Ficción histórica: La ficción no dominable de Jacques Derrida
()
Información de este libro electrónico
Relacionado con Ficción histórica
Libros electrónicos relacionados
Escenas de escritura: Entre filosofía y literatura Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl horror como forma en Juan José Saer Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesPunto y aparte: Ensayos sobre literatura y sociedad Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Texto y deconstrucción en la literatura norteamericana postmoderna Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEsa ella que no existe: Escrituras, límites, fronteras Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl síndrome de Falcón: Literatura inasible y nacionalismos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl grafópata: (o el mal de la escritura) Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl parpadeo de la política: Ensayo sobre el gesto y la escritura Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesJacques Derrida y Nicanor Parra: Un ensayo sobre la poesía en tiempos de censura Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesMorada y memoria: Antropología y poética del habitar humano Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesUn género culpable Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesTres realismos: Literatura argentina del siglo 21 Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesDe filosofía y literatura: El lugar de la literatura en la filosofía y la sociedad Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesJosé Revueltas: Una literatura del "lado moridor" Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesGrandes Autores de la Literatura Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesElogio de la literatura Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Ariadna: Una interpretación queer Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEspejismos reales: Imágenes y política en la literatura rioplatense Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesClásicos latinoamericanos Vol. I: Para una relectura del canon. El siglo XIX. Vol. I Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLiteratura y filosofía: La gaya ciencia de la literatura Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLenguaje y silencio: Ensayos sobre la literatura, el lenguaje y lo inhumano Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesRoland Barthes por Roland Barthes Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La gran extranjera: Para pensar la literatura Calificación: 3 de 5 estrellas3/5La inexistencia de la literatura hispanoamericana y otros desvelos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesTeoría e historia de la producción ideológica: Las primeras literaturas burguesas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesAmérica profunda Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl oficio por dentro Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesBorges y el derecho: Interpretar la ley, narrar la justicia Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesFixiones Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa muerte de los filósofos en manos de los escritores Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
Filosofía para usted
Zensorialmente : Dejá que tu cuerpo sea tu cerebro Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La expulsión de lo distinto (nueva ed.) Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Las 48 Leyes Del Poder: Libro de Robert Greene (The 48 Laws of Power Spanish) - Guide de Estudio Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Manual de Psicomagia: Consejos para sanar tu vida Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El Kybalión de Hermes Trismegisto: Las 7 Leyes Universales Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El Kybalion Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Corpus Hermeticum Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El Yo y el Ello Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La sociedad paliativa Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La desaparición de los rituales: Una topología del presente Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El Secreto de la Flor de Oro: Un Libro de la Vida Chino Calificación: 4 de 5 estrellas4/5De la brevedad de la vida Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El Arte de la Guerra - Ilustrado Calificación: 4 de 5 estrellas4/5EL Hombre Mediocre Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Capitalismo y pulsión de muerte: Artículos y conversaciones Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Diario para padres estoicos: 366 meditaciones sobre crianza, amor y educación de los hijos Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El arte de pensar: Cómo los grandes filósofos pueden estimular nuestro pensamiento crítico Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La Historia Oculta De Cristo y Los 11 Pasos De Su Iniciación - De JESÚS a CRISTO Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Anexo a Un Curso de Milagros Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Clásicos para la vida: Una pequeña biblioteca ideal Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Filosofía del budismo Zen Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El aroma del tiempo: Un ensayo filosófico sobre el arte de demorarse Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Cartas filosóficas Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La Filosofía del rey Salomón Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Los 53 Sutras de Buda Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El viaje del héroe: Mitología, storytelling y transformación personal Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesHiperculturalidad Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
Categorías relacionadas
Comentarios para Ficción histórica
0 clasificaciones0 comentarios
Vista previa del libro
Ficción histórica - Ivan Trujillo Correa
Abreviaturas utilizadas
CAN Canallas
DEM Demeure
DFF La desconstrucción en las fronteras de la filosofía
DIS La diseminación
DG De la gramatología
DM Dar la muerte
DT Dar (el) tiempo
ED La escritura y la diferencia
EM Espectros de Marx
FL Fuerza de ley
GL Glas
HEH Heidegger: la question de l’Être et l’Histoire
IOG Introducción a El origen de la geometría de Husserl
LINC Limited Inc
MPM Memoria para Paul de Man
MAR Márgenes de la filosofía
PG Le problème de la génèse dans la philosophie de Husserl
PA Parages
PAM Políticas de la amistad
PM Papel máquina
PS Points de suspension
POS Positions
PSY Psyché
RES Resistencias del psicoanálisis
SCH Schibboleth
TP La tarjeta postal
USC L’université sans condition
VF La voz y el fenómeno
Prólogo
En su formato textual, se volverá evidente enseguida, lo que aquí recibe al lector es la tesis doctoral entregada el año 2015. Con su formato característico, sus pulsiones explicacionistas y su trabajo exegético. Aunque he optado por envolver su corpus entre el presente prólogo que formaliza sus motivos y el post scriptum que acompaña su conclusión, seguirá siendo este mismo trabajo. En su textualidad de base, lo que le sale al paso al lector es la Memoria del joven Derrida sobre Husserl de 1953-1954, el peso enorme que esta va a tener en el pensamiento derridiano de la ficción. Este trabajo es publicado recién en 1990 con su título original: El problema de la génesis en la filosofía de Husserl. Un año antes, en 1989, es decir, en el horizonte de su publicación, este peso se hace sentir y notificar, con todo su alcance fenomenológico, en una entrevista con Derek Attridge: «This Strange Institution Called Literature» (publicada en inglés en 1992 y en francés en 2009). Como una ficción no dominable, el pensamiento derridiano de la ficción, y ejemplarmente, de la literatura, se muestra allí como un cierto pensamiento de la historia. En el trasfondo de este problema, encontramos aquello que ya para el joven Derrida es el pensamiento husserliano de la mutua exclusión entre la historia y la ficción.
En la entrevista de 1989, el filósofo hablará de la literatura no en cuanto «ficción instituida», sino en cuanto «institución ficticia», es decir: una institución «que le permite a uno decirlo todo», «franquear prohibiciones», «desafiar o anular la ley», desbordar incluso la institución. Es lo que exponemos latamente en el post scriptum del presente libro. Bajo esta idea de institución ficticia, la literatura es pensada como espacio público, y en particular ligada a instituciones tales como el derecho y a la idea moderna de democracia. Se nos advierte muy pronto que la literatura así concebida, como libertad de decirlo todo, puede siempre dejarse neutralizar si es pensada como ficción. Derrida dice entonces estar interesado, en cambio, en «la posibilidad de la ficción, de la ficcionalidad», en cierta «práctica de la ficción». Un poco más adelante en la entrevista, tras consignar lo equívoco del término ficción, lo erróneo de considerar toda la literatura como siendo del género ficción, y decir enseguida que, no obstante, «hay ficcionalidad en toda literatura», plantea la necesidad de encontrar una palabra distinta a ficción para pensar la «ficcionalidad». Lo que está en juego en esto es, sin duda, lo que Derrida llama «la estructura textual en general». Y lo que se pone en juego en esta entrevista es el estatuto de la literatura dentro de esta estructura que no es coextensiva con ella. Que cierta suspensión de la literatura sea lo que precisamente nombre desde entonces lo literario, indica la generalidad de la ficción aquí en juego: la ficcionalidad como historicidad.
