La Estructura de La Personalidad. Lersch
La Estructura de La Personalidad. Lersch
La Estructura de La Personalidad. Lersch
DE LA PERSONALIDAD
P H IL IP P
LERSCH
RAM N
SARR
19 6 6
EDITORIAL
Peligro, 39.
SCIENTIA
Barcelona
edi de
i.* a 3.*, bajo el titulo Der Ani bau der Characters aflos 1938, i>i:, 1948
4,* a 8.% balo el titulo Aufbau der Person aos 1951, 195a, 1954, i6i
Las tres primeros ediciones aparecieron en la editorial Johann Ambrosios Barth, Leipzig.
La cuarta hasta la octava ediciones, ec la editorial Johann rabrosius Barth, Munich
CUARTA ED IC IO N ESPA DOLA
Profesor de Psicologia
P h ilip p L e rs c h
RAMN S a r ro
PRLOGO DE LA
P h ilip p L e rsc h
P h i l i p p Lersch
N DI C E
NDICE
P R L O G O S ..................................................................................... ......
ESTUDIOS PRELIMINARES
EL PUESTO DE LA OBRA DE PH. LERSCH EN LA PSICOLOGA
CONTEMPORj N E A ..........................................................................................
PSICOLOGA MDICA P E R S O N A L IS T A .......................................................
XVIT
XXIX
CUESTIONES T E R M IN O L G IC A S...................................................................
XXXIX
Introduccin
GENERALIDADES Y PRINCIPIOS
LA ESFERA DE LA PSICOLOGA.............................................................
12
C. Vida y V iv e n c ia ...............................................................................
16
17
33
A, Psicologa G e n e r a l.........................................................................
Sistematizacin y clasificacin, 33. Fenomenologa, 37. Etio
loga, 38.
33
B. Psicologa E v o l u t i v a ...................................................................
38
Caracterologa
. , ' ....................................................................
El concepto del carcter, 40. las disposiciones como cualida
des, 41. Integracin y estructura de las disposiciones, 44.
39
D. Psicologa S o c i a l ............................................................ .
49
E.
50-
F.
54
58
58
65
68
73
Parte- General
LA TECTNICA E LA PERSONA
NOCIONES PREVIAS
. ....................................................................
La representacin modlica de las capas, 77. Bosquejo de la
exposicin, SO,
I.
77
EL FONDO VITAL
84
B.
La unidad cuerpo-alma
.......................................................
88
C.
92
95
ft.
99
99
EL PROBLEMA DE LA CLASIFICACIN..........................................
101
106
A.
110
110
b. La tendencia al g o c e ................................................ .
112
c. La l i b i d o ....................................................................................
cf. El impulso vivencia!
..........................................................
114
117
d iv e r s a s
c l a s e s d e v iv e n c ia s p u l s io n a l e s
121
121
123
130
134
140
141
144
147
148
151
161
163
165
168
169
174
177
178
Frustracin, 178.
181
184
184
186
189
194
197
B.
207
207
y de la necesidad de estimacin.................................................
213
215
217
219
219
220
.........................................
22$
D. Coriididad y Conciencia .
. ...........................................
236
237
240
244
249
256
DIFERENCIAS I N D I V I D U A L E S .....................................................
257
. . .
T .................................
257
B. La capacidad v w e n c ia l..................................................................
C. El umbral de la vivencia..........................................................
258
-260
D. La profundidad de la v iv e n c ia ...................................................
262
.....................................................................
264
EL SENTIMIENTO V I T A L .................................................................
267
267
268
270
276
279
La angustia, 279-
El xtasis, 282.
285
La hiperestesia
284
delpropio valor. . .
290
291
292
300
Contento y d e s c o n te n to ..........................................................
301
303
III.
312
313
LA PERCEPCIN S E N S IB L E ...........................................................
314
A. Conceptos b s ic o s ......................................................................
314
. b.
316
323
D. El principio de la fo r m a ..............................................................
La percepcin de la forma como fenmeno, 333. Scbre la expli
cacin del principio de la Gestalt, 337. a protofantasa, 343.
332
346
F. El principio de la constancia........................................................
La constancia de Iosf Colores, 53. La constancia de las mag
nitudes, 333. La constancia d la forma (Gestalt), 334.
352
LA ACTIVIDAD R E P R E S E N T A T IV A ...................................................
356
356
. .
............................
359
360
362
371
375
376
381
384
385
389
389
394
397
399
399
404
408
413
413
........................................................
418
420
420
b. l a accin experiencia]..............................................................
424
Accin experiencial y memoria, 424. Las acciones c-tperienciaIes en el animal y en el hombre, 425. Para la explicacin, de
ios modos de conducta aprendidos, 426.
427
428
432
447
453
EL HABITO N O T I C O ......................................................................
454
...........................................................
464
V.
LA TECTNICA DE LA PERSONA
485
, .
485
492
La represin, 502.
501
501
504
514
VI,
542
DELCONCEPTO INCONSCIENTE . . . .
551
584
La unidad de
N O T A S ...................................................................................................................
589
NDICE DE AUTORES...........................................................................................
598
NDICE DE M A T E R I A S .....................................................................................
603
I.
A.
CIENCIA DE LA EXPRESIN
lo reconoci el fundador de la Escuela de Psicologa de Viena, K aki B h (1879), quien, recin aparecido el libro, lo coment ampliamente en su
Ausdruckstbeorie (Teora de la Expresin) (1933)
Pero aparte de su contribucin al estudio de la expresin, este libro
de Lersch facilit el abordaje del estudio del carcter. No es un azar que
el mximo representante de la Caracterologa moderna, Ludw ig K lages
(1872-1954), presentara tambin en la evolucin de su obra estas dos fases,
la del anlisis de la expresin, que en K lages concierne a la escritura, y la
propiamente caracterolgica. Los fenmenos expresivos, por su propia n
dole^ sealan en la direccin de lo anmico que en ellos se transparenta, y por
esto todo investigador de la expresin acaba, tarde o temprano, por desem
bocar en la caracterologa.
Este punto de partida de la observacin de los semejantes desde fuera
facilita la percepcin de la diversidad humana en un grado incomparable
mente mayor que el de la psicologa introspectiva. El peligro y la tentacin
de considerar a los dems de constitucin uniforme con la del propio
quedan excluidos. La riqueza inagotable de las variedades humanas se abre
ante el horizonte del investigador. Por eso el psiclogo introspectivo es, como
tipo humano, diametralmente opuesto al caractrlogo. Al primero para
encontrar su objeto de estudio le basta ensimismarse, debe ser, quiralo o
no, Armchairpsycbologtst. En cambio el segundo tiene que salir a su en
cuentro por los mltiples caminos del mundo.
ler
B.
PSICOANALISIS
D.
E.
ella sin otra operacin que filiar estrictamente, como hate un zologo l
clasificar la fauna, los fenmenos interiores. Esos tres nombres, pues, no
hacen sino denominar diferencias patentes que hallamos en nuestros ntimos
sucesos : son conceptos descriptivos, no hiptesis metafsicas. En el dolor me
duele mi cuerpo, la tristeza est en m, pero no viene de mi yo ; en fin,
pensar o querer son actos mos, en el sentido de que nacen de mi yo.
El pronombre mi significa, evidentemente, cosa distinta en los tres,
casos. Porque mi cuerpo, objeto extenso y material, no suele ser mo en
la misma forma que lo es la tristeza, y sta, a su vez, no es ma, de la
misma suerte que una decisin emanada del yo en un creador acto de
voluntad. Y, sin embargo, esa pertenencia a la persona, ese formar parte
de u sujeto que el posesivo mo empresa, tiene lugar en los tres casos.
Esto nos obliga, por lo menos provisionalmente, a hablar de tres, yo dis
tintos que integran trinitariamente nuestra personalidad, u n . yo de la
esfera psicocorporal, un yo del alma, un yo espiritual o mentaL Ahora
bien, el yo indica siempre un trmino central de referencia: el diente
que duele, no duele al diente, ni la cabeza a la cabeza, sino ambos a un
tercero que es mi yo corporal. Los tres yo vienen a ser tres centros perso
nales que no por hallarse indisolublemente articulados dejan de ser distintos.
Y tan distintos son, que necesitamos representrnoslos en forma diversa
unos de otros. Yo no puedo pensar una cosa con una parte de mi mente
y otra contraria o meramente distinta con. otra, no puedo tener al mismo
tiempo dos voliciones divergentes. En cambio pueden nacer en mi alma
varios y aun opuestos impulsos, deseos, sentimientos. El yo del alma tiene,
pues, un rea dilatada y, como si dijramos, una extensin psquica, en cada
uno de cuyos puntos puede nacer un acto emotivo o impulso diferente. Y
como los sentimientos, deseos, etc,, son ms o menos profundos, ms o
menos superficiales, habremos de pensar el alma a la manera de un vo
lumen eudidiano, con sus tres dimensiones. Los que consideran poco cien
tfico el empleo de analogas espaciales en la descripcin psicolgica, pa
decen un error trivial. Nada psquico es extenso, pero s es cuasi-extenso,
con lo cual basta para una psicologa descriptiva.
F.
H.
METODO FENOMENOLGICO
I.
CONCIENCIA HISTRICA
J.
r a z germ Xnica
H acia
la unidad de la p s ic o l o g a
IL
H istoire d la Medicine.
investigacin y de valoracin
como objeto de
sulta fecundo, si bien debe hacerse constar que no es una idea revolucionaria
la del reconocimiento del valor del hombre como esencial en la Medicina.
Esto ha ocurrido siempre. Lo que nuestro Doctor S ab u co (1 5 2 9 -1 5 8 8 )
llamaba eia dignidad de] hombre no ha sido jams olvidado por los mdicos.
N o debe confundirse la dimensin tica con la psicologa en el estudio de
la personalidad. La actual revolucin en Medicina, a nuestro juicio la
se
estaba hecha, ya
mayor compren
d er p e r so n
L e r s c h , de una conceptuacin
funcional de la vivencia-a
trmino instinto aplicado a las tendencias implicara una concepcin biologizante de la personalidad. lo que se vivencia en la esfera humana, incluso
en el instinto sexual, es una tendencia.
En alemn el trmino Antrieb es preferido a Triebe por ms. fenome
nolgico. El prefijo An implica que es un T riebe modificado por la adscrip
cin a un centro personal del que emana. Fenomenolgicatiente el Antrieb
precede al Ttiebe. Como dice KLAGBS : D ie Sprache kennt Triebe toeil wir
Triebantriebe erleben. (El lenguaje conoce instintos porque vivenciamos inci
taciones o impulsiones).
D ie G e f h l sr eg u n g e n
S anders : nothing
A n g em u t et w er d bn . Z u m t e s e in , A n m u tun g .
La raz o trmino
Respeto. Spott ;
Burla.
Si la psicologa cientfica concibe su taiea en todo el mbito concern tent a lo anmico, ha de partir de una consideracin sobre el hecho mismo
de la vida, ya que los procesos y estados anmicos slo son posibles en los
seres vivos. El hombre es, sobre todo y antes que nada, un ser viviente.
Lo que llamamos vida es, por consiguiente, una totalidad que desborda e
incluye lo anmico. Por esto lo anmico no puede comprenderse suficiente
mente si no lo vemos emergiendo del fondo vital y en relacin con ste.
En el hecho de que esta circunstancia haya sido desconocida durante mucho
tiempo radican ciertas desviaciones del desarrollo de la psicologa cientfica
a lo largo de su historia.
LAS CARACTERSTICAS
de
l o v iv ie n t e
vrsificart con el desarrollo progresivo para llegar a asumir una funcin par
ticular dentro del conjunto vital en forma de brazos; piernas, corazn, pul
mones,-iganos sensoriales, etc;
'
Ahora bien; no ha de creerse estas diferentes partes qu se han
ido destacando en el proceso de diferenciacin, no slo en cuanto a. su
morfologa,1sino rambin en su funcin, quedan aisladas unas-de otras;
en la accin siguen Constituyendo una unidad. Designamos este principio
bsico con el concepto de centralizacin1.
humano son en su mayor parte de otra dase y, en todo caso, muy diferentes
en cuanto a contenido a las del animal. Su diversidad se extiende desde
la necesidades vitales del instinto de la propia conservacin y de lo sexual,
hasta, por ejemplo, la necesidad llamada por Schopenhauer necesidad meta
fsica. Pero, para el ser humano y para el animal es vlido que los instintos
y las tendencias, provinientes de las necesidades, constituyen un miembro
en el dilogo con el mundo y mediante su temtica entrelazan el mundo
con el ser anmico. Estn integradas tambin en el hombre, en el horizonte
objetivo del mundo percibido e influyen en su percepcin, en su memoria,
en su fantasa y en su pensamiento.
Con la diferenciacin de los procesos de la concienciacin del mundo y
d las pulsiones inquisitivas se ha trazado un esquema bsico bipolar dentro
del cual transcurre la vida anmica. Uno de los polos es el horizonte objetivo
de un ambiente, al que el ser vivo animado est unido segn la ley de la
comunicacin ; el otro polo es un centro vital subjetivo, del cual emanan las
vivencias pulsionales y se extienden hacia aquel mundo circundante.
Ahora bien, la vivencia no termina en la concienciacin dd mundo, sino
que revierte de nuevo al centro vital de que surgi ; lo que se destac en
el horizonte del mundo circundante a la luz de la notacin y a partir de
la temtica de las necesidades, fue siempre sealado el vivenciar como
valor o no valor, fue revestido con el carcter de la significacin y adquiri
para el vivenciar una valencia. Si bien puede argirse que nos damos cuenta
de cosas que nos son indiferentes, podemos contestar que la costumbre hace
palidecer cada vez ms la importancia de lo percibido. Peto el primer des
cubrimiento que precede a la repetida observacin que se tomar despus
rutinaria e indiferente se da siempre revestido de acento significativo aunque'
slo sea con el matiz de lo interesante y de merecedor de saberse. Una
ojeada a la pasin con que el nio hace el descubrimiento de ks cosas de su
ambiente, que para el adulto resultan indiferentes o banales a causa de su
repeticin, es suficiente para convencemos de que todo lo que llef .a a
nuestro mundo interior ha sido registrado originariamente con la nota de la
significacin. Pero esta importancia es vivenciada siempre en la interioridad
del centro vital como un sentirse afectado. Y as las vivencias de aquella
valoracin en b s procesos psquicos de la afectividad son las retransmisiones
al centro vital de lo notado en el seno del ambiente; este centro vital
del que han partido las pulsiones dinmicas de la bsqueda interrogante,
que figuran en la base de este descubrimiento del mundo. En el sentirse
afectado hemos de ver, por consiguiente, un tercer miembro de aquel pro
ceso totalitario que designamos como vivenciar.
Con el hecho del sentirse afectado va indisolublemente unido un
ltimo miembro del vivenciar : la conducta activa en el mundo descubierto
MUNDO
C.
VIDA Y VIVENCIA
D.
dos elementos, y encontrar leyes generales por las cuales se pudiera resumir
la vida anmica en su multiplicidad y variabilidad a partir de estos elemen
tos. As, por ejemplo, se crey poder reconstruir la multiplicidad de nuestras
percepciones a partir de los elementos de las sensasiones sensoriales aisladas,
y la diversidad de los sentimientos humanos a partir de las sencillas cualida
des del placer y del dolor.
Despus de algunos decenios de tales esfuerzos se vio, sin embargo, que
con este proceder la vida anmica era vista de un modo demasiado mecanicista. Se reconoci que el mundo psquico es un organismo y que se halla
sometido a la ley de la totalidad y que por tanto el intento de separar el
mundo de la vivencia en partes ms sencillas (elementos), no corresponda
a la efectiva peculiaridad de lo anmico. Y as caracteriza al comienzo de
una nueva fase de desarrollo de la psicologa cientfica, a principios de
siglo, el que se prescindi de la consideracin primitiva, aislacionista y
disgregadora en elementos y se la sustituy por una concepcin orgnicatotalitaria, Despus de haber establecido WNDT la ley de la sntesis crea
dora, pero, sobre todo, bajo el estmulo del concepto de estructura de
D il t h e y y de los progresos del pensamiento bolgico-gentico, se contrapu
so al principio de la divisin atomizante de la realidad de la vivencia en ele
mentos, el principio de la consideracin totalitaria. As lo vemos tanto en la
psicologa de la forma representada por WERTHEIMER, KHLER y KoFFKA,
que se esforz por sealar la estructura de totalidad, principalmente de las per
cepciones, de las representaciones, del curso del pensamiento y de los modos
de conducta (L e WIN), como en la escuela de Leipzig fundada por F. KRUE
GER que se llam, en forma expresiva, psicologa de la totalidad e intentaba,
sobre todo, colocar al sentimiento como factor central constitutivo de la
totalidad de la vida anmica.
En todas estas direcciones psicolgicas se convirti en tesis programtica
el carcter de totalidad y la conexin inextricable de la vida anmica. Des
pus de que durante tanto tiempo se haba pasado por alto, hubo de formu
larse como axioma que para la visin metodolgicamente imparcial, es algo
natural considerar a lo anmico en su peculiaridad, no como una suma que
resulta de elementos y procesos parciales ms elementales, sino como una
totalidad que se desmembra en partes diferenciables.
La vida anmica, dice D il t h e y , no se integra y crece a partir de ele
mentos; no es un compuesto de partes, sino que es desde su origen una
unidad que desborda las partes 1T, La vida anmica es comparable a la
relacin que guardan las races, tronco, ramas y hojas con el rbol del que
forman parte Es el rbol, como un todo, el que da sentido y estructura a
cada una de sus partes. Anlogamente, rodos los objetos de la vida anmica,
diferenciables por el anlisis percepcin, representacin y pensamiento,
estructura
Esto es lo que puede decirse del hecho de que tambin la vida, anmica
como el organismo corporal posea la cualidad de una totalidad estruc
turada.
Ya hemos sealado antes que no slo la totalidad y la estructura son
leyes de la vida sino que adems los miembros de la imagen orgnica estruc
turada en una totalidad se hallan en una peculiar relacin mutua, las de
la integracin, de la interpenetracin y el entrelazamiento recprocos, gracias
a la cual se hallan ms o menos conexionadas unas cosas con otras.
Tambin esta ley vital del conjunto integrativo se repite en la vida
anmica, es decir las partes diferenciabas de la totalidad anmica se pe
netran, se entrelazan e influyen mutuamente y no pueden de ningn modo
ser concebidas bajo la forma de la exclusin mutua. W , DILTHEY fue el pri-^
mero que en sus Ideas sobre una Psicologa descriptiva y analtica (1894),
memorable en la historia de la Ciencia, adopt una postura crtica frente a
la Psicologa inspirada en las Ciencias naturales mensuiativas, sealando la
trascendencia de la conexin integradora, si bien sin utilizar este concepto.
Si destacamos del conjunto vivencial lo que lo constituye en un momento
dado, casi siempre comprobamos la presencia simultnea de una percepcin,
un sentimiento y una tendencia. Aun cuando nuestra costumbre es designar a
un estado de conciencia ( D i l t h e y ) con uno slo de estos trminos o per
cepcin, o sentimiento, o tendencia . esto se debe a que denominamos el
estado total segn el aspecto que predomina ante la percepcin interna u .
Pero la peculiaridad de la vivencia reside en la integracin de estos
aspectos diferenciabas. Esto significa, por ejemplo, que los contenidos per
ceptivos vividos en un momento dado se hallan codeterminados por un
especfico estado emotivo y por una determinada tendencia apetitiva, e in
versamente. As, cuando hablamos de alegra no nos referimos a un puro
estado de placer con independencia de las percepciones, representaciones, etc.
sino a un estado que impregna toda la vida anmica y que se refracta en
todos los sectores del crculo funcional anmico. Lo mismo ocurre con lo*
fenmenos psicolgicos unitarios que el lenguaje designa como capricho,
humor, temor, esperanza, etc., que resultaron inadmisibles per el anlisis
atomstico; en todos ellos observamos que lo que conceptualmente apa
rece como aspecto representativo, afectivo o volitivo forma parte de una co
nexin integradora, es decir que todo se halla contenido lo uno en lo otro.
los rganos de los sentidos. Esta concepcin del alma y del mundo como
dos sectores nticos rigurosamente separados, falsea radicalmente.-la realidad
de la vida anmica. Desconoce que sta, como tal, siempre est proyectada
hacia el mundo constituyendo ambos una unidad coexistencial bipolar en la
que, los .llamados mundo exterior y mundo interior, se condicionan y pe
netran recprocamente, en modo semejante a lo que ocurre entre el polo
positivo y negativo del campo magntico. La vida anmica es comparable a
un dilogo que tiene lugar entre el ser vivo individual y su ambiente, o para
decirlo con las palabras de N oval i s : la vida anmica surge donde entran
en contacto el mundo exterior y el mundo interior.
Sobre rodo, la subordinacin comunicativa y la relacin mutua entre alma
y mundo se muestran en la esfera socio-psicolgica. Precisamente el hombre
vive en un dilogo con el mundo de sus semejantes y es una ficcin terica
el creer poder considerarlo psicolgicamente como un individuo aislado.
prueba tambin al escuchar una palabra, una frase o una meloda, Vivenciamos una totalidad temporal, si bien en el sentido del tiempo externo,
las slabas, las palabras y los sonidos aislados son odos en presentes mate
mticos diferentes. En el plano de la vivencia el presente abarca, por tanto,
algo que en el sentido de tiempo externo s ya pretrito.
As, pues, cuando hablamos de la temporalidad del vivenciar quere
mos decir que la vida anmica no slo est en el tiempo como lo estn
todos los objetos de nuestra experiencia externa, sino que ella misma es
tiempo y por as decir tiempo total como una unidad trinitaria de pasado,
presente y futuro. Gracias a Su vivenciar el hombre es un ser histrico, un
ser cuya existencia se va formando, se va temporalizando en todo momento,
es decir se mantiene en aquella regin lmite que pertenece tanto al pasado
como al futuro. La vida anmica es, como la vida en general, una realidad
que siempre se subsigue y que, a la vez, siempre se precede. Es consecu
tiva y es anticipada. En esto consiste su temporalidad.
A.
PSICOLOGA GENERAL
casualmente por el mundo exterior, sino que tiene lugar una conversacin
entre el individuo dotado de alma y el mundo que le rodea.
La exposicin que sigue se esforzar en mostrar los hechos fundamen
tales de la vida anmica en un orden sistematizado que haga justicia a los
dos signos distintivos citados de la vida anmica, pasados por alto poi la viej'd
psicologa. El modelo del crculo funcional anmico presenta la vivencia en
su relacin comunicativa con el mundo, en el sentido de una correlacin coexistencial bipolar. Pero al mismo tiempo peimite ver el entrelazamiento
integrativo de los procesos bsicos de la vivencia los instintos y las ten
dencias, los procesos y los contenidos de la percepcin, de la estimulacin
y de Ja conducta activa. Ei modelo del crculo funcional anmico, no slo
pone de relieve la unidad alma-mundo, sino tambin ei factor de la tota
lidad anmica interna.
Pero sabemos que esta totalidad se halla a su vez estructurada, o sea que
los miembros del acontecer anmico circunscritos por ella se hallan en una
relacin de supra y subordinacin. Poi eso, adems del punto de vista del
crculo funcional anmico, que funciona en sentido horizontal, resulta obli
gado para la clasificacin sistemtica de los fenmenos anmicos el de la
estructura vertical. As, nuestra tarea ser unir en la clasificacin de los
progresos y estados anmicos ambos puntos de vista para lograr una siste
matizacin adecuada a su peculiaridad y que abarque la totalidad de la
vida anmica y todas sus relaciones. Esto por lo que se refiere a la tarea
de la sistematizacin en el marco de la psicologa general, pues sta slo
se solucionar satisfactoriamente cuando la clasificacin pueda sealar a cada
fenmeno el lugar que realmente le corresponde en el toral de la vida
anmica.
Unida indisolublemenee a la carea de la sistematizacin se halla la de
la clasificacin, o sea la d la distincin y separacin de los distintos fen
menos mediante conceptos. Ya dijimos que la formacin de conceptos psi
colgicos, y con ello la de la psicologa general, tiene su problemtica es
pecial. Por la conexin integrativa bajo cuya ley se halla la vida anmica,
la formacin de conceptos psicolgicos no es determinante sino acentuadora.
Pero la tarea de la clasificacin psicolgica tiene que considrar algo
ms, sobre todo la diferencia de los aspectos posibles bajo los que lo anmi
co puede ser considerado y determinado conceptualmente. Ya dijimos hasta
que punto depende de la conexin integrativa la posibilidad de los dife
rentes aspectos en la psicologa.
Pero tambin aquella peculiaridad, repetidas veces citada, de la vida an
mica que llamamos entrelazamiento comunicativo del alma y el mundo per
mite la existencia de los diferentes aspectos bajo los que puede verse la
realidad anmica. La vidi anmica se halla orientada al mundo. El individuo
B.
PSICOLOGA EVOLUTIVA
C.
CARACTEROLOGA
anmico que permanece ms all del momento presente que vivimos. Este
ser no es el ptuo yo de la conciencia, meto punto de referencia formal de
nuestra vivencia, que descubrimos en una introspeccin retrospectiva, sino
el centro personal, aquella ntima concordancia de valoraciones y decisiones,
de pensamientos, representaciones y percepciones, cuya variedad y metamrfosis queda contrarrestada en nuestra vivencia por La conciencia de la per
manencia de nuestra identidad psquica.
No obstante, dice tambin K r u e g e r : eLo que con pLeno sentido se de
signa como estructura anmica, se nos hace consciente de un modo inmediato
en los datos complejos, pero cualitativamente diferenciables de la profun
didad vfi/encialt. Las estructuras, psquicas se manifiestan de modo inme
diato en las tonalidades cualitativas de nuestras vivencia " . Pero K r u e GBR
lo toma slo en el sentido de que cas vivencias de profundidad sirven de
puente para remontarse desde el fenmeno a la estructura 50; pero el testi
monio de la introspeccin obliga a admitir que la estructura ya nos es
accesible inmediatamente en la vivencia y por tanto debe ser considerada
como concepto descriptivo. Esta condicin no afecta en absoluto a la afir
macin de que la estructura como realidad vivenciable presuponga direc
ciones constantes de la vida anmica, anclada en un sfundamento disposicional **, que a su vez est dotado de estructura y constituye precisamente lo
que llamamos carcter.
Ahora bien, con el concepto de la estructura totalitaria del carcter no
debe involucrarse la idea de una armona necesaria, de ua acorde y equilibrio
de los rasgos aislados. Por el contrario, el principio formal de la totalidad
del carcter admite los fenmenos de la oposicin, de la recproca tensin
y de la diversidad. Estos hechos slo son posibles segn la hiptesis de la
relacin de totalidad de los rasgos aislados. Pues no habra ningn antago
nismo interno de las tendencias si el portador donde stas coexisten no fuese
un solo sujeto, un centro nico de inters, un mismo individuo, si aqullas
no fueran rasgos momentneos o permanentes de un carcter unitario. Preci
samente su tensin recproca es la expresin de la pluralidad dentro de la
unidad; sin ella, las tendencias podran tal vez ser diferentes, pero no po
dran significar un interno antagonismo52.
Del hecho de la estructura se desprende una importante tarea para la
determinacin emprica de un carcter en la prctica; tarea que designamos
con el nombre de esclarecimiento de la estructura. Con l se aspira a situai
los rasgos examinados de un carcter en una relacin de jerarqua de ante
posicin y subordinacin, a determinar el valor del lugar que ocupan en la
totalidad del carcter. Si tenemos dos sujetos dotados de gran inteligencia
y capaces, en la misma medida, de pensar agudamente en forma crtica y
analtica, en este caso al esclarecimiento de la estructura le corresponde deter-
D.
PSICOLOGA SOCIAL
F.
este modo unidad a la psicologa. Esto es vlido, sobre todo, para la relacin
de las tres esferas de accin principales de la Psicologa : La Psicologa ge
neral, la Psicologa evolutiva y la Caracterologa. Su base es la psicologa
general, pues es evidente que la psicologa evolutiva depende de los con
ceptos fundamentales con los cuales aqulla trata de aportar una ordenacin
y una sistematizacin a la variada urdimbre de los prccesos y estados an
micos. Lo mismo puede decirse de la caracterologa; tambin ella presu
pone la psicologa general y slo puede desenvolverse sobre su base. As,
por ejemplo, la psicologa general ha de investigar el curso del proceso
de la voluntad, en el que destaca, entre otros, e] fenmeno de la decisin
como una de las etapas ms importantes. Este fenmeno debe ser explicado
en un sentido psicolgico general, antes de que la consideracin caracterolgica pueda preguntar en qu formas de personalidad se da la capacidad
o incapacidad de decisin como actitud permanente y qu significa para la
persona entera. O, para poner otro ejemplo, cuando la caracterologa nos
habla de personas alegres, esto slo puede tener pleno sentido cuando la
psicologa general ha esclarecido el fenmeno de la alegra. Finalmente, por
lo que respecta a la relacin entre la psicologa evolutiva y la caracterologa,
es evidente que la consideracin caracterolgica presupone el conocimiento
de las fases psicolgicoevolutivas. Pues como estas ltimas constituyen es
tados y formas globales de la vivencia, se entrecruzan con las formas mani
festativas del carcter, obligando a discriminar en cada caso lo que en el
cuadro anmico global de un individuo corresponde a la impronta individual
y adems todo aqullo lo que debe ser entendido como peculiaridad propia de
la fase de su desarrollo.
Mientras que la relacin entre la psicologa general, la psicologa evolu
tiva y la caracterologa se mantiene en un plano horizontal, la interrogacin
antropolgica se halla perpendicular a ellas y las atraviesa. Y del mismo
modo que la psicologa general, la psicologa evolutiva y la caracterologa se
presuponen y completan mutuamente, as tambin, como ya dijimos, un
esclarecimiento global de la realidad anmica slo puede alcanzarse si aque
llos diferentes puntos de vista van impregnados e iluminados por un sentido
antropolgico. En, otras palabras, toda psicologa queda en mera fachada,
sin verdadera bas y sin estructuracin interna^ en tanto no consiga hacer
visible, a travs de mltiples hechos de la experiencia, una imagen global
del hombre, de su lugar en et mundo, de su mutuo engarce.
Si bien la tarea y finalidad de nuestro estudio es, como se ha dicho, lle
gar a conocer y a comprender las mltiples formas en que experimentamos
la vida anmica en nosotos y en los dems, esto debe hacerse de modo
que no tomemos exclusivamente en consideracin uno de los cuatro as
pectos lo cual estara en contradiccin con el hecho de su mutua inte
T
Ser singular en el mundo
(aspecto antropolgico)
7 engloba al mismo tiempo
Procesos y contenidos
anmicos actuales
(aspecto de Ja .
psicologa general)
Desarrollo Anmico
,, (aspecto
psicolgico-evolutivo)
F ig . 2
A.
AUTOOBSERVACIN
revestir los objetos del mundo externo, cada uno de los cuales est figuro
samente delimitado de los otros, mientras que en la vida psquica los fen
menos se imbrincan en su sucesin. Que, en efecto, constituye una dificultad
considerable reproducir verbalmente Jos contenidos de la vivencia, lo sabe
todo aquel que intenta exptesar con palabras el contenido de un sueo en
la peculiaridad especfica en que fue vivenciado. El lenguaje se revela, pues,
demasiado tosco y demasiado rgido para captar todo este matiz atmosfrico
y fluyente que es lo esencial del sueo cuando el alma est enteramente
abandonada a s misma. Cuando intentamos describirlo, ya al buscar las
palabras corremos el peligro de modificar el sueo, dndole contornos ms
precisos de lo que en realidad tiene. As, pues, en la dificultad de la for
mulacin encuentra la autoobservacin ciertos lmites que, como es natural,
varan segn los casos, pero que siempre pueden reducirse a un cierto m
nimo a travs del ejercicio y del aprendizaje.
l a tercera y ms importante de las objeciones a la autoobservacin con
siste en sealar que es imposible considerar los procesos psquicos en su
realizacin actl manteniendo la propia atencin dirigida a ellos. Se dice
que, operando as, la vivencia queda perturbada o por lo menos modificada,
a autoobservacin exige una duplicacin del sujeto que, en el fondo, no es
siempre ms que uno.
