciten para entender la mente del Seor.
Estas disposiciones son cuatro, a saber: un corazn re
generado (1 Cor. 2:14-16); amor a la verdad (Sal. 119:
97-100); el espritu de oracin (Stg. 1:5-7); y la volun
tad de obedecer a Dios (Juan 7:17). Sin estas cuatro
disposiciones espirituales, es absolutamente imposible
saber interpretar a otros la Palabra de Dios, no impor
ta cuntos aos uno haya estudiado en las escuelas.
Con ellas, muchos hombres de escasa preparacin in
telectual han logrado una maravillosa comprensin de
las verdades divinas.
Dios es el autor de la Biblia, pero es necesario re
cordar que su revelacin divina nos fue comunicada
por medio de los santos hombres que hablaron sien
do inspirados por el Espritu Santo (2 Ped. 1:21). En
tonces la Biblia tiene tambin su aspecto humano. Por
tanto, para entenderla tenemos que tomar en cuenta
tanto el fondo histrico de sus distintas partes como
las caractersticas literarias de las mismas.
Tomamos en cuenta el fondo histrico de un pa
saje bblico cuando hacemos y contestamos las siguien
tes preguntas: Quin escribi este pasaje? En qu
poca y bajo cules circunstancias lo escribi? A
quin o a quines se diriga? Cul fue el propsito
con que escribi? Para estar en condiciones de poder
contestar tales preguntas es bueno tener a la mano un
buen manual bblico, como Compendio Manual de la
'Biblia por Halley o Nuevo Auxiliar Bblico por Manley,
Robn son y Stibbs.
Tornamos en cuenta las caractersticas literarias
de un pasaje bblico cuando hacemos y contestamos

86

M an t a i . P a n a

P r e d ic a n o n es L a ic o s

tres preguntas ms. La primera es: Comprendo el

significado de cada palabra que el pasaje contiene? Si
no, entonces hay que consultar el diccionario para re
mediar la falta. A veces no bastar un diccionario de la
lengua, sino que habr que utilizar un diccionario b
blico. La segunda pregunta que hay que contestar es:
Entiendo la relacin que existe entre las diferentes
declaraciones del pasaje? Para contestar esta pregun
ta hay que hacer un examen gramatical, distinguiendo
cuidadosamente entre las proposiciones principales y
las incidentales. La tercera pregunta que hay que con
testar es: Conozco a cul gnero literario pertenece
este pasaje? La Biblia contiene historia, poesa, drama,
profeca, parbolas, alegoras, cartas personales y ge
nerales y tratados doctrinales. Para saber interpretar
correctamente estos distintos tipos de escritos es bue
no hacer un estudio concienzudo de algn buen
texto de interpretacin, como Hermenutica por Lund
o Normas Para la Recta Interpretacin de las Sagradas
Escrituras por Trenchard.

b.
Discerniendo la aplicacin prctica del men
je bblico para nuestros das. La Biblia es tambin un
libro HISTORICO-ETERNO. Se narra mucha historia
en la Biblia, toda ella sin mezcla de error. Pero hay que
tener muy presente que la historia biblica es ms que
historia. Es decir, los hechos histricos no se narran
simplemente como fines en s mismos; son ms bien
vehculos para comunicar verdades espirituales eter
nas que tienen una aplicacin universal. La historia b
blica s es historia verdica y digna de confianza, pero
es historia que ensea cmo buscar a Dios y vivir biencon el prjimo. Porque las cosas que se escribieron an
tes, para nuestra enseanza se escribieron, a fin de que
por la paciencia y la consolacin de las Escrituras, ten
gamos esperanza (Rom. 15:4). Y estas cosas les
acontecieron como ejemplo, y estn escritas para amo
nestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines
de los siglos (1 Cor. 10:11). Toda la Escritura es ins
pirada por Dios, y til para ensear, para redargir

M a n u a l T aha rm:nn;AiH>iu,s L aicos

87

para corregir, para in s t r u ir un j u s t i c i a , a, fin de q u e el

hombro do Dios soa. perfecto, e n t e r a m e n t e preparado
para toda buena obra (2 Tim. 3:16-17).
Esto quiere decir, entonces, que para poder in
terpretar la Biblia rectamente necesitamos saber dis
cernir los puntos de correspondencia entre la situacin
histrica a la cual el escritor bblico se diriga, y la si
tuacin contempornea a la cual nosotros tenemos que
dirigirnos. Hay dos hechos que garantizan que siempre
habr puntos de correspondencia entre estas dos si
tuaciones. Uno es el hecho de la inmutabilidad del ca
rcter de Dios. El otro es el hecho de la unidad de la
raza humana. Dios no cambia. Toda buena ddiva y
todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las
luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de varia
cin (Stg. 1:17). Tampoco ha cambiado la naturale
za esencial del hombre. Al travs de todas las edades y
en todos los lugares, sea cual haya sido su idioma, el
color de su piel, el grado de su cultura o la cuanta de
sus posesiones materiales, la naturaleza del hombre ha
sido siempre la misma. Tenemos derecho, pues, de es
perar que en los tratos de Dios para con los hombres
que vivieron en los tiempos bblicos podamos hallar
algo que nos ayudar a entender cul es la voluntad
divina para con nosotros, los que vivimos en la actua
lidad.
Este discernimiento de los puntos de correspon
dencia entre la situacin histrica a la cual los escrito
res bblicos se dirigan y la situacin contempornea a
la cual nosotros tenemos que dirigirnos exige que si
gamos un mtodo prctico de estudio. Este mtodo
abarca cuatro pasos esenciales. El primer paso es el de
leer el pasaje varias veces (de ser posible en distintas
traducciones), tomando en cuenta el contexto, o sea
la conexin que tiene el pasaje con lo que le precede y
con lo que le sigue.
El segundo paso es el de observar cuidadosamente
todos los hechos que el pasaje consigna. Una buena
[prctica a este respecto es la de narrar en sus propias

88

M a n u a i. T ah a

P m m ;A )o n /;s

L a ic o s

p a la b r a s lo q u e el p a s a je d ic e , p r o c u r a n d o h a c e r l o d e
la m a n e r a m i s c o n c is a y e x a c t a p o s ib le . S i s e h a c e p o r
e s c r ito , t a n t o m e jo r . P o r e je m p l o , d e s p u s d e l e e r L u
ca s 2 :3 9 -5 2 u n o p o d r a r e c o n s t r u ir la h i s t o r i a c o m o
s ig u e :

Jos y Mara, despus de la presentacin del nio Je

ss, en conformidad con los requisitos de la Ley, re
gresaron a Nazaret. All el nio creci normalmente, y
cuando cumpli los doce aos lo llevaron de nuevo
a JerusaJn para que participara con ello6 en la ce
lebracin de la fiesta pascual. Al emprender el viaje
de regreso dejaron al nio, aunque no se dieron
cuenta de ello hasta el anochecer. Retomaron angus
tiosos a la ciudad para buscarlo, y al tercer da lo en
contraron en medio de los doctores de la Ley, escu
chndolos y hacindoles preguntas que por su preco
cidad dejaron asombrados a cuantos le escuchaban.
Cuando su madre le reprendi por haberlos abando
nado, el nio Jess contest con sorpresa que le era
necesario estar en los negocios de su Padre. Regres,
no obstante, con ellos a Nazaret, sometindose a su
direccin, y sigui desarrollndose en una forma com
pletamente normal.
El tercer paso en este m todo prctico de e stu d io
es el de descubrir las verdades eternas que se d e s p r e n
den del p asaje. Estas verdades deben ser e x p re sa d a s
siem pre en tiem po presente. Por e je m p lo , to m a n d o
com o base la m ism a narracin que se aca ba de r e c o n s
truir, podra form ularse la siguiente lista de v erd a d e s
eternas que en ella se e n cu en tran :

Los padres de familia deben guardar la Ley de Dios.

La asistencia fiel al culto pblico de adoracin es un
deber que los padres de familia no deben descuidar.
La mayor angustia de los padres de familia es la de
perder a sus hijos.
La mayor bendicin de los padres de familia debe ser
La de darse cuenta de que sus hijos sienten la nece
sidad de "estar en los negocios de su Padre".
I / j h ijo s m e n o r e s d e b e n s o m e te r s e a l a d ir e c c i n d e
sus ]>adres.
E n el c r e c im ie n to del N i o J e s s e n c o n t r a m o s el m o
d elo p a r a u n d e sa rr o llo h u m a n o n o r m a l: fs ic o , in t e
le c tu a l, so c ia l y e s p ir itu a l.

