Especies Literarias
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SUBGNEROS LIRICOS
ODA "T eras la patria sobre el mar, bajo el cielo y ms all del horizonte, y unas la leyenda y el cantar al ejemplo, ELEGIA
como un nuevo Quijote." Recuerda el alma dormida, avive el seso y despierte contemplando cmo se pasa la vida, cmo se viene la muerte tan callando; cun presto se va el placer, cmo, despus de acordado, da dolor; cmo, a nuestro parecer, cualquier tiempo pasado fue mejor. Coplas a la muerte de su padre Jorge Manrique
surcando resplandores de su inviolable fuego. Una ola nos lanza en la noche embriagados; y en nuestro beso toma
color, forma un astro.
Canciones
Javier Sologuren SATIRA: rase una nariz como una roca rase una nariz de vara y media Nariz que hace rer ms que comedia Y al campanario desde el suelo toca. Felipe Pardo y Aliaga EPIGRAMA
Todo necio confunde valor y precio el ojo que ves no es ojo porque t lo veas es ojo por que te ve. Antonio Machado
SUBGNEROS EPICOS
EPOPEYA:
Y el valiente Aquiles se arroja desde la orilla en medio del ro, que se yergue y se hincha con furor. El dios levanta tumultuosamente sus aguas, rechaza los numerosos cadveres que Aquiles haba amontonado en su lecho y los arroja a la orilla, mugiendo como un toro. Protege con sus vastas ondas a los que todava viven, y los esconde en el fondo de sus vastos abismos. Las terribles aguas asedian de todos lados a Aquiles y azotan su escudo. l, no sabiendo ya dnde poner los pies, coge un olmo vigoroso y gigantesco, que, desarraigado, desgarr el suelo de la orilla, y con el haz de sus ramas, detuvo las hermosas ondas del ro, sobre el cual form un puente al caer entre sus dos mrgenes.
EGLOGA
"El dulce lamentar de dos pastores, salicio juntamente y Nemoroso, he de cantar, sus quejas imitando; cuyas ovejas al cantar sabroso estaban muy atentas, los amores, de pacer olvidadas escuchando.
CANCIN:
CANCIN III
Una ola se eleva ajena a la memoria; en playas del crepsculo desfallece una ola Una ola me trae tu corazn de lejos
Con sus ojos muy grandemente llorando tornaba la cabeza y estbalos mirando: vio las puertas abiertas, los postigos sin candado, las perchas vacas sin pieles y sin mantos y sin halcones y sin azores mudados. Suspir mo Cid triste y apesadumbrado. Habl mo Cid y dijo resignado: Loor a ti, seor Padre, que ests en lo alto! Esto me han urdido mis enemigos malos. El cantar de Mo Cid
LA FBULA:
LA RANA QUE QUERA SER UNA RANA AUTNTICA
EL ROMANCE: Un sueo soaba anoche soito del alma ma, soaba con mis amores, que en mis brazos los tena. Vi entrar seora tan blanca, Muy ms que la nieve fra. - Por dnde has entrado amor? Cmo has entrado, mi vida? Las puertas estn cerradas, ventanas y celosas. - No soy el amor, amante: la muerte que Dios te enva. - Ay, muerte tan rigurosa, djame vivir un da! Un da no puede ser, una hora tienes de vida. Muy de prisa se calzaba, ms de prisa se vesta; ya se va por la calle, en donde su amor viva - Abreme la puerta, blanca, breme la puerta, nia! - Cmo te podr yo abrir si la ocasin no es venida? Mi padre no fue al palacio, Mi madre no est dormida. - Si no me abres esta noche, ya no me abrirs, querida; la muerte me est buscando, junto a ti vida sera.
Haba una vez una rana que quera ser una rana autntica, y todos los das se esforzaba en ello. Al principio se compr un espejo en el que se miraba largamente buscando su ansiada autenticidad. Unas veces pareca encontrarla y otras no, segn el humor de ese da o de la hora, hasta que se cans de esto y guard el espejo en un bal. Por fin pens que la nica forma de conocer su propio valor estaba en la opinin de la gente, y comenz a peinarse y vestirse y a desvestirse (cuando no le quedaba otro recurso) para saber si los dems la aprobaban y reconocan que era una rana autntica. Un da observ que lo que ms admiraban en ella era su cuerpo, especialmente sus piernas, de manera que se dedic a hacer sentadillas y a saltar para tener unas ancas cada vez mejores, y senta que todos la aplaudan. Y as segua haciendo esfuerzos hasta que, dispuesta a cualquier cosa para lograr que la consideraran una rana autntica, se dejaba arrancar las ancas, y los otros se las coman, y ella todava alcanzaba a or con amargura cuando decan qu buena rana, que pareca pollo.
