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La bitácora: Un diario de construcción
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Libro electrónico494 páginas5 horas

La bitácora: Un diario de construcción

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Este es un libro técnico, rebosante por lo tanto de conceptos, definiciones, métodos y esquemas. Pero es también una novela, con su trama, anécdotas y descripciones, en la que lo emocional salpica a cada paso su contenido. No es un tratado para eruditos, por lo cual el lector no va a encontrar una sola cita biblio- gráfica. Es más bien un ejercicio de fantasía, basado en la experiencia, sobre cómo debería ser la etapa de planificación de una obra de construcción. Es un libro pensado para quien recién llega al mundo de la construcción y quiere desempeñarse en el oficio de una manera responsable y eficaz, y, de paso, conocer cómo es una obra por dentro. También es un motivo de reflexión para el constructor experto que quiere ser parte de una verdadera industria debidamente planificada y controlada.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento17 oct 2024
ISBN9789587208832
La bitácora: Un diario de construcción

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    La bitácora - Álvaro Uribe Escobar

    Capítulo 1

    El comienzo

    Jueves, 19 de enero

    —A la orden, señor, ¿qué se le ofrece?

    —Buenos días. Según leo en la valla, esta es la obra Bosques de la Arboleda. Tengo una reunión con el Doctor Leandro hoy a las siete.

    —Bienvenido, doctor. Él no ha llegado, pero puede esperarlo allí, en el parqueadero de las vendedoras. O si gusta, puede mirar el lote mientras él llega. Puede estar tranquilo que yo le cuido su carro. –Fue la acogedora bienvenida que recibí del celador de la obra.

    Eran las 6:45 de la mañana. Siempre trato de llegar temprano a mis citas y hoy no podía ser la excepción, tratándose de mi primer día de trabajo. Estacioné frente a la caseta de ventas del proyecto, una construcción liviana de metal y vidrio, que dejaba ver en su interior información gráfica abundante y la maqueta de un edificio con una forma algo extraña, diferente a lo que habitualmente se mira en la ciudad.

    —Lo espero a las siete en punto y con las botas puestas, porque vamos a recorrer el lote –me dijo ayer el Doctor al terminar la reunión en la que me dio la gran noticia: había sido escogido para dirigir la construcción del nuevo proyecto.

    Era una mañana fría. La niebla, usual en esta parte de la ciudad a tan tempranas horas, dejaba ver la silueta de algunos árboles en la parte más baja del lote, por donde circula, al parecer, una pequeña quebrada. Por estar ubicado en una de las zonas de ladera, el sitio ofrece, al despejarse la niebla, una imponente vista del valle sobre el que se asienta la ciudad. Se accede por la calle 18 sur y solo tiene un vecindario habitado por el occidente, un edificio de vivienda llamado Colinas del Sol, y por los linderos norte y oriente, dos lotes sin construir.

    Mientras llegaba la hora de la cita, traté de calmar mis nervios haciendo un análisis de lo que veía (ver figura 1.1): calculé las dimensiones del lote en 50 m de ancho por 80 m de fondo, con unas pendientes transversal del 15% y longitudinal del 30%, pero con sectores cercanos a la quebrada de más del 60%, óptimos para echarse a rodar en cartones; a pesar de que el lote fue rozado tiempo atrás, algunos matorrales ya comenzaban a ganar talla, fruto de las abundantes lluvias de los últimos días. Entre ellos se veían vestigios de la cinta plástica con la que alguna vez el topógrafo demarcó el contorno del edificio. La vía de acceso presenta una pendiente en declive hacia el occidente de un poco más del 10% y, por no ser muy transitada, una aceptable superficie de rodamiento. Tiene un cerramiento en malla eslabonada contra el edificio vecino al occidente, y en alambre de púas sobre los linderos sur y oriente. Al norte, contra la quebrada, la vegetación impide ver si existe malla o alambrado en el lindero. Exceptuando dos postes de alumbrado público y la valla promocional, localizada justo en el centro del lindero sur obstaculizando el acceso al edificio, no observé otra estructura o servidumbre en conflicto con el proyecto.

