Carta Pastoral CEP - El Saneamiento Moral de La Nación1979

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Carta Pastoral El Saneamiento Moral de la Nacin

A nuestros presbteros y diconos A los hombres y mujeres de vida consagrada A los cristianos laicos de nuestras Iglesias A todos los hombres y mujeres de buena voluntad
Queridos Hermanos:

1. Hace hoy tres aos que publicamos nuestra ltima carta pastoral colectiva en un momento particularmente doloroso para los cristianos de nuestra patria. Calificbamos aquella coyuntura como una hora de prueba que deba llevarnos a profundizar nuestro amor y servicio a la verdad y a fortalecer nuestra comunin eclesial. Pedamos entonces, como Pastores legtimos del pueblo creyente, que se pusiera trmino a los abusos de poder y a los procedimientos arbitrarios; que se respetara y promoviera lealmente la dignidad de la persona humana; que para ello se hiciera todo lo necesario para restablecer la plena vigencia de un poder judicial respetable y eficiente. Sealbamos la dramtica urgencia de sanear nuestros tribunales para que "los jueces recuperen credibilidad y realmente administren la justicia, que es el nico fundamento estable de la verdadera paz. Estamos agradecidos al Seor porque nuestra voz no ha cado en el vaco: no se han repetido apresamientos masivos y la casi totalidad de los presos sin proceso han recuperado su libertad o han sido defendidos en juicio. La libertad de expresin ha sido mayor: un nmero creciente de peridicos y de radioemisoras se ocupan de diversos aspectos del bien comn, denuncian abusos, sirven de expresin al pueblo y a las personas heridas en sus derechos. No se han repetido los ataques directos a la Iglesia y a sus ministros, salvo en contados casos, y en general ella ha podido desarrollar su misin apostlica con menos dificultades. Y an en el caso de algunas medidas restrictivas como las que afecta la incorporacin de personal extranjero a las obras de la Iglesia, se ha podido encontrar una prctica ms flexible. 2. Con el propsito de contribuir a serenar los nimos y estimulados por la acogida respetuosa de nuestra palabra pastoral, hemos dejado pasar cierto tiempo ante de volver a pronunciarnos colectivamente sobre los muchos problemas que an nos afectan. Nos pareci suficiente que cada Obispo siguiese ejerciendo su ministerio de

maestro y conductor del pueblo cristiano en su propia iglesia particular, en servicio del pueblo que le ha sido confiado. Hemos seguido, sin embargo, ejerciendo con constancia y espritu vigilante nuestra intransferible responsabilidad de pastores, llamados a servir a nuestro pueblo en su peregrinar terreno a fin de que todos lleguemos a la patria definitiva. Queremos asegurar en nuestra patria temporal "la presencia crtica de la Iglesia en esta hora de grandes emprendimientos para preservar los valores humanos del desarrollo y para garantizar que el mismo se inserte en el contexto cristiano de la historia de la salvacin" (1). Cada ao, con motivo de nuestra Asamblea Plenaria, reflexionamos juntos sobre la situacin general del pas y de la Iglesia en el ao que fenece. La evaluamos con ojos de cristianos creyentes, desde el ngulo propio de nuestra responsabilidad pastoral, procurando ajustar siempre ms nuestro servicio eclesial a las necesidades de los hombres.
----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------(1) Pastoral colectiva N? 11 "Entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios". 12 junio 1976, pag.16. -----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

En nuestra ltima asamblea hemos resuelto escribirles para compartir una vez ms con todos ustedes nuestras preocupaciones, reflexionar juntos y proponernos todo el esfuerzo necesario para reconocer nuestros errores y aportar alguna solucin a nuestros problemas. Lo que ms nos preocupa en estos momentos es el grave deterioro moral de nuestra sociedad, la quiebra de los valores morales que pone en peligro las estabilidad misma de la nacin. 3. Al analizar la situacin actual hemos reconocido que nuestras relaciones con el Gobierno del Estado han conocido una cierta mejora. Por otra parte, se han dado pasos concretos hacia una mayor libertad de expresin ciudadana. Estos hechos positivos nos alegran. Pero, hay otras reas que se han deteriorado Sobresalen por su gravedad y urgencia: la mala administracin de la justicia y la excesiva tolerancia observada en casos repetidos de transgresiones pblicas y manifiestas y la impunidad de que gozan sus actores. Del caso de los tribunales y jueces ya hemos hablado suficientemente en nuestra carta anterior. A nuestra voz se ha sumado la del Colegio de Abogados del Paraguay y prcticamente la de todos los medios de comunicacin social. Y el problema sigue esperando una respuesta

digna de un pueblo civilizado. De la corrupcin pblica y privada queremos ocuparnos hoy con ms detenimiento. Y queremos hacerlo tambin con mayor referencia a nuestra propia resposabilidad cristiana, personal y eclesial. Porque, aunque en el caso del poder judicial no est ausente la responsabilidad personal de los funcionarios - ya que entra en juego su conciencia cristiana - con todo, una adecuada solucin de tan trascendente funcin pblica recae principalmente sobre los organismos del Estado y sobre quienes ejercen sus magistraturas. 4. La quiebra de los valores morales, en efecto, nos atae directamente a todos y a cada uno de los ciudadanos y una respuesta adecuada a esta situacin exige nuestra conversin personal y el saneamiento de nuestras instituciones pblicas y privadas. La quiebra de los valores en nuestra sociedad nos afecta profundamente: toca las races mismas de la comunidad nacional. El ritmo creciente en que suceden hechos delictuosos, la impunidad de que gozan sus autores, la reaccin cada vez ms resignada y permisiva de la gente nos debe alarmar a todos, pero especialmente a los cristianos, que queremos ser la conciencia moral de la nacin y el fermento liberador de nuestra sociedad. Nos preocupa y alarma porque esta quiebra de valores morales significa la prdida del horizonte moral en la mayora de nuestros conciudadanos. En palabras de Pio XII podemos decir: "Falta a nuestro tiempo el sentido del pecado". En verdad, no es slo una sucesin de desrdenes y actos delictuosos, sino en definitiva es la destruccin del mismo hombre, de la persona humana, la nica portadora de los valores morales. Es una advertencia comprometedora para todos ya que nos dice que la descristianizacin de nuestro pueblo esta llegando a niveles alarmantes. Porque esta destruccin de la persona es al mismo tiempo destruccin de la sociedad y es la negacin de una convivencia fraterna digna del hombre, hijo de Dios. Este deterioro de la conciencia cristiana que se traduce en un desprecio de la ley de Dios, es la destruccin de la paz, porque es la violacin sistemtica de la justicia. ?A qu valores nos estamos refiriendo? Vamos a describir brevemente los hechos, para que nos demos lugar a equvocos y todos podamos tomar conciencia clara de la situacin.