M a n t a i , T aha T m m c A o n n i s L aicos

89

El paso final consiste en decidir cul o cules de

estas verdades eternas tienen una estrecha relacin
tanto con la idea central de sil sermn como con las
necesidades espirituales de sus oyentes. Claro est que
por este mtodo de estudio puede uno descubrir la ver
dad central, o sea el tema, para todo un mensaje. Por
ejemplo, la ltima de las seis verdades eternas consig
nadas en el prrafo anterior bien podra constituir la
base de un sermn cuyo tema sera Una Vida Comple
ta . Pero lo que ms nos interesa ahora es la manera
de encontrar interpretaciones bblicas con qu refor
zar la discusin de temas basados en otros textos. A
este respecto es fcil ver cmo las primeras cuatro de
las verdades eternas que se desprenden de Lucas 2:3952 vendran como anillo al dedo a una discusin del
tema Crianza Cristiana cuyo bosquejo general fue
sugerido en el Captulo V de esta obra. Y para un ser
mn sobre Exodo 20:12 sera de mucho provecho in
dicar cmo el mismo Seor Jess guardaba esa ley, so
metindose a Jos y Mara durante aquellos largos
aos de silencio en Nazaret.
(2) La ilustracin. El segundo tipo de material
propio para abrir las puertas que conducen a la volun
tad humana es la ilustracin.
a. Su funcin. La ilustracin ha sido llamada la
ventana del sermn . Su funcin bsica es la de ilumi
nar, de arrojar luz sobre el asunto que se est discu
tiendo, de manera que se entienda mejor. Pero adems
de su valor como un medio de explicacin, la ilustra
cin desempea otras funciones importantes. Aumen
ta el inters de los oyentes y ayuda a conservar su
atencin, adems de fijar en su memoria los puntos
principales de la discusin. Sirve para fortalecer el ar
gumento, contribuyendo de esta manera al convenci
miento de la razn. Tambin es til para conmover los
sentimientos. Otra cosa que hace es proporcionar des
cansos mentales que evitan que la congregacin se
canse en medio de las porciones argumentativas del
mensaje. Por ltimo, la ilustracin hace posible una re

90

M a n u a i . T aha Omf-d icad o ^ks L aicos

peticin placentera de verdades importantes que me

recen ser acentuadas una y otra vez a l,travs del ser
mn.
b. Su caracterstica esencial. Toda buena ilustra
cin encierra una comparacin. A veces hace resaltar
la semejanza que existe entre las dos cosas que se com
paran; a veces toma la forma de un contraste, sea
lando la diferencia entre ellas. Esto se aprecia por el
hecho de que al hacer la aplicacin se pueden emplear
expresiones tales como de esta misma manera , no
asi o sus equivalentes. Algunas veces la aplicacin se
da por sentada, dejando que los oyentes la perciban
por su propia cuenta; a veces el predicador seala cul
es la aplicacin. Pero en cualquier caso, el valor de una
ilustracin consiste en su poder para llamar la aten
cin a la semejanza o al contraste que existe entre su
propia idea central y la verdad particular que el predi
cador est discutiendo.
c. Cualidades de una "buena ilustracin. En primer
lugar, una buena ilustracin es comprensible; tiene
que ver con cosas que conocen las personas a quienes
estamos hablando, o cuando menos con cosas que
nuestros oyentes son capaces de entender fcilmente.
En segundo lugar, una buena ilustracin es apropiada;
tiene una clara relacin con el asunto bajo discusin.
Adems, debe ser interesante. En relacin con esto,
vale la pena recordar cules son las cosas que nos in
teresan a los humanos. Nos interesa lo que atae a
nuestras propias necesidades. Tambin nos interesan
los asuntos y las relaciones personales. Adems, nos
llama la atencin cualquier cuadro de accin o de con
flicto. Y por ltimo, nos gusta saber algo extrao
acerca de cosas que se ven todos los dias o algo fami
liar respecto a cosas que no tienen la ms remota co
nexin con nuestra vida diaria .
Por otra parte, una buena ilustracin es grfica.
Es decir, apela a la imaginacin; evoca imgenes men
tales. Y hay que agregar que debe ser breve. Tambin
debe ser digna de crdito. No queremos decir con esto

M a m h i , P ama P i u d k a d o u i ,s I,Airos

91

que tocia ilustracin ha, menester forzosamente de una

base de hechos histricos. Hay lugar para Jo que se pue
de llamar la ilustracin hipottica o sea imaginaria.
Pero cuando una ilustracin es representada como algo
que realmente sucedi, el predicador laico tiene la obli
gacin de comprobar cada dato esencial y de presentar
su material en una forma desprovista de toda exage
racin.
Por fin, una buena ilustracin tendr cierta fres
cura propia. Es decir, no ser trillada. Las mejores
ilustraciones son las que brotan de la experiencia y la
observacin del propio predicador o de sus lecturas en
la historia y literatura de su patria. Hacemos un gran
mal a la causa de nuestro Salvador cuando la mayora
de nuestras ilustraciones son claramente importa
das . El evangelio no es patrimonio de ningn pueblo
particular; es universal. Y dentro de las costumbres, de
la historia y de la literatura de cualquier pas hay
abundancia de material con que aclarar las verdades
bblicas.
d.
Dos tipos especiales de ilustracin. Estos son
ilustracin relmpago y la ancdota. Muchas de las
mejores ilustraciones se parecen al brillo momentneo
de los relmpagos que repentinamente iluminan el sen
dero para el hombre que atraviesa un campo en medio
de la obscuridad de una noche tempestuosa. Son las fi
guras de lenguaje, especialmente el smil y la m etfo
ra, que iluminan nuestros mensajes con su sbito re
lampagueo. El smil consiste en una comparacin
claramente expresada entre las personas, objetos o
procesos de que hablamos y otros que ilustran su na
turaleza. La palabra de enlace entre la realidad y la
ilustracin suele ser como, o semejante a .1 Ejemplo.s bblicos del smil son los siguientes:
Mi amado es semejante al corzo, o al cervatillo (Cnt.

2:9).
No es mi palabra como fuego, dice JeJiov, y como

martillo que quebranta la piedra? (Jer. 3:29).

1 Krneulo T r e n c lm r d , N tn m a s p u ra a K ccta l n tc r p r e ta c i n (itt l a s S a g r a
d a s E sc r itu r a s, (C h U ago: Krhlm ial Muutiy, Mu fe c h a ), p. 89.

92

M a n u a i . Pa r a

P r e d ic a d o r e s L aico s

Se r como Arbol plantado Junto a corrientes do aguas

(Sol : 3a ).
Cualquiera, pues, que m e oye estas palabras, y las
hace, le comparar a un hom bre prudente, que e difi
c su casa sobre la r o c a . . .
Pero cualquiera que m e oye estas palabras y n o las
hace, le comparar a un hombre insensato, que e d ifi
c su casa sobre la arena (Mal, 7:24, 26).
Su aspecto era como un relmpago, y su vestido b la n
co como la nieve (Aaf. 28:3).

Entre los prncipes del pulpito cristiano que han

tenido una predileccin marcada por las ilustracio
nes relmpago hay que poner en lugar prominente a
Alejandro Maclaren (1826-1910), gran predicador bau
tista escocs. En su sermn sobre 1 Corintios 13, al ha
cer comentario respecto a la declaracin paulina de
que la ciencia acabar (versculo 8), pone el siguien
te smil:
L a ciencia acabar porque lo perfecto absorber lo
imperfecto, as como la marea, al subir, inunda todos
los pequeos charcos que haban quedado entre las
peas de la ribera, absorbindolos en el inm enso seno
del mar.*

En su sermn sobre Filipenses 4:4 Maclaren dis

cute los beneficios que son nuestros por el hecho de
estar en Cristo . He aqu su impresionante smil:
Los que as moran en C risto. . . son como hom bres que
habitan una fortaleza inexpugnable desde la cual con
templan los campos llenos de enemigos, y al con tem
plarlos se sienten seguros.3

La m e t fo r a es un smil implcito, ya que no se

expresa claramente la comparacin, sino que deja que
sta se sobreentienda .4 Algunos ejemplos bblicos son
los siguientes:

Cachorro do len Jud; de la presa subiste, hijo mo

(Gn. 49:9).

_____ Harria fructfera es Jos, mina fructfera junto a una

2 Alexander Maclaren, Expoailions o/ lloly Svripture. (Oraiu! Raplds: Wm.
B. Eerdmaii PubllahinK Conmuny, 11)52), vol. , p. 188.
3 Ibid., p. 25.

4 Trenchard, op. cit., p. 00.

anual

Para

fuonto,

P ht

cuyas

ui c a do hi s

vestugos

so

93

a ico s

extienden

sobre

el

m u ro

(G tn . 49:22).
B e n ja m n es lolx> arrebatad or; a la m a a n a co m er
la presa, y a la tarde repartir los d esp ojos (Gn.

49:27).
Porque dos m ales h a hecho m i p u eblo: m e d e ja ro n a
m . fu en te de agua viva, y cavaron para s cistern as
rotas que n o retienen agua (Jcr. 2:13).
V osotros sois la sal de la tierra; . . . V osotros sois la luz
del m u n d o (Mat. 5:13, 14).
Y o soy la vid, vosotros los pm p an os (Juan 15:5).
L im p iao s, pues, de la vieja levadura, p ara que se is
nueva m asa, sin levadura com o sois; porque n u e stra
P ascu a, que es Cristo, ya fu e sacrificada por n oso tros

( Cor. 5:7).

Hablando de las palabras del apstol Pedro

echando toda vuestra ansiedad sobre l, porque l tie
ne cuidado de vosotros (1 Ped. 5:7) Maclaren ilustr
la verdad con esta metfora.1
Ese am paro amoroso, ese tierno cuidado d el S e o r es,
el nico escudo tras del cual podemos re m o s de los
dardos envenenados de la ansiedad dardos que de
otro m odo, si no nos m ataran, cuando m en os lle n a
ran el corazn de u n a ftida corrupcin.

El Diccionario de la Real Academia Espaola de

fine la ancdota como una relacin, ordinariamente
breve, de algn rasgo o suceso particular ms o menos
notable . Aunque algunos predicadores parecen de
pender casi exclusivamente de la ancdota para sus
ilustraciones, tal abuso no es razn para exigir que sea
abandonado por completo un instrumento tan til para
la iluminacin de la verdad divina. La ancdota es in
tensamente humana, y cuando est bien narrada, es
casi seguro que ser interesante. Si es bien escogida,
pocas veces deja de ser efectiva. Los siguientes ejem
plos demuestran algo de su valor.
Se cuenta de u n filsofo, que al atravesar u n ro en
u n a barca pregunt al barquero si entenda de astro
nom a. No, Seor , rcsi>ondi el barquero, en la vida
_______no he odo ese nom bre . A lo que el sabio replic,
Alex&ndcr Maduren,

op. cit.,

p.

31).