En efecto, la decidida atención de Derrida puesta sobre esa literatura que concibe a la institución literaria en crisis, como una institución sin institución (Kafka, Blanchot, Celan, etc.), está relacionada con la idea de la inexistencia de un texto en sí mismo literario, con su acontecer absolutamente singular como marca repetible, como iterabilidad, con su comenzar por diferir de sí misma volviéndose ejemplar, alcanzando por ello una generalidad. Leemos en la entrevista: «No hay historia sin iterabilidad, y esa iterabilidad es lo que permite que las huellas sigan funcionando en ausencia del contexto general». Y un poco más adelante: «Una obra tiene lugar una sola vez, y lejos de ir en contra de la historia, esta unicidad de la institución, que de ningún modo es natural ni será reemplazada jamás, me parece histórica de parte a parte [de part en part]». Es la singularidad de la obra, su fecha y firma, que constituye e instituye su cuerpo, lo que requiere de la historia, del contexto, del género, y sin los cuales no sería legible. Solo se vuelve legible si se comparte [partage], si participa [participe], si pertenece [appartienne]. No hay en general literatura sin esta regionalización. Pero, a su vez, no hay regionalización sin esta generalidad. En la medida en que esta generalidad es lo que suspende toda naturalización, toda institucionalización de la literatura, esta institución ficticia es capaz de acoger, como experiencia literaria, algo que no estaba originalmente destinado a ser literario. Ahora bien, este pensamiento de la generalidad y de su regionalización, de la historicidad como ficcionalidad, depende en Derrida de su relación con la fenomenología trascendental.
Tan solo algunos hitos dentro del contenido de este libro: el joven Derrida dará cuenta de la exclusión histórica de la ficción sobre todo en los textos tardíos de Husserl. El recurso a la imaginación, caro al método fenomenológico, aparece en la lectura de Derrida como abandonado por Husserl en un momento de «La crisis de la humanidad europea» (es lo que da a entender El problema de la génesis en la filosofía de Husserl), y suprimido en «El origen de la geometría» (así planteado en su Introducción al «El origen de la geometría» de Husserl). De esta manera, Husserl parece poder liberar la problemática de una inscripción histórica a expensas de una ficción funcional a la diafanidad eidética. Es también el problema de una idealidad en la que está implicada la distancia histórica y cuya transmisión, cuya tradicionalización, depende del espacio virtual, ficcional, abierto por la escritura. Así también es lo que hace aparecer la «re-tención» como una cierta precipitación re-presentativa que ya no se dejaría derivar de una presencia perceptiva (en La voz y el fenómeno).
En relación con lo que se llama «literatura», esta liberación tomará la forma de la asunción del enfoque de una historicidad interna de la obra literaria frente al enfoque estético estructuralista (así en La escritura y la diferencia), más allá del cual Derrida analizará la posibilidad en la poética de Mallarmé de una «ficción sin imaginario» y de un «casi nada» que es la literatura (así en La diseminación). Es una literatura sin condición lo que está ya en juego. Sobre la base de la experiencia histórica de la literatura, con sus reglas e instituciones, y de lo que en dicha experiencia nunca se puede presentar como algo dado (una apertura trascendental del sin-sentido, una «anarquía del nóema» estará en el centro de este asunto), se abre la posibilidad de una experiencia siempre indeterminable e imprevisible de la literatura. La literatura es así la experiencia de lo que hay de histórico en la historia. En el espacio comprendido entre el problema de la historicidad y el de una literatura sin condición se abre entonces la posibilidad de «volverse una cosa literaria» de todo texto «confiado al espacio público [...] cuyo contenido, sentido, referente, signatario y destinatario no son realidades plenamente determinables, realidades a la vez no ficticias o libres [pures] de toda ficción...» (Dar la muerte).
Pero decía que se trata de una tesis de doctorado. Todo lo dicho sobre sus temas no dejará de confrontar al lector con el pie forzado del formato tesis. He intentado «podar» el frondoso árbol de notas al pie que acompañan su corpus. Diría, honestamente, que ha sido infructuoso. Ruego al lector tener paciencia. Sobre todo con un trabajo de tipo exegético que atraviesa todo el texto y que cita incesantemente. Cualquier intento de cirugía mayor habría sido menos viable que hacer decididamente un ensayo. Tarea a la que no he renunciado.
Viña del Mar, diciembre 2022.
Introducción
1. Problema e hipótesis
Es siendo objeto de una mirada no superficial sino atenta, y preocupada de sus alcances más decisivos, que para importantes comentaristas la problemática de la ficción en la filosofía de Jacques Derrida se presenta de forma harto huidiza. De acuerdo a inquietudes diversas y a formas también diversas de situar esta problemática, lectores avisados y críticos dan testimonio de ello, siendo además muy cercanos al pensamiento de la desconstrucción. Es el caso de Paul de Man en los Estados Unidos a fines de los años 60’ y más recientemente Ginette Michaud y Catherine Malabou en Francia. El primero, en «La retórica de la ceguera: Jacques Derrida lector de Rousseau»¹, acogía la lectura derridiana de Rousseau en De la gramatología intentando elaborar una explicación de la forma en que Derrida, a la manera de Rousseau, utilizaba la ficción. Hacía notar allí mismo que este era más consciente de su modo retórico que aquel. Catherine Malabou, por su parte, en La plasticidad en el atardecer de la escritura², muestra las dificultades presentadas por el pensamiento derridiano de la huella para aceptar la figurabilidad o poder ficcional de la filosofía. Lo que en cambio sí parece poder hacer el concepto de plasticidad, en el atardecer de la forma escrita. Finalmente, Ginette Michaud, en Tenir au secret³, destacando la capacidad elíptica, de retirada y de retractación de la literatura precisamente por sus afinidades con la ficción (fantasma, virtualidad, espectralidad), entiende que la literatura en Derrida es lo que, nunca localizado en ella como tal, mantiene en secreto. La ficción en Derrida no se deja entonces cernir fácilmente.
