Análisis Semiótico Del Discurso - Gonzálo Abril
Análisis Semiótico Del Discurso - Gonzálo Abril
Análisis Semiótico Del Discurso - Gonzálo Abril
): Mtodos y Tcnicas Cualitativas de Investigacin en Ciencias Sociales. Cap. 16. Madrid: Sntesis.
tamente claro y todo lo que segua lo entend en trminos de esta frase, es decir, de
dos indios que se iban a pescar y que luego tuvieron una serie de encuentros y aventuras. Pero resulta que los comentarios de los indios sobre esta frase se referan a una
situacin muy diferente, a una imagen muy diferente.
En primer lugar, me hacan caer en la cuenta de que, cuando en un mito se habla de
dos hombres, se trata casi siempre de dos hermanos que se encuentran en una relacin jerrquica, la cual conlleva una fuerte rivalidad. En segundo lugar, el acto de
pescar es una metfora que significa la bsqueda de mujeres, que significa el cortejo
o el rapto. En tercer lugar, la Quebrada de la Luna, como todos los asistentes bien lo
saban, es un territorio prohibido donde viven mujeres deseables pero con las cuales
los hombres no deban casarse.
As, en unas pocas palabras, el chamn que me cont este mito esboz un escenario
con sus personajes y un tema central muy emocionante, y todos los indios presentes,
al or estas palabras ya haban recibido una informacin esencial que yo no tena, por
no conocer an el contexto lingstico, semntico y cultural total. Los episodios que
seguan a esta frase introductoria podan entenderse slo si se tena un conocimiento
previo de la rivalidad entre hermanos, de la ecuacin que se estableca entre mujeres
y peces, y de la ubicacin mtica de la Quebrada de la Luna dentro de la geografa
chamanstica.
Observaciones como stas nos previenen contra la sospechosa transparencia de esos
anlisis estructurales de mitos tan frecuentes en la literatura semitica de hace unos
aos. Y nos hablan, an ms que de la importancia del contexto (que no deja de ser
una nocin sumamente vaga), de la necesidad de una actitud epistemolgica alternativa
a la del solipsismo positivista. Es bien conocida a este respecto la propuesta de descripcin densa (thick description) de Geertz (1988), con la que se trata de dar cuenta de
los contextos comunicativos desde la posicin realizativa del participante en el dilogo, en oposicin a la actitud descriptiva del observador; y de abordar as el sentido de
los textos y las acciones desde el punto de vista de sus interlocutores-agentes.
Cierto es que este principio metodolgico tan exigente sirve como ideal regulativo ms
que como regla prctica del anlisis, pero no puede pasarse por alto si se intentan restituir o parafrasear, al menos parcialmente, tanto la singularidad situacional del texto en
cuestin como el horizonte de significaciones compartidas que constituye su cultura de
referencia.
En los aos sesenta y setenta la semitica, acaso envanecida por aquellos afanes de imperialismo cientfico que tantas veces se le han imputado, trat de constituirse en una
(incluso en la) teora de la comunicacin, en una nueva epistemologa y en un nuevo
metalenguaje de las ciencias humanas. Hoy estamos, sin duda, en la bajamar de aquel
impulso prepotente, y es posible hablar de una perspectiva semitica sin la cargazn
de falsas expectativas y de emociones encontradas que se producen en los momentos
culminantes de las modas tericas. Pues ya hace aos que la semitica ha pasado de
moda, y hoy, afortunadamente, no constituye una etiqueta negra de la lectura perspicaz o
de la crtica cultural.
La semitica se ha desarrollado sobre todo como una metodologa para la interpretacin
de textos discursivos. Y hasta de comportamientos si se admite con Bajtn que las acciones humanas son textos potenciales. Pero de una interpretacin ms entendible como
parfrasis-lectura que como traduccin a un metalenguaje cientfico. Si la lectura, en
el sentido que le da Piera por oposicin a la parfrasis (cfr. Piera, 1993), supone una
cierta recreacin argumentativa-narrativa del texto que es su objeto, la semitica es propiamente una prctica especializada de lectura.
co, apareciendo como relevantes en trminos de interaccin socioafectiva y en relacin a un contexto determinado.
En los siguientes subapartados examinaremos ms detalladamente esta triparticin.
Si leemos con atencin el anterior texto de Barthes advertiremos que en l se da a entender la interpenetracin de los tres rdenes de regularidad semitica , que son, en efecto, rdenes distintos, pero a la vez interdependientes. La observacin de Barthes sobre la
obligacin sintctica del sujeto respecto a la accin es obviamente semntica, pues
cmo entender clases o funciones sintcticas bsicas del tipo de sujeto, predicado,
atribucin... vacas de componentes conceptuales? Con la excepcin de las sintaxis
formales, las estructuras sintcticas bsicas de los discursos son ya conceptuales o protosemnticas, y el estatuto de una sintaxis no puede ser determinado sino por relacin a
la semntica con la que constituye conjuntamente una semitica, en la acepcin estructural de Greimas y Courts (1982).
