La Familia Mussolini
La Familia Mussolini
La Familia Mussolini
Benito Mussolini nació en un caserío en Varano dei Costa, una fracción de Dovia di
Predappio provincia de Forlí-Cesena, el 29 julio 1883, en el seno de una familia
humilde. Hijo de un herrero anarquista revolucionario llamado Alessandro Mussolini,
quien le vinculó desde su juventud al socialismo, se atribuye la desición de llamar a su
hijo Benito Amilcare Andrea para rendir homenaje a la memoria del éroe de la
independencia mexicana, Benito Juarez, de Amilcare Cipriani, patriota y socialista
italiano, y Andrea Costa, primer diputado de ideas socialistas elegido en el parlamento
italiano, e hijo de Rosa Maltoni, maestra de escuela primaria.
Niño conflictivo, que constantemente se metía en problemas con los demás
compañeros, a los once años fue expulsado del internado donde estudiaba, por cortar
con una navaja a un compañero de curso. Frecuentó la escuela Salesiana donde le hizo
la vida imposible a sus superiores. Un informe que se conserva de él en la escuela
religiosa dice textualmente: "Joven impulsivo, rebelde pero muy inteligente, de
naturaleza incompatible con el sistema de educación de una escuela Salesiana". Sus
amigos lo recordaban como un ser irascible con quien no se podía discutir sin ir a las
manos. Tenía predilección por la geometría, la historia, la política, la música y la
poesía. A pesar de su carácter rebelde cursa estudios superiores y se gradúa de
profesor de francés. Ya en esos tiempos era un magnífico orador que encantaba a sus
oyentes hablando de Verdi, de Garibaldi o de cualquier tema que se le cruzara por la
mente.
Militó en el Partido Socialista Italiano (PSI) a partir de 1900, un año después obtuvo el
título de maestro de escuela y en 1902 huyó a Suiza para evitar cumplir el servicio
militar y por ser considerado en patria elemento indeseable. En Suiza se dedicó a la
profesión de albañil ayudado por cooperativas obreras del lugar, aprendió alemán e
inglés que años más tarde le resultarían de gran utilidad en sus conversaciones
directas con Hitler o con Chamberlain. Sus lecturas preferidas eran Nietzsche, Marx
y Schopenhauer. Se integró en un sindicato de militantes socialistas. Cuando lo
convocan desde Italiana para cumplir el servicio militar, adultera la fecha de su
pasaporte pero fue descubierto y expulsado de Suiza. En Italia, en tanto, lo buscaba la
justicia por desertor y los diarios socialistas de la época publicaron la noticia. Eso
demuestra que un Mussolini de menos de 30 años era ya un personaje conocido y los
diarios se referían a él como "El gran Duce de la primera sección socialista de Italia".
En Italia se decretó una amnistía contra los desertores y eso le evitó una condena pero
finalmente tuvo que hacer el servicio militar en Verona.
2. Percurso Político
En 1912 dirige el diario socialista "Avanti!" (Adelante!) cotidiano oficial del PSI y
exponente de la ala maximalista del socialismo italiano, desde donde se erige en
portavoz de los trabajadores y denuncia la represión que el estado ejercía sobre el
proletariado durante las huelgas en pos de mejoras salariales y dignas condiciones de
trabajo.
En el congreso socialista del PSI de Ancona de 1914, presenta con Gionanni Ziboldi una
moción que fue acogida con la cual se reconoce ser incompatible la pertenencia a la
masonería para un socialista. El 9 de junio es electo consejero comunal de Milán y es
protagonista de la “Settimana Rossa” (Semana Roja), una insurrección popular
acontecida en Ancona entre el 7 y el 14 de junio de 1914, seguidamente extendida a
Romagna, Toscana y otras partes de Italia que contestaban una serie de reformas
introducidas por Giovanni Giolitti.
El 15 de noviembre de 1914 Mussolini funda en Milán el diario "Il Popolo D'Italia" (El
Pueblo de Italia) con el apoyo financiero de la Fiat, la Edison, los Ansaldo y otros
magnates de Italia.