94

a n u a i,

P ama

P h k d i c a i x m i f .s L

a ic o s

Siento mucho que haya usted desperdiciado la cuarta

porte de su vida. Sabe usted algo de matemticas?
El hombre se sonri y le dijo que no. Entonces volvi
eJ sabio a decir, Habis malgastado otra cuarta parte
de vuestra vida. Despus le pregunt por tercera vez:
Sabe usted algo de geologa? No, nunca fui a la
escuela, contest el barquero. Bien, amigo, la ter
cera parte de su vida ha sido malgastada, volvi a
decir el filsofo. Pero en ese momento la barca choc
con una roca, y cuando se quitaba el barquero la cha
queta para nadar hacia la orilla del ro, pregunt al
filsofo: Seor, sabe usted nadar? No, dijo el
sabio. Entonces habis malgastado toda vuestra vi
da, porque la barca pronto se hundir.1
Cierto soldado a menudo se pasaba de la cuenta con
sus copas. Un superior que le estimaba le dijo una vez:
Si no bebieras tanto podras ascender a cabo. S,
mi Capitn, replic el joven, pero es que cuando bebo
me siento general.
As obra el pecado en la vida humana. Nos embota el
sentido moral y llegamos a creer que somos algo muy
distinto de la realidad. Pero cuando leemos las Sagra
das Escrituras, verdadero espejo de Dios, nos vemos tal
cual somos, y comprendemos cun trgico y engaador
resulta el pecado, enemigo del alma.1
2
Caminaba cierto da Don Roberto Hosford, pastor
bautista, por una calle cntrica de Rosario, Argentina,
cuando se cruz con un conocido que, al reparar en
su buen aspecto fsico, le pregunt: Dgame, seor
Hosford, cul es el secreto de su buena salud? A lo
que el recordado pastor contest con nfasis: Una
conciencia limpia y una sola mujer.3
e. Las mejores fuentes de material ilustrativo. S o n
cinco, a sa ber: las E scritu ras, la e x p e rie n cia y la o b
servacin personales, los e ve n to s c o n te m p o r n e o s , la
historia y la literatu ra. A c o n tin u a ci n c o n s ig n a re m o s
algunos ejem plos tom ados de c a d a u n a de e sta s cin co
fuentes.
( a ) Las Escrituras. L as ilu stra cio n es

to m a d a s

de

1 G. Pram o, " l,o E sencial", fo lle to evangell't\dnr p u b lica d o p or la Casa

B autista de Publicaciones, El Puso, T exas, E. U. A.
2 R oberto H. Jtoinanenghl, "A n cd o ta s de A ctu alidad* , R e s p u e sta , A o I,
Nmero 2, p. 11.
3 R oberto H. R om anenghl, A n cd otas de A ctualidad, (El P a so: C asa B a u
tista de Publicaciones, 1904), p. 72.

95

M a n u a l P a r a P r e d ic a d o r e s L aico s

la s E scritu ra s son de in ters especial p a ra los c re y e n

te s, pu es les a y u d an a con ocer m e jo r sus B ib lia s. S i e s
t n bien ela b o rad a s pu eden ser de in ters ta m b i n
p a ra la gen te in con versa. El sig u ie n te e je m p lo e st
ba sa d o en u n a exp erien cia del rey D a v id , d u ra n te u n a
de su s guerras con los filisteos.

Estando el rey David en la cueva de Adulam, du

rante una de sus guerras con los filisteos, sucedi
un da que le vinieron en memoria las escenas de su
juventud. Record su vida en Beln y sinti un deseo
vehemente de beber agua tomada del pozo comunal
de su pueblo natal. Suspirando profundamente, dej
escapar de sus labios este pattico clamor: Quin
me diera a beber del agua del pozo de Beln que est
junto a la puerta (2 Sam. 23:15).
Tres valientes soldados escucharon el suspiro de su
rey, y sin decirle nada, partieron hacia Beln. Tuvie
ron que pasar por las lneas enemigas para llegar, pe
ro burlaron la vigilancia filistea, tomaron un cntaro
Heno del lquido aorado y volvieron con el precioso
cargamento para presentarse ante su seor.
Cuando David vio el cntaro y comprendi el peligro
que haban arrostrado sus soldados para complacer
su gusto, no quiso beber el agua, sino que la derram
en ofrenda a Dios, diciendo: Lejos sea de m, oh Jehov, que yo haga esto. He de beber yo la sangre de
los varones que fueron con peligro de su vida? (2
Sam. 23:16-17).
Oh hermano mo, que ahora me escuchas, hay en esta
historia una advertencia para t. As como aquel cn
taro de aguas cristalinas, tomadas del pozo de Beln,
representaba la misma vida de los soldados de David,
de la misma manera la vida tuya representa la san
gre del Seor Jess, el cual se dio por ti en la cruz.
Tienes t ms derecho de disponer de tu vida a tu
antojo del que tena David de beber del agua que sus
hombres le haban trado a tan grande riesgo? No
deberas decir, como David: Lejos sea de m que ha
ga esto. He de tomar para m esta vida que cost la
sangre de mi Salvador? No lo har. He aqu, Seor,
pongo mi vida como sacrificio vivo sobre tu altar. Haz
t lo que quieras de m ?
(b ) La exp erien cia

la ob servacin

p erson a les.

R especto a los dos ejem plos consignados a c on tin u a

cin, el prim ero sali espon tn eam en te de labios de un

90

M a n u a i . P aha .Pnr.nicADo/Ks L aicos

herm ano laico dueo de un a pequ e a tien d a de

abarrotes durante la discusin de un a leccin sobre
la arm ona cristiana en una clase de la E scu ela D o m i
nical. El segundo fue un a experien cia p erson al del que
esto escribe durante sus aos de m aestro en el S e m in a
rio Teolgico B a u tista M exicano.

Una guitarra tiene seis cuerdas. Si una sola cuerda

est desaliada, no es posible usar el instrumento pa
ra nada. As tambin en una iglesia, cuando uno solo
de sus miembros est en desacuerdo con otro se echa
a perder la electividad del testimonio de toda la con
gregacin.
Ayer, al regresar de mi clase en el Seminario, observ
sobre la acera una moneda. Era un centavito. Qu
vale un centavito?, me dije. No vale la pena dete
nerme para levantarlo. Hasta me saldra contraprodu
cente, porque a la mejor est sucio y contaminado con
alguna enfermedad. Y segu de frente.
Luego me puse a reflexionar. No tendra Dios todo
derecho de decir lo mismo respecto a m? Qu valgo
yo? Qu provecho hubo para l en levantarme de mi
postrada condicin en el pecado? En la esfera moral
el valor del hombre apenas se equipara al del humilde
centavito mexicano. Pero Dios no nos menosprecia. Con
infinita ternura se inclina para levantamos y para pu
rificamos de nuestra contaminacin. Luego nos coloca
en los lugares celestiales con Cristo para que sea
mos motivo de honra y gloria para l.

(c )
Los eventos contemporneos. E sta es u n a f u e n
te inagotable de buenas ilustraciones si un o se e s fu e r
za en buscarlas. L as siguientes dos e st n b a sa d a s r e s
pectivam ente en artculos que salieron en los n m e
ros correspondientes a m arzo de 1953 y a a b ril de 195<
de la conocidsim a revista Readers* Digest.

En la guerra Coreana, durante cierto ataque areo,

uno de los pilotos norteamericanos fue cegado en ple
no vuelo. Un disparo antiareo lo alcanz, estrelln
dose en la cabina de su avin. l a herida no fue mor
tal, pero convirti su cara en una masa sangrienta y
lo dej sin vista. Perdi momentneamente el sentido,
pero en breves instantes volvi en si, y al darse cuenta
de su situacin lanz en su micrfono un grito deses

M a n u a l P a r a Pm.m< adoriis L aico s

perado: "Estoy ciego! Por rl amor de Dior., ayden

me ! Estoy ciego !'
Su grito .son estrepitosamente en el audfono de un
piloto compaero, el cual, al mirar para arriba pudo
ver un avin del mismo escuadrn que suba vertigi
nosamente hacia un cielo del todo encapotado. Ba
bia que si el avin averiado llegase a penetrar en aquel
nubarrn, ya no habra manera de ayudarlo.
Con presteza el segundo piloto dio rdenes a su ami
go herido. "Anivlese!, le grit. "All voy en seguida.
Dicho y hecho! En breves segundos los dos aviones
estaban volando lado a lado, y el segundo piloto pudo
observar la terrible condicin en que su compaero
se hallaba. Por la mucha sangre que haba perdido,
urga ayudarlo a aterrizar lo ms pronto posible. Pero
primero haba que sobrevolar la frontera.
Una vez fuera de territorio enemigo, el segundo piloto
busc una pista de aterrizaje. Divisando un pequeo
campo de emergencia, dirigi a su compaero en la
penosa ejecucin de las maniobras indispensables pa
ra aterrizar. Aunque casi sin fuerzas y a punto de
desmayar, el piloto herido sigui fielmente las ins
trucciones que le llegaban a travs de su radio. Y sin
poder ver lo que haca, logr asentar su semidestruido
avin en tierra.
Se salv porque confi en las instrucciones de su
amigo!
El 29 de diciembre de 1953, en vsperas de Ao Nuevo,
el Secretario de la Fuerza Area de los EE. UTJ. AA.
resolvi dar una grata sorpresa a los cuatro mil sol
dados norteamericanos acuartelados en Thule, el des
tacamento militar ms norteo del mundo. Thule est
ms all del crculo rtico, y a escasos mil cuatrocien
tos kilmetros del mismo polo norte. Est completa
mente incomunicado del resto del mundo, excepto por
la va area. La temperatura suele bajar hasta 40
grados bajo cero, y el viento, que sopla casi continua
mente, alcanza a veces una velocidad de 240 kilme
tros por hora. Naturalmente la vida en semejante lu
gar es montona y aburrida.
Pensando en el aburrimiento de sus soldados, el Se
cretario resolvi llevar una selecta compaa de artis
tas de teatro a Thule para proporcionar un rato de di
versin y amenizar la celebracin de Ao Nuevo.
Huelga decir que la comitiva encontr una entu
siasta recepcin.
A l s a lu d a r a los s o ld a d o s y p la tic a r c o n e llo s, el S e
cr e ta r io ib a a p u n t a n d o en s u c a r t e r a u n a la r g a se rie

97

98

M a n u a l Para P r e d ic a d o r e s L aicos

do mensajes i>orsoim1es que Ion hombre le Focaban

luciese llegar n sur imuIito o a r>u capabas. El funcio
nario prometi comunicar iXTwnmlrnml-o por telfono
cada mensaje Ion luego como recesara a WAshlngton.
Me agrada decir que cumpli honnidamcnte bu pala
bra.
Pueden ustedes imaginarse el gozo y la satisfaccin que
llenaron tantos corazones cuando al contestar su te
lfono escucharon de labios del mismo Secretario de
la Fuerza Area un mensaje personal que enviaba el
hijo o el esposo.
Pero cuando menos una seora se priv de la dicha
de oir las palabras que su hijo le diriga. Evidente
mente pensaba que estaba siendo hecha objeto de al
guna broma, porque ai levantar el audfono de su tel
fono y escuchar las palabras: Habla el Secretario de
la Fuerza Area de los EE. TJU. AA. Tengo para usted
un mensaje personal. . interrumpi despectivamen
te y replic: No me digas! Pues yo soy la Reina
Isabel, y tengo un mensaje personal para usted..
Y tras algunas claridades indignas de nuestra repeti
cin, colg la bocina.
Pobre mujer! De cunta dicha se priv por no creer
a la voz que le hablaba! Su incredulidad le cerraba
los odos.
Oh, querido amigo que en esta ocasin me escuchas,
no seas incrdulo a la voz que te est llamando. El
Maestro est aqu y te llama, ofrecindote paz, perdn,
pureza y poder. Escucha su voz; obedece su llamado,
y en este momento recibirs su bendicin.

