Conferencia Andruetto
Conferencia Andruetto
Conferencia Andruetto
No quera un solo recuerdo de mi vida anterior. Lo que s, haba guardado una mini negra killer total, un par
de pantalones, las tres remeras que
me hacan flaca y unas bombachas
sucias que encontr a ltimo momen1
to. Lo dems no me interesaba. Tena que guardar espacio para mis objetos preferidos: el autgrafo de los
menudo, que custodiaba celosamente desde los siete aos, mis dos lbumes con fotos de Ricky y la botella
de agua mineral Villavicencio, de las
de vidrio, que l me haba dado en
persona en la disco GualeguaychPamela. Un poster de la Teleclick,
tamao doble, donde se le ve la pierna entera y parece desnudo, mi medallita de la virgen de Lourdes y el
pauelo blanco con la E a un costado y con la transpiracin de Ricky
impregnada a fuego en la tela. Eso y
el telfono de Nlida Domnico era
todo loque necesitaba.
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pens que me iba a deshidratar.
Haba perdido litros llorando y no paraba de hacer pis, con la nariz tapada
y haciendo fuerza con las piernas,
tratando de mantener el equilibrio para no tocar el inodoro. Agotada. Entonces entr Titina, la vendedora de
la disquera Chorus, a los saltitos,
como si fuera una aparicin en forma
de conejo. Falsa como siempre y con
las uas largusimas y prolijas
haciendo juego con la chomba.
Esperanza, qu hacs ac?, me dijo sorprendida y gangosa con voz de
que se meaba.
Me voy a Buenos Aires, le confes, a
tener un hijo de Ricky Martin, y me
arrepent al instante de habrselo dicho.
Este prrafo que les traje, ejemplo de
narrador en primera persona, pertenece
a La asesina de Lady Di, de Alejandro
Lpez, editado por Adriana Hidalgo. Si
bien no ha sido editado en el circuito de
literatura juvenil (descreo bastante de
esas clasificaciones), creo que merecera estarlo, mejor dicho, creo que los jvenes mereceran acercarse a esta novela dursima en la que lo que parece
una historia de adolescentes capricho-
4.
La tradicin oral, lo mismo que la literatura narrativa de carcter sagrado, implica la existencia de un narrador cuya autoridad no sea puesta en duda. En la
tradicin oral el narrador trabaja a partir
de la tradicin, en la literatura sagrada,
el narrador es el inspirado a quien Dios
le ha insuflado el conocimiento, pero
siempre es depositario de toda la verdad
y tiene la ltima palabra sobre la historia.
En un pueblo de Kateraka viva un
barataka llamado Luntaka, quien tena un discpulo llamado Kuntaka,
que era tan tonto como tragn. Un
da, en ocasin de una fiesta, Kuntaka haba recibido como limosna treinta y dos pasteles. Mientras volva a
su casa le acometi el hambre y entonces pens: de estos pasteles, mi
maestro me dar la mitad que me corresponde, de manera que puedo
comerme mi mitad. Y as se comi
dicisis pasteles. Luego sigui razonando de ese modo: ahora me dar
la mitad de stos. Voy a comerme
inmediatamente mi mitad, que son
ocho pasteles. Se comi los ocho
pasteles y as continu hasta que slo le qued medio pastel, que entreg
a su maestro.
Este le dijo: Pero, qu es esto?
Nuestro hijo espiritual no te ha dado
ms que medio pastel, o t te has
comido la mitad?
El discpulo respondi: Tu hijo espiritual te aprecia y por ello me ha dado
prcticamente, el nico modo de contar: el hombre no conoca, casi diramos, otro modo ms que ste. Narrador en tercera omnisciente o un
narrador/un yo autobiogrfico (primera persona, no ficcional, adherida al
autor, que narraba lo que le haba
sucedido a l)
Por esa razn y por la cosmovisin
que sostiene, al narrador omnisciente, aquel tipo de narrador primigenio,
el narrador del illo tempori, nos llevar siempre a hechos sucedidos o
como si sucedieran- en el tiempo del
Mito o en los comienzos de la Historia (tan en los comienzos que los
hechos son imprecisables en el tiempo e indefinidos en el espacio) y resultar de gran eficacia para el relato
pico y para el desarrollo de lo heroico, as como ser parte constitutiva
del gnero maravilloso (tambin de lo
maravilloso contemporneo, incluso
en buena medida de lo que llamamos
el realismo mgico). Se trata, hoy
como ayer, de un narrador que posee
un saber total sobre lo contado, un
narrador que a la manera divina sostiene un mundo donde luchan el Mal
y el Bien, un mundo de fuerzas antagnicas donde, despus de muchas
adversidades, el triunfo del bien puede ser garantizado. Un narrador en
fin en el que podemos confiar, razn
por la cual aparece con mucha frecuencia (aunque no siempre con la
misma eficacia) en la literatura destinada a chicos y jvenes.
Dice Marisa Filinich:
asumir una perspectiva frente a lo
narrado no slo significa instalar el
lugar del yo sino que implica, adems, sealar el lugar que se pretende que ocupe el t para observar y
valorar los sucesos narrados.
El narrador omnisciente, un narrador
que en buena medida se acompaa
por verbos en pretrito imperfecto,
que aportan un matiz de durabilidad
en el pasado y de accin de efecto
inacabado, impreciso, remite como
decamos- a un tiempo lejano, ya
tales como un narrador impersonal sostenido por verbos en infinitivo a la manera de un instructivo (un ejemplo muy interesante es el cuento Antieros de Tununa Mercado) que acaso tambin puede llevarnos a ese callejn narrativo que
de no tener quien escribe un manejo
excepcional de su herramienta- puede
convertirse en callejn sin salida.