EPISTOLA: EPSTOLA A BELARDO (FRAGMENTOS) Tanto como la vista, la noticia de grandes cosas suele las ms veces al alma tiernamente aficionarla, que no hace el amor siempre justicia, ni los ojos a veces son jueces del valor de la cosa para amarla: mas suele en los odos retratarla con tal virtud y adorno, haciendo en los sentidos un soborno (aunque distinto tengan el sujeto,
Annimo
que en todo y en sus partes es perfecto), que los inflama a todos y busca luego oficiosos modos, con el que pueda entenderse el corazn, que piensa entretenerse, con dulce imaginar para alentarse sin mirar que no puede amor sin esperanza sustentarse. El sustentarse amor sin esperanza, es fineza tan rara, que quisiera saber su en algn pecho se ha hallado, que las ms veces la desconfianza amortigua la llama que pudiera obligar con amar lo deseado; mas nunca tuve por dichoso estado amar bienes posibles, sino aquellos que son ms imposibles. A stos ha de amar un alma osada; pues para ms alteza fue criada que la que el mundo ensea; y as quiero hacer una resea de amor dificultoso, que sin pensar desvela mi reposo, amando a quien no veo y me lastima: ved qu extraos contrarios, venidos de otro mundo y de otro clima. Al fin de ste, donde el Sur me esconde o, Belardo, tus conceptos bellos, tu dulzura y estilo milagroso; vi con cunto favor te corresponde el que vio de su Dafne los cabellos trocados de su dao en lauro umbroso y admirando tu ingenio portentoso, no puedo reportarme del descubrirme a ti, y a m daarme. Mas qu dao podra nadie hacerme que tu valer no pueda defenderme? Y tendr gran disculpa, si el amarte sin verte, fuera culpa, que el mismo que lo hace, prob primero el lazo en que me enlace, durando para siempre las memorias de los sucesos tristes, que en su verguenza cuentan las historias.
EL CUENTO: LA MUERTE DE BRISIUS El viejo Brisius, canoso y miope, yace sobre un montn de paja, junto a la verja de la huerta. An ve, pero como a travs de una niebla: a menudo no reconoce ni a los de casa. Tambin para l es dura la vejez: todo el mundo lo ha olvidado, abandonndolo. Se da cuenta de que ya no lo necesitan para nada. Trata sin embargo, de ser til en lo que puede. Aunque no oye bien y las pesadas pestaas hacen que se le cierren los ojos velados, se sacude el sueo y escucha. Se queda adormecido... A travs del sueo oye un rumor, parecen pasos de un extrao... El viejo Brisius se levanta pesadamente y se pone a ladrar con voz ronca y soolienta. - Oye t, idiota, a ver si te callas...! -No ves que soy de casa? - le grita una voz conocida. Avergonzado, Brisius contra el hocico, emite unos sonidos quejumbrosos, como pidiendo perdn y, encogiendo el rabo, vuelve a enroscarse en su lecho... Ya no es la primera vez que sus sentidos lo engaan y lo avergenzan. A menudo, estando echado dentro de la casa suea con ladrones o lobos, a los que persegua antao cuando era joven. Le parece que tiene de nuevo ante s a aquellos enemigos: levanta su vieja cabeza y, asustado, se pone a ladrar: Au, au! Pero no son ladrones. Por todos lados oye reproches: - Oye t, viejo, te has vuelto loco! Avergonzado, Brisius, no sabe dnde meterse: se levanta y, con el rabo encogido, se echa debajo de un banco. -Dnde te metes? Vete fuera! - le gritan. Brisius se entristece y sale por la puerta. Ahora, hasta le da miedo entrar en la casa. Es mejor quedarse echado sobre la paja: molestar menos. Cierto es que en la casa se est muy bien; echado debajo de la mesa est uno tan calientito... Pero no puede roer huesos, ni le es fcil espantar a las moscas. Tambin aqu, compadecindose de su vejez, le traen a veces un plato de sopa y, cuando no lo hacen, al sentirse hambriento, Brisius va a buscar comida. Antes ni siquiera hubiera mirado alimentos de esta ndole. As va penando Brisius en su vejez...
