Escrito Slit Era Rios
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SARMIENTO ________________
TOMO I
El Seor Sarmiento se vali de la amistad y de la ecepcional erudicion de Don Luis Montt, para recopilar sus escritos dispersos en Chile. Escusado sera proclamar con cuanto amor y competencia cumpli el Seor Montt el honroso encargo y cuan agradecido le estaba el autor por su desinteresado empeo. Aos despues, una ley del Congreso argentino nos encarg de continuar la publicacion, lo que hemos cumplido hasta el Tomo LII y el Indice General, aunque debamos confesar que con muchas inperfecciones, acaso inseparables de la precipitacion a que nos obligaron diversas circunstancias, entre ellas la necesidad de dar termino en un periodo augustioso un vasto trabajo que hubiera requerido una existencia. La edicin que estuvo nuestro cargo, desde el Tomo VIII fu emprendida cuando los precedentes volumenes se hallaban casi agotados y son pocos los que poseen los ltimos quienes no carezcan de los primeros tomos. Esta reimpresion, en homenaje al eximio trabajo del Seor Montt, se ha hecho sin introducirle modification alguna. A. BELIN SARMIENTO. __________________
12 DE FEBRERO DE 1817 (Mercurio de 11 de febrero de 1841) I Un dia pasa todos los aos precedido i seguido de otros das; si en algo se distingue de los que anteceden i suceden; si el habitante de Chile fija por un instante en l sus miradas, es solo por las frias frmulas con que se representa el regocijo pblico, como las viejas relijiones sostituyen la pompa de ceremonias emblemticas, a los grandes recuerdos que no mueven ya el corazon de los creyentes. Algunas salvas en las fortalezas, algunos pabellones flotando en lo alto de los edificios, h aqu todo lo que recuerda un da que debiera ser tan caro al corazon de todo chileno. La fra fisonoma de los ciudadanos corresponde tambien a la alegra decretada, como la de la vrjen a quien un srdido clculo de la familia une al esposo que su corazon no ha elejido, con los atavos nupciales sobre el cuerpo i el disgusto en su pecho, coronada de guirnaldas la cabeza y el pesar pintado en su semblante. El estranjero que nos observa, nos creera los hijos de los espaoles vencidos en aquel gran dia, fastidiados de ver repetirse un recuerdo humillante y odioso. Veinte i cuatro aos han trascurrido apnas, desde que aquel memorable dia alumbr en Chacabuco un combate de vida o de muerte para la independencia americana, i ya ni se mentan los nombres ilustres que lo inmortalizaron. Ah! Los pedruzcos que cubren aquel suelo sagrado, no han conservado las manchas de la sangre patriota que los salpic, i el cndor de los Andes ha dejado de revolotear en torno de ese vasto campo de carnicera en que el amo i el esclavo lucharon con furor!....................................................................................................................... ............................................................................................................................... ............................................................. Centenares de patriotas chilenos, huyendo de los horrores de la esclavitud, habamos traspasado los Andes en 1814, i conocido todas las penurias i todos los sinsabores que acompaan a una larga emigracin. Un ejrcito al mando del jeneral San Martin, se aprestaba al fin a cruzar los Andes i traer a nuestra desgraciada patria la libertad perdida. Nosotros volamos presurosos a engrosar las filas del ejrcito libertador. Ai! Entnces la repblica, la libertad i la patria se nos presentaban radiantes i puras, como son siempre las concepciones del espritu, cuando la esperiencia no ha venido aun a sostituirlas sus tristes realidades, como el frio invierno que nos ensea el montono i desapacible ramaje del rbol, cuyo lozano verdor nos habia ntes recreado. Chilenos i arjentinos dejamos la ciudad de Mendoza el 17 de enero de 1817. Tenamos la cordillera al frente, i detras de ella estaba Chile, la patria querida, nuestras familias i todas nuestras simpatas; los espaoles, en medio de nuestro entusiasmo i ardor, se presentaban confusamente a la imajinacion
como los puntos distantes de un paisaje que el pintor bosqueja. Mas, bien pronto principiamos a escalar con trabajos i padecimientos inauditos, la jigantesca, solitaria e interminable cordillera de los Andes. El hambre, el frio, el viento glacial que nos helaba la respiracin, i la puna que agregaba su penosa angustia a tantos padecimientos, formaban la primera pjina de la terrible campaa que abria el ejrcito. La victoria de Marengo, que salv a la Francia, tenia entre sus laureles el paso del San Bernardo. Mil historiadores han ponderado sus dificultades casi insuperables, i el gran capitn lo ha clasificado como uno de los prodijios que haba obrado el ardor frances. 1 bien! el pasaje de la cordillera por un ejrcito sin pertrechos, sin tiendas, sin capotes, yace oscuro, i apnas una pluma le ha tributado un pasajero asombro ! El San Bernardo i los Andes!!! Un solo dia de trabajos en aqul, i en seguida la risuea Italia con sus alegres campias, sus ciudades i sus encantos. Un solo dia de trabajos inauditos en sta, en medio de sus erizadas crestas, i luego?... la cordillera siempre, con su soledad espantosa, sus torrentes, sus abismos, sus laderas i sus precipicios; i diez dias despues?... la cordillera siempre con sus nevados picos, cerrando el paso, coronada de nubes blanquecinas, amenazando por momentos sepultar para siempre entre sus desnudos e inhospitalarios peazcos a los audaces patriotas que osaban escalarlos. Nuestro ejrcito, pobremente equipado, cansado de sufrimientos, i estenuado de fatiga, descendi por fin en los dias 7, 8 i 9 de febrero al hermoso valle de Aconcagua, i los encuentros del mayor Martnez en la Guardia, i del teniente coronel Necochea en las Coimas, nos hicieron augurar un dia de gloria para todo el ejrcito. Todo el valle estaba en nuestro poder el 10, i el 11 de febrero avistamos a los espaoles en la cuesta de Chacabuco, cuyas cumbres coronaban gruesos destacamentos de infantera. Fu preciso vivaquear en presencia de ellos. Noche de alarma i vijilia la del 11! La cuesta de Chacabuco se interpona, como una siniestra mampara, que ocultaba a nuestros ojos la fuerza verdadera de los espaoles, los destinos de Amrica i la suerte futura de Chile. Los jefes arjentinos i chilenos, bajo un esterior severo e imponente, ocultaban todo el sobresalto que les inspiraba el desenlace de la batalla del dia siguiente. Soldados inespertos i bisoos, iban a medir por la primera vez sus armas con aquellos viejos batallones espaoles que haban humillado en Europa las altivas guilas de la guardia imperial de Napolen. Si un desastre era el triste resultado de tantos esfuerzos, los arjentinos veian consolidarse la dominacin espaola a su lado i espuestos los flancos de la nueva repblica, mientras que sus fuerzas contenan apenas los ataques de los realistas por el Alto Per. Los chilenos del ejrcito, si salvaban de la refriega, tendran que decir adis para siempre a la patria que volvan a ver, i a sus sueos de libertad e independencia; i para unos i otros, la muerte honrosa del campo de batalla, era preferible a caer prisioneros i ser tratados como insurjentes. Los gauchos que formaban el valiente rejimiento de granaderos a caballo, tendan con desasociego sus miradas por este horizonte estrecho i limitado por todas partes de cerros, echando mnos aquellas inmensas llanuras de su tierra, donde el cielo est pegado a la superficie, donde el sol sale i se entra por entre los pastos i matorrales, i donde no hai barrera ni obstculo insuperables para el jinete que monta un buen caballo; pero ellos haban probado el filo de sus sables en las Coimas, los espaoles eran maturrangos, i esta ltima consideracion les hacia aguardar con indiferencia el prximo combate. Los negros del 7 i del 8 dirijian con horror sus inquietas miradas sobre las cpulas
nevadas de la cordillera, que tenan a sus espaldas, en donde el frio habia martirizado sus constituciones africanas, i en donde el cabo de guardia habia sorprendido al centinela de los puestos avanzados que no responda al alerta!.... muerto en su puesto, parado con el fusil al brazo, i endurecido por el hielo que le habia penetrado las entraas i suspendido el movimiento de la sangre! Mas sabian, porque as se lo repetan sus jefes, que todo negro que cayese prisionero en poder de los espaoles, seria trasportado a Lima i vendido para los injenios de azcar, i esta sola idea les volvia todo su feroz i brutal coraje. En cuanto a nosotros, oficiales subalternos, nos comunicbamos al oido algunos rumores alarmantes que circulaban, i nos animbamos en voz alta con noticias favorables, deleitndonos con la esperanza de ver pronto a nuestras familias i entrar en Santiago, en este Santiago, que la ausencia i los padecimientos haban hecho tan querido para nosotros. II La noche del once de febrero fu larga, como son largas siempre las noches que preceden a un dia que ha de influir poderosamente en nuestra suerte futura. Las diucas del campo, estas aves chilenas cuyo canto matinal i vivificante no habamos oido en nuestro largo destierro, nos anunciaron al fin la proximidad de la maana del 12 de febrero; i entre los preparativos del combate, vimos asomarse brillante por entre los picos nevados de los Andes, el sol que iba a ser testigo impasible de nuestra lucha. Los espaoles que ocupaban la cumbre de la cuesta, se replegaron al oir sonar la marcha de nuestros tambores. Trepbamos con entusiasmo, reprimiendo el cansancio que nos ocasionaba el ascenso, i alargando el cuello para ver desde su cumbre el valle de Chacabuco, la cuesta de Colina, e imajinarnos, ya que no pudiramos verlo, aquel Santiago objeto de tantos recuerdos i de tantas esperanzas. Pero, ai! dos filas negras de soldados espaoles, ligadas por un parque de artillera i erizadas de fusiles, en que vibraban los rayos del sol, i a su izquierda una estensa lnea de caballera, dejaron bien pronto como enclavadas nuestras miradas en el sitio que ocupaban. Un momento despues el jeneral O'Higgins estaba en presencia del enemigo; los granaderos a caballo, mandados por el valiente Zapiola, habian ido a arrostrar en vano la metralla del enemigo, no pudiendo salvar el barranco que hacia inaccesibles sus posiciones. Cramer, que habia volado con el 8 a sostenerla Caballera, i Conde con el 7, se hallaron mui lego comprometidos en la refriega. Un momento vacil el 8; las balas enemigas los diezmaban, i el jeneral Soler i el bravo Las Heras, que debian flanquear las posiciones enemigas por un circuito ignorado del enemigo, no parecan aun. Momento de angustia i de escitacion para quienes podamos observar, en medio de los estampidos del can, el fuego graneado, las bocanadas de humo que se elevaban de todas partes, i los gritos de nuestros jefes que dirijian las maniobras, restablecan el rden i nos animaban al combate! En fin, en medio de tanto estruendo, vimos cargar a los granaderos a caballo; nuestros jefes gritaron de frente! i mil voces confusas, el jeneral Soler! se mueven! disparan!.... Ah! qu momento ! que nueva vida ! Los granaderos lo arrollaron todo, i el camino de Santiago se presenta libre, aunque sembrado de moribundos i cadveres. La defensa de las casas de Chacabuco no sirvi sino a hacer mas sangrienta una escena sin esto demasiado gloriosa. Efectivamente, ochocientos prisioneros, setecientos muertos, banderas
espaolas, bagajes, artillera, el 14 pisando, en fin, el puente de Santiago en triunfo, llenos de sangre, polvo i andrajos !.... Qu nos queda mientras tanto de tanta gloria? Tendamos la vista sobre esta poca presente, aqu i en los otros puntos de Amrica. Escuchemos los juicios de esta jeneracion ingrata que nos ha sucedido, i estraado como instrumentos gastados e intiles; oidla en sus odios, que no turba ya el temor de los enemigos que nosotros destruimos, para que ella se folgase tranquila; oidla echarnos en cara nuestros desaciertos, i los crmenes de algunos, como si debiramos, haber sido en todo superiores a la poca en que nos toc figurar; como si el rjimen colonial en que fuimos creados, i la ignorancia i abyeccin de nuestros padres, nos hubiese dejado solo virtudes; como si hubiese sido posible desarraigar el respeto servil a nuestros tiranos sin violencia; como si las pasiones pudiesen ser tenidas siempre a raya; i como si las grandes revoluciones pudiesen completarse sin sangre, sin violencia, sin estorsiones, i aun sin crmenes ! Vedla hacerse olvidadiza de nuestras largas fatigas, i de nuestros esfuerzos para hacerla independiente i poderosa ! Hombres sin patriotismo i sin induljencia ! Un dia la historia recojer con avidez los nombres de todos los que lidiamos juntos en Chacabuco i en otros lugares tan gloriosos como ste; un dia el estranjero, porque vosotros no sois capaces, vendr a recojer los inmortales documentos de nuestras gloriosas hazaas, i desechar con desprecio vuestro abultado catlogo de recriminaciones, solo dignas de figurar en la historia, como un aviso de que eran hombres los que tales cosas i tan grandes hicieron! Un dia el viajero que pase la famosa cuesta, ver asociados en el mrmol los nombres de O'Higgins i Prieto, Las Hleras i Blnes, Lavalle i San Martin, Necochea i Soler, i tantos otros patriotas ilustres, cuyos nombres os han de sobrevivir, mientras que vosotros pasareis oscuros, sin que nada de grande haga olvidar vuestras miserias de partido, vuestra ingratitud i vuestro egoismo. Los peruanos recuerdan solo las estorsiones del ejrcito libertador, i ni las fras formas de la gratitud afectan por nuestros pasados esfuerzos, mientras que nosotros, como si una nacin jenerosa fuese responsable de los desvarios i pasiones de sus generales, estamos viendo a la desgraciada Repblica Arjentina, nuestra antigua amiga, sucumbir despedazada por la guerra civil. Lucha horrorosa i eterna! No habr de llegar un dia de confraternidad, de olvido i de rehabilitacin para todos? La tumba solo podr reunimos? Si hubiramos de buscar todos nuestros compaeros de armas en aquel glorioso dia; si resucitadas las simpatas que entnces nos unieron, quisisemos estrecharnos entre nuestros brazos, cuntas desgracias nos contaramos, cuntas heridas no sangraran de nuevo, cuntas lgrimas no verteramos, al ver nuestros destinos tan contrarios, cuan contados los felices, i tantos tan intolerables, tan desapiadados! Deseo intil, empero ! Ilusin engaosa ! Toda la Amrica est sembrada de los gloriosos campeones de Chacabuco. Unos han sucumbido en el cadalso; el destierro o el estraamiento de la patria ha alejado a los otros; la miseria envilece i degrada a muchos; el crimen ha manchado las bellas pjinas de la historia de algunos; tal sale de su largo reposo sucumbe por salvar la patria de un tirano horroroso; i ual otro, lucha casi sin fruto contra el colosal poder de un suspicaz dspota que ha jurado esterminio a todo soldado el la guerra de la independencia, porque l no oy nunca silbar las balas espaolas, porque su nombre oscuro, su nombre de ayer, no est asociado a los inmortales nombres de los que se ilustraron en
Chacabuco, Maipo, Tucuman, Callao, Talcahuano, Junin i Ayacucho! Felices, en estremo felice algunos, si gozando de la estimacin de sus conciudadanos, desempean destinos honrosos o dirijen con acierto el timon del estado; felices en estremo, los que en el seno de sus familias llevan una vida oscura, pero sin alarmas; felices, mil veces felices, los que pueden volver sus miradas sobre lo pasado, sin desear ver borrado un dia deshonroso de la historia de su vida ! Mientras la prensa guarda un criminal silencio sobre nuestros hechos histricos, i mientras se levanta esta jeneracion que no comprende lo que importan para Chile estas salvas i estas banderas que decoran el 12 de febrero, nosotros, cada vez que pase por nuestras cabezas el sol de este augusto dia lo saludaremos con veneracin relijiosa, i deplorando suerte que ha cabido a tantos patriotas, cualquiera que sea el pais o el color poltico a que pertenezcan, elevaremos nuestros votos al cielo porque en los cansados dias de su vejez, hallen un pan que no est amasado con lgrimas para su alimento, el abrigo del techo de sus padres i las bendiciones i respeto de sus compatriotas. Un teniente de artillera en Chacabuco,
AVOS I MONTURAS (Mercurio de 23 de febrero de 1841). Seores Editores : Como ya he probado que si no puedo hablar, s escribir al mnos; como en mi anterior comunicado, he mostrado que entiendo de msica, a mi modo, aunque este modo no sea el de otros; como viajo para divertir a los curiosos; como cierta especie de pblico aplaude mis monadas con palmoteos estrepitosos, como dicen que aplaude en el teatro las nalgas postizas de un Juanillo de farsa; como me viene la regana de escribir; como nadie tiene derecho de impedrmelo; como hai libertad de imprenta; como tengo amo quien me defienda, a falta de cnsul de Monomopata, de donde soi oriundo; como soi transeunte; como pertenezco a una sociedad extranjera en que figura un enorme, mui grave i curioso personaje; como ustedes publicarn este comunicado, si no tienen con qu llenar sus columnas, i en fin, como no se me ocurre otro como, he querido comunicar al pblico las observaciones que tengo hechas durante mis viajes monosficos i jimnsticos. Los hombres superficiales que no buscan la razon de las cosas, el pblico en fin, que es el hombre por mayor, como quien dice por gruesas, me ve cabalgar sin silla, usando apenas de una caronilla colorada por la decencia, sin sospechar que en conducta tan extraa haya sus razones de estado que la motiven. Oh ! el pblico ! Aqu como en todas partes, ve hechos, resultados, formas, palabras; el fondo, la causa no es de su resorte. Viva, coma, divirtase, bostece, trabaje, i lo demas que lo haga otro, para eso es el gobierno. Yo esplicar, pues, lo que nadie exije que se le esplique; escribir, no para que lean, porque he oido decir que no son muchos los que estn posedos de la diariomana, que tiene hoi enfermo, apestado al mundo civilizado. Si esto no es
cierto, no grite contra la calumnia el que no est suscrito a algn peridico. Si han de apedrearme, tire la piedra el que no est manchado de este delito, que de seguro llegarn pocas. Pero me distraigo,El pblico?.... La silla?... s, si, la silla, la caronilla colorada sin silla. Es, pues, el caso que viajando por varios puntos de Amrica, he parado los monos sobre un hecho singular. En cualesquiera de los puntos que he visitado con mis novedosos socios, he creido observar las mismas costumbres estacionarias, las mismas rencillas de partido, el mismo odio a las innovaciones, mismsima intolerancia, en poltica se entiende, las mismas preocupaciones, el mismo aparato de formas republicanas, con cierto dejo a chivato desde que uno les toma el gusto; en fin, la Espaa por todas partes, no la Espaa de ahora, que se ha dado un buen bautismo de sangre para que no la conozcan, sino la Espaa del otro siglo, como si dijramos del otro mundo, la Espaa que, recostada en su indolencia, contaba antes los duros americanos para entregarlos a los demas europeos. Mas en una sola cosa difieren los nuevos estados americanos, i en esta sola cosa se descubre una faccin nacional, en rudimento, en embrin; pero que ya sirvo a caracterizarlos. Hasta el idioma que a todos los estados es comun, se ha doblegado a las nuevas exijencias de los pueblos; se llama recado en unas partes, apero en otras, montura aqu, avo mas all. Algn lector testarudo creer haber adivinado la tal cosa? Que locura! Este es el nico distintivo nacional de las fracciones americanas, i a juzgar del fondo por la forma, en ningn estado de Sud-America hai un espritu nacional mas peludo, mas hediondo, mas monstruosamente abultado que en la Repblica de Chile. No se acuerda, seor Pinganilla, me decia Santiago, mi sirviente, a propsito de monturas, no se acuerda seor Pinganilla (se guardara bien el tunante de tratarme de otro modo), no se acuerda seor, me decia, de aquellos gauchos arjentinos, tan taimados, con aquellas botas a la rstica, de cuero crudo, aquellos cuerudos aperos, aquellas espolazas tan agudas, i aquellos estribitos, ltima expresin posible de un estribo? Qu hai de comun entre aquello i estas cargas de cueros de carnero tan recortados, i estas estriberas que son al contrario la ltima exajeracion posible de un estribo? Los pueblos, le habria yo contestado, si jamas me hubiese dicho tal cosa, descubren su jenio, su espritu, sus necesidades i su civilizacin, en la manera i forma de sus equipajes i vestidos. La civilizacin ha tomado su forma esterior la misma en todas partes. El hombre culto usa fraque, peridicos, reloj, levita, gobiernos constitucionales donde puede, literatura nacional, silla, ciencias, etc., etc., etc. Pero los americanos, admitiendo todo aquello, han elevado una solemne protesta contra todo lo que tenga relacin con el caballo. Han dicho, vosotros gringos no sabis domar un potro, ni pialar un ternero, i no tenis voto en la materia; afuera silla, chicote i arreos. Todo lo que es mui puesto en razon. Los americanos se han acomodado a su modo en este punto, i tambien llevan razon. Aqu se ha descubierto el jenio de cada pueblo, sus necesidades i su ndole. El arjentino que sigue a grandes pasos, gracias a su gobierno, la cultura de sus vecinos los pehuenches, usa cueros, caronas de vaca, bolas. En sus espuelas nazarenas, como si dijramos crucificadoras, con enormes ralas i agudas pas, se descubre de leguas, su gusto favorito de derramar sangre; en sus miniaturas de estribos que no le aprisionan sino un dedo, su amor a la
libertad; en todo su sencillo aparato, su sencillez republicana i sus hbitos democrticos, su odio a la dominacin francesa, su nacionalidad pampera, su gobierno federal; en fin, su admiracin por el ilustre Restaurador de las LL., que es el mejor jinete del mundo, en lo que debe hacrsele justicia. En cuanto a los chilenos oh! eso es otra cosa. Como viven al frente de esa estupenda cordillera que ves all, sus hbitos nacionales participan del carcter de esta naturaleza estupenda : estupendas espuelas, estupendos estribos, estupenda pila de cueros, i sobre este estupendo aparejo, un estupendo campecino. Como no gustan de sangre, i al contrario son grandes aficionados a la remoleura, rrrremulen los hijares del pobre rocin, mas sin herirlos como sus vecinos. Como no son tan democrticos como stos, han consultado la comodidad, el abrigo i la blandura. Su aspecto esterior, un poco chato, sus piernas semi-circularmente abiertas, un tronco medianamente engolfado en los pellones, cuyo vellocino ondea majestuosamente solevantado por el aire, i sus corvas estriberas cual peaas de santo, o bien cual ruedas de un vapor, le dan cierta gravedad aristocrtica que le sienta a las mil maravillas. Para comprenderlo mejor, un avo redondo, es una hiprbole de avo, i como todo debe corresponderse, espuelas hiperblicas, estribos hiperblicos, etc., lo que servir a los maestros de retrica para hacer sensible esta figura. Segun un manuscrito araucano que he consultado, all por los aos de 700, las botas de cordillera, que ya han invadido medio muslo, i que amenazan tragarse ambas piernas, eran solo unas polainas que principiaban sobre el tobillo, i ascendan humildemente hasta media pantorrilla ; i a fines del siglo pasado, durante la presidencia del seor O'Higgins, padre, las espuelas, un tanto abultadas ya, conservaban, no obstante, su forma de espuela; eran, en fin, el feto de una espuela, i el estranjero que arribaba a estas playas, las reconoca como tales. Los estribos en tiempo del cura Monardes eran unos cuitados, con puntillas amarillas, que se metian sin duda en una caja, que es la estribera presente, que como lo espresa la palabra estribera, no es el estribo, sino el lugar donde se ponia el estribo, como costurero, de costura; ropero, donde se pone la ropa. Como en la derrota de Cancha Rayada, los espaoles recojieron muchos pellones, una reaccin del patriotismo hizo usar dos, por si acaso. A medida que la exaltacin creca, se usaron tres, dos abajo de la enjalma i uno arriba, Habas visto, Santiago, escrita la palabra enjalma ? Tres abajo i dos arriba; cuatro abajo, ltimamente, i tres arriba, puj el acaloramiento nacional, de manera que aventaj por uno el caballo a quien lo cabalga. Como los enemigos de la tranquilidad pblica sostienen que el pais permanece estacionario, se atribuye a esto que no haya seguido de unos diez aos a esta parte la rpida progresin de los pellones, que tenian sobrecojidos de espanto a los carneros que los suministran; mas si la oposicion triunfa en las prximas elecciones, es de presumir que el desarrollo siga, pues la siniestra palabra progreso, anda en boca de todos. Los estadistas atribuyen la inmensa espansion de las espuelas i estribos, a la feracidad del clima, i a los rpidos adelantos que h hecho el pais con la revolucin, Prueba clara de cuanto puede el jenio del hombre, cuando las cadenas de la esclavitud no acotan su vuelo ! Me ocurre ahora una idea. Si dentro de quinientos aos, se presentase a una sociedad de arquelogos (que habr sin duda alguna para entnces) uno de estos rodajones colosos, todo. Roido i desfigurado por el orin que lo habria dilacerado, encontrado en las escavaciones de un corral, o levantado en la reja
del labrador, qu alboroto que disputas ! qu sabias disertaciones ! Este cuerpo frreo, diria un sabio, calndose las gafas para mejor contemplarlo, forma circular, diez i media pulgadas de dimetro, uno, dos. diez. veinte treinta cuarenta, cuarenta i siete, i este otro, cuarenta i ocho rayos que parten del centro, agujereado como s hubiese de tornar sobre un eje, esha sido, sin duda tocara el sabio, la cosa es clara.. representa simboliza la imjen del sol que adoraban los indios; sus puas representan los doce meses i las cuatro estaciones del ao; doce multiplicado por cuatro, cuarenta i ocho cabales : ergo al gabinete de antigedades araucanas, lo que est probado. I si alguien desenterraba una carcomida estribera, qu hallazgo! El sistema estaba completo entnces, la duda desapareca. La veneranda pieza de madera, era la augusta peaa en que reposada el emblema del sol, sus arabescos araucanos, sus relieves, sus guilas, todo lo est indicando. Luego los araucanos conocian el hierro, luego tenan templos, luego mienten los historiadores ! As se han hecho muchos descubrimientos. Algun presumido i mentecato apostara que yo no gusto de avos redondos, ni monturas cayanas? Todo lo contrario. Con la civilizacin se va haciendo el mundo tan uniforme, que ya nada sorprende al viajero en las costumbres de los pueblos. Seria, pues, una lstima que el europeo que hoi se queda con la boca abierta la primera vez que se echa a los ojos un avo redondo, no tuviese esta curiosidad tan peregrina que admirar. Lejos de vituperar estos usos, yo llevo para ostentar en Londres i Paris, al regreso de mi compaa, apero cuyano, con guarda-montes, botas de potro, libes i chirip, i un estupendo avo redondo para alborotar medio mundo. Me despido con una mueca, hasta otra vez, de ustedes seores editores. Pinganilla. ATENDITE ET VIDETE SI EST DOLOR SICUT DOLOR MEUS (Mercurio de 3 de marzo de 18 41). Alto birlochero !...... All, en la Posada de Francia. I t, Santiago, la maleta. Mi fraque negro, crespn en el sombrero. Pronto, badulaque, que se acerca el acompaamiento!.... Infelice criatura!..... En la primavera de la vida!... Oh muerte! de que bienes nos despojas!..... Por qu no te llevaste a Bulke, reventado de un estornudo? O a Tokorkan descogotado al hacer una cortesia reverente? O a los dos juntos, si asi convenia?... No afearas entnces tu crueldadPero La Bolsa1! La Bolsa!.... Santiago, psame mis guantes negros. Flor sin fragancia, deshojada por el soplo de los aquilones ! Luz fosfrica que no calientas!... Existencia sin objeto! Estrella rutilante que nos deslumbraste un momento !...Ai! ai!... Estas i otras esclamaciones se exalaban atropelladamente por todos los poros de mi cuerpo, mientras me sacudia el polvo del camino, i Santiago me ayudaba a prepararme dignamente para asistir a los funerales a que habia sido invitado. A medio vestir oigo les cantos fnebres, dejo una bota que iba a calzarme, salto por la ventana a la calle, i caigo en medio de los dolientes. Quin podria describir la luctuosa escena? El Araucano2 iba a la cabeza del duelo; su talante grave, su paso mesurado, su bastn con casquillo i borlas,
todo revelaba un alto carcter. El Mercurio, a su izquierda, descubra en su semblante el agudo pesar de un heredero que v cerrar los ojos al deudo que deja una piltrafa. Qu dolor tan reconcentrado! No salia una gota a la superficie. Seguase un soldado vejaruco, de mirar i bigote mui retorcido i atisbado3. Habia costado mucho trabajo sacar a la Guerra a la tirana de la chingana de la Borja, donde se habia desmontado. Venia detras del duelo con La Justicia4 que iba cubierta; pero no se hablaban, porque la Guerra5 habia sacado de los cuartos redondos a muchas de sus amigas, i hablaba con ellas de sus negocios con tan poca mesura, que El Araucano le hizo insinuar seria oportuno se retirase por temor de tropezar con algn vijilante. Se fue vomitando injurias, al Arrayan, seguida de algunos marineros. Justo Estai6, el amante de la Justicia, i un sujeto que no conozco, se secretearon al oido al verla irse, i pareca que se repriman, escepto el primero que miraba tristemente
1. Diario liberal pipilo que haban publicado en Valparaiso don Rafael Bilbao i don Pedro F. Vicua. El Editor. 2. Peridico oficial. El E. 3. Aludo al Veterano, peridico de que habla mas adelante, partidario de la candidatura de don Joaqun Tocornal i redactado por don Andrs Torres, quien, sin embargo de aquel ttulo, no era militar. El E. 4. Peridico partidario de la candidatura del jeneral Blnes. El E. 5. La Guerra a la tirania, peridico como su nombre lo indica, implacable contra la administracion del jeneral Prieto, la familia de este, e1 jeneral Blnes i sus amigos polticos; publicbalo un antiguo pipiolo, don Pedro Chacn Moran, con la colaboracin asidua del coronel don Pedro Godoy, don Jos Joaqun Vallejos, don Manuel Talavera i otros Jvenes. El E. 6. Sobre-nombre de don Miguel de la Barra. El E.
al cielo, siguiendo con los ojos unos cndores que revoleteaban en lo alto sobre nuestras cabezas. En una de las posas pude acercarme al cadver. Dios mi, qu horror! Tenia la malograda Bolsa la boca tan abierta, como la momia peruana del gabinete de historia natural de Santiago.Qu flacura!.... No, no pudo ser hidropesia su enfermedadSi no era La Bolsa, oh muerte que todo lo acabas !..... Era una fueguera sin tabaco, una huayaca de pobre. Qu mundo este! dije yo para mi coleto; se me habia erizado toda la peluza. Hube de ocultarme entre los grupos del acompaamiento para ocultar mi turbacin; todos se mostraban asorados de catstrofe tan imprevista. Con.sun..cion!...decia uno, mui quedito : hacia dias que se la veia con la cara enjuta i esculida ! La han dejado, diz que, perecer los iliteratos de aqu i de Santiago. Hai sospechas de que la han ahorcado, susurraba otro : tiene en el cuello dos listas negras como de soga. Las ha tenido siempre, repona un tercero : yo he presenciado la autopsia. Ah! Qu brbaros son los mdicos ! El doctor Paredes fu llamado a efecto, la abri!.. qu digo ! la raj de cabo a rabo, como camisa de roto. Tenia en el estmago dos comunicados que se habia merendado de un golpe, i su flaca constitucin no habia podido resistir.. Engolfados en estas i otras cavilaciones, llegamos a la Cueva del Chivato, donde debia ser inhumada. Dos varas de tierra, dice un autor que no he leido, bastan a contener al ambicioso que hallaba estrecho el mundo. Ah! Dos menguadas cuartas, medidas por un falte, sobraban a la desventurada! El requiescat in pace tuvo su merecido amen. Iba a desaparecer para siempre!
El Araucano, cuya gravedad i compostura no se habia desmentido un momento, tomando un puado de tierra, dijo a la concurrencia: Seores : La Bolsa ha sido llamada al seno de la nada, de donde se habia escapado. Durante sus angustiosos dias, no ha sido llenada, ni vaciada, ni removida, ni tocada; no la escamotaron los malhechores, ni la mano del avaro estrech su garganta, ni el comerciante la hosped en su caja. Estuvo siempre abierta i...ya lo veis! abierta se qued. Ha muerto, seores, i de muerte prematura i admincula. Consolmonos con la reputacin sin tacha que deja. Sus dias eran contados. Para morir hemos nacido. He dicho, seores, dijo i la tap entera con el puado de tierra. El Veterano se incorpor entnces , se apoy en su espada, tosi, acaricise el bigote, mir de soslayo, se fu i no dijo nada. El amigo de la Justicia, code a Justo Estai, que estaba a su lado, inmvil, los ojos fijos en los cuitados restos. He aqu la vida! prorrumpi al fin con acento dolorido. Un momento nos avienta nuestras ilusiones mas caras, como el viento sopla i se lleva la vagarosa plumilla que a su merced voltejea en el espacio. La Bolsa no existe !!! Un vacio oscuro, insondable deja en nuestra existencia, como al del diente carcomido que nos arranca el aleve sacamuelas. La Bolsa no existe, seores!!! Pero su nombre i la sustancia que debi contener, ser cara a todo pecho chileno, e idolatrada por todas las jeneraciones; i el comerciante de la calle Ahumada, el militar valiente, el ministro incorruptible, i el piadoso sacerdote, esclamarn, enternecidos : La Bolsa!!! las bolsas!!! mas i mas bolsas !!!....... La Bolsa se tiene de pi un momento, cual vejiga inflada por el aire; mas no bien abre la boca, se dobla, se arruga i sucumbe exhausta i anonadada en su caida; mas los cobardes que le negaron su apoyo en sus dias de prueba, llevarn el merecido castigo. La Bolsa ser vengada, seores, no lo dudis. Un dia el viajero que pase la famosa, cuesta de Chacabuco, en el pavoroso silencio de la noche oir una voz sepulcral, escapada de entre la espesura del bosque umbro, que le dir para recordarle su crimen: la bolsa o la vida!!! I el malaventurado, habr de largarla, os lo juro por los manes de esta cuitada a quien su egosmo sacrifc. Dijo, i le espolvore unas basuritas, a falta de flores que derramar sobre la huesa. El auditorio qued estupefacto, herido como del rayo, por estas imjenes tan vivas. Todos se tocaron instintivamente los bolsillos i echaron miradas inquisitivas i desconfiadas sobre sus vecinos, sobrecojidos de espanto, como el auditorio de Massillon cuando describa el juicio final. Cuando los nimos se haban serenado un tanto, hubo de hablar La Justicia : Salud i pesetas, seora mia, te fal.; iba a continuar, pero su garganta se anud i se puso a llorar como una Magdalena. El Mercurio tom entnces la palabra, pronunci un largo discurso en que estuvo abominando largo rato la indolencia e incuria de los oyentes. Dijo que La Bolsa era el canal, el freno, el ojo, el intestino recto i no recuerdo que otras cosas. Mientras hababa, se iban unos, hablaban de los lotes que rematar Lynch maana, tosan muchos, un futre jugaba con el bastoncillo i silvaba la sambacueca, i El Mercurio seguia con tono almibarado cuando los gritos de Bulke Borrachei! Asnul1!....dejaron parado al orador, atrayendo las miradas de los espectadores. Qu trabajo! Era la Guerra, que bajaba de lo de la Borja toda revolcada, desgreado el pelo, los ojos turbios i medio cerrados, la boca contrada sardnicamente i entre-abierta. No podia tenerse parada. Vino equilibrndose, jurando que todos eran unos borrachos, adulones,
infames, vendidos al Sultn, que la muerta era una pelleja, cochina, que el Veterano era un ca..nasto, que.pero se le mare el estmago, se fu de hocicos sobre El Mercurio, le arranc un bigote al Veterano por enderezarse, atrapell La Justicia. Todos se escabulleron. El Araucano se alej indignado, i Justo Estai decia : romntico! mui romntico! a medida que caminaba en fuga para la fonda, i yo seguia a la multitud haciendo mis mementos sobre la escena que habia venido a presenciar. Se equivoca El Mercurio, reflexionaba yo, segun que caminaba, porque lo que camino se me escurren las reflexiones una a una sin poderlo remediar, se equivoca El Mercurio! El mal de La Bolsa ha estado en dos cosas : 1. las Bolsas i 2. las bolsas. Las Bolsas perjudican a La Bolsa, i las bolsas se aprietan cada vez en grave detrimento de La Bolsa. Mas claro, por no abrir unas bolsas se cierra La Bolsa, a no ser que en las Bolsas se halle un decente medio de no suscribirse a La Bolsa. I el caso es para reflexionado. Se han abierto Bolsas en Santiago i Valparaiso, all acuden los aficionados a peridicos, i por un peso leen Bolsa, Mercurio, Araucano, Justicia, Veterano, i por humorada la Guerra a veces; luego, quin se ha de suscribir al Mercurio que l solo disipara tres meses de Bolsa ? Los demas que no son bolsenses, ocurren a las fondas donde se desayunan: Mozo! mozo!..... El Mercurio, i un vaso de agua. Sirva Ud. pronto ! Me rio de los proyectos de restrinjir la prensa en el pais, sobre que de suyo es esttica. Abran Bolsas en cada pueblo i entnces no se vendern mas nmeros que los que se necesitan para las Bolsas i los cafes. Luego, branse Bolsas, i se cerrarn al punto las bolsas, con lo que se morirn i enmudecern las Bolsas presentes i futuras, que es lo que se quera probar; ergo, tiren i aflojen, aflojen i tiren.. Bolsas!...... Prenda, porque afloj. Qu barahunda de peridicos enumer El Mercurio que habia en Boston ! Ave Maria ! cmo se leern al dia 90 peridicos los bostonenses? Con mquinas de vapor, sin duda, los renglones sern ferrocarriles, i los ojos tirados por el carro motor, irn leyendo a razon de cuatro peridicos por minuto. Este pas est mui atrasado! Cuando hayan tantos peridicos i tan grandes como El Advertisher se podrn usar, en lugar de pellones, mil abajo de la enjalma i otros mil arriba. Se quejaba El Mercurio de la lentitud de los progresos del pais. Como no va como yo a Santiago, no ha visto en la pila de la plaza el smbolo de la Repblica. Medio arrodillada i con las cadenas rotas, est indicando que no es enteramente esclava, ni enteramente libre, ni sal ni agua. Un hombre que por su ropaje parece sacerdote, la tiene que ya la levanta, que ya la deja, i de mas a mas, le est abriendo la mollera para ponerla una que convenga. Que talento de escultor! Dentro de doscientos aos estar el grupo en el mismo estado, porque han tenido cuidado de hacerlo de mrmol. Pero esta Guerra, esta Guerra, este Veterano, este.., pero no quiero ocuparme de ellos. Pinganilla.
1. Sobre-nombres que la Guerra a la Tirania daba al jeneral Bulnes i al presidente Prieto. El. E.
Han ledo ustedes por vida de sus madres, el nmero 23 de la Guerra a la tirana ? Pues ha sido juzgada la tal, i sentenciada, i por lo tanto ser de hoi en adelante una cosa juzgada, consentida i no apelada, item mas, con apercibimiento, de que doi fe. Oh ! si la hubiesen ustedes visto en el tribunal, como me imajino yo que la vi, con estos propios ojos que la tierra se ha de comer. Era cosa de verse. Estaban, vamos, les contar, estaban los seores juri sentados en sus poltronas; unos con una gravedad, vaya, como si ellos no mas fuesen en este mundo pecador; oros muelle i neglijentemente tirados por ah en sus asientos ; cual hacia describir un crculo dorado a los sellos del reloj, i cual otro se escarbaba los dientes, mirando indiferentemente el cielo razo, por si habia telaraas que contemplar. Suena la campanilla, todos se reponen de sus asientos. Movimiento jeneral. Se agrupan los curiosos, la oposicion, los cigarreros, los periodiquistas, faltes, una vieja que vende soliman, oblea i su correspondiente pajuela, i que s yo qu otra raida i diminuta multitud. Distinguanse entre los grupos de la barra, un seor Samor Ano, arjentino de nacion, un otro caballero que lleva el sello del pecado en los hocicos, Astorga, si mal no me acuerdo, por apellido. Ruido de pasos. El alcaide entra trayendo a la moza de uno oreja, la cual ocupa luego el banco de los acusados. Despues de un momento de silencio, ledo que fu el proceso i la acusacin, el presidente pregunta a la acusada si tiene algo que esponer en su favor. Atencin jeneral. Todas las miradas se clavan en el banco consabido. Iba a decidirse la causa de la libertad i de la prensa, el despotismo iba a or una vez mas el fulminante, aterrante, altisonante, asesinante acento de los libres. Escuchad i temblad!....... Huena cosa seor jeor! esclam la cuitada, levantando ambas palmas al cielo, majantes noir naa, si no ha de dejir uno lo que piensa del prjimo. Las palabras representan las ideas. Para que se derram tanta sangre espaola, si no habia de haber libertad? Rara temporum felicitate, ubi sentire quae sentia dicere licet. Yo hago la guerra a la tirana ; no como se ha visto nunca en Chile en estos malhadados tiempos, sino como la van a ver ustedes, despues de las elecciones, i de esto nadie puede ofenderse. Tirana futura, tirana ideal, tirana mil veces mas tirnica que la mas horrorosa tirana, i si por acaso caen aqu i all puadas, tajos i reveses, tengo yo la culpa? Tales son los desastres inevitables de la Guerra; yo quiero abogar al monstruo en su cuna, con su familia, tios, tias, sobrinos, mujer i demas condimentos. (Aplausos en la barra dominando la voz del seor Astorga que griaba desaforadamente, esta copendo, ta copendo, s, s, s ta copendo.) La Guerra a la tirana prosigui mas animada : es guerra a muerte, a degello; el honor, la vida privada, la decencia, el idioma, los parientes, la mujer, el ejrcito, los amigos del futuro i presunto tirano, todo debe ser ultrajado, barajado i estropeado. (Murmullo de aprobacin en la barra.) Memoria ilustre de Cabrera i de don Carlos que combatisteis en Espaa por la sagrada causa, i vos, eminente americano, ilustre Restaurador de las Leyes, inspiradme vuestro heroico valor i vuestros elocuentes conceptos para acabar con el salvajismo asqueroso i feroz. A ellos muchachos! Muera el impo, salvaje, asesino, borracho Borrachez! Muera el infame Asn. Silencio la mui fregona ! atron intrrumpindola la la voz del fiscal; no estamos en Buenos Aires, ni en la Navarra. (Gritos confusos en la barra, dejad hablar! Hai tirana ! A la cuestion! A la cuestion ! Hata cuando pues? Hata cuando, pues?) Perdone el seor fiscal, contina la acusada,
me habia distraido de mi asunto; con la exaltacin, cre un momento que estaba haciendo la guerra; vuelvo a mi defensa. Hem! Hem! Pues, como iba de mi cuento, Asnul i su mujer la . Afuera ! Afuera la desollada, esclaman tumultuariamente los jueces, a lo que se siguen gritos de la barra : no hai libertad! es intil todo ! Pana que, pues ? Pana que, pues ? Pana que ? El juri hizo despejar la barra para deliberar. Debieron ser mui encontradas las opiniones de los jueces; fu mui largo i acalorado el debate. Son de nuevo la campanilla, todos se agolparon a las puertas a oir la sentencia. Oh, libertad ! Libertad! Cuntos delitos se cometen en tu nombre ! Condenada. se me cae la pluma de las manos, condenada a escribir el nmero 23 i siguientes! As es la justicia de los hombres! Aqu vacil la infeliz, psose plida como una cera, i mirando a los jueces con una cara.... o seores, les dijo, por Sant Francisco de Asis, que me escuchen un momento, si yo no hago la guerra! Miren ustedes el jeroglfico de mi peridico, es un pobre diablo que tira al aire, por si caia al vuelo algn asno Silencio ! A escribir el nmero 23, 24, 25, i si se nos antoja el 26, hasta el 30! Este ltimo golpe la volvi toda su enerja. Se puso furiosa, mesbase los cabellos gritando : es preciso convencerse de que en Chile no hai libertad de imprenta, que los jueces obran segun los intereses de partido, i no por el espritu de la lei, con dos mil diablos! Yo me ir a Buenos Aires, donde puede escribirse lo que se siente i con el lenguaje correspondiente a tales pensamientos. Quise acrcame en este momento a manifestarle con mis musaraas mis simpatas i compasin; pero por poco no me descompajina todo la reventada. Mono asqueroso, me dijo chismoso, mala lengua, que viniste a contarlo de Valparaiso; ve, dile al Mercurio que recoja este guante..La indecente, hubieran Uds. visto el corte de mangas que hizo! Lo mejor es, prosigui, que la mayora est dividida a favor de de Tokorkan1, de modo que el pobre Borrachei no cuenta sino con la minora, i parte de la mayora puesto que est dividida. La diablura ser saber, cuanto le toca en la divisin de la mayora dividida, lo mnos un cincuenta por uno. Que lenguaje tan comercial! como que tiene que habrsela con el Mercurio, que huele a alquitrn i cajones.Yo la estuve embromando un poco, la dije que a que no hablaba de las clines de caballo en el nmero 24, i las otras preciosidades de antes, a lo que contest en verso : burros, burros, burros, burros. Jenio i figura hasta la sepultura! Me sac la lengua i se fu, i yo se las sacar a ustedes, i me despido. Pinganilla
1. Don Joaqun Tocornal, a quien designaba con aquel sobre-nombre la Guerra a la Tirana. El E.
Polonia! Desdichada Polonia! Polonia, cuyo nombre solo revela al pensamiento contristado todo lo que tiene de sublime el patriotismo, i todas las tribulaciones que pueden abrumar a una jeneracion de hroes; toda la barbarie de los dspotas i la cruel indiferencia del egoismo de las naciones y de los gobiernos! Polonia! triste Polonia, yo le saludo desde el hogar estrao que me presta su asilo. Nosotros, si, solamente nosotros sabemos sentir tus angustias, porque la desgracia aguza la facultad de sentir las desgracias ajenas; porque la desgracia simpatiza can la desgracia. Como tus hijos que mendigan hospitalidad en las puertas de las naciones europeas, as vagamos nosotros, sin patria, sin posar tranquilos nuestra vagabunda planta, por la vasta estension de Amrica que circunda nuestra patria desdichada; los ojos fijos en ella, por sorprenderle un momento de vida, para ayudarla a levantarse, si un momento logra desasir uno solo de sus debilitados brazos de las garras ensangrentadas del monstruo que la ahoga i la despedaza. El destierro! Ah! Quin de vosotros conoce lo que tiene de desapiadado esta desapasible palabra? Habis, por desgracia, andado vagando prfugos i sin amigos en tierra estraa? Quin sino el que a su pesar se aleja de la patria, donde queda la casa de sus padres i la escena de sus recuerdos, sabe sentir la insipidez del pan estrao, i la desazon de la mesa en cuyo derredor no se sientan la madre i los hermanos? La fortuna puede en hora buena ofrecer sus goces a precio de oro comprados; pero todo el oro del mundo no har sentir aquella dicha inesplicable, aquel tranquilo contento con que bajo el techo paterno, a la vista de los mas indiferentes objetos, siente uno reproducirse mil reminiscencias vagas, indefinibles, que le retrazan los juegos infantiles, las primeras afecciones i las caricias maternales! Los arjentinos jimen en el destierro, si por ventura escapan del ltigo, de los calabozos i el pual del verdugo de su patria. Por todas partes refieren sus insoportables desgracias, i por todas partes arrostran semblantes frios que no demuestran piedad, oidos que oyen porque no pueden evitarlo, corazones que compadecen sin simpata i sin emociones, llegando la frialdad al estremo de poner en duda los hechos mismos que en toda su deformidad el dspota ostenta con impavidez a la faz i en presencia de todos los pueblos, a semejanza del poderoso que ultraja al mendigo que su socorro implora, apellidando superchera la miseria i esvalimiento que se presenta a sus puertas. El nombre arjentino es la fbula de Amrica; pero las desgracias i los horrores que revela, solo son amargos e insoportables para los proscritos que lo llevan. Los americanos de hoi no conocen ya a estos arjentinos que, en los tiempos gloriosos de la independencia, hacian resonar sus gritos de libertad en todas las asambleas, se hallaban presentes en todos los combates, i eran los hermanos queridos de los valientes i de los patriotas de todos los pueblos. Mas aquellos dias de gloria, de esfuerzos i combates comunes, pasaron, i ahora en todas partes son desconocidos i estranjeros! Si al anunciarse a sus huspedes, su apellido trae a la memoria de stos algn borrado recuerdo, es solo para revelarle el triste fin de su padre, su hermano o su pariente, a quien lo vieron morir en Chacabuco, Maip, Callao, Junin o Ayacucho. I si por desahogarse del peso de sus males presentes vuelve sus miradas a lo pasado, aquellos tiempos gloriosos de la guerra americana, en que sus padres prestaron tan grande apoyo a los chilenos, bolivianos i peruanos, sus huspedes le echan en cara los males que causaron
i las injusticias que diz que cometieron, i humillado i sin saber justificar la ultrajada memoria de sus padres, baja los ojos i cierra sus labios. Una negra i espantosa cadena de delitos ha eslabonado todos los actos de nuestro verdugo, i despues de diez aos, su relacin no ha llegado todava a los oidos de los gobiernos i de los pueblos de las demas naciones americanas. Los cnsules en Buenos Aires presencian diariamente los actos de barbarie que humillan i envilecen a los ciudadanos; ellos han visto morir al ministro Maza en el santurio de las leyes; ellos ven ahora salpicadas las veredas de la sangre de los ancianos i de las nias, derramada por la caterva furibunda que, cual jaura de perros, anima i asuza nuestro verdugo; ellos saben que estos actos no son la obra de la irritacin popular de un momento, sino que es un sistema de gobierno organizado que cada dia desplega mas i mas resortes, a medida que su propia absurdidad lo hace insostenible; todo en fin lo han visto, todo lo ven, i parece que se olvidan de revelarlo a sus gobiernos, Los gobiernos i los pueblos americanos han oido los gritos de nueve provincias, han visto brillar una espada que clamaba venganza; mas aquellos, los gobiernos, las han escarnecido como revoltosas, i los pueblos, s, los pueblos americanos, no han saludado a los que desafiaban la rabia de su verdugo, ni han sabido animarlos con palabras de consuelo. Ellos ven ahora a aquellas desdichadas prximas a ser aplastadas por la poderosa masa de la fuerza material, ultrajadas por esos soldados estpidos, i derribadas i pisoteadas por los caballos de los indios de las pampas, i ni una sola mirada les dirijen, ni una sola muestra de compasin dulcifica sus desgracias. Felices los pueblos que ya se han dado instituciones! Felices, porque ya pueden gozar de sus ventajas, sin curarse de los males de sus hermanos. La Repblica Arjentina pele quince anos por darse independencia a ella misma i ayudar a las otras a adquirirla. No dej las armas, sino cuando no hubo enemigos que vencer; malbarat el pan de sus hijos i los dej pobres i desnudos; derram su sangre a torrentes, i se qued exhausta i dbil; i cuando crey concluida su larga i laboriosa carrera, cuando volva a encerrarse en su casa, para arreglarla i hacerla prosperar, un tigre que desde largo tiempo la asechaba, cay sobre ella en un dia aciago i la tom en sus garras para devorarla. Por toda la Amrica se han oido sus gritos. Nadie ha dado vuelta a buscar el lugar de donde venian. Cuando un ambicioso domin al Per, en Chile se elevaron gritos que proclamaron los grandes principios que la revolucin i la independencia haban sancionado, i Buin i Yungay probaron al mundo que tales gritos no eran intil ni impotente algazara; i mientras que en Buenos Aires se ha alzado un Sila, que gobierna por el asesinato, la proscripcin i los salvajes, nadie ha preguntado si aquel pueblo sufria voluntariamente sus desdichas! Felices los pueblos que ya se han dado instituciones!
Seores Editores : Como ustedes han hecho una protesta tan solemne de que no admitirn en sus pjinas comunicado alguno que tenga tufo a personalidades, ni sepa a cosa de insulto u otra friolera, reservndose ustedes, como mui dueos que son, el insertar los partos de las mulas arjentinas1, con lo que han hecho protestar al Tribuno de los brbaros no escribir una jota, ni poner unos dos puntos siquiera que lo dejen tan aporreado i peor parado; como ustedes i la Guerra tienen al Tribuno que ya no parece peridico 1.
1 Alude a un articulillo que con el ltulo de Fenmeno Singular, habia publcalo el Mercurio de 16 de marzo anterior, i en el cual se hacia burla de don Martin Orjera, redactor de El Tribuno, i popularmente conocido con ese seudnimo. El E.
humano, sino una ambulante protesta contra todo lo obrado, habia abandonado mi pluma; i como el Duende1, que ha roto sus demas artculos, la pluma, el tintero i la mesa en que escriba, porque unos hombres de estrechas entendederas, i otros por demasiado anchas, no han querido ni podido comprender lo que en Europa comprende todo el mundo, i lo que ac comprendemos todos los iniciados en escribir para que nos gusten los que tengan ni mas anchas ni mas angostas que nosotros las susodichas entendederas, yo habia roto, i algo peor, unos interesantsimos, comunicadsimos, romnticos, clsicos, juste milieu, i de todas las infinitas gradaciones de colores, desde lo blanco hasta lo negro, por el rden gradual del arco iris. Para qu sirve la libertad de escribir si no ha de usarse en trminos que uno pueda ser leido ? Se le quita la sal al cuento, si no se le deja al pobre escritor descargar su saco de basura sobre cuanto lo rodea; i si algo ha desagradado en mi pariente el Duende, es que se ha andado con chicas, i por contar lo que no vio en la sala, no ha regalado el oido de los lectores de la Guerra con lo que pasaba en el corral, la cocina i todas las oficinas interiores. Si no fuera que, muerto que muere hablando da esperanzas de vida, ah ! ya le haria yo el duelo! pero aguardo las cuarenta i ocho horas de la lei. Hai una esperanza todava, si bien remotsima; pero nunca jamas amen hubiera tomado yo la abandonada pluma, si un deslenguado, un tuno, no hubiese dicho en mis hocicos, que no hai espritu verdadero i racional libertad en Chile. Como, bellaco, mas bellaco que una mula cuyana, le dije, as se calumnia a un pueblo entero, por no poner el oido a los estallidos en que revienta a cada momento el mal comprendido sentimiento de libertad que hierve, no dir arde, en el pecho de todo ciudadano? No hemos visto a esas masas populares encerradas por la tirana de las leyes en esos diablicos carros (de cuyo abrigo no estamos
1. Don Rafael Menvielle haba publicado en el Mercurio, bajo el seudnimo del Duende algunos artculos lijeros sobre poltica i costumbres, i si bien eran mui moderados, se levant tal grita contra ellos entre los amigos del seo Tocornal, que tuvo que suspenderlos, esplicndolo as al pblico. El E.
libres!), arremeter contra sus verdugos, i espirar combatiendo con el hacha en la mano, mas bien que someterse por mas tiempo a la prolongada esclavitud? No hemos visto veinte i cinco nmeros de un peridico que, como veinte i cinco de aquellos atletas, han dado veinte i cinco pruebas irrecusables del
espritu de libertad? No hemos visto en la descarga veinte i cinco que hace la Guerra la Tirana, dejar el tendal de Tribunos brbaros, jenzaros, cnsules, borricos, que no hai ojos para contemplar tan horrible estrago? No, seor, hai un endiablado espritu de libertad. Falta de espritu de libertad? La materia slida concedo; pero el espritu? niego i reniego. Mire usted, le dije, unos estudiantes, a quienes los directores del Instituto Nacional han hecho unas horribles violaciones de palabras, llenos del espritu de libertad, exclaman: no somos acaso hombres sensibles al placer i al dolor ? i si un gobierno desea la felicidad del pais, en esta felicidad (como en una factura) no deben estar incluidos todos sus miembros? Los miembros del pais, de la felicidad o del gobierno? Qu nios tan habilosos, preguntar si ellos tambien no son hombres! Hombres, pues, i mui hombres, i sino all va este silojsmo : el hombre fuma, i solo a l permiten las buenas costumbres hacerlo ; a nosotros no se nos despinta el cigarro de la boca en la calle; ergo que lo levante el mismo Villalpando. Nios! Vayan a travesear a la corte, si no quieren estudiar. Bien haya el peridico donde el ciudadano en paales, el ciudadano chico o grande, puede esponer sus cuitas No queremos con esto, continan los nios, autorizar una licencia desenfrenada, queremos si que no se nos restrinja la libertad de los estudios. Libertad i mas libertad ! Me parece, sin embargo mui til la apuntacin, i si yo logro ser director del Instituto, lo que solicito hace dos aos, presentar a mis jvenes por la maana, la lista de los estudios. Entnces alguno pedir un poco de gramtica a la parrilla, cual un trozo de derecho romano, con una terrible tostada del profesor, i cual un vaso de romanticismo volando los corchos como el champagne o chisporroteando como la chicha baya; en fin, un postre jeneral de novelas, romances de Bukarelli, segun el gusto i constitucin de cada cual, porque quin mejor que un estudiante conoce su propio interes, sobre todo si ya ha gustado de los placeres?.... I unos estudiantes, que son capaces de iniciar la incapacidad del rector, con el mismo sin ceremonia que un roto acomoda un peascazo; unos estudiantes, que no quieren que se les violen sus obligaciones ; unos estudiantes que invitan a los ciudadanos a que se armen del garrote para pedir reparacion condigna a las violaciones de palabras ente dimes i estudiantes Oh! esto es demasiado insoportable. Guerra a los directores, estudiantes mios! Si algun de ellos se llama Bartolo, por ejemplo, llamadle Bartolokei el baboso; al rector Rectorkal de los brbaros, que no faltar un peridico, redactado en las pocilgas de las mrjenes del Tajamar que admita estas bellezas, i un pblico que las escuche i las lea con gusto tambien, como lee otras sin descomponrsele el estmago, con las alusiones asquerosas que le traen a la imajinacion los inmundos objetos a que se refieren. Sobre todo, no digis nada de aquello de que os quejis; ni en qu consisten las injusticias, ni las palabras que se os han violado; ni como se restrinje la libertad de los estudios, que el pblico que lee la Guerra la tirana i los directores no necesita saber para juzgar sobre todas estas bagatelas. Decid que son unos brbaros los tales borricos, brutos, caprichosos; hablad en la lengua que la decencia no permite ni entre los brios, i vereis concitado el odio contra los autores de tales maldades e injusticias. Qu pillos son los que escriben la Guerra, cmo conocen la capacidad de sus lectores i las imgenes que deben emplearse para interesarlos!
Pinganilla
LOS DIEZ I OCHO DIAS DE CHILE DESDE LA DERROTA DE CANCHA-RAYADA HASTA LA VICTORIA DE MAIPO (Mercurio de 4 de abril de 1841) Yo dejar a este conjunto de hombres que imprimen su pensamiento al momento presente, i que llaman una generacion, ocuparse de la idea dominante de su poca, o seguir su impulsin sin comprenderla; o bien, mal aconsejados, resistirla, queriendo que el dia de hoi se someta al que ayer pas, como si el tiempo no fuese una escala, por donde corre la humanidad, dejando atras los siglos que son sus tramas, i los dias, cual escalones que de progreso en progreso la llevan ascendiendo a su misteriosa mesa. Ver de paso a lo pasado i lo presente llamarse partidos, i fin de poder asirse mejor; encarnarse en las personas para darse formas materiales con que disputarse el imperio de las sociedades, i conducirlas cada uno a su modo, al porvenir que les preparan. Ver al primero, ensalzando su unidad antigua, su quietud, su gobierno paternal i su piedad relijiosa, echar en cara a su adversario su revolucion i sus trastornos, su desrden i su incertidumbre. Ver al segundo, ardiente i lleno de ilusiones, ostentar su ciencia, su juventud, su emancipacin de espritu i sus esperanzas, culpando a su predecesor de los males que sufre, como de otros tantos escollos con que le ha embarazado la arena. Cerrar los oidos a la grita de aquellos que no tienen suficiente induljencia para perdonar a la pureza de intencin sus deslices, al juicio sus errores, a un bella cuadro sus lijeras manchas. Olvidarme de los intereses presentes para volver mis ojos a aquellos grandes dias en que las sociedades americanas se organizaban en batallones, que traan por ensea independencia, la espada de los combates en una mano, el cdigo de las derechos del hombre en la otra, libertad en el alma, animosidad i abnegacin en el corazon, i en los labios el grito de guerra con que turbaban la antigua quietud de las colonias, i hacian resonar las vastas soledades americanas. Si por acaso no sigo, con la fria exactitud de la historia, los movimientos de aquella sociedad que aparej los caminos de la libertad, tumultuosos i rpidos a veces, como la marcha del vencedor; callados i ocultos como los de la horda de los hombres rojos que vagaban en los bosques primitivos del Michigan, cuando se arrastraban silenciosos i cautos por entre zarzas i matorrales, como la culebra que busca su vctima; si no enumero los varones que sobresalan en aquellas masas, cual dominan las saudas cimas centrales de los Andes sobre la caterva de cerros secundarios que las rodean, erguidas como si intentaran tocar los cielos, saudas como si contemplaran lomadas que yacen acostadas a sus pis; si no refiero, en fin, todos los sucesos que entnces acontecieron debidamente sus consecuencias ser mia la culpa solamente? No ser la de todos, porque hemos descuidado confiar al papel los grandes recuerdos de aquella poca ? Culparemos al suelo por donde transitaron sus ejrcitos, porque ha dejado borrarse de su superficie las huellas
histricas que traz en ella el caon i la planta de los combatientes? Querriamos que la naturaleza inanimada fuese mas fiel que no hemos sido nosotros, a la memoria de aquellos hechos, i que ella no cediese a las nobles impresiones de la victoria i de los trabajos de aquellos tiempos rastros del carro del comercio i al traqueo de la vida positiva de los pueblos? Seguir pues las impulsiones de mi corazon; consultar los pocos datos escritos que encuentro; implorar en mi ausilio la tradicion ya confusa de hechos recientes, medio muertos cuando aun pudieran estar palpitantes i rebosando de vida; me aproximar con religioso encogimiento a estos monumentos vivos, pero mutilados por el plomo i la cuchilla, que han sobrevivido sus compaeros de gloria, para interrogar sus recuerdos, para escitar en sus grandes nimos aquel entusiasmo sublime, aquel viejo patriotismo que les hizo obrar tantos milagros. I si por ventura siento, al escuchar de sus lbios la requerida relacin, conmoverse todo mi ser, i las lagrimas asomarse a mis ojos, envidindoles su desvalimiento presente a trueque de haber merecido llevar una sola hoja de los laureles que yo percibo en sus augustas frentes, que los trabajos, mas que los aos, han rizado; i si todava puedo darme cuenta a mi mismo de las impresiones que he recibido, sealar el da en que tales sensaciones experimento, como uno de estos dias que estn colocados en la trama de una vida para que ella no sea del todo indiferente. La servidumbre, me he dicho, se mantiene por el olvido de las pasadas glorias; i un pueblo es perdido cuando se ha hecho incrdulo a la religin de los recuerdos. II En una bella tarde del mes de marzo, bellas como suelen ser a veces bellos los lugares i los dias en que acontecen al hombre grandes desgracias, el ejrcito libertador-unido entraba en la plcida llanura que precede por el norte a la entrada de la deliciosa Talca. A la distancia se dibujaba como una cerca viva, la lnea de los boques que sombrean las orillas del Maule, no ya verde azulado cual suele presentarla el lozano i brillante esto. El Otoo esmaltaba la vejetacion con sus lnguidos matices, anunciando la decadencia peridica de la naturaleza, i entregando una a una las hojas de que se visten los rboles, al despotismo del invierno, que no gusta de la risuea alegra de las otras estaciones. Si el maiten resiste sus ataques, si a pesar de sus rigores lleva su verde i brillante traje, no ser acaso para ensearnos que, como l en el mundo fsico, pueden encontrarse seres en el mundo moral que no ceden a la comun desgracia de los tiempos, i se presentan en el dia de la rejenaracion sin el sello del jeneral envilecimiento? Seres privilejiados que viven de su propia esencia, i en cuya corteza embotan los tiros del tiempo, del poder i de las circunstancias. Los viejos batallones espaoles, diezmados ya por los pasados reveses, combatiendo solo por su salvacin, perdida toda esperanza de victoria, se retiraban en la presencia de nuestros soldados victoriosos, como se retira el len a quien la gritera de los cazadores aleja del lugar donde pacen los rebaos en que ntes hallaba fcil presa. De dia i de noche caminando para asegurarse el paso del Maule, el ejrcito espaol fu alcanzado aquella tarde, i pudo escapar todava al decreto de inevitable destruccin que pesaba sobre su cabeza. Lo hermoso de la
llanura habia provocado a nuestra caballera a desplegar ostentosamente toda su fuerza. Pudo haberse consumado entnces de un solo golpe la ruina de los valientes prfugos; pero la misma superabundancia de medios hizo intil el esfuerzo. La confusin se introdujo en las filas, el sol se ocult entre siniestras barras que rayaban el horizonte, i los espaoles entraron en Talca con la desesperacin en el alma, pues que el desaliento no cabe en corazones castellanos. Tristes fueron los ltimos rayos del sol al despedirse de aquel malogrado dia! Fatdicas las rojizas nubes que aguardaban su ausencia para encapotar el cielo! Valientes soldados que malograsteis en aquella tarde el momento propicio amenazando a los leones con el dia de maana, vosotros habais triunfado hasta entnces del valor espaol; pero no conocais lo que pueden estos insulares cuando no queda medio humano de salvacin. Imprudentes! Nunca se puede estrechar impunemente hasta la desesperacin al hijo de la antigua Iberia. Os habais olvidado de lo que Sagunto i Numancia, cuando los cartagineses o los romanos asediaron? No habais oido lo que en vuestros dias hacian en la triste i gloriosa Zaragoza, cuando el brazo de Napolen la circundaba, para decir a la Europa indignada : esta Espaa es mia? Ah! ya veris cmo i en donde amanece ese maana, con que les anunciis su prximo e inevitable fin! La noche haba envuelto la naturaleza i los ejrcitos en sus sombras. Los gruesos batallones patriotas ocupaban las posiciones militares, i el can se arrastraba de las tinieblas, descubriendo su lento paso por el chirrido de sus ruedas, como la culebra de cascabel que anuncia con sus desapacibles sonajas la muerte que lleva aparejada en su mortfera boca. Inmensos bagajes se apiaban confusamente a la falda de una colina que alza su cabeza en medio de la llanura. Los edecanes, a caballo, partan al galope desde la tienda en que flotaba el pabelln tricolor, a llevar rdenes a los capitanes, i el soldado dormitaba sobre sus laureles sin curarse del momento presente, soando en el combate del dia siguiente. Si la luna hubiese arrojado uno de sus inciertos i plidos rayos sobre este ejrcito abrumado de fatiga, sentado en lnea, con el arma homicida en la mano, hubirase visto disearse en su adusto semblante la amarga sonrisa de la victoria que presajiaba el orgullo del vencedor, i la confianza, compaera inseparable de la juventud i de la buena fortuna. Un tiro se oye en los puestos avanzados!..... Es sin duda un fusil que se dispara por casualidad, o bien que el centinela dispara a un bulto que no vi, pero que pretesta haber visto para distraerse de la monotona de la fatiga. Dos tiros !... Eso es algo. Una descarga!.... Arriba! El soldado se incorpora despavorido. Los tiros se suceden, se acercan mas i mas. Se interrogan todos en silencio. El teniente Deza est de los primeros en la vanguardia, hace esfuerzos intiles para contener la irresistible fuerza que lo empuja. Vano i desacordado empeo! Era una masa compacta de soldados, erizada de puntas, tocando la espalda de los unos con el pecho de los que le suceden, la muerte en las manos i la desesperacin en el corazon. La desesperacin de un castellano! Era un torrente de lava descendido de algn volcan. Desgraciados de aquellos que quieran impedir su lenta, silenciosa, pero abrasadora marcha!.... Los puestos avanzados se replegan sobre los vecinos cuerpos, el terror se difunde por todas las filas con la rapidez instantnea de la conmocin elctrica, helando aun tiempo el corazon de todos.
El batalln nmero 3 de Chile que, por desgracia, se encuentra en su pasaje, es pulverizado; el 8 de los Andes, abandona sus puestos. La oscuridad lo confunde, todo, las rdenes no llegan, i la terrible masa espaola va a descargar al oido del jeneral en jefe su aterrante grito : viva el rei! como la nube de los trpicos que se avanza en medio del cielo para descargar el rayo que atormentas sus entraas! Qu fu entnces de aquel ejrcito tan erguido, qu de aquellos brillantes trenes, qu de aquellos jinetes temerarios que solian jugarse con las bayonetas enemigas? Ah! Vergenza de Chacabuco i Quechereguas, CanchaRayada veia pasar prfugos miserables que no haban sentido carseles el fusil de las manos! Artillera, equipos inmensos, honor i gloria, todo qued en poder del que un momento ntes exitaba compasin. El camino de Santiago era estrecho para contener la aterrada i confusa turba de infantes, jefes, jenerales i caballos que huan despavoridos, atropellndose brutalmente, sin sentir la vergenza de su fuga, sin volver los ojos hacia atras. Insensatos! No sabis que los hechos histricos se escribieron siempre bajo el dictado parcial de la victoria? Chacabuco ser de hoi mas un pequeo encuentro, en que se os dej cebaros para engaar vuestra juvenil fogosidad, para haceros caer despues en el torpe lazo que os tendan; i los rumores populares culparn hasta ahora a vuestros jefes de haber disipado en la algazara de un festn los momentos consagrados a la vijilia. La desgracia del fuerte aguza el diente de la calumnia. Fuisteis vencidos? Erais, pues, culpables. Tales son los juicios de los pueblos! El sol que apareciera ansioso a alumbrar aquel maana prometido a la victoria, qu escena humillante venia a presenciar! Pero cuntas mscaras no cayeran en aquella nocturna confusin ! Dnde estaban aquellos lucidos campeones que se haban encargado de traer encadenados al carro triunfal a los enemigos de la patria, para ostentar su propia gloria i la ajena humillacin en la entrada triunfal que haban prometido a la gozosa Santiago? Dnde ?... En el caos, en la ignominia, en las mas espantosa confusion; i tal jefe que hasta ayer era el verdugo del soldado, i el terror i el objeto del odio del ciudadano indefenso, por sus demasas i su insoportable orgullo, veasele ahora implorando cobardemente la proteccin del tambor, i mendigando humilde la participacin del escaso pan del soldado. Triste metamorfosis que haria dudar de la connatural dignidad del hombre, si algunos esfuerzos sobre humanos i tal proeza herica no deslumbrasen con su brillo i cubriesen estas oscuras escenas! Hai acaso entre las profundidades insondables del corazon humano, un instinto sin nombre todava, que le hace exajerar su propia desgracia, i cerrar las avenidas a la esperanza, para recrearse en lo horroroso de sus sufrimientos? La solicitud que lo devora de comunicar tristes nuevas, nace de su gusto de ver padecer a sus semejantes, o de un impulso dado a su alma para la conservacion de la especie? La noticia del desastre que hace intil i derrisoria la sangre derramada en Chacabuco, lleg por un telgrafo de terrores a la malaventurada Santiago, que no habia sacidose todava de goces i que preparaba las nuevas fiestas para derramar la dicha en que redosaba. La repentina aparicin de Anbal a las puertas de Roma indefensa, las llamaradas de los pueblos incendiados que sealaba el camino que traia Atila, o la vista del espantoso abismo de la vorajine que hace rondar en torno de su boca espumosa a la nave irresistiblemente atraida por su remolino, no
causaron espanto igual al que hel a Santiago al escuchar atnita la infausta noticia. El terror, cual moral epidemia, cunde con horrorosa rapidez con el aire que se respira, e iguala en pocas horas a la mujer tmida i al patriota esforzado; i el invencible soldado que desafi la muerte en cien combates, no atina a desembarazarse de este sortilejio, que encadena su corazon, su valenta i sus miembros. En vano seria buscar entre los estragos del jeneral contajio, aquellas cabezas fuertes a las que no marcan las grandes desgracias, i que la naturaleza misma coloca al frente de los pueblos. El silencio estpido, el mirar desencajado, el ronco jemido de la desesperacin, i el movimiento convulso i sin objeto, fueron los primeros terrficos sntomas de la mortal epidemia. Todos abandonaban maquinalmente el asilo domstico, impulsados por un jenio malfico que los botaba a la calle, a vagar sin direccin, a preguntar a los transentes la que ya sabian, a referir a los amigos i a los indiferentes lo que nadie quisiera escuchar. La naturaleza habia embotado sus afectos, la moral olvidaba sus dictados, la decencia sus lmites; la necesidad i la ocasin no tentaban al crimen ; la propiedad yaca resguardada por su propia inutilidad, i la fuerza individual recobraba el imperio que las costumbres i las leyes haban abdicado. Todos, en fin, obraban como si la sociedad fuese a disolverse, i sus miembros intentasen dispersarse en los bosques a llevar la vida salvaje. Partidas de disperso reanimaban el terror i la alarma por todas partes, i el siniestro aviso se repeta de minuto en minuto, del incontinenti arribo de los enemigos. Cuntos de los que hoi viven tranquilos, en medio de los goces de la paz, examinaron entnces acongojados las palabras que haban soltado, los movimientos de entusiasmo a que se haban abandonado, para presentarlos debidamente en el duro exmen que aguardaban! Cuales otros maldecan el dia que, por primera vez, se dijo Patria, i cuales se arrastraban ante el realista a quien un momento antes haban denunciado ante las autoridades! Alguien hubo que crea ver la airada i sangrienta sombra de San Bruno, sealando con el dedo las victimas que debian serle inmoladas! El aullido lastimero del mastn, el llanto del nio abandonado por la madre despavorida, las splicas llorosas de la nia virjinal que solicitaba el amparo del primer hombre que se presenta a sus ojos ; la reyerta por arrebatarse un caballo, i el murmullo confuso, i las imprecaciones impas que arrastraba el aire, no bastaran a descubrir todos los horrores de la desesperacin de un pueblo. El sol de marzo despeda en tanto sus templados i plidos rayos, i el ruido sordo de las hojas medio secas que remova el viento, bastaban a imponer silencio, i hacer abandonar los preparativos de la fuga. III Hai ciertos seres excntricos, arrojados por la Providencia en medio de las sociedades humanas, que no tienen colocacion en los dias tranquilos, i que nadie acierta a comprenderlos; pero que las grandes calamidades, aquellas grandes crisis que las conmueven por sus cimientos, sacan de la nada de su existencia pasiva, i llaman al lugar en que nadie puede mantenerse entnces por los sacudimientos que estremecen el edificio social. As Bruto, en Roma tranquila, se presenta como un imbcil, hasta el dia que la tirana de los Tarquinos, apur la paciencia del pueblo que rei apellidaria la historia, presentando a su jenio la escena para que habia sido creado. Uno de estos
hombres providenciales habia que en medio de la desolacin universal permanece silencioso i tranquilo, como las olas en el momento que precede a la borrasca. Los brazos cruzados, fijos los ojos, que nada miran, i mordidos, sin sentirlo, los lbios, su pensamiento desciende a los abismos que van a sepultar la libertad de su patria. Las penas de la emigracin, que conoce, le han hecho jurar no probarlas nunca; los anteriores reveses i los peligros que ha desafiado en servicio del dolo de su corazon, han cebado su natural osada. Un grande ejrcito en sosten de la libertad habia como refriado su entusiasmo; no habia ya peligros estremados que acometer, ni comisiones a riesgo de la vida que desempear, ni imposibles que desmentir. Mas la derrota de Cancha-Rayada le vuelve toda la frentica enerja de su carcter. Bendice acaso los males que oprimen a su patria, porque solo van a servir para hacer mas glorioso su triunfo? Los espaoles cedian ante la superioridad numrica, los reveses los han debilitado, entregan el campo que el valor no puede conservar; mas ahora cedern ellos victoriosos, ante los patriotas vencidos; ellos alentados por el triunfo, i los nuestros amedrentados por la reciente derrota. Los espaoles sentirn una vez mas que no es en la fuerza material que se apoya la insurreccin, que ella est escrita en el corazon de los americanos, que la revolucin es una misin que les ha encomendado al morir el siglo XVIII, i que la Amrica ha jurada llenarla, i que una derrota, cien derrotas, no le harn perder nada de la incontrastable fuerza de su resolucin. Manuel Rodrguez se incorpora luego, se echa en cara los momentos que ha perdido, vuela en busca de Vera i de otros patriotas, los arranca del estupor i les inspira nueva vida, predica en las plazas i en los corrillos, se halla presente en todas partes, desmiente la evidencia misma de los hechos, o tie con colores mas sombros los males de la patria, para cansar la espantada imajinacion, i hacer revivir la enerja por la desesperacin misma. Sus gritos convocan al espantado pueblo, que cree ver en su frente un signo de salvacin. Se apodera de un pabelln tricolor que con Fuentecilla enarbola en medio de la plaza, para que su vista sirva de conjuro a la dolencia mental, como en otro tiempo la serpiente de bronce elevada por Moiss en el desierto, sanara 1as dolencias corporales del pueblo de Israel. Se habla de ltima resistencia, de morir o vencer. Oprobio al que abandone los hogares domsticos! Santiago el ltimo campo de batalla! esclaman, i un rayo de esperanza ilumin el semblante i alent el aletargado patriotismo. El jeneral San Martin llega a Santiago cubierto de polvo i desfigurado por las fatigas que ha sufrido. Una multitud inmensa de pueblo lo rodea, lo oprime, i amenaza sofocarlo en las puertas del palacio, en que se desmonta; las oleadas de la multitud desasosegada lo arrastran en su movible torbellino, las madres quieren saber la suerte que han corrido sus hijos, i las jvenes esposas le piden cuenta de la viudez en que quedan, por haber dejado partir con l los esposos, que prefirieron las espinas de la gloria a los halagos con que intentaban retenerlos. Los patriotas preguntaban con ansiosa inquietud dnde quedaba el enemigo, si habia alguna esperanza, si podria aun salvarse la patria. La afliccin del pueblo pedia palabras de consuelo al que habia vencido en Chacabuco, al que podia triunfar todava, si la victoria no lo habia repudiado para siempre. Intenta hacerse escuchar, dice algo, pero la mortal incertidumbre est de manifiesto en los semblantes; todos menean la cabeza, espresando el mismo sentimiento. Oculta toda la estension de nuestros reveses, para qu fin
intenta engaarnos? Todo es perdido. Esto espresan todas las miradas, esto murmuran algunos labios. Mas, un chasque quiere llegar hasta el jeneral. Qu dieran por saber lo que contienen los pliegos que conduce! Los ojos de centenares se clavan furtivamente sobre una firma, que puede ser tambien supuesta. Uno de los circunstantes hai que responderia de su autenticidad; se le busca, se acerca, lee: Ella es, en efecto, esclama; el impertrrito Las-Heras ha salvado 4,000 veteranos que estn prontos para el combate. Las-Heras, valiente Las-Heras, el jenio tutelar, el salvador de la patria. Napolen lo habria saludado prncipe de la retirada! La patria que salv lo desconocer un dia! Oh, repblicas! Oh, funestas divisiones entre vuestros hijos que os han hecho sinnimas con la ingratitud! El jeneral San Martin escriba momentos ntes al hroe de la retirada: por la vuestra de ayer, desde Pelequen, veo el estado de la marcha, i la buena disposicion de esa fuerza; pero, por Dios! no hai que comprometerse. Os sobra valor, mas no tenis caballera ni artillera. Apuraos a pasar el Maipo, que entnces veremos qu hace Osorio. Las cosas de Santiago estn buenas. Yo entro a oraciones. La confianza se restablece, la impresin del susto va pasando y se reunen muchos dispersos. Pero, por Dios, no hai que comprometerse ! h aqu el tributo al valor conocido, i la esposicion en detalle de los males de la patria. Las-Heras tiene asida la nica tabla de salvacin. Ai de Chile, si la furia del mal tiempo se la arrebata! IV La terrible irrupcin de Cancha-Rayada le dej, por desgracia de aquella noche, en uno de sus flancos, i los hondos surcos que en las masas espaolas abriera el fuego mortfero de sus batallones, fueron el terrible adis con que se despidi de aquel campo en que la resistencia ya era intil; i el reto con que el caballero de la libertad aplazara para un otro dia la sentencia, por medio del juicio de Dios, entre la Amrica i la Espaa, entre la independencia i la esclavitud. Era fuerza retirarse, i el camino de Lircai iba mas derecho, si bien los peligros eran en l mas inminentes. 3,500 bravos seguan sus rdenes que no sus pasos, porque l marcha el ltimo de todos. Desgraciado el soldado que se separe un paso de la columna cerrada en que se retiran formados! Desdichado de aqul que se detenga a aplacar la sed, que el cansancio i el polvo estimulan ! La muerte ha sido colocada por el jefe en todas partes, i ronda en torno de la sagrada columna que guarda el paladium de Chile. El soldado marcha en silencio, i solo se oye el paso acompasado de los batallones, mezclado al ronco gruido del can que Blanco Encalada arrastra penosamente. Por qu no gritaron alarma estos caones cuando pasaban por su frente los que vencian en Cancha-Rayada! No se oian ya aquellos cantares tristes i plaideros que el soldado del Plata habia aprendido, de los descendientes de los incas, en las guerras del Alto Per, all donde tristes recuerdos i tributo ignominioso, han enervado el alma de los que antes fueron libres, i hoi ni el deseo tienen de serlo, por no recojer la libertad que les arrojan por la cara los descendientes de sus antiguos opresores; ni hacia vibrar las hojas de las selvas chilenas, ni estremeca las hondas cavidades de las montaas, aquella cancin rival de la Marsellesa con su grito sagrado Libertad ! libertad! libertad! repetido como el
eco de cien pueblos, como las plegarias dirijidas al Ser Supremo, o como se repite en nuestra mente la idea que nos domina, el smbolo de nuestras convicciones profundas; ni el aire traia dulcemente al oido, como el de las harpas eolias, los apagados i lnguidos jemidos de la vihuela que anima las horas tristes del soldado americano, trayndole con sus melodas recuerdos de la vida de las ciudades i sus delicias. Ai! Las balas enemigas haban enmudecido sus cuerdas. La inesperada desgracia de aquella noche infausta, la orfandad de la patria, la incertidumbre del porvenir, i mas que todo las severas rdenes, pesaban sobre los labios de todos como un sello de plomo. I el sol en Quechereguas vino a alumbrar al fin esta masa silenciosa que, a favor de sus albores, empezaba a reconocerse, i a echar de ver entre sus filas caras desconocidas i uniformes de lejiones estraas. Las calladas miradas del soldado saludaron con la venida del dia, al hroe que lo conduca; i bien pu diera leerse en su semblante plido por la fatiga, la rabia del valiente, la conciencia de una alta misin i la espectacion de un dia de venganza. Diez i ocho leguas de penosa i triste marcha, reclamaban un momento de reposo; i mientras el fatigado infante se arroja en tierra para reparar las agotadas fuerzas, tres becerras que por acaso pacian en las praderas inmediatas, sirven a saciar con trjica igualdad el hambre de 3,500 hombres. Los mitos griegos que hacian descender a sus hroes de estirpe divina, encubrian entre ficciones la certidumbre de que algo de sobrehumano hai en el corazon de estos tipos de la grandeza i elevacin del hombre. Se dice que viendo en un grupo de jinetes uno de aquellos viejos soldados que desde el ao diez hacian frente a los enemigos, se acerca a l, i asindole bruscamente del bigote: Donde huyes, le dice, iluso, mas bien que cobarde, pues te conoc valiente donde quiera que conmigo peleaste? Es nuevo acaso para los soldados de la patria encontrar desastres donde laureles solo presajiaban? No vencido en Huaqui, Vilcapujio. Ayouma i Aconcagua, i no has triunfado en Tupiza i Cotagaita, en Tucuman y San Lorenzo, en la Guardia i en Chacabuco? La desgracia forma al soldado, i la libertad fu siempre sostenida por la constancia, que la victoria abandona con pesar a los opresores Vuelve, pues, al puesto que te seal tu patria; no lleves mas all de los Andes la transitoria humillacin de armas, i los espaoles nos encontrarn luego terribles como republicanos, indomables como la libertad que defendemos. El tambor bate de nuevo la marcha, i la fatiga, el hambre, la sed i el cansancio aguzan de nuevo sus dardos, i martirizan con su aguijn insoportable la heroica resignacion del soldado. Mas la hospitalaria compasion, que habita los campos, despierta el adormecido patriotismo del rstico labrador; i sea este ltimo sentimiento, sea pura lstima que le inspira la vista de tantos sufrimientos, l ofrece a la movible columna el tosco pan que estaba preparado para su familia, i entrega el rebao que hacia hasta entnces su mdica fortuna. San Martin recibia el feliz anuncio de la gloriosa retirada cuando en sus oidos resonaban los gritos de la afliccin de la patria, i creia oir a los pueblos arjentinos, que le haban confado sus bravos, repetirle los acentos de la desesperacin romana: Varo, devulveme mis lejiones! El astuto soldado crey despertar de un ensueo horroroso, l, que se habia constituido responsable ante la Amrica i el siglo, de la suerte de Chile, l, que habia desertado de la Espaa para trasmitir a sus compatriotas las artes
de la guerra que habia aprendido combatiendo las guilas imperiales ! No! nunca vivas i aclamaciones de ejrcito hirieron mas dulcemente el oido del emperador guerrero en la exultacin de Austerlitz, como vibraron en el corazon del jefe que habia sido desgraciado sin culpa, las gozosas salutaciones que le dirijiera este reducido grupo de valientes, al presentarlo el impertrrito LasHeras al frente de sus batallones. El ejrcito reciba de nuevo la inspiracin del jefe; este leia escrito en el semblante de sus soldados el detalle sangriento de una prxima victoria. Proeza como esta debia ser debidamente honrada; i los otros restos del ejrcito, reunido en el campamento del llano que baa el Maipo, recibieron la humillante rden de presentar sus armas i saludar con los honores reservados al capitn jeneral, a los valientes que habian triunfado de la desgracia comun, retrocediendo sin confesarse vencidos. Veanse en la parada jefes al mando de diez soldados, nicos restos de sus desbaratados escuadrones, espiando la falta que no haban cometido, i jurando por su espada combatir ellos solos, como los antiguos paladines, i estrellarse contra las masas enemigas, para borrar en arroyos de sangre la mancha de cobardes que nunca merecieron. Rodrguez i Las Heras ! H ah las dos piedras que sirvieron de seguro i ancho cimiento a la libertad de Chile, Mal pudiera el uno, sin la poderosa cooperacin del otro, salvarla del abismo que Cancha-Rayada cavara bajo su pedestal; ni mnos sin ellos, los encargados de su salvacin acertaran a parar el terrible golpe que la hacia desplomarse. El patriotismo, el entusiasmo i la actividad de una nacin entera se habian reconcentrado en el corazon del primero, mientras que la disciplina del ejrcito, el honor de ambos pabellones i el valor del soldado, habian sido salvados por el otro. En derredor de ambos se reunieron todas las capacidades, i a su sombra i por su impulso, el herosmo del ciudadano i el coraje del veterano, se reanimaron hasta la exaltacion de lo sublime; semejantes a dos fragmentos de nieve que se desprenden de las cimas exelsas de los Andes, i rodando sobre otras nieves, engrosan su volmen, para llevar el espanto y la destruccin a los valles a donde descienden. El uno, empero, fu aplastado por el carro violento de la revolucion, i el otro ha sobrevivido a los trabajos jigantescos de aquella poca. El uno desaparece de la escena, cuando la patria que haba salvado estaba radiante de gloria, i sonrea de esperanzas i de dicha, como la casta beldad que siente agitarse por la vez primera su pecho virjinal por afectos cuyo nombre ignora; el otro permanece en ella para recojer desengaos botados a la cara a puados, desde cada uno de los pueblos donde por libertarlos derram su sangre. El uno sirve de modelo del patriotismo i del valor cvico; el otro ofrece un triste ejemplo... habr de decirlo?... de la ingratitud de los pueblos, i de las necesidades, duras a veces, pero creidas necesarias por la poltica que tuvo siempre cerrado su frio corazon al reconocimiento. Hoche, Kleber i Dessaix, vosotros moristeis demasiado temprano para la gloria; pero mil veces afortunados, no alcanzasteis a ver a la repblica que os habia alimentado, baada en lgrimas, deplorando sus desaciertos i sus vctimas intiles ! Creis acaso, que maldigo de los que tales lgrimas la hacen derramar? Creis que vitupero sus desaciertos?Jams! Jams ! Yo compadezco a aquellos que disfrutando de los bienes de la paz i de la libertad, maldicen a los que se los prepararon. Impos! No habis asistido con la historia en la mano, a las luchas terribles de los pueblos que conquistan su porvenir? No habis oido rodar el carro de la revolucin, i en su precipitacin hollar al conductor
mismo de los caballos fogosos que lo arrastran? Las virtudes de la paz no se hallaron presentes a los grandes sacudimientos sociales; son otras, enrjicas i terribles, ah! Inhumanas, desconsideradas tambien, sangrientas i criminales a veces; pero necesarias siempre, siempre justificadas por circunstancias, o por la irritacin que las grandes pasiones esperimentan. Las grandes pasiones! que solo ellas sirven para sacudir las sociedades i rejenerarlas, o bien para traerlas a sus quicios, una vez que se han purificado. Grandes jenios de la revolucin! El hombre que se ha elevado hasta comprenderos, acata vuestros grandes hechos, deplora los estravos de las pasiones que encendi la terrible lucha, i abandona al vulgo la jerga ignominiosa conque cubre su torpe ingratitud, saboreando el beneficio sin agradecerlo, i manifestndose solcitamente interesado en agravios muertos con las circunstancias que los provocaron. V Santiago, una vez vuelta as misma, se manifest grande en su afliccin, como la malaventurada Cartago, cuando le fu revelado el horrible anatema que los celos de su rival victoriosa haban fulminado contra ella; i los prodijios que obr el jenio i el patriotismo en los cien dias malogrados en Waterloo, se repitieron aqu por un pueblo entero, para que Chile pudiese un dia llamarse nacin libre e independiente, por la razon o la fuerza. Los preparativos para un combate se precipitan, las falanjes se rehacen, abril sucede al desgraciado marzo, i el viento helado del polo trae el ruido de los pasos del enemigo, i el sordo murmullo de amenazas de los vencedores. Espaoles! espaoles! no olvidis que los vencidos son vuestros hijos! No los reduzcis a la desesperacin ! El 4 de abril el ejrcito libertador-unido habase parado en las encrucijadas de los caminos para ofrecer un paso de armas, i batirse a muerte con el que Cancha-Rayada habia tanto ensoberbecido. En Chacabuco era simplemente el ejrcito de los Andes; mas ahora es ya otro. Quin ha venido a engrosar sus filas? Quines son los hroes que se han brindado a esta unin fraternal, para arrostrar los mismos peligros i acometer los mismos trabajos? Chile se ha mostrado ntes semejante a aquel, a quien ladrones alevosos han despojado de sus bienes, i que busca i encuentra el ausilio del hermano, su vecino, que nunca cerr los ojos para no ver desdichas, ni se tap los oidos con las manos para no escuchar los jemidos del hermano oprimido; Chile vino a Chacabuco a sealar con el dedo i mostrar a su protector armado los raptores que lo haban despojado; pero en Maipo, Chile vuelto a su casa i en el goce de sus propiedades, se una a sus serviciales amigos, i les prodigaba los medios de perseguir i castigar a los culpados. Sangre chilena i arjentina correra mezclada en adelante, juntos iran a rescatar a otros hermanos, su suerte quedaba unida para siempre, sus glorias i sus quebrantos serian comunes. Ojal que no llegue un dia en que Chile diga tranquilamente desde su casa, a su antiguo hermano de armas, cuando lo vea postrado ante un monstruo que la humanidad, la civilizacin i la moral proscriben : tus desgracias, hermano, me compdecen, creedme!... El 5 de abril amaneci para Chile, i pasadas algunas horas de movimientos estratgicos, los ejrcitos midieron sus mortferas armas. La historia contar asombrada lo que chilenos, arjentinos i espaoles hicieron en
aquel dia. Yo solo aadir que todos sabian que Maipo era el ltimo campo de batalla, i que la muerte, las cadenas o la victoria, eran los nicos senderos por donde valientes i cobardes podian abandonarla la arena; que nuestros soldados, unidos al presentarse en ella, no tenan ya aquella arrogante seguridad que inspiran los triunfos repetidos; que en sus semblantes estaba pintada la tranquilidad del herosmo, i la protesta de no sobrevivir a la desgracia de sus armas, cubriendo en mares de sangre la tumba de la libertad de Chile. Os dir, sino lo sabis, que en la rden que disponia la colocacin de los cuerpos para el combate, se prevenia a los jefes que, en el momento de la accin, luego que viesen enarbolar el pabelln nacional de Chile i una bandera blanca, cargasen a la balloneta i sable en mano al enemigo que tuviesen al frente. Ai de los espaoles, si la bandera blanca flota en el aire un momento! Ai de los que sean en Maip vencidos! Yo os dir, por fin, que el mortfero caon estuvo vomitando la muerte horas tras horas; que batallones enteros fueron segados de la haz de la tierra, por 1 metralla i las desapiadadas lanzas; que millares de bayonetas se envainaron en pechos humanos, i el sable brill mucho tiempo en los aires i abri anchas e insanables heridas; que la humanidad i la compasin se alejaron llorando de esta carnicera espantosa, donde los moribundos se arrastraban por el sangriento fango, a ultimar a los moribundos enemigos; que Santiago arrodillada, las manos elevadas al cielo, oraba al Dios de los ejrcitos por la salvacin de la patria. Madres i esposas que desde la vecina Santiago creais oir en cada una de las detonaciones lejanas que heran vuestros oidos, el ltimo jemido que exalaban vuestros hijos i esposos, muchos murieron all que dejaron en la distante patria, viudas sin amparo, madres sin hijos, hijos sin padres! I si por acaso preguntan qu bienes duraderos obtuvo la repblica hermana que derram su sangre i prodig sus tesoros en sosten de los grandes principios que la revolucin habia proclamado, llevando su ausilio i sus soldados a todas partes donde haban enemigos que combatir i pueblos hermanos que favorecer, i qu ventajas leg a sus hijos, en cambio de los fraternales sacrificios que con tanta solicitud i ardor hizo por las otras repblicas, decidles que ella obtuvo al fin un tirano que la castigase de haber destruido tantos tiranos; que por la libertad que dio a otros pueblos, a ella le cupo la esclavitud mas horrible, mas humillante i mas inaudita que han presentado los tiempos modernos; que cuando los estados vecinos no la necesitaron, se olvidaron de ella, i la dejaron sucumbir a impulsos de la barbarie i los delitos. Decidles, en fin, lo que el jeneral San Martin despues de la batalla de Chacabuco : al ejrcito de los Andes queda para siempre la gloria de decir: en veinte i cuatro dias hemos hecho una campaa, pasamos las cordilleras mas elevadas del globo, concluimos con los tiranos, i dimos la libertad a Chile.
LOS MINEROS (Nacional de 14 de abril de 1841). Hai en el seno de las sociedades americanas, una clase escepcional de hombres con un traje, ocupaciones, ideas i costumbres peculiares. Las leyes que los rijen forman un cdigo aparte, i su contacto con la
sociedad ordinaria es mnos frecuente que el del marinero, que baja a tierra en los intervalos de reposo que median entre las diversas espediciones de su bajel. El minero reside en medio de los ridos riscos que ocultan los veneros metlicos, por lo comun a distancias mui largas de toda habitacin humana, rodeado de una naturaleza salvaje i adusta, en las soledades de los cerros, cuyo silencio solo interrumpen los prolongados i mil veces repetidos ecos que responden al estampido trmulo del tiro, con que hace volar los peascos, i que en las hondas i tortuosas excavaciones de las minas, toma un sonido mas pavoroso que el del can que se oye detonar a la distancia. Privado de todos los goces de la vida de las poblaciones, sumido en las entraas de la tierra, luchando con la naturaleza, marchando sobre abismos, donde a cada paso puede sepultarse, familiarizado por el peligro que le asedia a toda hora, i ljos del contacto de la mujer, que suaviza las penas de la vida, el carcter del minero participa de la naturaleza dura y sombra que le rodea, su corazon se niega i se cierra a toda emocin tierna, sus pasiones toman un tinte mas fuerte, i su alma se embrutece i pierde toda su elasticidad. Sus ideas en moral no son mnos estraas i singulares; i nada es mas cierto, por mas que ello parezca exagerado, que no tiene conciencia del robo, de que ljos de avergonzarse, se vanagloria all entre sus compaeros, i aun ante sus patrones mismos, con tal que est seguro de la impunidad. El robo de los metales preciosos, cualquiera que sea su cantidad i su valor, es reputado como una un gaje de su profesin. Familiarizado con la vista de los tesoros que esplota para enriquecer con ellos a otro mas afortunado, a quien solo le cuestan las diligencia judiciales de un impedimento, i quien acaso ayer fu su compaero de trabajo, no se hace escrpulo de participar con el convencional propietario, de los bienes que la naturaleza prodiga a ciegas, i que solo a l le cuestan sudores i fatigas. Con un trabajo fsico que sin exajeracion sobrepasa todo otro esfuerzo humano, contando siempre con susueldo i sus gajes eventuales, i sin ninguno de los goces de la sociedad, necesita de conmociones fuertes para gustar de la existencia, i el juego es por este principio su diversion favorita. Si por fortuna baja a las ciudades a recibir el precio de un futuro ao de privaciones i trabajo, la embriaguez, las prodigalidades garbosas, i las debilidades compradas del sexo, le dejan en dos dias exhausto de goces i de medios, encaminndose de nuevo a su faena, a someterse a la dureza del jnero de vida que all se sobrelleva; pero que dulcifica por algn tiempo el recuerdo del brillante i momentneo parntesis que le ha precedido, i que hace un contraste tan fuerte con la monotona normal de su existencia. Sus veladas las pasa reunido a sus compaeros en torno del fogn, que sirve de lumbre, refiriendo o escuchando historias tristes de asesinatos, en que no pocas veces se ha visto implicado, o bien deleitndose con los recuerdos de las orjias, en que se ha hartado de goces i de vino; porque todo aquello que en la sociedad es reputado criminal i deshonroso, se presenta a los ojos del minero con un ropaje mnos repulsivo. Carece de relijion, i de ella no comprende sino mui vagamente, algunas verdades mui triviales, pero intermezcladas con las supersticiones mas absurdas i mas groseras. Repetidas veces se ve al apir que aventa el trigo con que condimenta el alimento de que se mantienen los mineros, llamar al viento con un especial silvido, triste i misterioso; mirar en torno suyo, como si buscase un ente visible, repetir sus silvos, aguardar un momento, i continuar la
tarea cuando se imajina que el aire obedece a su llamado. Mas viva f que en Dios mismo, tiene en la aparicin de las almas que suelen, en medio del silencio profundo de la noche, hacer rodar los desmontes, o dar el hondo i seco quejido con que el apir acompaa la descarga del capacho; i no hai un viejo minero que muchas veces en su vida, no haya visto asomarse a la boca de una mina antigua, el fantasma de algn barretero que arroja afuera su herramienta, haciendo resonar los inmediatos cerros con el sonido plaidero de los hierros, i cuyos huesos se encuentran despues en el fondo de una labor aterrada, por el desplomamiento del cerro que apret al infeliz trabajador. Con traje i habitudes especiales, tiene un fuerte espritu de cuerpo que le adhiere tenazmente a sus usos i a sus compaeros, por quienes est siempre dispuesto a tomar parte, siendo rarsimo que alguno de ellos sea infiel a las doctrinas de su corporacin, vendiendo un robo, o denunciando un complot criminal. Con una vida e ideas semejantes, el minero es un ser indomable, corrompido por principios i por hbito, no conociendo de la sociedad sino lo que tiene de mas degradante e innoble. Disimulado, por la necesidad de encubrir sus diarias rapias, vengativo por la dureza de su carcter, no reconoce freno que contenga sus pasiones, una vez que las contradicciones del juego, la borrachera o la necesidad las irritan; i a cada momento est dispuesto a sublevarse contra todo obstculo, seguro de encontrar solcito i cordial apoyo en sus compaeros. Tal es el minero en Chile; pero especialmente en Copiap, donde la riqueza pasmosa de los minerales, ha reunido millares de estos seres desgraciados i temibles a un mismo tiempo. Chaarcillo, en un crculo de pocas cuadras, contiene a veces mas de seiscientos, i los alzamientos con el manifiesto designio de saquear las faenas i cometer todo jnero de exesos, empiezan a hacerse tan frecuentes, no obstante la presencia del juez, que suele ser un militar con fama de valiente para que sea respetado, i del destacamento de lnea que reside en la Placilla, para matener el rden, que los mayordomos temen por su vida, i cada da se hace mas continjente encontrar hombres de honradez i capacidad que quieran desempear aquel destino, amedrentados como estn por el peligro continuo de sus vidas. La causa de los males que se esperimentan, i de los mas trjicos i alarmantes que pueden sobrevenir aun, viene de la profunda i sistemada inmoralidad de los mineros, de sus pasiones, agriadas por la dureza de la vida que llevan, del embrutecimiento que produce un trabajo penoso i sin mezcla de aquellos goces en que toma parte el corazon, i del cinismo que enjendra el aislamiento, i la carencia de otros testigos de sus acciones que los mismos que las aprueban, porque estn dispuestos i preparados para repetirlas. Mui diferente de un campamento de soldados, en que la disciplina i la dependencia forzada i absoluta mantienen la moral y el rden, un asiento de minas es una verdadera democracia, en que el mayor nmero puede hacerse respetar de los pocos, que no ejercen sobre l influencia alguna, que son jeneralme odiados, porque son sus fiscales, i que no tienen derecho a exijir otra cosa que el cumplimiento de las tareas a cuyo desempeo estn obligados por su salario. Mientras no se atenen, pues, aquellas en cuanto sea posible, los dueos de faenas pueden i deben temer de un momento a otro, una matanza o un saqueo. Los delitos pierden de su repugnante fealdad cuando son muchos su perpretadores, la vergenza i el remordimiento se subdividen hasta hacerse insensibles, i como ntes se ha dicho, hai tal espritu de cuerpo en esta familia,
que se hace imposible encontrar entre ellos el orjen de un crimen o un robo, hacindose como se hacen todos sus miembros, un deber profesional de repartrselo en proporciones iguales, por lo que es mui raro que se halle alguno que deseche voluntariamente su parte. El remedio de males tan graves, no seria sin embargo mui difcil, si hubiese hombres demasiado filntropos, demasiado caritativos i humanos que quisiesen aplicarlo. Una sostenida instruccin relijiosa i moral, la constante residencia de dos o mas sacerdotes, animados de un celo piadoso i adornados de virtudes edificantes, bastara a nuestro juicio para reducir en corto tiempo estas almas indmitas, mejorar su suerte i asegurar la vida de muchos i las propiedades de los dueos de faena. Todos ganarian en ello; la civilizacin i la moral haran una conquista, i la relijion salvaria algunos centenares de almas perdidas. En cuanto al mantenimiento de estos benficos pastores, si los hubiese, los propietarios hallaran ahorro i ventaja en procurarlos; i las larguezas de los mineros haran abundantemente el resto. La relijion fu siempre la maestra de las sociedades en su infancia, i la gloria del cristianismo consiste, no solo en haber ofrecido al hombre la perspectiva de una dicha imperecedera, sino tambien en haber llevado la civilizacin a los estremos de la tierra, dulcificando las costumbres i sometiendo las pasiones. Se habr estinguido del todo en nuestro sacerdocio, el piadoso celo que arrastraba en otro tiempo al misionero cristiano a los bosques, a llevar la moral evanglica a los brbaros feroces que los poblaban, presentando al mundo como el fruto de sus tareas, sociedades de hombres sometidos por ellos a los preceptos de la moral, que haban desconocido antes? Se habr entibiado aquella caridad sublime que le hacia buscar los trabajos i apetecer los peligros, para arrancar a la ignorancia i a la idolatra sus vctimas?
