Rama y Krishna

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Edouard Schure

LOS GRANDES INICIADOS I


RAMA Y KRISHNA

Digitalizacin y Arreglos
BIBLIOTECA UPASIKA
Coleccin Esoterismo II

Edouard Schure Los Grandes Iniciados I Rama y Krishna

NDICE
Dedicatoria, pgina 3.
Prefacio, pgina 4.
Introduccin, pagina6.
Estado Presente del Espritu Humano. - Conflicto de la Religin y la
Ciencia. - Falsa Idea de la Verdad y del Progreso. - La Teosofa Antigua
y la Ciencia Moderna. - Antigedad, Continuidad, Unidad de la
Doctrina de los Misterios. - Sus Principios Esenciales. - Marcha
Inconsciente de las Ciencias Modernas Hacia la Teosofa. - Posibilidad
y Necesidad de una Reconciliacin de la Ciencia y la Religin en el
Terreno Esotrico. - Objeto de este Libro.
Libro I: RAMA (El Ciclo Ario)
I.
Las Razas Humanas y los Orgenes de la Religin, pgina 21.
II.
La Misin de Rama, pgina 32.
III. El xodo y la Conquista, pgina 37.
IV. El Testamento del Gran Antepasado, pgina 42.
V.
La Religin Vdica, pgina 45.
Libro II: KRISHNA (La India y la Iniciacin Brahmnica)
I.
La India Heroica. Los Hijos del Sol y los Hijos de la Luna,
pgina 52.
II.
El Rey de Madura, pgina 56.
III. La Virgen Devaki, pgina 60.
IV. La Juventud de Krishna, pgina 64.
V.
Iniciacin, pgina 70.
VI. La Doctrina de los Iniciados, pgina 78.
VII. El Triunfo y la Muerte, pgina 82.
VIII. Irradiacin del Verbo Solar, pgina 92.

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DEDICATORIA
A LA MEMORIA
DE
MARGHERITA ALBANA MIGNATY
Sin ti, Oh grande alma amada!, este libro no hubiera salido a la luz.
T lo has incubado con tu numen poderoso, lo has alimentado con tu dolor
y bendecido con esperanzas divinas. T tenas la Inteligencia, que ve la
Belleza y la Verdad eternas sobre las efmeras realidades; tuya era la Fe,
que transporta las montanas; tuyo el Amor, que despierta y crea las almas;
tu entusiasmo abrasaba como fuego ardiente.
Te has extinguido y desapareciste. Con sus alas sombras, la Muerte
te ha llevado a lo Desconocido... Pero, aunque no pueden verte ya mis ojos,
se que ests ms llena de vida que nunca. Libre de las cadenas terrestres,
desde el seno de la celestial luz donde moras, no has dejado de seguir mi
obra y he sentido tu radiacin fiel velar hasta el final sobre su floracin
predestinada.
Si algo mo debiera sobrevivir y conservarse entre mis hermanos, en
este mundo donde todo pasa, quisiera lo fuese este libro, testimonio de una
fe conquistada y compartida. Como antorcha de Eleusis adornada con
ciprs negro y estrellado narciso, lo dedico al alma alada de aquella que me
condujo hasta el fondo de los Misterios, para que propague el fuego sagrado
y anuncie la aurora de la grande Luz!.

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PREFACIO
Los Grandes Iniciados ha tenido un destino extrao. La primera
edicin de este libro se remonta a 1889, y fue recibida con un silencio glacial
de la prensa. Sin embargo, al poco tiempo, las ediciones subsecuentes se
multiplicaron y crecieron ao tras ao. Sus ideas resultaban sorprendentes
para la mayora de los lectores, y provocaban tanto la ira de las Universidades
como de la Iglesia. Esa frialdad y el desprecio de los jueces ms autorizados
no impidieron su triunfo europeo.
El libro lo haba obtenido por sus propios medios y sigui modesta pero
seguramente su camino en la oscuridad. Tuve la prueba de ello a travs de los
mensajes de simpata que me llegaban de todos los rincones del mundo, de los
cinco continentes. Este movimiento tuvo su reflujo en Francia. Durante la
guerra de 1914 a 1916, innumerables cartas de felicitacin y de preguntas
llegaron a mis manos. Las ms serias venan del frente de combate. Despus
de esto, hubo tal aceleracin en la venta de la obra, que mi distinguido y
juicioso amigo, Andrs Bellessort, me seal un da: No has conquistado
solamente t publico, sino el pblico.
Los Grandes Iniciados ha llegado hoy a su 91a. edicin. Y, como las planchas
que han servido para todas las sucesivas reimpresiones estn gastadas, la
librera Perrin ha hecho recomponer la obra en una versin revisada y
corregida. Aprovecho esta ocasin para rendir homenaje a la memoria de Paul
Perrin, erudito de un juicio penetrante y seguro, que fue el primer editor de
este libro y su defensor ms entusiasta. Debo extender tambin un caluroso
agradecimiento a mis amigos Alphonse Roux y Robert Veyssi, los primeros
en hacer un estudio en profundidad de mi obra, y a Madame Jean Dornis, cuya
brillante obra Un Celte d'Alsace ha dado un repaso a mi esfuerzo literario y
potico. (Alphonse Roux y Robert Veyssi, Edouard Schur, son oeuvre et sa
pense, Pars, Perrin, 1914. Jean Dornis, Un Celte d'Alsace, la vie et la
pense d'Edouard Schur, Pars, Perrin, 1923).
Como Los Grandes Iniciados ha seguido su marcha, marcha
ascendente, y franqueado todos los obstculos, a pesar de los prejuicios
tradicionales que se alzaban en su camino, debo llegar a la conclusin de que
hay una fuerza vital en su pensamiento central. Este pensamiento no es otro
que una aproximacin lcida y decisiva a la Ciencia y la Religin, cuyo
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dualismo ha minado las bases de nuestra civilizacin y nos amenaza con sus
piras catrastrficas.
Esta reconciliacin no puede operar ms que por medio de una nueva
contemplacin sinttica del mundo visible e invisible, por medio de la
Intuicin intelectual y de la Videncia psquica. Slo la certidumbre el Alma
inmortal puede convertirse en la base slida de la vida terrestre, y slo la
unin de las grandes Religiones, por medio de un retorno a su fuente comn
de inspiracin, puede asegurar la fraternidad de los pueblos y el porvenir de la
humanidad.
E. S., 1926

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INTRODUCCIN
A LA DOCTRINA ESOTRICA
Persuadido estoy de que llegar da en
que el fisilogo, el poeta y el filsofo
hablarn el mismo lenguaje y se entendern
todos.
Claude Bernard
El mayor mal de nuestro tiempo es que la Ciencia y la Religin
aparecen como fuerzas enemigas e irreductibles. Mal intelectual, tanto ms
pernicioso cuanto que viene de lo alto y se infiltra cautelosamente en todos los
espritus, como sutil ponzoa que se respira en el aire. Y todo mal de la
inteligencia viene a ser a la larga un mal del alma y, por consecuencia, un mal
social.
Mientras el cristianismo no hizo otra cosa que afirmar sencillamente la
fe cristiana, en una Europa an semibrbara, como ocurra en la Edad Media,
l fue la mayor de las fuerzas morales y form el alma del hombre moderno.
En tanto que la ciencia experimental, reconstituida en el siglo XVI, reivindic
slo los derechos legtimos de la razn y su ilimitada libertad, ella fue la
mayor de las fuerzas intelectuales, renov la faz del mundo libertando al
hombre de las seculares cadenas, y provey al espritu humano de bases
indestructibles.
Pero desde el momento que la Iglesia, no pudiendo probar ya su dogma
primitivo ante las objeciones cientficas, se encierra en aqul como en una
casa sin ventanas, oponiendo la fe a la razn de modo absoluto e indiscutible;
desde que la Ciencia enajenada por sus descubrimientos en el mundo fsico,
hace abstraccin del psquico e intelectual y se ha hecho agnstica y
materialista en sus principios y finalidad; desde que la Filosofa, desorientada
e impotente entre ambas, ha abdicado en cierto modo de sus derechos para
caer en un escepticismos trascendente, una escisin profunda se ha operado en
el alma de la sociedad al igual que en la de los individuos. Este conflicto, al
principio necesario y til, puesto que estableci los derechos de la Razn y de
la Ciencia, ha terminado por ser causa de Impotencia y agotamiento. La
Religin responde a las necesidades del corazn: de ah su magia eterna; la
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Ciencia, a las del espritu: de donde su fuerza invencible. Pero desde hace
mucho tiempo estas dos potencias no saben entenderse y convivir. La Ciencia
sin esperanzas y la Religin sin prueba, se alzan una frente a la otra y se
desafan sin poderse vencer.
De ah deriva una profunda contradiccin, una guerra sorda, no
solamente entre el Estado y la Iglesia, sino tambin dentro de la misma
Ciencia, en el seno de todas las Iglesias y hasta en la conciencia de todos los
que piensan. Porque quienquiera que seamos, a cualquier escuela filosfica,
esttica o social a que podamos pertenecer, todos llevamos en nosotros
mismos estos dos mundos enemigos, en apariencia irreconciliables, que nacen
de dos necesidades indestructibles en el hombre: la necesidad cientfica y la
necesidad religiosa. Esta situacin que persiste desde hace ms de un siglo, no
ha contribuido ciertamente en poco a desarrollar las humanas facultades,
ponindolas en tensin unas con otras. Ella ha inspirado a la poesa y a la
msica acentos de un patetismo y grandiosidad inauditos. Pero hoy la tensin
prolongada y sobreaguada ha producido el efecto contrario.
As como el abatimiento sucede a la fiebre en un enfermo, aquella
tensin se ha convertido en marasmo, en tedio, en impotencia. La Ciencia no
se ocupa ms que del mundo fsico y material; la filosofa moral ha perdido la
direccin de las inteligencias; la Religin gobierna an en cierto modo a las
masas, pero no reina ya sobre las ciencias sociales, y siempre grande por la
caridad, no brilla ya por la Fe. Los guas intelectuales de nuestro tiempo son
incrdulos o escpticos, perfectamente sinceros y leales, pero que dudan de su
arte y se miran sonriendo como los augures romanos. En pblico, en privado,
predicen las catstrofes sociales sin encontrar el remedio, o envuelven sus
sombros orculos en eufemismos prudentes. Bajo tales auspicios, la literatura
y el arte han perdido el sentido de lo divino. Deshabituada de los horizontes
eternos, una gran parte de la juventud se ha alistado en lo que sus maestros
llaman el naturalismo, degradando as el bello nombre de Naturaleza. Porque
lo que decoran con este vocablo, slo es la apologa de los bajos instintos, el
fango del vicio o la pintura complaciente de nuestra lacras sociales; en una
palabra, la negacin sistemtica del alma y de la inteligencia. Y la pobre
Psiquis, perdidas sus alas, gime y suspira de extrao modo en el fondo de
aquellos mismos que la insultan y la niegan.
A fuerza de materialismo, de positivo y de escepticismo, este siglo ha
llegado a una falsa idea de la Verdad y del Progreso.
Nuestros sabios, que practican el mtodo experimental de Bacon para el
estudio del Universo visible, con precisin maravillosa y admirables
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resultados, se forman de la Verdad una idea completamente externa y material.
Creen que a ella nos aproximamos a medida que se acumula un mayor nmero
de los hechos. En su punto de vista tienen razn. Pero lo ms grave es que
nuestros filsofos y moralistas han terminado pensando lo mismo y, de este
modo, las causas primeras y los fines ltimos sern para siempre
impenetrables al espritu humano. Porque suponed que llegamos a saber
exactamente lo que pasa, materialmente hablando, en todos los planetas del
sistema solar, lo que, entre parntesis, sera una magnfica base de induccin;
suponed, adems, que sepamos qu especie de habitantes contienen los
satlites de Sirio y de varias estrellas de la Va Lctea; seguramente sera
maravilloso saber todo esto, pero Sabramos por ello ms acerca de nuestra
bruma estelar, sin hablar de la nebulosa de Andrmeda y de la de
Magallanes?. No, y ello es causa de que nuestro tiempo conciba el
desarrollo de la humanidad, como la eterna marcha hacia una verdad
indefinida, indefinible y a la que jams tendr acceso.
Esta es la concepcin de la filosofa positiva de Auguste Comte y
Herbert Spencer, que ha prevalecido en nuestros das.
La Verdad era otra cosa muy distinta para los sabios y tesofos del
Oriente y de Grecia. Ellos, sin duda, saban que no se la puede abarcar ni
equilibrar sin un sumario conocimiento del mundo fsico; pero tambin saban
que reside ante todo en nosotros mismos, en los principios intelectuales y en la
vida espiritual del alma. Para ellos el alma era la sola, la divina realidad y la
llave del Universo. Reconcentrando su voluntad, desarrollando sus facultades
latentes, alcanzaban el luminar vivo que llamaban Dios, cuya luz hace
comprender a los hombres y a los seres. Para ellos lo que llamamos el
Progreso, es decir, la historia del mundo y de los hombres, no era ms que la
evolucin en el Tiempo y en el Espacio de esta Causa central y de este Fin
ltimo. Creis que estos tesofos fueron puros contemplativos, soadores
impotentes, fakires subidos a sus columnas?. Error. El mundo no ha conocido
hombres ms grandes de accin, en el sentido ms fecundo, el ms
incalculable de la palabra.
Brillan ellos como estrellas de primera magnitud en el cielo de las
almas. Se llaman: Krishna, Budha, Zoroastro, Hermes, Moiss, Pitgoras,
Jess, y fueron poderosos moldeadores de espritus, formidables vivificadores
de almas, saludables organizadores de Sociedades. No viviendo ms que para
su idea, prestos siempre a morir y sabiendo que la muerte por la Verdad es la
accin eficaz y suprema, ellos han creado las ciencias y las religiones, por
consiguiente las letras y las artes, cuyo jugo nos nutre an y nos da la vida.
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Qu va a producir el positivismo y escepticismo de nuestros das?. Una
generacin seca, sin ideal, sin luz y sin fe; no creyente en el alma ni en Dios,
ni en el provenir de la Humanidad, ni en esta vida ni en la otra; sin energa en
la voluntad, dudando d s misma y de la libertad humana.
Por sus frutos los juzgaris, deca Jess. Esta frase del Maestro de los
Maestros, se puede aplicar lo mismo a las doctrinas que a los hombres. S; este
pensamiento se impone: o la Verdad es para siempre inaccesible al hombre, o
ha sido poseda en gran parte por los ms grandes sabios y los primeros
iniciadores de la tierra. Ella se encuentra, por lo tanto, en el fondo de todas las
grandes religiones y en los libros sagrados de todos los pueblos. Slo que es
preciso saberla encontrar y extraer.
Si se contempla la historia de las religiones con los ojos iluminados por
la verdad central, que slo la iniciacin interna puede dar, queda uno a la vez
sorprendido y maravillado. Lo que entonces se advierte no semeja casi en
nada a lo que ensea la Iglesia, que limita la revelacin al cristianismo y no la
admite ms que en su sentido primario; pero se parece tambin muy poco a la
que se ensea en nuestras Universidades, a la ciencia puramente naturalista,
aunque sta se coloca, sin embargo, en un punto de vista ms amplio, puesto
que pone a todas las religiones en la misma lnea y les aplica un mtodo nico
de investigacin. Su erudicin es profunda, su celo admirable, pero an no se
ha elevado hasta el punto de vista del esoterismo comparado, que muestra a
la historia de las religiones y de la Humanidad en un aspecto completamente
nuevo. Desde esta altura, he aqu lo que se distingue.
Todas las grandes religiones tienen una historia exterior y otra interior;
la una aparente, la otra secreta. Por historia exterior yo entiendo los dogmas y
mitos enseados pblicamente en templos y escuelas, reconocidos en el culto
y en las supersticiones populares. Por historia interna entiendo yo la ciencia
profunda, la doctrina secreta, la accin oculta de los grandes iniciados,
profetas o reformadores que han creado, sostenido, propagado esas mismas
religiones. La primera, la historia oficial, la que se lee en todas las partes, tiene
lugar a la luz del da; ella no es, sin embargo, menos oscura, embrollada,
contradictoria. La segunda, que yo llamo la tradicin esotrica o doctrina de
los Misterios, es muy difcil de desentraar. Porque sta se prosigue en el
fondo de los templos, en las cofradas secretas, y sus dramas se desenvuelven
por entero en el alma de los grandes profetas, que no han confiado a ningn
pergamino ni a ningn discpulo sus crisis supremas, sus xtasis divinos. Hay
que adivinarla. Pero una vez que se la ve, aparece luminosa, orgnica, siempre
en armona consigo misma. Se la podra llamar la historia de la religin eterna
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y universal. En ella se muestra el porqu de las cosas, el emplazamiento de la
humana conciencia, del que la historia no nos ofrece ms que un reverso
laborioso. All alcanzamos el punto generador de la Religin y de la Filosofa,
que se renen al otro extremo de la elipse por medio de la ciencia integral.
Este punto corresponde a las verdades trascendentes. All encontramos la
causa, el origen y el fin del prodigioso trabajo de los siglos, la Providencia en
sus agentes terrestres. Tal historia es la nica de que me ocupo en este libro.
Para la raza aria, el germen y ncleo de dicha historia esotrica se halla
en los Vedas. Su primera cristalizacin histrica aparece en la doctrina
trinitaria de Krishna, que da al brahmanismo su potencia, a la religin de la
India su sello indeleble. Budha, que segn la cronologa de los brahmanes fue
posterior a Krishna en dos mil cuatrocientos aos, no hace ms que descubrir
otro aspecto de la doctrina oculta, el de la metempscosis y de la serie de
existencias eslabonadas por la ley del Karma. Aunque el budhismo fue una
revolucin democrtica, social y moral, contra el brahmanismo aristocrtico y
sacerdotal, su fondo metafsico es el mismo, aunque menos completo.
La antigedad de la doctrina sagrada no es menos asombrosa en Egipto,
cuyas tradiciones se remontan a una civilizacin muy anterior a la aparicin de
la raza aria en la escena histrica. Se poda suponer, hasta estos ltimos
tiempos, que el monismo trinitario expuesto en los libros griegos de Hermes
Trismegisto, era una complicacin de la escuela de Alejandra bajo la doble
influencia judeo cristiana y neo-platnica. De comn acuerdo, creyentes e
Incrdulos, historiadores y telogos, no han cesado de afirmarlo hasta el da.
Mas esta doctrina cae hoy ante los descubrimientos de la epigrafa egipcia. La
autenticidad fundamental de los libros de Hermes como documentos de la
antigua sabidura de Egipto, resalta triunfalmente de los jeroglficos
descifrados. No solamente las inscripciones de los obeliscos de Tebas y de
Menfis confirman toda la cronologa de Manethn, sino que demuestran que
los sacerdotes de Ammn-Ra profesaban la alta metafsica que enseaba bajo
otras formas a orillas del Ganges. (Vanse los hermosos trabajos de Francois
Lenormand y de M. Maspro). Se puede decir aqu, con el profeta hebreo,
que la piedra habla y que el muro grita. As como el sol de media noche
que luca, se dice, en los Misterios de Isis y de Osiris, el pensamiento de
Hermes, la antigua doctrina del verbo solar ha vuelto a brillar en las tumbas de
los reyes y hasta de los papiros del Libro de los Muertos conservados por
momias de cuatro mil aos.
En Grecia, el pensamiento esotrico est a la vez ms visible y ms
envuelto que en otra parte; ms visible, porque se manifiesta a travs de una
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mitologa humana embelesadora, porque fluye como sangre ambrosiaca por
las venas de aquella civilizacin, y brota por todos los poros de sus Dioses
como un perfume y como un roco celeste. Por otra parte, el pensamiento
profundo y cientfico que presidi a la concepcin de todos esos mitos, es con
frecuencia ms difcil de penetrar a causa de su seduccin misma y de los
embellecimientos que han aadido los poetas. Pero los principios sublimes de
la teosofa drica y de la sabidura de Delfos estn inscritos con letras de oro
en los fragmentos rficos y en la sntesis de Pitgoras, as como en la
vulgarizacin dialctica y un poco caprichoso de Platn. La escuela de
Alejandra nos proporciona tambin claves tiles. Ella fue la primera en
publicar en parte y comentar el sentido de los misterios, en medio del
relajamiento de la religin griega y enfrente de los progresos del cristianismo.
La tradicin oculta de Israel, que procede a la vez de Egipto, de Caldea
y de Persia, nos ha sido conservada bajo formas raras y oscuras, pero en toda
su profundidad y extensin, por la Cbala o tradicin oral, desde el Zohar y el
Sepher Yezirah atribuido a Simn Ben Yochai hasta los comentarios de
Maimnides. Misteriosamente encerrada en el Gnesis y en el simbolismo de
los profetas, resalta de una manera asombrosa en el admirable trabajo de Fabre
dOlivet sobre la lengua hebrea reconstituida, que tiende a reconstruir la
verdadera cosmogona de Moiss, segn el mtodo egipcio, tomando el triple
sentido de cada versculo y casi de cada palabra en los diez primeros captulos
del Gnesis.
En cuanto al esoterismo cristiano, brilla por si mismo en los Evangelios
ilustrados por las tradiciones esnicas y gnsticas. El brota como de un
manantial vivo de la palabra de Cristo, de sus parbolas, del fondo mismo de
esa alma incomparable y realmente divina. Al mismo tiempo, el Evangelio de
San Juan nos da las claves de la enseanza ntima y superior de Jess con el
sentido y el alcance de su promesa. Volvemos a encontrar all aquella doctrina
de la Trinidad y del Verbo divino, ya enseada haca miles de aos en los
templos del Egipto y de la India, pero animada, personificada por el prncipe
de los iniciados, por el ms grande de los hijos de Dios.
La aplicacin del mtodo que he llamado esoterismo comparado a la
historia de las religiones, nos conduce, por lo tanto, a un resultado de la mayor
importancia, que se resume as: la antigedad, la continuidad y la unidad
esencial de la doctrina esotrica. Hay que reconocer que ste es un hecho bien
digno de tenerse en cuenta, porque supone que los sabios y profetas de los
tiempos ms diversos han llegado a conclusiones idnticas en el fondo, aunque
diferentes en la forma, sobre las verdades primeras y ltimas, y ello siempre
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por la misma va de la iniciacin interior y de la meditacin. Agreguemos que
esos sabios y esos profetas fueron los mayores bienhechores de la humanidad,
los salvadores cuya fuerza redentora arranc a los hombres del abismo de la
naturaleza inferior y de la negacin.
No es preciso decir despus de esto que hay, segn la expresin de
Leibnitz, una especie de filosofa eterna, pererrnis quoedam philosophia, que
constituye el lazo primordial de la ciencia y de la religin y su unidad final?.
La teosofa antigua, profesada en la India, Egipto y Grecia, constitua
una verdadera enciclopedia, dividida generalmente en cuatro categoras: 1. la
Teogona o ciencia de los principios absolutos, idntica a la ciencia de los
Nmeros aplicada al universo, o las matemticas sagradas; 2. la Cosmogona,
realizacin de los principios eternos en el espacio y el tiempo, o involucin
del espritu en la materia, perodos de mundo; 3. la Psicologa, constitucin
del hombre, evolucin del alma a travs de la cadena de existencias; 4. la
Fsica, ciencia de los reinos de la naturaleza terrestre y de sus propiedades. El
mtodo inductivo y el mtodo experimental se combinaban y se fiscalizaban
uno a otro en esos diversos rdenes de ciencias, y a cada una de ellas
corresponda un arte. Estos eran, tomndolos en orden inverso y empezando
su enumeracin por las ciencias fsicas: 1. una Medicina especial fundada en
el conocimiento de las propiedades ocultas de los minerales, las plantas y los
animales; la Alquimia o transmutacin de los metales, desintegracin y
reintegracin de la materia por medio del agente universal, arte practicado en
el Egipto antiguo segn Olimpiodoro y llamado por l crisopeya y argiropeya,
fabricacin del oro y de la plata; 2. las Artes psicrgicas que se referan a las
fuerzas del alma, magia y adivinacin; 3. la Genetliaca celeste o astrologa, o
el arte de descubrir la relacin entre los destinos de los pueblos o de los
individuos y los movimientos del universo marcados por las revoluciones de
los astros; 4. la Teurgia, el arte supremo del mago, tan raro como peligroso y
difcil, el de poner el alma en relacin consciente con los diversos rdenes de
espritus y obrar sobre ellos.
Se ve que, ciencias y artes, todo se ligaba y armonizaba en esta teosofa
derivada de un mismo principio que llamar en lenguaje moderno monismo
intelectual espiritualismo evolutivo y trascendente. Se pueden formular como
siguen los principios esenciales de la doctrina esotrica: - El espritu es la sola
realidad. La materia no es ms que su expresin inferior, cambiante, efmera:
su dinamismo en el espacio y el tiempo. - La creacin es eterna y continua
como la vida. El microcosmo-hombre es ternario por su constitucin (espritu,
alma y cuerpo), imagen y espejo del macro-cosmos-universo (mundo divino,
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humano y natural), que es por s mismo el rgano del Dios inefable, del
Espritu absoluto, que es por su naturaleza Padre, Madre e Hijo (esencia,
sustancia y vida). - He aqu por qu el hombre, imagen de Dios, puede llegar a
ser su verbo vivo. La gnosis, o mstica racional de todos los tiempos, es el arte
de encontrar a Dios en s, desarrollando las profundidades ocultas, las
facultades latentes de la conciencia. El alma humana, la individualidad, es
inmortal por esencia. Su desenvolvimiento tiene lugar en planos
alternativamente ascendentes y descendentes, por medio de existencias por
turnos espirituales y corporales. La reencarnacin es su ley evolutiva. Llegada
a lo perfecto, se libra de esa ley y vuelve al Espritu puro, a Dios en la plenitud
de su conciencia. Del mismo modo que el alma se eleva sobre la ley de la
lucha por la vida cuando adquiere conciencia de su humanidad, igualmente se
eleva sobre la ley de la reencarnacin cuando adquiere conciencia de su
divinidad.
Las perspectivas que aparecen en el umbral de la Teosofa son
inmensas, sobre todo cuando se las compara con el estrecho y desolado
horizonte en que el materialismo encierra al hombre, o con los datos infantiles
e inaceptables de la teologa clerical. Al contemplarlas por vez primera, se
experimenta el deslumbramiento, el escalofro de lo infinito. Los abismos de
lo inconsciente se abren en nosotros, mostrndonos la sima de donde salimos,
las alturas vertiginosas a que aspiramos. Embelesados ante esta inmensidad,
pero atemorizados del viaje, deseamos no existir ms, llamamos al Nirvana!.
Luego, nos damos cuenta de que esta debilidad es lo que el cansancio del
marino presto a soltar el remo en medio de la borrasca. Alguien ha dicho: el
hombre ha nacido en un hueco de onda y no sabe nada del vasto ocano que se
extiende ante l y a sus espaldas. Eso es verdad: pero la mstica trascendente
empuja nuestra barca hacia la cresta de la ola y all, siempre azotados por la
furia de la tempestad, percibimos su ritmo grandioso; y la mirada, midiendo la
bveda del cielo, reposa en la calma del firmamento azul.
La sorpresa aumenta, si, volviendo a las ciencias modernas, nos damos
cuenta de que desde Bacon y Descartes; ellas tienden involuntariamente, pero
de un modo seguro, a volver a las referencias de la antigua teosofa. Sin
abandonar la hiptesis de los tomos, la fsica moderna ha llegado
insensiblemente a identificar la idea de fuerza, lo cual es un paso hacia el
dinamismo espiritualista. Para explicar la luz, el magnetismo, la electricidad,
los sabios han tenido que admitir una materia sutil y absolutamente
imponderable, que llena el espacio y penetra todos los cuerpos, materia que
han llamado ter, lo que significa una aproximacin a la antigua idea teosfica
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del alma del mundo, en cuanto a la impresionabilidad, a la inteligente
docilidad de esa materia, resalta de un reciente experimento que prueba la
transmisin del sonido por la luz, de todas las ciencias, las que parecen haber
puesto en mayor apuro al espiritualismo son la zoologa comparada y la
antropologa. En realidad, ellas han sido sus servidoras, mostrando la ley y el
modo de intervencin del mundo inteligible en el mundo animal. Darwin dio
el golpe de gracia a la idea infantil de la creacin segn la teologa primaria.
En este aspecto, no hizo otra cosa que volver a las ideas de la antigua teosofa.
Pitgoras haba ya dicho: el hombre es pariente del animal. Darwin mostr
las leyes a que obedece la naturaleza para ejecutar el plan divino, leyes
instrumentales que son: la lucha por la vida, la herencia y la seleccin natural.
El prob la variabilidad de las especies, redujo su nmero por la clasificacin,
y estableci su jerarqua. Pero sus discpulos, los tericos del transformismo
absoluto, que han querido hacer salir todas las especies de un solo prototipo y
hacen depender su aparicin de las nicas influencias de los medios, han
forzado los hechos en favor de una concepcin puramente externa y
materialista de la naturaleza. No; los medios no explican las especies, como
las leyes fsicas no explican las leyes qumicas, como la qumica no explica el
principio evolutivo de vegetal, ni ste el principio evolutivo de los animales.
En cuanto a las grandes familias de animales, ellas corresponden a los tipos
eternos de la vida, signos del Espritu que marcan la escala de la conciencia.
La aparicin de los mamferos despus de los reptiles y pjaros no tiene razn
de ser en un cambio de medio terrestre; ste no es ms que la condicin. Esto
supone una nueva embriogenia; por consiguiente, una fuerza intelectual y
anmica nueva, obrando dentro y en el fondo de la naturaleza, que nosotros
llamamos el ms all relativamente a la percepcin de los sentidos. Sin esta
fuerza intelectual y anmica, no se explicar tan slo la aparicin de una clula
organizada en el mundo inorgnico. En fin, el hombre, que resume y corona la
serie de los seres, revela todo el pensamiento divino por la armona de los
rganos y la perfeccin de la forma, efigie viva del alma universal, de la
inteligencia activa. Condensando todas las leyes de la evolucin y toda la
naturaleza en su cuerpo, l la domina y se eleva sobre ella, para entrar, por la
conciencia y por la libertad, en el reino infinito del Espritu. La psicologa
experimental apoyada sobre la fisiologa, que tiende desde el principio del
siglo a volver a ser una ciencia, ha conducido a los sabios contemporneos
hasta el prtico de un mundo distinto, el mundo propio del alma, donde, sin
que las analogas cesen, rigen nuevas leyes. Oigo hablar de los estudios y
certificaciones mdicas de este siglo sobre el magnetismo animal, el
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sonambulismo y todos los estados de alma diferentes del de la vigilia, desde el
sueo lcido a travs de la doble vista, hasta el xtasis. La ciencia moderna no
ha hecho an ms que tanteos en este terreno, donde la ciencia de los templos
antiguos haba sabido orientarse, porque posea los principios y las claves
necesarias. No es menos cierto que aqulla ha descubierto todo un orden de
hechos que le han parecido extraos, maravillosos, inexplicables, porque
contradicen claramente las teoras materialistas bajo el imperio de las que se
ha habituado a pensar y experimentar. Nada ms instructivo que la
incredulidad indignada de ciertos eruditos materialistas ante todos los
fenmenos que tienden a probar la existencia de un mundo Invisible y
espiritual. Hoy si se le ocurre a alguien probar la existencia del alma,
escandaliza a la ortodoxia del atesmo, como antes se escandalizaba a los
ortodoxos de la Iglesia al negar a Dios. No se arriesga ya la vida, es verdad,
pero se arriesga la reputacin. - De todos modos, lo que resalta del ms simple
fenmeno de sugestin mental a distancia y por el pensamiento puro,
fenmeno comprobado mil veces en los anales del magnetismo, (Vase el
hermoso libro de M. Ochorowitz sobre la sugestin mental) es la accin del
espritu y la voluntad fuera de las leyes fsicas del mundo visible. La puerta de
lo Invisible est, pues, abierta -En los altos fenmenos del sonambulismo, este
mundo se abre por completo. Pero me detengo aqu, slo en lo que est
comprobado por la ciencia oficial.
Si pasamos de la psicologa experimental y objetiva a la psicologa
ntima y subjetiva de nuestro tiempo, que se expresa por la poesa, msica y
literatura, vemos que un inmenso soplo de esoterismo inconsciente las penetra.
Nunca la aspiracin a la vida espiritual, al mundo invisible, rechazado por las
teoras materialistas de los sabios y por la opinin general, ha sido ms seria y
ms real. Se ve esta aspiracin en los lamentos, en las dudas, en las negras
melancolas y hasta en las blasfemias de nuestros escritores naturalistas y de
nuestros poetas decadentes. Jams tuvo el alma humana un sentimiento ms
profundo de la insuficiencia, de la miseria, de lo Irreal de su vida presente;
jams aspir de ms ardiente modo a lo invisible del ms all, sin llegar a
creer en su existencia. A veces hasta llega su intuicin a formular verdades
trascendentes, que no forman parte del sistema admitido por la razn, que
contradicen sus opiniones de superficie y que son involuntarias fulguraciones
de su conciencia oculta. Citar como prueba el pasaje de un pensador poco
comn, que ha sentido toda la amargura y toda la soledad moral de este
tiempo. Cada esfera del ser, dice Frdric Amiel, tiende a una esfera ms
elevada y tiene ya de ellas revelaciones y presentimientos. El ideal, bajo todas
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sus formas, es la anticipacin, la visin proftica de esa existencia superior a
la suya, a la que cada ser aspira siempre. Esa existencia superior en dignidad,
es ms Interior por su naturaleza, es decir, ms espiritual. Como los volcanes
nos traen los secretos del interior por su naturaleza, es decir, ms espiritual.
Como los volcanes nos traen los secretos del interior del globo, el entusiasmo,
el xtasis, con explosiones pasajeras de ese mundo interior del alma, y la vida
humana no es ms que la preparacin y el advenimiento a esa vida espiritual.
Los grados de la iniciacin son innumerables. Vela, pues, discpulo de la vida,
crislida de un ngel, trabaja en tu florescencia futura, pues la Odisea divina
no es ms que una serie de metamorfosis ms y ms etreas, en que cada
forma, resultado de las precedentes, es la condicin de las que sigue. La vida
divina es una serie de muertes sucesivas, donde el espritu arroja sus
imperfecciones y sus smbolos y cede a la atraccin creciente del centro de
gravitacin inefable, del sol de la Inteligencia y del amor. Habitualmente,
Amiel slo era un hegeliano muy Inteligente, un moralista superior. El da que
escribi estas lneas inspiradas, fue profundamente tesofo, pues no se podra
exponer, de un modo ms profundo y luminoso, la esencia misma de la verdad
esotrica.
Estos extractos bastan para demostrar que la ciencia y el espritu
moderno se preparan, sin saberlo y sin quererlo, a una reconstitucin de la
antigua teosofa con instrumentos ms preciosos y sobre una base ms slida.
Segn la expresin de Lamartine, la humanidad es un tejedor que trabaja
hacia atrs en la trama del tiempo. Da llegar en que pasando del otro lado
del lienzo, contemplar el cuadro magnfico y grandioso, que ella misma haba
tejido durante siglos con sus propias manos sin ver otra cosa que el embrollo
de los hilos entrecruzados. Aquel da saludar a la Providencia en s misma
manifestada. Entonces se confirmarn las palabras de un escritor hermtico
contemporneo, y no parecern demasiado audaces a los que han penetrado
bastante profundamente en las tradiciones ocultas para sospechar sus
maravillosa unidad: La doctrina esotrica no es solamente una ciencia, una
filosofa, una moral, una religin. Ella es la ciencia, la filosofa, la moral y la
religin, de que todas las otras no son ms que preparaciones o
degeneraciones, expresiones parciales o falsedades, segn que a ella se
encaminan o de ella se desvan. (The perfect way of finding Christ, por
Anna Kingsford y Maltland. Londres, 1882).
Lejos de m el vano pensamiento de haber dado de esta ciencia de las
ciencias una demostracin completa. Se precisara, no menos que el edificio
de las ciencias conocidas y desconocidas, reconstituidas en su cuadro
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jerrquico y reorganizadas en el espritu del esoterismo. Todos los que creo
haber probado es que la doctrina de los Misterios est en las fuentes de nuestra
civilizacin; que ella ha creado las grandes religiones, lo mismo arias que
semticas; que el cristianismo conduce al progreso del gnero humano por su
reserva esotrica; que la ciencia moderna tiende a lo mismo providencialmente
por el conjuro de su marcha, y que, en fin, ciencia y religin deben volverse a
encontrar, como en su puerto de conjuncin, en su sntesis.
Se puede decir que all donde se halla un fragmento cualquiera de la
doctrina esotrica, sta existe virtualmente en su totalidad, puesto que cada
una de sus partes presupone o engendra las otras. Los grandes sabios, los
verdaderos profetas, todos la han posedo, y los del porvenir la poseern como
los del pasado. La luz puede ser ms o menos intensa, pero siempre es la
misma luz. La forma, los detalles, las aplicaciones, pueden variar hasta el
Infinito; el fondo, es decir, los principios y el fin, nunca. En este libro se
encontrar una especie de desarrollo gradual, de revelacin sucesiva de la
doctrina en sus diversas partes, y ello a travs de todos los grandes iniciados,
de los que cada uno representa una de las grandes religiones que han
contribuido a la constitucin de la humanidad actual; cuya serie marca la lnea
de evolucin descrita por ella en el presente ciclo desde el antiguo Egipto y los
primeros tiempos arios. Se la ver, pues, salir, no de una exposicin abstracta
y escolstica, sino del alma en fusin de esos grandes inspirados y de la accin
viva de la historia. En esta serle, Rama no hace ver ms que las proximidades
del templo. Krishna y Hermes dan la clave. Moiss, Orfeo y Pitgoras,
muestran el interior. Jesucristo representa el santuario.
Este libro ha salido, todo entero, de una sed ardiente por la verdad
superior, total, eterna, sin la que las verdades parciales no son ms que una
ficcin. Me comprendern aquellos que tienen, como yo, la conciencia de que
el momento presente de la historia, con sus riquezas materiales, no es ms que
un triste desierto desde el punto de vista del alma y de sus Inmortales
aspiraciones. La hora es de las ms graves y las consecuencias extremas del
agnosticismo comienzan a hacerse sentir por la desorganizacin social. Se
trata para nuestra Francia, como para Europa, de ser o de no ser. Se trata de
asentar sobre sus bases indestructibles, las verdades centrales, orgnicas, o de
desembocar definitivamente en el abismo del materialismo y de la anarqua.
La Religin y la Ciencia, estos guardianes supremos de la civilizacin,
han perdido una y otra su don supremo, su magia, la de la grande y fuerte
educacin. Los templos de la India y del Egipto han producido los ms
grandes sabios de la tierra. Los templos griegos han moldeado hroes y poetas.
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Los apstoles de Cristo han sido mrtires sublimes y han hecho brotar otros
mil. La Iglesia de la Edad Media, a pesar de su teologa primaria, ha hecho
santos y caballeros porque crea, y por intervalos el espritu de Cristo
palpitaba en ella. Hoy, ni la Iglesia aprisionada en su dogma, ni la Ciencia
encerrada en la materia, saben hacer hombres completos. El Arte de crear y de
formar las almas se ha perdido, y no se volver a encontrar hasta tanto que la
Ciencia y la Religin, refundidas en una fuerza viva, se apliquen juntas y de
comn acuerdo al bien y la salvacin de la humanidad. Para eso, la Ciencia no
tiene que cambiar de mtodo, sino extender su dominio; ni el cristianismo de
tradicin, sino de tratar de entender los orgenes, el espritu y el alcance.
Ese tiempo de regeneracin intelectual y de transformacin social,
llegar, de ello estamos seguros. Ya presagios ciertos lo anuncian. Cuando la
Ciencia sepa, la Religin podr, y el Hombre laborar con una nueva energa.
El Arte de la vida y todas las Artes no pueden renacer ms que por su mutuo
acuerdo.
Pero, entretanto, Qu hacer en estos tiempos que parecen el descenso
en una sima sin fondo, con un crepsculo amenazador, precisamente cuando
su principio haba parecido el ascenso hacia las libres cumbres, bajo una
brillante aurora?. La fe, ha dicho un gran doctor, es el valor del espritu que se
lanza adelante, seguro de encontrar la verdad. Esa fe no es la enemiga de la
Razn, sino su antorcha; es la de Cristbal Coln y de Galileo, que desea la
prueba y la objecin, provando e ripovando, y es la sola posible en el da.
Para los que la han perdido de un modo irrevocable, y son muchos porque el ejemplo ha venido de arriba -, el camino es fcil y est
completamente trazado; seguir la corriente del da, sufrir a su siglo en vez de
luchar contra l, resignarse a la duda y a la negacin, consolarse de todas las
miserias humanas y de los prximos cataclismos con una sonrisa de desdn, y
recubrir la nada profunda de las cosas - en que slo se cree - con un velo
brillante que se adorna con el hermoso nombre de ideal, pensando al mismo
tiempo que ste no es ms que una quimera til.
En cuanto a nosotros, pobres seres perdidos, que creemos que el Ideal es
la sola Realidad y la sola Verdad en medio de un mundo cambiante y fugitivo;
que creemos en la sancin y el cumplimiento de sus promesas, en la historia
de la humanidad como en la vida futura; que sabemos que esa sancin es
necesaria; que ella es la recompensa de la fraternidad humana, como la razn
del Universo y la lgica de Dios; - para nosotros, que tenemos esa conviccin,
slo hay un partido, que debemos abrazar: afirmemos esa Verdad sin temor y
tan alto como sea posible; echmonos por ella y con ella en la palestra de la
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accin, y por encima de la batalla confusa, tratemos de penetrar por la
meditacin y la Iniciacin individuales, en el Templo de las Ideas inmutables,
para armarnos all con los principios infrangibles.
Es lo que he tratado de hacer en este libro, esperando que otros me
sigan y lo hagan mejor que yo.

