Walsh,.Rodolfo. .Antologia - Del.cuento - Extrano.4
Walsh,.Rodolfo. .Antologia - Del.cuento - Extrano.4
Walsh,.Rodolfo. .Antologia - Del.cuento - Extrano.4
4- LOS BUITRES
PRSPERO MRIME
5- LA VENS DE ILLE
H. G. WELLS
6- LA PUERTA EN EL MURO
GUILLOME APOLLINAIRE
7- EL POETA RESUCITADO
SILVINA OCAMPO
8- LA SED
RUDYARD KIPLING
9- LA LITERA FANTASMA
MIGUEL DE UNAMUNO
ANTOLOGA DEL
CUENTO EXTRAO
IV
Seleccin, traduccin y noticias
biogrficas por Rodolfo J. Walslh
EDICIAL
Edicin Impresa
1976 by Edicial
Rivadavia 739 Buenos Aires, Argentina
Queda hecho el depsito de Ley 11.723
Edicin Digital
Construccin y diseo a cargo de Libronauta
2001 by Edicial
Rivadavia 739 Buenos Aires, Argentina
Queda hecho el depsito de Ley 11.723
I.S.B.N. 950-506-304-0
Reservados todos los derechos.
Queda rigurosamente prohibida sin la autorizacin por escrito de Edicial y Libronauta Argentina S.A., la reproduccin
total o parcial de esta obra, por cualquier medio o procedimiento incluidos la reprografa y el tratamiento informtico.
METAMORFOSIS
I
METAMORFOSIS
No era brusco Gazel, pero deca cosas
violentas e inesperadas en el idilio silencioso con
Esperanza. Aquella tarde haba trabajado mucho y
estaba nervioso, deseoso de decir alguna gran frase
que cubriese a su mujer asustndola un poco. Gazel,
sin levantar la vista de su trabajo, le dijo de pronto:
!Te voy a clavar con un alfiler como a una
mariposa!
Esperanza no contesto nada, pero cuando
Gazel volvi la cabeza vi como por la ventana abierta
desapareca una mariposa que se achicaba a lo lejos,
mientras se agrandaba la sombra en el fondo de la
habitacin.
G. B. STERN
GEMINI
II
GEMINI
Oye... qu ha sido de David Merriman? La
pregunta era formulada a menudo, pero aquella noche
habia urgencia por conocer la respuesta. Se echaba
de menos a Merriman. Se echaba de menos su
vitalidad, su buen humor y su ridicula costumbre de
entrar en interminables divagaciones, cualquiera fuese
el tema en discusin, como un ro desbordado al que
es preciso oponer un dique.
Hasta seis semanas atrs, Merriman era
accesible a cualquiera, y en todo momento; pero
ltimamente circulaban sobre l extraos rumores. En
efecto, no habia desaparecido, a la manera de Waring
y de otras misteriosas victimas del Wanderlust:
What's become o f Waring
Since he gave us all the slip?...1
Corpreamente, estaba an en Londres, en su
casa, aunque en una oportunidad se haba ausentado
1
el portante?
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bebo
demasiado
nada
ms
que
para
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nuevamente
el
recinto,
entonces
murmuro:
"Llvame de regreso. Estoy asustada. Me
gustas, te quiero, pero estoy asustada.
"Que te lleve de regreso? Adnde? "Me
qued de una pieza cuando contest: ' A la escuela!
"La escuela, dijo, estaba a unas treinta millas
de Budapest, en la llanura. No poda explicarme con
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calle. Dos o tres automviles aguardaban en la calzada. Le dije que sobornara a algn conductor para
que nos llevase a su famosa escuela. Yo no hablaba
hngaro. No tenia la menor idea de lo que debera
decirle a la directora del internado. Aun ahora no se
que le habria dicho, si ella hubiera existido. Pero no
exista, como vern en seguida.
"La joven an llevaba puesta su ropa de baile,
un vestido de tenue seda amarilla. Le prest mi sobretodo para que se abrigase. Atravesamos durante casi
dos horas aquellas tristes llanuras hngaras, que
durante el da tienen un aterciopelado color prpura y
estn decoradas de altos girasoles amariIlos y gordos
gansos blancos, y que aun de noche se adivinan
interminables, tendidas hacia el invisible horizonte.
"La muchacha se acurruc en mis brazos y se
quedo dormida... Es hora de que alguien desmienta
esa famosa leyenda de "los frios ingleses"... Maldita y
estpida leyenda!
"Por fin nos detuvimos ante unas altas rejas de
hierro, que indudablemente constituan la entrada de
un gran jardn o de una finca rural.
"Ahora s el camino dijo Carla (se llamaba
asi), y aadi: Adis. iGraciasl Y alz el rostro
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todas los detalles debian ser idnticos. Esper entonces hasta las ocho menos cuarto, y prepare exactamente el mismo cctel. Recordaba los ingredientes
porque al prepararlo por primera vez los habia medido
con bastante exactitud. Queria impresionar a Dicky
Foster, que siempre se jacta de sus recetas privadas.
"Beb.
"Esta vez todo sali bien. Me encontr nuevamento en Hungria. Pero no exactamente en el mismo
lugar, sino en una gran sala de un castillo. A decir
verdad y puesto que no necesito fastidiarlos narrndoles mis descubrimientos en su orden cronolgico,
mas tarde supe que se era el interior de la "Escuela"
de Carla, que yo habia visto por afuera. Escuela?
Qu ? demonio de chica! AqueIlo no era mas escuela
que esta casa. Era la residencia campestre de su
esposo. Y su esposo era un conde, o un mariscal de
campo, o ambas cosas a la vez. Por lo menos, sus
criados le hacan profundas reverencias cada vez que
lo vean.
"...De pronto apareci Carla. Entr en la sala,
donde yo contemplaba desconsolado las astadas
bestias que decoraban las paredes, preguntndome
dnde me hallaba y que iria a ocurrir. Baj la escalera
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labrada, muy gran dama, muy decorosa, muy decorativa, y me dijo cortsmente que se alegraba de verme y
que lamentaba que su esposo hubiera salido a cazar.
"En conjunto, fu una noche insatisfactoria. Ella
no abandon su actitud glacial. No se pareca en nada
a la chiquilla que yo habia visto entronizada en una
bandeja de rosas. Se mostraba tan remota que yo vacilaba en recordarle su aventura y en preguntarle por
que me habia engaado, fingiendo ser una colegiala
cuando en realidad era una mujer casada. Al fin me
decidi. Ella frunci el ceo, desconcertada y colrica.