    La llegada de un vehículo me sacó de mis pensamientos. Era el Doctor, quien muy cumplidamente llegaba a la cita. Me saludó con su lacónica amabilidad y después de desdoblar el plano que traía, comenzamos el recorrido. Primero nos acercamos a la caseta de ventas. Sobre la maqueta, a través del vidrio de la oficina, me explicó el emplazamiento del edificio sobre el lote, así como las diferencias que esta tiene con el proyecto definitivo, como suele suceder con todas las maquetas promocionales. Luego comenzamos el recorrido. Él lo hacía con total seguridad. Era evidente que lo había hecho en más de una ocasión, porque tenía definido en su mente un camino entre los matorrales que solo él veía. Mientras caminábamos, me relacionaba el dibujo del plano con el lote, ayudado de los restos de la cinta plástica del topógrafo, y me explicaba la manera como él pensaba que deberíamos emprender el movimiento de tierra y emplazar las instalaciones provisionales de la obra. También de tanto en tanto pedía mi opinión. Se veía que lo disfrutaba. Seguramente experimentaba, como yo, el íntimo placer que produce estar próximo a modificar sustancialmente un paisaje. Es algo que comparo con la emoción que debe sentir un escultor ante el bloque de piedra virgen. Al final, ya en su auto y antes de despedirse, me dejó varias tareas: calcular el volumen del movimiento de tierra, contactar a Clímaco para que cotice la excavación y hablar con Teobaldo, el topógrafo, pues debo asumir el control de la topografía.

    Figura 1.1. Topografía del lote

    Estas tareas, junto con el programa de inducción que acabo de iniciar en una de las obras de la empresa, van a ocupar mis próximos días laborales, si es que sobrevivo a la avalancha de cosas nuevas que se acercan.

    Viernes, 20 de enero

    Ya tengo mi escritorio en un rincón de Portales del Recinto, la obra donde estoy recibiendo mi inducción. Desde ayer Erasmo, su director, ha dispuesto amablemente del tiempo necesario para explicarme paso a paso el montaje y los procedimientos de la empresa, en medio del trabajo abrumador que su obra le demanda. Hoy en la mañana me dio una visión general de las funciones administrativas de una obra, y más en detalle de las relativas al manejo del personal en lo que respecta a su selección, vinculación y mando; de las relacionadas con la seguridad social y la seguridad industrial; y de otras más específicas como las políticas salariales y el manejo de las horas extras. Es una persona de experiencia, que hace las cosas con método.

    Dediqué la tarde a buscar a Clímaco y a Teobaldo, a repasar lo que he recibido en la inducción y a registrar detalladamente mis vivencias del pasado miércoles 18 de enero, de acuerdo con el compromiso adquirido en los eventos de ese día, eventos que marcaron tan contundentemente mi vida profesional.

    Por su trascendencia, me detengo a narrarlos en detalle:

    «Han transcurrido ya dos días desde que salí exultante de la reunión con el Doctor. Todo comenzó el martes por la tarde con una llamada de Amalia, la secretaria de Gerencia, en la que me citaba a una reunión al día siguiente. La cita fue a las ocho y la reunión fue breve. Dijo que a pesar de mi corta experiencia, había sido escogido para dirigir la obra por mi perfil profesional y personal, y por las buenas referencias de empleos anteriores. Al escuchar la noticia tuve que contenerme para que no se me notara demasiado la emoción. No podía creer que entre tantos aspirantes yo hubiera sido el elegido y que por fin hubiera alcanzado el sueño de comenzar como director de obra en una de las empresas constructoras más importantes de la ciudad.

    »Durante la reunión describió a grandes rasgos el proyecto, me dijo que debía nivelarme rápidamente en los procedimientos de la empresa porque la obra debería comenzar en tres semanas y terminó entregándome un gran sobre con la información disponible del proyecto. Al final, recorrimos cada uno de los departamentos, me presentó a sus encargados mientras explicaba sus funciones y me dejó en el área de Contratación para mi vinculación laboral.

    »Tan pronto salí de la oficina pude hacer lo que mi corazón desde hacía rato me pedía: llamar a la Flaquita, mi novia, y a mis padres para darles la buena nueva. Sabía que debía hacerlo en la calle, porque mis gritos de emoción habrían sonado exóticos en medio del circunspecto ambiente de trabajo de la oficina.

