Knighr, Alan

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Alan Knight

La Rcvolucicin Mexicana:
iburguesa, nacionalista, o simplemente una "gran rebelibn"?
~Qu6 close de revolucidn fue la Revoluci6n Mexicana? La riaturaleza de la pregunta es tal qrle cualquier respuesta --especialmente una respuesta breve corno la present* debe ser tentativa: pues involucra no s610 consideraciones acer. ca de un amplio y complejo proceso histbrim (solre el cual puede haher grandes desacuerdos empiricos), sino tambihn, la aplicaci6n de teorias o conceptos de organizacidn apro: piados (sobre 10s que 10s su ucstos a priuri pueden diferir radicalmente) . Por supuesto, os argunientos Ilistriricos nunca son del todo empiricos, y siempre dependen cie la aplicaci6n de teorias/conceptos/"leyes" ex6genas: 10s modelos te6ricos (el marxisrno, la modernizacibn o la teoria de la dependencia), las leyes hempelianas o -1cyes que se imponen por su altisonancia- las miiximas dcl "sentido comCn". En lo que concierne a algunas cuestiones histriricas, se pasa por alto la "teoria" ex6gena: "10s hechos hablan por s mismos". i Pero kstos son m i s extraiios de lo que cornGnmente se piensa. Muchas cuestinnes, expecialrnente cuestiones importantes, requieren de alg6n significado tebrico, conceptual o compa. rativo. Los historiadores -y algunos mlis-- qne rechazn~l cualquier acercamiento de esta naturaleza (ya sea ticitamente o, en el caso de Richard Cobb, en tirminos UII tnnto agresivos),' se perjudican por doble partida: a] excluyell rlna amplia y legitinla gama de indagaci6n histdricn y b] se engaiian a si mismos, en la medida en que la alardeadn nusencia de teoria/conccptos/comparaciones "impuestos" y "extraiios", nhren la puerta hacia la oscuridad, la arbitroriedad y el uso disfrazado del "sentido com6n". Algunos historiadores de la Revoluci6n Mexicana van en esta direcci6n. Otros, y esto es algo a su favor, introducen teorias y conceptos generales: pero muy a menudo lo hacen de una manera dudosa. Un espect6culo triste y colnGn es PI del historiador narrativo que (por lo gcneral en un breve prefacio o ~vnclusi6n) se afcrra instintivamente a un salvavidas marxista quc, totalmenta inadecliado para tal prop6sit0, se desinfla con rapidez para dejar a la victima lihrada a sus propios medios. En su reciente libro La gran relelidn, que aparece en otra serie m,is de "La* Revoluciones en el Mundo RIoderno", Ram6n Ruiz afirma que MCxico no sufri6 una rcvoluci6n sine 11na "gran rebeli6n". Este llamativo argumento ( ~ c l r i ihabra opinado el editor de la serie?) se [lcriva dcl niodelo que Ruiz tiene de la revolnci6n del siglo xx, la

1 Ricliard Cobl) 11972), The Police and the Pt-ople: French 1'0orrlnr Protest, 1789-1820 (Oxiortl), pp. xvii-xix.

que -coma en Rusia, China o Cuba- debe lograr "una transformaci6n de la cstructura bbsica de la sociedad", cam. biando radicalmente "la estructura de clase y 10s patrones de riqueza y de distribucibn de Ias ganancias", y ademis "modificando la naturaleza de la dependencia emnbmica del pais respecto a1 mundo e ~ t e r i o r " . ~ De esta manera, 1917 nos proporciona una medida y, comparndos con 10s bolcheviques, 10s "revolucionarios" mexicanos son un grupu apocado; meros "rebeldes": "comparado con 10s niveles de Lenin y sus discipulos [. . .] [Zapata] queda lamentablemente lejos de ser un revolu~ionario".~ Debemos notar, pnra uso posterior, que de buena gana Ruiz otorga a la Revoluci6n francesa el estatus de "revolucionaria"; y reconoce una vaga afi-

mod0 radicalmente diferente a1 de Kula o Banjai.' Pero si la economia de mercado y monetaria son primordiales, Cockcroft tambikn seiiala que el crecimiento est6 acompaiiado por un "desarrollo correspondiente del trabajo asalariado", que 61 afirma como un hecho empirico en la sociedad porfiriana: el 80% de las fuerzas de trabajo estaban conformadas por el proletariado agricola? Asi, la economia mexicana era innegablemente capitalista, antes, durante y despuks de la Revoluci6n. Entonces, ~ q u es lo que logr6 la Revoluci6n? i "Apenas logrb derrocar a 'Porfirio Diaz y modificar parte de la ideologia de cambio social." No hub0 "cambios radicales en la estructura de clases ni en las relaciones de poder entre ellas". Sin embargo, la Revoluci6n si b e el product0

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por eso I sirve pal interpret, rrumpidc no por 1, el sociali

rnoda l ~ i z oque esto fuera i n e ~ i t a b l e . ~

Ibid., p. 8. Ibid., pp. 4, 7 , 4G9-10. Theda Skocpol ( 1 9 8 0 ) , States and Revolutions. A Comparative Analysis of France, Russia nnd China (Cumbridge), p. 23; retornado I'c'r Walter L. Goldfrank (19791, "Theories o f Revolution and Revolulion without Theory", Theory and Society 7 : 135-65. c James D. Cockcroft ( 1 9 7 6 ) , lntellectuul Precursors o f the Alexican Revolution, 1900-191.3 (Austin y Londres), pp. xiv-v, 6, 14, 2930, .M. [Ed. cast. : Siulo. XXT.1.
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rrumpida, M b i c o 1910-1920: urn guerra campesina por l a tierra y el poder ( M i x i c o ) ; y Donald Hodgee y Rose Gandy (1983), Mexico 1910-1982: Refonn and Revolution (Londres): para un favorable comentario sobrt Gilly, vCase p 83. . 11 Gilly, p. 386

Ibid., p. xvi. l o Ibid., pp. xvi-xvii: Adolfo Gilly ( 1 9 7 1 ) , La revolucidn inte:

Cockcroft, Intellectual Precursors, pp. 29-30.

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jai.' Pero si : : diales, Cockacompaiiado .. asalariado", ciedad porfi.. conformadas nexicana era :spuCs de la Revoluci6n? - . dificar parte 'cambios ranes de poder .. el product0 1taci6n entre ' roluci6n pro, vudo vencer, - . lo como hea del histoel papel del Liberal Metida de proasta Zapata i Lucio Caldolfo Gilly terpretaci6n las fuerzas
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por eso es posible trazar un gui6n hist6rico reconstituido que sirve para argiiir asuntos ~ontempor6neos.~~ todo, esta Ante interpretaci6n debe, acentuar el carkter fallido --o "interrumpirlo"- de la Revoluci6n. La Revoluci6n es importante no por lo que hizo, sino por lo que no hizo (no estableci6 el socialismo) ;. o por lo que, en un tiempo futuro, despub de una larga "interrupcibn", podria hacer todavia. Ruiz, Cockcroft y Gilly rechazan la noci6n de 1910 corn0 una revolucibn burguesa (Gilly repudia enfkicamente esto por considerarlo una herejia "centro-socialista y pequefioburgues?) .'S Ruiz y Cockcroft lo hacen porque a] conciben a1 antlgu~ rEgimen como capitalista de todas maneras; y b] porque se adhieren a una noci6n exigente, simplista, pero cornen de "revoluci6n". Para ellos, como para Theda Skocpol en su reciente y algo inflado estudio comparativo, las revoluciones son "transformaciones r6pidas y bisicas del Estado y de las estructuras sociales de una sociedad, acornpacadas y en parte llevadas a cab0 por una revuelta de base clasista surgida de abajo"; para pertenecer a este select0 grupo pues, corn0 Skocpol reconoce, estos grupos son "ocurrencias relativamente extraiias en la historia del mundo moderno"), una revoluci6n que aspire a serlo debe incluir "exitosas transformaciones s~cio~oliticas:' cambio verdadero del Estado y de la esun fructura de clases" (las cursivas son de ella) . Ruiz y Cock" croft son aGn m i s exigentes (por este motivo, Skocpol esti dispuesta a concederle a la Revoluci6n Mexicana el estatus de revolucionaria; veremos por qu6 en un momento). 'Para ellos, 9610 ~ u e d e haber revoluciones "burguesas" y "socialista~", y aquBllas se excluyen tanto por razones empiricas coma par razones te6ricas. Implicita~ensu teoria esti una noci6n equivocada de lo que es una revoluci6n "burguesa". Ruiz, ya lo hemos notado, acepta 1789 corn0 una revoluci6n burguesaPer0 10s historiadores ya no creen que 1789 (esto es, que el proceso de cambio iniciado en 1789 y continuado hasta, die gamos, 1815) destruyera el "feudalismo" e instalara el "capitalismo". Con respecto a los relaciones sociales y de propiedad, la ~evoluci6nfrancesa ni expropi6 clases enteras, ni perturb6 el patr6n de 1a.tenencia de la tierra anterior a 1789; "la transferencia de la popiedad causada por la Revoluci6n fue 1.. .I mucho menos radical que la efectuada los
12 Ibid., pp. 43, 226-27; Modges y Gandy, pp. 180-81: Armando Bartra (1983), "La revoluci6n ~nexicnna de 1910 en la perspectiva del magonisrno", en Adolfo Gilly et al., Interpretaciones de la Recoluci6m Mericana (Mbxico) , pp. 91-108. 1s Gilly, pp. 387-1. ' 4 Skocpol, pp. 4-5.

levantamientos sociales de este siglo".'J Tampoco parece que 10s campesinos franceses del siglo xlx -10s supuestos beneficiarios del cambio revolucionarivivieran mucho mejor que sus padres y sus abuelos.Ia El paralelo con Mkico, evidente en estas conclusiones, se refuerza si se incluyen 10s cam. bios politicos, y tengo en mente el agudo anilisis de Tocqueville: "la Revoluci6n tuvo [ ] dos fases difercntes: una en la que el 6nico objetivo [. .] parecia ser acabar de cuajo con el pasado; y otra en el que se intent6 salvar fragmentos del naufragio del viejo orden"; como resultado de ello, emergib ('un gobierno m6s fuerte y mucho mis autocritico que el que la Revoluci6n habia derrocadoW.'T Por lo tanto, Ruiz es poco coherente a1 otorga; a la Revoluci6n francesa el estatus de "re~lucionaria" que le niega a la mexicana. De un modo m6s general, es antihist6rico y te6ricamente embrutecedor esperar que la Revoluci6n Mexicana --o cualquier otra revoluci6n, especialmente una revoluci6n burguesa, "tocquevilleana"lograra cambios profundos en las relaciones sociales (0, m i s especificamente, en las relaciones de producci6n), en un plazo relativamente corto, a travCs de violentas medidas politicas. Aun las revoluciones leninistas, socialistas, son procesos m b que &contecimientos discontinuos (esto es, son procesos iniciados e interrumpidos por eventos sobresalientes; la Remlucidn china es, en este respecto, un ejemplo mejor a h que la rusa). Y, en comparaci6n, las revoluciones burguesas S O ~ I asuntos lentos. Por eso la imagen de Enrique Semo de ondas de revoluci6n burguesa sucesivas -1810, 18% 1910- re. sulta mAs convincente, realista e histbricamente m b fiel.1" Aqui, la revoluci6n en las relaciones de producci6n es materia para la longue dure'e, pero esth puntuada y decisivamer~teacelerada por acontecimientos politicos y conflictos so. ciales. El paralelismo con Francia -1789, 1830, 1 % es evidente.18 Lo4 historiadores no deberian buscar el g ~ l Gni~ e