En agosto de 1915, siendo uno de los periodistas más famosos de Italia, parte como
voluntario al frente de combate junto a otras figuras de la época como D'Annunzio,
Marinetti y Cesare Battisti. En su diario de guerra en el cual cuenta la vida en trinchera,
se prefigura a sí mismo como héroe carismático de una comunidad nacional, guerrera,
socialmente jerárquica y obediente. Viene promovido como cabo por meritos de guerra
el 1° de marzo de 1916. En su fascículo militar se puede leer entre otras cosas
“Actividad ejemplar, calidad combatiente, serenidad mental, indiferencia a las
dificultades, diligencia, regularidad en el cumplimiento de sus deberes, primero en
cada empresa de trabajo”. En el frente lucha como simple soldado en la primera línea
de fuego y en las trincheras del Carso, bajo las granadas austriacas, haciendo alarde
de un gran arrojo y valentía, el 23 de febrero de 1917 resulta gravemente herido por la
explosión de un artefacto lanza bombas durante una ejercitación y es dado de baja,
aunque recientemente algunos sostienen diferentes hipótesis sobre la causa de la baja,
atribuyendo el hecho a condiciones generales de salud vinculadas a enfermedades
infectivas, las cuales a la vez fueron negadas por la autopsia hecha al cadáver de el
Duce. Permanece internado durante cuatro meses y una vez dado de alta retoma la
conducción del diario.
Terminada la guerra la situación social en Italia era muy propicia para los planes
políticos de Mussolini. Una desocupación creciente, los excombatientes que sentían
haber peleado por nada ya que Italia fue tratada como una potencia vencida y una
economía quebrada le dieron a Mussolini la posibilidad de nuclear a toda esta gente
desocupada y desilusionada en sus grupos llamados "Fasci di Combattimento" (grupos
de combatimiento), que en 1919 formarían el Partido Nacional Fascista.
Desde el poder Mussolini dictó leyes sociales muy importantes que aún hoy siguen
vigentes como la jornada laboral de ocho horas, la pensión por ancianidad, la jubilación
después de una vida de trabajo, el derecho a una justa retribución, la protección de los
niños y otras leyes que nunca antes los italianos habían conocido. Por primera vez los
ciudadanos se sentían protegidos por el estado y orgullosos de ser italianos. Las
grandes obras públicas, la construcción de autopistas y la creación de nuevas
industrias cambiaron la fisonomía de Italia en pocos años. Si en 1922 Italia era un país
todavía medieval, en los años treinta proyectaba hacia el mundo la imagen de un país
moderno y próspero con un sistema político que muchos países del mundo trataban de
imitar. El fascismo estaba de moda y su líder era admirado en todo el mundo. Los
grandes personajes de esa época eran pródigos en elogios hacia Mussolini. Churchill
dijo de él que era el estadista más importante de su época, Gandhi afirmó que era el
nuevo Mazzini de Europa, Hitler lo admiró toda su vida y llegó a decir que Mussolini era
el estadista más grande que había tenido la humanidad en los últimos mil años,
Roosvelt lo citaba como modelo de conductor político y hasta el papa Pío XI llegó a
decir que Mussolini era el hombre enviado por la providencia. Después de 1945 la
historiografía de la posguerra borró de un plumazo estos elogios pero afortunadamente
para un juicio justo todos estos dichos se conservan impresos en los diarios y
documentos de la época.
El nuevo entramado político culminó con la definitiva supresión del sistema liberal
parlamentario y la creación en enero de 1939 de la Cámara de los Fascios y de las
Corporaciones, con un mero carácter consultivo. Dentro del nuevo Estado corporativo,
los empresarios y los trabajadores se organizaban en grupos controlados por el partido
que representaban a los distintos sectores de la economía. Se mantuvo el sistema
capitalista y se incrementaron los servicios sociales, pero se abolieron los sindicatos
independientes y el derecho a la huelga. Uno de los legados perdurables del fascismo
fue la creación de un sistema de holdings industriales financiado por el Estado. De otro
lado, los Pactos de Letrán(3), firmados con el Papado en febrero de 1929, terminaron
con el conflicto que había enfrentado a la Iglesia y al reino de Italia desde 1870 y
supusieron la creación de un nuevo Estado, la Ciudad del Vaticano.
Mussolini adoptó una política exterior agresiva ya desde 1923, cuando envió sin éxito
fuerzas militares para invadir la isla griega de Corfú. Años después contravino las
recomendaciones de la Sociedad de Naciones e inició la conquista de Abisinia (en
términos generales, la actual Etiopía) en octubre de 1935, ganándose así la aclamación
de casi todos los sectores de la sociedad italiana, especialmente cuando sus tropas
entraron en la capital de aquella, Addis Abeba, el 5 de mayo del año siguiente. El
dictador culminó el colonialismo italiano, iniciado a finales del siglo XIX, mediante la
instauración en mayo de 1936 del África Oriental Italiana, que significó la proclamación
imperial del Rey Víctor Manuel III. No obstante, la popularidad del Duce disminuyó
cuando adoptó una serie de medidas, entre las que cabe destacar las siguientes: El
envío de tropas para apoyar al general Francisco Franco durante la Guerra Civil
española (1936-1939); La alianza con el dictador nacionalsocialista alemán Adolf Hitler
mediante la formación en 1936 del Eje Roma-Berlín, que culminó con el denominado
Pacto de Acero entre ambos estados, acordado en mayo de 1939; La promulgación de
leyes contra los judíos y la invasión de Albania, que, llevada a cabo en abril de ese
último año, supuso la entronización de Víctor Manuel III como Rey de ese país.