(d)
La historia. El siguiente ejem plo est tom ad
del libro El Arte de Escribir en Veinte Lecciones por
Miguel de Toro y Gmez.
Otro ejemplo no menos notable nos presenta nuestra
propia historia en la persona del ilustre San Isidoro,
arzobispo de Sevilla, que lleg a ser el hombre ms sa
bio de su siglo y ha inmortalizado su nombre con su
libro de las Etimologas, que es la primera enciclope
dia del saber occidental.
Siendo nio, costbale gran trabajo aprender y, te
miendo los castigos del maestro, huy de su ciudad
natal. Habindose sentado junto a un pozo, not que
una piedra enorme se hallaba llena de tortuosos agu
jeros y que el brocal del pozo, formado de fuertes ma
deros, estaba acanalado por el constante frotar de la
cuerda. Reflexion entonces que, si el continuo gotear

M a n u a l I ' aiia PiuinicAnonF.s L aicos

99

d el a g u a h a b a jvxh rio h o r a d a r la p ie d r a , y al roca d e

u n a s o p a fle x ib le a b rir c a n a le s e n l a m a d e r a , s u i n
t e lig e n c ia n o p o d a s e r m s r e b e ld e q u e la p ie d r a y la
m a d e r a , y , v o lv ie n d o a l e s tu d io c o n a h in c o y jx 'r s e v e r a n c ia . lo g r d is tin g u ir s e e n tr e la s m s a v e n t a ja d o s .

Do un asp ecto m uy Interesante de la h isto ria del

pueblo azteca se h a form ulado la sigu ien te Ilu stracin.

Una de las contribuciones ms notables del pueblo az

teca a la civilizacin mundial fue su calendario. En
verdad, las aztecas tenan dos calendarios, un calen
dario religioso de 260 das y un calendario civil de
365. Claro est que despus del primer ao los dos ca
lendarios no estaban sincronizados. Tardaban cin
cuenta y dos aos en volver a coincidir en sus respec
tivas fechas para Ao Nuevo.
Crean los aztecas que al final de cualquier ciclo de
cincuenta y dos aos era posible que el mundo termi
nara o que los dioses les concedieran un nuevo ciclo.
Para determinar cul sera su destino celebraban la
famosa ceremonia del fuego.
En la ltima noche del ao cincuenta y dos, los sacer
dotes aztecas subieron al cerro de la estrella, en el
valle de Mxico. All vigilaban la marcha de los as
tros para ver si la constelacin llamada las cabri
llas llegara al cnit. Crean que si as suceda el
mundo no terminara por cuando menos otros cincuen
ta y dos aos ms.
Cinco das antes se haba apagado todo fuego en el
vasto imperio azteca. Ni casas ni templos tenan lum
bre. Eran das de mal agero, y por cinco noches rei
naba la obscuridad. Pero ahora estaban listos para
prender el fuego otra vez. Al ver que las cabrillas
haban alcanzado el cnit del cielo, los sacerdotes su
jetaron a una vctima humana sobre el altar. Con un
cuchillo de obsidiana le sacaron el corazn. Luego, un
guerrero empez a frotar dos palos secos hasta produ
cir lumbre con la friccin y encendi una hoguera en
el pecho de la vctima sacrificada.
Al encenderse la hoguera, empezaron a acercarse co
rredores, cada uno con un ocote en la mano. Prendie
ron sus ocotes en el fuego sagrado que arda en el
pecho de la vctima humana para luego partir, cua
les lucirnagas, hacia sus respectivos pueblos a pren
der de nuevo el fuego en los templos y en los hogares.
E l m u n d o d e h o y s e p a r e c e a l im p e r io a z te c a d u
r a n te lo s c in c o d ia s d e m a l a g e r o c o n q u e c a d a cic lo

100

M a n u a l P ar a P redicadores L aico s

do sus calendarios terminaba. Tambin nuestro mun

do est envuolt-o en tinieblasen las tinieblas del
materialismo, de la inmoralidad, de la indisciplina,
de la ignorancia y del prejuicio. Pero hay para nos
otros tambin un corro--el cerro de la cruzdonde
una Victima Divina ha sido sacrificada. En su pecho
arde una hoguera de pureza, de poder, de compasin.
Acerqumonos, pues, al Hijo de Dios, y prendiendo la
antorcha de nuestras vidas en el fuego de su santo
amor, corramos luego a los fines ms recnditos de
la tierra y demos luz a la humanidad entera.1
(e)
La literatura. En 2 Corintios 5 :1 4 -1 5 el ap s
tol Pablo revela uno de los principales m viles de su
asombrosa carrera m isionera: Porque el a m o r de
Cristo nos constrie, pensando esto: que si uno m uri
por todos, luego todos m urieron; y por todos m uri,
para que los que viven, ya no vivan para s, sino p a ra
aquel que muri y resucit por ellos. D nde p o d ra
m os encontrar un comentario m s conm ovedor sobre
el am or que constrie que en el fam oso Son eto a l
Cristo Crucificado ? Esta herm osa poesa m stica h a
sido atribuida a varios autores. La verdad es que n o se
sabe a ciencia cierta quin fue el autor.2 Pero re a l
m ente no importa. El poema m ismo es lo que n o s in te
resa.
SONETO AL CRISTO CR UCIFICADO
No m e mueve, m i Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni m e mueve el infierno tan tem ido
para dejar por eso de ofenderte.
T m e mueves, Seor; m uvem e el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
m uvem e ver tu cuerpo tan herido,
m uvenm e tus afrentas y tu m uerte.
_______

Muveme, al fin, tu am or, y en ta l m anera

i La base histrica para esta ilustracin se encuentra en O. C. Valllant.

The Azteca of M xico, (Harraondsworth-M iddlesex: Penguln Books, 1951),
pp. 186, 191, 195-96.
* M. Romera-Navarro. Historia de la Literatura Espaola, (New Y ork:
D. C. Heath y Ca., 1928J, p. 186.

M a n u a l . T ah a Pm .nicATxm iis L aico s

101

que au n qu e no h u b iera cielo, yo te a m a r a ,

y a u n qu e no h u b iera in fie rn o , te tem iera .
N o m e tie n e s que dar porque te q u iera :
pues au n qu e lo que espero n o esp era ra ,
lo m ism o que te quiero te quisiera.
P a ra te rm in a r, to m e m o s un e je m p lo b a sa d o en
a q u e lla ob ra cl sica de la lite ra tu ra u n iv ersal, la n o v e
la Los Miserables de V cto r H ugo. En el c a p tu lo in t it u
la d o El T o F a u c h e le v e n t se en cu e n tra un re la to que
p u e d e ser elaborad o en u n a bu en a ilu stra ci n de la m a
n e r a en que C risto nos quita la carga de n u e stro s p e c a
d o s .1

En una de las escenas ms interesantes de su famosa

novela, Los Miserables, Vctor Hugo nos habla de un
accidente ocurrido a un viejo carretero a quien la
gente le llamaba el to Fauchelevent. Al estar ca
minando una maana por una calle no empedrada
del pueblo de M., llevando una carga pesada, de re
pente su caballo tropez de tal modo que se le rom
pieron las dos piernas. Al tropezarse el animal, su
dueo tambin fue tirado y por desgracia cay preci
samente entre las ruedas del vehculo, quedando apri
sionado debajo del eje.
Como haba llovido la noche anterior, la calle se ha
ba convertido en un lodazal, y el peso de la carreta
iba hundiendo poco a poco al pobre anciano, llevn
dolo a una muerte segura. Los vecinos haban man
dado por un cabrestante con que levantar la carreta,
pero como tardaban los mensajeros, se tema que el
desafortunado hombre perecera antes de que hubiese
manera de salvarlo.
En ese momento el alcalde del pueblo se present.
Hombre alto y fornido, se meti al lodo de la calle,
puso su hombro bajo el eje cado, y con un esfuerzo
tremendo logr elevar la carreta lo suficiente para que
el pobre carretero pudiese escapar.
As ha hecho Cristo con nosotros. Vindonos aplasta
dos bajo el fardo pesado de nuestras iniquidades, y
a punto de perecer, dej su gloria celestial para me
terse al fango de este mundo y levantar con su po_________d e r divino la carga que nos oprima. lie aqu, el Corl V ctor H uko, Loa Miaerublea,
T o m o I, pp. 163-C6.

(B arcelon a :

E ditora

Dlos-Ayru,

1963),

102

M a n u a l P a r a P r e d ic a d o r e s L a i c o s
doro do Dios, que quita el pooado del m u n d o" (Juan
1 :29>.

Preguntas de Repaso
1.

