Rama y Krishna
Rama y Krishna
Rama y Krishna
Digitalizacin y Arreglos
BIBLIOTECA UPASIKA
Coleccin Esoterismo II
NDICE
Dedicatoria, pgina 3.
Prefacio, pgina 4.
Introduccin, pagina6.
Estado Presente del Espritu Humano. - Conflicto de la Religin y la
Ciencia. - Falsa Idea de la Verdad y del Progreso. - La Teosofa Antigua
y la Ciencia Moderna. - Antigedad, Continuidad, Unidad de la
Doctrina de los Misterios. - Sus Principios Esenciales. - Marcha
Inconsciente de las Ciencias Modernas Hacia la Teosofa. - Posibilidad
y Necesidad de una Reconciliacin de la Ciencia y la Religin en el
Terreno Esotrico. - Objeto de este Libro.
Libro I: RAMA (El Ciclo Ario)
I.
Las Razas Humanas y los Orgenes de la Religin, pgina 21.
II.
La Misin de Rama, pgina 32.
III. El xodo y la Conquista, pgina 37.
IV. El Testamento del Gran Antepasado, pgina 42.
V.
La Religin Vdica, pgina 45.
Libro II: KRISHNA (La India y la Iniciacin Brahmnica)
I.
La India Heroica. Los Hijos del Sol y los Hijos de la Luna,
pgina 52.
II.
El Rey de Madura, pgina 56.
III. La Virgen Devaki, pgina 60.
IV. La Juventud de Krishna, pgina 64.
V.
Iniciacin, pgina 70.
VI. La Doctrina de los Iniciados, pgina 78.
VII. El Triunfo y la Muerte, pgina 82.
VIII. Irradiacin del Verbo Solar, pgina 92.
DEDICATORIA
A LA MEMORIA
DE
MARGHERITA ALBANA MIGNATY
Sin ti, Oh grande alma amada!, este libro no hubiera salido a la luz.
T lo has incubado con tu numen poderoso, lo has alimentado con tu dolor
y bendecido con esperanzas divinas. T tenas la Inteligencia, que ve la
Belleza y la Verdad eternas sobre las efmeras realidades; tuya era la Fe,
que transporta las montanas; tuyo el Amor, que despierta y crea las almas;
tu entusiasmo abrasaba como fuego ardiente.
Te has extinguido y desapareciste. Con sus alas sombras, la Muerte
te ha llevado a lo Desconocido... Pero, aunque no pueden verte ya mis ojos,
se que ests ms llena de vida que nunca. Libre de las cadenas terrestres,
desde el seno de la celestial luz donde moras, no has dejado de seguir mi
obra y he sentido tu radiacin fiel velar hasta el final sobre su floracin
predestinada.
Si algo mo debiera sobrevivir y conservarse entre mis hermanos, en
este mundo donde todo pasa, quisiera lo fuese este libro, testimonio de una
fe conquistada y compartida. Como antorcha de Eleusis adornada con
ciprs negro y estrellado narciso, lo dedico al alma alada de aquella que me
condujo hasta el fondo de los Misterios, para que propague el fuego sagrado
y anuncie la aurora de la grande Luz!.
PREFACIO
Los Grandes Iniciados ha tenido un destino extrao. La primera
edicin de este libro se remonta a 1889, y fue recibida con un silencio glacial
de la prensa. Sin embargo, al poco tiempo, las ediciones subsecuentes se
multiplicaron y crecieron ao tras ao. Sus ideas resultaban sorprendentes
para la mayora de los lectores, y provocaban tanto la ira de las Universidades
como de la Iglesia. Esa frialdad y el desprecio de los jueces ms autorizados
no impidieron su triunfo europeo.
El libro lo haba obtenido por sus propios medios y sigui modesta pero
seguramente su camino en la oscuridad. Tuve la prueba de ello a travs de los
mensajes de simpata que me llegaban de todos los rincones del mundo, de los
cinco continentes. Este movimiento tuvo su reflujo en Francia. Durante la
guerra de 1914 a 1916, innumerables cartas de felicitacin y de preguntas
llegaron a mis manos. Las ms serias venan del frente de combate. Despus
de esto, hubo tal aceleracin en la venta de la obra, que mi distinguido y
juicioso amigo, Andrs Bellessort, me seal un da: No has conquistado
solamente t publico, sino el pblico.
Los Grandes Iniciados ha llegado hoy a su 91a. edicin. Y, como las planchas
que han servido para todas las sucesivas reimpresiones estn gastadas, la
librera Perrin ha hecho recomponer la obra en una versin revisada y
corregida. Aprovecho esta ocasin para rendir homenaje a la memoria de Paul
Perrin, erudito de un juicio penetrante y seguro, que fue el primer editor de
este libro y su defensor ms entusiasta. Debo extender tambin un caluroso
agradecimiento a mis amigos Alphonse Roux y Robert Veyssi, los primeros
en hacer un estudio en profundidad de mi obra, y a Madame Jean Dornis, cuya
brillante obra Un Celte d'Alsace ha dado un repaso a mi esfuerzo literario y
potico. (Alphonse Roux y Robert Veyssi, Edouard Schur, son oeuvre et sa
pense, Pars, Perrin, 1914. Jean Dornis, Un Celte d'Alsace, la vie et la
pense d'Edouard Schur, Pars, Perrin, 1923).
