Lezama Lima - Paradiso - Cap 7

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,..11lJI de Illa1Wtura - n. 36
UFSC -II"" de santa catanna, Jan.-Jun. 1998; p. 61-66

PARADISO"
Jose Lezama Lima

Dona Augusta IndlC<> que ya podian pasar al comedor. Fue


dlstrlbuyendo a toda la familia en los aslentos que segun ella Ie
correspondian. Se sent6 en una de las presldenclas de la mesa,
senalando la otra parte el doctor Santurce. -En el ceremonial claslco dljo-, el que representa la familia Invltada debe estar en la presidencla de homenaje. SI Leticia no fuera de la familia, sl fuera de
otra familia Invltada, nos presldlrfa. Memas, santurce nos puede
ayudar en el cuidado de los que estan mas at atcance de su mano.
Sobre todo puede oir las petlciones de la mesa donde estan los muchachos-. En erecto, los dos hljos de Leticia y los tres de R1alta se
alegraban en una mesa mas pequena, con un mantel muy coloreado, mostrando una juvenll impacienda por la lIegada de la menestra
dotada de un humo aromoso que comenzaba a chirriar en la alfombrilla de la lengua.
La Inlcial entrega de la presidencla a Santurce, tenia todas las
peculiarldades de la manera de dona Augusta, por una parte sa
mostraba con la mas depurada cortesla; por la otra, el enlace de
esa presidencia con la mesa menor de los muchachos, Ie restaba
cierta jerarquia al puesto otorgado, dandole como una eficlencia de
serviclo mas que el acatamlento a un don 0 alcurnla de senorfo. Los
hljos de Augusta dlsfrutaban con sutlleza las dualldades de ese estilo, pero era Alberto el que mas rapidamente Insinuaba una sonrisa, que desaparecia al tlempo que se esbozaba. -Mucho silenclo,
turbado s610 por la trituracl6n de las mandlbulas -dijo Santurce,
con el rostro vuelto forzadamente sobre la mesa de los garzones.
Un tintineo del tenedor sobre la vajilla, hecho con mallcia por cemi,
fue la primera violacl6n de la norma dictada por Santurce. EI tintlneo pareci6 el eco de la iniclal ironia al ofracer la cabacera al visitante familiar.
Dona Augusta sa habia preocupado de que la comida ofrecida
Reproduzido de Paradiso (Capftulo VII). 48 ed. Mexico: Ediciones Era, 1976, pp. 193199.

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tuviese de dra excepcional, pero sin perder la sencillez familiar. La


calidad excepcional se brindaba en el mantel de encaje, en la vajilla
de un redondel verde que seguia el contomo de todas las piezas,
limitado el circulo verde por los filetes dorados. EI esmalte blanco,
brunido especialmente para de5tellar en esa comida, recogia en la
variaci6n de los refiejos la diversidad de los rostros asomados al
fugitivo deslizarse de la propia imagen....
Ala muerte de cambita, la hija del oidor, ese mantel que recordaba la epoca de las gorgueras y de las walonas, habia pasado a
poder de dona Augusta, que 5610 10 mostraba en muy contadas
ocasiones, semejantes a las que ella 10 habia visto en su juventud.
EI dia de la primera invitaci6n a comer hecha a Andres Olaya en la
casa de la hija del oidor, ese mantel, que Augusta recordaba con
volantes visos de magia, habia mostrado la delicada paciencia de su
elaboraci6n, como si lejos de ser destruido cada noche, como la tela
de una de las mas memorables esperas, se continuase en noches
infinitas donde las abejas segregasen una estalactita de fabulosos
hilos entrecruzados. EI color crema del mantel, sobre el que desteIIaba la perfecci6n del esmalte blanco de la vajilla, con sus contornos de un verde quemado, conseguia el efecto tonal de una hoja
reposada en la mitad del cuemo menguante lunar.
Dona Augusta destap6 la sopera, donde humeaba una cuajada sopa de platanos. -Los he querido rejuvenecer a todos dijo- transportandolos a su primera ninez y para eso Ie he anadido
a la sopa un poco de tapioca. Se sentiran ninos y comenzaran a
el~giarla, como si la descubrieran por primera vez. He puesto a
sobrenadar unas rositas de maiz, pues hay tantas cosas que nos
gustaron de nif'ios y que sin embargo no volveremos
a disfrutar. Perono se intranquilicen, no es la IIamada sopa del
oeste, pues algunos gourmets, en cuanto yen el maiz, creen ver ya
las carretas de las emigraciones hacia eloeste, a principios del siglo
pasado, en la pradera de los indios sioux -al decir eso, mir6 la
mesa de los garzones, pues intencionadamente habra terrninado su
parrafo para apreciar c6mo se polarizaba la atenci6n de sus nietos.
S610 cemi estiraba su cuello, queriendo perseguir las palabras en el
aire, miraba despues a sus otros primos, asombrado de que no escuchasen la flechita que su abuela les
habia lanzado.
-Dona Augusta nos debe haber preparado tantas delicias,
que habra que tener cuidado con el embolia ceroso, el mas fulminante de los conocidos -dljo el doctor Santurce.
-Es aquel que en la cUnica medica -dijo Alberto, impulsandose enla broma- Martr ha descrito cuando dice: el coraz6n se me
sali6 del pecho y 10 exhale en un ay por la garganta.
- Todos los males que se derivan del exceso de comer son
menores' decia Hip6crates -anadi6 el odont610go Demetrio, que
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slempre Ie gustaba mostrar su conodmlento del cuerpo dlscrepando