Sin embargo, la ficción aparece por todos lados en el curso de su obra y a través de muchas figuras. Sucede incluso de esta forma cuando no da lugar a un tratamiento frontal, sistemático o a una síntesis de elementos con los cuales poder contar para aislar un campo de fenómenos suficientemente homogéneos para encauzar un análisis. Y cuando, no obstante, Derrida parece destacarla, sobre todo como ficción literaria, dirá de esta que no tiene consistencia, que no tiene ni esencia ni existencia, que entonces es sin condición⁴. Algunos indicios relativamente recientes dan cuenta de ello. En Dar (el) tiempo 1: La moneda falsa, tras decir que los personajes de ficción no tienen «ninguna consistencia», hablará de «la superficialidad esencial de su fenomenalidad», de lo «demasiado-evidente que dejan ver»⁵. En Dar la muerte se hablará de la «suspensión» de la «tesis del sentido determinado o del referente real», de «la virtud propiamente fenomenológica, por consiguiente meteórica, del fenómeno literario»⁶. Incluso allí mismo, un poco antes cuando al menos daba la impresión de que no se trataba sino de una nada que es la ficción literaria misma, se hablará del «devenir-literario» de todo texto «confiado al espacio público», «cuyo contenido, sentido, referente, firmante y destinatario, no son realidades plenamente determinables, realidades a la vez no ficticias o libres de toda ficción»⁷. En «Demeure», esta dificultad de establecer la identidad de la literatura consiste en que «debe sufrir o soportar, padecer de todo precisamente porque ella no existe en sí misma, no tiene esencia sino solo funciones»⁸. La literatura «no se mantiene estable [à demeure] en la identidad de una naturaleza o incluso de un ser histórico idéntico a sí mismo». En otra parte ha dicho Derrida que «la literatura es histórica de lado a lado»⁹. Resulta entonces que hablando incluso de ficción literaria es todavía más difícil de circunscribir la ficción.
Todos estos indicios vuelven extremadamente difícil determinar el estatuto de la ficción en la obra de Derrida. Pese a eso, acabamos de escuchar a nuestro autor decir que la literatura es «histórica de lado a lado». En una entrevista con Elisabeth Roudinesco, Y mañana qué…, hablará de un «poder de ficción» y de cierto «crédito otorgado a la ficcionalidad»¹⁰ estableciendo una estrecha relación entre la literatura y la democracia. Habiendo señalado, por una parte (d’une part), que «cada una por su parte» la literatura y la democracia son fenómenos que tienen «posibilidades comunes» en cuanto a su «historicidad abierta», dirá enseguida, y por otra parte (d’autre part), que de este «poder de ficción», depende, «siempre de manera histórica», «la legitimición performativa de una ficción», la institución de un estado de derecho y, por ejemplo, del derecho de decirlo todo públicamente, característico de la ficción literaria. Sea cual sea el alcance de este poder de ficción en lo que respecta a la relación entre la literatura y la democracia, diremos algunas cosas en la conclusión, lo cierto es que se nos presenta como enteramente histórico.
Si pretendemos hablar aquí de ficción histórica, tal es la apuesta del presente trabajo, debemos entonces tomar primero algunas precauciones. De un lado, al hablar de ficción histórica de ninguna manera pretendemos transponer al plano filosófico lo que, bajo la forma de un determinado género literario, se ha dado en llamar «novela histórica»¹¹. Asimismo, tampoco pretendemos mantener aquí una comunicación preferente con cierta teoría historiográfica enfocada sobre formas retóricas del discurso¹². Ahora bien, de otro lado, pese a varias coincidencias y, a veces, estrecha cercanía con pensamientos filosóficos contemporáneos que articulan historia y ficción en Francia, advertimos desde ya que el pensamiento derridiano se nos ofrece con su peculiar originalidad.
Señalemos al menos que el pensamiento derridiano de la ficción no corresponde, pese a la cercanía de ambos con respecto a la fenomenología y a fenómenos como la metáfora y la narración, a la forma de la relación entre historia y ficción que ha estudiado Paul Ricœur en su trabajo Temps et récit, particularmente en el tomo III de esta obra. Lo que Ricœur llama allí «el entrecruzamiento entre la historia y la ficción», es el cruce entre dos formas de relato que se pueden distinguir rigurosamente, incluso si «el momento cuasi histórico de la ficción cambia de lugar con el momento cuasi ficticio de la historia»¹³. En relación con Derrida, en cambio, lo que menos se puede decir es que si es la historicidad de la experiencia literaria lo que hace que un texto o una inscripción se vuelva una cosa literaria, entonces no se trata en ningún caso de convertir la historia en literatura o en una pura ficción literaria. No hay para Derrida esencia de la literatura que posibilite semejante estructura.
Diciendo esto, quizá sea útil reseñar dos articulaciones entre ficción e historia que, en campos distintos, permanecen muy concernidos por el pensamiento derridiano que buscamos exponer aquí y que, por lo mismo, nos ayudarían a aclarar nuestra hipótesis. Ambas articulaciones tienen en común el recurso a una marca, a un guión, en la que se juega, directa o indirectamente, la posibilidad de alguna ficción histórica. En el caso de la indirecta, encontramos el auspicio de la crítica mimetológica de la ficción de lo político emprendido por Philippe Lacoue-Labarthe en La fiction du politique (1987). En la relación directa encontramos la teoría metaestructural de Jacques Bidet, pasando de Théorie Générale (1999) a Explication et reconstruction du Capital (2004).
En el primer caso: lo que en Lacoue-Labarthe es la ficción de lo político corresponde al hecho de que «lo político mismo se instituye y se constituye (y se re-funda regularmente) en y como la obra de arte»¹⁴. Con sus raíces en Platón, y como algo que vuelve a surgir modernamente en los conceptos de «Gestaltung (figuración, instalación figural) o de Bildung», lo político «depende de una plástica, formación e información, ficción en sentido estricto». Depender de una plástica es depender de una techné entendida como «el cumplimiento y la revelación de la physis misma»¹⁵. Así, una larga tradición que culmina con el nazismo, habrá pensado que lo político «depende del ficcionamiento de los seres y de las comunidades»¹⁶, de una especie de «política-ficción», sobre la base de la presuposición de un sujeto que la lógica mimética vuelve imposible.
Ahora bien, no se puede deshacer el nudo entre arte y política en tanto que «esencia no política de lo político». No, al menos, a partir de una filosofía del arte o estética, toda vez que tradicionalmente esta ha hecho de lo político, es decir de la religión, la verdad del arte. Tal ha sido la vía que conduce hacia el nacional-socialismo como nacional-estetismo. Es, entre otras cosas, la identificación de Alemania con una especie de «d’outre-Grèce»¹⁷. Y sobre todo, como en Heidegger, la invención de una Alemania que espera entrar en la existencia¹⁸. Dudando entonces que se pueda terminar con la «‘política-ficción’»¹⁹, con un guión y entre comillas, Lacoue-Labarthe plantea la necesidad de pensar en la posibilidad de una mimesis suponiendo un sujeto que desiste, es decir, y esto es lo decisivo, que sea «originariamente ficcionable», que no acceda a sí más que «por medio del suplemento de un modelo, o de modelos que lo preceden»²⁰, o que lo siguen. En Lacoue-Labarthe, entonces, la posibilidad de una relación entre la ficción y la historia se deja cernir entre una «política-ficción», plástica, con la que difícilmente se puede terminar, y la posibilidad de un sujeto «originariamente ficcionable» presupuesto en la lógica mimética.