Como Los Grandes Iniciados ha seguido su marcha, marcha
ascendente, y franqueado todos los obstculos, a pesar de los prejuicios
tradicionales que se alzaban en su camino, debo llegar a la conclusin de que
hay una fuerza vital en su pensamiento central. Este pensamiento no es otro
que una aproximacin lcida y decisiva a la Ciencia y la Religin, cuyo
4
INTRODUCCIN
A LA DOCTRINA ESOTRICA
Persuadido estoy de que llegar da en
que el fisilogo, el poeta y el filsofo
hablarn el mismo lenguaje y se entendern
todos.
Claude Bernard
El mayor mal de nuestro tiempo es que la Ciencia y la Religin
aparecen como fuerzas enemigas e irreductibles. Mal intelectual, tanto ms
pernicioso cuanto que viene de lo alto y se infiltra cautelosamente en todos los
espritus, como sutil ponzoa que se respira en el aire. Y todo mal de la
inteligencia viene a ser a la larga un mal del alma y, por consecuencia, un mal
social.
Mientras el cristianismo no hizo otra cosa que afirmar sencillamente la
fe cristiana, en una Europa an semibrbara, como ocurra en la Edad Media,
l fue la mayor de las fuerzas morales y form el alma del hombre moderno.
En tanto que la ciencia experimental, reconstituida en el siglo XVI, reivindic
slo los derechos legtimos de la razn y su ilimitada libertad, ella fue la
mayor de las fuerzas intelectuales, renov la faz del mundo libertando al
hombre de las seculares cadenas, y provey al espritu humano de bases
indestructibles.
Pero desde el momento que la Iglesia, no pudiendo probar ya su dogma
primitivo ante las objeciones cientficas, se encierra en aqul como en una
casa sin ventanas, oponiendo la fe a la razn de modo absoluto e indiscutible;
desde que la Ciencia enajenada por sus descubrimientos en el mundo fsico,
hace abstraccin del psquico e intelectual y se ha hecho agnstica y
materialista en sus principios y finalidad; desde que la Filosofa, desorientada
e impotente entre ambas, ha abdicado en cierto modo de sus derechos para
caer en un escepticismos trascendente, una escisin profunda se ha operado en
el alma de la sociedad al igual que en la de los individuos. Este conflicto, al
principio necesario y til, puesto que estableci los derechos de la Razn y de
la Ciencia, ha terminado por ser causa de Impotencia y agotamiento. La
Religin responde a las necesidades del corazn: de ah su magia eterna; la
6
19
LIBRO PRIMERO
RAMA
EL CICLO ARIO
Zoroastro pregunt a Ormuzd, el gran
creador: Quin es el primer hombre que
habl contigo?.
Ormuzd respondi: Es el hermano
Yima, el que estaba a la cabeza de los
Valientes.
Yo le he dicho que vele sobre los
mundos que me pertenecen y le di una espada
de oro, una espada de victoria.
Y Yima avanz por el camino del Sol
y reuni los hombres valerosos en el clebre
Airyana-Vaja, oreado puro.
Zend Avesta (Vendidad-Sad, 2 Fargard).
Oh, Agni!. Fuego sagrado!. Fuego
purificador!. T que duermes en el leo y
subes en llamas brillantes sobre el altar, t
eres el corazn del sacrificio, el vuelo osado
de la plegaria, la chispa escondida en todas las
cosas y el alma gloriosa del Sol.
Himno vdico.
20
I
LAS RAZAS HUMANAS Y LOS ORGENES
DE LA RELIGIN
El Cielo es mi Padre, l me ha engendrado. Tengo por familia todo
este acompaamiento celeste. Mi Madre es la gran Tierra. La parte ms alta
de su superficie es su matriz; all el Padre fecunda el seno de aqulla, que es
su esposa y su hija.
He ah lo que cantaba, hace cuatro o cinco mil aos, delante de un altar
de tierra donde flameaba un fuego de hierbas secas, el poeta vdico. Una
adivinacin profunda, una conciencia grandiosa respira en esas palabras
extraas. Ellas encierran el secreto del doble origen de la humanidad. Anterior
y superior a la tierra es el tipo divino del hombre; celeste es el origen de su
alma. Pero su cuerpo es el producto de los elementos terrestres fecundados por
una esencia csmica. Los besos de Uranos y de la gran Madre significan, en
el lenguaje de los Misterios, las lluvias de almas o de mnadas espirituales,
que vienen a fecundar los grmenes terrestres: los principios organizadores, sin
los que la materia slo sera una masa inerte y difusa. La parte ms alta de la
superficie terrestre, que el poeta vdico llama la matriz de la Tierra, designa
los continentes y las montaas, cuna de las razas humanas. En cuanto al cielo,
Varuna, el Urano de los griegos, representa el orden invisible, hiperfsico,
eterno e intelectual, que abraza todo el Infinito del Espacio y del Tiempo.
En este captulo slo nos ocuparemos de los orgenes terrestres de la
humanidad segn las tradiciones esotricas, confirmadas por la ciencia
antropolgica y etnolgica de nuestros das.
Las cuatro razas que comparten actualmente el Globo son hijas de tierras
y zonas distintas. Por creaciones sucesivas, lentas elaboraciones de la tierra en
su crisol, los continentes han emergido de los mares a intervalos de tiempo
considerables, que los sacerdotes antiguos de la India llamaban ciclos
antediluvianos. A travs de millares de aos, cada continente ha engendrado su
flora y su fauna, coronada por una raza humana de color diferente.
