Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $9.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Una mentira inocente
Una mentira inocente
Una mentira inocente
Libro electrónico154 páginas7 horas

Una mentira inocente

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Era solo un trabajo pero ¿sería capaz de marcharse cuando terminara?
Viajar en el avión privado de Luke Barrett y pasar un fin de semana cargado de pasión con él resultó bastante arriesgado para Fiona Jordan. Confiaba en no estropear su misión secreta de convencer al multimillonario de la industria tecnológica para que regresara al negocio familiar.
Cuando Luke descubriera la verdad, ¿lograría Fiona evitar la caída? Mezclar el placer con los negocios podría terminar siendo el malabarismo más complicado de su vida…
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento4 jun 2020
ISBN9788413483467
Una mentira inocente
Autor

Maureen Child

I'm a romance writer who believes in happily ever after and the chance to achieve your dreams through hard work, perseverance, and belief in oneself. I'm also a busy mom, wife, employee, and brand new author for Harlequin Desire, so I understand life's complications and the struggle to keep those dreams alive in the midst of chaos. I hope you'll join me as I explore the many experiences of my own journey through the valley of homework, dirty dishes, demanding characters, and the ticking clock. Check out the blog every Monday for fun, updates, and other cool stuff.

Relacionado con Una mentira inocente

Títulos en esta serie (100)

Ver más

Libros electrónicos relacionados

Romance contemporáneo para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Una mentira inocente

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Una mentira inocente - Maureen Child

    Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

    Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.

    www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

    Editado por Harlequin Ibérica.

    Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

    Núñez de Balboa, 56

    28001 Madrid

    © 2020 Maureen Child

    © 2020 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

    Una mentira inocente, n.º 2137 - junio 2020

    Título original: Jet Set Confessions

    Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

    Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

    Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

    ® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

    ® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

    Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

    I.S.B.N.: 978-84-1348-346-7

    Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

    Índice

    Créditos

    Capítulo Uno

    Capítulo Dos

    Capítulo Tres

    Capítulo Cuatro

    Capítulo Cinco

    Capítulo Seis

    Capítulo Siete

    Capítulo Ocho

    Capítulo Nueve

    Capítulo Diez

    Capítulo Once

    Si te ha gustado este libro…

    Capítulo Uno

    –¿Has perdido completamente la cabeza? –Luke

    Barrett miró a su abuelo, que estaba al otro lado de la estancia–. Dijiste que querías que viniera para hablar. Esto no es hablar. Esto es una locura.

    Jamison Barrett estaba frente a su escritorio, y Luke se tomó un momento para admirar el hecho de que, a sus ochenta años, el hombre seguía teniendo una postura recta como un militar. Fuerte, en forma y listo para la batalla.

    –Deberías pensártelo mejor antes de llamar loco a un anciano –afirmó–. Somos muy sensibles a ese tipo de cosas.

    Luke sacudió la cabeza. Su abuelo siempre había sido obstinado, estaba acostumbrado a eso. Pero unos meses atrás, el hombre había soltado una bomba y estaba claro que no había cambiado de opinión al respecto.

    –No sé de qué otra manera llamar a esto –protestó Luke frustrado–. Cuando el presidente de una empresa decide de pronto cambiar completamente el rumbo y cortar su rama más productiva, creo que puede considerarse una locura.

    Jamison rodeó la esquina de su escritorio, probablemente con la esperanza de darle un tono más amigable a la conversación.

    –No tengo intención de retirarme del mundo de la tecnología. Solo quiero darle una vuelta de tuerca y…

    –Y volver a los caballitos de madera, las bicicletas y los patinetes –lo interrumpió Luke.

    –Somos ante todo una empresa juguetera –le recordó Jamison–. Desde hace más de cien años.

    –Y luego crecimos para convertirnos en Juguetes y Tecnología Barrett –señaló Luke.

    –Crecimos en la dirección incorrecta –le espetó su abuelo.

    –No estoy de acuerdo –Luke suspiró y trató de contener la exasperación que se había apoderado de él. Siempre había confiado en el buen juicio de su abuelo, pero en esto estaba dispuesto a pelearse con el viejo porque que lo asparan si el camino al futuro pasaba por el pasado.

