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Psicología educativa, historicidad, desarrollo y prospectiva
Psicología educativa, historicidad, desarrollo y prospectiva
Psicología educativa, historicidad, desarrollo y prospectiva
Libro electrónico307 páginas3 horas

Psicología educativa, historicidad, desarrollo y prospectiva

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Ante el impacto social que tiene la educación, y en la búsqueda de hacer de ésta un trabajo más eficiente, se promueve el apoyo de la psicología educativa; es por esta razón que un grupo de investigadores universitarios pertenecientes a la Cátedra de Psicología Educativa del Consorcio de Universidades Mexicanas (CUMex), decidió aportar el resultado
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 sept 2021
ISBN9786076351475
Psicología educativa, historicidad, desarrollo y prospectiva
Autor

María Teresa Dávalos Romo

Doctora en Psicología por la Universidad Autónoma de Madrid, obtuvo la Maestría en Psicología por la misma institución y la Licenciatura en Psicología en la Universidad Autónoma de Aguascalientes. Se desempeña como Docente Investigador de tiempo completo en la Unidad Académica de Psicología de la Universidad Autónoma de Zacatecas, extensión Jalpa.

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    Psicología educativa, historicidad, desarrollo y prospectiva - María Teresa Dávalos Romo

    PRÓLOGO

    Los trabajos que aquí se reúnen abordarán: historicidad, desarrollo y prospectiva en relación con la psicología educativa, epistemológicamente propuestos desde la teoría, la reflexión y la práctica que evidencien resultados de investigación. Por eso ahora estamos convocados a su lectura.

    ¿Qué se ha conseguido hasta ahora?

    Tienen en sus manos el resultado de la amplia respuesta a esa convocatoria y el enorme trabajo que han llevado los responsables de la integración del libro, a quienes agradecemos profundamente las horas invertidas y el notorio esfuerzo de selección que tenemos en esta gratísima compilación. Una renovada línea de trabajos de investigación originales que nos muestra con seriedad la investigación relacionada con la Mesa de Psicología Educativa.

    Este texto emana y refleja la segunda sesión de la cátedra cumex de psicología 2019 que se llevó a cabo en nuestra querida y benemérita Universidad Autónoma de Zacatecas Francisco García Salinas. El arte y el oficio para la coordinación del trabajo es notorio, así como la selección de los textos y la conformación de éstos en una secuencia, que orgullosos mostramos: diferentes cuerpos académicos de sendas universidades mexicanas se han dado a la tarea de construir amplios caminos para transitar el espacio del saber para orgullo de la educación universitaria nacional y de los estudiantes de éstas.

    Construido con la rigurosidad característica de cada cuerpo académico, atendiendo en todo momento a los lineamientos de la investigación, queremos resaltar, de manera especial, el vislumbre de la ética entre cada uno de los textos.

    El psicólogo mexicano tiene la obligación de ser un sujeto de su tiempo, actual y consciente de los cambios sociales y de los grandes movimientos nacionales e internacionales que le conciernen en tanto profesional, pero también que requieren una amplia explicación desde su campo del saber. Imposible imaginar la construcción del conocimiento sin la participación de la psicología educativa.

    Afortunadamente, el año 2020 nos presenta un mundo revolucionado por diversos acontecimientos históricos, por lo cual el psicólogo, se ve desafiado desde el ámbito histórico actual.

    En el curso de los últimos meses hemos sido convocados por una serie de eventos que cimbraron mundialmente lo que hasta ahora conocimos como nuestra realidad, hechos que compartimos por vivirlos en primera persona, y por terceros o los recibimos en términos de información de manera virtual, bombardeados por la extensa difusión en medios electrónicos, televisión y radio: la epidemia mundial del Covid-19 o síndrome respiratorio agudo, así como los movimientos sociales de repudio al exceso de la fuerza policial, a los asesinatos de mujeres, a las desapariciones y a muchos otros ante los cuales la actualidad nos ha puesto cara a cara.

    Y este enfrentamiento ha demandado una serie de cuestionamientos sobre la construcción de lo que entendemos como nuestro mundo, nuestra vida y nuestra práctica profesional. Y no hay espacios más apropiados para esos cuestionamientos que las universidades, desde sus amplios espacios para albergar, para producir y para difundir el conocimiento.