LA VENTA DE ZAPATOS (Mercurio de 21 de abril de 1841). Si digo que estamos lelos! En qu babilonia infernal, en qu horroroso i confuso caos se han metido ustedes, seores editores de mi alma? Democracia en las colonias espaolas? Democracia en Chile! Infelices de nosotros! Ya se vera de las mujeres apuradas el pobre compaero de Beaumont, si se viniese por estos mundos de Dios, a espulgar cmo i en donde se est acurrucada esta invisible brujade la democracia, que todos invocan, a quien nadie quiere verla asomar las orejas; i que si se encontraran con ella de manos a aboca, como quien dice, no sabran que jestos de horror hacer, al verle aquellos bigotazos retorcidos que tiene, aquellos dientes agudos, que anda, cual perro rabioso, enseando a todos los que intentan incomodarla; aquellas garras de harpa con que despedaza i pulveriza los obstculos se oponen a su soberana voluntad, aquella lengua viperina i venenosa con que hiere a los mandatarios, al poder, a todo, Han visto la Guerra a la Tirana?... j Pues bien, democracia, pura i vivita democracia! Dnde encontrara aquel cuitado la democracia para irse all del otro lado del mundo, a alborotar a aquellas pobres jentes de Europa, con un nuevo librote titulado: LA DEMOCRACIA EN LA AMRICA DEL SUD?La buscara aqu, donde lo somos mas nobles que Alarico o Carlomagno, donde lo primero
que debe preguntar un buen padre de familia, es si su futuro o propuesto yerno es de buena familia? Ai amigos mios! porque la pureza de la sangre ntes de todo.. Se dice que el tal, pues gusta un poco de los naipes as. malillita i cuando se acalora el juego que quiere Ud?. hasta la camisa Mocedades! Gusta de las mozas de por ah, i por la punta de las narices se asoma un matiz entre verde i morado, que puede contagiar la familia? Mocedades! Pero, seor, dicen que es ordinario i tosco, que una montura redonda A quin Dios se lo d, San Pedro se lo bendiga. Pero la herencia. Pero es de buena i mui decente familia, i ya Ud. ve, un buen mozo, de buena familia, hijo de D. Diego, que como Ud. sabe, era hijo de aquel honrado D. Pedro, el cataln, que fu bodegonero en sus principios i grumete o paje de escoba en el buque en que vino, i que sus enemigos decian que era porquerizo en su tierra; pero que despues que se enriqueci, se supo que era pariente por lnea recta de un noble, mui noble, de qu se yo donde en Espaa. Ai, amigo, esta es parentela que no debe despreciarse! Democracia! Pura i vivita democracia! La buscara en estos mayorazgos que tanto honran nuestras instituciones, i que sirven a mantener honradamente a quinientos inquilinos, que han nacido de padres inquilinos, para reproducir jeneraciones de jeneraciones de inquilinos, sin otra voluntad que la del caballero; i gozando de la ventaja de labrar un estril faldeo, por la miseria de un arrendamiento hereditario, con la aadidura de trillar gratis los trigos del caballero, recojer gratis los ganados del caballero, cosechar gratis las vias del caballero, sembrar gratis los terrenos del caballero? Democracia! Pura i vivita democracia ! La buscara en las elecciones populares, a cuyas mesas viene el hacendado el arreo de mayordomos, inquilinos, dependientes y deudores, a quienes ha repartido, previamente calificados, las listas impresas de electores, que ellos no entienden por que no saben leer, i si saben, por que maldito lo que les va en ello; pero que su patrn les ha recomendado, so pena de espulsarlos de sus tierras, o soplarlos en la crcel por sus deudas, si las cambian por las contrarias? Democracia! Pura i vivita democracia! La buscara en las municipalidades de las ciudades, que desde el tiempo de los romanos han sido el baluarte de la libertad, i el foco de las mejoras en otras partes, pero que entre nosotros, bien puede tragarnos un rio, devorarnos un incendio, perecer de hambre una poblacion, como sucede frecuentemente en el sur, o no haber una escuelita para que se desbarbarizen un poco los muchachos de las pequeas ciudades, sin que esto ni nada las mueva a hacer de su propio motu cosa de provecho, si el gobernador o el intendente no les pasa oficio tras oficio, para que se ocupen de algo? Democracia! Pura i vivita democracia! La buscara en la prensa peridica, en esta nuestra bendita repblica que tiene un diario nico que llena las tres cuartas partes de variedades, i que si el gobierno no lo sostiene, no pudiera mantenerse, porque entre milln i medio de habitantes, no tiene, salvo el gobierno, cincuenta suscritores nacionales? Democracia! Pura i vivita democracia ! La buscara en la milicia nacional que se ha hecho en otros mundos i en otras tierras de por all el antemural de la libertad, porque en ella reside el pensamiento armado de una nacin, pero que entre nosotros solo se compone de bodegoneros abajo, no siendo tolerable, ni nunca visto, ni decente, que es lo
peor, que un caballerito que desciende de buenos padres, i que lleva fraque, i que ya sabe leer i escribir, vaya a enrolarse en sus filas, a rozarse con todo un roto, a riesgo de que se le aficione una pulga u otro locatario de la cabeza de un canalla ? Santo Dios, adnde iramos a parar? Qu vergenza! qu oprobio! Democracia Pura i vivita democracia! La buscara., pero en dnde la buscara el atolondrado, sin que hallase desmentido aquel viejo proverbio, desmentido ahora que tantas vejeces estn desmentidas, aquel ruin proverbio que dice: El que busca halla? Mas si por ventura, suya topase conmigo, i lo viera aflijido i cansado, busca que busca la escondida democracia, yo le diria: mi buen monsieur, qu anda haciendo por estas puertas tan falsas? Ando, monito, por adivinar una adivinanza. I, cul es , mi buen monsieur? Es donde se halla la democracia Gavacho asqueroso, chanchero e inmundo, no veis democracia est en todas partes i en ninguna, en la boca de todos i en el alma de nadie? La democracia existe en Chile, i no encubierta, ni embozada en poncho, ni disfrazada con fraque ; se muesta a cara descubierta, aunque de noche, porque la luz del diala perjudica. La democracia est, sabe dnde? En la venta de zapatos! Que no se hallara Ud. un sbado en la noche en la plaza de Santiago, en el estremo mas apartado de la Crcel, el gobierno i las Cajas, que son para aquella, el mundo, el demonio i la carne, de que huye como de sus tres capitales enemigos! All es donde la democracia se ostenta, a la luz de mil antorchas, activa i orgullosa. Qu estrpito! qu movimiento! qu confusin! All la igualdad no es una quimera, ni la libertad un nombre vano. Nada de fraques, nada de nobles, ni patrones, ni coches, ni lacayos con galones i penachos, ni clases, ni distinciones, ni calabazas. Igualdad, comercio, industria, todo es una sola cosa, un ser homojneo, una sntesis; en fin, la repblica llena de vida i animacin, el pueblo soberano, el pueblo rei. El lugar mismo donde esta escena se pasa, lleva las seales del triunfo de la democracia. Diez aos h que existia un portal aejo, sarnoso i chulleco, con la forma de mampata de un vejete espaol de bragas de pana; de arcos redondos i chatos, como las ideas que cobijaba una empolvada peluca; pero que se dejaba estar ah, como se han dejado estar entre nosotros las aplastadas ideas i costumbres de aquella Espaa venerada, hasta que el espritu del siglo le diriji sus tremebundos ataques. Ira de Dios! Aqu se trab la lucha entre lo pasado i lo presente, como ha dicho el que tal novedad hueca ha dicho, entre lo viejo i lo nuevo, entre la revolucin i la conquista. Atacar la quieta existencia de aquel ruin monumento de los pasados tiempos! Pero no hubo remedio, el hacha i la azada revolucionaria lo demolieron en un decir Jesus, aunque ya esta medida del tiempo va cayendo en desuso, por desgracia de estos siglos; improvisndose en su lugar uno nuevo, suntuoso como un mensaje de Rosas; elevado i endeble como las ideas de un romntico; deslucido e inconcluso, como la prctica de un proyecto de mejora; i por aadidura ruinoso a los diez aos, como todas nuestras instituciones; mas por otra parte, til para el momento presente, que es lo que lo constituye eminentemente democrtico; amenazando aplastar a sus moradores i a los transentes al menor temblor, como todo el aparato de rden i tranquilidad de que gozamos, al menor sacudimiento de una revolucin.
Bajo sus elevadas arcadas se han aglomerado las tiendas aristocrticas, la ostentacin del lujo, el brillo de las artes, i las elegancias de la moda. Pero ni aqu se echa de mnos el triunfo democrtico; pues a mas de estar a derecha e izquierda flanqueadas por los representantes del bajo comercio, engastados en la muralla, como los santos o imjenes en las calles de Valencia, tienen a su frente los cajones que las han barricado cerrndoles el paso i la luz del sol, i tenindolas presas bajo una oscura galera que solo por los estremos puede ser invalida. En la venta de zapatos del sbado, el pueblo llamado tal, el pueblo llano, el tercer estado, el pueblo pillo, trabajador e industrioso, en fin, por si no he dicho nada todava, aquello que nuestras buenas i decentes jentes llaman canalla, plebe, vulgo, muchedumbre, populacho, chusma, multitud, que se yo que otros tratamientos honrosos, se reune al frente de aquel portal, que es su conquista, a vender sus artefactos, a comprar lo que necesita, a ejercer su industria, su capacidad i su malicia. Aqu las distinciones sociales no le humillan, no lo insulta la riqueza, ni esbirros lo incomodan, ni lo celan importunos vijilantes. La alegra reina en todos los semblantes; no aquella alegra insensata del mozalbete que no piensa, ni de la nia que no tiene seso, sino aquella alegra mesurada, seria del que goza de la vida, del comerciante que gana, del padre que se goza en sus hijos. Quereis aproximaros a este enjambre de vendedores, con sus tiendas improvisadas al aire libre i al rededor de un cabo de vela? Cruzad por entre sus arregladas calles, amuralladas de peinetas, canastas, cuchillera i zarandajas. Un par de botas guenas, os gritan de todas partes; jabn de olor, peinetas, cucharas, unto para botas. Le vendo un corbatin zuzurra uno, un par de piales buenos le sopla al oido otro por lo bajo, como si fuera un mueble de contrabando. Guerra a la tirana i almanaques, gritan a lo lejos; mil mujeres hablan; una casera pregunta; cien zapateras le responden; aquella regatea, para ser peor engaada; i en tanto todos ganan, todos mienten y todos venden. Cunto valen las botas?....pregunta indiscreta. De todas partes os rodean, os estrechan; botas a millares os presentan por los ojos, por tras los hombros, por sobre la cabeza,Cunto valen las botas! Las botas no tienen valor intrnsico. En cuanto a calidad i obra, se traen de noche para que mejor se examinen; mas, el precio? el precio est escrito en vuestro semblante. Una mirada de los pis a la cabeza descubre a nuestro comerciante popular todas las sinuosidades de vuestro corazon, i todo lo que valen sus botas. En vuestro embarazo campestre, os rastrea que sois aconcagino bisoo, i las botas valen, s, nada mnos, cinco pesos. Llevis el paso inseguro, el sombrero gacho, abobado i novedoso? Os hace hablar: cunto ofrece?,-Hablasteis una palabra?... Un cuyano espantadizo, recien llegado; est apurado. Os dice que quiere vender por vender. Llveselas por seis pesos i no hablemos mas. Ofreceis cuatro cuatro? Uena coja eor ! Mas ntes no me iga naa; ni robaas que fueran! Quereis reros? pero nadie se rie. La venta de un par de botas es el acto mas solemne del pueblo comercial. En las elecciones nada le va, i por tanto no se afecta; pero aqu es otra cosa, va de la vida; dos o tres pesos pueden iresele de las manos si no compone su cara, sus jestos, sus espresiones i sus movimientos, segun lo pide la gravedad del caso Vaya, seor, llveselas por cinco! os dice lleno de despecho. Os vais? No importa, os seguir al cabo del mundo. Ya tiene derecho a unas cuantas pesetas, las que se estn aglomerando en su bolsillo. Os ha fijado, i os ha de
dar soga hasta que os aburris de regatear. Ofrecedle dos pesos. Qu espanto! Qu aspavientos! El material solo vale mucha mas! Pngase en un buen medio, que sean tres pesos? No escuchis? Os salen por delante, os atajan. Ofrecis veinte reales? Ai! ocho os han birlado, para honrar debidamente el prximo domingo. Si por acaso veis un grupo de nias al lado de un farolito rodeado de un cerquillo de zapatos parados en derredor, no creis que vienen a dar la lei i tratar lijeramente a la vendedora; ni aqu sois descorts hablndolas confidencialmente, aunque a la tarde siguiente no os hablen en la caada, cuando pasen tiesas que tiesas, colgando muellemente del brazo de un guapo galn ; porque la plaza de Santiago es el forum romano, donde el pueblo es el que manda, el que tiene i el que puede. Sus comicios pblicos son la venta de zapatos. Pinganilla.
LA PRENSA AL MENUDEO (Mercurio del 22 de abril de 1841). Qu baraunda de peridicos, observaciones, bosquejos i refutaciones! Si ya no nos entendemos en esta Santiago! Desde que Dios echa sus luces, perdonen la frase anticuada, gracias a las ideas liberales, desde que DIOS echa sus luces nos aturden i aturullan los gritos de los vendedores. Qu pera de las calles de Madrid, ni que berenjena! Aqu es trajedia. Esta maana sala a mis dilijencias i empiezo a oir la gritadera : Guerra a la tirana. Sal pualmudes.. El Veterano Membrillos grandes i buenos El Comiln.. Uva negra Uva blanca Frijoles por fanegas. El Bosquejo. Papas pualmudes En cada esquina hai un cartelon. Me acerco, de paso, a uno al que los muchachos le han arrancado todo un costado; leo en letrones labrados. quejo de la Repblica.. est bueno, se quejasus destinos futuros. Ai! no son mui claros. Esquina de Ramosliberal de los teatinos Cspita ! Teatinos liberales o liberal de los teatinos! Qu siglo este! El siglo de las transiciones. Cmo marchan los progresos! Que un teatino se haga liberal, comprendo; pero que un liberal sea de los teatinos, qu escndalo! Aqu hai maula. Sigo mi camino, encuentro un cartel completo, i lo devoro: Imprenta liberal. Calle de los Teatinos. As, s: que los liberales hayan puesto una imprenta entre los teatinos, ya se comprende; mas un liberal de los teatinos, era una monstruosidad. Ocurro a la Esquina de la Catedral, que est entre el altar i el trono, como si dijramos. El Bosquejo1, seor. Alarga el Bosquejo, un bosquejo de viejo; i dos dedos mi mano escudrian un bolsillo para entregarle dos reales, que le doi al marcharme. Tengo toda la curiosidad i la inquietud de un mono, i a medida que camino, voi hojeando. Leo: En medio de los combustibles de desorganizacin que por todas partes vemos hacinarse, a medida que se acerca la eleccion del primer magistrado Aprieta! Ya se incendi la casa del desafortunado seor Lazo, i ustedes acusan a la pobre nocente municipalidad que no ofende a nadie i vive tranquila sin mezclarse en nada. Hai un proyecto de incendio! Por donde estallar de nuevo el fuego? Mas abajo: que la nacion no puede ser gobernada tranquilamente, sino por el jefe de un ejrcito. Qu blasfemia! Quin lo ha dicho? Algn periodico bulnista. El Mercurio? Si no
dijo tal. El Araucano? Si no chista palabra, ni a nadie le dice por ah te pudras. El Veterano, la Justicia, el Tribuno, sin duda. Hojeo, hojeo, hojeo: La marcha del pas debi ser forzosamente retrgrada bajo un rjimen militar A qu ojo ir esta pedrada? A un lado, por si acaso, O'Higgins, Prieto, Pinto, Freire, Carrera. Sigo adelante: remitidos que tal vez no lo son La frescura le alabo! Vaya, no los remito, que en la imprenta los escribo. Su separacin absoluta del gobierno, despues de haber dirijido solo (seores Egaa i Bello) con tanto acierto su marcha por el espacio de cuatro aos, es ah! una prdida
1. Bosquejo de la marcha de la Repblica i de tal influencia militar en sus destinos, folleto en pro de la candidatura del seor Tocornal, atribuido a don Juan Enrique Ramrez. El E.
irreparable para la nacin, que lamenta Pobre afligida i desconsolada repblica! Alejado constantemente (Bulnes) del teatro de la sociedad no ha podido adquirir aquel tacto i finuraQu! Con esos bigotazos que lleva, quiere venir a ser presidente? Qu tirana, qu despotismo! Con esas manazas con que maneja tan terriblemente la espada, va a firmar decretos? Para ser presidente se necesita un tacto i finuraI sobre todo tiene el espinazo mui duro ya para aprender a hacer cortesas i comedimientos. Seria un presidente mui tieso, insoportable. La razon mas poderosa que nos hace mirar en la persona del general Bulnes, un ciudadano distante de ocupar la primera majistratura, es que bajo sus auspicios se perpetuara el estado deplorable de los habitantes de Concepcin i de Maule. Esta es la mas poderosa, porque nada ha hecho el jeneral durante su ministerio, por mejorar la posicion de la tierra misma que le vi nacer. Adelante! Nuestros temores no nacen de que el candidato por quien trabaja la administracion, sea un jeneral chileno; no haremos jamas semejante injuria al gremio mas ilustre de jefes militaros que tiene la Amrica, cerrndoles la puerta a la direccin de unos pueblos que a ellos deben en gran parte su existencia. Como he leido mal sin duda, vuelvo atras : Forjronse cadenas de la gratitud i veneracin con que los pueblos miraban a sus caudillos, i desde aqu data el funesto influjo que la espada ha ejercido en 20 aos en los destinos de la Repblica, i asombra el contemplar a siete repblicas hermanas, sujetas a otros tantos jefes militares. Sigo hojeando: Si nuestra lei fundamental ha juzgado oportuno escluir al estranjero del mando supremo, con cuanta mas razon debern los pueblos oponerse a la elevacin del jefe de un ejercito, que podr exijir la la ciega obediencia que presta el soldado. Esto significa. toma si significa! que con tal que no sea el actual jefe, cualquier otro jefe militar es bueno, porque ste tiene mas fresquita la disciplina i a los otros ya puede, habrseles olvidado la ciega obediencia del soldado; i que cualquier otro jefe militar no ha de tener a su disposicion el ejrcito, i que el actual ha de permanecer a la cabeza del ejrcito durante la presidencia. Adelante, adelante ! Chilenos! Os hemos hablado con fidelidad de las causas que produjeron vuestros pasados (Freire, Priesa. O'Higgins, Pinto), hemos desarrollado el principio de vuestra prosperidad actual; el difunto ministro
(Portales) luego, elejid un ministro, un ministro! Ai! se acab el Bosquejo, i mis dos reales, mis dos reales! La Guerra a la Tirana nm. 30! A ver muchacho? Un realito mas. Epgrafe: Consejo a los periodistas. La calumnia seores editores de peridicos nuevos! No saben ustedes lo que desprecian. Hemos visto a las jentes mas honradas sucumbir a sus golpes. Crean que no hai chisme tan trivial, que no hai horrores, ni cuento, ni absurdo que no pueda hacerse tragar a los ociosos de una gran ciudad como Santiago, con tal que uno sepa manejarse, i tenemos aqu jentes de una destreza Al principio un rumorcillo lijero del que nadie hace caso; piansimo murmura, urde i siembra el tiro envenenado. Cualquiera lo recoje, i piano, piano, os lo desliza diestramente en el oido. El mal est hecho. Se arrastra, camina, i rinforzando de boca en boca, se vuelve un demonio; despues, de repente i sin sabercomo, veis a la calumnia enderezarse, silvar, hincharse i estenderse a todos lados. Se ajita entnces i coje vuelo, remolinea, envuelve, arrastra, estalla i truena, i se convierte, por la misericordia de Dios! en un grito jeneral, en un pblico crescendo, en un coro universal de odio i de proscripcin. .Quin diablo podria resistirla?.... A qu nos viene con estas vejeces la Guerra? Hace cerca de un siglo que estas sentencias se dijeron, i desde entnces los cmicos las repiten i todos los hombres, como don Basilio, obran lo mismo. El Nacional! All va eso. Cuando llegue a casa no me habr quedado una blanca. Qu periodicazo! Quiero verle el fin por tomarle gusto, segun sea teatino o liberal; porque ustedes lo ven, lo que es bueno en un peridico de la oposicion, si est en uno ministerial, se vuelve una majadera. Imprenta de la Opinin! Esperaba hallar la del Estado; pero se consulta a la opinin, sin duda, i este es un gran progreso. Feliz el dia en que el Estado est en la opinin! Leo mas arriba : Una mano de difunto que se estiraba. Ai Dios mio! yo encojo la ma, porque no me la cace. A qu nos vienen a asustar con los difuntos? Para hacer una eleccion acertada, debe el ciudadano tener el animo tranquilo; mas si le hablan a uno de manos de difunto, votar por el mismo Barrabs, por temor a los muertos. Sigo leyendo de atras para adelante, porque en poltica es preciso ir aguas arriba, a ver de donde vienen, porque ya se sabe que todos van a la Presidencia. M. Bonald. Pero no lo publicaron ustedes, seores mercuriales? Querrn hacer entender que el clero no debe meterse mui hondo en las elecciones? Pero, i los liberales? Si en Francia hubiera liberales, ya se guardara M. de Bonald de hablar as; Thiers o Guizot, la guerra o la paz, qu le importa ? Pero los liberales, liberanos Domine. Llego hasta el ttulo, i quin vive?.....Nada Estamos lucidos con peridico que no dice clarito si va a pares o a nones, si son coloradas o azulitas las que tira! Si ya no hai de que admirarse en medio de los elementos de desorganizacin que se hacinan en todas partes. I ya llevo dos, tres, cuatro reales de bendita plata gastados! Ojal que por la misericordia de Dios, saque a la luz la Guerra, la nidada de forajidos, forzadores, borrachos i asesinos que deben redactarlo. Refutacin al Bosquejo1. Sea por mis pecados i habr de darle un real i un medio ! Venga, me lo sorbo. Queda de un solo golpe refutado el Bosquejo i la Refutacin. El Comiln2! me gritan al oido. Anda con dos mil de a caballo! Os refuto, sobre que ya no tengo ni moneda ni paciencia!
Fatigado, abrumado de tanta algaraba, me tiro en un asiento, me cubro la cara con mbas manos, i recapacito un largo rato. Todos quieren el bien, todos lo desean; mas no hai quien no lo halle de su parte, no hai uno que lo encuentre entre sus contrarios. Los principios liberales son invocados, lo pasado es abominable, lo presente es insufrible; pero lo venidero es un paraso terrenal, un encanto! As pensaron los nios i nias de todos los tiempos, i los pueblos son siempre unos nios en sus pasiones i en su charla i en sus arrebatos. Me parece que Santiago fuera un gran caldero, en que se
1. Refutacin al papel titulado Bosquejo de la marcha de la Repblica etc. escrita por don Miguel de la Barra. El . 2. Peridico del cual solo aparecieron dos nmeros; sin color poltico teido. El
estuviese calentando la opinin para servir al banquete de la presidencia. Los celos, el patriotismo, la venganza, la envida: dia, la ambicion, el miedo, i la indiscrecin, atiza cada uno por su lado el fuego. El lquido principia poco a poco a entibiarse; se calienta, se remueve i humea, hasta sale una espuma negra, hedionda i espesa, que se deborda i derrama por todas partes, con la Guerra a la tirania, el Veterano, el Comiln. Sigue hirviendo, la espuma negra; salen el Tribuno, la Justicia. Hierve que hierve, se asoma en el hervor el Mercurio i el Araucano. Atiza la envidia o los celos o cualquier otro el fuego, i se levantan i salen en la espuma las presas grandes; sale un Bosquejo, tamao como una cabeza de cebolla de Teno, una Refutacion que cae al suelo i se revuelca, unas Observaciones1. Tanto ha hervido, que el lquido hirviendo apaga, derramndose un tanto, el fuego, i el hervor se disminuye. Entnces aparece el Elector, despues el Nacional, calmados, i conocindose poco a poco. Pero veo a la rabia, i la bastarda envidia, i la desacordada indiscrecin, que atizan mas i mas el fuego, i se preparan a trabarse con el resto de la comitiva. Cuidando con no violentar demasiado el hervor, i con que estos demonios se traben, i se derrame el caldo, i tumben patas arriba el caldero, i nos quemen las piernas a todos! Cuidado! Cuidado! Pinganilla
EL DIARISMO (Nacional de 15 i 29 de mayo de 1841). Si uno de aquellos grandes hombres de las antiguas repblicas griega i romana, si Demstenes o Ciceron pudiesen reaparecer sobre la tierra i echar una mirada sobre estas sociedades modernas, sobre estas estraass repblicas, i estas monarquas republicanas, en que no hai plaza pblica para las arengas, ni pueblo ocioso que puede escucharlas; en que todo es movible i
transitorio, ideas, instituciones, formas, opiniones; i en que una miserable hoja de papel impresa, contiene el pensamiento del dia, el interes del momento, i
1. Algunas observaciones arregladas a los principios i a la opinin de los pueblos de Chile; a favor de la candidatura del jeneral Pinto, i atribuidas a don Pedro F. Vicua. El E.
la palanca poderosa que conmueve la sociedad por sus cimientos, vuelca los tronos, i lleva al mundo de carrera hacia un porvenir desconocido; si estos hombres reaparecieran, decimos, cul seria su asombro al ver las estraas mudanzas que el sistema social ha esperimentado i los diversos mviles que preparan, contraran, o dirijen los acontecimientos! El diario es para los pueblos modernos, lo que era el foro para los romanos. La prensa ha sustituido a la tribuna i al pulpito; la escritura a la palabra, i la oracin que el orador ateniense acompaaba con la majia de la jesticulacion, para mover las pasiones de algunos millares de auditores, se pronuncia hoi ante millares de pueblos que la miran escrita, ya que por las distancias no pueden escucharla, Por el diarismo el jenio tiene por patria el mundo, i por testigos la humanidad civilizada. Por el diarismo las grandes acciones reciben palmoteos que las aplaudan por toda la tierra, i los delitos un signo de escndalo i reprobacin que se levanta de todas partes; por el diarismo el secreto de los gabinetes se comunica, no de oido en oido, sino de diario en diario, trasmitindose a los estremos mas apartados del mundo; por el diarismo los pueblos mandan, la opinin se forma, i los gobiernos la siguen mal de sagrado. Como Lord Stanley, los peridicos han intimado al poder su famosa amenaza : nosotros vijilaremos cada uno de vuestros pasos, cada una de vuestras medidas, cada una de vuestras faltas. Por el diarismo el mundo se identifica. Las naciones, como hermanas ausentes, se comunican sus prosperidades o sus desgracias, para que sean gustadas o sentidas por todos sus miembros; por el diarismo los individuos anuncian sus necesidades i llaman a quien puedan satisfacerlas; por el diarismo el comercio se estiende, las noticias i datos que a sus medras interesan, se vulgarizan; i por el diarismo, en fin, el pueblo ntes ignorante i privado de medios de cultura, empieza a interesarse en los conocimientos i gustar de la lectura que los instruye i divierte, elevando a todos al goce de las ventajas sociales, i despertando talentos, jenios e industrias que sin l, hubieran permanecido en la oscuridad. Los diarios han ejercido una influencia poderosa en la marcha de la civilizacin i en el movimiento social que ejecutan los pueblos modernos; i sus ventajas i el inmenso desarrollo que dan a la cultura, artes i comercio, solo pueden ser comparados a los males que por otra parte causan, cuando la efervecencia de las pasiones, el rencor de partido i la irritacin alimentan sus pjinas. Las sociedades presentes se han personificado en el diario, i puede decirse que su literatura, sus idiomas i su elocuencia, se resienten de la estrechez de las pjinas del diario, de su superficialidad i su valor de circunstancia. La vida de un sabio, bastaba apnas para producir en la antigedad un libro; algunas horas son hoi suficientes para que el artculo vaya a la prensa, para correjir sus solicismos, su ortografia i sus descuidos en las pruebas.
La historia del diario no va mui lejos de nuestra propia poca, si bien puede decirse que su dominio universal se ha establecido recien en nuestros dias. La primera gaceta conocida es la de Venecia, por los aos de 1531, redactada por el gobierno durante las grandes luchas de aqulla poca. En 1588, apareci en Inglaterra el Mercurio ingles, durante el ministerio de Burleigh, cuando la reina Isabel se preparaba para resistir la grande armada; i durante las grandes turbulencias que precedieron a Cromwel en 1642, aparecieron multitud de peridicos adictos a diversos partidos, i cuyos nombres eran tan estravagantes como estos : El Jesuita azotado, La Lechuza misteriosa, El Fumador nocturno, El Pichon de Escocia. Bajo la reina Ana apareci el Diario, i fue tomando de dia en dia mayor importancia, a medida que las agitaciones polticas exitaban la curiosidad pblica. En 1704, en las colonias inglesas, que despues se habian de hacer la patria del diario, apareci en Boston un impreso que tenia por ttulo : Cortas noticias de Boston, publicadas bajo los auspicios de un maestro de postas llamado Campbell; porque el peridico de Norte Amrica naci en 1as casas de postas, en los establos de las mulas, teniendo esta circunstancia de nacimiento que hace mas exacto el nombre de mesias de las nuevas sociedades que se da hoy al diarismo ; La Gaceta de Boston, en que se transform esta publicacion, continuada sin interrupcin desde 1718 hasta nuestros dias, i otros peridicos establecidos siempre por maestros de postas, fundaron i radicaron el diarismo en la Amrica del Norte, hasta que en 1721 se public el peridico titulado: Noticias corrientes de la nueva Inglaterra, que goz de una gran popularidad; el ilustre Franklin, que se diseaba apenas i se ignoraba aun a s mismo, tom parte furtiva o publicamente en su redaccin. Este es el primer peridico que en las colonias inglesas se atrajese la animadversion de la autoridad real, por el espritu de libertad que respiraban sus publicaciones, primera manifestacin de la tendencia revolucionaria que empezaba a tomar la sociedad, i que robustecindose de dia en dia, termin en la emancipacin de aquellas colonias. En Francia a mediados del siglo pasado existian ya El Mercurio i la Gaceta de Francia; peridicos sin importancia poltica i sin manifestacin alguna del movimiento social, que se hacia por otras vas, estando aun el diarismo en la infancia, dirijido por el gobierno i ocupado principalmente en discusiones filosficas, literarias o cientficas. Con la revolucin el diarismo poltico tom su rango, anunciando, esplicando i poniendo al alcance todas las doctrinas filosficas en que se apoyaban las diversas teoras que iban a ensayarse para la formacin del nuevo gobierno. Los Lamet, Barnave, i despues los Marat i Camilo Desmoulins ajitaban las pasiones populares, hasta que el terror hizo callar a los proyectistas i a los furibundos; no habiendo reaparecido el diarismo como una verdadera influencia hasta el Consulado, en que brillo unos dias, para concluir por estinguirse durante el Imperio. Con la Restauracin i la Carta, el diarismo cobr en Francia nuevos bros; i es desde entnces que puede decirse que se eriji en un verdadero poder, que trab una lucha la mas porfiada i terrible con los Borboncs, a quienes ech por terra al fin, en los gloriosos dias de julio. La prensa peridica ha brillado en Francia desde esa poca, con un esplendor que nunca ha conocido en oitras partes. No hai injenio que no haya probado su lozana en las pjinas de un diario, ni talento que en ellas no se haya anunciado, ni jven que no le d un artculo, ni imajinacion que no le preste su brillante colorido. Carrel, Mignet, Thiers,
Benjamn Constant, Chateaubriand, Guizot, Villemain, Remusat, Duchatel, Salvandy, Dupin, i centenares de insignes polticos, historiadores, filsofos, sabios i literatos han dado las primicias de sus talenlos i de su patriotismo a la prensa peridica; i desde las oficinas de la redaccin de un diario han pasado a los bancos ministeriales, o a los liceos de enseanza pblica. El diarismo reina hoi en Francia, si bien empiezan a dejarse percibir algunos signos de decadencia, en la corrupcion a que se presta por la exesiva concurrencia de los licitadores a las ventajas sociales que l reporta a los que por su medio adquieren celebridad, mas bien que la fortuna que no produce directamente. Mui avanzada la Europa i la Amrica del Norte en el uso de esta arma de civilizacin i progreso, las colonias espaolas, sin otro contacto que el de la madre patria, apenas tenian conocimiento de ella, si no por la Gaceta de Madrid, que venia de tarde en tarde. Sin imprentas, sin ideas, sin intereses que ventilar, sin derechos i por lo general sin conocimiento de ellos, de qu utilidad, ni de qu interes podian ser las publicaciones peridicas, para unas poblaciones que vejetaban en la oscuridad mas vergonzosa, i en la inaccion de espritu, consiguiente a un gobierno estrao a los intereses locales, i que hacia de la Amrica del Sur un simple apndice de la monarqua espaola? La primera publicacion peridica que nos sea conocida en Amrica, es la que con el ttulo de Estrella del Sud, se public en Montevideo por los aos de 806, redactada por algunos emigrados Buenos Aires. Luego de la invasin inglesa en las costas del Rio de la Plata, i del mal resultado que obtuvo, gracias al valor que desplegaron los habitantes de aquella ciudad, se despert como de sobresalto un espritu bien pronunciado de independencia i libertad. Haban tanteado sus propias fue, cuyo valor ignoraban hasta entnces, i el contacto de los ingleses, el buen resultado de la revolucin norte-americana, i las ideas nuevas que circulaban en los libros franceses, hicieron concebir a algunos patriotas la idea de una insurreccin continental, i a este efecto, publicar aquel peridico para despertar el espritu pblico i hacerse de proslitos. La revolucin del ao 10 fu introduciendo, a medida que las otras colonias sacudan el yugo, imprentas en las capitales, i peridicos que espresasen las ideas de los hombres que por sus luces estaban a la cabeza del movimiento revolucionario. El primer peridico que abri la carrera del diarismo entre nosotros fu la Aurora de Chile. La pluma inmortal de Camilo Henriquez aliment sus pjinas, i los admirables conceptos de este escritor han servido a mas de una pluma posterior. Mas el diarismo de entnces deba necesariamente resentirse de las ideas i necesidades de la poca. Improvisado para exaltar las pasiones de una sociedad medio muerta por su anterior nulidad poltica, concitando el odio contra nuestros antiguos dominadores, i difudiendo ideas que mas tendan a destruir lo pasado, que a echar los cimientos del nuevo edificio que habia de levantarse sobre sus ruinas, pues que esta ltima tarea estaba confiada a la espada i a los campos de batalla; su lenguaje deba ser amargo, i la exaltada declamacin del patrotismo, su medio favorito. Habia por otra parte, cierta exajeracion utpica en los principios que habamos bebido de las doctrinas francesas del siglo XVIII, que solo una larga esperiencia poda rectificar. Las luchas de partido se sucedieron a las luchas de la independencia, i entre las recriminaciones de los vencidos i las protestas de los vencedores, entre las quejas de la oposicion i las pretensiones de los que ejercan el poder, el
diarismo ha conservado hasta nosotros el carcter que manifest desde los principios. Todos los gobiernos americanos, cualquiera que hayan sido por otra parte la ideas de los que los componan, han tenido que luchar con la prensa, i si algunos se han manifestado demasiado nobles i liberales para no intentar coartarla, han tenido al fin que caer a los golpes furibundos que las pasiones han dirijido contra ellos. Hecho es este, que merecera que un da nos ocupsemos con seriedad de examinarlo, a fin de poner remedios oportunos i libres de toda mira de partido, i en el deseo de asegurarnos las ventajas de la prensa. Ai de las jenernaciones que las primeras de todas admiten de improviso la libertad de imprenta ! esclama un escritor contemporneo, que cree, i cree porque es cierto, que no puede haber libertad civil, sin absoluta libertad de imprenta. La libertad de escribir, as como todas las demas, es tanto mas temible cuanto nueva, pues un pueblo que nunca ha oido ventilar en su presencia los negocios del Estado, da crdito al primer demagogo que se presente. Esta es todava nuestra posicion, i continuar sindolo por mucho tiempo. Dos hechos hai que merecen notarse, i que sirven a esplicar algunos rasgos de nuestros peridicos. El primero es que hai pocas, poqusimas personas con relacion a la poblacion jeneral que tengan gusto i hbito de leer peridicos. El segundo es que solo existen peridicos cuando, por una crisis social, es necesario despertar la apata jeneral de los que con sus sufrajios pueden obrar un cambio en la marcha de los negocios pblicos. La prensa peridica tiene sus instintos peculiares que la hacen siempre impetuosa, ardiente en sus reproches, i turbulenta en sus medios de accin; mas este rasgo jeneral rene otros, aqu nacidos de circunstancias que se ligan a nuestro estado de civilizacin i de incuria. El peridico. improvisado con miras accidentales, necesita irritar las pasiones, sublevar temores i desconfianzas, i aun ofender a las personas que perjudican a sus intereses. Sirviendo una mira poltica, los principios mas sagrados son forzados a suscribir i apoyar los intereses de un partido o de un candidato. La declamacin mas exajerada i virulenta, hace el fondo de estos escritos, i las palabras tirana, despotismo, embarazan cada rengln i forman el fondo de cada pjina ; porque se necesitan grandes estmulos para mover los indiferentes. Tristemente fecunda nuestra historia en hechos vituperables, los partidos se apoderan de ellos para aplicarlos sus fines i exitar odiosidades. Nunca o mui transitoriamente hemos visto organizarse una oposicion de la prensa, que en presencia de los actos del gobierno, los vaya examinando sin rencor, sin pasion y sin declamaciones estremadas. Este sistema de oposicion, que constituye el poder de la prensa peridica, ilustra a los pueblos sin sublevarlos, i contiene al poder sin amedrentarlo, i sin atreverse a atacarlo, porque no hai ni se encuentra por mas que se busque ni motivos, ni pretestos lejtimos para desembarazarse de l. Mas qu disculpa merecen a los ojos de la razon aquellos que mojan su pluma en hiel i amenazan, no solo la existencia del rden de cosas establecido, sino que por sus declamaciones amargas, hacen diariamente temer a los que ejercen el poder por su seguridad, i aun por su existencia misma? Tal es el carcter de la mayor parte de los escritos de la poca. Nuestra prensa peridica ha recorrido en el corto espacio de cuatro meses, todas las fases que puede presentar su espritu i tendencias en los diversos perodos de
la civilizacin i de la libertad de un pueblo. Parece que como una semilla caida en terreno jugoso i bajo un clima trrido, hase desarrollado con crecimiento perceptible arribado en poco tiempo a una madurez mui temprana. Las primeras publicaciones que aparecieron se resentian de cierta trivialidad grosera, cierto espritu amotinado e insultante, cierta desvergenza de conceptos i lenguaje que solo podrian caracterizar una poca brbara, de pasiones soeces i de toda falta, de razon i de principios; pero ya fuese que el espritu nacional estaba mas adelantado que estos miserables escritos, ya fuese que no hai hechos suficientemente chocantes para exitar la indignacin pblica, o ya, en fin, que la grosera exajeracion con que se zaheran las personas, la moral o la decencia, suscitase una reacion del buen sentido de los lectores, la verdad es que este jnero de escritos dieron en cara mui luego; i sus autores han pasado plaza de torpes calumniadores a los ojos de todos los partidos, i han huido una deshonrosa celebridad, teniendo al fin que confesarse incapaces de interesar ni las pasiones ni la razon, ni los intereses de un pblico dispuesto favorablemente para simpatizar con una oposicion osada, pero racional; mordaz, pero sin indignidad ni indecencia llevada al estremo, porque es de notarse que la oposicion en todas partes, en cualquiera forma de gobierno i cualquiera que sea el partido que domina, tiene un poderoso atractivo para el comun de los lectores. Hai algo de osado, de laudable, en atacar al poder material, manifistanse tantos visos de patriotismo i decisin en arrostrar la animadversion de los que pueden con tantos medios vengarse, quo el pueblo simpatiza fcilmente con estos campeones que revelan el mal presente i ofrecen remedios seguros e infalibles. Todas las grandes reputaciones de la prensa peridica se forman en la oposicion; los que se llaman ministeriales estn circunscritos a la defensa, a la arma fra del raciocinio i al esclarecimiento de los hechos. La oposicion por el contrario, ataca denodadamente, i cuanto mas acalorado es su lenguaje, cuanto mas audaces son sus golpes, mejor desempea su tarea, mas fascina a sus lectores. Nuestros peridicos de la poca, han llegado a depurarse lo suficiente en cuanto al lenguaje i las personalidades; mas no lo bastante para llegar al convencimiento, i a la acertada discusin de los principios i de los intereses de 1a Repblica. En la mayor parte de los escritos de esta poca, se descubre una tendencia revolucionaria que alarmaria a cualquiera que no conozca la realidad de los hechos i el verdadero estado de la opinin. Apnas hai un partido poltico que no amenace con la completa subversion del rden pblico, sino 1ogra hacer triunfar en las elecciones al candidato de su predileccion, porque l representa a la nacin, i no hai nada de til para ella, sino se toma de su propio crculo. Hemos visto trabarse una lucha en la prensa de estos dias, sin que se haya avanzado nada, para hacer que la oposicion ocupe su verdadero terreno i no quiera apoderase de la nacin, a quien contra toda verosimilitud, supone enemiga del general Blnes, que solo grandes servicios ha hecho para que pudiese merecer esta pretendida desafeccin. En los estados en que se goza de un largo uso de la prensa, han caido en ridculo estas pretensiones de los periodistas a ser el organo de la opinin pblica. Ni cmo podrn pretenderlo cuando aparecen tantas publicaciones, con miras, principios i modos de apreciar i ver los hechos tan distintos entre s? A esta falta de mesura, se aade la carencia de principios claros i seguros, que al
mismo tiempo que sirvan a favorecer los intereses de partido que defiende, formen la conciencia pblica e ilustren la opinin de los demas. De este vicio radical de nuestra prensa, nace otro no mnos funesto para el progreso de las luces i de la discusin detenida. Ocupados los peridicos de recomendar o atacar a los personajes que favorecen o contarian sus miras, han educado, por decirlo as, a los lectores en esta escuela; i todo lo que sale del crculo de las personas, carece de interes i no pica la curiosidad. Lectura, hacienda, historia, etc., son ttulos fastidiosos que hacen caer a un peridico de las manos; i aunque esto deba atribuirse en parte a nuestro estado de cultura, los escritores pblicos tienen por deber impulsar el progreso, i no contribuir, como lo hacen, a que permanezca estacionario. Mas, cmo podrn estas producciones creadas de prisa, i sin mas objeto que favorecer un intento del momento, desempear tan alta mision? Puede el lector sensato esperar buena fe, exmen filosfico i verdad en los hechos que solo se le presentan para hacerlo interesarse en fines particulares? De aqu nacen los errores mas funestos i la corrupcion de ideas mas perjudicial. Se examinan en los momentos de las elecciones actos del gobierno que requeriran un largo estudio, i los hechos mas indiferentes se tuercen i adquieren un interes ficticio segun los presenta el espritu de partido, ataviados de un ropaje que los desfigura. La lijereza de las publicaciones actuales de la prensa estorba la aparicin de otras mas concienzudas o mas estensas. El diario no puede tomar grande estension; i la revista tardar mucho tiempo en aparecer. Hombres animados de verdaderos sentimientos liberales se necesitan para que, tomando con tesn el noble empeo de propagar los diarios, luchen largo tiempo con las resistencias que opone la incuria jeneral i el poco interes con que se lee todo aquello que constituye la vida de las sociedades modernas. Es honroso para nosotros que la libertad de imprenta haya obtenido triunfos tan sealados i haya logrado mantenerse ilesa, aun en circunstancias espinosas; mas para que esto sea un bien duradero, preciso es que el diarismo descienda a las costumbres, i sea una necesidad ordinaria de la vida, abrazando todas las ramificaciones de la sociedad, i formando el cartel de todas las opiniones, de todos los intereses i de todas las necesidades del individuo. EL CLERA MORBUS EN SANTIAGO (Mercurio de 18 de mayo de 1841). Dichosos Uds., seores editores, que comen jaibas i congrio fresco! Dichosos, mil veces dichosos! Ni una sola mirada de compasin, ni un anuncio, ni una palabra dirijen a los pobres que vamos cayendo aqu uno tras otro, sin que haya quien nos preste el menor a usilio. Pinganilla, tambien su Pinganilla sucumbir abandonado del desdeoso Mercurio, que se ha inflado de democracia, de principios i de liberalismo, que no cabe en el pellejo. El clera morbus ha aparecido aqu en esta malhadada Santiago, i sus estragos son horrorosos. Cada da se aumentan las vctimas, i las casas se cierran porque no queda en ellas alma viviente. La Imprenta de Colocolo ha sido cerrada de este modo, i las llaves entregadas a la polica. Que estrago! Qu rapidez! Todos tiemblan por su vida, i el concienzudo i sagaz Araucano, se ha encerrado en su casa, a la manera de los francos, cuando aparece la
peste en el arrabal de Pera. A nadie abre sus puertas, i cuando mas consiente en que le tiren por la gatera, las cartas i oficios que le manda el fraile Aldao, su antiguo amigo, para que ianime el entusiasmo patritico, americano, federal, contra los salvajes, asesinos unitarios. Estoi fatigado! Si Dios es servido llamarme, que se cumpla su santa voluntad; para eso hemos nacido, seores editores; pero tendr al mnos el consuelo en mi hora postrimera, de haber, s, de haber visitado a los enfermos, como me ense mi abuela, que en paz descanse! A todos le he ayudado a bien morir. Pobrecitos! El Duende fue el primero a quien atac la epidemia. Lo vi espirante. Ai amigo! Me dijo, hai sueos que verdades son, i se qued tirso, como un cigarro puro! Qu horror! se me han quedado atracadas en el oido estas profticas palabras, me atormentan de dia i de noche. El Tribuno cay a los tres dias, i hasta ahora lucha con la enfermedad; tiene el maldito una constitucin de perro de campaista. Est sin habla, que es su mayor tormento, i parece que las palabras se le estn coagulando en el fondo del alma. Yo le hablaba esta maana, por ver si reventaba por alguna via; pero nada, ni una slaba, que es lo que mas nos aflije. Hermano, le deca, nimo, Blnes? encojia los hombros. Pinto? mas los encojia. Qu diablos, i que quiere entnces? Egaa? Casi me caza de una oreja; anda dije que te lleven dos mil de a caballo. Los estragos se aumentan, i el clera se pasea de barrio en barrio. La Justicia fu hallada muerta el otro da, sin que alma nacida se hubiese apercibido de su desaparicin, Qu no tendra parientes esta pobre mujer? El Veterano se sinti enfermo por la maana i a la noche era nima del urgatorio. Ha testado i deja su espada al orin, i sus mpaas al olvido. Estbamos unos poqusimos amigos del difunto, inventariando sus pobrezas cuando oimos el traqueo de cuatro rotos que iban llevando en una escalera, que dolor! a quin se imajinan ustedes? Al Comiln. Anima bendita! Lo llevaban a enterrar, segun lo habia pedido in artculo mortis, en el tajamar, en una pila de basura, contra la existencia de la cual habia machacado toda su vida. Era una vergenza, decia, que en Santiago, como si fuese una ciudad turca, se viesen, ni aun en sus alrededores, esas inmundicias que infestan el aire, i sirven con sus efluvios de vehculo a las epidemias. El corazon es mui fiel! Pero amigo, le decia la persona con quien hablaba, qu quiere Ud. si todo Santiago es una inmundicia perenne! En otras partes hai sistemas de canales que interceptan un pais para la navegacin, sistemas de irrigacin, sistemas de alumbrado, sistemas de aduanas, aqu hai un sistema de inmundicia corriente; i la polica vijila sabiamente a fin de que, como las venas en el cuerpo humano, circule i corra sin tropiezo por todas las manzanas i casas de Santiago; a veces ocurre una estagnacin, no obstante las precauciones; i el sustancioso i aromtico lquido se estravasa por las calles, dando que oler por una semana, a pesar de que sin este regalo hai que olfatear demasiado i sin asperar mui fuerte a todas horas, i principalmente de noche; sin duda, con motivo del fresco que reina en estas hermosas noches, que la han hecho merecer, como a la Italia en Europa, el renombre de jardn de la Amrica. Mas, volviendo a la estagnacin, la polica tiene, como en otras partes bombas de incendio, lancetas i lanceteros para remediar oportunamente el mal; ocurren los encargados de hacer estas operaciones quirrjicas al lugar donde se ha obrado la coagulacin; tantean la parte afectada (jeneralmente son los albaales) la reconocen, examinan el atracamiento, i entnces, con pleno conocimiento de causa, le arriman lanceta i
mas lanceta, hasta que con indecible jbilo, se ve correr la rosa por donde debe, i arrastrar en su trnsito la preciosa carga que estaba depositada aguardando la merea para bogar, con destino a tierras lejanas, quedando as, gracias a la vijilancia, restablecido el sistema econmico de la ciudad. Algunos mdicos de estos que vienen de Europa a hablarnos aqu de hijiene, hacen sus reparillos a este bello e injenioso sistema, hablando de mortalidad espantosa, aire infecto, insalubridad, i otras sandeces que por all pueden ser buenas; pero no aqu donde uno se muere cuando Dios lo dispone as, aunque no haya causa natural para ello. Ni cmo tocar un pice a esta creacin del arte i del injenio del hombre, cuando la ciudad entera ha sido modelada sobre este tipo, i no podria alterarse, sin tener que destruir todas las casas i los cuartos redondos, donde el pobre tiene su morada, su cocina, su dormitorio, i hace su lavado i todas sus necesidades domsticas, dando a los nios que se crian respirando esta atmsfera, aquel tinte lvido i verdoso que les sienta tan bien? Cmo privar a esta multitud de tan inmensas i tan econmicas ventajas, sin el gasto de algunos millares de pesos? No sucede lo mismo en Londres i Paris, no obstante que en una sola casa estn establecidas, en sus cinco pisos, cien familias con quinientas personas. I los juiciosos mdicos dicen, amen; porque saben que donde el egosmo i la costumbre inveterada hablan, punto en boca. Qu digresin tan recargada sta! Vuelvo, pues, a mis mrbicos muertos. Un incidente aciago, a mas de los asaltos del clera, nos ha robado toda esperanza para lo venidero, la joya de los romnticos, el consuelo de los males presentes, la gozosa espectacion de la repbIica. Chile se ha quedado sin Porvenir1, como parra sin uvas, como cometa sin cola. Chile est ecla! I 1. Peridico que sostuvo la candidatura Tocornal, redactado por don A. Tocornal i don J. E. Ramirez. El E. estamos vivos todava! Venia el Porvenir jadeando con una pieza de barro, que dijo quei era la urna de la indiferencia, hallada en una tapera de los antiguos; i como se encontrase conmigo, con quien se chanceaba siempre, le dije qu hai de nuevo camarada? por qu tanta prisa? Djame, djame, me dijo, ah ha salido un peridico, tan mustio i deshojado como un sarmiento; i se ech a reir con tales ganas, que se le revent una arteria y muri en el acto, estrellando la tal urna contra las piedras, dejando salirse de su seno una multitud de ambiciones que dorman adentro. Yo coj una por de pronto. Qu roosa era! Qu amohosada! No poda mnos. Diez aos haba estado guardada. Era flexible i blanduzca, un poco ajadaza pasada de uso; pero buena todava i servible, al mnos para para remiendo de otra que no fuese flamante. Corrimos varios en busca de mdicos. Bustonkal estaba fuera, Sasily en el hospital, Lafarguekanki no parecia; ltimamente encontraron al sabio Paredes, que vino sin aliento, le tom el pulso, le infundi su respiracin, le apret el esfago, le urg las vrtebras lumbares; pero ai! era tarde, el muerto se haba muerto, que era lo peor de todo. Valiente desgracia, dijo Paredes2! Injenio
2. Cuarteron limeo, sangrador, curandero i bochinchero poltico que ha muerto hace pocos aos en Valparaiso. El E.
precoz! Se le ha rajado medio a medio el alma a este talento porvenir al hacer una tan arrojada comparacin! Creacin especial! fu improvisada para producir esta obra maestra de crtica, agudeza i gusto, i se rompi el molde en que habia sido vaciada ! Si ha sido de risa que se ha reventado, le dije, no v la sangre? Calla zopenco, esa sangre es del alma... I como el mdico lo decia, quin se mete en disputas con ellos! Ai! la Guerra tambien, tambien la Guerra ha sucumbido! jQu muerte le dio Dios para escarmiento de pecadores endurecidos! Muri la triste como habia vivido, maldiciendo i vomitando pestes! La muerte de los reprobos! Habia estado en la crcel no hacia mucho por sus habladuras i sus testimonios, i le haban condenado a escribir hasta el nmero 30; pero ella, para ser hasta en esto revoltosa, escribi otro nmero mas, hasta que la sorprendi la muerte. Yo fui a visitarla en el lecho del dolor. Qu cama i que miseria! He sido envenenada, me dijo, me quema el tsigo las entraas. Los forajidos, los asesinos, los salteadores me han asesinado! pero no es tarde, en el infierno aguardo a Bulke, i all no hai santos liberales que lo favorezcan. Hermana! djese de esas cosas, piense en Dios que le va a tomar estrecha cuenta de la mala vida que ha llevado. No haga malos juicios, no la han asesinado, es mal que anda. El Duende, la Justicia, el Veterano, el Porvenir, todos han caido de uno en uno, el Tribuno est sin habla, i las devastaciones siguen. Le traigo un padre, hermana? No, por Dios, no! Un vaso de chicha para refrescarme un poco. Confesor n. Tengo mi alma entregada al malo, estoi condenada en vida. Deme chicha baya, con este consuelo morir tranquila. Y mirando el vaso con ojos desencajados, i la boca contrada i lvida, lo empinaba con mano trmula; i al concluir esclam cobrando aliento : Quia tu es Deus fortitudo mea. Ave; Mara! dije yo santigundome, Dios te ayude infeliz, i me retir rezando. Despues supe que se habia roido los dedos i habia muerto en la impenitencia i en la desesperacin, maldiciendo a Asnul, a Bulke i a todo cuanto le venia a la memoria. Hace tres dias que se sinti con los sntomas el Elector; pero aun no est de peligro. Qu buen sujeto! seria una lstima su prdida. Toda la nacin siente su mal i Dios el de todos. Hubo junta de mdicos, i se examin el vmito; dominaba una bilis reconcentrada, pero poca. Despues de muchas consultaciones i disputas, se decidi administrarle una buena dosis de Mercurio. Qu efecto le ha hecho! Qu abundancia de humores le hace espeler, i qu corrompidos! A cada nueva deposicion le duplican las dsis, Mercurio i mas Mercurio! ideposiciones i mas deposiciones, i cada vez mas copiosas. Toda la constitucin est, segun dice el mdico de cabecera, afectada de malos i viciosos humores, i es preciso sustiturselos con la pcima mercurial. Si este sistema de curacion sigue, puede quedar bueno el paciente para beneficiar metales por amalgamacin; lo que no dejar de serle de utilidad a un amigo suyo, que es su matapesares, que lo asiste i le administra en persona la dsis. Cmo repugnan a los enfermos los remedios! Esta maana fui a la casa del enfermo, calle de los Teatinos, a informarme de su salud. Le estaban administrando la dsis. Qu jestos hacia! Cmo alejaba la copa! Animo querido, le decian sus amigos : aguante esta, cmo ha de ser! todo es preciso, si no se cura se lo lleva el diablo; i el infeliz cerraba, i tragaba el Mercurio como un renegado. Agua, agua, para enjuagarme la boca, decia. Escaldada tengo el alma con tantas desgracias, i no obstante que no siento yo nada todava, me parece que me anda el Mercurio por las entraas, i
me estremezco de horror. Avisos de Dios, sin duda, aldabadas de la conciencia! Yo fui creado en el santo temor; pero todo se borra con el tiempo. Quisiera hacer obras de caridad para hacer algun mrito, mas siento una indecible pereza, i luego no tengo ni un cobre que dar de limosna. No; desde hoi mas, nueva vida, Pinganilla de mi alma, las cosas se van poniendo feas. Vijilate et orate quia nescisti dien necque horam, i no sea el diablo. Voi a hacerme cofrade de alguna piadosa hermandad, porque me entierren en sagrado como buen cristiano. Si muere alguno mas i si yo caigo, se lo escribir, seores editores, cuando les cuente el resultado de mi admisin en alguna tercera, que ser pronto. Rueguen entretanto por el triste. Pinganilla
LA PUBLICACION DE LIBROS EN CHILE (Mercurio de 10 de Junio de 1841). Con motivo de la publicacion que por suscripcin hace en Santiago de la obrita que anunciamos con el ttulo de Vindicacin de la Repblica Argentina, ocrresenos echar una ojeada sobre el estado de la impresin de libros en nuestra repblica; i nos es sensible observar que esta industria, que servira para apreciar el grado de cultura i la importancia que en ella se d a los libros que sirven de alimento al espritu, i de vehculo a la difusin de las ideas, est an en su infancia, prolongando por su atraso el de la instruccin general, medio nico de realizar una vez los fines a que conspira la forma de gobierno que hemos adoptado, que consiste en la participacin de los bienes de la asociacin por el mayor nmero de asociados. La ignorancia manteniendo el nimo encorvado bajo su yugo, ahoga todo sentimiento elevado i jeneroso, i predispone a la servidumbre por el convencimiento mismo de su propia impotencia i desvalimiento. No conocemos publicacion alguna de una regular extensin que haya podido efectuarse hasta ahora en el pais, debido a lo costoso que es siempre una impresin, circunstancia que no es relativa a las dificultades inevitables que rodean la introduccin de un nuevo ramo de industria en pueblos nacientes, sino que es comun a todos los pases; habiendo en Europa motivado el fcil espediente de las impresiones por suscripcin, con cuya ayuda se han logrado inmensas ventajas, no habiendo obra por estensa i costosa que sea, que no pueda ser publicada, i esto a precios mui acomodados. En algunas ciudades de Amrica la impresin de libros empieza a ser un ramo de industria nacional, e independiente de los tratados elementales que para las necesidades de los establecimientos de educacin se imprimen, se han dado al pblico considerable nmero de obras, ya orijinales, ya traducidas, que contribuyen de un modo influyente i poderoso a difundir los conocimientos entre un gran nmero de lectores; porque es de notarse que aunque haya todas las facilidades apetecibles para la introduccin de libros impresos en Europa, a mas del inconveniente del corto nmero de ejemplares que se introducen de cada obra, hai otro i mui esencial que consiste en no acertarse a traer aquellas que por su corto volmen i sana instruccin, interesaria difundir
por todo el territorio de la repblica. Cualquiera que haya tenido ocasion de viajar por las diversas ciudades i villas de las provincias, habr observado con sentimiento la escasez de libros i su poca circulacin, limitada a un reducido crculo de jvenes; no careciendo la novela entre los pocos libros que se hacen notar, de un alto i casi exclusivo predominio. Con esta completa falta de lectura i de las ideas que ella despierta o hace nacer, con este abandono del espritu que pone a la jeneralidad de nuestras jentes fuera del movimiento de las ideas es estrao que se observe la completa indiferencia por el bien pblico i la apata que nos distingue? Hai razon para admirarse de los pocos progresos que hacen la agricultura, las artes o las ciencias, cuando no se ponen en ejercicio los nicos medios de mejora, que son la aplicacion a nuestras necesidades de los adelantos que cada momento i con asombroso progreso hace la humana intelijencia en las sociedades europeas? En vano nos afanaremos por mejorar nuestras habitudes coloniales, en vano deploraremos nuestro atraso, si no ponemos todos nuestros conatos en la difusin de las luces i de los medios de obtenerlas. Franklin, fundando un peridico ; estableciendo una sociedad de lectura, hizo tanto por la emancipacion norte-americana, como un ejrcito o una victoria de los patriotas. Se dictan leyes que favorezcan el desarrollo del pensamiento; pero ellas son nulas en sus efectos, se embotan por sus esfuerzos intiles i caen en desuso. Quereis que la prensa ejerza su influjo sobre los nimos del mayor nmero posible? Preparad lectores; porque sin ellos la prensa ser una arma sin filos, un grito para sordos. Preciso es formar la razon pblica; i esta es la tarea de las discusiones parlamentarias, de la prensa i de las opiniones individuales. Contribuir a esta grande obra, trabajar en ella sin cesar es el deber de todo hombre que siente latir su corazon a los solos nombres de civilizacin, libertad i progreso. Los escritores del siglo diez i ocho, haciendo una asombrosa emision de libros que inundaron de ideas nuevas todas las clases de la sociedad, prepararon e hicieron necesario todo el grande movimiento en que termin su poca, i echaron los indestructibles fundamentos del que en una inmensa escala ha emprendido el siguiente siglo. Empresa semejante tienen que acometer los patriotas de Amrica. La espada destruy los obstculos materiales que se oponian al establecimiento de la libertad; mas quedan otros invisibles porque carecen de forma, ocultos porque estn aposentados en nosotros mismos, pero que por eso no obstan mnos a la realizacin de la grande obra comenzada en 1810. Ideas : h aqu en conjunto todo lo que falta para la reconstruccion del nuevo edificio social.
ATRASO DEL TEATRO EN SANTIAGO (Mercurio de 7 de julio de 1841). El teatro de Santiago ha dejado de ser por la buena suerte de aquella capital, un corral de caballos, en trminos mas cultos, un circo de equitacin. El teatro es, pues, un teatro, i algunas tiles reformas ejecutadas por los empresarios, parecen intentadas para purificarlo de la mancha que al edificio ha debido dejarle la abominacin a que ha sido prostituido. El pblico de
Santiago ha estado condenado por algunos meses, a presenciar las exhibiciones de caballos i caballeros, si quera distraerse en algo en el lugar mismo en donde debiera admirar los frutos del injenio que conmueven su corazon, o maldecir la impericia de los actores que asesinan cuanto por sus manos o su boca pasa, haciendo en esto las debidas escepciones, a fin de dejar al amor propio de cada actor un lugar de refujio que le sirva de sagrado. No es posible que atinemos con la causa o las causas, porque muchas deben ser sin duda, que hacen que nuestro teatro est tan pobremente servido. No es culpa del pblico ciertamente, porque con grandsimo placer hemos notado que siempre hai gusto para esta clase de espectculos, i a trueque de gozarlos, se resignan los espectadores a tolerar las insipideces de ejecucin con que algunos actores deslustran las bellas composiciones que estn llamadas a representar. Cualesquiera gastos que exijiese una remonta del personal de la representacion dramtica, serian a nuestro juicio abundantemente remunerados por la lucida i numerosa concurrencia que se agolparia a participar de los nuevos encantos de la escena. Hablando seriamente, corresponde el teatro actual, a la elevada posicion, a los medios, a la cultura i exijencias de la capital del Estado? No hai algo i mucho que desdiga del refinamiento de las costumbres i del buen tono que debiera reinar en l? Algunos comunicados que hemos insertado ntes en nuestras columnas, espresan suficientemente la desazon que el pblico esperimenta al observar la decadencia del teatro que, en diversas pocas anteriores, ha llamado la atencin con los talentos de un Cceres o de un Morante. Tiempo era ya de remediar tantas faltas. La compaa dramtica ha anunciado la prxima llegada del Seor Jimenez, que aspira al tratamiento de artista en su profesion, i que ha dejado en el nimo de los que le han vistotrabajar, impresiones mui favorables i esperanzas mui fundadas de mayores progresos. Mas, esto no bastara a satisfacer todas las necesidades del teatro. La ejecucin debe corresponderse entre todos los que pisan las tablas, i basta el miserable desempeo de un papel subalterno para aguarnos el placer que nos hicieran sentir los talentos superiores de un primer galn o de un hroe de trajedia. Mas aqu nuestra costumbres espaolas, pues nosotros mismos no nos atrevemos a llamarlas preocupaciones, vienen a ponernos sus invencibles obstculos. De dnde reclutar actores? Un jven de modales i de una pasable instruccin, se deshonraria cubrindose con el ropaje de Csar o con la librea de un arlequn. El pblico tiene, pues, que tolerar el aprendizaje largo i poco provechoso que hace un mocito que apnas sabe leer i escribir, que no sabe andar, que levanta los brazos para accionar, que mas que hombre parece autmata movido por resortes, que estropea el castellano, i anuncia declamando i con el brazo elevado en el aire, a guisa de orador romano, que hai jente a la puerta. As se pagan los desaciertos, i el pblico lleva su buena parte de castigo por la mancha que hace recaer sobre aquellos que ejercen una habilidad del mismo jnero de las que animan el lienzo de un pintor, o de aquellas que arrancan vibraciones dulces de las cuerdas de un violin o de un piano. Porque qu otra cosa es el cmico sino un artista que copia la naturaleza, i nos aterra, nos aflije o nos hace reir con esta pintura viva de las costumbres, la historia o los secretos del corazon humano? Sera mas grande Miguel Anjel que Talma? La diferencia estaba en el medio solamente; el uno espresaba con el pincel lo que el otro con la voz i las jesticulaciones, mas
mbos eran intrpretes fieles de las sensaciones del corazon, pintores ambos de la naturaleza. El teatro en los pueblos modernos no es un mero pasatiempo, que no merezca llamar la atencin del gobierno i de los patriotas. El teatro es un foco de civilizacin, mnos por el espectculo que ofrece, que por los elementos que concurren a formarlo; todas las artes le prestan su ausilio, i la poesa i las bellas letras han hecho de l su campo de Marte, en que hacen parada de sus progresos i de sus injenios. Nosotros, que parece que hemos protestado no ser poetas, e decir filsofos, polticos, moralistas i cronistas, tenemos que pedir prestado a la Francia i a la Espaa sus injenios para que nos muestren sus costumbres, instituciones, vicios i estado de civilizacin. Pero siempre ganamos mucho en este prstamo, i una sociedad progresa cuando se la comunica el movimiento de otras. Si no tenemos poesa nacional, tenemos idioma al mnos i corazon para sentir, i ya son dos estmulos para gozar las bellezas estranjeras; porque para nosotros i nuestras costumbres americanas, tan estranjero es lo que en Espaa se escribe, como lo que se representa en Francia. El gobierno tiene comprado un local para la fundacin de un teatro nacional; mas esto no prueba otra cosa, sino que el gobierno siente lo que todo el mundo siente, es decir, la necesidad de que haya un teatro. As sienten todos los hombres la sensacion de lo bueno, i el deseo de poseerlo. Se trata de educacin? Todos estn de acuerdo en la necesidad de difundirla i en las ventajas que ella proporciona; se proyectan los medios de realizar este deseo, se procede a la ejecucin, i aqui empiezan a asomar una tras otra las dificultades. El tiempo trascurre, nuevos motivos de interes llaman la atencin, i el deseo comun, el bien que todos apetecen, se posterga, se pierde de vista, sin que por eso cada uno sienta mnos las ventajas que l proporcionara. Se necesita, pues, a mas de la conviccin de la cabeza, la pasin ardiente del corazon que hace desear sin descanso, trabajar sin descanso, i luchar sin descanso, hasta obtener i realizar aquello que es el objeto de su ardor. Por esta razon los gobiernos son tan lentos en realizar porque no tienen sino cabeza que calcula; les falta el corazon que se apasiona, i mas bienes ha hecho en estos ltimos tiempos el interes o la filantropa individual, que no los conatos del poder pblico; si bien es cierto que la demarcacin i subdivisin del poder en ministerios hace que concurran los talentos i los sentimientos de hombres especiales a hacer florecer aquel ramo que, por sus aptitudes conocidas de antemano se confia a cada uno de estos encargados.
SOBRE LA LECTURA DE PERIDICOS (Mercurio de 4 de julio i de 7 de agosto de 1841). I La mayor parte de los peridicos i diarios que con motivo de las elecciones se haban organizado en Santiago, han desaparecido uno en pos de otro, desde el momento desde el momento en que caduc el objeto de sus discusiones. Muchos se han despedido formalmente i con la mayor cortesa del
pblico, i otros lo han hecho sin prevenirlo, i la tribuna i el foro se han quedado sin oradores i sin auditorio. Despues de tanta agitacin, la prensa ha dejado en reposo sus tipos, i el pblico entra en la vida muerta de la concentracin individual. Nosotros solos quedaremos, a lo que parece, molestando diariamente la atencin pblica, con nuestros buques existentes, nuestros avisos, despacho de aduana, noticias europeas, variedades i tal cual artculo editorial. Nos preguntarn acaso por qu no muchos artculos editoriales? por qu no mas animacin en la redaccin? Nosotros en lugar de por qu? preguntaremos a nuestro turno para qu? Cuando contemplamos la ntima conexin quu tienen las publicaciones peridicas con el progreso material de un pueblo, de su civilizacin i libertad; cuando vemos figurar el diarismo, como la faccin mas prominente que caracteriza a nuestro siglo, como que es l mismo toda una civilizacin; cuando lo vemos erijirse en la hacha que destruye a los dspotas, i en el antemural que proteje las libertades pblicas; cuando le oimos alzar sus mil voces, i caer los tronos a una sola seal de su dedo; cuando le miramos, en fin, como el instrumento mas poderoso del progreso de las sociedades, como que las publicaciones peridicas son la arena en que se discuten en presencia de todos los pueblos las grandes teoras sociales, el canal por donde se derraman los pensamientos de cada uno para servir al bien de todos, el boletn de todos los sucesos contemporneos, i el ojo siempre abierto para fiscalizar a los gabinetes; cuando contemplamos todas estas cosas i echamos una ojeada sobre nuestro pais, no podemos abstenernos de lamentar su atraso a este respecto, i la imposibilidad de apresurar su marcha a los grandes destinos que le estn deparados. En pases tan nuevos como el nuestro, en que la instruccin no est jeneralmente difundida; en que no hai grandes motivos de contacto entre los habitantes; donde los principios en que reposa nuestra forma de gobierno no son suficientemente comprendidos por la mayor parte de los ciudadanos ; donde el comercio se arrastra mas bien que se mueve, i la industria i la agricultura vejetan lentamente, se necesita, mas que en otro pais alguno, que los diarios circulen con profusin, difundiendo conocimientos; despertando el espritu de empresa; comunicando avisos que activen las transacciones comerciales; aplaudiendo al ciudadano benemrito; poniendo en conocimiento de la autoridad los abusos de sus empleados; haciendo decender al conocimiento de todos los decretos i las leyes que deben rejir su conducta; i trasmitiendo, en fin, la noticia de los sucesos que se desenvuelven en todos los lugares de la tierra, i cuanto mas pueda contribuir a la mejora social o al entretenimiento provechoso o instruccin del individuo Basta, empero, establecer peridicos para conseguir resultados tan apetecidos? La falta de lectores es a nuestro juicio lo que hace tan precaria la existencia i duracion de las publicaciones peridicas, i cualquiera que sea el orjen de ello, siempre har poco honor a una nacin que empieza a llamar la atencin del mundo, i que puede servir de modelo por su regularidad i rden para los dernas estados sud-americanos. En el desafortunado pais donde el gobierno hace pesar una mano de hierro sobre la prensa peridica, a fin de que no se oigan a lo lejos los jemidosde sus vctimas, hallar pronto disculpa la circunscripcin de las publicaciones diarias; pero qu podr justificar a una nacin, como la chilena, que gozando de una larga paz, de prosperidad en su
comercio esterior, de consolidacin en sus instituciones i estendiendo cada dia mas i mas su influencia sobre los estados vecinos, no tenga sino un diario, i este suscrito por un estrecho crculo de lectores? Qu juicio formar el europeo de nuestro estado de civlizacion, el europeo para quien los diarios son el alma de los pueblos, al ver uno en que son tan contados los rganos de sus necesidades e ideas? Cul ser la estraeza del norte-americano, en cuyo concepto, riqueza, libertad i peridicos son sinnimos, al arribar a nuestras playas i no ver nada de lo que deja en la Union, donde sus 1,500 peridicos llevan la vida i la animacin hasta las mas apartadas cabaas del labrador? Cualquier juicio que formen, por desfavorable que sea, si no es exacto absolutamente, tendrn por eso mnos apariencia de justicia en virtud de los datos que le suministramos ? Para tomar un solo ejemplo de la prodijiosa circulacin de los peridicos donde quiera que hai progreso i libertad, i para que este sea anlogo a nuestra posicion e intereses sociales, lo escojeremos en nuestro propio continente. La sola ciudad de Boston posea en 1834, cuarenta i tres diarios, seis almanaques, tres anuarios, una coleccion semestral, siete trimestrales, cinco bimestrales, veintidos obras mensuales i tres quincenales, sumando en todo noventa publicaciones peridicas, que hallaban suficiente nmero de suscritores en una ciudad de 80,000 habitantes; pues habiendo en todas las demas ciudades de la Union un nmero igualmente prodijioso de publicaciones, el rdio de su circuacion no puede estenderse mucho fuera del lugar donde se publican Hagamos ahora el parangon entre Boston, simple ciudad i la Repblica de Chile, Boston con 80,000 habitantes i Chile con mas de un milln; Boston, simple miembro de un estado de la Confederacin, i Chile un estado por s mismo i que figura con distincin entre los estados sud-americanos; Boston con 43 diarios, i Chile con uno. Qu hace, entre tanto, nuestra juventud que debiera hacer brillar a su pais rejenerando sus costumbres i preparando los medios de elevarlo en la consideracion de los demas pueblos civilizados? Estima en mas que sus padres la lectura de estos peridicos que son la sntesis de su siglo i de su posicion social? Las personas que han cultivado su intelijencia lo suficiente para juzgar del mrito de los escritos, pueden mui en hora buena esplayarse sobre la mediocridad de las publicaciones diarias, cargo que estamos mui ljos de rechazar como infundado; mas nosotros preguntaramos si el mrito de los artculos podria contribuir a hacer mayor el nmero de los lectores, i si la elevacin misma i la profundidad de las materias no serviran al contrario a retraer de su lectura. Un diario es la expresin de las ideas, sentimiento, cultura i necesidades de un pueblo, su lenguaje por tanto debe estar al nivel de las ideas que representa; todo la que sobrepase esta medida ser impopular i extico. Los diarios no se escriben para las intelijencias escojidas solamente, el gran nmero forma su clientela. No obstante, podremos decir a nuestros aristarcos, lo que Lord Lyndhurts en circunstancias semejantes venid, pues, a probaros. Reconocida la insignificancia de las producciones editoriales, siempre habr en los diarios alimento para escitar el interes del hombre culto. Se encuentra en ellos tanta i tan sorprendente noticia, tanto descubrimiento asombroso, que esto solo bastara para sostener la curiosidad del hombre comun; i si como deben estarlo los mas adelantados, estn persuadidos que
todas las curiosidades modernas marchan a un mismo fin; que los acontecimientos de cada nacin son como las pajinas de un gran libro, que todos tienen su relacin estricta, su rden, su prioridad i su colocacin determinada, con cuanto interes no debieran fijarse en este grave movimiento que ajita a las sociedades modernas, i que tiene tanta relacin i puede influir tan poderosamente en nuestro propio bienestar? La Europa est a punto de empezar una lucha de titanes, cuyo resultado puede comprometer, retardar o acelerar la marcha de le civilizacin del mundo entero. El Ejipto, que la motiva, movido por un brazo inteligente i rejenerador, se sacude el polvo de los siglos que lo habian sepultado en el olvido, para tomar de nuevo su antiguo rango de nacin culta. La Espaa se despedaza por desprenderse de las trabas con que los siglos de fanatismo i barbarie habian agarrotado su cuerpo, i cada porcin de la humanidad tiene su tarea que desempear, su vellocino de oro que conquistar. Si, por otra parte, nos detenemos a contemplar los trastornos i desgracias de que son presa la mayor parte de los estados hispano-americanos, desde Tejas hasta Buenos Aires; los diversos caractres que se desenvuelven, los males que esperimentan, la lucha de ideas i preocupaciones i las escenas de carnicera i barbarie que tenemos tan cerca cunto no debiera ser nuestro interes en seguir dia a dia la marcha de los acontecimientos que se desarrollan en nuestro derredor, para simpatizar con ellos, si son conformes a los intereses de los pueblos, o bien para execrar a los que por su ambicin infernal sepultan a su patria en la barbarie i en la desmoralizacin, para alzarse al fin sobre los cadveres que amontonan i erijirse en amos de los pueblos que han envilecido? Cada vez que una cuestion social nos ajita, vemos aparecer una nube de peridicos que, patrocinando tal partido o tal candidato, lo envilecen, en fuerza de la indignidad de los medios que usan para atraerle proslitos, i mientras que el patriotismo i el amor a los principios son la empresa que ostenta cada uno de estos paladines de tinta i papel, no vemos una sola doctrina social ventilada en sus columnas, un solo proyecto de mejora propuesto, una mirada echada sobre la educacin pblica, ni el mas leve esfuerzo para mejorar la condicin del pueblo, hacerle conocer sus intereses verdaderos, o imprimir a sus hbitos i costumbres la buena direccin que ha de efectuar i llevar a cabo el programa de nuestra revolucin. Habr de estraarse en vista de esto la profunda ignorancia en que est sumida la partee desvalida de la sociedad i la penosa lentitud con que se desarrollan nuestros fecundos elementos de riqueza? habr de culparse al gobierno de semejante atraso? Podria sin e1 el apoyo i activa cooperacin de los ciudadanos, intentarlo todo ? Nuestros males no tienen su orjen fuera de nosotros mismos; i si nuestra prensa peridica no tiene la importancia estencion que corresponde a un pueblo culto, si sus publicaciones no salen del rol que ellas tienen en los pueblos mas secundarios, no lo achaquemos a causas estraas de nuestra propia incuria i abandono. Los diarios podrian organizarse bajo un pi mas estenso; sus artculos redactarse por plumas hbiles, i sus noticias i parte literaria estenderse a una escala mas vasta, si el limitado nmero de suscritores no hiciera ruinosa toda tentativa de mejoras. II
Leemos en el Valdiviano una censura, no precisamente del contenido de nuestro nmero del 4 del pasado, sino de los verdaderos motivos que callbamos que justifican la indiferencia del pblico por la lectura de peridicos, atribuyndola a la coaccin del gobierno i a las viciosas e inicuas leyes que no rijen. No estraamos este lenguaje en la pluma del que en momentos antes ha dicho lo que Montesquieu deca en presencia de un soberano desptico, sin responsabilidad i que comprenda mui bien su posicion cuando deca: el estado soi yo. Poda mui bien decir Montesquieu que los gobiernos son los que hacen de los hombres bestias, i de las bestias hombres. Craso i brutal insulto hecho a las tendencias de la humanidad, a la civilizacin i a la dignidad del hombre Mal habria hablado as aquel grande escritor, si sobreviviendo a su poca, hubiese podido presenciar los resultados del trabajo que se habia preparado en sus dias i a su vista misma, i en el cual l tom una gran parte. Hubiera visto entnces que los gobiernos pueden afectar las formas esteriores de una sociedad, influir en su bien o en su desventura emporalmente; pero nunca decidir de sus destinos futuros, nunca cambiarlos en bestias. Un gobierno americano que apesar de sus atrocidades se nos pinta a cada momento por el Valdiviano, por una singular aberracin, como un gobierno digno de imitarse, porque est sobredorado con la palabra mjiea de federacin, ha intentado hacer bestias del pueblo que oprime, Pero lo ha conseguido? oh! N! Mil veces n! Se ha rodeado de bestias, si se quiere ; ha dado a la sociedad las formas esteriores de la barbarie; pero las tendencias son las mismas. Diez aos de sozobras, centenares de ejecuciones, revoluciones sofocadas, una jauria de canbales para castigar con la muerte un murmullo, una queja, no han mejorado un pice su posicion. Una jeneracion entera ha sucumbido en los combates, en las revoluciones, en los cadalsos, en los pontones, en las mazmorras, en el suelo estranjero; pero una nueva jeneracion se ha presentado en la arena, compuesta de los que eran nios cuando la lucha principi, i llevan adelante la obra i su sangre est vertindose en los mismos lugares sometidos ntes a la fuerza del vencedor. Este hecho solo bastara al Valdiviano a encontrar el despotismo donde verdaderamente se halla. Pero nos hemos distraido de nuestro asunto, que son las publicaciones peridicas i su limitada propagacion en Chile. Para convencer al Valdiviano de la injusticia que hace al gobierno vamos a encerrarnos en el estrecho crculo de los hechos. El Valdiviano tiene la gloria de existir, no obstante la iniquidad de las leyes, durante el largo perodo de cerca de ocho aos. La empresa ha sido arrojada, sin duda; practicar el bien, ha dicho, fuera del peligro es la virtud de hombres ordinarios ; sostener su probidad en medio de los riesgos i las persecuciones, es el efecto de una constancia herica. Si el riesgo ha sido contnuo, no negar por eso que la persecucion no le ha sobrevenido. Las leyes son incuas, l lo ha dicho, lo dice, i lo que es mas, no ha dejado un momento de echar en cara al poder, su despotismo, su tirana, etc. La lei no le ha alcanzado : est acaso el Valdiviano fuera del alcance de la lei? Ha sostenido en medio de los mayores riesgos, segun l, los derechos del pueblo; ha debido, pues, ser popular, porque son siempre populares los escritores que defienden contra el poder los derechos de los pueblos. I bien cuntos suscritores tiene el Valdiviano? Alguno esplicaria la respuesta que nos daria, suponiendo que el caso este no hace regla. Enhorabuena; tomaremos un segundo ejemplo. El diario la
Bolsa, sin embargo, sucumbi cuando mas necesaria era su existencia, i no sucumbi a los golpes del gobierno, sino al cncer que mina lentamente la vida de los diarios : la falta de suscritores. El mal no vino del gobierno, i un diario barato i que debia espresar los deseos de un partido, no pudo sostenerse. Nosotros prescindimos de los casos en que necesidades del momento estimulan la curiosidad pblica, i hacen leer tal o cual papel poltico improvisado, para servir a un intento determinado. Este no es el diario, este no es, propiamente hablando, el peridico. El diario es la expresin contnua, la rden del dia de una sociedad; i el escrito polmico no tiene mas objeto que un propsito del momento ; pasa ste i aquel desaparece. El Mercurio existe hace aos, i cmo existe? Existe por la filantropa del gobierno, por la gruesa suscripcin con que lo ayuda; sin ella, sin el favor del poder, seria preciso haberlo visto para saber lo que habria sucedido. Qu razones daria el Valdiviano para esplicar la limitada porcin de suscritores que lo leen. El Mercurio no es hostil al gobierno, pero tampoco es su panejirista; no siempre se ocupa de asuntos que interesan a la poltica interior; si ha tomado parte en las cuestiones de partido, lo ha hecho, sin duda ninguna, con mesura, sin herir intensamente a los que lo impugnaban, puesto que estos lo han inculpado de no saber descender a los hechos, i que el Valdiviano lo ha favorecido con un concepto favorable. Muchas publicaciones se han hecho en sus pajinas que contrariaban los intentos del gobierno, i algunas que lo atacaban, i de esto no ha formado una queja por la sencilla razon de que esta publicacion no tiene un carcter oficial. Nada hai, pues, hasta aqu que manifieste la coaccin del gobierno. El Mercurio por su posicion sirve para instruir a toda la repblica del movimiento martimo del puerto mas concurrido que posee; para manifestar en sus avisos las necesidades comerciales i econmicas de dos ciudades principales; para publicar el movimiento de aduana; para anunciar los fallos de los tribunales. Por el Mercurio saben todos los acontecimientos que llaman la atencin del mundo, i las ocurrencias que trasmite la prensa extranjera. El Mercurio es, en fin, el rgano por el cual se publica todo lo que a alguno interesa hacer pblico. I no es cierto lo que el Valdiviano supone gratuitamente, que el Mercurio no pone en conocimiento del pblico los sucesos que no estn en consonancia con la marcha (del gobierno) a que se halla ascripto. Imputacin gratuita, porque tenemos de ello la mas completa evidencia. El gobierno sabe las noticias que el Mercurio estracta de los peridicos estranjeros cuando lo sabe el Valdiviano, es decir, cuando estn publicadas; ni sus redactores tienen para su eleccion otra regla que el interes que se imajinan puedan inspirar. El Mercurio no public noticias de Mjico cuando el Valdiviano estraaba su silencio, porque en los peridicos estranjeros nada habia hasta entnces sobre aquella repblica. No es, pues, efecto de las inicuas leyes que nos rijen el abandono i la falta de espritu pblico que apuntamos ntes i que reconoce el Valdiviano. Si en lugar de reconocer como principio inconcuso, que est en manos de los gobiernos volver bestias a los hombres, reconociera ese otro que solo desmienten casos particulares, que los gobiernos son la espresion de la sociedad donde existen; el Valdiviano se habria aplicado con mejor xito a mejorar elespritu de la sociedad, en lugar de malgastar esa constancia herica con que ha consagrado su vida a escribir sueos e injusticias. Aquella empresa habria sido eminentemente liberal. Arrostrar el encono del pueblo para echarle
en cara su apata, su indolencia, en lugar de justificarla, es el deber sagrado de los escritores americanos; porque el mal que aqueja a nuestra prensa, es comun a todas las antiguas colonias espaolas. Aqu est la causa, este es el orjen del mal, la indolencia de espritu que nos di el sistema colonial. Observe el Valdiviano lo que sucede en las colonias inglesas, donde sin duda el gobierno no consiente que se escriba libremente, como nuestras leyes permiten; observe lo que pasa en el Canad, en Sandwich, Sydney, Calcuta, i ver all los peridicos populares por todas partes, en poblaciones infinitamente pequeas. I esto por qu? por que sus habitantes tienen los hbitos i las tendencias de la madre patria, porque un ingles, como un frances, como todo hombre culto no puede vivir sin peridicos, sin saber lo que en el mundo o en derredor suyo pasa, sin alimentar su espritu, como nosotros alimentarnos el cuerpo, sin interesarse por todo lo que es de suyo interesante. Si nosotros no tenemos peridicos es porque nuestros padres no los tuvieron, i porque aun no se establecen i jeneralizan las nuevas costumbres en nuestra nueva vida, de trabajo de cuerpo i de espritu, la vda social inteligente. Aqu estn pues las causas i la verdadera raz del mal, aqu es preciso curarlo. Introduzcamos primero el diario entre el catlogo de las necesidades ordinarias de cada ciudadano; empenmonos en que se habite i se interese en saber todo que pasa en el interior i esterior de su pas, i despues veremos a la prensa peridica sostenida contra el poder, por las raices que habr echado en las costumbres del pueblo, que no podr vivir sin ella, i no por vanas declamaciones que solo logran perjudicarla. CANTO AL INCENDIO DE LA COMPAA POR DON ANDRS BELLO (Mercurio de 15 de julio de 1841). Hemos ledo con la mas grata complacencia el canto elejaco publicado en Santiago con el ttulo de Incendio de la Compaa, atribuido, con razon, al autor de los Principios de Ortoloja i Mtrica de la lengua castellana, que tan oportuna instruccin ha difundido en el pais. Decir que esta bella composicion se hace notable por la pureza del lenguaje, por la propiedad de los jiros, i por la mas acabada perfeccin artstica, seria revelar el nombre de don Andrs Bello que, en un grado tan eminente, conoce las bellezas del idioma que tan profundamente ha estudiado. Mas, lo que es digno de notarse, porque ello muestra el desapego del autor a las envejecidas mximas del clasicismo rutinario i dogmtico, es la clase de metro que para asunto tan grave i melanclico ha escojido, i que en tiempos atras solo se usaba para la poesa lijera. El tono jeneral de la composicion es elevado i lleno de recojimiento, descollando aqu i all mil pesamientos delicados. Nos parecen sublimes las palabras que dirije al reloj cuando le v arder tambien en la vesta pira : I a t tambien te devora Centinela vocinglero, Atalaya veladora, Que has contado un siglo entero A la ciudad, hora a hora. Un siglo contado hora a hora es un pensamiento elevadsimo, i que suscita en el animo del lector ideas melanclicas i una especie de temor relijioso. Un siglo ha pasado sobre la ciudad, i nosotros habamos oido sonar
las horas que avisaban su lento, pero continuo paso. Cuntas jeneraciones! Cuntos sucesos ocurridos en estas horas que al fin forman un siglo! As cree el poeta oir ala incendiada mquina despedirse de la ciudad, dicindole : ................................................ Adis, patria! El cielo rdena Que no mas las notas mias Desenvuelvan la cadena De tus horas i tus dias. Mil i mil formas mir Nace al aura del mundo, I florecer a mi pi. I descender al profundo Abismo de lo que fu. I te vi en tu edad primera Dormida esclava, Santiago, Sin que en tu pecho latiera Un sentimiento presago De tu suerle venidera. Yo te vi del largo sueo Despertar altiva, ardiente, I oponer al torvo ceo De los tiranos, la frente De quien no conoce dueo. Vi sobre el pendn hispano Alzarse el de tres colores; Suceder a un yermo un llano Rico de frutos i flores, I al esclavo el ciudadano. Santiago, adis! ya no mas El aviso dilijente De tu heraldo fiel oirs, Que los sordos pasos cuente Que hacia tu sepulcro das. Versos como estos haran honor al mas favorecido poeta, por la elevacin de los conceptos i la fuerza de imajinacion que brilla en ellos. Nos parece mui oportuna la turbacin que con el incendio esperimentan las cenizas de los difuntos habitantes de aquel colejio, i el lgubre canto que entonan, que sordo murmullo lejano semeja : Mueven el labio, i despues Desmayados ecos jimen; La luna pasa al travs De sus cuerpos, i no imprime Huella en el polvo sus pis. I despues nos parece bellsimo, no mnos que la pintura de las nimas, tales como la concibe la imaginacin de los creyentes. Mui al caso viene en seguida la frase vulgar no es cosa de este mundo, que tan espresiva es boca de nuestras jentes, probando con su oportuno uso que nada hai mas potico que las espresiones de que usan las jentes del pueblo, i cuyo ausilio no debe
despreciar el jnio potico, porque ellas suscitan ideas determinadas e imjenes espresivas. No hemos juzgado del mismo modo, por mas que hemos querido vencernos, el uso de esta otra frase grima me da, no obstante su propiedad, por la falsa acepcin que el uso vulgar le da. Dominados por las impresiones que nos ha causado la lectura del Incendio de la Compaa, hubiramos deseado que el autor se hubiese estendido mas, no obstante que no se presta mucho para ello la materia. Habriamos querido, por ejemplo, que a la descripcin del incendio, hubiese precedido la de una escena tranquila, la paz domstica, el rden que en la ciudad reina, a fin de colocar en un cuadro apacible este terrfico i repentino acontecimiento para herir mas fuertemente la imajinacion. Con motivo de estos versos, nos sentimos llamados a observar un hecho que no deja de causarnos alguna impresin, tal es la rareza de los honores que entre nosotros se tributan a las musas. Por qu son tan tardas i tan contadas las ofrendas que se presentan en sus altares? Ser cierto que el clima benigno sofoca el vuelo de la imajinacion, i que Chile no es tierra de poetas? Falta acaso instruccin suficiente para pulsar con acierto las doradas cuerdas? No creernos ni lo uno ni lo otro. Moda ha sido desde los tiempos de Montesquieu dar al clima una grande influencia en el carcter de los hombres; pero ya esta razon suficiente ha dejado de ser tal, desde que se han visto a los pueblos de las llanuras i a los que coronan las montaas, rivalizar en bravura i amor a la libertad, I en cuanto a los dotes de imajinacion, si la ardiente Italia tiene sus Dantes i susTassos, la fria Inglaterra ha ostentado sus Shakespeare i sus Byron que en riqueza potica en nada ceden a los primeros. La Rusia i la Alemania tan buenos poetas tienen como la Francia i la Espaa. Por qu, pues, Chile se eceptuaria de la regla jeneral? Mjico ha tenido su Gorostiza, Cuba su Heredia i Buenos-Aires sus Varelas i sus Echeverras que han escitado algn interes. No creemos tampoco que sea falta de gusto, o conocimiento del arte, pues este pais ha sido mui favorecido de algunos aos atras en los estudios del idioma. Creemos, i queremos decirlo, que predomina en nuestra juventud una especie de encojimiento i cierta pereza de espritu, que le hace malograr las bellas dotes de la naturaleza i la buena i slida instruccin que ha recibido. Si el pueblo en general no gusta mucho de la poesa, es porque nada se hace para hacer nacer la aficin a este jnero de literatura. Sentimos que la distinguida seora Marin, que en tan buena armona vive con las hijas de Apolo, no favorezca al pblico con nuevas producciones que acrecienten el nmero de sus admiradores, ya que los jvenes se muestran tan esquivos al grato comercio de las musas.
NAPOLEN LO MANDA VAUDEVILLE DE SCRIBE (Mercurio de 19 julio de 1841). El vaudeville Napolen lo manda, de Scribe i compaa, fu el asunto que ocup primordialmente nuestro teatro de anoche; piececita de gusto i llena de sentido comun como son la mayor parte de estos vaudevilles del teatro de Scribe i que han pasado a nuestro idioma con nombre i todo, puesto que son
de fbrica estranjera i nuestra lengua no les tena preparado un tratamiento honorable. Al ver al seor Peso, con su naturalidad que no copia sin duda la elegancia de modales de la vieja nobleza francesa, pero que tiene al mnos la cualidad que mas raramente se ve en nuestro teatro, al ver al seor Peso con sus vestidos de corte antiguo i raidos, creamos ver l la humillacin de aquella usada aristocracia que empezaba a reconciliarse con el imperio flamante de gloria, a cuyo inevitable establecimiento era fuerza resignarse por hambre i por la necesidad de tener patria. La seora Montes de Oca estuvo el interes de su papel con mucho encanto. Primero era una marquesita radiante de hermosura i juventud, apegada como la que mas a sus creencias aristocrticas, despreciando la gloria militar que lo invada todo, i soando en condecitos y marqueses del antiguo cuo; pero un rico vestido de mano de la emperatriz, es el primer escaln que la une con la poca en que vive. Ya se ve! Un vestido azul celeste con guarniciones de rosas blancas es una diablica tentacin para una nia bonita, i mal puede resistir la preocupacin mas arraigada cuando se hiere el taln vulnerable de una mujer de gusto por los adornos; i luego se se presenta un guapo pretendiente, aunque sea de rden del emperador, pero siempre mui guapo i de modales afables, cultos i comedidos, pudese en buena hora entablar un coloquio para protestar primero contra la violencia de un emperador intruso, i despues para pactar i transijir poco a poco con las circunstancias. Todo esto nos parece mui bien; mas no as la razon que, entre otras, da la marquesita para no gustar del enlace convenido sin su consentimiento, cual es la de no conocer a su novio. Scribe se ha olvidado que en los matrimonios aristocrticos no entra para nada la voluntad de la prometida. Tantos francos de dote, el palacio tal i el ttulo de condesa por una parte, i por otra la renta cual i el mayorazgo tal, hacen las veces de este amor de aldeano que solo sirven para nosotros pobres diablos, sin pergaminos, sin ttulos i sin alcurnia. Sea de ello lo que fuere, la marquesita consiente en casarse, i en ir a ver a su esposo en un garito, en un cuerpo de guardia en que puede cortarse el humo de las pipas i en el que se respira punch i Coac. Qu humillacin para la nobleza del arrabal de Saint-Germain! Oh tiempos! H aqu lo que la revolucin ha traido! Este imperio de soldados borrachos i sedientos de combates i de sangre! I la antigua nobleza tener que mezclarse con esta nobleza plebeya, compuesta de tambores, sarjentos i soldados elevados a reyes i prncipes! Oh! Sin duda que la escena en que la marquesita entra en el cuerpo de guardia es la mas histrica i la mas caracterstica. Mas, al fin, oye la narracin de los combates que han sido teatro de la bizarra del coronel Ferrier, su futuro de rden del emperador, i luego lee el ttulo de jeneral queda al coronel el que nunca se olvid de la comportacion de un soldado de Ulm i Austerlitz, i su corazon frances, amante de gloria i honores, abjura sus honores de saln aristocrtico, se reconcilia con el humo del tabaco i de la plvora, las dos especies de humo que mas estn en boga, i hela aqu a la marquesita envanecida, esposa del jeneral Ferrier i pronta para acompaarlo a Berln, adonde llevan a su esposo la guerra que se ha declarado i la sed de nuevos triunfos. I dnde se queda nuestro valiente Bernardo, soldado viejo de la repblica i del imperio, vieux soldat de lempire qui a vu toutes les capitales de l Europe, sacredieu! Vive Napolen! Vive l emperateur! Bravsimo, seor Silva! es Ud. un buen soldado lleno de humor i alegra, naturalote i de buena
pasta. No titubeamos en decirlo, el seor Silva ha sido el hroe de la funcion rivalizando en propiedad con la seorita Montes de Oca. El seor Moreno era un buen oficial del imperio, con algunas otras buenas cualidades que una triste figura, de lo que lo felicitamos con toda la capacidad de nuestros pulmones i las fuerzas de nuestras manos. Un defecto hemos notado, que si bien hace un anacronismo en la historia de las vestimentas, hacia mas picante el papel del seor Silva. El traje que llevaba pertenece a una poca anterior al imperio; es de los tiempos de la monarqua de los Borbones i de principio de la repblica. El emperador arregl el equipo i vestuario de su ejrcito bajo el pi que lo vemos en todos los ejrcitos modernos : pantaln ancho, casaca, chac, etc., sobre lodo el pelo corto i no con chapecan de chicote como lo llevaba anoche el seor Silva. Por lo demas, la representacion ha sido buena, los papeles bien distribuidos, i no ha habido nada que llamase la atencin, si no es el poco concurso. Los palcos estaban vacos i las lunetas presentaban claros espantosos. Sin duda que el pblico hacia justicia al comunicado del Otro abonado que habia salido a la defensa de los defectos de nuestra compaa cmica; i, vive Dios! que entraremos en desleal batalla con esle espadachn que nos sale al encuentro. Ya nos estaba fastidiando no cortar a diestro i siniestro, i queremos entregarnos a la innoble pasin de la murmuracin por escrito, que causa nuestras mas caras delicias. Venga el comunicado! Por lo pronto se me viene a los ojos, i a f que echan chispas de rabia, aquello de que nuestra crtica es inconducente, que est hecha con impericia e ignorancia, que es ridculo hacerla i demas a mas una pedantera insufrible. Vaya de barato este prembulo i de balde la argumentacin que sigue, en que el Otro abonado, como si yo hubiese sido en mi vida hombre abonado, concluye, que aunque uno se desgaite diciendo, fulano hizo mal esto, dijo con impropiedad lo otro, el defecto quedar en pi, subsstir siempre. Qu son nuestros cmicos tan testarudos, tan incorrejiblcs, que no habrn de escuchar jamas los reparos que se les hacen para que espresen con propiedad los conceptos que deben vivificar? Les habr soplado el demonio del orgullo o ser tal su incapacidad i falta de talento que no acierten a enmendarse? El teatro dice el Otro, necesita, como ninguna otra cosa, ejemplos prcticos! Sin duda que los buenos ejemplos sirven de mucho para formar los grandes actores; pero para los malos, solo son motivos de nuevos e insufribles defectos. La imitacion de un mal copista, es peor aun que la inhabilidad espontnea. Creemos que seria oportunsima una escuela de declamacin; no para ensear cmo debe manifestarse el dolor, ni la desesperacin, ni la clera, cuyo modelo no se encuentra en las escuelas sino en la naturaleza i en la sensibilidad del corazon, sino para quitar a los alumnos todas esas majaderas afectaciones con que por copiar lo que no han entendido, hacen de una escena pattica, un motivo de risa i de farsa. Buena seria una tal academia para ensear la prosodia del lenguaje, esplicar el sentido de las palabras i dar dignidad i soltura a los modales; pero mui poco contribuira a la verdadera i fiel espresion de las afecciones del alma sin darles para ello un tono amanerado i ficticio, que nuestros primeros cmicos no necesitan, porque lo tienen que les rebosa por las costuras de los vestidos. Hai actualmente en Paris una escuela para los cantores i cantarnas de la pera, i el pblico se queja de los psimos resultados que ha dado. Los actores reproducen sus lecciones enseadas, sin
que el parterre sienta aquellas profundas emociones que lo hacia esperimentar la habilidad espontnea de algunos seres privilejiados, que sin preparacin alguna, se han abierto paso desde los papeles subalternos hasta ocupar el rango a que los destinaba el jenio i el talento. Pide el Otro ejemplos prcticos. Sin duda que es orijinal pedir que haga otro tanto el que halla mala otra cosa. El miserable fabricante de paos que oye llamar ordinaria su bayeta, puede decirnos, hgala Ud. mejor i hacer que la bayeta sea pao de Sedan. El pintor de puertas que os hace un mamarracho, os dir que lo hagis, i si no sabis hacerlo, helo aqu que se convierte en Miguel Anjel o en Ticiano. Estas puerilidades propias de un ehiquillo majadero, no importan nada. Si el pblico no puede subir a las tablas a decir a un actor, esto se hace as, no por eso deja de sentir las bellezas i las imperfecciones. No quiero suponer que todos tienen un gusto formado i cuyo fallo sea siempre acertado. No; pero tienen en cambio sentido comun, para apreciar lo que es propio o impropio, i corazon para sentir lo que aflije, alegra o le irrita. Para que el Abonado sienta hasta donde llega el imperio del buen sentido i del corazon, le contaremos lo que muchos saben, pero que l ignora acaso. Molire es, como debe saberlo, uno de los jnios de la comedia; nadie como l conoca en su tiempo el corazon humano, i nadie pint con mas delicadeza i mas profundidad sus virtudes. Pues bien, este grande hombre, ntes de presentar en escena sus composiciones, tenia costumbre de leerlas a una criada vieja que de muchos aos tenia a sus servicio, porque haba notado que en los pasajes en que esta pobre mujer, apoyada en el mango de su escoba, se sonrea, era seguro que el pblico los aplauda; mas si ella meneaba la cabeza con seales de desaprobacin, bien poda preparase para oir los silvos del pblico. Qu diremos de un pblico que se echa a reir cuando un actor hace el ltimo esfuerzo para enternecerlo? Piden para convencerse ejemplos prcticos, i voi a darles uno, tamao como un buei. En la funcion del domingo el seor Moreno, en el 5 acto, haba mostrado todas 1as angustias de un hombre virtuoso que v a morir en un cadalso dejando una esposa idolatrada, entregada a la desesperacin i a la venganza de un hermano brbaro i rencoroso. La marcha fnebre conmueve los corazones, las lgrimas i la resignacion de un padre han enmudecido de compasin a los espectadores; el aparato del suplicio llena a todos de horror, la vctima, en fin, va a desaparecer del teatro, i al ver por ltima vez a su padre, lanza un jemido lastimero. Bien! El pblico ser re a carcajadas de este jemido, tan triste i tan profundo. Cmo no se habia de rer si pareca un grito de laucha que ve un gato que v a cazarla? I sino por qu, pues, se re el pblico? Entremos a examinar este incidente. O el pblico no sabe sentir, o el actor le rob todas sus ilusiones dndole gato por liebre. Del pblico puede decir el actor que no entiende de comedias i que no es capaz de desempear un papel subalterno, en lo que estamos de acuerdo; mas el pblico se ha redo cuando se esperaba verle deshacerse en lagrimas i sollozos. Se habria redo si hubiese visto a un preso de la crcel barriendo en la plaza? No, sin duda. Por qu, se re pues, cuando todo est calculado para conmover su corazon? Qu! Una esposa torcindose las manos de desesperacin, un padre virtuoso envilecido, un jven interesante echado por una pasin amorosa en el camino del vicio sin contaminarse, i no obstante, subiendo a un patbulo para saciar la venganza de un noble cruel, el aparato del suplicio, la msica fnebre, no arrancan del pblico otros acentos
que la risa i la burla? Seor Abonado, si el pblico hubiese estado leyendo en el silencio del asilo domstico, esa misma pieza cree Ud. que al llegar a ese jemido habria soltado la risa? Luego dnde est el mal? Fuerza es buscarlo donde est, en que no se representa bien uno de esos desahogos del alma que llamamos interjecciones; en que no hai vida ni verdad ni naturalidad; en que se ha tomado una afectacin de dolor, por la espresion de dolor; una afectacin sentimental, por las pasiones del alma, que son la naturaleza misma, sin manera especial. Reflexionen sobre este hecho nuestros actores, si quieren alguna vez aproximarse a la perfeccin. No es en el desprecio de la crtica en donde pueden encontrar remedio, es en el estudio de los defectos que se les indican, donde hallarn motivos de aplauso i de buen suceso. Ahora nos queda solo por decir nuestro nombre, para que el Abonado, nos diga el suyo, segun lo promete solemnemente. Vise nunca majadera de tanto volmen? Ser este un duelo? I nos citan al teatro para esgrimir los floretes? Mas si no sabemos tirar el florete! Tomaremos lecciones all sin duda. Seor Abonado, me llamo Don Silvos i Palmoteos, i cuidado! que si se mete en quintas conmigo, le he de hacer zumbar mi nombre de bautismo por los oidos.