En el segundo caso: considerando primero Théorie Générale (PUF, 1999), vemos a Jacques Bidet hablar de una ficción metaestructural de la sociedad moderna, fundada sobre la dominación, la explotación y la violencia. La metaestructura nombra allí «la forma públicamente declarada de la sociedad moderna, la ficción en la cual se dan las relaciones oficiales de la contractualidad y de la cooperación racional, y que sanciona el Estado moderno»²¹. Contra una concepción superestructural de la ideología, que la desrealiza sobre la base y a favor de la estructura (económica) real, la ficción metaestructural es puesta (posée) por la estructura, es decir es concebida «‘a partir de ella como su retorno’: la estructura se constituye (y entonces no se concibe más que) en la inversión del principio que ella pone, se erige bajo la forma de la promesa no mantenida, del pacto denegado»²². De esta manera, contra una visión «estructuralista», el estatuto de la metaestructura se especifica dialécticamente. Ahora bien, pensar dialécticamente la dominación a partir de formas de la contractualidad moderna es pensarla según una ontología social realista, aunque a partir de un presupuesto real no sistemático. ¿Por qué? Porque «la metaestructura no se anticipa nunca sino en las condiciones de la estructura»²³. El «presupuesto puesto no puede ser tomado por un fundamento: él constituye, en su indeterminación, un campo de lo posible»²⁴. Un presupuesto real tal logra evadirse de la vulgata marxista y de Marx mismo en la medida en que la teoría metaestructural logra plantear la existencia de la metaestructura, permitiendo así asegurar el estatuto de realidad a las relaciones jurídicas modernas de libertad e igualdad. Se trata de comprender, más allá del supuesto de un simple fantasma o de la ideología, de las modernas relaciones de clase como retorno de la contractualidad, como «relación real aunque negada, como pacto que toma siempre la forma de compromiso, de promesa (pero ya siempre no mantenida)»²⁵. Para pensar bien este realismo del retorno de la contractualidad, se requiere abandonar una dialéctica dialectizante «dont le propre est d’aller de l’avant sans retour et de se perdre dans la totalit黲⁶. Este retorno se deja pensar mejor sobre la base de la deconstrucción de la dialéctica dialectizante y a partir del re-aparecido (revenant) o del espectro en Explication et reconstruction du Capital (2004).
Se marca así el paso en que Bidet determina el estatuto ficcional de la metaestructura. Con un guión él escribe: «La metaestructura es-ficción». También con un guión: ella es «real-irreal». Es decir, no es «puramente ficticia». Y esto porque ella es, «en cierta medida, cosa hecha». Digamos entonces que en la dificultad de dar cuenta de esta fenomenalidad, que no es ni puramente ficticia ni puramente real (estructural), podemos cernir la posibilidad de una cierta ficción histórica. Y esto en la medida en que no tiene un lugar circunscribible. O más precisamente, en la medida en que es una marca, aquí un guión, lo que marca el lugar. Esto no quiere decir que no aparezca, o que no se pueda medir. Bidet va a decir que puesto que siempre hay algún derecho, algún Estado de derecho, «podemos medir lo que hay de su realidad ahí»²⁷. La estructura «lleva la marca de la metaestructura». Esta ficción que marca la estructura y la perseverancia de sus retornos, no señala ni hacia un sentido de la historia, ni hacia un fundamento de las sociedades modernas. Ella viene cuando ella vuelve. Elle vient quand elle revient. No se puede hablar de comienzo más que en la forma de lo que reaparece, es decir, para Bidet «del rechazo a la memoria». Así, el espíritu (del capitalismo) «viene al hombre moderno como ‘reaparecido’, como espectro (del comunismo)»²⁸.
En los dos casos mencionados, el recurso a una marca que hace aparecer la ficción fuera ya de una oposición subordinante, fuera del estetismo que al oponer política y ficción hace de esta la verdad de aquella, o fuera del estructuralismo de la teoría de la ideología que opone estructura a superestructura, es el recurso a una inscripción histórica de la ficción que desbarata no solo la posibilidad de oponer ya simplemente a ficción e historia en general, sino también la posibilidad de hacer aparecer la ficción como mera o pura ficción²⁹. No se está así obligado a separar la historia de la ficción porque la ficción es en cierto modo ya la historia misma. Asimismo, tampoco la historia puede cerrarse sobre sí misma, estructuralmente, teleológicamente. Bajo la influencia del pensamiento derridiano, ambos filósofos abordan la relación en cierto modo indisociable de la historia y de la ficción³⁰.
Lo que pretendemos llamar «ficción histórica» depende aquí entonces de un pensamiento de la inscripción histórica en tanto que pensamiento derridiano de la inscripción. Es decir, también, el pensamiento derridiano de la escritura: la archi-escritura, la huella, la archi-huella, el texto. El pensamiento de la ficción histórica ha nacido en dependencia del pensamiento de la escritura tal y como sobre todo ha tenido lugar en los trabajos de Derrida de los años sesenta. En el corazón de este pensamiento están los tres textos publicados en el año 1967: La voz y el fenómeno, De la gramatología y La escritura y la diferencia. Desde el punto de vista de nuestra hipótesis, pasar por estos trabajos es pasar por el problema de la imaginación y de la ficción: en primer lugar, de la imaginación de la palabra que para Husserl sería una mera ficción; en segundo lugar, de la imaginación como separación de la naturaleza en la naturaleza que en Rousseau tendría lugar a través de la ficción de la catástrofe; y en tercer lugar, de la ficción como imaginario en el caso del estructuralismo literario. Inmediatamente antes y después de estos trabajos están, dentro de la obra publicada, el momento en que la ficción histórica comienza a hacerse visible y el momento en que ella ha sentado sus bases: la Introducción a «El origen de la geometría» de Husserl (1962) y «La doble sesión» en La diseminación (1972), respectivamente. Es también el espacio comprendido entre las problemáticas de la historicidad y de una literatura sin condición.
Aunque nos mantenemos aquí en la constelación de obras identificadas con el espacio que hemos señalado, tenemos también la pretensión de sostener que el pensamiento de una ficción histórica corresponde al pensamiento derridiano de la ficción en el conjunto de su obra. Al menos desde los textos relativos a la historicidad hasta ese «como si histórico» al que se refiere en su Seminario La bestia y el soberano. Es lo que explica que hayamos comenzado abriendo textos más bien tardíos. Pero asimismo también tenemos la pretensión de sostener que este pensamiento de la ficción mantiene una relación muy importante con la fenomenología husserliana. Si el presente estudio lo comenzamos con los trabajos de Derrida consagrados a Husserl, no es entonces solo por razones, digamos, empíricas. No se trata solo de que el proceso de formación de un pensamiento requiera comenzar por las obras del comienzo. Se trata más bien de que si en sus últimos trabajos habla de la ficción en relación con la «fenomenalidad», con la «virtud propiamente fenomenológica» y «meteórica», con la «suspensión», con la indeterminabilidad del «contenido, sentido, referente, firmante y destinatario», es que resulta de máxima importancia intentar comprender en qué medida lo que llamamos ficción histórica en Derrida mantiene una relación constante con la fenomenología.
En lo que sigue justificamos nuestro acceso a esta relación. Pero, sobre todo, explicamos por qué es través del problema de la historicidad, abierto por la inscripción, que logramos reconocer la forma de nuestra hipótesis en el curso del trabajo derridiano.