El continente austral, tragado por el ltimo gran diluvio, fue la cuna de
la raza roja primitiva, de la que los Indios de Amrica no son ms que los
restos, derivados de los trogloditas que se salvaron en los picos de los montes,
21
31
II
LA MISIN DE RAMA
Cuatro o cinco mil aos antes de nuestra era, espesas selvas cubran
an la antigua Escitia, que se extenda desde el Ocano Atlntico a los mares
polares. Los Negros haban llamado a ese continente, que haban visto nacer
isla por isla: la tierra emergida de las olas. Cunto contrastaba con su suelo
blanco, quemado por el Sol, esta Europa de verdes costas, bahas hmedas y
profundas, con sus ros de ensueo, sus sombros lagos y sus brumas adheridas a
los flancos de las montaas!. En las praderas y llanuras herbosas, sin cultivo,
vastas como las pampas, no se oa otra cosa que el grito de las fieras, el
mugido de los bfalos y el galope indmito de las grandes manadas de caballos
salvajes, pasando veloces con la crin al viento. El hombre blanco que habitaba
en esas selvas, no era ya el hombre de las cavernas; poda ya llamarse dueo
de su tierra. Haba inventado los cuchillos y hachas de slex, el arco y la flecha,
la honda y el lazo. En fin, haba encontrado compaeros de lucha, dos amigos
excelentes, incomparables y abnegados, hasta la muerte: el perro y el caballo. El
perro domstico, convertido en guardin fiel de su casa de madera, le haba
dado seguridad en el hogar. Domando al caballo, haba conquistado la tierra,
sometido a los otros animales; haba llegado a ser el rey del espacio. Montados
sobre caballos salvajes, estos hombres rojos recorran la comarca como una
tromba. Heran al oso, al lobo, al auroch, aterrorizaban a la pantera y al len,
que entonces habitaban en nuestros bosques.
La civilizacin haba comenzado; la familia rudimentaria, el clan, la
tribu existan. En todas partes los Escitas, hijos de los Hiperbreos, elevaban a
sus antepasados menhires monstruosos.
Cuando un jefe mora, se enterraban con l sus armas y caballo, a fin,
decan, de que el guerrero pudiese cabalgar sobre las nubes y expulsar al
dragn de fuego en el otro mundo. De ah la costumbre del sacrificio del
caballo que juega un papel tan preponderante en los Vedas y en los
Escandinavos. La religin comenzaba as por el culto a los antepasados.
Los Semitas encontraron al Dios nico el Espritu Universal , en el
desierto, en la cumbre de las montaas, en la inmensidad de los espacios
estelares. Los Escitas y los Celtas encontraron los Dioses, los espritus
mltiples, en el fondo de sus bosques. All oyeron voces, all tuvieron los
32
36
III
EL XODO Y LA CONQUISTA
En este sueo, como bajo una luz fulgurante, Ram vio su misin y el
inmenso destino de su raza. Desde entonces ya no dud. En lugar de encender
la guerra entre las tribus de Europa, decidi llevarse la flor de su pueblo al
corazn del Asia. Anunci a los suyos que instituira el culto del fuego sagrado,
que hara la felicidad de los hombres; que los sacrificios humanos seran para
siempre abolidos; que los antepasados seran invocados, no ya por sacerdotisas
sanguinarias sobre rocas salvajes impregnadas de sangre humana, sino en cada
hogar, por el esposo y la esposa unidos en una misma oracin, en un himno
de adoracin, al lado del fuego que purifica. S; el fuego visible del altar,
smbolo y conducto del fuego celestial invisible, unira a la familia, al clan, a
la tribu y a todos los pueblos, cual centro del Dios viviente sobre la tierra. Pero
para recoger esa cosecha, era preciso separar el grano bueno del malo; preciso
era que todos los audaces se preparasen a dejar la tierra de Europa para
conquistar una tierra nueva, una tierra virgen. All, l dara su ley; all,
fundara el culto del fuego renovador.
Esta proposicin fue acogida con gran entusiasmo por un pueblo joven y
vido de aventuras. Hogueras encendidas durante varios meses en las montaas
fueron la seal de la emigracin en masa para todos aquellos que queran
seguir a la insignia adoptada: el Carnero. La formidable emigracin, dirigida
por ese gran pastor de pueblos, se movi lentamente hacia el centro de Asia. A
lo largo del Cucaso, tuvo que tomar varias fortalezas ciclpeas de los Negros.
En recuerdo de esas victorias, las colonias blancas esculpieron ms tarde
gigantescas cabezas de carnero en las rocas del Cucaso. Ram se mostr digno
de su alta misin. El allanaba las dificultades, penetraba los pensamientos,
prevea el porvenir, curaba las enfermedades, apaciguaba a los rebeldes,
inflamaba el valor. As, las potencias celestes, que llamamos la Providencia,
queran la dominacin de la raza boreal sobre la tierra y lanzaban, por medio del
genio de Ram, rayos luminosos en su camino. Esa raza haba ya tenido sus
inspirados de segundo orden para arrancarla del estado salvaje. Pero Ram, que,
el primero, concibi la ley social como una expresin de la ley divina, fue un
inspirado directo y de primer orden.