Esta objecin fue hecha especialmente por el filsofo francs COME y
contiene sin duda un ncleo verdadero. El hombre sano, normal tiene espon
tneamente su atencin dirigida al ambiente, a las sensaciones qu recibe
de l, a los fines y tareas que se propone. Cuanto ms absorbido se baila
en esta direccin, tanto ms antinatural resulta para l volver hacia su inte
rior el enfoque de su atencin y observar y registrar sus procesos anmicos.
Pienso, por ejemplo, en un problema matemtico. Ahora bien, si tengo que
observar este proceso de reflexin no podr progresar en mi razonamiento
matemtico; mi propsito de autoobservacin lo impide. O bien, experi
mento una emocin. En caso de que sea capaz de pasar a la autoobserva
cin, la reaccin emocional en s misma se debilitar y se desvanecer y slo
subsistirn ciertas sensaciones viscerales y de tensin, o sea, manifestaciones
slo concomitantes ' 8.
Por consiguiente, cuanto ms nos cautiva la vivencia, cuanto ms inten
samente vivenciamos, tanto menos se hace posible una observacin simul
tnea. Slo es necesario imaginar lo que ocurrira en una carreta de auto
mviles si el conductor debiera observar simultneamente sus procesos an
micos y emociones. Si en l momento de la vivencia intenta concentrar en
ella su atencin, siempre existe el peligro de perturbar s curso natural. Hay
una narracin de G u st a v M e y r in k en la que se expone en forma divertida
y a la vez ilustrativa el efecto perturbador de la autoobsevracia Lleva el t-
importantes, porque uno no puede verse en absoluto del mismo modo des.
fuera como se perfilan caratterolgicamente ante l todos los dems fen
menos expresivos.
La heteroobservarin, que, por los motivos que acabamos de citar, se
hace necesaria especialmente para la Psicologa Evolutiva y Caracterologa,
se basa en el comportamiento externo en su sentido ms amplio. Aqu se
incluyen por una parte las acciones de los individuos, la multiplicidad de
lo que hacen en una situacin determinada, la fotma de comportarse, su
behavior, para emplear el concepto introducido por la Psicologa ameri
cana ; por otra parte, el amplio campo de los fenmenos expresivos, que a
sa vez se subdividen en diferentes variantes.
Encontraremos primero las manifestaciones expresivas inmediatas que
observamos en otros hombres. Entre ellas figuran los fenmenos de la m
mica y de las huellas que en forma de rasgos fijos deja la repeticin de unas
mismas teacciones expresivasTam bin los ademanes, gestos y actitudes
corporales, agrupados en el concepto de pantommica, pertenecen al campo
de expresin de la vida anmica
Son, ante todo, diferencias del tempera
mento las que se expresan en la marcha y en los gestos. Se distingue al im
pulsivo vivaz del reflexivo y tranquilo, el flemtico comodn del empren
dedor apasionado, el excitado nervioso del sosegado y moderado. Actitud
corporal y gestos reflejan tambin, la mayora de las veces, el sentimiento
de s mismo de un modo que no da iugar a dudas. En sus formas reconoce
mos el servil adulador que siempre est dispuesto a doblegarse, y el hombre
particularmente afectado que trata de dar a su cuerpo el mayor volumen
posible mientras se pavonea satisfecho. De otro modo es la forma de moverse
V la actitud externa caracterstica del tmido pusilnime que no tiene el
valor de erguirse firme y situarse libre y decididamente ante los dems.
Tambin podemos comprender como expresin las mltiples maneras como
un hembre haba a diferencia de lo que dice " . Aqu descubrimos diferencias
de ritmo (lento-rpido), del. curso verbal (regular y fluido, entrecortado,
precipitado, atropellado), diferencias de la intensidad de voz (dbil o po
tente) y otras ms que declaran todas algo sobre la persona que habla. Des
cubrimos al triste en la opacidad de voz, al tmido en su habla entrecortada,
al excitable en ciertas oscilaciones y sbitos gritos, al anmicamente inhibido
por sus bloqueos y su crispacin.
Junto a estos fenmenos de la expresin, perceptibles de un modo inme
diato en el trato con los dems, hay ciertas exteriorizaciones que se han
hecho objetivables, que se han desprendido del portador personal, pero que
no dejan de poseer un aspecto interpretable psicolgicamente. Las llamamos
expresin mediata o configuraciones objetivadas. Entie ellos se incluye el
estilo de la escritura que permite descifrar los movimientos vivientes de
la vida anmica interna. L nico que aceptan como real y dado en la expe*
tienda es el comportamiento en sus mltiples variantes. Consideran en
cambio inadmisible cientficamente hablar de alma, vivencias, conciencia.
En la actualidad, esta forma de behavorismo radical est ya tan superada que
resulta superfluo polemizar contra ella (pg. 40).
B.
C.
m to d o c i e n t f i c o
n a tu r a l y c ie n t f ic o e s p ir itu a l
configuradas de tal modo que se produce una estructuracin del campo per1
ceptivo en figura y fendo. En el caso de que, como veremos ms adelante,
esta transformacin de cierros conjuntos de estmulos en unidades percep
tivas configuradas la atribuyamos ai;hecho de que en los apetitos y tendencias
que participan en el proceso de la percepcin se contienen imgenes preconscientes de lo buscado e inquirido, que luego hallan su contrafigura con
creta en las imgenes del campo sensorial, lo que hemos hecho ha sido
reducir la percepcin gestltica a una conexin de sentido. Esra conexin
de sentido no aparece en la vivencia, pero no obstante acta en lo anmico.
As tambin K. GROSS 67 asigna al juego infantil el sentido de repre
sentar una preparacin para formas de comportamiento finalistas ulteriores
mientras que el motivo actuante 'en a vivencia inmediata del nio es lo
que K arl B u h l e r califica como placer de funcin. Las conexiones de sen
tido rebasan, por tanto, las motivacionales, pero tanto unas como otras son
radicalmente distintas de las relaciones causales, que son las nicas que
manejan las Ciencias Naturales mensurativas.
En-la frase que D il t h e y formul en su polmica contra la Psicologa
cienr/iconatural,: Explicamos la naturaleza, comprendemos la vida anmi
ca, el trmino (reemprender r>e refiere al descubrimiento de relaciones de
motivo y de sentido.
La experiencia demuestra, sin embargo, que no todos los procesos an
micos resultan comprensibles utilizando como hilo conductor las conexiones
de motivacin y de sentido. Como ejemplo podemos citar la llamada (timagen sucesiva negativa. Si durante algunos minutes se contempla una super
ficie cuadrada encarnada sobre un fondo gris y luego se retira aqulla de
jando la mirada fija sobre el fondo gris, en el contorno que antes ocupaba
el rojo aparece ahora el color verde. Para explicar este fenmeno se suele
recurrir a la teora psicolgica de los colores de H ep.ing , que supone que en
la retina existen tres substancias sensibles al color: una encarnada-verde,
etra azul-amarilla y otra negra-blanca. La teora admite que la sensacin de
tojo la que se refiere nuestro ejemplo depende de una desintegracin
fisiolgica de la sustancia rojo-verde ocasionada por la estimulacin objetiva
y que en cuanto el estmulo deja d actuar tiene lugar un proceso de recons
truccin n el que se restablece el equilibrio y que es experimentado subje
tivamente como- sensacin de verde. Este ejemplo muestra que Jas condi
ciones de produccin de estados vivenciales no slo pueden depender de
relaciones inttapsquicas, sino tambin de procesos corporales. Puede, por
tanfo, demostrarse ua relacin de dependencia entre Ja realidad materialcorprea y la anmica. En todos estos casos en los cuales, estmulos proce
dentes del mundo externo material, a travs de los rganos perifricos de
nuestros sentidos, se convierten en contenidos de la vivencia, hablamos de
Pa r t e
general
LA T E C T N IC A DE LA P E R S O N A
SUPRAESTRUCTURA
PERSONAL
Apetitos y tendencias i
Vivencias afectivas
! F ondo
Temples estacionarios )
F ondo
en d o t m ic o
v it a l
F ig . 3
A.
cilacin entre estados extremos. Del mismo modo que en la mujer se refleja
ya el proceso vital de la menstruacin en un desplazamiento de toda la
situacin psquica en direccin a una fragilidad nerviosa y a una disar
mona anmica, as tambin la involucin de la funcin de las glndulas
sexuales femeninas produce en el dimaterio de muchas, aunque no de
todas, un cambio del humor en d sentido de la labilidad afectiva con pre
dominio de la depresin ansiosa. Todo esto como referencias concretas a la
conexin entre la realidad anmica y el suceder orgnico corporal en lo
cual se refleja el fondo vital de nuestra experiencia.
En una forma ms general la rdacin del fondo vital con el psiquismo es dada en lo que acostumbramos a designar como vitalidad. Este
concepto es originariamente de orden biolgico y designa la fuerza con
que el organismo-colocado en dependencia del mundo exterior puede
desarrollarse y conservarse por- el camino de la incorporacin de k> que
necesita, por un lado, y por el de la adaptacin al ambiente, por otro. El ser
de vitalidad dbil perece en la lucha por la vida, el de vitalidad fuerte se
abre camino. Y esta energa vital general irradia tambin en la vivencia
como una fuerza que sirve de base a los procesos anmicos. lo que en este
sentido llamamos vitalidad coincide con lo que Ewald llama el biotono, la
tensin vital. Biotono es un concepto global psicosomtico. Lo que designa
mos con l aparece en la esfera fsica como turgor vital, en la psquica
como impulso psquico88. Segn Ewald, el biotono determina tambin el
temperamento. Con un buen biotono el ser humano siente la alegra de
crear y posee capacidad de decisin.
No queda agotada con los hechos sealados la esfera de las rdaciones
entre el fondo vital y la vida psquica. La extensin que alcanna no nos es,
en realidad, conocida Pero sabemos, desde luego que el fondo vital llega
mucho ms all de los lmites de la individualidad, que no se limita a s
mismo, sino que .se halla abierto y en simbiosis con todo lo viviente. Est
demostrado que por intermedio de nuestro fondo vital nos hallamos en
una rdacin, con el medio mucho ms profunda, ntima y amplia que a tra
vs de lo que llamamos nuestra conciencia, a pesar de que en ella no nos
es dado oscuramente, sino en su mxima objetividad. H e l l p a c h 81 llama
la atencin acerca de la accin de los colores sobre el organismo humano,
una accin que tambin se comprueba en los ciegos, es decir, que no se
verifica a travs de la vista. Nuestro fondo vital se halla permanentemente
bajo la accin del ambiente. Sabemos que nuestro organismo se halla en
simbiosis con las condiciones atmosfricas, con d clima, con las caracte
rsticas del suelo y con la vegetacin del paisaje, que tambin el ritmo de
las estaciones penetra en nuestro organismo y que esta convivencia de
todo con el fondo vital irradia tambin hacia lo anmico 8S. Es conocida la
B.
LA UNIDAD CUERPO-ALMA
Aun cuando puede demostrarse ur;a relacin entre el fondo vital, como
conjunto de todos los procesos y estados orgnicos corporales, por una
parte, y los procesos y estados anmicos por otra, sera totalmente errneo et
pretender considerar lo anmico como producto del fondo vital corporal,
atribuyndolo as a causas fisiolgicas. De este modo lo anmico resultara
un epifenmeno y un proceso de segundo grado y sera colocado bajo la
dependencia absoluta de lo corporal. La experiencia ensea que en ningn
modo existe tal dependencia unilateral, sino que, recprocamente si pen
samos segn las categoras de causa y efecto, existe tambin una accin
de lo anmico sobre lo corporal porque el curso de las funciones orgnicas
puede ser esencialmente modificado por los influjos anmicos, especialmente
los afectivos3B.
Ya la experiencia diaria nos ensea que el dolor, el temor y la rabia
C.
D.
I.
atemtica. Si bien
sigue. Pero cuando preguntamos por el papel que tiene el instinto nutritivo
en la realidad de la existencia humana y en su realizacin en el mundo,
resulta que la temtica del instinto nutritivo, ya no reducible a otra, es mante
nerse biolgicamente en forma. En tanto que ser biolgico, el hombre tiene
la tendencia que acostumbramos a designar como instinto de conservacin
El llamado instinto nutritivo, que acta, de ver en cuando, en ciertos mo
mentos y frente a determinados objetos, es solamente una forma de satisfac
cin de las condiciones biolgicas que se refieren al instinto de la conser
vacin individual y a las que ni el hombre ms espiritual puede escapar,
Y si volvemos de nuevo a la argumentacin de G e h l e n , contra una cla
sificacin de los instintos, podemos decir: la piedra angular de toda la
Antropologa de G e h l e n est constituida por la tesis de que el hombre
es un ser defectuab que ha de transformar el mundo, merced a su propia
actividad, en posibilidades de prolongacin de su vida, por lo que las
acciones y el pensamiento como, en general, todas las funciones anmicas
del hombre, deben interpretarse solamente como procesos de compen
sacin de su falta de perfeccin biolgica. Pero en esta perspectiva el instin
to biolgico corporal de la conservacin individual se convierte, explcita
o implcitamente, en el instinto primario de la vida anmica y coincide coa
el punto de vista de una teora monotemtica que considera superfluo el
establecer una ms amplia diferenciacin en vsta de que los medios utili
zados en la conservacin del individuo y de las tendencias que a ellos se
dirigen son extraordinariamente distintos y cambian en cada situacin Lo
cual plantea la cuestin fundamental de si cuanto acontece anmicamente en
el hombre puede definirse exclusivamente a partir de la temtica de la
conservacin biolgica del individuo.
A.
El impulso a la actividad
La tendencia al goce
Las formas en que aparece esta direccin centrpeta del impulso vital
estn determinadas por las diferentes cualidades del estado de nimo en
las que es percibida la vida.
La forma ms primitiva es la tendencia ai goce siguiendo el valor
vital del placer. Aqu encuentra su explicacin adecuada el concepto de
placer mal utilizado en vaga generalizacin para caracterizar a cualquier
temtica pulsional.
Hasta qu extremo domina ya al infante la temtica del goce, del placer,
se ve por su expresin de bienestar cuando se halla abrigado en el calor
de su lecho, cuando ha tomado el bibern y est saciado, o por su expresin
de contento ante el sonido de una caja de msica o por especiales cobres
y efectos de luz que se le ofrecen. Que ya en la primera infancia existe
una direccin tendencial hacia el goce, est demostrado, adems, por el
hecho de que protesta con gritos o lloriqueos contra los estados corporales
desagradables que perturban el proceso interior del goce y del bienestar,
por ejemplo, cuando est mojado o le molestan raidos o luces importunas.
La temtica pulsional del goce experimenta espontneamente, en el
curso del desarrollo, diversas diferenciaciones aun cuando junto a la tem
tica de la vitalidad hayan aparecido ya la del yo individual y la de la transi
tividad, En las primeras semanas de la vida el ser humano percibe como goce
exclusivamente los estados corporales y con el progresivo desarrollo se van
refinando los placeres a que aspira, junto al goce del paladar al comer y al
beber aparece el de las funciones psquicas superiores. As, para algunos
adultos es el chiste para otros el ingenio -un goce intelectual, cuyo
valor reside en el funcionamiento del pensamiento. Y cuando hablamos
del goce esttico vemos que lo que justifica emplear la misma expresin en
todos estos casos es el hecho de que a todos les es comn encontrar su sa
tisfaccin en la consenciacin de la pura posibilidad de funcin. Hemos de
decir, adems, que el goce es nicamente un componente de la vivencia es
ttica, ya que en ningn modo la constituye exclusivamente *. En donde la
aspiracin al goce se refiere temticamente slo a experimentar estados pla
centeros puramente corporales hablamos de concupiscencia
Podemos afirmar, sin exponemos a que se nos tache de hedonistas y
eudemonistas, que la tendencia al goce es una disposicin natural. El goce
tiene indudablemente como la actividad de juego puramente funcional
un papel importante dentro de la economa psquica, en la alternancia rt
mica con el trabajo y el esfuerzo. Si se tiene en cuenta la importancia de
su funcin no parece natural la actitud asctica.
Desde el punto de vista caracterolgico, la tendencia al goce adquiere
un significado especial en la actitud del hedonista, para el cual el goce es
el ms elevado y exclusivo fin de la vida y en el que la aspiracin al goce
se transforma y degenera en pasin absorbente, en mana. Si recordamos
el cuadro psquico global del hedonista del que O. W ilde ha dado un
paradigma en la figura,de Dorian Gray, notaremos en primer lugar que en
l fallan todas las tendencias transitivas, ya que su temtica se concentra
en la conscienciacin de sus estados cambiantes subjetivados. No conoce
vnculos con cosas y personas, ni responsabilidad ni obligaciones frente
a ellos. En las relaciones con las cosas esta actitud se manifiesta como
ausencia de lo que pudiramos llamar conciencia del rendimiento y de la
tarea. Rechaza el trabajo, la produccin y los deberes y exigencias que el
mundo le plantea. Por eso al hedonista le falta capacidad de trabajo^ auste
ridad y dureza para consigo mismo; es opuesto al esfuerzo; la actividad y la
ocupacin en algo le son extraos, es, partidario de la comodidad por natu
raleza. Su arbitrariedad y caprichosidad, la falta de compasin y la insen
sibilidad en sus relaciones con los semejantes se explican suficientemente
por la circunstancia de que le falta la conciencia de una vinculacin y un
deber, como se pone claramente de manifiesto en la figura de Dorian Gray.
Solamente ste componente subjetivo .de emocin, es por lo que en la
Estticas de encuentra una explicacin su teora de l accin funcional
conjunta de Us tuerzas anmicas. Pero, sin embargo, no se tiene en cuenta el
hecho de qu en la vivencia esttica experimentamos un enriquecimiento ob
jetivo, una dilatacin del horizonte de nuestro mundo. Precisamente en esto
se pone de relieve quela vivencia esttica es algo ms que un mero goce, que
una mera emocin subjetiva.
La libido
por alto que el grado de su manifestacin puede ser muy diferente en los
distintos sujetos. Existen individuos en los que slo hay un mnimo de
impulso vivencial Esto puede decirse sobre todo de los hombres laboriosos,
de los que aspiran a producir un rendimiento, puesto que en general las
tendencias transitivas no son propicias para la actuacin del impulso vi
vencial. Por otra parte existen individuos para los que precisamente este
apetito aumentado hasta el hambre vivencial y la curiosidad vivencial,
hasta el afn y la avidez de las sensaciones es caracterstico como motivo
fundamental de su vida y de su estar-en-el-mundo. Son sujetos para los
que el valor de su vida se limita a tocar miles de variaciones sobre el teclado
vivencial. No les importan nada los valores objerivos que se perciben en la
vida psquica, sino slo el goce impresionista puramente subjetivo de la
funcionalidad vivencial. La frmula existencia! de estos hombres con obse
sin vivencial es dada por B yro n en una frase autobiogrfica : Sentir
se refiere a la percepcin de estados endotmicos-es el gran sentido de
nuestra vida, sentir que vivimos incluso cuando sufrimos. Es un vaco devorador lo que nos impele al juego, a las guerras y a los viajes, a empresas
desmedidas y profundamente sentidas de todas clases cuyo mayor aliciente es
la excitacin que brota directamente de su realizacin 103,
Por lo dems el afn vivencial aparece en dos formas fundamentalmente
diferentes segn el grado de la fuerza vital con la que se halla ligado. En
unos casos aparece como manifestacin de una vitalidad elemental y ge
nuina; en otros, en hombres cuya fuerza vital se ha roto y ha perdido su
vigor inmediato. As N ie t z s c h e ve tpicos signos de decadencia tanto en
el voluptuoso aprovechamiento del momento con convulsiones histricas
y tendencias a lo tremebundo como en el ansia de substancias excitan
tes 11<!: Es conocido el papel que desempean las drogas narcticas, como
la morfina, el opio, el haschisch y la cocana, como estimulantes de este
apetito decadente de vivencias y de sensaciones. Para ios hombres de im
pulso vivencial incrementado, con fuerza vital que se ha vuelto claudicante,
es caracterstica aquella necesidad de variacin y substitucin para la que
K ierkegaard recomienda la tcnica del cultivo alternante. Ya que toda
impresin proporcionada por el mundo queda paralizada en su valor estimu
lante objetivo tanto ms cuanto menores son la capacidad y la profundidad
de la vivencia, el hombre con este afn vivencial decadente muestra una
falta de arraigamiento y un ansia por la caza de estmulos y sensaciones que,
sin embargo, desaparecen sin huellas, como si cayeran en un ronel sin fondo.
De este modo su existencia se convierte, cuando ms, en un castillo de fuegos
artificiales de impresiones, en una sucesin de aforismos vivenciales, pero
carente de continuidad e integracin. Puesto que en todas partes siempre
busca el juego multicolor de los estados subjetivos, cuya llama se extingue
Tendencia
al goce
Libido
Apetito
vivencial
F ia 4
B.
mundo circundante, al que usa 7 consume para poder subsistir. As, las ma
nifestaciones vitales del nifio pequeo en la ingestin de alimentos con
venientes 7 en el rechazo de los biolgicamente perjudiciales deben ser
tomadas ya como indicios de que tras la percepcin 7 conducta di nio* lo
mismo que de las del animal, opera un instinto de conservacin del indiduo, un investigar 7 buscar lo que pueda servirle para .dicho fin.
Sin embargo, en el desarrollo ulterior humano el instinto de conservacin
individual toma formas que van mucho ms all, de las elementales y pri
mitivas de la busca e ingestin de alimentos, del ataque, d la defensa 7 de
la huida que son propias del animal, lo cual resulta de una diferencia bsica
en el modo de ser de ste 7 del hombre. El animal encuentra, listo para ser
utilizado, cuanto necesita del mundo exterior para la conservacin de su
existencia. Para ello se halla de tal modo inserto en su ambiente merced
a sus rganos sensoriales que slo percibe lo que es conveniente para con
servar su vida y la de su prole. Su capacidad de percepcin es insensible
para todo lo que no tiene un significado directo .para la conservacin de su
vida. As se "Salla especializado en'determinados aspectos del mundo merced
a sus rganos sensoriales. Lo mismo puede decirse de los rganos que sirven
a su conducta y a sus acciones. Frente a los rganos perceptivos se hallan
los rganos de ejecucin armas para el ataque 7 para la defensa, rganos
de prensin del botn y rganos de movimiento para la huida que hacen
al animal capaz desde el nacimiento de reaccionar a los estmulos que tienen
importancia para la vida y que le son proporcionados por los rganos per
ceptivos en forma que sirven a la conservacin del individuo y de la especie.
As, como H e r d e r , en su ensayo Sobre el origen dd lenguaje, formul
cada animal tiene su crculo al que pertenece desde el nacimiento, en el
cual ingresa en seguida y en el que permanece hasta el fin de tda su vida.
En los hombres, las cosas ocurren de otra manera. Comparado con el
animal es un ser deficiente, pues lo que necesita para el fomento de s exis
tencia no lo encuentra 7a dispuesto para el uso inmediato, ni posee una per
cepcin reducida a lo vitalmente tiL Tampoco se halla especialmente equi
pado para encontrar lo necesario para su conservacin. Debe empezar a
adquirirlo mediante un largo 7 penoso proceso de ejercicio y aprendizaje
que. le ponga en condiciones para ganar su sustento. As el hombre se ve
obligado a crear primeramente los instrumentos necesarios paia su existencia
mediante la propia iniciativa, actividad y autonoma, librado a s mismo, es
decir, debe primero elaborar y transforinar en cosas tiles, al servicio de la
conservacin de la vida, el mundo que se ofrece a los rganos de sus sen
tidos. Y lleva esto a cabo gracias a la dinmica de su instinto de conser
vacin individual que encuentra para ello formas de manifestacin espec
ficamente humanas. Ante todo, el intelecto se convierte en. un. rgano de
1 egosmo
Selbstsucht (egolatra)
que es egosta, pero no interesado. Por todo ello, para el concepto general
mantengo la palabra egosmo
Segn Sch o pen h a u er , pues, el egos
mo es un instinto que hemos de aceptar, como fuerza rectora, ya en las
manifestaciones vitales del animal
Esta equiparacin del egosmo y del instinto de conservacin individual
no resste a un anlisis minucioso. Es indudable que el egosmo se rela
ciona genealgicamente con aqul, es decir, se desarrolla a partir de l,
pero fenomenolgicalmente es algo mis, y distnto, del mero instinto de
conservacin individual
Una primera diferencia consiste en que el instinto de conservacin
individual se desarrolla frente al mundo exterior en general, mientras que
el egosmo slo se manifiesta frente al mundo de los congneres, es decir,
frente a los seres de la misma especie. As como dijimos que el egosmo trata
de tomar para s el mundo exterior, as tambin diremos que esto ocurre
siempre en concurrencia y rivalidad con otros. Tal querer-tener-pra-s en
concurrencia y rivalidad con otros se observa tambin en el animal; pen
semos en los perros que se disputan un hueso, o en los cerdos que, empu
jndose, logran un puesto en el comedero. Pero este querer-apoderarse se
convierte en egosmo en el verdadero y especfico sentido humano solamente
cuando se logra que la individuacin, la distancia entre el mundo de los
semejantes y el yo propio lleguen al estado vigil de la vida psquica. El
egosmo se halla ligado a la vivencia del yo individual que tiene sus con
trafiguras en seres de la misma especie, Pero precisamente esta separacin
vivencial de un yo individual frente al mundo exterior no puede aceptarse
ni en el animal oi en la primera infancia del hombre. El nio, en las pri
meras fases del desarrollo, no tiene todava condencia de su yo individual,
no tiene una vivencia del ego, no vive todava al modo de la egoidad, sino
unido en simbiosis con el mundo exterior. En su vida psquica no existe
una separacin entre el yo individual y un mundo que se le contrapone
y en el seno del cual debe abrirse paso. Slo alrededor del tercer ao de
la vida, en el llamado primer perodo de la terquedad, aparece un cambio;
entonces empieza el nio a colocais frente al mundo de sus semejantes
con el que hasta ahora haba vivido indisolublemente unido. Esto se mani
fiesta en forma de un rechazo fundamental de todos los estmulos y exigen
cias que proceden de los adultos, as como en la aspiracin a hacerlo todo,
y a hacerlo por s mismo. La transformacin que aqu tiene lugar es evidente.
Entonces aparece en la vida psquica infantil un yo individual, surge la
vivencia del ego; ahora puede decir tambin verbalmente yo mientras
que hasta este momento hablaba de s mismo en tercera persona. Con estos
primeros vislumbres de individuacin se crean las condiciones necesarias para
el desarrollo de lo que llamamos egosmo. Y en efecto, en seguida aparece
El deseo de poder
La necesidad de estimacin
conoce las cosas en tanto son de alguna utilidad para su yo individual, con
lo cual se origina una gran parcialidad frente al set y al valor objetivos
de las cosas y de los seres vivos. En el hombre egocntrico, la imaginacin y
el pensamiento se hallan permanentemente ocupados con el propio yo y sus
intereses, el yo es el centro y con l se relaciona todo lo que se percibe. Es
incapaz de ponerse en el lugar de otro individuo, de otro yo, y de mirar
el aspecto que desde l tienen las cosas y los acontecimientos. En lugar de
esto est dispuesto a cargar a los dems con. sus propios problemas. En
esto es tambin egocntrico el sujeto con ansia de estimacin. Por lo
dems, el sacrificio, el amor y el entusiasmo quedan tan excluidos para l
como para el eglatra. El ansia de notoriedad posee cierta afinidad con las
emociones de la desconfianza y del recel, con las actitudes de la prudencia
y la cautela, de la hipocresa y de la astucia. Puesto que el individuo con
ansia de notoriedad vive constantemente aletta para garantizar su pres
tigio y siempre tiene que hallarse dispuesto para dar pruebas de su supe
rioridad, se hallan tambin excluidos del cuacjio global de su personalidad
los rasgos de la naturalidad, de la despreocupacin, del contento y de la
alegra espontnea.
Debemos sealar, finalmente, que el ansia de notoriedad influye tam
bin sobre la actitud hacia el mundo de los objetos. Puesto que estos suje
tos se hallan sugestionados, y a merced del cuadro imaginario <iel efecto que
su personalidad causa, se comprende que tiendan a pasar por alto la realidad
si perjudica a la imagen formada por su ansia de estimacin (seleccin
psquica), o que caigan en el peligro de falsear la realidad con arreglo a ese
cuadro imaginario. Aqu viene bien repetir la frase de N ietzsc h e : Esto
he hecho, dice mi memoria. Esto no puedo haberlo hecho, dice mi orgullo,
y permanece inconmovible. Finalmente, es la memoria la que cede. Estos
individuos tienen, pues, originariamente, la tendencia a aparentar y a
engaar. Estn siempre dispuestos a fingir ante s mismos y ante los dems
porque no se atreven a mirar cara a cara a la realidad de la vida por temor a
quedar desilusionados o heridos en sus exigencias estimativas.
El hecho de que entre las formas que adopta el ansia de notoriedad
aparezcan modos de conducta que ya citamos como dependientes del ansia
de dominio indica que existen estrechas relaciones entre ambas. Natural-'
mente que la notoriedad, en el sentido de posesin de valores y significado
que el mundo reconoce, es tambin un medio para satisfacer el deseo de
poder, pero el ansia de dominio se refiere-en tanto se dirige a los hom
bres , no slo al reconocimiento de valores por el juicio de los dems,
sino al efecto objetivo en la esfera de la voluntad, de la actividad y de la
vida de otros hombres. las personas que sienten afn de dominio pre
tenden disponer de las voluntades ajenas m .
pequeo, puesto .que todas las tendencias que se dirigen al logro del bien
estar material, a Ja posesin, al poder o a la notoriedad, son tan poco mani
fiestas y activas que abandona todo lo que se refiere a seguridad vital, pose
sin, influencia y estimacin, si para defenderlas debe enfrentarse con la
natural rivalidad de los hombres; se deja fcilmente disputar un bien al
que tenga justificadas aspiraciones, toma raramente a mal aquello ante lo'
que otros reaccionan con especial hipersensibilidad de su necesidad d
estimacin; se deja desplazar de un puesto dirigente, es decir, fcilmente
subordina a los dems su propio deseo de mandar. En todos estos casos no'
opone resistencia a las exigencias de los otros aunque constituyan una limi
tacin de las justificadas aspiraciones propias. Tpicamente opuestos a los
hombres bonachones son aquellos individuos que piensan sobre todo en
sus ventajas, personales- y en su posicin en cuanto al poder y estimacin,
y que cuando son, o creen ser, perjudicados por sus congneres en estas
aspiraciones ofrecen una enrgica resistencia para defenderlas. El hombre
bonachn tiene, pues,- como el modesto, un bajo nivel de aspiraciones ;
pero adems y esto distingue a la bonachonera de la modestia es carac
terstica suya el que renuncie fcilmente a estas pequeas aspiraciones en
cuanto le son discutidas por otros.
El nivel de aspiraciones puede ser congnito o adquirido. Lo que llar
mamos mimo est constituido por un elevado nivel de exigencia provocado
y mantenido por los influjos del ambiente fsico y humano (educacin,
ejemplo, etc).
f.
El afn vindicativo
El deseo de autoestimacin
existencia y que por ello buscan a cada paso a los dems. Juntamente con
esta intensa tendencia a la asociacin aparece una elevada disposicin a la
adaptacin, a la colaboracin y a la imitacin. Esta disposicin se manifiesta
como acomodacin a las costumbres de los dems, a sus sentimientos y pen
samientos, a sus valores y finalidades, a sus acciones y a su conducta, y lleva
consigo el peligro de hacer del hombre un mero reflejo y eco de su mundo
exterior y de extraviarlo, de despojarlo de su individualidad y de su perfil
propio a cambio de una adaptacin sin roces y sin conflictos, obtenida a
base de navegar siempre pot las aguas de lo cotidiano, lo corriente.
