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La hija del adelantado
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La hija del adelantado

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La hija del Adelantado hace parte, junto con El visitador y Los nazarenos, de la trilogía de novelas históricas escritas por José Milla sobre el pasado colonial guatemalteco.
Publicada en 1886, esta obra nos regresa en el tiempo al 15 de septiembre de 1539, día en que Pedro de Alvarado, el Adelantado, regresa triunfante al Valle de Almolonga, en compañía de su segunda esposa, Beatriz de la Cueva, y de su hija, Leonor, nacida en Utatlán y fruto de su relación con la princesa tlaxcalteca Luisa de Xicotencatl. Esta fascinante figura, resultado del encuentro y confrontación entre dos
mundos en pugna, será la protagonista del hilo conductor del relato: la historia de amor entre la descendiente del conquistador y el soldado español Pedro de Portocarrero, un romance ensombrecido por los intereses ocultos de un régimen de castas, las conspiraciones, los fantasmas del pasado y las catástrofes naturales.
Milla construye un alucinante, fresco, entre pintoresco y perturbador, relato sobre la estructura y los orígenes de la sociedad colonial. Más allá de la rigurosidad histórica, el autor se concede el derecho de la fabulación y la invención. Es esta libertad de la imaginación, aunada a su extraordinaria fuerza narrativa, lo que hace de esta novela un clásico atemporal de la literatura nacional.
Luis Aceituno
IdiomaEspañol
EditorialPiedrasanta
Fecha de lanzamiento18 ene 2023
ISBN9789929562974
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    La hija del adelantado - José Milla y Vidaurre

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    La hija del adelantado

    José Milla

    (Salomé Jil)

    Segunda edición 2022

    ISBN: 978-9929-562-97-4

    Colección José Milla

    Director de colección

    Luis Aceituno

    Cuidado de la edición

    Luisa Fernanda Bran Alegría

    Ilustración de portada

    Oscar Soacha

    Diseño de interiores

    Humberto Maravilla

    Coordinación de diseño

    Manolo E. Recinos

    Gerente de producción editorial

    Daniel Caciá

    Directora

    Irene Piedrasanta

    © 2022 Editorial Piedrasanta

    Gare de Creación, S. A.

    5.ª calle 7-55 zona 1

    Guatemala Ciudad.

    PBX: (502) 2422-7676

    5966-1372

    www.piedrasanta.com

    Prohibida la reproducción parcial o total de este libro por cualquier método digital, fotográfico y fotomecánico sin la autorización de Editorial Piedrasanta.

    Prólogo

    Francisco Albizúrez Palma

    Actualización a cargo de Mónica Albizúrez Gil

    Empecemos por decir que la novela La Hija del Adelantado podría ser hoy una serie televisiva, cuyos capítulos se basan en misterios no resueltos que despiertan la curiosidad del espectador. El texto fue escrito en el siglo XIX, lo que podría implicar alguna dificultad para acercarnos a una lengua poco familiar. Pero la estructura audaz de la novela compensa esta dificultad. Este prólogo breve tiene como objetivo proporcionar a los estudiantes y profesores, así como al público en general, informaciones que nos parecen necesarias para entender mejor esta novela en la historia literaria hispanoamericana y centroamericana.

    Sobre la novela histórica y el Romanticismo

    Para llegar al sitio de importancia que hoy ocupa, la novela debió recorrer mucho camino: a partir de El Quijote y la picaresca (siglo XVI), hasta que se consolidó con autores como Víctor Hugo, Balzac, Dostoievsky y Zola (siglo XIX). La imprenta y la prensa contribuyeron a su consolidación ya que las novelas comenzaron a publicarse por entregas en los periódicos. En este largo recorrido histórico, la novela fue acogida por el movimiento romántico, que andaba en busca de géneros literarios ajenos a los tradicionales. Así mismo, la novela brindaba ocasión para utilizar, en una misma obra, elementos y recursos provenientes de distintos géneros y subgéneros literarios. Entre ellos los cuadros de costumbres, epístolas, leyendas, tradiciones y/o cuentos. En la novela cabe, en efecto, tanto lo lírico como lo épico y lo dramático.