Ram hizo amistad con los Turianos, viejas tribus escticas cruzadas con
37
41
IV
EL TESTAMENTO DEL GRAN ANTEPASADO
Por su fuerza, por su genio, por su bondad, dicen los libros sagrados del
Oriente, Rama haba llegado a ser el dueo de la India y el rey espiritual de la
Tierra. Los sacerdotes, los reyes y los pueblos se inclinaban ante l como ante
un bienhechor celeste. Bajo el signo del carnero, sus emisarios divulgaron a lo
lejos la luz aria que proclamaba la igualdad de vencedores y vencidos, la
abolicin de los sacrificios humanos y de la esclavitud, el respeto de la mujer en
el hogar, el culto de los ante pasados y la institucin del fuego sagrado, smbolo
visible del Dios innominado.
Rama se haba vuelto viejo. Su barba era ya blanca; pero el vigor no
haba abandonado su cuerpo, y la majestad de los pontfices de la verdad
reposaba sobre su frente. Los reyes y los enviados de los pueblos le ofrecieron
el poder supremo. l pidi un ao para reflexionar y de nuevo tuvo un
sueo; el Genio que le inspiraba le habl mientras dorma.
Le vio de nuevo en las selvas de su juventud. De nuevo era joven y
llevaba el vestido de lino de los druidas. Era noche de luna. Era la noche santa,
la Noche-Madre en que los pueblos esperan el renacimiento del sol y del ao.
Rama marchaba bajo las encinas, prestando atencin como antes a las voces
evocadoras del bosque. Una mujer bella se le acerc; llevaba una magnfica
corona, la cabellera tena el color del oro, su piel la blancura de la nieve y sus
ojos el brillo profundo del azul del cielo despus de la tempestad. Ella le dijo:
Yo era la druidesa salvaje; por ti he llegado a ser la Esposa radiante. Y ahora
me llamo Sita. Soy la mujer glorificada por ti, soy la raza blanca, soy tu
esposa: Oh mi dueo y mi rey!: no es por m por quien t has franqueado
los ros, encantado a los pueblos y dominado a los reyes?. He aqu la
recompensa. Toma esta corona de mi mano, colcala sobre tu cabeza y reina
conmigo sobre el mundo. Se haba arrodillado en una actitud humilde y
sumisa, ofreciendo la corona de la Tierra. Sus piedras preciosas lanzaban mil
fuegos; la embriaguez del amor sonrea en los ojos de la mujer. Y el alma
del gran Rama, del pastor de pueblos, se emocion. Pero sobre lo alto de las
selvas, Deva Nahousha, su Genio, se le apareci y le dijo: Si pones esa corona
sobre tu cabeza, la inteligencia divina te dejar y no me vers ya. Si abrazas a
esa mujer, morir de tu felicidad. Si renuncias a poseerla, ella vivir dichosa y
42
44
V
LA RELIGIN VDICA
Por su genio organizador, el gran iniciador de los Arios haba creado
en el centro del Asia, en el Irn, un pueblo, una sociedad, un torbellino de
vida que deba irradiar en todos sentidos. Las colonias de los Arios primitivos
se repartieron por el Asia y por Europa, llevando consigo sus costumbres, sus
cultos y sus dioses. De todas esas colonias, la rama de los Arios de la India es
la que ms se aproxima a los Arios primitivos.
Los libros sagrados de los Hindes, los Vedas, tienen para nosotros un
triple valor. En primer trmino nos conducen al foco de la antigua y pura
religin aria, cuyos himnos vdicos son sus rayos brillantes. Ellos nos dan en
seguida la clave de la India. En fin, nos muestran una primera cristalizacin de
las ideas madres de la doctrina esotrica y de todas las religiones arias.
Aqu nos limitaremos a un breve resumen de la parte externa y del
ncleo de la religin vdica. (Los brahmanes consideran a los Vedas como
sus libros sagrados por excelencia. Ven en ellos la ciencia de las ciencias. La
palabra Veda significa saber. Los sabios de Europa han sido justamente
atrados hacia esos textos por una especie de fascinacin. Al principio no
han visto en ellos ms que una poesa patriarcal; luego han descubierto
all no solamente el origen de los grandes mitos indo-europeos y de
nuestros dioses clsicos, sino tambin un culto sabiamente organizado, un
profundo sistema religioso y metafsico. (Vase Bergaine, La religin des
Vedas, as como el bello y luminoso trabajo de M. Auguste Barth, Les
religins de lInde). El porvenir les reserva quiz una ltima sorpresa,
que ser la de encontrar en los Vedas la definicin de las fuerzas ocultas de
la Naturaleza, que la ciencia moderna est prxima a descubrir).
Nada ms sencillo y ms grande que aquella religin, en la que un
profundo naturalismo se mezcla con un espiritualismo trascendente. Antes del
nacimiento del da, un hombre, un jefe de familia se halla en pie ante un
altar de tierra, donde arde el fuego encendido con dos trozos de madera. En
sus funciones, este jefe es a la vez padre, sacerdote y rey del sacrificio. Mientras
la aurora se descubre, dice un poeta vdico, como una mujer que sale del
bao y ha tejido la ms hermosa de las telas, el jefe pronuncia una oracin,
una invocacin a Ousha (la Aurora), a Savitri (el Sol), a los Asuras (a los
45
50
LIBRO II
KRISHNA
LA INDIA Y LA INICIACIN
BRAHMNICA
El que crea sin cesar los mundos, es
triple. El es Brahma, el Padre; l es Maya, la
Madre; l es Vishn, el Hijo Esencia,
Substancia y Vida. Cada uno contiene a los
otros dos, y los tres son uno en lo Inefable.