Despus una luz de comprensin muy tenue
apareci en su rostro.
"Esa tiene que haber sido mi perversa hermanita, Carla. Somos gemelas. Yo soy Zena, ella es
Carla. Pero somos tan parecidas que es dificil distinguir a una de otra.
Y ella pregunt con el corazn latindome furiosamente est ahora en el castillo?
"Si, vive conmigo. Yo habra querido dejarla
mas tiempo en el colegio, pero se negaron a tenerla.
Es demasiado caprichosa y alocada. Por eso pensamos casarla lo antes posible con un amigo de mi
esposo.
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"La revelacin fue simplemente sta: las hermanas gemelas no existan: Carla era Zena, y Zena era
Carla, y ella crea ser ambas a la vez. Era una mana.
"As se explicaba que nunca las hubiera visto
juntas! Cada una de ellas hablaba con perfecta
conviccin de su "hermana": Zena con cierta ansiedad,
como si lamentara que la pequea Carla fuese tan
indomeable y alocada e hiciera cosas tan extravagantes, y Carla con un gesto de rebeldia, los labios
fruncidos y una mirada de fastidio por la excesiva
seriedad de Zena. Zena se habia casado un ao atrs,
cuando slo tenia diecisiete aos. Y era tan buena...
Nunca habia nada malo, ni siquiera traicionaba a su
marido...
"Todo esto, ese complejo de las mellizas, me
fue explicado por un encantador anciano hngaro que
hablaba ingls y a quien conoci aquella noche en una
cena a la que no tenia el menor deseo de concurrir,
pero en la que fui interpelado macho antes de los
postres, y sin posibilidad, por consiguiente, de levantarme y escapar.
Pero las horas que me quedaban eran
demasiado preciosas para gastarlas de ese modo.
Empec a odiar a mi vecino de mesa, y a preguntarme
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del
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JOSEPH C O N R A D
LA BESTIA
III
LA BESTIA
Huyendo de las calles azotadas por la Iluvia
entr en la taberna de Los Tres Cuervos y cambi
una sonrisa y una mirada con Miss Blank. Este
intercambio fu efectuado con toda correccin. Es
asombroso pensar que, si vive an, Miss Blank debe
de toner actualmente ms de sesenta aos. !Cmo
pasa el tiempo!
Al advertir que mi mirada se dirigia, inquisitiva,
al tabique de vidrio y madera barnizada, Miss Blank
tuvo la gentileza de alentarme, diciendo:
Slo Mr. Jermyn y Mr. Stonor estn en la
sala, con otro caballero a quien no he visto nunca.
Avanc habia la puerta del salon. Una voz que
pontificaba del otro lado (el tabique era de madera
terciada) se elev a tales estridencias que las palabras
finales resaltaron en toda su atrocidad:
Fu ese tipo Wilmot quien le abri el vientre,
y cunto bien hizo!
La expresin de este sentimiento simplemente
inhumano, ya quo nada tenia de blasfemo o de
indecente, no logr siquiera reprimir el love bostezo de
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un
castillo,
digo
repiti
con
lgubre
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aseguro,
senora
Colchester,
que
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rn racionalmente. Pero con ese buque, por mas precauciones que se tomaran, no se podia contar. Era una
bestia malvada. O quiz, sencillamente, estaba loco."
Formul esta hiptesis con tanta seriedad que
no pude disimular una sonrisa. Entonces dej de
morderse el labio inferior para apostrofarme:
iEh! Por que n? Cmo sabe usted que no
haba algo en su construccin, en su estructura,
equivalente a la demencia? Qu es la locura, al fin y
al cabo? Una pequea anormalidad en la estructura
del cerebro. Por que no puede haber un buque loco?
Quiero decir, loco a la manera de. un buque, de suerte
que en ninguna circunstancia usted pueda estar
seguro de que har to que todo buque normal haria
naturalmente. Hay barcos que giran en circulos y otros
que no se pueden estar quietos.
Algunos deben ser vigilados cuidadosamente
en una tempestad y otros se encabritan a la menor
racha de viento. Pero lo hacen siempre. Usted acepta
esos defectos como parte del carcter que les atribuye
en tanto embarcaciones, asi como al tratar con n
hombre tiene en cuenta las peculiaridades de temperamento que en tanto hombre le son propias. Con ste
no se poda. Era imprevisible. Si no estaba loco, era la
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se
avinieron
cambiarle
el
nombre.
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Sintate,
Ned.
Me
alegro
de
tenerte
tocando
los
temas
mas
absurdos
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Colchester viajaria en el buque. Su to la haca disfrutar de una travesa martima en beneficio de su salud.
"Pero yo no creo que su salud fuese mala.
Tena buen color y una hermosa cabellera rubia. Por
otra parte, se le daba un ardite del viento, la lluvia, la
espuma, el sol, los verdes mares y todo lo dems.
Era una alegre muchacha de ojos azules, de
muy buen natural, pero a m me asustaba la forma en
que desafiaba a m hermano. Tema que el da menos
pensado acabara todo en una descomunal reyerta. Sin
embargo, no ocurri nada decisivo hasta despus de
una semana del arribo a Sydney. Un buen da, a la
hora en que almorzaba la tripulacin, Charley asom
la cabeza en mi camarote. Yo estaba tendido en la
cucheta, fumando pacficamente.
"Baja a tierra conmigo, Ned dijo con su
habitual tono seco.
"Me levant de un salto, naturalmente; baj tras
l la planchada y lo segu por George Street.
Caminaba con pasos de gigante, y yo tras l,
jadeando. Hacia un color terrible.
"Adnde
diablos
me
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llevas
tan
aprisa,
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incautamente
que
al
parecer
en
esta
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El capitn Colchester empez a ponerse incmodo en seguida, y aquella anciana estpida y agria
se abalanz sobre Charley como si hubiese dicho una
indecencia. Yo mismo me qued perplejo; en cuando a
Maggie, estaba completamente azorada y abra enormemente sus ojos azules. Como es de prever, antes
que transcurrieran veinticuatro horas me habia arrancado todo el secreto. No era posible ocultarle nada.
"Qu terrible dijo con toda solemnidad.
