Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $9.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Vuelta al Hogar: (romántica de segundas oportunidades)
Vuelta al Hogar: (romántica de segundas oportunidades)
Vuelta al Hogar: (romántica de segundas oportunidades)
Libro electrónico139 páginas1 hora

Vuelta al Hogar: (romántica de segundas oportunidades)

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Segundas oportunidades no siempre llaman dos veces... pero cuando lo hacen, pueden cambiar tu vida para siempre.
"Una historia que te hace creer en el poder del destino. Paula y él se reencuentran cuando más lo necesitan. ¡Me emocionó hasta la última página!"
"Una novela que me robó el corazón. Las emociones de Paula son tan reales que sentí cada una de sus dudas y esperanzas. ¡Imprescindible para quienes creen en el amor verdadero!"
Paula regresa a su pueblo natal tras la muerte de su padre, un hombre clave para la comunidad como gestor y solucionador de problemas. Con 49 años, divorciada de un esposo egoísta y agotada por la frenética vida de la ciudad, se enfrenta a una decisión importante: ¿debería quedarse y continuar el legado de su padre?
El reencuentro con el hombre que una vez significó todo para ella, Jairo, el más atractivo del pueblo, despierta viejos sentimientos que creía enterrados. Mientras tanto, su hermano oportunista vuelve solo para ver qué puede sacar de la herencia, y sus hijos parecen haber heredado más del carácter frío de su exmarido. Pero lo que al principio era pura soledad, comienza a transformarse en una vida llena de nuevas oportunidades y colores inesperados.
Paula tendrá que decidir si su corazón está dispuesto a abrirse de nuevo y si este pequeño pueblo es donde siempre debió estar. ¿Es posible rehacer una vida desde las cenizas de otra?
Descubre cómo el amor y las segundas oportunidades pueden cambiarlo todo. ¿Te atreves a creer en un nuevo comienzo?
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 oct 2024
ISBN9788412916751
Vuelta al Hogar: (romántica de segundas oportunidades)

Lee más de Anne R. Aband

Relacionado con Vuelta al Hogar

Libros electrónicos relacionados

Romance contemporáneo para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Vuelta al Hogar

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Vuelta al Hogar - Anne R. Aband

    Capítulo 1. El regreso

    Paula

    —Sabía que estabas aquí.

    —Algunas cosas nunca cambian —doy una calada al cigarro liado. Apenas fumo, solo cuando estoy nerviosa y verlo a él, joder, me ha sacado de mis casillas. Se acerca a mí y me toma el cigarrillo de la mano, luego le da una calada y me lo devuelve.

    —Nunca he entendido qué le encuentras a fumar.

    —Sabes a cenicero —decimos los dos a la vez.

    —Solo cuando estoy nerviosa.

    —¿Qué te ha puesto nerviosa?

    Miro al barranco que hay debajo de casa, ¿acaso no lo sabe? Volver me ha puesto nerviosa, ver a todo el mundo, que me miren, que sepan mi vida de pe a pa porque mi padre era muchas cosas, pero discreto no.

    Y verlo a él. Por qué sigue siendo tan guapo, porque no ha perdido pelo, o se ha engordado o se le ha caído algún diente. Porque, joder. Porque lo abrazaría

    Una muchacha, su hija según he visto en el funeral, se asoma al callejón.

    —Papá, ¿nos vamos?

    Él se vuelve y me mira.

    —¿Tienes el mismo teléfono de siempre?

    —No, lo cambié.

    —¿Me lo das?

    —No tienes para apuntar.

    —Sabes que jamás olvido las cosas. Dímelo y tomamos un día de estos un café, si es que te quedas un tiempo.

    —Sí. Tengo que ver el tema del despacho de mi padre.

    —Quizá sería bueno que tú, ahora que..

    —No sé. Duele estar aquí.

    —¡Papá!

    —Te llama tu hija.

    —¿Me das el número?

    —En la agenda de mi padre estará el tuyo. Si eso…

    —Vale.