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LIBRO PRIMERO
RAMA
EL CICLO ARIO
Zoroastro pregunt a Ormuzd, el gran
creador: Quin es el primer hombre que
habl contigo?.
Ormuzd respondi: Es el hermano
Yima, el que estaba a la cabeza de los
Valientes.
Yo le he dicho que vele sobre los
mundos que me pertenecen y le di una espada
de oro, una espada de victoria.
Y Yima avanz por el camino del Sol
y reuni los hombres valerosos en el clebre
Airyana-Vaja, oreado puro.
Zend Avesta (Vendidad-Sad, 2 Fargard).
Oh, Agni!. Fuego sagrado!. Fuego
purificador!. T que duermes en el leo y
subes en llamas brillantes sobre el altar, t
eres el corazn del sacrificio, el vuelo osado
de la plegaria, la chispa escondida en todas las
cosas y el alma gloriosa del Sol.
Himno vdico.

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I
LAS RAZAS HUMANAS Y LOS ORGENES
DE LA RELIGIN
El Cielo es mi Padre, l me ha engendrado. Tengo por familia todo
este acompaamiento celeste. Mi Madre es la gran Tierra. La parte ms alta
de su superficie es su matriz; all el Padre fecunda el seno de aqulla, que es
su esposa y su hija.
He ah lo que cantaba, hace cuatro o cinco mil aos, delante de un altar
de tierra donde flameaba un fuego de hierbas secas, el poeta vdico. Una
adivinacin profunda, una conciencia grandiosa respira en esas palabras
extraas. Ellas encierran el secreto del doble origen de la humanidad. Anterior
y superior a la tierra es el tipo divino del hombre; celeste es el origen de su
alma. Pero su cuerpo es el producto de los elementos terrestres fecundados por
una esencia csmica. Los besos de Uranos y de la gran Madre significan, en
el lenguaje de los Misterios, las lluvias de almas o de mnadas espirituales,
que vienen a fecundar los grmenes terrestres: los principios organizadores, sin
los que la materia slo sera una masa inerte y difusa. La parte ms alta de la
superficie terrestre, que el poeta vdico llama la matriz de la Tierra, designa
los continentes y las montaas, cuna de las razas humanas. En cuanto al cielo,
Varuna, el Urano de los griegos, representa el orden invisible, hiperfsico,
eterno e intelectual, que abraza todo el Infinito del Espacio y del Tiempo.
En este captulo slo nos ocuparemos de los orgenes terrestres de la
humanidad segn las tradiciones esotricas, confirmadas por la ciencia
antropolgica y etnolgica de nuestros das.
Las cuatro razas que comparten actualmente el Globo son hijas de tierras
y zonas distintas. Por creaciones sucesivas, lentas elaboraciones de la tierra en
su crisol, los continentes han emergido de los mares a intervalos de tiempo
considerables, que los sacerdotes antiguos de la India llamaban ciclos
antediluvianos. A travs de millares de aos, cada continente ha engendrado su
flora y su fauna, coronada por una raza humana de color diferente.
El continente austral, tragado por el ltimo gran diluvio, fue la cuna de
la raza roja primitiva, de la que los Indios de Amrica no son ms que los
restos, derivados de los trogloditas que se salvaron en los picos de los montes,
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cuando el continente se hundi. El frica es la madre de la raza negra llamada
etipica por los griegos. El Asia ha elaborado la raza amarilla que se conserva
en China. La ltima en nacer, la raza blanca, sali de los bosques de Europa,
entre las tempestades del Atlntico y las brisas del Mediterrneo. Todas las
variedades humanas resultan de las mezclas, de las combinaciones, de
generaciones o selecciones de esas cuatro grandes razas. En los ciclos
anteriores, la roja y la negra han reinado sucesivamente por medio de potentes
civilizaciones que han dejado huellas en las construcciones ciclpeas y en la
arquitectura de Mxico. Los templos de la India y Egipto tenan acerca de esas
civilizaciones desvanecidas, cifras y tradiciones escasas. En nuestro ciclo la raza
blanca domina, y si se mide la antigedad probable del Egipto y la India, se
har remontar su preponderancia a siete u ocho mil aos. (Esa divisin de la
humanidad en cuatro razas sucesivas y originarias, era admitida por los
ms antiguos sacerdotes de Egipto. Ellas estn representadas por cuatro
figuras de tipos y tez diferentes en las pinturas de la tumba de Setis I en
Tebas. La raza roja lleva el nombre de Rot; la raza asitica, de piel
amarilla, el de Aruc; la africana o negra, el de Halasiu; la lbico-europea
o blanca, de cabellos rubios, es de Tamahu. - Lenormant, Histoire des
peuples dOrient, c. I.)
Segn las tradiciones brahmnicas, la civilizacin ha comenzado sobre la
tierra hace cincuenta mil aos, con la raza roja, sobre el continente austral,
cuando Europa entera y parte del Asia estaban an bajo el agua. Esas
mitologas hablan tambin de una raza de gigantes anterior. Se han
encontrado en ciertas cavernas del Thibet, osamentas humanas gigantescas,
cuya conformacin semeja ms al mono que al hombre. Ellas se relacionan con
una humanidad primitiva, intermedia, aun vecina de la animalidad, que no
posea ni lenguaje articulado, ni organizacin social, ni religin. Porque estas
tres cosas brotan siempre a la par: y ese es el sentido de aquella notable
trada brdica que dice: Tres cosas son primitivamente contemporneas: Dios,
la luz y la libertad. Con el primer balbuceo de la palabra naci la sociedad y la
sospecha vaga de un orden divino. Es el soplo de Jehovah en la boca de Adn,
el verbo de Hermes, la ley del primer Man, el fuego de Prometeo. Un Dios
palpita en la fauna humana. La raza roja, ya lo hemos dicho, ocupaba el
continente astral, hoy sumergido, llamado Atlntida por Platn, segn las
tradiciones egipcias. Un gran cataclismo le destruy en parte y dispers sus
restos. Varias razas polinsicas, al igual que los Indios de la Amrica del Norte y
los Aztecas que Hernn Corts encontr en Mxico, son los supervivientes de
la antigua raza roja, cuya civilizacin, perdida para siempre, tuvo sus das de
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gloria y de esplendor materiales. Todos esos pobres retrasados llevan en sus
almas la incurable melancola de las viejas razas que mueren sin esperanza.
Despus de la raza roja, la raza negra domin sobre el globo. Hay que
buscar su tipo superior, no en el negro degenerado, sino en el abisinio y el
nubio, en quienes se conserva el molde de esta raza llegada a su apogeo. Los
negros invadieron el sur de Europa en tiempos prehistricos y fueron
rechazados por los blancos. Su recuerdo se ha borrado completamente de
nuestras tradiciones populares. Sin embargo, han dejado dos huellas
indelebles: horror al dragn que fue el emblema de sus reyes y la idea de que
el diablo es negro. Los negros devolvieron el insulto a la raza rival haciendo
blanco a su diablo. En los tiempos de su soberana, los negros tuvieron centros
religiosos en el Alto Egipto y la Judea. Sus ciudades ciclpeas coronaban las
montaas del Cucaso, de frica y del Asia central. Su organizacin social
consista en una teocracia absoluta. En la cima, sacerdotes temidos como
dioses; abajo, tribus revoltosas, sin familia reconocida, las mujeres esclavas.
Esos sacerdotes tenan conocimientos profundos, el principio de la unidad
divina del universo y el culto de los astros que, bajo el nombre de sabesmo, se
infiltr entre los pueblos blancos. (Vanse los historiadores rabes, as como
Abul-Ghari, historia genealgica de los Trtaros, y Mohammed-Mosen,
historiador de los Persas. William Jones, Asiatic Research, L Discours sur
les Tartares et les Penans).
Pero entre la ciencia de los sacerdotes negros y el fetichismo grosero de
las masas no haba punto intermedio, arte idealista, mitologa sugestiva. Por
lo dems, una industria ya sabia, el arte de manejar piedras colosales y de
fundir los metales en hornos inmensos en que se haca trabajar a los
prisioneros de guerra. En esta raza poderosa por la resistencia fsica, la
energa pasional y la capacidad de asimilacin, la religin fue, pues, el reino
de la fuerza por el terror. La Naturaleza y Dios no aparecieron casi a la
conciencia de esos pueblos-nios ms que bajo la forma del dragn, del
terrible animal antediluviano que los reyes hacan pintar en sus banderas y los
sacerdotes esculpan en la puerta de sus templos.
Si el sol de frica ha incubado la raza negra, se dira que los hielos del
polo rtico han visto la florescencia de la raza blanca. Son los Hiperbreos de
que habla la mitologa griega. Esos hombres de cabellos rojos, de ojos azules,
vinieron del Norte a travs de las selvas, iluminadas por auroras boreales,
acompaados por perros y renos, mandados por jefes temerarios y animados,
empujados por mujeres videntes. Cabellos de oro y ojos de azul: colores
predestinados. Esa raza deba inventar el culto del sol y del fuego sagrado y
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traer al mundo la nostalgia del cielo. Tan pronto ella se rebela contra ste
hasta quererle escalar, como se prosternar ante sus esplendores en una
adoracin absoluta.
Como las otras, la raza blanca tuvo que libertarse del estado salvaje
antes de adquirir conciencia de s misma. Tiene ella por signos distintivos el
gusto de la libertad individual, la sensibilidad reflexiva que crea el poder de la
simpata, y el predominio del intelecto, que da a la imaginacin un sello
idealista y simblico. La sensibilidad anmica trajo la afeccin, la preferencia
del hombre por una mujer; de ah la tendencia de esta raza a la
monogamia, el principio conyugal y la familia. La precisin de libertad,
unida a la sociabilidad, cre el clan con su principio electivo. La
imaginacin ideal cre el culto de los antepasados, que forma la raz y el
centro de la religin de los pueblos blancos. El principio social y poltico, se
manifiesta el da que un cierto nmero de hombres semisalvajes, ante el
ataque de enemigos, se renen instintivamente y eligen al ms fuerte y ms
inteligente entre ellos, para defenderles y mandarles: aquel da la sociedad
naci. El jefe es un rey en germen; sus compaeros, nobles futuros; los
viejos deliberantes, pero incapaces de andar, de la fatiga, forman ya una
especie de Senado o asamblea de ancianos. Pero Cmo naci la religin?.
Se ha dicho que era el temor del hombre primitivo ante la Naturaleza. Pero
el temor nada de comn tiene con el respeto y el amor: aqul no liga el
hecho a la idea, lo visible a lo invisible, el hombre a Dios. Mientras que el
hombre slo tembl ante la Naturaleza, no fue an un hombre. Lo fue slo
el da que asi el lazo que le relacionaba al pasado y al porvenir, a algo de
superior y bienhechor, y donde l ador esa misteriosa incgnita. Pero
cmo ador l por vez primera?.
Fabre dOlivet lanza una hiptesis eminentemente genial y sugestiva
sobre el modo de establecer el culto a los antepasados en la raza blanca.
(Histoire philosophique du genre humain, tomo I). En un clan belicoso, dos
guerreros rivales se querellan. Furiosos, van a matarse, ya han llegado a las
manos. En ese momento, una mujer con el cabello en desorden se interpone
entre los dos y los separa. Es la hermana de uno y la mujer del otro. Sus ojos
arrojan llamas, su voz tiene el acento del mando. Ella dice en frases
entrecortadas, incisivas, que ha visto en la selva al Antepasado de la raza, el
guerrero victorioso de tiempos remotos, el heroll que se le ha aparecido. l
no quiere que dos guerreros hermanos luchen, sino que se unan contra el
enemigo comn.Es la sombra del gran Abuelo, el heroll me lo ha dicho,
clama la mujer exaltada; l me ha hablado!. Le he visto! Lo que ella dice,
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lo cree. Convencida, convence. Emocionados, admirados y como abrumados
por una fuerza invencible, los adversarios reconciliados se dan la mano y miran
a esa mujer inspirada como una especie de divinidad.
Inspiraciones tales, seguidas de bruscas reacciones, debieron producirse
en gran nmero y bajo formas muy diferentes en la vida prehistrica de la raza
blanca. En los pueblos brbaros, la mujer es quien, por su sensibilidad
nerviosa, presiente antes lo oculto, afirma lo invisible. Que se considere ahora
cules seran las consecuencias inesperadas y prodigiosas de un acontecimiento
semejante al que hemos relatado. En el clan, en la tribu, todos hablan del hecho
maravilloso. La encina, donde la mujer inspirada ha visto la aparicin, se
convierte en rbol sagrado. Se la conduce all de nuevo; y, bajo la influencia
magntica de la luna, que la coloca en un estado visionario, contina
profetizando en nombre del gran Abuelo. Pronto esta mujer y otras semejantes,
de pie sobre las rocas, en medio d los claros del bosque, al ruido del viento y
del ocano, evocarn las almas difanas de los antepasados ante las multitudes
palpitantes, que las vern, o creern verlas, atradas por mgicos encantos en
las brumas flotantes de las transparencias lunares. El ltimo de los grandes
celtas, Ossin, evocar a Fingal y sus compaeros en las nubes compactas.
As, en el origen mismo de la vida social, el culto de los antepasados se
establece en la raza blanca. El gran antepasado llega a ser el Dios de la tribu.
He ah el comienzo de la religin.
Pero eso no es todo. Alrededor de la profetisa se agrupan ancianos que la
observan en sus sueos lcidos, en sus xtasis profticos. Ellos estudian sus
estados diversos, finalizan sus revelaciones, interpretan sus orculos. Notan
ellos que cuando profetiza en el estado visionario, su cara se transfigura, su
palabra se vuelve rtmica y su voz elevada profiere sus orculos cantando una
meloda grave y significativa. (Todos los que han visto una verdadera
sonmbula, han quedado admirados de la singular exaltacin
intelectual que se produce en su sueo lcido. Para aquellos que no han
sido testigos de tales fenmenos y que duden de ellos, citaremos un
pasaje del clebre David Strauss, que no puede ser sospechoso de
supersticin. El vio en casa de su amigo el doctor Justinus Kerner a la
clebre vidente de Prvorst y la describe as: Poco despus, la visionaria
cay en un sueo magntico. Contempl por vez primera el espectculo
de ese estado maravilloso, y, puedo decirlo, en su ms pura y bella
manifestacin. Era una cara con expresin de sufrimiento, pero elevada y
tierna como inundada de un rayo celeste: una palabra pura, solemne,
musical, una espede de recitado; una abundancia de sentimientos que
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desbordaban y que se hubieran podido comparar a bandas de nubes, tan
pronto luminosas como sombras, resbalando sobre su alma, o tambin a
brisas melanclicas y serenas impregnadas en las cuerdas de una maravillosa
arpa eoliana. (Trad. R. Lindau. Biographie genrale: art. Kerner).
De ah el verso, la estrofa, la poesa y la msica, cuyo origen pasa por
divino en todos los pueblos de raza aria. La idea de la revelacin no poda
producirse ms que a propsito de hechos de este orden. Al mismo tiempo
vemos brotar la religin y el culto, los sacerdotes y la poesa.
En Asia, en el Irn y en la India, donde los pueblos de raza blanca
fundaron las primeras civilizaciones arias, mezclndose a pueblos de color
diferente, los hombres adquirieron pronto supremaca sobre las mujeres en
cuestiones de inspiracin religiosa. All no omos hablar ms que de sabios, de
rishis, de profetas. La mujer rechazada, sometida, ya no es sacerdotisa ms
que del hogar. Pero en Europa la huella del papel preponderante de la mujer
se encuentra en los pueblos de igual origen, que fueron brbaros durante
millares de aos. Aparece en la Pitonisa escandinava, en la Voluspa del Edda,
en las druidas clticas, en las mujeres adivinadoras que acompaan a los
ejrcitos germanos y decidan sobre el da de las batallas, (Vase la ltima
batalla entre Ariovisto y Cesar en los Comentarios de ste) y hasta en las
Bacantes tracias que sobrenadan en la leyenda de Orfeo. La Vidente
prehistrica se contina con la Pythia de Delfos.
Las profetisas primitivas de la raza blanca se organizaron en colegios de
druidesas, bajo la vigilancia de los ancianos instruidos o druidas, los hombres
de la encina. Ellas fueron al principio bienhechoras. Por su intuicin, su
adivinacin, su entusiasmo, dieron un vuelo inmenso a la raza que estaba slo
en el comienzo de su lucha, varias veces secular, contra los negros. Pero la
corrupcin rpida y los enormes abusos de esta institucin eran inevitables.
Sintindose dueas de los destinos de los pueblos, las druidesas quisieron
dominarlos a toda costa. Faltndoles la inspiracin, quisieron dominar por el
terror. Exigieron los sacrificios humanos e hicieron de ellos un elemento
esencial de su culto. Los instintos heroicos de su raza los favorecan. Los
Blancos eran valientes; sus guerreros despreciaban la muerte; a la primera
llamada venan voluntariamente y por bravata a colocarse bajo el cuchillo de
las sanguinarias sacerdotisas. Por medio de hecatombes humanas se lanzaban
los vivos hacia los muertos como mensajeros, y se crea obtener as los favores
de los antepasados. Esa amenaza perpetua, colocada sobre la cabeza de los
primeros jefes por boca de las profetisas y de los druidas, se volvi entre sus
manos un formidable instrumento de dominio.
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Primer ejemplo de la perversin que sufren fatalmente los ms nobles
instintos de la naturaleza humana, cuando no son dirigidos por una sabia
autoridad, encaminados al bien por una conciencia superior. Dejada al azar
de la ambicin y la pasin personal, la inspiracin degenera en supersticin, el
valor en ferocidad, la idea sublime del sacrificio en instrumento de tirana, en
explotacin prfida y cruel.
Pero la raza blanca estaba an en su infancia violenta y loca.
Apasionada en la esfera anmica, deba atravesar otras muchas y sangrientas
crisis. Acababa de ser despertada por los ataques de la raza negra, que
comenzaba a invadir el sur de Europa. Lucha desigual al principio. Los
Blancos medio salvajes, salidos de sus bosques y habitaciones lacustres, no
tenan otro recurso que sus arcos, sus lanzas y sus flechas con puntas de
piedra. Los Negros tenan armas de hierro, armaduras de bronce, todos los
recursos de una civilizacin industriosa y sus ciudades ciclpeas. Aplastados en
el primer choque, los Blancos llevados cautivos empezaron a ser en masa
esclavos de los Negros, que les forzaron a trabajar la piedra y a llevar el
mineral a sus hornos. Pero algunos cautivos escapados llevaron a su patria
los usos, las artes y fragmentos de ciencia de sus vencedores. Aprendieron
ellos de los Negros dos cosas capitales: la fundicin de los metales y la escritura
sagrada, es decir, el arte de fijar ciertas ideas por medio de signos misteriosos y
jeroglficos sobre pieles de animales, sobre piedra o corteza de fresnos; de ah
las runas de los celtas. El metal fundido y forjado era el instrumento de la
fuerza; la escritura sagrada fue el origen de la ciencia y de la tradicin
religiosa. La lucha entre la raza blanca y la raza negra oscil durante siglos
desde los Pirineos al Cucaso y desde el Cucaso al Himalaya. La salvacin de
los Blancos se debi a sus selvas, donde, como las fieras, podan esconderse
para salir de nuevo en el momento oportuno. Enardecidos, aguerridos, mejor
armados de siglo en siglo, los arrojaron de las costas de Europa e invadieron a
su vez todo el norte de frica y el centro de Asia, ocupada por tribus
diversas.
La mezcla de las dos razas se oper de dos modos distintos, por
colonizacin pacfica o por conquista belicosa. Fabre dOlivet, ese maravilloso
vidente del pasado prehistrico de la humanidad, parte de esa idea para emitir
una visin luminosa sobre el origen de los pueblos llamados semticos y de los
pueblos arios. All donde los colonos blancos se haban sometido a los pueblos
negros aceptando su dominacin y recibiendo de sus sacerdotes la iniciacin
religiosa, all se formaron los pueblos semticos, como los Egipcios
anteriores a Menes, los rabes, los Fenicios, los Caldeos y los Judos. Las
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civilizaciones arias, al contrario, se formaron all donde los Blancos haban
reinado sobre los Negros por la guerra o la conquista, como los Iranios, los
Hindes, los Griegos, los Etruscos. Agreguemos a esto que bajo la
denominacin de pueblos arios comprendemos tambin a todos los pueblos
blancos que haban quedado en estado salvaje y nmada en la antigedad,
tales como los Escitas, los Getas, los Srmatas, los Celtas y ms tarde los
Germanos. Por este medio pudiera explicarse la diversidad fundamental de
las religiones y tambin de la escritura en esas dos grandes categoras de
naciones. Entre los Semitas, donde la intelectualidad de la raza negra domin
al principio, se nota, sobre la idolatra popular, una tendencia al monotesmo,
el principio de la unidad del Dios oculto, absoluto y sin forma que fue uno
de los dogmas esenciales de los sacerdotes de la raza negra y de su
iniciacin secreta. Entre los Blancos vencedores, o conservadores puros, se
nota, al contrario, la tendencia al (politesmo, a la mitologa, a la