Tantos pobres muchachos... Me alegro de que el viaje
est por terminar. De ahora en adelante no tendr un
minuto de tranquilidad, pensando en Charley.
"Le asegur que no debia inquietarse por l. A
pesar de todas sus maas, aquel barco no podria con
Charley. Pareci tranquilizada.
"Al dia siguiente vino a recogernos el remolcador frente a Dungeness. Y cuando estuvo bien
asegurado el cable de remolque, Charley se frot las
menos y me dijo en voz baja:
"Esta vez lo hemos derrotado, Ned. "As
parece contest, sonriendo.
"El dia era hermoso y el mar estaba tranquilo
como un lago. Empezamos a remontar el ro sin
incidentes, salvo una vez, frente a Hole Haven, cuando
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clavados en el ro parecian despedir chispas elctricas. Un bergantin carbonero acababa de virar delante
de nosotros y nuestro remolcador tuvo que parar las
mquinas para no embestirlo.
"En pocos instantes, como suele ocurrir en
estos casos, se congestion toda la navegacin de las
inmediaciones.
Una fragata y un queche protagonizaron una
pequea colisin en el centro del ro. Era un espectculo digno de verse. Entretanto, nuestro remolcador
permanecia detenido.
"Cualquier otro barco que no fuera esa bestia,
se habria estado quieto un par de minutos. Pero l no.
Laden la proa y empez a derivar, arrastrando al
remolcador. Yo observe una flotilla de barcos costeros
anclados a un cuarto de milla de distancia y pens que
seria mejor hablar con el prctico.
"Si lo deja meterse entre esos buques le
advert sosegadamente, hara pedazos a varios
antes de que consigamos sacarlo.
" Si lo conocer yo!... rugi hecho una
furia, golpeando el piso con el pie.
"Y empez a tocar el silbato para que el
remolcador enderezara la proa del Apse Family lo
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maligna
infundia
cada
uno
de
sus
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perspectivas
del
tiempo
eran
desagradables
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sorprendentemente
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breve.
Era
como
si
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OSCAR CERRUTO
LOS BUITRES
IV
LOS BUITRES
Cuando subi al tranva, no advirti de momento su presencia.
(Habia dejado pasar un "taxi", sin detenerlo ni
saba por qu, y luego dos mnibus abarrotados de
pasajeros. No quera viajar incmodo, expuesto a
recibir pisotones o que alguien, al abrirse paso, le
arrancara el sombrero. Odiaba esas aglomeraciones.
Pero los tranvas no le eran menos aborrecibles. Le
parecan vehiculos para viejos y mujeres gordas.
Artefactos asmticos y ruidosos. Se decidi, sin
embargo, por ese que se acercaba dando cabezazos.
Una seora joven con una nia se haban detenido a
su lado. "Si suben ellas, lo tomo", pens. La seora
hizo una sea al motorista, y el tranva, jadeante, se
detuvo. Subieron los tres.)
Pero al llegar a la mitad del pasillo sinti sin
que la sensacin tomara forma en su conciencia que
algo de irregular haba alli adentro, en las personas o
en la atmsfera.
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era
ilgica,
puesto
que
el
guarda,
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cabellos
se
haban
puesto
completamente
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como
una
estatua,
muda,
como
su
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PRSPERO MERIME
LA VENUS DE ILLE
Literato
con
aficiones
histricas
V
LA VENUS DE ILLE
Al bajar la ltima colina de Canig, distingu en
la llanura, aunque el sol ya se haba puesto, las casas
de la pequea aldea de Ille, adonde me encaminaba.
Seguramente dije al cataln que desde la
vspera me serva de gua sabed usted dnde vive el
senor Peyrehorade.
iNo he de saberlo! exclam. Conozco su
casa como si fuera la ma, y si no estuviera tan oscuro,
se la mostrara. Es la ms hermosa de Ille. El senor
Peyrehorade tiene dinero, ya lo creo; y casa a su hijo
con quin tiene an ms que l.
Se celebrard pronto la boda? le pregunt Pronto? Quiz ya se hayan pedido los violines
para la fiesta. Puede ser esta tarde, maana, pasado
maana, qu se yo! Ser en Puygarrig. Porque ha de
saber usted que el hijo se casa con Mademoiselle de
Puygarrig. Ser algo digno de verse, si!
Yo traa para el seor Peyrehorade una carta de
recomendacin de mi amigo el seor P., quien me lo
haba descrito como un anticuario muy instruido y de una
seor
me
dijo
el
gua,
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el
pulgar
los
dos
primeros
dedos
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prefiero la primera traduccin, aunque he de desarrollarla. Usted sabe quin fue el amante de Venus?
Hubo varios.
S, pero el primero fue Vulcano. No querr
decir esa inscripcin: "A pesar de toda tu belleza, de tu
aire desdeoso, tendrs por amante a un herrero, un
villano cojo"? Profunda leccin, seor, para las coquetas!
El latin es un idioma terrible en su concisin
observ para no contradecir formalmente a mi anticuario, y retrocede un par de pasos con el propsito de
contemplar mejor la estatua.
Un momento, colega! dijo Peyrehorade,
detenindome por el brazo. An no lo ha visto todo.
Hay otra inscripcibn. Suba al pedestal y mire el brazo
derecho.
Y diciendo esto, me ayud a subir.
Me sujet sin demasiadas ceremonias del
cuello de la Venus, con la que ya empezaba a
familiarizarme. Inclusive la mir un instante frente a
frente, y me pareci, de cerca, an mas prfida y mas
bella que antes. Despus advert que tena grabados
en el brazo algunos caracteres que me parecieron de
escritura cursiva antigua. Con ayuda de las gafas,
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solamente hermosa, sino seductora. Admire la perfecta naturalidad de todas sus respuestas, y su aire de
bondad no exenta de una leve malicia me record,
a pesar mio, la Venus de mi anfitrin. Y al establecer para mis adentros esta comparacin, me pregunt si la superior. belleza que era necesario conceder a la estatua no proceda, en gran parte, de su
expresin de tigresa; porque la energa, an en las
malas pasiones, excita siempre en nosotros un
asombro y una especie de admiracin involuntaria.
"Qu
lstima
me
dije
al
salir
de
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En espaol en el original
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de
Puygarrig
deberia
decir
la
viuda
de
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H. G. WELLS
LA PUERTA EN EL MURO
VI
LA PUERTA EN EL MURO
Hace menos de tres meses, durante una
velada propicia a las confidencias, Lionel Wallace me
cont esta historia de La Puerta en el Muro. Y en aquel
momento pens que, en lo que a l concerna, era
verdica.