Por otro lado, existe tambin una fuerte interdeterminacin entre el orden sintctico y
las variables contextuales (pragmticas), como seala Escandell Vidal (1993: 22-24).
En resumen, si contemplamos los hechos desde un punto de vista general, resulta
evidente que incluso algunos aspectos tpicamente gramaticales, como el orden de
palabras, estn determinados por factores de tipo contextual o situacional, especialmente en lo que se refiere al contraste entre la informacin que se presenta como
compartida por los interlocutores y la que se considera nueva.
Examinemos, con esta autora, ejemplos de oraciones espaolas como las siguientes:
() /Juan ama a Mara/
() /A Mara la ama Juan/
() /Juan a Maa la ama/
En (), la informacin que se presenta como compartida o contextualmente presupuesta
por los interlocutores (el tpico o tema del que se habla) es Juan, mientras que el contenido informativo novedoso (el comentario) se refiere a su relacin con Mara. En (), en
cambio, no se cuestiona el predicado (Mara es amada) y el comento versa sobre la
identidad del sujeto (Juan). En (), por ltimo, se da como tpico la relacin entre Juan y
Mara, y se informa de nuevas sobre la naturaleza de la relacin. El condicionamiento
contextual del orden de las palabras parece claro.
16.2.2. Cuestiones semnticas
Las perspectivas generativistas, tanto en la lingstica como en la semitica textual, reconocen la consistencia profunda entre un componente sintctico y un componente semntico.
Tal ocurre, obviamente, en la gramtica semionarrativa de Greimas, en la que los valores semnticos son ordenados y dinamizados por una sintaxis fundamental. Las estructuras elementales de significacin son parafraseables como categoras semnticas, que se
articulan operativa o sintcticamente en el cuadro semitico.
Un eje semntico (S) expresa el campo categorial en el que dos trminos o serias (s1 vs.
s2 )
se oponen por contrariedad. As, el eje estatura subsume la oposicin entre alto y
bajo:
S
(estatura)
s1 ------------------------------- s2
(alto)
(bajo)
Puede postularse, adems, un eje contradictorio del anterior o eje neutro (-S) que articula a los respectivos semas subcontrarios: -s2 vs -s1, no bajo versus no alto.
El cuadro semitico no es sino la representacin cannica de ese conjunto de relaciones:
S
(estatura)
alto
bajo
s2
s1
-s1
-s2
no bajo
no alto
-S
(no lexicalizado)
humildad
s1
s2
-s1
-s2
no humildad
no orgullo
(autoestima, honor)
(modestia)
(enaltecimiento)
Figura 16.2. Cuadro semitico de un cuento de Borges
Naturalmente la categora que opone orgullo/humildad, y que es central en la economa semntico-narrativa de este cuento de Borges, no puede ser extrapolada a cualesquiera universos semnticos. En otro contexto de valores el orgullo puede, por ejemplo, contraponerse a la vergenza.
Verdad
ser
s1
parecer
s2
-s1
-s2
no parecer
no ser
Falsedad
En el relato de Borges, el proceso de confrontacin entre programas narrativos simtricos es complementario de caractersticas modalizaciones veridictorias que oponen, por
ejemplo, el modo de ser del laberinto arquitectnico (que parece pero no es un autntico ddalo; que es, por tanto, un laberinto segn la mentira) y del desierto (que no
parece un laberinto pero lo es muy de veras, segn la dimensin veridictoria del secreto):
16.2.3. Ms all de la semntica
Pero las teoras semnticas de tradicin estructuralista, como la de Greimas, han de ser
cuestionadas desde las adquisiciones tericas de otras perspectivas. As, en primer lugar,
es ms que dudoso que las interpretaciones semnticas comunes procedan mediante
anlisis de los supuestos rasgos o tomos semnticos (semas) de que constara el contenido de un lexema (semema). Segn esta perspectiva tradicional, cuando uno quiere
averiguar si la entidad x pertenece a la categora pjaro ha de verificar si x posee
los atributos viviente, animal, plumfero, alado, etc. O cuando uno interpreta la
metfora /pulpo petrificado/ con la que Garca Lorca designa a la /pita/, ha de proceder a
una descomposicin analtica de los semas compartidos por ambos conjuntos semmicos (estructura radial, de varios apndices, rigidez...). Frente a este tipo de explicaciones parecen ms plausibles las que establecen que:
1. Las interpretaciones semnticas se atienen ms bien al cotejo con instancias prototpicas de una categora; por ejemplo, el gorrin es un prototipo o representante ms caracterstico de la categora pjaro que el pingino, y la verificacin de un x como pjaro pasar por la mediacin de un esquema cognitivo modelado segn la imagen del
gorrin ms que por el procesamiento analtico de atributos.