Tambin l ha sido joven y fuerte, y entonces todos lo queran. No poda librarse de la gente. Los nios jugaban con l y lo enganchaban con el tronco. Brisius no se enfadaba aunque a veces le pegaban sin motivo alguno. Saba que los nios eran pequeos y dbiles y que an no discurran mucho. En la casa, todos los llamaban y le daban pan; tambin lo llevaban a cazar. El amo no le escatimaba el requesn, con tal de que no se apartase de la casa y cuidase del rebao. Siendo viejo ya, cunto haca rer a los pastores! A veces, le ponan una gorra en la cabeza y uno de ellos se esconda; luego soltaban a Brisius para que lo buscase. Siempre lo encontraba, aunque se hubiese escondido a media legua de all y hubiese trepado a la copa del abeto ms alto. Segua las huellas del pastor, husmeaba el rbol y alzando el hocico, se pona a ladrar. No se quitaba de all hasta que bajaba el pastor. Al verlo descender, daba saltos, sin poder contener la alegra; corra, con la lengua fuera, hacia los gaanes, y tan pronto los miraba a ellos, como sus zurrones: saba que necesariamente le sacaran de all un trozo de carne o una corteza de pan. Pero ahora, tambin los pastores lo han olvidado... El viejo Brisius yace sobre un montn de paja y est soando. Suea con los pato salvajes que est cazando su amo y que l, Brisius, le saca del agua. Qu cantidad de patos hay! Y qu cebados estn! Brisius abre los ojos y bosteza. Pero cul es su sorpresa, cuando ve ante s al amo, con la escopeta al hombro. No puede creer a sus ojos: seguramente est soando... Pero oye perfectamente que el amo lo llama. - Aqu, Brisius, aqu! Probablemente, se burla de l. Pero. por qu? Brisius contrae el hocico, como si quisiera sonrer, pero slo logra emitir un sonido quejumbroso. - Aqu, Brisius, aqu! - vuelve a gritar el amo. Brisius se levanta de mala gana y le sigue, no como antes, cuando era joven y alegre, sino con el rabo encogido, triste, y como si se sintiera culpable. El amo va hacia los prados, ms all del granero y, volvindose, sigue llamando: - Aqu, Brisius, aqu! El amo se detiene a la entrada del bosque, Brisius alla temeroso y mira al hombre como preguntndole para qu lo ha llevado all. El amo se quita la escopeta del hombro, retrocede unos cuantos pasos y apunta.
Es imposible! Brisius no lo cree. Slo querr gastarle una broma. Pero, por qu una broma tan cruel? Por qu? Si no tiene culpa de nada... Brisius quiere hacerle la rosca, quiere menear el rabo, pero, temeroso, permanece sentado en sus patas traseras; por su hocico se deslizan tristes y amargas lgrimas... De pronto, se ve fuego y oye una terrible detonacin. Brisius se desploma, invadido por el dolor. Abre los ojos, y slo le da tiempo de ver cmo huye, corriendo, su amo, con la escopeta en la mano... Tal vez hubiera podido comprender Brisius por qu lo haba matado aquel hombre; pero lo que no lleg a entender fue por qu hua de l: si lo nico que hubiera querido Brisius, en su agona, era lamerle los pies por ltima vez! La muerte de Brisius LEYENDA:
VIDA DE CUNIRAYA VIRACOCHA
Este Cuniraya Viracocha, en los tiempos ms antiguos, anduvo, vag, tomando la apariencia de un hombre muy pobre; su yacolla (manto), su cusma (tnica) hecha jirones. Algunos, que no lo conocan, murmuraban al verlo: "miserable piojoso", decan. Este hombre tena poder sobre todos los pueblos. Con slo hablar consegua hacer concluir andenes bien acabados y sostenidos por muros. Y tambin ense a hacer canales de riego arrojando en el barro la flor de una caa llamada pupuna; ense que los hiciera desde su salida (comienzo) a los huacas de algunos pueblos, con su sabidura. Y as, en ese tiempo haba una huaca llamada Cavillaca. Era doncella desde siempre. Y como era hermosa, los huacas, ya uno, ya otro, todos ellos: "Voy a dormir con ella", diciendo, la requeran, la deseaban. Pero ningn hombre cruzaba las piernas con las de ella. Cierto da se puso a tejer al pie de un rbol de lcuma. En este momento, Cuniraya, como era sabio, se convirti en pjaro y subi al rbol. Y en la rama tom un fruto, le ech su germen masculino e hizo caer el fruto delante de la mujer. Ella muy contenta, trag el germen. Y de ese modo qued preada, sin haber tenido contacto con ningn hombre. A los nueve meses, como cualquier mujer, ella tambin, pari una doncella.Durante un ao la cri, dndole sus pechos a la nia. "Hija de quin ser?", se preguntaba. Y cuando la nia cumpli el ao justo y ya gateaba de cuatro pies, la madre hizo llamar a los huacas de todas partes. Quera que reconocieran a su hija. Los huacas, al or la noticia, se vistieron con sus