Me la narr con una simplicidad de conviccin
tan directa, que no pude menos de creerle. Pero a la
maana siguiente, en mi propio departamento, me
hall al despertar en una atmsfera distinta; y mientras
tendido en la cama recordaba las cosas que me habia
relatado, pero desprovistas ahora del encanto de su
voz grave y lenta, desvinculadas de la luz del quinqu
que caa sobre la mesa, del mbito de sombras que
nos circundaba y de todos aquellos objetos agradables
y relucientes el postre, las copas, la mantelera de la
cena que acabbamos de compartir que constituian
un mundo pequeo y brillante, totalmente aislado de
las realidades cotidianas, me parecieron francamente
increibles.
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Ahora que poseo la clave, todo parece visiblemente escrito en su rostro. Tengo una fotografia suya
en la que ese despego ha sido captado e intensificado.
Me recuerda lo que de l dijo una vez una mujer, una
mujer que lo habia amado mucho: "De pronto pierde
todo inters. Se olvida de los dems. No le importa
nada de los dems, aunque estn a su lado".
Sin embargo, Wallace no era siempre igualmente aptico, y cuando pona su atencin en algo
podia ser un hombre muy exitoso. En realidad, su
carrera est jalonada de xitos. Me dej atrs hace
mucho tiempo; se remont muy por encima de m y se
hizo de un renombre que yo jams pude lograr. An no
habia cumplido cuarenta aos, y ahora dicen que si
hubiera vivido habra ocupado un alto puesto en el
gobierno y quiz habria integrado el nuevo gabinete.
En la escuela me superaba siempre sin
esfuerzo, como la cosa mas natural. Cursamos juntos
la mayor parte de nuestros estudios en el Colegio de
Saint Althestan, en West Kensington. Entramos a la
par en el colegio, pero l egres mucho mas adelantado,
con
un
diluvio
de
becas
brillantes
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Encontr
compaeros
de
juegos.
Eso
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paraguas.
iPobre
chico!
dijo.
Ests
extraviado?
";Y yo habia nacido en Londres, y tena ms de
cinco aos! Se empe en llarnar a un policia, joven y
bondadoso, y en rodearme de curiosos y llevarme a
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con
los
objetos
comunes
de
nuestra
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almohada: mi almohada que a menudo estaba hmeda y salada de llanto bajo mis labios murmurantes. Y a
mis oraciones preestablecidas, menos fervientes,
agregaba siempre esta splica de todo corazn: "iTe
ruego, Seor, que me hagas soar con el jardn! Oh,
llvame nuevamente al jardn!" Llvame al jardn! A
menudo, en efecto, son con l. Quiz he agregado
elementos al sueno, quiza to he alterado, no se...
Debes comprender que esto no es ms que una
tentative de reconstruir una experiencia muy temprana
sobre recuerdos fragmentarios. entre stos y otras
memorias subsiguientes de mi infancia, hay una
laguna.
Lleg un momento en que me pareci imposible que alguna vez tornara a hablar de aquella
prodigiosa vislumbre." Formul una pregunta obvia.
No respondi. Que yo recuerde, nunca,
en aquellos primeros aos, intent reencontrar el camino que conduca al jardn. Ahora esto me parece
extrao, pero pienso que despus de aquella malaventura acaso se vigilaron con ms cuidado mis movimientos, para impedir que me extraviase. No, solo
cuando lo conoc intent buscar nuevamente el jardn.
Y creo que hubo una poca, aunque ahora parezca
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El
camino
habitual
no
presentaba
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veces
estuve
enamorado.
No
me
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GUILLAUME APOLLINAIRE
EL POETA RESUCITADO
GUILLAUME
APOLLINAIRE,
poeta
VII
EL POETA RESUCITADO
El nuevo Lzaro se sacudi como un perro
mojado y sali del cementerio. Eran las tres de la tarde
y por todas partes estaban pegando los cartelones
referentes a la movilizacin.
ESTE ES
EL ATA
DENQU
EL YA
CA PL
IDO Y P
UDRI
NDO
SE
Reclam en la gendarmera un duplicado de su
libreta militar, v como estaba en el servicio auxiliar se
hizo trasladar al servicio activo.
Viva desde hacia unos tres meses en la guarnicin del noveno regimiento de artillera de campaa
en N. m. s.
Una tarde, a eso de las 6, lea melanclicamente este extrao anuncio que decora una pared en
una callejuela prxima a les Arenes
LA
CASA PLATON
NO TIENE SUCURSAL
cuando a su lado se irgui un extrao brigadier,
que formaba parte de su regimiento y cuyo rostro
estaba cubierto por una mscara ciega.
Sgueme le dijo la mscara extraa. Y
cuidado con el ajenjo! iAtencin!
Le sigo, brigadier dijo el nuevo Lzaro;
pero, digame, est usted herido?
Tengo una mscara, artillero dijo el brigadier misterioso, y esa mscara oculta todo lo que
desearias saber, todo lo que querrias ver, oculta la
respuesta a todas tus preguntas desde que has vuelto
a la vida, enmudece todas las profecas y gracias a
ella ya no te es posible conocer la verdad.
Y el artillero resucitado sigui al brigadier
enmascarado y llegaron a la iglesia de los Carmelitas y
tomaron el camino de Uzes, que llevaba a los cuarteles.
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FR ANCIA
DUERMEENSU
CATRECITODE
S OL DAD O M I
P
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SILVINA OCAMPO
LA SED
VIII
LA SED
Mi amiga Keng-Su me deca:
En la ventana del hotel brillaba esa luz
difana que a veces y de un modo fugaz anticipa, en
diciembre, el mes de marzo. Sientes como yo la
presencia del mar: se extiende, penetra en todos los
objetos, en los follajes, en los troncos de los rboles
de todos los jardines, en nuestros rostros y en
nuestras cabelleras.
Esta sonoridad, esta frescura que solo hay en
las grutas, hace dos meses entr en mi luminosa
habitacin, trayendo en sus pliegues azules y verdes
algo ms que el aire y que el espectculo diario de las
plantas y del firmamento.
