El misterio del cuerpo hablante
Por Araceli Fuentes
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En El misterio del cuerpo hablante nos introducimos en la enseñanza de Jacques Lacan sobre el cuerpo: el lugar que el cuerpo ocupa en la experiencia analítica y la relación del cuerpo con el Inconsciente. Y es que para Lacan el cuerpo nos habla, nos cuenta aquello que el Inconsciente no sabe expresar de otra manera. Si aprendemos a escucharle podremos intentar ayudarle. Este libro sigue las claves de Lacan para intentar entender qué nos cuenta nuestro cuerpo, un cuerpo vivo, con necesidades y que se expresa a su manera: dolor, pena, placer, enfermedad, etc.
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El misterio del cuerpo hablante - Araceli Fuentes
Araceli Fuentes
EL MISTERIO DEL CUERPO HABLANTE
PSICOANÁLISIS
DE ORIENTACIÓN LACANIANA
EL MISTERIO DEL CUERPO HABLANTE
Araceli Fuentes
© Araceli Fuentes
© Del prólogo, Enric Berenguer
Corrección: Marta Beltrán Bahón
Cubierta: Juan Pablo Venditti
Primera edición: febrero de 2016, Barcelona
Derechos reservados para todas las ediciones en castellano
© Editorial Gedisa, S.A.
Avenida del Tibidabo, 12 (3º)
08022 Barcelona, España
Tel. (+34) 93 253 09 04
Fax (+34) 93 253 09 05
www.gedisa.com
Preimpresión:
Moelmo S.C.P.
Girona 53, principal – 08009 Barcelona
eISBN: 978-84-16572-23-6
Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier medio de impresión, en forma idéntica, extractada o modificada, en castellano o en cualquier otro idioma.
A Andrés y a Axel Borderias
Índice
Prólogo
Prefacio
Introducción
El cuerpo hoy
El cuerpo en el psicoanálisis
1. El cuerpo en la histeria y en la obsesión
El cuerpo histérico
El discurso histérico
La relación que el sujeto obsesivo tiene con su cuerpo
El cogito lacaniano: pienso, luego se goza
2. Construcción del cuerpo
No se nace con un cuerpo, el cuerpo se hace
Caso R
Un hombre sin interioridad
El rapto del cuerpo de Lol V. Stein
¿Cómo se introduce la imagen del cuerpo propio?
La visión y la mirada
Un ser de pura mirada
3. El cuerpo en la enseñanza de Jacques Lacan
El Estadio del espejo
El cuerpo que fabrica lo simbólico
El cuerpo desierto de goce: corpsificación
La libido, más allá de los límites del cuerpo
Retorno del goce
4. El fenómeno psicosomático
El FPS, entre la medicina y el psicoanálisis
El FPS es mudo
Un fps tratado por el psicoanálisis
El acting out y su interpretación tratan la holofrase
5. El cuerpo desde la perspectiva del objeto
Una libra de carne
Objetalidad
El acting out, el cuerpo y el analista
Angustias contemporáneas
La angustia en la clínica: las sorpresas de la Sra. A
El deseo es deseo de cuerpo
6. Cuerpo y trauma
La angustia traumática y su abordaje por el psicoanálisis
La Red Asistencial 11-M. Un dispositivo de psicoanálisis aplicado
Caso Mina
7. El cuerpo y la escritura
La escritura en el psicoanálisis
La necesidad de la escritura en el psicoanálisis
¿Cómo concibe Lacan lo real?
Palabra y escritura
La escritura-en-Lituraterre
¿Qué escribe la escritura?
La caligrafía china como arte del trazo único
¿Qué deja de no escribirse y se escribe en el flujo
de la verdad, siempre medio dicha en un análisis?
Un cuerpo, dos escrituras
Un duelo escrito en el cuerpo
¿Qué había pasado?