El grado de relacin con el prjimo aparece en primera lnea como
sntoma caraaerstico en diferentes tipos anmicos que se han establecido
en la caracterologa. Un elevado grado de telacin con el prjimo o desde
el punto de vista dinmico una intensa tendencia a estar-con-otro-ca
racteriza al tipo que L. F. CLAUSS llama mediterrneo, que vive ofre
cindose. Proyecta hacia fuera todo su ser personal, el mundo exterior es
el escenario propio de su vida,' vive esencialmente en el estar-con-otro. Esto
puede decirse sobre todo de los meridionales, a los que O rteg a y GASSET
ha llamado hombres del gora. Tambin en los ciclotmicos, descritos por
K r e t s c h m e R y en los tipos extravertidos de C G. JUNG constituye un
sntoma esencial una intensa relacin con el prjimo, un elevado grado de
tendencia a la asociacin, a la vida en comn.
As como en los casos citados la tendencia general humana a la asocia
cin acta en un grado mximo, tambin puede quedar reducida a un m
nimo. Este es l caso de aquellos sujetos que no pueden contactar con la
mayor parte de sus semejantes, que no tienen .nada que decirles, no se in
teresan por nadie, quieren saber lo menos posible de ellos y no ser impor
tunados. En general, prefieren hallarse solos, se encierran en s mismos
y viven preferentemente monologando. Si se les introduce en na sociedad
numerosa se sienten irritados. En estos casos hablamos de falta de contactor
o de aversin al contacto, lo cual se da sobre todo en el crculo de aquellas
personalidades. que KRETSCHMER rene bajo el concepto de tipo esquizotmico. KRETSCHMER ha caracterizado su peculiar vivir en-s y para-s y su
tendencia al aislamiento y a la separacin de los dems con el concepto de
autismo que ha tomado de B l e u l e r . Tambin son caractersticos del tipo
que C. G, JUNG ha llamado introvertido, la falta y la aversin al contacto.
Cuando hablamos en los casos citados de falta de confacto y de falta de las
tendencias del estar-con-otro deben ser consideradas, desde luego, slo en
un grado relativo, pues para nadie, ni siquiera para estos hombres, es po
sible un absoluto encerrarse-en-s-mismos. No son radicalmente asociales^
sino
bien, como dice K r e t s c h m e r de los esquizotmicos, eclctica
mente sociales.
A diferencia de la. temtica tendencial del estar-con-otro, la del serpara-otro o asistendal se caracteriza porque la tendencia a la dedicacin a
los semejantes procede de la conciencia de obligacin que impone a la pro
pia vida la de los dems, as como su suerte y su desgracia. En el ser-
otro no nos resulta indiferente la 'situacin anmica del prjimo, sino que
nos plantea ciertos deberes que se convierten en imperativos para nuestra
conducta y nuestras acciones. Tambin las tendencias del estar-con-otro, el
impuls a la asoaacin, llevan al hombre ms all del estrecho horizonte
del ser-para-s individual y lo llenan cn la vivencia de la participacin en
una totalidad supra-individuaL Sin embargo, en el ser-para-otro esta vivencia
adquiere el peso de la responsabilidad del individuo frente a los dems por
la integracin en esa totalidad. Son, spbre todo, las comunidades vitales; la
familia, la estirpe, la nacin, la humanidad, las que se descubren en las
tendndas del ser-para-otro como los fundamentos de la exstenda indivi-,
dual humana, como totalidades a las que el individuo pertenece como miem
bro y en cuyo desarrollo y conservacin ha de colaborar.
lo que a este respecto entendemos por Idea, Teda Idea representa un valor
de sentido. Nos aparece como un valor que deriva su validez no-como los
valores de significado . de su funcin al servicio del dominio exterior de
la vida temporal, para la prosperidad, prestigio y poder del individuo, sin
de su posicin en la esfera que excede a la corriente de la temporalidad
humana y a la inquietud por el cuidado de la existencia, perteneciendo al
orden y plenitud supratemporal del mundo. Toda Idea es portadora de un
sentido, tiene el carcter de una llamada que llega hasta lo ntimo del cora
zn del hombre y le informa de que algo debe ser porque es bueno que
sea. Y esta llamada es al propio tiempo un estmulo a colaborar en la rea
lizacin de la Idea para que ella sea y tenga un valor. De esto recibe la
vida humana su sentido.
En el amor ettico j en el humano es un t lo que se busca j se per
cibe como Idea. Por ello podemos decir que estas dos formas del ser-paraotro rienen una fuerza Ideatoria. Lo que constituye la meta de las tenden
cias del amor ertico y del amor humano es la Idea del t, o, mejor dicho, et
t en su condicin general nica e insustituible como Idea. El amor ertico
y el amor humano son tendencias dirigidas al prjimo merced a las cuales
se inquiere y busca, en la existencia temporal del otro, una supratemporalidad metafisica. Desde este punto de vista son tentativas de alcanzar algo
eterno.
Frente a estos rasgos comunes hallamos diferencias que nos permiten
distinguir el amor ertico del amor humano. En el amor erticb que nor
malmente se desarrolla, como el amor sexual, entre hombre y mujer vibra
todava, como contrapunto, la temtica de la vitalidad. Contiene la aspitacin
a ser incluido en una comunidad vital merced a la participacin con el t
y a crear, cmo producto de ella, algo nuevo. En el amor ertico la vida
quiere tambin sentirse en su fuerza de procreacin y creacin; pero el
amor ertico no es ya un puro fenmeno vital, una mera impulsin; sino
que lleva en s rasgos de espiritualizacin, puesto que la expansin de la
vida slo puede ser satisfecha por la colaboracin con el t como Idea. As la
procreacin y la creacin constituyen la participacin vital en el Eros bajo
el signo de la Idea, sobre todo de la Idea de un tercero que es creado en el
encuentro amorosa En esta temtica el amor ertico es la expresin de
que el hombre nunca puede ser completamente hombre cuando vive en Id
soledad de su yo, sino slo cuando vive frente al t. Y tambin que esta
dualidad de lo masculino y lo femenino determina que slo en el dialoga
de los sexos se realice la unidad de lo humano. Smbolo de esta unidad en
la dualidad es el hijo, aun cuando el amor ertico quede sin descendencia.
Y porque el hijo resulta del amor sexual, tambin ste se halla entretejido
con el amor ertico; pero asumido a Ja esfera espiritual desde la pura
todos los hombres. Segn que estas tendencias del ser-para-otro se hallen
presentes o ausentes, hablamos de actitud social o asocial. Estas actitu
des fundadas en valoraciones se definen por su relacin con un portador
de valores considerando lo que ste pueda esperar del sujeto. Como porta
dores de valores pueden figurar no slo personas, sino los seres vivos en
general, e incluso cosas e ideas; hablamos, por ejemplo, de actitud ante
el trabajo. Cuando hablamos de la actitud de iin hombre hacia su prjimo
nos referimos a su relacin valorativa hacia el ser de su misma especie, al
grado en que son importantes pata sus actos y su conducta, el ser y el
modo de ser, el bien y el dao, las aspiraciones al bienestar y a la estimacin
de este prjimo. El concepto de actitud ante el prjimo considera segn
un aspecto especial las tendencias dirigidas a l, sobre todo desde el punt
de vista de lo que el otra ha d esperar del portador de esas tendencias,
l a explicacin de la Psicologa genetal de las tendencias referidas al prjimo
penetra as en la esfera de la Psicologa social; pues indudablemente la
vida humana en comn est determinada principalmente por las actitudes
de los hombres. En este aspecto las tendencias asistenciales, sobre todo la
benevolencia (bondad) y el amor humano aparecen como actitudes socia
les. Hablamos de actitud asocial cuando un hombre se halla desprovisto del
sentimiento de la preocupacin por los dems as como por su bienestar
o sufrimiento.
Las motivaciones anmicas internas de las que depende la actitud aso
cial pueden ser de distintas clases. Puede proceder simplemente de una
insensibilidad frente a los valores del prjimo hacia los que se hallan diri
gidas las tendencias del ser-para-otro, en tanto esta insensibilidad pata el
t deja libre el paso a los efectos itreprimidos del egosmo, del deseo de
poder y de la necesidad de estimacin. Esta forma marcada de la actitud
asocial que aparece en el tipo de los psicpatas desalmados 129 y que llega
al extremo en la moral insanity es, en el fondo, lo que en lenguaje co
rriente llamamos desconsideracin. Este trmino designa la ceguera para
todas las obligaciones para con el prjimo cuya satisfaccin aceptamos en
las tendencias del ser-para-otro. Formas especiales de esta ceguera son la
grosera y la brutalidad.
Existe otra forma de actitud asocial en la que no se trata realmente de
una insensibilidad y ceguera psquica para el bienestar de los dems, sino
de la tendencia a perjudicarles. Tambin el desconsiderado hace dao a los
otros, pero lo hace por irreflexin, por falta de imaginacin, por ceguera
ante los demis como un t. Pero existe una inclinacin asocial en la que
no se pasa por alto, como en la desconsideracin, el bienestar de los dems
sino que d causarles dao se convierte en la lnea directriz de la conducta.
Aqu se transforma en su contraria la tendencia del ser-para-otro, la ten
Por otra parte, queda tanto menos lugar para las exigencias de la tendencia
al goce cuanto ms fuerte es el impulso creador.
Si en la clasificacin de Jas vivencias pulsionales de la transitividad
supraindividual, dirigidas al mundo en el sentido ms amplio, citamos en
primer lugar las tendencias creadoras reunidas en el concepto general del
impulso creador y diferenciadas en las direcciones del rendimiento y de la
configutacin, fue porque el impulso creador es la forma primera desde
el punto de vista evolutivo y la ms general en cuanto a la temtica, en que
aparecen estas vivencias pulsionales. La actividad como proceso fundamental,
que es percibida en el impulso a la actividad todava como mera funcin
de la vitalidad, es proyectada en el impulso creador hasta el horizonte suprasubjetivo y supraindividual del mundo intelectual. As, encontramos el im
pulso creador ya en nios de 6 aos, bien en forma de tendencia al rendi
miento o en forma de impulso a la configuracin. Naturalmente, en el
curso del desarrollo se va diferenciando el impulso creador hasta que, en los
adultos, se subdivide en las formas de que ya hemos hablado.
d.
y efmero, como un mero aqu y ahora, sino como una mostracin y articu
lacin de algo supratemporal y eterno. Esta supratemporalidad es lo que
debe aparecer a travs de la forma y representacin sensibles. Esto ocurre
en los autnticos poetas. Lo que existe aqu y ahora, lo efmero es, para
ellos solamente, alegora de algo eterno. El pintor intenta mostrar el
paisaje o el retrato con los rasgos que lo elevan sobre el significado de un
casual y fugaz aqu y ahora. Y el msico no intenta realmente expresar sus
vivencias personales, sus sentimientos y estados de nimo momentneos,
sino que al dar forma externa a su intimidad quiere que se perciba algo
humano, eterno. En la prctica slo debe considerarse como obra de arte
aquello que en forma sensorial-concreta, sujeto a un aqu y ahora, hace apa
recer algo supratemporal
Como testigo de la afirmacin de que el instinto artstico contiene la
temtica de intemporalidad podemos tomar a H. H esse, En su novela
Narciso y Goldmund, Narciso, el monje que ha dedicado toda su vida a la
meditacin filosficorreligiosa en la soledad y el apartamiento del mundo
propios del claustro, pregunta a su amigo Goldmund, el artista que en
un acuciante impulso vital ha atravesado el mundo como un torbellino:
Qu te ha proporcionado el arte y qu ha significado para ti? Y Gold
mund responde: La superacin de fugacidad. Vt que de las locuras y de
la danza macabra de la vida humana algo quedaba y sobreviva: las obras
de arte. Tambin ellas perecen a veces, se queman y se estropean o son
destruidas. Pero siempre perduran durante algunas generaciones y forman
ms all del momento un tranquilo reino de imgenes y reliquias. Me ha
parecido bueno y consolador el colaborar en ello, pues es casi un eternizar
lo pasajero.
Por lo que respecta necesidad metafsica como vivencia pulsional
trascendente, su peculiaridad nos resulta especialmente clara si pensamos
en la transformacin anmica que tiene lugar en el hombre al pasar de la
infancia pubertad y que atae a las relaciones con el tiempo. Para el
nio el tiempo no es el continuo e incesante movimiento de nuestra existen
cia y de la existencia de todas las cosas sobre una lnea en la que nunca se
retrocede un punto, un movimiento forzoso e inevitable, que viene desde lo
oscuro de un fondo real y desaparece de nuevo en esta oscuridad 133, El nio
percibe el tiempo ms bien como una sucesin de momentos cada uno de los
cuales es un s infinito y es saboreado intensamente, de modo que no aparece
la conciencia del fluir irrevocable de lo infinito del tiempo. Esta situacin ps
quica segura, este bienestar paradisaco en el aqu y ahora sufre una sacudida
al pasar el hombre de nio a adulto. Entonces se ve repentinamente pre
cisamente en la pubertad colocado como un ser finito en lo infinito del
tiempo. l a ingenua confianza y el bienestar en el aqu y ahora se pierden
comparando aqullas con los instrumentos con que los instintos tocan la
meloda dd carcter individual
La importancia de las capacidades en relacin con las tendencias se ve
sobre todo en la esfera de los intereses. No todo inters (por el arte, la cien
cia, etc.) se- halla, acompaado por las dotes necesarias, Como tampoco las
dotes de que se dispone se hallan siempre emparejadas con el inters corres
pondiente: Precisamente cuando debe ponerse en claro la accin de los in
tereses en la formacin del carcter de un hombre, la determinacin de
estos intereses debe completarse necesariamente con la de sus aptitudes.
Pero esto puede decirse no slo de los intereses, sino tambin de. todas
las tendencias. As, d impulso creador depende de la energa creadora, el
apetito de sensaciones de la capacidad vivencial, de la qu todava hemos
de hablar ms addante. Indudablemente existen individuos que se carac
terizan especialmente porque la intensa hambre vivencial que en ellos existe
no se acompaa de la correspondiente capacidad. Tambin la realizacin de
las tendencias a la asociacin, la busca de contacto, necesita, como 7a diji
mos, una especial capacidad. Existen sujetos que tienen grandes dificultades
pata llegar a establecer contacto con los dems, no porque les falten la ne
cesidad y la tendencia a la asociacin, sino porque es pequea su capacidad
en este sentido.
LA INTENSIDAD DE LAS TENDENCIAS
Que la vida anmica sea determinada por las tendencias que en ella ac
tan depende, no slo de la clase de estas tendencias, de su relacin intrapsquica 7 del destino que experimentan merced a las condiciones previamente
dadas, sino tambin de su fuerza individual. Cuanto ma7or es la fuerza de
una tendencia, tanto ms propende a apoderarse de la direccin de la vida
anmica; cuanto menor es, tanto menos importancia tiene para la direccin
7 configuracin de la vida. Esto puede decirse tanto respecto al corte trans
versal dd prsente anmico como al corte longitudiual dd curso vitaL Natu
ralmente, la intensidad de las tendencias no se expresa siempre en el mismo
grado en cada una de estas direcciones. Por ello se recomienda hablar, por
un lado, de la intensidad q fuerza, 7 por otro lado, de la persistencia de las
tendencias. Debemos comprender como intensidad el efecto dinmico de las
tendencias que alcanza al corte transversal del presente anmico, 7 como per
sistencia d poder de las tendencias en tanto se manifiestan en el corte lon
gitudinal dd curso de la vida, .
La devada intensidad de las tendencias se manifiesta en que todos los
contenidos de la vivenciaindudos las percepciones, representaciones 7
pensamientos- son determinados 7 dominados por la finalidad de aqullas-
temple persistente,
Sn embargo, debemos tener en cuenta que-precisamente en la esfera
endotmica las diferencias conceptuales no deben estimarse como determi
nantes segn el esquema de la delimitacin espacial, sino como acentuado
ras, como resaltadoras de ciertos rasgos dominantes. Esto es vlido, sobre
todo, en- la diferenciacin de las emociones y los estados de nimo persis
tentes, Como veremos, todas las emociones, todas las vivencias de estirfiulacin contienen tambin un factor de estado. Lo designamos como actual,
es decir, presente in actu, en la realizacin de los movimientos emocionales ;
y en cuanto al estado de nimo que le corresponde, para diferenciarlo de
los estados de nimo persistentes, Ies denominaremos estados emocionales
de relativa duracin. Pero s las emociones, en tanto que procesos, contie
nen estados de nimo actuales, tambin, por otra parte, en los estados de
nimo permanentes intervienen como demostraremos ciertos movi
mientos emocionales. Por ltimo sealaremos que existen sentimientos de
los que se puede dudar si deben considerarse y clasificarse como emociones
o bien han de ser tenidos como estados estimulantes o de humor. A ellos
pertenecen el aburrimiento, la angustia, la irritacin, el susto y la ira. Pero
en el sentido de la formacin de conceptos acentuadores no podemos pasar
por alto la diferenciacin entre movimientos y estados afectivos, que se hace
no slo conveniente, sino necesaria.
As, pues, las vivencias son mociones sentimentales, no son estados
persistentes, sino movimientos como las tendencias , procesos parcia
les del fondo endotmico dentro del proceso global del circuito funcional
anmico, en el cual las tendencias y las emociones se hallan recproca e nti
mamente ligadas en la intimidad del fondo endotmico.
Esta relacin se explica si pensamos en el hecho de la temporalidad, el
cual se halla en el fondo de la vida anmica como en el de toda vida. En los
instintos y tendencias se manifiesta la interioridad de la vida anmica en
la forma de la tempo ralizacin, en cuanto como instintos y tendencias se
dirigen a la realizacin de lo que an-no-es y desarrollan la temtica del
es decir, son actos dirigidos a objetos y pueden por ello designarse tambin
como emociones dirigidas .
Como a los instintos y a las tendencias, tambin a las emociones les co
rresponde un papel especial en la totalidad de la vida anmica humana.
Debido a que los contenidos del horizonte objetivo perceptible reciben di
rectamente de nuestra intimidad valores vitales, de significado o de sentido,
se produce una particular relacin entre el mundo exterior y nuestro propio
ser. El ser estimulado por el mundo en las vivencias establece, entre la
existencia humana y el horizonte objetivo dentro del que se encuentra, una
coordinacin que debe aceptarse como un dato ltimo. Constituye una uni
dad no susceptible de participacin, con dos polos, comparables a los de un
imn que precisamente en su duplicidad representan una unidad indiso
luble, Para nuestra experiencia esta unidad se muestra precisamente en el
hecho de que las referencias ntimas de las emociones, no slo descubren el
significado y el valor de contenidos concretos del mundo, sino que en ellas
tambin nuestro propio ser experimenta su realizacin como satisfaccin
o fracaso. En las emociones se hacen conscientes como sistema de valores,
no slo los contenidos del horizonte objetivo, sino incluso nuestra propia
existencia como valor posible.
Emociona
Contenidos del
Contenidos del
horizonte vive n a al
centro rivendei
Tonalidad endotimica
Modn
Cualidad
(Temple actual)
Profundidad
Intensidad
modonal
Configuracin
modonal
FIG. 3
cual se querra escapar, pero para lo Cual no se encuentra una salida. Y pre
cisamente en esto, en esta impotencia y perplejidad se muestra que el dolor
es un ataque al hombre en la temtica de su existencia vital. Pues en tanto
vivimos no podemos sustraemos a la vida. Y cuando esta vida aparece como
una desgracia y lleva consigo una espina somos vctimas de esta desgracia
en tanto no renunciamos a la vida. En el dolor, la vida se convierte en un
valor negativo. Y por eso, en las teoras metafsicas y filosficomorales,
la existencia del dolor se ha utilizado siempre como demostracin de la
falta de sentido de la vida.
Pero aunque el dolor desde el punto de vista vital no se subordine
a una determinada finalidad debemos preguntarnos si carece en absoluto
de sentido. En todo caso esta pregunta no puede ser contestada en sentido
negativo, sin ms, cuando se trata del dolor anmico. De E c k b h a r t procede
la mxima de que la cabalgadura que con ms rapidez conduce a la per
feccin es el sufrimiento. Es por otra parte una opinin con frecuencia
puesta de manifiesto que el grado de capacidad artstica depende del grado
de capacidad de sufrimiento. Esto significa que precisamente por el sufri
miento, por el dolor, en el que la vida experimenta una alteracin, puede
abrirse el camino hacia lo espiritual. La opinin que defiende K la g e s
de que la actividad del espritu slo se inicia y se hace posible en el punto
ea que se altera el fluir de la vida resulta unilateral, puesto que K la g es
comprende como espritu solamente el intelecto. Pero acierta en la inter
pretacin de que el hombre debe emanciparse de su cautividad en el fluir
de la vida para comprender que la vida no es el mayor bien logrando as
abrirse camino hacia lo espiritual. Gracias al dolor aparece posible esta li
beracin.
Os abrazo, multitudes!
E ste sculo vaya al mundo entero!
a algo que amenaza quitar o destruir la vida como tal y todava no individua
lizada. La experiencia primaria del pnico es la visin de la muerte. En el
pnico ante los fantasmas, ante la mscara de la muerte, ante la visin o la
noticia de un accidente o de un delito, quedamos sobrecogidos por la pr
dida y destruccin de lo sagrado de la vida. En presencia de la muerte se
estremece la vida misma. El sentimiento de la vitalidad pierde su fuerza
de sostn y amenaza transformarse en un abismo. Precisamente el concepto
del Ent-setzens (de-stituir) indica que nos sentimos desposedos de la
base vital que aguante nuestra existencia, lo mismo que la de todo lo viviente.
Y que el gesto del pnico sea el sacudimiento debe tomarse como smbolo del
esfuerzo para desprendemos del contacto con la muerte y con sus imgenes
de vida destruida, mutilada y profanada.
Aunque en el pnico es, pues, afectada de un modo peculiar y prefe
rente la temtica de la existencia vital, vibra tambin en l la temtica de
la transitividad en cuanto se halla dirigido a valores de sentido. Sentimos
pnico ante sucesos en los que queda destrozado el valor de sentido que
representan.
B.
susto,
la
d.
La fuerza que en ello se oculta y la riqueza que aqu se manifiesta son cuali
dades esenciales de la compasin autntica y se encuentran no slo en ella,
sino tambin en la sim-pata en la alegra.
La defectuosa comprensin de a compasin por ScHOPENHAUBR nos
permite-ya darnos cuenta de la importada que tiene el esclarecimiento
fenomenolgico de la sim-pata. Podemos citar aqu otra forma de seudocompasin de la que San A g u s t n habla en sus Confesiones : La ver
dadera compasin es, sin embargo, la que no encuentra ningn goce en
el dolor, pues en caso contrario podramos desear que hubiera quien su
friera, nicamente con d objeto de poder sentir compasin m , La dinmica
propia de esta conducta no consistira en la participacin en el prjimo, sino
en un inters egosta, 7 su ltimo fin no sera el bien de los dems, sino la
autocomplacencia y el autcgoce del gesto condescendiente de ayuda.
Esto por lo que respecta la sim-pata. Si ahora pensamos en su impor
tancia en la esfera caracterolgica y nos planteamos la pregunta de qu
significan la capacidad y la disposicin para la sim-pata en la trama anmica
total de un hombre, acuden a nuestra mente un grupo de conceptos, rodos
los cuales se hallan en el campo de la caracterologa; por ejemplo, la bondad,
la humanidad, el altruismo, la delicadeza, la ternura, el calor humano 7
sobre todo la cordialidad (Vanse pgs. 244 7 sigs.)
No es cierto, desde luego, que las personas que carecen de sim-pata
deban necesariamente mostrar la cualidad de inconsideracin que habitual
mente lelacionamos con los conceptos'de insensibilidad, frialdad y dureza
de corazn. Indudablemente existen hombres a los que les falta aquella
emocin radiante procedente del fondo endotmico que aparece en el calor
humano y en la bondad que lo acompaa, y a la intimidad de los cuales
en modo alguno llega directamente el bien o el malestar de sus semejantes
y que sin embargo, en el trato con ellos se muestran considerados, justos y
objetivos. Tratan con los dems, no con la escala de sus disposiciones emo
cionales a la sim-pata, sino siguiendo los cnones de su conciencia moral
con arreglo a los axiomas generales del deber, de la justicia y de la objeti
vidad. Les falta el don de la intimidad, el calor humano; no son cor
diales, pero s correctos. Esto debe tenerse en cuenta, sobre todo, al enjuiciar
las personalidades esquizotmicas.
Por lo dems, lo que comprendemos en los conceptos, ya citados, de
pobreza de sentimientos, frialdad afectiva e insensibilidad, no es idntico a
lo que llamamos dureza. sta se refiere solamente a la conducta 7 como tal
no caracteriza una incapacidad para sentir las emociones de la sim-pata,
sobre todo la compasin, sino solamente al hecho de no reconocer a estas
emociones ningn derecho a determinar la actitud y el trato para con sus
semejantes. En los casos en que no se manifiesta la sim-pata por exigencias
que nos hallamos ante una relacin existencia! y una correlacin entre el
yo y el t, cuyo fundamento y motivos no pueden ser ya investigados psico
lgicamente, sino que hay que aceptarlos como hechos nticos, es decir,
como hechos que ya estaban dados antes de establecerse las relaciones an
micas y antes de la aparicin de toda vivencia. La esencia del amor al
prjimo ser desconocida a quien no salga del crculo puramente psicolgico
y no vea la relacin ntica que sirve de fundamento al amor. Esto puede
decirse sobre todo de la explicacin y comentarios del amor al prjimo
dada por el pensador que quiz ha hecho las observaciones psicolgicas ms
ingeniosas sobre l : S ten dh al 18.
Segn este autor, los valores que el amante cree ver en el ser amado
son algo que l mismo produce por una especie de autodeslmbramiento
segn la imagen que l deseara tener, o sea, que en el verdadero sentido
de la palabra d amor ciega. Esta opinin la ha expresado Sten dh a l por
medio de su famosa comparacin de la cristalizacin. Si colocamos una
rama seca, sin hojas, en el agua salobre de un pozo de sal y la sacamos al
cabo de unos meses, hallaremos una notable transformacin; la sencilla y
poco atractiva rama seca se ha cubierto con innumerables cristales brillantes
que, sobre rodo al sol, producen un encantador efecto. Stendhal ve en el
amor un proceso semejante. Segn l, construye sobre la verdadera figura
del ser amado bellos cristales, ve en el otro cualidades y valores que no
posee en absoluto. La diferencia entre la realidad objetiva del ser amado y la
imagen que se forja el amante corresponde a la que existe entre la rama
seca y la graciosa rama de cristal. O sea, que en el amor la formacin de
cristales es una sobreestimacin del verdadero valor del ser amado.
Una crtica de STENDHAL mostrara que en efecto en la prctica tiene
lugar, a veces, esta glorificacin ilusoria de la realidad del ser amado. Pero
esta glorificacin no tiene nada que ver con la esencia del amor, sino que
es un sntoma de aquel estado que el lenguaje designa ingeniosamente como
enamoramiento para distinguirlo del amor propiamente dicho. Nos enamo
ramos de ciertas cualidades, incluso muchas veces muy superficiales, que
tienen valores estimulantes sensoriales de la figura, de la voz, de los
ojos, de los movimientos, etc. y este enamoramiento nos ciega para los
defectos del otro, nos deslumbramos hasta el punto de no verlos. En cambio,
el amor no ama en el otro cualidades puede apreciarlas y estimarlas ,
sino que lo ama en la unidad insustituible de su ser en funcin de sus posibi
lidades de valores superiores a pesar de todos los rasgos acompaantes que
medidos con la escala de los valores humanos empricos pueden apa
recer como defectos. Quien ama dice KANT en su Antropologa (prra
fo 7 4 ) puede seguir viendo; pero el que se enamora queda inevitable
mente ciego para las faltas del objeto amado, aunque ocho das despus de la
Tambin muchos sonidos y olores a los que antes no atenda haban adqui
rido un nuevo valor, me hablaban y llamaban mi atencin. Todo lo que se
hallaba a mi alrededor me era querido y tena algo que decirme, nada estaba
muerto y no haba vaco en el mundo.
As como en estas citas coincidentes se describe la vivencia del amor
ertico como la metamorfosis del mundo, desde un estado de escenario rado
y decoraciones muertas, en una profundidad eruptiva y una novedad viva,
as se comprende que el afectado por Eros perciba como nueva cada apa
ricin del ser nado. Ningn instante es repeticin de otro, nada existe
gastado y rutinario. Que el hombre, que no participa interiormente en ello,
se asombre de que la visin del ser amado y el trato con l no lleguen
a hacerse aburridos y fatigosos para el amante no demuestra que ste delire,
como piensa STENDHAL, sino que nos hallamos ante el hecho de que el
erticamente afectado se halla en la ms alta potencia de la vida, que siempre
est presente como nueva y creadora. Slo cuando la vida desciende de esta
altura surge la conciencia del pretrito y de lo transcurrido y se lega al
'hbito y l aburrimiento. Y nada ms sobre el amor ertico.
Si lo peculiar del amor ertico es la exaltacin de la vida, una vivencia de
entusiasmo con la que el hombre es elevado a la gracia de la existencia y
encuentra en un valor e sentido su propio renacimiento, y si con esto
quiere decirse que en el amor ertico se halla esencialmente afectada la
temtica de la vitalidad, que vibra en l como contrapunto, precisamente esto
establece la diferencia entre el amor ertico y el humano al que los griegos
llaman gape.
Tanto en uno como en otro, la existencia del amante se halla en realidad
afectada y estimulada por el objeto amado como por un valor de sentido
iluminante. El amante recibe sus propios contenidos de la luz que le
presta la imagen de valor del ser amado en el sentimiento amoroso. Esto
es lo que ambos tienen en comn. Pero al gape le faltan la exaltacin vital
y el renacimiento. Ambas formas de amor se hallan, en efecto, llenas de la
conciencia de hallarse inmersas, juntamente con el ser amado, en una vida
comn. Pero esta vida no exhibe en el amor humano la exigencia de la
propia existencia y de la propia vitalidad, es 'decir, se halla libre de la
temtica del impulso vital, es un puro existir paia los dems.. Y esto cons
tituye la diferencia entre el gape y el eros.
Esto por lo que respecta a las emociones del estar-con-otro y del serpara-otro. Corresponden a las tendencias al contacto con bs semejantes que
fueron desgajadas, como primer grupo, del conjunto de las tendencias tran
sitivas, teniendo en cuenta la importancia que el mundo de b s semejantes
representa para el hombre.
Si ahora tenemos en cuenta el resto de las tendencias del grupo de la
transitividad nos encontramos en primer lugar con b s de las tendencias
creadora y cognoscitiva.
b.
Los sentimientos normativos. Ya dijimos que las Ideas no slo son bus
cadas en su aparicin individual concreta, como ocurre en la tendencia al
amor, sino tambin en su validez general abstracta. Esto puede decirse igual
mente de las tendencias de la transitividad que hemos designado como ticas.
Tambin a ellas les corresponden determinados sentimientos, los normati
vos. A este grupo pertenecen en primer lugar el sentimiento del deber y
el sentimiento de la justicia. En los sentimientos normativos tiene lugar
una percepcin de llamadas que solamente un incorregible psicologismo
puede relacionar con motivos derivados del temor. Lo que nos conmueve en
los sentimientos normativos son las Ideas de deber y de justicia que llegan
directamente a nuestra intimidad y originan all lo que llamamos ligmenes
normativos. Precisamente el concepto de ligameri pone de manifiesto el
enraizstmiento real de las emociones normativas en el fondo endotmico.
Pues el conocimiento de las exigencias del deber, de la obligatoriedad y
de la justicia no procede de la lgica de un clculo ni de la reflexin sobre
la conveniencia de una accin o una omisin respecto a las consecuencias
o al xito, o sea, no de la esfera de la inteligencia, sino de la posibilidad
directa de ser afectado por valores de sentido. Los sentimientos normativos
representan un preocuparse, un interesarse, y est es un proceso del fondo
endotmico. Por ello, la falta de comprensin de las exigencias del deber y
de la justicia no es una imperfeccin de lo que despus conoceremos como
superestructura personal, sino un defecto del fondo endotmico.