EL DOLO DE LA RIQUEZA 5. Mas que la coherencia y eficacia de la planificacin econmica y social, son los grandes emprendimientos y obras de infraestructuras los que han trado al pas indiscutible progreso econmico. Y aunque este crecimiento a la verdad favorece en forma directa a un sector muy pequeo de la poblacin, no cabe duda que indirectamente la mayor parte de la gente ha progresado y tiene la impresin de vivir en un mundo de mayor abundancia. En efecto, el hombre de la calle ve cada vez ms automviles, comprueba que hay ms bancos y casas de cambio; se multiplican grandes tiendas y supermercados. Las vitrinas estn llenas de artculos suntuarios que van desde baratijas a productos electrnicos y juguetes sofisticados; la propaganda atropella con sus ofertas de cigarrillos, bebidas y perfumes; estimula deseos artificiales. Es la sociedad de consumo en accin? Es el predominio del dinero. El dolo de la riqueza, como valor supremo, que exige adoradores incondicionales y sacrificios crueles. Es insaciable y pide ganancias rpidas y suculentas, sin mirar a los medios. He aqui una primera fuente de corrupcin: hay que conseguir dinero de cualquier modo! Somos testigos de toda clase de robos y de fraudes. La emisin de cheques sin fondos, el contrabando - no solo de hormigas, sino a gran escala - las quiebras fraudulentas no son novedad y ya no escandalizan a nadie, que es lo ms grave. Es el trabajo honesto y paciente el que se ha vuelto raro y llama la atencin. Se prefiere tentar fortuna por va del azar y el acomodo, se multiplican las pollas, loteras, casinos y concursos millonarios. Ya es imposible intervenir en una licitacin pblica o privada sin recurrir a los padrinos, a la coima y al soborno, que se han vuelto rubros delictivos presupuestados en todas las obras de cierta importancia. Con dinero todo se consigue, todo se permite, al parecer ya no hay lmites. Con tal de ganar se explota al hombre y se fomenta la delincuencia y prostitucin juveniles, el alcoholismo y la drogadiccin. Y se descuidan los rubros que no son rentables, como las viviendas econmicas y la atencin de los hospitales. Sin bien los sueldos de ejecutivos y altos empleados han aumentado vertiginosamente, ciertas retribuciones a servicios bsicos importantes siguen siendo cruelmente insuficientes. Valga mencionar el sueldo de maestros y profesores o los del personal del servicio domstico o la situacin de los trabajores del campo. Y no puede recordarse sin verg?enza el

monto de ciertas jubilaciones y pensiones de los benemritos de la patria. Las consecuencias ms graves de esta subversin de valores en ste orden econmico son: ? La brecha de la desigualdad econmica entre los ricos y los pobres de nuestro pas tiende a aumentar: los pocos ricos son cada vez ms ricos. ? Se estimulan necesidades artificiales, se frustra a la gente provocndoles con lo que no pueden comprar, se desequilibran los presupuestos familiares. ? Entre los agricultures se fomenta cultivos de renta (algodn, tabaco, etc.) "porque da dinero", en perjuicio de sus cultivos de subsistencia (mandioca, poroto, etc.) con grave deterioro de su ya desequilibrada dieta familiar; aumenta as la desnutricin infantil, la desorganizacin familiar y el juego y la vagancia. ? Aumentan las explotaciones comerciales de las diversiones populares (bailes, funciones, etc.) cuyos organizadores terminan robando y corrompiendo al pueblo humilde principalmente. En sntesis, con este consumismo materialstico se ha polarizado el inters egosta, el afn del dinero, un deseo insaciable de tener ms en detrimento gravsimo del ser ms. Al perder la disciplina del trabajo honesto y subestimar la honradez, hemos llegado a la apologa de la ganancia fcil y de la explotacin humana. Despreciando la austeridad en la manera de vivir, hemos cado en el sufrimiento de la codicia y de la envidia de lo que no tenemos. Se llega a considerar ingnuo a quien es honrado y no busca explotar a su semejante. EL DOLO DEL PLACER 6. La quiebra de valores acfecta principalmente a las relaciones de convivencia cotidiana y a la necesaria regulacin de los instintos. La invasin de criterios hedonistas en nuestra sociedad, ya configurada como una sociedad de consumo, eficazmente promocionados por los medios de comunicacin social, ha encontrado su vctima privilegiada en nuestras familias. Los filmes, revistas y anuncios que propagan la pronografa, la permisividad del ambiente han hecho que el placer sexual primara sobre el amor; es como si fuera un fin en s; las relaciones sexuales

prematrimoniales y extra-matrimoniales no crean ya en muchos ningn problema moral y as se explica su proliferacin impune. Las campaas antinatalistas han fomentado la irresponsabilidad sexual. Fcilmente se evita los hijos, usando cualquier procedimiento. Se sigue recurriendo frecuentemente a mtodos abortivos, pldoras, espirales, inyecciones, etc. con sus gravsimas consecuencias por la salud fsica, squica y moral. Muchas veces se recurre el infanticidio para no asumir la responsabilidad de la maternidad o de la paternidad. Hay cada vez ms condescedencia y excesiva tolerancia con las desviaciones sexuales; algunos ya llegan a aceptarlas como si fueran naturales: homosexualismo, sadismo, orgas. Se lamentan cada vez ms las destrucciones familiares, separaciones y divorcios; las uniones adulterinas han peridido su carcter vergorozamente para adquirir carta de ciudadana en nuestra sociedad. Es frecuente y en ambientes en que antes no ocurran o eran muy excepcionales la adiccin al alcohol o a las drogas, con graves consecuencias para las familias y para la sociedad. Hay como una desintegracin progresiva de la personalidad. El hecho, ya antiguo en nuestro pas, de las madres solteras e hijos ilegtimos se ve as agravado por estas nuevas lacras sociales. A nivel ms general, tenemos la impresin que entre nuestros jvenes, aun reconociendo excepciones que nos consuelan y nos dan esperanzas, campean la frivolidad y superficialidad, la falta de ideales y de disciplina de vida. Muchos de ellos, al ser vctimas de esta sociedad permisiva, fcilmente se amoldan a ella y se entregan a todos sus excesos. Entre las graves consecuencias de esta situacin, hemos de poner principalmente el deterioro progresivo de la conciencia y sensibilidad moral, la destruccin del ncleo familiar y la alienacin de las nuevas generaciones que hipotecan as el futuro del pas y de la Iglesia. EL DOLO DEL PODER 7. Hechos de orden poltico-social hemos mencionado en muchas otras ocasiones. En nuestra ltima carta hemos reflexionado ya sobre las mltiples formas de violencia y de tortura, sobre la mentira como sistema de vida y de propaganda. Hoy queremos agregar a estos hechos negativos las calumnias y falsas delaciones que tan profundamente lesionan la convivencia social. Se intriga y se denuncia falsamente, sin medir la gravedad de las consecuencias, lo mismo a pobres e indefensos ciudadanos que a sacerdotes y Obispos. Ni se