Una contingencia
La demanda de análisis
La transferencia
El goce femenino me resultaba sintomático
Lo imposible de escribir
Mi relación con la palabra y la verdad
El sueño del traje de luces
Un sueño anterior
Una carta llega a su destino
Acontecimientos especiales y «fenómenos especiales»
Dos sueños alrededor de la mirada
«Roban a un niño»
El inconsciente me propone otra lógica al problema
sexual
Lo que no cesa de no escribirse y se escribe
como agujero de la letra en lalengua del sujeto
La última sesión: el acto
Lo que deja de escribirse se puso en juego
en el dispositivo del pase
Lo que no cesa de no escribirse: la relación entre
los sexos
El malentendido
La maldición sobre el sexo
Si no hay relación sexual que pueda escribirse, ¿cómo
podemos desear otro cuerpo sexuado?, ¿cómo puede
la libido investir otro cuerpo?, ¿cómo podemos
sentirnos atraídos sexualmente por alguien?
La experiencia de la inexistencia de la relación sexual
se realiza en el análisis
El soplo se vuelve signo
El segundo soplo
Ella y el globo
Algo mudo
Comandatuba
Un amor puesto a prueba de lo real
8. El goce del cuerpo
El cuerpo como sustancia gozante
Lalengua
Lo que atraviesa mi cuerpo
A la muerte del padre
El cuerpo y el deseo de dormir
El cuerpo, objeto de la pasión
El superyó, la voz que no perdona
9. Un cambio respecto al goce
El afecto de satisfacción al final del análisis
10. El síntoma acontecimiento del cuerpo
Glanz auf der Nase
11. El cuerpo en el nudo borromeo
Un estatuto respetable del cuerpo
El hombre tiene un cuerpo y no tiene más que uno
Tener un cuerpo es saber hacer algo con él
El hombre habla con su cuerpo
El hombre adora su imagen
Joyce, la excepción
El escabel
James Joyce: cuando la obra de arte rivaliza
con el síntoma
12. El cuerpo al final del análisis, síntoma y sinthome
El relieve de la voz
Saber hacer con el sinthome
13. El goce que la femineidad sustrae
Una mirada sobre lo femenino
Entre centro y ausencia
14. R.S.I.
La inocencia del sinthome
Sin garantías pero no sin goce
A cada uno su real
El misterio del cuerpo hablante
Bibliografía
Prólogo
Trataré de decir de la forma más condensada posible lo que para mí constituye el interés de este libro de mi colega Araceli Fuentes, lo que hace de su lectura algo provechoso para todo aquel que quiera saber —o quiera saber un poco más— sobre lo que el psicoanálisis tiene que decir respecto al cuerpo. Respecto al cuerpo, sí, eso de lo que tanto se habla, que tanto importa y que, sin embargo, permanece tan desconocido bajo todo lo que se dice.
Lo primero que destacaré es que este libro es el resultado de una investigación. Porque se puede afirmar con toda rotundidad que no hubiera sido posible sin lo que para un psicoanalista es, sin lugar a dudas, la investigación más fundamental: su propio análisis. En este caso, además, el vínculo entre esa investigación singular que fue su análisis y la exploración del vasto tema que se propuso estudiar —pues el del cuerpo es propiamente inagotable— se puede verificar en todo momento.
Digo esto por dos motivos. Por un lado, porque aunque la vía de entrada específica a su elaboración sobre el cuerpo se produjo en torno al lugar que ocupó en su propia cura un fenómeno psicosomático, éste no es un libro sobre el fenómeno psicosomático. Por otro lado, porque a pesar de que este libro recorre un abanico amplísimo de las cuestiones que atañen al cuerpo, el vínculo con aquella experiencia de saber original, acontecida en el diván y luego en su trabajo de elaboración en el mecanismo que a propuesta de Lacan llamamos el pase, no se pierde en ningún momento. Nunca se pierde ese hilo.
Es de aquel ¡eureka! de donde se deriva el poder de convicción del decir de Araceli, su claridad en la revisión de conceptos que a menudo nos parecen oscuros. Su trabajo, en efecto, aporta claridad. O mejor en plural: claridades. Y es que la oscuridad aparente de algunos conceptos psicoanalíticos, en realidad sólo es tal porque a menudo perdemos el vínculo entre los términos que han quedado fijados en los textos, olvidados por lecturas rutinarias y las experiencias inaugurales que fueron su causa. Porque olvidamos que la obra de Freud es ante todo la de un analizante del inconsciente más que de su analizador. Y olvidamos también la profunda razón por la que Lacan se describía a sí mismo como analizante en su seminario, crisol en el que se acuñaron tantos términos y fórmulas con los que tratamos de enfrentar nuestra propia práctica, ya sea la de nuestro propio inconsciente, ya sea la que consiste en sostener el lugar del analista.
