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Berta sueña
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Libro electrónico74 páginas50 minutos

Berta sueña

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Berta tiene una caja de tesoros. En ella guarda trocitos de su vida, como la canica que le ganó hace poco a Daniel, el caleidoscopio que le regaló Clara o el bibelot que le obsequió Miguel con un papel arrugado en el que le decía "te quiero". Berta va creciendo y todos los días sueña, imagina y se pregunta, y así abre pequeñas ventanas por las que entrevé la belleza de su mundo cotidiano.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento23 ene 2018
ISBN9786071653291
Berta sueña

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    Berta sueña - Antonio Ventura

    SHAKESPEARE

    —Berta, apaga ya la luz, que es muy tarde.

    —Sí, papá, ya voy…, enseguida.

    —No, enseguida no, deja ya de leer, ya te terminarás el cuento, y ahora apaga la luz, que si no mañana no hay quien te levante.

    —Sí, papá, ahora mismo…

    Pero Berta no está leyendo el cuento. Está mirando la imagen de esa locomotora que arrastra unos cuantos vagones en la noche, bajo la nieve, y que está detenida en un pueblo todo nevado, y lleva un faro encendido, que ilumina los copos de nieve que parecen dibujados con una tiza pequeñita. Recorre lentamente un dedo por el perfil del dibujo de la locomotora, una vieja locomotora como las que se ven en las películas de indios y vaqueros. Después, pasa dos páginas y observa esa otra ilustración en la que se ven tres lobos con las patas enterradas en la nieve, entre los árboles del bosque y al fondo los vagones del tren con las ventanas iluminadas y sobre ellos la estela de humo que la locomotora va dejando a su paso. Y Berta piensa que le gustaría ir en ese tren que atraviesa el bosque nevado, y en ese pensamiento se duerme, y sueña. Sueña que viaja en un tren que asciende por una montaña nevada y que llega a una ciudad toda iluminada con muchas bombillas, y es de noche, y es Navidad, y ella es una princesa, y el tren atraviesa un puente, y desde la ventana por la que ella mira se ven los tejados de las casas; parecen las casas de un cuento. Están iluminados por muchas bombillas pequeñas como esas guirnaldas luminosas que se colocan en los árboles de Navidad. Entonces, el tren se detiene y Berta abandona su asiento, atraviesa el pasillo, llega hasta la puerta del vagón, que ya está abierta, y se asoma a la estación iluminada bajo la noche, y ya no nieva y, como es una princesa, una carroza la espera bajo un cielo lleno de estrellas que brillan casi tanto como las bombillas que iluminan esa ciudad de cuento.

    Hoy es sábado por la tarde y toda la familia está en casa: Laura, la madre de Berta, está en el salón ordenando los papeles, los recibos de la casa y todas esas cosas que nunca tiene tiempo de colocar, y ha dicho que hasta que no termine que nadie la moleste. Pablo, el hermano pequeño de Berta, juega sobre la alfombra con su construcción de madera, esa que tanto le gusta a ella y que de vez en cuando pide para hacer una casa con jardín, y cuando la tiene terminada y se la enseña, el pequeño la observa, sonríe, agita sus manos, mira a su hermana y la derriba con un solo y rápido movimiento, y ella se enfada aunque sabe —su madre se lo dice siempre— que no lo hace con intención. Su padre, Luis, está en el cuarto de trabajo; ha venido Alberto, un compañero del estudio, y observan unos planos que son más grandes que la mesa en la que su padre trabaja. Ese cuarto no es sólo de él, también su madre tiene allí sus carpetas y sus cosas de la oficina. Berta está en su habitación haciendo un dibujo de la casa. Es un dibujo con todas las habitaciones vistas desde arriba, y en cada una va poniendo los distintos muebles que hay en ellas. Le ha pedido a su padre una hoja de ésas que son el doble de grande que las que ella utiliza para el colegio. Con una regla de plástico va trazando las líneas que son las paredes de la casa, y deja sin rayar en cada una un trocito; allí van las puertas. Para indicarlo, hace unas rayitas inclinadas y une sus extremos con pequeños trazos en curva como indicando el sentido del giro de la puerta. En este momento está dibujando el pasillo y el cuarto del fondo en el que se guardan los trastos; según avanza con la regla se da cuenta de que se va a salir de la hoja, de que el pasillo va a quedar muy corto y de que el cuarto que tiene que dibujar

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