Cul es el secreto de la construccin de un buen

bosquejo?
2. Defina usted la predicacin cristiana.
3. Cul es la meta de la predicacin?
4. Cmo es el muro que rodea la voluntad humana?
5. Nmbrense las cinco puertas que conducen a la vo
luntad humana.
6. Cmo abrimos la puerta del entendimiento?
7. Dnse las siete sugerencias prcticas respecto a la
argumentacin en la predicacin.
8. Cules son las grandes necesidades del corazn
humano y cmo puede el evangelio de Cristo sa
tisfacerlas?
9. Qu hace la conciencia? Cul es el material ms
apropiado para hacer impacto sobre ella?
10. Por qu no debemos ser negligentes en apelar a
las emociones en nuestra predicacin?
11. Qu dos cosas tenemos que hacer para poder in
terpretar correctamente la Biblia?
12. Nmbrense las cuatro disposiciones espirituales
que necesitamos tener para poder entender la
mente del Seor .
13. Cmo se toma en cuenta el fondo histrico de un
pasaje bblico?
14. Cmo se toman en cuenta las caractersticas li
terarias de un pasaje bblico?
15. Qu se quiere decir al llamar la Biblia un libro
HISTORICO-ETERNO?
16. Describa usted el mtodo prctico de estudio b
blico que el texto recomienda.
17. Cules son algunas de las funciones que desem
pea la ilustracin en la predicacin?
18. Cul es la caracterstica esencial de una buena
ilustracin?

M a n u a l P a r a P r e d ic a d o r e s L aic os

103

19. Nmbrense las cualidades de una buena Ilustra

cin.
20. Qu cosa es una ilustracin relmpago ?
21. Qu cosa es una ancdota?
22. Cules son las mejores fuentes de material ilus
trativo?
23. Haga usted una ilustracin, tomando como base
algo que ha ledo en el peridico o en una revista
popular.
24. Haga usted una ilustracin, tomando como base
alguna experiencia u observacin personal.
25. Haga usted una ilustracin, tomando como base
algn incidente narrado en la historia patria.

Captulo 7
EL PREDICADOR LAICO N E C ESITA
SABER COMENZAR Y CO N C LU IR

En los captulos anteriores hemos visto cul es el

lugar del predicador laico en el reino de Dios; hemos
considerado la manera en que debe preparar su cora
zn; hemos pensado en los tres propsitos que han de
guiarle en su ministerio; hemos tomado en cuenta los
dos tipos de mensaje que puede entregar; hemos
aprendido el secreto de la organizacin de sus pensa
mientos y hemos examinado a fondo los distintos mo
dos en que le es posible reforzar sus ideas con materia
les de discusin propios para hacer impacto sobre la
voluntad de sus oyentes. Ahora estamos listos para dar
atencin a la forma en que el sermn debe empezar y
terminar.
1. LA INTRODUCCION
(1)
Su importancia y funcin. Vivimos en la poca
de los vuelos espaciales. Los viajes csmicos ya no se
consideran sueos de locos; constituyen ms bien la
preocupacin de los ms destacados hombres de cien
cia y de los polticos ms sagaces. A la sazn los dos
pases ms poderosos de la tierra estn empeados en
una carrera febril para ver cul ser el primero en po
ner un hombre en la luna. En un reciente artculo so
bre esta cuestin de los proyectados viajes hacia la
luna encontr una declaracin que nos ayudar a en
tender algo de la importancia de la introduccin de un

[104 ]

105

M a n u a l P a r a P r e d ic a d o r e s Ta ic o s

sermn. Hablando de los poderosos cohetes que se em

plean para lanzar las naves espaciales, el autor dijo lo
siguiente: El xito o el fracaso del lanzamiento se de
termina en los cuatro y medio minutos crticos despus
del despegue.
De igual manera hemos de insistir en que los pri
meros minutos de un sermn son de vital importancia
para su buen xito, pues en estos momentos crticos el
predicador tiene que granjearse la buena voluntad de
sus oyentes, captar su atencin y prepararles para re
cibir la enseanza que les quiera impartir. En otras pa
labras, la funcin de la introduccin es la de hacer que
los oyentes sean benvolos, atentos y dciles . Esta
idea data desde los tiempos de Cicern, gran orador ro
mano del primer siglo AC, y no, ha sido mejorada por
ningn maestro del arte de hablar en pblico que ha
venido despus. Por esto es que un renombrado maes
tro de homiltica del siglo pasado defini la introduc
cin como aquella parte de un sermn cuya finalidad
es la de preparar a los oyentes para estar de acuerdo
con la opinin del predicador y para compartir sus sen
timientos respecto al tema del discurso. 1
(2)
Cualidades de una buena introduccin. Estas
son seis. La primera es que debe ser apropiada, tanto
para el discurso mismo como para la ocasin en que
ste ha de ser presentado. Adems, debe ser interesante. Aqu cabe recordar dos cosas. Por una parte, los hu
manos tienen inters bsicamente en lo que atae a sus
propias necesidades, en cuadros de accin y de conflic
to, en los asuntos y las relaciones personales y en algo
extrao acerca de cosas que se ven todos los das o en
algo familiar respecto a cosas que no tienen la ms re
mota conexin con su vida diaria .1 Por otra parte,
una sarta de vagas generalidades siempre aburre,
mientras que la presentacin de datos especficos y
concretos siempre llama la atencin.
> Aubtln Phcl]>8, T h e T h e o r y o f P r e a c h l n g , (Re vi sed by F. D. NVhitesell;
Grund Jtapld.v Win. li. Kerdinan Publlstilng Co., 1947, p. 45.
* Andrew W utteroa Ulackwood, T h e P r e p a r a t o n
AblijfcClon Ooketbuiy Pret>, 1948), i>. 37.

o f S erm on s,

(New Y ork :

106

M a n u a i . Pama P mkdtcadorf .s L aicos

La tercera cualidad de una buena introduccin es

que debe ser breve. A veces las circunstancias de tiem
po y lugar desempean casi todas las funciones de la
introduccin. Asi sucedi con el clebre sermn del
gran predicador francs, Massilln, en la ocasin del
servicio fnebre del Rey Luis XIV. Entrando al pulpito,
el predicador contempl durante unos momentos el f
retro real, y luego, dirigindose solemnemente a la no
bleza all reunida, pronunci estas breves palabras:
Slo Dios es grande, hermanos mos, y sobre todo en
aquellos momentos finales cuando preside sobre la
muerte de los reyes de la tierra. Por ms que la glo
ria y el poder de stos haya vislumbrado, al desapa
recer rinden homenaje a la grandeza suprema de
Aqul. Entonces es que se echa de ver tanto la reali
dad de lo que Dios es como la falsedad de lo que el
hombre se ha imaginado ser.1

No hubo necesidad de decir ms. Con setenta y tres

palabras que pueden ser pronunciadas solemnemente
en menos de cuarenta segundos se haban echado las
bases ms slidas para un mensaje conmovedor. Claro
est que por regla general las circunstancias no sern
tan dramticas. Pero de todas maneras la introduccin
debe ser breve. Por lo regular no debe ocupar ms del
15 por ciento del cuerpo del sermn, y la mayor parte
de las buenas ilustraciones son bastante ms breves
que esto.
En el cuarto lugar, una buena introduccin ten
dr una clara relacin con el tema del sermn, pero a
la vez ser distinta de l. Para aclarar este concepto se
consiguen a continuacin dos posibles introducciones
para un mensaje basado en Isaas 55:6a, Buscad a Jehov . Ntese cmo, en ambos casos, la introduccin
tiene una relacin clara con la idea de buscar a Dios
pero a la vez gira en torno a un concepto distinto de
una idea paralela o de un contraste.
Hay muchas personas en nuestro mundo que dedican
fius vidas a la tarea de buscar algo. Los buzos se su 1 E. C. Dargan, A ll i a t o r y o/
Book House, 1954), II, j. 1 1 5 .

V r e a c h in o ,

(2 vols.; Orand Rapids: Baker

M a n u a l P a r a P u l ir l a d o r u s L a ic o s

107

morgen en los profundidades do! mar en busca de

lirias. los mineros se bajan a las entrabas de la, tie
rra en busca de diamantes. I.<os hombres de ciencia
so encierran !*>r semanas en sus laboratorios e n busca
de la causa, o del remedio para alguna peligrosa enfer
medad. Y a ltimas fechas estamos viendo cmo las
cosmonautas se atreven a volar en derredor de la
tierra a una altura mayor de trescientos kilmetros y
a velocidades que exceden los veintisiete mil kilmetros
por hora en busca de los secretos del espacio exte
rior.
Todos estos buscadores son personas especializadas, y
su trabajo exige el empleo de equipo costoso y de ma
nejo complicado. La mayor parte de nosotros no ten
dr la oportunidad de seguir su ejemplo. Pero hay al
go que todos podemos y debemos buscar. Lo encontra
mos en nuestro texto para esta ocasin: Buscad a
Jehov . Lo que todos debemos buscar es Dios.
Hay una gran verdad que se halla escrita con letras
de molde al travs de la Biblia entera. Es sta: que
Dios est buscando al hombre pecador. Encon
tramos esta verdad en el huerto de Edn. Apenas hu
bo pecado el hombre, rebelndose en contra de su
Creador, cuando leemos que oyeron la voz de Je
hov que se paseaba en el huerto. .. y el hombre y su
mujer se escondieron de la presencia de Jehov Dios
entre los rboles del huerto. Mas Jehov Dios llam al
hombre, y le dijo: Dnde ests t? (Gn. 3:8-9).
Aqu tenemos el primer acto divino despus de la
creacin del universo; aqu tenemos a Dios empeado
en la bsqueda de un par de pecadores.
Y si seguimos leyendo las Escrituras, seguimos encon
trando evidencia tras evidencia de este amor divino
que con corazn quebrantado va en pos de una huma
nidad perdida, buscndola para poderla redimir. Bus
caba por los apasionados mensajes de sus profetas;
buscaba por las duras lecciones de la historia; buscaba
por los beneficios de su providencia. Y por fin, mand
a su Hijo el cual deca, Porque el Hijo del Hombre
vino a buscar y a salvar lo que se haba perdido
(Luc. 19:10). Y para ilustrar la pasin con que el Pa
dre insiste en buscamos, nos cont las hermosas his
torias de la oveja perdida, de la moneda perdida y
del hijo perdido que hallamos en Lucas, captulo 15.
Luego, para terminar el volumen sagrado, el Cristo
resucitado le hizo a Juan escribir esta hermosa invi
tacin final: Y el Espritu y la Esposa dicen: Ven.
Y

el q u e o y e , d ig a :

V en .

el q u e

tie n e s e d , v e n g a ;

108

M a n u a l P atia P r e d ic a d o r e s L a i c o s

y el que quiera, tome del n*rna fie ]a vlda gratuita

mente" (Apnc. 22:17).
SU Dios esliY buceando al hombre j>ecador. Pero encoulrannxs en la Biblia otra gran verdad tambin.
Y es sta: que el hombre debe bu.se.ar a Dios. Este es
el mensaje de nuestro texto para esta ocasin.