    –Tengo estudios que me avalan.

    –Y yo tengo los informes de ganancias y pérdidas para demostrar que te equivocas.

    –Sí, estamos ganando mucho dinero, pero, ¿es eso lo único que queremos?

    Luke se quedó boquiabierto.

    –Teniendo en cuenta que esa es la razón para montar un negocio, yo diría que sí.

    Jamison sacudió la cabeza decepcionado.

    –Antes tenías unas visión más amplia.

    –Y antes tú me escuchabas –irritado, Luke se metió las manos en los bolsillos del pantalón y miró a su alrededor.

    En las paredes del despacho había pósteres enmarcados de los juguetes más populares a lo largo de los años y fotos familiares en las estanterías, en las que también había libros encuadernados en piel. Era un despacho victoriano que parecía en conflicto con el tiempo presente.

    Igual que Jamison.

    –No quiero volver a discutir contigo sobre esto, abuelo –dijo Luke tratando de contener la impaciencia.

    Le debía todo a aquel hombre y a su mujer, Loretta. Ellos habían cuidado de Luke y de su primo Cole cuando los padres de los chicos murieron en un accidente de avioneta. Luke tenía diez y años y Cole doce cuando fueron a vivir con sus abuelos siendo unos niños destrozados por el dolor. Pero Jamison y Loretta recogieron sus pedazos a pesar de su propio dolor por haber perdido a sus dos hijos y a sus nueras en un terrible accidente. Les dieron a sus nietos amor y protección y la sensación de que el mundo no se había terminado.

    Luke y Cole crecieron trabajando en Juguetes Barrett, conscientes de que algún día ellos estarían al cargo. La empresa tenía más de cien años, y siempre había optado por saltar al futuro y arriesgarse. Cuando Luke estaba en la universidad y convenció a su padre de que los juguetes tecnológicos iban a ser lo siguiente, Jamison no vaciló. Reunió a los mejores diseñadores tecnológicos que encontró y la empresa juguetera Barrett se hizo todavía más grande y más exitosa. Ahora eran una de las empresas de juguetes tecnológicos más punteras del mundo. Los últimos años, Luke se había dedicado a la parte tecnológica y Cole a la rama más tradicional.

    De acuerdo, Cole no estaba contento con que Luke fuera el heredero aparente, sobre todo porque era dos años mayor que Luke, pero los primos lo habían arreglado. En gran parte.

    Ahora, sin embargo, ninguno de los dos sabía dónde estaban parados. Todo porque Jamison Barrett se había empeñado en…

    –Yo tampoco quiero discutir, Luke –dijo Jamison irritado–. Lo que quiero es hablar de lo que veo cada vez que salgo de esta oficina. Qué diablos, Luke, si no estuvieras tan pegado al móvil como el resto de la humanidad, también lo verías.

    Luke trató de contenerse. Había escuchado aquel argumento una y otra vez en los dos últimos meses.

    –Otra vez esto no.

    –Sí, esto otra vez. Se trata de los niños, Luke. Están tan enganchados a los móviles, las pantallas y los juegos como tú al correo electrónico –Jamison alzó las manos–. Antes los niños corrían por ahí con sus amigos, se metían en líos, subían a los árboles, nadaban –miró a Luke–. Qué diablos, Cole y tú estabais en constante movimiento cuando erais niños. Si os obligábamos a quedaros en casa a leer era como una tortura para vosotros.

    Era cierto, pensó Luke. Pero se limitó a decir:

    –Los tiempos cambian.

    Jamison torció el gesto.

    –No siempre para mejor. Los niños de hoy solo tienen amigos en línea y se ponen cascos para poder hablar sin tener que verse en persona. En lugar de salir fuera, construyen casas virtuales en los árboles. Es más, seguro que hoy hay muchos niños que no saben ni montar en bicicleta.

    Luke sacudió la cabeza.

    –Las bicicletas no van a ayudarles a navegar por un mundo completamente digital.