2. Ficción e historicidad desde El problema de la génesis en la filosofía de Husserl a La diseminación
Nuestro problema es hasta cierto punto el resultado de una época. Es una oportunidad que nos ha brindado la apertura de la relación entre el pensamiento derridiano y la fenomenología en general, en particular la fenomenología husserliana. La relación entre Derrida y la fenomenología se ha dejado sentir fuertemente con motivo de la publicación, el año 1990, de su Memoria de los años 1953-1954, bajo el título en francés: Le problème de la genèse dans la philosophie de Husserl³¹. En una carta de Jean-Luc Nancy dirigida a Derrida el año de su publicación, leemos en parte: «Lo que es terrible con este libro, es que no se puede encontrar allí al joven Derrida que se querría sorprender en flagrante delito de juventud... Él está ahí ya entero, totalmente armado y dirigido como Atenea»³². Es esta una publicación que cuenta con el vivo interés de fenomenólogos franceses como son Françoise Dastur, Jean-Luc Marion y Didier Franck, para quienes la relación de Derrida con la fenomenología en general no solo sigue abierta, sino que incluso pertenece al corazón mismo de su pensamiento y cuya relación explica que la comprensión de sus textos sea a menudo tan difícil³³. No resulta extraño por tanto que se considere los trabajos de Derrida dedicados a la fenomenología husserliana como «un conjunto indisociable» o como formando parte de las «etapas de su interpretación de la fenomenología husserliana de 1954 a 1967»³⁴. Estos textos son, además de PG, su Introducción a «El origen de la geometría» de Husserl y La voz y el fenómeno³⁵.
Sin embargo, pese a la inmensa oportunidad de profundización que ha abierto la relación entre Derrida y la fenomenología, con este «conjunto indisociable» de textos se corre el riesgo de querer hacerse demasiado rápido del «libro» derridiano en tanto que libro del campo fenomenológico. Y de creer, además, que la dificultad del texto derridiano depende de lo que pertenece a dicho campo³⁶. Es indudable, en todo caso, que dicha apertura contribuye, entre otras muchas cosas, a demorarse más en lo que respecta al pensamiento derridiano considerado como post-fenomenología, sea para evitar que se crea ingenuamente en rupturas donde prevalecen notables continuidades, sea para evitar continuidades indistintas que la fenomenología no podría tolerar. Aunque este debate no nos parece para nada simple y puede encerrar dimensiones no muy evidentes³⁷, quisiéramos hasta cierto punto responder a él con una hipótesis que intenta, de un lado, mostrar el mayor alcance posible que Derrida le confiere a la fenomenología dentro de su pensamiento, pero de otro lado, mostrar asimismo por qué al tomar en cuenta el pensamiento derridiano del texto es que la fenomenología parece poder encontrarse con ella misma y reconocer su campo.
En este sentido estamos interesados más en los aspectos disociables de este conjunto textual. La hipótesis misma que nos hemos dado reclama una lectura de este estilo. La ficción histórica en la que, según nosotros, da a pensar Derrida, se deja cernir a partir del momento en que la exclusión histórica de la ficción, que en la fenomenología husserliana libera la historicidad, amenaza con no ser disociable de la posibilidad de la ficción. Es decir, posibilidad que, según nosotros, Derrida mismo parece todavía bloquear en PG, abrir discreta pero decisivamente en IOG, y ya dar a entender expresamente en VF. Y esto último porque, como dice Derrida en Posiciones, a VF se le podría entender como una «larga nota» a De la gramatología o a La escritura y la diferencia, los tres libros publicados en 1967³⁸. Es entonces disociando el conjunto, separando el segundo libro del primero y reconociendo que el segundo es la otra cara del tercero, nota de los otros dos libros fuera de este conjunto, que podemos reconocer mejor todo el potencial fenomenológico del trabajo derridiano.
Y si de lo que se trata aquí es de reconocer su potencial, nada mejor que dar el mayor tiempo posible al problema fenomenológico de la historicidad, particularmente al problema de la historicidad interna o intrínseca. Pero antes de reconocer el alcance de esto, hablemos de los límites de este trabajo.
a) Límites y referencias principales
Aunque en un primer momento teníamos la pretensión de abarcar toda la obra de Derrida publicada, incluyendo complementariamente un número no determinado de escritos inéditos, el enorme volumen de la documentación, las dificultades inherentes a su estado y el tiempo disponible para la consulta, nos convencieron de la conveniencia de fijar lo más posible la hipótesis en un segmento circunscrito de la obra derridiana, más conocido y hoy por hoy menos estudiado dentro del campo derridiano, es decir, el que va de los primeros trabajos dedicados a Husserl hasta los trabajos dedicados a Mallarmé³⁹. Esta restricción sin embargo no es en sí misma segura para nuestra hipótesis. No es evidente en cuanto al comienzo de este segmento porque Derrida muestra allí que la historia excluye la ficción. No es evidente tampoco al final del mismo porque la problemática de una textualidad infinita que allí se plantea excluye que el acontecimiento tenga lugar fuera del espacio de la escritura. Pero no obstante ello, significaba de partida la posibilidad de atender al impacto producido sobre este segmento por la publicación de PG el año 1990 y por el interés que a partir de ahí despertó en el campo fenomenológico una cierta reevaluación de este mismo segmento. Son varios los trabajos en los que nos apoyamos, con los que nos confrontamos o, simplemente, a los que hacemos referencia, los que nos brindan la posibilidad de una mayor inteligencia del periodo al que nos limitamos. Entre otros: De Gérard Granel: Traditionis traditio; de Paola Marrati: La genèse et la trace; de Rudy Steinmetz: Les styles de Derrida; de Françoise Dastur: «Finitude et répétition chez Husserl et Derrida»; de René Baeza: Resistencias. Economía de la inscripción en Jacques Derrida; de Leonard Lawlor: Derrida and Husserl; de Björn Thorsteinsson: La question de la justice chez Jacques Derrida y de Françoise Dastur: «Derrida et la question de la présence: une relecture de La voix et le phénomène»⁴⁰. Pero, en no menor medida, y para alcanzar una mejor comprensión del sentido y alcance de la imaginación y la Phantasia en Husserl, son también varios los trabajos dentro del campo fenomenológico en los que nos hemos apoyado, sin dejar de tomar en cuenta algunas publicaciones en torno a las lecciones de Husserl reunidas en Husserliana XXIII las que, nos parece, ofrecen buenas perspectivas para una confrontación con el pensamiento derridiano de la ficción y con la lectura derridiana de Husserl. Entre otros trabajos: De María Manuela Saraiva: L’imagination selon Husserl; de Luc Claesen: «Présentification et fantaisie»; de John Salis: «L’espacement de l’imagination. Husserl et la phénoménologie de l’imagination»; de Françoise Dastur: «L’approche phénoménologique du problème de l’imagination»; de Anabelle Dufourcq: La dimension imaginaire du réel dans la philosophie de Husserl; y de Marc Richir: «Imagination et Phantasia chez Husserl»⁴¹.