De modo que si este libro es luminoso, es porque asume el riesgo de releer los conceptos a partir de una experiencia singular, explicitándolo a menudo o como mínimo dejándolo ver en todo momento. En realidad, no hay otra vía. Sin asumir este riesgo, toda la teoría psicoanalítica es letra muerta, jerga opaca.
Ahora bien, esto no conduce a un relativismo, a una parcialidad. Por eso Araceli no habla como una especialista. Por su vía singular aporta luces sobre los problemas fundamentales que conciernen a todo ser hablante, sea cual sea su condición, su edad, su sexo, su modo de gozar, los síntomas que cree padecer y que en realidad ha construido. Cuestiones todas ellas en las que el cuerpo, en la multitud de registros en los que podemos y debemos considerarlo, está siempre implicado de un modo crucial.
Lo vivo de este libro es lo que hace de su lectura un aprendizaje. Y, más allá de todo lo que nos permite entender sobre cuestiones inevitablemente difíciles, invita a cada cual a proseguir su investigación única, aquélla con la que podrá contribuir a la gran conversación. En la que todos, lo sepamos o no, tenemos algo que decir.
*
Considero este libro de Araceli Fuentes una excelente introducción a la última enseñanza de Lacan. Precisamente porque en ella, como lo ha demostrado pacientemente Jacques-Alain Miller, el cuerpo ocupa un lugar fundamental. Siguiendo los vericuetos necesarios sobre la problemática del cuerpo acabamos viendo algo que no es fácil de mostrar: que hay que renunciar definitivamente a toda simplificación. Y que el único hilo conductor que permite pensar juntas esas realidades aparentemente tan heterogéneas es lo que Lacan se esforzó por pensar en términos de una topología, la del nudo borromeo. Del que se habla aquí en términos accesibles, incluso didácticos en el mejor sentido.
Creo que hay pocas demostraciones concretas de la necesidad de esa topología que sean tan efectivas como dejarse llevar por los laberintos del cuerpo, si en este recorrido tenemos una guía segura. Aquí, la luz que extrajo Araceli de su análisis es su hilo, y gracias a él podemos seguirla a una distancia respetuosa y acabar encontrando con ella una salida.
Esta salida no es otra que las últimas elaboraciones de Lacan sobre la letra, sobre el síntoma como acontecimiento de cuerpo, sobre las diferentes modalidades del goce que encuentran su lugar en el nudo, última tópica lacaniana —tras las dos de Freud y algunas más del psicoanalista francés—. Salir de ese recorrido largo y diverso nos permite leer esos textos con ánimo renovado y con algunas claridades más de las que teníamos al comienzo.
Entrad, pues.
ENRIC BERENGUER
Noviembre de 2015
Prefacio
«Lo real, diré, es el misterio del cuerpo que habla, el misterio del inconsciente».¹
JACQUES LACAN, Seminario Aún
La razón por la que he podido escribir este libro es porque mi cuerpo está incluido en él. Si no hubiera sido así, no me hubieran entrado ganas de hacerlo. Es decir, que mis ganas de escribir estas páginas provienen del tratamiento de mi cuerpo en la experiencia analítica, de lo que he podido elaborar a partir de ella y de lo que continúa siendo un misterio para mí. En cuanto al saber que he añadido, saber que lo arropa, el saber del psicoanálisis, he elegido aquél que me ha enseñado de modo más claro cómo se concibe el cuerpo en la enseñanza de Jacques Lacan y en la experiencia psicoanalítica misma.
Mis testimonios están ordenados como variaciones sobre un mismo tema: «un real escrito en el cuerpo».
Tomo el concepto de variaciones de la música, en concreto de las variaciones Goldberg de Juan Sebastián Bach, para darle una arquitectura a distintos modos de abordar lo mismo, a un real al que me aproximo pero que no deja de escapar al significante.