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15 Norman Hampson (1976), A Social Ifistory of the French Rev. olution (Londres), pp. 251, 2 . ~ : Roger Price (1981), An Economic History of Modern France. 1730-1914 (Londres), pp. 68, 83-84, alega que 10s cambios decisivos en el desarrollo socioecon6n1ico francis se dieron a finales del siglo xrx, con el desarrollo de 10s ferrocarriles. la Algunos -10s "grandes kulaks1'- lo ernn: la mayoria probablernente no. VBase Roger Mngraw (1983), France 1815.1914: The Bourgeois Century (Londres), pp. 106-13. 17 Alexis de Tocqueville (1964), L'Ancien Rigirne (Oxford), pp. 45. 1s Enrique Semo (1978), Historia Mericnna: econontia y lucha de c h e s (M&xico),p. 299. 18 Ihitl., pp. % 0 . 30

co, el nocaut revolucionario, siiio la acumulaci6n de golpes n 1850 de Marx, kstos no constituyen las autoridades te6rique despachan el viejo orden social; deberian evaluar su imcas de m i s relevancia. Sin embargo, este acercamie~lto-a pacto individual y sus rclaciones secuenciales. &to, en el travks del cual las atribuciones de clase se deducen de la espacio permitido, es lo que intentark llevar a cabo. narrativa politica convencional- es demasiado comhn; coCualquier ejercicio de esta naturaleza, sin embargo, corre ino, por ejemplo, lo sugieren el trabajo y la influencia de el riesgo de caer en aquello en que gran parte de 10s anilisis Nicos Poulantzas. "En lugar de teorias basadas en el anilimarxistas/marxizantes -no s6l0 aquellos que se ocupan de sis de la acumulaci6n y la lucha de clases", se ha sefialado, la Revolucibn Mexicana- ha incurrido: un descenso hacia 10s exponentes de este acercamiento "utilizan 10s conceptos alghn tipo de funcionalismo r n a r x i ~ t a Algunos autores, cons.~~ politicos de Poulantzas -'bloque de poder', 'hegemonia', cientes de las complejidades del registm histbrico, y que con 'clase gobernante', etcktera- mmo casilleros que pueden reraz6n rechazan una transici6n tosca e instanthnea de lo "feullenarse con 10s conceptos relevantes de un anilisis politict, dal" a lo "burguks", lian logrado multiplicar ingeniosamente de la estructura de clases de cualquier Estado".= Tambib11 sus conceptos explicatorios, produciendo hibridos grotescos son usuales aniilisis similares de la Revoluci6n, en que faccomo el porfiriato feudo~apitalista~~ Manuel Aguilar Mora. de ciones politicas como el villismo y el carrancismo se redu. Juan Felipe Leal ha construido toda una cronologia funciocen a clases o a fracciones de clase, por lo general con base nalista del oncien rkgime: creaci6n de un Estado capitalists en ohiter dicta ideol6gicos y/o una ddbil prosopografia; ya (ca. 1854) ; hegemonia de la fracci6n terrateniente-liberal, lie ofrecido criticas de este enfoque en otra ~ a r t e . ~ ~ bajo una forma pnrlamentaria (1867-76) ; crisis hegem6nica Dos variantes en particular de esta interpretaci6n de la (1876-80) ; en 1880, recomposici6n del bloque de poder, he(6 fracci6xi de clase" de la revoluci6n merecen ser examinadas gemonia de la fracci6n imperialista de la burguesia, dictaduro m i s atentamente. Primero, existe una moda de explicaciones ejecutiva de la burguesia; 1890, irrupci6n de 10s industriales bonapartistas (que, dc nuevo, exhibe la influencia de PoulantLurgueses mexicanos, LLtransfori~~aci6n y diversificaci6n de 10s zas y de su escuela) .26 Seghn este anilisis, la Revoluci6n estaterratenientes", y "nuevos componentes dcl bloque de poder"; bleci6 un regimen bonapartista en el que el estancamiento de 1908, "expulsi6n de un sector de 10s terratenientes del bloque las fuerzas de clase permiti6 qne el liderazgo revolucionario de poder".22 Gran parte de esto esti abierto no s61o a'un cues--el "ca~~dillismo revolucionario" de 10s s o n o r e n s e e asumiera tionamiento empirico -sobre todo, con base en que se ve el control politico, relativamente aut6nomo de la fuerza de una ruptura donde hay continuidad, y qrle se hacen atribuclases (aunque, en Gltima instancia, en el interks de la burguecioncs politicas bastante errbneas, pnr ejemplo, la supuesta sia) .27 De nuevo, existen grandes problemas, te6ricos y empiforma "parlamentaria" de 1 8 6 7 - 7 G Z 3sin0 que te6ricamente ricos. La formulaci6n original que Marx hizo del bonapartismo tambikn resulta dudoso, en el sentido de que se apropia de es, en si, confusa. La burguesia, que en un momento gobierna la historia politica "burguesa" convencional -a menudo muy 6L de manera absoluta", entrega despuks el poder a Luis Naconventional- y despuks la inviste de 1111 supuesto contenldo polebn, y "todas las clases, igualmente impotentes e igualmeny llna supuesta signiiicaci6n de clase. Los periodos ~ r e s i d e n te mudas caen de rodillas ante la culata del rifle"; el Estado cialcs se reducen mecinicamente a clases o fracciones de no sblo es "relativamente aut6nomo", sino que parece "comclases; 10s cambios en la superestructl~rase a t r i b u ~ e na pro~ I I I I ~ O movimientos sismicos de abajo. Aunque ptiede haber S r prcceclentes en tales anilisis entre 10s clisicos del marxismo, 24 John Holloway and Sol Picciotto ( e d s . ) (19781, S t d e and Capital: A Marxist Debate (Londres), p. 9 . coino por ejemplo en La lucltu de clases en Franck de 184.8
Aidan Foster-Carter ( 1 9 7 8 ) , " 1 1 e Modes o f Production Controversy", New Left Review, 107; 44-77. 21 Manuel Aguilar Mora, "Estado y revoluci6n en el proceso mexicano". en Gilly e t al.. Interpretaciorues de la Revolucio'n Mexicana, p. 110. 22 Juan Felipe Lcol (1973-74), "El Estndo y el bloque da poder ell Mkxico: 1861-1914", IIistoria Alexicana 23; 700-21. 23 Compirese con I ~ u r e n sBallard Perry ( 1 9 7 8 ) , Juarrz nnd Diaz: hlnchine Politics in Meliro (DeKalb)
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pletanlente dcr del Es presenta a propietario penproleta~ de todas c clase sobrr en el pod1 artificial". dcras clascte -corn0 bonapartis~ gues; U01l orden bur; jas y epifi~ es una piel de todo U I Ino, el cw mo" &tad Europa y bonapartis~ es sorpren mentos tet Ademis, n tos, abren nes son ad ma "cxcc1~ de ser) C, aut6nomos por ue el pop1l8 -ce un con( histbrico Mkxico, el su misma

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2 5 Alan Knight ( 1 9 8 0 ) , "Peasant and Caudillo in the Mexican Revolution", en D. A. Brading ( e d . ) , Caudillo and Peasant i n the Mexican Kevolution (Cambridge), pp. 39-58. 26 Nicos Poulnntzas ( 1 9 7 3 ) , Poder politico y clases socides en el Estado capitnlista ( M a d r i d ) , pp. 336-41. 27 Semo, tlistoriu Mexicana, pp. 240, 298; Hedges y Gandy, pp. 8 2 8 9 , 12529, 167, 2iKi-25; Anatol Shulgovski ( 1 9 7 7 ) , M M c o en la encrucijada de su historia (Mhxico), pp. 4 2 4 3 y passim; Steve E . Sanderson ( 1 9 8 1 ) , Agrarian Populism and the Mexican State: The Struggle for Land i n Sonora (Berkeley), por ejemplo p. 209.

28 Karl n (Moscir), 1 ' 30 20 Ibid., I

Ibid., Ibid., 83 Podat torship: Th dres, 1974) en Eighteer Ian I3 can IIistort
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Pero una: un rat6n I en pro? 10s hacen e. . una> . 'on como wia, en nues.cacicin existen 1905 que nente posentaron -a i r miis tener, yo cionan y un golpe I no); Y ,evolucio:i6n maque puedesearia ~rsuasi6n xgimenstas) ; y ~olitica. incluye :cesariate invo. en que I grado Dicho roluci6n entrada propio es rela-

tivamente rara y generalmente efimera -coma lo fue en MCxico, donde a sugerencia de mucllos, jamis sucedi6 en absoluto. Sin embargo, mientras dura, la movilizaci6n masiva requiere d e una serie de comprornisos: religiosos, milenarios, nacionalistas, regionales, personalistas o clasistas. Estos atract i n s populares pueden -a 10s ojos de 10s criticos e x post fuct0-- parecer ingenuos, engafiosos y aun indicativos de una lamentable falsa conciencia: esti el caso de 10s campesinos "no-revolucionarios" d e Oaxaca que siguieron a sus caciques serranos a la batalla despuks de 1910, como lo habian hecho antes en 10s aiios alrededor de 1870; campesinos que no aspiraban a grandes metas, esto es, metas juncwmlmente revolucionarias, sin0 que desempefiaron un papel descriptivamente revolucionario en el sentido en que participaron de manera directa y efectiva en la Revoluci6n, a1 servicio de lo que ronsideraron sus propios intereses, en vez de actuar como victimas tiranizadas de la levaj2 Se ha llamado "no-revolucionarios" a estos participantes porque se adhirieron a objetivos atrasndos, "conservadore$" y, por lo tanto, "no-revolucionarios"; lo cual, en si, es en t6rminos generales cierto y vilido. per^ si, exponiendo lo que Thompson ha llamado la "enorme condescendencia de la posteridad', sentarnos un solo criterio funcional,, y procedernos a segregar las ovejas "revolucionarias" do las cabras "no-revolucionarias", nos arries. garnos a imponer una divisi6n arbitraria que perjudica enorniemente la comprensi6n de la hi~toria.'~ Los movimientos populares qne luchan por ideales atrasados, "conservadores" ("reactivos'~ en el vocabulario de Tilly)," han jugado un papel primordial en las revoluciones; esto ha sido confirmado yor autoridades tan diversas como Lawrence S ~ o n e Karl y lllarx :'"

pasado para que les ayuden y less presten sus numbres, gritos de batalla y atuendos, a fin de asi representar la nueva escena de la historia xnundial en ese disfraz honrado por el tiempo y en ese lenguaje prestado.