    Así mismo, en la novela podían los románticos representar el mundo de los sentimientos, la valoración de lo popular, el sentido del misterio, el aprecio por la tradición, la valoración de lo nacional, el sentido del pasado y de la historia. En la historia literaria hispanoamericana, la novela cumple un papel importante porque crea una identificación con los proyectos de nación después de los procesos de independencia del XIX. Aunque tradicionalmente los autores de las novelas del siglo XIX fueron hombres, las investigaciones literarias de los últimos años han hecho visibles novelas escritas por mujeres. Este es el caso de la cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda o la peruana Clorinda Matto de Turner. En la actualidad, la novela es el tipo de obra literaria más divulgada.

    Existe un subgénero de la novela, la llamada novela histórica, que fue muy popular entre los narradores románticos. La novela histórica del siglo XIX busca reconstruir el pasado, un pasado lejano, que no sea el inmediato y cercano al autor. Para elaborar su obra, este debe proveerse de información histórica; dicha información constituye la base sobre la cual construye su relato. Ahora bien, como el autor trabaja con la ficción, puede modificar los datos, otorgarles un orden cronológico distinto de aquel en que acontecieron. Podrá atribuir a un personaje menos o más atributos de los que poseyó en vida. No podrá, sin embargo, alterar sustancialmente el dato histórico. De lo dicho, puede establecerse que la novela histórica es híbrida, porque se sitúa entre la ficción y la historia: de allí su nombre, novela histórica. Trabajar con informaciones verídicas y con lo imaginario es un reto que asume el autor de novelas históricas. También lo experimentan quienes, desde clubes de lectura o ejercicios en la escuela, se animan a escribir sus propias novelas históricas. Amado Alonso resalta el esfuerzo erudito y arqueologista del autor de novelas históricas, que trabaja con archivos y lecturas sobre historia para poder reconstruir ambientes materiales, pensamientos y usos de una época lejana en el tiempo.

    Por último, para leer novelas históricas del siglo XIX, es necesario comprender el contexto histórico cuando fueron escritas y también la época de la historia que trabaja el novelista. La línea de tiempo que se incluye en este libro puede facilitar esta comprensión. Con esta información, se pueden analizar con eficacia los elementos narratológicos de todo relato: los personajes, el espacio, el tiempo y el tipo de narrador.

    José Milla y La hija del Adelantado

    Nacido en 1822 y fallecido en 1882, Milla vivió cabalmente el período cuando inició la novela histórica en Hispanoamérica. En realidad, él fue quien primero escribió novelas en Centroamérica y

    —como buen hijo de su tiempo— son novelas históricas. Para elaborar cada una de ellas, Milla se nutrió en la historia de la colonia, de la cual fue un estudioso de valía. Ante los hechos de aquel período histórico nuestro autor adopta actitudes en consonancia con su ideología conservadora. Así, es benévolo con el conquistador, al tiempo que defiende la religión católica e ignora casi totalmente la vida, las costumbres y el dolor del indígena. Para Milla, el sistema colonial español aparece correcto; cierto que había desviaciones y errores, pero estos podía corregirlos el sistema mismo.

    Las novelas de Milla se publicaban en periódicos, por entregas semanales (un capítulo cada vez), lo cual determinó la estructura de la obra. Así, cada capítulo debía constituir una unidad cerrada, capaz de irse agregando, sin mayor dificultad, a los demás capítulos. El estilo, por su parte, es directo y sencillo, eficaz tanto para narrar como para describir. El habla de los personajes, en cambio, es artificioso. No falta lo lúgubre, lo misterioso, lo nocturno, lo inesperado y casual (recursos melodramáticos, propios del romanticismo).

    Los personajes, a su vez, se revisten de la índole romántica, que tiende a caracterizarlos en buenos y malos, sin los matices de la condición humana. En cuanto a los ámbitos y a las acciones, dominan las referencias a lo guatemalteco, si bien limitado por la ideología del autor. Entiéndase, claro está, que hablamos de una sociedad colonial con fuertes jerarquías sociales y étnicas. En cuanto al idioma asoma el español de sello americano, aunque restringidamente.

    La hija del Adelantado

    Esta primera novela de Milla se publicó como libro en 1866. Los sucesos narrados abarcan un lapso de tres años: 1539-1541. Comprenden desde el retorno de Pedro de Alvarado, hasta la destrucción de la ciudad de Santiago de los Caballeros de Guatemala, entonces situada en el valle de Almolonga. Alvarado retornaba del viaje a España que debió hacer para defenderse de los cargos lanzados contra él. Entre uno y otro hecho histórico, ocurre la muerte trágica de Alvarado (México, 1541) y el célebre duelo funerario guardado por su viuda, quien —según la tradición— llegó al extremo de pintar de negro su palacio. Como se aprecia, la estructura narrativa se desarrolla con el esquema: retorno - muerte - destrucción. Pero como la destrucción significó también la muerte de la naciente ciudad, el esquema comprende: retorno - muerte individual - muerte colectiva.