UN DESAFO DRAMA DE LARRA (Mercurio del 22 de julio de 1841). Vaya una buena pieza, una buena funcion, una buena actriz sobre todo! Los palcos estaban recargados de frutas i de flores, como viejos perales de los trpicos. Qu peras tan maduras habia en algunos! Qu ojuelos negros brillaban como carbunclos en otros, que ya me olvidaba de mi metfora de los perales, conque me estaba saboreando. El anagrama del clebre i malogrado Mariano Larra que suscribe la traduccin del drama titulado un Un desafo, seria por s solo una recomendacin del mrito de la pieza que pudo escitar el interes de aquel aristarco tan enfadoso para la vanidad de autor, i tan insoportable para las pretensiones de ciertos actores pretensiosos en demasa; porque han de saber nuestros lectores, que en Espaa, cu donde escriba aquel clebre crtico, hai actores que saben apreciar sus talentos, como por cualquier otra parte. El asunto del drama est tomado de las costumbres del rcinado de Jacobo I, en cuya corte introdujo el favorito Lord Buckingham, el gusto por todo jnero de disipaciones, galanteras i desrdenes que, como ha dicho mui bien el cartel del teatro, daban pasto a la vida. Todos los papeles subalternos; son en esta pieza subalternos en estremo, pues que que no se ligan al asunto principal sino por incidentes mui pasajeros, lo que ha servido para hacer brillar el buen juicio de los miembros de la compaa que los desempeaban, pues ninguno se ha escedido un punto del rol que deba ejecutar. Si no he comprendido mal el argumento, el conde Warwick concibe una pasin extremada por Elizabet Howard, a quien cree viuda hasta el momento en que ella le revela que est casada secretamente con el duque deBesford, en cuyo favor empea Isabel el valimiento del conde, a fin de que se le indulte de las penas rigorosas en que ha incurrido hiriendo a alguno en un duelo. El duque, reconocido al servicio que aquel le hace, le ofrece una gratitud i una
amistad sin lmites, i esta amistad tan franca de parte del esposo para con el amante de Isabel, hace el interes de la pieza. La pasin ilejtima de Isabel, que tan mal paga el ardiente afecto de su esposo, no est justificada por antecedente alguno que atene su deformidad, si no es la gratitud, que se v que en concepto del poeta mismo, ha sido reputada bastante. No as la del conde que cuando ha principiado a amarla, la crea viuda i por lo tanto libre de empeo alguno. El drama desarrolla, pues, una pasin ilejiima, sin manchar el carcter de los personajes que de ella participan; porque nada hai en esta pieza que muestre caractres de personas, ni de poca, sino de pasiones como el amor, la desesperacin i la venganza. No seria pues ni mui moral, ni mui digna de nuestras costumbres una escena que sin atenuacin suficiente, nos ofrece en espectculo un amor culpable, que sin embargo de serlo, no envilece sino a la vctima leal e inocente, que ni aun ha podido sospecharlo, si el desenlace no bastase a encubrir este defecto. La catstrofe es de un jnero nuevo, moral i enteramente dramtica. El duque instruido por la oficiosa crueldad de Burker, de la infidelidad de su esposa, la abruma con todo lo que un corazon ofendido tiene de mas amargo, echndole en cara su traicin i la deshonra que sobre l hace recaer. En medio de esta escena aparcese el conde que espone su vida por arrastrar en su fuga a la culpable esposa de su amigo. El duque, entnces, halla un objeto digno de su enojo; se arroja hacia l, le pide satisfaccion de la ofensa, le compele, le arrastra, le empuja hacia fuera; dos tiros de pistola revelan al pblico la muerte del conde, i el duque la anuncia como un suicidio efectuado para no caer en las manos del mortal enemigo del muerto. La esposa, en tanto, pide tambien la muerte, la solicita de rodillas; os abandono, le dice el duque, al remordimiento i a la execracin. Sentencia terrible! Desenlace espantoso i lleno do instruccin moral! Fuese un incidente, fuese una intencin, la seora Miranda que de arrodillada que estaba, habia quedado impropiamente sentada en el pavimento, aadia con su postura humillante, un grado mas de verdad a la vergonzosa condicin a que su estravio reducia a la culpable Isabel. Por lo demas, la intriga de la pieza es conducida con habilidad, los incidentes son naturales, las escenas mui dramticas i las pasiones vehementes i verdaderas. La seora Miranda ha obtenido un suceso completo i a nuestro juicio merecido. Todos han quedado satisfechos, i deben prometerse nuevos esfuerzos de su parte, para conservar las simpatas con que el pblico la ha acojido. Su representacion ha sido casi jeneralmcnte bien desempeada, i en algunos pasajes difciles llevada a una animacin i verdad tan natural, como no veamos de mucho tiempo atras en las tablas. Su llanto es el de una mujer desgraciada, es decir el llanto que vemos aqu abajo en la vida real, llanto que no se manifiesta para hacer llorar a los que lo presencian, sino para desahogar las penas del corazon. Su ansiedad en el tercer acto, mintras que el esposo que ha deshonrado da al amante las pruebas mas incontestables de laadhesion que una noble gratitud inspira, era tanto mas interesante cuanto que la escena en que lo manifestaba, se prolongaba a punto de hacer embarazosa la representacin mimica que con tanto arto, espresion i naturalidad ejecutaba la seora Miranda. Sobre todo hai una parte dificilsima que reproduce maravillosamente esta actriz, i es la instancia urjente, las improvisaciones del sentimiento. Qu vida i animacion habia en la escena en que quiere compeler a la fuga a su amante! Era la naturaleza misma, i en todas
las veces que ha debido manifestarse ajitada por afecciones o deseos violentos e impetuosos, se ha conservado a la altura de su rol. Todos han quedado satisfechos, i en su entusiasmo no sabian que ponderar mas, si la propiedad de aquella esclamacion que la nobleza de sentimientos de su esposo le arranca : l cumple con su deber mientras mientras yo lo deshonro! o de aquel : soi tuya, quiero ser tuya que en el enajenamiento del amor exhala. . . En honor del seor Velazco debemos decir que ha comprendido i desempeado mui bien su papel, sobre todo en la escena que motiva el desenlace de la pieza, en que instruido de la infidelidad de su esposa, se abandona a la amargura de su posicion i al sentimiento de su amor i de su honor ofendido. Hubo un momento, i fu aquel en que el duque de Besford manifiesta en su actitud aquella reconcentracion sublime del hondo pesar que le abruma, que creimos ver en el seor Velazco al malogrado i hbil Cceres, que tan bien, solia espresar la enerja de estos felices pensamientos. Esto nos hace esperar mucho de los esfuerzos sucesivos del seor Velazco. El seor Moreno ha manifestado la inteligencia que de costumbre, i la buena gracia i porte de sus modales. La ejecucin fu buena en cuanto ha estado de su parte, que como todos saben es cuanto puede exijerse de un actor.
I En todos tiempos sintise el hombre llamado a inclinarse ante la presencia de un gran dia, porque su vuelta le hace gozarse en la dicha de sus padres i se engrie con la idea de que ese dia lo celebren tambien sus hijos. Ser descontentadizo i caviloso, halla estrechos los lmites de la vida, i quiere trasladarse a los tiempos que para l pasaron, ya que no puede vaticinar las formas del porvenir que aun no existe, hombre o pueblo, que no es posible comprender sino cuando est reunido i conversa con los otros hombres; en su existencia eterna que vive siglos, se pasa la memoria de los sucesos como los eslabones de una cadena, hasta que la pierde de vista en la oscuridad de los tiempos, sin poder descubrir el punto desde donde parte. Mas l conoce los dias en que los acontecimientos sobrevinieron, i se regocija con ellos i olvida sus males presentes. Las fiestas son los captulos de la historia del pueblo, i las ceremonias smbolos que perpetan un recuerdo. As los hijos de la libre Grecia, coronados de yedra, rosa i laureles, cantaban bajo los mirlos de Olimpia las hazaas de sus hroes. As el pueblo eterno, el pueblo monumento, celebr con cantares i convites la huida del Ejipto i el dia primero que concibi ser libre, i cruzando las rojas aguas, se intern en el desierto, para ir a descansar a la tierra que mana miel i leche, es decir en la patria, donde, sin temor de las miradas de los estraos, el hombre puede reposarse
diciendo : este es mi lugar en la tierra. As el habitante de las soledades baila en torno de la hoguera, i cuenta las astucias de sus guerreros i celebra la lijereza de sus cazadores. Todas las naciones de la tierra celebran las estaciones que sealan las revoluciones misteriosas del universo, i las han llamado Pascuas, porque ellas recuerdan el vnculo que une al hombre con el alma del mundo, la alianza de la materia i de la intelijencia, el descenso de la divinidad hasta el hombre, i la apoteosis del hombre que se siente semiDios.
II
Mas he aqu que se cumplen aquellas palabras que en lo antiguo resonaron en el fondo del Asia : En tu familia sern benditas todas las naciones de la tierra! La causa de los pueblas se auna, i las vallas que los separan se desmoronan una tras otra. Las naciones se saludan hermanas, i en una poca sola celebran la pascua de la Natividad, de la Resurreccin i de la Libertad. Ah! que algunos pueblos asisten a las fiestas del estranjero, tristes i cabizbajos porque ellos no tienen fiestas de la libertad, porque los esclavos no cantan sino llorando; pero esperan, porque la esperanza es el sentimiento ntimo de los destinos de los pueblos! No veis la fisonoma adusta de Julio que pasa todos los aos con lento paso, arrastrando el cadver de Csar i enseando a los pueblos el pual de Bruto? Se llamaba Quintilius cuando Roma era libre; pero un trano le rob el nombre i le dio el de la vctima, i desde entnces repite cada ao a los opresores : Yo soi Julio el matador de Csar! As cava el despotismo su tumba creyendo que abre cimientos para erijirse un monumento imperecedero. Dejad que pasen los siglos, oh vosotros pueblos que no sois libres, que un dia vendr en que el fantasma de Julio se presentar sobre los pinculos de las torres, como el njel esterminador que blanda la espada sobre el castillo de Santnjelo! acordaos d cmo rompi los cadenas que ataban un brazo a la vrjen Amrica, i los gritos que se oyeron entre los bosques de la Pensilvania que los ecos de los mares repitieron, i que dejaron frios de espanto a los reyes en sus palacios dorados : Todos los hombres nacen iguales 1 ! Acordaos de
1. Acta de la independencia norteamericana, de 4 de julio.
cuando desde las almenas de la Bastilla, en 1789, animaba al pueblo a la destruccin de aquel baluarte del feudalismo. Julio hizo caer a Robespierre, porque Robespierre era tirano de la revolucin i de la libertad. Dejad que los nios pasen i el mundo se conmueva. No os den cuidado las victorias del soldado del San Bernardo i de las Pirmides; si veja a los pueblos, humilla tambien a los reyes, i sobre sus bandas reales se ve el polvo de sus pies. Julio pasar todos los aos sin hacerse sentir, hasta que una vez se detenga como el guila sobre la Amrica del Sur. All en la heroica Tucuman que los pacares custodian i refrescan los naranjos con su hlito perfumado, donde la hija de las selvas se corona de nardos, lianas i suspiros, los rebeldes por todas partes sucumbian ante los tercios de la Espaa irritada; i cuando la cuchilla iba a descargarse sobre su indefensa garganta, Julio grit en
un concilio : Somos independientes para morir siquiera, ya que nunca fuimos libres1. I diez aos despues la Amrica toda era libre, i est suelta i sin cadenas.
1. Declaracin de la independencia de las provincias unidas del 9 de Julio de 1816.
III Julio vuelve todos los aos a ver el fruto de sus obras, i a lo lejos divisa a la hija del norte, libre, rica i fuerte, gozndose en su dicha i nadando en barquillas famosas en las aguas del Missisipi; pero al sur o dolor! ve a los pueblos que libert, debilitndose en luchas sangrientas, i la venganza i la discordia i los odios civiles desgarrando sus entraas. Pueblos, les dice, as usis de la dicha de ser libres, as malbaratis mis dones? Mas nadie le escucha, i la carnicera sigue i la destruccin acrecienta. Mas el jenio de Julio tenia una grande obra que realizar, i fij sus libertadoras miradas en las mrjenes del Sena. Una dinasta olvidada habia caido en medio de la Francia entre los mviles de destruccin que la Europa coaligada habia lanzado sobras ella. Dinasta fosil i desconocida de la jven Francia; pero hubo de aceptarla, como se aceptan las calamidades, porque no hai nimo ni aliento para rechazarlas. Un dia lleg a Paris la nueva de la aparicin del jnio de las batallas, i el rei lejtimo, sentado en su trono i en medio del que l llmaba su pueblo, se hall destronado por un recuerdo i volviese al estranjer, de donde fu lanzado de nuevo para castigar a un pueblo que jimi largo tiempo i esper, i se comi sus lgrimas largos aos. Julio vino, i sopl su aliento a ese pueblo, que sin saber por qu secreto impulso, sali a las calles i combati sin jefes i sin guias, pero animoso, indomable i resuelto a ser libre a toda costa. Tres dias sin descanso luch hasta que oy crujir el trono lejtimo, caer un cetro i rodar hasta el fango la corona de los Capetos. Mas este pueblo no supo cometer atentados intiles, i al ver salir para siempre al monarca por la voluntad del estranjero, honor a los vencidos, esclam, i un coro de pueblo salud las bayonetas intelijentes.
IV Ved ah, pues, a Julio el libertador en quin todos los pueblos esperan, porque nunca lo invocaron en vano. Poetas americanos! no cantis ya los meses que traen las flores, los frutos o las nieves. Olvidaos del saudo invierno i del abrasador esto. Cantad la era de la intelijencia, de la libertad i de los gloriosos hechos de los pueblos. Julio es bello siempre i todos sus dias son una pascua continua, que Norte Amrica celebra cuatro dias, i los hijos del Plata nueve; catorce celebra en sus dias gloriosos la Francia, i treinta celebra ahora, porque en Julio hall siempre remedio a los males que la aflijen, i en Julio se desatan las cadenas de los pueblos i reciben escarmiento los poderosos de la tierra.
Oh, vosotros, hijos de las ciudades que ocultan los bosques sombros del Tucuman! vosotros que tenis en la garganta el cuchillo de un tirano domstico que amenaza sepultar la civilizacin i la libertad en una misma tumba; vosotros que ayudasteis a combatir al inmortal Bclgrano; vosotros que hicisteis retroceder avergonzados a Laserna i Tristan, sucumbid con gloria, si Julio no os ha sido propicio! Corno las creencias relijiosas, la libertad tiene sus mrtires, la causa de los pueblos sus confesores, i la humanidad i la civilizacin sus apstoles. Nuestros padres no desesperaron nunca, porque tuvieron f en los destinos de su patria i sabian arrostrar la muerte i el cadalzo!
COSTUMBRES YANKEES (Mercurio de 3 de agosto de 1841). Una discusin curiosa vemos entre dos peridicos norteamericanos, cuyos motivos creemos inintelijibles para todo buen catlico que no conozca el rigor de las costumbres i prcticas de los puritanos i las leyes que ellas han enjendrado. En el discurso inaugural del presidente Harrison se encontraban estas palabras : Creo demasiado solemne e importante la ocasin presente, para que parezca disculpable el interes que tengo en espresar a mis conciudadanos mi profunda reverencia por la relijion cristiana. Un peridico, de la oposicion sin duda, porque la oposicion en todos partes sabe sacar jugo a las piedras, prueba convincentemente la falsedad del aserto del presidente, sealndolo a la opinin pblica como libertino. I de qu argumentos se vale? Aqu quisiramos ver adivinar este enigma al catlico mas timorato, al beato mas ojigacho i mas observante de las prcticas relijiosas. Diria que reniega de Dios i de sus santos, que no oye misa ni compra bula de carne, que no se confiesa ni comulga por pascua florida, que lee malos libros, que no respeta al clero, que... que... que... Pues, seor, nada de eso, ni por un pienso. El Standard acusa al presidente Hlarrison de un ataque espantoso, inaudito, i nunca suficientemente reprobado, hecho contra la relijion, las sanas prcticas i las buenas costumbres; lo acusa de una falta no leve, sino enorme, enormsima, lo acusa, en fin..., no tenemos nimo suficiente para escribirlo; nos lavamos nosotros las manos para no contaminarnos; que lo diga el Standard mismo con sus propias palabras. Oid o ved catlicos lectores mos la fea culpa de que es acusado aquel presidente infortunado! El jeneral Hlarrison i Mr. Jyler, dice el Standard, llegaron de Virjinia a Washington en la tarde del domingo anterior a la inauguracin...!!! Qu! Leeis la relacin de este pecado monstruoso, sin maldecir al impo, al sacrilego? Pero si vemos que no comprendis en donde est el delito. Malaventurados papistas! esclamaria compadecido un puritano. Vosotros que os creis en el buen camino i nos condenis sin piedad al infierno, porque no obedecemos al simulacro de que creis el sucesor de San Pedro i que nosotros miramos como el AntiCristo, vosotros que adoris dolos en las imjenes, no sabis en qu ha pecado el jeneral Hlarrison, cuando lleg en domingo a la ciudad de Washington? Vuestra ceguedad no os deja ver que este jeneral, con la prisa de ser presidente, ha osado viajar en dia domingo, en el dia del sbado, en el dia consagrado por el Seor al descanso i a la oracin? As vais, oh vosotros catlicos, estravidos en el camino de la perdicion, vosotros que en el dia del
Seor frecuentais los paseos pblicos, concurrs a los teatros, recibs i hacis visitas i os entregis a toda clase de diversiones mundanas! Pero dejemos a un lado lo que diria un puritano contra nuestras prcticas como catlicos, i veamos lo que a cargo tan furibundo, a acusacin de tanto peso contesta otro puritano, pero puritano ministerial, es decir, encargado de volver lo blanco negro, de poner los cosas a derechas i restablecer los hechos en su verdadero punto de vista. Felices en Norte-Amrica i en todas partes los escritores de la oposicion, porque ellos tienen en lo pasado i lo presente, en lo viejo i lo nuevo, en lo negro i lo blanco, en lo cierto i lo dudoso, piedras que hacer llover sobre el gobierno, mientras que los infelices que han tenido la mala ventura de ponerse de parte del poder, estn circunscritos a parar un golpe aqu, desenmaraar una impostura all, o hacerse los desentendidos cuando le mandan por la cara una verdad cierta, como si les dieran un gatazo por los hocicos. Defindese all, escapa all, enredase por acull... Jess! Jess! qu apuros! Estamos sin proponrnoslo, algo talcativos o habladores, volvamos, pues, a la cuestion. El New York Comercial Advertiser, peridico ministerial, segun parece por el tiento con que anda en los asuntos que trata, se propone defender al pobre jeneral Hlarrison de la acusacin de haber viajado en domingo, aunque fuese para recibirse de presidente al siguiente dia; lo que entre nosotros, buenos i ortodojos catlicos, no solo seria suficiente motivo para viajar en coche, pues en suma los caballos son los que trabajan, sino que tambien lo haramos si se nos llegase el caso i sin el menor escrpulo de conciencia, en una desmayada i lerda bestia que tuvisemos que llevar a remolque con talones, manos, chicote, i gritos para hacerla llegar a tiempo. El New York Advertiser entra en la defensa del acusado, no como entrariamos nosotros, diciendo que esas son pataratas que no valen un cigarro de tabaco saa; i que Jesucristo habia sido el primero en rerse de esas majaderas, cuando los fariseos le acusaban a sus apstoles porque andaban cojiendo espigas i comindose los granos el dia del sbado, contra lo dispuesto en la lei, i que, de mas a mas se sentaban a la mesa sin lavarse las manos, lo que por otra parte nada tenia de estrao entre jentes de la estraccion de los santos apstoles, que eran proletarios, es decir, jente pobre, pescadores, pueblo en fin. Pero no, seor, el Advertiser no se anda con palabrotas, conoce el terreno resbaladizo que pisa, i la gravedad del cargo que va a contestar. Asienta, pues, el principio inconcuso de que no hai escusa alguna para violaciones flagrantes a innecesarias del sbado cristiano. Reconoce paladina i esplcitamente que no es lcito viajar en domingo; i en esto se conduce el periodista con toda la maa i habilidad necesarias en su difcil tarea : reconocer el cargo, conceder lo mismo que se intenta negar, confundirse entre los acusadores para atraerlos despues, que tal ha sido la prctica rutinaria de los buenos escritores desde Cicern abajo que, como todos saben, era un insigne periodista del tiempo de los romanos. Mas el apurado Advertiser of New-York contina su argumentacin sofstica, asegurando que el jeneral Hlarrison lleg de Richmond a Fredericksburg el sbado a la tarde, i que era indispensable que se hallase en Washington el lnes, por cuya razon era de necesidad continuar el viaje durante el domingo. Preguntarn, contina, por qu no arregl las cosas de modo que pudiera llegar el sbado a Washington en lugar de llegar solo a Fredericksburg?
Asi lo hizo ni mas ni mnos; pero causas independientes de su voluntad dieron al traste con todas sus disposiciones. Esperaba llegar el viernes en la siesta a Petersburgh, a tiempo de encontrar la dilijencia de la tarde que viaja a Richmond, la cual para a las tres i media; pero para mayor abundamiento, haban obtenido algunos amigos suyos del ajente en Petersburgh la promesa de que la dilijencia no partira hasta las cuatro. Esta promesa hecha a los amigos del que iba viajando en derechura a la presidencia, fu violada sin mas ac ni mas all, por un ajente de posta, i haciendo partir la dilijencia a las tres cuarenta minutos, dej a mi futuro presidente a la luna de Valencia, pues que l lleg diez minutos despues. Oh! lo que valen los minutos! Los austracos perdieron la batalla de Austerlitz, segun el sentir de .Napolen, que se entendia en materia de minutos, por no saber apreciarlos en todo su valor; i un circa presidente est a punto de cometer un horrendo pecado, por la miseria de diez minutos! Seria nunca acabar si contsemos todas las trajedias de este malhadado viaje, lo que le sucedi con la dilijencia del sur, i los contratiempos que le hacian perder los minutos, i cmo se vio forzado, para ir adelante, a encaramarse en un extra train o vehculo particular. Lo cierto del caso es que sin poder subir ni bajar, ni estarse quedo, el domingo se acercaba, i detras venia el lunes en que iba a ser inaugurado a la presidencia, i corra riesgo de no hallarse presente. Qu hacer en tamao conflicto? Eh! dirase echndose el poncho a la cara cual otro Csar, a Roma por todo, pas el Rubicon, es decir, se ech a viajar como un desalado por esos mundos de Dios, mal que le pesase al domingo; que los peridicos ministeriales sabran hallar documentos que acreditasen la verdad de lo referido, i presentasen la cosa del modo mas decente posible, no olvidando que el jeneral Jackson, cuando venia en camino para ocupar la silla del ejecutivo, este camino tan lleno de ocasiones de distraerse i pecar, particip de dos funciones militares en dos domingos sucesivos, acompaadas de redobles de tambores, Que desacato! tocar tambores en domingo! i con las detonaciones de artillera. Qu horror! Este s que era pecado, i el Standard, no chist palabra entnces. Pues as son todos los peridicos. Nuestros lectores estrenarn algo que este asunto, a nuestro modo de ver tan trivial i de tan poco momento, haya ocupado, no decimos a la oposicion, porque en fin eso le viene de derecho, sino que los ministeriales hayan tomado las cosas tan de veras, i hayan ocupado tanto razonamiento tan menuda exposicion de hechos; pero es preciso, para comprender este negocio, conocer como decamos al principio, las costumbres de los puritanos i las leyes que de ellas han nacido. La observancia del domingo es entre ellos tan estricta, que se escandalizan de la profanacin que nosotros hacemos, segun ellos, del domingo. No solo no es lcito el menor trabajo corporal, sino que todas las casas se cierran; los teatros, los cafes i los paseos estn desiertos, el viajero suspende su marcha, i no es permitida otra lectura que la de la Biblia, ni otras prcticas que las que tratan de relijion i del culto debido a Dios. La lei no se ha mantenido muda, i el majistrado de un lugar est autorizado a detener en su marcha al viajero que camina en domingo, averiguar la causa que motiva esta infraccin, i castigarla si no la considera suficientemente justificativa. EL LTIMO SAINETE 1 (Mercurio de 6 de agosto do 1841).
1. Cul fu ese sainete? No podemos decirlo. En agosto de 1841 no habia ningun diario en Santiago, i las funciones de teatro solo se anunciaban por carteles pegados en las esquinas de las calles i repartidos a los transentes, carteles que no se conservan en la Biblioteca Nacional; pero cualquiera que fuese el sainete, la critica del artculo es general contra la compaa que funcionaba en aquel ao. El E.
Desgarren, quemen, pulvericen sin compasin i sin que se les escape un ai! pobrecilo! ,.St. maldito i detestable sainete que les atrajo tantos silbos; i al director de teatro, recomiendo con todo mi poder e influencia que le den mucho pescozn por el ultraje que ha hecho a tan respetable pblico, exhibiendo esa escena que ni bestial es, pues que las pobres bestias nunca fueron tachadas de tontas desde los tiempos de Esopo hasta nuestros malhadados dias. La trajedia tiene por objeto conmover profundamente nuestro corazon i escitar la compasin por las grandes desventuras, i la comedia nos echar en cara nuestros vicios, poniendo nuestras costumbres i carcter en ridculo. Mas el sainete fu improvisado al dia siguiente de aquel en que un filsofo socarrn descubri que por nuestra buena ventura todos tenamos entre nuestros elementos constitutivos, una gruesa dosis de tonto, mucho de majadero, tal cual sabor de animalidad, un si es no es de mentecato i un aire de gaznpiro; todo lo que, lo dir de paso, podr haber descubierto en s mismo, si bien en dosis mui diminutas, cada uno de nuestros lectores, esepto aquellos a quienes una mamita mui amorosa, criados que saben su oficio i amigos aprovechados, les hayan persuadido de lo contrario, con los cuales individuos, lo digo con la mayor atencin, no me meto, pues harto tienen que hacer con el espejo, el peluquero frances, M. Tiska, i demas ingredientes que constituyen un dandy, sin contar una petimetra que les oiga sus almibarados coloquios. Si se habr quedado alguno estupefacto al saber que tenemos todos nuestra punta de tontos! Pero examnese, estdiese i ver si se la encuentra cada vez mas prominente i mas constituyente de su ser cuanto mas se observe. El teatro tiene esto de bueno, que habla a nuestros sentidos, a nuestro corazon i a nuestras ideas. Nos ilumina con un buen alumbrado, que nos permite calar hasta el fondo de los palcos, donde bostezan las jentes retiradas del servicio de la vida, las invlidas, las agregadas al estado mayor, i los licenciados, mientras se le antoja andarse viviendo por via de distraccion a un mal marido ostentndose en las primeras filas de la guardia jven, tropa alegre i bulliciosa que ansia por los combates i la parada. Qu diestras algunas! Qu manejo en toda arma no prohibida! Qu victorias tan esplndidas! Qu derrotas tan descabelladas! Conozco alguna que se ha quedado duea del campo de batalla siempre, sin hacer prisioneros siquiera porque el enemigo ha emprendido la retirada antes de medir las armas. Qu triunfo tan barato! Ni de valde! La msica? Es esplndida, a toda orquesta, con sus pasajes de tarde en tarde que le hacen cortar a uno el discurso, hasta que mui luego viene el como iba diciendo, que es un corcho con lacre i alambre para nuestro oido musical. El baile? Graciossimo i seductor mas all del procenio. La seorita Pinilla ha hecho un inmenso progreso desde su primera aparicin ac. El domingo pasado traia una cintura que no era la de Venus, sin que de ello me quede la menor duda; un vestido que habia sido de terciopelo flamante, del largo necesario para indicar la modestia de la que lo llevaba, contra todo lo que
algunos curiosos quisiesen en contrario. Bail con una espresion que me hizo deplorar que no haya tenido ocasin de aprender zamacueca. Esta segunda vez se ha acercado un tantico, como una legua de distancia, a la elegancia i fina sal de su predecesora, por quien somos tanto mas apasionados, cuanto que aquellos sus piecesitos anjelicales, segun la idea de los njeles que yo me tengo formada por los que he visto en los nacimientos, alejan del nimo todo pensamiento mundano i descomedido, circunstancia que reconciliara infaliblemente con el baile escnico a su mas arrugado i acartonado impugnador; pues a lo que mi parte toca, ni veniales he cometido al mirarlos. Danza mui bien la seorita Pinilla, i pudiera pedir a la seora Montes de Oca una leccion de actitud elegante, i dezamacuecadamente noble. Largo el adverbio! Pero este sainete, este sainete que se me viene al nimo conturbado con la estesa de aqu para all, i el bonete i las pistolas, i el director de teatro! Si me parece que es un sueo, una fantasmagora infernal, para echarnos en cara nuestro atraso. Bueno es que los actores, concluida la comedia o el drama que nos hace rer o enternecernos como jente decente, diviertan un rato con su sainete esta parte grosera que de bruto tenemos, i que se estaba bostezando de fastidio durante la pieza principal en que no entiende palabra, sino cuando el actor hace una de las suyas, es decir, lo contrario de lo que el autor se propuso; santo i bueno. Nos reimos entnces con la risa gorda, nos reimos a todo lo que es reir, para todo pensamiento para retirarnos contentos de habernos reido brbaramente o a pierna tendida; pero el sainete del domingo me ha hecho sospechar que soi un animal, un podenco, lo que me ha contristado sin consuelo, porque tenia concebida de mi capacidad la mas alta i loable idea, i empezaba a formarme castillos de viento. No me arruinen, seores cmicos! Me matan, si me persuaden que soi un hipoptamo. Por qu no fueron al teatro las seoritas que otras veces embellecen los palcos? Qu lluvia ni que nada! La prdida que han hecho es irreparable. Hubieran visto i oido a la seorita Miranda, porque era como cosa de verse i oirse a un tiempo, contestar a un lloras Carlota? un sublime, inimitable yo llorar! sorbindose las lgrimas i negando a sollosos que lloraba. Ah! No habia de ser mujer! La naturaleza misma i la verdad a gritos, Si la hubiesen visto en una escena que no me acuerdo como era, pero que era mui linda, mui linda, lindsima, cuando le decia al marido no s qu, que habria conmovido al director de los carros ambulantes! Si hubiesen visto al seor Moreno hincadito, con las manitos en actitud de decir bendito, requebrando a la seora condesa! Verdadera imjen de una nima del purgatorio. Pobre seor Moreno! Qu lstima me dio! Si hubieran visto, qu digo visto? oido al apuntador, entusiasmado i exaltndose por momentos, a punto de que me olvid de los actores, pues que no se les oia nada, i empec a seguirlo entusiasmado a mi turno esperando por momentos verlo salir con la concha en la cabeza i el cuaderno en la mano a declamar en las tablas segun el papel lo exije! Si hubiesen visto al seor Moreno con su bonete de tres picos i de forma cnica, que debia ser diverso a los comunes de sacristanes por el don apostlico de lenguas que posea, i que hacia hablar a la Montes de Oca i a la Miranda, i reirse a la primera a mas no poder i tociendo como que no se reia! Si hubiesen visto aquel sainete, aquel asunto, aquel gracejo, aquel conjunto, oh! habrian palmoteado, manoteado, paleado, llorado de enternecimiento, de rabia, de risa, de humillacin, de lstima. No! Vengan nias, vengan al teatro, vengan aunque
llueva a cntaros, aunque sus mamitas no quieran, aunque nadie las traiga Vengan! Vengan!
LA NONA SANGRIENTA BENEFICIO DEL SEOR PESO (Mercurio de 29 de agosto de 1841). Ai, la Nona Sangrienta!... qu horror... la Nona... La monja hubiera sido una vulgaridad clsica; monjas hai por todas partes i la idea es prosaica i aplastada; pero la Nona, oh! esto es romntico, hiere la imajinacion, porque busca una imajen, una forma sensible con qu representarse el sentido de esta palabra, i se abruma el entendimiento discurriendo si nona ser sinnimo de la Donna del Lago, la Duea sangrienta, la mama nona de los chicos, o de nonnes del frances, monja en prosa castellana, pero nona al frente de la traduccin de un drama moderno. Baste por lo que hace al ttulo, i veamos el fondo i la forma. Catacumbas, venenos, espectros, fantasmas, el desconocido, la visin, las calaveras, el hilo, la antorcha, la polvareda, las llamas, la vctima, los jitanos, el pual, la muerte, el lecho nupcial, lo horroroso hasta no mas, la desesperacin, la fatalidad, todos los elementos, accidentes e incidentes que acompaan al drama de nuestros dias, lo romntico en fin, porque la Nona sangrienta es un drama romntico desorejado i desaforado a mas no poder. l nosotros vamos a criticarlo? Pero qu diremos en su desventaja? Qu peca horrorosamente contra la unidad de accin, de tiempo i de lugar? Vejeces ! Vale tanto como citarle la Biblia, San Agustn, Tertuliano i los concilios a un ateo. Si no cree en nada un romntico, no conoce reglas, ni respeta autoridades ni tradiciones. La verosimilitud? Pero las creaciones de la imajinacion son verosmiles desde que ella gusta de crearse un mundo ideal de ficciones, de fantasmas, de preocupaciones populares. La nobleza de los afectos? Mas en el corazon del hombre se aposentan instintos innobles, i los caracteres mas sobresalientes en esta sociedad positiva, son los que chocan mas de frente contra las leyes ordinarias que la conservan. Los grandes delitos dejan su instruccin tambien, i no es fuerza que la virtud triunfe en las tablas i sucumba siempre el delito, cuando en la sociedad vemos todo lo contrario, i es mas verdadero representarse las cosas tales como son, i no someterse a una justicia potica que, a fuerza de repetirse, se hace improbable, montona e inspida. El teatro por otra parte es un espectculo popular, al que todos asisten a distraerse, a gozar mas animadamente de la existencia, a recibir sacudimientos mas profundos que en la vida ordinaria. Os aterran con exhibiciones espantosas, os herizan los cabellos de horror, os hacen volver la cara de asco, os deslumbran con la siniestra vislumbre de las llamas, os llenan de un placer inefable a la aparicin silenciosa de la luna, gustis de las emociones apasionadas del amor, os turban los terribles desahogos de la venganza, de los odios, de las pasiones llevadas a su ltima exajeracion? Pues bien, habis gozado, habis sufrido. Qu mas quereis? I qu contestar a estas razones? Qu antes el teatro era mas moral en sus fines, mas rdenado en sus medios, mas conforme a las reglas de la sana crtica, mas puro, mas sublime en sus concepciones? Enhorabuena. Pero ahora es mas animado, mas vasto en las fases del asunto que abraza, mas
poderoso para remover el alma, mas atento a conmover los sentidos, i por tanto mas completo, aunque sea mas imperfecto. Sea de ello lo que fuere, el drama romntico es el protestantismo literario. Antes habia una lei nica, incuestionable, i sostenida por la sancin de los siglos; mas vino Calvino i Lutero en religin, Dumas i Victor Hugo en el drama, i han suscitado el cisma, la hereja, de que nacieron despues el desmo i el atesmo, i el romantismo en el arte, del que, cuando el caos se desembrolle, veremos salir en materias de teatro, ortodojos, puritanos, cuqueros, unitarios i metodistas. I qu hacer, pues? Habr de recurrirse a una inquisicin? Pero este medio ha caido en desuso, i los gritos de los clsicos, como las hogueras de aquella, no podrn contener la marcha de las ideas; pues que la importancia de la reforma ha sido demostrada hasta ta saciedad. La Nona Sangrienta es una buena pieza dramtica hasta el cuarto cuadro, en que la escena de los jitanos viene a resfriar el nimo de los espectadores, con la intercalacin de personajes tan episdicos i tan desligados de los antecedentes, sobre todo tan innecesarios al desarrollo de la accin, que sin consultar las reglas de los clsicos, se puede tachar de psima, por la razon sencilla de que disgusta, resfria i debilita las impresiones recibidas. Nos abstendremos de hacer un prolijo examen de la pieza, porque no poseemos la medida de lo bueno, de lo cabal, en este jnero de composiciones, i mui mal haramos en querer medir con vara, una lonjtud que ha sido medida por estadis, millas romanas, pies de jigantes, o quien sabe que otra medida cabalstica. Figrense nuestros lectores que la pieza es de mjia, i qu entendemos nosotros de los crculos mjicos, ni de como se hacen las apariciones i las brujeras? Oamos en la platea a un grupo de criticones que estaban atisbando la pieza, hallar fuera de propsito i mal surcida asaz la injerencia en la accin jeneral de Enrique de Rudenz, que aparece en el cuarto acto i muere envenenado en el quinto, sin que se haga mencin de l al principio, ni su muerte conduzca al desenlace de la escena. Boberias clsicas! Sin Enrique no habriamos visto los bellos arrebatos de clera de un valiente como Conrado, que tiene miedo a las nimas, pero que no consiente que se le rian en sus hocicos de sus terrores, i que se rie l mismo cuando acaba de ver i hablar al fantasma, con una risa forzada, horrible, i romnticamente satnica; sin Enrique no habriamos visto al fantasma dar seales visibles de ser una criatura viviente i no un espectro, al envenenar a su primo que, calumnindola para con Conrado, le habia enajenado su corazon i causado todas sus desgracias. Qu necesidad hai de que todos los personajes principien i acaben la accin? No basta que el hroe principal lo haga? Uno principia su vida con los nios de la escuela, pasa su juventud en los bailes i los estrados; la poltica, el comercio u otros intereses le traen nuevos interlocutores, la vejez trae despues los suyos. El drama de la vida tiene un solo hroe, quizs dos, los demas son accidentes de cada acto. Por qu no ha de entenderse asi en el drama escnico la unidad de accin? Lo que ni clsicos, ni romnticos han notado i que me ha tenido en espinas durante toda la pieza, sin duda porque no soi clsico ni romntico, es el papel que desempeara el beneficiado. Como la pieza era exhibida a beneficio del seor Peso, me presuma yo, loco de m! que como en las otras piezas desempease el papel principal. Se levanta el telon i se sucede una escena a otra en el primer cuadro. Busco en vano al seor Peso entre los interlocutores. Por un momento creo reconocerlo por la estatura en el santo
cardenal que est parado en una pilastra; pero vana esperanza! el guia de las catacumbas lo seala como un esqueleto, i Conrado cuenta su historia. Entre las calaveras no podia estar la suya; dnde, pues, estaba este actor beneficiado? Aparece en el segundo acto el desconocido, embozado en su capa. Vaya! digo, este es el beneficiado; pero se descubre i es el seor Velazco, que desempea con mas bondad i dignidad que misterio su carcter de jenio tutelar de Conrado, a quien salva en los combates, en las catacumbas i en las emboscadas, invisible i visible a un tiempo en todas partes. Aguardo el tercer cuadro, pero en la avant scene no aparece. Descbrese el templo, i se me clava en la cabeza que es una de las monjas, largas, esculidas que vislumbro a lo lejos colocadas en hileras en el fondo, i por lo pronto salgo de mi cuidado. Durante el cuarto cuadro no puedo penetrar hasta mi asiento, tal era la apretura i muchedumbre de los espectadores. Me resigno, pues, a pasearme en la sala de refresco, compendiando i clasificando mis reminiscencias para escribir un artculo. Ah el tiempo lo disipa todo, i ni de uno solo de los comentarios que hice entnces me acuerdo ahora, lo que es grande lstima, porque eran mui profunda i mui sabia i clsicamente preparados. Vuelvo al quinto cuadro, en que hai aquello de los jitanos, la fantasma, los puales el envenenado i la cita; pero nada del hroe del beneficio, del seor Peso el beneficiado. Espero el desenlace; aqu, me digo, el padre vendr a salvar a su hija; pero la horrorosa catstrofe se consuma, las llamas rodean el teatro i el beneficiado no parece. Al fn, se oyen rumores de jente afuera de la escena. Ah! ahora s el seor Peso; pero el telon cae, i me persuado haber distinguido ende el murmullo lejano de aquella comparsa invisible, la voz grave del beneficiado. Esto s que es romntico! me quedo repitiendo. Esto si que es romntico ! Ni la pieza ni la fantasma son tan romnticas como el papel del beneficiado; i con el mayor candor del mundo me pongo a buscar al seor Peso en la platea, temiendo que estuviese entre los espectadores, gozando de su beneficio. Caras largas como la suya veo por unas partes, redondas otras, blancas, morenas, lindas, feas; pero ninguna la del beneficiado. Diviso un grupo de jvenes en un costado, i concluyo que all est recibiendo enhorabuenas el hroe de la pieza. Me aproximo i eran los crticos del teatro que estaban acuchillando, aporreando o defendiendo la pieza. Para unos tenia unidad, complicacin estremada en la intriga, cuadros acabados, escenas magnficas; para otros era un embrollo sin atadero, un hacinamiento de inverosimilitudes chocantes, una violacin de todas las reglas, en fin una farsa insufrible. Cual ponderaba hasta las nubes la esquisita i bien sentida epresentacin de la seora Miranda, estasindose en recordar su temor i su espanto tan vivo en las catacumbas, su desesperacin i horrorosas convulsiones en el desenlace de la catstrofe; cual otro hallaba un poco floja, sin dejar por eso de ser verdadera, la espresion del seor Jimnez; quien deca sesta, i quien se alargaba sobre tres lunetas, para decir ballesta a algn lejano contendor; uno me caza del doblez del fraque para que apoye su opinin, i otro me codea para que no me enmarae en cuestiones tan ajenas del lugar. I dganme Uds., les digo, qu hai del seor Peso a quin ando buscando? Al seor Peso? Para qu? Para verlo? Para qu? para felicitarlo por no haber desempeado papel en su beneficio. Cmo que no? I el padre de Matilde? 1 bien, quin lo ha visto? Quin? Todos. En su propia forma, i con su propia catadura? Hombre, i en el baile cuando dijo
La revolucin que a nuestra vista se efecta en la pennsula espaola, dormida por tantos siglos bajo la influencia letrjica del despotismo que vijilaba su sueo, ha despertado la actividad del pensamiento de sus moradores e improvisado jenios que, a la par de sus guerreros, lidiando por destruir las fuerzas materiales que se alzaban en apoyo del oscurantismo, han trabado descomunal batalla contra las costumbres indolentes, las aejas preocupaciones i los arraigados abusos que, mas que las mismas leyes e instituciones brbaras i arbitrarias, prestan poderoso i permanente ausilio a los dspotas, haciendo ilusorias todas las tentativas de mejora que los pueblos o sus representantes intentan para cambiar la condicin de una nacin. Sin la mejora de las costumbres, las constituciones democrticas son una burla ; sin amor por la libertad, las garantas son un nombre vano; sin interes por la cosa pblica, la prensa se convierte en instrumento de opresin i el voto universal en sancin del despotismo. De aqu es que en los pases que acaban de conquistar su libertad, es necesario, segun madama Stal, que la stira, ridiculizando errores envejecidos, retraiga de ellos a los jvenes, i que el desengao producido por la conviccin, rectifique las ideas de la edad madura. Los pueblos que entran de improviso en los caminos que conducen a la libertad, mas apego tienen a sus preocupaciones i a sus antiguos hbitos, que amor verdadero i entraable a la libertad misma; semejantes en esto al entusiasta que envidia las ilusiones i los encantos de la pintura, pero que deja caer el lpiz de la mano cuando se le quiere ensear el medio de ejecutarlo. Mas actos de tirana i de vijilancia cost a Pedro el Grande hacer cortar a sus rusos sus largas barbas, que los que fueron necesarios para establecer la inquisicin en Espaa; i mas fatigas i contrariedades indirectas costar entre nosotros establecer un vasto plan de educacin primaria, que lo que se habria requerido en otro tiempo para anular la representacion nacional. Quijotes, pues, se necesitan, que buscando aventuras i trabando por doquier caballerescas pendencias, estingan estos ltimos restos de una poca decrpita, aunque los nuevos paladines hayan de salir molidos i asaz mal parados de la contienda; i la Espaa ha producido ya algunos que han desempeado con harta gloria la gran misin de su poca. El jven don Mariano J. de Larra, de tan cara memoria, es uno de estos espadachines de tinta i papel que acometiendo de recio contra las costumbres rutinarias de su patria, contra un orgullo nacional mezquino i mal alimentado, contra hbitos de pereza i de abandono, supo abrirse paso por entre la enemistad i el odio de sus contemporneos a quienes hiri de muerte en sus preocupaciones, labrndose una reputacin que le sobrevivir largo tiempo, i que es hoi uno de los raros i gloriosos timbres de la corona literaria de la Espaa moderna. El justamente llorado Larra no ha escrito un libro, como Cervantes; atento a las necesidades de su poca, ha escrito artculos en los peridicos. Sabia mui bien que el diario es la voz que resuena siempre, la palabra viva i mordaz,
el pregn alto i sonoro con que el escritor denuncia lo malo i resuelve incontinenti sobre cada problema, con facilidad i acierto convenientes. Sabio sin ostentacin, profundo sin pedantismo i elocuente sin nfasis, Larra, arrojando diariamente sobre la sociedad los dardos de su stira punzante, enrjica i correccional, irritado de corazon contra los males de la sociedad, rindose de rabia i de vergenza al contemplar a su pais aherrojado por las preocupaciones, cuyo peso no acierta a sacudir, aunque haya tenido valor suficiente para arrostrar en los campos de batalla, en las breas de los cerros i en las emboscadas de los caminos, la rabiosa sed de sangre de los partidarios del despotismo; Larra, en fin, realizando el tipo de Fgaro, a quien hace decir Beaumarchais, fastidiado de mi mismo, digustado de los otros, superior a los sucesos, elojiado por los unos, vituperado por los otros, aprovechando el buen tiempo, soportando el malo, burlndome de los tontos, desafiando a los malvados... Usted me ve en fin... Larra, por ltimo, presente en todas parles, vituperndolo todo, combatiendo a los ministerios que se suceden, mas por hacer que nazca la oposicion i opouer trabas a los prestijios del poder en un pueblo acostumbrado al despotismo, que por verdadera malevolencia; arrojando su nombre a los enemigos como un guante de reto, cuando mas irritado se muestran con su Fgaro; Larra, decimos, ha introducido en su pais i creado a un tiempo un jnero de literatura que por todas partes se esfuerzan a imitar, i que hace de sus escritos un legado i un patrimonio para los pueblos que hablan la lengua castellana, a cuyas costumbres i necesidades se adaptan maravillosamente. Las sales con que sazona su crtica no son el mayor mrito de estos escritos de circunstancias; hai ademas una tendencia en ellos tan pronunciada, tan sostenida, de referirlo todo a la poltica, al descrdito de las ideas viejas, a la difusin i valimiento de las liberales, que puede decirse de aquella, que es la critica aplicada a los intereses sociales; i donde quiera que haya gobierno por establecerse, costumbres aejas que combatir, quisquillas de nacionalidad que moderar, e ideas nuevas que introducir, Larra ser el libro ameno, til e instructivo. Nosotros somos una segunda, tercera o cuarta edicin de la Espaa; no a la manera de los libros que corrijen i aumentan en las reimpresiones, sino como los malos grabados, cuyas ltimas estampas salen cargadas de tinta i apenas intelijibles. Sus vicios son los mismos de que adolecemos nosotros, hijos de tal madre, i nuestras costumbres no le van en zaga; as es que lo que all se ha escrito nos vendr siempre de perlas. No es mnos importante por lo que respecta al teatro i a la literatura moderna. Poeta dramtico a la par de juicioso crtico, ha analizado muchsimas de las piezas orijinales espaolas que se representan en nuestros teatros, i no pocas de las traducciones francesas con que nos favorecen a menudo buenos traductores o detestables copistas; de manera que sus crticas del teatro son tan prcticas o tan convenientes aqu como all, dndonos reglas de buen gusto, sin pretensiones clsicas, sin desenfreno romntico, no siendo mnos importante la pureza, gala i armona del idioma, del que sus escritos pueden ser reputados como un modelo digno de imitacin, en pases como los nuestros en que la lengua necesita purificarse de los vicios que a cada paso encontramos en las asalariadas traducciones francesas. Intil es decir que los otros jneros de poesa que en su tiempo han visto la luz, no han escapado al exmen severo de este implacable e imparcial aristarco.
La coleccion de los artculos de Larra que bajo el seudnimo de Fgaro, aparecieron en el Pobrecito Hablador, la Revista Espaola, el Observador, la Revista, el Mensajero i el Espaol, forma hoi dia el libro mas popular que pueda ofrecerse a los lectores que hablan la lengua castellana, i aun para los estranjeros no carece de interes, si no como un modelo de idioma, como la crtica mas picante i mas caracterstica de la poca i de las costumbres espaolas. UN VIAJE A VALPARAISO (Mercurio de 2, 3, 4, 6 i 7 de setiembre de 1841). PRIMERA JORNADA Cuando el estudioso habitante de Santiago oye ponderar los prodijios que se obran diariamante en Valparaiso, i la metamorfosis que esperimentan sus edificios, sustituyndose como por encanto en un abrir i cerrar de ojos palacios i mansiones inglesas a las mal paradas casillas de antao; cuando le cuentan que por todas partes se oye la jerigonza de idiomas desconocidos, mezclados al ruido de las olas i a los gritos de marineros i cargadores; cuando le insinan con voz misteriosa que casi todos estos gringos, gabachos i carcamanes no creen en Dios o adoran a Mahoma, i no obstante andan en dos pies i ganan plata como unos judos, i tratan i contratan con tanta o mas buena fe que un cristiano; sin duda que cuando uno oye tantas i tan estraas cosas, la gana le viene de ver este Valparaiso tan diferente de lo que son nuestros pueblos del interior, donde se habla la nica lengua que debiera hablarse, i donde se cree i profesa unnimente cuanto debe ser creido i profesado. Amen. Llevado de esta curiosidad que me tenia todo el dia preocupado, i deseoso de correr tierras, ver el mundo i contemplar el mar, que nunca mis ojos habian visto, vnoseme a la fantasa emprender este viaje al puerto de que tantas cosas buenas se dicen, i aunque se opusiera a ello mi buena mam que tanto me quiere siempre, hubo de ceder al fin a mis importunas i reiteradas instancias, bien persuadida de que tengo una fuerte inclinacin a los viajes, pues habia notado desde mi infancia bien tempranas muestras de ello, en mi decidida predileccion por las correras por calles i callejuelas en lugar de aulas i bancas, que todas las fraternales amonestaciones del zurriago i la chancleta no fueron parte a hacerme frecuentar. Pero lo que mi madre no not nunca porque es cosa que no se hace notar en Chile, es la invencible propensin que a escribir un viaje tengo; un viaje en que yo sea el hroe i el objeto mas puntiagudo que se ofrezca, para tener el gusto de oir mi nombre, i ocuparse de mis aventuras contando cmo fuservido en la posada de Diaz i los propsitos que me tuvo un borracho. He ledo algo de viajes i sobre todo diccionarios de jeografa. Conozco el reino de Chile, de donde soi oriundo, i esto no de simple vista, ni de relaciones de arrieros i traficantes, sino por las obras mas modernas que se publican en Espaa i en Francia, por diccionarios jeogrficos arreglados por una sociedad de literatos i coordinados en conformidad de la Jeografa Universal de Malte Brun. Leia, por ejemplo, en dicha mi obra favorita : San Juan de la Frontera, ciudad de Chiquitos en Chile, cerca del lago de Guanacho, situada en un territorio habitado por mas de 20,000 indios, con minas de oro, a cuarenta leguas N, O. de Valparaiso Quin no se siente arrebatado de admiracin al ver cmo
progresan las ciencias jeogrfcas en Europa, i se asombra de saber que sean hombres i no dioses los que tan sin pretensin publican por amor del pblico unos libros tan llenos de luces i de instruccin ! Me ocurri, pues, que haria un gran servicio a las letras ayudando con nuevos datos a la formacin de tales libros, i con la bendicin de mi madre i el corazon puesto en su lugar, ya que dama de mis pensamientos no tengo, hice a la vela para Valparaiso en uno de esos amarillos birlochos que, mas que arrastrarse, se les ve volar por entre piedras i barrancos que parecen escollos i reventazones que la destreza imponderable de estos pilotos a caballo solo pudieran evitar. I aqu me impacienta i me desvive el que no haya medios de establecer desde Valparaiso a Santiago, dilijencias enormes en que vinieran hacinados por pasajeros, clrigos, nios, viejos i empleados, para hermosear mis descripciones imajinando caracteres de personajes que nadie habria sospechado de naturales ni posibles; pero tengo que encerrar los arranques de mi injenio dentro del asiento del birlocho, escaso para dos personas, salvo el estrecho espacio que a veces ocupa una botella amiga, para enjugarse los labios del polvo que levantan los veloces caballos. Era el caso, pues, que, por mi buena ventura, me depar la suerte, o mas bien el capataz del carruaje, un bon homme de frances por compaero. Era este un gabachon que doce aos de residencia en Amrica no habian podido curar de su mala costumbre de serlo; hombre grueso i redondo de cuerpo i alma, dotado de buen humor i con todas las apariencias de ser tan pobre como honrado, calidades que no siempre andan juntas, segun me lo ha enseado la buena de mi madre. Buen trecho habia que estbamos rodilla con rodilla sin dirijirnos la palabra, descontento yo de hombrearme con una persona de apariencia i fisonoma punto mnos que vulgar, en lugar de algn alto empleado de aduana o estanco que yo me habia prometido, i amilanado l, mas que de mi capa, levitn i casquete, de mis modales de caballero que sabe apreciarse i que posee el arte de despreciar a los otros, arte tan bien cultivado en nuestro pais ; i mucho mas tiempo durara nuestro silencio a duo, si al entrar en lo mas crespo de la calle de San Miguel, no hubiesen por casualidad caido las ruedas del birlocho en un pozo que el fango ocultaba, haciendo saltar una lluvia de barro del que vino a depositarse una gruesa suma en mi ojo derecho i partes adyacentes. Animal! dije al birlochero, tan luego aqu se te antoj meterte? Con que es la nica parte por donde puede pasarse. I por aquel lado? Si no hai mas camino que el que llevo; si me aparto un pelo se pegan para siempre los caballos. Hube, pues de limpiarme desdeosamente el ojo, i mi compaero se anim a consolarme dicindome que para adelante era lo peor. Cmolo peor? Hai por ah algn otro pantano? Si esto no es nada, todo el camino es as, i en algunas partes, Ud. ver como est. Santo cielo ! dije, este es el camino de Valparaiso, por el que se hace tanto comercio i transitan tantos personajes! Oh delicias de Santiago, oh limpieza de sus calles! Llveme Ud. a casa. Seor, si est bueno, soi baqueano i no ha de suceder nada; mas all hai donde apearse. Ah ! siga Ud. puesto que es posible andar a pi. Un mundo de ilusiones se habia evaporado con esta perspectiva; habame propuesto dividir mi viaje en cuadros romnticos; el primero debia llamarse Mi partida i cualquiera que como yo sea aficionado a versos i amoros, se imajinar fcilmente todas las ternezas que podan ataviarlo: el segundo, Un
compaero de viaje, tema fecundo en incidentes i rasgos de injenio para trazar un carcter orijinal, costumbres raras, etc.; el tercero, El paisaje; La casa de campo; el cuarto, El encuentro feliz, el quinto, si habia alguno que no fuese el de una carreta o una piedra, i as de los demas. Qu me quedaba, mientras tanto, de mi plan de viaje? Mi primer cuadro era la cataplasma de barro en el ojo; el segundo seria, sin duda, el lecho i cobertor de barro debajo del dosel de una rueda; i no me quedaban alientos para imajinarme los demas. Por fortuna me ocurri que Dios hizo al hombre de barro, i esta fu una verdadera inspiracin del jenio. Yo tambien, me dije a m mismo, har un viaje de puro barro, i cual otro Prometeo, osar crear algo. Las desgracias humanizan a los hombres, i un pelotn de barro en la cara bien puede hacernos embrutecer i por un corto momento descender de nuestra posicion de caballeros. Ni me pareci tan villano el compaero frances, ni dur mas tiempo nuestro silencio : hablbamos del camino, del barro i de Valparaiso, i mui luego se estableci una amigable intelijencia. Djome que habia ido a Santiago a cobrar unas seis onzas, i que el viaje le costaba tres, entre birlocho, posadas quince dias de demandas i dilijencias, lo que me hizo admirar lo que progresa la riqueza del pais, i cmo un hombre sin principios podia ganarse en un dos por tres cien pesos con solo el gasto de cincuenta. En estas i otras plticas pasbamos pasablemente nuestro tiempo, gracias a mi compaero que hacia un no disputado monopolio de la palabra, pues que, en cuanto a mis derechos de hablar, habia yo hecho formal renuncia i traspaso desde que admirando con la boca entreabierta alguna escena tal cual agradable por la combinacin de lomadas vestidas de alegre verdura i un paisaje lejano que no careca de animacin, dio un tan recio salto el birlocho, que pegara yo diente con diente, si la mal avisada lengua no se hubiese venido a interponer entre los contrincantes, saliendo la cuitada asaz mal ferida, como es de uso inmemorial i consuetudinario que salgan todos los que se entrometen en querellas ajenas, no obstante lo caritativo i noble de sus intenciones. Estamos frescos, me dije tristemente, all en los mas apartado de mi corazon, i recojiendo la magullada lengua al fondo del paladar, que no le sea permitido al pobre viajero desmandarse en abrir la boca, so pena de quedarse inhabilitado para poder contar despues lo que le pasa! Si ser esta alguna celada tendida a la maledicencia de algn mal aconsejado caminante que con sus murmuraciones intentase hacer mnos cmodo el empleo de injeniero de caminos, que tan gruesa como productiva suma absorbe al erario ! Resuelto a guardar mi mueble para otros usos mas caseros, seal con el dedo una hermosa casa de campo que se divisaba a corta distancia del camino. Es, me dijo mi ciceron, del cuado de un coronel que se mezcl en la revolucin del Barn i que era su lejtimo i anterior dueo; pero a consecuencia de esto, fueron confiscados i vendidos sus bienes, i el cuado compr la casa; quien sabe si por hacer buena obra a su hermano o porque le hubiese cobrado cario a la propiedad aquella. Bastaba esto para hacerme desvanecer toda idea agradable i todo pensamiento de cuadros romnticos, de casa de campo i paisaje, desde que se mezclaban con ellos revoluciones, confiscaciones, destierros i todas estas miserias odiosas de nuestra mala vida pasada, a mas de que todo contuso i aporreado, como mi cuerpo estaba, i peor acondicionado i en manera alguna enjuto mi nimo, con los ojos fijos en el barro, viendo en espritu otros i mas tremebundos pantanos, asindome de mi compaero cuando era fuerza ir por cuadras enteras sentados de soslayo, contra las leyes
de la gravedad i de la buena crianza, a lo que no me habia acostumbrado mi desapercibida madre, qu alma de hierro no se necesita para ver con ojos romnticos lo que nos rodea, cuando lo positivo, lo real, como es el fango, amenaza sorbernos a cada rato? Llegamos, por fin, a un lugar que, si mal no me acuerdo, llaman MonteAguirre, en donde una hilera de carretas diseminadas aqu i all, a lo largo del camino, hubieron de arrancarme una pregnuta, mal que le pesase a mi remisa i espantada lengua. Estas carretas, me dijo mi buen compaero, estaban aqu cuando yo vine a Santiago, i cada dia andan algunos pasos en el mar insondable de fango en que estn sumidas. Voil, que all estn les petites enfants de un pobre amigo mio, que hace veintisis dias que salieron de Valparaiso. Pauvres petits! Estupefacto i boquiabierto hube de quedarme al oir una cosa que me pintaba en tristes imjenes los sufrimientos i las cuitas que me aguardaban. Pi a tierra, le dije a mi compaero, i el birlocho que salve como pueda. Era esta una escena de oprimir el corazon a todo hombre que no sea ni pueda ser ministro, tesorero o celador de caminos. Como unos treinta bueyes muertos, por no tener acaso un cnsul que hiciese oir en tiempo hbil sus mujidos; yugos rotos, o que ya no espanta, despues que rompimos el yugo de la Espaa, que era tan grande; ejes quebrados que anuncian un cambio de ministerio en las carretas; fardos tirados por todas partes, para mostrarnos sin duda lo floreciente de nuestro comercio; i en pos de todo este aparato una cuarentena de infelices desnudos, medio perdidos en el lodo, alentndose con sus gritos i trabajando diariamente para realizar un imposible, en medio de los sufrimientos i las fatigas mas inauditas. Unas carretas ensean su espaciosa boca, como si pidieran socorro a los pasajeros; otras las tienen inclinadas hcia abajo, como si contemplaran la espesura de los grillos que encadenan sus pies; i cuales otras las tienen fijas en el cielo, cual si intentaran hacer llegar a los oidos de los ministros sus sordos jemidos, pidiendo que se les haga gracia i justicia. I tan alegres que estn en Santiago a la hora de esta! me decia yo dentro de mi mismo, tan ocupados que estn todos en preparar bailes, paradas, i diversiones pblicas para las fiestas cvicas! Quin pudiera traer al futuro ministro de obras pblicas, i al futuro presidente, i que contemplen esta escena, i que vean lo que hai que hacer para hacer algo i evitar tantas miserias! Este camino es el nico que Chile tenga, el camino que media entre la capital i el puerto ! i n puede recorrerse, por meses enteros, sin riesgos, sin demoras i sin prdidas enormes. Es verdad que las lluvias tan continuas han hecho inevitables estos males; pero a mas de que el injeniero pudo poner el camino en estado de sitio desde entradas de invierno hasta el verano, el mas pequeo reparo habria bastado para remediar lo mas urjente de las males. Cuando nuestro vehculo hubo escapado de desaparecer de esta vida, como a cada instante nos lo temamos, recobramos nuestros asientos i acometimos la subida de la cuesta de Prado, en la que la tirana colonial de la Espaa abri un camino duradero i til, aunque le falt el esencial requisito de hacerlo con conocimiento de las cortes, por haber sido diferidas algunos siglos antes, i sin previo mensaje de ministros, ni planos i presupuestos tan maduramente meditados como los de los dos caminos de Aconcagua. Es mucha fortuna que nos hayamos librado de aquella mala madrastra que nos chupaba las venas i nos contentaba con caminos i obras pblicas, hacindonos
carecer de las elecciones de diputados, de la libertad preciosa de la prensa i de las fiestas del 18 de setiembre. Gastar dinero en caminos i casuchas, cuando era mejor haber dictado una constitucin i reunido unas cmaras lejislalivas, i publicar las memorias de todos los presidentes, que as sabramos lo que han hecho o dicho, o deseaban que creyesen que queran hacer en el tiempo de su administracion! Bajamos, pues, la cuesta i tan de prisa, que parecamos un gobierno que se viene abajo, llegando en un instante al punto en que se mat un pobre espaol ha veinte dias, no por culpa de la administracion, pues que a mas de que el derecho de morir es inalienable e inprescriptible, la muerte nos sorprende donde quiere, i el lugar en que la desventura ocurri no era hecho apropsito para matarse por cualquiera cosa, i por tanto debe absolvrsele de cargo i culpa. SEGUNDA JORNADA Quiero ahorrar a mis contadsimos lectores la triste narracin de mis cuitas; bsteles saber que medio vivo, medio muerto llegu a la posada, harto feliz de haber llegado, espantado del temor de ir mas adelante, pues que el porvenir se me presentaba fangoso e intransitable; pero la posada era alegre, murallas empapeladas, sofaes modestos, pero confortables, un buen espaol por fondero, lo que era ya un consuelo, buena mesa a manger i sirvientes listos i oficiosos. Venga la lista, digo con tono de habitante de Santiago. No hai lista. Qu hai de comer? Nada, seor. Paciencia, dije. Se le har algo, pues, seor. Haga Ud. Que gusta? Gusto gusto, qu hai, pues? Gallinas, huevos, carne; se le har cazuela, huevos, bisteque. Dnde est el diario? El diario ? El Mercurio. El Mercurio? S seor, El Mercurio de Valparaiso, el papel impreso. El papel impreso? Llvete Barrabs, amen de una pipa de demonios! Me pareca que en el camino de Valparaiso poda caerse algn nmero, aunque olvidaba que en Santiago caian mui pocos, no obstante que al ver las apariencias de aquella sociedad enmascarada en las formas de la civilizacin, parece que llovieran a torrentes los peridicos. Gran consuelo es que en todas partes ni las formas tienen, i cualquiera que haya estudiado un poco sabe que la forma es preferible a la materia. Un birlocho a la puerta se desembaraza de un clrigo modesto e incomunicativo por la gravedad de su carcter, por cansancio o por que le daba la gana, i de un caballero, como yo, de capa i de casquete, que se toma la pensin de saludarnos. Qu atencin de caballero! Otro birlocho descarga dos gringos, que nos saludan a la inglesa. La conversacin se introduce por monoslabos, se anima por grados i se torna franca al fin. Se habla del asunto del dia, del estado de los caminos, god dem. se escapa con frecuencia de algunas bocas, sacre dieu, exclama mi compaero, i yo dejo oir algo tan castizo i tan puro, que nunca me acuerdo de haber hablado mejor el castellano. Uno de los ingleses describe los caminos de vapor i los carriles macadamizados, lamentando que no hayan piedras en la inmediacin de nuestros caminos para hacer algo parecido a los ltimos, ya que vapores no probaran bien en estos mandos, segun lo ha dejado ver el Chile. Pondera el galo los caminos de la France, por los que viajan a pi todo linaje de personas, hasta las carretas i dilijencias. La conversacin se enmaraa i de los caminos se pasa a la poltica; la de ultramar, se entiende, pues la del interior la consideran esperando, como
las carretas, que caliente el sol i se seque el suelo. Mi amigo manifiesta ideas que me pasman. La cuestion de Oriente es a causa de una reyerta que tuvieron los almirantes ingles i frances; pero ya se han hecho amigos, segun lo sabe de buena tinta. Su imajinacion se calienta con la presencia de un ingles i un torrente de palabras, que se vienen pisando unas a otras llueven sobre nosotros. Luis Felipe, la France, Napolen, le monde, le diable, qu s yo que otras cosas se le agolpan; el prncipe de Joinville haba muerto, con su propia mano, a un mejicano indefenso i sopldole en el casco una bala de a 80 a un buque ingles que queria acercarse a Mjico; se lo habia contado un primo suyo que se habia hallado en aquellas alturas, i no habia que dudarlo. Nos refiri el caso con tal propiedad, que para hacernos sentir el estrago de la bala, estir la mano alejando el cuerpo, i puso fuego con el cigarro a una botella de agua, haciendo un horrible boum! ffififl..... con la boca, para que apreciramos el silbido de aquella bala monstruo. Una guerra en Europa es necesaria, inminente, segun l : hai muchos pobres en Francia i es preciso matarlos; por eso Napolen fu tan grande; la Inglaterra ha descubierto el medio de deshacerse de aquellas malas piezas, mandando todos sus picaros a las colonias. Parecime que este hombre estaba en contradiccin abierta entre sus ideas i su posicion. Habr sido escritor de peridicos? Uno de los ingleses le repuso que era mejor que esos franceses pobres se viniesen a estas tierras a enriquecerse, en lo que me pareci que habia mas irona que buenos deseos, aunque la observacin no era mui desatinada, a haberla hecho a derechas. Despues de muchos incidentes que no merecen contarse, nos recojimos a nuestras aposentaduras, i a la maana siguiente estbamos, mi compaero i yo, bregando con el barro del malhadado camino. Contar cuantos vaivenes tuvimos que resistir, cuantos altos i bajos que subir i descender, cuanto barranco, cuanto pantano, amen de una inundacin permanente de muchas cuadras, i una calzada de palos por los que saltan las ruedas, haciendo muecas i cabriolas, como si bailaran la cachucha. Mejor que lecciones de anatoma sirviera un curso desde Valparaiso a Santiago, para saber a punto fijo dnde tiene uno el corazon, el hgado, el pulmn i la pepita del alma, tales son los brincos que cada una de estas entraas da a cada minuto, revelando el lugar preciso en que se aposentan. Desde que he hecho este viaje se han disipado todas mis dudas sobre la existencia del alma que siento ahora, i aun me atreviera en una junta de mdicos a describir su forma i circunstancias. Pero la prueba mas dura nos aguardaba luego; todo lo ocurrido era como el prlogo del drama. Debamos llegar a Casablanca i para conseguirlo era fuerza, quisiramos que no, que arremetisemos con media legua larga de negruzco, espeso i fatdico barro. El guia del birlocho se para a la vista de esta masa encrespada como las olas del Leteo; contempla su fatigosa ostensin; parece que quiere sondearla con los ojos i penetrar sus horrorosas profundidades; all descubre las astas de un buei sumerjido en el fango; por all un prtigo; aculla una rueda; mas lejos se divisa una carreta varada, con uno de sus bueyes muertos i cerrando hermticamente el paso con su exnime cadver. El valiente birlochero, que sabe burlarse de los peligros i evitar sin volver la vista el mas lijero encuentro con una piedra, se queda mudo de espanto, i duda de su habilidad; aprieta las cinchas de sus caballos, recorre los harneses, tantea las sopandas i agrega un tercer tiro para remolcar la frajil barquilla. Aqu, dije yo, va a ser Troya, el paso del Beresina, acomodmonos
tambien, i lo primero que me ocurri, oh rara previsin del hombre! fu guardar mi lengua, pues tenia que hablar i almorzar si salia con bien de este viaje, emprendido en hora menguada i tiempo aciago. Agrrense! grit el birlochero, i luego nos vimos surcando las negras ondas con movimiento peristltico i bruscamente onduloso. Una rueda se trepa en un alto i la otra desciende en un pozo, avanzando el birlocho con mas caido que letra bastardilla; pero tan caido de mi lado que al fin tuve a mi frances sobre m, lo que me ha hecho reflexionar despues todo lo que debe pesar un bloqueo de la Francia sobre un pobre estado americano. Por Dios, amigo, que me revienta. Priez le diable, monsieur. Ya me caigo, djeme sacar este pi. I me vi por un momento en lnea horizontal con el barro, i con l perspectiva encima del porvenir del frances i del birlocho. El abismo abra ya su ancha boca para tragarme, i me pareci ver por entre las hendiduras del fango millares de diablos que me tendan los brazos con algazara infernal. As sucumbe la gloria ! exclam medio llorando. Aqu se sepultan conmigo mas ideas liberales que las que podia llevar a cuestas i las que puede tolerar cualquier ministerio! Aqu se hunden mil proyectos de mejoras, se embarran dentro del alma cien artculos de peridico, i lo que es peor mil veces, se deshacen los tiranos de su mas implacable enemigo! Oh prendas por mal de la patria malogradas! Oh dones intiles para la causa americana! Consumatum est, almas piadosas.... Adis, dije, mi madre! Adis mi tobosina dama!.... Cuando ya me someta a mi cuitado destino, siento cerca de mis narices la parte trasera de un caballo que arrimaban a reculones para servirme de tabla de salvacin. Sentirlo, conocerlo i treparme por la cola a lo alto de una mala i chilpienta enjalma de arriero, fu todo uno, i recojiendo mi capa, que cubria la anca de la caballera, cojiendo las cortas estriberas, i calndome el casquete, hice tal fuerza de talon i tan recios i descompasados gritos di, que el pobre manco asustado a su turno, arremeti con un espeso cerco de espinas, a donde lo endilgaba con manos, pies i alma, i fue el pobre a echarse de un salto en una zanja de agua que, por bondad de la Providencia, me estaba all deparada. Oh ingratitud de las repblicas! exclam sacando el barro que se habia depositado en lo hueco de las orejas, i tratando por sacar a la luz del dia mis ojos sepultados bajo la gruesa capa de greda i agua. As paga el diablo a quien bien le sirve, me pareci oir murmurar al caballo, que se sacuda el agua, lo que a ser cierto habria sido por su cuenta i no por la mia. Me dirij, pues, con triste i mal seguro paso a algn punto de la costa a que habia sido arrojado, i no hallando donde poner los pies, fuerza me fu encaramarme a lo mas empinado de la puerta de un potrero, desde donde poda dominar la triste escena que me rodeaba, i dar libre curso, no a las lgrimas que eran remisas, sino al algua que destilaba toda mi angustiada persona. Recojido all de pensamiento i de cuerpo, con la helada mano en la ardiente mejilla, estaba, cual otro Mario contemplando las vicisitudes humanas, de tal manera que si alguno me dirijiera la palabra, sintirame tentado a decirle : V a Santiago i d que me habis visto escurriendo agua i barro en el famoso camino de Valparaiso. Pero mis meditaciones iban mas de priesa que el agua que destilaban mis miembros, i fu preciso descender hasta el birlocho, i proseguir lo poco de mal camino que nos quedaba hasta Casablanca. Un almuerzo, un ingles colorado como un aj i un fondero portugus nos salieron luego al encuenlro, i hubo algo de conversacin entre mi compaero i alguno que encontr en la posada, que merece referirse, sobre todo en un viaje
tan inmoral como este, si hemos de llamar inmoral todo lo que peca contra lo que es de uso i costumbre. Hablaban de un pobre viejo que de ambos era conocido, i lamentaba mi socio ad lidem su miseria actual i su perdida fortuna, afeando con calor la dureza de corazon de los que en otro tiempo eran sus amigos i a quienes prest servicios pecuniarios. El interlocutor le contest que el tal viejo era un borracho i que no era cosa de quitarse el pan de la boca para alimentarle sus vicios. Un momento despues estbamos en marcha i mi compaero me hizo notar el furor de la persona con quien poco antes estaba hablando, i me instruy de cmo este tal habia sido deudor de 600 pesos al abandonado viejo. Qu leccion de moral! qu comentarios hubiera hecho yo, si no se hubiera pegado el birlocho en un nuevo pantano; i este estaba en las calles de Casablanca, que es una poblacion que forma doscientos cincuenta guardias nacionales. Qu! No ser mejor la polica de un pueblo en que viven cristianos que la de los campos incultos? Por momentos llegu a persuadirme que era una epidemia o una lepra que cubra la tierra, cuyos estragos no era parte a contener fuerza humana; mas despues, con mas reflexin me acorde que los habitantes de este lugar eran villanos, i como villanos que eran vivan entre el lodo i la miseria, i que acaso el gobierno de la repblica no los ha creidos dignos de nombrarles gobernador, i ellos no han sabido como se nombra una municipalidad, lo que es tan sencillo; pues es seguro que habiendo gobernador i municipalidad, ni llueve en invierno, ni se convierten en lagunas i cinagos las calles. Aqu sin embargo la cosa pasaba de raya, diez cuadras, contadas desde la plaza, de fango perpetuo, eterno, inacabable, con todo lo demas que queda referido. Salut madame! dijo mi compaero, dirijindose a un galponcillo en la esquina de la plaza. Miro i era una virjencita que pedia limosna a los pasantes; ya haba tirado con garbo un cuarto a una mujer estropeada, otro a un ciego, porque quera gustar el placer que dicen se goza en socorrer a los aflijidos; pero a la vrjen, cmo tirarle un cuarto? Me ocurri que desempeara en aquel lugar su carcter de consuelo de los aflijidos, i me pareci entnces sublime la idea de ponerla en paraje tan descubierto. Sin embargo, creo que seria mas prudente que se retirase a su nicho, por no oir aquellos desahogos no mui piadosos que usan los carreteros. Pasamos, por fin, la cuestecilla de Calan i a poco rato divisamos los molinos de viento que coronan la cima de la colina de la Placilla. Bien fcil cosa fuera descubrir desde lejos por que el famoso hidalgo de la Mancha los tom por jigantes espantables, si como nosotros, principi por verlos de alguna distancia, pues Cervantes sin esto necesitara ocurrir a la especie de demencia de su aventurero para hacer probable la desigual batalla que les libr de cerca. Sea de ello lo que fuere, libre ya de mi encarnizado enemigo, respirando,por fin, despues de tantas fatigas, trepando la colina en que se mueven las jiratoriasaspas de los molinos; divisando el mar, descubriendo una lejana vela i apercibiendo el fanal queme sealan a lo ljos, me acerco gozoso al suspirado Valparaiso, objeto de tan penoso viaje, seguro de que en sus hermosas calles no ver ni fango, ni pantanos. All viven estranjeros opulentos; hai un gobierno ilustrado i anheloso por la mejora del pais; hai un pueblo civilizado que quisiera dar a sus huspedes la mas ventajosa idea de su cultura, civilizacin i costumbres; hai comercio que hace apreciar lo que las vias de comunicacin influyen en la riqueza pblica; hai jente educada, en fin, i con costumbres a la europea i las calles sern un modelo de polica, aseo i esmero, digno de
proponerse a la imitacin de las demas ciudades del interior que conservan mas arraigados sus hbitos coloniales. MI LLEGADA En fin, ya podia ser romntico i dar un ttulo a mi viaje; llegaba al Almendral dejando a mis espaldas las Zorras, el tiro de pistola, i entrando como en triunfo en una calle; pero ai! un nuevo pantano que ondula entre casas de un gusto delicado i elegante. Me parece que es un fatal ensueo i me limpio los ojos por temor de estar durmiendo ; pero no hai remedio, es pantano i mui pantano el que diviso hasta donde la vista alcanza. Por ah no, nos grita un vecino.. por aqu! mas all!.... ah est un pozo ah una piedra!...a la derecha. a la izquierda! Vrjen de Casablanca, guardiana de los pantanos, qu maldicin pesa sobre mi cabeza? Este contraste de edificios tan limpios i de gusto tan moderno, formando calles tan inmundas i descuidadas, me sujiere la idea de que es una perceptible imajen de la civilizacin europea i la rudeza inculta de nuestra Amrica; el arte i la naturaleza; los progresos ajenos i el atraso propio. Las casas son estranjeras o de gusto europeo, las calles sen indjenas i no estn bajo la proteccin de los cnsules. Pregunto despechado al birlochero, qu nombre tiene la tal calle. La Calle Vieja, me dice. Acabramos, entnces ya pudiera el gobernador, si lo hai, poner en su lugar una nueva, pues que sta, de tan usada i vieja, ha desaparecido dejando en descubierto el camino sobre que en otro tiempo fu formada. La hermosa iglesia de la Merced llama de paso mis miradas ; dobles columnas i torres de madera pintada, decoran una elegante i primorosa fachada; la calle se hace mas espaciosa, los pintados edificios abundan cada vez mas, i el fango lo intercepta todo. Un mnibus est perdido hasta las sopandas; un marinero brio canta God save thc king, incrustado en el barro como sapo del diluvio; las carretas chirran i los carreteros edifican a los nios i nias de la vecindad con aquellas palabras que no son sin duda del salmista, porque el salmista nunca estuvo en Espaa. Al fin entre esta batahola infernal, arribamos a duras penas a la plaza de Orrego, que un dia ser por su esposicion al mar que la flanquea por un lado, tan hermosa como la piazzetta de San Marcos en Venecia; pero que por ahora no es sino un depsito de basuras i un cinago desagradable. La calle sigue caracoleando, segun que el mar lo permite i los vecinos cerros le dejan lugar, semejante al alma de mi diplomtico que se adapta a todo i afecta transijir con los obstculos para llevar adelante su objeto. Valparaiso es una anomala en Amrica, una ciudad sin plan i sin forma, es un verdadero camarn echando patas i antenas en todas direcciones; espaciosa en el Almendral, que forma ahora el tronco; estrecha de cintura en la Cruz de Reyes i el Chibato, hasta cortarse el hilo de sus edificios; hacindose fuerte contra el mar, en cuyas aguas estn mojndose los puntales que sostienen magnficos edificios; introduciendo por las quebradillas sin nmero, sus callejuelas i sus casitas; trepando sobre las lomadas vecinas, i presentando, como Bolonia, un anfiteatro de edificios; irregular como ninguna, luchando con las olas, i demoliendo diariamente sus cerros para echrselos al mar i salir de la estrechez en que por ambos lados la tienen. Valparaiso con sus vastos almacenes de depsito, sus escasos, pero lindos templecillos con torres brillantes de barniz i pintura; Valparaiso, en fin, tan
diferente fsica i moralmente de las regulares i montonas ciudades americanas, cortadas todas en ngulos rectos por las calles paralelas que en encontrados sentidos la cruzan, es la Europa acabada de desembarcar i botada en desrden en la playa, es una burla hecha a la profusin de tierras del continente; es uua parodia que remeda el exeso de poblacion de otros pases; es la miseria con los atavos de la opulencia; el combate de las costumbres nuevas con las aejas; la invasin lenta, pero irresistible de la civilizacin i de los hbitos europeos. Valparaiso es una belleza i una monstruosidad, un jardn sin verdura, una playa poblada, un desembarcadero i no un puerto; la puerta de Chile i el gran emporio de su comercio. Me imajinaba esta ciudad cos despues que el trascurso de cincuenta aos mas haya acumulado una poblacion cudruple, i la cultura penetrado hasta la polica, que es el ltimo rincon a que puede penetrar un dia, con sus calles tortuosas, ascendiendo por espaciosos escalones a Cerro Alegre, tan vistosamente decorado de mansiones inglesas; Bellavista, el Panten i el Arrayan, tan clebre por el templo de Baco que corona sus alturas, i al que el marinero concurre reverente a libar a los dioses i ofrecer el humilde holocausto de su razon i de sus pesetas. Este laberinto de Chile, con sus edificios dominndose unos a otros; sus puentes a lo largo de las quebradas que ocultan abismos bajo las plantas del paseante, i que prestaran el ausilio de sus concavidades para los delitos i los asesinatos del drama moderno; me supona al gobierno local haciendo desmoronar los blandos cerros para formar terraplenes i esplanadas, i robando a las olas, con una lnea recia, el recodo que desde el muelle hasta el fuerte San Antonio ocupan intilmente; i avanzando desde este ltimo punto hacia el oriente una fuerte muralla, que como en Barcelona i otros puertos de Europa, pusiese a cubierto el fondeadero de la furia de los vientos que tantas desgracias causan a las mal guardadas embarcaciones. Imaginaciones! Delirios! diria alguno. Bien; yo me lo imajinaba i la imajinacion no es responsable de sus actos como un presidente o un ministro; la imajinacion es como un diputado de las cmaras, que puede decir cuanto le venga a cuento, sin temor de verlo adoptado, sobre todo si pertenece a la minora. Atraque a la fonda de madame Aubry, grit al birlochero, i heme aqu de un salto en tierra firme, i mezclndome entre una multitud de hijos de la Gringolia i k Gabachera que no reparan que entro yo, yo un hijo de mi madre, noble por ambas puntas, considerado en Santiago, i pretendiente de un alto empleo. Pues, ni por eso, la conversacion i los gritos siguen, i en lengua infernal. Esto es intolerable; pero no era as la mesa, cuyos buenos bocados saboreo luego. El burdeos me hace olvidar las tribulaciones del camino, i por momentos no me siento arrepentido de haber descubierto los secretos insondables de esta va pblica. Un sirviente me ensea una pieza, un lecho aseado, i empiezo a envanecerme de ser un hombre tan respetable tan acomodado. Me abandono entnces a mi imajinacion, i la baha i sus buques anclados atraen mis curiosas miradas. Los que no han nacido en los puertos han sentido una vez en la vida la sensacion de estupor i recojimiento relijioso que inspira la inmensidad del ocano, i el movimiento perpetuo de las olas que le dan las apariencias de un monstruo viviente de quien se dice que se irrita, se enfurece, se traga los buques, i se calma. La vista del mar nos hace admirar el poder de Dios, como la de un buque de guerra el poder del hombre. Traia a la imajinacion la primera escuadra espaola que arroj en esta playa a los
primeros conquistadores, la de Avendao en seguida, i los siglos i las vicisitudes que precedieron hasta que la flota chilena, al mando de San Martin i el valiente almirante Cochrane hicieron la vela para aquel Per de donde antes nos habia venido la dominacin espaola; la espedicion de Freire a arrojar de Chlo los ltimos restos del poder de la Pennsula, i la tan gloriosa del jeneral Blnes que desbarat las maquinaciones de un caudillo ambicioso. Todos los grandes movimientos de poltica esterior que han afectado la repblica tienen relacin con estas aguas que han acariciado las naves chilenas, i oido cordiaes bienvenidas i adises llenos de afeccin i del interes mas profundo a esa bandera tricolor que flamea siempre con honra en las costas del Pacfico, i cuyo cortejo guerrero turb el silencio de las ondas en las aguas del Callao i del archipilago. Contemplaba en seguida esos pabellones de colores tan distintos i que tan diversas naciones representan, reunidos en un apartado punto del globo para ostentar a porfa los productos variados de su industria, los resultados jigantescos de su ciencia, i los dechados imponentes de su poder i de su fuerza. Vealos disputando nuestras escasas producciones naturales, porque el arte no dar sino mui tarde artefactos que cambiar por las manufacturas estranjeras, i poner a la mejor postura la plata i el oro de nuestras minas que llenan el dficit que en nuestro cargo queda entre la importacin i la esportacion. Mas en pos de este movimiento de buques que entran i salen, de este laberinto de fardos i barricas que cubren la playa i obstruyen el paso, veo obrarse otro lento, imperceptible, pero poderoso en su accin, irresistible en su influjo, fecundo i feliz en resultados. Las mercaderas i la concurrencia estranjera afectan como de primera mano los intereses materiales; pero luego obran sobre nuestros nimos efectos morales que prometen cambiar la faz del pas i dar un nuevo i mas poderoso impulso a la riqueza nacional i al desarrollo de la intelijencia. Los efectos europeos exhalan un olor de civilizacin, que esparcindose en el aire, imprime a todo actividad i movimiento. Se desembarcan luces como se desembarcan jneros: las costumbres se modifican, las preocupaciones relijiosas i los hbitos envejecidos pierden insensiblemente su pasada rudeza, dejando que se esplayen sentimientos de benevolencia, de fraternidad con todos los pueblos, cualesquiera que por otra parte sean las creencias, que no chocan desde que hombres honrados i laboriosos las profesan. El comercio, absorbiendo todos los momentos de la vida i haciendo de ella una igual reparticin entre los trabajos materiales i los clculos i combinaciones del espritu, hace necesaria la conservacin del rden pblico para asegurar el xito de las operaciones mercantiles; i elevando despues el comerciante sus miradas hasta las leyes que estorban el desarrollo de la riqueza, empieza a sentirse miembro de la sociedad e interesado vivamente en su mejora i adelanto: de aqu pasa necesariamente a echar mnos las que favoreceran los intereses en que l tiene parte; las mejoras, a proponerlas, hacer sentir su necesidad por la prensa i hacer oir su voz en las cmaras que se ocupan de la formacin de las leyes, no quedan sino mui pocos pasos, i el pueblo comercial se hace poltico, activo e influyente. En ninguna profesin de la vida la seguridad personal es mas necesaria, el respeto a la propiedad mas indispensable, i mas perentoria i forzosa la libertad de obrar i de moverse en todos sentidos. Los pueblos comerciantes son siempre los mas amantes de la libertad, que es la base de su existencia i de sus especulaciones. Desde que la Holanda tuvo algunos almacenes, desafi i burl
el poder colosal de la Espaa, rica de hombres entnces, seora orgullosa de medio mundo; pero enemigo dbil en presencia de un grupo de comerciantes. No fu mnos libre la Inglaterra desde que sus bajeles cubrieron los mares, i la hija que vino a arrojar en las playas norte-americanas, como las aves martimas que incumban su projnie en las islas ignoradas del ocano, se alz robusta desde que el comercio naciente le hubo revelado su fuerza. Es digno de notarse que la ciudad mas comerciante entre las colonias espaolas de la Amrica del Sud, fu la primera en dar el grito de libertad i la ltima en dejar las armas de la mano; i no es mnos notable su lucha sangrienta, pero obstinada i siempre renovndose, que ha sostenido i sostiene con el monstruo sangriento que se ha sentado sobre ella. UNA OJEADA Amanece mui tarde en Valparaiso, i seria reputado un ocioso o un hombre de campo el que abra puerta o mueva mano ntes de las diez de la maana; esta es la costumbre, i a fe que no es mala. Hallbame en la calle al dia siguiente i en un momento habia mirado i remirado la bolsa, el muelle, la aduana, subido a los cerros, descendido a la playa, interndome en las quebradas, i medido con asombro calles que solo dos varas de ancho miden. Almacenes i rejistros, tiendas i dulceras francesas, rtulos por todas partes, aqu leo Burnet and Co, mas all J. and A. Grogan, por all Good Haband cigars, acull Crecey and Ogg ship, Chandleers oil and colour stores, Best beer and cigars of all kinds, William L. Hobson, Thompson and Clark provission store. til me parece la idea; de este modo se ahorra al gobierno la molestia de numerar las casas, lo que en este laberinto habria parecido necesario, i a los locatarios mantener un portero que es parte integrante del menaje en Santiago : cada uno tiene a la puerta su nombre, i muchas preguntas i respuestas se ahorran. Es lstima que esta costumbre no se jeneralice, pudiendo ser ademas una pblica escuela de idiomas: pues s mas ingls ahora con todos los rtulos que he ledo, que el que se necesita para usar con propiedad el pronombre god demn, que segun los hablistas es la radical de aquella lengua. Principio, pues, a observar por dnde aqu se principia la vida comercial. La jente acude en tropel hacia un cierto punto i tan de prisa va, que me imajino que la ultima sea han dado i la misa va ya por la epstola. Error! Es el correo el lugar a donde se dirjen; me escurro entre los que entran, i busco en las listas una carta que nadie me ha escrito. La populace del escritorio llega desalada; se apia, se embaraza, se ajita, se rebulle, grita, abre la puerta de la barra que separa a los empleados de la renta, se cuelan algunos dentro, se apoderan de la correspondencia, todo lo revuelven i desrdenan. Un pastelero caritativo presta sus servicios gratis, i se erije sui juri, en repartidor de cartas. La batahola es infernal, todos hablan a un tiempo, i carcamanes, yaukees i gringos de todas clases finjen hablar en castellano. La confusin de lenguas sobreviene, como en la torre de Babel, hasta que el bueno del administrador pierde paciencia. i levanta la voz, como Neptuno para hacer callar los vientos, i logra, al fin restablecer el rden necesario para librarse de esta mala raza. Si muchos buques se conjuran a llegar a un tiempo de varios puntos, es seguro que algunas cartas se entregarn a los seis dias. Por lo demas, el correo de tierra no llega siempre a la misma hora, ni es seguro que ni tarde ni temprano venga todos los dias. Independiente de la monotona que trae consigo la
regularidad absoluta, qu hacer a las nubes para que nos ahorren sus aguas, al camino para que no se empape en ellas como un abogado en Antonio Gmez i Acevedo, i al Pudagel para que deje pasar la jente? Me planto entre el muelle i la aduana; el torbellino de pueblo de fraque o de gorro con plizas en mano o barriles de alquitrn encima, me empuja, codea, atropella i da vuelta en todos sentidos, sin dejarme contemplar la fachada de la aduana, el caduceo de Mercurio que remata en graciosa torre, los caones que la circundan i las cadenas que los ligan entre s. Busco las relaciones que ligan la aduana con los caones i las cadenas, i ya crea haberlas encontrado cuando un grupo de cargadores me pone de hinojos en las piedras. Cuidado, seor! me dice uno al pasar con el enorme fardo que lleva sobre sus hombros. Eh! replico limpindome mis rodillas, este es un pueblo material, positivo, hediondo a taberna i a brea; no es a propsito para el cultivo del jenio, de las ideas i de los grandes pensamientos; si un literato se presenta, le piden el manifiesto por mayor o por menor de sus efectos i la pliza para sacarlos de almacenes, i todo esto en castellauo castizo, segun lo previene el nuevo reglamento de aduana. No se piensa, se trabaja, i esta vida me seria insoportable. Por aqu iba en mis reflexiones, cuando entre la multitud de fisonomas que me circundan, blancas, rosadas, cobrizas, plidas, negras, tostadas o escarlatas, veo la de uno que me causa una vaga impresin. Lo miro, me observa, nos miramos con atencin, nos examinamos i nos aproximamos al fin. Era l quin lo creyera! despues de tantos aos, l, es decir, un pobre mozo que conoc nio en otro tiempo i lo encontraba hombre ahora. A propsito, le digo despues de pasado el alborozo suyo, que en cuanto a m me sentia mui elevado para poderme alegrar sin faltar a la decencia, a propsito, necesito que me ensees lo mas curioso de este puerto; ni conozco los malos pasos, ni hai guia de forasteros, ni nombre tienen las calles, ni nmero las casas, como en Santiago, donde hai el mas completo arreglo a este respecto; necesito ver el museo, la biblioteca, el arsenal, la escuela nutica, el tajamar, el paseo pblico, el teatro, la lonja, las plazas i todos cuantos monumentos hai dignos de la atencin i curiosidad de un viajero. Pero yo tengo que ir a bordo. De qu buque? Del que acaba de llegar de Francia. Vamos. Aguardemos la visita. Con la visita i dicho i hecho suplico al capitn del puerto i me cuelo en la chalupa. Reman, i estamos a bordo. Un oficialito de marina est haciendo algunas anotaciones. Me informo del objeto. Es de la marina inglesa. I estos seores no aguardan la visita de la capitana del puerto? No siempre, sobre todo si el buque que entra tiene facha de negrero; ademas tienen deseos vivsimos de saber de Europa, i se moriran de impaciencia aguardando la visita del puerto; i luego en Amrica se vive sin ceremonia. Si nuestros buques de guerra fueran al Tmesis haran all lo mismo? No precisamente lo mismo, hai all tanta etiqueta que dara cortedad tomarse esa confianza. Si son all jentes mui cultas; no obstante, yo me dara por sentido de este procedimiento. Qu locura! Hara usted una reclamacin al Cnsul que le contestara con una larga nota diplomtica, se manifestara usted algo descontento; lo descontentaran del todo con una segunda, i seguira un ao la danza, vendra un ultimtum i atras un bloqueo, sobre que bailan los marineros por bloquearnos. Ah! si hai todo eso, ya veo que es mejor no pararse en pequeeses; seamos buenos huspedes i perdonemos las flaquezas del prjimo.