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De hecllo, una interpretacibn estricta dc esta regla requeriria que descartiramos a1 zapatismo y a una multitud d e movimientos populares menores que, durante 1910-15, desafiaron el status quo y revolucionaron el pais, pero basHndose, en gran medida, en simbolos y normas legales que retomaban del pasado. I - Esto da lugar a1 segundo *criterio de estatus "revolucionario", que puede ser invocado en detriment0 de movimientos tradicionales como el zapatismo. Las revoluciones son juzgadas -correctamentese&n su aspecto y segiin lo que logran. Aqui, 1905 y 1917 estin en dos polos distintos. Existen muchas formulaciones acerca de lo que una revoluci6n debe lograr fuh~ionalmentepara ser califieada como tal, aunque rnuchas son variaciones de un mismo tema (s). Ya hemos vistu que Skocpol eombina un requisito funcional (una "transformaci6n b6sica y ripida del Estado y de lo estructura social de una sociedad") con un corolario descriptivo ("acompaiiado y en parte llevado a cab0 por una revuelta de base clasista surgida de abajo"). "Una revoluci6n", dice Huntington, - . "es un cambio ripido, violento y fundamental en 10s valores y mitos dominantes de una sociedad, en sus instituciones politicas, en su estructura social, su liderazgo y actividad gubemamental y su politi~a".'~ Algunos historiadores de la Revoluci6n Mexicana, como Ruiz, postulan criterios funcionales tan exigentes que la Revoluci6n se vuelve una rebeli6n (una degradaci6n que otras "grandes" revoluciones - 4 e s d e luego aquellas de caricter "burgu8s"sufririan si se les justo cuando [los vivos] parecen comprometidos en revoinspeccionara de manera similar), 7 a todo un grupo de parlucionarse a si mismos y las cosas, en crear algo que jaticipantes revolucionarios se lcs nlega, en efecto, el estatus m5s ha existido, precisamente en tales periodos de crisis de "revolucionarios". Mientras tanto, otros historiadores 40revolucionaria angustiosamente conjuran a 10s espiritus del mo Cockcroft- le conceden el estatus "revolucionario" porque creen que asimila a 10s participantes en una norma preferi4 2 R. waterbury, ~ L ~ o n . ~ e v o l u t i o n a , y peasants: oaxaca compared da: la del militante, proletario y anticapitalista PLM.'" Sin to hlorelos in the Mexican Revolution", Comparative Studres in Soembargo, movimientos preeminentemente rebeldes, cox0 el ciety and History 17; 410-42. zapatismo, no pueden ser asimilados de esta manera: no fue4 3 E. P. l h o m p ~ o n (1972), The Making of the English Worlcing ni proletarios ni socialistas; y, especialmente en sus priClass (Harrnondsworth), p. 15. meres afios, no abrigaban ningcn gran proyecb Para la trans4.i Charles Tilly, Louise Tilly y Richard Tilly (1975), The Rebellious Century, 1838-1930 (Cambridge), pp. 51-52, 249. Lawrence Stone (1970), "The Engllsh Revolutio~l", en la edi4% Samuel P. Huntington (1971), Political Order in Changing Soci6n de Robert Foster y Jack P. Greene de Preconditions of Revoci ies (Yale), p. 264. y7 Ver Cockcroft, especialmente 10s capilulos 6-8, y Ins piginas lution in Early Modem Europe (Baltimore), pp. 59-60; Marx, Eiglt143-44, 177-83. teenth Brurnare, pp. 10-11, de alli la cita.

lormnci611 futura de I\~IBxico.'~ Como tampoco 10s Cedillo se dispusieron a contruir Jerusalkn en el plicido y verde Valle del Maiz. Por m i s que se hable de "comunismo", 10s Cedillos Saturnino Cedillo lo implement6 despuksprcvieron -y una soluci6n local, rural, personalists y restauradora para sus agravio~.'~ Zapata y 10s Cedillo (y muchos como ellos) eran, cn un sentido, reformistas que sblo podian implementar sus descadas reformas a travds de la guerrilla revolucionaria; y la visi6n q r ~ e10s impuls6 (pues las visiones, 10s mitos y 10s imperatives niorales resultaban cruciales) estaball tolnados del pasado, aunque tal vez estaban adornados para la ocnsi6n. Arnaldo CSrdova, quien entiende esto muy bien, es coherente y l6gico al contrastarlo con su propia definicibn (fl~ncional)de la Revoluci6n :50 ;,Podcmos llablar legitimamente de una revoluci6n en el caso del movimiento zapatista? Mucho de lo que ahora sabemos acerca de Zapata y del zapatismo [. .I sugiere que no. El rctorno al pasado en el que se bas6 el localismo del movirniento, la falta tanto de un proyecto de desarrollo nacional como de una concepci6n del Estado, son elementos que nos impiden concebirlo como una revoluci6n.' Una revolucicin, social o ~olitica,nul~caes local, nunca busca restallrar el pasado; una revoluci6n es nacional y por esa misma raz6n la toma del poder politico es su objetivo primordial.

Siguiendo a Stone y a Marx, yo discreparia. Y lo haria, priniero, por el sentido comhn y bnses seminticas: negar el carticter "revolucionario" dcl zapatismo y de la mayoria de 10s movimientos populares de la Revoluci6n Mexicana (sic) es pedante y falso; y, segundo, porque implica una segregaci6n a prwri de 10s movimientos rebeldes/revolucionarios con base en un solo criterio impuesto y exagerado: el de la posici6n ideol6gica. Por lo tanto exalta la ideologia: en ella se basa la distincibn fundamental progresista/con vista a1
48 John Womack Jr. (1%9), Zapata and the Mezicon Revolution (Nueva York), pp. 87, 393-404 led. cast: Siglo XXII; Cbrdova, pp. 154-55 4 0 Cedillo es el tema de dos excelentes monografias: Rornana Falc6n (1984), Revoluci6n y cacigukmo. San Luis Potosi, 1910-1938 (Mhxico), y Dudley Ankerson Agrarion Varlord, 1984. Ankerson presenta a Cedillo como un genuino populists agrario, en .contraste con la visi6n m k maquiavtlicn de Falc6n; s~ingunade las dos visiones choca con mi argument0 eeriarnente, aunque el de Ankerson se ajusta mejor. 60 C6rdova, p. 154. 1

pasado, "proactiva"/"reactiva". Igualmente, desatiende el compromiso activo y la eficacia, nada menos que en t6rminos de la lucha de class. Los zapatistas carecieron tal vez del I refinamiento ideol6gico de Flores Mag6n; pem hicieron mucho m i s por desgarrar el viejo orden e intentar la creaci6n de algo radicalmente distinto. Y este algo radicalmente diferente, aunque no fue el socialismo, si present6 un rigido contraste a1 statw quo a& porfiriano. El zapatismo, y muchos movilnientos menores similares, luchaban por la implementaci6n de una visi6n alternative que pudiera obtener una accndrada lealtad opular (lo mismo se aplica a ciertos grupos serranos). Si a visi6n era nostilgica, la acci6n era revolucionaria ; a menudo revolucionaria con conciencia de clase. Y no es extraiio que visiones nostPlgicas y "tradicionales" se transmuten --especialmente a1 calor de la revoluci6n- en ideologias con una visibn m6s adelantada y radical: fue asi como las milenaristas tradiciones de 10s campesinos rusos chinos (evidenciadas en lor rebelda mrkolniki y ~ a i ~ i n ~ J aliment6 a 10s movimientos revolucionarios del siglo xx; mientras que en M6xico las rebeliones locales e inarticuladas de 1910-15 a menudo abrieron el camino a mejores y mhs complejas protestas posteriores, especialmente en 10s aiios treinta.61 Esto me lleva a1 tercer y m i s breve elemento de mi definici6n descriptiva y que es planteado tambien por la frase final de C6rdova. citada mHs arriba. Puede ser cierto que movimientos populares como el zapatismo estuvieran poco dispuestos a tomar el poder del Estado, y que esto resultara una debilidad fatal. Pero su movilizaci6n de las inasas rurales, tras un programa genuinamente popular, incluy6 una gran confrontaci6n con el Estado, y ayud6 de manera significativa a su disoluci6n (el cual, como Lorenzo Meyer ha seiialado, habia dejado de existir de manera efectiva para 1914).62 Por lo tanto ellos contribuyeron a la creaci6n -ya que no a la resoluci6n- de una situaci6n que se ha visto (por 10s proponentes de lo que Sliocpol llama d enfoque conflictive-politico") como distintivamente revolucionaria: eeto es, la competencia por el poder politico entre fuenas rivales que lleva a una "soberania mfiltiple": es decir, el desmoronamiento del EstadoPs M6xico fue un ejemplo clhsico de esto.

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6 1 Por ejemplo Paul Friedrich (1970), Agrarian Revolt in a Me. zican Village (dnglewood Cliffs), sobre el caso de Naranja. Otro caso (mayor) seria el de la Hguna; y otro caso (menor) Ometepec. (Ver la nota 104, donde se mencionan otroa ejemplos.) o2 Lorenzo Meyer (1973-74), "El Eetado melicano contemporbw", Historia Mexicana, 23; 723. 63 Skocpol, pp. 10-11.