respeta ya la amistad. Estos hechos graves estn ntimamente ligados a la obsecuencia y la adulacin, que si ya son deplorables en quienes los practican, deshonran ms an a quienes los aceptan y los fomentan. Tambin hemos sido testigos de repetidos actos de abuso de autoridad y prepotencia, sobre todo en el interior del pas, que no han recibido ni el tratamiento debido ni la sancin justa. Aqui hay que mencionar tambin actos de atropello y desalojo contra pobladores campesinos y agricultures, con apoyo de las autoridades locales e indiferencia de las superiores. Muchas veces son las misma instituciones encargadas de promover el bienestar rural las que son responsables de estas situaciones: dobles ttulos de propiedad, mensuras y demarcaciones defectuosas, favoritismos e influencias injustificables. Pero, aun admitiendo el legtimo derecho de los propietarios, se han de respetar siempre los derechos inalienables de las personas y la consideracin debida especialmente a los pobres. Estos hechos son siempre perjudiciales para la paz pblica y la sana convivencia, porque sus protagonistas son precisamente hombres que ejercen autoridad o cargos pblicos al servicio del bien comn. CAUSAS DE ESTA SITUACIN 8. Si hemos de buscar las causas ms profundas de esta situacin, debemos referirlas necesariamente al egosmo humano y al pecado que impera en el mundo y que afecta a todos en nuestro comportamiento personal y colectivo. Pero tambin hemos de sealar factores de implicancia ms inmediata como son todos aquellos que modelan, para bien o para mal, el comportamiento humano. a. En primer lugar, y como causa muy universal, est la deficiencia del ncleo familiar. Nuestras familias han perdido autoridad moral. Los padres no logran educar a sus hijos; se vuelven excesivamente tolerantes, se dejan llevar por el ambiente y en algunos casos se despreocupan de lo que hacen sus hijos. En las clases acomodadas la situacin no es mejor: los jvenes manejan demasiado dinero, disponen a su antojo de automviles, no aceptan las privaciones ni la disciplina necesaria para afrontar dignamente la vida. En estas condiciones su irresponsabilidad y comportamiento antisocial afectan ms profundamente a la convivencia comunitaria porque disponen de medios ms poderosos y su impunidad es mayor.

b. El sistema educacional del pas no ha logrado acompaar su crecimiento cuantitativo con una eficacia cualitativa proporcional. Ms an, nos da la impresin de que su capacidad educativa se est deteriorando progresivamente. Los colegios, an los catlicos, parecen a veces incapaces de dar una formacin adecuada. O porque no logran contrarrestar la desidia del hogar, la influencia negativa del ambiente y de los medios de comunicacin social. O porque han abandonado una "filosofa" educativa austera, centrada en el respeto de las personas y en el servicio del bien comn. En este mismo orden de cosas no podemos dejar de expresar nuestra preocupacin por la calidad moral de algunos maestros y profesores y la formacin que ellos mismos reciben. c. Nosotros mismos Obispos, sacerdotes y agentes pastorales de nuestra Iglesia no hemos predicado suficientemente ni urgido con la energa necesaria los postulados de la moral cristiana y el necesario seguimiento de Cristo, nuestra ley y nuestra norma. Damos a veces la impresin de no tener un criterio claro, firme y seguro en la enseanza de la moral, de la disciplina y de la austeridad cristiana. ?Estaremos tambin inficionados por la permisividad moral del ambiente? ?O hemos cado en el relativismo moral? d. Finalmente, hemos de reconocer y lamentar que los medios de comunicacin social (T.V., radios, cines, prensa, etc.) no educan, ms bien desorientan; muchas veces son alienantes, envilecen. Los temas sexuales se tratan o como artculo de consumo o con criterio puramente animal. Se fomenta la violencia. Hay demasiado erotismo. En sntesis, la educacin moral es muy dbil. No se forma el criterio moral que permite distinguir el bien y el mal: no hay sentido de pecado. No se estimula la conciencia ni los valores, elementos imprescindibles para la superacin moral. No se educa el carcter, para afrontar con buen xito las dificultades y las luchas. No preparamos a los jvenes para el ejercicio responsable de la libertad. Hay una apata moral. La educacin religiosa es netamente insuficiente. TAREAS A AFRONTAR 9. El cuadro de situacin que hemos trazado es ms bien negativo, pero es real. Y no puede extraarnos que as sea; aunque s debe preocuparnos a todos porque todos somos responsables de ella.

Nos encontramos en un tiempo de crisis de valores, de cambios culturales provocados por las transformaciones del pas y la invasin de los medios de comunicacin social que socaban da y noche los sistemas tradicionales de comportamiento. Experimentamos dificultades en la convivencia nacional nacidas de la inquietud de los ciudadanos que ven violados sus derechos, frenadas sus libertades o no encuentran respuesta a sus aspiraciones legtimas. Cuando sealbamos las causas no pretendamos establecer culpabilidad. Culpables somos todos en mayor o menor grado. Aunque hay sin duda personas y estructuras ms responsables que otras y en muchos casos deben ser mencionados para que se ponga remedio. Pero las mismas correcciones, para ser eficaces, debemos hacerlas con amor - nunca es lcito fomentar el odio - con humildad y no con prepotencia. Lo ms importante es siempre descubrir y reconocer nuestra propia culpabilidad, en orden a afrontar nuestra propia conversin y empearnos decididamente en corregir los males. 10. La tarea que se nos presenta a los cristianos es inmensa y apremiante: se trata de reconstruir al hombre, de rehacer el tejido social, de dar sentido y orientacin a la accin humana individual y colectiva. a. La reconstruccin del hombre y todo empeo por mejorar el comportamiento humano, debe comenzar por la conversin personal. En nosotros mismos comienza la tarea de perfeccionamiento moral. El primer criticado, el primer juzgado debo ser yo mismo. La construccin del Reino de Dios debe empezar en mi mismo. Despus debo mejorar mi propia familia; sanear mi empresa antes de emparme en la reconstruccin de la sociedad nacional e internacional. Nos lo recuerda el Papa Juan Pablo II: "En efecto, si la primera palabra de la enseanza de Cristo, la primera frase del Evangelio - Buena Nueva - era "arrepentos y creed en el Evangelio" (metanoeite), el sacramento de la pasin, de la cruz y resurreccin parece reforzar y consolidar de manera especial esta invitacin en nuestras almas? Es siempre el mismo Cristo que exhorta a la penitencia, que repite el "arrepentos". Sin este constante y siempre renovado esfuerzo por la conversin, la participacin en la Eucarista estara privada de su plena eficacia redentora? En nosotros - hombres sujetos a mltiples limitaciones - la necesidad de dirigirnos hacia Dios en forma siempre ms madura y con una constante conversin, siempre ms profunda" es innegable (2).

