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El Regalo de Uriel
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Libro electrónico259 páginas2 horas

El Regalo de Uriel

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Información de este libro electrónico

Un viaje personal a través del instinto, la intuición, la investigación y la revelación.

IdiomaEspañol
EditorialPublishdrive
Fecha de lanzamiento24 jun 2019
ISBN9780648552703
El Regalo de Uriel

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    El Regalo de Uriel - Edward Spellman

    El Regalo

    de Uriel

    Un viaje personal a través del

    instinto, la intuición,

    la investigación y la revelación.

    Edward Spellman

    Copyright © 2017 Edward Spellman.

    Todos los derechos reservados. Este libro o cualquier parte del mismo no pueden ser reproducidos o utilizados en cualquier forma sin el permiso expreso y por escrito del editor y el autor excepto por el uso de breves citas en una reseña del libro.

    Derechos de autor registrados con Copyright House 2017.

    Dibujos y fotos por Edward Spellman.

    Inglés original editado por Lauren Daniels.

    Traducido por Nicole Turcios

    Un registro del catálogo CIP para este título está disponible en la

    Biblioteca Nacional de Australia.

    ISBN-13: 978-0-6485527-0-3

    Agradecimientos

    Me gustaría dar las gracias a todos los que me ha dado retroalimentación positiva y crítica constructiva en los últimos años, especialmente a mis amigos, Selina y Jarryd, por su estímulo, apoyo y orientación.

    Gracias también a todos mis guías espirituales y guardianes sin los cuales no habría escrito este libro. Sin ellos, no habría estado aquí para escribirlo, así que gracias de nuevo con todo el corazón.

    Y a mí editora, Lauren Daniels, me encanta lo que has hecho. Gracias es simplemente insuficiente.

    Dedicatoria

    Dedico este libro a mis tres hijos, Richard, Amanda y Jason. Estoy continuamente tanto orgulloso y sorprendido porque ellos me eligieron para ser su padre. Es y siempre será un privilegio.

    También a esas tres facetas del Espíritu que conocí el diecisiete de julio de 1996, los catalizadores para mi historia.

    Índice

    Canberra 1996-1999

    Capítulo 1...Mi Línea de Vida

    Capítulo 2...Hojas Rojas en la Distancia

    Capítulo 3...El Caballero Negro

    Capítulo 4...Buscando al Caballero Negro

    Capítulo 5...Clases de Desarrollo Personal

    Capítulo 6...No Lucharé Más Jamás

    Capítulo 7...Sigue la Cascada de Tierra

    Capítulo 8...Lobo Que Corre

    Capítulo 9...El Caballero Otra Vez

    Capítulo 10...Los Aspectos Negativos del Ser

    Capítulo 11...Maestro

    Capítulo 12...Éxito

    Capítulo 13...La Sala de Espera del Diablo

    Capítulo 14...El Viento Sopla, los Ríos Fluyen

    Capítulo 15...Edward

    Capítulo 16...Una Invitación

    Melbourne 1999-2005

    Capítulo 17...Dedos Sangrantes

    Capítulo 18...Autosuficiencia

    Capítulo 19...Mi Armadura de Oro

    Capítulo 20...La Cueva Esmeralda

    Capítulo 21...Caballos

    Capítulo 22...Bolas de Nieve

    Capítulo 23...Ese Día

    Capítulo 24...Tierra Estéril

    Capítulo 25...¿No Morí Otra Vez?

    Capítulo 26...Una Calle Gris

    Capítulo 27...Sentado en el Claro de un Bosque

    Sudeste de Queensland 2005-2016

    Capítulo 28...Una Distracción

    Capítulo 29...Así No

    Capítulo 30...Amnesia y Confusión Espiritual

    Capítulo 31...Tu Pasado Apunta a tu Camino

    Capítulo 32...El Espíritu Santo Como Paloma

    Capítulo 33...¡Ayuda!