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Yor lo tanto, yo justiiicaria el uso del tCrminc! "re~~!::ci=nario" para describir a 10s movimientos populares que tienen potlerosas visiones rivales y se enfrascan en una lucha sostenida (politics, militar, ideolbgica), en una situacibn de soLerania mhltiple. Independientemente del resultado y de la funci6n, la ltevoluci6n Mexicana claramente se amolda a estos criterios descriptivos y sa utilizaci6n comLn es por lo tanto v61ida. Tero antes de pasar a1 segundo y rnis contencioso telrla de lR funcibn, serh necesario abundar en la descripci6n ya presentada. Ya he sugerido en otra parte que la RevoluciGn Mexicana puede analizarse mejor en t6rminos no de dos de contendientes (antiguo rCgimen y revoluci6n), s i n ~ cuatro: antiguo regimen (el porfiriato y el huertismo) ; 10s reformistas liberales (princi~almente,aunque no exclusivamente, la clase media urbana) ; 10s rnovirnientos populares (subtlivididos en agraristas y ' serranos) ; y la sintesis nacio- . rial, el carrancismo/constitr~cionalismo, que se convirti6, sin ,lna innovaci6n gen6tica significativa, en la coaliciGn gobernatite de 10s aiios ~ e i n t e De ~ . ~ inmediato se notar6 que estas 110 son categorias hom6logs, por ejemplo, regimenes, clases, ideologias. Son, m i s hien, actores histbricos, que representan conjuntos de intereses en 10s que la clase es crucial, pero otras lealtades -ideol6gicas, regionales, cliente1ista.s- tambien compiten; son iltiles a este nivel muy general de anjlisis, pedeben descomponerse para otros prop6sitos ro, por s~~puesto, a~~aliticos. clase social puede considerarse central para Ln algrlnas de estas divisiones bLsicas; por ejemplo, nationalmente entre el antiguo rdgimen y el movimiento popular y localmente, en cases especificos como kIorelos, La Laguna, el Valle del Yaqui, la Huasteca. Otras divisiones, tales como aquellas entre el villisn~o (una seccion hipertrofiada del movimiento popular) y el currancismo (una categoria por derecho propio), no puedcn ser reducidas a intereses de clase, ni siquiera en "el Cltimo anhlisis". Tampoco lo puede ser la

pesiiia, subragancio en cambio la pasividad de 10s campesi- . nos; otros enfatizan 1nAs bien el yapel revolucionario de In clase media, las gentes con recursos, o 10s al~ora populares ranclicros (10s rancheros y los campesinos son conveniente,pero inexactamente segregados, merced nada menos a1 signo del "comunalismo") ." A menudo existe tambikn una implicaci6n subyacente de que para considerarse una clase "revolucionaria", el campesinado debe exhibir un nivel de compromiso revolucionario -en tCrminos de actividnd mayoritaria y SOStenida, un amplio apoyo geogrifico, conciencia de clase y sofisticacihn politics- que muy pocas clases (burguesa, proletaria o campesina) han obtenido jamhs. A este respecto, 10s viejos historiadores "populistas" (como Tannenbaum) y -a pesar de sus errores- 10s nllevos marxistas (Cockcroft, Gilly, Semo) por 10 menos comprenden que la Revoluci6n fue, como sus participantes comprendian de sobra, un movimiento popular masivo en que se enfrentaron grnpos hostiles, clases e ideologias, y que revek, de manera dramhticn, la quiebra del antiguo rkgimen. El caricter de la Revolucibn, -popular, ideol6giw, profundo- tuvo implicaciones obvias para su desenlace; la def i n i c i h y la funci6n por lo tanto se traslapan. El ,recl~azo o la dese11fatizaci6n del cariicter profundo, popular, de lo Revoluci6n, tiende a alentar una visi6n de su dese~~lace que subraya la continuidad sobre el cambio. Pero la discusi6n del . resultado de la Rewll1ci6n es muy compleja, y cualquier intento debe estar precedido por cierta clarificaci6n preliminar. Podemos tratar de detener el reloj y preguntar "iquS ha cambiado?"; pero debenlos ser cuidadosos de relacionar el cambio con la Revoluci6n, es decir, no clebemos caer en el error post hoc ergo prnpter hoc, por el cual todos 10s desarrollos posrevolucionarios son atribuidos a la Revoluci6n, aurl aquellos qlle eran inmanentes a1 Mexico anterior a 1910; y debemos decidir en qu6 punto detener el reloj --~1917, 1920, 1923,

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"'8 James W. Wilkie, (1970), The Mexican Revolution: Federnl Expenditure and Social Chunge since 1910 (Derkeley), pp. 37, 62-65.

r,'ll)idament van ampliinclose. kste 110 es el Estado liberal y pimrdisia (la arena ncutral donde 10s intereses cllocan y se resuelveri) ; ni tarnpoco es el clisico Estado "instru~nental" nlarxista que sirve a 10s intereses de clase. -pues estos intercses raramente son especificados-: m i s bien, es un actor irldependiente, es decir r~iuyrelativo o incluso absolutamente aut6nomo; lina fuerza generadora que no puede ser dividida cn partcs, tras la cual nada ni nadie puede discernirse. Los grt~posde interCs de la teoria pluralista y las clases sociales marxistas no lo alectan; y, si lo hacen, es como suplicantes, como reccptores de 10s favores del Estado, o como victirnas dc su ira. 1;n versiones 'estremas, este Estado antropomorfo dc 11echo asurne forma llurnana y se supone qne "el destino dc AIdxico se hace y se deshace en Los I'inos y en 10s depar'tamentos grlbcrnnmentales, y qlle el pueblo no es sin0 la matcria prima con la que el gobernante -sabio o n w mol-

'

Ln lo que respeeta a 10s ailos veintc, dos tipos de cambio iuerorl evidentes. A nivel formal --el nivel de las leyes, 10s decretos, la politica oficial y las disposiciones constituciona-. l e s el grado de cambio real puede exagerarse con facilidad. Es cierto, la nueva GonstituciG~lprometia cosas buenas, "antecediendo a la Constituci6n SoviStica"; y el nuevo rkgimen estaba imbuido de ret6rica p o p u l i ~ t a .l'ero, como ha suce~ dido tan a menudo en el pasado, la teoria y la realidad divergen. Como en 10s aiios de 1860 y 1870, 10s revolucionarios \.icturiosos habian lieredado un pais abatido y un gobierno ca6tico: por ende antepusieron un gobierno fuerte y la reconstrucci6n econbmica (una frasc recurrente en el period0 posterior a 1917, tal y como lo habia sido cincuenta aiios antes), a la fidclidad constitncional y a Ias relormas prometidasea7 La promesa maderista de "Sufragio Efectivo, No Reelecci6nW apenas fue respetada; ailn menos si sc prefiere la traducci6n de Womack: "A r e d vote and rw boss

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r i ~ . ~ ' embargo, las consecuencias pricticas d e esta limiSin tada pero significativa reforma fornlal dependieron, en gran medida, del context0 injormal dentro del cual fue promulgada, a1 cual regresar6 en un momento. 'Tornados por si mismos, 10s datos de la reforma formal (cuya exactitud puede ser c u e s t i ~ n a d a ) ~ ' clicen s6lo parte de la historia. El papel del nacionalismo econ6mico dentro de las politicas g L revolucionarias" restantes, ya lo he sugerido, se exagera con facilidad. Ademhs de las disputas recurrentes con las compafiias petroleras (en 10s afios veinte y treinta, el petr6leo era un caso especial), 10s sonorenses no mostraron la menor disposici6n a limitar la inversi6n extranjera, o a cambiar de manera radical las relaciones econ6micas de MBxico con el "centro" capitalista. M i s bien, durante gran parte de 10s ahos veinte, el mayor compromiso gubernamental de refolma --en tCrminos ret6ricos y pricticos- se liallarin en su anticlericalismo, y en la adopci6n de la eclucaci6n estatal. Estos asuntos gemelos tuvieron mucho peso (mucho mbs que otros asuntos "socioecon6micos") durante el Congreso Constituyente de 1916-17; dominaron las politicas de la dCcada siguiente, especialmente despuCs de 1926, y a h dominaban cuando el maximato Ileg6 a su fin.78 A corto plnzo (en, digamos, 10s veinte aiios que siguieron a la caida de Huerta), el principal legado de la Revolucibn en el campo de la politica gubernamental formal fue, por lo tanto, un virulent0 anticlericalismo ligado a una agrcsiva ideologia de edificaci6n estatal. Esto comprueba, m i s que contradice, lo que clije antes: el estatismo sonorense se deriv6 precisamente de esta conciencia de la dcbilidad del Estado, su falta de apoyo institllcional c icleol6$co (0, tal vez, d e hcgemonia ideol6gica). Las politicas que se siguen para In edificacibn del Estado so11 en si una mala evidencia de la fuerza tlel G t a d o mismo. Mbs a i n , se p ~ ~ e dargiiir que la respuesta sonorellse --el anticlericalise
7 1 Ibid., PP. 17475. Estas cifras (PP. 190-93), sugiererl w e antes de 1934 ]as ~ r o ~ i e d a d e agricolas privadas perdieron casi ulla e q ~ i n t uparte de su rlrea de cultivo de acuerdo a1 prograrna de relorma; en la medida en que pueden hacerse comparaciones aproximadas, esto indica un giro similar al causado por la Kevoluci6n Francesa. Vtase Hampson, pp. 251.55, 261, y Magraw, pp. 17, 24. 7 ? Francois Chevalier (1%7), "The Ejido and Political Stability in Mexicou, ell The Politics of Conformity in Latin Arndrica (Oxford), pp. 159, 161, Claudio Veliz (etl.). 7 3 Charles C . Cunlberland (1972), Mexican Revolution. The Conslitution&t Years (Austin), pp. 349-51; E. V. Niemeyrr Jr. (1974), Revolution at Querdtaro: The Mexicarr Constifutionnl Convention o/ 191617 (Austin), pp. 60-100; Jean Meyer (1973.741, La Cristiarla, 3 vol. (MCfico), especialmcnte vol rr, pp. 355-63, sobre el renacirlliento del anticlericalismo despuks de 1931.

mo-

complicd el problema en la misnia medida en que lo resolvi6. Y asi se nos pide que creamos que Leviatin gober. naba un pais donde reinaban "la pobreza, la anarquia y l a . violencia", y que, de 1928 a 1935, "vivi6 en un estado de permanente crlsis politics"." Las politicas formales, entonces, exhibicqn una indiferencia hacia las preocupaciones "maderistas" de un gobierno representativo (de ahi la "cruzada" de Vasconcelos en 1929) ;'" y un mayor compromiso por un jacobismo impopular cn vez de por las cilestiones laborales o la reforma agraria. Pero las politicas formales no lo eran todo. De hecho, mi argu. mento de un Estado (relativamente) dCbil, sobre el que se actila en mayor grado de lo que 61 mismo actia, requiere que se le otorgue la debida relevancia a otros factores: esto es, a Ins fuerzas informales (no oficiales) y a las tendencias que ocurrieron sin la autorizacibn del gobiemo; a menudo, de hecho, sin la autorizaci6n (consciente) de ninguna persona. La Revoluci6n -en palabras parad6jicatuvo una faz "burkeana" tanto como una jacobina. Por razoncs analiticas, estos cambios "burkeanos", no oficiales, pueden dividirse en politicos y econ6micos (aunque, en la prictica, se entretejian constantemente, como lo veremos). Politicamente, la Rcvolucibri tlestruy6 mucho del viejo orden. DespuBs de 1914-15, es cierto, esto obedecid a una politica consciente, a medida qrle 10s constitucionalistas -y sus sucesores, comb Carrillo Puerto en Yucatbn- eliminaban sistemlticamente a sns e ~ ~ e m i g oPero~estas purgas sucedieron dcspu6s de afios s.~ cle castigos efectuados por el pueblo. Durante el period0 de 1910-15, Diaz, el cacique national, y su camarilla de cientificos hahian sirlo expulsados; 10s gober~iadoresporfiristas hahian caido, jnnto con muchos otros caciques locales (aunque no todos), especialmente a1 norte del Istmo; y con ellos sc marcl~aron muchos de sus partidarios de la clase acomodatla. La contrnrrevoluci6n huertista (pues eso es lo q t ~ e fuc) estimul6 una breve revivificaci6n de estos intereses, lo qrle ~61" hizo mAs segura su. caida posterior.77 Algllnas familins
Meyer, La Cristiada, rl, p. 381. John Skirius (1978), Jos6 Vasconcelos y lu cruzada de 1929 (Mbxico). C. M. Josepll (1982), Revolutioru from without: Yucacin, Mexico and the' United States, 1880-1924 (Cambridge), pp. 20405, ilustra la politica de proscripci6n de Car~illo Puerto: un ejemplo particular~nente completo, pero no del todo exceptional, de limpiem revolucionaria. 7 7 Discuto esto m i s a fondo en mi 1il)ro de pr6xima aparicidn tituludo The Mexican Revolution, 1908-20 (Combridge, 2 vol., 1986): v6ese val. 11, cap. 2, partes I y 11.
74