Entro al camarote del capitn al tiempo que el marino presenta su manifiesto. Qu horror! est en frances, le dice el teniente del resguardo. Oui. No puede presentarlo a la aduana. Oui. Queda el buque incomunicado hasta que lo haga traducir. Oui, oui. A quin viene consignado? Oui, oui. Hai un nuevo reglamento que prohibe la presentacin de manifiestos en idioma gabacho. Oui, oui, oui. Ya lo sabia'? Oui, oui, oui. Aflijido de presenciar esta escena, me improviso intrprete de aduana i traduzco al frances aquello que le dicen; pero, nuevo inconveniente, porque en mi vida las vi mas gordas, ni una palabra me entiende, de lo que infiero que no ha estudiado el frances por Chantreau como yo. Me doi maa i al fin comprende que sus efectos estn en cuarentena, que debe hacer traducir por alguno a quien no conoce un manifiesto de siete pliegos de marquilla que contiene 1,000 marcas complicadas que pueden ser cambiadas o adulteradas por inadvertencia o por inexactitud del traductor; nombres de efectos arrevesados que pueden ser mal vertidos en castellano; i cuando llegue la comprobacin de los vistas, salir a a la luz la maraa, i a todos los cargos de fraude, ocultacin, etc., etc., contestar oui, oui, oui. El pobre gabacho se asombra, murmurando entre dientes, Mon Diue! Mon Dieu! Mon Deu! pero, no hai remedio; es preciso aguardar la traduccin i buscar antes quien la haga, pagarla, pues el que quiera celeste que le cueste, i en ninguna parte del mundo hai traductores de aduana. Se le permite, no obstante, que baje a tierra, i conceden desembarcar las muestras, de las que pagar in integrum los derechos i al contado si vende un solo pauelo, lo que es mui pesto en razon. Nosotros nos dirijimos al muelle, i mi antiguo camarada, que ignora donde est el teatro, me conduce al paseo pblico por la quebrada de Elias arriba. Un largo ascenso nos conduce de revuelta a un hermoso jardin, lleno de pilastras piramidales. Me parecen sarcofagos"; me acerco i leo Aqu yace... Pero, hombre, este es un cementerio! Es el Panten, donde vienen de paseo las familias. No me parece mal la idea de asociar as la muerte i la vida; sobre todo cuando nuestros cementerios modernos son tan hermosos, tan amnos; i este es sin duda el punto de vista mas bien escojido. Debemos a los protestantes el haber introducido un uso tan digno de la civilizacin i del decoro, en lugar de aquellos campos santos de los antiguos catlicos, tan infectos, tan inmundos i tan innobles. El lindo templecillo que sirve para los ltimos oficios, tiene en la puerta una plancha de bronce, que recuerda el nombre de Melgarejo que lo hizo edificar. Deo erexit V. Mi guia me llevaba a Cerro Alegre, en donde se goza de una vista tan imponente. De camino me informo de algunos pormenores. El alumbrado pblico se har con gas aqu, le digo, puesto que todo es a la estranjera. No hai alumbrado pblico. Cmo que no? Las noches de luna es intil, el reflejo del mar basta. I cuando no hai luz que reflejar? Entnces los serenos previenen a los tenderos que pongan farol; los que no son tenderos estn dentro de sus casas, como no salen ni reciben jente, no participan del gasto, i los dueos de rejistros, como son estranjoros i no viven en sus vastos almacenes, no lo hacen tampoco, ni se les exije, porque seria eso faltar a las leyes de la hospitalidad. La Planchada i todo el puedo en jeneral suele ser una boca de lobo en las noches nubladas, sin que esto traiga inconveniente alguno, pues los serenos llenan su deber cuidando la propiedad, i los particulares tienen buen cuidado de pisar bien para no romperse las narices de un
tropezn. I los serenos gritan aqu, donde hai tanto infiel, Ave Mara Pursima? No, aqu dicen Viva Chile! i luego las horas. Cuando tiembla u ocurre un incendio entnces dicen Ave Mara Pursima una casa se est quemando! Ave Mara Pursima un buque a tierra! Esto ltimo es verdaderamente relijioso, lo demas es una vejez miserable en que se prostituyen palabras que debieran reservarse para los casos de afliccin i de oracin pblica. En Santiago nos acatarran con una cantinela, que teniendo por objeto avisar las horas, nos deja en ayunas de lo que dicen porque levantan la voz donde nadie escucha i la bajan en lo nico interesante. Si pudiera representar en caracteres los altos i bajos de la voz, tendrais una idea cabal del desentonado canto; de manera que el que no tenga reloj para saber que hora cantan, se queda en blanco. Pero lo que mas me llama la atencin es la sustitucin del Viva Chile, en lugar del antiguo Ave Mara. Aqu hai mucho que ver i deducir. En primer lugar que seria una descortesa estar gritando al oido a cukeros, anabaptistas, anglicanos, judos i moros, toda la noche i a cada cuarto de hora ave Mara, ave Mara; i en segundo lugar, que esta atencin i consideracion a los errores de sus padres i a la desgracia de haber nacido en mala e incrdula tierra, sin tener en ello mas parte que la que tenemos nosotros en haber nacido en la nuestra, prueba que las autoridades locales se penetran cada dia mas de la necesidad, si no de la justicia de permitir a estos desgraciados que adoren a Dios en Valparaiso como lo adoran en su pais, por la misma razon que ellos nos permiten que lo hagamos a nuestro modo en el suyo. No hai peligro de que ningn buen cristiano se vuelva protestante; i si sucediera, por cada uno que diese vuelta su casaca, hai sin eso quinientos que la botan de su proprio motu. Pero las piernas me flaquean de tanto subir i bajar, i descendemos lentamente con rumbo a la mesa de Madama Aubry. Un nuevo alboroto en la calle real. Los hombres de fraque i levitn van sin sangre, corriendo hacia la Aduana. Incendio! las bombas!... sublevacin por el reglamento nuevo!..... Aqu de la guardia !.... aqui de la guardia!... grito yo, sin saber lo que se pasa, i echo a correr tambien por seguir el movimiento universal, i porque no me zampen en el barro con mi fraque de Tisca i mis botines de baile. En frente de la Aduana, en la parte que da a la Planchada, est el grueso de los amotinados; all llegan refuerzos de todas partes. El peligro o la irritacin comun nos hace a todos iguales, i los embreados marineros, los soldados britnicos, los cargadores, los patrones i dependientes se confunden, se esquivan, se agrupan i se colocan en dos filas paralelas. Espero ver al caudillo que mande alinearse, pues de todas parten repiten all estn!... den lugar!... pnganse en rden!... Mi compaero detiene de los faldones a un conocido a quien pregunta lo que hai, i le increpa el que tan fcilmente se comprometa en un motn que puede traer serias consecuencias; le indica que pueden llover balas del Barn, de San Antonio, i que la fragata Chile est todava a la vista i puede volver de arribada a castigar a los conjurados que se aprovechan de la ausencia del gobernador. Qu est usted diciendo de conjurados, balas i gobernador? 1 qu es esto, sino una sedicin? No sea usted majadero! es una carrera a pi que corren dos comerciantes hasta Via del Mar. Es posible ! Den lugar! lugar! gritan de todas partes. La turba se abre, se revuelve i deja ver dos hombres de chaqueta, faja i bastn, que parten en medio de la bulla, las apuestas, las risotadas, el entusiasmo, el alboroto, la alegra i el movimiento jeneral. Unos los siguen en su carrera, otros disputan
sobre la probabilidad de que el inglesito jven, delgado i con piernas de zancos, llegue a la meta en el espacio de una hora, que es el convenido; otros menean la cabeza al ver pasar a su adversario que va trota que trota, i que debe llegar en hora i media, atendido su mayor volmen, edad, capital, circunspeccin, etc. Nuevo atropellamiento en el muelle para verlos pasar por la Cruz de Reyes. Puff! El gringuito lleva una inmensa ventaja. Son tan veleros los buque ingleses tan veloces sus caballos! Veinte anteojos estn fijos en la playa. Nos sealan al primer corredor, i uno menea la cabeza al ponerle la visual al segundo: malo, dice i mui malo! ya lleva tanta lengua de lucra, i Via del Mar es ljos, no como quiera. Abobado i deseoso de aclarar este embrollo, pregunto a alguno, al que tengo a mi lado qu asunto es este? qu carreras tau desusadas? Es que ante ayer un ingles hizo apuesta de ir a Via del Mar en 30 minutos, i lleg en 27 i medio, otro apost que llegara en 27 i lleg en 25 minutos, 49 segundos i 32 terceros. Ingleses mui corredores sin duda. Es que iban a caballo. Puff! mas corren nuestros guasos. Maana hai una carrera de chalupas, pasado maana una de botes, otra de goletas; i ltimamente se dice que habr mas tarde una de buques de guerra, sobre todo si la cuestion de Orieute hace subir mucho las apuestas. Vulvome a lo de esta Madama Aubry, cuya mesa me tiene enamorado. Pido la sopa, macarroni, sardina, jamn de oso, arenque, salchichn de Jnova, chorizo de Estremadura i cuanto mas hai que no sea cristiano, que no sea usado,que huela, en fin, a estranjera, a buque, a tierras lejanas. Se habla de todo i no se entiende palabra, hasta que uno entra jadeando, sin aliento, i se descarga de la noticia, que nos repite cien veces, de que el de la hora i media de trmino se enferm i hubo de lanzar el alma al subir las Hermanas, sin cuyo accidente hubiera ganado la apuesta, i el de la hora se asi de la cola de un caballo i se hizo remolcar hasta l trmino de la carrera. Grande bulla i algazara entre los circunstantes. La duda ocurre de quin ha ganado; sostienen que el primero, que el segundo, que los dos, que ninguno; se bebe vino, se establecen principios, se citan leyes, se apuran botellas, el reglamento de aduana, la tarifa, el derecho martimo, el internacional! ; Qu batahola!
EL PASEO DE LA TARDE La tarde es en Valparaiso la sptima hora del dia, como el domingo el sptimo dia de la semana, pecado mortal no ir a dar un paseo calle Vieja abajo, para que las piernas recobren toda su elasticidad. I aqu empiezan a caracterizarse las nacionalidades. Un grupos de caballeros altos, enjutos, plidos, que a cada triqui dice Jguers, Jguers, de seguro que son ynkees; si son mas rubios, mas colorados, si dominan mas los anteojos i se les oye: Jknow, Jknow, son gringos lejtimos; si se mueven lijero, con gracia, si se rien por cada nada, si llevan la corbata comme a, i el pelo comme a, i a todo contestan c'est bon, trs volontiers, grand merci, oh ! estos son prendas mui conocidas; i as de los demas. Si un jinete lleva el medio de la calle, el cuello estirado, apuntalando la cabeza que lleva en la delantera, encorvado el cuerpo, encojidas las piernas, chaqueta colorada i morrioncillo lijero, que galopa a troche i moche por pantanos, altos i bajos, un autmata a caballo, o mi
apndice de la bestia que lo lleva, ha de ser por fuerza un marino britnico que ha recibido sus primeras lecciones de equitacin en las vergas i en las jarcias. Hago lo que veo, segun lo ensea el proverbio, i salgo al paseo de tabla. Encuentro detenido un mnibus. Hai asiento para el pblico, i yo soi pblico, i me cuelo adentro. Seor, estn tomados todos los asientos, me previene el cochero. Por quin? Por una familia. Donde est? Ha entrado de visita. Ya he tomado mi asiento. Tendr que dejarlo. No lo dejar, voto a Sanes ! Qu es eso de dejarlo? Sabe Ud. todo lo que importa el verbo mnibus? Sabe Ud. gramtica latina? Conoce Ud. lo que anda tirando? Todo un mnibus, eh? de todos, eh? para todos, eh ? para m el primero ! eh? eh? I a f que no me mov de mi asiento. La familia ocupo los suyos i hubo de tolerar la presencia de un estrao. Aqu vendra bien lo del encuentro feliz, una conquista, etc., etc.; pero hago gracia a mis lectores de esta parte. Nias hai por todas partes, i las de Valparaiso no se diferencian de las de Sautiago, sino en que estando aqu los jvenes mas ocupados i siendo por lo jeneral del interior, o de pases estraos, no se ocupan mucho de zalameras, cuentan en poco la nobleza de la sangre, la buena estirpe, la buena familia i todo lo que es noble i bueno en todas partes, siendo mui digno de lstima que se vayan corrompiendo las costumbres hasta este punto. Haba echado a rodar el pblico carruaje, i yo a hacerme propicia a la seorita que estaba colindante con mi asiento, una trigueita agraciada i no mui mal parecida. Ya habamos pasado todo aquel atolladero de : la tarde es hermosa, el tiempo se ha asentado, ya es probable que cesen las lluvias, i todo aquello que de este jaez debe proceder a una declaracin en forma, cuando el mnibus empez a ir de derecha a izquierda, lo que me hizo conocer que habia mucha mar, i antes que el tiempo se emborrachase, hago detener la embarcacin i gano tierra, preotestando una dilijeneia. No mas bodas al cielo, habia dicho, i me habia olvidado de la suerte que tarde o temprano aguarda a los que aman los peligros. Continu mi paseo a pi, i tan distraido i entretenido con mis reflexiones iba, que sin proponrmelo i sin sentirlo, me hall fuera de las calles, i no lejos del punto donde una larga fila de carretas se divisaba. Tuve la curiosiodad de acercarme a ellas, i con mnos sorpresa que asombro supe por un soldado que eran los carros ambulantes. Los carros ambulantes ! Encuentro aciago, sin duda. En fin, no es malo conocer las localidades. Previo el permiso del director, penetro en esta mansin del delito i de la desgracia. Cuento veinte i un carros de reforzada i pesada construccion; cuatro estn completamente descubiertos porque, segun me dicen, no hai lona en Valparaiso con qu cubrirlos; los demas si bien tienen un toldo de arpillera que fu pintada en otro tiempo, no resguardan a sus locatarios de las injurias del tiempo i la lluvia. Uno est ocupado de lea, de vveres otro, tiene otro el oficial, cuatro la tropa, i los diez restantes estn ocupados por 130 presidarios. A mi estraeza de que se baga vivir en espacio tan reducido un nmero tan grande de hombres, me contestan que se hace por la comodidad i el abrigo, lo que satisface completamente mi pregunta, pues que tan desnudos los veo, que mas de treinta estn, sin reserva de parte alguna, en cueros vivos, i el resto revela que no tienen quien trabaje por ellos mientras permanecen en ejercicios. I el servicio relijioso donde se hace, pregunto? El domingo descansan. Asi lo hacia Adn i estos se le parecen en su facha i en su pecado. Bien haya quien a los suyos se parece! A qu servira suministrarles los ausilios de la relijion, a qu confesarse, a qu
oir misa? Qu sacerdote de alguna respetabilidad se contraera a predicar a esta canalla una vez a la semana? Qu renta pingue ha acordado el gobierno para ello? Oh, este presidio ser un semillero de liberales! Ud. ver la moralidad de estos hombres cuando dejen sus alojamientos actuales. Qu, seor! mas de un tercio de los que ve han vuelto a los carros por reincidencia, i no hace muchos dias que han traido uno que se ha fugado dos veces, i ha sido condenado tercera vez por los tribunales por nuevos crmenes i aqu ha sido reconocido i saludado por sus compaeros. I dgame Ud. la comida como anda? Bien seor, es sencilla pero suficiente, nadie se queja. I tienen mdico? Mdico? S, tienen; pero es mui buscado en el puerto i rara vez viene. Mire Ud., aquel preso que ve all, en el suelo, se hizo pedazos las manos, la cabeza, un brazo i una pierna con los fragmentos de piedras que arroj un tiro de mina que se le revent. Se ha llamado al mdico repetidas veces, pero en vano; hace quince dias que est herido, i no se muere. Oh la naturaleza es mui prvida! La naturaleza en todo caso, el arte es falaz. I mueren hombres aqu? Si, suelen morirse; pero se enferman primero. Ese es un beneficio de la Providencia, as tienen lugar de arrepentirse de sus pecados i hacer un acto de atricin, ya que no hai sacerdote a mano, que les oiga tan feas culpas como han cometido. I siempre ha sido as? Siempre, seor; nunca ha venido un sacerdote a ausiliar a un moribundo, no obstante haber sido llamados, i han muerto sin ausilios. Las visitas rarsimas del mdico, son un insulto nuevo i una agravacin de las dolencias que padecen. Bien hecho querra Ud. que se tratase a un ladron o a un asesino como a un hombre de bien? Cuando el seor Melgarejo fu gobernador, un edecn venia todos los sbados a visitar a los presos, i oir sus quejas para remediarlas. Se les dio una jerga i un vestido. Desde entnces nadie se ha acercado por aqu, ni se sabe si viven o mueren estos infelices. Es lstima que haya ido a embarrarla en Coquimbo este Melgarejo que levant el fanal, puso su nombre en el cementerio i tenia el candor de creerse obligado a tener noticias verbales del presidio, mucho mas cuando se pasa un estado mensual que no deja que apetecer. Permtame que hable a aquellos presos. Dgame Ud., amigo, qu tiempo hace que est Ud. preso? Y a hace alguno, seor. l por cuanto tiempo est condenado? Por cincuenta i cinco aos i seis meses ! No es posible ! Asi lo espresa la sentencia. 1 qu delito tan horroroso ha cometido Ud.? Que quiere Ud. seor; tuve necesidad, i nos robamos, yo i el seor unas vaquitas, por cuyo motivo nos han condenado a diez i ocho meses de prisin por cada una. Aguarde Ud., cincuenta i cin. diez i ocho. son all como como.. unas 27 vacas, es decir que si ustedes se roban cento habrian sido condenados a ciento cincuenta aos de prisin. Si tal lejislacion existiera, lo que no es creble, adoleceria del defecto de no ser consecuente consigo misma. Si ella aprecia el delito en cada una de sus partes, debia distribuir la pena entre todos los cmplices; por ejemplo : ustedes dos robaron 37 vacas, es decir que cada uno rob diez i ocho i media, i sobre este capital debia hacerse el clculo. Si ocurren varios grados de complicidad, una operacin de compaa haria la distribucin equitativamente. Pero es intil, este absurdo no ha existido nunca i ustedes ocultan la verdad. l Ud. seor, por cuanto tiempo ? Yo estoi aqu de trnsito, hasta que salga buque para mi destino. Es este un almacn de depsito. I a dnde est Ud. confinado? La sentenca me condenaba a ser quemado vivo porque... Permtame Ud., no me cuente, i luego? El
gobierno, seor, me la conmut en ocho aos de destierro i a trabajar en Valvidia en la propaganda. Bien, pero mire Ud., si alguna vez llega a ser inquisidor, acurdese de que el gobierno lo ha salvado de las llamas, i no vaya Ud. a tener la curiosidad de ejecutar su sentencia en otro. I Ud. amiguito, por cuanto tiempo? Por toda la vida. 1 usted? No tengo condena. I cmo est Ud. aqu? Me han traido. En depsito, sin duda? Una hora larga hacia que me habia alejado de este agradable espectculo, i ni una sola palabra se habia escapado de mis labios, reflexionando que convendra que el gobierno conociese estos pormenores para que apure la ejecucin del proyecto de trasladar a un nuevo presidio a estos bribones que esto i mas merecen por sus delitos. Hubiera querido visitar la aduana, conocer el estado de la plaza, la organizacin de la milicia i tratamiento que se da a los milicianos que, en su carcter de tales, faltan a sus deberes; el arsenal, la escuela nutica, los eolejios, el teatro, el fanal, Playa Ancha. Via del Mar i demas monumentos i paseos pblicos; pero ni encontraba un ocioso en esta ciudad tan ocupada que quisiese acompaarme, ni me era dado permanecer el tiempo necesario para examinarlos con la detencion que merecen. Las nubes entoldaban de nuevo el cielo, el mes de setiembre corra, i el camino de Santiago podia tener el capricho de no dejar correr birlocho por poca agua que le cayese, los asientos de carruaje suban de precio de dia en dia i mi bolsa bajaba por minutos, de manera de hacerne temer dar luego en un vajo de donde no podrian remolcarme todas las fuerzas navales de la repblica. A Santiago, me dije a mi mismo, i acto contnuo, ipso facto, e incontinenti, me dispuse a correr de nuevo los azares de dos tremebundas i fangosas jornadas.
LAS FUNCIONES TEATRALES DEL 18 DE SETIEMBRE EN SANTIAGO (Mercurio de 24 de setiembre de 1841). La estrechez es un achaque comun a todos los lugares de concurrencia pblica en Santiago. Estrecha es la sala de la Sociedad Filarmnica para la jente que logra boletos, sin contar con los que se quedan con las ganas de lograrlos; estrechas son las calles en estos dias para la multitud de carruajes que transitan por ellas; i estrechsimo el teatro para el pueblo que se agolpa con ansia a sus puertas. La capital se encuentra bajo este respecto como un nio que se estira, un hombre que engorda, o una seora que entra en meses mayores. Los nuevos edificios que se construyan, deben dejarse crecederos. Ardua tarea seria dar una razon exacta de las cinco funciones teatrales con que nuestra compaa dramtica ha contribuido a solemnizar el gran aniversario patritico. La primera fu un saineton en tres actos que solo la gracia del seor Silva pudo hacer apenas soportable. Fu la segunda una bellsima composicion de Breton de los Herreros, en que campean a porfa la escelencia de la versificacin, la originalidad de los caracteres, i la naturalidad de un enredo no mnos sencillo que interesante. En la tercera funcion se dio un drama sentimental que de un ao para otro se pone en tabla como si su autor (que en paz descanse) hubiese dejado manda espresa para que se exhiba en la noche del 18 de setiembre, de lo que estn tan seguros los impresores de
carteles de convites que, segun sabemos de mui buena tinta, dejan sin desarmar la parte de la plancha en que se anuncia La Corona de Laurel. Este drama, por otra parte bien escaso de mrito, i a escepcion de unas cuantas sentencias pomposas sobre la fuerza de las leyes, nada tiene que llame la atencin, sobre todo despues de ser tan repetido i conocido. En esta pieza nos hemos convencido de la justicia con que el aficionado de marras compar con el tono de un misionero la declamacin del seor Jimnez, actor sin duda de bastante habilidad i que agradara mucho si procurase dejar a un lado cierto aire de satisfaccion i cierta tosquedad de ademanes que han chocado jeneralmente en su modo de representar. Creemos que para hacerse buen comediante de fera tratar de poner en olvido el mtodo artificial de declamar a que est habituado, i tomar sus lecciones de la misma naturaleza, cuya presencia suele por desgracia echarse mnos en nuestro teatro. La cuarta noche de teatro fu una noche de aburrimiento, de desesperacin i de silbidos, La Comedianta, pieza que carece de sal, de invencin i de todo atractivo, es un libelo atroz contra la esplndida fama literaria del autor de Las Leyendas Espaolas . I como hasta en las tablas pagan justos por pecadores, el pblico que estaba ya de mal humor, incluy en su fallo reprobatorio la bonita petipieza Los primeros amores con que termin la funcion. Verdad es que as esta piccecita como la de Contigo pan i cebolla, de Gorostiza, censuran defectos casi desconocidos en nuestra sociedad positiva, material i anti-novelesca, por lo qne acaso no han sido bien apreciadas i se ha creido errada su tendencia moral. Hemos llegado en nuestra rpida e imperfecta resea a la quinta i ltima funcion. Los empresarios, aunque muchsimas veces acreditan no tener ni un adarme de gusto para la eleccion de piezas, siquiera esta vez se han dejado arrastrar del instinto de su propio nteres, sentimiento que ni del pecho de un empresario de teatro se puede del todo borrar. Resrvase, pues, para la postrera exhibicin, un drama del clebre Victor Hugo : Anjelo, tirano de Padua, primera obra suya que se ha dado en Chile. El solo nombre del autor habia escitado la mas viva espectacion, i el jento que atestaba el patio, los palcos i la galera era an mayor que en las noches anteriores. Esta creacin elocuente, apasionada, sublime en algunos pasajes, tiernsima en otros i siempre animada e interesante, ha sido acojida con entusiasmo, i se desea verla pronto repetir. Para entnces esperamos que los actores la tengan mejor aprendida i ensayada, pues ha habido entre ellos quien uo sabia palabra de su papel. Lstima nos daba ver al seor Velasco destrozar miserablemente la parte de Anjelo Malipieri, recitando conceptos hermossimos, sin entenderlos ni darles espresion, perdiendo a menudo el hilo del discurso, por mas que no se apartaba una vara de la concha del consueta, en torno de la cual jiraba, como el hechizado que no puede salir del crculo mjico que le rodea. Ningn papel ha desempeado mejor la seora Montes de Oca que el de Catalina. Admirable fu el talento que despleg en el tercer acto, principalmente en la escena del envenenamiento, entre ella, Anjelo i Tisbe, i si no recoji mas aplausos, sin duda debe atribuirse a que el pblico no quera perder una palabra de la representacion. No ha brillado mnos la seora Miranda. La verdad con que espres su amor intenso, su pasin irresistible hacia Rodolfo, la gracia con que hlago a Anjelo para obtener el don de la llave, i sobre todo la intelijencia con que ejecut el ltimo acto, sin omitir nada de su papel ni escederse en nada, fu reconocida por toda la concurrencia. Estas dos actrices para suplir la
debilidad de su voz, haran bien en no decir su papel mui de prisa, pues cuando hablan lijero, apenas se hacen oir en la mitad del teatro. No nos ha gustado el Homodei del seor Moreno. Una figura mnos espantosa, un poco demas sorna en el modo de hablar i en la accin, habrian realizado mejor la idea que nos demanda este ente sombro i misterioso. El seor Jimenez trabaj bien el papel de Rodolfo, particularmente cuando ste entra en frenes al oir a Tisbe declarar que ha muerto a Catalina i aun jactarse i decir que otra vez lo hara. Las decoraciones estrenadas en esta pieza son hermosas i de lo mejor que tiene la coleccion escnica de nuestro teatro. Para cuando se d otra vez el Anjelo, que, volvemos a decir, deseamos sea mui pronto, ser bueno tenga presente el director de escena que el tercer acto de esta pieza pasa de dia, i que por consiguiente no debe haber luces encendidas en la cmara de Catalina, como las hubo en la primera representacion. Rstanos hablar de las alocuciones i de la cancin nacional, que no somos omniscios para ocuparnos tambien en la delicada i resbalosa materia de loudues i boleras. I qu par de malos ratos debe haber pasado S. E. oyendo a don Juan Velazco i a doa Isabel Rodriguez con una niita annima, celebrar su elevacin al supremo mando ! I que lindezas no le decan! Vaya ! si era de sonrojar a un etiope. I luego cmo dejar de agradecer la intencin que sin duda era laudable? Acabando por donde comenzaron las funciones, es decir, por la cancin nacional, juzgaramos que el patriotismo estaba dando sus ultimas boqueadas, segun el desmayo i la languidez con que se enton el himno de Chile en las noches del 17, 18 i 19. El aparato era imponente i un sordo habria creido que iba a venir abajo la casa. I toda esa jente que eslaba sobre las tablas qu vino a hacer? No hemos podido adivinarlo. Solo dos voces se han oido ; los demas eran personajes unidos. La primera noche, al verlos llenar el frente del proscenio en lnea recta, se nos figur que la representacion iba a comenzar por una dilijeneia judicial que llaman fila o rueda de presos, luego maliciamos que los directores habrian acordado sujetar la comparsa a revista de comisario. La seora Miranda que debe ser escrupulosa de conciencia, no pudo convenir en salir as a estar de plantn, i por no llevarse ociosa, se puso a accionar, de suerte que la cancin nacional sali aguisa de pera, o mas bien como se representaba en el teatro de los griegos i romanos desempeando unos con la voz i otros con el ademan i el jesto.
LA CRTICA TEATRAL (Mercurio de 8 de noviembre de 1841). Mucha oscilacin ha causado el artculo de costumbres que con el ttulo Doble representacion del Pilludo insertamos no ha mucho en las columnas de nuestro diario; i si bien es cierto que haba en l grandes abusos de pluma, no hemos creido en todas sus partes justa la crtica, i mas que ella, la irritacin que ha causado en algunos franceses que han creido interesado el honor nacional en los ataques dirijidos al carcter de aquella nacin, tan notable por sus grandes cualidades como por la alegre i fcil lijereza que la distingue. No creemos justo el enfado de algunos de los artculos suscripcin de un frances, no porque haya ofensa en la crtica que a los franceses se dirije, sino porque
ella es de tal clase, que por su importancia no puede afectar ni a una nacin como la francesa, ni a ninguna otra corporacin de individuos. La crtica en cuestion, a mas de carecer de tendencia social i de hacer de una clase de la sociedad francesa un tipo caracterstico de aquella nacin, carece de las cualidades que hacen tolerables los dardos de la stira, que debe emplearse en correjr los abusos i no en encender antipatas que la civilizacin tiende diariamente a destruir entre las naciones. Pero si la perfeccin en el teatro no puede existir todava entre nosotros, como lo ha observado mui bien el ltimo frances que ha contestado, mnos puede haberla en los primeros ensayos que la crtica hace i que por largo tiempo han de pecar por caer en los escollos inevitables en este jnero de composiciones, cuando a un juicio elevado e ideas sanas no se une un chiste natural i una intencin pura. Materiales abundantsimos para una crtica entretenida, moral i til prestara el carcter frances que a grandes calidades une alguna mnos aventajada, si de ella hubiese de resultar una leccion moral para ellos o para el pueblo. Podria citarse las palabras con que Rousseau, Lebrun, Souli i mil otros escritores propios los caracterizan, dando de ello abundante materia para el ridculo. Mucho podria decirse sobre las pretensiones de algunos que afectan un solemne e intolerante desprecio por nuestras costumbres, nuestra civilizacin i nuestra sociedad, pretensiones que ha tenido mui en vista un diputado de las cmaras francesas para aconsejar al gobierno la buena eleccion de cnsules para los pases lejanos, a fin de que con su prudencia eviten las coliciones que a cada momento amenazan turbar la buena armona de los gobiernos. Podria recordarse el empeo que los diarios franceses i algunas revistas han tomado para hacer aparecer los pueblos americanos en un grado de civilizacin comparable a la de Arjel o Tnez, no economizando los eptetosde brbaros, salvajes i otros con que nos caracterizan. Podriase, en fin, hacer incapi en esta susceptibilidad que les hace ocuparse con tanto ardor de un comunicado que cuando mas merecia el epteto de insignificante i majadero i no concluir con dirijir el denuesto de vil cobarde al mal caballero que tan desleal ofensa les hace, i una especie de cartel de desafo, en lugar de una buena burla por su mal artculo. Efectivamente a qu tanto calor? por qu tanta intolerancia? Se ha dicho la mitad de lo que en todas partes se dice contra ellos, de lo que sus buenos i aplaudidos crticos dicen en Francia? Por qu hacer, en fin, un asunto nacional de un artculo de peridico? Todo esto podria decirse i preguntarse si hubiese interes en ello, i si tales cosas pudiesen traer provecho pblico o inspirar un vivo interes. Mas, si es impropio este interes escesivo por una ofensa de que ni el pas, ni personas de nota en l son responsables, i que siendo infundada reduje solo en mengua del que la hizo, no es mnos cierto que a nuestra crtica nada le conviene mnos que escitar odio o desprecio por los estranjeros, que interpolndose diariamente en nuestra poblacion, activan nuestro comercio, introducen manufacturas i contribuyen directamente a la mejora i progreso de nuestra sociedad. La crtica de las costumbres tiene una misin : depurar el lenguaje, correjir los abusos, perseguir los vicios, difundir las buenas ideas, atacar las preocupaciones que las cierran el paso, i destruyendo todos los escombros que lo pasado nos ha dejado, preparar el porvenir. Chile se ha dado instituciones; su esqueleto gubernativo est formado, hai tranquilidad, los principios fundamentales en que reposa su gobierno estn conocidos, qu falta, pues,
para llegar a la felicidad social que intentan dichas instituciones establecer? Llevarlo todo a la prctica. Nuestra poca es, por tanto, crtica, tiene que ocuparse de hacer efectiva la libertad, el progreso i las instituciones. El ojo de la prensa debe ver todos los abusos, indicar todos los escollos; i no siendo los menores los que nacen de las costumbres, de la apata o de las preocupaciones, debe encaminarse a desacreditar estos enemigos de todo progreso. Tan alta misin social atribuimos a la crtica que deseramos que nuestros jvenes dedicasen a ella sus nacientes injenios, sin arredrarse por el mal resultado de sus ensayos i el desacierto de sus primeros pasos. Nada creemos que pueda remover la indolente apata de nuestra prensa actual, si no es la crtica, a veces amarga, de los estravos de nuestra sociedad, a la que es preciso herir para que despierte de su letargo, para que entre en la vida intelijente, en la vida social, en la vida democrtica a que est llamada. Mui mal hacen los que, aspirando a una perfeccin estempornea i prematura, se arredran de arrojar sus ideas al pblico por temor de incurrir en la desaprobacin de los intelijentes que, puestos en un punto mas elevado que nuestra sociedad, no necesitan de los escritos de la prensa, la que en nuestro pais debe ser siempre incorrecta i defectuosa, si se quiere que ella sea popular i democrtica. Es quimrica la pretensin de ser perfectos cuando estamos en la infancia, i prestar una atencin pueril a las formas i a la correccin, cuando el pueblo en jeneral no es idneo para sentir todava estas bellezas de detalle, este lujo i estas esterioridades que tanto aprecian los pueblos desde antiguo civilizados. El escritor americano debe sacrificar al autor en beneficio del adelanto de su pais, el amor propio en las aras del patriotismo; hacer brillar la buena intencin sin curarse de la fama de buen literato. Terminaremos observando que el primer articulista frances en las contestaciones que han dado orjen a este artculo, ha dirijido ataques a alguna persona que supone autor de la ofensa que lo irritaba, haciendo ciertas indicaciones con respecto a ella que mal podria equivocar a una parte del pblico sobre la persona a quien se quiere sealar, dirijiendo una especie de reto e insultos mal aplicados a un mal crtico o a un mal escritor. I bien qu haria el que tales palabras vierte, si la persona a quien las dirijo probase que no ha merecido tales eptetos, porque no ha hecho jamas a los franceses ofensa ninguua, ni escrito una palabra que los hiera? Habr hecho entnces una accin mala, hija de la petulancia, la lijereza i la irreflexin; no habria procedido como buen escritor frances que no critica las personas sino los escritos; habria merecido en fin que se le tratase descortesmente, i nada mas.
EL OTELO REPRESENTADO POR CASACUBERTA (Mercurio de 13 de diciembre de 1841). Por mas que diga el cartel del teatro que anuncia la representacion de Otelo, esta trajedia ha perdido mucho del mrito que le ha acordado el pblico
en aos atras. Cuando Voltaire i La-Harpe clasificaban de brbaro a Shakespeare, se hizo de su Otelo una pardia en Francia en que arreglndolo a las ideas que entnces se tenian de las conveniencias teatrales, al estilo clsico i las manas de las declamaciones que caracterizan el siglo XVIII, se quit al Otelo mucho de la ferocidad selvtica de las pasiones que su inmortal autor habia atribuido a su hroe, a fin de no chocar con las delicadezas de un pblico acostumbrado ya por Racine i Voltaire a cierto refinamiento i decoro en el crimen mismo, que no consentia ver la realidad de la naturaleza, aun en sus deformidades. Esta traduccin de Otelo, si tal puede llamarse, pas al teatro espaol sufriendo nuevas correcciones i enmendaturas que lo desfiguraron completamente. Desdmona fu sostituida por Edelmira, Yago por Pezaro, i un Loredano fu necesario para llenar los vacos que de la refinada malicia de Yago, aquel tipo de infamia i de hipocresa, no acertaba a cubrir Pezaro, que nada tiene de hipcrita, salvo su propia asercin. Cmo comparar la naturalidad de la intriga en el Otelo de Shakespeare, en que un pauelo que Otelo ha lado a Desdmona, es sustraido malisiosamente por Yago para encender los justos celos del feroz africano, i esa diadema i esa carta que tanto los justifican en el nuestro? Qu significa este Loredano tan desligado de la intriga, tan postizo si es posible decirlo? Ni brillan en Edelmira aquellas inocentes i candidas emociones del amor, ni en los momentos que preceden a la catstrofe los pueriles miedos de morir, los pretestos con que quiere Shakespeare prolongar su vida o salir del mal paso, i que tan bien ha reproducido Victor Hugo en la Catalina de su Anjelo. Basta en cuanto a la pieza. La representacion del seor Casacuberta ha sido feliz, terrible hasta poner miedo en los espectadores dos o tres veces, i jenerahnente bien desempeada, en cuanto a la mmica, que es tan inteligente, tan expresiva, i tan delicada en este actor. Si la representacion muda de los sentimientos; si la realidad que el actor da a las palabras apasionadas que salen de sus labios, adquiere toda su fuerza en las actitudes i en la jesticulacion, podemos decir del seor Casacuberta que ha sido pocas veces sobrepasado en los teatros de Amrica. El clebre actor espaol Lapuerta, no obstante su mrito profesional, admiraba en l est relevante i espontnea cualidad que pone de manifiesto al espectador una multitud de sensaciones que si bien no estn espresadas directamente por el autor dramtico, se deducen fcilmente del contesto de las palabras, i sirven de imperceptibles gradaciones para pasar de un sentimiento a otro i dar vida i animacin a los personajes que necesitan vivir de algo mientras que uno tiene la palabra. El cuarto acto ha sido desempeado con maestra i el repentino designio de clavar el pual a Edelmira al alejarse de la escena, dej helados de espanto a los espectadores. El pblico ha hecho justicia a las apasionadas emociones de la seora Montes de Oca que ha llenado en la representacion su difcil papel con el mayor acierto. Es mui notable el efecto que la co-representacion del seor Casacuberta, obra en el seor Velazco que no acierta a agradar al pblico sino cuando est acompaado de su nuevo prototipo. Una palabra sobre las decoraciones. La del senado era de un gusto nuevo; i si en los espaldares de los elevados asientos hubisemos visto colgados los retratos de Aristteles, Santo Tomas de Aquino, Joanes Scotus subtilisimus doctor, el emperador Teodosio, el papa Hildebrando i Democrito i Herclito, rindose el uno i llorando el otro, habriamos tenido una fiel copia de nuestra cmara de diputados, que creemos es el tipo que el artista ha querido
realizar. La idea de aproximar el teatro a nuestras realidades no es mala sin duda; pero ha copiado un modelo mui apolillado, i que desaparecer tan pronto como haya quien se avergence de estar discutiendo los intereses del estado en presencia de todos aquellos mamarrachos, i enjaulado en unas balaustradas de gusto encarecido i chocho, que dicen tan mal con los progresos que el buen gusto i la riqueza hacen diariamente. Una cuestion se suscita naturalmente con motivo de la representacion de Otelo. La memoria del malogrado Cceres parece reanimarse en la noble figura de Otelo que l haba identificado en Santiago con su propia persona. Quin es entre ambos artistas mas trjico, mas actor, o mas vehemente? Cul de ambos podia escitar mas profundas emociones en el nimo de los espectadores? Cuestion es esta que todos se hacen, resolvindola cada uno de los aficionados en pro o en contra, segun sus simpatas o sus recuerdos. Nosotros nos guardaremos de pronunciarnos en esta cuestion. Hemos oido una observacin i creemos oportuno reproducirla, i es que la reputacin de Cceres es un recuerdo que el tiempo, las simpatas i su temprana muerte han sublimado, i mal puede competir con ella una nueva que se nos presenta a nuestras miradas i a nuestras observaciones. Mas siempre ser un hecho cierto que el seor Casacuberta es un actor distinguido, que en el desenvolvimiento de la pasiones, en la completa intelijencia de las palabras, i en la mmica, que es el lenguaje esclusivo del artista, lo que es su patrimonio, su propiedad, es mui digno de la admiracin del pblico; pues las dotes naturales, como son la voz i la presencia, que en nada desfavorecen al seor Casacuberta, i que tanto seducen los sentidos de los espectadores, de nada valen cuando no hai aquellas grandes calidades que caracterizan al artista, sin olvidarnos que hai ciertas relaciones de simpatas, cierta confraternidad entre el pblico i el actor que aun no ha tenido lugar de desarrollarse.
LAS BOMBAS! (Mercurio de 17 de diciembre de 1841). Un ments dado por un cabo de la compaa de bomberos es cosa que no debe contestarse; si saliera de la boca de un sereno que puede hacerlo dormir a uno en lugar seguro hasta que venga el dia i se aclare el hecho, pase; pero de un cabo de las bombas de Santiago que no han tenido hasta ahora el gusto de echar con provecho un chorro de agua desde los dias de su institucin, es un ataque mui lijero i de mui poca consecuencia. Mas que achicar la bomba, sabe achicar denuestos. Ments, el atrevido! como si los diarios no hubiesen sido inventados ex-profeso para que cada uno sacie su hidrpica gana de mentir! Tenernos por uno de los muchos embusteros que hai en Santiago! Gran picarda por cierto! De lo cual es testigo el intendente i el juez- de polica, quienes.. Pero las bombas, despues de probar que eran las doce i no las once, i despues de limpiar la acequia satisfechas de que no haba nada que hacer (oh, que satisfaccion tan sabrosa!) i de haber cumplido con su deber se retiraron! a desafiar al que diga que no se retiraron Cuntas veces han gozado las bombas esta dulce satisfaccion de no hallar nada que hacer i sobre todo de retirarse! Testigos de ello los muchos embusteros que en cada incendio que
ocurre descargan sus tiros ponzoosos contra las bombas que siempre cumplen con su deber de retirarse. I despues de todo a que conduce este comunicado con su ments que le sirve de introito i su desafo de catstrofe? A probar que el establecimiento de bombas est bien servido? Qu no hai mejoras que introducir en su servicio? Qu llegan siempre a tiempo de destapar las acequias en lugar de apagar las llamas ya estinguidas sin su ausilio? Pero, qu entiende de esto, seor, un cabo de las compaas, de las bombas que se ha creido atacado en su persona porque se ha dicho algo sobre las mquinas? .Ni que otros fines nos atribuye este cabo que el de contribuir con nuestras observaciones a la mejora i cuidado de esas bombas que, bien servidas, i sin dejarles gozar de la satisfaccion de retirarse sin haber hecho nada, que gozan tan a menudo, sean parte a salvar las fortunas de los individuos amenazados diariamente por los incendios? Es mucha gracia culpar a los vecinos de descuido! Por descuido ocurren todos los incendios, i las bombas no son para deliberar sobre las causas que los producen, sino para apagarlos despues que han aparecido. I qu se deduce en sustancia de todo el tenor del comunicado? Qu en las dos palmas que estn en el convento de Santo Domingo, se fragu quiz la falsa relacin dirijida al Mercurio? I eso es a buscar siempre la persona! la persona! Sin que se sepa quien es el embustero, no puede haber comunicado cabal. Pero los incendios, cualesquiera que sean las causas que los produzcan, ya sea de descuido o intencin del dueo de la casa incendiada, se observan en un instante en cualquiera hora del dia o de la noche, i un momento perdido basta para hacer irremediable el mal que puede ser de tal gravedad que deje sumida en la miseria una familia entera. Los medios de contener los estragos de los incendios deben ser tan espeditivos, como es sbita la voracidad de las llamas e imprevista la calamidad de un incendio. Sin esto, las bombas, los bomberos i los cabos son intiles i tendrn la satisfaccion ele retirarse sin hacer nada. La seal convenida es el toque a fuego en la catedral. Por qu no son? Ha previsto este caso la polica?Por qu la seal ha de darse solo en la catedral, i quin est encargado en la catedral de responder inmediatamente al llamamiento de la comandancia? Este caso es grave, pues la demora necesaria para dar la alarma i el tiempo necesario para poner en marcha las bombas, basta para hacer intil, por demasiado tardo, el ausilio de ellas. En Valparaiso tenemos algo mas adelantado. Hai una campana especial para llamar la compaa de incendios, cuya cuerda est al alcance de todo el mundo, i hai premios establecidos para gratificar la prontitud en acudir a las bombas, que son unas mquinas poderosas i activas, i que por su perfeccin estn libres de los accidentes que inutilizan la asistencia de las de Santiago. En el incendio de la casa de Lazo, despues de haberse consumido todo el edificio, las bombas no pudieron aclarar; i en el de la Compaa no anduvieron mas felices. La ciudad de Santiago es mui estensa, i solo los edificios que rodean la plaza tienen derecho a esperar el ausilio de las bombas. Convendra, pues, tener caballos prontos siempre para tirarlas; convendra multar a los campaneros que no obedecen con prontitud al llamado de los serenos, gratificarlos tambien, como convendra gratificar al primero que hiciese echar
agua en la manzana o calle en que aparece un incendio. En fin, convendra hacer de modo que con la celeridad del rayo pudiesen acudir las bombas al lugar del incendio, i que las campanas, los campaneros, los avisos, el agua, i las bombas pudiesen moverse a un tiempo bajo la sbita inspiracin del momento. Creer que las bombas de Santiago i los medios actuales de administrarlas es lo mas perfecto conocido, o lo mas perfecto posible, o lo nico que puede hacerse, es un error que refluye en mengua de quien lo sostiene. En 700 incendios que ocurren anualmente en Londres, los dos tercios son oportunamente estinguidos por las bombas i no hai ciudad de alguna nota en Europa i Norte-Amrica que no tenga sus compaas de seguros de incendio, que por su propio interes salvan las propiedades de este azote inevitable. Es digno de colacionarse aqu, como un ejemplo que puede ser imitado entre nosotros, que cuando la ciudad de Filadelfia era mnos rica i mnos poblada que Santiago, se form a propuesta de Franklin, una sociedad de vecinos para favorecer las casas incendiadas, teniendo cada uno de ellos baldes, escala, cordeles para amarrar i trasportar efectos. Esta sociedad dio orjen a otras muchas que por fin hicieron miembros de las sociedades para estinguir incendios a todos los proprietarios, pudindose decir que no habia veinte aos despues una ciudad en el mundo que contase con medios mas seguros de contener un incendio, no ocurriendo prdidas considerables por los estragos de las llamas, que por la previsin de los vecinos pueden ser detenidas en el momento que aparecen. No se enoje, pues, mi buen cabo porque aprovechamos a tuerta i derecha toda ocasin que se presenta para atraer la atencin del pblico, de las autoridades, de los propietarios i de los cabos sobre esta importante materia, en la que hemos correspondido a su desafo. Lo invitamos a asistir al primer incendio que ocurra, apostando desde ahora que yo estoi primero que las bombas en el lugar de la quemazn, i a que cuando Ud. llegue, se ha consumido el edificio entero o se ha cortado el estrago por otros medios. Eh! A qu viene aqu con sus bombas remendadas i carcomidas? No sirven para nada sus bombas. Son unos armatostes intiles!
DURANTE EL T (Mercurio de 20 de diciembre de 1841). Pero mire Ud. si se le ha invitado para que toque i no para que baile, por qu se le ha de consentir que venga a tomar parte en la tertulia? Permtame que le objete que esa distincin misma presupone la desventajosa preocupacin que sostengo que existe contra el cultivo de una habilidad que poseda en un grado eminente, le franqueara la entrada en los crculos de mas tono en Europa. Dice Ud. que se le invita para que ejecute, es decir, para que d nuevo brillo a la reunion con su habilidad, i por qu no se le permitira bailar tambien ? Es que se le paga para que toque, i desde que admite salario no debe prometerse ser considerado como un convidado. Le sirvo a Ud. una taza ? Mil gracias. Nueva razon en mi favor. Todo lo que se deduce de eso es que vive de su talento, i su objecin confirma nuevamente lo que decia antes, que nuestras preocupaciones envilecen el cultivo de este precioso arte.
Paganini, Mazoni i otras celebridades que tenan asombrado al mundo culto, vivan de su talento tambien, i solo la aristocracia de Europa habria pretendido ser superior a ellos en los miramientos que se deben a un hombre distinguido, i advierta Ud. Que no se cultiva hasta la perfeccion un arte sin abstraerse de toda otra ocupacin, por lo que este arte ha de ser un medio nico de subsitencia. Luego ejercita su talento embelezando a los que le escuchan, justo es que se le retribuya el tiempo i el trabajo que emplea para hallarse en actitud de causar este placer. Querra Ud. Que cultivase con tanto esmero un arte que nada produjese si no es una improductiva i estril aprobacin? I deja por cultivarlo con provecho de ser caballero? Un caballero!i quin sabe qu clase de hombre es en su tierra? Oh! Ya sabia yo que aqu habiamos de venir a parar. Pero mui poco nos importa saber lo que era en su tierra. Es aqu un hombre decente por sus modales, su educacin, su conducta, i aadir tambien, por su semblante o su color? Luego es un caballero como cualquier otro. Quin le responde a Ud. que la multitud de comerciantes estranjeros que hallan siempre una favorable acojida en nuestros estrados son de mejor estraccin que un msico o un pintor? Al mnos en estos ltimos hai una muestra manifiesta de que han recibido alguna educacin; pues para hacer el comercio como se hace aqu, poca instruccin se necesita, segun Ud. puede echarlo de ver entre algunos de uestros comerciantes. Diga Ud. lo que quiera, pero yo no me atreveria a bailar con l. No haria en eso otra cosa que manifestarse fiel a las preocupaciones en que la han educado i que forman una especie de atmsfera de la que no le es dado salir. I crame Ud. que no la vitupero. Una nia tiene casi siempre sentimientos jenerosos, i si procede mal en estos casos es mas bien por no atraerse la desaprobacin de los otros, que por su propio instinto. Nuestras seoras son inflexibles en este punto i tambien tienen en ello una especie de razon; encargadas de conservar ilesa la reputacin de sus hijas, no quieren tampoco consentirlas que aventuren un paso fuera del camino trillado. De manera que en ltimo resultado somos nosotros los que creamos estas distinciones odiosas, por orgullo, por vanidad, por rutina i acaso por envidia. El dia que un personaje influyente se proponga romper esta valla que hemos levantado al talento, lo seguirn muchos otros animados de sentimientos igualmente nobles, i as seoras, seguras de la aprobacin de hombres que les merecen respeto, ofrecern una parte en los placeres de las tertulias a esos msicos que educan a sus hijas i viven honradamente de su habilidad. Ya se ve, que a no ser porque son msicos de profesin, en todo lo demas son lo mismo que los demas jvenes. Pero para ser msico, seorita, es preciso serlo de profesin, pues un aficionado no llega a ser sobresaliente, sino cuando emplea todos sus momentos en el cultivo del arte, i entnces si quiere sacar provecho de su habilidad, perder sus ventajas en la sociedad. El profesor de dibujo i el abogado se hallan en el mismo caso. Olvida Ud. que antes se consideraba como deshonroso el ejercicio de la ciruja i de la medicina, i nuestras seoritas de tono miraban en mnos a un mdico o un cirujano? S, pero eso era una necedad. Qu tiene ser mdico? Mas no pensaban as ahora cuarenta aos; como no pensarn como Ud. sobre los artistas dentro de cuarenta aos mas; ya ve Ud. lo que se lee en el Mercurio de la Rachel en Londres.
Qu la Rachel? No he visto. Una clebre actriz francesa que gana siete mil francos por cada representacion, i de quien las seoras inglesas solicitan como un honor el ser admitidas en su sociedad, Tampoco bailara Ud.. con un clebre actor cuyas costumbres i modales no desdijesen de las que convienen a un hombre decente? Oh! tambien usted! Cmo habia de bailar? Eso no. I admitira en su sociedad i distinguira con su amistad particular a una actriz con aquellas cualidades? Mucho mnos! Una cmica en casa i mi amiga. Jess! Quite all! Pues bien, eso que le causa tanto horror a usted, es lo que hacen hoi jentes como la que componen la aristocracia inglesa. Condesas, duquesas con un milln de pesos de capital, si no de renta anual, con la educacin mas esmerada, con el orgullo mas insoportable, con la sociedad de los reyes i de los prncipes, jentes que llaman canalla a los hombres honrados que, como su padre de usted, son comerciantes o simples propietarios i a quienes no ofreceran un asiento en sus palacios, estas jentes comen, pasean, bailan con una actriz, se envidian la sociedad de una cmina seorita, de una Rachel, hija de qu s yo que miserable. Pero eso es mui chocante! Si, mui chocante para quien tiene preocupaciones arraigadas e ideas recibidas; mui chocante para las personas i las sociedades que, incapaces todava de apreciar el verdadero mrito, se aferran en atribuirlo a la fortuna legada, a una cosa que llaman nacimiento i que no siempre puede resistir al examen, que sobre todo no es lo que en las monarquas se llama nacimiento.. Quiere usted que vamos al piano? As termin esta discusin que con asombro o en una de estas noches entre uno de nuestros jvenes i una amable seorita que nos servia el t. Digo con asombro porque es la primera conversacin til, la primera racional seguida i ocupada de un objeto nico que he oido en los dias de mi vida mientras se toma el t. Es tan variada por lo ordinario, tan rica en episodios la conversacin cuando se toma el t! Aqu tiene usted un asiento. Le gusta a usted cargado?Le sirvo leche? Usted dir. Quin dijo que no haba comedia el jueves? Si Jimnez est con la viruela. Pobre! Srvase usted una tostadita. Estuvisteis en la funcion de la Catedral? Qu bien cant Lanza! Esta maana se mat un peon en la casa de Lazo. Qn hubo al fin del incendio? Irian las bombas, por supuesto, i se quedaran en nada. Le sirvo otra tacita? Si no le ha de hacer mal. Pues yo tomo siempre tres. I estas tazas que son tan pequeas. En lo de Lataste hai unas mui grandes. Vio usted el Otelo? Cmo me gusta la accin del seor Casacuberta! En aquel pasaje del cuarto acto, qu cosa tan terrible! Pero dicen que es mui inferior a Cceres. que no grita mucho. Se acuerdan en qu tiempo muri Cceres? Era mas buen mozo. Quin seria ese jven que nos ofreci la mano al subir al palco. Aquel que bail contigo el domingo? Ha visto el pauelo a la Mercedes? qu rico, no? No me gusta esa clase de manga; mejor es esta. Al piano? Si no toco nada que se me pueda oir. Eso es viejo. Favor que usted me hace.
Esta es la parte obligada de la que sirve el t; dejo a mis lectores las rplicas que de todas partes se suscitan a do, a trio, en coro si hai muchas seoritas, con la festiva alegra de todos, i el dulce sonar de los sorbos i platillos. FIESTAS DE LA NOCHE BUENA (Mercurio de 26 de diciembre de 1841). Como una hora hacia que metido en mi cama trabajaba por dormir i tomar el descanso necesario a las fatigas del dia, pero en vano; los serenos no se sentian con fuerzas para acallar la grita de la plebe que en gruesos grupos paseaba las calles de Santiago al son de cuernos, canarios, chicharras, tamborinos i cometas. Perdida, en fin, toda esperanza de dormir me resolv a pasear la noche buena; abandon mi cmodo i clibe lecho, i despues de cinco minutos de toillet me lanc en la calle. Qu imponente espectculo! Las calles tapadas de jente de chapa ya que marchaba en todas direcciones, el bullicio, el desrden, el redoblado jemir de los bronces de todas las iglesias a impulsos de diestros campaneros, todo, todo, en fin, anunciaba una alarma mas bien que la celebridad de la noche buena. El gran reloj que la ilustre municipalidad regal para ornato de Santiago i comodidad de sus habitantes, sonaba con grandsimo trabajo las doce, hora en que todos rean i gritaban; hora en que los pretendientes, apurando el ltimo quilate de la elegancia i tocando en ridculo su almibarada ficcin, hacian alarde de llevar ocupados sus diestros brazos por el objeto de su cario, mientras que la guardia de prevencin, sacando fuerzas de flaqueza, se afanaba en vano por igualar las distancias con la cabeza de la columna, para medio oir por lo mnos los dilogos dulces o amargos de la mitad de vanguardia, que hablando mui quedito burlaba la vijilancia del femenino jefe; hora, en fin, en que atraido por los ventosos sonidos de un rgano, entr a la Catedral. Principiaba ya la misa: los petimetres, sin faltar a su costumbre, daban vueltas i revueltas por las largas bvedas del templo, haciendo algunas paradillas de cuando en cuando, no para oir la misa i s para distraer con sus moneras a deidades que gracias a los codazos de sus relijiosas madres, oan la misa con devocin. Un movimiento jeneral anuncia la conclusin de la misa; me santiguo con agua bendita de la pila para librarme de los malos pensamientos, que siempre me persiguen, i salgo del templo despues de haber sufrido mil empujones, pisotadas i malos olores en el estrecho de la puerta. Un nuevo i sorprendente espectculo me esperaba a la salida de la iglesia : centenares de individuos catlicos, a quienes se les haba negado la entrada al templo, como a los escomulgados, porque no vestan frac, dorman como dicen a pierna suelta, sirvindoles de lecho las duras lozas de las gradas. Qu horror! La fresca brisa de la madrugada i el ver la Iuna clara como el dia que yaca en la mitad de su carrera, tranquilizaron un tanto mi exaltada bilis; mis largas i descarnadas piernas, adoloridas por el martirio en que las haba tenido durante la misa, me pedan movimiento para su alvio, i como faltaban dos horas para la venida del dia, viro por redondo, pongo proa a la Alameda i con viento a bolina llego, para espiacion de mis culpas, en un momento. All el populacho cometa mil desrdenes, no se veian mas que pleitos, las pedradas silvaban en todas direcciones, arrebataban los pauelos del cuerpo
de las mujeres, sin que las patrullas i serenos fuesen bastante a contener tan horrendos desrdenes. A poco que habia andado se me lleg al lado un descamisado dando fuertes rodillazos a una bandeja; el mozo de la guila, me dijo, hai refresco de todas clases, pescado frito con ensalada de beterabas, hai aloja, hai orchata, hai punche en leche, hai I no hai demonios que carguen contigo majadero? le dije. A que se atendr este futre pipiolo? me contest. Desesperado le di una trompada, i l me la devolvi con un boyazo tan bien dado que hube de pasar mas de cinco minutos de continuada lucha con mi sombrero para poderlo sacar de mi sofocada cabeza. Llamar un sereno en mi ausilio hubiera sido un disparate, pues mis gritos se hubieran confundido con los sonoros instrumentos de noche buena, o por un segundo boyazo del mozo de la guila, que ya se envolva las mangas de su despedazada camisa para emprender conmigo descomunal batalla. Por prudencia, mas que por miedo, hu de este infierno hasta que llegu a una pequea plaza, donde por el silencio i una guardia que all habia, me consider en puerto de salvamento. Libre de la repugnante estampa del mozo de la ayuda, me puse a contemplar un magnfico edificio que all hai, edificio destinado a acuar el mvil de todas las acciones del hombre, i que produciendo tan envidiada mercadera, yace en una total ruina despues de tantos aos de abandono. Luego que conclu mis contemplaciones puse el rumbo al puente donde crea encontrar concurrencia no tan riesgosa como la de la Alameda; pero al dar vuelta a una esquina encontr el carretn del Panteon en viaje. Un terror pnico se apoder de mi corazon, i se me erizaron los cabellos al considerar cuantos desgraciados habian pagado el tributo a la muerte antes de la noche buena dejando a sus familias anegadas en el llanto i la miseria. Acompa hasta el puente tan funebre vehculo i animado de una relijiosa compasin implore al cielo por las almas de aquellos infelices que pronto debian sepultar sus inanimados restos en el seno del olvido. Los verduleros i carniceros, conduciendo en sus sucias yeguas las verduras i carne para el consumo de 80,000 almas, entonaban bruscas canciones i con precipitacin entraban en la plaza, atropellando a cuantos iban por all inmediatos. La del alba era cuando las jentes guiadas por la luz del da entraban en la plaza, i yo entr uno de tantos Qu cosas vi i o en aquella confusin de Babel de nuestros tiempos! O pregonar duraznitos de la Vrjen, porotos granados, duraznitos de San Jos, buenas brebas, cirgelas por ciento, sandillas, mote pelado, huevos frescos, fruta de la grande, etc., etc.; i por ltimo o que todo lo que se pregonaba era fresco, nuevo, bueno i grande. V que por la puerta del sur de la plaza entraban muchas caritas de noche buena, quiero decir plidas i desencajadas, que se dirijian cada uno con su cada una a comprar claveles, que los pagaban a peso de oro, porque los vendedores se aprovechaban de que el comprador yendo tan bien acompaado, no poda pedir rebaja por un manojo de claveles con albahacas, temeroso de acreditarse de mezquino para su compaerita, que sabe Dios que afecciones los unan. Vi muchas mesitas cubiertas de un mantel inmundo, donde llegaban los elegantes a tomar gloriado, i o que gritaban nehee en coro a cada trago de tan chibatuna bebida.
Cuntos rostros v causas de mis desvelos i desvarios antes de la noche buena, que pasada esta no hacian latir mi corazoncito amante al encararme con ellos! Todo es concluido le deca a mi capote, ya no hai ilusin! Ah nias ! no vayan mas a la noche buena, una trasnochada causa avera gruesa en nuestros delicados rostros; agobiados de sueo i descompuestos, no podis voltejear en la Alameda el dia de Pascua con la elegancia de costumbre. Otra advertencia les hiciera, pero temo el desagrado de vuestras madres, quienes tampoco deben ir a la noche buena porque les puede dar el garrotazo. I vosotros jvenes que vivs en el siglo XIX, a qu vais a la Noche Buena? Vais a una misa por fiesta de algazara? Vais a pasearos a la Alameda a ser testigos de actos de prostitucin, a correr all un riesgo cierto, i por fin, a rolar entre jente sumida en la embriaguez, a quien la desidia de la polica anima a cometer las mayores tropelas ? Vais a la Plaza a que os atropellen o rompan la cabeza con los cestos de papas, cebollas, etc., a tomar mate i gloriado i por fin a dar pbulo al hurto? No! abolid tan aldeana costumbre, dejad para la plebe la Noche Buena, hasta que la polica tome medidas activas para prohibir tamaos desrdenes. Yo prometo no pasear en el resto de mi vida la Noche Buena, pues no me gustan los boyazos por lo poco econmicos, i tampoco quiero que me llamen El Aboyado.
LA ZAMACUECA EN EL TEATRO! EL MASAS. EL NOVIO EN MANGAS DE CAMISA Beneficio del seor Jimnez. (Mercurio de 19 de febrero de 1842). El seor Jimenez ha tenido la feliz ocurrencia de presentarse i de despedirse del pblico de esta capital con el papel caballeroso del Doncel de Villena. Los aficionados hoi a la ejecucin de este jven i naciente artista le han perdonado cierta exajeracion que en sus actitudes espresivas de noble orgullo le desaprobaban antes en su primera aparicin en las tablas, ese descompasado abrir los brazos en las exclamaciones. La pieza ha sido examinida i justamente elojiada en la primera representacion, i nada aadiremos a lo que entnces se dijo. El nombre de Larra rodea a sus composiciones de cierto prestijio, de cuya influencia hai pocos que puedan sustraerse. Grande osada fuera poner tacha a aquel que en todos los dramatstas de su tiempo tantas descubri. Id Cervantes de la rejenerada Espaa, tanto por el lenguaje como por el injenio i la influencia que sus escritos han ejercido sobre su poca: el hombre, en fin, que am hasta suicidarse, reuna en s los elementos todos que constituyen el autor dramtico. Los preceptistas como Boileau i La Harpe han dado tristes pruebas de lo poco que vale el conocimiento profundo de las reglas del arte cuando no favorecen al jenio, cuyo encumbrado vuelo pueden moderar a veces, mas nunca dirijir. Larra, empero, no respetaba en todo su conjunto las pretendidas reglas, i por tanto podia caer en defectos sin derogar de su alta reputacin como crtico. No es efectivamente un defecto en el Masas la duracin de la catstrofe, que resfria al espectador con la presencia de dos moribundos que sobreviven al golpe mortal para apurar las efusiones de un amor que se goza en su misma desdicha?
Pero pasemos al baile que es el objeto principal de nuestro artculo. Hasta ahora solo habamos visto en la escena las graciosas boleras, la cachucha, la gaviota a veces. Dos danzarinas, que sin duda no rivalizan con Miss Ester, habian arrancado aplausos al pblico con sus movimientos airosos, sus maniobras acompasadas; pero esta vez ha habido algo mas encantador que ha electrizado, o mas bien enloquecido al pblico. Los aplausos han tocado en el frenes i los gritos de otro' otro! tenan toda la viva espresion de un deseo popular que quiere ser satisfecho a toda costa. Qu nuevos atractivos tenia el baile para el pblico, qu nuevas habilidades venan a escitar su admiracin? Una bagatela insignificante en la aparienca, pero en realidad una cosa mui grande, i que remueve profundamente los corazones. Un baile popular comprendido de todos, que suscita simpatas, que trae recuerdos gratos, que se liga con nuestra vida i nuestras afecciones, que hace vibrar todas nuestras fibras, que llena el alma de las mas dulces emociones, i nos hace sentir la nacionalidad, la patria, el pueblo, la existencia en fin. Era la zamacueca; pero la zamacueca que se presentaba ante sus amigos, vestida de gala como una novia feliz, ejecutada a toda orquesta, ataviada de mil adornos i acompaada i cortejada por las boleras que la precedan i seguan con sus bulliciosas sonajas i las parleras castauelas al fin. Oh! no! no se rian los estranjeros que han visto a mil chilenos con la sonrisa en los labios, palpitante el corazon, siguiendo de hito en hito cada movimiento de la graciosa danzarina, acompaarla con mil golpes acompasados remedando el tamboreo, i hacindole hurras con los gritos de lea! lea! fuego! fuego! dale! dale! No! no se burlen de sus frenticos aplausos, de su alegra infantil. No! el que no es chileno no puede juzgar en tan grave materia, no puede comprender porque no sabe sentir, porque no es esta la cuerda que pone en movimiento sus fibras, porque esta batera galvnica no est montada para l, i por tanto no puede electrizarlo. Observad, sino, al espaol que bosteza en una luneta mientras se representa el Otelo o la Jaira, que a dos pasos de la orquesta no ha oido ejecutar una aria del Tancredo o una hermosa sinfona, observadlo cuando esta principia a preludir el acompaamiento de las boleras. Verislo entnces removerse i enderezarse en su asiento, animarse sus facciones, brillar sus ojos, i convertirse su habitual gravedad en festiva alegra. Verislo volverse todo ojos, todo oidos para gustar del mas pequeo movimiento de los danzantes, seguirlos en sus graciosos jiros, inclinar su cuerpo, como si fuera a dar airoso movimiento a las castauelas i apreciar mil bellezas que su baile favorito esconde a los ojos profanos; porque l solo tiene la clave que esplica al corazon los misterios que se encierran en aquellos pasos tan lijeros para adelante, para atras, para los costados, como el boltejeo caprichoso de dos mariposas que juguetean en el aire, en aquellas ondulaciones de los brazos que estn sacudiendo las castauelas, mil bellezas esquisitas, mil gracias encantadoras que se derraman por todo el cuerpo de la que baila, i le forman una atmsfera resplandeciente que brilla en los ojos del espectador iniciado, i que escita en su alma el deleite i la dicha. Si entnces lo miris mas atento, veris en su fisonoma los caracteres de una melancola plcida que revela lo que en su alma est pasando. El baile nacional que presencia en tierra estraa le trae a la memoria las mrjenes apacibles del Manzanares, las saladas majas de la Andaluca, los perfiles confusos de las montaas de la Navarra, el cielo azulado de la Estremadura, o las campias floridas de Granada; su imajinacion escitada por esta cuerda que ha vibrado en su corazon en los dias felices de su
infancia i susurrado sus dulces acentos durante los plcidos momentos de su amor primero, lo trasporta a la querida Espaa, se pasea en el Prado, ve las cpulas del Escorial, entra en Madrid, pasa por la puerta del Sol, encuentra a un amigo, se detiene a mirar a una madrilea garbosa que pasa, oye las campanas, conoce el taido de las de cada templo. Por Dios ! no lo distraigais, es el nico momento de dicha inefable que esperimenta desde que el puerto de Cdiz o Barcelona vio alejarse la nave que lo traa a la Amrica, de inmerecido i heredado renombre, de desengao i desaliento para quien viene a conocerla ! Si no os basta este hecho para juzgar cuanto importa un baile nacional, acechad a los emigrados arjentinos en los momentos en que reunidos bajo un techo amigo, i olvidando los rigores de un destino harto severo para no haberlo sino gloriosamente merecido, ensayan rehabilitar su nacionalidad i vivir de su patria i de sus recuerdos. El minu montonero con sus graciosos alegres, despierta sus adormecidas fantasas; parece que al escuchar su alegre i animada msica, salen de un letargo i se sienten llamados a la vida por la armoniosa voz de una hada amiga. La corriente de placer que estos aires nacionales levantan, los arrastra irresistiblemente a pedir la chistosa media caa, el intrincado i jeneral cielito. Oh! entnces puede estudiarse toda su nacionalidad, sus tendencias, sus bellas artes en jrmen, pero fecundas ya en porvenir i en desarrollo. El que pulsa las cuerdas de la tan popular guitarra se abandona a su imajinacion, i mil variaciones caprichosas comentan el tema favorito, perdindose en mil inspiraciones felices o en repeticiones armnicas i cadenciosas; repite los versos que le han sujerido sus numerosos poetas, i mientras las parejas se enredan en el intrincado laberinto de las figuras de estos bailes, el cantor recita por no perder momentos en que la poesa se mezcla a las melodas de la msica, versitos de cuatro slabas llenos de malicia i jovialidad. Los bailarines remedan con el acompasado estallido de los dedos el resonar de las castauelas, i revelan en sus movimientos espresivos i en los jiros de sus brazos su orijen andaluz, i las maneras chulitas de sus gauchos i compadritos. Si dejan de bailar es para entonar entre todos el himno nacional, tan conocido en otro tiempo, del guerrero que repite : A la lid, a la lid arjentinos! i concluir maldiciendo al tirano que los aleja de las alegres orillas del majestuoso Plata, que solo l puede correr libre all, lejos de montaas que estrechen su ancho lecho, i dejando mecerse entre sus ondas, cual canastillos de flores, islillas que tien de encarnado los floridos duraznos i embalsaman naranjos silvestres. Brindarn, al refrescar, por la patria, por la caida del tirano. Contarn las glorias de sus antepasados, i se estasiarn contemplando el porvenir que aguarda a su repblica, magnfico como sus rios, inmenso como sus llanuras, cuando en medio de sus luchas sangrientas se echen las bases de su civilizacin orijinal, de igualdad, de tolerancia i libertad que atraern a su suelo feraz i a sus climas diversos, los millones de hombres que estn desbordando en Europa i pidiendo a gritos una nueva patria para no entregarse en los brazos del suicidio i los delitos, a donde por fuerza quieren llevarlos la miseria i la desesperacin. Todos rivalizan en espresar un concepto, la prosa jime, el verso se subleva, todos hablan, nadie se entiende, i concluyen con tomar sus sombreros sin despedirse, con la cabeza acalorada, el alma contenta, dilatado el pecho i desahogado el corazon. Qu majia ha obrado este subdito entusiasmo? Qu tarntula los ha picado? El cielito, la media
caa.. un simple baile nacional. Esto, pues, importa un baile de chicoteo. Todo esto dice la zamacueca ; esto significa el jbilo de un pueblo entero que con las manos i los bastones ha tamboreado en coro, en masa, a pluralidad, para acompaar con sus golpes acompasados a la bailarina que elevaba al rango de un baile de espectculo pblico la zamacueca nacida entre el pueblo, i elevarla a una categora, a ser un personaje que destierre de los bailes a la desabrida contradanza, al ajitado vals i a toda esa caterva de insulsas moneras sin sentido, sin placer, sin verdadero encanto, para apoderarse ella sola de la escena, reanimar los espritus i dominarlo todo. 1 por qu no? Quin osaria disputarle el lugar que el sufrajio universal le ha dado? Quin le echara en cara su orjen plebeyo, despues que la alta aristocracia de la moda, del tono i el buen gusto la ha hecho el objeto mimado de la predileccion de las bellas i el obligado fin de fiesta de toda tertulia en que no se le condene a uno a morirse de puro fastidio? Por qu no habia de presentarse en el teatro? Afuera los estirados criticones! La zamacueca es el solaz del pueblo llano, llano porque no tiene el triste en que se le ataje un grano de arena. Despues de las duras tareas diarias a que la necesidad lo condena, lo aguarda en la chingana con los brazos abiertos la zamacueca su amiga, la esperanza de verla lo alienta en su trabajo, i a fin de poder presentarse en la chingana con el bolsillo un poco provisto para festejar la debida i chamuscadamente es que el pobre proletario se desvive i se afana. Sino no trabajara. Para qu? La zamacueca es el nico punto de contacto de todas las clases de la sociedad, lo nico que hai verdaderamente popular. Baila el pobre como el rico; la dama cono la fregona ; el roto como el caballero, con la diferencia solo del modo. Los rsticos la bailan con un poco de naturalidad, lo que llamamos a todo trapo, pero as lo hacen todos; cuando se rien lo hacen a carcajadas, s lloran aturden, si murmuran descuellan, si se enojan matan. Las jentes cultas se andan con mas tiento en todo. Ved una linda i apuesta jven que se para a bailarla. Dobla graciosamente su blanco pauelo, compnese i desarruga el vestido, ceba miradas furtiva al crculo de espectadores; en un santiamn ha contado los jvenes que van a verla bailar, i visto el lugar que ocupa el predilecto. Sus mejillas se sonrojan, la sonrisa mas dulce i mas venenosa de que puede disponer asoma en sus traidores i fementidos labios ; principia el canto i se lanza como un cisne jugueteando en las aguas, como un esquife dorado; las gradas la acarician i mil amorcillos revoletean ahuyentados por las ondulaciones que el pauelo describe; su lindo cuerpecillo va en sus graciosas vueltas i revueltas haciendo efectivo punto por punto este precioso verso popular, que es la pinUra ideal de la zamacueca : La culebra en el espino Se enrosca i se desaparece, La mujer que engaa a un hombre Una corona merece. Mil aplausos la siguen hasta su asiento. Otro i otra! i me paro yo. Apnas ocupo el centro de la sala cuando ya empiezo a sentir un hormigueo que me sube de los pis a la cabeza, el placer i la dicha me rebosan por todos los poros. Tuerzo mi pauelo, retoco el peinado, paseo miradas de orgullo i satisfaccion por toda la asamblea, clavo los ojos en la cantora; qu martirio ! se ha desafinado la prima ! Cambio de postura, una pierna principia a bailar
sola, la traigo arrastrando a su puesto, miro a mi compaera que ya pone, ya no pone la mano en el voluptuoso jarrete, las venas se me hinchan, el corazon me late con tal fuerza que me sofoca; respiro fuego, por fin cantan ! i todos los objetos terrenos se confunden a mi vista. Me desprendo del pavimento, siento que la sangre se me va a la cabeza, no veo nada, no oigo sino una armona lejana, lnguida como el amor feliz, me parece que vago en el espacio acompaado de una sombra celestial de mujer que revoletea en derredor mio, que aparece i desaparece a mi vista; como Sancho en l Clavileo, toco las estrellas, las saco de sus casillas.. Eh! pataratas! no valen un cigarro! Los estrepitosos aplausos me vuelven al mundo, a la realidad, a la vida material.... Dichosos los que ganan su vida bailando la zamacueca! .. I el Novio en manejas de camisa? Mui agraciado; pero nunca como una zamacueca bailada en el teatro por la seorita Montes de Oca, acompaada por toda la orquesta i tamboreada por mil jvenes entusiastas, que aplaudamos hasta aturdir, i gritbamos a riesgo de desternillarnos.
LAS HERMANAS DE LA CARIDAD (Mercurio de 21 de febrero de 1842). La relijion, como la poltica, como las costumbres, como la poesa, tiene un modo de ser especial en armona siempre con las necesidades de la poca, o con la altura de la civilizacin de los pueblos. Sin cambiar la sustancia de los dogmas que constituyen la creencia, la aplicacin de ellos se tie de las ideas dominantes. Cada siglo se ha levantado como en intrprete para aplicar las doctrinas a la economa moral de la vida, i sin duda ninguna que si los dogmas no han sufrido alteracin en dieziocho siglos en la iglesia ortodoja, su espritu ha sido diversamente comprendido en cada uno de ellos. Al espritu de fervorosa predicacin que disemin el cristianismo en los primeros siglos, dejando en su rpida marcha sembrada la tierra de mrtires que sucumban en el terrible combate que libraban al despotismo secular del politesmo, se sucedi el recojimiento contemplativo i asctico de los eremitas i de los monjes sus sucesores, que a la par de formar planteles de nueva vida i de continuar la obra de invasin que debia abarcar todos los estremos de la sociedad, desde el poder que la rejia hasta el siervo que parecia no estar comprendido en ella, servan de reclusiones en que las meditaciones de los doctores se abstrayesen de toda distraccion para consagrar el pensamiento a la discusin de las verdades que el cristianismo proclama, combatiendo los errores que los estraviados de la verdadera senda intentaban hacer prevalecer, i formulando las sanas doctrinas que la iglesia debia profesar. Despues de estas diversas fases que ha presentado la marcha del cristianismo, i los diversos i sucesivos trabajos de manifestacin, predicacin, examen i codificacin si es posible decirlo, se suceden nuevas pocas i nuevas fases que tienen su espritu i sus signos especiales. Cuando en la Edad Media hubo completado la ocupacin de la Europa, emprende por las cruzadas la conquista del Asia, i vuelto a su patria, cansado de sus intiles esfuerzos, persigue la hereja con armas mas terribles an que las que empleaba para los infieles, el esterminio. De paciente resignado que fu en su orjen, se tornaba mas tarde
en dspota absoluto que no podia tolerar ningn jnero de contradiccin. A la predicacin se sostituy la conquista, al anatema las hogueras, i no obstante esta contradiccin en los medios de ejercer su influencia en la sociedad, los dogmas eran los mismos; pero los hombres que lo aplicaban eran diversos, su civilizacin i sus ideas enteramente distintas. Mas tarde, cuando la unidad catlica del mundo cristiano se rompi por el espritu del libre examen que echaba los jrmenes del desenvolvimiento rpido de la civilizacin moderna, de que hoi somos testigos nosotros, las sociedades trabajaron por constituirse de nuevo. Las revoluciones de reorganizacin principiaron, i los reformadores de todos los paises han acudido a desbaratar como escombros intiles de lo pasado, todas las instituciones que no tenian aplicacin inmediata al nuevo rden de cosas. Entre stas, i es a lo que nos proponemos contraer nuestra atencin, se han encontrado las asociaciones monsticas establecidas en la poca contemplativa i asctica del cristianismo. Han sobrevido como hechos a todas las diversas fases que l ha presentado hasta establecer en el mundo la libertad, la igualdad i la humanidad, que son sus ltimos resultados. Las casas monsticas han desempeado en siglos pasados un gran papel en la civilizacin del mundo, i cuando las tinieblas de la Edad Media habian estendido su negro manto sobre toda la Europa, en los conventos se conservaba, si bien vacilante i dbil, la luz en donde debian encenderse cuando sonase la hora del renacimiento los grandes faros que debian iluminarla. Los conventos han sido un semillero de hombres eminentes en los tiempos en que estas casas tenan su significado i su mission en la sociedad. Pero una poca ha llegado en que un grito de anatema se ha levantado contra ellos, i las conmociones que han obrado al desplomarse han comprometido el reposo de las sociedades. No es nuestro nimo entrar a clasificar la justicia i oportunidad de los recios ataques que de todas partes se han dirjdo contra ellos. Basta para nuestro intento estar ciertos de que es un hecho jeneral, repetido, dominante, para que lo atribuyamos a una causa grave i subsistente. La historia de toda la Europa nos lo acredita como tal, i la pasada lucha de la Espaa no es mas que la ltima edicin de la obra que Francia, Inglaterra, Alemania i demas paises del norte, haban ejecutado antes. Las repblicas americanas al tratar de organizarse han intentado seguir el mismo sendero, i no son pocas las que se han estrellado en este escollo. La civilizacin parece mostrarse hostil a las casas monsticas, i los hombres que creen que las sociedades pueden retrogadar o detenerse, se han imajinado que el mal no est en las necesidades de la poca, sino en el espritu innovador de los que llaman filsofos. A estos podria preguntarse, admitiendo su hiptesis por qu existen ahora estas ideas, i no han existido durante la larga serie de siglos en que los conventos han existido sin obstculo? Por qu se manifiesta en todas partes esta misma prevencin? Por qu cada dia ejercen estas casas mnos influencia en la sociedad? Por qu los hombres mismos que ponen su hombro para que no caigan estos edificios que amenazan ruina, no hacen tomar a sus hijos el hbito? Por qu escasean las fundaciones pas que en otro tiempo acumulaban tesoros para su esplendor i mantenimiento? Por qu son vencidos a la larga donde quiera que su supresin se ha intentado realizar?Por qu necesitan apoyarse en la autoridad para resistir?
Es mui sencillo, no obstante, responder a estos cargos. Porque estn en completa desarmona con las exijencias de los pueblos. Qu papel desempearn las casas monsticas en una sociedad que se ocupa de artes, de industria i de comercio? Qu influencia podrn ejercer en donde se vive de caminos, de navegacin, de cmaras, de libertad i de poltica, dnde las discusiones de la prensa lo abrazan i examinan todo, dnde el majisterio de la ciencia ha pasado al dominio de los laicos? Para que ellas pudiesen subsistir largo tiempo era necesario que tratasen de ponerse de acuerdo con los nuevos intereses, hiciesen sentir a la sociedad los beneficios de su existencia encargndose de ayudarla en alguna de las necesidades que, independientemente de las espirituales que pueden ser ejercidas por el clero, siente hoi tan vivamente en la vida social. Las corporaciones de relijiosos que han hecho una profesin de consagrarse a la enseanza pblica, han encontrado el medio de servir a Dios i a la sociedad a un tiempo. Preparando al hombre para el desempeo de sus deberes en este mundo, e inculcndole los principios morales i las creencias que han de asegurarle su porvenir en el otro, han manifestado que han comprendido su posicion, i que ya no es dado existir por existir i que la vida inactiva e infructfera de los claustros, est en contradiccin con las ideas i principios dominantes en la sociedad, sin que la moral mas severa tenga derecho para desaprobarlas. El cielo i la tierra, el alma i el cuerpo, el pensamiento i el trabajo, son con diversos nombres las dos divisiones de la existencia del hombre, i stas es preciso atenderlas a un tiempo, sin descuidar la una por contraerse esclusivamente a la otra. Estas reflexiones nos las ha sujerido el prximo establecimiento en la capital, segun se nos asegura, de un monasterio de Hermanas de la Caridad. Dedicadas a servir a Dios, a sus fervientes oraciones unirn la prctica diaria de las obras de caridad mas delicadas i sublimes, consagrndose al alivio de los enfermos i de los desvalidos. Esta til institucin traer al pais las mismas ventajas que en todas partes ha producido. Las ursulinas, las Hermanas de la Caridad i otras instituciones de este jnero en Francia i otros paises, han sido las nicas que han estado fuera del alcance de las revoluciones, i respetadas de todos, han prestado a la humanidad doliente aquellos difciles i penosos ausilios que sin el entusiasmo fervoroso de la relijion, sin la ardiente caridad que ella inspira, i sin la esperanza de las recompensas eternas prometidas a los que se consagran al servicio de sus semejantes, son una carga pesada para los que se ven condenados a desempearlas. Las Hermanas de la Caridad, poniendo al servicio de la desgracia la tierna i maternal oficiosidad de su sexo, prodigando a los enfermos puestos a su cuidado aquellas delicadas atenciones que solo la esquisita sensualidad de la mujer puede dictar, habrn transformado bien pronto nuestros hospitales en verdaderas casas de consuelo i de alivio para los desgraciados, i realizado los deseos de los hombres filntropos, que no obstante sus buenos deseos, ven con dolor malograrse todos los esfuerzos de la caridad pblica por la indolencia o ineptitud de aquellas personas encargadas de la tarea difcil i penosa de acercarse al lecho del dolor, ausiliar la debilidad i estimulacion de los enfermos. Los hospitales de Francia, servidos por estas mujeres modelos de la mas pura i santa caridad cristiana, han llegado a una perfeccin asombrosa en su economa interior, i aplaudimos de todo corazon que se establezca cuanto antes en nuestro pais una institucin que consagrndose tilmente en provecho
de la sociedad i comprendiendo el cristianismo en su mas pura acepcin, se entrega a obras meritorias ante los ojos de Dios i de los hombres. NUEVA REPRESENTACION DEL OTELO EL ESPA SIN SABERLO (Mercurio de 6 de marzo de 1842). La compaa dramtica de Santiago que nos ha favorecido temporalmente con sus escojidas representaciones ha ensayado sus talentos con grande satisfaccion del pblico en tres funciones sucesivas. La correspondencia que el Mercurio sostiene con la capital nos ha instruido del xito de cada una de las exhibiciones del teatro examinando el mrito de las piezas, notando los defectos de ejecucin i haciendo honrosos recuerdos de aquellos pasajes que el talento dramtico del artista habia logrado hacer notables. Por qu nosotros no haramos lo mismo comunicando al pblico nuestro juicio i nuestras observaciones sobre lo que tanto interesa a la cultura de nuestras costumbres i al refinamiento del gusto? Por qu no duplicaramos el placer de las diversiones teatrales reproduciendo por la prensa las sensaciones que nos han hecho esperimentar i aventurando nuestros juicios sobre los defectos i bellezas que notsemos? El teatro empieza a interesar profundamente a nuestra poblacion, i la concurrencia que han atraido las precendentes funciones, es una relevante prueba de la decidida aficin del pblico de este puerto por esta clase de espectculos, i de su buen juicio para apreciar las eminentes cualidades de algunos de nuestros actores. La representacion del Masas, que nos hizo gustar de la ejecucin del seor Jimenez, a quien favorece tanto el sonoro metal de voz que posee, i de cuyos talentos en jrmen aun debe prometerse mucho, si se esmera en cultivarlos con acierto i buen gusto, nos prepar para ver presentarse en el Otelo al seor Casacuberta, a quien tan merecidos elojios le han prodigado en Santiago. Algunas escenas fueron verdaderamente terribles, i la catstrofe llen de espatuo a los espectadores. Hemos leido en el Nacional de Francia una critica de esta pieza, representada i reabilitada en los teatros de Paris por un actor clebre. Como los crticos de Santiago halla esta composicion mui inferior a la de Shakespeare en el lenguaje cultamente salvaje, en sus delicadas manifestaciones del amor, en el refinamiento que choca con el carcter e ideas que deben atribuirse a un aventurero africano. Talma, dice el crtico, represent esta trajedia en los tiempos en que l aun un habia comprendido sus propios defectos; mas despues que se hubo perfecciouado e introdujo en la escena el estudio rigoroso de los trajes convenientes a las pocas, caracteres i circunstancias, abandon en el Otelo el traje morisco, sustituyndole el veneciano para hacer desaparecer la inverosimilitud de que cristianos tan fanticos como los de aquella poca i acostumbrados a hacer la guerra a los infieles, se sometiesen voluntariamente i con entusiasmo a ser mandados por uno de los que llevaban el traje musulmn. Al color negro sostituy el lijeramente tostado de las costas del Mediterrneo, i a la violencia habitual de las pasiones feroces de un brbaro, la manera fria i compasada de un hombre que habia estado harto tiempo en contacto con los cultos caballeros de aquella poca para haber adquirido alguna moderacin, dejando sin embargo romper de cuando en cuando por entre esta corteza de civilizacin, terribles estallidos de las
pasiones indmitas que desgarraban su seno como las lavas abrazadoras de un volcan. Realizando en fin, la naturaleza i arreglndole a las leyes de la verosimilitud, el Otelo perdi todos sus encantos, i Talma lo abandon para siempre, como un asunto indigno de su estudio i de sos talentos. El seor Casacuberta ha seguido en parte el dechado del grande artista, i no obstante sus talentos profesionales que los declaramos con gusto de un rden superior, estraamos que haya apelado a esta clase de representaciones que estn fuera de uso en los teatros mas cultos. El drama es el resumidero en que ha venido a hundirse la comedia i la trajedia antigua; todo lo que de aqu sale, como el Duque de Viseo i otras piezas del teatro del siglo XVIII, ha perdido todo su prestijio entre los espectadores i no les satisface en despecho de los talentos del artista que se desvive por realizar un imposible, como el de volver a la vida un cadver que no despierta simpatas. Pero si sus esfuerzos no han sido bien empleados en esta representacion, han llegado a una perfeccin estrema en la ltima funcion que hemos presenciado el viernes. El espa sin saberlo es la glora del seor Casacuberta, es su mas asombroso esfuerzo, su papel jefe. En el ex-cura Perrin deseramos verlo en Madrid u en otro teatro de Europa, seguro de que la crtica mas severa no hallara defectos sino bellezas sin nmero que notar, i una rara encarnacin del actor en el tipo que representa. Nada es mas sencillo que su carcter: es un cura bonazo, liberal, inocente como un nio, i lleno de admiracin por Napolen. Caracteres de este jnero se encuentran muchos en las provincias i lugares apartados de los paises de Europa. En Chile hemos tenido un cura Monardes de candida memoria, i por todas partes encontramos de cuando en cuando ciertos hombres que no han comprendido nada del mal que se desenvuelve en este mundo pecador, i que serian candorosos e inocentes en un presidio o en los carros. Pero nos parece el ltimo grado de perfeccin de la representacion reproducirnos uno de estos caracteres, de manera de olvidarnos que estamos en el teatro, de no conocer al actor i estar con la boco abierta i la risa en los labios aguardando por momentos alguna candidez de este hombre bendito, rodeado de pillos astutos sin sombra de moralidad, hacindose espin de la polica de un tirano, contando con la mayor buena f lo que ve i oye, denunciando a sus propios deudos, i todo esto con la intencin mas pura del mundo, sin sospechar lo que hace i animado de los sentimientos mas filantrpicos. Sus actitudes, su voz, su jesticulacion tarda, su mirar un poco abobado, sus actitudes tan antiguas i tan provinciales, su risa infantil, i mas que todo, la constante observacin de su carcter, aun en pormenores insignificantes, hacen al seor Casacuberta un actor de primera nota, i un artista distinguido en esta clase de papeles.
Hemos recibido de Santiago algunos detalles interesantes sobre la distribucin de premios hecha por los profesores del Instituto Nacional i presidida por el ministro de instruccin pblica el seor den Manuel Montt. Una numerosa concurrencia de ciudadanos distinguidos i de la juventud mas ilustrada de Santiago, se habia reunido a presenciar este acto que bajo el ministerio de uno de los mas distinguidos alumnos de aquella institucin pblica, ha asumido la solemnidad que merece, i despertado el interes que debe inspirarnos a todos esta ostentacin de las fuerzas inteligntes que prepara el gobierno en el recojimiento de un claustro para difundir las luces por todo el mbito de la repblica, i crear una juventud que al llegar a la virilidad se encuentre bien premunida de conocimientos e ideas para desempear con gloria la inmensa tarea de elevar a su pas i dar a los ministerios, a los tribunales, a la representacion nacional, a la prensa i los demas medios de accin sobre la opinin de los individuos i la marcha de los negocios pblicos, el impulso que reclama un pais consagrado a la liberlad, i en donde los sagrados principios que la humanidad ha consignado como axiomas, luchan aun por desembarazarse de la sofocante polvareda que siglos de ignominiosa memoria han levanlado al desplomarse con las instituciones gticas i las ideas retrgradas que habian incubado. Cunto no ha debidoe oscilar la emulacin de aquella juventud, i cuanto no ha debido sentirse elevada en su propia estimacin i en la de sus conciudadanos, al verse presidida en nombre del primer representante de la nacin, por uno de entre ellos, por el que ayer fu su catedrtico i un poco ntes su compaero de trabajos i de estudios! Bienes inapreciables del gobierno democrtico que llaman de donde quiera el talento i la capacidad; i que una vez colocados en el lugar que pertenece a estos nicos mritos del hombre, provocan a seguirlos a los que se sienten fuertes para resistir a la prueba. Los hombres que se sienten valer por solo sus luces, tienen el instinto de tribular a esta arma que les da tantas glorias, la misma veneracin con que el caballero de la edad media contemplaba la espada o la lanza que le hacia triunfar en los combates i en los torneos ; i por una mezcla de gratitud i de entusiasmo que no dejara de hallarse mezclada de un til amor propio las hace acalar por los demas, i se consagra a difundirlas en la sociedad. Aplaudimos altamente todos sus conatos i esfuerzos. El pensamiento del seor ministro ha sido el de solemnizar un acto en que l ha brillado en otro tiempo, al asistir a un lugar, como lo dijo en su discurso, centro de tantas esperanzas i de tantas simpatas; pero no podemos abstenernos de tachar de un poco de parsimonioso el aparato que ha debido solemnizar esta funcion, que hubiramos deseado que tuviese mas esplendor que el que puede darle la presencia de un ministro. Los pueblos necesitan fiestas pblicas; ellas son la espresion de sus convicciones i los momentos consagrados a la asociacin ntima. Solo las fiestas tienen el poder de avivar los recuerdos, de atraer voluntariamente al pueblo a confundirse en un mismo pensamiento aplaudiendo una misma idea. Las edados histricas del mundo han hecho clebres las estaciones del ao como los acontecimientos mas memorables que podan mover el corazon de hombres sencillos i rudos; Moiss rdenaba el ritual que cuarenta siglos debian seguir para celebrar la libertad del pueblo escojido; los griegos inmortalizaron el dia de la muerte de sus tiranos Harmodio i Aristojiton; los cristianos el nacimiento i la muerte de nuestro Redentor; los franceses revolucionarios el dia del asalto de la Bastilla; nosotros el de nuestra emancipacin poltica. En cada una de estas grandes
solemnidades hai una idea que domida, una idea que nace de la condicin especial de cada pueblo o de cada edad, de su civilizacin, de sus necesides i de sus creencias. Unos inmortalizan la naturaleza, otros la libertad, otros las convicciones morales i relijiosas, es decir la idea de que la sociedad vive i que alienta su existencia. Tan ntimamente ligadas estn las fiestas con los intereses dominantes de una sociedad, que seria en vano las prescripciones de la lei, la pompa i el fausto material que las acompaa, cuando el recuerdo se debilita i pierde su ntima relacion con el modo de ser de un pueblo. Un ejemplo bastar a convencernos. Los santos, es decir, los hroes del cristianismo han dado su nombre a cada uno de los dias del ao, han escitado la piedad de los fieles en los siglos en que el hombre viva para el cielo solamente; han interrumpido el trabajo de todos los dias para celebrar su memoria; han levantado monumentos costosos en los templos destinados a su adoracin; i se han acercado a la divinidad en la veneracin i respeto de los fieles. El mundo cristiano ha tenido que ocuparse al fin no solo del cielo sino tambien de la tierra, del gobierno de las sociedades, de conquistar su libertad civil, de cultivar su espritu, i de labrarse su feliciad, i desde entnces las fiestas de los santos empiezan a declinar, el pueblo oye sin alborozo la campana que le llama a celebrar su festividad; el jefe de la iglesia, atento a los reclamos de este mismo pueblo cristiano, borra de la lista de los dias de guarda, los de las fiestas de los santos, i los fieles le consagran la debida adoracin individualmente, pues que ya no representan un pensamiento pblico, no escita un recuerdo profundo como en otro tiempo. I cules grandes fiestas se suceden a estas que han quedado fuera de uso? La de Guttenberg en Strasburgo que ha reunido voluntariamente a toda la Alemania, i cuyo entrpito ha resonado en el corazon de todos los hombres cultos del mundo, que tarde o temprano celebrarn al inventor de la prensa a que deben su condicin actual, lo mismo qie los judos la Pascua en celebracin de su salida de Ejipto, lo mismo que los pueblos antiguos, la vuelta del sol i su hemisferio que les libraba de la escasez i las privaciones del invierno. Por qu no convendra dar mas solemnidad a esta feria de la intelijencia en Chile, en que cada uno presenta el resultado de sus tareas anuales i lucha por obtener una mirada de aprobacin de sus padres, de sus conciudadanos, i de su gobierno? Por qu no se despertara el interes del pblico hacindole comprender por los sentidos como por el convencimiento, por el aparato como por la realidad, cuanto importa en la mente del gobierno el progreso de la educacin pblica, i cuan caras son las esperanzas que la patria cifra en l? Las formas en los actos pblicos son la espresion esterior de las ideas que representan; el pueblo ve el aparato que acompaa a esta revista de la educacin i lo halla grande, interesante; i de all deduce que la educacin es una cosa grande e interesante, i esta idea se queda mas profundamente grabada en su mente que lo que podrian hacerlo los discursos mas persuasivos i mas concluyentes. Hablamos con frecuencia i con interes de la educacin pblica, de la necesidad de difundirla, de los medios de alentarla; se descuidan jeneralmente estos pequeos resortes que hacen, no obstante, describir grandes movimientos a la sociedad. No bastan, pues, las rentas que a la instruccin pblica se consagran, ni la escelencia de los profesores, ni la abundancia de elementos para difundirla;
se necesitan estmulos que hablen a los sentidos, emociones que conmuevan el corazon, premios que esciten la emulacin, encomios que eleven el alma i hagan prevalecer el deseo de merecerlos. Hemos presenciado unos exmenes de provincia; estaba presente el maestro que no careca de instruccin, un sacerdote, un padre de familia i un jven. La voz de los alumnos que daban un escelente examen se perda en el mbito de un ostentoso patio. ; Santo Dios! cmo ha de progresar la educacin as! Qu se da en cambio a un nio por sus mortificaciones? Con qu se le paga a un padre la falta que su pequeo trabajo le hace? Es, pues, preciso, indispensable honrar la educacin, estimularla por toda clase de medios grandes i pequeos; es necesario darle mucha importancia a los ojos del pueblo para que l la aprecie; es preciso hacer de los exmenes pblicos una solemnidad, una fiesta popular. Escribiendo estas lneas estbamos cuando han llegado a nuestras manos algunos peridicos de Rio Janeiro, uno de los cuales describe los exmenes pblicos de aquella universidad. Un inmenso saln decorado con suntuosidad i colgado con gusto i magnificencia contenia a los profesores; una multitud de ciudadanos embarazaba el movimiento; la venida del emperador con toda la pompa de un dia de tabla fu anunciada por los repiques de los templos; el emperador i el ministro del ramo presidian la ceremonia; el rector pronunci un discurso; hubo besamanos, banquete i regocijos pblicos; en fin, nada se economizaba para dar brillo a esta verdadera fiesta nacional. Por lo demas nuestra reparticin de premios no ha dejado que apetecer; el seor Ministro de instruccin pblica pronunci un discurso en que exhort a la juventud a aprovecharse de las ventajas que le ofreca el conato del gobierno para dar el lustre merecido a este establecimiento en cuyo buen suceso estaban cifradas las esperanzas de la patria. El seor don Victorino Lastarria pronunci tambien una oracin que escit el mas profundo nteres en el pblico, tanto por lo luminoso de su esposicion, el brillo de las imjenes i la elevacin de los conceptos, como por las ideas que desenvolvi, en que hizo sentir de la manera mas animada la influencia que los trabajos de los alumnos ejerceran en la suerte futura de su patria; lo que era hoi el imperio de la intelijencia i el alto papel que estaban llamados a hacer en el porvenir. Este discurso ha merecido los mas altos elojios de las personas inteligentes i ha labrado al seor Lastarria un ttulo mas a la estimacin de sus conciudadanos. DE LAS BIOGRAFIAS (Mercurio de 20 de marzo de 1842). La biografa de un hombre que ha desempeado un gran papel en una poca i pais dados, es el resmen de la historia contempornea, iluminada con los animados colores que reflejan las costumbres i hbitos nacionales, las ideas dominantes, las tendencias de la civilizacin, i la direccion especial que el jenio de los grandes hombres puede imprimir a la sociedad. Csar, Pompeyo i Bruto, no obstante ser contemporneos, han representado cada uno de ellos uno de los grandos intereses de la sociedad romana, en pugna entnces entre s i librndose el ltimo combate que debia hacer prevalecer al mas fuerte; i en su vida privada, en su carcter especial i en las doctrinas en que habian sido educados, se encuentra mas bien la esplicacion de sus
hechos pblicos que no en las narraciones simplemente histricas. Cuando se ha estudiado atentamente la vida de Washington, i en ella sus opiniones, su sencillez, su relijiosidad i sus convicciones profundas, su amor a la libertad, su respeto a sus conciudadanos i su confianza en la Providoncia, nada queda por conocer de aquel perodo histrico, ni en cuanto al carcter i disposiciones de la sociedad, ni en cuanto a sus hbitos, creencias i modo de ser peculiar. No sin ttulos i sin poderosas fuerzas de impulsion se presentan los hombres eminentes en la cima de las sociedades humanas. Un gran talento o un gran jenio permaneceria siempre enredado en el ddalo de los asuntos subalternos de la vida, si aprovechndose de la mirada penetrante que el mismo jenio les comunica supiese descubrir los intereses que conmueven la sociedad i no se pusiese a la cabeza de aquel que mas cuadra con su posicion, sus instintos i su capacidad especial. La biografa es, pues, el compendio de los hechos histricos mas al alcance del pueblo i de una instruccin mas directa i mas clara. Mucho trabajo cuesta comprender el enlace de la multitud de acontecimientos que se desenvuelven a un mismo tiempo; pero nada es mas fcil, ni hai cosa que escite mayor interes i mueva simpatas mas ardientes, que la historia particular de un hombre a cuyo nacimiento asistimos, siguindole en seguida en sus juegos infantiles, en sus estudios o en sus ocupaciones en la vida domstica, hasta que con la edad adecuada le vemos escoger la puerta por donde ha de presentarse en el mundo i anunciarse con timidez a los circunstantes: espectador primero de los sucesos contemporneos hasta que empieza a inferir lo que ellos significan, instrumento en seguida de las influencias mviles de la sociedad hasta que tiene la revelacin completa de su importancia propia, i actor principal despues, cuando ha logrado desembarazarse de las trabas que ambiciones rivales i prestijios e influencias anteriores le imponan. Entnces le vemos pararse en el lugar mas adecuado i arrojar miradas contemplativas e inteljentes sobre la sociedad, sobre cuyos destinos se siente evocado a ejercer una poderosa i duradera influencia, i luego lanzarse en la escena de la actividad, en las luchas i los trabajos que preparan i producen con los grandos acontecimientos, las revoluciones sociales i el progreso de la humanidad. Nadie ignora la influencia que sobre dos grandes jenios de la poca moderna, Franklin en Amrica i Rousseau en Europa, ha ejercido la temprana lectura de las vidas comparadas de Platurco. Uno i otro se empaparon en ellas de aquel espritu pblico que hacia la existencia de las sociedados griega i romana, del amor por lo grande i lo bello, del sentimiento elevado de la liberlad i de la dignidad del hombre; i preparados con la contemplacin de las grandes acciones que habian aprendido desde temprano a admirar, se echaron cada uno a su modo i segun las necesidades de la sociedad en que vivan, a trabajar en la cosa pblica; a resistir el primero a las demasas de un parlamento estranjero i preparar los nimos para la emancipacin de su pais, echando las bases de la nueva sociedad independiente; a escudriar con mano audaz el segundo las bases del poder, enterradas en la gruesa capa de abusos que haban depositado siglos de barbarie i de violencia, a ensear el tronco carcomido i decrpito que los prestijios del podor ocultaban, i revelar a los pueblos sus derechos tanto tiempo ultrajados, i prepararlos la gran revolucin social, cuyos desarrollos i nuevas fases presenciamos todava, no sin tomar parte activa en ella.