    Este encadenamiento de muertes se corrobora al percibir cómo del capítulo donde se narra la muerte del Adelantado (XVIII) al último (XXII), donde se cuenta la destrucción de la ciudad, transcurren apenas tres capítulos intermedios. En ellos, el autor acelera el desarrollo de la novela y acentúa las notas fúnebres. Estas se amplían en el capítulo XXI cuando llega a la población la noticia del fallecimiento de Alvarado y se desatan las ambiciones por el poder.

    La muerte, pues, genera el desenlace, como las luchas en torno al poder llevadas a cabo por los personajes Francisco de la Cueva, el tesorero Castellanos, el secretario Robledo y doña Beatriz. A lo largo del relato, se había advertido la ambición, intereses económicos y habilidad negociadora de doña Beatriz. En su avidez, ella aspiraba a ejercer funciones reservadas a los hombres: (…) Si yo gobernara, don Francisco, júroos por quien soy que haría respetar mi voluntad (cap. II). Por otro lado, Doña Beatriz transige finalmente con de la Cueva en que este funja como teniente de ella. A cambio, se reserva las decisiones relativas a lo que Milla llama principal atribución del gobernador: nada menos que los repartimientos de indígenas, fuente de poder económico y político. En tal sentido, la novela también puede propiciar una discusión sobre la opresión indígena que fundó una sociedad colonialista que se prolonga hasta el siglo XX.

    Doña Leonor, es hija que de Pedro de Alvarado (el Adelantado) y de la princesa Xicotencatl, por lo que representa el naciente mestizaje. Es de ella de quien obtiene su nombre la novela. Su actuación se integra en el cuadro de la sociedad colonial y asume por sobre todo el papel de la mujer entregada a un amor imposible, el de Pedro de Portocarrero. Ahora bien, este amor imposible puede interpretarse como el deseo de relacionarse con sectores sociales diferentes. Esto lo ha sugerido Doris Sommers para las novelas románticas hispanoamericanas: la pasión erótica sirve para imaginar y desear la posibilidad de relaciones entre sectores sociales desiguales. Doña Leonor indica que no necesita de alianzas para elevarse (cap v.). Es decir, su matrimonio pactado con Francisco de la Cueva (hermano político de Alvarado) limita no solo el amor sino también la posibilidad de ampliar las relaciones sociales más allá de rígidos orígenes.

    Evidentemente, quienes quedan excluidos de la imaginación de una sociedad más horizontal a partir de la reconstrucción del pasado colonial, son los sujetos indígenas. Carácter singular adquiere la presencia de los caciques Sinacam y Sequechul, quienes evidencian cómo las resistencias al poder colonial existieron. El final de ambos personajes es trágico: acusados de conspiración son ajusticiados. En la narración se resalta la entereza asumida en ese momento: Sinacam y Seqechul sufrieron la muerte con la misma entereza que habían mostrado desde que se les notificó la sentencia (cap IX).

    El final de la novela está relacionado con gestos heroicos y dotados de amor, que, sin embargo, desembocan en la catástrofe.

    Como mencionábamos al principio, esta novela está llena de secretos y movimientos misteriosos que hacen la lectura emocionante como si se tratara de una serie actual: potentes brebajes, alianzas y traiciones, revelaciones inesperadas, traiciones, encuentros y desencuentros de los personajes. La hija del Adelantado representa una oportunidad de acercarse al pasado colonial centroamericano, llenar vacíos de la historia y, a la vez, experimentar el gozo por un relato bien construido.

    Referencias bibliográficas

    Estas Referencias pueden servir a los lectores para ampliar conocimientos sobre la novela, la novela histórica y la narrativa de José Milla:

    • Albizurez Palma, F. (1982). Vida y obra de José Milla. José de Pineda Ibarra.

    • Alonso, A. (1942). Ensayo sobre la novela histórica. Instituto de filología.

    • Lukács, G. (1966). La novela histórica (1.a ed.). Ediciones Era S.A. https://www.academia.edu/36187758/Georg_Lukacs_-_La_novela_hist%C3%B3rica.pdf

    • Menton, S. (1993). La nueva novela histórica de la América Latina, 1979–1992. FCE.

    • Sommer, D. (2009). Ficciones fundacionales: las novelas naciones de América Latina. FCE.