Moder~r Mexico

75

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pp. 205-13, del tipico caci-

.i&n Mexicana. deI maximato

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y oliciales porfiristas wbrevivieron, especialn~cnteen regiones con10 10s Altos de Jalisco, que estabill~relativamentc calmadas, o colno en Chiapas, donde 10s "mapaches" rebeldes tuvieron la fucrza para clesafiar las incursiones revolucionaria^.^^ Pero aun la sobrevivencia requeria de la adquisicibn de nuevas ticnicas politicas, algunas veccs de la colvnizaci6n deliberada de la I~evoluci6n (1920 fue el a n u s mirobilis del entrismo) , y a menudo el abandon0 de aspiraciones politicas. A la familia Terrazas se le permiti6 volver a M6xic0, pero no como politicos sino como e m p r e s a r i o ~ . ~ ~ terratenientes Los de Chiapas se afcrraron a1 poder, politico y econ6mic0, pero (como lo veremos) dentro de un ambiente radicalmente

En breve, la blite politica poriiriana fue eliminada en tan0 to entidnd inconfundible y col~erente."~ desaparecib, o bien adopt6 nuevas costunllres politicas "revolucionarias", o intercamli6 la politica por 10s negocios. En lo que respecta a1 ejircito federal, desapareci6 por completo: un extraiio acontecimirnto en la historia militar de An16rica Latina. Los pocos federalcs que sobrevivieron en su uniforlne lo hicieron en virt~td de un des~rsado con~prornisoanterior con la Re~ o l u c i 6 n .Como institucibn, el viejo ejhrcito yorfirista des~~ aparecib. En vez de iste, dominaba un nuevo ejkrcito conglomerado de proveniencia revolucionaria. Aunque muy pron-

to adquiri6 muchas de las fallas militares de sus predecesores (fallas que se hicieron evidentes en las campaiias c o ~ ~ t Villa, ra Zapata y otros, despuis de 1915), desarroll6, sin embargo, un papel politico diferente. El ejircito de la Revoluci6n, a diferencia del de Diaz, estaba altamente politizado y era rijoso, y asi permanecib hasta 10s aiios treinta (por lo tanto,. notamos de nuevo una gran restricci6n sobre el poder y la independencia del gobierno nacional) M i s a h , aunque 10s militantes a menudo alcanzaron su nodus vivendi mediallte 10s intereses creados locales -defendiendo a 10s tcrratenientes contra 10s agraristas, por e j e m p l e tambien liabia entre ellos fracciones de populismo permanente: en Morelos, donde gobernaban 10s ex-zapatistas; en San Luis Potosi donde 10s veteranos seguidores de Cedillo sustentaban su poder local; con 10s agraristas armados que pelearon a favor de Obreg6n en 1923; con la liga campesina armada de Tejeda.a2 Un ejCrcito profesional, relativalnente d6cil -el de Diaz- dio lugar a una multitud bulliciosa, heteroginea y politizada que s6lo gradualmente seria dominacla y adelgazada. Y aunque Alnaro comenz6 la tarea, nv fue sirlo llasta 10s aiios cuarenta cuando por fin triunf6 la profesionalizaci6n y las fuerzas militares Iueron restringidas a su papel ideal de dtima rar i a s 3 Asi, a1 revisar la demolici6ri que la Revoluci6n hizo de las instituciones del antiguo r6gimen, resulta ir6nico notar que aqutlla que m i s ataques sistemiticos sufri6. (la Iglesia

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vivaz circulaci6n fuera n~enosel resultado de una. politica conscierlte que la inevitable consecuencia del caricter hobbesiano de la politics posrevolucionaria. Ahora bien, en el cor~textode la niovilizaci6n masiva y de las contint~asrevuel. : tas militares -"una guerra de todos contra todosW- y ante la ausencin, hasta entonces, de . u n Estado leviatinico capaz la asunci6n de cargos era algo casi siem. (Ie ejercer pre odioso, brutal y breve. Asesinados niurieron Zapata, CaA rranza, Villa, Obregcin, Carrillo Puerto, Field Jurado, tal vez Flares y Hill, asi como muchos otros lideres menores; las revoluciones nacionales tentativas de 1923, 1927 y 1929 fueron complementadas par una violencia politics y end&mica 10~~1.85 I factor que eontribuy6 a la inestabi]idacl poljtica fue el evidente en los pargrado de genuina movilizaci6n tides embri6nicos, los sindicatos, las ligas campesinas. gste no era un p~ura~isIllo decoroso y democrhtico. Los catc31icos "uchahan contra 10s anticlericales, 10s agraristas contra las guardias blancas; "no es llna exageraci6n", afirma un historiador, "hablar de una gnerra de clase continua -aunqlle generalmente local y desorganizada- qtle cubria grandes ex. tensiones clel campo mexicano (entre 1920 y 1940)".80 ~1 charrismo infect6 a 10s sindicatos y aun 10s relornlistas obstinndos -om0 Grri1lo Puerto-- se vieron obligados a trabajar a travCs de sistemas caciquiles inapropiados para la implementaci6n de sus reformas.a7 Pero &sta no file un regreso al caciquismo del porfiriato. Lor nexos patr6n-cliente (que son las marcas de cltalquier sistema caciquista o caudillista) son, basta ,-ierto grado, politicamente neutrales; puedell servir intereses, instituciones e individuos distintos. Ahora, a diferencia de 10s tiempos de Diaz, ligaban a segmentos de la poblnci,jn las asociaciones de masas que pretendian tener lln estatus nacional: el PNA, el Partido Cooperativista, la (:IlOM, asi como sus rivales, los sindicatos catci]icos, la LNDR y la ACJM." POCO democr6ticos cotno eran, en lo concernierite tanto a la organizaci6n interna como a1 funrionamiento externo, sin embargo trascendieron las cstrechas camarillas del porfiriato y se convirtieron en el legado inequivoco de la fevoluci6n masiva (como un vistazo comparative a, digs-

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con

mos, Brasil lo ~onfirm,arLi).~O le dieron a1 MBxico posreY voluciollario el carjcter de - e n t6rmilios de C6rdova- una sociedad de masas. Vinculada a este desarrollo estiba la ret6rica populista del r6gimen. Por "populists" no me refiero a un complejo especifico de alianzas de clases (un complejo cuyo caricter se discute much0 y puede .inclusive resultar i l ~ s o r i o ) .Se.nci~ llamente me refiero a la ret6rica populacllera, a veces agitadora, de 10s nuevos lideres ievolucionarios, que se presentaron a d mismos,, C O ~ O Obreg6n ~ r o t o t i ~ i c a m e n tlo hizo, e corn0 h ~ m b r e s pueblo y para el pueblo; francos, llonestos, del compadecidos e inclusive plebeyos. De aqui 10s discursos de 1" campafia de Obreg6n y su cordialidad; o la hibil utilizaci6n de 10s simbolos populares que Carrillo Puerto llizo en Yucatin.of filtima illstancia, el indigenisrno oficial llevaria 11" mensaje simi1ar.de empatia populists e integraci6n nncional a la ~ o b l a c i 6 n lnjs margnada de ~ b x i c o 'Par supues. to, mucho de esto era ret6rica sin sentido. Pero aun la retbrica Ilueca tiene significacicin: el discurso popular de la Revoluci6n contrastaba con f a ret6rica abiertamente elitista y racista de la madurez p ~ r f i r i a n a . ' ~ Este cambio rethricx, a VZ n h c b n a r s e con el cambio en el humor popular e anll~lciadoPar la Revolucidn de 1910. SGbitnmente, 10s pelades, tan despreciaclos drlrante el porfiriato, se llabian convertido en guerrilleros revoll~cionarios("ya no somos mufie"as de trap"", segfin corrido, hahian ~ r o d a m a - . 'I0 los carnpesin0s insurgentes de Papantla) ; 10s ~ l e b e ~ o s (le Guadalajara invadieron el paseo dominical de la tarde, convirti6ndolo en una fiesta carnavalesca; 10s de Torrecin viajaban e? los trnnvias sin Pagar Y se ~avoneabanen 18s calks obligalldo a 10s ci~ldadanosrespetables a bajarse de la acera Y ~ i s a r lodo cle las alcantarillas. Como dijo un oh-, el servador, era alga coma la Magtlifica: "A 10s necesitados 10s
and Soldiers: Urbnn Lal,o,,r MovementSkidomre (1979), "Workers 89 Thomas E. and Elite Respanses in Latin ~ ~ , en ~E. Bradford ~ ~h~~~~ E. , skidmore ,(eds.),,,~,ites, ~ i ~ ~ $lasses, and Moderrrization in Latin America, 1850.1930 (Austin), PP. 99-103. ,': a , Roxborougl~, pp. 6-12. , . -!)I Linda B. Hall (1981), Alvaro Obregon: Power and Rkvolution . in filexico, 1911-1920 (Texas A&M University Press), pp. 210.32; Joscph, pp. 188-227, especialmente la 221. V Z El trilbajo reciente de Stabb, Powell y Ruat aminora la leyendu negm del rncismo prfirista y se6ala que hal>ia un indigenismo elnc-rgclite. tste, sin eml~nrgo, dificilmente pudo configurur una ortodoxin antes de 1910; lnis a h , estos estudios se centran en 10s portavocev de mayor importnncia, mlis que en la opini6n general. VCase Ini me xi car^ Rerrolution, vol. I, cap. 1.