Doctrina brahmnica. Upanishads.
T llevas en ti mismo un amigo sublime
que no conoces. Porque Dios reside en el
interior de todo hombre, pero pocos saben
encontrarle. El hombre que hace sacrificio de
sus deseos y de sus obras al Ser de donde
proceden los principios de toda cosa y por
quien el Universo ha sido formado, obtiene
por tal sacrificio la perfeccin. Porque quien
encuentra en s mismo su felicidad, su gozo, y
en s mismo tambin su luz, es uno con Dios,
y sbelo: el alma que ha encontrado a Dios se
libra del renacimiento y de la muerte, de la
vejez y del dolor, y bebe el agua de la
inmortalidad.
Baghavad Gita
51
I
LA INDIA HEROICA - LOS HIJOS DEL SOL Y
LOS HIJOS DE LA LUNA
De la conquista de la India por los Arios sali una de las ms brillantes
civilizaciones que ha conocido la tierra. El Ganges y sus afluentes vieron nacer
grandes imperios e inmensas capitales, como Ayodhya, Hastinapura e
Indrapechta. Las narraciones picas del Mahabharata y las cosmogonas
populares de los Puranas, que encierran las ms viejas tradiciones de la India,
hablan con admiracin de la opulencia real, de la grandeza heroica y del
espritu caballeresco de esos tiempos remotos. Nadie ms orgulloso, pero
tampoco ms noble, que uno de esos reyes arios de la India, en pie sobre un
carro de guerra, ejerciendo su mando sobre ejrcitos de elefantes, de caballos y
de soldados. Un sacerdote vdico consagra as a su rey ante la multitud reunida:
Te he trado ante nosotros. Todo el pueblo te espera. El cielo es firme; la
tierra es firme; esas montaas son firmes; que el rey de las familias sea firme
tambin. En un cdigo de leyes posterior, el Manava-Dharma-Sastra, se lee:
Esos amos del mundo que, ardientes para deshacerse unos a otros, despliegan
su vigor en la batalla sin jams volver la cara, suben, despus de su muerte,
directamente al cielo. De hecho, se llaman descendientes de los dioses, se creen
sus rivales y se preparan a serlo. La obediencia filial, el valor militar con un
sentimiento de proteccin generosa hacia todos, he ah el ideal del hombre. En
cuanto a la mujer, la epopeya india, humilde sierva de los brahmanes, no nos la
muestra ms que bajo los rasgos de la esposa fiel. Ni la Grecia ni los pueblos
del Norte han imaginado en sus poemas esposas tan delicadas, tan nobles, tan
exaltadas como la apasionada Sita o la tierna Damayanti.
Lo que la epopeya india no nos dice es el misterio profundo de las
mezclas de razas y la lenta incubacin de las ideas religiosas que trajeron los
cambios profundos en la organizacin social de la India vdica. Los Arios,
conquistadores de raza pura, se encontraban en presencia de razas muy
mezcladas y muy inferiores, en que el tipo amarillo y rojo se cruzaban, sobre un
fondo negro, en matices mltiples. La civilizacin india nos aparece as como una
formidable montaa, llevando en su base una raza melaniana, mestizos a sus
lados y los arios puros en el vrtice. La separacin de castas no era rigurosa en
52
55
II
EL REY DE MADURA
Al comienzo de la edad del Kali-yuga, hacia el ao 3000 antes de nuestra
era (segn la cronologa de los brahmanes), la sed del oro y del poder invadi el
mundo. Durante varios siglos, dicen los antiguos sabios, Agni, el fuego celeste
que forma el cuerpo glorioso de los Devas y que purifica el alma de los hombres,
haba esparcido sobre la tierra sus efluvios etreos. Pero el soplo ardiente de
Kali, la diosa del Deseo y de la Muerte, que sale de los abismos de la tierra
como gneo aliento, pasaba entonces sobre todos los corazones. La justicia haba
reinado con los nobles hijos de Pndu, los reyes solares que obedecen a la voz de
los sabios, y vencedores, perdonaban a los vencidos y les trataban como iguales.
Pero despus que los hijos del sol fueron exterminados o arrojados de sus tronos
y que sus pocos descendientes se ocultaban entre los anacoretas, la injusticia, la
ambicin y el odio haban dominado. Variables y falsos como el astro nocturno,
cuyo smbolo adoptaron, los reyes lunares se hacan una guerra sin piedad. Uno
de ellos, sin embargo, haba logrado dominar a todos los otros por medio del
terror y de prestigios singulares.
En el norte de la India, a la orilla de un ancho ro, brillaba una ciudad
poderosa. Tena ella doce pagodas, diez palacios y cien puertas flanqueadas por
torres. Multicolores estandartes, semejantes a serpientes aladas, flotaban sobre
sus altos muros. Era la altiva Madura, inexpugnable como la fortaleza de Indra.
All reinaba Kansa, de corazn tortuoso y alma insaciable. El rey no sufra a su
lado ms que a los esclavos, no crea poseer ms que lo que haba sometido, y
lo que posea no le pareca nada al lado de lo que le quedaba por conquistar.