Benito Mussolini ejerció una notable influencia sobre los políticos españoles más
conservadores. En 1923, al llegar al poder tras un golpe de Estado, el general y
dictador Miguel Primo de Rivera trató de imitar a Mussolini e implantó soluciones e
instituciones de carácter fascista hasta su caída en 1930. Posteriormente, partidos
políticos de derechas, una vez implantada la II República española, enviaron emisarios
al dictador italiano para buscar su apoyo en los planes que estaban preparando con el
objeto de levantarse contra el régimen republicano. La subsiguiente sublevación
encabezada por el general Francisco Franco se inició en julio de 1936 y Mussolini apoyó
decisivamente a los rebeldes, enviando poco después a España tropas en su ayuda.
Mussolini consideró que el Ejército italiano no estaba preparado cuando tuvo lugar el
inicio de la II Guerra Mundial en septiembre de 1939. Hasta que las tropas alemanas
invadieron Francia en junio de 1940, no se decidió a entrar en el conflicto y hacer
cumplir los acuerdos a que le obligaba su pertenencia al Eje. Italia luchó contra los
británicos en África, invadió Grecia el 28 de octubre de 1940, en la presunción de
poder ocuparla rápidamente y sin esfuerzo, pero la empresa resulta dificilísima y muy
dura, solamente será llevada a término al año siguiente, con la colaboración decisiva
de las tropas alemanas. Se unió a los ejércitos alemanes en el reparto de las áreas de
influencia en el territorio yugoslavo y en la invasión de la Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas, y, finalmente, en diciembre de 1941 declaró la guerra a Estados
Unidos.
Tras el incremento del control alemán sobre el régimen fascista italiano y las múltiples
derrotas que sufrieron los ejércitos del Duce en dichas operaciones bélicas, el Gran
Consejo Fascista le retiró su confianza y destituyó el 25 de julio de 1943. El Rey Víctor
Manuel III, eterno admirador del Duce, para salvar su propio pellejo depuso a Mussolini
ordenando su arresto y nombró en su lugar al mariscal Pietro Badoglio. Al día siguiente
Mussolini fue detenido en ‘Villa Savoia’ para quedar bien ante los ojos del enemigo. A
las doce del 25 de julio, la radio comunicaba a la población: “Su Majestad el Rey-
Emperador Víctor Manuel ha aceptado la dimisión de los cargos de Jefe del Gobierno y
Secretario de Estado de Su Excelencia el ‘Cavaliere’ Benito Mussolini, y ha nombrado
Jefe del Gobierno y Secretario de Estado al ‘Cavaliere’ Mariscal de Italia Pietro
Badoglio”. Entonces Badoglio, se preocupó en hacer un armisticio con los aliados que
habían invadido el sur de Italia. Badoglio fue el tercer hipócrita de esta historia, y junto
al Rey abandonó la capital para dirigirse hacia Brindisi, dominado por los aliados,
dejando Roma a manos de los alemanes.
Tras una conversación con Hitler, éste le nombró jefe de la República Social Italiana,
fugaz régimen colaboracionista radicado en Saló (en la orilla occidental del lago de
Garda, norte italiano) y que sólo subsistió por la protección alemana y así el 3 de
septiembre de 1943 llegó a un acuerdo y el día 8, rompiendo su palabra de honor,
declaró la guerra a Alemania, hasta entonces su aliado. Los italianos del norte le
siguieron siendo fieles, pero se desató una guerra civil entre los partisanos y los
fascistas, A todo esto, en Italia reina un gran caos, con las tropas italianas que no
saben a quien servir, si a Badoglio, a Mussolini o a los alemanes.
El 25 de abril de 1945, Mussolini acudió al palacio del cardenal Schuster para reunirse
con representantes del movimiento partisano Comité de Liberación Nacional. Las
propuestas que recibió Mussolini fueron terminantes: Rendición incondicional,
exigiendo la concentración de todos los fascistas en el triángulo Milán-Como-Lecco,
donde entregarían las armas. Después se emprendería acción legal contra algunas
personas, al resto se les garantizaría inmunidad en calidad de prisioneros de guerra.