personificacin de la divinidad, que proviene de su amor a la Naturaleza y
de su culto apasionado por los antepasados.
La diferencia principal entre la manera de escribir de los Semitas y los
Arios, se explicar por la misma causa. Por qu todos los pueblos semitas
escriben de derecha a izquierda, y los arios de izquierda a derecha?. La razn
que de ello da Fabre dOlivet es tan curiosa como original, y evoca ante
nuestros ojos una verdadera visin de ese pasado perdido.
Todo el mundo sabe que en los tiempos prehistricos no haba escritura
vulgar. El uso de ella no se generaliz hasta la escritura fontica o arte de
figurar por letras el sonido mismo de las palabras. Pero la escritura jeroglfica,
o arte de representar las cosas por signos cualesquiera, es tan vieja como la
civilizacin humana. Y siempre en esos tiempos primitivos, fue el privilegio del
sacerdocio, como funcin religiosa y primitivamente como inspiracin divina.
Cuando en el hemisferio austral, los sacerdotes de la raza negra o meridional
trazaban sobre pieles de animales o sobre tablas de piedra sus signos
misteriosos, tenan por costumbre volverse hacia el polo sur; su mano se diriga
hacia el Oriente, fuente de luz. Escriban, pues, de derecha a izquierda. Los
sacerdotes de la raza blanca o Septentrional aprendieron la escritura de los
Negros y comenzaron por escribir como ellos. Pero cuando el sentimiento de
su origen se hubo desarrollado con la conciencia nacional y el orgullo de la
raza, inventaron signos propios y en lugar de volverse hacia el Sur, hacia el pas
de los Negros, dieron cara al Norte, el pas de los Antepasados, continuando la
escritura hacia Oriente. Sus caracteres corren, pues, de izquierda a derecha.
De ah la direccin de las runas clticas, del zend, del snscrito, del griego, del
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latn y de todas las escrituras de las razas arias. Ellas corren hacia el Sol,
fuente de la vida terrestre; pero miran al Norte, patria de los antepasados y
fuente misteriosa de las auroras celestes.
La corriente semita y la corriente aria: he ah los dos ros por donde
nos han llegado todas nuestras ideas, mitologas y religiones, artes, ciencias y
filosofas. Cada una de estas corrientes lleva consigo una concepcin
opuesta de la vida, cuya reconciliacin y equilibrio sera la verdad misma.
La corriente semtica contiene los principios absolutos y superiores: la idea
de la unidad y de la universalidad en nombre de un principio supremo que
conduce, en su aplicacin, a la unificacin de la familia humana. La
corriente aria contiene la idea de la evolucin ascendente en todos los
reinos terrestres y supraterrestres, y conduce, en su aplicacin, a la
diversidad infinita de los desarrollos, en nombre de la riqueza de la
Naturaleza y de las aspiraciones mltiples del alma. El genio semita desciende
de Dios al hombre; el genio ario sube del hombre a Dios. El uno se representa
por el arcngel justiciero, que desciende sobre la tierra armado de la espada y
del rayo; el otro por Prometeo, quien tiene en la mano el fuego robado del
cielo y mide el Olimpo con la mirada para transferirlo luego a la tierra.
Nosotros llevamos esos dos genios en nuestro interior. Pensamos y
obramos por turno bajo el imperio de uno u otro. Pero estn entretejidos, no
fundidos en nuestra intelectualidad. Ellos se contradicen y se combaten en
nuestros ntimos sentimientos y en nuestros pensamientos sutiles, como en
nuestra vida social y en nuestras instituciones. Ocultos bajo formas mltiples,
que se podran resumir bajo los nombres genricos de espiritualismo y
naturalismo, dominan nuestras discusiones y nuestras luchas. Irreconciliables e
invencibles los dos, quin los unir?. Y sin embargo, el avance, la salvacin de
la humanidad dependen de su conciliacin y de su sntesis. Por tal razn, en
este libro quisiramos remontarnos hasta la fuente de las dos corrientes, al
nacimiento de los dos genios. Sobre las luchas histricas, las guerras religiosas,
las contradicciones de los textos sagrados, pasaremos al interior de la
conciencia misma de los fundadores y de los profetas que dieron a las
religiones su movimiento inicial. Ellos tuvieron la intencin profunda y la
inspiracin de lo alto, la luz viva que da la accin fecunda. S, la sntesis
preexista en ellos. El rayo divino palideci y se oscureci entre sus sucesores;
pero reaparece, brilla, cada ver que desde un punto cualquiera de la historia
un profeta, un hroe o un vidente remonta a su foco. Porque slo desde el
punto de partida se divisa el objetivo. Desde el Sol radiante, el curso de los
planetas.
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Tal es la revelacin en la historia, continua, graduada, multiforme como
la Naturaleza; pero idntica en su manantial, una como la verdad, inmutable
como Dios.
Remontando el curso de la corriente semita, llegamos por Moiss a
Egipto, cuyos templos posean, segn Manetn, una tradicin de 30.000 aos.
Remontando el curso de la corriente aria, llegamos a la India, donde se
desenvolvi la primera grande civilizacin resultante de una conquista de la
raza blanca. La India y Egipto fueron dos madres de religiones. Los dos
pases tuvieron el secreto de la gran iniciacin. Entraremos en sus
santuarios.
Pero sus tradiciones nos hacen remontar ms alto aun, a una poca
anterior, donde los dos genios opuestos de que hemos hablado nos aparecen
unidos en una inocencia primera y en una armona maravillosa. Es la poca
aria primitiva. Gracias a los admirables trabajos de la ciencia moderna,
gracias a la filologa, a la mitologa, a la etnologa comparada, hoy nos es
permitido entrever esa poca. Ella se dibuja a travs de los himnos vdicos,
que no son, sin embargo, ms que su reflejo, con una sencillez patriarcal y
una grandiosa fuerza de lneas, Edad viril y grave que se parece a la edad de
oro que soaron los, poetas. El dolor y la lucha existen sin embargo; pero
hay en los hombres una confianza, una fuerza, una serenidad, que la
humanidad no ha vuelto jams a encontrar.
En la India el pensamiento se har profundo, los sentimientos se
afinarn. En Grecia las pasiones y las ideas se cubrirn con el prestigio del
arte y el vestido mgico de la belleza. Pero ninguna poesa sobrepuja a
ciertos himnos vdicos en elevacin moral, en alteza y amplitud intelectual.
Hay all el sentimiento de lo divino en la Naturaleza, de lo invisible que la
rodea y de la grande unidad que penetra el todo.
Cmo naci civilizacin semejante?. Cmo se desarroll tan alta
intelectualidad en medio de guerras de raza y de la lucha contra la
Naturaleza?. Aqu se detienen las investigaciones y las conjeturas de la
ciencia contempornea. Pero las tradiciones religiosas de los pueblos,
interpretadas en su sentido esotrico, van ms lejos y nos permiten adivinar
que la primera concentracin del ncleo ario en el Irn se hizo por una
especie de seleccin operada en el seno mismo de la raza blanca, bajo la
gida de un conquistador y legislador, que dio a su pueblo una religin y
una ley conformes con el genio de la raza.
En efecto, el libro sagrado de los Persas, el Zend-Avesta, habla de ese
antiguo legislador bajo el nombre de Yima, y Zoroastro, al fundar una
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religin nueva, apela a ese predecesor como al primer hombre a quien
habl Ormuzd, el Dios vivo, como Jesucristo apel a Moiss. El poeta
persa Firdousi llama a ese mismo legislador Djem, el conquistador de los
Negros . En la epopeya india, en el Rmyana, l aparece con el nombre
de Rama, vestido de rey indio, rodeado de los esplendores de una
civilizacin avanzada; pero conserva sus dos caracteres distintos de
conquistador, renovador e iniciado. En las tradiciones egipcias la poca
de Rama es designada por el reino de Osiris, el seor de la luz, que precede al
reino de Isis, la reina de los misterios . En Grecia, en fin, el antiguo hroe
semidis era honrado bajo el nombre de Dionisos, que viene del snscrito
Deva Nahousha, el divino renovador. Orfeo dio ese nombre a la Inteligencia
divina y el poeta Nonnus cant la conquista de la India por Dionisos, segn se
contiene en las tradiciones de Eleusis.
Como los radios de un mismo crculo, todas esas tradiciones designan un
centro comn. Siguiendo su direccin, se puede llegar a l. Entonces por
encima de los Vedas, sobre el Irn de Zoroastro, en el alba crepuscular de la
raza blanca se ve salir de los bosques de la antigua Escitia al primer creador
de la religin aria, ceido con su doble tiara de conquistador y de iniciado,
llevando en su mano el fuego mstico, el fuego sagrado que iluminar a todas
las razas.
A Fabre dOlivet pertenece el honor de haber encontrado ese personaje
(Histoire philosophique du genre humain, tomo I) y de trazar la va luminosa
que a l conduce; siguindola, tratar a mi vez, de evocarle.

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II
LA MISIN DE RAMA
Cuatro o cinco mil aos antes de nuestra era, espesas selvas cubran
an la antigua Escitia, que se extenda desde el Ocano Atlntico a los mares
polares. Los Negros haban llamado a ese continente, que haban visto nacer
isla por isla: la tierra emergida de las olas. Cunto contrastaba con su suelo
blanco, quemado por el Sol, esta Europa de verdes costas, bahas hmedas y
profundas, con sus ros de ensueo, sus sombros lagos y sus brumas adheridas a
los flancos de las montaas!. En las praderas y llanuras herbosas, sin cultivo,
vastas como las pampas, no se oa otra cosa que el grito de las fieras, el
mugido de los bfalos y el galope indmito de las grandes manadas de caballos
salvajes, pasando veloces con la crin al viento. El hombre blanco que habitaba
en esas selvas, no era ya el hombre de las cavernas; poda ya llamarse dueo
de su tierra. Haba inventado los cuchillos y hachas de slex, el arco y la flecha,
la honda y el lazo. En fin, haba encontrado compaeros de lucha, dos amigos
excelentes, incomparables y abnegados, hasta la muerte: el perro y el caballo. El
perro domstico, convertido en guardin fiel de su casa de madera, le haba
dado seguridad en el hogar. Domando al caballo, haba conquistado la tierra,
sometido a los otros animales; haba llegado a ser el rey del espacio. Montados
sobre caballos salvajes, estos hombres rojos recorran la comarca como una
tromba. Heran al oso, al lobo, al auroch, aterrorizaban a la pantera y al len,
que entonces habitaban en nuestros bosques.
La civilizacin haba comenzado; la familia rudimentaria, el clan, la
tribu existan. En todas partes los Escitas, hijos de los Hiperbreos, elevaban a
sus antepasados menhires monstruosos.
Cuando un jefe mora, se enterraban con l sus armas y caballo, a fin,
decan, de que el guerrero pudiese cabalgar sobre las nubes y expulsar al
dragn de fuego en el otro mundo. De ah la costumbre del sacrificio del
caballo que juega un papel tan preponderante en los Vedas y en los
Escandinavos. La religin comenzaba as por el culto a los antepasados.
Los Semitas encontraron al Dios nico el Espritu Universal , en el
desierto, en la cumbre de las montaas, en la inmensidad de los espacios
estelares. Los Escitas y los Celtas encontraron los Dioses, los espritus
mltiples, en el fondo de sus bosques. All oyeron voces, all tuvieron los
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primeros escalofros de lo Invisible, las visiones del ms all. Por esta razn el
bosque encantado o terrible ha quedado como algo querido de la raza
blanca. Atrada por la msica de las hojas y la magia lunar, ella vuelve all
siempre en el curso de las edades, como a su fuente de Juvencia, al templo
de la gran madre Herta. All duermen sus dioses, sus amores, sus misterios
perdidos.
Desde los tiempos ms remotos, mujeres visionarias profetizaban bajo los
rboles. Cada tribu tena su gran profetisa, como la Voluspa de los
Escandinavos con su colegio de druidesas. Pero estas mujeres, al principio
noblemente inspiradas, haban llegado a ser ambiciosas y crueles. Las buenas
profetisas se convirtieron en malas magas. Ellas instituyeron los sacrificios
humanos, y la sangre, de los herolls corra sin cesar sobre los dlmenes, al son
siniestro de los cnticos de los sacerdotes, ante las aclamaciones de los Escitas
feroces.
Entre esos sacerdotes se encontraba un joven en la flor de la edad,
llamado Ram, que se destinaba al sacerdocio, pero cuya alma recogida y
espritu profundo se revelaban contra ese culto sanguinario. El joven druida era
dulce y grave. Haba mostrado desde edad temprana una aptitud singular en
el conocimiento de las plantas, de sus virtudes maravillosas, de sus jugos
destilados y preparados, no menos que para el estudio de los astros y de sus
influencias. Pareca adivinar, ver las cosas lejanas. De ah su autoridad precoz
sobre los viejos druidas. Una grandeza benvola emanaba de sus palabras, de
su ser. Su sabidura contrastaba con la locura de las druidesas, las inspiradoras
de maldiciones, que proferan sus orculos nefastos en las convulsiones del
delirio. Los druidas le haban llamado el que sabe; el pueblo le nombraba
el inspirado de la paz.
Ram, que aspiraba a la ciencia divina, haba viajado por toda la Escitia
y por los pases del Sur. Seducidos por su sabidura personal y su modestia,
los sacerdotes de los Negros le haban hecho copartcipe de sus
conocimientos secretos. Vuelto al pas del Norte, Ram se aterroriz al ver los
sacrificios humanos cada vez ms frecuentes entre los suyos. E1 vio en esto
la prdida de su raza. Pero Cmo combatir esa costumbre propagada por el
orgullo de las druidesas, por la ambicin de los druidas y la supersticin
del pueblo?. Entonces otra plaga cay sobre los Blancos, y Ram crey
ver en ella un castigo celeste del culto sacrilego. De sus incursiones a los
pases del Sur y de su contacto con los Negros, los Blancos haban contrado
una horrible enfermedad, una especie de peste, que corrompa al hombre
por la sangre, por las fuentes de la vida. El cuerpo entero se cubra de
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manchas negras, el aliento se volva ftido, los miembros hinchados y
corrodos por lceras se deformaban, y el enfermo expiraba entre horribles
sufrimientos. El aliento de los vivos y el hedor de los muertos propagaban
el azote. Los Blancos consternados caan y agonizaban por millares en sus
selvas, abandonados hasta por las aves de rapia. Ram, afligido, buscaba en
vano un medio de salvacin.
Tena l la costumbre de meditar bajo una encina en un claro del
bosque. Una noche que haba meditado largo tiempo sobre los males de su
raza, se durmi al pie del rbol. En su sueo le pareci que una voz fuerte
pronunciaba su nombre y crey despertar. Entonces, vio ante l un hombre
de majestuosa estatura, vestido como l mismo lo estaba, con el ropaje
blanco de los druidas. Llevaba una varita alrededor de la cual se enroscaba
una serpiente. Ram, admirado, iba a preguntar al desconocido lo que aquello
quera decir. Pero ste cogindole de la mano le hizo levantar y le mostr
sobre el rbol mismo, al pie del que estaba acostado, una hermosa rama de
murdago. Oh Ram!, le dijo, el remedio que t buscas, aqu lo
tienes. Y sacando de su seno un podn de oro, cort con l la rama y se la
dio. Despus murmur algunas palabras acerca del modo de preparar el
murdago y desapareci.
Entonces Ram se despert por completo y se sinti muy confortado.
Una voz interna le deca que haba encontrado la salvacin. No dej de
preparar el murdago segn los consejos de su divino amigo el de la hoz de
oro. Hizo beber el brebaje a un enfermo en un licor fermentado, y el
enfermo cur. Las curas maravillosas que oper as, hicieron a Ram clebre
en toda la Escitia. De todas partes se le llamaba para curar. Consultado por
los druidas de su tribu, les dio cuenta de su descubrimiento, agregando que
ste deba ser un secreto de la casta sacerdotal para afirmar su autoridad. Los
discpulos de Ram, viajando por toda la Escitia con ramas de murdago, fueron
considerados como mensajeros divinos y su maestro como un semidis.
Ese acontecimiento fue el origen de un culto nuevo. Desde entonces el
murdago se consider como una planta sagrada. Ram consagr su memoria,
instituyendo la fiesta de Navidad o de la nueva salvacin, que coloc al
comienzo del ao y que llam la Noche-Madre (del nuevo Sol), o la grande '
renovacin. En cuanto al Ser misterioso que Ram haba visto en sueos y que
haba mostrado el murdago, se le llam en la tradicin esotrica de los
Blancos europeos, Aesc-hely-hopa, lo que significa: la esperanza de la
salvacin est en el bosque. Los Griegos hicieron de l su Esculapio, el genio
de la medicina, que tiene la varita mgica bajo forma de caduceo.
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Pero Rama, el inspirado de la paz, tena ms vastas miras. Quera
curar a su pueblo de una plaga moral, ms nefasta que la peste. Elegido jefe
de los sacerdotes de su pueblo, dio la orden a todos los druidas varones y
hembras de dar fin a los sacrificios humanos. Esta noticia corri hasta el
Ocano, saludada como un fuego regocijante por unos, como un sacrilegio
atentatorio por otros. Las druidesas, amenazadas con su poder, lanzaron sus
maldiciones contra el audaz, fulminaron contra l sentencias de muerte.
Muchos druidas, que vean en los sacrificios humanos el solo medio de reinar,
se pusieron de su parte. Ram, exaltado por un gran partido, fue execrado por el
otro. Pero lejos de retroceder ante la lucha, la acentu enarbolando un nuevo
smbolo.
Cada pueblo blanco tena entonces su signo de reconocimiento y unin
bajo la forma de un animal que simbolizaba sus cualidades preferidas. Entre
los jefes, los unos clavaban grullas, guilas o buitres, otros cabezas de jabal o
de bfalo, sobre la cima de sus palacios de madera; origen primero del blasn.
Pero el estandarte preferido por los Escitas era el Toro, que llamaban Thor,
el signo de la fuerza brutal y de la violencia. Al Toro, Ram opuso el Carnero,
el jefe valiente y pacfico del rebao, e hizo de l signo de unin de todos sus
partidarios. Este estandarte, enarbolado en el centro de la Escitia, fue como el
principio de un tumulto general y de una verdadera revolucin en los
espritus. Los pueblos blancos se dividieron en dos campos. El alma misma de
la raza blanca se separaba en dos para desagregarse de la animalidad rugiente y
subir el escaln primero del santuario invisible, que conduce a la humanidad
divina. Muera el Carnero!, gritaban los partidarios de Thor. Guerra al
Toro!, gritaban los amigos de Ram. Una guerra formidable era inminente.
Ante tal eventualidad, Ram vacil. Desencadenar esta guerra, No sera
empeorar el mal y obligar a su raza a destruirse por s misma?. Entonces tuvo
un nuevo sueo.
El cielo tempestuoso estaba cargado de nubes sombras que cabalgaban
sobre las montaas y rebasaban en su vuelo las cimas agitadas de las selvas.
En pie, sobre una roca, una mujer con el pelo en desorden se preparaba a herir
a un soberbio guerrero, atado ante ella. En nombre de los antepasados deten
tu brazo!, grit Ram lanzndose sobre la mujer. La druidesa, amenazando al
adversario, le lanz una mirada aguda como la hoja de un pual. Pero el
trueno retumb en los espesos nubarrones, y en un relmpago, una figura
radiante apareci. La selva se ilumin, la druidesa cay como herida por el
rayo, y habindose roto los lazos del cautivo, ste mir al gigante luminoso
con un gesto de desafo. Ram no temblaba, pues en los rasgos de la aparicin
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reconoci al ser divino, que ya le haba hablado bajo la encina. Esta vez le
pareci ms hermoso, pues todo su cuerpo resplandeca de luz, y Ram vio que
se encontraba ante un templo abierto, de ancha columnata. En el lugar de la
piedra del sacrificio se elevaba un altar. Al lado estaba el guerrero cuyos ojos
continuaban desafiando a la muerte. La mujer echada sobre el pavimento
pareca muerta. El Genio celeste llevaba en su diestra una antorcha, en su
izquierda una copa; sonri con benevolencia y dijo: Ram, estoy contento de
ti. Ves esta antorcha? Es el fuego sagrado del Espritu divino. Ves esta
copa?. Es la copa de la Vida y del Amor. Da la antorcha al hombre y la copa
a la mujer. Ram hizo lo que le ordenaba su Genio. Apenas la antorcha estuvo
en manos del hombre y la copa en las de la mujer, un fuego se encendi,
espontneamente sobre el altar, y ambos irradiaron transfigurados a su luz,
como Esposo y Esposa divinos. Al mismo tiempo el templo se ensanch; sus
columnas subieron hasta el cielo; su bveda se convirti en el firmamento.
Entonces, Ram, llevado por su sueo, se vio transportado al vrtice de una
montaa bajo el cielo estrellado. En pie, cerca de l, su Genio le explicaba el
sentido de las constelaciones y le haca leer en los signos llameantes del
Zodaco los destinos de la humanidad.
Espritu maravilloso, quin eres t?, dijo Ram a su Genio. Y el
Genio respondi: Me llaman Deva Nahousha, la Inteligencia divina. T
difundirs mi radiacin sobre la tierra y yo acudir siempre que me llames.
Ahora, sigue tu camino, ve!. Y, con su mano, el Genio mostr el Oriente.