Todos los reyes que reconocan los cultos lunares le haban rendido vasallaje.
Pero Kansa pensaba someter toda la India, desde Lanka hasta el Himavat. Para
llevar a cabo este proyecto, se ali con Kalayeni, seor de los montes Vyndhia,
el poderoso rey de los Yavanas, los hombres de cara amarilla. Como sectario de
la diosa Kali, Kalayeni se haba dedicado a las tenebrosas artes de la magia
negra. Se le llamaba amigo de los Rakshasas o demonios noctivagos, y rey de
las serpientes, porque se serva de esos animales para aterrorizar a su pueblo y a
sus enemigos. En el fondo de una espesa selva, se encontraba el templo de la
diosa Kali excavado en una montaa: inmensa caverna negra cuyo fondo se
ignoraba y cuya entrada estaba guardada por colosos con cabezas de animales
56
59
III
LA VIRGEN DEVAKI
Cuando Devaki, vestida de cortezas de rbol, que ocultaban su
hermosura, entr en las vastas soledades de los bosques gigantescos, vacilaba,
rendida por la fatiga y el hambre. Mas apenas hubo sentido la sombra de
aquellos bosques admirables, gustado los frutos del mango y respirado la
frescura de un manantial, se reanim como una flor. Al principio penetr bajo
bvedas enormes, formadas por troncos macizos, cuyas ramas se replantaban
en el suelo y multiplicaban al infinito sus arcadas. Durante largo tiempo
march por all al abrigo del sol, como a travs de una pagoda sombra y sin
salida. El zumbido de las abejas, el grito de los pavos reales en celo, el canto
de los kokilas y de mil pjaros, la atraan y animaban ms y ms. Los rboles
aparecan ms inmensos, la selva ms profunda y ms enmaraada. Los
troncos se sucedan, los follajes se combaban en cpulas, en portadas ms y
ms grandes. A veces Devaki se deslizaba por verdes senderos, por donde el
sol penetraba en torrentes de luz y donde yacan troncos derribados por la
tempestad. A veces se detena bajo glorietas de mangos y de asokas, de las que
pendan guirnaldas de lianas y lluvias de flores. Los gamos y las panteras
saltaban en la maleza; con frecuencia tambin los bfalos rompan las ramas,
o bien una horda de monos pasaba por los follajes, lanzando gritos. March ella
as durante todo el da. Hacia la noche, sobre un bosquecillo de bambes,
advirti la cabeza inmvil de un prudente elefante que mir a la virgen con
aire inteligente y protector, y levant su trompa como para saludarla. Entonces
el bosque se llen de luz y Devaki vio un paisaje lleno de paz profunda, de un
encanto celeste y paradisaco.
Ante ella se extenda un estanque sembrado de lotos y nenfares azules:
su reflejo azulado se abra paso en la gran selva como otro cielo. Pdicas
cigeas dormitaban inmviles en sus orillas y dos gacelas beban en sus aguas.
Al otro lado se vea, al abrigo de las palmeras, la ermita de los anacoretas. Una
luz rosada y tranquila baaba el lago, los bosques y la morada de los santos
rishis. En el horizonte, la cima blanca del monte Meru dominaba el ocano de
las selvas. El aliento de un ro invisible animaba a las plantas, y el estruendo
atenuado de una catarata lejana vagaba en la brisa como una caricia o como
una meloda.
60
63
IV
LA JUVENTUD DE KRISHNA
Al pie del monte Meru se extenda un fresco valle lleno de praderas y
dominado por vastos bosques de cedros, por donde pasaba el soplo puro del
Himavat. En este alto valle habitaba un pueblo de pastores sobre el cual reinaba
el patriarca Nanda, amigo de los anacoretas. All Devaki encontr un refugio
contra las persecuciones del tirano de Madura; y all, en la morada de Nanda,
naci su hijo Krishna. A excepcin de Nanda, nadie supo quin era la
extranjera y de dnde proceda aquel hijo. Las mujeres del pas dijeron
nicamente: Es un hijo de los Gandharvas. (Son los genios que, en toda la
poesa india, se supone presiden a los matrimonios de amor). Porque los
msicos de Indra deben haber presidido a los amores de esa mujer que parece
una ninfa celeste, una Apsara. El hijo maravilloso de la mujer desconocida
creci entre los rebaos y los pastores, ante los ojos de su madre. Le llamaban
el Radiante, porque su sola presencia, su sonrisa y sus grandes ojos tenan
el don de difundir la alegra. Animales, nios, mujeres, hombres, todo el
mundo le quera, y l pareca querer a todo el mundo, sonriendo a su
madre, jugando con las ovejas y los nios de su edad o hablando con los
viejos. El nio Krishna no tena temor alguno; lleno de audacia ejecutaba
acciones sorprendentes. A veces se le encontraba en los bosques, recostado
sobre el musgo, abrazando a jvenes panteras y abrindoles la boca sin que
se atreviesen a morderle. Tena tambin inmovilidades repentinas,
admiraciones profundas, tristezas extraas. Entonces se apartaba de todos, y
grave, absorto, miraba sin responder. Pero sobre todas las cosas y todos los
seres, Krishna adoraba a su joven madre, tan bella, tan radiante, que le
hablaba del cielo de los Devas, de combates heroicos y de cosas maravillosas
que ella haba aprendido con los anacoretas. Y los pastores que conducan sus
rebaos bajo los cedros del monte Meru decan: Quin es esta madre y
quin su hijo?. Aunque vestida como nuestras mujeres, parece una reina. El
hijo maravilloso se ha criado con los nuestros, y sin embargo no se les
parece. Es un genio?. Es un dios?. Quienquiera que sea, nos traer
felicidad.