La perspectiva con la que Glenn Gould² aborda las Variaciones Goldberg, me inspiró a la hora de dar cuenta de la relación que existe ente las variaciones que les presento en mis testimonios y el tema sobre el que versan: un real escrito en el cuerpo. Lo que me interesa de la lectura que hace Glenn Gould en las diversas versiones que ha hecho de esta obra de Bach es la partición entre el tema y las variaciones. Gould se interesa de entrada sobre la diferencia entre el tema y las variaciones, diferencia que no cesa de subrayar al hilo de su desarrollo hasta hacer del tema un elemento extranjero al conjunto de las variaciones.
Para Glenn Gould, Bach es «el músico más extraordinario de la historia, […] la música de Bach se opone a los significantes del discurso naciente de la ciencia, y más que eso, toca en realidad lo que está fuera de significante […] una música en la que toda relación se confirma imposible».
Mis «variaciones» son variaciones sobre el relieve que la voz dejó sobre mi cuerpo: palabras oídas antes de poder ser escuchadas, sonidos de lalengua que mi cuerpo se dejó escribir. Estas variaciones son un saber misterioso del que el cuerpo goza como de un real, el mío, el que me tocó en suerte. Distintas perspectivas están en juego en el abordaje de lo real del goce: la perspectiva del síntoma, la del duelo, la del fenómeno psicosomático, la del amor, la del goce femenino y, por último, la del sinthome como resto irreductible de goce, al final del análisis.
«El relieve de la voz», nombre de mi sinthome, nombra lo innombrable de un goce que, como un «empuje a decir», atraviesa mi cuerpo. Conectado a la pulsión invocante por «el relieve de la voz», con este goce que reconozco como propio, trato de saber hacer, como el artesano con los medios que tiene a su alcance.
Notas:
1. Lacan, J., Seminario XX, Aún, Paidós, Barcelona, 1985, pág. 158.
2. Galloy, J.-P., Glenn Gould, ou l’invention nécessaire, Collection Anamorphoses, dirigida por Armand Zaloszyc, Editions du Losange, París, 2008.
Introducción
El cuerpo hoy
¿Cómo se concibe el cuerpo en la actualidad?, ¿cuál es el efecto de la operación científica y contable sobre la relación que el hombre moderno mantiene con su cuerpo?
La imagen del cuerpo sigue fascinando hoy y toda una industria crece alrededor de esta imagen que nos es presentada en su esplendor por la publicidad, la moda, la cosmética, las diferentes técnicas de tratamiento de los cuerpos, etc.; todas ellas juegan su partida con la promesa más o menos explícita de que el tiempo se puede detener, de que nuestra imagen puede quedar fijada en nuestro mejor momento y que los productos para lograrlo se pueden comprar. Hay una corriente que empuja hacia la idolatría del cuerpo en un tiempo en que, por ser los ideales poco creíbles o por estar fragmentados, resurgen los ídolos. Pero más allá de la fascinación que la imagen del cuerpo sigue produciendo en nuestros días, lo que la ciencia busca en los cuerpos es otra cosa, la ciencia busca en los cuerpos una escritura que permita contabilizar, inscribir e instrumentalizar el real del cuerpo que le interesa a la ciencia, que es un real susceptible de ser domesticado. En otras palabras, la ciencia busca en los cuerpos aquello que puede ser numerado y contabilizado.
Desde la perspectiva del psicoanálisis las cosas son de otra manera: el psicoanálisis constata que tenemos miedo de nuestro cuerpo porque el cuerpo goza, así lo afirma Lacan en su Seminario X, La Angustia. El cuerpo del que tenemos miedo no es el cuerpo de la forma sino el cuerpo habitado por la pulsión, tal y como mostró Freud en sus Tres ensayos para una teoría sexual. Este cuerpo fragmentado por la pulsión está en el polo opuesto al del ideal. Es el cuerpo en el que el goce de la vida palpita, en definitiva, el cuerpo como sede del goce, un cuerpo imposible de domesticar o de controlar: éste es el cuerpo que nos angustia.