11. b) Rehacer el tejido social de la nacin con el fin de asegurar formas humanizantes de relacin entre todos los miembros de nuestra sociedad es tarea urgente. La conversin del individuo es indispensable pero ciertamente es insuficiente para asegurar la coherencia de la vida cristiana. Hay dimensiones sociales y polticas de la fe inseparables de nuestra condicin y fidelidad cristianas. Toda la realidad humana - no solo la individual, tambin la social - ha sido asumida por Cristo y redimina por El. La Iglesia, la comunidad creyente, est llamada a igual que su Redentor a asumir esta realidad compleja, a juzgarla a la luz de la palabra de Dios, a descubrir en el entramado de los intereses humanos una acogida o un rechazo del designio de Dios. La conciencia cristiana siente la urgencia de una accin eficaz que ayude a superar una situacin que ofende a Dios y al hermano. El cristiano sabe que no se redime esta realidad sino asumindola en una praxis liberadora. Y sabe tambin que la liberacin integral es una realidad escatolgica; no realizable plenamente en este mundo. Sin embargo, por el hecho mismo de ser escatolgica se anticipa ya en la historia y se realiza a travs de las liberaciones particulares, constituyendo un verdadero proceso. Ninguna de las liberaciones parciales constituye la liberacin integral en Cristo, pero son pasos necesarios que encuentra sus concreciones en la poltica, en la economa, en la cultura, en todo el quehacer -----------------------------------------------------------------------------------------------------------(2) Juan Pablo II, carta encclica "Redemptor hominis". 4 de marzo 79, pag. 84. Ver tambin nuestras pastorales colectivas nn. 9 y 10 del 5 Julio 74 y cuaresma 75 respectivamente, sobre la necesaria conversin. -----------------------------------------------------------------------------------------------------------humano. Todo tiene su relacin con el Reino de Dios; de ah que todo puede contribuir a la salvacin y a la felicidad del hombre o a su condenacin y destruccin en la medida en que est o n de acuerdo con el designio de Dios. La estructura social, poltica y econmica no es ajena ni exterior al hombre, sino que lo afecta radicalmente. Sus defectos muestran el aspecto social del pecado y exigen una rehabilitacin en trminos estructurales y sociales. La bsqueda de un hombre nuevo nacido de la conversin producida por su encuentro personal con Cristo Salvador, lleva tambin a crear situaciones en las que la gracia de Dios pueda encarnarse en mediaciones sociales ms justas y ms fraternas. Como ya lo hemos sealado ms arriba, nuestra sociedad esta muy

marcada por mecanismos de alienacin y de dominacin. La pobreza, la dependencia, la explotacin de unos hombre por otros, la delacin y la intriga con fines de lucro o de acomodo poltico han debilitado y destrudo grandemente el tejido social de nuestras relaciones. Es sta una realidad que no puede no calificarse de inmoral. La estabilidad poltica o el progreso material que se logra en estas condiciones se vuelven inhumanos e incuos por el enorme costo social y humano que reclama. ?Es posible justificar el progreso contra el inters social de la gran mayora para favorecer desmesuradamente a una minora de privilegiados? 12. Comprendemos muy bien que todo progreso econmico y toda aceleracin exige un precio. Hay conflictos ineludibles. La opcin por un acelarado crecimiento econmico, base para el bienestar social de todos, lleva consigo una determinada tasa de iniquidad social. El problema moral se plantea cuando esa "iniquidad" sobrepasa los lmites tolerables para la justicia y la humanidad. Se exige la participacin de todos en la construccin econmicosocial, pero no se permite una participacin proporcional de todos en la riqueza conseguida. El sacrificio que impone el progreso no est distribuido equitativamente entre todos, sino recae sobre los mismos que vienen sufriendo privaciones de todo orden desde siempre: los trabajadores, los campesinos, los pobres. Seamos, pues, ecunimes y solidarios: Hay dolores y sacrificios que deben pagarse inexorablemente como precio de todo crecimiento sea espiritual, econmico o social. Esto lo comprende cualquier hombre sensato. Pero hay tambin sufrimientos, pobreza, miseria y dolores humanos que son frutos de la injusticia, de un orden inhumano en la convivencia y en la distribucin de los bienes, as como de una insaciable sed de poder. Hay que repetir, pues, una vez ms que no basta adquirir y poseer ms y ms, si no hay al mismo tiempo una dimensin espiritual del ser humano, una ascesis creativa y un sentido de equidad social. 13. Aceptamos que todo sistema poltico necesita un servicio adecuado de informaciones. La seguridad y la defensa del cuerpo social exigen la estabilidad del "orden pblico" y la garanta del correcto uso de la fuerza pblica. Es admisible inclusive tener que renunciar a ciertas "libertades" por exigencias muy concretas del bien comn. Pero lo que no se puede aceptar es el abuso y la arbitrariedad. Hay que guardar