El Duce se retiró del arzobispado de Milán con la promesa de volver tras meditar la
propuesta, pero ante la evidencia de que los partisanos iban a fusilarlo, decidió huir a
las cercanías del lago de Como, ya que su vida no estaba segura en Milán. El secretario
del Partido Socialista, Alessandro Pertini, había ido a buscarle al palacio del cardenal,
afirmando que bastarían un par de días para establecer un tribunal popular y ejecutarle
en juicio sumarísimo.
Notas:
(3) Pactos de Letrán, también llamado Tratado de Letrán, nombre por el que se
conoce a los acuerdos firmados en el palacio de Letrán (Roma) el 11 de febrero de
1929 entre el reino de Italia y el Papado. El acuerdo, que incluía asimismo un
concordato, sentó las bases de las relaciones entre Italia y la Santa Sede con el objeto
de poner fin al conflicto, conocido como la Cuestión Romana, surgido en 1870 cuando
el reino de Italia, constituido nueve años antes tras la culminación de la unificación
italiana, se anexionó los Estados Pontificios.
Lectura Final:
Benito Mussolini fue ante todo un excelente periodista, un ser intuitivo y un
visionario en sus ideas políticas. Fue un adelantado en muchos aspectos. Como
estadista político demostró ser completo por presencia y capacidad de trabajo, amaba
practicar todos los deportes desde el tenis hasta el fútbol y el boxeo, era un excelente
jinete y nadador, sabía pilotear aviones, practicaba esgrima, hablaba 5 idiomas
(francés, inglés, alemán, español e italiano), poseía una vasta cultura y sus discursos
son una obra de arte. Los gestos ampulosos y exagerados, la voz metálica y potente,
sus diálogos con las masas desde el balcón lo muestran como un actor consumado.
Durante la época de la cosecha del trigo se ponía a trabajar a la par de los campesinos
con el torso desnudo (el che en Cuba lo imitaría 30 años más tarde) o manejaba los
tractores. Su personalidad arrolladora encantaba por igual a hombres y mujeres y en
cualquier conferencia internacional era el centro de atención y le gustaba oficiar de
intérprete para lucirse en su dominio de los idiomas. Parecía un hombre sin fisuras pero
lamentablemente, y especialmente después de la muerte de su hermano (que casi
coincide con la llegada de Hitler al poder), empezaron a aflorar grietas ocultas que le
terminarían ocasionado un daño tremendo a la historia reciente de Italia. Sus
inseguridades comenzaron a acentuarse con el correr de los años, para detener sus
impulsos napoleónicos ya no estaba Arnaldo y para colmo en Alemania estaba
surgiendo un líder que comenzaba a quitarle protagonismo a nivel internacional. Sus
aventuras (o desventuras) en África pronto comenzarían a desprestigiarlo y el dictado
de las leyes raciales en 1938 dejaría una huella indeleble en la historia de Italia y
marcó el comienzo del fin del régimen fascista. Grandes pensadores y físicos de la talla
de Enrique Fermi (que luego contribuiría a construir la bomba atómica) dejaron Italia,
los grandes capitales judíos emigraron a otros países y la opinión general se mostraba
indignada por la persecución antisemita. El régimen ya no tenía el mismo consenso y la
entrada de Italia en la guerra fue en todo caso la estocada final a un largo proceso de
desaciertos. En 1943, en medio de las derrotas militares y mientras los aliados
desembarcaban en Sicilia, el Gran Consejo Fascista, que hasta entonces se había
limitado a avalar las decisiones de Mussolini, se deshace de su jefe para quedar bien
ante los ojos del enemigo. El rey Víctor Manuel III, eterno admirador del Duce, también
piensa en salvar su propio pellejo y depone a Mussolini ordenando su arresto. Badoglio,
el tercer hipócrita de esta historia, genocida de nativos en Etiopía en 1936, asume el
nuevo gobierno y junto al Rey abandonan la capital y se dirigen al sur dominado por los
aliados. Rompiendo su palabra de honor, Badoglio le declara la guerra a su aliado
Alemania manteniendo la tradición italiana de pasarse al bando enemigo. Ya decía
Napoléon que no se podía confiar en los italianos porque Italia nunca terminó una
guerra del mismo lado en que la empezó. Al poco tiempo Mussolini es liberado por los
alemanes y contra su voluntad (el quería retirarse de la política) Hitler lo nombra jefe
de la República fantoche de Saló. Los italianos del norte le siguen siendo fieles pero se
desata una guerra civil entre los partisanos y los fascistas. En Italia reina el caos con
las tropas italianas que no saben a quien servir, si a Badoglio, a Mussolini o a los
alemanes. La guerra se transforma en una lucha fratricida entre fascistas y
antifascistas y los alemanes invasores dejan el sello de las SS sobre la población civil
italiana. Mussolini, reducido a una condición de lacayo de los alemanes, increíblemente
sigue el juego de éstos ordenando matanzas contra su propio pueblo. Viejos amigos,
jerarcas del partido y hasta el Conde Ciano, padre de sus nietos, son fusilados por
orden directa de Mussolini. Su hija Edda, luz de sus ojos, nunca le perdonó el asesinato
de su marido. Si a Italia la guerra le costó lo indecible, a Mussolini la guerra le cobró a
nivel personal la vida de su hijo Bruno que murió piloteando un avión y el afecto de su
hija Edda que nunca más le dirigió la palabra. Cuando en 1945 Mussolini disfrazado de
soldado alemán cayó en manos de los partisanos (seguramente mandados por
Churchill) en su camino a la frontera suiza, debió sentirse aliviado. Sin embargo, él
quería seguir viviendo para salvar su posición ante la historia. Su viejo amigo, Sir
Winston Churchill no le dio la oportunidad.