    Capítulo 34...Salto de Fe

    Capítulo 35...¿Y Si Esto es Sólo el Campo de Entrenamiento?

    Capítulo 36...Agua Fangosa

    Capítulo 37...Impaciencia

    Capítulo 38...La Base para el Resto de mi Vida

    Capítulo 39...El Pasillo de Piedra

    Capítulo 40...El Granjero y sus Ovejas

    Capítulo 41...El Taller de Dios

    Capítulo 42...Enterrado en un Derrumbe

    Capítulo 43...Un Granjero, su Hijo, y el Caballero en Armadura de Oro

    Capítulo 44...Laguna Redcliffe

    Capítulo 45...Sigue las Ondas

    Capítulo 46...¿Por Qué No Yo?

    Epílogo

    Índice

    Dibujos:

    Mi línea de vida por Edward Spellman, 2016.

    Sigue la cascada de tierra por Edward Spellman, 2016.

    Fotografías:

    El Escudo de Profecía por Edward Spellman, 2016.

    Mi Taller

    Canberra

    1996-1999

    Capítulo 1

    Mi Línea de Vida

    Morí el diecisiete de julio de 1996 y la vida se volvió muy interesante después de eso.

    Fue un miércoles por la noche y aunque no lo sabía en ese momento, sólo tenía diez segundos antes de morir.

    Estaba conduciendo al este en William Hovel Drive hacia la intersección con Coulter Drive, en Canberra, la capital de Australia. Era una noche oscura con el atardecer cerca de una hora más temprano y sin mucha luz de luna. El tráfico era ligero y los caminos estaban secos.

    Más adelante, el cruce estaba bien iluminado. Sólo había un coche detrás de mí, que se estaba acercando lentamente. Estaba atento a canguros en el camino y pensé en la clase de tai chi a la que me dirigía esa noche y que me agradaban los instructores.

    Nueve segundos.

    Estaba sonriendo, pensando en donde estaba en mi vida comparado con dónde había estado. A sólo dos años y medio desde que terminó mi matrimonio. En aquel entonces caí en una oscura depresión después de encontrar una nota en mi almohada la mañana de un lunes de enero de 1994. Esas siete palabras se marcaron en mi mente, corazón y alma: No estés aquí cuando regrese a casa.

    La mañana siguiente encontré otra nota: Hablo en serio, no te amo. No estés aquí cuando regrese a casa.

    Mi hijo mayor estaba en casa cuando me fui con un par de cosas para quedarme con mi madre. Eso me destruyó.

    Pero mucho había cambiado desde entonces.

    Ocho segundos.

    No lo había manejado bien. Se sintió como si me hubieran quitado a mis tres hijos. Ya no sabía quién era. Todavía era su padre, pero me preguntaba si alguna vez los volvería a ver.

    Recordé cómo lloré mientras conducía durante la separación, sollozando y pisando el acelerador mientras me acercaba a una notoria curva en ángulo recto en la cima de la montaña Clyde.

    Recordé la fuerte y tranquila voz masculina que me habló en ese entonces: ¿Quieres que tus hijos se sientan así?

    No había nadie más allí, al menos físicamente.

    Siete segundos.

    En respuesta a la voz, había levantado mi pie del acelerador del viejo Mitsubishi UTE y desaceleré para tomar la curva de forma segura.

    ¡Esa voz! La había escuchado antes. Había llamado mi nombre cuando yo era aprendiz de albañil. Estaba trabajando en un hueco cuando, al oír mi nombre, di un paso en la dirección de la voz, pero no había nadie; sólo yo en toda la segunda planta donde estaba trabajando.

    Seis segundos.

    Era la misma voz, había pensado. Esa voz me había hecho moverme de donde estaba trabajando justo antes de que un pedazo de concreto un poco más grande que mi cabeza cayera justo en el lugar que acababa de desocupar, dejando una gran abolladura en la cubierta de madera. Ese pedazo de concreto me hubiera matado al instante.