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III
EL XODO Y LA CONQUISTA
En este sueo, como bajo una luz fulgurante, Ram vio su misin y el
inmenso destino de su raza. Desde entonces ya no dud. En lugar de encender
la guerra entre las tribus de Europa, decidi llevarse la flor de su pueblo al
corazn del Asia. Anunci a los suyos que instituira el culto del fuego sagrado,
que hara la felicidad de los hombres; que los sacrificios humanos seran para
siempre abolidos; que los antepasados seran invocados, no ya por sacerdotisas
sanguinarias sobre rocas salvajes impregnadas de sangre humana, sino en cada
hogar, por el esposo y la esposa unidos en una misma oracin, en un himno
de adoracin, al lado del fuego que purifica. S; el fuego visible del altar,
smbolo y conducto del fuego celestial invisible, unira a la familia, al clan, a
la tribu y a todos los pueblos, cual centro del Dios viviente sobre la tierra. Pero
para recoger esa cosecha, era preciso separar el grano bueno del malo; preciso
era que todos los audaces se preparasen a dejar la tierra de Europa para
conquistar una tierra nueva, una tierra virgen. All, l dara su ley; all,
fundara el culto del fuego renovador.
Esta proposicin fue acogida con gran entusiasmo por un pueblo joven y
vido de aventuras. Hogueras encendidas durante varios meses en las montaas
fueron la seal de la emigracin en masa para todos aquellos que queran
seguir a la insignia adoptada: el Carnero. La formidable emigracin, dirigida
por ese gran pastor de pueblos, se movi lentamente hacia el centro de Asia. A
lo largo del Cucaso, tuvo que tomar varias fortalezas ciclpeas de los Negros.
En recuerdo de esas victorias, las colonias blancas esculpieron ms tarde
gigantescas cabezas de carnero en las rocas del Cucaso. Ram se mostr digno
de su alta misin. El allanaba las dificultades, penetraba los pensamientos,
prevea el porvenir, curaba las enfermedades, apaciguaba a los rebeldes,
inflamaba el valor. As, las potencias celestes, que llamamos la Providencia,
queran la dominacin de la raza boreal sobre la tierra y lanzaban, por medio del
genio de Ram, rayos luminosos en su camino. Esa raza haba ya tenido sus
inspirados de segundo orden para arrancarla del estado salvaje. Pero Ram, que,
el primero, concibi la ley social como una expresin de la ley divina, fue un
inspirado directo y de primer orden.
Ram hizo amistad con los Turianos, viejas tribus escticas cruzadas con
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sangre amarilla, que ocupaban la alta Asia, y los arrastr a la conquista del
Irn, de donde rechaz por completo a los Negros, logrando que un pueblo de
raza blanca ocupase el centro del Asia y viniese a ser para todos los otros el
foco luminoso. Fund all la ciudad de Ver, ciudad admirable, dice
Zoroastro. Ense a trabajar y sembrar la tierra, y fue el padre del cultivo
del trigo y de la vid. Cre las castas, segn las ocupaciones, y dividi al
pueblo en sacerdotes, guerreros, trabajadores y artesanos. En el origen esas
castas no fueron rivales; el privilegio hereditario, manantial de odio y de
celos, se introdujo ms tarde. Ram prohibi la esclavitud, as como el
homicidio, afirmando que la dominacin del hombre por el hombre era la
fuente de todos los males. En cuanto al clan, esa agrupacin primitiva de la
raza blanca, lo conserv tal como era y le permiti elegir sus jefes y sus
jueces.
La obra maestra de Ram, el instrumento civilizador por excelencia,
creado por l, fue el nuevo papel que dio a la mujer. Hasta entonces, el
hombre no haba conocido a la mujer ms que bajo una doble forma: o
esclava miserable de su choza, que l oprima y maltrataba brutalmente, o
turbadora sacerdotisa de la encina y de la roca cuyos favores buscaba, y que le
dominaba a su pesar; maga fascinadora y terrible cuyos orculos tema, y ante
quien temblaba su alma supersticiosa. El sacrificio humano era un desquite de
la mujer contra el hombre, cuando ella hunda el cuchillo en el corazn de
un tirano feroz. Proscribiendo ese culto horrible y elevando a la mujer ante el
hombre en sus funciones divinas de esposa y de madre, Ram la convirti en
sacerdotisa del hogar, guardiana del fuego sagrado, igual al espos, invocando
con l el alma de los antepasados.
Como todos los grandes legisladores, Ram no hizo ms que
desarrollar, organizndolos, los instintos superiores de su raza. A fin de
adornar y embellecer la vida, Ram orden cuatro grandes fiestas en el ao.
La primera fue de la primavera o de las generaciones. Estaba consagrada al
amor del esposo y la esposa. La fiesta del verano o de las cosechas
perteneca a los nios y nias, que ofrendaban las gavillas del trabajo a los
padres. La fiesta del otoo la celebraban los padres y las madres; stos daban
entonces frutas a los nios en signo de regocijo. La ms santa y ms
misteriosa de las fiestas era la de Navidad o de las grandes sementeras. Ram
la consagr a la vez a los nios recin nacidos, a los frutos del amor
concebidos en la primavera y a las almas de los muertos, a los antepasados.
Punto de conjuncin entre lo visible y lo invisible, esta solemnidad
religiosa era a la vez el adis a las almas ausentes y el saludo mstico a las
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que vuelven a encarnar en las madres y renacer en los nios. En esa noche
santa, los antiguos Arios se reunan en los santuarios del Ailyana-Vaeia,
como antes lo haban hecho en sus bosques. Con hogueras y cnticos
celebraban el nuevo principio del ao terrestre y solar, la germinacin de la
Naturaleza en el corazn del invierno, la palpitacin de la vida en el fondo
de la muerte. Cantaban el universal beso del cielo a la tierra y el acto de
engendrarse el nuevo sol en la gran Noche-Madre.
Ram ligaba de este modo la vida humana al ciclo de las estaciones, a
las revoluciones astronmicas. Al mismo tiempo haca resaltar su sentido
divino. Por haber fundado tan fecundas instituciones, Zoroastro le llama el
jefe de los pueblos, el muy afortunado monarca. Por la misma razn el poeta
indio Valmiki, que transporta el antiguo hroe a una poca mucho ms
reciente y como hijo de una civilizacin ms avanzada, le conserva sin embargo
los rasgos de tan alto ideal. Rama, el de los ojos de loto azul dice Valmiki
, era el seor del mundo, el dueo de su alma y del amor de los hombres, el
padre y la madre de sus sbditos. l supo dar a todos los seres la cadena del
amor.
Establecida en el Irn, a las puertas del Himalaya, la raza blanca no era
an duea del mundo. Era preciso que su vanguardia se infiltrase en la India,
centro capital de los Negros, los antiguos vencedores de la raza roja y de la raza
amarilla. El Zend-avesta habla de esta marcha de Rama sobre la India. (Es
muy digno de notarse que el Zend-avesta, el libro sagrado de los parsis,
aunque considerando a Zoroastro como el inspirado de Ormuzd, el profeta
de la ley de Dios, lo presenta como continuador de un profeta mucho ms
antiguo. Bajo el simbolismo de los antiguos templos, se encuentra aqu el
hilo de la gran revelacin de la humanidad que liga entre s a los
verdaderos iniciados. He aqu este pasaje importante:
Zarathustra (Zoroastro) pregunt a Ahura-Mazda (Ormuzd, el Dios de
la luz): Ahura-Mazda, t, santo y muy sagrado creador de todos los seres
corporales y muy puros.
Quin es el primer hombre con quien primero has hablado, t que
eres Ahura-Mazda?.
4 Entonces Ahura-Mazda respondi: Es el hermoso Yima, el que
estaba a la cabeza de una agrupacin digna de elogios, Oh, puro
Zarathustra!.
13. Y yo le dije: Vela sobre los mundos que son mos vulvelos
frtiles en su cualidad de protector.
17. Y yo le traje las armas de la victoria, yo que soy Ahura-Mazda.
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18. Una lanza de oro y una espada de oro.
31. Entonces Yima se elev hasta las estrellas hacia el Medioda,
sobre el camino que sigue el Sol.
37. l march sobre esta tierra que haba vuelto frtil. Ella fue de un
tercio ms considerable que antes.
43. Y el brillante y bello Yima reuni la asamblea de los hombres ms
virtuosos en el clebre Airyana-Vacia, cread puro. (Vendidad-Sad, 2
Fargard. Traduccin de Anqueti Duperron).
La epopeya india la convierte en uno de sus temas favoritos. Rama fue
el conquistador de la tierra que cierra el Himavat, la tierra de los elefantes, los
tigres y las gacelas. l orden el primer choque y condujo el primer empuje de
esta lucha gigantesca en que dos razas se disputaban inconscientemente el cetro
del mundo. La tradicin potica de la India, reforzada por las tradiciones
ocultas de los templos, ha simbolizado en ello la lucha de la magia blanca y la
magia negra. En su guerra contra los pueblos y los reyes del pas de los
Djambous, como se le llamaba entonces, Ram o Rama, como le llamaron los
orientales, despleg medios milagrosos en apariencia, porque estn por encima
de las facultades ordinarias de la humanidad, y que los grandes iniciados deben
al conocimiento y manejo de las fuerzas ocultas de la Naturaleza. Aqu la
tradicin le representa como haciendo brotar manantiales de un desierto, all
encontrando recursos inesperados en una especie de man cuyo uso ense; por
otra parte, haciendo cesar una epidemia con la planta llamada hom, el amomos
de los Griegos, la persea de los Egipcios, de la que sac un jugo salutfero.
Esta planta lleg a ser sagrada entre sus sectarios, y reemplaz al murdago de
la encina, conservado por los celtas de Europa.
Rama usaba contra sus enemigos, de toda clase de prestigios. Los
sacerdotes de los Negros no reinaban ya ms que por medio de un bajo culto.
Tenan ellos la costumbre de alimentar en sus templos enormes serpientes y
pterodctilos, raros supervivientes de animales antediluvianos, que hacan adorar
como a dioses y que aterrorizaban a la multitud A esas serpientes daban de
comer la carne de los cautivos. A veces Rama apareca de improviso en esos
templos, con antorchas, arrojando, aterrorizando, domando y sojuzgando a
serpientes y sacerdotes. A veces se mostraba en el campo enemigo,
exponindose sin defensa a aquellos que buscaban su muerte, y volva a partir
sin que ninguna persona hubiese osado tocarle. Cuando se interrogaba a los
que le haban dejado huir, respondan que habiendo encontrado su mirada, se
haban sentido petrificados; o bien, mientras que hablaba, una montaa de
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bronce se haba interpuesto entre ellos y l, y haban cesado de verle. En fin,
como coronamiento de su obra, la tradicin pica de la India, atribuye a Rama
la conquista de Ceiln, ltimo refugio del mago negro Rvana, sobre quien
el mago blanco hace llover una lluvia de fuego, despus de haber echado un
puente sobre un brazo de mar con un ejrcito de monos, el cual se puede
reducir a alguna tribu primitiva de bimanos salvajes, inducida y entusiasmada
por este gran encantador de las naciones.

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IV
EL TESTAMENTO DEL GRAN ANTEPASADO
Por su fuerza, por su genio, por su bondad, dicen los libros sagrados del
Oriente, Rama haba llegado a ser el dueo de la India y el rey espiritual de la
Tierra. Los sacerdotes, los reyes y los pueblos se inclinaban ante l como ante
un bienhechor celeste. Bajo el signo del carnero, sus emisarios divulgaron a lo
lejos la luz aria que proclamaba la igualdad de vencedores y vencidos, la
abolicin de los sacrificios humanos y de la esclavitud, el respeto de la mujer en
el hogar, el culto de los ante pasados y la institucin del fuego sagrado, smbolo
visible del Dios innominado.
Rama se haba vuelto viejo. Su barba era ya blanca; pero el vigor no
haba abandonado su cuerpo, y la majestad de los pontfices de la verdad
reposaba sobre su frente. Los reyes y los enviados de los pueblos le ofrecieron
el poder supremo. l pidi un ao para reflexionar y de nuevo tuvo un
sueo; el Genio que le inspiraba le habl mientras dorma.
Le vio de nuevo en las selvas de su juventud. De nuevo era joven y
llevaba el vestido de lino de los druidas. Era noche de luna. Era la noche santa,
la Noche-Madre en que los pueblos esperan el renacimiento del sol y del ao.
Rama marchaba bajo las encinas, prestando atencin como antes a las voces
evocadoras del bosque. Una mujer bella se le acerc; llevaba una magnfica
corona, la cabellera tena el color del oro, su piel la blancura de la nieve y sus
ojos el brillo profundo del azul del cielo despus de la tempestad. Ella le dijo:
Yo era la druidesa salvaje; por ti he llegado a ser la Esposa radiante. Y ahora
me llamo Sita. Soy la mujer glorificada por ti, soy la raza blanca, soy tu
esposa: Oh mi dueo y mi rey!: no es por m por quien t has franqueado
los ros, encantado a los pueblos y dominado a los reyes?. He aqu la
recompensa. Toma esta corona de mi mano, colcala sobre tu cabeza y reina
conmigo sobre el mundo. Se haba arrodillado en una actitud humilde y
sumisa, ofreciendo la corona de la Tierra. Sus piedras preciosas lanzaban mil
fuegos; la embriaguez del amor sonrea en los ojos de la mujer. Y el alma
del gran Rama, del pastor de pueblos, se emocion. Pero sobre lo alto de las
selvas, Deva Nahousha, su Genio, se le apareci y le dijo: Si pones esa corona
sobre tu cabeza, la inteligencia divina te dejar y no me vers ya. Si abrazas a
esa mujer, morir de tu felicidad. Si renuncias a poseerla, ella vivir dichosa y
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libre sobre la Tierra y tu espritu invisible reinar sobre ella. Elige: escchala o
sgueme. Sita, an de rodillas, miraba a su dueo con ojos llenos de amor, y
suplicante esperaba la respuesta. Rama guard silencio un instante. Su mirada,
sumergida en los ojos de Sita, meda el abismo que separa la posesin completa
del eterno adis. Pero sintiendo que el amor supremo es una renuncia, la
bendijo y la dijo: Adis. S libre y no me olvides. En seguida la mujer
desapareci como un fantasma lunar. La joven Aurora levant su varita mgica
sobre la vieja selva. El rey de nuevo era viejo. Un roco de lgrimas baaba
su barba blanca y desde el fondo de los bosques una voz triste llamaba:
Rma! Rama!.
Pero Deva Nahousha, el Genio resplandeciente de luz, exclam: A
m! y el espritu divino llev a Rama sobre una montaa, al norte del
Himavat.
Despus de este sueo que le indicaba el cumplimiento de su misin,
Rama reuni a los reyes y a los enviados de los pueblos y les dijo: No quiero
el poder supremo que me ofrecis. Guardad vuestras coronas y observad mi
Ley. Mi labor ha terminado. Me retiro para siempre con mis hermanos iniciados
a una montaa del Airyana-Vaeia. Desde all velar sobre vosotros. Guardad el
fuego divino. Si llegara a apagarse, volvera a aparecer como juez y como
vengador temible. Despus se retir con los suyos al monte Albori, entre
Balk y Bamyn, a un siti conocido solamente por los iniciados. All
enseaba a sus discpulos lo que saba de los secretos de la Tierra y del gran
Ser. Aqullos fueron a llevar a lo lejos, al Egipto y hasta Occidente, el fuego
sagrado, smbolo de la unidad divina de las cosas, y los cuernos de carnero,
emblema de la religin aria. Esos cuernos llegaron a ser las insignias de la
iniciacin y por consiguiente del poder sacerdotal y real. (Los cuernos de
carnero se vuelven a encontrar sobre la cabeza de una multitud de
personajes en los monumentos egipcios. Ese tocado de los reyes y de los
grandes sacerdotes es el signo de la iniciacin sacerdotal y real. Los dos
cuernos de la tiara papal tienen ese origen). Desde lejos Rama continuaba
velando sobre sus pueblos y sobre su querida raza blanca. Los ltimos aos de
su vida los emple en fijar el calendario de los arios. A l debemos los signos
del Zodaco. Aqul fue el testamento del patriarca de los iniciados. Extrao
libro, escrito con estrellas, en jeroglficos celestes, en el firmamento sin fondo
y sin lmites por el Anciano de los das de nuestra raza!. Al fijar los doce signos
del Zodaco, Rama les atribuy un triple sentido. El primero se relacionaba
con las influencias del sol y en los doce meses del ao; el segundo relataba
en cierto modo su propia historia; el tercero indicaba los medios ocultos de que
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se haba valido para alcanzar su objeto. He aqu por qu estos signos ledos
en el orden inverso llegaron a ser ms tarde los emblemas secretos de la
iniciacin graduada. (He aqu cmo los signos del Zodaco representan la
historia de Rama, segn Fabre dOlivet, ese pensador de genio que supo
interpretar los smbolos del pasado segn la tradicin esotrica 1. El
Carnero que huye con la cabeza vuelta atrs, indica la situacin de Rama
abandonando su patria, con los ojos fijos sobre el pas que deja. 2. El
toro furioso se opone a su marcha, pero la mitad de su cuerpo hundido en
el fango le priva de ejecutar su designio; cae sobre sus rodillas. Son los
Celtas designados por su propio smbolo, que, a pesar de sus esfuerzos,
acaban por someterse. 3. Gminis expresa la alianza de Rama con los
Turanios. 4. Cncer, sus meditaciones y reflexiones sobre lo hecho. 5. Leo,
los combates contra sus enemigos. 6. La Virgen alada, la victoria. 7.
Libra, la igualdad entre los vencedores y los vencidos. 8. Escorpio, la
revolucin y la traicin. 9. Sagitario, la venganza que emplea. 10.
Capricornio. 11. Acuario. 12. Piscis, se relacionan con la parte moral
de su historia. Se puede encontrar esa explicacin del Zodaco tan
atrevida como rara. Sin embargo, jams astrnomo alguno ni ningn
mitlogo nos han explicado, ni de un modo lejano, el origen y el sentido de
esos signos misteriosos de la carta celeste, adoptados y venerados por los
pueblos desde el origen de nuestro ciclo ario. La hiptesis de Fabre
dOlivet tienen por lo menos el mrito de abrir al espritu nuevas y vastas
perspectivas. He dicho que estos signos ledos en el orden inverso
marcaron ms tarde en Oriente y en Grecia los diver sos grados que era
preciso subir para llegar a la iniciacin suprema. Recordemos solamente
los ms clebres de esos emblemas: la Virgen alada significa la castidad
que da la victoria; el Len, la fuerza moral; los Gemelos, la unin de un
hombre y de un espritu divino, que forman juntos dos luchadores
invencibles; el Toro domado, el dominio sobre la Naturaleza; Aries, el
asterismo del Fuego o del Espritu universal que confiere la iniciacin
suprema por el conocimiento de la Verdad).
Orden a los suyos que ocultaran su muerte y continuaran su obra
perpetuando su fraternidad. Durante siglos, los pueblos creyeron que Rama
llevando la tiara de cuernos de carnero, viva siempre en su montaa santa.
En los tiempos vdicos el Gran antepasado se convirti en Yama, el juez
de los muertos, el Hermes psicopmpico de los Indos.