    La invitación al diálogo entre disciplinas se vuelve una parte de esta normalidad, de manera mucho más frecuente ahora que hace unos meses: Durante décadas, los medios de comunicación servían para el entretenimiento de una gran parte de la población, y justo ahora que retomamos la idea de la televisión como medio indirecto de educación, proyectos que hace casi 50 años eran contenidos frecuentes de programación, retoman la pertinencia de la enseñanza a través de medios electrónicos, si bien, aunque no de manera formal, lo deducimos cuando escuchamos en la calle sobre pico de la pandemia, curva, frecuencia, tasa en entornos en que usualmente estos téminos no se utilizarían. Sin generalizar, se ha recibido, a través de los medios, información seria, contundente, que nos muestra la manera en que ese virus llamado Covid-19 se mueve, avanza, retrocede, resurge, explicado a partir de modelos matemáticos, frente a audiencias nutridas, diversas y atentas a la información que día con día produce el fenómeno Covid-19, a la par que se difunden estrategias para aminorar la posibilidad de mayores contagios, lo que también se ha explicado en los medios.

    ¿Cuándo habríamos podido siquiera imaginar la importancia de dar paso al conocimiento de sistemas de medición estadística en la televisión nacional?

    ¿Hace cuánto no vemos esfuerzos evidentes desde diferentes campos, como virología, epidemiología, medicina, urgenciología, estadística, psicoterapia breve y de emergencia, filosofía, enfermería, bioquímica, ecología, comunicación, periodismo, industria textil, literatura, deportes y otras disciplinas, trabajando de manera acompasada no sólo en México sino alrededor del mundo con el mismo fin?

    ¿Cuántos autores se han sentido convocados para comentar en diversos continentes los efectos de una situación al mismo tiempo tan presente y ausente como el virus Covid-19?

    Una buena parte de este personal técnico son profesionales provenientes de distintos campos que se han formado en universidades, en campos de distintos saberes que contribuyen rigurosamente al inicio de una investigación. Preguntan, el primer paso obligado de cualquier investigación.

    ¿Quiénes si no los psicólogos educativos están en primera línea, convocados para la producción del conocimiento que se genera en este momento y su distribución por medio de estrategias apropiadas para los distintos actores nacionales?

    Cuestionar a los campos del saber, sin duda, es fruto del trabajo y la formación universitaria, especialmente de los psicólogos educativos.

    Éste es el espacio apropiado para dar forma a las inquietudes populares en aras de construir el conocimiento científico y formalizar las preguntas de la cotidianidad, llevándolas, con rigor, a su contraste con distintos campos del saber, entendiendo que cada campo constituye una posibilidad de modelamiento de una respuesta.

    El fruto de toda esa tradición universitaria es lo que tienen ustedes en sus manos: meses antes del surgimiento de la epidemia se hizo la convocatoria, pero sin duda, nunca más acorde con los fenómenos actuales en desarrollo, el más grande aporte lo tenemos ahora aquí, en esta producción conjunta de conocimientos de profesionales de la psicología educativa de distintas universidades que ahora nos acercan los resultados de investigaciones de diversos cuerpos académicos: la universidad que moviliza, cuestiona, critica, observa, propone, encuentra y diseña.

    Esa universidad que forjamos día a día, con la firme convicción de que la autonomía es leal al desarrollo del país y a la formación de universitarios acordes con su tiempo, interesados por lo que sucede alrededor suyo y en el contexto nacional. El texto que tienen en sus manos no es infiel a esta tradición universitaria.

    Sin duda es una gran contribución al desarrollo de la psicología de la educación en México: la formación de sujetos menos vulnerables, más activos e involucrados con su entorno y vinculados necesariamente a la (re)construcción del tejido social.

    Precisamente es tarea de los psicólogos educativos trazar puentes que unan los cambios que los sujetos observan ante situaciones extraordinarias como las que se viven en la actualidad y las que están por venir; analizar el efecto que eventos diarios como éstos tienen sobre el comportamiento de los sujetos y su vinculación con nuevos saberes no formales; desmitificar las especulaciones para dar paso a conocimientos científicos derivados del enfrentamiento del sujeto con estas variables, brindando saberes que luego se conviertan en estrategias que lleven al sujeto a disminuir la vulnerabilidad en que lo coloca la ignorancia, voluntaria o involuntaria, dando forma al conocimiento cotidiano a través de investigación y búsqueda de respuestas.

    El trabajo se ha ido tejiendo como un pasaje que deriva de lo que el sujeto ha obtenido como aprendizaje a partir de su exposición a su entorno: el conocimiento informal que se vuelve pregunta para la investigación y se formaliza en textos como los que ustedes tienen en sus manos. Sin duda, uno de los más grandes desafíos que presenta la actualidad.