del doctor santurce-, que los males quese derlvan del exceso de
no comer. Afladamos otro cuarto, ahora el de un santo, Pablo IIamado de Tarso, que aconseja que el que no coma no se burle del
que come, aconsejando tamblen eI vlceversa. Despues de la de un
santo, la de un demOOlo, Antonio Perez, el asesino que se rebel6
oplnaba que s610 los grandes est6magos digerian veneno. Por cierto
que a Jose Marti Ie gustaba mucho esa frase del secretario perverso. Hay que ser muy secretario y muy perverso gara enamorarse
de una tuerta, sobre todo cuando sabemos que ese ojo tuerto ha
sldo besado por Felipe li, que el diablo siga bendiciendo por los
slglos de los slglos.
-Comlenzas como dietetico y terminas como te6logo -dljo
Alberto-, 10 clerto es que todavra no se conacen los secretos de
nuestro vasa de barro. EI r1f16n, par ejemplo, segrega catorce jugos,
de los que unlcamente seis son conocldos. Los chinos distlnguen
entre el cuerpo derecho y el Izquierdo. Conslderan fa neurosis y la
locura, en distlntas dosls, la falta de adecuad6n entre ambas partes
del cuerpo. Un medico nuestro 5610 aprecia dos r1tmos cardiacos, alii
donde un medico chino logra encontrar cuatrocientos sonidos' bien
diferenciados.
-No son sonidos nrtidos, sino los que irregularmente brotan
de una especie de rasgueo fibrlnoso que se orlgina en el musculo
cardlaco -Intervino el doctor Santurce, que rey6 obUgado a traer la
ultima palabra sobre esas cuestiones cientrficas, a las que como
medico creia que debra ~ortar su autorldad-., Un canario afladi6-, aparentemente tiene doscientas pulsaclones, son 5610
otras tantas descargas fibrinosas.
- Troquemos -dljo dofla Augusta para terminar la ociosa
dlscusI6n-, el canarlo centella por ellangostino remoI6n-. Hlzo su
entrada el segundo plato en un pulverlzado souffle de marlscos,
omado en la superficie por una cuadrilia de langostlnos, dispuestos
en coro, unldos par parejas, distrlbuyendo sus plnzas el humo brotante de la masa apretada como un coral blanco. Una pasta de ca
marones glgantomas, aportados por nuestros pescadores, que
creran con Ingenuldad que toda la plataforma coralina de la isla
estaba incrustada por camadas de camarones, cierto que an grandes como los encontrados por los pescadores grlegos en los cementerlos camaroneros, pues este animal ya en su madurez, al
sentir la cereanra de la muerte, se abandona a la corrlente que 10
IIeva a ciertas profundidades rocosas, donde se adhlere para bien
morlr. Formaba parte tamblen del souffle, el pescado IIamado emperador, que dofla Augusta 5610 empleaba en el cansanclo del
pargo, cuya masa se habra extraklo prlmero por circulas y despues
par hebras; 1angostas que mostraban el asombro ccirdeno conque
sus carapachos habran reclbldo la Interrogacl6n de la Iinterna al
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quemarles los ojos saltones.


