Taró
()
Información de este libro electrónico
Relacionado con Taró
Libros electrónicos relacionados
Tangaroa: Un relato de surf Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEn tu nombre y en el mío Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesTransferencia Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesDonde Pertenezco Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesHombre al Agua Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesHaelo Escondida: La Serie Herederos Candeon, #1 Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesNosotros Y Los Otros Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesSuspiros del tiempo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl nadador de aguas abiertas: El secreto de la felicidad está en esta brazada Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesSin permiso Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesVampiro: Alma inmortal Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa sangre no perdona Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Bajo la luna Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLos golpes Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesFlor de Loto Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa Demoiselle d'Ys Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEntre atardeceres Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl Parque De Los Sueños Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCalella confidencial Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesTeomaquión: La primera herida Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesNouvah: La Leyenda De Los Valka Inmalli Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLe llamé corbata Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La esquina suroeste del recuerdo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa Casa de Playa Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa hora de Leviatán Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesUna extraña en la playa Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa noche y yo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesMientras Buscaba Perderme: Mientras Buscaba, #1 Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesMientras Buscaba Perderme (Volumen 1) Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCamino con poesía Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
Ficción general para usted
Crimen y castigo Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La Divina Comedia Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Meditaciones Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Poesía Completa Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Las ciudades invisibles Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La mujer helada Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Mañana y tarde Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Cuentos para pensar Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La matriz del destino: El viaje de tu alma Calificación: 5 de 5 estrellas5/5¿Cómo habla un líder?: Manual de oratoria para persuadir audiencias Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La Ilíada y La Odisea Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Rebelión en la Granja (Traducido) Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La casa encantada y otros cuentos Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La península de las casas vacías Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCarta de una desconocida Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Novelas escogidas (1982-1998) Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Crítica de la razón pura Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Orgullo y Prejuicio Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Fausto: Clásicos de la literatura Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El libro de los espiritus Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La Invención De Morel Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Los años Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La nostalgia de las almendras amargas Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Novela de ajedrez Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Una temporada en el infierno Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCanción sin volumen: Apuntes, historias e ideas sobre salud mental Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La llamada de Cthulhu Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
Categorías relacionadas
Comentarios para Taró
0 clasificaciones0 comentarios
Vista previa del libro
Taró - Francisco J Tinahones
© Derechos de edición reservados.
Letrame Editorial.
www.Letrame.com
© Francisco J Tinahones
Diseño de edición: Letrame Editorial.
Maquetación: Juan Muñoz Céspedes
Diseño de portada: Rubén García
Supervisión de corrección: Ana Castañeda
ISBN: 978-84-1181-577-2
Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.
«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».
Capítulo 1
Parecía una mañana normal. Me levanté tan temprano como de costumbre, calqué todos los rituales previos a salir con ropa ligera en dirección a la playa, que se encuentra a escasos pasos de la casa donde habito. Me descalcé al llegar a la arena. El mar estaba calmado y las tímidas olas que acariciaban mis pies desnudos no se atrevían a sobrepasar mi tobillo. Era una sensación agradable. Empecé a caminar como siempre en dirección sur. Hacía un fuerte viento de levante que me desplazaba hacia el mar. Mi pensamiento discurría anárquico: Tengo que hacer hoy esa llamada telefónica sin más dilación, debo hablar ya con él, ha cambiado la temperatura del agua, ya no puedo soportar más esta situación, me dijo, y esa frase resonaba ahora apoderándose de mí durante unos segundos hasta que el tacto en mi pie de una piedra puntiaguda la esfumó. Tres mil es una cantidad demasiado baja, la llamada vuelve de forma reiterativa, esta tarde de esta tarde no pasa, ¿cómo empiezo?, debo estar tranquilo, no debo precipitarme, a fin de cuentas, yo soy el que más tengo que perder, ¡joder! El agua se está enfriando y llevo puesta esta camisa casi transparente.
