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La Isla Yanira: La llegada de Perzímides
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La Isla Yanira: La llegada de Perzímides
Libro electrónico104 páginas1 hora

La Isla Yanira: La llegada de Perzímides

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Sumario

Los yanireños vivían en paz, manteniendo el flujo del Río de la Vida en una isla que se encontraba rodeada por las más majestuosas cascadas jamás vistas.

En su cercanía, unos dioses desataron una gran batalla causada por el desprecio que algunos sentían por los humanos y crearon una enorme Piedra que obstruía el flujo del Río de la Vida y que no podía ser levantada por ningún ser humano ni por ningún dios.

Terronio, un joven campesino que había sobrevivido la batalla, pudo remover la Piedra y esto rompió la maldición. Pero pasados los años, comenzó a surgir una nueva generación de semidioses que intentaban conquistar la mágica y encantadora Isla Yanira sin tener éxito, hasta llegado ese día…

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento22 jul 2019
ISBN9781643341316
La Isla Yanira: La llegada de Perzímides

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    La Isla Yanira - Dámaso Avilés

    cover.jpg

    La Isla Yanira

    La llegada de Perzímides

    Damaso Aviles

    Derechos de autor © 2019 Avilés Dámaso

    Todos los derechos reservados

    Primera Edición

    PAGE PUBLISHING, INC.

    Nueva York, NY

    Primera publicación original de

    Page Publishing, Inc. 2019

    ISBN 978-1-64334-130-9 (Versión Impresa)

    ISBN 978-1-64334-131-6 (Versión electrónica)

    Libro impreso en Los Estados Unidos de América

    Tabla de contenido

    Cap. 1

    Cap. 2

    Cap. 3

    Cap. 4

    Cap. 5

    Cap. 6

    Cap. 7

    Cap. 8

    Cap. 9

    Cap. 10

    Cap. 11

    Cap. 12

    Cap. 13

    Cap. 14

    Cap. 15

    Cap. 16

    Cap. 17

    Cap. 18

    Dedicatoria

    Oportunidad es una palabra tan importante que pudiéramos hablar de ella hasta el fin de la existencia y sin tener que repetir un solo acontecimiento relacionado a la misma.

    Gracias a todos los que me han dado la oportunidad de formar parte de sus vidas. Espero que disfruten de esta mágica y encantadora trilogía.

    Dámaso Avilés

    Prefacio

    Durante mucho tiempo, los "yanireños" vivían en paz, manteniendo el flujo del Río de la Vida; un río que daba sustento y vida al mundo entero. El mismo quedaba situado en la Isla Yanira, la cual se encontraba rodeada por las más grandes y majestuosas cascadas jamás penetradas en su alta cúspide, por ningún ser vivo.

    La historia se remonta a los tiempos en que unos dioses desataron una enorme batalla causada por el desprecio que algunos sentían por los seres humanos. Dos de ellos crearon una enorme Piedra, la cual obstruía el flujo del Río de la Vida; suceso que causó el conflicto entre los dioses. La batalla fue terrible y dejó a casi todos los humanos muertos y separó en dos bandos a los semidioses.

    La Piedra fue creada para que ningún dios ni ser humano pudiera levantarla, pero al momento de maldecirla, los dioses no pensaron en la posibilidad de que un semidiós la pudiera sacar, ya que era demasiado pesada y pensaban que habían sido muy específicos en el maleficio. Entonces, fue que los dioses que amaban a los humanos, vieron la oportunidad de ayudarlos, ya que la maldición podía ser disuelta si alguien movía la roca. Terronio, un joven campesino que había sobrevivido la batalla, sin saber que era un semidios, pudo remover la Pidera gracias a las herramientas que unos dioses le habían facilitado y desde entonces la maldición se rompió y todo el mundo pudo tener agua en abundancia.

    Pero, pasados los años, comenzó a surgir una nueva generación de semidioses que intentaban conquistar la mágica y encantadora Isla Yanira sin tener éxito, hasta que llegó ese día.

    Cap. 1

    Los Yanireños

    Los yanireños eran un pueblo muy unido que trabajaba cultivando unas plantas acuáticas que utilizaban para alimentarse, ya que uno de los dioses había creado un maleficio para la tierra de la Isla Yanira y nada comestible podía nacer en ella; solo árboles que daban sombra y que servían para construir las casas de los yanireños. Así que entre esas plantas acuáticas, y los peces que abundaban, era que los yanireños se podían alimentar.

    Nunca querían irse de la isla, a menos que fuera necesario, porque realmente no les hacía mucha falta salir. Solo cuando necesitaban buscar a los derezios era que ellos hacían sus grandes viajes por el Mar Camaleón, un mar llamado así porque cambiaba de color constantemente y hacía que quien lo navegara, perdiera incluso la noción del tiempo. Excepto por los yanireños, quienes ya conocían de la cualidad de ese mar y llevaban las hojas del árbol de deysuro, un árbol cuyas hojas se secaban exactamente un día luego de tocar el agua del mar.

    Entonces, tan pronto los yanireños zarpaban hacia la isla, comenzaban a colocar una hoja de deysuro en el mar y al momento de esta marchitarse, ellos podían saber con seguridad que un día había finalizado; y esto era muy importante, porque el llegar a la Isla del Fin del Mundo les tomaba exactamente catorce días para ir y luego trece para regresar, puesto que el agua del Mar Camaleón solo fluía en una dirección.

    Los yanireños trabajaban muy duro construyendo barcos enormes que eran lanzados por el lado norte de la isla, hacia el precipicio en donde luego eran recogidos, esperando a que cayeran en buen estado, ya que la caída era demasiado prolongada. Por suerte, siempre caían en el agua.

    Cada vez que los yanireños tenían que zarpar hacia la Isla del fin del Mundo, debían ser guiados por Terronio, quien era el único que podía levantar y volver a colocar la piedra que cubría el túnel que daba hacia la salida de la Isla.

    Para poder regresar hacia la isla, los yanireños debían traer suficientes derezios, ya que, de no hacerlo, el regreso a la isla era imposible porque Terronio no podía sacar la piedra por debajo de ella, solo por los lados de arriba era que la podía mover. Por eso, existía un compromiso genuino por parte de los yanireños para mantener el flujo del Río de la Vida en óptimas condiciones.

    *****

    Montados en sus petrazos, unos animales con tres patas que tenían gran fuerza y velocidad, los yanireños trabajaban, se ejercitaban, y movían todo lo necesario en la superficie de la Isla Yanira. Eran muy trabajadores y cuidaban mucho de que sus hijos aprendieran lo necesario para perpetuar así la manera tan importante de conservar la Isla Yanira en buen estado.

    La pesca era su mayor pasión y muchas veces les proporcionaba mucho más que solo alimento. Porque cada vez que los padres llevaban por primera vez a sus hijos a pescar, estos debían enseñarles los límites de alejamiento referentes a las cascadas, pues al pasar los mismos

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