En 1915, el entonces soldado y periodista Benito Mussolini tuvo un hijo secreto con una
joven llamada Ida Dalser. Pero el futuro dictador, mujeriego incorregible, dejó de
inmediato a la mujer y al niño para casarse con su amante Rachele Guidi. Ante la
amenaza de arruinar su carrera política con un escándalo, el “Duce” recluyó a Ida y a
su hijo en manicomios hasta que ambos murieron. Ahora la historia ve la luz.
Esposo devoto, abnegado padre de familia, hombre íntegro y moral… Esa es la bucólica
imagen de Benito Mussolini que, durante 20 años, el régimen fascista se esforzó a toda
costa por transmitir a la población italiana. Sin embargo, la realidad era otra muy
distinta. El Duce fue un mujeriego empedernido que tuvo innumerables amantes y que
probablemente dejó varios hijos ilegítimos desperdigados por el mundo. Pero lo
verdaderamente terrible es que, a fin de mantener su leyenda de marido virtuoso y de
honrado cabeza de familia, el dictador italiano no tuvo el más mínimo reparo a la hora
de recurrir a los métodos más expeditivos y crueles que se puedan imaginar. Incluida
la reclusión de por vida en un manicomio de su primogénito varón y de la mujer que lo
llevó en su vientre.
Es sólo ahora, 60 años después de la ejecución del líder fascista, cuando la pavorosa
realidad se ha abierto paso y ha salido finalmente a la luz. Y lo ha hecho a través de la
minuciosa investigación que durante tres años han llevado a cabo Gianfranco Norelli y
Fabrizio Laurenti, dos periodistas de origen italiano afincados en Nueva York, que no
han dudado en plasmar sus averiguaciones en un sobrecogedor documental titulado El
secreto de Mussolini, que recientemente se emitía con gran éxito de audiencia en la
RAI, la radiotelevisión pública italiana.
En un intento final por hacer justicia, esta pretende ser más la historia de Ida Dalser
que del desalmado que convirtió su vida en un infierno. La historia de una mujer,
hermosa y apasionada, que nació allá por 1880 en el seno de una familia bien de
Sopramonte, localidad situada a pocos kilómetros de Trieste y que, por aquel entonces,
como todo el resto de la región del Trentino, formaba parte del Imperio austro-húngaro.
Eran años tumultuosos para Italia que, ante el estallido en 1914 de la I Guerra Mundial,
quedó fuertemente dividida entre los que defendían la necesidad de que el país entrara
en la contienda y los que apoyaban que permaneciera neutral. En un principio,
Mussolini se apuntó al bando de los que se oponían a la guerra, pero no tardó mucho
en pasarse a las filas de los intervencionistas. Su apoyo a favor de la participación de
Italia en la intervención armada le valió la expulsión del Partido Socialista y le obligó a
dejar la dirección del diario Avanti. Pero se consoló fundando un nuevo periódico: El
Pueblo de Italia.
Pasión. En aquel momento, el romance entre la Dalser y Mussolini pasaba por su
momento más tórrido. Hasta el punto de que ella no sólo defendía con uñas y dientes a
su amado de las numerosas críticas de sus cada vez más numerosos enemigos sino
que, para ayudarle económicamente a poner en marcha el nuevo rotativo, vendió su
negocio de belleza y puso a su disposición todos sus ahorros. La relación entre ambos
iba en aquel entonces tan viento en popa que la pareja llegó incluso a iniciar los
preparativos de su boda. Una boda que pronto adquirió carácter urgente, dado que Ida
quedó embarazada.