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en la que se :ar; de ahi en idos aceler6 el tucional del rSilnr. olitical Recruit 172-76.

a5 Pueden encontrarse buenos ejemplos en Mexico nnd its Ileritnge (Londres, 1928), pp. 319-31, 393 ss., de Ernest Gruening. David L. Raby (1974), Educocidn y rec~olucio'nsocitrl err il.16xico (hfCxico), p 127. . 8 7 Joseph, pp. 208-13, 271-72, 303. 8 s Jean Meyer (lWG), The Cristero Rebellion: The Alexicurt People Between Church and State, 1926.1929 (Cambridge), pp. 21-24, 36, 75-82.

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reflexion6 sobre la llistoria de la Ilevo111ciSn francesa y el fracas0 villista para unir las masas a su causa mediante una legislacibn apropiada; Salvador Nvarado emprendi6 exactanlente dicha tarea con 10s indios d e Y ~ c a t i n . ~ ~ Afin mis, sin importar cuin cinica o vacia se volviera, la reti,rica populists qtle la movilizaci6n masiva habia estimulado, podia a su vez estimular una rnayor movilizaci6n masiva. llada la reiteraciijn constante de 10s valores populistas y 10s objetivos revolucionarios, el abismo entre la ret6rica y la prcictica estuvo fuertemente iluminado, y ofrecia una atenta invitacibn a aquellos que pudieran igualar la prjctica con la rctbrica. Los antirrcelcccionistas de 10s aiios veinte intentaron csto err el camp0 de la politics electoral, Ilero sin Bxito, Sin embargo, con el inicio de la depresibn y el rerrovado conflicto social del maximato, 10s intcrltos por l ~ a c e rrealidad las rciteradas promesas sociales del populismo rcvolucionario resultaron m5s eiicaccs. El cardenismo no era un engendro revolucionario; pero llevaba en si 10s genes de la revoluci6n popular y *om0 lo sugiere otro vistazo breve y comp r a t i v o con el rest0 de Lati'noamCrica- hubiera sido inimaginable sin lo movilizacibn politics anterior, de 1910-34. El cnr,]cnisnlo, coma bien lo asienta Hamilton, frre un "poprrlisrnoW dr. una especie diferente a 10s populismos de Vargas y tle P ~ r G n . 0De Ilecho, uno puede ir mis lejos; en muchos ~ aspectos (ideolbgico, emocional, generational), el cardenismo f r l c cl filtimo estertor de la vieja causa revolucionaria antes de que un nuevo lidcrazgo, adhiriBndose a un nucvo proyeeto, tolnara cl control del pais durante 10s aiios cuarenta. Par lo tanto, las -consecuencias politicas de la Revolucii,n, flreron pofundas: las antiguas instituciones a corto
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Vicente T. Mendoza

(1964), Liricn narrrrtivn de Mkxico: El

Estado, en comparaci6n con su predecesor porfiriano. Los sonorenses, que presidian sobre una sociedad heterogbnea, heclia de retazos, estaban endeudados con 10s caciques, 10s generales y w n Washington, D.C. (TambiBn Cirdenas tuvo que confrontar a gobernadores disidente*~ desde Sonora llasta Chiapas; era sumamente consciente de la presi6n estadounidense; su sucesor fue elegido en medio de disidencia, violencia y corrupcibn o f i ~ i a l . )Si ~el h t a d o revolueionario ~ aventaj6 a su predecesor porfirista en su fuerza potential, su autoridad r e d estaba circunscrita y a veces era hasta precaria (porque, ademis, durante el riesgoso period0 de transici6n de la edificacibn estatal, ese mismo proceso suscitaba arltagonismo y resistencia). Cu61 fue el punto en que se rcalizi, el potencia], se colnplet6 la transici6n y se super6 el ricsgo, esti abierto a discusi6n; pero yo It, situaria en 10s aiios cuarenta, m i s que en 10s treinta y mucho m i s que en 10s veinte. La imagen de un Estado bona~artistaque moldea la masa de la sociedad civil es inapropiada para el MCxico anterior a 1944). Estos cambios 'politicos fueron profundos, per0 ifueron, como se s~lgierea menudo, 10s Gnicos carnbios significativos surgidos de la Rev0luci6n?~7 Las estructuras econ6micas l a s rclaciones de proclucci6n-, den verdad sobrevivieron intactas desde el porfiriab? dEs clerto que desde la perspectiva de la reforma agraria, por e j e m ~ l o ,"la Revoluci6n ]labia sido pricticamente inservlble" antes de C i r d e n a ~ ? ' ~ Y, Les cierto que ~610en el caso exceptional de Morclos "POdia decirse que la antigua estructura de la propiedad rural se llabia transformado de manera palpable"; y, por lo tanto, "en el rest0 del cnmpo mexicano la hacienda +sa hacienda colonial que se habia cor~solidado en el siglo xrx- seguia siendo la unidad domittante de producci6n"?QB Estructuralmente, como ya 10 he aceptado, la hacienda se, . .

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dc 1915, jamis volvib a ser el mismo. - . lue La mayor pkrdicla de la clase terrate~~iente politica m i s que econbmica. Los oligarcas terralenientes ya no dominaban en 10s estados; eri el ~ n e j o rde 10s casos colaboraban con 10s generales revolucionarios electos y se esforzaban por con-

Yucatin."O Los agricultores estadounidenses, acostumbrados a reclutar peolles por de~tda,vieron que el sistema se desn~oronaba en medio d e la R e v ~ l u c i b n .I'or~ ~ ~ supuesto, no todos 10s canlbios fueron permanentes, y la Hevolucibn no elimi116 de uu solo golpe este tip0 de peonaje por deuda servil, caric-

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no esti claro que el calnpesinado reconstituido de Morelos .ma se desmoesto, n o todos i n n o eliminb I servil, car&n a r el Gltimo r i a plantacibn nano de obra trabajadores e manera im160s treinta.llg 6 1 del inter& 1 1 en Morelos, I n m i s d e la enfrentarse a rt-constituido. rario, q u e ha: cerrb en pro. el capitalismo la kulakizacamino, pues
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,hays aportado un vehiculo apropiado para el avance del capitalism~."~A partir de 1940, es cierto, ese campesinado
reconstituido -receptor de cesiones de tierras a partir de la Revolucibn-. ha servido a 10s intereses de la acumulaci6n de capital y de la industrializacilrl; sin embargo, ariteriormente, el lugar dcl carnpesinado dentro de tal proyecto capitalista era incierto y an6maIo. La reforma agraria, en otras palabras, podia significar distintas cosas en distintos momentos, y es un error teleol6gico m i s el asuinir que toda la refnrma agraria -incluyendo la de 10s aiios veinte y treintaera igualrnente .funcional para el desarrollo del capitalisn:o."6 Si, desde el printo de vista del capitalismo, la- recorrstituci6n que la Revolrrci6n hizo del campesinado era ambivalente, su impacto en el sistema de la hacienda fue m i s claro, y probablemente crucial. M i s a h , este impacto no estaba coniinado a regiones de excepcional agrarisrno (corno en Morelos). A travks d e gran parte del pais, la hacienda se enfrent6 tanto a1 reto del carnpesinado "externo", codicioso de la tierra hacendaria (un reto cuya intensidad variaba de lugar en lugar), colno a las amenazas m i s insidiosas, ir~directas y penetrantes que, emanadas de la Kevolucibn, asestaron un golpe a la 16gica misma de la producci61: hacendaria. Para poder apreciar esto, debemos regresar al porfiriato. El crecimiento dinirnico en la demanda y de la inversi6n que afert6 a1 Mbxico rural de firlales dcl siglo XIX, ocurri6, en una sociedad que ya tenia unidades territoriales relativamente lien definidas.lI6 Los grandes iundos estaban bien establesegunda posici6n en "Lenin en Mixico: la via junker y las contradicciones del porfiriato", Historias 1 (1982) : 15-29. Como tantas preguntas hist6rica.s dsto depende de lo que es tipico y lo que e3 utipico; y, en este momento, nuestro nivel de conocimiento empirico no nos permite dar una respuesta segura. Bellingeri y Montalvo ciertamente han seBalado las barreras que yacian en el camino de una transici6n "junker" tranquila, misma que, cnmo se discute en el presente articulo, la Revolucibn eyud6 a demoler. "4 Veo Morelos como el mejor ejemplo de una reforma agraria posrevolucionaria completa: las consecuencias estdn sugeridas en Wonlack, pp. 37275; aunque compirese con Arturo Warman, Y uenimos a contradecir: Los campesinos de Morelos y el Estado nocional (Mtxico, 1976), pp. 16568, 178-83. Bartra, en "Peasants and Political Power", adopta el clisico punto de vista marxista de que la refornia agraria cred "un ohsticulo para el desarrollo capitalists de la agricultura" a1 bloquear la "descampesinaci6n": viase pp. 127-28. Magraw, pp. 15, 56-57 sugiere un paralelo franc&. " 5 Viase el suniano en el libro de David Goodman y Michael Redclift, From Peasant to Proletarian: Capitalist Developn~crrt ond Agrarian Transitions (Oxford, 1981), pp. 185-213. 116 La ausencia relativa de tierra Illre, aunada a1 crecicnte mo-

1.