Trajo una mariposa amarilla con nervaduras
anaranjadas y negras. La mariposa se posh en la flor
de un vaso: reflejada en el espejo agregaba ptalos a
la flor sobre la cual abra y cerraba las alas. Me
acerqu tratando de no proyectar una sombra sobre
ella: los lepidpteros temen las sombras. Huy de la
sombra de mi mano para posarse en el marco del
espejo.
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personas
que
inmediatamente
son
castigadas o recompensadas; hay otras cuyas recompensas y castigos tardan tanto en llegar que no las
alcanzan sino en los hijos o en los nietos. Por eso
hemos visto morir a jvenes cuyas culpas no parecan
merecer un castigo tan severo, pero esas culpas se
agravaban con los crmenes que habian cometido sus
antepasados."
Luego le una frase interrumpida: "Como la
sombra sigue los cuerpos... "
Con que impaciencia haba esperado esa
maana, y que indiferente result despus de tantos
dias de sufrimiento: pas la aguja con la ltima lana
por la tapicera (esa lana era del color oscuro que
daa mi vista).
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Durante una semana entera pens en ese fantasma. Podria dibujrtelo, si me dieras un papel y un
lpiz. No se trata de una mariposa comn; se trata de
un pequeo monstruo. A veces, al mirarme al espejo,
veia sus ojos sobrepuestos a los mos. He visto
hombres con caras de animales y me han inspirado
cierta repugnancia; un animal con cara humana me
produce terror.
Imagnate una boca desdeosa, de labios finos, rizados; unos ojos penetrantes, duros y negros;
una frente abultada y resuelta, cubierta de pelusa.
Imagnate una cara diminuta y mezquina como una
noche oscura, con cuatro alas amarillas, dos antenas y un alfiler de oro; una cara que al desmernbrarse
conservara en cada una de sus partes la totalidad de
su expresin y de su poder. Imagnate ese monstruo,
de apariencia frgil, volando, inexorable (por su misma
pequenez e inestabilidad); llegando siempre tal
como yo lo imagino de la avenida de las tumbas de
los Ming.
Habrs contribuido a formar una nueva especie de mariposas, Keng-Su: una mariposa temible,
maravillosa. Tu nombre figurar en los libros de cien-
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RUDYARD KIPLING
LA LITERA FANTASMA
IX
LA LITERA FANTASMA
"May no ill dreams disturb my rest,
Nor Powers of Darkness me molest."5
Himno Vespertino
Los enamorados de la vida errante, que consideran como un derecho vivir en las casas ajenas,
ban contribuido ultimamente a desanimar en cierto
grado la disposicin hospitalaria del ingls; pero hoy
como ayer, si pertenecis al Crculo ntimo y no sois ni
un Oso ni una Oveja Negra, se os abrirn de par en
par todos las puertas, y encontraris que este mundo,
a pesar de su pequeez, encierra muchos tesoros de
cordialidad y de amistosa ayuda.
Har quince aos, Rickett, de Kamartha, era
husped de Polder, de Kumaon. Su propsito era pasar solamente dos noches en la cases de ste; pero,
obligado a guardar cama por haber sufrido un ataque
de fiebre reumtica, durante mes y medio desorganiz
la casa, paraliz el trabajo del dueo de ella y estuvo a
punto de morir en la alcoba de mi buen amigo.
Polder es tan hospitalario que todava hoy se
cree ligado por una eterna deuda de gratitud con el
que lo honr alojndose en su casa , y anualmente
enva una caja de juguetes y otros obsequios a los
hijos de Rickett.
El caso no es excepcional, y el hecho se repite
en todas partes. Caballeros que no se muerden la lengua para deciros que sois. unos animales, y gentiles
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I
Mi mdico asegura que yo necesito nicamente
descanso y cambio de aires. No es poco probable que
muy pronto disfrute de ambas cosas. Tendr el descanso que no perturban mensajeros de casaca roja ni
la salva de los caones del medioda. Y tendr tambin un cambio de aires para el que no ser necesario
que tome billete en un vapor destinado a Inglaterra.
Entretanto, aqu me quedar, y contrariando las
prescripciones facultativas, har al mundo entero
confidente de mi secreto. Sabris por vosotros mismos
la naturaleza precisa de mi enfermedad, y juzgaris de
acuerdo con vuestro propio criterio, si es posible
concebir tormentos iguales a los que yo he sufrido en
este triste mundo.
Hablando como podria hacerlo un criminal
sentenciado, antes de que se corran los cerrojos de su
prisin, pido que cuando menos concedis atencin a
mi historia, por extravagante y horriblemente improbable que os parezca. No creo en absoluto que se le
conceda fe alguna. Yo mismo, hace dos meses, habra
declarado loco o perturbado por el alcohol a quin me
hubiera contado cosas semejantes. Yo era hace dos
meses el hombre mas feliz de la India. Hoy no podr
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III
Hace un ao volvimos a vernos. Todo era
exactamente lo mismo que antes. Se repitieron sus
imploraciones, cortadas siempre por las frases bruscas
que salian de mis labios. Pude al cabo persuadirla de
que eran insensatas sus tentativas de renovar
nuestras antiguas relaciones.
Nos separamos antes de que terminara la estacin, es decir, hubo dificultades para que nos viramos, pues yo tena otros intereses ms absorbentes.
Cuando en mi alcoba de enfermo evoco los recuerdos de la estacin de 1884, viene a mi espiritu una
confusa pesadilla en la que se mezclan fantsticamente la luz y la sombra. Pienso en mis pretensiones
a la mano de la dulce Kitty Mannering; pienso en mis
esperanzas, dudas y temores; pienso en nuestros paseos por el campo, en mi declaracin de amor, en su
respuesta... De vez en cuando me visita la imagen del
plido rostro que pasaba fugitivo en la litera cuyas
libreas negras y blancas aguardaba yo con angustia. Y
estos recuerdos vienen acompaados del de las
despedidas de la seora Wessington, cuando su mano
enguantada hacia el signo de adios. Tengo presentes
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litera de manos
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La joya era un zafiro con dos diamantes. Despus de que Kitty se puso el anillo, bajamos los dos a
caballo por la cuesta que lleva al puente de
Combermere y al caf de Peliti.
Mi caballo buscaba cuidadosamente paso
seguro por ]as guijas del arroyo, y Kitty rea y charlaba
a mi lado, en tanto que toda Simla, es decir, todos los
que haban llegado de las llanuras, se congregaban en
la sala de lectura y en la terraza de Peliti; pero en
medio de la soledad de la calle oa yo que alguien me
llamaba por mi nombre de pila, desde una distancia
muy larga. Yo haba odo aquella voz, aunque no poda determinar dnde ni cundo.