    »Luego de hacerme los exámenes médicos de rigor me quedé dando vueltas por el centro... pensando. Mi vagar terminó donde casi siempre termina: en Café Libro, mi rincón preferido de la ciudad y habitual refugio cuando camino solo. En ese lugar siempre me encuentro con mis libros preferidos, que disfruto entre arte y personas agradables, mientras saboreo el mejor café de la ciudad. Fue allí, sobre una de sus mesas, donde abrí el sobre del Doctor y miré uno a uno los documentos que contenía. Realmente no había mucho: 12 planos de 50 x 70 cm, una forma continua de 67 páginas con una versión preliminar del presupuesto, una fotocopia del estudio de suelos, un diagrama de barras con la programación y un listado de especificaciones, de las mismas que les entregan a los clientes. Casi todos los documentos estaban marcados con un sello de versión provisional.

    »Fue entonces cuando mi alegría se volvió preocupación al ser consciente de la magnitud del proyecto. Mi experiencia estaba limitada a dos proyectos de vivienda estrato medio de cinco pisos y mi única experiencia en altura había sido durante los tres últimos meses de construcción de un edificio de oficinas, en el que solo había tenido que entenderme con sus acabados finales y con la entrega a sus propietarios. En cambio, ante mis ojos tenía un edificio de veintisiete pisos, cincuenta y tres apartamentos y dieciocho mil quinientos metros cuadrados, concebido con las más altas especificaciones. Me entró una gran angustia al ser consciente de que solo disponía de unos pocos planos incompletos, unas versiones preliminares del programa y del presupuesto, mi pobre experiencia y apenas tres semanas para prepararme.

    »Después del almuerzo en la casa de mis suegros pude compartir con la Flaquita mis angustias. Juntos analizamos todas las opciones que hasta ese momento, habían cruzado por mi cabeza, entre ellas la de una renuncia prematura, antes de que me despidieran por incompetente. Cuando llamé a mi padre, mi habitual consejero, me estaba inclinando por la renuncia, a pesar de las protestas de la Flaquita. Mi padre, se desconcertó por mi estado, ya que seis horas atrás no cabía de la dicha.

    —¿No te parece cobarde sentirte derrotado antes de la batalla? –me preguntó luego de escuchar mi retahíla.

    —No es cobardía, padre, es sensatez. Cuando veas el tamaño del proyecto, me vas a dar la razón. Además, ni siquiera cuento con tiempo para prepararme.

    —¿Has considerado una ayuda? –me dijo luego de pensar unos segundos.

    —No me digas que alguien de la empresa. No puedo mostrarme débil sin siquiera comenzar.

    —No, estoy pensando en el profesor, el cuñado de Clara, tu novia, el alemán del que tanto me has hablado. ¿No sabe pues tanto de construcción?

    —¡Matías, claro! Pero no veo cómo, si él vive en Alemania.

    —Llámalo, que la peor diligencia es la que no se hace –concluyó con una de sus sentencias habituales.

    »A mi Flaquita le pareció muy buena idea y me dijo que estaba segura de que Matías me ayudaría por el aprecio que me tiene.

    »Dicho y hecho, lo llamé. Tuve suerte de que me contestara, porque siempre está ocupado. Le conté de la manera más clara y concisa mi problema, y él me escuchó atento y silencioso.

    —Es claro que estás en un problema –me dijo cuando terminé–. ¿Y qué quieres que yo haga?

    —¡Que me ayudes! –repliqué con desespero–. Un día me dijiste que si necesitaba ayuda, podría contar contigo. Pues llegó el momento.

    —Está bien, te voy a ayudar –respondió luego de unos eternos segundos de silencio–. Pero te va a costar.

    —Si me sacas de este enredo, te pago lo que sea.

    —No hablo de dinero, ¡tonto!, sino de algo mucho más valioso y costoso para ti: tu compromiso y mucho trabajo.

    —Los tienes totalmente, ¿dónde firmo?

    —Creo que todavía no entiendes en lo que te vas a meter. Te estoy hablando de mucho trabajo, diferente al que siempre has hecho y diferente al que ves a tu alrededor; te estoy hablando de luchar contra la corriente y de ganarte algunos enemigos en el camino, y te estoy hablando de cambiar de manera de pensar.