mejores trajes. "A m ha de quererme, a m ha de quererme", diciendo, acudieron al llamado de Cavillaca. La reunin se hizo en Anchicocha donde la mujer viva. Y all, cuando ya los huacas sagrados de todas partes estaban sentados, ah la mujer les dijo: "Ved hombres poderosos jefes, reconoced a esta criatura. Cul de vosotros me fecund con su germen?". Y pregunt a cada uno de ellos a solas: "Fuiste t? Fuiste t? Fuiste t?", les iba diciendo. Y ninguno de ellos contest: "Es mo". Y entonces, como Cuniraya Viracocha, del que hemos hablado, sentado humildemente, apareca como un hombre pobre, la mujer no le pregunt a l. "No puede ser hija de un miserable", diciendo asqueada de ese hombre harapiento, no le pregunt porque este Cuniraya estaba rodeado de hombres primorosamente vestidos. Y como nadie afirmara: "Es mi hija" ella le habl a la nia: "Anda t misma y reconoce a tu padre". Entonces la criatura comenz a caminar a cuatro pies hasta el sitio en que se encontraba el hombre haraposo. En el trayecto no pretendi subir al cuerpo de ninguno de los presentes, pero apenas lleg ante el pobre, la hija muy contenta y al instante se abraz de sus piernas. Cuando la madre vio esto se enfureci mucho: "Qu asco! Es que yo pude parir la hija de un hombre tan miserable?", exclamando, alz a su hija y corri en direccin del mar. Viendo esto: "Ahora mismo me ha de amar", dijo Cuniraya Viracocha, vistindose con su traje de oro, espant a todos los huacas; Y como estaban as, tan asustados, los comenz a arrear, y dijo: "Hermana Cavillaca, mira a este lado y contmplame; ahora estoy muy hermoso". Y haciendo relampaguear su traje, se cuadr muy enhiesto. Pero ella ni siquiera volvi los ojos hacia el sitio en que estaba Cuniraya, sigui huyendo hacia el mar. "Por haber parido de un hombre despreciable, voy a desaparecer", dijo, y diciendo se arroj al agua. Y all hasta ahora, en ese profundo mar de Pachacmac se ve muy claro dos piedras en forma de gente que all viven. Apenas cayeron al agua ambas (madre e hija) se convirtieron en dos islas que hasta hoy existen: una grande (la madre) y otra pequea (la hija de Cuniraya Viracocha).
hacindose ms intensos. De pronto se escapo un sordo rugido de su pecho y afirm que se senta ms aliviada y que se levantara en seguida, exclamando seguidamente, presa de unas convulsiones: - Dios mo! Esto es horrible! (Madame Bovary: Gustavo Flaubert)
SUBGNEROS DRAMATICOS
TRAGEDIA:
Madre.- Traes el reloj? Novio.- S. Madre.- Tenemos que volver a tiempo. Qu lejos vive esta gente! Novio.- Pero estas tierras son buenas. Madre.- Buenas; pero demasiado solas. Cuatro horas de camino y ni una casa ni un rbol. Novio.- stos son los secanos. Madre.- Tu padre los hubiera cubierto de rboles. Novio.- Sin agua? Bodas de sangre Federico Garca Lorca
COMEDIA:
HARPAGN : padre de Cleanto y de Elisa y enamorado de Mariana CLEANTO : hijo de Harpagn,amante de Mariana ELISA : hija de Harpagn, amante de Valerio VALERIO : hijo de Anselmo, amante de Elisa. MARIANA : amante de Cleanto y amada por Harpagn ANSELMO : padre de Valerio y de Mariana FROSINA : mujer intrigante MAESE SIMN : corredor MAESE SANTIAGO : cocinero y cochero de Harpagn FLECHA : criado de Cleanto DOA CLAUDIA : sirviente de Harpagn MIAJAVENA Y MERLUZA : lacayos de Harpagn EL COMISARIO Y SU ESCRIBIENTE La escena se da en Pars, en casa de Harpagn
LA NOVELA
Algunas gotas de sudor comenzaron a brotar de su amoratado rostro, que pareca como empaado por un vaho metlico. Los dientes le castaetaban y sus desorbitados ojos miraban a su alrededor extraviados. A cuantas preguntas le haca Charles, contestaba moviendo simplemente la cabeza. En dos o tres momentos lleg incluso a sonreir, pero sus gemidos fueron poco a poco
DRAMA
LAURENCIA : Dejadme entrar, que bien puedo, en consejos de los hombres que bien puede una mujer, sino a dar Voces. Conocisme? ESTEBAN : Santo cielo! No es mi hija? JUAN ROJO : No conoces a Laurencia? LAURENCIA : Vengo tal, que mi diferencia os pone en contingencia quin soy ESTEBAN : Hija ma! LAURENCIA : No me nombres tu hija. ESTEBAN : Por qu, mis ojos? por qu? LAURENCIA : Por muchas razones.