La vida que esperé

LA VIDA QUE ESPERÉ

Las decisiones en libertad superan los prejuicios

Thammy Suárez De León

Editorial Bien-etre

LA VIDA QUE ESPERÉ

Thammy Suárez De León

© 2020 Editorial Bien-etre

Todos los Derechos Reservados. Queda prohibida la reproducción parcial o total de este material por cualquier medio o método sin la autorización por escrito del autor.

Publicado por: Editorial Bien-etre.

Diseño y Diagramación: Ceadvertising.

Diseño de portada: Ceadvertising.

ISBN: xxxxxxxxx

Edición: Editado por Editorial Bien-etre.

Impresión: Impreso en la República Dominicana por Editorial Bien-etre, bajo el sello A90D.

www.a90d.com

Primera edición 2020

Contenido

DEDICATORIA

AGRADECIMIENTOS

Valoración narrativa de la autora

Un oportuno café

Irónica sorpresa

Las apariencias engañan

Entre cálido y frío

Desahogo frente al mar

Cuando las flores opacan una crisis

La tragedia toca la puerta

La escapada perfecta

Más allá del pacto

Víctima del silencio

La culpa fue del vino

Una pérdida irrevocable

La prueba que cambió todo

Decidir sobre bases huecas

Ligera de equipaje

EPÍLOGO

Thammy Julissa Suárez De León

DEDICATORIA

Dedico esta narrativa a la generación de los valientes, la cual nunca pasa.

A hombres y mujeres que necesitan tomar decisiones acertadas a tiempo.

A aquellos que a lo mejor dejaron ir el amor de su vida; que se han ocultado en sombras ajenas o no cumplieron con sus ideales por temor a los prejuicios y limitaciones mentales.

Escribo para aquellas personas que desean vivir en libertad.

AGRADECIMIENTOS

Mi gratitud primero a Dios, mi Creador y fiel Maestro, cuya fuente de sabiduría moldeó el barro de mis ideas, las convirtió en inspiración e hizo emanar mi creatividad.

A las tres grandes bendiciones que llenan de satisfacción y amor el rol más importante de mi vida: mis hijos Aarón, María José y David Moisés.

Quiero agradecer a mis padres, José Francisco y María Francisca. Por haberme formado con amor, apoyo, confianza y sana libertad, por siempre creer en mí y haberme inculcado la fe, mi mayor tesoro.

Extiendo mi gratitud a mis hermanos y familia en general, por enriquecer mi camino y acompañarme moralmente en cada proceso.

A todos los que me han impactado positivamente en el aspecto personal o profesional. A mis mentores de vida, esos que han sembrado en mí el sentido de compromiso con mis sueños.

Agradezco a personas maravillosas que Dios ha puesto en mi camino para intercambiar enseñanzas y crear vínculos de verdadera amistad.

A ti querido lector, protagonista inadvertido de una historia; la que ahora podría estar en tus manos.

Gracias.

Valoración narrativa de la autora

Vivencias entrañables de una vida consentida

Sintió que nada era casualidad.

Thammy Suárez

Por Bruno Rosario Candelier

Thammy Suárez vino al mundo signada por una profunda vocación humanizante. Dotada con las condiciones intelectuales, morales, estéticas y espirituales para vivir la vida con sentido, asume el arte de la creación verbal con el entusiasmo y la determinación de quien sabe lo que tiene que decir para testimoniar la belleza que su sensibilidad atrapa y el fulgor que su intuición perfila a la luz de sus percepciones entrañables.

La escritora mocana residente en New York, Thammy Julissa Suárez de León (1), una entusiasta mujer impregnada de una fe en sí misma, animosa y resuelta, ha optado por el cultivo de la novela para testimoniar su visión del mundo mediante sus intuiciones y vivencias.

Con esta, su primera obra narrativa, La vida que esperé (2), Thammy Suárez emprende su incursión en la novela con la plasmación de una singular historia que la cautivó. Asumir un arte (música, pintura, arquitectura, escultura, danza, literatura) supone la vivencia de una emoción estética con su consecuente fruición espiritual y, si es el arte de la palabra en cualquier género literario, señal es de una vocación creadora afín al aliento edificante del Logos de la conciencia, como lo hace Thammy Suárez con el arte de la narración novelística.