    • Spang, K., Arellano, I., & Mata, C. (1995). La novela histórica. Teoría y comentarios (1.a ed.). Ediciones Universidad de Navarra S.A. (EUNSA). https://dadun.unav.edu/bitstream/10171/23642/1/1995_Mata_RetrospectivaEvolucionNovelaHistorica.pdf

    Advertencia

    ¹

    Al escribir esta novelita, ha sido mi objeto principal dar a conocer algunos personajes y ciertos acontecimientos históricos, de los cuales no tiene sino muy escasa noticia la generalidad de los lectores a quienes están destinadas estas líneas. Me he sujetado a la verdad, hasta donde lo ha permitido la necesidad de dar algún interés dramático a la novela; procurando conciliar los hechos que efectivamente tuvieron lugar, con los que he debido añadir para adornar una obra de imaginación.

    En nuestras antiguas crónicas apenas se encuentran delineados los caracteres de los personajes y referidos los acontecimientos más someros. Respetando unos y otros cuanto ha sido posible, he dejado correr la pluma libremente en todo aquello que no podía envolver anacronismos (que considero imperdonables, aun en obras de esta clase), y en lo que no fuese directamente opuesto a la verdad histórica. Así, los personajes que figuran en esta relación existieron todos realmente; pero el carácter y los hechos que se atribuyen a algunos de ellos, corresponden a la parte novelesca de la obra. Las fechas están citadas con la posible escrupulosidad. Por no hacer demasiado difuso el escrito, o distraer la atención del lector con notas, no he citado los pasajes de nuestras antiguas crónicas impresas o inéditas, que podrían servir para probar la exactitud de muchos de los sucesos referidos.

    Si estas desaliñadas páginas sirvieren para llamar la atención de los lectores hacia los documentos en que puede estudiarse con provecho la historia del país, en la época interesante que siguió a la conquista, y si ellas son aceptadas con la misma benévola indulgencia con que lo han sido otras producciones literarias del autor anteriormente publicadas, quedarán satisfechas sus aspiraciones.

    ––Salomé Jil

    Capítulo I

    Anuncio de la llegada del Adelantado y su familia a la capital del Reino de Guatemala

    Inusitada animación y extraordinario movimiento se advertían, al caer la tarde del día 15 de septiembre del año de gracia 1539, en la ciudad de Santiago de los Caballeros de Guatemala. Personas de todas clases y condiciones iban y venían por calles y plazas, reuníanse en corrillos y agolpábanse, en mayor número, delante de un edificio grande, de dos pisos y de buena apariencia, que se levantaba en el extremo de la población más inmediato a la falda del volcán de Agua, a cuyo pie estaba situada la primitiva capital del reino, en el mismo sitio en que hoy vemos el pobre y miserable villorrio llamado Ciudad Vieja. Ese edificio, cuyas ruinas se conservaban aun a fines del siglo XVII, según leemos en la obra inédita del cronista Fuentes y Guzmán, era el palacio del Adelantado, gobernador, capitán general de estas provincias y fundador de la ciudad, don Pedro de Alvarado. Abríanse las puertas y las ventanas de las habitaciones, limpiábanse tapices, alfombras y muebles; mayordomos, maestresalas y pajes daban apresuradamente la última mano al arreglo de aquella espléndida morada, que por algunos años había permanecido al cuidado poco diligente de criados subalternos. El pueblo seguía con interés y curiosidad aquellos preparativos, que confirmaban plenamente el rumor, esparcido pocos días antes de la próxima llegada del Adelantado.

    Y era así, en efecto. Don Pedro había anunciado al ayuntamiento su arribo a puerto Caballos, en carta de 4 de abril de aquel año, participando además a los magníficos señores del Consejo, su nuevo matrimonio.

    —Sabréis —dice— que vengo casado, y doña Beatriz está muy buena y trae veinte doncellas, muy gentiles mujeres, hijas de caballeros y de muy buenos linajes. Bien creo que es mercadería que no me quedará en la tienda nada, pagándomelo bien, que de otra manera excusado es hablar de ello.

    El Adelantado había venido de España con una escolta de trescientos arcabuceros y otra mucha gente, en tres navíos grandes de su propiedad. Con todo aquel aparato de damas de honor, caballeros y soldados, se encaminaba a la ciudad que había fundado quince años antes, y que, merced al oro y la plata arrancados a los naturales, aparecía ya por aquel tiempo, si no muy abundante en población, aventajada en el lujo, hijo legítimo de la riqueza fácilmente adquirida.