Tan convencidos estamos de esta poderosa influencia que en el animo de los hombres ejerce la narracin de los hechos que constituyen la vida de un varn ilustre, que largo tiempo hemos meditado sobre la necesidad de hacer popular en nuestros pueblos americanos la vida de un hombre clebre en los fastos de la humanidad, que en condiciones anlogas a las de nuestra sociedad, saliendo de la clase comun del pueblo i sin otra preparacin que la de un fuerte i decidido amor a su pais, se lanz en la vida pblica, purificando las costumbres, desarraigando preocupaciones, i promoviendo con todas sus fuerzas la civilizacin, la independencia i la libertad de sus conciudadanos. Este hombre es Frankflin. Obrando en este sentido nos proponemos insertar en nuestras pjinas algunas biografas de contemporneos clebres, persuadidos de que ellas esplicarn a nuestros lectores mas bien que lo que podrian hacerlo largos discursos, las diversas fases de la poltica europea, i las pretensiones e ideas que sostienen los partidos en que aquellas sociedades se muestran divididas. Cada dia anuncia la prensa peridica entre nosetros los movimientos polticos de la Europa, la caida, de un partido i la exaltacin de otro i con ellos la direccion de los negocios pblicos confiada a tal o cual hombre clebre que est colocado por el consentimiento de sus adictos a la cabeza de un color poltico. Sin el conocimiento de los intereses e ideas que estos hombres representan, sin conocerlos personalmente si es permitido decirlo, por sus antecedentes i su historia particular, el lector americano no encuentra interes en el cambio de un ministerio whig por un ministerio tory en Inglaterra, entre Thiers i Guizot en Francia, entre Cristina i Epartero en Espaa; porque no conoce los grandes intereses que ellos ajitan i la marcha probable por los fines conocidos de cada partido, ni los progresos que el poder o el pueblo, la libertad o el trono hacen con ellos1.
1. El Mercurio public entnces una multitud de biografas de algunas celebridados contemporueas de Europa i Amrica, sirvindoles de prefacio este articulo. El E.
El paseo de Quillota ha perdido ya su encanto. La Semana Santa finalizada, los habitntes del puerto, familias i dependientes, ingleses, alemanes i jvenes de todas naciones i creencias, regresan a Valparaiso a ocuparse de la aduana, la correspondoncia, las plizas, los manifiestos, el buque que entra, el vapor que no llega, i toda la tracasera del comercio. Como uno de tantos de paseo, a mi regreso me he propuesto gozar de nuevo de las impresiones que he esperimentado, refiriendo lo que he visto u oido, algo de lo
que all hice i lo mas selecto de lo que pens, publicando este comunicado, si los seores editores del Mercurio me lo permiten. No tenemos paseos pblicos en los alrededores de Valparaiso; i la vida de mostrador, del escritorio o de la aduana, es tan activa, tan sin goces, i lo que es mil veces peor, tan sin interrupcion durante todo el largo ao, que un triste domingo que se interpone, por lo desierto de las calles i por el silencio que en la poblacion reina, haria creer que Valparaiso es una poblacion de puritanos que guardan el domingo, mas que como un dia de descanso, como uno de mortificacin i ayuno. Hai, pues, un deseo reconcentrado, una ansia creciente de salir una vez al campo a respirar el aire embalsamado de la vejetacion, a esparcir las miradas por un horizonte mas ancho, mas variado que este mar que vemos por un lado i estos cerros que nos rodean tan de cerca, que parece el recinto de una forlaleza destinada para prisin i secuestro de un pueblo entero. Por lo que a m respecta, nacido en la parte mas llana de mi pais i acostumbrado desde mi infancia a dilatar mis miradas por un pais pintoresco, en cuya superficie hai varias ciudades hermosas, unidas por ferrocarriles dos de ellas, i comunicndose las otras por medio de anchos, bien conservados i hermosos caminos; viendo salir el sol entre las copas doradas de los rboles que forman bosques frondosos, i por la la tarde reflejar sus oblicuos rayos en la tersa i quieta superficie de un canal navegable, para ocultarse despues tras del perfil onduloso de montaas lejanas cuyo color azulado difiere apenas del de la atmsfera; criado en el seno de una ciudad rodeada de la mas deliciosa campia, me siento oprimido por la estrechez del espacio en que vivo; i cuatro aos de residencia no han logrado aun desimpresionarme de cierto descontento interior que me tiene en una desazn continuada, que me hace mirar a Valparaiso como un destierro donde estoi condenado a pasar un nmero de aos, i mantener vivo el espritu de nacionalidad que de ordinario se debilita con una ausencia prolongada de la patria. Los momentos que las atenciones de la casa en que sirvo me dejan desocupado, se me pasan recapitulando sin quererlo los mas insignificantes acontecimientos de mi infancia i de mi primera juventud; i atribuyo a la monotona de este puerto, a su falta de vejetacion, al espectculo de esta naturaleza sin vida, a estas rocas descoloridas i a este cielo i este horizonte limitado el conservar un recuerdo vivo de todos los lugares hermosos de mi pais, el recodo del vecino rio sombreado por bosquecillos balsmicos, la lancha que cruza arrastrada por la corriente, i el bote de vapor que remonta las aguas rio arriba, abriendo con estrpito un espumoso surco en las apacibles ondas del canal. Cuando una dificullad ocurre en la contablidad de los libros que llevo, me detengo un momento a pensar en los medios de salvarla, i con el libro abierto ante mis ojos, la pluma en la mano i la mano en la mejilla, me sorprendo un cuarto de hora despues escitado en repasar las escenas campestres de mi pais, los mas mnimos e insignificantes sucesos de mi infancia, las fisonomas de mi familia, los juegos bulliciosos de mis compaeros de colejio, las rubias trenzas i los ojos azules de las seoritas de la vecindad, i mal de mi grado tengo que salir de este mundo imajinario para volver al diario i al libro mayor, i asentar la partida que me habia forzado a meditar. Pero esta vez me olvido de Quillola i del paseo que me proponia describir. El camino de Valparaiso presenta en aquella direccion pocos objetos de interes; el Baron, en donde algunos compaeros de la milicia se cubrieron
de gloria cinco aos ha, i desde cuya elevacion puede echarse una mirada retrospectiva sobre la baha que tan mal guarda en los temporales sus naves, la creciente masa de edificios parduzcos por el techo que forman el Almendral; la estrecha lnea de los que rodoan el Puerto; el anfiteatro que forma el Arrayan i lomadas adyacentes, descollando por sobre todo este cuadro la Merced con sus blancas torres en el Almendral, i en el Puerto la Aduana i la Matriz, las mansiones del Cerro Alegre i las pequeas quintas i jardines que constituyen una especie de franja verde i animada por la parte de tierra desde esta elevacion desciende el viajero a las Siete Hermanas, en otro tiempo de siniestro encuentro, abrigo de malhechores i teatro de asesinatos horrorosos que la piedad cristiana recuerda con cruces fijadas en el lugar donde acaecieron, i hoi un pasado indiferente sin otra circunstancia que montono e igual ascenso i descenso de siete lomadas que han motivado el ante dicho nombre, hasta que mas despejada la superficie i mas abierto el camino por el penoso trabajo de los carros ambulantes, los birlochos corren mas a sus anchas, i los mal dirijidos caballos de nuestros paisanos cojen de suyo el galope, con no pocas dificultades para el inesperto jinete que sale de la silla a cada instante para sentarse en el pescuezo de la cabalgadura, de donde vuelve a la silla que lo echa a poco andar hcia las ancas, a la derecha o a la izquierda, segun que las resultas del camino llevan el caballo en una de aquellas direcciones. El valle de San Pedro es lo primero en donde se divisa un ancho horizonte, un largo espacio de tierra; aqu se encuentra algo de la vida campestre de los americanos del sur, sus vaqueros o campesinos aferradas las piernas en cueros i montdos en el caballo que con el lazo constituyen una parte de su ser. Son estos dos instrumentos que la industria americana ha agregado a sus miembros. Como nosotros un anteojo de larga vista o una trompa acstica, ellos han aadido a su mano un lazo i a sus piernas un caballo, i sin duda ninguna que no dispone el saltarn de sus piernas, ni el artesano de sus manos con mas destreza que la que desplegan estos hombres en el uso de uno i otro agregado. Causa asombro ver la seguridad con que arrojan el lazo que, en la carrera a todo escape de animal a quien lo dirijen, cae precisamente en la parte de donde acostumbran cojerlo. Mucha vergenza seria para un vaquero enlazar un toro bravi, sino es de ambas astas i al caballo de las uas de los pies delanteros. Con mayor placer que el que nos caus el emperador de los mjicos en sus exhibiciones de juegos de manos, veamos unos traviesos muchachos ensayar su habilidad en la profesin, oscilando a correr los ternerillos, de cuyo grupo procuran hacer que un individuo se anticipe suficiente trecho para que el lazo pueda alcanzarle sin estorbo; en seguida les muestran la puerla del corral, adonde se dirijen presurosos, creyendo librarse de la importunidad de sus perseguidores, pero all les aguarda una banda rdenada de pequeos lazeadores que, en el momento que cruza tirando corvetas i erizando la cola el taimado ternero, le hacen llover un diluvio de lacitos, que van a disputarse la presa de sus uas si es chico, si grande los cuernecillos que empiezan a apuntar, haciendoles darse tremendos porrazos en el suelo, de de ndo no pocas veces se levanlan quebrados i contusos. As principian su vida el ternero i el hijo del campesino, esquivndose el uno i persiguindolo el otro, hasta que la virilidad los reune de nuevo llenos de fuerza i los pone en contacto por medio del lazo i del caballo que somete a estos audaces campesinos toda la cuadrpeda creacin. Con la interrupcion de algunas lomas desapacibles, el camino es despojado mas all
de San Pedro, i con una buena hora de marcha se llega a Quillola, fin del viaje que centenares de familias emprenden con tanto interes. Es Quillota una poblacion reducida, con poca estension i contadas habitaciones en derredor de la nica plaza que tiene; la mayor parte de sus habitntes reside en un arrabal llamado la Calle Larga, que se prolonga por mas de dos leguas, alineada por ambos cosltdos de habitaciones mezquinas, pero que abrigan en cambio mujeres lindsimas que por lo jeneral ostentan en sus fisonomas i sin el triste ausilio del arte, la bella mezcla de los colores de la azucena i de la rosa. El clima es delicioso, dando por su temperamento ardiente en el esto i benigno en el invierno, crecimiento i sazn a varios arboles de los trpicos, i el aromtico chirimoyo i el verde lcumo mezclan sus follajes con el naranjo i el limonero, cuyas frutas gozan de merecida reputacion por su esquisito refresco en todo el mbito de la repblica; i aunque los primeros no podan brindarnos sus frutos, los reemplazan con ventaja las manzanas camuesas que esceden en bondad a todas las que en otras partes he gustado. A un amigo del pais manifest mi sorpresa de que en poblacion tan reducida existiesen tantos conventos, si bien hoi estn casi desamparados, creyendo que solo en las grandes poblaciones podrian mantenerse estas instituciones que teniendo por instituto la desocupacin de sus moradores de toda obra productiva, necesitaban grandes rentas para sostenerse. Este pueblo, me contest, es el primer eslablecimiento espaol en Chile, i como Ud. sabr, los conquisladores traan ballestas i lanzas para conquislar a los indjenas, i frailes para someterlos a la verdadera relijion, alimento para el cuerpo i para el alma a un tiempo. Las sucesivas espediciones del Per que arribaban a Valparaiso de pues de los desastres de Almagro en Copiap, i la sublevacin de Coquimbo, no hallando un palmo de terreno en lo que ahora es el puerto, pues que entnces estaba ocupado por el mar, establecieron su primer colonia en este lugar, que por la feracidad del terreno i las alturas circunvecinas ofrecian un punto de reunion en caso de un revs en el interior. Mucho despues de fundada Santiago, Quillota era todava establecimiento de mayor importancia i la escala a de donde tocaban primero los aventureros que del Per acudan a eslablecerse en la nueva conquist. Aqu estaba el cuartel jeneral, los pertrechos de guerra i las provisiones de boca, i aqu se eslablecieron primero las rdones monsticas i los jesuitas. Si Ud. se fija en la fisonoma de la jeneralidad de los habitantes, encontrar en todas las clases de la sociedad el tipo espaol sin mezcla alguna de la raza indgena por eso ve Ud. en el bajo pueblo dominar el color blanco, con rosadas chapas de colores, no siendo raros los ojos azules i los cabellos rubios. despues que la ciudad de Santiago se asegur i que la conquista se estendi hcia el sur, Quillota fu decayendo hasta quedar estacionada en una aldea que no ha progresado un paso por carecer de elementos de existencia. La sociedad en jeneral es poco culta, i las costumbres se conservan en el statu quo en que la dejaron los espaoles. Apenas hai algunos jvenes de mediana cultura, yndose de ordinario los que la adquieren a residir en la capital o en el puerto. Las mujeres son un poco uraas, i alimentan una fuerte prevencin contra las porteos, a quienes niegan el recato i las virtudos de que ellas se consideran adornadas. A su turno las del puerto las desprecian soberanamente, esceptuando es verdad a algunas pocas familias a quienes suponen escentas de la tacha de huasas que ponen a todas las otras. Estas suponen que no hai
en Valparaiso nias tan blancas i tan rosadas como ellas si no es con la ayuda de los afeites, i aquellas que no hai colores mas mal empleados, ni beldades mnos atractivas que las que moran en Quillota. Estas explicaciones dejaron satisfecha mi curiosidad; i mi cicerone tuvo la bondad de hacerme partcipe de su alojamiento, con lo que me sac de no pequeo apuro, pues todas las fondas estaban atestadas de huspedes, i no habia donde eslablecerse. Nuestros paseos primeros fueron a la Calle Larga, donde pude convencerme de la exactitud de las observaciones de mi amigo en cuanto a la pureza de la raza de estas jentes i de la belleza de las mujeres que tienen, a mi juicio, mas encantos que los que sus cultas anlagonistas les conceden. Casi en todas las casas hai dos nias que se acompaan en la vihuela, agregando en algunas una tercera las suaves melodas del arpa; la msica que ejecutan no se distingue por la novedad de ella, i las cancioncillas son en corto nmero i de las que pueden llamarse nacionales por su tono peculiar. Ninguna instruccin se descubre en el canto, i voces dulcsimas pierden todo su hechizo por la falta de conocimientos en el precioso arte de la msica. Por lo demas mucha oficiosidad con las visitas, a quienes obsequian con frutas esquisitas i flores que por lo comun se van a cojer directamente de los rboles i de los jardines. Mi amigo habia conocido en Valparaiso a un vecino de Quillota, i protestando el encargo que de l se supona traer para hacer a su familia una visita, nos introdujo i se introdujo l mismo en las casas de todas las familias que llevan su apellido en cada una de las que descubra alguna moza bien parecida, so color de informarse de la residencia de sus pretendidas recomendadas. En una de nuestras escursiones encontramos en la calle un estravagante figuron, cuyos vestidos i atavo me sorprendieron por su rara orijinalidad. Consistan aquellos en una especie de sotana negra, un cono cortado en la cabeza del mismo color, la cara desfigurada con rayas de tintas diversas, un sable desenvainado en una mano, i en la otra una fuente en que pedia limosna para el Santsimo Sacramento. Llaman a este farsante un cucurucho, i me pareci una profanacin indigna encargar a esta parodia de un clerigo la colecta de los fieles, trayndome a la memoria las farsas de que nos da una idea Walter Scott en sus puritanos de Escocia, i que tanto escitaban el odio de aquellos fanticos reformadores contra los papistas que prostituan el culto con estas ridiculas moneras. Como manifestase a mi compaero la sorpresa que esto me causaba, todava se conservan, me dijo, alguna de estas ridiculeces de los tiempos pasados en las provincias i ciudades del interior. No hace cinco aos que en Petorca me hall el dia de Corpus i presenci una de estas farsas con que el pueblo bajo cree honrar a la divinidad. Al Sacramento que llevan los sacerdotes con toda pompa bajo de palio precede una compaa de arlequines a quienes llaman catimbados, vestidos a la morisca con una especie de turbantes puntiagudos engalanados de cintas i espejuelos, que bailan al son de tamboriles i sonajas. Mndalos un cucurucho que se llama el cura, i que lleva el traje clerical con baston i sable, i van presididos de dos o mas diabliquejos, que son los graciosos de la comparsa. Estos ltimos personajes van vestidos del modo mas ridculo, con una mscara de la cabeza de un chivato con la barba i cuernos de aquel animal, las piernas vestidas de trapos de diversos colores i un ltigo en la mano que hacen resonar con chasquidos que repiten a medida que se alejan dando corvetas, o se acercan rpidamente hasta el Santsimo. Cuanto mas ridicula es su
apostura, cuanto mas estravagantes son sus acciones i movimientos, tanto mayor es la risa de los muchachos i la distraccion de los fieles, i por su puesto la celebridad que adquieren por sus gracias i bufoneras. En otras partes hai una comparsa de indios con su cacique que baten ante el Santsimo una bandera espaola, i ejecutan un concierto infernalmente desapacible, con unas flautas que solo producen un sonido uniforme i montono. En el norte suelen verse en esta solemnidad hombres disfrazados de toros i otros montdos en un caballo hecho de cuero, con el que corren al toro por entre las filas de la procesin. Sin embargo, todas estas mojigongas estn hoi relegadas a algunos villorrios insignificantes, i es de esperar que en honor de la relijion i de la civilizacin desaparezcan de todas partes. Aun en Santiago no ha podido desarraigarse de las costumbres populares otras indignidades de este jnero. En un pago inmediato llamado Renca, se reune el paisanado a caballo en la plazela inmediata a la iglesia el dia de Cuasimodo en que se acostumbra llevar en gran ceremonia el vitico a los enfermos. El cura sale a caballo, i la inmensa turba de caballeros que lo acompaan, dan tales carreras, tal polvareda levantan, tantas pechadas dan con los caballos i tal algazara hacen, que mas vises tiene de un combate o de unas caas, que de un acompaamiento de cristianos que reverencian i adoran las sagradas formas. Estas raras fiestas me trajeron a la memoria algunas leyendas que en mi infancia habia leido, en que se referan cosas iguales i aun mas estravagantes de los papistas del siglo XlV en Inglaterra, i que referidas por los protestantes i con la mira de inspirar el odio que por tanto tiempo se ha fomentado all contra los catlicos, me habian parecido despues exajeraciones de partido i calumnias inventadas para denigrarlos. Sin embargo, al ver en estos pases remotos conservarse aun restos de estas farsas con que un falso e indiscreto celo habia de radado el culto, he creido que el protestantismo, entre sus males ha traido bienes para el catolicismo a quien ha hecho avergonzar de sus estravos, purificando sus ritos i desembarazndolo de una gran parte de las supersticiones e idolatras que lo adulteraban. Empiezo a creer que este ha sido un mal jeneral que las luces de la poca moderna ha hecho desaparecer completamente, quedando solo algunas huellas en los lmites del mapa del catolicismo. En una de nuestras visitas nos hablaron del Pelcano, asombrndose de que yo no hubiese sabido de antemano que existiese en las costas del Pacfico esta ave martima de las playas del frica que ha dado orjen a la bella i tierna ficcin que lo ha hecho el emblema del amor divino, por el alimento que con su propia sangre suponen que da a sus polluelos. Mucho interes manifest, como era de suponerlo, por ver cuanto ntes el ave heroina de amor filial; i supe de las personas con quienes hablaba, que se hallaban en casa del cura, que es hombre curioso o ilustrado; sin ocuparme de adquirir mas pormenores sobre la materia, dispusimos hacer por la tarde una visita al respetable sacerdote, a fin de ver aquel animal, que por las descripciones de los naturalislas, no deja de inspirar algun interes por la rara provisin de un bolsn en el cuello en donde deposita el pescado que cojo i que ha dado lugar a la fbula. Poco despues de haber sido introducidos en casa del prroco, que es un buen sacerdote lleno de atencin i de finezas para con todos, indicamos el objeto de nuestro viaje, i no fu poco nuestro asombro al encontrarnos con un objeto enteramente distinto del que nos habamos imajinado. El Pelcano, segun nos lo ense con harta satisfaccion el buen cura, es una especie de baul, colocado en un alto pi de
madera que por un estremo termina en una especie de cola i por el otro tiene un mango encorvado, con las formas del cuello de una ave acutica i cuya parte inferior termina en una cabeza tallada, cuyo pico cae sobre un corazon pintado en el frente del cajn. La tapa de este aparato se abre en dos, i recamadas de adornos i de espejuelos, dan cuando abiertas, a toda la mquina las formas de una ave toscamente figurada, Este es el Pelcano objeto de una antigua i tradicional veneracin en aquel lugar, a quien se hace una fiesta, pues que habia oido aun en Valparaiso invitarse para la fiesla del Pelcano, para cuya solemnidad hai rentas i vinculaciones legadas por la piedad de algunas almas devolas. La forma monstruosa del animal, el sentimiento que simboliza, la veneracin de que es el objeto entre aquellas jentes, la antigedad de su construccion, i la complacencia i un tantico de aire misterioso i crdulo con que el sacerdote nos lo enseaba, me inspiraron un sentimiento indefinible de admiracin i lstima a un tiempo, mezclado de cierto pavor supersticioso al contemplar aquella antigedad que por los momentos me parecia un monumento de los indgenas i que me habria hecho acusar de la mas vergonzosa idolatra a estas buenas jentes, si en el discurso de la conversacin no hubiese sabido que era esta armazn el sepulcro que el viernes santo contenia el cadver de Jess crucificado, que se bajaba de la cruz con una pantommica representacion de aquel sublime acto, ejecutado por los discpulos del Seor i que tiene por nombre el descendimiento. Verdadero drama teatral que solo puede hallar gracia ante la piedad cristiana i que habria creido uno de los misterios que dieron orjen al teatro moderno, si no hubiese recordado que en la Palestina en el Santo Sepulcro mismo se hace todos los aos este recuerdo en accin de aquel memorable suceso. La ceremonia principia en la noche del viernes santo, que es llamada nox tenebrosa. Tan solemne es est exhibicin que no puedo abstenerme de dar aqui algunos de los detalles que recuerdo. Antes de principiar la funcion, un fraile predica en ilaliano en la capilla de la Aparicin, un sermon que principia ln cuesla notte tenebrosa, i al momento todas las luces se estinguen, dejando a los concurrentes en la mas absoluta oscuridad. Concluido el sermon principia la procesin con hachas encendidas, llevando entre otros un crucifijo del tamao del natural i tan exquisitamente trabajado que tiene todas las apariencias de un cadver humano. La procesin visita la columna de la flajelacion, la prisin de Cristo, el altar de la divisin de los vestidos de nuestro Seor, cantando himnos i predicando un sermon en espaol i otro en frances en cada una de estas estaciones. Despues la procesin se dirije al Calvario, dejndose los zapatos en la escala despues de visitar todos los lugares en que ocurri algun hecho notable en los dias de la crucificion, i en seguida principia la ceremonia del descendimiento, haciendo un fraile con la mayor compuncin i todas las muestras del dolor mas profundo el papel de Nicodemus i otro el de Jos de Arimatea, los cuales se acercan a la cruz i comienzan a desclavar los clavos de que est pendiente Jess, desprendiendo las piernas i los brazos del Seor con tanta naturalidad que parecen carnes frescas i flexibles, tanla es la perfeccion con que est preparado. Los supuestos Nicodemus i Jos de Arimatea llevan el pretendido cadver envuelto en un sudario a la piedra de la Uncin, que es la misma en que fu unjido Nuestro Salvador. Entnces se predica un sermon fnebre en rabe, i luego levantan el unjido i figurado cadver, i lo depositan en el Santo Sepulcro donde permanece hasla el Sbado
Santo. Esta ceremonia, que no obstante la relijiosidad de los lugares santos en que se hace, ha encontrado una grande desaprobacin de parte de los cristianos sensatos, es la que a mi juicio ha dado lugar a la fiesta del Pelcano en Quillota, que es una parodia del descendimiento, indigna de ser escrita si no es haciendo llover el ridculo a manos llenas sobre objetos que para todos, cualesquiera que sean nuestros puntos de disidencia en materia de relijion, deben sernos sagrados. Volviendo a nuestro paseo de Quillota, la concurrencia de familias i de jvenes era cada dia mas numerosa; las relaciones mas estrechas i mas frecuentes las partidas de paseo a la Calle Larga, desde donde regresbamos a las casas de alojamiento a disponernos para el haile de la noche. Estos momentos de tertulia son deliciosos en Quillota, por cierta intimidad amigable que entre todos los jvenes reina, i por la mezcla sucesiva de cancioncillas i danzas del pais, no siendo en todas partes posible bailar las cuadrillas o el vals, por la escasez de ianos en que ejecutarlos. El zumbido harmonioso del harpa se escapa de todas partes, i el ambiente perfumado con las emanaciones de las frutas i de la vejetacion, arrastra en el silencio de la noche las lejanas i armnicas voces del cadencioso acompaamiento de las cancioncillas. Durante el dia hai reuniones de baile no mnos estrepitosas, i a veces la noche i el dia se dan la mano i se confunden para dar cabida a esta eterna zambra en que los actores se renuevan sin cesar. Fatigado en uno de estos dias de tanto movimiento i abrumado por aquel bullicio sempiterno que imita en voces humanas el eterno murmullo de las olas que se estrellan en las riberas del ocano, quise estar un momento conmigo mismo i sustraerme tambien del torbellino de aquella sociedad dominada de la rabia del placer, i me engolf en la dilatada huerta que rodea la casa en que nos hallbamos, para buscar la sombra de algun bosquecillo de frulales que me pusiese al abrigo de los rayos del sol. Los rosales i chirimoyos confundan en aquel sitio sus aromas con la fragancia que exhalan las frulas maduras i con las emanaciones de las planlas silvestres que encorvan sus tallos bajo la influencia del sol, formndose de esta confusa mezcla de esencias que esparce la brisa tibia que se levanla del seno de las plantas, como la respiracin que la fatiga escita, un olor que sin ser del todo agradable tiene no s qu de estimulante que trae involuntariamente al nimo reminisciencias confusas de la niez, de la naturaleza silvestre, de los viajes que uno ha hecho i de las escenas de los caminos i de los campos. Un emparrado frondoso convidaba con su grata sombra para entregarme al apetecido reposo, i estendiendo la manta sobre la yerba i apoyando la cabeza en la mano me abandonaba a la recapitulacin de la multitud de menudos hechos de que habia sido durante tres dias consecutivos actor i testigo; pareciame oir todavia el susurro montono de las conversaciones, interrumpido por los gritos de los jvenes que animaban al bile como los capitanes a la pelea, el arpa i la guitarra se reproducian en mis oidos con la misma vivacidad que se reproduce la imajen de los objetos luminosos mucho despues de haber dejado de contemplarlos. No obslante, a esta fascinacin que me traia involuntariamente o la imajinacion con mil sonidos confusos los centenares de fisonomas estraas que habia un momento ntes dejado en las casas, se mezclaba algo de mas vivo que las ilusiones de la fanlasa i que tenia toda la intensidad de las realidados. Algo que a pasos se asemejaba i al sonido apenas perceptible
de ropaje que barre las disecadas yerbas i que iba hacindose por instantes mas perceptible, atrajo mi atencion; i volviendo la cabeza hcia el lado de donde el rumor venia, vi dos seoritas que tomadas del brazo conversando familiarmente con los ojos inclinados con distraccion sobre una rosa u otra planta que a su paso encontraban, se dirijian lentamente a las habitaciones. Habalas visto juntas siempre, i en la noche anterior manifestarse mas reciprocidad de afectos que la que es natural entre dos hermanas, a quienes el hbito de vivir juntas, sin disminuir en nada la fraternal afeccin, hace mnos espresivas en sus afectos. Sin cambiar de actitud esperaba yo que se aproximasen, cuando un movimiento de sorpresa i de disgusto detuvo por un momento a las dos amigas. Mira, mira, all viene, dijo la una dando un lijero codazo a su compaera. El impvido! contest la otra, i su fisonoma tom repentinamente una viva espresion de despecho i de indignacin, realzando al plido color del rostro el sonrosado que producen las grandos emociones. Hagmonos, continu, que no lo hemos visto i doblemos por aqu. Seria peor, repuso la compaera, nos seguira i eso es mui solo; desde anoche anda dando vueltas por hablarte. Yo no paso por donde l viene, sobre que no puedo verlo! Disimula, nia, i pasemos de largo, sigamos conversando. En esto llegaban a enfrentarse al punto en que yo estaba acostdo entre la yerba, i volviendo la vista hcia la parte opuesta del camino vi un jven que se adelantaba a pasos mesurados i como entretenindose en mirar las florecillas silvestres que asomaban a los bordes del camino. Una humilde espresion de tmida alegra que su semblante afectaba i las pocas palabras que habia oido a las seoritas, me hizo doblar la atencion para no perder una slaba de las palabras que el inmediato encuentro iba a arrancar; i afectivamente, a mui poca distancia de llegaron a enfrentarse, i no obstante el empeo de las dos jvenes, no pudieron evitar el detenerse, porque el jven se les puso por delante. Se han dado ustedes un paseo, fueron sus primeras palabras. S, contest la que parecia mnos afectada del encuentro, hemos andado caminando. Vamos nia, repuso la otra, que el sol est mui fuerte. Quera hablar a usted, seorila. No s qu tenga usted que hablar conmigo, djenos usted! Pero usted me condona sin escucharme, i sin embargo no tiene usted razon. Est bien; pero no nos tenga usted en el rayo del sol. Tiene usted algun amigo apostado por ah para que lo vean conversando conmigo? i esto lo decia con cierta espresion amarga i reconcentrada de irona i desprecio. No obstante la intencin del jven, ya habian pasado i se marchaban por el lado de donde l habia venido, cuando sealndose un bolsillo, dijo, acaso como el ltimo esfuerzo que hacia para de tenerlas: mire usted seorita, le traa a usted lo que me pidi. Las dos nias se pararon entnces, i aquella a quien se dirijia este aviso dio un paso hacia l i luego retrocedi inmedialamente como arrepentida de haber mostrado tanto interes. Dmelas usted. Pero a condicin de que me escuchar usted. Dmelas, est bueno, dmelas! El jven sac del bolsillo tres papeles que por sus dobleces parecian cartas, i se aproxim con ellas en la mano a entregarlas, las que le fueron poco mnos que arrebatadas, segun la vivacidad de movimiento con que se apoder de ellas la seorila. Apoyada en el brazo de su amiga, rejistraba con la vista las formas de las cartas i pareci manifeslarse satisfecha de su posesin. En seguida, volvindose hacia atras i con el brazo izquierdo engarzado en el de su compaera i el derecho pendiente con cierto abandono, volvise hacia el lugar que un poco a su espalda ocupaba el jven, lo que le daba una actitud tan
noble como teatral. Est bueno, le dijo con una espresion de despecho i de nteres que subia por grados, est bueno, ya las tengo en mi podor, i estoi contenta. Si alguna cosa debo agradecerle a usted, es haberme sacado de la angustia que me causaba el que estuviesen en su poder. Me causa tanta vergenza haberlas escrito! I a quin? A un miserable, a un bruto que no ha tenido rubor de jactarse en pblico de mi indiscreto afecto. 1 quin sabe que mas habr dicho! Cmo me habia de imajinar nunca que un hombre que tanto me hablaba de su cario, me hiciese sufrir lo que yo he sufrido? Cuando me rie mi madre por esto i me hacen bromas las amigas, ni s como negar ni qu escusa darlo. Qu he de decirles despues que lo han visto siempre a mi lado, conversando conmigo i en los bailes han notado la predileccion que yo le manifeslaba? de dndo sabia yo .pero en fin ya estoi libre i puedo despreciarlo a usted i aborrecerlo. S, lo aborrezco! usted ha llenado de amargura mi corazon, i me deja para siempre dolorosos recuerdos. Pero me ha dado usted una leccion terrible que no olvidar. Ya sabr en adelante el aprecio que debo hacer de las protestas de ustedes, i que no debo tener confianza en ninguno. Qu se proponia usted conmigo? Tener el gusto de ser querido i para esto escitar afectos en el corazon de una nia que no tiene esperiencia, para decir de pues L me quiere, i rerse con esos trompetas tan despreciables como usted? S, es cierto, de qu sirve negarlo? lo quera a usted con una pasin que hacia las delicias de mi vida. Que diga esta cuntas veces le hablaba de usted! Todo el dia i a cada momento. He despreciado a otros que valen mas que usted i he tenido mil veces que sufrir las reconvenciones de mi madre por mis imprudencias i mi locura. As me ha pagado! Pero no importa, ya no tiene remedio, sufrir esto hasta que se olvide, i en adelante ya s como he de conducirme. Ir a acordarse de m, i en qu casa! Que no perdonan a nadie; otras como usted! Ese se lo merece; pues yo no soi como ellas. En fin, qudese usted con Dios i nunca se me acerque ni ponga los pies en casa, porque lo he de desairar. Durante este vehemente discurso, la jven irritada acompaaba con una espresiva jesticulacion i con la accin de la mano cada una de sus diversas frases; encendindose cada vez mas i esforzando la voz cuando un involuntario enternecimiento venia en su despecho a mitigar su clera. Con las ltimas palabras dio las espaldas al jven i tom apresuradamente el camino que conduce a las habilaciones. El jven en tanto, permaneci algunos instantes en el mismo puesto, con las manos tomadas por delante i siguiendo con la vista el grupo que se alejaba. Volvi en seguida a tomar la senda que se internaba en la huerta i lo vi meditabundo i distraido desaparecer entre los rboles. La escena que acababa de presenciar me habia interesado tan vivamente, que puedo jurar que son las mismas palabras que o; tan profundamente se me quedaron gravadas. Desde entnces me propuse, aprovechndome de la casual participacin en estos secretos, no perder de vista a los interesados en ellos, a fin de ver, si era posible, el desenlace a que arribaban. No me era difcil dar con la morada accidental de aquella jven que tn hondamente habia sentido un agravio, i pude verla luego con los ojos un tanto hmedos i encendidos, preludiando en la guilarra una cancioncilla que, si embelezaba con sus suaves melodas a los oyentes, era para m la espresion de los encontrados afectos que despedazaban su seno. Las pesadas horas del medioda pasaban lentamente; la terde sobrevino i con ella la brisa que atempera los ardores del esto. Los jvenes principiaban a
reunirse, i mil proyectos de diversion para aquella noche dividan a la alegre concurrencia, paseos a los alrededores a pi i a caballo, una serenata en la noche a tal casa, una visita a tal otra. Diversos grupos de jvenes conocidos me invitaban con instancia para que les acompaase en sus correras; mas yo segu la partida de seoritas en que iba mi heroina. Quera estudiar de cerca este bello carcter que un incidonte casual me habia hecho conocer en toda su enerja. Es por lo comun montono el hablar de las americanas que conozco; lo era un tanto el suyo en la conversacin ordinaria; pero el despecho del amor propio herido i acaso mas del amor burlado, le daban en la escena de la huerta tal animacin en sus acciones, tal cadencia i enerja a sus entonaciones, que creo orla an i ver ajitar su blanca mano estendida cuando deca con tanta espresion: s, lo aborrezco a usted ! Durante la larga visita a donde fuimos pude aproximarme a ella i darle conversacin. Le hable de Quillota, de las quillotanas, de las reuniones de Valparaiso, esforzndome en provocar su buen humor; se rea a veces cordialmente; afectaba un vivo interes en dar graciosas rplicas a algunas bromas que le dirijia; pero repentinamente se quedaba seria tan preocupada que no oa mis palabras. El hroe del encuentro de la maana estaba siempre a la vista, le vi en largo i animado coloquio con la compaera de su ofendida amiga, i echar furtivas i cautas miradas sobre el grupo que aquellos hacian. La noche se pas en bailar los concurrentes, cantar las seoritas, suspirar el despedido caballero i acechar yo lo que pasaba en aquellos corazones lacerados. El dia siguiente amaneci, i el aviso de la llegada del vapor nos hizo pensar de nuevo en Valparaiso, en la aduana, en la caja i los pesados libros de las indijestas partidas dobles. Volvme, pues, a mi calabozo dorado, al potro del escritorio, repasando en el camino las escenas que habia presenciado, las costumbres que habia visto, sin olvidar a mi bella enojada, a quien he ofrecido una visita. A Tourist.
EL MUSEO de AMBAS AMRICAS (Mercurio de 8 i de 28 de abril i Progreso de 16 de diciembre de 1842). I Mucho tiempo hacia que se echaba de mnos entre las publicaciones peridicas de Chile una que asumiese el rango de la revista, esa especie de eslabn intermediario entre el libro i el diario, i que toman de este ltimo su manera de ser, se acerca al primero por la estension de sus pjinas que permiten al pensador abrazar una cuestion en todas sus fases, con mnos concisin que la que exije la foja diaria, sin perder sin embargo nada de la variedad de sta i de su importancia de circunstancias, lugar i tiempo, que tanto atractivo ejercen sobre el nimo del lector. El hombre de nuestra poca en el ddalo de las diversas exigencias de la sociedad en que vive, mitad material, mitad intelijente, busca en la lectura a mas de instruccin i recreo, que la materia de ella le interese i toque de cerca, que tenga relacion ntima con las cuestiones sociales i polticas de su poca, con los hombres, las costumbres i el pais a que pertenece, con la literatura en fin de su idioma que viene a ser como el espejo ustorio en que se reflejan i concretan los rayos de luz que alumbran el mundo intelectual cuya atmsfera respira.
El diario, por su aplicacin inmediata a las necesidades materiales del comercio i su consagracion a las cuestiones del momento, se resiste a admitir todo otro asunto que requiera alguna dilucidacin en su esposicion i examen detenido i mayor profundidad en la manera de tratarlo. El Museo de Ambas Amricas se ofrece a llenar esta laguna en nuestras publicaciones peridicas; i la merecida i bien cimentada reputacin literaria de los que encabezan esta empresa, nos responde de antemamo de la buena acojida que encontrar entre nuestros conciudadanos, i sobre todo entre la juventud estudiosa que sabe apreciar el mrito de las composiciones literarias i desea hallar una fuente en que saciar su sed de conocimientos tiles i de amena instruccin. I como las materias que el Museo de Ambas Amricas tratar sern de igual interes para todos los pueblos americanos, segun lo indica su ttulo i lo corrobora el prospecto que tenemos a la vista, creemos que la circunstancia de publicarse en este puerto, centro de relaciones comerciales i de diaria comunicacion con todas las repblicas del litoral del Pacfico, har que esta publicacion se difunda por todos los estremos de la Amrica ntes espaola, supliendo por todas partes a la necesidad que, como aqu, se siente de un peridico del jnero de las revista, que estienda sus miradas inquisitivas por los campos aun incultos de nuestra historia americana, que ejerrza una crtica imparcial sobre nuestra literatura actual, i forme un punto de comunicacion para las luces, las obras i los escritos que con tanta profusin se esparcen en Europa, i que yacen desconocidos de gran nmero de lectores americanos. II Pocas de nuestras publicaciones peridicas han llenado mas satisfactoriamente su programa que lo que lo va haciendo el Museo de Ambas Amricas. Tres nmeros han visto la luz pblica, i cada uno de ellos ha justificado la idea que previamente nos tombamos de la importancia de este trabajo literario. Llenos de ideas nuevas i de observaciones luminosas estn los artculos orijinales, i desenvueltas aquellas en un lenguaje castizo i limado. Mucho acierto se descubre en la eleccion de materiales i en la insercin de estractos de otras revistas i obras tiles, mayor interes inspiran las efemrides que forman el almanaque de nuestra historia americana, i no es poca la utilidad del mosaico de mximas morales o pensamientos notables en que concluye. La importancia de esta publicacion i el aprovechamiento del pblico que encuentra en ella una lectura amena i variada, se har mas sensible a medida que el plan que en el prospecto se han trazado los seores editores, se vaya desarrollando con las sucesivas publicaciones. Pero si es grande nuestra satisfaccion al ver en planta la publicacion de una revista que tan necesaria en todo pais en donde haya civilizacin i que tantos bienes trae a la sociedad i de tan poderoso ausilio es para difundir en ella una sana instruccin, mayor es aun nuestra sorpresa de er reducida a tan cortla estension la lista de los suscritores que hasta el nmero tercero solo ascendan al nmero de 11. Conocemos tan crecido nmero de personas que en este puerto, en la capital i otras ciudades tienen derecho de considerarse i ser por los demas consideradas como amantes de las luces, que no habamos trepidado un momento en presajiar a esta importante publicacion los mas prsperos resultados; tanto mas cuanto que conociendo a los editores, cuyos nombres figuran con honor en varios i mui profundos escritos, algunos de ellos mui
conocidos en toda la Amrica del Sud i algunos paises de Europa, esperbamos del pblico en jeneral la mas favorable acojida. No obstante que vemos enrolado en la lista de suscritores lo mas distinguido de la sociedad de Santiago i este puerto, lo que muestra mui bien la alta estimacin en que es tenida, creemos que aun est distante de satisfacer los gastos de la empresa, i mucho mnos de llenar la fundada espectacion de los seores editores. I si bien es cierto que aun ha trascurrido corto tiempo para que se jeneralice entre todos los aficionados a la lectura, no lo es mnos que en nuestra sociedad se de a sentir una perjudicial apata que desalienta i hace abotar las empresas de que mayor ventaja para la difusion de las luces podamos prometernos. En efecto qu utilidad no resulta de la difusion i existencia de una publicacion que en cortos artculos trata de materias tan diversas, formando con buenos i correctos modelos de lenguaje el gusto del pblico, difundiendo conocimientos tiles, tratando a veces de asuntos que de cerca nos interesan, ponindonos al corriente de las mejores producciones de la prensa peridica de los paises mas cultos, i suministrando en jeneral una lectura tan amena como provechosa? Ni qu libro mas interesante puede distraernos de las srias ocupaciones de la vida que aquel que escrito sin miras de partido, se renueva semanalmente ofreciendo nuevos asuntos de detenida meditacion o de un honesto recreo? No es la primera vez que hemos parado la consideracion en el estado precario i poco influyente de nuestra prensa peridica, que no pudiendo vivir de sus propias fuerzas, perpeta su infancia por la imposibilidad en que se halla de tomar un vuelo mas elevado i acercarse por su estension e influencia a la de cualquier otro pais del mundo de los que aspiran al tratamiento de civilizados. Nuestros peridicos circulan entre un corto nmero de aficionados, i aun entre stos buena parte lee de prestado, haciendo difcil por falta de cooperacion las empresas que en mayor provecho del pblico i de la civilizacin redundaran si fuesen debidamente estimuladas. En nuestros dias no hai libertad ni civilizacin posible sin el ausilio de la prensa, mas la prensa no puede existir sin suficiente nmero de suscritores. Hai verdadera falta de patriotismo, verdadera falta de civilizacin, verdadera faltla de ideas liberales i de amor por la mejora del pueblo en aquellos que pudiendo dejan de ayudar a los trabajos de la prensa facilitando con su concurrencia el buen resultado de ellos. Cmo puede llamarse con justo ttulo liberal i filntropo el que no siente que es necesario introducir en nuestras costumbres el hbito diario de la lectura, a fin de que estendindose progresivamente las i deas i los conocimientos tiles, el pueblo mejore su condicin social i adquiera el conocimiento de sus derechos? A cada momento vemos desfallecer las publicaciones que mas ventajas prometan, i cerrarse las puertas con desengao a los nuevos ensayos que las inteligencias, o mas activas o mas adelantadas, haran en beneficio de la civilizacion de su pais si la publicacion de sus tareas no fuese, lejos de ser un trabajo til, una carga pesada e insoportable ; porque motivos mui particulares o un patriotismo exaltado hasta el estravo, se necesita para que un ciudadano consagre sus vijilias i su dinero al servicio del pblico, i nuestra sociedad est organizada de tal modo hoi dia, que del patriotismo nada puede exijirse sin retribucin i sin salario. Los trabajos de la intelijencia son los ms arduos i que mas larga preparacin requieren, i por tanto merecen que sean profusamente recompensados. Muvenos a hacer estas tristes reflecciones, el temor de que la publicacion de que nos ocupamos, no obstlante los bienes que su existencia
puede acarrear a la cultura del pais i a su forma literaria, caduque por la exigidad de sus productos, desalentlan do a otros de intentar en lo sucesivo i acaso con mnos aptitudes que los actuales editores del Museo de Ambas Amricas, ensayos que con tan buenas premisas se malograron. Contamos con que los buenos patriotas i aquel a parte de la sociedad que est a mayor altura de civilizacin o se siente dotada de mas vivo espritu pblico, invite a los tardos i a los remisos a prestar su cooperacion a la bella empresa de mantener en el pais una revista semanal. Plantas tiernas cuyas raices no han penetrado aun la superficie de la sociedad, nunca mas bien que en sus principios requieren ayuda del patriotismo i del entusiasmo por lo bueno; a aquellas empresas que han de refluir en bien de la sociedad, el tiempo las presta despues su sancin i su ausilio, i las ventajas que ya se han palpado, les sirven de garanta de su existencia futura. III Desgraciada condicin la de pensamiento sud-americano que se eleva lo bastante para manifestarnos cuanto podria alcanzar su esfuerzo, i desciende en seguida por haberse apartado demasiado de las nfimas rejiones de donde parti! Palma soberbia que domina las copas de los rboles del bosque, pero que sin apoyos ni compaeros en su elevacion, se troncha fcilmente al mas lijero soplo! El Museo de Ambas Amricas habia aparecido en Chile echando, al parecer, fuertes cimientos para fundar una revista sud-americana, llenando un vaco que se siente en la prensa peridica de los estados que en el nuevo mundo hablan la lengua espaola. Las publicaciones de la prensa han llegado a clasificarse generalmente en cuatro familias distintas. El diario que esplota los asuntos que momentneamente ocupan a la sociedad, la poltica positiva i el movimiento material; el peridico que reasume a aquel, i se propone tratar un objeto particular o difundir una doctrina; el peridico por lo general es circunscrito i especial. La revista ocupa un trmino medio entre el peridico i el libro, puesto que trata con detencion i madurez los diversos asuntos que interesan al pblico, difunde conocimientos i propaga ideas que sus antecesores no pueden desenvolver; la revista es un verdadero prontuario del pensamiento de la poca. El libro ocupa el ltimo tramo de la escala sucesiva de las producciones de la prensa. Ahora, siempre ser defectuoso e incompleto el servicio de la prensa entre nosotros, mientras la revista no ocupe un lugar entre sus publicaciones; i es la falta tn jeneralmente sentida por los amantes de las luces, era la que se habia propuesto llenar el seor don Juan Garca del Rio que entre los literatos americanos ocupa un lugar tan distinguido. Nadie en efecto mas bien que l poda prometerse llenar este vaco. Escritor correcto a la par que hombre instruido, con una reputacion americana, puesto que no era esta la vez primera que ensayaba su pluma en publicaciones destinadas a ser ledas en todo el continente, i conocedor de nuestras i deas, intereses i necesidades, lo que lanto se echa de mnos en los escritores europeos, el seor Garca del Rio tenia fundados motivos de prometerse un feliz porvenir para su empresa. Ni podia vituperarse el plan de la obra que en lo jeneral ha llenado cumplidamente el ttulo de Museo de Ambas Amricas. No es tan rico de datos interesantes ninguno de los pueblos sud-americanos, ni tan desenvuelta su civilizacin
para sostener por s solo una revista; hai ademas un sentimiento que si bien no es dominante, empieza ya a hacerse sentir sin embargo por todas partes, i este es cierta simpata internacional que impele a la parte inteligente de cada seccin del continente a inquirir con interes sobre el movimiento intelectual de las otras; i no trepidamos en asegurar que el Museo de Ambas Amricas se proponia servir de rgano de este sentimiento. Nuestra literatura naciente es mas bien que nacional, americana; en todas sus partes la civilizacin es poco mas o mnos una misma : el idioma, las costumbres, las ideas i aun los recuerdos histricos no se han trazado lmites precisos todava. La revolucin de la independencia es el punto de partida comun de la existencia poltica de cada una de estas hijas que acaban de tomar posesin de una hijuela del gran patrimonio de Colon; los hombres que figuraron en la divisin se hallaron en todos los puntos, i los acontecimientos de aquella poca interesan a todos a un mismo tiempo. La idea, pues, de establecer una revista americana sin patria propia, estaba fundada en antecedentes bien basados, i Valparaiso era el punto mejor que podria escojerse para difundir la en todo el continente. El resulado, sin embargo, no ha correspondido a tan lejtimas anticipaciones; el Museo, fiel a su carcter de americano, no poda encarnarse suficientemente en la sociedad que habia escojido para punto de apoyo; i los medios de comunicacion que existen entre los pueblos diversos del continente, son todava demasiado inseguros para establecer la peridica remisin de los impresos. El seor Garca se queja de no haber encontrado la esperada cooperacion del pensamiento chileno; i si nos fuera dado esplicar la causa de este suceso, diriamos que la elevacion misma de la empresa i alta estima en que la juventud tiene los alcance literarios del redactor del Museo, podan ser parte a arredrarla de l empeo de coadyuvar a sus trabajos. La jeneralidad de nuestros jvenes no tiene aun la conciencia de su propia importancia, i teme incurrir en una crtica que pudiese atribuirles con vislumbre de justicia el pretender, sin capacidad conocida, a ser escuchados como escritores americanos. Si esta esplicacion no basta, no se nos alcanza otra que pueda ser satisfactoria. Por estas razones ha zozobrado, a nuestro juicio, una empresa que podria haber traido gran de utilidad para muchos pueblos americanos; i nosotros lo sentimos tanto mas, cuanto que ella constitua el mas bello adorno de la prensa chilena, que por su medio adquira cierto grado de importancia en los demas estados del continente. El Museo de Ambas Amricas has aadido no poca riqueza al caudal de luces que ya teniamos acumulado jeneralmente; la Amrica habria encontrado en sus pjinas una antorcha que iluminase todas las partes oscuras de su historia i descubriese a los ojos de todo el mundo sus tesoros, sus producciones i sus riquezas, i con el tiempo podriamos prometernos encontrar en el Museo el repertorio mas completo de datos e ilustraciones sobre todo lo que concierne a esta parte del mundo, poco conocida de los estraos, i no mejor comprendida todava por los pueblos que la habitan. Esperemos que tiempos mas felices vengan en que el noble i til pensamiento del seor Garca del Rio pueda realizarse sin tropiezo. Qudale por ahora la gloria de haberlo concebido i de haber puesto toda la capacidad de su intelijencia para llevarlo a efecto. Las resistencias materiales han
vencido, sin que esto arguya nada en mengua del mrito de la empresa, ni de la idoneidad del que se propuso llevarla a cabo 1.
1. Del Museo de Ambas Amricas salieron 3 tomos de 490 pjinas cada uno; de los 231 artculos que compren de, 230 son de su redactor don Juan Garca del Rio. El E.
REPRESENTACION DEL DRAMA DE ESPECTCULO TITULADO VICTORIA (Mercurio de Abril de 1842). I en efecto que nunca se dej ver drama mas grande ni Victoria mas angustiada. Antes de cantar el triunfo, bot el taco, los vencidos quedaron dueos del terreno, i los vencedores se escabulleron callandito como si acabasen de hacer una cosa mala. Pueden tanto las lgrimas de la beldad aflijida que el sentido comun i la envidia se sentiran desarmados! Hai quien sostenga que esta pieza ha sido zurcida en Amrica i que el autor la habia arreglado i coordinado exprofeso para el teatro de Santiago. La ndole de su composicion es anterior a la introduccin en la escena de las verosimilitudes teatrales, de los caracteres i de la intriga dramtica. Es una trajedia bufa, segun las impresiones que deja; i aunque mui posterior al romanticismo, conserva en su fraseologa un sabor clsico de los mas rancio. Los medios del autor son tan nuevos como variados. Hai msica con acompaamiento de un caon de a veinticuatro, difuntos que se asustan de estar muertos, i por distraerse se ponen a enamorar a un viviente; principia la escena por morirse los actores, i concluye por una conferencia con el auditorio. La herona es una aldeana con mas leyes i mas maulas que bestia de jitano, i en su elevacin al rango de duquesa conserva los modales de una verdulera, no obstante que en todas las posiciones de su vida dramtica muestra un profundo conocimiento de las bajezas de una cortesana corrompida, i una erudicin vastsima que le hace citar ejemplo de los romanos cuando queran asesinar a sus mujeres. Nadie muestra avergonzarse, sorprenderse ni asustarse de nada, i no hai calabozo tan seguro que estorbe que se aparezcan en la escena todos los que han sido aprisionados, i aun aquellos que habian muerto. La intriga de la pieza est tomada de la historia de Josef cuando sus hermanos le vendieron por envidia de su virtud. Elihan es el casto Josef, i la duquesa aldeana la mujer de Putifar. La pieza ha mejorado las pruebas del delito; all se mostraba la capa del jven Josef, i aqu el pual con que habia estado enamorando a la dama; i a f que en esta correccin hai mas conocimiento del corazon humano, pues que un pual es el cuerpo del delito mas irrecusable en un galanteo. Tiene la pieza diversos asuntos, diversos objetos, diversas intrigas, como versos de diversos metros. Hai en alla un retazo de la Mojigata, una escena del Otelo i un cuadro de la historia del Hijo prdigo. La herona se manifiesta apasionada del hijo, del padre, del ayuda de cmara i del apuntador. Mas tarde se descubre su parentesco con el consueta i todos los personajes que figura en la escena, i concluye, depuesta ya la corona ducal, anunciando al pblico que acaba de levantarse de la cama. Razon tenan los actores para escojer esta pieza a fin de mostrar el alcance de sus talentos; i a f que Casacuberta o Jimnez i aun el mismo Talma se habrian dado por vencidos; mucho mas este ltimo que tenia el
candor de decir que nunca habia alcanzado a comprender el pensamiento de Voltaire en sus trajedias. Aqu es el pblico el que no ha podido comprender nada, i dividido en bandos opuestos ha silbado, palmoteado, gritado i aplaudido a un tiempo, dejado ver su falta de criterio para juzgar esta pieza. En lo nico que se le ha visto proceder con alguna cordura, es en no haber aplaudido ni silbado a la ex-duquesa que le diriji la palabra. Su respeto a la mujer impuso silencio a la indignacin que la actriz habia suscitado. Honor a los vencidos, decan todos callando, honrando mucho esta conducta a a mis amables chilenos, segun decia un panfleto de teatro. Si el pblico no ha gustado de la pieza, tanto peor para l. Los actores han hecho un prodijio dando la verdadera representacion de las palabras de la pieza. Queran acaso que una aldeana marchase con compostura, se riese con moderacin i no se rompiese los trapos cuando se enojaba? Queran que un galn como Elihan, este casto Josef, no diese unos dos estrepitosos besos en la mano alabastrina que le alargaban, aunque esto hiciese la escena aquella de un ridculo que escitase a nuseas? Cmo evitar que un perro ladrase por aqu, i que por acull palmoteasen sin son ni ton perturbando a los protagonistas? Esperamos que los actores hagan un nuevo ensayo de su paciencia i de la moderacin del pblico ilustrado que desprecia los ahullidos de la envidia de un club de intolerantes. Para la claque habr cbala, i para los silbos, palmoteos, i ande la fiesta!
PRIMERA POLMICA LITERARIA I EJERCICIOS POPULARES DE LA LENGUA CASTELLANA (Mercurio de 27 de abril de 1842). H aqu un bien pensamiento: reunir en una especie de diccionario los errores de lenguaje en que incurre el pueblo i que, apoyados en la costumbre i triunfantes siempre por el apoyo que les presta el asentimiento comun, se trasmiten de jeneracion en jeneracion i se perpetan sin suscitar ni el escndalo de las palabras indecorosas a quienes la moral frunce el entrecejo, ni el ridculo que provocan las pretensiones de cultura de algunas jentes tan ignorantes como atolondradas que usan palabras cuyo sentido no comprenden ni estn admitidas en el corto diccionario popular. Tal es la til idea que un estudioso ha concebido al reunir en el opsculo que a continuacion publicamos, aquellas palabras que el uso popular ha adulterado cambiando unas letras, suprimiendo otras o aplicndolas a ideas mui distintas de las que deben representar, o bien usndolas aun despues que en los paises i entre las jentes que con mas perfeccin habla el castellano, han caido en desuso i han sido sustituidas por otras nuevas. Sabido es que cada reino de Espaa, cada seccin de Amrica, i aun cada provincia de esta, tienen su pronunciacin particular, su prosodia especial, i que hai modismos i locuciones que han sido adoptadas por cierto departamento, cierto lugar, cuyos habitantes se distinguen por estas especialidades. No andara mui errado quien atribuyese estas degeneraciones al aislamiento de los pueblos, a la falta de lectura que les haga correjir los defectos i errores en que incurren i que, sancionados por el hbito, carecen de una conciencia que los repruebe i los corrija.
Consiguientes a la idea de que estas apuntaciones que nos han sido suministradas son solamente aplicables al comun de las jentes, nos abstendremos de elevarnos con respecto a las formas i los lmites que toma el idioma entre nosotros, a consideraciones de mas gravedad, buenas solo para los estudiosos. Convendra, por ejemplo, saber si hemos de repudiar en nuestro lenguaje hablado o escrito, aquellos jiros o modismos que nos ha entregado formados el pueblo de que somos parte, i que tan espresivos son, al mismo tiempo que recibimos como buena moneda los que usan los escritores espaoles i que han recibido tambien del pueblo en medio del cual viven. La soberana del pueblo tiene todo su valor i su predomio en el idioma i los gramticos son como el senado conservador, creado para resistir a los embates populares, para conservar la rutina i las tradiciones. Son a nuestro juicio, si nos perdonan la mala palabra, el partido retrgrado, estacionario, de la sociedad habladora; pero como los de su clase en poltica, su derecho est reducido a gritar i desternillarse contra la corrupcion, contra los abusos, contra las innovaciones. El torrente los empuja i hoi admiten una palabra nueva, maana un estranjerismo vivito, al otro diauna vulgaridad chocante; pero, qu se ha de hacer? todos han dado en usarla, todos la escriben i la hablan, fuerza es agregarla al diccionario, i quieran que no, enojados i mohinos, la agregan, i que no hai remedio, i el pueblo triunfa i lo corrompe i lo adultera todo! Tan cierto es esto, que en la mayor parte de los idiomas modernos ni prjimos son la escritura de las palabras con los sonidos que representa, lo que atribuimos nosotros a que en los siglos brbaros que han precedido a la cultura de las lenguas vivas, poqusimos eran los que escribian, i estos como literatos, no admitian en lo escrito la corrupcion en que veian iba dejenerando el habla popular. Llego el dia en que un gran nmero se sinti con ganas de aprender a escribir i se encontr con que mis seores literatos escribian como el pueblo habia hablado quinientos aos antes. En valde fu gritar contra el absurdo i pedir que se escribiese como se hablaba. No seor! o escribir como escriben los literatos, o no se ensea a escribir a nadie; i ya ven ustedes que el caso era apretado, i fuerza le fu al pobre pueblo someterse, a trueque de saber algo, a la voluntad de los susodichos letrados. Lo que nos pra los monos, es el pensar cmo los espaoles han andado siempre tan liberales en su modo de escribir, que han llevado la ortografa tas con tas con el habla, ellos que tan empacados se mostraban contra las otras innovaciones, a no ser que al principio no hubiese literato ninguno, o que hayan acertado en lo que todos los demas pueblos han errado, por la misma razon que han errado en casi todo lo que los otros acertaron. Pero volvamos a nuestro asunto del vocabulario. Con poca razon achaca Fernandez de Herrera a los maestros el descuido i la poca aficin que tienen a honrar nuestra lengua. No son los maestros los que corrompen el idioma, son las madres, i al seno de la familia, de donde el mal sale, debia llevarse el remedio. El nio aprende a hablar remedando los sonidos, la acentuacin i aun lo que por ac llamamos tonada, de los que lo rodean. En vano el pedagogo ha de decirle, no se dice via mia sino vida mia, porque luego volver al regazo materno donde oye a su mam repetirle via mia, i para l su madre sabe mas que todos los maestros juntos. Si en las grandes ciudades se nota que el habla es mas correcta, es porque las mujeres sin saber gramtica i de puro presumidas han aprendido a hablar mejor. Las nias, quienes por naturaleza tienen el instinto de agradar i la malicia de ocultar a nuestra vista todo sntoma esterior de imperfeccin, estn atisbando
siempre el habla de sus allegados i en acecho de los defectos de la suya propia para correjirse. Es un hecho que hemos notado siempre que en las aldeas i ciudades de provincia las mujeres son comunmente mas cultas en su lenguaje i en sus modales que los hombres sus hermanos, parientes o amigos; i cada jven que va de la capital o de los colejios a las provincias, tiene tantas discpulas a quienes da lecciones de idioma sin saberlo, como son las nias interesadas en escuchar sus discursos, razon por la que consideraramos mas efectivo para correjir los defectos del lenguaje un buen mozo instruido que todos los maestros i las gramticas reunidos. Los hombres son mas cabeza dura i mas abandonados. Las nias enmiendan una palabra desde que le conocen el defecto, con la misma facilidad que reforman un buen vestido desde que la moda ha pasado. Sepan ellas en qu est lo malo, i no haya miedo de que se descuiden en remediarlo. Por eso somos de opinin que si se escribiera un librito en que se recojieran todos los defectos de lenguaje i el modismo o palabra que en su lugar debe usarse, seria visto i no oido, pues todas las puntillosas lo comprarian para salir a la noche al estrado hablando como unos calepinos de correctas. Si el autor de los Ejercicios populares se lleva de nuestro consejo, podr hacer a su pais un servicio importantsimo estudiando los vicios mas frecuentes en el hablar comun e indicando el correctivo. Si agregase a lo que tiene hecho una persona, cuando mas no fuese, de los tiempos i participios irregulares de los verbos en cuya conjugacin mas se equivoca el pueblo, i algo tambien sobre los plurales de los nombres de formacin irregular, adquirira una celebridad piramidal entre la imberbe ralea, i su librito entraria a figurar un rol distinguido entre las esencias, afeites i chucheras de la toilette. En las columnas del Mercurio son estas indicaciones, no obstante su utilidad, gastar plvora en salvas, primero porque las nias no leen el Mercurio, sino cuando alguien les cuenta que les han andado por las costumbres, que entnces se alborota el gallinero, i van a ver que indecencias han dicho para achacrselas a alguno a quien quieren mal o a otro infeliz a quien solo de nombre conocen, porque ya no es la primera que les ha hecho; lo segundo, porque el Mercurio tiene la vida de un efmero, nace por la maana i a la noche est sepultado en el olvido; lo tercero i ltimo, porque los que leen son la espuma i la nata de la sociedad i no sin razon se creen que nada tienen de populares, i desdean por tanto esta clase de ejercicios. De todos modos la idea es til i el medio de correjir el defecto acertado. Lia gramtica no se ha hecho para el pueblo; los preceptos del maestro entran por un oido del nio i salen por otro, se le ensear a conocer cmo se dice, pero ya se guardar mui bien de decir como le ensean; el hbito i el ejemplo dominante podrn siempre mas. Mejor es, pues, no andarse con reglas ni con autores; as es malo, de este otro modo es como debe ser, la noticia cunde por la ciudad o la aldea, se conversa sobre ello, se dice del libro que dice como debe decirse; habla mal uno i le salta al hocico otro con el copo, se arma una disputa, se consulta el libro, i si alguno de los literatos litigantes se lleva un par de puetazos, apostaramos la camisa que en su vida se olvida de cmo debe decirse. Este es el camino.
II
SE CONTESTA A UN COMUNICADO (Mercurio de 7 de mayo de 1812). El autor del comunicado segundo, que publicamos en nuestro nmero del martes, nos recomienda que nos abstengamos de dar cabida en nuestras columnas a asuntos como el vocabulario de Ejercicios populares; otros consideran que nosotros debimos, al darlo a luz, notar sus defectos, i no faltan malos lectores que hayan entendido que el editorial con que lo anunciamos i el vocabulario eran una misma cosa, ambos hijos de un misino padre. Ni nos es posible siempre evitar ciertas publicaciones que no daando a persona determinada, llevan en su misma aparicin aparejado su correctivo, ni nos hacemos un deber de hacer la crtica de los materiales que se nos trasunten para darles publicidad. Dejamos casi siempre al pblico el cuidado de examinar estas producciones estraas a la redaccin, i, cuando mas, nos estendemos a sacar de ellas una jeneralidad o una idea til para desenvolverla. A propsito de los Ejercicios populares que insertbamos, quisimos demostrar la utilidad de estos trabajos para la instruccin del pueblo, ias vulgo, i lo acertado del medio adoptado. Quisiramos ademas que cuando uno de nuestros jvenes dedica al pblico la primera ofrenda de su anhelo por la mejora pblica, no sea esta desechada sin miramiento ni cortesa. La crtica debe correjir i no matar, i por mas que digan, mas vale un trabajo imperfecto que el que no haya ninguno. El examen revela los defectos, la discusin los determina i el convencimiento final los hace desaparecer. Este camino han llevado todos los progresos humanos. No ser de prometerse que nadie emprenda la confeccin del librito que indicamos en nuestro precitado artculo, ya que tan mal parado ha quedado el que primero intent algo semejante. Nosotros vamos a defender ahora al caido contra lo que previene el adajio. Por no haber comprendido el objeto i fines enteramente populares del vocabulista, han andado escandalizndose los crticos con la sustitucin de la palabra astronoma en lugar de astroloja. I bien ! es cierto que nuestras jentes vulgares (se entiende que entra en esta clase alguna parte, aunque pequea, de la que lleva fraque) llaman astroloja a la astronoma, i astrlogos a los astrnomos? Cansados estamos de oirlo. I a propsito de este cansados i otros modismos vulgares que exprofeso usamos en nuestro artculo sobre los tan vituperados Ejercicios populares, nos ha llenado de satisfaccion la indirecta contestacin que nos ha dado el comunicado sobre una cuestion que indirectamente proponamos, a saber, si nosotros debamos repudiar en nuestro lenguaje hablado o escrito aquellos modismos que nos ha entregado formados el pueblo de que somos parte, al mismo tiempo que adoptamos los que usan los escritores espaoles. Se ha alegado en el comunicado que el que aleta del tejado sea anticuado en Espaa, no es razon para repudiarlo entre nosotros, puesto que esta espresion es usada por toda clase de jentes. Hai en esta solucin, una solucin liberal aplicable por analoja a nuestra cuestion, i que puede dar orjen a muchos i mui interesantes desenvolvimientos.
(Mercurio de 19 de mayo de 1842). En idioma jenzaro i mestizo Diciendo a cada voz yo te bautizo Con el agua del Tajo, Aunque alguno del Sena se la trajo; I rbie Garcilazo norabuena, Que si l hablaba lengua castellana Yo hablo la lengua que me d la gana. IRIARTE. Yo conoc en Madrid una condesa Que aprendi a estornudar a la francesa. ISLA. Aceptamos con costas i perjuicios el cargo que con la aplicacin de estos versos nos hace el autor de un comunicado que suscrito Un quidam i bajo el epgrafe Ejercicios populares insertamos en nuestro nmero del 12. No nos proponemos demostrar que dicha aplicacin es inesacta, ni mnos que nosotros vamos por el buen camino cuando hemos querido mostrarnos tan licenciosamente populares en materia de lenguaje. En estas cuestiones, como en muchas otras, apelamos a nuestras propias deducciones sacadas de ciertos hechos establecidos, o que pugnan por establecerse, i sin una doctrina o una teora aprendida en las aulas i recibida como un artculo de f, sobre cuya evidencia no nos es dado alimentar ningn jnero de duda, examinamos los hechos que nos rodean; i de su conjunto, de su unidad i de su tendencia sostenida, deducimos a posteriori la teora que les d existencia. Sabemos mui bien que la licencia de nuestras ideas en la materia de que hemos tratado en el artculo que precedi a los Ejercicios populares i que tantos comunicados ha improvisado, va a suscitar con nuestras nuevas esplicaciones, mayores i mas altos clamores de parte de los rigoristas que, apegados a las formas del lenguaje, se curan mui poco de las ideas, los accidentes i vicisitudes que lo modifican. Pero nuestro nimo es solo esputar la causa sin justificar los efectos; decimos por qu sucede tal cosa, sin entrometernos a averiguar si esta cosa es buena o mala. As, cuando se habla de extranjerismos, cuya introduccin en el castellano atribuye nuestro Quidam a los que, iniciados en idiomas estranjeros i sin el conocimiento i estudio de los admirables modelos de nuestra rica literatura, se lanzan a escribir segun la version que mas han leido, obrada por estos medios, no inculcamos sobre la degradacin del idioma,sino que acusamos las causas que la motivan, i que la justifican acaso. Hemos escojido por tema de nuestras observaciones las amargas burlas de Iriarte e Isla, no tan solo por lo que pueden convenirnos, sino porque ellas revelan un hecho que nos servir de punto de partida. Iriarte e Isla nacieron mui a principios del siglo XVIII, por manera que la invasin del galicismo sobre la unidad del castellano, se ha hecho notar de ciento cincuenta aos a esta parte. Por qu no se quejaban entnces Iriarte e Isla, i por qu no se quejan ahora como entnces los gramticos de los tartarismos o los indianismos que se introducen en el idioma? Sin duda porque no est amenazado de estas invasiones lejanas. I luego, si el glico trata de degradar el espaol, es por ventura a causa de la vecindad de la Espaa con la Francia? No por cierto, porque en Chile se deja hoi sentir esta malfica influencia, segun lo nota el
Quidam, i ya hai un pueblo en Amrica, cuyo lenguaje va dejenerando en un espaol-glico; de donde se colije que hai una causa jeneral que hace sentir sus efectos donde quiera que se habla la lengua castellana, en la Pennsula como en las repblicas de Amrica. I cuando se nos replica que all como aqu es causada esta revolucin por los que, iniciados en los idiomas estranjeros i sin el conocimiento i estudio de los admirables modelos de nuestra rica literatura,delanzan a escribir segun la version que mas han leido, preguntamos por qu los tales estudian con preferencia los idiomas estraos? Qu buscan en ellos que no hallen en el suyo propio? Se quejan los franceses o ingleses de los espaolismos que se introducen en sus idiomas respectivos? Por qu los espaoles que no son puramente gramticos, no estudian los admirables modelos de su rica literatura, i van a estudiar las literaturas estranjeras, i luego se lanzan a escribir segun la version que mas han leido? Oh! Segun la version que mas han leido! h aqu la solucin del problema, solucin que nuestro Quidam sin profundizar, sin comprender siquiera, nos arroja con desden, i creyendo avergonzarnos con ella. Eso es, pues, escriben segun la version que mas leen, i no es su culpa si la antigua pureza del castellano se ve empaada desde que l ha consentido en dejar de ser el intrprete de las ideas de que viven hoi los mismos pueblos espaoles. Cuando queremos adquirir conocimientos sobre, la literatura estudiamos a Blair el ingls, o a Villemain el frances, o a Schlegel el aleman; cuando queremos comprender la historia, vamos a consultar a Vico el italiano, a Herder el alemn, a Guizot el galo, a Thiers el frances; si queremos escuchar los acentos elevados de las musas, los buscamos en la lira de Byron o de Lamartine o de Hugo, o de cualesquiera otro estranjero; si vamos al teatro, all nos aguarda el mismo Victor Hugo i Dumas i Delavigne i Scribe i hasta Ducange; i en poltica i en lejislacon i en ciencias i en todo, sin escluir un solo ramo que tenga relacin con el pensamiento, tenemos que ir a mendigar a las puertas del estranjero las luces que nos niega nuestro propio idioma. Pareca que en relijion, en historia i costumbres nacionales, hubisemos de contentarnos con lo que la catlica Espaa nos diese de su propio caudal; pero desgraciadamente no es as. Los espaoles de hoi traducen los escritos estranjeros que hablan de su propio pais, i nunca tuvieron en relijion un Bossuet, ni un Chateaubriand, ni un Lamennais. Con qu motivo de interes real i de aplicacin prctica a nuestras necesidades actuales, se quiere que vayan a exhumarse esas antiguallas venerandas del padre Isla i Santa Teresa i frai Luis de Len i el de Granada, i todos esos modelos tan decantados que se proponen a la juventud? Para adquirir las formas? I quin suministra el fondo de las ideas, la materia primera en que han de ensayarse? Un idioma es la espresion de las ideas de un pueblo, i cuando un pueblo no vive de su propio pensamiento, cuando tiene que importar de ajenas fuentes el agua que ha de saciar su sed, entnces est condenado a recibirla con el limo i las arenas que arrastra en su curso; i mal han de intentar los de gusto delicado poner coladeras al torrente, que pasarn las aguas i se llevarn en pos de s estas telaraas fabricadas por un espritu nacional mezquino i de alcance limitado. Esta es la posicion del idioma espaol que ha dejado de ser maestro para tomar el humilde puesto de aprendiz, i en Espaa como en Amrica se v forzado a sufrir la influencia de los idiomas estraos que lo instruyen i lo aleccionan.
I no se crea que no sabemos apreciar sus bellezas ni su capacidad ; apuntamos solamente un hecho en sus efectos i en su orjen; sealamos lo que los puristas en el estrecho crculo en que se han encerrado no alcanzan a comprender, i si presienten la pretendida degradacin del idioma, les apuntamos la enormidad de la causa para que no estn en vano dando coces contra el aguijn. Los gritos de unos cuantos (porque unos cuantos sern siempre los que se dediquen a tan estriles estudios) no bastarn a detener el carro que tiran mil caballos. I no hablamos en esto de memoria, como suele decirse. Vamos a producir nuestras pruebas. Hemos tomado a la ventura el catlogo de una de nuestras libreras, i de cerca de quinientas obras en castellano, solo cincuenta son originales, i entre ellas ocupan un largo espacio obras como stas : Avisos de Santa Teresa, Camino real de la Cruz, Despertador eucarstico, etc., etc. En el Instituto Nacional, esceptuando mui pocos casos, todos los libros de que se hace uso para la enseanza elemental son de orjen estranjero, i en el prlogo de una de las gramticas formadas entre nosotros, hallamos estas instructivas palabras: En la analoja me he valido de las gramticas de Ordinaire, de Lefrane i la que se titula el Arte esplicado; en sintaxis, el nuevo mtodo de Port-Royal, el curso de lengua latina por Lemarc i la gramtica de Lefranc, etc. Por manera que los que han renunciado a su propio pensamiento para repetir las tradiciones de sus pedagogos, en lugar de ensear nuestros admirables modelos, debian ocuparse con mas aprovechamiento de sus discpulos, en ensear el arte de importar ideas i los medios de espresarlas, porque esta es la ocupacin primordial del castellano. La hispana aun no est libre hoi de esa cadena que ha pesado sobre su cuello durante tantos siglos: privada por la Inquisicin i el despotismo de participar del movimiento de ideas que con el Renacimiento habia principiado en todos los otros pueblos; dominada entnces por ese mismo odio a todo lo que era libre i repugnaba con su unidad catlica i su reconcentracin desptica, que muestran los celosos partidarios de la imposible incolumidad de la lengua, quedse sola en Europa i renunci a su poder martimo, terrestre, literario i cientfico; i cuando la mano de la libertad ha venido a despertarla en nuestros tiempos, como despert a sus colonias, hall a la madre i a las hijas en la miseria i en la ignorancia, sin tradiciones, sin arte i sin ideas. Desdes entnces madre e hijas van a buscar al estranjero las luces que han de ilustrarlas; i con cortas diferencias van a la par puliendo cada una de su propia cuenta, porque las necesidades son casi iguales. De aqu nace que la Espaa i sus colonias se alarman con los estranjerismos que deponen en su idioma las ideas que de todas partes importan. Trabjase en Espaa como en Chile en las adquision de las luces que poseen los estraos en Espaa como en Chile, se levantan clamores insensatos contra un mal inevitable. El pensamiento est fuertemente atado al idioma en que se vierte, i rarsimos son los hbiles disectores que saben separar el hueso sin que consigo lleve tal cual resto de la parte fibrosa que lo envolva. Cuando el pensamiento espaol se levante, cuando el tardo renacimiento de nuestra literatura se haya consumado, cuando la lengua espaola produzca como la alemana o la francesa 4000 obras orijinales al ao, entnces desafiar alas otras estraas que vengan a degradarla i a injertarle sus modismos i sus vocablos.
Sin tratar de mirar en mnos los esfuerzos que el naciente injenio espaol hace hoi por elevarse i desplegar sus alas, no nos arredraremos de decir que la influencia del pensamiento de la pennsula, ser del todo nula entre nosotros; i que teniendo all que alimentarse i tomar sus formas del estranjero, no se nos podr exijir cuerdamente que recibamos aqu la mercadera despues de haber pagado sus derechos de trnsito por las cabezas de los escritores espaoles. En el comercio de las letras, como en el de los artefactos, tenemos comercio libre, i como los espaoles importaremos de primera mano, naciendo de esta libertad misma i de otras concausas que en artculo separado sealaremos que, por mas que rabie Garcilazo, bastar en Amrica que los escritores, siguiendo el consejo de Boileau, aprendan a pensar antes de escribir, para que se lancen a escribir segun la version que mas hayan leido, i que as como en tiempo de Moratin se empezaba a conceder sentido comun a los que no sabian latin, se conceda hoi criterio i luces a los que no han saludado, porque no lo han creido necesario, a Lope de Vega, ni a Garcilazo, ni a los frailes de Len i de Granada. IV SEGUNDA CONTESTACION A UN QUIDAM (Mercurio de 22 de mayo de 1842). Supongo un pueblo aristcrata en el cual se cultivan las letras; los trabajos de la intelijencia, como los negocios del gobierno, sern dirijidos por una clase soberana. La vida literaria i la existencia poltica permanece casi enteramente concretada en esta clase, o en las que se le acercan. Tocqueville. En las lenguas como en la poltica es indispensable que haya un cuerpo de sabios, que as dicte las leyes convenientes a sus necesidades (las del pueblo) como las del habla en que ha de espresarlas; i no seria mnos ridculo confiar al pueblo la decisin de sus leyes que autorizarle en la formacin del idioma. Un Quidam. Al contraponer estos dos fragmentos nos hemos quedado largo rato con la pluma en la mano recapacitando si es cierto que lo ltimo se ha escrito en una repblica donde el dogma de la soberana del pueblo es la base de todas las instituciones i de donde emanan las leyes i el gobierno. No parece sino que un noble inscrito en el libro de oro de Venecia, dijese en el consejo de los Diez : Es ridculo confiar al pueblo la decisin de las leyes. No podemos, no queremos autorizarle en la formacin del lenguaje. Qu es esto por Dios ! Dnde est esa autoridad que no consiente en autorizar al pueblo en la formacin del lenguaje? Quin es ese que tan ridculo halla confiar al pueblo la decisin de las leyes? H ah, pues, los resultados; emplead toda vuestra vida en examinar si tal palabra est usada con propiedad, si tal otra es anticuada, si tal modismo es vulgar, si la academia lo ha reprobado, si es estranjero, o si lo us Arjensola o Juan de los Palotes, i en seguida subos a la
ctedra a decir. qu?...... No importa, con tal que lo que se diga est arreglado a los admirables modelos de la lengua. Ocupaos de las formas i no de las ideas, i as tendris algn dia literatura, as comprendereis la sociedad en que vivimos, i las formas de gobierno que hemos adoptado. Creemos sin embargo, que la palabra pueblo tomada en un sentido aristocrticamente falso, ha contribuido al estravo de ideas que notamos. Si hai un cuerpo poltico que haga las leyes, no es porque sea ridculo confiar al pueblo la decisin de las leyes, como lo practicaban las ciudades antiguas, sino porque representando al pueblo i salido de su seno, se entiende que espresa su voluntad i su querer en las leyes que promulga. Decimos lo mismo con respecto a la lengua : si hai en Espaa una academia que reuna en un diccionario las palabras que el uso jeneral del pueblo ya tiene sancionadas, no es porque ella autorice su uso, ni forme el lenguaje con sus decisiones, sino porque recoje como en un armario las palabras cuyo uso est autorizado unnimemente por el pueblo mismo i por los poetas. Cuando los idiomas, romances i prosistas en su infancia, llevaban el epteto de vulgares con que el latin los oprima, se formaron esas academias que reunieron e incorporaron la lengua nacional en un vocabulario que ha ido creciendo segun que se estendia el crculo de ideas que representaban. En Inglaterra nunca ha habido academia, i no obstante ser el ingles el idioma mas cosmopolita i mas sin conciencia para arrebatar palabras a todos los idiomas, no ha habido all tal babel ni tal babilonia como el Quidam i Hermosilla se lo temen. En Francia hai una ilustrada academia de la lengua; pero a mas de que se ocupa de asuntos mas serios que recopilar palabras, su diccionario no hace fe, i muchos hai, escritos i publicados sin su anuencia que son mas abundantes de frases i de modismos, i que por tanto son mas populares. Otro tanto suceder en Espaa cuando sea mas barata la impresin de libros, i aun ahora empieza a suceder. Cuando hemos sealado la influencia que la literatura francesa ejerce sobre nuestras ideas, i por consecuencia en nuestra manera de espresarlas, hemos creido indicar las causas que perturban el lenguaje, i la noble disculpa que bailarn a los ojos de la cultura intelectual, ya que la gramtica se muestra tan terca, los que embebecidos en los idiomas estraos de que sacan abundante nutrimiento, andan perezosos en consultar a los escritores orijinales que no pueden ofrecerles sino formas heladas i estriles. Quisiramos que nuestro antagonista, ahorrndonos cuestiones que no lo son en realidad, examinase los elementos que constituyen nuestra propia lengua, para que se convenza de que los pueblos en masa i no las academias forman los idiomas. Encontrara entnces impresos en el nuestro las huellas de todos los pueblos que han habitado, colonizado o subyugado la pennsula. El idioma de un pueblo es el mas completo monumento histrico de sus diversas pocas i de las ideas que lo han alimentado; i a cada faz de su civilizacin, a cada perodo de su existencia, reviste nuevas formas, toma nuevos jiros i se impregna de diverso espritu. Cuando Roma conoci la civilizacin griega, el latn abri sus puertas a las palabras que le traan nuevas ideas; a su turno la civilizacin latina apoyada en las lejiones romanas encarn su idioma en los pueblos conquistados; el francos recibi de la emigracin griega de Constantinopla un fuerte sacudimiento; i el ingles ha continuado, despues de haberse impregnado de voces hebreas, latinas i griegas en sus estudios de la Biblia, al regres de cada buque importando una palabra mas para su diccionario.
Pero una influencia mas poderosa, porque es mas popular, empieza a sentirse en todos los idiomas modernos i que el castellano en Amrica sufre tambien, en razon de la nueva organizacin que las sociedades modernas han recibido. Los idiomas vuelven hoi a su cuna, al pueblo, al vulgo, i despues de haberse revestido por largo tiempo el traje bordado de las cortes, despues de haberse amanerado i pulido para arengar a los reyes i a las corporaciones, se desnuda de estos atavos para no chocar al vulgo a quien los escritores se dirijen, i ennoblecen sus modismos, sus frases i sus valientes i espresivas figuras. El panteismo de todas las civilizaciones, de todas las literaturas que las investigaciones de los modrnos construyen; la mezcla i la fusin de las ideas de todos los pueblos en una idea comun, como la que empieza a prepararse; el contacto diario de todas las naciones que maintienen el comercio; la necesidad de estudiar varios idiomas ; la incorreccin i superficialidad de la prensa peridica i las diversas escuelas literarias; en fin, el advenimiento de tantos hombres nuevos, audaces i emprendedores, hacen vacilar todas las reglas establecidas, adulteran las formas primitivas i escepcionales de cada idioma, i forman un caos que no desembrollarn los gritos de los gramticos todos, hasta que el tiempo i el progreso hayan sacado al arte como los idiomas, de la crisis que hoi esperimentan. En vano ser decirle a Victor Hugo, que asesina el idioma, que aprenda a escribir. Intil; seguir adelante con paso firme arrastrando en pos de s a la multitud encantada, hasta ir a sentarse, quieran que no, en las sillas acadmicas. Qu hacer, Dios mio, con un Dumas que solo sabe leer i escribir i se mete a componer dramas i se sienta tranquilo en una luneta, a esperar los aplausos que en efecto le prodiga el pblico mas quisquilloso i mas intelijente del mundo? Qu hacer? Darle un asiento en la academia i dejarlo. Un escritor frances que ha conquistado tambien una silla en esa academia de sabios, arrojando a la luz pblica un libro que a su turno ha echado un torrente de luces sobre la condicin de las sociedades modernas i de las antiguas, de las sociedades aristocrticas i de las democrticas, ha caracterizado admirablemente el tono de los escritos i de la literatura de ambas sociedades. Hablando de la primera dice : El estilo en ellas parecer tan importante como la idea, la forma como el fondo; su tono ser correcto, moderado, sostenido. El espritu marchar all con un paso siempre nobre, rara vez con un aire vivo; i los escritores se empearn mas bien en perfeccionar que en producir. Hablando de la segunda : Tomando en su conjunto, dice, la literatura de las sociedades democrticas, no podria, como en los tiempos de la aristocracia, presentar la imjen del rden, de la regularidad, de la ciencia i del arte, encontrndose por el contrario descuidada la forma i a veces despreciada. El estilo se mostrar, por lo jeneral, estravagante, incorrecto, sobrecargado i flojo, i casi siempre atrevido i vehemente. I bien, a cul de estas dos pocas quieren nuestros puristas pertenecer en la forma de sus escritos? A la aristocrtica, eh? Pero mal que les pese no lo han de catar; porque he aqu que nos presentamos nosotros i arrojando al pblico una improvisacin sin arte, sin reglas, hija sola de profundas convicciones, logramos llamar la atencin de algunos, i sentndonos en la prensa peridica estamos diariamente degradando el idioma, introduciendo galicismos; pero al mismo tiempo ocupndonos de los intereses del pblico, dirijindle la palabra, aclarando sus cuestiones, escitndolo al progreso. I cuando los intelijentes pregunten quin es el que as viola todas las reglas i se presenta tan sans
faon ante un pblico ilustrado, les dirn que es un advenedizo, salido de la oscuridad de una provincia, un verdadero quidam, que no ha obtenido los honores del colejio, ni ha saludado la gramtica. Pero esto no vale nada. A cada uno segun sus obras, esta es la lei que rije en la repblica de las letras i la sociedad democrtica. I lo que sucede hoi suceder maana; porque la forma de nuestras instituciones hace necesarias estas aberraciones, i el estado de nuestra civilizacin actual no pide ni consiente otra cosa. Cuando la prensa peridica, nica literatura nacional, se haya desenvuelto, cuando cada provincia levante una prensa, i cada partido un peridico, entnces la babel ha de ser mas completa, como lo es en todos los paises democrticos. Mire Ud., en paises como los americanos, sin literatura, sin ciencias, sin arte, sin cultura, aprendiendo recin los rudimentos del saber, i ya con pretensiones de formarse un estilo castizo i correcto que solo puede ser la flor de una civilizacin desarrollada i completa! I cuando las naciones civilizadas desatan todos sus andamios para construir otros nuevos, cuya forma no se les revela aun, nosotros aqu apegndonos a las formas viejas de un idioma exhumado ayer de entre los escombros del despotismo poltico i relijioso, i volviendo recien a la vida de los pueblos modernos, a la libertad al progreso ! I luego achacando a atraso el de un pueblo americano en otro tiempo tan ilustre, en cuyos peridicos se ve degenerando el castellano en un dialecto espaol-glico ... Entendmonos. Si se habla de los peridicos que redacta el pual del tirano, convenido, porque all no hai un hombre ilustrado, un hombre de conciencia; si se habla de lo que escriben los que representan la civilizacin de aquel pais, convenido tambien; pero hai que notar un hecho, i es que esos literatos, bastardos como se quiere, han escrito mas versos, verdadera manifestacin de la literatura, que lgrimas han derramado sobre la triste patria ; i nosotros, con todas las consolaciones de la paz, con el profundo estudio de los admirables modelos, con la posesin de nuestro castizo idioma, no hemos sabido hacer uno solo, lo que es uno, que parecemos perlticos con ojos para ver, i juicio sano para criticar i para admirar con la boca abierta lo que hacen otros, i sin alientos ni capacidad de mover una mano para imitarlos. A qu causa atribuir tamao fenmeno?... Al clima que hiela las almas?...A la atmsfera que sofoca i embola la imajinacion?... Bella solucin por cierto, que no solo condena a la impotencia i a la esterilidad la jeneracion presente, sino que insulta a las venideras, i pronuncia sobre ellas un fallo tan injusto como arbitrario! No, no es el clima, que es variado i risueo, i ha cobijado almas enrjicas i guerreros valientes. No es eso, es la perversidad de los estudios que se hacen, el influjo de los gramticos, el respeto a los admirables modelos, el temor de infringir las reglas, lo que tiene agarrotada la imajinacion de los chilenos, lo que hace desperdiciar bellas disposiciones i alientos jenerosos. No hai espontaneidad, hai una crcel cuya puerta est guardada por el inflexible culteranismo, que da sin piedad de culatazos al infeliz que no se le presenta en toda forma. Pero cambiad de estudios, i en lugar de ocuparos de las formas, de la pureza de las palabras, de lo redondeado de las frases, de lo que dijo Cervantes o f'rai Luis de Len, adquirid ideas de donde quiera que vengan, nutrid vuestro esprtu con las manifestaciones del pensamiento de los grandes luminares de la poca; i cuando sintis que vuestro pensamiento a su vez se despierta, echad miradas observadoras sobre vuestra patria, sobre el pueblo, las costumbres, las instituciones, las necesidades actuales, i en seguida escribid con amor, con corazon, lo que se
os alcance, lo que se os antoje, que eso ser bueno en el fondo, aunque la forma sea incorrecta; ser apasionado, aunque a veces sea inexacto; agradar al lector, aunque rabie Garcilazo; no se parecer a lo de nadie; pero bueno o malo, ser vuestro, nadie os lo disputar. Entnces habr prosa, habr poesa, habr defectos, habr bellezas. La crtica vendr a su tiempo i los defectos desaparecern. Por lo que a nosotros respecta, si la lei del ostracismo estuviese en uso en nuestra democracia, habriamos pedido en tiempo el destierro de un gran literato que vive entre nosotros, sin otro motivo que serlo demasiado i haber profundizado mas all de lo que nuestra naciente civilizacin exije, los arcanos del idioma, i haber hecho gustar a nuestra juventud del estudio de las esterioridades del pensamiento i de las formas en que se desenvuelve en nuestra lengua, con mnoscabo de las ideas i la verdadera ilustracin. Se lo habriamos mandado a Sicilia, a Salv i a Hermosilla que con todos sus estudios no es mas que un retrgrado absolutista, i lo habriamos aplaudido cuando lo visemos revolcarlo en su propia cancha; all est su puesto, aqu es un anacronismo perjudicial. Mas bien que contestar a nuestro antagonista, hemos querido combatir doctrinas que estn jeneralmente admitidas como inconsusas; i cuando se nos acusa de incorrectos i de glicos, hemos sin negarlo, sin paliarlo siquiera, mostrado la irresistible arma que nos causa esas heridas. Hemos querido en cuanto a formas manifestarnos como somos, ignorantes por principios, por convicciones, dejando las cuestiones de palabras, segun decia Herder, para los que no estn instruirlos sino en palabras; i como el zapador que pone fuego a la mecha, aguardamos impasildes la esplosion de la mina, sonrindonos de antemano de la sorpresa i de la rabia del enemigo que en sus atrincheramientos se siente herido, sin saber de donde ni por quin.
V EL COMUNICADO DEL OTRO QUIDAM (Mercurio de 3 de junio de 1842). Le patriotisme exclusif, qui n'est que l'goisme des peuples, n'a pas de moins fatales consquences que l'gosme individuel. DE LAMENNAIS. Mucho tiempo habia que el Mercurio no suscitaba una cuestion que interesase vivamente al lector i le hiciese seguir con ahinco las sucesivas publicaciones de la prensa : devorar el comunicado, improbar el artculo editorial, aplaudir una rplica victoriosa, festejar un golpe en regla, leer en corro, vivir, en fin, del pensamiento de la prensa, seguirlo en cada uno de sus desenvolvimientos, i en cada una de sus faces. Viva la polmica! Campo de batalla de la civilizacin en que as se baten las ideas como las preocupaciones, las doctrinas recibidas como el pensamiento o los desvarios individuales. El pueblo escucha, cree al principio lo que cada uno de los contendientes alega, la duda sobreviene, se establecen comparaciones, i el juicio propio aleccionado concede la victoria a quien o mas razon lleva, o mas profundas
impresiones deja. Suelen los antagonistas en lugar de razones tirarse tierra a la cara, araarse tambien, i no faltan ocasiones en que se hacen heridas profundas i duraderas. Falta de ejercicio. maneras un poco francas, un tanto rudas si se quiere. Pero la continuacion, . el hbito, . la cortesa, la risa de los espectadores tambien, el criterio, en fin, todo contribuye a quitarle a esta lucha caballerosa lo que de spero tiene en sus principios. Son las personalidades la arena i el limo que arrastran las aguas del torrente. Nos hemos visto, pues, metidos i sin saber cmo en una alta i peliaguda cuestion de idioma, de gramtica, de literatura i aun de sociabilidad; porque tal es el enlace i la trabazn de las ideas, que no es posible hablar de idioma sin saber quin lo habla o escribe, para qu, para quines, dnde, cmo i cundo. Esto es lo que veremos al mnos en el discurso de esta polmica. Pero ya que nos veiamos cojidos en la red, quisimos poner la cuestion en trminos que removiese los nimos, suscitase antipatas i aficiones, a fin de que todos los que se interesan en esta materia prestasen atento oido a lo que se iba a decir por ambas partes, i no sucediese lo que de ordinario con los trabajos de la prensa peridica, que pasan de dia claro delante de nosotros como las aves nocturnas cruzan el cielo en el silencio de la noche, sin que nadie se fije en ellas. I por cierto merece ser considerada; se trata de saber qu estudios ha de desenvolver nuestro jven pensamiento, qu fuente debe alimentarlo i qu jiro ha de tomar nuestro lenguaje; si a este respecto hai doctrinas sancionadas entre nosotros, si tienen el apoyo de grandes i justificados nombres i la sancin de pensadores de primer rden, si hai doctrinas rivales, si cuentan stas con el apoyo de la filosofa i la sancin de los hechos. Hai en esto una pretensin insensata i presuntuosa? Eso es al mnos lo que dice cada siglo, cada forma de arte, cuando se les presentan sus sucesores a disputarles el predominio de la sociedad. Voltaire llamaba brbaro, borracho a Shakespeare, Boileau fantico a Milton; los acadmicos franceses no habian oido jamas nombrar a Hugo, aunque despues su nombre literario llenaba el mundo. Un poco despues la Academia ha recibido en su seno a este innovador ignorante, i el borracho Shakespeare i el fantico Milton han arrancado el cetro a los que con asco los rechazaban. Grande fermentacin ha causado nuestro artculo del 22 de mayo, i bueno fuera que no hubiramos logrado nuestro intento cuando ponamos todos los medios de conseguirlo; pero la primera manifestacin que de esta efervescencia ha salido a luz, suscrita por Otro Quidam, nos saca fuera de la cuestion literaria i nos lleva a otra social, a la que iremos de mil amores, porque lo creemos no solo necesario, sino tambien til i laudable. Revela el Otro Quidam una profunda irritacin de nimo, una clera reconcentrada que la risa sardnica i la punzante irona i la amarga burla que afecta, no alcanzan a encubrir. Qu ha podido irritarlo tanto? Qu? la cuestion literaria! Santo Dios! No merecia la pena de incomodarse por ella; mas hai una palabra que a nuestro juicio lo esplica todo. El patriotismo esclusivo, es decir, el egosmo de los pueblos de que habla Lamennais. El autor del comunicado pregunta quien es el redactor que viene a ensear doctrinas tan peregrinas, i nosotros vamos a contestarle. Es uno de los redactores del Mercurio i no d un paso adelante, porque le est vedado; es un redactor de un diario que ha abrazado un partido en una cuestion literaria, es el redactor de un diario que al hacerse cargo de esta tarea, no ha venido a la
tierra como un ser descendido del planeta Saturno para hallar que la tierra es chica, que los hombres son como las hormigas de su planeta. No; el redactor del Mercurio ha revestido el saco que debe llevar el escritor pblico en los pueblos americanos llenos de vicios, de preocupaciones, de indolencia, educados para el despotismo, la inaccion i el retroceso, i sin pretender ser llamado un orculo, ha manifestado francamente sus opiniones, ha levantado su voz contra un abuso, contra una costumbre aeja i retrgrada; a la polica le ha dicho, nuestras calles son inmundas e intransitables, compondlas ; a la municipalidad, no tenemos caminos, no tenemos teatros, no tenemos alumbrado, levantaos, cumplid con vuestros deberes; al gobierno le ha dicho, los carros ambulantes son una monstruosidad, remediadla; a la juventud, habis estudiado, ocupaos de las ideas de nuestra poca, servid a la patria con vuestras luces, ilustrad al pblico con vuestros escritos. Ha ridiculizado lo que era ridculo a todas luces, aplaudido todo lo que mostraba visos de merecerlo, ha manifestado sus opiniones en las cuestiones de poltica interna i esterna, sin penetrar jamas en el santuario de la vida privada; ha deplorado la muerte de los buenos ciudananos como Salas i como Pereira, i recordado siempre con veneracin la memoria de los hroes de la independencia, cualesquiera que, por otra parte, hayan sido sus opiniones polticas i la afeccin o desafeccin del gobierno para con ellos; ha hecho, en fin, lo que cualquiera otro hubiera hecho en su lugar, es decir, cumplir con los deberes que impone la redaccin de un diario que debe ocuparse en todos i en cada uno de los intereses de la sociedad, fomentar el bien, perseguir los abusos, ridiculizar las preocupaciones i las malas costumbres i espresar libremente sus opiniones. Cuando este redactor del Mercurio ha visto una produccin til, la ha anunciado en el diario con encomio, sin permitirse observacin alguna que revelase sus defectos; si una sociedad se ha formado, ha ponderado su utilidad; si un verso ha aparecido, lo ha elojiado i recomendado a los jvenes para su imitacin, i cualquiera que sea el juicio que de las cosas que hayan llamado su atencin ha formado, cualquiera que fuese el asunto en que se haya ocupado, el redactor del Mercurio ha tenido particular empeo en sembrar aqu i all doctrinas sanas de liberalismo, porque est convencido que los peridicos deben ser el vehculo por donde los principios de libertad desciendan hasta el pueblo como el roco de la maana, para vivificarlo i animarlo al bien i al progreso. El redactor del Mercurio ha podido medir sus palabras no por la utilidad que para la rejeneracion social podan traer, sino por la tenacidad de las resistencias que suscitaria en el nimo de algunos, i ha desdeado este fcil camino que puede proporcionar mucha popularidad; ha tomado por el contrario el sendero que han trazado todos los hombres de corazon i de principios en los pueblos que, como los nuestros, marchan al cambio radical de costumbres i de ideas.