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V
LA RELIGIN VDICA
Por su genio organizador, el gran iniciador de los Arios haba creado
en el centro del Asia, en el Irn, un pueblo, una sociedad, un torbellino de
vida que deba irradiar en todos sentidos. Las colonias de los Arios primitivos
se repartieron por el Asia y por Europa, llevando consigo sus costumbres, sus
cultos y sus dioses. De todas esas colonias, la rama de los Arios de la India es
la que ms se aproxima a los Arios primitivos.
Los libros sagrados de los Hindes, los Vedas, tienen para nosotros un
triple valor. En primer trmino nos conducen al foco de la antigua y pura
religin aria, cuyos himnos vdicos son sus rayos brillantes. Ellos nos dan en
seguida la clave de la India. En fin, nos muestran una primera cristalizacin de
las ideas madres de la doctrina esotrica y de todas las religiones arias.
Aqu nos limitaremos a un breve resumen de la parte externa y del
ncleo de la religin vdica. (Los brahmanes consideran a los Vedas como
sus libros sagrados por excelencia. Ven en ellos la ciencia de las ciencias. La
palabra Veda significa saber. Los sabios de Europa han sido justamente
atrados hacia esos textos por una especie de fascinacin. Al principio no
han visto en ellos ms que una poesa patriarcal; luego han descubierto
all no solamente el origen de los grandes mitos indo-europeos y de
nuestros dioses clsicos, sino tambin un culto sabiamente organizado, un
profundo sistema religioso y metafsico. (Vase Bergaine, La religin des
Vedas, as como el bello y luminoso trabajo de M. Auguste Barth, Les
religins de lInde). El porvenir les reserva quiz una ltima sorpresa,
que ser la de encontrar en los Vedas la definicin de las fuerzas ocultas de
la Naturaleza, que la ciencia moderna est prxima a descubrir).
Nada ms sencillo y ms grande que aquella religin, en la que un
profundo naturalismo se mezcla con un espiritualismo trascendente. Antes del
nacimiento del da, un hombre, un jefe de familia se halla en pie ante un
altar de tierra, donde arde el fuego encendido con dos trozos de madera. En
sus funciones, este jefe es a la vez padre, sacerdote y rey del sacrificio. Mientras
la aurora se descubre, dice un poeta vdico, como una mujer que sale del
bao y ha tejido la ms hermosa de las telas, el jefe pronuncia una oracin,
una invocacin a Ousha (la Aurora), a Savitri (el Sol), a los Asuras (a los
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espritus de vida). La madre y los hijos vierten licor fermentado de la
asclepia, el soma, en Agni, el fuego. Y la llama que sube, lleva a los dioses
invisibles la oracin purificada que sale de los labios del patriarca y del corazn
de la familia.
El estado de alma del poeta vdico est igualmente alejado del
sensualismo helnico (hablo de los cultos populares de la Grecia, no de la
doctrina de los iniciados griegos), que representa a los dioses csmicos con
hermosos cuerpos humanos, y del monotesmo judaico, que adora al Eterno
sin forma, como presente en todas partes. Para el poeta vdico, la
Naturaleza semeja a un velo transparente, detrs del cual se mueven fuerzas
imponderables y divinas. A estas fuerzas es a las que invoca, a las que adora,
a las que personifica; pero sin engaarse sobre el significado de sus
metforas. Para l, Savitri significa menos el Sol que Vivasvat, la potencia
creadora de vida que le anima y que pone en movimiento al sistema solar.
Indra, el guerrero divino que sobre su carro dorado recorre el cielo, lanza el
rayo y disuelve las nubes, personifica la potencia de ese mismo sol en la vida
atmosfrica, en el gran transparente de los aires. Cuando ellos invocan a
Varuna (el Urano de los griegos), el Dios del cielo inmenso, luminoso, que
abarca todas las cosas, los poetas vdicos se remontan ms aun. Si Indra
representa la vida activa y militante del cielo, Varuna representa su inmutable
majestad. Nada iguala a la magnificencia de las descripciones que de l
hacen los Himnos. El sol es su ojo, el cielo su vestido, el huracn su soplo.
l es quien ha establecido sobre cimientos inconmovibles el cielo y la tierra y
quien los mantiene separados. l ha hecho todo y conserva todo. Nada podra
alterar las obras de Varuna. Nadie le penetra, pero sabe todo y ve todo lo que es y
lo que ser. Desde las cumbres del cielo, donde reside en un palacio de mil
puertas, l distingue la huella de los pjaros en el aire y la de los navios sobre
las olas. Desde all, desde lo alto de su trono de oro con cimientos de bronce,
contempla y juzga las obras de los hombres. l es quien mantiene el orden en el
Universo y en la sociedad; l castiga al culpable; l es misericordioso con el
hombre que se arrepiente. Por eso hacia l se eleva el grito de angustia del
remordimiento; ante su casa el pecador va a descargarse del peso de su falta.
Por otra parte, la religin vdica es ritualista, a veces altamente especulativa.
Con Varuna, desciende a las profundidades de la conciencia y realiza la nocin
de la santidad. Agreguemos que esta religin se eleva a la pura nocin de un
Dios nico que penetra y domina al gran Todo.
Sin embargo, las imgenes grandiosas que los himnos arrojan en anchas
ondas como ros generosos, no nos presentan ms que la envoltura externa de
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los Vedas. Con la nocin de Agni, del fuego divino, tocamos el nudo de la
doctrina, a su fondo esotrico y trascendente. En efecto, Agni es el agente
csmico, el principio universal por excelencia. No es solamente el fuego
terrestre del relmpago y del sol. Su verdadera patria es el cielo invisible,
mstico, estancia de su eterna luz y de los primeros principios de todas las
cosas. Sus nacimientos son infinitos: bien que brote del trozo de madera en
el que duerme como el embrin en la matriz, bien que, Hijo de las
Ondas, se lance, con el ruido del trueno, desde los ros celestiales donde
los Acvinos (los jinetes celestes) le han engendrado con aranis de oro. El es el
hermano mayor de los dioses, pontfice en el cielo como en la tierra, y l
ofici en la morada de Vivasvat (el cielo o el sol) mucho antes que
Matharicva (el relmpago) lo hubiese trado a los mortales y que Atharvn
y los Angiras, los antiguos sacrificadores, le hubiesen instituido aqu como
protector, husped y amigo de los hombres. Amo y generador del sacrificio,
Agni viene a ser el portador de todas las especulaciones msticas cuyo objeto
es el sacrificio. l engendra a los dioses, organiza al mundo, produce y
conserva la vida universal; en una palabra, es la potencia cosmognica.
Soma es el compaero de Agni. En realidad es el brebaje de una planta
fermentada vertido en libacin a los dioses en el sacrificio. Pero, al igual que
Agni, tiene una existencia mstica. Su residencia suprema est en las
profundidades del tercer cielo, donde Surya, la hija del sol, le ha infiltrado,
donde la ha encontrado Pushn, el Dios alimentador. De all es de donde el
Halcn, un smbolo del rayo, o Agni mismo han ido a arrebatrselo al
Arquero celeste, al Gandharva su guardin, y le han trado a los hombres.
Los dioses le han bebido y han llegado a ser inmortales; los hombres lo
sern a su vez cuando lo beban en la mansin de Yama, en la estancia de los
bienaventurados. Mientras eso no llegue, l les da aqu abajo el vigor y la
plenitud de sus das; l es la ambrosa y el agua de juventud. l nutre, penetra
a las plantas, vivifica la semilla de los animales, inspira al poeta y da su
vuelo a la oracin. Alma del cielo y de la tierra, de Indra y de Vishn, l
forma con Agni un par inseparable; esa pareja ha encendido el sol y las
estrellas. (A. Barth. Les religions de lInde).
La nocin de Agni y de Soma contiene los dos principios esenciales del
universo, segn la doctrina esotrica y segn toda filosofa viva. Agni es el
Eterno masculino, el Intelecto creador, el Espritu puro; Soma es el Eterno
femenino, el Alma del mundo o substancia etrea, matriz de todos los
mundos visibles e invisibles a nuestros ojos, la Naturaleza, en fin, o la materia
sutil en sus infinitas transformaciones. (Lo que prueba indudablemente que
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Soma representaba el principio femenino absoluto, es que los brahmanes lo
identificaron ms tarde con la luna. La luna simboliza el principio
femenino en todas las religiones antiguas, as como el sol simboliza el
principio masculino).
La unin perfecta de esos dos seres constituye el Ser supremo, la esencia
de Dios.
De esas dos ideas capitales brota una tercera no menos fecunda. Los
Vedas hacen del acto cosmognico un sacrificio perpetuo. Para producir todo
lo existente, el Ser supremo se inmola a s mismo; se divide para salir de su
unidad. Ese sacrificio es, pues, considerado como el punto vital de todas
las fusiones de la Naturaleza. Esta idea sorprende al principio; mas es muy
profunda cuando se reflexiona sobre ella y contiene en germen toda la doctrina
teosfica de la evolucin de Dios en el mundo, la sntesis esotrica del
politesmo y del monotesmo. Ella dar vida a la doctrina dionisaca de la
cada y de la redencin de las almas, que florecer en Hermes y en Orfeo.
De ah brotar la doctrina del Verbo divino proclamada por Krishna,
predicada por Jess Cristo.
El sacrificio del fuego con sus ceremonias y sus plegarias, centro
inmutable del culto vdico, se convierte as en la imagen del gran acto
cosmognico. Los Vedas dan una importancia capital a la oracin, a la
frmula de invocacin que acompaa al sacrificio. Por esta razn, consideran a
la plegaria como una diosa: Brahmanaspati. La fe en el poder evocador y
creador de la palabra humana, acompaada del movimiento poderoso del alma,
o de una intensa proyeccin de la voluntad, es la fuente de todos los cultos y
la razn de la doctrina egipcia y caldea de la magia. Para el sacerdote vdico y
brahmnico, los Asuras, los seores invisibles, y los Pitris o almas de los
antepasados, se sientan sobre el csped durante el sacrificio, atrados por el
fuego, los cnticos y la oracin. La ciencia que se relaciona con esta parte del
culto es la de la jerarqua de los espritus de todo orden.
En cuanto a la inmortalidad del alma, los Vedas la afirman tan alta y
claramente como es posible hacerlo. Es una parte inmortal del hombre; ella
es, Oh, Agni!, la que es preciso calientes con tus rayos, inflames con tus
fuegos. Oh Jatavedas!, transprtala al mundo de los piadosos, en el cuerpo
glorioso formado por ti. Los poetas vdicos no indican solamente el destino del
alma, sino que tambin se inquietan sobre su origen. De dnde ha nacido el
alma?. Las hay que vienen hacia nosotros y se vuelven a ir, que se van y
vuelven a venir. He ah en dos palabras la doctrina de la reencarnacin que
jugar un papel capital en el brahmanismo y el buddhismo, entre los Egipcios y
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los rficos, en la filosofa de Pitgoras y de Platn, el misterio de los misterios,
el arcano de los arcanos.
Cmo no reconocer, despus de esto, en los Vedas las grandes lneas de
un sistema religioso orgnico, de una concepcin filosfica del universo?. No
hay all solamente la intuicin profunda de las verdades intelectuales anteriores
y superiores a la observacin; hay, adems, unidad y amplitud de miras en la
comprensin de la Naturaleza, en la coordinacin de sus fenmenos. Como un
hermoso cristal de roca, la conciencia del poeta vdico refleja el sol de la eterna
verdad, y en ese prisma brillante se juntan ya todos los rayos de la teosofa
universal. Los principios de la doctrina permanente son todava ms visibles
aqu que en los otros libros sagrados de la India, y en las otras religiones
semticas o arias, a causa de la singular franqueza de los poetas vdicos y de la
transparencia de esa religin primitiva, tan alta y tan pura. En aquella poca,
la distincin entre los misterios y el culto popular no exista. Pero leyendo
atentamente los Vedas, detrs del padre de familia o el poeta oficiante de los
himnos, se ve ya otro personaje ms importante: el Rishi, el sabio, el iniciado,
de quien ha recibido la verdad. Se ve tambin que esa verdad se ha transmitido
por una tradicin ininterrumpida que se remonta a los orgenes de la raza aria.
He ah, pues, al pueblo ario lanzado en la carrera de conquista y
civilizacin, a lo largo del Indus y del Ganges. El genio invisible de Rama,
la inteligencia de las cosas divinas, Deva Nahousha, reina sobre l. Agni, el
fuego sagrado, circula por sus venas. Una aurora rosada envuelve a esta
edad de juventud, de fuerza, de virilidad. La familia est constituida, la
mujer respetada. Sacerdotisa en el hogar, a veces compone y canta ella misma
los himnos. Que el marido de esta esposa viva cien otoos, dice un poeta.
Se ama a la vida; pero se cree tambin en su ms all. El rey habita en un
castillo sobre la colina que domina al pueblo. En la guerra va montado en un
carro brillante, vestido con armas relucientes, coronado con una tiara, y
resplandece como el dios Indra.
Ms tarde, cuando los brahmanes hayan establecido su autoridad, se ver
elevarse cerca del palacio esplndido del Maharaja, o gran rey, la pagoda de
piedra de donde saldrn las artes, la poesa y el drama de los dioses,
gesticulado y cantado por las bailarinas sagradas. Por el momento las castas
existen, pero sin rigor, sin barrera absoluta. El guerrero es sacerdote y el
sacerdote guerrero, ms frecuentemente servidor oficiante del jefe o del rey.
Ms he aqu un personaje de aspecto pobre y de gran porvenir. Cabellos
y barba incultos, medio desnudo, cubierto de harapos rojos. Ese mun, ese
solitario habita cerca de los lagos sagrados, en las soledades salvajes, donde se
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dedica a la meditacin y a la vida asctica. De cuando en cuando viene para
amonestar al jefe o al rey. Frecuentemente le rechazan, le desobedecen; pero le
respetan y le temen. Ejerce ya un poder temible.
Entre aquel rey, sobre su carro dorado, rodeado por sus guerreros, y este
mun casi desnudo, sin otras armas que su pensamiento, su palabra y su mirada,
habr una lucha, y el vencedor formidable no ser el rey; ser el solitario, el
mendigo descarnado, porque tendr la ciencia y la voluntad.
La historia de esa lucha es la del brahmanismo, como ms tarde ser la
del buddhismo, y en ella se resume casi toda la historia de la India.

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LIBRO II
KRISHNA
LA INDIA Y LA INICIACIN
BRAHMNICA
El que crea sin cesar los mundos, es
triple. El es Brahma, el Padre; l es Maya, la
Madre; l es Vishn, el Hijo Esencia,
Substancia y Vida. Cada uno contiene a los
otros dos, y los tres son uno en lo Inefable.
Doctrina brahmnica. Upanishads.
T llevas en ti mismo un amigo sublime
que no conoces. Porque Dios reside en el
interior de todo hombre, pero pocos saben
encontrarle. El hombre que hace sacrificio de
sus deseos y de sus obras al Ser de donde
proceden los principios de toda cosa y por
quien el Universo ha sido formado, obtiene
por tal sacrificio la perfeccin. Porque quien
encuentra en s mismo su felicidad, su gozo, y
en s mismo tambin su luz, es uno con Dios,
y sbelo: el alma que ha encontrado a Dios se
libra del renacimiento y de la muerte, de la
vejez y del dolor, y bebe el agua de la
inmortalidad.
Baghavad Gita

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I
LA INDIA HEROICA - LOS HIJOS DEL SOL Y
LOS HIJOS DE LA LUNA
De la conquista de la India por los Arios sali una de las ms brillantes
civilizaciones que ha conocido la tierra. El Ganges y sus afluentes vieron nacer
grandes imperios e inmensas capitales, como Ayodhya, Hastinapura e
Indrapechta. Las narraciones picas del Mahabharata y las cosmogonas
populares de los Puranas, que encierran las ms viejas tradiciones de la India,
hablan con admiracin de la opulencia real, de la grandeza heroica y del
espritu caballeresco de esos tiempos remotos. Nadie ms orgulloso, pero
tampoco ms noble, que uno de esos reyes arios de la India, en pie sobre un
carro de guerra, ejerciendo su mando sobre ejrcitos de elefantes, de caballos y
de soldados. Un sacerdote vdico consagra as a su rey ante la multitud reunida:
Te he trado ante nosotros. Todo el pueblo te espera. El cielo es firme; la
tierra es firme; esas montaas son firmes; que el rey de las familias sea firme
tambin. En un cdigo de leyes posterior, el Manava-Dharma-Sastra, se lee:
Esos amos del mundo que, ardientes para deshacerse unos a otros, despliegan
su vigor en la batalla sin jams volver la cara, suben, despus de su muerte,
directamente al cielo. De hecho, se llaman descendientes de los dioses, se creen
sus rivales y se preparan a serlo. La obediencia filial, el valor militar con un
sentimiento de proteccin generosa hacia todos, he ah el ideal del hombre. En
cuanto a la mujer, la epopeya india, humilde sierva de los brahmanes, no nos la
muestra ms que bajo los rasgos de la esposa fiel. Ni la Grecia ni los pueblos
del Norte han imaginado en sus poemas esposas tan delicadas, tan nobles, tan
exaltadas como la apasionada Sita o la tierna Damayanti.
Lo que la epopeya india no nos dice es el misterio profundo de las
mezclas de razas y la lenta incubacin de las ideas religiosas que trajeron los
cambios profundos en la organizacin social de la India vdica. Los Arios,
conquistadores de raza pura, se encontraban en presencia de razas muy
mezcladas y muy inferiores, en que el tipo amarillo y rojo se cruzaban, sobre un
fondo negro, en matices mltiples. La civilizacin india nos aparece as como una
formidable montaa, llevando en su base una raza melaniana, mestizos a sus
lados y los arios puros en el vrtice. La separacin de castas no era rigurosa en
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la poca primitiva, y grandes mezclas tuvieron lugar entre aquellos pueblos. La
pureza de la raza conquistadora se alter de ms en ms con los siglos; pero
hasta nuestros das se nota el predominio del tipo ario en las clases elevadas y
del tipo melaniano en las clases inferiores. De los bajos fondos turbios de la
sociedad india se elev siempre, como los miasmas de la maleza mezclados
de olor de las fieras, un vapor ardiente de pasiones, una mezcla de languidez
y de ferocidad. La sangre negra excesiva ha dado a la India su color especial.
Ella ha afinado y afeminado a la raza. Lo maravilloso es que, a pesar de estas
mezclas, las ideas dominantes de la raza blanca hayan podido mantenerse en
el vrtice de aquella civilizacin, a travs de tantas y tan complicadas
revoluciones.
He aqu, bien definida, la base tnica de la India: por una parte, el
genio de la raza blanca con su sentido moral y sus sublimes aspiraciones
metafsicas; por otra parte, el genio de la raza negra con sus energas
pasionales y su fuerza disolvente. Cmo se tradujo ese doble genio en la
antigua historia religiosa de la India?. Las ms antiguas tradiciones hablan de
una dinasta solar y de una dinasta lunar. Los reyes de la dinasta solar
pretendan descender del sol; otros se decan hijos de la luna. Pero ese
lenguaje simblico ocultaba dos concepciones religiosas opuestas y
significaba que las dos categoras de soberanos se relacionaban con cultos
diferentes. E1 culto solar daba al Dios del universo el sexo masculino.
Alrededor de l se agrupaba todo lo que haba de ms puro en la tradicin
vdica: la ciencia del fuego sagrado y de la oracin, la nocin esotrica del
Dios supremo, el respeto a la mujer el culto de los antepasados, la
monarqua electiva y patriarcal. El culto lunar atribua a la divinidad el sexo
femenino, bajo cuyo signo las religiones del ciclo ario siempre han adorado a la
naturaleza y frecuentemente a la naturaleza ciega, inconsciente, en todas sus
manifestaciones violentas y terribles. Este culto se inclinaba hacia la idolatra y
la magia negra, favoreca la poligamia y la tirana, apoyadas ambas en las
pasiones populares. La lucha entre los hijos del sol y los hijos de la luna, entre
los Pandavas y los Kuravas, forma el argumento mismo de la gran epopeya india,
el Mahbhrata, especie de resumen en perspectiva de la historia de la India
aria antes de la constitucin definitiva del brahmanismo. Esta lucha abunda en
combates encarnizados, en aventuras extraas e interminables. En medio de la
gigantesca epopeya, los Kuravas, los reyes lunares, vencen. Los Pandavas, los
nobles hijos del sol, los guardianes de los ritos puros, son destronados y
proscritos. Desterrados, se esconden en los bosques, se refugian entre los
anacoretas, con trajes de corteza de rbol y bastones de ermitao.
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Van a triunfar los bajos instintos?. Las potencias de las tinieblas,
representadas en la epopeya india por los Rakshasas negro, Van a vencer a los
Devas luminosos?. Va a aplastar la tirana a los escogidos, bajo su carro de
guerra, y el cicln de las malas pasiones destruir el altar vdico, extinguir el
fuego sagrado de los antepasados?.
No: la India no hace ms que comenzar su evolucin religiosa. Ella va a
desplegar su genio metafsico y organizador en la institucin del
brahmanismo. Los sacerdotes que utilizaban los reyes y los jefes con el nombre
de purohilas (dedicados al sacrificio del fuego), haban ya llegado a ser sus
consejeros y sus ministros. Tenan grandes riquezas; pero no hubieran podido
dar a su casta esa autoridad soberana, esa posicin inatacable por encima del
poder real mismo, sin el auxilio de otra clase de hombres que personifican el
espritu de la India en lo que tiene de ms original y de ms profundo. stos
son los sabios y puros anacoretas.
Desde tiempo inmemorial, esos ascetas habitaban ermitas en el fondo de
las selvas, en las orillas de los ros o en las montaas, cerca de los lagos
sagrados. Se les vea tan pronto solos como en asambleas o cofradas, pero
siempre unidos en un mismo espritu. Se reconoce en ellos a los reyes
espirituales, los amos verdaderos de la India. Herederos de los antiguos arios, de
los rishis, ellos solos posean la interpretacin secreta de los Vedas. En ellos
viva el genio del ascetismo, de la ciencia oculta, de los poderes trascendentes.
Para alcanzar esta ciencia y este poder, desafan todo: el hambre, el fro, el sol
abrasador, el horror de las malezas. Sin defensas, en sus cabaas de madera,
viven de oracin y meditacin. Con la voz, con la mirada, llaman o alejan a las
serpientes, apaciguan a los leones y a los tigres. Dichosas las gentes que tienen la
bendicin, pues tendrn a los Devas por amigos!. Desdichado quien los maltrate
o los mate: su maldicin, dicen los poetas, persigue al culpable hasta su tercera
encarnacin. Los reyes tiemblan ante sus amenazas, y, cosa curiosa, esos ascetas
causan temor a los mismos dioses. En el Rmyana, Vicvamitra, un rey que se ha
hecho asceta, adquiere tal poder por sus austeridades y sus meditaciones, que los
dioses tiemblan por su propia existencia. Entonces Indra le enva a la ms
encantadora de las Apsaras que van a baarse al lago, ante la choza del santo.
El anacoreta es seducido por la ninfa celeste: un hroe nace de su unin, y, por
algunos millares de aos, la existencia del Universo queda garantizada. Bajo
estas exageraciones poticas, se adivina el poder real y superior de los
anacoretas de la raza blanca, que con adivinacin profunda y voluntad intensa
gobiernan el alma tempestuosa y pasional de la India desde el fondo de sus
selvas.
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Del seno de la cofrada de los anacoretas deba salir la revolucin
sacerdotal, que hizo de la India la ms formidable de las teocracias. La victoria
del poder espiritual sobre el poder temporal, del anacoreta sobre el rey, de
donde naci la potencia del brahmanismo, fue conseguida por un reformador
de primer orden. Reconciliando los dos genios en lucha, el de la raza blanca y el
de la raza negra, los cultos solares y los cultos lunares, ese hombre divino fue el
verdadero creador de la religin nacional de la India. Adems, por su doctrina,
ese potente genio lanz al mundo una idea nueva de un alcance inmenso: la del
verbo divino, o de la divinidad encarnada y manifestada por el hombre. Este
primer Mesas, este hermano mayor de los hijos de Dios, fue Krishna.
La leyenda tiene como inters capital el que resume y dramatiza toda la
doctrina brahmnica, aunque ha quedado como esparcida y flotante en la
tradicin, por razn de que la fuerza plstica falta absolutamente en el genio
indio. La narracin confusa y mtica del Vishn Purna contiene, sin embargo,
datos histricos sobre Krishna, de un carcter individual y saliente. Por otra
parte, el Bhagavad Gita, ese maravilloso fragmento interpolado en el gran
poema del Mahabhrata, y que los brahmanes consideran como uno de sus
libros ms sagrados, contiene en toda su pureza la doctrina que se le atribuye.
Leyendo esos dos libros, la figura del gran iniciador religioso de la India se me
ha aparecido con la persuasin de los seres vivos. Contar, pues, la historia de
Krishna, extrayendo mis materiales de esas dos abundantes fuentes, de las que
una representa la tradicin popular y la otra la de los iniciados.

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II
EL REY DE MADURA
Al comienzo de la edad del Kali-yuga, hacia el ao 3000 antes de nuestra
era (segn la cronologa de los brahmanes), la sed del oro y del poder invadi el
mundo. Durante varios siglos, dicen los antiguos sabios, Agni, el fuego celeste
que forma el cuerpo glorioso de los Devas y que purifica el alma de los hombres,
haba esparcido sobre la tierra sus efluvios etreos. Pero el soplo ardiente de
Kali, la diosa del Deseo y de la Muerte, que sale de los abismos de la tierra
como gneo aliento, pasaba entonces sobre todos los corazones. La justicia haba
reinado con los nobles hijos de Pndu, los reyes solares que obedecen a la voz de
los sabios, y vencedores, perdonaban a los vencidos y les trataban como iguales.
Pero despus que los hijos del sol fueron exterminados o arrojados de sus tronos
y que sus pocos descendientes se ocultaban entre los anacoretas, la injusticia, la
ambicin y el odio haban dominado. Variables y falsos como el astro nocturno,
cuyo smbolo adoptaron, los reyes lunares se hacan una guerra sin piedad. Uno
de ellos, sin embargo, haba logrado dominar a todos los otros por medio del
terror y de prestigios singulares.
En el norte de la India, a la orilla de un ancho ro, brillaba una ciudad
poderosa. Tena ella doce pagodas, diez palacios y cien puertas flanqueadas por
torres. Multicolores estandartes, semejantes a serpientes aladas, flotaban sobre
sus altos muros. Era la altiva Madura, inexpugnable como la fortaleza de Indra.
All reinaba Kansa, de corazn tortuoso y alma insaciable. El rey no sufra a su
lado ms que a los esclavos, no crea poseer ms que lo que haba sometido, y
lo que posea no le pareca nada al lado de lo que le quedaba por conquistar.
Todos los reyes que reconocan los cultos lunares le haban rendido vasallaje.
Pero Kansa pensaba someter toda la India, desde Lanka hasta el Himavat. Para
llevar a cabo este proyecto, se ali con Kalayeni, seor de los montes Vyndhia,
el poderoso rey de los Yavanas, los hombres de cara amarilla. Como sectario de
la diosa Kali, Kalayeni se haba dedicado a las tenebrosas artes de la magia
negra. Se le llamaba amigo de los Rakshasas o demonios noctivagos, y rey de
las serpientes, porque se serva de esos animales para aterrorizar a su pueblo y a
sus enemigos. En el fondo de una espesa selva, se encontraba el templo de la
diosa Kali excavado en una montaa: inmensa caverna negra cuyo fondo se
ignoraba y cuya entrada estaba guardada por colosos con cabezas de animales
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tallados en la roca. All se llevaba a los que queran rendir homenaje a
Kalayeni, para obtener de l algn poder secreto. Apareca l en la
entrada del templo en medio de una multitud de serpientes monstruosas,
que se enroscaban alrededor de su cuerpo y se enderezaban al mando de
su cetro, y obligaba a sus tributarios a prosternarse ante aquellos
animales, cuyas cabezas entretejidas aparecan por encima de la suya. Al
mismo tiempo, murmuraba una frmula misteriosa. Los que haban
ejecutado ese rito y adorado a las serpientes obtenan, a lo que se deca,
inmensos favores y todo lo que deseaban. Pero caan irrevocablemente bajo
el poder de Kalayeni y, de lejos o de cerca, eran ya sus esclavos. En
cuanto trataban de desobedecerle, crean ver ante ellos al terrible mago
rodeado por sus reptiles, y se vean cercados por sus cabezas silbantes,
paralizados por sus ojos fascinadores. Kansa pidi a Kalayeni su alianza.
El rey de los Yavanas le prometi el imperio de la tierra con la condicin
de casarse con su hija.
Altiva como un antlope y flexible como una serpiente era la hija del
rey mago, la hermosa Nysumba, con sus arracadas de oro y sus senos de
bano. Su casa pareca una nube sombra matizada por la luna con reflejos
azulados, sus ojos dos relmpagos, su boca vida la pulpa de un fruto rojo
con piones blancos en su interior. Se hubiese dicho que era Kali misma, la
diosa del Deseo. Bien pronto ella rein como seora en el corazn de
Kansa, y soplando sobre todas sus pasiones las convirti en hoguera
ardiente. Kansa tena un palacio lleno de mujeres de todos los colores, pero
no escuchaba ms que a Nysumba.
Tenga yo un hijo de ti, le dijo l, y ser mi heredero. Entonces
ser el dueo de la tierra y no temer a nadie.
Ms Nysumba no tena hijos, y su corazn se irritaba. Envidiaba ella
a las otras mujeres de Kansa, cuyos amores haban sido fecundos; haca
multiplicar a su padre los sacrificios a Kali; pero su seno continuaba estril
como la arena de un suelo trrido. Entonces, el rey de Madura orden que
se hiciera ante toda la ciudad el gran sacrificio del fuego, invocando a todos
los Devas. Las mujeres de Kansa y el pueblo asistieron con gran pompa.
Prosternados ante el fuego, los sacerdotes invocaron con sus cantos al gran
Varuna, a Indra, los Acwins y los Maruts. La reina Nysumba se aproxim y
arroj al fuego un puado de perfumes con gesto de desafo, pronunciando
una frmula mgica en idioma desconocido. El humo se espes, las llamas
subieron en torbellino, y los sacerdotes espantados, exclamaron:
Oh reina!. No son los Devas, sino los Rakshasas quienes han
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pasado por el fuego. Tu seno permanecer estril.
Kansa se aproxim al fuego a su vez, y dijo al sacerdote:
Entonces, dime: De cul de mis mujeres nacer el dueo del
mundo?.
En este momento, Devaki, la hermana del rey, se aproxim al fuego.
Era una virgen de corazn sencillo y puro, que haba pasado su infancia
hilando y tejiendo, y que viva como en un sueo. Su cuerpo estaba en la
tierra, su alma pareca estar siempre en el cielo. Devaki se arrodill
humildemente, rogando a los Devas que diesen un hijo a su hermano y a la
hermosa Nysumba. El sacerdote mir alternativamente al fuego y a la
virgen. De repente, exclam lleno de admiracin:
Oh, rey de Madura!. Ninguno de tus hijos ser el dueo del
mundo. ste nacer en el seno de tu hermana, que aqu tienes.
Grande fue la consternacin de Kansa y la clera de Nysumba al or
estas palabras. Cuando la reina se encontr a solas con el rey, le dijo:
Es necesario que Devaki perezca inmediatamente.
Cmo! respondi Kansa . Voy a hacer morir a mi hermana?.
Si los Devas la protegen, su venganza recaer sobre m.
Entonces dijo Nysumba llena de furor , que ella reine en mi
lugar, y que tu hermana de al mundo quien te haga perecer
vergonzosamente. Yo no quiero reinar ya con un cobarde que tiene miedo a
los Devas, y vuelvo a casa de mi padre Kalayeni. Los ojos de Nysumba
lanzaban fuegos oblicuos sus collares de oro se agitaban sobre su cuello
negro y reluciente. Se arroj a tierra, y su hermoso cuerpo se retorci como
una serpiente furiosa. Kansa, ante la amenaza de perderla, y fascinado por
una voluptuosidad terrible, qued sobrecogido de miedo y de deseo.
Bueno dijo : Devaki morir; pero no me dejes.
Un relmpago de triunfo brill en los ojos de Nysumba, una oleada
de sangre enrojeci su carne negra. Se levant de un salto, y abraz al
tirano domado, con sus brazos flexibles. Despus, rozndole con su pecho
de bano, del que se exhalaban embriagadores perfumes, y tocndole con
sus labios ardientes, murmur en voz baja:
Ofreceremos un sacrificio a Kali, la Diosa del Deseo y de la
Muerte, y ella nos dar un hijo que ser el dueo del mundo.
Aquella misma noche, el purohita, jefe del sacrificio, vio en sueos
al rey Kansa que sacaba la espada contra su hermana. En seguida fue a
casa de la virgen Devaki, le anunci que un peligro de muerte la
amenazaba, y la orden que huyese sin tardanza al refugio de los
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anacoretas. Devaki, instruida por el sacerdote del fuego, disfrazada de
penitente, sali del palacio de Kansa y huy de la ciudad de Madura sin
que nadie se apercibiera. Por la maana los soldados buscaron a la
hermana del rey para matarla, pero encontraron su habitacin vaca. El rey
interrog a las guardias de la ciudad, quienes respondieron que las puertas
haban estado cerradas, toda la noche. Pero en su sueo, haban visto
quebrarse bajo un rayo de luz sombros muros de la fortaleza, y en aquel
rayo, una mujer que sala de la ciudad. Kansa comprendi que una potencia
invencible protega a Devaki. Desde entonces el miedo entr en su alma y odi a
su hermana con un odio mortal.