2. Ms que inferir analticamente el contenido de los sememas, los intrpretes ascendemos sintticamente, remitiendo a un campo categorial ms comprensivo que, frecuentemente, se fundamenta en una gestalt propioceptiva, en un modelo cognitivo que
SEMNTICA
SIGNIFICADO INDICAL
determinado
SIGNIFICADO FRSTICO-PROFESIONAL
SENTIDO INTELOCUTIVO
PRAGMTICA
Las teoras del discurso han tenido en cuenta diversas formas de expresin autorrefeiencial: aqulla que no puede representar algn hecho o contenido sin presentarse a s
misma.
Tal es el caso, por supuesto, de los decticos, que aun designando simblicamente las
instancias subjetivas, espaciales y temporales del discurso (locutor, alocutario,
tiempo y espacio de la enunciacin), han de referirse tambin indicialmente a sus contextos singulares (tal locutor, tal alocutario, etc.).
Es el caso, tambin, de las expresiones perfortnativas, que slo alcanzan a realizar su
efecto caracterstico en las condiciones que seala Benveniste (1974: 195): el performativo tiene la capacidad de referirse a
una realidad que l mismo constituye, por el hecho de ser efectivamente enunciado
en condiciones que lo hacen acto (...) El acto se identifica, pues, con el enunciado del
acto. El significado es idntico al referente.
Desde el momento en que interpretamos la dexis y la peifiortnatividad como propiedades genricas de los discursos y no como efectos locales de tales o cuales formas lingsticas, la autorreferencia deviene una propiedad del discurso en general: ya hemos
sealado, en la perspectiva de la etnometodologa, que el sentido es siempre dectico en
gran medida; tambin la perforrnatividad, desde la segunda teora de Austin (1971), se
generaliza: todo enunciado es pragmticamente eficiente (ilocutivo) y en cuanto tal autorreferente, pues el acto de habla se muestra (en el sentido wittgensteiniano de mostrar versus decir) a s mismo como una operacin dentica y socialmente relevante.
A cierto nivel de anlisis no hay expresin que no aluda a s misma reflexivamente. El
lenguaje, seala Rcanati (1979: 126) adems de decir
tambin muestra, y muestra precisamente lo que no puede representar: la reflexividad, desterrada del dominio de la representacin, es lcita en el de la mostracin; lo
representado se muestra, exhibe sus propiedades formales, al mismo tiempo que representa lo representado.
Lo que constituye el sentido del enunciado como contenido autorreferente es, ya lo hemos indicado, su descripcin del propio acto de enunciacin, pero precisamente en tres
aspectos:
1. En cuanto acto ilocutivo.
2. Como expresin de la actitud cognitiva, valorativa y emotiva de un sujeto respecto al
mundo del que habla, respecto a su interlocutor y respecto al propio discurso (distarca,
certidumbre o incertidumbre, seriedad, irona, afecto o desafecto, etc.).
3. En cuanto operador contextual, por su modo de insertarse en una situacin sociodiscursiva particular a la que no puede por menos de informar y modificar. Los decticos
y los perforrnativos muestran claramente esta propiedad circular: adquieren sentido segn las mudables condiciones del escenario discursivo, pero al mismo tiempo configuran ese escenario, es decir, sus parmetros espacio-temporales y el contexto de papeles y
atributos denticos de la interaccin.
16.4. El decir sin decir
16.4.1. La actividad inferencial
Aun cuando se limitan a explicitar los supuestos de una tradicin que se remonta a la
teora de la abduccin de Peirce y que atraviesa algunas perspectivas de la filosofa analtica como las de Grice y Lewis, Sperber y Wilson (1986), han defendido vigorosamente un modelo inferencial de la comunicacin que se opone al modelo del cdigo, y cuyo
postulado bsico es el siguiente: el desfase entre las representaciones semnticas de nivel frstico y los sentidos que se hacen efectivos en las prcticas comunicativas, no se
salva con cdigos, sino mediante inferencias o procesos de razonamiento de los interlocutores.
Pero qu supone para los interlocutores salvar el desfase sealado?
Significa, en primer lugar, que los interlocutores han de completar la informacin, nunca exhaustiva, que reciben. A esta clase pertenecen las inferencias elaboradoras de que
tratan Brown y Yule (1993: 320-321). En determinado contexto, el enunciado:
/Abre la ventana/
ha de ser complementado inferencialmente en un sentido similar al indicado entre parntesis:
Abre la ventana (ms prxima al lugar en el que te encuentras)
Claro que, en muchos casos, estas inferencias corrigen, y no slo completan, el significado literal de las expresiones. As, en el contexto de una charla sobre ancdotas automovilsticas vividas por los interlocutores no se inferir habitualmente que () significa
(l ) sino ms (2) bien:
() /E1 polica extendi la mano y par al BMW/
(l ) El polica extendi la mano y detuvo al (vehculo de marca) BMW (mediante la aplicacin de una fuerza fsica sobrehumana).