El corto espacio de tiempo necesario para
recorrer el camino que hay entre la joyera de Hamilton
y el primer tramo del puente de Combermere, habia
sido suficiente para que yo atribuyese a mas de media
docena de personas la ocurrencia de llamarme de ese
modo, y hasta pens por un momento que me zumbaban los odos y nada ms. Inmediatamente despus
de que hubimos pasado frente a la casa de Peliti, mis
ojos fueron atrados por la vista de cuatro jampanies
con su librea picaza que conducan una litera amarilla
de las ms ordinarias. Mi espiritu vol en el instante
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cin, y sin gran insistencia propuse que nos dirigiramos a la Colina del Observatorio, a Jutogh, al Camino
de Boileau, a cualquier parte, en suma, que no fuera la
ronda de Jakko. Kitty no solo estaba indignada, sino
ofendida; asi, ced temiendo provocar otra mala
inteligencia, y nos encaminamos habia Chota Simla.
Avanzamos al paso corto de nuestros caballos
durante la primera parte del paseo, y siguiendo
nuestra costumbre, a una milla o dos ms abajo del
Convento, los hicimos andar a un trote largo, dirigindonos habia el tramo a nivel que est cerca del
estanque de Sanjowlie.
Los malditos caballos parecan volar, y m
corazn lata precipitadamente cuando coronamos la
cuesta. Durante toda la tarde no habia dejado de
pensar en la seora Wessington, y en cada metro de
terreno vea levantarse un recuerdo de nuestros
paseos y de nuestras confidencias. Cada piedra tena
grabada alguna de las viejas memorias; las cantaban
los pinos sobre nuestras cabezas; los torrentes,
henchidos por las lluvias, parecian repetir burlescamente la historia bochornosa; el viendo que silbaba en
mis odos, iba publicando con voz robusta el secreto
de la iniquidad.
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usted,
Pansay
que
demonios
le
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mil veces dirig apasionadas imprecaciones a la sombra que se mantena inmvil en la litera, rogndole que
me dejase libre de aquellas torturas mortales. Supongo que en mi exaltacin revel a Kitty los amores
que haba tenido con la seora Wessington, pues me
escuchaba con los ojos dilatados y la faz intensamente
plida.
Gracias, seor Pansay; ya es bastante.
Y agreg dirigindose a su palafrenero:
Syce, ghora lao.
Los dos syces 8, impvidos como buenos
orientales, se haban aproximado con los dos caballos
que se escaparon en el momento de mi cada. Kitty
mont y yo asiendo por la brida el caballo rabe,
imploraba indulgencia y perdn.
La nica respuesta fu un latigazo que me
cruz la cara desde la boca hasta la frente, y una o
dos palabras de ados que no me atrevo a escribir.
Juzgu por lo mismo, y estaba en lo justo, que Kitty se
haba enterado de todo. Volv vacilando hacia la litera.
Tena el rostro ensangrentado y lvido, desfigurado por
el latigazo. Moralmente era yo un despojo humano.
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Palafreneros
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VII
Heatherlegh, que probablemente nos segua,
se dirigi hacia donde yo estaba.
Doctor dije, mostrndole mi rostro, he
aqu la firma con que la seorita Mannering ha
autorizado mi destitucin. Puede usted pagarme el
lakh de la apuesta cuando lo crea conveniente, pues la
ha perdido.
A pesar de la tristisima condicin en que yo me
encontraba, el gesto que hizo Heatherlegh podia
mover a risa.
Comprometo mi reputacin profesional...
fueron sus primeras palabras.
Y las interrumpi diciendo a mi vez:
sas son necedades. Ha desaparecido la
felicidad de mi vida. Lo mejor que usted puede hacer
es llevarme consigo.
El calesn haba huido. Pero antes de eso, yo
perd el conocimiento de la vida exterior. El creston de
Jakko se mova como una nube tempestuosa que
avanzaba hacia m.
Una semana ms tarde, esto es, el 7 de mayo,
supe que me hallaba en la casa de Heatherlegh tan
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VIII
El 15 de mayo, a las once de la maana, sal
de la casa de Heatherlegh, y el instinto de la soltera
me llev al Club. Todo el mundo conoca el percance
de Jakko, segn la versin de Heatherlegh. Se me
recibi con atenciones y pruebas de afecto que en su
misma falta de refinamiento acusaban mas an el
exceso de la cordialidad. Sin embargo, pronto advert
que estaba entre la gente sin formar parte de la
sociedad, y que durante el resto de mis das habra de
ser un extrao para todos mis semejantes. Envidiaba
con la mayor amargura a los coolies que rean en el
Mallo. Com en el mismo Club, y a las cuatro de la
tarde baj al paseo con la vaga esperanza de encontrar a Kitty. Cerca del quiosco de la msica se me
reunieron las libreas blanco y negro de los cuatro
jampanies y of el conocido lamento de la seora
Wessington. Yo lo esperaba por cierto desde que
Bali, y solo me extraaba la tardanza. Segu por el
camino de Chota llevando la litera fantstica a mi
lado. Cerca del bazar, Kitty y un caballero que la
acompanaba nos alcanzaron y pasaron delante de la
seora Wessington y de mi. Kitty me trat como si
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IX
Si os describiera todos los incidentes de los
quince das que siguieron a aqul, mi narracin no
terminara, y antes que ella, acabara vuestra paciencia. Maana y tarde me paseaba yo por Simla y sus
alrededores acompaando a la dama de la litera
fantstica. Las cuatro libreas blanco y negro me
seguan por todas partes, desde que sala del hotel
hasta que entraba de nuevo. En el teatro, veia a mis
cuatro jampanies mezclados con los otros jampanies
y dando alaridos con ellos. Si despus de jugar al
whist en el Club me asomaba a la terraza, all estaban
los jampanies. Fui al baile del aniversario, y al salir vi
que me aguardaban pacientemente. Tambin me
acompaaban cuando en plena luz haca visitas a
mis amistades.
