Píramo y Tisbe

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PRAMO Y TISBE (Adaptado de OVIDIO, Metamorfosis, 4,55-166)

Era Pramo el joven ms apuesto y Tisbe la ms bella de las chicas de Oriente. Vivan en la antigua Babilonia, en casas contiguas. Su proximidad les hizo conocerse y empezar a quererse. Con el tiempo creci el amor. Hubieran acabado casndose, pero se opusieron los padres. Aunque no les dejaban verse, lograban comunicarse de alguna forma; no pudieron los padres impedir que cada vez estuvieran ms enamorados: el fuego tapado hace mejor rescoldo. La pared medianera de las dos casas tena una pequea grieta casi imperceptible, pero ellos la descubrieron y la hicieron conducto de su voz. A travs de ella pasaban sus palabras de ternura, a veces tambin su desesperacin: no podan verse ni tocarse. A la noche se despedan besando cada uno su lado de la pared. Pero un da toman una decisin. Acuerdan escaparse por la noche, burlando la vigilancia, y reunirse fuera de la ciudad. Se encontraran junto al monumento de Nino, al amparo de un moral que all haba, al lado de una fuente. Ese da se les hizo eterno. Al fin llega la noche. Tisbe, embozada, logra salir de casa sin que se den cuenta y llega la primera al lugar de la cita: el amor la haca audaz. En esto se acerca a beber a la fuente una leona, con sus fauces an ensangrentadas de una presa reciente. Al percibirla de lejos a la luz de la luna, Tisbe escapa asustada y se refugia en el fondo de una cueva. En su huida se le cay el velo con que cubra su cabeza. Cuando la leona hubo aplacado su sed en la fuente, encontr el velo y lo destroz con sus garras y sus dientes. Algo ms tarde lleg por fin Pramo. Distingui en el suelo las huellas de la leona y su corazn se encogi; pero cuando vio el velo de Tisbe ensangrentado y destrozado, ya no pudo reprimirse: "Una misma noche - dijo - acabar con los dos enamorados. Ella era, con mucho, ms digna de vivir; yo he sido el culpable. Yo te he matado, infeliz; yo, que te hice venir a un lugar peligroso y no llegu el primero. Destrozadme a m, leones, que habitis estos parajes! Pero es de cobardes limitarse a decir que se desea la muerte". Levanta del suelo los restos del velo de Tisbe y acude con l a la sombra del rbol de la cita. Riega el velo con sus lgrimas, lo cubre de besos y dice: "Recibe tambin la bebida de mi sangre". El pual que llevaba al cinto se lo hundi en las entraas y se lo arranc de la herida mientras caa tendido boca arriba. Su sangre salpic hacia lo alto y manch de oscuro la blancura de las moras. Las races de la morera, absorbiendo la sangre derramada por Pramo, acabaron de teir el color de sus frutos. An no repuesta del susto, vuelve la joven al lugar de la cita, deseando encontrarse con su amado y contarle los detalles de su aventura. Reconoce el lugar, pero la hace dudar el color de los frutos del rbol. Al distinguir un cuerpo palpitante en el suelo ensangrentado, un estremecimiento de horror recorri todo su cuerpo. Cuando reconoci que era Pramo, se da golpes, se tira de los pelos y se abraza al cuerpo de su amado, mezclando sus lgrimas con la sangre. Al besar su rostro, ya fro, gritaba: "Pramo, qu desgracia te aparta de m? Responde, Pramo, escchame y reacciona, te llama tu querida Tisbe". Al nombre de Tisbe, entreabri Pramo sus ojos moribundos, que se volvieron a cerrar. Cuando ella reconoci su velo destrozado y vio vaca la vaina del pual, exclam: "Infeliz, te han matado tu propia mano y tu amor. Al menos para esto tengo yo tambin manos y amor suficientes: te seguir en tu final. Cuando se hable de nosotros, se dir que de tu muerte he sido yo la causa y la compaera. De ti slo la muerte poda separarme, pero ni la muerte podr separarme de ti. En nombre de los dos una sola cosa os pido , padre mo y padre de este infortunado, que a los que compartieron su amor y su ltima hora no les pongis reparos a que descansen en una misma tumba. Y t, rbol que acoges el cadver de uno y pronto el de los dos, conserva para siempre el color oscuro de tus frutos en recuerdo y luto de la sangre de

ambos". Dijo y, colocando bajo su pecho la punta del arma, que an estaba templada por la sangre de su amado, se arroj sobre ella. Sus plegarias conmovieron a los dioses y conmovieron a sus padres, pues las moras desde entonces son de color oscuro cuando maduran y los restos de ambos descansan en una misma urna.

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