    En mi camino a tai chi, mientras me acercaba a la intersección, me preguntaba por qué estaba recordando esa voz. No había pensado en esos incidentes en mucho tiempo, y nunca había pensado que estaban relacionados.

    Tampoco sabía que quien me había hablado estaba esperándome al final de la calle.

    Cinco segundos.

    Antes de ir a mi clase de tai chi, quería pasar por mi taller y recoger materiales para el trabajo del día siguiente. El trabajo era maravilloso, mejor de lo que podría haber esperado. Tenía trabajos reservados para el resto de ese año y mi negocio estaba en auge, finalmente, después de todos los años de escasez.

    Al llegar a la intersección, estaba pensando en la diferencia entre el coche que conducía, un nuevo 4x4 Holden Rodeo, y el viejo UTE que casi había lanzado afuera del camino en Clyde hace dos años y medio. Me gustaba el Holden. Yo tenía cuarenta y un años de edad y era el primer coche nuevo que había tenido.

    Cuatro segundos.

    Miré por el espejo de al lado, detrás del camión de comerciante que estaba remolcando y sólo había un par de faros detrás de mí. Miré hacia adelante. Una camioneta blanca se acercaba a la intersección por la izquierda, por el lado de Coulter Drive. Iba bastante lento con bastante tiempo para detenerse en la señal de ceda el paso. Eso era bueno, porque no tenía tiempo para detenerme por él.

    Tres segundos.

    La camioneta estaba casi en la línea blanca, así que debía haberse ido deteniendo. No se movía muy rápido, apenas asomándose a la intersección.

    Todavía pensaba que iba a parar, pero sólo siguió avanzando, como si no pudiera verme. Si pisaba los frenos, me habría deslizado directamente hacia el camión y matado a quien sea que condujera porque estaba justo enfrente de mí. Si me apartaba y el camión que estaba remolcando me golpeaba, habría sido mi fin.

    Elegí.

    La idea de ser responsable de matar a alguien era algo a lo que no podía enfrentarme, así que me aparté.

    Dos segundos.

    La camioneta blanca chocó con la esquina delantera izquierda de mi coche.

    Al desviarme, el impacto empujó la parte delantera de mi coche aún más a la derecha, mientras que el camión, pesando al menos una tonelada, empujó la parte trasera de mi coche hacia adelante hasta que estaba en un ángulo recto a la dirección que estaba viajando. Las dos ruedas del lado izquierdo chocaron contra el bordillo de concreto mientras el camión se levantaba del suelo y se arqueaba hacia adelante, haciéndome girar de lado, mientras quebraba la supuestamente irrompible barra de remolque y salía volando lejos, botando materiales y herramientas en su paso.

    Un segundo.

    Mientras mi coche comenzaba su viaje por el aire, el tiempo pasó en cámara lenta. Debajo de mí, por el parabrisas, vi la grama en la mediana pasar por mi vista. Las caras de mis tres hijos pasaron frente a mis ojos y no pude evitar sonreír mientras revivía sus nacimientos y el momento en que habían abierto sus ojos por primera vez.

    Me estaba despidiendo.

    El suelo se acercaba e instintivamente levanté mi brazo derecho para proteger mis ojos mientras el tiempo volvía a la normalidad. Mi cabeza y brazo se estrellaron contra la ventana; mi brazo golpeó el suelo mientras el coche rodaba y...

    ... de repente todo estaba en calma... no sólo en calma, pero pacífico de una manera que encuentro imposible de describir con palabras... se sentía como un estanque tranquilo al final de unos rápidos ruidosos, pero mucho, mucho más que eso...

    Vi desde arriba mientras mi coche rodaba por última vez entre el polvo y los escombros, se tambaleó de lado a lado, luego se detuvo sobre sus ruedas. Miré hacia abajo a mi cuerpo físico todavía sujeto al asiento del conductor.