    El momento histórico nunca fue más oportuno para la intervención de los psicólogos educativos en el país. Sacar la experiencia cotidiana para constituirla como un saber formal. Precisamente por esta razón surge una pregunta: ¿cuánto ha contribuido la autonomía universitaria para que la educación no sea clasista y clasificadora? Indudablemente, mucho. Acercar la educación a todo aquel que esté dispuesto a depositar sus anhelos en un porvenir universitario, siempre es bienvenido.

    Son los psicólogos educativos quienes nos honran con su noble labor al presentarnos este material que representa muchas horas de discusiones, de lectura, de trabajo en conjunto, pero, sobre todo, de la fuerza y la vitalidad de nuestros cuerpos académicos especializados en el tema.

    Valoramos esta labor. Indudablemente. El esfuerzo que ha implicado la conformación del conjunto de estos trabajos tendrá repercusiones notables: la perspectiva moderna de la psicología educativa se enfrenta sin juzgar a la forma de enseñar durante el Virreinato. Una diferencia sustancial apoyada en Vygotsky ha permitido que el método virreinal se reconozca por su eficacia, no así por su adecuación al proceso que implica la maduración infantil. Con gran satisfacción leemos acera de la importancia de historizar la educación, y el gran compromiso universitario que existe en nuestro país, donde la autonomía universitaria reconoce como suyos a todos aquellos que quieran cursar su formación profesional, sin distinción de clases, pureza de sangre, etnia, condición social, preferencia sexual o cualquier otra razón innecesaria y absurda que impida estos accesos.

    Reconocemos el avance; sin embargo, ni siquiera se asoma a lo que es nuestra meta universitaria: recuperar las prácticas exitosas en la educación a nivel histórico, reinterpretarlas y propiciar su difusión y su aplicación en los distintos niveles educativos, y conseguir que los interesados se sientan desafiados y se impliquen en sus propios procesos educacionales.

    En espejo, el psicólogo educativo está compelido a propiciar estos desafíos, a colaborar con otros profesionales en la búsqueda de estrategias que lleven a los estudiantes a cuestionamientos serios, precisamente por su extracción universitaria, y porque la actualidad nos enseña que difícilmente podríamos producir saberes de manera aislada.

    Enhorabuena a todos los que, con su esfuerzo, nos invitan a ver la manera en que se mueve el saber psicológico educativo en nuestras universidades y a esperar por los efectos de estos saberes en la construcción del discurso universitario.

    Hans Hiram Pacheco García

    Ciudad de Zacatecas, 20 de junio de 2020

    I. Ética profesional del psicólogo educativo

    Patricia Lorena Martínez Martínez

    Marco Antonio Vázquez Soto

    Salvador Fernández Martínez

    y Jaime Fernández Escárzaga

    *

    Introducción

    Esta exposición, como se especificará en la clarificación de términos, constituye un trabajo interdisciplinario entre psicología educativa y ética. Así, en cuanto que la ética es una disciplina filosófica, la perspectiva de estas reflexiones fue desarrollada filosóficamente, porque presenta en primer plano cuestiones fundamentales de la esencialidad de la profesión y una indudable influencia de la psicología comprensiva, en tanto que lo que aquí se desarrollará tiene vínculos con la concepción de las ciencias del espíritu definida por Dilthey. Si bien lo que se aborda en este trabajo es aplicable a todas las profesiones, se pretende concretizarlo en la actividad desempeñada por el psicólogo educativo. Para lograrlo, primero se explicará el tema, luego las razones y los antecedentes que hacen necesarias en México estas reflexiones; posteriormente, se dará paso a planteamientos genéricos de cualquier estudio ético profesional, como el obligado tema de la dignidad humana, la diferencia entre ética y moral, así como las dos caras de la ética. Esto nos pone en condiciones de analizar los bienes pretendidos por la profesión, la reglas que orientan el deber ser y los principios que han de regir su actividad.

    Descripción del tema

    Lo que se busca analizar en este documento se resumen en el siguiente enunciado: ética profesional del psicólogo educativo. Y, con el fin de clarificar las pretensiones de este trabajo, es pertinente delimitar conceptualmente las expresiones empleadas en la enunciación emitida y que se exponen a continuación.

    Clarificación de términos

    Primero que nada es preciso decir que por término del tema delimitado se quiere expresar un segmento de éste y que puede conllevar más de una palabra. Así, los elementos que conforman el enunciado del tema que nos ocupa son: 1) ética profesional y 2) psicólogo educativo. Pasemos a clarificarlos.