Para terminar hagamos constar dos caractersti

cas ms. Una buena introduccin ha de ser modesta. Es
decir, no debe prometer demasiado, ni en sus pensa
mientos, ni en su estilo o declamacin. Tambin, debe
ser cuidadosamente preparada. Se le atribuye a Napo
len una declaracin en el sentido de que en una ba
talla son los primeros cinco minutos los que determi
nan el resultado . La misma idea tiene una estrecha
relacin con el sermn. Por esto se ha dicho con razn
que el predicador debe considerar que los primeros
dos prrafos son decisivos, y debe formular las prime
ras dos oraciones del sermn con extremado cui
dado .1
(3)
Fuentes variadas de material introductorio
Quiz el problema principal que se relaciona con este
asunto consiste en el peligro de caer en una rutina.
Hay necesidad de una vigorosa variedad en los mto
dos introductorios empleados de semana en semana.
Realmente la variedad posible es tan grande que la
montona repeticin de un mismo mtodo acusaria ne
gligencia o pereza.
Algunas veces la introduccin tendr relacin con
el texto del sermn, explicando su sentido, discutiendo
su contexto o mencionando algo acerca del escritor o
de la condicin de las personas a quienes ste diriga
sus palabras. En ocasiones da buenos resultados una
descripcin grfica de algn lugar o la narracin de
algn evento relacionado con el pasaje. Tambin es
posible que la introduccin explique la naturaleza del
tema, que subraye su importancia, que muestre su re
lacin con otros temas o que haga alusin a algn in
cidente histrico o evento contemporneo que se relaclone con el tema. El empleo acertado de una ilustra1 Black wood,

op. v.U., \t, loo.

anual

T ah a Piu.nicADom.s L

aicos

109

cin sirvo a moudo para introducir la idea central de

un sermn. Con frecuencia se puede utilizar con pro
vecho una cita notable dicha por algn personaje es
pecialmente estimado por la congregacin. Las oca
siones especiales siempre proporcionan pensamientos
introductorios adecuados que no deben ser desaprove
chados. Adems, algunas veces es posible dar principio
por medio de la presentacin de algn problema que el
sermn propone discutir y resolver. Y no es imposible
iniciar el sermn con una franca declaracin del pro
psito que el predicador espera lograr mediante su
mensaje.
2.

LA CONCLUSION

(1) Su importancia y funcin. Si la introduccin

del sermn se parece al lanzamiento de un vehculo
espacial, entonces la conclusin nos hace pensar en el
retorno de ste a la tierra. Y si el vehculo lleva a bordo
una tripulacin humana, la terminacin del vuelo re
viste una importancia imposible de exagerar; es lite
ralmente una cuestin de vida o muerte.
Este es precisamente el concepto que debemos te
ner de la conclusin de un sermn cristiano una
cuestin de vida o muerte! Porque la funcin de la con
clusin es la de encarar a los oyentes con aquel aspec
to de la voluntad divina que ha sido discutido en el
mensaje, hacindoles comprender que se encuentran
ante la disyuntiva ms solemne e instndoles a esco
ger por Dios y la vida.
(2) Su contenido. La conclusin de un mensaje
cristiano debe comprender cuando menos dos elemen
tos importantes, a saber: un resumen de los puntos
principales del discurso y una invitacin para actuar
de acuerdo con la voluntad de Dios, as como sta ha
sido presentada en el sermn. Respecto al primer ele
mento no es necesario decir mucho. Se trata simple
mente de volver a sealar las divisiones principales de
la pltica para refrescar la memoria de los oyentes en
cuanto a los pasos que se han seguido en el desarrollo

110

M a n u a t . P ar a P r e d ic a d o r e s L aicos

del tema. Esto es de especial importancia en un men

saje argumentativo o de enseanza difcil, y es de pro
vecho en cualquier tipo de sermn. En lo que respecta
a la invitacin, s cabe hacer algunas observaciones
practicas.
En primer lugar, la invitacin es absolutamente
indispensable. Hacemos explicaciones, hilvanamos ar
gumentos, sealamos la manera en que slo Dios puede
satisfacer las necesidades bsicas del corazn humano,
redargimos el sentido de deber y tocamos los resortes
de las emociones con el nico propsito de someter la
voluntad de nuestros oyentes a la voluntad de Dios. Y
si hacemos todo esto y luego no les invitamos a hacer
lo que el Seor quiere que hagan, habremos confesado
que estbamos jugando, que el sermn era en realidad
una farsa y que no hay distincin entre la verdad y la
mentira. \Lejos sea que tal hagamos! Sigamos ms bien
el ejemplo del siervo de Abraham, el cual, habiendo en
salzado la grandeza de su amo y presentado la eviden
cia de que era la voluntad de Dios que Rebeca fuese la
esposa de Isaac, concluy con esta apasionada invita
cin: 'Ahora, pues, si vosotros hacis misericordia y
verdad con mi seor, declardmelo; y si no, declard
melo; y me ir a la diestra o a la siniestra (Gn.
24:49).
En segundo lugar, la invitacin debe ser comple
tamente clara. La congregacin debe poder entender,
sin ningn peligro de equivocarse, exactamente qu es
lo que el predicador les est invitando a hacer. El que
esto escribe ha escuchado invitaciones en que se peda
a las personas que queran que se orase por ellas que
levantasen la mano. Luego, cuando algunos individuos
haban respondido, el predicador anunciaba que tantas
almas nuevas haban recibido a Cristo como su Salva
dor personal. En otras ocasiones he escuchado invita
ciones que insistan tanto en que las personas "levan
tasen la mano que me he quedado con la impresin de
que lo importante era ese acto fsico y no una ntima

M a n u a l T aha PuumcAnoHi.s L aicos

111

decisin espiritual de abrir la puerta del corazn para

recibir a Cristo como Seor y Dueo de la vida.
Quiero que me entiendan bien. No me opongo a que
se les invite a las personas que deseen que se ore por
ellas a que pasen adelante. Pero si as se hace, se debe
orar por ellas y no insinuar que ya son salvas por el
simple hecho de haber sentido la necesidad de que sus
vidas fuesen elevadas a Dios en oracin. Tampoco ten
go nada en contra de que el predicador pida que las
personas que se decidan a recibir a Cristo lo manifies
ten por la seal de levantar la mano. Creo que se les
debe pedir alguna clase de manifestacin pblica. Pero
s insisto en que se haga entender claramente que se
trata de dos cosas distintas: (1) de una decisin nti
ma de recibir a Cristo como Seor y Salvador; y (2) de
una manifestacin pblica de esta misma decisin.
Por otra parte, la invitacin debe ser fiel al evan
gelio. En no pocas ocasiones he escuchado a ministros
que aseguraban a sus congregaciones que al responder
a la invitacin de aceptar al Seor no contraan nin
gn compromiso . Esto es hacer una falsa representa
cin del evangelio. Segn el apstol Pedro el evange
lio de la paz incluye, como elemento bsico, la verdad
del seoro universal de Cristo (Hch. 10:36). Y el
apstol Pablo deca que si confesares con tu boca que
Jess es el Seor, y creyeres en tu corazn que Dios le
levant de los muertos, sers salvo (Rom. 10:9). Ade
ms, a los corintios dijo: Porque no nos predicamos a
nosotros mismos, sino a Jesucristo como Seor, y a nos
otros como vuestros siervos por amor de Jess. . . Por
que el amor de Cristo nos constrie, pensando esto:
que si uno muri por todos, luego todos murieron; y por
todos muri, para que los que viven, ya no vivan para
s, sino para aquel que muri y resucit por ellos
(2 Cor. 4:5; 5:14, 15).
En el Nuevo Testamento queda bien claro que
cuando un individuo acepta al Seor, contrae el ms
'solemne compromiso posible: se somete a la sobe
rana absoluta de Cristo, poniendo su vida entera a la

112

M a n u a i . P a r a P r e d ic a d o r e s I-Ca ic o s

disposicin de Aqul que muri y resucit por l. Nues

tras invitaciones deben hacer recalcar esta gran ver
dad. Si as lo hacemos, es posible que habr menos
profesiones de fe pero habr mayor nmero de bau
tismos y de vidas activas en el programa misionero de
las iglesias.
En el cuarto lugar, la invitacin debe estar de
acuerdo con el tema y con l propsito del sermn. Si
ste ha tratado del deber de orar sin cesar, entonces
la invitacin debera tratar de lo mismo. Si el tema del
mensaje ha sido el deber de amar a los enemigos, lue
go la invitacin debera instar a la congregacin a dar
el cumplimiento a esta obligacin. Si se ha predicado
un sermn alusivo al matrimonio en la ocasin de una
boda en la iglesia, entonces la invitacin debera con
vidar a los nuevos cnyuges, as como a todos los espo
sos presentes, a dedicar sus hogares al servicio de Dios.
Si el mensaje ha sido de evangelismo, se entiende cla
ramente que la invitacin debera urgir a los inconver
sos a recibir a Cristo como Seor y Salvador de sus vi
das.
Pero qu debe uno hacer cuando ha predicado
un mensaje para los creyentes y se da cuenta de que
estn presentes tambin algunas personas inconver
sas? La respuesta es realmente sencilla. Habiendo tra
tado el sermn un tema de edificacin, la primera in
vitacin debera estar de acuerdo con ese tema, exhor
tando a los hijos de Dios a cumplir con el deber parti
cular que se acaba de presentar. Pero habiendo hecho
esto, queda el predicador en completa libertad de diri
g irse despus a los inconversos, explicndoles breve y
claramente el evangelio y, en una segunda invitacin,
suplicndoles a entregar sus corazones al Seor.
Por ltimo, la invitacin debe ser hecha con una
dependencia absoluta en la obra del Espritu Santo.
Nosotros no podemos convertir a nadie. Slo el Espri
tu de Dios puede convencer al mundo de pecado, de
justicia y de juicio (Juan 16:8). As es que en nuestras
invitaciones debemos depender del Espritu y no de la