Adems de los sentimientos del deber y de la justicia deben incluirse
tambin en la esfera normativa la contrariedad, la indignacin y la clera,
lo cual puede parecer extrao a primera vista. Pero en la prctica estas
D.
Cordialidad y conciencia
lo comn tan indiferente hacia las cosas como hacia las personas m .
Esto, en forma positiva, significa: l a cordialidad se muestra tambin en
el amor a las cosas, a las pantas, a los animales. alegrarse o entristecerse
por algo la manifiesta. Doquiera que tenemos apego a algo, o algo nos
llega al alma o tenemos cario a algo, se trata de vivencias de la cordia
lidad. Cuando tenemos que alejarnos de un ambiente, de una ciudad o de
un paisaje, con los que nos hallamos habituados y familiarizados y sentimos
hasta qu punto pertenecemos a ellos y ellos a nosotros, estas vivencias co
rresponden igualmente a esta esfera. sta se espresa en toda afiotanza. Si
intentramos formular el denominador comn de.los ejemplos citados, b
que mejor le corresponde es el concepto de vinculacin o religacin (en sen
tido del latn religere: sujetar, ligar, del que se deriva reUgio).
As, pues, este concepto alcanza ms all de las emociones de la convi
vencia humana y comprende la esfera de los sentimientos en b s que esen
cialmente se percibe una valoracin de seres, hombres y cosas y una reli
gacin con ellos, un recproco pertenecerse. En este sentido, ser cordial es
hacer resonar e iluminar el mundo que nos rodea, dejarlo llegar directa
mente a la propia intimidad como un horizonte del yo que tiene en s su
sentido y su valor de b s que nuestra propia existencia recibe plenitud y
sentido.
Y esto puede decirse, no slo de las emociones de la convivencia y del
amor, sino tambin de las creadoras, cientficas y trascendentes. Tambin
son movimientos de la %.ordiaIidad la alegra de crear, el asombro y la ad
miracin, la vivencia esttica, la veneracin como sentimiento metafisico
y la vivencia religiosa. En todos ellos se estructura un horizonte de valores
de sentido que se lo proporcionan a la propia existencia.
Y ahora slo nos queda investigar si este concepto es aplicable tambin
a las emociones de la esfera moral. Lo que nos permite sobre todo hacernos
esta pregunta es la experiencia de que los sentimientos normativos sobre
todo los de la justicia y el deber se comportan neutralmente frente a los
sentimientos de la convivencia humana y del amor, como ha sealado
KANT en las siguientes frases de su Metafsica de las costumbres : Si la
Naturaleza hubiera puesto en el corazn de un hombre poca capacidad de
simpata, si ste (p lo dems un hombre honrado) fuera, por tempera
mento, fro e indiferente ante el sufrimiento ajeno, quiz porque dotado
del especial don de la paciencia y de la capacidad de soportar al propio,
presupone y hasta exige b mismo de los dems, si la Naturaleza hubiera
formado tal hombre (que, realmente, no sera su peor producto), poco pre
dispuesto a la filantropa, no encontrara todava en s mismo fuerza bas
tante para atribuirse un valor superior al que pueda tener un buen tem
peramento? Evidentemente! Precisamente, el mayor valor de un carcter,
mundo con los que nos hallamos ligados por intermedio de la cordialidad.
La intimidad de la actividad de la conciencia indica que en ella se trata
siempre de nuestio yo espiritual-personaL La conciencia nos hace saber1
que somos nosotros mismos los que queremos hacer o hemos hecho una
cosa, es decir, que nos corresponde decidir, que elegimos nosotros mismos.
As la conciencia nos enfrenta con el interrogante de si lo que hacemos
con nuestros actos u omisiones podemos incorporarlo a nuestro ser para
toda la vida. El arrepentimiento es una emocin de la conciencia que como
ya dijimos>no se refiere realmente a las consecuencias de un hecho, sino
a nosotros mismos como seres capaces de realizar tal accin. Por ello la
conciencia contiene, no slo una responsabilidad y una vinculacin con el
mundo, sino tambin una responsabilidad frente a nosotros mismos.
Y
por eso las reacciones de la conciencia son, en el fondo, las de la
temtica de las tendencias autovalorativas. Al hecho citado de que la con
ciencia tenga dos caras le corresponde exactamente el que con las tendencias
a la autoestimacin se tiende el puente desde las tendencias del s-mismo
individual a las de la transitividad (pg. 147). Para hablar con W. Stern,
no existe autoestimacin sin introcepcin, sin interiorizacin de los va
lores de sentido del mundo. En la tendencia a la autovaloracin intentamos
realizar como sentido nuestro yo individual trascendindolo e integrndolo
en los valores de sentido del mundo. Y as, en las emociones de la concien
cia se transmite siempre algo doble que, sin embargo, representa, en su
bilateralidad, un todo inseparable : una omisin ante las tendencias de la
transitividad y al mismo tiempo ante las de autoestimacin.
As, pues, la conciencia, considerada como esfera de sentimientos, se
encuentra en aquel punto de la estructura anmica total del hombre en el
que la temtica del yo individual se entrecruza con la de la transitividad.
Es el punto en el que el yo se constituye como persona en su irreversibilidad ante s y ante el mundo. Si con la palabra cordialidad tomada en
su sentido ms amplio-consideramos la esfera de los sentimientos de la
transitividad, entonces en la conciencia moral la cordialidad se halla en
conexin con la temtica personal-espiritual del yo individuaL
No es por azar por lo que el lenguaje caracteriza con las palabras cor
dialidad y conciencia esferas especiales de'sentimientos, sino que tiene coma
motivos evidentes el que a ambas les corresponde un significado antropo
lgico especiaL En los movimientos de la cordialidad se ve que el hombre
no slo participa en la vida preindividual, que no es slo un ego individual
que ha de luchar por su existencia, sino que es, esencialmente, un ser espi
ritual que pregunta ms all de s mismo y que consigue participar en los
valores de sentido. Y en los sentimientos de la conciencia se hace patente
que su xistencia no le es dada, como a las plantas, slo como una drcuns-
E.
actitud de espera con la ley del curso temporal. La paciencia se muestra, por
una parte, en un mero poder-esperar algo merced al cual quedamos inac
tivos y dejamos transcurrir el tiempo; esta forma pasiva de la paciencia
sirve para soportar las contrariedades de la existencia, las desilusiones, en
fermedades, etc. Pero existe tambin una paciencia activa que se demuestra
en la infatigabilidad de los esfuerzos activos que se dirigen a conseguir el
xito esperado.
Sobre el terreno de la espera crecen tambin las emociones que pueden
reunirse bajo el concepto de la sor-presa. En su horizonte objetivo se halla lo
que realmente ha sucedido con la nota vivencial de lo inesperado. A este
grupo pertenecen, entre otras, la sorpresa agradable, la penosa, la conster
nacin, el sobresalto.
As como dijimos que, corrientemente, al hablar de espera queremos de
cir la anticipacin y representacin imaginarias de sucesos y estados que
han de venir, hemos de aadir que el concepto de espera.se utiliza adems
con otro significado ms amplio. Las reacciones de sorpresa demuestran que
tambin sin llegar a representarnos anticipadamente la imagen de lo que
ha de venir tenemos una actitud ante ello en forma de una disposicin in
consciente a determinados modos de conducta de la que nace lo que podemos
llamar conciencia de situacin. sta, que rene un grupo de cualidades pro
vocadoras de sentimientos, circunscribe claramente pata nuestras vivencias
una esfera de sucesos posibles sin que stos aparezcan en nuestra concien
cia en forma de representaciones. Que sin embargo nos hallamos preparados
para estos acontecimientos lo demuestran ciertas reacciones de sorpresa.
Cuando cojo una caja de cerillas espero, o bien que contenga cerillas o que
est vaca. Pero si al abrirla salta un ratn como en una caja para dar
bromasquedo verdaderamente sorprendido. Sin embargo, la espera pre
via, que lleva en s el motivo de la sorpresa, no ha tenido en lo ms mnimo
la cualidad de una representacin consciente a pesar de que el hombre es
muy capaz de transformar a posteriori esta espera inconsciente en repre
sentaciones conscientes1,e. De tales esperas inconscientes, sin represen
taciones, est llena nuestra vida en cada momento merced a la conciencia de
situacin.
As como la afectacin por el futuro tiene en la espera su forma ms
general y neutra, existen otras .variedades en las vivencias de esperanza, de
temor, de preocupacin, de resignacin, de desesperacin. Precisamente en
estas vivencias alcanza su plena significacin el concepto de sentimientos
del destino.
lidades, a algo que todava no ha sucedido, pero que podra suceder, tambin
en l hay una espera ; as, en el temor ante un enemigo que nos ataca o en
el temor ante el relmpago en la tormenta. Pero el que, a pesar de esto, el
temor por algono se incluya en los sentimientos del destino obedece a dos
.razones: una, porque en l participa claramente la temtica del ser indi
vidual, la cuestin de la conservacin y seguridad del yo, mientras que la
aprensin, como sentimiento del destino, puede relacionarse con la tem
tica de todas las tendencias cuya realizacin se halla en el horizonte del
futuro; tambin puedo esperar o temer algo por otro. Y por otra parte,
al hablar de futuro nos referimos a un horizonte temporal mucho ms
amplio que el que es dado en el temor por algo. Lo que se teme en este
sentimiento no se halla en el presente considerado como punto matem
tico, pero s en el aqu y ahora de una situacin dada, mientras que la apren
sin se refiere a situaciones de un futuro, un no-querer-salir del recogimiento
del presente. Por la aprensin intenta el hombre proteger el presnte contra
las posibilidades que se ocultan en el seno del futuro. Por eso, al conjunto
de vivencias de la aprensin pertenece aquel movimiento del que extraemos
posibles armas contra lo que tememos : la preocupacin, l a aprensin es un
sentimiento provocado por el futuro; a la preocupacin le corresponde
esencialmente, adems, la precaucin, la preparacin sistemtica para el en
cuentro con el futuro. Y esto se realiza, no slo en la esfera de la reflexin
intelectual, sino tambin, en. tanto la situacin vital lo permite, en forma de
disposiciones prcticas.
Aun cuando dijimos que la aprensin como sentimiento del destino
puede referirse a la temtica de todas las tendencias en tanto su realizacin
depende del futuro y que en ese sentido no solamente puede temerse algo
para s mismo, sino tambin para otros, existe adems una forma especial
de ella en la que participa la propia existencia y su destino y que podemos
designar especficamentea pesar de que ya el temor es un sentimiento
del destino como temor ante el destino. Se halla dirigido a toda clase de
posibles derrotas en la lucha por la vida y por la existencia, a enfermeda
des, pobreza, fracasos, etc. Toda la gama de prdidas posibles de valor y de
posibles amenazas festonea el horizonte del futuro, del que el hombre no
puede apartar la mirada por el temor al destino. Por ello, ste arroja sus
sombras hasta sobre el presente. Pues an cuando dijimos qe el hombre
pretende con el temor proteger el presente contra la amenaza del futuro, no
llega realmente a poseer este presente, se halla indeciso entre el presente y
el futuro. Es incapaz de alegrarse por el presente, pues a la esencia de la
alegra corresponde el irradiar hacia el futuro. Pero ste queda oscurecido
para los hombres por el temor al destino, por la repesentacin de posibles
peligros. As, dice la Preocupacin en la segunda parte del Fausto :
F.
Combinaciones de sentimientos
DIFERENCIAS INDIVIDUALES
A.
La capacidad vivencial
El umbral de la (vivencia
nal. Queremos decir con esto que en muchos hombres los sentimientos se
originan pot motivos insignificantes, y por eso se produce con gran fre
cuencia, mientras que en otros individuos se requieren motivaciones ms
intensas para desencadenarlos. Con esta locucin umbral de la vivencia (ex
citabilidad afectiva) queremos significar el grado de mayor o menor faci
lidad para la produccin de sentimientos en relacin con la magnitud del
estmulo. Hay quien se acongoja y aflige por la prdida de un objeto que
rido, otros en cambio slo por la muerte de una persona amada. Para ex
plicar lo que queremos decir con la denominacin umbral de la vivencia
podramos utilizar la imagen de un instrumento de cuerda. El hombre de
sentimientos fcilmente desencadenabas es como un instrumento que
resuena al contacto ms ligero; en cambio, el hombre de sentimientos difcilmnte excitables se parece a un instrumento que requiere ser tocado
con cierta fuerza para producir sonidos. Por medio de otra imagen podra
mos comparar el umbral de las vivencias con la combustibilidad de diferentes
materias. Unas prenden con facilidad, otras difcilmente; pero por otra
parte puede suceder que la materia difcilmente inflamable se queme, una
vez que en ella ha prendido el fuego, con mayor violencia que la fcilmente
inflamable. Por esto debemos separar con todo rigor la capacidad vivencial
del umbral de las vivencias, para no juzgar como incapaz de vivencias a un
individuo que nicamente necesita estmulos ms intensos para experimen
tar'las vivencias, pero luego es afectado por ellos con intensidad mucho
mayor y consecuencias ms duraderas.
Entre los temperamentos con facilidad o dificultad extremas para sen
tir las vivencias existen numerosos estados intermedios. En general, el nio
muestra un umbral de vivencias ms. bajo que el adulto.
Una forma especial de la exacerbacin de la excitabilidad afectiva es
la que acostumbramos a designar con el nombre de sentimentalismo. Es
una propensin exagerada a experimentar vivencias en la esfera de la cor
dialidad, por lo cual se reacciona a los ms finos y cambiantes matices de
las impresiones. Esta sensibilidad, de sismgrafo, de la receptividad se
acompaa en el sentimentalismo de una fcil entrega del sujetla las im
presiones que afectan a la cordialidad, una verdadera pasividad ante los
estmulos. El sentimental es sumergido por sus impresiones afectivas, se
muestra pasivo frente a ellas, sus vivencias actan nicamente hacia aden
tro, es decir, no recibe de ellas impulsos activos intensos dirigidos hacia
afuera, las emociones no se traducen en actos y conductas. El concepto de
sentimentalismo entraa siempreadems del bajo umbral una pecu
liar delicadeza en la penetracin de la vivencia y cierta falta de resistencia
frente a los estmulos.
D.
la profundidad de la vivencia
111.
Hasta aqu hemos mostrado que las tendencias y las emociones son
vivencias del fondo endotmico. Se ha evidenciado la correlacin integra
tiva en que mutuamente se encuentran. Como ya queda dicho, las tenden
cias son revestidas por las emociones y stas, a su vez, quedan influidas por
aqullas.
Las dos clases de vivencias endotmicas se hallan ligadas mutuamente
por la comunidad de la temtica triple de la existencia vital, del ser indi
vidual y de la transitividad. En las emociones se percibe la realizacin o el
trastorno de la temtica correspondiente, dada en el encuentro de ella con el
mundo, y de lo cual estn matizadas las tendencias. De esto resulta la di
visin de las emociones en: emociones de la existencia vital, del Yo in
dividual y de la transitividad Y los sentimientos del Destino reflejan el fufuturo como am po de realizacin o de fracaso de las tendencias en su
significacin para la vivencia actuaL
Las tendencias y las emociones son procesos anmicos, sucesos, actos,
que oscilan entre dos supuestos polos : el horizonte de un mundo objetivo, y
el centro inobjetivable del ser viviente animado; dichos polos se ponen de
manifiesto en la comunicacin con el mundo, de tal manera que alma y
mundo aparecen como una unidad polar.
En efecto, la experiencia ensea que el fondo endotmico no slo nos
es dado en procesos dirigidos hacia el mundo, sino tambin como un ser
-en-s-mismo, que recibe luz y tono desde dentro y que lo vivenciamos como
un estado relativamente estable, es decir, como un modo de humor o de
nimo o de talante o temple. A tales estados estacionarios o permanentes
nos referimos cuando hablamos de humor alegre, melanclico, piadoso, so
lemne, serio, satisfecho, indiferente o excitado.
La estrecha relacin que tienen dichos temples persistentes con las emo
ciones demuestra su pertenencia a los dominios del fondo endotmico, lo
que justifica que unos y otras los englobemos bajo el concepto genrico
de sentimientos. La fenomenologa de las emociones, en la que lo que
experimentamos como mundo se convierte inmediatamente en nuestra in
timidad como cualidad valorativa, ha mostrado que se acompaan siempre
propio del humor alegre, el cual muestra una gracia especial y, en todo
caso, hace olvidar los rasgos de la tensin rgida y la descarga violenta.
Este cuadro de conjunto que hemos intentado esbozar aqu sobre la
esencia del estado de nimo alegre hay que interpretarlo, naturalmente,
como un tipo ideal del que en la prctica estn ms o menos prximos los
casos particulares. '
melancola la vivencia de un vaco vital y de una pobreza del mundo. (tRILLp a e z e r habla de una monotona floja y aniquiladora para el espritu, que
riendo significar con ello que la melancola lleva consigo una peculiar po
breza de la vida representativa y una relajacin del curso del pensamiento.
Si nos preguntamos ahora acerca del sentido antropolgico de la me
lancola, es decir, lo que significa como temple de la vitalidad, veremos
que precisamente tal pregunta descubre esenciales relaciones de la vi
vencia humana. Lo que se experimenta en Ja melancola es la necesidad
insatisfecha de un contenido valioso del mundo, en el que la existencia en
cuentre su apoyo y su propia plenitud. En la tristeza est sumida la vida
humana en un mundo vaco de sentido, pero al mismo tiempo est' tran
sida, a modo de persistente meloda, por la pregunta no formulada acerca
de su sentido. Que tal pregunta caiga en el vaco y quede sin respuesta,
impregna la existencia de un tono sui generis que moldea la vivencia de la
melancola.
Por Io tanto, la existencia sumida en la melancola se halla colocada
en un mundo vado de sentido; como, por otra parte, la jovialidad est
henchida por la vivencia de la plenitud del mundo, resulta que humor triste
y humor jovial no son sino otros tantos modos del sentimiento mundano,
es decir, temples persistentes de la zona de la cordialidad. Peto su acento
peculiar, su caracterstica vivencial, reside, sin embargo, en d matiz del
sentimiento vital. Primordialmente son estados de nimo persistentes de la
vitalidad.
Lo mismo que el humor jovial, tambin acta la melancola como
tono vital determinante de la actitud que toma la tonalidad del hombre
frente a la vida y al mundo. El optimismo de la expectacin vital, que es
propio del hombre alegre, queda, por as decirlo, paralizado. Esto explica
que la necesidad de obrar, la disposicin para la accin espontnea, quede
reducida a un mnimum. Al que tiene el nimo triste se le hace penoso
tomar cualquier resolucin. As como d bienhumorado est propicio y dis
puesto a aceptar como valores a los hombres y a las cosas y a enriquecerse
con ellas, al mdanclico le caracteriza, por d contrario, un gran desinters,
una lasitud y un empobrecimiento de su vivencia valorativa que se Traducen
en una mala disposicin para aproximarse hacia los hombres y hacia las
cosas de su crculo vital, sea con el intelecto, sea voluntariamente o con
los afectos. El mundo apenas si es capaz de imantar sus objetivos. As lo
expresa G r il l p a r z e r en sus memorias: Mi corazn se ha hecho indife
rente, no me interesa ningn hombre, ningn goce, ningn pensamiento,
ningn libro. El triste es, ante todo, incapaz de cualquier dase de goce
vital, de los que Mrike describe en su chaleco de verano. Sucesos, cosas
y hombres se han retirado para los tristes hacia una cierra lejana, desde la
que dejan de interesar. Por supuesto, que esto no debe ser tomado en el
sentido de que el hombre con temple bsico vital melanclico sea ya inac
cesible a la participacin humana y a la bondad. Si bien es cierto que por
su propio impulso se siente poco inclinado hacia su ambiente, es, sin em
bargo, posible que vuelva a colaborar con l tan pronto como se lo pro
ponga. Asi se lo dice Rosalinda, entristecida por el destino de su padre; a
la alegre Celia en el drama de S h a k e s p e a r e Como gustis : Bien ; jne
olvidar de mi propio estado para regocijarme en el tuyo. Lo mismo que
en el nimo alegre hay, por una parte, un conocimiento acerca de la tris
teza y, por otra, una comprensin para hacerse eco de ella, del mismo modo
vibran tambin en la tristeza una comprensin y una tolerancia frente al
buen humor. El triste puede todava ser capaz de una sonrisa,
Del autntico cuadro de tristeza, que acabamos de disear, y que en
la experiencia puede comprobarse de un modo evidente en distintas cir
cunstancias, sobre todo patolgicas, debe ser separada una forma inautn
tica sentimentale. La tristeza autntica encierra un verdadero sufrimien
to existencial que gravita con todo su peso y empuja hacia la profun
didad de la nada; en cambio, en el estado de nimo sentimental, el tono
oscuro del sentimiento vital es experimentado y saboreado como un valor
de la subjetividad. Se d en estos casos el propio abandono gustoso a las
vivencias del dolor anmico, al humor triste y melanclico. El hombre con
temple sentimental triste est en el fondo prendado del pathos de su sen
timiento vital se siente bien dentro de l y propiamente coquetea con el
mismo como una postura, como una actitud.
rolgico. Segn el mismo, hay,-que establecer una distincin entre ios hom
bres con humor relativamente fijo, estable y equilibrado, y aquellos otros
cuyo humor es mudable. Dsignmes con el nombre ecuanimidad aquella
firmeza del estado de nimo en su punto medio, que se caracteriza por la
falta de desviaciones dd humor ante las diversas experiencias de la vida,
sobre todo hacia el polo del descontento. Considerada como la inalterabili
dad del temple bsico vital frente a los fracasos y los desengaos, as como
ate los acontecimientos felices, es la ecuanimidad la anttesis de aquel
otro estado de nimo variable que oscila entre la dicha celestials y la
mortal afliccin. La ecuanimidad est muy prxima al sosiego, aunque
existe entre ambas una diferencia. En efecto, este concepto se refiere ms
bien a la conducta externa. Sosiego es, por consiguiente, un' concepto de
actitud en cuanto designa una conducta, lo que nos permite hablar in
cluso de una alegra sosegada. En cambio, la ecuanimidad, como con
cepto de esencia, slo debe significai la firmeza del estado de nimo
en el cambio de los acontecimientos externos.
Por lo que se refiere al estado de nimo variable, puede ste pre
sentarse bajo dos formas : o bien vara, de un modo inmediato y sbito,
o bien gradualmente de un modo peridico. En el primer caso, hablamos
d alterabilidad o labilidad dd estado de nimo, y en el segundo, de perio
dicidad dd mismo.
contrado al estudiar la labilidad tmica, cae por completo dentro del rea
dt la normalidad psquica. Patolgicamente exagerado, lo encontramos en
el cuadro clnico de la psicosis manacodepresiva o circular11.
EL SENTIMIENTO DEL YO
ticamente del sentimiento vital, el sentimiento del yo. Esto est de acuerdo
con el hecho de que nuestro existir en el mundo, no solamente nos viene
dado como una mera circunstancia de la vitalidad, sino siempre tambin, y
al mismo tiempo, como un yo individual que se desprende del mundo al
que se enfrenta. Nosotros hablamos en un sentido muy amplio del senti
miento del yo como la vivenciacin por cada hombre de la realidad del yo
bajo la forma de un temple con el que en todo momento est relacionado
con el mundo al que, al mismo tiempo, se contrapone.
Correspondiendo a las relaciones concretas en las que el hombre ex
perimenta su mismidad individual en su desprendimiento del mundo de
los semejantes y en su oposicin con ellos, se estructura aquello que com
prendemos bajo el concepto de sentimiento de s mismo o del yo. Dicho
sentimiento se nos presenta bajo diversas variantes temticas fundamentales,
a saber, el sentimiento del propio peder, el del propio valor y las tonalida
des del contento y del descontento.
Clases del sentimiento del propio poder. Puede ocurrir, por lo tanto,
que frente a las concretas y posibles resistencias y peligros que se ciernen
ya que existe una forma de agresividad que hay que interpretarla, preci
samente, como una vertiente extema compensadora del sentimiento debili
tado del propio poder.
Por lo que hace referencia al estado de nimo que acompaa al senti
miento vigoroso del propio poder, es poco lo que puede sealarse de un
modo categrico. Solamente en sentido negativo podemos decir que son
refractarios a los temples de la melancola y de la amargura. Por lo que res
pecta a su posicin hacia el presente, el hombre de sentimiento estnico
del propio poder es mucho ms capaz que el astnico de alegrarse despreocu
padamente, de gozar y divertirse. En su actitud hacia el futuro se observan
los rasgos del optimismo y de la confianza. El estnico reclama con una
cierta naturalidad el favor del destino para su propia persona. Recurdese
la frase de C s a r : Ests conduciendo al Csar.y a su buena fortuna.
En esta asociacin se hacen patentes de consuno la temeridad y el arrojo.
La confianza en los favores del destino puede a veces exhibir el carc
ter de ingemia despreocupacin y temeridad que son propias del natural
sentimiento de potencia en la juventud. La confianza en s mismo descansa
aqu sobre el hecho de que en esta edad todava no son en modo alguno
enjuiciados adecuadamente los posibles peligros (sentimiento del propio
poder ingenuo y falto de crtica). Esta confianza incondicional en las empre
sas puede basarse tambin en el sentimiento del propio poder de aquellos
hombres que se sienten a s mismos como destino para el mundo, que se
saben posedos por una fuerza demonaca, como podemos observar en los
grandes conquistadores y jefes de Estado (sentimiento demonaco del pro
pio poder).
El hombre con sentimiento estnico del propio poder adquiere, por
la confianza que tiene en su fuerza, un porte en el que se revelan seguridad
en s mismo, decisin y serenidad; factores que, como es sabido, actan
en la sociedad y comunidad humanas de un modo extraordinariamente su
gestivo y constituyen el verdadero punto de cristalizacin de un autntico
caudillaje. En efecto, solamente si tenis confianza en vos mismo, confia
rn en vos las almas ajenas *. La apariencia del hombre dotado de un
vigoroso sentimiento del propio poder est exenta de nerviosismo y de in
quietud; si topa con dificultades, responde a lo sumo con potente pro
testa. Precisamente las resistencias con que tropieza a su paso son las que
le incitan a dspertar y a concentrar su voluntad. Circunstancialmente, pue
den darse tambin en petsonas con este sentimiento ciertos comportamien
tos que calificamos de despotismo y afn de independencia, los cuales pueden
llegar hasta la rebelda; es un conjunto de fenmenos diametralmente
opuestos a la necesidad de sumisin que siente el hombre con sentimiento
* Palabras de Meflstfeles en el iFousto de
G o eth e.
dbil del propio poder- Un ltimo rasgo caracterstico de las personas con
sentimiento estnico en su forma esencialmente activa, consiste en un na
tural sentido de Jos hechos y de la realidad, en oposicin a los astnicos,
que propenden a esquivarla. El estnicq es expansivo, participa de un modo
natural en el mundo, se conquista a su ambiente, yendo a las cosas con
mpetu directo y espontneo, manejndolas con desenvoltura y suficiencia.
Medante la contraposicin de ios sentimientos dbil y fuerte del
propio poder, hemos sealado los polos opuestos, muy importantes desde
el punto de vista caracterolgico, entre los que se encuentran numerosas
formas intermedias que no vamos a describir aqu.
Podramos preguntarnos todava en qu se fundamenta el sentimiento
del propio poder de un hombre. No lo sabemos con seguridad; slo po
demos indicar algunos factores que son importantes en la determinacin
de estos sentimientos en sus. variantes estnica y astnica. El grado de
dicho sentimiento parece depender, ante todo, del turgor vital, del biotn o 218, es decir, de la fuerza vital general de que cada hombre est
dotado. l a vida es ante todo actividad espontnea y por ello pueden ser
considerados como medida de a fuerza vital, el vigor y la tenacidad con
que los movimientos corporales, anmicos y espirituales de un hombre im
pulsan a ste hacia adelante. As, por ejemplo, el vigoroso sentimiento del
propio poder del sanguneo parece basarse en un marcado turgor vital,
mientras que el sentimiento debilitado del melanclico arraiga en un turgor
vital muy disminuido.
Si la fuerza vital pertenece a- los fundamentos extraconscientes psicosomticos de la energa del sentimiento del propio poder, hay, 'por otra
parte, una serie de motivos conscientes que tambin la determinan. Como
tales, entran en consideracin riquezas, sabidura, inteligencia, fuerza y
belleza corporales, habilidad y experiencia, dominio de los modales, etc.
Por esro un sentimiento dbil del propio poder tiene a menudo su moti
vacin en la conciencia de cualquier defecto, sea en el orden somtico, sea
en el espiritual. Hay que hacer notar, adems, que la fuerza corporal no
supone necesariamente, ni mucho menos, un sentimiento estnico del pro
pio poder. Hay gigantes atlticos que son astnicos desde el punto de
vista caracterolgico2ie.
Finalmente, puede darse tambin el caso de que ciertas experiencias
de la vida hayan influido sobre el sentimiento del propio poder de un hom
bre. Nos referimos, sobre todo, a vivencias de la primera infancia. A lo
largo de toda la vida, los xitos obtenidos actan en primer plano y en
calidad de testimonios de una capacidad y de una superioridad, como punto
de cristalizacin del sentimiento estnico del propio poder, Y lo mismo po
dra decirse de los fracasos como determinantes del sentimiento astnico.
elevado del propio valor, algunos de cuyos matices aparecen siempre, sin
embargo, demasiado exagerados. As como sobre la base de los sentimientos
demonaco y aristocrtico aparece la actitud del orgullo como expresin de
una conciencia de superioridad del propio valor sobre el de los dems, a la
que llam N ietzs 'CHB pathos del distanciamiento, la actitud que surge
del inautntico sentimiento elevado del propio valor reviste, por el contra
rio, la forma de la altanera (presuncin, vanagloria)*. Los sentimientos aris
tocrticos y demonaco que se expresan en la actitud del orgullo estn por
encima de toda posible comparacin con las dems personas. La altanera,
por el contrario, siente siempre la necesidad interna de parangonarse con el
prjimo, y por esto adopta invariablemente un cierto aire deliberado. La al
tanera,, se acompaa siempre de un gesto que seala la minusvala de los
dems, a la par que subraya la propia superioridad. Como el altanero est
siempre pendiente del efecto de este gesto, se encuentra bajo una cierta
tensin. Precisamente en esto se revela su dependencia del mundo circundan
te, al que tiene que aceptar para dar realce a su sentimiento del propio
valer. H buen observador se da cuenta de que el altanero se desenvuelve
constantemente con cierto esfuerzo para distanciarse de sus semejantes La
falsedad de su sentimiento del propio valor se manifiesta justamente e el
hecho de que, en su exagerado gesto de menosprecio, se preocupa de su
prjimo mucho ms de lo que realmente quisiera damos a entender con
dicho gesto. El hombre portador de un autntico sentimiento del propio
valor no necesita esforzarse lo ms mnimo para procurarse un marco de
aislamiento; posee una superioridad natural que le permite prescindir de
todo distanciamiento artificioso. En cambio, el esfuerzo que emplea el al
tanero para mantenerse a distancia de sus semejantes subsiste incluso en la
condescendencia, en l cual, dicha distancia, lejos de borrarse, se destaca
con mayor evidencia * * . Citemos finalmente, para diferenciar el or
gullo de la arrogancia, un aforismo de LlCHTBNBBRG : El orgullo, pasin
noble, no es ciego para los propios defectos ; pero la altanera, s ***.
Otra exteriorizcin del falso sentimiento del propio valor, algo dife
rente de la altanera, pero prximo a ella, es el hasto, es decir, aquella
* La necesidad de distinguir el orgullo y la arrogancia que aqu postulamos, apa.
rece clara, entre otras razones, porque por ejemplo, la falta de orgullo la atri
buimos a un hundimiento del propio valor, pero nunca daramos la misma in
terpretacin a la falta de arrogancia.