139, seiiala el 1ca. t J. Hanrey sovo del Departamposibilidad d e labia heclio duocal" -la guar. del c6nsul noralmente equivo. rborales ejercen je parece haber bepartamento d e d e Estado, K G cluia una "via ripida concenliscutir6) la esprogreso hacia chos, casos. De a quien, en su in Mexico: A 5 (1975): 127, de fin de siglo podria llaniarse beema qlie "10s r a de trabajo z cerraron el actip0 'Junker' ". ivocamente esta

cidos (aunq~reesto no quiere decir que todas las propiedades vendidaq hefueran grandes, o que no fueran c o ~ n ~ r a d a s , redadas, divididas en parcelas o consolidadas) ; y se habian beneficiaclo de la p l i t i c a de desamortizaci6n iniciada por 10s liberales de 10s aiios cincuenta, asi como de las leyes de colonizaci6n del periodo de Diaz. Resirlta bien claro (y no vale la pena abundar en ello) que las haciendas operahan dentro de un mercado y buscaban ganancias; esto es cierto de 10s hacendados preporfiristas tanto como de 10s porfiristas?I7 Lo que rcsulta miis controvertido e interesante es la 16gica que subyacia a la produccibn hacendaria, especialmente a medida que la demanda del rncrcado creci6 en el Gltimo cuarto del siglo XIX. Comentaristas como Molina Enriqrrez, quien denuncii, la extensi6n de hectireas y la mentalidad "feudal" de 10s hacendados porfirianos, estaban equivocados, pero no totalmente (de hecho, seria extrafio que tantos comentaristas, ~nexicanosy extmnjcros, contemporineos y ~ O S terioresi est~rvieran tan uniforrnemente equivocados) .""La cscala y 10s aparentes esfuerzos autiirquicos de las haciendas porfiristas denotaban, no una mentalidad feudal/seiiorial, sino m i s bien una respuesta econ6mica racional a las circunstancias; circunstancias de creciente demanda, de capital limitado, de tierra inicialmente larata (que con el tiempo p volvi6 mtis cara), de trabajo iuicialmente costoso (que e con el tiempo se volvib rniis barato, debido al crecimiento de la poblaci6n y al despojo de 10s campesinos) y, sobre todo, un clima legal srlmarncnte favorable. Asi, la capansibn de 10s fundos no s6lo aumentaba 10s recursos (la tierra y -a veces m i s crucial- el agua), sino tarnbi6n generaba trna creciente oferta de trabajo; a tnl punto que para finales del siglo XIX la necesidad objetivn
nopolio de 10s terratenientes, cancel6 cualquier aplicaci6n general del principio tle Cliayinov: 10s campesinos rara vez estaLan en posici6n de competir exitosamente con la producci6n hacendaria (como lo habian hecho durante el periodo colonial, por ejemplo). 117 En vez de citar el extenso cuerpo de trabajo de Enrique Semo, Jan Bamnt, David Brading, Charles Harris, Harry Cross, Marco Bellingeri, John Tutino, Simon Miller y otros, yo recordaria el comentario de John Coatsworth: "No se ha encontrado un solo propietario de tierras que pudiera clasificarse como el tipa d e bobo economico, aristocrtitico y orientado hacia el prestigio, que alguna vez rnuclios identificaron conio el tipico hacendado hispanoamerica110": "Obstacles to Economic Growth in Nineteenth-Century Mexico", American1 ffistorical Review 83 (1978), p. 87. " 8 And& Molina Enriquez (1909), Los grandes pro6lemm n 5 cionrrles (Mexico), pp. 81-103; Edith Boorstein Couturier (1068). "Modernizaci6n y tradici6n en una hacienda: San Juan Hueyapin, 1902-ll", Ilis~oriaMezicana 18: 35-55.

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rclnciones prccapilalistas de produccihn illhibieron la rationalizacibn de la producci6n agricola. De nuevo, no es cues. ti6n de una mentalidad "fcudal" o LLseiiorial".Los terrate. nicntes porliristas innovaron o invirtieron (algunos de manera lujosa y j a c t a n ~ i o s a ) ' ~donde parecia redituable hacerlo. ~ Pcro por lo general la inversibn fluia llacia el transporte, el procesamiento y la irrigacihn. En tanto que.el trabajo pudiera ser asegurado a bajo costo (aun, en un sentido, gratuitamente, dado el bajo precio que significaba pagar con tierra), l ~ a b i apocos incentivos para mecanizar. Comparados con sus equivalentes estadounidcnses, 10s productores mexicanos de cereales gozaban de mayores ganancias basadas en uila menor productividad.ls4 De ahi la critica de Raisosa a la agricultrira porfirista: "a salario bajo, agricliltura pobre y producto ~ a r o " .Segundo, la baja productividad y 10s bajos ~~~ salarios ( 0 salarios c ~ i espccic) reducian el crecimiento del lnercado national, rln prerrequisito crucial para la industriali. zacibn.'Por una parte, la grnn masa de peones, orillada al margcn de subsistencia, mostraba lo que un contratista alemin (que escribi6 despuCs de la Revolucibn, per0 expres6 sentimlentos aim m i s aplicables a1 period0 anterior a 1910) Ilam6 "verdammtc bediirfnislosigkeit" ("maldita miseria") .'a" De ahi que la industria textil se enfrcntara a una crisis de sohreproduccihn, que a la vez conformaba la "cuesti6n social" de pri~lcipiosde siglo: las fibricas individuales fracasaron por falta de un mercado inasivo.ls7 Y, mientras que 10s bajos salnrios impedian que el sector rural sc convirtiera en un mercado para 10s bienes industrializados, la baja productividad se combin6 con una competencia imperfects para forzar el aumento d e 10s precios de 10s productos bisicos (ciertamente para la primera d6cada del siglo, si no es que antes), comprilliicndo asi 10s salarios y 10s ingresos dispo133 Won~ack, p 49; Wnlnran, pp. 62-63; Joseph, pp. 29, 34; Bar. bars Luise Margolies (1975). Primes of tlw Earth: Subcultural Diversify in a Mezican Municipality (Washington), pp. 19-22. lsr Fernando Gonzilez Roa (1919), El aspect0 agrario de la revolucio'n mexicana (Mbxico), p. 200. isa ~ ~ Gonzilez Navarro (1970), H i s t o ~ a moderna de fif&ico. i ~ & ~ El porjiriuto: La vida social (Mexico), p. 218. 130 stuart ((1931), ~ ~A study of Two Americas (Nue~ i ~ ~ va York), p. 313. l a 7 Rodney Anderson (1976), Outcasts in their own Land: Mezican Indurtriol Workers, 1906-1911 (Dekalb), pp. 29-31, 251; el cbnsul Donncy, en Sari Luis, a Departamento de Estado, 2 de noviembre 1 de 1912, arcllivo del Departnmento de Estado, KG 59, 812.00/5446. ' 138 Katz, Servidumbre' agraria, pp. 3435; John H. Coatsworth, "A1~otacionessobre la producci6n de alirnentos durante el Porfiria-

Finalmente, la estructura de la producci6n agricola inllibia el desarrollo capitalista a1 desviar 10s recursos hacia el ineficiente y monopolists sector agrario. El mon~poliode 10s terratenientes aseguraba ganancias, ya fuera coma productores directos (10s dueiios de ldantaciones en Morelos y a] sllr de este Estado) o como rentistas (10s hacendados de Guerrcro y del Bajio) .lS9 Era econ6micamente rational (no atavisticamente "feudal") invertir en la tierra m i s que en la industria 0 el comercio (que dependian fuertcmente --amque no de manera exclusiva- del capital forineo). para . qu& invertir en 10s feirocarriles a1 6% de ganancia, se preun diputado en 1878, cuando el 12% podia obtenerse con facilidad en otra parte; o cuando, puede agregarse, 10s prodllctores mexicanos de maiz podian confiar en m i s del 50% a principios del ~ i g l o ? l ' ~ rentabilidad misma La de la produccibn haccndaria, citada a menudo como evidencia de su caricter L'capitalista", ejerci6 un efecto macroeconbmico que result6 en detriment0 del desarrollo 'capitalista. En tbrminos neoclisicos, la vuelta a un factor de produccibn (la tierra) distorsion6 el mercado en perjuicio de 10s constimidores, 10s asalariados y 10s industriales. De igual manera, la extracci6n de 10s tcrratenientes de la "renta absoluta del suelo" inhibici la acumulaci6n de capital y la transicibn a relaciones de produccibn capitali~tas.'~' De manera similar, 10s arreglos politicos que subyacian este patr6n de desarro110 (que, ante todo, garantizabon la posici6n in~no~olizadora del terrateniente) han sido descritos de varias maneras: en t6rminos de L'la revoluci6n desde arriba" de Uarringbn Moore, mediante la cual las Clites preindustrialcs y la agricultura "represiva del trabajo" fueron preservadas por un proyccto de "modernizaci6n conservadora"; o en tkrminos de las diferentes alianzas esbozadas por Amin, caracterizadas por "altos precios de 10s productos bisicos y por lo tanto salarios n1is caros, menos ganancias [y la liberacibn] [ . . .] de 10s beneficiaries de este monopolio hacendado d e la oblito", 'Iistoria 28. Margolies, p. fifexicana 26 (1976); 16787; G o d e z Roa, p. 97;

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La forma econ6mica y el context; socialde la producci6n hacendaria variaban de regi6n a regi6n (como aqui se augiere) ; y estas diferencias fueron importantes determinantes de la "ecologia de la : revoluci6n" despu6s de 1910. Para otros prop6sitos analiticos -por ejernplo, macroecon6micos- son lae caracteristicae comunee dc la producci6n hacendaria las que merecen enfatizarse. 140 Charles C. Cumberland (19681, Mexico: The Struggle for Ilodernity (Oxford) - p. 212. 1 4 1 Karl MarxS(1966), Capital (Mosc~i), libro 111, cap. xiv, especialmente Ins pp. 760-62.
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gacibn permanente de mejorar las tkcnicas de produccicin, bajo el impulso de la competencia a la que ninghn industrial puede e~capar"."~ no Estas restricciones o "contrad~cciones~~ fueron fatales. No existe evider~cia de que hacia 1910 la "revoluci6n porfirista desde arriba" estuviera fatalmente c ~ n d e n a t l a ? Se ~~ necesiti, una crisis politica -probablemente una crisis politica gratuitamente autoinfligida- para derrocar a1 rhgimen y permitir que 10s conflictos sociales pasaran a i,l:lncr plano. En ausencia de una crisis de esta naturaleza, la "revoluci6n desde arriba" sin duda se huhiera consolidado con todo y sus contradicciones, como otras lo han hecho durante generaciones. Pero de igual manera, no liay evidencia de que el r6gimen ~ o r f i r i s t apudiera haber sobrellevado estas contradicciones mediante una reforma adecuada: 10s intereses de 10s terratenientes estahan demasiado establecidos y eran demasiado poderosos para permitir camhios radicales que hu. bieran reqnerido una politica de verdadera reforma. A falta de una revoluci6n, en otras palabras, las clases bacendadas hubiera11 sobrevivido, como lo hicieron en otras partes de Am6rica Latina, llasta que cambios acumulativos, politicos, econcimicos y demogrlificos aseguraran que la reforma viniera oficialmente, casi por cons ens^.^'^ Como desafio a 10s ink. reses creados, como una confrontaci6n de clase con clase y como una ruptura con el pasado, Ins reformas agrarins, digamos, de Bolivia en 10s aiios cincuenta y de Peril en 10s sesenta, no pueden compnrarse con las de hlhxico entre 1910 y 1910. En lo concerrliente a las restriccioncs y contradicciones agrarias del porfiriato, la Revoluci6n tuvo un impact0 decisivo, si bien no inmediato. Entre sus efectos principales esti el debilitamiento y, en filtima instancia, la destrucci6n del sisterrla hacendario. Esto no quiere decir que el liclerazgo
1 4 2 Barrington Moore Jr. (1%9), Social Odgins of nictntorship and Democrcrcy: Lord a d Peasant in the Making of the Modern 1Porld (Harmondsworth) , pp. 433-36; Alnin y Vergopoulos, p. 33. 143 RUiZ, pp. 12, 2425, cockcroft, pp, xv.xvi, 53-54 entre otros an&lisis, parecen exagerar la inevitabilidad estructural de la Revo-

