Un Diván en Penumbras
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Este libro nos acerca un puñado de historias que harán volar nuestra imaginación llevándonos desde una corte, pasando por un puerto, París, un potrero de barrio, el Japón durante la Segunda Guerra Mundial, hasta el diván de un Psicólogo. Un desfile incesante de imágenes y metáforas puntuales en un vocabulario claro y conciso con finales inesperados.
Alejandro Miguel Pereira Nació en Bs As, Argentina, a los veintitrés años emigró a Toronto, Canadá.
Estudió Escritura Creativa en Humber College y Advanced Television and Film, con clases master en Guion cinematográfico / Documental en Sheridan College.
Ganador del Premio "Pichicha escribe 2018". De la Casa de la Cultura Benjamin Carrion, Quito, Ecuador.
Director y Productor del documental "Caravan of hope on the road to solidarity" ganador de tres premios internacionales:
Merit award at Indie Fest La Jolla California, USA 2012.
Orson Welles award at California Film Awards, USA 2013.
Rising Star award at Canada International Film Festival 2013.
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Un Diván en Penumbras - Alejandro Miguel Pereira
DEDICADO A...
Esteban, Leonardo, Sabrina, Cintia, Gaston, Juan Santiago, Agustin, Matias, Mora, Sasha, Iker, Marlén, Emilia Bella, Alex y al Caracu.
Con todo el amor que les tengo.
Arte de tapa
Rita Bommarito
Mi gratitud a
Rita Bommarito
Por la artista que es y mi sinónimo de amor. Por estar conmigo incondicionalmente.
Tiziana Ingratta y Gianfranco Ingratta
Por aconsejarme, por haberme enseñado tanto y por apoyarme siempre.
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Mi mano derecha en todas mis locuras, a sol y sombra.
Gracias por el ajuar y por esperarme.
Horacio Bigolin
Por su amistad, su sabiduría, su coaching, su apoyo en este libro y sus consejos puntuales en Un diván en penumbras
.
Claudio Adolfo Rojas
Por apoyarme en momentos en los que ni yo sabía que necesitaba ayuda.
Juan Santiago Pereira
Por ser un excelente hombre, un humilde proyeccionista del cine Empire del barrio de Congreso de Bs. As. A quien le debo el cine y el amor por la literatura... entre muchas otras cosas.
Recuerdos
Aveces las despedidas no son tales, son amuletos para prevenir futuras ausencias, como conjuros secretos, venganzas personales contra el maldito tiempo, que todo lo arruga, todo lo gasta, todo lo mata. Las verdaderas despedidas deben ser aquellas que eficazmente nos separan definitivamente de algo o alguien. Debería estar penado por la ley fingir una despedida momentánea, inconclusa, indespedida
. Hay sentimientos que no deben ejercitarse como músculos dormidos, a la espera de grandes protuberancias sentimentales. Son lo que llegarán a ser desde su nacimiento, no se los puede moldear a gusto.
Los testamentos llevan olor a navidades futuras, oscuras tal vez, pero con algunas sorpresas por venir. Estoy obligado a testar cosas que no tengo a mano, sobre las cuales no podré decidir, me temo. Pero al menos debo testar o despedirme ordenadamente. Despedirme por ejemplo de mi Familia, allá en la vieja Europa, que cobija celosamente las memorias de cuando era un niño. Las angostas calles y sus diminutos puentes que fueron siempre tema de juegos veloces y felices para mis años tiernos. Recuerdo de un tío mío que tocaba un instrumento muy raro... de viento. Lo estrujaba en sus manos enormes, mientras sus labios exprimían un cigarro incandescente. Las figuras cambiaban caprichosamente con cada acorde. Yo lo miraba extasiado y desde abajo, que es la perspectiva de asombro permanente. El aroma a tabaco, leña y pan fresco, es algo que me llevo a donde vaya, cuando cierro los ojos. Como ahora.
A mi país le dejo mi esfuerzo de ciudadano común e ilustre al mismo tiempo. Común por mi vida, sin grandes eventos, ilustre por mi trabajo... gélidamente arriesgado.
A mis amigos les dejo mis naipes, compartimos muchas noches juntos con ellos, es justo que sean para ellos, así como mi vieja guitarra; espero que le cambien las cuerdas. Mi colección de Ron añejo, se que estarán gustosos de heredar esa costumbre, ese aroma, ese ambarino calor en el esófago. ¿De cuantas noches heladas nos rescato una copa de Ron? Me gustaría darles un