Como ya hemos hecho notar, las referencias más tardías hechas a la ficción literaria en términos de una problemática de la fenomenalidad, nos han motivado a examinar qué hay de tales problemáticas en un periodo aparentemente marcado por el sesgo anti o post-fenomenológico del pensamiento de la huella. En la medida en que se trata de referencias al fenómeno literario como fenómeno esencialmente superficial y del «devenir-literario» de todo texto «confiado al espacio público», estas referencias lo son a la historicidad, problemática fuertemente presente en el periodo que estudiamos. Así, todo nuestro trabajo intenta corresponder al sentido y alcance que tiene la historicidad para el pensamiento derridiano de la ficción, desde que esta problemática es presentada a partir de la génesis hasta que es presentada a partir de la huella. E incluso más allá, en relación con el problema del don y con la experiencia del secreto. Solo que esto último lo hemos dejado como horizonte hacia el cual nos dirigimos.
b) La inscripción histórica y los efectos de ficción
Nuestro intento de dilucidar el sentido y el alcance que la historicidad tiene para el pensamiento derridiano de la ficción partiendo de la Memoria del joven Derrida, se encontró con la dificultad de que si bien allí al problema de la historia y de la historicidad de la esencia se le otorgaba la mayor importancia, al problema de la ficción apenas se le consideraba. Es lo que nos hizo pensar en un primer momento que debíamos descartar PG y comenzar nuestro trabajo con IOG. Pero al poco tiempo nos dimos cuenta de que la escasez de lo segundo no se debía sino a la importancia de lo primero. La forma que tomaba esta importancia era la de la resistencia de la historia a la ficción en la fenomenología husserliana. Esto habría de significar que la ficción, que tiene un rol metódico de máxima importancia en Husserl como variación imaginaria (cf. parágrafo 70 de Ideas I)⁴², sea excluida por la génesis temporal. En efecto, en la medida en que la esencia depende de una contaminación entre lo empírico y lo trascendental, ya no hay posibilidad que aquella sea solo el resultado de una revelación intangible, fruto de una reducción eidética en la que la ficción convierte lo empírico en un puro ejemplo. Es lo que sucede con el problema de la génesis que, según el joven Derrida, no cesa de inquietar al pensamiento de Husserl durante todo su trabajo. Y es, sobre todo, lo que poniendo a la fenomenología en relación con lo que siempre está fuera de su alcance, compromete el proyecto husserliano consistente en darse mediante reducción un comienzo absoluto.
Ahora bien, el problema de la inscripción histórica tal y como tiene lugar en PG no deja de plantear un problema que solo a partir de IOG muestra todo su alcance. Este problema tendrá mucha repercusión en el tratamiento derridiano de la ficción a lo largo de toda su obra y, por supuesto, en el periodo al que hemos limitado nuestro estudio. Pasando de una fenomenología estática a una fenomenología genética, es el problema derivado de la dificultad que se le presenta a Husserl una vez que ha encarado el problema de la génesis trascendental, en particular en el momento en que, en las Meditaciones cartesianas, aborda los principios universales de la génesis constitutiva: la génesis activa y la génesis pasiva⁴³. Tras señalar que tratándose de la génesis activa, cuyos momentos son para Husserl constituyentes, Derrida observará que no teniendo en ella sentido la separación entre lo trascendental y lo empírico, no hay forma de que la reducción eidética pueda imponerse. Porque la actividad del ego presupone la intersubjetividad (Husserl ha dicho en el parágrafo 37: «El ego se constituye para sí mismo, por así decirlo, en la unidad de una historia», es decir una pasividad como fundamento de la génesis activa), la existencia originaria del ego se confunde dialécticamente con la esencia, luego, esta existencia resiste a toda variación imaginaria, a toda reducción eidética. El problema se plantea desde el momento en que por la injerencia de la génesis pasiva, en su simplicidad la unidad de la intuición es remitida a una génesis indefinida. Con lo cual para Derrida no hay posibilidad de mantener la rigurosidad de un análisis eidético sin que se suponga ya conocido lo absoluto del sentido y sin que el sentido intencional absoluto sea instituido por un decreto o una evidencia ya no fenomenológica. Es el problema de una historicidad que demanda a Husserl recurrir a un tipo de evidencia en relación con la cual la posibilidad de la historia no parece poder ser ya disociada de, al menos, la posibilidad de la ficción. Pero en PG, mientras la ficción parece ser todavía concebida por Derrida demasiado opuesta a la historicidad, es decir, mientras no se haya introducido el problema de la inscripción como problema de la escritura, este problema no parece poder todavía abrirse paso.
Sobre la base de cierta corrección de la posición anterior, es lo que ya sucede en IOG. El que la historicidad interna o intrínseca de la que habla Husserl en El origen de la geometría pueda, de derecho, reducir la ficción, abre, según nosotros, la posibilidad de que la historicidad sea indisociable de aquella. Es al menos lo que creemos que Derrida nos da a pensar discreta pero decisivamente. Y lo hace en relación con lo que va a llamar el «retraso originario», la «pre-scripción eidética» y la historicidad como cuestión de la escritura. Se podría decir entonces que en IOG encontramos el punto de partida de nuestra tesis. Pero el problema se ha planteado ya cuando parece ser que es solo mediante un recurso no fenomenológico que Husserl logra recuperar el sentido en medio, o en el medio, de la posibilidad de una génesis indefinida. El recurso husserliano a la Idea en sentido kantiano, destacado por Derrida tanto en PG como en IOG, es lo que preside esta recuperación. Pero si en ambos trabajos, planteándose en relación con el problema del origen de la geometría, este recurso no parece sino responder a la necesidad de tener que partir de una geometría totalmente lista para reconocer su sentido de origen y poder escapar así a la pérdida de sentido, al olvido del sentido originario, es tan solo en IOG que la necesidad de una «question en retour» (Rückfrage) liga esta posibilidad al problema de un lenguaje carente de diafanidad. Es que la cuestión de la historicidad interna como cuestión de la escritura plantea la posibilidad de pensar que una reactivación del origen del sentido, que no es nunca ni inmediata ni total, sea pensable en relación con una ocultación esencial de los orígenes y con la equivocidad y opacidad en un cierto encuentro con el valor poético de la pasividad. Y si, como señalábamos antes, es la posibilidad de una génesis indefinida lo que resiste a toda reducción eidética y a toda variación imaginaria, entonces no parece ya posible confiar a la pura ficción la variación total de la facticidad y la absoluta presencia a sí de la conciencia pura. En la medida en que dicha génesis remite a sedimentaciones y a estructuras sedimentarias, Derrida se va a preguntar si acaso «podrían ellas sobrevivir de derecho» a «la variación total de la facticidad», si acaso no estarían «marcadas, en tanto que sentido, por un cierto orden del mundo fáctico» al que se ha ligado «la conciencia pasada, estructuralmente implicada en toda conciencia presente»⁴⁴. La pregunta que cabe hacer entonces es si acaso se puede asegurar que cierta posibilidad de ficción, o la ficcionalidad, tenga lugar todavía tras la variación total de la facticidad.