las proporciones. Han de respetarse siempre los valores inalienables de las personas y no pasar ciertos lmites si no se quiere crear situaciones que siembran la discordia, la desconfianza y la separacin entre los hombres. Por razones de seguridad nacional se han ido liquidando los cuerpos intermedios y asociaciones voluntarias de ciudadanos, lo que ha llevado a la destruccin de las bases societarias del pueblo, sin excluir el mismo ncleo familiar. Esto ha hecho que la participacin del pueblo en el destino de la nacin se haya vuelto demasiado limitada. Se le han ido quitando los medios bsicos para formarse su conciencia crtica y libre, para organizarse dentro de las garantas que le ofrecen nuestra Constitucin, para hacer oir sus justas reclamaciones. Tenemos la impresin que se busca atemorizar al pueblo y que quienes destruyen el tejido social de relaciones, lo que realmente temen es la libertad del pueblo y el ejercicio de la verdadera democracia. 14. c) Finalmente, hemos de decir que la reconstruccin del hombre, causa de nuestra redencin y razn de ser de la Iglesia, exige no solo la refaccin del tejido social hecho de relaciones humanizantes, el saneamiento del entorno en que vive, sino tambin, y como tarea muy urgente y servicio muy calificado de los cristianos, dar sentido y orientacin a la accin humana individual y colectiva. En efecto, nuestra gente sencilla ha podido dar sentido a su existencia y alimentar su esperanza contra todas las esperanzas terrenas, gracias al descubrimiento de los valores autnticos del pueblo, a la toma de conciencia de su propia cultura y de la validez de su religiosidad cristiana. Por esta razn, cuando los pastores queremos ser cada vez ms fieles a los clamores del pueblo, cuando queremos prestarle nuestra voz a los sin voz y sin oportunidad, buscamos una nueva encarnacin del evangelio de Cristo en nuestra cultura (3). Nos esforzamos con nuestros fieles en instaurar una renovada vivencia de la fe para construir una patria mejor, ms digna de los hijos de Dios. Queremos salvar los valores de nuestro pueblo hospitalario y sufrido, bondadoso y jovial, inclinado a la convivencia sencilla y alegre. 15. Pero el mayor servicio que se nos pide a los cristianos es sin duda hacer partcipes a nuestros contemporaneos de lo que Cristo nos ha -------------------------------------------------------------------------------(3) Ver "conclusiones de Puebla" nn. 385 y ss. -------------------------------------------------------------------------------

revelado sobre el origen y el destino del hombre. La iglesia tiene algo que le es muy propio y que puede ofrecer al mundo: su verdad sobre el hombre y su futuro. Y en este sentido, la Iglesia ha de ser y ha de vivirse como testigo del sentido y orientacin en un mundo que est comenzando a desesperar de la sanidad interior de todos sus proyectos, que est acrecentando sus posesiones mientras se le va obscureciendo simultneamente la figura de su ser y pierde el equilibrio de todos sus dinamismos y necesidades. Los cristianos no podemos permitir que la lucha por tener ms deje al hombre sin la seguridad y la razn sustentadora de su vivir y morir. Nuestro pas empeado en lograr un mayor desarrollo econmico no puede contentarse con el simple crecimiento de bienes, descuidando los valores con que alimentarse: "no son ms importantes los productos para vivir que los ideales para supervivir". Ni podemos resignarnos a que a la degradacin que antes operaba la pobreza suceda ahora la degradacin que opera el exceso del tener y del poder. Tarea de la Iglesia es ahora ms que nunca hacerse servidora de los hombres para satisfacer su necesidad de sentido: ofrecer una clara orientacin a la vida humana personal y colectiva. Tarea de la Iglesia en nuestra patria es velar para que los hombres puedan seguir hablando de Dios, del sentido de la vida, del pecado y de la culpa, de la muerte y de la esperanza, del sacrificio de Jesucristo y de la salvacin que nos ofrece. Los cristianos han de ser quienes griten en alto que se mata al hombre cuando se le hace imposible por dominaciones polticas, dictaduras de la pobreza o dictaduras del consumo, preguntarse sobre su destino temporal y eterno. Mientras la Iglesia siga cumpliendo fielmente esta tarea en nuestra patria, ser la mejor garanta de que la persona humana trasciende todas las estructuras de poder y de produccin y de todas las ofertas de consumo y liberar al hombre del temor y de la esclavitud de quedar prisionero de sus propios productos. Podr tener ms sin dejar de ser ms. Recordemos: si el hombre asegura el sentido de su vida y se orienta hacia Dios su Padre, llegar a la posibilidad real para gustar un placer digno del hombre y vivir la alegra honesta entre sus hermanos. Es el gozo del Espritu, serenamente gustado. La mesa aunque pobre, si es compartida, a la vez que alegra, santifica. Vivir como hermanos que avanzan hacia la casa del Padre es ya primicia de la nueva humanidad. 16. Los Obispos tenemos encomendado el ministerio de la comunidad

y en razn del mismo tenemos la misin de guiar al pueblo cristiano. Nos toca, pues, a nosotros concretar el aporte de la Iglesia en esta gran tarea de reconstruccin moral de la nacin. La Iglesia renovada por el Concilio Ecumnico Vaticano II, ha ido tomando conciencia cada vez ms lcida de que su destino evanglico est hondamente vinculado al destino personal y social de los pobres y desvalidos. Si estos no ven reconocidos sus derechos fundamentales, al menos en pases como el nuestro que se reclama el nombre de cristiano, la propia Iglesia debe reconocer que no ha logrado an evangelizar en profundidad; no ha llegado a encarnar el mensaje de Cristo en los hombres de nuestra patria y en sus instituciones. Nuestra Iglesia del Paraguay, con su activa participacin en las Conferencias de Medelln y de Puebla, se ha confirmado siempre ms en este servicio de los pobres, en esta lucha paciente por la liberacin en Cristo de todo hombre y de todos los hombres. Ella se ha puesto al servicio del hombre, porque sabe que "el hombre es el camino de la Iglesia" como audazmente lo reclama Juan Pablo II: "Siendo por tanto este hombre el camino de la Iglesia, el camino de su vida y esperanza cotidianas, de su misin y de su fatiga, la Iglesia de nuestro tiempo debe ser de manera siempre nueva consciente de la situacin de l. Es decir, debe ser consciente de sus posibilidades, que toman siempre nuevas orientaciones y de este modo se manifiesten; la Iglesia, al mismo tiempo debe ser consciente de las amenazas que se presentan al hombre. Debe ser consciente tambin de todo lo que parece ser contrario al esfuerzo para que la vida humana sea cada vez ms humana (PP, 21) para que todo lo que compone esta vida responda a la verdadera dignidad del hombre. En una palabra, debe ser consciente de todo lo que hay contrario a aquel proceso" (4). Como ya lo exponamos anteriormente (5) estamos comprometidos con el hombre concreto de nuestra patria. Y no queremos faltar a nuestro deber de ofrecerle todo lo que la Iglesia de Cristo puede aportarle para su liberacin integral. Esta responsabilidad ineludible la compartimos los pastores con todos los cristianos lcidos y conscientes de esta hora ciertamente histrica que nos toca vivir. Seremos juzgados por el Seor si no respondemos generosamente al clamor de nuestros hermanos, porque somos protagonistas y responsables de esta hora de gran transformacin del mundo (6). El gran servicio que la Iglesia Catlica y sus pastores queremos prestar en esta hora a nuestra sociedad, a cada hombre - a todo hombre sin