Despues de ese plato de tan lograda apartenela de colores
ablertos, semejante a un ftamlgero muy cerce ya de un barraco,
permaneclendo g6tlco por el homeo de la masa y por las alegorfas
esbozadas por el langostlno, dona Augusta qulso que el rttmo de la
comlda se remansase con una ensalada de remolacha que reclbla el
espatulazo amartllo de la mayonesa, cruzada con esp'rragos de
Lubeck. Fue entonces cuanclo Demetrio cometl6 una torpeza, al
trtnchar la remolacha se desprendl6 entera la rodaja, qulso rectlftcar
el error, pero volvl6 la masa roja Irregularmente plnehada a sangrar, por tercera vez Demetrto la recogl6, pero por el sltlo donde
habfa penetrado el trtnchante se rompl6 la masa, desllz'ndose: una
mltad qued6 adhertda al tenedor, y la otra, con nueva Inslstencla
mallgna, volvl6 a reposar su hertda en el tejldo sutll, absorblendo el
Jiquldo roJo con lenta aVldez. AI mezclarse el cremoso ancestral del
mantel con el monsenorato de la remolacha, quedaron senalados
tres Islotes de sangria sobre los rosetones. Pero esas tres manchas
Ie dleron en verdad el relieve de esplendor a la comlda. En la luz, en
la reslstente paclenda del artesanado, en 105 presaglos, en la manera como los hllos "Jaron la sangre vegetal, las tres manchas entreabrleron como una sombrfa
expectacl6n.
Alberto cogl6 la caparaz6n de los dos langostlnos, cubrt6 con
ella las des manchas, que asl desaparecleron bajo la cabalgadura de
dellcados rojeces. -cemf, dame uno de tus langostlnos, pues hemos sldo los prtmeros en saborear su masa, para que cubra la otra
media mancha-. Graclosamente remed6, con ellangostlno de cemf
ya en su mano, que el deleltoso vlnlese volando, como un drag6n
Incendlando las nubes, hasta caer en el mutllado nldo roJo formado
por la semlluna de la remolacha.
EI frleclto de novlembre, cortado por rafagazos norteftos, que
hadan sonar la copa de los "amos del Prado, Justlftcaba la lIegada
del pav6n sobredorado, suavlzadas por la mantequllla las asperezas
de sus extremldades, pero con una pechuga capaz de cenlr todo el
apetlto de la familia y guardarto abrtgado como en una area de la
allanza.
-EI zopllote de M.xlco es mucho m's suave -dlJo el mayor
de los hlJos de santurce. -Zopllote no, guaJolote -Ie rectlflc6
Cemf-. A mf me han recomendado caldo de plch6n de zopllote para
curar el asma, para no declr el feo nombre de ese avechucho entre
nosotros, perc preflero mortrme a tomarese petr6leo. -Ese caldo
debe saber como la leche de la cochlna que segun los antlguos produda la lepra.
-5e desconoce en realldad el ortgen de esa enfermedad dljo Santurce, que como m~lco no sentfa la Impropledad de hablar
de cualquler enfermedad a la hora de la comlda.
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-Hablemos mejor del rulseftor de Peldn -dljo dona Augusta,