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III
LA VIRGEN DEVAKI
Cuando Devaki, vestida de cortezas de rbol, que ocultaban su
hermosura, entr en las vastas soledades de los bosques gigantescos, vacilaba,
rendida por la fatiga y el hambre. Mas apenas hubo sentido la sombra de
aquellos bosques admirables, gustado los frutos del mango y respirado la
frescura de un manantial, se reanim como una flor. Al principio penetr bajo
bvedas enormes, formadas por troncos macizos, cuyas ramas se replantaban
en el suelo y multiplicaban al infinito sus arcadas. Durante largo tiempo
march por all al abrigo del sol, como a travs de una pagoda sombra y sin
salida. El zumbido de las abejas, el grito de los pavos reales en celo, el canto
de los kokilas y de mil pjaros, la atraan y animaban ms y ms. Los rboles
aparecan ms inmensos, la selva ms profunda y ms enmaraada. Los
troncos se sucedan, los follajes se combaban en cpulas, en portadas ms y
ms grandes. A veces Devaki se deslizaba por verdes senderos, por donde el
sol penetraba en torrentes de luz y donde yacan troncos derribados por la
tempestad. A veces se detena bajo glorietas de mangos y de asokas, de las que
pendan guirnaldas de lianas y lluvias de flores. Los gamos y las panteras
saltaban en la maleza; con frecuencia tambin los bfalos rompan las ramas,
o bien una horda de monos pasaba por los follajes, lanzando gritos. March ella
as durante todo el da. Hacia la noche, sobre un bosquecillo de bambes,
advirti la cabeza inmvil de un prudente elefante que mir a la virgen con
aire inteligente y protector, y levant su trompa como para saludarla. Entonces
el bosque se llen de luz y Devaki vio un paisaje lleno de paz profunda, de un
encanto celeste y paradisaco.
Ante ella se extenda un estanque sembrado de lotos y nenfares azules:
su reflejo azulado se abra paso en la gran selva como otro cielo. Pdicas
cigeas dormitaban inmviles en sus orillas y dos gacelas beban en sus aguas.
Al otro lado se vea, al abrigo de las palmeras, la ermita de los anacoretas. Una
luz rosada y tranquila baaba el lago, los bosques y la morada de los santos
rishis. En el horizonte, la cima blanca del monte Meru dominaba el ocano de
las selvas. El aliento de un ro invisible animaba a las plantas, y el estruendo
atenuado de una catarata lejana vagaba en la brisa como una caricia o como
una meloda.
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Al borde del estanque, Devaki vio una barca. En pie y a su lado, un
hombre de edad madura, un anacoreta, pareca esperar. Silenciosamente hizo
seal a la virgen de entrar en la barca y cogi los remos. Mientras la canoa
parta, rozando a los nenfares, Devaki vio nadar en el estanque a la hembra de
un cisne; con vuelo atrevido un cisne macho llegado por los aires empez a
describir grandes crculos a su alrededor y luego se meti en el agua al lado de
su compaera, estremeciendo su plumaje de nieve. Al ver esto. Devaki se
inmut profundamente sin saber por qu. Entre tanto, la barca haba tocado la
orilla opuesta, y la virgen de ojos de loto se encontr ante el rey de los
anacoretas: Vasichta. Sentado sobre una piel de gacela y vestido con otra de
antlope negro, tena el aire venerable de un dios ms bien que de un hombre.
Desde la edad de sesenta aos slo se alimentaba de frutos silvestres. Su
cabellera y su barba eran blancas como la: cimas del Himavat, su piel
transparente, la mirada de sus ojos vagos vuelta hacia s por la meditacin. Al
ver a Devaki se levant y la salud con estas palabras: Devaki, hermana del
ilustre Kansa, s bienvenida entre nosotros. Guiada por Mahadeva, el maestro
supremo, has dejado el mundo de las miserias para venir al de las delicias.
Porque ahora ests al lado de los santos rishis, dueos de sus sentidos, dichosos
con su destino y deseosos del camino del cielo. Hace largo tiempo que te
esperbamos como la noche a la aurora. Nosotros somos el ojo de los Devas,
fijo sobre el mundo; nosotros que vivimos en lo ms profundo de las selvas.
Los hombres no nos ven, mas nosotros vemos a los hombres y seguimos sus
acciones. La edad sombra del deseo, de la sangre y del crimen se cierne sobre
la Tierra. Te hemos elegido para la obra de liberacin, y los Devas te han
escogido por mediacin nuestra. En el seno de una mujer el rayo del esplendor
divino debe recibir una forma humana.
En este momento, los rishis salan de la ermita para la oracin de la
tarde. El viejo Vasichta les orden que se inclinaran hasta tierra ante Devaki.
As lo hicieron, y Vasichta dijo: sta ser nuestra madre, porque de ella nacer
el espritu que debe regenerarnos. Despus, volvindose hacia ella, prosigui:
Vete, hija ma: los rishis te llevarn al estanque vecino donde viven las
hermanas penitentes. Vivirs entre ellas y los misterios se cumplirn.
Devaki fue a vivir a una ermita rodeada de lianas, entre mujeres piadosas
que alimentan a las gacelas domesticadas, dedicando su vida a las abluciones y
a la oracin. Tomaba ella parte en sus sacrificios: una mujer de edad madura
le daba las instrucciones secretas. Aquellas penitentes haban recibido la orden
de vestirla como a una reina, con telas exquisitas y perfumadas, y dejarla vagar
sola en pleno bosque. La selva, llena de perfumes, de voces y de misterios, atraa
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a la joven. A veces encontraba cortejos de viejos anacoretas que volvan del ro.
Al verla, se arrodillaban ante ella, y despus proseguan su camino. Un da, al
lado de una fuente velada por lotos rosados, vio a un joven anacoreta que
oraba. l se levant cuando se aproximaba, lanz sobre ella una mirada triste
y profunda, y se alej en silencio. Las figuras graves de los viejos, la imagen de
los cisnes y la mirada del joven anacoreta, eran el tema de los sueos de la
virgen. Cerca del manantial haba un rbol de edad inmemorial y grandes
ramas, que los santos rishis llamaban el rbol de vida. Devaki gustaba de
sentarse a su sombra. Con frecuencia dormitaba all, visitada por visiones
extraas. Tras de las ramas, oa coros que cantaban: Gloria a ti, Devaki!.
Vendr, coronado de luz, ese fluido puro emanado de la grande alma, y las
estrellas palidecern ante su esplendor. Vendr, y la vida desafiar a la muerte,
y l rejuvenecer la sangre de todos los seres. Vendr, ms dulce que la miel
y el amrita, ms puro que el cordero sin mancha y la boca de una virgen, y
todos los corazones se sentirn transportados de amor. Gloria, gloria, gloria
a ti. Devaki!. (Atharva Veda). Eran los anacoretas?. Eran los Devas quienes
cantaban as?. A veces, le pareca que una influencia lejana o una presencia
misteriosa, como una mano invisible extendida sobre ella, la obligaba a
dormir. Entonces caa en un sueo profundo, suave, inexplicable, del que
sala confusa y turbada. Se volva como para buscar a alguien, pero a nadie
vea. Solamente encontraba, a veces, rosas sembradas sobre su lecho de hojas,
o una corona de loto entre sus manos.
Un da, Devaki cay en un xtasis ms profundo. Oy ella una msica
celeste, como un ocano de arpas y de voces divinas. De repente, el cielo se
abri en abismos de luz. Miles de seres esplndidos la miraban, y en el fulgor de
un rayo deslumbrante, el sol de los soles, Mahadeva, se le apareci en forma
humana. Iluminada por el Espritu de los mundos, perdi el conocimiento, y en
el olvido de la tierra, en una felicidad sin lmites, concibi al nio divino. (Una
nota es indispensable acerca del sentido simblico de la leyenda y sobre el
origen real de aquellos que han llevado en la historia el nombre de hijos de
Dios. Segn la doctrina secreta de la India, que fue tambin la de los
iniciados de Egipto y de Grecia, el alma humana es hija del cielo, puesto
que, antes de nacer sobre la tierra, ha tenido una serie de existencias
corporales y espirituales. El padre y la madre no engendran, pues, ms que
el cuerpo del nio, porque su alma viene de otra parte. Esta ley universal se
impone a todos, y los ms grandes profetas no escapan a ella. Lo que
importa creer es que el profeta viene de un mundo divino, y eso, los
verdaderos hijos de Dios lo prueban por su vida y por su muerte. Pero los
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iniciados antiguos no han credo deber comunicar tales cosas al vulgo.
Algunos de los que han aparecido en el mundo como enviados divinos
fueron hijos de iniciados).
Cuando siete lunas hubieron descrito sus crculos mgicos alrededor de
la selva sagrada, el jefe de los anacoretas llam a Devaki. La voluntad de los
Devas se ha cumplido dijo . Has concebido en la pureza del corazn y en
el amor divino. Virgen y madre, te saludamos. Un hijo nacer de ti, que ser
el salvador del mundo. Tu hermano Kansa te busca para matarte, con el
tierno fruto que llevas en tu seno. Es necesario escapar a su persecucin. Los
hermanos van a guiarte a las viviendas de los pastores que habitan al pie del
monte Meru, bajo los cedros olorosos, en el aire puro del Himavat. All dars
a luz tu hijo divino, y le llamars Krishna, el consagrado. Que l ignore su
origen y el tuyo; no le hables de ello nunca. Ve sin temor, pues velaremos por
ti.
Y Devaki se fue a vivir con los pastores del monte Meru.

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IV
LA JUVENTUD DE KRISHNA
Al pie del monte Meru se extenda un fresco valle lleno de praderas y
dominado por vastos bosques de cedros, por donde pasaba el soplo puro del
Himavat. En este alto valle habitaba un pueblo de pastores sobre el cual reinaba
el patriarca Nanda, amigo de los anacoretas. All Devaki encontr un refugio
contra las persecuciones del tirano de Madura; y all, en la morada de Nanda,
naci su hijo Krishna. A excepcin de Nanda, nadie supo quin era la
extranjera y de dnde proceda aquel hijo. Las mujeres del pas dijeron
nicamente: Es un hijo de los Gandharvas. (Son los genios que, en toda la
poesa india, se supone presiden a los matrimonios de amor). Porque los
msicos de Indra deben haber presidido a los amores de esa mujer que parece
una ninfa celeste, una Apsara. El hijo maravilloso de la mujer desconocida
creci entre los rebaos y los pastores, ante los ojos de su madre. Le llamaban
el Radiante, porque su sola presencia, su sonrisa y sus grandes ojos tenan
el don de difundir la alegra. Animales, nios, mujeres, hombres, todo el
mundo le quera, y l pareca querer a todo el mundo, sonriendo a su
madre, jugando con las ovejas y los nios de su edad o hablando con los
viejos. El nio Krishna no tena temor alguno; lleno de audacia ejecutaba
acciones sorprendentes. A veces se le encontraba en los bosques, recostado
sobre el musgo, abrazando a jvenes panteras y abrindoles la boca sin que
se atreviesen a morderle. Tena tambin inmovilidades repentinas,
admiraciones profundas, tristezas extraas. Entonces se apartaba de todos, y
grave, absorto, miraba sin responder. Pero sobre todas las cosas y todos los
seres, Krishna adoraba a su joven madre, tan bella, tan radiante, que le
hablaba del cielo de los Devas, de combates heroicos y de cosas maravillosas
que ella haba aprendido con los anacoretas. Y los pastores que conducan sus
rebaos bajo los cedros del monte Meru decan: Quin es esta madre y
quin su hijo?. Aunque vestida como nuestras mujeres, parece una reina. El
hijo maravilloso se ha criado con los nuestros, y sin embargo no se les
parece. Es un genio?. Es un dios?. Quienquiera que sea, nos traer
felicidad.
Cuando Krishna tuvo quince aos, su madre Devaki fue vuelta a llamar
por el jefe de los anacoretas. Un da desapareci sin decir adis a su hijo.
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Krishna, no vindola ya, fue a buscar al patriarca Nanda y le dijo:
Dnde est mi madre?.
Nanda respondi, inclinando la cabeza: Hijo mo, no me lo
preguntes. Tu madre ha partido para un largo viaje. Ha vuelto al pas de
donde vino, y no s cundo volver.
Krishna no respondi nada, pero cay en una meditacin tan
profunda que todos los nios se apartaban de l como sobrecogidos por un
temor supersticioso. Krishna abandon a sus compaeros, dej sus juegos, y
perdido en sus pensamientos, se fue solo por el monte Meru y err as
durante varias semanas. Una maana lleg a una alta cima cubierta de
rboles, desde donde la vista se extenda sobre la cordillera del Himavat.
De repente divis cerca de l un anciano, de elevada estatura, vestido con el
traje blanco de los anacoretas, en pie bajo los cedros gigantescos, baado por
la luz matutina. Pareca un centenario; su barba de nieve y su frente
brillaban con majestad. El joven lleno de vida y el anciano se miraron
largo tiempo. Los ojos del viejo se posaban con complacencia sobre
Krishna. ste qued tan maravillado al verle, que enmudeci lleno de
admiracin. Aunque por primera vez le vea, pareci conocerle.
A quin buscas? le dijo por fin el anciano.
A mi madre.
Tu madre no est ya aqu.
Dnde la encontrar?.
Al lado de Aquel que no cambia nunca.
Pero cmo encontrar a Aquel?.
Busca.
Y a ti, te volver a ver?.
S; cuando la hija de la Serpiente incite al crimen al hijo del Toro,
entonces me volvers a ver en una aurora de prpura. Entonces matars al
Toro y aplastars la cabeza de la Serpiente. Hijo de Mahadeva, sabe que t y
yo no formamos ms que uno solo en Aqul. Busca, busca, busca siempre!.
Y el centenario extendi las manos en signo de bendicin. Despus se
volvi dando algunos pasos bajo los altos cedros, en direccin del Himavat.
De pronto pareci a Krishna que su forma majestuosa se volva transparente,
despus temblorosa, y desapareci en el brillo de las finas hojas de las ramas,
en una vibracin luminosa. (Es una creencia constante en la India que los
grandes ascetas pueden manifestarse a distancia bajo una apariencia
visible, mientras su cuerpo queda sumergido en un sueo catalptico).
Cuando Krishna descendi del monte Meru, pareca como transformado.
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Una energa nueva irradiaba de su ser. Reuni a sus compaeros y les dijo:
Vamos a luchar contra los toros y las serpientes; vamos a defender a los
buenos y a subyugar a los malvados.
Con el arco en la mano y la espada al cinto, Krishna y sus amigos, los
hijos de sus pastores, convertidos en guerreros, comenzaron a batir las selvas
luchando contra las bestias feroces. En el fondo de los bosques, se oan los
aullidos de las hienas, los chacales, los tigres, y los gritos de triunfo de los
jvenes. Krishna mat y dom leones, hizo la guerra a reyes y libert a tribus
oprimidas. Ms la tristeza invada el fondo de su corazn. Su alma slo tena
un deseo profundo, misterioso, oculto: encontrar a su madre y volver a
hallar al extrao y sublime anciano. Recordaba sus palabras: No me
prometi que le vera cuando aplastase la cabeza de la serpiente?. No me
dijo que encontrara a mi madre al lado de Aquel que no cambia nunca?.
Pero por mucho que luchaba y venca, no haba vuelto a ver ni al viejo
sublime ni a su madre radiante. Un da oy hablar de Kalayeni, el rey de
las serpientes, y pidi luchar con el ms terrible de sus animales en
presencia del mago negro. Se deca que aquel animal, adiestrado por
Kalayeni, haba ya devorado centenares de hombres, y que su mirada
helaba de espanto a los ms valientes. Del fondo del templo tenebroso de
Kali, Krishna vio salir, a la voz de Kalayeni, un largo reptil azul verdoso. La
serpiente enderez lentamente su cuerpo grueso, hinch su cresta rojiza, y
sus ojos penetrantes se encendieron en su cabeza monstruosa, cubierta de
conchas relucientes. Esta serpiente, dijo Kalayeni, sabe muchas cosas, es un
demonio poderoso. No se las dir ms que a quien la mate; ella mata a los
vencidos. Te ha visto, te mira, ests en su poder. Slo te resta adorarla o
perecer en una lucha insensata. A estas palabras, Krishna se indign, porque
senta que su corazn era como la punta del rayo. Mir a la serpiente y se
lanz sobre ella, cogindola por debajo de la cabeza. Hombre y serpiente
rodaron por las escaleras del templo. Pero antes que el reptil se le hubiese
enroscado, Krishna le cort la cabeza con su espada y, desembarazndose del
cuerpo, que se retorca an, el joven vencedor levant, con aire de triunfo,
la cabeza de la serpiente en su mano izquierda. Aquella cabeza viva an;
miraba a Krishna y le dijo: Por qu me has matado, hijo de Mahadeva?
Crees encontrar la verdad matando a los vivos?. Insensato: no la encontrars
ms que agonizando t mismo. La muerte est en la vida, la vida est en la
muerte. Teme a la hija de la serpiente y a la sangre vertida. Gurdate! Ten
cuidado!. Hablando as, la serpiente muri. Krishna dej caer la cabeza del
reptil y se march lleno de horror. Kalayeni dijo: No puedo nada sobre este
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hombre; slo Kali podra dominarle con un encanto.
Tras un mes de abluciones y de oracin en la orilla del Ganges, luego
de haberse purificado en la luz del sol y en el pensamiento de Mahadeva,
Krishna volvi a su pas natal, entre los pastores del monte Meru.
La luna de otoo mostraba sobre los bosques de cedros su globo
resplandeciente; de noche el aire se embalsamaba con el perfume de los lirios
silvestres, donde las abejas murmuraban durante el da. Sentado bajo un gran
cedro, al borde de una pradera, Krishna, cansado de los varios combates de
la tierra, soaba en combates celestes y en lo infinito del cielo. Cuanto ms
pensaba en su radiante madre y en el anciano sublime, ms sus hazaas
juveniles le parecan despreciables, y ms las cosas del cielo se le hacan vivas.
Un encanto consolador, una divina reminiscencia, le inundaban por completo.
Un himno de reconocimiento a Mahadeva subi de su corazn y desbord de
sus labios en una meloda, suave y anglica. Atradas por aquel canto
maravilloso, las Gopis, las hijas y las mujeres de los pastores, salieron de sus
moradas. Las primeras, al ver a las mayores de la familia en su camino,
volvieron a entrar en seguida, despus de simular que cogan flores. Algunas
se aproximaron ms, llamando: Krishna!, Krishna!, y despus huyeron
avergonzadas. Animndose poco a poco, las mujeres rodearon a Krishna por
grupos, como gacelas tmidas y curiosas encantadas por sus melodas. l,
abstrado en el sueo de los dioses, no las vea. Atradas ms y ms por su
canto, las Gopis comenzaron a impacientarse de que no se fijara en ellas.
Nichdali, la hija de Nanda, con los ojos cerrados, haba cado en una especie de
xtasis. Su hermana Sarasvati, ms atrevida, se desliz al lado del hijo de
Devaki, y le dijo con voz cariosa:
Oh, Krishna!. No ves que te escuchamos y que no podemos dormir
en nuestras moradas?. Tus melodas nos han embelesado, Oh, hroe
adorable!, y henos aqu, encadenadas a tu voz, y no pudiendo ya vivir sin ti.
Canta ms dijo una joven ; ensanos a modular nuestras voces.
Ensanos la danza dijo una mujer, y Krishna, saliendo de su
sueo, lanz sobre las Gopis benvolas miradas. Les dirigi palabras
amables, y cogindolas de la mano, las hizo sentar sobre el csped, a la sombra
de los grandes cedros, bajo la luz de la luna brillante. Entonces les cont lo que
haba visto en su ensimismamiento: la historia de los dioses y de los hroes,
las guerras de Indra, y las hazaas del divino Rama. Mujeres y mozas
escuchaban encantadas. Aquellas narraciones duraban hasta el alba. Cuando la
rosada aurora suba tras el monte Meru, y los kokilas comenzaban a cantar
bajo los cedros, las hijas y las mujeres de los Gopis volvan furtivamente a sus
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viviendas. Pero al da siguiente, en cuanto la luna mgica mostraba su
creciente, volvan ms vidas d escucharle. Krishna, al ver que se exaltaban
con sus relatos, las ense a cantar con sus voces y a figurar con sus gestos las
acciones sublimes de los hroes y de los dioses. A las unas dio vinas, de
cuerdas vibrantes como almas; a las otras, cmbalos, sonoros como los corazones
de los guerreros, y tambores, que imitaban el trueno. Eligiendo a las ms
bellas, las animaba con sus pensamientos, y, con los brazos extendidos,
andando y movindose en un sueo divino, las bailarnas sagradas
representaban la majestad de Varuna, la clera de Indra matando al dragn, o
la desesperacin de Maya abandonada. De este modo, los combates y la gloria
eterna de los dioses, que Krishna haba contemplado en s mismo, revivan en
aquellas mujeres dichosas y transfiguradas.
Una maana, las Gopis se haban dispersado. Los timbres de sus
instrumentos variados, de sus voces musicales y alegres se haban perdido a
lo lejos. Krishna, solo bajo el gran cedro, vio venir a las dos hijas de
Nanda: Sarasvati y Nichdali, que se sentaron a su lado. Sarasvati, echando
sus brazos alrededor del cuello de Krishna, y haciendo ruido con sus
brazaletes, le dijo: Al ensearnos los cantos y las danzas sagradas, has hecho
de nosotras las ms dichosas de las mujeres; pero seremos las ms desdichadas
cuando te marches. Qu ser de nosotras cuando no te veamos ms?. Oh
Krishna!. S nuestro esposo: mi hermana y yo seremos tus mujeres fieles, y
nuestros ojos no tendrn el dolor de perderte. Mientras Sarasvati hablaba as,
Nichdali cerr los prpados como si cayera en xtasis.
Nichdali; Por qu cierras los ojos? pregunt Krishna.
Est celosa respondi Sarasvati riendo . No quiere ver mis
brazos rodeando tu cuello.
No respondi Nichdali ruborizndose : cierro los ojos para
contemplar tu imagen que est grabada en el fondo de m misma. Krishna,
puedes marchar: no te perder nunca. Krishna estaba pensativo. Rechaz
sonriendo los brazos de Sarasvati, que apasionadamente opriman su cuello, y
mirando alternativamente a las dos mujeres, pas sus brazos alrededor de sus
talles. Primero pos su boca sobre los labios de Sarasvati, luego sobre los ojos
de Nichdali. En esos dos largos besos, el joven Krishna pareci sondear y
saborear todas las voluptuosidades de la tierra. Ms, de repente, se estremeci y
dijo:
Eres hermosa, Oh, Sarasvati!, t cuyos labios tienen el perfume del
mbar y de todas las flores; eres adorable, Oh Nichdali!, t cuyos prpados
velan profundos ojos y sabes sondear tu propia alma. Os amo a las dos. Pero
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Cmo voy a ser vuestro esposo, puesto que mi corazn tendra que dividirse
entre ambas?.
No amar nunca! dijo Sarasvati con despecho.
Slo amar con amor eterno...
Y qu es preciso para que ames as? dijo Nichdali con ternura.
Krishna se haba levantado; sus ojos llameaban.
Para amar con amor eterno? dijo . Es preciso que la luz del da
se extinga, que el rayo caiga en mi corazn, y que un alma se lance fuera de m
hasta el fondo del cielo!.
Mientras hablaba, pareci a las jvenes que creca de un codo. De
repente, tuvieron miedo de l, y volvieron a su casa llorando. Krishna tom
solo el camino del monte Meru. La noche siguiente, las Gopis se reunieron para
sus juegos, pero en vano esperan a su maestro. Haba desaparecido, no dejando
ms que una esencia, un perfume de su ser: los cantos y las danzas sagradas.