    Jesús estaba viendo conmigo, al igual que un arcángel—un ser de luz que llegué a conocer como Uriel, y había otro que elegí para llamar Farronell. Los tres eran luz pura y, por un momento, me mostraron cómo me veía ante ellos, y me vi a mí mismo como luz pura también. No había diferencia entre nosotros.

    Abajo, una mujer joven, la conductora de la camioneta blanca, temblando y aterrada, pero ilesa, fue retirada de su vehículo por otras dos mujeres y un hombre que se habían detenido en la escena. Se quedó allí temblando, sosteniéndose a sí misma y con el apoyo de las dos mujeres. Se veía aturdida y asustada, incapaz aún de comprender lo que había sucedido. Se quedó mirando aturdida a los restos de mi coche.

    Las dos mujeres la consolaron mientras el hombre se acercaba a mi coche, entraba a través de la ventana rota y apagaba el motor. Vi cómo me registró en busca de signos de vida. Al no encontrar ninguno, se dirigió de nuevo a donde estaban las tres mujeres y dijo, El otro conductor está muerto.

    No se sintió para nada extraño ver a alguien declararme muerto.

    Mientras observaba esta escena ante mí, Jesús, Uriel y Farronell me mostraron por qué estaba allí, donde me encontraba en esta vida y cómo se conectaba a las vidas pasadas y futuras. También me mostraron esta vida y todo lo que tenía para mí, pasado, presente y futuro.

    Entonces se me dio la opción de quedarme con ellos o volver a mi vida como Edward Spellman. Se me dio la información requerida para tomar una decisión informada, con el entendimiento de que, si elegía volver a mi vida, perdería temporalmente algunas de las cosas que me habían mostrado ya que, si volviera con todo el conocimiento afectaría de forma perjudicial la manera con la que interactuaría con el mundo. Esos recuerdos se me regresarían con el tiempo, cuando mi mente fuera capaz de manejar la situación.

    También, si elegía volver, no estaría con las manos vacías. Volvería con un regalo y la promesa de algo que me ayude a avanzar en la vida. Algo que yo entendería al instante y sin embargo mi entendimiento al respecto se profundizaría con el tiempo.

    Elegí volver.

    Y me desperté con una visión de mi línea de vida acompañada de una promesa, y con inmenso dolor.

    La visión y la sensación de esos tres seres permanecieron cuando me encontré a mí mismo de nuevo en el coche. Era tan simple, pero tenía tanta esperanza para el futuro. Supe al instante que, aunque estaba desplomado y lastimado y mi negocio estaba hecho pedazos con la extensión de estas lesiones, todo estaría bien.

    La visión mostró mi vida hasta el accidente como una línea que corre paralela a un borde, el accidente como un garabato, y mi vida después del accidente como una línea que corría en una dirección completamente diferente.

    Acompañando a la visión de mi línea de vida estaban esos tres seres— ¿seres de Luz?

    Aún en el coche, traté de entender lo que eran... ¿conciencias de Luz? Todos se sentían conocidos, como si debiera haber sabido sus nombres, nombres que estaban en la punta de mi lengua.

    Mi línea de vida por Edward Spellman, 2016.

    Quien quiera que fueran, sabía que la visión de la línea de vida, y la promesa y esperanza que la acompañaba procedían de ellos, y, sin embargo, también me hicieron sentir incómodo por quiénes eran y todo lo que significaba para mi percepción de la realidad.

    En ese momento en el coche, me di cuenta que mi brazo derecho colgaba a mi lado y mientras el dolor era intenso en todas partes, no podía sentir mi brazo en absoluto.

    Apaga el motor, pensé que a través del dolor.

    Qué raro; está apagado.

    Extrañas visiones de un hombre caminando hacia mi coche, entrando a través de la ventana rota, y apagando la ignición volvieron a mi mente. Me pregunté cómo podía haber recordado ver a alguien inclinarse y apagar el motor, y más aún, lo recordaba como si lo hubiera visto desde arriba cuando todavía estaba sentado en el coche.