Paralela, a la diferencia entre arrogancia y orgullo, ea la que existe entre
servilismo y humildad. E l servilismo es la exageracin de la propia minusvala
por una constante alusin a la superioridad de los dems, por lo que lleva con
sigo el gesto de menosprecio de s mismo y tiende, al mismo tiempo, a un
reconocimiento de dicho automenosprecio. Por el contrario, la humildad es una
voluntarla y comprensible subordinacin a un valor superlorv una actitud ser
vicial, pero no servil, haca l, sin que en su expresin externa hacia dicho
valor superior se denote un captatio beneu olenti.
debe ser buscada de tal modo que se estimulen y adiestren algunas otras
dotes y capacidades. El jorobado no puede variar su figura, pero con as
tucia puede ejercer su poder entre bastidores... El joven poco musculoso
puede, con su aplicacin, sobresalir en el estudio 223. Los casos de este
tipo son compensaciones de segundo orden y pueden denominarse <tcom
pensaciones de la oportunidad ms prxima.
Hay, adems compensaciones de tercer orden. Cuando no es posible
liberarse de un sentimiento permanente de inferioridad por ninguno de
los caminos arriba citados (sea por falta de capacidad, sea por falta de
nimo), puede surgir la protesta contra el sentimiento de inferioridad que le
conduzca a un extravo, si el individuo trata de conquistarse un prestigio
a cualquier precio. En tales casos, hablamos de una compensacin ficticia, en
el com o-sh . Ya dijimos en otro lugar (pg. 137) que, en la prctica, tales
compensaciones se manifiestan en forma de entrometimiento, corducta pre
suntuosa, fanfarronera, insolencia, desprecio del prjimo y del mundo, tes
tarudez, pertinacia y espritu de contradiccin. Tales actitudes compensa
doras del como-si sirven al sujeto para representar el papel que desea
sin estar preparado para ello, por lo que llevan siempre consigo una especie
ce falsificacin o de camino extraviado, no solamente ante los dems, sino
tambin ante s mismos. Aparece una imagen directriz (A d ler), que uno
se, hace a s mismo, que dificulta, o hace imposible la adaptacin a la
realidad y el contacto con la comunidad as como su inclusin en ella.
En todos los casos de una tal compensacin, el sentimiento de, inferiori
dad nunca es, en modo alguno, elaborado ni superado internamente en el
fondo de la personalidad, sino tan slo exaltado y reprimido, por lo que sigue
actuando con no menos fuerza desde el inconsciente. En el mejor de los
casos, el sentimiento del propio valor as logrado es siempre inautntico,
y ) Adems del sentimiento de inferioridad resignado y del compen
sador (o de protesta) hay todava una tercera forma, sentimental. Lo que
quiere expresarse con este concepto, lo comprenderemos fcilmente si re
cordamos lo dicho anteriormente (pg. 275) sobre la tristeza sentimental.
No se trata aqu de un autntico sufrimiento por la vivencia de la inferio
ridad, sino de un placer antinatural, hasta cierto punto masoquista, de un
coqueteo con este sufrimiento, que se realiza en la actitud consciente de la
sumisin, de la autohumillacin y del servilismo. Tales hombres se sienten
n el fondo enteramente a sus anchas con su sentimiento de inferioridad.
c.
sidad y por su naturaleza, sino tambin segn la reactividad con que res
ponde a las experiencias de la vida, unas veces hacia arriba y otras hacia
abajo. Del mismo modo, tambin la reactividad del sentimiento del propio
valor vara de unas personas a otras. Hay hombres de epidermis dura, cuyo
sentimiento del propio valor es relativamente insensible, no slo frente a la
alabanza y a la censura, a la estimacin y al desprecio, sino tambin frente
a la voz de la propia conciencia de su valor. Por otra parte, hay sujetos cuyo
sentimiento autovalorativo oscila con la sensibilidad de un sismgrafo, tanto
en la esfera del autosentimiento de su valor como en la de la conciencia
de estimacin, ante las divetsas experiencias de la vida. Se caracterizan
porque ese sentimiento del valor personal se desva hacia abajo con fa
cilidad, a la manera de un detector de movimientos ssmicos. Son individuos,
por lo tanto, que poseen una exaltada labilidad de dicho sentimiento en su
roce con el mundo' circundante, y a los cuales el lenguaje corriente denomina
sensibles, o mejor, susceptibles. Estos individuos se sienten fcilmente
ofendidos, humillados o atacados sin ms ni ms, por efecto de las exteriorizaciones o acciones, insignificantes-en s, y en modo alguno maliciosas,
de las otras personas. En consecuencia, la reaccin negativa de su senti
miento del propio valor, es completamente desproporcionada en relacin
con las motivaciones externas. La labilidad del sentimiento del propio
valor en el sensible, se puede traducir, o bien en forma de sobresalto n
timo por sentirse dolorosamente lastimado, o bien en una actitud hostil y
agresiva hacia su alrededor. En este ltimo caso, la hipersensibilidad del
sentimiento del propio valor aparece sobre todo, como ya se indic en otro
lugar, en aquellos hombres en que dicho sentimiento es inautntico; mues
tran, en efecto, una irritabilidad y una quisquillosidad exageradas, y pre
cisamente por esta razn, porque su sentimiento del propio valor slo es el
revestimiento compensador de un sentimiento de inferioridad que no quieren
reconocer. Debido a esto, nunca abandonan el cuidado de su propio pres
tigio, es decir, de la estimacin que los dems puedan dispensarles.
C.
Contento y descontento
EL SENTIMIENTO CSMICO
expresa con l que no hay. nada por lo que merezca la pena de vivir. Pues
es propio de la esencia del hombre el no consumarse, como d animal, en
la prolongacin de su existencia y en la conservacin de su espede, sino
su poder de preguntar y buscar ms all de su propia finitud y caducidad.
Pero detrs de la cosmo-visn propia dd nihilismo late un determinado
sentimiento mundano, una impregnacin por d mundo, un temple rela
cionado con la pregunta de cmo y para qu se est en el mundo, desem
bocando en a nada, en el nihil de la absoluta falta de sentido, en la que
la existencia est encerrada y de la que el nihilismo toma su nombre. Y si ya
dijimos que era peculiar de la angustia existncial d colocar al hombre
lleno de sentido, exclusivamente pot ser lo que es. En tan limpia y pura
forma, este sentimiento mundano se da muy pocas veces. Pero una parte
del mismo entra como ingrediente de aquel otio sentimiento mundano al
que llamamos humor.
Si intentamos aclarar la esencia del humor, deberemos empezar por re
cordar que, como sentimiento mundano, est siempre ligado al sentimiento
vital de la jovialidad, aunque sin identificarse con l. As como melancola,
amargura y mal humor constituyen el lxico con que descifran el mundo
y la vida aquellas personas que son presa de tales estados de nimo, el
temple de que toma su origen el humor es nicamente la alegra vital. Su
luz, que llena el mundo de fulgores, y su mirada, que se dirige hacia toda
Ja riqueza del mundo, por encima de pequeneces y estrecheces, constituyen las
fuerzas de las que el humor vive. Esta alegra del humor es algo comple
tamente distinto de aquella irreflexiva festividad que quiere satisfacerse a
toda costa acercndose a las cosas placenteras y apartndose de las que le
molestan y no cuadran en su estado de nimo y que, o bien busca a los
bromistas o se convierte a s mismo en comediante. Mucho de lo que suele
recibir el nombre de humorismo es de la citada especie y nada tiene que
ver con el humor propiamente dicho. ste es reflexivo, no atolondrado;
profundo, no superficial. Su buen temple es afn a lo que D ante llam ala
grande tristezza, replegada en lo ms ntimo del ser. Junto a su honda
alegra, el humor tiene siempre su propia seriedad, y en ello estriban su
amplitud y su grandeza. Dicha seriedad nace del conocimiento de que nada
terrenal y humano es completo. Pero al mismo tiempo, el humor est im
pregnado de la certeza de que todo es bueno, puesto que se encuentra do
tado de la gracia de la vida. Y es precisamente en esto en lo que se ma
nifiesta el humor como temple mundano. Humor es rer a pesar de todo,
ha dicho O. J. B ierbaum con frase ajustada y certera. La risa del humor
es propiamente un saludo a Ja existencia. Por el contrario, carece de humor
quien toma demasiado en serio Jas deficiencias de la existencia y de sus
semejantes, y pone mala cara al juego afortunado. Lo que le falta es aquella
actitud que le permita captar las cosas y las circunstancias, los hombres y
las relaciones humanas, bajo el prisma de las insuficiencias y debilidades de
la existencia terrenal, pero siempre en posesin segura de un lugai desde
el que pueda dar un valor relativo, comprender con amor y hasta perdonar
todas estas deficiencias y debilidades. As como la incapacidad para el amor
y la pobreza de cordialidad se encuentran inmediatamente por debajo del
sentimiento mundano del nihilismo, el humor, por el contrario, vive pre
cisamente de la fuerza del amor. As lo describe Cervantes en la figura
de Don Quijote, quien con sus locuras y ridiculeces, constituye un per
fetto smbolo de lo humano. El secreto de su amor reside en que entre sus
I n i
#-1
n m U f A J
Segn ya indicamos, dos son los puntos de vista que deben guiamos en
la exposicin de la vida anmica: Primero, el del enlace horizontal entre
alma y mundo constituyendo una totalidad integrada y cuyo modelo bsico
nos lo da el circuito funcional de la vivencia. Y segundo, el de otra forma
de integracin, la vertical, entre los diversos procesos y estados anmicos
diferenciales.
El punto de vista de la estructura vertical obtiene una preferencia na
tural por el hecho de que la vivencia en tanto objeto de la Psicologa se
apoya a su vez sobre la base de la vida inconsciente^ desconocida. Si habfamos de ponet de manifiesto la vida anmica en la totalidad de sus cone
xiones, nuestra exposicin haba de comenzar con la explicacin del fondo
vital, poniendo as al principio el punto de vista de la estructura vertical.
Sobre el fondo vtai como conjunto de los procesos y estados orgnicos
que se desarrollan en nuestro cuerpo, crece luego la multiplicidad de las
vivencias dentro de las cuales hemos separado una capa especialmente pro
funda con el nombre de fondo endotmico. Ah encontraron su explicacin
dos miembros del crculo funcional anmico: las tendencias y las emocio
nes que, a su vez como en general todo el crculo de las vivencias se
hallan incluidas en los estados de nimo persistentes.
Las tendencias y las emociones no pertenecen slo vistas vertical
mente - a una capa profunda de la vivencia sino que como vimos se
hallan relacionadas horizontalmente con el mundo. Con esto, ennuestra
exposicin, aparece ante nuestra vista el mundo como horizonte de la vi
vencia y tambin como lugar de la percepcin y de la conducta activa (fi
gura pgina 81). Por eso llevamos hasta el fin la consideracin hori
zontal de la vida anmica y describimos los restantes miembros del crculo
funcional anmico, o sea los procesos de la percepcin del mundo y de
la conducta activa.
A partir de esta consideracin orientada segn el modelo horizontal
del crculo funcional anmico seremos naturalmente llevados a la consi-
sector interno que se diferencia claramente del externo, que abarca los pro
cesos anmicos de concienciacin del mundo y de comportamiento activo.
Al diferenciar un sector interno y otro extemo de la vivencia, en modo
alguno abandonamos el punto de vista de la unidad de alma y mundo.
La separacin es slo relativa en el sentido de una acentuacin de un
componente dentro de una estructura unitaria. La vivencia endotmica es
imposible sin el horizonte del mundo y, recprocamente, la concienciacin
del mundo y el comportamiento activo no pueden realizarse sin las vi
vencias endotmicas, es decir, sin las tendencias, emociones y temples per
sistentes. Las tendencias van dirigidas al mundo ; en las emociones se halla
tambin siempre, implicado el mundo que conservando su matiz objetivo
queda capturado por la intimidad endotmica; por ltimo, los temples per
sistentes adquieren su peculiar colorido en el encuentro con el mundo.
Para que todo esto pueda ocurrir, es necesario que el mundo aparezca
en el horizonte objetivador de la vivencia, AI. estudiar las tendencias, las
emociones y los temples del nimo, sobre todo los mundanos ltimamente
analizados, presuponamos al mundo y a rodo lo que encierra como dado a>
priori. Por eso ahora parece oportuno ocupamos de este mundo en tanto
esfera externa de la vivencia e investigar los procesos anmicos merced a
los cuales aqul se convierte en horizonte de sta y lo que significa para el
conjunto de la vivencia.
L a perc epc i n s e n s ib l e
A.
Conceptos bsicos
.El sentido cinesttico. .No obstante, las sensaciones tctiles, por s solas,
no son suficientes para que se lleve a cabo esta funcin de orientacin en
el mundo. Para que el mundo pueda ser descubierto por la manipulacin
de objetos es necesario que sean percibidos por l conciencia los movimien
tos de nuestros miembros y el esfuerzo variable con que los ejecutamos.
D e esto se encarga un nuevo grupo de sensaciones, las cinestsicas o sensa
ciones de movimiento. Se designa con este nombre la conciencia del estado
de los msculos y tendones durante la realizacin de los movimientos. As
ha venido a agregarse un nuevo sentido al del tacto, el anestsico. Sus
rganos se hallan repartidos en gran nmero y en diversas formas por todo
el cuerpo, y sus sensaciones, aun cuando unidas a las del tacto, son bien di
ferenciables, estando constituidas por vivencias de esfuerzos y resistencias
y de la posicin y movimiento de nuestro miembro39.
Cabe preguntar si es admisible atribuir estas sensaciones de movi
miento a un rgano sensorial propio, puesto que slo se entiende como tal
un receptor corporal que nos proporcione acceso al mundo circundante.
A primera vista, las sensaciones de movimiento no son otra cosa que las
que nuestra propia corporeidad transmite a la conciencia durante nuestros
anos, que, al propio tiempo, regulan. No obstante, est justificado hablar
El sentido del olfato y el del gusto. Las sensaciones citadas hasta ahora
no se hallan localizadas en un lugar determinado del cuerpo, sino distribui
das por todo l, y ocupan, por ello, el puesto inicial en la escala evolutiva.
Si ahora pasamos al estudio de los sentidos circunscritos a una regin cor
poral y seguimos la jerarqua, evolutiva, antes que a la vista y el odo de
bemos prestar atencin al gusto y al olfato. El lactante ya reacciona en forma
relativamente diferenciada ante impresiones gustativas 7 olfativas antes de
hacerlo a las ms finas del odo y la vista. En los oligofrnicos se observa
el fenmeno anlogo de que ante objetos de los cuales el normal adquiere
conocimiento con slo mirarlos, ellos necesitan olfatearlos 7 a veces la
merlos para identificarlos. Este comportamiento prueba que estos sentidos
son ms primitivos en la escala evolutiva y entran en accin antes que la
vista y el odo como rganos de percepcin y de orientacin en el mundo.
El sentido del gasto, cuyos rganos nerviosos, las papilas gustativas,
se hallan distribuidos en la punta, los bordes y la base de la lengua y
tambin en el velo del paladar, transmiten las sensaciones bsicas de lo
dulce y lo amargo, de lo cido 7 de lo salado. Es evidente que estas sensa
ciones van vinculadas a una funcin de vital importancia, la de ingestin
de alimentos, y se hallan, por tanto, al servicio del instinto de conserva
cin. Vemos que los animales no comen o beben ms que lo que apetece
Z'su paladar 7 que en ellos la sensacin gustativa agradable revela que un ali
mento es adecuado o necesario para h vida. Lo que ocurre en el hombre es
muy distinto. La correspondencia biolgica entre la conveniencia para la
vida y la sensacin del gusto es en l laxa, puesto que es evidente que el
hombre come 7 en'cuentra sabrosas muchas substancias que son nocivas para
su salud. Nos enfrentamos nuevamente con el hecho que hemos citado rei
teradamente de que en el hombre los estados y procesos anmicos, si bien
regulados biolgicamente en amplia medida, 7a no se hallan firme y ex
clusivamente inscritos dentro del marco biolgico del instinto de conserva
cin. Mientras que en el animal de acuerdo con su superior dotacin ins
tintivar se hallan encaminados a la consecucin de un resultado biolgico
ptimo, en el hombre, en cambio, se han desprendido parcialmente de los
objetivos biolgicos y se han emancipado, si bien slo hasta cierto lmite.
Esto, precisamente, se comprueba en las vivencias del gusto, que aun cuando
no dejan de ser seales de conveniencia vital, pueden convertirse en ins
trumentos de goce, o adquisicin de placeres como en el arte culinario.
abejas ( 1931), entre otras muchas cosas muestra con qu finura opera el
sentido del olfato en las abejas y qu servicio presta para la orientacins*.
Y a hemos dicho que la razn de que los territorios sensoriales hasta
ahora citados se denominen inferiores se basa en el hecho de que en
estadios inferiores de la evolucin desempefan un papel decisivo para la
conciencacin y orientacin en el mundo. La justificacin de anteponerlos
en la evolucin a los sentidos superiores de la vista y odo aparece tam
bin en la consideracin siguiente.
La evolucin transcurre en el sentido de una diferenciacin progresiva.
Como ya se indic anteriormente (pg. 18), esta diferenciacin en la
evolucin del crculo funcional anmico se marca, entre otros aspeaos, en
el de que el buscar, el percibir y su reflejo en las vivencias afectivas y el
comportamiento que de ello resulte, constituyen inicialmente un conjunto
escasamente diferenciado, en el que cada miembro destaca poco su pe
culiaridad propia. Slo en el cursa de la evolucin esta unidad, relativamente
indiferenciada, va adquiriendo miembros definidos, surgiendo y destacn
dose la vivencia sobre un fondo de esquema bipolar, uno el horizonte del
medio circundante con el que nos enfrentamos como con algo extrao a
nosotros, y otro el polo del propio centro vivencial desde el cual vivimos.
Slo gradualmente se va realizando una diferenciacin en sector interno y
externo de la vivencia, claramente distinguibles uno de otro. Esta distincin
es mucho menos acentuada en los contenidos de la percepcin de los sen
tidos inferiores, que en los de la vista y el odo. Esto es especialmente vlido
para la sensacin de dolor. Se haba discutido mucho sobre si el dolor
cutneo es una sensacin o un sentimiento. C. Stumpf intent zanjar la
cuestin admitiendo una clase especial de vivencias, las llamadas por l
sensaciones afectivas, entre las cuales inclua no slo el dolor, sino el cos
quilleo, el prurito, la voluptuosidad fsica, etc. Es posible hablar de estas
sensaciones afectivas, pero dndonos cuenta de que se trata de vivencias
sensoriales en las cuales todava no se ha producido una separacin data
y terminante entre el sector interno y el externo de la vivencia, percibin
dose por tanto el propio estado y algo objetivo en una intrincacin an no
claramente separable. Esto ocurre no slo en el dolor cutneo, sino tambin
en las vivencias trmicas, tctiles, gustativas y olfativas. Al experimentar
una sensacin de temperatura nos damos cuenta de que algo externo est
fro, pero al propio tiempo, este fro es mi propio estado. Tambin
se da una fusin entre lo objetivo y lo subjetivo en la cooperacin que se
establece entre las. sensaciones tctiles y anestsicas para la percepcin del
mundo. Lo mismo ocurre con las sensaciones olfativas y gustativas. Algo
tiene un sabor salado o un olor a quemado. Pero este algo no nos es
dado para nuestra vivencia con la distancia objetivante de lo que vemos
la ms alta
Donde ms acusada se muestra esta tonalidad del lenguaje
es en el canto, en el cual las vocales quedan destacadas sobre los ruidos de
las consonantes. Precisamente el canto tiene una funcin comunicativa,
creando una unin solidaria entre los cantores. El hecho de que las per
sonas sordas propendan a la desconfianza e irritabilidad tiene su exclusiva
explicacin en la funcin sociolgica de la audicin. Padecen por quedar fuera
de la agrupacin social donde la comunicacin se establece por va acstica.
Xegrff
Fig. 6
a travs dei anaranjado, del amarillo al verde, del verde al azul y del azul,
a travs del violeta, de nuevo al rojo. En los ngulos de los cuatro colores
fundamentales encontramos siempre un cambio de direccin. Si partiendo
del rojo avanzamos hacia el amarillo a travs del anaranjado, podemos ex
presar este trayecto mediante una lnea recta, pues todos los colores de esta
serie tienen analoga con el rojo y el amarillo, aumentando la proporcin
de uno en la medida en que decrece la del otro; pero si avanzamos ms
all del amarillo, surge un cambio de direccin porque desaparece la seme
janza anterior con el'rojo y en su lugar surge una semejanza progresiva con
el verde; desde el verde al azul aparece un nuevo cambio de direccin, la
semejanza con el amarillo ha desaparecido y slo existe con el verde, que
gradualmente cede su lugar al azul. Un proceso anlogo se repite desde
l azul al rojo a travs del violeta; ha desaparecido el parecido con el verde
y slo existe con el azul, que va cediendo el paso al rojo, con lo cual voi-
ojos dirigimos involuntariamente los dos ejes oculares de modo que la ima
gen del objeto recaiga sobre puntos retinianos idnticos, correspondientes.
sta posicin de los ojos se denomina convergencia, y es grande con los
objetos prximos y va disminuyendo .a medida que se alejan.
Ahora bien, si se fija un punto poniendo los ojos en la posicin de con
vergencia en la cual la imagen de aquel incide en idnticos puntos cen
trales de ambas mculas, la imagen de un punto ms alejado va a parar a
puntos retinianos dispares y debera, por tanto, percibirse doble. Por con
siguiente, una determinada posicin de convergencia permite que slo
cierto nmero de puntos estimule zonas retinianas idnticas, proporcionando
una imagen nica. El lugar geomtrico de estos puntos se denomina horptero, y superficie nuclear (H ering) aquella en que aparecen todos los
objetos que en la convergencia de la mirada en un foc determinado se
reproducen en puntos retinianos idnticos. Todos los puntos que caen fuera
de esta superficie nuclear determinada por el grado de convergencia pro
ducen imgenes dispares y deberan provocar una visin doble. Pro babitualmente esto no ocurre, mejor dicho, no llega a nuestra conciencia. Slo
si dirigimos especialmente la atencin'conseguimos imgenes dobles. Si
situamos un lpiz a 20 cm. de distancia de los ojos y otto ms atrs a igual
distancia, pero slo fijamos la vista en el primero, el ms alejado producir
una imagen doble evidente. S nos fijamos en el ms lejano, se producir el
fenmeno inverso. El hecho de que habitualmente no aparezcan en la con
ciencia las imgenes dobles es debido a que la impresin ptica que recibe
la fovea central en la que la agudeza visual es mxima en ambos ojos, co
rresponde siempre a los objetos que mayor inters nos despiertan, mientras
que las imgenes que se forman en puntos retinianos dispares pertenecen a
objetos que en un momento dado no nos interesan y por ello no nos ente
ramos en absoluto de su aparicin doble.
l a percepcin del relieve o tercera dimensin haba pretendido expli
carse por la excitacin de puntos retinianos dispares. Sin duda la percep
cin de la profundidad espacial est en relacin con la visin binocular. En
la visin monocular la localizacin de las impresiones visuales en profun
didad es incomparablemente ms difcil que en la visin binocular. Se
supona que en los casos en que las zonas retinianas excitadas por puntos
determinados de los objetos se hallan entre s en una relacin de disparidad
horizontal de pequea magnitud, sta nos da la nocin de la distancia
que se halla el objeto en profundidad. Por ser la retina una superficie, slo
puede percibir en forma inmediata la anchura y la altura, mientras que la
profundidad del espacio slo puede captarla en forma indirecta. Cmo hemos
dicho, se ha admitido que la disparidad horizontal podra ser el factor que nos
proporcionara este conocimiento. Se argumentaba en esta forma: si pone-
mos ante nosotros una caja de cerillas y nos fijamos en su cara interior,
slo una serie muy precisa de puntos se forma en la superficie nuclear, es
decir, en puntos retianos idnticos. Todos los puntos situados fuera de
esta superficie se forman en puntos retianos dispares. Pero no son per
cibidos dobles; segn aquella concepcin, la magnitud de su disparidad
horizontal es la que nos proporciona el dato inconscient de que se hallan
situados tras del borde fijado y de que lo visto se extiende en profundidad.
No obstante, nuevas investigaciones han mostrado que la visin de
relieve no depende propiamente de la disparidad horizontal de puntos ais
lados de la retina, sino que obedece a diferencias en la reproduccin gestltica, es decir, slo aparece cuando la configuracin de los estmulos difiere
en ambos ojos por un matiz gestltxco de determinada magnitud140. En
todo caso es la funcin binocular la que agrega a la visin de la dimensin
horizontal y vertical la de la profundidad hasta el lmite del horizonte. En
virtud de ella adquiere el sentido de la vista la plenitud de su significacin
vital; slo por ella consigue el hombre la visin de conjunto y abarcar el
campo de su actividad.
Aparte de la disparidad gestlticas binocular, el ojo dispone de otros
datos para la extensin en profundidad, en especial las sensaciones cinestsicas durante la acomodacin y la convergencia, que son mayores ante los
objetos prximos que ante los lejanos, A estos criterios se agregan la re
particin de luz y sombras y las superposiciones y variaciones de magnitud
de la perspectiva.
D.
El principio de la forma
Si luego agrupamos los trazos por pares (fig. 8) son estas parejas las
que aparecen como figuras. Estos ejemplos muestran que existe en el su
jeto una tendencia a proporcionar una configuracin a sensaciones fisiol
gicamente equivalentes. Exhiben, adems, estos ejemplos los rasgos fenomenolgicos bsicos de toda vivencia de forma: el contraste entre figura
y fondo, la mayor importancia y consistencia de la figura respecto al fondo,
la tendencia de la figura a emerger del fondo pasando a primer plano y
F ig . 7
F ig . 8
tados justamente como de igual longitud. Pero si ambos lados .pasan a ser las
diagonales de dos paralelgtamos de distinto tamao, entonces se modifica el
juicio perceptivo. respecto a ambos lados, juzgndose uno mayor que otro.
No ha variado en nada el caudal de estmulos, las sensaciones provocadas
en la retina siguen siendo las mismas, pero la impresin de conjunto de
la percepcin ha pasado a ser otra. Los dos lados iguales son vistos como
partes de diferentes totales, es decir, como diagonales de paralelogramos
de muy distinto tamao. De la diversidad de los conjuntos se infiere errnea
mente la de las partes.
Las ilusiones ptico-geomtricas no dejan lugar a dudas sobre el hecho
de que partes completamente idnticas desde el punto de vista de los
estmulos o de las sensaciones de que se componen, poseen un valor de
impresin totalmente distinto segn los conjuntos significativos en que se
hallen incluidos. Y generalizando respecto a las relaciones de las sensaciones
y las percepciones se puede decir: Los elementos sensoriales son interpre
tados dentro del total del proceso de la percepcin segn la totalidad de
significado, segn la fortna dentro de la cual aparecen. Lo que desde el
O
bilidad de transposicin de las figuras. Dos cuadrilteros o dos crculos
pueden tener distinta longitud en sus lados o radios respectivos, con lo cual
variarn las sensaciones aisladas y la suma de los puntos retinianos excitados,
no obstante lo cual el carcter formal permanecer el mismo.
F ig . 11
Tigb
rige
La discusin del principio de forma ha mostrado en qu grado la concienciacin del mundo se halla sometida a la ley de la importancia significa
tiva. Pero es posible extender ms esta ley. No slo obedece a ella lo que
destacamos en el conjunto del campo perceptivo como formas significativas,
sino tambin la preparacin y disposicin de nuestros sentidos para adquirir
conciencia de los estmulos que aparecen en este campo. Pues las sensa
ciones no son simplemente el efecto fsico-qumico de los estmulos que
afectan los sentidos, aun cuando ste sea un factor indispensable. Para el
origen de las sensaciones siempre se precisa el estmulo del exterior. Como
ya hemos visto, las sensaciones acsticas dependen de vibraciones areas, las
cromticas de vibraciones electromagnticas, las del gusto y el olfato de
estmulos qumicos y las de la piel de procesos fsicos y qumicos del mundo
exterior. Pero el alma no es un aparato dentro del cual los estmulos que
llegan a los rganos de los sentidos se transformen en vivencias segn el
principio de causalidad que rige en las ciencias naturales. La actividad del
alma participa en el simple proceso de la sensacin tanto como en la percep
cin de formas. Tambin las sensaciones nos sirven para la orientacin
en el mundo y constituyen procesos de comprensin, interpretacin, tra
duccin, Si las imgenes preconscientes de la protofantasa son compa
rables a un vocabulario que posibilita la lectura del mundo en forma de
percepcin gestltica, las sensaciones equivalen al alfabeto de que aquel
vocabulario se compone.
Tres grupos de hechos hacen referencia a esta tesis: el'principio de la
energa especfica de los sentidos, el del umbral absoluto y el del umbral
diferencial, que se conoce con el nombre de ley de W eber -Fechner.
Ley del umbral absoluto. Incluso los estmulos que estamos en condi
ciones de recibir no provocan siempre una sensacin. Tienen que alcanzar
cierta intensidad para ser experimentados por la conciencia. Un rayo lumi
noso puede ser tan dbil que no altere sensiblemente la oscuridad, un sonido
tan dbil que no penetre en el odo, y un contacto tan suave que no lo
percibamos. En el agua de bebida de sabor ms puro, el qumico puede
descubrir siempre gran nmero de sales o cidos, pero no se perciben en
tanto su proporcin es muy pequea25S.
Este fenmeno lo designa la psicologa fisiolgica como umbral absoluto.
Es aquella magnitud que debe alcanzar un estmulo para provocar una
sensacin perceptible. La psicologa de los sentidos ha efectuado una serie
de mediciones de estos estmulos. As, ha comprobado que menos de 16 vi
braciones sonoras por segundo todava no son percibidas, y que ms de
20.000 dejan de serlo.
La ley del umbral diferencial. - Para que esto ocurra, no basta con que
sean percibidas las diferencias cualitativas entte las sensaciones verbi
gracia entre azul y verde, entre caliente y fro, entre lo visto y lo odo, entre
lo gustado y lo tocado, etc. , sino que tambin deben serlo las diferencias
de intensidad dentro de un territorio sensorial independiente, o sean las
diferencias entre lo fro o lo clido, entre lo ms o menos dulce, lo ms o
menos sonoro, lo ms claro o ms oscuro, etctera.
Tambin estas diferencias son percibidas por la conciencia. Pero la
experiencia demuestra que no toda diferencia objetiva y mensurable de dos
estmulos provoca una diferencia en la sensacin. As, por ejemplo, si pone
mos en una mano un peso de cien gramos y en la otta uno de ciento diez,
esta diferencia no es percibida. Slo cuando se llega a ciento treinta y tres
gramos aparece na sensacin de mayor peso. La magnitud en la cual deben
diferir dos estmulos para provocar una diferencia mnima perceptible en las
sensaciones se denomina umbral diferencial, y la sensibilidad para la
diferencia, sensibilidad diferencial. Cuanto menor es el umbral diferencial
tanto mayor la sensibilidad diferencial.
La experiencia muestra, adems, que la relacin entre un estmulo bsico
que provoca una determinada sensacin y la magnitud con que debe variar,
aumentando o disminuyendo, el estmulo comparativo para que se produzca
una sensibilidad diferencial, permanece constante dentro de ciertos lmites.
As, en comparaciones simultneas, si un peso bsico de cien gramos exige
una diferencia de 33 gramos para que surja una sensacin perceptible de
de la noche percibimos ruidos que pasan inadvertidos entre los ruidos del
da; as el tic-tac del reloj, ruidos alejados de las calles, el silbido del viento,
el susurro de las hojas de las plantas, el crujido de los muebles de la habita
cin. Tambin estos estmulos poseen la misina intensidad objetiva cuando
afectan nuestro odo, sea de da o de noche. Pero que los percibamos clara
mente por la noche, mientras que durante el da no llegan a nuestra con
ciencia, significa que la percepcin de un estmulo depende siempre de su
relacin con los restantes estmulos de la misma especie. Aqu parece existir
una relacin con el conjunto de la vida, puesto que el mundo como tal es
estructurado por las diferencias que las dimensiones del tiempo y del espa
cio proporcionan a cada individuo. Lo que debemos percibir para orientar
nos en el mundo no son slo las cosas tales cuales son en su tamao y cuali
dades absolutas, sino, sobre todo, las diferencias por las que cada cosa es.
deliitntada en relacin con las dems. La ley de W e b e r expresa un proceso
de adaptacin de nuestro sensorio a las condiciones cambiantes del mundo
circundante. Gracias a ella, el perfil del mundo para nestra orientacin
permanece constante dentro de ciertos lmites. En la oscuridad es necesario,
para la orientacin, que seamos sensibles a pequeas diferencias de los
estmulos luminosos.. Un proceso de adaptacin de nuestros rganos de los
sentidos de este tipo es el que se produce por la noche cuando saliendo de
una habitacin iluminada pasamos a una calle oscurecida, como ocurre en
las guerras modernas. En un principio tenemos la sensacin de estar envuel
tos en una oscuridad impenetrable y no nos atrevemos a avanzar un paso.