    –Exacto. Un mundo digital –Jamison asintió secamente–. ¿Quién va a arreglar los coches, el aire acondicionado o el inodoro cuando se estropee? ¿Vas a hacer pis digitalmente también?

    –Esto es ridículo –murmuró Luke, sorprendido por haberse dejado arrastrar por la fijación de Jamison–. Abuelo, estás verbalizando la misma queja que toda generación hace respecto a la nueva. Tú nunca has sido de los que miran atrás. Siempre has estado más interesado en el futuro que en el pasado.

    –Bueno, los tiempos cambian –le espetó Jamison devolviéndole la pelota–. Y estoy hablando del futuro –afirmó–. Hay muchos estudios que han investigado lo que provoca en la mente de los niños estar mirando fijamente una pantalla. Por eso quería que vinieras. Quería que los leyeras. Que abrieras tu mente lo bastante como para admitir que tal vez tenga algo de razón.

    Y dicho aquello, Jamison volvió a su escritorio y empezó a repasar los papeles y los archivos apilados. Murmuró algo entre dientes y siguió buscando.

    –Estaba aquí –murmuró–. Esta mañana le pedí a Donna que lo imprimiera…

    Luke frunció el ceño.

    –No importa.

    –Ahí es donde te equivocas. Maldita sea, Luke, no quiero ser partícipe en destrozar una generación entera de niños.

    Luke aspiró con fuerza el aire y se recordó a sí mismo que quería a aquel anciano que en aquellos momentos le estaba volviendo loco.

    –¿Sabes qué? No vamos a ponernos de acuerdo en esto, abuelo. Tenemos que dejar de pelearnos, y lo mejor es que los dos sigamos haciendo lo que estamos haciendo.

    –¿Y ya está? ¿Esa es tu última palabra sobre este asunto?

    Luke miró a los ojos verde oscuro de su abuelo. Parecía que el abismo entre ellos se estuviera haciendo más grande cada segundo.

    –Sí, abuelo. El pasado no puede construir el futuro.

    –No se puede tener futuro sin un pasado –señaló el anciano.

    –Y venga la burra al trigo –murmuró Luke–. Cada vez que hablamos de esto decimos lo mismo, y ninguno de los dos convence al otro. Estamos en orillas opuestas, abuelo. Y no hay puente.

    –Tu abuela estuvo llorando anoche. Por todo esto.

    Luke sintió una repentina punzada de culpabilidad, pero luego se lo pensó mejor. Loretta Barrett era dura como una piedra. Su abuelo estaba intentando utilizar a su mujer para ganar la discusión.

    –No es verdad.

    Jamison torció el gesto.

    –No, no es verdad –reconoció–. Gritó un poco. Pero podría haber llorado. Seguramente lo hará.

    Luke dejó escapar un suspiro y sacudió la cabeza.

    –Eres imposible.

    –Hago lo que tengo que hacer. Tu sitio está aquí, Luke, y no al frente de tu propio negocio.

    Y sinceramente, Luke antes creía que Juguetes Barrett era su sitio. Pero las cosas habían cambiado con el nuevo rumbo de su abuelo. Luke se lo había tomado como una falta de fe. Su abuelo siempre le había empujado, había creído y confiado en él. Aquello le parecía una traición, así de claro. La nueva empresa de Luke era pequeña, pero tenía muy buenos diseñadores recién salidos de la universidad, llenos de ideas que podían revolucionar el mercado de los juguetes tecnológicos.

    Todo aquello había empezado porque estaba frustrado con su abuelo, pero ahora Luke estaba empeñado en que aquello funcionara. Tal vez Jamison quisiera darle la espalda al progreso, pero Luke lo recibía con los brazos abiertos.

    –Esta es la empresa juguetera Barrett –le recordó Jamison–. Siempre ha habido un Barrett al frente del negocio desde el principio. La familia, Luke. Eso es lo importante.

    Y por eso resultaba todo mucho más difícil.

    –Seguimos siendo familia, abuelo –le recordó al anciano… y también a él mismo–. Y recuerda que tienes a Cole para llevar el negocio si alguna vez decides jubilarte.

    –Cole

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1