c) Efectos de ficción en Husserl y en Rousseau: el problema de una metáfora originaria como ficción no dominable
Pero el problema de la historicidad abierta por la escritura es, en la fenomenología, el problema del sujeto hablante. Situados desde PG en el problema husserliano de la constitución de una subjetividad absoluta presidida por el concepto de «auto-temporalización», es atravesando IOG que podemos comenzar a dilucidar este asunto bajo el concepto de «auto-afección». Recogido el primero en PG de los textos de Husserl que en los tiempos de la Memoria del joven Derrida permanecían todavía inéditos, nos muestra la relación de la subjetividad trascendental con la temporalidad efectiva. El segundo, recogido del Kant-Buch de Heidegger, es lo que le permite a Derrida cernir crítica, pero discretamente en IOG, el privilegio fenomenológico de la voz, para luego, fuera ya de este trabajo, confrontar abiertamente este privilegio a partir de la problemática de la huella y su reducción. Es lo que sucederá en DG y VF. Ahora bien, del primer concepto al segundo el análisis del movimiento de la temporalización, conducido a través de los temas de la intersubjetividad trascendental y de la historicidad, muestra que no hay acceso a una mayor profundidad de la subjetividad sin la posibilidad de una metáfora originaria. Es lo que amerita en VF una interrogación sobre la imaginación en Husserl. Y esto en el marco de la posibilidad de una ficción ya no regionalizable. Una ficción de la que no se puede decir ya que «no es más que la ficción» entraña una relación «originaria» con el otro y con la muerte⁴⁵. Lo que no es pensable sin una clarificación acerca de los límites y los alcances de la fenomenología trascendental en el marco de un pensamiento de la huella.
Habiéndose dado ya el paso del pensamiento de la génesis al pensamiento de la huella en IOG, es más allá de este trabajo que el problema de la auto-afección, como problema del oírse-hablar, se vuelve expresamente el problema de una metáfora originaria. Es lo que tiene lugar en el marco más amplio de la relación entre historicidad y metaforicidad. Esta metaforicidad consiste en una generalización de la metáfora que Derrida piensa en términos de catástrofe o de auto-destrucción. Es por ello que la ficción histórica es también la de cierta imposibilidad de una ficción como tal. Si el problema de la metáfora originaria parece convenir tanto a Husserl como a Rousseau, el problema de la catástrofe metafórica, en cambio, parece convenir tanto a Heidegger como a Mallarmé.
Es sobre todo a propósito de Husserl y de Rousseau que Derrida hablará de auto-afección; de auto-afección fónica, de auto-afección sexual y de esta en relación con aquella. Es la relación entre VF y DG. En ambos casos se trata de la relación con la imagen, con la representación, con la ficción, y con la escritura en general. Y, por tanto, con la historicidad. Lo que viniendo de Husserl hacia Rousseau (en la segunda parte de DG), como de Husserl hacia Saussure (en la primera parte de DG), implica una cierta desnaturalización de la imagen. Y con ello la posibilidad de que la invocación del significante no tenga lugar ya solo bajo la forma inexpugnable de una auto-afección que domina la presencia. El marco más amplio y profundo es el de la época de la reducción de la huella y de la disimulación originaria. Época del logocentrismo o de la «metafísica de la escritura fonética», como se explica comenzando DG, en relación con la cual no solo se constata la radicalización y la ampliación de la escritura, sino que, como una más profunda conmoción, tiene lugar la metáfora de la escritura y su generalización, esto es que el sentido llamado «propio» de la escritura corresponde a la «metaforicidad en sí misma». Nos parece que este es el lugar en el que se podría comenzar a situar la falta de figuratividad del pensamiento derridiano de la huella tal y como es planteado por Catherine Malabou⁴⁶.
La metáfora de la escritura opera en Rousseau como salvaguarda de la presencia natural en contra de la escritura y de todo aquello que va significar su trastorno. Pero resulta que así ella misma habrá introducido en la naturaleza lo que la pervierte. Una relación con una imagen no dominable es lo que se impone a través de todo el análisis derridiano de Rousseau. La imagen es lo que, no siendo nada, no estando ni dentro ni fuera de la naturaleza, aparece como una fuerza catastrófica capaz de mover el universo. Como separación de la naturaleza en la naturaleza, la imaginación es auto-afección; movimiento celoso por medio del cual se busca dominar la presencia mediante una imagen que a su vez la produce. Es la lógica suplementaria de la imagen como pliegue sobre sí de la presencia. Este despliegue auto-afectivo es, como dirá Derrida, «el pliegue sobre sí de la presencia dentro del mundo». La auto-afección es entonces esa relación siempre separada de sí del mundo en su des-pliegue. Lo que en relación con Rousseau Derrida va a llamar «metáfora originaria» es, como origen del lenguaje y de la sociedad, esa relación con el otro como otro en el miedo, en el deseo y en la pasión. Por eso no hay retórica que pueda dominar su devenir. No hay tampoco ficción cuando se trata del origen de la ficción y del lenguaje. Es decir, de la historicidad. Nos parece que la discusión entre Derrida y de Man debe ser situada aquí⁴⁷.
La ficción histórica es también la de una ficción que no tiene esencia, que no es idéntica a sí misma, que es histórica de lado a lado. Podría ser en Rousseau el juego de la suplementaridad, tal y como es analizado por Derrida, si Rousseau no quisiera, con la catástrofe, confirmar la presencia. Es también lo que sucede con Husserl, en quien Derrida ha situado en IOG y en VF la ficción de la catástrofe como garantía de la forma absoluta de la presencia⁴⁸. La desnaturalización fenomenológica de la imagen o de la imaginación no es todavía la historicidad. Es preciso llevar la catástrofe hacia el fondo, hacia el abismo del pasado absoluto, para que algo «suceda» o «pase», para que algo pueda «llegar». Palabras todas con las que suele traducirse el uso derridiano del verbo «arriver». Es lo que sucede con la catástrofe metafórica en Heidegger y en Mallarmé. Habrá entonces que atravesar lo que en principio parece cierto confinamiento textual, un «il n’y a pas de hors-texte», para reconocer allí la posibilidad de una ficción que ni la metafísica ni la literatura pueden encerrar en su campo.