La sensibilidad diferencial condicionada por la habitacin intensamente
iluminada es demasiado pequea para posibilitarla orientacin. No obstante,
despus de algn tiempo esto vara. Gradualmente se aclara la oscuridad, per
cibimos diferencias de luminosidad ante las que ramos insensibles mo
mentos antes, gracias a ellas el mundo circundante adquiere perfiles que
sirven para nuestra orientacin. La ley del umbral diferencial o de la
sensibilidad diferencial expresa, pues, desde un nuevo ngulo, -la relacin
entre nuestra percepcin sensible y los factores de significacin.
F.
El principio de la constancia
LA ACTIVIDAD REPRESENTATIVA
A.
infancia sin que podamos recordarlas. Asimismo, las vivencias con una per
sona amada que ha fallecido, o de la que estamos separados, actan sobre
el conjunto de nuestra personalidad de un modo que desborda ampliamente
el de los momentos en que conscientemente la recordamos.
Cuanto constituye un saber susceptible de ser evocado en la conciencia
en forma'de representaciones, tiene como base la memoria reproductiva.
Se incluyen aqu los conocimientos tcnicos de los ingenieros, de los histo
riadores y, en general, todo lo que sabemos acerca de personas, cosas, pases,
idiomas, acontecimientos, etc
a.
b.
contenido mucho mejor que si lo hojeamos slo por encima. Nos sorpren
demos leyendo una pgina, que en ocasiones la releemos varias veces, sin
enterarnos en realidad de qu es lo que hemos ledo. Sobre muchas cosas
que en el curso de nuestra vida cotidiana penetran innumerables veces en
nuestro campo visual no podemos dar ningn dato cuando nos preguntan
por ellas, porque no les hemos prestado atencin
Desde luego, esta atencin no depende solamente de nuestra voluntad,
sino tambin de la valencia afectiva, de la capacidad de provocar senti
mientos de las cosas que percibimos. As la valencia afectiva es otea con
dicin de la retencin. Por lo pronto existe una diferencia en relacin con
la profundidad de la vivencia. La muerte de un set querido se adhiere ms
al recuerdo que la prdida de un objeto, aunque sea indispensable. Entre
las vivencias de igual profundidad afectiva, las que estimulan un afecto
positivo son mejor conservadas y ms fcilmente evocadas que las que
provocan afectos negativos. De este hecho depende el llamado optimismo del
recuerdo: tendemos a embellecer el pasado en el espejo del recuerdo porque
la memoria conserva las buenas experiencias de La vida mejor y ms a
gusto que las malas. Ingratos pata con el Destino, pensamos ms en aquello
a lo que hoy hemos de renunciar, y que poseamos en el pasado, y no
pensamos en que en ese pasado tena tambin insatisfacciones y miserias
de las que hoy estamos libres. La valencia afectiva representa un especial
papel en el recuerdo, sobre todo en los casos en que se ttata de contenidos
vivenciales que pesan sobre nuestro sentimiento del Yo. A esto se refiere
!a frase de N ietzsche citada a menudo: Esto he hecho, dice mi me
moria; esto no puedo haberlo hecho, dice mi orgullo y permanece incon
movible. Al fin, cede la memoria. El proceso del recuerdo se halla, pues,
en gran parte sometido a la ley de represin, de la que hablaremos ms
adelante. Acerca de esto veremos que ciertas vivencias con valencia afectiva
negativa son apartados del recuerdo, pero se conservan en la capa ms pro
funda de la memoria experiendal y desde all pueden ejercer su influjo sobre
el presente en la vida posterior.
Naturalmente, existen tambin contenidos vivenciales cuya valencia afec
tiva es pequea, o sea, que son relativamente neutrales en cuanto a la
afectividad. Tambin ellos se adhieren menos al recuerdo que los que tienen
una valencia afectiva positiva. Si lo que se come deja indiferente, no se
recordar maana lo que se ha comido hoy; en cambio, la interrupcin
de comidas montonas por un plato favorito permanece largo tiempo
en el recuerdo.
Con la ley de la valencia afectiva se relaciona tambin el hecho de que
ciertas personas tengan una memoria especial para los nmeros, los nombres,
para caras, para idiomas, para relaciones topogrficas, etc. Probablemente en
Trastornos de la memoria
La fantasa representativa
Una cosa semejante ocurre con la fantasa creadora. Pero en ella no hace
falta ya el estmulo del mundo exterior para que las imgenes primordiales
se despierten en el psiquismo dndose en la percepcin la superposicin
LA APREHENSIN INTELECTUAL
Si utilizamos el concepto griego noesis en su acepcin ms general de
conocimiento por medio del pensamiento, podemos designar a los procesos
anmicos de la concienciacin del mundo y de la orientacin en l, en los
La formacin de conceptos
Juicios y deducciones
El curso d d pensamiento
. a.
tado segn leyes cognoscibles. Tales leyes son buscadas para poder' deter
minar de antemano el curso del mundo. En la imagen del mundo que mues
tra la funcin intelectual del pensamiento aparece aqul como el campo de
la accin interesada, dirigida a un fin prctico; el mundo aparece como algo
hacia lo que se puede adoptar una actitud de clculo. Los conceptos y las
leyes por las cuales se concibe aqu el mundo como contenido de la expe
riencia son los sistemas categoriales, con los cuales opera y debe operar el
deseo de dominar la realidad cuando la busca como ordenacin de puntos de
ataque para la elaboracin tcnica y para la configuracin finalisti Es sig
nificativo que la Ciencia natural moderna, en la que el pensamiento se
utiliza en su pura funcin intelectual,.dirija sus mtodos en este sentido.
P o in c a k b reconoce que en la exposicin de una teora fsica su verdad <cno
es afirmada: slo nos permite conocer un mayor crculo de fenmenos en
forma que podamos dominarlos. Nuevos fenmenos pueden refutarla y en
tonces se forma una nueva imagen. No es la imagen lo que nos importa, nos
es indiferente que sea el mundo en s; nicamente queremos dominarlos3<>0.
As, el pensamiento crea, merced a eu funcin intelectual, una imagen
del mundo en la que la realidad aparece como un sistema de magnitudes
mensurables de la que quedan excluidos los valores individuales y los con
tenidos de sentido de los fenmenos captados en las vivencias afectivas.
Ahora bien, estaramos completamente equivocados si, basados en estos
hechos, quisiramos discutir a la funcin intelectual del pensamiento su
derecho a la direccin de la vida y a la comprensin del mundo, es decir, su
derecho, como medio de que dispone el hombre para orientarse, para or
ganizar la imagen del mundo respecto a la conservacin del individuo y de
la especie en tanto lo permite la estructura del mundo. La funcin intelectual
del pensamiento tiene ss mritos indiscutibles, y sobre todo descuella con
mxima intensidad en el territorio de las Ciencias Naturales, de la tcnica
y de la organizacin prctica de. la vida,
Y sin embargo, el problema que expresa KLAGES con la anttesis del
alma y del espritu no carece de fundam ento; vibra, sin lugar a dudas, en
el matiz de valoracin negativa con que llamamos intelectualistas a ciertos
hombres (racionalistas). En la prctica la funcin intelectual d d pensa
m iento puede convertirse en algo funesto, sobre todo cuando en la asimila
cin e ilum inacin noticas de la realidad com o horizonte existential sola
mente se plantea la cuestin intelectual de la mensurabilidad del mundo
de los valores, sobre todo de aquellos que entran en la conciencia por los
arranques del Eros y dd entusiasmo y merced a la funcin espiritual del
pensamiento, magnitudes no tan mensurables.
Este efecto funesto del intelecrualismo, que desemboca en una total
racionalizacin y tecmzadn de la imagen del mundo y de la conduccin de
la vida, ha adoptado en. el siglo x x la forma de una crisis cultural. Preci
samente a causa de los xitos prcticos de la funcin intdectual del pensa
miento se aproxima cada vez de forma ms amenazadora d peligro de la
intdecrualizacin en el desarrollo de la cultura o civilizacin modernas; la
cuestin de la mensurabilidad y posibilidad de dominacin del mundo se
ha convertido cada vez ms en una condicin a priori de la concepcin del
mundo y de la forma de vivir dd hombre; ste, cada vez ms en un ser
racional, calculador; el mundo en una realidad mensurable y, gracias al
buen uso de las reglas, dominable. La funcin intelectual del pensamiento
se ha convertido cada vez ms en un canon que d hombre aplica sobre d
mundo e intenta dominarlo y conducirse en l. Dentro de este mundo cuantificdo, vaciado de cualidades y sentido, intelectualizado y paia usar una
palabra de Max W eber dos-encantado, el hombre del siglo XX se en
cuentra totalmente empobrecido y desolado en su cordialidad, sin ligazn
(religio), robado de su interioridad, convertido en un ser sin alma*.
En la medida en que el hombre siente todava la totalidad de su ser
debe devar una protesta contra la intdecrualizacin de la imagen dd mundo
y de la conduccin de la vida, Pero esta pfotesta equivoca su finalidad, dis
para ms all de su meta y es injusta cuando se manifiesta .como renuncia
al pensamiento y se convierte, bajo el lema del derecho a vivir la vida, en el
salvoconducto para un irradonalismo sin freno. No tiene en cuenta que la
objecin justificada contra el pensamiento solamente alcanza a su funcin
intdectual y a sta, nicamente cuando aparece en la forma del intdecrualismo, o sea que se atribuye funciones que se hallan ms all de lo que
puede rendir. Pero la protesta contra d intdectualismo no puede en modo
alguno alcanzar esencialmente al pensamiento. En su funcin espiritual el
pensamiento se apoya sobre el fondo del alma, sobre la cordialidad, con
ella no sirve ai dominio tcnico ni a la organizacin de la realidad, que
son los fines de la conservacin y desarrollo dd Yo, sino a la temtica de la
transitividad, a la bsqueda del esclarecimiento del sentido de la existencia.
El sentido es una realidad que ya sjemprc es buscada y sentida en las vi
vencias tendendales y emocionales de la transitividad y que por la funcin
espiritual dd pensamiento se ilumina y convierte en d horizonte armnico,
ordenado y comprensible del mundo en que estamos. Precisamente all donde
la funcin intelectual deja al hombre extraviado y hurfano, sobre todo en
su demanda de una cosmovisin, empieza la obra de la funcin espiritual
lamente: varias sillas, una mesa, algunos libros, paredes empapeladas, etc,
sin poder explicar el aspecto que presentaban estas cosas. Con estas expe
riencias se demuestra que en nuestra percepcin sensorial casi nunca nos
damos cuenta de la totalidad concreta de lo percibido mediante los sentidos,
sino que en lo que percibimos sensorialmente nos referimos a las cosas
teniendo en cuenta lo que ya conocemos. As se demuestra que muy a me
nudo en nuestra percepcin sensorial influye ms el esquematismo de los
conceptos, como frmula de conocer y comprobar, que no lo que hayamos
percibido sensorialmente.
Rasgos
L as
cla ses
de la
a c c i n
A.
El acto instintivo
La accin experiencial
con los verdes. Este principio de experiencia sobre el cual se basa el com
portamiento mnstico, ha sido designado con el nombre de ensayo y error.
Segn ese principio, es posible adiestrar a peces para que busquen su ali
mento en determinado sitio. Los animales ms accesibles al adiestramiento
son los mamferos: caballos, perros y elefantes. Esto se halla en relacin
con el desarrollo de la corteza cerebral, o, formulado con ms precisin, con
la configuracin de determinados territorios de la corteza. La polilla, que
carece de cerebro, vuela siempre en direccin a la luz, sin aprender de la
experiencia. El hombre es el ser viviente en el cual el cerebro tiene un
desarrollo ms perfecto, y es, al propio tiempo, aquel para el cual la. ex
periencia tiene mayor importancia. Ningn otro ser tiene que realizar tantas
experiencias en su vida y aprender de ellas, para poder adaptarse a las
situaciones y conservar su existencia.
Quedara perdido y sucumbira si no fuera de aprender. Por todo
ello, la mayor parte de las formas de comportamiento que sirven para su
adaptacin vital estn basadas en la experiencia.
La conducta inteligente
'
J
....
individual que intenta llevar a cabo, mediante la conducta activa, sus fina lidades tendenciales luchando contra el mundo exterior. Desde el pnto
de vista gentico el desarrollo de la voluntad empieza a partir del enfrentaI miento con las resistencias exteriores. Tambin en los adultos se echa siem
pre mano de la voluntad cuando por ejemplo en una funcin que hasta en
tonces se haba desarrollado sin dificultad se tropieza con un trastorno,
cuando se le opone un obstculo inesperado.
Si en el hombre adulto la onda del acontecer anmico al servicio de un
impulso es rechazada as hacia el sujeto por la resistencia del mundo ex
terior y entonces se echa mano de la voluntad, sta ser referida, n primer
lugar, en su funcin inhibidora y conductora, al propio cuerpo que es el que
[ realiza las acciones. El cuerpo se halla en los lmites de los mundos ex
terior e interior y es dado al hombre como parte del mundo exterior
y tambin como morada de su mundo interior. Por ejemplo, sentimos nues
tro brazo o nuestras manos como algo que pertenece al mundo exterior, pero
f . tambin como algo que en su movimiento se halla ligado inmediatamente
a nuestra intimidad. As en el desarrollo de la voluntad existe una segunda
fase en la que regula el aparato motor, merced al cual el sujeto al accionar
se pone en relacin con el mundo exterior, de modo que los movimientos
' que realiza sean adecuados para alcanzar la meta a que aspira. Ciertas ac
ciones son omitidas, otras son configuradas y dirigidas por un objetiv. Esto
ocurre, por ejemplo, al enhebrar una aguja o en la ascensin de una montaa
difcil, en la que nuestros movimientos deben hallarse bajo un control cons
ciente para no despearnos.
1
Desde la periferia del cuerpo y de sus rganos de movimiento que par
ticipan en la conducta exterior, la voluntad, en otra etapa posterior del des
arrollo, se extiende hasta la esfera de los procesos anmicos internos, y cumple
tambin all su accin como instancia dd Yo que no deja que ocurra lo
que quiera suceder, sino que intenta regular el acontecer anmico. Esto
tiene lugar sobre todo en aquel grupo de procesos anmicos que como
los movimientos en lo motor constituyen el nexo sensorial de unin
; " con d mundo exterior : la percepcin sensorial. La funcin inhibidora y
directora de la voluntad lleva aqu a lo que la psicologa llama atencin
[ voluntaria. La atencin, como tal, no es todava un fenmeno volitivo310.
Slo se convierte en l cuando mediante- la participacin de la funcin de
la voluntad amortiguamos, es decir, pasamos por alto, todas las impresiones
sensoriales que perturban la observacin de lo que se halla en d foco d
una finalidad determinada. Tambin aqu la voluntad s desarrolla sobre
los puntos de friccin en el curso de la realizacin de una meta tendencial.
Las acciones automatizadas. La experiencia ensea que una accin voluntaria simple del tipo indicado puede aproximarse a la forma de curso
y a la estructura interna de la accin impulsiva inmediata, tanto ms, cuanto
con mayor frecuencia se repitan las acciones parciales dirigidas por la
voluntad que son necesarias para la organizacin de la accin, que de este
modo llegan a ser aprendidas y convertidas en costumbres. Decimos entonces
que las acciones voluntarias primarias pueden automatizarse. No tengo ya
que querer voluntariamente este o aquel movimiento, no tengo ya que in
tentar expresamente esta o aquella accin parcial. As, por ejemplo, el ci
clista experimentado no slo no tiene que pensar: ahora tengo que hacer
un movimiento con el brazo izquierdo, sino que tampoco ha de pensar :
ahora debo torcer el manillar .hacia la izquierda, sino solamente tener con
claridad en su conciencia: ahora quiero evitar este o aquel objeto. Pero
incluso este pensamiento puede resultar superfluo y se sumerge, en ciertas
circunstancias, en un nivel inferior de la conciencia 342. As como la fijacin
de la meta en el propsito, el impulso volicional, la organizacin de la
ejecucin y el hiato de la concienciacin han sido designados como signos
tpicos de la accin voluntaria simple, hemos de decir ahora que estas ac
ciones voluntarias se acercan al tipo de las acciones impulsivas inmediatas
por el camino de la costumbre, de la automatizacin, merced a la cual los
movimientos parciales de la accin voluntaria jrim aria se compendian cada
vez ms en una configuracin global de movimiento y accin. Las acciones
automatizadas se hallan, pues, fenomenolgicamente, entre las acciones im
pulsivas y las acciones voluntarias simples y desde el punto de visca gentico
'
1. puramente formal
Slo la temtica de las vivencias endotmicas proporciona a la persona
humana su riqueza y concrecin de contenido. Es en la -medida en que esta
temtica se integra con las fundones del yo, lo cual se logra permitiendo
acceder al pensamiento lo que pulsa en la vida endotmica y enfrentndolo
con la voluntad, como se constituye el s mismo personal como el centro
I_propio de la persona humana. En tanto el hombre vive-slo ft merced de
sus impulsos endotmicos, todava no representa un s mismo personal,
tampoco si slo vive segn las rdenes abstractas de la voluntad y d las*
reglas del pensamiento. Slo cuando ambas capas se abren recprocamente
! y cooperan ntegramente se realiza el s mismo personal. En este proceso
de integradn se enfrentan unas con otras las tendendas y emociones, espe
cialmente las temticas opuestas del s mismo individual y la de la transi
tividad, que siempre implica religacin y responsabilidad. As, la conciencia
I moral y la cordialidad se convierten en ndeos del s mismo personal.
De este modo el fondo endotmico y la supraestructura personal se hallan
mutuamente relacionados en el esquema global de la persona humana. Esto
significa que su integracin para constituir el centro del s mismo y la
unidad de la persona no es algo espontneamente dado, sino que es tarea
de cada individuo .encaminarlo a su realizacin. Ms adelante volveremos
a hablar de las posibles desviaciones y les trastornos del equilibrio integra
tivo entre las capas del fondo endotmico y de !a supraestructura personal.
SUPRESTRUCTURA
Pensamiento-
PERSONAL
.VOLUNTAD,
.NUCLEO DEL YO
" '1
SI'MSPVO,----------------1\ O %
REPR5ENTAC1N f
f iz
PERCEPCION
'(,
1 b
T t r t U T i t * o e tA .il
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Vo individual, q
V1TAHOAD
HORIZONTE
DEL. M U N D O
V O L IT IV A S
AU TOtATICA5
IN M E D IA T A S
A LA
ESTIMULACIN
H O R IZ O N T E
D E L. M U N D O
T E M P L .E SZ 1 .
J Z Z l S T A C I O M A B l O S l .
..^T E N D E N C IA S COMO
* e,USQOEX>A
EMOCIONES
COMO VIVENCIAS I
A FE CTIVAS
/
Fo n d o
e n d o t m ic o
fo n d o v ita l
V IV IE N T E ANIM ADO
____ REALIZACIN D E LA S
T E N D E N C IA S
Vi/-* C O N F I G U R A C I N
\
I
fAOCIONAI- DELOS
SENTIMIENTOS
Fig. 13
que en el esquema precedente aparecen separadas en un ngulo de 180,
discurren en realidad funtas en la misma direccin horizontal.
Pero al mismo tiempo muestran una estructura escalonada. La aprehen
sin. intelectual, como forma ms elevada del desarrollo de la comprensin
del mundo, y la accin voluntaria, como forma superior de la conducta
activa, permiten ver consideradas en la peculiaridad fenomenolgica de
su vivenciacin que estn determinadas por una instancia que se halla
supraordinada al fondo endotmico, o sea, por la estructura superior de la
persona centrada en el ncleo del Yo, cuyas funciones son precisamente e l ....
pensamiento y la voluntad. Por lo tanto, lo que tiene lugar en el sector
II.
Lo mismo que las vivencias del fondo endotmico, tambin los procesos
de la estructura superior de La persona tienen su importancia caratterolgica.
El selio individual del hombre se halla codeterminado en una parte esencial
por la ndole de su pensamiento y de su actividad voluntaria.
El
h Abito noetico
ser utilizados sin que sean ilustrados por ellas, existe, sin embargo, la posi
bilidad de recurrir, al pensar, en mayor o menor grado, a las representacio
nes como instrumentos facilitadores de !a comprensin, y, segn la medida
en que se utiliza esta posibilidad, hablamos de pensamiento concreto o
abstracto. El que piensa de un modo concreto-objetivo hace refulgir lo que
sabe intelectualmente en una representacin concreta. Esta objetivacin del
pensamiento no debe atribuirse a falta de capacidad de abstraccin. Quien
piensa concretamente queda adherido al campo de lo concreto, pero en
lo particular procura encontrar lo que encierra de generai ; el hecho con
creto se convierte en el smbolo de su pensamiento, en la ilustracin de lo
generai, mientras que el hombre con una defectuosa capacidad de abstraccin
no puede siquiera penetrar en el estrato de los conceptos generales.
Naturalmente que el grado de abstraccin del pensamiento se halla tam
bin determinado por el objeto al que se dirige. Las matemticas superiores
y la Lgica son, por su peculiaridad, los dominios del pensamiento abstracto.
Sin embargo, cuando caracterolgicamente hablamos del pensamiento abs
tracto de un hombre, en realidad no nos referimos con ello a que, gracias
a sus aptitudes, es capaz de pensar abstractamente cuando el objeto as lo
exige, sino que queremos decir que por su actitud notica hacia el mundo
tiende a tener en cuenta la realidad nicamente en funcin de los conceptos
abstractos. Evidentemente en esa inclinacin existe un cierto peligro de
alejar al hombre de sus contenidos y relaciones, obtenidos por su conciencia,
de la realidad de lo individual concreto. As, existen hombres que estn
inmersos de tal modo en la esfera de lo abstracto que no tienen ya ojos para
lo dado concretamente y slo ven el mundo a travs de las gafas de plidas
abstracciones y de esquemas conceptuales. Con este abstractismo llevan a
cabo una especie de endogamia de los conceptos, con lo cual dejan de
ver la realidad concreta. Estn presos en las redes de sus propios conceptos.
En la valoracin de la capacidad de abstraccin debe considerarse siempre
como caso ideal el de la elaboracin conceptual de la realidad por la abstrac
cin, sin perder el contacto con lo que la experiencia muestra de abundante
y variado, o sea, el caso en que la capacidad de abstraccin y el sentido de
realidad se hallan en un equilibrio armnico.
Paralelamente a la triple divisin lgica en concepto, juicio y deduccin
se plantean como puntos de vista para la determinacin del hbito notico
de un hombre las cuestiones de su capacidad de juicio y la del encadena
miento consecuente y ordenado de su pensamiento.
nuestro juicio nuestro provecho, de cualquier clase que sea: lo que.lo favo
rece nos parece aprobable, justo, razonable; lo que se opone a l se nos
representa realmente como injusto y desagradable 6 como inoportuno y
absurdo.... As nuestro intelecto est continuamente enturbiado y mediatizado
por los espejismos de la inclinacin. De estos ejemplos Schopenhauer,
en una de sus impresionantes comparaciones, deduce la conclusin siguien
te: Realmente el intelecto se parece a la superficie especular del agua
y sta a la Voluntad como tal comprende Schopenhauer lo endotmico
tendencial , cuya agitacin destruye la pureza de aquel espejo y la claridad
de sus imgenes.
l a citada relacin entre los estados y procesos endotmicos y el pensa
miento influye en lo caracterolgico por el diferente grado en que en cada
persona el pensamiento es influido por lo endotmico, quedando enturbiado
en distinta medida en su claridad, exactitud y lgica.
formas cuya explicacin estructural nos lleva a las esferas del sentimiento
del propio poder y del sentimiento vital.
P) Existe una incapacidad de decisin que se basa en na aversin
a aceptar la responsabilidad y el riesgo. l a mayora de las decisiones llevan
consigo un riesgo, presuponen el valor de arriesgarse y de aceptar una
responsabilidad y, por tanto, tambin una confianza en las propias fuerzas.
En cualquier caso todas las acciones decisivas y valiosas son... hechas sin
seguridad (N ietzsch e ). As casi siempre encontramos esta coartacin
de la voluntad por indecisin, basada en la aversin al riesgo y a la respon
sabilidad, en el crculo de los hombres que poseen un escaso sentimiento de
las propias fuerzas. En estos hombres, frente a los impulsos de las distin
tas tendencias a los que correponde la decisin voluntaria,' aparecen repre
sentaciones en forma de rqparos acerca del resultado y de las posibles con
secuencias, o de dudas y escrpulos acerca de la rectitud o pcaminosidad
de la accin. Con esto se socava el nico terreno sobre el que puede surgir
una decisin, a saber, un cierto grado de irreflexin que no se anula con
siderando ya las seguridades del xito ya las posibilidades de fracaso. NIET
ZSCHE dice que el que acta es siempre inconsciente; lo olvida casi todo
para hacer una cosa y nicamente conoce un derecho, el de lo que ahora
debe realizarse. A toda accin le corresponde un olvido: como a lai
vida de todo lo orgnico no slo le corresponde la luz, sino tambin la
sombra351. l a meditacin sobre todas las eventualidades debilita la fuerza
de decisin y despoja a la direccin vital de la determinacin y la decisin :
As la conciencia nos hace a todos cobardes ;
el color natural de la decisin
es debilitado por la palidez del pensamiento
y las empresas llenas de vigor y de fuerza
desviadas de su ruta por este cuidado
pierden el nombre de accin...,
Shakespeare (Hamlet)
deseos, sean los del goce del paladar, o los sexuales, o la apetencia de esti
mulantes del sentimiento vital (alcohol, nicotina, morfina, etc). Un pro
blema de la direccin interna de la voluntad es tambin el modo cmo uno
se comporta frente a sensaciones corporales desagradables Como el ham
bre, la sed, las molestias corporales, el dolor y el cansancio, es decir, hasta
qu punto cede dejando que estos estados determinen su conducta o bien
les opone resistencia. El dominio y el vencimiento, sobre todo del. dolor
corporal, son tareas de la voluntad en su direccin interna que no pue
den lograr la debilidad de la voluntad, la blandura y la quejumbrosidad. Por
el papel de la voluntad dirigida hacia adentro, frente a los apetitos y a
los estados corporales desagradables, se comprende que la coaccin educa
tiva a la renuncia a los goces y a soportar las fatigas corporales constituye
una eficaz medida en el entrenamiento de la voluntad y lleva a las formas
positivas de la direccin interna de la voluntad que llamamos serenidad,
autodisciplina, vencimiento y dominio de s mismo, rigor para consigo
mismo, y autoeducacin. Merced al dominio de s mismo y a la autodisci
plina el hombre se muestra capaz de distanciarse de sus vivencias pticas y de
colocarlas bajo el gobierno de la voluntad dirigindolas hada un ideal y
una meta de la configuracin de la personalidad. Esto es lo que los estoicos
llamaron Ivv.pT=a (estar-en-posesin-de-s-mismo, ser seor-de-s-mismo).
De los hombres de esta clase puede decirse que estn organizados en fun
cin de su voluntad; tienen una estructura firme de voluntad. El idioma
habla expresivamente en estos casos de contenerse, en el caso contrario
de abandonarse. Al hombre de escasos autodominio y autodisciplina le
falta el autogobierno autnomo y es comparable al bote sin timn y sin
remos que es impulsado por las olas. Cuando las vivencias pticas son de
sencadenadas por los estmulos e influjos del mundo exterior la falta de
voluntad interna se manifiesta como un aumento de la influibilidad y seducibilidad, el gobierno de la vida muestra el signo caracterstico de la irre
solucin y de la inestabilidad.
Segn la clase de vivencias endotmicas, que en los casos de escasa vo
luntad interior determinan la conducta, resultan las diferentes formas de
personalidad del hombre dominado por sus estados de humor, del hombre
emotivo, del impulsivo, regidos por sus apetitos y pasiones.. Tambin vara
el cuadro de la deficiente voluntad dirigida hacia adentro segn la fuerza de
los impulsos; a veces tiene ms bien el carcter_de la pasividad y la indo
lencia, del abandono y la negligencia, a veces ms bien el carcter de la
accin impulsiva, incontrolada e irreprmida. El signo caracterstico de estos
hombres no es que experimenten alteraciones del humor, emociones, sen
timientos, instintos, deseos y pasiones, sino que la voluntad no ejerza una
accin organizadora y reguladora frente a estas vivencias endotmicas. De
que avanza en el mundo como una cua. Se hace duro, es decir, insensible
e inflexible para todos los influjos que pueden proporcionar motivos para
el cambio de la conducta que se ha trazado.- Por eso es poco apropiado para
negociar. Va sin desviarse por su camino recto dirigido a la meta sin mirar
a derecha ni a izquierda. En cambio en el irresoluto haya alcanzado su
meta con facilidad y rapidez o se: haya decidido por ella dificultosamente
tras'una larg fase de vacilacin y titubeo la decisin no posee el ca
rcter de definitiva e irrevocable que tiene en el individuo decidido. La de
cisin es revisada y el curso de la conducta y de la accin no resulta en lnea
recta, sino sinuoso, simbolizado por la marcha del poeta ingls C o l b r id g b ,
un hombre con indecisin patolgica del que dice CARLYLE.: Cuando su ca
mino le conduca a la avenida de un jardn, nunca llegaba a decidirse por
uno de los dos lados y se mova siempre en una lnea en zig-zags 33i. El
irresoluto es vctima de todos los influjos que puedan proporcionarle moti
vos para su'conducta, se hace inseguro en la decisin tomada merced a las
mil reflexiones e insinuaciones exteriores. El resultado es una ineptitud para
la vida por la cual el,que ms sufre es el propio individuo, poseedor de
decisiones vacilantes.
Para terminar, unas palabras sobre el desarrollo de la actitud interna
de la voluntad. En la infancia el hombre es al principio solamente un ser
meramente ptico que se deja llevar por sus impulsos instintivos y que ex
presa sin rebozo sus estados de nimo y sus emociones. Su atencin es pues
ta en marcha por los estmulos sin intervencin de la voluntad y por ranto
espordicamente y sin concieno. El nio queda abandonado a las cambian
tes imgenes de sus impresiones sensoriales y al juego de sus representa
ciones. Y as, es distrado, carece de lnea directriz, se halla sin cuidados
y libre de responsabilidad, carece de ligazn con la tarea y con la meta.
Slo en el curso del desarrollo, de la progresiva maduracin, percibe el hom
bre lo que es ordenar y dirigir los procesos psquicos mediante la actitud
volitiva interior: sobre el fondo de las vivencias endotmicas se construye
una estructura superior condicionada por la voluntad, organizndose l per
sonalidad. Las reacciones endotmicas inmediatas pasan a segundo trmino;
es decir, entre el estmulo interno y la conducta se intrcala la instancia
reguladora y organizadora de la voluntad. El nio que ve un trozo de tarta
es impulsado interiormente a cogerla. Entonces queda excluida toda actitud
de eleccin y toda decisin tomada por el yo consciente despus de reflexio
nar sobre la razn y la sinrazn, la finalidad y la falta de finalidad de la
conducta. La accin se realiza como respuesta inmediata al estmulo, con
necesidad impulsiva; no acta el yo del nio, sino un Ello que para
hablar con K l a g e s es afectado y atrado de un modo magntico-vital
por la imagen de la tana.