    En este estudio se entiende por ética profesional la moralidad pensada, ejercida en forma reflexiva y crítica, sobre el saber y el quehacer profesional y que busca encaminar el comportamiento de sus practicantes para orientarlo hacia el deber ser de la conducta moral del profesional. Proceder que se origina del diálogo interdisciplinario entre la filosofía moral y los saberes especializados en los que se basa el ejercicio del psicólogo educativo (Hortal, 2010). Es importante aclarar que la ética profesional es una ética aplicada, en este caso, a la función y responsabilidad social del psicólogo educativo; emite un discurso, racionalmente elaborado, desde un enfoque interdisciplinario que toma en cuenta las aportaciones prácticas y relevantes que provienen de los profesionales de la psicología educativa, pero también de las teorías éticas que reflexionan sobre esta práctica y que ha de imbricar creativamente la racionalidad propia de la actividad (competencia tecnocientífica) y el enfoque filosófico de la moral, que harán del ejercicio profesional algo más que buena voluntad (Martínez, 2010; Etxeberria, 2016).

    Ahora bien, antes de definir el segundo término, es importante recordar que la psicología educativa es una disciplina y una práctica profesional que forma parte de la ciencias de la educación y pertenece al grupo de éstas que estudian la situación y el hecho propiamente educativo, por lo que se dirige a investigar y a desarrollar acciones prescriptivas sobre los procesos educativos concretos (Hernández, 2018, pp. 37-38), centrándose en el estudio y el análisis psicológico de cualquier práctica educativa (escolar o extraescolar), vinculando su actividad a la psicología general y los componentes específicos de la educación, de la que buscan aportaciones teóricas, tecnológicas, metodológicas y técnicas, para comprender, desarrollar e intervenir las actividades educativas, utilizando una perspectiva científico-psicológica (Hernández, 2018; Fernández, 2011).

    Ahora bien, para comprender este término necesitamos plantear una pregunta clave: ¿qué hace al psicólogo educativo ser tal? Para comenzar, se necesita decir que, según señalan Berliner y Coll (1993) (citado en Hernández, 2018), es un profesional que piensa psicológica, inter y multidisciplinariamente los eventos formativos para asesorar, intervenir y evaluar todos los aspectos y las problemáticas implicados en las situaciones educativas y en sus relaciones: la administración, los profesores y su formación, los estudiantes, los asuntos curriculares e instruccionales, la política pública, entre otras cosas; lo anterior, en el terreno de la educación formal, pero, igualmente, en la no formal (proceso educativo no escolar pero sí institucionalizado) y la informal (aprendizaje de la vida diaria); en estas últimas, el profesional se involucra en procesos de cambio en las personas y las comunidades como consecuencia de su participación en actividades educativas. Ciertamente, esto último tiene un vínculo aún más especial denominado psicología social de la educación (pp. 58-59).

    Al ser muy específico, el objeto de estudio de la psicología en general, se podría decir, es el comportamiento humano. Tal comportamiento no puede ser comprendido fuera de un marco o una red de significados, sentidos e intencionalidades, así como del contexto donde se genera. Lo antes dicho es irrenunciable en su consideración a la hora de que el psicólogo educativo teoriza y ejerce su actividad, englobando interdisciplinariamente los principios psicológicos y las características particulares de los procesos educativos. Esto hace que tenga una forma de ser profesional diferente de la didáctica, la pedagogía, sociología de la educación (Coll en Rigo, Díaz y Hernández, 2005; Coll, 1990) así como de la docencia y la consejería.

    Según lo antes dicho, el trabajo del psicólogo educativo se vincula con los cambios que se producen en las personas al participar en situaciones educativas formales, no formales e informales, donde la tarea del psicólogo educativo es comprender y explicar los cambios en el comportamiento o en las actividades que éste genera, buscando hacer consciente cómo una persona o un grupo actúa y por qué, constantemente o en un momento determinado, en contextos o situaciones específicos que requieren procesos educativos. Lo anterior se realiza para conocer y explicar, mediante modelos teóricos, así como para intervenir con el fin de orientar, guiar o estudiar tales cambios. Intervención que ocurre dentro de un marco de equipos multiprofesionales, permitiendo que converja el conocimiento relevante de cada especialista (Rigo, Díaz y Hernández, 2005). En síntesis, el psicólogo educativo encuentra lo nuclear de su función en el hecho de enfocarse en aquello que se relaciona con los cambios ocurridos en la persona (grupos o comunidades), resultantes de actividades y situaciones educativas vinculadas a los procesos de aprendizaje, desarrollo y socialización (Coll, 2001, p. 50).

    En conclusión, estas reflexiones se orientan al discernimiento moral del practicante de la psicología educativa, con el fin de incidir en un comportamiento

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