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El vendedor de lluvias
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El vendedor de lluvias
Libro electrónico47 páginas34 minutos

El vendedor de lluvias

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Información de este libro electrónico

El agua, con su generosidad inconmensurable, siempre nos ha acompañado, desde que se gestó el primer instante de la vida. La vemos a diario con sus múltiples ropajes cobijadores. Vuela con las nubes, viaja con los ríos, se duerme en los lagos y se mece en los mares y océanos, canta en las vertientes y observa curiosa el cielo desde la oquedad de un pozo. Estas historias cuentan sobre sus aventuras y la entrañable relación que tiene el agua con las vidas de los seres humanos, los animales y la naturaleza. Pasan por las páginas de este libro: un hombre dedicado a vender la lluvia y los vientos enfrascados, un misterioso libro de agua, ríos conversadores, peces viajeros, lluvias interminables acechantes y oscuras, reinos congelados que esperan el regreso del sol tras el mensaje de pájaros fabulosos.
IdiomaEspañol
EditorialLOM Ediciones
Fecha de lanzamiento11 nov 2016
ISBN9789560006356
El vendedor de lluvias

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    El vendedor de lluvias - Héctor Hidalgo

    Héctor Hidalgo

    El vendedor de lluvias

    Ilustraciones de

    Sol Undurraga

    LOM PALABRA DE LA LENGUA YÁMANA QUE SIGNIFICA SOL

    © LOM Ediciones

    Primera edición, 2015

    ISBN libro impreso: 978-956-00-0635-6

    ISBN digital: 978-956-00-0832-9

    Ilustración de portada: Sol Undurraga

    Diseño, Composición y Diagramación

    LOM Ediciones. Concha y Toro 23, Santiago

    Fono: (56-2) 688 52 73 • Fax: (56-2) 696 63 88

    www.lom.cl

    [email protected]

    El vendedor de lluvias

    La tienda se encontraba al fondo de una calle serpenteante, escondida y sin salida, ubicada en la zona vieja de la ciudad. Era uno de esos lugares que sin buscarse se encuentran, y cuando aparecen, así, tan inesperadamente, se adueñan de la situación como si siempre hubieran estado entre nuestras preocupaciones.

    En la vitrina había una gruesa pátina de polvo color ladrillo molido que también se pegaba en los frascos, que exhibían una curiosa mercancía, y para qué decir al interior de la tienda: parecía que por allí había pasado una tormenta de arena como esas fabulosas del desierto del Sahara.

    Antes de entrar me volví a fijar en el frasquerío de la vitrina: ¿qué podría significar esa extraña cantidad de frascos cubiertos con polvo viejo? ¿Por qué tenían esas etiquetitas escritas a mano, y en su interior, brumas azules, verdes, amarillas, rojas? ¿Por qué esas brumas se desplazaban como si lo hicieran de acuerdo a la acción de minúsculos vientos invisibles? Los frascos estaban llenos y sellados, a excepción de uno que se encontraba abierto y con su tapa en el piso de la vitrina. Muy cerca del frasco vacío había un letrero donde se podía leer: «VENDO TODO TIPO DE LLUVIAS».

    En el interior de la tienda vi a un anciano sonriente, envuelto en un largo abrigo oscuro y con una bufanda azulina enrollada hasta las orejas.

    –¿Es verdad que vende lluvias? –dije como saludo, incrédulo. Pero también pensando en mi pueblo, que sufría una sequía de meses.

    –Lo estaba esperando; como ya es tarde, después de atenderlo a usted, cerraré. ¿Cuánta lluvia necesita? Dígamelo de una vez, que para eso se requiere hacer un trabajo muy especial.

    El cielo estaba arrebolado, con los tintes rojizos propios del atardecer y se apreciaba prácticamente despejado, como hace tanto tiempo en todos estos lugares; también en mi pueblo.

    «¿Esperando?» –pensé–. «¿De dónde, si ni siquiera tenía la intención de llegar a este callejón sin salida?». Pero como creo en los momentos especiales, en esos instantes que surgen inesperadamente y que generan territorios nuevos por explorar, le respondí como si estuviera diciendo la cosa más natural del mundo:

    –Necesito suficiente lluvia como para apagar la sed de mi pueblo, de los animales, de las plantas, en fin, de la gente…

    –Sí. Ya lo sé. Todos andan en lo mismo. No se imagina cuánto trabajo he tenido últimamente.

    El anciano se desprendió del abrigo y de la bufanda azulina ¡y

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