Ser felices sin ser perfectos
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Todas las personas defienden su libertad, pero no todas la disfrutan. Hay personas que en vez de correr el riesgo de decidir libremente sobre su vida y ser felices en esa aventura, prefieren refugiarse en la tranquilidad –sucedáneo de la felicidad– prematura y esforzada de lo previsto y lo controlable, o se afanan en la inacabable perfección del deber cumplido.
Es frecuente referirnos a estos hombres y mujeres como "obsesivos", "perfeccionistas", "cuadriculados" o "rígidos", resaltando así algunos de sus rasgos más característicos. Esta personalidad tan frecuente en nuestro entorno es sin embargo una de las que generan más ansiedad y estrés. Resulta paradójico que una personalidad conformada para ser eficaz pueda llegar a ser disfuncional en lo laboral y en las relaciones interpersonales, y predisponer a cuadros crónicos de ansiedad y depresión.
En estas páginas se describen los rasgos que caracterizan a esta personalidad y su origen, así como estrategias útiles y sencillas para lograr disfrutar de esa felicidad y libertad anheladas.
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Ser felices sin ser perfectos - Javier Schlatter Navarro
Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación, total o parcial, de esta obra sin contar con autorización escrita de los titulares del Copyright. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Artículos 270 y ss. del Código Penal).
Tercera edición: Abril 2016
© 2016. Javier Schlatter Navarro
Ediciones Universidad de Navarra, S.A. (EUNSA)
Plaza de los Sauces, 1 y 2. 31010 Barañáin (Navarra) – España
Teléfono: +34 948 25 68 50 – Fax: +34 948 25 68 54
e-mail: [email protected]
ISBN: 978-84-313-5559-3
Composición digital: Coffee Design (Dublín, Irlanda)
Índice
Introducción
¿Cómo has llegado hasta aquí?
Un corazón con patas
El valor de adaptarse
Marcos, un tipo duro
Un equilibrio inestable: la baja autoestima
Del sentido del deber al sentido del querer
Cómo deshacerse del perfeccionismo sin que se dé cuenta
Marcial, un hombre de una pieza
El rayo que no cesa
Entre la dependencia y la ambivalencia
Aurora la sufridora
¿Qué problemas puede ocasionar esta forma de ser?
Bibliografía recomendada
Introducción
Cuando hace unos años me dispuse a escribir este libro, tenía especialmente en la cabeza a tantas personas que siendo muy capaces llegaban a la consulta rotas o a punto de romperse. Lo sorprendente es que no se trataba habitualmente de personas que hubieran estado expuestas a una situación propiamente traumática. Siempre se ha dicho que lo más importante del estrés no es el componente objetivo sino el estrés percibido. Un estrés que si persiste pasará factura con los años.
Son personas que se reconocen normales pero que por algún motivo la vida se les va haciendo cada vez más dura. Coloquialmente se les podría llamar autoexigentes, perfeccionistas, preocuponas, cuadriculadas, rígidas, etc., son eficientes, cumplidoras, y con un sentido de la vida ordenado a hacer las cosas bien. ¿Y dónde está el problema entonces? En el alto precio personal que han de pagar con el paso del tiempo.
Es el caso de Teresa ¹, empleada de banca, que acaba de tener su tercer hijo, y desde hace un tiempo percibe cierto desencanto de lo que hasta ahora eran sus pasiones: su familia, su trabajo, … Parece como si estuviera algo de vuelta de su proyecto vital. En el fondo querría replicar el hogar de familia que vivió de niña, pero ve que no está a la altura del modelo que recuerda de su madre. Quiere llegar a todo y aparentemente no llega a nada.
O de Alfonso, profesor de química en un instituto desde hace diez años. Está cada vez más convencido de que no llegará a la jubilación. Procura preparar cada clase como si fuera la última, pensando cómo ayudar mejor a sus alumnos. Y cada vez se desespera más viendo su falta de motivación. Les insiste en que dejen siempre recogido el laboratorio, que hagan los problemas en casa, … pero la mayoría no hacen las tareas y habitualmente es él quien se queda todos los días a limpiar y ponerlo todo en su sitio. Cada vez tiene menos aguante, y ya tuvo hace poco un disgusto por amagar con darle una bofetada a un alumno.
Cinta, es enfermera de la UCI pediátrica de uno de los hospitales más grandes de su ciudad. Había aprendido de su primera supervisora a estar muy encima de todo, y era conocida por su gran profesionalidad y espíritu de servicio. Ella que no había tenido ni una baja en muchos años, ahora lleva una temporada larga encadenando varias por distintos motivos. Nada importante: migrañas, cansancio, insomnio, despistes frecuentes… pero lo suficiente como para no poder trabajar como ella quiere. Lo que peor lleva son los despistes por la gran inseguridad que le generan. Sueña con que comete errores, le entran con frecuencia dudas de si rellenó el parte, revisa varias veces la medicación, no deja que nadie le eche una mano para no alterar sus rutinas, … de manera que casi no le queda tiempo para sentarse unos minutos con el resto del equipo. Cada vez termina más cansada sus turnos y se le hace más cuesta arriba ir a trabajar.