Pero los días de vino y rosas duraron poco. El Duce, concentrado en recaudar fondos
con los que financiar su nuevo periódico, repartía el poco tiempo libre que le quedaba
entre sus varias amantes. Y, sobre todo, retoma la relación con su viejo amor, Rachele
Guidi, con quien ya tenía una hija. En medio de todo aquello, Italia le declara la guerra
a Austria y Mussolini parte a luchar al frente. Ida Dalser permanece en Milán: sola,
encinta y sin medios económicos con los que mantenerse. El 11 de noviembre de 1915
nace el hijo de Dalser y Mussolini. El pequeño recibe el nombre de Benito Albino. Pero,
al enterarse de la llegada del niño al mundo, Rachele Guidi se hunde en una depresión
e intenta suicidarse. Empujado por los acontecimientos, Mussolini decide casarse
civilmente con ella. Pero dado que está en el frente, el matrimonio se celebra por
poderes.
La Dalser, por su parte, no termina de creerse que su amado la haya dejado plantada
para contraer nupcias con Rachele Guidi. Así que va proclamando a los cuatro vientos
que es ella la única y legítima esposa de Mussolini. Con tal furia y apasionamiento que
llega incluso a convencer de ello al Ayuntamiento de Milán, que emite un documento
reconociéndole el derecho a un subsidio de guerra como esposa del soldado Benito
Mussolini.
Y aún hay más. El 11 de enero de 1916, sólo dos meses después del nacimiento de su
hijo, la Dalser consigue que su marido reconozca la paternidad del pequeño ante un
notario. El Duce, cuya posición económica ha mejorado notablemente, se compromete
incluso a hacerse cargo del sustento económico del niño. Ida inscribe al crío en el
registro de Milán con el apellido del padre.
Sin embargo, tras haber reconocido al niño, Mussolini trata de quitárselo a la madre. El
caso termina en los tribunales, donde los jueces acaban concediendo la guardia y
custodia del pequeño a la madre y condenando al padre a pagar 12.000 liras
mensuales a la Dalser para colaborar en la manutención del crío. A partir de ese
momento, los dos ex amantes están en guerra abierta.
Nada ni nadie fue capaz de detener el ascenso al poder de Mussolini, que se convierte
en jefe de un movimiento político que muy pronto asume las características de una
organización paramilitar en toda regla: los Camisas Negras. En octubre de 1922, y en
un momento de gran desestabilización política en Italia, nada menos que 25.000
Camisas Negras marchan sobre Roma sin resistencia a su paso. Mussolini recibe el
encargo de formar un nuevo Gobierno y se convierte en el primer ministro más joven
de la historia de Italia. Mientras tanto, Benito Albino crece junto a su madre en
Sopramonte, bajo la atenta mirada de la policía que les sigue allí donde van.
Sin apellido paterno. Una de las primeras disposiciones de Arnaldo consiste en prohibir
a Benito Albino utilizar el apellido de su padre. Pero, ignorando esa orden, la Dalser
sigue pregonando a los cuatro vientos que el chaval es hijo del Duce. Su rebeldía llega
a un punto tal que, en una carta a sus superiores, el jefe de la Policía de Sopramonte se
atreve a mencionar por primera vez el manicomio como la solución al “problema
Dalser”.
Pero ella, erre que erre, continuó desafiando a su ex amante. De hecho, y con motivo
de la visita a Trento del Ministro de Educación, el 19 de junio de 1926, la Dalser trata
de burlar la vigilancia policial para acercarse al político (al que conocía de sus tiempos
de Milán) y pedirle que la ayude a poner remedio a las injusticias de las que es objeto.
Pero no lo consigue: antes de poder aproximarse al ministro, es arrestada y recluida en
el Psiquiátrico de Trento. Allí permanecerá hasta su fuga, el 15 de julio de 1935, sin
dejar ni un solo día de proclamar su lucidez, alegando que su ingreso en aquel
tenebroso lugar respondía a una represalia del Duce en su contra para que no volviera
a ver nunca a su hijo.
Tras su encierro, el régimen fascista pasa a ocuparse del vástago. Benito Albino es
enviado a un colegio no muy lejos de Trento. Pero el crío se escapa, así que Arnaldo
decide trasladarlo a una escuela más lejana y con una disciplina más dura: el internado
Carlo Alberto de Moncalieri, donde educan a los pupilos de la aristocracia italiana.