    —Estás logrando asustarme, pero sigo en el juego –le dije mientras pensaba si no iba a ser peor el remedio que la enfermedad.

    —Pero eso no es todo, falta lo más importante –afirmó mientras le ponía cierto toque de misterio a su voz–: te va a tocar escribir.

    —¿Cómo así? –le pregunté sospechando que lo que seguía no me iba a gustar.

    —Te vas a comprometer a dejar un registro muy detallado del proceso.

    —¡Claro!, la bitácora o libro de obra –dije con alivio–. Aquí siempre lo llevamos.

    —No exactamente, pero puedes llamarlo como quieras. Se trata de una labor un poco más compleja. Debes comprometerte a escribir, día a día, todo lo que vas viviendo: los problemas que encuentres, la manera como los resuelvas, lo nuevo que aprendas y tus sentimientos al respecto. Todo esto lo registras y me lo envías muy cumplidamente cada día.

    —No me digas que debo escribir un diario. No lo hice cuando era adolescente.

    —Expresar tus sentimientos no te hace menos hombre. La construcción, como cualquier actividad humana, transcurre en medio de los sentimientos. Estos nos mueven o nos detienen, hacen placentero o desgraciado nuestro trabajo y despiertan nuestra creatividad o nos condenan a vivir en la mediocridad, si no los sabemos manejar. Además, este es mi precio: ¿lo tomas o lo dejas? –declaró con su habitual contundencia.

    »Entonces lo tomé, como podrá notarse. Al final me instruyó sobre la manera como vamos a operar:

    •Nuestra comunicación será a través del internet o por vía telefónica.

    •Mi respuesta debe ser ágil, porque el tiempo apremia.

    •Y la manera correcta de hacer las cosas la iré descubriendo en el camino de su mano, pero solo en la medida de mi compromiso. Parece ser que Sócrates es su mentor».

    Ahora, en el silencio de mi cuarto, próximo a acostarme porque el sueño ya me vence, acabo de enviar mis primeras vivencias a Matías, junto con una descripción detallada de los planos y documentos que hasta este momento poseo del proyecto, ya que aún no dispongo de los archivos electrónicos.

    Lunes, 23 de enero

    «Si eso es todo lo que tienes para acometer el proyecto, te recomiendo que renuncies de inmediato –escribe Matías hoy en su correo–. Es increíble que una obra, de esa magnitud tenga tan poca información a dos semanas de iniciar. O consigues el resto de la información o no me comprometo a ayudarte», terminó con una frialdad que me heló la sangre.

    Matías es un personaje bien especial. Lo conozco gracias a mi Flaquita, porque es el esposo de Beatriz, su hermana. Como vive en Alemania, lo he visto pocas veces durante los tres últimos años, cuando ha venido por motivos familiares o cuando es invitado por alguna universidad. A pesar de ello hemos desarrollado una buena amistad. Se me pasan las horas escuchando sus historias en la casa de los suegros, donde me he enterado de todas sus andanzas: tiene cuarenta y ocho años, es ingeniero industrial e ingeniero civil, pero además tiene una cantidad de maestrías y doctorados en ingeniería de producción, gestión organizacional, ingeniería ambiental y otro montón de temas que no recuerdo. Ahora está muy interesado en los modelos de gestión de las Normas ISO ambientales y de calidad. Lleva media vida estudiando. Se desempeña como profesor de cátedra de una universidad de Weimar, dirige un instituto de investigación para el desarrollo de la construcción y presta asesorías a empresas privadas, cuando el tiempo se lo permite. Domina el inglés y el español, y se defiende en francés y mandarín.

    Como decía, es todo un personaje: es estricto, disciplinado y analítico, como buen alemán, pero ha logrado, por medio de su esposa, explosiva y vital, asimilar algo de la frescura y la espontaneidad latinas. Ha elaborado, además, toda una estructura filosófica alrededor de su oficio, que lo acerca al perfil de un sensei.