N o c io n e s
pr e v ia s
En primer lugar puede ocurrir que las des capas acten con diferente
acentuacin, o sea que la vivencia psquica tenga su centro de gravedad en
el fondo endotmico o en la estructura superior de la persona
Esto, su vez puede presentarse en dos formas, como unilateralidad es
pecfica actual, pasajera o disposicional del cuadro caracterolgico total
de un individuo mediante la acentuacin de una de las dos capas anmicas.
D esp la z a m ien to s ,
p a s a je r o s d el a cen to v iv en c ia l
con el que en la vida diurna nos es dado l mundo y merced al cual orien
tamos en l nuestra conducta.
El espacio y el tiempo, que, segn K ant, son formas categoria]es me
diante las cuales las cosas y los sucesos de nuestra experiencia consciente
vigil son separados unos de otros y colocados en una ordenacin de conti
gidad y sucesin, en la vida onrica se superponen como los refuerzos
de una tienda de campaa. Los sueos se desarrollan unas veces en un
sitio, otras en otro ; existe un brusco cambio de escenas y no sabemos cmo
hemos ido del lugar de l una al de la otra. Lo mismo ocurre con el
tiempo. El pasado y el presente estn entretejidos y se entremezclan. En
los sueos nos sentamos, como los adultos que hoy somos, en la escuela
en que nos sentbamos hace algunos decenios. Est adems enormemente
dilatado el tiempo de los sucesos que en la conciencia vigil se mide por la
mafcha de las saetas del reloj. Un francs, investigador de los sueos,
dice..* que so con el dominio del Terror en la Revolucin, con escenas
de muerte, con el juicio, con la condena, su. viaje ai patbulo ; siente cmo
su cabeza es separada del tronco con la guillotina, y se despierta; el dosel
de la cama ha cado sobre su regin cervical>. As, lo que en el orden
temporal de la vida diurna hubiera durado horas, se ha desarrollado en
segundos en la vida onrica.
Del mismo modo que el sistema del espacio y el tiempo, tambin se
anulan durante los sueos las formas lgicas con las que ordenamos en la
vida vigil el mundo de los fenmenos. Esto puede decirse tie la organiza
cin de los objetos dd mundo percibido. Nuestra vida vigil descansa sobre
la conciencia de la identidad de las cosas. En ella es vlido el principio
fundamental lgico 4 ~ a, es decir, que cada cosa permanece idntica a
s misma. El mundo de la conciencia vigil recibe su estabilidad, que nos
permite manejarlo, de esta ley de la identidad. Los objetos de la expe
riencia consciente diurna poseen solidez, continuidad, identidad en el
tiempo. En cambio, las cosas vistas en sueos varan y alteran su aspecto.
Frente a la estabilidad del mundo proporcionado a la conciencia vigil se
halla la inestabilidad de las cosas soadas. Los sueos son mero proceso,
devenir heraclteo, y pueden compararse a una rueda que gira. Si el mo
vimiento se detiene, se cae la rueda, el sueo acaba y nos despertamos.
Pues en los sueos no hay pausa. Los escenarios cambian sbitamente,
como en el cine, aparecen figuras y cambian ante nuestros ojos, un -cuadro
sigue a otro. De esto depende tambin la falta de corporeidad y objetivi
dad, lo atmosfrico-inaprensible de las mudables imgenes onricas.
En los sueos, simultneamente con el principio de la identidad, pierde
vigencia !a funcin de su opuesto, el principio de contradiccin segn el
cual a no puede ser igual a no-a. Para la conciencia vigil una cosa no puede
Matilde y Cyane aparecen iahora, en este mundo onrico, como idnticas, por
que siendo tres fenmenos distintos en la esfera de lo aprehendido
intelectualmente y de lo fijado objetivamente poseen una y la misma
valencia para la esfera endotmica. Podemos decir, resumiendo, que en la
vxda onrica a la disolucin de la estructura superior de la persona le corres
ponde una prevalencia del fondo endotmico.
D e s p l a z a m ie n t o s
c a b a c t er o l g ic o s d e l acen to v iv e n c ia l
35
testigo del suicidio de ste. Una vez puesta la firma Werchcrwenski presiona
a Kiriloff para que realice el suicidio. Kiriloff, que desprecia profundamente
a Werchowenski, quiere encontrarse solo para realizar el ltimo paso de
su vida que paira l tiene un significado en cirto modo sagrado y por lo
mismo se retira a su habitacin, mientras Werchcrwenski, en una habitacin
vecina, en un estado de tensin e inquietud mxima, espera el disparo,
temiendo que Kiriloff, en el ltimo momento decisivo, no mantenga su
palabra. Despus de transcurridos algunos minutos que la espera hace ms
largos y no oyndose el disparo, penetra Werchcrwenski en Ja habitacin
a que se haba retirado Kiriloff. Se estremeci al ver que en la habitacin
no haba nadie, no haba otra salida y era imposible que hubiese hudp,
levant la luz y mir con mayor atencin, no, no haba nadie. A media voz
llam a Kiriloff y luego ms fuerte, pero nadie contestaba. Sbitamente se
volvi con la rapidez del rayo y algo excepcional le sacudi; en la pared
situada enfrente de la ventana, a la izquierda de la puerta, se hallaba un
armario. Pero en el ngulo, entre el armario y la otra pared, se encontraba
Kiriloff. Er algo terrible, inmvil, rgido, las manos extendidas militar
mente, paralelas a las piernas, la cabeza ' levantada y la espalda apoyada
contra la pared... Pietro Stcpanovitsch Werchowenski se hallaba en una
posicin oblicua respecto al ngulo y slo vea la parte sobresaliente de la
figura, pero no poda decidirse a avanzar hacia la izquierda y descifrar el
enigma, su corazn lata fuertemente. Bruscamente se apoder de l una
clera furiosa, empez a gritar y se precipit hacia el ngulo terrible, pero
cuando se hall inmediatamente enfrente qued como si hubiera echado
races todava ms desconcertado por el temor. Le asombraba sobre todo
que la figura, a pesar de su grito de furor con que se haba dirigido hacia
ella, no se haba movido en absoluto, como si hubiera estado petrificada
o fuera de cera. La palidez del rostro era excepcional, les ojos negros, in
mviles y miraban algn punto del espacio, vacos. Werchowenski baj la
lmpara y luego volvi a elevarla y mir atentamente este rostro, sbita
mente se dio cuenta de.que Kiriloff, aun cuando mirara de frente en el aire,
Je vea lateralmente y posiblemente le observaba, Je vino entonces la idea
de aplicar la luz al rostro del bribn para quemarle y ver'su reactiri.
Bruscamente pareci que la barba de Kiriloff se mova y una sonrisa de
burla se insinuaba en sus labios, como si hubiera adivinado sus pensamientos,
fuera de s cogi a.Kiriloff por los hombros, entonces ocurri algo de tal
modo increble y tan rpido que posteriormente a Pietro Stepanowitsch
"Werchowenski le1 resultaba imposible orientarse en sus recuerdos. Apenas
haba tocado a Kiriloff que ste dej caer bruscamente la cabeza, hacindole
caer con fuerza la luz de las manos. La lmpara cay ruidosamente *al suelo
y se apag; en el mismo instante sinti un dolor terrible en el dedo ndice
II.
C a u sa s
y e f e c t o s d b la d is o c ia c i n
Los
s u e o s com o c o m p e n s a c i n
Con esto hemos encontrado una primera frmula para explicar el signi
ficado de los sueos en el conjunto de la vida humana, lo s sueos son
una prolongacin. En los sueos aparece lo que nos preocupa interiormente,
nos intriga y no ha sido vivido hasta el fia
Si esto es as y si por otra parte la vida vigil es gobernada desde el
centro por la temtica de las tendencias, que se relaciona de un modo inte
grativo con los sentimientos, probablemente las tendencias no satisfechas
y los sentimientos no vividos en la vida vigil sern los que influyan en los
sueos y se objetiven en sus imgenes.
del prjimo, sino que tambin son incenruosos, es decir, desean sexualmente
objetos que la tradicin y as costumbres humanas han hecho sagrados, sea
la madre y la hermana, el padre y el hermano. Tales movimientos de la
libido, reprimidos en la vida vigil, son los que aparecen, segn F reu d , en
los sueos. Pero no les est permitido el mostrarse desnudos. En el umbral
del mundo de las imgenes onricas se halla como vigilante un censor que
obliga a los deseos onricos a disfrazarse y a aparecer slo enmascarados.
Debemos considerar a esta censura como un resto del poder de la estruc
tura superior de la persona.
Mediante la censura se produce lo que F r e u d llama el simbolismo de
los sueos. Correspondiendo al papel principal que FREUD adscribe al sexo
en la vida humana, la mayor parte de los smbolos er los sueos... son
smbolos sexuales i8. Smbolos de los genitales masculinos son Ies bas
tones, paraguas, el nmero 3, los palos,, rboles, grifos, las regaderas, los
surtidores. Entre los smbolos onricos y lo que ellos simbolizan existe un
tertium comparationis que se refiere a las distintas cualidades formales
de los genitales masculinos. Smbolos de los genitales femeninos son los
pozos, fosos, cuevas, latas, cajones, habitaciones. Los bosques y matorrales
son smbolos del relio genital. Los dulces lo son del placer sexual ; el volar
en sueos es la mscara simblica de la ereccin; la cada de dientes o su
extraccin el smbolo de la castracin que amenaza como castigo del ona
nismo ; las escaleras son smbolos del acto sexual.
El fundamento, para interpretar estas imgenes onricas como smbolos
sexuales lo extrae FREUD de los cuentos, mitos, ancdotas y chistes, as com
del conocimiento de las costumbres, de los usos y de los giros de lenguaje.
As popularmente en Alemania se dice de una solterona vieja caja (alte
Scbachtel), La expresin tiene madera ante la casa (Holz vor dem
haben), tener un busto opulento,, es para F r e u d una prueba de que la ma
dera como contenido onrico es smbolo de lo femenino, en el que el busto
figura como pars-pro-toto, como la parte por el rodo.
Segn FREUD, la censura del sueo utiliza este simbolismo para hacer
irreconocible el verdadero contenido onrico ante lo que todava queda
vivo de la estructura superior de la persona en el fenmeno del sueo, para
extender sobre l una capa de inocuidad. El proceso que transforma los
contenidos latentes en los contenidos manifiestos del sueno lo llama F r e u d
trabajo del sueo. Tiene lugar siguiendo las mismas leyes que ya fueron
sealadas en el anlisis fenomenologico de la vida onrica, sobre todo la ley
de la condensacin (aglutinacin de imgenes) y la de la transformacin
de las metforas verbales en imgenes visuales, por la cual un elemento que
con dificultad puede representarse de un modo plstico puede ser subs
tituido por una imagen poco adecuada; as, por ejemplo, el adulterio
sido dominado como tarea vital. Pertenecen a ella, adems, todos los sen
timientos que por lo que sea no han sido stisfechos, por ejemplo, los
sentimientos de simpata o antipata hacia determinadas personas o reac
ciones de la zona del sentimiento y de la conciencia moral que entonces apa
recen ante nosotros, plsticamente, en los sueoJ.
Con esto volvemos a nuestra primera frmula sobre el significado de
los sueos en el conjunto de la vida; el ensueo es una continuacin de
aquello que no ha podido ser vivido o llevado-hasta-el-fin en la vida vigil.
Los sueos como totalizacin Siendo los sueos prolongacin, son tam
bin, al mismo tiempo, momentos en el devenir de la creacin de una tota
lidad. Con esto llegamos a una segunda frmula para el significado del
sueo en la persona. Mediante los sueos penetra en la vida psquica algo
que 'pertenece al total, al todo del psiquismo. As se comprend que en los
sueos haga valer sus derechos a ser vivido todo lo reprimido, o sea, aquello
con o que no quiere identificarse la estructura superior de la persona, pero
que, sin embargo, pertenece al total de ella. Y se comprende tambin que
aparezcan en los sueos no slo las vivencias del presente biogrfico, sino
tambin las del pasado, de una manera que permite ver que la vida onrica
llega mucho ms lejos en Ja profundidad de Ja memoria, y vive mucho ms
a expensas de ella, que la vida consciente diurna. En los sueos aparecen
mltiples vivencias que han escapado al recuerdo consciente vigil, Y no
olvidemos que en los sueos no slo est presente y vivo d pasado biogrfico
-Persona!, sino tambin el de la Humanidad. N ietzsche dice: En el sueo
repetimos los pensamientos de la primitiva humanidad su. Esta idea reapa
rece metamorfoseada en la teora de los arquetipos de C. G. JUNG. La vida
psquica vigil no nos ofrece ninguna oportunidad para extendemos por el
pasado, del mismo modo que nos impide vivir todo lo que apetecera ser
vivido. Est determinada por la situacin exterior del presente, interesada
en la lucha con el aqu y el ahora, ocupada con las exigencias del momento ;
por eso slo raramente nos permite ser anmicamente completos. Slo me
diante los sueos es aportado a la vivencia' algo que pertenece por completo
al total del alma.
Los sueos como encuentro con el s-mismo. Lo que hemos llamado
totalidad dei alma tiene su centro en lo que designamos como s-mismo.
El s-mismo es d centro que cohesiona y organiza la personalidad, d centro
de todo lo vivenciado y de todo lo que pretende serlo. Pero al s-mismo per
tenece tambin la estructura superior de la persona. Slo se vivencia real
mente el s-mismo cuando lo vivenciado y lo que tiende a serlo, en su
plenitud y multiplicidad, se halla en una relacin integrativa con la estruc
si bien no puede ser ya contestada desde el punto de vista psicolgico-fenomenolgco la pregunta de qu sea esta profundidad realmente porque toca
sobre todo muy especialmente a los misterios ntieos de la existencia dd
hombre. La profundidad de la vivencia se relaciona con la del fondo vital
al que lo anmico se halla subordinado y que nunca se limita a la vida
consciente. Por esto tiene sentido el que P fa en d er designe la alegra au
tntica como ^plenitud vital.
Por otra parte, la inautenticidad del sentimiento consiste en que en
la conducta de un individuo, en todo lo que aparenta ante s y ante los
dems, se propone realizar un sentimiento mediante la estructura superior de
la persona, pero por impotencia endotmica, por falta de sustancia de la
vivencia, no surge el necesario contenido esencial de la profundidad.
Desde este punto de vista se comprende el que digamos que el senti
miento autntico es primitivo, naturai Con el concepto primitivo indi
camos la centralidad y profundidad, la intimidad de un fondo creador en
la vivencia. Teniendo--en cuenta que la Mstica del Maestro E c k e h a r t llama
a este fondo vital tambin lo que es la esencia, podemos decir que a
Io inautntico le falta la esencialidad. Este concepto del ser conserva aqu
su sentido primitivo, contenido en la forma del verbo alemn esenriar 39
sobre todo el de la intimidad de la existencia, un sentido que todava se con
serva en G o e t h e y en H e r d e r , pero que hoy se ha perdido. Si la restable
cemos en su sentido antiguo, podemos decir que el hombre con sentimien
tos inautnticos no puede esenciar la que querra aparentar y represntar.
Puesto que al sentimiento inautentico le faltan los signos aparentes del
contenido sustancial lo llamamos tambin hueco, vaco. Toda exaltacin,
toda afectacin son, en este sentido, inautnticas. La conducta exterior tiene
una forma y un volumen a los que les falta la substancia vivencial; por
eso queda en hueca y mera afectacin. El trmino verbal afectacin tiene
su verdadero significado precisamente si lo referimos a la inautenticidad.
La diferencia entre el acto afectivo inautntico y el simulado, el ficticio,
es clara. En el caso del sentimiento simulado el individuo no tiene la volun
tad ni la intencin de vivir realmente lo que expresa hacia el exterior. Su
apariencia no aspira a sustentarse y satisfacerse internamente. Ms bien en
el hipcrita y en el embustero existe una diferencia, querida voluntaria
mente, entre el contenido de su intimidad y sus apariencias. Pero el hombre
de conducta inautntica querra excitar desde fuera ciertos contenidos nti
mos, querra arraigar su vida externa en la profundidad del fondo endo
tmico sin poder conseguirlo, pero sin renunciar por eso a exhibir un deter
minado cuadro exterior.
Hasta aqu hemos explicado el fenmeno de la inautenticidad mediante
un ejemplo remado del territorio de las vivencias emocionales. As como
Expresin espontnea
{autntica)
Mscara
{con intencin de expresin)
Forma pura
(esqueraa)
hipcrita, fingido
(la forma de vivir hacia fuera
slo debe actuar exteriormente,
sin ser ntimamente esenciada)
inautntica
(la forma de vivir hada fuera
debera ser eseociada sin conseguirlo)
Fig. 14
Si echamos una ojeada a la rica casustica de los psquicamente inautnticos, aparecen como fundamentales cuatro races de la inautenticidad que
son expresadas en abreviaturas conceptuales adaptacin a lo que
se espera de uno, la fuerza sugestiva del ambiente, la tendencia a la noto
riedad y el hambre vivencial coesistente con una impotencia vivencial
a) Al primer grupo pertenece, por ejemplo,, el caso del pesar inautn
tico que se da cuando asistimos a un entierro y nos sentimos obligados por
la situacin a sentir pesar sin poseer la fuerza ntima necesaria para ello.
Cuando en este caso hablamos de adaptacin a lo que se espera de uno,
nos referimos a la tendencia social que aspira a la inclusin del hombre
en la sociedad o eu la comunidad. Como en el ejemplo elegido del entierro,
tambin en nuestra vida en comn con los dems nos enfrentamos con
ciertas esperas y apelaciones a nuestra conducta. Si somos llevados ante
una obra de arte se espera de nosotros que la encontremos bella ; y ya
estamos en pleno peligro de llegar a ser inautnticos. Si hemos recibido
favores de un individuo y sabemos que espera agradecimiento y que le
zacin del hombre con una vivencia superficial tenga que set siempre inau
tentica. La vivencia superficial slo aparece bajo el signo de la inaurenticidad cuando intenta manifestar ms profundidad de la que es capaz inte
riormente, o sea, cuando intenta darse ms peso existencial que el que real
mente posee. Y esto puede ocurrir cuando el hombre con vivencia super
ficial percibe el dficit de su profundidad anmica y pretende compen
sarlo, Busca, tanteando, su profundidad* con un exagerado pathos de la
exteriorizacin y da un golpe en el aire, en el vaco.
Esto ayuda a comprender lo que J a e n s c h dice de que el tipo S histeriforme que est caracterizado precisamente por la inautenticidad, no tiene
en realidad sentimientos profundos, sino en todo caso pequeas reacciones
sentimentales como reflejos fugitivos de la superficie de la personalidad.
El hombre que es mantenido constantemente en la inautenticidad por su
hambre vivencial sufre realmente porque le falta la profundidad de los
sentimientos, un valor fundamental del ser. Esto permite comprender su
inquietud y su inestabilidad, as como su curiosidad por ias vivencias y
su bsqueda de sensaciones.
Mientras que por esto su lnea vital resulta inconstante, sin direccin
y sin forma, es precisamente caracterstico del hombre autntico lo unvoco
de su exteriorizacin y de su configuracin vital. Tipolgicamente a ste le
corresponde aquella forma de existencia humana que en la clasificacin de
J a e n s c h se llama de I qs hombres integrados interiormente (l.), A este
respecto es caracterstico lo que J a e n s c h dice403. Una desviacin de la
lnea vital interna es sentida por ellos como inautenticidad... Lo que ha
odo no lo repite (el integrado interiormente) en seguida, sino que se toma
tiempo para elaborarlo interiormente. Si en l se fragua y madura una
conviccin, se aferra a ella con grati tenacidad, incluso con tenacidad ex
cesiva''"s. Siendo estos rasgos precisamente la negacin de los signos
esenciales de la conducta inautentica, el integrado interiormente resulta
el tipo opuesto al hombre habitualmente inautentico porque slo en la
profundidad de la vida ntima encuentra el acceso a los valores107. Es pre
cisamente caracterstico de l que pueda vivir desde la profundidad de
sus sentimientos. Esto es lo que podemos decir de la Caracterologa de lo
autntico y de lo inautentico.
Como ya queda dicho, hay vida anmica all donde l vida alcanza la
lucidez de la vivencia. Hemos descrito ya el circuito funcional de la vivencia
que descansa sobre cuatro miembros dispuestos en una perfecta y mutua
* No se ha logrado todava encontrar una versin satisfactoria del vocablo ale
mn, Betousstheit. Se han propuesto, entre otras, las palabras consclocldad
(del francs concioew, que, en realidad, nada dice al lector espaol), cog
nicin (sinnima del conocimiento, segn el Diccionario de la Lengua, y cuy
significado es mucho ms restringido que e substantivo alemn que pretende
traducir) e Inteleccin* (demasiado impregnada de intelectualismo). Nosotros
hemos optado por conciencia elexivas, pues, como se Ir viendo a lo largo
del texto, es la expresin que m ejor se adapta al pensamiento del autor, que
emplea la palabra BeujuistJic-it como un grado superior de conciencia, en el'
que sta r e f l e j a en s misma el objeto que. acaba de conocer y de Identificar,
tomando una posicin o postura personal respecto al mismo. (N. del T.)
33
rumores pardales aislados son demasiado dbiles para poderlos or, y tan
slo llega la conciencia la sumacin de las sensaciones que, una a una,
quedan inconscientes.
Seguramente el que las impresiones sensoriales se hagan o no conscien
tes depende, de la intensidad de la excitacin producida por el estmulo
Pero con esto no queda suficientemente explicado por qu lo que no es
fijado en la vivencia actual puede alcanzar ms tarde el nivel de la con
ciencia, sea en el conocimiento retrospectivo, sea en el reconocimiento,
sea en la imagen eidtica, etc Hay que suponer, ms bien, que eu la actua
lidad del presente vivencial se encuentra la conciencia bajo la ley de una
cierta estrechez (la estrechez de la conciencias de que habla la Psicologa),
es decir, que slo puede entrar en ella un sector de la vivencia elemental.
La energa de que dispone la conciencia es, evidentemente, limitada y, desde
luego, mucho menor de la que alimenta a la vivencia elementalDe lo efectivamente vivido queda una gran parte bajo el umbral de la
conciencia. No slo por la razn antedicha de que la amplitud del campo
conciencial es limitada, sino tambin porque muchas veces no deseamos
entrar en conocimiento con lo efectivamente vivido, oponiendo as una
resistencia a su concienciacin, lo que constituye el fenmeno de fa repre
sin sobre el que insistiremos ms adelante.
conciencia, la: incem dum bre del querer-hacer, que tanto malestar existen
cial proporcionan al hombre de los modernos tiem pos de la racionalizacin
y de la tcnica, es lo que queda puesto de relieve en el nfasis de la ex
presin de procesos vitales inconscientes.
La negacin, no slo de la conciencia reflexiva, sino tambin de la con
ciencia identificadora en el concepto de inconsciente-sin-conciencia, apa
rece en C a ru S , K l a g e s y P alA gyi tambin con cierta exaltacin. Desde
que DESCARTES resumi la frmula del hombre en l frase cogito, ergo
sumj>t nos inclinamos a admitir que el mundo que nos rodea y lo que
somos nosottos mismos se reduce a aquello que vemos reflejado en el espejo
de nuestra conciencia identificadora. Esto significa un cierto ensoberbecim iento de la conciencia, contra el que se alz, antes que nadie N ie t z s c h e :
Qu es lo que sabe propiamente el hombre e s mismo? ... La Naturaleza
le oculta la mayor parte de las cosas, incluso de su propio cuerpo, para
mantenerlo desterrado y encarcelado en una conciencia orgullosa y mala
barista, insensible a las sinuosidades viscerales, al rpido flujo de i co n ien
te sangunea y a los complicados estremecimientos de las f ib r a s !... Y ay
del nuevo deseo, que pudo asomarse por un resquicio fuera de ia morada
de la conciencia y pudo presentir que sobre lo despiadado, lo codicioso, lo
insaciable o lo criminal el hombre descansa en la indiferencia de su igno
rancia y como si se encontrase abandonado a sus suees sobre el dorso de
un t i g r e ! ... 0 1 .
luz que se extingue (pg. 16). Pero la cuestin de si Ja materia viva del
vulo humano fecundado tiene vivencias (siquiera stas sean extremada
mente elementales), tan slo podra ser contestada afirmativamente apo
yndonos en una hiptesis indemostrable.
Tales consideraciones son motivo bastante para obligamos a- emplear
en sentido diferente los conceptos de vida y de alma, hablando tan slo
de anmico all donde lo viviente en sus tendencias al autodesenvolviiiento
y al autosostenimiento, manifiesta, por va experiencial, una capacidad para
interiorizar d espejo de sus estados internos el mundo con el que est
en comunicacin, para extenderse en l siguiendo el impulso de sus ten
dencias y actuando sobre activamente ; en resumen, all donde junto
a los rasgos esenciales de la vida se agregan los de la vivencia.
Mas no solamente desde el punco de vista gentico, sino tambin con
siderada desde el puramente conceptual, no es justificable la identificacin
de la vida y .el alma. Pues es solamente por la experiencia vivencial como
llegamos a la concepcin del alma. Todo lo que sabemos acerca de ella
procede de nuestra experiencia vivenciaL En efecto, no tan slo vivenciamos una multitud de tendencias, de procesos emocionales y perceptivos
y de modos de comportamiento, sino que, por encima de todo esto, vivenciamos tambin la interna unidad y la globalidad de toda esta multiplicidad.
es precisamente en la unidad de este todo en la que nosotros ponemos
el concepto de alma. De la misma manera que el rodo es siempre algo ms
que la simple suma de sus partes o miembros constitutivos, as tambin
el alma es algo ms y algo diferente que la suma de nuestras vivencias.
Pero as como el todo se diferencia en sus miembros y tan slo por ellos
est representado y existe verdaderamente, as tambin el alma slo existe
por y en Jas vivencias. Un alma a la que no le uese propia ninguna inte
riorizacin vivencial, sera una pura contradiccin. No est, por lo tanto,
justificado el equiparar al alma y la. vida inconsciente-sin-conocimiento.
Esto sustentanprecisamente P a l g y j y K l a g e s , quienes consecuente
mente afirman que la vida inconsciente-sin-conocimic ito vivencia. Pero
al mismo tiempo oponen radicalmente esta vivencia a las formas de conoci
miento accesibles al hombre. Con esto no se dice otra cosa que lo siguiente :
la vida se comporta en analoga con el alma, no obstante el hecho de que a
este concepto se llegue slo por la experiencia vivencial, mientras qu al
mismo tiempo se afirma que este proceso es de tal ndole que se halla
ms all de toda posible experiencia. A esta argumentacin debe objetarse
que implica el olvido de una ley fundamental ontolgica. Xa aplicacin del
concepto de vivencia a la vida sin conocimiento y sin posible experiencia
es inadmisible porque la vida, nticamente?es decir, en la estructura di
ser y del acontecer , antecede a la realidad de lo psquico y por lo misino
Pero que este reino anmico sea idntico a la vida inconsciente-sin-conocimiento, es una hipstasis inadmisible en la que queda completamente por
fuera de toda consideracin el plan de la vivencia elemental como miem
bro intermedio entre vida y conciencia. En P a l g y i y K la g es aparece com
pletamente invertida la ley de la continuidad. Por una parte, lo vivenciado
(junto a la vida inconsciente-sin conocimiento) y por otra la conciencia, se
consideran antitticos. Esta contraposicin no significa sino el reflejo de
la tesis de la oposicin metafsica entr alma y espritu, que ha sido de
fendida por P a l g yi tan explcitamente como por K la g es , y respecto a la
cual hemos tomado ya nosotros una postura crtica.
dejar su sitio a otras... Por tanto, entre lo que yo oy hoy y lo que era
ayer, existe una sima de falta de conciencia, el sueo nocturno, y es sola
mente la memoria la que tiende el puente entre mi hoy y mi ayer... As, el
lazo de unin que engarza los fenmenos de nuestra conciencia radica en
el inconsciente. De este modo queda aqu aplicado el concepto del incons
ciente al modo en que subsiste aquello que ha sido una vez vivenciado
durante el lapso de tiempo que media entre el momento de ser vivido y su
evocacin. A esta acepcin del concepto de inconsciente la denomina
mos nosotros inconsciente disposicional. Tan slo en eSte sentido, es
decir, en el sentido de lo que fue una vez vivenciado y queda a nuestra
disposicin para actualizarse de nuevo en ulteriores vivencias, es empleado
por W uhdt el concepto de inconsciente: Un elemento psquico desapa
recido de la conciencia... slo puede considerarse convertido en incons
ciente si presuponemos su posible renovacin, es decir, su reingreso en el
conjunto actual de la vida psquica. Nuestro conocimiento de tales ele
mentos que se han hecho inconscientes no alcanza a ms que a esta posi
bilidad de renovacin. En sentido psicolgico, estos elementos, representan
exclusivamente disposiciones para el nacimiento de futuras partes inte
grantes del acontecer psquico, que vayan enlazadas a otras que existieron
con anterioridad4S*.
Si ahora aplicamos el concepto de inconsciente al estado de lo que queda
latente desde el momento en que fue vivenciado hasta el de su evocacin,
se nos plantea entonces la pregunta de cmo hemos de imaginamos dicho
estado, es decir, qu sentido y utilidad tiene hablar- de inconsciente.
En realidad de verdad, no significa sino lo siguiente : La seguridad y
prontitud con que vivencias pretritas pueden ser nuevamente actualizadas
constituye una prueba de que no se agota durante su presencia en la con
ciencia su influencia sobre la totalidad de la vida anmica sino que debe de
subsistir en alguna forma que permita su reactualizacin, Pero esto es lo
nico que podemos decir, por va puramente experiencia], del Uamado.,.material mnmico-inconscieate. 'W undt opina que hiptesis sobre el estado del
inconscient? o sobre coalesquiera procesos inconscientes que se presume que
se dan jnto a los procesos conscientes de nuestra experiencia, son... est
riles para la Psicologa 437.
Sin embargo, no tenemos por qu ser tan radicales como W undt , rehu
sando toda conjetura acerca de la forma en que pueda encontrarse el ma
terial mnmico durante el perodo de latencia entre la vivencia pasada y su
evocacin. Nos encontramos aqu en uno de esos casos en los que es justi
ficado recurrir a hiptesis, es decir, a una afirmacin cientfica en forma
de suposicin que trascienda las experiencias, precisamente con el objeto
de aclarar y hacer comprensibles determinadas experiencias en nuestro
y la comprensin racionales, del cual los procesos fisiolgicos son una parte,
pero no el todo, ni permiten hacer visible el ncleo de su ser. Si se nos ob
jetara que no es posible representarnos nada que sea, racionalmente defini
do bajo la expresin de que las vivencias pretritas .en la latencia del in
consciente de reserva quedan entraadas en la vida, cabra responder que
es preferible admitir algo transracional como misterio, que encajarlo a la
fuerza y a todo precio en el cors de una concepcin racionalista.
b)
No solamente existe un inconsciente disposicional en el sentido de
almacenamiento de experiencias y conocimientos adquiridos, como perma
nencia en la memoria de lo ya vivido, sino que existe tambin otr como lo
todava no vivido en el sentido de disposiciones preestablecidas que segn
ciertas condiciones aparecen en la vida anmica actual, en el curso del
desarrollo anmico, como tendencias y acciones, como reacciones sentimen
tales y necesidades, como imgenes y pensamientos. Puesto que estos con
tenidos anmicos todava n han sido vividos y no sabemos nada de ellos,
aunque ulteriores experiencias nos obligan a aceptar' que se encontraban
ya preparados en nosotros como posibilidades, es por lo que a estas condi
ciones de la vivencia actual les aplicamos tambin el concepto d incons
ciente disposicional. En qu forma existen tales disposiciones preestable
cidas de nuestra vivencia, es cosa que tampoco puede enunciarse emprica
mente. Tambin ellas se mueven, a nuestro entender, en aquellos mismos
dominios annimos e insondables del inconsciente-sin-conocimiento, situa
dos ms all de la experiencia, y a los cuales pertenece tambin la memoria.