Cuando Krishna tuvo quince aos, su madre Devaki fue vuelta a llamar
por el jefe de los anacoretas. Un da desapareci sin decir adis a su hijo.
64
69
V
INICIACIN
Entre tanto, el rey Kansa, al saber que su hermana Devaki haba vivido
con los anacoretas, sin haberla podido descubrir, empez a perseguirlos como
a bestias feroces, teniendo aqullos que refugiarse en la parte ms recndita y
ms salvaje de la selva. Entonces su jefe, el viejo Vasichta, el centenario, se
puso en camino para hablar al rey de Madura. Los guardias vieron con
admiracin aparecer ante las puertas del palacio a un anciano ciego, guiado
por una gacela que llevaba atada. Llenos de respeto al rishi, le dejaron pasar.
Vasichta se aproxim al trono, donde Kansa estaba sentado al lado de
Nysumba, y le dijo:
Kansa, rey de Madura, desgraciado de ti, hijo del Toro, que persigues
a los solitarios de la selva santa. Desgraciada de ti, hija de la Serpiente, que le
inspiras el odio. Vuestro castigo est prximo. Sabed que el hijo de Devaki
vive. Vendr cubierto con una armadura invulnerable y te arrojar desde tu
trono a la ignominia. Ahora, temblad y temed; es el castigo que los Devas os
asignan.
Los guerreros, los guardias, los servidores, se haban prosternado ante el
santo centenario, que volvi a salir conducido por su gacela, sin que nadie se
atreviera a tocarle. Pero a partir de aquel da, Kansa y Nysumba pensaron en
los medios de hacer morir secretamente al rey de los anacoretas. Devaki haba
muerto, y nadie aparte de Vasichta saba que Krishna era su hijo. El ruido de
las hazaas de ste haba llegado a odos del rey. Kansa pens: Tengo
necesidad de un hombre fuerte para defenderme!. El que ha matado a la gran
serpiente de Kalayeni, no tendr miedo del anacoreta. Kansa mand decir al
patriarca Nanda: Envame al joven hroe Krishna para que sea el
conductor de mi carro y mi primer consejero. (En la India antigua, esas dos
funciones estaban con frecuencia reunidas en una misma persona. Los
conductores de los carros de los reyes eran grandes personajes y
frecuentemente los ministros de los monarcas. Los ejemplos son
numerossimos en la poesa indostnica). Nanda comunic a Krishna la
orden del rey y Krishna respondi: Ir. Aparte pensaba: El rey de
Madura ser Aquel que no cambia jams?. Por l sabr dnde est mi
madre. Kansa, viendo la fuerza, la destreza y la inteligencia de Krishna, le
70
77
VI
LA DOCTRINA DE LOS INICIADOS
Krishna fue saludado por los anacoretas como el sucesor esperado y
predestinado de Vasichta. Se celebr el srada, o ceremonia fnebre del santo
anciano, en la selva sagrada, y el hijo de Devaki recibi el bastn de siete
nudos, signo de mando, despus de haber hecho el sacrificio del fuego en
presencia de los ms antiguos anacoretas, de los que saben de memoria los
tres Vedas. En seguida, Krishna se retir al monte Meru para meditar all su
doctrina y el camino de salvacin para los hombres. Sus meditaciones y sus
austeridades duraron siete aos. Entonces sinti que haba dominado a su
naturaleza terrestre por medio de su naturaleza divina, y que se haba
identificado suficientemente, con el Sol de Mahadeva para merecer el nombre
de hijo de Dios. Entonces llam a su lado a los anacoretas jvenes y ancianos
para revelarles su doctrina. Encontraron ellos a Krishna purificado y
engrandecido: el hroe se haba transformado en santo; no haba perdido la
fuerza de los leones, pero haba ganado la dulzura de las palomas. Entre los
que acudieron en primer trmino se encontraba Arjuna, un descendiente de los
reyes solares, uno de los Pandavas destronados por los Kuravas o reyes lunares.
El joven Arjuna era apasionado, lleno de fuego, pero pronto a descorazonarse
y caer en la duda, y se entusiasm apasionadamente con las doctrinas de
Krishna.
Sentado bajo los cedros del monte Meru, frente al Himavat, Krishna
comenz a hablar a sus discpulos de las verdades inaccesibles a los hombres
que viven en la esclavitud de los sentidos. Les ense la doctrina del alma
inmortal, de sus renacimientos, y de su unin mstica con Dios. El cuerpo
deca , envoltura del alma que en l mora, es una cosa finita; pero el alma
que le habita es invisible, imponderable, incorruptible, eterna. (El enunciado
de esta doctrina, que fue ms tarde la de Platn, se encuentra en el libro I
del Bhagavad Gita en forma de dilogo entre Krishna y Arjona).