d) Heidegger, Mallarmé y la catástrofe metafórica: ni La metafísica ni La literatura
Habíamos relacionado antes la generalización de la metáfora con la época de la reducción de la huella y con la disimulación originaria. Es lo que explica el paso del pensamiento de la huella por la problemática heideggeriana de la diferencia óntico-ontológica. En efecto, la época del logocentrismo, de la disimulación de su propia historia por parte de la escritura fonética, es la disimulación del sentido del ser en la presencia, toda vez que «el ser no se produce como historia sino por el logos y no es nada fuera de él»⁴⁹. Es lo que explica que la no contemporaneidad entre significado y significante, del que vive esta época y con la cual se tranquiliza, sea la marca profunda del logocentrismo como fonocentrismo. Pero es también lo que explica que la clausura de esta época sea la de una «extraña no-diferencia» que la mantiene no obstante abierta. Lo que posibilita que el ser no esté, como un «significado trascendental», fuera del ente, es una diferencia que ya no puede evitar «la metáfora óntica para articular el ser en el lenguaje, para dejarlo circular en él»⁵⁰. Es lo que sucede con el lenguaje de la metafísica. Y si no obstante el ser, en su epokhé o en su retirada (como la metafísica en «la epocalidad de sus épocas»⁵¹), resiste absolutamente a toda metáfora al no presentarse nunca él mismo, también resiste toda posibilidad de hablar de él en un sentido propio o literal, pues este no es tal sin que el lenguaje metafórico de la metafísica pueda enfocarlo. No quedará sino hablar, como dirá Derrida en «La retirada de la metáfora», «cuasi-metafóricamente» del ser, «según una metáfora de metáfora, con la sobrecarga de un trazo suplementario, de un re-trazo. Un pliegue suplementario de la metáfora articula esa retirada, al repetir desplazándola la metáfora intrametafísica, aquella misma que se habrá hecho posible por la retirada del ser»⁵². En la medida en que la «situación trópica» en que se halla la metafísica tiene relación con esta «auto-destrucción de la metáfora», como se dirá en Márgenes de la filosofía⁵³, o con esta «catástrofe metafórica», como se va a decir en La tarjeta postal⁵⁴, no habrá nunca entonces «La» metafísica. Es también lo que va a suceder, a propósito de la historia del ser, si al hablar del envío del ser en general hablo del envío postal, del que no se puede dejar de hablar si es que una relación con lo postal, la posibilidad de lo postal, se anuncia desde el primer envío. Tras decir que es «quizá un abuso metafórico» hablar del Geschick en términos postales y, enseguida, introducir la expresión «catástrofe metafórica», en TP leemos: «si para empezar está, por así decirlo de alguna manera, el envío, el Schicken que se reúne como Geschick, si el envío no deriva de nada, entonces la posibilidad postal ya está desde siempre allí, en su mismo retiro»⁵⁵. No hay desde entonces tampoco «El» envío. Ni la posibilidad misma de la historia sin esta catástrofe.
A partir de entonces la dificultad de contar con la ficción se convierte en la posibilidad de la historia misma. Ahora bien, no podríamos comprender bien en qué consiste esto sin saber que ha habido una historia de la ficción, una historia en que se ha definido la naturaleza, el sentido y el alcance de ella. De esta historia, que nuestro autor se apresura a señalar que está organizada por cierta interpretación de la mimesis, nos hablará en «La doble sesión», en DIS. Pero esta historia, tal y como nos es presentada allí, es también la historia de «un cierto juego entre literatura y verdad», entre Platón y Mallarmé. Y lo que está en juego es la relación entre el texto y la referencia.
Pero esto se habrá bosquejado antes de DIS, en «Fuerza y significación», en ED. En discusión allí con la crítica literaria estructuralista, con Jean Rousset y en menor medida con Jean-Pierre Richard, Derrida sitúa el problema de la historicidad interna o intrínseca de la obra literaria. Es sobre la base de una historicidad trascendental concebida en relación con su lectura de Husserl en IOG que será cuestionado el enfoque estético de la obra y de lo que vincula a la estética con la metafísica. Así a la concepción ultra-estructuralista de la obra, a su concepción teológica y teleológica, a la «simultaneidad teológica del libro», Derrida opondrá «la implicación del volumen» y «el infinito remitir de significante a significante» relacionado con Mallarmé. Pasando a DIS, la desorganización mallarmeana de la teleología del libro tendrá la forma de una confrontación con Hegel, con el que la tradición crítico-literaria ha relacionado estrechamente a Mallarmé, así como también a Jean-Pierre Richard.
Pero el paso a DIS ha significado situar a Mallarmé no solo en relación con Hegel, sino también en relación con cierta historia entre él y Platón. Es lo que introduce, de manera sin duda muy apretada, a «La doble sesión». Pero es, sobre todo, lo que hace con profusión el inédito «Entre dos golpes de dados», al que se hará referencia en dos notas dentro del texto. Aunque en DIS esta historia está centrada en Platón, en el inédito en cambio aparece más diversificada, contemplándose allí el análisis de una filiación sobre la base de cierta relación celosa entre Platón, Aristóteles, Hegel y Mallarmé. Tomada esta relación como una relación que atañe a la historicidad de la obra misma, a la obra como mimesis, a la obra como relación con el pasado y como repetición, no es casual si la historia de «cierto juego entre literatura y verdad» logra comprometer lo que la filosofía entiende es el límite de su libro. Es la posibilidad ofrecida por una relación con la ficción literaria concebida, tal cual se va a decir en DIS, como «la multiplicidad –totalmente intrínseca– de un acontecimiento».
Pero la posibilidad de una ficción histórica pasa por un desplazamiento de la referencia que, más allá de la interpretación dominante de la mimesis, vuelva imposible la discernibilidad absoluta entre lo imitado y lo imitante. Es lo que comienza a desprenderse ya de la historia que cuenta Derrida, historia enteramente regulada por el valor de verdad y por una cierta relación entre literatura y verdad que atañe a una «lógica» que el himen mallarmeano contribuye a definir. Esta historia es la historia que a partir de Platón hace del libro un diálogo sobre la base de una metáfora del libro que suministra además el sentido propio del libro hasta Mallarmé, que ya no está gobernado por esta metáfora; es también la historia de un libro concebido como un volumen psíquico, en el que Mallarmé no se deja ya confinar; es, de un lado, la historia familiar de un logos vivo que, cerca de sí, es, como metáfora de la escritura, la inscripción de la verdad en el alma, distinta de la escritura como tal, del hijo perdido o muerto del que, cual golpe de dados, debe poder resistir el padre, pero también, de otro lado, es tanto la «lógica» del concepto de mimesis como la imposibilidad para Platón de inmovilizar la mimesis decidiendo lo que es una buena y una mala mimesis, toda vez que es el «movimiento del mimeisthai» como «duplicidad interna», como apertura del juego, como «potencia de ambigüedad e indecisión», como vacío, dislocación, diferencia consigo o himen, lo que parece escapar a dicha alternativa constituyendo dicha lógica; finalmente, porque esta historia hace que el elemento del libro sea la imagen, lo imaginario o lo imaginal, la complicidad entre las metáforas de la escritura y de la pintura abre a la posibilidad original de la imagen. Es el movimiento del mimeisthai que parece posibilitarla. Y sin embargo, este movimiento suplementario se decide espontáneamente con la preferencia, que se mueve en primer lugar hacia lo imitado. Es la discernibilidad absoluta entre lo imitado y lo imitante, en la que la decisión ontológica por el ser-presente entraña la decisión de la posterioridad de lo imitante. La referencia es la verdad como presencia. No se puede no preferir.
Antes de señalar de qué manera Mallarmé opera el desplazamiento de esta referencia, cabe indicar por qué la preferencia parece tener que imponerse siempre, es