(2) El polica extendi la mano (haciendo el gesto que el conductor entendi
como orden de detener su vehculo de marca BMW, y el conductor efectu la
maniobra correspondiente, y el automvil se par).
Supone, en segundo lugar, que cada locutor infiere en el sentido de explicar y justificar
los motivos, metas o razones de sus propias intervenciones discursivas y de las de su(s)
interlocutor(es). Estas inferencias, evaluadoras, proceden como la que se propone en el
ejemplo (la flecha simboliza un razonamiento inferencial posible):
/Hay demasiado humo/ Hay ms humo del que yo considero aceptable porque usted
est fumando. Esta es la razn por la que le pido indirectamente, ya que no tengo autoridad para ordenarle, ni deseo ser agresivo y crear un conflicto serio, que deje usted
de fumar.
Las inferencias evaluadoras tienen un papel decisivo en la regulacin de las funciones
interaccionales, y es por su intermediacin como puede construirse la coherencia pragmtica del discurso. En un pequeo dilogo domstico como el del siguiente ejemplo
(que hemos tomado de Brown y Yule, 1993 : 281) es difcil hallar marcas de coherencia
semntica entre las sucesivas intervenciones. Si el dilogo nos parece coherente y razonable es porque inferencialmente (y tratando de adoptar la perspectiva de los propios
interlocutores A y B) suponemos que cada intervencin da lugar a conclusiones complejas y jerarquizadas como las que anotamos bajo las flechas.
A./El telfono!/
B. /Estoy en el bao/
C. /Vale!/
RECONOCIMIENTO de la informacin
NEGATIVA a realizar la accin demandada
JUSTIFICACIN de la negativa
PETICIN de realizacin sustitutiva de la accin
RECONOCIMIENTO de la respuesta
ACEPTACIN de la justificacin
ACEPTACIN de la realizacin sustitutiva de la accin
Figura 16.5. La actividad inferencial
Incluso a partir de ejemplos tan triviales como ste puede concluirse que la actividad
inferencial interviene decisivamente en esa produccin de racionalidad de las acciones
(Wolf, 1982: 135) por la que los agentes sociosemiticos convienen la vida social en
una realidad comprensible y coherentes.
16.4.2. La presuposicin
Bajo el rtulo de presupuestos-presuposiciones se han agrupado fenmenos y actividades discursivas heterogneos. Trataremos en las prximas pginas de la presuposicin
lgico-semntica, la presuposicin pragmtica y la que, a falta de bautizo ms distinguido, denominaremos presuposicin en general. Nos referiremos despus a la inferencia
por implicatura.
La inclusin de los presupuestos lgico-semnticos entre las inferencias puede ser objetada diciendo que, por definicin, se trata de significados convencionales. Me limito
aqu a recordar con StaInaker que son los hablantes quienes hacen y tienen presuposiciones que deben ser vlidas para frases y textos, y no las proposiciones o frases quienes
tienen y hacen presuposiciones (cfr. Lozano, Pea-Marn y Abril, 1986: 207 y ss.), complementando esta obviedad con la conclusin que apuntbamos en el epgrafe 6,1: que la
actividad inferencial interviene cuando menos para ratificar que es precisamente el valor
convencional del acto de discurso y no otro el que conviene dar por bueno en un determinado contexto.
As, parece que de la expresin:
() /Julia sigue divirtindose con su trabajo/
se concluye convencional y automticamente, sin necesidad de inferencia alguna, que
(l ) Julia ya se diverta con su trabajo anteriormente.
Sin embargo, en determinadas circunstancias, el presupuesto (l) puede ser una conclusin alternativa a una interpretacin irnica (2) y por tanto el resultado de un razonamiento inferidor:
(2) Julia nunca se ha divertido con su trabajo, ni se divierte ahora.
Por paradjico que parezca, la identificacin de significados convencionales aparece
guiada por procedimientos no convencionales, como la implicatura conversacional. E,
inversamente, las implicaturas tambin requieren, aun cuando sea para transgredirlas, de
las convenciones. As, la conclusin (2) del ejemplo es el resultado de una implicatura
contra (y por tanto en i-elacin con ) las reglas sintctico-semnticas que establecen el
sentido literal de () y contra la regla pragmtica que establece la presuncin de sinceridad del hablante.
a) Definida por los lgicos, desde Frege (1984) como condicin de verdad de una
proposicin, la presuposicin lgico-semntica es una parte del significado de esa proposicin que se mantiene tanto en su modalidad afirmativa cuanto en la negativa. As, la
presuposicin () es condicin de verdad y a la vez consecuencia lgica tanto de ()
como de (-):
no hacer no saber
hacer no saber
no hacer saber
16.4.3. La implicatura
La teora de la implicatura de Grice (1979) da cuenta del mecanismo del sobreentendido
o, si se prefiere, de cmo mediante un procedimiento inferencial el intrpretedestinatario puede extraer un sentido de los enunciados que rebasa los lmites del contenido informativo proposicional.
