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Un marido siciliano
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Libro electrónico125 páginas2 horas

Un marido siciliano

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Información de este libro electrónico

Se enamoró de un desconocido En cuanto conoció a Gio Cardella, Terrie Hayden supo que entre ellos había algo especial. Algo por lo que valía la pena arriesgarlo todo. Pero el orgulloso y distante siciliano no quería correr el riesgo de volver a amar. Además, no entendía qué era lo que motivaba a Terrie y no tenía la menor idea de qué era lo que lo impulsaba a él a llamar a su puerta una y otra vez.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento19 oct 2017
ISBN9788491704614
Un marido siciliano
Autor

Kate Walker

Kate Walker é uma romancista popular britânica nascida em Nottinghamshire, Inglaterra, Estudou inglês e biblioteconomia na University College of Wales, Aberystwyth, onde conheceu o marido. Eles se casaram e se instalaram em Lincolnshire, onde Kate trabalhou até se tornar mãe. Seu primeiro romance foi publicado em 1984.

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    Un marido siciliano - Kate Walker

    HarperCollins 200 años. Desde 1817.

    Editado por Harlequin Ibérica.

    Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

    Núñez de Balboa, 56

    28001 Madrid

    © 2003 Kate Walker

    © 2017 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

    Un marido siciliano, n.º 1431 - octubre 2017

    Título original: A Sicilian Husband

    Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.

    Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

    Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

    ® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

    ® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

    Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises

    Limited. Todos los derechos están reservados.

    I.S.B.N.: 978-84-9170-461-4

    Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

    Índice

    Portadilla

    Créditos

    Índice

    Capítulo 1

    Capítulo 2

    Capítulo 3

    Capítulo 4

    Capítulo 5

    Capítulo 6

    Capítulo 7

    Capítulo 8

    Capítulo 9

    Capítulo 10

    Capítulo 11

    Capítulo 12

    Si te ha gustado este libro…

    Capítulo 1

    El hombre que estaba al fondo del bar era sencillamente espectacular.

    Espectacular.

    Terrie no podía definirlo de otra forma. Porque «guapísimo» no parecía la palabra adecuada para describir a un hombre tan masculino, tan impresionante.

    Era, más que guapo, soberbio.

    Pelo negro, nariz recta, pómulos altos, labios sensuales, profundos ojos castaños y una hermosa piel morena que proclamaba a gritos su ascendencia mediterránea.

    Pero ni siquiera la palabra «apuesto» podía describir la belleza de aquel hombre, el brillo turbulento en sus ojos oscuros. Y sospechaba que su boca, aunque sensual, podía endurecerse hasta adoptar un rictus cruel.

    Su actitud confiada, casi arrogante, la tremenda seguridad en sí mismo, lo hacían destacar entre la multitud como si le hubieran colocado un foco.

    Sí, «espectacular» era la mejor palabra para definirlo.

    Terrie no podía dejar de mirarlo, aunque sospechaba que, si seguía mirándolo así, pronto se daría cuenta. Y justo cuando lo estaba pensando, aquel perfecto espécimen masculino clavó en ella sus ojos negros.

    El gesto de desdén, la calculada frialdad de su mirada eran tan evidentes que Terrie tuvo que hacer un esfuerzo para controlar los latidos de su corazón. Se sentía como una cría mirando a un famoso actor de cine.

    Giovanni Cardella se dio cuenta de que la mujer sentada al otro lado del bar no le quitaba los ojos de encima. Lo miraba con descaro, como si no hubiera visto un hombre en toda su vida.

    Otra mujer.

    Otra mujer que no era Lucía.

    Otra mujer insinuándose, dejando claro que lo encontraba atractivo cuando eso era lo último que deseaba.

    Él no era ningún tonto. Sabía que sus rasgos, su altura y su aspecto atlético atraían a las mujeres. Y en cuanto supieron que estaba solo aparecieron muchas, todas dispuestas a consolar al «viudo rico».

    Pero no tenía ni tiempo ni ganas de conocer a otra mujer. Solo hubo una mujer en su vida: Lucía. Lucía era la única a la que había amado.

    Y aquella mujer no era Lucía. Para empezar, era una rubia de piel muy clara, típicamente inglesa. Y era alta; aunque estaba sentada se veía que era alta, mientras su Lucía había sido bajita, morena y preciosa.

    La mujer de ojos azul grisáceo y pelo claro no se parecía a ella en absoluto. Era como el negativo de Lucía.

    Y seguía mirándolo.