A causa de ese miedo, el hombre quiere emanciparse de su cuerpo, espera que la ciencia le ayude a conseguirlo. El hombre moderno ha desplazado la fe que antes depositaba en la religión en la ciencia, la cual se ha convertido para él en una nueva religión de la que espera mucho. Sin embargo, el progreso científico-técnico no elimina la dimensión sintomática del goce del cuerpo, de esto se ocupa el psicoanálisis. Ese goce que se escribe en el cuerpo como síntoma, que rompe su homeostasis, a veces se presenta como fenómeno psicosomático, lesionándolo. Otras manifestaciones actuales del goce en el cuerpo son las conocidas como fibromialgias, TDH, fatiga crónica, etc.
Desde el punto de vista del psicoanálisis el goce de los cuerpos es siempre sintomático, no existe una normalidad del goce, el más allá del principio del placer está presente en los cuerpos por lo que la homeostasis es una ilusión. Mientras los cuerpos están vivos, gozan sintomáticamente, cada uno a su manera.
El psicoanálisis es un anti idealismo, constata que no hay sujeto sin síntoma, trata los síntomas de los sujetos hasta hacer de ellos síntomas vivibles. No pretende erradicarlos totalmente porque sabe que es imposible por razones de estructura, pues un sujeto sin síntoma sería un sujeto reducido al significante, un sujeto muerto.
Tomando en cuenta las condiciones de la época, el síntoma en el cuerpo de un sujeto constituye un obstáculo al intento de homogenización que pretende la ciencia en su alianza con el capitalismo. Como modo de goce singular de cada sujeto, el síntoma contraría el ideal de un hombre cuantificable y numerable, un hombre sin atributos ni alteraciones.
Por su parte, el biopoder³ político quiere legislar sobre la vida y la muerte de esos objetos del mercado que son para él los individuos y sus cuerpos. Por ello, trata los síntomas como meros disfuncionamientos.
Entregarse a los pluses de gozar estandarizados que nos propone el mercado genera síntomas: depresión, morosidad, anorexia, abulia, extravíos, excesos diversos; todos ellos son manifestaciones del sinsentido que conlleva esta pendiente impuesta por el capitalismo. En la entrega a este estilo de vida nos volvemos más necios frente a lo real. Estos síntomas son, al mismo tiempo, el producto del discurso del amo actual, el del capitalismo en su alianza con la ciencia, y lo que viene a objetarlo poniendo trabas a su funcionamiento.
El auge del discurso capitalista ha supuesto algunos cambios de importancia en el lazo social, ya que este discurso es el único que no sólo no propone un lazo social, sino que lo excluye. Al eliminar la libido socializante y los asuntos del amor, el discurso capitalista, del que Lacan ha escrito su matema, empuja a los individuos a una soledad con objetos.
La lectura de Lacan sobre el marxismo le permite decir que el discurso marxista hace de la plusvalía el objeto que el capitalista le robó al proletario. Al plantear las cosas en estos términos, el marxismo convierte la plusvalía en un objeto de deseo. De este modo, al confundir la plusvalía con el objeto perdido que causa el deseo, el discurso marxista tapona la verdadera causa, convirtiéndonos a todos en proletarios, es decir, individuos reducidos a nuestros cuerpos, según la definición que da Lacan del proletario.
La proliferación de objetos de consumo que nos propone el discurso capitalista gira en redondo. Funciona según el imperativo «consume más para producir más, produce más para consumir más». La consecuencia de ello es que la insatisfacción se extiende.
Deshechos los lazos que proponían otros discursos, al hombre moderno no le queda nada con lo que hacer lazo, excepto quizá sus síntomas: agrupaciones de individuos que padecen el mismo síntoma proliferan en nuestras sociedades actuales como sucedáneos de un lazo social forcluido por este discurso. Asociaciones de anoréxicas, toxicómanos… Es el triunfo de lo mono-sintomático sobre la variedad del síntoma.