La teora parte de proponer un principio general de la conversacin -o ms bien, una
metarregla de la racionalidad comunicativa- que es el conocido Principio de Cooperacin: la contribucin de cada participante en una conversacin ha de ser conforme en
cada momento a los propsitos u orientaciones supuestamente deseables y aceptados del
intercambio verbal. El principio se especifica en cuatro reglas o mximas de la conversacin, entre las cuales la tercera presenta el criterio cooperativo central, es decir, la
pertinencia:
1. Cantidad
La contribucin no ha de ser ni ms ni menos informativa que lo requerido.
2. Cualidad (sinceridad)
La contribucin ha de ser veraz y con fundamento.
3. Relacin (pertinencia)
La contribucin ha de ser a propsito.
4. Modo
La contribucin ha de ser clara y breve.
En respuesta a la pregunta /Tiene Ud. hora?/ un interlocutor no cooperativo podra responder:
i . /s/
2. /S: las 17,30/ (sabiendo que la hora oficial ha sido adelantada durante la noche
anterior, o ignorando por completo qu hora es).
3, /Oh, s: la hora en que mi hijo practica el karaoke/ (en el supuesto de que el demandante no tenga razn alguna para conocer el horario de karaoke del hijo del demandado).
4, /Naturalmente, para qu cree que llevo este magnfico reloj digital que adquir hace
ahora dos aos cuando visit a mi hermano que vive en Suiza, muy bien colocado, por
cierto, claro que a veces se atrasa un poco, el reloj, no mi hermano, etc./
Entre los distintos tipos de implicaturas que Grice identifica prestaremos atencin aqu a
la que l denomina conversacional: un procedimiento por el que el intrprete realiza una
inferencia a partir de la presuncin de que el locutor, que ha infringido alguna mxima,
no tena, pese a todo, la intencin de transgredir sin ms el principio de cooperacin.
Tmese el siguiente dilogo como ejemplo:
A. /Dnde est Marga?/
B. /Hay una Yamaha 250 a la puerta de Dina/
La respuesta de B infringe la mxima de relacin, no parece tener vinculacin temtica
con la pregunta de A, ni venir al caso. De no ser que. plausiblemente. A infiera que B no
quiere transgredir la mxima de cualidad (porque B no tiene evidencias firmes del paradero de Marga y no quiere responder de forma precisa y categrica sin pruebas), pero
an as desea dar alguna respuesta cooperativa. Que lo ser en todo caso si A sabe que
Marga utiliza una motocicleta determinada, que Marga es amiga de Dina, etc., y B sabe
que A lo sabe. Y si, en resumen, B logra dar a entender a A su intencin de que infiera
que probablemente Marga est en casa de Dina.
En este ejemplo se da una de las posibilidades de implicatura conversacional analizada
por Grice: el locutor viola una mxima para evitar la transgresin de otra.
Otra posibilidad es que se transgreda abiertamente una mxima: cuando esa burla no
supone sin ms la simple y brutal ruptura de la cooperacin comunicativa (del tipo de
/vyase Ud. a la mierda/) sino una indicacin para alterar el nivel epistmico de la comunicacin. As ocurre, por ejemplo en la in.<inuacin, modo de discurso por definicin no pblico ni oficial, pero que ha de ser sealado por implicatura.
En cierta pelcula de Truffaut un personaje expone la siguiente teora sobre la cortesa y
el tacto: un hombre entra en un cuarto de bao ajeno y sorprende a una mujer en la baera. Si es corts, el hombre dir: Perdone vd., seora. Pero si tiene tacto dir ms bien:
Perdone Ud. seor. Pues bien, el hombre con tacto est presentando a la mujer una
posible inferencia (l la ha visto, y aunque ella lo sepa, l est dispuesto a definir la
situacin a todos los efectos como si no) en la obvia transgresin de la sinceridad.
Tambin se propone una implicatura de este tipo mediante el comentario:
/Lo que ms me gusta de ti es tu transparencia/
dirigido a un interlocutor que se interpone entre el hablante y la pantalla del televisor a
que est mirando.
La implicatura, que es el procedimiento caracterstico para producir actos lingsticos
indirectos (peticiones en funcin de mandatos, preguntas en funcin de aserciones, etc.),
es tambin, como el mismo Grice observa, el dispositivo pragmtico de numerosas figuras retricas: ironas como /ese s que es desinteresado/ (respecto a alguien que obviamente no lo es), ltotes como /no est del todo sobrio/ o metforas como /era la sal de mi
vida/ se sirven de la transgresin abierta o burla de una mxima. Claro que, para desdoro de la observacin de Grice, la implicatura no da una explicacin completa ni especfica de ninguno de esos hechos retricos.