¿Es necesario pasarlo tan mal para portarse bien? Si la causa de tantas molestias físicas es la tensión acumulada por el modo de afrontar las tareas diarias, ¿no hay otro modo de hacer las cosas bien? Si toda elección tiene su parte negativa o de renuncia, ¿por qué seguir dándole vueltas a lo que ya ocurrió o a lo que está por venir? ¿Verdaderamente somos capaces de controlar el futuro solo por adelantarnos a él en nuestra imaginación? Si alguien se considera buena persona y quiere hacer el bien, ¿por qué puede quedar siempre en el fondo un regusto de insatisfacción? ¿Dependen necesariamente la felicidad y autoestima de la perfección de lo que uno hace y de la tranquilidad por el deber cumplido? ¿No existe realmente otra felicidad, a priori, del que hace aquello que libremente ha decidido sin depender tanto de la excelencia de unos resultados?
Como has podido ver y comprobarás con el paso de las páginas, los rasgos de personalidad que vamos a considerar como la autoexigencia, el perfeccionismo, la hipersensibilidad emocional, la tendencia a darle vueltas a la cosas, la inseguridad, entre otros, se encuentran muy presentes en occidente. Algunas personas reúnen todos estos rasgos dibujando un tipo de personalidad que clásicamente se ha denominado personalidad anancástica ². Lógicamente, son muchas más las personas que tienen algunos de estos rasgos, quizá de forma más intensa, pero sin identificarse totalmente con esta forma de ser. Pese a lo extraño del término anancástico nuestra sociedad funciona gracias a que hay muchas personas así. Puede que justamente esta mayor frecuencia y sintonía social haga que pasen desapercibidos. Y quizá también por eso estas personas achacan sus problemas al estilo y ritmo de vida actual y no caen en la cuenta de lo que les influye su propia forma de ser. Desde luego que es una forma de ser estupenda para muchas cosas y que existe desde que el hombre es hombre. Pero si es tu caso reconocerás probablemente que el precio que pagas es muy alto, especialmente en forma de ansiedad. Según la intensidad de tus rasgos y de la ansiedad que soportes dirás que te merece la pena o no, aunque siempre supone un desgaste y no es tan fácil de cambiar.
Esta personalidad no requiere por sí misma tratamiento. Es un modo de ser como otro cualquiera. Que tenga un nombre no significa que sea mala o patológica, aunque ese nombre suene raro. Sin embargo, hay dos situaciones en las que una ayuda –eminentemente psicológica– puede ser conveniente. La primera y más frecuente es cuando algunos rasgos son especialmente marcados y generan problemas de tipo psicológico –ansiedad, estrés, cambios de ánimo,…–, biológico –cefaleas tensionales, contracturas musculares, problemas digestivos,…–, y/o en el ámbito social y de relación. La otra, menos frecuente, es cuando debido a su intensidad se trata de una enfermedad o trastorno de la personalidad.
Este libro no va dirigido a especialistas sino a personas que como tú, tienen rasgos de esta personalidad en mayor o menor medida, y quieren conocerse mejor. Gracias a ese conocimiento te será más fácil descubrir modos de cambiar que te ayuden a tener una vida más lograda y feliz. Si, como ya dijimos, se tratara de un trastorno de la personalidad, el libro podría servir como un apoyo para una necesaria psicoterapia ³.
Al agotarse la segunda edición, me he decidido a afrontar una revisión del texto original, fundamentalmente en su estructura. En esta nueva edición he preferido que desde el comienzo entres en contacto con las peculiaridades de esta forma de ser y con estrategias y recursos que puedan ayudarte, sin necesidad de esperar al final del texto. He intentado también mejorar la redacción, liberándolo de tablas y figuras, he introducido citas nuevas y he incorporado tres nuevos casos clínicos que permiten fácilmente identificar aspectos de esta personalidad en un personaje imaginario. Otra cambio introducido es el estilo en segunda persona, para hacerlo más directo y cercano. A ti, lector, te corresponde el trabajo de discriminar cuáles de las afirmaciones que recojo aunque estén en segunda persona son o no son realmente parte de tu forma de ser, y por lo tanto, te pueden ser de utilidad.
Quiero agradecer sinceramente a todas las personas que a lo largo de estos años han tenido la confianza de acudir a la consulta solicitando ayuda directa o indirectamente relacionada con esta forma de ser. Sin sus aportaciones, ejemplos e intuiciones este texto no habría suscitado el interés que ha llevado a la editorial a plantear una nueva edición.
1. Estos nombres y sus historias, así como los que aparecen más adelante en los casos clínicos, se basan en casos reales mezclando datos de historias reales con otros inventados para salvaguardar la confidencialidad de los protagonistas.
2. El término anancástico –«obligado, forzado»– no surge hasta el s.XIX. Ni este término ni el de personalidad obsesivo-compulsiva empleado en el ámbito anglosajón han terminado de imponerse. Ya en el s.XX tanto Schneider como Kretschmer recalcaron su trasfondo de inseguridad. Los psicoanalistas fueron los primeros en formular una teoría global sobre el desarrollo de esta personalidad. Freud definió el carácter de estas personas como anal según esta teoría. Más recientemente Shapiro ha incidido en el estilo de pensamiento rígido, mientras que Beck y Freeman realizaron grandes aportaciones al tratamiento cognitivo. Fiel a su modelo dimensional Cloninger habla de personas con baja búsqueda de la novedad, elevada evitación del daño y baja dependencia de la recompensa. Millon por otra parte destaca la afectividad restringida, autoimagen concienzuda, respetuoso en las relaciones interpersonales, constricción cognitiva y rigidez del comportamiento. Para más información se puede consultar la Clasificación Internacional de Enfermedades de la Organización Mundial de la Salud (CIE-10) y la de la Asociación Americana de Psiquiatría (DSM-5).
3. Los abordajes psicológicos suelen incluir técnicas de distintas corrientes como la psicoterapia cognitiva, la conductual y la psicodinámica. La psicoterapia cognitiva intenta modificar los esquemas mentales automatizados y disfuncionales para reinterpretar la realidad de un modo más sano y realista. Estos esquemas son modos de razonar, presupuestos, aprendidos por experiencias previas, que son irracionales y generan emociones, conductas y respuestas inadaptadas. En la terapia se trata de identificarlos para sustituirlos por otros más beneficiosos. La psicoterapia psicodinámica se basa en que toda conducta tiene un sentido o finalidad independientemente de que lo sepas. Este mundo interno, en parte inconsciente, explica muchas conductas manifiestas. Mediante la terapia se focalizan esos conflictos internos y se hacen conscientes para afrontarlos de manera más positiva. La psicoterapia conductual ayuda a afrontar las situaciones que nos superan o tendemos a evitar. También pueden emplearse técnicas de relajación para disminuir la ansiedad y sus manifestaciones. Los pacientes más obsesivos pueden aprender técnicas de distracción o detención del pensamiento. Por último, si tienes baja autoestima puedes desarrollar habilidades sociales y mejorar tu asertividad. En los últimos años se han instaurado las terapias de tercera generación que se centran no tanto en el contenido sino en el contexto de los pensamientos, sensaciones y emociones.
¿Cómo has llegado hasta aquí?
Hay muchos modos de ser, y también hay muchos modos de llegar a ser como se es. Sin caer en el tópico de que hay tantas formas de ser como personas, la realidad es que no todos los anancásticos son iguales. Hay un cierto consenso a la hora de determinar algunos rasgos que aparecen ya desde la infancia como pilares básicos sobre los que se apoya esta personalidad, y las características que hacen que se asiente y perdure en el tiempo. Serán otros factores los que contribuyan a marcar las diferencias entre las personas con esta forma de ser. Por este motivo, es normal que no te veas reflejado en todo lo que vas a leer. Se trata más bien de que conozcas mejor qué factores son los que han podido intervenir en el desarrollo de tu personalidad. Si te conoces mejor, verás más fácil y claro hacia dónde quieres cambiar.
Desde la más tierna infancia
En general, se asume que la personalidad acaba de definirse en torno a los 25 años. Más difícil es determinar cuándo comienza a configurarse. Es indudable que desde la primera infancia aparecen rasgos fruto de la herencia genética, de la influencia de acontecimientos vitales precoces y de la educación recibida, así como de las decisiones que uno va tomando de manera más o menos libre y consciente.
Son niños con planteamientos y conductas demasiado maduros para su edad
En estos casos es frecuente que desde muy pronto se hable de un niño hipermaduro o muy maduro para su edad, con preocupaciones –en calidad o en cantidad– demasiado precoces. Algunas de las tendencias perfeccionistas que puede presentar desde pequeño son: dudas reiterativas sobre sí mismo; alta sensibilidad emocional que le permite captar y retener con más facilidad hechos y emociones; búsqueda desproporcionada de la aprobación de los demás, especialmente de sus padres; conformidad excesiva en comparación con otros niños de su edad; y frecuentes quejas somáticas debidas a la tensión que soportan y a la dificultad para darle salida.
Con frecuencia, alguno de los padres es perfeccionista y controlador. También parecen contribuir otros factores como ser