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MIGUEL DE UNAMUNO
EL QUE SE ENTERR
Filsofo, catedrtico y fillogo, fugaz novelista poeta y dramaturgo, pero sobre todo ensayista volcado hacia la realidad viva de las
cosas y principalmente de Espaa, Don
MIGUEL DE UNAMUNO puso un estilo vigoroso, capaz de la diatriba pero tambin de la
emocin, al servicio de un pensamiento lcido y
original. De su obra numerosa y perdurable,
citaremos: EL Sentimiento Trgico de la Vida,
Vida de Don Quijote y Sancho Panza, Contra
Esto y Aquello, Niebla, Tres Novelas Ejemplares
y un Prlogo, La Agona del Cristianismo.
Naci en Bilbao en 1864 Muri en Salamanca en 1937.
X
EL QUE SE ENTERR
Era extraordinario el cambio de carcter que
sufri mi amigo. El joven jovial, dicharachero y
descuidado, habase convertido en un hombre tristn,
taciturno y escrupuloso.
Sus momentos de abstraccin eran frecuentes
y durante ellos pareca como si su espiritu viajase por
caminos de otro mundo. Uno de nuestros amigos,
lector y descifrador asiduo de Browning, recordando la
extraa composition en que ste nos habia de la vida
de Lzaro despus de resucitado, solia decir que el
pobre Emilio habia visitado la muerte. Y cuantas
inquisiciones emprendimos para adivinar la causa de
aquel misterioso cambio de caracter fueron inquisiciones infructuosas.
Pero tanto y tanto le apret y con tal insistencia
cada vez, que por fin un da, dejando transparentar el
esfuerzo que cuesta una resolucin costosa y muy
combatida, me dijo de pronto; "Bueno, vas a saber lo
que me ha pasado, pero lo exijo, por lo que lo sea ms
Santo, que no se lo cuentes a nadie mientras yo no
vuelva a morirme." Se lo promet con toda solemnidad
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Y prosigui:
A la hora de estar aqu sentado, con la
cabeza entre las manos y los ojos fijos en un punto
vago ms all de la superficie de esta mesa, sent que
se abra la puerta y que entraba cautelosamente un
hombre. No quise levantar la mirada. Oa los golpes
del corazn y apenas podia respirar. El hombre se
detuvo y se qued ah, detrs de esa silla que ocupas,
de pie, y sin duda mirndome.
Cuando pas un breve rato me decidi a levantar los ojos y mirarlo. Lo que entonces pas por mi fu
indecible; no hay para expresarlo palabra alguna en el
lenguaje de los hombres que no se mueren sino una
sola vez. El que estaba ahi, de pie, delante mo, era
yo, yo mismo, por lo menos en imagen. Figrate que
estando delante de un espejo, la imagen que de ti
refleja en el cristal se desprende de ste, toma cuerpo
y se te viene encima...
Si, una alucinacin... murmur. De eso
ya hablaremos dijo y sigui:
Pero la imagen del espejo ocupa la postura
que ocupas y sigue tus movimientos, mientras que
aquel mi yo de fuera estaba de pi, y yo, el yo de
dentro de m, estaba sentado.
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Por fin el otro se sent tambin, se sent donde t ests sentado ahora, puso los codos sobre la
mesa como t los tienes, se cogi la cabeza, como t
la tienes, y se qued mirndome como me ests ahora
mirando.
Tembl sin poder remediarlo al oirle esto, y l,
tristemente, me dijo:
No, no tengas tambin t miedo; soy pacfico.
Y sigui:
Asi estuvimos un momento, mirndonos a los
ojos el otro y yo, es decir, asi estuve un rato
mirndome a los ojos. El terror se haba transformado
en otra cosa muy extraa y que no soy capaz de
definirte; era el colmo de la desesperacin resignada.
Al poco rato sent que el suelo se me iba de debajo de
los pies, que el silln se me desvaneca, que el aire iba
enrarecindose, las cosas todas que tena a la vista,
incluso mi otro yo, se iban esfumando, y al oir al otro
murmurar muy bajito y con los labios cerrados: "Emilio,
Emilio", sent la muerte. Y me mor.
Yo no sabia que hacer al oirle esto. Me dieron
tentaciones de huir, .pero la curiosidad venci en mi al
miedo. Y l continu:
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(Extrado de De Esto y, Aquello, t. II, por gentileza de Editorial Sudamericana S. A., Buenos Aires.)
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T'AO YUANMING
LA FUENTE DE LAS
FLORES DE DURAZNO
mis amigos
XI
LA FUENTE DE LAS FLORES DE DURAZNO
Bajo la dinasta de las Tsin, un hombre de
WuLing, pescador de oficio, se extravi siguiendo un
ro y ya no saba cunto camino haba recorrido. De
improviso descubri un bosque de durazneros en flor
que se alzaba en ambas orillas, a varios centenares de
pasos, sin que hubiese all un rbol de otra especie
diferente. Los matorrales florecidos eran bellos y
perfumados y los ptalos cados cubran el suelo.
El pescador, despus de admirar el espectculo, reanud su camino, queriendo llegar al extremo
del bosque. Este terminaba en la fuente misma del ro.
All encontr una montaa. En la montaa haba un
pequeo tnel a travs del cual le pareci ver luz.
Abandonando entonces su barca, entr en esa
caverna. Al principio era muy angosta, permitiendo
apenas el paso de un hombre. Mas cuando hubo
recorrido varias decenas de pasos arrib de pronto a
un espacio descubierto y claro.
El terreno era llano; la planicie se extenda a la
distancia y se vean hermosas casas. Haba campos
bien cultivados y bellos estanques, bosquecillos de
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LENIDAS ANDREIEV
LZARO
XII
Lzaro
Cuando Lzaro sali del sepulcro, donde tres
das y tres noches yaciera bajo el misterioso poder de
la muerte, y, vuelto a la vida, torn a su casa, no
advirtieron sus deudos, al principio, las malignas
rarezas que, con el tiempo, hicieron terrible hasta su
nombre.
Alborozados con ese claro jbilo de verlo
restituido a la vida, amigos y parientes prodigbanle
caricias y halagos sin cesar y ponan el mayor esmero
en tenerle a punto la comida y la bebida y ropas
nuevas.
Vistironle hbitos suntuosos con los colores
radiantes de la ilusin y la risa, y cuando l, semejante
a un novio con su traje nupcial, volvi a sentarse entre
los suyos a la mesa, y comi y bebi con ellos, lloraron
todos de emocin y llamaron a los vecinos para que
viesen al milagrosamente resucitado.
