El magico prodigioso
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El magico prodigioso - Calderón De La Barca
FABIO
PRIMERA JORNADA
Salen CIPRIANO, vestido de estudiante, y
CLARÍN y MOSCÓN, de gorrones, con unos libros.
CIPRIANO: En la amena soledad
de aquesta apacible estancia,
bellísimo laberinto
de flores, rosas y plantas,
podéis dejarme, dejando
conmigo--que ellos me bastan
por compañía--los libros
que os mandé sacar de casa;
que yo, en tanto que Antioquía
celebra con fiestas tantas
la fábrica de ese templo
que hoy a Júpiter consagra,
y su traslación, llevando
públicamente su estatua
adonde con más decoro
y honor esté colocada,
huyendo del gran bullicio
que hay en sus calles y plazas,
pasar estudiando quiero
la edad que al día le falta.
Idos los dos a Antioquía,
gozad de sus fiestas varias,
y volved por mí a este sitio
cuando el sol cayendo vaya
a sepultarse en las ondas,
que entre oscuras nubes pardas
al gran cadáver de oro
son monumentos de plata.
Aquí me hallaréis.
MOSCÓN: No, puedo,
aunque tengo mucha gana
de ver las fiestas, dejar
de decir, antes que vaya
a verlas, señor, siquiera
cuatro o cinco mil palabras.
¿Es posible que en un día
de tanto gusto, de tanta
festividad y contento,
con cuatro libros te salgas
al campo solo, volviendo
a su aplauso las espaldas?
CLARÍN: Hace mi señor muy bien;
que no hay cosa más cansada
que un día de procesión
entre cofadres y danzas.
MOSCÓN: En fin, Clarín, y en principio,
viviendo con arte y maña,
eres un temporalazo
lisonjero, pues alabas
lo que hace, y nunca dices
lo que sientes.
CLARÍN: Tú te engañas,
que es el mentís más cortés
que se dice cara a cara;
que yo digo lo que siento.
CIPRIANO: Ya basta, Moscón; ya basta,
Clarín. Que siempre los dos
habéis con vuestra ignorancia
de estar porfiando, y tomando
uno de otro la contraria.
Idos de aquí, y, como digo,
volved aquí cuando caiga
la noche, envolviendo en sombras
esta fábrica gallarda
del universo.
MOSCÓN: ¿Qué va,
que, aunque defendido hayas
que es bueno no ver las fiestas,
que vas a verlas?
CLARÍN: Es clara
consecuencia. Nadie hace
lo que aconseja que hagan
los otros.
MOSCÓN: (Por ver a Livia, Aparte
vestirme quisiera de alas.)
Vase MOSCÓN
CLARÍN: (Aunque, si digo verdad, Aparte
Livia es la que me arrebata
los sentidos. Pues ya tienes
más de la mitad andada
del camino, llega, Livia,
al na,
y sé, Livia, liviana.)
Vase CLARÍN
CIPRIANO: Ya estoy solo, ya podré,
si tanto mi ingenio alcanza,
estudiar esta cuestión
que me trae suspensa el alma
desde que en Plinio leí
con misteriosas palabras
la difinición de Dios.
Porque mi ingenio no halla
este Dios en quien convengan
misterios ni señas tantas,
esta verdad escondida
he de apurar.
Pónese a leer. Sale el DEMONIO, de
galán, y lee CIPRIANO
DEMONIO: (Aunque hagas Aparte
más discursos, Ciprïano,
no has de llegar a alcanzarla,
que yo te la esconderé.)
CIPRIANO: Ruido siento en estas ramas.
¿Quién va? ¿Quién es?
DEMONIO: Caballero,
un forastero es, que anda
en este monte perdido
desde toda esta mañana,
tanto que, rendido ya
el caballo, en la esmeralda
que es tapete de estos montes
a un tiempo pace y descansa.
A Antioquía es el camino
a negocios de importancia;
y apartándome de toda
la gente que me acompaña,
divertido en mis cuidados,
caudal que a ninguno falta,
perdí el camino y perdí
crïados y camaradas.
CIPRIANO: Mucho me espanto de que
tan a vista de las altas
torres de Antioquía, así
perdido andéis. No hay, de cuantas
veredas a aqueste monte
o le línean o le pautan,
una que a dar en sus muros,
como en su centro, no vaya.
por cualquiera que toméis
vais bien.
DEMONIO: Ésa es la ignorancia:
a la vista de las ciencias,
no saber aprovecharlas.
Y supuesto que no es bien
que entre yo en ciudad extraña,
donde no soy conocido,
solo y preguntando, hasta
que la noche venza al día,
aquí estaré lo que falta;
que en el traje y en los libros
que os divierten y acompañan
juzgo que debéis de ser
grande estudiante, y el alma
esta inclinación me lleva
de los que en estudios tratan.
Siéntase
CIPRIANO: ¿Habéis estudiado?
DEMONIO: No;
pero sé lo que me basta
para no ser ignorante.
CIPRIANO: Pues ¿qué ciencia sabéis?
DEMONIO: Hartas.
CIPRIANO: Aun estudiándose una
mucho tiempo no se alcanza,
¿y vos--¡grande vanidad!--
sin estudiar sabéis tantas?
DEMONIO: Sí, que de una patria
soy donde las ciencias más altas
sin estudiarse se saben.
CIPRIANO: ¡Oh, quién fuera de esa patria!
Que acá mientras más se estudia,
más se ignora.
DEMONIO: Verdad tanta
es ésta que sin estudios
tuve tan grande arrogancia
que a la cátedra de prima
me opuse, y pensé llevarla,
porque tuve muchos votos;
y, aunque la perdí, me basta
haberlo intentado; que hay
pérdidas con alabanza.
Si no lo queréis creer,
decid qué estudiáis, y vaya
de argumento; que aunque no
sé la opinión que os agrada,
y ella sea la segura,
yo tomaré la contraria.
CIPRIANO: Mucho me huelgo de que
a eso vuestro ingenio salga.
Un lugar de Plinio es
el que me trae con mil ansias
de entenderle, por saber quién
es el dios de quien habla.
DEMONIO: