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Mi error fue buscarte en otros brazos. Parte II
Mi error fue buscarte en otros brazos. Parte II
Mi error fue buscarte en otros brazos. Parte II
Libro electrónico157 páginas2 horas

Mi error fue buscarte en otros brazos. Parte II

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PARTE II

          Laia vive enamorada de Adair desde los doce años. Y aunque se fue para olvidarlo y está con un chico que la quiere, al mirar Adair a los ojos tras tanto tiempo se da cuenta que no ha conseguido olvidarlo y lo sigue amando.
          Laia piensa que su mayor problema ahora mismo es recomponer con su novio pero no espera que un segundo su vida va a cambiar para siempre. Pues el que hasta ahora era su novio, no acepta su rechazo y trata de violarla haciendo que en ese momento su vida cambie para siempre y su corazón roto, no sea nada comprado con la angustia que está viviendo en esos instantes...
          ¿Cómo se repone de una cosa así? ¿Dónde está la luz que tanto necesita ahora mismo? ¿Por qué a ella? ¿Cómo no supo verlo venir? ¿Tuvo ella la culpa de lo sucedido?
          Laia tendrá que superar lo sucedido, pero no estará sola, ya que Adair que siempre la ha amado en silencio hará lo imposible por ser la luz que tanto ella necesita y por darle con su amor una razón para salir adelante.
 

         Descubre como la fuerza del amor es capaz de poner luz donde solo había oscuridad y como la calidez del nuevo amor va eclipsando poco a poco nuestras pesadillas.

 
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento16 feb 2016
ISBN9788408149958
Mi error fue buscarte en otros brazos. Parte II
Autor

Moruena Estríngana

Moruena Estríngana nació el 5 de febrero de 1983. Desde pequeña ha contado con una gran imaginación, pero debido a su problema de dislexia no podía escribir bien a mano. Por eso solo escribía pequeñas poesías o frases en sus libretas mientras su mente no dejaba de viajar a otros mundos. Dio vida a esos mundos con dieciocho años, cuando su padre le dejó usar un ordenador por primera vez, y encontró en él un aliado para dar vida a todas esas novelas que estaban deseando ser tecleadas. Empezó a escribir su primera novela antes de haber acabado de leer un solo libro, ya que hasta los diecisiete años no supo que si antes le daba ansiedad leer era porque tenía un problema: la dislexia. De hecho, escribía porque cuando leía sus letras no sentía esa angustia y disfrutaba por primera vez de la lectura. Sus primeros libros salieron de su mente sin comprender siquiera cómo debían ser las novelas, ya que no fue hasta los veinte años cuando cogió un libro que deseaba leer y empezó a amar la lectura sin que su problema la apartara de ese mundo. Desde los dieciocho años no ha dejado de escribir. El 3 de abril de 2009 se publicó su primer libro en papel, El círculo perfecto, y desde entonces no ha dejado de luchar por sus sueños sin que sus inseguridades la detuvieran y demostrando que las personas imperfectas pueden llegar tan lejos como sueñen. Actualmente tiene más de cien textos publicados, ha sido número uno de iTunes, Amazon y Play Store en más de una ocasión y no deja de escribir libros que poco a poco verán la luz. Su libro Me enamoré mientras mentías fue nominado a Mejor Novela Romántica Juvenil en los premios DAMA 2014, y Por siempre tú a Mejor Novela Contemporánea en los premios DAMA 2015. Con esta obra obtuvo los premios Avenida 2015 a la Mejor Novela Romántica y a la Mejor Autora de Romántica. En web personal cuenta sus novedades y curiosidades, ya cuenta con más de un millón de visitas à http://www.moruenaestringana.com/ Sigue a la autora en redes: Facebook   https://www.facebook.com/MoruenaEstringana.Escritora X  https://X.com/moruenae?lang=es Instagram  https://www.instagram.com/moruenae/?hl=es

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    Mi error fue buscarte en otros brazos. Parte II - Moruena Estríngana

    Portada

    Índice

    Dedicatoria

    MI ERROR FUE BUSCARTE EN OTROS BRAZOS

    PARTE II

    Capítulo 10

    Capítulo 11

    Capítulo 12

    Capítulo 13

    Capítulo 14

    Capítulo 15

    Capítulo 16

    Capítulo 17

    Capítulo 18

    Epílogo

    Agradecimientos

    Biografía

    Próximamente

    Créditos

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    Dedico esta serie a mis lectores.

    Gracias por estar conmigo en cada libro

    y por vuestro cariño y apoyo constante.

    ¡Un escritor no es nada sin vosotros!

    MI ERROR FUE BUSCARTE

    EN OTROS BRAZOS

    PARTE II

    CAPÍTULO 10

    corazones.eps

    LAIA

    Han pasado casi cuatro meses desde mi incidente y, aunque no lo he superado del todo, me siento cada vez mejor. Cuando veo las películas que antes me entusiasmaban, siento que poco a poco vuelve a mí la joven fantasiosa y romántica. Sigo teniendo muchos miedos, pero he aprendido a vivir con ellos y mi familia también. Ya no me miran con tristeza y empiezan a comportarse conmigo como siempre. Ahora incluso me regañan. El primer día que lo hicieron sonreí, pues por fin me sentía normal y no me trataban como si fuera de cristal y pudiera romperme en cualquier momento.

    Las clases de Dulce me vienen muy bien y me estoy integrando en el grupo. Al contrario que yo, la mayoría de las chicas han sido agredidas por desconocidos, personas que aparecieron de la nada y cambiaron su vida para siempre. Por suerte, algunas de ellas ahora llevan una vida normal: una está a punto de casarse y otra ya casada con un marido que la adora y tiene varios hijos. Eso me da fuerza y esperanza, pues ambas son un vivo ejemplo de que se puede salir de esto. Sobre todo, me he quitado de la cabeza esa idea de que yo tuve la culpa de alguna manera en lo que me ocurrió.

    Aún no me siento cómoda con cierta ropa, pero sí he dejado de vestir exclusivamente con ropas anchas y he empezado a interesarme por mi aspecto. Y eso es lo que estoy haciendo precisamente ahora. He escuchado a mi hermano hablar por el móvil con Robert y han quedado para tomar algo en un pub al que yo solía ir con ellos, y sé que Adair también irá. No he dejado de pensar en él en todo este tiempo y me he dado cuenta de que no quiero seguir alejada de alguien a quien tanto necesito. El otro día mi madre me dijo algo que me ha hecho pensar: que a veces las personas que nos quieren no esperan nada de nosotros, solo estar a nuestro lado. Ojalá sea así, ojalá Adair se conforme solo con estar a mi lado. Sé que aún me queda mucho para volver a ser la de antes, pero estoy preparada para soñar, para ansiar sus besos, para que me diga que me quiere y, esta vez sí, poder sonreírle, porque es lo que he ansiado toda mi vida y no voy a dejar que el miedo me quite eso.

    Elijo un pantalón vaquero bombacho, una camiseta amarilla de manga larga de cuello cerrado y holgada. Me arreglo el pelo y me maquillo un poco, no demasiado. Siento mariposas en el estómago y sonrío como una tonta delante del espejo porque voy a verlo, de pura anticipación. Hubo un momento en que pensé que nunca más volvería a sentir nada, ni alegría ni emoción ni pena, pero ahora cada pequeño acontecimiento lo disfruto enormemente.

    Voy hacia el cuarto de mi hermano y toco la puerta. La abro cuando me dice que pase y lo veo ponerse su perfume y acicalarse delante del espejo, hasta que se gira hacia mí y mi apariencia le deja paralizado.

    —¿Vas a algún sitio? —pregunta extrañado.

    —Sí, bueno…, depende de ti. —Sonrío—. ¿Has quedado con estos… con Adair? —Él asiente—. ¿Puedo ir contigo?

    Mi hermano se queda mudo un segundo y luego vuelve a asentir, sin que desaparezca la sorpresa de su rostro.

    —Gracias.

    —¿Estás segura?

    —Sí. ¿Nos vamos?

    —Claro. —Se acerca a mí y, guiado por un impulso, me da un beso en la mejilla—. Me alegra volver a salir contigo, hermanita.

    Me quedo rígida por su gesto de cariño, pero enseguida me relajo y le vuelvo a sonreír.

    —Ahora habrá que convencer a papá y mamá. Te dejo eso a ti. Yo cojo tu chaqueta, que ya va haciendo frío —dice saliendo de su cuarto.

    Salgo detrás de él y mientras va al armario de la entrada entro en el salón, donde están mis padres viendo la tele. Los dos me miran embobados, igual de sorprendidos que mi hermano por mi vestimenta.

    —¿Vas a salir esta noche?

    —Yo sí —contesta mi hermano, que ya está de regreso con mi chaqueta y me la tiende.

    —¿Y tú, Laia? —incide mi padre.

    —Bueno, yo…, me gustaría mucho ir con Ángel…, hace tiempo que no salimos juntos.

    Mi madre se pone pálida y yo sé por qué: la última vez que salí con mi hermano fue cuando pasó todo. Sin embargo, hoy necesito que me diga que sí, que confíe en que no me tiene por qué pasar nada, porque yo no tengo fuerzas para superar mi miedo y lidiar también con el suyo…

    —Está bien —acepta mi padre serio; mi madre le toma la mano—. Más te vale cuidar de ella. —Mi padre se levanta y se acerca a nosotros mientras saca su cartera—. Toma, para lo que queráis tomar.

    Ángel coge el billete en silencio y se lo guarda. Solo han cruzado sus miradas, pero yo sé que mi padre le ha dicho en silencio: «No te separes de ella ni un instante», y mi hermano le ha respondido: «No lo haré». Me siento mal por mi hermano, por ser una carga para él más que otra cosa. De repente, se me han quitado las ganas de salir.

    —He pensado que…

    —… Que llegaremos tarde —me corta mi hermano adivinando mis pensamientos—. Hasta luego. No nos esperéis levantados. —Y cogiéndome del brazo, me saca de casa sin dejar que replique.

    Salimos juntos del portal y empezamos a andar hacia el pub. Cuanto más me alejo de casa, más me cuesta seguir. No dejo de mirar a mi alrededor, imaginando que Carlos aparece desde detrás de cualquier esquina y me lleva de nuevo a un lugar oscuro… Me agarro con más fuerza del brazo de mi hermano. ¿No estaré precipitándome?… «No —me digo—. Si he decidido luchar, esto es lo que debo hacer.»

    Por fin llegamos al pub. Me acerco aún más a mi hermano cuando abre la puerta; él solo me mira y entra, seguido muy de cerca por mí. De inmediato me siento aturdida por la música alta; hay bastante gente y tardo en acostumbrarme a la escasa luz.

    —Allí están. Y ya ha llegado Adair… —Hace una pequeña pausa—. ¿De verdad te apetece estar aquí?

    Noto el cambio en su voz al decir esto último y, al seguir su mirada, descubro por qué. Esta vez sí me quedo paralizada, y no por el miedo precisamente.

    Adair está hablando con una chica. Él está de espaldas y no puedo verle la cara, pero la chica se le acerca mucho al oído; demasiado. ¿Qué esperaba? ¿Que él me esperase? La desilusión y la tristeza me inundan, y me siento como la joven Laia que se fue porque se dio cuenta de que Adair nunca sería para ella. Pero él me dijo que me quería… ¿o no? Ya no lo recuerdo, tal vez fue lo que yo entendí tras su confesión… Ahora solo oigo a mi mente machacadora decir: «¿Y tú te lo creíste? ¡Qué ilusa!».

    —¿Laia?

    Doy media vuelta y empiezo a irme, pero cuando llego a la puerta, aprieto los puños, me giro hacia mi hermano y le digo:

    —No he llegado hasta aquí para irme así. —Y echo a andar con paso seguro hacia la mesa, furiosa conmigo misma por cómo ha acabado todo, por haber alejado a Adair de mi vida.

    Cuando llego a la mesa con mi hermano pisándome los talones, veo que Adair está quieto, con las manos sobre la mesa, y Robert charla amistosamente con la joven que tiene al lado; parecen muy compenetrados. Observo la espalda de Adair y noto un sinfín de mariposas revoloteando en mi estómago por tenerlo tan cerca, las mismas que cuando era una adolescente.

    —Hola, chicos —saluda mi hermano, gritando para que le oigan por encima de la música.

    Ambos le saludan y yo sonrío detrás de Adair, que aún no se ha percatado de mi presencia. Robert, que está frente a mí, me mira asombrado y luego me sonríe, haciendo que sus ojos dorados brillen con más intensidad.

    —Laia… —No llego a escucharlo, pero le he leído los labios y sé que ha dicho mi nombre.

    Adair, en cambio, sí le ha oído, porque noto que se tensa y, acto seguido, se levanta de la silla alta para darse la vuelta hacia mí.

    Sus ojos plateados me observan con intensidad y asombro. Yo trato de sonreír, pero ahora mismo solo puedo ser consciente de su cercanía y de mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho. Lo he echado mucho de menos y, por su mirada, sé que él también a mí. Que me ha esperado.

    —Laia…

    Está tan perplejo que me hace gracia y no puedo evitar sonreír.

    —He pensado salir un poco…

    —Me alegra mucho. —Se ha inclinado hacia mí para hablarme al oído y, conforme salían de sus labios, esas palabras han producido un dulce cosquilleo en mí.

    La joven que estaba al lado de Adair se va disimuladamente hacia mi hermano. Adair, por su parte, se hace a un lado para que me acerque a la mesa y me pone una mano en la cintura. Yo me tenso de forma automática, por lo que Adair trata de retirarla, pero me apresuro a poner mi mano sobre ella y que se quede ahí. Me he tensado porque no esperaba este gesto de él; odio no poder controlar más mis emociones.

    —La que está al lado de Robert se llama Ainara. —Me presento y ella me da dos besos—. Y la otra que ahora va detrás de Ángel, porque se ha dado cuenta de que la ignoro —dice divertido, y yo me relajo porque en realidad no era él quien iba tras ella—, es Marta.

    La joven me saluda, pero no tarda en volver tras su nueva presa. Me quito la chaqueta con ayuda de Adair, que va a dejarla con las de los demás y regresa junto a mí.

    Me mira y yo le sonrío mientras me subo en el taburete que él ocupaba. La gente, la música…, todo pierde su interés, solo puedo ser consciente de su mano acariciando mi espalda y los escalofríos de placer que me recorren. Esta vez sí lo siento, nada empaña mi felicidad, al menos de momento, y pienso disfrutar este instante mientras dure. Me vuelvo para

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