    Se gira y se va hacia la entrada del callejón. Cuando nos escapábamos aquí para besarnos, el callejón era de tierra y mis padres enseguida sabían dónde había estado, porque acababa manchada. Siempre les gustó Jairo, aunque yo, al principio,  odiaba ese nombre. Luego lo recitaba por las noches, en mi cama, como si fuera lo más maravilloso del mundo. Él siempre estuvo bien orgulloso porque había pasado de padres a hijos.

    Apuro mi cigarro, ojalá pudiera sentir sus labios, pero ya es demasiado tarde. La vida ha pasado devastando los sueños, sobre todo en los últimos años... Todo es distinto. El pueblo se ha modernizado, hay más gente, ya no los conozco a todos. Claro que hace más de diez años que no vengo. Ni siquiera cuando eran pequeños mis hijos. A mi marido no le gustaba y a ellos, que son chicos de ciudad, tampoco. Me han preguntado si les toca algo de dinero de la herencia del abuelo. Supongo que influidos por su padre. Y sí, sé que me quieren, o eso supongo, pero ellos llevan su vida.

    Entro a la casa y vuelvo a poner mi máscara de chica buena, de esa chica que todos conocen. Es extraño que sepan todas las cosas que hice de cría y de joven y siento que, aunque hayan pasado tantos años, me conocen más que mis amigos de la ciudad.

    Ellos no saben que la cicatriz que tengo en la ceja es por subirme a un árbol para coger higos, o que me gusta  subir a la montaña, y gritar en la cima, o tampoco saben que perdí la virginidad  con el hombre más guapo de todo el pueblo, uno de los pocos que era rubio y tenía los ojos azules y un nombre horrible.

    Mi madre me da un abrazo y vuelve a mirar a la puerta. Mi hermano no se ha molestado en venir. Riñó con mi padre cuando se negó a financiarle otra de sus estúpidas aventuras empresariales que acababa en fracaso. Si hasta me pidió el dinero a mí. Y dudo incluso que fuera para eso y no para correrse alguna juerga a saber dónde.

    Menos mal que mi ex se negó.

    Mi sobrina sí que ha venido, me alegro de que haya salido a su madre y sea encantadora. Me da un abrazo. Nunca perdimos el contacto. Y las semanas que mi padre ha estado ingresado en el hospital, hemos estado mucho juntas.

    Si los quiero mucho, y a mi padre lo he adorado siempre, ¿por qué no he pasado más tiempo con ellos? ¿Qué narices he hecho en la ciudad? No era mi vida.

    —¿Te acuerdas de Lourdes? —dice mi madre. ¿Cómo no me voy a acordar?, es la hermana mayor de la esposa de Jairo.

    —Hola, Paula —dice seria—. ¿Te pasarás por la gestoría?

    —Sí, claro, mañana mismo.

    —Bien.

    Se da media vuelta y se va. Creo que me odia porque Jairo y su hermana acabaron divorciándose y ella se fue a vivir a Málaga. Mi madre dice que soy difícil de olvidar, pero lo dudo mucho. Si fuera alguien que valiera tanto la pena, él no me hubiera abandonado.

    Hablo con unos y con otros. Algunos me preguntan si voy a seguir el negocio de mi padre. Creo que confiarían en mí para hacerlo, pero no sé si tengo ganas o fuerzas o qué. Sé que sería una buena salida, sigo siendo gestor de cuentas, aunque es cierto que las corporaciones en las que trabajaba facturaban millones al año y aquí, es llevar las cuentas de agricultores, ganaderos, tenderos, gente humilde. Y no me importa, si no estuviera él… sería más fácil.

    —Estarás cansada del viaje —me dice mi sobrina Sandra y me da un café. Se lo agradezco. Ella es casi tan hija como los míos. Que por cierto, aparecen.

    —Abuela, mamá. Sentimos haber llegado tarde. Una avería.