Es, por ltimo, un procedimiento de gran inters en las estrategias discursivas. Baste con
advenir que, al proceder en gran medida fuera del marco de las convenciones semnticas, de los significados habitual y pblicamente compartidos, el locutor que presenta
una implicatura conversacional est dejando la responsabilidad ltima sobre el sentido
de su
enunciado al interlocutor, que es quien ha de llevar a cabo la inferencia definitiva. Como
sealbamos en Lozano, Pea-Marn y Abril (1986: 218).
el locutor puede impugnar aqulla y eludir su responsabilidad respecto a las conclusiones inferidas por el alocutario. La conocida respuesta: leso lo ha dicho usted, no
yo/ con que algunas personalidades polticas apostillan las (normalmente malvolas y
plausibles) interpretaciones de sus entrevistadores ilustra esa tctica de repliegue
enunciacional.
16.5. La performatividad y los actos ilocutivos
16.5.1. Constatativos y performativos
Tambin la teora de los actos de habla, formulada y corregida por Austin (1971) y sistematizada por Searle (1980) ha sido objeto de numerosas reseas divulgativas. No afligiremos al lector con una ms: nos limitaremos a presentar algunos conceptos y caminos
bsicos de investigacin, para sugerir despus una reinterpretacin sociosemitica de la
perforrnatividad.
En la primera parte de la obra de Austin recin citada se oponen dos clases de enunciados: los constatativos, que presentan descripciones y tienen, por ello, valor lgico (son
verdaderos o falsos), y los performativos, que cumplen la accin que enuncian y no son,
por ende, verdaderos ni falsos, sino ms bien adecuados o inadecuados desde el punto
de vista de cienos estndares sociales o procedimientos rituales:
Ejemplos de constatativos:
() /Slo como bocadillos/
() /Yo soy comunista/
Los actos ilocutivos (como prometer, desafiar o pedir) son autorreferentes y abiertamente reconocibles. La intencin de cumplirlos, de obtener su efecto caracterstico, es necesariamente pblica, como defiende Strawson (1983: 192): La comprensin de la fuerza
de una emisin en todos lo casos implica reconocer lo que puede llamarse de modo general una intencin dirigida a un auditorio y el que se la reconozca como totalmente
abierta, como se intenta que sea reconocida.
Contrariamente, la obtencin de efectos perlocutivos no requiere como condicin necesaria que la intencin comunicativa correspondiente sea pblica: se puede consolar,
convencer o intimidar sin necesidad de que los enunciados se presenten como explcitamente consoladores, convincentes o intimidatorios. En unos pocos casos (como
insinuar, engaar, sorprender, gastar una broma) incluso la intencin comunicativa ha de
ser necesariamente secreta.
Una segunda diferencia entre ilocutivos y perlocutivos concierne al modo en que producen su efecto: los actos perlocutivos como consolar o intimidar pueden ser el resultado de una cadena causal de acciones, incluso muy indirectamente relacionadas con un
enunciado determinado. Sin embargo, efectos ilocutivos como la promesa o la amenaza
se producen inmediatamente, es decir en el acto enunciativo mismo de prometer o
amenazar.
En todo caso, la diferencia fundamental en razn de la naturaleza misma del efecto ilocutorio es que ste presenta lo que desde Ducrot (1972) se viene llamando un carcter
jurdico: los actos ilocutivos son creadores, reguladores y modificadores de obligaciones
y derechos para el propio locutor y para el destinatario. Sbis (1984) precisa esta concepcin proponiendo que la accin ilocutoria se entienda sobre todo como transaccinmanipulacin de deber y poder dentico, en forma de autorizaciones, imposiciones,
permisos, etc., cuyos efectos son conjunciones o disyunciones de los sujetos con determinados derechos y deberes. Pero tambin de saber y creer, dado que en la mayora de
los casos el efecto ilocutivo involucra aspectos cognitivos que requieren considerar modalizaciones epistmicas y no slo denticas.
Desde un punto de vista estrictamente semitico, lo que est en juego en la accin ilocutiva del discurso es la transformacin de la competencia modal dentica y epistmica de
los sujetos discursivos. Y como sealaban Fabbri y Sbis (1980: 180), las posiciones
socio-semiticas de los sujetos resultan de los diversos procesos de circulacin modal
entre los interlocutores-interactuantes. En Lozano, Pea-Marn y Abril (1986: 190),
examinbamos a modo de ejemplo cmo el acto de promesa analizado por Searle (1980:
III) se caracteriza por una transaccin modal central (equivalente a la condicin esencial de que habla Searle) consistente en
la concesin por parte del locutor de un poder al destinatario: el de atribuir al propio
enunciador un deber (relativo al acto futuro objeto de la promesa). Las condiciones
que Searle denomina preparatorias y de sinceridad no se refieren sino a competencias modales de los interlocutores previas a aquella ejecucin: el enunciador quiere hacer, y cree que el destinatario quiere que el acto se cumpla, etc.