VI
LOS REDACTORES AL OTRO QUIDAM (Mercurio de 5 de junio de 1842). Un hermoso libro que ha producido nuestra imprenta circula felizmente con profusin en el pais, libro que contiene tiles lecciones para los que saben entenderlo. Hablamos de los artculos de costumbres de don Mariano Jos de Larra, en los cuales est trazada en caracteres indelebles la marcha que deben seguir los que trabajen en la mejora de los pases espaoles, los que entienden que es preciso despejar el suelo para sembrar la semilla de la libertad. Su patritico sistema, dictado por la primera necesidad de un pueblo que recin sale de las manos de un despotismo secular, ha sido seguido en Espaa i en Amrica. El Otro Quidam que tan celoso se muestra del nombre chileno, gusta, sin embargo, de oir a barra humillar a sus propios paisanos, halla mui justo i mui laudable que un espaol levante en el seno de la Espaa su voz iracunda i eche en cara a su nacin su atraso, se burle de sus costumbres, de su pobreza i de su ignorancia, i que con sus sales punzantes haga de su patria el objeto de lstima de todas las naciones. Qu moral saca de su lectura? Cree que Larra escribi en Espaa sus inmortales artculos para darle a l asunto de risa? Cree que los muchos que le han seguido i de cuyo lenguaje castizo se muestra tan prendado, han hallado por mui gustoso el martirizar a su nacin, degradarla, arrastrarla por los suelos? Insensatos! Larra en tales manos no es mas que un chusco impvido que escribe mui bien el castellano! Pero ese Larra, cuyas palabras parecen tan limadas i que por solo eso es apreciado en algo, es un modelo que todos los escritores pblicos, en Amrica como en Espaa, deben afamase en imitar; es el campeon de la juventud que habla el idioma espaol hoi, que ama a su patria, la Amrica o la Espaa, no importa; que la hiere, que la sacude para que se irrite, se incorpore, se levante i marche en el ancho camino de progresos que le han abierto la civilizacin i la libertad de las otras naciones. Es el alma vrjen de la democracia que levanta su voz contra la sociedad caduca i refregada en que ha nacido, que llena de enerja i con el alma pura de un njel, se irrita contra el vicio i las preocupaciones i la indolencia del pueblo, i que con la risa de la desesperacin en los labios se burla de su pasado i de sus literatos, llueve sobre ellos los dardos de su stira, destilando sangre i veneno. Hallan mui hermoso en Espaa aquel lenguaje, i cuando el escritor en Amrica, que en cada seccin de las suyas tiene mil llagas podridas que curar, cuando el Mercurio dice que no tenemos poesa, que no hemos escrito un solo verso, no por incapacidad, sino por la mala tendencia de los estudios, entnces se levanta el patriotismo del Otro Quidam echando espumarajos i diciendo a grandes voces : venga ac el redactor del Mercurio, quin es su padre?Dnde ha nacido? En la capital o en las provincias? De este lado o del otro de los Andes? Tiene Ud. carta de nacionalidad para atreverse a decir que no hemos hecho versos? Tiene Ud. patente para tener ojos i juicio i opiniones? Cmo insulta a la nacin diciendo lo que sucede, para que se remedie el mal o se averige su causa? Pobrezas que haran avergonzar a cualquier hombre culto, patriota i verdadero amante de su pais! Miserias que la juventud ilustrada debe desechar con el asco que merecen! Preocupaciones en que nos cri el rjimen colonial odiando a todo lo que no era espaol i desptico i catlico! As nos educaron para sobrellevar sin
murmurar el bloqueo continental en que estuvieron las costas americanas durante tres siglos, en que no omos hablar de los estranjeros sino como de unos monstruos, herejes i condenados, i cuando la independencia abri nuestro puerto al comercio, empezamos a buscar entre nosotros mismos dnde se alzaba un cerro de por medio, dnde se atravesaba un rio, para decir : all, del otro lado, estn los estranjeros que hemos de aborrecer ahora ; porque nos ha quedado un fondo de odio que no sabemos dnde ponerlo para que d todos sus intereses. As la Espaa, por odio a los estranjeros, se qued encerrada en su Pennsula ; pobre despues de haber sido rica, dbil, despreciada, cuando habia sido el terror de la Europa; ignorante, cuando su antigua literaura habia ido a inspirar la de otras naciones; sin industria, despues que sus fbricas sirvieron a todos de modelo; pero desnuda de ideas i de vestido, se envolva en su roto manto i calentaba sus manos ateridas en las hogueras de la inquisicin, encendidas para abrasar en ellas las ideas que se desenvolvan en el estranjero; todo por odio a los estranjeros! Nosostros seguimos ahora sus huellas, ahora que ella ha abandonado ese camino, los americanos divididos en pequeos grupos de espaoles hostiles, se miran de reojo, no se tratan, no se comunican ; si un grupo perece a manos del despotismo, los otros no lo saben, no le tienden una nano, no inquieren por qu padece tanto. Para qu? son estranjeros. Estranjeros que fueron hermanos para libertarse juntos; estranjeros que hablan un idioma, que tienen una relijion, un orjen, unas costumbres, un gobierno, un solo fin. Estranjeros! As marchamos a la libertad, a la asociacin americana, a la emancipacin ! Qu piezas para constituir naciones que necesitan abrir sus brazos a los estranjeros de todo el mundo, cunto i aun mas a sus propios hermanos! La juventud va por el mismo camino i se llama no obstante liberal, progresista. Dios nos ampare! Es, pues, un sentimiento colonial el que, envuelto en el ropaje del patriotismo, ha hecho al Otro Quidam atufarse tanto con la lectura de nuestro ltimo artculo sobre idioma. Es retrgado preguntar de dnde viene el que escribe i en donde ha nacido, para saber si tiene razon; es impropio en un hombre civilizado, humano i liberal, insultar a una nacin entera que combate por su libertad, como combati por la independencia de muchos, porque se ha dicho de ella que tiene poesa; es desleal citar entre comillas, como nuestras, palabras suyas i que quiere hacer pasar al lado de las nuestras. Esto, en el lenguaje hablado, se llama calumnia. Es manifestarse mui ajeno de las cuestiones literarias de nuestra poca, el admirarse tanto de que haya quien sostenga doctrinas como las nuestras; es mui material entender que, al hablar del ostracismo, hemos querido realmente deshacernos de un gran literato, para quien personalmente no tenemos sino motivos de respeto i de gratitud ; el ostracismo supone un mrito i virtudes tan encumbradas que amenazan sofocar la libertad de la repblica. Es malicioso aplicar a este lo que decimos de Hermosilla, el retrgado absolutista que ha escrito un infame libro que debia ser quemado, i no andar de modelo de lenguaje entre las manos de nuestra juventud; finalmente, es mui poco decoroso para quien sale lanza en ristre a defender una cuestion, no tener nada que decir en apoyo de ella, i despues de ensear una palabra, engarrotamiento, para mostrar que deba decirse dado garrote por agarrotado que dijimos, concluir con no sacar nada de ese fondo de luces que debemos suponer le hace menospreciar nuestras observaciones i desfigurarlas, sacndolas de sus quicios i medida; porque, al fin i al postre de
qu se trata entre nosotros? De unas doctrinas absurdas en materia de idioma, no es esto? Por qu, pues, azuzar contra el que las sostiene el perro del patriotismo esclusvo, i hacer una guerra internacional de una simple querella de literatura?I para esto escojer por campo de batalla su propia casa, donde todas las ventajas estn de su parte? Hemos tocado una cuestion de idioma; hai pro i contra. La parte ms racional, mejor cimentada, la hemos dejado a nuestros contrarios; nos hemos reservado la mas escabrosa, la que cuenta con mnos antecedentes, la mas absurda Habr partido mas ventajoso? Por qu irritarse tanto? Por lo que antes hemos dicho, por un sentimiento estraviado, por ver en el Mercurio no un peridico sino un hombre, i a este suponerlo manchado con el baldn de estranjero! Pero en vano son esos gritos impotentes. Chile no ver eso en aquel que penetrndose de los verdaderos intereses de la sociedad en que vive, contribuye con su grano de arena a la rejeneracion social, a la ilustracin i al progreso. Dia llegar, pues, en que el Otro Quidam i el redactor del Mercurio puedan presentar ante las aras de la patria sus ttulos de nacionalidad. Hemos vuelto digresin por digresin en la cuestion literaria, estamos a mano. Nuestros lectores no perdonarn que, como un candidato popular para la cmara de los comunes en Inglaterra, hayamos subido al tablado a defendernos i probar que si no tenemos ttulos para aspirar a la consideracion pblica, nada hemos hecho que el verdadero patriotismo tenga derecho de desaprobar. Seremos, pues, en adelante el Mercurio i nada mas que el Mercurio. A l i no a la persona del redactor deben dirijirse los ataques. VII SCNES DE LA VIE PRIVE ET PUBLIQUE DES ANIMAUX tudes de moeurs contemporaines. (Mercurio de 22 de junio de 1842). Esopo, Fedro, Lafontaine, Iriarte i otros fabulistas haban en diversas pocas del mundo i en diversas lenguas, pintado las propensiones, vicios i virtudes de los animales aplicando a la sociedad de los hombres la moral que de aquellas observaciones deducan. Hoi, que todo se hace al revs de lo que hacian nuestros antepasados, se ha dado en la flor de pintar en los animales los vicios i ridculo de los hombres, formando un ramo nuevo de literatura que, si no se le confunde con el aplogo, no tiene aun nombre reconocido.Hace cosa de dos aos que se principi en Pars la publicacion de la Vida pblica i privada de los animales descrita por ellos mismos, en papel marquilla i con tan hermosas lminas que es una maravilla. Plumas como la de Jorge Sand i Balzac, i buriles tales como el de Grandville, han dado a esta clebre composicion ma reputacin verdaderamente europea. Asombra en efecto ver el profundo estudio que de los caracteres esteriores de las pasiones humanas se ha hecho, i la admirable fidelidad con que han sido delineadas en los animales. La escena de la publicacion principia por la reunion de un congreso jeneral tenido por los animales de la menajera i diputados de las provincias reunidos en el Jardn de Plantas a la luz de las estrellas, en el que despues de serios debates i de haber hecho su elojio el burro, la mula obtiene para la presidencia el sufrajio universal. Ocupa la silla, i los animales domsticos, inofensivos, se colocan a la derecha, que como todos saben, es el lado en que en las cmaras francesas estn sentados los partidarios del gobierno. All est
el jeneroso caballo, el tmido ciervo, el noble elefante, el manso i astuto carnero, el inmundo chancho i el lbrico chibato. Sobresalen en la izquierda, entre los miembros de la oposicion, el len temible, el tigre carnicero, el lobo hambriento i otras categoras montaraces e independientes. El centro lo forman los animales rastreros, sin carcter conocido i sin opinin propia, tales como la tortuga, la culebra, el alacrn, el spo i otras alimaas de este jaez. La astuta zorra se ha colocado al pi de la mesa del presidente por no comprometerse con ningn partido; el mono i el loro son los redactores de las sesiones, el uno imita la accin i el otro repite las palabras. Hai un momento de silencio, la discusin principia, el camalen sube a la tribuna, i en lenguaje mui limado i castizo espone a la honorable representacion que tiene entnces, como siempre, el honor de ser del parecer de todo el mundo. Pero le sucede el len como orador de la oposicion i da tal rujido que la consternacin se introduce en la derecha; disprase el ciervo, da un bufido de espanto el caballo, el perro ahulla, i la zorra, se va poco a poco acercando a la izquierda por si se van a las manos; el orador vomita pestes contra los hombres que tienen esclavizados a los animales, hace llover dicterios i sarcasmos sobre los cobardes que se han sometido a su imperio para ser devorados unos en pos de otros; pinta con nobles rasgos la independencia de los bosques, la vida patriarcal, las escenas de la naturaleza, e invita a toda la honorable asamblea a romper el ignominioso yugo de la servidumbre i seguirlo a los campos. La izquierda prorrumpe en aplausos, mientras que los diputados de la derecha se miran unos a otros; la zorra admira la tonante elocuencia del orador i convida a un gallo i a otras aves domsticas a apoyar la mocin ; el lobo est mirando de hito en hito al carnero, como si ya lo viese fuera de la garanta de la fuerza legal. La discusin contina i la atencin de la asamblea se distrae hasta sofocar la voz de no se qu orador oscuro que pondera las ventajas de la vida civilizada, con los cuchicheos de la conversacin. Seria interminable referir todos los sucesos de esta memorable sesin que concluye en arreglarse la redaccin de la Vida pblica i privadade los animales para ejemplo de los hombres. La Historia de una liebre principia la publicacion. Cunto ha padecido, cuntos ultrajes ha tolerado por no desagradar al rei! Es esta una historia de una belleza inimitable, i qu lminas ! La liebre tiene un desafo con un gallo pisaverde. Qu terror en la cara de la liebre! qu cobarde! pero el padrino que es tio Dogo su amigo, le dice que es preciso batirse por el honor, le pone la pistola en la mano, apunta temblando la liebre, aprieta los ojos, da vuelta la cara, dispara sin saber lo que se hace, i oh dolor! mata al gallo mas valiente que se conoce en diez leguas a la redonda. Una liebre mata a un gallo ! Mil historias, a cual mas picaute, forman la coleccion. Historia de una gata inglesa, clebre crtica de las costumbres de las mujeres de la vieja aristocracia de Inglaterra. Se enamora aquella de un gato frances llamado Brisquet, mui petimetre, un dandy secretario de la embajada. La seduce ste, la cita a un tejado, i en los coloquios amorosos, abrazos i tirones, sltansele del bolsillo las instrucciones privadas de su gabinete, que llegan a manos de Lord Palmerston i le instruyen que la paz armada de la Francia, los nuevos alistamientos, los preparativos militares, son una farsa, i el tratado de 14 de julio se concluye, i los asuntos de Oriente se arreglan por las potencias, sin consultar a la Francia. De estos i aun menores accidentes depende a veces la suerte de las naciones ! Qu moral para los pueblos!
Aventuras de una mariposa. Cmo pintar en un estremo de la tela de mi artculo, su viaje sentimental de Paris a Baden, sus amores areos i fantsticos, su casamiento i su subsiguiente muerte! La medicina tiene sus representantes, la ciruja sus cadveres que disecar. El doctor Cuervo hace de su pico escalpelo, i en un dos por tres en junta numerosa de facultativos se hace la autopsia, examinan las entraas del muerto, toma cada uno un miembro; ste se propone demostrar el nervio simptico, que separa cuidadosamente de las carnes que lo encubren: aquel saca un ojo para ver el aparato ptico; otro escudria el cerebro, i todos en fin se retiran a poner por escrito en una memoria su disertacin, porque es cosa sta de masticarla i dijerirla despacio, cojen el vuelo pausadamente como conviene a la facultad, i queda sobre el anfiteatro, en lugar del cadver, la armazn huesosa, limpia i monda. Oh mdicos ! Se sigue un tribunal de justicia. Hai una demanda entre el lobo i un cordero, a quien no se le oye por falta de testigos que acrediten la verdad del ultraje que ha intentado hacerle el lobo. El perro pastor es tachado por su conocida enemistad con el lobo. Vuelve el cordero a sus campos i el lobo a sus antiguas maas, i un dia logra por fin comerse al cordero. Aqu de la justicia que proteje siempre al dbil contra el opresor; los jendarmes echan el guante al criminal, lo meten en un calabozo, se sigue su causa, se le confronta con la vctima, confiesa su delito, se compone con Dios haciendo una buena confesion, i al dia siguiente mi don Lobo es ahorcado en la plaza pblica. El pueblo se divierte, i el cordero comido ya est comido, i el que la hace que la pague, i los ciegos cantan al dia siguiente la aventura : Vous dans les sentiers du crime Qui pourriez tre entrans Par cet exemple, apprenez Que celui qui fait le mal Est un mchant animal. Hai la historia del asno, el raton filsofo, recuerdos de una corneja vieja, historia de un lagarlo, viaje de un len de frica a Paris, i otros muchos temas de composiciones llenas de sal i verdad. Sera nunca acabar el intentar dar de ellas una relacin ni abreviada siquiera. La crtica literaria no est libre de figurar entre los animales. Un loro clsico repite lo que ha leido en Boileau, La Harpe i una traduccin de Hermosilla, i da vueltas en su aro, i haya repblica, haya democracia, l canta con un aplomo imperturbable : lorito real, para la Espaa i no para Portugal, Toquen, toquen Clarinetes i cajas, Que pasa el rei Para su casa. Un perro rabioso ladra a todos los escritores, a los actores, a la empresa i al gobierno; la rabia le ahoga, se muerde l mismo la lengua i se envenena. Quien tal hace que tal pague, i con la vara que mides sers medido, i quien a cuchillo mata a cuchillo muere! Remitimos por mayores detalles a nuestros lectores al libro publicado en diciembre en Paris, Hetzel Paulin, calle del Seine, 33. Lo que mas nos ha sorprendido en esta coleccion i de lo que nos habamos abstenido de hablar hasta ahora, es de la composicion que lleva por
ttulo Los Gallos Literatos, que nos proponemos traducir porque creemos que agradar tanto mas a nuestros lectores, cuanto que hoi se ha despertado la atencin pblica con la cuestion de romanticismo i clasicismo, los antiguos i los modernos, los puristas, los innovadores i qu se yo que otra pamplina de este jaez. Ya se imajinarn nuestros lectores cunto talento habr desplegado en los gallos literatos George Sand, este corifeo hembra de los que no han dejado ttere con cabeza, ni cosa en su lugar con el estrafalario romanticismo. Pero es lstima que no podamos reproducirlo todo, por exceder de los lmites de una publicacion peridica.
VIII LOS GALLOS LITERATOS Memorias inditas de una gallina de Guinea que vivi diez aos en la Repblica del Gallinero. (Mercurio de 23 de junio de 1842). El len, que por la gracia de Dios habia nacido rei de los animales, i hoi sirve de objeto de curiosidad en los anfiteatros i en las casas de fieras (gracias a los principios liberales i a las luces de la filosofa que han reintegrado a la creacin bruta en su antigua libertad), mantena el boato de su corte sacrificando a los indefensos animales; gustaba mucho de la carne de ciervo, que es tan sabrosa i regalada para todos los dspotas, i en su mesa eran servidos los miembros palpitantes de los mejores de sus vasallos. Sus histriones, para complacerlo, escribian la historia de los animales i no se cansaban de ponderar la timidez del ciervo, la inocencia del cordero i lo sabroso de la sangre del hombre. As se ha escrito hasta hoi la historia poltica de todos los eslados, i as escribieron Plinio i Bufon la del Gallo i su familia. Se engullan un pollo, se sorban un par de huevos, i con los dedos tintos aun en la grasa que la vctima destilaba, escribian que el Gallo debia ser un animal mui bueno, puesto que tan golosos platos proporcionaba. No solo es necesario ser un animal para escribir la historia de los animales, sino que tambien es preciso serlo del mismo jnero i especie, si bien es cierto que conviene que el historiador sea de una familia diversa, de manera que ni peque por parcial ni vaya a tocar en el estremo de ser hostil. Sigue aqu la historia de la Gallina de Guinea, su patria, su familia, su esclavitud; es transportada en un buque negrero a la isla de Santo Domingo, es destinada a un gallinero donde permanece hasta la insurreccin de los negros que pasan a cuchillo a todos los gallos blancos; la reconoceToussaint de l'Ouverture, la salva de la matanza i la pone en libertad. Durante su cautiverio se dedica, como Esopo, a estudiar la historia, aprende gramtica latina, i hace apuntaciones sobre los sucesos contemporneos de la repblica gallincea, etc.; i prosigue la historia. El gallo propiamente hablando no es animal, por la misma razon que el hombre no es animal sino persoua. Se le parece en creerse el objeto principal de la creacin, le iguala en eso de echar plantas, i le excede solo en pequeez i orgullo, Vedle marchar, qu mesura! qu garbo! no le cedera el paso ni a un asturiano, sobre todo, si es absolutista. En lugar de un espadn, lleva dos,
como un portugus, i por qutame all estas pajas, zas! una cuchillada al prjimo, i arda Troya. Como el hombre gusta de la danza i de la msica, no hai pollita que sus ojos vean, a quien no le cante una copla i le baile la tarntula. Intolerante i celoso, jamas consiente que en su gallinero cante otro gallo, i si la mala ventura lleva otro estrao a sus estados, debe este, si no quiere morir acribillado, andar tan alicaido i cabizbajo, i sobre todo cantar tan piano, que no escite la rivalidad de los nacionales, de donde ha venido el decir, anda como pollo en corral ajeno. Amante de gloria i sediento de sangre i de combates, su vida es una campaa abierta contra todos los individuos de su especie, salvo la parte femenina, que puede decir de l con justicia que nada quita lo valiente a lo corts, porque sabe leer en el corazon de las chicas, i no es persona que se deje decir dos veces esto ando queriendo, sin otorgarlo con tanta solicitud i tan de buen talante, que es fuerza decirle basta, por Dios, basta ! Amar i pelear es su vida ; cada dia un duelo, cada hora una aventura amorosa, de manera que a juzgarlo por este lado es todava un caballero de la edad media. Devoto a la vez i supersticioso, entona sus cnticos de alabanza por la maana i en medio del dia le intimida el vuelo de gavilanes i alcones cuya presencia supone ser un mal agero para su raza. Libre en la esclavitud, gusta del contacto del hombre, cuyo dominio sufre sin agradecer el favor ni resentirse del agravio. De tal manera est connaturalizado con su actual estado, que no hai memoria de que haya llevado en los bosques la vida salvaje. Habitante de todos los climas ha tenido parte en muchos i mui grandes sucesos. Acompaaba a Esculapio en la Grecia, i en casa de Caifs hizo, con una gran carcajada repetida tres veces, caer en el golpe a un viejecillo que se calentaba a orillas del fuego. Los Galos antiguos lo tuvieron en grande estima i todos los pueblos del mundo le hallan de un sabor esquisito i gustan de su compaa, por lo que han dado en decir, Dios los cria i ellos se juntan. Las diversas naciones de gallos que cubren la tierra se distinguen entre s como los hombres por sus usos i costumbres. Sobresalen los ingleses por su talla esbelta i delicada, su cutis colorado i su estremado valor. Se han derramado por todo el mundo, han ocupado todo el norte de la Amrica, tienen muchas islas bajo su dominio, i por poco que hagan, llegar dia que no cante en toda la redondez del mundo otro gallo que el ingles. Un gabazo Chino, tamao como jayan, cometi una vez la imprudencia de cantar en tono mas que de soprano, lo que oido por los gallos ingleses que se han introducido en los gallineros de la India, di bastante motivo para suscitar su insaciable codicia, i despues de rondar largo tiempo por los lmites del Catay i de haber derramado en las playas opio para envenenar a los habitantes, lograron al fin atraerlo a la pelea i se ha trabado un furioso combate que dura todava. El gallo frances es igualmente bizarro, i tan altivo que solo gusta posarse en lo alto de las banderas i en la parte superior del escudo de armas de su nacin. Un tiempo hubo en que cedi su puesto a una guila formidable; pero los gallos insulares cayeron sobre ella, la maniataron i la condujeron a una nsula remota, en donde muri la triste encadenada a una roca. En premio de tan insigne servicio concedi el gallo a los insulares el imperio de los mares i la influencia en la poltica de las demas naciones, de que gozan sin rivales. Es el gallo frances el mas culto del mundo, i tan humano que ya no gusta de pelear, contentndose solamente con cacarear i cantar. Se suscita una cuestion en el Oriente, i el gallo enfurecido bate las alas, se mira las espuelas i canta
furibundo que se declara en paz armada; lo embastillan en el corral i entnces ira de Dios! qu cacareo i qu bulla infernal; pero los gallos ingleses, se comen solos el trigo del Ejipto ; sus amos lo embastillan, sin hacer caso de su sempiterno cantar. En cambio del poder que no le dan sus doradas espuelas, se desquita con imponer la moda a todos los otros gallos, i nadie se sustrae al yugo de sus sastres. Viste con elegancia; prefiere los colores oscuros; lleva la barba rasurada, la cabeza al uso persa, el cuello desnudo i las estremidades recortadas. Sobresale en el arte del peluquero, no tiene rival en la confection de los pasteles, i es diestrsimo en el manejo del florete; porque a falta de enemigos esteriores se bate con los suyos en duelo singular. Este i el ingles son llamados finos, para distinguirlos de otra raza que se conoce bajo el honroso dictado de brutos. Se encuentran estos ltimos derramados por todo el continente colombiano, i descienden de la dejenerada estirpe castellana. Poco aliados en sus vestidos, usan del color ceniciento que lleva el mismo nombre de su raza. Son graves, testarudos, un tanto perezosos, i tan apegados a lo viejo, que en lugar de ir adelante van para atras. En cuanto al valor no han cobrado mucha fama, si bien es cierto que han tenido pollos que se las han tenido tiesas a los mas pintados europeos; el duelo est prohibido entre ellos, i todas sus aspiraciones se reducen a comer, engordar i fecundar a sus gallinas, para lo cual tienen admirables aptitudes. Son sin embargo preferibles a los ingleses i franceses para la cazuela i el estofado, por cuya razon son mui estimados de todos los habitantes del mundo, que concurren a sus puertos a desplumarlos. Desde que se sublevaron Santo Domingo i las otras colonias, se han ocupado siempre en disputar sobre quin sube mas arriba en el rbol de dormir, a fin de estercolar a los que quedan mas abajo. A pesar de todo esto, los gallitos mas nuevos empiezan a abandonar las prcticas de sus abuelos, se alian i se afeitan a la francesa i buscan su alimento con la prontitud i actividad inglesa. De aqu han nacido dos bandos en sus repblicas, que amenazan turbar la incierta paz de que a veces gozan. Competiese el uno de los gallos que ya no se cuecen a dos hervores, los franciscanos i los castellanos puros, con tal cual gallito novel, a quien le ha soplado el diablo por echarla de viejo; forman el otro los pollos de pitn, de casta mestiza de fino i bruto; algunas jacas de estaca retorcida que simpatizan con toda clase de novedades, i uno que otro pollo desgaritado, que ha escapado con la cola de mnos de las garras de alguna zorra monstruo cebada en comerse los gallos mas atisbados1.
1. Fui testigo en un gallinero de una reyerta mui singular. El autor
Uno de estos desplumados, no bien se repuso del miedo de haber visto la zorra tan de cerca, cuando se ech a cantar con tan buena gana i de una manera tan desusada, que los gallos de toda la vecindad se alborotaron sobre manera. Unos decan que no lo hacia mal para su edad, otros le achacaban el no conocer la escala diatnica ni por las tapas; pero nuestro gallo sin curarse ni poco ni mucho de estas habladuras, apenas amaneca Dios, se ponia a cantar como si estuviera en su gallinero; i hubiera cantado su vida, si por su mala estrella no hubiese dicho al entonar un himno a la libertad Ki-ki-ri-k, en lugar de decir Ko-ko-ro-k, que era el uso consuetudinario de aquel pais. Aqu fu la tremolina. Qu bulla! qu alboroto! que cacareo ! no pareca sino que hubiesen visto las patas de la zorra. Todos los gallos del lugar
cayeron sobre l i lo rodearon i estrecharon de manera, que a no ser de tan buena lei, habria tomado las de Villadiego. El uno le arrima ambas espuelas, el otro le arranca las plumas de la naciente cola, i todos a porfa lo llenan de denuestos i de dicterios. Pero amigos, les dijo el cuitado, qu furor es ese? qu mal os he causado? Impvido! le respondieron, trapaln, mestizo, advenedizo, jenzaro i rabon, qu es eso de Ki-ki-ri-k? qu falta de respeto a la sonora, castiza i correcta msica de nuestros padres? No basta ya que los malditos herejotes de los gallos ingleses i franceses nos coman el trigo, sino que tambien han de venir a introducirnos en el canto sus estranjerismos? Seores, contestaba el atribulado cantorcillo, sosiguense vuesas mercedes, i entendmonos. Yo gusto de cantar i vivo de eso, i canto como Dios me da a entender. Falta usted a las reglas, desafina los tonos, i se separa de la doctrina de nuestros mejores cantores. Qu cantores ni qu calabazas? Veamos, qu doctrina siguen vuesas mercedes, i qu modelos imitan? Nosotros imitamos, contestaron algunos, el sublime cantar del gallo de la Pasin que le cant a San Pedro, echndole en cara su fea culpa con tal elocuencia, que el Santo traidor, movido de lo limado del estilo i lo castizo de las frases, se ech a llorar a lgrima viva i a moco tendido, confesando su delito i haciendo penitencia. Eso si que era cantar! Qu viene usted aqu con su Ki-ki-ri-k, ni su Ki-ki-ri-k? Eso no huele a Castilla la Vieja, no es antiguo i por tanto no merece escucharse. Aflijido i mohino por demas trajeran con tan eruditos razonamientos a nuestro cantor novel, si hubiese cosa en este mundo que lo pusiera de mal talante. En verdad que de aventuras peores habia salido con vida. Despues de algunas vueltas i revueltas maliciosas en el estrecho crculo que le habian formado, a manera de salida de gallo fino, encar a uno de los de la rueda, dicindole en tono amigable i sumiso : Cante vuesa merced segun las reglas que dej escritas el gallo de la Pasin? A lo que contest el tal, despues de haber garganteado con garbo : De mui buena gana lo hiciera, ms por darle una leccion que por complacerlo, si no anduviera con pepita. Lo siento en el alma i lo compadezco. I vuesa merced? dirijindose a otro de los circunstantes que a la sazn estaba parado en una pata, jugando con la otra con las plumas de la pechuga, no me endilgar por el buen camino? Pero ste le descarg por toda contestacion tan recias pualadas, que bien dej traslucir que era discpulo de San Pedro, quien taj una oreja al judo Malco en ocasin semejante. Gracias, seor, por la cortesa, contest el rabn: eso se llama poner las cosas a derechas. En esto dares i tomares se avanz hacia el centro con paso mesurado un gallo que tenia fama de mui castellano, i despues de entonar el do, re, mi, fa, sol, del canto llano, dijo en tono de bajo un Chriiis to naciooooo, tan afinado, que hizo prorrumpir a la asamblea en mil bravos i aplausos. Esta es una lijera muestra, aadi pavonendose de satisfaccion en un ronco recitado, de lo que puede el estudio de los buenos modelos cuando se hace con aprovechamiento. Me reservo para despues dar al pblico las reglas, porque nada es mas til al gallinero que cantar bien, aunque no tenga un grano que llevar a la boca, i est amenazado de que se introduzca en su seno la zorra. Nos hemos asociado en nmero de ocho gallos, todos, a Dios gracias, buenos i leales castellanos, i solo aguardamos que llegue un compaero que tiene espuelas metlicas, para principiar nuestras tareas en la grande obra de salvar a la repblica del mal mayor que podia sobrevenirla, cual es de que se adultere el hermoso canto del gallo de la Pasin, pidiendo al soberano que nombre, a la
manera del proto-medicato, un tribunal en que se examinen los gallos que hayan de cantar en pblico, i que estos sean escojidos entre los que hayan estudiado en la Sorbona o en Salamanca1.
1. Aunque anunciada la continuacion de este artculo, no lleg a publicarse. El E.
El escritor no es el hombre de una nacin; el filsofo pertenece a todos los pases, a sus ojos no hai limites, no hai trminos divisorios; la humanidad es i debe ser para l una gran familia. Lord Agirof.
Una cuestion, cuando es una simple cuestion, es considerada la mayor parte del tiempo como una cuestion, i nada mas. Pero hai cuestiones de cuestiones; hai cuestiones que hacen furor. Las hai espesas i de suyo enmaraadas, el trasluz de las cuales nada se ve; puede escribirse encima de ellas, non plus ultra, nada hai mas all. Entre estas pudiera mui bien clasificarse la cuestion literaria. No se qu sabio ha dicho que las mas de las cuestiones son cuestiones de nombre: aqu las mas son cuestiones de persona. En vez de buscar libros que confirmen una opinin, la primera dilijencia que se hace es saber quin es el autor del artculo contrario; i las mas de las cuestiones que he visto se han decidido por este estilo, mas yo encuentro en esto el inconveniente de que si en un pais en que tan poco prestijio tienen la literatura i los literatos, en vez de darse honor unos a otros, se dan mutuamente en espectculo, derribamos nosotros mismos nuestros altares, i nos hacemos el hazmereir del pblico. Muchos tienen la diablica mana de empezar siempre por poner obstculos a todo lo bueno, i el que pueda que los venza. H aqu las causas de la oposicion que, as en poltica como en literatura, hallamos en nuestro pueblo a las innovaciones; queremos el fin sin el medio, i esta la razon de su poca solidez. Han desaparecido muchos de los vicios radicales de la educacin, que no podan mnos de indignar a los hombres sensatos de fines del siglo pasado i aun de principios de este. Rancias costumbres, preocupaciones antiguas, hijas de una relijion mal entendida i del espritu represor que ahog, en Espaa como aqu, durante siglos enteros, el vuelo de las ideas, habian llegado a establecer una rutina tal en todas las cosas, que la vida entera de los
individuos, as como la marcha del gobierno, era una pauta de la cual no era lcito siquiera pensar en separarse. Acostumbrados a no discurrir, a no sentir, nuestros abuelos no permitan discurrir ni sentir a sus hijos. Hace aos que secuaces mezquinos de la antigua rutina mirbamos con horror toda innovacin; encarrilados en los aristotlicos preceptos, apenas nos quedaba esperanza de restituir al jenio su indispensable libertad ; Diose empero en poltica el gran paso de atentar al pacto antiguo, i la literatura no tard en aceptar el nuevo impulso. Nosotros, ansiosos de sacudir las cadenas polticas i literarias, nos pusimos prestamente a la cabeza de todo lo que se present marchando bajo la enseadel movimiento. Sin aceptar la ridicula responsabilidad de un mote de partido, sin declararnos clsicos ni romnticos, abrimos la puerta a las reformas, i por lo mismo que de nadie queremos ser parciales, ni muchos mnos idlatras, nos decidimos a amparar el nuevo jnero con la esperanza de que la literatura, adquiriendo la independencia, sin la cual no puede existir completa, tomara de cada escuela lo que cada escuela poseyese mejor, lo que mas en armona estuviese en todas con la naturaleza, tipo de donde nicamente puede partir lo bueno i lo bello. Se ha dicho que la literatura es la espresion del progreso de un pueblo. Ahora bien, marchar en ideoloja, en metafsica i en poltica, aumentar ideas nuevas a las viejas i pretender estacionarse en la lengua que ha de ser la espresion de esos mismos progresos, es haber perdido la cabeza. Las lenguas siguen la marcha de los progresos i de las ideas; pensar fijarlas en un punto dado, a fuer de escribir castizo, es intentar imposibles; imposible es hablar en el dia el lenguaje de Cervantes, i todo el trabajo que en tan laboriosa tarea se invierta, solo servir para que el pesado i montono no estilo anticuado no deje arrebatarse de un arranque solo de calor i patriotismo. El que una voz no sea castellana es para nosotros objecin de poqusima importancia; en ninguna parte hemos encontrado todava el pacto que ha hecho el hombre con la divinidad ni con la naturaleza, de usar tal o cual conbinacion de slabas para entenderse; desde el momento que por mutuo acuerdo una palabra se entiende, ya es buena. En esta parte diremos de buena fe lo que ponia Iriarte irnicamente en boca de uno que estropeaba la lengua de Garcilazo : que si l habla la lengua castellana, yo hablo la lengua que me da la gana. Ni reconocemos majisterio literario en ningn pais, mnos en ningn hombre, mnos en ninguna poca. Rehusamos, pues, lo que se llama en el dia literatura entre nosotros; no queremos esa literatura reducida a las galas del decir, que concede todo a la espresion i nada a la idea, sino una literatura hija de la esperiencia i de la historia, pensndolo todo, dicindolo todo en prosa, en verso al alcance de la multitud ignorante aun; literatura nueva, espresion de la sociedad nueva que constituimos; toda de verdad, como es de verdad nuestra soeiedad; sin mas reglas que esa verdad misma, sin mas maestro que la naturaleza misma; jven en fin, como el estado que constituimos. Libertad en literatura como en las artes, como en la industria, como en el comercio, como en la conciencia. H aqu la divisa de la poca, h aqu la nuestra. El entusiasmo es la gran regla del escritor, el nico maestro de lo bello i de lo sublime. No es la palabra sublime, salo el pensamiento, parta derecho al corazon, apodrese de l, i la palabra lo ser tambien. H aqu verdades que no comprendieron los escritores espaoles del siglo pasado ; quisieron adoptar ideas peregrinas, exticas i vestirlas con la lengua propia; es decir que al adoptar las ideas francesas del siglo XVIII, quisieron
salvar del antiguo naufrajio la espression, esto es, representarlas con nuestra lengua del siglo XVI. Una vez puros, se creyeron orijinales, pero esta lengua desemejante de la tnica del Seor, no habia crecido con los aos i con el progreso que habia de representar; esta lengua tan rica antiguamente, habia venido a ser pobre para las necesidades nuevas. Se ha inculpado a Cienfuegos de haber respetado poco la lengua. Qu mucho si Cienfuegos era el primer poeta filosfico que tenian los espaoles, el primero que haba tenido que luchar con su instrumento i que le haba roto mil veces en un momento de clera o impotencia? Si nuestras razones no tuvieran peso suficiente, habria de tenerlo indudablemente el ejemplo de esas mismas naciones a quienes nos vemos forzados a imitar, i que mientras nosotros hemos permanecido estacionarios en nuestra lengua, han enriquecido las suyas con voces de todas partes. Los escritores modernos franceses han roto las antiguas cadenas de la sintaxis francesa. Notre Dame de Pars ha hecho verdaderamente una revolucin en la lengua francesa. Pero al fin, aqu tenemos el loco orgullo de no saber nada, de querer adivinar todo, i no reconocer maestros. Las naciones que han tenido, ya que no el saber, deseos de l, no han encontrado otro remedio que el de recurrir a las que sabian mas que ellas. X RARO DESCUBRIMIENTO! (Mercurio de 30 de junio de 1842). En nuestro nmero de 25 de junio publicamos un remitido que traa por epgrafe : La cuestion literaria. Desde nuestra primera lectura del borrador, sentiamos una satisfaccion que al principio debamos atribuir naturalmente a la conformidad de las ideas en l vertidas con algunas de las que otra vez hemos manifestado sobre literatura, i que tanta oposicion encontraron por entnces. Pero esta esplicacion no bastaba; no solo las ideas nos eran familiares i conocidas, sino que aun las mismas palabras nos parecia haberlas oido o leido alguna vez. Reminiscencias vagas, pero no mnos efectivas, no hacian prever lo que aun no habamos leido del discurso, como si fuese esto o una produccin propia, o una segunda o tercera lectura de algn autor conocido. Sorprendidos de un fenmeno tan estrao, no obstante la oportunidad del remitido que se refiere a un hecho presente i privativo de nuestra polmica pasada, nos desvivamos por averiguar la causa, cuando nos llam la atencin el tema de la composicion i el autor cuyo nombre nos es enteramente desconocido. Efectivamente, el lord Agirof no figura ni entre los miembros de la cmara de los pares, ni entre los escritores ingleses de alguna nombrada. Agirof. Agirof..... Si ser un anagrama? Veamos : Ga iros. Ga-rofi.Fgaro! Oh descubrimiento! Ya tenamos un cabo del hilo conductor. Solo faltaba comprobarlo. Nos abalanzamos sobre el Fgaro, i rejistra i hojea en todos sentidos sin saber donde hallar el testo citado, dimos al fin, por casualidad i con la indecible satisfaccion de aquel que gritaba: ya la hall! ya la hall! en la pajina 169 del tomo 1. de la edicin de Valparaiso de las obras de Larra, con aquellas palabras. Un rayo de luz venia a iluminarnos. Continuamos nuestras investigaciones i habiendo sorprendido un plajio aqu, otro acull, hemos venido a descubrir despues de dos dias de trabajo, lo creern nuestros lectores?....... que el comunicado titulado La cuestion
literaria es de cabo a rabo i sin mas alteracin que la de algunas palabras, un plajio de Larra en que el ladron no se ha tomado mas trabajo que el de coordinarlo de manera que resultase de los diversos fragmentos de que se ha servido, un todo completo i perfectamente aplicable a la cuestion que ha ajitado la prensa en estos dias. Tan curioso nos ha parecido este nuevo modo de resucitar a un muerto i hacerlo tomar parte en nuestras querellas literarias, que hemos creido que no desagradaria a nuestros lectores el que reimprimamos el antedicho comunicado, a fin de que con el ausilio de las notas i con el Larra en la mano puedan comprobar la exactitud de nuestras observaciones. Una vez hecho este descubrimiento que, sin vanidad sea dicho, hace no poco honor a nuestra laboriosa sagacidad, cuando se trata de descubrir un plajio i echrselo por los hocicos al que lo haya perpetrado, nos aprovecharemos de las doctrinas de Larra para apoyar en el concepto de nuestros; contrarios en principios literarios nuestras propias doctrinas pues en cuanto a nosotros, debemos declarar que las opiniones e ideas de don Mariano Jos de Larra no tienen el peso de una autoridad, i cuando mas lo consideramos como un hecho que acredita que la jven Espaa, por la boca de aquel clebre crtico ha desechado, i aun mas, negado la existencia de una literatura modelo en Espaa; como nosotros i antes que nosotros, ha pronunciado un decreto de divorcio con lo pasado, i hecho sentir la necesidad de echarse en nuevas vas para alcanzar una rejeneracion en las ideas i en la literatura; como nosotros ha declarado la incompetencia de un idioma vetusto para espresar las nuevas ideas; como nosotros, en fin, ha recomendado la libertad en idioma i literatura, como en poltica. Los que con tanta prevencin i desden combatieron nuestros principios, pueden rectificar con esta lectura los mas claros de entre sus conceptos, i convencerse de que en idioma i literatura vamos mas atras que la Espaa de un siglo por lo menos, i que se han propuesto la rehabilitacin del espaol, cuando los lejtimos tenedores de l han abandonado este estril trabajo. Mui mas de acuerdo hubiramos andado en nuestra polmica, si hubisemos definido bien nuestros principios filosficos. Nosotros creemos en el progreso, es decir, creemos que el hombre, la sociedad, los idiomas, la naturaleza misma, marchan a la perfectibilidad, que por tanto es absurdo volver los ojos atras, i buscar en un siglo pasado modelos de lenguaje, como si cupiese en lo posible que el idioma hubiese llegado a su perfeccin en una poca a todas luces inculta, cual es la que citan nuestros antagonistas; como si los idiomas, espresion de las ideas, no marchasen con ellas; como si en una poca de rejeneracion social, el idioma legado por lo pasado habia de escapar a la innovacin i la revolucin. Deseramos que nuestros antagonistas examinasen con detencion las tendencias de Larra en todos sus escritos, i los principios francos i progresivos que ha manifestado en literatura, aprovechando desde ahora las indicaciones que ha hecho sobre la polmica literaria i la manera de manejarla en Espaa, para que se convenzan de que algo, mucho, si no todo lo que ridiculizaba all, se reproduce en nosotros mismos, con tan admirable consecuencia que podria decirse aquello de hijos de tigre, overos salen1.
1. Dio orjen a esta polmica, como se v en el primer artculo de Sarmiento, la publicacion que hizo el Mercurio de un pequeo vocabulario de palabras que se consideraba mal empleadas por la falsa significacin que se les atribua en Chile, o que ya no debian usarse por estar anticuadas en Espaa; aunque annimo, se sabe
que su autor fu don Pedro Fernandez Garfias, profesor que habia sido de latin i gramtica castellana en el Instituto Nacional. El artculo de Sarmiento recomend el vocabulario por su forma popular i prctica, adecuada para correjir los vicios del lenguaje en la jente que no puede hacer estudios gramaticales detenido, i sin aceptar el rigorismo de su autor, proclam el imperio de la voluntad popular en el desarrollo i modificaciones que reciben los idiomas, sealando como nica funcion de los gramticos i de las academias la de codificar incertndolas en sus diccionarios, las nuevas voces i modismos que cada dia el pueblo sanciona con su uso. Una correspondencia suscrita Un Recoleto i que apareci en el Mercurio de 1 de mayo, impugn el vocabulario; otra correspondencia del dia 3, firmada con las iniciales T.E.R.L. le hizo tambien algunas rectificaciones atinadas, i a estilo de gramticos para quienes no es tolerable la disidencia de opiniones cuando se trata de vocablos, conclua asi. Suplicamos a ustedes, seores editores, en nombre de nuestro hermoso idioma castellano, en nombre del sentido comun i del buen gusto rudamente ultrajados por nuestro ejercitante no presten sus columnas a ulteriores publicaciones de este jnero. Sarmiento defendi al annimo autor de los Ejercicios de ataques tan descomedios e inconducentes, pero junto con defenerlo volvi a plantear la cuestion de si debian autorizarse las licencias populares en materia de lenguaje. A su elucidacion, decidindose por la negativa, dedic don Andrs Bello en el Mercurio del 12 de mayo un artculo que por no aparecer en sus Obras reproducimos en seguida : Ejercicios populares de lengua castellana. Esperando ver su continuacion en otro nmero para dar mas interes a algunas observaciones que desde luego pens dirijir al Mercurio, he visto entre tanto dos refutaciones (contraidas solo a dichos Ejercicios) i bruscamente depresiva la segunda del laudable interes en ofrecer algo de til a la instruccin popular; pues tanto de las observaciones acertadas que se hagan en semejante materia, como de una fundada i corts impugnacion de los errores, el pblico iliterato saca no poco fiuto. Esta consideracion me hace aadir el fundamento de lo que a mi juicio se ha criticado mui a la lijera, i aun de lo que se ha omitido en las contestaciones anteriores; no pudiendo mnos que disentir al mismo tiempo de los ilustrados redactores del Mercurio en la parte de su artculo que precede a los Ejercicios, en que se muestran tan licenciosamente populares en cuanto a lo que debe ser el lenguaje, como rigorista i algn tanto arbitrario el autor de aquellos. A la verdad que nos para las mientes (no que los monos) el avanzado aserto de los redactores, atribuyendo a la soberana del pueblo todo su predominio en el lenguaje; pues parece tan opuesto al buen sentido, i tan absurdo i arbitrario, como lo que aade del oficio de los gramticos. Jamas han sido ni sern escluidas de una diccin castigada, las palabras nuevas i modismos del pueblo que sean espresivos i no pugnen de un modo chocante con 1s analojas e ndole de nuestra lengua; pero ese pueblo que se invoca no es el que introduce los extranjerismos, como dicen los redactores; pues, ignorante de otras lenguas, no tiene de donde sacarlos. Semejante plaga para la claridad i pureza del espaol es tan solo trasmitida por los que iniciados en idiomas estranjeros i sin el conocimiento i estudio de los admirables modelos de nuestra rica literatura, se lanzan a escribir, segun la version que mas han leido, En idioma jenzaro i mestizo Diciendo a cada voz : yo te bautizo Con el agua del Tajo, Aunque alguno del Sena se la trajo I rabie Garcilazo norabuena; Que si l hablaba lengua castellana, Yo hablo la lengua que me da la gana. (Iriarte.)
Contra estos reclaman justamente los gramticos, no como conservadores de tradiciones i rutinas, en espresion de los redactores, sino como custodios filsofos a quienes est encargado, por til convencin de la sociedad, fijar las palabras empleadas por la jente culta, i establecer su dependencia i coordinacion en el discurso, de modo que revele fielmente la espresion del pensamiento. De lo contrario, admitidas las locuciones exticas, los jiros, opuestos al jenio de nuestra lengua, i aquellas chocarreras vulgaridades a idiotismos del populacho, vendramos a caer en la oscuridad i el embrollo, a que seguira la degradacin; como no deja de notarse ya en un pueblo americano, otro tiempo tan ilustre, en cuyos peridicos se ve dejenerado el castellano en un dialecto espaol-glico que parece decir de aquella sociedad lo que el padre Isla de la matritense. Y conoc en Madrid una condesa Que aprendi a estornudar a la francesa. Si el estilo es el hombre, segun Montaigne, cmo podria permitirse al pueblo la formacin a su antojo del lenguaje, resultando que cada cual vendra a tener el suyo, i concluiramos por otra Babel? En las lenguas como en la poltica, es indispensable que haya un cuerpo de sabios, que as dicte las leyes convenientes a sus necesidades, como las del habla en que ha de espresarlas; i no seria mnos ridculo confiar al pueblo la decisin de sus leyes, que autorizarle en la formacin del idioma. En vano claman por esa libertad romntico-licenciosa de lenguaje, los que por prurito de novedad o por eximirse del trabajo de estudiar su lengua, quisieran hablar i escribir a su discrecin. Consltese en ltimo comprobante del juicio espuesto, cmo hablan i escriben los pueblos cultos que tienen un antiguo idioma, i se ver que el italiano, el espaol, el frances de nuestros dias, es el mismo del Ariosto i del Tasso, de Lope de Vega i de Cervantes, de Voltaire i de Rousseau. Pero pasemos ya a los Ejercicios populares de lengua castellana. El autor incurre en algunas equivocaciones, ya por el principio errneo de que no deben usarse en Chile palabras anticuadas en Espaa, ya porque confunde la acepcin de otras con la de equivalentes que no pueden serlo. En cuanto a lo primero, dejarian de usarse en Espaa por la misma razon las palabras que se antican en Chile i demas puntos de la Pennsula, reduciendo as a mezquino caudal una lengua tan rica; as no hai por qu repudiar, a lo mnos en el lenguaje hablado, las palabras criticadas, abusion, acarreto, acriminar, acuerdo, adolorido, agravacin, aleta, alindarse, alado, arbitrar, arrancada, arrebato, acecho. Con mucha mnos razon las voces acezar, que espresa mas que jadear, esto es, respirar con suma dificultad; ansiedad, inquietud, i ansia, deseo vehemente; apertura de colejios, de clases, etc., i abertura de objetos materiales, como de mesa, pared; arredrar, es retraer a uno de lo intentado o comenzado, i atemorizar es infundir temor: artero se aplica a lo falaz i engaoso, i astuto a lo sagaz i premeditado; asiduidad es tesn, constancia; frecuencia es repeticin de actos que pueden ser interrumpidos : asi puede uno asistir con frecuencia al colejio, pero no con asiduidad; arrinconado, dice mucho mas que retirado : oigamos sino a Ercilla, despidindose de las musas en su canto 27 : Que el disfavor cobarde que me tiene Arrinconado en la miseria suma, Me suspende la mano i la detiene Hacindome que pare aqu la pluma. Cuan viva imjen nos presenta aqu la espresion arrinconado! Reemplazada por retirado, quedara una inspida vulgaridad. Finalmente las palabras asonada, avenencia, ni aun estn anticuadas en el Diccionario. Un quidam. En defensa de Bello, aludido aunque mui honrosamente para l, al final de la segunda contestacin que su articulo obtuvo, sali a romper lanzas uno de sus discpulos en una correspondencia entre burlesca i agresiva a Sarmiento, la cual se
public en el Mercurio de 27 de mayo con la firma de Otro Quidam. Despues, en 28 i en 6 de junio, don Jos Mara Nuez, el discpulo de Bello mas aprovechado en gramtica castellana, public dos artculos, annimo uno i firmado Un Quidam el otro, defendiendo el de su maestro con abundancia de citas i de testos, en que se ve la mano de ste. El E.
LAS MINAS EL MINERAL DE LAS CONDES (Mercurio de 4 de mayo de 1842). Mientras que el Per se halla cercado de enemigos, i la Repblica Arjentina arrancndose las entraas con sus propias manos en la horrible lucha que noo podemos averiguar si est al terminarse actualmente o va a principiar con nuevo encarnizamiento, de qu creern en tierra de extranjis que nos ocupamos nosotros? Friolera!....... De descubrimientos estupendos, de minas de plata i de lavaderos en que el oro da a la rodilla. Bendito sea nuestro Chile que de tantos bienes disfruta, i a quien las bendiciones del cielo le vienen como llovidas! Tranquilidad interior, gobierno constitucional, un partido retrgrado nulo, uno liberal moderado, una administracion que se anda ten con ten con los progresos i la rutina, qu mas quieren? Qu mas han de querer! Minitas! de donde salgan sendas barras de plata i de cobre, i el oro que no haya mas que apretarlo en la Moneda i echrselo al bolsillo. Pues all les van minas. Mui alborotado est Santiago, i hasta por ac llega la conmocin que han escitado los recientes descubrimientos de minas. No se habla ya de otra cosa en los cafes, en la Bolsa i en las tertulias, que de las minas de la Planchada, del Durazno, de Acaleo, de la Laguna i de Via del Mar, i que s yo que otros lugares, i del cach i la ganga i el tofo i el pedimento, i el escribano, i el cateo, i otros trminos o inusitados hasta ahora por estos alrededores, o empleados para fines mui distintos, como aquello del escribano, etc. I no se diga otra vez que los chilenos somos de carcter aptico i poco susceptibles de entusiasmo por lo bueno, porque por vida mia que andan ahora las cabezas vulcanizadas, i centenares hai que no ponen los pies desde la casa del que sabe del descubrimiento, a la del tinterillo en fechos de nonas que da la frmula del pedimento, i de all a la oficina del escribano socarrn que se engulle los dos pesos de la partida de rejistro i la nota al mrjcn del cargo, i desde all a la casa de ajnelas; i de la casa de ajencias a la casa de los socios, i de la casa de los socios a cualquier otra parte que no sea la propia casa, a donde llegan fatigados i contentos soando en millones i en abundancia futura. Habamos dicho en uno de nuestros anteriores nmeros que la aficin a la explotacin de minas se comunicaba rpidamente desde las provincias del norte, en donde con tan pinges resultados se habia efectuado hasta ahora, i en efecto, que los progresos son mas colosales de lo que habriamos podido figurarnos. Diversos cteos se han emprendido en todas direcciones, i entre otros mas o mnos afortunados en su xito, descuella como un jigante que amenaza ahogarnos en plata, el emprendido por el seor don Pedro Vargas en la serrana de Dehesa. Es esta una larga corrida de cerros que de tiempo inmemorial ha sido esplotada como mineral de plata. Encuntranse en esta estensin las minas de Quempo i Santa Elena abandonadas, i las de San Francisco, Valenzuela i los Piches, que producen algunos metales. Con rumbo,
pues, hacia aquel cerro de buena fama echaron a andar dos cateadores, cuyos nombres nos ser permitido ignorar hasta que empiecen a brillar al reflejo de los marcos de pia que tocarn de las minas que han tenido la buena fortuna de hallar. Ambos cojieron diversos senderos de huanacos, i pica aqu, quiebra una piedra acull, llegaron un poco entrada la noche al punto de reunion que de antemano se habian sealado. Como ha ido por ah, fu la recproca pregunta de ambos esplotadores. Mal, el uno, regular, el otro, se contestaron ambos. Cada uno tir al suelo su hierro, i sac de la bolsa las piedras que habian tomado de las vetas picadas. Las del uno valian poca cosa, que en trminos que no sean de minera quiere decir que no valian maldita la cosa; las del otro escitaron el interes de su compaero, mas intelijente en la materia si bien mnos afortunado en el cateo. Sentia al tacto una cosa que clavaba, que es mucho sentir en metales; pero la luz no ayudaba i fu preciso emplazar para el dia siguiente un examen de ojo mas prolijo. Ech Dios sus luces, i con ellas pudieron ver nuestros mineros que era nada mnos que barra de plata lo que tan speramente se hacia sentir la vspera. Reconocerla i hallarse en el lugar de donde habia sido sacada fu cosa de un decir Jess, i los golpes se sucedan i las colpas saltaban que era un contento, con cuya abundante provisin volvieron gozosos i sin saber por donde empezar su cuento a casa del patrn. Para qu es decir que este salt de un brinco en su caballo, i sin ver si era faldeo o rebentazon, repech hasta el bendito cerro que tan apetecida fruta contenia? Examinando el picado hall que eran una multitud de guias paralelas que cruzaban un farellon, sin forma de veta; pero aqu vino la ciencia minera a pronunciar su diagnstico i pronstico. Es regla segura entre las jentes de la profesin, que cuando va una veta i un farelln se atraviesa, se ramifica aquella en guias hasta que el susodicho farellon las recuesta, i las guias se empalman hasta formar de nuevo la subdividida veta. Con el ausilio de tan comprobado axioma se continu con tesn la escavacion, i dicho i hecho, no pasaron muchos dias sin que apareciese el suspirado empalme en una veta como de una tercia, con sus cajas arregladas, i una guia de cuatro dedos; la primera de barra de plata-blanca, i la otra de plomos, que no son otra cosa, por la misericordia de Dios, que la misma plata oxidada. Como quien no quiere la cosa i solo por ver en qu paraban las guias, se ha sacado una carguita de barra, de unos ocho mil marcos por cajn, cinco de calidad un poco mas ordinaria, i veinte de metal de trescientos a cuatrocientos marcos. A quien Dios se la d, San Pedro se la bendiga. Amen ! El olor metlico de las referidas cargas se sobrepuso en Santiago a todos los otros olores conocidos i diariamente olidos, i empez a ajitar las cabezas de los que lo trascendian. Primero entre pocos con mucho misterio, i despues entre trescientos con mayor sijilo aun, se convino en anticiparse a los demas en los pedimentos, con cargo de horas i minutos. El escribano hacia en el nterin la holla gorda, i ya se preparaba medio Santiago a ir a ver i repartirse el cerro i tomar posesin de l, cuando sus! el temporal; i cuando las nubes se levantaron, el cerro estaba tapado de nieve hasta los pies. Es sabido que los cerros minerales se enojan cuando desconocen jente, i ocultan la riqueza que encierran cuando van a buscarla los avarientos, que es lo que esta vez ha sucedido, sin que de ello quede la menor duda, a juicio de intelijentes. En sucesivos cateos, en las inmediaciones del descubrimiento, se han encontrado nuevas vetas con distintas direcciones, i cuyos metales prometen acercar a la capital a unas pocas leguas otro Chaarcillo. Est el cerro de la
Planchada en los lmites de la hacienda de las seoras Condes, como a doce o catorce leguas al noroeste de Santiago. Circundado de otras ramificaciones subalternas de los Andes, tiene dicho cerro un ascenso un tanto fragoso, elevndose en explanadas o mesetas hasta formar en su cumbre un perfil desigual i en partes sinuoso. Corre en direccin de sur a norte desnudo de vejetacion, i permanece durante el invierno cubierto de nieves; hai en las inmediaciones leas i pasto abundante, i en la base se encuentra el agua necesaria. El panizo es del color que llaman los mineros plomizo, varindose con el azufrado i otros distintos. La veta descubridora corre de sur a norte, i el metal precioso est contenido en aquella ganga cuantiosa llamada cachi por los mineros, i que tan prdiga de plata se ha mostrado en casi, todos los minerales de Chile. Es el cachi una sustancia blanca, dura i luciente, de la familia del pedernal, a la que nuestros nietos elevarn sin duda ninguna una esttua. El cachi es el jenio tutelar de Chile; haya cachi en una veta i es seguro que a dos por tres se encontrar la bienaventurada barra de plata, a quien sirve de satlite, de cuna, de lecho i de seguro precursor. Tiene la veta principal tres cuartas de ancho en la superficie, i no son de mnos estensin las otras posteriormente descubiertas; la del seor Hidalgo es reputada entre estas por los intelijentes, como una de las que mas abundancia de metal prometen. Hemos tenido la fortuna de ver una de las colpas del mineral estraidas, i son de apariencia i peso i sustancia tal que bastaran a enfermar de envidia i avaricia al corazon mas desprendido de las vanidades mundanas. No nos sorprende por tanto el que se hayan hecho mas de trescientos pedimentos en unos pocos das, no obstante que ni aun es posible averiguar si habr cerro bruto suficiente para repartir cual reliquia bendita entre tanto devoto penitente. La Providencia, empero, que no quiere que nosotros demos cabida entre los mviles de nuestra conducta al puro entusiasmo, se sirvi mandar un temporal el dia en que se habia dispuesto ir a tomar posesin del cerro, que yace hoi envuelto en su helado manto de blanca nieve, sin que sea posible ir a molestarlo hasta la prxima primavera. Nosotros nos reservaremos para entnces describir todos los nuevos descubrimientos que en l se hagan, los pedimentos intiles, los pleitos para abogados i escribamos mui tiles, i las pifias i barras que veamos desfilar en majestuosa procesin para el muelle, i pasar del muelle al bote, i del bote al buque que partir de nuestras costas para no volver a traer a su pais natal estas hijas ingratas que sin derramar una lgrima de enternecimiento nos abandonan. EL ORO DIOS NOS ASISTA! CMO SE DESCUBRI LA MINA DE LA LEONA (Mercurio de 5 de mayo de 1842). Qu huano ni qu calabazas! Como aquella sustancia en las islas huaneras, como los granos de arena en las playas del mar, se encuentra el oro en nuestras tierras, en nuestras montaas, en nuestros jardines i en el material terroso de nuestras casas. Los que edifican, los que labran la tierra, aguarden unos pocos dias no mas, no remuevan el suelo, que todo l est saturado de oro finsimo i tan abundante que su cosecha batar, segun dicen todos, a hacer bajar el valor de este precioso metal en todos los puntos de la tierra. Tendremos mui luego palacios de oro, como los de las Mil i una Noches, templos de oro, estatuas de oro, i vajilla de oro en nuestras habitaciones.
Luego una inmigracin de brazos asombrosa, porque capitales para qu? i todas las comodidades europeas, i el lujo del Asia, i los tributos de toda la tierra que vendrn a ofrecrnoslos humildemente en cambio de una pequea parte del metal que contiene nuestra tierra. I todo esto i otras delicias, sin mas trabajo de nuestra parte que abandonar el fraque i ponernos el culero, para no estropear el calzn, i sentarnos a la orilla de los arroyos a lavar la tierra, i estraerle las pepas de oro que contiene, cual del tamao de una lenteja, cual como un grano de mostaza, cuales microscpicas, i cuales como una almendra. El peon que haga la labor, no estar atenido al triste sueldo que hoi lo hace un verdadero ilota, i con las economas furtivas que har de lo que se le pegue, podra decir: yo tambien soi patrn, con la misma inspiracin de aquel que al sentir el jenio rebullirse dentro de s, esclam : lo anche sono pittore. No les parezca chanza! Uno de estos dias un francs se presenta en el palacio del Presidente, desmelenado el pelo, cubierto de polvo i jadeando de cansancio, i con aquella entusistica petulancia que forma el rasgo mas caraterstico de su nacin, insta por ser introducido hasta el Presidente, grita, patea, se desvive, es urjente, urjentsimo hablarle, corre mucha prisa. Lo introducen i sus primeras palabras son proteccin, seor! Qu se le ofrece? Proteccin! proteccin! Qu hai hombre? Quin lo persigue? Proteccin!... Oro! en gran cantit! Est Ud. loco? Seor, he visto... he descubierto, todas las tierras de Chile... tierras aurferas... oro... oro... oro... tengo el secreto, es pasmoso... oro, seor... Veamos, sosiguese Ud., sintese seor, qu es lo que hai, entendmonos... Nuestro frances es un mineralojista consumado, ha recorrido nuestras sierras i nuestros valles, ha examinado las tierras que cubren la superficie de Peuelas i Via del Mar, i por un procedimiento lui, ha encontrado el medio de estraer el oro que contienen en una cantidad verdaderamente asombrosa. I no crean nuestros lectores que se trata de la piedra filosofal. No, se han repetido los ensayos ante personas intelijentes, se han mandado traer tierras de distintos puntos, i todas o casi todas clan una lei de 10, de 20 i aun de 30 pesotes por carga de tierra. Santo Dios, el fabuloso Dorado viene a realizarse a nuestra vista! Diez pesos por carga de tierra, donde se pueden estraer millones de millones de cargas, i lo que es mas sin perjudicar a la agricultura, ni a las poblaciones, ni a los pastos, ni escavar la tierra a grandes profundidades! Basta solo ir con una mala mula o una carreta quebrada, cargar su poco de tierra i llevarla a donde le han hallado busilis, i recibir en cambio sendas onzas, libras, arrobas o quintales de oro! Si no hai tanto oro como se supone, hai al mnos en las probabilidades que se presentan de ser una cosa estupendamente estraordinaria, materia suficiente para volvernos locos a todos. Se han hecho mas de cien pedimentos, i lo que es mas todava, otros estranjeros se han presentado pidiendo la propiedad del descubrimiento de las minas, i del procedimiento del beneficio. A estos hemos oido que hai grandes probabilidades de que las tierras aurferas de Chile sean por lo mnos mas ricas que los arenales de la Siberia, i que solo falta para la completa seguridad de los especuladores, que los ensayos en grande correspondan a lo que prometen los resultados de los que se han hecho en pequeo. Agregan ademas que no todas las tierras de Peuelas, Via del Mar e inmediaciones estn igualmente impregnadas de partculas de oro, pues vienen las capas aurferas en anchas vetas en cuyos alrededores no se encuentra nada. Por lo que, i por otros datos que tenemos, convendra que
los aficionados al oro, i que tantos lo son, no se molesten mucho por ahora, ni abran tanta boca, hasta que el negocio del procedimiento en grande no se haya comprobado i establecido mejor. I ya que nos hemos ocupado de minas, diremos todo lo que sabemos a este respecto. Una grande asociacin de mineros, improvisada por el espritu de asociacin que se difunde en Santiago i se introduce en todas las clases de la sociedad, se ha reunido para emprender un trabajo colosal, cual es el de desaguar una laguna encantada cuyo fondo est, o debe estar segun todos los datos, cubierto de la arena mas preciosa que se ha conocido hasta ahora, la arena que los poetas espaoles han celebrado en el Guadalquivir, i la que la prosa inglesa estrae de Guinea, la Costa de Oro i el Senegal, la arena dorada. Dicen que en esta laguna se han visto siempre visiones sobrenaturales, luces azuladas que brillan en el fondo, i la tradicion cuenta que en su seno ocultaron los antiguos sus tesoros para salvarlos de la rapacidad de los conquistadores. Pero los empresarios no se han atenido a estos datos, no obstante la grave importancia de ellos. Han observado la calidad de las tierras aurferas de las montaas que circundan el misterioso lago, que por su posicion central viene a ser una taza en que se depositan los aluviones que arrastran las lluvias, i donde por tanto debe depositarse el rico i pesado sedimento. Con estos i otros datos positivos, se ha emprendido un barreno en una parte en que un terreno mas bajo se presta al desage de la laguna, i a medida que la obra adelanta,crecen las esperanzas de los empresarios, pues que las acciones que al principio se brindaban por doscientos pesos, hai hoi, segun es fama, quien ha desechado como un insulto, la oferta de cien onzas que le han hecho por las suyas. Bien haya los que tienen mina, a quienes ni deslumbran encantamienteos, ni persiguen encantadores! Los trabajos en minerales de cobres abundan por todas partes i producen injentes quintales por cajn. Las minas antiguas i desiertas se rehabilitan, i enjambres de cateadores recorren los cerros en todas direcciones. Ni se circunscribe a los alrededores de este puerto, ni a Santiago el entusiasmo por las minas. La invasin del norte llega hasta Rancagua, i numerosos pedimentos de vetas nuevas acreditan que no sin razon se ha echado a la poblacion en este sendero de industria que tantos bienes i tan sazonados frutos le promete. Los antiguos minerales de la Leona i la Leoncita sostienen con dorado brillo la reputacin de que por siglos han gozado. Es la primera de estas minas de mui elaborada esplotacion, descendiendo sus piques i estendindose sus frontones a una grande profundidad i estensin. Varias plezetas interiores muestran las grandes masas de metal que en otro tiempo se han estraido de ella, i para que sus oscuras cavernas, sus aterradas labores hagan sobre la imajinacion todo su efecto, no falta una historia que de boca en boca haya traido la tradicion hasta nuestros dias, esplicando cmo i por qu se llam la Leona i la otra la Leoncita. Vamos a contarlo a nuestros lectores. Habia un santo fraile que en sus peregrinaciones por aquellas alturas, al pasar por do las vetas de oro corren, dijo en tono proftico : Aqu est la perdicin de los hombres i la cosecha de Satans. Pero no es este el cuento todava. Habia en los trminos de Rancagua un buen espaol que tenia una pinge hacienda, unas hijas como unas perlas, i una recua de esclavos que labraban las tierras de aquella i obedecan los mandatos de estas; i como sucede con todos los animales domsticos que con el contacto del hombre civilizado cambian sus colores, la raza africana que en su orjen habia sido negra como un azabache,
fu dejenerando, con el andar del tiempo i gracias al clima i otras circunstancias aun mas influyentes, en una hermosa projnie de zambos i mulatos, que si no era por el traje, podian confundirse al fin con los mismos amos en la blancura de su tez i en el azul de sus ojos. Aun hai mas que observar i que seria digno de la consideracion de los naturalistas en la domesticidad de los esclavos, i es que la vista frecuente de los amos i lo presente que los tienen las madres, imprime a los hijos de las esclavas tal aire de familia i tal semejanza de facciones con los hijos de los amos, que bastara esto a confundir en conjeturas a los que no saben la influencia que ejerce este contacto de los amos con su servidumbre, i que sirve a operar esta obra de asimilacin que est ejecutando diariamente la naturaleza, i que imprime su carcter no solo a las familias, sino a las naciones enteras, pudiendo conocerse de a leguas un ingles, un espaol o un ruso. Pero en quien brillaba mas este secreto de la naturaleza era en Josesito, lindo mulatillo de tez encarnada, cabello dorado i ojos celestes, que habia sido en su infancia el ai Jess! de los amos, el husped del estrado i el compaero inseparable de juegos infantiles i correras por el campo de las seoritas de la casa. Crecieron estas en aos i en beldad, i nuestro Josesito en hermosura i jentileza tal, que excitaba los zelos de sus compaeros de esclavitud, i la rabia de los caballeritos de la vecindad que le llamaban el mulato Jos, para echarle en cara en medio de la distincin que gozaba, la bajeza de su estraccion. Pero con quien mas se daba Josesito era con una de las nias menores, a quien los amos lo habian dado para su servicio. Gustaba esta de su compaa, i mientras eran ambos nios, se veia siempre a Jos buscando nidos de pajaritos para llevar a su seorita, persiguiendo a los cabritillos que a ella se le antojaba pillar, o haciendo carretas para llevar las muecas a paseo a la vecina huerta. Lleg la pubertad i no se separaron la linda ama i el hermoso criado; pero el buen viejo observ que la nia faltaba horas enteras de dentro de casa, las rosas de sus mejillas se marchitaban i su delicada cintura cambiaba rpidamente. No dice la tradicion qu hizo Josesito para incurrir en el desagrado de su amo; lo que hai de averiguado es que un dia estaban friendo aceite para pringar a Jos en castigo de una gran maldad, cuando alguno vino a decir al amo que el delincuente se habia escapado i ganado el monte. En efecto, andaba Jos cimarroneando por los inmediatos cerros dos largos dias habia, hambriento, desgarrado por las espinas i echando mnos la casa de sus amos, cuando el bramido de una Leona que venia con un cachorrillo siguiendo sus rastros, le anunci que aun no lo habia hecho todo con salvarse del pringue del aceite i del chirreo de sus carnes. Ech a andar despavorido por las fragosidades de la sierra; pero cada vez que daba vuelta hacia atras, sus miradas encontraban las de la Leona que lo seguia como su sombra o como remordimiento que acompaa al criminal. Corra, corra Jos, i la Leona siempre atras, ya lo alcanzaba, ya estaba a pocos pasos de l. Ya se preparaba a dar el fatal salto, cuando Jos le tir el poncho; la Leona no hizo mas que oler el poncho i pas; tirle el sombrero, i la Leona lo oli i pas; le tir el ceidor, i la Leona lo oli i pas, hasta que al fin lo alcanz, i el triste Jos hizo cara a defenderse con un cuchillito que tenia, pero la Leona le dio un manotn que le desgarr la mitad del pecho, i se lo comiera vivo, si un vaquero que acertaba a anclar por las inmediaciones, no acudiera a los gritos del infeliz i espantase a la fiera i llevase a Jos moribundo a su rancho, donde espir el cuitado pronunciando en nombre de su seorita.
El vaquero convoc a todos los vaqueros de las inmediaciones, i con cien perros fueron a la caza de la Leona que haba vuelto a su guarida, que rodearon los vaqueros i estrecharon de cerca los perros que la acometan i la mordan hasta que medio vencida en tan desigual combate, apenas oponia resistencia. Entnces el mas atrevido de los vaqueros ech pi a tierra, i cojiendo una piedra iba a tirrsela; pero qu piedra tan pesada! la mira i ve el oro brillando a los rayos del sol; coje otra por mas liviana, i lo mismo, oro brillando. Ello es que mataron a la Leona i descubrieron la mina a que di su nombre. El cachorrillo se dispar luego que vio muerta a su madre, i tanta prisa se di, que no le dieron caza los perros hasta una legua de distancia; i all donde lo mataron habia otra mina de oro, que se llam de su nombre la Leoncita. Por manera que el amo de Jos pudo decir : No hai bien que por mal no venga! TEATRO PARA VALPARAISO (Mercurio de 10 de mayo de 1842). El teatro ha dejado caer su telon el domingo para no levantarlo por un tiempo indefinido. La compaa dramtica se disuelve; entrega al seor Jimnez a la de Santiago de donde lo habia tomado prestado, i ella anuncia marcharse al norte. El seor Casacuberta ha encontrado entre la parte intelijente de los espectadores, la acojida a que sus talentos le hacen acreedor; pero si este distinguido actor no tiene otras razones, a mas de la espectativa de algunas funciones en los teatros improvisados de las provincias, para escojer el rol de actor ambulante, le aconsejaramos sin vacilar que se incorporase a la compaa dramtica de Santiago, que lo recibiria, tanto como el pblico i los empresarios, con el interes que inspira una buena adquisicion. Preciso es que el seor Casacuberta se convenza de que el gusto por el teatro no se ha despertado aun en nuestras provincias, i que por tanto es sumamente difcil mantener una compaa dramtica en ellas. La representacion de la disuelta compaa dramtica ha gustado jeneralmente al pblico, que ha hallado en el teatro un pasatiempo para las noches de funcion. No diremos que el concurso ha sido siempre proporcionado, sobre todo en seoras, a la numerosa poblacion es este puerto, a la capacidad i talentos de los principales actores, ni a la falta de otras distracciones ; pero lo que nadie podr estorbarnos que digamos es, que para lo que era el local, harta era la concurrencia, i que para tal nido, tal pjaro. Se habia visto nunca un teatro mas indecente, mas estrecho i mas acorralado? Cmo puede exijirse que las ilusiones de la representacion escnica causen todo su efecto en el pblico, cuando ni las decoraciones, ni la estension, ni la orquesta, ni el local, estn calculados para producir ninguna sensacion agradable? I sino juzguen nuestros lectores por la descripcin que del teatro vamos a darle. Tiene el teatro de Valparaiso, es decir, de la primera ciudad mercante del Pacfico, la area de un reidero de gallos, en cuya estension se incluye el procenio, la orquesta, la platea, palcos i cazuela, con tal simetra, que un marino que se hallaba en esta ltima, arroj la otra noche por distraccion el pucho de su cigarro en medio del procenio. Los hombres de talla de granaderos encuentran en el techo quien les avise con su contacto que es preciso quitarse el sombrero ante el pblico. Las balaustradas, colgaduras i aposentaduras corresponden a la fachada i proporciones del ruin edificio, que
para mayor mengua est como lugar impuro, en lo mas apartado de un rincon. I a quien culparemos de esta falta de aseo i comodidad en un lugar de concurrencia pblica i que debiera presentarse como un dechado de la cultura i pulimiento de los habitantes que tan esmerados se muestran en la condecoracin de sus propias habitaciones ? Ser por ventura a los estranjeros residentes, a quienes se les da un comino de que tengamos teatro, ni costumbres, ni cultura, con tal que tengamos pesetas que darles en cambio de los productos de su industria? Ser a los actores dramticos que vienen cada ao a visitarnos i arman a toda prisa su tendejon, calculado para los pocos dias de su permanencia en esta? Habremos de culpar al pblico que se compone de individuos i que cada individuo no ha de levantar un teatro? No hai duda que a las autoridades debemos echar en cara su falta de espritu pblico, i su poco anhelo por la mejora de las costumbres. Las municipalidades en Europa i en todo pais culto estn encargadas de proveer a la mejora i mantenimiento correspondiente de los teatros. Los peridicos de Francia nos instruyen a cada momento de las erogaciones que hacen, las medidas que toman las autoridades para levantar teatros en los pueblos en que no existen, o reparar, estender i embellecer los ya construidos; i todo esto con la misma dedicacion i el mismo interes que si se tratase de un canal o un ferrocarril; porque estn ntimamente persuadidos que tanto importa para la moralidad de las costumbres i la mejora intelectual de la sociedad la perfeccin del teatro, como la de las vias de comunicacin para el desenvolvimiento material. I no porque no estn escritos estos deberes del poder municipal, ni se le haya de pedir cuenta a sus individuos, estn estos mnos obligados a cuidar del fomento de todo aquello que contribuya al embellecimiento i mejora de la ciudad. Es la municipalidad el representante del espritu pblico i a ella le toca realizar cuanto los buenos ciudadanos desean, exijen las circunstancias i apunta la necesidad. Bien sabemos que el poder municipal entre nosotros es dbil i est en su accin casi subordinado a la accin del ejecutivo. Pero si su accin encuentra obstculos, son estos de tal naturaleza que no puedan alterarse de manera alguna i lo absuelvan de toda inculpacin de neglijencia en el desempeo de sus deberes? No es esta la primera vez que insistimos en la necesidad de que la municipalidad se ocupe de los intereses pblicos, que tan vergonzosamente yacen en el mas completo abandono; i si nuestras inculpaciones son injustas, no se nos negar el derecho de hacerlas desde que nunca se ha creido esta corporacin obligada a satisfacer a sus comitentes de las razones que justifican su inaccion. Hemos sufrido en el invierno pasado todas las incomodidades que acarrea el trnsito obstruido i enteramente imposibilitado por el fango inevitable en un pais lluvioso i en calles abandonadas hasta el estremo. Sobrevino el verano, nos sorprende de nuevo el invierno, i los males se repiten sin que para estorbarlos se tome una medida activa i poderosa. Hemos hecho sentir la falta de alumbrado pblico i otros inconvenientes en la economa interior de la poblacion i todo con los mismos resultados. Podr satisfacer a estos cargos la municipalidad esponiendo que carece de fondos? De manera ninguna. Ella i todas las municipalidades de la Repblica, estn en el deber de hacer sentir a la representacion nacional por medio del ejecutivo, la mala organizacin i la escasez de sus rentas, para que se arbitren medios de proveer a las necesidades que esperimentan. La ciudad es una de las partes que componen el estado, i en ella es donde deben ejecutarse las mejoras que constituyen en
su conjunto el progreso de la riqueza i la cultura de la nacin entera. Podr decirse que Valparaiso, la ciudad mas comerciante i mas acaudalada de Chile, no tiene con qu empedrar su nica calle ; que sus rentas no bastan a mantener un sistema de alumbrado pblico; que se halla imposibilitada de levantar un teatro para proporcionar medios de distraccion tan del poder municipal, ni se le haya de pedir cuenta a sus individuos, estn estos mnos obligados a cuidar del fomento de todo aquello que contribuya al embellecimiento i mejora de la ciudad. Es la municipalidad el representante del espritu pblico i a ella le toca realizar cuanto los buenos ciudadanos desean, exijen las circunstancias i apunta la necesidad. Bien sabemos que el poder municipal entre nosotros es dbil i est en su accin casi subordinado a la accin del ejecutivo. Pero si su accin encuentra obstculos, son estos de tal naturaleza que no puedan alterarse de manera alguna i lo absuelvan de toda inculpacion de neglijencia en el desempeo de sus deberes? No es esta la primera vez que insistimos en la necesidad de que la municipalidad se ocupe de los intereses pblicos, que tan vergonzosamente yacen en el mas completo abandono; i si nuestras inculpaciones son injustas, no se nos negar el derecho de hacerlas desde que nunca se ha creido esta corporacin obligada a satisfacer a sus comitentes de las razones que justifican su inaccion. Hemos sufrido en el invierno pasado todas las incomodidades que acarrea el trnsito obstruido i enteramente imposibilitado por el fango inevitable en un pais lluvioso i en calles abandonadas hasta el estremo. Sobrevino el verano, nos sorprende de nuevo el invierno, i los males se repiten sin que para estorbarlos se tome una medida activa i poderosa. Hemos hecho sentir la falta de alumbrado pblico i otros inconvenientes en la economa interior de la poblacion i todo con los mismos resultados. Podr satisfacer a estos cargos la municipalidad esponiendo que carece de fondos? De manera ninguna. Ella i todas las municipalidades de la Repblica, estn en el deber de hacer sentir la representacion nacional por medio del ejecutivo, la mala organizacin i la escasez de sus rentas, para que se arbitren medios de proveer a las necesidades que esperimentan. La ciudad es una de las partes que componen el estado, i en ella es donde deben ejecutarse las mejoras que constituyen en su conjunto el progreso de la riqueza i la cultura de la nacin entera. Podr decirse que Valparaiso, la ciudad mas comerciante i mas acaudalada de Chile, no tiene con qu empedrar su nica calle; que sus rentas no bastan a mantener un sistema de alumbrado pblico; que se halla imposibilitada de levantar un teatro para proporcionar medios de distraccion tan necesarios como honestos? Pues entnces es preciso decir que la economa de las rentas jenerales es lo mas absurdo que puede existir; que tal sistema no puede perpetuarse sin tener estacionarias las ciudades, i mantenerlas en la imposibilidad de proveer a su mejora, tanto intelectual como material; que es preciso remediar inmediatamente un abuso de tanta consideracion i poner a las municipalidades o a quien desempee las funciones que a ellas les pertenecen, en la posibilidad de llenar sus deberes i satisfacer cuanto antes a las exijencias de las poblaciones, que en lugar de seguir en lo que toca al comun el mismo progreso que se nota en la propiedad particular, no parece sino que retrogradan o estn abandonadas a s mismas i sin una autoridad que vijile en su mejora i adelantamiento. Pero estos, i lo mas que el interes pblico exija, es preciso que una municipalidad lo diga de voz en cuello, i esponiendo de un modo palpable las dificultades que la rodean, reclame el pronto remedio de tamaos males.
Mientras esto no suceda, mientras no veamos entablada la construccion de tantas obras como las que la necesidad de todos los dias reclaman, ser en vano que se nos diga que la municipalidad tiene pensado empedrar la calle Vieja, levantar un teatro en la plaza de Orrego, etc., etc., porque ni esto ni lo mas que prometa, remedia ni un pice los males que sufrimos.
LAS GALLINAS I LOS PAVOS NECROLOJA (Mercurio de 19 de junio de 1842). Si, seor, un artculo para las gallinas! Los hai para los literatos intrusos, para los juristas de in illo, i no habr un plumazo para tanto pavo gordo i tanta gallina nueva que mueren en los corrales de Santiago i Valparaiso, i cuyos malogrados restos tachonan aqu las playas del Pacfico, en la capital las mefticas que no risueas riberas del Mapocho? Escena silenciosa de desolacin i de despojos animales que as se insina al alma por las narices, como por la retina! Vctimas dignas de mejor suerte, que ni inmol famlica zorra, ni guillotin la estlida mano del cocinero! El njel esterminador ha batido sus alas sobre el pueblo gallinceo i hecho pesar sobre l el azote del clera. Una epidemia rastrera i pedestre, como la prosa de los que tienen miedo de ser bombsticos, se arrastra por el suelo a guisa de reptil inmundo, exhalando su pestfero hlito a la altura de nuestras pantorrillas i cebando su envenenado diente, en quin?...... en cuitadas i mansas gallinas i en la pavonea estirpe. Una i mil veces feliz el hombre que respira a mayor altura, i que impasible ve a sus plantas los estragos que causa el clera sobre los que, como las aves domsticas, no hacen uso de las alas por temor de salirse de los lmites que les ha trazado la servidumbre! Son horribles los estragos que la ignota enfermedad hace en todos esos malhadados alrededores. Los gallineros se despueblan; los goces de la mesa han perdido todos sus encantos desde que no est a la cabeza de la lnea central de viandas el ostentoso pavo, flanqueado de dorados pollos : despatadas gallinas que le hacen la corte. Los que escapan de la muerte, los proscribe el temor de la infeccion; i un decreto temporal de espulsion condena a gozar del derecho de vivir, a toda la familia alada que ha consentido en morar al lado del hombre. Hai cuarentena i estado de sitio. Pobres gallinas! Los facultativos no estn acordes sobre las causas que producen tan espantable fenmeno! Atribyenlo los unos a las exhalaciones gaseosas i un tanto mefticas que salen de las acequias de Santiago, i que por lo gruesas no pueden elevarse a las rejiones superiores como los vapores que se condensan en nubes, esparcindose por el haz de la tierra a manera de un manto espeso de aire ptrido que mata a todos los seres que viven a dos cuartas del suelo. Esos tales aconsejan a la polica que se ocupe en tomar disposiciones sobre mejorar el sistema de sentinas, por ser ya insuficiente para la numerosa poblacion de la capital, si no quiere esponerse a que la masa de exhalaciones vaya creciendo a la altura que pase la de los hombres, i les prive de respirar aire atmosfrico o los obligue a andar con zancos. Otros opinan qu se yo que opinan, teoras mas o mnos plausibles, conjeturas de le ciencia de las conjeturas. Lo que ha de cierto es que las gallinas i pavos que despues de
muertos han tenido suficiente presencia de nimo para sufrir una autpsia sin menear pata, han descubierto a la facultad mdica el corazon inflamado i el hgado enfermo; de donde se ha deducido que la enfermedad que se lleva a millares a estas criaturas, es hipocondria complicada con mal de hgado. Oh! si los enfermos de nuestra especie se persuadieran de las ventajas de ensear su interior al facultativo, ya se guardaran de querer morirse! Esta enfermedad, sin embargo, no es nueva. En diversos aos han aparecido en las provincias del sur de Chile, i en algunos otros estados de Amrica. Si mal no nos acordamos, en Centro-Amrica llev sus estragos hasta los ganados vacunos, haciendo intiles todas las precauciones para salvar a los animales en los pases infestados. Las aves domsticas, inspeccionadas como los demas animales muertos, mostraron constantemente la misma inflamacin en el corazon, el hgado i los intestinos. Un mdico que sin duda era mui aficionado a las presas, ensay con el mas feliz xito un preservativo mui sencillo, que recomendamos a nuestros lectores que tengan gallinero. Consista en poner en el corral una arteza de agua mezclada con agrio de limn. QU FELICIDAD LA DE ESTE MUNDO! CONTESTACIN A DON ELEILI 1 (Mercurio de 24 de junio de 1842).
1. De Rafael Menvielle que con ese seudnimo public una crtica, en el Mercurio de 6 de junio, de algunas palabras i frases de un editorial de Sarmiento sobre el 25 de mayo. El E.
I Seores editores: Srvanse ustedes insertar en las columnas de su acreditado diario el trozo siguiente copiado de un autor contemporneo. Mas adelante dir a ustedes quin es el autor, cul es el mrito que tiene i el objeto con que pedimos a ustedes que hagan su insercin. El trozo es como sigue : Qu siglo aquel que nace al morir Luis XIV i que muere al principiar el consulado de Bonaparte! El ha satisfecho las condiciones exijidas por la historia, ha sido grande i nuevo; no se asemeja a ninguno de sus antecesores, ni aun a los dos mas cercanos a l, ni al dcimosesto, ni al decimosptimo. Este es uu campeon distinto que no viste las mismas armas, ni ensea la misma divisa. Tiene mas audacia, mas impetuosidad, lleva la cerviz mas alta (il porte la tte plus haut), ambiciona mas que ella la gloria i el bullicio i las diversiones; tiene un espritu que si no es mas grande, es por lo mnos mas vasto; es mas orador que poeta, es filsofo i guerrero, razonador apasionado, jeneroso, cruel; ni cristiano, ni ateo, lleno de f en s mismo i en Dios, revolucionario i aspirante a fundar en el mundo novedades; amable, terrible i nacido para hacer de su destino una mezcla de lo serio i de lo cmico; vicioso, heroico, llega al trmino de la carrera estenuado de fatiga, de placeres, de sacrificios i de heridas, meritorio, victorioso. Cerrad las puertas de marfil tras de este guerrero fatigado. El reposa ya en los campos elseos gozando en ellos de la luz pura i viva que arrojan la gloria i la inmortalidad; ha pasado por el juicio de Dios, sus mritos han pesado mas que sus culpas, ha sido juzgado i absuelto i glorificado. Al presente contempla a su jven hijo entre las luchas de
la vida, i espera con orgullo la certidumbre de ser sobrepasado por su heredero. Promet decir a ustedes, seores editores, quin es el autor de este bellsimo trozo, i lo har. Mr. E. Lerminier es quien ha escrito esas palabras en el captulo 32. parte 2.a de su obra titulada : De la influencia de la filosofa del siglo XVIII sobre la lejislacion i la sociabilidad del siglo XIX, publicada en Paris en 1838. Vamos adelante, seores editores; tengan Uds. un poco de paciencia, porque yo soi calmoso i me gusta divertirme con los sabios que no son ilusos, i que por eso saben bien todo lo que hai que saber en este mundo. Pues, seores editores, el tal Lerminier es un autorcillo francs que debe ser de mui poca importancia, puesto que lo conocemos tan poco en la eminentemente ilustrada Amrica del Sud. Ya se v, l no ha escrito sobre gramtica o mtrica como Hermosilla i como Sicilia, i esta es la razon sin duda que lo aleja de nuestras simpatas. Ademas de eso, solo habla en sus libros de ideas, de pueblos, de humanidad, de ciencias, de leyes morales, de vastas teoras, puf! que algaraba i vaciedades para nosotros, que en esto de letras hacemos mucho cuando juntamos las dos mas insignificantes del alfabeto, i que con esto solo merecemos los aplausos de los demas! Sin embargo, en Europa, donde estas cosas de literatura van tan mal, ni falta quien alabe a Lerminier; as es que Larra, dice : Escribir i crear en el centro de la civilizacin i de la publicidad como Hugo i Lerminier, es escribir. Villemain, en su exmen crtico de un libro sobre los poetas de la decadencia romana, publicado por Nisard, inserto en la Revista de Paris del ao 39, decia tambien de l : Uno de los hombres que entre nosotros ha comprendido mejor las cuestiones del estilo, i ha sabido en el suyo combinar de un modo admirable las grandes cualidades del orador i del escritor, es Mr. Lerminier, jven de jenio destinado a crecer en la posteridad; Mr. Nisard, que es su amigo i su discpulo, etc., etc. Abel Hugo en la Enciclopedia de Marsella ha escrito : En estos ltimos dias hemos tenido una gran novedad, Mr. Lerminier ha publicado su obra titulada Cartas filosficas i polticas dirijidas a un Berlinez. Nadie como l ha levantado tan alto en estos ltimos aos la enseanza que corresponde al espritu de nuestro siglo. El es en Francia el que representa la jven escuela filosfica. Su estilo eminentemente correcto i bien tratado, nervioso i elevado, conciso i punzante, lo hace un modelo. Ya con la palabra del profesor, ya con la pluma del escritor, sabe mostrar su raro talento para hablar i para escribir. No acabara, seores editores, si quisiese copiar todo lo que han dicho en alabanza de este escritor los hombres mas notables de Francia, Pedro i Julio Leroux, Sainte-Beuve, Quinet,Reynand(Juan), Emmanuel i otros mil. Saint-Marc de Girardin en sus Noticias polticas i literarias de la Alemania, hace de Lerminier un gran elojio, i aun le pide venia para escribir sobre un asunto tratado ya por ste. Para concluir citaremos a LeMennais : La Francia es el pais de los grandes prosistas. No necesito nombrar los que cuenta en las filas de la jeneracion madura, son conocidos del mundo; entre los de la nueva descuellan muchos, i uno es Mr. Lerminier, cuya valenta i correccin de estilo lo hacen un escritor igual a los mejores que tenemos. Qu tal, seores editores, habia sido hombre de importancia el tal Lerminier, eh? Pues a este diablo se le ocurri dar cerviz al siglo XVIII, i ya Uds. ven que si la tuvo un siglo, la puede tener, aunque chiquita, un dia, i que este dia mui bien ha podido ser, como otro cualquiera, el 25 de mayo de 1810.
Qu dirn ahora, seores editores, los lectores del Mercurio de la profunda sabidura i vastos conocimientos de aquel antiguo amigo de ustedes, don Eleili, que nos deca exctedra, que la idea de dar cerviz a un dia o siglo no se le habia ocurrido al mismo diablo? I vean ustedes, se le habia ocurrido a un Lerminier nada mnos. Pero lo cierto es que Lerminier no debe ser lo que dicen, pues que sin leerlo conocen tan bien los defectos de su estilo nuestros sabios profundos, positivos, estudiosos, no ilusos. Qu felicidad la de este mundo ! No habria dicho Lerminier el tal absurdo si hubiera tenido al lado, como tuvo el pobrecillo redactor del Mercurio, uno de estos sabios no ilusos, un don Eleili por ejemplo, tan avezado en esto de estilos que encuentra absurdos escapados a la pluma de Lerminier, imitados o adivinados mas bien por el pobrecito redactor que ustedes tienen en su diario. Qu tal? Estos hombres no ilusos, son un portento! Qu felicidad la de este mundo! Parece, seores editores, que el tal Lerminier diera a entender tambien en el trozo citado que el siglo XVIII tenia asentaderas, vientre, intestinos; pero abandonamos el examen de estas partes complicadas a don Eleili, que segun parece es algo amigo de andar por ellas; mientras que esto de subir a la cabeza es para l como hebreo para un normando. Ahora va a tronar nuestro hombre contra la fama de Lerminier, i este se volver loco sin duda cuando sepa que ha perdido las simpatas de don Eleili; pero no hai cuidado, que el trueno ha de ser en tono tiple, porque en esto de literatura i de ciencias me parece (esto es, juzgando por el artculo que ustedes publicaron) que nuestro hombre no alcanza a otro tono. Ya se v, si es tan agudo! Daramos cualquier cosa por orle cantar ahora en su contralto alguna quintilla contra Lerminier, de esas mui lindas que le hacen pasar por una capacidad, i que de cuando en cuando regala aux dames de sa connaissance comme un bouquet parfum. Es tan diestra esta capacidad para vencer las dificultades que presenta el agarrar por un tanto la rosada aurora, la fragante rosa, el brillante coral i otras lindezas como estas que ella inventa, llevada por sus barruntos de poeta! Ademas, estos trabajos le granjean aplausos encantadores i sin peligro, porque no salen de lintimit de la famille, i todos dicen en coro qu travieso! qu vivo! i yo que no s hacer quintillas, sino dcimas, digo con envidia qu felicidad la de este mundo! Ahora, seores editores, para saber si Lerminier ha dicho bien o mal diciendo que el siglo XVIII tiene cerviz, nos resta averiguar un punto esencial, punto que forma el fondo de las cuestiones literarias de nuestra poca, i que bien elucidado, va a hacernos palpable lo infame i ridculo del estilo i de las ideas bombstico-galas. Veamos pues. Tendr o no tendr bigotes el seor Lerminier? Aqu es, seores editores, donde se conoce el atraso i la ignorancia de estos franceses brbaros que se entremeten en cuestiones de literatura sin asentar primero las bases reales, positivas i no ilusorias del asunto; bases que forman el todo de la cuestion, lo nico que ella tiene de importante para el pblico i para la civilizacin. As son estos franceses ilusos, creen saberlo todo i nada saben, i quien los ve, tan pretensiosos, mentecatos i vacos! Miren ustedes lo que sern! hablan de un escritor i se ocupan solo de su escuela, de su estilo, de sus ideas i principios, mientras tanto las dos cuestiones mas lindas, importantes i esenciales, que constituyen el fondo de la ciencia i de la literatura, i con las cuales se quiere saber nada mnos que si el escritor usa bigotes i si es de las orillas del Sena, de la Provenza o de la Bretaa, quedan
abandonadas, oscuras i confusas! Mas, cmo n? de dnde van a sacar ese saber vasto que para esto ltimo se necesita? Mientras tanto que para hacer lo que ellos hacen basta charlar i alucinarse. Qu distinta ira la civilizacin francesa si tuviera la bondad don Eleili de mandar a Pars de cuando en cuando uno de esos articulitos sabrosos i acertados que sabe hacer sobre estilo! Qu felicidad la de este mundo! Me olvidaba, seores editores, de hacer notar a ustedes lo erudito que se ha mostrado don Eleili en la crtica que hizo de la voz enjendrar aplicada al tiempo, a los siglos i los dias. Pero no se acord, sin duda, que Leibnitz ha sido aplaudido por toda la Europa por haber dicho : El presente, hijo del pasado, enjendra al porvenir. Decimos que no se acord de esto don Eleili, porque no nos atrevemos a suponer que no le supiera una capacidad tan eminente como la suya, tan instruida en lo que es Europa, que no se le escapa ni el mas pobre del ltimo gamin, como se lo ha probado a ustedes en otra vez que los visit. Oh! l sabe bien todo esto. Qu felicidad la de este mundo! Ea, jvenes ilusos que habais empezado a gustar i a admirar el estilo i las ideas de Lerminier, de Hugo, de Cousin i demas diablos de los de esta escuela ilusa, tirad esos libros i si quereis aprender estilo i nutriros de ideas i teoras vastas, esperad los remitidos que de cuando en cuando os quiera dar don Eleili! Sois unos perversos en no hacerle caso i en tomar por maestro a esos innovadores corruptores de nuestras antiguas reglas. Ya veris cmo os va con Eleili el dia que salgis imitando a Lerminier i Victor Hugo con vuestro estilo; os ha de pasar lo que al redactor del Mercurio, os ha de hacer pedazos con un lindo, sabio i erudito comunicado; salvo el que salga algn otro iluso como yo dicindole que no gaste plvora en gallinazos, que lo que l critica en el redactor del Mercurio o en otro pobre diablo, est en Lerminier i en Leibnitz, i que el dirijir contra stos sus certeros tiros es mas propio de su gran capacidad. Por ahora, diris vosotros lo que yo, que le ha sucedido lo que a Hamlet, tir una estocada para matar a un ratn i mat a un hombre; le tir al Mercurio i di en Leibnitz i en Lerminier. Qu gloria ! Que estudios tan vastos manifest con esto! Como no he de repetir a cada instante qu felicidad la de este inundo! Para todo evento, jvenes que os estis volviendo ilusos en Chile i que estis haciendo sociedades para ocuparos de literatura o teoras de democracia, i que empezis a pensar con seriedad en las cosas de antao i en las de ogao, os voi a dar una ecuacin aljebraica que os servir cuando don Eleili se os vaya encima; aqu la tenis Eleili=l+i,l+i= li; ya veis que el resultado es que li no es palabra, no siendo palabra no representa idea ; luego podis decir li=o; entnces ya tenis sacadas por el mtodo aljebraico dos ideas Eleili i cero, i de estas dos ideas decid lo que yo digo : Dios los cria i ellos se juntan. Qu felicidad la de este mundo! II Recordarn nuestros lectores el anlisis crtico que un tal don Eleili hizo de nuestro editorial del 25 de mayo, en el que se nos notaron estas palabras: he aqu uno de esos dias soberanos que llevan la cerviz erguida , a lo cual aadia el del comunicado : esta es una creacin de injenio en virtud de la cual tenemos por lo pronto un dia con cerviz, idea que hasta ahora no le habia ocurrido ni al mismo diablo, porque ni este podria designar cual es el cuello o el vientre del dia. Un comunicado que rejistramos despues en nuestras
columnas, prob hasta la evidencia, hasta la saciedad i hasta el oprobio, que el mal estaba en que nuestro pobre crtico no habia leido un solo autor que mereciese la pena de ser citado, i como lo notaron entonces, que le habia acontecido lo que a Hamlet, que por matar una rata mat a un hombre. En fin, que era el crtico un pobre preocupado i malicioso, i nada mas. Le quedaba la palabra notabilidades para hacer fuego en retirada, pues no se encuentra en el Diccionario la definicin de notabilidades. Pues bien, para hacerle entregar esta ltima carta, un peridico espaol, el Corresponsal, de donde hemos tomado una noticia que publicamos en el Mercurio del 6, hablando de un concierto en beneficio de los polacos emigrados, dice: cantaron varias notabilidades musicales, i entre ellas Miss Adelaide Kemble. Esperamos que don Eleili mande un comunicado a Espaa, porque all nadie lo har, previniendo que la palabra notabilidades no se encuentra en el Diccionario. Pobre crtica i pobre crtico, qu os ha quedado? Un poco de vergenza en el fondo del corazon i harta gana de encontrar una oportunidad para volvernos la pelota. Qu felicidad la de la crtica literaria! Qu costalada!