    Todo dolía, incluso respirar. Mi mente flotaba entre la visión, rezar porque la ambulancia llegara, y viceversa.

    Otro recuerdo flotó a mi mente. Palabras, lejos a la distancia, cada vez más cerca, ¿qué decían?

    El otro conductor está muerto.

    ¡Oh, mierda! He matado a alguien. Lágrimas rodaron por mis mejillas y se mezclaron con mi sangre.

    Saca cuentas, me dije. Haz brindado primeros auxilios durante años y sabes que no debes moverte ya que acabas de tener una lesión en la cabeza, pero puedes tensar los músculos sin moverte para ver cuánto daño hay.

    Okay, dedos de los pies primero.

    Si podía mover los dedos del pie, significaba que mi espalda no está rota. Así que tentativamente moví los dedos de los pies y no había un dolor específico. Eso era bueno.

    Entonces suave y lentamente, tensé mis pies. No había dolor por eso...

    Entonces rodé los tobillos tanto como pude sin mover el resto de mis piernas, presioné las plantas de los pies en el suelo y poco a poco tensé los músculos de mis pantorrillas, seguido de los muslos y nalgas sin causarme ningún dolor.

    Fue un alivio no encontrar nada dañado debajo de la cintura, así que continúe. Moví los músculos de mi estómago y expandí mi pecho. Mi estómago se sentía bien, pero mi pecho dolió cuando traté de respirar profundo... pero respirar superficialmente estaba bien.

    Moví mi mano izquierda y mis dedos. No había problema. Probé el brazo izquierdo y también estaba bien.

    Mi brazo derecho comenzó a sentirse cálido y húmedo a través del dolor mientras colgaba al lado del asiento. No podía moverlo en absoluto. Tomé mi muñeca derecha suavemente con mi mano izquierda y la moví lentamente a mi regazo para apoyarla. Eso dolió. Se sentía destrozado. El lado derecho de mi cabeza dolía y mi oído derecho también se sentía como si hubiera sido arrancado. El lado derecho de mi cuerpo estaba empapado en sangre por los cortes a lo largo de mi brazo, cuello y cabeza.

    Anhelaba la ambulancia.

    Lágrimas cayeron cuando volví a pensar en el otro conductor que murió.

    Sirenas chillaron en la noche y se desvanecieron. Frenos sonaron.

    Recé a través del dolor porque fuera la ambulancia mientras continuaba a respirando lenta y constantemente y sostenía el codo derecho con la mano izquierda.

    Todavía no había abierto los ojos.

    Puertas de coches se cerraron de golpe y oí gente corriendo.

    Alguien gritó: ¡Sáquenlo de allí!

    Gracias a Dios, pensé, están aquí. Tan pronto como saquen al otro conductor, vendrán por mí.

    Entonces, una barra de hierro chocó contra la puerta de mi coche.

    Una voz urgente e insistente volvió a gritar, ¡Sáquenlo!

    Abrí los ojos y dije: Saquen al otro conductor primero. Estoy bien.

    Luego hubo un repentino momento de silencio seguido por la misma voz, sorprendida esta vez: ¡Está vivo! ¡Sáquenlo de ahí!

    La barra de hierro chocó contra la puerta una y otra vez hasta que la puerta se desgarrado.

    Pregunté: "¿Cómo está el otro conductor?

    El oficial de la ambulancia dijo: No se preocupe por el otro conductor. ¿Está bien? ¿Puede moverse?

    Sí, me puedo mover.

    ¿Cree que pueda salir con nuestra ayuda?

    Sí.

    Primero vamos a ponerle este cuello ortopédico.

    ¿Cómo está el otro conductor? pregunté de nuevo.

    Haciendo caso omiso a mi pregunta, dijo, Sólo muévase lentamente y salga del coche. Nosotros le ayudaremos. ¿Cree que pueda caminar a la ambulancia con nuestra ayuda?

    Sí, puedo hacerlo. ¿Cómo está el otro conductor? pregunté de

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