El hombre terrestre es triple como la divinidad que refleja: inteligencia,
alma y cuerpo. Si el alma se une a la inteligencia, alcanza Satwa, la sabidura
y la paz; si el alma permanece incierta entre la inteligencia y el cuerpo,
entonces est dominada por Raja, la pasin, y va de objeto a objeto en un
crculo fatal; si, finalmente, el alma se abandona al cuerpo, entonces cae en
78
81
VII
EL TRIUNFO Y LA MUERTE
Despus de haber instruido a sus discpulos en el monte Meru, Krishna
fue con ellos a las orillas del Djamuna y del Ganges, para convertir al pueblo.
Entraba en las cabaas y se detena en las poblaciones. Al atardecer, en los
alrededores de las aldeas, la multitud se agrupaba a su alrededor. Lo que
predicaba ante todo el pueblo era la caridad hacia el prjimo. Los males con
que afligimos a nuestros semejantes, deca, nos persiguen como la sombra al
cuerpo. Las obras que tienen como base el amor al prjimo, son las que
deben ser ambicionadas por el justo, pues sern las que pesen ms en la balanza
celeste. Si acompaas a los buenos, tus ejemplos sern intiles; no temas el
vivir entre los malos para conducirlos hacia el bien. El hombre virtuoso es
semejante al rbol gigantesco, cuya bienhechora sombra da a las plantas que
le rodean la frescura de la vida. A veces, Krishna, cuya alma desbordaba ahora
un perfume de amor, hablaba de la abnegacin y del sacrificio con suave voz e
imgenes seductoras: Como la tierra soporta a quienes la pisotean y desgarran
su seno al labrarla, as debemos devolver el bien por el mal. El hombre
honrado debe caer bajo los golpes de los perversos como el rbol sndalo, que
cuando se le corta, perfuma el hacha que le ha herido. Cuando los semisabios,
los incrdulos, le pedan les explicara la naturaleza de Dios, responda con
sentencias como sta: La ciencia del hombre slo es vanidad: todas sus buenas
acciones son ilusorias cuando no sabe relacionarlas a Dios. El que es humilde
de corazn y de espritu, es amado por Dios y no tiene necesidad de otra cosa. El
infinito y el espacio pueden nicamente comprender lo infinito; slo Dios
puede comprender a Dios.
No eran esas las nicas cosas nuevas de sus enseanzas. Embelesaba y
arrastraba a la multitud, sobre todo por lo que deca del Dios vivo, de Vishn.
Enseaba que el seor del universo se haba encarnado ya ms de una vez entre
los hombres; se haba manifestado sucesivamente en los siete rishis, Vyasa y en
Vasichta, y se manifestara an de nuevo. Pero Vishn, al decir de Krishna,
gustaba a veces de hablar por boca de los humildes: en un mendigo, en una
mujer arrepentida, en un nio. Contaba al pueblo la parbola del pobre
pescador Durga, que haba encontrado a un nio medio muerto de hambre
bajo un tamarindo. El buen Durga, aunque abrumado por la miseria y cargado
82
91
VIII
IRRADIACIN DEL VERBO SOLAR
Tal es la leyenda del Krishna, reconstruida en su conjunto orgnico y
colocada en la perspectiva de la historia.
Ella arroja una viva luz sobre los orgenes del Brahmanismo. Claro
que es imposible probar por documentos positivos que tras del mito de
Krishna se oculta un personaje real. El triple velo qu cubre el embrin de
todas las religiones orientales, es ms espeso en la India que en parte alguna,
porque los brahmanes, dueos absolutos de la sociedad india, nicos
guardianes de sus tradiciones, las han modelado y reformado con frecuencia
en el curso de las edades. Pero es justo aadir que han conservado fielmente
todos los elementos constitutivos, y que, si su doctrina sagrada se ha
desarrollado con los siglos, su centro no se ha desplazado jams. No
podemos, pues, como lo hace la mayor parte de los sabios europeos, explicar
una figura como la de Krishna, diciendo: Es un cuento de nodriza injertado
en un mito solar, con una fantasa filosfica hilvanada sobre el conjunto.
No es as, creemos, como se funda una religin que dura miles de aos,
engendra una poesa maravillosa, varias grandes filosofas, resiste al ataque
formidable del buddhismo, a las invasiones mongolas, mahometanas, a la
conquista inglesa, y conserva hasta en su decadencia profunda el sentimiento de
su inmemorial y alto origen. (La grandeza de Sakhia Muni reside en su
caridad sublime, en su reforma moral, y en la revolucin social que trajo
por la cada de las castas osificadas. E1 Buddha dio al Brahmanismo
envejecido una sacudida semejante a la que el protestantismo dio al
catolicismo de hace trescientos aos: le oblig a prepararse para la lucha y
a regenerarse. Pero Sakhia Muni no aadi nada a la doctrina esotrica de
los brahmanes, y divulg solamente algunas de sus partes. Su psicologa es,
en el fondo, la misma, aunque siga un camino diferente. (Vase mi artculo
sobre la Leyenda de Budha. Revue des Deux-Mondes, 1 de julio de 1885.
Si el Budha no figura en este libro, no es porque desconozcamos
su lugar en la cadena de los grandes iniciados, sino a causa del plan
especial de esta obra. Cada uno de los reformadores o filsofos que
hemos elegido, est destinado a mostrar a la doctrina de los misterios
bajo una nueva faz, y en cierta etapa de su evolucin. Desde este punto
92
94