Además el joven, que ya tiene 17 años, muestra una sorprendente semejanza física
con su padre. Tanto que Bernardi da órdenes a la Policía de Trento de que se destruyan
todas las fotografías del chico que circulan por la ciudad. Y, como golpe final, lo enrola
en la Marina, enviándolo a la Escuela Naval de La Spezia, donde también estudia un
sobrino suyo al que encarga vigilar de cerca al muchacho.
Pese a las férreas medidas de seguridad, la noche del 15 de julio de 1935, Ida Dalser
consigue fugarse del manicomio. Acude a casa de su familia en Sopramonte, con la
esperanza de ver a su hijo. Pero tres días después de su huida es arrestada por la
Policía e internada en el frenopático de San Clemente, en una isla de la laguna de
Venecia.
Honda depresión. A pesar de haber sido informado de que su madre está viva, Benito
Albino no logra levantar cabeza y continúa sumido en una honda depresión. Su ya
padre adoptivo, Guilio Bernardi, ordena el 5 de agosto de 1935 su internamiento en el
hospital psiquiátrico de Milán, aunque en la ficha clínica se hace constar que su ingreso
en el centro es “voluntario”. Los médicos diagnostican que padece síndrome paranoide
(justo la misma enfermedad que en su día le fue atribuida a su madre) y decretan que
su internamiento sea definitivo.
Han sido dos periodistas los que, finalmente, han desbaratado el cuidadoso mecanismo
orquestado por el régimen fascista para ocultar la existencia de un hijo secreto del
dictador. “El descubrimiento de la verdad ha comenzado a través de un amigo, que
estuvo de vacaciones en Trento y que a su regreso nos contó que allí se hablaba de un
hijo de Mussolini que había estado ingresado en un manicomio. Al principio, pensamos
que se trataba de una invención”, admite Fabrizio Laurenti, autor junto con Gianfranco
Norelli del documental que ha probado que Benito Albino era hijo de Mussolini.
Laurenti reconoce que ya antes que ellos otros reporteros habían hablado de la
existencia de un hijo secreto del Duce que fue internado en un manicomio por orden
del líder fascista. “Pero ninguno había conseguido confirmar este hecho de manera
oficial”, añade. Sin embargo ahora, y a la vista de las numerosas pruebas
documentales que por primera vez han logrado reunir los dos periodistas, no hay duda
que valga: Benito Albino era hijo de Mussolini y, a fin de ocultárselo al mundo, él y su
madre lo pagaron con su vida.
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Resulta como mal chiste saber que cuando nació uno de los hombres más
despreciables de la historia, su padre le puso Benito por el patriota mejicano Benito
Juarez. Benito Mussolini,nacido un 29 de julio de 1883 en Forli, Italia, pasa a la historia
como uno de los dictadores más crueles y uno de los hombres más cochinos que hayan
pisado este planeta…Fue ajusticiado por los partisanos italianos un 28 de abril de 1945
después de haber saboreado la hiel de la pérdida del poder, pero tuvo la buena leche
de contar con alguien que lo amara descabelladamente hasta en el momento de
despedirse de este valle de lágrimas.
Como periodista empírico hizo sus primeros pinitos y hasta osó escribir una novela
llamada La Querida del Cardenal. Cuando los austríacos se cansaron de sus desmanes
y lo expulsaron, fue a para a Forli como editor de un periódico socialista llamado La
Lucha de Clase. En 1910 Mussolini sería el secretario del partido socialista en Forli.En
esta etapa de la vida, sus ideas eran diametralmente opuestas a las que tendría en el
cenit de su carrera política. Se jactaba de ser un antipatriota y cuando Italia le declaró
la guerra a Turquía en 1911, fue apresado por difundir propaganda pacifista en su
periódico.
Logrando que lo hicieran editor del periódico oficial socialista Avanti, se mudó a Milán,
donde hizo labor proselitista entre los dirigentes obreros.El manifestaba que los
obreros debían conglomerarse en fascios(motetes) para poderse preparar para la toma
del poder. Algunos vieron esto como el inicio del movimiento fascista. La megalomanía
de Benito ya venía en ascenso, y sus parrandas en los burdeles de Milán se hicieron
tristemente célebres. Algunos creen que en una de esas visitas a los lupanares, pesco
la tremenda sífilis que habria de llevarlo a una serie de trastornos que afectaron su
vida como político.
A la hora de casarse Mussolini escogió a una buena chica, Rachele Guidi, ex alumna
suya que trabajaba en una fonda. Como buen socialista que Benito decía ser, le dijo a
Rachele que el matrimonio era cosa de burgueses y que era mejor solo arrejuntarse.