    Como me impactó tanto su manera de ayudarme, este fin de semana se lo conté a un amigo común, profesor de mi universidad y que lo conoce de mucho tiempo atrás. Solo se sonrió y me felicitó porque acababa de ingresar a su exclusivo club. Me dijo que Matías siempre mantiene alrededor del mundo dos o tres experiencias simultáneas como la mía. Es su manera de dar, pero también de aprender, y su polo a tierra para validar las teorías que nacen en su instituto de investigación. También me preguntó si estaba preparado, porque el costo de pertenecer a ese club se paga casi con sangre. Debo reconocer que no me gustó para nada su último comentario.

    Movido por la amenaza de Matías de retirarme su ayuda, corrí a buscar la manera de solucionar mi problema documental. Amalia me dijo que debo esperar hasta mañana, porque el Doctor está por fuera de la ciudad y Noelia, la coordinadora de diseños, acaba de salir a vacaciones. De todas maneras, le pedí que me reservara una cita con él a primera hora de mañana.

    La tarde la dediqué a estudiar a fondo los planos para hacer un inventario de lo que tengo y lo que me falta del proyecto. Tengo solo ocho planos arquitectónicos:

    •Una planta de localización con su cuadro de áreas y curvas de nivel.

    •Las plantas del sótano 3 y del piso 1.

    •Las plantas de los pisos 2 y 3.

    •Dos planos con las fachadas.

    •La planta de cubiertas.

    Y solo cuatro planos estructurales:

    •La planta de distribución de las cimentaciones, sin refuerzos.

    •El cuadro general de columnas.

    •Las plantas de los pisos 1 y 2, pero sin despieces.

    Además de la forma un poco extraña del edificio (ver figuras 1.2 y 1.3), resultado del crecimiento ascendente del área de los balcones del costado norte, me llamó la atención una característica del diseño: cada tres pisos, uno de los apartamentos está dotado de una terraza de 74 m², marcada en los planos con el nombre de parque. Esta condición la tienen nueve apartamentos de los pisos intermedios y los tres apartamentos del último piso del edificio. Creo que terminado va a parecerse a los Jardines Colgantes de Babilonia (ver los anexos del 3 al 9). Finalmente, luego de estudiar el programa y el presupuesto, me sobrecogió la repentina conciencia de que tendré que gastarme $29.550.000.000 en veinte meses de ejecución.

    Martes, 24 de enero

    Eran ya las 7:50 de la mañana y el Doctor no llegaba. Amalia me dijo que había tenido un inconveniente, pero que venía en camino. Como yo esperaba desde las 7:30, ocupé el tiempo en mirar los folletos promocionales que había en la sala de espera. En ellos encontré mi proyecto: Bosques de la Arboleda. Por más que pienso, no le encuentro sentido a semejante redundancia. Me pregunto si es acaso por los pocos árboles al lado de la quebrada, o por los jardines colgantes cuando esté terminado. Como sea, no tiene sentido, pero los publicistas tienen su manera de ver las cosas.

    Figura 1.2. Planta del piso 3

    Figura 1.3. Fachada oriente

    Seguí mirando los folletos y mientras tanto recordaba lo sucedido una semana atrás, el día de la entrevista, cuando esperaba al Doctor en el mismo lugar. Los nervios me dominaban, tanto que Amalia me miraba de vez en cuando como para darme ánimos. Era ella quien me había recibido la hoja de vida días antes, cuando un amigo me contó que estaban entrevistando profesionales para la dirección de una nueva obra.

    Recordaba cuando por fin el Doctor me hizo pasar. Estaba allí, tras su elegante y ordenado escritorio leyendo mi hoja de vida (ver anexo 2), serio e impersonal. A su lado, siete carpetas perfectamente arrumadas con las hojas de vida de los otros aspirantes al cargo. Al fondo tenía un mueble de entrepaños lleno de catálogos, muestras de materiales de construcción y tres botellas de licor, todavía en sus empaques de Navidad. Me pidió que me sentara y luego de explicarme a grandes rasgos el objetivo de la entrevista, comenzó a interrogarme. Me preguntó sobre mi experiencia como estudiante en una universidad pública, sobre mi familia, si tenía novia y cuándo me iba a casar, y sobre un primo mío, que resultó ser su compañero en la universidad.

    Pero la mayor parte de la entrevista gravitó alrededor de mi corta experiencia profesional. Al parecer era el tema que más lo inquietaba. Me preguntó infinidad de cosas sobre la empresa de donde venía, por qué me había retirado, en qué tipo de obras había estado y cuáles habían sido mis funciones. Me pidió que le describiera en detalle la manera como yo enfrentaba algunas responsabilidades y hasta me puso en situaciones hipotéticas para ver cómo las resolvería.