excepcin alguna - y a toda la nacin, se puede sintetizar en gran medida en contribuir a la formacin y sostenimiento de una necesaria concepcin moral as como a la consiguiente bsqueda y clarificacin del sentido de la autntica vida humana en la tierra. Tenemos conciencia que para realizar este desinteresado propsito, necesitamos y esperamos contar con toda la solidaridad de los hombres y mujeres de buena voluntad. Y as pensamos, no solo porque nos sentimos limitados ante la magnitud del desafo, sino ms todava porque lo que la Iglesia propone como propio se funda y surge de las exigencias mismas de la vida humana. -------------------------------------------------------------------------------------------------------(4) Juan Pablo II, carta encclica "Redemptor hominis", p. 45. (5) Ver pastoral colectiva n. 8 "La misin de la Iglesia, hoy" (6) Juan Pablo II, Duscurso inaugural de la III. Conferencia General de Puebla, AAS, LXXI, p. 187. -------------------------------------------------------------------------------------------------------Y tambin tenemos acuciante conciencia que hoy ms que nunca debemos dar testimonio inequvoco de Jesucristo como Seor. La Iglesia, con humildad pero con firmeza a la vez, declara su certeza: que la ley de nuestra naturaleza concreta es la ley del destino sobrenatural de la humanidad, el destino que esta humanidad tiene por Cristo, Hijo de Dios. La ley de las ms profundas aspiraciones morales de los hombres en la historia - nuestra naturaleza concreta con vocacin sobrenatural - existe por Cristo Jess. El es la medida de nuestra realizacin plena: "Cristo es el modelo y el fin del mundo creado, El es antes que todo, el universo tiene en El su consistencia" (Col. 1,15). 17. ?Cmo concretar esta aporte de la Iglesia en esta impostergable tarea de reconstruccin moral de la nacin? Nos limitaremos a enumerarlo brevemente: 1? Nuestra primera contribucin a la salud de nuestra sociedad no puede ser sino el anuncio de la alegre nueva revelada en Cristo Jess: "Ay de m si no anuncio el Evangelio" (1 Cor. 9,16). Esto vale no solo para Pablo, sino tambin para toda la Iglesia. Nuestra salvacin depende de la acogida alegre y reconocida que le reservemos al Evangelio y de la voluntad de ponerlo en prctica (7). El hombre que no ha llegado a la fe en Cristo, no tiene todava

plena conciencia de su origen, del centro y del fin de su propia existencia. Nuestra prioridad irrenunciable es, pues, predicacin del Evangelio. -----------------------------------------------------------------------------------------------------------(7) Bernardo Haring, "Moral y evangelizacin en el mundo de hoy", PS editora, Madrid, p. 29. -----------------------------------------------------------------------------------------------------------Predicar a Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, es el fundamento y la raz de todo mensaje moral. La comprensin del misterio de Jess es nuestra salvacin porque en El encontramos la vida verdaderamente humana. El nos revela la verdad del hombre. El nos releva al mismo tiempo la verdad de Dios. Gracias a El le conocemos a Dios como a Padre que nos llama (Mt. 22, 1-14), que nos perdona (Lc. 7,36-50), que nos ama a todos los hombres insdistinta y gratuitamente (Mt. 5,43-45) 2? Queremos tambin, a la luz de Cristo, transmitir a todos nuestros conciudadanos los valores humanos universalmente aceptados como base de una convivencia pacfica y humanizante. Tales son los valores "naturales" de ecuanimidad y justicia, de sinceridad y cumplimiento de la palabra empeada, de sobriedad y temperancia, de lealtad y fidelidad, de respeto al semejante y defensa de los dbiles. 3? Debemos velar por la salvaguardia de esos valores, que consideramos fundamentales, porque manifiestan la semejeaza del hombre con Dios. Aqui radica la razn por la que la Iglesia promueve la dignidad humana y defiende los derechos de la persona a nivel poltico, econmico, social y cultural. 4? Ofrecemos, finalmente, nuestra cooperacin en la bsqueda, con todos los hombres y mujeres de buena voluntad, de soluciones correctas y adecuadas a la vida humana para los problemas que las nuevas situaciones nos van presentando. Queridos hermanos: Hoy solo parece posible y eficaz un testimonio evanglico all donde toda la Iglesia, en cuanto comunidad de creyentes y no slo los resposables de su coduccin, contribuye solidariamente a configurar la formacin de la voluntad y a plasmar la conciencia de responsabilidad de la sociedad. Esto requiere de nuestra fildelidad a Cristo, solidaridad con la miseria

y las angustias de los hombres, especialmente de los pobres y marginados. "Slo son capaces de convercer la preocupacin fidedigna, el esfuerzo sin reservas y la accin caritativa, unidos al compromiso personal y al consejo razonado sobre la base de una fe autntica" (8). Slo as los cristianos podemos ayudar tanto a los individuos como a las instituciones sociales a asumir sus responsabilidades ticas. Es evidente que no podemos limitarnos a la mera predicacin "religiosa" del evangelio, sin comprometernos en su aplicacin. Sabemos que con la confesin de la fe cristiana no se resuelven todos los problemas sociales, econmicos y polticos. Pero somos tambin conscientes que sin esperanza fundada en la resurreccin de Jess, sin la fe en la promesa de Dios y en su fidelidad no podemos afrontar dignamente la vida, ni rsponder a las gravsimas cuestiones que plantean el sentido de la muerte y del sufrimiento, de la miseria y la crueldad. Es nuestra fe y el seguimiento de Cristo lo que nos apremia a comprometernos para elevar la responsabilidad moral as como por mejorar las condiciones de vida de nuestros prjimos. -----------------------------------------------------------------------------------------------------(8) J. Neumann, "Derechos y deberes de la sociedad eclesial", en Concilium 130, p. 513. ------------------------------------------------------------------------------------------------------

PAUTAS PARA LA ACCIN PASTORAL 18. La atenta lectura del Plan de Pastoral Orgnica que hemos aprobado para nuestras Iglesias y en cuya implementacin estamos empeados, ya nos sealan las pautas operativas que orientan la accin de los cristianos. Hemos asumido opciones fundamentales de liberacin de Cristo. Dentro de nuestra competencia especfica teolgico-pastoral queremos, pues, concretar nuestra accin en una estrategia en la que puedan ser eficaces las dimensiones polticas y social de nuestra fe cristiana. Esto no significa una nueva serie de acciones pastorales sino ms bien un acento o modo diferentes de llevarlas a cabo. Queremos, en primer lugar, dar un fuerte impulso a la evangelizacin, que proponga adecuadamente a los hombres de nuestro tiempo los misterios de Cristo, de la Iglesia y del mismo hombre. La Comisin Episcopal para la Evangelizacin est implementando este propsito fundamental de nuestra Iglesia. En particular: a) Se trata de organizar la catequesis, la predicacin y la