Y los vecinos acudieron y tambin se regocijaron; y vinieron tambin gentes desconocidas de
remotas ciudades y aldeas y con vehementes
exclamaciones expresaban su reverencia ante el
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berancias terribles, tras las cuales adivinbase la hedionda humedad de la putrefaccin. Pero el cadavrico
hedor de que estaban impregnados los hbitos sepulcrales de Lzaro, y, al parecer, su cuerpo todo, no
tard en desaparecer por completo y al cabo de algn
tiempo amortiguse tambien la cianosis de sus manos
y su rostro y se igualaron aquellas hinchazones rojizas
de su piel, aunque sin borrarse del todo. Con esa cara
presentse a la gente, en su segunda existencia; pero
aquello pareca natural a quienes le haban visto en el.
sepulcro.
Lo mismo que la cara pareci haber cambiado
tambin el carcter de Lzaro; pero tampoco eso asombr a nadie ni atrajo sobre l demasiado tiempo la
atencin. Hasta el da de su muerte, haba sido Lzaro
un hombre jovial y desenfadado, amigo de risas y
burlas inocentes. Por esa su jovialidad simptica e
inalterable, exenta de toda malignidad y sombra de mal
humor, cobrrale tanto cario el Maestro.
Ahora, en cambio, habase vuelto serio y taciturno; jams gastaba bromas a nadie ni coreaba con
su risa las ajenas; y las palabras que rara vez salian
de sus labios, eran las mas sencillas, corrientes e
indispensables y tan faltas de sustancia y enjundia,
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II
Un imprudente levant el velo. Con el soplo
indiscreto de una palabra lanzada al azar, rompi el
luminoso encanto y en toda su informe desnudez dej
ver la verdad. An no se concretara del todo en su mente
la idea, cuando sus labios, sonriendo, preguntaron:
Por que Lazaro, no nos cuentas... lo que
viste all?
Y todos guardaron silencio, sorprendidos de
aquella pregunta. Pareca como si, por primera vez
entonces, se diesen cuenta de que Lzaro haba
estado muerto tres das y mirronlo curiosos,
aguardando su respuesta. Pero Lzaro callaba.
No quieres contrnoslo? insisti el preguntn
con asombro Tan terrible era aquelIo !
Y otra vez su pensamiento fule a la zaga a
sus palabras; de haberle ido por delante, no habra
formulado esa pregunta, que en aquel mismo instante,
le destrozaba el corazn con irresistible pnico.
Inquietronse tambin todos y con ansia aguardaban
las palabras de Lzaro; pero ste seguia guardando
un silencio grave y fro y sus ojos tenan una mirada
vaga. Y otra vez volvieron a notar, como al principio,
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vidrio,
miraba
las
gentes
el
ms
incomprensible All.
III
Nadie se preocupaba de Lzaro, amigos y
deudos, todos sin excepcin, lo haban abandonado y
el gran desierto que rodeaba la ciudad santa, llegaba
hasta los umbrales mismos de su casa. Y en su casa
se meta y en su cuarto se instalaba cual si fuese su
mujer y apagaba los fuegos.
Nadie se preocupaba de Lzaro. Una tras otra,
furonse de su lado sus hermanas.... Maria y Marta...
Resistise mucho a hacerlo Marta, porque no saba
quien ira luego a alimentarlo y le daba lstima y
lloraba y oraba. Pero una noche, habindose levantado en el desierto un huracn que, silbando, zarandeaba los cipreses sobre el techo, vistise sus ropas
con sigilo y con el mismo sigilo se fu. Seguro que
Lzaro oira el ruido de la puerta que, mal cerrada,
volteaba sobre sus goznes bajo los intermitentes
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amodorrados
bajo
sus
piedras,
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IV
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y nada mejor
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una
tenue,
encorvada
florecilla,
algo
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anidara
la
belleza
inmortal.
Pensando
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Yo ya s todo cuanto puedas decir de horrible, Lzaro... Con qu podras tu asustarme ya?
Pero al cabo de breve tiempo, ya sinti el sabio
que conocer lo horrible... no es todava lo horrible y
que la visin de la muerte... no es todava la muerte. Y
sinti asimismo que la sabiduria y la necedad vienen a
ser iguales ante la faz de lo Infinito, porque el Infinito
no sabe nada de ellas. Y borrse el lindero entre vision
y ceguera, entre verdad y mentira, entre el arriba y el
abajo, y su pensamiento informe quedse colgando en
el vacio. Y entonces llevse el sabio las manos a la
cana cabeza y clam, desolado:
Ay, que no puedo pensar! Que no puedo
pensar!
As pereca, ante la mirada indiferente del milagrosamente resucitado, todo cuanto contribuye a afianzar la vida, el pensamiento y su gozo. Y empezaron
los hombres a decir que era peligroso Ilevarlo a presencia del emperador y que era preferible matarlo y
enterrarlo en secreto y decirle al Csar que haba
desaparecido no se saba dnde. Y ya se afilaban los
cuchillos y jvenes leales al poder de la vida, aprstabanse con abnegacin al homicidio... cuando Augusto
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Y aquellas palabras de desesperanza lo salvaron. Acordse del pueblo, a cuya defensa vena
obligado y un agudo, salvador dolor penetr en su
corazn agonizante. Condenados a perecer!
pens con pena. Sombras luminosas en la tiniebla
de lo infinito pens con espanto frgiles arterias
con hervorosa sangre, corazones que saben del dolor
y la gran alegria", pens con ternura.
Y asi pensando y sintiendo, inclinando la
balanza ya del lado de la vida, ya del lado de la
muerte, volvise con lentitud a la vida para en sus
dolores y sus goces, encontrar amparo contra las
tinieblas del vacio y el espanto de lo Infinito.
iNo; no me has matado, Lazaro! dijo con
firmeza ipero yo voy a matarte a t! Ven aca!
Aquella noche, comi y bebi con especial fruicin el
divino Augusto. Ms de cuando en cuando flaquebale
en el aire la levantada mano y un opaco brillo desluca
el radiante fulgor de sus ojos aquilinos... otras el horror
corrale en doloroso calofrio por las piernas. Vencido,
pero no muerto, esperando friamente su hora, cual una
negra sombra permaneci toda su vida a su cabecera,
imperando por las noches y cediendo dcilmente los
claros dias, a los sufrimientos y goces del vivir.
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(Tomado
de
las
"Obras
Completas"
de
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