M a n u a l P aha Pm:niCAi>onF,s L aicos

113

lgica de nuestros argumentos o del fervor de nues

tras exhortaciones. Habiendo aclarado cul es la dis
yuntiva ante la cuaJ nuestros oyentes se encuentran;
habindoles sealado los resultados funestos de la in
credulidad y las bienaventuranzas de la fe que obede
ce, luego debemos hacernos a un lado y dejar que el
Espritu obre. Entonces nuestra palabra y nuestra pre
dicacin no habr sido con palabras persuasivas de
humana sabidura, sino con demostracin del Espritu
y de poder (1 Cor. 2:4).
Preguntas de Repaso
1.
2.
3.
4.
5.

Cul es la funcin de la introduccin de un ser

mn?
Nmbrense las cualidades de una buena introduc
cin.
Cules son las posibilidades de la variedad en
cuanto a los materiales introductorios?
Discuta la importancia y la funcin de la conclu
sin y nmbrense los elementos que deben encon
trarse en ella.
Discuta ampliamente la invitacin.

Captulo 8
EL PREDICADOR LAICO N ECESITA
COMUNICAR SU MENSAJE

El predicador laico ha preparado su sermn. Su

conocimiento de la congregacin y su fidelidad en orar
por ella le han hecho entender cul es la necesidad es
piritual que ms urge ser atendida en el culto del pr
ximo domingo. En su estudio y meditacin ha encon
trado una verdad bblica que habla directamente a esa
necesidad particular. Tomando esta verdad como el
tema de su mensaje, le ha hecho preguntas al tema
hasta poder decidir desde qu punto de vista conviene
mejor discutirlo y ha organizado sus pensamientos de
acuerdo con una sola pregunta clave para asegurar
la unidad del discurso. Luego, con interpretaciones b
blicas e ilustraciones bien escogidas ha reforzado sus
ideas con materiales de discusin propios para tocar las
puertas que conducen a la voluntad de sus oyentes
las puertas del entendimiento, de la razn, del sentido
de necesidad, de la conciencia moral y de las emocio
nes. Y por ltimo, ha elaborado una introduccin apro
piada e interesante y formulado una conmovedora
conclusin. Qu ms le falta hacer? Ahora tiene que
comunicar su mensaje.
La voz comunicar significa hacer a otro part
cipe de lo que uno tiene .1 La tarea cumbre del predi
cador es precisamente sta: la de lograr que sus oyentes participen de los mismos conocimientos, de los mis1 D icc io n a rio de iu Heal Academia Kupaftola.

|114|

M an u a i , P ara Lucnic a nones L aicos

115

mos sentimientos y de las mismas convicciones espiri

tuales que palpitan en su propia mente y en su propio
corazn. He aqu la provincia peculiar del pulpito cris
tiano: la comunicacin del mensaje de Dios. Pero esta
comunicacin es afectada sensiblemente por tres fac
tores importantes, a saber: el ambiente en que se pre
dica, las actitudes del predicador y la manera en que
ste hace uso de la palabra. A estas tres consideracio
nes dedicaremos nuestro estudio final.
1. LA PREPARACION DE UN AMBIENTE
FAVORABLE
El predicador laico tiene que actuar en muy diver
sas circunstancias no todas ellas ideales. Su templo
bien puede ser la sombra de un rbol, la esquina de una
calle bulliciosa, algn rincn de un parque pblico, un
apretado cuartito en la casa de un simpatizante o al
gn local alquilado que en otros das haba sido dedi
cado a usos bastante profanos. Quiz algunas veces
tendr el privilegio de predicar en un lugar construido
especialmente para la adoracin cristiana. Pero sea
como fuere, la comunicacin del mensaje de Dios ser
ms fcil si se tiene cuidado en procurar, hasta donde
sea posible, un ambiente favorable. A este respecto me
permito hacer dos sugerencias prcticas.
( i ; Reduzca las distracciones a un mnimo. Si se
trata de un culto al aire libre, esto presenta un proble
ma muy especial. A veces lo nico que se puede hacer
es ganarle a las distracciones con una distraccin ma
yor. Precisamente por esto es que el Ejrcito de Salva
cin acostumbra llamar la atencin a sus reuniones
populares con una banda de msica. Es tambin por
esto que algunos hermanos que predican mucho en los
parques pblicos se han dado a la tarea de aprender a
ser ventrlocuos, utilizando el atractivo de su muequito par]ante para juntarse sus congregaciones.
Otras veces basta una animada sesin de canto de par
te de un buen grupo de hermanos que acompaan al
predicador.

116

a N UAI.

IJA P p F.DICADORES L A IC O S

Si para Juntar gente para hablarles de Cristo te

nemos que utilizar acordiones, guitarras, trompetas,
trombones y tambores, no tengamos ningn empacho
en hacerlo! El diablo utiliza todos los medios a su al
cance para hundir las almas en el infierno, y los hijos
de luz no debemos ser menos sagaces que los hijos de
este siglo (Luc. 16:8).
Cuando la reunin se lleva a cabo dentro de cua
tro paredes el problema de las distracciones es menos
grave, pero no desaparece por completo. Por tanto, hay
varias cosas que convienen hacerse. En primer lugar,
procure un arreglo atractivo y una escrupulosa limpie
za en el saln. Adems, tngase cuidado tanto con la
ventilacin como con la iluminacin. Eli aire viciado de
un saln mal ventilado acabar por adormecer a bue
na parte de la congregacin, y a otros les provocar
una fuerte jaqueca. Respecto a la iluminacin, procu
re que la haya en suficiencia para que todos puedan
leer sin dificultad en sus Biblias e himnarios. Procure
tambin que sea de confianza; es decir, que no haya
necesidad de parar el culto a medio camino para volver
a encender las lmparas que se vayan apagando por
falta de combustible. Adems, no cuelgue una lmpara
a poca distancia de la cabeza del predicador. La des
obediencia a esta recomendacin suele producir dos
resultados harto inconvenientes. Uno es que causa mo
lestias a la congregacin, la cual no podr mirar hacia
el predicador sin lastimarse los ojos. El otro es que le
expone al orador al peligro de tragarse varios insectos
voladores en el transcurso de su predicacin. Por lti
mo, haga lo posible por proveer asientos suficientes
para que todos puedan sentarse cmodamente, e ins
truya a los creyentes en la cortesa de dar la preferen
cia a los visitantes inconversos cuando los asientos em
piecen a escasear.
(2) Promueva una amplia participacin congregacUmal en el culto de adoracin. Esta es realmente la
mejor manera de reducir las distracciones a un mni
mo. La mente humana tiene que ocuparse con algo. Y si

M a n u a l P ana rm.nicAi>oni,s I,a reos

117

el predicador tiene cuidado de que la congregacin

participe activamente en el canto, en la lectura bbli
ca y en las oraciones, habr nulificado en gran parte
el atractivo de las distracciones que se presenten.
Pero la participacin de la congregacin es de
mandada todava por otra razn. El propsito funda
mental del culto pblico es el de facilitar la adoracin,
y nadie puede tener una verdadera experiencia de co
munin con Dios sin responder con su entendimiento
y con sus emociones a la revelacin divina. Pues la
adoracin cristiana es precisamente la respuesta sen
tida e inteligente de un alma redimida a la revelacin
que el Padre hace en el Hijo por medio del Espritu
Santo.
En el culto pblico los medios empleados para dar
expresin, tanto a la revelacin divina como a la res
puesta humana, son cinco: el canto, la oracin, la lec
tura de las Escrituras, la ofrenda y el sermn. Dios se
revela a la congregacin por medio de la lectura de su
Palabra y por medio de la entrega de su mensaje. La
congregacin responde a esta revelacin por medio de
su participacin en el canto, las oraciones y la ofren
da no slo la ofrenda de sus dineros, sino la ofrenda
de sus vidas en respuesta al mensaje predicado. Enton
ces debe haber mayores probabilidades de que el ser
mn haga impacto sobre las mentes y los corazones de
la congregacin cuando sta haya tenido la ms am
plia oportunidad posible de participar en los dems ac
tos del culto. Tal participacin prepara a los oyentes
para recibir la enseanza del sermn y para estar de
acuerdo con las demandas que presente.
2. LA POSESION DE ACTITUDES CORRECTAS
Bien se ha dicho que la predicacin es la presen
tacin de la verdad a travs de la personalidad.1
Cuando uno predica, est comunicando no slo un
mensaje, sino tambin su propio ser. El hombre es gran
1 P h ilip B ir o o k u , Le.r.turea o n P r e a c h i n y ,
lt s h in g H o u e e , n . d ) , p. 6.