enseanza de la religion en nuestras instituciones educativas de modo que no nos limitemos a una mera transmisin terica de los principios de la fe, sino a un ordenado y progresivo crecimiento de la misma con las consecuencias practices aplicadas a las distintas dimensiones y edades de la vida cristiana y humana. El Equipo Nacional de Catequesis se encuentra empeado en esta tarea. b) Tenemos que promover un fuerte movimiento de promocin humana, en una autntica pastoral social que tienda a educar las conciencias de nuestros cristianos en la justicia y en la caridad y a expresarlas en acciones y obras de asistencia y promocin de los miembros ms necesitados de nuestra sociedad. Este campo es la mxima importancia ya que es el lugar de las relaciones de la Iglesia con el mundo. c) Es urgente instaurar una pedagoga de formacin de los laicos por la accin, de modo que ellos como ciudadanos de la patria terrena busquen las mediaciones necesarias de orden politico y econmico que hagan histricamente viables los principios evanglicos cristianos. A los laicos les compete organizar el mundo temporal segn el designio de Dios. Los pastores debemos serviles dndoles aliento e iluminacin para su compromiso social y poltico. No podemos eludir hacer con ellos el discernimiento necesario (9). d) Privilegiar la pastoral juvenil es las diversas formas que ya estn en marcha. La atencin a los jvenes debe ser prioritaria y puede representar una contribucin apreciable a la pastoral vocacional. e) Una particular atencin queremos prestar a las familias, a cada uno de sus miembros y al mismo ncleo familiar. Es una prioridad pastoral recordada con apremio por el Papa Juan Pablo II: "Atended a campo tan prioritario con la certeza de que la evangelizacin en el futuro depende en gran parte de la "Iglesia domstica". Es la escuela del amor, del conocimiento de Dios, del respeto a la vida, a la dignidad del hombre. Es esta pastoral tanto ms importante cuanto la familia es objeto de tantas amenazas. Pensad en las campaas favorables al divorcio, al uso de practices anticoncepcionales, al aborto, que destruyen la sociedad" (10). Para atender esta rea pastoral ------------------------------------------------------------------------------------(9) Pablo VI, "Octogessima adveniens", 4 mayo 71, n. 4. (10) Juan Pablo II, Discurso inaugural, AAS, LXXI, p. 204.

------------------------------------------------------------------------------------hemos creado el Centro Nacional de Pastoral Familiar entre los organismos de la CEP. f) Recordamos, en fin, a los sacerdotes que gozan de facultades para oir confesiones en el pas, que una tarea primordial de su ministerio de reconciliacin es la de formar la conciencia y orientar el comportamiento de los cristianos, despertar nuevamente el sentido del pecado. Han de poner particular atencin cuando se trata de absolver de algunos pecados que constituyen un crimen externo grave y particularmente nefasto para la convivencia fraterna o lesivo de la misma vida humana. Tales son en nuestro pas: - El pecado de aborto, cuya absolucin queda reservada a los Ordinarios, que limitan as la postestad de absolver de los inferiores. Consideramos todava necesario mantener en vigor esta reservacin con la esperanza de extirpar, al menos entre los cristianos, este vicio criminal. - Es igualmente grave la falsa delacin y la intriga que llevan a la represin policial o militar con irreparable dao a los inocentes y a sus familiares. - Merecen igual calificacin la corrupcin de menores, la organizacin o cooperacin directa en el trfico de drogas y estupefacientes, explotar la prostitucin o inducir a ella, difundir la pornografa. En estos casos mencionados, los confesores no darn la absolucin si los pendientes no aceptan una resparacin proporcional a la gravedad del delito que tender a formar la conciencia del penitentes y a reparar de algn modo el dao causado. 19. Entre los factores que no dependen diractamente de nosotros, queremos sealar dos de ellos: los medios de comunicacin social y las organizaciones de base de los ciudadanos. a) Particular preocupacin nos causan los medios de comunicacin social (TV, radios, cine, prensa, etc.) hacemos un llamado apremiante a los critianos y hombres honestos que trabajan en estos medios para que cooperen a la edificacin

del hombre, no a su destruccin moral. "Es necesario que el hombre de nuestro tiempo conozca las cosas plenas y fielmente, adecuada y exactamente" (11). Los medios de comunicacin social deben servir ante todo a la verdad, a lo que construye, a lo que mejora y dignifica al hombre. Este servicio a la verdad no puede ponerse en venta sin llegar a una deplorable degradacin. Ninguna razn justifica la destruccin del hombre. Los propietarios y ejecutivos de quienes dependen estos medios, conscientes de su poder e influencia sobre las gentes, no pueden abstraerse a sus gravsimas resposabilidades ante Dios y ante la Nacin. Recuerden que deben servir a la verdad y la libertad. "Os aseguro- deca el Papa a los periodistas - en la medida en que servs este ideal la Iglesia permanecer a vuestro lado, porque ste es su ideal tambin. Ella ama la verdad y la libertad; libertad de conocer la verdad, de predicarla, de comunicarla a los dems" (12). ------------------------------------------------------------------------------(11) Instruccin "Communio et progressio", n. 34. (12) Juan Pablo II, Discurso al mundo de la informacin, AAS, LXXI, p. 240. ------------------------------------------------------------------------------b) Finalmente, hacemos un pedido muy particular a los responsables del bien pblico de la Nacin:un medio indispensable para la reconstruccin moral de la nacin es el hombre mismo, el pueblo, como sujeto responsable de su propia elevacin moral y social. Ante las complejas y avasallantes estructuras sociales y polticas del mundo contemporaneo no se puede abandonar al individuo a sus propias fuerzas. Debe unirse a sus semejantes, debe organizarse y vivir su vida de hombre y de cristiano en solidaridad. La Iglesia tiene estima y confianza en la comunidad. Ella misma se considera una comunidad de creyentes y quiere que los hombres vivan como hermanos. "Cuntas bellezas y alegra hay cuando los hermanos viven en concordia" (Salmo 132). Las enseanzas sociales de la Iglesia don gran importancia a los llamados "cuerpos intermedios", es decir, agrupaciones voluntarias de ciudadanos reunidos para crecer en humanidad y contribuir eficazmente al servicio de la sociedad global. Es