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lucci6n ha:) ; y estas !gia de la lcos -por nes de la

revoluciorlario fuera femorosamente agrarista o que el tarnpesinado emergiese como un beneficiario absoluto de la Hevoluci6n. A1 contrario, gran parte del debilitamiento y de la destrucci6n no estaban pla~~eados aun esto fue lamentado (y por 10s lideres), y no fue sin0 hasta mediados de 10s afios treinta que la politica oficial se adhirib a objetivos netame~lteagraristas. l'ampoco la desaparici6n de las haciendas benefici6 uniformemente a 10s campesinos, a l g ~ r n ~de lo3 s cuales perdieron la relativa seguridad de su estatus de acasillados; otros, a1 adquirir parcelas inadecuadas, intercambiaron el dominio del llacendado por el de cacique ejidal.ld6 Por lo tanto, en algunos distritos, la reforma ngraria fue impuesta sobre Irn campesinado recalcitrante."' Pero es crr6neo negar par ello 10s carnbios agrarios i~iciadospor la IZevoluci6n. Se considera que las revoluciones, en su sentido "funcional", afectan las relaciones de clase de una manera significativa; no son (en palabras de Mao) "corno asistir a una cena.. . o hacer bordados"; ni tampoco son nitidos ejercicios de re: distribuci6n del product0 social, a1 estilo ~ocialdem6crata.l~~ No esti claro que el campesinado franc& estuviera mejor, en la generaci6n que sigui6 a la Revoluci6n, de lo que habia estado nna generaci6n antes; pero eso no quiso decir que las cosas liabian cambiado poco o que la I:evoluci6n no liubiern sido una revoluci6n. Como en Mkxico un siglo despuEs; 10s campesinos franceses intercambiaron un patr6n (el sefior) por otro (el usurero) ; en algilnas partes del sur de Francii "l~abia poca sirnpatia hacia una revol11ci6n que era consi: derada nrbnna, anticlerical y 'n~rteiia'".'~~ La impopulari. dad de la Revoluci6n (mexicann), enfatizada ahora (y posi. blemente exagerada) por 10s historiadores revisionistas, puedc verse, no corno una consecilencia del conservadurismo "rcvolucionario", y por tanto de la ausencia de nn cambio social, sino m,is bien como un rechazo de raiz a un camhio quc fue dramitico, pero 110 bienvenido. Mucho de este cambio fue impersonal y no planeado; parecia lnlis bien la obra de lejanos dioses qlle jngaban con los destines humanos con tanta indiferencia como en las nnrracioncs de Azrrela y de Homero. LOS terratenientes, que a menudo perdiar~ su influencia
146 Warman, pp. 68-69, 12426, 204, sobre In condicidn de 10s real;. iios de Morelos (peones "confiables") ; e ibid., pp. 158-61, 182, 192, y Benjamin, p. 249, para ejemplo del nuevo caciquismo ejida]. 146 Craig, pp. 125-26, por ejemplo. "7 Mao Tse-Tung ( 1 x 7 ) . "Report on an Investigation of \he Peasant Movement in Hunan", en Selected Works of Moo Tse.Tung, 3 vol. (Pekin), vol. r, p. 28. ' 4 8 Magraw, pp 28, 111.

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le for MOxiv, espe-

ficaron menos el debmembramiento de haciendas rentables y productjvss (como ]as de Morelos) en favor de un campesinado rnilitante "externow, que l a emancipaci6n de un campesinado "interno" de sus ataduras "feudalep"; igualmente, llegaron en un momento cua?d? $us yictimas terratenientes, lejos de constituir unn clase "hegemonl(como 10s terratenientes porfirianos), estaban bajo el ataque de poderosos intereses urbanos, politicos y econ6micos. (Me estoy refiriendo a la reformn agraria en la sierra peruana, no en las costas.)

14s

Las reformns agrarias boliviana y peruana, por ejemplo, signi-

U T Algunos ejemplos de diversificaci6n y sobrevivencia 'de la 6lite pueden encontrarse en el libro de Flavia Derossi The M e n ' c m Entrepreneur (Paris, 1971) ; v6anse lae pp. 22-23, 157, 259.

-om0 antes".16' aerrero y Chia-

tmentar 10s impropiedades in,as y Oaxaca", no sdlo en la s [fiscales] de 64 En San Anincrementnron :nas tomara l a iales de Yuca-

- '

n (de Morelos digados a ven-

suradas de 10s la formaci6n n buen nGmey privados de In nuevas for-

'

nsul norteameri-

no &lo 81 culthe B-16; Frans J. History of the ,ronto), pp. 37,


Ranchos in

' '

ncia -de la Qite


161

Ronfeldt, Atenn'ngo, pp. 19-29; Cbrdova, p. 317.

gipipde,sus . fa-

ii -di@ido.;na

hecho..amplio

dirigiriiri. E n +men burgu6s epcionalidad", Brasil, Argen,

dar, que conlogarse como burguesa7', arios y an6li'y la guerra re6 10s origee el campesi-

I-

nado de finales de la edad media y el crecimiento de "una especie d e clase kulak", que kl cornpar6 a su equivalente ruso del siglo ~ 1 x . Lenin, tambien, lleg6 a la idea de que el l~~ capitalismo se desarrollaria m6s velozmente y con mayor seguridnd sobre la base de la agricultura campesina, que sobre la base de grandes propiedades: el "camino junker" era, quiz& un callejbn sin salida en la Rusia zarista tanto como en el Mexico porfirista?ll De ahi que la "nacionalizacibn" de la tierra -1ograda a nivel ideal despuCs de 1917- constituyera u n "programa burgues radical, para ventaja de la i n d ~ s t r i a " ? ~ ~ lbgica similar yace tras las reformas agraUna rias de America Latina en el siglo XX, a1 menos en lo que respecta a algunos de sus protagonistas y a la mayoria de sus efectos objetivos. De Janvry lo dice, eunque de manera uiz6 demasiado contundente: "Todas las reformas agrarias el siglo xx en America Latina, con la excepci6n de la cubana y posiblemente de la nicaragiiense, lian tenido como fin iltimo el prop6sito d e fomentar el desarrollo del capitalismo En en la a g r i c u l t ~ r a " ? ~ ~ el caso particular de MQxico, la reforma agraria benefici6, en Gltima instancia, a la industria al acrecentar el mercado domestico (esto ciertamente era verdad para 10s aiios treinta, si no es que antes), a1 trasladar el capital de la tierra a la industria, como se ha mencionado, y a1 hacer m i s eficiente la agricultura, y por tanto capaz de producir comida barata, exportaciones y una transferencia neta de recursos del campo a la ciudad.lT4 .De manera mhs general, p e d e decirse que la Revolucibn tambikn suministr6 las estructuras politicas dentro de las cuales estos proyectos podinn desarrollarse sin causar graves trastornos. La revoluci6n agraria, en suma, sent6 las bases para el ripido crccimiento capitalista de la liltima generacibn. Sin embargo, estos desarrollos no fueron evidentes sino llasta despu6s de 10s afios cuarenta. Y seria una forma de tcleologia grosera, de la clase qtre he criticado, el ver 10s patrones de desarrollo de 10s a6os posteriores a 10s cuarentas como un flujo ineluctable de la Revolucibn de 1910. MQs hien, como dice Hamilton, la Revolucibn abri6 difereptes L L ~ p ~ estructurales"; acontecimientos subsiguientes y conio~~e~ flictos subsiguientes determinarian las opciones elegidas y las

1 7 0 Maurice Dobb (1972), Studies im the Development of Capitalism (Londres), pp. 60-61. 1 7 1 Amin y Vergopoulos, pp. 105-15. 172 ]Bid., p. 112; Bellingeri y Montalvo, pp. 17-18. De Janvry, p. 202. 1 7 4 Knight, "Political Economy of Revolutionary Mexico", pp. 306-7,

opciones rechazadas. El "proyecto" posterior a 1940 -la 66 revoluci6n preferentev- se eligi6 en d t i m a instancia, en parte, aunque no del todo, mediante una decisi6n consciente. Otras opciones alternativas tambikn fueron exploradas. El cardenismo, yo diria, fue un caso en cuestitin. Quizh, como Hamilton lo ha dicho tambikn, el cardenisrqo c h d con 10s "limites de la autonomia del Estado; con todo, aun dentro de esos limites, el cardenismo divergib del "proyecto" de Alem i n y sus sucesores; como Goldwater treinta aiios despub, CQrdenas ofreci6 una alternativa, no un eco.lT6 0, utilizando 10s cuidadosos terminos de Semo, las reformas cardenistas "muestran tendencias a sobrepasar 10s limites burgue~es".'~~ Esto seria especialmente cierto en el caso de la reforma agraria, donde las politicas cardenistas fueron m i s all6 de la destruccibn de la hacienda "tradicional" (por esto, implicitamente, m6s all6 de las reformas que m h tarde tomaria la Revolucibn boliviana) y atacaron a empresas capitalistas como las plantaciones de La Laguna o Nueva Lombardia. Aunque las reformas cardenistas, agrarias y de otro tipo, fueron integradas m i s tarde a un proyecto de acumulacicin de capital, de industrializaci6n y de "autoritarismo modernizado", Qsta no fue ni su intenci6n subjetiva, ni su consecuencia> objetiva durante el 'period0 cardenista. Y, dado que esta alternativa radical era --en tkrminos de ideologia, liderazgo e inspiracibn- hija de la Revolncibn, debe concederse que la Revoluci6n contenia el potencial genetic0 necesario para d a r a luz dist~ntostipos de retoiios. El proyecto posterior a 10s aiios cuarenta --el proyecto, digamos, de Alemln- fue quizh el nieto de la Revolucibn, pero tambien el hijo de la Guerra Mundial y de la Guerra Fria. Como el estalinismo, el alemanismo file una posibilidad revolucionaria, pero no lina certidumbre revolucionaria. La teleologia y la nnilinealidad deben ser recl~azadasporque distorsionan nuestra comprensibn de 10s periodos histbricos -de la Revolucibn, del cardenismo- per0 tambikn, porque pueden cegar nuestra percepcibn del presente. Si el pasado est5 tan abrumadoramente "sobredeterminado", tambibn (puede suponerse) lo est; el aqui y ahora. Sin embargo, extraiiamente, aquellos que hacen hincapi6 en la dominaci611 pura del Estado y del capital a partir de circa; 1920, son a menudo 16s lnis ansiosos por encontrar grietas en el status quo contemporineo, a travCs de Ias cuales pudieran filtrarse Ias corrientes radicales. Hariati mejor cn reconocer que la 17"Hamilton,
150

donne se citan fuentes relevantes.

pp. 280-86, es una discusi6n Semo, Historia Mexicans, p. 303.

sensible.

32

178

Sanderson, cap. 7.

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