    En sesión celebrada por el Concejo en 25 de mayo, se había leído otra carta del Adelantado, en la que proponía fuesen a avistarse con él un alcalde y dos regidores, para haber de mostrarles los reales despachos que traía de la corte y arreglar algunos puntos conducentes al buen gobierno de la tierra. El cabildo, dividido en dos bandos, favorable el uno y contrario el otro a don Pedro, decidió no acceder a aquella indicación, contestando al Adelantado no estar en obligación de salir al recibimiento; pero que manifestándose las reales provisiones, se conformaría con todo aquello que su majestad mandase. Los principales promotores de esa discordia eran el veedor Gonzalo Ronquillo, el tesorero Francisco de Castellanos, el comendador Francisco de Zorrilla, Gonzalo de Ovalle y otros caballeros que, a fuerza de intrigas, habían logrado crear cierta emulación y mala voluntad contra don Pedro, infundiendo en el ánimo pacífico y naturalmente bueno del juez de residencia, Alonso de Maldonado, aspiraciones que no debían verse satisfechas. Los partidarios del Adelantado y el pueblo, que lo amaba por su denuedo, munificencia y porte noble y caballeresco, recibieron con júbilo la noticia inesperada de su aproximación a la capital, con el ostentoso séquito que antes hemos mencionado.

    Preparábanse, pues, a recibirlo con el honor y aplauso que merecía quien había sido recientemente colmado por el rey, por su secretario Cobos y otros personajes de la corte, de favores y distinciones, justa recompensa de sus grandes y señalados servicios.

    Pregoneros de los favores dispensados a su señor, de la gentileza de su esposa, del garbo de las damas que la acompañaban y del aparato con que se acercaba el Adelantado, habían sido ciertos mensajeros que don Pedro envió desde puerto Caballos, conductores de las cartas que escribía al cabildo. Excitada así la pública curiosidad, no menos que la envidia de los émulos, poníanse en juego las intrigas para lograr que no se diese posesión del gobierno a Alvarado, cohonestando la desobediencia con la ambigüedad de la real cédula de nombramiento, que había circulado en copia. Los amigos del Adelantado, sin hacer cuenta de aquellos manejos, y como quien tuviese seguridad de que todo saldría a medida de su deseo, apresuraban, según hemos dicho, los preparativos del recibimiento. El pueblo adornaba espontáneamente las calles de la entrada, y reunido en corrillos, discurría sobre el grave acontecimiento que iba a verificarse. En un grupo que formaban varios caballeros delante de la puerta del palacio, un criado de Alvarado, llamado Pedro Rodríguez, el viejo, uno de los que había despachado el gobernador desde la costa de Honduras con sus mensajes, respondía a diversas preguntas que le dirigían los curiosos.

    —Sí señores —decía—; doña Beatriz excede en gentileza, ingenio y garbo a su hermana doña Francisca, que santa gloria haya, la primera esposa de nuestro valiente Adelantado.

    —Y ¿cómo ha podido casarse —dijo uno de los del grupo— con su cuñada? Ese parentesco no lo dispensa nuestra santa madre Iglesia con facilidad.

    —Ciertamente que no —replicó Rodríguez— y en el presente caso, no lo había dispensado su santidad a no haberse interpuesto nada menos que nuestro invictísimo emperador, así por hacer merced al Adelantado, como por mostrar buena voluntad al señor duque de Alburquerque, tío carnal de ambas señoras, doña Francisca y doña Beatriz.

    —Alto ha trepado don Pedro —dijo otro.

    —No tanto como él merece —contestó el viejo—; que los servicios hechos a su majestad por nuestro capitán, lo hacían acreedor a la mano de tan principal señora, no menos que al título de Almirante de la Mar del Sur y a la Cruz de Comendador de Santiago con que lo ha recompensado el César.

    —¡Comendador de Santiago! —dijo entonces un viejecillo jorobado, de cara entre osada y burlona, que estaba en el corrillo—. ¡Comendador de Santiago! Ya no se lo llamarán de burlas, como en México, cuando vestía por las Pascuas un sayo viejo de terciopelo de su padre, el comendador de Lobón, en el cual había quedado estampada la señal de la cruz. ¡Ja, ja, ja, ja! —Y rompió a reír con una risa casi diabólica.

    Nadie contestó a aquella burla impertinente, no obstante la expresión de disgusto que se pintó en los semblantes de todos los demás

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