sin duda la idea de una organizacin de la base la que nos preocupa ya que su papel es determinante para la existencia social. La misma Iglesia, como sociedad que es, pretende sobre todo constituir comunidades eclesiales de base sin las cuales no est en condiciones de hacer frente a su misin con responsabilidad. Estas comunidades de base en sus mltiples formas son indispensables para formar la conciencia moral y modelar la praxis del individuo y la sociedad. Es aqui donde la fe cristiana puede encontrar una realizacin madura en actividades y comportamientos cristianos coherentes. As habremos superado el mayor escndalo de nuestro tiempo: la separacin entre la fe y la vida con los cristianos. CONCLUSIN 20. No podemos dejar de subrayar una vez ms la necesaria referencia a Jesus cuando concluimos estas reflexiones. En efecto, la razn de ser de la tica evanglica, como de todo el mensaje cristiano, se encuentra en el misterio mismo de Jess, de su persona, su vida, su pascua. "Misterio siempre obscuro y lleno de luz, en el cual encuentra su razn de ser todo el mensaje cristiano y al margen del cual todo lo restante, incluso su misma palabra, se cosifica, se fosiliza?" (13). Para nosotros los cristianos la recuperacin de la vida humana, nuestra propia conversin y crecimiento en humanidad no puede venir simplemente del cumplimiento de la ley, ni siquiera de la promulgada por Dios, sino del seguimiento de Cristo. Por esta misma razn como raz de todo resurgimiento moral ha de ponerse una siempre renovada actitud religiosa que establece nuestra peculiar relacin con Dios Padre. En una palabra, un comportamiento humano moralmente sano y humanizante supone la fe, sin la cual es imposible agradar a Dios; supone la oracin sin la cual no se alimenta la fe. As nos lo ense Jess. El misterio personal de Jess de Nazareth se centra en su misteriosa relacin con Dios Padre. De este nico, irrepetible y vivencial conocimiento de Dios Padre (Mt. 11,27) depende la comprensin ltima de Jess, la raz de su entrega generosa. Su razn de ser radica precisamente en ser imagen del Dios vivo, que El conoce como Hijo, ama y nos revela. Toda la existencia de Jess, sus hechos, sus palabras, su muerte y su resurreccin, es la realizacin de su entrega a Dios Padre como

donacin personal y libre (Fil. 2,5-11; Hebreos 10,5). --------------------------------------------------------------------------------------(13) G. Mora, "El proyecto moral del Evangelio", en Iglesia viva 73, p. 70. --------------------------------------------------------------------------------------En su vivencia de Dios, Jess conoce la autntica vida del hombre. Dios es la vida del hombre. La vida verdaderamente humana es la vida vivida en y segn Dios como nico Adsoluto destruida toda otra idolatra. Nada de lo que existe en el mundo es aquel Absoluto en el que el hombre puede encoentrar la vida, la paz, la felicidad? Dios, nuestro Padre, es quien puede producir en nosotros una actitud serena, libre y clarividente? Y junto a la imagen de Dios, la raz de la palabra y de la vida de Jess es su propia concepcin del hombre y de la vida humana, de la cual El mismo es la realizacin perfecta. La imitacin de Cristo, su seguimiento, nos permite vivir su vida y tener sus mismos sentimientos. Podemos imitar su ejemplo, amar a Dios en cienta manera, como El lo ama (Jn. 15-10); y tambin a nuestro prjimo como El lo am (Jn. 13,34); servir humildemente a nuestro hermano segn el ejemplo de Aquel que le lav los pies; tomar su ejemplo de sufrimiento y seguir su modo de comportarse en este mundo. Podemos con el Apstol Pablo hacer propios los sentimientos de Cristo; tener ante los ojos, en nuestra vida, al Seor glorificado, pero como Quien, en su tiempo, muri y fue resusitado de entre los muertos tras una vida de sufrimiento (2 Cor. 1,5; Fil. 3,10) de tribulaciones (Col. 1,24) de persecucin (2 Tim. 3,12) de paciencia (2 Tes. 3,5) de veracidad y de amor (Fil. 1,8). De Jess hemos aprendido esta ley del amor. El fue el hombre-paralos-dems. Y es por el amor cristiano, que es caridad, que nosotros podemos llegar a imitar ms estrechamente a Jess. Por la caridad podemos dar al mundo el suplemento de alma que necesita y contribuir eficazmente a unir a los hombres entre s. Esto no es todo. Cristo, que es nuestro ideal y nuestro ejemplo, nos ofrece tambin una comunin personal con El, a fin de que le sigamos y tengamos participacin en Su destino (Rom. 6,5) (14) Para que seamos sus verdaderos discpulos y tengamos verdadera comunin de vida con El, nos hace partcipes de su muerte y su

resurreccin y nos hace miembros de su cuerpo que es la Iglesia. 21. Hay en la familia humana una mujer que nos precedi en el seguimiento de Cristo. Siendo de nuestra raza "ella est unida en la estirpe de Adn con todos los hombres que han de ser salvados?" (15), participa tambin pasiva y activamente en la tarea salvadora. Ella es Mara, la Madre de Jess y la madre de los hombres. Ahora que queremos realizar en nosotros la obra de la salvacin, no podemos no recurrir a Mara por quien nos vino el Salvador y acompa y acompaa siempre la obra de su Hijo (Hechos 1,14). Es ella madre de la vida. As nos ensea el Concilio Vaticano II: "El Padre de las misericordias (16) quiso que precediera a la encarnacin la aceptacin de parte de la Madre predestinada, para as como la mujer contribuy a la muerte, asi tambin contribuyera a la vida". "La bienaventurada Virgen mara avanz en la peregrinacin de la fe y mantuvo fielmente la unin con su Hijo hasta la cruz, junto a la cual se mantuvo en pie" (17). A esta mujer fuerte y madre amorossima encomendamos nuestras Iglesias y a todos nuestros hermanos. Ella desde el cielo donde est ----------------------------------------------------------------------------------------------------------------(14) J. Fuchs, "La moral y la teologa moral postconciliar", Herder, Barcelona, P. 132. (15) "Lumen gentium", n. 54. (16) Ibidem, n 56. (17) Ibidem, n. 58. ----------------------------------------------------------------------------------------------------------------en cuerpo y alma "no ha dejado esta misin salvadora sino que con su multiple intercesin contina obtenindonos los dones de la salvacin eterna". "Con su amor materno se cuida de los hermanos de su Hijo, que todava peregrinan y se hallan en peligros y ansiedad hasta que sean conducidos a la patria bienaventurada" (18) La Virgen Mara en su abvocacin de Caacup sea para nosotros los agentes de pastoral ejemplo de fidelidad al Seor y de la solicitud maternal con que es necesario que estemos animados todos los que en la Iglesia cooperamos a la regeneracin de los hombres. Roque Gonzlez de Santa Cruz, nuestro compatriota y hermano, nos ayude desde el cielo.

Asuncin, 12 de junio de 1979 Por mandato de la Asamblea Plenaria + Jorge Livieres Banks Obispo Titular del Uttimmira Secretario General de la CEP

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