    Hasta hubo espacio para filosofar sobre el oficio: cómo percibía yo la situación del país con respecto a la construcción, qué futuro le veía, qué debería cambiar y hasta si existía en mis planes una especialización. Cuál era mi aspiración salarial y si tenía disponibilidad para iniciar de inmediato. Le llamó mucho la atención que yo expresara en mi hoja de vida que me gustaba el diseño y estuviera buscando trabajo en construcción. Pero creo que quedó satisfecho al decirle que yo pensaba que solo diseña bien quien sabe construir.

    La llegada del Doctor me devolvió a la realidad. Se disculpó por la tardanza y me hizo seguir. Me preguntó sobre el avance de mi inducción, sobre las tareas que me había dejado y sobre el motivo de mi visita. Al expresarle mi preocupación por toda la información que me faltaba, me respondió con un chispazo de humor negro, que poco juego hace con su personalidad:

    —Es que con planos completos cualquiera construye –y se sonrió, por primera vez desde que lo conozco–. No me haga caso, es que así dice en broma Yoel, el gerente de proyectos. Sí, es verdad, hay un problema con los diseños y para acabar de ajustar Noelia, la coordinadora de proyectos, acaba de salir a vacaciones. Según entiendo, el arquitecto es quien está atrancando el proceso y le va a tocar a usted encargarse del problema. Háblese con Amalia, que ella le ayuda a contactarlo y también a los demás diseñadores.

    Efectivamente Amalia me puso en contacto con Abel, el arquitecto.

    —De su empresa no me han enviado las últimas modificaciones que anunció la Gerencia –me dijo un tanto molesto–. Además, quisiera saber cuándo van a parar los cambios. Ya he dibujado tres veces el proyecto y no crea que me van a compensar el extracosto. Y encima de todo, dicen que yo soy el que atranco el proceso –agregó aún más molesto. Luego, suavizando el tono y comprendiendo lo imprudente de su desahogo, me dijo–: Mire, Pedro, yo soy el más interesado en terminar mi trabajo. Consígame la información, ayúdeme a que no hagan más cambios y le garantizo que en una semana tiene planos completos. Y, por favor, lo que dije debe quedar entre usted y yo.

    Me alegró esta promesa, pero ahora el problema dependía de mí. Amalia me llevó donde la dibujante y con la ayuda de esta y unas pocas llamadas, fuimos desenredando el nudo. Todo estaba atrancado en una revisión que debía hacer la Gerencia de Ventas y que además debía ser avalada por la Gerencia de Proyectos antes de llegar al arquitecto. El documento ya existía, pero nadie se lo había entregado a Yoel, de cuya gestión quedó encargada Amalia. Lo que pude concluir de todo esto es que en la empresa existen serios problemas en la etapa de planeación de los proyectos. Si es verdad que la justicia existe, espero que un ataque de conciencia le malogre las vacaciones a Noelia.

    Por la tarde me dediqué a llamar a los demás diseñadores. Cada uno, sin excepción, me dijo que habían detenido el diseño cuando les anunciaron que venían cambios, para evitar seguir perdiendo el trabajo. Pero que todo lo tienen casi listo y que tan pronto les lleguen los planos arquitectónicos definitivos, procederán a terminar.

    Miércoles, 25 de enero

    Ya contacté a Clímaco para que cotice la excavación y lo invité a recorrer el lote a primera hora de la mañana en compañía de Teobaldo. Con este ya había tenido mi primera reunión el lunes pasado, en la que me explicó el trabajo de topografía que había adelantado hasta ese momento. Durante el recorrido, Teobaldo nos iba mostrando, estaca por estaca, la magnitud de los cortes que debían realizarse. A Clímaco le pareció un trabajo relativamente simple y solo encontró alguna dificultad en sacar la tierra del último sótano, por su diferencia de nivel con respecto a la vía de acceso. Sin embargo, me dijo que ya había tenido que afrontar circunstancias más difíciles en otras obras. Quedé a la espera de su cotización.