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V
INICIACIN
Entre tanto, el rey Kansa, al saber que su hermana Devaki haba vivido
con los anacoretas, sin haberla podido descubrir, empez a perseguirlos como
a bestias feroces, teniendo aqullos que refugiarse en la parte ms recndita y
ms salvaje de la selva. Entonces su jefe, el viejo Vasichta, el centenario, se
puso en camino para hablar al rey de Madura. Los guardias vieron con
admiracin aparecer ante las puertas del palacio a un anciano ciego, guiado
por una gacela que llevaba atada. Llenos de respeto al rishi, le dejaron pasar.
Vasichta se aproxim al trono, donde Kansa estaba sentado al lado de
Nysumba, y le dijo:
Kansa, rey de Madura, desgraciado de ti, hijo del Toro, que persigues
a los solitarios de la selva santa. Desgraciada de ti, hija de la Serpiente, que le
inspiras el odio. Vuestro castigo est prximo. Sabed que el hijo de Devaki
vive. Vendr cubierto con una armadura invulnerable y te arrojar desde tu
trono a la ignominia. Ahora, temblad y temed; es el castigo que los Devas os
asignan.
Los guerreros, los guardias, los servidores, se haban prosternado ante el
santo centenario, que volvi a salir conducido por su gacela, sin que nadie se
atreviera a tocarle. Pero a partir de aquel da, Kansa y Nysumba pensaron en
los medios de hacer morir secretamente al rey de los anacoretas. Devaki haba
muerto, y nadie aparte de Vasichta saba que Krishna era su hijo. El ruido de
las hazaas de ste haba llegado a odos del rey. Kansa pens: Tengo
necesidad de un hombre fuerte para defenderme!. El que ha matado a la gran
serpiente de Kalayeni, no tendr miedo del anacoreta. Kansa mand decir al
patriarca Nanda: Envame al joven hroe Krishna para que sea el
conductor de mi carro y mi primer consejero. (En la India antigua, esas dos
funciones estaban con frecuencia reunidas en una misma persona. Los
conductores de los carros de los reyes eran grandes personajes y
frecuentemente los ministros de los monarcas. Los ejemplos son
numerossimos en la poesa indostnica). Nanda comunic a Krishna la
orden del rey y Krishna respondi: Ir. Aparte pensaba: El rey de
Madura ser Aquel que no cambia jams?. Por l sabr dnde est mi
madre. Kansa, viendo la fuerza, la destreza y la inteligencia de Krishna, le
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estimaba mucho y le confi la guardia de su reino. Nysumba, al ver al
hroe del monte Meru, se estremeci en su carne con un deseo impuro, y
su espritu sutil tram un proyecto tenebroso a la luz de un pensamiento
criminal.
Sin que el rey lo supiera, llam a su gineceo al conductor del carro.
Como maga que era, posea el arte de rejuvenecerse momentneamente por
medio de filtros poderosos. El hijo de Devaki encontr a Nysumba, la de los
senos de bano, casi desnuda, sobre un lecho de prpura: anillos de oro cean
sus tobillos y sus brazos; una diadema de piedras preciosas chispeaba sobre su
cabeza. A sus pies arda un pebetero de cobre, del que se escapaba una nube de
perfumes.
Krishna dijo la hija del rey de las serpientes , tu frente es ms
tranquila que la nieve del Himavat y tu corazn es como la punta del rayo. En
tu inocencia resplandeces sobre los reyes de la, tierra. Aqu, nadie te ha
reconocido; t te ignoras a ti mismo. Yo sola s quin eres; los Devas han
hecho de ti el dueo de los hombres; yo sola puedo hacer de ti el dueo del
mundo. Quieres?.
Si Mahadeva habla por tu boca dijo Krishna con grave acento
me dirs, dnde est mi madre y dnde encontrar al gran anciano que me
habl bajo los cedros del monte Meru.
Tu madre? dijo Nysumba con desdeosa sonrisa ; no soy yo
ciertamente quien te lo ensear; en cuanto a tu anciano, no le conozco.
Insensato!, persigues sueos y no ves los tesoros de la tierra que yo te
ofrezco. Hay seres que llevan la corona y que no son reyes. Hay hijos de
pastores que llevan la realeza en su frente y que no conocen su fuerza. T
eres fuerte, joven, bello; los corazones estn contigo. Mata al rey durante su
sueo y yo pondr la corona sobre tu cabeza y sers el dueo del mundo.
Porque yo te amo y me ests predestinado. Lo quiero, lo ordeno.
Mientras hablaba as, la reina se, haba levantado imperiosa, fascinante,
terrible como una hermosa serpiente. En pie sobre su lecho, lanz con sus ojos
negros una llama tan sombra en los ojos lmpidos de Krishna, que ste se
estremeci espantado. En aquella mirada, el infierno se le apareci. Vio el
abismo del templo de Kali, diosa del Deseo y de la Muerte, y las serpientes que
all se retorcan en una agona eterna. Entonces, repentinamente, los ojos de
Krishna parecieron como dos dagas. Sus miradas traspasaron a la reina de parte
a parte, y el hroe del monte Meru exclam:
Soy fiel al rey que me ha tomado por defensor; pero t, sbelo:
morirs.
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Nysumba lanz un grito penetrante, y rod sobre su cama, mordiendo la
prpura. Toda su juventud ficticia se haba desvanecido, volvindose vieja y
arrugada. Krishna, dejndola con su clera, sali.
Perseguido noche y da por las palabras del anacoreta, el rey de Madura
dijo a su conductor de carro:
Desde que el enemigo ha puesto el pie en mi palacio, no duermo ya en
paz sobre mi trono. Un mago infernal llamado Vasichta, que vive en una
profunda selva, ha venido a lanzarme su maldicin. Desde entonces, no respiro:
el anciano ha emponzoado mis das. Pero contigo no temo nada, no le temo.
Ven conmigo a la selva maldita. Un espa que conoce todos los senderos nos
conducir.
En cuanto lo veas, corre hacia l y hirelo, sin darle tiempo a decirte
una palabra o lanzarte una mirada. Cuando est herido mortalmente, pregntale dnde est el hijo de mi hermana Devaki, y cul es su nombre. La paz de
mi reino depende de este misterio.
En verdad respondi Krishna , no he tenido miedo de Kalayeni ni
de la serpiente de Kali. Quin podra hacerme temblar ahora?. Por poderoso
que sea ese hombre, sabr lo que te oculta.
Disfrazados de cazadores, marchaban sobre un carro tirado por caballos
fogosos; el espa que haba explorado la selva iba detrs. Era el principio de
la estacin de lluvias. Los ros se henchan, las plantas recubran los caminos, y
la lnea blanca de las cigeas surcaba las brumas. Cuando se aproximaron al
bosque sagrado, el horizonte se ensombreci, el sol se vel, la atmsfera se
llen de una niebla cobriza. Del cielo tempestuoso pendan nubes como
trombas, sobre la cabellera asustada de los bosques.
Por qu dijo Krishna al rey el cielo se ha oscurecido de repente,
y la selva se pone negra?.
Lo s dijo el rey de Madura ; es Vasichta, el malvado solitario,
que ensombrece el cielo y eriza contra m el bosque maldito. Pero, Krishna,
tienes miedo?.
Aunque el cielo cambie de aspecto y la tierra de color, nada temo.
Entonces, avanza.
Krishna fustig a los caballos, y el carro entr bajo la sombra espesa
de las baobabs, corriendo algn tiempo con velocidad maravillosa. Pero la
selva se volva cada vez ms salvaje y ms terrible. Los relmpagos la
iluminaron; el trueno retumb.
Jams dijo Krishna he visto el cielo tan negro ni retorcerse as los
rboles. Bien poderoso es tu mago!.
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Krishna, matador de serpientes, hroe del monte Meru, Tienes
miedo?.
Aunque la tierra tiemble y el cielo se hunda, no tengo miedo.
Entonces, adelante!.
De nuevo el intrpido conductor fustig a los caballos, y el carro
continu su carrera. Entonces, la tempestad se volvi tan espantosa que los
rboles gigantes se inclinaron. La selva sacudida gimi como estremecida por el
alarido de mil demonios. El rayo cay al lado de los viajeros; un boabab roto
obstruy el camino; los caballos se detuvieron, y la tierra tembl.
Es, pues, un dios tu enemigo? dijo Krishna . Porque Indra mismo
le protege.
Tocamos al objetivo dijo el espa al rey . Mira este sendero
entre el csped. Al final se ve una cabaa miserable. All habita Vasichta, el
gran muni, el que alimenta a los pjaros, temido por las fieras y protegido por
una gacela, Pero ni por una corona de rey dar un paso ms.
A estas palabras, el rey de Madura se haba puesto lvido. Es all
realmente, detrs de aquellos rboles?. Y cogindose tembloroso a Krishna,
murmur en voz baja, estremecindose todos sus miembros:
Vasichta, Vasichta, el que medita mi muerte, est all. Me ve desde
el fondo de su retiro... Su ojo me persigue. Lbrame de l!.
S, por Mahadeva dijo Krishna, bajando del carro y saltando por
encima del tronco del baobab , quiero ver al que te hace temblar as.
El muni centenario Vasichta viva haca un ao en aquella cabaa
escondida en lo ms profundo de la selva santa, esperando la muerte. Antes de
morir el cuerpo, se haba libertado de la prisin de la materia. Sus ojos se
haban extinguido, pero vea por el alma. Su piel perciba apenas el calor y el
fro, pero su espritu viva, en una unidad perfecta con el Espritu soberano.
No vea ya las cosas de este mundo ms que a travs de la luz de Brahma,
rezando, meditando sin cesar. Un discpulo fiel le llevaba diariamente a la
ermita los granos de arroz de que viva. La gacela que coma en su mano, le
adverta bramando de la proximidad de las fieras. Entonces las alejaba
murmurando un mantra, y extendiendo su bastn de bamb de siete nudos. En
cuanto a los hombres, quienesquiera que fuesen, los vea por medio de su
mirada interna, desde varias leguas de distancia.
Krishna, marchando por el estrecho sendero, se, encontr de repente
frente a Vasichta. El rey de los anacoretas estaba sentado, las piernas cruzadas
sobre una estera, apoyado contra el poste que sostena su cabaa, en una paz
profunda. De sus ojos de ciego sala un resplandor interno de vidente. En
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cuanto Krishna le vio, reconoci que era el sublime anciano!. Sinti una
conmocin de alegra, y el respeto inclin hacia l su alma entera. Olvidando al
rey, su carro y su reino, se arrodill ante el santo y le ador.
Vasichta pareca verle. Su cuerpo, apoyado en la cabaa, se enderez por
una ligera oscilacin, extendi los dos brazos para bendecir a su husped y sus
labios murmuraron la slaba sagrada: AUM!. (En la iniciacin brahmnica
significa: el Dios supremo, el Dios Espritu. Cada una de estas letras
corresponde a una de las facultades divinas, popularmente hablando a una
de las personas de la Trinidad). El rey Kansa, al no or nada, ni ver volver a
su conductor, se desliz con furtivo paso por el sendero y qued petrificado de
asombro viendo a Krishna arrodillado ante el santo anacoreta. ste dirigi a
Kansa sus ojos de ciego y, levantando su bastn, dijo:
Rey de Madura, vienes a matarme; est bien.
Porque vas a libertarme de la miseria de este cuerpo. Quieres saber
dnde est el hijo de tu hermana Devaki, que ha de destronarte?. Helo aqu,
indinado ante m y ante Mahadeva, y es Krishna, tu propio conductor.
Considera cun insensato eres y cun maldito, puesto que tu enemigo ms
terrible es ese mismo. Me lo has trado para que yo le diga que es el
predestinado. Tiembla!. Ests perdido, pues tu alma infernal va a ser la presa
de los demonios.
Kansa escuchaba estupefacto. No osaba mirar al anciano cara a cara;
plido de ira y viendo a Krishna de rodillas, cogi su arco, y tendindolo con
toda su fuerza, lanz una flecha contra el hijo de Devaki. Pero el brazo haba
temblado, y la flecha se desvi, yndose a clavar en el pecho de Vasichta, que,
con los brazos en cruz, pareca esperarla como en xtasis.
Un grito se oy, un grito terrible, no del pecho del anciano, sino del de
Krishna. E1 haba sentido vibrar la flecha en su odo, la haba visto en la
carne del santo... y le pareca que se haba clavado en su propio corazn; de tal
modo su alma en ese instante se haba identificado con la del rishi. Con esta
flecha aguda, todo el dolor del mundo traspas el alma de Krishna, la desgarr
hasta sus profundidades.
Entre tanto, Vasichta con la flecha en su pecho, sin cambiar de postura,
agitaba an los labios y murmur:
Hijo de Mahadeva, Por qu lanzar ese grito?.
Matar es vano. La flecha no puede herir al alma, y la vctima es el
vencedor del asesino. Triunfa, Krishna; el destino se cumple; yo vuelvo a
Aquel que no cambia jams. Que Brahma reciba mi alma. Pero t, su elegido,
salvador del mundo, en pie!, Krishna!, Krishna!.
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Krishna se levant con la mano en su espada; quiso volverse contra el
rey. Pero Kansa haba huido.
Entonces un resplandor hendi el negro cielo, y Krishna cay a tierra
como herido por el rayo bajo una luz deslumbradora. Mientras su cuerpo
permaneca insensible, su alma, unida a la del anciano, por el poder de la
simpata, subi en los espacios. La tierra, con sus ros, sus mares, sus
continentes, desapareci como una negra esfera y los dos se levantaron al
sptimo cielo de los Devas, hasta el Padre de los seres, el sol de los soles,
Mahadeva, la inteligencia divina. Ambos se sumergieron en un ocano de luz
que se abra ante ellos. En el centro de la esfera, Krishna vio a Devaki, su
madre radiante, su madre glorificada, que con sonrisa inefable, le tena los
brazos, le atraa a su seno. Millares de Devas venan a beber en la radiacin de
la Virgen-Madre, como en un foco incandescente. Y Krishna se sinti
reasorbido en una mirada de amor de Devaki. Entonces, del corazn de la
madre luminosa, su ser irradi a travs de todos los cielos. Sinti que l era el
Hijo, el alma divina de todos los seres, la Palabra de Vida, el Verbo
creador superior a la vida universal; l la penetraba, sin embargo por la
esencia del dolor, por el fuego de la oracin y la felicidad de un divino
sacrificio.
Cuando Krishna volvi en s, el trueno retumbaba an en el cielo, la
selva estaba sombra y torrentes de lluvia caan sobre la cabaa. Una gacela
lama la sangre sobre el cuerpo del asceta atravesado. El anciano sublime ya
no era ms que un cadver. Pero Krishna se levant como resucitado. Un
abismo le separaba del mundo y de sus vanas apariencias. El haba percibido
la gran verdad y comprendido su misin. En cuanto al rey Kansa, lleno de
espanto, hua sobre su carro perseguido por la tempestad, y sus caballos se
encabritaban como fustigados por mil demonios.
(La leyenda de Krishna nos lleva a la fuente misma de la idea de la
Virgen-Madre, el Hombre-Dios y de la Trinidad. En la India, esta idea
aparece, desde el origen, en su simbolismo transparente, con su profundo
sentido metafsico. En el libro Y, captulo II, l Vishnu-Purana, despus
de contar la concepcin de Krishna por Devaki, aade: Nadie poda mirar
a Devaki a causa de la luz que la envolva, y los que contemplaban su
esplendor sentan su espritu turbado; los dioses, invisibles a los mortales,
celebraban continuamente sus alabanzas desde que Vishn estaba encerrado
en su persona. Ellos decan: T eres esa Prakriti infinita y sutil y que
llev antes a Brahma en su seno; t fuiste luego la diosa de la Palabra, la
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energa del Creador del universo y la madre de los Vedas. Oh, t!, ser
eterno, que comprendes en tu substancia la esencia de todas las cosas
creadas, t eres idntica con la creacin, t eres el sacrificio de donde
procede cuanto produce la tierra; t eres la madera que por el frotamiento
engendra el fuego. Como Aditi, eres la madre de los dioses; como Diti, eres
la de los Daytas, sus enemigos. T eres la luz de donde nace el da, eres la
humildad, madre de la verdadera sabidura, t eres la poltica de los
reyes, madre del orden; t eres el deseo de que nace el amor; t eres la
satisfaccin de donde la resignacin deriva; t eres la inteligencia, madre
de la ciencia; t eres la paciencia, madre del valor; todo el firmamento y
las estrellas son tus hijos; de ti procede todo cuanto existe... T has
descendido a la tierra para la salvacin del mundo. Ten compasin de
nosotros, Oh Diosa!, y mustrate favorable al universo; s orgullosa
de llevar en ti al Dios que sostiene al mundo. Este pasaje prueba que
los brahmanes identificaban a la madre de Krishna con la substancia
universal y el principio femenino de la Naturaleza. De ste hicieron
ellos la segunda persona de la Trinidad divina, de la trada inicial y
no manifestada. El Padre, Nara (Eterno-Masculino); la Madre, Nari
(Eterno-Femenino) y el hijo, Viradi (Verbo-Creador), tales son las
facultades divinas. En otros trminos: el principio intelectual, el
principio plstico, el principio productor. Los tres juntos constituyen la
natura naturans, para emplear un trmino de Spinoza. El mundo
organizado, el universo vivo, natura naturata, es el producto del verbo
creador, que se manifiesta a su vez bajo sus formas: Brahma, el
Espritu, corresponde al mundo divino; Vishn, el alma, responde al
mundo humano; Siva, el cuerpo, se refiere al mundo natural. En estos
tres mundos, el principio masculino y el principio femenino (esencia y
substancia) son igualmente activos, y el Eterno femenino se manifiesta
a la vez en la naturaleza terrestre, humana y divina. Isis es triple,
Cibeles tambin. Se ve, as concebida, que la doble trinidad, la de Dios
y la del Universo, contiene los principios y el cuadro de una teodicea y
de una cosmogona. Es justo reconocer que esta idea-madre ha salido
de la India. Todos los templos antiguos, todas las grandes religiones y
varias filosofas clebres, la han adoptado. Desde el tiempo de los
apstoles y en los primeros siglos del cristianismo, los iniciados
cristianos reverenciaban el principio femenino de la naturaleza visible e
invisible, bajo el nombre de Espritu Santo, representado por una paloma,
signo de la potencia femenina en todos los templos de Asia y de Europa.
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Si despus la Iglesia ha ocultado y perdido la clave de sus misterios, su
sentido se halla an escrito en sus smbolos.

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VI
LA DOCTRINA DE LOS INICIADOS
Krishna fue saludado por los anacoretas como el sucesor esperado y
predestinado de Vasichta. Se celebr el srada, o ceremonia fnebre del santo
anciano, en la selva sagrada, y el hijo de Devaki recibi el bastn de siete
nudos, signo de mando, despus de haber hecho el sacrificio del fuego en
presencia de los ms antiguos anacoretas, de los que saben de memoria los
tres Vedas. En seguida, Krishna se retir al monte Meru para meditar all su
doctrina y el camino de salvacin para los hombres. Sus meditaciones y sus
austeridades duraron siete aos. Entonces sinti que haba dominado a su
naturaleza terrestre por medio de su naturaleza divina, y que se haba
identificado suficientemente, con el Sol de Mahadeva para merecer el nombre
de hijo de Dios. Entonces llam a su lado a los anacoretas jvenes y ancianos
para revelarles su doctrina. Encontraron ellos a Krishna purificado y
engrandecido: el hroe se haba transformado en santo; no haba perdido la
fuerza de los leones, pero haba ganado la dulzura de las palomas. Entre los
que acudieron en primer trmino se encontraba Arjuna, un descendiente de los
reyes solares, uno de los Pandavas destronados por los Kuravas o reyes lunares.
El joven Arjuna era apasionado, lleno de fuego, pero pronto a descorazonarse
y caer en la duda, y se entusiasm apasionadamente con las doctrinas de
Krishna.
Sentado bajo los cedros del monte Meru, frente al Himavat, Krishna
comenz a hablar a sus discpulos de las verdades inaccesibles a los hombres
que viven en la esclavitud de los sentidos. Les ense la doctrina del alma
inmortal, de sus renacimientos, y de su unin mstica con Dios. El cuerpo
deca , envoltura del alma que en l mora, es una cosa finita; pero el alma
que le habita es invisible, imponderable, incorruptible, eterna. (El enunciado
de esta doctrina, que fue ms tarde la de Platn, se encuentra en el libro I
del Bhagavad Gita en forma de dilogo entre Krishna y Arjona).
El hombre terrestre es triple como la divinidad que refleja: inteligencia,
alma y cuerpo. Si el alma se une a la inteligencia, alcanza Satwa, la sabidura
y la paz; si el alma permanece incierta entre la inteligencia y el cuerpo,
entonces est dominada por Raja, la pasin, y va de objeto a objeto en un
crculo fatal; si, finalmente, el alma se abandona al cuerpo, entonces cae en
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Tama, la sinrazn, la ignorancia y la muerte temporal. He ah lo que cada
hombre puede observar en t mismo y a su alrededor. (Libros XIII a XVIII
Bhagavad Gita).
Pero pregunt Arjona Cul es el destino del alma despus de
la muerte?. Obedece siempre a la misma ley, o puede escapar de ella?.
Jams la escapa y obedece siempre respondi Krishna . He ah
el misterio de los renacimientos. Como las profundidades del cielo se abren
a los rayos de las estrellas, as las profundidades de la vida se iluminan a la
luz de esta verdad. Cuando el cuerpo se disuelve, y Satwa (la sabidura)
domina, el alma se eleva a las regiones de esos seres puros que tienen el
conocimiento del Altsimo. Cuando el cuerpo experimenta esta disolucin,
mientras Raja (la pasin) reina, el alma vuelve a habitar de nuevo entre los
que estn apegados a las cosas de la tierra. Del mismo modo, si el cuerpo es
destruido cuando Tama (la ignorancia) predomina, el alma oscurecida por la
materia es de nuevo atrada por alguna matriz de seres irracionales. (Ibid,
Libro XIV).
Eso es justo dijo Arjona . Pero ensanos ahora lo que es, en
el curso de los siglos, de los que han seguido la sabidura y van a habitar
despus de su muerte en los mundos divinos.
El hombre sorprendido por la muerte en la devocin respondi
Krishna , luego de haber gozado durante varios siglos de las recompensas
debidas a sus virtudes, en las regiones superiores, vuelve a habitar en una
familia santa y respetable. Pero esta clase de regeneracin en esta vida es
muy difcil de obtener. El hombre as nacido de nuevo, se encuentra con el
mismo grado de aplicacin y de progreso, en cuanto al entendimiento, que
los que tena en su primer cuerpo, y comienza otra vez a trabajar para
perfeccionarse en devocin. (Ibid, libro Y).
De modo dijo Arjuna que aun los buenos se ven forzados a
renacer y recomenzar la vida del cuerpo. Pero ensanos, Oh seor de la
vida!, si para aquel que desea la sabidura no hay fin a los eternos
renacimientos.
Escuchad, pues dijo Krishna , un grandsimo y profundo
secreto, el misterio soberano, sublime y puro. Para alcanzar la perfeccin
hay que conquistar la ciencia de la unidad, que est por encima de la
sabidura; hay que elevarse al ser divino que est por encima del alma, sobre
la inteligencia misma. Mas este ser divino, este amigo sublime, est en
cada uno de nosotros. Porque Dios reside en el interior de todo hombre,
pero pocos saben encontrarle. He ah la va de salvacin. Una vez que
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hayas presentido al ser perfecto que est sobre el mundo y en ti mismo,
decdete a abandonar al enemigo, que toma la forma del deseo. Domad
vuestras pasiones. Los goces que procuran los sentidos son como las matrices
de los sufrimientos que han de venir. No hagis solamente el bien: sed buenos.
Que el motivo est en el acto y no en sus frutos. Renunciad al fruto de vuestras
obras, pero que cada una de vuestras acciones sea como una ofrenda al Ser
supremo. El hombre que hace sacrificio de sus deseos y de sus obras al ser de
que proceden los principios de todas las cosas y por quien el universo ha sido
formado, obtiene por este sacrificio la perfeccin. Unido espiritualmente,
alcanza esa sabidura espiritual que est por encima del culto de las ofrendas, y
siente una felicidad divina. Porque el que encuentra en si mismo su felicidad,
su gozo, y al mismo tiempo tambin su luz, es Uno con Dios. Y, sabedlo: el
alma que ha encontrado a Dios, queda libertada del renacimiento y de la
muerte, de la vejez y del dolor, y bebe el agua de la inmortalidad. (Bhagavad
Gita, passim).
De este modo, Krishna explicaba su doctrina a sus discpulos y por la
contemplacin interna les elevaba, poco a poco, a las sublimes verdades que
se le haban revelado bajo el relmpago de la visin. Cuando hablaba de
Mahadeva, su voz se volva ms grave, sus facciones se iluminaban. Un da,
Arjuna, lleno de curiosidad y de audacia, le dijo: Haznos ver a Mahadeva
en su forma divina. No pueden nuestros ojos contemplarle?.
Entonces Krishna, levantndose, comenz a hablar del ser que respira
en todos los seres, el de las cien mil formas, el de innumerables ojos, el de
caras vueltas hacia todos lados, y que, sin embargo, las sobrepasa con toda la
altura del infinito; el que, en su cuerpo inmvil y sin lmites, encierra al
universo moviente con todas sus divisiones. Si en los cielos brillara al
mismo tiempo el resplandor de mil soles, dijo Krishna, esto se parecera
apenas al resplandor del nico Todopoderoso. Mientras hablaba as de
Mahadeva, un rayo tal brot de los ojos de Krishna, que los discpulos no
pudieron sostener su brillo y se prosternaron a sus pies. Los cabellos de Arjuna
se erizaron sobre su cabeza y encorvndose dijo, juntando las manos: Maestro,
tus palabras nos espantan y no podemos sostener la vista del gran Ser que t
evocas ante nuestros ojos. Ella nos abruma. (Vase esta transfiguracin de
Krishna en el Libro XI del Bhagavad Gita. Se la puede comparar con la
transfiguracin de Jess, XVI, San Mateo. Vase el libro VIII de esta
obra).
Krishna continu: Escuchad lo que l nos dice por mi boca: Yo y
vosotros hemos tenido varios renacimientos. Los mos slo de m son
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conocidos, pero vosotros no conocis ni tan siquiera los vuestros. Aunque yo
no estoy, por mi naturaleza, sujeto al nacimiento y a la muerte y soy el dueo
de todas las criaturas, sin embargo, como mando en mi naturaleza, me hago
visible por mi propia potencia y cuantas veces la virtud declina en el mundo
y el vicio y la injusticia dominan, me hago visible, y as me encuentro de edad
en edad, para la salvacin del justo, la destruccin del malvado y el
restablecimiento de la virtud. El que conoce, segn la verdad, mi naturaleza y
mi obra divina, al dejar su cuerpo no vuelve a renacer de nuevo, sino que
viene a m. (Bhagavad Gita, libro IV. Traduccin de Emile Bournouf. Cf.
Schlegel et Wilkins).
Hablando as, Krishna mir a sus discpulos con dulzura y benevolencia.
Arjuna exclam:
Seor!, t eres nuestro dueo, t eres el hijo de Mahadeva. Lo veo
en tu bondad, en tu encanto inefable aun ms que en tu resplandor terrible.
No es en los vrtigos del infinito donde los Devas te buscan y te desean; es
bajo la forma humana como te quieren y te adoran. Ni la penitencia, ni las
limosnas, ni los Vedas, ni el sacrificio valen lo que una sola de tus miradas. T
eres la Verdad. Condcenos a la lucha, al combate, a la muerte. A dondequiera
que sea, te seguiremos.
Sonrientes y encantados, los discpulos se agrupaban alrededor de
Krishna, diciendo:
Cmo no lo hemos visto antes?. Es Mahadeva quien habla en ti.
l respondi:
Vuestros ojos no estaban abiertos. Os he comunicado el gran secreto.
No lo digis ms que a quienes puedan comprenderlo. Sois mis elegidos;
vosotros veis el objetivo; la multitud no ve ms que una pequea porcin del
camino. Y ahora vamos a predicar al pueblo la va de la salvacin.