J r t u u t U n p ld s :

Z on d ervan P u b -

118

M a n u a l , T aha P r e d ic a d o r e s L a ic o s

parte de su sermn. Muchas veces lo que uno es, habla

tan fuertemente que nadie para mientes en lo que
dice. Pero, por el lado contrario, cuando el carcter del
hombre que habla es de una sola pieza con sus pala
bras, stas llegan a revestir un poder y un atractivo in
calculables. En este asunto no es posible engaar; la
gente no tarda en darse cuenta de cualquier discre
pancia entre dicho y hecho. Asi es que las actitudes
con que el predicador laico se acerca a su tarea son de
importancia capital. El mejor resumen de estas acti
tudes es aquel que nos han dado los apstoles Pablo y
Juan.
Porque en Cristo Jess ni la circuncisin vale
ni la incircuncisin, sino la fe que obra por el
(G l. 5 :6 ).
Y este es su mandamiento: Que creamos en el
bre de su Hijo Jesucristo, y nos am emos unos a
como nos lo ha mandado (1 Juan 3 :2 3 ).

algo,
am or
nom
otros

(1) La primera actitud que debe caracterizar al

hombre en el plpito, pues, es la fe . Esto suena como
algo bastante familiar, pero quiz hace falta examinar
el concepto un poco a fondo. Qu es lo que realmente
entraa este asunto de la fe? En primer lugar, la fe es
una actitud de repudio respecto a uno mismo y de de
pendencia absoluta de la sabidura y del poder de Dios.
La siguiente ancdota, tomada de la vida de Roberto
Morrison, el primer misionero evanglico que fue a la
China, ilustra bien el pensamiento.
La Sociedad Misionera de Londres se decidi a en
viarlo (a Morrison) a la China por va de Am rica.
Al embarcarse en Nueva York alguien que pareca te
ner lstima del pobre joven que dejaba su pas, su
familia y su porvenir por una idea que consideraba
una ilusin, le dijo: Piensa usted verdaderamente
que le ser pasible producir la menor impresin entre
los llganos de ese vasto imperio? Morrison respondi
serenamente, No, seor; pero yo creo que Dios har
Impresin .1i
i Juan O. Varetto, H r o e y M r ti r e s d e la O b r a M i s io n e r a , (Buenos Aires;
Junta de Publicaciones de la Oonvencin Evanglica Bautista, 1946), p. 86.

M anual Para P r ed ica dores L aicos

Esto es fe: un repudio absoluto de uno mismo au

nado a una dependencia completa de Dios. Como lo ha
expresado un renombrado predicador laico contempo
rneo.
Dosde el punto de vista de Dio?, es Cristo quien pre
dica, es Cristo quien va de misionero, es Cristo quien
hace buenas obras, es Cristo quien testifica. Slo lo
que l es y lo que l hace constituyen la justicia, y
esta justicia puede ser manifestada al travs de us
ted solamente cuando haya una actitud de inexorable
dependencia. A tal actitud se le llam a fe y todo lo
que no proviene de fe, es pecado (Rom. 14:2 3 b ).
l e desconcierta a uno el descubrir que es posible su
birse al plpito, Biblia en mano, y predicar un sermn
cuyo contenido es del todo escriturario, y sin em bargo
de ser as, si lo ha hecho animado por cualesquiera
actitud que no sea la de una dependencia total de
Cristo, el mismo acto de predicar constituye u n pe
cado.1

Por otra parte, la fe es una actitud de confianza

ilimitada en el poder de Dios para cambiar las vidas
humanas por medio del evangelio. Como se ve, esta
confianza tiene dos partes. Ante todo, es una confian
za en el poder divino, una confianza que afirma que
para el Seor no hay casos perdidos porque nada hay
imposible para Dios (Luc. 1:37). Adems, es una con
fianza en la instrumentalidad del evangelio, una con
fianza que afirma que no me avergenzo del evange
lio, porque es poder de Dios para salvacin a todo aquel
que cree; al judo primeramente, y tambin al griego
(Rom. 1:16). As es que no se piden disculpas por el
evangelio ni se pierde el tiempo discutiendo si es ver
dad o no. El evangelio SE PROCLAMA sabiendo que la
Palabra de Dios no volver vaca (Is. 55:11).
(2) La segunda actitud que debe caracterizar al
hombre en el plpito es el amor. Siendo ste el fruto
del Espritu (Rom. 5:5; Gl. 5:22), la evidencia su
prema de nuestra calidad de hijos de Dios (Juan 13:
35; 1 Juan 3:14; 4:20), y el requisito indispensable para
i W. Ian Thfmma, T h e ti a v in o U f e
Publi&hlng o
uc

-, 1B1), p. H.

of

C h r is t ,

(Oran ttapids: Zondervan

120

M a n u a l P a n a P r e d ic a d o r e s L a ic o s

un servicio cristiano eficaz (1 Cor. 13:1-3), no es de ex

traarse que cuando el predicador laico ama en verdad
a su congregacin dos resultados se seguirn.
El primero es la fidelidad en el anuncio de todo
el consejo de Dios (Hch. 20:20, 27). El amor anhela el
bienestar de los amados. Sabe que un desarrollo cris
tiano cabal exige atencin a todos los mandamientos
del Seor y que stos no son gravosos (1 Juan 5:3). No
debe escaparnos el hecho de que el anuncio por Pablo
de todo lo que fuese til a los Efesios fue acompaado
de muchas lgrimas (Hch. 20:19, 31). Seal inequ
voca de los falsos profetas es, no slo que abandonan
al rebao en tiempos de peligro (Juan 10:12), sino que
ensean conforme a la concupiscencia de sus oyentes
(2 Tim. 4:3). Bien dijo el proverbista que fieles son
las heridas del que ama (Prov. 27:6a). Porque les ama,
el predicador laico tendr cuidado de alimentar al re
bao del Seor con pastos tomados de todas partes de
las Escrituras, les instruir en todas las doctrinas, les
animar con todas las promesas, les advertir de todos
sus deberes y les amonestar respecto a todos los peli
gros que les asechan por el camino.
El segundo resultado de un corazn compasivo de
parte del predicador es que la congregacin estar dis
puesta a recibir, no slo sus mensajes de aliento, sino
tambin sus palabras de reprensin. La siguiente expe
riencia, tomada de la vida de un buen pastor moderno,
ilustra bien el caso.1
Ernesto F. Tittle es considerado por algunos como uno
de los grandes predicadores norteamericanos. Era bien
conocido por causa de su abierta oposicin a ciertas
ideas y prcticas que gozaban de popularidad en la
regin prspera y conservadora en que viva. Su fran
queza y valor para expresar sus opiniones no fueron
siempre bien recibidos. Pero no fue as con los que
conocan la realidad de su simpata pastoral. Cuan
do sus feligreses se encontraban en horas de prueba,
el ministro acuda siempre a su lado.

Cierto hermano relata que cuando su esposa falleci,

Ronald E. Hlcoili, lte.rnuaHvt! p r e a v h ln y , (New York: Harper and Brothers
PuUiBhers, ly&ej. in>.

M a n u a i . P aiia Piu-nicAD om s L aicos

121

l no p iu lo dormir do (.Hatoza; par 1a noche entera

andando por las calles de la ciudad. Y su pastor la
jvasrt tambin en vela, caminando a su lado. No le de
ca una sola palabra, pero su presencia silenciosa pa
tentizaba la honda simpata de su corazn. Despus
de aquella experiencia el hombre dijo: "Cuando E r
nesto Tittie predica ahora, me puede decir lo que
quiera, y yo lo aceptar."

3. LA PRACTICA DE BUENOS HABITOS

EN EL HABLA
El ltimo factor que afecta la comunicacin eficaz
del mensaje de Dios es la manera en que el predicador
hace uso de la palabra. Este es un asunto bastante ex
tenso y complicado. Lo nico que podemos hacer aqu
es consignar algunos breves consejos prcticos.
(1) Hable naturalmente. No procure imitar a na
die. Dios tuvo un propsito en dotarle a usted con la
personalidad particular que posee. La misin suya en la
vida es la de permitir que Dios acte al travs de su
persona, y cuando usted procura ser lo que no es, estro
pea los propsitos de Dios. Esto tiene una importancia
especial respecto al tono de la voz en que uno habla.
Cada individuo tiene su propio tono habituar' en
que debe hablar para no hacerle dao a las cuerdas
vocales. La manera de localizar este tono habitual
es realmente sencilla. Con la ayuda de un piano, solfee
hacia abajo hasta encontrar la nota ms baja que pue
de sostener sin dificultad. Luego empiece a solfear ha
cia arriba. La quinta nota arriba de la nota ms baja
que ha podido sostener sin dificultad ser generalmen
te su tono habitual .1
(2) Hble claramente. Esto implica tres cosas. La
primera es que el volumen (la fuerza) de su voz debe
ser suficiente para que las personas que se encuentren
ms distantes del plpito puedan orlo sin dificultad.
A la vez, la fuerza con que habla no debe ser tan explosiva que lastime el tmpano de las personas que estn
1 Dwight E. Stevenson and Charlea F. Dlehl, Henchnp People F ro m
(New York; Jlurper unc lrothera l ubltsheis, lk>>8), l>. 130.

P u lp t,

th e

122

M an u a l P ara P redicadores L aicos

ms cercanas al plpito. La segunda cosa es que no

debe hablar demasiado a prisa, y la tercera es que debe
pronunciar claramente cada palabra que dice.
(3) Hable inteligiblemente. No use las palabras que
sus oyentes no sean capaces de entender. Tal cosa no
es indicio de una inteligencia superior, sino de una la
mentable falta de sentido comn.
(4) Hable agradablemente. Esto se logra median
te una placentera variacin respecto a cuatro factores:
la fuerza pulmonar, la velocidad de la pronunciacin,
el tono de la voz y el empleo de la pausa.
Preguntas de Repaso
1. Qu significa la palabra comunicar ?
2. Nmbrense los tres factores que afectan la comu
nicacin del mensaje de Dios.
3. Disctase el problema de las distracciones en rela
cin con: (1) un culto al aire libre y (2) un culto
dentro de cuatro paredes.
4. Por qu es importante que el sermn sea parte in
tegra de un culto de adoracin en que haya una ac
tiva participacin congregacional?
5. Discuta usted la fe como una actitud necesaria de
parte del predicador.
6. Cules sern los dos resultados del amor en el co
razn del predicador laico?
7. Enumrense los consejos prcticos dados por el
texto respecto a la manera correcta de hablar en
pblico.

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