    Finalizando la mañana pasé por la oficina para hacerle seguimiento a la gestión de Amalia con respecto al documento que Yoel debía revisar, pero este no lo había firmado aún. Me dijo Amalia que se la había pasado en reuniones, pero que estuviera tranquilo, que ella en la tarde se lo haría firmar. Por momentos me siento en una entidad oficial. Veremos qué pasa mañana.

    Hoy la inducción cambió de hora y de lugar. Fue por la tarde y estuvo a cargo de Eunice, la asistente administrativa de otra obra, llamada Balcones de la Estancia. Esta es una obra que está en proceso de entregas y por lo tanto las labores administrativas han bajado de intensidad. Ya Erasmo me había explicado que la empresa tiene descentralizada gran parte de la gestión administrativa en las obras, de ahí las funciones de la asistente administrativa. Además, Eunice lleva varios años en la empresa y se conoce sus procedimientos al detalle. Hoy me explicó la estructura del archivo que manejan en las obras; todo lo referente a su competencia en el manejo de personal, como el proceso de vinculación, las planillas de nómina, la seguridad social y el manejo de garantías, y la administración de las labores del mensajero; y todo lo referente a tesorería, como provisión y extractos semanales, y manejo de facturas y pagos, incluyendo la elaboración de cheques. Mañana tendré la inducción sobre el manejo del almacén a manos de Honorio, el almacenista de la misma obra.

    Jueves, 26 de enero

    Hoy por fin llegó a manos del arquitecto el famoso documento con la aprobación de Yoel. Ya hablé con Abel y me confirmó su recibo. Prometió que entregará los planos completos el primero de febrero, pero que podrá hacer entregas parciales de lo más urgente, para que los demás diseñadores puedan adelantar su trabajo. De acuerdo con su promesa, a más tardar el lunes me entregará todas las plantas, así el calculista y los diseñadores de las instalaciones podrán terminar su trabajo. Ya puse al tanto a cada uno de ellos y además les mandé copia del documento con los cambios sugeridos por el Departamento de Ventas, para que dimensionen las modificaciones que les van a llegar.

    Por la tarde tuve la inducción con Honorio, el almacenista de Balcones. El tema de hoy fue el manejo del almacén de una obra. Me explicó lo relacionado con las compras que le corresponden y sus controles; sobre los comités de compras y la rutina diaria de elaboración de las entradas y salidas de almacén, y del informe que a diario le debe presentar al director; también me habló sobre los inventarios mensuales de almacén, el manejo de stocks de materiales, los criterios para su recibo y hasta la manera como él distribuye cada material dentro del espacio físico del almacén. Me impresionó el orden extremo con el que trabaja.

    Martes, 31 de enero

    «¿Por qué enmudeciste? –comenzó diciendo Matías en su correo–. ¡Como venías de bien! Ya me estaba acostumbrando a la lectura diaria de tus historias. Recuerda que establecimos un compromiso muy serio de enviarme tus registros cada día.

    »A propósito de los problemas que percibiste en el proceso de gestación de los proyectos en tu empresa, son más comunes de lo que imaginas. Los buenos promotores de proyectos de construcción han acopiado una valiosa experiencia de tanto repetir los procesos, pero muchos adolecen de método y los que lo tienen son laxos en su aplicación. La informalidad conduce al alargue de las decisiones y al desperdicio del tiempo, que debería destinarse a madurar los diseños y a la planificación de la ejecución. Además, la sobrevaloración del gusto del cliente termina generando a veces un producto vendible, pero ineficaz.

    »Su gestión sería más efectiva si aplicaran durante esta etapa el mismo rigor que han previsto para controlar la ejecución y si emprendieran varias acciones, entre ellas:

    •Escribir su proceso de gestación del proyecto y aplicarlo.

    •Utilizar diagramas de barras que definan precedencias, fijen metas y asignen responsabilidades.

    •Definir momentos de control mediante listas de verificación, que impidan que los errores y los pasos sin resolver pasen desapercibidos.

    •Poner a marchar a la par los procesos de gestación del proyecto y de planificación de la ejecución, de manera que la ingeniería enriquezca el proyecto y deje de ser solo una habilidad para resolver problemas sobre la marcha.

    »La historia de una obra con problemas comienza en la etapa

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