molesta por el giro de la conversacl6n. La alusl6n de cemi a la leche
de la cochlna habia sldo graclosa por 10 Inesperada, pero el desarrollo de ese tema en esa oportunldad por el doctor santurce, era tan
temlble como la poslbllldad del ras de mar que comenzaban a vocear los peri6dlcos noctumos.
-Las manchas rojas del mantel deben haber favorecldo el
tema de los "ulturidos, pero recuerde tamblen, madre, que elrulsef"ior de Pekincantaba para un emperador moribundo -expres6
Alberto, comenzando a repartlr el pav6n vlnoso yalmendrado.
-Yo
Alberto, que toda comIda atravlesa su remollno sombrio, pues una reunl6n de alegria familiar no estaria resuelta si la
muerte no comenzase a querer abrlr las ventanas, pero las humareclas que desplde el pav6n pueden ser un conjuro para ahuyentar a
Hera, la horrible.
Los mayores s610 probaron algunas lascas del pavo, perc no
perdonaron el relleno que estaba elaborado con unas almendras que
se deshacian y con unas clruelas que paredan crecer de nuevo, con
la provocada segregacl6n del paladar. Los garzones, un poco htildizos' aun al reftnamiento del souffle, crecleron su gula habladora en
tome al almohad6n de la pechuga, donde comenzaron alanzarse
tan pronto el pav6n dlo un corto vuelo de la mesa de los mayores a
la mesita de los nlf"ios, que cuanto m~s comian, m~s r~pidamente
querian ver al pav6n todo plumado, con su pachorra en el corral6n.
AI flnal de la comlda, dof"ia Augusta qulso mostrar una travesura en el postre. Present6 en las copas de champagne la m~s d~II':"
closa crema helada. Despues que la familia mostr6 su mas rendldo
acatamiento al postre sorpresivo, dona Augusta regal6 la receta: Son las cosas senclllas -dijo-, que podemos hacer en la coclna
cUbana, la reposterfa m~s f~cll, y que en segulda el paladar declara
lncomparables. Un coco rallado en conserva, m~s otra conserva de
plna rallada, unidas a la mltad de otra lata de leche condensada, y
lIega entonces el hada, es decir, la viejita Marie Brizard, para rociar
con su anlsete la crema olorosa. AI refrlgerador, se sirve cuando
es~ bien frfa. Luego la vamos saboreando, reciblendo los eloglos de
los otros comensales que plden con Inslstencla el bls, como cuando
olmos alguna pavana de Lully.
AI mismo tlempo que se servia el postre, dona Augusta Ie Indlc6 a Baldovina que trajese el frutero, donde mezclaban sus colores las manzanas, peras, mandarlnas y uvas. Sobre el pie de cristal
et plato con los bordes curvos, donde los colores de las frutas se
mostraban por variados IIstones entrelazados, con predominio del
vlolado y eI mandarina dismlnuidos par la refracci6n. EI frutero se
habia colocadq al ~ntro de la mesa, sabre una de las manchas de
remolacha. Alberto cogi6 uno de los langostlnos, 10 verticaliz6 como
sl fuese a sublr por el pie de cristal, hasta hundlr sus plnzas en la

se,

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pulpa mas rendlda. EI trutero, como un arbol marino al reclbir el


rasponazo de un pez, chisporrote6 en una cascada de colores, e5tlrandoseel langostino contento de la nueva temperatura, como si
quisiera lIegar al cielo curvo del plato, pintado de frutas.
Discretamente dona Augusta habla eliminado los vinos de la
comida. Donde estuviesen reunidos Santurce, Alberto y Demetrio,
era preferible evitarlos para no encender discuslones exceslvas,
pues cualquier nimiedad engendraba un hormlguero bajo la advocaCi6n de P6lemos. santurce con su cientlficismo trasnochado, Alberto que era imprevisible y Demetrio slempre a la zaga de los pruritos sablchosos y de la pedanteria dura como cuero del medico
provinclano, se arremolinaban en dlscusiones hasta empalidecerse y
temblar las manos.
Despues cafe, despues los puros, con esas luciemagas saIieron de nuevo al frio del portal, desde donde se divisaban las olas
que venlan en anchurosos toneletes sobre el Malec6n, rompian sus
aros, lanzaban sus mantas que querian c1avarse en las e5trellas
amoratadas y despues avergonzados se deshllachaban en suceslvas
capitulaciones sobre los troncos rocosos.

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