    Miro a mi hijo pequeño. Ya sé la avería que han tenido. Sus ojeras y algo de olor picante en su ropa me dicen que la avería la tuvo hasta altas horas de la noche. Saludan a todos y la esposa de mi hijo mayor se acerca para darme un abrazo. Me cae bien, es menos estirada que mi hijo, sin duda.

    Se quedarán a dormir. La abuela les ha preparado nuestras habitaciones y yo dormiré en el cuarto que teníamos para Sandra, con ella, cuando mi hermano la dejaba tirada, cogía el autobús y se venía. Desde los catorce empezó a hacerlo. Decía que aquí estaba tranquila.

    Después de que se van todos los del pueblo, recogemos y nos retiramos a dormir, incluso mi hijo pequeño que parece muerto de sueño. El mayor lo acompaña al cuarto y luego baja a la cocina, donde estoy fregando los cacharros. Sandra se va discreta. Mi madre ya se ha retirado, cansada. Son setenta y cinco y aunque está muy bien, no sé cómo va a llevar perder al hombre de su vida.

    —Mamá —dice mi hijo mayor apoyándose en la mesa.

    —Coge un paño y seca los cubiertos —le digo, porque si no, no lo hará. Fastidiado, toma uno de los trapos limpios y se pone a secarlos. De pequeño me ayudaba en casa, ahora se ha vuelto distante.

    Estamos en silencio un rato, solo escuchamos el ruido del agua y los platos.

    —¿Qué le pasa a tu hermano?

    —Lo de siempre, ya lo sabes. Mucha juerga y poco talento. El pobre…

    —Y tú, defendiéndolo. Deberías dejar de cubrirlo. No ha hecho nada con su vida.

    —No seas tan dura. Todavía no ha encontrado lo que le apasiona.

    Me giro, y de verdad dice lo que piensa. Adora a su hermano pequeño y sé que es mutuo. Pero mientras el mayor trabaja en nuestra empresa, como abogado y es un crack con procesos empresariales, su hermano empezó tres carreras y no acabó ninguna.

    —Pues ya tiene veintiséis, quizá ya es hora.

    —¿Cuánto tiempo te vas a quedar aquí? Tal vez podría quedarse contigo unos días. Le vendría bien desconectar.

    —¿Y él querría? —pregunto con una ligera esperanza. Siempre me culpó del divorcio, adoraba a su padre. Claro que él no sabía con cuantas me la llegó a pegar.

    —Creo que sí, lo he convencido, pero pórtate bien con él.

    —Javier, soy tu madre —digo volviéndome. Veo el rostro reflexivo de mi hijo, clavándome los ojos claros y apretando la mandíbula, igual que su padre—. Está bien.

    —Y me dices cómo ha quedado lo del abuelo, aunque imagino que no tendrá gran cosa.

    —¿Vas mal de dinero?

    —No, no qué va. Es solo que hemos pensado que quizá nos gustaría tener una casa aquí. A Miriam le gusta este pueblo.

    —Vaya, será por las veces que habéis venido.

    —A papá no le gusta… no le gustaba venir. Decía que había fantasmas.

    Me giro para limpiar una bandeja. Sí, supongo que siempre hubo fantasmas aquí, uno, de ojos claros y cabello rubio. Maldita sea, por lo menos, podría haberse quedado calvo.

    Capítulo 2. Trabajo

    Paula

    Me acerco a la gestoría después de desayunar todos juntos. Javier, Miriam y Sergio van a ir a dar una vuelta con la abuela por el pueblo, ella se ha empeñado en presentar a sus nietos y ellos la adoran. Como no veníamos mucho por el pueblo, mis padres nos visitaron a menudo. Total, estamos a una hora. A mi marido no le gustaba especialmente, aunque poco se quejó cuando mi padre nos dejó el dinero para montar un despacho. Se lo devolvimos, sí, pero sin eso, no tendría lo que tiene ahora.

    Luego él lo hizo crecer, estoy de acuerdo, pero el primer

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1