    Aquel día precisamente la atención de esa chica era una intromisión. Y lo molestaba profundamente.

    Madre di Dio!

    Furioso, clavó en ella una mirada profundamente despreciativa.

    –Qué corte –murmuró Terrie, horrorizada por la respuesta del extraño.

    Aunque volvió la cara, seguía sintiendo la mirada desdeñosa del hombre clavada en ella.

    –Chicas, tenemos que irnos.

    A su lado, Claire y Anna estaban levantándose.

    –¿Vienes, Terrie?

    –¿Qué? No… la verdad es que paso de la última sesión.

    ¿Qué estaba haciendo? Era la oportunidad perfecta para desaparecer de allí antes de hacer el ridículo. Si se iba, seguramente no volvería a ver a aquel extraño en toda su vida.

    Pero la verdad era que no quería irse. Incluso antes de entrar en el bar con sus amigas había decidido que la última sesión del seminario de ventas estaba siendo una pérdida de tiempo.

    –¿Segura?

    Terrie asintió con la cabeza, liberando sin querer alguno de los rizos rubios que había intentado controlar en un moño.

    –Del todo. Estas sesiones me tienen aburrida desde el principio. Antes de venir al seminario ya sospechaba que lo de vender ropa de niños no era para mí… ahora estoy absolutamente segura.

    –¿Y qué vas a hacer? –preguntó Claire.

    –A partir de mañana me pondré a buscar otra cosa, así que no tiene sentido que vuelva a tragarme todo ese rollo sobre cuotas y nuevas líneas de producto.

    Sonaba totalmente racional, como algo que hubiera pensado mucho. Nada que ver con el hecho de que su sentido de la realidad acababa de esfumarse por culpa del hombre más guapo que había visto en toda su vida.

    No tenía nada que ver con eso, se dijo a sí misma. Nada en absoluto.

    –En fin, si estás segura…

    Claire pareció vacilar, pero Anna estaba tirándole de la manga para llevarla a la sala de conferencias.

    –Desde luego. Voy a terminar la copa y después subiré a mi habitación para hacer la maleta.

    –Entonces, ¿nos vemos a la hora de la cena?

    Terrie asintió, distraída. No estuvo segura hasta que dijo aquellas palabras en voz alta, pero no tenía que pensarlo más.

    Estaba aburrida. En realidad, odiaba su trabajo. Odiaba tener que viajar, intentar convencer a la gente para que le comprase un producto carísimo y de baja calidad. No sabía por qué había aguantado tanto tiempo.

    Pero a partir de aquel momento, todo iba a cambiar.

    Y, para empezar, no subiría a su habitación. Se quedaría en el bar y pediría otra copa mientras pensaba qué iba a hacer con su vida.

    Y ni siquiera iba a mirar en la dirección del extraño, pensó, mientras se levantaba de la silla. No pensaba arriesgarse a que la fulminase de nuevo con su mirada desdeñosa.

    A pesar de su determinación de no mirarla, los movimientos de la chica llamaron la atención de Gio una vez más. Se movía como un felino, pensó, al verla acercándose a la barra.

    Llevaba una chaqueta roja entallada y una falda recta, por encima de las rodillas. Su pelo pugnaba por salirse del moño y varios rizos dorados caían alrededor de su cara.

    Con un suspiro de impaciencia, la chica se quitó unas horquillas estratégicamente colocadas y sacudió la cabeza. El resultado dejó a Gio estupefacto.

    Cuando vio aquella melena rubia cayendo sobre sus hombros como un halo dorado, sintió un calor inesperado en la entrepierna.

    Fue como una patada en el estómago; un golpe de una intensidad tal que no había creído volver a experimentar en su vida.

    Inferno! –murmuró entre dientes. Pero, aunque intentaba no mirarla, el deseo de hacerlo era casi insoportable–. ¿Dónde demonios está Chris Macdonald?

    Una copa antes de cenar para hablar sobre cómo habían ido las cosas en los tribunales, había sugerido Chris. Y a Gio le pareció un salvavidas.

    Después de hablar con su hijo Paolo por teléfono, la noche le parecía eterna, llena de recuerdos. La oportunidad de estar acompañado era más que bienvenida para no recordar el aniversario del peor momento de su vida.

    Pero Chris no aparecía. Habían quedado a las ocho y eran las ocho y media.

    En ese momento sonó su móvil. Era Chris, como si lo hubiera invocado al pensar en él.

    –¿Sí?

    Unos segundos después tiraba el

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