En efecto, en La vida que esperé fluye la energía de la creación con el talento estético y espiritual de la inquieta mocana que disfruta el arte de la creación narrativa con el estímulo que concita la sensibilidad y el aliento que atiza la conciencia de una juventud inquieta, entusiasta y esperanzadora. Reflejo de un ideal de vida, y también cauce de una alta motivación con sentido trascendente.

La señal de una narrativa diestramente articulada la da el inicio de la obra que, según ilustran los textos ejemplares de la novelación, es la acción desde el mismo comienzo, como se aprecia en esta novela de Thammy Suárez, cuyo inicio dice así:

Llovía a cántaros. No había manera de llegar a casa hasta que mermara la lluvia. A menos que, como en los días de la niñez, Amalia decidiera jugar entre los charcos. Aquellas travesuras que más de una vez provocaron el regaño de sus padres, muy estrictos, por cierto. Transcurría el año mil novecientos noventa y cinco. Llevaba apenas unos meses laborando en el departamento de recursos humanos en una empresa de suministros industriales en su natal Cartagena, ciudad de Colombia. Solía ser muy responsable con sus asignaciones, puntual y organizada. Se reflejaba en ella un gran deseo de servir, tanto que en muchas ocasiones trabajaba horas extras sin pretender que le pagaran por ello (La vida que esperé, cap. I).

En ese primer párrafo también hay la ubicación epocal, social y ambientalmente. La narración de una novela, conformada por varias historias, implica la participación de personajes, hechos y ambientes con la adecuada correspondencia en su interacción sociocultural. Identificados los personajes principales, Amalia y Murat, la narradora sabe que debe ambientar la historia, como efectivamente lo hace, y sitúa la acción y da una pincelada del ambiente citadino, que es el marco de los hechos y peripecias que conforman la plataforma narrativa de esta novela:

Los días transcurrían. Las veraniegas mañanas en Massachusetts agitaban el tránsito. Esto hacía que el estrés fuera parte de la rutina de Amalia. La Universidad la esperaba con asignaciones que le ocupaban mucho tiempo. Las horas invertidas en sus clases de humanidades eran las que más disfrutaba, sobre todo si tenía la oportunidad de exponer sus ideas. Ella era desenvuelta para comunicar y amaba resolver los conflictos de los trabajos en grupo (La vida que esperé, cap. I).

El impacto emocional que Murat concitó en Amalia es el inicio de una relación que luego se detalla en el transcurso de los hechos con los sucesivos acontecimientos que articulan la madeja y los momentos de la novelación. La autora anticipa la caracterización de Amalia, y da cuenta de su sensibilidad, frágil y vulnerable al impacto de las emociones: Amalia era de sentimientos sensibles. El hecho de analizar que mientras ella se preocupaba por llegar a casa, esas personas accidentadas podrían estar luchando por sus vidas, o en el peor de los casos, ya haber muerto, la hizo reflexionar. La espera le sirvió para pensar en el verdadero valor del tiempo. No por mucho madrugar, amanece más temprano" —recordó aquel refrán que repetía su abuelo Mon, Simón su nombre de pila. Se consoló con esta frase: —"Más vale perder un minuto en la vida, que la vida en un minuto"— agregó en voz alta. Un rato después, comenzó a despejarse el tránsito. -¡Gracias a Dios! -suspiró- mientras que en su interior deseaba que los afectados por el accidente estuvieran a salvo" (La vida que esperé, cap. 2).

El conflicto aparece inesperadamente cuando Amalia advierte que su amiga de recámara, Sherlyn, es la novia de Murat, el hombre ante el cual se desmayan sus sentidos:

"Mientras regresaba de la cocina saboreando su fruta, observó de reojo a Sherlyn en el extremo contrario, la cual ya se despedía con un beso del joven que le acompañaba.

— ¡No lo puedo creer!, ¡es Murat! — exclamó.

Notó que Murat combinaba de forma casi perfecta su sonrisa con sus ojos. Él había despertado en Amalia una sensación de mariposas en el estómago desde el brevísimo instante que se cruzó con él y su paquete de café. No lo había vuelto a ver desde aquel día. Llegó a pensar que se había