El fragmento que voy a leerles (comienzo y final del texto) y que pertenece a Antieros (tomado del libro
Canon de Alcoba, Tununa Mercado,
Ada Korn editora) no es precisamente un intento fallido, sino ms bien lo
que una modalidad de narrador puede alcanzar en manos diestras, hasta
hacer que una cierta especie de instructivo domstico devenga despliegue de erotismo:
Comenzar por los cuartos. Barrer
cuidadosamente con una escoba mojada el tapete (un balde con agua
debe acompaar ese trnsito desde
la recmara del fondo y por las otras
recmaras hasta el final del pasillo.
Recoger la basura una primera vez al
terminar la primera recmara y as
sucesivamente con las otras. Regresar a la primera recmara, la del fondo, y quitar el polvo de los muebles
con una franela hmeda pero no mojada. Sacudir las sbanas y cobijas y
tender la cama...(...)...Reducir an
ms los fuegos, casi hasta la extincin y, como vestal, pararse en medio de la cocina y considerar ese espacio como un anfiteatro; aorar la
alcoba, el interior, el recinto cerrado,
prohibidos por estar prisioneros del
orden que se ha instaurado unas
horas antes. Untarse todo el cuerpo
con la mayor meticulosidad, hendiduras de diferentes profundidades y carcter, depresiones y salientes; girar,
doblarse, buscar la armona de los
movimientos, oler la oliva y el comino, y el caraway y el curry, las mezclas que la piel ha terminado por absorber trastornando los sentidos y
transformando en danza los pasos
cada vez ms cadenciosos y dejarse
14.
Podemos ver el tono potico del narrador en tercera en Un cuento por donde
pasa el viento (Cecilia Pisos, Editorial
Sudamericana) tono al que se ingresa y
del que se sale, en contrapunto, con
suave irona, de modo que el t que por
momentos est lleno de fe, por momentos se retira, sonre y reflexiona sobre
ese tipo de cuentos. Podemos ver esto
ya desde el pequeo prrafo introductorio que nos advierte acerca de la diferencia entre lo que leeremos y los cuentos tradicionales de princesas:
En este cuento hay un ogro que guarda
una torre. En la torre hay una princesa
gordita y llena de moos. Y en el corazn de la princesa, un prncipe enamorado.
Lo que inmediatamente muestra el envs de los cuentos de maravilla tradicionales, al mismo tiempo que la irona
aquella sonrisa de la razn- hacia ellos
(por lo de la princesa gordita, digo). A
partir de all, lo clsico (el tono potico) y
lo contemporneo ( la irona sobre lo
potico) alternan y se sostienen -con
pericia oscilante- lo primero en las convenciones temporales y espaciales (muchos aos atrs, con sus manos como
garras/ El tiempo pasaba, la princesa/
Un da el ogro ya haba contado/ El prncipe sali al galope en su caballo) y lo
segundo en la desmesura y en la incorporacin de elementos forneos al illo
tempori (la princesa baldeaba cada maana la terraza de la torre con sus lgrimas/ el prncipe la miraba desde la carpa/tomaba matecitos de menta)
12.
La parodia requiere del yo que narra un
tono que presupone que comparte con el
t que recepta un saber previo. Es lo
que sucede en el narrador redondo y sin
fisuras que utiliza Ema Wolf en Barbanegra y los buuelos (Kapelusz, coleccin La Manzana Roja), narrador en tercera focalizado en el personaje de Doa
Trementina Barbanegra, que relata al
mismo tiempo que las aventuras del pirata apasionado por los buuelos, la pa10
14.
Cuenta como si tu relato no tuviera
inters ms que para el pequeo
ambiente de tus personajes, de los
que pudiste haber sido uno. No de
otro modo se obtiene vida en el cuento, deca Horacio Quiroga en su De11
A lo que sigue la ltima pgina del cuento, donde se narra el xito de nuestro
hombrecito que dej de ser gris.
Pgina y cuento que concluyen con otra
fuerte intervencin del narrador en la
palabra FIN? puesta entre signos de
interrogacin, lo que vendra a ser algo
as como:
A vos lector te parece que ac terminan las cosas? No cres que lo mismo
que hizo el hombrecito podras hacer
vos? No te parece que si te dedics a
hacer lo que te gusta, tal vez alguien te
ve o te escucha y te contrata y entonces
te volvs feliz y exitoso? Las dos cosas
juntas, lector, porque en este mundo,
para ser feliz, hay que ser exitoso.
16.
En La llave de Josefina (Sac la lengua, Iris Rivera, Coleccin Cuenta
Conmigo, Editorial El Ateneo) la dilacin de la historia, hace que el narrador se preocupe por el lector (hay
gente que no tiene paciencia para
leer historias) y en el cuento Siete
Vidas una madre gata muy ocupada,
deja a cargo de la narradora el cuidado de un gato descarriado y la narradora, aunque se queja, se siente
obligada a colaborar, porque de no
ocuparse del gato se quedar sin
cuento.
[Yo te digo que] haba una vez un hombre vestido de gris que fue gris hasta
que se decidi a ser l mismo, a mostrar
lo que senta, y las cosas le fueron bien,
ms que bien, y entonces comenz a ser
colorido y exitoso.
En un punto del cuento, cuando el hombrecito viva con la boca tapada por un
pauelo para no cantar, apenas antes de
que lo descubriera un director de orquesta, el narrador interviene de un modo explcito en un texto en cursiva:
17.
Lazarillo de Tormes es un claro ejemplo
un ejemplo absoluto- del narrador dentro de la historia, en el que protagonista
y narrador se identifican. Y entre nosotros un libro que le rinde homenaje:
Aventuras y desventuras de casi perro
del hambre, de Graciela Montes (Los
libros de Boris, Editorial Colihue).
14