EL TEATRO COMO ELEMENTO DE CULTURA (Mercurio de 20 de junio de 1842). No es esta la vez primera que llamamos la atencin del pblico sobre esta parte de nuestra organizacin social que yace hasta hoi tan desatendida por la administracion, i como abandonada al esfuerzo de su propia i espontnea vejetacion. I no se nos acuse de temerarios al llamar a los teatros parte i no tan despreciable, de nuestra organizacin social, porque lo son en efecto i mui principal, como vamos a intentar demostrarlo. No es el teatro una simple diversion pblica, como las rias de gallos i los circos de equitacin, un mero espectculo. Mayor i mas encumbrado rango ocupa en la sociedad, puesto que no solo tienden sus exhibiciones al deleite de los sentidos, sino tambien a conmover el corazon i aleccionar el espritu de los concurrentes. El teatro actual, si bien no puede entre nosotros ser la espresion de nuestra literatura, i la arena a que el injenio americano descienda a obtar a la ovacin con que el aplauso jeneral premia el acierto i el talento, no por eso deja de llenar un grande i saludable objeto, sirviendo al pblico como de un liceo en que se 1e esponen los trabajos que mayor boga i nombrada han alcanzado en los dos teatros del mundo que mas afinidad tienen con las necesidades e ideas de nuestra sociedad, tales como el teatro francs i el espaol. Qu medio podria imajinarse mas adecuado para hacernos partcipes de los fruto mas bien sazonados de la civilizacin europea, que esta lectura accionada, este soplo de vida comunicado a las ideas i pasiones que ajitan nuestra sociedad, de la misma manera i por las mismas causas que ajitain la sociedad para la cual han sido escritas? Porque, no obstante los lijeros i pasajeros estravos del teatro moderno, no solamente puede decirse de l que en su conjunto representa las necesidades sociales de la poca, sino que tiene ademas una visible tendencia a la rejeneracion de las costumbres i de las ideas, que hace su verdadero ttulo de gloria. I aun entre nosotros mismos se deja sentir esa ntima relacin que
existe entre el espectador i el dramatista, que da vida i existencia al pensamiento que intenta desenvolver aquel. Busquemos sino la causa que ha hecho caer entre nosotros, lo mismo que en Europa ha cado, el teatro clsico, la trajedia heroica i la comedia de costumbres, tal como se entenda en tiempo de Moratin; preguntemos por qu no pueden exhibirse hoi el Viejo i la Nia, el Barn, el Otelo, el Duque de Viseo, i otras piezas de este jnero, i por qu conmueven hasta lo mas hondo del corazon la Teresa, el Anjelo, Hernani, o por qu agradan tanto las composiciones de Breton? Quin le ha dicho al pblico que aquellas obras pertenecen a una escuela pasada, i estas otras a una moderna? Por qu, dado caso que lo supiera, habia de dejar de agradarle lo que no agrada ya en Europa, siendo el placer que nos causan las ideas i sentimientos espresados en las composiciones dramticas, un movimiento espontneo del alma? Por qu, sino porque existe esa ntima afinidad entre la sociedad i sus escritores, entre el pblico i sus dramatistas? El pblico en jeneral no sabr darse cuenta de los motivos; pero aplaudir o se manifestar indiferente, segun que los sentimientos o ideas que se espresen hagan o no vibrar las cuerdas de su corazon. Detengmonos un momento ante el teatro espaol, del que casi puede decirse que se resume en Breton de los Herreros. Casi no hai una sola de sus piezas que no proclame un principio, que no ataque una preocupacin, i estos principios por establecerse en Espaa, i estas preocupaciones atacadas all, son los mismos principios que proclamamos aqu i las mismas preocupaciones que tenemos que destruir. El teatro espaol, como el teatro francs, trabajan por destruir toda preocupacin de clases, toda tirana, ya sea pblica o domstica, i elevar en su lugar la libertad individual del uno i del otro sexo, i en dar en la sociedad la influencia i el lugar que al mrito real corresponde. Por esto, i por mil otros puntos de contacto de la literatura dramtica de la Francia, o de la Espaa que sigue hoi sus pasos en el camino de la rejeneracion, con nuestras necesidades, es que el teatro es una verdadera escuela en que por medio de los sentidos i del corazon, llegan a nuestro espritu ideas que necesitamos para la misma obra de la rejeneracion de nuestras costumbres. Preocupados de esta influencia poderosa i vital que el teatro ejerce entre nosotros, haramos voluntariamente abstraccin de otras consideraciones, a nuestro juicio secundarias, si todas ellas no contribuyesen de consuno a hacer de este espectculo un resorte de moralidad que no es parte a debilitar tal cual lijera mancha, como todas las que necesariamente empaan las mejores creaciones de la humana intelijencia. Qu! No es otro espectculo igualmente digno de atraer las miradas del majistrado que tiene la conciencia de los deberes que el cargo que ejerce le impone, esta reunion de ciudadanos de todas las clases i jerarquas sociales, esta miniatura de la sociedad atrada por un objeto comun, participando de las mismas sensaciones, de los mismos placeres i de las mismas ideas? No le llena de una justa satisfaccion esta concurrencia de talentos que se asocian para elevar al pblico en sus gustos i en sus recreos a la altura de los pueblos mas cultos de la tierra?No se siente envanecido al ver descender en nuestra escena con las mas felices creaciones del espritu humano, a Hugo i a Dumas, a Larra i a Breton? No v llegar diariamente de los estremos mas apartados de Amrica, actores que como Casacuberta i Fedriani, como Jimenez i Rendon, vienen a ensayar sus talentos ante un pblico que sabe comprenderlos? No siente vibrar el arco de Guzman, i respirar melodas al clarinete de Zapiola para embellecer con las creaciones de
la musa de Rossini, Bellini i Donizetti, esta verdadera fiesta popular en que se educa un pueblo, lima sus costumbres i adquiere nuevos hbitos? I mientras tanto qu pueden decir las autoridades constituidas, municipalidad, intendencia, gobierno, cualesquiera que ellas sean, qu pueden decir, qu han hecho o qu hacen al presente para ayudar al desarrollo del teatro, para hacer que llene la alta misin a que est destinado? Qu ha hecho la administracion de la ciudad de Santiago, o la de Valparaiso para que pueda decirse que los que la desempean conocen sus deberes, o comprenden lo que el teatro importa? Nosotros lo diremos : nada, nada absolutamente! El teatro yace a merced de especuladores particulares, sin proteccin de las municipalidades, en Valparaiso dando sus exhibiciones continjentes i casuales en un corral, i en Santiago en un patio que maana ser reclamado por los propietarios. No parece sino que es el teatro un advenedizo en Chile que, como el rabe errante, levanta provisionalmente su tienda de campaa en un lugar, pronto a abandonarlo para establecerse en otra parte. En vano la polica ha de gritar al proletario, no bebais, no perdis en un momento de borrachera el fruto del sudor que ha corrido de vuestra frente durante las largas horas de una semana entera; en vano se dir a los hombres de todas las clases, no malbarateis en el juego el pan, la fortuna de vuestros hijos; en vano! El hombre necesita gozar de la existencia, escaparse un momento de la insipidez de la vida ordinaria; necesita exaltarse, padecer a trueque de gozar. El proletario se emborracha i saborea la felicidad un momento, el proletario i el hacendado juegan i gozan en la fiebre i en los calofros de los diversos azares de la suerte. El gobierno ilustrado que conoce esta tendencia irresistible, esta necesidad de gozar i conmoverse que siente el hombre en cualquiera condicin que la vida lo encuentre, no pide lo que racionalmente no debe pedirse; abre nuevos respiraderos para que se desahoguen estas propensiones innatas en el hombre. Establece i fomenta los lugares pblicos de solaz i de reunion, erije teatros, difunde la educacin en el pueblo, fomenta las luces, abre el paso, sin distincin, a todos los hombres que han nacido para elevarse, ya sea por la industria o la gloria o el saber; porque si las preocupaciones les cierran el paso, ser jefe de bandoleros el que podria haber ceido sus sienes en las filas del ejrcito; tahr el que se siente aquejado de la sed de riqueza; embaucador i malvado el que posea el injenio sin cultivo i sin aplicacin. As es como se fomenta la moral; as como se mejoran las costumbres; as como se rejenera la sociedad. En qu piensan nuestros municipales cuando se niegan a las propuestas que se les hacen para realizar los teatros que ellos no pueden o no quieren erijir? No se imajinan que la estrechez del local de un teatro impide la concurrencia, cerrando por la subida entrada la puerta a millares de jvenes que van a ahogar en los lupanares i en diversiones impuras e inmorales el hasto que los consume? No piensan que la nobleza i ostensin de un edificio, como las decoraciones del teatro, como los encantos de la msica, como la presencia del pblico, dejan en el nimo ideas de ennoblecimiento personal que van elevando al hombre en su propio concepto i mejorando insensiblemente su ser? No se convencen, por fin, que de su indolencia, de su abandono, resultan males que estn labrando en distintas vas la sociedad, i retardando la mejora de las costumbres, i que sta se estienda a la clase mas numerosa, que es la que pide en su ignorancia i en su corrupcion, el apoyo de la autoritad para salir del fango en que est hundida? Ah, municipales!
hombres sin corazon i sin entraas; hombres sin amor por el pueblo, sin conciencia de vuestros deberes, guardis los tesoros municipales para entregarlos intactos a vuestros sucesores!!
EL DRAMA INTRIGAR PARA MORIR (Mercurio de 11 de julio de 1842). Sentado en mi luneta i sin mas dedicacion que a lo que pasaba en el procenio, habia creido haber bebido cuanto iba a representarse, tal era el deseo que me inspiraba la tal pieza que jamas habia visto. Pero, como dicen i se verific cabalmente en m, el hombre propone i Dios dispone; yo atend mui poco; no se crea que ha sido por sueo, pues que nunca me duermo en el teatro, porque si la pieza es mala, me hago el sordo i tiendo la vista por los palcos, dejndola a ella clavarse adonde le d gana, en lo que a veces no suele tener mal gusto Cuando me he cansado de mirar una bella, la dejo i me voi a otra, sin que por esto ninguna se me haya enojado, a lo mnos que yo sepa. Pero, como es cierto tambien que las cosas tienen su principio i fin, principio i concluyo, i concluyo donde he principiado. Entnces me digo no pasars de aqu sin cortar una cuerda que te ata. Yo en esto soi dcil; esas cuerdas dbiles para otros, son vigorosas para m, porque al fin uno tiene que seguir su destino, que en este mundo es darse contra una esquina, siempre que uno tiene la fatalidad de encontrarla. De valde uno varia de caminos, o busca los sin esquinas, nada! hasta que al fin de tantas vueltas i revueltas se viene uno a estrellar en alguna por mas embozada que estuviese; el fin de la mariposa El que dijo : a tu prjimo contra una esquina, dijo una verdad; pero no tan absoluta i tan jeneral como la que yo digo, a t mismo contra una esquina. No se crea que por esto pretendo alzar un sistema, ni mucho mnos el que haya alguien tan material, que se figure que las esquinas de nuestras calles, en las cuales deja la perspicaz polica son las piedras imanes de la suerte, con las cuales debe uno topar cuando el viento lo empuje, segun i como lo pille.. Mi amigo que no es mnos aficionado al drama que a las minas, pues al fin estas los producen mas frecuentemente, me dijo varias veces que escribiese un artculo sobre el tal drama .Yo le contest, como era mui regular, que no habia puesto bastante cuidado, i as no podia aventurar una narracin que talvez afearia un orijinal indigno de tan fatal suerte. Repasemos en nuestra memoria los actos, me respondi, i veamos si puedo ayudarte para la realizacin del artculo. Se da un gran baile, prosigui, en casa del jeneral Vargas, i ntes de concluirse, uno de los convidados sale de l i escala la habitacin de Mariana, esposa del jeneral. Una camarera es su cmplice i lo recibe en el mismo cuarto de Mariana, en el cuarto que era el testigo de su secreto, i en el cual esconda los recuerdos de su amante.. Este hombre, gran malvado, pues que era conde, no s porqu instinto, talvez el de la curiosidad, toma unos papeles que estaban en un cajn de un tocador. Estos papeles sin duda los dejaba Mariana para que los leyese algn dia su esposo. Prevencin bien acertada, particularmente cuando se deja un cajn abierto! Mariana fatigada del baile, viene a descansar a su cuarto, llena de los recuerdos de su Alfonso, llena de
una pasin que la devoraba sin cesar, porque al fin, se cas sin amor, con un anciano. Alfonso viene a dar el ltimo adis a su amada ; l parte, l la llama perjura porque le enga, perjura porque minti delante del cura matrimonial En fin, l quiere marcharse porque el mundo conspira contra l. Mas ellaMariana, le habla con la pasin mas ardiente, se resuelve i proyectan partir. Partir!.... Alfonso va a volver para irse con su querida a otros pases, en que no conozcan mas cosas familia res que los rios estensos, mares sin fin, lo que Dios ha creado para los hombre aburridos de los hombres la naturaleza.... Pobre Mariana! Hablis en seguida de Alfonso, creis que nadie os escucha i el conde de Valflondo os sorprende El demonio encarnado en hombre tienes a tu vista; te echa en cara tu amor, te amenaza con declararlo a tu marido, i en medio de su culpa doble, te pretende seducir por el apetito carnal, por la amenaza i la violencia. Logra al fin una carta para Alfonso, i al llegar ste por Mariana, en vez de ella, le mandan partir Mariana en tanto se desespera, llama al conspirador que lleva arrancado por fuerza lo que basta para perder a un hombre. El segundo acto, que es un baile de mscaras en que estas no hacen mas interesante el drama, produce la circunstancia de ser entregadas al jeneral por el conde las cartas de Alfonso, pues que Mariana, reconvenida por su perseguidor, le despreciaba. El jeneral, enfurecido, viene por Mariana que acaba de conocer i hablar de su amor a Alfonso; llega el conde, Mariana se desmaya, i Alfonso reclama su amante, se arranca la mscara i diciendo : esta mujer me pertenece, se desafia con el anciano.I el conde contempla su obra con la alegra misma con que el demonio debe contemplar a los malvados como l cuando se haya hecho dueo de sus ftidas almas. Permteme te diga que yo no puedo admitir estos bailes de mscaras en los dramas a presencia del pblico, mucho mas cuando son tan largos. Esto hace perder el mrito a la pieza representada, porque no se puede atender a dos cosas aun tiempo, los actores i los mscaras Pero continuad. En el tercer acto el jeneral deja sus disposiciones al que creia miraba por su honor; le arranca el juramento de que lo vengar si muere, i se despide de l, quedndose ste riendo... Llega Mariana, le pregunta el lugar del desafo; l no quiere decrselo, se le humilla, pero en vano. El monstruo sigue impertrrito i con calma, lee unos papeles, Mariana se los quita i promete quemarlos en la estufa si no le menciona el lugar del desafo; se pone perplejo, saca el pual, mas en esto se oyen dos tiros, i se ven tambien arder los papeles en el fuego. Entnces el tigre agarra su presa con el pual alzado; llega el venturoso Alfonso, cayendo en tierra la infeliz Mariana, i huyendo el conde con el testamento que alcanz a tomar del suelo. En el cuarto i ltimo, unos del pueblo hablan de una mendiga delirante a quien se le ve ya alegre, ya desesperada. Un hombre proscrito, obligado a ocultarse para vengarse, un hombre arruinado, carcomido su corazon por los pesares, viene a estos lugares, conoce a Mariana a pesar del estado de mendiga que llevaba.. Mas esta no le conoca. estaba loca. I esto atiza su venganza, i entnces oculto, espera que por esa plaza pase el conde. Viene, reparte rdenes para tomar a esa mujer, se queda solo i entonces Alfonso le mata de un balazo ; la muerte del conde hace que Mariana reconozca a Alfonso, se abrazan, i la justicia se apodera de Alfonso Alfonso se habr vengado, i ya no temia morir. He aqu todo lo principal.
Pues bien; la pieza es buena; tiene bastante inters, bastante fuego en la pintura de las pasiones; est impregnada de bellos pensamientos i de golpes maestros en los modos de intentar. Sin embargo, dudamos de que pueda existir en la naturaleza un monstruo, no es hombre, como el conde; i dudamos tambien de que ese delirio tan largo de Mariana sea mui natural; i si no nos engaamos se parece al de La educanda, en Lndres! El seor Fedriani, la seora Miranda i Jimnez lo han hecho bien. Aunque el primero es un actor de algn mrito, tiene con todo un defecto, cual es el de apretar los dientes, hasta tal grado que no se le entiende lo que dice. Falto de fuego, no sirve para papeles apasionados, sino para aquellos de un tono casi igual i de un carcter frio. En el papel que represent en el Arte de conspirar lo hizo a pedir de boca, inmejorablemente. Lograr tambien esta oportunidad para decir algo sobre el seor Rendon. Este actor es un barba excelente i un gracioso mui bueno; como el seor Fedriani, comprende mui bien su papel; pero fuera de estos caracteres no ha sido mui feliz. Puede citarse el del Chismoso, aunque esta pieza no tiene tanto mrito como se cree. A pesar de todo esto podemos decirnos contentos, al haber tenido estos dos buenos actores en nuestro teatro. La empresa parece que ha comprendido su posicion i ha ensanchado su bolsillo mas que antes.
EL MULATO DRAMA DE ALEJANDRO DUMAS (Mercurio de 15 de julio de 1842). Si ser esta pieza tambien una de las del catlogo de las inmorales, que han llenado de escrpulos i de escndalo a algunos aristarcos tan melindrosos i castos, que no han podido tolerar la tercera representacion de Un Desafio, la segunda de Intrigar para morir, i otras del teatro moderno, en que los escritores del presente siglo han dado en la flor de pintar la sociedad tal como es, i las pasiones con sus verdaderos colores, i los estravios de los hombres, tales como los han padecido los mismos que los critican? Es verdad que si fueran un chistossimo sainete, cuyo pi forzado es burlarse los hijos de sus padres de la manera mas soez i brutal, o pintar la vida de los cuartos, con tal verdad i gracia que hace subir el rubor a las mejillas aun de los jvenes mas versados; fuera, digo, un chistossimo sainete en el que hai palos a 1a mujer, cuchilladas, alusiones, palabras i aun actos de una imprudencia i obscenidad que dejan mui atras a lo que acontece entre la sociedad mas inmunda del bajo pueblo, vaya, eso pase, que al cabo divierte i hace reir con aquella risa homrica, aquellas risotadas que ahogan la voz de Silva o la de Lecaros; al fin el sainete no es traducido, i no tiene nada de romntico, i nos lo legaron nuestros padres, i es cosa espaola i antigua. Tan buena cosa es un chistoso sainete, tam santa i tan moral, que habria sido una falta imperdonable someterlo a la censura. Tienen pasaporte i entrada libres de derechos. El sainete se presenta con la cerviz tan erguida, como dijo aquel que lo dijo, como pudiera llevarla la mas descarada cortesana; no obstante que su asunto es casi siempre la inmoralidad misma, que sus palabras son las que nuestras verduleras tendran vergenza de usar delante de jente. Pero el sainete es un amigo antiguo, un miembro de la familia, i no haya miedo que se levante una voz contra l.
Pero vamos al Mulato, porque la palabra sola ya est revelando un fondo de inmoralidad intolerable. I no es friolera ,| mulato trae su orjen de mula, mezcla de dos razas distintas que producen entre el caballo i el burro la mula, i entre el hombre blanco i la mujer negra el mulato. Ya vern nuestros mulatos todo el honor que les han hecho los caballeros que inventaron la palabra. Ahora un mulato, cubierto de gloria que a fuerza de herosmo ha arrancado ttulos de nobleza; un mulato dotado de las calidades mas elevadas, de una de esa educaciones labradas pacientemente en las luchas i esfuerzos de un alma noble que no ha querido someterse a las injusticias de la suerte; un mulato que en todos los puntos en que el verdadero mrito puede ostentarse no conoce rivales, i que con sus perfecciones hace resaltar mas la torpeza, aturdimiento, bajeza i necedad de su hermano noble; un mulato, en fin, cuya elevacin de alma arranca aplausos prolongados de parte del pblico, i hace que una condesa le presente una mano que ha codiciado en vano un noble, es un asunto bien subversivo e inmoral por cierto. Este ejemplo pudiera tentar a una seorita de ilustre cuna a prescindir de algunas voces vagas sobre los abuelos o bisabuelos de un jven honrado, i echar un borron en la familia. Es verdad que el mulato del drama es mui rico, i podria perdonrsele hasta cierto punto su orjen, cuya oscuridad puede dorar con sendas talegas. I bien, los padres de familia de cierto calibre i alcurnia que han visto esta pieza que tanto ha aplaudido el pblico, han salido del teatro resueltos a dar la mano de sus hijas, no dir a un mulato, sino a un jven honrado, de talento i de una mediana fortuna, sin preguntar primero, quin fu su padre, i de qu familia desciende? Sin duda que no. Esa es pues la moralidad i la inmoralidad del teatro, i esa la influencia directa que sobre las costumbres ejerce. No hai una seorita, que yo conozca al mnos, que haya salido del teatro derecho a enamorarse perdida i apasionadamente de nadie, por haber presenciado las manifestaciones ardientes i apasionadas con que la seorita Miranda reviste las palabras de amor de su papel; nadie ha cometido un asesinato, ni se ha suicidado, por haber visto cometer estos delitos en el teatro; como ninguno ha sido ni mas franco, ni mas leal, ni mas caballero que lo que era antes de asistir a las representaciones del teatro moderno. El teatro representa con colores, vivos i en una escala mayor quiz que el natural, los caracteres notables i las pasiones violentas. Creo no equivocarme en decir que el drama es de suyo inmoral, porque las acciones morales i las pasiones ordenadas nada tienen de dramticas. Se necesitan virtudes grandes i pasiones fuertes i rebeldes para mover el corazon del espectador, porque si no fueran esos alicientes no se movera de su casa. La moralidad resulta del contraste i de las consecuencias, que el dramatista endereza siempre a un buen fin, en lo que nicamente se separa del rden regular de las cosas humanas. Hai pocas escenas de las que nuestro teatro actual pone a nuestra vista; que no ocurran aqu en la vida real, i que no circulen de boca en boca, en los estrados, entre las seoras i entre las seoritas, con la circunstancia de que estas escenas reales no acaban casi nunca, como los dramas, con dar una muestra mas o mnos directa de lo que se llama la justicia potica. Sucede una desgracia en una familia; seduce un jven a una nia, sufre sta las consecuencias de su indiscrecin; se comete una injusticia atroz, se despide de una casa con baldn a un jven honrado porque un padre no lo ha hallado suficientemente noble para yerno; una madre escandaliza a sus hijas con una conducta reprensible, etc.; qu castigo sigue a esto? En qu catstrofe concluye? De ordinario en ninguna; se susurra, se
repite el hecho escandaloso, se adultera, se calumnia muchas veces al mnos culpable; as es el mundo. La moralidad que nace del espectculo de las acciones malas, tanto en el teatro como en la vida, est solamente en ese sentimiento interno que nos hace desaprobar el vicio, i no fu mui lerdo el que dijo : es necesario que haya escndalo; pero ai! de aquel por quien el escndalo viniere! Nunca, hemos visto aplaudir en el teatro la espresion de una ide inmoral, mientras que instintivamente i como arrastrado de un poder mjico, el pblico acoje con aplauso i satisfaccion cualquier pensamiento noble i elevado, como cuando el mulato hecha en cara a su padre su egoismo de noble, su insensibilidad de padre i su dureza de corazon. Esto nace de que la moral no est en las tablas sino en la platea i en los palcos; desde all sube al procenio i se exhala en palabras i acciones que reproducen los actores. Tan cierto es esto que la inmoralidad de ciertas piezas francesas no nos choca tanto por su inmoralidad misma, cuanto porque esa clase de inmoralidad no se produce en nuestra sociedad. Hai jentes que estn persuadidas que puede restablecerse la ficticia moralidad de la comedia antigua; pero para que sintiesen su error bastara hacerlos asistir a una serie de representaciones del teatro de Moratin, i es seguro que al segundo acto se quedaran dormidos; por la razon mui sencilla de que tales composiciones pertenecen a un gusto, a una poca i a unas necesidades que no son las nuestras; i si los dramas de la escuela moderna no nos cuadran en todos respectos, es porque no son la espresion sino por incidencia i por coincidencia de nuestras propias costumbres i tendencias. Se nos presentan a cada momento en el teatro acontecimientos que, aunque finjidos, tienen su tipo en sociedades antiguas, numerosas, i por tanto fecundos en ejemplos notables de grandes estravios, de sucesos raros i de pasiones trjicas. No envidio mucho el alto honor que ha cabido a los seores censores del teatro, que estn colocados en la disyuntiva o de aprobar todas las piezas que han obtenido alguna celebridad en el mundo literario, o de truncarlas a su arbitrio, o de negarles del todo su visto bueno, a fin de complacer a la severidad de los que creen que un drama puede corromper las costumbres. Pero en esto se corre por desgracia el riesgo de privarnos de lo mas brillante de nuestro teatro moderno, i condenarnos a mascar el corcho de algunas piezas que por insulsas pueden pasar sin oposicion. No he querido abogar por los dramas modernos todos, ni presentarlos como verdaderos modelos de perfeccin en el arte dramatico. Nuestros dramas actuales tienen mas defectos, mas descarros de su verdadero objeto, que los que se dejan ver a los ojos del vulgo de los crticos; pero estas son las condiciones necesarias de una poca de revolucin que todo lo aja, lo exajera i lo lleva hasta la monstruosidad. El teatro moderno en Europa se est formando actualmente; lucha con doctrinas anticuadas i con resistencias acaloradas; es jven i por tanto tiene los enojos, los acaloramientos i los estravos de la juventud; el medio de madurarlo no es, pues, someterlo de nuevo al yugo que intenta romper; el tiempo, la sociedad, la crtica, i sobre todo el triunfo de los principios que pugnan por establecerse en la sociedad, sern en adelante sus maestros i sus preceptistas; pretender otra cosa es pretender imposibles. Valiera mas cerrar los teatros.
SEGUNDA POLMICA LITERARIA I EL PROSPECTO DEL SEMANARIO DE SANTIAGO (Mercurio de 19 de julio de 1842). Sentimos una grata satisfaccion al anunciar a nuestros lectores la bien acojida aparicin de un peridico semanal en Santiago, que tiene el inestimable mrito de que todos sus redactores son chilenos, movidos por el aliciente del crdito i prosperidad de la patria. Los redactores reconocen que en un pais que empieza su existencia poltica, deben admitirse favorablemente, aun los mas imperfectos ensayos, siempre que propendan al bien jeneral, no siendo de otro modo como han principiado esas grandes naciones, cuya sabidura prosperidad nos llenan hoi de admiracin. Todo pueblo tiene su infancia como todo individuo. Por dbiles i vacilantes que sean sus primeros pasos, felices aquellos que le escitan a darlos! Poco a poco los ir afirmando, i si no desfallece su constancia, al cabo de algunos aos se asombrarn de sus progresos. Estos principios, tan francos i tan sin pretensin, nos agradan tanto mas cuanto que, independientemente de su utilidad en nuestros paises, i su verdad intrnsica, nos parecen una traduccin de los que no ha mucho manifestamos sobre una cuestion literaria, aconsejando a la juventud consagrarse a los trabajos del espritu, sin arredrarse por la falta de correccin i perfeccin artstica de sus ensayos; perfeccin de todo punto imposible, por falta de bases, es decir de una literatura i una ciencia formadas. De esta manera se propagan verdades tiles, i pasan a. las convicciones ntimas de todos sin que se sepa por que poros del espritu se han introducido. I sin que nosotros nos consideremos felices por haber escitado a la juventud mas de una vez a dar estos primeros pasos, por que no es cosa fcil gozar de la felicidad de este mundo1, creemos que es el deber de los que escriben para un pueblo, despertar la concurrencia de pensamientos tiles para la sociedad, i sacudir a las cabezas intelijentes del sueo de una inaccion perjudicial. Mui neciamente preocupado debe ser el jven que en nuestra jven Amrica pretenda desde su primera aparicin en las tablas de la prensa, adquirir el pomposo renombre de autor o de escritor correcto
1. Alusin al artculo del seor Menvielle, cuya contestacin se rejistracn la pj. 271 de este tomo. El E.
Esta es la obra del tiempo, de la crtica, i sobre todo de la civilizacin jeneral; porque la cultura del pblico influye i se refleja en el lenguaje de los escritores, para llenar la frmula : la literatura es la espresion del progreso de una sociedad, i donde los escritores fuesen de una esfera mui superior a la de los lectores, habria una anomala que rompera todo vnculo entre los pensamientos escritos i la intelijencia del pblico, i una aberracin de las leyes jenerales. El Semanario, al hacer una resea de todas las publicaciones peridicas de la prensa actual, acomodando a cada una de ellas un epteto caracterstico, dice que el pblico ha creido encontrar en sus pajinas algo que no sea de un interes tan efmero, jeneralmente hablando, como el Mercurio de Valparaiso, i
debemos decirlo francamente, los pensamientos que pone en la mente de los lectores del Semanario no nos parecen de una injenuidad ni de una verdad incontestables. El Mercurio ha sido hasta hoi en su seccin Correspondencia, la espresion del pensamiento i de las necesidades de Santiago, i no es nuestra culpa si no ha llenado los deseos de los redactores del Semanario. En cuanto a la parte editorial, si no ha sido tan profunda ni tan erudita como correspondia a la altura de nuestra civilizacin, creemos que ha tenido un carcter de franqueza en la emisin de ideas rejeneradoras, que bien puede hacer disimulable la falta de aquellas otras dotes. Cuando nos ocupbamos de polmica poltica fuimos saludados por algunos de nuestros co-escritores con los eptetos de metafsicos i de principistas, i creemos no haber desmerecido en lo sucesivo esta ltima clasificacin. Efectivamente, apoyar nuestros pensamientos sobre los intereses del momento que han llamado nuestra atencin en aquellos principios que guian a las sociedades libres que nos sirven de norma, i atacar con mano firme las costumbres i preocupaciones que obstan a nuestra rejeneracion social; llamar diariamente por la amonestacin, por el convencimiento, por las pullas, a la juventud a ocuparse de los intereses de su pais; aplaudir toda mejora til, todo progreso en nuestras costumbres, todo movimiento rejenerador, toda publicacion til, tal ha sido la tarea constante que ha desempeado el Mercurio. Por qu serian de un interes tan efmero sus publicaciones? Serian acaso de un interes tan efmero las materias de que se ha ocupado? Puede decirse que el Mercurio como diario no ha ejercido influencia ninguna, aun sobre eso mismos redactores del Semanario ? Pero que se interroguen, que dejen a un lado toda pretensin de espontaneidad absoluta en su empresa, que recuerden los antecedentes, que rastreen el mvil que los ha asociado, no obstante que entre ellos existen disconformidades de opiniones polticas, i que digan despues que el Mercurio ha sido de un interes tan efmero como lo pretenden ! Hai en las palabras que comentamos mas lijereza que la que querran confesar sus autores, no obstante las frases paliativas que siguen, con las que parece han querido atenuar la impresin que debian causar las primeras; pero mejor habria sido haberlas borrado i poner otras mas francas i mas exactas. Es una lstima, para nosotros al mnos, no poder retrazar la marcha constante de nuestros escritos, la tendencia verdaderamente liberal que los ha caracterizado, i los resultados que conocidamente han producido alguna vez para contestar a esta acusacin. Pero si esto no nos es posible, aguardaremos que el pblico halle en el Semanario lo que tiene tantos motivos de esperar, sea esto dicho sin lisonja, que nosotros le ayudaremos de vez en cuando en sus esploraciones. I lo diremos una vez por todas, si nos detenemos a examinar las publicaciones que en este peridico, como en cualquiera otro vean la luz, no se nos atribuya a una mezquina i vanidosa pretensin de apocar el mrito ajeno, i de erijirnos en jueces de mas alta capacidad i de luces mas estensas; porque si abra ridiculez suma en esto por nuestra parte, no habria mnos torpeza de parte de los que nos hacen tan infundada imputacin; ni traeramos a la memoria de nuestros lectores la conducta circunspecta que hemos guardado siempre al anunciar las publicaciones de otros.
Bstenos decir que no reconocemos nosotros ni reconoce la poca en que vivimos, tan grande nmero de verdades absolutas, que no sean materia de cuestion las opiniones que sobre los asuntos que nos tocan de cerca, vierte la prensa peridica. Los que escriben para la prensa, no son por lo jeneral inventores, su tarea es jeneralizar verdades espuestas en libros, i su solo trabajo i talento, hacer de ellas aplicaciones exactas i conformes a los intereses de la sociedad para quien escriben. Las doctrinas polticas, literarias, etc., que manifiesta un escritor de peridicos, revelan cuando mas las fuentes de que se alimenta, el partido o la escuela a que pertenece ; suyas son tan solo las aplicaciones. I si esto es cierto en Europa, en Amrica es de una verdad sin escepcion; nuestro pensamiento es mui jven i mui inesperto aun. Los colejios no dan luces, ensean solo los caminos de adquirirlas, i no pocas veces los cierran i embarazan, inculcando ciertas doctrinas de escuelas, que los jvenes abrazan con el calor i el fanatismo que enjendra la falta de comparacin. Lo que un escritor americano cree ser i es en efecto un pensamiento suyo, no tardar mucho en verlo escrito en un libro europeo, mejor fundado, mas jeneralzado i mas desenvuelto. Si todos nuestros jvenes estuviesen persuadidos de estas humildes verdades, no veramos a cada paso el escndalo que da nuestra polmica periodstica con la irritacin que escita una idea nueva, i los insultos i vejaciones que llueven sobre el que la emite, o el que pone en duda la verdad de ciertas doctrinas recibidas por la jeneralidad como inconcusas. Nuestra poca es una poca de libertad, i por tanto de tolerancia; donde no hai tolerancia no hai libertad; donde no se puede salir de los caminos trillados por temor de que le salgan al encuentro bandas de salteadores fanticos, no hai descubrimiento, no hai progreso. Si un escritor no logra que sus opiniones sean adoptadas, tendr siquiera, como lo han indicado los del Semanario, la gloria de haber promovido la discusin, porque de la discusin nace la verdad. Se discute en nuestras cmaras representativas, se discute en la prensa, que tambien es representativa ; i solo los mui bisoos atribuyen la contradiccin, la polmica i la crtica, a pasiones i motivos indignos de ser citados. Por lo demas, creemos que el Semanario ser de una grande utilidad para la cultura i progreso de la capital. La ciudad de Santiago, no obstante la civilizacin que en ella se desenvuelve rpidamente, est mui incompletamente representada en sus publicaciones peridicas, i debemos decirlo, a juzgarla por este signo aparente, se muestra en una escala mui inferior a otras ciudades del mismo rango en Amrica. El Semanario suplir en parte este defecto, i prepara el camino para la fundacin del diario, que a la emisin del pensamiento, rene el fomento de los intereses materiales i el movimiento comercial. No ser de poco ausilio tambien para nuestros diarios que tendrn alguna vez con quien agarrarse en cuestiones o polticas o literarias, i vivir de algo, luchando como es el fuerte de la prensa peridica, i tirando a diestro i siniestro, no importa contra quin ni por qu motivo.
II EL ROMANTICISMO SEGUN EL SEMANARIO (Mercurio de 23 de julio de 1842). All en tiempo de entnces i en tierras no mui remotas, cupo a un cataln de poca paciencia i mucha brutalidad, ejercitarse en la profesin de arriero. A veces el peon de la ronda venia a avisarle que una mula se habia estraviado en la noche, con lo que nuestro patrn se enfureca i hacia, rechinando los dientes, esta habitual esclamacion : i el mejor macho de la tropa! aunque fuese una garrapata en cuenta de mula. Sucedi una vez que al ponerse en marcha la recua, lleg a saber que faltaba una mula, i tal fu su saa que balbuceando apenas, tal era su clera: i el mejor macho de la tropa! ech mano de un trabuco, e interponindose entre el peon a quien acusaba de la prdida, i la mula que ste cabalgaba, grit al capataz de la tropa con acento andaluz : a las Pampas del macho muerto a parar, que aqu se quedan dos tigres. Los tigres eran l i el peon, quien andaba humilde i cabizbajo dando vuelta a una prudente distancia, por ver de acercarse a su mula. Viendo que la cosa se prolongaba i el testarudo cataln se interpona siempre entre l i la bestia, mostrndole la boca del trabuco, cual tigre que ensea las anchas fauces entreabiertas, hubo de tomar su partido, i envolvindose la manta en el brazo izquierdo resbalando el cuchillo con la diestra, le diriji a su antagonista esta sencilla pregunta : tiene, patrn, mui adentro las tripas? Palabras mjicas que hicieron dar dos brincos, poner pies en polvorosa a nuestro guapetn, despejar los alrededores de la mula, i marchando el peon derecho al estribo, montar, endilgar hacia el camino i poner suavemente espuelas, volviendo el significativo i parlero cuchillo a la vaina. El andaluz permaneca plantado en un lugar mirndolo alejarse, i esclamando por momentos : i el mejor macho de la tropa! i el mejor macho de la tropa!!! Cuando nosotros vamos a medirnos con nuestro trabuco con uno que nos ha perdido el mejor macho de la tropa, cual es el romanticismo, diremos tambien al pblico : A la Pampas del macho muerto a parar, que aqu se quedan dos tigres. Esta vez los tigres son El Mercurio i El Semanario; i aunque no sabemos si El Mercurio tiene tripas, i a qu hondura las lleva, haremos sin vacilar el reto consabido. El pblico, pues, que va a ser testigo (porque no se ha de alejar por mas que se lo pidamos) de tan sanguinolenta refriega, no vaya a imajinarse que van a venirse a las manos las ciudades de Valparaiso i Santiago; que de una parte militan los estranjeros, i de otra los nacionales; que dos naciones se declaran guerra a muerte; que el mundo en fin est ya para concluirse. No, seor, todo lo que hai entre manos es que un pobre diablo llamado Semanario, i otro pobre diablo llamado Mercurio, van a discutir algunas cuestiones de inters para ellos o sus redactores i para el pblico; i lo mas que suceder, es que si no andan con prudencia habr por una i otra parte mojicones dados i recibidos, contusiones i peladuras ; porque, vive Dios! que estamos esta vez resueltos a acoplar todo de parte de nuestros contrarios, i pagar al contado, a cuatro dias vista toda letra que nos presenten. E1 pblico curioso, vea, escuche i rase, que no poco habr de ambas partes que le d materia de risa. Por no guardar rden en materia alguna, i para imitar a aquel romntico que principiaba una comedia por el tercer acto, vamos a acometer a nuestro enemigo por el segundo nmero, i en el nmero segundo por el artculo
Romanticismo, que tiene trazas de ser el artculo de fondo, la piedra angular, i la joya preciosa de la corona real que cie sus sienes. Un artculo Romanticismo escrito el ao de 1842, es decir despues de diez que la escuela romntica en Europa fu enterrada i sepultada al lado de su antecesor en literatura, el clasicismo, porque ambos son nimas del otro mundo, que Dios bendiga; despues de diez aos que dej de oirse el ltimo tiro en la polmica que su aparicin suscit; despues de que la historia de la literatura lo ha recojido entre sus anales; despues que la filosofa ha hecho la autopsia de su cadver, poniendo en buen lugar las partes nobles de su cuerpo, i ocultando bajo la tierra las corruptibles e indignas; despues en fin, que la escuela socialista o progresista se ha parado sobre el pedestal firme i seguro de las necesidades de la sociedad, las tendencias liberales i la elaboracin del porvenir del mundo, qu condiciones debia reunir un artculo Romanticismo, escrito en Amrica, en un peridico sesudo i con pretensiones de literario, redactado por jvenes que salen a la palestra voluntaria i deliberadamente a ostentar sus luces? Creemos que lo primero habria sido echar una rpida ojeada sobre el estado de la literatura hasta momentos antes de su aparicin, trazar el itinerario de su marcha, definirlo, formular sus principios, revelar sus tendencias, i despues de esponernos sus aciertos i trazar el cuadro de sus extravos, indicando por fin la nueva escuela que le ha sucedido, 1o que de l ha adoptado, i lo que de l vive aun, clasificarlo filosficamente entre las diversas fases de la civilizacin moderna, para ocuparse en seguida de bosquejar los caractres principales que debe reunir la literatura hoi en conformida con las necesidades i tendencias de nuestro siglo. Al escritor americano que desempease esta tarea, le habriamos dado sin vacilar el tratamiento de literato, de hombre de luces, de escritor de su siglo, i de pensador concienzudo; porque para merecer el nombre de literato, no basta haber aprendido leer a Horacio i Virjilio, ni saber de pe a pa lo que dijo Boileau i La Harpe, i las vejeces que despues ha repetido Hermosilla. Se necesita ademas estar mui al corriente de los escritos de la poca, del pro i del contra de las cuestiones literarias que se han ventilado en Europa; i dado caso que crea necesario apoyarse en autoridades, tomarlas entre los grandes hombres de la civilizacin moderna, que saben mas cada uno de ellos, i cuyas opiniones son de mas peso, que las de cualquiera autor de siglos que no nos pertenecen que ya han muerto para nosotros; i mucha mengua seria en un escritor moderno, salirnos a cada paso con Estacio, Coliseo, Pradon, Horacio, Moratin, i otras reputaciones de antao, sin decirnos nunca nada de lo que hacen, dicen o piensan los escritores de nuestra poca, dejndonos sospecha que en lugar de ser un literato de su siglo, es un arqueolojista, o algn escapado de una poca pasada que va recien por el cristo de los conocimientos que deben adornar a hombre de letras de nuestros dias. Esto supuesto, vamos a ver cmo entiende el Semanario la palabra romanticismo. Despues de recopilar las diversas acepciones que el vulgo le ha dado entre nosotros, deja traslucir que el romanticismo lo forman las abominables piezas dramticas denominadas romnticas, llenas de estravagancias i de incidentes inverosmiles, condecoradas con ttulos retumbantes, con bufones vestidos de reales insignias, i distribuidas en seis, siete i aun ocho cuadros;
estupendos mamarrachos, que si aumentan sus divisiones es solo para prolongar nuestro fastidio hasta lo infinito. I no diga el Semanario que le hacemos decir lo que no ha pensado: en todo su artculo Romanticismo no hai mas palalabras que las anteriores que pretendan clasificar aquella fase de la literatura moderna; no se encuentra una sola observacin filosfica, una sola consideracion de poca, pueblo o circunstancia. El romanticismo es para el Semanario lo absurdo, lo inverosmil, lo defectuoso, lo abominable, lo fastidioso, lo estravagante; todo aquello, en fin, que es contrario a la razon, a la naturaleza i a la verdad. Bien; nosotros vamos a adoptar la misma manera de esplicar otros grandes movimientos de la inlelijencia humana. La revolucin francesa, que ha cambiado la faz del mundo, fu el desenfreno de las pasiones mas abominables, el robo, el degello, la impiedad, la depravacin de las costumbres, la aniquilacin de todo principio moral. I en ella se vieron las matanzas de setiembre, las noyades, las metralladas, la guillotina ambulante, Robespierre, Marat, la conquista a sangre i fuego, i el saqueo de las ciudades i los excesos de una soldadesca victoriosa. Otra esplicacion. La independencia americana ha sido el jrmen de la guerra civil mas espantosa, de los delitos mas execrables, del despotismo militar mas odioso. Los padres se han visto perseguidos por sus hijos, las familias divididas en bandos, las fortunas destruidas, las leyes violadas, sumidas familias enteras en la indijencia; i en la mayor parte de la Amrica, despues de 30 aos de matanzas i de violencias, de atentados i de atrocidades, no se v todava aparecer la bonanza que la independencia prometa. Otra esplicacion mas concluyente para el Semanario. El cristianismo ha sido la manzana de la discordia entre los pueblos. Desde su cuna ha estado dividido en sectas que han ensangrentado la tierra durante diez i ocho siglos; por su causa murieron mas de veinte millones de hombres mrtires; por su causa se ech la Europa sobre el Asia, i perecieron intilmente cien ejrcitos de cruzados, la flor de la Europa; en nombre del cristianismo se hicieron las horribles matanzas de la San Barthelemy, en que la mitad de la poblacion de Francia se ech sobre la otra mitad a los doce del dia, i degoll al padre anciano i al inocente nio, a la esposa en brazos de su esposo, a la hija en el seno de la moribunda madre, hasta que la sangre humana que de las casas particulares salia, lleg a formar ros que corran por las calles de Pars. En nombre del cristianismo se eriji la inquisicin en cuyas llamas i en presencia de los pueblos i bajo la autorizacin de las leyes, se han quemado vivos mas de treinta mil hombres de saber i de luces; en nombre del cristianismo se han perseguido las leyes i pustole una mordaza a la lengua i un peso enorme al pensamiento; en fin, en el nombre del cristianismo se han ensangrentado los pueblos i cometido los mas abominables excesos. Venga ahora el romanticismo del Semanario. El romanticismo est representado por las abominables piezas dramticas, denominadas romnticas, llenas de estravagancias i de incidentes inverosmiles, condecoradas con ttulos retumbantes, con bufones vestidos de reales insignias, distribuidas en cinco, seis i siete, i aun ocho cuadros : estupendos mamarrachos, que si aumentan sus divisiones es solo para prolongar nuestro fastidio hasta el infinito. Esto como lo anterior es cierto.
Pero ser cierto que la revolucin europea, hija de la filosofa i del estudio de los derechos del hombre, no fuese otra cosa que lo que hemos hecho notar en el cuadro que acabamos de trazar? Ser cierto que la revolucin de la independencia que tantas esperanzas alimentaba, que tenia por objeto la emancipacin de un mundo entero i la realizacin de las ideas mas colosales que puede abrigar el hombre, no sea otra cosa que un tejido de miserias e iniquidades ? Ser cierto que el cristianismo, ese don precioso del cielo que habia sido prometido al hombre como el remedio de sus males en la tierra i la recompensa de su virtud para la otra vida, no haya traido otros resultados que dividir a los hombres, malquistarlos i hacerlos feroces i sanguinarios? Ser cierto que la forma que la literatura tom en el pais mas culto del mundo, sancionada por jenios de primer rden, no fuese otra cosa que absurdos, inverosimilitud, estravagancia i necedad, como si el siglo mas sabio que ha alumbrado la tierra, solo pudiese enjendrar, lo que el patan mnos avisado reconoce por monstruoso i falso? Pero al hombre que tal pensara, que tal dijera, qu debiera contestrsele? A tales hombre se les da la espalda, se les deja con sus manas. No nos proponemos rehabilitar el romanticismo, porque esta es una tarea intil; el romanticismo no espresa hoi nada, i es una vulgaridad ocuparse de l como de una cosa existente. Queremos reducir a razon a algunos que se proponen morder su memoria, obedeciendo a un instinto ciego de malquerencia i de obstinacin que se funda en bases mui deleznables. Queremos saber para qu fin se ha escrito este artculo, Romanticismo del Semanario, i ver a qu clase de escritos se ha de aplicar aquello de llenosde frases ampulosas, pero vacias de sentido comun, con que el falso mrito pretende a menudo encontrar el difcil camino de la gloria. Todo lo andaremos con mtodo, con examen; tendremos ocupacin para algunos dias. III CONTINA EL ANLISIS DEL ARTCULO ROMANTICISMO (Mercurio de 26 de julio de 1842) Hemos visto que las cosas mas grandes i los mas nobles principios tienen en su aplicacin a la prctica, en la lucha para echar por tierra las resistencias que a su triunfo oponen los hombres i las ideas recibidas, su lado odioso, estravagante, ridculo i despreciable; i que el cristianismo mismo no ha podido salvarse de esta lei jeneral de todas las grandes innovaciones, no obstante la divinidad de su orjen, la santidad de sus dogmas, i la sublime elevacin i remoto alcance de sus fines. Condicin es de la naturaleza humana, que no ha de dar un paso hacia su perfectibilidad, que no ha de salirse del camino trillado hasta entnces, sin estraviarse de su rumbo, sin caer en precipios i sin vagar sin norte seguro en la incertidumhre i en el error. Pero, habrn de juzgarse sus procedimientos por este lado dbil, i tomarse el estravo por el rumbo, el efecto inmediato por la causa remota? Por qu al romper el romanticismo las estrechas i arbitrarias cadenas de una escuela servilmente imitadora de tiempos, costumbres i hombres que no nos pertenecen; al intentar formar un
arte, hijo de su poca i de sus historias, ha caido en absurdos i estravagancias como el esclavo que ansioso de gozar la libertad se abandona a los goces de una desenfrenada licencia, se dir que es en el fondo el absurdo i estravagancia misma, que la libertad es la licencia i la anarqua? Es verdad que juicios de este jnero suelen escaparse a ciertos hombres cuya pequeez i poco alcance les hace mirar con odio todo aquello que sale del estrecho crculo de las ideas que se han incrustado en su cerebro petrificado i endurecido por las preocupaciones, e incapaces de recibir nuevas impresiones. Pero el filsofo, el hombre que piensa, no juzga as, i cuando ha cesado de oirse el clamoreo de los combatientes, cuando polvareda de las pasiones encontradas se han disipado, examina con imparcialidad los hechos, dando su parte de influencia en ellos, a las debilidades humanas, a circunstancias aciagas, a necesidades dolorosas; pero sin confundir el principio innovador con los estragos momentneos i los imperdonables estravos en que han caido los hombres encargados de la innovacin. Esto hace el filsofo i el hombre de principios; esto ha hecho Guizot, cuando ha tratado del cristianismo como innovacin civilizadora; esto Thiers i Miguet i Aquiles Roche, cuando han trazado la historia de aquella revolucion terrible, cuyo estampido va repitindose de pueblo en pueblo como los ecos del lejano trueno que se reproduce de serrana en serrana. Esto debiera hacer el literato que ponga a la cabeza de un artculo la palabra romanticismo, que representa una grande revolucin en literatura, un grande sacudimiento de la intelijencia, i que tuvo en sus filas i a su frente nombres respetables, nombres que brillan todava como los astros mas luminosos del firmamento de literatura moderna. Pero, qu diremos de un escritor que compara al romanticismo, tendencia, estravo o como quiera llamarlo, de una nacion, de una poca entera, con los versos de qu s yo que Estacio competidor de Virjilio ? Qu dirmos del hombre que pone en un mismo punto de vista las obras de Pradon i las de Victor Hugo, Dumas i otras reputaciones esclarecidas? Dnde estn los Racines i los Virjilios modernos atacados por el romanticismo? Intil es que tal escritor no diga en seguida que no quiere alistarse ciegamente en las banderas del clasicismo rigoroso, ni denigrar al romanticismo, intil; porque tales escritores no son ni romnticos, ni clsicos, ni literatos, ni escritores, ni cosa que lo valga. Son unos hombres a quienes cuando nios les pusieron el arte en la mano, i mas tarde a Blair, despues cojieron a Boileau, i una noche vino a visitarlos un tal Hermosilla, i un dia les vino la gana de escribir, i necesitando de descargar ciertos golpecillos de bola por tablas, le apuntaron al romanticismo, que al cabo el muerto no habla, i dijeron. preciosidades; dijeron que las composiciones de Inarco Celenio parecen adquirir mas brillo con el trascurso del tiempo , es decir que no hai teatro espaol o americano, frances o alemn, que no haya puesto en escena i repita en funciones estraordinarias sus comedias; i que los absurdos de la escuela romntica no han pasado de las riberas del Sena i aun all yacen hundidos en el polvo. Es verdad que nadie talvez estar mas fastidiado que ellos de los innumerables sonetos llorones a Filis, las insulsas glogas pastorales; i pocos hallarn mas chocante el que se cometan inverosimilitudes tan garrafales como la de hacer conspirar a los enemigos del Csar en su propio palacio ; pero jams perdonarn tampoco al escritor que no disponga sus planes alumbrado por la luz de la razon, invente sus escenas alumbrado por la luz de la razon, medite sus espresiones alumbrado por la luz de la razon. Eso s, razon i mas
razon. Todos los que han escrito dramas absurdos, incoherentes, inverosmiles i monstruosos, como Hugo, Dumas, i la caterva de romnticos, eran irracionales,sin sentido comun, ni criterio, ignoraban las reglas, porque por all no andan como entre nosotros, Boileau i Hermosilla, Horacio I Virjilio en manos hasta de los muchachos; i porque el siglo XIX era en sus principios, en sus manifestaciones literarias, un siglo oscuro, irracional, brbaro, puesto que no sabia lo que todos saben e incurra en estravos i errores que el sentido comun desaprueba i condena. Pero entremos en cuentas, seores mios, i abandonemos por un momento esas ropas teatrales de majister de que nos revestimos, para aparecer unos colosos i unos tipos de rectitud, de juicio, de conocimiento de las reglas de la critica i de las condiciones de la literatura. Recojamos por un instante la cola de pavo real con que deslumbramos a la muchedumbre, i mirmonos las patas. Quines somos nosotros? Quines? Con qu ttulos nos presentamos a juzgar tan severamente el romanticismo? Tenemos talento? Corriente. Jenio? Niego. Sabemos algo? Veamos lo que sabemos. Pero no, no nos humillemos mutuamente entrando a inventariar nuestras pobrezas. Hagamos solo una pregunta, que ella ser suficiente para hacer bajar los ojos a estas ranas que estn reprendiendo con su bullanga al sol de la civilizacion que pasa tan lejos de ellas en su carrera imperturbable que no se detiene a escucharlas. Hagamos en secreto un exmen de conciencia i un apuntito lijero de todo lo que sabemos aqu en Amrica; de todos los libros europeos que nos han llegado a las manos, todas las doctrinas que hemos bebido, todas las fuentes de saber que hemos consultado; atribuymonos entre objetos de difcil evaluacin todo el talento que queramos; su chispa de jenio tambien, aunque hayamos ocultado tanto la posesion de este raro tesoro, que nadie haya llegado a sospecharlo. Qu somos, con todo nuestro pequeo ato, al lado de un escritor mas adocenado de esos que criticamos como romnticos? No habrn leido ellos lo mismo que nosotros, ellos que viven en el foco mas ardiente de la civilizacin del mundo, recibiendo el pan en la puerta del horno? Digan la verdad estos aristarcos hinchados por heber leido unos cuantos mamotretos viejos creen de buena fe que tienen mas luces, mas capacidad, mas slida instruccion que aquellos? I si no, cmo se atreven tan descaradamente a 1evantar su voz, que debiera enmudecer, para desarrajar contra una faz de la literatura moderna, no contra un escritor que al cabo no es mas que un hombre, sino contra un siglo entero, contra una forma literaria que ha tenido por patrones a jenios de primer rden i por sectarios a centenares de talentos distinguidos? En qu Chimborazo del mundo filosfico nos hemos papado para ver a nuestros pis con ojos desdeosos a todo un Victor Hugo, que si un dia tiene el buene humor hacer algunas apuntaciones i decir privadamente : he escrito un libro, da en esto una rden a la prensa para que esclame con su trompeta sonora como la del anjel de la resurrecion final: Atencin pueblos civilizados! Hai un grande acontecimiento literario! Hugo se digna hablar! Ha escrito un libro! Descubrmonos!..... I todas las prensas del mundo van repitiendo este grito de alerta : Hugo ha escrito un libro! Hugo ha escrito un libro! Qu son los mas floridos de nuestros aciertos literarios, con los de aquellos cuyos errores vituperamos? Qu son? Lo que segun la enrjica espresion popular es la zuela de los zapatos de un hombre grande comparada con el cerebro de un cuitado. Mrense en este espejo los que tiran
coces i reveces contra el romanticismo. Bajen un poco esa insolente cabeza. No; es poco todava, bjenla mas, mas todava. Los eunucos para desear la mujer de su amo, inclinan primero la cabeza hasta el suelo. No usamos de estas espresiones tan fuertes por imponer un ciego respeto en favor de una escuela muerta, ni rodear de prestijios imponentes a hombres que tienen harto mrito para cometer errores disculpables en una poca eminentemente revolucionaria, en que todos los edificios viejos son atacados i destruidos para reconstruirlos con mas simetra i bajo un plan mas vasto i conforme a las necesidades de la gran familia que va a habitarlos. No queremos tampoco disputar a nadie el derecho de crtica, derecho sagrado que pertenece a todos, i de cuyo visto bueno no estn exentas las grandes reputaciones ni los grandes hombres. No ; queremos que no se insulte ni se aje el principio innovador, i se confundan en un mismo rincon las ideas rejeneradoras i los estravos i exajeraciones en que incurren los artfices; queremos que se nos separe la zizaa de la buena simiente, para depositar la ltima en nuestro granero; queremos, en fin, que se nos hable en nombre del arte actual, o del que debe suceder al romantismo, i no en nombre de Horacio i Virjilio e Inarco Celonio, que nada tienen que ver con nuestras necesidades sociales. La crtica europea ceb su diente en las carnes del romanticismo cuando este monstruo de cien cabezas estaba lleno de vida; la polmica se encendi como una guerra civil, i aun hasta nosotros han llegado fragmentos de los misiles con que se herian los contendientes. Al razonamiento se sucedi la burla, el sarcasmo i la calumnia; pero no fu el caduco e impotente clasicismo quien tuvo la gloria de darle el golpe mortal; la tumba lo habia reclamado hacia tiempo; fu otro campeon mas jven, mas ardiente i mas temible; fu la escuela progresista la que se apoder del campo de batalla i se apropi los despojos de los contendientes. Para escribir, pues, sobre el romanticismo despues de su muerte, era preciso haber estudiado un poco su biografa; i si se quera poner sobre su sepulcro un epitafio, no debia encargarse de esta tarea el que mnos lo conoca en sus dias, i el que no ha oido de l sino la relacin de sus faltas, sin saber nada de sus virtudes. No se insulta a los muertos, i la oracion fnebre nunca fu encomendada a los detractores del difunto. Si el romanticismo tuvo en vida enemigos, qu diremos de los que salen a los diez aos despues a dar gritos al aire? Diremos que estos tales tienen la suerte de andar siempre atrasados en las horas. Hablan de Horacio i Virjilio, cuando ya nadie se acuerda de sus discpulos; de Racine iMoratin cuando han sido suplantados por los escritores romnticos i de estos cuando ellos mismos han abandonado el ttule ; no porque se avergenzen de llamarse as, sino porque nadie se acuerde de aquel epteto. Mas vergenza diera llamarse clsicos si no se usase el paliativo de clsicos no rigorosos, es decir, un poquito flojito; pues, desabrochado, si calzon corto, ni hevilla, sino con la levita a la derniere, con sus visos de romnticos, con sus barruntos de nada, en fin. No ha mucho que la Revista de Valparaiso public un artculo Clasicismo i romanticismo, i estraamoss mucho que no lo hayan visto los del Semanario, porque a haberlo visto no habrian salido con esta miseria. All estaba tomado bajo el punto de vista filosfico, i apreciado en sus causas i efectos. Segun el autor de aquel trabajo, tenia relacin con el arte dramtico, con la historia i el lenguaje. Habia, pues, pan en que cortar. Por qu no le han metido el diente?Por duro? Porque, o aquello era un tejido de falsedades, o el artculo
Romanticismo, que criticamos, es mui poca cosa? Quiz suceda que hayan juzgado indecoroso ocuparse de una produccion tan efmera, en lo que habrn obrado mui acertadamente Luego tomaremos este artculo Romanticismo por la otra oreja, pues cuaudo nos arremangamos de veras para entrar en polmica, es nuestra mala costumbre dormirnosles una semana entera, hasta que sale otro nmero del peridico semanal con quien nos las habernos, a decirnos : basta con ese que ya llora, aqu estoi yo. Veremos cmo ha criticado el Ruy Blas de Victor Hugo i dnde le ha hallado defectos.
IV PARNTESIS FORMADO POR UNA CORRESPONDENCIA IMPARCIAL (Mercurio de 21 de julio de 1842). Hemos visto salir los nmeros uno i dos del Semanario de Santiago, i en ellos hemos tambien leido artculos orijinales de jvenes chilenos, que dan a conocer las buenas intenciones de sus autores por los adelantos de la patria. Ellos han comenzado una poca, por decirlo as, en Chile, han roto de una vez las ataduras con que su apocamiento, su desconfianza en sus fuerzas por tanto tiempo les habia tenido amarrados. Agobiados por el pasado, estimulados por el presente i animados por el porvenir, su pensamiento se levanta, i su noble ambicin lo escribe. No es su peridico puramente de circunstancias como lo han sido los pasados, es un peridico de progreso, es un peridico orijinal en sus formas i en su objeto. La nacin debe apreciarlo como uno de los destellos de la civilizacin de nuestro siglo, i la juventud leerlo como producto nativo. Pero jams nuestra nacionalidad debe ahogar nuestros sentimientos; debemos siempre tachar lo que se desva de la senda progresiva, lo que por ser dicho en boca de una juventud de mrito, puede alucinar i torcer los caminos designados por el siglo. Hagamos una guerra de principios, no insultemos las intenciones, indaguemos las consecuencias, I combatamos las opiniones con el raciocinio. Tal debe ser la marcha de los opositores a ciertas ideas de los que escriben el Semanario. En la Gaceta del Comercio hemos ledo la crtica del primer nmero, crtica en parte justa, i en parte dictada tan solamente por un sentimiento esclusivo que encuentra malo lo que no es l, semejante a un Quijote que con lanza en ristre i a caballo, cree no tener igual en el palenque; i sin embargo encuentra luego una leccion que lo corre. En el segundo nmero del Semanario, entre varios artculos, hemos leido uno titulado Romanticismo, asunto tan gastado ya en otros pueblos, que nadie hace alto al oirlo nombrar; mas entre nosotros no sucede as, porque todava se paran las orejas al escucharlo. Algunos lo consideran como un desafo al mundo literario, en que se ha tirado el guante sin recojerlo la sociedad. Otros lo consideran como un duelo admitido ya, i en el cual se bate con la sociedad, sin vencerse ni uno ni otro, semejante a dos jigantes, que pretenden tragarse; otros en fin, i a cuyo nmero pertenecemos, no encuentran en el romanticismo sino un modo de pensar i un modo de espresar estos pensamientos conforme a la poca, a la
civilizacin i a las costumbres. Hai en esto algo de extraordinario? Puede el siglo volver atras para dejar de ser lo que es? Cada hombre no ha de ser mas que un hombre de los tiempos de Homero, Virjilo i Boileau? Tal modo de raciocinar, si se resolviese por la afirmativa, nos inducira a adoptar su poltica, su relijion, i aquellas costumbres depravadas que la ilustracin del siglo no deja de motejar. Por qu no admitimos tambien estos legados, por qu nos separamos de lo que sus cabezas crearon, sus corazones creyeron i sus palabras aplaudian? Se desecha todo esto, por lo mnos se modifica, i sin embargo se quiere hacer tremolar sobre nuestro suelo la bandera de su literatura en toda su estension, Los retrgrados gritan al mundo de voz en cuello : hombres del siglo, vosotros no tenis del presente mas que la cara i vida, volved a lo pasado i all encontrareis el molde de vuestro pensamiento, porque ellos como anteriores a vosotros, os dieron reglas que debis respetar, sin embargo de que ellos no se atuvieron a ninguna; pensad como pensaron, o de lo contrario seris unos herejes. H aqu la sentencia inexorable de un clsico que cae sobre la frente de un romntico que pensando lo que debi, pens mal; h aqu la lei que aplica un hombre sin antoridad, porque los primeros ni la consideran como tal, ni pretendieron hacerla cumplir como nico modo de pensar, encomendando a un hombre su cumplimiento o no, bajo la pena del ostracismo. Basta de ideas jenerales; i entremos a revisar las opiniones del articulista que nos las ha motivado con su artculo Romanticismo. Si hai algun pueblo para quien el romanticismo venga mejor, es cabalmente para Chile; por consiguiente, cualquiera limitacin de esta literatura, es un paso atras, i un elemento de mal gusto. El autor del artculo toma un trmino medio entre las dos escuelas, como en poltica los serviles suelen disfrazar su opinin llamndose moderados, o del justo medio, sin atender a la atraccin de los estremos. La palabra romntico segun dice l, ha significado en Chile todo, ha sido una palabra universal en sus aplicaciones i su existencia. De manera que en Chile no se ha sabido verdaderamente lo que es, ni se sabr, si como pretende el autor, el romanticismo ha de hundirse mui pronto en el olvido. Encuentra la causa de esta falta de discernimiento en las piezas que en el coliseo de Santiago se han representado i que han sido aplaudidas por la sencilla razon de no haberse podido comprender. Esta salida es algo semejante a la de un diputado que dijo no asista a las sesiones porque eran mui temprano i gustaba dormir. Atreverse a decir que la no intelijencia de un drama atraia aplausos por el gusto esquisito de no haber entendido, es un absurdo a que le condujo su tenacidad en no ceder a favor del mrito de algunos dramas; as como el diputado no dice que es la falta de sueldo la que no le hace asistir, el seor articulista no dice tampoco que es la bondad del drama lo que las mas veces exita aplausos. Se contenta con decir que la unidad de tiempo no debe guardarse, i por esta razon no le disgusta Los 30 aos de un jugador, en que se da una leccion terrible, que es lo que debe hacer el autor. Mui lejos estamos de ensalzar esta obra que, como de Ducange, lleva en su frontispicio el sello del mal gusto i la carencia absoluta de poesa en los caracteres apasionados que pinta, i el muchas veces errado conocimiento del corazon humano. Don Justo Medio toma por su cuenta el de Ruy Blas de Victor Hugo haciendo notar las inverosimilitudes de que est plagado este drama. En esta pieza vemos nosotros un principio social desenvuelto, un producto de la igualdad. El lacayo es un hombre plebeyo, su amante es una reina
aristocrtica; i sin embargo se quieren, porque el ignorante tiene pasiones i la reina desprecia su rango, pisoteando la nobleza i elevando a un lacayo que la ama. Bien puede haber exajeracion en este drama, pero hai poesa, i dice a cualquier plebeyo : tu puedes amar a una reina o puedes ser presidente de Chile. Si el autor no est por esa imajinacion atrevida que como el guila se remonta a mundos desconocidos, si quiere un autor mnos potico, pero mas dramtico, estrllese con Dumas, Soulli, Scribe i otros. No escoja tampoco las mnos buenas piezas, como lo ha hecho con Victor Hugo, no sea cobarde, busque siempre el lado mas fuerte, i su triunfo podr ser entnces mas brillante. Las piezas que se han representado en el teatro no son unos monstruos, no todas han sido como la Monja Sangrienta. Ni en el Paje deja de haber verosimilitud porque un hijo, sin saberlo, se enamora de su madre, siguiendo en esto lo que vulgarmente se llama el oficio de la sangre. En el Pablo Jones de Dumas hai un bello carcter pintado; en Teresa una pasin, un carcter generoso como el del jeneral, una pintura de un alma pura i candida como la de la anjelical Amelia. En Catalina Howard encontrar un pensamiento sublime, digno de Caldern, el remerdimiento personificado castigando la ambicin de una mujer. En el Anjelo de Hugo, de ese poeta destello del mejor poeta espaol , Caldern, ver grandes pasiones i bien pintadas. En la Clotilde de Soulli ver la venganza de una mujer ofendida i su jenerosidad, i al mismo tiempo la corrupcion de la aristocracia. En el Arte de conspirar del clebre Scribe, ver pintado un carcter diplomtico con toda su sagacidad. En fin hai otras piezas que seria fastidioso enumerar, que no son unos monstruos, seor Justo Medio, i algunas que alvez 1o son como la mayor parte de las del indijesto Ducangc que se han puesto en escena. I no se diga que todas estas piezas carecen de fin moral, porque seria asentar un absudo, si es que siempre se ha de divisar esta tendencia en las obras dramticas. Estamos de acuerdo con el articulista en la existencia de piezas malas i autores malos, porque nadie ha podido imajinarse que el que es romntico sin talento sea un buen autor. De todo se encuentra en la via del Seor. Negamos, a pesar de esto, la brillantez que encuentra en las obras de Moratin que han decaido asi enteramente, porque ademas de ser tal el destino de las comedias de costumbres, el siglo no ha hallado placer en ellas; talvez poca poesa, pero s buena versificacin, purismo i chiste. El Si de las Nias,como que es la mejor, suele representarse mas comunmente. Las obras de Vctor Hugo, Dumas i otros, s vivirn eternamente, como las de Lope de Vega, Caldern, Rojas i otros del teatro antiguo espaol; si alguna vez la opinin las ha hundido en el olvido, renacern con mas vigor i recobrarn su esplendor. Ni es verdad que el romanticismo haya, amenazado invadirlo todo, sino que realmente lo ha invadido a despecho del articulista, i de lo que l llama razon i filosofa. Si algn dia sucede a esta escuela otra, no habr por qu admirarse, porque en esto se sigue el rden natural de las cosas, que rechaza siempre lo que no es de la poca; tal es la lei del progreso. Por consiguiente, hallamos que el epitafio que l piensa poner en la lpida del sepulcro del romanticismo, no quedar gravado mas que en el papel que di a luz el proftico pensamiento del autor. Nosotros pondremos un epitafio en la losa de una tumba que ya existe. Aqu un clsico descansa
Que muri con la esperanza De ver en un gran abismo Sumido el romanticismo. La huesa se lo trag, Mas l consigo llev Sus reglas, en donde yerta Espera su boca abierta, Que as pintan la esperanza Del que en la tumba descansa. A continuacion del artculo que impugnamos, viene una eleja que es como un reflejo del primero. Si no hai en ella grandes defectos, no hai tampoco bellezas de ninguna clase. Es poco mas o mnos la repeticin de las elejas de los clsicos; su versificacin no mui fluida, no tiene mucho mrito. Hai un afecto pintado con ternura, pero talvez con frialdad. Sin embargo, su autor es un poeta de quien Chile espera mas, i que segun parece satisfar sus esperanzas. V CONTINA EL EXMEN DEL ARTCULO ROMANTICISMO (Mercurio de 28 de julio de 1842). Hemos dicho que el romanticismo habia muerto diez aos habia; este es un hecho histrico, conocido de todos los que saben lo que sucede en nuestros tiempos. Si mas tarde se ha hablado de l, es porque segun las distancias de espacio i de civilizacin, la impulsin que desde el punto cntrico de la literatura de la poca se comunica al pensamiento, llega mas tarde o mas temprano a sentirse en cada pueblo. El ao de 1833 escriba Fortoul estas palabras sobre el romanticismo : el momento en que escribo se presta, a mi modo de ver, maravillosamente a las condiciones de la critica. El arte, despues de haber combatido, se reposa. La muchedumbre da la espalda a los combatientes, i la cara a los jueces del campo. Se ha puesto el sol que alumbr esta dura jornada, i alcanzan a distinguirse ya en medio de las sombras que cubren la llanura, qu banderas han sido abandonadas, qu cadveres magnnimos son presa de los cuervos; en el silencio universal, nadie dice, qu trompeta ha sido la ltima en sonar. Al pi de aquellas montaas, todo se ha estinguido; luz, ruido i movimiento de los combatientes. Pero para el Semanario est vivo, porque ha oido rumores vagos entre las jentes del vulgo sobre algunas cosas que le han sorprendido i maravillado a veces sin saber de qu punto vienen. El Semanario ha querido tirar su piedra, i despues de lanzada a la ventura, presentrsenos jadeando de estenuacion i fatiga, i lleno de satisfaccion i orgullo, como el ltimo que ha abandonado la persecucin, a contarnos como les cort las manos a tres, a cuatro enemigos; no les cort las cabezas, dice, porque ya se las habian cortado otros, diez dias antes. Qu valiente muchado! Mas adelante veremos donde est el romanticismo que se ha propuesto combatir, i a ese no es difcil que logre inutilizarle las manos; pero la cabeza est mui lejos de su alcance para que pueda tocarle un pelo. No entraremos esta vez a esplicar el romanticismo, porque hemos dicho que el Semanario no es ni clsico siquiera. La Revista de Valparaiso, con cuyas doctrinas literarias simpatizamos, les ha tirado el guante, i ninguno de
sus redactores se ha movido a recojerlo, por desprecio sin duda, por respeto talvez. Hai faltas de lenguaje, i cuando ella se ha presentado ante aquel rjido tribunal, los jueces han puesto al pi del memorial, presntese en debida forma, i se han reclinado majestuosamente sobre sus sillones, satisfechos de haber conservado ilesa la dignitad de su majistratura. Esperemos, pues, que los que hacen esperar al pblico que sus producciones no sean tan efmeras como las nuestras; los que sealan con el dedo aquellos escritos llenos de frases ampulosas, pero vacos de sentido comun ; los que entienden lo que van diciendo , abandonen esos jestos de desprecio con que contestan a todo, i que tanto sirven para encubrir la vaciedad presuntuosa como el saber que desdea manifestarse. Nosotros a imitacin del Injenioso Hidalgo acometeremos estos odres tan repletos, cual si fueran jigantes espantables, i les haremos derramar por las heridas lo que el cerrado gollete nos niega. Cuando decimos Semanario, nos limitaremos por ahora al artculo Romanticismo, porque hai otro entre sus columnas que nos servir como la pata del gato que cojia el mono para escarbar el fuego. Entre las varias crticas sobre teatro, hai una que arranc a la Gaceta mui cordiales simpatas. El crtico elojiaba en El Mulato la tendencia verdaderamente social de aquella composicion, su moralidad, su reivindicacin del hombre de color, su hostilidad a las clases aristocrticas. Ahora bien, en qu arte potico de Aristteles, Horacio, Boileau o Hermosilla habia encontrado el autor de aquella crtica, este requisito esencial de un drama? La Fedra, La Atalia, o las obras de Inarco Celenio, que adquieren cada dia mas brillo (en los estantes) descubren esa tendencia a rehabilitar al hombre que sufre por las preocupaciones de la sociedad, al jenio que se rebulle en el fango en que lo han echado desigualdades ficticias, i liega a abrirse paso por entre los obstculos i colocarse en el punto elevado que le corresponde? Dnde est el plebeyo, el mulato, el lacayo, que dice, yo tambien soi hombre en el teatro clsico, i se presenta en la sociedad de los favorecidos de las leyes sociales a probarles que l, el mulato, tiene mas jenio, mas talento, mas virtudes, mas magnanimidad que el poderoso, noble, corrompido, estpido, i sin un solo sentimiento jeneroso? Dnde encontr el modelo de esa protesta contra una divisin de clase ridicula e impotente? En qu escuela se ha inspirado el autor de aquella crtica? Que nos responda, que no se calle tambien. En dnde? Veamos? En la nueva escuela, en la escuela socialista, cuyas doctrinas no ha hallado escritas en un libro ; pero que se le revelan por el espectculo de nuestras necesidades sociales, por las simpatas de nuestro corazon; porque ya empieza a avergonzarse de que el plebeyo, el mulato, con talento, con virtudes, sea despreciado i mantenido en una inferioridad inmerecida. No queremos pasar adelante, que esto nos basta. Veamos ahora si el romanticismo estableci esta condicin del arte. Cuando se pas el furor de la innovacin, el romanticismo fu clasificado por un hombre eminente que no se habia alistado en sus filas, con esta frase sencilla, la libertad de pensamiento; otros lo llamaron la rehabilitacin, es decir, una protesta enrjica i solemne contra las categoras en que el antiguo espritu social habia encerrado la creacin; la admisin de las cosas despreciadas, odiadas i miradas con asco, sin escluir lo feo en el rden fsico, lo malo en el rden moral, lo estrao en el rden intelectual. El romanticismo era, pues, una verdadera insurreccin literaria como las polticas que le han precedido. Ha destruido todas las antiguas barreras que se crean inamovibles, lo ha revuelto i
destruido todo. Pero no construy nada tampoco, i desapareci el dia que concluy su tarea. Quin le ha sucedido en el lugar que dej desamparado? Quin aspira al mnos a sucederle? El socialismo, perdnennos la palabra; el socialismo, es decir la necesidad de hacer concurrir la ciencia, el arte i la poltica al nico fin de mejorar la suerte de los pueblos, de favorecer las tendencias liberales, de combatir las preocupaciones retrgradas, de rehabilitar al pueblo, al mulato i a todos los que sufren. De esa escuela puso en Francia la piedra primera Beranger, combatiendo por el pueblo; i en Espaa, Breton de los Herreros que ha combatido en el teatro a los carlistas, a las preocupaciones retrgradas, hablando el nuevo lenguaje que adopta hoi la Espaa, que no arroja de las tablas la incorreccin popular, las chocarreras i vulgaridades del pueblo. Fjese el que quiera en las composiciones de Breton de los Herreros, mui subalterna; en otros respectos, pero con una tendencia social tangible i manifiesta. Los seminaristas dirn que todo esto son vulgaridades, frases ampulosas. No importa, vamos adelante. El poderoso jenio de Vctor Hugo despues de haber hecho pedazos i pulverizado todas las cadenas literarias, tanto las que opriman como las que no estorbaban o eran innecesarias, porque ese es el carcter de toda revolucin, sinti la necesidad de reconstruir, i de hacer servir el nuevo arte a enderezar los entuertos de la sociedad. Quiso pintar una sociedad caduca, un edificio social que se desmorona, una nobleza decrpita i sin virtudes, una monarqua prxima a su ruina, i en este fango i entre esta podredumbre, colocar al hombre del pueblo, es decir al pueblo mismo, o al hombre de jenio que se esconde bajo los harapos del vulgo, pero que comprende, porque siente los males que pesan sobre la nacin; el hombre del pueblo que ice entre dientes meneando la cabeza: si yo fuera rei! si yo fuera ministro! si yo fuera favorito! Este hombre lo encuentra Vctor Hugo envuelto en la librea de un lacayo: le presenta la oportunidad de ser ministro, de ser favorito, i entnces el hombre lacayo porque naci pobre, toma la dignidad del jenio, echa del palacio real a punta pis a la turba de nobles venales i corrompidos, como Cromwell a los miembros del parlamento largo, i se propone salvar la monarqua introduciendo el rden,i remediando los males de la nacin que l ha presenciado, sentido i sufrido, como presencian, sienten i sufren todos los oprimidos. Hugo desempea la idea admirablemente; el lacayo ministro, pone en todas partes el sello del jenio i de la audacia. Pero para desatar la intriga, para producir un trivial efecto teatral, hace al fin que el lacayo con la conciencia de su poder, de su jenio i del amor de la reina, se someta a su antiguo amo, i vuelva a vestir la librea, destruyendo Hugo, como por juguete, toda la grande obra que habia comenzado con tanto brillo, i que se habia propuesto realizar. Ya llegamos a donde queramos. Venga ahora el Semanario, que no puede mnos de rebelarse contra Victor Hugo, cuando en Ruy Blas nos pinta un lacayo, (atencin) que nunca ha sido mas que un lacayo locamente enamorado de una reina (atencin! atencin!) i preado el corazon de pensamientos i aspiraciones (atencin ahora!) que apenas cabrian en el alma de uno de los mas orgullosos grandes de Espaa. Suplico a los que lean esto que tengan a la vista el artculo Romanticismo del Semanario. Semejantes monstruosidades, dice, no existen en la naturaleza. Lean lo que sigue, que choca al entendimiento del autor del artculo. Qu quiere decir un lacayo que nunca ha sido mas que un lacayo ? Querria que hubiese sido siquiera licenciado, o hidalgo, o rico, o qu querra
que hubiese sido antes? Esto es lo mas groseramente estpido que se ha escrito jamas. Con que la librea de lacayo puede destruir en el hombre el jenio i la audacia que son dotes naturales? Cree acaso que se necesita haber cursado las aulas i estudiado a los clsicos para tener sentido comun, perspicacia i miras encumbradas? Duda de que la organizacin privilejiada de Napolen se habr encontrado mas de una vez bajo los andrajos de un mendigo? Cuntos papas han sido lacayos? Cuntos grandes caudillos pastores? Cuntos reyes grandes no han sabido leer? Durante las revoluciones, cuntos millares de Ruy Blas han aparecido los primeros por sus talentos, por sus virtudes, por su jenio, por su valor? El Semanario atribuir al colejio los estraordinarios talentos de Napoleon, que al fin no llev nunca la librea del lacayo; pero i Junot el tambor, i Lannes el sarjento, i Kleber, que fu el primero en comprender a Napolen, i Cambrone que no sabia leer, i el rei Murat hijo de un hostelero, i todos los jenerales guerrilleros de la guerra de la pennsula; i el Prncipe de la Paz, tipo de Ruy Blas, i Mehemet Alf, que ha civilizado su patria venciendo las preocupaciones i las resistencias nacionales, i comprendiendo todo lo que el jenio mas colosal puede alcanzar, i O'Conell, i.? Eh! d asco ponerse a combatir semejantes torpezas. La guerra de la independencia americana nos habia familiarizado con estos Ruy Blas, que han aprovechado la ocasin de un sacudimiento social para manifestarse, tomar un fusil i acabar una campaa, jenerales, gobernadores, representantes del pueblo, i no hai repblica en Amrica que no tenga hasta hoi jenerales i diplomticos que han sido en su orjen verdaderos lacayos. Era preciso que todo un clsico viniese a ultrajar la naturaleza humana, a tomar el habito por el monje, a desmentir la historia contempornea i la de todos los tiempos. I luego, hallar absurdo que un lacayo de jenio conciba mas alto que un grande de Espaa estpido! Un grande de Espaa! Cul es el grande de Espaa que ha tenido capacidad i talentos medianos siquiera en estos tiempos? La jeneralidad de los hombres eminentes de Espaa han sido plebeyos. Se asombra de que un lacayo se atreva a enamorarse de una reina ! Pdanos la lista de las reinas que han prodigado sus favores a lacayos i cocineros, i se la pasaremos gustosos; pdanos la lista de los favoritos en las monarquas absolutas, i de los eunucos i hombres del vulgo en el imperio romano, hombres verdaderamente grandes que han sido elevados al poder por los mas raros caprichos, i se han mostrado dignos de su posicion, i se la daremos. Pero no, el autor de todas estas basuras no ha visto en la librea de un lacayo, sino la librea; un lacayo no puede tener mas talento que su amo, i mas capacidad que el que ha escrito el artculo Romanticismo. Este literato ha tomado el lacayo por nada mas que el lacayo. No ha visto que un lacayo es el peon, el artesano, el marino, el bodegonero, el roto, el hombre, en fin, que se halla mal colocado en la sociedad, i que sin embargo puede ser un hombre estraordinario. No sabe que un muchacho criado en la calle veia pintar una vez, i dijo inspirado, yo tambien s pintar, i ese muchacho fu Corregio; no sabe que Pascal, un nio, resolvi los problemas que su padre, un matemtico de reputacin, no habia podido resolver en 10 aos de trabajo. No sabe que la mayor parte de los hombres de jenio han nacido lacayos. Si fuera grande de Espaa, vaya! si hubiera estado en un colejio vaya! si hubiese nacido vnculo, pase! Qu crtica, qu filosofa, qu conocimiento de la poca en que vive i de la naturaleza del hombre! Qu pieza para rebelarse
contra Vctor Hugo, para atacar el romanticismo, para ponerse al frente de una publicacion peridica, para hablar de escritos llenos de frases ampulosas i vacos de sentido comun, para llamarse literate! Pero no se le d cuidado; ya le ir tomando el peso a la tarea que ha emprendido tan solapadamente. Veremos en qu paran las frases ampulosas . Lo hemos tomado por los cabezones i sacudido de ambas orejas. Maana lo pondremos patas arriba para que se le vea el rabo al artculo Romanticismo. Veremos con qu fin lo escribieron i donde han visto en Chile el romanticismo. VI CONCLUYE EL ANLISIS DEL ARTCULO ROMANTICISMO (Mercurio de 29 de julio de 1842). I si encontramos tales defectos (los de Ruy Blas), dice el Semanario, en las obras de los fundadores del romanticismo, qu diremos de sus imitadores? Que ha de decir que no sea un tejido de vulgaridades que no hai chiquillo estudiante que no pueda repetir, que todo estremo es vicioso? Oh, Pedro Grullo de feliz memoria! Pero vamos a cuentas. Con qu motivo se escribi el artculo Romanticismo ? Qu antecedente inmediato lo ha motivado? O escriben ustedes por escribir, es decir el arte por el arte, i entnces son romnticos, o escriben para servir a la ilustracin, i entnces son unos pobres diablos, porque despues que la Revista de Valparaiso ha analizado histrica i filosficamente el romanticismo, el artculo del Semanario que no refutaba nada, era escupir al cielo. Con qu fin se escribi el artculo romanticismo, pues? Vamos, confisenlo! Se resisten, eh? Pues bien. Venga el deponente i cmplice Jotabeche. El Mercurio es el romntico sobre quien llueven de una parte las burlas, de la otra los razonamientos, pero de una i otra las mismas doctrinas, los mismos principios; el uno ha visto en el teatro el galicismo personificado con su lenguaje mestizo, ha visto al afrancesado; el otro ha visto bruler las intelectualidades por los progresos humanitarios; el uno no entiende lo que va diciendo, i pregunta en qu castellano est escrita la Revista; el otro nota aquellos escritos llenos de frases ampulosas, pero vacos de sentido comun, con que el falso mrito pretende a menudo encontrar el difcil camino de la gloria; el uno dice que solo basta, para ser romntico, tirar tajos i reveses contra la aristocratia; el otro observa, que es el perpetuo destino de esta canalla (los romnticos) no acercarse en lo bueno jams a sus modelos, excederlos en lo malo. Segun, pues, estas declaraciones, resulta que es el Mercurio, i despues de l la Gaceta, por afinidad, el blanco a donde se dirijian estos tiros, unos a las claras, los otros encapotados, cual pildora envuelta en inspida oblea. Probaremos ahora que estos ataques se fundan en la ignorancia supina de lo que es el romanticismo. Nos permitir el Semanario que defendamos nuestras opiniones, aunque haya una buena dosis de arrogancia i presuncin de nuestra parte en suponernos objeto digno de su persecucin. Nunca persigui el noble len a los insectos i alimaas. No ha mucho tiempo, dice el Semanario, que esta palabra romanticismo se repeta a cada momento entre nosotros, i sin que nadie entendiese su verdadero significado, oimos llamar romnticos a los escritos, etc. I en efecto, en la Guerra a la Tirana, en el Elector, i en varias publicaciones de ahora un
ao, vemos repetida con frecuencia esta palabra. Escribia artculos romnticos Justo Estai i algunos otros, entre ellos hubo uno que atrajo un poco la atencin, titulado 12 de febrero de 1817. Los que blasonan ahora de literatos clsicos no rigorosos, lo saludaron con el nombre de romntico, i no hallndole galicismos, lo declararon tolerable; otros lo hallaron bueno; i no faltaron algunos que lo aclamasen hermoso; lo cierto del caso es que a su autor le sirvi de carta de introduccin para muchos. Pero vamos a lo que importa. Era romantico aquel artculo ? Que sealen en l los seminaristas los absurdos en que la canalla de los imitadores incurre. Era tan romntico como ellos son clsicos ni literatos? Si a alguna escuela perteneca es a la socialista, que no escribe para escribir como la romntica, ni para imitar maquinalmente como la clsica, sino para servir los intereses de la sociedad. El autor de aquel artculo ech un rayo de luz sobre un acontecimiento histrico i nacional; i describindolo por las sensaciones, despert en todas las almas sensibles un sentimiento jeneroso de gloria, de patriotismo, de libertad ; e hizo revivir aquellos tiempos de lucha, de combates, de emigracin i de regreso a la patria, con todos sus colores i sus inefables alegras. Implor piedad por los hroes de la independencia que jemian en el destierro i en la desgracia, i logr conmover muchos corazones. El Mercurio sigui poco despues una tendencia igual; i cuando hubo de tratar de cuestiones de partido, invoc principios democrticos en apoyo del que adopt; combati las tendencias retrgradas como las exaltaciones de un liberalismo que no tenia por base el presente, sino los recuerdos i las tradiciones de otra poca, i con frases ampulosas i desnudas de sentido comun, logr que la multitud lo aplaudiese; sin duda, como dice el Semanario, por la misma razon que no lo comprenda. El caso es que por la misma coincidencia que ha hecho que el Semanario nazca cuando el Mercurio ponia en duda el saber de los pretendidos clsicos, muchos luminares de las prensa peridica se estinguieron ntes de tocar en el horizonte, sin que ninguno, aunque no conviniese con sus doctrinas, le gritase entnces las verdades que ha tenido la mortificacin de escuchar despues. Es verdad que como nunca podr, segun el Semanario existir una fascinacin duradera en el espritu humano, a no ser producida por un mrito verdadero, la efervescencia causada por la novedad, se disipa bien pronto, la severa razon vuelve a sentarse sobre su trono, pronuncia su fallo inexorable, i lo que arrancaba aplausos al principio, se mira luego con indiferencia; a la indiferencia se sucede la aversion o la burla, i ltimamente el dolo que recibiera los inciensos universales se sepulta en un olvido sempiterno. Rasgo lleno de verdad i que honra efectivamente al que lo ha envuelto en los paales del artculo Romanticismo, para indicar con esa sola palabra cual era el tipo que describia. Las conversaciones particulares de los seminaristas confirman esta interpretacin. Pero mas completo hubiera sido el cuadro si hubiese aadido las palabras de una mujer alemana : o la multitud es hostil a la demostracin de las ideas nuevas; el demostrador debe tener la paciencia i la vijilancia de la defensiva; una inalterable firmeza contra la tristeza, el aburrimiento i el disgusto que inspiran la astucia, la estupidez, la pedantera i la inmovilidad. Si tal hubiesen agregado, nosotros alentados por estas palabras consoladoras, habriamos esclamado cuando mnos con un cierto escritor del siglo pasado : es preciso en todo pais dejar que hable la canalla literaria; seria mejor que no hablase; pero como no se le puede tapar la boca
Pero dejmonos de estas necedades. Nuestro nico objeto era demostrar que en todos tiempos, en todas materias, hemos guardado una unidad de principios literarios que nos atrevemos a desafiar a todos nuestros denigradores que desmientan. Hemos sido siempre i seremos eternamente socialistas, es decir, haciendo concurrir el arte, la ciencia i la poltica, o lo que es lo mismo, los sentimientos del corazon, las luces de la intelijencia i la actividad de la accin, al establecimiento de un gobierno democrtico fundado en bases slidas, en el triunfo de la libertad i de todas las doctrinas liberales, en la realizacin, en fin, de los santos fines de nuestra revolucin. Dir el Semanario que todo esto es una bambolla, que son frases ampulosas; pero que se guarde de atacarnos por esa parte porque no ha de quedar mui bien parado. Entre estas ideas tomadas al vuelo, como han dicho algunos benditos, i revestidas de frases ampulosas, tenemos la de propender a la igualdad, contribuyendo a la mejora intelectual de las masas; i si el Semanario tuviese principios, filosofa i respeto por el hombre, cualquiera que sea el punto de la sociedad de donde venga, no hubiera tenido la impertinencia de decir que un hombre no podia ser grande, porque nunca habia sido mas que un lacayo; es decir porque no haba nacido grande de Espaa, porque era del pueblo o porque no habia recibido las borlas doctorales. Que recuerde el Semanario, lo que contestbamos al Elector i al Liberal en la polmica de elecciones sobre la falta de conocimientos i estudios que echaban en cara a uno de los candidatos, i ver desde entnces trazada nuestra escuela literaria. La rehabilitacin de todo hombre por la capacidad que posea, capacidad de gloria, capacidad de talento, capacidad de industria, capacidad de influencia, capacidad de saber. Que recorran todas nuestras publicaciones una por una, que vean lo que hemos escrito sobre teatro, es decir sobre el arte, i vern brillar en ello la antorcha que nos guia en todo : que lean algunas efmeras publicaciones, como el 12 de febrero, el 5 de abril, el 9 de julio, el 25 de mayo, i que digan los pretensos clsicos si alguna vez su corazon se ha conmovido para tributar a la libertad estos homenajes. Verdad es que dirn que en aquellos artculos bombsticos no hai tanta poesa, tantas imjenes, tantos sentimientos jenerosos como en un suspiro i una flor o los versos a una madre, que en la efmera prosa no hai poesa como en los amartillados versos. Que recorran nuestros artculos de costumbres i encontrarn en ellos estampado el mismo sello. Que relean, en fin, nuestros pensamientos sobre poltica, i hallarn en todas partes la misma tendencia, el mismo fin, la mejora de la sociedad i el establecimiento de la libertad, i el triunfo del mrito tal como se presente. Despues de eso, psense la palabra para gritar i repetir, ideas cojidas al vuelo, ideas cojidas al vuelo. Creemos lo dicho suficiente para hacer comprender al Semanario que estamos en guardia contra sus ataques; que no apreciamos sino como una pobreza su artculo Romanticismo; que negamos a su autor el ttulo de literato que pretende, i que se lo hemos de hacer pedazos cada vez que se nos presente con insulseces de este jnero ; que no tiene el apostolado de redactores, principios fijos, ni objeto comun, i por tanto sus pajinas han de ser una olla podrida en que haya de todo : romanticismo, porque no lo conoce ni por las patas; clasicismo por las palabras estticas, las frases ticas i los perodos raquticos de sus discursos i las ideas chochas i desmoladas que vierte; socialismo, porque hai algumos liberales entre ellos que tienen ideas mas avanzadas.
Propagando en unos artculos ideas retrgradas, en otros ideas liberales, porque no hai comunidad de principios, porque al escribir no se propusieron, porque no pueden realizar, una idea til a la sociedad. Todas las escuelas van a tener sus representantes; en cada pajina i en cada escrito hallaremos el caos de tendencias i de principios. Ya vern nuestros adversarios que no podria juzgarse cual es mayor si nuestra arrogancia o nuestra falta de comedimiento; pero hemos querido probar que estamos prontos a batirnos con todas armas; a bien que este es asunto de estudiantes en que nadie se interesa. Puesto que los proverbios sirven de reglas literarias, haremos presente que no nos hemos olvidado de aquel otro, el que dice lo que quiere, oye lo que no quiere. Con que digan no mas que estamos esperando ver por donde revienta esa postema! Desprecios i desdenes? Puf! ese es nuestro plato favorito. Raciocinios, ideas, luces? Las analizaremos. Faltas de lenguaje? Tanto mejor, les probaremos que no conocen de la misa la media en filosofa del lenguaje; que no tienen estilo propio, que no lo han de tener jams, i que mientras ellos pretendan representar la literatura nacional, no se ha de ver una chispa de pensamiento ni de espontaneidad. Puede ser que cuando les hayamos batido bien el cobre, i hayan pasado los arrebatos i acaloramientos de una polmica literaria, entremos con la calma de la razon a manifestar cmo esos estudios podridos que llaman clsicos, i que no son mas que atrasados, influyen en las opiniones del pblico i de los que piensan en el porvenir del pas; como la falta de filosofa en los estudios, es decir, de aquella filosofa que tiene por definicin la filosofa es la ciencia de la vida, de aquella filosofa que estudia la historia, la humanidad i la marcha de la civilizacin, influye en las opiniones i se refleja en las tendencias de los partidos, en la direccin de la poltica. Mostraremos por qu ea juventud tiene el corazon helado para todo sentimiento de libertad puro, sin ataque ni defensa de personas ; por qu no simpatiza con la causa de los principios liberales; por qu no se mueve por ellos; por qu no vive de nada ni representa nada; por que hace farsa de las loqueras de San Andrs, donde los principios que ellos representan juegan a la chueca con cabezas humanas. Entnces veremos en nombre de quin se ha levantado la inquisicin poltica, i ahogado en sangre las luces, la libertad, la moda, el romanticismo, i todas esas bagatelas. Mas para combatirnos ahora apelarn a ciertos mviles conocidos; suscitarn las preocupaciones retrgradas,i el nacionalismo tal como se muestra entre el vulgo espaol, esclusivo, iliberal; hablarn de que hombres de luces ya no leen como antes las pajinas del Mercurio; apelarn a la autoridad de nombres respetables para envolverse; harn en fin todo lo que las pasiones mortificadas, el espritu de cuerpo hace i ha hecho siempre en iguales casos. Hagan lo que les d la gana. Nosotros apretaremos el paso un poco, menudearemos nuestros golpes como cuando la polmica de elecciones, i confiamos, mas en la bondad de nuestra causa que en nuestras propias fuerzas, que hemos de hacer revivir el brillo pasado del Mercurio, a espensas de nuestros adversarios, aunque despues se siente ostentosamente la razon sobre su trono i pronuncie su fallo inexorable, i aunque lo que arrancaba aplausos al principio, se mire luego con indiferencia. Escriban otro artculo Romanticismo, i vean en seguida donde se sientan ! VII
LAS INTENCIONES DEL SEMANARIO (Mercurio de 3 de julio de 1842). Un curioso hecho se hace notar en las publicaciones del Semanario, que nos trae a la memoria una poca no mui remota en que tuvimos que combatir una rara preocupacin que dominaba a todos los periodistas i panfletistas. Cualquiera que fuese el partido a que perteneciesen, cualesquiera que fuesen las opiniones que manifestasen, era la nacin la que hablaba por boca de ellos, i la nacin la que quera esto o lo otro; de manera que habia tres naciones en una : una verde, una negra i otra blanca, i otra que no entraba en cuenta i era la mas grande, que era la nacin de los indiferentes, la nacin de los que ni ganan ni pierden, la nacin encargada de gritar : muri el rei! viva el rei! sea Pedro o Juan de los Palotes el que se siente en la silla. Ahora el Semanario es el representante del pblico; se ha cambiado la palabra i aunque el pblico recin empiece a tener noticia de que tal Semanario existe, el pblico i no los redactores juzga, aprueba o aplaude sus producciones. Por ejemplo, queran en el primer nmero tirarnos un garbancito, i decian mui candorosamente; no porque nosotros lo digamos, sino porque el publico espera hallar en nuestras producciones escritos (i aqu le salian los colores a la cara al Semanario) de un interes mnos efmero que los del Mercurio , Oh ! es el pblico un mueble mui elstico i que se presta a todo lo que quieren hacer de l los que escriben. Mas adelante, queran hablar de nuestros galicismos, de nuestro lenguaje mestizo, i qu hicieron? criticar un sainete titulado La francesa i el espaol en el cual vieron el galicismo personificado. I no es esto decir que el autor se hubiese propuesto pintar el galicismo, no ; l ha pintado en las tablas un pobre frances; pero el pblico, oh pblico til para encubrir las ideas i designios propios! el pblico no ha querido ver la caricatura del frances, sino la del afrancesado, es decir, el Mercurio. El pblico, que est tan interesado como los redactores del Semanario en hacer la guerra al Mercurio, i que se ocupa de galicismos i de frases ampulosas, es el que no quiere ver las cosas como son, i las v como le conviene al Semanario; ve lo que el autor no ha soado siquiera, lo que el Semanario desea que vea. Pero a poco andar se le vieron las uas al lobo. Luego no mas se quitan la mscara i se desatan contra la empresa del teatro porque consiente, oh escndalo! oh abominacin! que unos nombres que el pblico no ha visto siquiera, estn escritos en frances. Desaparezcan, pues, Uranie, Polimnie, Terpsichore, etc., i leamos en su lugar, Urania, Polimnia, Terpscore. Qu bello rasgo de patriotismo! Maana han de querer que se rompan todos los mapas de jeografa que estn en frances, i se prohiban los libros que estn en frances, a fin de que el galicismo, el afrancesamiento, el horrible i abominable contajio del estranjerismo, no cunda. De manera que habiendo necesidad de hacer algo, de decir algo, ah est don pblico prontito, saltando como perro de agua, mirando de hito en hito a quien tira la pelota para ir a recojerla. Nosotros que no creemos en naciones, ni en pblico,traducimos todas estas frases de esta manera : los redactores del Semanario, quieren habrselas con nosotros, i se las habrn, porque el que ataca al can ataca al sabadan, i el pblico no se mete en esas nieras; gusta que se rompan los cuernos los escritores, i sacar l solo la utilidad oyendo el pro i el contra de las
cuestiones que se ventilan. Con que djense de pblico los seores del Semanario, que nosotros tambien i tenemos nuestro publiquito, diminuto, pero jven, ilustrado i amigo de su tiempo i de las cosas que no huelen a tocino rancio como el clasicismo. VIII VOLVAMOS TODOS A LA MODERACIN (Mercurio de 31 de julio de 1842). Hemos terminado la discusin de una cuestion de literatura, a la que hemos dado todos los caracteres i la acrimonia de una cuestion personal. Cuando hemos usado de un lenguaje custico i descomedido con los que tienen o profesan diversos principios literarios que nosotros, nos creemos en el deber de satisfacer al pblico sobre los motivos que nos han echado en esta va tortuosa i que conduce sin duda a estravos mui deplorables. El Mercurio, o sus editores, han resistido siempre a la tentacin de volver agravio por agravio, i nadie puede desconocer una moderacin que no se ha desmentido jamas. Si alguna vez se ech este diario en el tumultuoso mar de las discusiones de partido, sus esfuerzos todos propendieron a sacar las cuestiones del campo de las personalidades; no atac a ningn escritor como hombre privado, ni penetr mas all de los lmites de la vida pblica cuando se ocupaba de los hombres que representaban los diversos colores polticos; hizo mas todava, trabaj por todos los medios que el razonamiento i la stira proporcionan a un escritor, para desacreditar en el pblico el lenguaje custico i personal de muchos peridicos de la poca; i no ha faltado quien atribuyese entnces al Mercurio una saludable influencia para mitigar el ardor casi inevitable en las discusiones de partido. El Mercurio ha guardado siempre un silencio decoroso cuando han llovido sobre sus editores, no solo sarcasmos, sino injurias que habrian dado materia para juicios de imprenta. Existen en sta comunicados que por decencia se han dejado de publicar. Ha hablado alguna vez el Mercurio sobre educacin primaria? Al momento han llovido sobre sus redactores ultrajes personales de un carcter odioso. Ha escrito sobre literatura? Ha sucedido lo mismo. Se ha organizado un nuevo peridico en la capital? Mui luego aparece la pretensin de concitar el menosprecio i la risa pblica contra los editores del Mercurio. En un figurin ridculo de teatro, los editores del Semanario ven el galicismo personificado, el lenguaje mestizo, i eso a los 20 dias de haber sido saludado el Mercurio con los mismos eptetos. Prevalece, pues, una falta de consideracion entre los que escriben, un deseo de rebajarse recprocamente que hace mui poco honor a nuestra prensa peridica ; tanto mas perjudicial cuanto que los escritores pblicos estn en Amrica encargados de una alta misin civilizadora i social, i por miramiento al traje que revisten, mas bien que por su importancia intrnseca, debieran conservrseles ciertos fueros i guardarse cierta mesura con ellos. Harto enojosa es de suyo la tarea para rodearla todava de nuevas espinas. El Mercurio ha querido una vez por todas salirse de madre, i volver con usura los rigores i los menosprecios que se le prodigan, para hacer sentir una vez a sus contrarios todo lo que hai de mortificante en esos abusos de la prensa, i que la esperiencia propia les d una regla de la mesura que conviene en todas las cosas. Hoi sentirn, pues, lo que importa el axioma fundamental
de la moral cristiana : no hagis a otros lo que no quisierais que os hagan a vosotros mismos. El Mercurio ha llenado un deber para consigo mismo; i sus editores han querido mostrar que tambien ellos tienen pasiones que soltar como perros rabiosos, desdenes que prodigar, i palabras descorteses que vomitar. La prensa peridica ganar mucho en ello, aunque los editores del Mercurio pierdan algo en la tentativa. Un hombre gusta mas de ser aborrecido que despreciado, porqu lo primero revela fuerza i lo ltimo impotencia. Ya es tiempo, pues, de que la prensa peridica entre en sus verdaderos lmites, que los editores se olviden de s mismos por ocuparse del pblico, objeto de sus trabajos. Esto i el convencimiento de que pueden coexistir doctrinas i opiniones contrarias, har que se economicen artculos insidiosos o intiles, alusiones i personalidades perjudiciales, desdenes i provocaciones infundadas. Mui ancho es el espacio de la intelijencia en Chile para que la emisin del pensamiento se dilate a su placer; ni es necesario que sucumban unos escritos para que tengan lugar i aceptacin otros. Todos pueden vivir a un tiempo. El monopolio de las ideas i la uniformidad de opiniones no existe sino en las monarquas absolutas i en los paises ignorantes, i Chile no es ni lo uno ni lo otro. Respetmonos mutuamente, i no llenemos de escndalo al pblico, que necesita lecciones de prudencia en los que escriben i no el espetculo de pasiones desenfrenadas; pero que este respeto sea mutuo, porque si un diario se contiene siempre en los lmites de la moderacin, i los corresponsales i los demas peridicos no lo hacen; si el uno sabe sufrir i los otros herir; si el uno pide siempre misericordia i los demas lo hacen objeto de escarnio, entnces el pblico menosprecia al cobarde que, pudiendo, no vuelve los golpes, i se deja vilipendiar i estropear. Necesitbamos hacer esta declaracin al terminar una discusin que ha motivado mucha irritacin. El duelo en Europa ha traido el inmenso bien de hacer a todos los hombres corteses, porque saben que a continuacion de la ltima slaba de un insulto o de un desden, est la punta de un florete o el plomo de una bala. Nuestra polmica traer tambien esas consecuencias. Nos respetarmos, i ande la danza.
