La Rosa Más Bella Del Mundo

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La rosa ms bella del mundo

Hans Christian Andersen



rase una reina muy poderosa, en cuyo jardn lucan
las flores ms hermosas de cada estacin del ao. Ella
prefera las rosas por encima de todas; por eso las tena de
todas las variedades, desde el escaramujo de hojas verdes y
olor de manzana hasta la ms magnfica rosa de Provenza.
Crecan pegadas al muro del palacio, se enroscaban en las
columnas y los marcos de las ventanas y, penetrando en las
galeras, se extendan por los techos de los salones, con gran
variedad de colores, formas y perfumes.
Pero en el palacio moraban la tristeza y la afliccin. La
Reina yaca enferma en su lecho, y los mdicos decan que
iba a morir.
-Hay un medio de salvarla, sin embargo -afirm el
ms sabio de ellos-. Triganle la rosa ms esplndida del
mundo, la que sea expresin del amor puro y ms sublime.
Si puede verla antes de que sus ojos se cierren, no morir.
Y ya tienen a viejos y jvenes acudiendo, de cerca y
de lejos, con rosas, las ms bellas que crecan en todos los
jardines; pero ninguna era la requerida. La flor milagrosa
tena que proceder del jardn del amor; pero incluso en l,
qu rosa era expresin del amor ms puro y sublime?
Los poetas cantaron las rosas ms hermosas del
mundo, y cada uno celebraba la suya. Y el mensaje corri
por todo el pas, a cada corazn en que el amor palpitaba;
corri el mensaje y lleg a gentes de todas las edades y
clases sociales.
-Nadie ha mencionado an la flor -afirmaba el sabio.
Nadie ha designado el lugar donde florece en toda su
magnificencia. No son las rosas de la tumba de Romeo y
Julieta o de la Walburg, a pesar de que su aroma se exhalar
siempre en leyendas y canciones; ni son las rosas que
brotaron de las lanzas ensangrentadas de Winkelried, de la
sangre sagrada que mana del pecho del hroe que muere
por la patria, aunque no hay muerte ms dulce ni rosa ms
roja que aquella sangre. Ni es tampoco aquella flor
maravillosa para cuidar la cual el hombre sacrifica su vida
velando de da y de noche en la sencilla habitacin: la rosa
mgica de la Ciencia.
-Yo s dnde florece -dijo una madre feliz, que se
present con su hijito a la cabecera de la Reina-. S dnde
se encuentra la rosa ms preciosa del mundo, la que es
expresin del amor ms puro y sublime. Florece en las rojas
mejillas de mi dulce hijito cuando, restaurado por el sueo,
abre los ojos y me sonre con todo su amor.
Bella es esa rosa -contest el sabio- pero hay otra
ms bella todava.
-S, otra mucho ms bella! -dijo una de las mujeres-.
La he visto; no existe ninguna que sea ms noble y ms
santa. Pero era plida como los ptalos de la rosa de t. En
las mejillas de la Reina la vi. La Reina se haba quitado la
real corona, y en las largas y dolorosas noches sostena a su
hijo enfermo, llorando, besndolo y rogando a Dios por l,
como slo una madre ruega a la hora de la angustia.
-Santa y maravillosa es la rosa blanca de la tristeza en
su poder, pero tampoco es la requerida.
-No; la rosa ms incomparable la vi ante el altar del
Seor -afirm el anciano y piadoso obispo-. La vi brillar
como si reflejara el rostro de un ngel. Las doncellas se
acercaban a la sagrada mesa, renovaban el pacto de alianza
de su bautismo, y en sus rostros lozanos se encendan unas
rosas y palidecan otras. Haba entre ellas una muchachita
que, henchida de amor y pureza, elevaba su alma a Dios:
era la expresin del amor ms puro y ms sublime.
-Bendita sea! -exclam el sabio-, ms ninguno ha
nombrado an la rosa ms bella del mundo.
En esto entr en la habitacin un nio, el hijito de la
Reina; haba lgrimas en sus ojos y en sus mejillas, y traa
un gran libro abierto, encuadernado en terciopelo, con
grandes broches de plata.
-Madre! -dijo el nio-. Oye lo que acabo de leer!-. Y,
sentndose junto a la cama, se puso a leer acerca de Aqul
que se haba sacrificado en la cruz para salvar a los hombres
y a las generaciones que no haban nacido.
-Amor ms sublime no existe!
Se encendi un brillo rosado en las mejillas de la
Reina, sus ojos se agrandaron y resplandecieron, pues vio
que de las hojas de aquel libro sala la rosa ms esplndida
del mundo, la imagen de la rosa que, de la sangre de Cristo,
brot del rbol de la Cruz.
-Ya la veo! -exclam-. Jams morir quien contemple
esta rosa, la ms bella del mundo.

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