El psicoanálisis trata el malestar que produce el capitalismo. Lo hace restituyendo la dimensión subjetiva del síntoma y la singularidad de su goce. Lacan, en su última enseñanza, se orienta por lo real y propone que la eficacia del psicoanálisis para contrariar al empuje del capitalismo proviene de lo real propio de cada sujeto, a producir en su análisis. Sólo a partir de haber cernido su real un sujeto puede oponerse o sustraerse a los imperativos del discurso capitalista y al imperio de la cifra.
El cuerpo en el psicoanálisis
Desde el principio, el psicoanálisis se ocupa del cuerpo a partir del síntoma. El cuerpo histérico fue el primero que se ofreció a Freud a través de sus síntomas. Los síntomas histéricos de conversión suponían un desafío al saber médico de su época: cegueras, parálisis, frigideces, infertilidades, etc., eran síntomas sin causa orgánica o neurológica que pudieran explicarlos.
Escuchando lo que las histéricas decían, Freud descubrió otro tipo de causa para estos síntomas: un conflicto psíquico inconsciente daba cuenta del origen de los mismos, y así hizo su entrada en la historia la causalidad psíquica.
La vía de la escucha demostró ser un medio extraordinario que le permitió a Freud descubrir la verdad inconsciente que estaba en el origen de los síntomas. Sólo que el entusiasmo de los comienzos en el que los síntomas se curaban con la interpretación por Freud de su verdad inconsciente duró poco, los síntomas empezaban a resistirse a la interpretación mostrando otra cara.
Un nuevo obstáculo dio lugar a nuevos descubrimientos. Freud descubrió la otra cara del síntoma, su cara pulsional. En el síntoma, el sujeto encuentra una satisfacción pulsional, que aunque vivida como sufrimiento, no deja de ser una satisfacción de la que no se quiere desprender.
La resistencia del síntoma a la curación dio lugar a una crisis en la teoría analítica: «la crisis de los años 1920», que impulsó a Freud a dar protagonismo al concepto de repetición, al más allá del Principio del Placer, y finalmente la elaboración de la segunda Tópica —ello, yo y superyó—, en la que está presente la perspectiva pulsional del síntoma.
Desde que Freud inventó el psicoanálisis, éste no ha dejado de ocuparse del cuerpo, un cuerpo afectado por el saber inconsciente en sus síntomas, en sus fantasmas en la repetición, en la reacción terapéutica negativa, en la inhibición, etc.
El descubrimiento del Inconsciente como un saber no sabido, aunque descifrable, supuso un corte en la historia del pensamiento. Fue precisamente este descubrimiento lo que le condujo a situar la verdad inconsciente como causa del síntoma, diferenciándola del saber. En psicoanálisis verdad y saber no son lo mismo.
La verdad, una vez desvelada en el análisis, se transforma en saber. A partir de esa transformación, el elemento portador de la verdad deja de funcionar como causa inconsciente, desplazándose la causa a otro elemento del inconsciente. Por ejemplo, si en un análisis el analizante descubre que una identificación a un rasgo paterno es la causa de sus dificultades, una vez que la identificación desconocida se revela, lo que tenía el estatuto de una verdad inconsciente como causa del síntoma se transforma en un saber, mientras la causa se desplazada a otro elemento y continua siendo inconsciente.
La verdad en el discurso analítico, cuyo matema fue inventado por Lacan, es un lugar en el que pueden localizarse distintos elementos, siendo la relación del sujeto con la verdad esencial en psicoanálisis.
Como ya dijimos, la verdad como causa del síntoma no está sola, a su lado existe otra causa a la que Lacan llama «causa material» del síntoma, que concierne a la satisfacción pulsional que en el síntoma se realiza. Dicha satisfacción pone trabas, se resiste, al tratamiento del síntoma.
La causa material —pulsional— no se localiza en el significante como la verdad y no puede formalizarse como el saber. A esto se añade que el sujeto no quiere saber nada de ella, todo ello da cuenta de las dificultades que se presentan en la cura psicoanalítica.
El ser hablante y hablado no quiere saber sobre la pulsión que lo habita, y esto le lleva a defenderse de ella situándola en el campo del Otro, una operación que realiza el fantasma y que consiste precisamente en eso, en situar la causa material en el Otro, haciéndolo responsable de