IX SEGUNDA CORRESPONDENCIA DE UN IMPARCIAL (Mercurio de 7 de agosto de 1842). Acabamos de leer el nmero cuarto del Semanario, en que se les d una buena zurra a los diarios de Valparaiso por las publicaciones que han hecho en la cuestion del romanticismo. Apostaramos a que no se quedan callados sus redactadorcs, porque, como dice Larra, para esto de contestar son mui bien criados los periodistas. Pero temiendo que tal vez vendr recien rodando la contestacin por la cuesta de Prado rogamos a Ud. se sirva insertar las siguientes observaciones a buena cuenta i sin perjuicio de las acciones que entablarn los interesados. El Semanario, que fu quien di orjen a la cuestion sobre el romanticismo, que, con permiso de Ud., ha aburrido a muchos lectores, es sin
embargo, el mismo que despues de haber alzado bandera de paz sus adversarios, se queda todava en el campo, i les tira por la espalda con balas de can. Pero vea Ud. lo que es ser clsico! Todo esto hace el Semanario del modo mas honesto i pacfico, sujeto siempre a las reglas del arte, i sin descomponer su grave semblante, ni alterar su acompasada marcha. Estos malditos romnticos todo lo dicen a gritos, i escriben siempre en ocho cuadros; as cmo no han de ser insultantes! Pero un escritor clsico llama famlico a su adversario con el mayor sosiego, le dice charlatn en cuatro palabras mui sonoras, sobre todo hace a un lado maosamente la cuestion que se trata, i de este modo quin no le ha de alabar su moderacin? Los redactores del Mercurio i de la Gaceta son unos plebeyos, entre otros motivos porque dicen cancha en vez de palestra, faltando as a los respetos que se deben a unos seores que solo escriben en los breves momentos que les dejan de descanso sus atenciones. Son unos insolentes porque llaman ignorantes a unos patriotas; son, en fin, enemigos de la comunidad porque dicen sin empacho sus opiniones delante de los representantes de la juventud chilena. To es verdad, seores redactores del Semanario, que Uds. nos representan? Pero basta de ironas. La cuestion del romanticismo que se ha presentado entre nosotros como caida de las nubes, i que parece tan impropia en la poca actual i en una ciudad tan positiva como Valparaiso, ha sido, sin embargo, de mucho provecho. Bajo la apariencia de una cuestion literaria, se han desarrollado principios sociales que le importa a la juventud estudiosa no perder nunca de vista; se han despertado esas dos tendencias que se hacen la guerra en todas las sociedades, i que en la nuestra parecan estar adormecidas, a saber : la del progreso i la del statu quo. Por supuesto que ha habido golpes bruscos i sonidos speros tanto de una parte como de otra. Esto era natural, aunque no sea digno de alabanza; i por esta razon nos ha chocado sobre manera que en vez de ocuparse el Semanario de la verdadera cuestion, en vez de refutar las doctrinas de sus adversarios, i de hacer esplcitamente su profesin de fe, salga ahora hacindose el ofendido, i guardando siempre silencio sobre la cuestion literaria. Estraamos que aspire a la palma de la moderacin sin aspirar al mismo tiempo a la del triunfo, o a la de la franqueza para mostrar sus opiniones; i crece nuestra sorpresa cuando consideramos que el Semanario tampoco puede exijir del pblico que le reconozca moderacin, porque cul ha sido su conducta en la cuestion? Su primer artculo sobre el romanticismo, ljos de ser una esplanacion de esta escuela, i una justa apreciacin de su mrito, no fu tal vez mas que un pretesto para dirijir tiros personales que todo el mundo comprendi; al mnos esta clasificacin de ese artculo es la nica que puede disculpar su superficialidad, i dejar bien parada la reputacin literaria de sus autores. El segundo artculo que se rejstr en el nmero tercero del Semanario, no fu sino una pura stira contra el redactor del Mercurio; i el que ahora nos ha venido en el nmero cuarto, aunque no es burlesco, es seriamente insultante. Con qu ttulos, pues, quiere el Semanario que se le tenga por moderado? Con qu motivo prescinde de la cuestion despues de haberla provocado? Qu significa ese aire de importancia i ese tono de superioridad cuando no ha dicho hasta ahora una palabra sobre el asunto? Concluyamos. La conducta que hasta aqu ha observado el Semanario lo hace responsable del jiro que puede tomar en adelante la cuestion. El ha cortado la discusin literaria, fomentando al mismo tiempo antipatas; i ha
privado al pblico de sus luces, sin acreditarse por eso en ningn otro sentido. En una palabra, si los redactores del Semanario no son en realidad retrgrados, al mnos han cometido un error mui grave al principiar su carrera; error que lamentamos sinceramente i que deseramos lo pudiesen correjir en adelante. X CONCLUSIN (Mercurio de 8 de agosto de 1842). Hemos leido en el nmero cuarto del Semanario del Santiago un artculo Semanario, en que la comunidad reverenda, que supone sin razon que la odiamos, nos ha honrado con los mas gratos recuerdos. El Semanario no es responsable de todo lo que ha escrito en sus nmeros anteriores, puesto que en ninguno de ellos habia puesto su razon peridica.En el cuarto nmero, i eso en la cuarta pajina, recien desciende la comunidad reunida a hablar al pblico bajo el epgrafe Semanario. Se nos viene a la memoria aquellas peleas de las mujeres del pueblo en las que despues de darse sendos puetazos i mesarse recprocamente los cabellos, la mas estropeada concluye con una descarga de denuestos sobre su afortunada antagonista, que diera mrjen a nueva i mas cruda refriega, si no sintiese la tal lo indigno que es el meterse con barraganas plumas i jente ordinaria, pues yo no soi como ella, la mui desollada, la. La. El Semanario seguir adelante su camino; cuando salga a la palestra un caballero (sobre todo si es grande de Espaa), dar una contestacin atenta; cuando el impugnador sea un hombre de cancha, un lacayo, un chuquiso, un plumo, un ordinario, desdear de combatir con l, el desollado, el famlico, el degollador, el Tiene razon el Semanario; sus redactores no estn en el caso de ofrecerse en espectculo al pueblo como histriones de farsa . No; ellos son jente rica i acomodada, llevan una vida decente i recojida, i sobre todo son caballeros de mui noble alcurnia, Eso de ofrecerse en espectculo como histriones de farsa, queda para los redactrcillos famlicos, a quienes se puede sin rubor i sin remordimiento, por quitame all estas pajas, sacar a la palestra con todos sus pelos i seales, con sus bigotes, la aldea donde nacieron, la presuncin, la ignorancia, el estranjerismo, la casa en que viven, el salario que ganan. Ah est don Eleili, el Otro Quidam i los demas reverendos de la comunidad que les ensearn cmo debe tratarse a toda la canalla de los imitadores de los romnticos; jente ruin, jente de cancha que hace de los desdenes de los nobles su plato favorito, jente descarada que no conserva sentimientos de delicadeza i de pundonor ; a esos s, no haya miedo, escpanles la cara, i cuando hablen de literatura i de idioma, squenlos de una pata a la palestra i dganle l pblico: vanle la figura al que habla de idioma; en qu aldea ha nacido este portento? que al cabo no tiene padre ni madre, ni perro que le ladre. Pero si acosado, cansado al fin de sufrir i de ser ofrecido en espectculo como un histrin de farsa, agarra a su turno a uno del montn i lo hace presa de su diente emponzoado, i le dice apretndole el gaznate: aqu me has de decir si sois hombre o sois mujer, i le hace echar tanta lengua; entnces, ai, Seor de mi alma! qu escndalo! qu infamia! que villana!
atreverse el menguado, el famlico, el histrion, a hacer lo que nosotros no mas tenemos derecho de hacer. Quin lo ha autorizado al menguado a pagar en la misma moneda a los literatos como los Quidam i los Eleili? Se olvida que esta no es su aldea, que debe andar como pollo en corral ajeno, con el sombrero en la mano, con la vista en el suelo? Oh! es mucha lei del embudo, pues que la del talion es una barbarie inaudita, digna de tiempos oscuros! No sean benditos, seores del Semanario, que si no fueran caballeros de vida tan decente i recojida, les diramos sin tantita pena que no sean zonzos. El Mercurio no se ha ocupado de personalidades jamas, i Uds. siempre ; i aunque hombres de cancha, prometemos (parole dhonneur) probrselo, si dan sus nombres i nosotros los nuestros. Cuando el Mercurio ha usado un lenguaje custico, ofensivo i mortificante, no ha designado persona, i tan bien le viene el sayo a uno de la comunidad como a otro ; mientras que en la contestacin tan decorosa que ustedes dan, como en los antecedentes artculos que tienen relacin con el Mercurio, ustedes designan con el dedo, por todos los accidentes que pueden caracterizarla, la personan quien se dirijen; de manera que no hai perro ni gato en Chile que no sepa el nombre, la filiacin, la procedencia i milagros de los redactores del Mercurio. Aun cuando imitbamos la tctica inmoral de nuestros adversarios, no hemos llegado a designar persona alguna, mientras que los del Semanario cuando afectan adoptar la que nos ha caracterizado siempre, descubren todava la pata de que cojean. Lea cualquiera el artculo de fondo del Semanario, i hallar lo mnos doce alusiones a persona determinada. Lean los mas virulentos artculos del Mercurio i busquen una sola. Pero doblemos esta hoja; reconozcamos mutuamente nuestros extravos i prometamos la enmienda; porque sino volveremos a las andadas, i vive Dios!...... pero no, nada, nada, paz Seor, paz, concordia entre redactores cristianos, aunque algunos sean mulatos! I qu me dicen de las derrotas sufridas en anteriores contiendas? Oh! estos casteaos son muita cosa. Son incorrejibles. Va sucediendo en Chile con el romanticismo lo que ha sucedido con ciertos escritos llenos de frases ampulosas i vacos de ciencia i de cordura, repletos tan solo de una presuncin necia i de locuaz charlatanera. No lo ven? i sigue todava la cantinela con lo de famlico, i lo de pluma tornasol de pavo real, fantasma hueca, i hombre de cancha, i voto Quin pudiera dorarles el pico a estos jilgueros! Es verdad que seguros del triunfo entrarian en una polmica sobre el romanticismo; no precisamente sobre el romanticismo, porque estn en acuerdo en muchas ideas, como la Gaceta que vino en apoyo nuestro con toda la artillera gruesa, los bagajes, trenes i almacenes de guerra; pero s en otra cuestion, sobre saber, por ejemplo, quien lleva una vida mas decente i mas recojida, quien principi con la tctita inmoral, dnde naci el Mercurio, quien lo pari. Pero no hai que esperar enmienda. Son estos caballeros como aquella mujer que, no pudiendo decirle a su marido piojoso porque se estaba ahogando, sacaba ambas manos afuera del agua i le hacia con las uas indicaciones bien claras de lo que ya no podian los labios pronunciar. As est el Semanario; ya que lo zabullimos en el romanticismo, nos est haciendo con las manos: vacos de ciencia, repletos de charlatanera, famlicos de pan, frases ampulosas. Anda con Dios! Pero, por la Vrjen, dejmonos de estas cosas; ya basta! No vuelva el Semanario a escribir sobre esta odiosa materia, porque, sin que est en
nuestra mano remediarlo, le hemos de contestar al canto, i para quitarnos de ruidos es mejor no acordase de que existe tal Mercurio, para que nosotros nos olvidemos que existe tal Semanario. El porrazo ha sido de aquellos que no se borran en seis meses; que para entnces, si vuelven a hablar de bigotes, nos llegar de Francia una magnfica carabina de doce tiros, cosa de que a la or provocacin le pegamos al apostolado, a la odiada nunidad, tal descarga que pas un no quede parado para contar el acuerdo1.
1. El Semanario comenz a salir el 4 de julio de 1842. Concluy en el nm. 31, el 2 de febrero de 1843, con la salida a vacaciones de sus redactores, i promesa de continuarlo despues, la cual no llegaron a cumplir. Fueron sus redactores: Bello, Francisco; Garca Reyes, Antonio; Lastarria, J. Victorino: Nuez, Jos Mara; Prieto, Joaqun; Ramrez, J. Enrique: Sanfuentes, Salvador: Talavera,Manuel; Tocornal, M. Antonio; Vallejos, J, Joaqun; i Varas, Antonio. Sobre sus artculos orjen de la polmica mrior, vase lo que apuntamos en el discurso preliminar. El E.
DILOGO ENTRE EL EDITOR I EL REDACTOR (Mercurio de 27 de julio de 1842). El sol iba ya a esconderse en el seno de las ondas del Pacfico que una siniestra brisa del norte empezaba a ajitar; las aves martimas anunciaban con su huida la proximidad una borrasca; los buques anclados en la rada de uno de los puertos occidentales de la Amrica del Sud se mecan sobre el turbado elemento; i el montono silbo de los contramaestres llamaba a la tripulacin para preparar las naves contra los embates del viento, cuya fuerza suele arrastrarlas, en despecho de las encorvadas anclas, hasta las peas de la playa donde mas de una se ha visto estrellarse en la oscuridad de la noche, haciendo saltar en el aire en horrorosa i confusa mezcla, astillas, agua, sesos i sangre. Mintras en el esterior se preparaba esta escena, otra igualmente sombra tenia lugar en el recinto de una imprenta. Un hombre se paseaba ajitadamente a lo largo de la oficina principal. A la luz de los relmpagos, cuyo fulgor instantneo penetraba por las ventanas del norte, poda descubrirse la inquietud i el profundo descontento que se manifestaba en su semblante. Al menor rumor de pasos en la inmediata escalera, sus negras i pobladas cejas se fruncan, i sus ojos redondos i airados se clavaban en la entrada, como si esperase a alguien que le interesara demasiado. Una vez se present el rejente de la imprenta. Qu se ofrece? Fue la inhospedable salutacin que recibi. Seor, todo el trabajo est terminado; pero faltan dos columnas, i no hai material. I que no caiga un rayo, voto a tal! Maldita profesin Qu redactor del. Pero seor, por qu no.. Retrese Ud. I despues de cerrar los puos i hacer estremecer el entablado de una patada, los paseos de un estremo al otro continuaban con mayor velocidad. Es imposible, continuaba en voz baja, acreditar de esta manera el diario. Estos escritores de Amrica! I luego son tan.. Pero el sonido acompasado de pasos
qua ascendan las escalas le interrumpi el hilo de su monlogo dejndole clavado en el pavimento, los brazos cruzados, los ojos de nuevo fijos en la puerta. Un hombre penetr por ella embozado en la capa hasta los ojos. Habr Ud. ido a darse un paseo por el Tivol, le dijo el primero con una compostura de semblante, con un esfuerzo amargo de sonrisa civil, que no era parte a encubrir la clera, el reproche i la irona que encerraban estas cortas palabras, al parecer amigables. No; he estado durmiendo, fu la indiferente contestacin arrojada de paso, al dirijirse a un sof, que estaba en el estremo opuesto. Durmiendo! murmur el primero, con una prolongada interjeccin a dientes apretados, con que los espaoles espresan sus mas fuertes emociones, i que la hipcrita cultura del lenguaje escrito se niega a admitir. Durmiendo! i sacudia la cabeza siguindolo con la vista hasta el momento en que el otro se arrojaba sobre los almohadodones de crin, siempre embozado i en ademan de entregarse de nuevo al sueo. Un relmpago habria diseado en este instante en las facciones del que estaba parado la rabia de un demonio; pero ni sobrevino un relmpago, ni podian discernirse las fisonomas a la moribunda luz del crepsculo. El recien venido era un jven de apariencia desapacible, una de tantas fisonomas mal bosquejadas, que rara vez atraen las miradas de las bellas; que llevan un sello de reprobacin para el mundo de los placeres; i que fuerzan a los que la llevan a reconcentrarse en s mismos, a estudiar la sociedad, a observar i pensar. Por lo demas, facciones raras, ceo pronto a fruncirse a la mas leve impresin, frente desigual i prematuramente surcada de arrugas, mas bien que rastros de la edad, estragos de los combates del corazon, del espritu, i de las pasiones acaso. Era, en fin, el redactor del diario. Era el redactor del diario que aquel dia no habia entregado material, con harta mortificacin del editor, a quien hemos visto pasearse inquieto i contrariado por esta inoportuna falta. Despues de un momento de silencio i de algunos paseos, el editor dijo, pasendose siempre i como si no so tratase mas que de hablar de algo. Ha visto Ud. que tiempo! Tendremos averas esta noche! De lo que me alegrara mucho. Es buena! Tendramos maana materia para un artculo lleno de detalles horrorosos que llenara tres columnas i haria andar el diario de mano en mano. Pero hombre, qu! falta sobre qu escribir? Que interese, no s sobre qu. Quiz por eso no ha mandado Ud. nada hoi, i faltan dos columnas. Ponga Ud. en ellas biografas. Pondr que el redactor ha estado durmiendo, si Ud. gusta; que se qued dormido pensando en qu escribir que interesase. Ponga Ud. lo que le d la gana. Sobre que quiere Ud. Que escriba? Sobre caminos? sobre polica? sobre teatros? sobre poltica? sobre qu? Cules son los inlereses que se ajitan? Cules las cuestiones que se ventilan? De qu quiere Ud. que viva la prensa? De andar recojiendo la basura de otros diarios i de biografas? A mas de eso, no todos los dias est uno para escribir i hoi he amanecido con un humor de perro. I luego trae tantas amarguras el escribir.
Podemos maana decir eso, que ha estado Ud. con un humor de perro. Porque, dejmonos de tonteras, faltan dos columnas, i no hai materiales. Un diario consume; es la boca hambrienta de un estmago estragado; tiene hambre, devora i nunca se sacia. Siempre escribir! S; un diario ser todo lo que Ud. quiera; pero para quien lo lleva es un tablado en que a cada momento est espuesto a la vergenza pblica ; un diarios un teatro en cuya platea todos tienen el derecho de silbar al protagonista, con la diferencia de que en los teatros comunes silba el pblico, i aqu insulta el primero a quien se le ocurre hacerlo; all se contentan con silbar, aqu le escupen en la cara en presencia de un pueblo entero. En el teatro se reciben aplausos que compensan, en el diario nunca se ve una palabra de aprobacin. En aquel se alcanza verdadera gloria, en este la nica a que es dado aspirar, es a la de saber arrostrar la afrenta con moderacin ; as se llama esta rara i cobarde virtud del diarista, moderacin ! La vida del teatro empieza a ser acatada i honrada, por mas que preocupaciones aejas afecten menospreciarla; la vida de la prensa peridica es altamente vilipendiada, no obstante el alto honor que en trminos jenerales se finje prodigarle. Escribir para los diarios entre nosotros! El que escribe un libro puede cerrar con confianza los oidos a la crtica, no pasar mucho tiempo sin que el criterio pblico le haga justicia ; el que escribe un peridico ni esa esperanza tiene, sus mas brillantes escritos como los mnos interesantes, mueren con el dia en que ven la luz. El diarista es annimo, como su annimos los que le ultrajan ; pero la bofetada que segun las reglas de la decencia periodstica, debe recibir sin pestaar, la recibe en pblico, i aunque no se conozca la mano que la da, nunca deja de saberse cual es la mejilla que la recibe; i el que por no aparecer incivil i acaso por falta de nimos, no osaria faltar a la mas insignificante de las ritualidades de la cortesa para con el hombre mas despreciable, ni escrpulos se le hace vomitar dicterios contra un diarista. La profesin del diarista es en ultimo resultado una profesion infame, i conocer la infamia i no evitarla es ser infame realmente, es merecerla. I escriba Ud. as! Escriba cada dia i sobre cada palabra que empieza a circular en el pblico, i dle Ud. vida i animacin. Ponga Ud. al frente de su artculo, correos, i con esta palabra llene dos columnas sin repetirlo que ya se ha dicho, porque le gritarn plajiario, sin sustraerla del inters del momento, porque nadie lo leer; sin detenerse a pensar un momento, porque pasar la oportunidad; sin que le falte una coma, porque le gritarn ignorante, escritorcillo. Escriba Ud. con independencia i con la mira de ser til, i le llovern dicterios. Pero, amigo, le repuso el otro que se habia parado a oir a su interlocutor, permtame que se lo diga, es Ud. un poco bilioso para escribir, i luego toma las cosas tan a pecho, usa Ud. de tanta franqueza en emitir sus pensamientos. Es preciso andarse con tiento, i no contrariar a nadie. Si Ud. se llevara de mi consejo Hara una tontera. Valdra mas no escribir nada. Quisiera Ud, que pactase con todo, que no tuviese opinin propia, que no atacase todo estravo i toda preocupacin, que el diario se convirtiese en un coro de aplausos i de encomios que a fuerza de repetirlos haran dormir a la vanidad mas necia. Pero se puede decir lo mismo con suavidad i mesura. S; querra Ud. que el trabajo de la prensa peridica fuese como un raudal manso i apacible, que vaya besando tmidamente los pies a las malezas que lo cercan; que evite los escollos, vuelva hcia atras i se pierda en rodeos i
revueltas, por falta de enerja para arrostrar los obstculos. Pero rase Ud. de eso. En los campos que riega el pensamiento, como en los de la naturaleza, esos raudales contemplativos no tienen un fin conocido, corrompen todo lo que tocan, cubren la tierra de cinagos i de putrefaccin i mueren al fin, despues de haberlo pervertido todo en la estagnacin i en la nulidad ; en lugar de que aquellos que acometen osadamente con las resistencias i se estrellan contra las rocas, las conmueven al fin, las arrastran, las liman lentamente, le quitan sus asperezas, i despejando as su alvolo, van derecho a los mares, fertilizando todo lo que tocan a su paso, derramando la vida i sirviendo de canales de civilizacion i de comercio. Escribir para escribir, es la profesin de los vanidosos i de los indiferentes sin principios i sin verdadero patriotismo; escribir para insultar es la de los malvados i la de los estpidos; escribir para rejenerar es el deber de los que estudian las necesidades de la poca en que viven. No es mala la comparacin, pero me faltan dos columnas para el diario de maana, i si Ud. quisiera Me sacar Ud. de paciencia, voto va! i me har maldecir de mi suerte i de la enfadosa profesin que ejerzo? incorporndose i ponindose de pi, cebndose la capa bajo el brazo sabe Ud., continu, todo lo que hai de amargo en encontrarse solo en la tierra, sin antecedentes, sin porvenir, en medio de una sociedad que lo rechaza de todas partes; sin que una afeccin tierna siquiera penetro con sus miradas de simpata hasta el fondo del corazon que se siente irse helando poco a poco, secndose a fuerza de estar cerrado a los afectos que ligan a la jeneralidad de los hombres con la sociedad en que viven? Sabe Ud. lo que es verse hecho el blanco de calumnias odiosas que no atacan los escritos sino la moralidad privada del escritor? Sabe Ud. lo que es vivir en un mundo ideal, en un mundo de ilusiones fantsticas, esplotando diariamente el campo de los principios sociales, arrostrando odios vulgares, recibiendo punzadas, a trueque de servir con provecho la causa de la rejeneracion de las ideas i de las costumbres? Sabe Ud. lo que es amar la libertad como a una querida doliente i enfermiza, i verla zozobrar all, caer acull, i oir cada dia que trascurre el ronco retumbar del edificio que se desploma, sin poderle prestar ayuda, sin poder pedir socorro en favor de los que perecen, perdiendo una tras otra toda esperanza de salvacin, i viendo surjir sobre los abismos en que se sepulta, un despotismo asitico, que cuando se haya establecido tranquilamente, secdose la sangre en que hoi nada, servir de modelo i suscitar imitadores por todas partes? Sabe Ud. cuanto desconsuelo trae simpatizar con la juventud, propendiendo a elevarla siempre a la influencia intelijente, en paises conmovidos i en los que el verdadero saber est en proporcin de la distancia en que las ideas i los hbitos se hallan del antiguo sistema, escitndola siempre a emprender los trabajos que la pertenecen, i recibir por toda contestacin ultrajes personales, e interpretaciones que revelan malquerencia e injusticia? No ha mucho que cierta polmica conmovi a una parte de la sociedad en mi contra porque no me tembl la mano al escribir verdades tiles, Cul ha sido el resultado? A los pocos dias apareci el prospecto del Semanario de Santiago i mui en breve ver el pblico el de un diario que hacia tan notable falta. La historia del movimiento literario dir alguna vez qu causas sujirieron el pensamiento de esas publicaciones; pero los presentes tendrn buen
cuidado de ocultrselo a s mismos, i de llover dicterios sobre el que los ha promovido. Un momento de silencio sucedi a este desahogo acalorado. El editor se habia quedado parado, i dando algunos pasos, dijo : yo tambien he vivido en un tiempo de esos ensueos de rejeneracion i libertad; me he sacrificado, me he arruinado, i al fin me ve Ud. aqu arrojado de mi patria a dos mil leguas de distancia, desengaado i aprendiendo en la ruda escuela de la esperiencia a tomar la sociedad como es i los sucesos como vienen. No creo en nada, no espero nada, i no pienso por tanto sino en mi mismo.. Pero dejemos esto que me tiene afectado, i llene sus dos columnas como Dios lo ayude, REMINISCENCIAS DE LA VIDA LITERARIA (Nueva Revista de Buenos Aires, 1881). Escribieron al autor de estos apuntes casi a un tiempo, luego despues de la muerte del ilustre hombre de estado de Chile, don Manuel Montt, tanto su hijo don Pedro, distinguido debater de la Cmara de Diputados, el seor Balmaceda, ex-plenipotenciario en la Arjentina, i la seora de Toro amiga de la familia, que la vspera de morir, mostrndose mui alegre i comunicativo el enfermo, les entretuvo largamente contndoles las aventuras de su viejo amigo Sarmiento en sus primeros aos de vida poltica i literaria en Chile, sus ho as i manera de sentarse i escribir, con mil ancdotas que referia rindose, i gustando de comunicarlas a sus oyentes, como muestra del aprecio que le conserva. Este incidente puso al autor en camino de referir algo que a aquellos tiempos se ligare, i coordin en las siguientes reminiscencias. 1 Decia una dama hablando de la vida de las provincias, que all viven apenas los hombres, o mas bien estn ya medio muertos, si el trabajo material no los absorbe. Sintanse a tomar mate horas, permanecen sentados, inmviles medio dia, i si van a un caf, es para sentarse de nuevo en silencio, fumar un cigarro tras otro, i dejar trascurrir el dia. Ni diarios, ni libros, ni pera, ni alguno de tantos movimientos intelectuales que solicitan en los grandes centros, i son otros tantos componentes de la existencia. Como el estremo opuesto, otra es la vida de los que escriben; i era de ver al doctor Velez, cuando preparaba los trabajos i estudios que formaron el Cdigo de Comercio. Habia rejuvenecido diez aos, hablaba del cdigo con entusiasmo, i desgraciado el amigo, si no era aficionado, que le cayese a las manos, porque tomndolo de un botn para que no se le escapase (esta era invencin nuestra) le decia : sabe usted lo que son los papeles de crdito? i contestndose a s mismo, le espetaba el captulo entero sobre los papeles de crdito, que estaba rdenndose en su cabeza antes de ponerlo por escrito. Por estos entusiasmos pasan mas que nadie los escritores pblicos, i mas que todos los que entran en alguna de esas polmicas literarias o polticas que exaltan el espritu, i nos hacen vivir de la lucha i de las ideas. El libro sabe mas que el autor, sola decir el doctor Velez; i a m me ha sucedido a veces, asombrarme a los aos de lo que he escrito, mui superior a mis fuerzas i
conocimientos de ahora, i aun dudar un rato si no seria algn plajio, no obstante que tengo la conciencia de que no comet ninguno a sabiendas, ni como Molire diciendo : tomo mi bien donde lo encuentro. Pero huho una poca en que este estado de exaltacin del espritu alcanzaba a muchos, a todos casi, i fu la de la emigracin arjentina a Chile. Escribieron por necesidad i sentirse capaces sin duda, Vicente F.Lpez, Miguel Piero, J. M. Gutierrez, Alberdi, J. Carlos Gomez, i tantos otros. Qu estrao que escribiese yo, si desde el primer ensayo encontrar tal aprobacin del pblico, que un artculo annimo en el Mercurio de Valparaiso fu en verdad un acontecimiento poltico i literario por aquellos mundos i en aquellos tiempos? La rehabilitacin de San Martin i un escritor salieron de ah; el pasado i el porvenir. Todos los emigrados participaban de aquella seguridad i conciencia de s mismos que sentian los mas aventajados ; no obstante que habia a la sazn en Chile, universidad, colejios, i no solo jvenes instruidos, sino escritores notables como don Andrs Bello, Garca del Rio i otros. Las emigraciones por causas polticas o relijiosas han producido en todos tiempos este estado febril que ha llevado la civilizacin o el movimiento intelectual de un pais a otro. As se esplica cmo los rabes han acarreado civilizaciones; asi los Estados Unidos son el fruto de las persecuciones relijiosas en la Inglaterra. Un oficialito puntano, teniente de milicias, de familia decente, pero que no sabia leer, cosa mui comun en San buis entnces, me decia con su acento golpeado i la mayor conviccin : pro ha visto usted, amigo, chilenos mas brbaros que estos? l yo tenia que convenir en efecto, que entre todos los chilenos del mundo, aquellos eran los mas brbaros. Don Vicente Lopez habia llevado en clase de allegado un medio pariente suyo, quien vino cierto dia, despues de varios de separacin, a pedirle algn libro asi como para ensear jeografa, porque, le dijo : he puesto un colejio en Talca. Pero animal! Si t apenas sabes leer! Eh! que quiere? por all todos creen que siendo pariente de usted, del escritor Lopez La verdad es que hicimos muchsimo bien a Chile, despertando a la juventud, iniciando mejoras, creando diarios, escribiendo; i escribiendo cosas buenas, hijas de esa misma exaltacin febril del espritu, como se ve en el Facundo, en la Oracin a Casacuberta, i en cien artculos de la prensa de diversas plumas, que llevaban la ajitacion hasta Bolivia, residencia de Mitre, Fras, Paunero; hasta el Per, donde tomaban inters todas las jentes de letras en aquellos debates. En 1864, al pasar por puertos intermedios el vapor que llevaba en el palo mayor la bandera aijentina, anuncio de ir a bordo un ministro, las poblaciones estaban en los puertos para saludarlo i conocerlo. Bartolito Mitre, Juan Lavalle, Halbach, preguntaban asombrados: qu significa esta popularidad en todos estos puertos? Esta es una reputacin, les decia, de ahora veinte aos atras, que ustedes no conocen en la Repblica Arjentina; es del escritor del Mercurio, el Progreso, etc., etc., en Chile. De regreso por el Atlntico, iguales manifestaciones en Par, Baha, etc. Esta es otra reputacin distinta, les decia, es la del Ejrcito Grande i la polmica con Rosas. II
Quiero contar cmo se sostenan aquellas polmicas puramente literarias a veces, i cmo se apasionaban las poblaciones, siguiendo las peripecias de duelos en que corra mucha tinta, i entre galicismos i barbarismos se cruzaban excelentes i buenas ideas. Estaba establecida mi reputacin de escritor en Chile, gracias a un magnfico artculo de entrada en escena, al favor de un ministro de mucho poder, i a la lisura i franqueza de decir todo lo que le viene a uno al majin i baja a la punta de la pluma, pues que si no es tonto, o demasiado ignorante o fatuo, i con tal que tenga su chispa de injeniatura, ha de salir bien por fuerza el que tenga las dotes naturales. Pero el favor pblico i oficial, la infatuacin producida por situacin tan nueva, inspiraban al escritor novel audacias que se hacian al fin intolerables, a las gazmoas una vez por alguna burla, a los clrigos por alguna alusin poco piadosa, al pais, en fin, por las razones que cada zote tiene de hallar el suyo irreprochable, i mui impertinente al estranjero que pretenda que es posible que se parezca a tantos otros. La juventud universitaria se sentia ajada con la idea de incapacidad nacional que argia el ser arjentinos todos los escritores; bien es verdad que muchos reputados literatos, tenian a mnos escribir para diarios. Folicularios! Ocurra esto por los tiempos aquellas en que llegaba a Chile la primera oleada del romanticismo; i que con pasaderos actores, el teatro repetia el Hernani, el Podest de Padua, i las demas piezas de Vctor Hugo. Reinaba a la sazn en las aulas de la universidad, Heromosilla, purista espaol i enemigo jurado del galicismo, como ferviente adorador de los tres unidades, etc.; i tales enormidades debimos enjaretar, Lpez que no creia en Cervantes, i yo que hallaba a Larra mejor que a Moratin, en favor del drama i de la escuela romntica i contra la gramtica, que non pudieron llevarlo con paciencia los que de entendidos se preciaban; i doce literatos, ni uno mnos de doce, se pasaron la palabra para vengar tanta afrenta, i produjeron a escote entre los alaridos de la montaa. El Semanario de Santiago con el resuelto propsito de acabar con la cuyana chocarrera i poner a buen recaudo a los tales romnticos de allende i de aquende, conservando en su no eclipsada fama a los Moratines i demas plajiarios del empreo clsico. Todava me acuerdo del alborozo con que me aparec en casa de Vicente Lpez, que departia en el patio con Miguel Piero, alzando en alto un papel, diciendo a gritos i a saltos : tenemos fiesta ! Un peridico nuevo contra nosotros, que escriben Talavera, Tocornal, Sanfuenles, Lastarria, Bello hijo, etc., etc., hasta doce1.
1. Vase la nota de la pj. 331 donde hemos puesto los nombres los escritores del Semanario. Suprimimos, con acuerdo del seor Sarmiento, a quien rectificamos sobre este punto cuando estuvo aqu, cuatro lineas que contienen cinco nombres que son otros tantos errores de detalle que en nada afectan a la frescura de recuerdos que el articulo revela i que l ponia a la cuenta de su infelicidad para retener nombres propios. El E.
Un peridico contra nosotros.. i los romnticos! A Piero que se reia a carcajadas de mis muecas : chut! le repetia yo, no nos espante la caza! Les vamos a dar una sableada. Lpez desde la Gaceta de Valparaiso, (que redactaba) vendr detras con la gruesa artillera, las carronadas, los razonamientos, las citas de autores i demas, mientras que yo, desde el
Mercurio. djenmelos a m guerrillarlos todos los dias, i ya ver usted el desparramo que vamos a hacer. I manos a la obra. Nada mas corts ni mas salamero que el artculo del Mercurio (no habia diarios en Santiago), aplaudiendo la aparicin oportuna i necesaria, que ya se hacia esperar demasiado, de una publicacion hebdomadaria, escrita en lenguaje castizo i correcto por la ilustrada juventud chilena.... (ah, picaros! decia yo, mientras escriba estos cumplidos, ya me las pagarn !) En efecto, en el segundo nmero se les escap decir: escritores estranjeros, i aun me parece que famlicos, hablando sin el debido respeto de Vctor Hugo i comparsa romnticaIra de Dios! Todava siento sabrosa la mano que movi aquella vengadora pluma! Qu funda! I qu iniquidad a la vez! Figrense ustedes que ellos daban el sbado un artculo que habia pasado tres veces por la criba, i se publicaba con licencia del ordinario, como los antiguos libros, mientras que el Mercurio se les dorma desde el lnes de una pieza hasta el sbado, que salia el nueve nmero del Semanario ya todo acontecido i aboyado, i con el brazo en guardia para los nuevos zurriagazos que se aguardaba. El Mercurio era ana especie de revolver, tumtum tumseis tiros a la semana. Estos artculos, no habiendo diario en Santiago, oh tmpora! llegaban de Valparaiso, i despertado el interes por el primero, al dia siguiente llegaba un segundo mas incisivo, seguido de otro mas contundente. El efecto era desastroso. En una antigua casa de la plaza de armas del lado del este, que fu despues imprenta del Progreso, i es hoi un palacio monsard corrido, estaba la oficina de correos, i el de Valparaiso llegaba a las siete de la maana trayendo el Mercurio. Toda persona que sentia rebullirse all en sus adentros el patriotismo chileno, que es un patriotismo asaz reacio, acudia a esa hora al correo, i desde mi balcn (recoba del sur) como en territorio estranjero i con anteojo de largo alcance, podia divisar la mancha negra con puntos blancos de jente devorando, no que leyendo, el recin llegado Mercurio. Qu crispaciones de nervios! qu sacudidas a guisa de protesta, i amenazas de hacer pedazos al sarcstico diario! Uno de los Viales vino a decirme de parte de don Manuel Montt, el ministro dgale que si est en su juicio! que las piedras bailan en las calles. I en efecto bailaban los guijarros del empedrado de puro patriotas! Pero era el caso que cuando llegaba a Santiago impreso el artculo improbado, ya iba en camino otro ; i que se estaba a la sazn imprimiendo otro en Valparaiso, del mismo jaez i catadura de la tropilla; i no se habia inventado aun el telgrafo para decirles: brbaros! no publiquen el tercero, que me va a matar. Agregbase a la fatalidad de las distancias para mal de mis pecados, la presencia en Valparaiso de un literato granadino1,
1. El clebre don Juan Garca del Rio que redactaba a la sazon el Museo de Ambas Amricas, que se publicaba en la misma imprenta del Mercurio. El E.
que gustaba apasionadamente de aqullos escritos i se levantaba a las siete para ir a leer de primera mano en la imprenta los manuscritos recien llegados, i reirse a mas i mejor de las diabluras que contenan. Llega mi carta a Rivadeneira pidiendo por gracia que suprimieran tal o cual frase que dejaba
presentir desde Santiago el efecto de una carda sobre el cutis de mis clsicos contendientes en particular i del pblico santiaguino en jeneral, que nada entendia de la materia de la disputa; pero el granadino decia : yo cargo con la responsabilidad de conservarla tal como est. No hai que tocar el manuscrito! Toda la sal del cuento est en esa palabra, o frase que quiere suprimir. I yo en Santiago esperando a mi vez la llegada del Mercurio! i entre trances i agonas, abrindolo cautelosamente, desdoblndolo, i llegando con mirada furtiva a la columna del diario mas o menos donde debia estar la malaventurada frase, i. oh horror! i ah estaba, ntegra, tanjible, brillante por su brutal oportunidad! Ah! no s como no me mor esos dias a fuerza de sustos! I sin embargo, lo que son las cosas de este mundo! al tercer dia estaba furioso todo Santiago ; al cuarto empesaba a aburrirse de estar enojado; al quinto una lijera sonrisa desarrug algunos mustios i saudos semblantes, i tantas desvergenzas les dijo a los literatos chilenos el Mercurio, i tan bien fundadas eran sus razones, que el pblico sensato acab por reirse, i cuando les rieurs estn de vuestro lado, el pleito est ganado. Santiago acab por celebrar la invencin, el chiste, las burlas a clsicos, Moratines castizos, puristas i Hermosillas. La victoria qued por los cuyanos, disipndose el sanhedrin de los doce apstoles, a quienes no fu dado por entnces el don de lenguas, quedndose con la suya pegada; i anunciando que se iban a tomar los baos al campo, cada uno por su lado, con lo que acab el Semanario, despues de haber vivido lo que viven las rosas; doce nmeros. Nunca se habl mas de l. III Imposible dar una nuestra de las armas corteses usadas en aquellos torneos. Lleva barnosle al vulgo escritor grande ventaja. Reinaban aun en aquellas apartadas costas Raynal i Mably, sin que estuviera del todo desautorizado el Contrato social. Los mas adelantados iban por Benjamn Constant. Nosotros llevbamos, yo al menos, en el bolsillo, a Lerminier, Pedro Leroux, Tocqueville, Guizot, i por all consultbamos el Diccionario de la Conversacin i muchos otros prontuarios. Lleg un libro, hoi clsico de la literatura lijera francesa, Les animaux peints par eux-mmes, A guisa de esposicion i prlogo trae un solemne congreso de los animales que preside el len. Forman la oposicion todos los carnvoros i rapaces, teniendo a la sazn la palabra el tigre; forman la derecha los sostenedores de todo gobierno constitucional desde el buei, el carnero, el camello, i toda la jente cornuda i de pesebre; ocupa la parte baja, la canalla sin opinin propia, lo que entnces se llamaba le ventre, es decir, todos los reptiles, tortugas, sapos i culebras, etc. La zorra se ha colocado al centro, de manera de no comprometerse con ningn partido, etc. Este es el testo frances. Pero era preciso agregarle un captulo especial para pintar ciertos literatos hostiles de Chile, i ponerlos en exhibicin como si fuera traducido del orijinal. Contamos, pues, la historia del Gallo, animal definido por Aristteles, bpedo clebre en los tiempos heroicos como emblema del valor, de la galantera mas tarde, de donde sale la palabra coqueta, de coq-gallear, ostentar belleza, garbo i elegancia. Compaero de Esculapio, tiene un gran papel en la pasin cantndole tres veces a San Pedro cuando hubo negado tres veces, lo que las
mujeres negarn diez, a saber que lo conocen, o las han visto con l. Suministra muchas frases a la lengua : oir cantar el gallo i no saber donde, otro gallo te cantar. Gallos de mala ralea, es de posterior advenimiento. El gallo es frances, de donde gallus, galo, glico, galicismo, por el hablar afrancesado; las armas de la repblica lo tuvieron por emblema, i su vijilancia es el smbolo de la polica. Pero hai gallos de gallos. El gallo que vino a Amrica, deca el cuento, llamado gallo castellano, viste de jerga gris, como padre franciscano. Llmanles brutos a sus descendientes para distinguirlos del gallo ingles, que llaman fino por ser estranjero. A Chile se habian introducido recientemente algunos pollos mestizos, que no eran tan castizos como los brutos refinados del pais, i por tanto no hablaban tan bien el castellano. Es de advertir que les achacaban a los arjentinos sus galicismos, i que el gramtico, gramaturgo de entnces, era uno a quien llamaban Taita Lucas 1, un poco despaturrado,
1. Habia entnces efectivamente en Santiago, un maestro de latn asi por mal nombre llamado, pero no fu a l a quien aludi en el artculo recordado, sino a uno de los redactores del Semanario, El E.
i mui hueco de vanidad con su purismo extico, a fuerza de ser castellano rancio. Promueve este un certamen sobre lenguaje, i el polluelo estranjero que se anda agazapando como pollo en corral ajeno, es provocado a singular combate para mostrar sus galas de estilo. Sale a la palestra, i haciendo de tripas corazon canta con voz tiple : un ki, ki, ri, kiiii! provocando la risa i el desden de la jente castiza, es decir, de los gallos brutos que bailaban afrancesado aquel canto, i chocarrero i vulgar ademas. Canta algn otro, i ya, ya, dicen moviendo la cabeza los jueces del campo, pase su desaliado ko... koro... kooo! por tolerable. Pero aquello no es castizo ni correcto. Avnzase entnces con aire de padre prior una jaca castellana despaturrada (ya el pblico est reconociendo a Taita Lucas el gramtico), con sus enormes i retorcidos espolones, con su franciscano plumaje de bruto refinado, i con voz grave i con su ganguera esclama: Chriiiis..to, na cioooooo!!! Aquel Christo nacioooo arranca los aplausos furibundos de los literatos. Se dicen unos a otros congratulndose : esto si que es castellano castizo, anterior aun a Cervantes, contemporneo del Arcipreste de Hita i los romanceros, i en fin de todos los grandes escritores, que nada que valga i dure, (sino es el inmortal manchego) han escrito. Don Andres Bello aplauda como el golpe maestro de la composicion la h del Cristo, sin la cual el Cristo naci que oyen las comadres en el canto del gallo, pierde su significado tradicional. Lastarria se pasa a nuestras filas con armas i bagajes, i la polmica toma nuevas formas. IV Como es de la exaltacin cerebral que trae en los escritores aquel continuo ocuparse de ciertas ideas de lo que venimos hablando, no terminar estos apuntes hechos a la lijera sin contar una escena a cuyo recuerdo se me erizarian todava los pelos, si los conservara.
Entre tanta pieza romntica, dise un dramon llamado la Nona Sangrienta, en que los asesinatos, los esbirros, las mazmorras que se hunden i llenan el teatro de polvo, i los faroles de serenos o espas o bandidos fugaces o fujitivos, se cruzan en todas direcciones. No me acuerdo del asunto, sino que era un tejido de orrores. Deba mandar mi artculo al dia siguiente a Valparaiso. De regreso del teatro, i con el sombrero encasquetado i la cholla montada con tan gordos disparates, escrib la critica del drama archi-romntico, rindome a carcajadas de los elojios burlones que le prodigaba para mas realzar su fealdad ; i como buen obrero que la sacado su tarea, me entregu luego de acabada, en brazos de Morfeo, para usar de una rancia i mui gastada i gustada figura. Dorma como un bienaventurado mozo que era, a puo cerrado i con la sinceridad que pongo en todas las cosas; cuando burundum.. un sacudimiento horrible de temblor, lo que es tan frecuente en Chile. Vivia yo en un segundo piso i estaban lejos las escalas. Incorporme, quise pararme al lado de la cama, i sent que se habia hundido el piso de madera; i el doctor Quiroga Rosas, que vivia conmigo, habia puesto su bulto en salvo, sin decirme una palabra. I vaya usted a creer en la amistad ! Pero no era ocasin de andarse en quejas. Armme de valor, i palpando cautelosamente con los pies desnudos el piso a lo largo de las muralias, sent que estaban los arranques de las vigas, i de viga en viga, i caminando de costado con ambos brazos tendidos a lo largo de las murallas para sostenerme, llegu a la puerta que estaba abierta, como debia haberla dejado naturalmente Quiroga; pero cuando iba a tornar el portante, un esbirro me pone al rostro un farol de los que habia visto en la Nona Sangrienta, i me pregunta de zopeton i autoritativamente : quin es usted? Pues, eh? es lo mismo, me decia para m, que me estoi preguntando tambien yo, quien soi? Yo debo ser alguno de los actores de la Nona Sangrienta, que era lo ultimo de que me acordaba, a quien el esbirro del farol le pregunta : quin es usted? pero no me acuerdo cmo se llamaba el actor, i por eso. Quien es seor? me repiti el esbirro o fantasma, ponindome blandamente la mano sobre el hombro. Bueno, reconozcmonos!..... Todo esto pasa en un segundo. En el proscenio el arco de una gran bveda daba frenta hcia la platea como telon de fondo, i en el segundo plano pasaba la escena. Aqu estaba al reves el arco detras del esbirro, i mas atras un paisaje con una pila i una lnea de palacios, estrellas en la parte de cielo que se alcanzaba a ver. Ocurrame, pues, que el caso mio suceda detras de bastidores; pero me sentia ya otro hombre, i en lugar de contestar a la reiterada pregunta quin es usted? yo le hice a mi vez una mui solapada al chino: dgame, amigo, ha temblado? Tamblao? No, seor. Um! entnces es pesadilla, decididamente he salido huyendo dormido a causa de esta maldita Nona Sangrienta! Dle las gracias al sereno de la galera que me habia salvado de caerme corriendo dormido, entr al cuarto, despert a Quiroga que roncaba como un serafn, nos reimos a desternillarnos de tan pavorosa aventura. Poco despues fund en Santiago el Progreso, primer diario de aquella capital, que con el brillo de su prensa alumbra los escritos de sus literatos i la escurana de sus pensadores. Pero tiempos como aquellos i polmica i escritos como los de entnces! Con pueblos enteros por espectadores apasionados, justicieros cuando les granean a tirones la justicia, pero justicia al fin ; como sucedi con
el antes detestado San Martin en Chile, que fu restablecido a la cabeza de la lista militar, i conmemorada su imjen en la estatua ecuestre de bronce que decora la caada de Santiago, una de las mas bellas alamedas de Amrica. La seal de esta rehabilitacin dila un desconocido teniente de Artillera, que h poco so supo ser su servidor 1.
1. Aunque este artculo correspondera a otro tomo de las obras del seor Sarmiento, le damos aqu cabida por la materia de que trata, completando las dos polmicas literarias a que especialmente se refiere.
A nadie le ocurriria por cierto, si lo atajasen de improviso para preguntarle cules son los postreros dias, decir que son los que preceden a la cuaresma. Los postreros dias parece que fueran el fin del ao o de alguna temporada aciaga, segun el placer que excita involuntariamente su aproximacin, en todas las clases del pueblo. Los postreros dias ocupan hoi el vaco que en nuestras costumbres ha dejado el Carnaval, a que tan apegados eran los cristianos de antao, no obstante su orjen jentlico i las prohibiciones de los papas, vaco que en otros paises han llenado los bailes de mscaras, que enVenecia, su patria natal, ocupan un tercio del ao, i en Roma los disfraces del mismo jnero que concluyen con las brillantes corridas de los moccoletti, o luces encendidas, que ajita el pueblo al retirarse. I qu bienes ha producido esta estril supresin de un goce que tan picantes i duraderos recuerdos dejaba en todos los corazones para saborearlos en el resto del ao? Quin ha olvidado aquella alegra infantil con que hombres i mujeres, haciendo a un lado la mscara que las conveniencias sociales nos fuerzan a llevar en todo el largo trascurso de un ao mortal, se abandonaban a las inocentes libertades del Carnaval? Quin es aquel que no ha saboreado en aquellos tiempos felices, el esquisito placer de vengarse de una vieja taimada que nos estorbaba en los dias ordinarios, el acceso al oido de sus hijas, bautizndola de pies a cabeza con un enorme cntaro de agua, i vindola hacer horribles jestos, i abrir la desmantelada i oscura boca, mientras los torrentes del no siempre cristalino lquido descendan por su cara i se insinuaban por entre sus vestidos? Quien no se ha complacido contemplando extasiado las queridas formas que hasta entnces se sustraen tenaces al examen, vindolas dibujarse en despecho del empapado ropaje, en relieves i sinuosidades encantadoras? Quin que tenga necesidad de decir dos palabras a su amada, no cha mnos aquella obstinada persecucin con qu separndola del grupo de las que hacian la acutica defensa del Carnaval, la seguia por corredores, pasadizos i dormitorios, hasta cerrarle toda salida, i verla al fin escurriendo agua, i con las splicas mas fervientes, pedir merced al mismo con quien antes no la habia usado ella, i dejarse arrancar acaso un pequeo favor como precio de la capitulacin acordada? Quin es aquel, en fin, a quien no le palpita aun el corazon de gozo i no sienta debilitrsele las piernas al solo recuerdo de aquellas terribles luchas en que sitiadores i sitiadas bregaban apiados, i forcejando en opuestos
sentidos, hasta caer en fin como un nudo de ranas i en un inmundo pozo en que el barro i el agua ocultaban los atractivos de la belleza, en medio de los alaridos de las nias i las risotadas de los jvenes? Oh, felices tiempos de nuestros padres! Tiempos de inocencia i festiva folganza, en que si no era permitido dar el brazo a las seoritas, ni dirijirlas desembozadamente tiernos cumplidos, habia tres dias del ao en que todo el mustio aparato de la terca etiqueta i gravedad espaola, cedian a impulsos de los torrentes de agua que en todas direcciones se cruzaban, i que servian a ablandar los corazones de la esquivas i desdeosas beldades, a quienes era permitido tocar i palpar sin ceremonia, sin omitir tirones, violencias, i el uso irresistible i victorioso de la fuerza varonil. Dias de verdadera igualdad i fraternidad universal, en que no habia para ninguno puerta cerrada, ni necesidad de mas ttulos, introductor ni pasaporte para presentarse en una casa, que la oculta provisin de agua lijeramente saturada de colonia o labanda, i en los que le daban la bien venida con un duraznazo o un jarro de agua! Bien prosaicos i positivos son los dias que a nosotros nos han cabido. En la lastimosa dejeneracion de nuestras costumbres, el Carnaval ha perdido toda su natural jovialidad i franqueza; permitido i aun mui decente se considera enfadarse i prodigar denuestos a las hijas de Eva, que en la calle nos rocian con algunas gotas olorosas, i solo en las provincias se ve todava tal cual reminiscencia de las pasadas glorias de Carnestolendas. Fuerza es abandonar la capital i engolfarse en la Babel de Peaflor, para tomarse sin impropiedad alguna tmida i recatada libertad con el sexo. En fin, all se vive sin tantos miramientos; respira uno un aire mas puro, i todas las distancias sociales se acercan un poco i se confunden . Reina permanente zambra, i los lejanos i elicos sonidos de la guitarra, siempre vivificados con el nacional tamboreo, difunden un ambiente de dicha indefinible, i una secreta excitacin de placer, que excitan involuntaria sonrisa en los labios, i blandura i condescendencia en el corazon. Si vais a Peallor, no omitais nunca un corts saludo a cada grupo de lindas o feas criaturas que encontris a vuestro paso. Seria grosera imperdonable no saludar all a quienes, si bien no se conocan antes, son vestras compaeras de viaje, mansin, i distracciones. Cuando os encuentren en las calles de Santiago, no os saludarn, no importa; pero habris gozado en Peallor de su vista, de sus risas alegres, de acompaarlas a la siempre embrollada contradanza, i de oir la grata meloda de sus canciones, que estarn resonando continuamente en vuestro oido, i que aprenderis al fin a entonar para diversificar la montona marcha del caballo, cuando os regresis a la ciudad harto de placeres o de fastidio, segun lo prefiris. Los postreros dias son el fn de las recreaciones de la turba estudiantina, i la vspera de volver al encierro de los molestos i saudos claustros en que, mal de su grado, ha de romperse los cascos en el empeo de encerrar en ellos lecciones intiles para el momento presente, i de dudoso e incierto provecho par el porvenir. Son, en fin, las recreaciones el perodo consagrado al descanso de los abogados, reposo de los empergaminados mamotretos de los expositores, suspension de las hostilidades abiertas contra el bolsillo de los litigantes en el trascurso del ao, tregua de las importunas solicitudes i empeos a los majistrados, que dejan por entnces de hacer justicia, i recargar sus melindrosas conciencias.
Pero todo esto no es el Carnaval, ni nada ser parte a consolarnos de su llorada decadencia. Los innovadores, que dieron en hallar la inocente chacota mas natural que lo que el buen tono permitia, nos quisieron importar el juego de mscaras, como mas propio de la sociedad culta, que en verdad no es otra cosa que un juego de mscaras i disfraces, en que cada uno se reviste de las formas que mas convienen con el teatro i la escena en que figura. Pero se olvidaron que la careta es sufocante i insufrible en medio de los rigores del esto, en que, en oposicion a las comarcas europeas, viene a caer el Carnaval, i que no siendo el uso de los disfraces i las mscaras recproco i comun a los dos sexos, se convierte en una miserable payasera de parte de los hombres, que se ofrecen por un momento como objeto de curiosidad i de investigacin i las mujeres, que se fatigan al fin de ropones i domins que nada de misterioso ocultan. Buenos-Aires ha sido mas feliz que nosotros en este punto, pues libre de innovaciones i de novedades, gracias al buen sentido de la restauracin, i persuadida por conducto de su ilustre restaurador, que es el conducto legal i natural por donde se manifiesta la persuacion i la voluntad del pueblo, que el Carnaval es una necesidad imperiosa, una santa i cristiana costumbre, un goce sabroso de que no debe desfraudarse a la sociedad, le ha dado fuerza de lei, i se le han impuesto reglamentos i condiciones que lo hacen la cosa mas cmoda i agradable al mismo tiempo. A las nueve de la maana suena un caonazo en el fuerte, que prolongan los ecos como si se abrieran las puertas del infierno; mil gritos de alegra resuenan por todas partes, i el pueblo en masa se arroja tumultuariamente a las calles, ostentando la agradable i variada mezcla de negros, mujeres, nios, cargadores i jvenes, de todas clases i conditiones, que se aprestan gozosos a los porfiados i reidos combates que les aguardan. Las canastas de huevos, de aguas olorosas o hediondas, segun las pida el marchante, proveen a todos de certeros misiles, i las jeringas i bolsas hacen el papel de caones i metralla. Desgraciado el paquete, el majistrado, el tirano mismo, si intentasen cruzar las calles con fraques a la parisiense, o con vestidos de gala. El pueblo soberano, el pueblo degollador, no gusta de estas modas i esos fraques que se quieren elevar sobre el pueblo de chaqueta, i el pueblo compadrito. El sentimiento de la igualdad ultrajado se sublevara a la vista de estos trajes europeos, i haria llover sobre ellos para humillarlos i hacerlos descender a la igual condicin del pueblo, millones de huevos que se estrellaran en los hocicos, en los ojos, en la frente, en el pecho, en todas partes en fin, haciendo destilar de la aturdida persona anchos chorros de agua, de fango, de clara de buevo i de inmundicia. I cuidado con enojarse, ni manifestar ljmas lijera seal de disgusto, porque entnces seria declarado cannicamente unitario, asqueroso, inmundo, i nadie responderia de que volveria a ponerse otra vez el provocativo fraque, ni los ajustados calzones. Principiada la jeneral batahola, cada casa se convierte en una fortaleza, cada calle en un cerco formidable de sitiadores. De las azoteas llueven, como de otras tantas almenas, furibundas granizadas de huevos i cubos de agua que baan una circunferencia de cuatro varas de la calle; i no faltan osados que apliquen escalas a las murallas para alcanzar en las ventanas i sobre las planas techumbres a las atrincheradas bellezas. Si un ingls acierta a pasar en estos momentos de lucha, no puede desechar el recuerdo de otro carnaval cu que, en el ao de 1806, hizo llover mas chaya sobre sus cultas personas, que la que era de esperarse de un pueblo que, segun nos lo asegura Walter Scott,
en su historia de Napolen Bonaparte, usa por todo amueblamiento en sus rasas, cabezas de vaca i cueros colgados en lugar de puertas. Los jvenes aguzan su injenio en inventar aparatos i mquinas para diluviar los hmedos proyectiles sobre los ya empapados pasantes. De repente un espantoso estruendo viene a estallar sobre sus cabezas, como una granada que revienta; el asustado transeunte mira despavorido hacia arriba i descubre entnces, en una bolsa que van izando i en la que aun suenan con el movimiento los tarros, piedras i morralla que contiene, la causa ocasional de su alarma. Si hai algo tirado en el suelo, gurdese de levantarlo, es una red para estimularlo a agacharse i descargarle un gatazo en la encorvada espalda. Vse a veces en una esquina un enorme cartelon impreso, en que la tipografa ostenta sus mas raros i abultados caracteres, i en el que se anuncian maravillas en estilo bufo i altisonante; los transentes se agrupan a imponerse de su contenido, hasta que un gordo chorro de agua disparado de una ventana fronteriza viene a aleccionarlos i hacerlos mnos curiosos. Un tambor os acompaa, a veces por todos los estremos de la ciudad, i donde quiera que vayis, oiris a vuestro lado el eterno redoble de la diana que no cesar por mas que corris i os enojis, mientras no busquis en vuestra faltriquera razones que lleguen al corazon de un tambor. La bulla es infernal, la alegra esta pintada en todos los semblantes, i la muchedumbre se esplaya, vindose entnces libre, igual, rotas todas las vallas, allanadas las pretensas jerarquas, i vengndose a sus anchas del trabajo diario, i los respetos i miramientos que los patrones i la necesidad le imponen. Pueblo belicoso, poeta, alegra i bullanguero, se abandona con entusiasmo a esta incruenta guerra civil, a este simulacro de las luchas en que ha vivido siempre. Pero el can del fuerte suena i todos interrumpen su ataque o su defensa; el huevo que est en la mano a punto de ser lanzado vuelve al pauelo de donde sali; las tinas de agua se vacian para meterlas al interior; las azoteas se despueblan, i el pueblo entra en sus domicilios, sin atreverse a importunar a nadie, sin dar voces ni tirar misiles. Las petimetras que habian aprovechado la tarde para hacer su elegante, aunque sencilla toilette, no bien oyen el caonazo, que se presentan en revista en las humedecidas puertas, e infeliz de aquel que osase echar una lijera gota de agua en el blanco vestido de una nia, o en la lustrosa bota del pisaverde; no habria mas que probar que habia sido un segundo despues del caonazo de la tarde, para que la polica le echase el guante i le escarmentase severamente. Qu tenemos nosotros de comparable con todas estas lindezas, con esta alegra jeneral, con esa chacota i con aquella inocente licencia? Cuando tengamos que rehabilitar lo pasado, como cosa mas esperimentada que todas las modernas innovaciones i moneras, el carnaval debe serlo primero que se restablezca en su antiguo esplendor, en seguida los penitentes, catimbados i diabliquejos de las procesiones antiguas, i despues otras muchas cosas que recomendaremos oportunamente. EL TEATRO DURANTE EL AO 1841 (Mercurio del 11 de febrero de 1842). Las recreaciones han llegado ya a su trmino. A toda hora se ven en Santiago llegar a lento paso de todas direcciones, carretas, tras cuyas cortinas
vienen apiadas numerosas familias que de los baos de Colina, de las quintas de Renca, del Salto del Agua, de Peaflor, se restituyen a sus hogares, a anudar el interrumpido hilo de sus ocupaciones sedentarias. Una guitarra que pulsa alguna de las pasajeras o yace reclinada en un estremo, da muestras sobradas de las ocupaciones que las han retenido por ocho dias fuera del recinto de Santiago; sus piernas muellemente arrojadas en el estrecho mbito del pesado vehculo, no sabrian dar cuenta de las semacuecas i contradanzas que han ejecutado, i las soolientas i enronquecidas voces se recienten aun de las canciones amorosas que han repetido mil veces i de las no acostumbradas vijilias que han recargado el pecho. Los magistrados vuelven de sus quintas, o de las villas i ciudades inmediatas, a tomar los bancos de justicia, o continuar la montona lectura de los autos; i los jvenes estudiantes, a quienes llaman los catedrticos para la apertura de los nuevos cursos, se manifiestan tardos i sordos a su llamado. Para los jvenes hai todava un dia que consagrar al placer, i el memento homo con que la Iglesia, cual madre prudente i cariosa, echa en cara a sus hijos el pasado abandono i la rienda suelta dada a los placeres mundanos, no reza con ellos, que no son hombres, sino jvenes estudiantes que se preparan para serlo, pero a quienes aun no obliga el ayuno, ni cometen pecado en abandonarse a sus instintos juveniles. Todo, pues, vuelve al reposo ordinario, al quietismo habitual. La cuaresma abre su perodo de penitencia i de arrepentimiento, i el cristiano catlico (porque hai algunos desafortunados que no se honran con este ltimo epteto), se prepara a seguir un curso de vida mas conforme con la moral evanjlica, seguro de que si no lo logra, otra cuaresma vendr en que har el mismo propsito, para no llenarlo como siempre, pero con el consuelo de tener en ello la mas santa intencin, i de echar al espritu maligno que lo tienta, la culpa de sus numerosas i flagrantes recaidas. El teatro, al contrario, ha cerrado su vida boca, i durante cuarenta dias, por lo mnos, las pesetas del pblico buscarn otro derrumbadero para descaminarse. Ojal que lo hallen tan placentero i tan fecundo en emociones de todo jnero! Ya que no podemos ocuparnos de lo que har en lo sucesivo, echemos una ojeada sobre lo que ha hecho en el ao escnico que acaba de espirar. No hacen diez aos que con un local medianamente magnfico, con una compaa selecta, en que Cceres o Villalva, Morante o la Samaniego, atraan sucesivamente la atencin de los espectadores, los palcos estaban desiertos, i entre la densa humareda de los cigarros, podrian fcilmente enumerarse los contados asistentes de la platea. Habia un hermoso teatro para un pueblo que no sabia o no quera apreciarlo. Las sucesivas compaas dramticas batan luego la retirada, i los empresarios buscaban en las ocupaciones mercantiles el medio de reparar sus quebrantos. Qu espectculo tan diverso ofrece el teatro de 1841! Una no interrumpida serie de funciones, no ha cansado el gusto del pblico, que cada vez se ha mostrado mas ardiente, mas vivamente interesado. La platea, como los palcos, la galera i aun las callejuelas, han estado continuamente ocupadas por espectadores que las conservan por temporadas. Gran nmero de familias lamentan el reducido nmero de palcos; i en las grandes funciones se oye de cuando en cuando, el crujir de una luneta, que se deja arrancar un brazo, a fin de hacer lugar a un supernumerario, que con esta industrialogra hacer de dos tres asientos, i colocarse sin ceremonia. Si el local no ha podido recibir sino estas furtivas mejoras, el proscenio se ha enriquecido con decoraciones vistosas y
una columnata soberbia, al mnos por lo hueca de ella, que as es la soberbia. La naturaleza ha sido consultada en muchos de los adornos i aparatos escnicos, i cuandono se ha tenido la fortuna de encontrar en casa aquella dama, se ha consultado al sentido comun, o no se ha consultado a nadie ultimamente. Todos los teatros europeos han sido puestos en requisicin para dar pbulo a la sed del pblico por el espectculo teatral; i Vctor Hugo i Larra, Dumas i Breton de los Herreros, Ducange i Vega, de quien el cartel no se ha descuidado nunca de hacernos saber que es arjentino, han presentado humildemente sus producciones a la crtica i los aplausos de nuestro buen pblico. Los romnticos mas descabellados se han hombreado en la escena con los mas severos crticos, i a tal punto de embrollo ha subido la mezcolanza de piezas de diversas naciones, gustos, edades i escuelas, que no obstante lo mucho que de un ao a ac se ha hablado de romanticismo i clasicismo, nadie ha entendido, si de antemano no lo sabia, lo que importan estas dod palabras rivales. Para las nias, una rosa acomodada en el seno con cierta coquetera i misterio, unos tirabuzones largos y flotantes en su sexo, i en el opuesto bando una corbata audada con hbil descuido, posturas naturalmente neglijentes i lenguaje culto sin parecerlo, es lo mas romntico que jamas han visto. Para los viejos es romntico todo lo absurdo i todo lo exajerado, las doctrinas nueva, la moda y los principios liberales; los jovenes llaman clsicas a las feas; a las medianamente viejas; i a la cuaresma, cierta clase de casadas, etc. El personal de la compaa dramtica ha hecho adquisiciones envidiables. La seorita Miranda ha dado ratos gustosos al pblico, que la acoji con entusiasmo gozado tanta satisfaccion, porque aunque la hemos visto reirse a veces, es fama que tras los bastidores es otro mundo de penas i contrariedades que nada tiene de comun con las tablas. El seor Jimenez, que no llen al principio la especcion pblica, ha tenido el arte de hacerse progresivamente el favorito mimado de los jvenes de tono, de las damas i del pblico en jeneral. Su representacion gusta en stremo, i el armonioso i sonoro metal de voz que posee, penetra hasta el corazon del auditorio, lo remueve i le arranca simpatas, que sin tan poderoso instrumento permaneceran dormidas. Su ltima reaparicin en el teatro, ha debido proporcionarle momentos de felicidad verdadera por la estrepitosa bienvenida con que le salud el pblico. El seor Casacuberta se presenta el ltimo en la liza, i en el carcter de Marino Faliera impone silencio al pblico que se siente desarmar a la sola intimacin del talento. Muchos hai aun que no alcanzan a comprenderlo, no obstante sus papeles, en el Otelo, la Jaira, el Espa sin saberlo, en que la naturaleza podria copiarlo; la Teresa i los Seis grados del crimen, en que la mmica toca los ltimos lmites posibles, i en la que el talento del protagonista da vida a una pieza que seria una vulgaridad despreciable sin la admirable ejecucion del actor. I qu diremos de aquella especie de encarnizamiento con que el pblico ha perseguido sin descanso a los actores que han caido de su desgracia, i de aquellos furibundos ataques dirijidos a los empresarios, que mas parecan ministros de una administracion odiada i retrgada, que simples especuladores que buscaban su provecho dando entretenimiento al pblico? Qu de aquellos partidos, pro i contra la Miranda, que tanto articulote han publicado en el Mercurio, i tantos que por inadvertencia del Editor fueron a estraviarse en mala parte? Despues de las elecciones no ha habido polmica que mas
atrajese le atencin del pblico, i aun hubo el proyecto de establecer un peridico exprofeso para ocuparse solamente de la crtica del teatro. Si todo esto no bastase a manifestar cuanto desarrollo ha tomado en estos ltimos tiempos el gusto por el teatro, bastara oir los aplausos que arrancan al pblico una buena escena o unas palabras acentuadas con el debido nfasis; bastara oir los silbos que rechiflan a un mal actor i las bataholas que se suscitan en los bancos de la platea, en los palcos i cazuela, para ayudar a la maquinaria a cambiar las decoraciones; bastara solo asistir una noche al teatro para formarse una idea cabal de los progresos de las costumbres en este ramo. Muchos jvenes han enriquecido traducciones de piezas que hoi se hallan en boga en Europa; i alguno ha ensayado su musa en la confabulacin de una trajedia orijinal. La crtica ha tomado una audacia i sin ceremonia alarmante, i apenas hai jven que sepa medianamente amarrarse la corbata i hacer un paso de cuadrilla, que no sepa distinguir las bellezas de una pieza cualquiera, echar a rodar a Dumas, descuartizar a Vctor Hugo, i sentir la enorme diferencia entre Cceres i Casacubierta, i la infinita superioridad de la seorita Miranda a todo lo conocido y por conocer en su sexo i profesin. Fin tan feliz ha tenido el vencido ao cmico, que es de prometerse que el siguiente le exceda en esplendor; i que sucesivamente enriquecido de actores, piezas i decoraciones, los empresarios se ocupen de mejorar la orquesta, que no ha merecido entre tantas reformas, ningn jnero de atencion. Sabemos que la compaa dramtica, o sus miembros, se marchan a Valparaiso, a distraer a sus habitantes de las mortificaciones de la cuaresma, que con sus mercedes no reza, puesto que por concesicion especial promiscuan carne i pescado en una misma comida. Deseamos sinceramente, que sea tan bien recibida como merce, i que el Mercurio nos d cuenta de las piezas que se representen. BAILE DE MSCARAS (Mercurio de 14 de febrero de 1842). La brillante juventud de Valparaiso ha manifestado espontneamente que los recuerdos gloriosos de los grandes hechos de la revolucion, no han perdido nada de su vivacidad en el trascurso de algunos aos. El 12 de febrero, de tan grata memoria en los fastos de Chile, vive aun en el corazon de los patriotas, i la ardiente sangre de la juventud bulle de regocijo, cuando el acompasado marchar del tiempo toca con su guadaa un dia igual a aquel que en su crculo eterno escoji la Providencia para romper las ligaduras que nos aherrojaron al yugo de hierro de una nacin europea, i hacernos tomar el rango de hombres libres a que la naturaleza, nuestro propio derecho i las leyes inmutables de la justicia nos hacian acreedores. El 12 de febrero es para Chile el primer cuadro del imponente drama que, desenvolvindose en Cancha Rayada i Maipo, tuvo por glorioso desenlace a Junin i Ayacucho; la emancipacin de Chile, su objeto ostensible; i la libertad de Amrica, su desenlace final. La brillante reunion de que hemos sido testigos el 12, hace el mas alto elojio de nuestra juventud, que ha rivalizado en buen gusto, finura de modales, i entusiasmo por las glorias de su patria, como la mas distinguida de cualquiera pais civilizado. Un crecido nmero de jvenes han acumulado a porfa abundantes medios para dar al baile del doce todo el brillo que corresponda a la noble conmemoracin que lo motivaba. El gusto de las decoraciones, como
el rden econmico del baile, honran altamente a los directores o encargados del servicio, que se han gozado en las molestias que sus atenciones les imponan, a trueque de dejar satisfecha la concurrencia. El pabelln nacional formaba el mas espresivo emblema de Valparaiso, que es la tierra hospitalaria que, en las afortunadas playas que baa el Pacfico, ofrece morada segura i hospitalidad abierta i franca a los hombres de todas las naciones. Intil seria detenernos en encomiar el brillo de esta reunion, las gracias de nuestro bello sexo, i los sencillos i elegantes atavos que deban nuevo realce a su belleza. Cada uno de nuestros jvenes recuerda con entusiasmo donde habia una cintura que habian ceido las gracias; donde brillaban unos ojos, espresion viva de un alma apasionada i tierna ; i donde palpitaba un seno en que la voluptuosidad se envolva bajo el importuno velo del pudor. Los jvenes de Santiago que han participado de los embelesos de aquellas horas que con tanta rapidez pasaban, no han sabido qu admirar mas, si el buen humor i gracia de los jvenes de ambos sexos, o el buen tono, sin afectacin; la moderacin, sin inspida seriedad; o el gusto, sin prolijidad estudiada, que ha hecho su mas bello adorno. Los estranjeros que han asistido a ella, no se han manifestado mnos satisfechos de los rpidos progresos que la civilizacin i las buenas costumbres hacen diariamente entre nosotros. I ya que con tanta satisfaccion nos hemos ocupado de esta brillante reunion, no queremos perder la ocasin de echar una mirada retrospectiva sobre las dos reuniones de mscaras que han precedido a la que nos ocupa. Nada serviria mejor a revelar el progreso diario que hacen entre nosotros los gustos i costumbres europeas, que el contacto con la multitud de estranjeros residentes introduce o mas bien injerta en las nuestras, que el ardoroso fervor con que nuestra juventud se ha librado a este jnero de diversion tan en boga en todos los paises cultos. Las reuniones de mscaras daban en siglos pasados tal atractivo al carnaval de Venecia, que no obstante las severidades i misterioso i sombro despotismo de aquella repblica aristocrtica i celosa, la juventud de Europa se agolpaba de todas partes a participar del indecible encanto de aquellas fiestas misteriosas. El gusto por las reuniones de mscaras se introdujo en todos los paises cultos, i hoi es uno de los pasatiempos mas picantes en los grandes salones de la aristocracia europea. Independientemente del aparato de los caprichosos disfraces, las caricaturas visiblemente ridiculas, i los diversos trajes que, por la imitacin de los usos en las maneras i el vestir de distintas pocas i lugares, hacen de las mscaras una finjida i sorprendente reunion de personajes de todas las naciones que pueblan la tierra, de las distintas edades de la historia, i de las diversas condiciones i profesiones de la sociedad, hai otro placer mas vivo, i este es el nico que puede por largo tiempo mantener la ilusin de este gustoso entretenimiento, a saber : el sentimiento de aislamiento, de desconfianza i de curiosidad que excita en el alma esa reunion de figuras estrafalarias, i que por el esmero del disfraz nos son enteramente desconocidas, aquel temor de declararse a un estrao, o de ser el juguete de las arteras con que una persona conocida se nos oculta, o bien el deseo cada vez mas vivo de descubrir a los que nos rodean, cuidando siempre de mantener para todos nuestro propio incgnito. Los numerosos i frecuentes chascos que este disfraz jeneral proporciona a cada momento, la especie de angustia que causa el no poder reconocer a los otros, i las tretas, rodeos i maas que requiere el no dejarse descubrir, constituyen el verdadero encanto
de estas lucidas reuniones. Donde el disfraz no es jeneral, donde un sexo solamente se presenta como un enigma que sin reciprocidad se ofrece a la curiosa sagacidad del otro, los bailes de mscaras no pueden conservar su ilusin ni su interes, sino mientras dura la fascinacin momentnea que causa la novedad de los trajes i el gracejo de un viejo o de un arlequn. Como lo decamos por broma ntes, es una pobre payasera sin encanto i sin duracin, y si nuestros jvenes repitiesen por una temporada sus ensayos, encontraran luego en la gradual disminucin del placer, hasta hacerse molesto e insufrible, las fatigas de la mscara i los disfraces, la comprobacin esperimental de la verdad que llevamos apuntada. Sera, pues, necesario que jvenes i seoritas tomasen la careta, i que el bello sexo hiciese ostentacin de sus trajes de vestales, de jitanas, de pastoras de los Alpes, de dueas de la edad media, de reinas, de sultanas, de odaliscas, i de mil otras figuras en que el cambio de sexo no es uno de los mnos picantes disfraces, atendidas las conveniencias i miramientos que las escrupulosas reglas de la decencia exijen, animando con esto el esquisito interes que las mscaras inspiran. Sabemos mui bien que las madres, que creen que la virtud de sus hijas no estara a cubierto bajo un domin o un ropaje musulmn, se considerarn defraudadas de sus prerogativas i de sus derechos, si no pueden seguir paso a paso a sus hijas en el torbellino de un baile de mscaras; pero es a este punto interesante al que nosotros queremos llegar, i nunca omitiremos tocar cuestiones de moral, cuando ellas redundan en debilitar la fuerza de las preocupaciones que nos ha legado una educacin o ideas estraviadas, cuando no hubisemos de obtener otro resultado que inquietar a estas enemigas de todo progreso, las preocupaciones, i disputarles el terreno que tan inmerecidamente ocupan. Hai realmente alguna impropiedad en que las seoritas se confundan con los jvenes, ocultando a las miradas del pblico sus formas i fisonoma natural? I de seguro que si en los trajes que se adoptan no hai ofensa a la decencia i al pudor, no podr contestarse afirmativamente o esta pregunta. En qu trepidaran, pues, las seoritas para participar de los disfraces? En Valparaiso, mnos que en ninguna otra parte de la repblica, tendran que arrostrar con ningn signo de desaprobacin. Los estranjeros establecidos entre nosotros, al ver esta brillante reunion, no haran mas que recordarlas muchas en que ellos, sus esposas, sus hermanas e hijas, han tomado en Europa una parte tan activa en las mscaras. Los libros que diariamente leemos, nos hablan con frecuencia de este hecho tan vulgar, i el teatro nos lo representa a cada momento, i seria demasiada presuncin de parte de nuestro bello sexo i de nuestras madres de familia, querer declarar como indecoroso, lo que las costumbres de los pueblos civilizados han recibido i sancionado como honesto i decente. Mnos lugar queda para una accin descomedida e impropia en un baile de mscaras, en que detras de cada careta est apostado un observador de todos los movimientos, que en uno de los bailes ordinarios. Las seoritas estn encargadas de su propia conservacin, i mala ayuda le prestar siempre la vigilancia intil de sus madres. Las mscaras, como el baile, i como todos los entretenimientos en que ambos sexos deben mezclarse, tienen por base el respeto de las jvenes por la conveniencia, i el miramiento debido al bello sexo, como tambien la pureza i dignidad de ste, que necesita para conservar la estimacin de la sociedad, no derogar de los respetos que
ella tributa, mas que a su belleza i encantos, a su virtud i delicada comportacin. I digmoslo sin embozo, Valparaiso est llamado por su posicion elevada, i por su conducta con los hombres de todas las naciones i de todas las creencias, a ejercer en Chile una benfica influencia en el refinamiento de las costumbres, i en la adopcin de todas aquellas innovaciones, que mal que les pese a nuestros hombres de antao, estn irrevocablemente sancionadas por el criterio de la humanidad culta, i confirmadas por la moral bien entendida, reclamadas por la dignidad del bello sexo, i acreditadas por la esperiencia diaria. Cualquiera que se precie con alguna justicia de observador, puede hechar una ojeada comparativa, penetrar en el recinto domstico, i traslucir las ideas que dominan en los habitantes de este puerto, i persuadirse, por los resultados que obtenga, mas que por las formas esteriores de la sociedad, i el gusto i elegancia de los edificios, que en Valparaiso se obra lenta, pero irresistiblemente, una revolucin en las costumbres i en las ideas, que servir de estmulo i de modelo a toda la repblica a medida que sus resultados se jeneralicen. No teman, pues, nuestras jovencitas, ni nuestras matronas tomar los disfraces, que en lugar de las espinas que presienten, las mscaras les tienen preparadas mil dulzuras inocentes que saborearn por mucho tiempo. Nosotros celebraremos sus travesuras, i la gala, el chiste, la novedad, o las rarezas de sus trajes, i desde ahora les ofrecemos presentarnos aforrados de nuestra peridico cuando llegue, como debemos temerlo mui en breve, el dia que no sepamos qu hacernos de los nmeros que tiremos.
LOS AMORES DEL POETA DRAMA DE CARLOS BELLO (Mercurio de 1 de setiembre de 1842). El domingo 29 una inmensa concurrencia se dirijia ansiosa i animada al teatro de la capital, la plazuela de la Universidad estaba obstruida de rodados ; la distribucion de lunetas se hacia difcil por la demanda misma, i la inquietud del pblico hubiera querido dispensarse de las melodas de la orquesta a trueque de ver cuanto antes levantarse el telon. Habia una pieza nueva, i Los Amores del Poeta eran un primer paso que el injenio nacional daba en la difcil carrera del drama. Ibamos a gozar el placer, por desgracia harto raro en nuestros teatros, de dividir nuestro interes entre el autor i los actores, entre las ideas i el espectculo. Los Amores del Poeta se presentaban como el prlogo de la naciente existencia de una literatura nacional. Si la primera manifestacin era desgraciada, fuerza era abandonar por un tiempo la esperanza de gozar de nuevas creaciones de injenios chilenos. Una esperanza burlada, un mal xito en los principios desalienta a los que pudieran seguir los pasos del que tom la delantera. Por fortuna la representacion de Los Amores del Poeta ha dejado satisfecho al pblico, i su autor recibido por recompensa aplausos tan cordiales como merecidos. La prolongada exijencia de los espectadores por conocer al autor fu satisfecha, i la ovacin que el entusiasmo de sus conciudadanos ha acordado al estimable jven don Crlos Bello, es un estmulo para nuestra juventud i un lauro que adorna las sienes del jven literato. Le saludamos
nosotros cordialmente, i le envidiamos el goce supremo que le estaba deparado. No es nuestro nimo hacer la crtica de la interesante composicion. El arte entre nosotros es un nio que marcha con vacilante paso, i la crtica misma, esta direccin tan fcil en otras partes, es todava un poco emprica, i por tanto brusca e insegura. No se manosean las flores, ni van a contarse sus ptalos para ver si estn cabales. Se goza del perfume que exhalan i del bello colorido que las engalana. Los Amores del Poeta son una verdadera flor, que ha echado la tierna planta de la literatura nacional, acerqumonos a ella con el temor de ajarla i de malograr el fruto fecundo que encierra en su seno. Esto no quita al hablar de su mrito, abramos juicios que en nada la deslucen; pues que ni la perfeccin en el arte dramtico es nuestro lote, ni las obras de los mayores injenios contemporneos estn exentas de defectos. Ni haremos al jven Bello el disfavor de negarle la franca manifestacin de nuestro sentir, empendonos en hacer resaltar las bellezas de su trabajo, i al mismo tiempo apartando los ojos con estudiado disimulo, i como si temiramos ofenderle, de aquello que no excita nuestra aprobacin. Antes de hablar de los personajes, diremos algo del lugar de la escena, que se pasa en Francia i no en Chile, entre franceses i no americanos. Tributo que sin pensarlo pagaremos largo tiempo a la literatura de aquella nacin, de donde sacamos nuestro mas sustancial alimento, prueba mas que irrecusable de que el dia que se alce en nuestro horizonte el astro de la verdadera literatura nacional tardar mucho todava. Nuestra civilizacin es europea; pensamos i sentimos con cabezas i corazones europeos. El duelo frances, el Napolen i las guerras francesas, nombres i costumbres francesas, forman el lazo i los nudos que atan esas varias escenas de Los Amores del Poeta. Por qu consagrar lo mas florido de nuestros pensamientos para revestir con ellos a una nacin que desdeara nuestros aplausos mismos? Por qu trasladarse a un suelo estranjero a sentir i manifestar las mas dulces emociones que pueden ajitar un corazon noble? Por qu, en fin, desdear esta tierra que tambien tiene flores que cojer, si bien un tanto agrestes, pero que elejidas con discernimiento, pueden servir para entretejer mui bellas i vistosas guirnaldas? La lucha de la independencia ha dejado muchos de esos soldados, como Fiercour, que no conocen otra galantera que tocerse los bigotes, ni mas medios de ganar un corazon que amenazar con el filo del sable a los que quieran disputarlo. Fiercour es en eso mas americano que frances, aunque sea de los tiempos del imperio. Ni mujeres oprimidas nos faltan, ni el poeta se haria desear, si tomamos en el poeta, como el autor lo ha tomado, al jven de talento que tiene un corazon apasionado que consagrar a la libertad i a la belleza. Pero en lugar de hacer lo que nosotros hubiramos querido que hiciese, hizo el jven Bello lo que l deseaba hacer, i sin duda que no nos sentimos inclinados a disputarle el derecho de elejir. Quisiramos no obstante, que si, como lo desean todos i lo esperamos nosotros, nos arroja otra vez otro puado de flores, las coja en el suelo de Amrica i no pase los mares, que hartas i no siempre lozanas nos viene de aquellas tierras remotas. La composicion, o el esqueleto del drama, es sencillo; americano tambien en sto; nuestra vida presenta pocas veces la complicacin de sucesos, ni la sutileza de las intrigas que forman la vida de las sociedades viejas. Por esto la espocision ha parecido larga, i aun pesada, pues que tenia necesariamente que echar un cimiento, tan indispensable en un edificio pequeo como en uno
grande; pero una vez concluido, el edificio se eleva rpidamente, i siendo cortos los materiales acumulados, i poco numerosa la familia, es preciso techarlo luego, arribando como de carrera a un desenlace que no puede demorarse. Nada de esto hubiera sucedido, si su escena la hubiese puesto por estas inmediaciones como se lo decamos nosotros, si su matn lo hubiese tomado de nuestro ejrcito, i si su intriga la hubiese sacado del fondo de nuestra sociedad. Pero, no seor, se le antoj irse con su bella imajinacion a andarse calavereando por Francia, i con el caudal que aqu entre los suyos habria sido rico, se fu all a parecer pobre i poco avezado en los manejos, usos e intrigas de aquellos pueblos decrpitos i de gustos estragados. Nadie se lo pudo quitar de la cabeza, i se fu no mas, como el pichn de Lafontaine a correr, dizque, tierras, dejando a su consorte, que lo arrullaba cariosamente. Djenlo al ingrato con su tema. El carcter de Firrcour es, si bien escepcional, mui natural sin embargo; la intermisin de Dorman necesaria; i la mujer, es la mujer nuestra, como la francesa, colocada cualquiera de ambas en la posicion de Matilde. Es tan natural en la mujer dejarse amedrentar i tiranizar por la porfa de un hombre audaz i obstinado! Hai tanto desamparo para una viuda jven aun en el interior de su propia casa! I luego un convento, presenta tantas apariencias de seguridad contra las persecuciones de un amante que se ha erijido en tirano i en verdugo! Pero no, que aun no est segura all; entnces la tumba; si, la tumba es fra; pero tranquila i segura; bello concepto sujerido por la desesperacin i el desaliento; triste consuelo del que ha abandonado a su pesar toda esperanza de felicidad. Pero se nos queda el hroe, Gressey, con su amor tan reconcentrado, con esa enfermedad que destruye el cuerpo, como el fuego lento de una hoguera que, por no poder exhalarse esteriormentc, est calcinando las paredes que la encierran. Gressey, que, como un americano, no sabe manejar el florete ni la pistola; pero sabe arrostar con frente serena la muerte, sin desesperar de darla tambien a su enemigo; Gressey, tan apasionado i tan respetuoso, i cuyas quejas, no obstante la vehemencia del sentimiento que las inspira, no van hasta querer suscitar el remordimiento, ni la vergenza en el corazon de la persona amada; Gressey, en fin, a quien solo aguardan dias sin aurora ni luz, noche sin sueo, tormentos sin tregua, una existencia toda sin amor es la joya mas bella que el jven dramatista ha engastado en su diadema. Completaremos estas observaciones de detalle, por donde otros acaso habrn empezado, dejando a cada personaje en el lugar en que el dueo los ha colocado. Gressey es un jven poeta enamorado de Matilde de Edmonville, jven viuda a quien corteja un espantable gayan de soldadon, que la custodia i oprime; el cual instruido de la preferencia que Matilde d a Gressey, consiente en dejarle vivir, a condicin de que aquella le despida por medio de una carta, que l mismo le dicta. Gressey, viendo en el repentino desvo de su amada la obra de Fiercour, jura vengarse i lo provoca a un desafo; pero un desafo en que nada vale ser mui diestro en las armas, pues que es a muerte, dos pasos de distancia i una sola bala para ser disparada. Gressey quiere aprovechar los cortos momentos de que aun puede disponer para ver por la ltima vez a la amada ingrata que lo ha despedido de su casa, i recibe la declaracin de un amor que solo es inferior al suyo. La hora convenida para el duelo suena, i el honor i la venganza lo arrastran a morir amado o a matar, para gozar de la que ha saboreado anticipadamente. Un tiro de pistola anuncia la catstrofe, i a la
desesperacin de la hermosa i desconsolada viuda, se suceden los transportes de la dicha de poder amarse sin zozobra, libres de la odiada prescinda de un competidor i un amante temible. H aqu toda la trama, limitada i desnuda de accin, si se quiere, pero rica en bellezas de detalle, en sentimientos elevados i en afectos profundos i hondamante sentidos. No; en eso de sentir i sentir con verdad i elevacin, el jven Bello ha descubierto un riqusimo tesoro, que bien esplotado, pudiera hacer la fortuna de muchos codiciosos. Hai secretos del corazon que ha sorprendido nuestro artista, que la filosofa no habria desdeado como sus mas bellas concepciones. La mujer que teme no encontrar a su amante en el cielo, es la mujer cristiana que quisiera la felicidad en la otra vida, de la nica manera que sabe concebirla i gozarla en esta, es decir, amando i proponindose amar eternamente. La descripcin de Granada est llena de sentimiento i poesa; las ideas de Gressey sobre el duelo, la muerte, Napolen, la guerra, son las que abriga todo corazon jeneroso. Porqu ciertos aristarcos en el teatro, estorbaron que se aplaudiesen aquellas amargas palabras, sobre la carrera i el uniforme militar? Habrse visto picarda! No quereis que palpite de gozo el corazon al entregarse al dulce ensueo de ver un dia desaparecer la guerra del haz de la tierra, i que se mire con horror a los que hacian profesin de matar hombres! No quereis? Pues bien, yo quiero aplaudir mas alto que lo que puede alcanzar la voz humana, la filantrpica, caritativa i humana prevension de Gressey contra la guerra i las casacas, a no ser que luchen por la libertad; para lo que no se necesitan soldados, sino pueblos llenos de su santo espritu. El lenguaje de Los Amores del Poeta tiene toda la naturalidad i desalio artstico que conviene al drama, i toda la armona, al misino tiempo, de una prosa poeliea. Las palabras i los acentos hieren los oidos como el susurro de una lijera cascada, los cantos de las aves i el sonido de las hojas que ajita la blanda brisa de la tarde. A fuerza de bellezas de estilo, de imjenes, que como espejos ustoros reconcentran en un punto luminoso todos los rayos de una idea; a fuerza de seducciones, i de fascinarnos con pensamientos bellsimos e ideas que nos sorprenden o nos halagan, el jven Bello ha conseguido tenernos sentados en nuestros asientos, los ojos fijos, deprimido el aliento, i la boca entreabierta, sin echar de ver que sus personajes se movan poco, que las primeras escenas se andaban con pereza, no obstante que la aparicin del coronel daba ya al primer acto cierta tintura dramtica que hasta entnces no habia tenido. Lo qu pueden las agradables mentiras! En fin, aadiremos por conclusin, que Los Amores del Poeta ledos al rededor de la confortable chimenea, sorbiendo de vez en cuando un trago de t, i teniendo por auditorio a jvenes intelijentes i seoritas que se pican de sensibles, proporciona el rato mas delicioso que es posible disfrutar. Se lo recomendamos a todos los que como nosotros, puedan hurtarse un ratito la pieza manuscrita, i escabullirse con ella en el bolsillo. LAS FIESTAS DEL 18 DE SETIEMBRE EN SANTIAGO (Mercurio de 25 de setiembre de 1842), Las manifestaciones de regocijo pblico que hemos presenciado en Santiago con motivo de la celebracin del 18 de setiembre de este ao, nos
van a hacer escribir algunos renglones, no tanto para describirlas, como para comunicar las impresiones que hemos recibido. No entraremos en detalles sobre el Te Deum, sobre las vulgarsimas exhibiciones pirotcnicas en la plaza principal, formacin de tropas, paseo a la Pampilla, i demas diversiones i ceremonias de regla en todos los aniversarios que nadie ignora. Solo hablaremos de la mayor ostentacin que ha hecho en estos dias la capital de su creciente cultura i prosperidad, i de las nuevas galas con que se ha presentado en bailes i paseos. Es en estos lugares i en estos dias donde se conoce el grado de civilizacin a que ha llegado Santiago. En la tarde del 17 ofreca la Alameda un espectculo digno de una capital europea. La concurrencia era inmensa, i la espaciosa calle de la Caada, pareca estrecha para tanto carruaje que iba i venia, tantas cuadrillas de a caballo i el numeroso concurso de jente a pi. Mientras se paseaban alegremente por las calles centrales de la alameda las parejas de seoras i caballeros, vestidos todos con la mayor elegancia, una espesa y dilatada lnea de carruajes se estendia a lo largo del costado de los lamos, donde estaban dejndose ver muchas bellas en clase de espectadoras. Se hizo notable el brillante coche del Presidente de la Repblica, tirado por seis hermosos caballos, i conducido por jvenes vestidos de cazadores a la inglesa. La escolta que lo acompaaba, llevaba un lujoso uniforme; pero, preciso es decirlo, esta escolta con los sables desnudos i en medio de un pueblo pacfico entregrado a los placeres, formaba un contraste, que aunque brillante para lo jeneral de los concurrentes, debia desagradar a los amigos de las formas democrticas. En los costados de la Alameda i en los lugares por donde pasaba la concurrencia que vuelve de la Pampilla, es donde se ve verdaderamente al pueblo chileno. Al lado de los brillantes carruajes ocupados por elegantes, se ve un pesado carretn arrastrado por bueyes, que muestra por sus anchas bocas mujeres de tostado rostro que rien i cantan, al son de la vihuela, canciones nacionales, i que hacen recordar la alegra i desenvoltura andaluza. I al lado de una cabalgata de caballeros vestidos a la europea, se ven otras con el orijinal avo chileno en toda su exajeracion; pero todos luciendo los hermosos caballos del pais i satisfechos de llamar la atencin. En fin, en la vasta reunion de objetos tan variados que presenta la Caada en estos dias, i en su animacin i movimiento incesante, hai una verdadera novedad, i un no se qu particular que solo habla al corazon de prosperidad pblica y del bienestar de los habitantes. Esa multitud de sensaciones que jeneralmente se esperimentan en las numerosas reuniones i que no producen sino un sentimiento vago e indefinido, concurren esta vez en un solo punto, i dejan en el fondo del corazon un solo sentimiento : el de la prosperidad del pueblo chileno. Cuntos proscriptos de las repblicas hermanas, i asilados en Chile, habrn exhalado involuntariamente un suspiro en medio de la alegra jeneral, al comparar este pais tranquilo i feliz, con su desgraciada patria! Pasados los tres primeros dias que son de paseo i de movimiento, dieron principio los bailes con uno que tuvo lugar en el teatro el martes por la noche. Ha sido una idea feliz i un paso de adelantamiento, la trasformacin que se ha hecho de la platea del teatro en un saln de baile. Este hermoso local fu estrenado de un modo digno, porque ademas del desahogo con que admiti una numerosa concurrencia, hicieron todo su efecto las decoraciones con que se le habia adornado. Los colores nacionales brillaban en todos los tapices i
colgaduras, i el salon presentaba una vista magnfica. La concurrencia fu numerosa i escojida, i rein en ella el mayor rden i animacin. Los otros dos bailes que deben darse en el mismo local, completarn a satisfaccion del pblico las diversiones del 18 de setiembre de este ao. No debemos omitir ahora una observacin que domina a todas las demas que puedan hacerse en los dias del 18, i que tiene un interes particular. Tal es el ver la alteracin que ha sufrido esta fiesta nacional con el trascurso de los aos. En sus principios debi ser una fiesta enteramente patritica, i por tanto, debia tener mucho de oficial. Pero a proporcin que se han ido debilitando los gloriosos recuerdos del ao 10, i de la guerra de la independencia, se ha hecho mas popular nuestro aniversario, i ha perdido al mismo tiempo mucha parte de su carcter poltico. Esta fiesta es hoi una fiesta verdaderamente nacional, en que se sacude en masa todo el pueblo, i en que se afana por gozar desde el miserable gaan hasta el opulento hacendado. El pueblo no mira ya en este dia, un dia de recuerdos i de homenaje a nuestros hroes; sino un dia de gozar, un dia suyo que nadie le puede quitar, i que ya es una necesidad para l. Nos han dicho que esos que injustamente llamamos rotos, se mostraron altamente desagradados en la noche del 17 porpue los fuegos no estuvieron buenos; como si los fuegos formasen un derecho poltico o envolviesen una de esas cuestiones de salarios o de pan que suelen ajitar a John Bull. Este sentimiento tan popular, basta que sea tal, para que merezca fijar la atencin i servir de base a una institucin de grandes consecuencias. Qu eran los fuegos olmpicos, ese bello pasatiempo de los griegos, en que se premiaba la fuerza del campo i la virtud del alma, sino una fiesta nacional? Sin embargo, ella daba tal vez mas guerreros a la Grecia que la mejor de nuestras escuelas militares, i mas patriotas i buenos ciudadanos que todas nuestras leyes de educacin. Como esa institucin no podia acomodarse a los grandes pueblos, sino a los paises nacientes, las naciones modernas de la Europa no han conservado de ella sino un recuerdo parcial; tal es el premio que reparte la ciudad de Londres i otras capitales a sus mejores artistas. Pero entre nosotros seria de la mayor utilidad una institucin que tuviese por objeto estimular el talento i el amor a la gloria en las clases mas bajas de la sociedad, i el 18 de setiembre se brinda perfectamente para servir a este fin, sin perder nada de su carcter patritico. La fiesta que se celebra en este dia, hasta ahora no es mas que una fiesta sensual, en que solo se satisfacen i promueven los instintos groseros; la virtud i el talento i el amor a la gloria, no tienen parte alguna en ella. Recien en este ao hemos visto algo que salga de esta clasificacin en el certamen literario abierto por una sociedad particular. Pero cunto mas no podria hacerse! Cun fcil no seria al gobierno realzar gradualmente los placeres de este dia, dndoles un objeto de utilidad pblica! Qu! No ser tiempo aun de dar un poco de alma a nuestro pueblo grosero i de dirijir sus inclinaciones a un noble fin? Renovar a imitar los juegos olmpicos, es una idea ambiciosa que a muchos parecer un imposible; pero establecer premios el 18 de setiembre para el que sobresalga en las letras, en las artes, i sobre todo en aquel jnero de talentos a que puede aspirar la ltima clase del pueblo, es una cosa bien fcil de ejecutar. Que se comience una vez por algo siquiera, i cada ao se ir ensanchando una institucin tan ventajosa, i sus resultados excedern tal vez a nuestras esperanzas. H aqu las consideraciones a que nos ha conducido involuntariamente el aniversario del 18 de setiembre, dignas por cierto, de formar por s solas un
asunto separado, i de ser tratado con mayor estension. Pero no es esta la oportunidad de hacerlo.
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NDICE DEL PRIMER TOMO __________ ADVERTENCIA DE LA REIMPRESIN DE LOS TOMOS I VI. ARTCULOS CRTICOS I LITERARIOS 12 DE FEBRERO DE 1817. AVOS I MONTURAS .. ATENDITE ET VIDETE UN JURADO DE IMPRENTA. EL EMIGRADO.... COSAS DE ESTUDIANTES LOS DIEZIOCHO DAS DE CHILE. Desde la derrota de Cancha Rayada hasta la victoria de Maip. LOS MINEROS. LA VENTA DE ZAPATOS.. LA PRENSA AL MENUDEO.. EL DIARISMO.. EL CLERA MORBUS EN SANTIAGO. LA PUBLICACION DE LIBROS EN CHILE. ATRASO DEL TEATRO EN SANTIAGO.. SOBRE LA LECTURA DE PERIDICOS. I i II CANTO AL INCENDI DE LA COMPAA POR DON ANDRS BELLO NAPOLEN LO MANDA, VAUDEVILLE DE SCRIBE UN DESAFO, DRAMA DE LARRA.. ES JULIO PASCUA DEL PUEBLO !..................... COSTUMBRES YANKEES EL LTIMO SAINETE LA NONA SANGRIENTA, BENEFICIO DEL SEOR PESO
LAS OBRAS DE LARRA... UN VIAJE A VALPARAISO Primera jornada Segunda jornada. Mi llegada . Una ojeada El paseo de la tarde.. LAS FUNCIONES TEATRALES DEL 18 DE SETIEMBRE EN SANTIAGO.. LA CRTICA TEATRAL EL OTELO REPRESENTADO POR CASACUBERTA . LAS BOMBAS!..................................................... DURANTE EL T.. FIESTAS DE LA NOCHE-BUENA. LA ZAMACUECA EN EL TEATRO LAS HERMANAS DE LA CARIDAD.. NUEVA REPRESENTACION DE OTELO; EL ESPA SIN SABERLO REPARTICIN DE PREMIOS EN EL INSTITUTO NACIONAL DE LAS BIOGRAFAS PASEO A QUILLOTA. LA VILLA DE YUNGAY EL MUSEO DE AMBAS AMRICAS, I, II i III REPRESENTACION DEL DRAMA DE ESPECTCULO TITULADO VICTORIA. PRIMERA POLMICA LITERARIA I. Ejercicios populares de la lengua castellana II. Se contesta a un comunicado III. Contestacin a Un Quidam.. IV. Segunda contestacin a Un Quidam. V. El comunicado del Otro Quidam.. VI. Los redactores al Otro Quidam. VII. Scnes de la vie prive Et publique des animaux.. VIII. Los gallos literatos IX. La cuestion literaria... X. Raro descubrimiento!.......................................... LAS MINAS. EL MINERAL DE LAS CONDES EL ORO DIOS NOS ASISTA! COMO SE DESCUBRI LA MINA DE LA LEONA. TEATRO PARA VALPARAISO. LAS GALLINAS I LOS PAVOS. NECROLOJA.. QU FELICIDAD LA DE ESTE MUNDO! Contestacin a D. Eleili, I i II. EL TEATRO COMO ELEMENTO DE CULTURA EL DRAMA INTRIGAR PARA MORIR EL MULATO, DRAMA DE ALEJANDRO DUMAS.. SEGUNDA POLMICA LITERARIA I. El prospecto del Semanario de Santiago II. El Romanticismo segun el Semanario
III. Contina el anlisis del artculo Romanticismo. IV. Parntesis formado por una correspondencia imparcial V. Continua el examen del articulo Romanticismo.. VI. Concluye el anlisis del artculo Romanticismo.. VII. Las intenciones del Semanario VIII. Volvamos todos a la moderacin IX. Segunda correspondencia de Un Imparcial X. Conclusin. DILOGO ENTRE EL EDITOR I EL REDACTOR. REMINISCENCIAS DE LA VIDA LITERARIA.. LOS POSTREROS DAS EL TEATRO DURANTE EL AO 1841 BAILE DE MSCARAS. LOS AMORES DEL POETA, DRAMA DE CARLOS BELLO LAS FIESTAS DEL 18 DE SETIEMBRE EN SANTIAGO _________________________________________________ SAINT-CLOUD. IMPRENTA BELIN HERMANOS.