Cuando la madre de la chica se enteró de que Benito le quería hacer la leona a su hija,
fue a arrastrar a Benito, quien ni corto ni perezoso sacó una pistora e hizo una oferta
que la dama no pudo rechazar. "Hay siete balas, 5 para mí, una para Rachele y otra
para usted. "La airada suegra cedió pero Benito con el correr de los años legalizó su
unión para legitimar los hijos y desmentir que Ida dalser (una ex amante de Benito) se
autoproclamara la Sra. Mussolini. Habría de tener varios hijos con ella y permanecer
atado a Rachele, pero solía practicar la violencia intrafamiliar, pegando a su esposa y
sus hijos. También Mussolini le habría de dar amplio quehacer con numerosas mujeres.
Tuvo un fling con la periodista francesa Magda Fontanges, y muchas veces llegaba bolo
a casa, hasta que un día Rachele amenazó con matarlo si volví a llegar arreando
chanchos floreados.
Aunque Rachele y Benito nunca se separaron, Benito habría de encontrar el amor con
Clara Petacci, una jovencita que fracasó en su matrimonio al ser casada contra su
voluntad. Las relaciones entre Clara y Benito durarían más de 10 años, siendo la
querida oficial de Benito. Benito instalada a Clara en bellísimos apartamentos de lujo y
en uno de ellos Rachele se enfrentó con la querida. Iracunda ante el lujo que su esposo
derrochaba con Clara, le gritó a Clara que algún día iría a parar a la Piazzale Loreto
(lugar de reunión de las prostitutas vetustas), lo cual resultó ser una macabra
predicción. Benito era tiempo y fogoso con Clara, y la cuidó con primor cuando Clara
perdió al hijo de ambos y se escapó de morir Clara llegaría a amar tanto a su
maloliente Benito que cuando éste perdió el poder y los partisanos lo buscaron para
ajusticiarlo, ella ofreció morir por él.
Los partisanos le habían dicho que ella podá irse, y el 28 de abril de 1945 cuando los
partisanos optaron por fusilar a Benito, ella interpuso u cuerpo frente al de Benito en
un tonto intento de salvarlo. Benito pasa a la historia como un peligroso hombre cuyo
carisma político lo llevó muy lejos. El rey italiano Victor Manuele III- quien era tan
pusilánime que no mandaba ni a traer las pastas de su casa- le tuvo tanto miedo a él y
el poder de sus fascistas que optó por nombrarlo primer ministro. Curiosamente, luego
ganaría el apoyo popular en elecciones y cabe mencionar que bajo el mando de Benito
se estabilizó la economía italiana, se iniciaron importantes obras públicas y hubo
prosperidad. Pero Benito tuvo el mal tino de aliarse con Hitler, cometer tantas
torticerías contra los judíos que hasta el pianista polaco judío Arturo Rubinstein le
rechazó un galardón, y actuó de una forma errática.
Se hizo alérgico al agua y el jabón, prohibió que la Alfa Romero pintara sus carros de
rojo pues solo el suyo podía lucir ese color y se hizo el ídolo de genios como el
compositor operático Pietro Mascagni, el ingeniero Gugliegmo Marconi y el novelita
Gabriele D’ Annunzio. Sus afanes expansionistas salieron a luz cuando se fue de necio
a Grecia, y a nadie sorpendió que en 1943 se viera echado del poder. Era de esperarse
que dos años después de perder el poder y no gozando de la protección de los
alemanes, los partisanos le pasaran la cuenta. Tras ser fusilados Benito y su amante
Clara, los cuerpos fueron llevados a papachín por el pueblo, quien procedió a orinarse y
defecarse encima de ellos. Una vez en la Piazzale Loreto, los cuerpos hediondos fueron
colgados para seguir siendo vilipendiados, siendo acertada la predicción de la esposa
de Benito.
Romano Mussolini era uno de los más prestigiosos músicos de jazz de su país.
Estuvo casado con la hermana de Sofía Loren y era el padre de Alessandra,
parlamentaria y titular del partido Libertat di Azzione.
Esta mañana falleció en Italia a los 79 años Romano Mussolini, el menor de los cinco
hijos de Benito Mussolini y el único que se mantenía con vida.
La noticia fue dada a conocer por el partido Libertat di Azzione, que fundó y dirige su
hija, la parlamentaria Alessandra Mussolini, quien recientemente abandonó el partido
heredero del fascismo para crear su propio movimiento.
Romano Mussolini, pianista y admirador de Oscar Peterson, fue uno de los músicos
de jazz más prestigiosos de Italia y estuvo casado con María, la hermana de la
actriz Sofía Loren.