Tanto la memoria como las disposiciones en cuestin son entraadas en la
vida, por lo que el inconsciente disposicional no representa ninguna es
pecie nueva del inconsciente, sino que se reduce, para decirlo una vez ms,
al inconsciente-sin-conocimiento de los procesos vitales. Y esto es, por lo
dems, idntico a lo que F, K r u e g e r entiende bajo el trmino de estruc
tura, pues estructura, segn l, es el conjunto de condiciones de la vivencia
existentes en el sujeto, y que en comparacin con las constantemente cam
biantes, presentan una relativa duracin y estabilidadiia.
574
EPLOGO
NOTAS
I, V. t. H. W erner, Ein/fihrung in die EntvAcklunspsychologie, 1933 (Psicologia
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II. W. Houx, ob, cit. nota 8 .
12, E. Rothacker, Die Schichten der Persnlichkeit. 1947 (Los estratos de la per
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13-14. N. Petersen, Die Eigenwelt des Menschen ( mundo propio del hombre).
15, Ver K u c is , Wie /inden w it die Seele des ebenmenschen (Cmo descubrirnos
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Congreso de la Sociedad Alemana de Psicologa), 1934.
22, - A. Adler. El carcter neurtico. Buenos Aires, Paidos, 1959.
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Cit. por H.
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Cit. por A.
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179. Ver M. S cheler , ob. cit. nota 172.
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186. Acerca del amor en la mujer vase ante todo el libro de M a ria n n e W eb er
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187. Ver t. Ph. L e h s c h , ob. cit. nota 56.
188. A. C a e r e l ,
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189. Sobre la caracterologa del hombre esttico v. E. Spbamgeh, ob. cit. y
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190-191. F. H. B o l l n o w , Lber die /urcht (Sobre el respeto).
192. Un anlisis completo del sentimiento religioso, que aqu no podemos dar, se
encuentra en R. Ono, Das H eilige, 1924 (Lo santo).
193-194. P. S chkodeh. Kindliclie C h a ra k tere und ih re A b artigkeiten , 1951 (Carac
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195. K ant, Grundlegung der Metnphusik der Sitien (Fundamentos de la meta
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196. A. Wellek, Die P olaritat im A u fbau d es C harakters, 1950 (La polaridad en
la estructura del carcter).
1.
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246.
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B uyten dux, ob .
C it. n o t a
19 8 .
250.
u y t en d u x ,
27 2 .
K . BHLEB, o b . c i t . n o t a 2 7 0 .
o b . c it. n o ta
19 8 .
274.
27 5 .
M c D o u c a l i, o b ,
N ie . H a r t m a n h ,
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c it.
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y sig.
n o t a 16.
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P h . L ersch , o b . c i t . n o t a 158.
W . S ter n , o b . c i t . n o ta 152.
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(Individuacin, la Psicologa Profunda de C. G. Jung).
453. V. t. G ebsattil, Die Person and die Grenzen des Uefenpsycholoischen
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456. Ver G. , Der Mensch' und seine Vergangenheit. Eine Besinnunj flber
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psicologa profunda), 1950.
457. Ver F. HjmnMANN (sWas 1st tebendig und was 1st tot in der Existenzphilosaphe*, Zeitschrift fitr philosophUche Forschung, t. V, 1950) (Qu hay de
viviente y qu de muerto en la filosofa existencial): La Integracin de las
partes dispersas y despedazadas) la rehumanizacin del hombre, tal es la
labor que se nos ha asignado (pgs. 19 y siguientes).
NDICE
DE A U T O R E S
Boring XXXV
Braun, E. 79, 93
Brentano, F. 391
Breuer, R. 572, 573
Breughel 369.
Bruner, J. S. 345
Buda 107
Bhler, Ch. 377
Bhler, . XVI i l , XXV, XXI, 36, 71,
11U 391, 392, 393, 396, 429,
4 3 0 ,4 3 1
Buytendijk, F. J. J. 341, 348, 402,
418, 422, 550
.
Byroh, Lord, G. 119
C ...........
Bach, J. S. 40
Bachelard x x x i i i
Bachofen, J. J. 284
Bahnsen, J. 304
Bain 426
Balzac 235
Baudelaire 86
Becher, E. 194
Bechterew, W. 422
Bech, W. 49
Bentham, J. 102
Bergson, H. 107
Bernard, C. XXX
Bertalanffy, L. v. 422
Bierbaum, O. J . 307
Bierens de Haan, J. A. 422
Binswanger XXXV
Blafee, IL R. 345
Bleuler, E. 150, 257, 435, 522
Boecio X X V II, XLI
Bollncw, Fr. XX I11
Cabaleiro xlv
Calvino XL
Cannon 89
Carlyle 474
Carrel, A. 86, 236
Carus, C. G. 52, 541, 559, 560,
561, 569
Cervantes, M .. de 307
Csar 287, 288
Claparde, E. 345, 374
Clauss, L F. 150
Coleridge 474
Comte, A. 60
Condillac XXV
Cuvir, G. 342
d
528 y sigs.
Hellpach, 87
Helmholtz, H. , von 323
Herbatt, J. Fr. 66, 69, 190, 502
Herder, J. G. 27, 68, 122, 268, 387,
388, 518, 559
Hering, E. 71, 331, 349, 566, 568
Hesse, H. 171, 233
Heyer, R. 559, 560, 561
Hipcrates X X v m , x x x , x x x i n ,
XXXIV, XXXVII, x x x v iii
Hobbes, Th. 103, 164
Hoeffding 360
Hoffmann, E. Th. A, 506
Hoffmann, H. F. 79, 495
Holderlin, Fr. 270
Hombargcr, A. 526
Hornero 68
Huarte de San Juan XXv
Huch, IL 541
Hull 426, 427
Hume, . XXVI, 27
Husserl, E. X X III, 37
Huxley, Th. A. 422
I
5 33, 5 3 4
James, W. X L i , l 3 6 , 145, 269,
399, 400
Janet, -. 373
Jaspers, K. 73, 120, 137, 356, 383,
386, 514, 523, 531, 533
Jean Paul 161, 491
Jores, A. XXXVIII
Jost 367
Jung, C G. XXIX, XXXIM, 24, 150,
527, 539, 541, 575 y sigs., 584
K
KaJlifclej 102
M
Maquiavelo, N. 103
, K 391
Martn Santos XLV
Maudsley, H. 552
McDougall, W. XIX, 100, 13, J.04,
188, 422, 586
Mesmer XXXV, XXXVI
Messer^ A- 391
Metzger, W. XXII
Meyrink, G. 60
Molire XXXII
Mommsen, . 162, 494
Morik, E. 270j 271, 274
Miiler, J. 347
Murphy, G. 345
N
Nern. 114
Nietzsche, F.
119,
226,
305,
466,
538,
,
228,
306,
484,
539,
133,
270,
363,
506,
555,
x l iII,
150
P
Palgyi, M. 416, 417, 559, 561, 562,
564, 565, 566
Pareto, V. 103
Pascal, . XXIV, 495
Pasteur, L. XXX
Patrlcfw, I. P. 414, 415, 422
Petermann, B. 400
Petrarca. XXXI
Pfimder, A. 23, 104, 514, 515
Pinci XXXV
Planck, M. 175
Platn X L ii, 79, 93, 165, 166,
172, 232, 236, 241, 242, 344,
385, 489
Plino el Viejo 166
Plotino 282
Plutarco 287, 506
Poincar, H. 406
Portmann, A. XIX
Postman, L 345
R
Ramsey, G. V. 345
Rand, Aya 294
Rey, R. XLV
Richter, L. 64
Rieffert, J. B. 48
Rof Catballo xlv
Roffenstein, G. 553
Rojas XLV
Romains, J. x x x n
Rorschach 382
Rosenzweig 179
Sabuco XXXVII
San Agustn XXIV, 172, 173,
227, 362
San Francisco de Ass 306
San Juan 388
Sander, F. 335, 336
Santo Toms XXIV, XXV, XLI
San, R. I, XXXII
Sartre, J. P. 306
Scheler, . XX, XXIH , 196,
223, 341
Schilder, P. 416
Schiller, Fr. 130
Schjelderup-Ebbe 131
Schlegel, Fr. 117
Schneider, K. 137, 556
Schnieder, E. 533
Schopenhauer, A. XXIV, 14, 27,
99, ,
107, 123, 124, 132,
172, 218, 225, 226, 227, 240,
241, 282, 304, 435, 457, 458,
502, 584
Schubert, G. H. 491, 506
Scupin, E u. G. 377, 430
Sneca XL
Servet, M. XL
Sganiini, C. 113
Shakespeare, W . 68, 269, 275,
466, 467
Sfocles 68
Spinoza, B. de 535
Spranger, E. XXV, XL, 68, 500
Stendhal 230, 232, 234, 460
Stem, W. 193, 248, 256, 266,
338,
374, 382, 404, 432, 440,
448, 449
Stifter, A 263
Siorfer, A. J. x l i i l
Storm, Th. 205
Stratton, G. M. 330
Strindberg, A, 257
Stumpf, C. 322
T
Tertuliano XL
Thiele, R. 79, 93
Thorndike, E. L. 426
Tieck, L. 491, 506
Tolmn 427
U
Uexbli, J. v. 3, 13, 182, 188, 321,
339,
340
Ulrid 552
Urbantschitsch, V. v. 357, 553
V
Valenciano XLv
Vallejo, A. XLv
Verbeke, G. XXXII
Vcsalo XXXIX
Vetter, A. XX, 587
Vierkandt, A. 223
Virchow, R. XXX
Vives, L. XXIV
Volfcelt, H. 318, 494
Volta 66
W
Wagner, R. 40
Watson, J. . XXV
Weber, E H. 346
Weber, Max 134, 407
Weizsacker, V. v. XXXvn, x x v i i i ,
415, 422
Wellek, A. x x n
Wenrf, A. 386
Wertheimer, M. 20, 316
Wilde, 0 . 113
Windelband, W. 51, 542
Wittkmver, E. 89
Wundt, W . XVIi, XX II, XXIV, XXV,
20, 27, 67, 101, 195, 196, 364,
435, 531, 567
Z
Ziehen 435
NDICE
DE M A T E R I A S
A
Absoluto 170
Abstraccin 393, 454
capacidad de 454
en el lenguaje 489
Abulia 182
Aburrimiento 200, 260
Accin :
acto instintivo de la 420
centralizacin o unidad 4, 5
clases de la 418
como respuesta a una situacin 415
como respuesta de la totalidad psi
cosomtica 415
comportamiento activo de la 40
y concienciacin del mun
do 417
-inteligente 428
desde el punto de vista de su es
tructura psquica 433
desde el punto de vista de s ren
dimiento vital 420
electiva 442, 464
esbozo de movimiento 416
experiencial 424
finalista 433
formas de 415, 433
inteligente 428
intencionalidad de la 414
rasgos esenciales de la 413
reflejos y 414, 415
teora reflexolgica de la 415
Acciones :
automatizadas 441, 453, 456
contenido de las 419
emocionales 451
impulsivas 440
instintivas 423, 434
educacin 465
engao 59
enjuiciamiento 59
ergia 8
estimacin 144,457
experiencia 58
movimiento 110
observacin 58 y sigs., 457
regulacin 6
vencimiento 472
valorcin (V. t Autoestimacin)
Autonoma de los fines 467
Bastones 326
Behaviorisino 64, 152, 426
Benevolencia 151, 155
Biologa 72
Biotono 87, 289
Bonachonera 140, 144
Bondad 152
Brutalidad 155, 224
Burla 222
Bsqueda 340
Caballerosidad 222
Capacidades 180
Capacidad :
de amar 234
de combinacin 461
de decisin 467
de esfuerzo 458, 476
de obstinacin 454
de reflexin 2,72
de resistencia 475
de retencin 362
razonadora 456
Carcter 40, 57
- diferencias 496
estructura del 45
invitativo 340, 550
variaciones en la tectnica de la
persona 492
Caracteres primitivos 210
Caractersticas de lo viviente 2
Caracterologa XVIII, 39, 40, 53, 587
Causa y efecto 68
Causalidad 69, 443
de relacin 90
en los sueos 488
Celos 214, 457
y egosmo 215
Cerebro y psiquismo 85, 94
Certeza 396
Ciclotimia 278
Ciencias naturales 175
Cinismo 157, 260
Crculo :
funcional anmico 311, 412
funcional del vivenciar XLI, 15
Climaterio 87
Clera 193, 239, 457
Colores 326
accin emocional de los 328
constancia de los 355
de contraste 328
neutrales 328
puros 327
teora de los 329
teora psicolgica de los 71
Comparacin 393
Compadecer 224
Compasin 133, 224 y sigs.
Compensacin 5, 89, 179, 299, 580
de la oportunidad ms prxi
ma 300
directa 299
en los sueos 504
i ficticia en el scorno si 300
Comportamiento 8, 64, 65
activa 413, 432
instintivo 423
inteligente 428 y sigs,
mnstico 426
Comprensin, facilidad de 459
Comunicacin 6, 7
Concentracin 439
Concepto 390, 403 '
,
abstracto 321
de actitud 43
de carcter 39
de la ley de la constancia de ios
objetos 355
del presente 257
de profundidad 585
de rendimiento 36
desarrollo de la formacin de con
ceptos 393
. esttico 40
tico del carcter 40
psicolgico 40
representacin y 394
y juicio 394
Conciencia 244, 543 y sigs., 556, 557,
561, 580
de estimacin 291
de situacin 250
estrechez de 555
hiato de la 433, 441, 442, 496,
545, 556
moral 246
reflexiva 544, 545
subconciencia 575
subconsciente colectivo y 579
vigil 487, 489
Concienciacin :
inautenticidad en Ja 537, 538
y orientacin en el mundo
313, 408
Concienciaciones 391
Concupiscencia
Conducta 27, 43, 426
activa 19, 36
aprendida 426, 427
externa 36
finalista 426, 427
impulsiva 434
inautntica 534
inteligente 427
Ley dT efecto 426
Conductism 36, 426
Confianza 212
Configuracin
instintiva 431
mocional 432
objetivada 63
Conflicto 177
Conjuntos significativos : categora
de los objetos 355
Conocimiento prctico del hombre 74
Conos 326
Consciente e inconsciente 580
Conservacin del individuo 24
Constancia :
de la forma 354
de Jas magnitudes 355
de los colores 353
del tono 353
principio de la 352
Consternacin 250
Contacto :
capacidad de 181
disposicin al 149
necesidad de 149
firmeza de la 473
incapacidad de 463
indecisin 463, 467
y tendencias 465
Deduccin 394
juicio y 396
Delirio 283
Denominacin 399
Depresin 274, 298
Derrota 215
Desarrollo 2 , 174
Dessimilacin 349
Desconfianza 211
Desconsideracin 155, 227, 292
Descontento 202, 213, 301
Desengao 254
Deseo:
de autoestimactn 144
- de poder 130
de saber 163
Desesperacin 254
biolgica 255
existencial 255
Desilusin 250
Desinters 1 2 9 ,2 6 0 ;
Despotismo 134
Desprecio:
del prjimo 220
vital 318
y tiempo 487
Especializcin 10
Especie 422
Espera 249, 427
tensin de la 249
vivencial 453
Esperanza 250, 457
Espritu 79, 109, 384
Espiritualidad 462
Espln 260
Esquema 524
.
Esquizofrenia 259, 488
Estado de nimo, 185, 268,
456, 498
clases 270
cursos del 276
lbiles 277
periodicidad del 278
Estinto 220, 222 .
-^del prjimo 229
1 de s mismo 218, 221, 290
Estmulo 314, 346
(s) habituales 346
'
(s) objetivos 70
Estratificacin. 78
en Ja personalidad X X , 79 '
idea de la 78
principio de la 78
Estrato :
personal 79
poipsquico 79
somatopsquico 79
timopsquico 79
Estratos 481
en la estructura de la persona 481
integracin de los 481
psquicos, disociacin 501,
teoa de los 74
unilateralidad de acentuacin-495
Estructura X L , 4, 47
anatomofisiolgica 93
caracterologa de la 453
concepto de la 4
de la persona 586
;
de la vida anmica 77, 412
interna 447
superior de la persona 81, 413,
447, 451, 481, 501
superior personal 449.
'
de la constancia 353
eidticos 357
Ficcin 524
Filognesis 38
Filosofa 173, 523
del alma 50, 534
Fisiologa 91
cerebral 83
Fondo endotmico 81,-97, 264 y sigs.,
450, 482, 492, 497, 500,
501, 535
centro 16
mentira 383
profundidad del 524, 586
vivencia del 95
Fondo vital 82, 84, 87, 92, 94, 96,
450, 504
Forma. (Gestalt) 315, 333
constancia de la 354
explicacin del principio de
la 337
factor de la 338
.
percepcin de Ja 343
principio de la 332, 337
psicologa de la 586
transportabilidad del carcter gestltico 334
Forma pura. Vase : Esquema
Fortificacin de la propia posicin 137
Fovea centralis 326
Frase 395
monoverbal 396
plural 396
Frialdad 289.
Frivolidad 303
Frustracin 178
Fuerza vital 289
Funcin de nominacin 393
Fundamento disposicional .47
G
Generosidad 144
Gestalt (V. t. Forma) 315, 333, 337
y sigs., 586
carcter de gestalt de las accio
nes 415
carcter de gestalt de Jas percep
ciones 315
constancia de la 354
principio de J a -337--
psicologia de la 3 1 6 , 3 3 3 , 5 8 6
Gestaltide 3
Glndulas endocrinas 85
'
sexuales 86
Goce 112, 120, 199
esttico 113
intelectual 113
Grafologia 65
Gratitud 216
Grosera 155
H
Hbitos 4 5 4
Habituacin 7
Habladuras 521
Halago 215
Hasto 2 9 6
Hedonismo 102
.
Hedonista 113, 114
Herencia 11, 31
Hermenutica 64
Heteroobservacin 62
Hipnosis 552
Hipocresa 4 0 3 , 515y 5 2 4
H isteria:
personalidad, histrica 531
- reaccin histrica 531
Hombre X X V II, XL, 178, 180,
4 9 5 ,5 2 9
^ como persona 2 9 0
concepcin cotalista 5 8 6
impulsivo 4 9 6
tipos de 4 9 2 y sigs. :
volutivo 4 9 2 , 4 9 6
Hormonas y psiquismo 75
Hostilidad 275
Humildad: 138, 243, 2 9 6
!
Humor 264
amargo 275
labilidad del humor 277
triste 273
y amor 307
I
Idea 1 52, 1 54, 228* 4 0 2 ,
4 0 3 , 483
Identidad 488
y accin 434
Impulsos 13
Inautenticidad. V. t Autenticidad: 518
antropologa de la 534
caracterologa de Ja 531
clases 530
- dei pensamiento 520
en el actor 532
en el tipo S-histcriforme 532, 534
en la -adaptacin 526
- en la histeria- 531
en los afectos 517
exterorizacin de lo inatnti'> 5 3 5 ;.
falta de esencia en la 518
fenomenologia de la 522
insuficiencia anmica 530
races de la 525
substancia anmica :en la 535
y autenticidad 514
y autodestruccin 530
y Concienciacin 537 :
y sentimientos del yo 519
irreflexivo 565
no conocido 551, 553, 557
personal 578
problema del 541
profundo 577
reprimido 570, 572 ;
.
significado del concepto 551
significados del 5.51
sin-conciencia, Vase : Inconscien
te viral
teora del 581
vital 559
Indeterminismo 443
.
Indiferencia 260
vivencial 181
Indignacin 193, 238, 239
Individuacin 147, 282
Individuo x x x v m , 486
sentimental e intelectivo 495
y masa 486
Inestabilidad 473
Infra-alma 575
Ingeniosidad 464
<
Ingenuidad 537, 544
Inmodestia 140
Insatisfaccin 304
Instancia de control 558
Instinto XXXVI, 98* 420, 436
carcter inconsciente, del 556
de. agresin 158
de autoproteccin 433
de conservacin 92, 211
individual 106, 121
y egosmo 123, 125
de sumisin 134
gregario 149
madurez instintiva 423
sexual 115, 116
- teora refleja del 422
y rendimiento 429
Instintos 98
clasificacin de Gehlen 106
- doctrina de los 103 :
fundamentales 103
vitales 79
elementales 93
y tendencias 309
Integracin 5, 11, 22
de los estratos 481
horizontal 502
vertical 502
Intelecto 3 8 4
Intelectualismo 4 0 7 , 4 9 5
: problemas del 4 0 4
Inteligencia 4 2 9 , 462
animal 4 2 8 , 431
coni adaptacin 429, 4 3 2
cmo rendimiento 429, 463
humana 4 2 9
formas especiales 463
prctica 431
y espiritualidad 4 6 2 , 463
y pensamiento 4 3 0
y profundidad 463
Intencin 4 2 7 , 4 3 9
Interceptaciones 354
Inters autntico 519
Intereses. (V . t. Deseo de saber.) 181
Interiorizacin 534
Intimidad 2 46, 534
Introcepcin 4 0 4
Intuicin 73, 3 8 5 , 557
Ira 209, 2 3 9 , 457
reacciones de 211
Irona 260
Irresolucin 4 7 3
Irritabilidad 9, 275
J
Jvenes 2 9 2
Jovialidad 270
Juego 111, 1, 4 1 8 ;
de construccin 162
imaginativo 377
; infantil 71
teora del 377
Juicio 394, 403, 431
capacidad de 455
como afirmacin 395
desarrollo de la funcin del 3 9 6
y concepto 394
y deduccin 396
L
labilidad del humor 277
lenguaje XXXIX, 324, 355 385 y
ligs., 403, 411
desarrollo del 393
funcin de nominacin 393
y pensamiento 403
ley :
' de Jost 367
de la autonoma funcional
126,
132, 34<5
de la conexin integrativa 312
de la energa especfica de los Sen
tidos 346
de la importancia significati
va 346
del umbral absoluto 347
del umbral diferencial 350
de Weber 346, 351
(s) de las sensaciones 346
Libertad 443
Libido 114
Libre albedro 443
Ligamen 238, 408
Lgica 398, 487
Logstica 385
Luntico 277
genio 277
M
Mcula 326
Magnitud 355.
Maldad 156
Malevolencia 156
Mando 437
Mana 113'
Manifestaciones mocionales pragmti
cas 432
Mquina 12
Mscara 524, 533
Matemticas 385, 420, 454
Materialismo 91
Megalomana 292
Melancola 53, 273, 299
Melanclico 275
Meloda 332
Membracin 4
N
Necesidad 12, 17, 9 9 , 102, 3.40, 4 2 6
de contacto 149
de. sentirse respaldado 286,
2 8 8 , 469
metafsica 171, 172
satisfaccin de Ja 98
Nerviosidad constitucional 209
Nio 14, 11 y sgs., 121, 167, 169,
171, 220, 250, 260,. 318, 321,
358, 364, 376 y sgs., 386,. 393,
394, 396, 412, 418, 426, 437,
438, 454, 474, 500, 526
edad chimpanc. 429
obstinacin infantil, 468
sexualidad de la primera infancia
115,411
vivencia del ego a los tres aos 124
Nivel de aspiraciones 140, 302
Notico :
actos noticos 384
amplitud del horizonte no
tico 461.
hbito noetico 454 y sigs.
horizonte notico 193
Nostalgia 167
O
Observacin.: autoobservadn 58 sigs., 457
>hetetoobservacin 58, 62
ocasional 64
Obstinacin 467, 468
Ocurrencia (inspiracin) 557
Odio 156, 168, 235, .457
y amor 257
Onanismo 116
Ontognesis 38
Ontologia filosfica 78
Optimismo. 304
Organismo de Ja 'ejecucin 441
Orgasmo 116
Orgullo 294, 296
Orientacin en el mundo 313
grados de 408
P
Paciencia 249
Palabra 393, 386 y sigs., 400
acumulo de palabras, 396
tnico 206
Pansexuaismo 116, 173
Pantommica 63
- y sensacin 315
Perseveracin 461
. . .
Persona x x v il, XL, 56, 290, 449,
582, 586
concepto de !a 144
cortical 78, 93
estructuta de la 77, 481
individuo y 486
profunda, -78, 93 '
profunda vital 268
vital 9 3
y carccer 57
Personalidad:
estructura de Ja 77
divisin en capas 94
histrica 531
individuo y 529.
quiebra de la 579
tectnica de ja 481 .
Pesar 5 1 6 .
Pesimismo 304
razonador 304
resignado 304
Picarda 403
Placer 112, 199, 271
de funcin 71, 111.
teora del placer-desplacer i 99
Plan de construccin 3
Poder:
del hombre dominante 134
del hombre titnico 134
deseo de 130
voluntad de 130
Poesa 401
y psicologa 67
Ponderacin 500
Preocupacin 251
Profundidad 262, 585
Prjimo:
desprecio del 220
estima del 220
formas de amor al 152
relacin con el 149
sentimientos para con el 154
Prontitud 461
Propsito 440
Protofantasa 343, 375
Proyeccin 285, 384
Psicastenia 374
Psicofisica 317
animal 62
- asociacionista. 397
axiomas psicolgicos XXVI
ciencia de Ja naturale 72
ciencia de] espritu 72 '
ciencia del homBre 587
cientfica 73
confusin terminolgica 23
de la forma 586
de la gestalt 316, 333. 586
de la memoria'36?
de la personalidad 54
de las asociaciones 368
d las masas 485
/
de las sensaciones 316
.
/.
d la voluntad 66
- del nio 66
de lo consciente 506
de Jos elementos 586
de los sentidos 31'6, 347
de los sentimientos 196
..
..
descriptiva 38
desenmascarante 71
dinmica 586
'-][
el tiempo en Ja 25,7: .
evolutiva 38, 587 .'
---- experimental 316
xperimental del pensamiento
67 , 3 9 7
Psicopatologia 371
Psicosis manaco-depresiva 279
Psicosomtica x x v ill, y sigs. 72, 89,
95, 415
Pubertad 86
R
Racionalismo 404
Rasgos 42, 44
:
.
afines y desafines 45
anmicos 48
cualidades de rendimiento 43
de carcter 43
de conducta 43
de esencia 43 :
diferenciales 39
primarios 48
Razn y sentimiento 405
Razonamiento 456
Reaccin:
inmediata 437
histrica 531 .
Receptores valorativos 187
Reconocimiento 360, 409
Recuerdo 52, 382
espontneo 552
fidelidad del 374
formas del. 360
leyes del 362 '
optimismo dd 559
Religin 172
tendencia religiosa 172
vinculacin religiosa 245
Rencor 156
Rendimiento 36, 162
ambicin de L62
e inteligencia 429
tendencia al 162
Representaciones 29, 66, 355, 356,
375, 390
aisladas 390
conscientes 250
de la fantasa 359
de la memoria 359
efecto asociativo 371
esencia y significado dejas 356
fenmenos eidticos 357
generales 390, 409, 452
imaginativas 390
inconscientes 250
mnmicas 360, 390, 425
origen de las 357
significacin antropolgica de
las 358
sublirainares 502
- y concepto 390, 392
y percepciones 356
Represin 502, 571
Reproduccin 11 .
- vivencial 223
Repugnancia 200
Res gitans 80
extensa 80
Resalte 266
Resentimiento 142, 156, 214, 302
y envidia 214
Resignacin 253, 298
Resolucin 442, 473
Respeto 222
Responsabilidad 226
incapacidad de decisini 466
Retencin 364 y sigs.
capacidad dei 362
Reverencia 242
Retina 326, 328, 330
puntos retinianos 330
Revancha 141
Reverencia 242
Riesgo 466
S
Saber intencional 302
Saciedad 200
Sadismo 133
Sarcasmo 157
Satanismo 133
Satisfaccin 302
instintiva 426
(s) sustitutivas 176
Sensacin 314
lenguaje de la 388
leyes de Ja 346
(s) acsticas 324
(s) afectivas 322
(s) anestsicas o de movimien
to 318
(s) cromticas 329
y percepcin 315
Sensibilidad:
a la presin 317, 351
al calor 317 :
al dolor 317
al fro 317
cutnea 317 .
superiores 323
tctiles 324
Sentimental 300, 388
hombre 492
Sentimentalidad 26l
Sentimentalismo 228, 261
Sentimiento:
artstico 240
acompaar en el 224
compartido 223
compensado 299
csmico 303
de autovaloracin 29I
de deber'238
de derrota 215
de c'eitino 249, 264
de fdicidad 203
de gratitud 142 .
de inferioridad 217, 292,
297, 584
de justicia 238
dla prdida de sentimientos 218
del honor 291
del propio poder .285, 290,
301, 460
del propio valor 95, 290 a 300
aristocrtico. 293
-------- centro de gravedad del 291
-------- demoniaco 293
-------- falto de crtica 292
-------- hiperestesia del 300
--------. inautntico 295, 515
-------- ingenuo 295
---------mediato objetivo 295
.. natcisista 294
del yo (del ego) 284, 291,
303, 519
de minusvala 217, 297,
575, 584
*t de triunfo 215
esttico 240
metafisico 242
mundano del humor 36, 308
nihilista del mundo 305
objetivo 221
religioso 243
resignado 298
vital 267, 466
y razn 405
Sentimientos 79, 184, 264, 493
amatoria (amor en general). 165
de la convivencia 148
del amor al prjimo 228
determinante 358, 440
divergencias 177
metafsica 172
-------- y vivencia de fugacidad 172
religiosa, 172
y voluntad 440
Tendencias. (V. 't. : Vivencias pulsio
nales) 79, 98, 180
afn vindicativo 141
a la actividad 110
a Ja notoriedad 529
al goce *112, 115
: a], rendimiento "111 , 162
amorosas 237
apetito viyencia l i 7, 165, 259
clasificacin 1 1 1
cognoscitivas 2 3 6
convergencia y divergencia de
las 177
creadoras 161, 236
de 3a asociacin 148
de la comunidad 148
de la transitividad 111
del ser-para-otro 151
destino individual de las .178
diferenciacin de las 102
dirigidas al prjimo X L II , 148
falta de impulsos 183, 478
finalidades 105
fuerza impulsiva de las 469
humanas 100
Teora:
atemtiea 104.
de las capas 91, 93
- del inconsciente 581
de los colores 329
del placer-desplacer 199
hedonista 102
monista del egoismo 102
monotemtica 103
pojiterntica 103
refleja del instinto 422
reflexolgica de la accin 413
Terminologa XXXiv, XXXIX. y sigs.
Terquedad 468
Tiempo 169
conciencia vigil y 487
de latencia 366
.
de presencia anmica 30
de presencia psquica 6 l en psicologa 257
interno 10
psquico presente 30 .
Timidez 286, 298
Tipo 150
cidofmico 130
esquizotniico 150, 222
estnico 286
.
extravertido 150
introvertido 150 .
- mediterrneo 150
S-hi 532
S-hisceriforme 534
Tipos :
autnomos 467
heternomos 467
impulsivos-volitivos 496
sensibles al color 329
------- - a la forma 329
Tono 325
Totalidad XXII, 4, 260
como significado 364, 369, 370,
371, 411
Trabajo 477
del sueo 510
Transformacin de la magnitud 354
Trascendencia 242
Trastornos:
anmicos 85
del s-mismo 576
Traumatismo cerebral 210
del sueo 4 9 0
profundidad 262 .
espiritual 92
' sector vivencial 258
Valores 188
interno y externo 312, 417
~ de significacin 108, 188
substancia anmica en Ja 535
sensibilidad de los 189
de relieve 332
disparidad gestltica binocular 332
-------- transitivas 147
tendenciales. (V. t. pulsiona
y pensamiento 326
les) X L II
Vitalidad 87,
Vivencia X L I, 12, 84, 563
Voluntad 100, 447, 449, 451, 483,
497, 500, 575
apetito vivencial .117
acin impulsiva 472
artstica 240
Tristeza 53, 265, 273, 275
aparate 515
Triunfo 215
Turgor vital 87
tipos de 464
y procesos endotmicos 435, 497
y sentimientos 493
Y
Yo X X I, 302, 449
autenticidad 519
colectivo. Sentimiento del 130
conciencia del 437
individual 582
ncleo del 449 .
personal 145, 582
principio de la individuacin 282
sentimiento del 284
social 145
super-yo 77, 79
transitividad del 582 ........
vivenck del 437
volitivo 498