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VII
EL TRIUNFO Y LA MUERTE
Despus de haber instruido a sus discpulos en el monte Meru, Krishna
fue con ellos a las orillas del Djamuna y del Ganges, para convertir al pueblo.
Entraba en las cabaas y se detena en las poblaciones. Al atardecer, en los
alrededores de las aldeas, la multitud se agrupaba a su alrededor. Lo que
predicaba ante todo el pueblo era la caridad hacia el prjimo. Los males con
que afligimos a nuestros semejantes, deca, nos persiguen como la sombra al
cuerpo. Las obras que tienen como base el amor al prjimo, son las que
deben ser ambicionadas por el justo, pues sern las que pesen ms en la balanza
celeste. Si acompaas a los buenos, tus ejemplos sern intiles; no temas el
vivir entre los malos para conducirlos hacia el bien. El hombre virtuoso es
semejante al rbol gigantesco, cuya bienhechora sombra da a las plantas que
le rodean la frescura de la vida. A veces, Krishna, cuya alma desbordaba ahora
un perfume de amor, hablaba de la abnegacin y del sacrificio con suave voz e
imgenes seductoras: Como la tierra soporta a quienes la pisotean y desgarran
su seno al labrarla, as debemos devolver el bien por el mal. El hombre
honrado debe caer bajo los golpes de los perversos como el rbol sndalo, que
cuando se le corta, perfuma el hacha que le ha herido. Cuando los semisabios,
los incrdulos, le pedan les explicara la naturaleza de Dios, responda con
sentencias como sta: La ciencia del hombre slo es vanidad: todas sus buenas
acciones son ilusorias cuando no sabe relacionarlas a Dios. El que es humilde
de corazn y de espritu, es amado por Dios y no tiene necesidad de otra cosa. El
infinito y el espacio pueden nicamente comprender lo infinito; slo Dios
puede comprender a Dios.
No eran esas las nicas cosas nuevas de sus enseanzas. Embelesaba y
arrastraba a la multitud, sobre todo por lo que deca del Dios vivo, de Vishn.
Enseaba que el seor del universo se haba encarnado ya ms de una vez entre
los hombres; se haba manifestado sucesivamente en los siete rishis, Vyasa y en
Vasichta, y se manifestara an de nuevo. Pero Vishn, al decir de Krishna,
gustaba a veces de hablar por boca de los humildes: en un mendigo, en una
mujer arrepentida, en un nio. Contaba al pueblo la parbola del pobre
pescador Durga, que haba encontrado a un nio medio muerto de hambre
bajo un tamarindo. El buen Durga, aunque abrumado por la miseria y cargado
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de numerosa familia, que no saba cmo alimentar, se emocion de piedad por
el pobre nio y le llev a su casa. El sol se haba puesto, la luna suba sobre
el Ganges, la familia haba pronunciado la oracin de la noche, cuando el
nio murmur a media voz: El fruto del kataca purifica el agua; de igual
modo las buenas acciones purifican el alma. Toma tus redes, Durga; tu barca
flota sobre el Ganges. Durga ech sus redes y cuando las retir se rompan
bajo el peso del pescado. El nio haba desaparecido. As, deca Krishna,
cuando el hombre olvida su propia miseria por la de los dems, Vishn se
manifiesta y le hace dichoso en su corazn. Por medio de tales ejemplos,
Krishna predicaba el culto de Vishn. Todos se maravillaban de encontrar a
Dios tan cerca de su corazn cuando hablaba el hijo de Devaki.
El renombre del profeta del monte Meru se difundi por la India. Los
pastores que le haban visto crecer y haban asistido a sus primeras hazaas,
no podan creer que aquel santo personaje fuera el hroe impetuoso que
haban conocido. l viejo Nanda haba muerto. Pero sus dos hijas Sarasvati y
Nichdali, que Krishna amaba, vivan an. Diverso haba sido su destino.
Sarasvati, irritada por la partida de Krishna, haba buscado el olvido en el
matrimonio; haba sido la mujer de un hombre de casta noble, que la tom por
su belleza, pero en seguida la haba repudiado y vendido a un wayshia o
comerciante. Sarasvati haba dejado por desprecio a aquel hombre, para
convertirse en una mujer de mala vida. Luego, un da, desolada en su corazn,
llena de remordimientos y de asco, volvi hacia su pas y fue a buscar
secretamente a su hermana Nichdali.
sta, pensando siempre en Krishna como si estuviera presente, no se
haba casado, y viva con un hermano como sirvienta. Sarasvati le cont sus
infortunios y su vergenza, y Nichdali le respondi:
Pobre hermana ma!. Te perdono; pero mi hermano no te perdonar.
Slo Krishna podra salvarte.
Una llama brill en los apagados ojos de Sarasvati.
Krishna! dijo . Qu ha sido de l?.
Es un santo, un gran profeta. Ahora predica en las orillas del Ganges.
Vamos a buscarle dijo Sarasvati . Y las dos hermanas se
pusieron en camino: la una agostada por las pasiones, la otra perfumada de
inocencia, y, sin embargo, las dos consumidas por un mismo amor.
Krishna se dispona a ensear su doctrina a los guerreros o kchatryas.
Porque por turno predicaba a los brahmanes, a los hombres de la casta militar
y al pueblo. A los brahmanes les explicaba, con la calma de la edad madura, las
verdades profundas de la ciencia divina; ante los rajas celebraba las virtudes
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guerreras y familiares con el fuego de la juventud; al pueblo le hablaba, con la
sencillez de la infancia, de caridad, de resignacin y de esperanza.
Krishna estaba sentado a la mesa de un festn, en casa de un jefe
renombrado, cuando dos mujeres pidieron ser presentadas al profeta. Las
dejaron entrar a causa de su traje de penitentes. Sarasvati y Nichdali fueron a
postrarse ante los pies de Krishna. Sarasvati exclam con emocin e inundada
en lgrimas:
Desde que nos dejaste, he pasado mi vida en el error y el pecado;
pero si t lo quieres, Krishna, puedes salvarme... Nichdali aadi:
Oh Krishna!. Cuando te o en otro tiempo, supe que te amaba
para siempre; ahora que te vuelvo a encontrar en tu gloria, s que eres el hijo
de Mahadeva.
Y las dos besaron sus pies. Las rajas dijeron: Por qu, santo rishi,
dejas a esas mujeres del pueblo insultarte con sus palabras insensatas?.
Krishna les respondi:
Dejadlas expansionar su corazn: valen ellas ms que vosotros.
Porque sta tiene la fe y la otra el amor. Sarasvati, la pecadora, queda salvada
desde este momento, porque ha credo en m, y Nichdali, en su silencio, ha
amado ms a la verdad que vosotros con todos vuestros gritos. Sabed, pues, que
mi madre radiante, que vive en el sol de Mahadeva, le ensear los misterios
del amor eterno, cuando todos vosotros estis an sumergidos en las tinieblas de
las vidas inferiores.
A partir de aquel da, Sarasvati y Nichdali siguieron los pasos de
Krishna con sus discpulos. E inspiradas por l, ensearon a las otras
mujeres.
Kansa reinaba an en Madura. Despus del asesinato del anciano
Vasichta, el rey no haba encontrado paz sobre su trono. La profeca del
anacoreta se haba realizado: el hijo de Devaki viva. El rey le haba visto, y
ante su mirada haba sentido fundirse su fuerzo y su reinado. Temblaba por su
vida como una hoja seca, y frecuentemente, a pesar de sus guardias, se volva
bruscamente, esperando ver al joven hroe, terrible y radiante, ante su puerta.
Por su parte, Nysumba, acostada en su lecho, en el fondo del gineceo, pensaba
en sus poderes perdidos. Guando supo que Krishna profeta predicaba en las
orillas del Ganges, persuadi al rey a que enviara contra l una tropa, para que
lo trajeran atado. Cuando Krishna vio a los soldados, sonri y les dijo:
S quienes sois y por qu vens. Presto estoy a seguiros ante vuestro
rey; pero antes dejadme hablaros del rey del cielo, que es el mo.
Y comenz a hablar de Mahadeva, de su esplendor y de sus
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manifestaciones. Cuando termin, los soldados rindieron sus armas a
Krishna, diciendo:
No te llevaremos prisionero ante nuestro rey, sino que te seguiremos
ante el tuyo.
Y quedaron con l. Kansa, al saber esto, qued aterrado. Nysumba le
dijo:
Envale los personajes principales del reino. As se hizo. Fueron a la
poblacin en que Krishna predicaba. Haban prometido no escucharle. Pero
cuando vieron el brillo de su mirada, la majestad de su aspecto, y el respeto
que le tena la muchedumbre, no pudieron privarse de escucharle. Krishna les
habl de la servidumbre interior de los que hacen el mal, y de la libertad
celeste de los que hacen el bien.
Los kchatryas quedaron sobrecogidos de gozo y de sorpresa, porque se
sintieron como libertados de un peso enorme.
En verdad, eres un gran mago dijeron , porque habamos jurado
conducirte ante el rey con cadenas de hierro; pero nos es imposible hacerlo,
puesto que nos has libertado de las nuestras.
Fueron, pues, ante Kansa y le dijeron:
No podemos traerte ese hombre. Es un profeta muy grande, y no
tienes nada que temer de l.
El rey, viendo que todo era intil, hizo triplicar sus guardias y poner
frreas cadenas a todas las puertas de su palacio. Sin embargo, un da oy un
gran ruido en la ciudad, gritos de alegra y de triunfo. Los guardias vinieron
a decirle: Es Krishna, que entra en Madura. El pueblo hunde las puertas y
rompe las cadenas de hierro. Kansa quiso huir, pero los guardias mismos le
obligaron a permanecer en su trono.
En efecto: Krishna, seguido de sus discpulos y de un gran nmero de
anacoretas, haca su entrada en Madura, empavesada con estandartes, en
medio de una multitud nutrida de hombres, que pareca un mar agitado por
el viento. Entraba bajo una lluvia de guirnaldas y de flores. Todos le
aclamaban. Ante los templos, los brahmanes se agrupaban bajo los pltanos
sagrados, para saludar al hijo de Devaki, al vencedor de la serpiente, al
hroe del monte Meru; pero sobre todo al profeta de Vishn. Seguido de
brillante cortejo, y saludado como un libertador por el pueblo y los
kchatryas, Krishna se present ante el rey y la reina.
Slo has reinado por la violencia y el mal dijo Krishna a Kansa
y has merecido mil muertes, porque has matado al santo anciano Vasichta.
Sin embargo, no morirs an. Quiero probar al mundo que no es
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quitndoles la vida como se triunfa de los enemigos vencidos, sino
perdonndoles.
Mago malvado dijo Kansa , me has robado mi corona y mi
reino. Mtame.
Hablas como un insensato dijo Krishna . Porque si murieras en
tu estado de locura, de endurecimiento y de crimen, seras irremediablemente
perdido en la otra vida. Si, al contrario, comienzas a comprender tu locura y
a arrepentirte de ella, tu castigo ser menor, y por la intercesin de los
espritus puros, Mahadeva te salvar un da.
Nysumba, inclinada al odo del rey, murmur:
Insensato!, aprovecha la locura de su orgullo. En tanto que se
vive, queda la esperanza de vengarse.
Krishna comprendi lo que haba dicho, sin haberlo odo, y la lanz
una mirada severa, de penetrante piedad.
Ah, desgraciada!; siempre tu veneno. Corruptora, maga negra, t no
tienes ya en tu corazn ms que el veneno de las serpientes. Extrpatelo, o algn
da me ver obligado a aplastar tu cabeza. Y ahora irs con el rey a un lugar de
penitencia para expiar tus crmenes, bajo la vigilancia de los brahmanes.
Despus de estos acontecimientos, Krishna, con el consentimiento de
los grandes del reino y del pueblo, consagr a Arjuna, su discpulo, el ms
ilustre descendiente de la raza solar, como rey de Madura, y dio la autoridad
suprema a los brahmanes, que se convirtieron en instructores de los reyes.
Krishna continu siendo el jefe de los anacoretas, que formaron el conjunto
superior de los brahmanes. A fin de substraer este consejo a las persecuciones,
hizo construir para ellos y para s una ciudad fuerte en medio de las
montaas, defendida por una alta muralla y por poblacin escogida. Se llamaba
Dwarka. En el centro de esta ciudad se encontraba el templo de los iniciados,
cuya parte ms importante estaba oculta en los subterrneos. (El VishnuPurana, libro Y, captulos XXII y XXX, habla en trminos bastante
transparentes de esta ciudad: Krishna decidi, pues, construir una
ciudadela donde la tribu Yada encontrara un refugio seguro, y que fuera
tan fuerte, que las mismas mujeres pudiesen defenderla. La ciudad de
Dwarka estaba protegida por elevadas murallas, embellecida por jardines
y estanques, y era tan esplndida como Amaravati, la ciudad de Indra.
En aquella ciudad plant el rbol Parijata cuyo suave olor perfuma a
lo lejos la tierra. Todos los que se aproximaban a l se encontraban en
disposicin de acordarse de su existencia anterior. Ese rbol es
evidentemente el smbolo de la ciencia divina y de la iniciacin: el mismo
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que volvemos a encontrar en la tradicin caldea, y que pas desde ella al
Gnesis hebraico. Despus de la muerte de Krishna, la ciudad queda
sumergida, el rbol sube al cielo; pero el templo queda. Si todo ello tiene
un sentido histrico, quiere decir, para quien conozca el lenguaje
ultrasimblico y prudente de los indios, que un sicario cualquiera arras
la ciudad, y que la iniciacin fue cada vez ms secreta).
Entre tanto, cuando los reyes del culto lunar supieron que un rey del
culto solar haba subido al trono de Madura y que los brahmanes iban a ser
los dueos de la India, formaron entre s una poderosa liga para arrojarle del
trono. Arjuna, por su parte, agrup a su alrededor todos los reyes del culto
solar, de la tradicin blanca, aria, vdica. Desde el fondo del templo de
Dwarka, Krishna les segua, les diriga. Los dos ejrcitos se encontraban en
presencia, y la batalla decisiva era inminente. Sin embargo, Arjuna, al faltarle
a su lado el maestro, senta turbarse su espritu y debilitarse su valor. Una
maana, al romper el da, Krishna apareci ante la tienda del rey, su
discpulo.
Por qu dijo severamente el maestro no has comenzado el
combate que ha de decidir si los hijos del sol o los de la luna van a reinar sobre
la tierra?.
Sin ti no puedo hacerlo dijo Arjona . Mira esos dos ejrcitos
inmensos y esas multitudes que van a perecer.
Desde la eminencia en que estaban colocados, el seor de los espritus y
el rey de Madura contemplaron los dos ejrcitos innumerables, alineados en
orden, uno frente al otro. Se vean brillar las cotas de malla dorada de los jefes;
millares de guerreros, caballos y elefantes, esperaban la seal del combate. En
este momento, el jefe del ejrcito enemigo, el ms anciano de los Kuravas,
sopl en su caracola marina, en la gran caracola cuyo sonido pareca el rugido
de un len. A este ruido pronto se oy sobre el vasto campo de batalla un
inmenso rumor, el relinchar de los caballos, un ruido confuso de armas, de
tambores y de trompas. Arjuna no tena ms que montar sobre su carro
arrastrado por caballos blancos y soplar en su caracola azulada, de un azul
celeste, para dar la seal de combate 'a los hijos del Sol. Pero, he ah que el rey
sinti fundirse su corazn, sumergido en la piedad, y dijo muy abatido:
Al ver esta multitud venir a las manos, siento decaer mis miembros:
mi boca se seca, ni cuerpo tiembla, mis cabellos se erizan sobre mi cabeza, mi
piel arde, mi espritu gira en torbellinos. Veo malos augurios. Ningn bien
puede venir de esta matanza. Qu haremos con reinos, placeres, y aun con la
misma vida?. Aquellos para quienes deseamos reinos, placeres y alegras, en
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pie estn ah para batirse, olvidando su vida y sus bienes. Preceptores, padres,
hijos, abuelos, nietos, tos, parientes, van a degollarse. No tengo gana de
hacerlos morir para reinar sobre los tres mundos, y mucho menos aun para
reinar sobre esta tierra. Qu placer experimentara yo en matar a mis
enemigos?. Una vez muertos los traidores el pecado recaer sobre nosotros.
Cmo te ha sorprendido dijo Krishna ese azote del miedo,
indigno del sabio, fuente de infamia que nos arroja del cielo?. No seas
afeminado. En pie!.
Pero Arjuna, descorazonado, se sent en silencio y dijo:
No combatir.
Entonces Krishna, el rey de los espritus, replic con ligera sonrisa:
Oh, Arjuna!. Te he llamado el rey del sueo para que tu espritu est
siempre en vela. Pero tu espritu se ha dormido, y tu cuerpo ha vencido a tu
alma. Lloras sobre lo que no se debiera llorar, y tus palabras estn
desprovistas de sabidura. Los hombres instruidos no se lamentan ni por los
vivos ni por los muertos. Yo y t y esos conductores de hombres, siempre
hemos existido, y jams dejaremos de ser en el futuro. De igual modo que el
alma experimenta la infancia, la juventud y la vejez en este cuerpo, as
tambin las sufrir en otros cuerpos. Un hombre de discernimiento no se turba
por ello. Hijo de Bhrata!, soporta la pena y el placer con ecuanimidad.
Aquellos a quienes estas cosas no alcanzan ya, merecen la inmortalidad. Los
que ven la esencia real, ven la verdad eterna que domina al alma y al cuerpo.
Sbelo, pues: lo que impregna todas las cosas, est por encima de la destruccin.
Nadie puede destruir lo Inagotable. Todos esos cuerpos no durarn: t lo
sabes. Pero los videntes saben tambin que el alma encarnada es eterna,
indestructible e infinita. Por tal razn, Ve al combate, descendiente de
Bhrata!. Los que creen que el alma mata o muere, se engaan igualmente. Ni
mata, ni puede ser muerta. Ella no ha nacido y no muere, y no puede
perder el ser que siempre ha tenido. Al modo como una persona se quita
vestidos viejos para tomar otros nuevos, as el alma encarnada rechaza su
cuerpo para tomar otros. Ni la espada la corta, ni el fuego la quema, ni el
agua la moja, ni el aire la seca. Es impermeable e incombustible. Duradera,
firme, eterna, ella atraviesa todo. T no debieras, pues, inquietarte del
nacimiento ni de la muerte, Oh Arjuna!, porque para el que nace, la
muerte es cierta, y para el que muere, lo es el renacimiento. Da frente a tu
deber sin pestaear; porque para un kchatrya nada hay mejor que un combate
justo. Dichosos los guerreros que consideran la batalla como una puerta
abierta para el cielo!. Pero si no quieres combatir en este justo combate,
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caers en el pecado, abandonando tu deber y tu fama. Todos los seres
hablarn de tu infamia eterna, y la infamia es peor que la muerte para el que ha
sido elevado a los hombres. (Principio del Bhagavad Gita).
A estas palabras del maestro, Arjuna qued sobrecogido de vergenza, y
sinti hervir su sangre real con su valor. Entonces se lanz sobre su carro y dio
la seal del combate. Krishna dijo adis a su discpulo y dej el campo de
batalla, porque estaba seguro de la victoria de los hijos del Sol.
Krishna haba comprendido que, para hacer aceptar su religin a los
vencidos, le era preciso ganar sobre su alma una ltima victoria, ms difcil
que la de las armas. De igual modo que el santo Vasichta haba muerto
atravesado por una flecha por revelar la verdad suprema a Krishna, as
Krishna deba morir voluntariamente bajo los golpes de su enemigo mortal,
para implantar hasta en el corazn de sus adversarios la fe que l haba
predicado a sus discpulos y al mundo. Saba que el antiguo rey de Madura,
lejos de hacer penitencia, se haba refugiado en casa de su suegro Kalayeni, el
rey de las serpientes. En su odio, siempre excitado por Nysumba, haca vigilar a
Krishna por espas, acechando la hora propicia para matarle. Krishna senta,
por otra parte, que su misin haba terminado, y no peda para ser completa
ms que el sello supremo del sacrificio. Por esta razn, ces de evitar y de
paralizar a su enemigo por el poder de su voluntad. Saba que, si cesaba de
defenderse por esta fuerza oculta, el golpe por largo tiempo meditado le
alcanzara en la sombra. Pero el hijo de Devaki quera morir lejos de los
hombres, en las soledades del Himavat. All se sentira ms cerca de su madre
radiante, del sublime anciano, y del sol de Mahadeva.
Krishna parti, pues, para una ermita que se encontraba en un lugar
silvestre y desolado, al pie de las altas cimas del Himavat. Ninguno de sus
discpulos haba penetrado sus designios. Slo Sarasvati y Nichdali los leyeron
en los ojos del maestro por la adivinacin que reside en la mujer y en el amor.
Cuando Sarasvati comprendi que l quera morir, se ech a sus pies, los bes
con fuerza, y exclam:
Maestro, no nos dejes!.
Nichdali le mir, y le dijo sencillamente:
S a donde vas. Puesto que te hemos amado, djanos seguirte.
Krishna respondi:
En mi cielo, nada se rehusar al amor. Venid.
Despus de un largo viaje, el profeta y las santas mujeres llegaron a unas
cabaas agrupadas alrededor de un gran cedro sin hojas, sobre una montaa
amarillenta y rocosa. Por un lado, las inmensas cpulas de nieve del Himavat.
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Del otro, en la profundidad, un ddalo de montaas; a lo lejos, la llanura, la
India perdida como un sueo en una bruma dorada. En aquella ermita vivan
algunos penitentes vestidos con cortezas de rbol, con los cabellos en
desorden y la barba larga sobre un cuerpo lleno de fango y de polvo, con
miembros desecados por el soplo del viento y el calor del sol. Algunos slo
tenan su piel seca sobre el esqueleto. Viendo aquel lugar triste, Sarasvati
exclam:
La tierra est lejos y el cielo es mudo. Seor, Por qu nos has
conducido a este desierto abandonado de Dios y de los hombres?.
Ora respondi Krishna , si quieres que la tierra se acerque y que
el cielo te hable.
Contigo el cielo siempre est presente dijo Nichdali ; pero, Por
qu el cielo quiere abandonarnos?.
Es preciso dijo Krishna que el hijo de Mahadeva muera
atravesado por una flecha, para que el mundo crea en su palabra.
Explcanos ese misterio.
Ya lo comprenderis despus de mi muerte. Oremos.
Durante siete das hicieron rezos y abluciones. El semblante de Krishna
se transfiguraba y pareca ms radiante. El sptimo da, hacia la puesta del sol,
las dos mujeres vieron a unos arqueros subir hada la ermita.
Ah estn los arqueros de Kansa que te buscan dijo Sarasvati .
Maestro, defindete.
Pero Krishna, de rodillas al lado del cedro, no sala de su oracin. Los
arqueros llegaron y miraron a las mujeres y a los penitentes. Eran soldados
rudos, de caras amarillas y negras. Al ver la figura exttica del santo, se
detuvieron. Al pronto, trataron de sacarle de su xtasis dirigindole preguntas,
injurindole y arrojndole piedras. Pero nada pudo hacerle salir de su
inmovilidad. Entonces se arrojaron sobre l y le ataron al tronco del cedro.
Krishna dej hacer todo esto como en un sueo. Luego, los arqueros,
colocndose a distancia, se pusieron a tirar sobre l, excitndose los unos a
los otros. A la primera flecha que le atraves, brot la sangre, y Krishna
exclamo: Vasichta, los hijos del Sol han vencido. Cuando la segunda flecha
vibr en su carne, dijo: Madre ma radiante, que los que me aman entren
conmigo en tu luz. A la tercera, dijo solamente: Mahadeva! Y luego, con el
nombre de Brahma, entreg el espritu.
Se haba puesto el Sol. Un gran viento se elev, una tempestad de nieve
baj del Himavat sobre la tierra. El cielo se vel. Un torbellino negro barri
las montaas. Aterrados de lo que haban hecho, los asesinos huyeron, y las
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dos mujeres, heladas de espanto, rodaron desvanecidas sobre el suelo, como bajo
una lluvia de sangre. El cuerpo de Krishna fue quemado por sus discpulos en
la ciudad santa de Dwarka. Sarasvati y Nichdali se arrojaron a la hoguera para
unirse a su dueo y maestro, y la multitud crey ver al hijo de Mahadeva lleno
de luz, con sus dos esposas.
Despus de esto, una gran parte de la India adopto el culto de Vishn,
que conciliaba los cultos solares y lunares en la religin de Brama.

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VIII
IRRADIACIN DEL VERBO SOLAR
Tal es la leyenda del Krishna, reconstruida en su conjunto orgnico y
colocada en la perspectiva de la historia.
Ella arroja una viva luz sobre los orgenes del Brahmanismo. Claro
que es imposible probar por documentos positivos que tras del mito de
Krishna se oculta un personaje real. El triple velo qu cubre el embrin de
todas las religiones orientales, es ms espeso en la India que en parte alguna,
porque los brahmanes, dueos absolutos de la sociedad india, nicos
guardianes de sus tradiciones, las han modelado y reformado con frecuencia
en el curso de las edades. Pero es justo aadir que han conservado fielmente
todos los elementos constitutivos, y que, si su doctrina sagrada se ha
desarrollado con los siglos, su centro no se ha desplazado jams. No
podemos, pues, como lo hace la mayor parte de los sabios europeos, explicar
una figura como la de Krishna, diciendo: Es un cuento de nodriza injertado
en un mito solar, con una fantasa filosfica hilvanada sobre el conjunto.
No es as, creemos, como se funda una religin que dura miles de aos,
engendra una poesa maravillosa, varias grandes filosofas, resiste al ataque
formidable del buddhismo, a las invasiones mongolas, mahometanas, a la
conquista inglesa, y conserva hasta en su decadencia profunda el sentimiento de
su inmemorial y alto origen. (La grandeza de Sakhia Muni reside en su
caridad sublime, en su reforma moral, y en la revolucin social que trajo
por la cada de las castas osificadas. E1 Buddha dio al Brahmanismo
envejecido una sacudida semejante a la que el protestantismo dio al
catolicismo de hace trescientos aos: le oblig a prepararse para la lucha y
a regenerarse. Pero Sakhia Muni no aadi nada a la doctrina esotrica de
los brahmanes, y divulg solamente algunas de sus partes. Su psicologa es,
en el fondo, la misma, aunque siga un camino diferente. (Vase mi artculo
sobre la Leyenda de Budha. Revue des Deux-Mondes, 1 de julio de 1885.
Si el Budha no figura en este libro, no es porque desconozcamos
su lugar en la cadena de los grandes iniciados, sino a causa del plan
especial de esta obra. Cada uno de los reformadores o filsofos que
hemos elegido, est destinado a mostrar a la doctrina de los misterios
bajo una nueva faz, y en cierta etapa de su evolucin. Desde este punto
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de vista, el Budha hubiera resultado duplicado: por una parte con
Pitgoras, a travs de quien he desarrollado la teora de la
reencarnacin y de la evolucin de las almas; por otra, con Jesucristo,
que promulg, tanto para el Occidente como para el Oriente, la
fraternidad y la caridad universales.
En cuanto al libro, muy interesante por otra parte y muy digno de
ser ledo; El Budhismo Esotrico, de Sinnett, cuyo origen algunas
personas atribuyen a pretendidos adeptos que viven actualmente en el
Tibet, me es imposible hasta nueva orden, ver en l otra cosa que una
muy hbil compilacin del Brahmanismo y del Budhismo, con ciertas
ideas de la Kbala, de Paracelso, y algunos datos de la ciencia
moderna).
No: siempre hay un grande hombre en el origen de una gran institucin.
Considerando el papel predominante del personaje Krishna en la tradicin
pica y religiosa, sus aspectos humanos por una parte, y por la otra, su
identificacin constante con Dios manifestado o Vishn, fuerza nos es creer que
l fue el creador del culto Vishnuita, que dio al Brahmanismo su virtud y su
prestigio. Es, pues, lgico admitir que en medio del caos religioso y social que
creaba en la India primitiva la invasin de los cultos naturalistas y
apasionados, apareci un reformador luminoso que renov la pura doctrina
aria por la idea de la Trinidad y del Verbo divino manifestado, que puso el
sello a su obra por el sacrificio de su vida, y dio as a la India su alma religiosa
su forma nacional y su organizacin definitiva.
La importancia de Krishna nos parecer aun mayor y de un carcter
realmente universal, si notamos que su doctrina encierra dos ideas madres, dos
principios organizadores de las religiones y de la filosofa esotrica. Estos son:
la doctrina orgnica de la inmortalidad del alma o de las existencias
progresivas por la reencarnacin, la que corresponde a la Trinidad o Verbo
divino revelado en el hombre. No he hecho ms que indicar (Vase la nota
sobre Devaki a propsito de la visin de Krishna), el alcance filosfico de
esta concepcin central, que, bien comprendida, tiene su repercusin
animadora en todos los dominios de la ciencia, del arte y de la vida. Debo
limitarme, para concluir, a una nota histrica.
La idea de que Dios, la Verdad, la Belleza y la Bondad infinitas se
revelan en el hombre consciente con un poder redentor que resalta hacia las
profundidades del cielo por la fuerza del amor y del sacrificio, esa idea fecunda
entre todas, aparece por primera vez en Krishna. Ella se personifica en el
momento en que, saliendo de su juventud aria, la humanidad va a hundirse
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ms y ms en el culto de la materia. Krishna le revela la idea del Verbo
divino; ella no lo olvidar ya. Y tendr tanta ms sed de redentores y de hijos
de Dios cuanto ms profundamente sienta su descenso. Despus de Krishna,
hay como una poderosa irradiacin del verbo solar a travs de los templos de
Asia, de frica y de Europa. En Persia, es Mithras, el reconciliador del
luminoso Ormuzd y del sombro Ahrimn; en Egipto, es Horus, el hijo de
Osiris y de Isis; en Grecia, es Apolo, el Dios del Sol y de la Tierra; es
Dionisos, el resucitador de las almas. En todas partes el dios solar es un dios
mediador, y la luz es tambin la palabra de vida. No es de ella tambin de
donde brot la idea mesinica?. Sea de ello lo que quiera, por Krishna entr
esa idea en el mundo antiguo; por Jess irradiar sobre toda la tierra.
Mostrar en lo que sigue de esta historia secreta de las religiones, cmo
la doctrina del ternario divino se liga a la del alma y de su evolucin, cmo y
por qu ellas se suponen y se completan recprocamente. Digamos ante todo
que su punto de contacto forma el centro vital, el foco luminoso de la doctrina
esotrica. A no considerar las grandes religiones de la India, del Egipto, de
Grecia y de Judea ms que por el lado exterior, no se ve otra cosa que
discordia, supersticin, caos. Pero sondead los smbolos, interrogad a los
misterios, buscad la doctrina madre de los fundadores y de los profetas, y la
armona se har en la luz. Por diversos caminos, con frecuencia tortuosos, se
llegar al mismo punto; de suerte que penetrar en el arcano de una de esas
religiones, es tambin penetrar en los de las otras. Entonces s produce un
fenmeno extrao. Poco a poco, pero en una esfera creciente, se ve brillar la
doctrina de los iniciados en el centro de las religiones, como un sol que disipa
su nebulosa. Cada religin aparece como un planeta distinto. Con cada una de
ellas cambiamos de atmsfera y de orientacin celeste, pero siempre el mismo
Sol nos ilumina. La India, la gran soadora, nos sumerge con ella en el sueo
de la eternidad. El Egipto grandioso, austero como la muerte, nos invita al
viaje de ultratumba. La Grecia encantadora nos arrastra a las fiestas mgicas
de la vida, y da a sus misterios la seduccin de las formas, tan pronto
encantadoras como terribles, de su alma siempre apasionada. Pitgoras, en fin,
formula cientficamente la doctrina esotrica, le da quiz la expresin ms
completa y ms slida que haya jams tenido; Platn y los Alejandrinos no
fueron ms que sus vulgarizadores. Acabamos de remontarnos hasta su fuente
en los juncares del Ganges y las soledades del Himalaya.

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