La teora pragmtica que define el acto de habla como una operacin modificadora del
contexto (cfr. Levinson, 1989: 265-266) es a un nivel profundo coincidente con la perspectiva recin presentada. En ella el contexto sobre el que interviene el acto ilocutivo se
entiende como un conjunto de proposiciones (o presuposiciones pragmticas) que describen creencias, conocimientos y compromisos, es decir, proposiciones epistmica y
denticamente modalizadas. Un acto como aseverar aade proposiciones al contexto
inicial: el hablante transita a un contexto en el que se compromete con la creencia en la
verdad de la proposicin. Un acto como permitir suprime proposiciones: el estado
de cosas descrito deja de estar prohibido... El lector puede probar a traducir estas modificaciones en trminos de transacciones de competencia modal, recurriendo para ello a
valores modales.
16.5.3. Actos discursivos, instituciones y sujetos
Bourdieu (1985: 67-77), ha criticado muy cidamente la ingenuidad y el error de la
teora de actos de habla, consistentes en buscar el poder de las palabras en las palabras
mismas:
[la ms cabal expresin de ese error] nos la proporciona Austin (o Haberrnas despus
de
l) cuando cree descubrir en el propio discurso (...) su principio de eficacia. Intentar
comprender lingsticamente el poder de las manifestaciones lingsticas, buscar en
el lenguaje el principio de la lgica y de la eficacia del lenguaje de institucin, equivale a olvidar que la autoridad llega al lenguaje desde fuera (...) el poder de las palabras reside en el hecho de que quien las pronuncia no lo hace a ttulo personal, ya que
es slo su portador (...) todos los esfuerzos para hallar el principio de la eficacia
simblica (...) estn siempre condenados al fracaso mientras no establezcan la relacin entre las propiedades del discurso, las propiedades de quien las pronuncia y las
propiedades de la institucin que autoriza a pronunciarlas.
Austin no era tan ingenuo: nada ms lejos de su pensamiento que atribuir una especie de
poder intrnseco o mgico a las palabras. Pero la crtica de Bourdieu no es trivial, porque en efecto falta en Austin y en sus continuadores el desarrollo de una teora cuya
necesidad parece presupuesta por la de actos de habla: una teora que d cuenta del engranaje entre la accin discursiva, las instituciones sociales y la constitucin misma de
los sujetos socio-discursivos como ocupantes legtimos de papeles y lugares o posiciones de enunciacin.
Una modesta propuesta en esa direccin fue avanzada en Lozano, Pea-Marn y Abril
(1986: 180-181). Aqu nos limitaremos a presentarla, algo ampliada, en un cuadro con
posibles aplicaciones heursticas (vase Fig. 16.7).
Los tipos de performativos que figuran en la primera columna responden a una sntesis,
seguramente no exhaustiva, de las tipologas de Austin (1971) y Benveniste (1974).
En el cuadro la accin performativa aparece respaldada y orientada por distintas instituciones que suministran los requisitos exigibles a los agentes comunicativos a modo de
competencias para su actuacin enunciativa.
Denominamos voces sociodiscursivas a expresiones de subjetividad que son definibles
hipotticamente a la vez en la estructura-interaccin social y en los sistemas-procesos
discursivos. La actuacin discursiva de un actor exige la adopcin alternativa o simultnea de todas o algunas de esas voces. Los solapamientos y condicionamientos recprocos entre niveles son casi evidentes: por ejemplo, un portavoz es una figura pertinente en un nivel jurdico como (y porque lo es) en un nivel enunciativo; tambin, el
actor se puede presentar a la vez como portavoz y como remitente intencional en un
mismo enunciado. Tal es el caso de expresiones como las siguientes:
(El guardia al conductor) /Me veo en la [desagradable]
obligacin de denunciarle por embriaguez/
(El negociador sindical) /[Mmm... Lo siento] pero... esto
no vamos a aceptarlo como sindicato/
en las que cada una de las modalizaciones sealadas entre corchetes introduce una marca subjetivadora contra el contexto de-subjetivador subrayado. O en las que, si se
Actos de Discurso
INSTITUCIONES
COMPETENCIAS
VOCES
De autoridad
Jurdicas
(Poder reconocido)
Reglas morales
y sociodiscursivas
AutoridadLegitimidad
SOCIODISCURSIVAS
Portavoz,
delegado
Compromisos
Frmulas
Rituales
Expositivos
Formaciones,
tipos y gneros
de discurso
Coherencia,
Persona social
sinceridad,
(Remitente
seriedad,
internacional)
cortesa...
Lealtad social
Papel
(Buena educacin, (Compromiso con
etc.)
posicin interactiva)
Competencias
Posiciones
Discursivas
de enunciacin
Especficas
Es claro que el primer /yo/ (L), calificando al segundo () de /tonto/, no se identifica con
l, ni se autopresenta como tonto.
Como el propio Ducrot recuerda, la distincin de los dos niveles de la instancia locutiva,
L/, est implcita en la teora del ethos oratorio de la retrica clsica (cfr. Lausberg,
1975): por ejemplo, un orador puede atribuirse expresamente a s mismo (en cuanto )
las cualidades de tmido y modesto, pero mostrarse a la vez descarado y arrogante por el
tono afectivo y por otros rasgos pragmticos de su hacer enunciativo (en cuanto L). La
distincin es tambin ciara en cualquier ejemplo de paradoja pragmtica o enunciativa.