Dejé de no mirar y vi que en el horizonte se distinguían diez siluetas que me llevaban ventaja: seis iban emparejadas y cuatro solos o solas. En algunas de ellas no era capaz de identificar su sexo. Hace tiempo que no veo bien de lejos, pero he asumido esa limitación sin buscar ningún correctivo; me sirve para tener constancia de que he superado los cuarenta años. Yo, que casi nunca me miro al espejo, necesito de alguna señal que me recuerde que llevo casi medio siglo viviendo. Tengo la desviación de ver viejos a los que coinciden conmigo en recorrido vital y casi siempre me identifico con individuos con una o dos décadas menos de trayectoria. El defecto visual me sirve para devolverme a mi realidad. Pero la vista difuminada del horizonte, que se va haciendo cada vez más imperceptible, tiene una explicación terrenal más allá de mi defecto visual; efectivamente, una densa niebla está invadiendo todo lo que mi mirada alcanza, que ahora no va más allá de ver mis pies. Me paro un poco e intento tener algún punto de referencia; no lo encuentro, solo la orilla del mar, así que continúo caminando, guiándome del tacto de mis pies en el agua. Me siento raro, es la primera vez, creo, que he estado tanto tiempo sin pensar en nada. Llevo casi 30 minutos caminando entre esta densa niebla y no he pensado nada, solo he sentido cada grano de arena que acariciaba mis plantas y la densa niebla que me envolvía masajeando cada centímetro de mi piel. Hasta la preocupación por la dichosa llamada ha desaparecido durante esos mágicos 30 minutos, o quizás más. No llevo reloj y soy incapaz de calcular cuánto tiempo llevo andando entre esta densa nube que ahora se está empezando a disipar muy rápidamente; ha desaparecido en segundos y ya veo el horizonte nítidamente, sin embargo, parece que continúa la magia; no reconozco ese horizonte, ¿habré caminado más que ningún día y estaré fuera del límite que me marco todas las mañanas? Puede ser, es la hipótesis más plausible. Otro hecho también me sorprende. ¿Dónde están los otros diez caminantes que me antecedían? Puede ser que los adelantara mientras caminaba y no los vi, o abandonaron la playa temerosos de este curioso fenómeno atmosférico, seguro. Bueno, me queda una importante decisión: me vuelvo o sigo caminando; seguiré caminando, espero encontrar a alguien y preguntarle por mi ubicación. Es sorprendente que no reconozco nada, absolutamente nada, de lo que hay a mi alrededor. Ha desaparecido el paseo marítimo y solo tengo ante mi vista una larga playa que se ha hecho más ancha y espectacular, el mar a un lado y una densa vegetación al otro; seguro que es una zona no poblada y, si sigo caminado, en mi lado izquierdo volverán a aparecer rastros de la urbanización. Vivo en una ciudad muy poblada, este será uno de los pocos espacios que quedan sin urbanizar, con vegetación autóctona, y seguro que pronto veo un cartel que anuncia que estos terrenos han sido comprados para hacer un campo de golf y varios hoteles, ¡seguro! Caminaba ahora más acelerado y, de repente, vi al fondo a alguien saliendo del mar. Por fin me encuentro a alguien, no era capaz de precisar a esa distancia si era un hombre o una mujer, pero sí parecía claro que empezaba a caminar por la arena. Empecé a correr hacia la figura difuminada y poco a poco se fue haciendo más nítida; era una mujer desnuda que caminaba despacio. Me fui acercando ahora poco a poco para no asustarla, yo avanzaba a su espalda, era una mujer de unos 40 años con una cabellera rubia que se deslizaba por una rectísima espalda y le llegaba hasta el final del omóplato. Su cuerpo era proporcionado, con unas pronunciadas caderas, dos pliegues se formaban a cada lado de la cadera a medida que avanzaba, unas piernas rectas y fuertes. Su piel era blanca, muy blanca, como si nunca le hubiera dado el sol. Andaba por la playa como si estuviera desfilando. A medida que me acercaba a ese cuerpo, se me hacía más reconocible, más familiar… Una sensación de desagrado me invadió. Frené bruscamente y dejé que la figura se alejara. Cuando ya no la veía, sentí una enorme sensación de alivio.
Necesitaba ya volver a sentir la ciudad y avancé, si cabe, más rápido. Ya dejé de sentir el agua en los pies y de oír el sonido del mar. Mi principal deseo era ahora salir de ese escenario. Comprobaba, para mi pesar, que el borde vegetal cada vez se hacía más denso. Entre ese verde divisé una mancha blanca en el tronco de un árbol; me acerqué y comprobé que era un balón blanco, pero ese balón rápidamente me llevó a otro tiempo. ¡Cómo poder olvidar esos balones de reglamento con varios rayos dibujados en los pentágonos de cuero! Ese balón fue mi mayor anhelo cuando tenía 10 años. Había insistido durante muchos años en que mis padres me lo compraran y siempre ante estas demandas era sustituido por uno de goma que intentaba imitarlo. Todavía recuerdo con precisión el sitio donde los vendían, estaban en un cesto justo a la salida de la tienda. Siempre que pasaba contaba cuántos había en la cesta, nunca hubo más de diez y nunca menos de seis, pero el número que más se repetía era el nueve. Estaban tan cerca de la salida y era tan fácil coger uno y salir corriendo, pero nunca me atreví, aunque todas las veces que pasé por el escaparate y los contaba, diseñaba un plan de huida tras sustraerlo. Un impulso repentino me llevó a coger el balón y con un bolígrafo que llevaba en la camisa lo apuñalé repetidamente; fueron tan intensos los golpes que conseguí pinchar el balón y que saliera su aire. ¿Por qué he hecho esto? No lo sé, pero igual que cuando se alejaba la mujer desnuda tuve una inmensa sensación de bienestar.
Ya no quería ir tan rápido, me encontraba bien, había desaparecido el miedo y se apoderó de mí la paz. Caminé tranquilo, incluso me atreví a tararear una antigua canción, y mis pasos sobre la arena seguían el ritmo de ese bolero. La luz intensa que existía hacía que la arena fuera más blanca que de costumbre, miraba al horizonte y no se le divisaba el fin a la playa, pero dentro de ese blanco destacaba a lo lejos una mancha negra. Mi falta de visión lejana me estaba ese día resultando interesante, daba a mis hallazgos a lo lejos una sensación de incertidumbre que solo se desvanecía cuando me acercaba a menos de 10 metros. Durante el proceso de acercamiento, mi imaginación fluía y mil posibilidades barajaba para explicar esa mancha oscura. Mi imaginación en este momento falló y no fue capaz de incluir dentro de las posibilidades la que era realmente ese manchón negro sobre fondo blanco. Cuando estuve cerca, lo vi con nitidez; el negro pertenecía a una chaqueta que