As, el enunciado
/Yo no s escribir/
presenta a un que se representa a s mismo como analfabeto y a un L que desmiente en
la misma presentacin perforrnativa del acto esa pretensin.
La distincin ducrotiana L/, anloga a la clsica categora sujeto de la enunciacin/sujeto del enunciado cuando se refiere a la instancia mltiple del yo, puede sin
embargo aplicarse a cualquiera otra instancia locutiva del discurso, como los locutores a
los que se cita. De tal modo que, por ejemplo, un discurso pardico puede presentar a un
locutor segundo con pretensiones de seriedad en tanto que L, pero ridculo como .
Una tercera figura definida por Ducrot tiene tambin gran inters analtico: la que l
denomina enunciador (E) y que deberemos diferenciar, desde Mego, de otras acepciones
del trmino en la literatura semitica. El E de Ducrot no es un locutor sino una voz
enunciativa, anloga al centro de perspectiva de Genette (1972). En una intervencin
conversacional como la siguiente:
/Tu amigo [ser muy brillante] pero a m me parece un trepa/
la parte entre corchetes es claramente citacional, pero no se atribuye a un locutor definido.
Representa ms bien una actitud valorativa, una posicin interpretativa virtual que podra identificarse con la de un sujeto colectivo de opinin, ms o menos indeterminado;
o en algn caso, por obra de una implicatura, atribuirse al alocutario.
Para ejemplificar conjuntamente los tres conceptos ducrotianos consideremos el enunciado siguiente (supuestamente epistolar):
/Me alegro mucho de que te hayas librado del servicio a la patria/
En este texto, L es el locutor que cumple el acto ilocutivo de felicitar al alocutario, y lo
hace indirectamente, a saber, asertando un estado emocional (la alegra) de . L cita
tambin a un enunciador E, responsable de la expresin entrecomillada, identificable
con
una actitud ideolgica de la que L se distancia irnicamente.
16.6.2. Expresiones polifnicas
La polifona, nocin clave del dialogismo bajtiniano, es la propiedad de aquellos actos
que se presentan como cumplidos en el propio discurso pero que al tiempo se atribuyen
a un locutor (o enunciador) segundo distinto del actual. Como ha sealado Pea-Marn
(1984: 118):
Por polifona se entiende el fenmeno por el cual varias voces hablan en todo discurso. Un factor esencial que conforma esta pluralidad de voces es la lengua misma, la
lengua como portadora de un horizonte ideolgico verbal (Dentro de toda lengua,
el castellano, por ejemplo, coexisten diferentes lenguas en el sentido que da a este
trmino Bajtn... dialectos, jergas, registros expresivos, etc.).
De sus reflexiones sobre la novela deduce Bajtn que el autor puede utilizar una lengua como propia y mostrar otras como ajenas. La lengua se dispone en grados de
mayor o menor vecindad al autor. Algunos momentos de la lengua expresan las intenciones semnticas y expresivas del autor, otras refractan esas intenciones, l no se
solidariza plenamente con esas palabras, las muestra como extraas, las acenta de
modo humorstico, irnico, pardico...
Para Bajtn (1989: 93-94) la palabra siempre encuentra a su objeto ya nombrado, porque entre ambos se interponen las dems palabras ajenas acerca del mismo objeto.
El objeto est impregnado de ideas generales, de puntos de vista, de valoraciones y
acentos ajenos.
Pero la polifona discursiva es observable de modo analticamente ms preciso en los
enunciados a los que Bajtn denomina bivocales, es decir, aqullos que remiten simultneamente a un doble contexto de enunciacin-. el del acto enunciativo actual y el de
una enunciacin anterior representada por aqul. En los siguientes subapartados nos
referiremos a algunas notorias variedades de estos enunciados.
/...A ti de mi vida se te da bien poco. Llegando a Londres, me tiras al agua con una
piedra al cuello/
Con estas palabras Sof cita (traduce) los supuestos deseos, el discurso interior de su
antagonista, en una parfrasis libre, contextualmente inferible, que en todo momento
mantiene el punto de vista, el estilo expresivo y las referencias espacio-temporales propias (Reyes, 1984: 197 y ss.).
Los lmites socio-institucionales entre EIL y OQO parecen tambin muy marcados en el
escenario discursivo de nuestra cultura: en tanto que el primero se presenta como un
discurso caracterstica y exclusivamente literario, la OQO -y Reyes lo seala tambines un modo de citacin comn en el habla cotidiana y en la noticia periodstica. En este
segundo mbito discursivo por efecto de una legitimacin social que autoriza al narrador-informador a reformular los discursos ajenos, los de las fuentes informativas, en
los trminos del discurso periodstico.